Tarea 2 Danielhernandezblanco

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TAREA 2. Historia Moderna de América. Comentario de una imagen.

Procesión del Corpus Cristi – Basilio de Santa Cruz Pumacallao (1635-1710).

Alumno: Daniel Hernández Blanco


DNI: 52868288M
Centro asociado: Madrid – Gregorio Marañón
La imagen a comentar es un óleo sobre tela titulado “Procesión del Corpus Cristi.
Entrada del Santísimo a la Catedral”. Es atribuida al círculo del pintor peruano Basilio de Santa
Cruz Pumacallao y presumiblemente fue realizada entre los años 1670 y 1675. La obra se
encuentra en el Museo del Arzobispado de Cuzco y representa una de las fiestas más
importantes del calendario religioso virreinal, la procesión del Corpus, que se festejaba en el
mes de junio (60 días después del Domingo de Resurrección) y que, además, se hizo coincidir
por las autoridades eclesiásticas indianas con el Inti Raymi, una antigua ceremonia incaica en
honor del Dios Sol (Apu Inti), que se realizaba cada solsticio de invierno austral (24 de junio).
La obra fue presumiblemente encargada por el obispo Manuel de Mollinedo y Angulo
(Al que vemos en el cuadro portando la custodia bajo palio) quien ordenó a varios artistas
locales la elaboración de un lote de grandes lienzos para dar a conocer de forma realista, a los
indígenas de la iglesia de Santa Ana, la importancia de esta ceremonia. El encargo del clérigo
podría responder al interés de la Iglesia Católica por imponer una única interpretación del culto,
ante el miedo al avance de la idolatría o de la incorporación de elementos de sustrato indígena a
la iconografía católica indiana. Por el contrario, autores como Luis Eduardo Wuffarden o
Gabriela Ramos defienden que estas pinturas pudieran haber sido encargadas por el párroco de
la propia Santa Ana, Diego de Hontón, el cual mantenía una disputa con el obispo. Uno de los
argumentos que podría sustentar esa teoría es la existencia de una carta de Mollinedo al Rey de
España, en 1678, donde el prelado le relataba al monarca la existencia de esas grandes pinturas
en la parroquia de Santa Ana pero sin atribuirse la autoría de su encargo.
Volviendo a nuestro lienzo, el más grande de toda la serie (2,25m x 3,24m), podemos
apreciar en él una composición triangular, en la que en su vértice superior encontramos la puerta
abierta de la Catedral de Cuzco y en lo que parece interpretarse como el altar de la misma, al
fondo. En este punto convergen tres líneas de interés, una procedente de la izquierda de la
imagen, la procesión que porta las imágenes de Santiago, San Cristóbal y Santa Ana, otra desde
la derecha, que porta la de San Sebastián, la Candelaria y la Virgen de Belén y una tercera línea
central, correspondiente a la comitiva de las autoridades bajo el palio, que se dirige hacia la
entrada del templo, donde podríamos encontrar a la máxima autoridad civil cusqueña, el
corregidor, debido a que la ciudad estaba bajo la jurisdicción de la Real Audiencia de Lima y,
por tanto, del Virrey del Perú. Existe una cuarta línea de interés en el lienzo, la formada por la
guardia de honor de indios Cañaris, vestidos con lujosos vestidos con encajes y penachos de
plumas blancas, un distintivo que tenía diferentes connotaciones sagradas en los Andes. Están
situados en una posición privilegiada cerca de la comitiva central y entre ellos y el palio se
puede apreciar una figura medio borrada. Estos indígenas fueron el primer grupo étnico del
Imperio inca en aliarse con los conquistadores por su odio contra Atahualpa. Esta alianza
temprana con Pizarro les otorgó una serie de prerrogativas como la concesión de tierras o su
integración en el organigrama colonial, ya fuera como intérpretes, funcionarios o en la guardia
del Virrey. Finalizada la conquista perderían paulatinamente los privilegios salvo, quizás, el
derecho a llevar arcabuces en las ceremonias y, como no, su ubicación preferencial en la
procesión.
La obra, adscrita al barroco de la escuela cusqueña, aglutina rasgos estilísticos
indigenistas con el colorido del arte flamenco, el manierismo italiano o el uso de la perspectiva
renacentista. Los lienzos que sirvieron de modelo al arte colonial provinieron de Flandes, de
Italia (A través de maestros como Bernardo Bitti, Mateo Pérez de Alesio o Angelino Medoro) o
de la escuela sevillana, en especial de Francisco de Zurbarán. En esta escuela cusqueña, donde
los cuadros se hicieron por encargo y de acuerdo con unas pautas muy concretas que el
comprador de la obra establecía en un contrato escrito, los temas religiosos dominaron por
completo la temática. Sus principales representantes fueron los pintores indígenas Diego Quispe
Tito y Basilio de Santa Cruz Pumacallao, los cuales recibieron el mecenazgo del obispo
Mollinedo. En estas obras coloniales, a diferencia del arte europeo, escasearon las referencias
tanto mitológicas como alegóricas, lo que hubiera dificultado el objetivo de los misioneros
católicos que utilizaron la pintura como herramienta de evangelización, debido al nulo
conocimiento que de esos lugares comunes de la cultura clásica poseía la población indígena.

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Por último, podemos señalar que a pesar de que la cultura barroca era principalmente
gestual, en esta obra los personajes aparecen representados de forma muy hierática, con pocos
gestos de oralidad y destacando una gran masa indígena estática que mira seria hacia el
espectador, una actitud que puede interpretarse como una victoria de la plomiza liturgia católica
sobre las tradiciones indias al renunciar al ambiente festivo de sus ceremonias. El único
personaje que parece romper esta atmósfera de solemnidad es el indio Cañari que abre la
comitiva agitando su bandera.
A modo de conclusión podríamos afirmar que para la Iglesia Católica estos rituales
poseían la capacidad de hacer presente a Dios en ellos (En la comunión la ostia es el cuerpo de
Cristo, etc) y por eso se dotaron de tanta solemnidad, al igual que las ceremonias de toma de
posesión de los virreyes (Los alter ego del monarca), que analizaremos en la siguiente tarea.
Para las autoridades eclesiásticas, además, la finalidad didáctica de los cuadros era tan
importante como la de estas fiestas religiosas. Esa exigencia estética y temática generó que los
maestros indígenas alcanzaron un alto nivel técnico y estilístico en sus obras, que se
caracterizaron por reflejar la realidad inmediata y cotidiana como vía más eficaz de entrada para
el adoctrinamiento y la evangelización, muy en consonancia con el espíritu barroco.
Es ahí donde radica la importancia del lienzo ya que nos permite a las generaciones posteriores
observar a través de esa ventana y poder profundizar en el conocimiento de la vida colonial
analizando los protocolos que regían estas ceremonias.

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Bibliografía:

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