Preparados para Servir

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PREPARADOS

PARA
SERVIR

Una guía práctica


para el servicio cristiano en
el extranjero

Editorial CLIE
Galvani, 113
08224 TERRASSA (Barcelona)

PREPARADOS PARA SERVIR


Una guía práctica para el servicio cristiano en el extranjero

© Tear Fund para el texto, 1989


© Scripture Union para las ilustraciones, 1989

Publicado originalmente en inglés bajo el título Prepared to Serve. A practical guide to


Christian service overseas por Tear Fund y Scripture Union.

Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 1. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
© CLIE para esta edición en castellano, 2001

Reservados todos los derechos.


Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de Tear Fund (texto) o de
Scripture Union (ilustraciones), la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier
medio o procedimiento, comprendidas la reprografía y el tratamiento informático.
Excepto donde se indica expresamente lo contrario, todas las citas bíblicas de esta obra
han sido tomadas de la Versión Reina–Valera Actualizada, © Editorial Mundo Hispano,
1982, 1986, 1987 y 1989. Todos los derechos resevados.
El editor de este libro, Derek Williams, es escritor por cuenta propia, periodista y asesor
de medios de comunicación. Entre otras responsabilidades editoriales ha sido, durante
diferentes etapas, fundados de Third Way, editor de Today y editor consultor de Christian
Newsworld.

Diseño de Tony Cantale Graphics

Ilustraciones de Taffy Davies

Depósito Legal: B. 0.000–2001


ISBN 84–8267–187–1

Clasifíquese: 0510 IGLECRECIMIENTO – Misiones


C.T.C. 01–06–0510–10
Referencia: 22.43.06

Índice
Prefacio

Parte I – Piense antes de empezar


1. Los entresijos. El diario de un obrero de corta estancia. Ian Wallace
2. ¿Para qué están los cristianos? Peter Cotterell
3. Salvados para servir. Philip Hacking

Parte II – Qué esperar y cómo hacerle frente


4. ¿Por qué son distintas las culturas? David Burnett
Un cuaderno con las primeras impresiones. Richard Suffern
5. Cruzando el umbral. Ruth Batcherlo
Un tiempo para madurar. Eva Pettigrew
6. Cómo enfrentarse al “choque cultural”. David Burnett
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 2. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
El poder de la impotencia. Cathy Humphries
7. Cómo comprender a la iglesia nacional. Ken Okeke
Primeras impresiones–Tres veces. Ruth Nickerson
8. Cómo relacionarse con la iglesia nacional. Bill Roberts
Me sucedió en Navidad. Sheena Lane
9. Cómo nos ven los demás. Un cristiano nacional

Parte III – Cómo mantener el ritmo


10. Devocionales para los que asumen riesgos. Pauline Hoggarth
11. Cómo forjar buenas relaciones. Marjory Foyle
12. El matrimonio de acá para allá. Roy y Jan Stafford
13. Ser soltero y sentirse lleno. Ruth Fowke
14. Cómo cuidar de su salud. Verónica Moss
15. Cómo tratar la depresión. Marjory Foyle
16. El comportamiento cristiano en situaciones de crisis. Peter Cotterell
17. ¡Aprenda ese idioma! David Bendor–Samuel y John Hollman
18. Ayudando a otros a aprender. Ruth Batchelor
19. Cómo relacionarse con otras creencias. Bill Houston
20. Guerra espiritual. Ruth Giesner

Parte IV – Pensar otra vez en casa


21. Cómo presentar diapositivas e influir sobre la gente. Terry Gibson
22. Endulce su regreso a casa. Stuart Buchanan
El choque cultural a la inversa. Cathy Humphries
Viejo lugar, nuevo reto. Eva Pettigrew
¡Tómese unas vacaciones! Mike e Issie Carter
23. Mantenga encendido el fuego en el hogar. Jim Graham

Prefacio

La Biblia no se queda corta a la hora de aconsejar y orientar a aquellos cristianos que


sienten el llamado de Dios para servirle en la misión. En el Antiguo Testamento se hace un
énfasis especial sobre el llamamiento de Dios a las personas para que sean los mensajeros
especiales de Dios, generalmente ante el propio pueblo del Señor. En los evangelios
vemos como Jesús llama a la gente para que deje sus redes u otro tipo de trabajo y le siga
en un servicio costoso y sacrificado. Para muchos de ellos finalmente significó poner sus
vidas por amor a Jesucristo y a su reino.

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Pero en contraste con estos “llamados”, el Nuevo Testamento tiende a resaltar el
concepto de ser “enviado”. Al final del evangelio de Juan, Jesús dice: “Como me ha
enviado el Padre, así también yo os envío a vosotros” (Juan 20:21). En Hechos 1, Jesús les
dijo a sus discípulos que recibirían poder cuando viniese sobre ellos el Espíritu Santo y que
le serían testigos, primero en Jerusalén y después en Judea, Samaria y hasta lo último de
la tierra – en otras palabras, en casa y en el extranjero. No debían esperar a ser llamados,
sino simplemente seguir con la tarea de testificar de Jesucristo allí donde estuviesen.
Algunas personas sí reciben una llamada muy clara y subjetiva para ir a cierta zona y
asumir una determinada obra a favor de Jesucristo. Pero sospecho que la mayoría de las
personas solamente después de mucha oración, de mucho pensar y luchar, llegan a la
conclusión de que Dios quiere que se ofrezcan a sí mismas para una esfera determinada
de trabajo en un lugar concreto. El apóstol Pablo recibió algunas de estas llamadas.
¿Debemos esperar todos nosotros a tener una experiencia así antes de empezar a
movernos como testigos y embajadores de Jesucristo? El Nuevo Testamento sugiere lo
contrario. La designación de los siete diáconos en Hechos 6 y la misión exploratoria de
Bernabé entre las iglesias de Chipre, Cirene y Antioquía (Hechos 11) son sólo dos ejemplos
de este principio puesto en práctica en la iglesia primitiva. En Hechos 16, el equipo que
acompañaba a Pablo hasta Macedonia parece haber respondido de forma corporativa a la
visión de Pablo, en lugar de haber recibido cada uno de ellos un llamamiento personal.
Muchos de los que lean este libro habrán experimentado un sentido de llamado o
responderán al reto que presentan las necesidades del mundo. Espero y oro para que lo
encuentren una valiosa preparación para el servicio que van a prestar. Pero otros puede
que no se sientan llamados de una forma tan directa. ¿No se disponen a dedicarse al
servicio cristiano a tiempo completo? ¿Deben conformarse con seguir el segundo mejor
de los caminos? Desde luego que no. Todos los cristianos están llamados a ser testigos de
Jesucristo dondequiera que estén, tanto en casa como en el extranjero, y cuando quiera
que se presenten las oportunidades.
Lo que hoy se necesita con urgencia es que los cristianos sean testigos audaces y fieles
de Jesucristo, que estemos abiertos a los impulsos del Espíritu Santo y que, al mismo
tiempo, estemos dispuestos a ser retados por la iglesia a tomar nuevas responsabilidades,
a la manera del Nuevo Testamento. Fue mientras la iglesia adoraba, oraba y ayunaba que
Bernabé y Saulo fueron enviados desde Antioquía. Como comentó el canónigo Douglas
Webster en una ocasión, “la misión nace de la adoración”.
Que este libro ayude a aquellos que van –y a aquellos que se quedan– a entender
mejor tanto la motivación como las implicaciones de responder al llamamiento de Cristo
con el que se despidió de sus discípulos: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las
naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y
enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado” (Mateo 28:19, 20).
DAVID APPLIN
Director Internacional de Tear Fund

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PARTE I:

Piensa
antes de empezar

LOS ENTRESIJOS
EL DIARIO DE UN OBRERO
DE CORTA ESTANCIA
Ian Wallace

Ian Wallace estudió derecho en la universidad de Southampton antes de unirse al equipo de


personal del extranjero de Tear Fund. Trabajó con el programa ACROSS en Sudán y Kenia desde 1983
hasta 1985. A su regreso a Gran Bretaña trabajó en Swindon por espacio de tres años antes de
marcharse de nuevo al extranjero con Tear Fund para servir de coordinador de ayuda y desarrollo con
WEC Internacional en Guinea Bissau.

21 de enero – He llegado
No estoy realmente seguro de cómo esperaba que fuera este lugar. Desde luego es
distinto a todo lo que he experimentado anteriormente. También es diferente de las fotos
que había visto del Tercer Mundo –de alguna forma parecen despersonalizar a todo el
mundo y dar la impresión de que la gente tan sólo está aguardando morir–. Aquí hay vida
y la gente es real. No empecé a ver de golpe y porrazo escenas de terrible pobreza, como
pensé que ocurriría, aunque me asombró que incluso una ciudad de este tamaño
estuviera compuesta en su mayoría por chozas de adobe. ¡Hay tantas cosas nuevas e
interesantes! Incluso la espera de una hora en el aeropuerto, mientras alguien encontraba
un oficial de aduanas, no pareció tan mala, aunque sospecho que estas cosas podrían
convertirse en una fuente de frustración una vez que haya pasado el interés inicial.

24 de enero – Lentitud en la comida

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Ahora estoy empezando a acostumbrarme al calor –al principio no podía comprender
por qué me sentía con tan poca energía, pero es obvio que el calor tenía mucho que ver
con ello. No es un calor pesado, pero es como si alguien me apuntara con un secador de
pelo durante todo el día y toda la energía que tenía a la hora del desayuno se hubiera
evaporado.
Hablando del desayuno, podría mencionar mi confusión sobre los diferentes horarios
de comida que hay aquí. La primera mañana me levanté esperando que el desayuno
“tuviera lugar” antes de comenzar el trabajo –pero no es así, y evidentemente los demás
extranjeros están tan acostumbrados a tomar el desayuno después de trabajar durante
dos o tres horas que no se les ocurrió decírmelo.
Esta mañana he ido al mercado por primera vez –todo era ruido, color y movimiento.
Me pregunto si cuando termine mi estancia aquí encontraré Inglaterra un poco gris y
monótona. Probé fortuna con los trueques– no estoy seguro de si hice una buena compra,
pero todo el mundo se rió de mis titubeantes intentos por decir un precio más bajo.
Felizmente, es bastante fácil entender el dinero, aunque no tengo ni idea de cómo está al
cambio con la libra esterlina.

12 de febrero – Ansias de aventura


Cuando el mes pasado, antes de marcharme, hablé en Christ Church acerca de mis
motivos para irme al extranjero, seguramente habré parecido superespiritual. Estoy
seguro de que el amor y el deseo de ver que se hace justicia se encuentran entre mis
móviles, pero me doy cuenta de que muchos de los extranjeros están aquí porque les
gusta viajar, y yo no soy distinto de ellos. No es nada de lo que haya de avergonzarse. Al
contrario, parece que Dios ha utilizado mis ansias de aventura para dirigirme hasta aquí y
para entrenarme para el tipo de dificultades que tenga que afrontar. Estoy seguro que no
todo el mundo está preparado para este tipo de vida, no importa lo preocupado que esté
por las necesidades de los pobres. Sin embargo, mi interés en esta nueva cultura me ha
ayudado a sobrellevar la sensación de extrañeza de las tres últimas semanas. Tengo ganas
de mudarme a mi casa –aún no está terminada. No me importa estar con otros– ha sido
una buena manera de llegar a conocerles, pero me gustaría deshacer completamente la
maleta. Todavía estoy esperando que llegue el resto de mi equipaje desde Inglaterra.
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¡Estúpido de mí!, no se me ocurrió otra cosa que utilizar calcetines para llenar los huecos y
ahora casi no me quedan calcetines. Creo que no me sentiré realmente en casa hasta que
no tenga un lugar propio.

19 de febrero – Siento añoranza


Hoy he sentido mi primera punzada de añoranza. Escuchaba una de mis canciones
favoritas cuando mi mente se remontó a una tarde de mediados de enero que había
pasado paseando al perro por las colinas. ¡Parece que hace tanto tiempo de eso!
No pude darle muchas vueltas al asunto porque en ese momento llegó uno de los
jóvenes cristianos. Simplemente venía de visita. Pasamos unos quince minutos juntos muy
agradables, pero resultaba evidente que a mí me incomodaban los silencios más que a él.
Por primera vez he sentido la frustración de no saber realmente bien el idioma. En la
iglesia siempre hay alguien que traduce, pero aquí estaba solo y me di cuenta de lo
limitado que estaba. Debo proseguir y aprender el idioma –¿de qué otro modo si no podré
compartir realmente con la gente a la que he venido a servir?

3 de marzo – El peso de la pobreza


Hoy he podido adentrarme en la carga de pobreza con la que tiene que vivir la gente.
En la superficie no se observa su pobreza porque los africanos son joviales y siguen
adelante con la vida – esa es la razón por la que hasta ahora he estado ciego ante las
circunstancias con las que tienen que apechugar en sus vidas diarias. Fue Luarte quien me
abrió los ojos por primera vez y me hizo ver cómo es realmente su pobreza. Su esposa está
embarazada y se desplomó mientras transportaba agua desde el río. Ninguno de ellos
había comido desde hacía dos días porque preferían darle la comida que tuvieran a su hijo
de dos años. Parece que el precio del sorgo había subido en el mercado y eso había dejado
a mucha gente hambrienta. A la esposa de Luarte le habían diagnosticado una fuerte
anemia pero no hay recursos médicos para ayudarla. El niño nacerá el mes que viene –oro
para que tenga un feliz alumbramiento. Siento que mi trabajo ha adquirido un nuevo
significado– ¡Deseo tanto ayudar a gente como Luarte y su esposa! Pero ¿estoy haciendo
algún bien?

22 de marzo – Un lugar propio


Por fin me he mudado a mi casa e inmediatamente he intentado hornear el pan. La
vida en este lugar parece ser un cruce entre un campamento y lo que debió de haber sido
vivir en Inglaterra hace ochenta años. Nunca antes me había encontrado con gorgojos, y
ahora entiendo porqué es tan importante tamizar la harina. Desgraciadamente debo de
haber estropeado la levadura, ya que el resultado de mis esfuerzos se parece más a un
ladrillo que a una barra de pan. Se me ha acercado un muchacho sudanés ofreciéndose
para encargarse de las tareas domésticas –no sé si contratarle o no. Calculo que podría
valerme por mí mismo y además, pensar en tener un criado parece algo paternalista. No
obstante, no puedo negar que me siento extremadamente cansado y que aún no he

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empezada a lavar. ¡El chico parecía tan ilusionado con el trabajo! y yo sospecho que si no
me hago con sus servicios no encontrará trabajo. Tendré que pensármelo un poco más.

13 de abril – Dudas
¿Qué estoy haciendo aquí? Me siento como pez fuera del agua. Venimos de fuera con
grandes cabezas, pensando que tenemos todas las respuestas, pero no veo que esté
haciendo ningún bien en absoluto. Ni siquiera puedo hablar su lengua – a excepción de
unos sencillos saludos parece que el resto se resiste a venir. Y no sé que me pasó para
perder los nervios con Jacob. Algunas veces pienso que soy un caso perdido.

14 de abril – Soledad
Ayer fue un mal día. Creo que el cansancio fue parte del problema, pero en este
momento me encuentro decaído. Me muero por tener un buen amigo con quien poder
hablar –para compartir mis dudas y preocupaciones. Estoy seguro que Dios me quiere
aquí, pero estoy teniendo que aprender de una manera tan lenta y dolorosa que trabajar
con otros cristianos no siempre resulta un gozo. Todavía hay muchas cosas que tengo que
aprender sobre el trabajo en el extranjero. No tengo todas las respuestas a todos los
problemas –hasta ahí está más que claro. También me doy cuenta de que resulta fácil
hacer más mal que bien si se va demasiado deprisa. No existen soluciones sencillas al
problema de la pobreza, y requiere tiempo comprender cuál es realmente la raíz del
problema. No obstante estoy seguro de que animar a nuestros hermanos cristianos ante
las dificultades que tienen que afrontar y proveer los recursos para ayudarles a escapar de
las cadenas de la pobreza tiene su valor.
Jacob vino a verme a la hora del desayuno y hablamos largo y tendido sobre nuestras
familias. Creo que él podría ser un buen amigo.

29 de mayo – La gente antes que los proyectos


Hoy hemos escuchado una información que dice que el ejército se ha amotinado y la
gente ya está hablando de una guerra civil. Esto me ha hecho pensar en lo frágil que es
gran parte de nuestro trabajo. Un disparo de mortero podría destruir una clínica recién
construida. Sin embargo, en las últimas semanas he visto cambios en las vidas de uno o
dos de mis amigos. Eso es algo que los hombres no pueden destruir. Quizás sea esto lo
que Pablo quiso decir cuando comparó nuestro trabajo con el heno o la madera que se
quema, o bien con la piedra preciosa que resiste la prueba del fuego. Sin duda cuando
vuelva a casa la gente querrá saber acerca de los pozos que hemos perforado y los
edificios que hemos levantado, pero ahora me doy cuenta de que estas cosas no son el
aspecto más importante de nuestra obra.

7 de julio – El mendigo es mi prójimo


Me siento avergonzado de mí mismo. Digo que soy cristiano y sin embargo no fui
capaz de desprenderme siquiera de un mendrugo de pan para dárselo al mendigo que
llamó a la puerta de mi casa esta tarde. En aquel momento tenía un montón de excusas –
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era el último pedazo de pan que tenía y no había tiempo de hornear más. Ahora las
excusas me parecen muy endebles. El dinero que le di para una taza de té fue un insulto
para él y para mí fue, simplemente, la opción más sencilla – ¿dónde está el amor cristiano
en todo esto? Hay tantos mendigos que tengo miedo de que me conozcan como alguien
demasiado “blando”. También hay gente igualmente pobre que no mendiga. Señor, ¿qué
debo hacer?

15 de julio – Un regalo extravagante


Acabo de regresar de un fin de semana “en la aldea”. Me invitaron a unirme a un
pastor en la visita a una iglesia de refugiados y eso me ha dejado una honda impresión.
Justo antes de que nos marcháramos, uno de los refugiados desapareció
momentáneamente y cuando volvió me regaló un pollo. Este es un regalo extravagante
para alguien tan pobre, ¡y sin embargo me lo dio con tanto gozo y sin sentir vergüenza
alguna!. Inmediatamente me acordé del viejo mendigo al que despedí de mi puerta.
Siento que hoy he aprendido algo acerca del verdadero significado de la generosidad. La
próxima vez que el mendigo llame a mi puerta intentaré saludarle con más amabilidad.

2 de octubre – Delegación de responsabilidades


Hoy he tenido la oportunidad de ver como mi colaborador se enfrentaba él solo a un
problema. Él no sabía que yo estaba allí y simplemente se ocupó de la situación. Debo
confesar que me sorprendió ver lo bien que lo hizo. Siempre que ando por allí él tiene
mucho cuidado de dejarme a mí a cargo de todo, de modo que no tiene oportunidad de
demostrar su potencial. Ya está muy próximo el momento en el que necesitará más
espacio para “desplegar sus alas” y acumular experiencia en cargar con la responsabilidad
sin que yo esté presente. Debo estar preparado para seguir adelante pronto y dejar que él
lo haga. Me resultará difícil dejar a estas personas a las que he llegado a amar tanto, pero
es por su propio bien, y este es el factor primordial si de verdad voy a servirles a ellos.

10 de enero – Es difícil marcharse


Tengo un nudo en la garganta. Mi corazón está embargado por la emoción y estoy
intentando por todos los medios contener las lágrimas. Todavía puedo ver a mi amigo a
través de la ventanilla del avión y siento como si hubiera dejado allí algo de mí mismo. Los
últimos días han estado repletos de fiestas de despedida. Casi era demasiado para mí.
Todo el mundo lo pasaba bien, y sin embargo todos estaban tristes porque pronto iba a
separarnos una gran distancia. Me pregunto si alguna vez volveré a ver a estos amigos.
Sigo pensando en el joven cristiano que me dio una tarjeta llena de mensajes de
despedida. Sin embargo estoy seguro de que hago lo correcto al marcharme – el trabajo
que Dios me dio está terminado. Él me sigue llamando a otro lugar y debo seguirle. Mi
colaborador, el joven, mis amigos, deben disponer de su propio espacio para crecer hacia
la madurez. Supongo que me siento en gran medida como se sentirá un padre cuando un
hijo se marcha de casa. Mi colaborador necesita su independencia; ha aprendido a
arreglárselas por sí solo.
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4 de febrero – De vuelta al frío
¡Inglaterra parece tan fría! De hecho la temperatura es bastante suave –a lo que me
refiero es a la gente. Todo el mundo está tan ocupado con sus asuntos que nadie sonría ni
dice hola–. Me siento solo, helado por el hecho de ver que todos se ignoran unos a otros.
Extendí mi mano para saludar a otra persona, olvidando que los ingleses no se dan la
mano de la misma manera que lo hacen en el extranjero. El chaval no se lo esperaba y eso
produjo una cierta incomodidad por ambas partes. Al menos pudimos reírnos de ello.
Todo el mundo parece tan pálido y enfermo. No me había dado cuenta de hasta qué
punto me había acostumbrado a la rica piel oscura africana. Nuestra sociedad carece del
color de África en todos los sentidos– los abrigos grises tomar el lugar de las vistosas
kangas. Sospecho que estoy siendo excesivamente duro con los ingleses –necesito tiempo
para adaptarme otra vez a Inglaterra y tiempo para superar mi sensación de pérdida.
Supongo que es esto a lo que llaman “choque cultural a la inversa”.

15 de febrero – Ahora soy diferente


Hoy he ido a comprar y he tenido que dejarlo. Me encontré con que no podía
decidirme. En África, el jabón es jabón, pero aquí es Palmolive, Camay, Lux, La Toja o Heno
de Pravia. ¿Cuál es la diferencia? –¿cómo elijo entre ellos?
Ha habido varias cosas que me han sorprendido. La gente parece conducir muy rápido,
y sin embargo yo siempre me he considerado un conductor rápido. Estoy
permanentemente asombrado de ver qué poca gente entiende de verdad los problemas
del Tercer Mundo. El domingo tengo que dar una charla en Christ Church y no sé cómo
voy a explicar lo que he aprendido de una manera fiel y, al mismo tiempo, sencilla. Ni
siquiera estoy seguro de que sea posible, porque ya no comparto las mismas
preocupaciones de la mayoría de personas que me rodea – parece haber una sima que
nos separa. Me pregunto si alguna vez volveré a ser realmente el mismo.

¿PARA QUÉ ESTÁN LOS CRISTIANOS?


Peter Cotterell

Peter Cotterell sirvió con la Sudan Interior Mission en Etiopía desde 1957 hasta 1976.
Actualmente es jefe de estudios del London Bible College, presidente de la British Church Growth
Association y miembro del consejo de la European Church Growth Association.

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Durante los primeros cuatro años de mi vida como cristiano supe lo que no debía
hacer, pero desconocía lo que debía hacer.
Mis padres no eran cristianos. Nunca fueron a la iglesia y creo que jamás oraron, así
que no podían enseñarme lo que debía hacer un cristiano. La iglesia a la que estuve
asistiendo durante tantos años tampoco me ayudó mucho. Allí me dejaron bien claro que
no debía beber alcohol ni fumar, que no debía ir al teatro ni al cine, y tampoco bailar –y si
lo hacía no debían pillarme. No debía llevar corbatas de colores brillantes, zapatos con
suelas gruesas, trajes elegantes o el pelo largo. Pero todo era negativo.
Fue entonces cuando una muchacha joven se hizo miembro de la iglesia y comenzaron
a circular extrañas historias acerca de ella. Antes del culto del domingo por la tarde estaba
en la calle repartiendo folletos e invitando a la gente, a cualquier persona, para que
asistiera a la iglesia. ¡Qué raro! Después del culto volvía estar allí fuera, en esta ocasión
invitando a los jóvenes a algún tipo de culto en un bungaló cercano. ¡Más raro todavía!
Aparentemente no le resultaba extraño acudir a las colas del cine de la localidad y repartir
invitaciones para después marcharse con algunas de las personas que estaban allí –y
parece ser que algunas de ellas se convirtieron. Recuerdo que a la iglesia no le hacía
mucha gracia, y desde luego no estaba muy impresionada. ¡Resultaba embarazoso! Ellos
nunca habían practicado esa clase de conducta antes de que llegara Geraldine.
Yo estaba perplejo. Le di muchas vueltas. Sin duda ella estaba en lo cierto. Nadie había
venido a buscarme a mí, pero si lo hubiera hecho… quizás hubiese encontrado el camino
de Dios mucho más rápidamente. No podía ver nada en mi Biblia que estuviera en contra
de lo que ella estaba haciendo. De hecho, me parecía que Geraldine simplemente estaba
siguiendo el ejemplo de Jesús. Así que me uní a ella. Y finalmente nos unimos para
siempre… ¡pero esa es otra historia!
Pronto me di cuenta de que lo que la iglesia estaba haciendo dentro de la iglesia era
bueno, y de que lo que Geraldine estaba haciendo fuera de la iglesia también era bueno.
Dentro y fuera estabamos haciendo lo que Dios quería que hiciésemos. Tenía dos
respuestas a la pregunta: “¿Qué se supone que debe hacer un cristiano en el mundo?”.
Poco después de esto me enfrenté a una cuestión aún mayor: ¿qué iba a hacer yo con
los restantes cincuenta años o así que Dios podría permitirme vivir aquí abajo? Había
muchas posibilidades. Una vez que me hice cristiano descubrí el amor por el estudio, así
que podía ser estudiante. Siempre fui un conversador, de modo que podía ser maestro o
político. Se me daban bien las matemáticas, así que podía ser inspector de hacienda o
lechero. Me hallaba en buena forma, de modo que podía converirme en cartero. Aquí fue
donde aprendí una lección muy importante: Podía ser cualquiera de esas cosas y todavía
estar haciendo en este mundo lo que Dios esperaba que yo hiciera como cristiano.
En realidad hice algunas de esas cosas. Fui estudiante y otros estudiantes llegaron a
ser cristianos. Fui maestro de escuela. Hace algunos años un hombre se acercó a mí un
domingo en la iglesia y me dijo: “Usted no se acuerda de mí, ¿verdad?” Tenía razón, su
nombre no me sonaba. “Usted enseñaba en la escuela donde estudié cuarto curso, y fue
el primer cristiano de verdad con el que me encontré.” También fui un cartero cristiano, y
descubrí muy rápidamente que comportarme de una manera cristiana no me hacía ser
muy popular. Pero también eso hizo que algunos se convirtieran.

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Finalmente me convertí en misionero en Etiopía. Pero todavía me llevó mucho
tiempo descubrir la siguiente parte de la respuesta a mi pregunta “¿Qué debería estar
haciendo un cristiano aquí en la tierra?” Algunas personas parecían pensar que la
respuesta era “ser misionero”. Y casi caí en la trampa de creer que lo que los cristianos
debían hacer mientras estuvieran sobre la tierra era ser misionero, lo cual hubiera sido
una tontería, porque descubrí que los misioneros cavaban jardines, mandaban cartas,
construían escuelas, daban clases de aritmética, realizaban operaciones quirúrgicas,
dirigían imprentas y llevaban los libros de contabilidad a fin de mes exactamente igual que
la gente que estaba en casa. ¡Oh, sí! Y predicábamos sermones, traducíamos la Biblia y
teníamos cultos de oración. Realmente los misioneros solamente hacían una selección de
trabajos que otras personas hacían en todo el mundo.
Bueno, algunos de ellos lo hacían así. Otros eran distintos. Yo me daba cuenta de ello.
Algunos de nosotros llevaba la etiqueta de “misionero” bien visible, y después seguíamos
adelante con la tarea de vivir nuestras vidas de una forma muy parecida a como lo haría el
resto de la gente. Pero había algunos a quienes no les preocupaba tanto la etiqueta de
“misionero”, e incluso algunos no formaban parte de nosotros en absoluto. Por ejemplo
los médicos cristianos que trabajaban en los hospitales del gobierno, las enfermeras, las
personas que venían a ayudar cuando las hambrunas comenzaron a asolar Etiopía por
primera vez, los maestros de escuela.
Todos parecían saber que estas personas eran diferentes. Un médico tenía
habitualmente largas colas de mendigos fuera de su casa los domingos porque repartía
comidas gratis. Un piloto no paraba de traerme gente porque sus matrimonios estaban
hechos un desastre y él pensaba que yo podría hacer algo para ayudarles. Otra doctora
tenía una numerosísima clase de escuela dominical en su casa; sus amigos iban desde las
princesas hasta los limpiabotas (¡Lo sé porque todos asistieron a su funeral en Addis
Abeba!). Y de ellos empecé a añadir más piezas a mi imagen de lo que debería hacer un
cristiano en este mundo.
Y cuando llegué a juntarlas todas, descubrí a mi sencilla manera que mi tarea, mi labor
en este mundo, consistía en vivir como Jesús.

VIVA COMO VIVIÓ JESÚS


Hasta el momento no he citado ningún texto ni he hecho referencia a grandes
teólogos, ni siquiera a los recientes argumentos sobre la naturaleza de la misión cristiana.
Simplemente les he contado cómo fui descubriendo gradualmente lo que debía estar
haciendo en este mundo.
Pero alguna otra persona podría fácilmente estar en desacuerdo conmigo y decir que
los cristianos deberían encerrarse en los monasterios, o asistir al seminario o meterse en
política. Así que me resulta necesario decir que cuando miro la Biblia descubro que mi
idea de lo que los cristianos deberían hacer aquí en la tierra no está tan desencaminada.
Jesús se apareció ante sus once apóstoles el domingo de resurrección y les dio sus
órdenes: “Como me ha enviado el Padre, así también yo os envío a vosotros” (Juan 20:21).
En realidad ellos ya habían escuchado esas palabras tan sólo unos días antes, cuando Jesús

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1989).
Página 12. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
estaba orando y decía: “Así como tú me enviaste al mundo, también yo los he enviado al
mundo” (Juan 17:18). Así que Jesús quería que sus seguidores fueran al mundo igual que
lo había hecho él.

Ahora bien, aquí debemos ser cuidadosos. Los musulmanes creen que deberían vivir
como vivió Mahoma. Muchos de ellos entienden que esto significa que deberían vestir y
comer como Mahoma y, en líneas generales, hacer o dejar de hacer lo que Mahoma hizo o
se abstuvo de hacer. Se han escrito grandes volúmenes de tradiciones para decirle a los
musulmanes cómo vivió Mahoma. Pero los cristianos no copian la manera de vestir o los
hábitos alimenticios de Jesús, aunque vivimos como vivió él.
Vemos que Jesús tomó tiempo para estar con los niños. Le encontramos alimentando
a la gente hambrienta, sanando a los que se encontraban enfermos. Parece estar más a
menudo en compañía de los pobres que de los ricos e importantes. Vemos como Jesús
oraba. Tenemos un relato de uno de sus sermones en la sinagoga de Nazaret. Allí le
encontramos hablando en contra de la hipocresía, especialmente de la hipocresía
religiosa. Jesús tenía algunos amigos notables, pero también se granjeó muchos enemigos.
No era una persona especialmente cómoda para tenerla al lado; era impredecible.
Resultaba evidente que era una persona de poder.
De hecho Jesús vivió una vida muy rica y diversa. No todo fue predicación, oración,
sanidad o dar de comer a los hambrientos (y puedo estar viviendo como Jesús cuando
hago cualquiera de estas cosas), sino que Jesús vivió de esta manera porque pensaba de
un cierto modo. Mostró que tenía ciertas creencias –y enfatizo lo de ciertas creencias.
Jesús creía en la vida después de la muerte y creía en un juicio. Creía en el
arrepentimiento. Igualmente creyó que Dios era Rey del universo y habló mucho acerca
del reino de Dios. Jesús creyó en Satanás, el engañador, el tentador, y creyó que había un
reino satánico contra el que luchó. Jesús creyó también que todos nosotros éramos
prisioneros, esclavos del pecado, y su tarea, suya solamente, consistía en rescatarnos. Él lo
llamó “redimirnos”. Todo esto forma la “cosmovisión” de Jesús. Y es precisamente la
“cosmovisión” de una persona la que determina su comportamiento.
Si usted cree que no hay vida después de esta vida, ni Dios, ni juicio, entonces eso
afectará las decisiones que tome acerca de cómo va a vivir. Al igual que Stalin, puede creer
que la masacre de cientos de miles de campesinos realmente no importa; se trataba, en
su opinión, de bestias superiores. Si como hace el seguidor de la Ciencia Cristiana, usted
piensa que el sufrimiento es una ilusión, entonces no le preocupará mucho el dolor y el
hambre. Si cree con el hindú que el sufrimiento de hoy es simplemente la consecuencia
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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justa de su propio pecado en una vida anterior, entonces quizás no se preocupará mucho
de los sin techo que se mueren de hambre en Calcuta o Bombay.
Así que el cristiano comparte la “cosmovisión” de Jesús. Yo creo en dos reinos: el reino
de Dios y el reino de Satanás. Yo creo que la gente, algunos de ellos mis propios vecinos,
son prisioneros de ese mundo del mal, a pesar de lo cual no se dan cuenta de ello.
Creo que algunos sistemas políticos, quizás la mayoría, están manipulados por el reino
de Satanás y se erigen en contra de Dios. Y porque creo de la misma manera que creyó
Jesús, vivo como vivió él. Esa es mi misión. Si quiere ponerlo en términos teológicos: creo
en un cristianismo encarnado.
Eso significa que Cristo era Dios en forma humana, “Dios encarnado”. Era Dios
viviendo entre nosotros de la manera en que todos nosotros deberíamos estar viviendo.
Por tanto, él sabe exactamente todo lo que es este mundo. Y antes de regresar al Padre
dijo que me estaba enviando al mundo como su Padre le había enviado a él al mundo. De
modo que se espera que los cristianos sean una especie de encarnación en curso. Todos
nosotros deberíamos estar haciendo hoy lo que Jesús hizo cuando estuvo aquí.
Las consecuencias deberían ser, pues, que otras personas comenzaran a vivir de la
misma manera. Y eso parece ser exactamente lo que Jesús tenía en mente cuando les dio
las órdenes a sus apóstoles, en lo que se ha dado en llamar la “Gran Comisión”:

“… Id y haced discípulos a todas las naciones… enseñándoles que guarden todas


las cosas que os he mandado.”
Mateo 28:19, 20

Jesús no les dijo a sus apóstoles que debían fabricar gente que asistiese a la iglesia, ni
siquiera convertidos. Lo que Jesús quería eran “discípulos”. Discípulos son aquellas
personas que viven de la misma manera que vivió su maestro.
De hecho vale la pena fijarse en que muy pronto a los cristianos se les llamó la gente
del “Camino”, probablemente no más de un par de años después de la resurrección de
Jesús. En Hechos 9:2, Saulo de Tarso obtiene permiso para arrestar y encarcelar a
cualquiera “que hallase del Camino”. En Hechos 19:9 leemos que algunas de las personas
de Corinto “rehusaban creer, hablando mal del Camino delante de la multitud”. Y de
nuevo en Hechos 19:23 se nos habla de “un alboroto no pequeño acerca del Camino”.
Cuando Pablo fue arrestado en Jerusalén, admitió ante la turba que él había “perseguido
este camino” (Hechos 22:4). Muy rápidamente el cristianismo fue considerado como una
Camino de vida completo, no sólo como una colección de creencias teológicas o un credo.
Aquellos primeros cristianos se convirtieron en la Gente del Camino.
Esto es importante. La misión de la iglesia hoy en día todavía es la misma: forjar la
Gente del Camino, gente que viva de manera diferente. No necesariamente gente que
aparezca en la lista de miembros de una iglesia, o que haya sido bautizada o haya firmado
un papel o recitado un credo, sino gente que viva de una cierta manera.
Los cristianos tienen sus raíces en el judaísmo. Los judíos no tenían esa absurda idea
de que parte de la vida era religiosa y parte secular, parte espiritual y parte material. Cada
parte de la vida era religiosa y cada parte era espiritual. La mayoría de nosotros en
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Occidente hemos olvidado eso. Creemos que ir a la iglesia es religioso, pero ir al trabajo es
secular. Lo hemos entendido mal: todo lo que hace un cristiano es religioso. Cada frase
que pronunciamos, por la elección del vocabulario, su entonación e intencionalidad, es
espiritual. Si vendemos detergente, existe una manera cristiana de hacerlo. Somos Gente
del Camino. Nuestra misión es seguir el Camino y encaminar a otras personas para que lo
sigan.

ACTÚE COMO ACTUÓ JESÚS


Pero ¿existen prioridades? ¿Son algunas partes de nuestra tarea más importantes que
otras? Yo solía pensar que sí, pero ahora no estoy tan seguro. Miren ustedes, he vivido
todo el proceso de la hambruna en Etiopía, cuando la prioridad era alimentar a los
hambrientos. Pero recuerdo un horrible accidente aéreo en Addis Abeba que dejó a los
muertos y a los moribundos esparcidos por un campo cercano al aeropuerto, y allí la
prioridad era hablar sobre Jesús.
Decidí que la prioridad era una cuestión muy sencilla: consiste en hacer, en cada
situación, lo que Jesús hubiera hecho. Bueno, no del todo; después de todo él era el
eterno Hijo de Dios y yo soy una parte recomprada de su creación. Pero a pesar de todo,
quiero ser como Jesús para la gente con la que me encuentro cada día.
Hay una pequeña frase en el Nuevo Testamento que suele ser malinterpretada, pero
que explica lo que quiero decir: la frase “en mi nombre”. Jesús la utilizó al hablar de darla
a alguien de beber (Marcos 9:41) y de recibir a los niños pequeños (Mateo 18:5), y Pablo la
utilizó en su carta a los Colosenses.

“Y todo lo que hagáis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del
Señor Jesús.”
Colosenses 3:17

Ni Jesús ni Pablo quisieron decir que cuando le damos a alguien un vaso de agua para
beber deberíamos entonar de manera solemne las palabras “en el nombre de Jesús”. Lo
que quisieron decir era mucho más simple y más profundo: hacedlo como lo haría Jesús,
como si Jesús fuera vuestro nombre.
No creo que debiéramos intentar identificar prioridades, como si fuera más
importante predicar un sermón que darle a alguien un bocadillo. Dar bocadillos puede
producir unos frutos espirituales notables. En Etiopía fui con un equipo de ayuda
humanitaria a una zona de hambre. Estuvimos conduciendo un camión enorme, cargado
de alimentos de emergencia, hasta el mercado de una ciudad situada al norte del país. Allí
debíamos descargar y trasladar la comida a las montañas que había a lo lejos para dar de
comer a los que se morían de hambre.
Pero cuando paramos el camión nos vimos rodeados inmediatamente por un gentío
impresionante: cientos, quizás miles. Yo estaba un poco asustado. Hablé con los que
estaban más cerca de nosotros y enseguida se dieron cuenta de que podía hablar su
lengua. Se corrió la voz entre la multitud y comenzaron a pedirme que les enseñara sobre
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Jesús. No podían echarnos. Sabían que éramos cristianos. Ellos eran musulmanes, pero
éramos nosotros, los cristianos, quienes, en el nombre de Jesús y a semejanza de Jesús,
habíamos venido para alimentarlos. Su propia gente no se había preocupado. ¿Por qué lo
habíamos hecho nosotros? ¿Por qué les alimentábamos sin preguntarles si eran
musulmanes o cristianos? Si hubiera intentado predicar en el mercado un par de años
antes sin duda mi vida habría estado en peligro. Pero hubo un tiempo para alimentar a los
hambrientos físicos y otro para alimentar a los hambrientos espirituales. Las prioridades
habían cambiado y ahora era el momento de predicar. Yo prediqué. Eso es lo que hubiera
hecho Jesús.
Mi misión, mi tarea, la razón por la que Dios me ha dejado aquí, la tarea de la iglesia,
es vivir como Jesús.

SALVADOS
PARA SERVIR
Philip Hacking

Philip Hacking es el pastor de Christ Church, Fulwood, Sheffield. Después de ser presidente de
la SUM Fellowship por espacio de diez años, ahora preside el Keswick Convention Council. Su primer
libro, The Spirit is Among Us, acaba de ser publicado.

En la “Gran Comisión”, Jesús nos lanza el reto supremo del servicio cristiano:

“Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced


discípulos a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado. Y he
aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”
Mateo 28:18–20

Aquí la historia de Jesús se funde con la historia de la iglesia. La atrevida llamada a los
once discípulos es verdaderamente alucinante cuando uno piensa en sus implicaciones.
Pero es que ninguna otra cosa podría estar a la altura de la audaz pretensión de Jesús,
quien dijo tener la autoridad final en el cielo y en la tierra, lo cual incluye el dominio sobre
el mundo.
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Este final triunfante del evangelio sirve de contrapeso a la introducción de Mateo en la
que se cuenta la historia de los tres sabios que se postran a los pies del niño Jesús. Ese
notable evento simboliza el mundo bajo la autoridad de Cristo. Ahora él llama a sus
seguidores a convertir ese símbolo en una realidad en todo el mundo. De modo que el
evangelio acaba con esta llamada de duración indefinida y nosotros todavía estamos
viviendo a la luz de la misma.
Anteriormente los discípulos habían sido enviados exclusivamente “a las ovejas
perdidas de la casa de Israel” (10:6). Nunca volveremos atrás a ese tipo de exclusivismo, y
sin duda el gozo del evangelio es que ya no es para una sola raza o pueblo, pero sirve
como recordatorio de que el mundo comienza en casa. Así que en Hechos 1:8 Jesús insiste
que los discípulos llenos del Espíritu comiencen su testimonio en Jerusalén. Cada cristiano
debería valorar la realidad de su compromiso con Jesús en función del deseo que tiene de
ser un testigo en el contexto de su casa. La caridad siempre empieza en el hogar, pero si
se acaba ahí desde luego no es de Dios. Jesús exige ser Señor no solamente de nombre
sino en verdad. Si él es nuestro Señor, entonces nosotros nunca podemos guardarnos para
nosotros una noticia tan revolucionaria.

RECONOCER A JESÚS COMO SEÑOR


La misión más grande en la historia del mundo comienza para estos discípulos con una
genuflexión simbólica. Todo ocurre en Galilea, en una situación fronteriza, considerada
siempre casi como una tierra de nadie entre el genuino Israel y el mundo gentil (ver Isaías
9:1ss). Los cristianos siempre deberían ser los que viven en la frontera, tanto geográfica
como socialmente. Nunca se nos llama a vivir en una especie de gueto espiritual, a pesar
de que necesitamos desesperadamente acudir a la comunión de nuestras congregaciones
para recibir la fortaleza para salir al mundo. Pero las puertas de esas iglesias deberían
estar abiertas. Somos llamados a vivir en el punto de contacto entre la iglesia y el mundo.
Pero Galilea no era sólo una situación fronteriza; también era un lugar de obediencia.
Jesús les había dicho que le esperaran allí (versículo 10) y un cristiano siempre encontrará
que el lugar de la próxima llamada se produce en aquel punto en el que fue obediente a la
última llamada recibida. La dirección y la obediencia cristianas siempre son una cuestión
de ir paso a paso. Ellos fueron a Galilea sin saber cuál iba a ser el siguiente paso, igual que
le ocurrió a Abraham en Génesis 12, cuando dio un paso de fe sin saber a dónde iba.
Siempre vamos con las instrucciones en sobre cerrado y nunca vemos desarrollado
delante de nosotros el diseño completo de nuestra vida futura. Andamos por fe y no por
vista.
En ese lugar de obediencia se nos dice con toda sinceridad que algunos tenían dudas.
A menudo sucede que al ir con fe y con un cierto residuo de duda descubrimos de verdad
lo real que es Dios, y así nuestras dudas comienzan a disiparse. A estos hombres les llevó
un cierto tiempo el que la evidencia del Señor resucitado se convirtiera en una fuerte
convicción. La mayoría de nosotros, a lo largo de nuestro peregrinaje cristiano, repetirá el
grito de aquel padre del que hablan los evangelios: “Señor, creo; ¡ayuda mi incredulidad!”.

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Pero aunque algunos dudaran, el elemento principal de este encuentro fue una rodilla
doblada en adoración. Para los discípulos fue un momento nuevo con su Señor recién
resucitado. Vivimos en unos tiempos en los que la adoración ha sido resucitada con todo
su gozo e importancia. Pero siempre acecha el peligro de la adoración vacía y las palabras
sin sentido. Adorar a Dios es decirle que es digno, y en ese acto mismo de doblar nuestras
rodillas nos estamos dedicando a él para salir a servirle.
Junto a la rodilla doblada va el oído abierto. La adoración alcanza su culminación
cuando aprendemos cosas nuevas, de modo que podamos adorar más. La enseñanza se
encuentra en el corazón de la actividad de la iglesia y con demasiada frecuencia escasea.
Casi existe la sensación de que aprender demasiado podría estropear nuestra relación con
el Señor y hacer que nuestro amor menguara. Pero para el cristiano la felicidad no está en
la ignorancia. Estos discípulos, antes de ser encomendados, fueron enseñados
nuevamente.
Durante los cuarenta días con el Señor resucitado se les habían recordado las grandes
verdades de la Escritura y se les había dado la enseñanza que actualmente está
preservada en el Nuevo Testamento. La nueva verdad que estaban aprendiendo allí era la
autoridad de Jesús en todo el mundo, que se extendía hasta la eternidad. Aprender una
verdad así es estar comprometido con su proclamación. En el Nuevo Testamento, las
iglesias más animadas eran siempre las iglesias que estaban bien instruidas.

En cierto sentido las pretensiones de nuestro Señor en este pasaje solamente son
posibles gracias a que él ha pasado por el Calvario. Jesús sabía que el mundo no podía
ganarse mediante ningún atajo. Esta era la batalla que él libró con Satanás en el desierto.
La conciencia de la grandeza del amor de Dios en la autoentrega de Jesús es la motivación
constante para el servicio y el sacrificio cristianos. La Escritura llama a Satanás “el príncipe
de este mundo”. Nuestra tarea consiste en arrancarle este mundo de sus garras, confiados
en que Jesús ya ha obtenido la victoria. Satanás no tiene porqué mantener el control, pero
la batalla es real. Satanás cuenta con sus misioneros y nosotros no servimos en medio de
un vacío, sino en medio de un conflicto cósmico.
Convencidos de la verdad de la autoridad de nuestro Señor le obedeceremos con
alegría. Esta obediencia dará como resultado que nuestras vidas cambien de dirección y
cambien también cualitativamente. Ya no buscamos descubrir nunca más lo que nos
gustaría hacer con nuestras vidas. No buscamos nuestra propia realización, sino que
estamos siempre a su disposición, ya que él es el Señor y tiene autoridad sobre nosotros.
Así que el discípulo cristiano tiene la responsabilidad de proclamar el señorío de Jesús a
otros y de pedir la adhesión de otros. Debemos cuidarnos de un tipo de autoritarismo
equivocado que no proviene del Espíritu de Jesús, pero igualmente debemos guardarnos
de que, llevados por un deseo de que se vea que amamos, no vayamos a perder todo

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Página 18. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
sentido de autoridad en nuestro mensaje. Nunca debemos sentirnos avergonzados de
proclamar que Jesús es el Señor.

OBEDECER A JESÚS COMO SEÑOR


Las palabras de la Escritura que parecen más insignificantes son a menudo las más
importantes. Jesús inicia su mandato con la palabra de conexión “por tanto”. A la luz de su
autoridad y de la adoración de los discípulos, el llamado es a ir, a traer y a edificar. La
manera en que vivimos depende de lo que creemos, y cuanto más creemos, mayor es el
reto a comportarnos en consecuencia. ¡La lectura regular de la Biblia es una ocupación
peligrosa porque Dios tiene la costumbre de hablar claramente a través de ella! Cada uno
de nosotros debe estar prestándole atención a ese “por tanto”.
En primer lugar, es un llamamiento de Jesús a salir. En la vida cristiana existe un
hermoso ritmo entre el ir y el venir. Resulta crucial que vengamos al lugar de quietud para
orar y al lugar de comunión para adorar, pero si nos quedamos allí es peligroso.
En Lucas 10:25–37, la historia del Buen Samaritano sirve para desafiar a un abogado a
quien le encantaba discutir sobre lo que había que hacer: “Vé y haz tú lo mismo”. Pero en
los versículos 38–42 también encontramos la encantadora actuación de Marta, María y
Jesús, quien reta a la hiperactiva Marta a dejar de estar tan ocupada y a empezar a
tomarse tiempo para escuchar. Algunos que están muy activos en el ir puede que
necesiten parar y entrar en la presencia de Dios.
Pero igualmente algunos de nosotros escondemos nuestro fracaso a la hora de
obedecer bajo un manto de religiosidad. Estamos muy ocupados en la adoración y la
comunión. Algunos grupos se excusan a sí mismos de la evangelización porque están
demasiado ocupados conociéndose los unos a los otros en una comunión más íntima. El
reto del Señor de ir viene acompañado de una meta muy clara, que no es otra que
alcanzar a todas las naciones. Jesús murió por todos, y por lo tanto ningún objetivo menor
que ése le hará justicia.
En el acto de ir está implícito un sacrificio inevitable. Al igual que Abraham en el
Antiguo Testamento, a menudo nosotros somos más conscientes de lo que estamos
dejando atrás que de lo que nos aguarda en el lugar al que vamos. Puede tratarse de dejar
atrás una ciudad o un país que conocemos y amamos y cambiarlos por unos lugares
extraños. Puede ser dejar la seguridad de un trabajo en el que tenemos nuestro puesto
asegurado para asumir un servicio en el que el futuro es desconocido y la provisión
incierta.
Hay otro reto en el hecho de que no sólo debemos ir, sino también traer. Jesús no
envía a sus discípulos para que sean únicamente sal y luz, aunque ese es un llamado muy
digno y santo. No seremos muy efectivos a la hora de traer gente al reino si nuestras vidas
no reflejan algo del amor y la pureza de Jesús. Pero nuestro Señor está pensando en
términos de dominio mundial. No prevé que los cristianos sean una noble influencia a
favor del bien. No está por una especie de sincretismo en el que todas las religiones estén
diciendo lo mismo con voces distintas. Él prevé que la iglesia crezca tanto numérica como
espiritualmente. El llamado es a hacer discípulos. Esto significa más que hacer

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convertidos, aunque ese es el principio. Los que se vuelven a Cristo se convertirán
entonces en discípulos y serán edificados en la fe de Cristo. Después, a su vez, saldrán a
servirle y así el proceso multiplicador continuará.
Hacer discípulos es un llamado a algo más que a preocuparse por las necesidades
materiales y físicas de la gente. La Biblia es categórica al afirmar que no podemos
predicarles a quienes necesitan desesperadamente ayuda física o social sin preocuparnos
por esas necesidades. El apóstol Santiago escribe algunas palabras muy directas en ese
sentido. Pero nunca debemos contentarnos con ayudar a los hombres y a las mujeres a
encontrar esperanza en este mundo. No sólo de pan vive el hombre, y la iglesia no debe
avergonzarse de proclamarlo, incluso si es incomprendida durante el proceso. El mismo
Señor atendió a la gente y ministró a sus necesidades más inmediatas, pero sus milagros
de sanidad siempre eran señales de algo más profundo.
El buen servicio misionero cristiano siempre mantendrá juntas las necesidades físicas y
las espirituales. En una época de horrendas crisis, en que millones de personas mueren de
hambre, resulta tentador descuidar casi por completo la creación de Institutos Bíblicos
para instruir a los líderes cristianos o proveerles con literatura cristiana para fortalecerles
en la fe. Pero debemos insistir en que la mayordomía cristiana siempre buscará mantener
el equilibrio. La llamada de Jesús no fue principalmente una llamada a alimentar a los
hambrientos, sino a hacer discípulos.
Necesitamos proclamar el amor afectuoso de nuestro Padre Creador, el sacrificio
voluntario del Hijo Salvador y el poder habilitador del Espíritu Santo en la vida del
individuo y en la comunión de la iglesia. El nuevo creyente llega a formar parte de esa
comunidad con esos recursos. Desde el principio los cristianos fueron llamados a una
comunidad de creyentes. Aquellos que salen al servicio misionero lo hacen desde sus
congregaciones con la seguridad de contar con las oraciones de esa comunidad, y su
mayor deseo es servir o ayudar a crear comunidades semejantes dentro del conjunto
general de la iglesia de Jesucristo.
La comisión de nuestro Señor no acaba con el reto de hacer discípulos y bautizar. Él les
insta a desarrollar un ministerio de enseñanza basado en las palabras del propio Jesús. Así,
cuando a la iglesia de Antioquía había llegado una nueva vida a través del testimonio
dinámico de cristianos anónimos, Bernabé y Saulo pasaron un año entero enseñando a la
iglesia y edificando a los creyentes en la fe, de modo que pudieran mantenerse y
expandirse. Pablo siempre hizo hincapié en la necesidad de contar con una iglesia bien
edificada. En su larga discusión acerca de los dones del Espíritu en 1ª Corintios 12 y 14, les
recuerda una y otra vez, de una manera casi monótona, que el mayor de todos los dones
es edificar la iglesia. Bien podría ser la necesidad más apremiante de la iglesia mundial.
Dado que Satanás tiene a sus adláteres enseñando falsas doctrinas, resulta
fundamental que los cristianos tengan un sólido conocimiento de la Escritura y estén
profundamente arraigados en la fe. Siempre hay que darle la máxima prioridad a la
calidad de la enseñanza en nuestras iglesias y al ministerio entre los niños y los jóvenes.
Allá donde hay hambre de la Palabra de Dios es incluso más desastroso que en los lugares
donde hay hambre de pan. No resulta fácil transmitir la urgente necesidad de la gente que
muere espiritualmente, pero el mensaje tiene que llegar a su destino. Jesús anhelaba que

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a los jóvenes cristianos se les enseñara e instruyera. Esa clase de inversión es una
inversión a largo plazo que finalmente dará como resultado un testimonio más fuerte y
rico en el mundo.

CONOCER A JESÚS COMO SEÑOR


Enfrentarse a la gran comisión es la mayor lección de humildad del mundo. Nadie
puede ni siquiera empezar a hacerle frente con sus propias fuerzas. Era casi ridículo
imaginar que estos primeros discípulos pudieran tan sólo comenzar a poner el mundo
patas arriba, pero lo cierto es que lo hicieron. Pero debemos reconocer en primer lugar la
total incapacidad de nuestros propios recursos.
A lo largo de la Escritura este es el modelo que encontramos. A Moisés le aterroriza la
perspectiva de dirigir a su pueblo en la salida de Egipto cuando se ha visto humillado por
la experiencia de toda una vida, y es entonces cuando se le recuerda que Dios es el gran
YO SOY. Josué, a semejanza de Moisés, se siente completamente incapaz de seguir tras los
pasos de un gran hombre como él, pero se le promete la presencia de Dios.
Al final de la narración del evangelio, los discípulos, apiñados en el aposento alto por
temor a los judíos, escuchan el desafío de que van a ser enviados de la misma manera que
el Padre envió a Jesús, pero que eso sólo iba a ser posible cuando Jesús hubiera soplado
sobre ellos y hubieran recibido el Espíritu Santo.
Siempre resulta fundamental mantener el equilibrio entre las dos grandes verdades de
nuestra incapacidad y su capacidad. En Juan 15:5 se nos recuerda que sin Cristo nada
podemos hacer, y en Filipenses 4:13 que en Cristo podemos hacerlo todo. Así que el
cristiano siempre vivirá en la tensión entre el temor y la confianza. Hay temor debido a la
conciencia de la inmensidad de la tarea y lo inadecuado de nuestros recursos, y confianza
por cuanto sabemos que nuestro Dios es poderoso.
Así que en estos versículos nuestro Señor hace esta promesa, que termina el evangelio
de una forma tan triunfante y cuyo eco se escucha a través de los siglos mediante el
testimonio de los santos: “Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del
mundo”. Esta promesa sólo pueden reclamarla para sí aquellos que obedecen. En los
términos sencillos en que se expresa la Escritura no se puede tener el “he aquí” sin el “id”.
No hay ningún indicio de una promesa fácil de la presencia de nuestro Señor si nos
sentamos en nuestros sillones espirituales observando el mundo y discutiendo los
asuntos. Desde luego no hay conciencia alguna de su presencia si desobedecemos sus
mandamientos. Pero si nos arriesgamos por fe, tanto si se trata de salir a servirle, de
atrevernos a testificar o de comenzar una nueva carrera confiadamente, podemos
reclamar la promesa.
Jesús promete estar con ellos “hasta el fin del mundo”. Los cristianos deben tener
siempre en cuenta la seguridad de que Jesús regresará, y recordar el solemne reto de
alcanzar a la gente mientras todavía hay tiempo. En Mateo 24, nuestro Señor habla
extensamente acerca de la seguridad de su retorno y de que éste se producirá cuando el
evangelio sea predicado por todo el mundo (Mateo 24:14). Por tanto, los cristianos
deberán implicarse siempre en la evangelización mundial a la luz de ese día en que Cristo

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volverá. Mateo 24 está repleto de advertencias sobre el peligro de no velar y no ser fieles.
Es una llamada a cada siervo cristiano para que viva a la luz del inminente regreso de
nuestro Señor. Frecuentemente ese sentido de urgencia se ha perdido.
Dado que la hora podría estar acercándose a la medianoche, debemos, una vez más,
tomarnos seriamente esta comisión y el señorío de Jesús. No hay tiempo que perder.

PARTE II:

Qué esperar
y cómo hacerle frente

¿POR QUÉ
SON DISTINTAS
LAS CULTURAS?
David Burnett

Después de haber trabajado como profesor del Hindustan Bible Institute de Madrás, India,
David Burnett es en la actualidad director del Missionary Orientation Centre, un ministerio de WEC
International donde se forma personal para la comunicación transcultural. Viaja mucho, tanto para
participar en alguna investigación como para enseñar en proyectos misioneros. Entre las visitas más
recientes se incluyen países como Corea, Ghana y Japón. Es miembro del Royal Anthropological
Institute.

Era el típico día soleado y caluroso de Madrás. El pequeño taxi corría a través de sus
calles para llevarme a la iglesia en la que tenía que hablar. Conmigo estaban mi esposa y
mi hija de un año. Era complicado salir del taxi con mi hija en un brazo y mi Biblia en la
otra mano. Rápidamente llevé la mano al bolsillo de mi camisa para darle al conductor las
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rupias necesarias. Al darle el dinero vi en su rostro una expresión de disgusto. Entonces
me di cuenta de lo que había hecho – le había dado el dinero con mi mano izquierda. No
pude hacer otra cosa que pedir disculpas mientras el taxista sonreía mostrando su
comprensión hacia aquel extranjero. Casi podía escuchar lo que estaría pensando: “¿Por
qué son tan raros los extranjeros?” .
Cualquier que haya trabajado durante algún tiempo en otro país podría compartir
historias como esta. Ilustran algunos de los problemas prácticos de tener que relacionarse
con gente de otro país. Para entender el problema básico es necesario clarificar primero el
significado de la palabra “cultura”.
“Cultura” es una palabra familiar en español. El uso popular de la misma se refiere a la
buena música, al arte, al comportamiento refinado y a la forma correcta de hablar. Se
suele decir de la gente que carece de este tipo de refinamientos es “inculta”. Para el
sociólogo, estas actividades son simplemente elementos que se encuentran dentro de la
totalidad de la cultura; “cultura” es la manera global de vivir que tiene una sociedad. No
existen

“LE DI EL DINERO CON LA MANO IZQUIERDA”

sociedades o individuos incultos. Cada sociedad tiene una cultura, por extrañamente
distinta que pueda parecerle a alguna persona perteneciente a otra sociedad. Cuando uno
va a trabajar a otro país pronto se da cuenta de las diferencias que existen, y es necesario
aprender cómo trabajar dentro del contexto de esa cultura. Sin duda que eso provocará
tensiones en mayor o menor medida, pero puede resultar una de las experiencias más
enriquecedoras en la vida de una persona. Generalmente hablando la cultura tiene seis
aspectos.

1. La cultura es algo compartido


La cultura es compartida por un grupo de personas. Si sólo hay una persona que
piense o actúe de una determinada manera, ese pensamiento o esa conducta representan
un hábito personal, pero no un modelo cultural. Para que algo sea considerado cultural
debe ser compartido por un grupo de individuos. Por ejemplo, un inglés comparte ciertos
valores, creencias y pautas de conducta con otros ingleses. Estas costumbres compartidas
les permiten predecir, hasta cierto punto, lo que puede ocurrir en su sociedad y cómo
deberían relacionarse con el resto de personas que forman el grupo. Al hacerlo, le
proporciona al individuo un sentido de familiaridad con la gente y de identificación con
ese grupo. Son las costumbres compartidas por una sociedad lo que constituye nuestra
principal preocupación, y a lo que se da en llamar “cultura”.
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2. La cultura consta de una serie de costumbres
La cultura se parece mucho a las capas de una cebolla. Cuando uno pela una capa ve
que hay otra capa más profunda. Al principio uno se da cuenta de los aspectos externos
de la cultura de un pueblo, pero con el tiempo aprende a percibir los aspectos más
profundos de su manera de vivir. Las capas exteriores de la cultura que suelen captar
nuestra atención en primer lugar son cosas como la manera de vestir de la gente, la
comida que toman, las casas en las que viven y la forma que tienen de hablar.
Tomemos como ejemplo las maneras en que la gente se saluda. Dos ingleses, al
encontrarse, se darían la mano derecha y la estrecharían. En Italia, los dos hombres se
darían un abrazo y se besarían en la mejilla. En la India cada uno junta sus manos y las
eleva hacia su frente con una ligera inclinación de la cabeza. Los japoneses
intercambiarían tarjetas de visita y harían una reverencia de cintura para arriba. Todos
estos son modelos de comportamiento distintos, pero cada uno transmite un significado
similar para el grupo de personas en cuestión.
En muchas sociedades es habitual que la gente se siente en esteras –¡lo que puede ser
una auténtica prueba física para aquellos de nosotros que estamos acostumbrados a
sentarnos en sillas! Luego está la cuestión de la comida. Los europeos dan por sentado
que cuando se sientan a la mesa para comer se les proporcionará un cuchillo y un tenedor.
Sin embargo hay millones de personas a quienes el cuchillo y el tenedor les resultan tan
extraños e incómodos como a nosotros los palillos. Algunos comen con su mano derecha,
lo que nos parece extraño a quienes se nos ha enseñado a no tocar la comida, a menos
que se trate de un sándwich.
Los exportadores británicos se están dando cuenta de estos y otros factores culturales
en sus tratos comerciales con el extranjero. “Ir directamente al grano” puede parecer un
método efectivo en los países europeos y en Norteamérica, pero en otras zonas del
mundo puede resultar grosero y de mal gusto. Uno debe saludar a la otra persona
adecuadamente y preguntar sobre el estado de salud de su familia antes de discutir sobre
negocios.
La etiqueta puede ser fuente de muchos errores culturales. Por ejemplo, a los
japoneses a menudo les horroriza que los europeos se suenen la nariz haciendo tanto
ruido. En la sociedad nipona no se considera de buena educación. Un inglés pondría a su
mujer en un compromiso si después de comerse un buen trozo de su pastel de manzana
favorito eructara. Sin embargo, en gran parte de China se considera que un sonoro eructo
es una forma educada de decir “¡Estaba verdaderamente delicioso!”

3. La cultura consta de un idioma


La lengua es un aspecto importante de cualquier cultura, ya que le permite a la gente
comunicarse entre sí. Así pues, aprender un idioma es una parte importante de ser capaz
de relacionarse con las personas de una cultura determinada. No obstante, aprender un
idioma no es sólo una cuestión de encontrar el equivalente local a una expresión española
concreta. Todos los idiomas tienen sus modismos y expresiones que transmiten un
significado específico. Un inglés le dijo a un hindú que estaba visitando su país: “Le

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recogeré a las seis en punto”. El turista se quedó desconcertado, preguntándose por qué
aquel hombre quería recogerle del suelo, y sobre todo por qué quería hacerlo a las seis en
punto de la tarde.
Los modismos relacionados con la cultura a menudo conducen a malos entendidos.
Elías estaba conduciendo por Nairobi cuando le hizo un pequeño bollo a otro coche en un
aparcamiento. Buscó al propietario del otro vehículo y pidió que llamaran a su esposa para
explicarle el motivo de su retraso. Cuando llegó a casa, más o menos una hora después, se
encontró a su esposa llorando su muerte. El mensaje que le habían dado por teléfono era
que Elías se había visto implicado en un accidente de coche. Inmediatamente ella
preguntó: “¿Está ahí?”, a lo cual le respondieron que no. Su mente estaba en un estado de
aturdimiento tal que no escuchó nada más. Aunque hablaba en inglés, pensaba en kikuyu.
“¿Está ahí?” significaba “¿está vivo?”. La respuesta pretendía confirmarle que su marido
no estaba allí pero que ya se encontraba de camino hacia su casa. Sin embargo ella
interpretó: “No, no está vivo”. Se sentía demasiado desbordada para asimilar nada más.
Si la comunicación de un hecho aparentemente tan sencillo como es un pequeño
accidente que causa un ligero retraso estaba tan expuesto a ser malinterpretado,
debemos ser conscientes de otros peligros aún mayores de mala comunicación que
pueden producirse a otros niveles.

4. La cultura consiste en unos valores e ideas


Las costumbres son la expresión práctica de una cultura, y revelan los valores e
instituciones de la gente –las capas más profundas de la cebolla. En este nivel están
incluidas prácticas como el matrimonio, la ley, la educación, los rituales religiosos, la
economía y el arte.
En el nivel más profundo de cualquier cultura se encuentra un conjunto de ideas
básicas compartidas por la comunidad que globalmente son esenciales para su manera de
vivir. A estas ideas básicas se las denomina frecuentemente la “cosmovisión” de la gente,
y pueden o no ser reconocidas por las propias personas. Casi siempre estas ideas son tan
“obvias” que nadie en esa sociedad concebiría nunca ponerlas en duda.
Por ejemplo, la cultura occidental nunca considera la posibilidad de que el mundo
material no sea más que algo real y tangible. Y así, la gente se pregunta si existe algo más
que este mundo material que podemos ver y examinar. Sin embargo, en la filosofía hindú
clásica, la realidad suprema es Brahman, y todo lo demás es maya –ilusión. Esto explica
por qué un gurú hindú dedica mucho tiempo a la meditación, porque para él el mundo
material no es la realidad última. Por el contrario, el occidental centra su atención en el
mundo material y tiende a darle prioridad a la tecnología y a los inventos materiales.
Los occidentales gustan de establecer límites ordenados a las ideas y a la vida diaria. La
claridad de pensamiento es para nosotros un signo de inteligencia. Esto es fruto de
nuestra herencia grecorromana, apuntalada posteriormente por la influencia de
racionalistas como Descartes y Locke. Las ideas deben ser precisas, examinadas,
analizadas y clasificadas. Por el contrario, los baoules de Costa de Marfil persigue la
unidad en lugar del análisis. Desean la cohesión y detestan separar y especificar. Quieren
una unidad de la naturaleza entre el hombre y lo sobrenatural.
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Durante una clase sobre educación sexual destinada a baoules analfabetos, se
explicaron las diferencias fisiológicas entre varones y hembras mediante gráficos y dibujos
que mostraban el desarrollo del feto. Todo estaba muy claro, pero al finalizar la sesión la
gente se marchó diciendo: “Hemos visto un montón de cosas, pero esa no es la manera en
que se tienen los niños; hay algo invisible detrás de todo ello y ahí es donde se encuentra
la verdad.”
Es en este nivel en el que las ideas religiosas tienen una gran importancia. El occidental
puede tener grandes dificultades con las pruebas de si Dios existe o no, pero la mayoría de
las sociedades consideran su existencia como algo obvio que no admite discusión alguna.
Muchas sociedades africanas tienen la noción de un dios creador supremo que por alguna
razón se ha apartado de ellos. Por lo tanto, el mundo está dominado por dioses y espíritus
menores, y es a estos seres a quienes se deben ofrecer los sacrificios. Se considera que la
enfermedad es el resultado de la aflicción de uno de estos seres espirituales que está
queriendo dañar a la persona. Las causas físicas no son una explicación aceptable de
porqué una persona ha contraído una enfermedad. El médico occidental puede
diagnosticar una malaria, por poner un ejemplo, y explicar que ha sido causada por la
picadura de un mosquito. Sin embargo, la pregunta que le pueden plantear es: “¿Quién
envió el mosquito?” Alguien debe haber querido causar la enfermedad de esa persona.

5. La cultura es algo que se aprende


¿Por qué motivo los ingleses se comportan de una manera, los chinos de otra y los
árabes de otra? No todas las características que son compartidas generalmente por una
población son culturales. El color típico del cabello o el grupo sanguíneo no son algo
cultural, y tampoco lo son los instintos del sueño o la alimentación. La cultura no se
traspasa a través de la herencia genética de una generación a otra. Más bien, es el
resultado de un proceso de aprendizaje de la generación anterior. Dormir y comer no son
acciones culturales en sí mismas porque uno no tiene que aprenderlas, pero cuándo y
dónde dormir y cómo y qué comer son actividades que se aprenden.
Así que un bebé chino criado en un ambiente anglófono no sabrá una palabra de
chino. Esta puede parecer una deducción lógica, puesto que la lengua se adquiere durante
la infancia, pero no nos damos cuenta de la cantidad de otro tipo de factores que se
adquieren de manera similar. Esto nos permite distinguir entre lo que es racial y lo que es
cultural. Un niño puede considerarse que ha nacido sin cultura, pero rápidamente
aprende las formas de hacer las cosas propias de su sociedad. De este modo, incluso antes
de que el niño sea lo suficientemente mayor como para juzgar, está siendo condicionado
por la sociedad para que hable y actúe de una determinada manera.
Este proceso de acondicionamiento continúa a través de toda nuestra vida.
Gradualmente estos patrones se convierten en hábitos de la vida cotidiana que nos
permiten predecir el comportamiento de otros y concentrarnos en aspectos más
importantes de la vida. Los hábitos y valores que componen la cultura son transmitidos de
generación en generación. Un nómada de la semiárida Sahel transmitirá a sus hijos el arte
de cuidar el ganado. Les mostrará cómo encontrar buenos pastos y como criar los
animales. Un granjero le enseñará a sus hijos el oficio de cultivar las cosechas. El
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patrimonio cultural de un pueblo se transmite mediante un proceso de aprendizaje y
asimilación inconscientes.
Dado que la mayoría de nosotros se cría en el seno de una sola cultura, tenemos la
tendencia a ignorar el hecho de que hay otras maneras de vivir. Suponemos que porque
se nos ha educado para seguir ciertos modelos de conducta, éstos deben ser los mejores.
Un inglés que intente comer con palillos por primera vez puede llegar rápidamente a la
conclusión de que es mejor comer con cuchillo y tenedor. ¡Sin embargo, por extraño que
parezca, una señora china que coma con cuchillo y tenedor por primera vez llegará a la
conclusión de que comer con palillos es mucho mejor! La verdad es que con la práctica,
ambas personas desarrollarían una cierta destreza con las diversas herramientas
alternativas, pero al principio los ven como algo extraño que no les resulta familiar. Por lo
tanto resulta fácil llegar a la conclusión inicial de que la forma que tiene uno de hacer las
cosas es mejor que la de otros pueblos. Esta actitud se puede encontrar en todas las
sociedades, y es conocida como “etnocentrismo” o, dicho de manera más sencilla,
“orgullo cultural”.
No son sólo los europeos los que se sienten orgullosos de su patrimonio – los árabes
están orgullosos de su cultura y echan la vista atrás hacia la época en la que el imperio
árabe era una gran civilización que se extendía desde España hasta la India. Igualmente los
chinos menospreciaban a los marinos europeos y los llamaban “diablos blancos”. El
etnocentrismo es un proceso mutuo. Podemos pensar que las costumbres de otros
pueblos son rudimentarias, pero puede muy bien darse el caso de que ellos piensen lo
mismo de las nuestras.
Un cristiano que trabaja en el extranjero debe ser consciente del prejuicio cultural tan
común en todos nosotros. El etnocentrismo tiene un carácter ilusorio que hace que
aunque no seamos capaces de notarlo en nosotros mismos, otras personas de una cultura
distinta a la nuestra lo encuentren un elemento dominante y a menudo ofensivo. Incluso
puede llevar a algunos a argumentar que su manera de hacer las cosas no sólo es la mejor,
sino el resultado de que su pueblo es mejor. Esto es un prejuicio racial.

6. La cultura es algo integrado


Un aspecto importante de cualquier cultura que a menudo se pasa por alto es que se
trata de un sistema integrado. Un pueblo no únicamente come de una manera, viste de
una forma, trabaja de una manera y adora de otro modo sin relación con las demás
actividades.
La naturaleza integrada de la cultura se ve claramente en el desarrollo de la
comunidad. En 1951 se introdujo un maíz amarillo procedente de Cuba en las tierras bajas
del este de Bolivia. Aparentemente tenía muchas ventajas. Crecía bien en el trópico,
maduraba más rápidamente, estaba menos expuesto al ataque de los insectos y producía
un mayor rendimiento por superficie sembrada. El nuevo maíz parecía ser un excelente
medio de mejorar la dieta de la gente, y de hecho ha resultado ser muy popular –pero no
por las razones que se esperaban. Su misma dureza, deseable desde el punto de vista del
almacenamiento, hace que sea difícil de moler y que la gente no esté dispuesta a tomarse
el tiempo y la molestia de transportarlo a las industrias de la ciudad para ser molido allí.
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Sin embargo sirve para producir un excelente alcohol comercial y su precio es elevado.
Así, una aparentemente deseable innovación promovió el alcohol en lugar de una dieta
mejorada.
La “unidad” de la cultura tiene que ser entendida especialmente en relación con el
testimonio cristiano. No podemos pensar simplemente que podemos reemplazar la
religión de un pueblo por el cristianismo sin que esto afecte radicalmente al resto de su
cultura. Su religión está entretejida con la cultura en su conjunto, y cualquier cambio
tendrá repercusiones de gran alcance. Los antropólogos están en lo cierto cuando dicen
que los misioneros han cambiado la cultura de la gente.
El evangelio actuará como “sal” (Mateo 5:13), purificando la cultura de la gente y
eliminando lo que está manchado por el pecado. No obstante, debemos confesar, en
palabras del Pacto de Lausana, que “con excesiva frecuencia las misiones han exportado
junto con el evangelio una cultura extraña, y las iglesias algunas veces han estado presas
de esta cultura en lugar de estarlo a las Escrituras.”
Hay un largo camino entre comprender la naturaleza de la cultura y facilitar una
respuesta a todos los asuntos que surgen al trabajar en otra sociedad, pero eso nos
ayudará en toda una serie de cosas. En primer lugar, nos proporcionará un mayor aprecio
de la razón por la que la gente se comporta y piensa como lo hace. Veremos que muchas
de sus formas no son tanto extrañas, primitivas o incluso erróneas, sino simplemente
distintas de las nuestras. Aprendamos a apreciar, más aún, a disfrutar de esas diferencias.
En segundo lugar, nos ayudará a reconocer que nosotros somos el producto de nuestra
propia cultura. Será entonces cuando aprenderemos más sobre nosotros mismos y esto
nos ayudará a evaluar nuestro propio estilo de vida a la luz de la Biblia.

UN CUADERNO
CON LAS
PRIMERAS IMPRESIONES
Richard Suffern

Richard Suffern se licenció en administración de fincas rurales en la universidad de Reading


antes de ejercer su profesión como agrimensor colegiado en su Norfolk natal. Desde 1982 hasta 1986
sirvió en el extranjero con Tear Fund, trabajando como administrador de fincas en Kodich, al noroeste
de Kenia, con el pueblo karapokot en un programa de desarrollo dirigido por el Iglesia de la
Providencia de Kenia. Tras su regreso a Gran Bretaña emprendió un trabajo social, antes de comenzar
su preparación para el ministerio anglicano en el Trinity College de Bristol.

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1. Una vista espectacular y un sol radiante. Diferentes olores, árboles distintos. Casi todo
el mundo es de un color diferente.
2. Vehículos sobrecargados. Baches.
3. Caos causado por un intento de golpe de estado.
4. Aun el Tercer Mundo tiene bolsas de desarrollo semejantes a Occidente. Hay más
prosperidad de lo que me esperaba.
5. Al principio, mis colegas de proyecto pensaron que yo resolvería todos los problemas
de la noche a la mañana. Entonces tuve que ocuparme de su desilusión.
6. Uno puede encontrarse con que la descripción del puesto de trabajo difiere de lo que
la gente espera de él.
7. Siempre se encuentra uno con gente que ayuda y perdona (¡al menos al principio!).
8. Muchas personas sabias no han recibido una educación formal.
9. Algunos misioneros viven en circunstancias más confortables y agradables de las que
tenían en casa.
10. La gente está dispuesta a hablar animadamente incluso de sus privaciones.
11. Existe una falta total de servicios médicos modernos en los alrededores.
12. Llama la atención la curiosidad exagerada de la gente del lugar cuando llega algún
hombre blanco nuevo.
13. Escenas amenazadoras en el lugar donde se ha producido un pequeño accidente de
tráfico.
14. La gente estaba verdaderamente preocupada pensando que yo no debería estar solo.
15. Era el protagonista de chistes que no entendía.
16. Setenta y seis picaduras de mosquito en una noche.
17. Una situación política distinta y no hay más que alabanzas para los líderes políticos en
los medios de comunicación.
18. La decepción de encontrar que el estilo de culto que se sigue en la iglesia es
principalmente occidental.
19. Tener que ser repentinamente aprendiz de todo, incluyendo la mecanografía.
20. La capacidad de la gente de contentarse con poco.
21. El nacional culto piensa de una manera muy parecida a nosotros en muchos asuntos.
22. Se necesita estar preparado para trabajar bajo personas que están académicamente
menos cualificadas que uno mismo y estar dispuesto a aprender de cualquiera.
23. Hay que amar a la gente para aprender bien su lengua.
24. La mejor hora para evangelizar es al final de una larga jornada de trabajo, cuando a
uno le gustaría poner los pies en alto y descansar.
25. Uno puede pensar que es mejor ser joven que viejo. La gente con la que se trabaja
puede opinar justo lo contrario.
26. La higiene, la puntualidad, la rapidez y la eficacia pueden ser las principales
prioridades que uno tenga. Para los colegas nacionales todas estas cosas pueden
ocupar un segundo lugar tras los saludos, la hospitalidad y la conversación.

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5

CRUZANDO EL UMBRAL
Ruth Batchelor

Ruth Batchelor trabajó durante veinte años en Nigeria y Togo con SUM Fellowship. Además de
trabajar en la enseñanza y programas de desarrollo, organizó grupos de escritores entre los padres y
los maestros. A partir de estos grupos produjo manuales de educación religiosa para profesores.
Ahora mismo está muy involucrada en el trabajo de RURCON en compañía de su marido Peter,
ayudando a las familias de agricultores africanos y a las iglesias a afrontar los cambios. Esto la ha
llevado a comunidades rurales de dieciséis países africanos, el Caribe y los EE.UU.

A un vagabundo que había viajado y que había tenido que soportar todas de
inclemencias del tiempo imaginables se le preguntó qué era lo que más necesitaba. Los
que nunca han experimentado la vida de un vagabundo podrían esperar que hubiera
mencionado cosas como la comida, ropa impermeable, medicinas, bebida o una cama.
Pero lo que respondió fue: “Alguien que me escuche”. A menos que lleguemos a amar,
respetar y comprender a la gente, nunca cruzaremos realmente el umbral que nos
permita entrar en sus vidas –seremos meros observadores.
Del mismo modo, los proyectos de desarrollo pueden “rascar donde no pica”, porque
los que toman las decisiones (incluso aquellos que tienen una gran compasión)
normalmente viven fuera del problema inmediato. Así que es fundamental para los
obreros que trabajan en el desarrollo que estén muy cerca de la gente del lugar y que
comprendan sus necesidades espirituales, físicas y emocionales. Los valores tradicionales
de la gente y las lealtades familiares (y nacionales) afectan de una manera esencial sus
vidas cotidianas y sus actitudes frente al cambio.
Uno solamente descubre las necesidades de la gente estudiando sus vidas. Sirve de
ayuda pasar tiempo viviendo separado de otros extranjeros, en una determinada
comunidad, aprendiendo a entender su manera de vivir. Una estancia de seis semanas (o
incluso visitas repetidas durante los fines de semana) nos ayudarán a formar buenas
relaciones recíprocas e incrementarán enormemente nuestra comprensión. Hay que
intentar identificarse con los lugareños en la alimentación y el estilo de vida. Desde luego
es un detalle de cortesía hablar de esas visitas en primer lugar con los dirigentes de la
iglesia y con la iglesia que vamos a visitar.
Las directrices (ver recuadro más abajo) nos ayudarán inicialmente a tomarle el pulso
a la comunidad y a valorar las destrezas y la sabiduría de la gente. Es preciso ampliar su
sentido de haber logrado algo y su valor interesándonos y animándoles, en lugar de
prometer ayuda que quizás podamos proporcionar. Seamos especialmente cuidadosos en
no tratar a la gente como si estuvieran siendo observados y en no anotar respuestas en un

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cuaderno. Eso se puede hacer más tarde durante ese mismo día. (Tomar notas interrumpe
el fluir del pensamiento y de la conversación, y además distorsiona el establecimiento de
una relación natural). Hay que intentar aprender de cada persona e ir construyendo un
respeto mutuo. En especial hay que escuchar y continuar escuchando.
“¿No exige mucho tiempo todo esto? ¿Es realmente necesario?”, son las preguntas
que uno puede plantearse. Esto tendrá que ser respondido de acuerdo con el trabajo que
se nos asigne, nuestro temperamento y nuestras circunstancias. Pero incluso quienes
están atados a un escritorio, una clase o un hospital, pueden realizar visitas los fines de
semana. Un norteamericano amigo mío me dijo: “Después de estar enseñando durante
diez años en un instituto de Tanzania, viví seis semanas en una aldea y me horroricé al
descubrir cuánto me quedaba aún por aprender. Si hubiera hecho eso al principio,
¡cuántos errores me habría podido ahorrar!”.

CÓMO NOS VEN LOS DEMÁS


La gente del lugar puede considerarnos personas ricas y de éxito. Incluso puede
parecerles que estamos viviendo tan pendientes de nuestras posesiones y recursos que no
caemos en la cuenta de las crueles realidades de la vida diaria. La mayoría de ellos tendrá
solamente un buen conjunto de ropa que ponerse–nosotros tendremos seis o más. Ellos
irán andando al mercado o a la iglesia, pero nosotros iremos en coche o en moto. Si
estamos enfermos puede que vayamos volando al hospital, pero ¿qué les ocurre a ellos?
Y sin embargo si somos sensibles estos recursos no tienen porqué ser una barrera que
se interponga entre nosotros. No es lo que poseemos, sino más bien lo que hacemos con
ello, lo que cuenta. Invitemos a un grupito a escuchar nuestras cintas de música o
grabemos sus canciones para después reproducirlas. Compartamos nuestra comida y
nuestro hogar con estos nuevos amigos durante una celebración especial.
Debemos ser honestos con nuestros problemas. Cuando sentimos morriña o estamos
preocupados por la salud de nuestros padres o nuestros hijos, pidámosle a los cristianos
que oren por ello. Aprender el idioma puede ayudarnos a hacer amigos, pero

“PUEDES GUARDARTE EL PARAGUAS. LO QUE REALMENTE NECESITO ES ALGUIEN QUE ME


ESCUCHE.”

hay que estar preparados para un esfuerzo duro y frustrante. Ivan Illich escribió: “El
aprendizaje de un idioma, si se lleva a cabo bien, es una de las pocas ocasiones en las que
un adulto puede pasar por una profunda experiencia de pobreza, de debilidad y de
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dependencia de la buena voluntad de otra persona” (A Celebration of Awareness –Una
Celebración de la Conciencia). Mostremos gratitud por la ayuda que nos proporciona la
gente y si nos sentimos muy frustrados por nuestra incapacidad, identifiquémonos con
alguien que tiene mayores motivos para la frustración.
¿Ha pensado usted alguna vez por qué Jesús pasó treinta años viviendo en Nazaret
antes del inicio de su ministerio? ¿Era necesario para él ese tiempo? ¿Es que no podía
haberlo acortado? Sin embargo hoy, debido a que él vivió así, sabemos que comprendió
perfectamente nuestra vida como humanos. Como siervos de Cristo debemos intentar
identificarnos intensamente con la gente como lo hizo él y ser tan accesibles como lo fue
él. Necesitamos entrar en sus vidas ordinarias y compartir con ellos las lágrimas y las risas,
el fracaso y el éxito, el sufrimiento y la esperanza.
A Ronald Eyres le preguntaron al final de la serie de televisión The Long Search (La
Larga Búsqueda) qué cosa le había impactado más sobre las diferentes religiones que
había presentado en su espacio. Su respuesta fue: “La infecciosa calidad de las principales
creencias religiosas.” Nuestra fe cristiana sólo será infecciosa si tenemos un contacto
íntimo con Dios y recibimos su gracia, y también un contacto íntimo con otros para
permitir que se “agarren” a esa gracia.

CÓMO DESCUBRIR
LAS ESTRUCTURAS DE UNA COMUNIDAD
Estas sugerencias se dan para ayudarle a hacer amigos y no solamente para que
sepamos más del tema. Sea sensible a la hora de hacer preguntas.

Líderes de la comunidad
• ¿Quién toma las decisiones en la comunidad? ¿Quién ejerce la autoridad del
gobierno? (Asegúrese de mostrar la cortesía que se espera de usted)

Tareas domésticas
• Fíjese en el equipo que se utiliza para cocinar. ¿Cómo se preparan los alimentos
antes de cocinarlos? ¿Qué combustible se usa? Observe el proceso de elaboración
de la comida. ¡Cópielo y coma! ¿Qué combinaciones de comida se toman? ¿Se
trata de una dieta mixta de cereales, legumbres y raíces? ¿Se utilizan proteínas
animales? ¿Cuándo? ¿Qué cambios se producen en la dieta en diferentes
temporadas? ¿Come lo mismo toda la familia? ¿Qué fruta está disponible y
cuándo? ¿Qué grasa se usa y cómo? ¿Cómo se almacenan los alimentos? ¿Qué
problemas surgen? ¿Cómo se conservan los alimentos perecederos? ¿Hay escasez
de alimentos en ocasiones? ¿Cuándo?
• ¿Cuál es la fuente de agua? ¿Con qué frecuencia se recoge? ¿A qué distancia?
¿Está disponible durante todo el año? ¿Qué fuentes alternativas existen? (Visite la
fuente de agua) ¿Qué ocurre con los excrementos humanos y animales?

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• ¿Qué accidentes domésticos se producen? ¿Cómo se tratan? ¿Con qué éxito? ¿Hay
luz eléctrica? ¿Calefacción? ¿Qué tipo de cosas debe comprar o pagar en efectivo
la familia? ¿Cómo consigue el dinero? ¿En qué lugar seguro lo guarda?

Artes y oficios
• ¿Qué trabajos realizan las mujeres? ¿Cuáles son específicos de los hombres? Si
usted es una mujer, aprenda a hilar y a tejer con la ayuda de alguna ama de casa
local, o bien intente aventar o hacer cerámica. Si es usted un hombre, pida que le
enseñen a techar con paja o a hacer esterillas, o bien únase a una expedición de
caza o de pesca en canoa. Estudie el trabajo en la selva, aprenda a hacer trampas,
los métodos de pesca, la herrería y las construcciones locales. Pruebe diferentes
oficios. Visite a los que fabrican las herramientas y los aperos.

Padres e hijos
• ¿Cómo pasan el día los hombres? ¿Cambia algo durante las estaciones? ¿Qué es lo
que más les gusta? ¿De qué hablan los hombres en las conversaciones informales?
¿A qué se dedican las mujeres durante las distintas horas del día? ¿Qué es lo que
más les agrada y de qué hablan en los corrillos? ¿Cómo manifiestan su
preocupación y apoyo hacia aquellos que tienen problemas?
• ¿Cuáles son los primeros alimentos sólidos que le dan a los bebés? ¿A qué edad los
destetan? ¿Qué problemas surgen? ¿Quién se encarga de disciplinar a los niños: al
niño de dos años, al menor de seis años, al que tiene entre seis y doce años, al
adolescente? ¿Cómo aprenden los niños y de quién? Anote sus juegos y
habilidades manuales.
• ¿Qué tipo de comportamiento fomentan especialmente los padres y cuál
desaconsejan? ¿Cuál es la conducta educada? ¿Qué se considera una descortesía?
¿Cómo varía esto en relación con los ancianos, los de la misma edad y los más
pequeños? ¿Qué debe aprender usted personalmente de todo esto?

Celebraciones
• ¿Qué fiestas se celebran durante el año? ¿Qué ceremonias tienen lugar? (Antes de
plantar, durante la recogida de las primicias, durante la cosecha, al nacer, al
celebrarse un matrimonio, al morir, etc.)

Familia extendida
• ¿Quién influye sobre las decisiones familiares acerca de las urgencias, la
escolaridad, el matrimonio, los cambios, la enfermedad y su tratamiento, las
prácticas de alumbramiento, etc.? ¿A quién acuden los esposos o esposas jóvenes
en busca de consejo? ¿Cuáles son los privilegios y las responsabilidades de
pertenecer a la familia extensa?

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Cómo hacer amigos íntimos
• Lo más probable es que usted se relacione mejor con los jóvenes, los más alegres y
los que saben expresarse mejor, y es natural que sea así. Sin embargo, en muchas
sociedades sus opiniones no serán tan respetadas como las de la gente mayor. Si
no entabla una relación de amistad exclusivamente con un grupo de edad o un
sector de la comunidad, entonces se beneficiará del toma y daca de las
discusiones, de los razonamientos y del apoyo desde perspectivas muy distintas.
• Nosotros descubrimos que al invitar a la gente a nuestra casa en grupos pequeños,
en lugar de individualmente, se mostraban menos tímidos. En algunos casos
jugamos juntos a algunos juegos ridículos. En otras ocasiones mantuvimos alguna
conversación sobre la Biblia. Ambas cosas ayudaron a derribar las barreras y estoy
segura de que aprendimos tanto como el que más de nuestras visitas, la mayoría
de las cuales venía regularmente y llegaron a ser nuestros consejeros más
próximos.

UN TIEMPO
PARA MADURAR
Eva Pettigrew

Eva Pettigrew obtuvo la licenciatura en textiles del West Surrey College of Art and Design de
Farnham, Surrey. Posteriormente dirigió un taller de confección en su ciudad natal de Arundel,
Sussex, donde enseñó a tiempo parcial en la Politécnica de Portsmouth. Desde 1978 hasta 1985 sirvió
en el extranjero con Tear Fund en Bangladesh, trabajando con HEED Handicrafts en Dinajpur, siendo
consultora de tejidos y otras cuestiones artesanales. Desde que regresó a Gran Bretaña se ha casado
y ahora está trabajando como parte del equipo consultor de In Contact Ministries en la comunidad
multirracial del Este de Londres.

Mis primeras experiencias en el extranjero fueron de entusiasmo, humildad y


humillación. Me sentí como si de repente me hubiera vuelto tan nueva y vulnerable como
un bebé. Ni siquiera podía comunicarme en el nivel más básico. Tenía que aprender cómo
comer, cómo comportarme, qué ropa llevar. Y al igual que un bebé, todas estas nuevas
experiencias me cansaron mucho, especialmente tener que aprender el idioma, y me
encontré con que no podía sobrellevarlo tan bien como me esperaba.

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Vine para servir y me encontré con que estaba siendo servida literalmente por criados.
¡Estaba viviendo con un “lujo” que no había conocido en el Reino Unido! Se me hizo muy
duro aceptar esto, incluso después de darme cuenta que había buenas razones para ello y
que había una gran cantidad de desventajas que compensaban las ventajas. Por ejemplo,
tener criados era a menudo más una carga y una responsabilidad que una ayuda, puesto
que tenía que ocuparme no sólo de los trabajadores, sino de su familia al completo y sus
problemas.
Nunca pude resolver realmente la tensión existente entre lo que necesitaba de verdad
para permitirme funcionar con sensatez y de forma sana, y cuál era la mejor manera de
“identificarme” con la cultura y con la gente. Se daba esta extraña dicotomía entre mi
posición como una humilde sierva enviada por Dios y mi elevada posición como extranjera
“experta”. Aunque me disgustaba que los nacionales me pusieran sobre un pedestal,
existía el constante peligro de que pudiera aceptarlo e incluso esperarlo.
Después de muchas decepciones, la desilusión (algunas veces contagiada de forma
prematura por otras personas) y el cinismo hicieron su aparición. De la sensación de
impotencia y de sentir la necesidad de aprender de los nacionales fui pasando a la
involuntaria convicción de que eran unos ineptos y que no se podía confiar en ellos. Era
como el adolescente que cree que sabe más que nadie y que sin embargo bajo la
superficie sigue siendo inexperto e inseguro. Creo que algunos extranjeros incluso
llegaron como “adolescentes” y no sé muy bien cuántos se quedaron el tiempo suficiente
como para que sus actitudes maduraran. Afrontar estos asuntos puede ser tan doloroso
como el crecimiento.
A pesar de haber sido enviada como una maravillosa y valiente “misionera” todavía
podía sentir mi propia fragilidad. Esperaba unirme a un equipo de gente verdaderamente
espiritual y entregada entre la que yo sería la novata. De alguna manera me sentí aliviada
al encontrarme gente joven con un sentido del humor altamente desarrollado y que
tenían los pies en el suelo. Pero por otro lado me sentía continuamente decepcionada de
ver que todos teníamos los pies de barro. Había caído en la trampa de hacer con los
demás (subirlos a un pedestal) lo que no deseaba que los demás hubieran hecho conmigo.
Me di cuenta que adaptarme a la cultura del país era en cierto sentido más fácil, quizás
porque era un requisito ya conocido de antemano, que adaptarme a las diferencias
culturales entre los propios extranjeros que estábamos allí. La sima entre los europeos y
los norteamericanos era especialmente obvia, y dio lugar a la necesidad de aprender a
perdonar y a no llevar la cuenta de las cosas.
Una vez inmersa en el trabajo vi que iba con risas de un lado para otro y que estaba
tan ocupada como los demás. Me llevó un poco de tiempo darme cuenta de que esto se
debía más al deseo de “lograr algo” o de justificar mi presencia allí que al ministerio hacia
aquellos a los que había venido a servir. Nuestro estilo de vida occidental pone tanto
énfasis en el “hacer” que podemos perder por completo de vista el “ser” y llegar a un
punto en el que estamos demasiado ocupados (y demasiado cansados) para pasar tiempo
con la gente. Tuve que hacer un esfuerzo consciente y continuo para apartar un tiempo
para relajarme con los demás y conmigo misma (sin sentirme culpable). El cansancio, la
enfermedad y el clima afectaron de manera importante mis estados de ánimo y mi

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1989).
Página 35. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
motivación. Reconocerlo y afrontarlo fue sorprendentemente duro. El orgullo nos dice
que sigamos adelante, y espiritualizarlo todo en exceso nos hace sentirnos culpables por
nuestras debilidades.
Aceptar nuestras limitaciones, adaptarnos de acuerdo con nuestra capacidad física, sin
importar lo que otros puedan hacer, requiere madurez. Como siempre, el tiempo a solas
con Dios es la primera cosa de la que se prescinde en lugar de la última. Entendí lo
sumamente importante que era tener a alguien con quien poder hablar libremente.
En una u otra etapa me quedaba sin la mayoría de mis ilusiones y apoyos. Con
frecuencia era una experiencia dura. Había ocasiones en las que la única cosa que me
mantenía en pie era la seguridad de que Dios me había llamado allí y que por lo tanto
estaba en el lugar correcto. Quizás por primera vez me acepté a mí misma, quién era, los
dones que tenía, y eso me produjo una profunda paz.
Durante mi segundo período en el extranjero, cuando quizá debería haber estado
viendo los beneficios de la experiencia y la madurez, en un momento dado me sentí
desbordada por una depresión. Esto no se debió a mis circunstancias personales, sino a la
propia experiencia que estaba ganando. El entusiasmo inicial había decaído, y al tener una
imagen más completa del país, de su gente y de sus problemas, sentí que no había
esperanzas para todo aquello. A medida que reconocía cada vez más las malas actitudes
que había en mí, sentía una creciente incapacidad para ayudar en nada. Lo que más me
ayudó fue darme cuenta de mi posición “en Cristo”, y fue así como siendo consciente de
ello volvió la esperanza para mí y para los demás.
Descubrí que normalmente hay buenas razones por las que los nacionales se
comportan de una determinada manera. En lugar de pensar que usted sabe hacerlo
mejor, o tacharlos de tener un mal carácter, pregúnteles su opinión, escúchelos, intente
establecer porqué hacen las cosas de la forma en que las hacen. Evite los favoritismos.
Puede ser autogratificante pensar que tiene un amigo íntimo del país – ¡eso prueba que
realmente se está integrando, que está siendo aceptado y teniendo éxito! Pero puede
llevar a la estrechez de miras y provocar que el nacional esté aislado de sus compañeros
de trabajo.

CÓMO ENFRENTARSE
AL “CHOQUE CULTURAL”
David Burnett

Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
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Página 36. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
En su primera semana en una nueva escuela o universidad, o en un nuevo trabajo, la
gente estaba ocupada yendo y viniendo de un lugar a otro, haciendo diferentes cosas,
mientras usted no estaba seguro de lo que debería estar haciendo o de cómo hacerlo. La
gente se conocía y hablaban entre ellos utilizando términos y abreviaturas que a usted le
resultaban extrañas. Poco a poco fue descubriendo quién era cada cual y qué se esperaba
de usted, y finalmente llegó a sentirse cómodo en la nueva situación.
¿Recuerda la tensión emocional de aquellos primeros días hasta que se acostumbró al
nuevo entorno? La clase de estrés que sintió en ese momento siempre acompaña a
cualquier cambio de un ambiente familiar a otro completamente nuevo. Cuando usted se
traslada de una cultura a otra completamente diferente experimentará el mismo tipo de
estrés, pero será diez, o incluso cien, veces mayor.
Este estrés emocional asociado al hecho de trasladarse a un nuevo entorno cultural es
conocido popularmente como “choque cultural”. La expresión tiene su origen en la
experiencia de muchos soldados en el campo de batalla – el “shell shock” o neurosis de
guerra. La mayoría de la gente experimenta estrés cuando tiene que adaptarse a otra
cultura, pero no deje que ese hecho le disuada de adaptarse a ella. La experiencia de vivir
y trabajar con otro grupo de personas será una aventura excitante que le reportará
bendición tanto a usted como a ellos.

LAS CAUSAS DEL ESTRÉS CULTURAL


Generalmente consideramos nuestro modo de vida como la manera normal y
razonable de comportarse. Cualquier desviación de este modelo es considerada como
anormal y por tanto desconocida e incluso amenazadora. Podemos determinar cuáles son
nuestras propias “normas” culturales haciéndonos preguntas como:
• ¿Cómo me visto para una determinada situación?
• ¿Cómo me comporto en esa situación?
• ¿Qué creo?

Cuando vivimos en una situación que se encuentra dentro de nuestra “norma” nos
sentiremos “en paz” con ella. La “norma” se puede comparar a una carretera a lo largo de
la cual una persona, al andar por ella, se siente cómodo. A cada lado de la carretera hay
un arcén pavimentado por el que ocasionalmente puede desviarse, pero más allá se
encuentra el campo agreste de las experiencias totalmente nuevas (ver figura 1).
Cuando entramos en una nueva cultura enseguida nos encontramos fuera de nuestra
“norma”. Esta es la causa básica del estrés. Se nos exige que evaluemos nuestro estilo de
vestir o nuestra manera de comportarnos en relación con la situación local. Una persona
puede verse forzada a llegar hasta un punto que puede considerar como “fuera de la
norma” o “por debajo de la norma”
Ver Figura 1, en página siguiente.
La experiencia de estar “fuera de la norma” conduce inicialmente a un cierto
entusiasmo, pero también a un temor de quedar en ridículo. Por ejemplo, si procedemos
de una “cultura del supermercado”, no levantaremos automáticamente la mano para abrir
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la puerta de la tienda. Estamos acostumbrados a que algún dispositivo electrónico se
encargue de abrir la puerta de forma automática. Sin embargo, la gente que no esté
acostumbrada a esto levantará instintivamente la mano y lo único que se encontrará es
que está empujando el aire. Esto le hará sentir acomplejada delante de los demás.

Figura 1. Causas del estrés cultural

Bochorno

Fuera de la norma

Vergüenza

Zona de experimentación

La Norma
(((((

Zona de experimentación

Irritación

Por debajo de la norma

Amargura

Del mismo modo, un hombre que siempre ha llevado una camisa blanca para asistir a
la iglesia los domingos se siente muy acomplejado cuando se pone por primera vez una
camisa de color para ir al culto. Hasta cierto punto todas las personas están dispuestas a
experimentar cosas nuevas, siempre y cuando no sea algo excesivo. Si el experimento
tiene éxito puede que la persona llegue a adoptarlo como parte de su norma.
No obstante, si el experimento no resulta exitoso, o si la persona va más allá de esta
zona de experimentación, pueden ocurrir dos cosas: vergüenza, que es sentirse incómodo
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delante de otras personas, o culpa, que es un remordimiento interior. El pequeño
bochorno que produce llevar una camisa de color cuando uno ha estado acostumbrado a
llevar una camisa blanca es algo de menor importancia, pero para la persona involucrada
es muy importante y causa un considerable estrés.
Tomemos este ejemplo de un misionero recién llegado a Japón. “Recuerdo que
después de haber estado en Japón solamente un par de semanas, decidí acostumbrarme
lo más pronto posible a conducir por Tokio. Me fui solo con mi vieja furgoneta. Conduje
durante unos diez minutos y me encontré que estaba entrando en una bulliciosa área
comercial. No había aceras y la vía era estrecha, así que prestaba toda mi atención para no
darle un golpe a alguien. De repente un policía municipal bajó de su pequeña plataforma
situada en medio del cruce y comenzó a hacer sonar su silbado y a mover sus brazos
frenéticamente. Yo pensaba que alguien había robado un banco o algo así, de modo que
me fui acercando al bordillo cuidadosamente hasta que el policía corrió hasta ponerse
delante de la furgoneta y me dio el alto.
Bajé la ventanilla y su cara me miraba mientras de su boca salía un chorro de sonidos
ininteligibles. Se juntó un pequeño grupo de personas y el policía, para vergüenza suya, se
dio cuenta de que le estaba gritando a un extranjero. Yo no podía hacer otra cosa que
quedarme allí, mudo, sentado en el coche, mientras se congregaba la multitud. El policía
comenzó a gritar: ‘¡Parar, parar! ¡Atrás, atrás!’, mientras me indicaba la dirección.
Entonces me di cuenta. Hice marcha atrás sintiéndome un estúpido. Probablemente era la
comidilla de toda la ciudad. Había estado conduciendo alegremente contra dirección por
una calle de sentido único. No había reconocido la señal. Me fui derecho a mi casa y allí
me desplomé, agotado emocionalmente, en la seguridad de mi pequeña habitación.
Podemos identificarnos fácilmente con sus sentimientos. Se podrían ofrecer otras
muchas ilustraciones para mostrar los problemas que uno tiene que afrontar a la hora de
intentar enfrentarse incluso a la más sencilla de las tareas en una cultura extranjera.
El estrés emocional también se puede dar cuando somos incapaces de vivir a la altura
de nuestras expectativas normales. Este estar “por debajo de la norma” sucede cuando se
nos priva de aquellas cosas que nosotros consideramos como algo normal para nuestra
manera de vivir. Esto puede llevar a cualquier cosa, desde una leve irritación hasta una
amargura profundamente arraigada.
Por ejemplo, un grupo de turistas norteamericanos acomodados que estaban de
vacaciones en Escocia se enfadaron cuando el hotel que habían reservado sólo pudo
ofrecerles un cuarto de baño compartido. Todos ellos estaban acostumbrados a disponer
de habitaciones privadas con su propio cuarto de baño. Los misioneros pueden tener que
enfrentarse a problemas similares cuando tienen que arreglárselas con unas letrinas
exteriores consistentes en un hoyo hecho en la tierra cuando antes lo único que habían
conocido eran los inodoros con depósito de agua.
A menudo parece que son las pequeñas cosas las que causan los mayores agravios
durante un largo espacio de tiempo. Los occidentales frecuentemente echan en falta el
detalle de un cuarto de baño limpio y alicatado hasta el techo con agua corriente fría y
caliente. Una losa de cemento sobre la que ponerse y un cubo de agua fría pueden ser
igualmente efectivos para mantenerse limpio, pero no es a lo que uno está acostumbrado.

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Los occidentales también encuentran difícil la falta de privacidad en el Tercer Mundo, y
quizás más aún en el caso de las parejas jóvenes. Estas cosas producirán algo de irritación,
pero si la persona ha respondida a un llamado para el servicio cristiano, entonces necesita
estar dispuesto a hacer los sacrificios que sean precisos. Jesús habló del coste de ser su
discípulo en varias ocasiones (p.ej. Lucas 14:25–35).
Intentar vivir y hacerle frente a las cosas en el contexto de otra cultura siempre da
como resultado que nos veamos obligados a salirnos de nuestra norma. Este proceso
continuo trae como consecuencia un aumento del estrés. Una encuesta de 1984 realizada
entre misioneros reveló que el 50% había encontrado estresante tener que adaptarse a
otra cultura, y un 25% hablaba de que era muy estresante.

LAS ETAPAS DEL ESTRÉS CULTURAL


El “choque cultural”, la alteración emocional que se produce como resultado de los
ajustes ante una nueva cultura, provocan dos tipos principales de problemas.
En primer lugar, uno no conoce las respuestas ni siquiera de las preguntas más básicas.
¿Dónde puedo enviar una carta? ¿Puedo beber de esta agua? ¿Los hombres estrechan la
mano de las mujeres? ¿Qué significa ese gesto? ¿Qué me está diciendo esa mujer? Todas
estas son preguntas que incluso un niño de esa sociedad puede responder, y sin embargo
uno se encuentra completamente perdido. A ningún adulto le gusta verse rebajado al
nivel de un niño, y eso es precisamente lo que pasa cuando uno se traslada a una nueva
sociedad, especialmente una cuyo idioma se desconoce.
Este problema puede aparecer incluso en un país que externamente parece
occidental. De hecho, la naturaleza occidental que presenta la sociedad por fuera puede
aumentar el estrés porque las diferencias nos pillan desprevenidos. Como dijo un
misionero norteamericano que trabajaba en Japón: “El mayor problema de los
occidentales en Japón es simplemente vivir aquí. Tienes que empezar desde cero, como
un niño, y aprenderlo todo otra vez.”
En segundo lugar, uno pierde los “pies culturales”. El término procede del mundo de la
escena. En cualquier obra los actores necesitan no sólo aprenderse sus papeles, sino los
pies que indican cuándo deben decir su frase. Tienen que aprender cuándo deben entrar y
los movimientos que deben realizar. Un fallo cuando a uno le dan el pie provoca confusión
no sólo para el propio actor, sino para todos los que participan en la producción. De la
misma manera, en una cultura extraña uno puede no entender el significado de diversas
acciones o dichos de la gente.
Una persona viene a saludarle y usted extiende su mano para estrechar la suya, pero
se encuentra con que le hace una reverencia. Entonces usted se da cuenta de que ha
malinterpretado el pie. Ocurre con frecuencia que son las pequeñas cuestiones las que
causan los problemas, porque tienden a acumularse y a incrementar el “estrés cultural”.
Oberg (Practical Anthropology –Antropología Práctica, 1960, pp. 177–182) escribió
sobre cuatro etapas en la adaptación de una persona a este estrés. Su modelo fue el
resultado de un estudio realizado con muchas personas que fueron a trabajar a países

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extranjeros, y ha demostrado ser útil para comprender las emociones que experimentan
(ver figura 2).

Figura 2. Etapas del estrés cultural

A la primera etapa la denominó “fascinación” debido a la sensación inicial de novedad


en una situación nueva. Las comidas raras, los ruidos, los olores y las vistas ilusionan a
quien trabaja por primera vez en cualquier país. Durante esta etapa la persona es
principalmente un observador y ve las cosas casi con un distanciamiento casi académico.
Esta es la etapa del turista, en la que la persona tiene poco contacto real con la gente, con
excepción del que mantiene a través del guía, que actúa como un parachoques cultural.
La segunda etapa comienza a medida que la novedad se va acabando y empiezan los
conflictos cuando la persona intenta hacerle enfrentarse con el nuevo entorno. Sentirse
incapaz de predecir lo que va a suceder hace que aumente el estrés, a menudo hasta
llegar a un punto en el que se siente hostilidad hacia la nueva cultura y su gente. De modo
que Oberg llamó a esta etapa la etapa de la “hostilidad”. Esto puede hacer que la persona
llegue a un punto crítico.
“Humor” fue el término que utilizó Oberg para referirse a la tercera etapa. Llega un
momento en que la persona empieza a lograr alguno de sus objetivos, y eso da como
resultado una creciente sensación de satisfacción y bienestar. La persona habla el idioma
de forma más fluida y en lugar de criticar la situación se ríe de sus propios errores junto
con la gente del lugar.
La cuarta etapa se denomina “ajuste”. Aquí la persona comienza a desenvolverse
razonablemente bien dentro de la nueva cultura, aunque todavía experimenta
ocasionalmente momentos de estrés. En general, no obstante, la persona se encuentra
bastante relajada dentro de esa cultura y es capaz de enfrentarse casi con cualquier
asunto.
En un momento u otro todos nos enfrentamos a situaciones de estrés. Sin embargo, si
el nivel de estrés se eleva mucho, como puede suceder durante la segunda etapa,

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podemos intentar hacerle frente mediante varios mecanismos de defensa. Esto es algo
natural, pero en una situación de estrés cultural puede causar problemas adicionales.
El primer síntoma que la mayor parte de las personas manifiesta cuando se enfrenta a
un excesivo estrés es la irritación. Esto sucede con frecuencia cuando se aprende el
idioma, motivo por el cual algunos autores lo han denominado “choque lingüístico”.
“Dado que la lengua es el mecanismo de comunicación más importante en una
sociedad humana, es el área en la que radica el mayor número de relaciones
interpersonales. Cuando el recién llegado viene a un mundo completamente nuevo y en el
que no conoce el idioma en absoluto, se le priva de su medio principal de interactuar con
otras personas, está sujeto a constantes errores y se le vuelve a colocar a la altura de un
niño.” (W. Smalley, Readings in Missionary Anthropology – Lecturas sobre Antropología
Misionera, William Carey Library, EE.UU., 1974).
Podemos descargar la tensión resultante volviéndonos agresivos hacia otras personas
o incluso cosas. Todos sabemos del marido que ha tenido un mal día en la oficina y que la
toma con su mujer cuando llega a casa.
Otra de las maneras en las que algunas personas se enfrentan a la tensión es
apartándose de la situación que provoca el estrés. Intentan aislarse de las experiencias
que no pueden soportar. Esto da lugar al complejo del “recinto misionero”, que hace que
el misionero esté en casa tanto como le sea posible.
Es muy normal que todos nosotros echemos de menos nuestra casa en alguna ocasión.
El estrés cultural puede acrecentar este sentimiento natural y provocar una actitud poco
saludable. Puede causar un orgullo malsano del país del que uno procede y los lugareños
pueden interpretarlo como una crítica de su país. La gente del lugar le tendrá más aprecio
si descubre que usted ama tanto a su propio país como al de ellos.
“La fatiga es el signo característico de la frustración nerviosa”, dice Paul Tournier. La
fatiga rara vez está causada por el ejercicio físico prolongado, y es más bien el producto de
la tensión nerviosa. Incluso hacer más bien pocas cosas puede hacer que uno se sienta
emocionalmente agotado.

CÓMO ENCARARSE CON EL ESTRÉS


El estrés cultural no es una condición espiritual, pero sus efectos se pueden
intensificar por culpa de la falta de vida espiritual. Puede hacer que uno acuda más al
Señor o a uno mismo.
Puede hacer seis cosas que le ayudarán a tratar el estrés cultural.

1. Conozca a la gente
A menudo por temor a cometer errores o a ofender a la gente del lugar podemos
retraernos. Intente entablar amistad con la gente. Sea abierto con ellos y busque en todo
momento ganarse su confianza. Responda a la cultura extraña buscando nuevas cosas.
Sea un estudiante de esa cultura. Así como no saber el idioma es un factor principal de
estrés, es lógico pensar que cuanto mayores sean los progresos que haga en el estudio del
idioma, menor será el estrés que tendrá que soportar en su vida diaria.
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2. Propóngase metas realistas
Los cristianos tienen como propósito comprometerse totalmente en su servicio a Dios.
Eso es bueno, pero pronto nos damos cuenta de que quizás no estemos viviendo a la
altura de lo que nos hemos propuesto. Necesitamos más energía y tiempo para realizar
incluso las tareas más sencillas. La mayor parte de nuestro tiempo lo utilizamos
simplemente para sobrevivir en medio de la nueva situación en la que nos encontramos.
El psiquiatra Myron Loss ha reflejado gráficamente la tensión entre nuestras
expectativas y nuestra actuación real. En nuestra propia cultura nuestras expectativas
siempre exceden ligeramente los resultados. En otras culturas, esta brecha crece de modo
significativo y no somos capaces de darle un enfoque adecuado a nuestras expectativas.
La única manera de tratar con la discrepancia entre ambas consiste en reducir nuestras
metas a unos niveles más realistas. Aprenda a ser paciente, y también el arte de
perdonarse a sí mismo cuando no consigue lograr lo que se había propuesto.

3. Sepa identificar las señales de estrés


Lo más fácil es tratar el estrés en las primeras etapas. De otro modo puede convertirse
en una especie de bola de nieve empujada por un niño pendiente abajo. Al principio hay
que empujar con fuerza la bola a través de la nieve, incluso cuesta abajo, pero a medida
que se va haciendo mayor también se hace más fácil empujarla, y antes de que el niño se
dé cuenta lo que ocurre es que la bola de nieve está rodando totalmente fuera de control.
Vigile esas pequeñas irritaciones. Esté atento a cualquier cambio en sus patrones de
conducta – si duerme más o menos, si come más o menos, si ríe más o menos, si habla
más o menos. Todos estos factores pueden ser barómetros importantes de su bienestar
general. Sea honesto consigo mismo y con los demás.

4. Desarrolle una actitud positiva


Reconozca que Dios es soberano. Somos llamados a alabar a Dios en todo momento. El
humor es una gran medicina. Necesitamos reírnos con la gente de nuestros errores.
Aprendemos mejor de las nuevas culturas cuando probamos y nos equivocamos, nos
reímos y lo intentamos de nuevo. Aprenda de sus errores. Ría con la gente y no de la
gente, y no se deprima por los fracasos del pasado.

5. Comunión
Las personas estresadas pueden afectar a otros con suma facilidad. Cuídese de
quejarse sin necesidad. Sin embargo, frecuentemente es bueno compartir sus
sentimientos con otros. Aunque hablar no elimina el dolor, se puede ganar mucho cuando
se explica el motivo del dolor y cuando se nos asegura que el tiempo lo curará.

6. Esparcimiento

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Página 43. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
Hay ocasiones en las situaciones transculturales en las que, hagamos lo que hagamos,
nuestros niveles de estrés suben. Nuestros esfuerzos por reducirlos no hacen más que
causar mayor tensión. ¡En esos momentos es necesario tomarse un respiro! Acuérdese de
Elías, a quien Dios ministró con alimentos y un sueño reparador en medio de las tensiones
que siguieron al enfrentamiento que tuvo lugar en el monte Carmelo.

ESTRÉS… PUEDE SER COMO UNA BOLA DE NIEVE


EMPUJADA POR UN NIÑO A TRAVÉS DE SUELO NEVADO

Siempre es bueno tener un hobby. Busque algo que sea diferente de su trabajo
habitual y que le interese. Conozco misioneros que se relajan estudiando los pájaros de
África. A otros les ha gustado escuchar música, coleccionar sellos o hacer rompecabezas.
Los padres no deben olvidarse de pasar tiempo con sus hijos y compartir juntos los
mismos intereses.
Vivir y trabajar en otra cultura puede ser estresante, pero también será una de las
experiencias de mayor bendición en su vida. Usted hará nuevos amigos, aprenderá formas
nuevas de hacer las cosas y disfrutará de nuevas experiencias. El alfarero necesita moldear
la arcilla para formar con ella una hermosa vasija. A menudo ese moldeado puede resultar
estresante, pero el producto final hace que el proceso merezca la pena.

EL PODER
DE LA IMPOTENCIA
Cathy Humpries

Cathy Humphries estudió secretariado y trabajó como secretaria en el Foreign and


Commonwealth Office desde 1972 hasta 1977. Durante ese tiempo viajó mucho por Europa, Estados
Unidos y Oriente Medio, incluyendo una estancia de dieciocho meses en la embajada británica en
Kuwait. De 1977 a 1983 sirvió en el extranjero con Tear Fund. Primero trabajó como administradora
de un centro de salud en La Pointe, al norte de Haití, y luego como profesora de secretariado en una

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escuela de formación cercana. A su regreso a Gran Bretaña se preparó como diaconisa y desde
entonces ha sido ordenada diaconisa en la Iglesia Anglicana.

En esas primeras semanas hay una gran abundancia de nuevos encuentros. Pensé que
ni la vasta lectura, ni hablar con la gente, ni ver diapositivas o fotos me hubiera podido
preparar para el “bautismo” que iba a tener lugar tras bajar del distanciamiento que
supuso el vuelo en avión: el insoportable bochorno que te cubre con su calor húmedo, los
gases del tubo de escape de los coches, las aguas residuales corriendo a cielo abierto, el
calor corporal; explosiones de color en los vestidos, flores, vehículos pintados, el gentío
por todas partes, el ruido de la ciudad, grillos y ranas de noche, tambores de vudú, las
endechas. Al igual que una mente expuesta al machaqueo continuo del rock duro, el
cuerpo no puede tolerar el distanciamiento y el ritmo se convierte en algo propio.
La reflexión sobre todo lo que uno ha visto, oído, olido y sentido llega un poco más
tarde. A menudo resulta doloroso y costoso pararse a pensar, pero también produce su
fruto. Recuerdo que al poco de llegar a Haití me di una vuelta por los barrios de chabolas
de Puerto Príncipe, cerca de donde vivía. Nunca me había encontrado cara a cara con unas
condiciones de vida como aquellas – una amalgama de “casas” improvisadas, alcantarillas
a cielo abierto y hombres, mujeres y niños que de alguna manera se las apañaban para
vivir allí. Me sentí culpable, airada y frustrada. Había pasado de la lectura, la preparación,
un curso de orientación, miles de vacunas y un emocionante y expectante culto de
despedida en mi iglesia local, en el que se puso el acento en “enviar para servir al Tercer
Mundo”, a mirar al “Tercer Mundo” a la cara sintiéndome absolutamente impotente.
No obstante, cuando echo la vista atrás siento que la impotencia y la vulnerabilidad
son ingredientes clave, habiendo sido enviados, como es el caso, en el poder y en el
nombre del Señor Jesús. Como ha escrito Thomas Merton, cuando “estamos solos, de pie
delante de Dios con nuestra inexplicable inanidad, sin teorías, (entonces) dependemos
completamente de su cuidado providencial y necesitamos desesperadamente el don de su
gracia, su misericordia y la luz de la fe” (Contemplative Prayer –Oración Contemplativa).
Quería irme de aquel lugar de impotencia a toda prisa. Los primeros días resultan difíciles:
no podemos defendernos con las palabras ni con determinadas actividades. La
comunicación en la lengua local es defectuosa o inexistente, e incluso es posible que
tengamos que consultar con otra persona cómo (y qué) comprar en el mercado y cómo
cocinarlo. Todo el mundo parece ir de acá para allá y sin embargo tú todavía no puedes
hacer nada.
En ocasiones como estas la falta de sentido y la soledad pueden hacer rápidos avances
en nuestra vida. A pesar de todo, en estos momentos de crisis Dios puede obrar con gran
poder. Pensándolo bien, creo que mi propia manera de pensar estaba (y hasta cierto
punto todavía lo está) demasiado centrada en la actividad y en hacer progresos –y se
apartaba de los sentimientos de fracaso, debilidad y vulnerabilidad. Y sin embargo la
verdad cristiana clave de la cruz tiene sus orígenes en lo que yo considero como algo
negativo. Allí, vemos en el corazón de Dios un “amor ilimitado, precario y vulnerable” (W.

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H. Vanstone). Allí vemos la vulnerabilidad de Jesús, su absoluta dependencia y obediencia
al Padre y el amor de la impotencia. Es la calidad de este amor que no amenaza ni fuerza,
pero que allá donde se encuentra uno con él le arranca una respuesta libre.
Así que pronto, o al menos así lo parece, comenzamos a sentirnos “capaces” en el
desempeño de nuestra misión y nos vemos arrastrados inevitablemente hacia la melé de
actividad. La mayor parte de esa actividad es buena, pero puede apartarnos de la
dependencia de Dios y de aquellos que nos rodean, y con los que hemos llegado a
compartir el amor de Jesús. Fue a través de la gente de Haití que me di cuenta de que mi
vida estaba más orientada hacia las actividades que hacia las personas. A ellos parecía
importarles más quién era yo que lo que hacía. Al pensar sobre esto me pareció que servir
y ayudar en el desarrollo del mundo se reducía a una relación de bis a bis. Esto no significa
despreciar los proyectos, sino poner el acento sobre la gente.
Una vez más Thomas Merton lo ha descrito muy bien: “No dependa de la esperanza en
los resultados… quizás tenga que afrontar el hecho de que su trabajo aparentemente no
tendrá valor, o que incluso no ha logrado resultado alguno. En la medida en que se hace a
esta idea, empezará a concentrarse más y más no en los resultados, sino en el valor, en la
corrección del trabajo en sí… de una forma gradual luchará cada vez menos por una idea y
cada vez más por unas personas concretas. Al final, lo que lo salva todo es la realidad de
las relaciones personales. La verdadera esperanza no está en algo que creemos que
podemos hacer, sino en Dios, que está haciendo algo bueno de ello de alguna manera que
nosotros no somos capaces de ver.”
Aprender a ver lo que Dios está haciendo es algo fundamental para nuestra vida
cristiana en cualquier lugar. Lo que a menudo olvidamos en medio de tanta necesidad es
que Dios está actuando. Nuestro gozo consiste en que se nos llama a unirnos a él. El
precio es alto, pero sirve para comprar algo espléndido.

CÓMO COMPRENDER
A LA IGLESIA NACIONAL
Ken Okeke

Ken Okeke nació en un pueblo del este de Nigeria, donde sus padres eran misioneros locales
de CMS. Desde que se licenció en la universidad la mayor parte de su trabajo se ha desarrollado entre
estudiantes y jóvenes. Después de su ordenación en 1976 ocupó el puesto de director del Anglican
College of Commerce en Offa, Nigeria, y en 1980 fue elegido para organizar una capellanía para
nigerianos en el Reino Unido. En 1987 regresó a Nigeria.

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Ken sigue manteniendo un gran interés en la iglesia local y en la consejería. Está casado y tiene
cuatro hijos.

Cuando Pablo partió de Antioquía en sus viajes misioneros tenía un objetivo principal:
difundir la buena noticia de Cristo, hacer tantos convertidos como fuera posible y
establecer una iglesia local.
En ningún momento intentó convertir esa iglesia local en una parte homogénea de
aquella congregación desde la que había comenzado –ni tampoco de la iglesia de
Jerusalén, donde se reunían y tenían comunión los primeros convertidos y los apóstoles.
Simplemente condujo a la gente desde su anterior manera de vivir a Cristo. La oración, la
adoración y cualquier otra cosa que tuviera que ver con sus reuniones estaba basada
únicamente en su contexto cultural particular.
Cuando en cierta ocasión los creyentes de Jerusalén trataron de confundir a la iglesia
de Antioquía con la idea de que los verdaderos cristianos debían observar las costumbres
judías, se llegó a un acuerdo sobre el asunto en el concilio de Jerusalén (Hechos 15). A la
“iglesia” y al Espíritu Santo les pareció bien que no debían imponerle a la gente una carga
innecesaria. Los cristianos de Antioquía eran libres de expresar su fe dentro de su
contexto cultural, siempre y cuando no fueran idólatras o inmorales.

Ese principio debería seguirse en todas las épocas a la gente una carga innecesaria. Los
cristianos de Antioquía eran libres de expresar su fe dentro de su contexto cultural,
siempre y cuando no fueran idólatras o inmorales.
Ese principio debería seguirse en todas las épocas, y constituye el fundamento para
comprender cualquier iglesia nacional. Por “iglesia nacional” me refiero a la iglesia que
existe dentro de las fronteras de un país, no necesariamente a una iglesia perteneciente a
esa nación, en la línea de la Iglesia de Inglaterra o la Iglesia de Irlanda. Muchos países del
Tercer Mundo eran “zonas misioneras” y por tanto recibieron misioneros con
llamamientos diferentes y, a veces, divergentes. El resultado fue que se plantaron varias
iglesias distintas, cada una de las cuales pretendía tener la supremacía en materia de fe y
práctica dentro del mismo país. Ninguna iglesia (a excepción tal vez de la India en tiempos
recientes) puede pretender ser “la iglesia” de ese país. La iglesia es el cuerpo de creyentes
que en todo el mundo aceptan a Jesús como Señor y Salvador y que adoran a Dios a través
de él como único mediador y abogado. Cualquier congregación local, esté situada en una

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ciudad o en una aldea, en Occidente o en el Tercer Mundo, se convierte en la expresión
local de esa iglesia universal.

CÓMO COMENZARON LAS IGLESIAS


Procedo de África Occidental y resultará útil describir la situación pasada y presente de
la iglesia en aquel lugar. Probablemente sea típica de muchas áreas del mundo a las que
llegó el evangelio desde Occidente.
Antes de la llegada del cristianismo a África Occidental, habían existido ya algunas
formas de religión. Se puede decir con toda justicia que los pueblos africanos eran y
todavía son muy religiosos. La religión, sin embargo, no es sinónimo de cristianismo. La
única ventaja que tenían los primeros misioneros en su tarea evangelizadora era que se
encontraban con personas que estaban buscando a Dios de una manera vaga e ignorante,
pero que desde luego tenían creencias definidas acerca de los dioses. Por lo tanto su labor
fue, en cierto modo, similar a la de Pablo en la colina de Marte.
La Sociedad Misionera de la Iglesia (CMS) comenzó su obra en Sierra Leona en 1804,
pero anteriormente a esa fecha ya había habido una congregación metodista y otra
bautista, iniciadas quizás como consecuencia de las actividades de esclavos libertos.
Después siguieron otras misiones, como la Sociedad Misionera Bautista y la Sociedad
Misionera Metodista Wesleyana en Badagry, Nigeria, en 1842. Predicaron el perdón de los
pecados y obtuvieron algunos conversos. Más tarde se les unieron la Misión del Interior
de Sudán, la Misión Unida de Sudán, la Misión Qua Iboe y probablemente algunas otras.
Todas llegaron con el mensaje liberador de Jesucristo como Señor y Salvador – el mesías
no sólo para los judíos, sino para toda la humanidad. Eso parecía tener sentido y los
africanos “se lo tragaron”.
El resultado de estas aventuras fueron bendiciones para todos los gustos. Si bien era
bueno que los africanos rompieran con el pasado y abrazaran este nuevo camino, tiraron
al bebé juntamente con el agua del baño. Los primeros misioneros tenían el handicap de
enfrentarse a gentes cuya cultura y hábitos no comprendían muy bien. En muchos casos
no tenían el tiempo o la paciencia necesarios para comprender. Había algo que establecer
y consecuentemente se estableció algo.
La iglesia nació y Dios no fue alabado y adorado en la manera en que lo hubieran
hecho los africanos, sino al estilo de los misioneros. Tanto los himnos como la melodía
eran tan extraños como el instrumento “prodigioso” que emitía esos preciosos sonidos
mientras el misionero apretaba y estiraba aquel vistoso artilugio de lado a lado a la altura
de su pecho. Los instrumentos locales no fueron considerados adecuados para la
adoración. Por un lado, no hacían sonar ninguna música reconocible para el misionero, y
por otro no parecían refinados –¡y por supuesto Dios no hubiera estado contento con
cosas poco refinadas! Se abandonaron los nombres nativos y en el momento del bautismo
se escogieron nombres bíblicos o europeos. Esto tenía su utilidad y su valor, pero su punto
débil fue dar por sentado que cada nombre nativo o en lengua vernácula tenía relación
con el paganismo. Ahora se está invirtiendo esta tendencia.

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No sólo resultaban extraños los nombres. Los edificios de las iglesias adoptaron las
formas arquitectónicas propias del país de “origen” de los misioneros. Cualquier cosa que
no se pareciera a eso no se consideraba que fuera realmente un templo.
Desgraciadamente este enfoque no ha dejado de usarse. Con el tiempo, todo el concepto
de cristianismo llegó a estar envuelto por la cultura occidental. Para empeorar aún más las
cosas, la colonización siguió a muy poca distancia a la evangelización, y en algunas
ocasiones llegó con ella. En muchos casos esto provocó que misión y gobierno se hicieran
inseparables.
El advenimiento del cristianismo desde Occidente hizo que nacieran tres falsas
impresiones. Una era que la cultura occidental es la única forma posible que puede
adoptar el cristianismo en cualquier lugar del mundo porque la cultura occidental es una
cultura cristiana. La segunda fue que el elevado desarrollo de determinadas formas de
arte occidentales era necesariamente una parte de la buena noticia de Jesucristo. Y la
tercera fue que ya que la cultura occidental se desarrolló en parte a partir del cristianismo,
es una expresión plena y perfecta del cristianismo en la sociedad.
Las estaciones misioneras a menudo mantenían una estrecha relación con las fábricas
de explotación comercial y con el gobierno. Por lo tanto el cristianismo corría peligro –y de
hecho fue presa– de que se le asociara con la explotación en lugar de la liberación. Este
error iba a costarle caro a las misiones y a la iglesia occidentales.
Más aún, a los países se les impuso el sectarismo. Los bautistas no querían tener nada
que ver con los metodistas, los anglicanos consideraban al resto de iglesias protestantes
como no conformistas, mientras que los católicos las veían a todas como pseudocristianas,
gente que había que convertir y rebautizar. El Tercer Mundo se quedó con una iglesia
dividida y sin una identidad cultural.
Los primeros misioneros también trajeron consigo la educación, pero esta misma
bendición iba a desencadenar una explosión que trajo aún mayores divergencias,
disidencia religiosa y sincretismo organizado. De todos es sabido que todas las luchas a
favor de la independencia en lo que entonces eran los países colonizados del Tercer
Mundo fueron encabezadas por figuras nacionalistas que eran el producto de la educación
misionera. Habían sido educados y había viajado a Occidente. Regresaron y comenzaron a
cuestionar el “orden establecido”.

LOS CAMBIOS QUE ESTÁN TENIENDO LUGAR


Algunas iglesias nacionales están empezando ahora a invertir estas tendencias.
Generalmente se traducen, y a veces se escriben, los himnos y la liturgia al idioma local,
aunque algunos de ellos no son más que transliteraciones y siguen conservando una
melodía de corte occidental. Se están haciendo esfuerzos muy serios por escribir
canciones y coros al estilo y con el ritmo puramente africanos, pero esta práctica todavía
no se ha extendido ampliamente entre las iglesias históricas anglicanas, metodistas,
presbiterianas y bautistas.
Han comenzado a surgir muchas iglesias indígenas. Existen tres tipos. Uno es la clase
de iglesia indígena que iniciaron los cristianos africanos influenciados en su mayor parte

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por el movimiento evangélico y pentecostal de plantación de iglesias de origen
norteamericano. La mayoría de iglesias de este tipo tienen una teología aceptable y
tienden hacia el pentecostalismo o carismatismo. Con frecuencia los fundadores son
personas cultas y esto es una ventaja para la organización de la iglesia. Otro tipo es
habitualmente carismático y está fundado por hombres “llenos del Espíritu Santo” que
tienen muy poca o ninguna preparación cultural. A medida que las iglesias fueron
creciendo comenzaron a cometerse errores que desembocaron en problemas. No
obstante, ofrecen algunas respuestas cristianas para los africanos corrientes que no
pueden estar de acuerdo con las iglesias europeizadas. Estos dos tipos de iglesias
indígenas pueden denominarse “Indígenas Evangélico–pentecostales”.
Existe un tercer tipo de iglesia que podría calificarse de espiritista o espiritualista,
utilizando el término en un sentido diferente del grupo ocultista occidental. Muchos de
estos grupos han empezado desde cero o han surgido al salirse de otra iglesia y suelen
tener una base teológica poco firme y dudosa. En todas ellas, las prácticas rituales
sincretistas, las profecías, los sueños y las visiones juegan un papel destacado. La
autoridad en que se apoyan ciertas doctrinas se basa frecuentemente en porciones de la
Biblia malinterpretadas y sacadas de su contexto. Resulta pertinente apuntar que algunos
delincuentes avispados, estafadores y timadoras han iniciado iglesias así como una forma
de ganar dinero fácil.
Los miembros de estos grupos son controlados mediante el adoctrinamiento y en
casos extremos por el temor. Algunos podrán argumentar que estas iglesias espiritualistas
ayudan a que la gente abandone sus ídolos. Pero de hecho este abandono de los ídolos
para acudir a “Dios” a menudo no es diferente, en esencia, de la práctica común en la
religión africana consistente en el abandono de un dios en favor de otro que es tenido por
más eficaz. Así, la mayoría de los adeptos persigue un seguimiento orientado a los
resultados, en el que las bendiciones se obtienen por la eficacia de los ritos, sacrificios y
ceremonias –exactamente igual a lo que harían en una religión tribal. La zona de captación
de estas iglesias es amplia y elástica, y trasciende las distinciones sociales y culturales.
De modo que ahora tenemos en estos países las iglesias tradicionales o históricas (las
de origen occidental), las iglesias evangélico–pentecostales y las iglesias espiritualistas, y
todas ellas pretenden ser el tipo correcto de iglesia. Aparte de las iglesias tradicionales, las
otras son reacciones en contra de una iglesia “excesivamente occidentalizada”. Existen
cientos ellasen toda África. Todas ellas tienen sus usos, sus virtudes y sus defectos.
Sus virtudes radican en el hecho de que se aproximan al cristianismo desde una
perspectiva africana. Adoptan una adoración menos formal, más viva, en la que utilizan
instrumentos como la guitarra y los tambores. En conjunto, se aproximan más a la cultura
africana en comparación con las iglesias tradicionales que todavía no han roto con la
liturgia a la europea y que muy a menudo son tan penosamente europeas y aburridas. Las
mejores, principalmente encuadradas en el grupo evangélico–pentecostal, buscan
expresar su fe cristiana mediante las formas de adoración indígena que les resultan
familiares, al tiempo que mantienen una teología y una doctrina sanas. Su tasa de
crecimiento es espectacular.

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Sus defectos, comúnmente identificados con las iglesias espiritualistas, se encuentran
en el campo de la erudición cristiana. Muchas veces las interpretaciones bíblicas y la
práctica se confunden. Se descuida la teología y la formación que reciben los obreros de
las iglesias es extremadamente rudimentaria. El resultado es que los sermones se
caracterizan más por el “calor” que por la “luz”. Se le da la misma importancia al Antiguo
que al Nuevo Testamento y la idea de que Jesucristo es el cumplimiento del Antiguo
Testamento no se entiende con claridad. Y así no es de extrañar que se practiquen los
sacrificios, la poligamia y otro tipo de rituales.
Esto es muy inquietante.

VENGA A NUESTRO LADO


–Y APRENDA, ADEMÁS DE ENSEÑAR
Cualquier cristiano que vaya a trabajar en un contexto transcultural en el Tercer
Mundo tiene que estar preparado para abordar su tarea con toda seriedad, y no
considerarla como una aventura. Es verdad que Pablo y su séquito se encontraron con
algunas “aventuras” durante sus viajes, pero sus cartas demuestran que se tomó su
trabajo muy en serio y en una actitud de oración.
Las iglesias de estas naciones ya tienen sus problemas. En África occidental muchas de
las iglesias históricas están luchando por despojarse de la “piel” europea y aparecer como
congregaciones verdaderamente africanas. Los jóvenes tienen ganas de ver que la iglesia
se vuelva africana no sólo porque tenga ministros africanos, sino también porque utilice
una adoración y una expresión al estilo africano. Los mayores se resisten a ello y se
producen tensiones. El problema es que muchos de los adultos que han recibido una
educación quieren mantener su bagaje cultural, esto es, su educación europeizante, y la
vida y el estilo de la iglesia forman parte de ese bagaje. Algunas de estas personas toman
su pertenencia a la iglesia con mucha seriedad, pero el peligro consiste en que a menudo
el verdadero compromiso cristiano se pierde en medio de la “eficiente” membresía de
iglesia. El deseo de ser vistos como algo distinto de las iglesias evangélico–pentecostales o
espiritualistas hace que abracen con más ahínco las formas y prácticas “occidentales” de
la iglesia.
El dilema para cualquier occidental que trabaje en una iglesia histórica nacional es que
no puede hacer otra cosa que acceder a sus deseos. Pero es frecuente que los modelos de
adoración sean los que hace ya tiempo han sido abandonados en Europa. Así que uno
puede estar tentado a animar cuando menos a la iglesia a que avance en la línea de lo que
está ocurriendo en las iglesias europeas, cuyos himnos y liturgia se han renovado. Pero
eso será el comienzo de un nuevo círculo vicioso. El ideal es que la iglesia histórica
contextualice su adoración, pero eso tiene que hacerse de manera cuidadosa y con
oración. Los patrones culturales tienen que ser probados a fondo con el puro evangelio de
Jesucristo, ya que todas las culturas son expresiones terrenales del “ser” por parte de la
gente que vive en un determinado entorno. Y dado que todos los pueblos son pueblos
“caídos”, hay que poner a prueba las culturas para descubrir qué partes se oponen a las
Escrituras, qué partes concuerdan con ellas y qué partes son neutrales. Esto ayudará a las
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iglesias a no absorber aquellos aspectos de la cultura que tienen su origen en un sustrato
pecaminoso. En la actualidad hay luz en las iglesias protestantes históricas, pero
realmente no está brillando; solo está encendida.
La mejor postura que se puede tomar frente a las iglesias históricas nacionales en el
día de hoy es venir a su lado como compañeros. Es entonces cuando uno puede aconsejar,
criticar con amor y animar. La iglesia nacional necesita ayuda para asumir un carácter
puramente nacional bajo Cristo, sin que se convierta en una copia literal de otra obra.
Desgraciadamente algunos cristianos occidentales identifican una sociedad próspera con
la ética cristiana, y de este modo tienden a adoptar una actitud paternalista hacia la iglesia
nacional. Muchos han descubierto a través de experiencias amargas que eso ya no
funciona. Incluso a su propio nivel y dentro de sus pobres circunstancias, la fe de estos
cristianos sobrepasa a la de muchos de aquellos que pertenecen a iglesias establecidas de
Occidente.
En las otras iglesias nacionales el crecimiento es una norma aceptada y muchas
personas están viniendo a la fe cristiana desde distintos trasfondos como resultado de las
actividades evangelísticas. También se produce un “crecimiento biológico” a medida que
las poblaciones se van incrementando cada vez más. En las iglesias históricas el
crecimiento es principalmente biológico, aunque se ven algunos signos de que por fin algo
está empezando a moverse, de modo que se están plantando nuevas iglesias con
convertidos de primera generación. Este paso lo han dado especialmente los miembros
más jóvenes, y es el resultado del movimiento de renovación que está comenzando a
afectar a las iglesias tradicionales. Pero la tasa de crecimiento no es nada comparada con
las iglesias evangélico–pentecostales.
Las iglesias realmente necesitan una enseñanza y un discipulado más a fondo. Se
precisan más obreros para formar, preparar y equipar al ingente número de personas que
abrazan la fe cristiana. Probablemente esta sea la tarea que requiere mayor atención por
parte de Occidente, ya que la evangelización la llevan a cabo mejor los nacionales.
No obstante, la enseñanza, la preparación y el entrenamiento deben contextualizarse.
En general el africano es religioso y está dispuesto a que se le enseña el Camino que es
Jesucristo. Está dispuesto a que se le enseñe y, al igual que Andrés, a ir y contarle a su
hermano acerca de su nueva fe en Cristo. Generalmente hablando, el cristianismo en los
países del Tercer Mundo, sea el de las iglesias tradicionales o de otro tipo, está llegando a
un punto en el que uno comienza a preguntarse si Occidente no se convertirá en un
campo misionero. Quizás Occidente pueda, a través de la interacción con las iglesias
nacionales, volver a aprender y captar otra vez esa cualidad perdida del entusiasmo a la
hora de contar la buena noticia. Cuando una nueva vida y un nuevo celo se extiendan
entre las decaídas iglesias occidentales una vez más y los hijos de Dios sean trasladados
del oeste al norte, del sur al este, de los occidentales a los nacionales y viceversa, puede
que el mundo escuche nuevamente, con voz alta y clara, que Jesús salva.

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PRIMERAS IMPRESIONES
–TRES VECES
Ruth Nickerson

Ruth Nickerson se preparó como maestra de niños discapacitados. Después de pasar dos años
en el All Nations Christian College, pasó casi diez años en Tailandia con Tear Fund. Sirvió dando clases
de alfabetización en el campo de refugiados de Ban Vinai, cerca de la frontera con Laos, y escribió el
libro Promise of Dawn, en el que narra las experiencias allí vividas. Ahora ha vuelto a la docencia en
su ciudad natal de Huntingdon, Cambridgeshire.

Serví en el extranjero en tres ocasiones: en Sierra Leona cuando tenía veintiún años, y
en Tailandia cuando contaba con treinta y tres y treinta y siete años respectivamente. Mis
reacciones fueron distintas en cada oportunidad.

SIERRA LEONA A LOS VEINTIÚN AÑOS


Fui allí con cierto espíritu de aventura –con una actitud de antigua chica exploradora
que tenía que “arreglárselas sin determinadas comodidades” unido al interés de muchos
años (aunque con un nulo conocimiento) por otros países. Tenía la vaga pero excitante
sensación de enfrentarme a un desafío y una enorme dosis de ingenuidad. La idea de ir a
algún lugar me hacía sentir bastante feliz y no tenía ni idea de lo duro que iba a resultar.
Esperaba ser recibida con los brazos abiertos porque había oído que los estudiantes a los
que iba a enseñar eran muy aplicados y tenían unos deseos enormes de aprender. Fui una
perfecta idiota y me lo creía.
En cuanto llegué se me cayó el alma a los pies al percatarme de la realidad de la
situación. Tenía que compartir la casa con una chica del cuerpo de paz americano que
bebía ginebra. Pensé que nunca congeniaríamos, pero no fue así. Teníamos una casa
cutre, un retrete y suministro de agua. Repentinamente me di cuenta de lo mucho que se
esperaba de mí en el trabajo.
Entre mis primeros sentimientos estaban la decepción y el temor. La mayoría de mis
estudiantes tenían “intereses creados” (o al menos eso es lo que yo pensé en aquel
momento) y no querían estudiar. Lo único que querían era aprobar los exámenes aunque
no sacaran suficiente nota, y se volvían agresivos y amenazadores si no conseguían lo que
querían. Unido a eso estaba el enfado cuando no valoraban los preciosos posters que
tanto tiempo me habían llevado y que ellos habían pintarrajeado enseguida. Después vino
la sorpresa y el alivio cuando sufrí una fuerte malaria y ellos se preocupaban tanto por mí.

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Pronto sentí que me estaba adaptando al estilo de vida americano dentro del estilo de
África occidental. Esto me desconcertó un tanto –esperaba que fuera más fácil adaptarse
a los norteamericanos, pero en la fiesta de Acción de Gracias y demás celebraciones me
sentía fuera de lugar. En realidad tampoco encajaba en el estilo de vida africano, aunque
participaba y disfrutaba de ambos en diferentes ocasiones. Deseaba que viniese otra
persona inglesa.
Pensándolo mejor, fue “una experiencia” que valoré, pero me pregunto cuánto hice en
realidad para ayudar a la gente. Pienso que yo obtuve el mayor beneficio, espiritualmente
(desde luego sirvió para desarrollar mi fe) y en otros sentidos (igual que me pasó cuando
comencé a trabajar en el este de Londres con niños de la Zona Prioritaria de Educación,
quienes en un porcentaje muy elevado eran hijos de inmigrantes).

TAILANDIA A LOS TREINTA Y TRES AÑOS


A estas alturas desde luego ya era más consciente de estar sirviendo a Dios,
probablemente porque era mayor tanto en edad como en experiencia cristiana. Sentí que
Dios me había dado tanto y de tan diversos modos, que podía compartirlo (no de forma
pomposa) con otras personas que no habían tenía las mismas oportunidades. Estaba
dispuesta a ir a cualquier parte, ¡pero no con los ideales de juventud de antes! Tenía más
los pies en el suelo y deseaba ir de una forma más consciente por amor a Dios.
Tuve muchas primeras impresiones. Sentí que todo me resultaba nuevo, pero
“ninguna novedad” para los demás; ellos estaban acostumbrados y siempre tenían prisa,
pero yo no estaba habituada y quería “experimentarlo” y tomarme tiempo para
contemplar las cosas. Me llevaron hacia el interior tan poco tiempo después de mi llegada
que casi me quedé sin aliento.
Tenía un cuartucho diminuto y agobiante que no contaba con una puerta como tal. Me
la presentaron diciendo: “¿No le parece una habitación encantadora?” La primera
impresión que tuve al verla fue de decepción y de echarme atrás. Descubrí horrorizada
que “presentarme” la situación consistía gradual y simplemente en dejar que me hiciera
cargo del trabajo y lo llevara adelante como pudiera. Algunas veces pensé que me veían
como una novedad y me ridiculizaban porque no sabía lo que se estaba diciendo sobre mí.
Me desilusionó la falta de comunión. Anhelaba orar con alguien pero en lugar de eso
lo anotaba todo en un cuaderno. Sin embargo me sorprendió lo rápido que me sentí como
en casa. Me encontraba “bien” en el contexto tailandés y en el campo de refugiados. El
idioma no fue mucho lío, aunque no había asistido a una escuela de idiomas, pero se hizo
duro cuando ya supe un poco y la gente ya no se mostraba tan indulgente, o al menos así
me lo parecía a mí.
Cuando el virus estomacal me afectó por primera vez yo deseaba que hubiera alguien
que simplemente me acompañara. Me sentí peor por no ser capaz de comer la “comida
para los enfermos” tailandesa que con tanto cariño había preparado una enfermera local.
Entonces tuve fuertes retortijones de añoranza y no soportaba mirar siquiera un mapa.
También caí en la trampa de creer que “lavarle los pies a la gente” (en mi caso hacer cosas
muy rutinarias) estaba muy bien en la teoría, pero en realidad sentí una cierta cantidad de

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resentimiento – ¿He venido hasta aquí sólo para esto? –y orgullo, “Cualquiera puede
hacer esto”; es de suponer que eso incluía la actitud de “Bueno, ¿por qué no estoy
haciendo algo más importante?”

TAILANDIA A LOS TREINTA Y SIETE AÑOS


Al intentar recordar cómo me sentía en 1984 puede que mi memoria esté
inconscientemente influida hasta cierto punto por el hecho de que todavía estoy aquí.
Después de aguardar durante un año entero para “escuchar” a Dios, mi motivación era en
gran manera ir “donde fuera” una vez más –pero ahora con una auténtica profundidad.
Sabía mucho mejor en qué me estaba metiendo, así que no tenía unas gafas color de rosa
que ponerme. Ya era consciente, en muchos aspectos, de las necesidades y quería servir
donde pudiera. Esta vez sentí más que nunca que la labor principal que iba a desempeñar
era una para la que estaba realmente preparada mucho más a conciencia que
anteriormente.
Sin embargo, en esta ocasión era más consciente de mi responsabilidad hacia mis
padres, ya mayores, que dejaba atrás. También sentía una cierta aprehensión y temor
provocados por el conocimiento de primera mano que tenía de veces anteriores. Sabía
cómo serían los virus, las enfermedades y la suciedad.
Cuando finalmente llegué, me invadió la sensación de estar en un lugar que ya
conocía, pero que a pesar de ello no era el mismo. Fue desconcertante y difícil adaptarse a
él - en muchos sentidos más duro que una experiencia totalmente nueva. La memoria del
pasado era más real que el presente. Intelectualmente sabía que no sería lo mismo, pero
emocionalmente no estaba tan claro.
Había también una sensación de no estar instalada, ya que no pude llegar a donde
tenía que ir durante un tiempo y tuve que vivir con la maleta a cuestas. Me sentí
vulnerable y que de alguna manera tenía que empezar otra vez de nuevo, cuando
inconscientemente había esperado que fuera una continuación de la última vez. También
me espanté al descubrir que no tenía nada que ver con lo que se me había dado a
entender por la descripción del puesto de trabajo que me habían dado.
Era mucho más consciente que nunca antes de la dimensión de batalla espiritual que
tenía todo aquello. Sentí que había perdido mi identidad personal y que era una extraña
para mí misma. En el fondo de mi ser deseaba que alguien me conociera. Quería contar
cómo me sentía pero no me sentía con la libertad de hacerlo.

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CÓMO RELACIONARSE
CON LA
IGLESIA NACIONAL
Bill Roberts

Bill Roberts fue secretario itinerante de Scripture Union en Nigeria. Este período incluyó dos
años y medio de guerra civil cuando una región de Nigeria intentó segregarse y formar un país
independiente denominado Biafra. Bill se quedó en aquella zona azotada por la guerra durante toda
el tiempo que duró el conflicto y de resultas del mismo escribió el libro Life and Death among the Ibos
. También trabajó con Scripture Union en Sierra Leona como secretario itinerante y secretario
general. Desde junio de 1986 ha trabajado con Tear Fund en calidad de jefe del departamento de
Evangelización en el Extranjero y Educación Cristiana. Bill está casado con una norteamericana que
fue misionera en Sierra Leona y ambos adoptaron dos niños africanos discapacitados.

La mayoría de la gente que va al extranjero se sorprende de la calidad de vida


espiritual que encuentra en muchos países en desarrollo. No podemos dar por sentado
que “Occidente es lo mejor”. Debemos dejar atrás ese inherente complejo de superioridad
que desgraciadamente poseen la mayoría de los blancos.
Jesús les dijo a sus discípulos que fuesen siervos los unos de los otros, que “se lavaran
los pies unos a otros” (Juan 13). Todo el mundo debería lavarle los pies a los demás y
esperar, al mismo tiempo, que sus pies fuesen lavados por otros. En toda comunión debe
existir un toma y daca si queremos que esa comunión crezca de una manera saludable, al
igual que debe ocurrir en la relación matrimonial o en cualquier otra amistad íntima.
Cuando usted se una a la iglesia local del país al que ha sido llamado a servir, tendrá
algo que aportar. También tendrá mucho que recibir. Si aspiramos al desarrollo de
relaciones profundas a la manera de Cristo, tanto el dar como el recibir deben estar
basados en una genuina humildad. Muchos misioneros han salido llenos de celo por dar
pero no lo han compensado con la humilde necesidad de aprender de y ser edificados por
la iglesia nacional. El primer elemento fundamental de cualquier buena relación con la
iglesia nacional es estar preparado para escuchar y aprender de todo lo bueno que hay en
ella. Jesús también mandó a sus discípulos: “que os améis los unos a los otros, como yo os
he amado” (Juan 15:12). Si el amor sacrificado va unido a la auténtica humildad, entonces
no hay límites a la manera en que su relación con la iglesia nacional puede llegar a
desarrollarse.

CÓMO RELACIONARSE CON INDIVIDUOS


Toda comunión está compuesta por individuos. Cuanto más llegue a conocerlos y
entenderlos, mejor será su relación con ellos. Durante mis veinte años como misionero en
África occidental descubrí dos formas concretas de desarrollar esta relación.
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En primer lugar se fomentó practicando la hospitalidad en nuestro propio hogar.
Normalmente teníamos dos o tres estudiantes de secundaria viviendo continuamente con
nosotros. Esto no sólo nos proporcionó una maravillosa oportunidad de discipularlos en el
ambiente natural de una familia cristiana, sino que también nos enseñó mucho acerca de
los africanos y de su cultura. También era evidente para todos que amábamos a los
africanos. Los africanos se sentían con la libertad de visitar nuestra casa porque comíamos
comida africana, vivíamos de una manera sencilla y hacíamos la mayoría de las cosas
como los africanos. Esto hizo que se fortalecieran nuestras relaciones en el plano
individual. También evitó que cayéramos en el viejo peligro de convertir el hogar del
misionero en un pequeño rincón de Inglaterra (o de Norteamérica) en tierra extraña.
En segundo lugar, establecimos relaciones saludables siendo objeto de la hospitalidad
de los africanos. Mi trabajo me exigía viajar mucho, así que al planificar estos viajes
buscaba alguna oportunidad para quedarme en las casas de cristianos africanos. Cuando
yo, misionero blanco, recibía la hospitalidad de los africanos negros –era obvio que
disfrutaba de ello– nuestra relación se enriquecía sobremanera. Una vez más se ponía en
práctica el principio del toma y daca.
En una relación uno no sólo da, sino que también recibe, dando así lugar a un
crecimiento equilibrado. Por descontado que habrá algunas dificultades al experimentar
con una comida, unas prácticas culturas y unas normas de higiene diferentes. Pero pronto
aprenderá que simplemente porque algo sea distinto no por ello es automáticamente
inferior. Puede que incluso llegue a darse cuenta de que todas esas manos de pintura que
le da a la pared en su país, junto con el frecuente cambio del papel pintado y las
moquetas, no eran más que una forma de malgastar el dinero del Señor.
Siempre me ha impresionado la manera en que Jesús, el judío, le pide ayuda a la mujer
samaritana –“Dame de beber”. Nunca se establecerá una relación entre dos personas si
una parte está siempre dando y la otra siempre recibiendo. Pero si usted recibe con
auténtica humildad y da con un amor sacrificado, entonces va a conseguir hacerse muy
buen amigo de otros cristianos cuyos trasfondos puede que sean totalmente diferentes de
los suyos. No importa que procedan del campo o de la ciudad, que sean cultos o
analfabetos, ricos o pobres, negros o blancos. Mientras estén “en Cristo” y usted tenga el
firme propósito de practicar el principio de dar y recibir, no cabe duda de que
experimentará algunas relaciones llenas de significado.

CÓMO RELACIONARSE CON LA CONGREGACIÓN LOCAL


Puede que usted sea el único occidental en la pequeña iglesia de una aldea, o que se
congregue en una iglesia grande y multirracial de la ciudad. Cualquiera que sea su
situación, asegúrese de que llega a formar parte de la congregación local al máximo. El
autor de la carta a los Hebreos dice: “No dejemos de congregarnos, como algunos tienen
por costumbre” (Hebreos 10:25). Esta comunión es necesaria en nuestras iglesias de
procedencia, así que cuánto más no lo será cuando estamos viviendo en otro país.
Dicho de manera sencilla, quiere decir tomar parte en cuantas actividades de la iglesia
local nos sea posible. En la práctica puede que eso no resulte fácil. Probablemente va a

Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
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estar muy ocupado. Puede que vive a muchos kilómetros de distancia de la iglesia más
próxima. Quizás tenga problemas con el idioma o no le encuentre mucho sentido a las
actividades de su iglesia.
Pero no importa lo ocupado que esté y lo alejada que se encuentre su casa de la
iglesia. Debe hacer tiempo para asistir a los cultos dominicales y a las reuniones de entre
semana. Esto es tanto una necesidad para usted como un estímulo para los cristianos
locales. Puede que tenga que viajar unos cuantos kilómetros, pero valdrá la pena de todas
todas. Además, no es inusual que los africanos anden varios kilómetros para ir a la iglesia.
Si la lengua que se utiliza no es el inglés, debe dedicar un tiempo al estudio hasta que
pueda conversar en el idioma nativo.
Algunas veces la forma en que la iglesia lleva a cabo sus actividades puede parecer
extraña. Tal vez no esté acostumbrado a cultos que duran dos o tres horas, o a sermones
que duran más de una hora.
Cuando llegué a África, con mis veintinueve años cumplidos, nunca antes había
asistido a un culto mortuorio, y no esperaba tenerlo que hacer a menos que falleciera un
familiar o un amigo. Ahora entraba a formar parte de una sociedad que le daba una gran
importancia al entierro de los difuntos.
Los velatorios, que duraban toda la noche y en los que un gran número de personas
visitaba el hogar para darle el pésame a los deudos, ocupaban mucho tiempo y resultaban
muy costosos, ya que todo el mundo esperaba que se le diera de comer. Cada día, antes y
después del funeral, la casa del fallecido se llenaba de visitas. Algunas veces conversaban
y otras no decían nada. Había que exponer el cuerpo, no sin antes haberlo sometido a un
costoso proceso de preparación. Los familiares regresaban en avión de sus compromisos
en el extranjero, con el gasto que esto representaba, sólo para estar presentes en el
funeral.
Se pensaba que resultaban esenciales unos ataúdes muy caros para mostrarle el
debido respeto al finado, con lo que a menudo a la familia le quedaba una gran deuda que
luego debía pagar. El culto mortuorio en sí estaba repleto de tópicos, algunas veces falsos
y otras extremadamente exagerados. En ocasiones, las actividades que seguían al funeral
incluían intentos de establecer contacto con los espíritus de los muertos, aunque los
cristianos locales no participaban en esto.
Al principio encontré más bien pocas cosas de valor en estas costumbres caras y que
consumían tanto tiempo, pero gradualmente comencé a apreciar al menos algunas de
ellas. Una visita a la casa y la asistencia al funeral eran expresiones de una afectuosa
preocupación hacia los deudos y de respeto hacia el difunto. Lo opuesto sería considerado
como un insulto tanto para la familia del fallecido como para este último. De ahí que cada
una de estas costumbres fuera una forma aceptada de expresar amor y cuidado en el
contexto de esa sociedad y dentro de la vida de la iglesia, así que si yo quería ser
considerado un cristiano amable, comprensivo e interesado en los demás, también
tendría que tomar parte en ellas.
Si algunos de los deudos eran cristianos comprometidos, había sobradas
oportunidades para dar un testimonio cristiano positivo a los visitantes que acudían al
hogar. Hay muchas personas en África que han encontrado a Cristo mediante eventos

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1989).
Página 58. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
como ese. Así que no se precipite en menospreciar las costumbres de la iglesia local. Con
el tiempo verá sus virtudes, las cuales le ayudarán a establecer relaciones más
significativas con la iglesia local.

CÓMO RELACIONARSE CON LOS DIRIGENTES DE LA IGLESIA


Los principios para ello son los mismos que en el caso de la iglesia local. Ore por los
líderes, conózcalos, participe de la vida de la iglesia, póngase a disposición de los
hermanos para

cualquier tipo de servicio y esté dispuesto a someterse a su autoridad. Quizás sea esto
último lo que el extranjero encuentra más difícil en un país en desarrollo hasta que ese
complejo de superioridad ha sido crucificado. Debemos darnos cuenta de que por el
simple hecho de que el estilo de liderazgo de alguien sea diferente, eso no lo convierte
necesariamente en inferior.
Suele haber gran variedad de líderes de iglesia que cuentan con capacidades muy
distintas entre sí. Algunos son humildes, hombres de Dios maduros cuya autoridad es fácil
de aceptar; con otros es posible que se haga difícil trabajar a sus órdenes. Algunos puede
que estén muy organizados, mientras que otros tal vez tengan poca capacidad de
organización. Esto puede resultar frustrante, pero el occidental, acostumbrado a trabajar
en función de un horario, puede aprender mucho de aquellos que se concentran en las
personas. Algunos dirigentes tienen una educación superior y otros no, y el occidental
debe darse cuenta de que la sabiduría no sólo se adquiere mediante una educación
formal. Algunos líderes son ricos, pero muchos son pobres; es posible que su diezmo
exceda el total de las ofrendas de la congregación, en cuyo caso puede ser prudente no
darlo todo a una sola causa.
Cualquiera que sea el tipo de liderazgo que se encuentre en la iglesia local, apóyelo
tanto como pueda. Será entonces cuando desarrollará algunas buenas relaciones y hasta
puede que le encarguen algunas responsabilidades especiales. Pero no permita que le
inunden con responsabilidades que otra persona podría asumir si se le animara a hacerlo.
Si tiene algún problema con los dirigentes de la iglesia sería bueno pedirle consejo
primeramente a algún cristiano local maduro con quien haya desarrollado una relación de
amistad y confianza, en lugar de ir directamente a la persona en cuestión. Siempre es
aconsejable disponer de algún amigo íntimo en la iglesia local con el que poder compartir
las cosas y orar por los problemas que puedan surgir; una amistad así puede llegar a tener
un valor incalculable.

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Página 59. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
ME SUCEDIÓ
EN NAVIDAD
Sheena Lane

Sheena Lane se diplomó en enfermería y atención domiciliaria en su Escocia natal y trabajó


durante quince meses en la isla Ascensión antes de servir en el extranjero con Tear Fund desde 1979
hasta 1987 en Paquistán. Trabajó como enfermera con el Proyecto de Atención Sanitaria Rural de
Kunri, bajo los auspicios de la Iglesia de Paquistán, en la provincia de Sind. A su regreso a Escocia
aceptó un puesto de enfermera

Mi peor ataque de choque cultural tuvo lugar hace unos dos años. Había cometido el
error de volver a casa durante las vacaciones de Navidad. Llegué a Escocia el diecisiete de
diciembre, después de haber dejado el desierto y la gente de la tribu tan sólo veinticuatro
horas antes. Traje conmigo todo tipo de regalos para la gente, pero cuando fui a ver las
tiendas de Escocia todos mis regalos parecían baratos, feos y defectuosos, y sentí que no
podía dárselos a nadie. Fue una Navidad difíciltan distinta de la del año anterior en
Paquistán, cuando Cristo era el centro de todo. En la sociedad escocesa Cristo no aparecía
por ninguna parte. Para colmo de males, cuando regresé a Paquistán cinco semanas más
tarde me fui al otro extremo y lo encontré todo rudimentario, sucio y ofensivo. Tardó un
tiempo en arreglarse esta circunstancia.
Ahora que estoy tratando de adaptarme a la cultura de mi país veo que no estoy al día
en mi profesión. Me esperaba cambios en la gente y en las relaciones, pero en el trabajo
se hace mucho más difícil. Durante los últimos siete años he estado tomando mis propias
decisiones, pero ahora estoy de vuelta en mi propio país y no se me permite que lo haga;
todo tiene que estar por escrito y duplicado por si alguien se querella contra ti. La
tecnología ha mejorado o cambiado tremendamente y no me he mantenido al día en
cuestiones como los ordenadores, los aparatos y las modernas técnicas hospitalarias. Pero
hubiera sido imposible hacerlo con tantos cambios y teniendo que hacerle frente a las
presiones y tensiones de mi trabajo en el extranjero.
Otra de las dificultades que tuve al regresar fue encontrar a alguien con quien hablar
sobre la situación en el extranjero – alguien que pudiera entenderme. Aprecié muchísimo
mi pequeña estancia en Care for Mission y ahora me doy cuenta de que tendría que haber
pasado allí más tiempo para relajarme y compartir mis cosas con oyentes comprensivos.

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Página 60. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
9

CÓMO NOS VEN


LOS DEMÁS
Un cristiano nacional

Este capítulo está basado en un artículo escrito por un dirigente cristiano de África y
completado con material proporcionado por otro africano y un sudamericano.

Hubo un tiempo en el que estaba convencido de que cada norteamericano llevaba una
pistola; era una conclusión que había sacado de la televisión. Así que cuando fui a estudiar
a los EE.UU. les pedí a mis compañeros de estudios que me enseñaran sus pistolas. Me
sorprendió mucho descubrir que no tenían ninguna. ¡A partir de ese momento me sentí
más relajado en mi relación con ellos!
Tanto si nos damos cuenta enseguida como si no, lo cierto es que basamos nuestra
relación con la gente de otras culturas en los estereotipos. Esos estereotipos se van
formando a partir de lo que leemos en los libros, de lo que nos cuentan otras personas y
de lo que vemos en películas y fotografías. Puede muy bien ser que nos presenten una
imagen distorsionada. Así que cuando visite mi país, por favor no parta de las ideas
preconcebidas. Cuanto más abierto sea, más fácil le resultará desaprender lo aprendido y
volver a aprender.
Basándome en mi amplia experiencia recibiendo y trabajando con extranjeros en mi
país, le ofrezco los siguientes consejos. Cuanto más en serio se lo tome, mejor recibido
será y más valiosas resultarán sus habilidades.

NO CREA TODO LO QUE LE CUENTEN OTROS EXTRANJEROS


Algunos extranjeros han venido a mí y me han confesado que sus colegas les habían
dado una impresión equivocada acerca de mí. A los extranjeros que proceden de
trasfondos muy conservadores no les resulta fácil relacionarse con aquellos de nosotros
que pertenecemos al país anfitrión y nos mostramos bastante abiertos y francos. Nos
malinterpretan, nos tildan de “tozudos” y “maleducados” y echan por tierra nuestro
carácter antes de que usted, el recién llegado, tenga la oportunidad de conocernos. Todos
nosotros debemos pedir sabiduría para saber qué decirnos unos a otros, cómo evaluar esa
información y qué debemos descubrir por nosotros mismos.

POR FAVOR, APRENDA NUESTRAS COSTUMBRES

Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 61. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
Algunas de las cosas que hacemos pueden parecerle extrañas –¡pero no son extrañas
para nosotros! Hay muchas cosas que necesita aprender, y que no puede aprender desde
la distancia; debe venir y vivir entre nosotros. Recuerde también que todavía le vemos
como un extranjero. Usted es siempre un embajador de su gente, país e iglesia.
La cultura en un país en desarrollo puede estar mezclada. Generalmente la cultura
europea parece estar más desarrollada tecnológicamente y educativamente que la de
cualquier país del Tercer Mundo. No obstante, en la mayoría de los países en desarrollo
habrá grupos de personas que viven de una manera cultural y educativamente superior a
la de algunos europeos. En la iglesia, encontrará algunos cristianos más maduros que los
que dejó atrás. Esto me lleva al tercero de mis consejos.

DEJE SU PATERNALISMO EN CASA


Simplemente porque yo venga de lo que usted cataloga como un “país
subdesarrollado” no quiere decir que como creyentes no podamos ser compañeros y
trabajar juntos en nuestro servicio al Señor. He conocido a algunos extranjeros que
pretenden comprender la situación local con tanta lucidez que toman decisiones en
nombre de los cristianos locales. ¡Eso está mal! Los nacionales cometerán errores.
Preguntarán cosas que a usted le parecerán tonterías. Puede que necesiten consejo u
orientación, pero se les debería permitir que tomaran sus propias decisiones y nunca se
les debería manipular para que hicieran algo en contra de su deseo. Deberían ser libres
para decir “no”.
El apóstol Pablo nunca fue paternalista con las iglesias que fundó. Cultivó una relación
de colaboración. Eran iglesias jóvenes que necesitaban dirección, pero Pablo siempre las
trató como grupos que contaban con su propia organización y no como grupos que se
encontraban directamente bajo su gobierno personal. Por favor, no olvide que tenemos el
Espíritu de Dios tanto como puede tenerlo usted. Así que busque la forma de construir
relaciones de confianza con aquellos junto a los que trabaja.

TENGA CUIDADO CON SU FORMA DE VIVIR


Generalmente hablando los dirigentes cristianos de los países en desarrollo creen que
los extranjeros occidentales proceden de sociedades permisivas, pluralistas y
materialistas. A menudo se dará cuenta de que somos más “conservadores” que la gente
de su país. Lo que debe recordar es que la gente en el país anfitrión está observándole
para ver si su comportamiento refleja sus creencias.
Ahora, si dice usted que quiere alcanzarlos con el amor, difícilmente actuará con amor
si se comporta de una manera que aquí sea considerada ofensiva, ¿no?
No debe permitir que su libertad se convierta en una piedra de tropiezo para otros.
Esto es lo que quiere decir Pablo cuando escribe: “si la comida es para mi hermano
ocasión de caer, yo jamás comeré carne, para no poner tropiezo a mi hermano” (1ª
Corintios 8:13). Hay dos aspectos de su conducta a los que debería prestar una atención
especial.

Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 62. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
Lo que se pone para vestir
Quizás tenga ganas de ponerse solamente aquello que le hace sentirse cómodo en un
clima cálido. ¡Pero aquí puede resultar ofensivo! Nosotros creemos que la manera en que
se viste dice mucho sobre usted. Debe llevar suficiente ropa para mantener su cuerpo
adecuadamente cubierto y mantener nuestro respeto y aceptación.

La forma en que trata la hospitalidad


En Inglaterra probablemente usted pregunte una sola vez para saber si su invitado
quiere tomar una taza de té. En mi país tiene que aprender a persuadir a la gente.
Una conversación típica podría ser algo así:
Usted: Zakayo, ven y come con nosotros.
Zakayo: ¡Oh, no! Tengo prisa. Comeré con vosotros otro día.
Usted: ¡Venga, Zakayo! Tómate algo, aunque sólo sea un par de cucharadas y luego
te marchas. No te entretendremos mucho tiempo.
Zakayo: ¡No, no! Debo irme…

Y la cosa sigue así, pero al final se queda ¡y come mucho más que dos cucharadas!. Tal
vez usted piense que no le estaba diciendo la verdad, pero en mi país si uno dice ‘sí” a la
primera se considera que es codicioso, especialmente si visita inesperadamente la casa de
otra persona. Y si usted pregunta una sola vez parecerá egoísta y la gente pensará que
sólo les está probando porque realmente no desea que prueben su comida. Pequeñas
cosas como estas pueden crear graves malentendidos y malas relaciones.
No importa a cuántos cursos de orientación haya asistido; siempre habrá situaciones
en las que debe buscar consejo. Nunca tenga miedo de preguntar cuando tenga alguna
duda.

APROVECHE LAS OPORTUNIDADES PARA TESTIFICAR


He visto a misioneros luchando con palabras y conceptos tan fragmentados que se
perdían en medio de una jungla semántica. Se pierde un tiempo precioso en discutir la
diferencia entre “misión”, “evangelización” y “testimonio”. No importa cuál sea su
profesión o cuáles sean las metas y objetivos de su agencia, usted es, ante todo, un
cristiano. Todo cristiano es un testigo, y Jesús dijo que el Espíritu Santo nos daría poder
para testificar (Hechos 1:8).
La mayoría de nosotros cree que la misión incluye tanto la evangelización (llevarle el
evangelio a las personas) como el desarrollo (ayudarles en sus necesidades diarias de
modo que puedan vivir vidas saludables y realizadas). Lo que la gente necesita realmente
es un servicio holístico. No es suficiente preocuparse de un aspecto de sus necesidades y
descuidar todos los demás. Y no es correcto utilizar un ministerio que se ocupa de las
necesidades materiales específicas de las personas como cebo para captarlos para un
ministerio espiritual.
Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 63. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
Recuerde también que tenemos que tratar a toda la gente por igual. Por ejemplo, no
podemos darle agua a los cristianos solamente por el simple hecho de que la perforación
de un pozo fuese un proyecto de la iglesia. Debemos darle agua a todos porque todos la
necesitan.
Si mantiene un justo equilibrio puede estar involucrado en un ministerio de atención a
las necesidades materiales y aprovechar las oportunidades para testificar. Estas
oportunidades surgirán de forma natural como consecuencia de que usted es cristiano. Un
testigo se limita a contar lo que sabe o a compartir lo que ha experimentado. Sin embargo
un testigo no es un juez; es el Espíritu Santo el que convence a las personas de pecado
(Juan 16:8). Lamentablemente, algunos extranjeros implicados en ministerios de ayuda
material pierden de vista su llamamiento principal a ser testigos. Y a aquellos extranjeros y
agencias que se concentran en la evangelización les pediríamos que por favor
comprendan que muchas iglesias locales también están comprometidas en proyectos de
desarrollo. No comprender esta circunstancia ha creado problemas en el pasado.

DIGA LAS COSAS COMO SON


Hace unos años estaba de visita en el país de origen de un misionero que se
encontraba trabajando en mi país. Les había enviado a los suyos una presentación con
diapositivas y una cinta casete, que yo presencié con gran desilusión por mi parte. El
mensaje que transmitía estaba atrasado en por lo menos quince años. Cuando volví a casa
le pregunté por qué su presentación no había sido más equilibrada. Entonces me explicó
que no quería tomar fotos de mi país en las que aparecieran cosas que también estaban
disponibles en el suyo porque pensaba que a la gente que lo había enviado solamente le
interesarían las cosas “inusuales”. No se dio cuenta que se estaba equivocando al
presentar únicamente lo “inusual”. Por favor, no presenten un extremo – sea de riqueza o
de pobreza –sin presentar también el otro.
Esto no sólo es importante porque la gente que le envió a usted debería tener una
imagen compensada, sino que también lo es porque cualquier persona originaria del país
anfitrión que vea su presentación puede resentirse al verla. Algunos que han tenido esta
experiencia han intentado luego oponerse a la labor de los misioneros.
Algunas personas justifican la presentación de la peor cara de las cosas en aras a
conseguir generar compasión. No creo que esto sea justo. Una presentación honesta
despertará la compasión de los corazones que han sido tocados por el amor de Dios.
Por último, por favor tenga cuidado de lo que escribe en sus cartas. Compruebe
cuidadosamente los hechos y las cifras. Algunas veces es mejor no escribir sobre algo
hasta que se solucione el asunto. Puede que deje a sus lectores contrariados o
preocupados porque se encuentran tan lejos y no pueden ayudar. No obstante, si necesita
escribir inmediatamente, por ejemplo para aclarar algún malentendido creado por los
medios de comunicación, dé tantos hechos y tanto ánimo como le sea posible.

UN MISIONERO VISTO A TRAVÉS DE LOS OJOS DE UN NACIONAL

Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 64. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
Lo que esperamos de usted

• Que trate a la gente con calor humano y cariño.


• Integridad, honestidad, humildad y trabajo duro.
• La capacidad de guardar secretos.
• Puntualidad, responsabilidad y respeto por los demás.
• Un deseo de mejorarse a sí mismo.
• Un hogar tranquilo y una familia ejemplar.

Lo que le pedimos que no traiga con usted

• Prejuicios tales como esperar que le asignen ciertos trabajos simplemente porque
usted es el misionero, aun en el caso de que no tenga capacidad para
desempeñarlos o que haya nacionales preparados disponibles.
• La superioridad que se resiste a aceptar la ayuda pastoral de cristianos nacionales
maduros.
• El cuello de botella que se forma al darle toda la responsabilidad a los extranjeros.
• La inmadurez que da lugar al egoísmo y a la falta de sinceridad con uno mismo.
• La relación entre su dinero y sus deseos. En lugar de eso, respete por favor tanto
nuestra dignidad como nuestros deseos cuando dé cualquier dinero.

PARTE III:

Cómo mantener
el ritmo

10

Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 65. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
DEVOCIONALES
PARA LOS QUE
ASUMEN RIESGOS
Pauline Hoggarth

Pauline Hoggarth nació en Perú, donde sus padres trabajaban como misioneros de EUSA. Tras
finalizar su licenciatura en lingüística aplicada enseñó en el Reino Unido y después inició el trabajo de
Scripture Union en Bolivia, donde trabajó durante ocho años. Desde 1986 ha sido editora de las
publicaciones de lecturas bíblicas para adultos en inglés de Scripture Union.

“Nuestro Señor no dijo: ‘Yo he venido para que tengáis seguridad, y para que la
tengáis en abundancia’. Algunos de nosotros desde luego daríamos cualquier cosa
para sentirnos seguros, tanto en nuestra vida en este mundo como en la venidera,
pero no podemos tener ambas cosas: seguridad o vida. Debemos escoger.”
(GERALD VANN, TO HEAVEN WITH DIANA! pp. 51, 52).

Como seguidores de Jesús podemos vivir nuestra vida dentro de los límites de lo que
resulta seguro, familiar y confortable, o bien responder a las invitaciones de la Biblia a vivir
de forma arriesgada, agrandando las fronteras de nuestra fe, explorando nuevos
territorios en compañía de Dios. “Escogeos hoy a quién sirváis…”; “Sígueme…”; “Tomad
vuestra cruz…”; “Predicad la buena nueva a toda la creación…”; “No os conforméis a este
mundo…”, “Amaos los unos a los otros…”. Todas estas son invitaciones a vivir la vida
profusamente insegura que Dios nos ofrece. Y no es necesario ir al extranjero como
misionero para vivir con riesgo en este sentido. De hecho, si no hemos comenzado a
explorar las posibilidades de la vida aquí y ahora, en el sentido al que se refirió Jesús,
probablemente no deberíamos pensar en marcharnos al extranjero. No podemos
comenzar a amar y a servir a nuestro prójimo y estar abiertos a aprender de él
atravesando las barreras del idioma y la cultura hasta que no hayamos aprendido a cruzar
algunas de las barreras que existen aquí. No deberíamos necesitar dejar nuestro pedacito
de hogar para involucrarnos en lo que Pablo llamó el “ministerio de la reconciliación” (2ª
Corintios 5:18).
Nuestra disposición y capacidad para vivir arriesgadamente dependen de la calidad de
nuestra relación con Dios –de la naturaleza de nuestra espiritualidad–. No podemos darle
a los demás más de lo que estamos recibiendo de Dios: si intentamos hacerlo, nuestro
ministerio se convertirá muy pronto en algo vacío e irreal.

TRES TIPOS DISTINTOS DE ESPIRITUALIDAD

Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 66. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
¿Qué clase de relación con Dios nos dará la libertad de convertirnos en personas que
podamos estar “atribulados en todo, pero no angustiados; perplejos, pero no
desesperados… abatidos, pero no destruidos”?
Así es como se describe Pablo a sí mismo en 2ª Corintios, una carta que habla toda ella
de la experiencia de vivir de forma arriesgada para Dios. Al estudiar esta carta en su libro
A Spirituality of the Road (Espiritualidad del Camino), David Bosch describe tres tipos
diferentes de espiritualidad:

1) Define la espiritualidad tipo “Progreso del Peregrino” en función del tiempo que
pasamos separados del bullicio del mundo y de sus exigencias. Es una
espiritualidad de retiro, por así decirlo, de recargar las pilas espirituales para poder
salir al mundo a amar y a servir a nuestro prójimo. “Tantos minutos de ejercicio
espiritual me permitirán recorrer tanta distancia al día siguiente” (op. cit. p. 11).
Puede que este sea el modelo con el que muchos de nosotros nos hemos criado –
un espacio tiempo dedicado a lo espiritual al principio del día (o quizás al final) que
no parece tener mucho que ver con lo que ocurre el resto de las veinticuatro
horas.
2) La espiritualidad tipo “Jonás” no nos saca del mundo, sino que nos arroja en medio
de su trasiego. Estamos tan preocupados por amar a nuestro prójimo y lanzarnos a
servir a los demás que nuestra relación vertical con Dios de alguna manera se ve
exprimida. Nos convertimos en activistas ansiosos y pronto nos quemamos porque
no estamos dependiendo de los recursos de Dios.
3) El tercer modelo de nuestra espiritualidad mantiene juntos nuestra dependencia
de Dios y nuestro llamamiento a implicarnos en el mundo y amar y servir a los
demás. Nuestro modelo se encuentra en la cruz. “La cruz es, en un sentido, un
signo de identificación total con el mundo. Jesús nunca fue más del mundo que
cuando estaba sobre la cruz. En otro sentido es un signo de separación radical del
mundo. Jesús nunca estuvo más enfrentado con el mundo con mayor claridad que
aquí. La espiritualidad consiste en estas dos cosas al mismo tiempo.” (op. cit. pp.
15, 16).

DE VIAJE CON DIOS


Esta tercera manera de relacionarnos con Dios y con el mundo es una “espiritualidad
en el camino”. Si la estamos practicando habremos comprendido que la vida cristiana es
un viaje con Dios y nos tomaremos en serio las palabras del salmo 84:5: “¡Bienaventurado
el hombre… en cuyo corazón están tus caminos!”. Estaremos dispuestos a explorar, a
estar abiertos a nuevas formas de conocer a Dios, esperando que él nos cambie. Al
abrirnos a la Palabra de Dios y meditar en ella querremos tomar con una mano los
acontecimientos de nuestra vida diaria y con la otra los eventos de nuestro mundo.
Nuestras conversaciones en la oración con Dios versarán sobre el estado actual de nuestro
viaje.

Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 67. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
Este tipo de relación con Dios nos protegerá de los dos peligros de la vida misionera: el
peligro de volvernos descuidados y perezosos y de dejar de tener un sentido de dirección
y propósito, y el peligro de convertirnos en personas que son conducidas, que son
hiperactivas e intentan probarse a sí mismas por la cantidad de trabajo que hacen. En
lugar de eso estaremos “viviendo en la suave tensión entre darnos a nosotros mismos en
una total rendición a nuestro prójimo y, al mismo tiempo, disfrutar de la paz del Señor. El
Jesús que dijo: ‘Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y
sígame’ (Mateo 16:24) fue el mismo que dijo: ‘Venid a mí, todos los que estáis fatigados y
cargados, y yo os haré descansar’ (Mateo 11:28). De nuevo nos encontramos con ese
“doble movimiento” simultáneo: ir al mundo y salir del mundo.” (op. cit. p. 23).

¿Y CÓMO LO HACEMOS?
¿Cómo podemos asegurarnos que nuestra relación con Dios y nuestra relación con el
mundo (los valores, la toma de decisiones, el trabajo, las amistades, el compartir nuestra
fe, el servicio, el ocio, las actividades de la iglesia, el uso del dinero, la actitud y la actividad
política, la lectura, etc.) se mantienen cerca el uno del otro en ese “doble movimiento”?
En primer lugar necesitamos contemplar con sinceridad el estado de nuestra
espiritualidad ahora. Puede que tengamos que estar abiertos a los cambios; quizás
estamos encerrados en algún sistema que aprendimos hace mucho tiempo, cuando
éramos nuevos creyentes o niños. La idea de un cambio en nuestra relación con Dios
puede parecernos amenazadora, o incluso puede darse el caso de que nos sintamos
culpables al respecto. Todo esto forma parte del dolor y el gozo del crecimiento espiritual.
Reconocemos que al hacernos mayores cambiamos, nos desarrollamos y tenemos
diferentes necesidades. Pero algunas veces nuestra espiritualidad permanece estática y
rígida; no crece con nosotros. Diferentes personalidades se acercan a Dios de maneras
distintas, y necesitamos sentirnos libres de explorar nuestro propio modo, aprendiendo de
otros pero no sintiéndonos culpables si no encajamos exactamente en su enfoque. “Todos
los indicadores apuntan hacia una relación estrecha entre nuestro temperamento innato y
el tipo de oración que mejor se adapta a nuestras necesidades. Los introvertidos
preferirán un tipo de oración diferente de los extrovertidos (los términos utilizados son los
que emplean Myers–Briggs en el test de personalidad)… Los sentimentales oran de una
manera distinta a los sensoriales… Al ir creciendo en madurez y aprendiendo a hacer un
buen uso de todas nuestras capacidades para vivir y relacionarnos, nuestra vida de
oración debería enriquecerse. Si bien es posible que todavía prefiramos el tipo de oración
que se acopla a nuestro temperamento natural, deberíamos familiarizarnos con las otras
formas de oración que se han desarrollado a lo largo de los siglos.” (C.P. Michael y M. C.
Norrisey, Prayer and Temperament –La Oración y el Temperamento, p. 16).
Sea cual sea nuestro temperamento, hay algunas cosas concretas y prácticas que
pueden ayudar a que nuestro tiempo con Dios “crezca”.

Momentos específicos y oración “sobre la marcha”

Federico Bertuzzi, Preparados para servir (Barcelona, Spain: Tear Fund y Scripture Union,
1989).
Página 68. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
Quizás haya tenido alguna mala experiencia con un enfoque muy rígido o legalista de
pasar tiempo con Dios orando y meditando en su Palabra. Esto puede hacerle sentirse
reacio a apartar un tiempo concreto del día. Quizá encuentre mucha más atractiva la idea
de orar mientras va haciendo las cosas ordinarias de la vida cotidiana. Pero sin apartar un
tiempo específico para centrar nuestra atención en Dios, nuestra oración “sobre la
marcha” será superficial y mecánica. Existen evidencias en los evangelios de que Jesús
tenía el hábito de pasar cada día un tiempo (generalmente temprano) con su Padre. “Si
tenemos suficiente fe como para darnos cuenta de nuestra necesidad de orar
regularmente y el coraje de perseverar, entonces estaremos abiertos a recibir un don muy
precioso de Dios: una condición de corazón y espíritu en la que la conciencia de la
presencia de Dios nunca está lejos de nuestro nivel de conciencia, así que regresaremos a
su presencia con frecuencia, de una manera natural y gozosa.” Esto es lo que dice Sheila
Cassidy en Prayer for Pilgrims (Oración para Peregrinos), un libro que recomiendo
especialmente.
Si la idea de comprometerse a tener un tiempo devocional diario le asusta y cree que
no podrá mantenerlo, intente proponerse un período razonable para cuando menos
probarlo (seis semanas es un tiempo realista). Cuéntele a alguien su compromiso y pídale
que ore regularmente con usted por ello. Encomiéndese a la gracia de Dios: es suficiente
para usted, en esto y en cualquier otra cosa.

La Biblia nos mantiene auténticos


Pudiera ser que incluso haya tenido algunas experiencias negativas con la Biblia. Tal
vez ha visto como se la utilizaba para manipular a la gente. Quizás haya partes de ella que
le resultan dolorosas, que le hacen enfadarse y sobre las cuales nunca ha tenido la
oportunidad de hablar y de expresar sus dudas o temores. No deje que esta experiencia
tenga la última palabra. No evite esos trozos difíciles –ábralos a Dios–. Dígale cómo se
siente, lo que no entiende y pida consejo a cristianos de confianza. Esté preparado para
trabajar duro con las partes difíciles de la Biblia. Todo esto es importante porque cuando
vaya al extranjero habrá muchas voces nuevas gritándole, se encontrará atrapado en
situaciones nuevas, tendrá que pensar sobre valores distintos y experimentará relaciones
nuevas y quizás difíciles. Puede que tiren de usted personas persuasivas y que encuentre
difícil decidir cuáles son las prioridades. Necesitará ser capaz de medir y evaluar todas
estas experiencias basándose en algo objetivo. Para el cristiano, esa vara de medir
objetiva es la Palabra de Dios. A medida que el Espíritu Santo la aplique a nuestra vida y
nos desvele el pensamiento de Dios, aprenderemos a comprender los eventos de nuestra
vida a su luz y ello dará profundidad y estabilidad a nuestras respuestas.

Recuerdo
Esto significa simplemente revisar, generalmente al comienzo de nuestro tiempo con
Dios, lo acontecido en las últimas veinticuatro horas y mirar hacia delante, en la medida
de lo posible, a lo que nos puedan deparar las veinticuatro horas siguientes. Nos será de
ayuda tomar algunas notas y apuntar nuestros sentimientos acerca de estos

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acontecimientos: ¿Los tememos? ¿Esperamos que vengan pronto? ¿No sabemos cómo
reaccionar ante ellos? ¿Disfrutamos con ellos? ¿Cómo vimos la acción de Dios a través de
ellos? ¿Dimos algún paso mayor de fe en ese momento? Al meditar sobre la Palabra de
Dios (cualquiera que sea el sistema de lectura bíblica que utilicemos) podemos confrontar
estos eventos a ella y esperar que Dios nos ayude a verlos bajo una nueva luz, nos dé una
perspectiva inesperada y nos ayuda a evaluarlos a su manera.

Intimidad
Cuando Jesús dijo: “Permaneced en mí, y yo en vosotros” (Juan 15:4), estaba
pensando en cercanía, en intimidad entre él y nosotros (Henri Nouwen, In the House of
the Lord –En la Casa del Señor, p. 8–). Como seres humanos anhelamos la intimidad, y sin
embargo también la tememos. Nos duele conocer y ser conocidos con profundidad por
otra persona. Pero el proceso de abrirnos, de convertirnos en vulnerables, de
descubrirnos ante otra persona, de estar dispuestos a escuchar al otro, nos atemoriza.
Algunas veces no estamos dispuestos a correr ese riesgo, de modo que nuestras
relaciones se mantienen a un nivel superficial, a menudo profundamente insatisfactorio.
Algunas veces nos arriesgamos y experimentamos el gustazo de comprender mejor al
otro, de ser escuchados, aceptados y amados.
En nuestra vida de oración con Dios este proceso de intimidad frecuentemente se
acorta. Se nos ha enseñado que Dios lo sabe todo y lo ve todo. Así que no nos
preocupamos por expresar en palabras nuestros temores, deseos, sentimientos, gozo,
soledad, gratitud. O bien, como ocurre en una relación humana, sentimos miedo a
abrirnos o que no estamos preparados para hacer ese esfuerzo. Piensa en la relación más
importante e íntima que tenga. Imagínese si toda la comunicación que se da es esa
relación se redujera a gruñidos y asentimientos con la cabeza, a listas de la compra, síes y
noes. Compare su vida de oración con esto. Si su oración es tan pobre como esto puede
que necesite hacer algo al respecto.

“Mi corazón ha dicho: ‘Buscad su rostro.’ ¡Tu rostro buscaré, oh Señor!”.


Salmo 27:8

La oración íntima puede ser una oración “sobre la marcha”. Al igual que aquellos
momentos que apartamos para concentrarnos especialmente en Dios, podemos recordar
los acontecimientos de nuestra vida y hablar en la intimidad con el Señor sobre ellos
mientras estamos en el autobús, yendo al trabajo en bicicleta, planchando, cambiando
una rueda o bañando al bebé. Si deliberadamente volvemos nuestra mente y corazón a
Dios la intimidad con él se convertirá más y más en una parte de nuestra vida

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y comenzaremos a darnos cuenta de que los antiguos “compartimentos” ya no existen,
que nuestras vidas son más de una sola pieza y que inconscientemente estamos
manteniendo unidas nuestra relación con Dios y la relación con nuestro mundo.

ALGUNAS SUGERENCIAS MÁS DE ÍNDOLE PRÁCTICA


1. Suele ocurrir que los padres de niños pequeños se sientan muy poco espirituales
debido a las dificultades de encontrar un tiempo para tener su devocional con el
Señor. Aprenda a ser flexible. No se siente culpable. Pídale a Dios que le dé un tiempo
de intimidad con él en momentos inesperados.
2. Ir al extranjero supone una oportunidad de enriquecer su espiritualidad meditando en
la Palabra de Dios en compañía de gente de otra cultura. Asegúrese de que está
leyendo la Biblia en comunión con otros además de hacerlo solo.
3. Pídale a Dios que le dé al menos un amigo de la cultura con la que trabaja, con el cual
pueda orar y meditar en la Palabra de Dios. Esté preparado para confiar y aprender de
él –y no sólo de sus colegas extranjeros.
4. Antes de ir al extranjero tome las medidas oportunas para asegurarse de que cuenta
con una serie de recursos a los que recurrir. La mayoría de nosotros necesita algún
tipo de estructura para nuestro tiempo con el Señor: un libro de comentarios breves
sobre los textos bíblicos y un calendario de lecturas diarias le ayudarán. Es preciso que
estén ordenados, o bien puede solicitarle a un amigo que se los envíe
sistemáticamente. Quizás le apetezca probar a leer de una versión de la Biblia que le
resulte menos familiar.
5. Lleve consigo algunos libros para enriquecer su lectura espiritual. Amplíe sus
horizontes con algo de poesía (desde George Herbert a Steve Turner); hojee The Lord
of the Journey (Roger Pooley y Philip Seddon) o alguno de los libros de Henri Nouwen
(Reaching Out, Creative Ministry); pruebe con algunos de los clásicos espirituales: The
Practice of the Presence of God del Hermano Lawrence, Confesiones de San Agustín,
Revelations of Divine Love de Julián de Norwich. Échele un vistazo a Knowing God de
J.I. Packer, Run with the Horses de Eugene Petersons o Celebration of Discipline de
Richard Foster. Llévese un par de biografías: Surprised by Joy de C.S. Lewis o algunos
de los libros de Joni Eareckson.
6. Haga el experimento de escribir un diario. Podría tratarse de una combinación de
diario y de las notas de sus devocionales –las anotaciones de sus recuerdos, los
motivos de oración y las respuestas–. En momentos de soledad o de estrés puede ser

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una tremenda ayuda escribir sus sentimientos. En otros momentos le animará echar la
vista atrás y comprobar la actuación de Dios en su vida. Y además disfrutará de la
creatividad de la escritura.
7. La mayoría de personas encuentra muy útil regresar al mismo lugar para pasar tiempo
con Dios: la familiaridad nos ayuda a instalarnos en la presencia de Dios. En algunos
países podrá salir fuera. Tal vez encuentra que su lugar es el cuarto de baño o el coche
(¡aparcado fuera de la carretera!).
8. Vale la pena pensar en su postura cuando lee y ora. Practique conscientemente la
relajación de los músculos de su cuerpo y de la cara. Encuentra una postura que le
ayuda a estar despierto y relajado en la presencia de Dios. Siéntase con la libertad de
manifestar los estados de ánimo su oración con diferentes gestos (por ejemplo, al
interceder por alguien podrían levantar sus manos a Dios mientras lleva a esas
personas ante su presencia. Si está enfadado cierre sus puños. Exprese el gozo y la
adoración a Dios de la manera en que se sienta más cómodo.
Por encima de todo, al examinar con sinceridad su tiempo devocional con Dios y la
calidad de su espiritualidad, anímese. Dios le ama y le acepta. Jesús murió por usted e
intercede por usted delante de Dios. El Espíritu Santo ora por usted cuando le faltan las
palabras. El llamado de Dios para servirle en el extranjero, tanto si es por un plazo breve
como largo, le ofrece una nueva oportunidad de meditar sobre su espiritualidad y de
aceptar la necesidad de crecer y cambiar. Tome esa oportunidad con ambas manos.

“¡Bendito sea Dios,


que no echó de sí mi oración
ni de mí su misericordia!”
Salmo 66:20

PARA LEER MÁS


• San Agustín, Confessions, Hodder and Stoughton, 1983. Existen varias ediciones castellanas (N.
del T.)
• David Bosch, A Spirituality of the Road, Herald Press, 1979.
• Sheila Cassidy, Prayer for Pilgrims, Collins Fount, 1980.
• Joni Eareckson, Joni: A Biography, Pickering and Inglis, 1980. Existe edición castellana (N. del
T.)
• Richard Roster, Celebration of Discipline, Hodder and Stoughton, 1980.
• George Herbert, The Poems of George Herbert, Oxford University Press, 1961.
• Julian de Norwich, Revelations of Divine Love, Penguin Classics, 1984.
• Hermano Lawrence, The Practice of the Presence of God, A.R. Mowbray, 1980.
• C.S. Lewis, Surprised by Joy, Fontana, 1955.
• Chester P. Michael y Marie C. Norrisey, Prayer and Temperament, The Open Door Inc., 1984.
• Henri Nouwen, Creative Ministry, Image Books, 1978. In the House of the Lord, Darton,
Longman and Todd, 1986. Reaching Out, Collins Fount, 1982.
• J.I. Packer, Knowing God, Hodder and Stoughton, 1973
• Eugene H. Peterson, Run with the Horses, Inter–Varsity Press, 1983.

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1989).
Página 72. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:24 p. m. marzo 23, 2022.
• Roger Pooley y Philip Seldon (eds.), The Lord of the Journey, Collins, 1986
• Steve Turner, Up to Date: Poems 1968–82, Hodder and Stoughton, 1983.
• Gerald Vann, To Heaven with Diana!, Collins, 1960.

11

CÓMO FORJAR
BUENAS RELACIONES
Marjory Foyle

Marjory Foyle fue galardonada con el Stanley Jones Award por los servicios médicos prestados
en India. Ha trabajado en la India, Paquistán y Bangladesh como doctora misionera y como directora
del Centro Psiquiátrico de Nur Manzil. Actualmente está ejerciendo como consultora de psiquiatría de
muchas misiones y trabaja en el Missionary and Volunteer Health Service del Mildmay Mission
Hospital de Londres, además de continuar con su ministerio itinerante por todo el mundo.

Los obreros cristianos en el extranjero se quejan a menudo de que las fuerzas que
gastan intentando llevarse bien los unos con los otros reducen la energía disponible para
realizar el trabajo que vinieron a hacer. Detrás de esta queja se esconde la ingenua
expectativa de que los cristianos deberían vivir juntos en constante armonía. Sin embargo
los discípulos se pelearon incluso cuando Jesús estaba físicamente con ellos. Por ejemplo,
Santiago y Juan levantaron las iras de los demás con su búsqueda de un estatus para sí
mismos y todos comenzaron a discutir acerca de quién sería el mayor en el reino venidero.
¡Así que no sorprende en absoluto que los cristianos de hoy en día se peleen de vez en
cuando! No obstante, lo importante no es tanto que se peleen, sino qué hacen para
resolver sus disputas y qué aprenden de esa experiencia.
Existen muchas razones por las que se producen malas relaciones entre personas que
trabajan juntas. Tras muchos enfados está el hecho de que cada uno es diferente. Esto
puede hacer que algunas personas se sientan amenazadas, y es que nos gusta etiquetar a
las personas de forma bien diferenciada. Cuando no encajan en la categoría esperada, se
despierta nuestra ansiedad, nos ponemos a la defensiva y el grupo se divide.
Está también el problema de los estereotipos, de nuestras ideas preconcebidas sobre
las personas que están basadas generalmente sobre el aprendizaje durante la niñez. Por
ejemplo, la mayoría de nosotros espera que los tejanos sean fanfarrones, los escoceses
agarrados, los ingleses un poco snobs y los franceses elegantes. Incluso antes de

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1989).
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encontrarnos con alguien, en nuestra mente se forma el estereotipo mental y levantamos
defensas contra ellos. Cuando llegamos a encontrarnos de verdad con la gente en
cuestión puede que no se parezcan en absoluto al estereotipo, lo cual nos confunde más y
hace que nos pongamos más a la defensiva, y todo porque no los podemos ubicar en el
lugar que creemos deberían ocupar.
En el trabajo en el extranjero existen cinco causas básicas por las que se producen
problemas en las relaciones interpersonales. La mayoría de ellas están basadas en las
diferencias individuales o de grupo.

CAUSAS FÍSICAS
El Dr. C. B. Dobson señala en su libro Stress, The Hidden Adversary (El Estrés, el
adversario oculto) que las diferencias físicas son responsables de algunas de las
variaciones en nuestro comportamiento.
Algunas personas funcionan mejor por las mañanas y otras por las tardes. La gente
nerviosa tiende a estar más ansiosa el día después del día libre semanal y a encontrarse
mejor hacia el fin de semana. A las personas que confían en sí mismas les ocurre a la
inversa. Esta es la razón por la que las reuniones de personal al principios o finales de
semana algunas veces pueden resultar difíciles –es mejor tenerlas a media semana,
¡cuando ambos grupos se encuentran más o menos a la mitad de su mejor momento!
Estas diferencias pueden crear tensiones en el matrimonio. Si la esposa es una persona
de mañanas, bajará a desayunar aseada y preparada, vestida y, posiblemente, maquillada.
Puede que su marido sea una persona de tardes, así que viene a desayunar arrastrando
los pies y malhumorado. No soporta la alegría de su mujer, del mismo modo que ella no
aguanta su apariencia desaliñada. A menos que comprendan el origen de sus diferencias
pueden terminar discutiendo amargamente.
También ocurre que todos trabajamos a diferentes velocidades. Algunos son rápidos y
otros lentos. Pueden surgir dificultades si los rápidos llevan a las personas lentas al
agotamiento, o si los lentos frenan a sus colegas más rápidos hasta llegar a frustrarlos al
máximo. Desde luego, las diferencias físicas nunca deberían convertirse en una excusa
para un comportamiento inaceptablemente descuidado o negligente, pero comprenderlas
puede ayudarnos a organizar nuestro trabajo y a ser tolerantes unos con otros. Quienes
trabajan mejor por las tardes deberían planificar el trabajo más sencillo y rutinario para las
mañanas, dentro de lo posible. Se pueden arreglar las cosas para repartir el trabajo a
través de la semana. Tanto la gente lenta como la rápida necesita entablar un diálogo
sobre sus respectivos ritmos de trabajo para que cada uno pueda sentirse libre para decir
“No me frenes” o “No me empujes”. Sin embargo, bajo ningún concepto deberíamos
utilizar las diferencias físicas como excusa para un trabajo mal hecho o para la incapacidad
afrontar las emergencias. ¡Esta es una de las razones por las que Dios les da a sus hijos una
fuerza suplementaria!

CAUSAS PROVOCADAS POR NUESTRO TRABAJO

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Las fricciones que se producen entre los obreros antiguos y los nuevos son altamente
perjudiciales para las relaciones interpersonales. Son varios los factores que entran en
juego.

La fatiga y la consiguiente excesiva rigidez


Frecuentemente los misioneros más veteranos han sobrevivido a largos períodos de
trabajo excesivo y lo han sobrellevado estableciendo unas rutinas rígidas que más o
menos andaban por sí solas. Desgraciadamente, las rutinas pueden volverse obsoletas y la
persona mayor puede estar demasiado cansada o demasiado anticuada para darse cuenta
de ello. Los nuevos enseguida ven lo que está mal y, con la mejor intención del mundo, se
apresuran a hacer sugerencias para cambiar las cosas. Lamentablemente la persona
mayor a menudo toma estas sugerencias como críticas, en lugar de tomarlas como
argumentos válidos. El resultado es que se hace caso omiso de las nuevas ideas con la
excusa de que “no es la cultura”, lo cual provoca que los nuevos se enfaden y se frustren.
Los nuevos obreros deberían fijarse en que con frecuencia (y de una manera
totalmente inintencionada) hacen sentirse inferior al personal más veterano. Resulta muy
fácil que el personal de más edad se quede anticuado, y lo trágico es que intenten cubrirlo
con el autocrático “complejo del gran sahib”. Algunas veces se niegan incluso a enseñarle
nada a los más jóvenes porque tienen profundamente arraigado el temor a perder su
posición. Si usted, en calidad de nuevo obrero, sabe apreciar de verdad lo que se ha
logrado, será posible hacer sugerencias sin herir a nadie y rápidamente se pondrá en
evidencia el deseo sincero de la gente mayor por aprender nuevas cosas.

Puede que los trabajos no sean lo que esperábamos


La descripción del puesto de trabajo resulta muy difícil de escribir y con frecuencia se
escora mucho hacia el lado positivo, sin presentar los problemas y carencias de la
situación local. Esto no es culpa de nadie, es tan sólo la manera en que funciona la mente.
Así que no tiene ningún sentido enfadarse o sentirse frustrado ante la realidad de la
situación: la percepción de una obra de muchos años por parte del personal más veterano
puede resultar tan rígida como los métodos que usan para llevarla adelante.

Conflicto entre el trabajo espiritual y el trabajo secular


Esto puede llegar a ser un motivo principal de estrés. Los obreros cristianos deseen
servir a la gente en el nombre de Jesús y también compartir el ministerio de la iglesia local
cuando se presentan las oportunidades. Pero puede que se sientan tan sobrecargados con
el trabajo profesional que haya poco tiempo o pocas fuerzas para nada más. Esto provoca
el resentimiento contra los organizadores veteranos, que parecen aprobar la sobrecarga.
La única manera de afrontar esto es evitar la dicotomía entro lo secular y lo espiritual
que parece implicar que algún trabajo es más espiritual que otros. Es una equivocación
pretender que el Espíritu Santo está más implicado en el trabajo directo de la iglesia que
en el trabajo profesional. Sin embargo, es importante intentar reducir el exceso de trabajo
profesional de modo que el obrero pueda sentirse realizado en todas las áreas de su
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ministerio. Una solución consiste en preparar a mucha gente para que hagan una pequeña
parte del trabajo, de manera que los profesionales superiores no tengan que ocuparse de
los detalles y dispongan de tiempo para desarrollar otros aspectos de sus vidas y
ministerios.
Por supuesto resulta esencial que usted mantenga su vida devocional personal, pero
ello puede suponer tener que cambiar hábitos muy arraigados. Después de algunas
noches agitadas en el trabajo le resultará casi imposible concentrarse en la oración y en la
lectura de las Escrituras. No hay por qué preocuparse por esto – Dios es compasivo y
cariñoso, y comprende bien las necesidades de las personas cansadas. El propio Jesús
estaba cansado después de viajar. Él puede comunicarse con nosotros a través de un
breve versículo de la Biblia, y nosotros podemos hablar con él mediante oraciones
telegráficas hasta que estemos menos fatigados.

PROBLEMAS ADMINISTRATIVOS
Durante mi experiencia aconsejando a obreros cristianos que trabajan en el extranjero
he descubierto una relación directa entre sus ansiedades y la estructura administrativa de
las organizaciones que les han enviado. Si la organización tiene una constitución reciente
que se revisa regularmente, se puede reducir la ansiedad del personal. Las políticas que
cubren los más pequeños detalles de la vida de los expatriados ayudan a evitar las
frustraciones que surgen si las pequeñas solicitudes tienen que enviarse para que el
comité pertinente tome una decisión personal, lo cual hace perder el tiempo a todo el
mundo. ¡Es mucho más fácil contar con un reglamento escrito y con algunas cláusulas de
escape en caso de emergencia!
También es importante mantener los canales de comunicación y de toma de
decisiones fluidos. Los obreros que saben que serán consultados sobre las cosas que les
afecten a ellos y que son informados regularmente sobre lo que está sucediendo se
sienten mucho más seguros.
Al propio tiempo, aquellos que trabajan en el extranjero deberían recordar que los
administradores también pueden tener problemas. Con demasiada frecuencia los
administradores se convierten en blanco de otras preocupaciones que en realidad no
tienen nada que ver con ellos. Ellos también necesitan ser respetados y queridos.
Necesitan tener a alguien con quien hablar, y merece la pena organizar alguna conferencia
periódica para administradores.

ROCES CULTURALES
Nuestras relaciones los unos con los otros pueden volverse tensas simplemente
porque venimos de trasfondos culturales distintos. Las creencias y los hábitos culturales se
adquieren normalmente durante la niñez, así que cuando nos enfrentamos a unos
modelos de comportamiento totalmente diferentes nos sentimos atacados en una parte
muy arraigada de nuestra constitución. Por ejemplo, algunos escandinavos piensan que
está mal mandar a los niños al colegio antes de cumplir los siete u ocho años, mientras

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que en otros países empiezan a ir a la escuela a los tres años. Esta diferencia puede
convertirse en la manzana de la discordia. Cada persona defiende su propia manera de
hacer las cosas como una forma de proteger su integridad nacional. Otras diferencias
parecidas surgen en temas de vestido, de modales, de formas de trabajar y de vida en el
hogar.
Las diferencias culturales entre extranjeros y nacionales del país anfitrión obviamente
pueden hacer que las relaciones sean tensas. Los extranjeros que residen demasiado
tiempo en el mismo lugar pueden impedir el desarrollo del liderazgo local, cosa que
evidentemente crea un cierto resentimiento. Pueden ser motivo de ofensa a las
costumbres locales por pura ignorancia, y aunque generalmente los nacionales
comprenden y perdonan, los que no trabajan en contacto tan estrecho con los extranjeros
pueden llegar a cortar las relaciones con ellos. En algunos países las exigencias familiares
inciden en los patrones laborales. Los extranjeros, que tienen un sentido tribal muy poco
desarrollado, puede que encuentren esto incomprensible e irritante.
La única manera de afrontar todo esto es aprender las costumbres locales tan rápido
como sea posible, y después permanecer en la humilde posición de “tener que aprender”
durante toda la carera en el extranjero. El buen humor ante los errores, el estar dispuesto
a pedir perdón y una libertad cada vez mayor para comunicarnos y relacionarnos los unos
con los otros pueden traer como resultado unas relaciones de amistad maravillosas con
colegas nacionales locales.
Los extranjeros procedentes de distintos países de origen también pueden
experimentar problemas de relación. El idioma puede crear algunos malentendidos
importantes. Aun si el inglés es la lengua materna, no todo el mundo habla el mismo tipo
de inglés. Por ejemplo, un británico y un norteamericano pueden llegar a no entenderse el
uno con el otro, a pesar de comunicarse ambos en inglés. En caso de que el inglés sea la
lengua habitual de comunicación pero sea la segunda lengua para algunos de los
extranjeros del equipo, el problema puede ser incluso peor.
Las costumbres sociales también difieren. Para algunos puede que el día de Navidad
sea una festividad importante. Para otros quizás lo sea la Nochebuena. Se puede ofender
gravemente cuando no se comprenden los diferentes modelos de formación profesional
de cada cual y el significado de las letras que se añaden tras el nombre de las personas. La
disparidad económica puede crear algún conflicto o alguna situación embarazosa,
especialmente cuando los hijos de los miembros del equipo tienen posesiones y estilos de
vida enormemente distintos.
Uno de los mayores peligros al que se enfrentan los extranjeros, y que puede
desembocar en una enfermedad mental o en trastornos en el seno del grupo, es la
formación de una subcultura. En zonas aisladas en las que los extranjeros viven y trabajan
juntos como una comunidad separada, las tensiones dentro del grupo pueden traer como
consecuencia que éste se separe del mundo exterior. La gente se concentra en exceso en
el problema interno y los niveles de estrés y tensión se elevan aún más. Al intentar hacerle
frente a este tipo de conflicto se desarrolla una subcultura en la que ciertas maneras de
reaccionar, de comportarse y de expresar la fe cristiana se convierten en norma. La
conformidad con esta norma hace que los individuos sean aceptables, mientras que la no–

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conformidad conduce a acusaciones de falta de espiritualidad. El resultado final puede ser
una epidemia de ansiedad, de pánico, de temor a la opinión de otras personas, de
depresión y de una creciente incapacidad para afrontar las cosas. Al igual que ocurre con
una epidemia física, los síntomas son infecciosos y la salud mental de algunos miembros
de la subcultura puede verse afectada negativamente.

Hay dos cosas que le ayudarán a evitar este peligro. La primera es mantener un sano
equilibrio entre el grupo de extranjeros (si es que debe existir en absoluto) y el mundo
exterior mediante el contacto social diario y la integración personal. La segunda consiste
en cuidar de cada aspecto de su personalidad. Tomarse unas vacaciones lejos del trabajo,
mantener un interés en el mundo en su conjunto, leer y seguir adelante con sus aficiones,
además de mantener siempre frescos su conocimiento profesional y su vida espiritual, le
ayudará a disminuir el peligro de la subcultura. Tenga cuidado de no estar preocupado
durante demasiado tiempo. Todos los cristianos se sienten cargados periódicamente por
alguna necesidad especial, pero ese no es un estado mental permanente. La preocupación
generalmente da paso a otros intereses más amplios. Si no es así, sería aconsejable que
visitase a un médico, o al menos que se tomara unas cortas vacaciones lejos del ambiente
de trabajo.

CONFLICTOS DE PERSONALIDAD
Con frecuencia podemos tener problemas para llevarnos bien con la gente porque
tenemos diferentes personalidades y nos encontramos en distintos estadios de madurez.
¡Existen muchas y complicadas clasificaciones de tipos de personalidad y yo no pretendo
utilizar ninguna de ellas! Habitualmente tenemos problemas con la personalidad de otras
personas porque son o bien demasiado parecidas o bien demasiado diferentes de la
nuestra. Por ejemplo, dos personas obsesivas a las que les gusta el orden y la pulcritud,
hasta el punto de llegar a sentirse excesivamente ansiosas si las cosas están patas arriba,
puede que sean completamente incapaces de llevarse bien. De hecho, no hacen más que
empeorarse mutuamente. Del mismo modo, dos personas de naturaleza histriónica
difícilmente pueden trabajar juntas. Un arrebato espectacular de una de ellas a menudo
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conducirá a la otra a una respuesta similar. Sin embargo, mezcle al obsesivo con el
histriónico y la combinación puede resultar bastante buena.
La principal dificultad en el extranjero es que las personas puede que tengan que verse
demasiado unas a otras. Simplemente no hay ningún lugar donde escapar los unos de los
otros durante un rato. En circunstancias así resulta de gran ayuda recordar que el otro es
el otro y que usted es usted. Ambos tienen derecho a tener su propia personalidad, pero
también el deber de intentar frenar su acción abrasiva sobre los demás. Si se hace
imposible vivir y trabajar juntos, entonces es mejor separarse y trabajar con otros.
Esto es justamente lo que hicieron Pablo y Bernabé después de que Juan Marcos
hubiera derrumbado bajo la presión del trabajo. Bernabé decidió que como tío de Juan
Marcos su deber era quedarse con su sobrino, pero Pablo se negó a llevar consigo al
joven. Cuando se separaron, el Señor envió a Silas para que fuera el nuevo acompañante
de Pablo. Es alentador ver que después de dejar pasar un tiempo para que las cosas se
enfriaran y maduraran, Pablo y Juan Marcos hicieron las paces y se convirtieron de nuevo
en colegas.
Cuando empezamos a pensar sobre nuestro propio tipo de personalidad es muy fácil
sentir que Dios tiene sus favoritos. Parece haberle dado a otras personas una naturaleza
calmada, plácida y de trato fácil, mientras que quizás nosotros tenemos que luchar con

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