Cuentos Fabulas Chistes Etc
Cuentos Fabulas Chistes Etc
Cuentos Fabulas Chistes Etc
En el Polo Norte, y a pesar del frío, también se cuentan historias unos a otros. Una de las que
circulan trata sobre dos pingüinos que vivieron por la zona. Aparentemente eran dos pingüinos
cualesquiera, pero se caracterizaban por el fuerte desagrado que sentían el uno por el otro.
¿La razón? Pues en realidad ninguna, ya que estos dos animales jamás habían cruzado
palabra en toda su vida. Sin embargo, se regalaban miradas desafiantes y de completa
enemistad cada vez que coincidían en alguna tienda o paseo. Eran tales las miradas que se
dedicaban, que por lo visto más de una vez estuvieron a punto de derretir toda la nieve del
Polo. ¿Os imagináis? ¡Hubiese sido un completo desastre!
Y en esas andaban cuando un día coincidieron en el baile de Navidad que todos los años se
organiza en el Polo Norte por cortesía de Papá Noel. A Aquella fiesta la mayoría de los
invitados solían ir disfrazados con máscaras, trajes de elfos, vestimentas como la de Papá
Noel…y esto hizo que los dos pingüinos entablasen conversación aquel día sin poder
reconocerse el uno al otro.
¡Este año se han superado! ¡Qué fiesta tan grandiosa!- Dijo uno de los dos pingüinos.
Desde luego. Estoy de acuerdo contigo, amigo- Contestó el otro.
Y así hasta altas horas de la noche. No dejaron de hablar y de disfrutar de la fiesta ni un
momento, y al darse por finalizado el evento, decidieron volver a verse e intercambiaron sus
direcciones. En tan solo una noche se habían dado cuenta de que estaban hechos el uno para
el otro, y comenzaron lo que parecía ser una excelente amistad.
Cuando a la mañana siguiente uno fue a buscar al otro para salir y charlar un rato,
descubrieron sus verdaderas identidades. ¡No podían creerlo!
Y tras el asombro inicial rompieron en una gigantesca carcajada. Se habían comportado de
forma ridícula e inmadura, y estaban dispuestos a no repetir aquella actitud nunca más y a
recuperar el tiempo perdido.
La de aquel año, sin duda, había sido una fiesta increíble.
El canguro se tomó muy en serio aquellos consejos y pocos minutos después comenzó a
practicar su salto del revés, o lo que era lo mismo, al derecho de todos los canguros. Poco a
poco, y con muchísimo esfuerzo, el canguro fue obteniendo resultados y con el tiempo
consiguió lo que se había propuesto gracias a los consejos de la jirafa. ¡Había aprendido a
saltar hacia adelante como todos los canguros del mundo!
Aquel día, y tras mostrar su gran esfuerzo al resto de sus parientes, el pequeño canguro
comprendió que no era un bicho raro, sino el animal más increíble de toda su especie, porque
solo él sabía saltar hacia adelante y hacia atrás también.
1. La zorra y las uvas
Una zorra que dormía bajo una vid se despertó hambrienta y, enseguida, vio un racimo de
uvas muy tentador sobre su cabeza. Quiso alcanzarlo, pero fue en vano: su pequeña estatura
no se lo permitió. Trató de treparse al árbol, dio saltos, estiró sus patitas, hasta que se dio por
vencida.
Mientras se alejaba del árbol, resignada, vio que un pequeño pajarito había estado
observándola y se sintió avergonzada. Rápidamente se acercó al ave y, enojada, le dijo:
“Cuando salté, me di cuenta de que las uvas no estaban maduras. Mi paladar es muy
exquisito. Si no, me las hubiera comido”. Y, dándole la espalda al pajarito, que no alcanzó ni
siquiera a responderle, la zorra se alejó.
2. La liebre y la tortuga
Con arrogancia y soberbia, una liebre se burlaba constantemente de una tortuga por su
lentitud. Un día, harta de las agresiones, la tortuga le propuso correr una carrera para ver cuál
de las dos era más veloz. La liebre, entre risas, aceptó la propuesta.
Finalmente, llegó el día de la carrera y todos los animalitos del bosque se acercaron a la línea
de partida para ver la competencia. Apenas se escuchó la señal, la liebre salió corriendo a
toda prisa. Mientras tanto, la tortuga, con su paso lento pero constante, avanzó por la pista, en
la que su competidora no había dejado otro rastro que el polvo que levantaron sus ágiles
patas al correr.
Relajada y orgullosa por su desempeño, la liebre decidió tomar una siesta cuando le faltaba
poco para llegar a la meta, pero ya daba por descontado que sería la ganadora. El problema
fue que se quedó dormida. Cuando se despertó, exaltada, vio a lo lejos que la tortuga estaba
a dos pasitos de la línea de llegada. Corrió con todas sus fuerzas, pero cuando alcanzó la
meta ya era tarde. La tortuga había ganado y era aplaudida y ovacionada por todo el público.
Moraleja: La vanidad y el exceso de confianza nos pueden jugar una mala pasada. Nunca te
burles de los demás por no tener tus mismas habilidades, porque seguramente tienen otras
igual de valiosas. La perseverancia y la constancia rinden sus frutos.
3. El escorpión y la rana
Una rana descansaba a la orilla del río hasta que la aparición de un escorpión la puso en
alerta. Apenas el arácnido le dijo las primeras palabras, la rana se tranquilizó:
—Ranita, ¿serías tan amable de montarme en tu lomo para que pueda atravesar el río?
Prometo que no te picaré. Si lo hago, ambos nos ahogaríamos —le dijo el escorpión.
Luego de analizarlo un rato, en silencio, la rana aceptó el pedido del escorpión. Lo invitó a
subirse a su lomo, se zambulló en el río y empezó a nadar. Pero, en medio del trayecto, la
rana sintió un fuerte pinchazo y un profundo dolor: el escorpión, pese a su promesa, la había
picado. Asustada y débil al mismo tiempo, la rana le preguntó a su pasajero por qué lo había
hecho, y le advirtió que ambos morirían.
Esta leyenda de origen guaraní trata de dar una explicación al origen de una de las bebidas
más consumidas en Argentina: el mate. De hecho, cuenta con una fecha señalada en el
calendario, cada 30 de noviembre se celebra el Día Nacional del Mate. Esta es una historia
que ha pasado de generación en generación.
Además de conocer el surgimiento del mate, esta historia es ideal para abordar el valor de la
gratitud con los más pequeños, producto de ella surge una de las bebidas más preciadas.
Cuenta una antigua leyenda guaraní que, desde hace mucho tiempo, la Luna Yasí pasea
desde siempre por los cielos nocturnos, observando curiosa los árboles, ríos y lagos. Yasí
solo conocía la tierra desde el cielo aunque deseaba bajar y poder ver las maravillas de las
que le hablaba Araí, su amiga la nube.
De pronto, entre los árboles, apareció un yaguareté que se acercaba para atacarlas. Pronto,
un viejo cazador apuntó con una flecha al animal y este escapó veloz del lugar. Yasí y Araí,
que estaban muy asustadas, volvieron rápido al cielo y no pudieron agradecer al señor.
Yasí decidió que esa misma noche le daría las gracias al anciano y, mientras este
descansaba, le habló desde el cielo y le dijo: “Soy Yasí, la niña que hoy salvaste quiero
agradecer tu valentía, por eso, voy a darte un regalo que encontrarás frente a tu casa: una
nueva planta cuyas hojas tostadas y molidas darán como resultado una bebida que acercará
los corazones y ahuyenta la soledad”.
Al día siguiente, el anciano descubrió la planta y elaboró la bebida tal y como le había
indicado la luna. Así fue como nació el mate.
La leyenda del maíz
Al mismo tiempo, esta leyenda es ideal para reflexionar con los más pequeños sobre
la importancia del esfuerzo y tesón para conseguir cualquier objetivo que nos
propongamos en la vida.
Cuenta la leyenda que, antes de la llegada del Dios Quetzalcóatl, los aztecas solo se
alimentaba de raíces y algún que otro animal que podían cazar.
El maíz era un alimento inaccesible porque estaba oculto en un recóndito lugar situado más
allá de las montañas.
Los antiguos dioses intentaron por todos los modos acceder quitando las montañas del lugar,
pero no pudieron conseguirlo. Entonces, los aztecas recurrieron a Quetzalcóatl, quien
prometió traer maíz. A diferencia de los dioses, este utilizó su poder para convertirse en una
hormiga negra y, acompañado de una hormiga roja, se marchó por las montañas en busca del
cereal.
El proceso no fue nada fácil y las hormigas tuvieron que esquivar toda clase de obstáculos
que lograron superar con valentía. Cuando llegaron a la planta del maíz, tomaron un grano y
regresaron al pueblo. Pronto, los aztecas sembraron el maíz y obtuvieron grandes cosechas y,
con ellas, aumentaron sus riquezas. Con todos los beneficios, se cuenta, que construyeron
grandes ciudades y palacios.
Desde aquel momento, el pueblo azteca adora al Dios Quetzalcóatl, quien les trajo el maíz y,
con ello, la dicha.
Esta conocida leyenda forma parte de la cultura popular china y japonesa y parte de la base
de que las personas que están predestinadas están unidas con un hilo rojo. Además, refuerza
la idea de la existencia de que todos tenemos un “alma gemela”.
Esta historia no solo sirve para hablar del destino, sino de los vínculos que se establecen
entre las personas, bien sean de amor, de amistad o compañerismo.
Cuenta una antigua leyenda que, hace muchos años, un emperador invitó a una poderosa
bruja que tenía la capacidad para ver el hilo rojo del destino.
Cuando la hechicera llegó a palacio, el emperador le pidió que siguiera el hilo rojo de su
destino y lo condujera hacia la que sería su esposa. La bruja accedió y siguió el hilo, desde el
dedo meñique del emperador, que la llevó hacia un mercado. Allí se detuvo frente a una
campesina en cuyos brazos sostenía a un bebé. El emperador, enojado, pensó que se trataba
de una burla de la bruja e hizo caer a la joven al suelo, provocando que la recién nacida se
hiriera la frente. Luego, ordenó que los guardias se llevaran a la bruja y pidió su cabeza.
Años después, el emperador decidió casarse con la hija de un poderoso terrateniente a la que
no conocía. Durante la ceremonia, al ver por primera vez el rostro de su futura esposa, el
emperador observó una cicatriz peculiar en su frente.