Mi Esposo No Es Cristiano ¿Que Hago?

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Mi esposo no es

cristiano: ¿qué
hago?
Jaime Mirón

Publicado por
Editorial Unilit
Miami, Fl. U.S.A
Derechos reservados
Primera edición 1990
Derechos de autor © 1990 Jaime Mirón
Todos los derechos reservados. Este libro o porciones No puede ser reproducido sin el
permiso de su autor
Editora: Leticia Calcada
Jaime Mirón, Mi esposo no es cristiano: ¿qué hago? (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1990).
Página 1. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:19 p. m. marzo 18, 2022.
Citas bíblicas tomadas de ”La Biblia de las Américas“
© 1986 The Lockman Foundation, y
Versión Reina Valera, revisión 1960
© Sociedades Bíblicas Unidas
Usadas con permiso
Cubierta diseñada por: David Bonilla
Fotografía por: Héctor Lozano
ISBN- 1–56063-044–2
Producto 498010

Mi esposo no es
cristiano: ¿qué hago?
Estas páginas tienen su enfoque en la realidad del mundo hispano, aunque se ha
comprobado que la situación se da a nivel mundial: en la mayoría de nuestras iglesias hay
más cantidad de mujeres que de hombres. Esto se debe, en parte, a que la mujer tiene un
espíritu más sensible hacia las cosas de Dios, y siente necesidad de congregarse con otros
que comparten su fe.
Al margen de los problemas de orden práctico creados por el mayor porcentaje de
creyentes del sexo femenino, surgen asimismo problemas de relación para estas mujeres
––tanto en la iglesia como en el seno de la familia y en la sociedad en general. Los
problemas se dan pues ellas intentan vivir su fe sin el apoyo de un esposo cristiano.
Ya en tiempos apostólicos se mencionaba el caso de una mujer con esposo no
creyente (mientras que casi no se citaba el caso inverso, quizás por ser menos corriente), y
el mismo Pedro ofrece consejos para una mujer en esa situación (1 Pedro 3).
Distintos son los casos individuales. Bien se ha dicho que cada caso es un mundo. Las
situaciones por las que cada uno atraviesa son resultado de circunstancias de origen
diverso, por lo cual no podemos hablar de una solución universal. Sin embargo, en estas
páginas intentaremos señalar varios problemas que surgen como resultado de
matrimonios mixtos, y hemos de mencionar algunas soluciones bíblicas para la mujer
objeto del problema. Esta última, por lo general, lo resume en cinco palabras: “Mi esposo
no es cristiano”.

SITUACIONES DIFICILES
La cuestión de los matrimonios mixtos sigue provocando encrucijadas. Durante mis
más de 20 años en el ministerio de consejos, he tratado innumerables casos de este tipo,
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unos más comunes que otros. Lo que sigue es una selección de variadas situaciones que
dieron origen a o son resultados de matrimonios mixtos.
•Jóvenes cristianos evangélicos —mayormente señoritas— que por distintas razones
se casan con quienes no comparten su fe en Cristo.
•Matrimonios de no-cristianos en que la esposa recibe a Cristo en su vida mientras
que el marido permanece ajeno a la nueva fe de la mujer (oposición pasiva).
•Marido inconverso que además de no compartir la fe de su cónyuge, se opone a que
la esposa practique su fe, y le impide toda conexión con la iglesia (oposición activa).
•Las actividades de muchas iglesias tienen una orientación familiar que, por razones
obvias, dejan de lado a las mujeres que tienen esposos y/o familias inconversas.
•Con frecuencia las mujeres buscan orientación de pastores o líderes, quienes a veces
son muy jóvenes o no están suficientemente equipados para abordar los múltiples
problemas de estas damas.
•Si una de tales mujeres se hace amiga de un hombre de la iglesia, siempre surge el
problema de los chismes.
•Mujeres con esposos inconversos a menudo se enamoran de un miembro de la
iglesia, por lo general el pastor.
•Como contrapartida, hay pastores cuyo corazón se enternece ante una pobre mujer
víctima de un esposo inconverso violento, desleal, adúltero y a veces borracho. En
ocasiones el pastor cree que puede suplir la falta de compañerismo en la mujer, y termina
enamorándose de ella.
•Algunas mujeres sufren del llamado “complejo de mártir” en razón de las dificultadas
ocasionados por el marido no creyente.
•En innumerables casos hay que encarar el resentimiento, enojo o rencor que una
mujer cristiana tiene hacia su esposo inconverso.
•Los amigos de la mujer a veces toman como propia la ofensa que ella ha sufrido por
parte de su esposo, e intentan tomar partido en la situación familiar.
•Hay confusión sobre cuál es la voluntad de Dios cuando el cónyuge es inconverso.
Esto se debe a que no ha habido clara enseñanza sobre el orden bíblico para la familia.
•Existe asimismo el problema del comportamiento no bíblico de la esposa. Muchas
mujeres sostienen equivocadamente: ”Si las puertas de la iglesia están abiertas, tengo que
estar presente a pesar do lo que diga mi marido, a pesar de que él me prohíba asistir“.
•Además, hay que recordar a la familia que sufre las consecuencias de un esposo y/o
padre que no cree en Jesucristo como su Salvador.

LOS PRINCIPIOS BIBLICOS PARA MATRIMONIOS MIXTOS


El apóstol Pedro, inspirado por el Espíritu Santo exhorta:
Asimismo, vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de
ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la
conducta de sus esposas al observar vuestro casto y respetuoso comportamiento. Y que
vuestro adorno no sea externo: —peinados ostentosos, joyas de oro y vestidos lujosos—
sino que sea el ser interno del corazón, con el adorno imperecedero de un espíritu tierno y
sereno, el cual es precioso delante de Dios. Porque así también se adornaban en otro

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tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así
obedeció Sara a Abraham, llamándole señor, y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella,
si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor.

¿INCOMPATIBILIDAD RELIGIOSA COMO CAUSAL DE DIVORCIO?


La mujer cristiana debe tener presente que la incompatibilidad de religión entre una
esposa creyente y su marido inconverso, bajo ningún concepto justifica la disolución del
matrimonio. Pareciera obvio, pero uno de los errores más comunes es creer que la
conversión al Señor Jesús da derecho al divorcio dentro de un período determinado el
cónyuge no se convierte a Cristo. Sin embargo, refiriéndose a los maridos incrédulos
Pedro dice con claridad: “Vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo
que si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados...” Según el
apóstol la mujer cristiana debe sujetarse al esposo aun cuando éste no crea en Cristo, aun
cuando sea “desobediente”.
Otro caso similar es el de la mujer creyente que se casa fuera de la voluntad de Dios
(es decir con un inconverso). Ella cree que su arrepentimiento por haber contraído ese
matrimonio incluye el derecho al divorcio para poder comenzar una nueva vida. Aunque
en este pasaje Pedro se refiere en especial a las mujeres convertidas después del
matrimonio, las enseñanzas se aplican también a las creyentes que optaron por casarse
con inconversos. La orden divina es sujetarse y no deshacer la unión.
En tiempos bíblicos un alto porcentaje de matrimonios eran digitados, y los padres
convenían de antemano el casamiento de sus hijos. En la India se dan situaciones similares
todavía. A veces, por ejemplo, una muchacha cristiana no tiene voz ni voto y debe casarse
con un inconverso en razón del compromiso asumido por los padres. El apóstol Pedro
insiste en que la voluntad de Dios es sujetarse al marido.
Al hablar sobre el tema, el apóstol se dirige mucho más a las mujeres (1 Pedro 3:1–6)
que a los hombres (sólo v.7). Es probable que el ojo profético de Pedro advirtiera que la
situación sería más frecuente en las mujeres que en los hombres. No obstante otros
comentaristas atribuyen la diferencia a un hecho cultural del primer siglo, época en que
las mujeres poseían menos derechos. Si el hombre llegaba a conocer a Cristo primero,
tenía la prerrogativa de llevar a su mujer a la iglesia sin que ella pudiera objetar.
Consecuentemente los problemas resultantes no eran tan complejos.

LA ESPOSA MARTIR QUE DEJA DE SERLO


Después de años de haber ayudado a mujeres en esta situación, he llegado a la
conclusión de que desde el comienzo es imprescindible establecer metas correctas ––es
decir bíblicas–– y luego mantenerlas.
Para ilustrar este punto consideremos el caso de la esposa sufrida cuyo esposo se
convierte al Señor. Irónicamente, hay mujeres que ante este hecho retroceden en su vida
espiritual, y a veces hasta entran en profunda depresión. ¿Qué ha ocurrido? Ellas tenían
un foco de atención incorrecto. Su meta era ganar al esposo para Cristo en lugar de ser la
persona que Dios deseaba de ellas ––independientemente de lo que pasara con el marido.

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Algunas se concentran tanto en la meta de ganar al esposo, que este propósito
acapara su vida toda. Cuando la meta se cumple, sienten que han perdido el propósito en
la vida.
Otro grupo de mujeres llegan a estar cómodas en el papel de esposas sufridas y
mártires. El esposo inconverso se convierte en excusa para tener un pie metido en el
mundo y otro en la iglesia, y también es excusa para no profundizar su andar con el Señor.
Cuando milagrosamente el marido se convierte, la inmadurez espiritual de ella queda al
descubierto. Es más, se ha dado el caso de mujeres que, luego que sus esposos aceptaron
a Cristo, tomaron la actitud opuesta y terminaron “convirtiéndose en inconversas”.
Ultimamente (y otros consejeros me han comentado que es más común de lo que yo
pensaba) he sido testigo de casos en que, cuando el esposo se convierte en un verdadero
creyente, después de tantos años de maltratos la esposa cree que el marido merece cierto
castigo o que debe pagar por sus pecados. Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario
a la mujer: él es absuelto, perdonado, libre de culpa y cargo. Recuerdo una ocasión
cuando no sospechábamos que la mujer estaba llena de resentimiento hasta que su
esposo se bautizó... y ella corrió a su casa llorando de amargura, no de gozo. Según esta
mujer, el esposo no había recibido el castigo que merecía.
Desde el principio pueden evitarse complicaciones si la mujer hace la distinción entre
la meta (vivir con su esposo inconverso como Cristo desea, ser la clase de esposa que
honra al Señor) y el deseo (ganar al esposo para el Señor). Pedro exhorta: “Asimismo
estad sujetas...” La palabra “asimismo” se refiere a los versículos anteriores,donde el
apóstol se sirve de situaciones paralelas para instruir al pueblo de Dios sobre las actitudes,
metas y comportamientos convenientes en situaciones sociales similares. Pedro concluye
esa sección de su carta citando el ejemplo del mismo Señor cuando tuvo que soportar los
insultos de hombres malignos. Es entonces que aparece la palabra “asimismo” en
referencia a la conducta de la mujer con su esposo inconverso.

SUJECION FEMENINA SEGUN LA BIBLIA


La mujer cristiana debe comprender las implicaciones de la sujeción bíblica.
Sujetarse es una actitud, mientras que obedecer es la acción que generalmente resulta
de tal actitud. Sumisión es “reconocimiento y aceptación voluntaria de la autoridad de
otra persona.” Es posible que haya obediencia sin sujeción. Sucede a menudo cuando uno
obedece de mala gana, con amargura. No es ésa la voluntad de Dios ya que tanto valor
tiene la actitud como la acción misma. Sin embargo, también existe la posibilidad de
sujetarse (mantener una actitud piadosa) sin obedecer, y aún estar dentro de la voluntad
de Dios.
La sujeción bíblica también se define como “aceptar que Dios puede perfeccionar su
plan para mi vida a través de la persona que El ha puesto en autoridad sobre mí.” La
mujer debe tener confianza en que el esposo será instrumento de Dios para que en ella se
cumpla la voluntad divina. A través de los años nuestra experiencia ha mostrado que,
además del gozo que puede experimentar la mujer al obedecer al Señor en asuntos
hogareños, ella siente alivio al comprender el significado de la línea de autoridad bíblica.

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Una tercera definición de sujeción es: “Vaciarse del yo voluntariamente, es decir crucificar
el orgullo, y en su lugar tener el deseo y propósito de servir.” Es una actitud que reconoce
la autoridad que Dios le haya dado a otro a pesar de las debilidades humanas de ese otro.
Sujetarse es estar libre del deseo de hacer las cosas siempre “a mi manera” Es una actitud
que por lo general resulta en obediencia.
Asimismo, vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de
ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la
conducta de sus esposas... Porque así también se adornaban en otro tiempo la santas
mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a
Abraham, llamándole señor...
La sujeción no implica inferioridad ni superioridad. Jesús gozaba de una relación íntima
con su padre, una relación al mismo nivel, y sin embargo estaba sujeto. Sujeción tampoco
sugiere que uno no tenga ni comparta una opinión; eso sería negar el profundo significado
de “y los dos serán una sola carne”. Sujetarse es ponerse bajo la autoridad de otro en
forma voluntaria y porque Dios lo ha ordenado.

OBEDIENCIA LIMITADA VS. ILIMITADA


Muchos me han preguntado hasta qué punto una mujer debe obedecer a su marido
inconverso. De acuerdo a la Escritura, creo que la esposa ha de sujetarse y obedecer
mientras eso no signifique cometer un pecado personal. Dios desea que haya sujeción al
esposo en tanto que ello no implique violar un principio bíblico. Algunos sostienen que
ella no es responsable cuando obedece a su esposo, y alegan que ante los ojos de Dios su
marido es el responsable de lo que ella hace en obediencia a él. No estoy de acuerdo.
Como hija de Dios ella tiene la responsabilidad de vivir en santidad.
Cuando un esposo ordena que su esposa cristiana haga algo que, evaluado a la luz de
la Sagrada Escritura, implicaría cometer un pecado, el hombre está creando un conflicto
entre la autoridad de Dios y la humana. Ambas son autoridades hacia quienes la Biblia
demanda sumisión.
A continuación menciono algunos ejemplos de autoridad humana en conflicto con
enseñanzas divinas: (En cada caso las mujeres eran cristianas.) Un estafador en
Sudamérica pidió a su esposa que participara en sus robos. Un empresario
norteamericano quiso que su mujer tomara parte en una fiesta —en realidad una orgía––
donde tendría relaciones sexuales con otros hombres. Un caso difundido por televisión
donde un hombre deseaba que su esposa se acostara con el jefe de él a fin de conseguir
una promoción y mejor salario. Otro caso en Latinoamérica cuando un padre ordenó a su
propia hija que se hiciera prostituta para incrementar la ganancia de la casa. En tales
situaciones la sumisión al esposo ––o padre–– no incluye los actos pecaminosos ––es decir
que existe la libertad bíblica de NO obedecer.
Sin embargo, un entendimiento correcto de la sujeción bíblica deja en claro que no
debemos usar tal libertad como pretexto para hacer el mal. La exhortación es “no uséis la
libertad como pretexto para la maldad, sino empleadla como siervos de Dios.” La libertad

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que Dios da para NO obedecer sólo se emplea en casos en que la obediencia implique
pecado, pero jamás para zafarse de un compromiso marital.
Los ejemplos mencionados resultan obvios, sin embargo no todas las situaciones son
tan fáciles de discernir. Es necesario tener principios guías.
La experiencia de Sadrac, Mesac y Abed-nego (Daniel 3) nos brinda pautas de ayuda en
la decisión de conflictos morales. La situación de estos muchachos es semejante a los
ejemplos anteriores. A estos tres judíos temerosos de Dios una autoridad humana les
ordenó hacer algo que Dios claramente prohíbe (adorar a un ídolo) y que está en contra
de sus leyes (Exodo 20:2–5). Por otra parte Dios nos exhorta a sujetarnos a la autoridad
humana (Romanos 13:1–8; 1 Pedro 2:13–17; Tito 2:1). Por eso decimos que existe un
conflicto moral entre obedecer la autoridad del hombre y seguir los mandatos de Dios.
Los principios que observaron Sadrac, Mesac y Abed-nego son tan contemporáneos
hoy como lo eran en tiempos de Daniel.
Dice el profeta:
El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su
anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia... Y el
pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas,
que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la
zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el
rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente
será echado dentro de un horno de fuego ardiendo... Por esto en aquel tiempo algunos
varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos... Hay unos varones
judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y
Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la
estatua de oro que has levantado. Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que
trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego... Habló Nabucodonosor y les dijo: ... Ahora, pues,
¿Estáis dispuestos para que al oír... de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la
estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en
medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?
Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario
que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede
librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh
rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
1) La intención de Dios es que la autoridad divina y la humana estén en armonía, y su
voluntad es que nos sujetemos a la autoridad de quienes están en eminencia (Romanos
13:1–8).
2) Cuando haya conflicto entre la ley divina y la ley humana, o entre la autoridad divina
y la humana, siempre es consecuencia de que la persona que representa el poder humano
se ha apartado de los límites de autoridad otorgados por Dios. Consecuentemente,
obedecer semejante mandato humano (adorar al ídolo, participar de una orgía, etc.) sería
violar la Palabra de Dios.
3) Si nos halláramos frente a tal dilema, no debemos dudar en obedecer la ley de
nuestro Dios (Daniel 3:15, 16).
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4) Cuando esa obediencia signifique oponerse a la autoridad humana, podemos contar
con el poder y la protección divinos (Daniel 3:17).
5) Debemos estar preparados para aceptar las posibles consecuencias de la obediencia
al Dios vivo frente al enojo, la ira y la oposición humana (Daniel 3:18).
6) Aunque en casos de conflicto como los citados debemos obedecer a Dios antes que
a los hombres, la postura bíblica ––pase lo que pasare- es una actitud de sumisión y
respeto a la autoridad humana -rey, esposo, jefe, dueño (Daniel 3:16).
7) Una sugerencia final (sin conexión con Daniel 3) es el principio de la sustitución. En
vez de declarar un “no” categórico, es aconsejable proponer una alternativa: lograr los
mismos propósitos básicos que la autoridad humana tiene en mente, pero sin violar los
principios divinos. (Véase Génesis 39 y Hechos 5:21–41.)
Un buen ejemplo de este principio se encuentra en la triste historia bíblica de Amnón y
Tamar (2 Samuel 13). Amnón quería forzar a Tamar a acostarse con él. Tamar, en cambio,
reconociendo no sólo el pecado sino también las múltiples consecuencias de un acto tan
perverso, sugiere una alternativa que no violaría los principios divinos: el matrimonio. “...
que hables al rey, que él no me negará a ti.”

CUANDO LAS PALABRAS ESTAN DE MAS


La mujer cristiana no debe tratar de convertirse en la voz de la conciencia del esposo.
No podemos esperar que alguien se conduzca como cristiano si no lo es. Pedro enfatiza
que al esposo se lo gana para Cristo sin palabras. “De modo que si algunos de ellos son
desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus
esposas al observar vuestro casto y respetuoso comportamiento.”
No es necesario idear trampitas evangelísticas, colocar tratados debajo de su plato a la
hora de comer ni estar continuamente sermoneando. Es probable que todo ello produzca
un efecto contrario. El Espíritu Santo usará la conducta de la esposa para obrar en la
conciencia del marido inconverso. Esto no significa que nunca haya que testificarle. Claro
que sí. La conducta de la esposa brindará la oportunidad de testificar, y ella con toda
libertad podrá explicar lo que Cristo ha hecho en su vida. Tanto antes como después del
testimonio mismo, lo que importa y tiene aun más peso son las acciones y actitudes
bíblicas (Mateo 5:16; Gálatas 5:19–23).

CONFIDENCIAS Y CHISMES
La mujer cristiana y su vida de oración son una combinación crucial cuando el cónyuge
es inconverso. Pedro dice que un esposo impío es ganado sin palabra verbal, por lo tanto
una esposa creyente ha de dirigir sus palabras primordialmente a Dios.
Es muy cierto que para una mujer sufrida será beneficioso compartir su problema con
otras cristianas que le ayuden a sobrellevar la carga (Gálatas 6:2), pero debemos hacer
algunas advertencias. En primer lugar, ello nunca debe ocupar el lugar de la oración. Las
confidentes cumplirán con la ley de Cristo sólo cuando ayuden a sobrellevar las cargas, no
al entrar en chismes, calumnias u otros pecados comunes a estos casos (aunque a veces se
cometan de manera inconsciente). Para prevenir estas desviaciones hay que utilizar
discreción y discernimiento al escoger a las confidentes. Como resultado de los chismes,

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muchos esposos tienen que hacer frente a la vergüenza y el bochorno de saber que la
mitad de los miembros de la iglesia conocen los problemas matrimoniales de la pareja. Mi
consejo es tener un máximo de dos compañeras que se comprometan a sobrellevar las
cargas y a orar. Deben ser mujeres maduras en la fe, tal vez mayores de edad, que
también puedan instruir a la esposa en problemas.

SANTIDAD Y RELACIONES INTIMAS


La mujer cristiana debe sujetarse sexualmente a su esposo inconverso. El fundamento
bíblico “Vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos” incluye los asuntos sexuales.
Desafortunadamente muchas mujeres cristianas hoy día alegan: Ya que soy cristiana no
debo... no osaría... usted sabe, Jaime... una mujer santa no debe tener relaciones sexuales
con su esposo inconverso. Existen muchos conceptos erróneos acerca del significado de
una vida santa. Admito que la sexualidad es un tema delicado, pero es imprescindible
hablar con claridad.
Mencionaré tres cuestiones comunes que, a menudo, hemos enfrentado en el
ministerio de orientar a la gente.
1) El esposo es inconverso e infiel a su mujer, y ésta pregunta: “¿Tengo que seguir
sujetándome sexualmente?” No encuentro ninguna indicación bíblica que permita a una
creyente comportarse en forma no-bíblica debido a que su esposo está en pecado sexual.
Mientras la pareja esté viviendo bajo el mismo techo, continúa en vigencia el siguiente
principio:
Que el esposo cumpla su deber para con la esposa, e igualmente la esposa lo cumpla con el
esposo. La esposa no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, sino que el esposo es el que
la tiene. Y asimismo, el esposo no tiene autoridad sobre su propio cuerpo, pero la esposa sí
la tiene.
2) El esposo pide algo fuera de lo normal en las relaciones íntimas. En la actualidad
muchos hombres inconversos (lamentablemente también algunos cristianos ) llenan sus
mentes de material pornográfico; tienen conversaciones de tono subido con sus
compañeros y amigos e imaginan que les falta algo en la vida íntima. Como resultado
piden a sus esposas actos sexuales no convencionales (me refiero a las relaciones íntimas
entre ambos, sin la intervención de terceras partes). ¿Tiene que sujetarse la esposa?
Aunque esta cuestión necesitaría una respuesta detallada, en estas páginas resumiremos
diciendo que si el requerimiento del esposo no produce daño físico (que sí sería el caso del
sadomasoquismo) ni viola un principio bíblico (homosexualidad, bestialidad, adulterio,
etc.) la Biblia declara que el lecho matrimonial está sin mancilla.
3) El esposo ha contraído una enfermedad venérea, por lo general como resultado de sus
relaciones sexuales extramatrimoniales. Sin embargo, desea tener relaciones intimas con
su esposa. ¿Ha de sujetarse sexualmente una mujer cristiana sabiendo que su esposo está
infectado con tal enfermedad contagiosa? Hay que tomar en cuenta tres verdades: a) el
cuerpo humano es el templo del Espíritu Santo; b) el mal venéreo no perjudica sólo a la
presente generación sino también a la siguiente; c) lo más factible es que la infección

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haya sido contraída por adulterio (tal vez incluso con una prostituta). Por lo tanto, creo
que una esposa cristiana, en esas circunstancias, tiene la libertad de no consentir las
relaciones sexuales. Ella debe reanudar el contacto sexual con su esposo siempre y
cuando él tenga puebas médicas de que se haya curado y de que la enfermedad ya no sea
contagiosa.

¿CELOS DE LA IGLESIA?
La mujer cristiana no debe provocar a celos al esposo. El apóstol dice con claridad que
el marido es ganado para Cristo por el comportamiento casto. Muchas veces en el Nuevo
Testamento la palabra griega que aquí se traduce “casto”, es traducida “puro”. Esa
conducta casta y pura hace referencia a la batalla mental de algunas mujeres cuyos
esposos no son de Cristo. Ella se siente tentada a comparar al esposo con los hombres de
la iglesia e incluso con el pastor. Sin embargo, debe estar alerta a fin de que su esposo no
tenga motivos para sospechar infidelidad marital ni sienta que sus obligaciones
conyugales se están debilitando. Como las actividades de la iglesia a menudo hacen que la
esposa esté fuera de la casa, quizá el hombre se sienta tan celoso de la iglesia como de
otro hombre.
“Pero mi esposo no me deja ir a la iglesia,” exclamó dolorida una mujer que vino a
pedir consejo. Sin duda estamos ante una situación que choca con un mandato bíblico
inequívoco “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”. En primer
lugar, recomiendo a la mujer que vive este drama hacer un inventario de su tiempo, a fin
de saber con exactitud cuánto está fuera de la casa atendiendo los asuntos de la iglesia. Es
posible que haya provocado los celos de su esposo por pasar demasiado tiempo en la
iglesia. Si así fuera, sería aconsejable trazar un plan bíblico que abarque tiempo con su
familia y además comunión y edificación en la iglesia local:
1) Revisar —Biblia en mano— las prioridades de la vida.
2) Asegurarse de mantener actitudes bíblicas en el hogar y estar libre de
resentimiento.
3) En oración y con sabiduría establecer qué reuniones o actividades de la iglesia serán
más beneficiosas para la vida espiritual, y darles prioridad. (Es posible que la mejor
alternativa sea asistir a encuentros fuera del templo, como un té de damas o una reunión
hogareña. Hay muchos hombres que sólo se oponen a las reuniones formales en el templo
mismo.)
4) Luego de pasar tiempo en oración, ir directamente al esposo y solicitarle permiso
para asistir a la actividad de la congregación. En caso de haber pasado más tiempo del
razonable en los asuntos de la iglesia, comenzar pidiendo perdón al marido por esa
negligencia.
5) Vivir cada día mostrando al esposo que él tiene un lugar prioritario en la pareja. La
experiencia demuestra que, por lo general, cuando un esposo percibe que él está primero
en las prioridades de su mujer (aunque en realidad el Señor esté primero -Mateo 6:33), y
cuando advierte que Dios está convirtiendo a su mujer en una esposa más dedicada, una
amante más fervorosa, una madre más sabia y una persona más auténtica, ese marido
permitirá que su esposa asista a algunas reuniones.

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EL PELIGRO DE COMENTARIOS DESPECTIVOS
La mujer cristiana debe respetar y honrar al esposo. Existe desacuerdo entre varios
intérpretes bíblicos acerca de si el “comportamiento respetuoso” mencionado por el
apóstol Pedro se refiere a la relación de la mujer con su esposo o con Dios. En mi opinión,
se refiere a la relación con el marido. El Dr. Jay Adams en su excelente libro Vida cristiana
en el hogar, dice que respetuoso “se refiere al respeto por el marido: es la misma palabra
que usa Pablo en Efesios 5 cuando habla de su sumisión a él (es decir al esposo) como la
autoridad puesta por Dios en el hogar” (página 102). Este respeto nos advierte acerca de
una tentación bastante común: hablar de su esposo inconverso de manera despectiva, y
esto en lo que se refiere a sus hijos, demás familiares y amigos.
Incluso existe a veces la tendencia de compartir los problemas hogareños en la junta
de oración o en la reunión femenil. El apóstol Pedro repite: “Vivid con ellos con
comportamiento respetuoso”. Por cierto que es necesario hablar con alguien, por tal
motivo mencionamos nuevamente la importancia de una o dos mujeres piadosas que se
comprometan a orar en forma regular por y con ella, a fin de que sus problemas no sean
la comidilla entre los miembros de la iglesia.

UN ESPOSO CON VIRTUDES


La mujer cristiana debe reconocer, meditar y centrar su atención en las virtudes
(Filipenses 4:8) y no en las debilidades de su esposo. Las deficiencias podrán ser obvias,
pero aun el peor esposo tiene algo positivo. ¡Por algún motivo se casó con él!
Pedro indica que el esposo será ganado para Cristo al ser espectador del
comportamiento de su mujer. Una sugerencia para ponerlo en práctica es hacer una lista
con las virtudes de su marido y luego agradecer a Dios por cada una de las virtudes. Ella
debiera buscar maneras prácticas de demostrar al esposo todo su aprecio y su afecto.
Pueden ser notas, agradecimiento verbal, actitudes y expresiones no verbales, llamadas
telefónicas, etc. Habría que empezar mesuradamente, tomando una virtud cada semana
hasta completar este sencillo plan.
El objetivo no es manipular al esposo ni forzarlo a entrar al reino de Dios (el manipuleo
raras veces da buenos resultados). El objetivo es agradar al Señor, renovar la mente y
respetar al marido.
Además, y a fin de recordarlo, será valioso hacer otras listas con los intereses, gustos,
aversiones del marido, como así también de las cosas que le producen alegría o lo
contrarían. Esto ayudará a que la señora tenga participación activa en la vida de su esposo
y sea en verdad ayuda idónea.
Por otra parte, la esposa cristiana debe profundizar su relación personal con el Señor
en lugar de preocuparse tanto porque su marido no es todo lo que ella desearía que fuera.

LO EXTERIOR VS. LO INTERIOR


La Escritura declara: “Y que vuestro adorno no sea externo - peinados ostentosos, joyas
de oro ni vestidos lujosos.”. El apóstol habla de la belleza externa en contraste con la
interna, y asegura que ésta tiene mucho más valor. A veces sucede que o bien la mujer da
gran importancia a la apariencia externa o de lo contrario la descuida hasta tener aspecto
Jaime Mirón, Mi esposo no es cristiano: ¿qué hago? (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1990).
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desaliñado y penoso. Ambos extremos son negativos. El aspecto externo debe ser reflejo
del gozo, la paz y la alegría que Dios ha dado. La apariencia exterior debe ser tal que quien
la observa no se detenga ni se distraiga en ella sino que sea una inspiración para apreciar
el “yo” interno.

CUIDADO CON EL ORGULLO


La mujer cristiana debe cuidarse del orgullo espiritual. “Y que vuestro adorno no sea
externo... sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y
sereno, lo cual es precioso delante de Dios”. Aquí Pedro resalta el valor de un espíritu
tierno y sereno delante de Dios. El apóstol no habla de una disposición innata sino
desarrollada por la gracia de Dios en la mujer piadosa.
El espíritu tierno y sereno está íntimamente vinculado con la humildad ante Dios y el
esposo. El Señor debe echar fuera todo indicio de rebelión, resentimiento o -más sutil
todavía- orgullo espiritual. En ciertas mujeres existe la tendencia de creerse superiores
porque en el campo espiritual se encuentran con ventajas. De allí la importancia del
espíritu tierno y apacible.

LA FALTA DE RESULTADOS
El gozo de la mujer cristiana es resultado de la obra de Dios en su corazón, y no debe
ser consecuencia de cómo reaccione o responda su esposo. Ella tiene que persistir en su
obediencia al Señor a pesar de los resultados (o la falta de ellos). Pedro termina este trozo
diciendo a las mujeres: “Habéis llegado a ser hijas de ella [Sara], si hacéis el bien y no
estáis amedrentadas por ningún temor” (literalmente “terror”).
A veces pareciera que no hay resultados (me refiero a cambios en la vida del esposo) a
pesar de haber actuado en la voluntad de Dios. Sin embargo, ante todo su propósito es
agradar a Dios. La consecuencia será una paz interior que sobrepasa todo entendimiento.
Dios bendecirá tal obediencia, obrará a través de la conducta de la esposa y le dará el
poder de perseverar. Las actitudes cristocéntricas reprenden a quien está en pecado,
quien lo sabe pero no está dispuesto a admitirlo. Una de las reacciones más frecuentes de
los esposos inconversos es criticar de manera severa y categórica a los creyentes (“son
todos hipócritas”), al pastor y en forma especial a su propia esposa. Pedro insiste en el
mismo capítulo, diciendo: “Teniendo buena conciencia, para que en aquello en que sois
calumniados, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo”.
Por ello repito que el gozo será consecuencia de la obediencia, y la perseverancia
resultará de la paz de haber obedecido. Es posible que la frustración —o peor todavía, la
amargura o autocompasión— sea fruto de relacionar el gozo con cambios inmediatos en
la vida de un esposo inconverso.
Recuerdo el caso de una dama que recibió a Cristo en un país latinoamericano. Su
esposo inconverso se volvió peor en forma inmediata. Entre otras cosas, su marido (un
hombre en muy buena posición económica) la privó de dinero, le quitó su tarjeta de
crédito, su automóvil y comenzó a enseñar a los hijos que no debían obedecer a su madre
porque estaba loca. Sin embargo, ella perseveró en su vida cristiana en obediencia a los
principios de 1 Pedro 3:1–6. A pesar de la dureza del corazón de su esposo y del hecho de

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que durante seis meses no le dirigió la palabra, ella gozaba de su relación con el Señor sin
“estar amedrentada en el temor”. Luego de siete años el corazón del hombre se ablandó,
cambió su actitud con respecto a los hijos, le devolvió el auto, comenzó a darle suficiente
dinero para el manejo de la casa, y dos veces asistió a escuchar la Palabra de Dios. Es
posible (por mi parte estoy seguro) que un día el hombre se rinda a Cristo.

EL RESULTADO ESPERADO
Pensemos ahora en el esposo que viene a Cristo como resultado de la conducta de su
esposa. ¿Cuál debe ser la actitud de la mujer? En realidad esto engendra otra serie de
dificultades. Las hemos mencionado anteriormente (Ver “La esposa mártir que deja de
serlo”), pero haremos una pequeña reseña.
Cuando un esposo viene a Cristo después de haber vivido en el mundo durante mucho
tiempo, algunas mujeres creen perder su status de mártir. Si dicho status no había sido
evidente antes de la conversión de su marido, quizá se advierta después.
Otra complicación es la dificultad de entregar el liderazgo espiritual a un esposo que
tal vez haya sido abusivo por años. En repetidas oportunidades la actitud es: “Después de
todo lo que hizo, éste ni siquiera merece la salvación.” Es el momento de que aparezca en
escena una mujer cristiana madura y ministre a la esposa (Tito 2:3–5). Esta cariñosa y
piadosa mujer que ha pasado por pruebas y experimentado la victoria en Cristo (quizá su
propio esposo aún no sea cristiano), podrá cumplir un papel vital; podrá aconsejar de qué
manera traspasar el liderazgo espiritual a manos de un esposo recién nacido
espiritualmente.

UNA PALABRA FINAL


Estimada lectora, ¿se ha visto reflejada en este libro? ¿Ha reconocido algunas
maneras en que ha fallado a Dios en la relación con su esposo? ¿Por qué no comienza
desde ahora a remediar la situación? San Pablo dice: “En cuanto depende de vosotros,
estad en paz con todos los hombres”. Nunca debemos minimizar las dificultades sino
maximizar la gracia de Dios que ayuda al creyente a vivir en victoria.
Hace poco recibimos la siguiente carta:
“La situación en mi hogar es muy difícil. Soy de muy mal genio, orgullosa. Mi esposo me
hace daño sin que haya razón, y yo sé que le devuelvo el doble. En casa siempre hay
preferencias... los mejores son los varones y nosotras (las mujeres), lo peor. Mi esposo
piensa que sólo debemos estar en la cocina pues, según él, para eso nacimos y no somos
útiles para nada más... Estoy dispuesta a matar o morir. Vivo un infierno. Por favor,
ayúdeme.”
En tal familia no existe la luz de Dios ni tampoco una gracia salvadora, sino que la
mujer cristiana ha descendido muy bajo en su conducta.
Nótese la diferencia con las cartas que siguen:
“Recibí su carta y ha transformado la relación con mi esposo. He visto el poder divino
cambiando a mi marido. El aún no ha recibido al Señor, pero Dios está cambiándolo. Me

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ha confesado que desde que inicié mi contacto con ustedes (mejor dicho con el apóstol
Pedro), soy otra mujer.” -Alicia (Argentina)
“Hace tres años le escribí y le estoy muy agradecida ya que sus consejos basados en 1
Pedro 3 los he seguido al pie de la letra. Resultaron muy eficaces y de mucha bendición.
Mi esposo aceptó a Cristo como su Salvador.” -Marisol (México)
“Su carta fue para mí una gran alegría y me siento feliz de haber puesto en práctica sus
consejos (1 Pedro 3:1–6) y ver resultados tan positivos. Aunque mi esposo no me permite
asistir a los cultos, al menos me permite reunirme con un grupo de señoras para leer la
Biblia, orar y alabar a Dios, pues hay un grupo de mujeres que se encuentran en mi misma
situación. Su carta fue de mucha bendición y varias señoras me pidieron copias a fin de
leerlas en sus casas y estudiar las citas bíblicas que usted indica.” -Noemí (Ecuador)
“Hace varios años le escribía frecuentemente. Usted me aconsejó con sabiduría a la luz de
la Biblia (1 Pedro 3). El resultado de esas cartas es que mi esposo y mis tres hijos se han
convertido al Señor Jesús. Ahora trabajamos en su obra y alabamos a Dios por lo que hizo
en nuestro hogar.” -Edith (Colombia)
“Más de un año atrás escribí exponiendo un problema, a lo cual usted me contestó
bíblicamente con mucha cortesía. Doy gracias a Dios ante todo, y luego a usted. Mi hogar
ha cambiado bastante. Mi esposo ya no se opone a que yo asista a la iglesia los domingos
por la mañana. Al contrario. Ahora me pregunta a qué hora terminará el culto y me va a
recoger. También me permite escuchar por radio programas cristianos, algo a lo que antes
se oponía.” -Ana María (El Salvador)
“Doy gracias a Dios por los consejos que usted me envió ya que yo tenía mala orientación.
Anteriormente me habían dicho que debíamos ir a la iglesia todos los días, y a raíz de ello
me rebelé contra mi esposo inconverso. En el pasado me habían enseñado que debíamos
dejar al esposo en la casa e irnos a pesar de que se enojara y gritara. Pero gracias a sus
consejos de la Biblia (1 Pedro 3:1–6) he aprendido que debo sujetarme a mi esposo y que
yo puedo ser el medio que Dios use para ganar a mi marido a Jesucristo. Ahora más que
nunca puedo decir que no vivo derrotada sino en victoria.” -Martisa (Costa Rica)
El apóstol Pedro concluye el pasaje que hemos examinado con estas palabras de ánimo:
“... de la cual vosotras habéis venido a ser hijas de [Sara], si hacéis el bien, sin temer
ninguna amenaza”.
Se requiere una fe sobrenatural para vivir en el hogar tan de cerca con quien no es
cristiano. Cristo mismo dará los recursos divinos para seguir haciendo el bien sin temor.
Esposa cristiana con marido inconverso, nuestras oraciones y las de muchos otros en
todo el continente están con usted.
Si tiene alguna pregunta, favor de dirigir su carta a:

Dr. Jaime Mirón


Asociación Evangelística Luis Palau
Apartado 15

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Guatemala, c.p. 01901
Guatemala, América Central

APENDICE

MI ESPOSO YA ES CRISTIANO PERO...


Hay otro creciente problema en nuestros días. Muchas mujeres han venido en busca
de consejo y con lágrimas han dicho: “Mi esposo es cristiano; ya ha aceptado a Jesucristo
en su vida. Sin embargo, vive en pecado. ¿Hay algo que yo pueda hacer?”
(Comencé a meditar sobre esta incógnita cuando la esposa del líder de una iglesia nos
contó que su marido había convencido a la iglesia para que se comprara una video-
casetera a fin de que la congregación pudiera mirar videos cristianos. En realidad la quería
para uso personal, para ver películas pornográficas. Su mujer estaba desesperada y no
sabía qué hacer.)
Sí. La esposa puede hacer algo. La mujer cristiana debe tener en cuenta que en Dios
están los recursos que ella necesita. Por otra parte, varios de los principios mencionados
para con el esposo no creyente en Cristo, son también válidos para un esposo cristiano
que vive en abierta desobediencia a la Palabra (1 Pedro 3:1). Además hay consejos
adicionales para las esposas creyentes con maridos que se dicen cristianos pero viven en
pecado —practicando el pecado. (Nótese que la diferencia radica en la palabra
“practicar”, que denota acción habitual. El cristiano renacido sigue siendo pecador pero
desea vivir en santidad. Distinto es cuando la persona hace de la vida de pecado una
práctica constante. Justamente a eso nos referimos al hablar de “vivir en pecado”.)

HERMANA VS. ESPOSA


Los esposos cristianos nos relacionamos en dos niveles distintos: 1) como cónyuges
(Efesios 5, Colosenses 3, 1 Pedro 3, Génesis 2:24, Proverbios 5 y 31, Malaquías 2, 1
Corintios 7 -pasajes que tienen que ver con el matrimonio); 2) como hermanos en Cristo -
somos coherederos de la gracia de la vida (1 Pedro 3:7). Es el aspecto espiritual, “no hay
judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer;porque todos vosotros sois
uno en Cristo Jesús”.
Una mujer sólo puede apelar a la autoridad divina que tiene como hermana en Cristo
cuando haya cumplido sus deberes como esposa. Por eso al comienzo del libro señalamos
los principios que deben regir su comportamiento como cónyuge. Ella debe vivir con la
confianza de que su vida de pareja glorifica a Dios.
Una vida santa como esposa abre la puerta para su proceder como hermana en Cristo.
Ahora bien, la mujer cristiana tiene el derecho y la autoridad divina de reprender y
exhortar a su esposo a vivir en santidad cuando éste vive en pecado. Tal autoridad es
bíblica: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois

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espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea
que tú también seas tentado”.

EL ESTA EN FALTA
¿Podríamos aplicar el versículo anterior a un hogar donde el marido (a pesar de
llamarse creyente en Cristo) está practicando una vida de pecado? Sí. En primer lugar,
Pablo está hablando a creyentes, por lo cual esta exhortación es aplicable al caso. Luego
describe a la persona que necesita ayuda, la persona sorprendida en alguna falta (la
enseñanza no se circunscribe a una falta en particular). No es la persona que peca una vez,
luego lo confiesa a Dios (1 Juan 1:9) y sigue adelante en su vida cristiana. Es la persona que
sin ayuda no puede salir del pecado, que a menudo envuelve y asedia (Hebreos 12:1). En
el versículo que citamos el Apóstol pinta el cuadro de una persona atrapada bajo un
peñasco y que no puede librarse sin la ayuda de terceros. En nuestro caso particular, el
esposo sería tal persona.
El Apóstol también describe a quien debe llevar a cabo la reprensión bíblica: “Vosotros
que sois espirituales”. Quizá otro hermano en la iglesia haya notado algo extraño en el
comportamiento del esposo; tal hermano bien podría ser la persona usada por Dios para
intervenir en la vida descarrilada del marido. Por otra parte, la esposa ha sido dada por
Dios para ser su confidente, amiga, compañera y hermana en Cristo. Si la mujer es en
verdad espiritual, debe actuar.
Pablo además delinea cuál debe ser el ministerio de la persona espiritual:
“restauradle”. La meta es una restauración integral. La oración debe ser que el marido en
pecado viva en la plenitud del Espíritu Santo. No hay que contentarse con una simple
disculpa por el pecado sino que, como se dice comúnmente, hay que cortarlo por lo sano.
Pablo asimismo señala la actitud con que debe hacerse la exhortación: “...con espíritu
de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. El
pecador debe ser confrontado con una actitud de humildad, no de superioridad.

SU HOMBRIA SE INTERPONE
Aconsejamos que la mujer pase tiempo en la presencia de Dios. Esto es crucial para
tener la seguridad de que en el ministerio de restauración ella será guiada por el Espíritu
Santo y actuará con mansedumbre.
Biblia en mano, debe luego esperar el momento idóneo para hablar con el esposo —
reprenderlo, corregirlo, exhortarlo, animarlo. Si al principio él no reacciona
favorablemente, no hay que desanimarse. Después de la confrontación, es imprescindible
que la esposa tenga —y mantenga— acciones y actitudes agradables al Señor. Es
humillante para la hombría de un esposo ser reprendido por una mujer, en especial la
suya. Sin embargo, en el proceso de restauración el Espíritu Santo podrá usar tanto la
conducta como también las palabras de la esposa. Hay que dar tiempo para que el Espíritu
de Dios obre en el corazón del marido. Si todo pareciera inútil (es decir, si no hubiera
resultados aparentes), no debe entrar el desánimo. La obra es del Señor; la tarea de sus
hijos es ser obedientes y orar con fe.

Jaime Mirón, Mi esposo no es cristiano: ¿qué hago? (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1990).
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UN NUEVO COMIENZO
Si el esposo reconoce su vida de pecado y se arrepiente, la mujer podrá indicarle
algunos pasos prácticos:
a) Motivarlo a presentar su pecado ante Dios (1 Juan 1:9).
b) Animarlo a buscar ayuda de hermanos maduros en la fe para que dé razón de su
comportamiento a alguien (Santiago 5:16).
c) Instarlo a que ambos renueven los votos matrimoniales.
d) Ayudarlo a investigar los factores contribuyentes (si los hubiera) que alimentaron el
problema. Es importante tratar no sólo con el problema principal sino también con los
varios factores usados por Satanás para concebir el pecado en la vida del esposo. La
investigación ha de ser exhaustiva para que, dadas las mismas circunstancias, no haya
reincidencia. En el ejemplo relatado al comienzo de este apéndice, era importante
investigar si tal vez la mujer haya sido un factor contribuyente. ¿Acaso sus actitudes,
acciones, hábitos o apariencia física tuvieron que ver con la situación? Sería beneficioso
aclararlo con el marido.

EL SIGUE EN FALTA
Ahora bien, ¿qué hacer si, a pesar de todo, el marido persiste en su pecado? (En el
ejemplo de la video-casetera, el pecado sería continuar metido en la pornografía.)
a) Más que nunca la mujer debe mantener actitudes humildes y espirituales, ha de
seguir siendo una esposa sumisa recordando la importancia de tener metas bíblicas en la
vida (1 Pedro 3:1–6).
b) Dar tiempo para que el marido medite en la exhortación. Durante la etapa de
espera, cubrir al esposo con oración ya que Satanás quiere ganarlo para su equipo.
¿Cuánto tiempo esperar? Resulta difícil contestar con exactitud, pero Dios dará la
sabiduría para determinar el momento de volver a actuar.
c) Poner en acción las palabras de Jesús “Si no te oyere (es decir, si dándole el tiempo
necesario para arrepentirse no lo hiciera) toma aun contigo a uno o dos, para que en boca
de dos o tres testigos conste toda palabra”. El marido tiene que saber que según la
Escritura el siguiente paso de la esposa será llevar el problema ante los líderes de la
iglesia. En ese momento, todo quedará en manos de ellos y la mujer deberá volver a su
papel de esposa.
Los líderes, a su vez, han de seguir el proceso delineado en Mateo 18:15–17 hasta que
haya una determinación bíblica. Este proceso forma parte de la autoridad que Dios ha
otorgado a la Iglesia cuando le dio “las llaves del reino”. Por tal motivo, con todo corazón
hemos de contar con la promesa de Jesucristo “porque donde dos o tres se han reunido en
mi nombre, allí estoy en medio de ellos”. Dios mismo está con usted. Dios mismo
reprenderá a su esposo y usará tanto a usted como a los líderes de la iglesia local.

*****
...Y si usted es pastor, anciano o líder de una congregación, conste que hay numerosas
santas mujeres atrapadas en situaciones similares y que no saben qué hacer. Algunas
Jaime Mirón, Mi esposo no es cristiano: ¿qué hago? (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1990).
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sufren en silencio, mientras otras se desahogan contando su triste historia a sus amigas.
Es preciso que estas hermanas sepan que pueden dar pasos prácticos pero bíblicos a fin
de solucionar la dificultad.

Jaime Mirón, Mi esposo no es cristiano: ¿qué hago? (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1990).
Página 18. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:19 p. m. marzo 18, 2022.

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