Jesús Camina Sobre El Mar
Jesús Camina Sobre El Mar
Jesús Camina Sobre El Mar
(Mt 14:22-34)
Cuando estudiamos un milagro, muchas veces nos damos cuenta
de que aunque hay un elemento sin duda extraordinario, muy a
menudo hay varios elementos que también son inexplicables desde
el punto de vista humano. En este caso los fenómenos milagrosos
son:
¿Cómo es posible que él los pueda ver en medio del lago que está a
varios kilómetros de la ribera en la oscuridad de la medianoche? El
mar de Galilea mide en ciertas partes más de 13 kilómetros de
ancho. Sin duda que aquí hay un elemento sobrenatural. No
solamente por verlos en la oscuridad y a la distancia, sino al
observar que están remando con gran fatiga, es decir, que no
solamente no habían progresado sino que se estaban cansando y
las olas arremetían con furia sobre la embarcación.
Quizás un joven en el día de hoy nos diría que esto es muy sencillo.
Jesucristo está usando un telescopio con lentes de visión nocturna.
Pero nosotros creemos que aquel que está de rodillas en la cumbre
del monte, no ve solamente las siluetas de los hombres sino que
claramente ve la fatiga en sus rostros y que van cediendo en sus
esfuerzos. ¡Qué consuelo es para nuestro corazón el saber que
cuando nosotros andamos en medio de las dificultades, él lo sabe,
lo conoce todo, y podemos reconfortarnos en las palabras de (1 P
5:7): "Echad sobre él toda vuestra ansiedad, porque él tiene
cuidado de vosotros".
Pero una de las cosas en las que tenemos que insistir es que la
razón por la cual Jesús camina sobre el mar es para poder estar
físicamente presente con los discípulos. Es decir, él pudo haber
utilizado algo sobrenatural como enviarles un ángel para decirles
que no se preocuparan, que todo iba a estar bien, pero no lo hace
así sino que quiere estar con ellos, precederlos y guiarlos.
Alguien se preguntará: "¿cómo es posible que un hombre pueda
caminar sobre las olas del mar sin hundirse?". Y la respuesta la
tenemos en el libro de Job donde leemos: "Por sí solo extiende los
cielos y camina sobre las ondas del mar. Él hizo la Osa Mayor, él
Orión, las Pléyades y las constelaciones del sur. Él hace cosas tan
grandes que son inescrutables, y maravillas que no se pueden
enumerar" (Job 9:8-10). El andar sobre las olas muestra una vez
más que Jesucristo es Dios y que por lo tanto él no está sujeto a las
leyes de la naturaleza. Como Creador, él mismo da esas leyes. (Mr
6:49) nos dice: "Pero cuando ellos vieron que él caminaba sobre el
mar, pensaron que era un fantasma y clamaron a gritos". Me
pregunto: "¿Cómo es posible que todos estuvieran de acuerdo en
que era un fantasma si ninguno de ellos había visto jamás un
fantasma?". Supongo que alguno empezó a ver algo sobre las olas:
"¿Qué es eso?". Y otro respondió: "¡Parece que es un fantasma!".
"¡Sí, es un fantasma!", confirmó otro; y así uno por uno se
convencieron de que eso que veían era algo que nunca antes
habían visto. ¡Qué triste cuando en nuestra vida muy a menudo no
reconocemos la persona del Señor Jesús! Los discípulos pensaron
que era algo sobrenatural, algo mágico, algo que no era real. Y
muchos en el día de hoy piensan que Jesucristo es "un fantasma";
que él es el que no es. La Biblia nos enseña que él es el eterno Hijo
de Dios. No es otro filósofo más de los muchos que caminaron
sobre la tierra. Aunque enseñó como ningún otro antes ni después
de él, es más que un maestro. Jesucristo no es un ser como
nosotros que fuimos creados en el momento en que fuimos
engendrados. Él estaba con su Padre Dios todopoderoso desde la
eternidad infinita antes de venir a nacer en este mundo.
Hemos visto hasta ahora tres de las caras de Pedro. Ahora nos toca
ver la cuarta cara del apóstol. (Mt 15:32-33) nos dice: "Cuando
ellos subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que
estaban en la barca le adoraron diciendo: ¡Verdaderamente eres
Hijo de Dios!". El relato nos dice que "ellos subieron a la barca"; y
yo le he preguntado a muchas personas quién subió primero, y
todos están de acuerdo en que Pedro subió primero, no por cortesía
sino por el deseo de estar cuanto antes en lugar seguro.
Hemos visto pasar la cara del apóstol por estas cuatro fases. La
primera, la del orgullo por hacer algo que los otros no se animaban
a hacer. La segunda, la del pánico cuando se da cuenta de que se
está hundiendo. La tercera, la del agradecimiento cuando el Señor
extiende su mano y lo sostiene. Y la cuarta, la de la adoración.
¡Cuántas veces en la vida de cada uno de nosotros nos damos
cuenta de que hemos puesto esas cuatro caras!