Los Secretos Del Éxito - Paul C. Jagot

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LOS SECRETOS DEL ÉXITO

PAUL C. JAGOT
A u t o r d e E l P oder de la. V o lu n ta d , E l D o-

w in ifi de S í M i t m o , E l A r te d e H a b la r , ete.

LOS SECRETOS
DEL

ÉXITO
MÉTODO PRÁCTICO
QUE DA AL ESFUERZO PERSONAL
EL MÁXIMO DE EFICACIA

T raducción directa de la
últim a edición francesa
po r J. G . G .

O ^ j* fC Q

EDITORIAL IBERIA, S. A.
Muntaner, 180 - BARCELONA
ISBN: 84-7082-228-4 (encuadernado)
ISBN: 84-7082-168-7 (rústica)
Depósito Legal, B. 38.669-1977

Primera edición: mayo 1935


Segunda edición: diciembre 1942
Tercera edición: octubre 1950
Cuarta edición: diciembre 1959
Quinta edición: abril 1962
Sexta edición: enero 1965
Séptima edición: enero 1970
Octava edición: enero 1973
Novena edición: enero 1974
Décima edición: octubre 1977

IM PRESO EN ESPAÑA
PRINTED IN SPAIN

Derechos literarios y artísticos reservados para todos los países


© by Editorial Iberia, S. A. - Muntaner, 180 - Barcelona 1974

Gráficas Instar, S . A. - Constitución, 19 - Barcelona-14


INTRODUCCIÓN

1. Necesidad de un plan.-2 . Errónea tarea


de los educadores oficiales. - 3. El arte de
triunfar y la literatura. - 4. El manual que fal­
taba. - 5. Objeto de este libro.
Si hubiéramos de efectuar un viaje a través de re­
giones llenas de lo imprevisto, ciertamente no nos lan­
zaríamos a la aventura a salga lo que saliere, sino que
estudiaríamos todos los documentos que pudieran pre­
cisarnos los caracteres étnicos de los pueblos que ha­
bríamos de recorrer, el clima y sus riesgos, las carreteras
y otras vías de transporte, la flora y la fauna de los te­
rritorios por que habríamos de atravesar; en una palabra,
trataríamos de trazarnos un plan detallado, procedería­
mos en forma que pudiéramos prevenirnos contra los
peligros y los obstáculos, y nos dispondríamos a avanzar
bien pertrechados y armados.
Para viajar por la vida, para las diversas tentativas
que ello implica, ¿nos han puesto nuestros educadores
en condiciones de discernir el buen camino, nos han
incitado a la acción, nos han orientado hacia el éxito?
¡Cuántos tanteos, cuántos errores hubieran podido ellos
evitarnos! ¡Cuántos contratiempos nos hubiesen ahorra­
do! Pero su tarea oficial se limitaba a la enunciación de
algunas prescripciones cívicas y a algunas vagas exhorta­
ciones.
10 PAUL C. JAGOT

Por eso son tan bien acogidos los libros que tratan
del arte de triunfar. Desde hace un cuarto de siglo,
o quizá más, se han improvisado algunas docenas de
esos libros, la mayoría de ellos procedentes de América
o de Alemania, y los restantes redactados por compi­
ladores, por cinceladores de frases o por místicos.
Nosotros, con este libro, querríamos haber tenido el
éxito de lograr ofrecer un manual de positivo valor:
el manual que tanto nos habría ayudado de haberlo po­
dido abrir y leer cuando teníamos dieciséis años; un
manual que nos hubiera facilitado la comprensión y pre­
parado para emprender, para actuar. Nosotros nos he­
mos inspirado únicamente en un solo maestro: la ex­
periencia, y no nos hemos preocupado sino de una sola
cosa: de la claridad.
Nuestro objetivo es el ser útiles a todos aquellos que
nos lean, y, para ello, imponer a su atención los prin­
cipios más esenciales de la conducta a seguir en la vida.
Por eso no hemos vacilado en repetir aquí algunos de
entre ellos bajo diversas formas, a fin de que puedan
actuar a la manera de una sugestión saludable.
Que cada lector saque de este libro consecuencias:
he aquí a lo que hemos tendido todo lo mejor que nos
ha sido posible.
E l A u tor
CAPITULO PRIMERO

El éxito, la suerte y el esfuerzo


personal

1. Una ojeada sobre la literatura ofrecida a


aquellos que pretenden triunfar. - 2. Nuestra
concepción. - 3. ¿Qué es el «éxito»? - 4. ¿Qué
es lo que determina el éxito? - 5. Considera­
ciones acerca de la suerte. - 6. Los destinos
y las fatalidades. - 7. Lo que puede obtener
cada cual con toda seguridad.
1. U na o je a d a sobre la l it e r a t u r a o f r e c id a a

AQUELLOS QUE PRETENDEN TRIUNFAR

La mayoría de los lectores de obras que tratan del


éxito son jovenzuelos ya insatisfechos de la suerte hacia
la que se sienten encaminados, o bien hombres que van
a la busca de indicaciones que les permitan modificar
ventajosamente el curso de su destino y, más especial­
mente, acrecentar sus recursos materiales.
A unos y a otros se les ofrecen cinco clases diferen­
tes de libros.
Algunos de éstos pretenden divulgar la fórmula de
abducción de las grandes fortunas, explicar cómo han
procedido los Rockefeller, los Pierpont-Morgan, los
Ruel, los Boucicaut para establecer vastos negocios y
ganar millones con los únicos recursos de su habilidad
y de su trabajo. Si el autor subraya la inicial falta de
recursos de esos potentes realizadores, omite dejar sen­
tado que, a falta de capital financiero, tales individuos
fueron dotados de esa avidez, de esa lucidez y de ese
vigor que caracterizan a los campeones de “la lucha por
14 PAUL C. JAGOT

la vida” . Pasan asimismo en silencio las circunstancias


a que debe su extraordinaria fecundidad la iniciativa
de los personajes en cuestión.
El lector a quien así se le disimulan dos de los tres
elementos del problema, no sabría concebir éste sino
inexactamente.
En seguida vienen una serie de volúmenes creados a
golpes de cincel en la biografía de hombres ilustres.
Epicteto, Demóstenes, Lincoln, Napoleón, etcétera, son
puestos sucesivamente a contribución edificante en
un mismo libro. Algunas docenas de celebridades des­
filan por las páginas de éste yuxtaponiendo sus aforis­
mos y sus sentencias a las anécdotas y comentarios del
escritor.
Para deducir de ello nociones claras y coordinadas
sería preciso poseer una extraña facultad de abstrac­
ción.
En tercer lugar, en estos últimos años han sido pu­
blicados, bajo títulos evocadores del éxito, excelentes
tratados de higiene física y moral cuya puesta en prácti­
ca favorece ciertamente el bienestar interior, las inmuni­
dades orgánicas y los mecanismos cerebrales. Sin em­
bargo, no olvidemos que si el equilibrio físicopsíquico
lo facilita todo —y en particular el éxito— , para triunfar
no basta con pasarlo bien y comportarse bien. No fal­
tan vigorosos mocetones cuya vida transcurre en situa­
ciones precarias ni hombres enfermizos que prosperan.
Unos no saben sacer partido de sus recursos vitales;
los otros han sabido utilizar los suyos.
En cuarto lugar se encuentran numerosas obras que
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 15

presentan el estudio de las ciencias psíquicas experimen­


tales como un medio de ahorrarse — gracias a la adqui­
sición de extraordinarios poderes— las obligaciones
normales de la aplicación y del trabajo. Mas si bien es
cierto que de tales ciencias se pueden conseguir medios
de acción excepcionales, esto no se logra sino a costa
de esfuerzos asimismo excepcionales. Su utilización prác­
tica exige ante todo un carácter firme y resuelto y, por
consiguiente, con ello no podrán suplirse los desfalle­
cimientos de la actividad.
En fin, existen los manuales denominados “iniciá-
ticos”, que difieren de los precedentes en que hacen
depender la dilatación de ánimo individual y el éxito
del asentimiento a alguna doctrina ingeniosamente re­
novada de las concepciones metafísicas de la India o del
Egipto antiguos. Esos sistemas, constituidos, como todo
sistema filosófico, por hipótesis discutibles, pretenden,
bajo la pluma de sus propagadores, representar certezas
que sería impío no admitir. Que la asimilación de esas
glosas pueda contribuir a la cultura, así como a la ele­
vación de los espíritus abiertos a las sutilezas especu­
lativas, es cierto, pero ellas incitan más bien a dulces
ensueños que a la acción positiva.
Todos esos libros tienen buenos fundamentos. Ha­
cen reflexionar. Abren el espíritu a esa noción que hace
que, si se sabe cumplir en toda la medida el esfuerzo
deliberado de que se es capaz, el hombre menos favo­
recido por la suerte modifique ésta. Estimulan, pues,
en su mayoría, la iniciativa y la energía. Sin embargo,
hablan demasiado exclusivamente a la imaginación. Al
16 PAUL C. JAGOT

leerlos, todo parece igualmente fácil para cualquiera y


todo parece depender de una concepción optimista o
idealista. Insinúan, cuanto no afirman, la posibilidad
para el lector de obtener lo equivalente a aquello que
obtuvieron las especies de superhombres que se incita
a imitar, si no a igualar, como si él estuviera dotado de
predisposiciones equivalentes a las de éstos y, además,
en idénticas circunstancias. En resumen, esos libros de­
forman, a los ojos de quien de ellos se impregna, el
verdadero aspecto de las realidades. Ocultan la frecuen­
te necesidad de una lucha ardiente y el número e impor­
tancia de las dificultades. A decir verdad, la mayoría
de nosotros no sabríamos triunfar de un modo aprecia-
ble sino después de habernos esforzado laboriosamente
durante muchos años.
2. N u e s tra c o n c e p c ió n

Sin duda alguna, el presente tratado será considerado


más positivo.
No escamotea en modo alguno la. cuestión suerte; y
la tiene en cuenta aunque demostrando lo que puede
la voluntad reducida a sus propios medios. Decir que
todo depende de aquélla, es encaminar a la gente por
la vía de las más aniquiladoras decepciones. Afirmar
que todo depende de las circunstancias, es invitarlo a
que se abstenga de mejorar y de hacer uso de las armas
que posee cada cual.
La experiencia demuestra que la iniciativa personal,
la circunspección, la firmeza, la aplicación, múltij. es as­
pectos del esfuerzo, son eficaces determinantes cuya in­
tensidad y persistencia modifican siempre, de una mane­
ra apreciable, lo que las espontaneidades del exterior
y del interior tienden a engendrar.
Ya hemos indicado antes la necesidad de esforzarse
laboriosamente, con tenacidad. Volvemos a insistir aquí
2
18 PAUL C. JAGOT

porque hay que añadir que así la agudeza y el vigor


cerebrales se desarrollan y viene la facilidad. A quien
en la actualidad trabaje para asimilarse nociones rela­
tivamente sencillas, le bastará con persistir para lograr
poco a poco la flexibilidad comprensiva necesaria para
la fácil asimilación de cuestiones complejas. A casi
todo el mundo le es duro el producir, pero la constancia
permite conquistar poco a poco la potencia de trabajo
y el virtuosismo. Aquel que desde este día emprenda
! su tarea diaria con una atención concentrada y un cui-
; dado reflexivo, tendiendo a llevarla ¡a cabo impecable,
Irápida, íntegramente, desde hoy también empezará a
I triunfar, porque sus medios de realización comenzarán
inmediatamente a fortalecerse. Poco importan el atracti­
vo de la tarea y su remuneración. Lo que importa es la
ocasión que ofrece una labor, más o menos fastidiosa,
para ejercitar — y por consiguiente para acrecer— las
facultades y por lo tanto las posibilidades de aquel que
actúa.
Es por la resistencia, por la lucha, por la acción in­
cansables, cómo puede elevar cada cual el nivel de sus
posibilidades hasta el de las dificultades que presentan
tales o cuales realizaciones aún inasequibles para él.
Aquellos que quieran triunfar, ante todo deberán
tender a esa ampliación de sus recursos realizadores.
Nuestro objetivo en la presente obra será precisamente
poner a cada cual en condiciones de obtener calificacio­
nes que serán en cada caso la mejor medida de los re­
sultados. Esta medida, que comporta siempre ventajas
considerables, no podrá ser sin embargo la misma para
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 19

todos. La adquisición del grado de capacidad indispen­


sable para la satisfacción de las grandes ambiciones,
necesita no tan sólo un trabajo constante, sino también
predisposiciones poco comunes. Con muy raras excep­
ciones, aquellos que se retrasan en alcanzar las cimas
se extravían y se agitan casi siempre sin provecho. Al
contrario, el hombre sin presunciones pero resuelto a
jugar a conciencia, a no dejar voluntariamente nada al
azar, a desarrollar hasta el extremo límite de lo posible
la cualidad y el rendimiento de sus aptitudes, obtendrá
el máximo compatible con las substrucciones de éstas
y con las circunstancias en que esté — o en que se verá—
colocado.
Y puesto que el extremo límite de lo posible difiere
para cada persona y sólo puede ser conocido por la ex­
periencia, nadie sabrá prever exactamente el suyo. Por
eso no impulsamos a nadie a que se lo imagine por
anticipado en forma de horizontes demasiado brillan­
tes y demasiado lejanos. Se ha dicho y repetido que la
primera condición que hay que llenar para triunfar es
la de asignarse un objetivo general y otro inmediato,
constituyendo el segundo una etapa hacia el primero. No
nos opondremos a ello; pero que el objetivo final sea
la excelencia en la vía que se elija, y el objetivo inme­
diato el conjunto de los resultados más ciertamente ase­
quibles desde el punto en que cada cual se halle.
Los cerebros mejor organizados, jamás procedieron
de otro modo. ¿Se vio acaso Napoleón por anticipado,
entre los dieciocho y los veinticinco años, coronado em­
perador? ¿Pensaba Foch en la mariscalía cuando tenía
20 PAUL C. JAGOT

esa misma edad? En modo alguno. Uno y otro tendían,


como antes lo hemos indicado, a la excelencia en el
camino elegido: la carrera de las armas. De igual modo,
uno y otro, sin perder de vista ese ideal, concentraban
día por día su pensamiento y su actividad hacia el más
próximo objetivo.
Y lo que es cierto en cuanto a esos dos ilustres gue­
rreros, lo es igualmente en cuanto a la mayoría, no tan
sólo de los grandes hombres de todos los países sino
también de todos los self-made men.
Andrew Camegie aconseja a los jóvenes que manten­
gan en sí mismos las más altas ambiciones. “Sed reyes
en vuestros sueños”, les recomienda. Pero no es esa
nuestra opinión. A nuestro modo de ver, vale más abs­
tenerse de soñar y en cambio actuar, sin fijarse límites
definitivos, procurando ensanchar indefinidamente la en­
vergadura de las propias capacidades y asegurarse así
ventajas cada vez más importantes.
El fuego del entusiasmo, tan fácilmente encendido
en los adolescentes mediante la evocación de grandio­
sas perspectivas, flamea magníficamente, pero se extin­
gue con rapidez. Nosotros nos aplicaremos a inspirár­
selo, pero en una forma recogida, concentrada, tenaz,
de la que se deriva el valor y la voluntad de avanzar
con tanta circunspección como seguridad. Las ambicio­
nes de cada cual crecerán por sí mismas paralelamente
a la extensión de sus posibilidades.
3. ¿Qué e s e l é x ito ?

Proponemos que el éxito de defina así: La limita­


ción normal de un proceso determinada por ciertas dis­
posiciones individuales y ciertas tácticas. Pero conviene
hacer presente que esa limitación puede encontrarse fa­
vorecida o contrariada por fatalidades. Así se explican
ciertos éxitos fortuitos y determinados fracasos sobre­
venidos a pesar de la más irreprochable rectitud. Debe
preverse sin temerla esta última eventualidad — que,
por otra parte, demuestra cuán necesario es hallarse
dispuesto a toda tentativa.
En sus latas acepciones, la palabra “éxito” evoca
resultados de conjunto, tales como el afortunado curso
de una carrera o el pleno rendimiento de una empresa.
Esos resultados engendran necesariamente una serie con­
vergente de éxitos particulares, entre los cuales pueden
figurar:
Exitos de realización',
22 PAUL C. JAGOT

Éxitos personales;
Éxitos de suerte.
Denominamos éxito de realización aquel que resul­
ta de la actividad de las facultades realizadoras; por
ejemplo, del hecho de. llevar a buen fin una tarea ma­
terial o intelectual definida.
Por éxito personal entendemos el efecto de una bue­
na impresión o de una influencia persuasiva hábil.
En fin, designamos por éxito de suerte aquel que es
debido, ya a facilidades o dones naturales, ya al favor
de circunstancias afortunadas.
Los más ordinarios, digamos incluso los más medio­
cres de entre nosotros, ¿no son capaces de ciertos éxitos
de realización y de determinados éxitos personales? ¿No
ha conseguido cada uno de ellos muchos éxitos de cada
clase? Pues bien, al precio de un esfuerzo conveniente­
mente dirigido, es lo cierto que todos puedan aumentar
el número y la importancia de sus éxitos en general.
Por ejemplo, la capacidad realizadora se logra a base
de atención voluntaria. Pero la atención se* desarrolla
si se ejercita asiduamente. Una vez que esa facultad ha
llegado a ser lo bastante fuerte para fijarse larga y
activamente sobre cualquier tarea o sobre cualquier
orden de ideas, la claridad de comprensión, la seguridad
de juicio y la potencia de trabajo triunfan a su vez. Múl­
tiples realizaciones que antes eran inabordables, se ha­
cen entonces posibles y después cada vez más fáciles.
De igual modo, cultivando diversas calificaciones:
tacto, claridad de elocución, confianza en sí mismo, etc.,
se adquiere poco a poco la casi totalidad de aquellos
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 23

con quienes se trata. Así el éxito personal viene a jun­


tarse al éxito de realización.
En cuanto al éxito de suerte, al afortunado azar, no
contemos con él, que eso no impedirá que se produzca
si el caso llegara. Sin embargo, si él debe sernos rehusa­
do, que por lo menos no nos quite ni un minuto de
nuestro tiempo ni la unidad de energía que a veces
nos sentimos tentados de sacrificarle. En fin, mantengá­
monos en guardia contra los efectos deprimentes de uno
o muchos fracasos eventuales, resueltos a considerarlos
como incidentes previstos a los que deberán oponerse
con calma las medidas más convenientes.
4. ¿Qué e s l o q u e d e te r m in a e l é x ito ?

Las facilidades o dones naturales —o suerte direc­


ta— , el esfuerzo deliberado, en fin, las oportunidades
favorables — o probabilidades exteriores— constituyen
los tres elementos de donde puede provenir el éxito.
Prácticamente, su papel se complementa siempre más
o menos.
Así:

—Todo éxito de realización, aunque sea de poca


importancia, necesita a la vez un esfuerzo sostenido y
condicionamientos psicofísicos de una cierta calidad. El
hombre poderosamente organizado — lo cual es una
suerte directa— triunfa como jugando allí donde otro
no triunfaría sino penando. Pero el primero puede fra­
casar por ligereza, mientras que el segundo triunfará
encarnizándose.

— El éxito personal es fácil a aquellos cuyo rostro


armonioso, estatura imponente, elocución clara y agra-
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 25

dable voz encantan ya desde el primer instante a todo


el mundo; pero la finura psicológica, el tacto, la opor­
tunidad contribuyen a ese éxito en amplia medida y
pueden incluso bastar por sí solos.

—El éxito de suerte, además de las predisposiciones


o de la ocasión que le hacen asequible, fácil, exige un
mínimo de iniciativa, ya sea para utilizar las unas, ya
sea para sacer partido de la otra. En el caso extremo
de que una fortuna favorezca a un hombre sin el menor
esfuerzo por su parte, ¿la conservará éste? Y, en caso
afirmatiyo, ¿hará un uso provechoso de ella si se aban­
dona a su impulsividad? Ciertamente no. A menos que
sea juicioso, depositará mal su confianza y, a menos
que sepa gobernarse, se dejará arrastrar a toda clase
de abusos desorganizadores.

En resumen: las facilidades y dones naturales, por


una parte, y las oportunidades dichosas, por otra, hacen
posible, favorecen o amplifican el éxito del esfuerzo de­
liberado.
5. C o n s id e r a c io n e s acerca de la suerte

En el capítulo II examinaremos en detalle las diver­


sas manifestaciones de las dos modalidades de la suerte;
pero desde ahora haremos notar que una o muchas de
esas modalidades parecen indispensables para alcanzar
los éxitos del primer plano. Sin probabilidades, el esfuer­
zo puede determinar resultados considerables, pero no,
por ejemplo, la gran notoriedad o la opulencia.
Es innegable que las probabilidades — constitutivas
o exteriores— se encuentran desigualmente distribui­
das. Para unos, superabundancia; para otros, insuficien­
cia. Para éste, esas probabilidades se limitarán en el
curso de la vida a dos o tres, pero serán de importancia;
para aquél, la suerte se mostrará pródiga en menudas
ventajas sin otorgarle jamás un triunfo siquiera algo
considerable. En fin, para la casi totalidad de los seres
humanos, el factor suerte no interviene sino en una me­
dida verdaderamente insignificante. Es decir, que la ma­
yoría de nosotros debemos contar únicamente con núes-
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 27

tro esfuerzo personal, sin exagerar por lo demás su al­


cance.
Esto no parece muy animador. Mas lo cierto es que
todo estímulo creado a favor de ilusiones que disipará
el primer fracaso al chocar con las realidades, consti­
tuye una desventaja, porque nada mina tan profunda­
mente la energía combativa como las reiteradas contra­
riedades. La fuente más constante de combatividad re­
side en un positivismo lúcido. Así, incluso si se estima
desprovisto de brillantes facultades — es decir, de suer­
te interior— , incluso si jamás le debe favorecer ninguna
oportunidad fortuita, el hombre dispuesto a contar úni­
camente con su actividad y a perseguir de un modo ex­
clusivo las certidumbres, triunfará en más amplia
medida que si fundara sus esperanzas en agradables su­
posiciones.
Ejercitando sus posibilidades espontáneas de éxito
con toda la atención y todo el vigor de que al presente
se sienta capaz, poco a poco las desarrollará. Por una
parte, llegará a ser apto para llevar a cabo realizacio­
nes cada vez más numerosas y más importantes; por
otra parte, su habilidad para obtener éxitos personales
se afirmará de año en año. Si es cierto que pocos de
entre nosotros se hallan en el caso de aspirar a la gran­
deza o a la opulencia, la perspectiva de un apreciable
nivel de bienestar, de seguridad y de libertad puede ser
considerada, con la certidumbre de obtenerla, por la casi
totalidad de aquellos cuyas calificaciones no se salen de
lo ordinario. El lograr ese nivel constituye ya un éxito
28 PAUL C. JAGOT

cuya ampliación podrá perseguirse en seguida, etapa


por etapa. Cuanto más áspera haya sido la lucha, más
fuertemente se habrán densificado y robustecido los
resortes del psiquismo individual.
6. L O S DESTINOS Y LAS FATALIDADES

De dos individuos innatamente condicionados de una


manera idéntica, si uno de ellos se abandona pasiva­
mente a lo que él cree “su destino” , mientras que el
otro reacciona, ejercita y desarrolla hasta el máximo
los recursos de su inteligencia y los de su voluntad, este
último conquistará ventajas materiales y se asegurará
satisfacciones interiores que el otro seguramente no ob­
tendrá jamás.
Inversamente a los cándidos entusiastas que procla­
man sin reservas que “querer es poder” , algunos dog­
matizan como fatalistas absolutos que todo hombre tie­
ne trazado su destino inevitable. A decir verdad, una
voluntad ardiente y concentrada puede más que otra
vacilante y dispersa, y a cada individuo se le abren mu­
chos destinos entre los cuales a él le corresponde elegir.
Si se esfuerza con dicemimiento y sin descansar, se
abrirá un camino por completo diferente de aquel que
trazará abandonándose a la negligencia.
El destino de cada uno, evidentemente, se halla cir-
30 PAUL C. JAGOT

cunscrito por sus disposiciones. Pero siempre es un do­


minio que se halla así deslindado, no en un camino
estrecho y único. Los límites extremos de ese dominio
están condicionados por el límite de la extensión po­
sible de las virtualidades del individuo considerado. El
destino no es, pues, una línea inflexible: es un extenso
territorio en el que figuran múltiples regiones, de las
que un esfuerzo juicioso permite alcanzar la mejor.
La voluntad opone o acopla su deterninismo a otros
determinismos, y si es cierto que nadie logra todo lo
que quiere, aquel que quiere todo lo que puede influye
deliberada y poderosamente sobre su suerte.
Hay fatalidades, no una fatalidad, en sentido griego.
Cuanto más ejercitada está la voluntad, más apta es para
hacer frente a aquéllas, para resistirlas, para vencerlas.
Ni la extrema presunción que vierten a torrentes esos
libros grandilocuentes, de que ya hemos hablado, ni la
extrema resignación conducen al éxito. Sin embargo,
esas dos disposiciones se reparten la mayor parte de los
espíritus. A diario encontramos al hombre cierto que,
dadas sus condiciones, está predestinado a triunfar fá­
cilmente, y al hombre convencido de que, haga lo que
haga, lo que le deba suceder no depende para nada de
sí mismo. Y es cosa digna de notar que el presuntuoso
tiene generalmente menos de treinta años y el fatalista
más de cuarenta. El excesivo optimismo inicial del pri­
mero no puede conducir sino a los sinsabores que
fueron la fuente del pesimismo inerte de que se aflige
el segundo. Así, en el origen de las grandes desesperan­
zas se encuentra siempre una sobrestimación de sí mismo
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 31

y de las futuras probabilidades, es decir, una inexacta


noción de las realidades.
Existe también un pequeño número de caracteres
lúcidos y firmes que se ponen a la obra sin estrépito, sin
ilusiones, con miras a un objetivo preciso, bien a su al­
cance, y cuyo pensamiento no rebasa el horizonte antes
de haberlo alcanzado. En seguida se organizan de mane­
ra que persiguen un nuevo objetivo algo más vasto, y
así sucesivamente. No emprenden nada que esté más allá
de sus medios y únicamente poco a poco es como des­
cubren hasta dónde pueden ir. Así son las nueve décimas
partes de aquellos que triunfan sin ayuda de la suerte.
7. Lo QUE PUEDE OBTENER CADA CUAL
CON TODA SEGURIDAD

El más modestamente dotado, cualesquiera que sean


las condiciones en que haya comenzado su vida y cual­
quiera que sea la medida de la suerte — en el sentido
corriente de la palabra— que le haya correspondido,
aunque esa suerte fuera mala; el más modestamente
calificado, lo repetimos, puede con toda certeza extender
el número y la envergadura de los éxitos para los que
sus predisposiciones le califican.
Por ejemplo, a un joven principiante en una rama del
Comercio no le diremos como Carnegie: “Sé un rey
en tus sueños” , sino, más sencillamente: “Ten la de­
terminación de obtener de tu inteligencia y de tus ener­
gías el máximo desarrollo de cultura y de resultados.
Ante todo tiende al progreso más inmediatamente ase­
quible. Haz porque aumenten sin cesar tus conocimientos
y tu destreza. Reflexiona cuidadosamente tus decisiones
y la ordenación de tus actos —sin dejar nada volunta­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 33

riamente al azar— , con objeto de procurarte el mayor


número posible de ventajas y de evitarte todos los incon­
venientes que puedas. Probablemente no llegarás a ser
un “rey” , pero adquirirás una capacidad de realización
y de influencia personal (y sin duda alguna un beneficio)
doble, triple, quíntuplo de lo que habrías obtenido si
hubieras preferido los hundimientos de la inercia al im­
pulso de la iniciativa.”
Para algunos, el camino es más duro y la suerte más
ingrata que para otros; pero todos pueden ir hacia de­
lante, todos pueden fortalecerse, acumular los conoci­
mientos y la experiencia. Para ello basta una orientación
fija, una concepción clara de cada dificultad y una acti­
vidad concentrada; todo ello cosas que cada cual puede
adquirir mediante una disciplina personal bien conce­
bida.

3
CAPITULO II

La parte de la suerte

1. V e n ta ja s in d iv id u a le s in n a ta s :
a) Equilibrio y belleza física; b ) Vigor vi­
tal; c ) Agudeza del animismo receptivo; d )
Ardor del animismo activo; e ) Superioridad
intelectiva; f) Intuición exacta; g ) Homoge­
neidad de los componentes individuales. - 2.
L a s m o d a lid a d e s d e la s u e rte e x te rn a :
h) Calidad del medio natal; i) Medios mate­
riales de los ascendientes; j ) Facultad de alcan­
zar un nivel de conocimientos elevado; k )
Relaciones, apoyos y capitales iniciales; 1)
Orientación; m ) Oportunidades fortuitas favo­
rables; n ) Privilegios paradójicos. - 3 . E l é x i ­
to ESPONTÁNEO
1. V e n t a ja s in d iv id u a l e s in n a t a s

Ya hemos visto que la suerte se manifiesta, ya sea


directamente, por medio de diversas ventajas individua­
les innatas, ya sea indirectamente, por circunstancias
favorables. Es conveniente darse cuenta, con alguna pre­
cisión, de los principales aspectos de la suerte.
He aquí cuáles pueden ser las probabilidades directas
o interiores:

a) Equilibrio y belleza física. — Consideramos como


muy favorecidos a aquellos que han recibido de la Natu­
raleza una estructura anatómica armoniosa, es decir,
en la que cada segmento posea las dimensiones y la
densidad de tejidos indispensables al equilibrio funcio­
nal y a la belleza plástica. Un organismo bien condi­
cionado, facciones regulares y estatura irreprochable,
facilitan la mayoría de los éxitos personales. El papel
considerable de la impresión producida por las líneas y
el esplendor de un rostro bien conformado a nadie se le
38 PAUL C. JAGOT

escapa. Un gran número de hombres y de mujeres deben


sus éxitos al encanto físico que irradian y que despier­
ta la atención y conquista la admiración, la benevolen­
cia de las personas con las que entran en relación. El
factor exterioridad parece ser esencial, por ejemplo, en
toda clase de carreras liberales.

b) Vigor vital — Distinto de la apariencia externa,


de la disposición anatómica y hasta de la forma muscu­
lar, el vigor vital coexiste a veces con múltiples defectos.
Confiere espontáneamente una capacidad de esfuerzo,
una potencia de trabajo e inmunidades sorprendentes.
El hombre así dotado puede producir fácil y abundan­
temente. Su determinismo le lleva a la actividad. Resiste
a los excesos, a los asaltos patológicos, a las adversida­
des, mejor que algunos mocetones admirablemente cons­
tituidos.
A nuestro modo de ver, el vigor vital vale más que
la riqueza, riqueza que con frecuencia logra crear. Per­
mite a aquel que ha fracasado en una empresa, que se
ponga de nuevo y valerosamente al trabajo y que re­
cobre lo que ha perdido. Va acompañado generalmente
de optimismo, de animación y de serenidad incluso en
las horas difíciles.

c) Agudeza del animismo receptivo. — La sensibili­


dad, la emotividad, la impresionabilidad — dicho de otro
modo, el animismo receptivo— desempeñan un impor­
tante papel entre las calificaciones individuales. Si hay
exceso, se siguen de ello múltiples trastornos, por ejem-
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 39

pío el nervosismo, la timidez, la impulsividad incoor-


dinada, el desparramamiento de la atención y de la ener­
gía. Si hay insuficiencia, el interesado carecerá de tacto,
de sutileza, de imaginación. En los dos casos su memoria
estará mediocremente servida.
Una receptividad anímica apta para las percepcio­
nes y para las diferenciaciones delicadas, mesurada, acti­
va, constituye uno de los elementos primordiales de la
superioridad. Cualesquiera que sean su origen, su medio
natal; cualquiera que sea el grado primitivo de instruc­
ción a que se les haya sometido, aquellos en quienes
la receptividad anímica es a la vez equilibrada y sutil,
jamás son vulgares. Se benefician con una facilidad de
asimilación extraordinaria. Sus fallos son precisos, su
juicio sagaz. Son aptos para las carreras intelectuales y
artísticas. Testimonian casi siempre una buena elocu­
ción y cualidades diplomáticas.

d) Ardor del animismo activo. — El fermento rea­


lizador por excelencia, es decir, la avidez o ardor codi­
cioso, característico del animismo activo, no da única­
mente, como el vigor vital, la potencia de trabajo, sino
también el atrevimiento, la iniciativa, la intrepidez, el
encarnizamiento. Es un arma de doble filo, que sólo
un espíritu lúcido sabe manejar útilmente. De hecho es
la misma y frenética codicia que impulsa a los más
hábiles buscadores de oro y a los más audaces piratas:
unos la dirigen, los otros la sufren. Nosotros la consi­
deramos como el motor del psiquismo, por relación a
la inteligencia, que es el gobernalle. La avidez engendra
40 PAUL C. JAGOT

la apropiación, tanto intelectual como material. Así,


aquel que siente la intensa avidez de un cierto saber,
infaliblemente llega a agregárselo. El nivel de su dina­
mismo cerebral queda constantemente por encima de
las dificultades del estudio. Los obstáculos no le de­
tienen: concentra sus medios y los lleva a su más alta
i expresión. Nadie ha llevado a cabo jamás una obra
grandiosa si no ha sido dotado de un poderoso ani­
mismo activo. Los grandes conductores de multitudes,
los conquistadores, los apóstoles, los tribunos cuyos
nombres pertenecen a la Historia, fueron todos hombres
provistos de una excepcional avidez por la clase de
objetivo que respectivamente perseguían. Otro tanto
puede decirse de los famosos money-makers nortea­
mericanos invariablemente citados en la mayoría de los
manuales que tratan del arte de triunfar en los negocios.

e) Superioridad intelectiva. — La importancia de


las predisposiciones de la inteligencia es evidente. Se
revelan desde la primera edad. En este caso la suerte
consiste en estar dotado de flexibilidad, de equilibrio
y de vigor cerebral. Entonces la comprensión es fácil,
rápida, clara, precisa; el discernimiento, perspicaz; la
imaginación, ingeniosa. Hay inteligencias brillantemen­
te dotadas para la actividad especulativa, otras parti­
cularmente bien organizadas para las ciencias exactas
y otras incomparablemente condicionadas para las rea­
lizaciones prácticas.

f) Intuición exacta. — Distinta de la intelección pro­


LOS SECRETOS DEL ÉXITO 41

piamente dicha, la intuición, especie de sexto sentido,


contribuye al éxito. Hasta cierto punto se explica por
esa coordinación instantánea del pensamiento, del que
el espíritu de oportunidad nos parece la más sorpren­
dente de las expresiones. Pero las posibilidades de la
intuición desbordan a veces las de la inteligencia pura.
Ellas pueden alcanzar hasta el genio. La inspiración
del artista, del poeta, se le parece y, más comúnmente,
la especie de sagacidad de aquellos de quienes se dice
que han estado “bien inspirados” .

g) Homogeneidad de los componentes individuales.


— Una cualquiera de las características precedentes dará
siempre lugar a un cierto género de éxito espontáneo.
Pero hace falta aún que ninguna de las otras falte en
absoluto. Un hombre dotado de un poderoso animismo
activo, y, por lo tanto, de una intensa avidez, sería de­
masiado ciegamente atrevido si no poseyera un mínimo
de circunspección. De igual modo, una bella inteligencia
sería demasiado exclusivamente contemplativa sin un
mínimo de actividad. Esto nos conduce a considerar
como séptimo elemento de suerte interior la homoge­
neidad de los componentes de la individualidad.
2. L as m o d a l id a d e s de la suerte externa

Veamos ahora bajo qué formas se observa la suerte


propiamente dicha.

h) Calidad del medio natal. — Ante todo hagamos


notar el nivel intelectual y moral del medio natal. El
niño se impregna de la atmósfera familiar. Si crece
entre personas cultas, recibe como una cultura preli­
minar que abre sus receptividades y comienza el estadio
escolar en condiciones favorables. Si el orden y la rec­
titud reinan en torno suyo, se sentirá inclinado a regirse
según excelentes principios.
En razón de ciertas deficiencias hereditarias de la
sensibilidad, a veces sucede que un niño registra insu­
ficientemente la influencia de su medio natal. Ese hecho
excepcional en nada disminuye la importancia de éste.

i) Medios materiales de los ascendientes. — Segui­


damente, representan un elemento de suerte los recursos
materiales de los padres, recursos de que se aprovecha
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 43

el niño en la mayoría de los casos, si por lo menos


se ha hecho de ellos un uso conveniente para asegurarle
condiciones de crecimiento, de educación, de afinamien­
to, que repercutirán en la edificación de su personalidad.

j) Facultad de alcanzar un nivel de conocimientos


elevado. — Después viene el grado de instrucción a que
tendrá acceso. Extensos estudios abren el camino de
las carreras lucrativas; desarrollan, al ejercitarlas, las
facultades cerebrales, y proveen al espíritu de ese po­
deroso medio de acción que es el saber. Ciertamente,
no basta con tener el tiempo y el dinero necesarios a
una larga vida escolar para beneficiarse de ésta, pues
además hace falta haber recibido una organización in­
telectual por lo menos normal; esta última la hemos
incluido entre los elementos de la suerte interior.

k) Relaciones, apoyos y capitales iniciales. — Las


relaciones, apoyos y capitales puestos a su disposición
desde sus comienzos en la vida profesional y social,
constituyen para los jóvenes así favorecidos otra serie
de probabilidades, de las que no todos saben sacar
partido.

1) Orientación. — Anotemos también este factor ca­


pital: una orientación juiciosa, la cual consiste en en­
contrarse dedicado a una rama de la actividad humana
para la cual se posee a la vez una afición grande y ap­
titudes especiales. Nada facilita mejor el éxito y la ex­
tensión de las posibilidades psíquicas. Las satisfacciones
44 PAUL C. JAGOT

de un hombre experto en su profesión, cualquiera que


ésta sea, son inigualables.

m) Oportunidades fortuitas favorables. — Diversas


oportunidades fortuitas pueden suplir a la mayoría de
las otras probabilidades exteriores. Un conjunto de cir­
cunstancias aporta a quien menos lo esperaba oportuni­
dades de las que se siguen su prosperidad y su elevación
social. Así se ven surgir series de eventualidades dicho­
sas, sin relación aparente con el valor intrínseco de
aquellos a quienes favorecen.

n) Privilegios paradójicos. — Asimismo hay curio­


sas fatalidades que hacen que se truequen en ventajas
para ellos las faltas y errores de algunos. Este es el
aspecto más extraño de la suerte.
3. E l é x it o espon tá n eo

Lo que precede permite comprender cómo y por qué


ciertas personas triunfan tan fácilmente. El éxito es­
pontáneo resulta de una o muchas de las calificaciones
enumeradas en el apartado 1, o de una o muchas de las
ventajas definidas en el apartado 2.
Se concibe que las tentativas del hombre dotado en
grado suficiente de una de las características a, b, c,
d, e, f o g tengan una eficacia cierta. Se concibe igual­
mente que ayudado por uno de los elementos h, i, /, k,
l, m o n, sea excepcionalmente fecundo cualquier es­
fuerzo.
Que aquellos de nuestros lectores que deban con­
fesarse que se hallan desprovistos de todos esos elemen­
tos del éxito espontáneo no se descorazonen en manera
alguna. Procediendo fríamente, objetivamente, al in­
ventario de sus probabilidades de éxito, cumplen el acto
inicial del éxito voluntario: conocerse. Ya hemos indi­
cado que si una o muchas probabilidades son indis­
pensables para alcanzar resultados de primera magnitud,
46 PAUL C. JAGOT

es perfectamente posible, sin su presencia, asegurarse un


éxito en amplia medida. La primera de las condiciones
que hay que llenar para ello consiste en estimar tal como
son las condiciones en que uno se encuentra. Al contra­
rio, ilusionarse acerca de su propio valer, disimularse
la indiferencia y también la hostilidad de las circuns­
tancias, es encaminarse al fracaso. Comprobar las pro­
pias insuficiencias, los propios defectos, a menudo
conduce a la decisión de imponerse los esfuerzos nece­
sarios para fortalecer, para proveerse, para habituarse.
De igual modo, si se deja de estar gratuitamente a la
expectativa de improbables favores de la suerte se em­
pieza a ser ciscunspecto, atento, a ir con pies de plomo.
Incluso cuando uno se encuentra muy pobremente
preparado para triunfar, no hay por qué perder la con­
fianza en sí mismo, puesto que, a costa de algunos años
de aplicación seria, cada cual está en condiciones de
modificar considerablemente sus medios de acción. No­
sotros tenemos más confianza en el porvenir de un débil
que se conoce y que reacciona sin descanso, que en
el de otro más fuerte que se abandona so pretexto de
optimismo.
Tener confianza en sí no significa creerse mejor do­
tado de lo que se está, sino admitir la propia perfección,
es decir, la posibilidad de fortalecer ejercitándose y
llegar a ser capaz de efectuar una realización para la
cual no se siente uno aún en condiciones.

Digamos también que el éxito espontáneo no tiene


sólo ventajas. Salvo en los casos excepcionales en que
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 47

su beneficiario ha adquirido una arquía interior robus­


ta, la facilidad tiende al relajamiento de los resortes
del carácter, a la extinción de la vigilancia, al desparra-
mamiento de la impulsividad. Por eso tantos sujetos cuyo
vuelo fue brillante, sufren a no tardar extraños re­
veses.
CAPITULO III

La parte de la voluntad

1. In flu e n c ia del e sfu e rz o so b re lo s


Cultu­
c o n d ic io n a m ie n to s in d iv id u a le s : a)
ra física; b ) Levantamiento del tono vital; c )
Regulación del animismo receptivo; d ) Inten­
sificación del animismo activo; e ) La apli­
cación y la inteligencia; f) Meditación e intui­
ción; g ) Circunspección y homogeneidad. - 2.
CÓMO SUPLE LA ACCIÓN A LA CARENCIA DE
Conocimién-
p ro b a b ilid a d e s e x te r io r e s : h)
to de sí mismo y autoeducación; i) Iniciativa;
j ) Autodidáctica; k ) Influencia personal; 1) La
experiencia rectificadora de la orientación; ín)
La costumbre de esperarlo todo de sí mismo;
n) La circunspección. - 3. E l é x i t o v o l u n ­
ta rio .
1. I n f l u e n c ia del esfuerzo sobre los

CONDICIONAMIENTOS INDIVIDUALES

“Querer es poder” , acostumbra decirse, pero querer


es esforzarse. Entendida en tal sentido, la voluntad pue­
de y determina resultados.
En primer lugar engendra modificaciones físicas y
psíquicas y valoriza así los elementos interiores del
éxito; en segundo lugar suple a la carencia de probabi­
lidades exteriores por la combatividad y la táctica.
Reanudemos nuestra enumeración de los principales
elementos de suerte interior, y veamos cómo puede su-
calma, la actividad del pensamiento y la de la voluntad
plir a ésta la voluntad.

a) Cultura física. — Aquellos a quienes la Naturaleza


no ha provisto de una bella arquitectura plástica y fi-
sonómica, tienen el recurso de cincelar por sí mismos su
forma corporal por medio de una cultura física juiciosa.
En lo que concierne al rostro, es suficiente cultivar la
52 PAUL C. JAGOT

para imprimir a los rasgos un carácter atractivo. Un


carácter resuelto y firme, orientado por un intelecto in­
formado y reflexivo, transfigura el rostro más ingrato.
Por otra parte, un buen equilibrio orgánico da esplendor
a la tez, a la mirada, a la expresión. En fin, cada cual
puede recurrir a las prescripciones de la higiene estética
e incluso, en los casos algún tanto teratológicos, a la
Cirugía.

b) Levantamiento del tono vital. — El vigor vital,


por débil que sea, se aumenta progresivamente si uno
sabe imponerse los comportamientos que determinan
ese aumento. Es también este caso asunto de voluntad.
Así como una fuerte constitución se debilita bajo el efec­
to de un modus vivendi patogénico, un organismo dé-
j bil se fortalece con toda seguridad si su nutrición, sus
i cambios respiratorios, su circulación y su trabajo mus-
i cular son regulados de un modo conveniente.

c) Regulación del animismo receptivo. — Lo que


hemos denominado “animismo receptivo” se reeduca
muy bien. Si la sensibilidad, la emotividad, la impresio­
nabilidad son excesivas, se las regula a condición de
observarse, de reaccionar activamente, primero razo­
nándose y en seguida dominándose. Cuando son insu­
ficientes, basta con cultivarlas. Para ello conviene empe­
zar por el desarrollo de la agudeza sensorial. En seguida
hará lo demás el hábito de la observación exacta, de
la reflexión comparativa, del análisis psicológico y de
la formación de imágenes claras y precisas.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 53

d) Intensificación del animismo activo. — La avi­


dez, considerándola como lo inverso de la apatía, es
decir, el animismo activo, jamás le falta por entero a
un espíritu suficientemente concentrado. Desde que uno
separa de sí resueltamente todas las causas de disper­
sión y reflexiona profundamente, elabora ideas-fuerza,
ideas motrices. El lector de este libro da pruebas de un
mínimo de avidez; si fuera en absoluto apático, no lo
habría visto, ni adquirido, ni leído. Siente el deseo de
apropiarse de indicaciones de tal naturaleza que le per­
mitan obtener determinados resultados. Si se represen­
ta largamente, con frecuencia, esos resultados, con todas
las ventajas y todas las satisfacciones que traen consigo,
su avidez no puede sino fortalecerse. Al lado de la avi­
dez espontánea de que hablamos en el capítulo II, hay
una avidez voluntaria, deliberadamente elaborada por
una actividad meditabunda metódica. Aquel que piensa
incansablemente en lo que la iniciativa personal y el
esfuerzo seguido le permitirían realizar, aquel que ve
claramente a qué conducen el abandono y la pasividad,
despierta y fortalece sus avideces.
Cada persona, según sus tendencias, experimenta una
o muchas clases de avideces, que se trata de desarro­
llar y de gobernar juiciosamente. Uno está ávido de
seguridad, otro de notoriedad; éste considera las satis­
facciones de la autoridad, aquél las alegrías de la crea­
ción. El deseo de adquirir dinero con miras al bienestar
material anima a casi todo el mundo, el de adquirir sa­
biduría acapara todos los pensamientos de algunos. Lúe-
54 PAUL C. JAGOT

go es la intensidad y la continuidad de la avidez lo que


deciden su potencia realizadora, y estas dos caracterís­
ticas se afirman por el esfuerzo voluntario.
Los menos favorecidos desde el punto de vista de la
avidez son los que sufren el atractivo de mil cosas y
pasivamente se dejan llevar por la ocasión del placer
inmediato. Sin embargo, si saben concebir un objeti­
vo cuyo logro aseguraría la satisfacción de sus múltiples
deseos y si cdnducen incansablemente su pensamiento
hacia ese objetivo, concentran la energía que antes de­
jaban que se dispersara desordenadamente.
De las repugnancias violentas, que se podrían deno­
minar “avideces negativas” , una energía propulsora se
desprende, como de las electividades positivas o cons­
tructivas. Una gran aversión por la inmovilización y el
malestar físico que implica la enfermedad, inclinan a
la moderación, a la prudencia, a la modestia. De igual
modo, aquellos que aborrecen los desarreglos que trae
consigo la falta de dinero, de sus meditaciones a tal
respecto obtendrán fácilmente útiles determinaciones
para actuar en forma que puedan asegurarse una posi­
ción estable y les sea posible ahorrar.
Sólo de la voluntad de cada cual depende distraer
cada semana algunas horas, entre las que por lo gene­
ral se derrochan, para inventariar y coordinar sus ten­
dencias, sus aspiraciones, y forjarse un plan de conjun­
to totalizando sus diversas avideces. Eso representa mu­
chos esfuerzos sucesivos, a veces penosos al principio,
pero siempre posibles. Aquí llegamos a uno de los ar­
canos del éxito: no substraerse jamás a la necesidad de
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 55

sufrir, por duramente que sea, cuando de ello pueda


derivarse el resultado que se busca. Añadamos que la
costumbre, el hábito, disminuyen poco a poco el carác­
ter penoso del esfuerzo y crean la necesidad espontánea,
necesidad cuya satisfacción se convierte entonces en con­
tento.

e) La aplicación y la inteligencia. — Los mecanis­


mos de la inteligencia: atención, memoria, discernimien­
to, asociaciones y combinaciones psicológicas, por po­
bres que sean de nacimiento, ganan en flexibilidad y en
fuerza si son ejercidas asiduamente. La educación del
animismo receptivo (apartado c, página 52), repercute
por lo demás profundamente sobre el intelecto propia­
mente dicho, que afína y estimula a la vez.
Aparte los ejercicios especiales por medio de los.
cuales pueden cultivarse la atención, la memoria y las
otras modalidades funcionales de la inteligencia, basta
con adoptar una actitud mental reflexiva, atenta y ob­
servadora, para que la inteligencia gane en amplitud,
orden y precisión. El hombre que se esfuerza en com­
prender lo que al presente le parece obscuro; que exa­
mina, escruta y reúne indicaciones, que trata de expli­
carse algo, adquirirá una sorprendente lucidez de espí­
ritu.

f) Meditación e intuición. — La intuición no es in­


dispensable al éxito, pero puede contribuir a él.
Se le observa generalmente en individuos muy es­
pontáneos. En cambio, parece escapar al determinis-
56 PAUL C. JAGOT

mo voluntario. En realidad se adquiere siempre, en cierto


grado, por el hábito de la meditación.

g) Circunspección y homogeneidad. — Cuando el


animismo receptivo, por una parte, y por otra la aten­
ción, la observación y el sentido crítico han sido sufi­
cientemente cultivados de acuerdo con lo que precede,
la introspección y la experiencia ponen de manifiesto
las exageraciones y las insuficiencias que perjudican a
la homogeneidad (véase apartado g, página 41). Esta
última calificación puede entonces ser instaurada.
Así es cómo, por una serie de esfuerzos bien coor­
dinados, cada cual puede suplir voluntariamente la ma­
yor o menor debilidad de sus probabilidades interiores
o constitutivas.
2. CÓMO SUPLE LA ACCIÓN A LA CARENCIA
DE PROBABILIDADES EXTERIORES

Frente a los diversos elementos de la suerte exterior,


la voluntad, es decir, el esfuerzo personal, puede igual­
mente mucho. Por ejemplo:

h) Conocimiento de sí mismo y autoeducación. —


Aquellos que no se han beneficiado de las ventajas que
procura un medio natal como el que se ha definido en
el apartado h de la página 43, pueden ante todo darse
cuenta exactamente de las inferioridades que eso les in­
flige. En seguida tratarán de elevar su nivel intelectual
hasta alcanzar el de un hombre nacido bajo los más fa­
vorables auspicios. Las fuentes librescas y sociales de
educación no faltan jamás, y tampoco los modelos in­
dividuales.

i) Iniciativa. — Falto de haber recibido de su fa­


milia recursos materiales, no se experimenta sino más
claramente y más intensamente la oportunidad de hacer­
58 PAUL C. JAGOT

se capaz de crearse por sí mismo recursos análogos.


Esto es a menudo una ventaja, pues nada contribuye
mejor a formar un carácter que la evidencia de tener
que contar únicamente consigo mismo.

j) Autodidáctica. — La autodidáctica metódicamen­


te proseguida permite colmar las lagunas de la época
escolar. Exige un programa definido, gradual, tendien­
te ante todo a la adquisición de los conocimientos más
inmediatamente útiles desde el doble punto de vista
profesional y social. La enseñanza por correspondencia,
muy bien organizada en nuestros días, facilita conside­
rablemente los estudios de ese género. Una vez provisto
de conocimientos utilitarios, se puede extender indefini­
damente su valor prosiguiendo los estudios, iniciándose
en las ideas generales y en las ciencias especulativas.

k) Influencia personal. — Entre los elementos de


la suerte exterior, ya hicimos notar el hecho de comen­
zar la vida con apoyos, relaciones y capitales. No hay
posibilidad de improvisarse unos y otros; pero la influen­
cia personal — que se adquiere con cuidado y firmeza— ,
el arte de impresionar a otro favorable y poderosamente,
suscitan apoyos y relaciones, inspiran la consideración,
la confianza, y procuran el concurso de unos u otros.
En cuanto a los capitales, sus detentadores han de con­
tar necesariamente con el concurso de hombres de valía,
sin los cuales el dinero nada produciría. El hombre de
valía es un determinante de prosperidad y por poco que
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 59

se muestre íntegro y activo no deja de sacar partido per­


sonalmente.

1) La experiencia rectificadora de la orientación. —


La mayor parte de los individuos están mejor dotados
para determinadas ramas de la actividad humana que
para otras, pero es eso que se denomina “el azar” lo que
decide el género de ocupación en que cada cual se en­
cuentra metido. La observación, la experiencia, aportan
entonces tardíamente al interesado la certidumbre de que
estaba calificado para otra profesión muy diferente a
la suya.
Los jóvenes deberían recurrir a los especialistas de
la orientación profesional. Más tarde, el acceso a un
cambio de profesión no deja de ser posible, pero a me­
nudo para sentirse también a disgusto en ella.

m) La costumbre de esperarlo todo de sí mismo. —


Las oportunidades fortuitas afortunadas —la suerte,
dicho en dos palabras— no parecen depender de la vo­
luntad. Lo mejor es, pues, no preocuparse de ellas y pro­
ceder como si fuera cierto que jamás se tendrá ningu­
na probabilidad fortuita. La costumbre de pensar así
impulsa a una combatividad infatigable y vigorosa, que
por otra parte no impide en modo alguno que eventual­
mente haga su aparición la suerte — al contrario.

n) La circunspección. — En ,el mismo orden de


ideas, es preferible no admitir jamás un relajamiento
60 PAUL C.. JAGOT

de la circunspección o que un riesgo benévolamente co­


rrido puede tener ventajosas consecuencias; más vale
tratar de prever lógicamente todas las derivaciones po­
sibles de los propios actos y proceder en consecuencia.
3. El é x ito v o lu n ta rio

Si hay hombres privilegiados que triunfan sobre todo


porque se benefician de una organización física e inte­
lectual superior, de estudios extensos, de títulos, de si­
tuaciones excepcionales, hay otros provistos únicamente
de facultades medianas y de nociones elementales, que
así que salen de la escuela primaria deben proveer a
sus necesidades y que, por lo tanto, tienen, por decirlo
así, como punto de partida, cero. En fin, los hay tam­
bién que, tan desgraciados son para recorrer su camino
por la vida, o más sencillamente para ganarse el susten­
to, que tropiezan con excepcionales obstáculos: debi­
lidad física, asimilación laboriosa, insuficiencia de ins­
trucción, cargas, etc.
Entre estos últimos, algunos logran desenvolverse
muy honradamente y hasta prosperan después. Y es
porque, a pesar de todas sus inferioridades, han recibi­
do y conservado un espíritu a la vez realista, positivo
y combativo.
62 PAUL C. JAGOT

El realismo consiste en ver las cosas tal como son;


el positivismo, en aceptar fríamente aquello que no pue­
da ser modificado en el acto; la combatividad, en reac­
cionar obstinadamente con todos los recursos y energía
que se poseen.
Esos obscuros adolescentes, antaño considerados en
su barrio o en su aldea como desheredados de la for­
tuna inevitablemente condenados a la miseria, ante todo
han sabido evaluar todas las insuficiencias de su intelec­
to, todos los impedimentos exteriores que les oponía la
suerte. Y lejos de entretenerse en rumiar melancólica­
mente esas comprobaciones y afectarse por ellas, inme­
diatamente se han resuelto a hacerles frente. Día por
día, hora por hora, recogidos, concentrados, se han es­
forzado asiduamente con miras a fortalecerse y adquirir,
dispuestos a pagar cada conquista con todos los tra­
bajos que para ello fueran necesarios. Han procedido
con vigilancia, han sacado partido de cada minuto, han
contado únicamente con su energía y su trabajo, ven­
ciendo sus impulsos, subordinando sus apetencias, de­
liberando atentamente sus inspiraciones y sus actos.
Y, poco a poco, la balanza se ha inclinado a su fa­
vor bajo la acumulación incansable de los frutos de
tan larga paciencia. A medida que se encarnizaban en
sacar todo el partido posible de sus pobres aptitudes,
éstas se ampliaban regeneradas por una activa práctica.
Y llegó el día en que igualaron el promedio y después
aquel en que lo rebasaron.
Así, el realismo objetivo, el positivismo reflexivo, la
combatividad tenaz arman a los medios más mediocres
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 63

con una sorprendente eficiencia. Si esas disposiciones


permiten a ciertas individualidades deficientes vencer la
hostilidad de las cosas, se concibe que el hombre normal
triunfará, por así decirlo, con toda seguridad si se las
inculca.
CAPITULO IV

Los principales escollos

1. Creerse condenado a la.mediocridad. - 2. La


influencia del medio. - 3 . L a negligencia. - 4.
El ensueño. - 5. El juego. - 6. La disipación. -
7. Las prodigalidades de tiempo.
1. C reerse condenado a la m e d io c r id a d

Las calificaciones y las tácticas que determinan el éxi­


to pueden ser adquiridas las unas, y las otras aprendidas
y utilizadas luego. Generalmente son asequibles y asimi­
lables, ya que su cultivo, su comprensión y su uso no
exigen ni una inteligencia excepcional ni un trabajo abru­
mador. No hace falta sino un grado normal de claridad
de espíritu y de imperio sobre sí. La medida en que
puede llegarse a ser apto para disciplinar el propio jui­
cio y las propias acciones aparece, pues, como le medida
incluso de la aptitud para triunfar.
Millares de individuos que podrían triunfar muy bien,
no lo logran por su incapacidad para imponerse a dia­
rio una ejecución más reflexiva de las tareas que les
incumben y un empleo más provechoso de sus momen­
tos de ocio. Puede, pues, decirse que la posibilidad de
éxito se averigua con mucha mayor frecuencia que el
éxito mismo.
En el seno del innumerable ejército de los simples
68 PAUL C. JAGOT

trabajadores agrícolas, industriales, comerciales o admi­


nistrativos. se puede evaluar en un cincuenta por ciento
la proporción de los jóvenes suficientemente dotados
para elevarse a una situación muy satisfactoria en su
estado, o para crearse una posición más conforme con
sus aspiraciones.
Para ello es necesario una larga serie de esfuerzos.
Dos escollos disuaden con frecuencia a los jóvenes y
a hombres perfectamente calificados para progresar,
para elevarse: en primer lugar se teme el esfuerzo se­
guido, por parecer muy desagradable. A decir verdad,
la costumbre de la acción viene más rápidamente de
lo que parece y hace nacer una necesidad que pronto
se tiene verdadero placer en satisfacerla. A tal respecto
decimos en una de nuestras obras: “El hombre normal
actúa voluntariamente y toma gusto a la acción porque
en esa afirmación de su personalidad se siente vivir con
una intensidad máxima antitética de la inmovilización
final. El fin, el objeto de la actividad son, aunque no
lo parezca, secundarios: el motivo inicial es la tenden­
cia al ser y el horror al no-ser. Todo individuo bien
constituido, aunque sea riquísimo, experimenta la ne­
cesidad de actuar, como siente el hambre y la sed, y
esa necesidad manifiesta, como las otras dos, el instin­
to de conservación” .
En el curso del presente capítulo veremos cómo eli­
minar las equivocaciones casi inevitablemente surgidas
de la educación primera o de la influencia del medio
y que ponen trabas a la tendencia normal a afirmarse
por la acción.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 69

El segundo escollo no es otro que un temor a no


obtener los resultados que se perseguirían voluntaria­
mente si se estuviera seguro de obtenerlos.
Porque si se procede con método y tenacidad, no
puede menos que lograrse resultados. La iniciativa ac­
tuante obtiene siempre más que la inercia. Nosotros nos
prohibimos el despertar esperanzas quiméricas o incluso
excesivas. El honor de este libro es su realista since­
ridad. El más modesto de nuestros lectores deberá, pues,
concedernos alguna atención cuando le pongamos en
guardia contra todo cuanto tiende a dejarle admitir que
está consagrado a la mediocridad. El hecho de interesar­
se por un libro como éste, y sobre todo de disponerse
a meditarlo y a conformarse con lo que él diga, es ya
fundamento de un favorable pronóstico. Toda persona
capaz de penetrarse de nuestras indicaciones, posee,
sin ningún género de duda, una organización cerebral
bastante aplomada.
Así como os lo dijimos al final del capítulo II, entre
vuestras tentativas ha habido hasta el presente un tan­
to por ciento de conclusiones de acuerdo con las prime­
ras intenciones. Por débil que ella sea, esa proporción
nos prueba que existen posibilidades ciertamente exten-
sibles. Muchas veces habéis obtenido éxitos de reali-
záción debidos a la calidad y al esfuerzo de vuestras
facultades realizadoras. Pero el nivel y el rendimiento
de estas últimas pueden ser aumentados. Habéis obte­
nido también éxitos personales debidos a la impresión
favorable o a la influencia que supisteis irradiar. Luego
70 PAUL C. JAGOT

sólo de vosotros depende el ser más hábilmente persua­


sivos y simpáticos. Vuestros medios de influencia y de
acción, así amplificados, os permitirán cumplir con éxi­
to aquello que parecía deber conduciros al fracaso.
2. La i n f l u e n c i a d e l m e d io

Uno de los elementos constitutivos del éxito espon­


táneo lo forman las personas esclarecidas, equilibra­
das, que podáis tener en torno vuestro. Dichosos aquellos
cuya adolescencia se desenvuelve y cuya carrera se de­
sarrolla en un medio semejante. Dichosos, pero raros.
Es a los otros a quienes nos dirigimos aquí, a los jóve­
nes y a los hombres adultos no solamente privados del
estimulante psíquico que irradia la vecindad de los
caracteres firmes y de los espíritus cultivados, sino inhi­
bidos aún por los ejemplos y las opresiones de la rutina.
Toda sugestión repetida, permanente y múltiple, obra tan
poderosamente que a querer librarse del compromiso
se impone un gran esfuerzo. Hay que aprender a ser
independiente del medio sugeridor, a pensar y después
a obrar de una manera personal, procurando no susci­
tar antagonismos, lo cual exige mesura, tacto y sobre
todo silencio. En este libro, el interesado posee una
mina de ideas nuevas — nuevas para él, entiéndase bien,
porque nosotros no pretendemos inventar nada: ten-
72 PAUL C. JAGOT

demos solamente a coordinar según un plan particular


ciertas nociones de las que la puesta en práctica ha
hecho ya sus pruebas. Leer atentamente, releer y meditar
nuestro texto, tal es el medio inmediato gracias al cual
cada persona podrá introducir en la circulación de sus
pensamientos una serie de concepciones bien distintas
de aquellas que el ambiente de su vida tienda a sugerir­
le. Y mientras persigue esa impregnación, que nuestro
lector tenga a bien conformarse por el momento con
algunas de nuestras indicaciones. El primer paso habrá
sido dado, y quedará abierto para él el acceso a una
orientación nueva. La dependencia moral y material del
medio no será ya íntegra.
Todo ello gana cuando se lleva a cabo en secreto.
Ante todo, el hecho de confiarle, de exponer sus puntos
de vista o sus agravios debilita el vigor psíquico. En se­
guida, absteniéndose de observaciones, de discusiones
y de críticas (1), se obtiene la ventaja de evitar desgas­
tes de energía absolutamente inútiles.
A medida que los datos de este volumen se hagan
más familiares al espíritu, será ventajoso observar en
qué difieren de los puntos de vista y comportamientos
del medio ambiente los puntos de vista y comportamien­
tos que aconsejamos. Se procurará darse cuenta de los
elementos, de las causas de fracaso o de mediocridad
que se perpetúan. De ese trabajo de análisis conviene
deducir únicamente su moralidad positiva y no una

(1) Principio absoluto: No expongáis jamás, a quienquiera que


sea, vuestras apreciaciones acerca del carácter o los actos de otra
persona.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 73

fuente de ironía o de menosprecio respecto a otra per­


sona. Se buscará no imitar a los defectuosos, pero jamás
el criticarles y, sobre todo, el enmendarles.
Si alguien se aplicara a repudiar sistemáticamente
todos los principios, todos los usos admitidos por lo ge­
neral en la esfera en que se evoluciona, sería porque
nos habría entendido mal. Hay que tratar de compren­
derlos, de discernir sus orígenes, de desprender las con­
secuencias favorables opuestas al éxito. Podemos apren­
der de todos, incluso de aquellos, muy numerosos, que
a pesar de su buena voluntad se hunden cada día un
poco más. Busquemos qué es lo que les falta, lo que
contrabalancea tan fastidiosamente sus tentativas a ve­
ces valerosas, honorables. Así sacaremos partido inclu­
so de un medio desfavorable.
Y no dejemos de efectuar una autocrítica de noso­
tros mismos, seria y sin complacencias: ¿en qué imita­
mos consciente o inconscientemente a aquellos de quie­
nes precisamente debiéramos diferenciarnos? Entonces
empezaremos a individuar nuestra personalidad y a
aislarla de ese grave escollo: el mimetismo.
Conformándose con lo que precede, el principiante
concebirá acaso una especie de aprensión al descubrir
cuán difícil se le hace el no dejarse constreñir a imitar
las equivocaciones, las rutinas, los usos nefastos de la
colectividad en el seno de la cual le ha colocado el
Destino. Esa aprensión se desvanecerá a medida que su
firmeza se fortalezca. Desde que se haya ejercitado un
poco en dominarse, en vencer sus impulsos y sus im­
presiones y en imponerse una línea de conducta refle­
74 PAUL C. JAGOT

xiva en lo que concierne a su vida interior y privada,


habrá adquirido la suficiente tranquilidad para no preo­
cuparse por las reflexiones a que sus iniciativas podrán
dar lugar. El que es dueño de sí cuando está solo, lo
llega a ser rápidamente en presencia de otros.
3. L a n e g l ig e n c ia

Las influencias exteriores de que acabamos de tra­


tar, se unen a las inclinaciones interiores y engendran
una serie de propensiones a las cuales nos sentimos
inclinados a ceder por propio e inicial impulso. De ahí
la formación de hábitos más o menos despóticos de los
cuales la mayoría son perjudiciales al éxito porque se
oponen a la puesta en práctica de los principios de que
se deriva. Se comprenderá, pues, la opurtunidad de
romper lo más pronto posible con esa molesta servi- ,
dumbre. Para ello es preciso adquirir voluntariamente
la costumbre de deliberar todos los actos ordinarios de
la vida, incluso aquellos que parezcan de escasa im­
portancia, buscando darse cuenta de la manera de pro­
ceder más fecunda en resultados provechosos. Ya hemos
visto en el capítulo II, que aquel que quiera triunfar
debe tratar de desarrollar todas sus posibilidades. Los)
actos más simples se ofrecen a cada instante como me­
dios de ese desarrollo, sobre todo las tareas utilitarias,)
generalmente fastidiosas. Se procurará, pues, ejecutarlas
76 PAUL C. JAGOT

lo más perfectamente que sea posible y, después de


haber dominado sus dificultades y de haber vencido toda
tentación al abandono durante su ejecución, se tratará
' de adquirir más precisión, más facilidad y mayor ra-
, pidez.
De igual modo, los pormenores del modus vivendi
diario serán deliberados y se procurará no dejarse arras­
trar a la utilización de alguna parte del tiempo en otra
tarea distinta de la prevista. Alguien ha dicho: “go­
bernar es prevenir” . En el orden individual, esta fórmu­
la vale tanto como en el orden colectivo. Es necesario
prever y reglamentar las veinticuatro horas del día,
tratar de que no quede nada sometido al azar, a lo
imprevisto, no hacer nada “de cualquier modo” o se­
gún la propia fantasía.
El programa de desarrollo de las posibilidades in­
dividuales, esbozado en el precedente capítulo, implica
un equilibrio orgánico tan perfecto como sea posible.
Asimismo se impone la adopción de un régimen alimen­
ticio desde un principio. Esto también constituye una
oportunidad de reacción contra la negligencia.
Todo el mundo sabe actualmente que es indispensa­
ble un mínimo de a ividad respiratoria, de ejercicio
muscular, de esfuerzo físico, no sólo al estado general,
sino también al vigor cerebral. Por abandono, algunos
que lo saben no lo tienen en cuenta, cual constituye
un nuevo objetivo de reacción.
Al principio, resulta a vec< una cierta fatiga de la
tensión psíquica que se impone para “remontar la co­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 77

rriente” . Es análogo a las agujetas o molimiento que


se experimenta tras la utilización activa de un grupo
de músculos habitualmente inertes. La lucha contra el
abandono exige que se conmuevan diferentes mecanis­
mos psíquicos, hasta entonces entorpecidos de profunda
manera, y que precisamente se trata de fortalecer, de ha­
cerlos más dúctiles. Para paliar la lasitud de tales me­
canismos, basta con aumentar provisionalmente en una
hora la duración del sueño. Por lo demás, toda depre­
sión no tarda en atenuarse y en cesar. Al contrario,
muy pronto se nota uno provisto de una nueva base
de sustentación. Los más tímidos logran la seguridad,
y la firmeza los más cobardes. Aumenta la aptitud para
el trabajo intelectual. En fin, las dificultades pierden
su carácter inhibitorio. Lo que es natural en uno, na­
turalidad que tiende a volver, por decirlo así, al galope
cuando se le echa por vez primera, espacia sus retor­
nos si se le arroja a menudo, y acaba por desaparecer.
Al principiante le sorprende en muchas ocasiones, por­
que, pasadas algunas horas o transcurridos algunos días,
acaba por olvidarse de vigilarse. Si tiene en cuenta el
apartado precedente; si lee, relee y medita nuestras in­
dicaciones, se acuerda del orden automáticamente,
impregna su espíritu de autosugestiones cuyo recuerdo
le acudirá a la memoria en diversos momentos del día,
creando así una continuidad en su idea directora: “vigi­
larse y reprimir toda clase de abandono” .
Tales autosugestiones, a favor del sueño de cada no­
che, elaborarán en él una disposición a observarse, a
78 PAUL C. JAGOT

gobernarse. A ello podrá añadir, mientras le acude el


sueño, la repetición de fórmulas cortas y positivas, tales
como: Soy dueño de mí. Quiero dominarme en todo.
Me inspecciono constantemente. Estoy tranquilo, reco­
gido, atento.
4. E l ensueño

La inestabilidad de la atención, su fatigabilidad; en


otros términos, su insuficiencia, es un grave escollo. Para
triunfar, para aprender, para producir, para discernir
con exactitud y juzgar sanamente, hay que ser capaz
de una atención sostenida. Porque el ensueño debilita
el espíritu. Podría ser definido como “un estado cere­
bral de abandono” . Además, se interpone como una
pantalla entre el soñador y las realidades. Todo lo ve
a través de una especie de nebulosa. Imagina en lugar
de observar. Nada altera más seguramente la lucidez
cerebral. Los que se entregan al ensueño carecen casi
siempre de actividad: son distraídos. Cumplen tan sólo
con lo indispensable, poco más o menos como autóma­
tas, en una especie de somnambulismo. Su aversión por
el esfuerzo, la iniciativa y la lucha los handicapan pesa­
damente frente a los competidores.
Considerado como detención, como reposo momen­
táneo, con igual título que el sueño, el ensueño no tiene
80 PAUL C. JAGOT

inconvenientes. En lo que debe velarse es en prohibír­


selo durante el curso del trabajo, del examen de una
cuestión o de la elaboración de las decisiones a tomar.
Los “sueños en el porvenir” no son generalmente sino
ensueños en los que inconscientemente se buscan mo­
tivos para esperar diversos favores de la suerte comple­
tamente improbables, de los que cada uno anticipa algo
acerca de un futuro que él se imagina espontáneamente
de acuerdo con sus aspiraciones. Por desgracia, los
sueños en el porvenir conducen a descuidar el presente,
de lo cual depende todo lo que se seguirá. Se les ha
denominado estimulantes, propios para hacer nacer el
entusiasmo y el ardor. Nosotros hemos observado que,
al contrario, son disolventes y desvían el pensamiento
del único objetivo productor de resultados: fortalecerse
y adquirir, hacerse fuerte físicamente, y, desde el punto
de vista psíquico, adquirir sabiduría, habilidad, com­
petencia, seguridad, perspicacia, etc.
Evitemos las fuentes de ensueños, principalmente
cierta literatura en que la psicología humana, los ele­
mentos de la vida individual y los mecanismos sociales
son artísticamente disfrazados, literatura cuya réplica se
extiende con profusión en la escena y en la pantalla.
Todas esas bellas mentiras no actúan apenas cuando
ha llegado la madurez; entonces el juicio está informa­
do exactamente. Pero en la edad en que se elabora,
basta para falsearle cualquier insidiosa sugestión. Por­
que las novelas, las películas cinematográficas, las co­
medias, presentan según las necesidades lo accesorio
como esencial y lo esencial como accesorio.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO SI

El mejor medio de escapar al ensueño consiste en


evitar la inacción y el desparramamiento de las ideas.
Al precio de un poco de autovigilancia se llega con fa­
cilidad a no pensar sino en lo que se hace, a no cavilar
en dos cosas a la vez. En los momentos previstos para
el ocio, conviene designar a la imaginación un destino
determinado. Frente a aquello que tienda a “hacer so­
ñar” busquemos “darnos cuenta” , es decir, observar
con precisión, apreciar correctamente, explicarse, de­
finir.
Hay que hacer notar que la actividad de la atención
es tanto más satisfactoria cuanto menos se entrega al
ensueño. Las tareas que antes eran penosas se llevan
a cabo más fácilmente. Asimismo se hacen más raros
las confusiones, los atolondramientos, los errores. El
presente apartado, bajo su aspecto algún tanto rudo, in­
dica el camino de un gran progreso, de una extensión
considerable de la asimilación y del discernimiento.

6
5. E l ju e g o

Considerado como derivativo, el juego de destreza


sería tolerable si no exigiera, por poco que se tienda
a adquirir alguna virtuosidad, una suma de tiempo y
de energía que vacilarán siempre en sacrificarle aquellos
cuyo pensamiento está fijo en importantes realizaciones.
Nuestra época no dedica mucho tiempo al ocio. La ma­
yoría de entre nosotros dispone escasamente de las horas
necesarias para las pruebas deportivas, preferibles a
todas las demás, y que sería un error sacrificar a otras
distracciones menos higiénicas.
En cuanto a los juegos de azar, aparte la tentación
que sugieren de buscar recursos y de los peligros sub­
siguientes, les reprochamos el favorecer la disipación,
de substituir el gusto al riesgo por el gusto al esfuerzo,
de mantener el culto al azar más bien que el del causa-
lismo. La costumbre del juego crea la neóesidad volun­
tariamente absorbente y cuya satisfacción desvía sin pro­
vecho veladas y tardes que el lector preferirá sin duda
dedicar al perfeccionamiento de su individualidad.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 83

En este caso interviene la noción del “placer” — al


que la idea de renunciar repugna— y del juego, que la
sugestión del ejemplo nos lleva a identificar al placer.
Éste no es otra cosa que la satisfacción de un atracti­
vo. Requerimos al lector a que examine si el éxito no
presenta más atractivo que la satisfacción de una nece­
sidad sugerida. En caso afirmativo, él encontrará un
placer mucho más apreciable que el del juego en el
enriquecimiento de sus medios de acción. La persecución
del éxito es una obra de largo aliento, una “razón para
vivir” que se basta a sí misma en tanto que no se ha
conseguido ampliamente. Cuanto más tiempo y más pen­
samientos se le reserven a diario, más rápidos y más
importantes serán los resultados. Nada es más precioso
que el tiempo para el hombre que, ocupado una gran
parte del día en las tareas exigidas por la vida material,
ha decidido actuar en forma que le sea posible mejo­
rar su suerte, aprender algo nuevo, emprender todo un
programa modificador de su porvenir. La vida hormi­
guea de ocasiones para desperdiciar el tiempo, y el
juego figura entre las que será útil lanzar resueltamen­
te por la borda.
Creemos que eso sería para muchos no ya un ligero
sacrificio, sino un verdadero alivio. Pero el temor a una
desaprobación les detiene. Vacilan pensando en lo que
se diría de ellos y en las posibles risas a que su decisión
daría lugar. He aquí un obstáculo fácil de franquear
y una hermosa ocasión para fortalecer, mediante una
ácción, esa independencia de que hablamos en el aparta­
do 1. La costumbre de preocuparse por las opiniones
84 PAUL C. JAGOT

que se suscita es incompatible con el desarrollo de la


iniciativa, condición expresa del éxito. Detrás de la fa­
chada de desaprobación de las personas a quienes cho­
có tal manifestación de independencia, hay siempre algo
de envidia y de admiración; pero todo ello importa poco.
Para casi todos, el éxito necesita que uno se entregue
en cuerpo y alma a la tarea. Aun entre los mejor dota­
dos, la mayoría no triunfan sino a ese precio. Los que
cumplen una obra considerable no tienen tiempo que
perder, principalmente en el juego.
6. La d is ip a c ió n

Sería sin duda superfluo exponer por qué las formas


brutales de la disipación, es decir, los excesos y el liber­
tinaje, aniquilan las posibilidades de éxito. Pero existe
una clase de disipación, que podría denominarse lige­
reza, y contra la cual se impone el ponerse en guardia
porque está bastante extendida. Consiste en una dispo­
sición de espíritu saltarina, chancera y charlatana, gran­
demente abierta a las superfluidades, acaparada por in­
significancias e incapaz de concentrarse seriamente sobre
las cuestiones importantes de la vida. Los disipados, in­
conscientemente tratan de crear en tomo suyo una at­
mósfera como de kermesse. Cogen al vuelo cualquier
ocasión de reír y de bromear. El menor incidente desata
sus interminables comentarios. En el curso de sus ocu­
paciones profesionales se preocupan mucho menos de
apropiarse el conocimiento de los arcanos del oficio que
de inquirir las intrigas y habladurías del día. Carecen
casi siempre de continuidad en sus tentativas, porque
constantemente se dejan distraer con futilidades. Preo-
86 PAUL C. JAGOT

cupados por mil cosas desprovistas del menor interés,


jamás se entretienen en reflexionar con profundidad
cualquier cosa, sea la que fuere. En esas condiciones,
rara vez se les ocurre la idea de precisarse un objetivo
determinado, de inquirir los medios de alcanzarle y,
después, de esforzarse para ello. Si la perspectiva de un
porvenir mejor roza a veces su imaginación, jamás fija
su voluntad.
La disipación esteriliza por sí sola las posibilidades
latentes de un gran número de jóvenes, principalmente
entre aquellos de condiciones personales o sociales or­
dinarias, cuyos bagaje escolar, inteligencia y resistencias
físicas no rebasan, en la adolescencia, el nivel medio, y
que, desde sus quince años, deben casi siempre utilizar
en tareas retribuidas ese tiempo de que los privilegiados
disponen para asegurarse el saber y algún título acadé­
mico.
Nuestros magisters oficiales no parecen preocuparse
de proporcionar al niño una concepción formal de la
vida. También el escolar de ayer, convertido en un pre­
coz mecanismo social, se abandona a la disipación de
su medio y cumple sus treinta años sin otro horizonte
que una dependencia parsimoniosamente retribuida.
Sin embargo, bastaría con que cada cual, entre los
quince y los treinta años, supiera organizar convenien­
temente el trabajo de sus mecanismos cerebrales, la afec­
tación de sus energías y el empleo de sus ocios, para
que al salir de ese período poseyera el grado de capaci­
dad necesario para un amplio éxito.
De esos años preciosos, de esos mecanismos nuevos,
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 87

de esas energías frescas, por lo general se obtiene un


pobre provecho. En el transcurso de los años de estu­
dios obligatorios, se llevan a cabo bien que mal las
tareas diarias, y, una vez libre de aquéllos, el antiguo
estudiante se deja arrastrar por los atractivos inmedia­
tos. Las superfluidades ponen obstáculos al pensamien­
to, que va errante, a la deriva, lejos de los provechosos
objetivos. La imaginación se alimenta de lectura y de
espectáculo sin alcance, que vienen a ser nuevos ele­
mentos de desorganización interior. Toda la vida no
es sino abandono, esfuerzos mínimos, caprichos, ex­
cesos — cuando no libertinaje— cada vez que de ello
se ofrece ocasión. Así se desorganizan los caracteres,
así retroceden las altas esferas del entendimiento, así
se aniquila bien pronto toda veleidad de iniciativa.
¿Cómo evitaría la juventud ese abandono de sí misma
que irresistiblemente le es sugerido por el ejemplo colec­
tivo? ¿Se la ha prevenido e iniciado a querer?
De los quince a los veinte años, que el muchacho se
imponga el primordial cuidado de alcanzar la excelen­
cia en la ejecución de sus trabajos profesionales, y en
segundo lugar el de favorecer su dilatación de ánimo
por un prudente modus vivendi y mediante una cultura
física racional. En el curso de los cinco años que siguen,
dispondrá ampliamente del tiempo necesario para com­
pletar sus conocimientos técnicos vecinos de los de los
productores, organizadores y dirigentes de quienes es el
auxiliar. Bien pronto, nada de cuanto a su labor con­
cierna tendrá secretos para él. A los veinticinco años
ocupará su plaza entre los más competentes. En fin,
88 PAUL C. JAGOT

se abrirán ante él otros cinco años, en el curso de los


cuales se habituará a las responsabilidades y a las ges­
tiones, y al llegar a la treintena se habrá convertido en
un valor cotizable y muy buscado.
Repartido en ese largo espacio de tiempo, su progra­
ma le habrá costado únicamente las horas que otros
emplean en “matar el tiempo” o en derrochar su vita­
lismo. Habrá evitado el aburrimiento, los extravíos que
son corrientes en las personas sin objetivo en la vida
y las pasiones disolventes.
7. L as p r o d ig a l id a d e s de t ie m p o

Si ha leído atentamente las páginas precedentes, so­


bre todo el capítulo primero, el lector sabe que, a menos
de calificaciones excepcionales o de probabilidades im­
portantes, nadie podrá asegurarse éxitos por encima del
promedio si no emplea para ello toda su energía y todo
su tiempo. La necesidad de reposo del organismo puede
ser considerada como satisfecha si se duerme regular­
mente ocho horas completas cada noche, a condición,
entiéndase bien, de no tolerarse ningún extravío. Para
reposar, nada vale tanto como el sueño. Para los se­
dentarios hay que tener en cuenta la necesidad de aire,
libre, lo cual exige el empleo de una hora diaria. Aña­
damos a esto tres horas más para las comidas y aten­
ciones personales, y tenemos así doce horas, o sea la
mitad de las del día. Para el hombre resuelto a progre­
sar, la otra mitad — es decir, las doce horas que puede
utilizar en la realización de su plan— constituyen un
capital del que procurará no derrochar ni la menor par-
90 PAUL C. JAGOT

tícula. No queremos enumerar las innumerables solici­


taciones para las que deberá ser sordo y ciego si tiende
a aprovechar integramente el tiempo diario posible de
actividad; ponemos sencillamente en guardia al lector
contra ese escollo. Toda hora empleada en cualquier
cosa que no contribuya con certeza a un resultado po­
sitivo, es una hora perdida.
Para conservar la disposición de su tiempo, es necesa­
rio cierto espíritu de independencia. En torno a cada
uno de nosotros hay una serie de personas que se abu­
rren por no haber sabido dar a su pensamiento un des­
tino profundo, y que si les dejáramos hacer lograrían
que empleáramos en beneficio suyo toda nuestra jor­
nada. Otros, llenos de interés por bagatelas, se muestran
escandalizados de nuestra indiferencia por sus preocupa­
ciones. Para algunos, todo el atractivo de la vida reside
en visitas, recepciones, veladas, weekends, acontecimien­
tos deportivos o espectaculares, etc. Y, bien entendido,
su contento no alcanza el período álgido sino cuando
consiguen haceros perder una hora o una jornada en­
tera. Resistir a todo ello — y al atractivo del placer in­
mediato— exige una seria determinación.
CAPITULO V

Las condiciones esenciales


del triunfo de la voluntad
1. La costumbre de gobernarse. - 2. El “self-
control". - 3. La reglamentación de los actos. -
4. El dominio de los impulsos. - 5 .E l análisis
de las impresiones. - 6. La vigilancia de la
imaginación. - 7. La orientación constantemen­
te reflexiva del pensamiento.
1. La co stu m bre de g obernarse

Dos veces hemos utilizado ya, en las páginas de este


libro, la expresión fortalecerse y adquirir. Esta breve
fórmula resume todo el programa a seguir por el hombre
resuelto a lograr la extensión de sus posibilidades.
Con miras a llegar a ser capaz de ciertos éxitos de
realización, hay que fortalecerse desde el triple punto
de vista físico, cerebral y moral. Y eso es indispensable,
porque toda realización siquiera sea poco importante,
exige energía, potencia de trabajo, tenacidad. Por otra
parte, para acostumbrarse al esfuerzo de asimilación de
los conocimientos técnicos, hace falta una cultura ge­
neral y métodos productivos sin cuya posesión no sería
posible asumir un trabajo lucrativo.
Y para asegurarse más el éxito personal, conviene
asimismo fortalecerse físicamente, lo cual facilita la se­
guridad. Conviene también adquirir más tacto, perfec­
cionar la propia educación, cultivar la elocución y ejer­
citarse en la práctica de la influencia personal.
94 PAUL C. JAGOT

El interesado deberá, pues, imponerse con persisten­


cia los comportamientos favorables para afirmar su equi­
librio orgánico y la actividad de su cerebro. Le será pre­
ciso requerir de sus facultades una aplicación seguida,
prohibirse la satisfacción de ciertas tendencias; en una
palabra, “gobernarse” . No lo disimulemos, eso es muy
difícil. Espontáneamente, el ser humano no lleva a cabo
con voluntad otros esfuerzos que aquellos a los que se
ve obligado por la necesidad o determinado por una
codicia inmediata. De ello se deduce que los instintos,
las impresiones, los impulsos, la imaginación, el auto­
matismo, al no ser reprimidos, se hacen tiránicos.
Tratad simplemente de vigilaros durante medio día,
es decir, de estar atentos a discernir el carácter racional
o defectuoso de vuestros pensamientos, de vuestras pala­
bras y de vuestros actos sucesivos. Vuestra vigilancia
se interrumpirá sin duda muchas veces y durante lar­
gos momentos. Empero, esa autovigilancia no es sino
la fase inicial del gobierno de sí mismo. Para dirigir
hace falta ante todo vigilar, pero en seguida es preciso
sujetarse o abstenerse según el caso: segunda clase de
dificultad. Habituado, por ejemplo, a estar ocioso duran­
te las veladas, si un buen día os decidís a poneros a
estudiar cada noche, habréis de luchar contra una ten­
dencia a la inacción, contra la inercia acostumbrada de
vuestros mecanismos intelectuales, la cual tomará acaso
el carácter de una invencible repugnancia o de una lasi­
tud incoercible. Abrid vuestros libros y fijad vuestra
atención; es decir, gobernaos según vuestra decisión pre­
meditada, mientras que todo os impulsa a alguna cosa
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 95

más inmediatamente atrayente, lo cual será en verdad


penoso. Pues bien, si queréis triunfar, no eludáis un
trabajo de ese género. Consideradle como un ejercicio
un poco duro que os proporcionará fuerza. Ciertamente,
si persistís en gobernar vuestros comportamientos según
vuestras intenciones reflejas, a pesar de vuestros auto­
matismos, el hábito de gobernaros se establecerá en vo­
sotros con fuerza y habréis ganado la partida. Y en tanto
que en tiempos pasados os costaba un gran esfuerzo
actuar razonablemente, pronto ocurrirá lo contrario: se
os hará desagradable ceder a cualquier propensión por
poco contraria que sea a vuestros designios de impor­
tancia. La firmeza continua de que el gobierno de sí
mismo es la expresión, no se adquiere en un día ni sin
desfallecimientos. Pero en este caso nada se pierde;
una serie de esfuerzos poco importantes hace fácil un
esfuerzo mayor y concurre al desarrollo de la voluntad.
2. E l “s e lf - c o n tr o l”

Las espontaneidades exteriores parecen las menos


difíciles de vencer. Así, aconsejamos que se traten en
primer lugar. En los países anglosajones se considera
como el elemento principal de una buena educación el
self-control, esto es, la extrema sobriedad de las expre­
siones fisonómicas, de la palabra y del gesto. Esta mo­
dalidad del imperio sobre sí mismo se le inculca desde
su más tierna edad al niño de igual modo que los otros
principios del decoro. Así logra una calma resistente,
una impasibilidad robusta que hacen posible la tenaci­
dad flemática a que debe la raza británica su valor rea­
lizador. Para nosotros, los latinos, de naturaleza demos­
trativa y verbosa, el self-control tiene pocos atractivos.
Nos parece una austeridad inútil, tanto es lo que nos
agrada el exteriorizarnos con expansión. Pero ese con­
tentamiento nos priva de ciertas satisfacciones mucho
más intensas, de la mesura y de la imperturbabilidad.
Al hablar con animación, al apoyar las palabras con una
mímica acentuada, al tolerarse a sí mismo exclamacio­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 97

nes, sobresaltos, gestos agitados, se desperdicia influjo


nervioso y se favorece el desarrollo de la tendencia a
ceder a los impulsos, tendencia que, como ya hemos
demostrado, conviene reprimir. Los momentos de de­
presión, significativos de un descenso en el potencial del
influjo nervioso, tienen precisamente por causa el des­
perdicio de energía que la espontaneidad trae siempre
consigo.
Para reaccionar y adquirir el self-control, el lector
habrá de ejercitarse primero en no dejar que repercutan
en la expresión de su rostro las emociones, las impre­
siones que experimente. Aunque caiga al suelo un ob­
jeto, aunque un tercero le dirija una palabra chocante,
aunque sienta repentinamente algún dolor, procure con­
servar la apariencia de las más perfecta tranquilidad.
En segundo lugar, se aplicará a acostumbrarse a hablar
sin prisas, eligiendo sus expresiones entre las más mo­
deradas y más precisas.
La puesta en práctica de tales recomendaciones no
tendrá tan sólo como efecto el contribuir a la formación
del hábito de gobernarse, sino que a ello seguirá tam­
bién un apaciguamiento general del sistema nervioso.
El interesado irá siendo cada vez menos impresionable
y, en razón del ahorro de influjo nervioso así obtenido,
se sentirá más fuerte, más confiado en sí mismo. Su
atención se sostendrá mejor. Se hallará, pues, en con­
diciones de cumplir más fácilmente y con mayor per­
fección sus tareas cotidianas. En fin, causará mejor
impresión a todo el mundo, lo cual le facilitará ya el
éxito personal.
7
3. La r e g l a m e n t a c ió n de los actos

Lo que hay que reglamentar ante todo son los actos


relativos a la vida vegetativa: aportar discernimiento y
prudencia en la alimentación; estimular por un mínimo
de esfuerzo muscular al aire libre la actividad respira­
toria y vascular; observar la ley del reposo nocturno,
y apartar de sí todas las fuentes de intoxicación física
y psíquica. Se concibe el carácter primordial de esta
higiene que permite hallarse en estado de integridad
orgánica y producir una suma considerable de trabajo
sin debilitarse. Todo ello es aumentar cualitativa y cuan­
titativamente la capacidad de producción. A condición
de proceder gradualmente se puede desterrar todo te­
mor de agotamiento por el trabajo. No es trabajando
mucho como se agota uno (1). Una jornada bien regu­
lada, un programa bien estudiado de ocupaciones su-

(1) A excepción, entiéndase bien, de algunas profesiones agota-


doras en grado sumo, de las cuales las principales figuran en el libro
La vida trágica de los trabajadores, de los hermanos Boneff.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 99

cesivas, una asiduidad sin apresuramientos, ni relajan


ni engendran fatiga excesiva.
Los doblegamientos, las quiebras fisiológicas vienen,
por lo demás, a menudo, más de un desordenado em­
pleo de los momentos de ocio que de una actividad
intensa. La adoptación de un modus vivendi racional,
rimado con un sueño perfecto y entretenimientos sanos,
determina rápidamente una mejoría muy notable de
las resistencias físicas y de la flexibilidad intelectual y,
por lo tanto, de la aptitud para el éxito.
Es preciso acostumbrarse a deliberar los actos que
habrá que imponerse y aquellos que habrá que prohi­
birse, decidir de antemano la conducta a observar en
tales o cuales categorías de circunstancias. En particular,
cada uno considerará sus próximas tareas, sus dificulta­
des inminentes. Tratará de prevenir por anticipado todas
las incitaciones a perder el tiempo o a no observar los
principios a los cuales está unido. Después, en el curso
de cada jomada, procurará atenerse rigurosamente a
las deliberaciones precedentes, a vivir y a actuar según
sus propias decisiones, a negarse a sufrir las influencias
antagónicas. Así es cómo se conquista la independencia.
He aquí algunas preguntas para orientar la inspec­
ción de los actos:

— ¿Cuánto tiempo empleo cada día provechosamente?

— ¿En qué momentos, en qué ocasiones estoy tenta­


do o solicitado a perder el tiempo?
100 PAUL C. JAGOT

— En el curso de mis ocupaciones, ¿estoy constante­


mente atento y absorbido por lo que hago?

— ¿Qué esfuerzos he llevado a cabo hasta hoy para


fortalecerme y adquirir?

— ¿Hay causas de disipación que yo pueda prever


y eludir?

— ¿Me atengo a mis decisiones?

— ¿Aumentan mis conocimientos?

— ¿Estoy tranquilo y soy reflexivo durante todo el


día?

— ¿Me he dejado influir o arrastrar?

— ¿Me he tolerado inútiles desgastes de energía?

El principiante encontrará particularmente difícil po­


nerse, a la hora prevista, al trabajo que él mismo se
habrá prescrito, y después a proseguir ese trabajo hasta
el momento que se habrá fijado para terminarlo.
Cuando se trata de una tarea material o por lo me­
nos de una labor que puede llevarse a cabo sin una
precisa atención, lo más penoso es adquirir ánimos para
comenzarla. Pero precisamente siendo el obstáculo pe­
sado es cuando se trata de aprender, de reflexionar, de
crear. Después de haber rechazado las incitaciones al
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 101

placer inmediato, vuelto la espalda a los descorazona-


dores y haberse negado a oír los comentarios de los iner­
tes y de los inadaptados, del interior del ser, y por
oleadas sucesivas, los automatismos suben al asalto del
pensamiento que se esfuerza.
El doctor Eucausse ha descrito, mejor de lo que no­
sotros sabríamos hacerlo, lo que espera al valeroso
adepto:
“Supongamos, en efecto, que, después de los apla­
zamientos sucesivos, después de esas crisis de pereza
y de pesimismo, os habéis uncido al fin al yugo de vues­
tro trabajo de realización intelectual, figurándoos que
el esfuerzo de voluntad que para ello habéis derrochado
es el único necesario y que, desde aquel instante, todo
va a marchar como sobre ruedas.
”Pero apenas os habéis dispuesto a escribir o a dibu­
jar, un inmenso deseo de salir y de andar se apodera de
vuestro ser. Os parece que hallándoos fuera, la idea
que en aquellos momentos se os presenta algo obscura
se precisará. Esa necesidad adquiere para vosotros tal
importancia que, si no estáis habituados, instintivamente
os levantáis, dejáis vuestro trabajo y os marcháis a la
calle. Habéis sucumbido a la trampa que os ha tendido
el ser impulsivo (1) abrumado por el reposo físico, y,
entendedlo bien, vuestra idea no será más clara que an­
tes porque hayáis salido. En este caso es el centro instin­
tivo, del cual la marcha es el medio de acción carac­
terístico, el que ha engañado a vuestra vigilancia.

(1) Entiéndase por ser im pulsivo el conjunto de los automatis­


mos de orden instintivo.
102 PAUL C. JAGOT

"Supongamos, sin embargo, que conocéis ya esa tram­


pa y que, en vez de ceder, vuestra voluntad, al contrario,
se fortalece más hacia el esfuerzo que hay que efectuar.
Entonces, la acción del ser impulsivo se manifiesta de
otra manera.
”La necesidad de acción física desaparece como por
arte de encantamiento y una sed progresiva se va ha­
ciendo sentir a medida que el trabajo cerebral se acentúa.
Esto es aún una nueva celada del centro instintivo, por­
que cada sorbo de líquido injerido arrastra una parte
de la fuerza nerviosa, en tales momentos en el cerebro,
y retrasará así un poco la realización de la tarea pro­
yectada.
”Pero esa sensación la domináis aún y la pluma si­
gue escribiendo en el papel. Entonces es cuando entran
en acción los otros centros impulsivos. Las necesidades
físicas se callan, pero vienen a reemplazarlas las emo­
ciones sentimentales. Las imágenes de las luchas pasa­
das, de las afecciones de otros tiempos, de las ambicio­
nes del mañana, se dibujan poco a poco, y una fuerza
en apariencia invisible os impulsa a abandonar la plu­
ma, a echaros hacia atrás y a abandonar vuestro espí­
ritu a la dulzura melancólica o al ardor impetuoso de
los ensueños que se bosquejan.
"¡Cuántos jóvenes realizadores poco aguerridos se
dejan prender por la tentación, y cuántas veces la obra
queda una vez más en suspenso! Y no hablemos de la
acción combinada, de la necesidad de actividad y de los
sentimientos que a menudo se unen a los impulsos ais­
lados. Son ésas, reacciones que cada autor cree perso­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 103

nales y que no son dominadas sino por una costumbre


de regularidad muy grande en el trabajo o por la edad;
porque esas reacciones son originadas por la esfera
anímica (1).
” Ahora nos resta describir la más peligrosa de las
trampas a evitar, aquella en que se dejan prender con
toda seguridad casi todos los que han sabido resistir
a las precedentes reacciones.
"Cuando el realizador ha sabido resistir a la nece­
sidad de acción, de alimentos o de excitantes, a la có­
lera, al enervamiento, a las emociones sentimentales,
y ha proseguido su camino con tenacidad, se detiene
de pronto iluminado por una idea maravillosa, hasta
entonces no percibida, y que va a abrirle grandiosos
horizontes inexplorados. Después de esa primera idea
aparece otra; a continuación una serie de ellas, y todo
de tal manera inesperado, de un modo tan encantador,
que el realizador rápidamente se inclina sobre el papel
o sobre la tela y de un modo febril toma notas... ale­
jándose progresivamente de su tema. Cuando vuelve
en sí, el cerebro, fatigado por el esfuerzo que acaba de
llevar a cabo, no tiene fuerzas para ir más lejos.
”Ese es, en efecto, el modo de reaccionar la esfera
intelectual, que, no queriendo doblegarse al despotis­
mo de la voluntad que la constriñe por un momento a
la inmovilidad, tienta a la imaginación del autor con la
belleza de sus ideas y sacude muy pronto el yugo del po­
der que la tenía bajo su férula hasta aquel momento.”

(1) Entiéndase por esfera anímica lo que en el curso de los ca­


pítulos II y III hemos deiominado animismo receptivo.
4. E l dominio de los impulsos

El gusto por el bienestar, por la seguridad, por la


libertad, el deseo de ciertas satisfacciones necesitadas
de amplios medios materiales, la ambición por el con­
tentamiento inseparable de un grado de capacidad por
encima del promedio, la apetencia del espíritu por el
saber y la del carácter por la firmeza, tales son las
principales avideces más comúnmente animadoras del
esfuerzo hacia la extensión de las posibilidades indivi­
duales para el éxito. Sentidas intensamente, deliberadas,
coordinadas, dirigidas, esas avideces engendran una pro­
pulsión totalizadora hacia un objetivo determinado: las
energías interiores.
A esa propulsión reflexiva se oponen diversas clases
de impulsos cuyo importuno efecto es el desviar en pro­
vecho de su saciedad nuestra atención o nuestra ener­
gía, o determinarnos a hablar o a actuar de contraria
manera al interés de nuestros designios.

Cuanto más se satisfacen los impulsos, más imperio­


LOS SECRETOS DEL ÉXITO 105

sos son y más se multiplican. Si no se pone cuidado,


bien pronto predominan en le determinismo de nuestros
actos. Basta con observar en torno nuestro o en noso­
tros mismos para concebir una justa noción del peligro:
dejarse dirigir por los propios impulsos es abdicar toda
posibilidad de llevar a buen fin una tarea deliberada que
se empezó con el pensamiento puesto en el triunfo. Los
extravíos, las pasiones, los defectos graves se dilatan
donde el impulso se desarrolla a causa de no haber sido
reprimido en sus manifestaciones benignas. Conviene,
pues, dominar estas últimas si se desea estar en condi­
ciones de vencer luego a las más molestas.

Por lo demás, satisfacer un deseo impulsivo y sin


utilidad evidente es debilitar la aptitud inhibidora de la
voluntad reflexiva, derrochar el influjo nervioso; en
una palabra: deprimirse. Al contrario, vigilarse y repri­
mir todo impulso nocivo o inútil es fortalecerse.
La mirada, la expresión fisonómica, la palabra y la
actitud de aquellos que se ejercitan en dominarse, ad­
quieren una firmeza, una calma, una seguridad tales,
que la influencia personal aumenta sensiblemente en
pocos días. Su presencia de espíritu, su facilidad de elo­
cución, su potencia persuasiva, ganan considerablemente,
hasta tal punto que ciertos especialistas han preconi­
zado únicamente esa autoinspección como medio de
llegar al éxito.
A toda hora se presenta la ocasión de dominar los
impulsos. Nacen tan diversos, tan numerosos, que su
curso podría ser comparado al de un torrente. Los más
106 PAUL C. JAGOT

frecuentes y más insidiosos son los impulsos a confiarse,


a referir, a exponer lo que nos preocupa o nos interesa,
a manifestar nuestras impresiones, a inquirir cosas sin
interés serio, a discutir o a modificar la opinión de otro
acerca de cuestiones extrañas a nuestros objetivos per­
sonales. Podríamos aún enumerar otros mil. Pero eso
sería fastidioso y sin alcance, porque cada cual, exami­
nándose, discernirá aquellos a los que habitualmente se
sacrifica.
5. El análisis de la s impresiones

Hay impresiones estimulantes: principalmente la del


buen ejemplo, el espectáculo de la actividad, de la rec­
titud, las incitaciones autorizadas, las sugestiones hábi­
les. Pero asimismo las hay muy nocivas, y también otras
que, aunque inofensivas en apariencia, invaden intem­
pestivamente la sensibilidad y el pensamiento a la hora
en que más importaría que permanecieran quietas y
objetivas. Analicemos, pues, con frecuencia, nuestras
impresiones, para apreciar bien las causas: esto nos
ayudará a restringir su efecto.
Si al despertar nuestros ojos se abren al fulgor me­
lancólico de un día desapacible y gris, esto no nos incita
verdaderamente a la actividad; pero la luminosidad azul
de una mañana llena de sol nos retendrá con gusto fue­
ra de los austeros senderos del trabajo.
Supongamos que en torno vuestro todo estuviera en
fiesta. Por poco que eso que se denomina “placer” ejer­
za en vosotros un atractivo normal, el inclinaros en­
108 PAUL C. JAGOT

tonces sobre vuestra labor prevista os parecerá mucho


más duro que de costumbre; pero si uno de vuestros
familiares, gravemente enfermo, sufre en la estancia ve­
cina, asimismo os será algo trabajoso concentrar vues­
tra atención en el estudio.
Así, a cada paso se manifiesta un género de impre­
siones que nos asalta y cuyo efecto perturbaría sin cesar
nuestras tareas si no nos esforzáramos en desviamos lo
menos posible.
Una extrema impresionabilidad equivale a una ines­
tabilidad cerebral continua. Se reacciona contra ese es­
tado estudiándose para dominar toda sensación pertur­
badora, ya afecte a la vista, al olfato, al oído o al tacto.
Conviene acostumbrarse a los espectáculos penosos o
desagradables, a recogerse en medio del ruido, e incluso
a habituarse en cierta medida a reflexionar con sere­
nidad o a trabajar a pesar de un malestar o de un dolor.
Se gana así la imperturbabilidad interior, de donde se
sigue la continuidad del pensamiento y de la acción.
Esta primera inmunización facilitará la resistencia al cho­
que de emociones súbitas o intensas y, más generalmen­
te, la subordinación de la sensibilidad al discernimiento.
6. L a vigilancia de la imaginación

Usar de la imaginación, ya sea para recordar, clasi­


ficar y reflexionar los propios recuerdos u observacio­
nes, o sus conocimientos, ya sea para buscar la solución
de un problema de orden teórico o práctico, es ejer­
citarla útilmente. Estamos seguros de que la actividad
consciente de la imaginación influye muy dichosamente
en el desarrollo de todas las otras modalidades de la in­
teligencia. Sin imaginación, ¿cómo prever, cómo orde­
nar, cómo organizar?
Lo que hay que vigilar son las imágenes espontáneas
que engendran nuestras tendencias o nuestras impresio­
nes, porque esas imágenes deforman siempre las reali­
dades y entonces pueden hacer que se extravíe el juicio.
Eso es lo que ocurre principalmente en el ensueño (véa­
se el capítulo IV, apartado 4).
Cualquiera que se sienta atraído hacia un arte, una
ciencia, una carrera, se imagina, desde luego, que él
posee las aptitudes especiales que requiere ese arte.
110 PAUL C. JAGOT

esa ciencia o esa carrera. Inversamente, cuando una


tarea parece penosa, interminable, hasta el punto de
sugerir su abandono, uno se encuentra sorprendido de
encontrar en ella encanto y de descubrirse con habilidad
suficiente para llevarla a cabo. El optimismo, que con­
siste en figurarse que todo va a cumplirse ciertamente
según nuestras esperanzas, y el pesimismo, amplificador
de las posibilidades de fracaso, no son sino dos estados
imaginativos. Uno procede de un candor o de una pre­
sunción sonriente, y el otro de una incuria o de una into­
xicación desazonadora. Opongámosle objetivas delibe­
raciones.
Cuando se pronostican disposiciones o comportamien­
tos probables de otro, cuidemos de no imaginárnoslos
tales como quisiéramos que fueran y tratemos de inter­
pretar con circunspección nuestras observaciones o im­
presiones. No son las apariencias las que engañan, sino
las debilidades o las complacencias de la imaginación
que las refleja.
Ya hemos puesto en guardia al lector contra eso que
se denomina “Los sueños de porvenir” (capítulo IV,
apartado 4), y aquí le requeriremos a que base cada uno
de sus proyectos y de sus planes, cada una de sus de­
cisiones, sobre informes ciertos y precisos. La fortuna
sólo sonríe a los audaces fríos y cincunspectos, a aque­
llos a quienes las espontaneidades de la imaginación no
bastan para lanzarlos a la aventura.
7. La o r ie n t a c ió n constantem ente

REFLEXIVA DEL PENSAMIENTO

Ciertos psicólogos han admitido que el pensamiento


influye no sólo sobre aquel de quien emana, sino tam­
bién sobre aquellos en quienes se piensa y hasta sobre
el determinismo de los acaecimientos que le concier­
nen. Nosotros compartimos esa convicción y sin duda
la comparten asimismo muchos de nuestros lectores.
Sin embargo, supongámosla errónea y reduzcamos la
importancia del pensamiento a su papel interior. A pe­
sar de esto, no dejará de ser menos evidente que el
hecho de dirigir constantemente su pensamiento cons­
tituye para cada cual el mejor medio de mejorar pro­
gresivamente su suerte. La orientación constantemente
reflexiva del pensamiento permite una convergencia jui­
ciosa de todas las decisiones, de todos los actos, de todos
los esfuerzos hacia el objetivo que uno se propone al­
canzar, la afectación de toda la energía, de todos los
medios de que se dispone para la obtención de cada re­
sultado sucesivamente perseguido.
112 PAUL C. JAGOT

Nadie llegará a ello en un solo día, pero sí lo lo­


grará con tanto mayor rapidez y con tanto mayor exac­
titud cuanto más asiduamente haya puesto en práctica
las indicaciones contenidas en los seis primeros aparta­
dos de este capítulo. Cada inspiración, cada impulso
que experimentamos, resulta de una o muchas causas,
internas o externas. Tratar de discernir esas causas, de
conocer la fuente de nuestros pensamientos, habituales
o inusitados, es el primer paso hacia la posibilidad de
dirigirlos.
La premeditación precisa del empleo del tiempo
— premeditación sin lagunas y seguida con toda exac­
titud— a pesar de las influencias derivativas o inhibito­
rias, conduce más rápidamente al dominio del pensa­
miento que la práctica de las retahilas de ejercicios que
se encuentran en los manuales a base doctrinal.
Para llegar a ser dueño del propio pensamiento hay
que franquear tres etapas.
La primera se alcanza así que se ha adquirido el po­
der de abstraerse en un trabajo, hasta el punto de per­
der en absoluto la noción de lo que ocurre en torno
y la del tiempo, incluso en medio del bullicio y la agi­
tación.
La segunda etapa tiende a la posibilidad de reflexio­
nar una cuestión determinada, en cualquier momento,
tan largamente como se desee y sin eclipse de la
atención.
El último objetivo consiste en una imperturbabilidad
cerebral tal, que las causas más violentas de emoción no
impiden sensiblemente la lucidez de espíritu.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 113

Esos resultados sólo los determina la autoeducación.


Requieren mucha buena voluntad y una aplicación per­
sistente. Con el tiempo, son asequibles a todos en am­
plia medida, porque no exigen ninguna disposición es­
pecial. En cuanto a su alcance, es demasiado evidente
para que insistamos en ello.
CAPÍTULO VI

El éxito de realización

1. La base.-2 . La unidad de éxito.-3 . La


elección de carrera. - 4. Informarse. - 5. Deci­
dir. - 6. Actuar. -1 . Persistir.
1. L a ba se

En el curso de los tres primeros capítulos hemos


demostrado que ciertos individuos, dotados de brillan­
te manera o exteriormente favorecidos, se encuentran,
por decirlo así, predestinados a alcanzar, sin grandes es­
fuerzos, los primeros planos del éxito en la vida en que
su determinismo les introduce. A los otros, es decir,
a la inmensa mayoría, a aquellos a quienes la Natura­
leza no ha provisto sino de medios físicos e intelectuales
ordinarios, a los de obscuro origen, les resta la posibi­
lidad del éxito de voluntad más o menos laborioso,
pero siempre a base de aplicación.
Cuando se habla de aplicación, se evoca la imagen
de personas silenciosamente absorbidas por su tarea.
Esta pasiva diligencia, antitética de la disipación, es
necesaria, pero no suficiente. La aplicación no es fecun­
da sino a condición de incluir la actividad íntegra del
espíritu, la concentración de todos los recursos psíqui­
cos con miras a ejecutar o a comprender. Cuando todas
118 PAUL C. JAGOT

vuestras facultades están despiertas y permanecen inge­


niosamente tendidas hacia lá obtención de un resultado
cualquiera, os halláis en estado de aplicación. Para
crear la posibilidad de mantenerse habitualmente en
ese estado, basta con buscar sin reposo la manera de si­
tuarse en él, a pesar de las tendencias al automatismo
maquinal y al-relajamiento, que no dejan de experimen­
tarse sobre todo al principio. Las tareas más sencillas
pueden proporcionar la ocasión. Por otra parte, siempre
se encontrará una ventaja inmediata en trabajar de una
manera activamente reflexiva.
“En mi juventud — dice Prentice Mulford— la pri­
mera vez que trabajé con mi piocha un placer de oro
en California, un viejo minero me dijo: “Joven, lo
”hace usted muy mal; usted debería poner mucha más
"inteligencia en el manejo de su piocha.”
"Reflexionando acerca de esa conminación, encon­
tré que mi trabajo requería una cooperación de la in­
teligencia con el músculo: inteligencia para dirigir a
éste; inteligencia para colocar la pala en donde pudiera
coger la mayor cantidad de tierra con el menor des­
gaste de fuerza; inteligencia para lanzar la palada de
tierra fuera de la zanja; y partes infinitésimales, si así
puede decirse, en el movimiento de cada músculo du­
rante ese trabajo. Encontré que cuanto más fijaba mi
pensamiento en la piocha, mejor trabajaba con ella, más
se convertía mi labor en una especie de juego y más
tiempo podía continuar trabajando. Encontré asimismo
que cuando mi pensamiento se extraviaba hacia otros
objetos, cualesquiera que éstos fueren, menos placer
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 119

experimentaba yo en el trabajo y más fastidioso resul­


taba éste para mí.”
Esto demuestra que si al parecer no se trata sino
de trabajar muscularmente, la aplicación se muestra
ya fecunda. Y lo es aún más cuando la tarea material
obliga a diversas series de movimientos, de actos, de
operaciones coordinadas, por ejemplo, en las diversas
ramas de la artesanía, donde la perfecta ejecución de
la obra necesita rigurosamente la comprensión y el do­
minio de las fases sucesivas de su constitución. Pero
donde opera con más evidencia la puesta en juego de
toda la actividad cerebral es en el trabajo puramente
intelectual, desde la contabilidad elemental hasta la or­
ganización, la creación y la abstracción. Es de notar
que un cierto género de trabajo puramente intelectual se
impone más o menos a todo el mundo, incluso al más
iletrado de los leñadores. ¿Quién se ve libre de buscar
indicaciones, de observar, de interpretar sus observa­
ciones, de suputar las posibilidades, o, más sintéticamen­
te, de examinar y decidir? Si la vida profesional no
obligara a ello, aún lo exigiría la vida privada.
Luego la resolución de los diversos problemas de or­
den diverso que la existencia nos impone, ¿depende
estrechamente de la agudeza que somos capaces de apor­
tar en la busca de su solución? Se ve claramente el
interés que tiene el progresivo aseguramiento de la apti­
tud al estado habitual de aplicación. Ese aseguramiento,
nada sino el ejercicio sería capaz de engendrarlo, ejer­
cicio que en este caso consiste en proceder de una ma­
nera ardiente y reflexiva a todo aquello que haya de
120 PAUL C. JAGOT

hacerse, buscando a la vez la perfección, la rapidez y la


habilidad. La persistente puesta en práctica de esta fór­
mula transforma no sólo en éxito la mediocridad, sino
que también substituye la monotonía lánguida y estupo-
rosa de las tareas aburridas por el placer profundo de
la iniciativa actuante. La mayoría de aquellos a quienes
la suerte impone alguna profesión para la cual no ex­
perimentan ningún atractivo espontáneo, creen que,
para adquirir habilidad, les haría falta ante todo sentir
ese atractivo. Pero la aplicación crea la habilidad, que
a su vez determina el atractivo. Por eso se experimenta
a veces un placer muy vivo por ciertas ocupaciones que
las circunstancias obligaron a aceptar y después a ejecu­
tarlas seriamente. Esto no es un débil resultado, puesto
que puede llegar a ser el punto de partida del éxito.
2. L a u n id a d de é x it o

Si bien es cierto que tomado en su más grande acep­


ción, en el sentido de un triunfo de conjunto, el éxito
general se engendra de una serie coordinada de éxitos
parciales, toda tarea llevada a buen fin es una unidad
de éxito. En un examen, cada composición bien tra­
tada concurre al resultado final. En la entrada men­
sual de dinero en un comercio, cada venta aislada ha
señalado una cifra de ella. Una carrera entera totali­
za millares de trabajos sucesivos. Si la mayoría son sa­
tisfactorios, ciertamente conducen a un resultado apre-
ciable. Cualquiera que cultive la aplicación, la aptitud
para cumplir convenientemente cada deber parcial de
una jomada, se forja el más seguro de los medios de ac­
ción. Adquiere la mejor clase de confianza en sí: la que
resulta de la conciencia de su capacidad de esfuerzo.
Así se llega a estar dispuesto a emprender una labor,
seguro de persistir.
Supongamos que un joven deseoso de ampliar su ho-
122 PAUL C. JAGOT

rizonte, pero indeciso aún acerca del destino definitivo


que le conviene, tiende, para empezar, a asegurarse
una posición algo más elevada que la que ocupa, y
que para obtener esa nueva situación le sea exigido un
examen. Si él ha seguido nuestros precedentes consejos,
la suma de conocimientos que habrá de adquirir no le
detendrá en sus propósitos, porque sabe que cada día
puede llevar a cabo una sesión de asiduo y concentrado
trabajo, y que al cabo de un cierto número de sesiones
habrá adquirido todos los conocimientos necesarios para
su objeto. Si, poco familiarizado con los libros, le cues­
ta mucho trabajo el retener siquiera un poco de lo que
estudia en las primeras sesiones, su aplicación estimu­
lará poco a poco sus mecanismos intelectuales y los
doblegará progresivamente. Además, en razón al hecho
de que la habilidad debida a la aplicación crea el atrac­
tivo, irá tomando una creciente afición al estudio.
Otro ejemplo: He aquí un hombre que, carente de
una formación práctica seria y de guías esclarecidos, ha
oscilado, vegetado desde su adolescencia hasta la ma­
durez o hasta después de alcanzar ésta. Afirmamos que
la observancia del principio que sigue: Toda tarea eje­
cutada con concentración y ardor es una unidad de éxito,
le encaminará seguramente hacia lo mejor. Sin hablar
de las ventajas que muy a menudo obtienen aquellos
que ponen realmente toda su inteligencia al servicio de
un empleo cualquiera, la convicción de haber llegado a
ser capaz de producir irreprochablemente impulsará muy
pronto al interesado a tomar alguna iniciativa personal,
siquiera sea para sacar partido de sus momentos de ocio.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 123

Ejercitado a no proceder jamás maquinalmente y a apor­


tar en todo caso juicio y método, triunfará de las difi­
cultades que en otros tiempos le habrían causado em­
barazo y despecho. En algunos años podrá perfectamen­
te proveerse de grandes recursos y asegurar su porvenir.
De una manera general hay grandes probabilidades
de éxito para toda persona que se encarnice en llegar
a ser una especie de perito en su profesión y que lo su­
bordine todo a ese objetivo hasta que lo haya logrado.
Para esto basta inspirarse constantemente en el principio
fundamental expuesto en este mismo apartado.
3. La e l e c c ió n de carrera

Ciertos individuos consideran únicamente la cuestión


producto y se hallan dispuestos a optar, entre las diver­
sas carreras a las que tienen acceso, por aquella que
parece ofrecerles las posibilidades más elevadas de be­
neficio material. Para ellos el éxito consiste en la adqui­
sición de la riqueza. Otros no se sentirían enteramente
satisfechos si no les fuera posible perseguir un objetivo
especial hacia el cual les impulsan sus tendencias. La
cuestión del dinero queda en el segundo plano de sus
preocupaciones.
Mientras sea posible, vale más elegir su camino de
conformidad con las aspiraciones que se tengan. Pero,
¿cómo precisarlas? Tratando de analizarse y, para ayu­
dar a ese análisis, comportándose con otros.
Nuestras observaciones nos permiten repartir en ocho
tipos generales las características inspiradoras de la
orientación profesional. El bosquejo de esos ocho tipos
ayudará a cada cual a discernir sus propias disposiciones.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 125

Tipo A . — No exige otra cosa que recursos que le


permitan subsistir apaciblemente. Su ideal es un empleo
que no requiera sino trabajos fáciles de aprender y eje­
cutables, por decirlo así, sin esfuerzos, sobre todo sin
esfuerzos de atención o de reflexión. Ese tipo aborrece
toda preocupación. Las sinecuras administrativas le con­
vienen perfectamente. Si obtiene una de ellas, esto cons­
tituye para él el éxito. Se concibe que a las naturalezas
condicionadas según el tipo A les sea extremadamente
penoso poner en práctica nuestras indicaciones. Sin em­
bargo, a menudo les es eso indispensable, incluso si
limitan sus deseos a la obtención de un puesto poco lu­
crativo pero tranquilo, porque hay competición, con­
curso, y, por lo tanto, necesidad de estudios previos,
arduos a veces. Sugestionable y dócil, el tipo A tiene
también su lugar como satélite, alter ego, secretario,
sirviente. Si no llega a vencer su punto débil — una
extrema flojedad— , su razón y su moralidad se defien­
den difícilmente cuando surge el cebo de la ganancia
fácil, aunque sea improbable o delictiva. Para él es del
mayor interés reaccionar, es decir, no jugar jamás ni
arriesgarse nunca.

Tipo B. — El segundo de los tipos no siente predilec­


ción por ninguna clase de trabajo especial. Pero, en él,
el instinto de conservación, muy ardiente, muy ávido,
no rehúsa la fatiga con tal que el esfuerzo sea remune-
rador. Cuando ha logrado la seguridad, el deseo de ad­
quirir persiste en él y le sacrifica con gusto todo lo
demás. Aunque sus necesidades sean más dispendiosas,
126 PAUL C. JAGOT

le agrada saberse provisto siempre cada vez más abun­


dantemente y, aun cuando posea con exceso, teme to­
davía carecer de medios de vida. Todo género de tra­
bajo muy bien retribuido, por duro que sea, satisface
al hombre del tipo B. La jomada de doce a quince horas
no le desanima. El nivel de sus aptitudes y las circuns­
tancias deciden de la profesión en que él perseguirá su
objetivo: explotación agrícola, acarreos, trabajos de
fuerza, producción industrial, empresas peligrosas, ne­
gocios de mucha sujeción, etcétera.
Animoso y tenaz, el tipo B consigue generalmente sus
fines, demasiado simplistas para favorecer el desparra-
mamiento de su pensamiento. Pero esa medalla tiene su
reverso: rudo, impulsivo, cerrado a los grados superio­
res de la cultura, ese género de hombre sufre un des­
gaste rápido porque carece de mesura y abusa de sus
recursos vitales. Además, su naturaleza le predispone
a violentas pasiones y a insensatas cegueras, no sin
peligro para él y para los demás. Todo cambia si sabe
hacerse dueño de sus instintos y de su animismo: enton­
ces triunfa menos materialmente, pero asegura su pro­
pia vida.

Tipo C. — Para el tipo C, la palabra éxito implica


no sólo la idea de una elevación material, sino también,
y sobre todo, la satisfacción activa de una necesidad
constructiva de la sensibilidad intelectual: adquirir un
virtuosismo cualquiera para una tarea, modesta o de
orden superior, pero que necesite una agudeza senso­
rial refinada, el gusto por una bella ordenación, la apti­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 127

tud estética. Del florista al arquitecto, del decorador al


fotógrafo, del escritor honorable al estilista de primer
orden, hay lugar para numerosas variedades del tipo C.
Tal persona que brilla en un rango modesto y triunfa,
si quisiera forzar su talento no obtendría ningún resul­
tado. De dónde la importancia que tiene para ese tipo
evaluar sin complacencia el nivel y la perfectibilidad
de sus disposiciones. Y encuentra con tanto mayor se­
guridad el éxito cuando, a fin de perseguirle, elige una
rama para la que esté cierto de encontrarse dotado de
conocimientos que le coloquen por encima del promedio
de los otros profesionales. Ya hemos hablado antes (pág.
33) del peligro que ofrece el mirar “hacia lo alto” . Ese
peligro están particularmente inclinados a correrlo los
individuos del tipo C. Éstos toman sus deseos y sus
aspiraciones por profecías, y por no haber mirado “con
justeza” — es decir, en la línea, en el campo de sus po­
sibilidades, lo cual les aseguraría el máximo de resulta­
dos compatibles con sus predisposiciones— , derrochan
sus energías intentando escalar cimas inasequibles para
ellos. Algunos, más avisados, se acantonan en una espe-
cialización muy personal en donde puedan pasar como
autoridades.

Tipo D. — Clasificamos en él a todos los hombres


impulsados por una inclinación a investigar, los busca­
dores, los ávidos de conocimientos de un orden cual­
quiera. De todos, son quizá los menos interesados.
Comprender, descubrir, conocer: he aquí lo que les preo­
cupa. Su deficiencia — cada cual tiene las suyas— es la
128 PAUL C. JAGOT

falta de sentido práctico. El sabio frustrado del bene­


ficio material de sus invenciones pertenece al tipo D.
Se ensalza su desprendimiento sin acordarse de la par­
te de abandono indolente que a ello se mezcla.
El hecho de sentirse atraído por las diversas cues­
tiones que componen los programas de estudios, orienta
hacia aquellas situaciones a las que no se asciende sino
mediante una suma de conocimientos de importancia.
Ese atractivo, esa avidez (véanse las páginas 39 y 53,)
a veces débil al principio, se intensifica si se la satis­
face con método. Es indispensable para todas las pro­
fesiones que necesitan del cerebro humano el registro
previo de un código de nociones extensas, precisas y
detalladas. Aunque con títulos muy diferentes, el De­
recho y las finanzas, por ejemplo, corresponden al tipo
D, así como las matemáticas superiores, la filosofía o
las ciencias experimentales.

Tipo E. — Engloba todos aquellos a quienes su acti­


vidad realizadora impulsa a crear o a ordenar mecanis­
mos, no ya únicamente en el dominio industrial, sino
en todo aquello en que puede desplegarse su tendencia
a combinar, a adaptar, a ingeniar. Resuelven los proble­
mas prácticos más fácilmente que cualquiera. Nadie
mejor que los individuos del tipo E tienen el senüdo
de la ley de la oferta y la demanda, del taylorismo, de
los elementos necesarios para un resultado cualquiera.
Es el temperamento E el que hace al mecánico y al
ingeniero de valía, al vendedor y al creador de nego­
cios, al representante diestro y al diplomático sutil.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 129

En otro punto de vista, la enseñanza requiere hombres


del tipo E, porque éstos tienen el sentido de adaptación
que permite exponer todas las cosas de manera tal que
son entendidas claramente. Las letras, las artes aplica­
das, la psicología de observación figuran también en el
campo de sus posibilidades.
La idiosincrasia que les caracteriza implica cierta
inclinación al desparramamiento.
Muy asimiladores, tienen gran trabajo en impedir
a su atención espontánea que se disperse sobre un gran
número de objetos. Para triunfar les es, pues, indis­
pensable aplicarse sobre todo a la concentración.

Tipo F. — De todos es el más combativo, porque


reacciona automáticamente contra cualquier antagonis­
mo. Su divisa, que él satisface aun cuando no se la
haya formulado, es: intervenir, imponerse, combatir,
asegurarse la supremacía. Un pugilista, un polemista,
un guerrero, son otros tantos avataras del tipo F. Este
lucha ardientemente, ásperamente por su propio interés
si su egotismo guarda una forma primitiva, material;
pero en otro orden de cosas, él se olvida de sí y lucha
por una causa impersonal. Vigoroso y poco culto, se
aficionará a la materia bruta, y experimentará placer en
moldearla, en imponerle formas o destinos determina­
dos: será entonces un metalúrgico, un forjador, un can­
tero. Si su envergadura intelectual alcanza el nivel
conveniente, atacará las formas del mal, contra las cua-
lés se siente muy bien armado. Entonces será policía,
cirujano o reformador. Un cierto grado de megalomanía
9
132 PAUL C. JAGOT

go de las tendencias que le orientan profesionalmente—


no pretenden tipificaciones absolutas, ya que estas úl­
timas son excepcionales. Casi todos nosotros tenemos
algo de dos o tres de los tipos sucintamente descritos
antes. Si el lector define a cuáles tiende, y en qué, eso
le inspirará sin duda acerca del género de realización
que mejor se adapta a su personalidad.
4. I n fo r m a r se

Cuando alguien se esfuerza en actuar con propósitos


maduramente deliberados, con todo conocimiento de
causa, elimina la mayor parte de los elementos de fra­
caso. Para ello le hace falta aportar un cuidado parti­
cular a la fase de información que preside las decisiones.
Así, la elección de un oficio, de un negocio, necesita una
investigación previa que es del mayor interés efectuarla
a fondo. Esa investigación debe tender a dos puntos:
Ante todo, ¿el oficio o negocio considerado, permite
obtener el resultado final hacia el que se tiende? ¿Sus
inconvenientes — siempre los hay— figuran entre aque­
llos que se es apto para hacerles frente?
La fuente más segura de información es el hombre
que ya recorre el sendero en el que se pretende pene­
trar. Id a ver trabajar a aquellos que hayan adoptado
la profesión que os sonríe. Tratad de entrar en rela­
ción personal con muchos de entre ellos y de hacerles
hablar por separado. Escuchad sucesivamente a los re-
134 PAUL C. JAGOT

cién llegados a tal profesión, a los hombres de edad


madura y a los veteranos. He aquí el medio de lograr
una documentación verdadera y detallada.
Para estudiar el valor de un determinado género de
negocios, para conocer exactamente sus resortes, el fon­
do de él y hasta sus reconditeces, es indispensable
iniciarse mediante la práctica, es decir, incorporarse
como empleado o colaborador a una casa en la que se
trate el género de negocios en cuestión. Será impruden­
te asumir de pronto la dirección de un organismo — di­
gamos, por ejemplo, un hotel o una librería— antes de
poseer la experiencia de las múltiples fases de tal nego­
cio. El número considerable de personas cuyo peculio,
laboriosamente adquirido, se funde en pocos meses, a
pesar de sus honrados esfuerzos, porque emprenden sin
preparación un negocio cualquiera, nos ha sorprendido
siempre, así como la ceguedad de aquellos que se lanzan
a lo loco a una empresa de la que no han calculado
los riesgos. Se dice que la fortuna ayuda a los audaces.
He aquí un aforismo cuyas víctimas son incontables. A
decir verdad, la fortuna no sonríe con largueza más que
a los audaces fríos y circunspectos.
5. D e c id ir

Entre aquello a que se quisiera llegar y lo que puede


lograrse al presente, puede parecer tan grande la se­
paración que se sigan de ello la indecisión y el descora­
zonamiento. Sin embargo, con trabajo y tiempo, las
lagunas se colman, los medios se adquieren y las eta­
pas se franquean. De tales etapas, la primera consiste
en alcanzar un objetivo al que se esté sensiblemente cer­
cano desde la última etapa. La principal decisión a
tomar es el “ponerse en camino” . Tal como vimos ya,
el éxito en cualquier asunto implica un nivel de ins­
trucción algo más elevado que el indispensable y un
conocimiento técnico tan detallado, tan extenso y tan
preciso como sea posible. Lo que hay que decidir antes
que nada es el tomarse el tiempo indispensable e im­
ponerse toda la aplicación necesaria para adquirir los
conocimientos especulativos y prácticos en cuestión. Al­
gunos años de asidua concentración conducen al éxito
a aquel cuya única preocupación es la de llegar a ser
136 PAUL C. JAGOT

experto en alguna cosa y aprender a explotar hábilmen­


te su valor. Muchos se dan de ello cuenta hasta la evi­
dencia, pero se atemorizan ante la perspectiva de tan
larga sujeción. Otros — imaginativos hasta el exceso—
creen haber llegado ya antes de haber partido, es decir,
se sienten investidos de todos los valores de la maes­
tría cuando apenas si acaban de comenzar el aprendi­
zaje. Una lúcida visión de las realidades muestra la
absoluta necesidad de decidirse si se tiende a obtener la
suma de resultados constitutivos del éxito, de entregar­
se en cuerpo y alma a la tarea durante un prolongado
período de tiempo.
6. A ctuar

Desde el momento en que se trata de proseguir con


método la ejecución de un plan, de reservarle todos los
pensamientos y todo el tiempo, las trabas y las diversio­
nes parecen multiplicarse. Después de haber vencido
las interiores, hay que desconcertar las del exterior. De
ahí la importancia de las indicaciones preparatorias da­
das a los capítulos.
La autosugestión, de la que se habla mucho, puede
prestar aquí reales servicios a condición de que no se
espere de ella sino aquello que puede proporcionar:
la creación y el retorno frecuente de imágenes propias
para fortalecer la firmeza en la ejecución de toda cosa
resuelta. ¿Qué imágenes hay que crear? Primeramente
la del resultado, a fin de estimular la avidez; en segundo
lugar la de la satisfacción inseparable del hecho de
imponerse todo acto o toda abstención previamente de­
cididos; en tercer lugar la del sentimiento penoso, del
pesar, que sobreviene después de una concesión a la
138 PAUL C. JAGOT

inercia o al placer inmediato. Ni la repetición automá­


tica de una fórmula ni las evocaciones vagas y fugitivas
dieron nada jamás.
La autosugestión no opera sino a condición de fijar
con frecuencia, largamente, el pensamiento sobre imáge­
nes convenientes, de vivir con intensidad, de obsesio­
narse si fuera posible. Los trabajadores infatigables
actúan incansablemente porque dos o tres pensamientos
ardientes predominan constantemente en su imaginación.
La idea de las ventajas aseguradas al hombre que sabe
ponerse a la obra a la hora prevista y sumirse en ella
durante horas, insensible a todo lo demás, nos parece
una de las más potentes autosugestiones. Potencia de
trabajo y capacidad de esfuerzo continuado: si se re­
presenta clara y constantemente que en ello reside lo
esencial y que todo lo demás es secundario, la avidez
de esas dos prerrogativas alcanzarán con toda certeza
el grado que determina la acción.
7. P e r s is t ir

Por muy juiciosamente que se proceda, siempre ha­


brá contratiempos: errores de apreciación, obstáculos
imprevistos, dificultades accidentales, etc. Hay que estar
resuelto a contemplar de frente todas esas adversidades,
a organizarse en forma que se reduzcan al mínimo las
consecuencias, y a “desgastarlas” mediante la persisten­
cia. Así se obtendrá a menudo alguna cosa: ideas nue­
vas, un progreso en la ingeniosidad o la firmeza, a veces
incluso una ventaja compensadora.
En los negocios, el éxito proviene frecuentemente del
solo hecho de haber sabido “durar” , porque a ese pre­
cio viene la experiencia, se logra una clientela y apa­
recen las oportunidades. Todo negocio sano, todo hom­
bre de valía, llegan a buen fin a condición de sostenerse.
Como todas las demás manifestaciones de la volun­
tad, la persistencia tiene su origen en una actitud espi­
ritual de la que se adquiere la costumbre a fuerza de
140 PAUL C. JAGOT

práctica. Las ocasiones de practicar abundan en grado


sumo. Ya es, por ejemplo, un texto que de pronto no
comprendemos y que tiende a fatigar nuestra atención;
o una tentación súbita en el curso del trabajo; o la
insistencia de un tercero que quiere se le sacrifique la
hora destinada a cualquier asunto personal. Persis­
tamos en cada caso. Analicemos palabra por palabra
el árido texto y resumámonos claramente las explica­
ciones que preceden. Neguémonos a ceder al intempes­
tivo deseo disociador de la aplicación. Declinemos cor-
tésmente, pero sin ceder, toda incitación a suspender
la ejecución de los actos previstos.
La reiteración de esos actos de firmeza engendrará
la persistencia, que a su vez desgasta el obstáculo como
la gota de agua corroe la piedra.
CAPITULO VII

El éxito personal

1. Disposiciones elementales.-2 . La calma y


la reserva. - 3 . L a firmeza. - 4. La compren­
sión de los caracteres. - 5 . L a táctica persua­
siva. - 6. La naturalidad. -1 . El animismo y
las disposiciones morales.
1. D is p o s ic io n e s elem entales

En el curso de todas las fases de la vida desempe­


ñan un papel importante el impresionar favorablemente, j
el inspirar confianza, consideración y los diversos gra­
dos de la simpatía y el saber influir sobre el pensamien­
to de sus semejantes. Ciertas calificaciones puramente ¡
físicas concurren a ello, sobre todo la forma del rostro,
la arquitectura corporal, la limpidez de la apariencia y ¡
el buen gusto en el vestir. Para poner todos los triun- i

fos en juego conviene no descuidar nada de lo que tien­


da a impresionar favorablemente la vista de las personas
con quienes hemos de tratar. Una perfecta higiene, una ¡
meticulosa corrección exterior se imponen, pues, antes |
que nada. Pero la observación demuestra que los ele­
mentos más esenciales del éxito personal son los ele­
mentos psicológicos y, en primer lugar, eso que común­
mente se denomina educación.
La educación podría definirse como el conocimiento
de todo lo que permite hablar y comportarse en todas
las circunstancias con un tacto exquisito. No se trata
144 PAUL C. JAGOT

de copiar las actitudes amaneradas o ceremoniosas de


que hacen ostentación ciertos seres sutiles que confun­
den la afectación con la distinción, sino de inspirarse
en un código de conveniencias eloborado según las
enseñanzas de la experiencia y en vista del placer que
procuran las relaciones humanas. Contención y manejo
de las susceptibilidades respecto a la edad, al sexo y
a las convicciones, sentido jerárquico, discreción, me­
sura, cortesía; tales son las directivas generales del Có­
digo de las conveniencias en cuestión. Y esto no sólo
importa en las relaciones extraprofesionales, sino tam­
bién y sobre todo en los negocios, en los vulgares por­
menores de la vida utilitaria cotidiana. Para hablar el
lenguaje técnico de los especialistas de la sugestión, la
observancia de las reglas de una buena educación per­
mite crear, en casi todas esas entrevistas, frente a aquel
con quien se trata, el estado receptivo y por consiguiente
la simpatía, concillándose con cada interlocutor y abrien­
do en cada cerebro un acceso al germen de los pensa­
mientos que estamos deseosos de ver en eclosión. No
nos proponemos exponer aquí el detalle de los “usos y
conveniencias” , ya que al lector atañe proveerse de uno
cualquiera de los numerosos manuales relativos al deco­
ro y estudiarlo meticulosamente.
En un precedente volumen (1) hemos tratado la cues­
tión de la palabra, de la voz y de la elocución, por lo
cual no volveremos a tratar de ello aquí. El hombre

(1) Véase, del mismo autor y de esta Editorial, E l Arte de hablar


bien y con persuasión.
I.OS SECRETOS DEL ÉXITO 145

o la mujer deseosos de perfeccionar sus medios de


conseguir el éxito personal, habrán de tener el mayor
interés en adquirir la pureza gramatical, la claridad y,
si es posible, la facilidad de palabra. Eso es un comple­
mento indispensable de la educación propiamente dicha.
La puesta en práctica de las tres series de indicacio­
nes de este corto apartado, a saber: cuidadoso aspecto
exterior, impecabilidad de maneras, y mesura y correc­
ción del lenguaje, ayudará al temeroso a enardecerse
y al impulsivo a contenerse. Bastará para hacer atrac­
tivos hasta a aquellos cuya fisonomía o formas cor­
porales están aquejadas de algún defecto imperfectamen­
te coercible.

10
2. La calm a y la r eser v a

Recomendable desde otros muchos puntos de vista,


la calma favorece particularmente el éxito personal. Es
el mejor medio de hacerse invulnerable a las influen­
cias exteriores, de permanecer constantemente lúcido
y reflexivo, de apaciguar las violencias y de desconcer­
tar a los audaces. Además, toda individualidad en calma
determina en tomo suyo una impresión de quietud. Su
presencia es agradable. Se la busca en momentos en que,
en cambio, se procura alejar a los agitados y los habla­
dores porque engendran el desorden y la fatiga. Posi­
tivamente, la calma seduce y subyuga.
De todo eso nadie duda; pero la mayoría de aquellos
que de continuo se dejan gobernar por sus impresiones,
sus emociones y sus impulsos — en una palabra, por sus
nervios— se persuaden fácilmente de que les es impo­
sible vencer su manera de ser. Si se aplicaran seriamen­
te una hora diaria durante tres meses, comprobarían lo
contrario. Ciertos estados de origen patológico son do-
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 147

minados difícilmente. Mas he aquí un caso entre los


peores:
“Mientras yo hablaba con el director de un mani­
comio — refiere Crépieux-Jamin (1)— , un loco se le
aproximó y le dijo:
”— Me da el corazón que hoy voy a romper mis
ropas.
”— Ya sabe lo que le he prometido —respondió
el director— ; si vuelve a empezar, haré que le den un
baño de tres horas.
”E1 desdichado se alejó lentamente, sin decir pa­
labra. El baño tibio prolongado es un terrible debili­
tante; se ordena en particular a los maniáticos agitados
que se entregan a violencias. Es a la vez un tratamiento
y un castigo para aquellos en quienes se sospecha que
hay exageración en sus crisis.
”Este que acabábamos de oír rompía sus ropas mu­
chas veces por mes. Se le daban baños aumentando
cada vez la duración de éstos. El pobre enfermo los
temía mucho; pero su eficacia estaba demostrada por
el espaciamiento, cada vez mayor, de los accesos.
"Cuando volví al asilo después de algunas semanas,
mi primer cuidado fue informarme si aquel maniáti­
co seguía rompiendo sus ropas.
”—No — me dijo el director— ; resiste victoriosa­
mente.
' ”Y entonces pensé: si los mismos locos rectifican su

(1) J. Crépieux-Jamin, Les élém ents de Vécriture des canaiíles. Un


volumen ilustrado con 169 documentos grafológicos.
148 PAUL C. JAGOT

conducta, ¿cómo puede negarse que, en cierta medida,


no seamos dueños de nuestras pasiones y, por consi­
guiente, de nuestro destino?”
La moraleja que deduce de la anécdota el sutil psi­
cólogo J. Crépieux-Jamin, se ofrece a las meditacio­
nes de todos aquellos a quienes parece vedada la adqui­
sición de la tranquilidad. Que lean de nuevo los capítulos
IV y V del presente volumen: el mejor camino para
conquistar el imperio sobre sí mismo viene indicado en
ellos, y por poco que se lo propongan, con una verdade­
ra buena voluntad, los progresos serán más rápidos
de lo que parece. Tened la avidez de la calma y los
esfuerzos serán ligeros. Decidid que queréis llegar a
estar en condiciones de que nada ni nadie pueda las­
timar vuestra estabilidad moral. Haced de e&o una es­
pecie de ideal, una cuestión de dignidad personal. Así
que notéis que vais a manifestar irritación, cólera, in­
cluso vivacidad nada más, reaccionad, recuperaos. Pron­
to reinaréis sobre vuestro propio psiquismo, sobre vues­
tros nervios, y poseeréis así una rara superioridad.
Han sido combinadas muchas clases de ejercicios
especiales para ayudar a la instauración de la calma,
pero no retendremos sino dos. Ni uno ni otro exigen
un sacrificio de tiempo. El primero consiste en hablar
siempre reposadamente, sin la menor precipitación, cua­
lesquiera que sean las circunstancias. A veces eso es fá­
cil; por ejemplo, en una conversación apacible. Pero aun
en ese caso, a menos que uno se vigile, la tendencia
a hablar demasiado predomina, y si no se vence ante
todo esa tendencia cuando esto es fácil, sólo se logra­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 149

rá con mucho trabajo cuando sobrevenga una causa cual­


quiera. La segunda de las dos prácticas en cuestión es
la habituación a la íntegra relajación muscular. Hay
un momento muy indicado para ello: la hora cotidia­
na de irse a la cama. Entonces hay que extenderse,
quedarse inmóvil e imaginarse que uno pesa como una
masa inerte en todos sus segmentos.
Lo mismo que la calma, la reserva contribuye al
éxito personal. El hombre reservado conserva el secreto
de sus principios directivos, de •su filosofía de la existen­
cia, de sus puntos de vista especiales sobre los seres
y las cosas, de sus empresas, proyectos o aspiraciones
profundas. Evita hablar de sí, incita al contrario a los
otros a exteriorizar sus pensamientos, y esto sin per­
mitirse preguntas indiscretas, pero informándose de la
opinión de su interlocutor.
La reserva previene las familiaridades e impone la
moderación. Favorece, en aquellos en quienes se impo­
ne, el espíritu de observación, la agudeza analítica y
el discernimiento de los caracteres, lo cual les impide
cometer despropósitos.
3. L a f ir m e z a

Ser firme es persistir en comportarse de una manera


premeditada a pesar de verse llevado a separarse de la
línea de conducta trazada o solicitado a cometer una
falta. La firmeza supone, pues, como condición ini­
cial, el asentimiento a reglas deliberadamente elabo­
radas; dicho de otro modo, a decisiones. Un carácter
resuelto inspira de pronto una cierta consideración que
jamás obtienen los inconsistentes. Estos últimos se de­
jan fácilmente arrastrar, apiadar o emocionar sin moti­
vo y obran a veces contra sus intereses de toda clase.
Siempre se encuentra alguien dispuesto a abusar de un
carácter débil. Por otra parte, el hombre sin firmeza de
carácter, por bien intencionado que sea, no inspira
ninguna confianza, porque se sabe que, aunque prometa
de buena fe, sus determinaciones se desvanecen al me­
nor soplo. No se puede contar con él. Para ganar en
determinación, en continuidad, en estabilidad, ya han
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 151

sido indicados en el capítulo IV los primeros pasos a


dar. Así que se domina suficientemente las resistencias
surgidas del interior — es decir, de las inclinaciones per­
sonales— , se hace mucho más fácil vencer las influen­
cias del exterior, es decir, las sugestiones de otros.
La costumbre hace el resto.
Toda ocasión de resistir a las solicitaciones que se
hayan concebido, deberá ser considerada con prontitud
por cada cual como la oportunidad para llevar a cabo
un ejercicio fortalecedor. Se aprende muy bien a rehu­
sar sonriendo y a mantener su negativa con la misma
cortesía, eludiendo toda discusión, toda exposición de
los motivos. Hay un arte que no se adquiere sino es­
forzándose: el de prevenir el descontento por la expo­
sición hábil del pesar, de declinar cordialmente un ofre­
cimiento o de librarse de algo con elegancia. Sin embar­
go, al principio es mejor no preocuparse demasiado de
la impresión producida. Acaso se os califique de poco
sociables o de obstinados; pero eso ya será un progre­
so, porque la peor reputación en que puede incurrirse
es en la de ser débil y sugestionable.
Otro género de ejercicio se ofrece cuando hay ma­
teria para ciertas diligencias, contestaciones o solicita­
ciones. En ese caso, provisto de una enérgica calma
y de la intención decidida de no dejarse desconcertar
ni por una acogida poco amistosa ni por imprevistos
argumentos, es preciso sostener el propio punto de vista,
examinando reposadamente aquello que se os oponga
y respondiendo sin apresuramiento, con la determina­
ción de triunfar. Tanto como deprimen las discusiones
152 PAUL C. JAGOT

inútiles, dinamiza la energía un asalto verbal conducido


o sufrido con miras a un resultado positivo.
Todos los tratados de magnetismo personal recomien­
dan ciertas “actitudes de firmeza” . Por ejemplo, el hacer
uso de la mirada fija central, que consiste en mirar a
toda persona a quien se habla al punto central de una
línea imaginaria que una las comisuras internas de los
ojos. Esta práctica tiene su importancia; pero no cons­
tituye, como algunos lo dan a entender, un medio casi
mágico de influencia. Contribuye a la concentración del
espíritu de aquel que la utiliza y, por otra parte, aca­
para la atención de su interlocutor. Pero la mirada más
fija no influye apenas si el psiquismo que queda detrás
carece de vigor y de decisión. No son los ojos los que
fascinan: es el ardor volitivo que expresan. Aun en el
caso clásico de la serpiente o del gato y el pájaro, es
la avidez ardiente y concentrada del primero lo que pa­
raliza su presa. Importa mucho más cultivar una firme­
za profunda que afectar la apariencia de ello.
4. La c o m p r e n s ió n de los caracteres

Para impresionar deliberadamente a alguno en un


sentido determinado; para estar de acuerdo con todo
individuo del que a diario hay que tolerar la presencia
—un asociado, por ejemplo— ; para darse cuenta de lo
que puede esperarse de cada cual; para dirigir un per­
sonal o para conciliarse a las personas de las que se
depende, de cualquier manera que esto sea, presta ines­
timables servicios la psicología de la observación. Esta
tiende a pronosticar los componentes de cada sujeto,
los móviles deliberados o espontáneos de sus actos, sus
reacciones probables en tal o cual eventualidad, lo que
le agrada y lo que le disgusta, a qué es sensible, de qué
parece capaz y de qué incapaz. Pero ¿en qué basar los
pronósticos? Sobre lo que el individuo considerado re­
vela por sí mismo inconscientemente por su actitud,
sus expresiones, sus entonaciones, su lenguaje, sus mi­
radas y su comportamiento general. No todo el mundo
dispone del tiempo necesario para iniciarse en la inter­
154 PAUL C. JAGOT

pretación caracterológica de las fisonomías o de las es­


crituras, pero cada cual puede ejercitarse en observar
directamente aquellos que le rodean y en esforzarse en
comprenderlos — lo cual no significa que deba sufrir­
los— . La tarea no exige ningún don excepcional de pe­
netración; la mayoría de las personas manifiestan una
expansividad, una espontaneidad tales, que basta estu­
diarlas con atención cada día, durante una o dos se­
manas, para darse cuenta, no sin precisión, de la mayor
parte de los resortes de su personalidad.
A fin de clasificar y de interpretar convenientemen­
te vuestras observaciones, será para vosotros interesante
orientar sucesivamente sobre tres objetivos vuestras in­
vestigaciones:

A. Definir lo que el sujeto trata de parecer;


B. Definir lo que se imagina saber, poder, mere­
cer, etc.;
C. Definir lo que es, lo que sabe, lo que puede
realmente.

A. Lo que el sujeto trata de parecer. — Creemos


haber hecho resaltar que la mayoría de los seres hu­
manos se preocupan más de lo que de ellos se piensa
que de sus calificaciones reales. Les importa poco, por
ejemplo, comprobar en sí tal o cual inferioridad con
tal de que nadie la conozca. Entonces ponen toda su
atención en que su defecto no sea descubierto. Hablan
y proceden con miras a prevenir toda sospecha. El cui­
dado y la insistencia que en ello ponen constituyen
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 155

excelentes indicios para quien sabe abrir sus ojos y sus


oídos. De igual modo, el hombre o la mujer fuertemen­
te decididos a conseguir ciertas ventajas que no pueden
asegurarse para sí, a menudo encuentran una especie de
compensación en dejar creer en torno suyo que poseen
esas ventajas. Finalmente, no faltan personas que cons­
cientemente se esfuerzan, con miras interesadas, en re­
vestirse de las apariencias de una personalidad muy
otra de su verdadera individualidad. De ahí lo útil
que es tratar de darse cuenta, antes que nada, de lo
que pretende parecer la persona a quien se observa.
Analizad sus palabras. Preguntaos qué es lo que ella
quiere hacer al hablar como lo hace, qué ideas trata
de hacer nacer y qué inclinaciones descubre todo ello.

B. Lo que el sujeto cree ser. — Ciertos individuos,


por completo instintivos, no tratan ni siquiera de for­
marse una idea de su personalidad; otros, en cambio,
verdaderamente reflexivos, se analizan y se evalúan muy
objetivamente. Unos y otros constituyen dos clases ex­
tremas de excepciones, porque la mayoría de los hom­
bres y de las mujeres se imaginan estar dotados y
calificados de otro modo a como lo están verdaderamen­
te. De manera inconsciente, de muy buena fe, se atri­
buyen todo aquello de que carecen para realizar el tipo
que quisieran ser. No es difícil calcular la distancia que
separa su verdadero grado de inteligencia, de sensibi­
lidad, de energía y de saber, de aquel que se figuran
poseer. Una sola observación da la medida de ellos:
basta con darse cuenta de las imprecisiones, inexacti­
156 PAUL C. JAGOT

tudes o exageraciones que aportan en la exposición de


un hecho del que ha podido seguirse con atención su
cumplimiento.
Los imaginativos pretenden, con más o menos can­
dor o afectación, a un cierto número de ilusorias
prerrogativas, a la obtención de resultados que se hallan
fuera de su alcance. Se equivocan acerca de los verda­
deros móviles de sus pensamientos, de sus sentimientos
y de sus actos, sobre la importancia de su papel y en
cuanto a las disposiciones de otros a su respecto. Al
observarlos es del mayor interés no dejarles conocer
nada de lo que en ellos se va comprobando.

C. Lo que el sujeto es realmente. — Las dos pre­


cedentes series de observaciones darán lugar a elimi­
naciones, después de las cuales se podrá analizar lo
que hay detrás de las actitudes y las apariencias, y
luego será posible definir metódicamente los valores
y deficiencias del sujeto.
He aquí los principales puntos a evaluar:

1.° Constitución física. — Características del rostro


y de la estatura. — Vigor vital. — Fuerza muscular.
— Instintos e inclinaciones materiales. — Defectos y de­
bilidades eventuales.

2.° .Grado y modalidades de la sensibilidad.—


Emotividad. — Impresionabilidad. — Inclinaciones sen­
timentales. — Sociabilidad.
LOS SECRETOS DEI. ÉXITO 157

3 ° Objetividad. — Equidad. — Benevolencia e in­


dulgencia razonadas. — Humanidad.

4.° Grado de instrucción. — Categorías, extensión


y profundidad de los conocimientos. — Avidez intelec­
tual. — Lógica. — Valor especulativo científico, reali­
zador de la inteligencia.

5.° Reflexión y espontaneidad.

6.° Avidez en general. — Energía. — Actividad. —


Combatividad. — Adquisitividad.

7.° Tendencias predominantes. — Singularidades.


— Predisposiciones excepcionales.

8.° Manifestaciones conocidas del sujeto en el pa­


sado.

Cada uno de los puntos que acabamos de enumerar


engloba toda una serie de otros puntos, secundarios
éstos. Son como “cajones” donde clasificar acertada­
mente las observaciones. Por lo demás, el lector podrá
establecer de otro modo el orden de sus investigaciones.
Lo esencial es llegar a explicarse claramente la génesis
de los hechos y gestos de cada individuo sobre el que
se desea influir. Casi nunca es útil precisar todas las
características antes mencionadas. A menos de tratar­
se de un caso que exigiera un análisis muy detallado,
completo, se tenderá únicamente a hacerse cargo de
158 PAUL C. JAGOT

aquellos medios psicológicos del sujeto que tengan rela­


ción con la clase de trato que se pretenda tener con él.
Con un poco de práctica y algo de experiencia, eso se
efectúa con rapidez y por decirlo así automáticamente.
De ese modo es cómo los representantes hábiles, los
buenos vendedores, los corredores y, en general, todos
aquellos que en sus relaciones con el público aportan
algo de espíritu observador, se forman al instante una
justa idea de las disposiciones de aquellas personas a
quienes se acercan.
5. L a t á c t ic a p e r s u a s iv a

Supongamos que los cuatro primeros apartados de


este capítulo han sido comprendidos bien y puestos
en práctica concienzudamente por vosotros. Entonces,
de vuestra personalidad se desprenderá una influencia
que denominamos atractivo porque tiene por efecto pre­
venir a las personas en vuestro favor, incitarlas a buscar
vuestro trato, a acudir a vosotros, a tomaros en con­
sideración. Vuestra presencia les será agradable. Algu­
nos os darán pruebas espontáneamente de excesiva
complacencia y de una confianza extrema. Otros se mos­
trarán más reservados. Pero a todos causaréis cierta­
mente una impresión favorable.
Por otra parte habréis adquirido la costumbre de
analizar los caracteres, y ya no os faltará sino penetra­
ros bien de las reglas siguientes para llegar a formar
vuestra habilidad persuasiva.

A. Para lanzaros al asalto tened aplomo. — Cuan-


160 PAUL C. JAGOT

do os sintáis deprimidos en lo físico o en lo moral, no


será ese el momento de tratar un negocio o de influir
sobre el pensamiento o el comportamiento de otro. Ele­
gid para ello los días en que poseáis vuestro máximo
de lucidez de espíritu, de energía, de seguridad y de
imperturbabilidad.

B. Procuraos un conocimiento profundo de aque­


llo de que habléis o de lo que queráis sugerir. — En
general creaos la reputación de un hombre que no expo­
ne sino aquello que es absolutamente cierto, que no se
extiende jamás acerca de un tema del que no haya pe­
netrado todos los arcanos. En particular, si vendéis
alguna cosa, aseguraos el conocimiento profundo del
artículo y del mercado. Extended este principio a vues­
tros asuntos privados: reflexionad bien qué queríais
sugerir, acumulad y ordenad el mayor número posible
de nociones acerca de tal tema. Para hacer nacer un
sentimiento, estudiad la psicología de ese sentimiento,
examinad las diversas vías por las cuales se puede
crear. Si tratáis de interesar a alguno en una cuestión,
en un proyecto, buscad la manera de presentar la cues­
tión o el proyecto de una manera atrayente en sí y
seductora para el interesado.

C. Orientad la elección de vuestros argumentos con


miras a la satisfacción del sujeto. — Tended a hacer evi­
dente que el hecho de conformarse a vuestras suges­
tiones implica la satisfacción de una o muchas de las
tendencias del sujeto. Nadie se acomodará jamás a vues­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 161

tra opinión tan sólo por seros grato, a menos que tenga
interés en ello o que satisfaga así una necesidad de
orden sentimental. En la casi totalidad de los casos, es
al egotismo puro y simple de cada cual a lo que hay
que dirigirse. Pero, ¿a qué modalidad del egotismo?
/.Material? ¿Afectivo? ¿Imaginativo? ¿Intelectivo? A
vosotros os toca decidir en cada caso según las nociones
que hayáis constituido acerca de la psicología de vuestro
interlocutor.
D. No despertéis el antagonismo. — Toda crítica,
toda alusión a cualquier cosa de que el sujeto pueda
sentirse ofendido, toda desaprobación rotunda, toda
señal de impaciencia y de apresuramiento para acabar,
son grandes errores tácticos: suscitan la defensiva, cuan­
do hay lugar a crear el estado receptivo. Aun cuando
se trata de combatir un defecto en un niño, repitiéndole
que lo tiene se hace que arraigue más en él. Si, al con­
trario, se trata de entusiasmarle con los resultados de
la cualidad inversa y se insiste en esto infatigablemente,
el defecto se elimina. Según eso, nada de palabras vivas,
nada de agresividad: un tono apacible, positivo, ex­
presiones cuidadosamente, pensadas y una mirada resuel­
ta pero tranquila.
E. Reservaos vuestro objetivo. — No empecéis por
decir: “He aquí lo que yo querría” ; no sentéis la con­
clusión antes de la exposición. No sentarla en modo al­
guno será lo mejor. Vuestras palabras deben concurrir
a que el sujeto conciba, desee y decida por sí mismo
en el sentido que pretendéis. Haced nacer en él el
u
162 PAUL C. JAGOT

deseo de proceder según vuestras intenciones. Decidle


cosas que le den la idea que desearíais verle concebir.
La oferta, la proposición, la incitación precisa no
deberán intervenir sino cuando, de antemano, se han
prevenido todos los pensamientos hostiles y suscitado
todas las reacciones favorables a un asentimiento.

F. Tomaos el tiempo necesario. — Después de ha­


ber sembrado, es decir, luego de haber efectuado una
primera serie de sugestiones, hay que dejarles a éstas
el tiempo necesario para operar, y después se volverá
a la carga una segunda, una tercera vez, siempre con
un compás de espera entre cada dos sesiones, y así su­
cesivamente. Vuestras palabras, por lo menos en parte,
guían necesariamente al inconsciente, esto es, a la ima­
ginación, la memoria y la sensibilidad del sujeto, que
se las hace suyas. Después de vuestra partida, al día
siguiente, en los subsiguientes, durante su sueño y du­
rante el día, las impresiones que habréis determinado en
él le encaminarán a vuestros fines. Se ha dicho una y
mil veces: “en la repetición reside la fuerza de la suges­
tión” , y esto tanto mejor cuanto más hábilmente varía
la forma de las sugestiones tendientes al mismo objeto.
Todas las disposiciones pueden ser consideradas como
modificables por diestras y reiteradas sugestiones. In­
versamente, a menos que una mentalidad no sea prepa­
rada a admitir, a dar acogida a una idea, no se consigue
sino hacérsela hostil si se pretende inculcarle ésta de­
masiado rápidamente. El método gradual y paciente
tiene, pues, el máximo valor.
6. La n a t u r a l id a d

Sólo después de un tiempo generalmente bastante


largo de autovigilancia y de esfuerzos diarios, será lo
bastante habitual la puesta en práctica de nuestras in­
dicaciones para dejar de dar la impresión de una violen­
cia. A partir de tal momento, la observancia de los
diversos principios expuestos en el curso del presente
capítulo alcanzará su plena eficacia, porque “lo natural”
decuplica el efecto de cualquier actitud. Hasta que se
haya adquirido pacientemente, deben esperarse tantas
dificultades como resultados. Por ejemplo, los cambios
de maneras que poco a poco irá imponiéndose el inte­
resado, probablemente serán notados y comentados. La
ironía hará uso de sus ingratos instrumentos y la críti­
ca entrará en juego. Incluso es posible que la firmeza
opuesta por el lector a determinadas tentativas de ha­
bituación le valgan ciertas señales de hostilidad (debi­
das no ya a la misma repulsa, sino al recuerdo del tiem­
po en que él no osaba decir no).
164 PAUL C. JAGOT

Bien entendido que el hombre advertido no dejará


de considerar los disgustos del período de adaptación
sino como algo sin importancia y los utilizará para ejer­
citarse en la impasibilidad y en la persistencia.
En el curso de todo aprendizaje, los primeros ensayos
revelan la inhabilidad, la falta de destreza del princi­
piante. No se aprende a nadar o a montar en bicicleta
sin ejecutar falsos movimientos. Si fuerais admitidos
a ver cómo trabajan su dicción los futuros trágicos y
cómo se esfuerzan en buscar los acentos que “dicen
bien” , ese espectáculo probablemente os parecería de
lo más cómico. Pero cuando el artista, a fuerza de tra­
bajo, se ha forjado su talento, emociona y levanta en
vilo a las multitudes.
Por otra parte, nuestra comparación no es riguro­
samente exacta, porque la adquisición de la actitud
atractiva y la práctica de las tácticas persuasivas pueden
efectuarse sin forzar la atención de otros, salvo de una
manera accidental.
El mejor modo de adquirir rápidamente la natura­
lidad, es la asiduidad de los ejercicios y la concentra­
ción del espíritu hacia el fin que se quiere alcanzar. Para
ello, léanse y reléanse las instrucciones precedentes a fin
de saturarse de ellas la imaginación; procure represen­
tarse cada cual tal como será cuando haya dominado
íntegramente dichas instrucciones, y póngase el mayor
cuidado en perfeccionar la propia sociabilidad día por
día.
7. El animismo y las disposiciones morales

Voluntad, táctica y procedimientos no son por lo


demás los únicos factores del éxito personal. Así, la
habilidad persuasiva se decuplica mediante el impulso
interior, por el entusiasmo real. El papel de las indi­
caciones del apartado 5 es dar a una convicción sin­
cera el modo de expresión más eficaz. Cada vez que
sintáis profundamente aquello que tratéis de inculcar
y observéis las leyes de la sugestión, procurad estar
seguros de vuestra influencia. El vendedor, el represen­
tante bien penetrados del valor de lo que ofrecen y do­
minando el arte de expresarse claramente, se hacen es­
cuchar y logran que se les otorgue confianza. Sin el
fuego ardiente de la verdadera emoción, el orador o
el predicador no impresionarían profundamente a sus
oyentes, a pesar de una elocución basada en una bella
dicción y en una fina estrategia retórica. El valor intrín­
seco y la sinceridad del pensamiento importan mucho
más que la claridad y destreza de exposición.
Inconscientemente, exteriorizamos siempre más o me­
166 PAUL C. JAGOT

nos nuestras verdaderas disposiciones respecto a los


demás. Aunque disimuladas por la moderación o la
cortesía sistemáticas, la indiferencia, la sequedad de co­
razón, los móviles egoístas o pérfidos afectan a quienes
son el objeto de ellos. Inversamente, la benevolencia,
la simpatía, los sentimientos elevados se irradian, si­
quiera sea por su repercusión, en la expresión de la
mirada, en los rasgos fisonómicos y en la elocución.
La buena voluntad, la rectitud, la energía imprimen
su sello a la fisonomía, a las maneras, a la actitud.
Un perezoso, un disimulado, un picaro, un hombre
cruel, por muy provistos que estén de corrección y de
astucia, jamás producirán mucho tiempo ilusión y rara
vez impresionarán a alguno tan favorablemente como
un individuo íntegro, leal, trabajador y humano.
Un poco de abandono, ciertas inconveniencias, de­
terminados errores, bastan para restringir considerable­
mente la parte de éxito personal que pudieran conse­
guir tales gentes. Por otro lado, el tacto y la finura
no suplen sino en parte la intensidad y la calidad de los
movimientos del alma. La influencia personal — y los
éxitos que ésta engendra— resulta sobre todo de una
vida psíquica activa y bien orientada. El perfecto do­
minio del comportamiento exterior, aun cuando sea
importante, no opera por sí solo resultados profundos.
Los altos grados del encanto individual surgen de un
pensamiento límpido, comprensivo y matizado. Culti­
vemos, pues, nuestra sensibilidad, así como nuestra in­
teligencia especulativa, pero con deliberación y sin ce­
sar de gobernarla.
CAPITULO VIII

La cuestión salud

1. De la ceguera a la enfermedad. - 2. El es­


tado preenfermizo. - 3. Siete principios esen­
ciales. - 4. La hematosis. - 5 .L a actividad mus­
cular. - 6. El reposo y la economía. - 7. La
influencia del psiquismo.
1. D e LA CEGUERA A LA ENFERMEDAD

Tácito decía que todo hombre de treinta años de­


biera ser su propio médico. Bossuet, por su parte, afir­
maba que la salud depende más de las precauciones
que de los médicos. Pero, en nuestros días, la ense­
ñanza escolar insiste poco sobre las nociones indispen­
sables para la acertada conducción de los mecanismos
internos. Si hay dos cuestiones casi totalmente extra­
ñas a las tres cuartas partes del género humano, son
la Fisiología y la Patología.
Aquellos a quienes la Naturaleza gratifica con una
constitución atlética, prescinden alegremente de saber
cómo funcionan, se conservan o se alteran los órganos
que les constituyen. Resisten a todos los excesos, viven
muchos años y se extinguen normalmente. En cuanto a
su descendencia, que es la que paga sus errores, no se
preocupan de ella sino demasiado tarde. El sentimiento
paternal llevado hasta la solicitud preconcepcional no es
una virtud frecuente.
170 PAUL C. JAGOT

Contrariamente a esas enérgicas máquinas humanas,


tenemos la innumerable teoría de los débiles de todo gé­
nero, para quienes, desde la cuna, todo es “penalidades
y miseria” .
En fin, entre uno y otro de esos dos extremos, si­
tuemos a los individuos considerados como normales,
es decir, aquellos de resistencia media y sin tachas apa­
rentes.
De su médico deben esperar los débiles y los nor­
males consejos esclarecidos; pero de ellos mismos, de
ellos tan sólo, depende la observancia de las reglas gra­
cias a las cuales el débil se fortalecerá progresivamente
y el normal evitará las crisis inmovilizantes primero y
las invasiones diatésicas después.
Si preconizamos para todos la iniciación fisiológica,
es porque así serán mejor comprendidas y más seria­
mente tomadas en consideración las prescripciones for­
muladas por el higienista o el médico. Cada cual podrá
evaluar su constitución, discernir sus puntos de menor
resistencia y gobernarse con conocimiento de causa, a
fin de resistir y de inmunizarse lo más ampliamente po­
sible.
En el origen de toda enfermedad aguda hay necesa­
riamente una o muchas causas inmediatas denominadas
“determinantes” , más allá de las cuales no se busca ni
siquiera descubrir las deficiencias, las faltas y los errores
predisponentes, sin las cuales, a pesar de la ocasión de­
terminante, no se hubiera producido la enfermedad.
En el origen de toda enfermedad crónica hay igual­
mente una tendencia patológica congénita, que no se
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 171

ha tratado de compensar — por la excelente razón de


que se ignoraba— , y después errores cuya acción, pro­
seguida durante diez, veinte, treinta años, ha alterado
calladamente alguna región del organismo, hasta el
día en que un grave doblegamiento se ha impuesto a
la atención.
Por otra parte, mucho antes de que suene la hora
de un doloroso vencimiento, los signos premonitorios
no faltan. Discretos al principio, incitan al interesado
al inventario de su modus vivendi y manifiestan ya en
qué debería ser modificado éste. Bastaría entonces te­
ner esto en cuenta para atajar el proceso del mal.
Más tarde, las advertencias de éste toman un carác­
ter más doloroso, pero se le impone silencio a fuerza
de sedativos y se pasa a otra cosa, porque no se sabe
ni interpretarlos ni darles la importancia que conven­
dría.
2. E l esta d o p r e e n f e r m iz o

La normalidad fisicoquímica de la sangre y de los


plasmas deja que actúen con su máximo vigor las
autorreacciones naturales espontáneas gracias a las cua­
les son destruidos o llevados al fracaso o compensados
los agentes patógenos. Ese automatismo inmunizador
triunfa soberbiamente en las naturalezas fuertes, a las
que hicimos alusión antes. Pero incluso entre los débiles
puede ser fortalecido al precio de una cierta vigilancia.
Para ello basta con velar en evitación de las carencias
y las sobrecargas viciantes que resultan de una alimenta­
ción mal concebida y de una insuficiente eliminación de
los subproductos de la nutrición. La invasión humoral
por esas sobrecargas alcalinas, ácidas, nitrogenadas o
tóxicas es la que inhibe la función reaccional, sensi­
biliza los órganos y deja que se extiendan las prolifera­
ciones microbianas. Tal es el estado “preenfermizo” , al
cual sucede, según que el punto de menor resistencia
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 173

esté situado en una u otra viscera, la enteritis o la bron-


correa, la nefritis o la gastralgia, la flojedad de corazón
o la astenia nerviosa.
El doctor Cartón (1) dice en substancia: Toda en­
fermedad es una crisis de limpieza, un esfuerzo del
organismo para expulsar las toxinas, los elementos anor­
males, que se han acumulado. Ese esfuerzo obliga a
uno o muchos de los aparatos internos a un exceso de
trabajo momentáneamente perturbador pero salvador
al fin, si por lo menos queda energía vital que haga
el gasto. Ciertamente, si eso se repite muy a menudo,
el esfuerzo en cuestión trae consigo el desgaste, la irre­
parable lesión, la invalidez, por lo menos relativa.
El estado preenfermizo se caracteriza por enferme­
dades cada vez más frecuentes y cada vez más intensas.
Sin caer en la especie de obsesión que aqueja a los
maníacos de la autoscopia perpetua, conviene tener en
cuenta esas llamadas al orden, buscar con ayuda del
médico el origen probable y suprimir las causas. Cada
una tiene su significación, variable según las concomi­
tancias. Ninguna podría pasar inadvertida: jaquecas o
constipados repetidos, pesadeces postprandiales, aho­
gos, taquicardia, después de andar con rapidez o de
subir algunos pisos, pequeños accesos febriles, tos per­
sistente, brotes congestivos, aturdimiento, abatimientos
súbitos, sensibilidad anormal al frío o al calor, fatiga
muscular, sensaciones de pesadez, opresiones excesivas,
distracciones, somnolencia, postración o sobreexcitación

(1) Véase su Tratado de Medicina y de Higiene Naturista.


174 PAUL C. JAGOT

sucediendo a la actividad cerebral, irritación nerviosa,


inapetencia o hambre excesiva, enflaquecimiento o em­
botamiento; todos esos signos descubren que una etapa
ha sido ya franqueada en el camino que conduce a la en­
fermedad tal como se la entiende comúnmente.
Ciertas personas os dirán que no hay que escucharse,
os impulsarán a tratar todo eso con desprecio; otros os
alabarán el sello o la píldora que alivian, y otros os
asegurarán que basta con repetir “eso pasa” cincuenta
veces seguidas para que todo vuelva a estar en orden.
De vosotros depende no dejarse extraviar.
Cualquiera que sea el síntoma advertidor, os in­
forma:
— O que vuestra alimentación está mal constitui­
da, insuficiente en ciertos respectos, excesiva en otros,
debilitante o abrumadora;
— O que vuestros metabolismos carecen de estímu­
los, estímulos que sólo procuran el aire, el agua, el sol
y el movimiento;
— O que hacéis trabajar en exceso vuestra máquina
fisiológica de una manera u otra, sobre todo por inob­
servancia del descanso nocturno;
—O, en fin, que vuestra constitución comporta una
deficiencia hereditaria que se trata de paliar.
3. S ie t e p r in c ip io s e s e n c ia l e s

¿Por dónde es preciso comenzar para evitar las so­


brecargas y las intoxicaciones de que provienen el esta­
do preenfermizo y después la enfermedad misma? Por
una regulación racional de la función del tubo digesti­
vo y de sus anexos. Esa regulación se opera si uno
se conforma con los principios siguientes:

A. Espaciar convenientemente las comidas. — La


duración del tránsito estomacal es de seis a diez horas;
por otra parte, se sabe que la composición del jugo
gástrico varía según las diferentes clases de alimentos.
Dos comidas demasiado próximas entorpecen y hacen
trabajar en exceso al estómago y sus glándulas. La inges­
tión de la segunda viene a turbar el quimismo digestivo
de la primera. De ello no se da uno cuenta inmediata­
mente; sin embargo, un pequeño síntoma preciso, aun­
que discreto, testimonia bastante a menudo la lasitud
de la viscera demasiado frecuentemente atracada: la
176 PAUL C. JAGOT

inapetencia. Se sienta uno a la mesa y come porque es


la hora de ello; si los manjares son apetitosos, si hala­
gan el gusto, se les injiere con placer incluso sin gran
apetito. Pero el hambre, la verdadera hambre, la sen­
sación intensa de necesidad orgánica, ha huido. Para
recuperarla harían falta veinticuatro o cuarenta y ocho
horas de dieta hídrica: el tiempo necesario para eli­
minar todos los detritos que llenan y paralizan el tubo
digestivo; el tiempo de devolver a este último, mediante
un reposo justificado, su tono normal.
Cuando no se observan las condiciones que aseguran
el retomo periódico de una apetencia vigorosa, los me­
tabolismos nutritivos desempeñan su papel imperfec­
tamente. Por una parte ocurre que la asimilación se
efectúa mal y por otra que el hígado, el intestino y
los riñones, fatigados, eliminan incompletamente.
Los dos precedentes apartados han demostrado su­
ficientemente lo que a ello sigue: trastornos agudos al
cabo de algunos meses, trastornos crónicos pasados
algunos años. Si el interesado trata de reaccionar con­
tra la atonía que se dibuja, por medio de un estimulan­
te artificial: café, alcohol, aperitivos, vinos en abundan­
cia, precipita sencillamente el desenlace. Conviene, pues,
adoptar —ya que la vida civilizada se opone a que es­
peremos la aparición del hambre para comer— mo­
mentos espaciados por lo menos seis horas para efectuar
las comidas; por ejemplo: las siete, las trece y las vein­
te horas; es decir, dejar un mayor espacio de tiempo
entre las dos comidas principales. ¿Habrá que añadir
que la ingestión de cualquier cosa que sea, a excepción
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 177

del agua pura, entre las comidas, es indiscutiblemente


inconveniente?

B. Usar en la proporción conveniente las cuatro cla­


ses de alimentos requeridos para una nutrición íntegra.
— El organismo requiere nitrógeno, sales minerales, hi­
drocarburos asociados a grasas y, finalmente, alimentos
vivos y celulósicos. Suprimid de vuestra alimentación
o injerid insuficientemente alguno de los cuatro elemen­
tos mencionados y determinaréis carencias, es decir, ato­
nías. Rebasad la ración nitrogenada necesaria o uno de
los otros tres grupos de alimentos, y daréis lugar al
engrasamiento, a la sobrecarga, a la viciación humoral.
Un manual detallado de alimentación racional es in­
dispensable a cada cual; la substancia de ello no nos es
posible incluirla en la presente obra. Aparte la indica­
ción del principio general, debemos, pues, limitamos a
señalar dos errores más extendidos: la sobrecarga azoada
y la carencia vitaminocelulósica.
Es a la carne y al pescado a lo que en general se pide
prestado, casi exclusivamente, los nitratos nutritivos.
Cien a doscientos gramos son suficientes por día. Pero,
salvo excepciones muy raras, cada cual injiere dos, tres,
cinco veces más. Resultado de ello es que la urea y
otros subproductos tóxicos sobreabundan, y fatigan pri­
mero y corroen después el hígado, los riñones, las ar­
terias, sensibilizan la sangre y los plasmas a las inva­
siones microbianas. Sólo las constituciones formadas “de
cal y arena” resisten largamente. Para formarse una
justa idea de ello basta fijarse en una decena de perso-
12
178 PAUL C. JAGOT

ñas de unos cincuenta años de edad e interrogarlas acer­


ca de su salud.
Las substancias crudas, indispensables a causa de su
aportación de vitaminas y celulosas, son relegadas al
último lugar en las minutas de las comidas. En vez de
injerirlas al empezar a comer y sin adulteración, se las
desvirtúa aliñándolas con ácidos (vinagre) y comiéndo­
las al final de las comidas, lo cual disminuye conside­
rablemente su acción.

C. Obsérvese en cuanto a la cantidad una estricta


mesura. — Todos los higienistas lo dicen y lo repiten:
estamcw'mclinados a comer con demasiada abundancia.
La sobrealimentación, luego de haber figurado entre
los métodos terapéuticos, ha quebrado definitivamente;
pero aún persiste entre los que provisionalmente disfru­
tan de buena salud. Ya hemos hablado antes del ape­
tito normalmente intenso; pero también hay exageracio­
nes enfermizas de la avidez natural, exageraciones de
las que el tipo exacto es la bulimia, que en grado menor
están muy extendidas. Los que sufren dilatación de
estómago, por ejemplo, experimentan un alivio engaña­
dor al llenar su bolsa gástrica, que de ese modo van
distendiendo cada día más, hasta que una ptosis hiper-
fermentante les obliga a ponerse a régimen.
Salvo muy raras excepciones, todos somos, más o
menos, dilatados gástricos, porque, en el curso de nues­
tra infancia, nuestros educadores nos inculcaron los erro­
res alimentarios del siglo pasado, principalmente el de
que el bien comer consiste en comer mucho.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 179

Definir las cantidades convenientes para cada cual,


según su complexión, sus tendencias patológicas, y sus
desgastes musculares y de otra clase, es de incumben­
cia del especialista dietético; pero, a falta de otro cri­
terio, debe saberse lo que sigue: la menor pesadez des­
pués de la comida significa un exceso cuantitativo en el
tubo gástrico. Progresivas restricciones permitirán dar­
se cuenta de las proporciones justas.

D. La digestión empieza en la boca. — Los prime­


ros elementos de Historia Natural enseñan a los niños
que la trituración insalivada de los alimentos les hace
sufrir una modificación química inicial. El producto,
la materia prima, convenientemente tratado en la boca,
llega al estómago en el estado requerido para que el
segundo trabajo que incumbe a éste quede cumplido
íntegramente.
El olvido de esa elemental verdad es el origen de
muchas gastropatías o enteropatías.

E. La limpieza más indispensable es la del tubo


digestivo. — Un conducto de siete a ocho metros de
longitud, con múltiples repliegues, une la boca a los
emuntorios. Hasta con una alimentación casi normal,
hasta cuando se efectúan las dos evacuaciones intesti­
nales diarias, la cantidad de detritos, de toxinas y de
bacilos que tienden a acumularse en ese recorrido tu­
bular obliga a una juiciosa lesivación por lo menos men­
sualmente. Con mayor razón el hartazgo de alimentos
carnosos y la atonía intestinal — que son regla general
180 PAUL C. JAGOT

en la actualidad— necesitan se recurra con frecuencia


al viejo remedio de los tiempos de Moliere. Ciertamente
sería lo mejor favorecer la limpieza del tubo digestivo
únicamente por medio de una sobriedad bien compren­
dida, en la que la celulosa desempeñaría ampliamente
su papel de barrendero, y mediante la gimnasia abdo­
minal. Pero si uno no sabe decidirse a tal prudencia,
por lo menos debe abstenerse de dar vuelos a la im­
prudencia hasta el punto de no expulsar, con ayuda de
purgantes, una putrescencia tan peligrosa que Pauchet,
así como Metchnikoff, declararon homicida.
Entonces no son sólo la enteritis, la difteria, el tifus,
la apendicitis las que amenazan, sino también las múl­
tiples crisis orgánicas que siempre determina, más o
menos tarde, una sangre infectada y, en particular, las
más profundas depresiones psiconerviosas que a menudo
vienen originadas por una simple colibacilosis.

F. Desconfíese de la acidificación. — El uso de ali­


mentos ácidos (carnes, condimentos, vinagres, frutas in­
suficientemente maduras o ácidas por definición) irrita
la sangre y las visceras y determina crisis reaccionales
de limpieza que fatigan, debilitan y a menudo dejan
huellas lesiónales. La mordedura corrosiva de los áci­
dos no sólo ataca a la mucosa gástrica, sino también al
aparato hepático, al sistema vascular y a los riñones.
Una alimentación suave le deja al plasma su alcalinidad
normal, favorece la calma y la dilatación de las cuali­
dades morales que de ello se derivan. Es, pues, un fac­
tor de la salud que jamás se descuidaría sin riesgos.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 181

G. Favorézcase cerebralmente el acto digestivo.


— El esfuerzo cerebral y el trabajo digestivo jamás de­
berán ser simultáneos, porque este último no se efectúa
bien si se deja de consagrarle la integridad de las ener­
gías vitales y nerviosas. Por eso conviene no sólo no
sumirse durante la comida en una lectura apremiante,
sino también conceder un derivativo apacible y agra­
dable a las preocupaciones que puedan tenerse. A falta
de una sociedad de conversación atrayente y apacible,
mejor es hojear una revista alegre que comenzar a
rumiar las dificultades en que uno se encuentre.
Por otra parte, durante el período de autovigilancia
necesaria para adquirir la costumbre de tener en cuenta
las diversas prescripciones precedentes, el pensamiento
se fijará del modo más natural en la elección, ordena­
ción y masticación de los alimentos. Si se considera cla­
ramente el papel que éstos desempeñan, sus efectos y
la aportación de energía que de ellos se espera, se fa­
vorecerán con gran eficacia las operaciones nutritivas.
Si inmediatamente después de la comida se viera uno
obligado a una tensión de espíritu prolongada; si uno
se sintiera sobreexcitado, lo mejor sería concederse pre­
viamente un cuarto de hora de espera. Asimismo hay
que evitar el ponerse al trabajo demasiado pronto des­
pués de comer: unos cortos momentos de vagancia no
será una pérdida de tiempo, mientras que un brote con­
gestivo haría ciertamente más lenta la actividad.
5. La a c t iv id a d m u s c u l a r

Sin un mínimo de actividad regular de todas las


masas musculares, el equilibrio fisiológico en general y
la función cardiovascular en particular no pueden sino
alterarse. Este principio ha inspirado la composición de
diversas series de ejercicios, con aparatos o sin ellos,
que hacen jugar, contraer y trabajar sucesivamente cada
grupo de músculos. La práctica cotidiana de una serie
de ejercicios de ese género proporciona mejores efec­
tos, desde el punto de vista de la salud, que un deporte
violento al que uno se entrega generalmente con largas
intermitencias. Por lo demás, nadie debiera permitirse
esfuerzos deportivos antes de haber perfeccionado su
musculatura durante uno o dos años de asidua cultura
física.
La sesión matinal de cultura física, llevada hasta
la sudación y seguida de una ducha fría, es el preven­
tivo ideal contra las infecciones, los engruesamientos y
las esclerosis, el origen cierto de ese vitalismo físico y
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 185

cerebral que permite pensar y actuar con la lucidez y el


vigor requeridos para triunfar. Profundas debilidades
hereditarias encuentran en ello su regeneración. Desde
los primeros meses, las energías vitales se elaboran de
una manera sensiblemente más abundante, y a menudo
basta un año para modificar de un modo definitivo el
organismo.
6. El re p o so v l a e c o n o m ía

Digamos ante todo que nada puede reemplazar el


sueño nocturno ni paliar el agotamiento psiconervioso
de las noches pasadas en blanco. El insomnio, de ori­
gen a veces superficial, otras veces profundo, jamás
debiera ser descuidado. En el primer caso conduce di­
rectamente a la quiebra fisiológica, en el segundo de­
muestra que existen trastornos cuya investigación in­
mediata evitaría para más tarde largas inmovilizaciones.
Además del descanso normal de cada noche, podemos
ordenar nuestra actividad de tal modo que no engendre
ni tensión, ni sobreexcitación febril. Para ello basta con
proveerse de programas bien distribuidos en los cuales
cada tarea y el tiempo necesario para ello estén previs­
tos, con momentos de descanso, de relajamiento mus­
cular y mental. Una larga jomada sigue entonces apa­
ciblemente su curso y se cumple sin fatiga abrumadora.
En estas condiciones, el espíritu se halla de continuo re­
cogido y concentrado, lo cual repercute dichosamente en
la calidad del trabajo.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 187

El exceso de intensidad, el esfuerzo decisivo, el tra­


bajo abrumador dan lugar a lasitudes y a interrupcio­
nes. Erigidos en sistema, nada valen, incluso cuando
dan resultados materiales, porque más pronto o más
tarde crean alteraciones irreparables.
Evitándose el ruido, los placeres trepidantes, las ilu­
minaciones en exceso vivas, las discusiones y la presen­
cia de personas agitadas, se economiza una fatiga muy
notable. En los países en que “la vida intensa” se im­
pone a manera de un contagio psicopático, disminuye
la longevidad (1), e igualmente el buen sentido. La mis­
ma prosperidad parece singularmente inestable. Todos
aquellos de quienes la obra fue considerable o cuyos
éxitos adquirieron una persistencia excepcional, nos han
dejado el ejemplo de una serenidad cuyo secreto estri­
ba en su ejemplar moderación.

(1) «¿Dónde están vuestros obreros de más de cincuenta años?*,


preguntó a un industrial neoyorquino un europeo que le visitó. Y
el yanqui contestó impasiblemente: «Vamos a dar una vuelta por
el cementerio.*
7. La in f l u e n c ia del p s iq u is m o

El papel elemental del juicio y de la voluntad e:


llegar a conocer las indicaciones necesarias para gozar
de buena salud y fortalecerse, y después vigilarse e
imponerse la puesta en práctica de sus indicaciones. Pero
no es eso sólo. El pensamiento repercute poderosamen­
te en las profundidades viscerales y, en todo lugar en
que existe siquiera un filamento nervioso, su acción pue­
de ser particularmente dirigida. Es decir, que no hay
desarrollo que no pueda favorecer, ni trastorno que no
pueda contribuir a enmendar, ni lesión que no pueda
combatir e incluso suspender el proceso.
Esa potencia repercutiva ha inspirado doctrinas erró­
neas: las que pretenden alcanzarlo todo mediante la
autosugestión y que se fundan en eso para considerar
como algo sin importancia las leyes de la higiene física.
Mas si es excelente repetirse, por ejemplo, cada día:
“Tengo energía” , esto no determinará sino efectos in­
significantes y fugaces a menos que no se haga un es­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 189

fuerzo para reaccionar prácticamente contra toda ne­


gligencia, contra la pasividad y la flojedad de ánimo.
Si, al contrario, se repite con insistencia: “Quiero ser
enérgico, quiero llevar a cabo actos de energía. En tal
momento me dominaré y ejecutaré esto o lo otro” , todo
irá mejor. Y si después se perfecciona aún el procedi­
miento y hay lugar a una simple rumia de fórmulas li­
terales, considerando con la imaginación lo que tales
fórmulas significan, entonces la eficacia del procedimien­
to alcanza su máximo. Tal es el principio de toda auto­
sugestión seria: una representación mental precisa,
viviente, sentida, de aquello que se desea obtener.
Sabido es que la emoción afecta al quimismo inter­
no y que “la buena moral” — optimismo, animación,
coraje, esperanza— crea positivamente vida, mientras
que, por un proceso análogo, los pensamientos som­
bríos, los estados de ánimo penosos, crean toxinas de­
sorganizadoras y destructoras. Pero para conservar una
buena moral no deja de hacer falta la evitación de las
causas físicas de intoxicación. Una depresión puede na­
cer de causas directamente psíquicas —y entonces triun­
fará con rapidez una reacción puramente autosugesti-
va— . Una depresión puede asimismo tener como causa
primordial la presencia de substancias nocivas, debidas
a una alimentación infectante o a la insuficiencia de las
eliminaciones en la sangre que irriga los centros ner­
viosos. En este último caso, la acción mental no basta­
ría. Ante todo se impone una limpieza interna y des­
pués la costumbre de dar satisfacción a las exigencias
de una biología sana.
190 PAUL C. JAGOT

Antes de cualquier tentativa de autosugestión direc­


tamente reeducadora o curativa, es, pues, prudente con­
formarse con los principios de higiene expuestos en el
presente capítulo. Eso se determinará pensando acti­
vamente, representándose los buenos efectos que de ello
se seguirán, exhortándose con ardor a dominarse en
toda ocasión, a llevar a cabo los esfuerzos que implica
la observancia de cualquier regla a la que se ha dado
el asentimiento y más cuando se trata de substituir fas­
tidiosas costumbres.
En seguida se encontrará uno en las mejores con­
diciones para usar de la influencia directa de la voluntad
o, por mejor decir, de la imaginación voluntariamente
dirigida. Conducidas con más facilidad por una ruta
cuyos obstáculos fisiológicos habrán sido separados, las
ondas psiconerviosas alcanzarán su objetivo y lo im­
pregnarán poderosamente.
Para tratar así una función, un órgano del que el
juego y el vigor dejan mucho que desear, una clara
representación de la función o del órgano facilita consi­
derablemente la acción sugestiva. Lo menos que puede
pedirse es la noción exacta de la situación interna de
las visceras sobre las que se desea influir.
Para localizar bien el pensamiento es muy útil co­
locar de plano las manos sobre la región que haya que
tratar. Entonces habrá que sumirse en recogimiento, si
fuera posible en silencio y en la obscuridad. Después
hay que abstraerse, con la intención de enviar a la
región interesada una serie de ondas revitalizadoras.
Aunque simplista, este procedimiento, bien ejecutado,
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 191

sostenido largamente y reiterado, basta para modificar


estados sobre los cuales ninguna acción tendría los me­
dios ordinarios de la Medicina. Por mediación del sim­
pático, de la vía vasomotriz, el impulso psíquico se
transmite y actúa, incluso cuando no es conducido con
toda la precisión que procuran las representaciones ana-
tomofisiológicas que antes recomendamos.
Por lo demás, estas últimas no necesitan grandes es­
tudios. Un manual de lo más elemental basta para de­
mostrar cuál es la posición exacta de los principales
órganos y para dar a comprender su mecanismo de con­
junto y sus conexiones funcionales. Eso permite figu­
rarse lo que se desearía obtener, es decir, imaginarse
que se ve cómo van corrigiéndose y regularizándose,
a través de las profundidades viscerales, los trastornos
existentes.
Nosotros hemos tenido la oportunidad de comprobar
en muchas ocasiones la potencia curativa de ese método.
Para dar de ello una idea, citaremos tres casos. El pri­
mero consistía en un eretismo cardíaco de origen mal
definido. El sujeto, sobrio y de conducta irreprochable,
acusaba de 116 a 120 pulsaciones por minuto, cualquie­
ra que fuera la hora en que se le pulsara. En pocas
semanas su ritmo cardíaco se redujo a 100, a 80 des­
pués y por último a 75; este número de pulsaciones se
mantiene desde hace muchos años. La segunda obser­
vación tuvo por objeto un caso de pequeño brightismo
perfectamente constituido desde hacía tres años, con
todos los síntomas clásicos, que unos después de otros
se corrigieran tras seis meses de autotratamiento coti­
192 PAUL C. JAGOT

diano. La exploración funcional del riñón dio lugar en­


tonces a resultados absolutamente normales. En fin,
fue tratado también otro caso de trastorno renal carac­
terizado por hematurias que hicieron sospechar baci-
losis, cáncer o cálculos, que fue curado en once meses.
El enfermo sufría de hematuria cada año y por lo menos
dos veces anuales durante ocho años. Desde entonces
jamás la tuvo de nuevo y hace ya cinco años que logró
vencer sus trastornos.
Cuando se trata de ligeras enfermedades — conges­
tiones, inflamaciones, atonías— sin causa profunda,
una o dos sesiones bien conducidas bastan a menudo
para disiparlo todo.
Pero tenemos la convicción de que,- con tiempo, la
autoinfluencia mental permite siempre fortalecer los
puntos débiles y vencer grandes deficiencias heredi­
tarias.
CAPITULO IX

Filosofía del éxito

1. Resultados esenciales. - 2. Cuando todo va


mal. - 3. Cuando todo va bien. - 4. El foco
de la acción. - 5. La experiencia. - 6. Los des­
fallecimientos. - 7. Si tenéis un hijo.

13
1. R esu lta d os e s e n c ia l e s

La obtención a cualquier precio de un cierto resul­


tado exterior: dinero, poder, notoriedad, etc., es la
idea predominante de la mayoría de los más ardientes
en las luchas de este mundo. Ellos esperan de lo que
codician una clase superior e intensa de satisfacciones,
en persecución de lo cual se desgastan locamente. Gra­
cias a esa concentración encarnizada muchos consiguen
su objeto; pero, ¿cuántos de ellos encuentran a la vez
el contentamiento, el resultado interior con que soñaban?
Si el objetivo exterior, en la conquista del cual nos
desgastamos, no es el medio de lograr una dilatación
interior personal; si esa conquista exige una alteración
irremediable de los elementos físicos o psíquicos de nues­
tra individualidad; si, en una palabra, el éxito exterior
implica una quiebra interior, eso será que nos habremos
equivocado grandemente.
Hay, pues, resultados esenciales a los cuales convie­
ne dar la preeminencia entre los que hayamos consi-
196 PAUL C. JAGOT

derado, porque sin ellos es imposible sacar provecho


de los demás. ¿Quién envidiará, por ejemplo, la suerte
de esos magnates de ultramar monoideizados por la
preocupación de coleccionar papel-moneda e incapaces
de gustar otros placeres que una vana ostentación de
lujo, la euforia embriagadora, los placeres trepidantes
de los “parques de atracciones”?
En primer lugar tendamos al equilibrio orgánico, al
bienestar cenestésico, a la integridad en la duración. Por
lo demás, eso necesita una prudencia muy favorable a
las grandes realizaciones. En segundo lugar, procuré­
monos la seguridad material. Y el mejor medio para
lograrlo es, ya lo hemos visto, el trabajo reflexivo y asi­
duo que conduce a la superioridad profesional, fuente
de enriquecimiento moral, así como de prosperidad. Esas
dos condiciones primordiales de un programa de con­
junto bien concebido no se llenan sin adquirir un cierto
dominio de sí mismo, un nivel apreciable de conocimien­
tos y una lucidez cerebral muy preciosa para uno
mismo.
Pero, en seguida, aun maniobrando de manera que
nos sea posible extender nuestra situación social sobre
bases más y más sólidas y más y más amplias, no ol­
videmos que, una vez provistas las necesidades vege­
tativas, no tardaríamos en retroceder si no nos esfor­
záramos de año en año en profundizar nuestra compren­
sión del mundo que nos rodea. Con el tiempo a todos
les está permitido igualar la cultura general que a los
más favorecidos se les dispensa en el curso de la ado­
lescencia, en los institutos primero y en la universidad
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 197

después. Esa cultura, que valoriza siempre las posibili­


dades profesionales, completa la formación del juicio y
abre diversos accesos al dominio filosófico. Es indispen­
sable para que puedan satisfacerse las necesidades de
la sensibilidad y las del intelecto.
Para extender progresivamente la envergadura y la
profundidad de los propios conocimientos hay dos méto­
dos. Uno consiste en inspirarse en programas clásicos
y entregarse durante una parte del tiempo de ocio al
estudio sucesivo de cada cuestión. El segundo método
tiende a ampliar cada vez más las nociones relativas
a la carrera que se sigue. No hay profesión que no pre­
sente importantes relaciones con las ciencias positivas
y especulativas. A tal respecto, ya dijimos en uno de
nuestros precedentes trabajos:
“Un campesino que ha trabajado sus campos refle­
xionando, experimentando, hasta que el arte de fecun­
dar el suelo no tenga secretos para él, necesariamente
ha elevado el nivel de su inteligencia a la vez que se
iba convirtiendo en un perito agrónomo. De igual modo
el artesano que, por haberse esforzado atenta y acti­
vamente, alcanza la excelencia en su oficio. La superio­
ridad especial de cada uno de ellos será una base ex­
celente para la conquista de la superioridad general.
“Supongamos que el campesino, por ejemplo, se hace
un día las dos preguntas siguientes:
"A . ¿De quién y de qué depende mi estado?
”B. ¿Quién y qué depende de mi estado?
“Entonces se verá obligado a inquirir los mecanis­
mos de que tiene necesidad para su oficio y que le
198 PAUL C. JAGOT

interesa adquirir. Inversamente, considerará: los desti­


nos y usos de lo que él produce, la importancia de su
producción en particular y del rendimiento nacional de
los productores similares a él en la economía de su país,
europea, mundial... Y, sucesivamente, interrogará: la
cosmografía, la meteorología, la geología, la geografía
económica, la física, la química industrial, la organiza­
ción productora de máquinas y utensilios para trabajar
el campo, las modalidades y la legislación de los trans­
portes, el Derecho rural, etc. Nociones... precisas acer­
ca de cada cuestión le serán suficientes, y él las apren­
derá con facilidad si experimenta interés por ellas, si
tiene apetencia, avidez.
”Su pensamiento ganará así, poco a poco, en enver­
gadura, y pronto ascenderá a la región de las ideas ge­
nerales, sociológicas, filosóficas, etc. Profesionalmente
hablando, se abrirá vastas posibilidades de empresa, de
innovación, de perfeccionamientos.
"Verdaderamente, ese hombre formará parte de los
seres elegidos entre los de mayor valor individual y
social. Es un ejemplo digno de imitar, de ser sugerido
en beneficio de cada individuo en particular y para la
mayor prosperidad de nuestra nación y del Mundo en­
tero (1).”
Añadamos que seguir ese ejemplo es alejar para
siempre el aburrimiento y ponerse en estado de disfru­
tar de la vida íntegramente. En vez de permanecer,
como el hombre o la mujer sin cultura, dentro de los

(1) Curso de Educación psicológica.


LOS SECRETOS DEL ÉXITO 199

estrechos límites del plano vegetativo-instintivo, se ex­


tiende el número y calidad de sus placeres en idéntica
medida a como se va avanzando en la adquisición de
conocimientos. La sensibilidad, la imaginación, el enten­
dimiento, se hacen aptos para las diversas clases de
placer que les corresponde.
Se ha dicho que la cultura desviaba de la acción.
Aquí consideramos una de ellas como la continuación
de la otra. Ciertamente sería como poner la carreta de­
lante de los bueyes el emplear en provecho de estudios
especulativos el tiempo que lógicamente debe ser dedi­
cado, ante todo, a la acción realizadora. Cuando hayan
sido vencidas las dificultades inherentes a la consti­
tución de la situación material, habrá llegado el momen­
to de utilizar los procedimientos que dan la seguridad,
con miras a ese desenvolvimiento individual de que
antes hablábamos: Primum vivere deinde philosophare.
Hay en ello una cuestión de higiene mental: apren­
der cada año alguna cosa nueva a fin de sostener, me­
diante el ejercicio, la agilidad de la imaginación.
2. C uando to d o va mal

El lector conoce ya nuestra definición del éxito: un


conjunto coordinado de pequeños triunfos parciales.
Pero toda profesión trae reveses y todo hombre tiene
sus adversidades. Por muy juiciosa y activamente que
se proceda, a la serie de éxitos parciales logrados se
mezclan siempre un cierto número de fracasos, de con­
tratiempos. De igual modo hay que contar con diver­
sas eventualidades hostiles que, en general, se presentan
en el momento en que menos se las espera, para per­
turbar la economía de la existencia y las realizaciones
en curso. Prever esas posibilidades es ya resistirles, por­
que así se escapa a los efectos deprimentes de la sor­
presa.
Es asimismo el organizarse mentalmente de antema­
no, con miras a vencer sus consecuencias. Por muy rudo
que pueda ser el golpe, por radical que pueda parecer
la derrota, uno y otra conmoverán sin derribarle a quien
haya cultivado la combatividad y, aun sabiéndose vul­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 201

nerable, conserve la firme decisión de no dejarse ani­


quilar definitivamente por nada.
En las horas de prueba, cuando el pánico amenace,
acordémonos de lo que sigue:

A. Lo que importa más es tener sangre fría. — Se­


gún eso, se aferrará uno sólidamente a la resolución
inquebrantable de conservar toda la calma. Para ello
evalúese sin temor la situación. No hay que exagerarse
nada ni disimularse nada. Examínense las circunstancias,
los acontecimientos presentes, con la segunda intención
de que un buen examen, muy objetivo, constituye ya
una parada inicial. Si ha ocurrido ya algo irreparable,
hay que darse cuenta de ello, pero rehusando admitir
que se pueda continuar afligido para siempre jamás, por
lo menos de una manera aguda. Aquello que pueda
ser intentado de nuevo, reconstituido, paliado, apare­
cerá tanto más claramente cuanto mejor se sepa con­
siderar las cosas con calma. Físicamente hablando, guár­
dese una estricta sobriedad, prescíndase de excitantes
y de su traidora estimulación, recórrase a la respira­
ción profunda y consérvese a cualquier precio el sueño
nocturno. Excepcionalmente, vale más hacer uso de un
sedativo que pasarse las noches en claro.

B. Es inútil y perjudicial lamentarse y confiarse a


nadie. — Eso es derrochar tiempo y energía y con ello
no se obtiene ayuda si deseamos ésta. Ante todo buscad
el silencio y la soledad para reflexionar y tomar decisio­
nes. En seguida, si a ello hay lugar, tómese consejo o
202 PAUL C. JAGOT

solicítese asistencia, pero después de hacer un relato


claro y preciso de aquello a que debe hacerse frente.
¿Para qué acaparar la atención de aquellos de quienes
nada podemos esperar que sea efectivo, y para qué
gastar tiempo y saliva con el único fin de obtener
pruebas de simpatía o de compasión que no tendrían
otro efecto que aumentar en nosotros el sentimiento
de que nuestra situación es digna de lástima? Busque­
mos más bien los medios positivos para salir de nues­
tro apuro.

C. Aquello que contraría no siempre es grave. — Sa­


lir mal en un examen, por ejemplo, no obtener un re­
sultado para lograr el cual se trabajó o un favor que
era tenido en mucho, seguramente es fastidioso. Pero
es moneda corriente en este mundo. Conviene, pues,
acostumbrarse a “encajar” los golpes sin pestañear y
a reaccionar sin perder minuto, en vez de dejarse in­
vadir por la idea de que se es muy desgraciado. Aun
los más merecedores de suerte tienen sinsabores. Nadie
consigue únicamente satisfacciones. Hasta para los más
favorecidos hay una gran proporción de molestias y de
rudos golpes. Son pruebas a través de las cuales hay que
pasar. Por lo demás, de ello se puede obtener una afir­
mación muy apreciable del carácter. Por poco que a ello
se preste, se adquiere pronto la costumbre de continuar
la lucha con ardor en el curso de los pequeños períodos.
Y en ello reside uno de los secretos del éxito: saber
sostenerse, trabajar, luchar aun sin estímulo o a pesar
de todos los elementos posibles de descorazonamiento.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 203

D. Resistiendo a las pequeñas contrariedades es


como se prepara uno a vencer los grandes choques. —
Como aquéllas son frecuentes, constituyen otras tantas
ocasiones de una práctica perpetua de la imperturba­
bilidad. Por ejemplo, tenéis una cita a cierta hora con
alguna persona cuya presencia os parece una condición
sine qua non de vuestro contentamiento; pero ella no
acude. A menos que no hayáis sacado provecho de las
indicaciones del capítulo V, he aquí que se os presen­
tan varias horas de fastidio en perspectiva. De vosotros
solos depende escapar a las consecuencias de ese con­
tratiempo: fijad vuestros pensamientos en algo agrada'-
ble o útil y pasad aquel sinsabor a la cuenta de “Pérdi­
das y Ganancias” . Aun mejor: prevenios de antemano
y determinad qué es lo que haríais en el caso de que
aquello que hayáis proyectado para determinado mo­
mento fuera imposible que lo llevarais a cabo.
Otro ejemplo: habéis perdido vuestra cartera, que
contenía algunos billetes de Banco y documentos di­
fícilmente reemplazables. He aquí un perjuicio material
que hay que sufrir de buen o mal grado y que, en sí
mismo es bastante fastidioso. ¿Por qué dejar que se
agregue al perjuicio que esa pérdida os inflige, las horas
o los días de obsesionante rumia? Efectuad las ges­
tiones necesarias para que vuestros bienes puedan seros
restituidos si fueron encontrados por un hombre honra­
do. Ved lo que podéis hacer para paliar en la más
amplia medida posible el perjuicio en cuestión y no
penséis más en ello. Por lo menos así os ahorraréis la
204 PAUL C. JAGOT

depresión inseparable de una larga desolación. E inclu­


so de vuestra malaventura sacaréis una ventaja seria
si os esforzáis en mantener a pesar de ella vuestra se­
renidad.

E. Cuanto más sombría es la hora, más necesario es


el sosiego. — Cuando las circunstancias exigen del ce­
rebro y de los nervios un esfuerzo particularmente duro
o una fatiga desacostumbrada; cuando los “golpes ru­
dos” llegan en serie, hay que saber desentenderse de
la tarea cada dos o tres días, arrancarse a la investi­
gación de las soluciones y entregarse a un potente de­
rivativo. La hidroterapia, el deporte, los espectáculos,
una reunión alegre seguida de un sueño prolongado de­
vuelven al espíritu su vigor y su frescura. En seguida se
reanuda la tarea en excelentes condiciones y se ve más
claro. De enfebrarse sin descanso, la lucidez se altera
y los nervios se doblegan. Por lo demás, aunque se sus­
penda el trabajo mental deliberado, se prosigue el del in­
consciente. Y se prosigue con más libertad, más profun­
damente que en las horas en que la conciencia trabaja y
engendra puntos de vista o da lugar a claridades, a
informaciones que no tardan en imponerse a la aten­
ción.

F. A falta de rapidez contad con la persistencia


— Ciertas organizaciones cerebrales muy bien dotadas
improvisan siempre casi instantáneamente las mejores
respuestas a los golpes de la suerte y combinan con
admirable facilidad soluciones a las dificultades impre­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 205

vistas. Pero para la mayoría de nosotros, toda inves­


tigación es ardua. Las posibilidades no se revelan sino
después de reiterados esfuerzos de concentración. De
ahí un grave riesgo de descorazonamiento cuando, des­
pués de haberse “calentado la cabeza” en vano, con­
tinúa pareciendo insoluble el problema que hay que
resolver. La lasitud es inevitable, cuando no el des­
corazonamiento. Hay que tomarse un tiempo de reposo
y después continuar buscando. A veces, en medio de un
recreo, sobreviene de improviso, clara y llena de evi­
dencia, la inspiración que ya desesperabais de obtener.
Y es que el inconsciente, el “secretario interior” , ja­
más suspende sus tareas criptoideas. Al reflexionar se
le proporcionan materiales, se le estimula, y, poco a
poco, ese buen servidor lleva a cabo su tarea.

G. No es enteramente penoso hacer frente a las bo­


rrascas de la vida.— Salvo acaso para aquellos cuyo
ideal supremo sería la exclusión de todo esfuerzo — ideal
tanto más nefasto cuanto que es absolutamente irreali­
zable— . Si uno se entusiasma con la idea de resistir
a las peores tempestades y de llegar a salir de ellas, las
energías vitales se dinamizan en el curso de la lucha y
a menudo se llega a “excederse a sí mismo” . Positiva­
mente, los valores, los resortes interiores se exaltan.
La voluntad se hace aguerrida. Se manifiesta una pacien­
cia, un coraje y una habilidad de que uno no se creía
capaz. Eso es lo que se denomina “la gracia de estado” .
3. C uando to d o va b ie n

Los períodos fastos no son los menos peligrosos, por­


que incitan a la relajación. Como los acaecimientos se
suceden en general separados en dos series, la una hos­
til, la otra favorable, todo resulta a maravilla durante
semanas o meses, mientras que en diversas épocas las
eventualidades desagradables o dolorosas se acumulan.
Ese ritmo difiere, en cuanto a amplitud, según los in­
dividuos. La alternancia se efectúa, por ejemplo, para
unos, cada tres meses, para otros, cada tres años, o
cada treinta. Si se observa lo que sucede durante una
a tres décadas en el seno de una docena de familias,
se ve muy bien cómo se manifiesta la ley rítmica de
los destinos. Cuanto más larga y más brillante ha sido
la era próspera, más violentas y más graves serán las
réplicas ofensivas de la suerte. Por eso conviene man­
tener intacta la combatividad y no creer ni en la invul-
nerabilidad ni en las situaciones eternas. Cuando todo
va bien, seamos circunspectos.
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 207

A. Todo éxito parcial es como el anillo de una ca­


dena. — Hay, pues, que regocijarse de haber forjado ese
anillo y decidirse sin tardanza a la realización del si­
guiente, sacando partido de la experiencia adquirida.
Si el primer resultado ha sido brillante, fácil se seguirá
un cierto entusiasmo cuyo dinamismo hará más firme
el espíritu de iniciativa. Dejar que ese entusiasmo dege­
nere en presunción e imaginarse que en lo sucesivo
todo va a ir bien, es un escollo que hay que evitar.

B. El principio no vale sino por lo que le sigue.


— Ciertas alboradas radiantes y llenas de promesas ha­
cen olvidarse de prevenirse contra un posible cambio del
tiempo. De igual modo, quien comienza con demasiada
suerte tiende a entorpecer la vigilancia. No nos ten­
gamos por satisfechos sino después de haber hallado la
salida, el resultado definitivo, y permanezcamos en guar­
dia contra las dificultades imprevistas. Diez precaucio­
nes inútiles cuestan menos que una sola omisión. Por
lo demás, a pesar de todas las precauciones, nunca se
podrá decir que existe una seguridad absoluta.

C. En ausencia de la inquietud, desde luego sobre­


viene el desorden. — El caso es frecuente. Ciertas per­
sonas se quedan a medio camino del éxito porque con
los bienes que ya han adquirido se aumentan en ellas
las tentaciones y se desentienden de sus buenos propó­
sitos así que les llega una relativa prosperidad. Los ex­
cesos, el desorden, las pasiones, hasta entonces alejadas
del espíritu por el hecho de que éste luchaba contra
208 PAUL C. JAGOT

las dificultades materiales del principio, se insinúan y


se instalan tiránicamente. A veces eso es debido a la
reacción de los instintos demasiado rigurosamente re­
chazados durante los años que duró el impulso inicial.
Ese rechazamiento —en el sentido freudiano— y sus
consecuencias reaccionales serán evitados cuando el
análisis positivo tome una parte predominante en la
elaboración de los principios directivos. Si la autointer-
dicción de tales o cuales placeres sensuales se acompaña
de un vivo pesar, y, por lo tanto, de una sobrestimación
de esos placeres, la teoría de Freud tiene lugar y el
rechazamiento engendra incoercibles frenesíes o desór­
denes psiconerviosos. Creemos preferible disminuir la
intensidad de las tentaciones que rechazarlas brutalmen­
te. A ello se llega mediante una justa estimación del
placer a que da lugar su satisfacción.
Bajo el imperio de las sugestiones de otro, de cierta
literatura y de las espontaneidades imaginativas, toda
persona no advertida se exagera casi inevitablemente la
intensidad, la extensión, la duración real de las satisfac­
ciones que codicia. Así que se ha comprobado que en
todas las cosas nuestros sentidos prometen infinitamente
más de lo que pueden dar, se hace más asequible la
prudencia y sobre todo se halla menos sujeta a esas sor­
presas de que antes hablábamos.

D. La parte del esfuerzo importa más que el resul­


tado. — Cada éxito resulta, en cierta medida, de tres
factores, de los cuales hemos hablado ya al principio de
este libro: las facilidades o dones naturales, el esfuerzo
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 209

deliberado y lo favorable de las circunstancias (o suer­


te exterior). Es de la mayor importancia darse cuenta
siempre exactamente del papel que ha desempeñado cada
uno de esos tres factores en la obtención de un resulta­
do cualquiera. Si una persona atribuyera a su esfuerzo
o a su valor un éxito debido sobre todo a dichosas
circunstancias, estaría inducida a sobrestimarse, a creer­
se en lo sucesivo mejor calificado de lo que estuviera
en realidad y se encaminaría hacia inevitables derrotas.
Una tentativa que fracasa, sea por lo que fuere, hace
esforzarse seriamente en obtener mejores efectos que
un éxito fácil, porque ella ha determinado un desarro­
llo psíquico cuyos beneficios serán permanentes.

E. No perdamos de vista que el obstáculo renace


siempre. — La palabra “obstáculo” no necesita defini­
ción. Pero ¿habéis pensado alguna vez que con ella
se designa la más evidente, la más constante, la más
inevitable de las realidades? Desde la edad escolar has­
ta los más extremos límites, en su vida particular como
en su carrera profesional, todo hombre ve renacer a
cada paso ante sí el obstáculo a veces pequeño, otras
veces considerable, multiforme, a menudo imprevisto,
y, de buen o mal grado, debe hacerle frente.
Sus aspectos hostiles dan al obstáculo todos los ca­
racteres de un enemigo. Sin embargo, supongámosle
suprimido. Imaginémonos lo que serían nuestros pen­
samientos y nuestra actividad si nuestros deseos, nues­
tras ambiciones, nuestras empresas, se realizaran sin
dificultades notables y de conformidad con nuestras
14
210 PAUL C. JAGOT

intenciones y, por así decirlo, como por arte de magia.


El resultado de tal estado de cosas sería claro: nuestra
inteligencia y nuestra energía, debilitadas por el menor
esfuerzo, no tardarían en caer en esa atonía que los in­
gleses denominan spleen y nosotros tedio.
Es preciso trabajar para vencer el obstáculo y, una
vez vencido, gustar de la victoria; pero no sólo de los
resultados directos, sino también de un contentamiento
deportivo. Que no se confunda el sentido que queremos
atribuir a “trabajar” ; no se trata de sufrir, sino de pen­
sar y actuar con intensidad.
Con la costumbre, la lucha para dominar y resolver
cada nueva dificultad es placentera, porque aumenta
progresivamente la potencia conceptual del espíritu y
la fuerza de carácter. Desde que el combate deja de
ser demasiado desigual, desde que los recursos cere­
brales han tomado extensión, la defensa y el ataque son
atrayentes y su resultado cada vez más frecuentemen­
te favorable. Aquel que comprenda estas verdades no
se retrasará jamás mucho tiempo durmiéndose sobre
sus laureles. Tenderá no a ganar los medios de otor­
garse una pasividad indefinida, beatífica y atrofiante,
sino a elevar un poco más cada año el nivel de sus ener­
gías, de sus medios de acción. De ese modo se conser­
vará alerta y ágil hasta una edad avanzada.

F. Mirad hacia delante, pero no demasiado lejos.


— El sentimiento de confianza en sí mismo que sucede
a la tarea convenientemente cumplida, abre de par en
par las puertas de la esperanza sobre un panorama
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 211

donde el futuro se esboza complacientemente. Entonces


es cuando se corre el riesgo de creerse llegado antes
ya de haber partido. Libre de las preocupaciones inhe­
rentes a la etapa acabada, y después de haber evaluado
sin exageración lo que ha sido adquirido, no os entre­
tengáis maravillándoos de vuestra obra. Preparad inme­
diatamente el plan de la etapa siguiente, considerad
las posibilidades a que ésta os conducirá, pero no os
anticipéis indefinidamente: eso sería diluir, desparramar
vuestros pensamientos. Proseguid vuestra marcha hacia
delante, sin lentitud pero también sin precipitación. Des­
pués de una demora algo larga, ya no sabríais prever
las eventualidades a las que tendríais que hacer frente.
Lo único que importa es la certidumbre de avanzar en
buena dirección.

G. N o os preocupéis de la aprobación. — A veces,


de un criterio severo, e incluso acerbo, se obtiene algu­
na indicación útil. Poco importan los móviles que ins­
piran esa crítica si ella es justa siquiera en parte. Así
es cómo personas que os serán hostiles os prestarán
un buen servicio en ocasión en que se figuraban afli­
giros. Pero, de las aprobaciones, ¿qué es lo que pode­
mos esperar? Si son merecidas, nada añaden a nuestra
valía. Si no lo son, ¿cómo tomarlas en consideración?
Desde un punto de vista sentimental, la simpatía o la
afección que nacen para vosotros porque habéis mos­
trado habilidad o maña, se revelan necesariamente su­
perficiales, puesto que sólo dependía de un desgraciado
212 PAUL C. JAGOT

final de vuestros esfuerzos que la simpatía o el afecto


no se hubieran despertado.
Nada altera con tanta seguridad la lucidez de es­
píritu, nada extravía más enfadosamente el juicio que
el preocuparse por la aprobación. Nuestra integridad,
como nuestro interés, exigen a menudo que actuemos
a pesar de tener la casi seguridad de que seremos cri­
ticados. Si uno se deja ganar por la costumbre de la
necesidad de ser aprobado, se llega a decidir y a actuar
en consideración a lo que los otros pensarán o dejarán
de pensar de nosotros. Durante los períodos buenos,
moderemos nuestra inclinación a expansionarnos dema­
siado. Regocijarse en alta voz crea la envidia, así como
el lamentarse crea el desprecio.
4. E l foco de la a c c ió n

Es el pensamiento y, más precisamente, la medita­


ción. Meditar útilmente es reflexionar los problemas del
momento, considerarlos desde muchos ángulos, suputar
el desarrollo de las próximas eventualidades, procurar
darse cuenta de la mejor manera de actuar. Más gene­
ralmente, se encuentran nuevas energías cada vez que
se evocan largamente las ideas directoras a las que uno
se ha adherido. Representándose a menudo las venta­
jas de una línea de conducta juiciosa y los inconvenien­
tes que se ofrecerían si fallaran las resoluciones tomadas,
se renuevan, por decirlo así, los resortes interiores. Lar­
gas reflexiones, orientadas por el deseo del éxito, con­
ducen a discernir la ventaja cierta de un comportamien­
to activo y metódico. Esa noción de evidencia vuelve
siempre de nuevo al espíritu muchas veces por día y
desempeña el papel de una sugestión posthipnótica.
Alguien ha dicho: “El que no actúa de acuerdo con
lo que piensa, piensa incompletamente”. La meditación
214 PAUL C. JAGOT

conduce el pensamiento hasta sus más extremos límites


y permite obtener así íntegras luminosidades. Entonces
se prevén y se evitan los atolondramientos, las inconse­
cuencias, los errores. Salvo raras excepciones, la ju­
ventud medita poco. Sería preciso ayudarla, incitarla
a ello. La adolescencia es una edad crítica en la cual
las realidades aparecen disimuladas tras una niebla de
amables superfluidades y de funestas ilusiones. El por­
venir de toda una existencia se juega entre los quince
y los treinta años. El trabajo parece árido, las disci­
plinas tiránicas y todo lo demás atrayente. Contra esas
peligrosas disposiciones no se reaccionará sino concen­
trándose seriamente acerca de las grandes cuestiones
de la vida, respecto a las consecuencias próximas o le­
janas de la negligencia, de la ligereza y de los excesos.
¿Dónde se enseña que para durar es preciso moderarse,
que uno no se libra de las dependencias exteriores sino
en la medida en que se conquista el dominio de sí, y
que antes de pensar en consumir conviene aprender a
producir? Esas tres indicaciones deberían alimentar sin
cesar las reflexiones de aquellos que emprenden la lu­
cha por la vida, a fin de que, por encima de todo, se
preocuparan del desarrollo de su capacidad de esfuerzo
y de la formación de su juicio.
Habituándose a ello se puede meditar en cualquier
sitio, incluso entre una multitud ruidosa. Pero para em­
pezar a ejercitarse, son preferibles el aislamiento y el
silencio.
Después de haber dejado errar durante algunos ins­
tantes el pensamiento a fin de desprenderle de las con­
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 215

tingencias inmediatas, de distenderle, se le asigna un


tema tan preciso como sea posible y se evocan sucesi­
vamente los diversos aspectos. Ayudándose de la me­
moria se buscan todas las ideas que a ello se refieren
y, con ayuda de la imaginación, las fuentes en las que
sería posible documentarse. Para no olvidar nada, lo
mejor es ir tomando nota de las ideas a medida que
surgen. Ese trabajo cerebral no se acaba sino después
de muchas sesiones. Las notas de la primera y los do­
cumentos reunidos en seguida servirán de puntos de
partida para la segunda, y así sucesivamente.
Antes de tomar una determinación, siquiera sea poco
importante, respecto de la cual nuestros principios adqui­
ridos no nos aporten suficiente claridad, se impone la
meditación, que evita muchos sinsabores. Si se pro­
cede así, se decide con todo conocimiento de causa,
luego de haber examinado cuidadosamente lo que re­
sultaría de cada decisión posible en el transcurso del
tiempo.
Por otra parte, es de interés imponerse dos medita­
ciones diarias. Al despertarse, la del plan para la jor­
nada, a fin de coordinar bien las fases y de subordinar
el espíritu a nuestras mayores intenciones. Esto per­
mite prever los relajamientos, las debilidades a que pu­
diéramos sentirnos inclinados o incitados, autosugerirse
enérgicamente lo que seremos por la noche, satisfechos
de haber cumplido, y prohibirse por anticipado las fal­
tas previsibles. En segundo lugar, cada noche se impone
una revisión, un examen crítico de los hechos y gestos
precedentes, de las incitaciones experimentadas, recha­
216 PAUL C. JAGOT

zadas o sufridas y de las sugestiones de otros. La cos­


tumbre de esas dos prácticas constituye una salvaguar­
dia cierta y una fuente abundante de energía.
Antes de terminar este apartado, señalemos el esco­
llo que desconcierta casi siempre las primeras tentativas
en el arte de meditar. Ese escollo es el carácter fugaz
de la atención reflexiva cuando se trata de mantenerla
sobre un tema cualquiera sin provecho material. Al
cabo de algunos minutos, el pensamiento escapa a la
orientación voluntaria, se pone a vagabundear y cae en
el ensueño. ¿Hay que descorazonarse por eso? En modo
alguno. Así que uno se dé cuenta de que la imaginación
se separa de la esfera donde debiera acantonarse, hay
que volverla a su lugar y reiterar sin descanso esa reno­
vación de control. De igual modo que para las otras
modalidades de la concentración, la posibilidad de ésta
no se adquiere sino a cambio de una aplicación persis­
tente. Algunos dicen: “He tratado de meditar, pero no
lo he conseguido.” Nadie dirá, en cambio: “Me he apli­
cado en cien ocasiones diferentes, durante una hora, a
meditar y no lo he logrado.”
5. La e x p e r ie n c ia

Se da ese nombre al conjunto de nociones que se im­


ponen al espíritu a medida que proseguimos nuestras
iniciativas y nuestras observaciones. La experiencia es
la enseñanza discontinua que nos ofrecen los hechos.
A nosotros atañe discernir las causas que determinan
los grandes y los pequeños acontecimientos de nuestra
vida. De un fracaso eventual, de un contratiempo, cada
cual puede obtener indicaciones gracias a las cuales
sabrá proceder más diestramente en el porvenir.
Se concibe que una memoria estable facilite la cons­
titución de la experiencia. Pero la estabilidad de la me­
moria no se mantiene sino por la revisión frecuente de
su contenido. Si, por ejemplo, se desea conservar ín­
tegramente los conocimientos que se tengan acerca de
una cuestión cualquiera, es indispensable inventariar la
totalidad de ellos periódicamente primero, y después los
principales elementos hasta sus últimas complejidades.
Y lo que es cierto para los conocimientos didácticos,
218 PAUL C. JAGOT

lo es asimismo para las adquisiciones empíricas que


constituyen la experiencia. Esta última tiende a diso­
ciarse, a menos que uno se esfuerce en revivir las
imágenes de donde ella se ha formado y en clasifi­
car, según sus relaciones de analogía, las leyes, las cer­
tidumbres, las probabilidades que sucesivamente se han
desprendido para nosotros de las lecciones de la vida.
Prácticamente, aconsejamos el ejercicio siguiente: En
unos momentos en que nada inmediato acapare nues­
tro espíritu, revivamos mnemónicamente un año entero
de nuestro pasado. Imaginemos cuáles eran entonces las
disposiciones en que nos encontrábamos, y después fi­
gurémonos que estamos pensando y actuando tal como
lo hicimos en el año en cuestión. Al efectuar ese ejer­
cicio, el interesado habrá de preguntarse: ¿Si entonces
hubiera yo poseído la experiencia que tengo hoy, cómo
me habría orientado y gobernado durante ese año? ¿De
dónde me hubiera venido lo que he aprendido después?
¿A causa de qué me ocurrió tal cosa? Con ayuda de
esas preguntas y de otras similares se hará la luz sobre
muchos puntos obscuros. El mecanismo de diversas se­
ries de acontecimientos, antes incomprendidos, se re­
velará claramente. Relaciones inspiradoras de inicia­
tivas se establecerán entre el pasado y el presente. En
fin, uno de los fundamentos de la experiencia general
se hallará restaurado por completo. Este ejercicio, diri­
gido cada vez sobre un año diferente, contribuirá po­
derosamente al buen orden de los archivos cerebrales.
Se dice que de nada les sirve a muchos la experien­
cia. Caen de nuevo continuamente en los mismos errores
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 219

y alcanzan una edad avanzada sin que su discernimien­


to se haya aclarado sensiblemente. Y es que han nave­
gado a la deriva por el océano de la vida, sin preocupar­
se de asir el timón de su destino y de orientarle hacia
un objetivo bien definido. Han estado soñolientos
— mentalmente por lo menos— sin ver nada. Y, para
decirlo todo, esa especie de atonía psíquica, de auto­
matismo vegetativo, parece más bien la regla que la
excepción.
En uno de sus notables estudios acerca de la volun­
tad, un redactor anónimo escribió en la revista france­
sa Le Progés psichologique, a propósito de esa lamen­
table pasividad, lo que sigue:
“Son raros los hombres en quienes todos los pensa­
mientos tienden sin cesar hacia el fin que desean alcan­
zar y que aportan a su tarea un esfuerzo continuo y
concienzudo.
”Desde el obrero, el humilde peón, hasta los grandes
sabios de nuestras Facultades, pasando por los grandes
magnates de la industria y del comercio, cada cual se
contenta con hacer lo que el patrón, el jefe, la necesidad
o las circunstancias le ordenan. Sólo la vida le obliga a
salirse de los límites que le son trazados. Para la mayo­
ría, es la tarea la que les oprime y no ellos quienes
oprimen a la tarea. Todos piensan: “Tengo que hacer
”esto y luego descansaré o me divertiré.” No que no
emprenden nada que no sea propio de su oficio o de su
estado. Como vulgarmente se dice, todo cuanto hacen
lo efectúan como aficionados. Y su espíritu, sus pensa­
mientos, se dispersan sobre un gran número de cosas
220 PAUL C. JAGOT

inútiles; prueban un poco de todo y no se detienen mu­


cho tiempo en nada.
”E1 zapatero refiere todos sus pensamientos a sus hor­
mas, a sus pieles, a sus tirapiés, a sus herramientas. No
se acuerda de su clientela sino para encajarle el fruto
de su trabajo. No ve mucho más lejos. No se dice que
con algo más de conocimientos, a su ambición le sería
posible rebasar sus límites actuales y abrirse nuevos
campos de trabajo, de intereses y de beneficios.
”¿Qué le importa a él la comedia o el drama que se
desarrolla perpetuamente en sí mismo y de los que es
el juguete y, muy a menudo, la víctima inconsciente?
”Cuando fracasa en alguna de sus operaciones se con­
tenta con decir: “No he tenido suerte.”
”Y se sume en la desolación sin remontarse hasta el
origen de su desdicha, sin buscar profundamente las
causas. Su pereza moral le aniquila por completo.
"Contra esa pereza moral es contra lo que hay que
reaccionar. Cuanto más rudimentario es el hombre, más
trabajo le cuesta remover su pensamiento, más incapaz
es de llevar a cabo esfuerzos.”
Falta de una orientación estable del pensamiento y
de la actividad, la experiencia no podría constituirse,
porque ella cerecería de punto de apoyo, es decir, de
una línea de cristalización en la que puedan agregarse
y agruparse los recuerdos.
6. LO S DESFALLECIMIENTOS

Sería una candidez pretender alcanzar en un breve


plazo una rectitud absoluta, o siquiera la observancia
casi exacta de las prescripciones de una obra como ésta.
Calculamos que son necesarios dos o tres años para ad­
quirir la costumbre de atenerse constantemente a las
directivas esenciales de este libro. Ante todo se intentará
ponerlas en práctica y, después, al lograrse la naturali­
dad, en pocos días, en pocas semanas, será posible darse
cuenta de que los viejos automatismos superan a la
naciente iniciativa. Esa naturalidad, que tan pronto re­
toña, no se aleja sino a fuerza de verse echada ,de nue­
vo una y otra vez, pero al fin llega un día en que se
desvanece para siempre. No hay habituación sin lasitu­
des ni accesos sin desfallecimientos. Que el principiante
resuelto a inspirarse en nuestras indicaciones empiece
por tratar de seguir ante todo las más elementales de
ellas y no abarque más de lo que pueda apretar. Sus
esfuerzos le aportarán frutos proporcionales a su asi­
222 PAUL C. JAGOT

duidad y pronto le será más fácil avanzar en su tarea.


El objetivo primordial que deberá asignarse el lector
es el de leer muy atentamente y muchas veces este
Manual, en forma que su contenido se grabe en su me­
moria con la mayor precisión. Ya hemos dicho antes
que el pensamiento es el foco de la acción. Alimentad
el vuestro con imágenes claras y estimulantes y pronto
os sentiréis impulsados a actuar. Al leer, representaos
exactamente la significación de cada frase. No dejéis
pasar siquiera una de éstas sin entenderla bien. Si para
llegar a la comprensión os hiciera falta buscar, reflexio­
nar, este primer esfuerzo os preparará ventajosamente
para otros más efectivos.
7. Si t e n é is un h ijo

Los bienes más preciosos que un hombre pueda po­


seer son los medios interiores del equilibrio psicofísico,
de la actividad realizadora y de la influencia personal.
Esos medios: calificaciones, principios, conocimientos,
seguridad, etc., conviene que los adquiera el niño desde
los primeros años, ayudándole para ello adecuadamente.
Si ha de poseer bienes exteriores, de ese modo se ha­
llará en mejores condiciones para conservarlos y acre­
centarlos. Si, al contrario, hubiera de crearse por sí mis­
mo una situación, llegará a ella tanto más pronto y con
tanto mayor brillantez cuanto más prematuramente se
le haya procurado la educación del éxito.
Ante todo tratad de favorecer el desarrollo físico de
vuestro hijo; procurad que alcance el más alto grado
de vigor. Vigilad su alimentación y su sueño. Acostum­
bradle a que guste del aire libre, del movimiento y de
los juegos en que la musculatura trabaja.
Así que esa personilla sea apta para comprender,
aplicaos a inculcarle sobre todo la preocupación de lo
224 PAUL C. JAGOT

que es, de lo que puede hacer, de lo que le es saludable,


y a que considere como accesorio lo que él pueda pa­
recer. Así, que conceda más importancia a la robustez
de su cuerpo que a la estética de su traje y que aprecie
mejor una fruta que una golosina.
Un poco más tarde, cuando llegue para él la edad
escolar, insistid acerca de la importancia de la tarea per­
fectamente efectuada, situad su puntillo de honor en su
capacidad de aplicación. El dejarle trabajar en exceso
será un grave error. Le evitaréis esto enseñándole a
laborar reposadamente, con método, oponiéndoos a lar­
gas sesiones y exigiéndole una duración normal de su
sueño. A fin de inspirarle al niño el interés por el es­
tudio, bastará sugerirle la curiosidad y la avidez de
saber. A ello se llega habituándole amigablemente a
la clase de problemas que cada ciencia permite resolver,
a las posibilidades que se abren ante aquel que sabe.
Atraed siempre la atención del niño hacia el interés que
tiene para él asimilarse tales o cuales conocimientos, ad­
quirir habilidad y precisión en determinado trabajo,
conducirse razonablemente. Hacedle evidente que la ne­
gligencia, en cualquiera de sus formas, constituye una
desventaja capital; que el esfuerzo generalmente consi­
derado bajo su aspecto penoso, no es sino el poder de
obtención del cual se derivan las demás posibilidades.
Un poco antes de la formación, procuradle al hombre
de mañana las claridades indispensables para la inter­
pretación sana de las reacciones que pronto podrá com­
probar en sí mismo. Pero no os limitéis a una expo­
sición de fisiología íntima, porque entonces correríais
LOS SECRETOS DEL ÉXITO 225

el riesgo de obsesionar la imaginación del pequeño per­


sonaje y, por otra parte, le armaríais incompletamente.
Si bien es cierto que debe serle señalado el riesgo de
ciertos contagios, debe serlo igualmente el de todos
los excesos, de todas las imprudencias. Por otra parte,
¿no son solidarias todas las secciones del complejo or­
gánico y todas sus funciones? Una alimentación dema­
siado carnosa o en exceso ferme'ntescible determina pe­
ligrosos pruritos. Las irritaciones psiconerviosas por
abuso de ciertas lecturas conducen al mismo resultado.
Y, aun prescindiendo de ese punto de vista, lo mismo
debemos poner en guardia al niño contra los errores
que dan lugar a la enteritis, a la diabetes o a la nefri­
tis, que contra las imprudencias de orden genésico. En­
señémosle a vivir sanamente en toda la acepción de la
palabra.
Finalmente llegará la gran cuestión de la orienta­
ción profesional. Entonces interrogaremos al interesado
para saber sus gustos y sobre todo para conocer sus
aptitudes, sus resistencias, sus recursos físicos e inte­
lectuales. Si se le ha acostumbrado convenientemente a
disciplinarse por sí mismo, él triunfará siempre, aunque
la profesión en que entre no le entusiasme gran cosa,
pues, desde el primer día, y gracias a la educación pre­
cedente, será capaz de una aplicación sostenida. Porque,
lo repetimos, la aplicación engendra la habilidad que,
a su vez, crea el atractivo.

15
ÍNDICE

Págs.

I n tr o d u c c ió n .............................................................................. 9

I. El é x it o , la suerte y el esfu erzo personal

1. U na ojeada sobre la literatura ofrecida a aquellos


que pretenden t r i u n f a r ............................................13
2. N uestra c o n c e p c i ó n .................................................... 17
3. ¿Qué es el é x i t o ? ............................................................21
4. ¿Qué es lo que determ ina el éxito? . . . . . . 24
5. Consideraciones acerca de la s u e r te ............................ 26
6. Los destinos y las fa ta lid a d e s .................................... 29
7. Lo que puede obtener cada cual con toda seguridad . 32

II. La p a rte de la s u e rte

1. Ventajas individuales i n n a t a s .................................................37


2. Las m odalidades de la suerte externa . . . . 42
3. El éxito e s p o n t á n e o ................................................................ 45

III. L a p a r te de l a v o lu n ta d

1. Influencia del esfuerzo sobre los condicionamientos


in d iv id u a le s................................................................... 51
2. C óm o suple la acción a la carencia de probabilidades
e x t e r i o r e s ...................................................................57
3. El éxito voluntario. ............................................................... 61
228 IN D IC E

IV . LO S PRINCIPALES ESCOLLOS

1. Creerse condenado a la m ediocridad . . . . 67


2. L a influencia delm e d i o ........................................................... 71
3. La n eg lig en cia ................................................................................75
4. El ensueño....................................................................................... 79
5. El j u e g o ........................................................................................82
6. La d is ip a c ió n ................................................................................85
7. Las prodigalidades de t i e m p o ...................................................89

V. L a s c o n d ic io n e s e s e n c ia le s d e l t r i u n f o d e l a v o lu n ta d

1. La costumbre de gobernarse . . . . . . 93
2. El “self-control” ....................................... 96
3. La reglam entación de los actos . . . . . . 98
4. El dominio de los im p u ls o s ............................................... 104
5. El análisis de las im p re sio n e s............................................... 107
6. La vigilancia de la i m a g i n a c i ó n ....................................... 109
7. La orientación constantem ente reflexiva del pensa­
miento ..................................................................................... 111

V I. E l é x ito d e re a liz a c ió n

1. La b a s e ..................................................................................... 117
2. L a unidad del é x i t o ................................................ 121
3. La elección de carrera . . . . . . . 124
4. I n f o r m a r s e ...............................................................................133
5. D e c i d i r ..................................................................................... 135
6. A ctuar.............................................................................................. 137
7. P e r s i s t i r ...................................................................................... 139
IN D IC E 229

V II. E l é x ito p e rso n a l

Pág»

1. Disposiciones e le m e n ta le s ..................................................... 143


2. L a calm a y la r e s e r v a ...............................................................146
3. L a f i r m e z a .............................................................................150
4. L a compresión de los caracteres . . . . . 153
5. L a táctica p e rs u a s iv a ................................................................ 159
6. L a n a t u r a l i d a d ..................................................................... 163
7. El animismo y las disposiciones morales . . . 165

VIII. La c u e s tió n s a lu d

1. De la ceguera a la e n fe rm e d a d ................................................169
2. El estado p r e e n f e r m iz o .........................................................172
3. Siete principios e s e n c ia le s ...................................................... 175
4. L a h e m a to s is ............................................................................... 182
5. La actividad m u s c u la r............................................................... 184
6. El reposo y la e c o n o m ía ....................................................... 186
7. L a influencia del p siq u ism o ....................................................... 188

IX. F ilo s o fía d e l é x ito

1. Resultados e s e n c ia le s .............................................................. 195


2. Cuando todo va m a l .............................................................. 200
3. C uando todo va b i e n ..............................................................206
4. El foco de la a c c i ó n .............................................................. 213
5. L a e x p e rien c ia.............................................................................217
6. Los d e sfa lle c im ie n to s.............................................................. 221
7. Si tenéis un hijo . . . . . . . . . 223

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