Mi Esposo No Es Cristiano ¿Que Hago?
Mi Esposo No Es Cristiano ¿Que Hago?
Mi Esposo No Es Cristiano ¿Que Hago?
cristiano: ¿qué
hago?
Jaime Mirón
Publicado por
Editorial Unilit
Miami, Fl. U.S.A
Derechos reservados
Primera edición 1990
Derechos de autor © 1990 Jaime Mirón
Todos los derechos reservados. Este libro o porciones No puede ser reproducido sin el
permiso de su autor
Editora: Leticia Calcada
Jaime Mirón, Mi esposo no es cristiano: ¿qué hago? (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1990).
Página 1. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:19 p. m. marzo 18, 2022.
Citas bíblicas tomadas de ”La Biblia de las Américas“
© 1986 The Lockman Foundation, y
Versión Reina Valera, revisión 1960
© Sociedades Bíblicas Unidas
Usadas con permiso
Cubierta diseñada por: David Bonilla
Fotografía por: Héctor Lozano
ISBN- 1–56063-044–2
Producto 498010
Mi esposo no es
cristiano: ¿qué hago?
Estas páginas tienen su enfoque en la realidad del mundo hispano, aunque se ha
comprobado que la situación se da a nivel mundial: en la mayoría de nuestras iglesias hay
más cantidad de mujeres que de hombres. Esto se debe, en parte, a que la mujer tiene un
espíritu más sensible hacia las cosas de Dios, y siente necesidad de congregarse con otros
que comparten su fe.
Al margen de los problemas de orden práctico creados por el mayor porcentaje de
creyentes del sexo femenino, surgen asimismo problemas de relación para estas mujeres
––tanto en la iglesia como en el seno de la familia y en la sociedad en general. Los
problemas se dan pues ellas intentan vivir su fe sin el apoyo de un esposo cristiano.
Ya en tiempos apostólicos se mencionaba el caso de una mujer con esposo no
creyente (mientras que casi no se citaba el caso inverso, quizás por ser menos corriente), y
el mismo Pedro ofrece consejos para una mujer en esa situación (1 Pedro 3).
Distintos son los casos individuales. Bien se ha dicho que cada caso es un mundo. Las
situaciones por las que cada uno atraviesa son resultado de circunstancias de origen
diverso, por lo cual no podemos hablar de una solución universal. Sin embargo, en estas
páginas intentaremos señalar varios problemas que surgen como resultado de
matrimonios mixtos, y hemos de mencionar algunas soluciones bíblicas para la mujer
objeto del problema. Esta última, por lo general, lo resume en cinco palabras: “Mi esposo
no es cristiano”.
SITUACIONES DIFICILES
La cuestión de los matrimonios mixtos sigue provocando encrucijadas. Durante mis
más de 20 años en el ministerio de consejos, he tratado innumerables casos de este tipo,
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unos más comunes que otros. Lo que sigue es una selección de variadas situaciones que
dieron origen a o son resultados de matrimonios mixtos.
•Jóvenes cristianos evangélicos —mayormente señoritas— que por distintas razones
se casan con quienes no comparten su fe en Cristo.
•Matrimonios de no-cristianos en que la esposa recibe a Cristo en su vida mientras
que el marido permanece ajeno a la nueva fe de la mujer (oposición pasiva).
•Marido inconverso que además de no compartir la fe de su cónyuge, se opone a que
la esposa practique su fe, y le impide toda conexión con la iglesia (oposición activa).
•Las actividades de muchas iglesias tienen una orientación familiar que, por razones
obvias, dejan de lado a las mujeres que tienen esposos y/o familias inconversas.
•Con frecuencia las mujeres buscan orientación de pastores o líderes, quienes a veces
son muy jóvenes o no están suficientemente equipados para abordar los múltiples
problemas de estas damas.
•Si una de tales mujeres se hace amiga de un hombre de la iglesia, siempre surge el
problema de los chismes.
•Mujeres con esposos inconversos a menudo se enamoran de un miembro de la
iglesia, por lo general el pastor.
•Como contrapartida, hay pastores cuyo corazón se enternece ante una pobre mujer
víctima de un esposo inconverso violento, desleal, adúltero y a veces borracho. En
ocasiones el pastor cree que puede suplir la falta de compañerismo en la mujer, y termina
enamorándose de ella.
•Algunas mujeres sufren del llamado “complejo de mártir” en razón de las dificultadas
ocasionados por el marido no creyente.
•En innumerables casos hay que encarar el resentimiento, enojo o rencor que una
mujer cristiana tiene hacia su esposo inconverso.
•Los amigos de la mujer a veces toman como propia la ofensa que ella ha sufrido por
parte de su esposo, e intentan tomar partido en la situación familiar.
•Hay confusión sobre cuál es la voluntad de Dios cuando el cónyuge es inconverso.
Esto se debe a que no ha habido clara enseñanza sobre el orden bíblico para la familia.
•Existe asimismo el problema del comportamiento no bíblico de la esposa. Muchas
mujeres sostienen equivocadamente: ”Si las puertas de la iglesia están abiertas, tengo que
estar presente a pesar do lo que diga mi marido, a pesar de que él me prohíba asistir“.
•Además, hay que recordar a la familia que sufre las consecuencias de un esposo y/o
padre que no cree en Jesucristo como su Salvador.
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tiempo las santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así
obedeció Sara a Abraham, llamándole señor, y vosotras habéis llegado a ser hijas de ella,
si hacéis el bien y no estáis amedrentadas por ningún temor.
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Algunas se concentran tanto en la meta de ganar al esposo, que este propósito
acapara su vida toda. Cuando la meta se cumple, sienten que han perdido el propósito en
la vida.
Otro grupo de mujeres llegan a estar cómodas en el papel de esposas sufridas y
mártires. El esposo inconverso se convierte en excusa para tener un pie metido en el
mundo y otro en la iglesia, y también es excusa para no profundizar su andar con el Señor.
Cuando milagrosamente el marido se convierte, la inmadurez espiritual de ella queda al
descubierto. Es más, se ha dado el caso de mujeres que, luego que sus esposos aceptaron
a Cristo, tomaron la actitud opuesta y terminaron “convirtiéndose en inconversas”.
Ultimamente (y otros consejeros me han comentado que es más común de lo que yo
pensaba) he sido testigo de casos en que, cuando el esposo se convierte en un verdadero
creyente, después de tantos años de maltratos la esposa cree que el marido merece cierto
castigo o que debe pagar por sus pecados. Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario
a la mujer: él es absuelto, perdonado, libre de culpa y cargo. Recuerdo una ocasión
cuando no sospechábamos que la mujer estaba llena de resentimiento hasta que su
esposo se bautizó... y ella corrió a su casa llorando de amargura, no de gozo. Según esta
mujer, el esposo no había recibido el castigo que merecía.
Desde el principio pueden evitarse complicaciones si la mujer hace la distinción entre
la meta (vivir con su esposo inconverso como Cristo desea, ser la clase de esposa que
honra al Señor) y el deseo (ganar al esposo para el Señor). Pedro exhorta: “Asimismo
estad sujetas...” La palabra “asimismo” se refiere a los versículos anteriores,donde el
apóstol se sirve de situaciones paralelas para instruir al pueblo de Dios sobre las actitudes,
metas y comportamientos convenientes en situaciones sociales similares. Pedro concluye
esa sección de su carta citando el ejemplo del mismo Señor cuando tuvo que soportar los
insultos de hombres malignos. Es entonces que aparece la palabra “asimismo” en
referencia a la conducta de la mujer con su esposo inconverso.
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Una tercera definición de sujeción es: “Vaciarse del yo voluntariamente, es decir crucificar
el orgullo, y en su lugar tener el deseo y propósito de servir.” Es una actitud que reconoce
la autoridad que Dios le haya dado a otro a pesar de las debilidades humanas de ese otro.
Sujetarse es estar libre del deseo de hacer las cosas siempre “a mi manera” Es una actitud
que por lo general resulta en obediencia.
Asimismo, vosotras mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que si algunos de
ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la
conducta de sus esposas... Porque así también se adornaban en otro tiempo la santas
mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos. Así obedeció Sara a
Abraham, llamándole señor...
La sujeción no implica inferioridad ni superioridad. Jesús gozaba de una relación íntima
con su padre, una relación al mismo nivel, y sin embargo estaba sujeto. Sujeción tampoco
sugiere que uno no tenga ni comparta una opinión; eso sería negar el profundo significado
de “y los dos serán una sola carne”. Sujetarse es ponerse bajo la autoridad de otro en
forma voluntaria y porque Dios lo ha ordenado.
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que Dios da para NO obedecer sólo se emplea en casos en que la obediencia implique
pecado, pero jamás para zafarse de un compromiso marital.
Los ejemplos mencionados resultan obvios, sin embargo no todas las situaciones son
tan fáciles de discernir. Es necesario tener principios guías.
La experiencia de Sadrac, Mesac y Abed-nego (Daniel 3) nos brinda pautas de ayuda en
la decisión de conflictos morales. La situación de estos muchachos es semejante a los
ejemplos anteriores. A estos tres judíos temerosos de Dios una autoridad humana les
ordenó hacer algo que Dios claramente prohíbe (adorar a un ídolo) y que está en contra
de sus leyes (Exodo 20:2–5). Por otra parte Dios nos exhorta a sujetarnos a la autoridad
humana (Romanos 13:1–8; 1 Pedro 2:13–17; Tito 2:1). Por eso decimos que existe un
conflicto moral entre obedecer la autoridad del hombre y seguir los mandatos de Dios.
Los principios que observaron Sadrac, Mesac y Abed-nego son tan contemporáneos
hoy como lo eran en tiempos de Daniel.
Dice el profeta:
El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuya altura era de sesenta codos, y su
anchura de seis codos; la levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia... Y el
pregonero anunciaba en alta voz: Mándase a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas,
que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la
zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el
rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente
será echado dentro de un horno de fuego ardiendo... Por esto en aquel tiempo algunos
varones caldeos vinieron y acusaron maliciosamente a los judíos... Hay unos varones
judíos, los cuales pusiste sobre los negocios de la provincia de Babilonia: Sadrac, Mesac y
Abed-nego; estos varones, oh rey, no te han respetado; no adoran tus dioses, ni adoran la
estatua de oro que has levantado. Entonces Nabucodonosor dijo con ira y con enojo que
trajesen a Sadrac, Mesac y Abed-nego... Habló Nabucodonosor y les dijo: ... Ahora, pues,
¿Estáis dispuestos para que al oír... de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la
estatua que he hecho? Porque si no la adorareis, en la misma hora seréis echados en
medio de un horno de fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mis manos?
Sadrac, Mesac y Abed-nego respondieron al rey Nabucodonosor, diciendo: No es necesario
que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios a quien servimos puede
librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh
rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
1) La intención de Dios es que la autoridad divina y la humana estén en armonía, y su
voluntad es que nos sujetemos a la autoridad de quienes están en eminencia (Romanos
13:1–8).
2) Cuando haya conflicto entre la ley divina y la ley humana, o entre la autoridad divina
y la humana, siempre es consecuencia de que la persona que representa el poder humano
se ha apartado de los límites de autoridad otorgados por Dios. Consecuentemente,
obedecer semejante mandato humano (adorar al ídolo, participar de una orgía, etc.) sería
violar la Palabra de Dios.
3) Si nos halláramos frente a tal dilema, no debemos dudar en obedecer la ley de
nuestro Dios (Daniel 3:15, 16).
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4) Cuando esa obediencia signifique oponerse a la autoridad humana, podemos contar
con el poder y la protección divinos (Daniel 3:17).
5) Debemos estar preparados para aceptar las posibles consecuencias de la obediencia
al Dios vivo frente al enojo, la ira y la oposición humana (Daniel 3:18).
6) Aunque en casos de conflicto como los citados debemos obedecer a Dios antes que
a los hombres, la postura bíblica ––pase lo que pasare- es una actitud de sumisión y
respeto a la autoridad humana -rey, esposo, jefe, dueño (Daniel 3:16).
7) Una sugerencia final (sin conexión con Daniel 3) es el principio de la sustitución. En
vez de declarar un “no” categórico, es aconsejable proponer una alternativa: lograr los
mismos propósitos básicos que la autoridad humana tiene en mente, pero sin violar los
principios divinos. (Véase Génesis 39 y Hechos 5:21–41.)
Un buen ejemplo de este principio se encuentra en la triste historia bíblica de Amnón y
Tamar (2 Samuel 13). Amnón quería forzar a Tamar a acostarse con él. Tamar, en cambio,
reconociendo no sólo el pecado sino también las múltiples consecuencias de un acto tan
perverso, sugiere una alternativa que no violaría los principios divinos: el matrimonio. “...
que hables al rey, que él no me negará a ti.”
CONFIDENCIAS Y CHISMES
La mujer cristiana y su vida de oración son una combinación crucial cuando el cónyuge
es inconverso. Pedro dice que un esposo impío es ganado sin palabra verbal, por lo tanto
una esposa creyente ha de dirigir sus palabras primordialmente a Dios.
Es muy cierto que para una mujer sufrida será beneficioso compartir su problema con
otras cristianas que le ayuden a sobrellevar la carga (Gálatas 6:2), pero debemos hacer
algunas advertencias. En primer lugar, ello nunca debe ocupar el lugar de la oración. Las
confidentes cumplirán con la ley de Cristo sólo cuando ayuden a sobrellevar las cargas, no
al entrar en chismes, calumnias u otros pecados comunes a estos casos (aunque a veces se
cometan de manera inconsciente). Para prevenir estas desviaciones hay que utilizar
discreción y discernimiento al escoger a las confidentes. Como resultado de los chismes,
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muchos esposos tienen que hacer frente a la vergüenza y el bochorno de saber que la
mitad de los miembros de la iglesia conocen los problemas matrimoniales de la pareja. Mi
consejo es tener un máximo de dos compañeras que se comprometan a sobrellevar las
cargas y a orar. Deben ser mujeres maduras en la fe, tal vez mayores de edad, que
también puedan instruir a la esposa en problemas.
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haya sido contraída por adulterio (tal vez incluso con una prostituta). Por lo tanto, creo
que una esposa cristiana, en esas circunstancias, tiene la libertad de no consentir las
relaciones sexuales. Ella debe reanudar el contacto sexual con su esposo siempre y
cuando él tenga puebas médicas de que se haya curado y de que la enfermedad ya no sea
contagiosa.
¿CELOS DE LA IGLESIA?
La mujer cristiana no debe provocar a celos al esposo. El apóstol dice con claridad que
el marido es ganado para Cristo por el comportamiento casto. Muchas veces en el Nuevo
Testamento la palabra griega que aquí se traduce “casto”, es traducida “puro”. Esa
conducta casta y pura hace referencia a la batalla mental de algunas mujeres cuyos
esposos no son de Cristo. Ella se siente tentada a comparar al esposo con los hombres de
la iglesia e incluso con el pastor. Sin embargo, debe estar alerta a fin de que su esposo no
tenga motivos para sospechar infidelidad marital ni sienta que sus obligaciones
conyugales se están debilitando. Como las actividades de la iglesia a menudo hacen que la
esposa esté fuera de la casa, quizá el hombre se sienta tan celoso de la iglesia como de
otro hombre.
“Pero mi esposo no me deja ir a la iglesia,” exclamó dolorida una mujer que vino a
pedir consejo. Sin duda estamos ante una situación que choca con un mandato bíblico
inequívoco “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”. En primer
lugar, recomiendo a la mujer que vive este drama hacer un inventario de su tiempo, a fin
de saber con exactitud cuánto está fuera de la casa atendiendo los asuntos de la iglesia. Es
posible que haya provocado los celos de su esposo por pasar demasiado tiempo en la
iglesia. Si así fuera, sería aconsejable trazar un plan bíblico que abarque tiempo con su
familia y además comunión y edificación en la iglesia local:
1) Revisar —Biblia en mano— las prioridades de la vida.
2) Asegurarse de mantener actitudes bíblicas en el hogar y estar libre de
resentimiento.
3) En oración y con sabiduría establecer qué reuniones o actividades de la iglesia serán
más beneficiosas para la vida espiritual, y darles prioridad. (Es posible que la mejor
alternativa sea asistir a encuentros fuera del templo, como un té de damas o una reunión
hogareña. Hay muchos hombres que sólo se oponen a las reuniones formales en el templo
mismo.)
4) Luego de pasar tiempo en oración, ir directamente al esposo y solicitarle permiso
para asistir a la actividad de la congregación. En caso de haber pasado más tiempo del
razonable en los asuntos de la iglesia, comenzar pidiendo perdón al marido por esa
negligencia.
5) Vivir cada día mostrando al esposo que él tiene un lugar prioritario en la pareja. La
experiencia demuestra que, por lo general, cuando un esposo percibe que él está primero
en las prioridades de su mujer (aunque en realidad el Señor esté primero -Mateo 6:33), y
cuando advierte que Dios está convirtiendo a su mujer en una esposa más dedicada, una
amante más fervorosa, una madre más sabia y una persona más auténtica, ese marido
permitirá que su esposa asista a algunas reuniones.
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EL PELIGRO DE COMENTARIOS DESPECTIVOS
La mujer cristiana debe respetar y honrar al esposo. Existe desacuerdo entre varios
intérpretes bíblicos acerca de si el “comportamiento respetuoso” mencionado por el
apóstol Pedro se refiere a la relación de la mujer con su esposo o con Dios. En mi opinión,
se refiere a la relación con el marido. El Dr. Jay Adams en su excelente libro Vida cristiana
en el hogar, dice que respetuoso “se refiere al respeto por el marido: es la misma palabra
que usa Pablo en Efesios 5 cuando habla de su sumisión a él (es decir al esposo) como la
autoridad puesta por Dios en el hogar” (página 102). Este respeto nos advierte acerca de
una tentación bastante común: hablar de su esposo inconverso de manera despectiva, y
esto en lo que se refiere a sus hijos, demás familiares y amigos.
Incluso existe a veces la tendencia de compartir los problemas hogareños en la junta
de oración o en la reunión femenil. El apóstol Pedro repite: “Vivid con ellos con
comportamiento respetuoso”. Por cierto que es necesario hablar con alguien, por tal
motivo mencionamos nuevamente la importancia de una o dos mujeres piadosas que se
comprometan a orar en forma regular por y con ella, a fin de que sus problemas no sean
la comidilla entre los miembros de la iglesia.
LA FALTA DE RESULTADOS
El gozo de la mujer cristiana es resultado de la obra de Dios en su corazón, y no debe
ser consecuencia de cómo reaccione o responda su esposo. Ella tiene que persistir en su
obediencia al Señor a pesar de los resultados (o la falta de ellos). Pedro termina este trozo
diciendo a las mujeres: “Habéis llegado a ser hijas de ella [Sara], si hacéis el bien y no
estáis amedrentadas por ningún temor” (literalmente “terror”).
A veces pareciera que no hay resultados (me refiero a cambios en la vida del esposo) a
pesar de haber actuado en la voluntad de Dios. Sin embargo, ante todo su propósito es
agradar a Dios. La consecuencia será una paz interior que sobrepasa todo entendimiento.
Dios bendecirá tal obediencia, obrará a través de la conducta de la esposa y le dará el
poder de perseverar. Las actitudes cristocéntricas reprenden a quien está en pecado,
quien lo sabe pero no está dispuesto a admitirlo. Una de las reacciones más frecuentes de
los esposos inconversos es criticar de manera severa y categórica a los creyentes (“son
todos hipócritas”), al pastor y en forma especial a su propia esposa. Pedro insiste en el
mismo capítulo, diciendo: “Teniendo buena conciencia, para que en aquello en que sois
calumniados, sean avergonzados los que difaman vuestra buena conducta en Cristo”.
Por ello repito que el gozo será consecuencia de la obediencia, y la perseverancia
resultará de la paz de haber obedecido. Es posible que la frustración —o peor todavía, la
amargura o autocompasión— sea fruto de relacionar el gozo con cambios inmediatos en
la vida de un esposo inconverso.
Recuerdo el caso de una dama que recibió a Cristo en un país latinoamericano. Su
esposo inconverso se volvió peor en forma inmediata. Entre otras cosas, su marido (un
hombre en muy buena posición económica) la privó de dinero, le quitó su tarjeta de
crédito, su automóvil y comenzó a enseñar a los hijos que no debían obedecer a su madre
porque estaba loca. Sin embargo, ella perseveró en su vida cristiana en obediencia a los
principios de 1 Pedro 3:1–6. A pesar de la dureza del corazón de su esposo y del hecho de
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que durante seis meses no le dirigió la palabra, ella gozaba de su relación con el Señor sin
“estar amedrentada en el temor”. Luego de siete años el corazón del hombre se ablandó,
cambió su actitud con respecto a los hijos, le devolvió el auto, comenzó a darle suficiente
dinero para el manejo de la casa, y dos veces asistió a escuchar la Palabra de Dios. Es
posible (por mi parte estoy seguro) que un día el hombre se rinda a Cristo.
EL RESULTADO ESPERADO
Pensemos ahora en el esposo que viene a Cristo como resultado de la conducta de su
esposa. ¿Cuál debe ser la actitud de la mujer? En realidad esto engendra otra serie de
dificultades. Las hemos mencionado anteriormente (Ver “La esposa mártir que deja de
serlo”), pero haremos una pequeña reseña.
Cuando un esposo viene a Cristo después de haber vivido en el mundo durante mucho
tiempo, algunas mujeres creen perder su status de mártir. Si dicho status no había sido
evidente antes de la conversión de su marido, quizá se advierta después.
Otra complicación es la dificultad de entregar el liderazgo espiritual a un esposo que
tal vez haya sido abusivo por años. En repetidas oportunidades la actitud es: “Después de
todo lo que hizo, éste ni siquiera merece la salvación.” Es el momento de que aparezca en
escena una mujer cristiana madura y ministre a la esposa (Tito 2:3–5). Esta cariñosa y
piadosa mujer que ha pasado por pruebas y experimentado la victoria en Cristo (quizá su
propio esposo aún no sea cristiano), podrá cumplir un papel vital; podrá aconsejar de qué
manera traspasar el liderazgo espiritual a manos de un esposo recién nacido
espiritualmente.
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ha confesado que desde que inicié mi contacto con ustedes (mejor dicho con el apóstol
Pedro), soy otra mujer.” -Alicia (Argentina)
“Hace tres años le escribí y le estoy muy agradecida ya que sus consejos basados en 1
Pedro 3 los he seguido al pie de la letra. Resultaron muy eficaces y de mucha bendición.
Mi esposo aceptó a Cristo como su Salvador.” -Marisol (México)
“Su carta fue para mí una gran alegría y me siento feliz de haber puesto en práctica sus
consejos (1 Pedro 3:1–6) y ver resultados tan positivos. Aunque mi esposo no me permite
asistir a los cultos, al menos me permite reunirme con un grupo de señoras para leer la
Biblia, orar y alabar a Dios, pues hay un grupo de mujeres que se encuentran en mi misma
situación. Su carta fue de mucha bendición y varias señoras me pidieron copias a fin de
leerlas en sus casas y estudiar las citas bíblicas que usted indica.” -Noemí (Ecuador)
“Hace varios años le escribía frecuentemente. Usted me aconsejó con sabiduría a la luz de
la Biblia (1 Pedro 3). El resultado de esas cartas es que mi esposo y mis tres hijos se han
convertido al Señor Jesús. Ahora trabajamos en su obra y alabamos a Dios por lo que hizo
en nuestro hogar.” -Edith (Colombia)
“Más de un año atrás escribí exponiendo un problema, a lo cual usted me contestó
bíblicamente con mucha cortesía. Doy gracias a Dios ante todo, y luego a usted. Mi hogar
ha cambiado bastante. Mi esposo ya no se opone a que yo asista a la iglesia los domingos
por la mañana. Al contrario. Ahora me pregunta a qué hora terminará el culto y me va a
recoger. También me permite escuchar por radio programas cristianos, algo a lo que antes
se oponía.” -Ana María (El Salvador)
“Doy gracias a Dios por los consejos que usted me envió ya que yo tenía mala orientación.
Anteriormente me habían dicho que debíamos ir a la iglesia todos los días, y a raíz de ello
me rebelé contra mi esposo inconverso. En el pasado me habían enseñado que debíamos
dejar al esposo en la casa e irnos a pesar de que se enojara y gritara. Pero gracias a sus
consejos de la Biblia (1 Pedro 3:1–6) he aprendido que debo sujetarme a mi esposo y que
yo puedo ser el medio que Dios use para ganar a mi marido a Jesucristo. Ahora más que
nunca puedo decir que no vivo derrotada sino en victoria.” -Martisa (Costa Rica)
El apóstol Pedro concluye el pasaje que hemos examinado con estas palabras de ánimo:
“... de la cual vosotras habéis venido a ser hijas de [Sara], si hacéis el bien, sin temer
ninguna amenaza”.
Se requiere una fe sobrenatural para vivir en el hogar tan de cerca con quien no es
cristiano. Cristo mismo dará los recursos divinos para seguir haciendo el bien sin temor.
Esposa cristiana con marido inconverso, nuestras oraciones y las de muchos otros en
todo el continente están con usted.
Si tiene alguna pregunta, favor de dirigir su carta a:
Jaime Mirón, Mi esposo no es cristiano: ¿qué hago? (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1990).
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Guatemala, c.p. 01901
Guatemala, América Central
APENDICE
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espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea
que tú también seas tentado”.
EL ESTA EN FALTA
¿Podríamos aplicar el versículo anterior a un hogar donde el marido (a pesar de
llamarse creyente en Cristo) está practicando una vida de pecado? Sí. En primer lugar,
Pablo está hablando a creyentes, por lo cual esta exhortación es aplicable al caso. Luego
describe a la persona que necesita ayuda, la persona sorprendida en alguna falta (la
enseñanza no se circunscribe a una falta en particular). No es la persona que peca una vez,
luego lo confiesa a Dios (1 Juan 1:9) y sigue adelante en su vida cristiana. Es la persona que
sin ayuda no puede salir del pecado, que a menudo envuelve y asedia (Hebreos 12:1). En
el versículo que citamos el Apóstol pinta el cuadro de una persona atrapada bajo un
peñasco y que no puede librarse sin la ayuda de terceros. En nuestro caso particular, el
esposo sería tal persona.
El Apóstol también describe a quien debe llevar a cabo la reprensión bíblica: “Vosotros
que sois espirituales”. Quizá otro hermano en la iglesia haya notado algo extraño en el
comportamiento del esposo; tal hermano bien podría ser la persona usada por Dios para
intervenir en la vida descarrilada del marido. Por otra parte, la esposa ha sido dada por
Dios para ser su confidente, amiga, compañera y hermana en Cristo. Si la mujer es en
verdad espiritual, debe actuar.
Pablo además delinea cuál debe ser el ministerio de la persona espiritual:
“restauradle”. La meta es una restauración integral. La oración debe ser que el marido en
pecado viva en la plenitud del Espíritu Santo. No hay que contentarse con una simple
disculpa por el pecado sino que, como se dice comúnmente, hay que cortarlo por lo sano.
Pablo asimismo señala la actitud con que debe hacerse la exhortación: “...con espíritu
de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. El
pecador debe ser confrontado con una actitud de humildad, no de superioridad.
SU HOMBRIA SE INTERPONE
Aconsejamos que la mujer pase tiempo en la presencia de Dios. Esto es crucial para
tener la seguridad de que en el ministerio de restauración ella será guiada por el Espíritu
Santo y actuará con mansedumbre.
Biblia en mano, debe luego esperar el momento idóneo para hablar con el esposo —
reprenderlo, corregirlo, exhortarlo, animarlo. Si al principio él no reacciona
favorablemente, no hay que desanimarse. Después de la confrontación, es imprescindible
que la esposa tenga —y mantenga— acciones y actitudes agradables al Señor. Es
humillante para la hombría de un esposo ser reprendido por una mujer, en especial la
suya. Sin embargo, en el proceso de restauración el Espíritu Santo podrá usar tanto la
conducta como también las palabras de la esposa. Hay que dar tiempo para que el Espíritu
de Dios obre en el corazón del marido. Si todo pareciera inútil (es decir, si no hubiera
resultados aparentes), no debe entrar el desánimo. La obra es del Señor; la tarea de sus
hijos es ser obedientes y orar con fe.
Jaime Mirón, Mi esposo no es cristiano: ¿qué hago? (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1990).
Página 16. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:19 p. m. marzo 18, 2022.
UN NUEVO COMIENZO
Si el esposo reconoce su vida de pecado y se arrepiente, la mujer podrá indicarle
algunos pasos prácticos:
a) Motivarlo a presentar su pecado ante Dios (1 Juan 1:9).
b) Animarlo a buscar ayuda de hermanos maduros en la fe para que dé razón de su
comportamiento a alguien (Santiago 5:16).
c) Instarlo a que ambos renueven los votos matrimoniales.
d) Ayudarlo a investigar los factores contribuyentes (si los hubiera) que alimentaron el
problema. Es importante tratar no sólo con el problema principal sino también con los
varios factores usados por Satanás para concebir el pecado en la vida del esposo. La
investigación ha de ser exhaustiva para que, dadas las mismas circunstancias, no haya
reincidencia. En el ejemplo relatado al comienzo de este apéndice, era importante
investigar si tal vez la mujer haya sido un factor contribuyente. ¿Acaso sus actitudes,
acciones, hábitos o apariencia física tuvieron que ver con la situación? Sería beneficioso
aclararlo con el marido.
EL SIGUE EN FALTA
Ahora bien, ¿qué hacer si, a pesar de todo, el marido persiste en su pecado? (En el
ejemplo de la video-casetera, el pecado sería continuar metido en la pornografía.)
a) Más que nunca la mujer debe mantener actitudes humildes y espirituales, ha de
seguir siendo una esposa sumisa recordando la importancia de tener metas bíblicas en la
vida (1 Pedro 3:1–6).
b) Dar tiempo para que el marido medite en la exhortación. Durante la etapa de
espera, cubrir al esposo con oración ya que Satanás quiere ganarlo para su equipo.
¿Cuánto tiempo esperar? Resulta difícil contestar con exactitud, pero Dios dará la
sabiduría para determinar el momento de volver a actuar.
c) Poner en acción las palabras de Jesús “Si no te oyere (es decir, si dándole el tiempo
necesario para arrepentirse no lo hiciera) toma aun contigo a uno o dos, para que en boca
de dos o tres testigos conste toda palabra”. El marido tiene que saber que según la
Escritura el siguiente paso de la esposa será llevar el problema ante los líderes de la
iglesia. En ese momento, todo quedará en manos de ellos y la mujer deberá volver a su
papel de esposa.
Los líderes, a su vez, han de seguir el proceso delineado en Mateo 18:15–17 hasta que
haya una determinación bíblica. Este proceso forma parte de la autoridad que Dios ha
otorgado a la Iglesia cuando le dio “las llaves del reino”. Por tal motivo, con todo corazón
hemos de contar con la promesa de Jesucristo “porque donde dos o tres se han reunido en
mi nombre, allí estoy en medio de ellos”. Dios mismo está con usted. Dios mismo
reprenderá a su esposo y usará tanto a usted como a los líderes de la iglesia local.
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...Y si usted es pastor, anciano o líder de una congregación, conste que hay numerosas
santas mujeres atrapadas en situaciones similares y que no saben qué hacer. Algunas
Jaime Mirón, Mi esposo no es cristiano: ¿qué hago? (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1990).
Página 17. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:19 p. m. marzo 18, 2022.
sufren en silencio, mientras otras se desahogan contando su triste historia a sus amigas.
Es preciso que estas hermanas sepan que pueden dar pasos prácticos pero bíblicos a fin
de solucionar la dificultad.
Jaime Mirón, Mi esposo no es cristiano: ¿qué hago? (Miami, Florida: Editorial Unilit, 1990).
Página 18. Exportado de Software Bíblico Logos, 11:19 p. m. marzo 18, 2022.