Jack y Los Frijoles Mágicos 5° y 6°

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JACK Y LOS FRIJOLES MÁGICOS

Hans Christian Andersen

Había una vez una viuda y su hijo Jack, que vivían en su


pequeña granja en el campo.

Cada día, Jack ayudaba a su madre con las tareas – cortaba


leña, desherbaba la huerta y ordeñaba la vaca. Pero a pesar
de todo su arduo trabajo, Jack y su madre eran muy pobres y
apenas tenían el dinero suficiente para alimentarse.

"¿Qué haremos, que haremos?" dijo la viuda un día de


primavera. “¡No tenemos dinero suficiente para comprar las
semillas para la granja este año! Tenemos que vender nuestra
vaca Bess y con el dinero compraremos suficientes semillas para
sembrar una buena cosecha.”

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"Está bien, madre," dijo Jack, "hoy es día de mercado. Iré al
pueblo a vender a Bessy."

Así que Jack tomó el cabestro de la vaca en su mano, caminó


atravesando la reja de la huerta y se dirigió hacia el pueblo. No
había ido muy lejos cuando se encontró con un anciano de
apariencia un poco extraña que le dijo, "buenos días, Jack."

"Buenos días a ti," dijo Jack, preguntándose como el anciano


sabía su nombre.

"¿A dónde vas esta hermosa mañana?" preguntó el hombre.

"Voy al mercado a vender nuestra vaca Bessy."

“¡Qué hijo tan colaborador eres!” exclamó el hombre, “tengo


una oferta especial para un chico tan bueno como tú.”

El pequeño anciano miró alrededor para asegurarse de que


nadie estuviera mirando y luego abrió su mano para mostrarle a
Jack lo que tenía.

“¿Fríjoles?” preguntó Jack, luciendo un poco confundido.

“Tres semillas de fríjoles mágicos para ser exactos, jovencito.


¡Una, dos, tres! Son tan mágicas que si las siembras por la
noche, en la mañana crecen hasta el cielo,” prometió el
extraño hombrecito, “y como eres tan buen chico, son todas
tuyas a cambio de esa vieja vaca lechera.”
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"¿En serio?" dijo Jack, "y ¿estás bien seguro de que son
mágicos?"

"¡Claro que lo estoy! Y si no resulta ser verdad puedes volver a


llevarte tu vaca."

"Suena justo," dijo Jack. Mientras le entregaba el cabestro de


Bessy, puso los fríjoles en su bolsillo y se dirigió a su casa para
mostrarle a su madre.

"¿Regresaste tan pronto, Jack?" preguntó su madre; "veo que no


tienes a la vieja Bess – la vendiste tan rápido. ¿Cuánto te dieron
por ella?"

Jack sonrió y puso la mano en su bolsillo, "solo mira estos fríjoles,


madre; son mágicos, siémbralos por la noche y----"

"¡Qué!" gritó la madre de Jack. "¡Oh, chico tonto! Cómo pudiste


regalar nuestra vaca lechera por tres míseros fríjoles.” Y luego
hizo la peor cosa que Jack la había visto hacer – estalló en
llanto.

Jack subió corriendo las escaleras hacia su pequeña habitación


en el ático, estaba tan triste, y lanzó los fríjoles con furia a través
de la ventana pensando, “Cómo pude haber sido tan tonto –
he roto el corazón de mi madre.” Después de dar muchas
vueltas en la cama, Jack finalmente se quedó dormido.

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Cuando Jack se despertó la mañana siguiente, su habitación
parecía extraña. El sol iluminaba parte de esta como lo hacía
normalmente, pero el resto estaba muy oscuro y con sombras.
Así que Jack se levantó de un salto, se vistió y caminó hacia la
ventana. Y ¿Qué crees que vio? Los fríjoles que había lanzado
por la ventana hacia la huerta habían brotado y se habían
convertido en una gran planta de fríjoles que subía y subía hasta
alcanzar el cielo.

Usando las hojas y las enredaderas retorcidas como si fueran


peldaños de una escalera, Jack trepó y trepó hasta que
finalmente alcanzó el cielo. Y cuando llegó allí encontró un
ondulado camino largo y ancho entre las nubes que llevaba a
un alto castillo en la distancia.

Jack corrió por el camino hacia el castillo y tan pronto llegó a él,
la puerta se abrió para revelar una horrible giganta, con un
inmenso ojo en medio de su frente.

Tan pronto como Jack la vio, se volteó y salió corriendo, pero


ella lo atrapó y lo arrastró dentro del castillo.

"No estés tan apurado, estoy segura de que a un chico como tú


que está creciendo le gustaría un desayuno grande y delicioso,"
dijo la mujer grande y alta, "hace tanto tiempo que no preparo

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un desayuno para un chico.”

Bueno, la giganta no era mala después de todo – aun cuando


era un poco extraña. Llevó a Jack a la cocina y le dio un
pedazo de queso y un vaso de leche. Pero Jack solo había
comido un poco cuando ¡pum! ¡pum! ¡pum! La casa entera
comenzó a temblar con el ruido de alguien que se acercaba.

"¡Por Dios! Es mi esposo," dijo la giganta retorciendo sus manos,


"¿Qué voy a hacer por todos los cielos? No hay nada que más
le guste que los chicos asados sobre tostadas y ya no me queda
pan. Oh, querido, no debí haberte dejado quedar a
desayunar. Ven rápido y métete allí." Y apuró a Jack para que
entrara a una gran olla de cobre que estaba al lado de la
estufa, justo entonces su esposo, el gigante, entró.

Entró en la cocina y dijo, "estoy listo para el desayuno – tengo


tanta hambre que podría comer tres vacas. Ah, ¿qué es ese
olor?

Fi-fa-fo-fum,
Huelo la sangre de un niño inglés,
Este vivo o este muerto
Moleré sus huesos para hacer mi pan.

"Tonterías, cariño," dijo su esposa, "no hemos tenido ningún niño


desayunando hace años. Ahora ve y aséate y cuando regreses

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tu desayuno estará listo."

Así que el gigante se fue a arreglarse -- Jack iba a salir a correr


cuando la mujer lo detuvo. "Espera hasta que se duerma," le
dijo, "siempre duerme la siesta después del desayuno."

Jack se asomó desde la olla de cobre justo cuando el gigante


regresó a la cocina cargando una canasta llena de huevos de
oro y una gallina blanca de apariencia enfermiza. El gigante
pinchó a la gallina y gruñó, “a poner” y luego la gallina puso un
huevo de oro y el gigante lo metió en la canasta.

Después de su desayuno, el gigante fue al closet y sacó un arpa


de oro con el rostro de una joven triste. El gigante pinchó el
arpa y gruñó, “a tocar” y el arpa comenzó a tocar una canción
suave mientras su hermoso rostro cantaba una canción de
cuna. Luego el gigante comenzó a cabecear y a roncar hasta
que la casa se sacudió.

Cuando estaba seguro de que el gigante estaba dormido, Jack


trepó saliéndose de la olla de cobre y comenzó a caminar de
puntillas saliendo de la cocina. Justo cuando estaba a punto
de irse, escuchó el sonido del llanto de la joven arpa. Jack se
mordió los labios, suspiró y regresó a la cocina. Tomó a la gallina
enfermiza y al arpa cantante y comenzó a salir nuevamente
caminando de puntillas. Pero esta vez la gallina cacareó, lo
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que despertó al gigante, y tan pronto como Jack salió de la
casa escuchó que el gigante decía, "esposa, esposa, ¿qué has
hecho con mi gallina blanca y mi arpa dorada?"

Jack corrió tan rápido como pudo y el gigante, al darse cuenta


de que lo habían engañado, se apuró a seguirlo – alejándose
del castillo y bajando por el ancho y largo camino. Cuando
llegó a la planta de fríjol, el gigante estaba solo a veinte yardas
de distancia cuando de repente vio que Jack desapareció –
confundido, el gigante echó un vistazo a través de las nubes y
vio a Jack bajando para salvar su vida. El gigante pisoteó y
rugió furioso.

Fi-fa-fo-fum,
Huelo la sangre de un niño inglés,
Este vivo o este muerto
Moleré sus huesos para hacer mi pan.

El gigante se descolgó bajando por la planta de frijol, la cual


tembló con su peso. Jack se escurrió, se deslizó y bajó por la
planta de frijol tan rápido como pudo, y el gigante bajó tras él.

Cuando se aproximaba al suelo, Jack gritó, "¡Madre! ¡Por favor!


Apresúrate, tráeme un hacha, tráeme un hacha." Y su madre
salió de la casa corriendo con el hacha de Jack de cortar

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madera en su mano, pero cuando llegó a la enorme planta de
frijol se quedó paralizada del miedo.

Jack bajó de un salto, tomó el hacha y comenzó a cortar la


planta de fríjol. Por fortuna, y debido a todas las tareas que
había realizado durante años, se había vuelto bastante bueno
en cortar y no le tomó mucho tiempo cortar lo suficiente de la
planta de frijol para que esta comenzara a tambalear. El
gigante sintió como se sacudía y temblaba la planta de frijol así
que se detuvo a ver qué era lo que sucedía. Luego Jack dio un
último golpe con el hacha, y la planta de fríjol comenzó a
venirse abajo. Luego el gigante cayó y se rompió la coronilla, y
la planta de fríjol se derrumbó encima.

El arpa cantante agradeció a Jack por rescatarla del gigante –


odiaba estar encerrada en el closet todo el día y toda la noche
y lo único que quería era sentarse en la ventana de la casa de
la granja y cantar a los pájaros y a las mariposas bajo los rayos
del sol.

Con un poco de paciencia y la ayuda de su madre, no le tomó


mucho tiempo a Jack lograr que la gallina enfermiza se
recuperara y la agradecida gallina continuó poniendo un
huevo de oro cada día.

Jack usó el dinero que obtenía de vender los huevos de oro


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para volver a comprar a la vieja vaca Bess, comprar semillas
para la cosecha de primavera y para arreglar la finca de su
madre. Y hasta le sobró lo suficiente como para invitar a todos
sus vecinos a compartir una buena cena, acompañada por la
música del arpa cantante.

Y Jack, su madre, la vieja vaca Bess, el arpa de oro y la gallina


blanca vivieron felices para siempre.

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