Lírica de Posguerra
Lírica de Posguerra
Lírica de Posguerra
POESÍA DE POSGUERRA
La guerra civil española supuso una ruptura violenta en todos los órdenes de la vida, y su impacto en la literatura
y, particularmente, en la poesía fue determinante. En las décadas de la posguerra el panorama lírico estuvo
marcado por la contienda, que provocó el exilio de numerosos intelectuales y por la política cultural del régimen
franquista, la censura y el dirigismo.
En la década de los años cuarenta, ante la falta de libertades, la represión y la censura, la lírica española regresó
a temas y modelos tradicionales, como si las vanguardias no hubieran existido. A este sombrío panorama
contribuyeron la muerte, el exilio o el silencio de algunos de los mejores poetas anteriores. No obstante, jóvenes
poetas siguieron luchando para hacer oír su voz y dieron origen a dos tendencias poéticas predominantes:
● la poesía arraigada: conformista con la situación, más preocupada por la perfección formal del poema,
de temas familiares, religiosos y patrióticos, expresados con lenguaje y métrica tradicionales, se
encuentran autores como Leopoldo Panero (Escrito a cada instante), Luis Rosales (La casa encendida),
Dionisio Ridruejo (Sonetos a la piedra), Carmen Conde (Ansia de la gracia, Mujer sin edén…), Luis
Felipe Vivanco, José García Nieto…
● la poesía desarraigada: crítica con el panorama social, pero sin abordar directamente asuntos que
pudieran ser censurados, que trata temas como una religiosidad crítica, la soledad, la muerte, la
violencia…, con un estilo violento y desgarrado, un lenguaje cotidiano, sencillo y directo, y que prefiere
el verso libre sin rima y el versículo, destacan autores como Dámaso Alonso ( Hijos de la ira), Vicente
Aleixandre (Sombra del paraíso), Ángela Figuera (Mujer de barro, Soria pura), Victoriano Crémer,
Eugenio de Nora, José Hierro, Carlos Bousoño y los primeros poemarios de Gabriel Celaya y de Blas de
Otero. Muchos de ellos evolucionarán después hacia la poesía social.
La poesía en estos años 40 se desarrolló en torno a tres revistas: “Escorial”, “Garcilaso” y “Espadaña”.
● “Escorial” reunió a los poetas de la generación del 36 (Luis Rosales, Leopoldo Panero, Dionisio
Ridruejo y Luis Felipe Vivanco), que se decantaron por una poesía intimista de temas líricos tradicionales: el
amor, la muerte, la tierra, el paisaje...
● “Garcilaso” se fundó con apoyo oficial del régimen franquista para consolidar una poesía que sirviera a
los fines de la dictadura. Su director fue José García Nieto y sus autores son básicamente los mismos poetas de
Escorial. Los temas fundamentales son Dios y la patria, el paisaje castellano, el amor... Ofrecen una visión
positiva del mundo obviando la dura realidad española del momento.
● “Espadaña” (1944). Contra esta visión esteticista y de evasión, reaccionan una serie de escritores que
reclaman una poesía con mayor contenido humano y existencial, que refleje la desgarradora realidad española de
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la época (“poesía desarraigada” la llamó Dámaso Alonso). Temas: la angustia histórica (causada por la guerra) y
la angustia existencial (la ausencia de Dios, la soledad, la muerte...).
Durante la década de 1950, la evolución de la situación del país, cierta relajación de la censura y el influjo de
ideas de autores extranjeros favorecieron el predominio de una corriente de poesía social que ya venía apuntada
en los poetas desarraigados. Es una poesía comprometida con la colectividad, dirigida “a la inmensa mayoría”,
que se presenta como un instrumento para transformar la sociedad y conducirla hacia una situación de mayor
libertad y justicia, que emplea un lenguaje sencillo y coloquial de tono narrativo, cuyos temas poéticos expresan
las preocupaciones sociales, políticas y existenciales comunes a todos los seres humanos. pretende ser un
testimonio crítico de la situación sociopolítica del momento. La poesía se entiende como comunicación y se dirige
a una inmensa mayoría, pues el poeta cree que es un arma para transformar la adversa realidad. Esta tendencia
está representada por Gabriel Celaya, Blas de Otero o José Hierro, entre otros.
A finales de los años cincuenta, aparece un nuevo grupo de poetas que, sin renunciar al compromiso con los
problemas humanos y sociales, realizan un desplazamiento de lo colectivo a lo personal, y buscan una mayor
elaboración del lenguaje poético. Su obra se consolida en la década de los años sesenta. Destacan autores como:
Ángel González (Tratado de urbanismo), Gil de Biedma (Poemas póstumos), Claudio Rodríguez (Don de la
ebriedad), José Agustín Goytisolo (Salmos al viento), José Ángel Valente (La memoria y los signos), Francisco
Brines (Palabras a la oscuridad)…
En 1970 J.M. Castellet publicó una polémica antología bajo el título Nueve novísimos poetas españoles. Entre
estos poetas se encuentran Pere Gimferrer, Antonio Mártinez Sarrión, Félix de Azúa, Manuel Vázquez Montalbán
o Ana María Moix. Son un grupo de jóvenes poetas que conducirán la poesía española por nuevos derroteros. Las
principales características de esta nueva tendencia poética son: el poeta novísimo intenta alejarse de la realidad
inmediata o del tratamiento temático de sus problemas sociales; se defiende la autonomía del arte y hay una
preocupación extremada por la calidad artística del lenguaje; se aleja del realismo y regresa a los experimentos
relacionados con las vanguardias (escritura automática, collage, gusto por lo exótico, el ritmo del lenguaje y el
léxico culto…).