RESTAURACIÓN. Material Teórico
RESTAURACIÓN. Material Teórico
RESTAURACIÓN. Material Teórico
Curso 2022-2023
Supuso la vuelta del liberalismo conservador y del sistema oligárquico. El nuevo sistema fue muy
sólido y se caracterizó por su estabilidad, hasta que en los últimos años del siglo XIX y principios
del siglo XX entró en crisis debido al surgimiento de nuevas fuerzas sociales y políticas
(movimiento obrero y nacionalismo) y a la Crisis del 98, determinada por una grave situación
socio-económica y por la pérdida de las últimas colonias americanas.
El verdadero artífice del sistema político de la Restauración fue Cánovas del Castillo, que
consiguió establecer en España una monarquía liberal parlamentaria (no democrática), que haría
posible la gobernabilidad del Estado durante casi cuarenta años.
El proyecto político de Cánovas se gestó durante el Sexenio, cuando Cánovas al frente del Partido
Alfonsino, consiguió que la reina en el exilio abdicara a favor de su hijo. Alfonso se educó en la
academia de Sandhurst; y desde allí, tras el golpe del general Pavía (enero 1874), hizo publicar el
Manifiesto de Sandhurst (redactado por Cánovas), presentando la restauración de la monarquía
constitucional como la única solución a los problemas de España.
El sistema político de la Restauración supuso la vuelta del modelo monárquico con la dinastía
de los borbones. Pero este sistema supuso además:
• LA CONSTITUCIÓN DE 1876
Cánovas era consciente de la evolución de los tiempos y que los principios básicos del sistema
político debían quedar recogidos en un texto constitucional. A tal fin, creo una Comisión de
Notables, encargada de elaborar el proyecto constitucional. Seguidamente convoca elecciones a
Cortes Constituyentes por sufragio universal. Estas Cortes serán las que aprobaran
la Constitución de 1876.
• BIPARTIDISMO O TURNISMO
Partido Conservador: liderado por Cánovas del Castillo, recogió la herencia del Partido
Moderado y era más conservador y católico. Mostraba una mayor tendencia hacia el
autoritarismo y representaba a la nobleza, los terratenientes y la alta burguesía industrial y
financiera.
Partido Liberal: liderado por Sagasta, recogió la herencia del Partido Progresista, siendo
más tolerante (abierto y democrático) hacia la oposición política. Representaba los
intereses de la clase media y la pequeña burguesía financiera e industrial
Estos dos partidos debían ser los únicos capacitados para ejercer el gobierno, pues son los únicos
que aceptan la dinastía y la Monarquía. Por eso fueron conocidos como partidos dinásticos. Los
partidos que no aceptaban la dinastía (partido carlista) o la Monarquía (republicanos) quedarían
excluidos del juego político.
Al estar garantizada la alternancia en el poder de los dos grandes partidos ninguno de ellos se
sentiría inclinado a recurrir al pronunciamiento o a las revueltas populares para derribar el
gobierno. Se conseguiría así la tan ansiada estabilidad política.
El turno de partidos no era libre, se producía de acuerdo con el Rey y los líderes de los grandes
partidos. Aunque la alternancia en el poder comenzó en el año 1851, esta se institucionalizó a
partir del Pacto del Pardo en 1885, firmado por Cánovas y Sagasta, tras el fallecimiento de
Alfonso XII.
Con estas bases se configura un sistema liberal cuyo funcionamiento teórico es el siguiente:
El presidente del gobierno debía contar con la doble confianza del rey y las Cortes. Por lo tanto,
cada cinco años, el rey disolvía las Cortes y convocaba elecciones. En función de los resultados
electorales, el partido que obtuviera la mayoría estaría en condiciones de formar gobierno, y
recibiría ese encargo del rey.
Pero, en la práctica, el sistema funcionaba de otra manera. El control del voto se realizó hasta
1890 gracias al sufragio censitario, que dejaba a los sectores más humildes fuera del juego
electoral. Después de 1890 se impuso el sufragio universal, pero manipulado y deformado.
La alternancia de los dos partidos dinásticos estaba pactada y decidida de antemano, en lo que se
conoció como el turnismo. Tras haber controlado el gobierno, el partido de turno aceptaba pasar
a la oposición y ceder el poder al otro partido.
Por lo tanto, lo que determinaba los cambios de gobierno no eran los resultados electorales. Una
vez acordado el cambio de gobierno, el rey convocaba las elecciones. Éstas, convenientemente
manipuladas mediante el entramado del caciquismo, aseguraban una victoria electoral al partido
al que tocaba gobernar.
La manipulación electoral aseguraba que el gobierno estuviera en manos de los dos partidos
dinásticos, que aseguraban los intereses de la oligarquía. Los demás partidos podían
presentarse a las elecciones pero, ante el muro del caciquismo, era imposible que pudieran
obtener una representación suficiente como para poner en peligro el sistema y la hegemonía de la
oligarquía.
A continuación, el ministro daba las instrucciones pertinentes a los gobernadores civiles de cada
provincia que, a su vez, se ponían en contacto con los caciques, último eslabón de la cadena y
base del sistema. El cacique es aquella personalidad, como el terrateniente, que por su riqueza y
poder económico ejerce una notable influencia sobre amplias capas de la población y puede influir
en su voluntad, especialmente en las áreas rurales. Esta influencia se utilizaba para manipular las
elecciones. Los métodos podían ser varios:
La capacidad de manipulación y fraude era mucho menor en las ciudades que en el medio rural,
donde las viejas formas de dominación señorial todavía pervivían, aunque modificadas, en los
nuevos mecanismos de control de los terratenientes sobre los campesinos.
5. ASPECTOS BÁSICOS DE LA RESTAURACIÓN HASTA 1902
En 1876 se logró definitivamente la pacificación del país cuando se sofocaron los últimos focos
de resistencia carlista en el País Vasco. A partir de ahora, el carlismo perderá buena parte de
su fuerza y se dividirá en dos grupos: por un lado, los más integristas y radicales, conocidos como
neocatólicos y seguidores de Cándido Nocedal; por otro, los partidarios de integrarse en el
sistema de la Restauración y conocidos como tradicionalistas.
POLÍTICA CENTRALISTA
Siguiendo la tradición del liberalismo español del siglo XIX, el régimen de la Restauración impuso
una política centralista, que acabó con cualquier posibilidad de autonomía para las regiones. Se
fortaleció el poder del gobierno central y se realizó una labor de uniformización jurídica y
administrativa: supresión de los fueros vascos (1876) y esfuerzo en la codificación de las leyes
(Código de Comercio, Código Penal y Civil).
Se produjo ahora un proceso de crecimiento y expansión económica que fue acompañada de una
industrialización del país. Sin embargo, esta industrialización fue tardía, débil y especialmente
concentrada geográficamente: las áreas industriales fueron Madrid, Cataluña (textil), Asturias y
País Vasco (minería e industria siderometalúrgica). El resto del país permaneció al margen del
proceso, como “desierto industrial” en el que pervivió una economía básicamente agraria y
artesanal. Esto ha llevado a los historiadores a hablar del “fracaso de la revolución industrial
en España”, que se debería a dos razones:
De esta manera, al comenzar la Restauración las ideas del movimiento obrero ya eran conocidas
en España, aunque será a partir de ahora cuando se extiendan y crezcan formándose las
primeras organizaciones. A ello ayudó la llegada por primera vez del Partido Liberal al poder
(1881), que permitió una mejora y ampliación de derechos y libertades y culminó en la
promulgación de la Ley de Asociaciones de 1887, que permitió la legalización de partidos y
sindicatos obreros.
Como respuesta a la presión creciente del movimiento obrero, el Estado comenzó en esta
época a desarrollar las primeras legislaciones de protección social, que resultaron
insuficientes. Aun así, el gobierno creó la “Comisión de Reformas Sociales”, que sirvió
para promulgar las primeras leyes que regularon el trabajo de los niños, la creación de
asilos para los inválidos por el trabajo o las condiciones de los barrios obreros.