La Psicología de Las Actividades Cotidianas
La Psicología de Las Actividades Cotidianas
La Psicología de Las Actividades Cotidianas
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"C:/Users/emili/AppData/Local/Programs/MiKTeX/miktex/bin/x64/yap.exe" %.dvi
Los mecanismos complejos siempre exigen una cierta instrucción, y si alguien los utiliza sin recibir las
instrucciones adecuadas, es lógico que cometa errores y que se confunda. Pero los diseñadores
deben preocuparse muy especialmente de hacer que los errores tengan el menor coste posible.
Los modelos mentales, nuestros modelos conceptuales de la forma en que funcionan los objetos,
ocurren los acontecimientos o se comportan las personas, son resultado de nuestra tendencia a
formar explicaciones de las cosas. Esos modelos son esenciales para ayudarnos a comprender
nuestras experiencias, predecir los resultados de nuestros actos y hacer frente a acontecimientos
imprevistos. Basamos nuestros modelos en los conocimientos de que disponemos, sean reales o
imaginarios, ingenuos o complejos. Algunos modelos erróneos llevan a las frustraciones de la vida
cotidiana. Mucho más grave son los modelos erróneos de sistemas tan complejos como una fábrica
o un avión de pasajeros. En esos casos, los malentendidos pueden llevar a accidentes devastadores.
Por ejemplo, Veamos el termostato de una habitación. ¿Cómo funciona? Se trata de un mecanismo
que casi no brinda indicios de su funcionamiento, salvo de forma muy aproximada. Entramos en una
habitación y sentimos frío: entonces nos acercamos al termostato y lo ponemos más alto. Al cabo de
un rato sentimos más calor se pone el termostrato del acondicionador de aire, pero ¿cómo funciona
el termostato? Si cree uno que la habitación se calentarán (o se enfriarán) a mayor velocidad en el
caso de poner el termostato al máximo, se equivoca. Esa es la teoría popular de los termostatos.
Existen dos teorías populares muy frecuentes de los termostatos. La teoría del tiempo y la teoría de
la válvula. La teoría del tiempo supone que el termostato se limita a controlar la proporción relativa
de tiempo que sigue encendido el mecanismo. Si se pone el termostato a la mitad, el aparato sigue
encendido aproximadamente la mitad del tiempo; si se pone al máximo, el mecanismo está
encendido todo el tiempo. En consecuencia, para calentar o enfriar algo a la mayor velocidad
posible, se coloca el termostato de forma que el mecanismo está encendido todo el tiempo. La
teoría de la válvula supone que el termostato controla la cantidad de calor (o de frío) que sale del
aparato. Si se pone el termostato al máximo, se obtiene el máximo de calor o de frío.
La realidad es que el termostato no es más que un interruptor. El poner el termostato muy alto o
muy bajo no puede afectar en modo alguno al tiempo que le lleva alcanzar la temperatura deseada.
Lo importante del ejemplo no es que alguna gente tenga teorías erróneas sino es que todo el mundo
forma teorías (modelos mentales) para explicar lo que ha observado. Los modelos mentales que
elabore expliquen los datos que percibe.
El asunto resulta más complejo cuando nos proponemos realizar un acto para obtener un resultado
que deseamos y no lo logramos, y también se plantean problemas cuando realizamos el acto por
conducto de un mecanismo intermedio.
A veces atribuimos la causa a cosas que no tenían nada que ver con el acto. Y a veces ignoramos
quién o qué tiene verdaderamente la culpa. Un aspecto importante de la atribución de culpas
consiste en que a menudo disponemos de poca información conforme a la cual formular el juicio, y
la poca de la que disponemos puede ser errónea.
Como todo el mundo percibe que la culpa tiene que ser suya, nadie quiere reconocer que tropieza
con problemas. Ello crea una conspiración del silencio, que mantiene los sentimientos de
culpabilidad y de impotencia entre los usuarios.
LA IMPOTENCIA APRENDIDA
El fenómeno calificado de impotencia aprendida puede servir para explicar la autoatribución de
culpa. Se refiere a situaciones en las cuales hay gente que experimenta un fracaso en una tarea, a
menudo muchas veces seguidas. Como resultado, decide que esa tarea es imposible, al menos para
ella: es impotente. Deja de intentarlo. Si esta sensación abarca todo un grupo de tareas, el resultado
puede ser que se tropiece con graves dificultades en la vida. En el caso extremo, esa impotencia
aprendida lleva a la depresión y a la idea de que uno no puede hacer frente a la vida cotidiana en
absoluto. A veces, para tener esa sensación de impotencia basta con unas cuantas experiencias que
salgan mal de forma accidental.
LA IMPOTENCIA ENSEÑADA
Cabría calificar a ese fenómeno de impotencia enseñada. Cuando los objetos están mal diseñados
construidos de modo que producen malentendidos, los modelos mentales son erróneos y la
retroa limentación es escasa, no es de extrañar que la gente se sienta culpable cuando sufre
problemas con la utilización de los objetos, especialmente cuando percibe (aunque sea sin razón)
que los demás no tienen los mismos problemas.
En consecuencia, se piensa que no se puede realizar esa tarea. Como resultado, la próxima vez que
se ha de realizar, uno cree que es imposible, de manera que ni siquiera lo intenta. El resultado es
que no se puede realizar, exactamente igual que se había pensado. Se queda uno atrapado en una
profecía que se autocumple.
Para lograr algo, hay que empezar con alguna idea de lo que se desea: del objetivo a alcanzar.
Entonces hay que hacer algo con el mundo, es decir, realizar un acto para moverse uno mismo, o
manipular a alguien o a algo. Por último se verifica para ver si se ha alcanzado el objetivo. De forma
que hay cuatro cosas diferentes que tener en cuenta: el objetivo, lo que se hace al mundo, el mundo
en sí y la verificación del mundo.
Siete fases de acción: una respecto de los objetivos, tres respecto de la ejecución y tres respecto de
la evaluación:
Formulación de la intención.
Especificación de la acción.
Ejecución de la acción.
LA LAGUNA DE LA EJECUCIÓN
Una forma de medir esa laguna es la medida en la que el sistema permite a la persona realizar los
actos propuestos directamente y sin esfuerzos extraordinarios.
La Laguna de la Evaluación refleja la cantidad de esfuerzos que ha de realizar la persona para
interpretar el estado físico del sistema y determinar hasta qué punto se han satisfecho las
expectativas y las intenciones. La laguna es pequeña cuando el sistema aporta información acerca de
su estado de una forma fácil de obtener, fácil de interpretar y que refleje la forma en que la persona
concibe el sistema.
— Visibilidad. Con sólo mirar, el usuario puede decir cuál es el estado del dispositivo y las opciones
de acción.
— Buena topografía. Es posible determinar las relaciones entre los actos y los resultados, entre los
mandos y sus efectos, y entre el estado del sistema y lo que es visible.
Determinar la topografía desde la intención desde el estado del sistema hasta la interpretación?
Realizar el acto?