Francisco Galván, Luis Cervantes. Politica y Desilusión

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~ UNIVERSIDAD AUTDNDMA METROPOLITANA AZCAPDTZAlCO

RECTOR GENERAL
FIS SERG IO REYES LUJAN

SECRETARIO GENERAL
MTRO . JO RGE RUIZ DUEÑAS

RECTOR OE LA UNIOAO AZtAPOTZALCO


OR OSC AR M GONZALEZ
CUEVAS

SECRETARIO OE LA UNIOAO
MTRO CARLOS PALLAN

OIRECTOR OE LA OIVISION OE CIENCIAS SOCIALES Y


HUMANIOAOES
MTRO LUIS GERAROO IZE

JEfE OEL OEPARTAMENTO OE SOClOLOGIA


MTRO . ROMUALDO LOPEZ
ZARATE

COOROINAOOR OE LA UCENCIATURA OE SOCIOLOGIA


UC ADRIAN DE GARAY

DISEÑO DE LA PORTADA ' HIGIN IO CAB IEDES


GALDUROS
SERIE SOCIOLOGIA

~ "ZCAPO TZA LC O
~, BIBLIOTECA
POlITICA Y DES-ILUSlON
(LECTURAS SOBRE WEBER)

&ftl. AZCAPOTZ ALC O


le"" BIBLlOTE C;,
FRANCISCO GALVAN DIAZ
LUIS CERVANTES IAUREGUI
Compiladores

POLITICA y DES-ILUSION
(LECTURAS SOBRE WEBER)
s;'ft:l ~ZCAPOTZA Leo
I~, BIBLI OTECA

2894112

23 60 57
BIBLIOTECA DE CIENC IAS SOC IALES Y HUMANIDADES
Primera edición : otoño de 1984

© Universidad Autónoma Metropolitana


Unidad Azcapotzalco
División de Ciencias Sociales y Humanidades
Av. San Pablo No. 180
Azcapotzalco
Méx ico, 02000, D.F.

ISBN 968-840-199-8

Impreso en México
Printed in Mexico
INDICE

P .. .I;"ftl AZCAPOTZ AlCO


resentaclOn . ·I~\ · ·BI Bllb.,tci · .·· 9

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 11

Capítulo I
¿Por qué Weber? ,Luis Cervantes Jáuregui, Fernando
Dane/ . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. 15
De las lecturas posibles de Weber, Francisco Ga/ván
Díaz . . . . . ........................ . .. 29
El programa teórico-político de Max Weber, Luis F.
Aguilar Villanueva . _ . _ . _ .. .. . __ . . . . . . . . . 47
Max Weber, la reflexión sobre lo político moderno,
Nora Delia Rabotnikov ................... 77
Estado y burocracia en el pensamiento de Weber,
Juan Pegoraro Taillna .................... 106

Capítulo II
Sin ninguna garantía, pero con más oportunidades,
Entrevista a W. J_ Mommsen .. . . _ .......... _155
La política después de las ilusiones, Cacciari, Casano,
Giovanni, Rusconi (Mesa Redonda). __ .. . . .. ... 164
Capítulo []]
Explicación previa, W. J. Mommsen . .. .. . ..... 191
Aristocracia y democratización en AJemania, Max
Weber . .. .. ............. ... .. . . .... .. 193

Capítulo IV
Presentación . . ... . ..... . . .. . . .... .. ... 197
Obra ace rca de Max Weber en español, Francisco
Galván Diaz ... ... . .......... . .. . ...... 198
Obra de Weber en español, Francisco Galván Díaz .. 210
PRESENTACION

El lector encontrará en esta colección de artículos y de tra-


ducciones realizados desde diveisas perspectivas y contex-
tos, un denominador común, a sa6er, el esfuerzo de colablr
ración en la reintroducción del pen~amiento de Max Weber
en el debate politológico mexicano q'ae se libra permanen-
temente en las universidades y en el intercambio editorial.
Los textos aquí recogidos proponen una discusión y buscan
definir, inicialmente, sus temas y sus contornos.
Los tres primeros ' trabajos (Cervantes-Danel, Galván y
Aguilar) se dedican a tematizar los antecedentes, el por qué
y el para qué de la necesidad del Debate-Weber en México.
En el/os se abordan, por fuerza, aspectos nodales de la rela-
ción entre Ciencia y Política en el pensamiento weberiano,
y de la recepción todavía vigente de Weber en nuestro pais.
Dos momentos significativos de la obra politica de We-
ber son tratados por Rabotniko[ y por Pegoraro; en un ca-
so, la [orma moderna de lo politico que puede leerse en sus
Escritos Políticos y, en el otro, el [enómeno de la burocra-
tización.
A continuación, se presenta la traducción de una entre-
vista a Wol[gang Mommsen, y de una Mesa Redonda publi-

9
cadas originalmente en el periódico italiano Rinascita, que
se consideran de gran interés para valorar la actualidad de
Max Weber en relación con las exigencias del pensamiento
politico contemporáneo.
La traducción de un texto inédito en español de Max
Weber, así como una explicación previa de Mommsen, se
hallarán en seguida.
El volumen concluye con la presentación de una biblio-
graffa de y sobre Max Weber en español, preparada por
Galván, complementando el propósito de proporcionar un
conjunto de materiales de trabajo para una tarea que esti-
mamos apenas iniciada en México: la recuperación rigurosa,
actualizada y critica de la herencia weberiana.

Las referencias editoriales de los trabajos traducidos son


las siguientes:
"Intervista a Wolfgang Mommsen. Senza piu nessuna ga-
ramia, ma con piu chances': Entrevista realizada por el
periódico Rinascita, no. 28. 11 de julio de 1980, Roma.
''La politica oltre la caduta delle ilusioni': Mesa Redon-
da coordinada por el periódico citado y aparecida en el
mismo número. Intervienen : Massimo Cacciari. Franco
Cassano, Birlgio de Giovanni y Girln Enrico Rusconi. La tra-
ducción de este texto, así como del anterior, es de Isabel
Cruz.
''Aristocracia y Democratización en Alemanirl': texto de
una conferencia de Max Weber, inédito en español, y ''Ex-
plicación previa" de Wolfgang Mommsen para el escrito
anterior, aparecieron en: Wolfgang J. Mommsen , Max We·
ber und die Deutsche Politik, edición de 1974, J.e.B. Mohr
y Pau/ Stiebeck editores, Tubingia, Alemania Occidental,
pp. 524·526. La traducción es de Francisco Galván.

10
PROLOGO

La crisis del marxismo trajo consigo una eauda multicolor.


Desde la reafInnación del romanticismo (el comunismo
como expresión "natural" de lo popular) hasta la postu-
lación del "deber ser" (el comunismo como idea pura) ,
el marxismo mexicano va dejando puertas entreabiertas
que es preciso forzar.
No nos engañemos, el espacio de la discusión en las
universidades mexicanas, en materia de ciencia social,
todavía lo constituye el marxismo post-sesenta-y-ocho,
entre pragmático y contestatario, el de los autogobiernos
y el de los sindicatos. Es justamente en ese terreno en don-
de ha de discutirse la oportunidad de injertar la función,
quizá olvidada, del recuerdo.
Hacer memoria, sí, del pasado teórico que fue decretado
muerto y sepultado por efecto de la cuchilla cuya virtud
consistía en deslindar las posiciones "burguesas" de las
"proletarias" y que evitaba, a menudo, molestarse por
dialogar, ¡qué decimos!, considerar siquiera los desarro-
llos contemporáneos del pensamiento "burgués".
La redención postergada, la desilusión renovada frente a
las inocultables realidades del socialismo estatista triunfante

11
y derrotado, la inflación de los lenguajes, todo ello, parece
remitir a las fuentes, "a las cosas mismas".
¿A cuáles?
Quizá los "políticos" opten por releer, otra vez, a Marx
y a alguno más. La responsabilidad de ellos es velar por la
conservación de su ideal. el valor "comunismo". Pero estos
años también produjeron un encuentro formal del marxis-
mo mexicano con la función del saber y con las exigencias
profesionales que el pensamiento universitario establece
a los que elijan esta tarea como su compromiso vital.
No importa que esta experiencia no sea inédita ni en
México . El hecho relevante es que existan sectores que ,
de pronto, se dirijan a sí mismos la pregunta decisiva :
¿es suficiente la herencia marxista para pensar la política
contemporánea en interés de producir enunciados acerca
de lo que ella es, y no ya de lo que debiera ser?
Pero a lo mejor también a aquéllos, a los "políticos", no
les vendría mal recordar (y aprender) a Max Weber. ¿Es
viable hoy la política animada por la convicción pura? ¿Qué
oportunidades tiene en este mundo laico, desencantado, la
promesa de futuros mejores nunca rl11cada en la aceptación
terrenal del presente? ¿Será probable un socialismo que por
salvar su pureza reniegue de verse confrontado, competido
y compenetrado por el industrialismo y la modernidad?
¿Es posible hoy cualquier política fuera de este mundo tec-
nüicado y burocratizado?
La actitud mundana de Max Weber implica , también en
la actividad científica, un reconocimiento que vale como
"iniciación ": pensar la política es pensar en el poder. Es
- acéptese el rapto fraseológico- , una simpatía por el
diablo.
No se confunda, por favor, este pacto reclamado con
cualq uier maquiavelismo corriente. Estudiar la política no

12
equivale a justificar por anticipado ninguna pos.ición políti-
ca, ningún valor político_ Conduce, por el contrario , a /ibe-
rar la relación entre la Ciencia y la Política (consúltese el
texto de Luis Aguilar). Defme , así mismo, un compromiso
ético con la búsqueda del rigor y de la objetividad , con el
diseño meticuloso de mecanismos teóricos (típico-ideales)
para controlar la irrupción de los valores, a fm de transfor-
marlos en medios y no en obstáculos del proyecto por
antonomasia: el conocimiento.
Pensar en el ámbito del poder no se identifica, por su-
puesto, con la práctica que aspira a exorcizar los demonios
del poder, mediante su delación microfísica, o a través de la
sublevación inducida de los creyentes. Este pensar-contra el
poder excluye, margina, produce una acción opuesta al
"ascetismo intramundano" desbordante de obsesión calcu-
lista, escrutadora, pero no ajena, sino propia y adueñada del
mundo.
¿Vale la pena el riesgo? ¿A dónde conducirá esta apuesta
weberiana? No hay respuesta posible a las alternativas que
se ofrecen. Weber, como Virgilio , ayudará a iniciar el reco-
rrido; lástima que no existan, en este caso, las garantías an-
ticipadas de un reencuentro con la visión beatífica de la
Verdad.
Conviene recordar aquella cita dantesca de Marx , que
evoca el emblema del umbral de la Ciencia y del Infierno ,
vale decir, de la Política:

"déjese aquí cuanto sea recelo


mátese aquí cuanto S~ a vileza."

México, D. F., noviembre de 1983

Luis Cervantes J áuregui


Francisco Galván Díaz_

13
Capítulo 1

¿POR QUE WEBER?

LUIS CERVANTES JAUREGU I


FERNANDO DANEL

1. Sí, ¿por qué Weber?

U n fantasma recorre el mundo: el fantasma de la crisis


del marxismo. Tras de una súbita aparición desJum·
brante, sobrecogedora para no pocos, se pueden distinguir
ya algunos de sus rasgos. Dos de ellos se marcan con fuerza
en su rostro .
La crisis de los "socialismos", rasgo primero, pone en
entredicho una gran tradición canónica de la que las izquier-
das eran, en su mayoría, regocijadas portadoras yapologis-
tas ex oficio. Esta crisis "realmente existente" las coloca en
el difícil trance de o bien de scodificar sin reservas su discur-
so de la legitimación o bien ignorar la realidad en sus con-
tradicciones_ Esta última opción implica abrir las puertas
a una reagrupación integrista de fuerzas y de concepciones
y nadie, por ahora, apostaría gran cosa al porvenir de una
posición reactiva como ésta; de realizarse conduciría a la
lenta , pero segura, autoliquidación de los segmentos teóri-
cos que han impulsado la crítica del capitalismo y el avance
de los movimientos políticos sociales que aspiran a una
gobernabilidad democrática de la transición socialista.

15
Los aprietos del "revolucionarismo", mitificación incan-
sable y universalizante de la edificación ex novo de la socie-
dad socialista sobre las cenizas humeantes del "viejo orden".
no tenninan ahí_ La crisis del marxismo también se nos
presenta , rasgo segundo, como una suerte de reconocimien-
to , en las antípodas de la "critica de las ideologías", de la
pertinencia de un pensamiento fundacional de la moderni-
dad en su vertiente política capaz de dar cuenta de las
transformaciones de la sociedad y el Estado capitalistas que
se destacan desde el periodo llamado de "entre guerras" _En
efecto, la disolución epocal del mercado autorregulado y
del Estado prescindente, marcas sólidas del armazón capita-
lista del siglo XIX, dio paso a la confonnación de la moder-
na sociedad de masas tecnificada, y regulada estatalmente_
La matriz liberal del viejo capitalismo fue subvertida por la
irrupción de lo social, cuyo protagonismo redimensionó
"für ewig" la agregación estatal de la política y de la eco-
nomía_ Por otro lado, el proyecto burgués condujo al for-
midable e irreversible desarrollo de la ciencia y de la técni-
ca que, al fundirse en un gran encuentro con la programa-
ción capitalista, refundaron su trayectoria y los dispositivos
que vializaban su autorreproducción.
Imperativamente, este amplio proceso de socialización
requirió fonnalizarse en las instituciones estatales legítimas,
a fIn de lograr establecerse como predominante en nuestro
mundo. Sólo así pudo abarcar y regular la diferenciación
grupal y profesional resultante, así como participar y con-
trolar los mecanismos de la acumulación que se especiali-
zaron tendencialmente en fonna exponencial, experimen-
tando intrincados fenómenos de interacción y de retroali-
mentación.
La multiplicación de funciones de un Estado cada vez
más "intervencionista" es tan sólo una metáfora, en clave

16
economicista, de esta recomposición estructural del capi-
talismo "organizado"; ésta se expresa también en las cifras
emblematizadas de la crisis de 1929 y en la posterior emer-
gencia del Estado social, de un lado, y del Estado corpora-
tivista, de otro.
La ruptura del sistema capitalista moderno (su dimen-
sión trinitaria : estataJista-incJuyente, burocrático-racional,
. tecno-científica) con la sociedad liberal, nos lleva a relativi-
zar necesariamente los paradigmas positivos y críticos a ella
ligados: resalta aquí sin duda, la obligada "historización" de
la Crítica de Marx. Sin embargo, no nos engañemos. Reco-
nocer la esterilidad teórica del marxismo escolástico frente
a la compleja dinámica de la sociaJización/burocratización
del capitalismo de nuestros días, pese a la importancia que
tiene hacerlo, no es, ni con mucho, el verdadero problema.
Tampoco lo es, por sí sola, la identificación conceptual del
drama social de los países "socialistas". El reto consiste en
dar cuenta de las modificaciones morfológicas que la socie-
dad está cursando; sólo así, en el terreno de la teoría, po-
drán respaldarse alternativas viables de gobierno frente a
una conflictividad inmanente al ciclo económico y al ciclo
político: hacer el socialismo, en este contexto, es hacer
poUtica y gobernar, no hacer la "revolución". Y, en este
mundo laico, es imposible hacer política a la altura de los
tiempos sin sumergirse en el dominio de los especialismos,
de la burocracia y de la administración; sin afrontar los
delicados temas de la conducción legítima y societalmente
regulada de la complejidad.
Demos ahora un paso más, haciendo historia. No pode-
mos dejar de advertir que la transición a una sociedad posli-
beral con el activismo de masas organizadas que la caracte-
riza, lo que junto con el proceso de concentración y auto-
nominización de la burocracia legítima que decide sostienen

17
la fonna del Estado moderno , y constituyen el objeto teórico
del primer intelectual de la modemidad: Max Weber.
Si bien es cierto que como Marx, Max bebe también de
la fuente hegeliana de la postilustración (no se postula ya
la fundación de la sociedad y de la historia en derechos
naturales preexistentes, tampoco se deducen éstas de un
contraactualismo individualista y menos aún de un prin-
cipio de razón trascendental "puro" o "práctico" prehis·
toricista), a diferencia de aquél no indaga la "anatomía"
del capitalismo concurrencial, sino en clave de política-
gobierno , intenta precisar los contornos que puede asumir
una dirección burocrático-racional en una fase histórica de
amplia socialización en el Estado. ¿Cómo integrar, se pre-
gunta Weber, en el Estado-empresa que monopoliza legíti-
mamente los medios de producción políticos y económicos
a la sociaIización expansiva y difusa que signa la modernidad?
Este desafío tendencia! a la gobernabilidad representado
por la democracia de masas es atendido puntualmente por
la célebre ecuación analítica de Weber: el proceso de
socialización conlleva inexorablemente una burocratiza-
ción que ha de ser entendida no como una excrecencia
superestructural, sino como un fenómeno endógeno que
expresa la construcción especializada, inclusiva y masiva-
mente organizada del mundo moderno ; y como toda ecua-
ción actualiza sintéticamente un referente problemático:
qué mecanismos selectivos se precisan para estabilizar polí-
ticamente los conflictos suscitados por la expansión y dife-
renciación de la demanda socia! - ya que las masas no
pueden ser más tratadas, como lo señala Weber, como "ob-
jetos pasivos de administración"- sin que la esfera político-
decisional de la burocracia curse hacia una dominación
externa, sin consenso, como una máquina inanimada e inde-
pendizada en su racionalidad formal.

18
Según Weber, recordando su ensayo ''Parlamento y go-
bierno en una 4lemania reconstruida", la gobemabilidad
democrática "posible" en la nueva forma de desarrollo
capitalista y en la actual fase estatal de masas sólo es viable
relevando los 'papeles del Parlamento y del liderazgo dentro
del diseño de lo polftico moderno, pensándolos como los
baluartes virtuales de los derechos civiles e individuales
frente al previsible crecimiento explosivo de lo burocrático.
Sólo así puden caber, dentro de un esquema de gobierno,
los antagonismos del emblema de la época: socialización!
burocratización.

2. Pero, ¿cuál Weber?

Está en juego, aquí, una visión del Estado y de la política


que deben precisarse. Weber no es, simplemente, el ideólogo
de un proyecto burgués fallido - la República de Weimar-
como quisieran muchos partidarios de la "vulgata" marxis-
ta, ni el teórico del "Estado.sujeto" que veía Poulantzas, ni
mucho menos el sostenedor de la neutralidad valorativa de
la ciencia que Parsons divulgaba urbi et orhi.
Weber es, por el contrario, intelectual de la transición
hacia una forma moderna de Estado, que surge cuando la
política comienza a ser defInible en términos de la intersec-
ción de dos dimensiones: una, la propia de la lucha eterna
e impredecible -otra la que hace de la política actual una
actividad de carácter técnico, esto es, un especialismo : la
política como profesión. La conjunción de esta problemá-
tica compleja en el espacio de lo estatal se peñlla como un
campo conflictual del cual Weber no excluye ni margina
la contradicción mIlterial ya que su diagrama estatal la in-
cluye neutralizándola a través de acciones técnico-adminis-

19
trativas de gobierno. El Estado moderno, entonces, no debe
ser pensado como un aparato monolítico y compacto, co·
mo lo quería la célebre y lapidaria sentencia de Lenin de
que todo Estado es una máquina de dominio de clase, sino
como un formato institucional complejo y variable que re-
laciona a la sociedad participante con la toma de decisiones
burocrático-racional. Esto implica, a fomori, la dinámica
reconstrucción de los compromisos y los intercambios de
poder para conquistar fórmulas de gobierno que garanticen
la expresión funcional de los intereses sociales y la consi-
guiente habilitación política del consenso en las instancias
de decisión.
Para Weber, gobernar la contradicción no implica resol-
verla: se podría poner en boca de Weber lo que, años des-
pués, anrmaría en clave mosónca relativista el propio Key-
nes a propósito de la crítica de éste a la tesis favorita de la
economía neoclásica, según la cual el sistema de la acumu-
lación capitalista está dotado de mecanismos inmanentes
tales que siempre lo conducen a un equilibrio óptimo esta-
ble : "en el largo plazo todos estamos muertos". (Dicho sea
de paso, la reconsideración de la problemática weberiana de
la modernidad , hoy , debe realizarse pari passu el examen
del postulado crítico keynesiano acerca de la articulación
Estado-economía.)
En Weber se localiza, sin embargo, una importante ambi-
güedad consistente en una notable disyunción entre su pro-
yecto político y su análisis de la política moderna. Mientras
éste arroja como saldo el diagnóstico de la superación histó-
rica de la sociedad liberal, aquél se funda en el mundo de
significaciones que la sociedad moderna ha marginado , lo
que le conduce a hipostasiar como "modelo" de la realidad
social algo que funciona sólo como principio metodológico
comprensivo : la política como hecho interindividual.

20
Esta dificultad, lejos de oscurecer la obra de Weber, la
enaltece, ya que remite al carácter dramático de una época
de transición social profunda, en la que hacían eclosión
como fenómenos nacionales novedosos las estructuras del
mundo actual. Hoy, varias de eUas han probado ya su "ver-
dad". En este sentido, cabe la mención del socialismo.
El socialismo, como proyecto técnicamente posible, de·
be procesarse teórica y prácticamente en el taDer de la ad·
ministración y la burocracia, si no quiere verse ahogado y
derrotado prontamente por eUas. Al mismo tiempo , la
proyectación socialista en el capitalismo debe foguearse en
la densidad de la competencia política pluralista si quiere
construir una sociedad participativa arraigada. El significan.
te "democracia" acude en seguida. La "democracia" no
resulta así una imagen valorativa ni una garantía fundamen·
talista; tampoco el correlato obligatorio de un cierto patrón
de acumulación. Resulta en realidad una cultura que hay
que edificar y fusionar a las tradiciones nacionales más pro-
fundas de un pueblo. La programación democrática tiene
más que ver, en estos tiempos, con la regulación societal
especializada de los "medios de producción políticos" ,
que con el acto expropiatorio y global de los instrumentos
de la producción económica por un "juicio final'.' de las
masas. Se refiere a la gobernación "poliárquica" de dicho
proceso de socialización, no a la mítica y siempre falsa de la
llamada "democracia directa", máscara vergonzante - como
señala Weber- de la dictadura irrefrenable de los lideres
carismáticos.
Nadie se engañe: aunque la relación de Weber con el so·
cialismo permitirla una fecunda discusión, no pretendemos
atribuirle protagonismo o paternidad ideológica para hacer·
lo más presentable a los incansables consumidores de mar·
xismo libresco. Es inútil buscar, o encontrar, un Weber mar-

21
xista, pero no lo es preguntarse por el Weber crítico del
Estado y proyectista de la modernidad. Sin embargo, se
alza un obstáculo referido a la recepción ideológica predo-
minante : el tipo de lectura de Weber vigente en el mercado
y el tipo de acumulación teórica, cientificista y dogmática,
para decirlo en bulto, prevaleciente en nuestro medio.
Desde Para leer El Capital todo el mundo sabe que no
hay lecturas inocentes. La lectura de Weber bajo la perspec-
tiva del capitalismo estatista en estos tiempos que corren,
signados por la crisis del marxismo, implica practicar una
una ruptura necesaria con el Weber masivamente difundido
por la publicística sociológica norteamericana y con la tan
traída y llevada "crítica de las ideologías" de filiación
marxista ortodoxa ; significa enfocar algunos aspectos de su
programa teórico que quedaron en el "olvido" de Parsons
o que fueron tergiversados por éste al hacer de Weber un
metodólogo positivista al modo de la "intelligentza" funcio-
nalista norteamericana.
Luis Aguilar ha abordado el asunto hace algún tiempo.'
Nos propone un cierto tipo de acercamiento entre Weber y
Marx. Aguilar ubica el punto sólido de esta operación en la
temática weberiana que articula, diferenciando, la ciencia y
la política. La sustancia del argumento señala que no puede
autofundarse científicamente la realidad estatal y, por ende ,
la ciencia resguarda un componente crítico respecto de
aquélla . Weber sostiene una proposición como ésta afmnan·
do taxativamente que es imposible hacer de los proyectos y
fines que realiza la práctica política verdades científicas, en
la medida en que éstos pertenecen al mundo de la compe·
tencia entre los valores de los grupos y clases en pugna. La

1 "Max Webe r. L4l política después de las ilusiones", Nex os , No.


38, Enero 198 1, pp. 3·11.

22
lucha entre los valores, según Weber, encuentra una metáfo·
ra adecuada en la "guerra entre los dioses": no hay una
verdad absoluta; hay tantas como contendientes.
Contrariamente al postulado de la neutralidad de la cien·
cia, paradójicamente sólo para una visión cartesiana de la
simetría del mundo, lo que emerge en la formulación webe·
riana es su politicidad. Rechazando la homologación de la
historia al proyecto burgués autocelebrado como culmina·
ción de la Razón en Estado , como lo ilustran la Filosofía de
la Historia de Hegel, la razón científica en su momento bu·
rocrático·racional sigue un itinerario diverso : por ser crítica
y "politeísta", está en capacidad de mostrar al Estado como
un campo específico de agregación institucional de los con·
f1ictos estabilizados en compromisos que descansan en el
monopolio de la violencia legítima, independientemente de
que los fmes proclamados por aquél sean loables o perver·
sos, y no obstante el reconocimiento explícito de que la
ciencia puede cumplir funciones técnico·instrumentales
dentro de la relación entre medios y fmes dados.
Por aquí habría que encarar el "encuentro cercano" de
Marx con Weber. Por lo que se ve, se trata más de una
vinculación por ruptura que de una identidad paradigmática.
Mientras Marx piensa el fenómeno estatal desde "fuera",
culminando su razonamiento con la propuesta de la "des·
trucción" del Estado, para Weber el horizonte de nuestra
época es, justamente, el Estado burocrático-racional. Pen·
sar cómo es dicho Estado obliga a desvalorizarlo, esto es,
a desprenderlo de su discurso autojustificatorio. En otras
épocas, retomando a Aguilar, ello hubiese implicado el re·
chazo de la tesis del derecho divino de los reyes. Hoy lleva a
decir: no hay fmes políticos "verdaderos". no existen ni
pueden existir Estados "científicos",
Una ulterior divergencia insoslayable aparece enseguida:

23
Marx focaliza la densidad del capitalismo liberal: es un pen-
sador políticamente pre-moderno. Ciertamente se comparte
su posición crítica respecto del Estado y de la dominación,
pero no suministra una teoría sustantiva acerca del eje prin-
cipal de la modernidad: el gobierno del Estado de masas y
su complejidad socioinstitucional. El "societalismo" mo-
derno en realidad ha de rechazar la nútología revolucionaria
del activismo de masas que ignora la necesaria mediación
especializada e institucional que toda socialización/legitima-
ción conllevan contemporáneamente: éste es el gran tema
de Weber.
Si bien se repudia el sesgo dirigista-decisionista presen-
te en Weber, pero sobre todo desarroUado después en el
ámbito de su influencia intelectual posterior, esto no equi-
vale a evadir la centralidad teórica y política de la vincu-
lación problemática entre burocracia y liderazgo en el
marco de la vigencia de la racionalidad científico-técnica
como proyecto dominante y como referente real para una
perspectiva contingente de la transformación.
Demarcado así, la deuda espiritual al marxismo se loca-
liza en la pretensión por ligar la socialización legítima espe-
cializada con la indagación de alternativas viables a la "jau-
la de hierro" estatal.
La lucha marginal, el asalto plebeyo , la solución de-
rmitiva y el activismo precien tífico son resabios inútiles
del pasado.
Desde hace algunos años, no muchos por cierto, ha sur-
gido en México una nueva ortodoxia dentro de ciertos
grupos marxistas desencantados del cientificismo catecúme-
no; su nombre es un hombre : Gramsci. Este expediente -
nominalista presuntamente salva la distancia que existe
entre los textos de Marx y la sociedad contemporánea.
Pero quizá no sea Gramsci el primer pensador de la tradi-

24
ción marxista que aborda el problema de la agregación esta-
tal del sistema capitalista moderno - la polémica del austro-
marxismo con Kelsen por ejemplo ya introdujo acotaciones
valiosas al respecto- pero sí le corresponde la autoría del
relevamiento de la "ampliación" del Estado que emerge
de los años 3D, Estado que ya no existe como un mero
epifenómeno de la autorregulación mercantil ni como un
hecho superestructura! externo a las clases, como también
le corresponde un cierto protagonismo por la influencia
decisiva que ha ejercido, tanto en la política italiana de
posguerra como en la conÍlguración del bastidor eurocomu-
nista de los años 70.
Gramsci se distingue, entonces, de todo el espectro esco-
lástico de la diáspora marxista que se conforma o bien con
denunciar el carácter de clase del Estado o bien con aguar-
dar sapiencia1mente el cumplimiento de las leyes de la his·
toria.
Sin embargo, Gramsci tiene una deuda fundamental con
Marx y Lenin, aquélla que le conduce a pensar al Estado
como una relación de fuerzas que hay que trastocar por
esa vía lenta pero intensa de la "guerra de posiciones". La
ruptura que instaura la racionalidad del Estado moderno y
su especia1ización burocrática queda prácticamente ignora-
do por una convergencia canónica hiperpolítica entre Dicta-
dura del Proletariado y Hegemonía; con ello, se levanta un
muro que le impide abordar la complejidad institucional
en una óptica técnica y administrativa pertinente. Su filia-
ción tercerinternacionalista obnubila las determinaciones
estructurales de "lo político" moderno. En gran medida,
Gramsci aparece como un portavoz de espíritus de ultra-
tumba que claman por la construcción de un Estado cen-
tralizado, obrerista e hiperburocratizado. No obstante ello ,
por boca de Gramsci hablan hoy, también, ciertas ten den-

2S
cias' que buscando recuperar la herencia crítica de éste en
un sentido pluralista no corporativo conectan con la funda-
ción del dibujo weberiano de la modernidad. Pero tal opera-
ción requiere, como lo señalan explícitamente, el impulso
teórico y práctico de un nuevo intelectualismo posmarxista
y posgramsciano.
La difícil tarea de la ampliación institucionalizada de la
participación societal, obliga a considerar la ecuación Esta-
do/Sociedad más allá de la "pareja ideológica" economicista
y clasista, cuyas tendencias hállanse dedicadas a enfrentar,
como objetivo, la transformación del Estado , ya sea en
forma gradual o súbita, según el caso. Ello las sitúa, por
fuerza, alejadas del centro nervioso de lo político moderno ,
vale decir, del sistema administrativo de gobierno. ''Toman
el cielo por asalto" hipotecando sin recursos el "movimien-
to real" al "objetivo fInal". ignorando que la materia prima
de toda transformación es, en nuestros días, el sistema
politico y no el Estado. El espejismo de la reestructuración
del marco general de contratación entre las fuerzas sociales
ha evitado que aquellas tendencias citadas asuman con pleni-
tud las tareas pertinentes. El emblema queda delimitado
cuando se vinculan los especiaIismos y las transformaciones
democráticas contingentes de la modernidad. El primer
aspecto contempla la cuestión de la burocracia y el segundo
incluye el tratamiento del problema del liderazgo.

3. Weber en México

A pesar de que la ambigüedad weberiana antes menciona-

2 Cfr. Biagio de Giovanni, '"Marxismo y Estado", en Revista A,


Universidad Autónoma Metropolitana Azcapotzalco, No. 3,1981.

26
da le impidió abordar positivamente los fenómenos conco-
mitantes de la corporativización, señaladamente la recom-
posición de lo político en función del "triángulo de hierro"
entre el Estado, la fuerza de trabajo organizada y los patro-
nes - hechos que, en su difusión universal, pueden ser defi-
nidos, con justicia, como posweberianos- , no deja de ser
atendible su aguda intelección de los nuevos procesos de
transfonnaci6n signados por el rubro analítico de "Socio-
logía del Estado". Hoy, cuando una intensa recomposición
capitalista conmueve las articulaciones básicas del Estado
de compromiso nJIcionaI-popular, y destacan sin retomo
productividades políticas no corporativas que reclaman
democracia y gobierno con participación de las mayorías,
la presencia de Weber ronda en la política mexicana, inclui-
dos los círculos estatales de decisión, reproponiendo anti-
nómicamente dos vías para el proceso de socializaci6n en
marcha; ya sea una burocratización autónoma de lo social,
o una socialización posible que reconociendo (y reconocién-
dose en) el fenómeno burocrático, sea capaz de vetar la
involución autoritaria y tecnocrática por el impulso de una
gobernabilidad política, pero no revolucionaria, sino espe-
cializada y contingente. Tal vez la "vendetta" weberiana
nos pennita impulsar ahora ese nuevo intelectualismo pos-
marxista, es decir, en la antípodas del estatalismo y del
garantismo revolucionario.
El núcleo "orgánico" de este sector emergente no podrá
evadir la atención del problema del liderazgo; ¿el movi-
mientismo amorfo que se repliega hacia los sectores margi-
nales será capaz de constituir el polo de atracción de una
unidad nacional alternativa? ¿El electoralismo anónimo ,
el que confía en el carisma del escritorio, potenciará un
desplazamiento masivo de la voluntad popular?
Afmoar una unidad nacional vigente es hablar, admitién-

27
dolo , de un liderazgo efectivo , que no sólo resguarda su
existencia, sino que la representa exitosamente como iden-
tificada con la del Estado mismo. Esto bastaría para recha-
zar al menos como parciales los diagnósticos catastrofistas
y clasistas simples que circulan frecuentemente acerca del
problema del Estado mexicano.
Expongamos con claridad la tesis de fondo que apoya
nuestra postura en este aspecto: el liderazgo presente con-
duce una ruta de modernización del país pero no es capaz
de dirigir una socialización participada. Y como toda tesis,
ésta enuncia pero no resuelve. Queda esta tarea, así como el
tratamiento sistemático de otros problemas para próximas
ocasiones. Concluyamos.
Entonces, ¿por qué Weber? : porque en nuestro caso la
renovación democrática de México tiene dos itinerarios:
desformalizar el monopolio estatal de la política escindien-
do el sistema gubernamental, transformándolo, del receptá-
culo de los valores nacionales - el Estado- , el que hay que
conservar, y superar, en la teoría y en la práctica, el anacro-
nismo de la revolución resolutoria por la reedición (trans-
formado) de la ecuación weberiana: la producción de
hegemonía socialista pasa por la articulación contingente y
especializada de la participación nacional-popular con la
toma de decisiones.

28
DE LAS LECTURAS POSIBLES DE WEBER

FRANCISCO GALV AN DIAZ

E n nuestro país se carece todavía de una memoria his-


tórica en el campo de las ciencias sociales. Desde mu-
chos puntos de vista aún está ausente un balance de lo al-
canzado. Por esto no extraña que se acepte o se rechace una
teona sin cuestionamientos previos. En este contexto, el co-
nocimiento de una obra como la de Max Weber resulta una
necesidad que va más allá de lo inmediato polftico o de la
mera curiosidad intelectual : es una exigencia del orden
científico. Según estas consideraciones, si nos preguntamos
en tomo a ¡as lecturas posibles de Weber podríamos respon-
der cuando menos desde dos puntos de vista. Desde un ¿por
qué Weber? que atañe al ámbito de lo polftico, de las
necesidades de la acción política y también a partir de un
¿para qué Weber? referido al ámbito de lo académico.

*Texto especialmente reelabOlado para este libro. La primera


versión data de una conferencia de julio de 1983, presentada como
comentario a una intervención de Luis Cervantes Jáuregui y Fer-
nando Danel en el cwso de actualización para la docencia "Max
Weber y la política", planeado por mí y heredado a David Torres

29
n
Presentar un Weber más vinculado a la práctica política
que a la práctica científica es, en principio , legítimo. Las
condiciones en que tiene lugar la lectura de un autor o de
ciertos textos del mismo, así lo pueden sugerir. De ninguna
manera es una novedad que las ciencias sociales proporcio-
nan medios para la acción y la política realistas, para atacar
la falta de realismo y las asunciones erróneas de cierto tipo
de opiniones. Empero no hay que eliminar un hecho que
debería ser evidente para nosotros, estudiosos de lo social:
el hecho contradictorio de que aun cuando la práctica polí-
tica plantea problemas a resolver a las ciencias sociales, los
modos de resolución de problemas en campos tan cercanos
pero tan disímiles como el de la política práctica y el de la
reflexión científica son diferentes. Cada uno de eUos posee
su propia especificidad.
Aclaremos: no estamos proponiendo una disociación in-
genua entre lo científico y lo político, como lo ha hecho
cierta corriente teórica influida por la lectura de un Weber
apolítico, cuyos peñI1es han sido delineados por la sociolo-
gía norteamericana.1 Por otra parte, no ignorarnos que
"( . ..) todas las formas del saber se desarroUan ligadas a re-
sortes ideológicos que intervienen con vigor en la selección
de temas y enfoques como en la utilización posterior de los
conocirnientos".'l Queremos simplemente confmnar algo

MejÍa, jefe del Departamento de Ciencia Política en la FCPyS de


la UNAM. por la antigua jefe del mismo. Dra. Judit Bokser).
1 Aguilar Villanueva, Luis. La po/ftica después de los ilusiones.
Rev. Nexos. No. 38, México, 198!, p. 3. Véase también la contribu-
ción del mism o autor en este libro.
'1 Pcrcyra Boldrini, Carlos. Historia ¿poTa qué? Siglo XXI, Edito-
res, México, 3a. ed. 1982, p. 23 .

30
ya de sobra conocido: entre lo científico y lo político se
da una compleja red de mediaciones que permite hablar
de una interpenetración, cuyas modalidades son múltiples,
por lo que su estudio debe ser necesariamente específico,
particular a lo más. Beetham atinadamente ha dicho que
''Weber luchó por impedir que las ciencias sociales estuvie-
ran subordinadas al logro de fmalidades prácticas y se
esfon6 por mantener una distinción clara entre el análisis
científico y la propaganda, motivo por el cual no dejó de
insistir continuamente en que la aprehensión correcta de la
realidad política constituye la condición previa al éxito de
la política práctica".'

ID

En nuestra realidad nacional hay ciertamente un sinfín


de problemas y situaciones que nos impelen a buscar un uso
positivo de la reflexión científica de lo político-social. Sin
embargo, frecuentemente olvidamos en tales ''utilizacio-
nes", cuestionar y reflexionar previamente en tomo a la
inmanencia, a la coherencia interna de los discursos "usa-
dos", y sobre otras correlaciones respecto de las realidades
en que se han gestado tales discursos. Esto ha posibilitado
que en nuestro país se haya generado un hueco que de cier-
ta manera caracteriza el desarrollo de las ciencias sociales
- muy en especial de la ciencia política y de la sociología-
hueco cuya ubicaci6n no se da en la superficie, en tierra flf-
me, sino es el fondo de una laguna teórico-histórica de
dimensiones incalculables: el hueco del acriticismo apolo-
gético o su antípoda (que en ningún caso es un mal menor),

3 Beetham, David. Mu Weber y la teor(o polftica modenuz.


Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1979. pp. 398-399.

31
el criticismo doctrinario. Frente a esta díada irresoluble en
s( misma, sostenemos que la superación de todo pensamien-
to teórico requiere su conocimiento anticipado. El estudio
riguroso - en este caso de Max Weber- es un prerrequisito
para su superación, ya sea a través de la continuidad o de la
ruptura.

IV
La discusión en torno a Weber, quién ha alcanzado un al-
to reconocimiento hasta en los países de Europa Oriental"

4 El soviético Igar S. Kan señala en su obra "La fIlosofía de la


historia en el siglo XX" (original en alemán), tomo 1, editada el
año de 1964 en Berlín del Este (p. 199) que "(... ) apoyado en un
inmenso conocimiento y en una comprensión analítica creativa We-
ber expresó en sus trabajos muchas observaciones y pensamientos
interesantes, por lo que es de lamentarse que la herencia sociológica
de su obra, aún no haya sido correctamente investigada, desde el
punto de vista marxista", POI su parte, el alemán oriental Jürgen
Kuczynski apunta en su ensayo titulado "Max Weber -genio negativo
y carácter positivo" (original en alemán), publicado en el tomo VI
de sus "Estudios de la historia de las ciencias sociales", en la eoito-
rial Akademie, el año de 1977 (p. 174), que "Max Weber fue sin
lugar a dudas el má~ grande dentífico social que ha producido la
gran burguesía alemana y uno de los más preciados hijos de esa clase"
Entre otros trabajos de y sobre Max Weber, en los países conocidos
bajo la denominación de "socialismos realmente existentes", se
cuentan los siguientes: La traducción de "Hi~toria económica gene·
ral", el año de 1923 en Petrogrado; "Textos sociológicos escogIdos
de Max Weber", en Yugoslavia, 1964; «La política como vocación",
en Checoslovaquia, 1967; "Economía y sociedad", en Hungría,
1967; "La ética protestante y el espíritu del capitalismo", en Yugos-
lavia, 1968; "Textos escogidos de Max Weber y un ensayo de H.
Marcusc", Checoslovaquia, 1969; "Textos escogidos de Weber",
Checoslovaqui~ 1969; "Teorías sobre la Sociedad", obra dirigida
por T. Parsons, que incluye textos de Weber, Yugoslavia, 1969; "Es·
tado, política y ciencia en Weber", Hungría, 1970; "La política co-
mo vocación", Yugoslavia, 1971; "Economía y sociedad", Yugosla-
via, 1972. Además sc cuentan alrededor de 150 artículos de fondo

32 "
apenas se relllicla en México, pero da la impresión de que
hoy en día existen ya los dos rasgos arriban mencionados:
los apólogos y los criticistas doctrinarios.' La situación
recuerda un poco la época que siguió a! movimiento estu-
diantil de 1968: se cambia de teona como de vestuario. Por
ejemplo: de Mills a Marx, de aquí a Althusser y Gramsci,
pasando por Poulantzas, Mao y Lukács, para desembocar en
el existencialismo, la escuela de Frankfurt, el freudomarxis-
mo y por si fuera poco hasta en enfoques de aplicación de
la lingüística a lo social, por referirnos tan sólo a las vertien-
tes marxistas. Obviamente no se nos escapa que estas mu-
tuaciones no fueron solamente el producto de la voluntad
particular de los individuos. Es un hecho que el desarrollo
de las Ciencias Sociales está vinculado a! desarrollo social y
político. Las preguntas vigentes en ese momento siguen te-
niendo validez en nuestros días: ¿cómo llegar a un Estado
democrático-raciona! y pluralista en el capitalismo, o en su
caso, en el socialisno? ¿cómo construir un socialismo demo-
crático y humanitario desde ahora? Incluso, hoy resurge
con mucha fuerza desde el poder público la necesidad de
llevar adelante un proyecto de modernización ...

y disertaciones doctorales en ruso, ucraniano, checo, polaco, húnga-


ro , seIVocroata, alemán, búlgaro, rumano y chino, sobre la obra de
Max Weber.
s Hipotéticamente pueden plantearse tres períodOS en la historia
de la recepción de Max Weber en México. Al parecer éstos se dieron
muy ligados a la institucionalización de la SOCiología y de la ciencia
política; así como a la traducción en español de lo que se conoce
como obra de Weber: primero la recer-dón historicista, luego la
funcionalista y estructural-funcionalista. Por último el par: apologe-
tica, criticista-doctrinario y crítico-cicntífica. Los detalles de esta
clasificación se darán en un artículo en preparación. Por lo pronto
puede consultarse el artículo de Luis AguiJar Villanueva incluido en
este libro, por lo demás muy sugerente, y las biblio-hemerografías
que también aparecen al fmal del mismo.

33
28%:112 235 057
Frente a estas preguntas, primordialmente poüticas, pa-
parece ser que no se han encontrado las respuestas teóricas
pertinentes. Ha sido clara la necesidad de respuestas urgen-
tes ... inmediatamente pollticas. De aquí que en muchas
ocasiones se haya dado paso a reflexiones y propuestas
superficiales, poco fundadas e irrealizables. En el mejor
de los casos, esto se ha dado al calor de la práctica política
y en el peor del esnobismo intelectual.

v
La reflexión política weberiana posee, pues, un valor po-
lítico especial. Por eso no es prudente desdeñar los ata-
jos teóricos que se encuentran en su obra. Se equivocan
aquéllos que contentándose tan sólo en el mote, califican a
Weber y a otros autores marxistas de "apologos de la bur-
guesía" o de simples "ideologos". Si las pretensiones de
neutralidad son un obstáculo para el desarrollo de las cien-
cias sociales, no hay que dejar de lado - como recuerda
Carlos Pereyra- que este desarrollo también se ve entorpe-
cido por la manía de enjuiciar allí donde lo que hace falta
es explicar.
Además del punto de vista de clase subyacente en la obra
de Weber, ella contiene una gran coherencia lógico/metodo-
lógica, una sistematización teórico/conceptual , en síntesis:
casi 30 años de trabajo científico que le permiten en casos
repetidos describir y hasta explicar muchos acontecimientos
de su tiempo y otros muy cercanos a las tendencias de desa·
rroDo político-social que se han presentado en el "occidente
capitalista" y en el "'oriente socialista".
Pero cuidemos de no confundir los términos. En un
caso identificando a Weber con el marxismo y. sus pro-

34
pósitos políticos, como lo hicieran en cierto sentido Gerth
y Mills' o como parecería dar lugar la propuesta de Cer-
vantes y Danel 7 y, en otro caso, minusvaluando a Weber
en ar~s de un pretendido marxismo creador. que no atina
a ir ni siquiera unos pasos más allá de la tradición_ 8

VI

Bien ¿por qué Weber? En un caso, ciertamente, por la


necesidad política_ En esta perspectiva hay dos momentos
que tienen que ver con esa exigencia: el inmediato , o sea,
el de la socialización de la política -el de la gestión de la
cosa pública en los marcos del sistema político vigente; y
el mediato, o sea, el de la transición al socialismo_ Parece
que Weber ofrece respuestas en ambos momentos.
Sin embargo habría que tenerse en cuenta, especialmente
para no navegar en las aguas pantanosas y por ello harto
peligrosas del eclectisismo mal entendido, que Weber jamás
se planteó como proyecto político personal la transforma-
ción de la sociedad capitalista, aun cuando reconoció la
posibilidad de una "economía colectiva" con base en un
plan, centralizada y dirigida por un Estado Fuerte, cuyo
núcleo sería la alta burocracia del Estado-partido único."

6 Véase la introducción a Ensayos de sociologia contemporánea,


Barcelona, Ed. Martínez Roca, 1972. pp. 11·94.
7 Consúltese el trabajo de Cervantes y Danel incluido en este
libro.
8 Una referencia directa puede hallarse en Díaz Polanco, H. ''Teo-
ría y categorías en Marx, Durkheim y Weber", que aparece en Bra-
vo, Víctor y otros: Teor(a y realidad en Marx, Durkheim y Weber,
de Juan Pablos, México, 1979 (pp. 49-82).
9 En la edición mexicana de "Econom (a y sociedad". se pueden

35
Para Max Weber, en el fundamento teórico de los "tre
tipos de la dominación legitima" y de las "situaciones de
dominación") es decir, en la fonnulación teórica del con-
cepto de la "dominación en sentido humano",lD un mo-
mento imprescindible es el preguntarse previamente ¿cómo
hacen los poderes políticamente dominantes para mante-
nerse en su dominio? ¿Con cuáles medios aseguran los
dominantes la obediencia permanente de los dominados, la
ejecución de los mandatos?l1 De este modo, para Weber
- como ocurre en Gramsci- toda la ciencia y el arte políti-
co , el análisis social en suma, se basan en el hecho primor-
dial de que en la sociedad existen realmente dirigentes y di-
rigidos, gobernantes y gobernados_ Motivo por el cual, tam-
bién para él es muy importante el análisis del cómo dirigir
de manera más eficaz, de donde resulta que le preocupe,
en palabras de Gramsci - referidas en olro contexto- "co-
nocer las líneas de menor resistencia o racionales, para obte-

encontrar algunos elementos sobre el socialismo en Weber, en las


siguientes páginas: 829,85,79,80,646,587,235,236,404,166,
167,275 , 179, 180,215,216,227,228,223,643 , 269,702,704,
674, 676, 677, 178, 1072, 65, 54,83,69,70_ Mientras que en
"Historia económica general", pueden consultarse las páginas 9,
149 y 246, entre otras. La paginación es en ambos casos la mi~ma
para cualquiera de las ediciones disponibles. De modo directo M.
Webe r se refiere al socialismo en la conferencia del mismo nombre
aparecida en español en el tomo 11 de los "Escritos políticos", de
Folios Ediciones.
10 Sobre este concepto trata un capítulo del libro colectivo (K.
Nelson, L. Cirola, P. Almenara, V. Sánchez, J. Cutiérrez ... ) sobre
Max Weber, qu e próximamente publicará la UAM-A: "Estado, poder
o dominación política en Weber", de mi autoría.
11 Weber, Max. t:conom'ta y sociedad, FCE, México. (p. 1058),
Esta parte corresponde en los Escritos poll/icos de Weber, a una
parte entresacada por Johann es Winckclmann , del ensayo "Parla-
mento y gobierno en la Alemania restaurada",

36
ner la obediencia de los dirigidos y gobernados". Pero en
Weber está francamente ausente la siguiente pregunta: ¿se
quiere que existan siempre gobernados y gobernantes, o
por el contrario, se desean crear las condiciones bajo las
cuaJes desaparezca la necesidad de esta división?"
Weber parte de la premisa que supone la perpetua divi·
sión del género humano, de ahí que su desencantamiento
del mundo suponga a la vez la desmistificación de la socia·
Iidad presente y futura. Para él es necesario en el trabajo
científico la renuncia a todo tipo de fe, es decir, en el
caso exclusivo que nos ocupa, el abandono de la "utopía".
Ante una forma de racionalidad que Weber consideraba
imposible de darse, la constatación de los hechos en que
apoya su argumentación deviene un tipo de programa pero
no para la transformación de la sociedad capitalista, sino
para su innovación ampliada. Si en Weber las diferencias
entre el saber y el no saber son indisolubles; si la racionali·
zación del poder, vía la fusión de las capacidad de decidir
en el marco de un Estado-nación, o de los sistemas nacio-
nales en su conjunto, con el conocimiento y la técnica,
es un hecho que caracteriza a la contemporaneidad, es lógi·
camente consecuente que en él se imponga no una reflexión
para la transición al comunismo, sino para la optimización
permanente de los mecanismos del poder, para la goberna·
bilidad del capitalismo de nuestros días. Esto sin lugar a
dudas es muy importante, más aún cuando en nuestro país
hipotéticamente todo socialismo tendría que atravesar por
la administración y gestión de la cosa pública, por la gober·
nabilidad en y para la transición. Se ve pues, que en la
reflexión de Weber hay inocultablemente una gran dosis de

12 Gramsci. Antonio. Notas sobre MaquUzvelo, sobre política y


sobre el Estado moderno. Juan Pablos, México, 1975. pp. 4042.

37
realismo político y filosófico y esto es críticamente resca·
tableo

VD

Weber es un pensador de la política contemporánea, esto es


cierto. Al respecto algunos intérpretes han sostenido que
"Weber ve en la política contemporánea, el Estado poslibe.
ral, caracterizado y animado por su presencia y participa·
ción activa en la producción económica y en la vida social,
por una socialización política extendida a lo largo y ancho
de la sociedad, por su activismo organizado de masas y , con
base en estos hechos, por su inexorable burocratización
(. . .) elevando como tema central la democracia de masas
y por ende, el mercado político. Su pareja conceptual claver
han dicho/- es la socialización política (organización de ma·
sas) vs. burocracia estatal, en lugar del par marxiano capital
VS. fuerza de trabajo".13
Planteadas así las cosas, evidentemente nos hallamos
frente a la relación Weber·Marx y el marxismo. Parecería
que desde esta óptica se estaría sugiriendo la infructuabili·
dad del marxismo. No lo creemos del todo. Caso contrario
bastaría proclamar: ¡El marxismo ha muerto, viva Weber!
Sin embargo, creemos que en principio se tendría que
analizar con mayor detenimiento en qué medida es viable,
teórica pero efectivamente, la enucleación del par capital·
trabajo asalariado, a partir del binomio socialización políti.
ca vs burocratización política. En este sentido no hay que
pasar por alto que el Marx de Weber es también el Marx

13 Aguilar Villanueva, Luis. Administración y Estado moderno.


En "Administración y Política" 3a. época, No. 2. 1982. UAEM.

38
economicista de la discusión y vicisitudes del marxismo en
las últimas décadas del siglo pasado y de las primeras del
presente. Un Marx , por cierto, cuyas páginas centrales e
imprescindibles acerca del Estado y de la política, aquéllas
que dan pie a una interpretación creativa de la relación
capital-trabajo, aún están pendientes de discutirse y publi-
carse l4 . De aquí que su eliminación absoluta y apriorística
- como suele ocurrir sobre todo en los procesos de enseñan-
za/aprendizaje, en nuestras universidades- resulte insufi-
ciente. V. gr., hay enfoques que han dado pie a la posibili-
dad de hablar desde el marxismo de una politización de lo
social y una socialización de la política y de lo político: de
una sociedad despótica y de un Estado social,l s por lo cual
bien valdría la pena no ir muy de prisa en los juicios...
De este modo nos damos cuenta de que el hecho qu<
Weber capte la presencia y participación activa del Estado
en la esfera económica y aún más, los procesos de politi-
zación de lo social, no significa que esté proporcionando a
la vez - automáticamente- el instrumental teórico suficien-
te para el caso o el único posible. De la misma forma, tam-

14 Cerroni, Umberto. Teoria po/frica y socUzlismo. Ed. Era. Mé-


xico, 1976. Véase pp. 1145 , en donde se incluye infonnación deta-
llada del curso de publicación de la obra de Marx.
15 Véase Bartra, Roger. El poder despótico burgués. Ed. Era,
México, 1978. Entre otras pp. 95 y 112. Pero también del mismo
autor. Las redes imaginarias del poder político, Ed. Era, México,
1981. G. Vacca, plantea en el texto "Fonna-Estado y fonna-va-
lor", incluido en "Discutir el Estado", de varios autores, Folios
Ediciones, México, 1978, que en el :lIlálisis de la Forma-Esta·
do se podría partir de la célula de las relaciones de producción
dominantes: de la valorización del capital. Se trataría de captar la
unidad de la lógica que preside la coordinación de la reproducción
global, no en el sentido instrumentalista, determinista o de una
presunta "geometría de las correspondencias entre poI(tica y eco-
nomía".

39
poco quiere decir que su propuesta y argumentación basten
para decretar una especie de acta de defunción del análisis
marxista.

VID

Según las consideraciones incluidas en los dos puntos prece-


dentes es posible af1rTI1ar lo insostenible de aquellas concep-
ciones que niegan al capitalismo y a los grandes "intelectua-
les orgánicos" de la burguesía, capacidad para indagar los
procesos sociales y polfticos en términos científicos y el
reduccionismo que operan con vacuas denuncias en el senti·
do de que la ciencia social no marxista es en todos los casos
una ideología, una no ciencia. Pero también es posible aflf·
mar que la creencia orientada por el pensamiento de que un
hombre es el depositario clave de las tradiciones culturales
de la humanidad (sea Weber, sea Marx , o cualquiera otro),
aquélla que sostiene que un individuo es el centro de toda la
historia de la cultura, en su pasado, presente y futuro, sin
atender rigurosamente a los universos alternos, además de
proporcionar un conocimiento deficiente de lo que ese
hombre es, es la ruta unívoca al culto de la personalidad en
la teoría.
Tratar de ver in vitro, aisladamente. fuera de una gran
corriente cultural, y por tanto, históricamente determinada
a un gran autor, es más o menos reproducir en el ámbito de
la sociología del conocimiento la creencia de que son las
grandes personalidades las que hacen la historia.

40
IX

Bien. Un ¡,para qué Weber? Implicaría un acercamiento se-


rio y riguroso a su obra, anterior al ¡,por qué? Pero también
la obligación de preguntarse a partir de qué material infor-
mativo y de qué hipotésis elaboró sus respuestas.
Es cierto . .. una pretensión de este tipo enfrenta a todas
luces un mar de dificultades. Apólogos y criticistas doctri·
narios deberían contemplar, por ejemplo, antes de Uegar a
juicios acabados que en el caso de Weber nos encontramos
con una obra sumamente deteriorada y extraordinariamente
fragmentada. Una gran cantidad de manuscritos y otros
documentos póstumos que comprobablemente existían des·
pués de la muerte de Weber son hoy inaccesibles. Se han
perdido también muchas partes de su obra cumbre Econo-
mía y sociedad, pero también buena parte de los materia·
les que Marianne Weber utilizara para el trabajo de elabora·
ción de una de las mejores biografías existentes sobre We-
ber.' o

16 En la actualidad la obra de Max Weber traducida al español


(véase bibli~hcmcrograf(a en el apéndice) suma alrededor de 3,000
páginas de cuantificación diferente. En mayo de 1981 la editorial
alemana de Tubingia, Mohr und Sicbcck anunció la publicación de
las obras completas de Max Weber en 34 tomos que compilan apro-
ximadamente 21,000 páginas, distribuidas en tres partes: por un la-
do los escritos, conferencias, etc. En una segunda clasificación las
cartas y en la tercera, manuscritos de conrerencias y posdatas a los
mismos. Esta edición está a cargo de una comisión para la "historia
cconómicCHocial" de la Academia de Cic!¡cias de Bayem, integrada
por Horst Beier, M. R. Lcpsius, W. Schluehter, W. J. Mommsen y
Johannes Winckelmann. Es necesario destacar que además de los
textos ya conocidos de Weber, muchos de los cuales en su nueva
presentación modifican sustancialmente las versiones anteriores, se
inclu yen manuscritos antes no publicados y más de 3,000 cartas,
que como señala Wolfgang Schluchter en la presentación de la edi-

41
Piénsese tan solo en las implicaciones teóricas que resul-
tan de las af1ffi1aciones contenidas en las siguientes dos citas
de Dirk Kiisler:
Después de 1908 "( _ _ _) /Weber/ recibe la tarea del edi-
tor Paul Siebeck de continuar en la elaboración de la Colec-
ción SChonberg, una obra de consulta para la economía
política planeada en cinco tomos y nueve apartados_ Weber
debería escribir el quinto tomo, para el apartado IIl , bajo
el título global de "Economía y sociedad", se previeron dos
partes fundamentales: 1. La economía y los órdenes sociales
y los poderes, por Max Weber y 11. La génesis del sistema
económiclrpolítico y social, y los ideales , que escribiría E_
von Philoppovich_ Marianne Weber retomó el primero de
estos títulos para la publicación póstuma de la obra conoci-
da como "Economía y sociedad" y ordenó conforme a su
propÚl imaginación los proyectos y manuscritos que Weber
dejara sin concluir antes de su muerte ocurrida en 1920 ..17
(Subry . mio).
Pero también : "en el afio de 1913 Weber alcanza uno de
los niveles más altos en su historia científico-intelectual. Pa-

ción "( ... ) son de importancia no sólo para la reconstrucción de la


vida y de la historia de la obra de Weber. Representan e ilustran tam-
bién aspectos muy interesantes de la Alemania de su tiempo. en es-
pecial de la cultura política y científica, etcétera ( ... )". Antes de
esta magna edición, J. Winckelmann publicó en 1976 una edición
especial de "Economía y sociedad", edición que no se conoce en
español, como quinta edición revisada. Aparecieron tres tomos, en
un o de los cuales se encuentran comentarios textuales y críticos,
así como de las fuentes utilizadas por Weber. La presentación a las
obras completas de Weber por W. SchIu chter, a que nos referim os
arriba es de la Editorial Mohr und. Siebeck, Tubingia, 1981.
1 7 Kasler, D. Klassiker Des Soziologischen Denkens, T. 11 . Edito-
rial C. H. Beck, München , 1978, pp. 48-50. (Original en alemán.
Próximamente se rá publicado en español por la UAM-A).

42
ra entonces dispone ya de la parte principal del manuscrito
correspondiente a su contribución en 'Los elementos de la
economía social', en especial la parte de 'sociología econó·
mica' y de 'sociología del derecho'. El proyecto de sociolo·
gía de la música está también concluido y está por terminar
sus trabajos acerca de una sociología sistemática de la reli·
gión. De manera concentrada se ocupa regularmente además
con problemas metodológicos. En el curso de su desarrollo
científico se orienta cada vez más en dirección del estableci·
miento de procedimientos de análisis sociológico·sistemáti·
coso Es ejemplar en este sentido, el hecho de que el último
afio, antes de su muerte, haya llegado a ordenar bajo una
'teoría de las categorías sociológicas', una segunda parte
de 'Economía y sociedad', orientada empírica e histórica·
mente".18
Ante estos y frente a otros datos ya proporcionados, ha·
bría que preguntarse por la conveniencia de llegar a puntos
de vista acabados a partir de una parcialización o parceliza·
ción de la obra de Weber. Tenemos la visión de un Weber
amputado , como atuma Luis Aguilar Villanueva en "la po-
lítica después de las ilusiones", y no sólo por la lectura que
hemos hecho de su obra en espafio\. Esta amputación tiene
que ver también, con su recepción.'· Por esto se tendría

18 ¡bid.
19 En cuanto a la recepción de la obra de Weber ya los estudios
sobre el mismo, destaca que en München, Alemania Occidental, exis~
te un Instituto de Estudios Weberianos, Gue dirige Johannes Winckel-
mann, que a partir de los años 70 ha cobrado mayor auge e impor-
tancia. Por otra parte, si uno busca en el IEZ/lntemationale Biblio-
graphie der Zeitschriften-Literatur (Dietrich), que infonna sobre el
contenido de 44,000 revistas del mundo .. . puede darse cuenta que
en los últimos años, tanto en Estados Unidos, como en los países
socialistas, pero sobre todo en Italia. Alemania Occidental, lnglate-

43
que poner sobre la mesa de discusiones la necesidad y la
convivencia de: (a) una lectura histórico-<:rítica y (b) así
como genética y sistemático-global de la obra de Weber. De
conjunto no disociadas. De esta manera observaríamos, por
ejemplo, que en esta obra hay contradicciones difíciles de
resolver, producto quizá de las condiciones histórico-pol(ti-
cas en que fue elaborada; pero seguramente también del cli-
ma cultural en que están insertos los diferentes momentos
del desarrollo de Weber.
Bajo esta orientación tendría que tomarse en cuenta que
toda interpretación de una obra es una valoración de la mis-
ma, ya sea inconsciente, y por tanto infundada, o bien cons-
ciente y motivada, y que"(. __) en cierto sentido la historia
de una obra es la historia de su interpretación /ya que/ cada
época y cada generación subrayan en ella distintos aspectos,
atribuyendo a unos mayor trascendencia que a otros y. de
acuerdo con ella descubren distintos significados, diferentes
epocas, generaciones, clases sociales e individuos pueden
permanecer ciegos ante determinados aspectos (valores) de
la misma, ya que no encuentran en ella ninguna significa-
ción y se concentran en otros que por el contrario no pare-
cen importantes a sus sucesores" .20

rra y Francia, Weber es objeto de un interés muy especial. Existe en


el mercado una hcmerografía con algunos datos, también , bibliográ-
ficos. Fue preparada por un equipo a cuya cabeza estaba Seyfarth
Constant, que contiene infonnación sobre 2,500 artículos de revistas,
que tratan directamente sobre Weber, en 20 lenguas y en correspon-
dencia a un tiempo que va de 1920 a 1977 (UM . Weber-Bibliogrprue.
Dokumentation. Sekundar-literatur. Enke. Verlag, 1977).
20 Kosik, Karel. La dialéctica de lo concreto, Grijalbo, México,
1976, pp. 173 y 175.

44
x
Son pocos los estudiosos que en este siglo han contribuido a
enriquecer el léxico técnico del lenguaje polltico como lo
hecho Max Weber, de ello da cuenta Norberto Bobbio.21
Esto es por demás importante en un ámbito académico y de
investigación como el nuestro, en donde - sobre todo, el
aprendizaje se funda frecuentemente en prológos, introduc-
ciones, capítulos de libros o fracciones de los mismos y, en
unos cuantos artículos de revista muchas veces caídos
en desuso; ámbito en donde la ausencia de estudios sistemá·
cos de los clásicos del pensamiento político y de la sociolo-
gía, por no decir del pensamiento social y filosófico en ge·
neral, está a la orden del día; pero también, en donde muy
seguido los proyectos de investigación tienen poco que ver
a
con las necesidades de la nación ... idea tan cara Weber.
En este ámbito, el estudio de un pensador a quién muo
chas veces se ha etiquetado de sociólogo, politicólogo o po-
litólogo, jurista, etc., dejando de lado que en él hay una
visión integral de la sociedad de su tiempo, de la que le
precede y de las tendencias futuras de la misma ... así como
todo un instrumental muy complejo para analizarla ... insis-
to: EL ESTUDIO DE UN PENSADOR DE ESTE CORTE,
ES SIN LUGAR A DUDAS UNA RESPUESTA TENTATI-
VA AL ¿PARA QUE WEBER EN NUESTRO MEDlO , EN
LA ESFERA DOCENTE Y DE INVESTlGACION? y ade·
más un uso muy estimulante del mismo.

2 1 Bob bio. Norberto. Lo leona dello sta/o e del po/ere, en "Max


Weber e I'analisi del mondo moderno" Einaudi, Tormo, 1981 , p.
437.

45
XI

En otro contexto y refIriéndose a los usos de Gramsci, Um-


berto Cerroni critica a aquéllos que buscan en los clásicos
pensamientos que se deben tener siempre a la mano para
aplicarlos en los momentos oportunos. Esta crítica es válida
también para ciertas lecturas de Weber. De igual forma tiene
validez su consejo a los extranjeros, consejo que extrapola-
do al caso Weber rezaría como sigue: la única manera de
aplicar a fWeberf consiste en no aplicarlo, es decir, en des-
cubrir la peculwr vaTÍllnte que cada problema fweberianof
presenta, en la especificidad de nuestra histOTÍll nacional. 22
Pero también habría que tener en cuenta, ya para fmali-
zar, algo que Weber siempre defendió y que tiene que ver
con los por qués y para qués de su herencia teórica :
"En la ciencia ( ...) todos sabemos que lo que hemos
producido habrá quedado anticuado dentro de 10 ó de 20 ó
de 50 años. Ese es el destino y el sentido del trabajo cientí-
fIco y al que éste, a diferencia de todos, está sometido y en-
tregado. Todo 'logro científIco' ha de ser superado y ha de
envejecer. Todo el que quiera dedicarse a la ciencia, tiene
que contar con esto. Aunque ciertamente existen trabajos
científIcos que pueden guardar su importancia de modo
duradero, como 'instrumentos de gozo' a causa de su ca-
lidad artística o como medios de preparación para el tra-
bajo".2 3

22 Cerroni, Umberto. Léxico gramsciono, Colegio Nacional de


Sociólogos, México, 1982.
23 Weber, Max. La ciencia como vocación. En "El político yel
científico", Alianza Editorial, Barcelona, 1973, p. 197.

46
EL PROGRAMA TEORICO·POLITICO DE MAX WEBER

LUIS F . AGUILAR VILLANUEVA

1. La recepción de Max Weber

L a recepción de Max Weber en América Latina y particu.


larmente en México estuvo marcada desde su comien-
zo por dos fuentes interpretativas: la de los traductoresespa·
fioles del Fondo de Cultura Económica y la del estructural·
funcionalismo de Talcott Parsons y de su escuela. Sin embar·
go, el influjo de Parsons fue superior al de José Medina Echa·
varría, quien lamentablemente no llevó a cabo su promesa
de realizar el intento de un ensayo sobre Weber, dejando
abierta la puerta para la irrupción de la interpretación
parsonsiana. Pero, paradójicamente, para el destino te6rico
de Weber en el continente y en nuestro país hubiera sido
mejor, sin duda, el predominio de la interpretación de los
intelectuales del Fondo de Cultura Económica. Estos, por
su óptimo dominio de la fIlosofía e historia alemanas, te·
nían mayor capacidad que Parsons para identificar y evaluar
con toda claridad la intención original epistemológica y
política de Weber en esa decisiva encrucijada europea y ale-
mana de fmes del siglo XIX y comienzos del xx. Esta en-
crucijada en el terreno teórico era atravesada por los cami-

47
nos de la Hegel-Renaissance y del neo-kantismo, por el
historicismo y el positivismo, por el marxismo de la /la.
Internacional y los primeros resultados de la fenomenología
y del existencialismo, y en el terreno político por un impe-
rialismo alemán, acosado por los movimientos socialistas y
liberales internos y por las poiencias europeas. Sin un cabal
conocimiento del horizonte mosófico contemporáneo de
Weber - prescindimos aquí del contexto social y político-
resultan incomprensibles su intención original y su esfuerzo
por fundar y fundamentar la historiografía y sociología
como ciencia. Este conocimiento de la tradición mosófica
alemana es pobre y reductivo en Parsons, no obstante sus
años de estudio en Heidelberg, así como en muchos intér-
pretes mayores y menores, nacionales y extranjeros, de la
obra de Weber. En nuestro medio la interpretación de Tal-
cott Parsons ha sido hegemónica hasta nuestros días. Basta
revisar los más recientes ensayos de mexicanos sobre Weber
para certificarlo. Se lee Econom(a y Sociedad y Etica pro-
testante y EsplÍitu del capitalismo a la luz de la Teoría de la
acción social .
La "Parsonización u de Weber, el "Weber funcionalista",
se encuentra en los siguientes puntos, enlistados de manera
somera: a) una interpretación de la "neutralidad valorativa"
- discutible traducción de Wertfreiheit' - de la ciencia so-
cial en términos de total despolitización y de cientismo,
academicismo. a ultranza. Weber se convierte en un profe-
sor de Harvard de los años de la Depresión. Por consiguien-
te, b) una tendencia a poner el énfasis en los escritos meto-
dológicos de Weber, particularmente en la construcción de
los conceptos y de la hip6tesis causal. En esta metodologi-

I Libertad valorativa.

48
zación excesiva de Weber, e) se subraya el "tipo ideal", del
cual Parsons destaca más sus características lógicas de "uto-
pía inhallable empíricamente en la realidad", que su fun-
ción metodológica para la explicación causal de hechos
históricos y sociales determinados_ De aquí resulta el carác-
ter vacío y categorial del "tipo ideal" y por ende su aproxi-
mación a meros conceptos formales y regulativos, sin nin-
gún contenido históricamente detenninado, es decir su I

aproximación a la modalidad de los conceptos propios de


Parsons, producidos de acuerdo a su interés por una "gran
teona general". d) Una interpretación unilateral del pluri·
causalismo histórico de Weber en función del carácter
"ecológico" o "sistémico" (Teoría de sistemas) de la cau·
salidad en ciencias sociales; e) una interpretación enfática y
polémica del peso causal de las ideas y de la religión en la
historia y en los movimientos sociales. Lo cual permite a
Parsons ver en Weber una anticipación del predominio
cibernético del "sistema cultural" y de la "realidad última"
en el "sistema de acción humana en general" y en el "siste-
ma social". En conexión con esto, f) una acentuación exce-
siva de los aspectos normativos y administrativos de la teo-
ria weberiana ("orden social". "legitimidad", "domina-
ción", "derecho", "burocracia") para articulados con su
problemática sociológica de la "cuestión del orden", "the
hobbesian question ", propia de los años de la crisis del capi-
talismo en los 30. Por tanto, g) exagerada y unilateral aten·
ción a los intereses de investigación de Weber sobre la géne-
sis y el desarroUo del capitalismo en crisis, supuestamente
sólo explicado en clave ética y espiritual , lo cual permite a
Parsons una operación de revalorización del capitalismo en
crisis en ténninos no endemonísticos, utilitaristas, sino cul-
turales y morales: el capitalismo no como producción y
crecimiento de la riqueza nacional, sino ante todo como

49
cultura humanista y ética social. Finalmente, h) una reduc-
ción psicologista, individualista, voluntarista, de la estruc-
tura teórico-metodológica de Weber, lo cual permite a Par-
sons una doble operación: la de presentarse, por una parte,
como heredero de la teona de "la acción social", es decir,
de una teoría opuesta a una concepción colectivista de la
sociedad ; y la de presentarse, por otra parte, como su supe-
rador, en cuanto corrige sus residuos psicologistas en favor
de una objetividad empírica de la acción normada por el
sistema institucional y por el ejercido de roles externos e
independientes.
Es obvio que esta recepción parsoniana de Weber tenía
que entrar tarde o temprano en crisis, por su fragilidad y
parentesco "estructural-funcionalista"_ Los años 60 y 70
cavan su tumba del parsoniazado Weber, del campeón de la
sociología despolitizada y despolitizadora, precríticamente
idealista, ideológicamente capitalista y configurada psicolo-
gistamente dentro de un "enfoque Robinson Crusoe" insos-
tenible. Es así que Eliseo Verón y Alvin Gouldner, por citar
a dos de los críticos de Weber más socorridos en nuestro
medio, hacen trizas a "Weber". Verón ataca el psicologismo
y Gouldner la neutralidad, "las robinsonadas de Weber". Pe-
ro la imagen que ambos tienen de Weber no es el Weber ani-
mal racional en combate con el psicologismo de Dilthey,
Wundt y SchmoUer, y el Weber animal político en combate
con "la herencia de Bismarck" y obsesionado por "la
cuestión del liderazgo" político en Alemania. Vale la pena
citar a Medina Echavarría:

Pero aqueUo en que más debiera insistir ... es la cone-


xión que tiene en Weber esta su pasión "poHtica" con su
concepción de la ciencia. Para él la acción y la ciencia se
exigen recíprocamente. Es decir, la justificación de la

so
ciencia se encuentra en las posibilidades de la acción ra-
cional de igual manera o como sólo puede darse la acción
responsable si consideramos posible el conocimiento ra-
cional_ Su concepto de la "ética de responsabilidad"
antes aludido es el supuesto de sentido de una compleja
metodología_

Esta "americanizaci6n" de Weber fue además apoyada


por otros factores de no menor importancia_ Las parciales
interpretaciones de la neutralidad valorativa, entendida en
el sentido de una previa y total despolitización y desideolo-
gización como necesaria condición de cientifrlicidad, fueron
imputables también a la existenéia de una traducción espa-
ñola de sus Escritos Políticos y al hecho de que los pocos
textos políticos traducidos en Economia y Sociedod (capí-
tulo IX : "Sociología del Estado") , fueron purgados por su
editor Johannes Winckebnann, quitándole justamente los
pronunciamientos políticos, "eliminando los juicios de
valor", como dice el mismo editor textualmente_ La traduc-
ción demasiado tardía, apenas en 1967 , de sus dos confe-
rencias (dictadas en enero de 1919) "la política como voca-
ción" y la "ciencia como vocación", no logró cambiar la
apreciación de Weber como irredimible sociólogo neutro
y ascéptico , dado que estos textos nuevos fueron leidos e
interpretados inercia1mente a la luz de una neutralidad
valorativa en clave parsoniana_
A esta imagen despolitizada de Weber contribuyó tam-
bién, quizá el momento y las modalidades de la introduc-
ción de su obra en América Latina y México en los años
40_ Los temas del "carisma" y de la "racionalidad" daban
pie para pensar que la sociología weberiana tenía una afmi-
dad ideológico-políticas con nuestros líderes populistas de
aquel entonces y con los nacientes programas de desarrollo

51
capitalista "hacia adentro", de industrialización de la produc-
ción social y de modernización del Estado. Este parentesco
que consciente o inconscientemente se estableció entre la
sociología weberiana, el líder populista y la necesaria mo-
dernización-burocratización del Estado (de acuerdo al
grado y características de nuestro obligado desarrollo capi-
talista), sofocadores o mediatizadores de una real partici-
pación política de las masas entonces políticamente emer-
gentes, retroalimentó y reforzó negativamente la idea de
una neutralidad sospechosa de la sociología weberiana. Se
habló, entonces, de que Weber expresaba una ideología
capitalista de la neutralidad científica de las ciencias socia-
les para fmes de neutra/ización política de las masas revolu-
cionarias. Tarde o temprano, como aconteció en los 60 y
70, en el momento en que se manifiestan las crisis del Esta-
do capitalista latinoamericano, se tenía que derrumbar ese
mito de la neutralidad, creado por una interpretación ampu-
tada que ignoraba su verdadero sentido y su intención polí-
tica original.
La contestación del Weber parsonizado se puede fechar
en 1964, justamente en el primer centenario de su naci-
miento. En esa ocasión se celebró en Heidelberg el XV Con-
greso de la "Sociedad Alemana de Sociología", dedicado
por entero a la obra de Max Weber, y en el que se dieron
cita los mejores conocedores de su método y temática.
Estaban presentes Parsons, que inauguró el Congreso con su
ponencia "Referencia al valor y objetividad en el ámbito de
las ciencias sociales: una interpretación de los trabajos de
Max Weber" y los "weberianos ortodoxos", Reinhard Ben-
dix, Paul Honigsheim y Karl Lowenstein, intelectuales ale-
manes emigrados durante el nazismo a Estados Unidos. En
esa ocasión, Wolfgang Mornrnsen y los "Frankfurtianos",
particularmente Herbert Marcuse y Jürgen Habermas, hicie-

52
ron una lectura política e ideológica muy crítica de Weber y
de la interpretación parsoniana, reconduciendo su pensa-
miento a la situación histórica alemana, a los claros compro-
misos y titubeos políticos de Weber, y desenmascarando la
ideología capitalista burguesa agazapada en los temas capi-
tales de la "occidentalidad" y "racionalidad" weberianas. El
resultado fue una repolitización del pensamiento de Weber
y una reinterpretación en ténninos más históricos y realistas
de sus temas metodológicos y teóricos, particularmente los
de la neutralidad y la racionalidad.
En nuestro continente, en cambio, la crisis aparace for-
malmente con el ensayo de Eliseo Verón Conducta, Estruc-
tura y Comunicación de 1969. En este ensayo Verón lleva
adelante una crítica sistemática contra la "comprensión"
weberiana, entendida ésta como el acto específico del cono-
cimiento sociológico, y contra la "acción social", entendida
como la pieza clave de la teoría de Weber. En realidad, Ve-
rón ignora totalmente la tradición teórica historicista de la
"comprensión" y el cambio conceptual que, a pesar de las
palabras, tienen en manos de Weber la comprensión y la
acción. Pero su crítica al psicologismo sepulta el Weber par-
sonizado. En realidad la crítica de Verón recapitula todo el
movimiento sociológico latinoamericano que, debido a las
características de la recepción de Weber en el continente,
no puede sino dejar de lado con toda razón al funcionalis-
mo y con él a Weber. La crisis del populismo y del tipo de
implantación del capitalismo en América Latina y México ,
reforzada por el impulso de la revolución cubana, libera
nuevos problemas sociales y políticos y nuevas actitudes
ideológicas, ante los cuales la explicación y solución "webe-
rianas" son defInitivamente insatisfactorias y "contrarrevo-
lucionarias". Weber paga el precio de su introducción "ca-
rismática" y "racionalizad ora", así como el precio de su

53
"norteamericanización". Los años 60 y 70 son el asenta-
miento y desarrollo de la hegemonía teórica del marxismo,
que se presenta como teoría más culturalmente significativa
y más adecuada explicativamente para las expectativas de
solución de los problemas del subcontinente. Weber pasa a
ser sólo una materia de estudio en los curricula de las facul-
tades de ciencias sociales y pollticas y, evidentemente, el
blanco fijo de una crítica que se pretende "desiodeologiza-
dora".
Por último, conviene recordar que en la recepción de
Weber han influido, para bien o para mal, otros autores.
Particularmente Rayrnond Aron con sus interpretaciones
en general didácticamente acertadas, pero en mi opinión
demasiado orientadas por intereses de docencia universita-
ria o de alta divulgación para el póblico culto francés; We-
ber para Aron es un historicista. Es también innegable el
influjo que ha ejercido Georg Lukács con una interpreta-
ción exagerada y sesgada que hace de Weber un pensador
exhaustivamente condicionado por la situación capitalista
y cultural de la época guillermina y un eslabón clave en la
cadena decadente del irracionalismo alemán que terminó
en el delirio del nazismo. Finalmente, en la última década,
la recepción del estructuralismo marxista francés ha contri-
buido también a malinterpretar la postura teórica de Weber.
Desde Althusser, pero sobre todo desde Nicos Poulantzas,
se ha creado una imagen "historicista" de Weber, en el sen-
tido corriente de subjetivismo psicologista y voluntarista.
Por lo que la sociología de Weber, por el hecho de consti-
tuir al sujeto como "actor social" y no como "portador de
estructuras", no es ciencia, sino se desploma en la pura
ideología (recordar la "interpelación" althusseriana: "la
categoría de sujeto es constitutiva de toda ideología, en
tanto que toda ideología tiene la función de 'constituir' a

54
los individuos concretos en sujetos").
Sólo en los últimos años, debido a los escritos de los bri-
tánicos A. Giddens y D. Beetham se ha comenzado a resca-
tar y a reconstruir con mayor fidelidad la postura teórico-
política de Weber. Esto vale también para la nueva genera-
ción de sociólogos alemanes, entre los que destaca el erudi-
to ensayo de Ramer Prewo. Mención especial merece el
renacimiento de Weber en Europa y particularmente dentro
de la izquierda italiana en 1980, en ocasión de los 60 años
de la muerte de Weber. Han sido quizá los italianos los que
por su actual situación política y cultural han podido abste-
nerse de considerar a Weber un "perro muerto" y sin ningu-
na concesión panegirista han logrado tomar en serio y como
un reto las instancias teóricas y poJ(ticas centrales de We·
ber. No porque Weber fuera el maestro que en "la crisis del
marxismo", entendida trivialmente , ofrecía la palabra ver-
dadera y consoladora ante una historia que camina por el
lado inesperado para la teoría, sino porque su tematización
de la racionalidad como calculabilidad y como la lógica pro-
pia y fáctica del capital y del Estado, planteaba la nueva
morfología del Estado y de la política contemporáneas.

2. La sociología burguesa en busca de su cientificidad

Weber comienza a interesarse directamente en la sociología


después de haber terminado Etica protestante y Espiritu
del capitalismo (1905) y sus estudios sobre la agricultura
antigua. El primer testimonio de su interés por la sociología
y de su primer esfuerzo por fundamentarla epistemológica y
metodológicamente aparecen explícitamente en su artículo :
"Sobre algunas categorías de la sociología comprensiva" de
1913. Weber se sentía y era en realidad un historiador del

55
derecho , de la política y de la economía, influido por la
Escuela Histórica, pero muy insatisfecho con el método y
los resultados teóricos de la Escuela. Esta situación de defi·
ciencia teórico-metodológica del "Historicismo" lo condu-
jo a una revisión crítica contundente y despiadada (ver sus
artículos no traducidos: "Roscher y Knies y los problemas
lógicos de la historia de la economía nacional", "La 'supe-
ración' del materialismo histórico con R. Stammler") y a
buscar su propio camino científico con los aportes del
neokantismo, particularmente de los de Heinrich Rickert,
su colega en la Universidad de Friburgo y Heidelberg. Aho·
ra bien , si la fundamentación de las ciencias históricas,
"sociohistóricas", le parecía endeble y confusa , con mucha
mayor razón juzgaba a la sociología, la ciencia recién llega-
da , como una reflexión bastante desordenada e impresionis-
ta sobre la sociedad, en la que convergían observaciones
empíricas, apreciaciones morales, recomendaciones politi-
cas, análisis juódicos, aspiraciones útopicas y consideracio-
nes de filosofía del hombre y de la historia : "la mayor parte
de lo que por ahí circula bajo el nombre de sociología es
pura patraña", dice Weber.
El pensamiento y la obra de Weber resultan inexplica·
bies, si en ello no se toma en consideración su intención y
tarea de fundamentar epistemológica y metodológicamente
las ciencias sociales en general y la sociología en particular.
Estas ciencias existían de hecho, pero no lograban todavía
afianzar su derecho a constituirse como ciencias, su derecho
a la cientificidad en sentido estricto. En el corazón del de·
bate sobre las ciencias sociales estaba la Methodenstreit, la
cuestión epistemológica y metodológica, la cuestión de su
objeto de conocimie nto, de su formación de conceptos, de
sus procedimientos de investigación y verificación, de su
alcance cognoscitivo y político. No es casual que todos los

56
historiadores y eient{fieos sociales alemanes de fmes del S.
XIX y comienzos del XX tenga ineludiblemente que refle·
xionar críticamente sobre su episteme y método , así como
no es casual que todos se sienten de alguna manera empa-
rentados con Kant.
La intención y el esfuerzo crítico (crítica de la razón
pura) de Kant consistió en fundar gnoseológieamente las
ciencias naturales existentes de hecho en su tiempo , la
física newtoniana. A semejanza de Kant , que fundamentó la
ciencia de la naturaleza como conocimiento racionalmente
posible , con el precio de la destrucción de la fIlosofía meta-
física , como conocimiento racionalmente imposible , se
debe ahora fundamentar con todo rigor ese universo de
objetos también conocidos, las acciones humanas, que Kant
relegó el ámbito del "imperativo moral" y de la "postula-
ción" exigida, para poder actuar humanamente, moralmen-
te, pero postulación que carecía de cualquier demostración
racional (Crítica de la razón práctica). El desamparo y la
inconsistencia racional, científica, que padece en Kant el
mundo humano - la historia social y polítiea- al haber sido
abandonado a fm de cuentas al postulado indemostrable y
al haber sido desterrado del campo de la hipótesis demostra-
ble , es el reto para todos aquellos científicos que no sucum-
bieron a la fascinación de Hegel y de su dialéctica de con-
cepto e historia, ser y deber-ser, necesidad y libertad, cien-
cia y moral, infmito y fmito. Es también el reto para todos
los que en "la inversión materialista", en el "Hegel puesto
sobre sus pies" , en la reconversión de la fIlosofía del espíri·
tu a la ciencia histórico·materialista. creyeron justificada o
injustificadamente que se les vendía "gato por liebre", filo-
sofía de la historia social en lugar de ciencia de las socieda-
des históricas, valores mezclados con hechos, "metafísica
del corazón" mezclada con ciencia empírica. Este conjunto

57
de intelectuales "burgueses", pero protagonistas de la Kul-
turkritik burguesa, a los que parecía que ni Hegel ni tampo-
co Marx fundaban cabalmente una ciencia social, sino que
bajo la pretensión de ciencia social escondían un "cajón de
sastre" en el que tenían cabida caóticamente filosofía, mo-
ral, ciencia, utopía , política, sicología de masas .. *, no te·
ruan a disposición más que dos caminos. O bien renunciar a
un conocimiento racional del mundo humano, de la sacie·
dad, y sustituirlo por el de la experiencia inmediata, la "in-
tuición", la "vivencia", la "vida", deslizándose inexorable·
mente por el despeñadero del irracionalismo y del vitalismo
de los "espíritus del pueblo" (Volksgeist) , de "la sangre y el
suelo" (Boden und Blut), del "espacio vital" (Lebensraum)
y el "destino manifiesto", anticipando los años 30 euro-
peos. O bien, teniendo fIrme la opción por la razón, inten-
tar construir un conocimiento racional y científico de la
sociedad humana, sin adherencias de filosofía de la historia
y sin pasiones moralizadoras, es decir, según enos sin refe-
rencia alguna a la dillléctica y a la revolución. Pero este
camino, sin Hegel y sin Marx, reconducía inevitablemente
a Kant, q~e era un caUejón sin salida, en la medida que la
sociedad para él podía ser sólo objeto y objetivo de la nor-
ma moral-jurídica, pero no objeto y materia de conocimien·
to científIco: la sociedad es el ámbito de la moral posible
e imperativa, pero de ninguna manera ámbito del conoci-
miento posible; espacio de "la buena voluntad", pero no
del "conocimiento verdadero". Esta alternativa se estrecha-
ba todavía más para los sociólogos no marxistas. La tarea
de la fundamentación de las ciencias sociohistóricas, sin
Marx y quizá en algunos contra Marx, sin (y contra) dialéc-
tica y revolución, nevaba irremediablemente dentro de la
tradición alemana a Hegel o a Kant. Pero por el camino de
Hegel se negaba sólo a la mosofía do la " razón" (Vemuf/ft)

58
que subsume la ciencia del "entendimiento" (Ventand) ,
negándola y superándola, es decir, a la Filosofía de la histo-
ria social, pero no a la ciencia de las sociedades históricas _Y
por el camino de Kant se llegaba sólo a la moral práctica y a
la realización jurídica imperativa, indemostrada cient(fica-
mente. Por ambos caminos no se llegaba a casa, a la ciencia
social_ Y, dicho realista y políticamente, se llegaba al Esta-
do Prusiano mosoflzado, a su coartada de presentarse como
"hecho de razón" y "hecho jurídico-moral", embozando la
realidad arcaica, neofeudal, de su poder militar y burocráti-
co incontenible_
Si no se recuerda esta situación de los intelectuales ale-
manes no marxistas, que estaban ocupados tensamente en
su tarea de fundar, fundamentar y realizar la ciencia social,
y que, además en conexión con su esfuerzo científico, es-
taban seriamente interesados y comprometidos en una mo-
dernización del Estado, en una real y efectiva revolución
burguesa, no la abortada del 1848, es evidente que Weber,
junto con todos ellos, será imaginado como el He" Profe-
ssor, hombre de estudio, al compás del aula, la biblioteca y
el estudio privado , entre fichas y libros; el académico que se
reprime políticamente para producir después de largos años
de disciplina y artesanía la obra maestra, el tratado último
sobre el tema; indiferente al poder, a la explotación y al
conflicto; entregado totalmente a su "vocación" de docente
e investigador. No es otra la imagen que nos hemos confec-
cionado de él. Imagen falsa_

3_ Ciencia y política: el sentido de la neutralidad

Hemos apenas afirmado que la sociología alemana, que


prescindía de la propuesta teórico-metodológica de Marx ,

59
tenniJlaba de alguna manera por entroncar con Hegel o con
Kant o con el romanticismo nacionalista. Pero este entron-
que significaba a nivel de la política reaÍmoar el Estado Pru-
siano o, al menos, carecer de toda posibilidad de criticarlo.
y esto sumía en una contradicción indeseable a los teóricos
burgueses: su voluntad politica de revolucionar y constituir
burguésmente al Estado se veía contradicha por su cono-
cimiento teórico, que carecía de toda posibilidad de desmis-
tificar al Estado neofeudal y de fundamentar la alternativa
del nuevo Estado. La voluntad política burguesa aparecía
en principio frenada por su mismo tipo de conocimiento
teórico, el filosófico . Esta contradictoria articulación entre
razón y revolución burguesas, entreepisteme y política
burguesas, reanimaba y reagudizaba así el problema acerca
de la necesidad de una fundamentación de la ciencia social
y obligaba a replantearlo en un nivel superior más radical y
profundo: en el nivel de la critica a la filosofía alemana. Si
los teóricos burgueses de la Kulturkritik de la sociedad bur-
guesa , no podían alinearse por obvias razones con Marx ,
tampoco podían aceptar alinearse con Kant y Hegel. En
efecto , la ciencia marxista fundaba sin duda la crítica y la
revolución del Estado, pero no era una crítica y revolución
burguesas, sino proletaria: no era la "suya". La episteme
burguesa, en cambio, no podía sino remitirse a la filosofía
alemana y ésta no fundaba ni una crítica ni una revolución
burguesas en Alemania, sino apuntalaba un Estado feudal
militar-burocrático. La urgencia política de un Estado bur-
gués efectivo en Alemania exigía una episteme burgués que
tomara simultáneamente distancia de la ciencia marxista y
de la filosofía burguesa. Se trataba entonces de fundar una
ciencia sin filosofía, pero también sin la estructura científi-
ca propuesta por Marx. Y esto era un problema de duras
difucultades políticas y epistemológicas. Un nudo que,

60
desenredarlo, iba a ser posible sólo a los más lucidos inte-
lectuales burgueses de la generación alemana de fin de siglo.
Los que no lo comprendieron quedaron atrapados dentro
de la filosofía espiritualista o irracionalista o bien en una
ciencia insuficientemente liberada de la tradición idealista
- rom:íntica , con un antimarxismo de resultados tristemente
reaccionarios. Y entre éstos no está Weber.
Ante Weber había dos hechos claros, innegables. Por un
lado, el Estado Prusiano, militar y burocrático, tenía a su
disposición y en función de su autolegitimación toda la
tradición filosófica alemana. El Estado encarnaba la idea
religioso-ética del Reich , el Volksgeist, la Kultul7llJtion, la
Eticidad, la Razón. El Estado y la tradición alemana religio-
sa y filosófica, popularizadas, se mezclaban en una unidad;
por ello el Estado guillermino se presentaba dotado de una
legitimación humanista y/o nacional sublime. Era el "Esta-
do de razón" o el "Estado ético". Por otro lado , .era inne-
gable que la unificación alemana con su centro en Prusia se
había abierto paso e impuesto bélica y militarmente contra
los adversarios internos internacionales, por consiguiente,
que el Estado era producto de la fuerza, del poder. Era
"Estado de fuerza", "Estado-Potencia" (MachtstOilt). Para
Weber, esto significa que si la razón fUosófica hab ía cons-
tituido al Estado como hecho de razón o hecho moral, la
voluntad política lo había realizado efectivamente C('ffiO
hecho de fuerza y del poder. Y advertía perspicazmente
que la filosofía representaba y presentaba al Estado con
una sustancia racional-ética que en realidad no tenía y,
por ende, ocultaba su sustancia violenta y voluntarista. En
concreto, esto significaba paradójicamente que los ejércitos
triunfantes de los señores de la tierra, los junkers neofeuda-
les, se traducían y justificaban con los textos filosóficos de
la razón burguesa derrotada en 1848. La paradoja consistía

61
en que la mosofía de la razón burguesa terminaba en san-
cionar el poderío de la voluntad y la fuerza neofeudal. Kant
y Hegel terminaban en Bismarck, así como la juricidad y la
eticidad desembocaban en la Realpolitik sin titubeos de la
Alemania guerrera y administrada sin ftsuras. Este aborto
político de un Estado corporativo gestado en el seno de la
más aguda y profunda mosofía burguesa era muy alecciona-
dor para los intelectuales burgueses interesados en un Esta-
do moderno estructurado de acuerdo a los resultados de
las grandes revoluciones burguesas del siglo y, por ello ,
críticos de una burguesía alemana pasiva y renegada. Seguir
mosoflZando era continuar fomentando la impotencia
política de la burguesía alemana. Seguir recomendando o
imperando normativamente lo que "debe ser" el Estado a
partir de reflexiones de la mosofía sobre la naturaleza hu-
mana, el espíritu nacional, la razón práctica, la eticidad
histórica, no hacía avanzar políticamente a la burguesía
dado que en el Estado alemán todo avance obligaba a en-
frentar el monopolio coactivo y administrativo del ejército
y la burocrada, todavía inspirados por los poderosímos
criterios feudales de la ftdelidad, obediencia, jerarquía. Más
aún, era contraproducente, en cuanto la fuerza estatal se
apoderaba tranquilamente de los resultados mosóftcos, po-
pularizados en cultural nacional, para renovar y reforzar su
legi!imidad. El "deber-ser" estatal de la razón mosóftca
era, en suma políticamente impotente y contraproducente;
no conducía al poder a la burguesía y sí consagraba al
Estado neofeudal.
Dos lecciones aprende Weber de este pasado mosóftco y
político alemán. La conciencia de la impotencia de la razón
mosóftca ante la voluntad política hereda a Weber la idea
de que razón y política son dos mundos diversos, diversos
en el sentido (y sólo en este sentido) de que el razonamien-

62
to, por más correcto y verdadero que sea, es impotente ante
la voloración, la voluntad y la fuelZa que son propias del
ámbito político. La política no se hace con hipótesis de·
mostradas, sino con la pasión de la voluntad comprometida
en la realización de ciertos valores y con la fuelZa efectiva.
La verdad está fuera de lugar en el terreno del poder y de
los valores. Por otro lado, segunda lección, Weber aprende
que la razón filosófica en los hechos alemanes (¿en su es·
tructura lógica?) fue y es estatalista y apuntala regímenes
preburgueses.
Desde este punto de vista, la neutralidad de las ciencias
sociales responde a un claro programa político. La cuestión
de la neutralidad en Weber es una cuestión polftica , antes
que un problema epistemológico y metodológico. La neu·
tralidad significa responsabilidad política y crítica antiesta·
tal (del Estado prusiano , no del Estado en cuanto tal, como
en Marx). En primer lugar, significa responsabilidad políti·
ca; ante el hecho concreto, después convertido en concepto
teórico, del Estado como "monopolio de violencia (Iegiti·
mada)", la cuestión política burguesa, es decir, la cuestión
del liderazgo de la burguesía en la política alemana, tiene
que ver con una confrontación con el monopolio, con una
confrontación de voluntades que no pueden escapar a la con·
frontación síquica y física y quizá a la guerra. La conciencia
de la política (sobre todo en el sentido radical de toma y
transformación del Estado) como arena de voluntades dota·
das de medios físicos y síquicos, como dominio de "los dio·
ses de la guerra", es una advertencia'de alarma para la com-
prensión y aceptación de los límites de la razón científica.
La verdad no conmueve a la fuerza. El tener razón, razón
científica, no cambia las correlaciones de fuelZa. Y de esta
conciencia de la incompetencia e impotencia de la razón
científica en el añtbito político, sobre todo en el sentido

63
fuerte y extremo de "política revolucionaria", nace el senti·
do de la responsabilidad política. Hay que dejar caer defmi·
tivamente esa ilusión alemana de la filosofía ilustrada y del
marxismo (en esto, para Weber, filosofía idealista y ciencia
materialista·histórica coincidían) de que la verdad racional
ipso facto es fuerza política , de que lo escrito en el libro
teórico está también escrito en la historia política, de que la
conciencia científica es fuerza histórica. Es irresponsable ,
además, movilizar masas con el anuncio del triunfo político,
basado simplemente en razón de una teoría de la sociedad
o de la historia. El triunfo político depende de otras condi·
ciones diversas a las del ejercicio científico. Si Weber es
irritantemente irónico y brutal ante los movimientos con·
sejales de 1919 (Liebknecht, Luxemburg, Eisner, Korsch) se
debe a la irresponsabilidad polftica que atribuye a los
"teoricos" y "periodistas" marxistas. "visionarios y pofe-
tas que distribuyen bendiciones y revelaciones".
Esa idea de intelectuales de que se triunfa en polftica en
razón de una proposición teórica verdadera ("el desarrollo
de las fuerzas productivas", "los derechos humanos" ,.. .) es
algo en lo cual Weber puntualmente pierde los estribos. Es·
ta idea de la identidad entre razón verdadera y fuerza polí·
tica, a la que en su opinión no escapa la "ciencia revolucio-
naria" marxista, es un residuo de filosofía de la historia
como teleología determinista de la historia ; más aún un resi·
duo de las viejas "religiones de salvación", enraizadas en el
"carisma", con sus promesas de redención final para sus
creyentes. No creo exagerar que éste es uno de los puntos
claves para explicarse por qué Weber no fue marxista. La
articulación intrínseca entre teoría y praxis (la tesis Xl de
que ya no se trata de interpretar, sino de cambiar el mun-
do) , además de filosófica y religiosa, le habría sonado sobre
lodo a irresponsabilidad polftica. No hay ni puede haber fi-

64
losofía o ciencia que cambie el mundo. Tal pretensión de-
nota una concepción todavía no "desmistificada", no
"desencantada", no calvinista de la vida social y de la cien-
cia social, de la historia humana. Contradictoriamente , la
tesis de la transformación del mundo por la razón no es
una superación de la masofía historicista, no es aún ciencia.
Pero la neutralidad , además de responsabilidad política ,
significa crítica antiestatal. Contra la filosofía que terminó
en Estado no burgués, hay que oponer una ciencia social
que no se convierta en palaciega y principesca. Hay que im-
pedir la transustanciación de la ciencia en "ideología del
reino". en doctrina estatal. Una estatalización de la ciencia
conduciría a pensar el Estado como un "hecho científico" ,
como una realidad cuya existencia y actuación estaría de-
mostrada científicamente en su necesidad histórica y social.
El "Estado filosófico" podía ser finalmente impugnado,
porque su carácter de "deber-ser racional" (con base en las
exigencias derivadas de la naturaleza o razón humana) no
estaba empíricamente demostrado y validado en los hechos.
Pero resulta más difícil cuestionar y criticar al "Estado cien-
tífico". en cuanto éste se presentaría como una necesidad
empíricamente demostrada. La necesidad empírica sustitui·
ría al deber-ser racional, con el resultado de dotar al Estado
de una justificación incuestionable en principio y de blo·
quear en nombre de la ciencia cualquier posibilidad de críti·
ca. Esta cientifización del Estado produciría en la práctica
un sofocamiento y anonadamiento de las fuerzas políticas
reales , una represión de los valores que intentaran hacerse
valer. Se podría simpre. en cualquier momento , oponer las
leyes científicas a las demandas y a las aspiraciones, para
descalificarlas. Se podría hacer valer los enunciados teeno·
burocráticos de la factibilidad de los fines con base en los
medios y recursos socialmente disponibles frente a los pro·

65
yectos práctico-morales buenos o preferentes de una socie-
dad_ Se nabría llegado ahora sí irreversiblemente a "la
jaula de hierro", a "la oscura noche polar", a "la servidurn·
bre del futuro" _
Para Weber esta "deseslatalizacjón", que no "despolitiza-
ción" de la ciencia (en el sentido que veremos enseguida),
significa cuando menos dos cosas: el rechazo de toda posibi-
lidad de fundamentar al Estado como "hecho verdadero",
"hecho científico", y la liberación de la política, la libera-
ción de las fuerzas políticas reales, las clases de la nueva
sociedad civil alemana, el proletariado y sobre todo la bur-
guesía, en confrontación con el Estado-Junker.
En esto consistía el mensaje y el programa de la ciencia
burguesa para la política burguesa_ El Estado guillermino no
es un "hecho de razón", como la vieja ftIosofía burguesa
alemana, jusnaturalista, trascendental o dialéctica, había
afirmado _Por tanto, es posible y válido reformar o revolu-
cionar burguesmente al Estado prusiano_ Pero la nueva
ciencia social, en el supuesto que alcance y acumule verda-
des tras verdades, que desmonten críticamente las proposi-
ciones fllosóficas y las pretensiones estatales, no es ninguna
garantía de pertinencia y éxito políticos_ No hay Estado
verdadero, científico; pero tampoco hay política verdadera,
científica_ La ciencia burguesa no exime a la burguesía de
una política burguesa_ No es la promesa del triunfo político
de la burguesía, ni constituye como científicamente ver-
dadero un posible Estado burgués_ Paradójicamente la
ciencia burguesa no es ideología polftica de la burguesía_ A
diferencia de la ftIosofía del rector de la Universidad de Ber-
Ifn, Hegel, buena ideología federiciana, y a diferencia de la
ciencia marxista, ideología del proletariado_ La ciencia bur-
guesa nace del "desencanto del mundo" , de "la seculariza-
ción"más radical y exhaustiva de la historia social y, cohe-

66
rente con sus orígenes y su programa, no entiende "encan-
tar", "mistificar", "magniflcar" la política y el Estado bur-
gués. Existe, pues, una lógica extraestatal y, dado el caso,
antiestatal en la sociología weberiana. La ciencia social no
funda como verdadero ningún estado, ni el junkeriano, ni
el proletario, ni el burgués. La ciencia, al rehuirse polftica·
mente, desencanta el mundo polftico y estatal, cualquiera
que éste sea. Pero el desencantamiento político por parte
de la ciencia, libera auténticamente el espacio político y
el espacio estatal, el espacio de la fuerza, de los valores, de
las voluntades, de los intereses frente a frente. El "desenca·
tamiento", expresión máxima de la Kulturkritik burguesa,
significa que no hay que hacerse ilusiones sobre un posible
alcance polftico de la ciencia, pero tampoco hay que hacer·
se ilusiones sobre un posible estatuto cienHfico de la polí·
tica y del Estado.
Por más raro que parezca, la ciencia "burguesa" de We-
ber deja sin apoyo a la burguesfa, no la exime de una políti·
ca burguesa y, por ende, la remite a la soledad de sus deci·
siones y a la responsabilidad de sus actos, palabras y gestos.
Paradójicamente en el silencio polftico de la ciencia webe·
riana está el programa político de y para la burguesía. Es la
invitación a la burguesía a reasumir y revigorizar lo que la
ha constituido históricamente como tal, su "espíritu", su
e/has. Es decir: su iniciativa , su espirítu de empresa, su ca-
pacidad de ponderación y cálculo, su capacidad de dar
sentido y detenninar al mundo , su "no dejar que la vida
pase como algo natural", su estar remitida sólo a ella misma
y a su responsabilidad , a su trabajo metódico y disciplinado,
sin la certeza de salvación y éxito predestinados, sin dioses
de la política y de la guerra que garanticen triunfos eterna·
mente predetenninados, sin teorías que anuncien promesas
de realización histórica·escatológica absolutamente neceo

67
saria. El silencio político de la ciencia weberiana es la invita-
ción a la burguesía para que asuma su propia historia, asu-
ma la tarea de construir por ella misma, su historia, sin las
ilusiones y las credulidades de que alguien o algo (quizá el
libro de la ciencia del desarrollo histórico), en su lugar,
puedan realizarla. El silencio político de la ciencia es así
"el calvinismo político", el calvinismo en politica. Antes,
el silencio teológico en el asunto de la salvación liberó
los héroes del metodismo y de la racionalización de la con-
ducta, de la conducta económica, del capitalismo. Ahora
el silencio científico en el asunto del poder, de la toma
burguesa del poder debe liberar una nueva generación de
burgueses, opuesta a esa vieja generación burguesa acobar-
dada y acomodaticia, resignada y renegada, que prefiere
la seguridad de las rentas de la tierra y la valorización del
capital, protegida y estimulada por Bismarck y Guillermo
1I, a la responsabilidad de determinar el mundo social y
el mundo político de acuerdo a su cultura, a los valores
propios de su cultura, herederos de todo el recorrido origi-
nal de occidente. En suma: el programa de la neutralidad
política de la ciencia era la reanimación del "Espíritu bur-
gués" en Alemania, la reanimación de la política burguesa.
Una ciencia que se constituye ella misma y por sus resul-
tados en política, una ciencia politizada, no promueve sino
la "ética de la intención", irresponsable y desastrosa en po-
lítica. Una ciencia que como tal rehusa constituirse en
polftica conduce a !a "Etica de la responsabilidad", la idó-
nea en la dimensión de lo político. Y esta "ética de la
responsabilidad" era justamente el corazón del "Espíritu
de la burguesía" que, al ser olvidado , al convertirse en Hes·
tuche vacío" y pulsión utilitarista, había aceptado la domi-
nación junker: "la cobardía de la burguesía" (die Feigheit
des Bürgertums).

68
4. La sustancia de lo político

Este rehusarse de la ciencia a identificarse con la política,


por un lado, presupone y, por el otro, constituye un con-
cepto específico de la política en Weber. La política en
Weber es el mundo de los valores, de los fmes e intereses, de
las voluntades. Pero, más aún, es el ámbito de la fuerza, del
poder, de la coacción, de la violencia (Macht und Gewalt) ,
de la coacción y violencia física. Este concepto realista, bru·
tal, de la política, de las "asociaciones políticas de domina·
ción", es apenas aminorado y transfonnado por el concepto
de "legitimidad" (tradicional, carismática, legal-burocrática).
La legitimidad legitima, pero no cancela la sustancia violen·
ta, físicamente violenta, de 10 político. Si en algo coinci·
den Marx y Weber en el concepto de la política es en recu-
perar el carácter violento del Estado por debajo de todos
esos oropeles estéticos y teóricos que le fueron confecciona·
dos por la filosofía de la Ilustración francesa y alemana. Y
para un alemán de su tiempo esto era una evidencia cotidia-
na. Porque Weber no cierra librescamente los ojos ante la
sustancia de lo político, reconoce la impotencia de la cien-
cia ante la política, así como reconoce la imposibilidad de
transustanciar la fuerza, la política, en verdad, ciencia. Vista
tal cual es, sin la cobertura de la razón filosófica o científi·
ca, la política no puede sino mostrar la desnudez de su
voluntarismo, lucha, pasión, interés, "instintos de poder",
"potencias diabólicas en juego". "eterna contienda de dio-
ses": HEI medio decisivo, específico , de la política es la
violencia".
El mundo político es llamado por Weber politeísmo .
"Son distintos los dioses que entre s( combaten y para siem·
pre". La política y el Estado se generan inmediatamente a
partir de la pluralidad y heterogeneidad de intereses, valo·

69
res, cosrnovisiones, a los que individuos o grupos sociales
incondicionalmente adhieren y tienen la voluntad de hacer-
los valer práctica y efectivamente_ Precisamente por esto,
entran en combate y buscan la liquidación síquica y Usica
de valores alternativos y antagólÚcos_ Es evidente que es
posible para la ciencia social e histórica explicar el origen, el
surgimiento de los valores o de los intereses valorados, así
como afIrmar que su origen se ubica jUera de la esfera mis-
ma de los valores, que sus raíces se encuentran en las clases
sociales, en un cierto grado de desarrollo productivo, en la
estructura conflictiva de la organización productiva y so~
cial_ Pero la ciencia, además de esta explicación causal del
origen histórico-social de ciertas valoraciones, no puede
pronunciarse sobre la validez o invalidez, la autenticidad
o inautenticidad , la dignidad o indignidad , de los valores
profesados_ No puede pronunciarse sobre su calidad moral
y política_ Los valores dentro de la ciencia social no pue-
den , sino ser estudiados más que como "hechos sociales",
"hechos históricos". Y esto significa o medir su influencia
causal en el proceso sociohist6rico o averiguar sus antece-
dentes causales sociohistóricos_ La ciencia social puede
decirnos por qué y cómo surgieron históricamente los valo-
res, así como qué cosas y acontecimientos los valores causa-
ron y cómo los causaron. Pero más allá de esto, es decir,
pronunciarse sobre la validez de los valores, sobre su validez
moral y política, es epistemológicamente imposible para la
ciencia. Los valores son considerados como hechos y no en
su cualidad de valores_ Intentar ir cientificamente hasta el
corazón de los valores, para fundarlos en su autenticidad y
verdad, es recaer en las confusiones de una ciencia social
como fIlosofía, moral, religión, utopía, política, sicología
motivacional de masas.
En suma , dicho de otra manera , no se puede fundar y

70
fundamentar la validez o invalidez del valor sobre la simple
base de su origen o causalidad histórica, es decir, sobre la
hipótesis científica demostrada.
Kant asoma la cabeza entre las tesis weberianas: las exi-
gencias incondicionales de la razón práctica (en Weber los
valores culturales) no son objeto de conocimiento posible
de la razón pura de la ciencia.
Ahora bien , si la política es el ámbito mismo de los valo-
res y de su voluntad de hacerse valer en la sociedad con
medios que no excluyen el uso de la violencia física , resul-
ta que la ciencia es "incompetente políticamente". No pue-
de decir nada sobre la validez de los valores ni sobre la
oportunidad o éxito de la violencia, por ende, ante la polí-
tica, no tiene una connotación despolitizadora. Más bien,
por el contrario, libera la política del lastre de las ilusiones
de la filosofía de la Ilustración: Ilustración como Ilusión.
Pone a la política sobre sus propios pies voluntaristas y
violentos y evita que se le entienda y se la practique dentro
de las ideas de la cabeza ilustrada y moralizadora. La ciencia
"neutra" no entiende neutralizar la politiea. Al contrario,
entiende emanciparla de la razón y liberarla a su real con-
cepto y práctica.
La política liberada de la razón, aparece entonces como
voluntad valorante y voluntad de hacerse valer socialmente
con medios síquicos y físicos. El que quiera hacer política
debe tener convicciones y "deseo de poder", "voluntad de
no quebrarse" y "voluntad de reintentar lo imposible". De
donde los denuestos de Weber contra "la cobardía de la bur-
guesía". contra "la voluntad de impotencia" y "la carencia
de los grandes instintos de poder" de la socialdemocracia
alemana: su no querer el poder_ Los primeros satisfechos
con sus rentabilidades de capital, los segundos esperanzados
en el "derrumbe" del capitalismo, como "está escrito en el

71
libro". Ambos carentes de convicción y de "instintos de
poder". En esta liberación de lo poütico, se expresa de
nuevo el programa de la Kulturkritik burguesa", constitui-
da y traducida por Weber como ciencia "neutral", "libre de
valoración" (wertfrei). El programa de la ciencia poütica-
mente incompetente mira a la reanimación de la voluntad
política de la burguesía alemana resignada, utilitaristamente
autosatisfecha, culturalmente renegada y nacionalmente
irresponsable.
Conviene, por último, hacer énfasis en un tema ya ante-
riormente citado que expande el concepto de la política.
Si la poütica tiene qué ver con los valores, entonces ella se
presenta como realización de valores. La polftica es la ex-
presión y el instrumento de realización de una cultura.
(Aquí valdría la pena recordar la relación que Weber esta-
blece entre cultura-nación-Estado). Weber nunca entendió
la política como mera realización de intereses económicos
de clase- "clase social" en Weber tiene siempre una dimen-
sión cultural, valorativa. Aunque a la raíz de la lucha por el
poder estén sin duda intereses económicos, la lucha por el
poder del Estado, por la organización de la sociedad desde
y dentro al Estado, incluye siempre una específica valora-
ción de la sociedad y de sus relaciones, una cultura. Ni la
burguesía IÚ el proletariado se interesan en la toma del
poder sólo para hacer valer sus necesidades económicas,
"el pan y la mantequilla", dice despectivamente Weber.
Aspiran al poder para hacer valer otra concepción y valora-
ción de la orgalÚzación social (¿Es otra la idea marxista, la
idea de "hegemonía" gramsciana?), para hacer valer su cul-
tura (concepto-valor de la libertad , el trabajo, la organiza-
ción social, el poder, la sexualidad, la riqueza social ...). A
Weber le interesaba el ascenso de la burguesía no co n el fm
de que los capitalistas engordaran más sus bolsillos e impu-

72
nemente continuaran su piratería sobre la piel del proleta-
riado _ Su concepto de burguesía y capitalismo es tan exi-
gente, que sirve de arma crítica contra el utilitarismo del
neocapitalismo. Para Weber el ascenso de la burguesía al
poder significaba el ascenso de la cultura burguesa, "su"
cultura ("Soy un miembro de la clase burguesa, me siento
tal y he sido educado en sus ideas e ideales. Pero es tarea de
nuestra ciencia decir lo que no es agradable escuchar. arriba
y abajo de nuestra clase y aun dentro de nuestra clase. A la
pregunta si hoy la burguesía alemana tiene la madurez sufi-
ciente para convertirse en la clase poüticamente dirigente
de la nación, no puedo responder más que con un No").
Se trata de la cultura que él había definido típico-ideal-
mente en al "ética protestante" y en el "espíritu capitalis-
ta": cultura de la libertad y del razonamiento, de la respon-
sabilidad y del autocontrol, de la disciplina metódica y del
rendimiento, de la crítica y la autocrítica . . . Sólo esta
cultura podía detener la burocratización sofocadora de las
libertades, reorientar y purificar el nacionalismo alemán y
su responsabilidad mundial, así como poner en juego
político a un proletariado mal conducido. Sólo una cultura
de la libertad y del razonamiento, hecha Estado, haría
aprender tanto a la burguesía como al proletariado a "hacer
política". Ambos tan ignorantes de lo que es la política
real , la politica en serio. La burguesía, entrampada en su
moralismo y en sus fIlosofemas inconcluyentes. El prole-
tariado , entrampado entre su cientismo y su utopía. Pero
esto significaba enfrentar nada menos que al Estado Prusia-
no, es decir, un "ejército con un Estado". La Primera Gue-
rra Mundial y la crisis de la posguerra fueron la ocasión
deseada.
Pero también tenía Weber muy claro en su cabeza que ni
las recomendaciones fIlosófico-morales ni las proposiciones

73
científicas servían políticamente a la burguesía. Reorientar
el Estado en clave burguesa, toma burguesa del Estado, sigo
nificaba no perder de vista el "monopolio de la coacción
física" con el que habría que enfrentarse. Y todo enfrenta-
miento con la violencia supone como mínimo sólidas con-
vicciones en la propia visión del mundo y tenaz deseo de
poder. Cosas para cuyo nacimiento y vigoroso desarrollo
los libros y las hipótesis son impotentes y, en ciertos ca-
sos, contraproducentes. Generar ilusiones en la burguesía
de que "la ciencia de la historia y la sociedad" estaba de su
lado, significaba fomentar su inmadurez política y no cam-
biar en nada la pesada estructura estatal guillerrnina y "la
herencia de Bismarck" que condenaba al "duro destino del
epigonismo político".

5. La articulación entre ciencia y política

Habiendo quedado claro que la ciencia tiene intenciones po-


litizadoras, en lugar de despolitizadoras, y que la neutra-
lidad científica se constituye como la condición de posi-
bilidad para el surgimiento y desarrollo de la acción política
en su dimensión efectiva (valor y poder) , Weber reconstruye
la articulación y la extensión posible de la articulación entre
ciencia y política.
Para Weber una rearticulación entre ciencia social y polí-
tica revolucionaria es imposible. Toda política revolucio-
naria está llamada a enfrentar el monopolio de la coacción
para expropiarlo y esto conlleva una confrontación annada ,
guerra civil o interestatal, sobre cuyo desarrollo y éxito la
ciencia no puede absolutamente pronunciarse. HEsta con-
tienda de dioses la decide el destino , no una ciencia" . La
ciencia no puede predecir el desarrollo, el final y las conse-

74
cuencias de una guerra violenta aunada. Estos tres momen-
tos son sólo defInidos por la correlación de fuerzas que se
va confIgurando dentro del combate y fuerzas cuya corre-
lación depende de la reciedumbre de voluntad de los com-
batientes, de su perspicacia táctica ("racionalidad con arre-
glo a fmes") y del monto y disposición de sus medios béli-
cos físicos_ La única posible rearticulación entre la ciencia
social y la actividad política sucede dentro del espacio de
una política institucional. Cuando los contendientes no
entienden cambiar totalmente el marco institucional-coac-
tivo, sino sólo "reformarlo" en su legalidad, coacción y
administración, hacia ciertos intereses y demandas valori-
zadas y exigidas por determinados grupos sociales, la ciencia
puede entonces ser de ayuda para determinar las acciones
políticamente racionales, es decir, para deteuninar los me-
dios que , dadas las condiciones y peunaneciendo constantes
las condiciones (caeteris paribus) socio políticas claves y
sustanciales, son los id6neos y eficaces para la realización de
los fmes perseguidos o para el desencadenamiento de las
consecuencias esperadas. Y esta tarea puede ser ejercida en
favor del gobierno o de la oposición, opción que depende
sólo de las actitudes valorativas del investigador. No se espe-
re que haya proposiciones científIcas que verillquen o fal-
seen la opción gubernamental o la opción de la oposición_
Desde la óptica de la política "bajo reglas de juego", de la
polftica institucional, la ciencia social, conocedora de las
regularidades (típico-ideales) de relaciones sociales existen-
tes dentro de una determinada sociedad ("asociación de
dominación"), puede identificar y recomendar las acciones
racionales, las acciones que apoyadas en esas regularidades
tienen la capacidad de llegar a su éxito , y desechar las
acciones que , al prescindir de esas regularidades o ir en
contra de ellas, se vuelven "irracionales". inconc1uyentes

75
y contraproducentes, dentro del ordenamiento político
Jústórico dado. Como textualmente dice Weber, se trata
de una tarea técnica.
La ciencia social, puede tener significado político (en el
sentido de que tiene la capacidad de orientar racionalmente
la militancia política) sólo bajo el supuesto de una política
institucional. Para evitar equívocos, Weber está sólo aflf·
mando la posibilidad de una "cientifIzación" de la política
institucionalizada y no entiende ideológicamente connotar
que la única política posible sea la institucional. Los alcan-
ces y límites de la ciencia están defmidos por una política
institucional, pero la política, que rebasa la ciencia, rebasa
también sus alcances y límites; puede ser institucional y
revolucionaria. Sin embargo, la ciencia no puede acompañar
a la revolución por sus caminos de hierro y fuego . La políti-
ca revolucionaria está sola ante su destino . S610, a posterio·
ri, una vez sucedido su fracaso o su éxito, podremos conver-
tirla en objeto de conocimiento, pero entonces es sólo
ciencia de la historia, sociología o politología histórica. Se
trata ya, hegelianamente, del conocimiento post [estum , del
" Búho de Minerva" que llega tarde a su cita con los aconte·
cimientos, "que piensa la realidad después de que ésta ha
cumplido su proceso de formación y realización", que sólo
puede "reconocer los aspectos de la vida ya sucedidos, ya
envejecidos, pero no rejuvenecerlos". La acción política
escapa y precede a la mosofía política en Hegel y a la cien-
cia política en Weber. En Hegel , para que la sociedad civil y
la economía política burguesa se encuadren, rebasadas, den-
tro del marco del neocorporativismo del Estado ético , susti-
tuto del Reich feudal perdido y de la vieja comunidad
cristiana. En Weber para que el Estado se encuadre dentro
de la cultura burguesa poscristiana . "desencantada".

76
MAX WEBER, LA REFLEXION SOBRE
LO POLlTICO MODERNO

NORA DELIA RABOTNIKOV

L a figura de Max Weber que surge de las páginas de sus


llamados Escritos Políticos bastaría por sí sola para
demoler aquella otra imagen del científico obsesionado por
una objetividad entendida como neutralidad valorativa. A
primera vista, ambas imágenes son tan contradictorias como
la del maestro alemán que fundamenta recurriendo a una
cierta probidad ética, la erradicación de la política de las au-
las universitarias, pero que al mismo tiempo registra lúcida·
mente el monopolio estatal de los medios de producción
científicos (el gran expropiador que también ha separado al
cientffico de la propiedad de sus medios de producción in-
telectual, si recordamos las páginas iniciales de La Gencia
como Vocación).
Es cierto que en la mayoría de sus escritos "políticos"
Weber aciara especialmente que éstos "no tienen preten-
sión alguna de validez científica" (la futura forma insti-
tucional de Alemania), o que no pretenden "acogerse
bajo la autoridad protectora de ninguna ciencia" (Par-
lamento y Gobierno) ya que todos ellos suponen elec-
ción entre compromisos fundamentales en pugna, y esta
opción no puede hacerse con los instrumentos de la cien·

77
cia. La imagen que aparece es la de un intelectual fuer-
temente comprometido con la coyuntura política, que en
una reflexión cargada de contenido valorativo, dramático
y apasionado a veces, intenta un diagnóstico y una propues-
ta política para una alternativa que debe ser reconstruida a
partir de la derrota, a partir del derrumbre del viejo orden
institucional y de las antiguas legitimidades, de la amenaza
de guerra civil, de fuerte presión de una oleada revoluciona-
ria todavía en ascenso y en la que el problema de la "de-
mocracia posible" no surge como consecuencia de la paz
honorable sino "después de la derrotan, La "ignominiosa
liquidación concordatoria del antiguo régimen" supone una
herencia muy pesada de la cual la nueva Alemania deberá
hacerse cargo. Problemas técnico-estatales, "simples cuestio-
nes técnico-constitucionales" para la formulación de políti-
cas, o sea, discusión acerca de medios, comparecen alIado
de la defensa de fmes y valores últimos, los intereses vitales
de la nación.
Separar al polemista acalorado, al político realista, al
Weber "valorativo", de su intento de conceptualizaci6n más
sistemático del capitalismo moderno, de la cuestión de la
legitimidad; separar al Weber poJ[tico del Weber cient{fico
no resultaría quizás tarea difícil (ello está presente, entre
otras, en las interpretaciones que canonizan el aspecto de la
neutralidad valorativa). Sin embargo, ciencia y política, ra-
cionalidad e irracionalidad, verdad y valor son polaridades
que tensionan y fundamentan toda la obra weberiana. La
tenacidad que Weber invierte en su separación y distinción
analítica nos da la medida de su interpretación real. En par-
te, estas polaridades pueden ser leídas también como com-
ponentes del desgarramiento de un intelectual que, en el
parte aguas de dos tiempos, inmerso en un proceso que
constituyó el desafío y la derrota del liberalismo, tomó

78
partido y pagó el precio de esa derrota. Política y ciencia,
la ciencia como vocación y la política como pasión podrían
también sintetizar la tensión entre el alejamiento y la parti·
cipación, entre la labor intelectual y la acción práctica ca·
mo forma de realización personal, tensión que el propio
Weber no llegó nunca a resolver plenamente. Política y cien·
cia entonces, en otra perspectiva, constituyen dimensiones
de la propia biograHa.
En cambio, una lectura que intentara relacionar sus escri-
tos polémico-coyunturales con su reflexión sistemática, su
visión de la situación histórica particular de Alemania con
el análisis de los origenes, morfología y tendencias del capi-
taIismo occidental (y de su racionalidad) contribuma en
parte a aclarar el sentido o la motivación del "revival" we·
beriano que parece tener lugar en nuestros Mas. Este redes·
cubrimiento o esta relectura no supone una súbita conver-
sión al "weberianismo", una vuelta al padre fundador frente
al fracaso de paradigmas alternativos que también han deve·
nido clásicos. Si este "revival" weberiano aparece ligado al
tema de la "crisis del marxismo" es porque la cuestión de
una teoría de la política en el marxismo, el problema acerca
de la critica de la economía política como fundamento o
supuesto de una critica de la polftica y, más allá, la cues-
tión de la relación entre "ratio económica y ratio estatal",
es decir el Estado como problema, significó entre otras
cosas el intento por repensar y en algunos casos por pen-
sar por primera vez en las transfonnaciones morfológicas
del capitaIismo en este siglo. (Recordemos aquella invita-
ción de Bobbio hace ya algunos afias a rediscutir radical-
mente el problema de la política y el Estado; y sobre todo
a evitar el desafío con el expediente de un puntual retomo
a Marx como si 100 afias de capitalismo hubieran transcu-
rrido en vano).

79
En los marxismos europeos, específicamente en el caso
italiano y a partir de la particular situación política de la
izquierda y de los retos teórico-políticos que esta situación
implica, esta revisión condujo a una conceptualización del
marxismo como "cultura" o de la cultura marxista ya no
como una tradición cerrada o signada por el anatemizante
binomio "ortodoxia u heterodoxia" , sino como una dinámi·
ca desarrollada bajo el impulso de los procesos de transfor-
mación y en la cual "el pensamiento burgués", al menos
en sus cuadros más lúcidos y avanzados, ya no puede ser
objeto de etiquetamientos fáciles_ Y en este proceso, la
interpretación condujo a la focalización de los años 20 a los
30 como "un punto neurálgico, un laboratorio incandescente
del que se liberan conflictos y líneas de tendencia cuyas
consecuencias y ramificaciones extremas se muestran, en
la crisis moderna, más condicionantes que nunca".1
Tal revisión de la historia del capitalismo, no s610 en
cuanto a las formas de articulación de la economía, sino
también como historia de la relación Estado-econom(a,
Estado-sociedad civil, formas de hegemonía y presencia de
masas, es también, en un sentido gramsciano, historia de la
"cultura" europea. Y la focalización en la década de la pos-
guerra, entre otras cosas, nos descubre interlocutores fiue·
vos, o que nunca habían sido reconocidos como tales. No es
sólo la reconocida "cuestión de los intelectuales", sino tam·
bién el problema de las diferentes interpretaciones (implíci-
tas algunas, explícitas otras) lo que en un mismo y único
movimiento nos lleva a redescubrir a Weber, a traer a Kelsen
bajo otra óptica, a releer a los teóricos de la socialdemocra·
cia alemana, del austromarxismo; a Schumpeter, repensar a

1 Marramao, Giacomo, Lo político y las transfonnaciones,


Cuadernos de Pasado y Presente, Siglo XXI , México, 1982, p. 13.

80
Keynes, ubicar a HusSerl y a la crisis de la cultura europea,
en fm, a romper con la imagen de un marxismo que se desa-
rrolla endógenamente, a través de crisis y salidas de la crisis
y a superar una visión dicotómica de la "cultura burguesa"
y de la propia historia surgida del desconocimiento, de la
indiferencia o de la visión moralizante.
Así, Weber aparece a la luz de un nuevo "punto de vis-
ta", a partir de la relación con los valores de la época con-
temporánea, época que se pregunta por el contenido y
forma de la crisis, por sus propios valores, y que en ese sen-
tido no traiciona la malinterpretada consigna de la "objeti-
vidad" científica, sino que confmna una vez más, al decir
de Weber, "la posibilidad de eterna juventud de las ciencias
sociales". Posibilidad de juventud que radica tan sólo en las
preguntas nuevas que el presente fonnula _
Estas notas intentan retomar algunos de los principales
valores que esta nueva lectura de Weber replantea, ya que
pensamos que ellos pueden constituir un eje que pennita
relacionar al Weber político y al científico, y que conecte
las reflexiones coyunturales con las líneas de mayor alcance
de su pensamiento, dibujando una problemática que supera
la coyuntura alemana para tocar el núcleo de la cuestión
Estado-sociedad tal como se planteará para la Europa de
la posguerra_

l. La forma de la política

Es la percepción de la crisis del capitalismo competitivo, del


fm de los mecanismos "espontáneos" de mercado que ha-
bían regulado el desarrollo capitalista y el tránsito al "capi-
talismo organizado" es decir la crisis del liberalismo clásico,
lo que configura el horizonte (y también algunos territorios

81
ambiguos) de la visión weberiana. Este tránsito representará
también la transformación de la relación Estado-sociedad
civil que esquemáticamente podría resumirse en un doble
movimiento contradictorio: penetración de la polftica en
la sociedad civil y autonomización al mismo tiempo de la
esfera polftico decisional. En otras palabras, "el ámbito
tradicional de la 'civil society' pierde sus contornos pre-
cisos, el estado dilata sus nervaduras en la sociedad civil,
mientras que al mismo tiempo la 'política-política', lo
polftico estatal, las instancias de decisión y de control de
la dinámica social se autonomizan".:1
El otro "dato" emergente de esta transformación es la
presencia de masas, "masas que ya no pueden ser tratadas
como objeto pasivo de administración"" El sufragio uni-
versal como realidad innegable y la presencia de sindicatos
y partidos de masas replantean la fórmula del compromiso
polftico. El entretejido weberiano entre socialización-buro-
cratización-democratización recogerá este dato en la nece-
dad de recomposición de las formas de dominación.
¿Cómo registra Weber esta transformación de lo social,
dada por la presencia activa de las masas y por la socializa-
ción, en línea paralela al predominio de la racionalidad
formal? Sabemos que esta racionalidad formal, escindida de
la racionalidad material, se ÚDpone paulatinamente en todas
las esferas de la vida social, encarnándose en nuevos sujetos,
instituciones y conductas sociales. El predominio de la
racionalidad formal supone la constitución de ámbitos
especializados, forma1izados, es decir, una fragmentación
institucionalizada de lo social. Sin embargo, en Weber no

2 [bid., p. 30.
3 Weber, Max, Escritos Polfticos, Folios Ediciones, México,1982 ,
T. l., p. 148.

82
hay nostalgia por la reconstitución de una totalidad orgáni.
ca; frente a este proceso de racionalización que asume a
veces las características de "destino" no hay retomo
posible, ni restauración de los antiguos lazos comunita·
rios.
El predominio de la racionalidad formal no es simple.
mente, o no es únicamente el predominio del cálculo sobre
el proceso productivo, sino que éste asume una forma espe·
cífica de descomposición-organización de lo social. Este
predominio del cálculo implica el disciplinamiento de la
producción (en todas las esferas <le la vida) y como tal
supone una consigna política. Este aspecto "no neutral"
de la compenetración de la racionalización en el tejido de
lo social se evidencia en la dimensión del concepto de
"separación" .
El tema de la separación de los productores de los me·
dios de producción, q,ue Weber no circunscribe a la esfera
económica, supone la organización de todo el "intelecto
general", del cerebro social, en función de esta modalidad
especial de la propiedad. Recordemos una vez más la famosa
caracterización weberiana del Estado-empresa: "desde el
punto de vista sociológico, el Estado moderno es una 'em·
presa' con el mismo título que una fábrica : en eso constiste
un rasgo histórico específico . Y se halla condicionada de
modo homogéneo, en ésta y en aquél, la relación de poder
en el interior de la empresa. Así como la independencia re-
lativa del artesano, del pequeño industrial doméstico, del
campesino con tierra propia, del comanditario , del noble y
del vasallo, se fundaban en que eran propietarios ellos mis·
mas de los utensilios, las existencias, los medios monetarios
o las annas con que ejercían sus respectivas funciones
económicas, políticas, o militares . .. así descansa también
la dependencia jerárquica del obrero, del empleado de

83
escritorio, del empleado técnico, del asistente académico de
instituto, del funcionario estatal y del soldado, exactamen-
te del mismo modo, en el hecho de que los utensilios, exis-
tencias y medios pecuniarios indispensables para la empresa
y su existencia económica están concentrados bajo la
facultad de disposición del empresario, en un caso, y del
soberano político en el otro ... ,l4
La separación y la concentración instituyen el paralelo
entre Estado y empresa : . . ."Ia separación del trabajador
de los medios materiales del trabajo - de los medios de pro-
ducción en la economía, de los medios bélicos en el ejérci-
to, de los medios materiales administrativos en la adminis-
tración pública, y de los medios monetarios en todos ellos,
- es común, como tal fundamento decisivo tanto a la em-
presa político militar estatal moderna como a la economía
capitalista privada".'
Esta separación y concentración política de los medios
de producción, representa la lógica de constitución del Esta-
do moderno.
Este largo proceso que Weber analiza con detenimien-
to, y que comienza con la expropiación del príncipe de
los titulares privados del poder, culmina en el Estado
moderno, en el que "el poder de disposición sobre todos los
medios de la empresa política se amontonan en la cima".
La penetración del Estado en la sociedad civil, la compene-
tración cada vez mayor parece imponer la necesidad de su
separación como dos modos de organización del dominio.
Primacía de la política, pero "en su aislamiento, casi en la

4 Weber, Max, Econom(Q y sociedad, FCE, México, 1969, T. lI,


p. 106J.
, lbid.

84
detenninación desnuda de sus leyes de funcionamiento"."
También la expropiación de los productores en el terreo
no de lo político culmina en la concentración y centraliza·
ción del aparato de mando. Este proceso, por el cual el
Estado moderno se instituye en el terreno de una "igualdad
de destinos" supone que la política se concentra en el Esta·
do, lo político es lo político estatal. Lo político aparece
como el lugar de concentración del dominio, o de la posibi·
lidad de dominio, al exterior de los procesos sociales. Lo
político-estatal no es el terreno de la recomposición, de la
reconciliación de la totalidad escindida, sino dominio y
centro de donde emanan (paralelamente al poder de dispo-
sición de la empresa capitalista privada) los ejes de organiza-
ción racionalizada de la productividad social.
A partir de entonces, de este proceso paralelo de expro-
piación-concentración emerge la ecuación que para Weber
marca el signo de la época "socialización creciente significa
inexorablemente burocratizaci6n creciente".
La separación y la formalización parecen ser la contraca-
ra de la socialización, o más bien "la socialización es un pro-
ceso que si bien actúa dentro de la separación, es el elemen-
to central que concentra y unifica la separación misma y le
proporciona su dimensión institucional".7 Lo social enton-
ces se organiza según líneas surgidas de la moderna empresa
estatal o de la moderna empresa privada. El tema de la sepa-
ración , de la descomposición de los sujetos sociales en las
redes del formalismo institucionalizado se ilustra entre
otros en el proceso de racionalización del derecho. Weber,

6 De Giovanni, Biagio, Teorfa marxista de la pol(tica, Siglo XXI ,


1981, p.185.
7 De Giovanni, Biagio, La leoria palitico delle c1assi nel 'copita/e.
De Oonato, Bari. 1976 , pp. 132 y ss.

85
en Econom¡'a y Sociedad, después de haber analizado las
tendencias antifonnales en el terreno del derecho , tenden-
cias que emanan precisamente de pretenciones o exigencias
de justicia material, o de resabios de antiguas fonnas políti-
cas de autoridad , o de la exigencia de los legos de obtener
una administración de justicia inteligible para ellos, culmina
diciéndonos: "sea cual fuere la fonna en que bajo tales
circunstancias puedan estructurarse el derecho y la práctica
jurídica, lo cierto es que el resultado inevitable, condiciona-
do por el desenvolvimiento técnico y económico tendrá que
ser, a pesar de cualquier judicatura laica, el desconoci-
miento creciente, por parte de los legos, de un derecho cuyo
contenido y orden técnico es cada vez mayor, es decir, la
especialización del mismo y la creciente consideración del
derecho vigente como un aparato racional desprovisto de
toda santidad y por lo tanto modificable en cualquier mo-
mento de acuerdo con fmes racionales".8
Es decir, la unificación del derecho en un aparato técni-
co racional supone al mismo tiempo la unificación de las
masas socializadas en la institución jurfdica, unificación a
partir de la fonna, el sujeto abstracto en correspondencia
con el sujeto que pennanece fuera de los fmes generales y
de la concentración del poder y del saber (el derecho es un
especialismo, cada vez más alejado de la conciencia, de la
productividad y experiencia directa de los sujetos)_ Fonnali-
lOción y socialización son el reverso de un mismo proceso _
El fonnalismo que organiza la realidad de este sujeto surge
así paralelamente en el proceso de transfonnación de las
relaciones corporativas pre-capitalistas, relaciones persona-
les, disímiles en su fonna y regidas por una racionalidad
material_

s Econom(a y sociedad, p. 660.

86
Predominio de los especialismos y primado de la políti.
ca, reafmnan la concentración del dominio en función del
"saber de dominio". El nuevo papel de la ciencia y de la
técnica como parte de la nueva forma de dominación se
materializará en la concentración burocrática y en la ecua·
ción saber·poder. La reflexión weberiana trasluce así este
doble proceso de un Estado (desprovisto de connotaciones
sustancialistas) que penetra cada vez más en la sociedad, en
la organización de un tejido formal institucional que encua·
dra la socialización pero que al mismo tiempo, como dirá
Manheim (yen este punto aparece Weber como el horizonte
del debate teórico-político alemán de los años 20) centrali·
za objetivamente cada vez más la capacidad de mando y la
inteligencia social en un proceso paralelo de "concentra·
ción del hacer y monopolización del saber" ..

2. Socialización y burocracia

Este "efecto" de autonomización de lo político-estatal


aparaece indisolublemente ligado al proceso de sociali·
zación económica y política. La ligazón otorgará carac·
terísticas particulares al proceso mismo, en especial a
la ecuación entre socialización·democratización·burocratiza·
ción. En este punto se prefigura la visión weberiana de las
formas futuras de desarroUo en el marco de las alternativas
reales para una "democracia de masas".
Tal vez un hilo conductor que conecte las polémicas co-
yunturales de los últimos escritos políticos con el tratamiento
de la racionalización económica y política resida en el

9 Manheirn, Karl. El hombre y la sociedad en la época de crisis,


p. 33.

87
intento weberiano de diseñar un diagrama político-estatal
capaz de dar cuenta y manejar la diferente conflictualidad
social configurada por los nuevos sujetos colectivos emer-
gentes de la socialización. Parlamento y Gobierno, La Nue-
va Alemania, Sistema Electoral y Democracia no pueden
ser leídos solamente en torno al eje Burocracia, Carisma
y Parlamento , sino también como intentos de dar respues-
ta al alcance político del proceso de racionalización, al
ordenamiento pluralista conflictivo producido por esta
raciona1ización, a estos nuevos sujetos: partidos de masas ,
sindicatos, monopolios, capas medias, que comenzaban a
mostrarse capaces de producir "efectos de soberanía espe-
cíficos, o que ensamblaban a su alrededor estratos sociales
compuestos" .
También en este punto , y en el sentido de la revisión de
las transformaciones del capitalismo y de sus interpretacio-
nes antes mencionadas, Weber aparece apuntando hacia )0
que constituirá el debate europeo sobre la democracia, y más
aún, en la perspectiva del análisis histórico aún no saldado
de lo que fue la República de Weimar y la crisis política de
los años 30. Esta autonomía aparente de lo político decisio-
nal, esta asimilación de lo político y lo político estatal co-
mienza a dibujar también la tensión entre decisión y partici-
pación, entre gobierno y representación, tensió n que en
Weber se encarnará en la necesidad de fortalecer los elemen-
tos de soberanla estatal, simultánea al reconocimiento de
la complejidad resultante de la racionalización de lo social.
Tensión entre racionalización en el orden económico social
y proceso de decisión estatal que será liquidada en el deci-
sionismo absoluto o en una concepción del Estado neutral
o del Estado instrumento de la democratización.'o

lO
Para la discusión del tratamiento posterior de la cuestión,

88
En su artículo sobre El Socialismo, en lo que pareciera
constituir una critica coyuntural a los "mitos" de la social-
democracia, Weber releva en realidad las tendencias políti-
cas de la racionalización en el plano económico_ Al parale-
lismo entre socialización y democratización que Bemstein
planteaba en la preguerra , opone una visión que subraya la
complejidad social creciente, la pluralidad de intereses, el
surgimiento de saberes especializados_ Frente a la creencia
de que en el camino de la evolución, el socialismo madura
paralelamente a la socialización creciente de la producción
económica, Weber registra el predomirúo del capital fman-
ciero, la aparición en el sistema de mercado de carteles, y
monopolios que alteran las reglas del juego_ La racionaliza-
ción en la esfera productiva que conduce a la standarización
y a la disminución de la especialización operaria se corres-
ponde con la emergencia de sectores con más altos y am-
plios niveles de especialización profesional y de adiestra-
miento técnico "en todos aquellos ámbitos de la produc-
ción que operan por encima del estrato obrero", al fiÚsmo
tiempo que crece el número relativo de personas pertene-
cientes a esta categoría. Si bien es cierto que la standariza-
ción y equiparación de la producción y el grado de estruc-
turación de las empresas parece aumentar la posibilidad de
regular la producción sin recurrir al "viejo espíritu pionero"
del empresario burgués, la consecuencia de esta transforma-
ción es, una vez más , la importancia de "una categoría que
debe ser formada de una manera muy precisa y que justa-
mente por esto asume un detenninado carácter de clase",11
En el terreno económico social también socialización ere-

véase Cacciart, MassUno, Transfonnación del Estado y proyecto


político, en Teorfa Marxista de la político.
11 Escritos po/{ticos, p. 242.

89
ciente significa inexorablemente burocratización creciente.
La racionalización y sociaIización económica lejos de
orientar "la evolución de la estratificación general en una
dirección unívocamente proletaria", se inclina no sólo hacia
un aumento de la burocratización, sino que tiende a produ-
cir una diferenciación social que pone sobre el tapete, entre
otras cosas, el problema de "la nebulosa de las capas me-
dias" . Complejización social creciente que planteará 10 ó
15 años más tarde el problema del Mittelstand, de la clase
media cuyos virajes políticos jugarán un papel determinante
en el ocaso de la República. Este proceso de complejización
de lo social supone (en otro eje donde la reflexión coyuntu-
ral se enlaza con las líneas más profundas de su análisis) no
sólo la diversificación en las tendencias en la estratificación,
sino también las relaciones conflictivas entre los valores, los
objetivos, los modos de vida y de utopías a las que un nue-
vo pluralismo debe dar respuesta. Heterogeneidad social
creciente , producto de la racionalización productiva ("hoy
en contraposición al elemento formativo de clase (Klassebil-
denden), representado por el ordenamiento funcional del
patrimonio y de la economía, las diferencias de nivel 'cultu-
ral' son sin duda las más importantes y las específicamente
constitutivas de la condición social (Standebildenden)"12 ,
las indicaciones analíticas para la comprensión del orden
social (clases, testamentos) se articulan en función de la
orientación política posible de los diferentes grupos so-
ciales.
Paralelo proceso se desarrolla a nivel de la socialización
política. El análisis de la democratización de la sociedad
conducirá, como se sabe, a una particular consideración de
la "democracia de masas", que matiza de manera específica

12 ¡bid., p. 170.

90
la imagen (y la autoconciencia) de un Weber liberal. Y ello
no s610 en función de la presencia de componentes "autori-
tarios" o por el papel particular adjudicado al elemento
cesarístico, sino por la centralidad de esta presencia de ma·
sas, de organizaciones e instituciones que hacen ya impensa-
ble la democracia en términos contractualistas, o como
relación individuo·sociedad·Estado. Precisamente es ellúci·
do registro de esta emergencia de los múltiples sujetos co·
lectivos que imponen el problema de la mediación institu·
cional y polftica el que replantea el tema de la democracia
de masas y de sus instituciones posibles.
La democratización, en una sociedad de masas, no supo-
ne necesariamente a nivel político el incremento de la parti·
cipación directa del demos, como masa inarticulada, sino
un cambio en la forma del compromiso político, "cam·
bio en la forma de selección de los jefes del gobierno y
dicho, que pueden ejercer otros círculos procedentes de su
seno, por medio del complemento de la llamada opinión
pública, sobre el contenido y la dirección de la actividad de
gobierno".13 La democratización como tal contiene en sí
un proceso contradictorio: entendida como lucha y supera·
ción de los privilegios estamentales, como desplazamiento
del poder de los honoratioTes, conduce necesariamente a
la burocratización, ya que la superación del privilegio
supone la subordinación a normas formales, la igualdad
jurídica formal, la superación de todo trámite "según los
casos", la resolución objetiva sin excepción de personas
según reglas previsibles. En este mismo sentido, la burocrati·
zación surge también en el terreno de una democratización
de lo social, o de una socialización del consumo y las necesi-

13 Econom(a y sociedad, p. 739.

91
des, en el campo de las crecientes exigencias motivadas por
la complicación de la cultura, por la "multiplicación de ne-
cesidades antes desconocidas o que eran satisfechas por la
economía privada o de un modo local", y por "los diversos
cometidos político sociales que el Estado moderno tiene que
asumir, en parte por abandono de los ciudadanos y que en
parte usurpa por motivos imperialistas o ideológicos" _14 Por
otro lado, la democratización puede entrar en conflicto con
las tendencias que ella misma ha generado en su lucha con-
tra los privilegios de los notables, postulando la crítica al
estamento de los funcionarios desde la perspectiva de una
accesibilidad general de los cargos o de la reducción al m(ni-
mo del poder de los funcionarios en beneficio de un domi-
nio directo del demos_ Pero no es éste el sentido de la de-
mocratización ni de la democracia que subrayará Weber.
"Cuando se trata de un gobierno de masa, el concepto de
democracia altera tan profundamente su sentido sociológico,
que sena absurdo buscar la misma realidad bajo aquel mis-
mo nombre común".1S
En su crítica a la omnipotencia de la burocracia en el
Estado alemán, el ataque de Weber no se dirige hacia la su-
presión de tal estructura_ En el terreno de la administración
y la gestión no existe alternativa técnicamente superior. La
socialización creciente supone el necesario e inevitable pre-
dominio de la gestión burocrática_ La crítica no se realiza
entonces desde el rechazo a la burocracia como deforma-
ción de un proceso como traba en s( a una alternativa de-
mocrática, y mucho menos se plantea el retomo hacia una
gestión de tipo corporativo o estamental_ La presencia de

14 ¡bid_ , p_ 730_
IS ¡bid.

92
la burocracia en una democracia de masas resulta casi de un
proceso único en el cual ambos fenómenos actúan a la vez
como causa y consecuencia. La burocratización o la orga-
nización burocrática es posible sólo a partir de una cierta
nivelación relativa de las diferencias económicas y sociales
que han de tomarse en cuenta para el desempeño de las
funciones, es decir a partir de una cierta democratización
de las distintas esferas de lo social, y a su vez la burocrati-
zación produce un efecto nivelador_ "Empero, así como la
burocratización crea la nivelación estamental (según la ten-
dencia normal, que también la historia muestra de un modo
regular), toda niveÚlCión social - en cuanto da de lado a los
que imperaban en forma estamental en virtud de apropia-
ción del poder administrativo y de los medios administra-
tivos, y en la medida en que, en interés de la 'igualdad' eli-
mina a los que ejercían la administración en forma honora-
ria en méritos de la propiedad- fomenta al contrario la bu-
rocratización, que en todas partes es la sombra inseparable
de la creciente democracia de masas" .16 La crítica se dirige
en cambio a la autonomizaci6n de la burocracia, a la ausen-
cia de conducción política de la organización burocrática,
y, por elevación, a la ausencia de vocación hegemónica de la
clase que debería generar de sus mas la jefatura política,
planteando a la burocracia los fmes en la perspectiva de
los intereses de la nación _Crítica a una clase que no ha de-
venido aún "clase nacional".
En el terreno político, el avance de la democratización,
en el sentido aludido, la lucha contra el privilegio estamen-
tal y contra el predominio de los notables, genera la reali-
dad de los modernos partidos de masas, "hijos de la demo-

16 [bid_ o p_ 180_

93
cracia, del derecho de las masas al sufragio, de la necesidad
de hacer propaganda y organizaciones de masas, y de la
evolución hacia una dirección más unificada y una discipli·
na más rígida".17 La realidad de los partidos de masas
comprueba una vez más la tendencia a la burocratización
emergente de la sociaIización y la democratización. La de·
terminación de la política por parte de los partidos modero
nos descansa en el poder del número de adherentes, "la
última ratio de la boleta electoral", que pone en primer
plano la eficacia de la maquinaria partidaria, "crece en
importancia el aparato de partido, y en la misma medida
decrece la importancia de loshonoratiores".'· Sin embargo
los partidos aparecen como la forma cabal de sociaIización
poütica de las masas en un momento en que la democra·
cia se impone como técnica poütica que procede con
cifras: "por muy distinta que sea la estructura social inter-
na de los partidos alemanes, de todos modos la burocrati·
zación y la economía tmanciera, son aquí, como en todas
partes, fenómenos concomitantes de la democratización.
y esto exige una labor de c/lptoción de votos mucho más
continua e intensa de lo que conocieron nunca los anti-
guos partidos de honoratiores ': 19
La burocratización de los grandes partidos de masas, una
vez más, no aparece como defonnación de su cometido
inicial, sino como necesidad técnica de supervivencia y
eficacia. Y al igual que en el plano poütico decisional, el
ümite de la racionalidad burocrático·administrativa radica

1'7 Weber, Max, El polftico y el cientlfico, Alianza, Madrid ,


1972, p. 128.
18 Escritos Políticos, p. 140.
19 [bid. , p. 143.

94
en su utilización por parte de políticos responsables. Es la
ausencia de fmes externos realistas, y de una auténtica
vocación de poder lo que transforma la racionalidad buro·
crática interna en un fm en sí mismo.
Este laberinto de procesos que confIguran la dinámica
de racionalización de la vida social en todas sus esferas y
que otorgará su impronta política a la nueva confIgUración
del capitalismo moderno es el trasfondo de la propuesta
política del Weber maduro, para una Alemania que debe
realizar su destino de nación haciéndose cargo de estas
transformaciones morfológicas y superando un sistema
político cuya "legitimidad histórica ha terminado".

3. La democracia posible

Seguramente sería una simplificación considerar que el con-


traste entre máquina administrativa y carisma polftico cons-
tituye el resultado fmal de la reflexión weberiana sobre el
proceso de socializaci6n-burocratización. En los escritos
políticos de los últimos años de su vida, sobre todo los que
conocemos de 1917·1919 hay ciertos temas recurrentes
que recuperan sus reflexiones más sistemáticas. Y ello a
pesar de sus variaciones en cuanto al problema de la monar-
quía y la república, por ejemplo, y no obstante estar teñida
muchas veces la argumentación por su polémica contra los
proyectos de reforma económica en sentido estatalista, tan-
to de la izquierda social como de la derecha. En el análisis
de la situación alemana la propuesta es más compleja y
comprende un parlamento activo frente a una burocracia de
Estado, una burocracia de Estado en competencia con
una burocracia de partido, una burocracia de partido
que pueda encuadrar los desbordes emocionales de la
masa, y la presencia del elemento cesarístico capaz de con·

95
trolar y conducir polfticamente esos contrastes.
La denuncia de Weber no se dirige a la burocracia en sí,
ya que como vimos esta fonna de organización es racional-
mente insuperable, sino a la extinción de toda auténtica po·
Iftica convertida en pura administración. Esta ngura adquie-
re en la Alemania de su época características dramáticas,
por la ausencia de una tradición parlamentarista activa, por
la falta de "espíritu catilinaria" de los Ifderes de los parti-
do de masa, y en conjunto por la falta de politización acti-
va de la sociedad, fenómeno que Weber imputa, en parte, a
la herencia bismarckiana. La tesis de que en todo Estado
de masas la democracia conduce al fortalecimiento de la
administración burocratica y, en ausencia de parlamento
activo conduce al poder puro y simple de los burócratas,
esta tesis es válida sobre todo para la Alemania contem-
poránea. En la coyuntura de la guerra e inicios de la
posguerra, la crítica al estrato burocrático se agudiza en
función de la irresponsabilidad polftica demostrada, a los
ojos de Weber, en el manejo de la participación en el con-
flicto bélico y en la incapacidad de realizar una polftica de
potencia. La crítica presupone también el reclamo a una
burguesía que no parece capaz de forjar en su seno un gru-
po político dirigente, que ha dejado adormecer aquel espí-
ritu que le diera origen, dominada durante años por el
espíritu de la seguridad, de una seguridad fundada en la
tutela de las autoridades centrales, en una inquieta preocu-
pación frente a toda posibilidad de audaces innovaciones :
en suma, por "1a cobarde voluntad de impotencia"? o
En los análisis de la burocracia coexisten dos niveles que
corresponden a la distinción entre racionalidad formal y

20 ¡bid. , p. 259_

96
racionalidad material. Desde el punto de vista formal es
imposible no reconocer en el aparato administrativo alemán
altísimos niveles de eficiencia. Pero desde el punto de vista
de la racionalidad material esta perfecta máquina de eficien·
cia está, de hecho, al servicio de la conservación de valores
culturales y presupuestos socioeconómicos que obstaculizan
el progreso ulterior del proceso de racionalización. "Los inte·
reses económicos de las fuerzas sociales amenazadas por la
forma moderna del capitalismo se defienden con un ejerci·
cio burocrático del poder que obstaculiza al mismo tiempo
el racionalismo económico y la expansión de la democra·
cia" .21
Frente a la persistencia de este poder autónomo de la bu·
rocracia, y como forma de recomposición política de esta
pluralización de lo social que emerge del proceso de racio·
nalización y socialización, el diagrama weberiano sugerirá
la parlamentación sobre la base del sufragio universal y la
selección de líderes basada en un consenso plesbiscitario.
Ambas propuestas se entrelazan y cobran pesos específicos
diferentes a lo largo de los escritos de los últimos años.
La reformulación de la importancia del parlamento se
orienta en varias direcciones: a) el control y contrapeso de
la burocracia, que, como vimos, constituía el problema po~
lítico relevante en la coyuntura, b) la necesidad de una are·
na política para la forja de nuevos líderes, c) el parlamento
y los partidos como órganos de representación popular (en
un sentido específico) y d) el parlamento como lugar de
compromiso entre los distintos grupos sociales y grupos de
interés a través de la mediación político partidaria.

21 Rusconi, Enrico . Razionalita, racionalizzazione e burocrati-


zzazionc, en Mox Weber e I'onalisi del mo ndo moderno, Einaudi,
1981 , p. 203.

97
En el primer sentido, el parlamento aparece como un
órgano de participación en la elaboración de las decisiones:
"el nivel del parlamento depende no sólo de si en él se dis-
cuten grandes problemas, sino de la influencia que se tenga
sobre ellos; es decir, su calidad depende de si lo que a/ú
sucede tiene importancia, o de si el parlamento es simple·
mente el sello involuntario de una burocracia dominan·
te".22 El análisis de las disposiciones técnicas que aseguran
la eficiencia de la labor parlamentaria (trabajo por comisio·
nes, etc.), apunta la creación de mecanismos de control
político eficaces para quebrar el monopolio del saber bu·
rocrático, o sea para romper la concentración de saber y
poder que fundamenta el papel autónomo de la burocracia.
La defensa del parlamento como arena de competencia
y selección de líderes entronca con el " principio del peque·
fio número" y la importancia del jefe político, del político
profesional (la f'llura que Weber describirfa en La Políti·
ca como Vocación) . Sólo a través de esta lucha de compe·
tencia en el terreno parlamentario, encuentra los tempera·
mentos políticos, los individuos con instinto de jefatura el
estímulo necesario para convertirse en líderes capaces de
guiar a la nación. "Porque no es la policéfala asamblea del
parlamento como tal la que puede 'gobernar' y 'hacer' la
política. De esto no se habla en parte alguna del mundo, ni
aún en Inglaterra. En efecto, la amplia masa de los diputa.
dos en su conjunto sólo funge como séquito del líder, o de
los pocos de ellos que forman el gabinete, y les obedece
ciegamente mientras tienen éxito. Y as( debe ser. Domina
siempre la actividad política el principio del 'pequeño nú'
mero' esto es, la superior capacidad de maniobra de los pe·

22 Escritos po/(ticos, p. 74.

98
queños grupos dirigentes. Este rasgo cesarístico es imposible
de eliminar <en los estados de masas)"."
Quiz~ el aspecto m~ interesante sea la defensa del parla·
mentarismo aliado del reconocimiento de este nuevo tejido
de lo social donde se mueve la realidad de los grupos corpo·
rativos y grupos de interés. En polémica con los planteos
corporativistas, el parlamento se recorta como el lugar de
lo político..,statal. La creación de cuerpos electorales con
base en las corporaciones profesionales transformaría al
Estado en un "mercado de intereses puramente materiales
. . .sin orientación político estatal". "La vida económica ad·
quirirá color político y la política color económico"." La
separación y concentración del dominio político se quebra-
ría en el marco de una trasposición directa de la realidad
económico social a la esfera política. En este sentido apa-
rece la necesidad de resguardar el nivel de soberanía y deci-
sión del Estado, frente a una burocracia que no puede
hacerse cargo de los intereses de la nación, intereses que
deben asumir una forma de decisión y ejecución para We-
ber, el parlamento sigue siendo, o mejor dicho en Alemania
debería comenzar a ser el terreno de adecuación entre los
efectos de la racionalización en la esfera económica y la ra-
cionaIización de la esfera política.
El tema reapareced con fuerza 10 años después con la
crisis de la República de Weimar. Franz Neumann en su Be-
hemoth señ~ la pretensión íntimamente contradictoria
de reducir el pluralismo corporativo del capitalismo orga-
nizado al modelo parlamentario clwco: a partir de la irre-
versibilidad de los procesos de socialización "el Estado se

23 ¡bid.
24 EconomÚI y sociedad, p. 240.

99
reduce a una de tantas instituciones sociales y queda priva-
do de su poder coercitivo supremo, sólo un acuerdo entre
los distintos organismos sociales predominantes en el
interior de la comunidad puede dar una satisfacción con-
creta a los intereses comunes. Pero mientras no se hayan
estipulado y respetado, debe haber una base común de en-
tendimiento entre los diversos grupos sociales: la sociedad,
en síntesis debe ser fundamentalmente armoniosa. Pero ya
que la sociedad es, de hecho antagónica, la doctrina pluralis-
ta desaparece tarde o temprano"." El Estado de los años
30 interiorizará este conflicto de la sociedad de masa regis-
trado por Weber. Y es así como la reflexión se volcará ha-
cia ese pluralismo corporativo cada vez más difícil de gober·
nar, cada vez menos reductible a un "interés general", lle-
gando a ser identificado con la crisis de legitinúdad de la
forma democrático-parlamentaria.
En este caso el problema aún o se plantea en estos térmi-
nos, o mejor dicho, está esbozado en el reconocinúento
del contenido político de la socialización, en el registro de
las características de la democratización que se desenvuelve
en el marco de este fenómeno simultáneo de difusión del
poder y concentración de los mecanismos político-decisio·
nales. Es posible que su enfrentamiento contra la persisten-
cia de realidades corporativas de tipo tradicional, resabios
del viejo orden fuertemente arraigados en el presente ale-
mán contituyeran el centro de su preocupación y de allí
el acento en la posibilidad de revitalizar el parlamento como
terreno del compromiso político.
Sin embargo, dos ejes fundamentales entroncan con la
discusión posterior: la defensa de la independencia de los

25 Neumann , Franz , Behemo th , the structure ond practice 01


nationoJ socialism, New York, 1942, p. 33.

100
partidos y de las "corporaciones de interés" respecto a!
Estado y el papel del elemento cesanstico en la demo-
cracia de masas_ En relación con su polémica contra el cor-
porativismo, la defensa de la fJgUra del "ciudadano" y de las
instituciones liberales parecen derivarse analíticamente de
las características que dintinguían a! Estado corporativo
llegado a su tata! formación en una sola parte de Europa :
"la adquisición de derechos políticos por parte de personas
y corporaciones sobre la base del tipo de propiedad privada
de bienes materiales y el convocar a estos detentadores de
privilegios a asam bleas generales con el fm de regular las
cuestiones políticas mediante un compromiso ___ Lo que
hoy estamos acostumbrados a considerar como el conteni-
do del 'poder estata!' unitario se dispersaba en un manojo
de derechos diferentes subdivididos en diversas manos_ Es
absolutamente imposible hablar de un Estado en el sentido
moderno ___ Pero esos ___ son precisamente los componen-
tes esenciales del tipo de organización que comienza a cam-
biar inmediatamente allí donde penetra /¡¡ última ratio de /¡¡
boleta electoral ___ Sólo con ello nace la moderna y raciona!
forma de articulación de la voluntad del estado".'"
Los partidos, constituidos sobre la base del reclutamiento
formalmente libre de sus adherentes (y esta constituye su
diferencia sociológicamente decisiva frente a toda otra clase
de formas de socialización) son la materialización de la inci-
dencia sobre la política en base a! número, a! igua! que el
parlamento sería el correlato, a nivel de representación, de
la "nivelación" producida por el Estado moderno: ''la equi-
paración de las capas sociahnente dominadas, superiores
por el número, a las privilegidas, por lo menos en lo que

26 Escritos Poi/ricos, p. 187.

101
respecta a la elección del organismo destinado a e;err:1!T
el control y a funcionar como lugar para la elección de je-
fes" . El parlamento sería así el canal donde se procesaría el
conflicto y el compromiso entre los diferentes sectores y
sujetos emergentes de la socialización, capaz de dotar de
consenso y control y funcionar de respaldo y sustentación
de la decisión burocrática, de otro modo autónoma.
La figura del líder carismático, dentro de la ya clásica
tipología weberiana, ha sido objeto de análisis en relación
con su raigambre religiosa, con la influencia nietzcheana, y
más adn como ominoso presagio de la situación alemana
posterior. Seguramente desde el punto de vista conceptual
ésta sea una de las categorías mas polémicas y diferentes
líneas de interpretación puedan confumarse en éstas y otras
direcciones. Sin embargo desde un punto de vista estricta·
mente político, la figura del "demagogo" adquiere rasgos
peculiares en el contexto de la moderna democracia de ma·
sas (la relación democratización-demagogia) y en el mismo
sentido remite al problema de la unificación de la voluntad
política, al momento de la decisión.
Por encima de la ineludible racionalidad de la burocracia,
de la moderna maquinaria partidaria y de la función del
parlamento, emerge también como rasgo de la modernidad,
la figura del jefe político, del demagogo, de aquel que vive
"para" la política, quien aparece encarnando inevitable-
mente "las grandes decisiones" en el plano de las cuestiones
nacionales. Esta síntesis o representación individual, parece
imponerse tanto en virtud de la prontitud de la decisión
Como de la responsabilidad precisa, la unidad de jefatura;
la cohesión frente al exterior y la disciplina interna (véase
Co/egioJidad y división de poderes). Simultáneamente es
otro de los rasgos de la democratización de las masas, de-
mocratización que transforma la elección del jefe en el

102
seno del círculo de notables en elección en virtud de la
confianza y fe de las mismas masas. La democracia de masas
"compra sus éxitos positivos mediante fuertes concesiones
al principio cesarístico de la selección de los jefes".
Es precisamente esta activación de masas la que debe ser
encuadrada, a través de la m:ganización partidaria y a par·
tir de mecanismos de selección de jefes con responsabilidad
política, dentro de las "fmnes formas jurídicas de la vida
del Estado". ''Hoyes una realidad la 'democratización' en
el sentido del nivelamiento de la articulación profesional
por medio del Estado burocrático. Queda sólo una alterna·
tiva: o abandonar a la masa de los ciudadanos de un 'Estado
autoritario', a la estructura burocrática y con un simulacro
de parlamento ... o bien insertarlos en el Estado en calidad
de socios".2. 7
En la nueva Alemania, la única medida realista para
evitar los desbordes emocionales y el surgimiento de ten·
dencias putchistas, será la integración del sindicalismo y de
la socialdemocracia en un sistema político transformado. La
realidad de la constitución de organizaciones de masa ya no
puede ser negada por el expediente de las leyes de excep·
ción ni a través de medidas represivas que sólo contribui·
rían a la radicalización y el enfrentamiento. Hasta 1917 la
expectativa de Weber parece dirigirse hacia la superación
del "gesto" de la izquierda y de la reclusión en una "políti·
ca negativa" frente al Estado por parte del partido y de los
sindicatos socialdemócratas. Más adelante, ante la marcha
de los acontecimientos parece admitir que la via de la re·
construcción nacional radicaba en un bloque burgés-socialis.
ta (La nueva Alemania, 1918), ante el fracaso de un expe·

27 [bUl., p. 216.

103
rimento de socialización de tipo consejista. La fJgura del
empresario burgués, con su capacidad de iniciativa y ges·
tión no puede ser sustituida, ni por los sindicatos, ni por
un burocracia de Estado.
Masas que ya no pueden ser tratadas como objeto pasivo
de administración, organizaciones y partidos, posibilidad
de colaboración entre "la honesta democracia burguesa" y
la democracia socialista por un par de décadas frente a los
enemigos externos y las rémoras del viejo orden , imprescin·
dibilidad de la burocracia pero exigencia de dirección
política, necesidad de recomposición de lo político en
función de una nueva conflictualidad social, instancias
de decisión y de expresión de la soberanía del Estado y de
los intereses vitales de la nación unificada, todos estos
elementos confluyen en sus últimos escritos políticos. Con
el respaldo y el horizonte de sus reflexiones sobre los orí·
genes, formas y tendencias del capitalismo moderno confi·
guran la imagen de un Weber "liberal" en la agonía del
liberalismo como principio organizador.
Alguien defmió una vez a Weber como un magnífico de·
cadente. Aludía a esta imagen de Weber, a caballo entre
dos siglos, entre dos tiempos, que percibe y registra los
signos de la modernidad pero que se aferra también a
valores que ya no parecen tener cabida en "la noche polar"
que se avecina. Decadente porque es consciente de lo que
ya no es y de lo que vendrá, y alterna su pertenencia al
pasado y a lo moderno. Es por ello que en relación a los
temas tratados, Weber es ambiguo muchas veces, o quizá
refleje la tensión entre polaridades que estallarán en el
curso posterior de la historia y en la reflexión de aquéllos
que siguieron pensándola. La reivindicación casi nostálgica
de la figura del em presario burgués, forjado en la ascesis
que conformó su espíritu adquiere connotaciones casi

104
míticas frente a la percepción de las nuevas modalidades
de las empresas monopólicas. La reivindicación del "ciu·
dadano" y más aún la pregunta casi obsesiva sobre la po·
sibilidad de "algún resto de libertad individual" frente a la
emergencia de los nuevos sujetos colectivos y la inevitabili-
dad de la burocratización; la reivindicación del parlamenta-
rismo junto al registro de la pluralidad de intereses que
actl1an como fuerzas endógenas. Por todo eUo, Weber est:!
al comienzo. Es el inicio de un largo debate que, sin saberlo,
Uega hasta nuestros Mas y que por eso hoy lo reconoce
nuevamente como interlocutor.

\05
ESTADO Y BUROCRACIA EN EL
PENSAMIENTO DE WEBER

JUAN PEGO RARO TA1ANA

Ludendorf{- ¡He aquí su hennosa democracia! ¡Y los


responsables son Ud. y el Frankfurter Zeitung! ¿Qué
es lo que ha hecho de bueno?
Weber: ¿Entonces Ud. cree que yo considero que la
confusión en que vivimos ahora es democracia?
L.: Con lo que Ud. me dice, tal vez podamos llegar
a entendemos.
W. : En una democracia el pueblo elige al líder (Füher)
en quien confía. Entonces el elegido dice: ahora a
callarse y obedecer. Nada de que el pueblo o los
partidos se entremetan.
L.: ¡Pues para m í esa "democracia" está muy bien!
W. .' ¡Y después, ,~l pueblo puede juzgar, y si el líder ha
cometido errores, se 10 ahorca!

Marianne Weber. Max Weber, ein Lebensbüd, Tu-


bingia, 1926, p. 664·5.

E l tema de la relación entre estructura social y organi·


zación política siempre presenta interrogantes y antes
y ahora ambos objetos muestran y ocultan sus cambiantes
características ; - la necesidad de explicarnos el origen de la
desigualdad de la distribución del poder entre los hombres,

106
de la desigualdad también de la distribución de los bienes
que se producen y el orden social que tales hechos generan,
demandan un cierto esfuerzo porque valores como la liber-
tad, la justicia, la democracia, parecen ser dependientes de
la estructura social no igualitaria.
El foco de análisis de la sociología política de Max We-
ber no es otro en dermitiva que la relación entre Estado y
sociedad, caracterizados ambos por una determinada estruc-
tura conforme a circunstancias de tiempo y lugar.
Gran parte de su pensamiento está destinado a la crea-
ción de un orden político legítimo y con ello su preocu-
pación por las limitaciones al espíritu creativo y civilizador
de la burguesía, de esa fracción de la sociedad a la que defi-
ne en sentido estamental, jaqueada tanto por el proletariado
como por la burocracia. Y en tal sentido se refiere a ella
como formada por gente culta y de posición como los em-
presarios, los rentistas "y aquellas personalidades que po-
seen una detennmada fonnación académica y a la vez, un
nivel de vida más elevado y un prestigio social"" Contra
ella se alza la agitación social que recorría la Alemania de
posguerra y el fenómeno de la burocracia: "¿cómo es posi-
ble - dice- en presencia de la prepotencia de esa tendencia
hacia la burocratización salvar todavía algún resto de liber-
tad de movimiento individual en algun sentido? Porque a
fm de cuentas constituye un burdo autoengaño creer que
sin dichas conquistas de la época de los derechos del hom-
bre podríamos aún el más conservador de entre nosotros ni
siquiera vivir".2

1 Max Weber, Historia Económica General, FCE, México, 1974,


p.167.
2 Max Weber, "Parlamento y Gobierno en el nuevo ordenamien-
to alemán" en Escritos Pollticos, Tomo 1, Folios Ediciones, México,
1982, p. 88 y en Econom(a y Sociedad, FCE. México, p. 1075.

107
Es al interior de este particular clima que recorría Euro-
pa luego de la Gran Guerra y principalmente con los aconte-
cimientos de la Revolución Rusa de 1917, que el pensa-
miento de la Socialdemocracia sobre el orden social adquie-
re particular relevancia.
Las ideas sobre el anunciado derrumbe del capitalismo,
la ley decreciente de la tasa de ganancia y la pauperización
creciente del proletariado adquieren corporeidad material
y referencias concretas.
La socialdemocracia conflllba en que la crisis del capita-
lismo, la extensión del sufragio, y la ocupación del parla-
mento le permitirian apoderarse del Estado y dirigir a este
hacia el socialismo ayudado por el grandioso desarrollo de
las fuerzas productivas. Con ello el positivismo-marxista se
propone no sólo como herramienta metodológica, sino tam-
bién como fIlosofía de la historia, donde las fuerzas de la
naturaleza doblegarían a las fuerzas sociales que se le opu-
sieran. El socialismo se presenta como una ética de vida,
una actitud, un gesto inteligente y por lo tanto la organiza-
ci6n, la propaganda y la agitaci6n de un partido leninista
eran innecesarios; la propia evoluci6n de las fuerzas produc-
tivas operarían mecánicamente para consolidar la concien-
cia revolucionaria y socialista en los trabajadores de la
Europa Occidental. La imagen de la guerra civil en Rusia
atentaba contra sus sentimientos antibélicos, aunque taJes
sentimientos hubieron de ser puestos entre paréntesis para
votar los créditos de guerra a sus respectivas naciones en la
guerra de 1914.
Ante esto, la perspectiva weberiana pretende salvar el
Estado-nación y situarse en un justo medio que evite tanto
la irracionalidad del capitalismo aventurero como la buro-
cratización creciente que aparejaba el socialismo y con ello
la limitación a las creatividades económicas y políticas de

108
una burguesía responsable que planteaba la socialdemocra-
cia_ El espectro de la revolución en Occidente, considerando
esta referencia geográfica como un recurso heurístico para
diferenciarlo de las "gelatinosas" sociedades del Oriente, es
la otra cara que podía asumir el ocaso de la civilización y la
cultura Occidental_
Así el debate, otra vez, pretendió quedar reducido al des-
cubrimiento o invención de una fonna-estado, capaz por sí
misma de limitar las tendencias que se debatían, anárquica-
mente en el seno de la sociedad civil entendida en términos
hegelianos, o sea, como conjunto de personas privadas que
tienen por fm particular a su propio interés, como personas
concretas en cuanto totalidad de necesidades y mezcla de
necesidad natural y de arbitrio_
La relación Estado y economía, o ciudadanos y hombres
y con ello la noción de orden social siempre ha sido un te-
ma particularmente conflictivo _ Irónicamente decía Marx ,
"Nunca encontraremos entre los antiguos una investigación
acerca de cuál forma de propiedad de la tierra, es la más
productiva, crea la mayor riqueza . . . la investigación siem-
pre versa acerca de cuál modo de propiedad crea los mejores
ciudadanos"3 y ya que confonne a la teoría económica clá-
sica la propiedad se asienta en leyes naturales, es la arbitra-
riedad en la distribución de sus productos lo que genera las
injusticias.
Debemos también tener presente que la tradicional opo-
sición entre capitalismo y socialismo actualizada en la parti-
cular situación alemana se asentaba sobre presupuestos
ambiguos, porque entre otras cosas los cambios que se ope-
raron tempranamente en las formas estatales o gubernamen-

3 Karl Marx, Grundrisse 185 7-1859, Siglo XXI, México, 1980,


p.447.

109
tales de los países de Europa (estatizaciones, empresas in-
dustriales del Estado, proteccionismo , extensión del sufra-
gio, garantías democráticas, etcétera) dieron cuenta de cier-
tas dificultades en mantener el modelo o la conceptualiza-
ción inicial; un ejemplo de ello fue ya en el siglo XIX la
"Crítica al Programa de Gotha", quizá uno de los momen-
tos más fecundos en la imaginación de Marx_
y así como al conceptualizar al Estado, se le otorga cier-
to énfasis con los agregados de ''moderno'', "capitalista"
o "burocrático" o "monopolista", por ejemplo a la noción
capitalismo y a la noción de socialismo hubo y hay que
agregar adjetivaciones_ Lo que da cuenta como decía Goe-
the y citaba frecuentemente Lenin, "gris es la teoría y verde
el árbol de la vida".
De esto se deriva naturalmente que la discusión weberia-
na se instale entre una pareja que se pretende opuesta, anta-
gónica, polar. Me renero a la pareja capitalismo democráti-
co vs. socialismo burocrático.
y así como hace unos 10 años era Gramsci el llamado a
esclarecer las cuestiones acerca de si era posible transitar
hacia el socialismo sin el prerrequisito de la destrucción del
Estado capitalista, hoy se acude a Max Weber porque nos
habría advertido, aún antes de la revolución rusa, que el
socialismo es una forma de dominación más que un modo
de producción. Para enfrentar esta socialización creciente
(por la presencia de las masas y la consiguiente politización
de la vida social) que inexorablemente nos llevaría a una
mayor burocratizaci6n, dice, es necesario circunscribir lo
político a las decisiones gubernamentales que serían toma-
das por una suerte de élite , los políticos profesionales, dota-
dos de cualidades especiales para gobernar en nombre y en
favor de las masas.
Así, la canalización política de la sensibilidad de tal élite,

110
sería garantía suficiente para conducir el Estado con racio-
nalidad técnica y sin peligro de que las presiones populares
lo desborden y violenten el orden legítimo.
Weber no es ajeno a las influencias que había expresado
Tónnies sobre la oposición entre comunidad y sociedad y
que fuera retomado por el movimiento de la Juventud (Ju-
gendbewegung); esta corriente intelectual anclada en la bur-
guesía alemana se oponía a la mecanización y atomización
de la vida social y expresaba también una reacción radical
contra la preminencia de la función intelectual y el positi-
vismo, fruto de la influencia del pensamiento francés. As{
el romanticismo y el irracionalismo, "el alma y la sangre"
son convocados para enfrentar aquellas ideas iluministas.
Todo esto se concreta, se objetiviza en la preferencia de una
unión colectiva asentada en lazos afectivos bajo una direc-
ción carismática como fonha alternativa a las grandes agru-
paciones rígidamente organizadas y los tipos de asociación
ligada por intereses económicos comunes.
Claro que Max Weber conmueve a fmos y sensibles espí-
ritus invocando el gélido aliento que exhalaría la humanidad
dominada por la burocracia, ese "espíritu coagulado" esa
"máquina inerte" que impersonaliza las relaciones entre los
hombres, "con su especialización en el trabajo profesional
aprendido, su delimitación de competencias, sus reglamen-
tos y sus relaciones de obediencia jerárquicamente gradua-
das" .4

4 Max Weber, Econom{Q y Sociedmi, FCE, México, 1977. p.


1074.

111
11

La noción del Estado, como un sujeto distinto y separado


("junto a la sociedad burguesa y al margen de ella" como
diría K. Marx en La Ideologia Alemana) de la sociedad
civil es un fenómeno no presente en la antigüedad ; el Esta-
do moderno tan visible en nuestra vida cotidiana no se
había constituido, sino con la paulatina descomposición
de las relaciones sociales (en forma no homogénea ni simul-
tánea) que caracterizaban la llamada Edad Media.
Es recién el siglo XVIII y fundamentalmente en Inglate-
rra en el que los vínculos feudales, eclesiásticos y dinásticos
perdieron su fuerza y la personificación del ciudadano se
fue constituyendo en la medida en que el hombre se eman-
cipaba de sus entidades prepolíticas. Tales vínculos, aunque
flojos por basarse sólo en lealtades personales fundaban de
todos modos el poder de esas poliarquías que obstacuIiza-
ron por varios siglos no sólo el progresivo monismo estatal,
sino también el avance de las relaciones sociales capitalistas ;
"en todas partes el desarrollo del Estado moderno comienza
cuando el príncipe inicia la expropiación de los titulares pri-
vados del poder administrativo que junto a él existen, los
propietarios por derecho propio de medios de administra-
ción y guerra, de recursos fmancieros y de bienes de cual-
quier género políticamente utilizables. Este proceso ofrece
una analogía total con el desarrollo de la empresa capita-
lista mediante la paulatina expropiación de todos los pro-
ductores independientes".s
Se va produciendo así el pasaje de la administración pa-
trimonial a la burocrática, lo que implica cancelar las parti-

s Max Webe r, "La Política como vocació n" en Escn"tos Políticos,


Tomo 11 , Folios Ediciones, México, 1982 , p. 3 t 3.

112
cularidades del caso presentado , y la aplicación, por lo tan-
to, de reglas universales más equitativas y generales; junto a
ello un creciente acceso a los cargos públicos ya no en vir-
tud del origen social, sino por la simple calidad personal
que se expresa en la pura idoneidad para ejercerlo _ Para
esto la doctrina burguesa de la autoridad se fue imponien-
do en contraposición a la aristocrática del "ancieme regi-
me" que se fundaba teológicamente por una parte en un
supuesto orden natural y por otra en la persona ("se cree
que una familia es real porque rige; en realidad ella rige
porque es real dirían los filósofos de la Restauración") ; el
mundo teológico, el mundo feudal, pretendía referir todas
las relaciones sociales a la relación de autoridad cuya legiti-
midad derive del respeto a las tradiciones y costumbres_
Las ideas demoliberales y nacionalistas románticas con-
tribuyeron a otorgarle al concepto de estado una cierta per-
sonalidad, una cierta identidad separada de la sociedad , y
dotado de una voluntad poUtica unitaria, esto es que repre-
sentarla o personificarla una voluntad capaz de obrar y ser
identificada con el bien común y con los intereses generales
de la sociedad_
Pero ni el racionalismo i1uminista ni el romanticismo
pudieron justificar que la sociedad estaba fundada en intere-
ses solidarios totales y permanentes como lo demostraron
las revoluciones del Siglo XIX; por ello el Estado fue expre-
sando su parcialidad y su carácter de clase en cuanto la uni-
dad social era sólo una fIcción pero que se materializaba por
medio del monopolio de la coacción física y por el orden
jurldico que reglaba los derechos y obligaciones de hombres
libres e iguales_
El centro del pensamiento demoliberal está ocupado por
el esfuerzo de crear una institución, o de fortalecerla en su
caso, que exprese , metafóricamente, la concepci6n que so·

lI3
bre la economía tiene tal vertiente ideológica; me refiero a
la idea del mercado, de espacio del libre juego de las fuerzas
económicas equilibradas o guiadas en sus excesos por una
cierta "mano invisible" tan cara al pensamiento de Adam
Smith, y la institución política por excelencia que puede
expresar la "espontaneidad" del mercado, es el parlamento.
Pero tal esfuerzo del demoliberalismo es la respuesta ne-
cesaria a alguna fuerza que lo desaffa, que desequilibra, que
obstaculiza ese libre juego de las fuerzas económicas que ha-
ce un par de siglos se sujetaron igualitariamente a las leyes,
tendiendo a constituir sujetos que ' acordaban voluntaria-
mente un intercambio, sujetos por lo tanto formalmente
libres e iguales. El Estado pareciera necesario desde el mo-
mento en que las fuerzas que se encuentran en el mercado
no arriban a él en igualdad de condiciones, y se ve obligado
por ello a controlar las repercusiones de ese "encuentro",

In

En los fmales de la Gran Guerra, Weber advierte la incorpo-


ración de las masas a la actividad política, lo que cotidiana-
mente aumentaba sus expectativas, aspiraciones y deman·
das desbordando las instituciones estatales disciplinadoras;
junto a ello la forma organizativa de la dominación legfti-
ma-específica del Estado moderno, la burocracia, se yergue
amenazadora con su avance incontelÚble congelando todo
resto de libertad individual.
Pero si bien su reflexión podía extenderse al ulÚVerso
donde la sociedad industrial iba cubriendo todos los espa-
cios, territoriales y sociales, su preocupación concreta esta·
ba referida a Alemama, a la recomposición de la Nación
Alemana, amenazada ahora sf(l917-1918) por fuerzas cen-

114
trípetas y por la caducidad del espíritu expansionista que
había unificado a socialistas y liberales conselVadores du-
rante cuatro años de guerra; singularmente tal preocupación
manifestada explícitamente en 1917 guarda íntima relación
con la "Lección Inaugural" de su cátedra de economía políti-
ca de la Universidad de Friburgo en 1895, donde están pre-
sentes, aunque en fonna embrionaria, su adscripción a la
"razón de Estado" como el valor máximo que orienta las
situaciones nacionales. Por lo tanto, Weber tempranamente
reconocía la tensión existente entre la forma específica de
dominación del Estado moderno, la burocrática racional, y
las razones de Estado que fundamentan la relación no sólo
del Estado para con sus súbditos, sino también la relación
de lucha con otros estados durante el apogeo de los esta-
dos-nación_
Weber asume intelectualmente la tarea histórica que de-
be proponerse la burguesía alemana como parte de Occiden-
te junto a las otras burguesías hermanas: la ruptura del Es-
tado conselVador feudal por el camino técnico de la demo-
cratización y con ello la lucha contra la amenaza de revolu-
ción plebeya que pudiera conducir al socialismo, tareas que
no pudo afrontar exitosamente la burguesía rusa_
Parte de ciertos presupuestos como de que la clase bur-
guesa alemana era todavía inmadura, que los Jünkers ya
eran una clase decadente y el proletariado no tenía un pro-
yecto nacional. Aspira, por lo tanto, a influenciar en la
conducción política y propone los ohjetivos que se deben
alcanzar: reconstruir el Estado-nación alemán y superar
los obstáculos que la burocracia como "espíritu coagulado"
le opone_ Así también ubica a las fuerzas sociales que serían
capaces de proponerse tales objetivos y no sería otra que la
burguesía, pero entendida ésta no sólo en la clave de intere-
ses económicos, sino como portadora de la cultura del capi-

115
ta!ismo "es decir de nuestra cultura cristiana-capitalista
constitucionalista irradiante desde Europa'" y triunfante
sobre el irraciona!ismo de los países atrasados de Oriente.
No obstante sus dudas sobre la capacidad de la burguesía
alemana para reencausar a la nación hacia un destino grande
en Europa y en el mundo, Weber aspira a revivir en ella un
personaje social, poütico y emblemático : "El puritano
quiso ser un hombre profesional; nosotros tenemos que ser-
lo también , pues desde el momento en que el ascetismo
abandonó las celdas monásticas para instalarse en la vida
profesional y dominar la moralidad mundana, contribuyó
en lo que pudo a construir el grandioso cosmos de orden
económico moderno que, vinculado a las condiciones técni-
cas y económicas de la producción mecánica-maquinista
determina hoy con fuerzas irresistible el estilo vital de cuan-
tos individuos nacen en él, (no sólo de los que participan
activamente) y de seguro lo seguirán determinando durante
muchísimo tiempo más". 7

6 Max Weber, "Estudios críticos sobre la lógica de las ciencias de


la cultura". en EfWlyOS sobre Metod%g(o Sociológica, Amonortu,
Buenos Aires, 1978, p. 143. Está claro que para Weber sólo se puede
ser irracional con referencia a otra concepción y por lo tanto irracio-
nal en ténninos relativos; en este caso al Occidente.
7 Max Weber, La Etiea Protestlmte y el Espfritu del Capitalismo ,
Ed. Diez. Buenos Aires, p. 258. Es interesante comparar las ideas de
Gramsci sobre la función de los Rotary Oub : "Su programa esencial
parece ser la difusión de un nuevo espíritu capitalista, es decir, la
idea de que la industria y comercio más que un negocio constituyen
un servicio social o mejor son y pueden ser un negocio en cuanto
previamente son un servicio . .. El Rotary es fundamentalmente una
filosofía de la vida que trata de conciliar el eterno conflicto existen-
te entre el deseo de beneficio propio y el deber y el consiguiente im-
pulso de servir al prójimo. Esta fllosofía es la filosofía del Servicio:
dar de sí antes de pensar en sí, fundada sobre el principio moral ;
quien mejor sirve más gana". Ver "Americanismo y Fordismo" en

116
El ascetismo protestante había dado una categórica san-
ción religiosa a la explotación de la voluntad de trabajo del
obrero - dice- aliviando la conciencia del empleador al
tiempo que brindaba al obrero motivos religiosos para con-
siderar al trabajo como una vocación; para ello necesitó
difundir y legitimar la idea del trabajo como absoluto fm
en si núsmo, como profesión y así el alegato contra el tra-
dicionalismo en su análisis de la ética protestante va dirigido
tanto al empresario como al trabajador asalariado_
Aunque en tono pesimista continúa: "el estuche ha que8
dado vacío de espíritu, quién sabe si definitivamente _ En
todo caso el capitalismo victorioso no necesita ya de este
apoyo religioso puesto que descansa en fundamentos mecá-
nicos",8 añorando a personajes arquetípicos como los Fran-
klin, Baxter o Wesley de sus investigaciones sobre la religión_

IV

Consciente de los problemas que debía afrontar la reorgani-


zación de Alemania, Weber se asume como un político ra-
cional para quien, "la forma adecuada que debe asumir un
gobierno en un momento dado es un problema técnico que
depende de las tareas políticas de la nación""
y el medio técnico que propone para reconstruir una
Alemania poderosa en el concierto de los países europeos,
es la democracia parlamentaria no obstante aparecer cues-

Notas sob,e Maquilzvelo, sobre la poUtica y sobre el Estado moder-


no. Juan Pablos Editor, México, 1975, pp. 318-9 .
• Idem_, p_ 259_
9 Max Weber. "Parlamento y Gobierno en el nuevo ordenamien-
to Alemán" en Escritos Políticos. Tomo 1, Folios Ediciones, p. 62.

117
tionada tanto por las repercusiones de la crisis social origi-
nada en la guerra y la subsiguiente derrota militar, como
por los ecos de la revolución de Octubre en Rusia_Así dice :
"sin embargo hay no sólo 'socialistas' de buena fe , sino
también 'demócratas' de buena fe que odian el sistema
parlamentario a tal punto que escriben en su bandera un
'socialismo sin parlamento' o una 'democracia sin parla-
mento', . .semejante democratización puramente pasiva no
sería más que una forma totalmente pura de la democracia
incontrolada". 10
Este medio técnico que propone Weber no era el adecua-
do oúentras aquel "Cesar", Bismarck, había conducido a la
nación impregnando con sus genialidades todas las conduc-
tas de la monarquía Guillernúna; pero en el ocaso del can-
ciller, su legado fue "una nación sin ninguna voluntad poJ(-
tica propia, acostumbrada a seguir con fatalismo todas las
decisiones tomadas en nombre del gobierno monárquico" .11
El lógico corolario de todo este discurso es la creación o
la consagración de un espacio po!(tico generador de hom-
bres talentosos capaces por este hecho de encauzar dentro

10 Max Weber, EconomJ'o y Sociedad, p. 1110. Sobre el concep-


to de dem ocracia en We ber, Lukács (confonne a la Biografía de Ma-
rianne Weber) relató el diálogo de éste con el Gral. Ludendo rff dice :
"En la democracia, el pueblo elige a su guía . en quien deposita la
confianza. Después de lo cual, el elegido dice: ¡ahora a cerrar el pico
y a dar el pecho! Ni el pueblo, ni los partidos tienen ya derecho a
pedirle cuentas . . . Más tarde, el pueblo emitirá su juicio , y si el
Führer se ha eq uivocado, ¡a la horca con él! Nada tiene de ex tra-
ño, que al escuchar tales palabras, el general Ludendorff, segú n el
mismo testim onio exclamara: 'Una democracia así cuenta con mi
aprobación'. Como se ve la democracia de Max Weber no es otra
cosa que un cesarismo bonapartista". Georg Lukács, El asalto a la
raz ón, Grijalbo, Españ a, 1976, p. 49 2.
11 Max Weber, "Parlam ento y Gobierno. .. " p. 74.

11 8
de ciertos límites el poder de la burocracia, y más que ello,
conducirla. Ese espacio no puede ser otro que el parlamen-
to, lugar inequívoco para que se consagren los principios de
una sociedad meritocrática, recinto de los ciudadanos más
que de los hombres, y por lo tanto no de los hombres rea-
les, sino de los hombres abstractos.
Sólo cabía entonces recurrir a los políticos profesionales
elegidos y probados en un parlamento que permitiría una
democracia autoritaria de tipo plesbicitaria, una mezcla de
dominación carismática controlada en sus excesos por un
sistema constitucional porque "sólo nos queda elegir entre
la democracia caudillista con aparato o la democracia sin
caudillos, es decir, la dominación de 'políticos profesiona-
les' sin vocación, sin esas cualidades íntimas y carismáticas
que hacen al caudillo" " , de tal manera que la natural auto-
ridad del carisma asociándose con la técnica de la burocra-
cia racional evitaría el ahogo de las potencialidades inheren-
tes a la naturaleza humana.
Weber parte de suponer que esa élite política no tendría
conflictos de intereses por su condición de ciudadanos que
mágicamente cancelarían sus reclamos sociales como asala-
riados, consumidores, productores de bienes y servicios,
empresarios, profesionales, hombres y mujeres, jóvenes y
viejos, urbanos y rurales.
Va dibujando así el o los personajes necesarios para arti-
cularlos a su propuesta política y no es otro que el político
profesional con vocación y que vive para la política, que
ejerce funciones de parlamentario y ha sido atrapado por
una "destinación", algo así como el "calling" de aquel
particular sujeto portador en su práctica de vida cotidiana

12 Max Weber, "La política com o vocación ", p. 747 .

119
del ethos capitalista, como lo fuera el protestante ascético.
y esa vocación debe estar sustentada en cierta independen.
cia económica en el sentido de que el político profesional
debe librarse de las ataduras económicas que le significaría
vivir de la política para dedicarse totalmente a vivir para la
política: por lo tanto "los políticos profesionales no se ven
obligados directamente a buscar en la actividad política una
retribución , como ha de hacerlo obviamente el que carece
de bienes de fortuna propios".13
La preeminencia de los políticos profesionales en la so·
ciedad moderna no excluye el hecho de que estos persona·
jes en forma singular, han existido en todos los estados
patrimoniales como los referidos por Weber en sus investiga·
ciones sobre las civilizaciones orientales ; señala que "En el
curso del proceso político de expropiación ... surgieron al
servicio del príncipe las primeras categorías de políticos
profesionales en otro sentido, esto es, en el sentido de indio
viduos que no se proponían ser señores ellos mismos, como
los caudillos carismáticos, sino que entraban al servicio de
sefiores políticosH. 14
Así estos hombres no han pretendido ser líderes conduc·
tares, sino que se han puesto al servicio de un señor; pero
ha sido en el Occidente donde se generaliza esta profesión
que responde a un sentido de sus acciones que no tiene en
cuenta tanto la tradición o el carisma de un príncipe, como
la impersonalidad que el cargo político reclama a sus súb·
dito.
Es obvio en este planteamiento la necesidad de detectar
a esa aristocracia intelectual cuya función consistiría en

13 Max Weber, /:,'conomio y Sociedad, p. 1067.


14 Max Weber, /:'conomia y Sociedlld, p. 1062.

120
representar los intereses del Estado-Nación alemán ; esta
presunta autonomía de los ciudadanos parlamentarios y
esta vocación por tales "grandes problemas" está ineludible-
mente enlazada a la autonomía intelectual de esta élite de
profesionales políticos que viven para la política. No hay
dudas que esta concepción difiere en extremo con la de
Antonio Gramsci, quien concibe al intelectual como perte-
neciente a una determinada clase o grupo social que genera
sus propias categorías especializadas de intelectuales, como
grupos sociales que nacidos y vinculados a una función
esencial del mundo de la producción económica genera
unos "intelectuales que le dan homogeneidad y conciencia
de la propia función, no sólo en el campo económico, sino
también en lo social y en lo político"."
Aquí es importante tener en cuenta esa distinción grams-
ciana entre intelectuales tradicionales y orgánicos, las dos ma-
neras mediante las cuales "los inlelectuaIesn aparecen en la
historia particular de una clase social; por un lado, tal clase,
como dijimos, genera su propia categoría de estos profesio-
nales del pensamiento "destinados" (en el más puro concep-
to del "calling" weberiano) a organizar la cohesión social,
y la aproximación y cooptación de otros intelectuales "pre-
existentes" que "aparecería representando una continuidad
histórica ininterrumpida aún por los más complicados cam-
bios en las formas políticas y sociales" y del cual son ejem-
plos típicos los eclesiásticos y la aristocracia de la toga
(abogados).
De tal manera donde evidentemente se separan Weber y
Gramsci es en las raíces sociales de la profesionalización;
para este último, son las relaciones económicas la base fun-

15 Antonio Gramsci, Los intelectuales y la of"K'lnizQción de 14


culturo, Juan PabIos Editor, México, 1975, p. 11.

121
damental e impelente de la actividad profesional orgánica y
su calidad de ciudadano expresa una simple mediación, un
instrumento para organizar el consenso de los dominados
en el interior de una sociedad objetivamente conflictiva.
Pero ambos acentúan que lo que importa es la función
directiva y organizativa, es decir, diña Gramsci, "educativa
o sea intelectual", porque como bien lo expresa: "Un co-
merciante no entra a formar parte de un partido político
para hacer el comercio, ni un industrial para producir más y
a costos disminuidos ni un campesino .. .',16
El hecho de que todos los hombres se vean envueltos en
la política no significa que todos ellos se dediquen espec(fi.
camente a la actividad de acumulación de fuerzas y disputa
cotidiana del poder o de su influencia; de la misma manera,
dice Gramsci'7 ''todos los hombres son intelectuales pero
no todos los hombres tienen en la sociedad la función de
intelectuales ya que éstos no son más que los empleados
del grupo dominante para el ejercicio de las funciones subal·
ternas de la hegemoma social y del gobierno político".

v
Si bien la racionalidad'· weberiana serla la forma histórica

16 ldem . . p. 14.
17 ldem .. p.18.
1a Parece necesario señalar que la racio nalidad weberiana se re-
fiere a una capacidad de selección de ciertos medios idóneos, efica-
ces para alcanzar y realizar los fines propuestos y concebidos por la
pasión. Por ello la racionalidad en Weber nada tiene que ver con el
humanism o iluminista que concebía a la razón como una lámpara
capaz de esclarecer y alumbrar y desentrañar t.odos los problemas
de la humanidad. La racionalidad wcheriana no cancela la QtUlrqu{a

122
que asume la modernidad en la Europa Occidental, esto
mismo descartaría la viabilidad pr~ctica de una revolución
plebeya, porque esa racionalidad como difusión de especia-
1ismos es ya una relación social que se impone sobre la vo-
luntad de los individuos. De tal manera "la comprensión"
de las acciones sociales habóa dado progresivamente un pa-
so gigantesco en los últimos 500 años de la humanidad por-
que ha logrado generalizar las acciones sociales con arreglo
a fmes, en desmedro de las otras acciones sociales con arre-
glo a valores, efectivas o tradicionales. La previsibilidad, ele-
mento indisociable de las relaciones sociales capitalistas fun-
dadas en el derecho formal se debate y lucha para resolver
como dice Marx" ese conflicto demoniaco que atraviesa al
capitalista individual entre el instinto de acumulación y el
instinto de goce.
Lo que intenta fundamentalmente Weber en pro de la
defensa del Estado Nación alem~n es institucionalizar los

en la producción capitalista porque el capitalismo es un conjunto de


capitalistas, pero si le otorga un lugar que es el mercado en la esfera
de la economía como el parlamente en la esfera política.
De todas maneras el concepto de racionalidad de Weber se pres-
ta a ciertas imprecisiones y como dice Giddens, aparece utilizado en
su obra designando tres conjuntos de fenómenos relacionados
entre sí: "1) El que denomina unas veces (visto en su aspecto po-
sitivo), 'intelectualizaci6n' y otras (visto en el negativo) 'desen-
cantamiento' del mundo ; 2) El desarrollo de la racionalidad en
el sentido de 'consecución metódica, de un fm detenninado de
manera concreta y de carácter práctico mediante el empleo de un
cálculo cada vez más preciso de los medios apropiados; 3) el desa-
rrollo de la racionalidad en el sentido de formación de éticas Que
se orientan en forma sistemática y sin ambigüedades hacia metas
fijas. Antony Giddens, PoUtica y SociologJÍl en Max Weber, Alian-
za Editorial, Madrid, 1976, p. 68.
19 El trabajo de Webcr sobre la ética protestante es un alegato en
favor del ahorro y del trabajo y en contra del ser social feudal tradi-
cional y prccapitalista.

123
enfrentaJ1Úentos políticos (entre ciudadanos), establecer
reglas del juego , normar, codificar la lucha para hacerla pre-
visible y que se puedan así aplicar las reglas de la racionali-
dad; la comprensión de las acciones sociales en la sociedad
moderna presupone conductas racionales, cálculo, formas en
fm opuestas a lo mágico y a la geomancia, obstinado patri-
monio del "Oriente". Esta es su propuesta para conducir y
ordenar la complejidad en ascenso del capitalismo : la suma
de tecnócratas y políticos profesionales con vocación que
en el parlamento prueban su capacidad de conductores, de
caudillos de una nación.
Para eUo necesitaba deslegitirnar intelectualmente tanto
el reaccionario decadente de los Junkers, como el "dile tan·
tismo" de los espartaquistas a los que obsesivamente dedica
numerosas páginas de sus escritos discutiendo principalmen-
te las condiciones sociales en las que era posible la democra-
ci directa diciendo "se Uama democrática por dos razones
que no coinciden necesariamente: 1) porque se basa en la
suposición de que todo el mundo está en principio igual-
mente calificado para la discusión de los asuntos comunes.
2) Porque reduce a lo mínimo el alcance del poder de man-
do ... es la forma de gobierno que tiene lugar en asociacio-
nes que presentan la siguientes características: a) limitación
local, b) limitación en el número de participantes, e) poca
diferenciación en la posición social de los participantes, d)
tareas relativamente simples y estables y a pesar de eUo, e)
una no escasa instrucción y práctica en la determinación
objetiva de los medios y fmes apropiados".2'
La propuesta parlamentaria como un medio técnico para
recomponer el Estado alemán se plasmó fmaImente en la
Constitución de Weirnar que se postulará como la expresión

1: o Max Weber, Econom{Q y lociedJId. p. 701.

124
democrática de la revolución burguesa, aunque previamente
necesitaría aniquilar militarmente la revolución obrera berli-
nesa. Lo cierto es que Weimar también puede entenderse
como una contrarrevolución burguesa que asumió fonnas
democráticas para dirimir los enfrentamientos sociales una
vez que el sujeto contestatario fuera aplastado.
No obstante que la propuesta weberiana fue implementa-
da en diversos países y bajo distintas circunstancias, la de-
mocracia parlamentaria guardó para sobrevivir cierta rela-
ción necesaria con el proceso de acumulación de capital;
cuando tal relación entraba en "stress" se adoptaban solu-
ciones que la anulaban completamente o se le adecuaban los
parámetros de su conducta que tendía a desbordarse; así
la República de Weimar a la que Weber había contribuido a
su creación se desplomó defInitivamente en 1932 pese a haber
convocado a la inteligencia alemana y a la sensibilidad del
mundo en su defensa; como irónicamente señala Ramos
Oliveira: "Severing había jurado que sólo por la fuerza sal-
dría del gobierno de Prusia, y por la fuerza ha salido. Los
ministros socialistas creen que han cumplido con su de-
ber".21

VI

El pensamiento socialista revolucionario alemán no había


dejado nunca de utilizar aquella propuesta de la democra-
cia directa que evocaba la Comuna de París, que aunque
ahogada en sangre por Thiers y sus aliados para el caso , los

21 A. Ramos Oliveira, Historio socUzl y polltica de Alemania.


Tomo 11, México, 1973 , p. 50.

125
alemanes, era "un fantasma que recoma Europa" yactuali-
zado por la revolución Rusa. A ello contribuían ciertos
marxistas mecanicistas que apuntaban a una puntual corres·
pondencia entre estructura económica desarrollada y forma
po](tica, la que se ofrecía para administrar el reino de la
abundancia de los países del "Occidente".
Es que el siglo XIX, es el siglo de las revoluciones plebe·
yas y desde la izquierda; después de la Revolución Francesa
la burguesía advierte que el peligro principal que debía pre-
venir y anular era la subversión, el pueblo en armas y en la
calle, escenario donde se podía dirimir el enfrentamiento
por el poder. Debía civilizar, dejar entrar el enemigo en la
"casa" para que juntos asuman la responsabilidad de admi·
nistrarla; así, desde el momento que entra en la casa queda
involucrado en la resolución de los problemas de la sociedad
en un conjunto, se civiliza, se ciudadaniza; deja de ser el
representante de su clase para ser el ciudadano representan-
te de toda la sociedad." Quedan afuera los no proletarios,
los no asalariados, los marginados, los lumpen, esos sectores
"no dignificados" por el trabajo y el ahorro que ocupan la
calle con su mundo cuasi delictual y anormal; mientras los
obreros si alguna vez ocupan ese espacio, lo hacen transito·
riamente y sólo como visitantes porque su lugar pasa a ser
las asociaciones sindicales y el parlamento. De tal manera
el proletariado industrial va siendo penetrado por la ideolo·
gía burguesa, que quiere decir que se instalan en su concep-

22 Como diría Rayrnond Aron. "el proletariado debe delegar el


poder en representantes y éstos dejan de ser proletarios en el mo-
mento en que empiezan a dirigir una fábrica, una corporación o un
ministerio. La burguesía en el poder sigue siendo la burguesía mien-
tras que los proletarios en el poder ya no son proletarios". Raymond
Aron, en Qase, Status y Poder, compilación de S. Lipset y R. Ben-
dix, Euroamérica, Madrid, 1972, Tomo II, p. 15.

126
ción del mundo los valores acullados por sus enemigos de
clase y que se expresan en la dicotomía entre lo moral y lo
inmoral, lo justo y lo injusto, lo honrado y lo deshonesto,
lo normal y lo patológico. En concreto, y en la medida en
que se fueron extendiendo las relaciones sociales capitalis·
tas, traducidas en la capacidad de asalariar cada vez a un
mayor número de personas, se lograba en buena medida que
los trabajadores pugnaran por no quedar fuera de tal proce-
so que se constituía en la única posibilidad de producir su
existencia. Y con ello, el resguardo de las "fuentes de traba-
jo" por parte de los propios asalariados.
De esta manera, empleador de fuerza de trabajo y vende-
dor de fuerza de trabajo, vinculados por una relación social
al margen y por encima de sus voluntades, se proponen ob-
jetivos no antagónicos: unos asalariar y los otros asalariarse ;
esta es la base real, las reales condiciones sociales que invo-
caba Lenin en su "Qué hacer" cuando se refería al trade-
unionismo de los obreros ingleses, el que estaba fundado en
las necesidades de ponerse a la defensiva ante la explotación
capitalista. Por lo tanto, para él, la pertenencia al partido no
podía descansar sólo en el origen de clase de los hombres,
sino en su praxis producto de una conciencia revolucionaria
abonada por el conocimiento teórico. El juicio de Marx de
que la salvación de los trabajadores será obra de los trabaja-
dores interpretada en forma reduccionista, alimentó y ali-
menta las tendencias obreristas, sindicalistas y económicis-
tas siempre presentes en la historia del movimiento obrero.
Tomar la iniciativa poütica por parte de una fuerza so-
cial, pasar de las acciones defensivas al ataque sobre las posi-
ciones sociales del adversario, requiere previamente no s6lo
concebir el bando enemigo como antagónico, sino también
fundar un objetivo del que es necesario apropiarse y que es
valorado científicamente como la cancelación de la repro-

127
ducción de la situación anterior. Pero he aquí donde reen-
contramos el pensamiento weberiano sobre la política como
un resultado de la relación entre la pasión y la ciencia; "la
política se hace con la cabeza y no con otras partes del
cuerpo o del alma. Y sin embargo la entrega a una causa
sólo puede nacer y alimentarse de la pasión, si ha de ser una
actitud auténticamente humana y no un frívolo juego inte-
lectual ... la causa al servicio de la cual el político lucha por
el poder y lo utiliza, se presenta como una cuestión de
fe",13
Líder y masa tienen para él una adscripción vitalista, de
pasión, ideas tributarias del romanticismo alemán; la razón
no sería para Weber una fuerza vital, sino sólo una organi-
zación de fuerzas preexistentes y por lo tanto de su calcula-
bilidad, de su factibilidad; en síntesis el cálculo y la previ-
sión como lo opuesto y sustitutivo a lo mágico. La razón
weberiana no se ofrece como competente o idónea para
fundar válidamente los fmes, los que se pueden obtener o no
obtener, pero no se puede con ella validar; los fmes socialmen-
te valorados trascienden y escapan a esta ciencia del cálculo y
de la técnica para obtenerlos; los ideales polmcos no ten-
drían una fundamentación racional; no es competente en la
fundamentación de los valores y por lo tanto no se podrá
comprobar si la democracia es mejor que la autocracia en
abstracto, como fuera el caso de la Alemania guillermina,
sino en relación a un objetivo propuesto, casi podríamos de-
cir histórico coyuntural.
De tal manera, sostiene Weber, los valores del socialismo
quedan reducidos a una cuestión ética que no puede ser re·
suelta científicamente por la política; se reducirfa a un jui-

23 Max Weber, Economla y Sociedad, p. 705.

128
cio· de valor tal como los religiosos o morales. El materialis·
mo histórico será una más de las tantas "invenciones" origi-
nadas en la pasión.

VII

Es posible suponer que los cambios morfológicos del capita·


lismo han sido producto también de la fuerza estructural
que el reformismo obrero ha impuesto en el sistema; pero
esto no autoriza a pensar que Se transita lentamente, pero
sin pausa a la transformación del sistema mediante etepas
donde los monopolios y el capital fmanciero vayan resig·
nando el poder, una fuerza material por medio de la cual
hasta ahora, han adecuado la democracia a los requerimien-
tos de la ley del valor.
No obstante ello, si bien la ley del valor es el fundamen·
to y la esencia de la sociedad y el Estado en el capitalismo ,
en el interior de este modo de producción coexisten dentro
de la clase dominante fracciones sociales con intereses con-
tradictorios entre sí; estas requieren específicamente de
condiciones políticas para su desarrollo particular, como
reordenar el mercado, la administración pública, sus propias
fuerzas y esto se logra frente a otras fracciones capitalistas
que le oponen otro proyecto ordenador. La distribución de
las cargas impositivas, por ejemplo, siempre han significado
una de las formas que adquieren los enfrentamientos entre
las distintas fracciones del capital.
Con absoluta franqueza Weber sostiene que "Nos intere·
sa aquí no el problema de la democratización en la esfera
social, sino sólo el del sufragio democrático, es decir, el
sufragio igualitario y su relación con el parlarnentarismo"l4

24 Max Weber, "Parlamento y Gobierno ... ", p. 138.

129
reafumando la solución del medio técnico adecuado a los
fmes propuestos que no es otro que el engrandecimiento de
la civilización capitalista. Sus preocupaciones no estaban
fmcadas en la sociedad tal cual era (pobreza·represión·des·
empleo-colonialismo·guerra), sino en un cierto desasociego
o pesadumbre espiritual de una fracción de la sociedad, que
él representaba, que no puede vivir aherrojada por el autori·
tarismo o por el "espíritu coagulado" tan ajenos a las fanta-
sías ilurninistas de la Declaración de los Derechos del Hom·
bre y del Ciudadano. Así es legítimo preguntarse si la demo·
cracia puede ser vista como el resultado de un progreso de la
racionalidad que ha tendido y tiende a que todos los hom-
bres sean iguales ante la ley, o a una determinada forma de
ejercer el poder, de dominar por parte de las clases positi·
vamente privilegiadas al complejizarse las relaciones socia-
les capitalistas. Ante ello nos señala Negri: "no es la como
plejidad lo que destruye la democracia, sino la modificación
drástica de la fuente de soberanía ... sino fuera por las
luchas obreras y el contrapoder que las masas ejercen coti·
dianamente no existiría libertad alguna"." Además la de·
mocracia parlamentaria no ha sido una ordenación natural
(conforme a la naturaleza de las cosas diría Montesquieu),
sino que pertenece al campo de los ordenamientos sociales;
esto tiene que ver con el poder, con la fuerza, con la base
social que está presente en la postulación de un orden de-
mocrático para realizar los enfrentamientos confonne a sus
reglas. Cuando Weber se refiere al medio específico que dis-
tingue al Estado, la coacción física, está señalando la posibi·
lidad de que sea utilizada por el gobierno , como la institu-
ción estatal fundamental; tal aparato, que si bien es un

25 Antonio Negri, en Palos 2/3 México, 1981, p. 81 y siguientes.

130
elemento permanente, esencial podríamos decir, es de-
pendiente en defmitiva de las relaciones sustantivas que
se consolidan a nivel de la sociedad civil, y es utilizado para
distintos fmes y con diferentes niveles de consenso ase
cerno referido a particulares alianzas de clases en formas
estatales que han sido caracterizados por ejemplo en Latino-
américa como el Estado oligárquico, o liberal o populista o
corporativo y todos situados al interior de formaciones
sociales capitalistas_
La poJ(tica para Weber adquiere dos caras de una misma
moneda; un fm, y un medio. Con respecto a los fmes, no
son otros que la aspiración a participar en el poder o a in-
fluir en la distribución del poder entre los distintos estados
o dentro de un mismo estado entre los distintos grupos
que lo componen; se trata pues de apropiarse del poder, o
de expropiarlo, o de redistribuirlo; consecuentemente seña-
la que el poder está distribuido en la sociedad, y sus porta-
dores son: las clases, los estamentos y los partidos. Como
la sociedad es una asociación de dominación, tal distribu-
ción del poder entre los tres órdenes señalados y al interior
de ellos, no es de carácter igualitario, y por lo tanto no es
una asociación de dominación pacífica sino de lucha, de
enfrentamientos. Y al estar distribuido el poder entre tales
sujetos situados en düerentes niveles (órdenes), no existe
una tendencia exclusiva a perseguir intereses económicos;
no toda dominación se sirve de medios económicos para
sostenerse y conservarse, como por ejemplo la lucha por
el honor social entre y al interior de los estamentos, o por
el poder poJ(tico entre los partidos.
Capitalismo y modernización forman para Weber un ne-
cesario punto de llegada comenzado a fmales de la Edad
Media con la disolución de los vínculos personales, las leal.
tades, y ese flojo vínculo feudal incapaz de superar las

131
adscripciones señoriales. Por lo tanto, fue necesario que se
destruyeran tales relaciones sociales y se fueran construyen·
do otras para la aparición del funcionario burocrático , "ba·
sado en el empleo, el sueldo, la pensión y el ascenso, la
preparación profesional y la división del trabajo, en compe·
tencias fijas, en el formalismo documental y en la subordi·
nación y la superioridad jerárquica".'·
Es cierto que dentro de los tres tipos ideales de domina·
ción enunciados por Weber, el tradicional, el carismático o
el burocrático legal, es este último el único capaz de organi·
zar eficiente, racional y "administrativamente" un aparato
de gobierno acorde con el modo de producción capitalista.
Por ello, lo cambiante pero también lo permanente en la
historia de la humanidad es una estructura de dominación ,
como modo característico general en que se efectúa la rela·
ción entre el señor o señores" (dirigentes cuyo poder de
mando efectivamente ejercido no procede de una delega.
ción de otros señores) y el aparato de mando, (conjunto de
personas que se ponen a disposición de los señores colabo-
rando en la conservación de la dominación) y los súbditos.
Una relación de dominación de hombres sobre hombres,
lograda por haber reclamado y conseguido el éxito en el
monopolio de la coacción física se encontraría en la natura-
leza de todo Estado según Weber, naturaleza que se centra
en el medio específico que utiliza o amenaza utiIizar: la
fuerza física; de tal manera esta asociación de dominio que
es el Estado se diferencfa de la asociación hierocrática por-
que la amenaza y la aplicación de la fuerza física por parte
de un cuadro administrativo es la característica de la pri-

26 Max Weber, Econom(Q y Sociedad, p. 1060.


27 Max Weber, EconomÚl y Sociedad, p. 70S.

132
mera y la amenaza de la coacción síquica es el medio que
utiliza la segunda.
De esta última,la Iglesia es su figura institucional porque
sus cuadros orgánicos administran los bienes de salvación
y ese hecho administrativo es el fundamento de la domina·
ción espiritual de tal asociación hierocnltica.
Para Weber la sociedad es un fenómeno político ya que
es una asociación de dominación y los distintos tipos de
sociedades se caracterizan por sus distintos tipos de domi·
nación que prevalecen en momentos históricos, aunque en
la realidad no se presenten en una forma pura.
No obstante afirmar repetidamente que "no hay paz en
la lucha económica por la existencia" no excluye con ello la
necesidad de reglar tal lucha; así la confianza, la buena fe y
la seguridad en las transacciones características de un mero
cado, deben ser aseguradas por el monopolio de la coacción
física estatal, y por el derecho formal y calculable. Siempre
en el marco de las condiciones necesarias para que se desa-
rroUe el capitalismo, reflexiona : "pero este derecho forma·
lista es calculable. En china puede ocurrir que un hombre
venda a otro una casa, y pasando un tiempo vuelva a él
y le exija la devolución, porque se ha emprobrecido. Cuan·
do el comprador, en el Derecho Chino, desatiende el man-
damiento antiguo de ayuda al prójimo, los espíritus se
indignan; así el vendedor empobrecido volvía de nuevo a la
casa ocupándola como arrendatario forzoso sin pago de al-
quiler alguno. Con un derecho de e.ste modo estructurado
apenas podía trabajar el capitalismo; lo que este necesita es
un Derecho que pueda calcularse como una máquina; los
puntos de vista rituales y mágicos no desempeñan papel
alguno".28

28 Max Weber, Historia Económica General, p. 28.

133
Lo propio de Weber es el desarrollo de una teoría ael es-
tado entendido como una asociación de dominación apo-
yada en el monopolio de la coacción física legítima que al
negarlo con mero reflejo de intereses económicos de frac-
ciones capitalistas, le adscribe un cierto "elan" vital que se
encuentra y personillca en los politicos profesionales sin
pertenencia concreta a clase o estamento alguno. En la vida,
diría, no se persigue sólo el goce económico, sino el poder,
la dominación , un principio ético. El capitalismo moderno
no persigue el lucro y la ganancia, persigue el ganar; y esto
presupone poder-fuerza para recrear esas condiciones socia-
les distintas del ámbito donde se desarrollaba otro persona-
je social aventurero, nómada, itinerante y paria, propio del
capitalismo comercial de la antigüedad.
Es necesario recordar que Weber sostiene que "Existe ca-
pitalismo dondequiera que se realiza la satisfacción de ne-
cesidades de un grupo humano, con carácter lucrativo y por
medio de empresas, cualquiera que sea la necesidad de que
se trate ... la premisa más general para la existencia del ca-
pitalismo moderno es la contabilidad racional del capital
como norma para todas las grandes empresas lucrativas que
se ocupan de la satisfacción de las necesidades cotidia-
nas . . ."'9 Y que si bien las premisas de tales empresas des-
cansan en la apropiación de todos los bienes materiales de
producción, la libertad mercantil, la técnica racional, el
derecho racional o sea formal, el trabajo libre (como perso-
nas obligadas a vender su fuerza de trabajo) y la comerciali-
zación de la economía, no encontramos la categoría mer-
cancía como objetivación de la teoría del valor-trabajo.
Esto no es una señalización trivial, sino que alerta sobre un

29 Max Weber. Historio Econ6mica General, FCE, México, 1974,


p. 236-7.

134
sincretismo de ciertos "posmarxistas", empefiados en sefia-
lar rasgos humanísticos y democráticos en el capitalismo
prevenidos por las palabras de Max Weber de que la so-
cialización creciente implicaba también burocratización
creciente.
La premisa necesaria del trabajador formalmente libre a
la que alude, nada tiene que ver para él con la acumulación
originaria y sí con el pecado original de la pereza que com-
batieran las sectas religiosas protestantes en los siglos XVI y
XVII. Elude reconocer que el capitalismo tampoco es una
empresa para la satisfacción de las necesidades primarias
de todos, sino de aquellos que pueden practicar algún inter-
cambio para satisfacer tales necesidades, intercambio basado
en un acuerdo sólo formahnente libre de la voluntad. Reco-
nocer tales elementos le llevaría a un juicio no sólo racional
formal sobre tal sistema, sino también a una cierta raciona-
lidad material teñida innegablemente de valores y de prin-
cipios éticos.
La dominación burocrática a la que tanto teme Weber,
apegada a las formas, evitando la casuística y comportándose
conforme a reglas estatutarias generales es conducida a ses-
gar su comportamiento confonne a las relaciones de fuerza
que se enfrentan en la sociedad. A diferencia de la imagen
del "espíritu coagulado" la burocracia palpita y responde
a estímulos exteriores y adn ajenos a la ley; no es casual
que la hermenéutica jurídica tenga orientaciones que varíen
con el tiempo, quiero decir que mantiene una cierta sensibi-
lidad al acontecer exterior.
Pese a cierto tono ambiguo, parece estar de acuerdo con
lo anterior cuando dice: "pero hay que considerar qU,e la
burocracia en sí misma es un instrumento de precisión,
puede ponerse al servicio de muy diferentes intereses de
dominio, tanto de tipo político, como económico o de otra

135
índole" 3. Lo que pennite luego establecer la tensión, ca-
racterística de su pensamiento : la relación entre democracia
y burocracia al aceptar resignadamente la organización bu-
rocrática pero oponerse a su dominio_ La burocracia le pare-
ce inevitable , y eficiente por esa legalidad abstracta' que la
rige y que expresa la modernidad, pero lo que lamenta es
el poder que ejerce; contra eno opone no sólo ciertos "idea-
les" como la reconstrucción de una Alemania poderosa,
sino un medio, un medio técnico racional para controlar
a la burocracia y para alcanzar aquenos ideales, ideales que
no podrían alcanzarse por medio del dominio burocrático
y tampoco por la democracia salvaje por los espartaquistas.
En la defensa del parlamentarismo no es ajeno a las críti-
cas que estaba recibiendo tanto de los conservadores que se
referían al cretinismo parlamentario, como de la izquierda
radical que le acusaba de encubrir la explotación capitalis-
ta; por eno, y reconociendo en parte tales críticas que to-
maban como ejemplo a Gran Bretaña, dice: "Sin embargo
no carece de valor la existencia del Parlamento porque fren-
te al hombre de confianza cesarístico (de hecho) de las
masas garantiza en Inglaterra: 1) la continuidad; 2) el con-
trol de su posición de poder; 3) el mantenimiento frente a
él de las garantías jurídicas burguesas; 4) una forma ordena-
da de los méritos de los políticos que aspiran a la confian-
za de las masas en el marco del trabajo parlamentario y
5) una forma pacífica de eliminación del dictador cesa-
fístico una vez que ha perdido la confianza de las masas".3.
¿Por qué se propone para recomponer el Estado alemán
el papel central del parlamento? si reconoce que "En el Es-

30 Max Webe;. "Economía y Sociedad ... " p. 743.


31 Max Webcr, /dem , p.l110.

136
tado moderno, el verdadero dominio , que no consiste ni en
los discursos parlamentarios ni en las proclamas de monar-
ca, sino en el manejo diario de la administración, se encuen~
tra necesariamente en manos de la burocracia, tanto militar
como civil" .32
Porque en el contenido de la dominación no se agota el
quehacer estatal; la forma moderna de la dominación estatal
es la derivación lógica de haber detectado que sociológica-
mente el Estado, todo Estado, sólo puede definirse en últi-
ma instancia a partir de un medio específico, que lo mismo
que a toda asociación política le es propia, a saber: el de la
coacción física.
Pero falta algo más que distinguiría a un Estado de otro
en el acontecer diario; las funciones de sentido que cumple
el Estado, y que como diría Herrnman Hener" trata de
armonizar todas las oposiciones de intereses organizando
la cooperación social-territorial.

VID

El pensamiento social-demócrata sobre la democracia en


el capitalismo reconocía la tensión que caracterizaba la
separación entre la dirección poütica y el acontecer econó-
mico pero luchaba, ideológicamente, en el sentido de eman-
cipar el estado de las influencias económicas privadas. Para
eno requería fortalecer los órganos políticos que apuntala-
rían la independencia económica del Estado, para asegurar
así la neutralidad que permitiera armonizar los intereses

32 Max Weber. ldem.


33 Hennann Heller, Teoría del Hstado, FCE, México.

137
sociales en pugna.
La emancipación del Estado de las tensiones económicas
privadas, le otorgaría por lo tanto una real independencia
que garantizaría asimismo una cierta neutralidad cuya ex-
presión cotidiana no sería otra que una política autónoma.
Estas ideas devengaron en matizar la autonomía estatal por
medio de la "autonomía relativa" del Estado en la sociedad
capitalista el que unido de una singular "conciencia de cla·
se" histórica trasciende los intereses singulares, corporati-
vos, de fracciones capitalistas que pretendían instrumentar-
Io para su exclusivo modelo de acumulación poniendo en
peligro el sistema en su totalidad.
No obstante que las prácticas estatales han sido explica-
das recurriendo a teorías tales como la autonomía relativa
del Estado, la dependencia estructural, o el simple instru·
mentalismo, tales prácticas son históricamente contingentes
ya que en el Estado se incorporan criterios políticos (basa-
dos en la correlación de fuerzas a nivel de la sociedad civil)
en la organización y asignación de recursos en el proceso
de acumulación, suplantando los criterios del libre juego de
las fuerzas económicas en el mercado.
La idea de autonomía relativa del Estado fundada en la
triple relación entre los capitalistas, los trabajadores y la bu-
rocracia estatal, sintetiza la relación de esta triada y por lo
tanto de la racionalidad capitalista como la conciencia de la
reproducción necesaria del sistema en su conjunto.
Ahora bien , la relación entre los tres sujetos se movería
aloeadamente en el plano de la sociedad civil, porque a su
vez cada sujeto principal (capitalista.trabajado;) estaría
compuesto de múltiples sujetos más particulares, (hasta lle-
gar a los individuos) en lucha entre sí para imponer la con-
ducción de sus "pares" y presentar un sujeto homogéneo en
la "relación" (negociación). Y no sólo ello : si en el plano de

138
la sociedad civil se relacionan sólo dos sujetos, ¿qué opera-
ción genética-intelectual habría producido el nacimiento o
la aparición en la sociedad política de un tercer sujeto , el
Estado? La respuesta gira alrededor de concebir al Estado
como una relación social de dominación que se constituyó
paralelamente a la sociedad capitalista_ Una asociación de
dominación que aún modificándose la dupla capitalista-asa-
lariado, se mantiene como un ordenamiento separado y no
"atado" necesariamente a las relaciones de fuerza originadas
en la lucha económica, a ese aspecto parcial de la lucha de
cIase_ Pero , si capitalista y asalariado se presuponen por ser
el producto histórico no de una génesis extraeconómica,
como le señala Marx a Proudhon, sino precisamente como
"la génesis histórica de la economía burguesa, de las formas
de producción que alcanzan su expresión teórica o ideal a
traves de las categorías de la economía política"" el Esta-
do no puede dejar de ser una expresión también de la géne-
sis histórica de la economía burguesa, de la economía polí-
tica.
Pero además, este concepto de autonomía relativa del
Estado oscurece la manifestación política de una estructura
social dividida en cIases, en la que la propiedad o no propie-
dad de los medios de producción es su base material_ La
calidad arbitral del Estado como "burgués colectivo ideal"
(sic), es simplemente ideal y no real; queremos decir con
esto que el Estado lleva a cabo un política económica que
siempre es la expresión de una fracción de la burguesía que
hegemoniza (dirige-conduce) a las otras; si bien puede modi-
ficar con su fuerza aspectos de la artIculación social, nunca
deja de mantener una estructura social desigual porque pre-

34 Karl Marx, Grnndrisse 185 7058, op. cit., p. 449.

139
cisamente es una relación de dominio que reproduce el
modo de producción capitalista. Esto explicaría por ejem·
plo las reformas agrarias, o las distintas políticas fIscales,
expresión de una determinada fracción social dominante
en alianza aún con sectores de las fracciones asalariadas.
De tal manera la cuestión de la autonomía relativa del
Estado tanto referida a la sociedad civil en su conjunto, o
reducida sólo al conjunto de las clases dominantes, se ofrece
para enfrentar a la idea del Estado-instrumento. En aquella
idea del burgués colectivo ideal, la autonomía relativa se
encuentra ligada a una fracción de la burguesía que se uni-
versaliza como conciencia de todos los capitalistas y ningu-
no en particular y que se encama en la burocracia estable-
ciendo una relación de dominación poütica; en su accionar
concreto, la burocracia no puede esperar a la relación básica
de toda asociación, que es una relación social de domina-
ción; ¿entre quienes?: en el ámbito del mercado entre posi-
tivamente privilegiados y negativamente privilegiados en
cuanto a la propiedad de los medios de producción. En el
ámbito de la distribución e influencia del poder, o sea en el
orden político, éste no debe reflejar mecánicamente tal or-
den económico para poder sustentar la idea de la autono-
mía relativa con respecto a la sociedad en su totalidad.
Así, sólo una concepción de lo social que separe orgáni-
camente la sociedad civil del Estado, permite el análisis de
la burocracia como una clase universal cuya actividad está
orientada al bien común, al beneficio de todos, organizando
la cooperación social autónoma diría Hermann HeDer. En
este sentido la concepción de Marx acerca del Estado en-
frenta tanto la posición hegeliana de la burocracia como
clase universal, como también la utilización de la fuerza
estatal como destinada al bien común o al interés general.
Su concepción es instrumental acerca del Estado, como un

140
aparato a! servicio de la clase dominante lo que significa una
radica! inversión con respecto a concebir a! estado como
una fuerza mora! y material a! servicio de una concepción
ética, el espíritu ético, en cuanto voluntad patente diría
Hegel en su Filosofía del Derecho.
Por ello seña!a Marx refIriéndose a la distinción hegelia-
na entre Sociedad Civil y Estado, que "la identidad que ha
construido entre la Sociedad Civil y el Estado , es la identi-
dad de dos ejércitos enemigos, donde todo soldado tiene
la "posibilidad" de llegar a ser, mediante la "deserción"
un miembro del ejército "enemigo".3S

IX

Para Weber el Estado moderno es un resultado histórico en


el que convergen, 1) un Estado de derecho en cuanto a su
contribución y funcionamiento en base a normas juridicas
formalmente legítimas; 2) un Estado burocrático en cuanto
dispone de funcionarios administrativos con calidad profesio-
na! para llevar a cabo la selección de medios adecuados, y 3)
un Estado que ha monopolizado con éxito la violencia en el
interior de un territorio habiendo expropiado las condicio-
nes para que otros puedan ejercitarla.
Weber se refiere a! resultado "ha monopolizado con éxi-
to . . ." dice, pero omite señalar cómo se reclutan, organi-
zan, dirigen las fuerzas sociales que expresan una fuerza
material que logra el monopolio de la coacción y que ade-
más logre que ta! monopolio sea reconocido como legítimo.
Ta! monopolización con éxito de la coacción por parte

35 Karl Marx, Cn'tica Q lIz filosofúz del Esttldo de Hegel, Grijalbo,


México, 1968, p. 65.

141
del Estado presupone no sólo la separación del trabajador
de los medios de producción originaria, sino también la se-
paración o desposesión de los propios capitalistas de los
medios de coacción_ Así el Estado estaría en condiciones
de aparecer como garante de las relaciones entre los sujetos
(empleadores y asalariados) y no como garante de los suje-
tos en sí mismos_ Pero los sujetos no se constituyen origi-
nalmente por una emergencia espontánea, sino como
producto de enfrentamientos sociales que destruyen-cons-
truyen relaciones sociales~ son ellas, las relaciones sociales
las que constituyen los sujetos, son su génesis; así es el
capital y no el dinero el que constituye por un lado a los
capitalistas y por el otro a los asalariados_
Weber es temeroso de que la burocracia estatal ahogue el
espíritu del empresario capitalista, del burgués emprende-
dor tanto en lo económico como en lo intelectual y artísti-
co, pero se entusiasma con un cierto parlamentarismo que
limitaría los excesos egoístas; ideas similares impulsaba
Berstein en su mensaje al congreso de Stuttgart cuando
sostenía que paulatinamente iban desapareciendo en el
dominio político los privilegios de las burguesías capita-
listas ante el progreso de las instituciones democráticas,
apuntaladas por la extensión del sufragio que posibilitaría
que el mayor número, impusiera su programa político_ El
economicismo berosteniano creía que todos los pobres y los
trabajadores por el simple hecho de serlo votarían por la So-
cialdemocracia y con el gobierno en sus manos, el socialis-
mo se lograría con un simple decreto que legalizaría una
situación de hecho. Pero ¿cómo negarle a toda asociación
que sus acciones sociales están dirigidas o "mentadas" por
la "compensación de intereses" (a diferencia de la comuni-
dad) que luche con la fuerza por imponer su voluntad con-
tra la resistencia de otras asociaciones?

142
La solución weberiana fue tan ideológica como impracti-
ca en la Alemania de la posguerra: la competencia regulada,
o sea supeditada en sus fmes y medios a un orden determi-
nado no resistió los embates del nazismo. Si bien el poder
y la dominación,'· son plenamente distinguibles en térmi-
nos conceptuales en el pensamiento de Weber, no debemos
caer en la abstracción o en la metafísica de atribuirle a la
dominación un cierto halo espiritual que relega el concepto
a un comodín aplicable e innumerables situaciones de he-
cho. No hay dominación (esa legitimidad interior de la obe-
diencia, el "como si" obedeciere a la propia voluntad) sin
aparato, que quiere decir institución, organización, en defi-
nitiva cuadros que administren y por lo tanto reproduzcan
la forma específica de la dominación_
Por ello en el Estado moderno se puede distinguir esa
forma de dominación burocrática-racional-legal, que recae
en los cuadros de la burocracia, pero que no se agota en
ellos mismos puesto que las "razones de Estado" serían algo
así como una razón supraordenadora de la gestión del go-
bierno, a la cual también la burocracia se supedita. Y los
intérpretes de tales razones de Estado según Weber no se-
rían otros que los mejores ciudadanos, los mejores parla-
mentarios que por vivir para la política (como aquellos ho-
noratiores que añora) estarían en condiciones de abstraerse

36 ''Poder'' significa la probabilidad de imponer la propia volun-


tad, dentro de una relación social, aún contra toda resistencia y
cualquiera sea el fundamento de esa probabilidad. "Dominación de-
be entenderse como la probabilidad de encontrar obediencia a un
mandato detenninado, contenido entre personas dadas. "Disciplina"
la probabilidad de encontrar obediencia para un mandato por parte
de un conjunto de personas que en virtud de actitudes arraigadas,
sea pronta, simple y automá.tica". Max Weber, Econom(a y Socie-
dad, p_ 43.

143
de los mezquinos intereses corporativos o individuales.
Pero la dominación, o sea, "la interiorización del manda-
to" no se da de una vez para siempre: la creencia en la legi.
timidad , asociada al concepto de legalidad en el Estado mo-
derno, alcanza sólo para el comportamiento cotidiano en la
que lo burocrático juega un papel estrechamente ligado a
lo previsible. Pero más allá de eUo, una decisión como la na-
cionalización de industrias o bancos, afectación de bienes
para una refonna patrimonial, una guerra, una actitud que
afecte a sectores positivamente privilegiados, no puede ser
resuelta sin considerar el conflicto de intereses; la decisión
gubernamental siempre es la elección de alguna de las alter-
nativas posibles.

x
Si bien la pasión, el sentido de la responsabilidad y la me-
sura," son para Weber las cualidades decisivas en un políti-
co, el pragmatismo que en dermitiva postula rederme sus
alabanzas a la pasión de entrega a una causa, y por lo tanto
"al dios o al demonio que la gobierna". Un pragmatismo,
por lo menos así encubierto, que descalifica al socialismo
como posibilidad real de organizar el proceso de trabajo
para satisfacer las necesidades sociales sin la presencia del
empresario privado. No, otra cosa trata en dos de sus últi-
mos trabajos, ya jaqueado por los coletazos del derrumbe
del imperio zarista y el asalto de los bolcheviques al Palacio
de Invierno, así como de la revolución obrera en Alemania,
a la que califica como "un carnaval al que para embeUecerlo

37 Max Weber, "La Política como vocación", Tomo 11, p, 39,


op. cit.

144
se le da el orgulloso nombre de revolución". Me refiero a
"El Socialismo" de julio de 19 18 en el que hace un lúcido
análisis del Manifiesto Comunista a la luz de la Europa mo-
derna, y "La política como vocación n escrita un año des·
pués, en 1919.
Su análisis de la teoría de la pauperización creciente,
como de la ley de la concentración, así como de la teoría
del derrumbe del capitalismo retoma fundamentahnente
lo que se dio en llamar el Bernstein·Debatte para apoyar
en lo esencial la distancia que los partidarios del socialismo
evolucionista tomaron hacia el leninismo del Qué Hacer,
de Dos Tácticas en la Socialdemocracia, o El Estado y la
Revolución.
Sin embargo , no deja de estar sorprendido por la vitali-
dad que sigue demostrando la nueva organización estatal
rusa afmcada en los "soviets" pese al asedio de la Santa-A-
lianza y la guerra civil. Pero dice, "ella está en condiciones
de hacerlo porque es una dictadura militar no ya de genera-
les pero si de cabos, y porque los soldados que retoman del
frente cansados de la guerra han hecho causa común con los
campesinos hambrientos de tierra y habituados a un consu-
mismo de tipo agrario".38
Pero sostiene que sobre tales bases sociales y políticas no
sería posible la civilización y advierte contra el peligro de
que se pretenda imponer por parte de los socialistas revolu-
cionarios un régimen similar en Alemania aprovechando la
guerra y la desmovilización de los soldados del frente , más
la crisis que la derrota militar había producido. El marxis-
mo ortodoxo, o sea el evolucionista, repudiado sólo por la
"secta nativa" rusa se mostraba impotente en una leal dis·

38 Max Weber, "El Socialismo", en Escritos PoJiticos, Tom o 11 ,


Folios Ediciones, p. 248.

145
cusión de enfrentarlos. Weber, ante el Estado Mayor Aus-
tríaco, apela el mantenimiento del orden por medio de la
ley marcial cuando los presupuestos de la disciplina se po.
nen en juego y les dice: ''Pero entonces, cuanto más advier-
ta la tropa que sólo los intereses orientados a mantener la
disciplina y no los intereses de partido o de clase condicio·
nan el carácter de las organizaciones militares, y que como
consecuencia de ello sucede sólo aquello que en la guerra
es obviamente inevitable, tanto más indestructible seguirá
siendo la autoridad militar"'"
Podemos repetir entonces, que el problema que afronta
es la recomposición del Estado Alemán, el que disgregado,
anómalo , a la deriva, había perdido su capacidad de utilizar
la coacción física para el reorden de la sociedad civil. Nos
advierte que el monopolio de la coacción es el resultado y
no el punto de partida para reorganizar el Estado y por lo
tanto apunta sus reflexiones hacia la defensa de la institu-
ción parlamentaria, porque en ella residiría la posibilidad de
la previsibilidad, de la racionalidad en la medida de que im·
plica el compromiso de fuerzas antagónicas de dirimir sus
enfrentamientos de tal ámbito. Por ello su preocupación se
inicia a partir de utilizar un medio técnico que no es el ejér·
cito, sino la democracia parlamentaria capaz de reconstruir
una forma especial de dominación que se encontraba en
plena crisis. No propone recomponer la explotación capita-
lista por medio de un programa económico, porque para él
ya sea con capitalismo o con socialismo las necesidades
primarias de los hombres estarían satisfechas. El problema
radicaba en que en el socialismo la forma de dominación
burocrática adquiriría una omnipotencia capaz de coagular

3.
Max Weber, Idem. p. 252.

146
toda iniciativa humanista y por ello era imperioso revitalizar
cierto espíritu, cierta pasión, ciertos ideales que frenaran la
tendencia hacia la socialización.
A modo de cierto balance de las ideas de Weber sobre el
Estado y la burocracia , a la luz de los hechos históricos que
se sucedieron pueden señalarse algunas cuestiones que tie-
nen que ver con una redifusión de su pensamiento. Asisti-
mos otra vez a una nueva crisis de dominación del sistema,
aunque las referencias más repetidas apunten a señalar la
crisis económica-financiera. Los teóricos de la Trilateral
lo han indicado en diversas oportunidades porque de lo
que se trata no es de seguir produciendo un excedente , un
plusvalor, sino de la forma de apropiarse de él por parte de
las clases dominantes. En esto las reflexiones de Weber son
sugerentes, ya que no se detuvo a examinar el sistema a par-
tir de la ética marxista planteada fundamentalmente en el
primer tomo de El Capital, sino el tema de las relaciones
de poder y dominación. La teoría de la explotación del tra-
bajo , en fm, la teoría del valor trabajo, no le conmovían ;
sus preocupaciones apuntaban al perfeccionamiento del
Estado, a la recomposición del Estado Alemán, carentes de
ciertos valores-guías de la acción, como la religión, el nacio-
nalismo y el liberalismo.
En América Latina, dijimos, las formas de dominación
estatales recomeron en ciertos países una secuencia que
pasa según ciertas caracterizaciones por el Estado oligárqui-
co, el Estado liberal, el Estado populista y el Estado buro-
crático-autoritario. La modernización, la sociedad indus-
trial compleja, la responsabilidad de la gestión común, las
tareas de gobierno cada vez más especializadas fueron esta-
bleciendo los parámetros dentro de los cuales fue acotada la
participación política de las masas. Pero es que tales formas
estatales de dominación fueron una creación impuesta por

147
la fuerza de unas ideas por encima de las relaciones materia-
les y sociales? ¿Puede agotarse el análisis y la explicación de
tales "fonnas" sin recurrir a la modificación de las alianzas
de clase, productos a su vez de fuerzas sociales enfrentadas?
El Estado moderno es un tipo de Estado capitalista, y
por lo tanto debe ser entendido como una relación social de
dominación que tiene su principal fundamento en una es-
tructura de clases, a la que articula reproduciendo tales rela-
ciones desiguales; por lo tanto la contextualización históri-
co social del Estado moderno puede desligarse de la concep-
ción hegeliana sostenida en una cierta racionalidad superior
al fm hallada, universal, diferente a la racionalidad particu-
lar de ls sociedad civil. Esta , también es una asociación de
dominación pero donde tal dominación no necesariamente
adquiere visos de legitimidad ; prueba de ello es la lucha eco-
nómica entre los dos sujetos, "positivamente y negativa-
mente privilegiados" diría Weber, o propietarios de medios
de producción vs. propietarios de fuerza de trabajo . Aquí la
desigualdad, las relaci<lRes sociales desiguales se reproducen
sin necesidad de encubrirse con apelaciones a algún fm su-
perior; es el reino de los intereses particulares, corporativos,
individuales.
Así el Estado según Marx no procede pues de una racio-
nalidad trascendente, superior a la vida social; tampoco es
algo interno en la sociedad, la expresión de su racionalidad
inmanente como propondría Hegel al señalar que "Conside-
rada abstractamente, la racionalidad consiste en la unidad
y compenetración mutua de la universalidad y de la indivi-
dualidad".4o

40 F. G. Hegel, Filosof{a del Derecho, UNAM, México, 1978,


párrafo 258. p. 246.

148
10 que omite decir Weber es que el Estado emeIge de tal
o cual sociedad y es su expresión y resultado; no es lo mis·
mo un Estado basado en diferencias estamentales, de castas,
que un Estado basado en la igualdad jurídica de todos los
ciudadanos, en la libertad, y en las clases sociales. Lograr
el monopolio de la coacción legítima por un Condotieri o
por un profeta impone todo un mapa de las fuerzas que
debe reclutar, organizar y dirigir para obtener la estabilidad
de las relaciones sociales de dominación. Y lo mismo ocu·
rre para obtener tal monopolio en el Estado moderno como
especial relación de dominación de una sociedad capitalista,
basada en el trabajo asalariado; hace falta ubicar las fuerzas
sociales que se constituyen en clases dominantes; porque éso
ta es la especial relación que significa el Estado: una rela·
ción entre dominantes y dominados, entre gobernantes y
gobernados; no entre explotadores, tal como ocurre en la
sociedad civil.
Por ello son distintos los sujetos que se enfrentan en el
ámbito de la sociedad civil y en el ámbito del Estado, too
mando esta distinción simplemente como analítica y no
como orgánica. En la sociedad civil bUIguesía·proletariado;
en la sociedad política, régimen vs. pueblo. Claro que tanto
uno como otro, régimen y pueblo expresan una heteroge·
neidad estructural, sobre todo el pueblo porque tal sujeto
s6lo puede expresarse unitariamente en una fanna estatal,
en una síntesis. Así el partido político se propone como
un "Estado" alternativo y/o embrionario, como el príncipe
del que hablaba Gramsci en sus reflexiones sobre Maquiave·
lo. El partido sería la síntesis al expresar el pueblo no obs·
tante su heterogeneidad estructural. Claro que dentro del
pueblo existen enfrentamientos que expresan también rela·
ciones de fuerza que se debaten y se enfrentan a su interior,
que disputan la conducción de las clases subalternas. En

149
este ámbito la lucha ideológica sería la fonna que adquieren
los enfrentamientos en el seno del pueblo, la lucha por la
conducción de esa heterogénea fuerza social ; su heteroge-
neidad deriva de su diferente inserción en el proceso pro-
ductivo , y no sólo eso , su historia, sus prácticas sociales, (su
escuela, su barrio , su iglesia , su raza , su folklore urbano,
rural, su familia , su comunidad, etcétera, etcétera); tal
sujeto-pueblo no puede ser rectificado y es siempre cam-
biante , tanto en su composición como en ideología. Por
lo tanto , ¿cuándo adquiere homogeneidad el pueblo?
¿Cuál es la dimensión aglutinante?
En este aspecto Weber introduce la noción de "comuni-
dad política" como condición necesaria para que la domina-
ción estatal sea consensualmente aceptada. Pero deftnir tal
concepto resulta difícil empíricamente por las cualidades
que le son atribuidas; no obstante ello señala que sólo existe
cuando es meramente econónúca y por tanto cuando "po.
see ordenamientos que regulan casos distintos de la pose-
sión de bienes y prestaciones de servicios".'1 Así el concep-
to de comunidad política va ligado al concepto de nación,
que ambiguo en sus realidades empíricas está no obstante
referido a la posesión de bienes culturales, al prestigio, a
una misión providencial o a rasgos peculiares del grupo. Y
así, son los intelectuales los que están específtcamente pre-
destinados a propagar la idea de lo "nacional".

XII

No podemos dejar de señalar que Weber no era ajeno a las

41 Wcber, l::conom{a y Sociedad , op. cil ., p. 601 Y siguientes.

150
discusiones de su época sobre el surgimiento del imperialis.
mo, tema que fuera abordado por Hobson, Hilferding y Le·
nin entre otros. En su obra se pueden encontrar abundantes
señalamientos sobre los cartel s, truts, holdings, etcétera,
por ejemplo en su referencia a la dominación económica en
base a la "constelación de intereses" como los truts banca-
rios. Pero la dominación política no descansaría en la per·
secusión de bienes materiales, sino en una legitimidad fun·
dada en motivos "interioresu , que guiarán las acciones
sociales, como es la tradición, el carisma o un ordenamiento
legal.
Pese a ello, en su obra no existe referencia al capital fi·
nanciero como un sujeto social que con la fuerza, tanto
económica como política ha producido, sin duda alguna,
presiones y modificaciones no sólo en los patrones de
acumulación y desarrollo, sino en la forma política que
institucionalizara el capitalismo clásico de libre competen·
cia, o sea la democracia liberal parlamentaria. De tal mane·
ra las formas democráticas pueden considerarse una varia·
ble dependiente de este particular sujeto social, el capital
fmanciero, de cuya creciente presencia dan cuenta innu-
merables indicadores.
En unas páginas poco trabajadas todavía del pensamien·
to de Marx dedicadas al análisis del dinero como relación
social, señala: "el individuo debe producir un producto
universal: el valor de cambio o, considerado este en sí, aisla·
damente o individualizado, dinero. Por otra parte el poder
que cada individuo ejerce sobre la .actividad de los otros o
sobre las riquezas sociales, lo posee en cuanto es propietario
de valores de cambio, de dinero ... En el valor de cambio,
el vínculo social entre las personas se transforma en relación
social entre cosas; la capacidad personal en una capacidad
de cosas... Cada individuo posee el poder social bajo la

151
fonna de una cosa". Basados en esta reflexión escrita 40 ó
50 años antes que Weber podemos señalar la distancia que
Marx tomaba hacia "los motivos interiores de dominación"
que aquel fonnaJizaba desligándolo de las condiciones reales
mediante las cuales los hombres producían su existencia.
En América Latina, en especial en el Cono-Sur, los gol·
pes de Estado que modificaron la estructura social aplican.
do una política liberal monetarista, pueden ser explicados
pero no como una acción reactiva de las clases dominantes
en pos de restaurar el orden social amenazado, que como la
estrategia de una fuerza política, el capital fmanciero que
es portadora de un tremendo poder social en fonna de una
"cosa", el dinero y el mecanismo de su valorización.
Esta es la realidad en la cual se debate la fonna Esta·
do-nación ante los embates del capital fmanciero que puede
implementar proyectos de acumulación de capital prescin-
diendo de un territorio delimitado. Y con ello, la soberanía
nacional esa fonna encubierta de referirse al monopolio
legítimo de la coacción física, va perdiendo consistencia
para dejar paso a la contumaz presencia de intereses corpora-
tivos que implican un desafío a las fonnas tradicionales de
explicar la naturaleza del Estado.
Esta es la base social imprescindible para analizar la
"complejidad" que se ofrece como excusa para justificar
la dominación burocrática autoritaria ante la "ingobernabi-
lidad" de la democracia. No se trata de la ilegitimación de
la autoridad" producida por la expansión del espíritu
democrático caracterizado por ser "ecuánime, individualis-
ta , populista e impaciente contra las distinciones de clase y
rango", o por la "sobrecarga del gobierno" y "la disgrega-

42 K. Marx, Grundn"sse 1857·58, op. (:il .• p. 84.

152
ción de intereses" sino por ese poder social materializado
en el capital fmanciero que paulatinamente va sojuzgando
las formas democráticas y los dereches del hombre y del
ciudadano; como dirla Mane" "Es tan ridlculo sentir nos-
talgias de aquella plenitud primitiva como creer que es pre-
ciso detenerse en este vaciamiento completo_ La visión bur-
guesa jamás se ha elevado por encima de la oposición a di-
cha visión romántica, y es por ello que esta lo acompañará
como una oposición legitima hasta su muerte piadosa".44

43 Huntington. Croúer y Watanki , en "La Gobcrnabilid ad de la


democracia" en lnfonnc de la Trilatcral, Cuadernos semestrales del
CID E, México, 1978.
44 K. Marx, Grundn"sse 1857·58. op. cit., p. 90.

153
Capítulo 11

SIN NINGUNA GARANTIA , PERO CON MAS


OPORTUNIDADES
Entrevista a W. J. Mornmsen

SALVATORE VECA

E n una intervención, durante el seminario organizado


por el Goethe Institut y por la Facultad de Letras y
FilosoflÍl de la Universidad de Roma con ocasión del sexa·
gésimo aniversario de la muerte de Max Weber, usted ha
dicho que, después de Weber, es imposible usar el concepto
de progreso, al menos en el sentido en que ha sido usado,
antes, a partir del iluminismo y, después, a partir del his·
toricismo. Le pregunto, entonces, ¿qué significa pensar
y actuar históricamente después de Weber ?
Max Weber ha dado el golpe de gracia a la mosof(a de la
historia , en sus diversas variantes, que presuponen algo co·
mo un proceso histórico objetivo que se deja reproducir
por los científicos. Ha demostrado definitivamente que es
imposible reconstruir con objetividad , el proceso histórico
y que , a la inversa, toda posible reconstrucción de la his-
toria en su totalidad tiene carácter hipotético. Esto es así por
dos motivos: primero, porque depende siempre de un punto
de vista y, después en segundo lugar, porque se trabaja o se
debe trabajar con un detenninado número de construccio -
nes típico-ideales que, en cuanto tales, no son huella de la
realidad empírica. Esto significa que hay un número ilimita·

155
do, pero ciertamente no infInito, de posibilidades de expli-
car la historia como un todo y que, no obstante, ninguna
puede por sí misma pretender 10 absoluto. Por esto, en refe-
rencia a la mosofía de la historia, se puede asignar a Weber
la misma función que Nietzsche tuvo respecto a la mosofía
de los valores cuando "desencantó" (desenmascaró) los
valores absolutos como pseudomosofía dogmática.
Pero un vuelco de perspectiva de tal alcance, ¿qué conse-
cuencias tiene para la tradición del movimiento obrero y,
más en general, para el movimiento por la emancipación
social, que constantemenee han pensado y actuado en tér-
minos de necesidlld histórica?
Este cambio signifIca que cuanto se pierde de las anti-
guas certezas de salvación, contenidas en las "visiones del
mundo", gana en capacidad para una valoración más realista
de las posibilidades singulares.
En la historia de la socialdemocracia y del socialismo en
general, se puede reconstruir cómo, frecuentemente, nos
hemos enredado en las propias imágenes del mundo, y si
hemos reaccionado equivocadamente se debe a que nos he-
mos dejado guiar por ellas. Creo que la destrucción del
concepto clásico del curso histórico como necesidad , de
hecho proporciona al movimiento obrero la oportunidad
(chance) real de un aumento en las posibilidades de mejo-
rar su condición en el ámbito de la sociedad capitalista. En
este sentido, concordaría con Max Weber que criticó dura-
mente a la socialdemocracia alemana por su inmovilismo
político y por permanecer prisionera de sus propias fór-
mulas.
¿Esto significa que la historia no tiene ya ningún sentido
objetivo, ya no tiene en sI' ningún tejos o meta final, pero
que, en vez de eso, son los hombres, las luchas y la polf-
tica las que le dan un sentido?

156
Manifiesta un empobrecimiento de la perspectiva históri·
ca que se puede explicar por la influencia de un cierto neo·
kantismo. Bemstein, enseguida, se siente, a su entender,
dentro de los modelos clásicos del marxismo y sus críticas
se restringen a las vías tácticas hacia el surgimiento de una
sociedad socialista y no al problema de si ésta podía ser la
solución defmitiva.
Tratemos de ver mas de cerca las relaciones de Weber
con las socialdemocracias y su posición acerca del socialis·
mo. El al menos en cuanto a esto último, tuvo siempre
actitudes distintas. Por un lado, sostiene que los trabajado·
res, de un modo o de otro, seguirían siendo siempre socia~
listas y que la idea misma de socialismo era ineliminable, al
contrario, por otra parte, criticó duramente no sólo la oro
ganización socialdemocrática, sino la idea misma de socia·
lismo.
Se trata de una cuestión muy interesante. Weber criticó
a la Spd de modo inmanente, esto es, a partir de los objeti·
vos y del tipo de organización que ese partido se daba; así,
mostró cómo el fetichismo de la organización se convertía
en una jaula insuperable y se autonomizaba auto perpetuán·
dose como objetivo en sí.
Acerca de la idea del socialismo, Weber fue empujado
emocionalmente a solidarizarse con los trabajadores debido
a las condiciones en que vivían bajo el imperio guillermino.
Tenemos documentos que testimonian que él, preguntándo·
se si podía ser socialista, respondía: "lo que me fastidia es
únicamente el Credo", la ortodoxia de una teoría entrevera-
da de utopismo y de teleologismo histórico. Pragmática·
mente, pues, se habría podido identificar con las luchas de
los trabajadores. Pero no con el socialismo teórico en sí.
Por lo demás, era y permaneció como un burgués conscien·
te de su propio origen y de su propia clase que no llega nun·

157
ca a convencerse de que la revolución y la instauración de
un nuevo orden podrá poner fm, abolir la condición de a1ie·
nación descrita por Marx (literalmente el término manda·
no reificación, cosificación, corresponde al término webe·
riano petrificar, petrificación). Así, su temor es que todo
esto empeoraría. Tomemos la crítica de Weber a la concep·
ción kausskiana y socialdemócrata, según la cual el socialis·
mo coincidía con un "vuelco" de las formas de propiedad,
como si para el obrero cambiara algo si el puesto de los
empresarios privados fuera reemplazado por un ejército de
funcionarias. En esto, Weber no sólo tenía razón, sino que
anticipó toda una crítica que en parte fue retomada tam·
bién por la izquierda.
En cuanto a la otra posibilidad, la que apunta al deseen·
tramiento y al autogobierno, también fue tomada en consi·
deración y examinada por Weber, pero también fue descarta·
da, porque, a su parecer, siendo inferior en productividad, a
la larga no habría podido compararse con la otra.
Weber estuvo siempre convencido de que el modelo ópti·
mo era el de la libre concurrencia, en el que los empresarios
introducían innovación. Weber subvaluó las consecuencias
de los procesos monopolizadores.
Lo que más angustiaba a Weber era que la "vida termino
se" y que tanto el sistema político como el econ6mico se
bloquearan paralizados por la falta de cualesquier innova·
ción. El problema es si el momento de la innovación es
reestablecible sólo con el renacimiento de "nuevos profe·
tas" o si también la democracia, para Weber, es capaz de
producir innovación, de transfonnarse mediante decisiones
políticas.
Weber sostenía que la democracia era, de todas las foro
mas estatales pensables para las relaciones modernas, la más
capaz de innovación. Ciertamente, analizó también el caso

158
de la "democracia sin jefes" que, aunque respetando las re-
glas formales del funcionamiento, no están en condiciones
de conjuntar la fuerza de innovación que es necesaria para
transformarse y, por ende, mantener democrática la socie-
dad. Basta dirigir la mirada a los Estados Unidos para en-
contrar cornmoada esta preocupación. Weber prestó aten-
ción, en parte a la naciente República de Weimar y a los
últimos decenios anteriores a la experiencia francesa de
1914. Todo esto no significa, como en ocasiones se ha in-
tentado sostener, que Weber invocara, para un capitalismo
completamente bloqueado, soluciones carismático-autori-
tarias, cripta o semifascislas. Al menos, él no 10 entendía
así. Y, en fm, no creo que tales procesos puedan ser resla·
blecidos sólo en las sociedades capitalistas y , por tanto, te-
ner una explicación en ténninos econ6mico-estructurales.
Basta observar las sociedades de socialismo real caracteri-
zadas por formas ineficientes de "selección de los jefes":
grupos dirigentes viejos y escleróticos precisamente por-
que falta el contrapeso de los contrapoderes de la opinión
pública, de la prensa y de los partidos.
¿Pero es quizá completamente impensable el surgimiento
de movimientos carismáticos que desde abajo produzcan
innovaciones del poder poUtico? Si examinamos la historia
de estos últimos 10 años en Europa, me parece que se pue-
de constafl1r el papel desempeñado por los movimientos
poUticos ex teriores al sistema de los partidos.
¡Bah! ciertamente es posible, si no se tratará más que de
carisma en sentido propio y tradicional. Esto es, si se tratara
de innovaciones producidas por grupos o clases que no se
sienten integrados. El movimiento estudiantil, al menos en
su inicio, fue esto. De cualquier modo, en ténninos de prin·
cipio, no estaría por excluir la posibilidad, pero estimaría
como un hecho positivo para todas las sociedades occiden-

159
tales el nacimiento de tales movimientos capaces de rebasar
o de poner en cuestión los valores democráticos.
Luhmann, en la revisión, ha reafirmado sustancialmente
la linea de su crítica a Weber, contenida en el ensayo de
1964, (+) donde sostiene que Weber es el último (o quizd
el penúltimo, si se considera a earl Schmitt) de los teóri-
cos clásicos de la politica. Según el modelo sistémico, la
politica ya no puede pretender que propone pr(Jyectos de
reforma globales. La pregunta es, pues, ¿lo Po/(tico toda-
vfa es posible, después de Weber?
Luhmann es, desde luego, un reflejo muy interesante de
una organización social en la que son evidentes las limitacio-
nes de los políticos frente a las realidades institucionales, si
se piensa en la incapacidad de los políticos para dar solucio-
nes a la dificultad de la economía occidental. Dicho de otro
modo Keynes está muerto y ya nadie sabe qué hacer- Desde
este punto de vista, Luhmann tiene un argumento fuerte y
fácil, sobre todo respecto a los lúnites de la polftica o de la
Machtbarkeit (factibilidad) de las cosas que se hace siempre
más evidente_ Los productos objetivados, los resultados de
ayer, los actos de las generaciones pasadas precipitados en
instituciones, hoy parecen pesar y bloquear la actividad del
presente. Dicho esto, retengo que, como hace Luhmann
sustituir la competencia de los programas polfticos y de la
lucha de clases o estratos por una suerte de competencia en·
tIC las instituciones, es un intento destinado a no tener
grandes perspectivas. Se trata más de un síntoma de crisis,
que de una solución. Hoy, creo que todavía es posible, qui-
zá en contextos más difíciles, hacer polftica. Como quiera
que sea, en el caso de Luhmann se trata de un argumento
muy serio y si tuviera razón, querría decir que hemos entra-
do en una nueva época que Weber llamaría de petrificación
general del mundo.

160
Casi al fm de La ética protestante, encontramos una afIr-
mación de Weber extraordinariamente actual, "la ascesis
- dice- cooperó a la construcción del potente ordenamien-
to económico moderno ligado a los presupuestos técnicos
y económicos de la producción mecánica, que hoy determi-
na con una muy enérgica constricción y por fuerza conti-
nuará determinado, hasta que no se consuma el último
kilogramo de carbón fósil el estilo de vida de todos los indi-
viduos.
Encontramos vinculados por lo tanto, ascesis y acumula-
ción capitalista, estilo burgués de vida y recursos energéti-
cos_ ¿No podemos preguntamos, como hace Marcuse en el
congreso de Heidelberg de 1964, si no hay un /{mite "neo-
clásico" en Weber y si, sobre todo, en las formas de la po-
/{tica, frente a esta crisis energética, no seria pensable un
salto similar al que la po/{tica económica hace con el dé-
ficit: spending de Keynes?
Obviamente Weber no pensaba en los límites del desa-
rrollo en conexión con las cuestiones ecológicas o energéti-
cas, mientras que, a fmes de 1910, comparte la tesis de que
el capitalismo tenía límites de saturación_ De cualquier mo-
do, tematizó la cuestión del bloqueo del desarrollo a partir
de las consecuencias que tiene sobre la dinámica social y,
por tanto, sobre la dinámica política_ La verdadera angustia
de Weber era la jaula de hierro que se convertía en una
cárcel. Y la alusión al carbón fósi! es interesante porque in-
dica una situación que presiona los límites de posibilidad
del sistema industrial y si no se encuentra una solución se
vuelve probable el fm de la civilización occidental. Incluso
si yo no fuera catastrofista y viera en esto el requerimiento
de nuevos compromisos y nuevos desafíos (challanges) en
el sentido de Toynbee_
En cuanto a las formas de la política diría que no ha

161
habido ningún cambio dramático. Hoy, parece que los
po!(ticos están más conscientes de sus responsabilidades
morales y de las consecuencias de sus actos. Según el famo·
so dualismo de ética de la responsabilidad y ética de la
convicción, la primera es, según Weber, la que distingue al
político dotado de equilibrio y que sabe pensar los éxitos
del propio operar y asumir la responsabilidad del propio
escoger cuando se plantea un conflicto de valores alternati·
vos. Pero la auténtica y abierta simpatía de Weber se dirige
a los políticos sostenidos por la ética de la convicción que
ponen radicalmente en discusión los contenidos aceptados
sin guardarse de las posibles derrotas o riesgos y consecuen·
cias personales. Por esto admira a los mantenedores del ala
anarco·sindicalista que, a diferencia de los dirigentes (lea-
den) socialdemocrátas, no actúan al amparo de una moso·
fía de la victoria fmal asegurada, sino que, al contrario,
expresan una protesta radical contra el sistema, con la
conciencia trágica de no tener ninguna probalidad de éxito,
al menos en el corto plazo.
No creo que se pueda hablar de límites neoclásicos en
Weber. En Weber, la abstención no es, como para el pensa·
miento neoclásico más tradicional, medio para la acumula·
ción. Es sólo un estilo de vida que, tal vez, permite explicar
el nacimiento del capitalismo. Una vez que el mecanismo ha
nacido procede por sí mismo y, como lo recuerda Weber en
las últimas páginas de la Etica protestante, el sistema fun·
ciona prescindiendo de aquél, dominado por la tendencia a
la mecanización.
Probablemente continuará esta tensión entre los dos po-
los posibles del hacer política. Así, no creo que, la sociedad
pueda dejar de lado a esta clase de po!(ticos que proceden
según "la ética de la convicción", ellos siempre estarán de
nuevo en esto. Jakob Burkhardt pensaba que debiéramos

162
ser intelectuales aquellos que estábamos destinados a de·
sempeñar las funciones de Wühler, de agitadores de los que
no se consideran "pacificados" con el mundo y con sus
condiciones de existencia. Cierto que esto ha provocado y
provoca ten.sión entre estos grupos y la sociedad, tensión
que, probablemente, está destinada a acrecentarse con el
acrecentamiento de la crisis económica y la consecuente
reducción de la riqueza disponible.

163
LA POLlTICA DESPUES DE LAS ILUSIONES
Mesa redonda

CACCIARl. CASANO. GIOVANNl. RUSCONl

R inascita: La celebración de aniversarios puede ser oca-


sión para expresar los problemas de la "condición
espiritual de la época". Creemos útil. por esto, servirnos de
la oportunidad. Hoy, hay una evidente reanudación del in-
terés por un clásico del moderno pensamiento político y
fUosófico occidental, cuya vida y cuya obra coincidieron o
chocaron con las vicisitudes del movimiento obrero orga-
nizado, es decir Max Weber que, en efecto, pensó y trabajó
exactamente durante los años que vieron el nacimiento y
la caída de la socialdemocracia alemana.
Si planteamos la cuestión ¿por qué Weber 60 años des-
pués? parece que precisamente porque ya no funciona la
imagen extenuada y "racional" del fUósofo liberal y no
valorativo que toda una tradición ha intentado construir
como contraparte a la "irracionalidad" de los aconteci-
mientos históricos y a las transformaciones producidas
en la sociedad de masas_ Por nuestra parte, empero , tam-
poco es posible refugiamos detrás de -sacrosantas motiva-
ciones culturales, como por ejemplo que, hoy , sin Weber,
son impensables la moderna sociología del partido político
o una obra como Historia y conciencia de clase, o el análisis

164
de la burocratización de los países de "socialismo real" o,
en fm, porque se ha revelado justa la crítica weberiana a la
''voluntad de impotencia" de la Spd guillermina. Todo esto
es cierto, pero no basta. Es más convincente, en vr:z de eso,
la hipótesis de que se vuelve a releer Weber partiendo de las
aporlas de la época actual, sabiendo que lo que él trató de
tematizar fue precisamente el nacimiento de la sociedad
posliberal. Weber compone sus últimos escritos entre el co·
mienzo del desastre de la revolución en Occidente y la pro·
mulgación de la primera constitución burguesa que sanciona
el reconocimiento de los derechos sociales. No pudo prever
que los procesos debieran concluir en la "nacionalización de
las masas" - para emplear la feliz expresión de un historia·
dor- , a pesar de que había intuido lúcidamente el impulso
a la burocratización que la democratización producía.
El desencanto weberiano, por lo tanto, no es renuncia
escéptica, sino acaso conciencia trágica de la necesidad de
oponerse a lo que aparece como destino ineluctable , con-
ciencia desesperada de que el actuar político e histórico ya
no tiene tutelas metafísicas y que la voluntad de cambiar
debe asumir la responsabilidad del desastre. Iniciaremos,
pues, a partir de aquí, preguntando ¿quién es Weber?
Massimo Caccian':l Si debiera responder a la pregunta,
mi respuesta aproximadamente sería es un poHgrafo poli-
teista. En "polígrafo" se subraya la extraordinaria capaci-
dad asimilativa de su discurso. Con el segundo término, de
manera desusada, nos referimos al tema de los valores en
Weber. Esto es, de un modo muy distinto a la desusada
imagen racional·desencantada de Weber que le ha hecho casi
un campeón de la crítica de toda ideología y/o utopía
siempre dispuesta a volcarse en ideología crítica. ' Que el
Dios o el Valor único estén muertos es también cierto para
Weber, triste banalidad. Pero de aquí no se sigue la inexis·

165
tencia de cualquier valor, de ahí se sigue, más bien , que exis-
ten "multidiversos": existe una multiplicidad de valores
(¡politeísmos!) que obligan y responsabilizan_
Dicho esto iría al auténtico , al actual problema de We-
ber: sobre la base de la fundamental distinción del funcio-
nario moderno entre una burocracia especializada, ahora ya
sustraída al instinto depredador, y el político-dirigente, el
político de profesión ¿qué puede producir innovación,
cómo se pueden determinar las condiciones de transforma-
ción de la racionalidad vigente?
Me parece que este es el problema continuamente asedia-
do por Weber. Así, diría que a propósito de este tema
vemos bien cómo hace agua por todas partes una considera-
ción metodológística del problema Weber. La irrupción del
momento de innovación escapa a cualquier red de carácter
abstractamente metodológico_ Se trata de la Política en
cuanto es irreductible al conjunto de funcionarios, de la
Política como un continuo volver a intentar lo imposible,
por esto mismo, un continuo exceder los lfmites de las
decisiones racional-calculables_
He aquí este problema de la innovación dentro del
sistema parlamentario democrático , problema de la trans-
formabilidad de tal sistema, un sistema democrático parla-
mentario directo del binomio burocracia especializada y
político dirigente ¿cómo, a pesar de la necesidad de este
binomio, son posibles la innovación y la transformación?
En mi opinión, este es verdaderamente el drama - del todo
actual- analítico, teórico, filosófico , que caracteriza al
discurso weberiano y sobre el cual todavía nos fatigamos
con éxitos distintos.
Gian Evico Rusconi: 1 cuando se nos pregunta el porqué o
el cómo de este "retorno" de Weber, a buen seguro las res-
puestas son bastante banales: se recurre a la crisis del mar·

166
xismo o a la crisis de la racionalidad que parece haber tenido
también un fondo de verdad, que de otra manera no quisie-
ran tornar en consideración pero que, sin embargo, no sa-
tisface_ Estoy de acuerdo con las premisas del cuadro que
ha trazado Cacciari, también con aquello de que la imagen
en circulación de Weber no es la que estamos redescubrien-
do y que hoy nos interesa_ Se ha sobrevalorado el aspecto
metodológico y una cierta lectura mosófica no ha captado
el extraño modo de ser mósofo que es típico de Weber.
Weber no tiene una cultura filosófica, su lenguaje fIlosófico
es el de un aficionado. Sin embargo, su concepto de racio-
nalidad no es enteramente reducible a un esquema de
ciencia social.
En primera instancia y en términos generales, para Weber
racionalidad es un procedimiento de control para dominar
la realidad dentro y fuera del hombre_ Se trata de un con-
cepto práctico, propio del comportamiento no gnoseológi-
co_ No es sinónimo de conocimiento de leyes objetivas de
movimiento de la sociedad o de normas éticas inmanentes
a la naturaleza humana_ De este modo, es respuesta a la
falta de sentido del mundo_ Es, en una óptica de secula-
rización, desencantamiento del mundo . Se trata de una
operación ético-práctica_
Pero, el concepto de racionalidad tiene , en Weber, una
dimensión que llamamos mosófica en el sentido noble del
ténnino, porque es un concepto en tensión, un comporta-
miento enfrentado con algo que es otro de la racionalidad,
del sentido-para-el-hombre y que lleva el nombre de irracio-
nal_ As{, los motivos irracionales devienen prepotentes e
insustituibles polos de referencia de la misma construcción
de la racionalidad_ No hay racionalidad sin su otro_ Y este
otro tiene varios nombres : carisma, religión, eros.
Rinascita: La primera lectura weberiana sabía que Weber

167
era esto, pienso en Liiwith o Jaspers o Landshul. ..
Rusconi: Pero cuando lo ha acicalado, lo ha "f¡)osofiza.
do" en clave existencialista; pienso, particulannente , en la
pequeña caricatura que Jaspers hace de él. Mientras que
hoy descubrimos un Weber que es post en todo , que es
postsocialista, que es posexistencialista. Se trata , en cambio,
de un personaje todavía muy áspero. Dicho esto, quisiera
examinar el otro elemento que es un poco el hilo conductor
del discurso de Weber y que Cacciari ya ha acentuado, el
elemento de lo político.
Ciertamente, el problema de Weber es la innovación, pe-
ro en el sentido de que lo que le preocupa es el fm de la
innovación Weber, distinguiéndose de su ambiente burgués,
no está obsesionado por el problema de la restauración,
está preocupado por el fm de la tensión que ha presidido el
nacimiento y el desarrollo del mundo moderno. La imagen
de la "jaula de hierro" que se encuentra, con frecuencia
verdaderamente alucinante, en todos los escritos weberia·
nos es la expresión de una cosa: el miedo de que la vida
termine.
Rinascita: Partiendo de estas primeras intervenciones me
parece que , o más bien se puede decir con seguridad - y es
lo que retengo ya en una fase de aproximación- que una
lectura, no sólo en clave metodológica, sino también liberal-
democrática de un Weber teórico de la ciencia de los límites
del poder - como a1guién lo ha presentado- , o de las garan-
tías, o sin rodeos crítico desencantado y escéptico de la
transformabilidad de la sociedad , tal lectura no sólo es
imposible f¡)ológicamente, tampoco tiene en cuenta la ins-
tancia "vitalista" que , según Rusconi , es decisiva para defi-
nir correctamente el concepto mismo de racionalidad webe-
riana. Si se quiere discutir seriamente sobre Weber. pues,
hay que tener cuidado de ciertas discusiones instrumentales

168
que, además, pretenden utilizarse contra Lenin , Kautsky y
Weber cuando todos saben que Weber fue uno de los cr(ti-
cos implacables de la "voluntad de impotencia" de la Spd
guillermina.
BiIlgio de Giovanni: 3 También yo prosigo reteniendo que
el discurso Marx-Weber es todavía un discurso central a
pesar de que, me apresuro a decirlo, concuerdo don Rusco-
ni acerca del peligro de una banalización del "retomo de
Weber" como prueba de la crisis del marxismo. Dicho esto
quisiera tocar enseguida otro aspecto de la cuestión: noso-
tros, hoy, podemos razonar apropiadamente sobre Weber
en tanto rehusamos poner distancias muy precisas respecto
a él. En el sentido de que el weberismo, esto es la imagen de
racionalidad que, con la tensión mencionada por Rusconi,
Weber trata de sacar adelante, está ya ampliamente discuti-
da y. si queremos usar el ténnino , está ampliamente en
crisis a través de todo el eje Heidegger-Husserl-Schmitt. A
mi juicio, hace ya mucho que el eje - 3 su vez, complejo
ulteriormente, refractado y, en su interior, no homogéno-
devuelve con fuerza toda la temática de la relación forma-
vida de una manera que. de manera suficientemente profun-
da, pone en crisis la solución weberiana, esto es el concepto
weberiano de racionalidad .
Preguntémonos, ahora, ¿por qué Weber? No, en conse-
cuencia, por las exigencias de una mala actualización, sino
porque podemos discutir de Weber sobre dos grandes ver-
tientes: de un lado, la cuesti6n Marx-Weber que, en conse-
cuencia, no es una cuestión sólo o predominantemente
fllológica, más bien es la cuestión de la relación entre con-
flicto y neutralización de la critica de Weber respecto a la
posibilidad de una apropiación social de los medios de pro-
ducción y, en un se ntido más determinado, ala posibilidad
del comunismo. La gran discriminante Marx-Weber está

169
evidentemente aqu(: la posibilidad de la socialización, de la
apropiación social de los medios de producción o la imposi·
bilidad de que la socialización vaya ligada al cálculo racio·
nal, al cálculo formal.
En cuanto a la crisis del weberismo, se abre ya en los
años 30 y no fortuitamente, porque entonces una serie de
esquemas neutralizantes conocen una fase de crisis extrema·
damente grave. La autocrltica de la cultura burguesa refle·
xiona profundamente sobre este gran terna : qué significa,
por un lado, la quiebra del teleologisrno, y por otro, sin
embargo, haber tratado de aislar en s( mismo el mundo de
las formas.
Rinascita: Weber, al final de su conferencia sobre el
"Socialismo" tras criticar implacable la idea y la posibilidad
del socialismo, sostiene que "no existe un medio para extir-
par del mundo la fe y la esperanza socialista. Todos los
trabajadores serán siempre socialistas en un sentido o en
otro". El impulso para rebasar el estado de cosas presente
no es "falsificable", no puede ser eliminado aclarando las
aporlas del socialismo. La crltica resulta de la irracionalidad
(en el sentido de la no necesidad racional) del capitalismo y
de la alienación. Si, para weber, el fm es imposible, no por
esto el orden presente es eterno o inmutable.
Por lo demás, el problema de la relación Marx·Weber es
mucho más complicado de lo que se piensa, uno y otro tie·
nen soluciones opuestas al mismo tema que, en Marx, se
llama "autoalienaci6n" y, en Weber, "racionalización".
Franco Cassano: 4 La obra de Weber es una de ¡as cons·
trucciones que dominan la senda que recorremos y conti-
nuaremos recorriendo todav(a por un largo trayecto. Creo
que, antes de perderla de vista, transcurrirá mucho tiempo
todav(a, deberemos llegar fuera de la órbita de los proble·
mas que ellas nos hace ver. Según yo, son dos los ternas de

170
Weber con mayor actualidad poUtica, dos temas que son
actuales precisamente en su entrelazamiento: los temas del
desencanto y del socialismo. Desencanto que se extiende a
las ciencias histórico-sociales a donde llega también la
desmagización del mundo.
La polémica weberiana contra el profetismo y las diver-
sas mosofías de la historia: no existe espíritu del mundo
que se manifieste a través de nuestra palabra o la del otro y
es necesario aprender a asumir por entero la responsabilidad
de los propios gestos y de las propias acciones. De aquí la
polémica weberiana, todavía hoy actual por entero , contra
los "letrados" y los "aficionados", contra aquellos que
estarían dispuestos, en cualquier mínimo respiro, a recono-
cer el soplo polenle de la Providencia, incapaces de resig-
narse a vivir en una época "sin Dios y sin profetas".
En mi opinión , uno de los aspectos más productivos de
Weber eslá en este radical antihegelianismo y, en este lema
del desencantamiento, la premisa de lodo inlenlo de reanu·
dar, más allá de Weber, la difícil relación enlre teoría y
práctica, conocimiento y transformación. No se puede
fijar aquí a Weber, pero es necesario haber pasado a través
suyo.
Más allá del plano metodológico, este discurso va pronlo
a entrecruzarse con el sislema de la relación entre Weber, el
socialismo y el marxismo. Weber observa muy lúcidamente
que en el interior del movimiento socialisla existe una
confusión, una suerte de in-distinción entre dos objetivos
que no sólo no son unibles entre sí, más bien son directa-
menle contradictorios. De un lado, el objetivo de superar la
"anarquía" capitalista medianle el principio de la planifica-
ción eslatal y la extensión del control conscienle y centrali-
zado sobre los procesos productivos. Por otro lado, el obje-
tivo de superar la alienación capitalisla y la separación entre

17 1
productores y medios de producción.
Según Weber, las dos pretensiones son contradictorias,
tan es cierto que llevan, a fm, a dos formas completamente
diversas de socialismo. De una parte, al "socialismo de Esta-
do" que no es otra cosa que el complemento y perfeccio-
namiento de la tendencia a la total burocratización, sin
conservar siquiera las células de libertad que, para Weber,
eran los espacios de autonomía y de "anarquía" de los
empresarios privados. Por la otra, el socialismo que Weber
llama de utas consejos de fábrica" o de racionamiento, pri-
sionero de la escasez y de las tendencias tradicionalistas de
los trabajadores, en cuanto está inspirado en criterios de
racionalidad material.
En suma, del desarroUo de las fuerzas productivas no
deriva, como pensaba Marx, un impulso a la superación de
la separación entre productores y medios de producción,la
adición del máximo de racionalidad formal y del máximo
de racionalidad material. El incremento de la racionalidad
formal , en efecto, haciendo siempre más independiente
la organización de los individuos y de los grupos compro-
metidos en eUa, aumentando la interdependencia de los
diversos segmentos de un conjunto social, termina por po-
ner límites a su independencia y a su autonomía. El punto
decisivo son los límites a tal autonomía que derivan , no só-
lo de la forma capitalista de la sociedad, del carácter priva-
do de la apropiación, sino también del carácter social de
las fuerzas productivas.
Esta contradicción entre·racionalidad formal y racionali-
dad material acompaña cualquier sociedad de masas, ilus-
trando el contraste entre aumento de las constricciones
derivadas de la interdependencia y la exigencia de autogo-
bierno de los individuos y de los grupos. Se trata, por lo
tanto , de una contradicción que está bien no proponerse

172
superar, por un lado, porque no es superable y, de otro,
porque las crisis que eUa produce son resultado de un fati-
goso inter a través del que se Uega al autogobierno_ La
convicción de que el socialismo coincida con la superación
de la contradicción mucho más que con una extinción real,
conduce a la remoción del pensamiento y empuja, por lo
que en ella se representa, hacia interpretaciones demonizan-
tes. En una vertiente distinta, pero convergente, se ubican
las reflexiones de Weber sobre el imperialismo: también
en este caso retiene que el socialismo no contribuye nece-
sariamente a superar la política de potencia, las situaciones
imperialistas permanecerían inmutables, dice Weber, incluso
si se concibiera "la comunidad polltica singular como gru-
pos dirigidos por un socialismo de Estado"_
Resumiendo, es necesario evitar que la afmnación del
relieve causal de las relaciones de producción Ueve a afron-
tar fenómenos que rebasan el cuadro teórico con aparatos
categóricos absolutamente inadecuados_ Desde este punto
de vista, la insistencia de Weber en buscar las ralces causales
de detenninados comportamientos y situaciones determina-
das también fuera del campo de las relaciones de produc-
ción, ampliando su atención a todas las situaciones de po-
der, no tiene necesariamente un efecto neutralizante o
apologético, más bien al contrario, en este punto permite
ampliar el horizonte, el marco de nuestro equipo categóri-
co, aumentando la eficacia práctica y nos pennite esquivar
la convivencia, mientras creemos construir una forma de
emancipación. cercana a la vieja esclavitud u, ojalá, creamos
la nueva, sin verla.
Rinascita: Se plantea una pregunta, lo apuntaba hace un
momento Cassano. ¿Fuera y más allá de una mosofía de l.
historia es posible fundar una crítica de lo existente? La
pregunta no es tan banal como puede parecer, por ejemplo

173
la generación de marxistas de los alIos 20, pienso en Lu-
kács o en Korsch y después también en Marcuse, creyeron
deber regresar a Hegel para poder responder a Weber y
encontrar los términos para tematizar el problema de la
Revolución.
Por tanto ¿cómo es posible fundar una crítica de lo exis-
tente y una teoría de la transformabilidad de lo existente
afuera y más allá de una fIlosofía de la historia y sin caer
en la utopía del Fin?
De Giovanni: Tratemos de partir de esta pregunta ¿qué es
lo que Weber quiebra fundamentalmente en Marx , qué cosa
pone en discusión? Según yo , pone en discusión la lineari-
dad de la relación entre trabajo productivo y política. Si
hay, en Marx , una fIlosofía de la historia, ésta consiste en
la conexión entre trabajo productivo y política que sostie-
ne la posibilidad de una visión del trabajo como "conjunto"
sin una determinación espec{fica de sus articulaciones parti-
culares, tanto que del marxismo pueden provenir generaliza-
ciones a la Kautsky, precisamente , en las que el proceso de
crisis - conectado al proceso de proletarización- es un ele-
mento suficiente para salir de la formación económico-so-
cial.
La crítica de lo existente en esta línea del marxismo na-
ce, considerando todo, en tomo y a través de esta tenden-
cial homogeneización de la línea trabajo productivo-política
que, sin embargo, -quiero que quede bien claro- no abarca
enteramente la riqueza del discurso de Marx .
Lo que Weber aporta en esta discusión es la ruptura de
tal linealidad, por la cual, en el fondo , lo existente en Weber
se específica en función estrictamente determinada: cambia
la forma de trabajo, se transforman sus características a
través de una serie de determinaciones: inserción de la di-
mensión técnico-racional especializada y, por tanto, autono-

174
JIÚZación de las fonoas específicas. Weber no tiene ningún
interés detenninado por el problema de la fonoa-trabajo.
De este modo, se pone en discusión un punto central de la
crítica marxiana a la sociedad capitalista, la emergencia de
la fonoa del trabajo bajo fono a de mercancía.
Cuando se va a detenoinar la posibilidad de una critica,
ya no es posible imaginar que exista un objeto general de
esta critica, por ejemplo un modo de ser de la fonoa de
trabajo, pero la criticidad deviene interna a las fonoas
particulares en las que el trabajo se presenta, que no es más
trabajo en general, sino que se diferencia, a través de las
funciones específicas con una connotación en sentido fuer-
te especializado-funcional y técnica, de la articulación de
la racionalidad fonoal y de la racionalidad capitalista.
Todo el tema de la posibilidad de una critica de esto que
se llama lo existente va en este punto incluido dentro de las
fonoas específicas, no hay más la posibilidad de una critica
semi general que sea aquí un criterio, una racionalidad ma-
terial o un valor en función del cual hacer emerger un terre-
no de crítica que abarque lo complejo, pero la criticidad
sólo emerge, si emerge, dentro de esta articulación extrema-
damente rica de relaciones entre razón, poder y técnica, que
es uno de los datos centrales de la posición de Weber. Esto
me parece un punto para reflexionar. Hay que ver si acepta-
mos como terreno de discusión que la critica weberiana sea
diferenciable sólo dentro de este círculo especffico o estas
fonoas específicas en las cuales la racionalidad se rompe,
y se trata de ver, después, qué cosa significa criticidad
dentro de estas fonoas.
Rusconi: Quisiera acercanne al problema de manera dis-
tinta diciendo algo que parece oportuno anteponer para el
lector.
En ténninos generales, la relación de Weber con el mar-

175
xismo ocurre en tres niveles: el marxismo de Marx, el
marxismo del partido socialdemócrata y la clase obrera
organizada que se dice marxista. Weber se comporta distin-
tamente según cuál de los tres niveles se trata.
Una fábula dice que Weber no conocía mucho a Marx .
En realidad, incluso considerando las últimas investigacio·
nes, lo conocía bastante bien. Ciertamente carecía de sensi·
bilidad ÍlIológica pero lo conocía bien.
En la conferencia evocada, cuando Weber dice atribuir al
"ManifIesto" un carácter profético, esto no tenía en modo
alguno signiflcado despreciativo. En Weber, profeta es un
carácter extremadamente positivo, vital. Cierto, a Weber le
es completamente extraño el discurso sobre el trabajo pro-
ductivo, porque para él no es decisivo el modo de produc-
ción, sino el modo de poder, para determinar la dinámica
de la sociedad. A priori, esto excluye automáticamente
toda la problemática que importa para un marxista. Respec-
to al partido socialdemócrata, se sabe que Weber fue muy
brutal, repetía la crítica que, después, será de Michels, esto
es: maximalismo en el nivel verbal e impotencia en el nivel
real. Además, no lo olvidemos Weber fue amigo personal
de Bemstein, y cuando estalló la revolución en e118, inten-
tó conscientemente y con extrema lealtad encontrar el
camino de una alianza.
De hecho, Weber colaboró con los socialistas considerán-
dolos como los mejores dirigentes políticos que entonces
operaban en Alemania. Semejante actitud fue correspondi-
da del mismo modo por los jefes socialistas más inteligentes,
si es verdad que, todavía en los años 30, Hilferding habla
siempre en ténninos positivos de dos "burgueses" como
Weber y Rathenau. Cierto, no podemos desmentir la extre-
ma brutalidad y el desprecio con que Weber juzgó el intento
de los espartaquistas, al igual que cuando dice, hablando de

176
Trotsky y de la paz de Brest-Litovsk, "con gente de fe es
necesario tratar con las armas empuñadas". Siempre me ha
parecido que el teórico del carisma no comprendía la fuerza
carismática que había en aquellos acontecimientos_ En los
enfrentamientos de la clase trabajadora, Weber fue siempre
extremadamente abierto, aun en términos ambigüos y pa-
ternal-aristocráticos.
Respecto al socialismo, en mi modo de ver, Weber asume
una posición agnóstica: entre 1918 y 1919, estaba,incluso,
disponible para efectuar una socialización. En cuanto a la
forma socialismo , a parte del hecho de que la consideraba
una forma de hiperburocratizaci6n, tenía una actitud técni-
ca, ya que su problema no era cómo producir, sino quién
dirige la producci6n; en efecto, ya que la producci6n es
únicamente racional, y racional significa capitalista y/o
socialista.
Caccillri: Estoy de acuerdo. En particular, me parece que
el problema de la transformación y de la innovación no
estaría enteramente neutralizado en Weber, más bien cons-
tituye su problema, en el sentido más preciso del término.
Lo que vuelve inquietante el discurso weberiano no son
tanto las cosas por todos conocidas, que la crítica weberia-
na es una crítica a cualesquier filosofía de la historia, etc.,
etc_ El problema inquietante es que, en los Umites de la
racionalidad productivo-administrativa vigente y dominan -
te, el momento innovativo , el momento transformativo-in-
novativo no tiene jitndamento. Esto es, el problema de lo
irracional entra prepotentemente en el discurso weberiano,
como el problema de los límites de la racionalidad . Lo que
a mí me ha interesado siempre en Weber es esta fuerza para
trazar con coherencia, o para intentar trazar con la máxima
coherencia, los confmes de las decisiones racionales posibles;
y en este mismo momento ver cómo los problemas verdade-

177
ramente decisivos, vitales, los que corresponden a la trans-
formación del sistema político, a la innovación de las reglas
del juego, no son capturables dentro de tales límites.
Esta contradicción está en las cosas y ningún metodolo-
gismo la alista, ninguna dialéctica la recompone. He aquí,
Weber no puede ser filósofo de la historia y, en los hechos,
supera verdaderamente cualesquier planteamiento de filoso-
fía de la historia, porque cualesquier planteamiento de filo-
sofía de la historia es necesanamente dialéctico y sintético.
Puede considerarse, sin embargo, que lo Weber llamaba
la repugnacia pequeño-burguesa en los confrontamientos
del "jefe" ya haya vencido, y que esta temática weberiana
ya no sea actual , en el sentido de que probablemente los
sistemas políticos no presentan ya este problema.
Alguien decía que la negatividad ya no tiene empleo. Lo
que molesta continuamente a Weber es el problema de la
negatividad en el interior de la acción política, de la acción
política como factor todavía activo que niega, pero que
niega sin fundamento , que niega a través de mecanismos y
procedimientos que no pueden ser remitidos a la racionali-
dad formal dominante . Desesperadamente , Weber busca,
todavía, un empleo para la negatividad. Este es su miedo ,
que la vida termina, se hace Estado burocrático-adminis-
trativo. Aquí está el sentido de la lucha de Weber contra
las filosofías de la historia y los utopismos. ¿Por qué Weber
hoy? Porque advertimos que esta lucha se renueva (no repe-
tida, es obvio) - sin embargo , justamente esto es también
índice de que, en alguna forma , estas filosofías han vencido
ya, se han realizado en el Funcionario.
Rusconi: Lo que Weber llamaba burocracia, nosotros lo
llamamos administración: nuestra vida es administrativa en
una edad administrada y ya no saldremos. Debido a esto,
Weber estaba preocupado por la descomposición de las fuer-

178
zas "carismáticas" extrarracionales, las únicas capaces de
poner la dinámica en movimiento. Son los pasajes más fasci-
nantes y problemáticos del discurso weberiano que, en tér-
minos políticos, cuhninan en la hipótesis de una "democra-
cia guiada" por un jefe carismático.
Cacciari: Aquí no está un mecanismo neutralizante en el
discurso weberiano. Cuando más, el énfasis debería caer
sobre los elementos "irresueltos" de su discurso. Hoy , esto
no significa volverlo "utilizable". Es evidente que la situa·
ción actual está del todo desfasada respecto a los problemas
weberianos.
Pero ¿por qué y en qué punto? Esta pregunta me intere-
sa. ¿Por qué ha vencido la solución administrativa? ¿Por
qué ha muerto la política que realiza lo posible,justamente
por cuanto intenta y arriesga siempre lo imposible?
Rinascita: Me parece que las observaciones de Cacciari
permiten discutir dos cuestiones. La primera ¿por qué no es
falsificable el socialismo? O mejor ¿Por qué ninguna falsifi-
cación de la teoría del socialismo puede eliminar la tensión
que apunta a la transfonnación? ¿El movimiento socialista
es expresión de la tensión que expresa la tensión hacia la
transformabilidad-innovación del sistema?
Segunda cuestión: la sociedad administrada y el Estado
asistencial vuelven distintos los problemas que había pen-
sado Weber. Quizá en esto medimos su retardo y, en conse-
cuencia, debemos estar atentos para no dejarnos prender
por la nostalgia.
De Giovanni: En estas tesis sobre la ausencia de toda
hipótesis neutralizante en Weber, hay un aspecto que me
convence y otro que no. No sé si todo puede quedar cante·
nido aquí dentro, o si después, en este impulso fuertísimo,
digamos, en el nexo poder-competencia que hay en Weber y
por el cual, además, la no valoratividad se convierte en una

179
fonna de funcionamiento del ¡poder, no estaría también
aquí - cómo decir- una exigencia muy fuerte para conte-
nerse de toda hipótesis de apropiación social, política, del
proceso de producción . Tanto es así que, después, hay una
reducción parlatnentarista de la democracia.
En Weber, la contención de la relación poder-competen-
cia dentro de un ámbito extremadamente fonnalizado , es lo
que puede dejar entrever un funcionamiento neutralizante
de la razón fonnal. Es decir, sigo reteniendo el tema que,
antes, había planteado marginalmente , un tema muy impor-
tante en el debate Marx-Weber y después, es el tema de la
imposibilidad de una apropiación social de los medios de
producción. En la "Política como profesión", con extrema-
da claridad, Weber reafmna el tema de la imposibilidad de
una reunificación entre los productores directos y los me-
dios de producción en sentido lato que aseguran no sólo la
producción de la riqueza, sino la investigación y la adminis-
tración , porque toda reunificación es insostenible a la luz de
un funcionamiento efectivo de la calculabilidad y de la ra-
zón fonnal.
En este punto es donde veo la posibilidad de una inter-
pretación en clave neutralizante de la razón weberiana pues-
ta ya en discusión por el modo en que Schmitt, por ejemplo,
alcanzó violentamente "lo político", el conflicto de la
detenninación de los ámbitos de vida.
Por esto, en la no pertinencia del pensamiento dialéctico
respecto a Weber, se puede estar también en esta otra ver-
tiente , no sólo el aspecto politeísta y multiplicador de posi-
bilidades, sino también la otra vertiente del discurso: esto
es, la posibilidad de que después este "politeísmo" se re-
suelva fmalmente en una extremada rigidez, o potencial
rigidez, de la fonnalización de los ámbitos de vida.
Caccillri: Aun después de las dos objeciones reafrrmaré

180
mi discurso. Antes que todo, por Weber, incluso dentro de
los mismos marcos especiales, hay conflicto , esto es, no son
paradigmas unívocos, rígidamente determinados.
Segundo punto: la reducción en el interior del marco
especial es dictada por la responsabilidad. Esto es, es ascetis-
mo potente, no es el ascetismo del retiro, de la fuga; es re·
nuncia potente, en el sentido de que esta reducción significa
llegar a una formalización del lenguaje propio, del propio ám·
bito que da, después, la posibilidad de poder sobre el mun·
do, sea bajo el enfoque analítico, sea bajo el enfoque políti·
CO . Más todavía: hay la relación , enteramente conflictiva
en Weber, entre estos ámbitos y lo "irracional" de la decisión
innovadora ; irracional no en el sentido genérico del térmi·
no, más bien irracional en el sentido de que esta decisión no
encuentra fundamento en el interior de los sistemas raciona·
les - de los límites de los sistemas racionales- , de las deci·
siones calculables· programables· previsibles.
Rinascita: Hay un punto recurrente en las distintas inter·
venciones. Rebasando las cuestiones de naturaleza m~s es-
trictamente fUosófica y afrontando un tema más pol{tico :
en Weber indudablemente está presente una tensión entre
innovación y neutralización. Neutralizar significa que se
vuelve problemático todo lo que sale de las formas previstas
de la parlamentarización. De otra parte, es precisamente es·
te "otro" lo que produce la innovación . El tema cambia ¿la
democracia, en Weber, es capaz de aportar innovación?
En Weber no hay tensión entre la autoridad legal racio·
nal, por un lado, y la constante emergencia del conflicto.
A priori, este conflicto debe estar ya dentro de las formas
o si es pensable un conflicto que traspase las formas previstas
por la Constitución? Históricamente esto ha ocurrido, basta
pensar en la caída de Weirnar. Por esto hablo de tensión y
caída del modelo weberiano, y pienso que el modelo de Es·

181
tado que Weber representa está superado. Tú mismo, Rus-
'eooi, has escrito, en un artículo reciente~ que el Estado asis-
tencial es impensable desde el punto de vista weberiano.
Si alguna vez el problema que nosotros debemos temati-
zar se transforma ¿ tratamos con pura nostalgia cuando pen-
samos en un movimiento carismático capaz de producir
innovación? Dicho de otro modo ¿puede pensarse en la
fanna democrática como capaz de introducir innovación?
Es este el punto que debe interesar al movimiento obre-
ro: ¿recluirse en la aceptación de la administración o pensar
que es posible, en las formas masificadas de la política, in-
troducir innovación?
Cassano: La posibilidad de desbloquear una situación
que parece de parálisis y de estancamiento, la posibilidad de
innovar la confiaría mucho más a un progreso de la cultura
política, antes que a la intervención de nuevos e improba-
bles dirigentes (/eaders) : el carisma weberiano, por defmi-
ción , es poco controlable desde abajo; tal vez más que
nuevos políticos emprendedores, tenemos necesidad de
poder controlar a todos los viejos, sobre la base de acuerdos
más precisos, sea sobre los fmes, sea sobre los medios de
nuestra acción política. El estancamiento que Cacciari teme
parece ser a la preeminencia de una racionalidad de corto
alcance, una suerte de "oportunismo razonable" que descui-
da del todo lo que aparece lejano invisible , no tangible. Por-
que se vuelve a empujar colectivamente sobre el futuro
ocurre que se hace conveniente el empuje, pero esta bien
que esta conveniencia no provenga de carismas, al precio de
lo que Weber llamaba "sacrificio del intelecto" , recaída en
fonnas de f¡)osof(a de la historia.
Es cierto que hay, en Weber, este dualismo entre carisma
y n/tina, entre racionalidad respecto al valor con arreglo a
valores y racionalidad con arreglo a rmes, pero sobre este

182
punto ocurre ir más allá de Weber: el desencantamiento no
conduce necesariamente a entregarse a un demonio. Cierta-
mente aquella opción produce innovación, como la produce
el mirar a lo imposible, pero la verdadera novedad respecto
a esta circularidad sinfín entre carisma y rutina sólo puede
provenir de la máxima coherencia con el desencanto,llevan-
do a sus últimas consecuencias la convicción de vivir en una
época "sin dios y sin profetas". Una innovación que proce-
diera en el interior de esta circularidad sería vieja, mientras
que la novedad sólo podría provenir del carácter de consen-
so y racionalidad relativo al empuje sobre el futuro .
A Weber le ha parecido que la única garantía para retor·
nar de formas de filosofía de la hlstoria, de los riesgos del
profetismo, podría venir de una separación drástica entre
ciencia y política. Pero, paradójicamente, esta separación
reduce el peso de los profetas exclusivamente en las aulas
universitarias, no en el resto del mundo. Este intercambio,
por lo tanto, sólo aparentemente es ventajoso para la cien·
cia. Más allá de la organización de conocimiento y política,
característica del hegelianismo, y de la drástica separación
weberiana, probablemente hay una relación más fatigosa,
más frágil entre los dos términos.
Pero si estamos de acuerdo en que tales soluciones no
funcionan, porque --Q priori- dan por resuelto una rela-
ción que sólo puede ser construida, esta es la única direc-
ción en la que conviene marchar: el conocimiento mantiene
una relación fuerte con el actuar político orientado a la
emancipación s6lo si se preocupa' de contener su retórica,
si se rehusa a celebrarlo, pero criticándolo se arriesga a
volverlo coherente con los propios fmes .
Cacciari: ¿Es posible la innovación en un sistema demo-
crático que excluya la producción de "jefes", en que la po-
lítica es sólo burocracia especializada y está hecha por diri·

183
gentes políticos de profesión? En cuanto a la crítica de
Weber al socialismo, me parece, por muchos aspectos,
completamente dermitiva. En efecto, nadie habla más del
socialismo que criticaba Weber. Weber crítica una idea de
socialismo que es completamente fIlosofía de la historia,
completamente utopía en el sentido que dije antes, comple·
tamente Uprograrnación".
Rusconi: Las cuestiones, sin embargo, son dos: la prime-
ra es si hoy todavía es posible hablar de socialismo en un
sistema administrado . La segunda es que ha cambiado
radicalmente la idea histórica del socialismo: el socialismo
mismo se ha convertido en buena administración. Si hoy
hablamos de Weber es porque el socialismo , al menos para
algunos de nosotros, ha perdido cualesquier carga utópica,
y por tanto gran parte de la crítica weberiana del socialismo
ha venido a menos.
Quisiera, ahora, tocar una cuestión conexa. Weber tenía
una formación nacional·liberal a la que estaba ligada una
particular concepción de la democracia , de las garantías o
derechos individuales, que él no ha tematizado, tal vez por·
que la consideraba obvia o presupuesta. Habló de Führer-
prinzip , incluso si no pensaba en el Führer Hitler que habría
contradicho los postulados liberales e individualistas tan
profundos en la concepción weberina.
No obstante , esto no quita que su falta de sensibilidad
para la articulación democrática lo desplaze. Pero ¡aten-
ción! nosotros admitimos, por un lado, que no hay socialis-
mo sino en forma de administración y, del otro, no obs-
tante, reconocemos que la idea weberiana de democracia
efectivamente no está a nuestra altura, nuestra democra-
cia es más compleja de cuanto no quisiera verla.
Sólo quisiera decir esto: la crítica de Weber a una
cierta idea de socialismo se ha revelado justa. Pero, en la

184
medida en que la idea de socialismo ha perdido la carga
utópica, automáticamente su crítica viene a menos. Por
lo tanto, si ataca al socialismo como utopía burocrática,
está errando el tiro ~ pero, por otro lado , nosotros mismos
debemos admitir que si, en el entretiempo, el socialismo se
configura como buena administración y escapa a la crítica
de Weber, por otra parte, cae bajo otro topos weberiano
la burocratización. Es como si el fuego de la cuestión se
hubiera apartado y los golpes que lanzaba en general contra
la utopía regresaran sobre nuestra idea de socialismo como
socialismo realista.
Hoy el problema del socialismo ya no lo ponemos en los
términos que él decía, sino más bien en los términos más
generales de administración y de burocracia. Existe el peli·
gro de un gran universo administrado. No sé si me he expli·
cado: ha cambiado la idea de socialismo, pero el problema
permanece.
Cacciari: El problema que plantea Rusconi es un proble·
ma de fondo. Aunque lo que Weber aprecia, subraya, enfa·
tiza , en el movimiento socialista a él contemporáneo, es lo
que en el movimiento palpita, ah{ vive la idea de la po({tica
en sentido innovador fuerte.
Dejemos de lado por un momento la crítica a la ideolo·
gía socialista, en vez de eso preguntémonos si, hoy , para
nosotros el socialismo es todavía - o deber ser todav{a-
"crisis" de la racionalidad burocrático~administrativa·pro­
ductiva, producción de "jefes", o sea simplemente otra
forma de administración. otra organización de la misma
racionalidad . Si es administración, se le puede aplicar la
crítica de Weber a la administración; si es "crisis" de la ad-
ministración, se le puede aplicar la crítica a los movimientos
carismáticos.
De Giovanni: Si el discurso está en el interior de los lími·

185
tes del concepto weberiano de democracia, la cosa no puede
cambiar; el fondo lo vena en la relación exclusiva entre de-
mocracia y parlamentarización y la idea conexa de la políti-
ca com o profesión.
Me interesa , en efecto comprender desde el interior estos
límites del weberismo , que son extremadamente significati-
vos porque la complejidad de nuestra democracia actual ha
roto completamente los dos esquemas, esto es, ha roto
tanto el esquema de la relación exclusiva "democracia-
parlamentarización" cuanto el esquema de la política como
profesión _
Cacciari: Que, sin embargo , es también política como vo-
cación. . .
De Giovanni: Aquí están los puntos precisos sobre cuyos
límites se hacen evidentes: de un lado, la relación movi-
mientos-política, la imposibilidad en sentido fuerte de que
la sociedad de masas cambie el carácter pasivo de la relación
masa-política que no sólo permanece, sino que se determi-
na ; por el otro lado, el tema de la relación democracia-espe-
cialidades: porque en el fondo la ruptura de la relación
exc]usiva "democracia-parlamentariza" es consecuencia del
hecho de que esta es todavía una visión muy centralizada,
muy unificada del poder político que resulta del todo ina-
decuada para explicar la sociedad y el poder actuales_
Hoy nos encontramos en una fase en la que asistimos a
un desenvolvimiento muy distinto de la fenomenología po-
lítica , el problema de la democracia se replantea como pro-
blema de las relaciones de poder en ámbitos de vida deter-
minados_ Por tanto, se abre en una dimensión más amplia
y diversa la cuestión de la complejidad de la democracia,
esto es, la imposibilidad de aislamiento de lo político en
un punto especializado y como cerrado en sí mismo.
y bien , este es un límite emergente del weberismo, si

186
acogemos el tema de la democratización en este sentido
fuerte , es decir, como problema de la relación "democra·
cia·ámbitos de vida", relaciones específicas y difusas de
poder.
Rusconi: No estoy convencido del todo. Veamos un po·
co si podemos reconstruir: que nuestros sistemas democráti·
cos parlamentarios sean enormemente más complejos, arti·
culados que lo que podía ver un nacional-liberal en 1919 ó
1920, está fuera de discusión por razones obvias. Pero, en
cuanto al problema masa-política, pues bien ¿es que quizá
ha cambiado el hecho de que la masa es aún objeto de
administración? Enseguida ¿tal vez ha cambiado la relación
democracia-especialidad?
y en fm. Ambitos de vida y difusión de poder: la racio-
nalidad en Weber es un procedimiento de control de la
realidad dentro y fuera del hombre , es un concepto prác-
tico porque el poder dondequiera es la política y por tanto
el cúirnen de este poder es también el control del poder.
Paradoja: la política como control del poder difuso.
He aquí la razón de que, no obstante, que hemos cam·
biado las formas y la fenomenología, los tres problemas
enunciados son exactamente los de Weber. Ciertamente, sin
embargo, no podemos usar de manera filológica sus golpes
contra los espartaquistas, o bien tener su ingenuidad hacia
la Führerdemocratie. Hoy, sería ingenuo pensar que venga
un jefe a guiar a los otros. Hoy los jefes son fabricados porla
máquina administrativa, y esto vuelve todavía más angustio·
so el problema del jefe. Por lo tanto no debemos más hacer
una lectura filológica de Weber, sino iI más allá de lo que
llamaré su matriz teórica.
He aquí por qué discutimos de Weber. Así, en base en
lo que hemos dicho , me doy cuenta súbitamente de que
en realidad estamos dentro de la temática weberiana, inclu-

187
so si la fenomenología externa está radicalmente cambiada
y, de este modo, nos interrogamos sobre el sentido de esta
sociedad que estalla, es compleja, es incontrolada y, por
tanto, aparentemente antiweberiana. En efecto ¿dónde está
la máquina y la "j aula de hierro"? Pero, ¿tal vez no es
cierto que esta sociedad ya ingobernable plantea el mismo
problema que Weber sostenía hablando de la racionali-
zación?
Cacciflri: Para Weber, las masas son organizadas por la
socialdemocracia, tienen sus partidos que, sin rodeos, "anti-
cipan" a los burgueses, por lo tanto , las masas no se con di-
deran pasivas.
Rinascita: Detengo conservando el hecho de que no vale
la pena jugar con las contraposiciones inútiles o sus retar-
dos, sobre lo que uno no debía o no podía prever, es obvio
que el desarrollo de las fuerzas productivas, para usar un
término marxiano, y lo que la reacionalidad administrada
pudo producir, ha liberado de las formas políticas que se
proponen, según yo, más allá de la posibilidad de reflexión
weberiana.
Estamos enfrentados a una mutación profunda en la for-
ma Estado, impredecible para Weber. Vivimos, para usar
una fórmula de Fraenkel, en el "doble Estado", en el que
coexisten la ley universal y el decreto administrativo. La
realidad es la del jefe (bass) estadounidense y la de la
Democracia Cristiana Italiana.
Rusconi: Pero ¿de veras se piensa que Weber tenía un
modelo de tipo tradicional? En sus dos últimas conferen-
cias, termina con la invitación a mantenerse firme. Hay la
idea de asumir la responsabilidad y la idea del ascetismo po-
tente precisamente por que él sabe que el mecanismo es
irreversible y no se vuelve atrás.
Decir que la democracia debe tener jefes es una ingenui-

188
dad, es ridículo pensar que la solución sea eljefe, porque ya
no habrá jefes. Lo que , en el buen sentido del término, no·
sotros llamamos complejidad , efectivamente escapa a Weber
que tiene una visión opuesta, es decir, la de la jaula.
Rinascita: Entonces debemos preguntarnos ¿sí y cómo
es posible lo Político - con P mayúscula- en una sociedad
administrada? Luhmann piensa que a causa de esto Weber
es el último de los pensadores políticos clásicos.
Caccif1ri: Weber, seguramente, está buscando el "sujeto"
- de la subjetividad política. Y por lo mismo, pertenece al
"humanismo" que Luhmann critica. Pero es un humanismo
desesperado.
De Giovanni: Terminaré claramente en clave antiwebe-
riana. Es difícil responder a la pregunta ¿es posible lo Polí·
tico en la sociedad administrada? Según yo, si es posible, lo
es en la dirección que viene de fuera de la inteIVención pre·
cedente, y esto quiere decir, en la forma del impulso al con·
trol sobre las condiciones de productividad de cada uno de
los ámbitos de vida ; puesto que no veo más 10 Hpolítico" en
general, lo político que abarca en conjunto lo complejo. Re·
torna el nudo conflictos·ámbitos de vida particulares como
lucha por el control de las condiciones de productividad, de
organización, de existencia de ámbitos de vida particulares.
Si esto es, hoy, un tema político, entonces la mirada se
amplía más allá de Weber y veo que regresa releída y repen·
sada la problemática de Marx.
Pero sobre una presuposición: la imposibilidad de que
este control esté aquí. En verdad: hay en Weber la intuición
de que tal control no puede ir más allá de un cierto punto,
esto es, que la separación permanece, y permanece como
dato ontológico.
Si, por lo tanto, lo político es una lucha por el control
de las condiciones de productividad de cada ámbito de vida

189
determinado, si es esta la dirección, parece que esto da sen-
tido a muchas de las luchas actuales, por ejemplo a muchos
de los movimientos de hoy, a muchos hechos reales que
sobrevienen.
Rusconi: Indudablemente el límite extremo de Weber es
haber concebido siempre lo político en términos personalis-
tas, por esto para él lo Político es el Führer, es el Jefe. Se-
gún yo, esto es un límite gravísimo, diré límite antropoló-
gico.
Cacciari: Enfrentemos entonces la pregunta ¿puede ha-
cerse política de la organización, en el sentido de "intentar
lo imposible"?
Rusconi: Pero Weber pensaba verdaderamente en una
gran personalidad.
Caccian": Porque no creía que la organización pudiera
hacer política.
Rusconi: Pero es esto lo que estoy diciendo: el hecho de
que pensara en una persona no es un accidens, excluía el
partido. Dicho esto, el problema permanece: este sistema
tiene necesidad de un político que, según la imagen de
Weber, sepa ser apasionado y sepa arriesgar para hacer la
historia dándole un sentido.
Sin embargo, para Weber, el político, jefe y profeta, era
una persona que la gente podía ver y tocar. Ahora todo está
irreversiblemente terminado, ya no hay ni profeta ni comité
central. Debemos arreglárnoslas a solas.

190
Cap ítulo III

EXPLlCACION PREVIA
Traducción de Francisco Galván O(az

W. J . MOMMSEN

E l 16 de enero de 1918, en el momento culminante de


las negociaciones en Brest-Litowsk , Max Weber dictó
una conferencia sobre "Aristocracia y democratización en
Alemania", en la Unión de Expertos en Comercio e Indus-
triales de Ber/(n (Verein Berliner Kaufleute und Industrie-
ller), en la que fundamentó con una agudeza hasta la
fecha no conocida, la necesidad de una parlamentarización
de la Constitución del Reich, pero sobre todo sus exigencias
acerca de la abolición del derecho electoral prusiano para
las tres ciases (preussischen Dreiklassenwahlrechts) .
La conferencia es significativa, aún más allá de lo ante-
riormente señalado, porque Weber en esa ocasión se presen-
ta públicamente como un correligionario de la burguesía y
también, porque condena el carácter de la aristocracia
prusiana, que hasta entonces habla sido considerada una
clase de cualidad especial .
El escrito de Weber /que hoy se ofrece en español/ ha
sido publicado el 17 de enero de 1918 en el "Berliner
Tageblatt", Anuario 47, No. 3D, edición matutina, confor-
me a una versión resumida del propio Max Weber. Cfr. , al
respecto la carta de Weber a Mina Tobler del 5 de agosto

19 1
de 1918, que se encuentran entre sus obras póstumas, en
poder del Prof. Dr. Baurngarten/Mannheim-Archlvo Eb-
net/ , bajo la signatura 53 _Materiales particulares: Archivo
Max Weber de Nünchen_

• Esta explicación, al igual que el original de Weber están conte-


nidos en el apéndice V que Wolfgang J. Mommsen ofrece en su mag-
na obra uMax Weber y la política alemana, 1890-1920", edición de
1974. de J.C.B. Mohr y Paul Siebeck Editores. Tubingia, Alemania
Occidental_, pp_ 524-526_

192
ARISTOCRACIA Y DEMOCRATIZACION
EN ALEMANIA
Discurso del 16 de enero de 1918

MAX WEB ER

E n la Unión de Expertos Comerciales e Industriales


Berlineses, el Prof., Dr. , Max Weber (Haidelberg)
habló acerca de la "Aristocracia y la democratización en
AlemaniaH • Examinó - no como científico, sino como
político- con una agudeza despiadada la actual forma de
gobierno. En otro tiempo, hace 30 años, él ya había puesto
en tela de juicio las papeletas electorales conservadoras. En·
tre tanto, políticamente ha operado una transformación to·
tal de sus concepciones, influido por el peso del conoci·
miento de que la forma de gobernar en el último decenio
ha conducido al desastre naval (Schiffbruch); esto lo ha
sostenido' Weber ya desde hace 20 años. De continuarse
otra vez la pol:tica actual del régimen, seguramente surgi·
rán, sin remedio, nuevos fracasos. Si el régimen lo quisiera,
podría buscar la paz. El orador se refirió ampliamente a lo
que de manera resumida se presenta líneas abajo:

Los alemanes somos un pueblo burgués

Los terratenientes de las provincias del Este no son una aris·


tocracia, v. gr., a la manera de la inglesa, que apoyada en la

193
seguridad impasible de su propia dignidad personal y de una
distinguida instrucción, ha revelado un rendimiento políti-
co-estatal importante_ Los terratenientes prusianos nobles
no son otra cosa que empresarios del agro_ Políticamente
son como los empresarios de la industria y del comercio,
más o menos indispensables. Estan vinculados a su trabajo
pero no estan en la situación de cultivar la política como
arte. Las formas de la democracia verdadera se deben imi-
tar, son democratizables. Las formas alemanas son indemo-
cratizables. Su portador es el estudiante Couleur* examina-
do. De manera ejemplar en Argentina, el Conde no es desai-
rado, sino el antiguo estudiante Couleur o aquel hombre
aprisionado por nociones estudiantilistas (Couleur). El
concepto de la capacidad de satisfacción es fundamental
para la carrera de funcionario público-político. El funciona-
riado surgido de los grupos estudiantiles Couleur, considera
al reino alemán no como otra cosa que una compañía de
seguros para el Avancement y la dominación. La seguridad
garantiza el derecho electoral prusiano para las tres clases.
En el Estado y en la vida burguesa, el empleado público
con instrucción especializada es un destino inevitable. El
error básico en la conducción de la política alemana estriba,
sin embargo, en el modo de ascenso del funcionario en los
puestos ministeriales. Estos deben ser ocupados por un
político, mientras que los funcionarios solamente deberían
cumplir con su cometido, sin atender a sus propias opinio-
nes. Un ministro que obedece las instrucciones de otros,
como si co"espondieran a su propio conocimiento político,
no es transparente ni tiene honor. En el menosprecio de
este hecho radica fundamentalmente el infortunio de nues-

·Couleurstudent: estudiante (perteneciente a una sociedad estu-


diantina, que ostenta como distintivo una divisa en colores).

194
tra política ex terior.
La parlamentarización de Alemania es el único camino pa·
ra evitar una guerra, bajo una situación difícil semejante a la
de hoy; la parlamentarización es también el único medio
de salvación para la Dinastía y el Monarca, puesto que el
actual régimen esta conduciendo en el interior y el exterior
a la catástrofe. El parlamentarismo es la dominación de los
partidos y así debe ser. Actualmente los partidos están bu·
rocratizados, como la administración. Esto significa que los
partidos estan dominados por el espíritu de cuerpo; la
causa de esta situación se encuentra en el sistema de gobier·
no vigente . Si los partidos accedieran a la dominación, la
vía del talento político estaría libre para ellos. Con ellos a la
cúpula llegarían hombres que tienen confIanza de la nación
y a los que los partidos han proporcionado adeptos incon·
dicionales desde hace mucho tiempo. Esto deja ver la utili·
dad de tales organizaciones, ya que durante largo tiempo
permiten que los ministros mantengan la confIanza del
pueblo.
La democratización de Alemania no significa entregarla
al socialismo o al pacifismo, sobre todo quiere decir no de·
jarla en manos de la demagogía . Una demagogia tan rabiosa ,
como la que se practica hoy, de ningún modo es otra vez
pensable.
Instancias subalternas fingen hoy conflictos dearribismo,
llevan luchas departamentales a la prensa - ¡y qué tipo de
prensa! - se comienza la gritería por la crisis. Desde otra
dirección, gente a la que se le debe pagar mucho para
escandalizar, les echa en cara que están al servicio del suelo
do inglés, en el Ber/iner Tageb/att y en el Frankfurter Zei·
tung. Es lamentable que tales demagogos, del todo alemanes
y muy distinguidos ofIciales, hayan caído ingenuamente en
la red y, que no vean a que cosas discutibles sirven. La em-

195
presa partidaria que esta abierta ahora en el ejército alemán ,
debe dirigir a éste hacia la descomposición militar y moral.
Demagogia rabiosa son también - por ejemplo- las cons·
trucciones denigrantes, como está en Heidelberg ha sido
fundada una unión de estudiantes pacifistas. El editor del
"Berliner Tageblatt" ha recibido el ({tulo de doctor hono-
ris causa de la Universidad de Heidelberg. El debe haber
recibido 100,000 marcos ¿Para la unión? Las cosas han ido
así de lejos en la dirección de las conclusiones temerarias
y demagógicas. Lo que es verdad, es que tal unión no existe
y que Rudolf Mosse, por todo lo que yo sé, se había mere·
cido el título de doctor honoris causa ya desde hace mucho.
y que quien solicito tal reconocimiento en Heidelberg fue
un conservador.
Precisamente, para sofocar la infame demagogía actual,
necesitamos la dominación de los partidos: parlamentariza-
ción y democratización. El paso esencial para esto es la
abolición del derecho electoral prusiano para las tres clases.
La influencia del mismo sobre el gobierno del Reich, sobre
la Cámara de Representantes, en la que debe desembocar en
todo caso la parlamentarización, fue ya hasta ahora excesi·
vamente gravoso y devino insoportable - por añadidura- ,
luego del fm de la paz : entonces, AlemJlnia no quiere estar
sometida a un Parlamento "logrero" de la guerra, que sirve
al señorlo de las tres e/ases. Yo juzgo el proyecto de la asi
llamada "casa señoriaJ", como un llamamiento al terror,
como un producto de la cobardía, especialmente como un
freno contra el desarroUo democrático tan necesario para
nosotros. Sin embargo, el terror frente a las necesidades
inevitables, hasta ahora, por supuesto , no vale para los ale·
manes como virtud de varone s.

196
Capítulo IV

PRESENTAClON

El listado que sigue no pretende haber agotado la existencia


de escritos acerca de la obra de Max Weber en español. Es
un primer envío que en una pr6xima presentación mejorare-
mos. En todo caso, se ruega a los lectores nos hagan llegar
datos hemero-bibliográficos no incluidos en el presente a la
siguiente dirección.

Prof. Francisco Galván Díaz.


Universidad Auton6ma Metropolitana.
Unidad Azcapotzalco.
Departamento de Sociología .
Av. San Pablo SINo. Azcapotzalco, México 16,
C.P. 02200. República Mexicana.

197
OBRA ACERCA DE MAX WEBER EN ESPAÑOL

FRANCISCO GALV AN DlAZ

Agramonte, Rooerto D., "Ciudad y política en la sociolo-


gía de Max Weber", En Revista Mexicana de SociologlO,
lIS, UNAM. 1965. (pp. 803-840).
Agramonte, Roberto D., uMax Weber, sociólogo de la com -
prensión causal". En SociO[OgJÍI Contemporánea, Méxi-
co, 1963.
Agramonte, Roberto D., Tratado de Socio/agio, Buenos
Aires, 1965. (T. J. Cap. XII).
Aguilar Villanueva, Luis, "Algunas tesis del pensamiento
político de Max Weber". Material Mimeo, del SUA,
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Aguilar Villanueva, Luis, "La política después de las ilusio-
nes" . En Revista Nexos, No. 38, enero de 1981 (pp. 3-
11).
AguiJar Villanueva, Luis "Administración y Estado Moder-
no", en Revista Administración y Polz'tica, UAEM , No.
2,1982.
Agulla, Juan Carlos, "Dos momentos en la historia de la
sociología: Cornte y Weber". En Teorúz Sociológica , liS,
UNAM . México, 1965 (pp. 63-78). Este trabajo también
fue publicado como "La sociología y la situaci/m históri-
ca de Cornte y Max Weber". En Revista de Humanidades
de la Facultad de Filosofia y HumanMades. Universidad
Nacional de Córdoba. No. 3, 1960).

198
Agulla, Juan Carlos, ''Max Weber y el orden jurídico". En
Teona Sociológica, lIS, UNAM, México.
Agulla, Juan Carlos, "Max Weber y la sociología hoy". En
Revista Mexicana de Soci%gta. Vol. 26, Enero-Abril
de 1964. No. 1 (pp. 1-10).
Agulla, Juan Carlos, "Supuestos antropológicos de la acción
en Max Weber". En Revista Mexicana de Sociologia, No.
3, Vol. 27, 1965 (pp. 969-981).
Anabitarte, Afredo G., "Polémica sobre la figura y obra de
Max Weber", En Revista de Estudios Politicos, Madrid,
España, Nov./Dic. de 1964. No. 138
Aran, Raymond, Las Etapas del Pensamiento Sociológico,
Ed. Siglo XX, Buenos Aires, 1970,2 Vol. (T. 2. pp. 219-
316).
Aran, Raymond, "Introducción a Max Weber" En El Pol(ti-
co y el Cientlfico, de Max Weber, Alianza, Madrid. 1972
(pp. 7-78).
Aron, Raymond, La Sociologz'a Alemana Contemportlnea,
Paidos, Buenos Aires, 1965 (pp. 109-169).
Arteaga Perez, Javier, "El concepto de racionalidad en la
sociología de las organizaciones", En Revista de la Uni-
versidad de Guadalajara, No. lO, (pp. 3-18).
Baar, Carl, "Max Weber y el proceso de la comprensión de
lo social". En Parsons, T. Presencia de Max Weber . ..
(pp. 209-222).
Barragan, René, "Religión y sociología en el pensamiento
de Max Weber". En Revista Mexicana de Sociolog¡'a, Mé-
xico, 1939, Vol. I. No. 1 (pp. 66-79).
Beetharn, David, Max Weber y la Teor(a PoUtica Moderna.
Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1979,
459 pp.
Bendix, Reinhard, Max Weber. Amonortu, Buenos Aires,
1970.
Bendix, Reinhard, "Max Weber y la sociología contemporá-
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172).
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la Perspectiva Weberiana. eIDE, México, febrero de
1981. (Colecc. Adm. Públ. 1). (Parte 1. pp. 17-90).
Bravo , Víctor. "La construcci6n del objeto de estudio en
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los y de traducciones, rea lizados desde diversas perspectivas y contextos
con un denominador comú n, a saber: el esfuerzo de colaborar en la
reintroducción del pensamiento de Max Weber al ámbito politológico
mexicano, que se libra permanentemente en las universidades y en el
intercambio editorial.
Los ensayos de Luis Cervantes, Fernando Danel , Francisco Galván y Luis
Aguilar Villanueva se dedican a tematizar los antecedentes, el por qué yel
para qué de la necesidad del Debate-Weber en México . Los trabajos de
Juan Pego raro y de Nora Rabotnikov abordan la forma moderna de lo
político y el fenómeno de la burocratización; mientras que las traduccio-
nes de la entrevista a Mommsen (Veca) y de la Mesa Redonda (Cacciari ,
Cassano, de Giovanni y Rusconi), son de gran interés para valorar la
actualidad de Weber en relación a las exigencias del pensamiento político
contemporáneo . Por último se incluye una bibliografía de y sobre Weber
(en español), preparada por Galván, que es de especial interés para la
recuperación rigurosa , actualizada y crítica de la herencia weberiana .
Luis Cervantes Jáuregui
Nació en Guanajuato. Ingeniero Químico con estudios de posgrado en
Economía yen Ciencia Política . Profesor de tiempo completo de la UAM-A
desde 1978. Actualmente trabaja en el Departamento de Sociología y
desarrolla una investigación sobre Políticas Públicas y Corporativismo en
M éxico.
Francisco Galván Díaz
Nació en Mazatlán. Sociólogo d~ la Universidad K-M -Leipzg, ROA, tiene
estudios en Ciencia Política en la FCP y S, UNAM . Profesor de tiempo
completo en la UAM -A desde 1982. Traductor de alemán y portugués.

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