Este documento discute cómo la mente puede llegar a ser un obstáculo y cómo las personas privilegian demasiado lo mental a expensas de lo emocional. Argumenta que es imposible y peligroso suprimir todas las emociones y que debemos aprender a integrarlas de manera saludable. También distingue entre emociones primarias que son naturales y secundarias que son aprendidas y a menudo problemáticas.
0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos)
41 vistas11 páginas
Este documento discute cómo la mente puede llegar a ser un obstáculo y cómo las personas privilegian demasiado lo mental a expensas de lo emocional. Argumenta que es imposible y peligroso suprimir todas las emociones y que debemos aprender a integrarlas de manera saludable. También distingue entre emociones primarias que son naturales y secundarias que son aprendidas y a menudo problemáticas.
Este documento discute cómo la mente puede llegar a ser un obstáculo y cómo las personas privilegian demasiado lo mental a expensas de lo emocional. Argumenta que es imposible y peligroso suprimir todas las emociones y que debemos aprender a integrarlas de manera saludable. También distingue entre emociones primarias que son naturales y secundarias que son aprendidas y a menudo problemáticas.
Este documento discute cómo la mente puede llegar a ser un obstáculo y cómo las personas privilegian demasiado lo mental a expensas de lo emocional. Argumenta que es imposible y peligroso suprimir todas las emociones y que debemos aprender a integrarlas de manera saludable. También distingue entre emociones primarias que son naturales y secundarias que son aprendidas y a menudo problemáticas.
Descargue como PDF, TXT o lea en línea desde Scribd
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 11
Riso, W. (2008).
El planteamiento del problema: de cómo la mente puede llegar
a ser un estorbo. En Sabiduría emocional (pp.16-26). Bogotá : Norma. (C28581)
PARTE! EL PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA De cómo la mente puede llegar a ser un estorbo
((Quien hace del pensar lo esencial) puede llegar
lejos por ese camino) pero ha confundido el suelo con el agua y algún día se ahogará)) HERMAN HESSE Los seres humanos vivimos enfrascados en una milenaria disputa interna dificil de resolver. N os pasa- mos la mitad del tiempo tratando de maquillar esos in- cómodos rasgos animales, que casi siempre asoman, y el tiempo restante exhibiendo la supuesta grandiosidad de un cerebro cada vez más evolucionado, protuberante y peligroso. Vivimos enredados entre lo que nos gustaría hacer y lo que deberíamos. Dos sistemas de procesa- miento aparentemente irreconciliables pugnan por im- ponerse: uno es prepotente, directo y emocional; el otro, solapado, astuto y racional. Emoción vs. razón, un dilema sin resolver: la típica representación de la mente cabal- gando sobre el potro salvaje de los instintos. Como resulta obvio para la generación tecnológi- ca, las preferencias están marcadamente inclinadas a fa- vor de la inteligencia artificial. Las incautas emociones son consideradas como un exabrupto de la naturaleza, a veces necesarias, pero sin lugar a dudas retrógradas. Admiramos mucho más a la persona que logra contener sus emociones hasta constiparse, que aquélla que suelta un grito de felicidad en una biblioteca pública porque 18 Sabiduría emocional
encontró el poema perdido. Privilegiamos demasiado lo
mental, a expensas de lo natural. Si las emociones son un subproducto arcaico del cerebro, amenazante en potencia y desagradable en esen- cia, ¿para qué exhibirlas? Además, poder doblegarlas es- taría demostrando la supremacía del hon1.bre civilizado sobre la bestia. Desde pequeños nos condicionan a no sentir demasiado, no vaya a ser cosa que nos deshu- manicemos, como si lo exclusivamente humano fuera pensar. N os encantan los niños que no gritan, que duer- men mucho, que no lloran, que casi no defecan y que no se mueven mucho. Nos fascinan las personas quepa- recen plantas.Algunas mamás no crian niños, los riegan. Las antiguas raíces prehistóricas del hombre siem- pre han sido un dolor de cabeza para los defensores de la razón, una irritante espina clavada en el "alter ego" de la cultura civilizada, que inexorablemente nos recuerda de dónde venimos. De ahí la importancia atribuida por muchos a saber camuflar y desterrar esos desagradables residuos del pasado animal. En una tertulia a la que fui invitado recientemente, uno de los participantes, defen- sor acérrimo de la mente, expresó su posición diciendo: "Al menos en este aspecto, parecería que Dios podría haberlo hecho mejor: ¿Qué necesidad tenía de empa- rentarnos con los primates?" Cuando le dije que podía- mos aprender muchas cosas interesantes de los chim- Sabiduría emocional 19
pancés, no me volvió a hablar en toda la noche. Una
típica conducta "humana". Tanto la ciencia como las corrientes espirituales han intentado un programa supresivo emocional indis- criminado, pero sin mucho éxito. El organismo se ha resistido vehemente e inteligentemente a desprenderse de sus programas genéticos, como si dijera:"No insistan, si las emociones están conmigo por algo es". Ni los psicofármacos, ni la tan añorada "sobriedad emocional" oriental, han logrado domesticar significativamente el incontenible arrebato del sistema emocional-afectivo: cuando él considera que de be actuar, lo hace sin mira- mientas de ningún tipo. Querer enterrar todas las emociones no sólo es una tarea imposible, sino peligrosa para la salud. Cuando el poderoso super yo comienza a frenar más de la cuenta los impulsos sanos y naturales que pugnan por salir, se produce un desequilibrio mente- cuerpo. En estos casos, el organismo, además de aburrirse como una ostra, des- aprovecha recursos energéticos, pierde motivación y de- cae en su capacidad comunicativa. Las investigaciones psicológicas son claras en demostrar que el desconoci- miento de los propios estados emocionales acorta la vida y predispone a todo tipo de enfermedades. La emoción es la manera en que Dios nos recuerda que estamos vi- vos. Si logramos integrarla adecuadamente a nuestra vida, 20 Sabiduría emocional
lograremos una mayor coherencia entre lo que hace-
mos, pensamos y sentimos, y un sentido de vida más vital. N o estoy sugiriendo que seamos una especie de colon espástico con patas, o un simio juguetón, sino que modulada y saludablemente dejemos que la emoción , , actue con nosotros y a traves nuestro. Como no estamos acostumbrados a hacer contac- to con nuestras emociones, hemos creado una dislexia emocional, un analfabetismo respecto a su gramática básica. No sabemos qué hacer con ellas, nos queman y se las pasamos al vecino, al psicólogo o al cura. N o so- mos capaces de discriminar qué emoción es buena, salu- dable y amable, y cuál no. Queremos eliminarlas a toda costa o al menos reducirlas, qué más da si es el Prozac o las esencias florales, lo importante es controlarlas. Pero la biología no puede censurarse por decreto. La ignorancia emocional se conoce con el nom- bre de alexitimia, y significa incapacidad de lectura emo- cional. Como veremos más adelante, las personas bloqueadoras (no lectoras) de emociones son propensas al cáncer y a contraer enfermedades del sistema inmu- nológico. N os da miedo acercarnos a las emociones, por- que cuando se activan demasiado perdemos el control. Emocionarse intensamente es quedar a la deriva y bajo el auspicio directo del universo. Bucear más allá de la razón y descifrar los antiguos códigos genéticos que aún Sabiduría emocional 21
se mantienen limpios, nos atemoriza. No sabemos mirar
tan profundamente, y el no hacerlo nos despoja de una de las mayores fuentes de sabiduría. Tal como decía Krishnamurti: "En ti se reproduce la historia de toda la humanidad". Solamente basta abrir el libro de la vida y leer en él. Si quieres entender el cosmos, búscalo en tus sentimientos; ahí encontrarás lo que necesitas saber. Pero la cuestión no es tan sencilla. N u estro sistema atencional es claramente externalista, estamos más afue- ra que adentro. La confianza en uno mismo se ha trasla- dado a los amuletos, los astros, el cambio de gobierno, los ángeles o el destino. Nos movemos entre las prome- sas de los astrólogos y las reencarnaciones de un pasado dificil· de indagar. Como en el cuento del borrachito, buscamos las llaves donde hay luz, aunque las hayamos perdido en otra parte. Una de mis pacientes, muy moti- vada por el crecimiento espiritual, antes de salir para su trabajo comenzaba la siguiente secuencia de actividades de" crecimiento interior": caminaba descalza un rato para absorber la energía de la tierra, colocaba un vaso con agua al sol antes de beberlo, meditaba veinte minutos con un mantra asignado por un director de la escuela de Maharishi, luego volvía a meditar otros diez minutos con un sonido cuántico sanador aprendido de otro maes- tro espiritual, ingería un desayuno ayurvédico, leía el ho- róscopo y se le entregaba con una oración al ángel de la 22 Sabiduría emocional
guarda. Como resulta evidente, al comenzar su jornada
laboral ya estaba agotada. Cuando después finalmente logró desligarse de tantos requisitos externos y dejó que la frescura de su propio interior se manifestara libremente, comenzó a vivir su espiritualidad de una manera más tranquila y natural. Centralizó su actividad exclusivamen- te en la meditación y la autoobservación, y soltó uno a uno los bastones en los cuales se había apoyado innece- sariamente. Hacerse cargo de uno mismo no deja de ser un placer cuasi narcisista saludable. Aunque todas las emociones nos enseñan, no to- das son buenas y aceptables. Hay sentimientos autodes- tructivos y altamente peligrosos que deben manejarse con cuidado o eliminarlos para siempre. Otros, como los amigos de verdad, nos ayudan en las buenas y en las malas, fortalecen el yo y nos engrandecen. Establecer esta diferencia(:iÓn es fundamental antes de actuar.
Emociones primarias y secundarias: lo bueno
para rescatar y lo malo para suprimir Las emociones primarias son aquéllas con las que nacemos. Son naturales, no aprendidas, cumplen una fun- ción adaptativa, son de corta duración y se agotan a sí mismas. Solamente duran lo indispensable para cumplir su misión: dolor, miedo, tristeza, ira y alegría son algunas de Sabiduría emocional 23
las más importantes. Ellas forman parte de la persona y
cumplen un papel vital para que podamos sobrevivir y adaptarnos al mundo. Si se reprimen sistemáticamente y se interrumpen con frecuencia, afectan gravemente la salud fisica y mental. Hay que convivir con todas, integrarlas a nuestra vida y aprender de su funcionamiento. La sabiduría natural se expresa a través de ellas. Las emociones secundarias son aprendidas, men- tales, y aunque algunas de ellas, bien administradas, pue- dan llegar a ser útiles, no parecen cumplir una función biológica adaptativa. Son defensivas o manifestaciones de un problema no resuelto, y casi siempre implican de- bilitamiento del yo: sufrimiento, ansiedad, depresión, ira y restricción-apego son algunas de las más significativas. A diferencia de las primarias, no se agotan a sí mismas y pueden permanecer por años o toda la vida. Si las deja- mos actuar libremente y no las controlamos o elimina- mos, nos enfermamos. Hay que tratar de reducirlas al máxi- mo o quitarlas de nuestra vida y aprender de ellas lo que podamos. Son expresiones de la mente. Las emociones secundarias pueden considerarse prolongaciones mentales de las emociones primarias. El dolor, la información corporal que nos permite saber cuándo un órgano anda mal, se extendió a supuestos "órganos mentales" y nació el sufrimiento. El miedo, el encargado de protegernos ante el peligro, se trasladó 24 Sabiduría emocional
anticipatoriamente y se creó la ansiedad. La tristeza, que
permite desactivar el organismo para su posterior recu- peración, se generalizó en un sentido autodestructivo en lo que se conoce como depresión psicológica. La ira, la prin- cipal fuerza interior para vencer obstáculos, se almacenó en forma de rencor y resentimiento. La alegría, la más pode- rosa e importante de las emociones, fue duramente res- tringida o convertida en apego al placer. El aparato mental humano creó una dimensión artificial paralela a la reali- dad fisiológica, invadió los terrenos de lo natural y se apropió indebidamente de siglos de evolución. Posible- mente ése sea el origen de la enfermedad mental. La estructura psicológica humana gira alrededor del tiempo. Si observamos por un momento cómo fun- ciona la mente, descubriremos algo sorprendente. Nun- ca está quieta. Siempre hay una sensación de movimien- to interior, una impresión de ir y venir, un desplazamiento de l o que uno "es" a 1o que uno " va a ser"P . oseemos e1 don de transitar a través del tiempo mental como nos dé la gana. Podemos resucitar el pasado más remoto, crear el futuro con siglos de anticipación, congelar los mo- mentos y, lo que es más importante, repetir el viaje cuantas veces queramos. Como un péndulo incapaz de detener- se, la mente humana se balancea incesantemente entre pasado y futuro, postergación y esperanza, culpa y ame- naza, nostalgia y desilusión. El aquí y el ahora, la parada Sabiduría emocíonal 25
donde supuestamente reposa la verdadera tranquilidad,
se reduce a una estación de paso para seguir fluctuando. El "llegar a ser", el "yo ideal" y los famosos "debería" son productos de esta extraña habilidad de proyectarse en el tiempo. Tal como reza un proverbio Zen: "La mente in- sensata no se detiene; si se detiene, es iluminación". Hay que tratar de disminuir las fluctuaciones de la mente hasta don- de podamos, para estar más atentos al momento presente.
De regreso a casa: el arte de aquietar la mente y
el reencuentro con la sabiduría natural Hubo una época en que la mente vivía más en el presente y estorbaba menos. En esos tiempos lejanos, probablemente el hombre se alimentaba de cierta sabi- duría natural que emanaba de las fuentes descontaminadas del saber universal. Sin cursos de lectoescritura ni tra- ducciones simultáneas, el ser humano aprendía lo nece- sario para desarrollar autoconsciencia y generar sabidu- ría y amor a borbotones. La mente y el cuerpo trabajaban armoniosamente, respetando los ciclos de evolución y el principio de unidad. Desgraciadamente, en algún lugar de la evolución, la mente desvió su rumbo· hacia el ego- centrismo, inventó el tiempo psicológico y dejó de ser un medio para convertirse en un fin. Hace algunos cientos de miles de años, la estructura mental del hombre pro- 26 Sabiduría emocional
dujo un giro inesperado sobre sí misma, rompiendo .la
continuidad del hombre con la naturaleza. Al autocen- trarse, el ser humano se convirtió en una entidad frag- mentada revestida de una aparente individualidad, pero ajena a la totalidad de la existencia. Nos alejarnos del lenguaje natural de la vida y perdimos el rumbo. La humanidad añora volver a lo primario, a la morada original donde comenzó el ascenso del hombre y a esa existencia plena, repleta de salud y bienestar. Po- dernos vivir mejor, aliviar el sufrimiento, mejorar nues- tra calidad de vida, descontaminar la mente y crecer en sabiduría y amor. Creo que en algún rincón olvidado de nuestra estructura genética está la clave para retomar el ·sendero perdido. Es hora de deshacer los pasos y desen- terrar los tesoros que alguna vez equivocadamente ente- rramos. Nos sobra cerebro y nos fa1ta emoción. Debernos "desmentalizar" nuestra manera de procesar la informa- ción y darle más cabida a lo natural. Serenar la mente y traerla un poco más al presente para que podamos mirar lo emocional sin tanta contaminación. Mejorar el equi- librio mente-cuerpo para que nuestro yo salga fortalecí- , do. Ese es el reto.