Anez Gobierno Monarquia Tras Paz Pirineos

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 19

PROYECTO

HISTORIA DE ESPANA. 3. er MILENIO


Los siglos XVI-XVII

Direcci6n:
Politica y sociedad
Elena Hernandez Sandoica

Jose Javier Ruiz Ibanez


Bernard Vincent J
QcJ,w-
j
tI"p ~.

J"': 1­
(Vtr-'ft- ',(! pt-v

V yi"'P

r~~,r-rl~'
~.
Quoda prohiblda, sil/vo _iIln prl'l'lista
'. ."1. en Ia ley, waJquler forma de "'IlfOducd6n,
!. '" I W.: .J dl stribucl6n. comunlcacl6n publica y
! L __ __ R~ ~ traI1Sfom:acl~,n de est~ obra sin contar
I NO oiocopif.' eI Him> 1 con ..Aon"",on de 105 litulanss de I. pro.
~''''A'' ']",.-""HU:',·W":' ","':_'i7:,,~-;1j
pledad IntelectuaL La lnfracci6n de los
darechos menclonados puede ser constftt/tiva de dento contra la propledad
IntelectuaJ (arts. 270 y sigs. Coo~o Penal). 8 Centro topafiol de Daf1ld1<>s
Reprog.aicos (www.cedro.org) "11. par el mopeto de los dtados dere<;hos.
EDITORIAL

SINTESIS

268 I Los siglos XVI-XVII. Politica y sociedad La supervivencia (J 636-1700) I 269

obsolescencia de las primeras tanto en Castilla como en Flandes. A fin de . dade cambio diplornatica con los aliados que necesitaba para poder
cuentas, los servicios que se podian conceder no eran sino indicaciones de confrontar a los franceses en los frentes europeos; a1go que sf perjudicaba a
una fiscalidad que despues seda preciso renegociar en la practica a escala local, la sociedad castellana.
Para la Monarqufa ya no resultaba tan interesame, aunque siendo igual EI gobierno de Carlos II resuhaba, de principio muy debil, aunque la
de costoso, convocarIas, mientras que para los poderes territoriales su reu­ historiograHa viene insistiendo en la necesidad de no identificar la peripe­
nion tampoco pareda demasiado satisfactoria, al abrir nuevas vias para la cia vital del rey can la evolucion del reino (Kamen, 1989; Calvo Poyato,
peticion de servicios por parte del rey. • 1991; Ribot Garda, 1999; Contreras Contreras, 2003; Storrs, 2003 y
Pese a su enorme capacidad de reunir recursos, la Monarqufa hahia sido EI tiempo del ultimo de los Habsburgo no es una edad sin historia, 0 eI
incapaz de imponerse a Francia en la guerra de los Treinta Anos. No solo s~ mero reflejo de una Corte debi!, patetica y ridfcula a la vez; al contrario,
trato de la imposibilidad de formar coaliciones del tipo de las que habfa logra~ puede que haya sido uno de los momentos mas significativos e interesan­
do Carlos V, sino tambien de los cambios estructurales que se estaban dan­ tes de la historia de Espafia, pero si se atiende mas a la poJ[tica cotidiana
do en eI Continente. La revolucion fiscal desarrollada desde la decada de de las gentes ordinarias que a las excentricidades cortesanas. EI joven sobe­
1630 permitio a ambas Monarqulas extraer mayores recursos sus pobla­ rano, de apenas cuatro aoas, se rodeado por un entorno intrigante que
ciones. Pero si en la Hispanica dicha transformacion solo se habla dado en aprovecho la propia incapacidad y la limitada personalidad del monarca.
toda su amplitud en llnOS territorios, en Francia se habia producido casi a Una vez que alcanz6 la mayoria de edad efectiva, en 1679, tampoco ejer­
escala global (Bonney, 2006). EI enorme peso demografico que tenia el cia propiamente el poder, sino que fue instrumento en manos de las diver­
reino de Luis XIII y su hijo, puso a su disposicion de unos medios mayo res sas facciones nobiliarias relacionadas con las embajadas que buscaban orien­
y mas constantes. Hasta ese momento, eI caracter mas igil y directo de la tar el destino de los territorios espafioles ante la falta de descendencia del
administracion castellana habla podido compellsar la diferencia demografl~ rey con sus dos esposas: Marfa Luisa de Orleans (sobrina de I.uis XlV, con
ca igualadas ahora ambas administraciones en su capacidad de detracci6n, habla casado en 1679) y Mariana de Neoburgo, a quien desposa
simplemente Francia se podrfa imponer. en 1690.
La primera parte del reinado de Carlos II rue dominada por la Figura de
la reina madre, dona Mariana de Austria, segunda esposa de Felipe IV. EI tes­
5.3. EI gobierno de la Monarquia tras la paz de los Pirineos tamento del rey Ie encargaba la regencia bajo la asesorIa de la Junta de Gobier­
no farmada por una amplia represemaci6n de los diversos territorios, 10 que
EI fracaso de la guerra de Portugal, la reaparicion en la administracion mostraba hasta que punto el modelo castellanista esra en vias de periclitar.
agentes procedentes de otros reinos de la Monarquta y la ineficiencia inter­ La Junta la integraban el presidente del Consejo de Castilla, el vicecanciller
nacional del discurso de hegemonIa confesional marcaban eI final del reina­ Aragon, el arzobispo de Toledo, el Inquisidor General (el cardenal don
do de Felipe IV. En el, la Monarquia habta pasado de un modelo castellano Pascual de Aragon), un representante los gran des de Espana (don Gui­
que buscaba Ia hegemonla a un sistema de colaboracion entre reinos que llermo Ramon de Moncada, marques de Aytona) y un consejero de Estado.
movilizaba los recursos de cada uno para intentar impedir la hegemonia regio­ Varios de sus miembros procedian 0 tenian experiencia en el gobierno de los
por parte del rey de Prancia. EI gobierno del ya mayor de edad, Luis XIV; territorios de la Corona de Aragon 0 Italia, mientras que los asumos de Flan­
se mostro especialmente agresivo. En Ull contexto de derrotas frecuel1tes, la des (terri to rio paulatinarnente alejado de las prioridades del gobierno
Corte de Madrid careci6 de la baza exterior para lograr mantener su carisma Madrid) se entendlan por la experiencia rnilitar de Aytona. La Junta pronto
hacia la pohlacion. Sin embargo, la defensa del orden monoconfesional y el se vio sobrepasada por el favor otorgado por la reina aI jesuita Nithard (1607­
respeto a la posicion de los poderes locales y regnkolas cimento una s61ida quien, tras haber entrado en ella por su condicion de Inquisidor gene-
alianza defensiva con los reinos extracasteJlanos, mas fundada en la necesi· Ilego a desplazarla en la capacidad de loma de decisiones (Lozano Nava­
dad que en el dlculo. EI casu de Castilla era mas complejo, ya que las agre­ rro, 2005: 306-332). 1.0 impopular del gobierno alimentado par los fracasos
siones francesas s6lo dafiaban su prestigio, pero realmente no sus intereses en poHtica exterior facilito que fuera creciendo la Figura de don Juan Jose de
territoriales 0 comerciales, si se exceptuan acciones muy concretas. La Monar­ Austria que se propon{a para asumir el gobierno hasta la mayoda de su her­
quia no dud6 en utilizar eI cornercio con la PenInsula y las Indias como mone- manastro. hacasado un intento de alejarlo como gobernador a Handes,
270 I Los sigfos XVI-XVII. PoHtica y sociedad La supervivencia (1636-1700) I 271

Juan Jose entro en abierta oposicion contra la regente. Las relaciones llega~ fa eJercer sus tunclones de arbltro entre elias (Carrasco MartInez, 1
ron a su punto mas bajo cuando a fines de 1668 inici6 des de Barcelona La reina, dona Mariana, vuelta de su exilio, intent6 recuperar el poder por

amplia campana epistolar pidiendo para derribar al Q.obierno 10 que la se dividio entre su pareialidad y la de quienes habian apoya­

tao l~inalmel1te, don Juan Jose sobre d gobierno de don Juan Jose. Amparado en una base cortesana relativa­

se detuvo en "lorrejon cuando la mente amplia, el duque de Medinaceli (don Francisco Iomas de la Cerda)

de haccrse reconocer como Primer Ministro en 1680. Su gobierno mostro


EI un notable grado de acci6n interior gracias a un grupo bast ante solido de coIa­
. , . maximo boradores. La medida que mas efeeto tuvo fue la reforma monetaria de 1680
siglo XVII, ya que el ministro era hijo de por la que se normalizaba el enorme desorden causado por la politica de rese­
orfgenes resultaban demasiado notorios, por 10 1I0s y alteraciones del premio de la plata. Sin embargo, el gobierno del duque
que su gestlon se VIO amenazada por el de la gran nobleza, por las se dio en una coyuntura especialmente adversa en terminos socioeconomi­
conspiraciones de don Juan Jose y por los hombres fuertes de la Junta de cos, 10 que maximizo los efectos negativos de su reforma. Esto se sumaba a
Gobierno, sobre todo el poderoso cardenal don Pascual de Aragon. En 1675 su mala relacion con la reina Maria Luisa de Orleans y a la acumulacion de
la reina obligo a su hijo a posponer su propia mayorfa de edad, 10 que man­ los habituales fracasos exteriores antes las armas del rey de Francia. La falta
tenia el gobierno en manos de la regente y Valenzuela, cuyo poder alcanzo de exitos, las dificultades hacendlsticas, los desordenes en la capital y la pre­
su cenit poco despues. Elevado a la Grandeza de Espana, el primer minis: sion cortesana forzaron al ministro a intentar primero un retiro limitado de
tro col1siguio frenar el malestar de la nobleza y de los medios cortesanos. sus cargos, para posteriormente ser desterrado de la Corte (1685).
Puc demasiado, el gobierno era abiertamente impopular pero se mostraba EI sustituto en cl poder, en tanto que Presidente del Consejo de Casti­
solido por la incapacidad de sus rivales para coordinarse. Desde Aragon, lla, fue el conde de Oropesa (don Manuel Joaquin Alvarez de 'loledo), quien
donde era virrey (Sanz Camafies, 1997), don Juan Jose entro en Castilla con se enfrento a problemas similares a los de su antecesor. Su posicion fue siem­
un competente ejercito, accion que termino con el destierro de Mariana y pre debilitada por la lucha de las diversas faceiones cortesanas por acceder a
la prisi6n de su favorito (1677). La fantastica carrera del privado paso por cargos, politica que Oropesa no llego nunca a controlar de forma satisfacto­
un destierro en hlipinas y termino con su muerte en un accidente de equi­ ria. Sin embargo, el gobierno del conde intent6 la
tacion en Nueva Espana. cion y el reparto de mercedes, reducir los gastos y consolidar una
La inestabilidad polltica pareda remediarse ante el notable carisma, solo exterior cornun frente a las agresiones francesas. Ademas, se
a medias merecido, que habfa alcanzado don Juan Jose. Este bastardo real rna monetaria (1686) e intento
eontaba COil un conocimiento notable de la Monarqu{a y sus exitos milita­ del Consejo de Hacienda,
res podian servir para ocultar algunos fracasos contundentes de Fernando Fajardo, marques de los Velez,
des pollticas, euando menos, dudosas. TenIa la ventaja por sf 1acienda. Frente a esta politica se
mismo gracias a su sangre real y de poder presentarse por encima de al secreta rio de despacho universal Manuel de al confesor
la Corte. Su ministerio, por 10 tanto, a la nueva reina (dona Mariana Neoburgo), y
la falta de exitos en exterior pare­ agraviados por la politica de mercedes. La impopu­
Sin el paso por el ministerio creci6 hasta el extrema de que el mismo rey Ie pidi6
los con- la renuncia en 1691. A ello hab(a contribuido la discutible gestion de los
con sus exitos en Flandes y las medidas de reforma del gobierno Velez, algunos escandalos financieros y las habituales derrotas militares ante
el gasto y moralizar la Corte no terminaron de los
111 tener un efeeto real sobre la poblacion continuo deficit de prestigio que suponfa la polftiea de agresion fran­
La temprana muerte de don Juan Jose (1679) quiza Ie impidio perder su cesa debilitaba en poBtica interior de forma constante a eualquier gobierno
popularidad, pero dejo un vado decisivo de liderazgo en la Monarqula. A que buscara hacer una gestion mas 0 menos estable. La Monarqufa careda
partir de ahora, fueron inestables facciones nobiliafias las que presionaron de una figura regia activa que pudiera dar solidez a los ministerios, 10 que
para mantener 0 sustituir a los rninistros del rey sin que este pudiera siq uie- tllVO multiples efectos y no todos negativos: al separar la imagen del rey de
272 I los siglos XVI-XVII. Politica y sociedad La supervivencia (1636·1700) 1273
la lucha polltica logro que su prestigio permaneciera intacto, y, quiza 10 mas peas de la Monarquia el caso mas grave fue la sublevacion de la ciudad de Mesi­

imponante, ante la naturaleza vola til de los sistemas de patronazgo, la admi­ na (Ribot 1982 y 2002). La rebeli6n comenzo en 1674 por un morin

nistracion territorial de la Monarquia tuvo que comenzar a funcionar con de hambre que puso al descubierto los conflictos internos a la elite politica

una relativa autonomia de los procesos de decision de la administracion cen­ local; la posicion faccional de los gobernadores de la Monarquia provoco la

traL btas tendencias se acentuaron hacia final de sigh La caida de Orope­ busqueda del apoyo militar de Luis XIV qllien aprovechola ocasion para mos­

sa hizo crecer la inestabilidad en la Corte donde ninglll1 personaje logro ocu­ trar su capacidad de concentraci6n de fueczas en el Medirerraneo. La nueva

par una posicion tan sefialada como eL Desde entohces el gobierno se debatio flota francesa traslado ra.pidamente tropas e incluso hizo a la lIegada

hasta fin de siglo en una espiral de conflictos cortesanos, formandose coali­ una flota holandesa (aliada del Rey Catolico) al mando del almirante Ruyter.

ciones que tenfan fuerte dependencia de los intereses de las potencias Las fllerzas de la Monarquia estaban tan mermadas que no se pudo organizar

buscaban asegurarse la sucesion de un Carlos II que ya para la decada un comraataque en condiciones y la retirada francesa unicamente file posible

1690 pareda claro que no iba a tener sucesion. gracias a la paz de Nimega (1679). Solo despues de la evacllacion francesa se

Todavla hoy resulta revelador como un gobierno tan precario y falto de pudo restablecer eI orden en la ciudad. En America destaco la rebelion urba­

liderazgo como el que encabezaba la figura delllltimo rey de la rama espa­ na de la ciudad de Mexico en 1692 (Silva Prada, 2007).

de los Habsburgo llegara a ser tan popular en los territorios perifericos. La sublevacion de Mesina mostr6la debilidad de la Monarquia Y Sll cre­

Basta pasearse por la Grand Place de Bruselas para comprobar que la ciente carencia de capacidad coactiva. Sin embargo, la fortaleza de la misma

del rey aparece reproducida en dos edificios de finales del siglo XVII. De no residfa tanto en las fuerzas que podia desplegar, sino en las lealtades que

resulta innegable el incremento de la estimacion de la persona regia y de su podia aunar. Seria esta solidez la que permitio sobrevivir a un entramado

funcion mfstica a 10 largo de la Monarquia. A ello se sumaban facto res de politico que estaba notablemente debilitado. Las elites locales y regionales

diversa indole: la justificacion politica que daba la posicion agredida de la que se hab{an aflrmado en el primer tercio del siglo XVII y se habian recom­

Monarquia, la creciente dependencia hacia las elites locales que sublimaron puesto en el perfodo de crisis y venalidad de oficios, apostaban de nuevo por

la figura regia para definir su posicion preeminente sin que resultara una ame­ presentar como natural SIl dominacion. Para ello insistian en el caracter orde­

naza para su poder, la contencion del crecimiento fiscal, la relativa adapta­ nado de la sociedad, justificando en las gracias regias la confirmacion de su

cion de las poblaciones al de excepcion y guerra, la consolidacion del posicion preemineme; y no su adquisicion. La interrelacion entre las elites

catolicismo barroco y una ciecta recuperacion socioeconomica perceptible regionales y la Corte era cada vez mayor (Alvarez-Ossorio Aivariiio, 2003;

en las ultimas decadas del siglo XVII (Garzon Pareja, 1981; SanzAyanz, 1989; Mufioz Rodriguez, 2003b). A diferencia de los afios centrales del siglo, el

Sanchez Belen, 1989 y 1996; Yun Casalilla, 1999). Los tiempos de Carlos II crecimiento fiscal se hab!a detenido, y aunque nominalmente las contribu­

podian parecer malos, pero la memoria de los anos de crisis bajo Felioe IV ciones a la Monarquia seguian siendo aitas, el notable nive! de [raude per­

hada mejorar el juicio sobre eUos (Kamen, 1 mitia a los poderosos consolidar su propia posici6n gracias a esa fiscalidad,

Frente al cido de rebeliones que bab!a sacudido a la Monarquia en las deca~ sin que aumentara dramaticamente d maJestar popular (Yun Casalilla, 1994).

das centrales del siglo, el gobierno de Carlos II resuito mucho mas tranquilo. Una serie de gobernantes regionales (se puede citar como ejemplo al mar­

Ciertamente, estallaron motines de hambre, pero no revistieron la envergadu~ ques del Carpio, virrey de Napoles en 1687) auspiciaron incluso un desa­
ra 0 la duraci6n de los anteriores. Los cortesanos se movilizaban para desacre~ . rrollo local aprovechando la mejora de las condiciones socioeconomicas en
ditar a un gobierno 0 una faccion, pero sin llegar a adquirir una organizacion decadas del sigh
po[{tica propia. EI caso mas conocido es elmotfn de los Gatos de 1699, una gobierno central hacia la colaboraci6n de las elites loca­
emocion popular orquestada poria faccion del cardenal Poftocarrero para dcsc les se hizo ademas enormemente perentoria. La continuada agresion
bacerse de su rival politico, eI conde de Oropesa, que babia vuelto al poder y sa sobre, almenos, tres frentes (Flandes, Cataillfia y, en menor medida, Ita­
encabezaba la faccion austriacista (Gonzalez Pafiero/Hieto Sanchez, lia) hizo preciso un buen entendimiento con quienes podfan lograr los recursos
Ante la sensacion de desorden y crisis mel1udearon los movimientos campesi­ necesarios para servir al rey precisamente aht No era, pol' 10 tanto, tiempo
nos en Catalufia, en 1693 en Valencia (Ia Hamada de forma un tanto exagera­ reformas 0 de imposiciones desde la Corte; sino de respetar fueros y pri­
da segunda Germanfa) 0 en el campo de Cartagena (Danti, 1990; Albareda i vilegios, y con ellos, la posicion de los aliados locales de la Monarquia.
Salvado, 1998; Sanchez Belen y Alcaraz IIernandez, 1991). En los reinos euro- daro que eran estos quienes definfan los marcos de esa alianza a traves un
274\ ~Os siglos XVI-XVII. Politica y sociedad La supervivencia (1636-1700) \ 275

proceso de negociacion complejo en el que no sometidas a los franceses, siguiera sonando con, y conspirando en ocasiones
una credente desconuanza mutua. ESla polftica de tolerancla comun Impues­ para, la restauracion de la
ta por el realismo politico ha sido cali6cada para los reinos de la Corona de La generalizacion de las fmmas de negociacion politica que respetaban
Aragon como ne%ralismo (Sanchez Marcos, 1983; Garda Martinez, 1988 el statu quo administrativo y que incidian en el monlO fiscal, termino por
y 1991; Casey, 1999: 247-25; Gil Pujol, 2002b), haciendo hincapie en el devaluar a las asambleas representativas en la Monarquia. Estas resultaban
conrraste que exisda entre la politica mas autoritaria, castellanista y dirigis~ , demasiado caras en mercedes y caredan de una capacidad efectivamente reso­
ta del gobiemo de Olivares. Era muy parecido 10 que aconteci6 en otros espa~ ludva; ademas, por su pro pia dinamica, se habian terminado por convertir
cios: como habra sucedido antes en Castilla, Italia y Flandes, el gobierno en un verdadero estorbo politico, ya que su apego al caracter formal de la
desisti6 una reforma directa para garantizar un mayor ingreso y un con" negodacion las convertia mas en espacios de conOicto 10 que dificultaba el
senso estable; las elites 10 dadan, perc bajo control y las formas que desea­ entendimiento entre el gobierno y los grupos poderosos. Una relacion mas
ran. rratara de una devolucion 0 del desarrollo de un nuevo modelo polfe, directa implicaba tener que satisfacer a menos intermediarios y agilizar Ia
tico (Thompson, 1981 y 1998; Atienza 1986), 10 cierto es contractual entre ambos En Castilla, las Cortes no se con­
se el poder de quienes controlaban la base administrativa bajo d vocaron en el reinado de Carlos II, prefiriendo el gobierno negociar directa­
curso del respeto a los privilegios tradicionales (municipales, senoriales y mente con las ciudades la renovacion de los servicios de millones; la falta de
les). La provincializacion castellana, la autonomia creciente de los Palses Bajos un sucesor directo por parte del rey hizo ademas que no fuera preciso con­
Yel neoforalismo de la Corona de Aragon, aunque son conceptos que han vocarlas para jurarlo como heredero. Lo mismo sucedio en Valencia, Cata­
generado un importante debate aun abierto, son las plasmaciones locales d~ luna y Flandes; mientras que las de Aragon se convocaron solo dos veces a
un fen6meno generico de incremento del poder nominal del reya trave!; de 10 largo del reinado del ultimo de los reyes Habsburgo espanoJes (Sanz Cama­
una mayor participaci6n polftico-administrativa de las elites. Para ambo,s fies, 1997).
agentes (corona y poderes locales) era una solucion efectiva aunque inesta~ En los ultimos cuarenta anos del siglo XVII se produjeron cambios a esca­
ble y conflictiva, pero real mente no existfa una verdadera alternativa. Los. la municipal en ocasiones sutiles pero que tllvieron un peso decisivo sobre el
diversos territorios europeos incrementaron su contribucion a la defensa devenir politico de las ciudades. Si bien en la segunda mitad de siglo se paro
la Monarquia, coincidente ahora con su propia defensa, y, por 10 tanto, la venta masiva de 06cios municipales en Castilla, para entonces los ayunta­
sus elites reforzaron su propia imagen liderazgo natural justi6cado mientos se habian hellchido de forma dramatica. En llluchos casos, el flllme­
existencia de las instituciones tradicionales (Sanz Camanes, 1997 y co de regidores habfa crecido entre un 60 y un 100%, por 10 que, en la prac­
Thompson, 1998; Espino Lopez, 1999 y 2004; se habfa producido una devaluacion del significado y de la influencia
La agresion francesa habfa mostrado tanto a esos poderosos como ala de estos cargos. En un primer momento, el control del crecimiento 6scal por
poblacion de los espacios fronterizos, como habfa algo peor que la fiscalidad parte de los ayuntamientos hizo que dicha devaluacion se compensara ante
de la Monarquia catolica. Las arbitrariedades del gobierno virreinal borb6~ las perspectivas que se abrian al disponer de mayo res medios. Sin
nico en Barcelona y la conquista francesa del Sur de los Paises Bajos para finales de la decada de 1650 la presion fiscal habfa comenzado a esta­
flOles eran unos buenos ejemplos. Pese a las capitulaciones otorgadas por el bilizarse con la consecuellcia evidenle de la restriccion de los llmites del apro­
vencedor, las poblaciones fueron sornetidas a una fuerte tasacion, las autori" vechamiento de los 06dos. Era cierto que las viejas Eunilias intentaron mar­
fueron reemplazadas por personas mas proximas a la corte francesa; car su diferencia respecto a los recien llegados con la apropiacion de marcas
IIILIU~O el clero vio como las mejores dignidades pasaban de lado para sec de dignidad que mantuvieran apuntada la piramide social (hay que destacar
otorgados a religiosos que impon{an una ferrea reforma de los medios la gran proliferacion de los habitos de ordenes y, pronto, de dtulos nob ilia­
eclesiasticos. EI poder del Rey Cristianfsimo se afianzaba por Ia multiplica­ rios). Con todo, los ayuntamientos estaban mostrando sus limites para la
cion de las nuevas ciudadelas de Vauban en las ciudades recientemente con" promocion social 0 induso la preservacion de los estatus adquiridos (De Ber­
quistadas, 10 que implicaba la muerte polftica de las villas y sus 1993; Munoz Rodriguez, 2003)
No es de extranar que el reinado del ultimo de los Habsburgo visto una proyeccion de los municipes de las grandes cilldades
como una Edad Oorada que habla sido sustituida por una Edad de Hierro. sobre sus provincias tlscales. De esta forma se busco ampliar la posicion
Tampoco 10 es que una parle importante de estas burguesias, pese a familiar incorporando a sus entramados faccionales a grupos Doderosos de
276 I los siglos XVI-XVII. Politica y sociedad La superviveocia (1636-1 277

localidades medianas y extendiendo su red de intereses sobre el territorio. guos rivales. Peor al contar con territorios en zonas especialmente sen­
Este saito rrtas alla de los limites de su poder tradicional fue una de las pul-, sibles a la politic a expansiva del nuevo poder hegemallicocontinental.la
siones tradicionales de los patriciados. Se estaba realizando de forma conti~ Monarquia Hispanica se convertia en el primer objetivo de Luis XIV, por 10
nuada al menos desde la escritura de rnillones de 1600, pew e! crecimien" que las demas potencias europeas utilizaron la supervivencia de la Monar­
to fiscal de! tercio central del siglo XVII permitio arnpliarlo a una escala hasta quia como un instrumento para bloquear las ansias expansionistas del rey
el momento desconocida. Sus consecuencias iban mas alia de la mera expan-c frances. De esta forma los ingleses, holandeses y Habsburgo austriacos logra­
sion del poder de los patriciados locales, ya que, tumplir funciones y car­ ban dos objetivos a la vez: por un lado derivaban la conflictividad a los terri­
gos a escala territorial, era una forma de incorporarse a la administraci6n torios del rey cat61ico y, por otro, podian negociar sus apoyosj bien impo­
conseguir que actuaran sobre el territorio niendo condiciones mercantiles desfavorables al cornercio hispanoindiano y
que se dando en las viejas unidades mediterraneo 0 bien haciendose reconocer derechos de presencia inacepta­
nistrarivas. Se ahondaba asi en e! proceso de transformacion de En este sentido, basta recordar el tratado de comercio angloespanol de
cios: de cabeza de la Republica a regios; cst a el reconocimiento de al!1:o que ya venia sucediendo: la quie­
condujo a una identificacion respecto de los poderosos locales, mas como Como era 16gico estas poten­
gestores de la propiedad regia que como elite politica natural. En las lilti" cias no ten Ian un interes especial en permitir un rellacimiento de la Monar­
mas decadas del siglo e! bloqueo de los ayuntamientos y la contencion fis­ quIa y no dudaron en abandonarla a su suerte cada vez que en la guerra
cal forzaron a buscar un nuevo camino de promocion y consecucion de gra­ podIan obtener buenas condiciones del rey de Francia. Ni siquiera enton­
cias regias que debian rnarcar las diferencias entre los diversos niveles de la ces, al ser abandonada [rente a Francia, la Monarquia pod{a reorientar su
elite local y este fue el servicio directo al rey. Es ahora cuando se detecta can politica exterior 0 intentar buscar una compensaci6n. La situaci6n geopo­
mas nitidez tanto el comienzo del absentisrno municipal, como la rebaja del litica impuso depender perentoriamente de la interesada asistencia de sus
contenido polftico de los ayuntamientos en detrimento de un sentido mas aliados.
administrativo. Mientras, la elite buscaba en su incorporacion a la admi­ EI proceso de formacian de una gran alianza que intentara confrontar el
nistracion territorial del rey de corregidores y superintendentes), creciente poderio frances tarda en realizarse. La propia inestabilidad pollti­
al ejercito 0 a la Corte el de escape de un mundo que pareda blo~ ca inglesa y la emuladora admiracion de los reyes Estuardo (sobre todo Jaco­
queado. La consecuencia a medio plazo, la depreciacion decisiva de los por eI modelo de Luis XIV, la renovada presi6n otomana que los empe­
ayuntamientos, simplemente porque caredan de la radores debieron sufrir en el valle del Danubio y la existencia de una polftica
tica que habian tenido en las decadas anteriores. Como de conciliaci6n por parte de las Provincias Unidas hacia Francia, desincen­
desarrollo fue lento, y e! nive! de esta transformacian tivaron en las decadas de 1660-1670 la posibilidad de mantener un
les del siglo XVIl, aunque visible, era aun incipiente. comun estable ante las crecientes amenazas del rey Sol. Entre las potencias
mas 0 menos aliadas al Rey
50S, especialmente los que
5.4. EI hombre enfermo de Europa holancles. Entre 1665 y finales del decenio de 1680 los ataques tranceses no
encontraran una resistencia s61ida y las diversas guerras que el rey Sol empren­
Durante el reinado de Carlos II la Monarquia perdia cualquier forma de ini­ dio se saldaran generalmente con victorias contllndentes.
ciativa frente a sus rivales y presuntos aliados. Posiblemente el reconocimiento En la decada de 1680 se prodlljo una serie de cambios que resuitaron
de la indeoendencia Portugal fue el ultimo suceso en e! que el gobierno decisivos: la apropiaci6n (Gloriosa Revoluci6n de 1688) del trono de Inglate­
para proclamar su propio rra por Guillermo III de Orange y su esposa orient6 definitivamente al rei­
La proyeccioll que dab a a la no insular a llna polltica de emulaci6n con Francia que se justifieD tanto por
una pOl1tlca de hegemonia confesional en Europa habia desapa­ el apoyo que Luis brindo al monarca expulsado Oacobo II) para recuperar su
recido; sus antiguos aliados y clientes abandonaban rapidamente su campo reino, como por eI inicio de una serie de choques coloniales entre am bas
para buscar otros patrones mas solventes. Haber gozado durante tanto tiem­ potencias. Alios antes, la familia Orange habia recuperado el poder en las Pro­
po de la primada europea levantaba aun sospechas y en sus anti­ vincias Unidas a la oolitica de apaciguamiento con Francia desempa­
,/. (0 I LOS 51gl0S XVI-XVII. t'Olltlca Y sOCledad La supervivencia (1636-1700) I 279

fiada por el gran canciller de Jan de Witt (1672). Para justificar su go parte del Rey Catolico, la defensa de los diversos territorios se enco­
en los Paises Bajos, Guillermo III necesitaba mantener un carisma m . mendaba, en primer lugar, a las tropas que se pudieran levantar sobre los
podia conseguir gracias a la guerra contra Luis XIV; esta opcion principados amenazados y sus veeinos, a eUos se sumaban los refuerzos que
nia el apoyo a la Monarquia Hispanica, una plena colaboracion aliados de la Monarqula estuvieran dispuestos a involucrar (sobre todo
retrasado (Herrero Sanchez, 2000). Para entonces, eI emperador en Plandes e ltalia; sin olvidar la aceion frustrada de la armada holan­
do superar, gracias a la inestimable ayuda de los polacos de Juan Sob en la rebeli6n de Mesina) y, finalmente, los socorros que desde la Monar-
momento culminante de la amenaza otomana (sitio de Viena de 1683).' Ula se pudiera enviar (Storr, 2006: 30-2 y 104-5). Esto dio lugar a Ull fun­
recuperacion de una parte importante de Hungr,ia (conquista de basado ell la progresiva regionalizaci6n de la defensa y la
en 1686) dio un enorme prestigio a Leopoldo I e incremento de forma de los recursos de la Peninsula en la proteccion del eje Medi­
ble sus propios medios fiscales y militares. Con vistas a 10 que se conS1UCl terraneo de la Monarqufa. Progresivamente, la proteccion de Flandes fue
ba como posible herencia de la Monarquia, al emperador Ie intereso dedicar· recayendo, sobre todo desde el decenio de 1680, en las fuerzas inglesas,
recursos a intentar impedir un triunfo inconte~table de los franceses en Flan~ holandeses e imperiales; mientras que la presencia de las fuerzas imperiales
des y el Norte de !talia. La coincidencia de iritereses de las diversas potencias en Italia se hada mas necesaria. Ante la insuficiencia de tropas para enfren­
permitio presentar una alianza estable para defender los territorios tar ala amenaza francesa, la Monarqufa se tuvo que fiar, del ejercicio de Sll
Catolico. Aunque los ataques franceses fueron ralentizados y resultaron diplomacia que utilizo a la vez el principio del pdigro comun y la negocia­
vez mas caros, la potencia reunida por el rey Sol era tal que sus victorias . ci6n de las ventajas comerciale~ como argumentos para implicar en la defen­
tinuaron y tambien la perdida de territorios por parte de la Monarqufa. sa de la Monarquia a los diversos aliados potenciales. Esta generaeion de
el deseo de intentar garantizar la herencia de Carlos II detuvo dichos avan diplomaticos se encontraba en una posicion espeeialmente complicada, pero
ces casi al final del reinado del hijo de Pelipe IV de forma bastante lucida Sll fUllcion.
La renovada fuerza francesa obededa a dos elementos decisivos. Por un treinta y cineo afios del reinado de Carlos II se desarrollo un ciclo
el proceso de revolucion fiscal realizado desde la decada de 1630 yges­ de guerras intermitentes generalmente iniciadas por una agresion
tionado de forma eficiente pOl' los ministros Luis XIV, permitio que francesa en los Paises Bajos. Como frentes seeundarios, los ataques del rey
gobierno central frances mantuviera gran parte del control de las nuevas de Prancia se dirigieron contra el Principado de Catalufia (Espino Lopez,
contribuciones. Por otro, la Monarquia cristianfsima habia logrado, median1 1999) y, en menor medida, contra el Norte de Italia. El frente de Flandes
te la sublimacion de la figura regia, en parte apropiandose del modelo espa~ se adaptaba bien a la guerra como espectaculo desarrollada en un principio
(Schaub, 2004), acabar con las viejas disidencias de la nobleza y de la por Luis y su Corte; su superioridad militar, y con tar con un especialistas
minoria protestante; la primera hah(a sido domesticada en la Pronda y con., en poliorcetica como Vauban, Ie permida e1egir la plaza que buscaba some­
trolada a traves del procesos de concelltracion las mercedes de la ter, asediarla y tomarIa. No se trataba solo de satisfacer el ansia de gloria de
en Versalles, los segundos fueron expulsados del reino de Francia Luis, sino tambien de proteger el corazon urbano de Francia de una ofen­
Revocacion en 1685 del Edicto de Nantes. Considerando que se siva en gran eseala, de una amenaza como la de Corbie en 1636. £lor
territorio mas poblado de Europa y que se ubicaba en una posicion central conquistas francesas se completaban con la ereccion de un formidable
frente a los dominios de la Monarquia Hispanica, esta disponibilidad de sistema de fortalezas que prevenfa futuras invasiones del Norte del eeino
recursos por parte del rey de Francia simplemente superaba a 10 que sus desde los Paises Bajos.
adversarios Ie pudieran contraponer, mas aun si cstos estaban divididos. matrimonio entre el soberano frances y la infanta Maria Teresa
Siguiendo la polftica iniciada por Richelieu y consagrada por el gobierno mayor de Felipe IV) abda ademas la via de una posible sucesion borbonica
de Mazarino, se termino por desarrollar, formar y sostener un modernoy a la corona. Es cierto que la infanta habfa eenunciado a sus derechos heredi­
estable ejercito de campo de dimensiones desconocidas hasta entonces, tarios a cambio de recibir una sllstanciosa dote compensatoria. Sin embar­
tiempo que se constfUfa una flota atlantica y una competente escuadra go, dicha dote nunca se pago, por 10 que las expeetativas de Paris siempre
el Mediterraneo. Esto permitio a Luis XIV degir sobre que frente de estuvieron en la hipotetica incorporacion de la Monarqllfa. A la muerte de
Monarquia Hispanica iba a golpear y poder coneentrar una superioridaq su suegro, Luis hizo presentes los derechos de su mujer para justiftcar su inva­
tactiea casi indiscutible (Lynn, 1997) si6n de Flandes. Los juristas de la corte francesa reivindicaron que, dado que

i
.......... '" '>'5':'':) 1\,1'I-/"\,'fII. I VllllLd r '::'ULleuaa La supervivencia ( 1636-1700) I 281

la infanta Maria Teresa era hija de la primera esposa de Pelipe IV, tenIa (segun alianzas territoriales que permitieran illtelltar contrarrestar la
eI derecho privado de algunas zonas de los Paises Bajos) precedencia suceso c regional sin tener en cuenta que dichos aliados eran de
ria sobre los posibles hijos del segundo lecho, como era Carlos II. Era muy, religion. Sin esta vision de los Sllcesos europeos no tenfa que ser
dudoso la aplicacion de esta norma derecho privado a un caso de transl, la mas imoortante para la poblacion no afectada directamente por la gue­
ferencia de soberania y a nadie se Ie escapaba que no era sino una siglo XVII parecio renacer el
ocultar el recurso ala fuerza como instrumento de expansion. No se trato Puerta estaba desarrollando
s610 de un
una notable militar tanto en los Balcanes, contra eI emperador, como
en el Meditewfneo Oriental, contra las posesiones residuales del Imperio
Veneciano: Acaya y As!, pese a la vision ahora mas administrativa y
sobre los territoriosde laUU,_'-"'~" menos confesional de las relaciones internacionales, entre la generaci6n
y muy clarificador gobernante de fin de siglo se evocaron con fuena las viejas ideas de Cruza­
tanto de la potencia militar francesa como la incapacidad de la Monari : da como la guerra justa por antonomasia. Mas cerca de la Peninsula, la
quia por concentrar los recursos suficientes para oponerse a la amenazadei Monarquia rambicn segula librando su propia guerra contra el Islam, un
rey Sol (Sanchez Belen, 1999).
conflicto que las celebraciones del Centenario de la batalla de Lepanto mos­
Carente de aliados y embarcado en la guerra Portugal, el gobierno de traban que era el que mas prestigio habia brindado al rey cat6lico. Solo que
Madrid contemplo impotente como la concentraci6n militar francesa barda ahora era una guerra que se estaba perdiendo.
sin demasiada dificultad a sus fuerzas de Flandes. El goberoador, el tercer Es posible que desde mediados del siglo XV11 la envergadura de los ata­
marques de Castel-Rodrigo, poco pudo hacer con los escasos recursosque ques corsarios contra las posiciones meditemineas hubieran disminuido, pem
contaba para intentar frenar una ofens iva de tal envergadura. Las fuerzas los Presidios espafioles en Africa estaban siendo sometidos a una presion cre­
de 1'urena avanzaron en profundidad oCllpando plazas en los Paises Bajos, ciente que contrastaba con los menguantes recursos que se destinaban a su
mientras en apenas unas seman as Conde conquistaba, casi sin oposici6n, el socorro. Fueron las tropas semipmfesionales redutadas en las propias costas
Franco Condado (Peroot, 2003: 267-280). Esto ultimo resulto especial­ castellanas y valencianas las que debieron asegurar la proteccion de estos pues­
mente doloroso para la Monarqula. En Handes al menos las burguesias hac tos como ya hadan antes, s610 que ahora sin el apoyo decidido de
bian resistido como pudieron a los asedios de las fuerzas francesas, peroell las mas limitadas escuadras, ni de las fuerzas profesionales del Rey Catolico.
10 que quedaba de los territorios de Borgona, simplemente el regimen se No hay que pensar que se tratara de un frente menor u olvidado de la Monar­
habfa venido abajo. EI avance frances genero una primera toma de conciencia quia, pero su indefensi6n alimentaba el elites castellanas al
de 10 que para la estabilidad europea podia suponer la maquina militar.del ver que los recursos que
rey SoL Inglaterra y las Provincias Unidas se ullieron a la MOllarqufa His­ sino los de otros territorios
panica para conformar la Triple Alianza y presionar al gobierno a para
gar a un acuerdo. Este se logro por la paz de Aquisgrcin en 1668: por la que otros fracasos mas
se ced{an algunas plazas muy significativas del Sur de los Parses Bajos Ldplldn general de Orcin, organizo con el apoyo del
comenzaban a dar un sentido mas lineal ala Frontera .t',sraao, la expulsion de los judios de la plaza. Esta ultima dias­
Charleroi, Binch, Ath, y Douai. A esto se resultado tanto de la coyuntura norteafricana y las propias divi­
mas al Norte y que siones de la comunidad hebrea, como del intento de un gobierno debilitado
de la regente dona Mariana y el jesuita Nithard) por reforzar su imagen
pocos rerratos que se cOl1servan de II en actirud heroica 1nsis­ interior. En este caso fue sin resultados, pues d jesuita habia sido forzado a
ten en oresentar al rey como de la Cristiandad en la dejar el poder antes de usar la expulsion como un elemento de propaganda
Esta pervivencia del viejo discurso Cruzado de legitima­ (Schaub, 1999; Sanchez Belen, 1993).
Hispanica como la cabeza politica de un proyecto La perdida de cllalqllier forma de iniciativa en la politica en el Norte de
confesional de aspiraciones universalistas resultaba poco creible; especial­ Africa se tradujo en una sucesion de asedios emprendidos por las fuerzas nor­
mente si se consideraba que la ullica forma de sobrevivir era renovar viejas teafricanas contra Oran: 1667, 1672, 1675, 1688, 1693 y, ya durante la gue­
.ttl.t I LOS SlglOS XVI-XVII. t'olltiCa Ysocledad La superVlveliLia ,10':>0-11 VV} I .... 0 ..

rra ete Sucesion, 1707-8. Generalmellte, estos sitios se conseguian levan importantes como Maubeurge, Saint-Omer, Cambra!, Valenciennes, Cassel
ante la llegada de pequenos socorros enviados desde la Peninsula; expedi'\ e Ypres; eI vencedor devolvfa Ath, Courtrai y Audenarde.
dones que llevaban hombres y pertrechos. Las fuerzas movilizadas eran .solo EI triunfo frances pareda tan contundente que la poHtica de Luis XIV
la sombra de los grandes conlingentes empleados en las guerras del siglo se dirigio a incorporar nuevos territorios, esta vez en el Imperio, mediante la
En parte, la resistencia espanola se apoyaba en el evidente retraso tecnologi'O politica de reuniones, es decir, ocupaci6n de senorfos sobre los que eI Rey
co del Norte de Africa hacia Europa. Sin embargo, en 1708 la desestructu"­ Cristianisimo se atribuia alguna forma de derecho mas 0 menos efectivo. Esta
radon del sistema militar espanol por causa de la guerra de Sucesion, agresion gener6 la formacion de una nueva coalicion. La invasion de los Paf­
a un pesimo liderazgo hizo que la guarnicion de Oran cayera, perdiendola ses Bajos para reunir Courtrai y Luxemburgo por parte de los franceses, ter­
Monarqufa Hispanica su principal plaza en Argelia. No era el primer Presii ' mino por decidir al gobierno espanol a declarar la guerra a Francia (1 I-XlI­
que ocupaban los norteafricanos, porque La Mamora 10 habfa sido en 1683) Y unirse al Imperio, las Provincias Unidas y Suecia. De nuevo la
1681, mientras que Larache, tras haber resistido un asedio en 1666, sucum~ Monarqufa se vio abandonada por sus aliados y fueron los Pafses Bajos espa­
bio en 1689 ante las fuerzas del dinamico soberano marroq uf Muley IsmaIl fioles los que mas sufrieron los ataques franceses, al tiempo que una nueva
ese mismo ano, fracasaba frente a Melilla yen 1694 puso tambien un ofens iva sobre Cataluna bloqueaba los recursos hispanos en la Peninsula y
asedio infructuoso a Ceuta. solo fue frenada por la dUrlsima resistencia de la ciudad de Gerona. La tre­
La Monarquia era incapaz de hacer frente a su enemigo en eI Norte'de gua de .Ratisbona (1684) sello el reconocimiento de las anexiones francesas
Africa, pero peor resultaba en Europa, sobre todo pOf la incomprensionde desde 1681 y la ocupacion, prevista por vcinte anos, de Luxemburgo y Estras­
ministerios hispanos de la siruacion de debilidad respecto a Francia. Luis burgo (Jeanmougin, 2005).
XlV habfa emprendido, en 1670, la ocupacion de Lorena sin declaracion de Las victorias francesas y la abiertamente predatoria posicion del Rey Cris­
guerra. Seguro de su posicion y tras una amplia campana diplomatica inici6 tianfsimo respecto a otros poderes europeos impulsaron a los cambios poli­
en 1672, la invasion de las Provincias Unidas, que fue frenada gracias a la ticos de la decada de 1680. Ante las continuas redamaciones del rey Sol las
apertura de los diques POf los holandeses y al golpe de estado que conduyo potencias europeas se alinearon por iniciativa del stathouder, Guillermo III,
con eI asesinato de Jan de Witt y la toma del poder por eI joven Guillermo en ] 686 en la Liga de Augsburgo, que buscaba prevenir cualquier nueva
III de Orange. Considenindose en una posicion de fuecza, la Monarqufa en agresion borbonica. La formalizacion de un bloque conjunto privaba a Fran­
1673 se sumo al Imperio, a Brandemburgo y Lorena (Gran Alianza de La' cia de la posibilidad de concentrar sus fuerzas frente a un solo adversario 0
Haya) para oponerse a las ambiciones francesas, esperando recuperar los terri J de distraer los recursos de sus enemigos alimentando conflictos entre
torios perdidos en la paz de Aquisgran. Fue un grave error, a diferencia de la Ademas, las continuas violaciones del suelo del Imperio por Luis XlV Ie
guerra de Devolucion que se habfa concel1trado en un solo frente, eI nuevo habia enajenado posibles simpadas y fiddidades entre los principes alema­
ataque frances se extendio a Catalufla y al apoyo a los rebeldes de Mesina. nes. Como habia sucedido un siglo antes con la Monarqufa espanola, eI exi­
Como la guerra con Bolanda resultaba demasiado lenta y poco gloriosa, eI to de la francesa en la busqueda de la hegemonfa se habfa realizado a costa
rey Sol concentro sus recursos sobre los Paises Bajos espanoles, resuItando de perder a sus aliados. Una serie de sucesos complicaron aun mas la situa­
desastfosas para Ia Monarqufa las campanas de 1676-1678. El netamente cion internacional del rey Sol. Las ya referidas Revoluci6n Gloriosa (1688)
superior ejercito frances inici6 la conquista sistematica de la scgunda y conquista de Buda (1686) consolidaban la posicion tanto de Guillermo
de defensa hispana. Ademas, un cuerpo de ejercito invadi6 el franco Con­ III como del emperador y privaban al rey Sol de potenciales socios. EI alc­
dado que esta vez Sl 0fi-eci6 una resistencia mas s61ida pero, falto de medios, jamiento de los turcos de los puntos sensibles del territorio hereditario de
termino por ser completamente conquistado. Catalufia fue invadida en 1675 los Habsburgo otorgaba una notable autonomia a estos para implicarse en
y, por su parte, se dio una revuelta antifi-ancesa en eI Rosel16n. La la guerra en Europ~ Occidental, y habia sido la ocasion para formar un ejer­
qufa vencida y, pronto abandonada por sus aliados, tuvo que adnutlr unas cito veterano que, si bien no podia competir por sf solo con eI frances, al
dUrlsimas condiciones. Las paces logradas en Nimega (1679) mostraban la men os no estaba en desventaja tecnica con eL Luis no apoy6 abiertamente
situacion de extrema debilidad del Rey Catolico que veia como sus aliados a los turcos para rechazar las fuerzas del emperador Leopolda, pero sf hizo
hadan recaer el prejuicio de la guerra en ella; el rey de Francia conservo la 10 que pudo por restaurar a Jacobo II como rey de lnglaterra, aunque el rcla­
mayor parte de sus conquistas 10 que inclufa el Franco Condado y plazas tan tivo de~cuido en que habla caldo su marina atlantica hiro que las fueras nava­
'<0., I LUS siglos XVI-X VII. I"'o/JClca Y SOCleUaU La superVlvenCia ~ I 0.:10-11 VVJ I ".J;'

combinadas angloneerlandesas pudieran bloquear los intentos de restau~ porque se hal)ia producido era una verdadera colonizacion del comer­

rar al rey fugitivo. En cierto sentido, volvia a planear el fantasma de la cio iberico por las redes comerciales holandesas, inglesas y tambien france­

rra de Religi6n, pues con la Revocacion del Edicto de Nantes, estas pese a las frecuentes medidas represivas ordenadas por la Monar­

hugonotes expulsados por Luis XlV formaron regimientos que se


entramado extraeuropeo espafiol se integraba bien en un circuito

ron al servicio de los lideres de la causa prolestante y notablemente de


mercantil establecido a escala planetaria y que habia convertido ala Penin­
Hermo III. Finalmente otro factor estaba a punto de privar a Luis de la
las posesiones mediterraneas y las Indias en mercados privilegiados de

de abrir un segundo frente contra sus enemigos en el Imperio y


europeos a cambio de mantener I1n flujo seguro y mas 0 rnenos

tradicional aliada, de Francia, estaba ahora bloquea,Pa por dos notables


".,.~."v.'- de las rnenguantes remesas argendferas.
les: un reconstruido ducado de Brandemburgo y, todavfa de
La falta de inversiones en defensa y la concentracion de los recursos nava­

ta, la Rusia Romanov.


espanoles en Europa durante los anos 1630-40 habia dejado en estado de

A finales de la decada de 1680 los problemas que acumulaban extrema fragilidad la zona costera de las Indias. Desde mediados del siglo,

politica extranjera de Luis XIV aun podian ser vistos como en las aguas caribenas todo tipo de piratas que lIegaron a poner

10 que en 1689 el rey Sol volvia a illiciar la guerra contra sus rivales. A jaque a las autoridades locales; baste recordar los saqueos por Henry Mor­

rencia de los anteriores, se trato de un conflicto de mayor duracion yen' gan (1635-1688) de Portobelo en 1668 y de Panama en 1671. La incapaci­

que las tropas francesas, pese a manteuer la iniciativa, fueron confrontadd$ dad de controlar el mar provoc6 la creaci6n en las zonas mas vulnerables de

a crecientes dificultades, ntientras su sistema fiscal y militar era casi . . mkleos de poblacion hostil que minaban la presencia espanola. Piratas y cor­
paz de hacer frente ala multiplicaci6n de frentes (Rowlands, 2002). EI ingleses utilizaron como la costa centroamericana y los franceses

flicto se extendi6 desde 1688 a 1697 sometiendo a los diversos poderes establecieron en la zona occidental de la isla de Santo Domingo, irnpo­

implicados a una tensi6n crecicnte y es conocido como la guerra de la Liga nicndose una notable resistencia de las poblaciones criollas hispanas. Con

de Augsburgo 0 de los Nueve Anos. EI inicio de la guerra pareda ser una todo, y tras medio siglo de escaramuzas, el tratado Ryswick (1697) les reco­

repetici6n de las contiendas ya libradas, aunque ahora los franceses· con­ nocio la propiedad de 10 que hoy dia es Haiti. De todas formas, y pese al

centraron parte creciente de sus medios en Cataluna donde, si bien los pri~ saqueo de Cartagena de Indias por los franceses en 1697, el Imperio espanol

meros ataques pudieron ser contenidos (recuperaci6n de Camprodoll, en America permaneci6 en su conjunto intacto durante estos anos. La epo­

1689), en 1691 el mariscal de Anilles se apoder6 de Urgel y la armada frah~ ca dorada de la pirateda caribefia comenz6 a lOcar fin en las decadas 1670­
cesa bombardeo Barcelona y Alicante (Bonery, 2005); 10 que dio lugar.a! 1680 con la normalizacion de las relaciones entre la Monarqufa y las poten­

un verdadero progrom de franceses en la costa levantina. Las cosas no iba!l cias navales que buscaban asegurar un as reladones comerciales que, gracias

mejor para la Monarquia en los Paises Bajos donde, en 1690, los aliados al contrabando ya la permisibidad de las autoridades espanolas, podian cir­

fueron batidos en la durlsima batalla de Pleurus (1-VII-1690) por el maris~ cular por vias ordinarias. A partir de ese mornento las propias armadas

de Luxemburgo, forzandoles a replegar sus lfneas al interior de inglesa y holandesa comenzaron tarnbien con perseguir a piratas, filibusteros

al ano siguiente, el propio Luis dirigio un enorme ejercito en el sitio y cap­ o bucaneros que tarn bien resultaban molestos para su propio comercio.

tura de Mons. No s610 habia piratas en el Caribe 0 en el Mediterraneo, sino que la mayor

Durante los anos del reinado de Carlos II la presencia espanola en Ame~ . arnenaza de este tipo se sufda en Extremo Oriente, en Filipinas. A1lf, el gobier­
rica y Asia permanecio grosso modo estable con dos fronteras militares res~ . no hispano se habia rnantenido como una extension del virreinato de Nue­
pecto a las poblaciones amerindias: el rnenos activo frente chileno (Villalo­ va Espana a pesar de las competencias con los portugueses por la posesi6n
bos, 1995) yel siempre fluctuante del Norte del virreinato de Nueva Espana. de Formosa-Taiwan, el cierre del mercado japones, la amenazadora presen­
al Norte, en Nuevo Mexico, los indios Pueblo, ante la incapacidad cia de las escuadras holandesas 0 la persistente resist en cia de los musulma­
la Monarquia por protegerlos los apaches, iniciaron una revuelta bajo eI nes del Sur del archipiclago. Sin embargo, el principal reto que tuvieron que
liderazgo de Pope 1690-1693 que barri6 rnomenranearnente la presencia afrontar los espanoles fue el poder acurnulado por Coxinga (Cheng Ch'eng­
espanola (Gonzalez de la Vara, 1992; Armillas Vicente, 2005). La alianza Kung). Ante la anarqu{a gcnerada en el Imperio Chino por la invasi6n Man­
con las potencias navales impidio que estas se dedicaran a atacar chu, Coxinga se hizo fuerte pro clam an do la defensa de los derechos de la
mente ni eI trafico ni las posesiones indian as. Ciertamente, no 10 necesita- dinastia Ming en la region de Fukien, reuniendo una poderosa marina y un
_ .......... Jj6~'V.) /\, I-A '( 11. I UHlH_d r ~ULI~UaU

La supervivencia (1636-1700) I 287

nutrido ejercito con el que lIeg6 a controlal' gran parte de las costas del sudes~ equilibrio de poderes europeo. Su padre, eI duque Maximiliano de Baviera
te asiatico. Por ventura para la posicion espanola, el caudillo chino no reali­ (I 662-1726), era un potentado medio del Imperio dotado de arnbicion y
zo su temido ataque a Manila, sino que comprometio sus [uerzas en la lucha flexibilidad politica. Los otros dos pretendientes a la herencia levantaban mas
contra los Manchues. Derrotado, se repleg6 sobre Taiwan donde vencio a los problemas y no podian lograr el consenso entre los dos bloques militares que
hasta entonces temidos holandeses. Desde ahi se preparola invasion de Fili~ se estaban disputando la hegemonfa militar en Europa OccidentaL Se trata­
pinas que s610 su muerte, en 1662, impidio. La pervivencia del regimen que de dos jovenes pdncipes Borb6n y Habsburgo. Ambos habfan recibido
habia establecido hasta 1683 mantuvo aun en vilo a las autoridades hispa1 sus derechos por renuncia de sus hermanos mayores: una forma de proda­
nas de Manila cuya seguridad se fue apoyando, cada vez mas, en el mar la supuesta neutralidad de la herencia, y de tranquilizar a la adminis­
angloholandes de esas aguas que en los recursos que pudieran mantener'para tracion hispana y a las potencias europeas. Con estas renuncias se insistia en
lapropiaprotecci6n (Parker, 1990: 156-158). que no habria unificacion personal entre las herencias que les correspond/­
En 1691 la caida de Oropesa y fa resistencia contra las agresiones fran" an naturalmente y la que se esperaba obtener de Carlos II y que ell os tam­
cesas estaban disenando un marco nuevo para la Monarquia. Pese a quee\. bien respetadan el equilibrio continental.
rey acababa de contraer segundo matrimonio (con Mariana de Neoburgo) . En realidad, ambas candidaturas resultaban inquietantes para el orden
pronto fue evidente que las esperanzas de una sucesion directa se europeo. Si Ia herencia de Ia Monarqufa recaia en Felipe de Anjou, el nie­
dan. El resultado fue que tanto a escala cortesana, como en la pugna que to segundo del rey Sol, la coalicion antifrancesa recibir{a un notable golpe.
se mantellia por la hegemonia en Europa, la herencia de Carlos rr pasara a Con las posesiones espafiolas bajo control, mas 0 menos directo, de Luis
un primer plano. XIV sus recursos Ie podrlan ayudar a derrotar a sus adversarios. Una Monar­
quia Hispanica protegida por la marina y el ejercito frances podrfa preten­
der rescindir los privilegios comerciales que de facto disffutaban ingleses y
5.5. EI final del reinado de Carlos II holandeses, algo para elIos inadmisible. Ademas, los territorios que mas
habfan sufrido las depredaciones francesas en los ultimos veinte afios y que
La primera decada de la Monarqufa Hispanica se habfa caracterizado por ,un sablan 10 autoritaria que resultaba su administracion de ocupaci6n, vefan
enorme desorden poHtico que anunciaba Ull proceso complejo de agregaci6n con recelo la prorrogaci6n de dicha ocupacion por otros medios. La can­
(1504-1516); allora de forma casi simetrica, su ultimo decenio tarn bien repro~ didatura del hijo segundo del emperador, Leopoldo, tambien resultaba con­
dujo ese nive! de desorden, pero activando en esta ocasioll fuerzas exogenas flictiva, ya que el reino de Francia podia ver como se desvanecfa Ia posibi­
y endogenas que la cuartearon en la Guerra de Sucesion. Como .ensu for.. lidad de rentabilizar toda la presion ejercida sobre la Monarqufa catolica,
maci6n hada casi doscientos anos, el destino del conglomerado de reinos . al tiempo que un soberano Habsburgo austriaco en Madrid garantizarfa la
que constituia Ia Monarquia Hispanica dependia, en parte, del azar biologi~ alineaci6n definitiva de esta contra Francia. Para la Monarqufa Hispanica,
co. Sin embargo, serfa ingenuo considerar que esta fue la unica causa de su esta solucion supondria mantener la dependencia (economica, rnilitar y
disgregacion. Como a principios del siglo XVI, la coyuntura poUtica, la capa~ diplomatica) hacia las potencias navales y bloquear una hipotetica polftica
cidad de movilizar recursos y apoyos, el interes comun, el contexto interna­ de solidaridad confesional.
cional y, sobre todo, la fuerza militar fueron los verdaderos elementos Las tensiones internas que desat61a eleccion de un sucesor fueron com­
que decidieron la existencia de la Monarquia. La [alta de hijos por parte plicadas por la continuaci6n de la guerra a 10 largo de la decada de 1690,
Carlos II simplemente abrfa un espectro de posibilidades donde ubicar los algo que hada poco probable que se aceptara de forma no conflictiva una
intereses y las ambiciones de los diversos actores politicos. solucion borboniea 0 austriaca. Durante este decenio siguieron las ofensivas
Como rey propietario, Carlos II, tenia el derecho de determinar quien francesas sobre los territorios de la Monarqufa. En el frente Norte, los fran­
tenIa mayor justicia para ocupar el trono una vez que hubiera muerto. Hacia ceses se apoderaron de la fortaleza de Narnur en 1692 y al aflo siguiente batie­
mediados de la decada de 1690 habfa tres candidatos posibles, descendien" ron a los aliados en Neerwinden. Pese a estos triunfos y a las frecuentes incur­
tes todos ellos por via femenina de Felipe IV. De los tres, el que pareela mejor siones del ejercito borbonico en los territorios que aun controlaban los aliados
situado era Jose Fernando de Baviera (1692-1699), ya que casu de recibir la en el F1andes Hispano, este se mantuvo firme. En ese momento, e1nivel de
Corona Espanola no significarfa en realidad nillgun cambio sustancial en el control militar que mantenla el Rey Cat6lico a ambos lados del Escalda
l..VJ J'5'V.3 /\ "'I-A "'II. • VriLILd Y ::'VLIt;'UdU
La supervlvenua \ I O'>O-I/VV} ~U7

comenzaba a ser escaso. Con el gobierno de Brusdas encargado al duque de Caso de confirmarse la opcion de Jose I~ernando, Luis podda exigir

Baviera y eI ejercito bajo mando efectivo de Guillermo III, pareda claro compensaciones territoriales denteo de la Monarquia, pero para lograrlo

la supervivencia de la posici6n espanola en la zona dependfa mas de las' necesitaba bien la complicidad de las potencias navales, bien la del empe­

pas aliadas que de las propias de la Monarquia. Esta no era una opci6n 110vedosa, ya que desde el mismo principio
Addantando algunas de las pautas geoestrategicas que tuvo la guerra reinado de Carlos II las gran des potencias habian fal1taseado con divi­

Sucesi6n Espanola, fue esta decada cuando las potencias maritimas stlpera": dir la Monarqufa. Hay que tomar con prevenci6n estos Tratados de Repar­

ron decisivamente a Francia en fuerza naval. Pese a conservar una cierta hege7 to, que en muchos casos formaban parte de proyectos diplomaticos mas

monia en d Meditemineo, e incluso obtener algvn exito en la costa porttle tendentes a ganar tiempo 0 engafiar al rival que acuerdos sinceros, pues el

guesa, los franceses no pudieron controlar el Canal de la Mancha (1 emperador y el rey Sol buscaban incorporar a sus Casas la mayor parte de

fracaso se debia al efecto que la expulsi6n de los hugonotes habia tentao en los dominios y atraerse a las potencias menores mediante compensaciones.

la m:uina francesa, yal agotamiento de recutsos qtle empezaba a padecer Luis La guerra de Devolucion ya envi6 una propuesta francesa a Leopoldo (1668)

XlV, sobre todo despues de las catastr6ficas cosec has de 1692-3. Asf,.el fren" par la que este hubiera recibido la mayor parte de los reinos ibericos (sal­

te de los Alpes contra las fuerzas aliadas perrnaneci6 relativamente estable vo Navarra y Rosas), las Indias, Milan, Cerdena y los Presidios de Toscana;

durante toda la contienda. Sin embargo, el poder del rey Sol segura siendo mientras el rey frances obtenia los territorios de la herencia borgofia y los

notable y fue en el frente Peninsular donde qued6 mas de manifiesto. Apo~ . reinos italianos meridionales mas Navarra, las plazas de Africa y Filipinas.
yados por la falta de capacidad los !{deres militares de la Monarqufa y pot En 1689 se pacta entre Leopoldo y Guillermo III eI compromiso de garan­
la superioridad de recursos, los franceses lanzaron una ofens iva a gran escac tizar la herencia austriaca, compensando con los Paises Bajos al duque de
la en Cataluna. Los vineyes se sucedieron casi al mismo ritmo que los fraca­ Baviera. En 1698 el tratado de La Haya entre Guillermo III y Luis XIV
sos militares. En 1693 el duque de Medina Sidonia era reemplazado por el reconoci6 Ia herencia de Jose fernando sobre Flandes, Espana y sus Indias,
de Escalona, quien a su vez fue sustituido por el marques de Gaztafiaga, que reservando el rey Sol para su nieto Napoles, Sicilia, los Presidios de Tosca­
dej6 su puesto en 1696 al virrey Velasco, quien al ano siguieme resign6 este na y Guipuzcoa. EI archiduque Carlos de Habsburgo recibiria Milan en
ultimo en el conde de Corzana. Sin embargo, estos cambios no afectaron. compensaci6n. AI ano siguiente, y una vez muerto el candidato bavaro, se
demasiado al transcurso de la guerra: en 1693 los franceses tomaban Rosas, . logro un nuevo tratado de reparto entre Francia y las potencias maritimas,
al ario siguiente Palam6s y Gerona, en 1696 derrotaban en lorrella a las tro­ que se rectific6 en 1700. La muerte de Carlos II puso fin a estos avances
pas reales y en 1697 conquistaban la mismisirna Barcelona y, poco despues; diplomaticos.
Las acusaciones mutuas de incornpetencia entre las instituciones cata­ AI igual que las cancillerfas europeas, la politica cortesana madrilena se

lanas y el gobierno central ahondaron aun mas la brecha que les separaba orient ada mas en relacion can la posible sucesi6n. Por otra parte, la nueva

desde hada anos (Albareda i Salvad6, 1991; Espino Lopez, 1999). reina intentaba participaI en polltica postulando generalmente la alianza con

Hacia 1698 la opci6n de la Corte espafiola era convertir al prfncipe Jose su cufiado, el emperador Leopoldo, pero no manteniendo una posicion exce­

Fernando en eI heredero de Carlos II. Dicha alternativa hizo que, para ganar sivamente coherente. Los intereses sucesorios del emperador eran defendi­

la simpatia de los gobernantes espafioles y de las potencias nava!es, caso dos de forma directa por su embajador Lowkoitz. Una vez caido Oropesa, eI

un reparto de la Monarqufa, Luis XIV se mostrara inusualmel1te magnani­ poder bascul6 entre las ambiciones de los gran des y la posibilidad de lIegar

rno en las negociaciones de la nueva paz lograda en Ryswick (1697). El rey a acuerdos puntuales entre las diversas facciones. En 1693, se organizo la

Sol restituy6las conquistas que habia realizado con posterioridad a 1678; planta de gobierno de la Peninsula en gran des distritos sobre los que tendrf­

que las tropas holandesas permanecieran en posiciones fuertes en an autoridad, con tftulo de tenientes generales, las gran des facciones nobi­

PaIses Bajos, derecho de Barrera, devolvio parte de los territorios que habfa liarias que habfan conseguido cI cese de Oropesa; estas estaban encabezadas

ocupado en cI Imperio, can la excepci6n de Estrasburgo, y reconoci6 a Gui­ el Almirante de Castilla, el condestable, el duque de Montalto y el con-
Henno III como rey de Inglaterra. Esta ofens iva diplomatica buscaba, por de Monterrey. No hay que pensar que se tratara de una verdadera recu­
parte del rey frances, tanto aislar a su mayor adversario, el emperador Leo­ peraci6n de la posicion de la nobleza al nivel de control que tuvo en la Baja
poldo, como poder situar de nuevo un embajador en Madrid que recons­ Edad Media, sino una mas de las alianzas coyunturales que se realizaban en
truyera el partido frances. una corte enormemente inestable. Por ello, es preciso cuestionar la efectivi­
Ld )Upt:!IVIVt!IIt....ld \IUJO-r/VVJ .&.7'

dad real de estas medidas, pues bajo estos conflictos la administraci6n mado heredero universal en eI testamento de Carlos y, a su ffiuerte (l-Xl­
seguia funcionando en eI territorio ignorando por pura necesidad los 1700), la corona fue aceptada en su nombre por el rey Sol. En cierto senti­
nes cortesanos. , I

do, era reeditar la idea de una unidad dinastica cat61ica que permitiera a la
un ambiente de confIicto continuo los bandos y las facciones se Mona1'qufa concentrar sus recursos en la proteccion de sus redes mercanti­
y se deshadan. La reacci6n frente a la camarilla de la nueva esposa
atlanticas; cien afios antes 10 habia intentado r;elipe II cuando pretendi6
los II dio Jugar a graves enfrentamientos en los cuales eI que un grupo ~~.
al rdno de Francia en un satelite, allOra Ie tocaba a Luis XlV bus­
tesanos saliera triunfante ni garantizaba su exito ni su estabilidad futura. '.
d
hacer 10 peopio con la Monarquia Hispanica. La respuesta fue tambicn
muerte de la rdna madre en 1696 y los desastres de la guerra enCatalufia parecida. Las potencias europeas, temerosas de semejante poder, reforzaron
condujeron eI aflO siguiente a una aliam.a entre Montalto, el Almirante
su alianza y entre las elites de los territorios que componian el gran engra­
cardenal Luis Fernandez de Poftocarrero (I 635-1709). Este ultimo pertene­ naje polftico hispano hubo algunas que vieron en dicha perspectiva una ame­
da a una familia aristocratica castellana y contaba con experiencia de gobier~ naza directa para su posici6n y los privilegios territoriales. La Guerra de Suce­
no como virrey de Sicilia al final de la rebeli6n de Mesina; se habfaopuestq sion que se dio entre los partidarios de la herencia angevina y los de la austriaca
en su momento al gobierno de Oropesa y se habia manifestado partidario j ala muerte de Carlos II signific6 un reparto efectivo de los territorios de la
en la primera mitad de la decada de 1690, de mantener la guerra.contra
Monarqufa.
cia. Fue eJ quien encabez6 el ataque contra la camarilla de la reiha,
En el decenio que precedi6 a la muerte de Carlos II las sociedades de
que su supervivencia polftica pasaba por evitar que el soberano que sucedie1 la Monarquia ahondaban en las tendencias ya esbozadas en los anos ante­
1'a a Carlos II debiera la corona a Mariana de Neoburgo. En 1696,'aprovec riores. Los Paises Bajos, Cataluna, Milan, los Presidios del Norte de
una enfermedad del rey, logro que este reconociera a Jose Fernando ca y, por extension, las costas mediterra.neas valencianas y castelJanas siguie­
como su sucesor y 10 mismo ocmri6 en noviembre de 1698 (Pena Izquier~ ron sllfriendo el continuo traumatismo de la guerra. f:sta resul.taba
do, 2004: 145-352). Pocos meses antes eI conde de Oropesa volvi6 a ser devastadora, pero tambien entrafiaba lecciones polftico-administrarivas que
mado como presidente del Consejo de Castilla, pero una personalidad pesaron mucho en los afios siguientes. Para unos, identificaba la adminis­
fuene y prestigiosa levant61as suspicacias de sus antiguos enemigos. traci6n francesa con una dominaci6n militar resultado de la conquista, para
En febrero de 1699 moria Jose Fernando, un candidato por eI que final~ otros, man tenia viva la afirrnaci6n de que la verdadera guerra era con fe­
mente paredan apostar tanto eI cardenal Portocarrero, como la [eina y el pro­ sional y, para todos, mostraba que la defensa regional se debfa basar, en pri­
pio Oropesa. Los meses que siguieron vieron una lucha sin tregua por con'. mer lugar, en Ia movilizaci6n de los recursos locales, reactualizando las for­
trolar el entorno de un Carlos II que comenzaba a apagarse; ahora las &cciones mas tradicionales de defensa 0 inventado orras nuevas. Ademas, pese a la
cortesanas ya no s610 se unian pOl' una cuesti6n coyuntural, sino que se guerra, la decada de 1690 fue, en general, un pertodo de crecimiento eco­
tomar partido hacia uno de los dos candidatos que restaban. Los embajado., nomico y de restauraci6n demogdflca, por 10 que, ante el bloqueo del cre­
res frances (Harcourt) e imperial (Harrach) se convirtieron en los aglutinantes cimiento flscal, en la pdctica el peso del Imperio pas6 a ser mas
de las diversas simpadas cortesanas. En abril, el motfn de los gatos, organiza;o Sobre todo la periferia mediterranea parecfa recuperarse de forma consis­
do por los enemigos Oropesa, forz6 al destierro de la Corte del P1'esiden~ tente (Yun Casalilla, 1999).
te del Consejo de Castilla, al que siguio poco despues el del Almirante. Los Existfa, pues, un creciente contraste, que es preciso no exagerar, entre
que se hablan convenido en los principales valedores, junto a la reina, de la unos territorios con unas elites conscientes de sus intereses y una Corte
causa austriaca hab{an desaparecido de escena, 10 que permiti6 a Portoca­ excesivamente inestable y con limitada capacidad de intervenci6n directa
rrero ejercer una influencia creciente. Ante la enfermedad del soberano, el o incluso de socorrer eficazmente a los senorios amenazados por las agre­
prelado recibi6 el nombramiel1to de regente de la Monarqufa. Para ese siones francesas 0 norteafricanas. Ya se ha indicado c6mo la frustraci6n de
momento, eI COllsejo de Estado y eI propio cardenal habfan tomado rnayo~ las instituciones catalanas ante la incompetencia militar de los enviados
ritariamente eI partido de Ia sucesi6n francesa. Ante el tratado de Reparto de regios creci6 en la fase final del siglo con la gran ofens iva de fuerzas de
1700 y la imagen de una MOl1arqufa dividida por las potencias extranjeras Luis XlV. Es cieno que responsabilizar a los agentes regios era una forma
consideraron que la unica forma de mantener unida la herencia era contar de evitar ser considerados como culpables del colapso militar. La propia
con la potencia militar francesa como SOporte. r;elipe de Anjou fue procla" capacidad de reunir rccursos de las elites catalanas, elevaba por a6rmacion
..... ....,.,.J ...J'b'U'..:J /,'11'-/'''11. f UULIt•. ct r :::'Ui.,.'~UdU
La superVlvctlCla \ I 0,:)0- 1/ UU} I L" ~

COIl eI poder cemfal su propia valoracion. Par otra parte, la con­ resultaban poco operativos y los mandos aun estaban cooptados por
de la pramocion social merced a la gracia y venalidad regia (direv poderosos regionales, pero, en la practica, el nive! de militarizaci6n de
ta 0 encubierta), hizo que esas mismas elites alcanzaran al mismo tiempo; la sociedad castellana habia crecido, bien que consolidando dos
y sin entrar en contradicci6n, eI mayor nivel de proclamacion de lealtad a que habfan sido ajenos a la tradici6n rnilitar del siglo XVI y del primer siglo
su soberano. Suyo, en efecto, ya que mas que al Carlos II persona flsica, XVII: la obligatoriedad de! ejercicio de las armas (generalmente por sorteo)

adhesion iba a un soberano cuya inacci6n personal combinada con la posi~ y una notable transferencia de su control a los grupos de poderosos locales

bilidad de adquisicion de gracias Ie convert(a en una flgura maleable, des~ (Thompson, 1990). La signiflcacion de estos cambios pas6 desapercibidos

de y en la periferia, donde se podia disenar la imager de rey ideal que cad~ . para los contemporaneos que consideraban la Monarqufa como una enti­
grupo de poderasos locales necesitaba. dad meramente decadente, sin comprender las energfas que en e! tiempo de

fen6rneno genero una lealtad reforzada dentro de un marco controlado postracion se estaban acumulando; unas fuerzas que solo fueron visibles

por los poderes locales. Dicho proceso no fue privativo de los reinos de la . mando estallara la guerra.
Corona de Aragon, sino que en las Indias, 10 que tradicionalmente se ha
visto como la pcrdida de control directo de Ia corona encierra elementos
que guardan similitudes con 10 que sucedfa en Europa. No hay que olvidar 5.6. A modo de epilogo: el reparto y la posteridad

que una parte importante de los recursos empleados en Ia defensa del Cari­ de la Monarquia Hispanica

be no eran enviados desde la Peninsula, sino que formaball parte de las


zas que los gobernantes espanoles y las elites locales podian reunir. Asi, La muerte de Carlos II y la sucesi6n de Felipe de Anjou trajo una notable

victorias de Guarico (1690), Limonada (1691) y la campana de 1695,en la revolucion geopolltica en Europa Occidental. La acumulaci6n de fuerza que

guerra por eI control de Santo Domingo contra los franceses, fueronesen­ se realizaba en torno ala Casa de Borb6n aIarmo justificadamente a sus anti­

cialmente triunfos de las tropas despachadas desde Ia Nueva Espana. Elvirrey guos enemigos e hizo que se restableciera la entente de las potencias nava­

conde de Galve (Gaspar de la Cerda Sandoval) desarro1l6 en esos anos .una les con el emperador. Por otra parte, Luis XIV, quien controlaba de forma

notable actividad mHitar tanto contra las incursiones francesas como COIl" efectiva la Corte de Madrid, hizo poco por tranquilizar a sus tradicionales

(fa la resistencia de los tarahumaras en la Sierra Madre. En el Peru, Ia pro­ enemigos. No se dio ninguna compensaci6n al emperador, ni seguridades

duccion de plata se mantuvo a la baja a 10 largo de todo eI siglo, mientras a Guillermo III sobre el respeto de su ocupaci6n del reino de Inglaterra 0

que el situado que se enviaba a mantener la Frontera araucana comenz6a de la continuidad de la barrera establecida en Plandes. Pareda como si el

pagarse los ultimos veinte afios del siglo con menor regularidad (Villalobos, rey de Prancia hubiera, por fin, reconstruido el viejo sueno del frente con­

1995: 107-108). fesional y estuviera en condiciones de restaUrar a los Estuardo aI tiempo que

reforzamiento de la posici6n de las elites locales y regionales ha sido amenazaba de forma directa a las Provincias Unidas. Ademas el rey Sol decla­

identificado, en ocasiones, con una de descomposician del poder ra obsoleta la renuncia de Pelipe V a sus derechos sucesorios franceses y

la Monarquia 0 de la autoridad del rey. Sin embargo, al menos en Castilla logro que los privilegios comerciales de los que antes habfan gozado en el

y Flandes, el funcionamiento de la nueva administraci6n territorial dela ambito atlantico holandeses e ingleses fueran transferidos a su Corona. De

Monarquia iba pasando del cad.cter compulsivo que habian tenido las supe~ esta forma, el rey frances no solo consegufa poner en su contra a los equi­

rintendencias dcsde 1640 a un marco mas ordenado, sobre todo desde su pos dirigentes de las potencias europeas, sino tambien a los importantes

reforma de 1691. La presencia de estos agentes, por muy problem:hica que intereses de los comerciantes. EI 7 de septiembre de 1701 se formaba la Gran

resultara al chocar con la administraci6n tradicional, recordaba Alianza La Haya. Los enemigos del rey Sol continuaron consolidando su

a quien correspondfa en ultimo extremo el beneficio del crecimiento posicion con la incorporaci6n a la alianza de Saboya y Portugal (1 La

era al rey. Lo mismo habia sucedido con el ejercito peninsular, at menos en enorme coalicion que se levantaba contra las Dos Coronas permitla movi­
10 que se a las fuerzas militares castellanas. Estas se habfan con mas hombres y recursos de 10 que incluso ambas Monarquias cat61icas
notables diftcultades y contradicciones desde la decada de 1630 y de la evo~ pudieran reunir de forma conjunta. Ni siquiera esto iba a ser posible, ya que
lucion de la milicia general. A fines de! siglo XVIl la Monarqufa contaba ya el viejo entramado politico que suponia la Monarqufa Hispanica estaba a
con una base consolidada de tercios provinciales. Ciertamente, muchos de
_ .. -. - - I .................. ,."." .....
La supervivencia ( 1636-1700) I 295
punta de descomponerse cuando las tensiones de la guerra europea pusie­ El conflicto habia comenzado con la invasion del Milanesado por los
ran al descubierto las propias de la Monarquia. imperiales, pero pronto se extendio por los diversos escenarios de la Monar­
Por supuesto, cualquier evaluacion determinista 0 rfgida sobre la toma qUIa, sobre todo desde que eI ejercito de campo frances en eI Imperio fue
de postura de los diversos territorios (es mas correcto decir, de los subditos) barrido en Blenheim (1704) por los angloimperiales de Eugenio de Saboya
de la Monarquia en el conflicto entre borbonicos y austriacistas (0 filipistas yel duqlle de Marlbourough. Apoyado en la defeccion de llna parte de la
v. carlistas) esconde una realidad mas compleja. En todos los sefiorIos hubo gran nobleza castellana (singular mente eI almirante de Castilla) el archidu­
agentes que tomaron partido decididamente por el bando que contaba can que Carlos se instalo primero en Lisboa y sus tropas entraron, brevemente,
los menores apoyos en ese espacio. Esto genera una,amplia movilidad:cas~ en Madrid. A finales de 1705 eI pretendiente Ilega a Barcelona. La ciudad
tellanos e italianos austriacistas se cruzaban en sus exilios con catalanes, valen~ se habfa rendido eras un breve sitio a las tropas desembarcadas por la arma­
cianos, aragonescs, italianos y flamencos borbonicos. Por clio, el esrudio por~ da angloholandesa. EI modelo de hundimiento politico del regimen borbo­
menorizado de las tomas de partido debe respetar el caracter de conflicto par nico en la Corona de Aragon guarda similitudes con 10 que estaba pasando
el poder local que tuvo la Guerra de Sucesion en cada sefiorlo, en cada en otras zonas de la Monarquia. La consecucion de la hegemonia militar por
ciudad. De igual forma, no resulta valido evaluar las parcialidades de prine las tropas de los aliados permitfa que los partidarios locales del archiduque
cipios de la guerra segun el resultado final de la misma. Su desarrollo desplazaran a los de Felipe V Aun esd por invcstigar si, para el conjunto de
movilidad de los exiliados de cada uno de los campos significo una radicali­ la poblacion, se trato mas de inaccion 0 de entusiasmo hacia elnuevo n~gi­
zacion de las posturas politicas y un no retorno en las decisiones tomadas, men Habsburgo; en todo caso, parece claro que la capacidad de moviliza­
algo que al comienzo de la contienda no tenia que ser tall evidente. cion y eI carisma del nuevo rey no estaba en absoluto desarrollado. Tras las
La lIegada de Felipe V a la Peninsula Iberica habia permitido una tras­ batallas de Ramillies (23-V-1706) Y TurIn (7 -IX-1706), las posiciones his­
lacion de poderes relativamente tranquila. EI rey COI1VOCO Cortes en los panofrancesas en los PaIses Bajos y en Milan cayeron como castillos de nai­
diversos reinos y se hizo reconocer como heredero legitimo de Carlos II. EI pes, en parte, par la propia incorporacion de las elites locales alnuevo regi­
nuevo principe jura sin mayor problema los privilegios de los Estados de la, men habsburgo (A1varez-Ossorio Alvarifio, 2004).
Corona de Aragon y, para dignificar su relacion con estos, decidio casarse La mayoritaria fidelidad al primer Borbon de los territorios de la Coro­
en la misma Barcelona (Alabnls Iglesias, 2001). El rey no venia solo, ya que' na de Castilla (a ambas riveras del Atlantico) resulta un problema historio­
Ie acompanaba un nutrido grupo de franceses que traia instrucciones de grafico mayor (Guillam6n Avarez y Munoz Rodriguez, 200.) y 2006). EI
Luis XIV de supervisar las funciones gubernativas y poner a la Monarqufa nuevo gobicrno se apresur6 a sustituir a los agentes que podian ser mas COI1­
Hispanica en posicion de colaborar militarmente con la francesa. Estos flictivos: aSI, dOI1 Jose Sarmiento de Valladares, conde de Montezuma, virrey
'1'
ministros companian una misma base de cultura administrativa con el refor­ de Mexico entre 1696-1701 Yconocido por sus simpatfas austriacistas,
~.' mismo que se habia comenzado a desarrollar en Castilla, pero caredan de fue reemplazado por el mas fiable obispo Juan Ortega Montanes. EI equipo
tt la experiencia del sistema polisinodial 0 de las jurisdicciones privativas de
los reinos de la Corona de Aragon (Garda Carcd, 2003; Castro, 2004;
de Felipe V tuvo especial suerte en elnombramiento de cargos que se demos­
traran especial mente eflcaces. A ello hay que afiadir algunos elementos que,
I::
I . Dubet, 2006). Pronto, la influencia francesa fue vista como una amenaza como los que decantaron mayoritariamente allado austriacista a los territo­
por algunos grupos de poder en la Corte, que se vefan disputar con exito rios de la Corona de Aragon, tam bien tuvieron relacion con e! contexto de
\, las parcelas que hasta esc momento monopolizaban, y por las elites de los las ultimas decadas. EI patriciado castellano no sentia el mismo nive! de ren­
~
territorios que mas habian sufrido las incursiones francesas en eI ultimo cor y prevencion hacia los ftanceses que sus homologos milalleses, flamen­
decenio. Estas (iltimas tenlan experiencia de 10 auraritaria que podIa resule cos 0 catalanes; a fin de cuentas, la guerra contra Francia distaba de ser una
tar la administracion de ocupaci6n del rey Sol; ademas, pesaba mllcho eI prioridad para los intereses economicos de las elites castellanas que desde
ejemplo de los Palses Bajos espanoles donde eI gobierno habia sido reorga" hacla al menos un siglo venian cuestionando tanto la desigualdad fiscal como
nizado par los agentes del soberano frances. No hubo tiempo de verificar si la distraccion de los recursos de su reino en la dcfensa de otros territorios. A
tales temores eran mas 0 menos fundados, ya que antes de que pudieran ello se sumaba que, por un interes obvio, la flota francesa concentra, desde un
decidirse sobre la lealtad a "Felipe V" 0 la devocion a "Carlos III" (que se primer momento, su aun formidable potencia en la proteccion de la Carrera
habra proclamado rey de Espana en 1703) la guerra lIamo a la puerta. de lndias, y aunque esta sufrio algun desastre (especial mente el catastr6fico
L.'V'''' .,)'5fVJ /'\Yr-AVIl. f VUU'-d Y ~UL'eUau
La supcrVlvcnCla \ I O~O-II VV J "'7'

combate naval de Vigo, en 1702) la futa permanecio abierta durante toda la


territorios comrolados por los partidarios de su rival. Sin embargo, cl nucleo
guerra, permitiendo, en parte, financiarIa. Las reformas que la administracion
castellano pareda singularmente solido para Felipe V por 10 que, aunque
del joven rey estaba introduciendo desde la Corte de Madrid, si bien alarma~
tropas del archiduque lograran momenra.neamente la hegemonia militar, esta
ron a las camarillas curiales y a la gran nobleza, no debieron de generar un gran'
no se traduda por una sumision polftica, sino que los austriacistas apenas si
descontento entre la poblaci6n, ya que estas (por ejemplo, la creaci6n delos
controlaban 10 que ocupaban. Respecto a la guerra europea, cada vez mas
regimientos en 1704, la formaci6n de las intendencias ... ) se limitaball a reor"
costosa para una exhausta Francia, se habia casi circunscrito a las fronteras
denar, segun el modelo frances, Ull crecimiento fiscal y administrativo que se reino de Luis XIV donde el sistema de fortalezas modernizadas logro fre­
producido desde hada decadas y no suponia Ul1 a carga efectiva mayor nar las incursiones de los ejercitos aliados. Esta descomposicion efectiva de
fuera de las demandas propias de la guerra. Finalmente, hay que recordarque la Monarqufa Hispanica en dos realidacles y dos lealtades territoriales (en par­
a diferencia de las elires de olros territorios acostumbradas (aunque no satisfe~ te resultado del azar militar, en parte de la decisi6n politica) se ahond6 en
chas) ala colaboraci6n militar de las potencias protestantes, la poblacion cas"
los anos siguientes de la luella. Distraidos los posibles reCllrsos de la defensa
tellana posiblemente era mas proclive a continuar asumiendo el discurso de
comul1, ninguno de los dos bandos realizo un esfuerzo serio por evitar que
lucha mfstica con base confesional que la propaganda borb6nica se empenaba
en 1708 Onin cayera en manos de los argelinos.
en potencial' (Gonzalez Cruz, 2001).
Los com bates de 171 0 simplemente confirmaron la division que, de hecho,
En la Corona de Aragon, pese a nucleos decididos de resisteucia borbo1 ya se habia producido. En el verano, aprovechando una coyuntura militar euro­
nica que se hadan mas s61idos hacia e/ Sur, la sublevacion a favor de Carlos
I: se extendi6 hasta a1canzar pronto las fronteras del reino de Murcia. La pree
pea muy favorable, los aliados lanzaron una ofens iva mayor sobre los territo­
,'.: rios controlados por los borb6nicos a quienes aplastaron en las batallas de Alme­
! sen cia de la flota inglesa y la defecci6n de una parte de la armada espanola nara (27-VII) y Zaragoza (20-VIII). La ocupaci6n de Madrid par el archiduque
r hizo que Valencia, Alicante y Cartagena se sumaran alnuevo poder. Sin se convirti6 en un episodio fugaz ante la insumisi6n de las poblaciones caste­
I' embargo, el austriacismo habfa a1canzado sus mayores Ilmites cuando en eI llanas que segllian fieles al duque de Anjou. Felipe pudo recibir refuerzos fran­
interior del reino de Murcia se desarroll6 una resistencia autonoma contra ceses y reclutar tropas castellanas y preparar una contraofensiva. Con estas ruer­
10 que se consideraba una rebeli6n contra el rey legitimo. Pese a ser impor­ zas, el duque de Vendome persiguio a los austriacistas que buscaban rerugiarse
tantes, los austriacistas murcianos no lograron imponerse. Los borb6nicos en el, polfticamente mas seguro, reino de Arag6n y los alcanzo en las bat alias
bajo elliderazgo carismatico del obispo don Luis de Belluga y la colabora­ de Brihuega y Villaviciosa (9 y I O-XII). Tras estas sonoras derrotas, la fuerza
cion activa de los inquisidores locales organizaron a la poblaci6n y no
militar del pretendiente austriaco rue barrida de la Peninsula. Ademas, la mller­
mantuvieron la ciudad por el rey, sino que rechaz aron a las limitadas tropas te de su hermano mayor (el emperador Jose I) hiw que el archiduqlle ruera
aliadas y recuperaron Cartagena (I706). Esta resistencia focalizo en el Sures­ mado a owpar su dignidad en eI Imperio (I 711) 10 que mermo el entusiasmo
te el envio de tropas profesionales por parte de ambos contendientes, asi que de sus aliados por sostener su causa, poco deseosas las potencias de ayudar a
el primer gran choque annado de la guerra en la Peninsula se dio para inten­ construir un gran poder clando a los Habsburgo 10 que negaban a los Borbo­
lar repe/er, por parte de los borb6nicos, una nueva invasi6n del reino de Mur­ nes. Ademas, el agotamiento y eI cansancio por la guerra eran generales. Se tni­
cia. La batalla de Almansa (25-IV-1707) signific61a destruccion del ejercito ci6 un complejo proceso de negociacion que concluy6 con los tratados de
de campo aliado y permiti6 al francoespafiol iniciar la invasi6n de los terri­ Utrecht y Rasttat (I713-1714) por los que se procedia de iure a 10 que se habia
torios valencianos. La represi6n militar, destac6 por su brutalidad el saqueo hecho de focto: el reparto de la Monarqufa Hispanica y la garantia del mante­
de J:hiva, se acompan6 de una represi6n jurisdiccional. El rey proclamola nimiento de ciertos privilegios en el comercio americano para los angloholan­
supresion de los fueros aragoneses y valencianos (29-IV); 10 que resuit6 espe­ deses. Felipe conservaba las posesiones peninsulares, las Can arias y las Balea­
cialmente amarg6 para los naturales de estos reinos que habfan seguido eI res (salvo Menorca y Gibraltar que, ocupada inicialmente en nombre del
partido borb6nico (Jimenez Lopez, 1999).
archiduque, pasaba a soberania inglesa), asi como las extraeuropeas (las Indias,
campafias de 1706-1708 definieron el semido de la guerra. Las posi­ Filipinas yel Norte de Africa). f1andes, Milan, Cerdefia y Napoles se recono­
ciones de la Monarqufa en el Continente estaban bajo control de los ali ados dan como propiedad del ahora emperador Carlos VI, mientras Sicilia (pron­
de Carlos, mientras en la Peninsula este habfa consolidado una base solida to cambiada por Cerdena) se reconoda aJ duque de Saboya, qui en recibia ade­
en Catalufia desde la que podia lanzar incursiones de envergadura sobre rn:is el ansiado titulo regio.
",.v I ,-OS ~lgiOS XVI-XVII. t'OIl[lca Y socledad La supervivencia (1636-1700) I 299

Abandonados por las potencias, los austriacistas peninsulares bien habian to; una vocacion atlantica y americana bajo una estructura que, conservan­
buscado refugio en los territorios bajo soberania de Carlos III-VI, bien se do muchos elementos de la anterior, introducia, 0 formalizaba, maneras mas
hab/an concentrado en Catalufia donde las instituciones del Principado y de .' directas de relacionarse con la poblacion, buscando en la practica proyectar
la ciudad de Barcelona estaban optando por resistir a los crecientes ejercitos sabre el territorio las concepciones que de su autoridad habfa forjado cI mode­
borbonicos, con la esperanza que un cambio de la politica interior en Inglac 10 cortesano.
terra u Holanda haria que estas potencias les socorrieran (Leon Sam, 1997; Si el siglo XVIII significo una relativa ruptura con la Espana de los Aus­
Albareda i Salvado, 2002). La supresion de los fueros en Aragon y Valencia trias, 10 fue en dos sentidos opuestos, ya que los Borbones siguieron procla­
daba ademas una justificaci6n institucional a esta determinacion. Sin embar:l . mando la linealidad de su gobierno con el de sus mayo res, aunque desde una
go, los austracistas fueron dejados a Stl suerte y las tropas borb6nicas primd 6ptica de perfeccionamiento. No hubo una Espafia vencida y una Espana
ro ocuparon los principales puestos del Principado, despues asediaron la eim vencedora en la Guerra de Sucesion, en los territorios que controlaban los
dad y finalmente la tomaron por la brecha elll-IX-1714 pese ala determinadi . Habsburgo se proclamola misma continuidad, se generaron las mismas migra­
resistencia de sus defensores encabezados por Ramel de Casanovas. E118~XI ciones pollticas y se insisti6 ell la misma ficci6n de la preservaci6n intacta
la villa de Cardona, la ultima posicion austracista en la Peninsula, tambien . dcllegado de la Monarquta Hispanica. De hecbo, el espanol siguio siendo
caia en manos de los borbonicos. Poco dempo despues, las fuerzas combi­ durante un tiempo considerable la lengua oficial en las relaciones de la admi­
nadas francoepafioles ocupaban Mallorca e Ibiza. En los territorios que habfa nistracion vienesa con las autoridades de los Paises Bajos Cat6licos. EI aus­
sometido por las armas, el rey se comport6 dentro de la 16gica rep resiva que triacismo, que en un principio habfa sido el apoyo a un candidato a la coro­
implicaba su concepcion de Monarquia absoluta y siguiendo el ejemplo de na que busco seguir la polftica reformista de los tiempos de Carlos II (Leon
Enrique IV cuando reconquisto Amiens de los espafioles en un ya lejano Sanz, 2000), paso can el tiempo a convertirse en sinonimo de un gobierno
1597. Considerandose sin ningi'm tipo de limitacion por iure belli, Felipe mas paccionado que el que impon(an ahora los Borbones, 10 que hace que
aplico la Nueva Planta y suprimio los privilegios regionales. La preservacion . su interpretaci6n y la de su posteridad resulte muy compleja (Lluch, 1999).
de los fueros de Navarra mostraba que el diverso trato que desde la admi~ EI deseo de apropiarse de la herencia simb61ica de la Monarqufa Hispa­
nistracion central se reservaba a cada senorio obededa mas al contexto dela nica iba mas alia de la mera justificacion de la posesi6n territorial. Los pdn­
guerra que a la existencia de una gran estrategia. cipes que habtan regido la Monarqula habfan acumulado una enorme glo­
EI cambio brutal que habia significado la desaparicion de la Monarquia ria que se ajustaba bien como genealogia politica a las ambiciones de los
Hispanica como potencia territorial extrapeninsular en Europa tllVO diver­ monarcas del siglo XVIIJ. Formado en un ambiente devoto, Felipe V, pese a
sos ecos a 10 largo del siglo XVlII. La Monarquia intent6 restablecer (bien que su desconocimiento inicial del idioma, recibio via la Corte de su abuelo, una
amparado por una polftica dinastica un tanto arbitraria) su posicion en ha­ formacion politico-religiosa que en gran parte proventa de la tradici6n espa­
y el Mediterraneo Occidental. Si bien los primeros intentos directos por nola adaptada en Versalles. Este origen cultural juga a favor de la causa de
romper cI modelo de Utrecht fracasarol1 estrepitosamente, a 10 largo dela Felipe una vez entronizado en Espana y diferenci6 en costumbres, creencias
primera mitad del siglo se logro convertir a una serie de territorios italianos y devociones a 10 largo del siglo XVIII a las dos ramas mayores de los Borbo­
en estados satelite de la Monarquia espanola (Parma, Napoles y Sicilia) yen nes. Para Carlos VI, la reivindicaci6n de su primada como emperador Ie
1732 se volvia a oCllpar Oran. Por otra parte, el rey mantuvo, hasta el trie" hacia volver los ojos con naturalidad bacia Carlos V, un principe cuyos pasos
nio constituclonal de Fernando VII, los regimientos de guardias waJlonas en segufa al confrontar a los otomanos en los Balcanes y buscar la hegemonfa
los que se alistaria, durante mas de un siglo, un numero considerable de ofi" en cl Imperio.
ciales y soldados procedentes de los Palses Bajos que mantenfan as! sus lazos La Monarquta Hispanica dejo muchas herencias que de forma mas 0
de fidclidad con la Casa Real Espanola (Glesencr, 2002). Esta eonservaba menos consciente se prolongo en el tiempo. Dos siglos de experiencia habf­
como sfmbolos de identidad las sornbras de un pasado mas glorioso: el toison an mostrado la solidez de llna sociedad oficial y exduyentemente cat6lica,
de oro (disputado en su patronazgo pOl' el emperador), las aspas de Borgofia en la que el poder del rey era expresi6n de una Iglesia sobre la que ejerda un
y la escarapela raja. Pero, pese a estas permanencias, los cambios habian sido notable patronazgo; este factor quedo fntimamente ligado a la misma est ruc­
decisivos. EI siglo XVII! se dibujaba para la Peninsula Iberica desde una voca­ tura poHtica de la Peninsula y a la formacion cultural de la poblacion. La
cion diferente a la que habia caracterizado ala Monarquia hasta ese momen" movilizaci6n durante la guerra de la Convenci6n y, sobre todo, en la Guerra
--............ t'~.

..IUU LOS SlglOS XVI-XVII. t'ollttca y sociedad

de Indcpendencia son elocuentes de la profundidad de la base mistica rrativas se rnantuvieron e incluso potenciaron; no hay que olvidar la plura­
;lidad de lenguas administrativas que se usaron en los diversos territorios del
poder de los reyes y de Sll grado de difusion y aceptacion entre la poblaciom
Una institucion como la Inquisici6n real duro hasta bien entrado eI rey (Elliott, 1994). En los Palses Bajos eluso del frances continuo ganando
terreno en la administracion central, mientras se mantenia a escala local y
deFernando vn y la Constituci6n de 1812 fue la mas confesional de.
provincialla utilizaci6n del holandes en los diversos territorios flamencos.
las de la historia de Espana. El tan complicado como dramatico transitd
En ltalia y los territorios de la Corona de Aragon sucedio otro tanto con el
liberalismo ya la democracia parlamentaria en los paises que habian .~ ....~.
do parte de la Monarquia Hispanica muestra cl enorme peso que aun tuvie" italiano y el catalan en el ambito de las instituciones regnicolas, municipa­
les y eclesiasticas. En America, las lenguas oficiales de los grandes poderes
ron en los siglos XIX y XX las caracterfsticas en las que forjo y alcanz6 Sll ceniti.
Por muy ficticia, 0 fiduciaria, que fuera, la imagen de una corporacion cat6~ indigenas que habian sido conquistados no solo fueron eonservadas, sino
que incluso fueron promocionadas, ya que la expansion espanola se apoyo
ordenada y elegida pOl' Dios iba a resllitar mlly conflictiva conel desac
nollo de formas de ciudadania moderna y de soberania nacional. en 10 que quedaba de la administraci6n mexica 0 inca yen la colonizaci6n
Las pervivencias dc la Monarquia Hispanica alcanzan hasta el presente, de nuevos territorios con poblaci6n que conodan la revoluci6n neolftica.
De hecho, la conquista vio la ampliacion de los lfmites territoriales del
tanto en la gesti6n que se hace de la memoria de sus hechos, como en
propios testimonios que han llegado de esa cpoca. Para percibirlos, es nece" nahuatl y del quechua.
castellano particip6 tanto de las posibilidades que ofreda la necesi­
sario rccordar que se nato de un enorme entramado politico que se expan,:
de uniflCar una base com un administrativa en la Corte, como del que
dia por cuatro continentes y a traves del cual fluy6 por primera vez una
rura, que iba del manicrismo al Barroco, con bases uniformes hacia poblaciones fueran los recursos de Castilla y sus Indias los que sostuvieran ala Monar­
quia. As/' las administraciones que gestionaban dichos recursos (bien fuera
dc todo el planeta. Por supuesto, la recepcion de la misma dependio de los
niveles de adaptaci6n, simbiosis y permeabilidad de los receptores, asi como
el ejcrcito de Flandes la guarnici6n de Bari) utilizaban como idiom a oficial
la lengua de Nebrija. Esto, unido a la vitalidad demografica del Seiscientos
de las dinamicas sociopoliticas que generaba la existencia de la Monarquia y
yal prestigio que la cultura espanola alcanzo en los siglos XVI Y XVII, hizo
que invitaban a las diversas elites a redefinirse mediante su adhesi6n alnue­
que este idioma encontrara una notable promocion no solo en los territo­
vo modelo. empeno confesional y la logica politica de la dominaci6n del
rios donde ya se hablaba en el xv, sino en ouos que 10 habfan visto con­
Rey Cat61ico incidieron en reforzar el deseo que dicha recepcion fuera 10 mas
universal posible, con 10 que no solo se trato de una cultura de, y para,laeli; vertirse en lengua franca de toda la Monarqufa. Franca, pero no oficial, no
hay que olvidar que 10 que realmente sf fue unido a la expansion territorial
te, sino que impregn6 de forma significativa y duradera en un proceso poli,
fue d ultimo momento de difusi6n de la lengua culta, delladn. Fue este
secular a las poblaciones tanto urbanas como campesinas (Gruzinski, 2004).
idioma en el que se sigui6 realizando las inscripciones regias, en el se escri­
Precisamente la flexibilidad formal, posible junto ala rigidez doctrinal,
bieron las leyendas de las monedas y en el se leyo la Biblia. La elite se
catolicismo manierista y banoco hiw que bte fuera aprehendido, en el todo
tinguio realmente por el cOllocimiento de una lengua que se ensenaba en la
a traves de sus partes, y convertido pronto en eI instrurnento de expresion
educacion superior y que se consideraba necesario controlar para disponer
popular de la cultura. La violenta reacci6n de ilustrados y liberales contra
de una formacion adecuada en todos los territorios que comprendfan eI
una "cultura popular", que dene mas que ver con la recepcion de ese catoli­
cismo barroco que con fantasmales origenes teluricos perdidos en la nochc entramado politico-territorial.
Las trazas de 10 que fue y el £livel que alcanzo la Monarqllia se pueden
de los tiempos, muestra bien eI exito y la durabilidad de su influjo.
percibir todavfa en los muy abundantes testimonios fisicos que quedan
Por supuesto, la Monarqufa distaba de sel' neutra respecto a su efecto
la misma. Pese al derribo de muchos de ell os aun se conserva (no siempre
cultural, aunque este no pudiera ser del todo controlado. EI espacio comun
con la proteccion adecllada) una parte importante de las construcciones a
que habia supuesto la dominacion del Rey Cat61ieo sirvi6 como eI vehicu­
naves de las cuales se expres6 y definio el poder y el proyecto politico de
10 en el que desarrollar una amplia circulaci6n y promocion de ideas. Fue
los diversos reyes. Los testigos de la obra de los Reyes Cat6licos son mul­
en el, junto con la decisiva penetraci6n del Islam al Sur del Sahara y su lle­
tiples: desde san Juan ell Toledo hasta la capilla Real de Granada. Ese
gada a Indonesia, donde se produjo la ampliacion decisiva del monotdsmo
momento fundacional fue continuado por la siempre polcmica construc­
mas alia de los Ifmites estrechos en los que se habla circunscrito en eI milc"
ci6n del Palacio de Carlos V en Granada, la renovacion del Alcazar de Tole­
nio anterior. Los idiornas que siguieron sirviendo como lenguas adrninis­
... '-' .... ... ·5·>..1 .... r .... ,-/, Y II. I VllLlLd 1 !>ULtt;;;!UilU

penado hasta entonces el Rey Catolico. Portugal, cada vez menos capaz de
do y por la erecci6n del Monasterio de San Lorenzo de EI Escorial por Felic
mantenerse por sf s610 en Extremo Oriente, volc6 su poHtica colonial al trian­
pe II. EI Norte de Africa conserva multiples testimonios de las fortifica-'
gulo que formaba con Africa Occidental y Brasil bajo la tutela de la marina
ciones espanolas de las que quiza la de la Goleta, de Djerba y de Oran sean
'britanica. EI reino de Espana se centr6 tambien en su proyecci6n atlantica,
los rrds evocadores; mientras en eI anti guo Flandes hispanico las ciudade~
la Monarqula de los Habsburgo asumi6 tanto la colaboraci6n en la
las de Cambrai (hoy dla en Francia) y Namur (muy reformada,ul
de Francia, cuanto, en un segundo plano, la busqueda de una
mente) son testigos del cenit del poder militar del Rey Cat6ljco. Lo"
siempre compleja hegemonfa en Europa Central y en eI area baldnica. Atras
rno sucede con las gran des fortificaciol1es portuguesas conservadaseri
quedaba una cntidad que, pese a su improbable origen, habla sido capaz de
ruta de la India yen eI propio subcontinente. Hay,otros testimonios men os sostenerse durante dos siglos y de luchar por la hegemonfa a escala planeta­
masivos, pero tarn bien muy elocuentes de los Hmites que alcanz6 la domi J
ria, En ese sentido, la Monarqula Hispanica habla sido real mente el primer
naci6n efectiva del Rey Cat61ico, se trata de pequefias construcciones defenc
poder de una nueva Era, pero su cadcter, origen y desarrollo sigue dotin­
sivas que jalonan las costas de los antiguos reinos mediterraneos en, forma
de torres 0 castillos fuertes que buscaban garantizar un minimo de seguri:, dola de una enorme complejidad a los intentos de comprenderla.
dad a las poblaciones frente a la perennidad de la amenaza norteafricanai·
Este no es eI unico espacio en el que se darla esta militarizacion de la arqui"
tectura: en las fronteras flamencas y americanas (sobre todo contra los chi­
chimecas y araucanos) la construcci6n dvico-religiosa se debio de reforzar
ante la inseguridad reillante: los viejos castillos se modernizaron y los nue~
vos convenros de evangelizacion se construyeron segun la concepcion medie,­
val del monasterio fortaleza. La sombra de Ia Monarqula no s610 se ha de
ver en las trazas que dejo, sino en las que produjo, ya que si cn ella sesufrIj
an las incursiones de sus cnemigos, desde ella se daba una replica igual ..
mente brutal, 10 que tambien condiciono las forma.s de poblarniento y habi;
tat de las regiones colindantes, buen testimonio de ello es el rosario de
pequefias iglesias fortificadas construidas en los siglos XVI-XVII y que se eri"
gen attn hoy en la Thicrache, en cl Norte de Francia.
Orras arquitecturas menos relacionadas con la proyecci6n exterior de
la Monarquia son mas elocuentes en la circulacion de ideas, modelos y gus­
tos. La multitud de iglesias barrocas y manieristas que se pueden encontrar
des de la India a Napoles, Brasil 0 Flandes son locuaces en mOSU'ar la exis­
tencia de modelos comunes que se extend ian sobre un espacio policentri"
co con gran capacidad de adaptaci6n. Lo mismo se puede decir de la gran
pintura que desde sus centros en Italia, flandes y la Peninsula genero crea"
ciones, estilos y sintesis nuevas en los diversos territorios que componfan
la Monarquia. En efecto, mas que un idioma uniforrne, 10 que unia a los
territorios era una base comun para interpretar y representar la realidad des­
de las propias tradiciones espedficas. Esto era mucho mas sutil que las con­
cepcioncs nds actuales de 10 politico 0 incluso de 10 cultural, por 10 que
sigue siendo difkil comprender la potcncia y resistencia que dicho entraj
mado acumul6.
La Monarqula Hispallica dio paso, a partir de 1640 y 1715, a tres enti­
dades politicas que se repartieron tambiell las funciones que habfa des em­

También podría gustarte