CIRUGIA Sepsis

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UNIVERSIDAD PABLO GUARDADO CHAVEZ

“SERVIR CON LEALTAD Y RESPONSABILIDAD A LA EDUCACIÓN”

ÁREA DE CIENCIAS DE LA SALUD


LICENCIATURA EN MÉDICO

CIRUGÍA Y ANESTESIOLOGÍA
5to SEMESTRE
GRUPO A2

RESUMEN

CATEDRÁTICO:

Dr. WILBERT OMAR ACEVEDO GRACIDA.

ALUMNOS:

ALDANA DIAZ KENIA ALEJANDRA

Domingo, 27 de Marzo del 2022


Tuxtla Gutiérrez, Chiapas
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ASIGNATURA: CIRUGÍA Y ANESTESIOLOGÍA

Campaña para sobrevivir a la sepsis: recomendaciones internacionales para el


tratamiento de la sepsis y el choque septicémico: 2016

La sepsis es un trastorno orgánico potencialmente mortal provocado por una


respuesta desregulada del huésped a la infección; el choque septicémico es un
subconjunto de la sepsis que incluye trastornos circulatorios y celulares/metabólicos
asociados con un mayor riesgo de mortalidad. La sepsis y el choque septicémico
son problemas médicos muy importantes que cada año afectan a millones de
personas en todo el mundo, y que son fatales en uno de cada cuatro casos. Al igual
que con los politraumatismos, el infarto agudo de miocardio o el accidente
cerebrovascular, la identificación precoz y el tratamiento adecuado en las primeras
horas después de que aparece la sepsis mejoran los resultados.

La rehidratación precoz eficaz es crucial para la estabilización de la hipoperfusión


tisular inducida por la sepsis o el choque septicémico. La hipoperfusión inducida por
la sepsis puede manifestarse por una disfunción orgánica aguda y/o ± presión
arterial disminuida y lactato sérico aumentado. Las versiones anteriores de estas
recomendaciones han indicado una reanimación protocolizada y cuantitativa, que
también se conoce como tratamiento temprano guiado por objetivos (EGDT), el cual
se basó en el protocolo publicado por Rivers. Se recomienda que la rehidratación
inicial comience con 30 ml/kg de cristaloides dentro de las primeras 3 horas. Este
volumen fijo de líquidos permite que los médicos inicien la rehidratación mientras
obtienen información más específica sobre el paciente y mientras esperan una
medición más precisa del estado hemodinámico.

Uno de los principios más importantes que se deben comprender para el tratamiento
de estos pacientes complejos es la necesidad de una medición inicial detallada y de
una reevaluación constante de la respuesta al tratamiento.
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Esta evaluación debería comenzar con una exploración clínica completa y la


valoración de las variables fisiológicas disponibles que puedan describir el estado
clínico del paciente (frecuencia cardiaca, presión arterial, saturación de oxígeno
arterial, frecuencia respiratoria, temperatura, diuresis y otras variables según estén
disponibles). Durante estos últimos años la ecocardiografía se ha puesto a
disposición de muchos médicos que atienden al paciente y esta permite una
evaluación más detallada de las causas de los problemas hemodinámicos

Ya no se puede seguir justificando el uso de la CPV como guía para la rehidratación


debido a la capacidad limitada de predecir la respuesta a la sobrecarga de líquidos
cuando la CPV está dentro de un rango relativamente normal (8–12 mm Hg) . Lo
mismo se aplica a otras mediciones estáticas de las presiones o volúmenes
cardiacos izquierdos o derechos. Se han propuesto medidas dinámicas para evaluar
si un paciente requiere más líquidos con el fin de mejorar el tratamiento con líquidos
y estas han demostrado mejor precisión diagnóstica para predecir los pacientes que
posiblemente respondan a una sobrecarga de líquidos al aumentar el volumen
sistólico.Estas técnicas incluyen la elevación pasiva de las piernas, mediciones de
sobrecarga de líquidos respecto del volumen sistólico, o las variaciones en la
presión sistólica, la presión diferencial o el volumen sistólico a los cambios en la
presión intratorácica inducida por la ventilación mecánica.

Un estudio multicéntrico reciente demostró el uso limitado de los monitores de


función cardiaca durante la administración de líquidos en la unidad de cuidados
intensivos (ICU). Incluso cuando los datos sobre el uso de estos monitores en el
departamento de emergencias son insuficientes, la disponibilidad de los dispositivos
y la aplicabilidad de los parámetros a todas las situaciones puede afectar el uso
habitual de índices dinámicos
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La presión arterial media (MAP) es la presión que impulsa la perfusión tisular. Si


bien la perfusión de los órganos críticos como el cerebro o los riñones puede estar
protegida de la hipotensión sistémica mediante la autorregulación de la perfusión
regional, por debajo de un umbral de la MAP, la perfusión se vuelve linealmente
dependiente de la presión arterial. En un ensayo realizado en un único centro, el
ajuste de la dosis de norepinefrina de 65 a 75 y 85 mm Hg elevó el índice cardiaco
(de 4.7 ± 0.5 a 5.5 ± 0.6 l/min/m2 ) pero no alteró el flujo urinario, los niveles
arteriales de lactato, la provisión y el consumo de oxígeno, la PCO2 de la mucosa
gástrica, la velocidad de sedimentación de eritrocitos ni el flujo capilar de la piel. En
el choque septicémico tratado con norepinefrina, el ajuste de la dosis para mantener
la MAP en 65 mm Hg en comparación con el alcance de 85 mm Hg, el método en la
MAP elevada aumentó el índice cardiaco de 4.8 (3.8–6.0) a 5.8 (4.3–6.9) l/min/m2
pero no afectó la función renal, los niveles arteriales de lactato ni el consumo de
oxígeno. Alcanzar una MAP de 85 mm Hg provocó un riesgo significativamente
mayor de arritmia, pero el subgrupo de pacientes con hipertensión crónica
diagnosticada previamente tuvo una menor necesidad de tratamiento renal
sustitutivo (RRT) con esta MAP más alta.

El lactato sérico no es una medición directa de la perfusión tisular. Los aumentos en


los niveles de lactato sérico pueden representar hipoxia tisular, glucólisis aeróbica
acelerada provocada por la estimulación excesiva de los receptores β-adrenérgicos
u otras causas (p. ej., fallo hepático). Independientemente del origen, el aumento de
los niveles de lactato se asocia a peores desenlaces clínicos. Dado que el lactato es
una prueba de laboratorio habitual con técnicas prescritas para su medición, puede
servir como un sustituto más objetivo para la perfusión tisular en comparación con la
exploración física o la diuresis.
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Se recomienda que los hospitales y sistemas hospitalarios cuenten con un programa


de mejora del desempeño para la sepsis, que incluya la detección sistémica de la
sepsis en pacientes en estado crítico, de alto riesgo (BPS).
Los esfuerzos de mejora del desempeño para la sepsis se asocian a mejores
desenlaces clínicos de los pacientes. Los programas de mejora del desempeño para
la sepsis deberían, idealmente, contar con representación de múltiples profesionales
(médicos, personal de enfermería, farmacéuticos, fisioterapeutas respiratorios,
nutricionistas, administradores) con interesados de todas las principales disciplinas
representados en el desarrollo y la implementación. Los programas exitosos deben
incluir el desarrollo y la implementación de un protocolo, evaluación de métricas
objetivo, obtención de datos y comentarios continuos para facilitar la mejora
continua del desempeño.

Los programas de mejora del desempeño para la sepsis podrían apuntar a un


reconocimiento más incipiente de la sepsis por medio de un esfuerzo formal de
detección sistemática y el tratamiento mejorado de los pacientes una vez que se los
ha identificado como septicémicos. Debido a que la falta de reconocimiento evita el
tratamiento oportuno, la detección sistemática de la sepsis se asocia a un
tratamiento más rápido.

Se recomienda la obtención de cultivos microbiológicos de rutina adecuados


(incluso de sangre) antes de comenzar el tratamiento antibiótico en pacientes con
sospecha de sepsis o choque septicémico si esto no demorara sustancialmente el
inicio de los antibióticos (BPS).
La esterilización de los cultivos puede ocurrir en el plazo de minutos a horas
después de la primera dosis del antibiótico adecuado. La obtención de cultivos antes
de la administración de antibióticos aumenta significativamente la obtención de
cultivos, lo que facilita la identificación de un patógeno.
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Al aislar un organismo infeccioso es posible la disminución gradual del tratamiento


antibiótico primero en el momento de identificación y posteriormente cuando se
obtienen las susceptibilidades. La disminución gradual del tratamiento antibiótico es
un pilar de los programas de gestión de antibióticos y se asocia a microorganismos
menos resistentes, menos efectos secundarios y costos más bajos.
Varios estudios retrospectivos han sugerido que la obtención de cultivos antes del
tratamiento antibiótico se asocia a un mejor desenlace clínico.

En pacientes con sospecha de sepsis o choque septicémico, se deben obtener


cultivos microbiológicos de rutina adecuados antes del inicio del tratamiento
antibiótico de todos los sitios que se consideren fuentes posibles de infección si esto
no provocará una demora sustancial en el inicio de los antibióticos. Esto puede
incluir sangre, líquido cefalorraquídeo, orina, heridas, secreciones respiratorias y
otros líquidos corporales, pero habitualmente no incluye muestras que requieran
procedimientos invasivos como broncoscopias o cirugías abiertas. La decisión sobre
los sitios de los cuales se deben obtener cultivos requiere una consideración
cuidadosa de parte del equipo de tratamiento. Se desaconseja realizar "cultivos
completos" de todos los sitios desde donde podrían llegar a obtenerse muestras (a
menos que el origen de la sepsis no sea clínicamente aparente), debido a que esta
práctica puede provocar el uso inadecuado de antibióticos. Si los antecedentes o la
exploración clínica indican claramente un origen anatómico específico de la
infección, por lo general no es necesario realizar cultivos de otros sitios (salvo de
sangre).
En los pacientes posiblemente septicémicos que tengan un catéter intravascular
(que esté implantado por > 48 horas) en quienes el lugar de infección no sea
clínicamente aparente o exista una sospecha de infección asociada al catéter
intravascular, se debe obtener al menos un cultivo de sangre del catéter (junto con
cultivos de sangre periférica). Esto se lleva a cabo para contribuir al diagnóstico de
una infección sanguínea posiblemente relacionada con el catéter.
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Los datos respecto de la utilidad del diferencial de tiempo hasta la positividad del
cultivo de sangre (es decir, un cultivo de sangre de volumen equivalente obtenido
desde el dispositivo de acceso vascular con resultado positivo más de 2 horas antes
del cultivo de sangre periférica) son incongruentes para sugerir que el dispositivo de
acceso vascular sea el origen de la infección.
En los pacientes en quienes no se sospeche una infección asociada al catéter y en
quienes se sospeche otro sitio de infección clínica, se debe obtener al menos un
cultivo de sangre periférica (de los dos o más que se requieren).

Se recomienda iniciar el tratamiento intravenoso con antibióticos tan pronto como


sea posible después de la confirmación de la sepsis y el choque septicémico y en el
plazo máximo de una hora (recomendación sólida, evidencia de calidad moderada;
la clasificación GRADE se aplica a ambas afecciones).
La rapidez de administración es central para el efecto benéfico de los antibióticos
adecuados. En presencia de sepsis o choque septicémico, cada hora de retraso en
la administración de los antibióticos adecuados se asocia a un aumento medible en
la mortalidad. Además, varios estudios demuestran un efecto adverso de las
mayores demoras sobre los criterios de valoración secundarios (p. ej., duración de
la estancia, lesión renal aguda, lesión pulmonar aguda y lesión orgánica evaluada
mediante la puntuación de la evaluación de fallo orgánico por sepsis (SOFA).

Para acelerar el tratamiento antibiótico adecuado a nivel de la institución es


necesario comenzar con una evaluación de las causas de la demora. Esto puede
incluir una frecuencia altamente inaceptable en la falta de reconocimiento de la
posible existencia de sepsis o choque septicémico y del inicio de tratamiento
antibiótico empírico inadecuado (p. ej., como consecuencia de la falta de
apreciación del potencial de resistencia microbiana o uso previo reciente de
tratamiento antibiótico en un paciente dado).
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Las soluciones posibles a las demoras en el inicio del tratamiento antibiótico


incluyen el uso de pedidos "inmediatos" (stat) o que incluyen plazos de tiempo
mínimos en pedidos antibióticos, el abordaje de las demoras en la obtención de
cultivos de sangre y de los sitios de infección antes de la administración de
antibióticos y la administración secuencial de antibióticos de manera óptima o el uso
de la administración simultánea de los antibióticos principales, así como la mejora
de las deficiencias en la cadena de provisión. La mejora de la comunicación entre el
personal médico, de farmacia y de enfermería también puede ser muy beneficiosa.

La mayoría de los problemas se pueden abordar mediante iniciativas de mejora de


la calidad que incluyen conjuntos de órdenes definidas. Si los agentes antibióticos
no pueden mezclarse y administrarse rápidamente desde la farmacia, una estrategia
adecuada para asegurar la administración rápida es establecer una provisión de
fármacos premezclados para situaciones urgentes. Muchos antibióticos pierden la
estabilidad si se los mezcla previamente en una solución. Al momento de elegir el
tratamiento antibiótico, los médicos deben estar al tanto de que algunos agentes
antibióticos (especialmente los betalactámicos) tienen la ventaja de ser
administrados sin riesgos como infusión en bolo o rápida, mientras que otros
requieren infusiones más lentas. Si el acceso vascular es limitado y se debe realizar
la infusión de muchos agentes diferentes, los fármacos que se puede administrar
como infusión en bolo o rápida pueden ofrecer una ventaja para alcanzar
rápidamente niveles terapéuticos para la dosis inicial.

Si bien el establecimiento de un acceso vascular y el inicio de una rehidratación


agresiva son muy importantes para el tratamiento de pacientes con sepsis o choque
septicémico, la infusión intravenosa rápida de agentes antibióticos también es una
prioridad. Esto puede requerir otros puertos de acceso vascular.
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El acceso intraóseo, que se puede establecer en forma rápida y confiable (incluso


en adultos), se puede utilizar para administrar rápidamente las dosis iniciales de
cualquier antibiótico.
Además, las preparaciones intramusculares están aprobadas y disponibles para
varios betalactámicos de primera línea, incluso imipenem y cilastatina, cefepima,
ceftriaxona y ertapenem. Otros betalactámicos de primera línea también se pueden
administrar exitosamente por vía intramuscular en situaciones de emergencia si los
accesos vascular o intraóseo no estuvieran disponibles, aunque falta la aprobación
normativa para la administración intramuscular de estos fármacos.

Se recomienda un tratamiento empírico de amplio espectro con uno o más


antibióticos para los pacientes que se presentan con sepsis o choque septicémico a
fin de cubrir todos los patógenos probables (incluso la cobertura bacteriana, y
potencialmente fúngica o viral) (recomendación sólida, evidencia de calidad
moderada). También se recomienda reducir el tratamiento antibiótico empírico una
vez que se identifique el patógeno y las sensibilidades y/o se observe la mejoría
clínica adecuada (BPS).

El inicio de un tratamiento antibiótico adecuado (es decir, con actividad contra el o


los patógenos causantes) es una de las facetas más importantes del tratamiento
eficaz de las infecciones potencialmente mortales que provocan sepsis y el choque
septicémico. La falta de inicio de un tratamiento empírico adecuado en pacientes
con sepsis y choque septicémico se asocia a un aumento importante en la
morbilidad y en la mortalidad. Además, aumenta la probabilidad de que una
infección bacteriana gram negativa progrese a choque septicémico.
Consecuentemente, la selección inicial del tratamiento antibiótico debe ser lo
suficientemente amplia para cubrir a todos los patógenos probables. La elección del
tratamiento antibiótico empírico depende de temas complejos relacionados con los
antecedentes del paciente, el estado clínico y los factores epidemiológicos locales.
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Los principales factores relacionados con el paciente incluyen la naturaleza del


síndrome clínico/lugar de infección, las enfermedades subyacentes concomitantes,
fallos orgánicos crónicos, medicamentos, dispositivos permanentes, la presencia de
inmunosupresión u otras formas de inmunodepresión, infección o colonización
conocida reciente con patógenos específicos y la recepción de antibióticos dentro de
los tres meses anteriores. Además, la ubicación del paciente al momento de la
adquisición de la infección (es decir, la comunidad, institución de atención crónica,
hospital de atención aguda), la prevalencia de patógenos locales y los patrones de
susceptibilidad de los patógenos locales comunes tanto en la comunidad como en el
hospital deben considerarse para la elección del tratamiento. También se deben
considerar las posibles intolerancias a fármacos y las toxicidades.

Los patógenos más comunes que provocan el choque septicémico son bacterias
gram negativas, gram positivas y microorganismos bacterianos combinados. La
candidiasis invasiva, los síndromes de choque tóxico y una serie de patógenos poco
habituales se debe considerar en pacientes determinados. Ciertas afecciones
específicas ponen al paciente en riesgo de patógenos atípicos o resistentes. Por
ejemplo, los pacientes neutropénicos están en riesgo de un amplio rango de
potenciales patógenos, incluso especies de bacilos gramnegativos y Candida
resistentes. Los pacientes que adquieren infecciones intrahospitalarias son más
propensos a la sepsis con Staphylococcus aureus resistente a meticilina (MRSA) y
Enterococci resistente a vancomicina.

La selección de una pauta óptima de administración de antibióticos empíricos en la


sepsis y el choque septicémico es una de las principales determinantes del
desenlace clínico. La supervivencia puede reducirse hasta cinco veces en el choque
septicémico tratado con una pauta empírica que no alcance a cubrir el patógeno
causal.
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Se deben evaluar y utilizar varios factores para determinar la pauta de


administración de antibióticos adecuada en cada centro médico y para cada
paciente. Entre estos factores se incluyen:
a) La ubicación anatómica de la infección con respecto al perfil típico del
patógeno y las propiedades de los antibióticos individuales que pueden
penetrar en esa ubicación.
b) Los patógenos prevalentes en la comunidad, el hospital e incluso la sala del
hospital
c) Los patrones de resistencia de aquellos patógenos prevalentes.
d) La presencia de deficiencias inmunitarias específicas como la neutropenia,
esplenectomía, infección por VIH mal controlada y defectos adquiridos o
congénitos de las inmunoglobulinas, o función o producción de
complementos o leucocitos.
e) La edad y las comorbilidades del paciente incluso la enfermedad crónica (p.
ej., diabetes) y la disfunción orgánica crónica (p. ej., fallo renal o hepático), la
presencia de dispositivos invasivos (p. ej., vías venosas centrales o catéter
urinario) que puedan afectar la defensa frente a las infecciones.

Además, el médico debe evaluar los factores de riesgo de infección con patógenos
multirresistentes incluso la estancia prolongada en hospitales o centros de atención
crónica, el uso reciente de antibióticos, hospitalizaciones previas y colonización o
infección previas con organismos multirresistentes. La aparición de enfermedades
de mayor gravedad (p. ej., choque septicémico) puede estar intrínsecamente
asociada a una probabilidad más elevada de colonias aisladas resistentes debido a
la selección en la falta de respuesta a antibióticos anteriores.
Debido a la cantidad de variables que se deben evaluar, no es posible hacer una
recomendación respecto de una pauta de administración específica para la sepsis y
el choque septicémico.
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Sin embargo, se pueden hacer sugerencias generales. Dado que la mayoría de los
pacientes con sepsis grave y choque septicémico tiene una o más formas de
inmunodepresión, la pauta de administración empírica inicial debe ser lo
suficientemente amplia para cubrir a la mayor parte de los patógenos aislados en las
infecciones asociadas a la atención médica. Con mayor frecuencia, se utiliza un
fármaco carbapenémico de amplio espectro (p. ej., meropenem, imipenem,
cilastatina o doripenem) o una combinación de penicilina de rango extendido e
inhibidores de los betalactámicos (p. ej., piperacilina y tazobactam o ticarcilina y
clavulanato). Sin embargo, también se pueden utilizar varias cefalosporinas de
tercera generación o superiores, especialmente como parte de una pauta de
administración que incluya varios fármacos.

A menudo se requiere el tratamiento con múltiples fármacos para asegurar un


espectro inicial suficientemente amplio de cobertura empírica. Los médicos deben
estar al tanto del riesgo de resistencia a los betalactámicos y fármacos
carbapenémicos de amplio espectro entre los bacilos gramnegativos en algunas
comunidades y entornos sanitarios.
Se recomienda agregar un agente gramnegativo complementario a la pauta de
administración empírica de los pacientes en estado crítico con riesgo elevado de
infección con dichos patógenos multirresistentes (p. ej., Pseudomonas,
Acinetobacter, etc.) para aumentar la probabilidad de administración de al menos un
agente activo.

Se puede utilizar vancomicina, teicoplanina u otro agente anti– MRSA cuando


existan factores de riesgo para MRSA. Un riesgo importante de infección con las
especies de Legionella exige el agregado de un macrólido o una fluoroquinolona. Al
elegir un tratamiento inicial, los médicos también deben considerar si las especies
de Candida son patógenos probables.
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Los factores de riesgo para las infecciones invasivas por Candida incluyen estado
de inmunodepresión (neutropenia, quimioterapia, trasplante, diabetes mellitus,
insuficiencia hepática crónica, insuficiencia renal crónica), dispositivos vasculares
invasivos prolongados (catéteres de hemodiálisis, catéteres venosos centrales),
nutrición parenteral absoluta, pancreatitis necrotizante, cirugía mayor reciente
(especialmente abdominal), administración prolongada de antibióticos de amplio
espectro, admisión prolongada en el hospital o la ICU, infección micótica reciente y
colonización en múltiples sitios.

Si el riesgo de sepsis por Candida es suficiente para justificar el tratamiento


antimicótico empírico, la selección del agente específico debe adaptarse a la
gravedad de la enfermedad, el patrón local de las especies de Candida más
prevalentes y cualquier exposición reciente a fármacos antimicóticos. Se prefiere el
uso empírico de una equinocandina (anidulafungina, micafungina o caspofungina)
en la mayoría de los pacientes con enfermedad grave, especialmente en aquellos
con choque septicémico, que han sido tratados recientemente con otros agentes
antimicóticos, o si se sospecha la infección por Candida glabrata o Candida krusei
desde datos de cultivos previos.
Las triazolas son aceptables en pacientes hemodinámicamente estables, menos
graves que no hayan tenido exposición previa a triazol y en quienes no se haya
confirmado la colonización con especies resistente a los antimicóticos azoles. Las
formulaciones liposomales de la amfotericina B son una alternativa razonable a las
equinocandinas en pacientes con intolerancia o toxicidad a las equinocandinas.

Las evaluaciones de diagnóstico rápidas por medio de ensayos con β-D-glucanos o


de reacción en cadena de la polimerasa para minimizar los tratamientos
inadecuados anti-Candida pueden tener un creciente papel de respaldo.
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Sin embargo, el valor predictivo negativo de dichas evaluaciones no es lo


suficientemente alto para justificar la dependencia en estas pruebas para la toma de
decisiones primarias.
En los casos en los que haya incertidumbre respecto del tratamiento antibiótico
adecuado para un paciente determinado, se justifica una consulta con un
especialista en enfermedades infecciosas.

Los pacientes con sepsis y choque septicémico generalmente justifican un


tratamiento empírico de amplio espectro hasta que se defina el organismo causante
y sus susceptibilidades antibióticas. En ese punto, el alcance de la cobertura
debería restringirse al eliminar los antibióticos innecesarios y al reemplazar los
agentes de amplio espectro por agentes más específicos. Sin embargo, si los
cultivos relevantes tienen un resultado negativo, la restricción empírica de la
cobertura basada en una buena respuesta clínica es adecuada.

Se sugiere la colaboración con programas de administración de antibióticos para


asegurar las elecciones adecuadas y la disponibilidad rápida de antibióticos eficaces
para el tratamiento de pacientes septicémicos. En las situaciones en las que se
identifique un patógeno, se debe implementar la reducción gradual al agente más
eficaz en el caso de las infecciones más graves. Sin embargo, en aproximadamente
un tercio de los pacientes con sepsis no se identifica el patógeno causante.
En algunos casos, esto puede deberse a que las recomendaciones no indican la
obtención de cultivos (p. ej., sepsis abdominal adquirida en la comunidad con
perforación intestinal). En otros, los cultivos pueden haberse obtenido después de la
administración de un tratamiento antibiótico. Además, en un análisis a posteriori
dentro de un estudio se adjudicó casi la mitad de los pacientes con sospecha de
sepsis a la falta de infección o como representantes sólo de una "posible" sepsis.
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Debido al riesgo adverso que presenta la continuación innecesaria de tratamiento


antibiótico para la sociedad y la persona, recomendamos una reducción gradual
cuidadosa de los antibióticos sobre la base de la mejoría clínica adecuada, incluso si
los cultivos tienen un resultado negativo. Cuando se determina que no hay
presencia de infección, el tratamiento antibiótico debe interrumpirse oportunamente
para minimizar la posibilidad de que el paciente se infecte con un patógeno
resistente a antibióticos o presente un efecto adverso relacionado con el fármaco.

Desalentar la profilaxis antibiótica sistémica prolongada en pacientes con estados


inflamatorios graves de origen no infeccioso (p. ej., pancreatitis grave, quemaduras)
(BPS).
Una respuesta inflamatoria sistémica sin infección no exige un tratamiento
antibiótico. Algunos ejemplos de afecciones que pueden presentar signos
inflamatorios agudos sin infección incluyen la pancreatitis grave y las quemaduras
extensas. Se debe evitar el tratamiento antibiótico sistémico prolongado en ausencia
de sospecha de infección para minimizar la posibilidad de que el paciente se infecte
con un patógeno resistente a antibióticos o presente un efecto adverso relacionado
con el fármaco. El punto de vista actual está respaldado por metanálisis que
demuestran la ausencia de una ventaja clínica de los antibióticos profilácticos que
pudiera compensar los efectos adversos a largo plazo. De manera similar, en el
pasado se ha utilizado profilaxis antibiótica sistémica prolongada para los pacientes
con quemaduras graves.

Las recomendaciones actuales para el tratamiento de quemaduras no respaldan la


profilaxis antibiótica prolongada. A pesar de las recomendaciones en contra del uso
de profilaxis antibiótica sistémica prolongada generalmente, una profilaxis breve de
este tipo para procedimientos invasivos específicos puede ser adecuada.
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Además, si hubiera una sospecha fuerte de sepsis o choque septicémico


concurrentes en pacientes con un estado inflamatorio grave de origen no infeccioso
(a pesar del solapamiento de las presentaciones clínicas), se recomienda el
tratamiento antibiótico.

Se recomienda optimizar las estrategias de administración de dosis de antibióticos


sobre la base de los principios de farmacocinética/farmacodinámica y las
propiedades específicas del fármaco en pacientes con sepsis y choque septicémico
(BPS). La optimización temprana de la farmacocinética de los antibióticos puede
mejorar el desenlace clínico de los pacientes con infección grave. Se deben hacer
varias consideraciones al momento de determinar la administración de dosis óptima
para los pacientes en estado crítico con sepsis y choque septicémico. Estos
pacientes tienen notables diferencias respecto del paciente típico con infección que
afectan la estrategia de tratamiento antibiótico óptimo.
Estas diferencias incluyen una mayor frecuencia de disfunción hepática y renal, una
elevada prevalencia de trastorno inmunitario no reconocido y una predisposición a la
infección provocada por organismos resistentes.

La atención temprana de la administración de dosis de antibióticos adecuados es


central para mejorar el desenlace clínico dado el marcado aumento en la mortalidad
y otros desenlaces adversos que ocurren si no se inicia rápidamente un tratamiento
eficaz. En estos pacientes, el tratamiento antibiótico siempre debe iniciarse con una
alta dosis completa de carga final de cada agente utilizado.
Los distintos antibióticos tienen objetivos plasmáticos diferentes para los desenlaces
clínicos óptimos. En los aminoglucósidos, la falta de alcance de los objetivos
plasmáticos máximos en la dosis inicial se ha asociado con un fracaso clínico.
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La tasa de éxito clínico para el tratamiento de las infecciones graves está


relacionada con niveles máximos en sangre más altos (respecto del MIC de
patógenos) de las fluoroquinolonas (neumonía intrahospitalaria y otras infecciones
graves) y aminoglucósidos (bacterias gramnegativas, neumonía intrahospitalaria y
otras infecciones graves). Para los betalactámicos, las mayores curas clínicas y
microbiológicas parecen estar asociadas a una mayor duración de las
concentraciones plasmáticas por encima del MIC de patógenos, especialmente en
los pacientes en estado crítico.
La estrategia de administración de dosis óptima para los aminoglucósidos y las
fluoroquinolonas implica la optimización de las concentraciones plasmáticas
máximas del fármaco. Para los aminoglucósidos, esto se puede obtener con mayor
facilidad con la administración de dosis una vez al día (5–7 mg/kg por día de un
equivalente a la gentamicina). La administración de dosis una vez al día produce
una eficacia clínica que es al menos comparable con las pautas de administración
de varias veces al día, con una posible reducción de la toxicidad renal. La
administración de aminoglucósidos una vez al día se utiliza para pacientes con
función renal preservada.

Los pacientes con función renal levemente disminuida en forma crónica deben
recibir una dosis diaria equivalente pero, habitualmente, tendrían un periodo más
prolongado (de hasta 3 días) antes de la siguiente dosis. Esta pauta de
administración no se debería utilizar en pacientes con función renal gravemente
disminuida en quienes la depuración de aminoglucósidos puede tardar varios días.
En el caso de las fluoroquinolonas, un método que optimice la dosis dentro de un
rango no tóxico (p ej., ciprofloxacina, 600 mg cada 12 horas o levofloxacina, 750 mg
cada 24 horas, suponiendo una función renal preservada) debería brindar la mayor
probabilidad de una respuesta microbiológica y clínica favorable.
La vancomicina es otro antibiótico cuya eficacia depende, al menos en forma
parcial, de la concentración.
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Varias autoridades recomiendan la administración de dosis hasta un objetivo mínimo


de 15–20 mg/l para maximizar la probabilidad de alcanzar los objetivos
farmacodinámicos adecuados, mejorar la penetración tisular y optimizar los
desenlaces clínicos. Se recomienda la revisión de las concentraciones mínimas
antes de la dosis.
Para la sepsis y el choque septicémico, se sugiere una dosis intravenosa de carga
de 25–30 mg/kg (basada en el peso corporal real) a fin de alcanzar rápidamente la
concentración mínima objetivo. Una dosis de carga de 1 mg de vancomicina no
llegará a alcanzar los niveles terapéuticos iniciales en un importante subconjunto de
pacientes. También se recomiendan las dosis de carga para los betalactámicos que
se administran como infusión continua o extendida para acelerar la acumulación del
fármaco hasta alcanzar las concentraciones terapéuticas. Cabe destacar que la
dosis de carga requerida para cualquier antibiótico no se ve afectada por las
alteraciones en la función renal, aunque esto puede afectar la frecuencia de la
administración o la dosis diaria total.

Si bien la mayor parte de la evidencia respalda las estrategias de administración de


dosis de antibióticos optimizadas farmacocinéticamente en pacientes en estado
crítico con sepsis o choque septicémico, esto es difícil de lograr a nivel individual sin
un rango más amplio de opciones de determinación rápida de concentraciones que
las que están disponibles actualmente.
Se sugiere una politerapia empírica (con al menos dos antibióticos de diferentes
clases antibióticas) dirigida a los patógenos bacterianos más probables para el
tratamiento inicial del choque septicémico (recomendación débil, evidencia de baja
calidad).
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LICENCIATURA EN MÉDICO CIRUJANO
ASIGNATURA: CIRUGÍA Y ANESTESIOLOGÍA

No se recomienda el uso habitual de politerapia para el tratamiento prolongado de la


mayoría de las demás infecciones graves, incluso bacteriemia y sepsis sin choque
septicémico (recomendación débil, evidencia de baja calidad). Tampoco se
recomienda el uso de politerapia para el tratamiento habitual de sepsis
neutropénica/bacteriemia (recomendación sólida, evidencia de calidad moderada).
Si inicialmente se utiliza politerapia para el choque septicémico, recomendamos la
reducción gradual de la dosis con la interrupción de la politerapia dentro de los
primeros días en respuesta a la mejoría clínica o la evidencia de la resolución de la
infección. Esto se aplica tanto para la politerapia dirigida (para las infecciones con
cultivos positivos) como para el tratamiento empírico (para las infecciones con
cultivos negativos) (BPS).

En consideración de la creciente frecuencia de la resistencia de los patógenos a los


tratamientos antibióticos en muchas partes del mundo, a menudo se requiere el uso
de un tratamiento inicial con múltiples fármacos para garantizar un espectro de
cobertura adecuadamente amplio para las primeras etapas del tratamiento empírico.
El uso de tratamiento con múltiples fármacos para estos fines en las infecciones
graves es bien comprendido. Terminología importante para las recomendaciones
antibióticas:

● Tratamiento empírico: Es un tratamiento inicial que comienza cuando todavía


no se ha identificado definitivamente el patógeno microbiológico. El
tratamiento empírico puede ser con un único fármaco, politerapia, de amplio
espectro o con múltiples fármacos.
● Tratamiento dirigido/definitivo: Tratamiento dirigido a un patógeno específico
(generalmente después de la identificación microbiológica). El tratamiento
dirigido/definitivo puede ser con un único fármaco o politerapia, pero no está
destinado a ser de amplio espectro.
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ASIGNATURA: CIRUGÍA Y ANESTESIOLOGÍA

● Tratamiento de amplio espectro: El uso de uno o más agentes antibióticos


con la intención específica de ampliar el rango de los posibles patógenos
cubiertos, generalmente durante el tratamiento empírico (p. ej.,
piperacilina/tazobactam, vancomicina y anidulafungina, cada uno utilizado
para cubrir un grupo diferente de patógenos). El tratamiento de amplio
espectro es, generalmente, empírico dado que el objetivo habitual es
asegurar la cobertura antibiótica con al menos un fármaco cuando haya
incertidumbre sobre el posible patógeno. En ocasiones, el tratamiento de
amplio espectro puede continuarse en la fase de tratamiento dirigido/definitivo
si se aíslan múltiples patógenos.
● Tratamiento con múltiples fármacos: El tratamiento con múltiples antibióticos
para brindar una cobertura de amplio espectro para el tratamiento empírico
(es decir, cuando se desconoce el patógeno) o para posiblemente acelerar la
eliminación del patógeno (politerapia) con respecto a un patógeno específico
en donde este esté confirmado o se sospeche (es decir, tanto para el
tratamiento dirigido como para el empírico). Este término, por lo tanto, incluye
la politerapia.
● Politerapia: El uso de múltiples antibióticos (generalmente con diferentes
clases de mecanismos) con la intención específica de cubrir los patógenos
confirmados o sospechados con más de un antibiótico (p. ej.,
piperacilina/tazobactam y un aminoglucósido o fluoroquinolona para
patógenos gramnegativos) para acelerar la eliminación del patógeno en lugar
de ampliar la cobertura antibiótica. Otras aplicaciones propuestas de la
politerapia incluyen la inhibición de la producción de toxinas bacterianas (p.
ej., clindamicina con betalactámicos para el choque tóxico por estreptococo)
o los posibles efectos inmunomoduladores (macrólidos con un betalactámico
para la neumonía neumocócica).
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Un análisis emparejado por propensión y un metanálisis o análisis de


metarregresión han demostrado que la politerapia produce una supervivencia más
alta en pacientes en estado crítico con un elevado riesgo de muerte, especialmente
en aquellos con choque septicémico.
Una serie de estudios observacionales recientes y algunos ensayos prospectivos
pequeños también respaldan la politerapia inicial en pacientes determinados con
patógenos específicos (p. ej., infección grave por neumococos, patógenos
gramnegativos multirresistentes). Desafortunadamente, en la mayoría de los casos y
hasta que estén disponibles técnicas rápidas de detección clínica de patógenos, el
patógeno causal se desconoce al momento de la presentación.
A pesar de la evidencia que sugiere el beneficio de la politerapia en el choque
septicémico, no se ha demostrado que este método sea eficaz para el tratamiento
prolongado de la mayoría de las otras infecciones graves, incluso la bacteriemia y la
sepsis sin choque septicémico.
El término "tratamiento prolongado" incluye el tratamiento empírico extendido para
infecciones con cultivos negativos y el tratamiento dirigido/definitivo extendido
cuando se identifica un patógeno.

Se sugiere que una duración de 7 a 10 días para el tratamiento antibiótico es


adecuada para la mayoría de las infecciones graves asociadas con sepsis y choque
septicémico (recomendación débil, evidencia de baja calidad). La administración
innecesariamente prolongada de antibióticos es perjudicial para la sociedad y para
el paciente en particular. Para la sociedad, el uso excesivo de antibióticos potencia
el desarrollo y la transmisión de la resistencia a los antibióticos.
Para los pacientes individuales, el tratamiento prolongado con antibióticos se asocia
con enfermedades específicas como colitis por Clostridium difficile y, de manera más
amplia, un mayor riesgo de mortalidad.Las pautas actuales recomiendan un ciclo de
7 días de tratamiento para la neumonía hospitalaria (tanto la neumonía
intrahospitalaria adquirida y aquella asociada al respirador [VAP]).
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Datos recientes sugieren que algunas infecciones graves pueden tratarse con ciclos
más cortos, especialmente si hay una necesidad de control de la fuente y se puede
alcanzar este control.
Se recomienda que se identifique o excluya un diagnóstico anatómico específico de
la fuente de las infecciones que requieran control emergente de la fuente tan pronto
como sea posible en pacientes con sepsis o choque septicémico, y que se
implemente cualquier intervención para el control de fuente apenas sea médica y
logísticamente posible una vez realizado el diagnóstico (BPS).También se
recomienda la extracción oportuna de los dispositivos de acceso vascular que
puedan ser una fuente posible de sepsis o choque septicémico después de que se
haya establecido otro acceso vascular (BPS).
Los principios de control de fuente en el tratamiento de la sepsis y el choque
septicémico incluyen el diagnóstico rápido del sitio específico de la infección y la
determinación de si ese lugar es susceptible de medidas de control de fuente
(especialmente el drenaje de un absceso, el desbridamiento de tejido necrótico
infectado, la extracción de un dispositivo posiblemente infectado y el control
definitivo de una fuente continua de contaminación microbiana.

Los focos de infección que son fácilmente susceptibles para el control de la fuente
incluyen los abscesos intraabdominales, la perforación gastrointestinal, isquemia de
intestino o vólvulo, colangitis, colecistitis, pielonefritis asociada a obstrucción o
absceso, infección necrotizante de tejidos blandos, otras infecciones del espacio
profundo (p. ej., empiema o artritis séptica) e infecciones de dispositivos
implantados.
Los focos de infección sospechados de causar choque septicémico deben
controlarse tan pronto como sea posible después de la rehidratación inicial exitosa.

Se recomienda la aplicación de una técnica de sobrecarga de líquidos en aquellos


casos en los que se continúe la administración de líquidos siempre que los factores
hemodinámicos sigan mejorando (BPS).
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Se sugiere el uso de albúmina además de cristaloides para la reanimación inicial y


el posterior reemplazo del volumen intravascular en pacientes con sepsis y choque
septicémico cuando los pacientes requieren grandes cantidades de
cristaloides.También se recomienda no utilizar almidones hidroxietílicos (HES) para
el reemplazo del volumen intravascular en pacientes con sepsis o choque
septicémico. El uso intravenoso de líquidos para la reanimación de pacientes es uno
de los pilares del tratamiento moderno. A pesar de esto, hay poca evidencia en los
RCT que respalde esta práctica y esta es un área donde se requiere investigación
urgente.

La ausencia de cualquier beneficio claro después de la administración de soluciones


coloides en lugar de cristaloides en los subgrupos combinados de sepsis, junto con
el gasto de albúmina, respalda una recomendación sólida para el uso de soluciones
cristaloides en la reanimación inicial de pacientes con sepsis y choque septicémico.
Se recomienda el uso de norepinefrina como el vasopresor de elección, asi como el
agregado de vasopresina (hasta 0.3 U/min) a la norepinefrina con la intención de
elevar la MAP hasta el valor deseado, o el agregado de vasopresina (hasta 0.03
U/min) para disminuir la dosis de norepinefrina y no se recomienda el uso de dosis
bajas de dopamina para la protección renal. La norepinefrina aumenta la MAP
debido a sus efectos vasoconstrictores, con poco cambio en la frecuencia cardiaca y
menor aumento en el volumen sistólico en comparación con la dopamina.

La dopamina aumenta la MAP y el gasto cardíaco, principalmente debido a un


aumento en el volumen sistólico y la frecuencia cardiaca. La norepinefrina es más
potente que la dopamina y puede ser más eficaz para revertir la hipotensión en
pacientes con choque septicémico. La dopamina puede ser especialmente útil en
pacientes con compromiso de la función sistólica, pero provoca más taquicardia y
puede ser más arritmogénica que la norepinefrina.
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Se ha informado que los niveles de vasopresina en el choque septicémico son más


bajos que lo previsto para un estado de choque septicémico.Las dosis bajas de
vasopresina pueden ser eficaces para elevar la presión arterial en pacientes
resistentes a otros vasopresores y pueden tener otros posibles beneficios
fisiológicos. Los estudios demuestran que las concentraciones de vasopresina están
elevadas en las primeras etapas del choque septicémico, pero vuelven al rango
normal en la mayoría de los pacientes entre 24 y 48 horas a medida que el choque
septicémico evoluciona.Este hallazgo se ha denominado deficiencia relativa de la
vasopresina porque, en presencia de hipotensión, podría esperarse que la
vasopresina estuviera elevada.

Se sugiere que se coloque un catéter arterial a todos los pacientes que requieren
vasopresores tan pronto como sea posible si los recursos estuvieran disponibles.En
los estados de choque, una estimación de la presión arterial por medio de un
manguito de un esfigmomanómetro, especialmente en los sistemas automatizados
de medición, puede ser inexacta. El uso de una cánula arterial ofrece una medición
más precisa y reproducible de la presión arterial y también permite el análisis latido
a latido para que las decisiones respecto del tratamiento puedan basarse en
información sobre la presión arterial inmediata y reproducible.

Se sugiere no utilizar hidrocortisona intravenosa para el tratamiento del choque


septicémico si la rehidratación y un tratamiento vasopresor adecuados pueden
restaurar la estabilidad hemodinámica. En el caso de que esto no pueda lograrse,
podría sugerirse el uso de hidrocortisona intravenosa en una dosis de 200 mg por
día. La respuesta de los pacientes con choque septicémico al tratamiento con
líquidos y vasopresores parece ser un factor importante para la selección de
pacientes para un tratamiento opcional con hidrocortisona.
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Se recomienda la administración de una transfusión de eritrocitos solo cuando la


concentración de hemoglobina disminuya a < 7.0 g/dl en adultos, en ausencia de
circunstancias atenuantes, como isquemia miocárdica, hipoxemia grave o
hemorragia aguda y no se recomienda el uso de eritropoyetina para el tratamiento
de la anemia asociada a la sepsis.

No se recomienda el uso de antitrombina para el tratamiento de la sepsis y el


choque septicémico. La antitrombina es el anticoagulante más abundante en
circulación en el plasma. La disminución de su actividad plasmática al inicio de la
sepsis se relaciona con la coagulación intravascular diseminada (DIC) y un
desenlace clínico letal. Sin embargo, un ensayo clínico de fase III de dosis altas de
antitrombina para adultos con sepsis y choque septicémico, así como las revisiones
sistemáticas de la antitrombina para los pacientes en estado crítico no demuestran
ningún efecto benéfico sobre la mortalidad general.

Se recomienda el uso de un objetivo de volumen corriente de 6 ml/kg del peso


corporal previsto (PBW) en comparación con 12 ml/kg en pacientes adultos con
ARDS inducido por la sepsis.También se recomienda que el objetivo del límite
superior para las presiones meseta sea 30 cm H2O en lugar de presiones meseta
más altas en pacientes adultos con ARDS grave inducido por la sepsis, se
recomienda el uso de la posición decúbito prono en lugar de decúbito supino en
pacientes adultos con ARDS inducido por la sepsis y una proporción PaO2/FIO2 de
< 150 y no se recomienda el uso de ventilación de alta frecuencia oscilatoria (HFOV)
en pacientes adultos con ARDS inducido por la sepsis.Se sugiere utilizar agentes de
bloqueo neuromuscular (NMBA) por ≤ 48 horas en pacientes adultos con ARDS
inducido por la sepsis y una proporción PaO2/FIO2 de < 150 mm Hg.

Se recomienda minimizar la sedación continua o intermitente en los pacientes con


sepsis que estén con ventilación mecánica, con el objetivo de lograr criterios de
valoración de ajuste de dosis específicos (BPS).
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La limitación del uso de sedación en pacientes en estado crítico que estén utilizando
ventilación reduce la duración de la ventilación mecánica y la estancia en la ICU y el
hospital, y permite una movilización más temprana.

Es recomendable un enfoque protocolizado para el control de la glucemia en


pacientes con sepsis en la ICU, en el cual se debe iniciar la administración de
insulina cuando dos niveles de glucemia consecutivos sean > 180 mg/dl. Este
método está dirigido a un nivel máximo de glucemia de ≤ 180 mg/dl en lugar de un
máximo de ≤ 110 mg/dl, así como monitorear los valores de glucemia cada 1 o 2
horas hasta que los valores de glucemia y las tasas de infusión de insulina estén
estables, posteriormente cada 4 horas en los pacientes que reciban infusiones de
insulina (BPS).
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BIBLIOGRAFÍA

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