Un Viaje A Través de La Imaginación

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Un viaje a través de la imaginación

A los niños les encantan los cuentos. No es de sorprendernos, estos nos


transportan a mundos mágicos, producen emociones como la alegría, simpatía y
compasión, por nombrar solo algunas. Los cuentos hablan de temas
universales y están acompañados de valores morales, también nos enseñan
nuevos conceptos y nos permiten explorar diferentes culturas. Así que, si quieres
viajar a un mundo imaginario, ¡has llegado al lugar correcto! Navega nuestro portal
y encuentra cientos de cuentos cortos infantiles gratis, así como mitos,
leyendas y poemas.

La importancia de los valores en la infancia


Los valores no se enseñan, se transmiten. Y esto puedes hacerlo tanto con el ejemplo
diario, como narrando cuentos con valores donde se deje ver la acción de poner en
práctica el valor en distintas circunstancias. Las historias no solo son narrativas
entretenidas, sino que son leyendas con enseñanzas para toda la vida. Los cuentos
cortos con valores permiten a los niños integrarse mejor en la sociedad, sociabilizar
mejor con otros niños y caminar sin traumas hacia un futuro lleno de esperanza,
equilibrio y respeto.
Los cuentos con valores para niños y niñas deben tener un vocabulario adaptado a
ellos sabiendo que, a partir de un año, ya nos encontraremos ante la edad perfecta para
comenzar a leer junto a los peques cuentos de este tipo.

La amistad que salva vidas


 
La amistad es uno de los sentimientos más bellos y poderosos que existen. Dan igual las
diferencias o semejanzas que posean dos amigos, ya que la fuerza que les une es superior
a todo lo demás. Y esto lo saben muy bien una paloma y una hormiga que, de no
conocerse, pasaron a ser dos grandes e inseparables amigas.
Un día la hormiga se vio atacada por una terrible sed y decidió acercarse a una charca
cercana para poder saciarla. A pesar de los intentos de la pequeña hormiga para no caer
al agua, el tronco sobre el que procuró deslizarse para beber giró con tan mala suerte,
que finalmente cayó. ¡Qué miedo sintió la hormiguita, tan pequeña y sin saber nadar en el
agua!
Por suerte una paloma pasaba por allí y pudo ver el miedo de aquella hormiguita
intentando salir del agua sin ningún éxito. Y, rápida como el mismo viento, se aproximó
volando hasta alcanzar a la hormiga con el pico y posarla en tierra firme para ponerla a
salvo.
 Muchísimas gracias paloma. Estaba a punto de ahogarme y tú me has salvado. Te
debo la vida – Dijo la hormiga.
 No me debes nada, todos debemos ayudarnos si estamos en peligro, y tú lo
estabas. Seguro que harías lo mismo si se diese la ocasión – Respondió la paloma.
Y aquella ocasión de la que hablaba la paloma en sentido figurado, tuvo lugar no lejos de
aquel día. Todo ocurrió cuando un cazador, una tarde de domingo, salió a buscar presas
para el almuerzo, con tan mala suerte de encontrarse con la paloma. Pero finalmente, y a
pesar de tener a la paloma completamente indefensa y a una distancia perfecta, no pudo
darle caza. El cazador, de repente, sintió un dolor en la mano que le llevó a soltar la
escopeta de un golpe.
¿Queréis saber qué pasó? Pues que la hormiguita, que desde el día en que fue salvada de
las aguas seguía a la paloma sin hacer ruido, pudo comprobar el peligro tan grande en el
cual se encontraba inmersa su amiga. Y no dudó en subir por la pierna del cazador hasta
alcanzarle la mano y darle un buen bocado.
Gracias a la intervención de la hormiga la paloma pudo escapar y, finalmente, la hormiga
pudo cobrar su deuda.
Una deuda que quedó, a partir de entonces, sellada con una amistad eterna.

Cuento: Jack y las judías mágicas


 
Érase una vez una pobre mujer viuda que vivía en una vieja cabaña con su hijo, llamado
Jack. Eran muy pobres, pero tenían una vaca que daba leche para ella y para el pequeño.
Sin embargo, un día la mujer enfermó, por lo que no podía trabajar en la huerta y pronto
empezaron a sufrir hambre, hasta que decidieron vender la vaca para sobrevivir.
Jack se ofreció a vender la vaca en la feria del pueblo, donde seguramente les pagarían
con muchos víveres que les servirían para sobrevivir mientras su madre mejoraba. Así,
Jack salió una mañana de sol pero, en medio del camino, en el bosque que separaba su
casa del pueblo, se encontró con un misterioso encapuchado que le preguntó qué tenía
pensado hacer con aquella vaca.:
—Voy al pueblo a venderla para que podamos comer mi madre y yo.
El hombre entonces dijo:
—Tengo una buena propuesta para ti —mostrándole a Jack una bolsa de tela—. Aquí hay
unas judías mágicas que harán crecer el árbol más grande que te puedas imaginar.
Crecerán de la noche a la mañana y nunca volverás a pasar hambre.
 
 
Jack se emocionó con la propuesta y aceptó cambiar la vaca por las judías mágicas,
volviendo a casa muy contento. Al llegar, su madre se sorprendió de que hubiera vuelto
tan rápido, pero convencida de que Jack habría logrado vender la vaca. No obstante,
cuando el niño le contó el trato que había hecho, su madre se molestó:
—¡Hoy te acuestas sin comer! —dijo mientras lanzaba las judías por la ventana.
Jack se fue a dormir muy triste pensando en que había sido engañado, y en sueños pudo
ver cómo la planta crecía y creía. Y cuando despertó… ¡se encontró con que sus sueños
habían sido reales! Las judías mágicas habían crecido altas, muy altas; tan altas que se
perdían entre las nubes.
El niño deseaba saber hasta dónde llegaba el largo tallo y, antes que su madre se diera
cuenta, empezó a escalar la planta. Subió y subió hasta que llegó al país de los gigantes,
que se encuentra sobre las nubes del cielo, y se dirigió hasta lo que parecía ser el castillo
más grande del lugar.
 
 
No había nadie, pero la puerta estaba entreabierta, así que por una pequeña rendija
entró. Ya dentro, se encontró con que había mucha comida y el estómago hambriento del
niño rugió. Pero cuando se disponía a comer, escuchó unos fuertes rugidos:
—¡Fa! ¡Fe! ¡Fi! ¡Qué mal dormí!
Se trataba de un malvado ogro que había despertado de su siesta de mal humor…
—¡Fo! ¡Fu! ¡Fa! ¡Huele a niño en este lugar!
Sin poder comer bocado, Jack se escondió en el horno. El ogro, enorme, verde y terrible, le
buscó por todas partes, pero no le encontró, volviendo pronto a su habitación, momento
en el que Jack aprovechó para salir con cuidado del horno. “Tengo que irme antes de que
me coma”, se dijo a sí mismo en voz baja.
En el camino, Jack vio los dos tesoros del ogro, que eran un arpa de oro, que tocaba
hermosas melodías para dormir, y una gallina también de oro que ponía huevos de oro
macizo. “¡Con estos dos tesoros mi madre y yo nunca volveremos a estar en apuros!”, dijo
Jack, así que los cogió y se dispuso a salir de allí…pero el arpa empezó a gritar:
 
 
—¡Señor! ¡Despierte usted, que me roban, que me roban!
Y como una fiera se despertó el ogro, intentando encontrar a quien pretendía robaba su
preciosa arpa. Confundido con lo que sucedía, Jack tuvo tiempo de bajar la planta
rápidamente hasta llegar a su casa, en donde mamá, muy preocupada, le recibió con los
brazos abiertos:
—¡No hay tiempo que perder, mamá! ¡Tráeme un hacha o el ogro nos va a comer!
—¡Fa! ¡Fe! ¡A un niño me voy a comer! —decía el ogro bajando de la gran planta de judías.
El tallo comenzó a tambalearse gracias a Jack, que lo golpeaba con el hacha que le había
dado su madre. Golpeó y golpeó el tallo con toda la fuerza de la que era capaz, hasta que
finalmente se rompió y el ogro enorme cayó. Pero el ogro era tan grande y pesado que, al
caer a la tierra abrió un inmenso hueco, tan, tan profundo, que el fondo no se veía…y del
ogro terrible jamás se volvió a saber.

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