Según Michel Foucault

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Mecanismos para la promoción de la convivencia ciudadana y prevención

del acoso escolar

Por: Mariela Victoria Aguilar

Según Michel Foucault (1979), la cultura occidental es implacablemente occidental.

Lo que no puede definirse como bueno o malo se caracteriza como normal o anormal,

funcional o disfuncional. Si la convivencia se define como un encuentro significativo y

productivo entre diferentes actores educativos, esta definición incluye la posibilidad

opuesta, es decir, un intercambio desfavorable para uno o más actores.

El papel de la escuela en la lucha contra la violencia suscita tanto entusiasmo como

preocupación. Las escuelas son inevitablemente lugares de violencia, pero también son

lugares donde pueden desarrollarse modelos de convivencia basados en el respeto mutuo y

la resolución pacífica de conflictos.

La convivencia en las escuelas, en particular, se ha convertido recientemente en un

tema candente. Armero, Bernardino y Bonet (2011), siguiendo a autores como Heinemann

(1972) y Olweus (1973), han definido el acoso escolar como "una forma de violencia entre

iguales que se produce con frecuencia en las escuelas".

La violencia en la escuela puede manifestarse de diferentes formas, como la

agresión, el robo, el acoso y la exclusión social. Estas dos últimas también se deben al uso

de la tecnología de la comunicación. Cuando uno o varios alumnos de un grupo numeroso

muestran repetidamente un comportamiento agresivo hacia otros alumnos durante un

periodo de tiempo prolongado y existe un desequilibrio de poder real o percibido entre la

víctima y el agresor, se habla de acoso escolar. Es un tipo de patología relacional o de


relación porque implica a la víctima, al agresor, al observador pasivo y al observador

activo. El artículo también traduce "bullying" como "acoso" o "intimidación", ya que estos

términos españoles transmiten mejor el significado original. "Comportamiento dañino,

deliberado y repetido de una o varias personas hacia otra que tiene dificultades para

defenderse".

Estos estudios pioneros se llevaron a cabo en Suecia en la década de 1970 y, desde

finales de la década de 1980, el interés se extendió a Estados Unidos, Japón, Australia,

Países Bajos y Canadá. Sólo dos décadas después, se realizaron los primeros estudios en

España y varios países latinoamericanos.

El acoso escolar es un problema colectivo en el que intervienen muchos actores.

Hay dos papeles: el de agresor y el de víctima. Los alumnos que desempeñan estos papeles

tienen ciertos rasgos de personalidad y, en particular, ciertos patrones de comportamiento

que explican su posición en estos papeles. Sin embargo, hay otros factores de

comportamiento que desempeñan un papel tan importante como el del protagonista en el

mantenimiento de una situación de acoso.

Hay que animar a los alumnos a participar en actividades en las que tengan que

ponerse de acuerdo como grupo, aprender a transigir y comprender que las cosas no

siempre salen según su guión; es importante que el profesor intervenga desde el principio y

tome la iniciativa en las estrategias de aprendizaje, Los criterios de asignación de alumnos

deben basarse en el rendimiento académico y, por supuesto, no debe haber agrupaciones

discriminatorias.
Debe ser flexible y heterogéneo (dirigido a diferentes niveles cognitivos). Por lo

tanto, se sugiere cambiarlos de vez en cuando para mejorar las relaciones entre los

miembros y la cohesión del grupo, al dividirlos así, los niños sabrán a qué grupo

pertenecen, lo que les facilitará la realización de las distintas actividades y, si trabajan

juntos, no perderán el tiempo en agrupaciones innecesarias.

Esta organización les ayuda a ayudarse mutuamente y refuerza su compañerismo.

Por lo tanto, incluso los alumnos más difíciles se animan cuando saben que sus compañeros

no les critican y les apoyan.

A través de estas sencillas actividades cotidianas, los niños aprenden poco a poco a

negociar, a expresar sus ideas y a darse cuenta de que no siempre se salen con la suya. Esto

requiere cierta preparación y una orientación adecuada por parte del profesor (el profesor

está al tanto de todas las situaciones, pero interviene sólo cuando es necesario para permitir

que los niños sean más independientes).

En los últimos años, el acoso escolar se ha convertido en una especie de pandemia.

Una de las dificultades para reevaluar este fenómeno es que incluye muchos casos que no

son situaciones específicas de acoso. Por lo tanto, es importante definir el fenómeno. Por

ello es interesante examinar los orígenes del concepto y analizar en detalle cómo surge este

tipo de relación. Los primeros estudios sobre el comportamiento de acoso entre alumnos

fueron realizados por suecos, el más importante de los cuales fue el de Dan Olweus (1973).

Existen distintos modelos de prevención que se centran en diferentes aspectos. El

modelo de simbiosis constructiva pretende concienciar a los alumnos sobre el acoso escolar

(a través de temas o proyectos específicos). El modelo socioemocional también se centra en


enseñar a los alumnos, pero va un paso más allá y pretende no sólo enseñarles

académicamente a prevenir el acoso, sino también a desarrollar la empatía a través de la

activación emocional y afectiva, que es la base para comprender a los demás y evitar

situaciones de acoso. La idea es la siguiente. Aunque ambos modelos se centran en el

trabajo con los alumnos, el enfoque basado en la comunidad se centra más en el entorno

(por ejemplo, profesores, familiares, miembros de la comunidad) y su implicación en la

prevención. Existen muy pocos programas basados en este último modelo, ya que deben ir

más allá del sector puramente educativo (escolar).

Por otra parte, un análisis de los programas contra el acoso escolar en todo el mundo

muestra que suelen aplicarse en el nivel educativo: enseñanza primaria (a partir de los 6

años), secundaria (a partir de los 12 años) y formación (a partir de los 16 años). La

educación preescolar (hasta los 6 años) es la etapa más importante del proceso de

socialización, en la que los niños adquieren las normas, valores y pautas necesarios. Los

programas de prevención más eficaces deben comenzar a una edad temprana y continuar

después. También es importante que las actividades de prevención no sean puntuales o

episódicas, sino que estén siempre vinculadas a todo el curso escolar.

La mejor forma de prevenir eficazmente el acoso es aplicar un plan que incorpore la

implicación de la escuela y la comunidad, la educación sobre el acoso y el desarrollo de

valores y empatía. Para esto último, es crucial que ocurra en el aula, por lo que ésta debe

adaptarse para fomentar la colaboración y la resolución de conflictos involucrando a los

alumnos, enseñándoles a crear consenso, dando a cada uno un papel de liderazgo en

diferentes momentos del día y promoviendo la educación inclusiva.


Aunque es importante implicar a todo el entorno escolar en la prevención del acoso,

también hay que ser conscientes del importante papel que desempeñan los profesores en el

aula. En el día a día del aula existe un currículo oculto, y como los profesores comunican

no sólo verbalmente sino también a través de su comportamiento y de la forma en que

interactúan con su entorno, sus cualidades personales son cruciales para que los alumnos

interioricen los valores de respeto y tolerancia hacia sus compañeros.

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