Preparados para Servir
Preparados para Servir
Preparados para Servir
PARA
SERVIR
Editorial CLIE
Galvani, 113
08224 TERRASSA (Barcelona)
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 1. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
© CLIE para esta edición en castellano, 2001
Índice
Prefacio
Prefacio
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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Pero en contraste con estos “llamados”, el Nuevo Testamento tiende a resaltar el
concepto de ser “enviado”. Al final del evangelio de Juan, Jesús dice: “Como me ha
enviado el Padre, así también yo os envío a vosotros” (Juan 20:21). En Hechos 1, Jesús les
dijo a sus discípulos que recibirían poder cuando viniese sobre ellos el Espíritu Santo y que
le serían testigos, primero en Jerusalén y después en Judea, Samaria y hasta lo último de
la tierra – en otras palabras, en casa y en el extranjero. No debían esperar a ser llamados,
sino simplemente seguir con la tarea de testificar de Jesucristo allí donde estuviesen.
Algunas personas sí reciben una llamada muy clara y subjetiva para ir a cierta zona y
asumir una determinada obra a favor de Jesucristo. Pero sospecho que la mayoría de las
personas solamente después de mucha oración, de mucho pensar y luchar, llegan a la
conclusión de que Dios quiere que se ofrezcan a sí mismas para una esfera determinada
de trabajo en un lugar concreto. El apóstol Pablo recibió algunas de estas llamadas.
¿Debemos esperar todos nosotros a tener una experiencia así antes de empezar a
movernos como testigos y embajadores de Jesucristo? El Nuevo Testamento sugiere lo
contrario. La designación de los siete diáconos en Hechos 6 y la misión exploratoria de
Bernabé entre las iglesias de Chipre, Cirene y Antioquía (Hechos 11) son sólo dos ejemplos
de este principio puesto en práctica en la iglesia primitiva. En Hechos 16, el equipo que
acompañaba a Pablo hasta Macedonia parece haber respondido de forma corporativa a la
visión de Pablo, en lugar de haber recibido cada uno de ellos un llamamiento personal.
Muchos de los que lean este libro habrán experimentado un sentido de llamado o
responderán al reto que presentan las necesidades del mundo. Espero y oro para que lo
encuentren una valiosa preparación para el servicio que van a prestar. Pero otros puede
que no se sientan llamados de una forma tan directa. ¿No se disponen a dedicarse al
servicio cristiano a tiempo completo? ¿Deben conformarse con seguir el segundo mejor
de los caminos? Desde luego que no. Todos los cristianos están llamados a ser testigos de
Jesucristo dondequiera que estén, tanto en casa como en el extranjero, y cuando quiera
que se presenten las oportunidades.
Lo que hoy se necesita con urgencia es que los cristianos sean testigos audaces y fieles
de Jesucristo, que estemos abiertos a los impulsos del Espíritu Santo y que, al mismo
tiempo, estemos dispuestos a ser retados por la iglesia a tomar nuevas responsabilidades,
a la manera del Nuevo Testamento. Fue mientras la iglesia adoraba, oraba y ayunaba que
Bernabé y Saulo fueron enviados desde Antioquía. Como comentó el canónigo Douglas
Webster en una ocasión, “la misión nace de la adoración”.
Que este libro ayude a aquellos que van –y a aquellos que se quedan– a entender
mejor tanto la motivación como las implicaciones de responder al llamamiento de Cristo
con el que se despidió de sus discípulos: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19, 20).
DAVID APPLIN
Director Internacional de Tear Fund
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PARTE I:
Piensa
antes de empezar
LOS ENTRESIJOS
EL DIARIO DE UN OBRERO
DE CORTA ESTANCIA
Ian Wallace
21 de enero – He llegado
No estoy realmente seguro de cómo esperaba que fuera este lugar. Desde luego es
distinto a todo lo que he experimentado anteriormente. También es diferente de las fotos
que había visto del Tercer Mundo –de alguna forma parecen despersonalizar a todo el
mundo y dar la impresión de que la gente tan sólo está aguardando morir–. Aquí hay vida
y la gente es real. No empecé a ver de golpe y porrazo escenas de terrible pobreza, como
pensé que ocurriría, aunque me asombró que incluso una ciudad de este tamaño
estuviera compuesta en su mayoría por chozas de adobe. ¡Hay tantas cosas nuevas e
interesantes! Incluso la espera de una hora en el aeropuerto, mientras alguien encontraba
un oficial de aduanas, no pareció tan mala, aunque sospecho que estas cosas podrían
convertirse en una fuente de frustración una vez que haya pasado el interés inicial.
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Ahora estoy empezando a acostumbrarme al calor –al principio no podía comprender
por qué me sentía con tan poca energía, pero es obvio que el calor tenía mucho que ver
con ello. No es un calor pesado, pero es como si alguien me apuntara con un secador de
pelo durante todo el día y toda la energía que tenía a la hora del desayuno se hubiera
evaporado.
Hablando del desayuno, podría mencionar mi confusión sobre los diferentes horarios
de comida que hay aquí. La primera mañana me levanté esperando que el desayuno
“tuviera lugar” antes de comenzar el trabajo –pero no es así, y evidentemente los demás
extranjeros están tan acostumbrados a tomar el desayuno después de trabajar durante
dos o tres horas que no se les ocurrió decírmelo.
Esta mañana he ido al mercado por primera vez –todo era ruido, color y movimiento.
Me pregunto si cuando termine mi estancia aquí encontraré Inglaterra un poco gris y
monótona. Probé fortuna con los trueques– no estoy seguro de si hice una buena compra,
pero todo el mundo se rió de mis titubeantes intentos por decir un precio más bajo.
Felizmente, es bastante fácil entender el dinero, aunque no tengo ni idea de cómo está al
cambio con la libra esterlina.
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empezada a lavar. ¡El chico parecía tan ilusionado con el trabajo! y yo sospecho que si no
me hago con sus servicios no encontrará trabajo. Tendré que pensármelo un poco más.
13 de abril – Dudas
¿Qué estoy haciendo aquí? Me siento como pez fuera del agua. Venimos de fuera con
grandes cabezas, pensando que tenemos todas las respuestas, pero no veo que esté
haciendo ningún bien en absoluto. Ni siquiera puedo hablar su lengua – a excepción de
unos sencillos saludos parece que el resto se resiste a venir. Y no sé que me pasó para
perder los nervios con Jacob. Algunas veces pienso que soy un caso perdido.
14 de abril – Soledad
Ayer fue un mal día. Creo que el cansancio fue parte del problema, pero en este
momento me encuentro decaído. Me muero por tener un buen amigo con quien poder
hablar –para compartir mis dudas y preocupaciones. Estoy seguro que Dios me quiere
aquí, pero estoy teniendo que aprender de una manera tan lenta y dolorosa que trabajar
con otros cristianos no siempre resulta un gozo. Todavía hay muchas cosas que tengo que
aprender sobre el trabajo en el extranjero. No tengo todas las respuestas a todos los
problemas –hasta ahí está más que claro. También me doy cuenta de que resulta fácil
hacer más mal que bien si se va demasiado deprisa. No existen soluciones sencillas al
problema de la pobreza, y requiere tiempo comprender cuál es realmente la raíz del
problema. No obstante estoy seguro de que animar a nuestros hermanos cristianos ante
las dificultades que tienen que afrontar y proveer los recursos para ayudarles a escapar de
las cadenas de la pobreza tiene su valor.
Jacob vino a verme a la hora del desayuno y hablamos largo y tendido sobre nuestras
familias. Creo que él podría ser un buen amigo.
Peter Cotterell sirvió con la Sudan Interior Mission en Etiopía desde 1957 hasta 1976.
Actualmente es jefe de estudios del London Bible College, presidente de la British Church Growth
Association y miembro del consejo de la European Church Growth Association.
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Durante los primeros cuatro años de mi vida como cristiano supe lo que no debía
hacer, pero desconocía lo que debía hacer.
Mis padres no eran cristianos. Nunca fueron a la iglesia y creo que jamás oraron, así
que no podían enseñarme lo que debía hacer un cristiano. La iglesia a la que estuve
asistiendo durante tantos años tampoco me ayudó mucho. Allí me dejaron bien claro que
no debía beber alcohol ni fumar, que no debía ir al teatro ni al cine, y tampoco bailar –y si
lo hacía no debían pillarme. No debía llevar corbatas de colores brillantes, zapatos con
suelas gruesas, trajes elegantes o el pelo largo. Pero todo era negativo.
Fue entonces cuando una muchacha joven se hizo miembro de la iglesia y comenzaron
a circular extrañas historias acerca de ella. Antes del culto del domingo por la tarde estaba
en la calle repartiendo folletos e invitando a la gente, a cualquier persona, para que
asistiera a la iglesia. ¡Qué raro! Después del culto volvía estar allí fuera, en esta ocasión
invitando a los jóvenes a algún tipo de culto en un bungaló cercano. ¡Más raro todavía!
Aparentemente no le resultaba extraño acudir a las colas del cine de la localidad y repartir
invitaciones para después marcharse con algunas de las personas que estaban allí –y
parece ser que algunas de ellas se convirtieron. Recuerdo que a la iglesia no le hacía
mucha gracia, y desde luego no estaba muy impresionada. ¡Resultaba embarazoso! Ellos
nunca habían practicado esa clase de conducta antes de que llegara Geraldine.
Yo estaba perplejo. Le di muchas vueltas. Sin duda ella estaba en lo cierto. Nadie había
venido a buscarme a mí, pero si lo hubiera hecho… quizás hubiese encontrado el camino
de Dios mucho más rápidamente. No podía ver nada en mi Biblia que estuviera en contra
de lo que ella estaba haciendo. De hecho, me parecía que Geraldine simplemente estaba
siguiendo el ejemplo de Jesús. Así que me uní a ella. Y finalmente nos unimos para
siempre… ¡pero esa es otra historia!
Pronto me di cuenta de que lo que la iglesia estaba haciendo dentro de la iglesia era
bueno, y de que lo que Geraldine estaba haciendo fuera de la iglesia también era bueno.
Dentro y fuera estabamos haciendo lo que Dios quería que hiciésemos. Tenía dos
respuestas a la pregunta: “¿Qué se supone que debe hacer un cristiano en el mundo?”.
Poco después de esto me enfrenté a una cuestión aún mayor: ¿qué iba a hacer yo con
los restantes cincuenta años o así que Dios podría permitirme vivir aquí abajo? Había
muchas posibilidades. Una vez que me hice cristiano descubrí el amor por el estudio, así
que podía ser estudiante. Siempre fui un conversador, de modo que podía ser maestro o
político. Se me daban bien las matemáticas, así que podía ser inspector de hacienda o
lechero. Me hallaba en buena forma, de modo que podía converirme en cartero. Aquí fue
donde aprendí una lección muy importante: Podía ser cualquiera de esas cosas y todavía
estar haciendo en este mundo lo que Dios esperaba que yo hiciera como cristiano.
En realidad hice algunas de esas cosas. Fui estudiante y otros estudiantes llegaron a
ser cristianos. Fui maestro de escuela. Hace algunos años un hombre se acercó a mí un
domingo en la iglesia y me dijo: “Usted no se acuerda de mí, ¿verdad?” Tenía razón, su
nombre no me sonaba. “Usted enseñaba en la escuela donde estudié cuarto curso, y fue
el primer cristiano de verdad con el que me encontré.” También fui un cartero cristiano, y
descubrí muy rápidamente que comportarme de una manera cristiana no me hacía ser
muy popular. Pero también eso hizo que algunos se convirtieran.
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Finalmente me convertí en misionero en Etiopía. Pero todavía me llevó mucho
tiempo descubrir la siguiente parte de la respuesta a mi pregunta “¿Qué debería estar
haciendo un cristiano aquí en la tierra?” Algunas personas parecían pensar que la
respuesta era “ser misionero”. Y casi caí en la trampa de creer que lo que los cristianos
debían hacer mientras estuvieran sobre la tierra era ser misionero, lo cual hubiera sido
una tontería, porque descubrí que los misioneros cavaban jardines, mandaban cartas,
construían escuelas, daban clases de aritmética, realizaban operaciones quirúrgicas,
dirigían imprentas y llevaban los libros de contabilidad a fin de mes exactamente igual que
la gente que estaba en casa. ¡Oh, sí! Y predicábamos sermones, traducíamos la Biblia y
teníamos cultos de oración. Realmente los misioneros solamente hacían una selección de
trabajos que otras personas hacían en todo el mundo.
Bueno, algunos de ellos lo hacían así. Otros eran distintos. Yo me daba cuenta de ello.
Algunos de nosotros llevaba la etiqueta de “misionero” bien visible, y después seguíamos
adelante con la tarea de vivir nuestras vidas de una forma muy parecida a como lo haría el
resto de la gente. Pero había algunos a quienes no les preocupaba tanto la etiqueta de
“misionero”, e incluso algunos no formaban parte de nosotros en absoluto. Por ejemplo
los médicos cristianos que trabajaban en los hospitales del gobierno, las enfermeras, las
personas que venían a ayudar cuando las hambrunas comenzaron a asolar Etiopía por
primera vez, los maestros de escuela.
Todos parecían saber que estas personas eran diferentes. Un médico tenía
habitualmente largas colas de mendigos fuera de su casa los domingos porque repartía
comidas gratis. Un piloto no paraba de traerme gente porque sus matrimonios estaban
hechos un desastre y él pensaba que yo podría hacer algo para ayudarles. Otra doctora
tenía una numerosísima clase de escuela dominical en su casa; sus amigos iban desde las
princesas hasta los limpiabotas (¡Lo sé porque todos asistieron a su funeral en Addis
Abeba!). Y de ellos empecé a añadir más piezas a mi imagen de lo que debería hacer un
cristiano en este mundo.
Y cuando llegué a juntarlas todas, descubrí a mi sencilla manera que mi tarea, mi labor
en este mundo, consistía en vivir como Jesús.
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estaba orando y decía: “Así como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al
mundo” (Juan 17:18). Así que Jesús quería que sus seguidores fueran al mundo igual que
lo había hecho él.
Ahora bien, aquí debemos ser cuidadosos. Los musulmanes creen que deberían vivir
como vivió Mahoma. Muchos de ellos entienden que esto significa que deberían vestir y
comer como Mahoma y, en líneas generales, hacer o dejar de hacer lo que Mahoma hizo o
se abstuvo de hacer. Se han escrito grandes volúmenes de tradiciones para decirle a los
musulmanes cómo vivió Mahoma. Pero los cristianos no copian la manera de vestir o los
hábitos alimenticios de Jesús, aunque vivimos como vivió él.
Vemos que Jesús tomó tiempo para estar con los niños. Le encontramos alimentando
a la gente hambrienta, sanando a los que se encontraban enfermos. Parece estar más a
menudo en compañía de los pobres que de los ricos e importantes. Vemos como Jesús
oraba. Tenemos un relato de uno de sus sermones en la sinagoga de Nazaret. Allí le
encontramos hablando en contra de la hipocresía, especialmente de la hipocresía
religiosa. Jesús tenía algunos amigos notables, pero también se granjeó muchos enemigos.
No era una persona especialmente cómoda para tenerla al lado; era impredecible.
Resultaba evidente que era una persona de poder.
De hecho Jesús vivió una vida muy rica y diversa. No todo fue predicación, oración,
sanidad o dar de comer a los hambrientos (y puedo estar viviendo como Jesús cuando
hago cualquiera de estas cosas), sino que Jesús vivió de esta manera porque pensaba de
un cierto modo. Mostró que tenía ciertas creencias –y enfatizo lo de ciertas creencias.
Jesús creía en la vida después de la muerte y creía en un juicio. Creía en el
arrepentimiento. Igualmente creyó que Dios era Rey del universo y habló mucho acerca
del reino de Dios. Jesús creyó en Satanás, el engañador, el tentador, y creyó que había un
reino satánico contra el que luchó. Jesús creyó también que todos nosotros éramos
prisioneros, esclavos del pecado, y su tarea, suya solamente, consistía en rescatarnos. Él lo
llamó “redimirnos”. Todo esto forma la “cosmovisión” de Jesús. Y es precisamente la
“cosmovisión” de una persona la que determina su comportamiento.
Si usted cree que no hay vida después de esta vida, ni Dios, ni juicio, entonces eso
afectará las decisiones que tome acerca de cómo va a vivir. Al igual que Stalin, puede creer
que la masacre de cientos de miles de campesinos realmente no importa; se trataba, en
su opinión, de bestias superiores. Si como hace el seguidor de la Ciencia Cristiana, usted
piensa que el sufrimiento es una ilusión, entonces no le preocupará mucho el dolor y el
hambre. Si cree con el hindú que el sufrimiento de hoy es simplemente la consecuencia
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justa de su propio pecado en una vida anterior, entonces quizás no se preocupará mucho
de los sin techo que se mueren de hambre en Calcuta o Bombay.
Así que el cristiano comparte la “cosmovisión” de Jesús. Yo creo en dos reinos: el reino
de Dios y el reino de Satanás. Yo creo que la gente, algunos de ellos mis propios vecinos,
son prisioneros de ese mundo del mal, a pesar de lo cual no se dan cuenta de ello.
Creo que algunos sistemas políticos, quizás la mayoría, están manipulados por el reino
de Satanás y se erigen en contra de Dios. Y porque creo de la misma manera que creyó
Jesús, vivo como vivió él. Esa es mi misión. Si quiere ponerlo en términos teológicos: creo
en un cristianismo encarnado.
Eso significa que Cristo era Dios en forma humana, “Dios encarnado”. Era Dios
viviendo entre nosotros de la manera en que todos nosotros deberíamos estar viviendo.
Por tanto, él sabe exactamente todo lo que es este mundo. Y antes de regresar al Padre
dijo que me estaba enviando al mundo como su Padre le había enviado a él al mundo. De
modo que se espera que los cristianos sean una especie de encarnación en curso. Todos
nosotros deberíamos estar haciendo hoy lo que Jesús hizo cuando estuvo aquí.
Las consecuencias deberían ser, pues, que otras personas comenzaran a vivir de la
misma manera. Y eso parece ser exactamente lo que Jesús tenía en mente cuando les dio
las órdenes a sus apóstoles, en lo que se ha dado en llamar la “Gran Comisión”:
Jesús no les dijo a sus apóstoles que debían fabricar gente que asistiese a la iglesia, ni
siquiera convertidos. Lo que Jesús quería eran “discípulos”. Discípulos son aquellas
personas que viven de la misma manera que vivió su maestro.
De hecho vale la pena fijarse en que muy pronto a los cristianos se les llamó la gente
del “Camino”, probablemente no más de un par de años después de la resurrección de
Jesús. En Hechos 9:2, Saulo de Tarso obtiene permiso para arrestar y encarcelar a
cualquiera “que hallase del Camino”. En Hechos 19:9 leemos que algunas de las personas
de Corinto “rehusaban creer, hablando mal del Camino delante de la multitud”. Y de
nuevo en Hechos 19:23 se nos habla de “un alboroto no pequeño acerca del Camino”.
Cuando Pablo fue arrestado en Jerusalén, admitió ante la turba que él había “perseguido
este camino” (Hechos 22:4). Muy rápidamente el cristianismo fue considerado como una
Camino de vida completo, no sólo como una colección de creencias teológicas o un credo.
Aquellos primeros cristianos se convirtieron en la Gente del Camino.
Esto es importante. La misión de la iglesia hoy en día todavía es la misma: forjar la
Gente del Camino, gente que viva de manera diferente. No necesariamente gente que
aparezca en la lista de miembros de una iglesia, o que haya sido bautizada o haya firmado
un papel o recitado un credo, sino gente que viva de una cierta manera.
Los cristianos tienen sus raíces en el judaísmo. Los judíos no tenían esa absurda idea
de que parte de la vida era religiosa y parte secular, parte espiritual y parte material. Cada
parte de la vida era religiosa y cada parte era espiritual. La mayoría de nosotros en
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Occidente hemos olvidado eso. Creemos que ir a la iglesia es religioso, pero ir al trabajo es
secular. Lo hemos entendido mal: todo lo que hace un cristiano es religioso. Cada frase
que pronunciamos, por la elección del vocabulario, su entonación e intencionalidad, es
espiritual. Si vendemos detergente, existe una manera cristiana de hacerlo. Somos Gente
del Camino. Nuestra misión es seguir el Camino y encaminar a otras personas para que lo
sigan.
“Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del
Señor Jesús.”
Colosenses 3:17
Ni Jesús ni Pablo quisieron decir que cuando le damos a alguien un vaso de agua para
beber deberíamos entonar de manera solemne las palabras “en el nombre de Jesús”. Lo
que quisieron decir era mucho más simple y más profundo: hacedlo como lo haría Jesús,
como si Jesús fuera vuestro nombre.
No creo que debiéramos intentar identificar prioridades, como si fuera más
importante predicar un sermón que darle a alguien un bocadillo. Dar bocadillos puede
producir unos frutos espirituales notables. En Etiopía fui con un equipo de ayuda
humanitaria a una zona de hambre. Estuvimos conduciendo un camión enorme, cargado
de alimentos de emergencia, hasta el mercado de una ciudad situada al norte del país. Allí
debíamos descargar y trasladar la comida a las montañas que había a lo lejos para dar de
comer a los que se morían de hambre.
Pero cuando paramos el camión nos vimos rodeados inmediatamente por un gentío
impresionante: cientos, quizás miles. Yo estaba un poco asustado. Hablé con los que
estaban más cerca de nosotros y enseguida se dieron cuenta de que podía hablar su
lengua. Se corrió la voz entre la multitud y comenzaron a pedirme que les enseñara sobre
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Jesús. No podían echarnos. Sabían que éramos cristianos. Ellos eran musulmanes, pero
éramos nosotros, los cristianos, quienes, en el nombre de Jesús y a semejanza de Jesús,
habíamos venido para alimentarlos. Su propia gente no se había preocupado. ¿Por qué lo
habíamos hecho nosotros? ¿Por qué les alimentábamos sin preguntarles si eran
musulmanes o cristianos? Si hubiera intentado predicar en el mercado un par de años
antes sin duda mi vida habría estado en peligro. Pero hubo un tiempo para alimentar a los
hambrientos físicos y otro para alimentar a los hambrientos espirituales. Las prioridades
habían cambiado y ahora era el momento de predicar. Yo prediqué. Eso es lo que hubiera
hecho Jesús.
Mi misión, mi tarea, la razón por la que Dios me ha dejado aquí, la tarea de la iglesia,
es vivir como Jesús.
SALVADOS
PARA SERVIR
Philip Hacking
Philip Hacking es el pastor de Christ Church, Fulwood, Sheffield. Después de ser presidente de
la SUM Fellowship por espacio de diez años, ahora preside el Keswick Convention Council. Su primer
libro, The Spirit is Among Us, acaba de ser publicado.
En la “Gran Comisión”, Jesús nos lanza el reto supremo del servicio cristiano:
Aquí la historia de Jesús se funde con la historia de la iglesia. La atrevida llamada a los
once discípulos es verdaderamente alucinante cuando uno piensa en sus implicaciones.
Pero es que ninguna otra cosa podría estar a la altura de la audaz pretensión de Jesús,
quien dijo tener la autoridad final en el cielo y en la tierra, lo cual incluye el dominio sobre
el mundo.
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Este final triunfante del evangelio sirve de contrapeso a la introducción de Mateo en la
que se cuenta la historia de los tres sabios que se postran a los pies del niño Jesús. Ese
notable evento simboliza el mundo bajo la autoridad de Cristo. Ahora él llama a sus
seguidores a convertir ese símbolo en una realidad en todo el mundo. De modo que el
evangelio acaba con esta llamada de duración indefinida y nosotros todavía estamos
viviendo a la luz de la misma.
Anteriormente los discípulos habían sido enviados exclusivamente “a las ovejas
perdidas de la casa de Israel” (10:6). Nunca volveremos atrás a ese tipo de exclusivismo, y
sin duda el gozo del evangelio es que ya no es para una sola raza o pueblo, pero sirve
como recordatorio de que el mundo comienza en casa. Así que en Hechos 1:8 Jesús insiste
que los discípulos llenos del Espíritu comiencen su testimonio en Jerusalén. Cada cristiano
debería valorar la realidad de su compromiso con Jesús en función del deseo que tiene de
ser un testigo en el contexto de su casa. La caridad siempre empieza en el hogar, pero si
se acaba ahí desde luego no es de Dios. Jesús exige ser Señor no solamente de nombre
sino en verdad. Si él es nuestro Señor, entonces nosotros nunca podemos guardarnos para
nosotros una noticia tan revolucionaria.
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Pero aunque algunos dudaran, el elemento principal de este encuentro fue una rodilla
doblada en adoración. Para los discípulos fue un momento nuevo con su Señor recién
resucitado. Vivimos en unos tiempos en los que la adoración ha sido resucitada con todo
su gozo e importancia. Pero siempre acecha el peligro de la adoración vacía y las palabras
sin sentido. Adorar a Dios es decirle que es digno, y en ese acto mismo de doblar nuestras
rodillas nos estamos dedicando a él para salir a servirle.
Junto a la rodilla doblada va el oído abierto. La adoración alcanza su culminación
cuando aprendemos cosas nuevas, de modo que podamos adorar más. La enseñanza se
encuentra en el corazón de la actividad de la iglesia y con demasiada frecuencia escasea.
Casi existe la sensación de que aprender demasiado podría estropear nuestra relación con
el Señor y hacer que nuestro amor menguara. Pero para el cristiano la felicidad no está en
la ignorancia. Estos discípulos, antes de ser encomendados, fueron enseñados
nuevamente.
Durante los cuarenta días con el Señor resucitado se les habían recordado las grandes
verdades de la Escritura y se les había dado la enseñanza que actualmente está
preservada en el Nuevo Testamento. La nueva verdad que estaban aprendiendo allí era la
autoridad de Jesús en todo el mundo, que se extendía hasta la eternidad. Aprender una
verdad así es estar comprometido con su proclamación. En el Nuevo Testamento, las
iglesias más animadas eran siempre las iglesias que estaban bien instruidas.
En cierto sentido las pretensiones de nuestro Señor en este pasaje solamente son
posibles gracias a que él ha pasado por el Calvario. Jesús sabía que el mundo no podía
ganarse mediante ningún atajo. Esta era la batalla que él libró con Satanás en el desierto.
La conciencia de la grandeza del amor de Dios en la autoentrega de Jesús es la motivación
constante para el servicio y el sacrificio cristianos. La Escritura llama a Satanás “el príncipe
de este mundo”. Nuestra tarea consiste en arrancarle este mundo de sus garras, confiados
en que Jesús ya ha obtenido la victoria. Satanás no tiene porqué mantener el control, pero
la batalla es real. Satanás cuenta con sus misioneros y nosotros no servimos en medio de
un vacío, sino en medio de un conflicto cósmico.
Convencidos de la verdad de la autoridad de nuestro Señor le obedeceremos con
alegría. Esta obediencia dará como resultado que nuestras vidas cambien de dirección y
cambien también cualitativamente. Ya no buscamos descubrir nunca más lo que nos
gustaría hacer con nuestras vidas. No buscamos nuestra propia realización, sino que
estamos siempre a su disposición, ya que él es el Señor y tiene autoridad sobre nosotros.
Así que el discípulo cristiano tiene la responsabilidad de proclamar el señorío de Jesús a
otros y de pedir la adhesión de otros. Debemos cuidarnos de un tipo de autoritarismo
equivocado que no proviene del Espíritu de Jesús, pero igualmente debemos guardarnos
de que, llevados por un deseo de que se vea que amamos, no vayamos a perder todo
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sentido de autoridad en nuestro mensaje. Nunca debemos sentirnos avergonzados de
proclamar que Jesús es el Señor.
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convertidos, aunque ese es el principio. Los que se vuelven a Cristo se convertirán
entonces en discípulos y serán edificados en la fe de Cristo. Después, a su vez, saldrán a
servirle y así el proceso multiplicador continuará.
Hacer discípulos es un llamado a algo más que a preocuparse por las necesidades
materiales y físicas de la gente. La Biblia es categórica al afirmar que no podemos
predicarles a quienes necesitan desesperadamente ayuda física o social sin preocuparnos
por esas necesidades. El apóstol Santiago escribe algunas palabras muy directas en ese
sentido. Pero nunca debemos contentarnos con ayudar a los hombres y a las mujeres a
encontrar esperanza en este mundo. No sólo de pan vive el hombre, y la iglesia no debe
avergonzarse de proclamarlo, incluso si es incomprendida durante el proceso. El mismo
Señor atendió a la gente y ministró a sus necesidades más inmediatas, pero sus milagros
de sanidad siempre eran señales de algo más profundo.
El buen servicio misionero cristiano siempre mantendrá juntas las necesidades físicas y
las espirituales. En una época de horrendas crisis, en que millones de personas mueren de
hambre, resulta tentador descuidar casi por completo la creación de Institutos Bíblicos
para instruir a los líderes cristianos o proveerles con literatura cristiana para fortalecerles
en la fe. Pero debemos insistir en que la mayordomía cristiana siempre buscará mantener
el equilibrio. La llamada de Jesús no fue principalmente una llamada a alimentar a los
hambrientos, sino a hacer discípulos.
Necesitamos proclamar el amor afectuoso de nuestro Padre Creador, el sacrificio
voluntario del Hijo Salvador y el poder habilitador del Espíritu Santo en la vida del
individuo y en la comunión de la iglesia. El nuevo creyente llega a formar parte de esa
comunidad con esos recursos. Desde el principio los cristianos fueron llamados a una
comunidad de creyentes. Aquellos que salen al servicio misionero lo hacen desde sus
congregaciones con la seguridad de contar con las oraciones de esa comunidad, y su
mayor deseo es servir o ayudar a crear comunidades semejantes dentro del conjunto
general de la iglesia de Jesucristo.
La comisión de nuestro Señor no acaba con el reto de hacer discípulos y bautizar. Él les
insta a desarrollar un ministerio de enseñanza basado en las palabras del propio Jesús. Así,
cuando a la iglesia de Antioquía había llegado una nueva vida a través del testimonio
dinámico de cristianos anónimos, Bernabé y Saulo pasaron un año entero enseñando a la
iglesia y edificando a los creyentes en la fe, de modo que pudieran mantenerse y
expandirse. Pablo siempre hizo hincapié en la necesidad de contar con una iglesia bien
edificada. En su larga discusión acerca de los dones del Espíritu en 1ª Corintios 12 y 14, les
recuerda una y otra vez, de una manera casi monótona, que el mayor de todos los dones
es edificar la iglesia. Bien podría ser la necesidad más apremiante de la iglesia mundial.
Dado que Satanás tiene a sus adláteres enseñando falsas doctrinas, resulta
fundamental que los cristianos tengan un sólido conocimiento de la Escritura y estén
profundamente arraigados en la fe. Siempre hay que darle la máxima prioridad a la
calidad de la enseñanza en nuestras iglesias y al ministerio entre los niños y los jóvenes.
Allá donde hay hambre de la Palabra de Dios es incluso más desastroso que en los lugares
donde hay hambre de pan. No resulta fácil transmitir la urgente necesidad de la gente que
muere espiritualmente, pero el mensaje tiene que llegar a su destino. Jesús anhelaba que
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a los jóvenes cristianos se les enseñara e instruyera. Esa clase de inversión es una
inversión a largo plazo que finalmente dará como resultado un testimonio más fuerte y
rico en el mundo.
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volverá. Mateo 24 está repleto de advertencias sobre el peligro de no velar y no ser fieles.
Es una llamada a cada siervo cristiano para que viva a la luz del inminente regreso de
nuestro Señor. Frecuentemente ese sentido de urgencia se ha perdido.
Dado que la hora podría estar acercándose a la medianoche, debemos, una vez más,
tomarnos seriamente esta comisión y el señorío de Jesús. No hay tiempo que perder.
PARTE II:
Qué esperar
y cómo hacerle frente
¿POR QUÉ
SON DISTINTAS
LAS CULTURAS?
David Burnett
Después de haber trabajado como profesor del Hindustan Bible Institute de Madrás, India,
David Burnett es en la actualidad director del Missionary Orientation Centre, un ministerio de WEC
International donde se forma personal para la comunicación transcultural. Viaja mucho, tanto para
participar en alguna investigación como para enseñar en proyectos misioneros. Entre las visitas más
recientes se incluyen países como Corea, Ghana y Japón. Es miembro del Royal Anthropological
Institute.
Era el típico día soleado y caluroso de Madrás. El pequeño taxi corría a través de sus
calles para llevarme a la iglesia en la que tenía que hablar. Conmigo estaban mi esposa y
mi hija de un año. Era complicado salir del taxi con mi hija en un brazo y mi Biblia en la
otra mano. Rápidamente llevé la mano al bolsillo de mi camisa para darle al conductor las
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rupias necesarias. Al darle el dinero vi en su rostro una expresión de disgusto. Entonces
me di cuenta de lo que había hecho – le había dado el dinero con mi mano izquierda. No
pude hacer otra cosa que pedir disculpas mientras el taxista sonreía mostrando su
comprensión hacia aquel extranjero. Casi podía escuchar lo que estaría pensando: “¿Por
qué son tan raros los extranjeros?” .
Cualquier que haya trabajado durante algún tiempo en otro país podría compartir
historias como esta. Ilustran algunos de los problemas prácticos de tener que relacionarse
con gente de otro país. Para entender el problema básico es necesario clarificar primero el
significado de la palabra “cultura”.
“Cultura” es una palabra familiar en español. El uso popular de la misma se refiere a la
buena música, al arte, al comportamiento refinado y a la forma correcta de hablar. Se
suele decir de la gente que carece de este tipo de refinamientos es “inculta”. Para el
sociólogo, estas actividades son simplemente elementos que se encuentran dentro de la
totalidad de la cultura; “cultura” es la manera global de vivir que tiene una sociedad. No
existen
sociedades o individuos incultos. Cada sociedad tiene una cultura, por extrañamente
distinta que pueda parecerle a alguna persona perteneciente a otra sociedad. Cuando uno
va a trabajar a otro país pronto se da cuenta de las diferencias que existen, y es necesario
aprender cómo trabajar dentro del contexto de esa cultura. Sin duda que eso provocará
tensiones en mayor o menor medida, pero puede resultar una de las experiencias más
enriquecedoras en la vida de una persona. Generalmente hablando la cultura tiene seis
aspectos.
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recogeré a las seis en punto”. El turista se quedó desconcertado, preguntándose por qué
aquel hombre quería recogerle del suelo, y sobre todo por qué quería hacerlo a las seis en
punto de la tarde.
Los modismos relacionados con la cultura a menudo conducen a malos entendidos.
Elías estaba conduciendo por Nairobi cuando le hizo un pequeño bollo a otro coche en un
aparcamiento. Buscó al propietario del otro vehículo y pidió que llamaran a su esposa para
explicarle el motivo de su retraso. Cuando llegó a casa, más o menos una hora después, se
encontró a su esposa llorando su muerte. El mensaje que le habían dado por teléfono era
que Elías se había visto implicado en un accidente de coche. Inmediatamente ella
preguntó: “¿Está ahí?”, a lo cual le respondieron que no. Su mente estaba en un estado de
aturdimiento tal que no escuchó nada más. Aunque hablaba en inglés, pensaba en kikuyu.
“¿Está ahí?” significaba “¿está vivo?”. La respuesta pretendía confirmarle que su marido
no estaba allí pero que ya se encontraba de camino hacia su casa. Sin embargo ella
interpretó: “No, no está vivo”. Se sentía demasiado desbordada para asimilar nada más.
Si la comunicación de un hecho aparentemente tan sencillo como es un pequeño
accidente que causa un ligero retraso estaba tan expuesto a ser malinterpretado,
debemos ser conscientes de otros peligros aún mayores de mala comunicación que
pueden producirse a otros niveles.
UN CUADERNO
CON LAS
PRIMERAS IMPRESIONES
Richard Suffern
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1. Una vista espectacular y un sol radiante. Diferentes olores, árboles distintos. Casi todo
el mundo es de un color diferente.
2. Vehículos sobrecargados. Baches.
3. Caos causado por un intento de golpe de estado.
4. Aun el Tercer Mundo tiene bolsas de desarrollo semejantes a Occidente. Hay más
prosperidad de lo que me esperaba.
5. Al principio, mis colegas de proyecto pensaron que yo resolvería todos los problemas
de la noche a la mañana. Entonces tuve que ocuparme de su desilusión.
6. Uno puede encontrarse con que la descripción del puesto de trabajo difiere de lo que
la gente espera de él.
7. Siempre se encuentra uno con gente que ayuda y perdona (¡al menos al principio!).
8. Muchas personas sabias no han recibido una educación formal.
9. Algunos misioneros viven en circunstancias más confortables y agradables de las que
tenían en casa.
10. La gente está dispuesta a hablar animadamente incluso de sus privaciones.
11. Existe una falta total de servicios médicos modernos en los alrededores.
12. Llama la atención la curiosidad exagerada de la gente del lugar cuando llega algún
hombre blanco nuevo.
13. Escenas amenazadoras en el lugar donde se ha producido un pequeño accidente de
tráfico.
14. La gente estaba verdaderamente preocupada pensando que yo no debería estar solo.
15. Era el protagonista de chistes que no entendía.
16. Setenta y seis picaduras de mosquito en una noche.
17. Una situación política distinta y no hay más que alabanzas para los líderes políticos en
los medios de comunicación.
18. La decepción de encontrar que el estilo de culto que se sigue en la iglesia es
principalmente occidental.
19. Tener que ser repentinamente aprendiz de todo, incluyendo la mecanografía.
20. La capacidad de la gente de contentarse con poco.
21. El nacional culto piensa de una manera muy parecida a nosotros en muchos asuntos.
22. Se necesita estar preparado para trabajar bajo personas que están académicamente
menos cualificadas que uno mismo y estar dispuesto a aprender de cualquiera.
23. Hay que amar a la gente para aprender bien su lengua.
24. La mejor hora para evangelizar es al final de una larga jornada de trabajo, cuando a
uno le gustaría poner los pies en alto y descansar.
25. Uno puede pensar que es mejor ser joven que viejo. La gente con la que se trabaja
puede opinar justo lo contrario.
26. La higiene, la puntualidad, la rapidez y la eficacia pueden ser las principales
prioridades que uno tenga. Para los colegas nacionales todas estas cosas pueden
ocupar un segundo lugar tras los saludos, la hospitalidad y la conversación.
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5
CRUZANDO EL UMBRAL
Ruth Batchelor
Ruth Batchelor trabajó durante veinte años en Nigeria y Togo con SUM Fellowship. Además de
trabajar en la enseñanza y programas de desarrollo, organizó grupos de escritores entre los padres y
los maestros. A partir de estos grupos produjo manuales de educación religiosa para profesores.
Ahora mismo está muy involucrada en el trabajo de RURCON en compañía de su marido Peter,
ayudando a las familias de agricultores africanos y a las iglesias a afrontar los cambios. Esto la ha
llevado a comunidades rurales de dieciséis países africanos, el Caribe y los EE.UU.
A un vagabundo que había viajado y que había tenido que soportar todas de
inclemencias del tiempo imaginables se le preguntó qué era lo que más necesitaba. Los
que nunca han experimentado la vida de un vagabundo podrían esperar que hubiera
mencionado cosas como la comida, ropa impermeable, medicinas, bebida o una cama.
Pero lo que respondió fue: “Alguien que me escuche”. A menos que lleguemos a amar,
respetar y comprender a la gente, nunca cruzaremos realmente el umbral que nos
permita entrar en sus vidas –seremos meros observadores.
Del mismo modo, los proyectos de desarrollo pueden “rascar donde no pica”, porque
los que toman las decisiones (incluso aquellos que tienen una gran compasión)
normalmente viven fuera del problema inmediato. Así que es fundamental para los
obreros que trabajan en el desarrollo que estén muy cerca de la gente del lugar y que
comprendan sus necesidades espirituales, físicas y emocionales. Los valores tradicionales
de la gente y las lealtades familiares (y nacionales) afectan de una manera esencial sus
vidas cotidianas y sus actitudes frente al cambio.
Uno solamente descubre las necesidades de la gente estudiando sus vidas. Sirve de
ayuda pasar tiempo viviendo separado de otros extranjeros, en una determinada
comunidad, aprendiendo a entender su manera de vivir. Una estancia de seis semanas (o
incluso visitas repetidas durante los fines de semana) nos ayudarán a formar buenas
relaciones recíprocas e incrementarán enormemente nuestra comprensión. Hay que
intentar identificarse con los lugareños en la alimentación y el estilo de vida. Desde luego
es un detalle de cortesía hablar de esas visitas en primer lugar con los dirigentes de la
iglesia y con la iglesia que vamos a visitar.
Las directrices (ver recuadro más abajo) nos ayudarán inicialmente a tomarle el pulso
a la comunidad y a valorar las destrezas y la sabiduría de la gente. Es preciso ampliar su
sentido de haber logrado algo y su valor interesándonos y animándoles, en lugar de
prometer ayuda que quizás podamos proporcionar. Seamos especialmente cuidadosos en
no tratar a la gente como si estuvieran siendo observados y en no anotar respuestas en un
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cuaderno. Eso se puede hacer más tarde durante ese mismo día. (Tomar notas interrumpe
el fluir del pensamiento y de la conversación, y además distorsiona el establecimiento de
una relación natural). Hay que intentar aprender de cada persona e ir construyendo un
respeto mutuo. En especial hay que escuchar y continuar escuchando.
“¿No exige mucho tiempo todo esto? ¿Es realmente necesario?”, son las preguntas
que uno puede plantearse. Esto tendrá que ser respondido de acuerdo con el trabajo que
se nos asigne, nuestro temperamento y nuestras circunstancias. Pero incluso quienes
están atados a un escritorio, una clase o un hospital, pueden realizar visitas los fines de
semana. Un norteamericano amigo mío me dijo: “Después de estar enseñando durante
diez años en un instituto de Tanzania, viví seis semanas en una aldea y me horroricé al
descubrir cuánto me quedaba aún por aprender. Si hubiera hecho eso al principio,
¡cuántos errores me habría podido ahorrar!”.
hay que estar preparados para un esfuerzo duro y frustrante. Ivan Illich escribió: “El
aprendizaje de un idioma, si se lleva a cabo bien, es una de las pocas ocasiones en las que
un adulto puede pasar por una profunda experiencia de pobreza, de debilidad y de
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dependencia de la buena voluntad de otra persona” (A Celebration of Awareness –Una
Celebración de la Conciencia). Mostremos gratitud por la ayuda que nos proporciona la
gente y si nos sentimos muy frustrados por nuestra incapacidad, identifiquémonos con
alguien que tiene mayores motivos para la frustración.
¿Ha pensado usted alguna vez por qué Jesús pasó treinta años viviendo en Nazaret
antes del inicio de su ministerio? ¿Era necesario para él ese tiempo? ¿Es que no podía
haberlo acortado? Sin embargo hoy, debido a que él vivió así, sabemos que comprendió
perfectamente nuestra vida como humanos. Como siervos de Cristo debemos intentar
identificarnos intensamente con la gente como lo hizo él y ser tan accesibles como lo fue
él. Necesitamos entrar en sus vidas ordinarias y compartir con ellos las lágrimas y las risas,
el fracaso y el éxito, el sufrimiento y la esperanza.
A Ronald Eyres le preguntaron al final de la serie de televisión The Long Search (La
Larga Búsqueda) qué cosa le había impactado más sobre las diferentes religiones que
había presentado en su espacio. Su respuesta fue: “La infecciosa calidad de las principales
creencias religiosas.” Nuestra fe cristiana sólo será infecciosa si tenemos un contacto
íntimo con Dios y recibimos su gracia, y también un contacto íntimo con otros para
permitir que se “agarren” a esa gracia.
CÓMO DESCUBRIR
LAS ESTRUCTURAS DE UNA COMUNIDAD
Estas sugerencias se dan para ayudarle a hacer amigos y no solamente para que
sepamos más del tema. Sea sensible a la hora de hacer preguntas.
Líderes de la comunidad
• ¿Quién toma las decisiones en la comunidad? ¿Quién ejerce la autoridad del
gobierno? (Asegúrese de mostrar la cortesía que se espera de usted)
Tareas domésticas
• Fíjese en el equipo que se utiliza para cocinar. ¿Cómo se preparan los alimentos
antes de cocinarlos? ¿Qué combustible se usa? Observe el proceso de elaboración
de la comida. ¡Cópielo y coma! ¿Qué combinaciones de comida se toman? ¿Se
trata de una dieta mixta de cereales, legumbres y raíces? ¿Se utilizan proteínas
animales? ¿Cuándo? ¿Qué cambios se producen en la dieta en diferentes
temporadas? ¿Come lo mismo toda la familia? ¿Qué fruta está disponible y
cuándo? ¿Qué grasa se usa y cómo? ¿Cómo se almacenan los alimentos? ¿Qué
problemas surgen? ¿Cómo se conservan los alimentos perecederos? ¿Hay escasez
de alimentos en ocasiones? ¿Cuándo?
• ¿Cuál es la fuente de agua? ¿Con qué frecuencia se recoge? ¿A qué distancia?
¿Está disponible durante todo el año? ¿Qué fuentes alternativas existen? (Visite la
fuente de agua) ¿Qué ocurre con los excrementos humanos y animales?
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• ¿Qué accidentes domésticos se producen? ¿Cómo se tratan? ¿Con qué éxito? ¿Hay
luz eléctrica? ¿Calefacción? ¿Qué tipo de cosas debe comprar o pagar en efectivo
la familia? ¿Cómo consigue el dinero? ¿En qué lugar seguro lo guarda?
Artes y oficios
• ¿Qué trabajos realizan las mujeres? ¿Cuáles son específicos de los hombres? Si
usted es una mujer, aprenda a hilar y a tejer con la ayuda de alguna ama de casa
local, o bien intente aventar o hacer cerámica. Si es usted un hombre, pida que le
enseñen a techar con paja o a hacer esterillas, o bien únase a una expedición de
caza o de pesca en canoa. Estudie el trabajo en la selva, aprenda a hacer trampas,
los métodos de pesca, la herrería y las construcciones locales. Pruebe diferentes
oficios. Visite a los que fabrican las herramientas y los aperos.
Padres e hijos
• ¿Cómo pasan el día los hombres? ¿Cambia algo durante las estaciones? ¿Qué es lo
que más les gusta? ¿De qué hablan los hombres en las conversaciones informales?
¿A qué se dedican las mujeres durante las distintas horas del día? ¿Qué es lo que
más les agrada y de qué hablan en los corrillos? ¿Cómo manifiestan su
preocupación y apoyo hacia aquellos que tienen problemas?
• ¿Cuáles son los primeros alimentos sólidos que le dan a los bebés? ¿A qué edad los
destetan? ¿Qué problemas surgen? ¿Quién se encarga de disciplinar a los niños: al
niño de dos años, al menor de seis años, al que tiene entre seis y doce años, al
adolescente? ¿Cómo aprenden los niños y de quién? Anote sus juegos y
habilidades manuales.
• ¿Qué tipo de comportamiento fomentan especialmente los padres y cuál
desaconsejan? ¿Cuál es la conducta educada? ¿Qué se considera una descortesía?
¿Cómo varía esto en relación con los ancianos, los de la misma edad y los más
pequeños? ¿Qué debe aprender usted personalmente de todo esto?
Celebraciones
• ¿Qué fiestas se celebran durante el año? ¿Qué ceremonias tienen lugar? (Antes de
plantar, durante la recogida de las primicias, durante la cosecha, al nacer, al
celebrarse un matrimonio, al morir, etc.)
Familia extendida
• ¿Quién influye sobre las decisiones familiares acerca de las urgencias, la
escolaridad, el matrimonio, los cambios, la enfermedad y su tratamiento, las
prácticas de alumbramiento, etc.? ¿A quién acuden los esposos o esposas jóvenes
en busca de consejo? ¿Cuáles son los privilegios y las responsabilidades de
pertenecer a la familia extensa?
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Cómo hacer amigos íntimos
• Lo más probable es que usted se relacione mejor con los jóvenes, los más alegres y
los que saben expresarse mejor, y es natural que sea así. Sin embargo, en muchas
sociedades sus opiniones no serán tan respetadas como las de la gente mayor. Si
no entabla una relación de amistad exclusivamente con un grupo de edad o un
sector de la comunidad, entonces se beneficiará del toma y daca de las
discusiones, de los razonamientos y del apoyo desde perspectivas muy distintas.
• Nosotros descubrimos que al invitar a la gente a nuestra casa en grupos pequeños,
en lugar de individualmente, se mostraban menos tímidos. En algunos casos
jugamos juntos a algunos juegos ridículos. En otras ocasiones mantuvimos alguna
conversación sobre la Biblia. Ambas cosas ayudaron a derribar las barreras y estoy
segura de que aprendimos tanto como el que más de nuestras visitas, la mayoría
de las cuales venía regularmente y llegaron a ser nuestros consejeros más
próximos.
UN TIEMPO
PARA MADURAR
Eva Pettigrew
Eva Pettigrew obtuvo la licenciatura en textiles del West Surrey College of Art and Design de
Farnham, Surrey. Posteriormente dirigió un taller de confección en su ciudad natal de Arundel,
Sussex, donde enseñó a tiempo parcial en la Politécnica de Portsmouth. Desde 1978 hasta 1985 sirvió
en el extranjero con Tear Fund en Bangladesh, trabajando con HEED Handicrafts en Dinajpur, siendo
consultora de tejidos y otras cuestiones artesanales. Desde que regresó a Gran Bretaña se ha casado
y ahora está trabajando como parte del equipo consultor de In Contact Ministries en la comunidad
multirracial del Este de Londres.
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Vine para servir y me encontré con que estaba siendo servida literalmente por criados.
¡Estaba viviendo con un “lujo” que no había conocido en el Reino Unido! Se me hizo muy
duro aceptar esto, incluso después de darme cuenta que había buenas razones para ello y
que había una gran cantidad de desventajas que compensaban las ventajas. Por ejemplo,
tener criados era a menudo más una carga y una responsabilidad que una ayuda, puesto
que tenía que ocuparme no sólo de los trabajadores, sino de su familia al completo y sus
problemas.
Nunca pude resolver realmente la tensión existente entre lo que necesitaba de verdad
para permitirme funcionar con sensatez y de forma sana, y cuál era la mejor manera de
“identificarme” con la cultura y con la gente. Se daba esta extraña dicotomía entre mi
posición como una humilde sierva enviada por Dios y mi elevada posición como extranjera
“experta”. Aunque me disgustaba que los nacionales me pusieran sobre un pedestal,
existía el constante peligro de que pudiera aceptarlo e incluso esperarlo.
Después de muchas decepciones, la desilusión (algunas veces contagiada de forma
prematura por otras personas) y el cinismo hicieron su aparición. De la sensación de
impotencia y de sentir la necesidad de aprender de los nacionales fui pasando a la
involuntaria convicción de que eran unos ineptos y que no se podía confiar en ellos. Era
como el adolescente que cree que sabe más que nadie y que sin embargo bajo la
superficie sigue siendo inexperto e inseguro. Creo que algunos extranjeros incluso
llegaron como “adolescentes” y no sé muy bien cuántos se quedaron el tiempo suficiente
como para que sus actitudes maduraran. Afrontar estos asuntos puede ser tan doloroso
como el crecimiento.
A pesar de haber sido enviada como una maravillosa y valiente “misionera” todavía
podía sentir mi propia fragilidad. Esperaba unirme a un equipo de gente verdaderamente
espiritual y entregada entre la que yo sería la novata. De alguna manera me sentí aliviada
al encontrarme gente joven con un sentido del humor altamente desarrollado y que
tenían los pies en el suelo. Pero por otro lado me sentía continuamente decepcionada de
ver que todos teníamos los pies de barro. Había caído en la trampa de hacer con los
demás (subirlos a un pedestal) lo que no deseaba que los demás hubieran hecho conmigo.
Me di cuenta que adaptarme a la cultura del país era en cierto sentido más fácil, quizás
porque era un requisito ya conocido de antemano, que adaptarme a las diferencias
culturales entre los propios extranjeros que estábamos allí. La sima entre los europeos y
los norteamericanos era especialmente obvia, y dio lugar a la necesidad de aprender a
perdonar y a no llevar la cuenta de las cosas.
Una vez inmersa en el trabajo vi que iba con risas de un lado para otro y que estaba
tan ocupada como los demás. Me llevó un poco de tiempo darme cuenta de que esto se
debía más al deseo de “lograr algo” o de justificar mi presencia allí que al ministerio hacia
aquellos a los que había venido a servir. Nuestro estilo de vida occidental pone tanto
énfasis en el “hacer” que podemos perder por completo de vista el “ser” y llegar a un
punto en el que estamos demasiado ocupados (y demasiado cansados) para pasar tiempo
con la gente. Tuve que hacer un esfuerzo consciente y continuo para apartar un tiempo
para relajarme con los demás y conmigo misma (sin sentirme culpable). El cansancio, la
enfermedad y el clima afectaron de manera importante mis estados de ánimo y mi
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motivación. Reconocerlo y afrontarlo fue sorprendentemente duro. El orgullo nos dice
que sigamos adelante, y espiritualizarlo todo en exceso nos hace sentirnos culpables por
nuestras debilidades.
Aceptar nuestras limitaciones, adaptarnos de acuerdo con nuestra capacidad física, sin
importar lo que otros puedan hacer, requiere madurez. Como siempre, el tiempo a solas
con Dios es la primera cosa de la que se prescinde en lugar de la última. Entendí lo
sumamente importante que era tener a alguien con quien poder hablar libremente.
En una u otra etapa me quedaba sin la mayoría de mis ilusiones y apoyos. Con
frecuencia era una experiencia dura. Había ocasiones en las que la única cosa que me
mantenía en pie era la seguridad de que Dios me había llamado allí y que por lo tanto
estaba en el lugar correcto. Quizás por primera vez me acepté a mí misma, quién era, los
dones que tenía, y eso me produjo una profunda paz.
Durante mi segundo período en el extranjero, cuando quizá debería haber estado
viendo los beneficios de la experiencia y la madurez, en un momento dado me sentí
desbordada por una depresión. Esto no se debió a mis circunstancias personales, sino a la
propia experiencia que estaba ganando. El entusiasmo inicial había decaído, y al tener una
imagen más completa del país, de su gente y de sus problemas, sentí que no había
esperanzas para todo aquello. A medida que reconocía cada vez más las malas actitudes
que había en mí, sentía una creciente incapacidad para ayudar en nada. Lo que más me
ayudó fue darme cuenta de mi posición “en Cristo”, y fue así como siendo consciente de
ello volvió la esperanza para mí y para los demás.
Descubrí que normalmente hay buenas razones por las que los nacionales se
comportan de una determinada manera. En lugar de pensar que usted sabe hacerlo
mejor, o tacharlos de tener un mal carácter, pregúnteles su opinión, escúchelos, intente
establecer porqué hacen las cosas de la forma en que las hacen. Evite los favoritismos.
Puede ser autogratificante pensar que tiene un amigo íntimo del país – ¡eso prueba que
realmente se está integrando, que está siendo aceptado y teniendo éxito! Pero puede
llevar a la estrechez de miras y provocar que el nacional esté aislado de sus compañeros
de trabajo.
CÓMO ENFRENTARSE
AL “CHOQUE CULTURAL”
David Burnett
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En su primera semana en una nueva escuela o universidad, o en un nuevo trabajo, la
gente estaba ocupada yendo y viniendo de un lugar a otro, haciendo diferentes cosas,
mientras usted no estaba seguro de lo que debería estar haciendo o de cómo hacerlo. La
gente se conocía y hablaban entre ellos utilizando términos y abreviaturas que a usted le
resultaban extrañas. Poco a poco fue descubriendo quién era cada cual y qué se esperaba
de usted, y finalmente llegó a sentirse cómodo en la nueva situación.
¿Recuerda la tensión emocional de aquellos primeros días hasta que se acostumbró al
nuevo entorno? La clase de estrés que sintió en ese momento siempre acompaña a
cualquier cambio de un ambiente familiar a otro completamente nuevo. Cuando usted se
traslada de una cultura a otra completamente diferente experimentará el mismo tipo de
estrés, pero será diez, o incluso cien, veces mayor.
Este estrés emocional asociado al hecho de trasladarse a un nuevo entorno cultural es
conocido popularmente como “choque cultural”. La expresión tiene su origen en la
experiencia de muchos soldados en el campo de batalla – el “shell shock” o neurosis de
guerra. La mayoría de la gente experimenta estrés cuando tiene que adaptarse a otra
cultura, pero no deje que ese hecho le disuada de adaptarse a ella. La experiencia de vivir
y trabajar con otro grupo de personas será una aventura excitante que le reportará
bendición tanto a usted como a ellos.
Cuando vivimos en una situación que se encuentra dentro de nuestra “norma” nos
sentiremos “en paz” con ella. La “norma” se puede comparar a una carretera a lo largo de
la cual una persona, al andar por ella, se siente cómodo. A cada lado de la carretera hay
un arcén pavimentado por el que ocasionalmente puede desviarse, pero más allá se
encuentra el campo agreste de las experiencias totalmente nuevas (ver figura 1).
Cuando entramos en una nueva cultura enseguida nos encontramos fuera de nuestra
“norma”. Esta es la causa básica del estrés. Se nos exige que evaluemos nuestro estilo de
vestir o nuestra manera de comportarnos en relación con la situación local. Una persona
puede verse forzada a llegar hasta un punto que puede considerar como “fuera de la
norma” o “por debajo de la norma”
Ver Figura 1, en página siguiente.
La experiencia de estar “fuera de la norma” conduce inicialmente a un cierto
entusiasmo, pero también a un temor de quedar en ridículo. Por ejemplo, si procedemos
de una “cultura del supermercado”, no levantaremos automáticamente la mano para abrir
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la puerta de la tienda. Estamos acostumbrados a que algún dispositivo electrónico se
encargue de abrir la puerta de forma automática. Sin embargo, la gente que no esté
acostumbrada a esto levantará instintivamente la mano y lo único que se encontrará es
que está empujando el aire. Esto le hará sentir acomplejada delante de los demás.
Bochorno
Fuera de la norma
Vergüenza
Zona de experimentación
La Norma
(((((
Zona de experimentación
Irritación
Amargura
Del mismo modo, un hombre que siempre ha llevado una camisa blanca para asistir a
la iglesia los domingos se siente muy acomplejado cuando se pone por primera vez una
camisa de color para ir al culto. Hasta cierto punto todas las personas están dispuestas a
experimentar cosas nuevas, siempre y cuando no sea algo excesivo. Si el experimento
tiene éxito puede que la persona llegue a adoptarlo como parte de su norma.
No obstante, si el experimento no resulta exitoso, o si la persona va más allá de esta
zona de experimentación, pueden ocurrir dos cosas: vergüenza, que es sentirse incómodo
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delante de otras personas, o culpa, que es un remordimiento interior. El pequeño
bochorno que produce llevar una camisa de color cuando uno ha estado acostumbrado a
llevar una camisa blanca es algo de menor importancia, pero para la persona involucrada
es muy importante y causa un considerable estrés.
Tomemos este ejemplo de un misionero recién llegado a Japón. “Recuerdo que
después de haber estado en Japón solamente un par de semanas, decidí acostumbrarme
lo más pronto posible a conducir por Tokio. Me fui solo con mi vieja furgoneta. Conduje
durante unos diez minutos y me encontré que estaba entrando en una bulliciosa área
comercial. No había aceras y la vía era estrecha, así que prestaba toda mi atención para no
darle un golpe a alguien. De repente un policía municipal bajó de su pequeña plataforma
situada en medio del cruce y comenzó a hacer sonar su silbado y a mover sus brazos
frenéticamente. Yo pensaba que alguien había robado un banco o algo así, de modo que
me fui acercando al bordillo cuidadosamente hasta que el policía corrió hasta ponerse
delante de la furgoneta y me dio el alto.
Bajé la ventanilla y su cara me miraba mientras de su boca salía un chorro de sonidos
ininteligibles. Se juntó un pequeño grupo de personas y el policía, para vergüenza suya, se
dio cuenta de que le estaba gritando a un extranjero. Yo no podía hacer otra cosa que
quedarme allí, mudo, sentado en el coche, mientras se congregaba la multitud. El policía
comenzó a gritar: ‘¡Parar, parar! ¡Atrás, atrás!’, mientras me indicaba la dirección.
Entonces me di cuenta. Hice marcha atrás sintiéndome un estúpido. Probablemente era la
comidilla de toda la ciudad. Había estado conduciendo alegremente contra dirección por
una calle de sentido único. No había reconocido la señal. Me fui derecho a mi casa y allí
me desplomé, agotado emocionalmente, en la seguridad de mi pequeña habitación.
Podemos identificarnos fácilmente con sus sentimientos. Se podrían ofrecer otras
muchas ilustraciones para mostrar los problemas que uno tiene que afrontar a la hora de
intentar enfrentarse incluso a la más sencilla de las tareas en una cultura extranjera.
El estrés emocional también se puede dar cuando somos incapaces de vivir a la altura
de nuestras expectativas normales. Este estar “por debajo de la norma” sucede cuando se
nos priva de aquellas cosas que nosotros consideramos como algo normal para nuestra
manera de vivir. Esto puede llevar a cualquier cosa, desde una leve irritación hasta una
amargura profundamente arraigada.
Por ejemplo, un grupo de turistas norteamericanos acomodados que estaban de
vacaciones en Escocia se enfadaron cuando el hotel que habían reservado sólo pudo
ofrecerles un cuarto de baño compartido. Todos ellos estaban acostumbrados a disponer
de habitaciones privadas con su propio cuarto de baño. Los misioneros pueden tener que
enfrentarse a problemas similares cuando tienen que arreglárselas con unas letrinas
exteriores consistentes en un hoyo hecho en la tierra cuando antes lo único que habían
conocido eran los inodoros con depósito de agua.
A menudo parece que son las pequeñas cosas las que causan los mayores agravios
durante un largo espacio de tiempo. Los occidentales frecuentemente echan en falta el
detalle de un cuarto de baño limpio y alicatado hasta el techo con agua corriente fría y
caliente. Una losa de cemento sobre la que ponerse y un cubo de agua fría pueden ser
igualmente efectivos para mantenerse limpio, pero no es a lo que uno está acostumbrado.
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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Los occidentales también encuentran difícil la falta de privacidad en el Tercer Mundo, y
quizás más aún en el caso de las parejas jóvenes. Estas cosas producirán algo de irritación,
pero si la persona ha respondida a un llamado para el servicio cristiano, entonces necesita
estar dispuesto a hacer los sacrificios que sean precisos. Jesús habló del coste de ser su
discípulo en varias ocasiones (p.ej. Lucas 14:25–35).
Intentar vivir y hacerle frente a las cosas en el contexto de otra cultura siempre da
como resultado que nos veamos obligados a salirnos de nuestra norma. Este proceso
continuo trae como consecuencia un aumento del estrés. Una encuesta de 1984 realizada
entre misioneros reveló que el 50% había encontrado estresante tener que adaptarse a
otra cultura, y un 25% hablaba de que era muy estresante.
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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extranjeros, y ha demostrado ser útil para comprender las emociones que experimentan
(ver figura 2).
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1989).
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podemos intentar hacerle frente mediante varios mecanismos de defensa. Esto es algo
natural, pero en una situación de estrés cultural puede causar problemas adicionales.
El primer síntoma que la mayor parte de las personas manifiesta cuando se enfrenta a
un excesivo estrés es la irritación. Esto sucede con frecuencia cuando se aprende el
idioma, motivo por el cual algunos autores lo han denominado “choque lingüístico”.
“Dado que la lengua es el mecanismo de comunicación más importante en una
sociedad humana, es el área en la que radica el mayor número de relaciones
interpersonales. Cuando el recién llegado viene a un mundo completamente nuevo y en el
que no conoce el idioma en absoluto, se le priva de su medio principal de interactuar con
otras personas, está sujeto a constantes errores y se le vuelve a colocar a la altura de un
niño.” (W. Smalley, Readings in Missionary Anthropology – Lecturas sobre Antropología
Misionera, William Carey Library, EE.UU., 1974).
Podemos descargar la tensión resultante volviéndonos agresivos hacia otras personas
o incluso cosas. Todos sabemos del marido que ha tenido un mal día en la oficina y que la
toma con su mujer cuando llega a casa.
Otra de las maneras en las que algunas personas se enfrentan a la tensión es
apartándose de la situación que provoca el estrés. Intentan aislarse de las experiencias
que no pueden soportar. Esto da lugar al complejo del “recinto misionero”, que hace que
el misionero esté en casa tanto como le sea posible.
Es muy normal que todos nosotros echemos de menos nuestra casa en alguna ocasión.
El estrés cultural puede acrecentar este sentimiento natural y provocar una actitud poco
saludable. Puede causar un orgullo malsano del país del que uno procede y los lugareños
pueden interpretarlo como una crítica de su país. La gente del lugar le tendrá más aprecio
si descubre que usted ama tanto a su propio país como al de ellos.
“La fatiga es el signo característico de la frustración nerviosa”, dice Paul Tournier. La
fatiga rara vez está causada por el ejercicio físico prolongado, y es más bien el producto de
la tensión nerviosa. Incluso hacer más bien pocas cosas puede hacer que uno se sienta
emocionalmente agotado.
1. Conozca a la gente
A menudo por temor a cometer errores o a ofender a la gente del lugar podemos
retraernos. Intente entablar amistad con la gente. Sea abierto con ellos y busque en todo
momento ganarse su confianza. Responda a la cultura extraña buscando nuevas cosas.
Sea un estudiante de esa cultura. Así como no saber el idioma es un factor principal de
estrés, es lógico pensar que cuanto mayores sean los progresos que haga en el estudio del
idioma, menor será el estrés que tendrá que soportar en su vida diaria.
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2. Propóngase metas realistas
Los cristianos tienen como propósito comprometerse totalmente en su servicio a Dios.
Eso es bueno, pero pronto nos damos cuenta de que quizás no estemos viviendo a la
altura de lo que nos hemos propuesto. Necesitamos más energía y tiempo para realizar
incluso las tareas más sencillas. La mayor parte de nuestro tiempo lo utilizamos
simplemente para sobrevivir en medio de la nueva situación en la que nos encontramos.
El psiquiatra Myron Loss ha reflejado gráficamente la tensión entre nuestras
expectativas y nuestra actuación real. En nuestra propia cultura nuestras expectativas
siempre exceden ligeramente los resultados. En otras culturas, esta brecha crece de modo
significativo y no somos capaces de darle un enfoque adecuado a nuestras expectativas.
La única manera de tratar con la discrepancia entre ambas consiste en reducir nuestras
metas a unos niveles más realistas. Aprenda a ser paciente, y también el arte de
perdonarse a sí mismo cuando no consigue lograr lo que se había propuesto.
5. Comunión
Las personas estresadas pueden afectar a otros con suma facilidad. Cuídese de
quejarse sin necesidad. Sin embargo, frecuentemente es bueno compartir sus
sentimientos con otros. Aunque hablar no elimina el dolor, se puede ganar mucho cuando
se explica el motivo del dolor y cuando se nos asegura que el tiempo lo curará.
6. Esparcimiento
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Hay ocasiones en las situaciones transculturales en las que, hagamos lo que hagamos,
nuestros niveles de estrés suben. Nuestros esfuerzos por reducirlos no hacen más que
causar mayor tensión. ¡En esos momentos es necesario tomarse un respiro! Acuérdese de
Elías, a quien Dios ministró con alimentos y un sueño reparador en medio de las tensiones
que siguieron al enfrentamiento que tuvo lugar en el monte Carmelo.
Siempre es bueno tener un hobby. Busque algo que sea diferente de su trabajo
habitual y que le interese. Conozco misioneros que se relajan estudiando los pájaros de
África. A otros les ha gustado escuchar música, coleccionar sellos o hacer rompecabezas.
Los padres no deben olvidarse de pasar tiempo con sus hijos y compartir juntos los
mismos intereses.
Vivir y trabajar en otra cultura puede ser estresante, pero también será una de las
experiencias de mayor bendición en su vida. Usted hará nuevos amigos, aprenderá formas
nuevas de hacer las cosas y disfrutará de nuevas experiencias. El alfarero necesita moldear
la arcilla para formar con ella una hermosa vasija. A menudo ese moldeado puede resultar
estresante, pero el producto final hace que el proceso merezca la pena.
EL PODER
DE LA IMPOTENCIA
Cathy Humpries
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escuela de formación cercana. A su regreso a Gran Bretaña se preparó como diaconisa y desde
entonces ha sido ordenada diaconisa en la Iglesia Anglicana.
En esas primeras semanas hay una gran abundancia de nuevos encuentros. Pensé que
ni la vasta lectura, ni hablar con la gente, ni ver diapositivas o fotos me hubiera podido
preparar para el “bautismo” que iba a tener lugar tras bajar del distanciamiento que
supuso el vuelo en avión: el insoportable bochorno que te cubre con su calor húmedo, los
gases del tubo de escape de los coches, las aguas residuales corriendo a cielo abierto, el
calor corporal; explosiones de color en los vestidos, flores, vehículos pintados, el gentío
por todas partes, el ruido de la ciudad, grillos y ranas de noche, tambores de vudú, las
endechas. Al igual que una mente expuesta al machaqueo continuo del rock duro, el
cuerpo no puede tolerar el distanciamiento y el ritmo se convierte en algo propio.
La reflexión sobre todo lo que uno ha visto, oído, olido y sentido llega un poco más
tarde. A menudo resulta doloroso y costoso pararse a pensar, pero también produce su
fruto. Recuerdo que al poco de llegar a Haití me di una vuelta por los barrios de chabolas
de Puerto Príncipe, cerca de donde vivía. Nunca me había encontrado cara a cara con unas
condiciones de vida como aquellas – una amalgama de “casas” improvisadas, alcantarillas
a cielo abierto y hombres, mujeres y niños que de alguna manera se las apañaban para
vivir allí. Me sentí culpable, airada y frustrada. Había pasado de la lectura, la preparación,
un curso de orientación, miles de vacunas y un emocionante y expectante culto de
despedida en mi iglesia local, en el que se puso el acento en “enviar para servir al Tercer
Mundo”, a mirar al “Tercer Mundo” a la cara sintiéndome absolutamente impotente.
No obstante, cuando echo la vista atrás siento que la impotencia y la vulnerabilidad
son ingredientes clave, habiendo sido enviados, como es el caso, en el poder y en el
nombre del Señor Jesús. Como ha escrito Thomas Merton, cuando “estamos solos, de pie
delante de Dios con nuestra inexplicable inanidad, sin teorías, (entonces) dependemos
completamente de su cuidado providencial y necesitamos desesperadamente el don de su
gracia, su misericordia y la luz de la fe” (Contemplative Prayer –Oración Contemplativa).
Quería irme de aquel lugar de impotencia a toda prisa. Los primeros días resultan difíciles:
no podemos defendernos con las palabras ni con determinadas actividades. La
comunicación en la lengua local es defectuosa o inexistente, e incluso es posible que
tengamos que consultar con otra persona cómo (y qué) comprar en el mercado y cómo
cocinarlo. Todo el mundo parece ir de acá para allá y sin embargo tú todavía no puedes
hacer nada.
En ocasiones como estas la falta de sentido y la soledad pueden hacer rápidos avances
en nuestra vida. A pesar de todo, en estos momentos de crisis Dios puede obrar con gran
poder. Pensándolo bien, creo que mi propia manera de pensar estaba (y hasta cierto
punto todavía lo está) demasiado centrada en la actividad y en hacer progresos –y se
apartaba de los sentimientos de fracaso, debilidad y vulnerabilidad. Y sin embargo la
verdad cristiana clave de la cruz tiene sus orígenes en lo que yo considero como algo
negativo. Allí, vemos en el corazón de Dios un “amor ilimitado, precario y vulnerable” (W.
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H. Vanstone). Allí vemos la vulnerabilidad de Jesús, su absoluta dependencia y obediencia
al Padre y el amor de la impotencia. Es la calidad de este amor que no amenaza ni fuerza,
pero que allá donde se encuentra uno con él le arranca una respuesta libre.
Así que pronto, o al menos así lo parece, comenzamos a sentirnos “capaces” en el
desempeño de nuestra misión y nos vemos arrastrados inevitablemente hacia la melé de
actividad. La mayor parte de esa actividad es buena, pero puede apartarnos de la
dependencia de Dios y de aquellos que nos rodean, y con los que hemos llegado a
compartir el amor de Jesús. Fue a través de la gente de Haití que me di cuenta de que mi
vida estaba más orientada hacia las actividades que hacia las personas. A ellos parecía
importarles más quién era yo que lo que hacía. Al pensar sobre esto me pareció que servir
y ayudar en el desarrollo del mundo se reducía a una relación de bis a bis. Esto no significa
despreciar los proyectos, sino poner el acento sobre la gente.
Una vez más Thomas Merton lo ha descrito muy bien: “No dependa de la esperanza en
los resultados… quizás tenga que afrontar el hecho de que su trabajo aparentemente no
tendrá valor, o que incluso no ha logrado resultado alguno. En la medida en que se hace a
esta idea, empezará a concentrarse más y más no en los resultados, sino en el valor, en la
corrección del trabajo en sí… de una forma gradual luchará cada vez menos por una idea y
cada vez más por unas personas concretas. Al final, lo que lo salva todo es la realidad de
las relaciones personales. La verdadera esperanza no está en algo que creemos que
podemos hacer, sino en Dios, que está haciendo algo bueno de ello de alguna manera que
nosotros no somos capaces de ver.”
Aprender a ver lo que Dios está haciendo es algo fundamental para nuestra vida
cristiana en cualquier lugar. Lo que a menudo olvidamos en medio de tanta necesidad es
que Dios está actuando. Nuestro gozo consiste en que se nos llama a unirnos a él. El
precio es alto, pero sirve para comprar algo espléndido.
CÓMO COMPRENDER
A LA IGLESIA NACIONAL
Ken Okeke
Ken Okeke nació en un pueblo del este de Nigeria, donde sus padres eran misioneros locales
de CMS. Desde que se licenció en la universidad la mayor parte de su trabajo se ha desarrollado entre
estudiantes y jóvenes. Después de su ordenación en 1976 ocupó el puesto de director del Anglican
College of Commerce en Offa, Nigeria, y en 1980 fue elegido para organizar una capellanía para
nigerianos en el Reino Unido. En 1987 regresó a Nigeria.
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Ken sigue manteniendo un gran interés en la iglesia local y en la consejería. Está casado y tiene
cuatro hijos.
Cuando Pablo partió de Antioquía en sus viajes misioneros tenía un objetivo principal:
difundir la buena noticia de Cristo, hacer tantos convertidos como fuera posible y
establecer una iglesia local.
En ningún momento intentó convertir esa iglesia local en una parte homogénea de
aquella congregación desde la que había comenzado –ni tampoco de la iglesia de
Jerusalén, donde se reunían y tenían comunión los primeros convertidos y los apóstoles.
Simplemente condujo a la gente desde su anterior manera de vivir a Cristo. La oración, la
adoración y cualquier otra cosa que tuviera que ver con sus reuniones estaba basada
únicamente en su contexto cultural particular.
Cuando en cierta ocasión los creyentes de Jerusalén trataron de confundir a la iglesia
de Antioquía con la idea de que los verdaderos cristianos debían observar las costumbres
judías, se llegó a un acuerdo sobre el asunto en el concilio de Jerusalén (Hechos 15). A la
“iglesia” y al Espíritu Santo les pareció bien que no debían imponerle a la gente una carga
innecesaria. Los cristianos de Antioquía eran libres de expresar su fe dentro de su
contexto cultural, siempre y cuando no fueran idólatras o inmorales.
Ese principio debería seguirse en todas las épocas a la gente una carga innecesaria. Los
cristianos de Antioquía eran libres de expresar su fe dentro de su contexto cultural,
siempre y cuando no fueran idólatras o inmorales.
Ese principio debería seguirse en todas las épocas, y constituye el fundamento para
comprender cualquier iglesia nacional. Por “iglesia nacional” me refiero a la iglesia que
existe dentro de las fronteras de un país, no necesariamente a una iglesia perteneciente a
esa nación, en la línea de la Iglesia de Inglaterra o la Iglesia de Irlanda. Muchos países del
Tercer Mundo eran “zonas misioneras” y por tanto recibieron misioneros con
llamamientos diferentes y, a veces, divergentes. El resultado fue que se plantaron varias
iglesias distintas, cada una de las cuales pretendía tener la supremacía en materia de fe y
práctica dentro del mismo país. Ninguna iglesia (a excepción tal vez de la India en tiempos
recientes) puede pretender ser “la iglesia” de ese país. La iglesia es el cuerpo de creyentes
que en todo el mundo aceptan a Jesús como Señor y Salvador y que adoran a Dios a través
de él como único mediador y abogado. Cualquier congregación local, esté situada en una
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ciudad o en una aldea, en Occidente o en el Tercer Mundo, se convierte en la expresión
local de esa iglesia universal.
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No sólo resultaban extraños los nombres. Los edificios de las iglesias adoptaron las
formas arquitectónicas propias del país de “origen” de los misioneros. Cualquier cosa que
no se pareciera a eso no se consideraba que fuera realmente un templo.
Desgraciadamente este enfoque no ha dejado de usarse. Con el tiempo, todo el concepto
de cristianismo llegó a estar envuelto por la cultura occidental. Para empeorar aún más las
cosas, la colonización siguió a muy poca distancia a la evangelización, y en algunas
ocasiones llegó con ella. En muchos casos esto provocó que misión y gobierno se hicieran
inseparables.
El advenimiento del cristianismo desde Occidente hizo que nacieran tres falsas
impresiones. Una era que la cultura occidental es la única forma posible que puede
adoptar el cristianismo en cualquier lugar del mundo porque la cultura occidental es una
cultura cristiana. La segunda fue que el elevado desarrollo de determinadas formas de
arte occidentales era necesariamente una parte de la buena noticia de Jesucristo. Y la
tercera fue que ya que la cultura occidental se desarrolló en parte a partir del cristianismo,
es una expresión plena y perfecta del cristianismo en la sociedad.
Las estaciones misioneras a menudo mantenían una estrecha relación con las fábricas
de explotación comercial y con el gobierno. Por lo tanto el cristianismo corría peligro –y de
hecho fue presa– de que se le asociara con la explotación en lugar de la liberación. Este
error iba a costarle caro a las misiones y a la iglesia occidentales.
Más aún, a los países se les impuso el sectarismo. Los bautistas no querían tener nada
que ver con los metodistas, los anglicanos consideraban al resto de iglesias protestantes
como no conformistas, mientras que los católicos las veían a todas como pseudocristianas,
gente que había que convertir y rebautizar. El Tercer Mundo se quedó con una iglesia
dividida y sin una identidad cultural.
Los primeros misioneros también trajeron consigo la educación, pero esta misma
bendición iba a desencadenar una explosión que trajo aún mayores divergencias,
disidencia religiosa y sincretismo organizado. De todos es sabido que todas las luchas a
favor de la independencia en lo que entonces eran los países colonizados del Tercer
Mundo fueron encabezadas por figuras nacionalistas que eran el producto de la educación
misionera. Habían sido educados y había viajado a Occidente. Regresaron y comenzaron a
cuestionar el “orden establecido”.
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1989).
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por el movimiento evangélico y pentecostal de plantación de iglesias de origen
norteamericano. La mayoría de iglesias de este tipo tienen una teología aceptable y
tienden hacia el pentecostalismo o carismatismo. Con frecuencia los fundadores son
personas cultas y esto es una ventaja para la organización de la iglesia. Otro tipo es
habitualmente carismático y está fundado por hombres “llenos del Espíritu Santo” que
tienen muy poca o ninguna preparación cultural. A medida que las iglesias fueron
creciendo comenzaron a cometerse errores que desembocaron en problemas. No
obstante, ofrecen algunas respuestas cristianas para los africanos corrientes que no
pueden estar de acuerdo con las iglesias europeizadas. Estos dos tipos de iglesias
indígenas pueden denominarse “Indígenas Evangélico–pentecostales”.
Existe un tercer tipo de iglesia que podría calificarse de espiritista o espiritualista,
utilizando el término en un sentido diferente del grupo ocultista occidental. Muchos de
estos grupos han empezado desde cero o han surgido al salirse de otra iglesia y suelen
tener una base teológica poco firme y dudosa. En todas ellas, las prácticas rituales
sincretistas, las profecías, los sueños y las visiones juegan un papel destacado. La
autoridad en que se apoyan ciertas doctrinas se basa frecuentemente en porciones de la
Biblia malinterpretadas y sacadas de su contexto. Resulta pertinente apuntar que algunos
delincuentes avispados, estafadores y timadoras han iniciado iglesias así como una forma
de ganar dinero fácil.
Los miembros de estos grupos son controlados mediante el adoctrinamiento y en
casos extremos por el temor. Algunos podrán argumentar que estas iglesias espiritualistas
ayudan a que la gente abandone sus ídolos. Pero de hecho este abandono de los ídolos
para acudir a “Dios” a menudo no es diferente, en esencia, de la práctica común en la
religión africana consistente en el abandono de un dios en favor de otro que es tenido por
más eficaz. Así, la mayoría de los adeptos persigue un seguimiento orientado a los
resultados, en el que las bendiciones se obtienen por la eficacia de los ritos, sacrificios y
ceremonias –exactamente igual a lo que harían en una religión tribal. La zona de captación
de estas iglesias es amplia y elástica, y trasciende las distinciones sociales y culturales.
De modo que ahora tenemos en estos países las iglesias tradicionales o históricas (las
de origen occidental), las iglesias evangélico–pentecostales y las iglesias espiritualistas, y
todas ellas pretenden ser el tipo correcto de iglesia. Aparte de las iglesias tradicionales, las
otras son reacciones en contra de una iglesia “excesivamente occidentalizada”. Existen
cientos ellasen toda África. Todas ellas tienen sus usos, sus virtudes y sus defectos.
Sus virtudes radican en el hecho de que se aproximan al cristianismo desde una
perspectiva africana. Adoptan una adoración menos formal, más viva, en la que utilizan
instrumentos como la guitarra y los tambores. En conjunto, se aproximan más a la cultura
africana en comparación con las iglesias tradicionales que todavía no han roto con la
liturgia a la europea y que muy a menudo son tan penosamente europeas y aburridas. Las
mejores, principalmente encuadradas en el grupo evangélico–pentecostal, buscan
expresar su fe cristiana mediante las formas de adoración indígena que les resultan
familiares, al tiempo que mantienen una teología y una doctrina sanas. Su tasa de
crecimiento es espectacular.
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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Sus defectos, comúnmente identificados con las iglesias espiritualistas, se encuentran
en el campo de la erudición cristiana. Muchas veces las interpretaciones bíblicas y la
práctica se confunden. Se descuida la teología y la formación que reciben los obreros de
las iglesias es extremadamente rudimentaria. El resultado es que los sermones se
caracterizan más por el “calor” que por la “luz”. Se le da la misma importancia al Antiguo
que al Nuevo Testamento y la idea de que Jesucristo es el cumplimiento del Antiguo
Testamento no se entiende con claridad. Y así no es de extrañar que se practiquen los
sacrificios, la poligamia y otro tipo de rituales.
Esto es muy inquietante.
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1989).
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PRIMERAS IMPRESIONES
–TRES VECES
Ruth Nickerson
Ruth Nickerson se preparó como maestra de niños discapacitados. Después de pasar dos años
en el All Nations Christian College, pasó casi diez años en Tailandia con Tear Fund. Sirvió dando clases
de alfabetización en el campo de refugiados de Ban Vinai, cerca de la frontera con Laos, y escribió el
libro Promise of Dawn, en el que narra las experiencias allí vividas. Ahora ha vuelto a la docencia en
su ciudad natal de Huntingdon, Cambridgeshire.
Serví en el extranjero en tres ocasiones: en Sierra Leona cuando tenía veintiún años, y
en Tailandia cuando contaba con treinta y tres y treinta y siete años respectivamente. Mis
reacciones fueron distintas en cada oportunidad.
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1989).
Página 53. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
Pronto sentí que me estaba adaptando al estilo de vida americano dentro del estilo de
África occidental. Esto me desconcertó un tanto –esperaba que fuera más fácil adaptarse
a los norteamericanos, pero en la fiesta de Acción de Gracias y demás celebraciones me
sentía fuera de lugar. En realidad tampoco encajaba en el estilo de vida africano, aunque
participaba y disfrutaba de ambos en diferentes ocasiones. Deseaba que viniese otra
persona inglesa.
Pensándolo mejor, fue “una experiencia” que valoré, pero me pregunto cuánto hice en
realidad para ayudar a la gente. Pienso que yo obtuve el mayor beneficio, espiritualmente
(desde luego sirvió para desarrollar mi fe) y en otros sentidos (igual que me pasó cuando
comencé a trabajar en el este de Londres con niños de la Zona Prioritaria de Educación,
quienes en un porcentaje muy elevado eran hijos de inmigrantes).
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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resentimiento – ¿He venido hasta aquí sólo para esto? –y orgullo, “Cualquiera puede
hacer esto”; es de suponer que eso incluía la actitud de “Bueno, ¿por qué no estoy
haciendo algo más importante?”
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1989).
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CÓMO RELACIONARSE
CON LA
IGLESIA NACIONAL
Bill Roberts
Bill Roberts fue secretario itinerante de Scripture Union en Nigeria. Este período incluyó dos
años y medio de guerra civil cuando una región de Nigeria intentó segregarse y formar un país
independiente denominado Biafra. Bill se quedó en aquella zona azotada por la guerra durante toda
el tiempo que duró el conflicto y de resultas del mismo escribió el libro Life and Death among the Ibos
. También trabajó con Scripture Union en Sierra Leona como secretario itinerante y secretario
general. Desde junio de 1986 ha trabajado con Tear Fund en calidad de jefe del departamento de
Evangelización en el Extranjero y Educación Cristiana. Bill está casado con una norteamericana que
fue misionera en Sierra Leona y ambos adoptaron dos niños africanos discapacitados.
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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estar muy ocupado. Puede que vive a muchos kilómetros de distancia de la iglesia más
próxima. Quizás tenga problemas con el idioma o no le encuentre mucho sentido a las
actividades de su iglesia.
Pero no importa lo ocupado que esté y lo alejada que se encuentre su casa de la
iglesia. Debe hacer tiempo para asistir a los cultos dominicales y a las reuniones de entre
semana. Esto es tanto una necesidad para usted como un estímulo para los cristianos
locales. Puede que tenga que viajar unos cuantos kilómetros, pero valdrá la pena de todas
todas. Además, no es inusual que los africanos anden varios kilómetros para ir a la iglesia.
Si la lengua que se utiliza no es el inglés, debe dedicar un tiempo al estudio hasta que
pueda conversar en el idioma nativo.
Algunas veces la forma en que la iglesia lleva a cabo sus actividades puede parecer
extraña. Tal vez no esté acostumbrado a cultos que duran dos o tres horas, o a sermones
que duran más de una hora.
Cuando llegué a África, con mis veintinueve años cumplidos, nunca antes había
asistido a un culto mortuorio, y no esperaba tenerlo que hacer a menos que falleciera un
familiar o un amigo. Ahora entraba a formar parte de una sociedad que le daba una gran
importancia al entierro de los difuntos.
Los velatorios, que duraban toda la noche y en los que un gran número de personas
visitaba el hogar para darle el pésame a los deudos, ocupaban mucho tiempo y resultaban
muy costosos, ya que todo el mundo esperaba que se le diera de comer. Cada día, antes y
después del funeral, la casa del fallecido se llenaba de visitas. Algunas veces conversaban
y otras no decían nada. Había que exponer el cuerpo, no sin antes haberlo sometido a un
costoso proceso de preparación. Los familiares regresaban en avión de sus compromisos
en el extranjero, con el gasto que esto representaba, sólo para estar presentes en el
funeral.
Se pensaba que resultaban esenciales unos ataúdes muy caros para mostrarle el
debido respeto al finado, con lo que a menudo a la familia le quedaba una gran deuda que
luego debía pagar. El culto mortuorio en sí estaba repleto de tópicos, algunas veces falsos
y otras extremadamente exagerados. En ocasiones, las actividades que seguían al funeral
incluían intentos de establecer contacto con los espíritus de los muertos, aunque los
cristianos locales no participaban en esto.
Al principio encontré más bien pocas cosas de valor en estas costumbres caras y que
consumían tanto tiempo, pero gradualmente comencé a apreciar al menos algunas de
ellas. Una visita a la casa y la asistencia al funeral eran expresiones de una afectuosa
preocupación hacia los deudos y de respeto hacia el difunto. Lo opuesto sería considerado
como un insulto tanto para la familia del fallecido como para este último. De ahí que cada
una de estas costumbres fuera una forma aceptada de expresar amor y cuidado en el
contexto de esa sociedad y dentro de la vida de la iglesia, así que si yo quería ser
considerado un cristiano amable, comprensivo e interesado en los demás, también
tendría que tomar parte en ellas.
Si algunos de los deudos eran cristianos comprometidos, había sobradas
oportunidades para dar un testimonio cristiano positivo a los visitantes que acudían al
hogar. Hay muchas personas en África que han encontrado a Cristo mediante eventos
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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como ese. Así que no se precipite en menospreciar las costumbres de la iglesia local. Con
el tiempo verá sus virtudes, las cuales le ayudarán a establecer relaciones más
significativas con la iglesia local.
cualquier tipo de servicio y esté dispuesto a someterse a su autoridad. Quizás sea esto
último lo que el extranjero encuentra más difícil en un país en desarrollo hasta que ese
complejo de superioridad ha sido crucificado. Debemos darnos cuenta de que por el
simple hecho de que el estilo de liderazgo de alguien sea diferente, eso no lo convierte
necesariamente en inferior.
Suele haber gran variedad de líderes de iglesia que cuentan con capacidades muy
distintas entre sí. Algunos son humildes, hombres de Dios maduros cuya autoridad es fácil
de aceptar; con otros es posible que se haga difícil trabajar a sus órdenes. Algunos puede
que estén muy organizados, mientras que otros tal vez tengan poca capacidad de
organización. Esto puede resultar frustrante, pero el occidental, acostumbrado a trabajar
en función de un horario, puede aprender mucho de aquellos que se concentran en las
personas. Algunos dirigentes tienen una educación superior y otros no, y el occidental
debe darse cuenta de que la sabiduría no sólo se adquiere mediante una educación
formal. Algunos líderes son ricos, pero muchos son pobres; es posible que su diezmo
exceda el total de las ofrendas de la congregación, en cuyo caso puede ser prudente no
darlo todo a una sola causa.
Cualquiera que sea el tipo de liderazgo que se encuentre en la iglesia local, apóyelo
tanto como pueda. Será entonces cuando desarrollará algunas buenas relaciones y hasta
puede que le encarguen algunas responsabilidades especiales. Pero no permita que le
inunden con responsabilidades que otra persona podría asumir si se le animara a hacerlo.
Si tiene algún problema con los dirigentes de la iglesia sería bueno pedirle consejo
primeramente a algún cristiano local maduro con quien haya desarrollado una relación de
amistad y confianza, en lugar de ir directamente a la persona en cuestión. Siempre es
aconsejable disponer de algún amigo íntimo en la iglesia local con el que poder compartir
las cosas y orar por los problemas que puedan surgir; una amistad así puede llegar a tener
un valor incalculable.
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ME SUCEDIÓ
EN NAVIDAD
Sheena Lane
Mi peor ataque de choque cultural tuvo lugar hace unos dos años. Había cometido el
error de volver a casa durante las vacaciones de Navidad. Llegué a Escocia el diecisiete de
diciembre, después de haber dejado el desierto y la gente de la tribu tan sólo veinticuatro
horas antes. Traje conmigo todo tipo de regalos para la gente, pero cuando fui a ver las
tiendas de Escocia todos mis regalos parecían baratos, feos y defectuosos, y sentí que no
podía dárselos a nadie. Fue una Navidad difíciltan distinta de la del año anterior en
Paquistán, cuando Cristo era el centro de todo. En la sociedad escocesa Cristo no aparecía
por ninguna parte. Para colmo de males, cuando regresé a Paquistán cinco semanas más
tarde me fui al otro extremo y lo encontré todo rudimentario, sucio y ofensivo. Tardó un
tiempo en arreglarse esta circunstancia.
Ahora que estoy tratando de adaptarme a la cultura de mi país veo que no estoy al día
en mi profesión. Me esperaba cambios en la gente y en las relaciones, pero en el trabajo
se hace mucho más difícil. Durante los últimos siete años he estado tomando mis propias
decisiones, pero ahora estoy de vuelta en mi propio país y no se me permite que lo haga;
todo tiene que estar por escrito y duplicado por si alguien se querella contra ti. La
tecnología ha mejorado o cambiado tremendamente y no me he mantenido al día en
cuestiones como los ordenadores, los aparatos y las modernas técnicas hospitalarias. Pero
hubiera sido imposible hacerlo con tantos cambios y teniendo que hacerle frente a las
presiones y tensiones de mi trabajo en el extranjero.
Otra de las dificultades que tuve al regresar fue encontrar a alguien con quien hablar
sobre la situación en el extranjero – alguien que pudiera entenderme. Aprecié muchísimo
mi pequeña estancia en Care for Mission y ahora me doy cuenta de que tendría que haber
pasado allí más tiempo para relajarme y compartir mis cosas con oyentes comprensivos.
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Este capítulo está basado en un artículo escrito por un dirigente cristiano de África y
completado con material proporcionado por otro africano y un sudamericano.
Hubo un tiempo en el que estaba convencido de que cada norteamericano llevaba una
pistola; era una conclusión que había sacado de la televisión. Así que cuando fui a estudiar
a los EE.UU. les pedí a mis compañeros de estudios que me enseñaran sus pistolas. Me
sorprendió mucho descubrir que no tenían ninguna. ¡A partir de ese momento me sentí
más relajado en mi relación con ellos!
Tanto si nos damos cuenta enseguida como si no, lo cierto es que basamos nuestra
relación con la gente de otras culturas en los estereotipos. Esos estereotipos se van
formando a partir de lo que leemos en los libros, de lo que nos cuentan otras personas y
de lo que vemos en películas y fotografías. Puede muy bien ser que nos presenten una
imagen distorsionada. Así que cuando visite mi país, por favor no parta de las ideas
preconcebidas. Cuanto más abierto sea, más fácil le resultará desaprender lo aprendido y
volver a aprender.
Basándome en mi amplia experiencia recibiendo y trabajando con extranjeros en mi
país, le ofrezco los siguientes consejos. Cuanto más en serio se lo tome, mejor recibido
será y más valiosas resultarán sus habilidades.
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Algunas de las cosas que hacemos pueden parecerle extrañas –¡pero no son extrañas
para nosotros! Hay muchas cosas que necesita aprender, y que no puede aprender desde
la distancia; debe venir y vivir entre nosotros. Recuerde también que todavía le vemos
como un extranjero. Usted es siempre un embajador de su gente, país e iglesia.
La cultura en un país en desarrollo puede estar mezclada. Generalmente la cultura
europea parece estar más desarrollada tecnológicamente y educativamente que la de
cualquier país del Tercer Mundo. No obstante, en la mayoría de los países en desarrollo
habrá grupos de personas que viven de una manera cultural y educativamente superior a
la de algunos europeos. En la iglesia, encontrará algunos cristianos más maduros que los
que dejó atrás. Esto me lleva al tercero de mis consejos.
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Lo que se pone para vestir
Quizás tenga ganas de ponerse solamente aquello que le hace sentirse cómodo en un
clima cálido. ¡Pero aquí puede resultar ofensivo! Nosotros creemos que la manera en que
se viste dice mucho sobre usted. Debe llevar suficiente ropa para mantener su cuerpo
adecuadamente cubierto y mantener nuestro respeto y aceptación.
Y la cosa sigue así, pero al final se queda ¡y come mucho más que dos cucharadas!. Tal
vez usted piense que no le estaba diciendo la verdad, pero en mi país si uno dice ‘sí” a la
primera se considera que es codicioso, especialmente si visita inesperadamente la casa de
otra persona. Y si usted pregunta una sola vez parecerá egoísta y la gente pensará que
sólo les está probando porque realmente no desea que prueben su comida. Pequeñas
cosas como estas pueden crear graves malentendidos y malas relaciones.
No importa a cuántos cursos de orientación haya asistido; siempre habrá situaciones
en las que debe buscar consejo. Nunca tenga miedo de preguntar cuando tenga alguna
duda.
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Lo que esperamos de usted
• Prejuicios tales como esperar que le asignen ciertos trabajos simplemente porque
usted es el misionero, aun en el caso de que no tenga capacidad para
desempeñarlos o que haya nacionales preparados disponibles.
• La superioridad que se resiste a aceptar la ayuda pastoral de cristianos nacionales
maduros.
• El cuello de botella que se forma al darle toda la responsabilidad a los extranjeros.
• La inmadurez que da lugar al egoísmo y a la falta de sinceridad con uno mismo.
• La relación entre su dinero y sus deseos. En lugar de eso, respete por favor tanto
nuestra dignidad como nuestros deseos cuando dé cualquier dinero.
PARTE III:
Cómo mantener
el ritmo
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DEVOCIONALES
PARA LOS QUE
ASUMEN RIESGOS
Pauline Hoggarth
Pauline Hoggarth nació en Perú, donde sus padres trabajaban como misioneros de EUSA. Tras
finalizar su licenciatura en lingüística aplicada enseñó en el Reino Unido y después inició el trabajo de
Scripture Union en Bolivia, donde trabajó durante ocho años. Desde 1986 ha sido editora de las
publicaciones de lecturas bíblicas para adultos en inglés de Scripture Union.
“Nuestro Señor no dijo: ‘Yo he venido para que tengáis seguridad, y para que la
tengáis en abundancia’. Algunos de nosotros desde luego daríamos cualquier cosa
para sentirnos seguros, tanto en nuestra vida en este mundo como en la venidera,
pero no podemos tener ambas cosas: seguridad o vida. Debemos escoger.”
(GERALD VANN, TO HEAVEN WITH DIANA! pp. 51, 52).
Como seguidores de Jesús podemos vivir nuestra vida dentro de los límites de lo que
resulta seguro, familiar y confortable, o bien responder a las invitaciones de la Biblia a vivir
de forma arriesgada, agrandando las fronteras de nuestra fe, explorando nuevos
territorios en compañía de Dios. “Escogeos hoy a quién sirváis…”; “Sígueme…”; “Tomad
vuestra cruz…”; “Predicad la buena nueva a toda la creación…”; “No os conforméis a este
mundo…”, “Amaos los unos a los otros…”. Todas estas son invitaciones a vivir la vida
profusamente insegura que Dios nos ofrece. Y no es necesario ir al extranjero como
misionero para vivir con riesgo en este sentido. De hecho, si no hemos comenzado a
explorar las posibilidades de la vida aquí y ahora, en el sentido al que se refirió Jesús,
probablemente no deberíamos pensar en marcharnos al extranjero. No podemos
comenzar a amar y a servir a nuestro prójimo y estar abiertos a aprender de él
atravesando las barreras del idioma y la cultura hasta que no hayamos aprendido a cruzar
algunas de las barreras que existen aquí. No deberíamos necesitar dejar nuestro pedacito
de hogar para involucrarnos en lo que Pablo llamó el “ministerio de la reconciliación” (2ª
Corintios 5:18).
Nuestra disposición y capacidad para vivir arriesgadamente dependen de la calidad de
nuestra relación con Dios –de la naturaleza de nuestra espiritualidad–. No podemos darle
a los demás más de lo que estamos recibiendo de Dios: si intentamos hacerlo, nuestro
ministerio se convertirá muy pronto en algo vacío e irreal.
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1989).
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¿Qué clase de relación con Dios nos dará la libertad de convertirnos en personas que
podamos estar “atribulados en todo, pero no angustiados; perplejos, pero no
desesperados… abatidos, pero no destruidos”?
Así es como se describe Pablo a sí mismo en 2ª Corintios, una carta que habla toda ella
de la experiencia de vivir de forma arriesgada para Dios. Al estudiar esta carta en su libro
A Spirituality of the Road (Espiritualidad del Camino), David Bosch describe tres tipos
diferentes de espiritualidad:
1) Define la espiritualidad tipo “Progreso del Peregrino” en función del tiempo que
pasamos separados del bullicio del mundo y de sus exigencias. Es una
espiritualidad de retiro, por así decirlo, de recargar las pilas espirituales para poder
salir al mundo a amar y a servir a nuestro prójimo. “Tantos minutos de ejercicio
espiritual me permitirán recorrer tanta distancia al día siguiente” (op. cit. p. 11).
Puede que este sea el modelo con el que muchos de nosotros nos hemos criado –
un espacio tiempo dedicado a lo espiritual al principio del día (o quizás al final) que
no parece tener mucho que ver con lo que ocurre el resto de las veinticuatro
horas.
2) La espiritualidad tipo “Jonás” no nos saca del mundo, sino que nos arroja en medio
de su trasiego. Estamos tan preocupados por amar a nuestro prójimo y lanzarnos a
servir a los demás que nuestra relación vertical con Dios de alguna manera se ve
exprimida. Nos convertimos en activistas ansiosos y pronto nos quemamos porque
no estamos dependiendo de los recursos de Dios.
3) El tercer modelo de nuestra espiritualidad mantiene juntos nuestra dependencia
de Dios y nuestro llamamiento a implicarnos en el mundo y amar y servir a los
demás. Nuestro modelo se encuentra en la cruz. “La cruz es, en un sentido, un
signo de identificación total con el mundo. Jesús nunca fue más del mundo que
cuando estaba sobre la cruz. En otro sentido es un signo de separación radical del
mundo. Jesús nunca estuvo más enfrentado con el mundo con mayor claridad que
aquí. La espiritualidad consiste en estas dos cosas al mismo tiempo.” (op. cit. pp.
15, 16).
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1989).
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Este tipo de relación con Dios nos protegerá de los dos peligros de la vida misionera: el
peligro de volvernos descuidados y perezosos y de dejar de tener un sentido de dirección
y propósito, y el peligro de convertirnos en personas que son conducidas, que son
hiperactivas e intentan probarse a sí mismas por la cantidad de trabajo que hacen. En
lugar de eso estaremos “viviendo en la suave tensión entre darnos a nosotros mismos en
una total rendición a nuestro prójimo y, al mismo tiempo, disfrutar de la paz del Señor. El
Jesús que dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame’ (Mateo 16:24) fue el mismo que dijo: ‘Venid a mí, todos los que estáis fatigados y
cargados, y yo os haré descansar’ (Mateo 11:28). De nuevo nos encontramos con ese
“doble movimiento” simultáneo: ir al mundo y salir del mundo.” (op. cit. p. 23).
¿Y CÓMO LO HACEMOS?
¿Cómo podemos asegurarnos que nuestra relación con Dios y nuestra relación con el
mundo (los valores, la toma de decisiones, el trabajo, las amistades, el compartir nuestra
fe, el servicio, el ocio, las actividades de la iglesia, el uso del dinero, la actitud y la actividad
política, la lectura, etc.) se mantienen cerca el uno del otro en ese “doble movimiento”?
En primer lugar necesitamos contemplar con sinceridad el estado de nuestra
espiritualidad ahora. Puede que tengamos que estar abiertos a los cambios; quizás
estamos encerrados en algún sistema que aprendimos hace mucho tiempo, cuando
éramos nuevos creyentes o niños. La idea de un cambio en nuestra relación con Dios
puede parecernos amenazadora, o incluso puede darse el caso de que nos sintamos
culpables al respecto. Todo esto forma parte del dolor y el gozo del crecimiento espiritual.
Reconocemos que al hacernos mayores cambiamos, nos desarrollamos y tenemos
diferentes necesidades. Pero algunas veces nuestra espiritualidad permanece estática y
rígida; no crece con nosotros. Diferentes personalidades se acercan a Dios de maneras
distintas, y necesitamos sentirnos libres de explorar nuestro propio modo, aprendiendo de
otros pero no sintiéndonos culpables si no encajamos exactamente en su enfoque. “Todos
los indicadores apuntan hacia una relación estrecha entre nuestro temperamento innato y
el tipo de oración que mejor se adapta a nuestras necesidades. Los introvertidos
preferirán un tipo de oración diferente de los extrovertidos (los términos utilizados son los
que emplean Myers–Briggs en el test de personalidad)… Los sentimentales oran de una
manera distinta a los sensoriales… Al ir creciendo en madurez y aprendiendo a hacer un
buen uso de todas nuestras capacidades para vivir y relacionarnos, nuestra vida de
oración debería enriquecerse. Si bien es posible que todavía prefiramos el tipo de oración
que se acopla a nuestro temperamento natural, deberíamos familiarizarnos con las otras
formas de oración que se han desarrollado a lo largo de los siglos.” (C.P. Michael y M. C.
Norrisey, Prayer and Temperament –La Oración y el Temperamento, p. 16).
Sea cual sea nuestro temperamento, hay algunas cosas concretas y prácticas que
pueden ayudar a que nuestro tiempo con Dios “crezca”.
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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Quizás haya tenido alguna mala experiencia con un enfoque muy rígido o legalista de
pasar tiempo con Dios orando y meditando en su Palabra. Esto puede hacerle sentirse
reacio a apartar un tiempo concreto del día. Quizá encuentre mucha más atractiva la idea
de orar mientras va haciendo las cosas ordinarias de la vida cotidiana. Pero sin apartar un
tiempo específico para centrar nuestra atención en Dios, nuestra oración “sobre la
marcha” será superficial y mecánica. Existen evidencias en los evangelios de que Jesús
tenía el hábito de pasar cada día un tiempo (generalmente temprano) con su Padre. “Si
tenemos suficiente fe como para darnos cuenta de nuestra necesidad de orar
regularmente y el coraje de perseverar, entonces estaremos abiertos a recibir un don muy
precioso de Dios: una condición de corazón y espíritu en la que la conciencia de la
presencia de Dios nunca está lejos de nuestro nivel de conciencia, así que regresaremos a
su presencia con frecuencia, de una manera natural y gozosa.” Esto es lo que dice Sheila
Cassidy en Prayer for Pilgrims (Oración para Peregrinos), un libro que recomiendo
especialmente.
Si la idea de comprometerse a tener un tiempo devocional diario le asusta y cree que
no podrá mantenerlo, intente proponerse un período razonable para cuando menos
probarlo (seis semanas es un tiempo realista). Cuéntele a alguien su compromiso y pídale
que ore regularmente con usted por ello. Encomiéndese a la gracia de Dios: es suficiente
para usted, en esto y en cualquier otra cosa.
Recuerdo
Esto significa simplemente revisar, generalmente al comienzo de nuestro tiempo con
Dios, lo acontecido en las últimas veinticuatro horas y mirar hacia delante, en la medida
de lo posible, a lo que nos puedan deparar las veinticuatro horas siguientes. Nos será de
ayuda tomar algunas notas y apuntar nuestros sentimientos acerca de estos
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1989).
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acontecimientos: ¿Los tememos? ¿Esperamos que vengan pronto? ¿No sabemos cómo
reaccionar ante ellos? ¿Disfrutamos con ellos? ¿Cómo vimos la acción de Dios a través de
ellos? ¿Dimos algún paso mayor de fe en ese momento? Al meditar sobre la Palabra de
Dios (cualquiera que sea el sistema de lectura bíblica que utilicemos) podemos confrontar
estos eventos a ella y esperar que Dios nos ayude a verlos bajo una nueva luz, nos dé una
perspectiva inesperada y nos ayuda a evaluarlos a su manera.
Intimidad
Cuando Jesús dijo: “Permaneced en mí, y yo en vosotros” (Juan 15:4), estaba
pensando en cercanía, en intimidad entre él y nosotros (Henri Nouwen, In the House of
the Lord –En la Casa del Señor, p. 8–). Como seres humanos anhelamos la intimidad, y sin
embargo también la tememos. Nos duele conocer y ser conocidos con profundidad por
otra persona. Pero el proceso de abrirnos, de convertirnos en vulnerables, de
descubrirnos ante otra persona, de estar dispuestos a escuchar al otro, nos atemoriza.
Algunas veces no estamos dispuestos a correr ese riesgo, de modo que nuestras
relaciones se mantienen a un nivel superficial, a menudo profundamente insatisfactorio.
Algunas veces nos arriesgamos y experimentamos el gustazo de comprender mejor al
otro, de ser escuchados, aceptados y amados.
En nuestra vida de oración con Dios este proceso de intimidad frecuentemente se
acorta. Se nos ha enseñado que Dios lo sabe todo y lo ve todo. Así que no nos
preocupamos por expresar en palabras nuestros temores, deseos, sentimientos, gozo,
soledad, gratitud. O bien, como ocurre en una relación humana, sentimos miedo a
abrirnos o que no estamos preparados para hacer ese esfuerzo. Piensa en la relación más
importante e íntima que tenga. Imagínese si toda la comunicación que se da es esa
relación se redujera a gruñidos y asentimientos con la cabeza, a listas de la compra, síes y
noes. Compare su vida de oración con esto. Si su oración es tan pobre como esto puede
que necesite hacer algo al respecto.
La oración íntima puede ser una oración “sobre la marcha”. Al igual que aquellos
momentos que apartamos para concentrarnos especialmente en Dios, podemos recordar
los acontecimientos de nuestra vida y hablar en la intimidad con el Señor sobre ellos
mientras estamos en el autobús, yendo al trabajo en bicicleta, planchando, cambiando
una rueda o bañando al bebé. Si deliberadamente volvemos nuestra mente y corazón a
Dios la intimidad con él se convertirá más y más en una parte de nuestra vida
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y comenzaremos a darnos cuenta de que los antiguos “compartimentos” ya no existen,
que nuestras vidas son más de una sola pieza y que inconscientemente estamos
manteniendo unidas nuestra relación con Dios y la relación con nuestro mundo.
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una tremenda ayuda escribir sus sentimientos. En otros momentos le animará echar la
vista atrás y comprobar la actuación de Dios en su vida. Y además disfrutará de la
creatividad de la escritura.
7. La mayoría de personas encuentra muy útil regresar al mismo lugar para pasar tiempo
con Dios: la familiaridad nos ayuda a instalarnos en la presencia de Dios. En algunos
países podrá salir fuera. Tal vez encuentra que su lugar es el cuarto de baño o el coche
(¡aparcado fuera de la carretera!).
8. Vale la pena pensar en su postura cuando lee y ora. Practique conscientemente la
relajación de los músculos de su cuerpo y de la cara. Encuentra una postura que le
ayuda a estar despierto y relajado en la presencia de Dios. Siéntase con la libertad de
manifestar los estados de ánimo su oración con diferentes gestos (por ejemplo, al
interceder por alguien podrían levantar sus manos a Dios mientras lleva a esas
personas ante su presencia. Si está enfadado cierre sus puños. Exprese el gozo y la
adoración a Dios de la manera en que se sienta más cómodo.
Por encima de todo, al examinar con sinceridad su tiempo devocional con Dios y la
calidad de su espiritualidad, anímese. Dios le ama y le acepta. Jesús murió por usted e
intercede por usted delante de Dios. El Espíritu Santo ora por usted cuando le faltan las
palabras. El llamado de Dios para servirle en el extranjero, tanto si es por un plazo breve
como largo, le ofrece una nueva oportunidad de meditar sobre su espiritualidad y de
aceptar la necesidad de crecer y cambiar. Tome esa oportunidad con ambas manos.
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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• Roger Pooley y Philip Seldon (eds.), The Lord of the Journey, Collins, 1986
• Steve Turner, Up to Date: Poems 1968–82, Hodder and Stoughton, 1983.
• Gerald Vann, To Heaven with Diana!, Collins, 1960.
11
CÓMO FORJAR
BUENAS RELACIONES
Marjory Foyle
Marjory Foyle fue galardonada con el Stanley Jones Award por los servicios médicos prestados
en India. Ha trabajado en la India, Paquistán y Bangladesh como doctora misionera y como directora
del Centro Psiquiátrico de Nur Manzil. Actualmente está ejerciendo como consultora de psiquiatría de
muchas misiones y trabaja en el Missionary and Volunteer Health Service del Mildmay Mission
Hospital de Londres, además de continuar con su ministerio itinerante por todo el mundo.
Los obreros cristianos en el extranjero se quejan a menudo de que las fuerzas que
gastan intentando llevarse bien los unos con los otros reducen la energía disponible para
realizar el trabajo que vinieron a hacer. Detrás de esta queja se esconde la ingenua
expectativa de que los cristianos deberían vivir juntos en constante armonía. Sin embargo
los discípulos se pelearon incluso cuando Jesús estaba físicamente con ellos. Por ejemplo,
Santiago y Juan levantaron las iras de los demás con su búsqueda de un estatus para sí
mismos y todos comenzaron a discutir acerca de quién sería el mayor en el reino venidero.
¡Así que no sorprende en absoluto que los cristianos de hoy en día se peleen de vez en
cuando! No obstante, lo importante no es tanto que se peleen, sino qué hacen para
resolver sus disputas y qué aprenden de esa experiencia.
Existen muchas razones por las que se producen malas relaciones entre personas que
trabajan juntas. Tras muchos enfados está el hecho de que cada uno es diferente. Esto
puede hacer que algunas personas se sientan amenazadas, y es que nos gusta etiquetar a
las personas de forma bien diferenciada. Cuando no encajan en la categoría esperada, se
despierta nuestra ansiedad, nos ponemos a la defensiva y el grupo se divide.
Está también el problema de los estereotipos, de nuestras ideas preconcebidas sobre
las personas que están basadas generalmente sobre el aprendizaje durante la niñez. Por
ejemplo, la mayoría de nosotros espera que los tejanos sean fanfarrones, los escoceses
agarrados, los ingleses un poco snobs y los franceses elegantes. Incluso antes de
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encontrarnos con alguien, en nuestra mente se forma el estereotipo mental y levantamos
defensas contra ellos. Cuando llegamos a encontrarnos de verdad con la gente en
cuestión puede que no se parezcan en absoluto al estereotipo, lo cual nos confunde más y
hace que nos pongamos más a la defensiva, y todo porque no los podemos ubicar en el
lugar que creemos deberían ocupar.
En el trabajo en el extranjero existen cinco causas básicas por las que se producen
problemas en las relaciones interpersonales. La mayoría de ellas están basadas en las
diferencias individuales o de grupo.
CAUSAS FÍSICAS
El Dr. C. B. Dobson señala en su libro Stress, The Hidden Adversary (El Estrés, el
adversario oculto) que las diferencias físicas son responsables de algunas de las
variaciones en nuestro comportamiento.
Algunas personas funcionan mejor por las mañanas y otras por las tardes. La gente
nerviosa tiende a estar más ansiosa el día después del día libre semanal y a encontrarse
mejor hacia el fin de semana. A las personas que confían en sí mismas les ocurre a la
inversa. Esta es la razón por la que las reuniones de personal al principios o finales de
semana algunas veces pueden resultar difíciles –es mejor tenerlas a media semana,
¡cuando ambos grupos se encuentran más o menos a la mitad de su mejor momento!
Estas diferencias pueden crear tensiones en el matrimonio. Si la esposa es una persona
de mañanas, bajará a desayunar aseada y preparada, vestida y, posiblemente, maquillada.
Puede que su marido sea una persona de tardes, así que viene a desayunar arrastrando
los pies y malhumorado. No soporta la alegría de su mujer, del mismo modo que ella no
aguanta su apariencia desaliñada. A menos que comprendan el origen de sus diferencias
pueden terminar discutiendo amargamente.
También ocurre que todos trabajamos a diferentes velocidades. Algunos son rápidos y
otros lentos. Pueden surgir dificultades si los rápidos llevan a las personas lentas al
agotamiento, o si los lentos frenan a sus colegas más rápidos hasta llegar a frustrarlos al
máximo. Desde luego, las diferencias físicas nunca deberían convertirse en una excusa
para un comportamiento inaceptablemente descuidado o negligente, pero comprenderlas
puede ayudarnos a organizar nuestro trabajo y a ser tolerantes unos con otros. Quienes
trabajan mejor por las tardes deberían planificar el trabajo más sencillo y rutinario para las
mañanas, dentro de lo posible. Se pueden arreglar las cosas para repartir el trabajo a
través de la semana. Tanto la gente lenta como la rápida necesita entablar un diálogo
sobre sus respectivos ritmos de trabajo para que cada uno pueda sentirse libre para decir
“No me frenes” o “No me empujes”. Sin embargo, bajo ningún concepto deberíamos
utilizar las diferencias físicas como excusa para un trabajo mal hecho o para la incapacidad
afrontar las emergencias. ¡Esta es una de las razones por las que Dios les da a sus hijos una
fuerza suplementaria!
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Las fricciones que se producen entre los obreros antiguos y los nuevos son altamente
perjudiciales para las relaciones interpersonales. Son varios los factores que entran en
juego.
PROBLEMAS ADMINISTRATIVOS
Durante mi experiencia aconsejando a obreros cristianos que trabajan en el extranjero
he descubierto una relación directa entre sus ansiedades y la estructura administrativa de
las organizaciones que les han enviado. Si la organización tiene una constitución reciente
que se revisa regularmente, se puede reducir la ansiedad del personal. Las políticas que
cubren los más pequeños detalles de la vida de los expatriados ayudan a evitar las
frustraciones que surgen si las pequeñas solicitudes tienen que enviarse para que el
comité pertinente tome una decisión personal, lo cual hace perder el tiempo a todo el
mundo. ¡Es mucho más fácil contar con un reglamento escrito y con algunas cláusulas de
escape en caso de emergencia!
También es importante mantener los canales de comunicación y de toma de
decisiones fluidos. Los obreros que saben que serán consultados sobre las cosas que les
afecten a ellos y que son informados regularmente sobre lo que está sucediendo se
sienten mucho más seguros.
Al propio tiempo, aquellos que trabajan en el extranjero deberían recordar que los
administradores también pueden tener problemas. Con demasiada frecuencia los
administradores se convierten en blanco de otras preocupaciones que en realidad no
tienen nada que ver con ellos. Ellos también necesitan ser respetados y queridos.
Necesitan tener a alguien con quien hablar, y merece la pena organizar alguna conferencia
periódica para administradores.
ROCES CULTURALES
Nuestras relaciones los unos con los otros pueden volverse tensas simplemente
porque venimos de trasfondos culturales distintos. Las creencias y los hábitos culturales se
adquieren normalmente durante la niñez, así que cuando nos enfrentamos a unos
modelos de comportamiento totalmente diferentes nos sentimos atacados en una parte
muy arraigada de nuestra constitución. Por ejemplo, algunos escandinavos piensan que
está mal mandar a los niños al colegio antes de cumplir los siete u ocho años, mientras
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1989).
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que en otros países empiezan a ir a la escuela a los tres años. Esta diferencia puede
convertirse en la manzana de la discordia. Cada persona defiende su propia manera de
hacer las cosas como una forma de proteger su integridad nacional. Otras diferencias
parecidas surgen en temas de vestido, de modales, de formas de trabajar y de vida en el
hogar.
Las diferencias culturales entre extranjeros y nacionales del país anfitrión obviamente
pueden hacer que las relaciones sean tensas. Los extranjeros que residen demasiado
tiempo en el mismo lugar pueden impedir el desarrollo del liderazgo local, cosa que
evidentemente crea un cierto resentimiento. Pueden ser motivo de ofensa a las
costumbres locales por pura ignorancia, y aunque generalmente los nacionales
comprenden y perdonan, los que no trabajan en contacto tan estrecho con los extranjeros
pueden llegar a cortar las relaciones con ellos. En algunos países las exigencias familiares
inciden en los patrones laborales. Los extranjeros, que tienen un sentido tribal muy poco
desarrollado, puede que encuentren esto incomprensible e irritante.
La única manera de afrontar todo esto es aprender las costumbres locales tan rápido
como sea posible, y después permanecer en la humilde posición de “tener que aprender”
durante toda la carera en el extranjero. El buen humor ante los errores, el estar dispuesto
a pedir perdón y una libertad cada vez mayor para comunicarnos y relacionarnos los unos
con los otros pueden traer como resultado unas relaciones de amistad maravillosas con
colegas nacionales locales.
Los extranjeros procedentes de distintos países de origen también pueden
experimentar problemas de relación. El idioma puede crear algunos malentendidos
importantes. Aun si el inglés es la lengua materna, no todo el mundo habla el mismo tipo
de inglés. Por ejemplo, un británico y un norteamericano pueden llegar a no entenderse el
uno con el otro, a pesar de comunicarse ambos en inglés. En caso de que el inglés sea la
lengua habitual de comunicación pero sea la segunda lengua para algunos de los
extranjeros del equipo, el problema puede ser incluso peor.
Las costumbres sociales también difieren. Para algunos puede que el día de Navidad
sea una festividad importante. Para otros quizás lo sea la Nochebuena. Se puede ofender
gravemente cuando no se comprenden los diferentes modelos de formación profesional
de cada cual y el significado de las letras que se añaden tras el nombre de las personas. La
disparidad económica puede crear algún conflicto o alguna situación embarazosa,
especialmente cuando los hijos de los miembros del equipo tienen posesiones y estilos de
vida enormemente distintos.
Uno de los mayores peligros al que se enfrentan los extranjeros, y que puede
desembocar en una enfermedad mental o en trastornos en el seno del grupo, es la
formación de una subcultura. En zonas aisladas en las que los extranjeros viven y trabajan
juntos como una comunidad separada, las tensiones dentro del grupo pueden traer como
consecuencia que éste se separe del mundo exterior. La gente se concentra en exceso en
el problema interno y los niveles de estrés y tensión se elevan aún más. Al intentar hacerle
frente a este tipo de conflicto se desarrolla una subcultura en la que ciertas maneras de
reaccionar, de comportarse y de expresar la fe cristiana se convierten en norma. La
conformidad con esta norma hace que los individuos sean aceptables, mientras que la no–
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1989).
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conformidad conduce a acusaciones de falta de espiritualidad. El resultado final puede ser
una epidemia de ansiedad, de pánico, de temor a la opinión de otras personas, de
depresión y de una creciente incapacidad para afrontar las cosas. Al igual que ocurre con
una epidemia física, los síntomas son infecciosos y la salud mental de algunos miembros
de la subcultura puede verse afectada negativamente.
Hay dos cosas que le ayudarán a evitar este peligro. La primera es mantener un sano
equilibrio entre el grupo de extranjeros (si es que debe existir en absoluto) y el mundo
exterior mediante el contacto social diario y la integración personal. La segunda consiste
en cuidar de cada aspecto de su personalidad. Tomarse unas vacaciones lejos del trabajo,
mantener un interés en el mundo en su conjunto, leer y seguir adelante con sus aficiones,
además de mantener siempre frescos su conocimiento profesional y su vida espiritual, le
ayudará a disminuir el peligro de la subcultura. Tenga cuidado de no estar preocupado
durante demasiado tiempo. Todos los cristianos se sienten cargados periódicamente por
alguna necesidad especial, pero ese no es un estado mental permanente. La preocupación
generalmente da paso a otros intereses más amplios. Si no es así, sería aconsejable que
visitase a un médico, o al menos que se tomara unas cortas vacaciones lejos del ambiente
de trabajo.
CONFLICTOS DE PERSONALIDAD
Con frecuencia podemos tener problemas para llevarnos bien con la gente porque
tenemos diferentes personalidades y nos encontramos en distintos estadios de madurez.
¡Existen muchas y complicadas clasificaciones de tipos de personalidad y yo no pretendo
utilizar ninguna de ellas! Habitualmente tenemos problemas con la personalidad de otras
personas porque son o bien demasiado parecidas o bien demasiado diferentes de la
nuestra. Por ejemplo, dos personas obsesivas a las que les gusta el orden y la pulcritud,
hasta el punto de llegar a sentirse excesivamente ansiosas si las cosas están patas arriba,
puede que sean completamente incapaces de llevarse bien. De hecho, no hacen más que
empeorarse mutuamente. Del mismo modo, dos personas de naturaleza histriónica
difícilmente pueden trabajar juntas. Un arrebato espectacular de una de ellas a menudo
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conducirá a la otra a una respuesta similar. Sin embargo, mezcle al obsesivo con el
histriónico y la combinación puede resultar bastante buena.
La principal dificultad en el extranjero es que las personas puede que tengan que verse
demasiado unas a otras. Simplemente no hay ningún lugar donde escapar los unos de los
otros durante un rato. En circunstancias así resulta de gran ayuda recordar que el otro es
el otro y que usted es usted. Ambos tienen derecho a tener su propia personalidad, pero
también el deber de intentar frenar su acción abrasiva sobre los demás. Si se hace
imposible vivir y trabajar juntos, entonces es mejor separarse y trabajar con otros.
Esto es justamente lo que hicieron Pablo y Bernabé después de que Juan Marcos
hubiera derrumbado bajo la presión del trabajo. Bernabé decidió que como tío de Juan
Marcos su deber era quedarse con su sobrino, pero Pablo se negó a llevar consigo al
joven. Cuando se separaron, el Señor envió a Silas para que fuera el nuevo acompañante
de Pablo. Es alentador ver que después de dejar pasar un tiempo para que las cosas se
enfriaran y maduraran, Pablo y Juan Marcos hicieron las paces y se convirtieron de nuevo
en colegas.
Cuando empezamos a pensar sobre nuestro propio tipo de personalidad es muy fácil
sentir que Dios tiene sus favoritos. Parece haberle dado a otras personas una naturaleza
calmada, plácida y de trato fácil, mientras que quizás nosotros tenemos que luchar con
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