Chona Madera

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CHONA MADERA

OBRAS
COMPLETAS

EDICIONES RONDAS
BARCELONA
19 7 9
NOTA BIOGRÁFICA

Chona Madera, natural de una de las


Islas Afortunadas, Gran Canaria, nace
en 1901. Empezó a publicar versos en
los periódicos y revistas locales y penin-
sulares, siendo asidua colaboradora du-
rante diez años, en el que dejó de edi-
tarsie, de la revista "Mujeres en la Isla",
así como en la titulada "Gánigo" de
Tenerife y, con harta frecuencia en la
madrileña "Poesía Hispánica" de recien-
te desaparición. También ha colaborado
en la revista "Alaluz" ás California.
Fue tercer premio "Tomás Morales",
1967 con su libro "Los contados instan-
tes". Figura en el hbro que las poetisas
y escritoras españolas regalaron a la rei-
na Fabiola con motivo de su boda. Tam-
bién figura en nueve antologías, y recien-
temente en la publicada en Buenos Ai-
res titulada "Panorama poético Hispa-
noamericano".
Desde su primer libro "El volcado si-
lencio" toda la prensa de las Islas Ca-
narias se volcó de un modo favorable,
y ten el diario A.B.C. de Madrid y en
la revista "Canarias", de Buenos Aires
el excelente poeta D. Cristóbal de Cas-
tro, ya fallecido, hizo un caluroso elogio
de estos poemas, calificando a la autora
de poetisa original y de profundo tem-
peramento lírico. También la notable
escritora y miembro de la Universidad
de La Laguna (Tenerife), María Rosa
Alonso, en la revista de Historia de la
Facultad de Filosofía y Lstras de dicha
universidad, año 1944 y 1947 hace un
acendrado elogio de las poesías de Cho-
na Madera. También la escritora María
Victoria de Lara desde la Universidad
de Liverpool donde profesa español, hi-
zo un estudio crítico de la poesía de

(Continúa en la otra solapa) >NACIÓN


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CHONA MADERA

OBRAS
COMPLETAS

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U S nUJiáAS DE G. CANARIA
N* Doeumwno >(^2.^5>-^

BARCELONA
197 9
© CHONA MADERA PÉREZ
Primera Edicrón: julio 1979
Depósito Legal: B-21854-1979
I.S.B.N.: 84-300-1071-8
Impreso en los talleres de
Gráficas Fomento
C. Peligro, 8. Tel. 258 04 25. Barcelona
PROLOGO
Perfecciona tu modo dulcemente
y pon en cada cosa, lo adecuado.
Una triste dulzura ante la muerte
y una alegtia man^ en lo dichoso.
AliONSO QUESACA

A través de la andadura, de cerca de cuaienta años, en los que


ha ido publicando sus libros, Chana Madera diríase que ha inten*
tado hacer realidad, como si fuera vn legado del amado poeta, la
recomendación que estampamos al frente de ^tas notas a la publi-
cación de sus Poesías Ckimpletas. Al fin &Aa. sentencia estoica está
dentro de la misma idea que recordaba Luis Benítez Inglot, dtando
a Wordswartíi: "Emotion recoHected in tranquflity" en él prólogo a
uno de los libros de nuestra poetisa, pues para alcanzar esa "dulzura
ante la muerte" y "esa alegráa mansa" es necesario recoger nu^tras
emociones en la paz y la tranquilidad interiores. Y esto es el drama
y el logro artístico por lo que la poesía de Cbona Madera es, a pe-
sar de su continua nostalgia de lo pasado, de lo pradido, de los
muertos amados, esendalmente vitídísta. Así se manifiesta en esa
primera eclosión de El volcado süenck» (1944), donde, después de
evocar, "la gracia divina del arte", "la amistad" y "el rato de amor",
proclama que "¡Es eterna la vida!". Y en su último libro Mi otra
palabra (l^TT), tal es su respeto y admiradón a las fuentes de la vida,
que dedica un original homenaje a
ctMmtaSy cuantisimas sucedentes madres
hasta llegar a esta generación, de la que soy hija
Esto no obsta para que, como otros grandes poetas vitalistas y
nostálgicos, como Villon, Garcilaso o Antero de Quental, sea una
poetisa esencialmente elegiaca. Desde el primero hasta el último
libro que aquí se recogen, la nostalgia del tiempo irremediablemente
pasado y el dolor de una existencia vada, traspasan sus mejores
versos. Así en aquel "Volcado silencio" de su corazón le atenaza
ya de tal modo el dolor que exclama:
\Ay grito mió no üegues
a sonar en mi gargantal
En ese libro de significativo título Las estancias vacias (1961)
donde la autora se ha ido quedando sola con sus recuerdos, con sus
canciones,
El tiempo vuela,
oscuro y transitorio como un ave
Y así también en esa Continuada señal (1970) donde prosigue
"este escribir/por el que plenamente el alma siento" sus poemas son
un inmenso mar de tristezas y recuerdos, resultando de un implaca-
ble bucear en las más íntimas profundidades de su propio corazón.
Claro que, sin duda existen otras connotaciones poéticas, que
aún derivadas de sus sentimientos elegiacos, apuntan bacía otra te-
mática como es el ansia de sobrevivencia, tal como lo sentimos ya
en imo de sus primeros libros. Mi presencia más clara (1955), donde
leemos estos versos:
Quiero dejarte hecho noticia, verso,
vivo barro, aliento florecido;
transido de mi pena y mi destino,
dejarte quiero alzado como un faro
o ese breve libro. La voz que me desvela (1965), dedicado a las co-
sas familiares, las cosas que ama la costumbre, donde incluye un her^
moso poema a la cuartilla, por la que la autora espera seguir exis-
tiendo "en el silencio augusto de las bibliotecas", porque aunque
nos borren del mundo sin remedio
.. .dulce me es soñar en que he de hablaros,
aunque en el polvo ya,
con propia lengua.
Que él corazón aún tendré de la emoción cautivo;
y aunque de un modo distinto,
se es presencia.
Poema emocionado éste que nos hace recordar aquel del gran poeta
vasco que padeció tanta hambre de inmortal supervivencia:
¡Y que vivas tií más que yo, mi canto\
Oh, mis obras, mis obras,
hijas del alma,
¿por qué no habéis de darme vuesira tndo?
UNAMUNO: "Para después de mi muerte"
Hay también, en Chona Madera, un inmenso afán de amor fraternal
desde aquel primer canto al "hermano esclavo" y "las manos obreras"
\Manos que acarician
la cal y la piedral
hasta ese lamento —^también elegiaco— por los eternos odios que
desencadenan las guerras:
8
Cuando ya esté dormida, dormida para siempre
i\qué diferentes cosas sin pasar por mi frente])
Creo que despertaría si a entenderos llegarais;
si apaciguado el odio, con amor os tratarais.
En su último libro hay un bello poema que viene a resumir sus más
profundas vivencias: el eterno tema de la brevedad de la vida, la
tristeza del presentimiento de la muerte combinada con el deseo del
eterno retomo, como se muestra en esta estrofa:
Oh, Dios, ser por tan breve tiempo es gran tristeza,
que he de dejar de ver tanta hermosura,
tanta divitux cosa, tanta hechura.
Vuélveme hacer oh Dios, como a la rosa.
Finalmente, para terminar estas notas, debemos añadir que toda
la obra de Chona Madera se estructura en una forma libre, sin
abandonar, casi nunca, ese lejano rumor de la rima asonante, que
suena, en sus versos, como la canción de un mar abierto —¿el de
sus islas?— que nos comunica tantas cosas hiunanas, universales,
que son de ahora y de siempre. Sin estos libros que aquí se reúnen,
a la poesía canaria contemporánea le hubiera faltado esa delicada
voz femenina tan íntima, tan apasionadamente nostálgica y vital.

SEBASTIÁN DE LA NUEZ
Universidad de La Laguna
Febrero de 1979.
EL VOLCADO SILENCIO
A mi hermana María Fernanda
Era su vida y la mía
como un mismo corazón.

SOLO DIEZ AÑOS HACE


Sólo diez años hace de tu partida, hermana,
y tu vida aún conserva su más cordUd cadencia;
mas vivo por entero absorta en la mañana,
presente y dolorosa, que amortajó tu ausencia.
Mi corazón fraterno no cerró su ventana
con lutos que quitaran sabor de confidencia
al diálogo constante de nuestra vida, hermana;
y mi presencia sigue supliendo a tu presencia.
Si la muerte es la senda del alma bien lograda
y es el instante único para unirse a su Dios,
aunque me duele haber sido de tu amor separada
veo que junto a mi sitia tú sigues departiendo
y siento, junto al mió, latir tu corazón.

POR MI CALLE
A Mari Carbone de Castro
Va la señora enlutada.
Abriga a sus pobres muertos
con sus crespones, tapada,
ha calle, se pone triste.
Las luces toman un tinte
de media noche mojada.

Nunca sabrá que unos ojos


—los míos— la contemplaban.
Desde mi balcón, en sombras,
mi emoción la acompañaba.

13
¡SALVE!
A D. Cristóbal de Castro
con mi admiración más fervorosa.

Poetas milenarios; los de ayer, y el presente.


\For vosotros, la copa alzo de devociones
en la que sólo escancian zumo los corazones
y en alto os saludo por hoy, y por mañana I
Vuestro canto es la luz en la noche del mundo...
Por vosotros hay canto para el amor y el beso...
\Salve, poetas y también por vuestras madres, salve\
que en su seno llevaron la belleza escondida.
Para ellas también, el saluda y la gloria.
Para todos vosotros, eterna la victoria.
j Salve, poetas!; por vosotros, es maravilla el mundo.

SONRISA BUENA, TUYA...


A Quela Madera
Sonrisa buena, tuya, perdonadora de ío árido.
Como un hondo duhor que se me abriera
al duro traer de los iristantes.
Sonrisa buena, tuya; al mirarla
se olvidan los recelos, las palabras cortantes,
las frías pupüas que lastiman,
la ruin intención mortificante.
Sonrisa buena, tuya, si estás lejos,
presente te me hace.
Sonrisa sólo tuya: claridad al despertarme.
El insomnio de las altcis horas, todo es de luz por U,
sonrisa amable.
Si presente te hicieras siempre, siempre,
¿qué temores habrían de asáUarme?
Y aá hasta él final, \ay\, quién pudiera
recordarla, en él más duro trance...
I Sonrisa sólo tuya, y siempre mía!
1 Únicamente en ti y jamás en nadie I
14
VOLVAMOS TODOS A EMPEZAR
A mi hermano
Gregorio Pérez Conesa
Nadie sabe h que dura una vida; nadie, una canción.
La calle de la vida es oscura... y caprichoso el corazón.
Vivo el momento en lo más fumdo; nunca me duele dar amor.
Todo lo espero de mi ternura y alerta sueña mi emoción.
Lo demás: mi barro, mi materia, se hace ligero para andar.
En los zarzales del camino las impurezas he de enredar.
Sea yo toda transparente, como la luz, como el cristal
Que se pueda beber el claro sorbo de mí yo sobrenatural.
Que si alguien me recuerda, sea como un fresco manantial;
como una rosa sin espinas o un marfileño tidif^n.
Toda frescura y perfume para la frente del doliente;
toda, visión de lo impoluto, de lo mus béUo y sonrierde.
Que de mi aprenda el confuso, el díscolo y el material.
Y aclare su turbio virw, y suave sea, y sea cordial.
Eslabón en la cadena, destacando, precios, mi m^^.
Que los demás quieran tenerme por hermana de su continuo esla-
[bonar.
En el ensoñar de lo puro, engrosar la fila —formen legión—.
Y la dádiva vaya saltando de corazón en corazón.
Extinguiendo rencores sea venero, eterno fluir;
de comprensión, mágica gracia, hacer bueno de lo ruin.
Pues que vinimos como hermanos, acabe el desamor;
hagamos rueda, inmensa rueda... que sólo cante el corazón.
Sea de nuevo el primer impulso todo él generosidad.
¡Cuando tendíamos los brazos dn entender el abrazar]
¡Oh, inocencia que todos fuimos] Sabiduria de primera edad...
La bondad es fuerza de fuerzan... [Volvamos todos a empezar]

15
CUANDO CIERTO ES AMOR
A Miguel Pérez Ferrero
Toda una vida es poco para el amor, si es cierto.
Rebosa de la vida y \todo es su cantar]
Su aliento de gigante, en su expansión, rebota
pujante en los cantiles, espuma de pleamar.
Nada que más nos hable del corazón de Cristo.
\ Amor!... Amor es todo, si en nosotros es amor.
Y lo nimio se agranda, y se avisa, y deslumbra
y es, más que nunca vivo, que milagro es amor.
Porque amor es mirando tal que un foco fecundo,
que descorre las sombras y levanta los mundos;
y es gracia de misterio, y es, cuál lente de un dios,
que a su luz todo clama: —Bendición soy del cielo;
bendición al que ama; por siempre bendición.
Oh, pasar sin su incendio no es vivir, y ser ciego.
Intenso, helado soplo cuajará los alientos.
El es quien ilumina. Sólo él, claridad.
Sólo él, dulce fuego. Nevará en lo distante
de las rosas del tedio, pétalos, sin cesar...
y tristes, como guía que conduce al desierto
os veréis. Y, aunque vivos, pobre carga de muerto.
Y os será toda fiesta, como erial... sin bondad...
Pobres de los que fueron de otros fuegos prendidos;
de pequeñas pasiones. —\Oh, eso no es él amorl—
Los que, pobres miserias, creyeron su sonrisa,
y unos besos cualquiera, creyeron su calor.
No; no fueron tocados de la llama que incendia;
de ese fuego insaciable que no basta la vida
y la vida parece que se funde en su flama.
I Oh, si prende la llama! ¡ Oh, si fuesen cien vidas
en ese viento eterno que la inflama, la inflama\...

Cuándo cierto es amor, aunque traiga dolor...


¡Oh, cuan dulce, cuan dulce, es quemarse en su llama\

16
TU RETRATO
A Elisa Miura Pérez
iQué dolor te abruma el alma,
que en esa aparente calma
diciendo estás de un pesar?
Y ese sereno mirar, \ no es tan sereno 1
si el que te mira,
sabe ver que está tu üanto
escondido en el quebranto
que produce tu mirar...
¿Qué te hirió que se adivina
que llevas dolida el alma
¡Oh, esas suavidades tuyas,
que a mí ruinas me parecen,
de algo que va en H en reveses,
y, a fuerza de tempestad,
se te volvieron mudeces
y ya... enmudecida estás.
¿Qué te hirió tan hondamente?
¡Si pudiera hacerte hablar\
Mas, por tu porte presumo,
que tú eres corno la rosa
que azotara el vendaval...
Tú morirás silenciosa...;
me lo está diciendo él Üanto
contenido en tus pupilas;
ese Uanto contenido
tal que un río de cristal,
que he adivinado
a través de ese tu porte sereno,
de esa mirada que duele...
al que te sepa mirar.
¡A pesar de tan serena,
duele tu serenidad]

17
A LA BLANDA PUERTA
A Carmen Bautista de Falencia
El ruido del mundo, teníame sorda.
El ruido del mundo... \y mi juventud\
\0h, vuelo impetuoso, por entre el paisaje
de lo deslumbrante, bebiendo su luzl
Oh, salón de fiesta. Oh, casa brillante
en que era invitada de sus moradores,
donde concurría la flor, la selecta
sociedad isleña, sus grandes señores.
Y un mundo extranjero, bien representado:
marinos de guerra, cuerpo consular.
Y déla península, todo lo excelente.
Con sus uniformes, todo lo oficial.
Lleno está el recuerdo; bello es el desfile.
Pero siempre, siempre, hubo un algo triste.
Tras de cada cosa, una honda inquietud,
que al quedarme sola sentía resbalando
lenta, lentamente, por mi juventud.
Y eran ya mis versos... Y eran ya mis penas.
Habían de tener forma, y eran, en embrión,
que ya iban llamando quedo, quedamente,
a la blanda puerta... de mi corazón.

CUERPECITO DE CERA

Cuando sois encendida, ceriüa, ¿por qué pienso


que queréis arder toda, y es gozo vuestra uama?
\Oh... si el aire importuno logra troncharos, pienso
que sufrís mucho al veros cual en flor..., \mabgradal
Y esien nú vuestra angustia, y el horror a esa muerte,
y arder en otra hago, vuestra Uama ligera,
que paréceme oir como una voz doliente,
como una voz doliente, que muy queda se oyera:
—para un beso de fuego luminoso y ardiente,
fue formando mi frágil cuerpecito de cera.

18
LA HERMANA MAS PEQUEÑA
Todo era de ella.
De eüa era la rosa.
De ella era h estrella.
En toda cosa,
a su Dios, alababa.
En su humilde lenguaje,
a la piedra, le hablaba.
Nada fue a su alma esquivo.
Todo, le saludaba.
Todo, le sonreí.
De ella fueron la noche,
y la aurora, y el día.
El agua de las fuentes.
IY las voces del viento]
El mar tenía arrullos
para su encantamiento...
Era todo ternura.
Inmensa comprensión.
En su costado izquierdo,
aunque ocultara el sol,
ifulg^ eternamente,
extraño resplandor]

DESTACANDO EN LA INMENSA CARAVANA


De los blancos palacios de la luna
tú debiste haber venido, mi alma.
Más blanca que él armiño, tu blancura,
destacando en la inmensa caravana...
Al fin, yo sé que el viaje es todo uno
—en esta orientación, desorientada—.
Que el último suspiro y gran llama
del Amor Inmutable, nos aguardan.
Entonces, ya será la senda única:
la toda perfumada; la más rara;
la virginal; la toda de azahares;
la como tú, más que el armiño, blanca.
Lo que si busqué siempre, infructuoso
fuéme todo el esfuerzo, y la mirada.
Por la que todo dejará gozosa
y partirá ¡más que gozosa, el almal

19
CINCO DE ENERO
A mi hermana Lola Madera
Juguetes, noche de Reyes...
I cómo me traéis mi infancial
mi zapatito al balcón,
mi cabeza en la almohada,
y el latido de mis sienes
cabalga que te cabaiga...
Campanas de media noche,
rebutios entre las sábanas;
mis hermanaos y yo
los ojos como las ascuas.
...Aún tendremos que esperar
quietecitos en la cama...
{y el latido de las sienes
cabalga que te cabalga...)
Sí vendrán ya por él üano
y pasadas las montañas;
si entrados en la ciudad,
si ya cerca..., si ya en casa.
{El latido de las sienes
cabalga que te cabdga...)
—\Han dejado unos juguetes \,
se ha oído la voz del ama.
Desatho y loco tropel...
¡Oh, mi muñeca mulatal
¡Toda en sorpresa se abre
la rosa de la mañana,
y los Reyes han colmado
los zapatitos... y el almal

n
Hoy son otros los caminos:
menos hermanos... la casa...
Sólo una vez, sólo una
la degiia de la infancia.
El latido de mis sienes
cabalga que te cabalga,
un imposible horizonte,
alta nube, sueño... riada
20
DIVERSIDAD DEL MAR
A un marinista extranjero
¡Diversidad dd mar... I El mar,
ofrécenme tus cuadros, extramjero.
¡Y es ofrecerme que conozco el mar:
Vivo y nad a su arrullo montero.
Y hay en tus cuadros auténticas tormentas,
y turbiones, y encrespadas olas.
Y en las que la dulce hñsa ordena
él mar, de estas riberas españolas.
Móvü corporeidad tienen sus aguas
y las calmas —que tanto el mar ofrece—,
donde la luz, a veces se desmaya
interminable e inenarrable, a veces.
Y sus colores, y la forma, innúmera,
y la gracia turbia, y la transparente
de los béUos aguajes, sorprendidos
por tu inquietud, cada hora, diferentes.
Y d salto, y la resaca, y sus espumas,
y el volver hacia atrás... por los rompientes,
empinado en su fuerza, impetuoso
replegado en alturas..., por vencerles.
Y él pereMso estirado halago...
[Oh, vario luchador\ Cómo se apura
hecho brazos, por la tierra amada;
la eterna amada esquiva, a su dulzura!
¡Qué dócil a tu antojo se ha mostrado]
¡Cómo debes de amarlo: mtensanente,
pues que se dio a tu afán de enamorado
el verdadero mar, él mar ingente \
El que ruge sin piedad oBiorotado.
El duro; el ya suave; el altanero.
iCómo debes de amarb, con qué fuerza,
con qué inmensa ternura, extranjero]

21
MI SUEÑO
Aíf sueño —que ya no es sueño
porque no es sueño de nadie—
pronunció un profundo "no"
y se me quedó en la calle.

Mis ilusiones se fueron


a desandar los caminos
que emprendieron jubilosas,
sin contar con el d¡estino.
Bellas ilusiones; sueños;
¿Dónde estáis?
Soledades han quedado
convertidos;
y yo, en medio de ellas,
como el muerto
entre los cirios.

HA TIEMPO...
¡Sí encenderme pudieras\... Ha tiempo que voy muerta.
¡Si encenderme pudierasl... Sí fuera para ti.
Aunque el alma va inerte por mil duras tormentas,
que a tus besos resurja; que sean para mis labios
la brasa soterrada del volcán que hubo en mí.
Que la miel de mi pecho con tu fuego derritas.
Siéntame yo inundada como panal de miel.
Y tus caricias blandas, restañando mi herida
produzcan el milagro: iQue yo vuelva a querer\
Van tan grises los dios. Tan colmados de llanto...
Mas, la aurora se alza de las sombras, y el día
aquel que me encontraste uceada en el camino,
sedienta de ternura —pura alma sin hiél—,
y (d reconocer que era fulgor de lurui
me dijiste: leoántiae. Yo saciaré tu sed.
Oh, si fueras tú ese a éste mi mal tan hondo;
si cual otro Jesús, a mi sepulcro abierto,
por esa tu mirada, como a Lázaro muerto,
fueras sol que dumbras mi extensión apagada.
22
Ay, si fueras tú ese ¡ Una recia Uamadal
no fuera más dichosa si no fuera llagada.
No fuera más dichosa la primera aldabada.
I Que más dulce es el agua, cuando} grande es la sed I
POR LA MANO QUE ESTUVO ENTRE LAS MÍAS
iQué cerrado silencio, ajeno a todo\
¡Qué exudación de alma,, en agoráa\...
El mirarme y el verme me da pena,
por esta vida sola, y tan báldia.
Que aquí estoy triste y sin amor ninguno,
por la mano que estuvo entre las mias...

¡ES ETERNA LA VIDA I


¿Es eterna la vida?...
En la gracia divina del arte.
En la amistad por la nobleza un^da.
En el rato de amor.
En la pura emoción por bellezas nacida.
En toda cosa,
que el espíritu sienta desplegadas sus alas,
11 Es eterna la vicia I!

¿DE QUE P A Í S Y O VINE...?


¿De qué país vine,
que no me han comprendido?
¿Habré idealizado, hasta errar,
el camino?
Yo llevaba, llena de claridad,
la frente;
y en el pecho,
una estrella refulgente;
nadie, nadie la vio;
que todos me dedan
que en mis modos halna
algo que en este mundo
no servAa.
Claridad, estrella mía, fulgores,
¡dolida voy
de vuestros resplandores!
EL MOTIVO DISTANTE
y este tejer de ensueño
de un motivo distante;
y esta ansia insaciada
de un alma toda miel;
y esta monotonía
de las horas del dia,
de los noches,
y del amanecer;
y esta esencia que traje
y se evapora sola;
y este pensar constante
en una vida beüa,
donde todo brillara
con ftdgencias de estrella,
y fuera todo blanco,
de celestial pureza...
\Mi alma,
el manantial sabe
de la tristezal

PARA LOS CEMENTERIOS.


Para los Cementerios
tengo una rara flor
inmarchitable y fresca,
que ornamenta sus tumbas:
para los Cementerios
se enciende en mi interior,
una lámpara rara
de luces tacitumas.
No hay uno tan solo
que por mi sea olvidado
y en que lámpara y flor
no luzcan de continuo...
Este infecuT^ suelo
de lágrimas regado,
desde él más suntuoso
hasta el más ignorado
saben que, por mi muerta
U
—que fue estrella en mi Oriente—
su recuerdo en rm alma,
no tendrá ya ponientes.
iQue todos sois
la tierra de mi hermanal

VENCIDAS MIS REBELDÍAS


Vencidas mis rebeldías
heme toda mansedumbre.
De tanta renunciación
Heuo el corazón sin lumbre.
\Ay, la espera
de las horas no llegadas!
¡Ay, los dios,
y su yunque, y la verdad
que truncó mi fantaáal
Llorando voy por mis sueños,
que sólo sueños tenía...

LA ULTIMA MIRADA
Señor, Tú sabes que fue mi amor
y también sabes. Señor,
que fue quien me puso triste.
1 Ya nada tiene el color dorado
de los ensueños]...
Porque sólo él fue mi dueño
todo ensombrece el dolor...
¡ Y la última mirada que no vi,
está tan fija,
que para siempre clavada,
atraviésame el costado
donde tengo el corazón
como a Ti, Crucificado.
Como aquella lanza a Ti,
Redentor... de mis pecados]

25
ESTA TERNURA INFINITA
Justificándome a Dios:
I esta ternura infinita,
que dentro de mí se agital

i Lampañta
de roja sangre exquisita!;
corazón, \Tni corazón]

NADIE SABE...
Nadie sabe por qué lloran
los poetas.
¡ Nadie sabe, nadie sabe...!
El llanto en los demás
justifícanlo: sus duelos.
Ellos: porque vuela el ave;
porque ayer fue el mar de seda;
porque sonó dulce el clave
y se hizo polvo de oro
la luz en la rosaleda,
o porque unos ojos bellos
le miraron con bondades...
Nadie sabe
por qué lloran los poetas.
¡Nadie sabe, nadie sabe\

ACASO SIN QUERER...


Acaso sin querer
derramó tanta hiél sobre mi alma,
que apenas daba tiempo a reponerme.
Es tan grande la brecha de la herida
que toma del espacio, y ya es el aire.
Por donde quiera que mi vida vaya
los bordes del camino tendrán sangre.

26
LA EDAD MADURA...
Al acuarelista
D. Francisco Bonnim
La edad madura
traerá lo mejor.
Mas yo, si prefiero,
es la del error;
cuando no se sabe
casi que es pensar,
y el impulso es todo:
¡correr y cantar]
¡Qué pena, recuerdos
de aquellos tesoros:
la cuerda, la comba,
y el corro sonoro]
Cuando arrebolada
de tanto correr,
¡el mundo era mío...,
sólo con mis piesl
Y no más sabía
que leer muy mal,
y alguna labor...
¡Correr y cantar]

BISOÑA HA DE SER LA VIDA.


Bisoña ha de ser la vida
que no lleve cien heridas,
que no se sienta morir
más de una vez...
La vida, si lo es de veras,
con hábil pena nos labra
y el corazón nos desgarra
por un motivo cualquiera.
¡Ay, que la vida es morir
sin el morirse de verasl
Llévate la mía, viento,
que nada me importa ya;
llévate la mía, viento,
que nadie lo va a notar.
¿No sabes, viento? Mi vida,
padece de soledad.
EN ESTE D Í A DE INVIERNO
Cual niño enfermo, a veces me da pena de verte
tan nada en tus amores; ¡tanto ir y venir\...
Las almas, como estrellas de luz potente; claras;
las que sólo parecen oscuros callejones;
—pobres almas vencidas por todas Uis pasiones—,
¿te hablarán por igual?

En este día de invierno, nada más aparente;


viendo caer la lluvia monótona e insistente,
tú eres una larga, seria meditación,
en el triste recuerdo que hoy te ofrenda mi frente.
Oh, esa pobre cadena de eslabones que nunca
te darán el secreto de un encanto que existe.
Ser siempre tan ligero me parece tan triste;
no saber de esa miel única y milagrosa
que, en unos mismos labios, sabe siempre a azahar.
Oh, pobre niño enfermo de una loca dolencia.
¡Si en unos mismos labios tú supieras besar\

NO FUE TAN DURA, MI SEÑOR, LA ESPERA.


El noble anciano, resignadamente,
con su rosario al cuello iba pasando,
junto con las cuentas, los dolores
de aquellos veinte días sin amores
en que su viudedad lo fue sumiendo.
Y, al llegar la hora de la entrega,
diciéndole, como nadie le dijera
a Cristo sus arrobos, en la oblea santa,
pronunció aún con voz dará: —muerte,
ahora, ya puedes venir cuando tú quieras.
Veinte días separados... no fue tanto,
no fue tan dura, mi Señor, h espera...

28
AMOR COLEGIAL

La tarde me hizo soñar


con mis amares primeros;
la tarde me hizo soñar
con los lazos de mi pelo,
los dedos llenos de tinta
y las horas del recreo.

Soñé con el colegial:


yo salta del colegio,
y soñé con su mirada
tímida dulce y sin fuego;
me acordé que era su hablar
como el piar del jilguero.
Recordé que fui su novia
aunque no dijo te quiero;
que yo tampoco le hablé
ni de amores ni de celos;
que un día lo vi marchar
diciendo que iba a .m pueblo
y no lo pude ver más.

La tarde era toda blanca,


como era blanco mi sueño.
La tarde me hizo soñar
que no era el tiempo ligero.

ESTAS MANOS

Estas manos que nunca


taparon a un hijo,
ni lavaron nunca
sus carnes rosadas,
•se duelen de haber nacido
para nada.
Mi madre en mí queda
como obra truncada.
]Qué pena por ella\
Yo hubiera querido
prolongar su savia;
pero a veces digo, para mi consuelo;
¡nadie por mi culpa llorará su duelol

29
LO FRATERNO
Mía es siempre la pena de todo el que padece;
del que sortea en derrotas las mares encrespadas;
del que trajo en herencia una triste locura,
y el que, sin culpa alguna, lleva muchas, lloradas;
del que se cree solo por ignorar que soy
la dulcísima hermana que comparte su suerte;
del que sufrió en silencio la zarpa de la muerte;
y el que lloró sin tregua por su pupila ciega.
Todos: en hospitales, en leproserías,
los sedientos nómadas que cruzan los desiertos
junto con los que en cárcel cumpliendo estén condena,
I sabed, mis hermanos, que en la noche,
en las horas más tristes, si escucháis,
mi corazón, que ha huido del personal problema,
en fraternal latido, junto a los vuestros suena!

LOS LABIOS DEL POETA...


Los labios del poeta, que a veces me besaron,
se fueron por la senda de lo desconocido;
mas milagrosamente, por tanto haberlo amado,
aún siento yo en mis labios los suyos, tan queridos.
Con él, como antes, por todos los caminos
voy en su compañía: ¡ qué sosegada era!
Aún parece que oigo su voz en mis oídos:
"Siempre, te querré siempre, mi dulce novia buena"
Eres mi soledad, y eres mi destino,
pues que vivo prendida en tu recuerdo, amado.
Siempre traerán las rosas de los mayos floridos
aquellas que yo puse sobre tu cuerpo helado.

30
A DON ALONSO QUESADA
En su amistad postuma.
Poeta amigo; compañero, por el milagro de tu libro abierto,
y él camino seguro de tus libros:
savia fecunda de tu pensamiento.
A mí viene el caudaloso río de tu voz honda,
que no apaga el viento.
El polvo del olvido a tu obra; intitil,
ha de encontrarte para siempre enhiesto.
A tu noble corazón, ¡qué tempestades;
cómo batió el huracán, adentro...]
Tu palabra fue mundo de verdades;
pura y cierta si la hay: la tuya,
venciéndote la tumba, y el silencio...
En cada verso va tu pulso fuerte
doliéndose de ti, de un sino adverso.
Y el que como yo, se apacentare de sus trigos amargos,
duele el verso.
No sé si fue mejor que la fortuna
no sonriera al bronce de tu pecho.
No sé..., cruel, para lo que anhelaste,
trocó oro puro el contrario viento,
que bien amado de los dioses, ellos
diéronte nombre, para el mayor tiempo.
Admirable poeta don Alonso:
la invisible cantaste sin recelo.
Sólo tuyo..., y para siempre... nunca;
nunca jamás mayor fuera el secreto.
Quizá, para ti fue lo más blando
en ese abrazo..., en que quedaste muerto.

31
VIEJO PARQUE DE DORAMAS

Viejo parque de Doraman,


qué distinto eres de ayer
en esta triste mañana
que, al paso, te vuelvo a ver.

Dulce María Fernanda,


[oh, la hermana más hermanal
Eres la ternura ida,
y eres mi ternura máxima.

Tu voz viene a saludarme


como en las horas... pasadas,
recitando de los dragos
la leyenda centenaria.

Mas no es el mismo tu trémolo,


Ummo, musical, de plata.
Todo lo dicho por ti, ¡ qué hien sonaba!
Sí la fuente guardará
el rumor de tu palabra
en el rodar cantarino
del agua...

Si habrá una pisada tuya


•lin por nadie ser hollada...
Ya no volveré contigo
por las avenidas largas.
Y ya... no quiero volver,
no sea que mis pisadas
hundan la huella que,
acaso aún esté intacta,
en algún paseo tuyo,
viejo parque de Doramas.

Qué distinto eres de ayer


en esta triste mañana
que, al paso, te vuelvo a ver.

32
SIN HUELLA ALGUNA

¿Fue conmigo el amor,


me trajo rosas?
¿Floreció para mí
su primavera?

Su estación se hizo breve,


cual ninguna.
Huracanado viento,
un mar de nieve,
al punto la dejó
sin huella alguna.

El horizonte, plomo,
se confunde
con el gris horizonte
corazón.

Sin huella de pies,


sin flor,
la nieve,
de tanto remirarla,
paréceme ya oscura ••

Acaso sobre ella


nadie pase,
mientras no pase yo...
sin huella alguna.

TODO UN D Í A S I N VERTE

Todo un día sin verte,


como un año, es largo.
Todo un día sin verte,
no es vivir, siquiera.
Como una agonía
padezco, de muerte.
No será más triste
ni más verdadera
el día que muera...

33
SI YA SOMOS...
Si ya somos amor, tarda el momento,
y yéndose están tantos..., tantas horas
en que es probable ser humo, o ser viento,
que ya doy por vivido lo que, acaso
sólo sea roce, en el pensamiento.
Si cuanto más tarde, más polvo has de encontrarme,
y tú serás más polvo en el camino,
y serás mucho menos para amarme;
deja que sueñe que ya todo ha sido,
que eres a mi resto, dulce aliento,
porque sustraje tu imagen al olvido
de la que Ueno está mi sentimiento.

GRACIA DEL SENTIMIENTO


¿De dónde manas, gracia sutil del sentimiento?
¿por qué senda, en silencio, vienes al corazón?
¡ Qué árida, qué desierta la vida sin tu acento!
¿Tendría ternura el beso? La ofensa ¿sería amargo dolor?
¿Se mantendtia el fuego, pasión de los amantes?
¿Habría quien añorara por un perdido amor?
Por tu extraño camino vinieron mis quebrantos.
Tú hiciste que brotaran los mares de mi llanto,
y esta llaga que tengo —que no ha de sanar—.
Mas sin ti, nada son los rnás vastos tesoros-,
no me dejes inerte: ven a buscarme en todo.
Debe ser triste ir trivialmente aturdida;
tú más que nadie, sabes cómo yo te recibo;
tu visita, aunque tenga que arrancarme esta vencía
que sujeta en la sombra por su amor, un latido.
Tú eres, aun con todo, mi mejor visitante;
yo te bendigo siempre, te estoy agradecida.
Por ti supe lo dulce y amargo de la vida.
Traigas lo que trajeres, ¡ serás la bienvenida!

34
EN MI HORIZONTE
[Siempre tú...\
En mi horizonte,
tú siempre:
—El eterno deseado—.
Y aún no vendrás
tú, mi amado,
es tu imagen mi amor
y mi locura.
Tú, en quien conoú
la desventura,
por haber, a un ser asi,
imaginado...

EXPOSICIÓN DE BODEGONES DE TOMAS GÓMEZ BOSCH


IMPRESIÓN
Tomás, porque siguieras pintando bodegones,
yo haría que se pusieran de moda en los salones,
significando máxima decoración de fiesta,
esas frutas que pintas, por jugosas, por frescas.
\0h, la fuerza lumínica de sus bellos colores,
aristocracia y rango de las frutas meforesl
Porque tienen prestigio vital, gracia despierta,
quién diria son tus cuadros "naturaleza muerta".
De las más ricas huertas son la sangre, la vida.
A danzar entre ellos, como ét campo, convidan.
Como junto a los frutos del pomposo manzatu),
iniciamos la danza cogidos de la mano.
Igual, en los salones, yo sus frutas pondría
para sentir, aún fresca, la perdida alegiio.
Tu bodegón haría, que los señores graves, en las noches de fiesta,
creyeran que aún tenían, él esfÁritu, libre, de la métancoUa,
y la gracia fragante, de la fuoentucí tóerta.

'3R
MI VERSO

Yo no sé si mi verso
les gustará a las gentes.
Sólo sé que en murmullos
brotaron de mi fuente.
Que su cauce virgíneo
lo labró su corriente.
¡Sólo sé que refrescan
el ardor de mi frente]

SOLO

Tierra, en eterno contacto con mis pies.


Corazón, que te subes a lo alto.
Y esta angustia de lucha
en el pecho atribulado.

Que vencerá, yo lo sé,


la Tierra con. sus guijarros.
¡ En eterna querella,
mi corazón y el barro!

Para su nube de incienso


no hubo altar,
techo, ni manos,
y todo se le va haciendo
desconocido, y
extraño. •: ;

Sintiendo estoy mi hora última,


mi dulce niño, asombrado.
Oh, tus constantes preguntas'
yo qtie te he dado en mis cuentos
todo un mundo irnaginado,
tendré que dejarte'solo.
Tendré que dejarte solo...
mi dulce niño, asombrado...

36
AUSENCIA

El día que te deje, definitivamente,


tú tendrás este aire de todas las mañanas;
cuando ya me levanto para empezar el día,
cama que me cobijas, blanda, mullida cama.
Y pensar al mirarte así, desarreglada,
que tú serás quien diga más de la ausencia mía.
Porque, ¿habéis visto algo que más hable de un muerto,
que al entrar en su cuarto, ver la cama en desorden, ver la cama
[vada?
Nada tendrá la fuerza que tú, en ese momento.
Ni la caja en que yazca —que será cosa nueva—.
Ni todo el aparato de los paños mortuorios.
Ni la luz amarilla, que difunde la cera.
Por eso este beso ahora, esta larga mirada,
que una ternura siento por ti, de despedida...
Por la paz, y el descanso, que eres para mis noches.
Porque no podrá ser, en el último día,
la mirada, y el beso, y este íntimo instante,
y la flor de mi verso, con la ternura mía...

CUANDO OS CERRÉIS

Cuando os cerréis, párpados, os quisiera dos flores,


no importa qué flores, más sí, perennes:.., blancas.
Y al cesar de mi frente las imágenes,
las de las bellas cosas y las cosas dolidas,
selladas por la muerte las heridas, como un cuenco,
la lluvia recoja de los cielos,
y la sed mitigue de mis flores de anhelo.
Y el noble corazón, ya reposado,
—muda voz, dulce, lastimada y buena—,
conservada en milagro, su ternura,
ser un centro de luz en donde habite,
y la sombra apartar de los caminos;
que aún después de muerta... recojan mi latido.
Recojan del amante corazón el fuego;
que, a la muerte quebrándole los hielos,
en torrente de luz sea convertido,
para ellos, mis hermanos, los que yo he conocido,
los de tierras lejanas, y los que aún no han sido...

37
LO CIERTO ES QUE SOY ASI
No hay nada que me conforme.
Es la pena de vivir.
y no es que quiera monr.
¡Yo pienso si no es de aquí
la felicidad del hombre]
Lo cierto es que soy asi:
Llanto y más llanto por todo:
por la alegría, por la pena.
Hay algo que me encadena
al manantial del sufrir.
A esa pena, que yo no sé definir.
Pero que siento fluir
por los cauces de mis venas,
como la sangre,
sin Que se me quiera ir...

¿HASTA DONDE, ERES TU, Y YO?


Verui de melancolía,
¿dónde escondes tu tesón
en pugna con mi alegría?
Duro clavado aguijón...,
centinela de mis días...
Senda de niebla sombría
que envuelves mi corazón,
¿corrió era yo cuando no te conoda?
¿Te cono(Á siempre yo?
Vena de melancolía...,
¿hasta dórule eres tú, y yo?

38
LETANÍA A CRISTO
Cristo, el de la faz hermosa. El de la llama pura.
Al que toda la carne sólo fuera envoltura.
Como la primavera trae al árbol las hojas,
al mirarte..., el pecado me llena de congojas.
Cristo, cúmulo inmenso de todas las clemencias.
El ejemplo más grande de la pura inocencia.
El que al ser comprendido limpia el alma de hiél.
El más dulce y más triste del pueblo de Israel.
El hijo todo hermoso de la dulce María.
El que es ya por los siglos en las generaciones.
El de las mil parábolas —dulce miel del panal
de las sabidurías—, ya por siempre jamás.
Eterno manantial donde humanidad abreva
desde su nacimiento, hasta la hora postrera.
El que acoge a los grandes, igual que a los mendigos,
al abierto costado, dejándolos cautivos,
mientras van —caminantes— al gran seno de Dios.
—¡Eí dulce cautiverio de la fe y el amor\—
Cristo, todo ternura, y la dulce mirada,
que florecísteme el pecho de una rosa de amor,
a la que fue consuelo mirar para tu cruz,
cuando todo le fuera privado de la luz,
de la felicidad y todos los halagos.
El que dio en recompensa a mi noche la calma.
La que es ya, para siempre, paisaje de mi alma.
El mirarlo y el ver manando tu costado,
me es consuelo que aún no se haya secado.
Su inagotable fuente séame la ribera
de la paz que yo añoro, para cuaruio me muera.
Cristo, séanme perdonadas las faltas cometidas.
Seas Tú quien me prodigue lo que aquí no he tenido.
Cristo, [esta ansia, esta ansia de amor, que va conmigo\

38
PASIÓN QUE DOLORIDA...

Pasión que dolorida y hecha dardo


subes del corazón, clavas mi frente,
que no os puedo dar vida, y sin embargo,
pugnáis por vivir, constantemente.
No poder hacer nada, nada, ¡nada...]
yo, que os daría el mar, la tierra, el cielo-,
que fundiría los astros todos,
y del mundo os haría un mundo nuevo...
Mas, escuchadme: todo es
desencanto fatal; campo de arena.
La realidad es daga que os cortará el torrente de las venas.
Nada esperéis de la tangible forma.
Dura y terrible, os quemará las alas.
Derrumbará, al contacto, -vuestro empeño.
Oid, este es mi ruego-, conformaros.
¡Nada supera al oro de los sueños]

TODA MI INFANCIA PASA...

Esta sirvienta, Carmen, fuerte moza otros días,


que acompañó mi infancia, y vio mi luz primera,
con hijos, y con nietos, si en la calle la encuentro,
es, para mi memoria, cual si mi infancia viera.
Y es la gracia del Circo, con sus locos payasos;
y es el ir al colegio y mis trajes planchados,
y es, el ir al establo a beber de la vaca,
la leche espumeante que ella ponía en mis labios...

\Cuando veo a esta sirvienta..., toda mi infancia pasa\


Sí va de mí distante, con voz fuerte la llamo;
y cuando ya se acerca, ¡paréceme que veo
corriendo, y yo con ellos, aquellos, mis hermanos]
¡ Sirvienta cariñosa que por todos tenías
las mismas inquietudes y los mismos desvelos;
yo te doy de mi pan, como sabes, mil veces.
Así quisiera, un día..., comieras el del cielo]

40
EL QUE LO HAYA VENCIDO
A María Rosa Alonso

\El alma... \Lo más grande que revelado fueral


Ay, llevar en el alma todo un mundo ingozado
y sentir que lo ahoga un infausto destino;
y ver pasar el tiempo sin que lo hollé mi planta,
sin que su sol me dore, y como yerto el nido...
y pasar por la vida como el loco, que vino,
sin ambición ninguna, a que lo condujeran.
Como el pobre demente —con el alma sin tino—
Y seguir... tan sonámbula... ¿Qué remedio si es sino?
i El que lo haya vencido, que me traiga su nueva!

EL DE LA FAZ SERENA

¡Tu pasión, viva huella, dulce Rabinol


El de la faz serena y ensangrentada,
el que nos dio en su ánfora del mejor vino,
el que rindiera al mundo mejor jornada.
Por Ti, blanco cordero de amaneceres,
la oscura sombra ha «gZos fue despejada;
y hasta las aves dicen de tus quehaceres;
la tierra es toda blanca de tu alborada.
Bendita sea mil veces tu dulce huella,
de amor, blando camino, que a Ti encamina;
por Ti, ya lo más árido cubren las rosas
y ni siquiera punza la dura espina...
Una y mil veces fértil la eterna siembra,
la flor maravillosa de tu cultivo.
Por Ti ya es la esperanza tras de la fosa...
y mi más dulce sueño, ¡soñar contigo!

LA NOCHE

A mi habitación, la noche,
ha envuelto en su capuchón.
Nada es rojo, ni amarillo, ni gris;
nada tiene su color.
Pero distingo más claro que de día,
en mi corazón.

41
MI ABUELO JUAN ANTONIO
Cómo te recuerdo, abuelo,
y hace de esto \tanto tiempo\
Cuando llegabas del puerto,
con tu prestancia mañna,
tus grandes ojos azules
con todos los mares dentro,
en tu tez, todos los soles, y tu gesto
de escrutador de distancias,
de borrascas y de vientos.
Cómo te recuerdo, abuelo,
y hace de esto \tanto tiempo]
Cuando después de besamos,
de contar todos los nietos,
ocupabas tu sillón
—aquel gran sillón de cuero—,
y mandaos que trajeran
la maleta "del misterio".

La maleta en que traías


los juguetes más diversos,
de los bazares lejanos
de otros puertos.
Y era de ver qué alborozo,
qué ojos redondos, de abiertos,
por ver lo que pasaría,
qué juguete serta el nuestro...
Cómo te recuerdo, abuelo,
y hace de esto ¡tanto tiempo\
Qué viaje tan largo, el último.
Pero yo te veré, abuelo...,
mientras haya viento y mar,
haya borrascas, y puertos.

42
SOLO TE DEBES DOLER
Aunque oigas maldecir,
nada es maldito, mujer.
Dios lo libró del no ser
y, por eso, al florecer,
nada puede ser maldito.
Nunca maldigas, mujer.
Cuando te punce la espina...
sólo te debes doler.

AMBICIÓN
Tiempo ilimitado para el verso,
un poco de paseo y de teatro,
unos buenos amigos, la tertulia,
y el vivir, corto o largo.
Tuve otras ambiciones... —]Cuántas, cuántas]-
Pero... se derrumbaron.
Mas, doy gracias a Dios, por los ensueños:
reducto inmenso, el mayor regalo.

PARA EL QUE AMO...


Para el que amó y enloqueció de amores,
y la amada nególe sus fervores.
Para el que sintió por todos los dolores
y fue toda su vida desventura.
El que privado fue de la ternura,
mis besos.
Yo tengo un rojo corazón amante;
un volcán, para vuestra ilusión muerta.
Cesen ya los tormentos.
No llaméis a más puertas,
que aquí está, por vosotros, \mi corazón
ardiendo \

43
ACASO UNA NOCHE...

Tú..., gracia, compendio de mis horas rientes;


¿no cantarás de nuevo, alondra que te has ido?
Son tantos ya los días que a esperarte me he dado
que siento todo el hielo de los mundos nevados
arropando en mi alma tu canto fugitivo...

Ven, que ha tiempo cálidamente ansio


el roce de tu pluma para mi frente suave...
Cómo añoro la gracia de tus alas cordiales
batiendo y ahuyentando las nieblas de este frío...
¡Prende de cascabeles mi negra cabellera,
enciéndeme en tu risa, alondra mensajeral

¡Ven...!, te llamaré insistente. \0h, sentirte de nuevo\


¡Qué intenso y loco anhelol
Acaso una noche, ya los ojos vidriados,
cuando ya nada sean, para siempre cerrados,
envuelta de silencio, de impenetrable velo,
pareceré la forma viva, del desconsuelo...

PARDAS, INNÚMERAS, COMO LAS ARENAS.

Si en ninguna he de verle,
¿para qué tantas horas, y a porfía?
Si en ninguno me es dedo el contemplarle,
¿por qué este devanar de cada día?
En mí se agotan h ambición y el tiempo
en esta ausencia, que al corazón devora.
Yo diera lo que quédame de auroras
por hacer la postrera en compañía
del que tiene en dolor el alma mía.
Horas, nada sabéis, del sufrimiento ajenas,
qué frías, qué lentas, qué serenas,
pardas, innúmeras, jcomo las arenas\...

44
LLANTO...

Llanto mío, eterno.


He de morir, y sé
que has de seguir tú, llanto.
Desde que tengo idea
de haber visto mis ojos,
los encontré... llorando.

VEJEZ

Antes que vengas, vejez, te estoy queriendo;


a mi no llegarás como una extraña.
En blando almohadón recostaré
tu cabeza abatida, y toda blanca;
me contarás y te contaré cosas
para las dos, en paz, con la esperanza,
y habrá un abrazo tierno y comprensivo
y un recuerdo al camino, de la infancia.

El paisaje, ya gris, por la retina


cansada de mirar, será más suave,
que dentro ya los soles que lo alumbren
de dulce luz, se vestirá mi tarde.

Sé, que me tornarás tal era niña:


frágil el cuerpo, pero el alma... grave.
j Que no en balde pasaron las tormentas,
y lloraron los ojos, a raudales...!

QUEJAS DE AMIGOS

¡Que si no hago visitas, que si cañas no os hago\...


Si es que a todos os veo y con todos departo
con presencia, con coz... imaginándoos.
¿No sabéis que padezco una vieja pereza
y hay en mí un dejo amargo?
Ay esta vieja pereza y- el noble corazón, ya tan cansado;
veo pasar el tiempo, y...
aquí en mi soledad, los dulces diálogos...
No .se enteran, ¿verdad que no es el modo?
Todo requiere material halago...

45
ABRÁZALO POR MIS BRAZOS
j Cuan grande es este dolor
de mi amor de cementerio\...
Yo, en el férreo cautiverio
que me trajo tal dolor.
Mi amor..., en un cementerio.
\Dolor\... ¿Dónde lo hay mayor
que aquel que trajo la muerte?
Decidme sí hay un dohr
y hay un destierro mayor
que el que impone un cementerio.
Tierra que no se transita;
que quieto está, el que la habita.
¡Qué triste el que va por juera\
\Qué triste rorida de amantes
a esa tierra..., la que quiso
que mi amor la conociera]
Tierra tan cerca e imposible
para aquellos nuestros pasos.
Tierra, que te me has comido
del corazón un pedazo.
Porque a mi amor has querido,
sólo es ya... de tus abrazos.
¿Por qué ad me lo dormiste,
si él preferia mi regazo?
Guárdame a su lado el nido...
¡ Tierra, que me lo has dormido,
abrázalo por mis brazos]

LA VEREDA
Real circunstancia rnla, que
hasta a mi misma me niegas;
mas..., no conoces la vereda
a donde voy noche y dia...
Bendita seas tú, vereda, que
aunque mi fiesta no llega,
por conocerme me estirruis
y haces mi vida tan mía,
que ya no ambiciono cosa
que no me des... | fanta^ generosa I
46
EL CUADRO INACABADO
A mi hermana
María Fernanda
El caballete tiene un cuadro inacabado,
empezado por ella, que ha diez años... ha muerto.
El, espera apacible, como siempre, confiado,
y yo sé, por mi mal, que el regreso... no es cierto.
Tú, caballete, eres feliz, porque no sabes
qué circunstancia esconde la mano compañera.
Mil veces he envidiado esa tu paz, amigo.
Ni pasado, ni presente: —Ni historia, ni quimera—.
Sin ese dardo agudo —memoria que atormenta—.
Ay, si de palo mi alma como la tuya fuera.
j Dichoso tú que tienes el alma, de madera I

SI SERA SIEMPRE ASI...


Hijos: ¿Por qué sin su luz, aurora del ocaso?
¿Por qué van sin sonrisa mis días y mi pena
y se suceden lunas, y trasmontan hs soles,
sin sentir a sus brazos de mi cuello, cadenas?
Duéleme ya esta arcilla... Pobre tierra baldía
en que el ansia ha cavado ancho hueco profundo.
¿Por qué no has de querer otra miel, que unos hijos,
para ese tu hueco obstinado y sombrío?
Y pensar que así siempre, hasta el hielo que mata,
que va hueca mi tierra, y ansiedad, no descansa...
Sí será siempre así, hasta ser en la otra...
¡Oh, esa otra, qué triste: ahuecándose el seno
ha cubrirme, y borrarme, y ha de serme más altal
¿Por qué no será un hijo quien me cierre los ojos?
—¿Este llanto tan hondo? Es mi madre que falta...
No; i no se oirá esa queja, al cerrarse mi caja!

47
It <5»^iir.<í
MI PRESENCIA MAS CLARA
MI PRESENCIA MAS CLARA
MADRE
Qué tormenta de amor en las entrañas
cuando pienso de ti la ausencia cierta-
Qué tormenta de amor tras esa puerta
donde espero encontrarte todavía.

Madre que me trajiste y me tenias,


aún te hablo —oh ausencia dolorosa—
contestando por ti cada pregunta.
Y a las noches, ay, hora del descanso
en que siempre de ti me despedía
con un "hasta luego, mamá" y me respondías
"hasta luego; Dios mande buena noche".
Qué sencillo y qué imposible todo.
Qué imposible tu voz y tu presencia
y aquella majestad que te envolvía:
\qué regalo a los ojos tu belleza]

Así dos años llevo. Y a la hora de dormir


y a las m.añanas, acercándome al borde de tu cama
—que aún conserva las huellas de tu cuerpo—
estampando voy besos por tu cara.
Qué zarpazos de llantos y silencios
ahondando al corazón el desconsuelo.
Tú eras el claAn de mi alegría,
mi aliento eras, mi ramo de cantares.
Ya todo con la muerte. Sin tu vida
para qué, para qué aliento y nada.
Como un desterrado sin tu calor me enfrio:
la patria de mi sangre la ha cubierto la nieve.
Tu amor era fluyendo constante, como un no.
No había tiempo: el tiempo no contaba a tu lado.

Tú el pañuelo, la orilla de mi llanto.


Y era consoladora a mis pesares,
aquella mansedumbre que tenían tus palabras;
las que traslucían acentos y virtudes esenciales.

51
En conducirme fuiste la enseñanza y la palabra
la medida: que en ti era la prudencia.
En perdonar eras siempre indulgente,
y toda tú, paz. Inmensamente paz.

La tierra no sentía más leve peso:


el alma se te iba por la altura.
El alto pensamiento iba a tu frente,
al corazón: la gran fruta mollar de tu ternura.

Madre, de la raíz hasta la copa.


Madre, honores al nombre dispensando
Madre en nombre de Dios siempre instruyendo
y en todo sacrificio, madre dando.

Y ya he de seguir lo que me quede


desprendida de ti, del gran cimiento;
desprendida de ti, no en tus consejos.

Del bello, hermoso árbol que me trajo,


una pared me oculta sus espejos.

Mamá, dulce mamá, mientras tú fuiste,


mi corazón no supo de agonías,
ni el dolor me atacó tal si pantera,
que hasta del aire tú me defendías.

Ahora sin tu luz, tus ojos claros,


qué oscura así la tierra, qué sombría.
Porque tú no las miras y recreas,
ni mañanas ni tardes como eran:
ni brillará jamás el mediodía.

52
SI LA YEDRA HA DE SER YA FATALMENTE

A Gabriel Celaya
¿Por qué, vida, dime,
por qué no has de servirme para nada?
Por qué, obstinada yedra,
has de cubrir, con tan profusa trama,
cuanto resquicio en mí pudiera abrirse
para gozar siquiera una esperanza;

para gozar siquiera del paisaje;


de la luz (que ahora enmarca «
la ventana de este cuarto, 5
¡tan confortable siempre I) |
.^
z>
¿Por qué tu empeño cubridor, |
yedra imaginaria? i
{j Más que todas real, |
y más amargal) |
1
¿Qué mal te hice, qué mal? 1
-S
I
Siempre me pareciste |
sembrada muerte de indefensas tapias; %
me pareciste... muerte. I
Mas, para verte aá, |
no puse nada. I
Si todo se acabó, sin acabarme, ©
y tú, yedra, has de ser ya fatalmente,
peor no he de sentirme
si en mí arraigas,
cuando cuente en la tierra realmente
y tú puedas ser ya
sobre mi traza.
Hoy... imaginaria,
(¡Y más que todas, real,
y más amargal)

S3
HASTA CUANDO

A don José Suárez Falcón (Jordé)

Isla mía, levántame la soledad que siento.


Que se deshaga en aire tu muro de aislamiento.
A veces me parece habitarte yo sola...
¿Tú, hasta cuándo, isla mía?
¿Hasta cuándo tu mar, tus arrecifes,
cárcel en que me muevo?

Acaso tú también tienes un alma


de soledades llena,
y al reverter el mar sus aguas en tu arena,
apaga en sus rumores el canto de tu pena.

CONTRASTES

A Rosarito Eugenia Suárez Madera

¡Ay el agua que corre


por abrupta cascada]
¡Ay la gracia del agua
que no yace estancadal

Siempre, siempre enfundados


de una grave cordura.
Cómo me gusta, a veces,
un poco de locura,
y reírme, reírme,
sin pensar, alocada.
(¡Ay el agua que corre
por abrupta cascadal
lAy la gracia del agua
que no yace estancadal)

Por el salto de olvido


que la risa me ofrece,
{trampolín por el que huyen
todas las arideces)
por el salto de olvido...
]cómo me gusta a veces]

54
Por sentirme ligera,
y hace olvidar, la prisa.
Porque alegre me toma,
encántame la risa.
(¡Ay el agua que corre
por la abrupta cascada\
i Ay la gracia del agua
que no yace estancadal)

COMO UN TIERNO CORAZÓN DE NIÑO


He de dejarte fuera, corazón;
he de dejarte fuera en lo que alcance,
que hemos de m-orir y quieto, oculto,
en la tierra has de ser de seca sangre.
Quiero dejarte hecho noticia, verso,
vivo barro, aliento florecido;
transido de mi pena y mi destino,
dejarte quiero alzado, como un faro.
Si alguien quiere dialogar contigo,
con el mismo calor seas, que ahora.
El mismo afán tendrás porque te quieran,
por tú quererlos con desvelo: \ tanto!

Por si quieren besarte —pobre muerto—


como tú a los poetas fenecidos,
los que en mi amada biblioteca guardo,
que ellos fueron —y son— por lo que han sido.

Por si tenerte quieren, por cariño,


al calor de otros libros y otras manos,
al calor del hogar, corazón-libro,
como a un tierno corazón hermano.

Como un tierno corazón de niño


que no otra cosa eres, sin ventura,
y siempre sólo con tu sangre escribo.
Tú no creciste, no, como mis años.

55
LA QUE VEIS POR FUERA
No es posible; no podría quererte.
Sólo a ellos:
En mis ausentes vivo;
no podría decirte
como dije: "te quiero",
hace tiempo.
No sabría decírtelo hoy a ti
dulce amigo.
Todos mis sentimientos
se me van a unos rótulos
lacónicos, con fechas...,
a distintas ciudades.
Aunque veas,
que, animadamente hablo,
que francamente río,
¡Tantas veces he muerto...]
{madre..., novio..., hermanos...).
¡Me he muerto hace ya tanto
para el ir de la vida...!
—Me confunden por eso—.
Pero ay si supieran qué triste niña llevo;
qué desolada y triste;
qué diferente era.
Qué diferente soy
a la que veis por fueral

HERMANO ESCLAVO
A Colacho Massieu
Por ti, hermano esclavo,
me duele la vida.
(Por la noche eterna del oscuro sino.)
Más que las cadenas y el rudo trabajo
que el cruel tirano te dio, triste hermano,
por aquélla herida...
Por aquella herida, sangrando en silencio,
de tu alma, uncida a la adversa suerte.
Por tu alma, hermano,
me duele la vida.
56
Acaso, por verte liberto, ansiabas la muerte,
como él pan: a diario.
Como el agua, hermano —que la sed se siente—.
Porque sé que el alma vino para el vuelo
y basta apresarla para sentir duelo.
\Qué angustia la tuya bajo el cruel tirano\
¡Qué pena la tuya, mi doliente hermano\
Por ti, hermano esclavo.
Por el peso inmenso que fue en ti la vida,
yo oscurezco, hermano,
y vibra una pena humana, de siempre,
que llevo escondida.

TIERRA
A Horacio Castro Carbone
Y eres humilde, tierra.
Siempre bajo los pies
\dándolo todo]...
Tan parda, y, sin embargo,
tú el color posees.
Y todos los matices
emergen de tu seno.
En una sola flor,
tú perfumada.
Una fruta cualquiera
es tu capaz dulzura.
\Qué llena va tu falda
de cuanto es la vidal
Tu corazón inmenso,
\qué pleno de ternura!
Constantemente, en árbol,
en fruto, te prodigas.
Los hombres no comprenden
tu derramada entraña.
Los hombres, como ciegos,
miran a las alturas.
¡Y la lección más noble.
Dios, en ti, les va dando \
57
PORQUE EL NO SE ACABA NUNCA
Porque él no se acaba nunca,
esta condición humana
menesterosa de amor.
Porque él no se acaba nunca,
el corazón roto en fuente,
y las manos extendidas,
en vilo, un suave dolor
de angustia que no termina.

Por la limosna de amor,


con las manos extendidas.
Porque él no se acaba nunca,
hoguera que no se apaga.
Porque él no se acaba nunca,
igual a hoy será mañana.
Porque él no se acaba nunca,
menesterosa de amor,
con las manos extendidas
sé que he de morirme yo.
¡ Porque él no se acaba nunca!

INTROSPECCIÓN

A Luis Doreste Silva


Es un tibio calor que a nada me conduce.
No sé si quiero estar, no sé si vivo,
a pesar de estos pulsos —que me suenan—
y de estas pupilas que,
serenas, miran y miran,
sin antojos... nada.
A veces oigo que rueda una palabra
(La atención se fue haciendo distraída).
58
Un momento yo escucho,
si no entiendo;
si hay un poco de olvido,
es de esta voluntad que apenas tengo,
que casi se me ha ido.
Ella va inerte, va cansada, va
de un hondo marasmo agarrotada.
y es que truncada —como nadie— sabe
la gracia azul del viaje de mi nave.
Mas... a veces,
unas inmensas alas se estremecen
I y de cóndor o de águila parecen!

LAS MANOS OBRERAS


¿No las habéis visto?
¡ Si todas las casas
de manos son llenas]
Paredes arriba,
desde los cimientos,
¿no las habéis visto
subiendo, subiendo?
Ya son las del mozo,
de luz inexperta
en los negros ojos;
ya las del maduro,
de mirada quieta;
o las anchas manos,
en ganado ocio,
del que las dirige
en la dura empresa.
¡Oh, cuántos susurros
en las casas quedan]
y manos obreras.

Rematasteis cúpulas,
pusisteis veletas
y las cerraduras
a todas las puertas.
para que tengamos
el rincón que anhela
el alma, cansada
de ruido y de fiesta.
\Oh manos benditasl
Cuando por la calle
conmigo os cruzáis,'
el cesto en la diestra,
—oh manos obreras
de blanco empolvadas,
o de polvo negras—,
siempre os he besado...
sin que os dieseis cuenta.

[Oh manos callosas,


pacientes y buenas]
No saben los hombres
—fue calladamente,
que todo lo noble
el silencio adensa—,
no saben los hombres
la gigante empresa,
todo lo que os deben
benditas obreras.
Por sucias, benditas.
Por humildes, buenas.
\ Manos que acarician
la cal y la piedral

CANCIÓN DE LOS NIÑOS TRISTES


A María Teresa Madera de Suárez Franchy

Por los niños tristes mi canción se viste.


Por todos los niños sin madre acunados,
yo, madre de todos los desheredados.
Yo tengo los besos de las madres muertas
para sus caritas de nardo cuajado.

60
A mí sus miradas, sonrisas t/ sueño.
A mí, todo el llanto —de ignorada causa—.
A mí, manecitas que pedís caricias.
Yo tengo el calor del nido deshecho,
y mi pecho, anchura por todos los pechos.

A mí, bienamados:
los niños de nieve,
los niños rosados,
los niños morenos y demás colores.
Los niños son flores.
Por eso los hay tan varios en raza.

Todos, todos, todos,


venid a mi lado.

Por los niños tristes mi canción se viste.


Por todos los tristes y desheredados.
i Venid!
¡Yo tengo el calor del nido deshecho,
y mi pecho, anchura por todos los pechosl

SIN ALARDE

A la memoria de Montian
Placeres, en el tiempo.

Deja, deja que te lleve


sin alarde, sin alardes.

Cada vez vas más conmigo.


Cada vez siento que ardes
más dentro de mis sentidos,
y en el alma,
su dimensión siento que eres.
Nada, nada que no sea
esta verdad que a mí vino
por este amor insondable:
luz y sombra
roja herida.

61
Deja, deja que te lleve
y sin palabras te quiera
sin cuerpo ni voz me digas,
hasta que llegue el instante
en que se rompa mi vida.
Deja, deja que te guarde
como una flor preferida.

Deja, deja que te guarde


para mis largos silencios;
para sentirme que vivo;
para poblar mi desierto;
para sentirme con fuerzas
y seguir entre las gentes,
ilusión mía, sostenida
hasta que llegue el instante,
hasta que llegue la muerte.

I Deja, deja que en mí fluyas,


fuente de alegría y dolor,
camino de mis caminos,
único amorl

ELLA ES ASI A VECES

A Patricio Pérez Moreno

Alguien, acercándose a mí, dijo:


—Deja que me presente. Y cuan lejos:
sólo hace unos días estrechamos
su vigorosa mano... y era un muerto.

Ella es así; a veces nos sorprende


hermética, cerrada como un cero.
¡Cuántas veces la muerte] La miramos.
Crecer su imagen con la angustia vemos.

A^, al presentarse así, meditamos


queriendo descifrarla, y, su misterio
sube, se agiganta, ha cercado su ámbito:
Imposible del todo comprenderlo.

62
Qué distante sólo con morirse:
Silencio el suyo el más cerrada y serio.
No, nunca es nadie como fuera entonces
aunque el recuerdo afirme que les vemos.

Camina el tiempo, y nos deja solos.


] Qué fuerza es la palabra que perdemos!
Nosotros les nombramos, les llamamos.

(No sonarán sus voces.


No acudirán ya nunca a donde estemos).

EL SILENCIO

El silencio
es inmenso palacio
por el que ando despacio.

El silencio,
{que no tiene barreras)
nunca me dice: Espera.

El silencio,
que no es primavera,
ni es verano,
ni otoño,
ni es invierno siquiera,
que no es nada —para tantos—
constituye mi encanto.

El silencio
no me tiene por rara.
Es mi mejor amigo,
mi palabra más clara.

68
DONDE

¿Dónde el amante abrazo


en la justa medida del ensueño?

¿Dónde la clave del desasosiego


que no termina nunca?

¿Dónde la meta deseada


que todo es ruta y ruta?

Y la verdad, la verdad dónde


la claridad absoluta.
El reposo ha de ser como no quiero:
prisionera de la que no olvida
sin abrazos ni ensueños: calavera.

¡Si en una generosa primavera


germinará brote verde
apenas, simple vida\

TODOS SOMOS DE TI

A Miguel Pérez Ferrero

Todos somos de ti,


de ti esperanza:
todos somos de ti,
de tus promesas;
rumorosa de ti
la vida entera.
Amamantados de tu dulce seno
aunque viejos,
morimos como niños,
no acabados,
por ti siempre infantiles,
andando o quietos
asidos a tu mano.

Así nos vamos,


por ti no despedidos.
—Aún tu influjo, tu calor, tu beso—.

64
Allá, allá termina tu rumor,
tu apego.
Remota en promesas y mañanas,
desprendida,
imposible ya tu mano.
\ Ignorándonos ya
eternamente!

ESA CANCIÓN QUE SIENTO


A María del Carmen Benjumea de Casso
Qué rumor, qué rumor sonando afuera
de esa felicidad, nunca alcanzada.
Al tenderle los brazos yace helada.
En una y otra vez, sólo su nieve.
Cuántas veces me dije: Me conmueve
este querer por mí, como si fuera
un débil niño que protección pidiera,
un dulce niño que hubiesen maltratado.
Siempre, obsesionante, un tibio desconsuelo
flotando por las tierras y los cielos
de cuanto visité, y por mi frente.
Persiste, truncándose en brotes, el anhelo.
Pero aún sigo buscando (¡tristementel)
porque no muera el ángel que en mí llevo
y esa canción que siento... de repente.

65
SEÑOR...

Señor,
porque me diste
este sensible modo, tan agudo,
y más que lo alegre me tomó lo triste,
mil protestas oí.
Sí Tú quisiste
que así fuera mi canto;
si soy tu voluntad,
—para mí, llanto—,
¿qué he de hacer yo mejor
que cual Tú quieres?

II

Es mi Señor quien canta


que nada se movió que El no quisiera.
Mi garganta la mueve su garganta.

66
LAS ESTANCIAS VACIAS
A la memoria de mi madre y a la de mis
hermanas María Fernanda y María Dolo-
res, que en mi corazón viven mientras yo
vaya por estos caminos.
El fondo poético
es el fondo de la propia vida.
GOETHE

Que el verso sea como una llave


que abre mil puertas.
V. HuroOBRO

He vuelto...
Las estancias vacías he visitado:
iQué profundo silencio se ha cemidol
(Igual al de la mueríe es de callado).
Yerra el dolor
y soy yo su sembrado.
Donde quiera que vaya irá enlutado
mi corazón.
Ya
sólo tuyo, silencio, sólo tuyo.
ilQué bien lo sé con ellos enterradol).

ee
MIENTRAS ELLA DURA
A Esperanza Vernetta de Quevedo,
entrañablemente.
Cuántas calles andadas. Cuántos caminos.
Techos, paredes cobijándonos.
y como sutil viento,
circunstancias
que por imprevistas
nos sorprenden.
¡Siempre algo ciego que a su antojo
nos forja cien posturas,
en otras cien negando cuanto somosl
Qué soledad tremenda
sentirnos golpeados
por esa otra verdad que no es la nuestra.
Por esa otra luz
creciendo en descontento
en el lento cansancio de las horas.
Triste y lejos {apenas si el pañuelo
en una despedida inacabable)
el defraudado...
Y por él,
mientras la vida dura \cuánto llanto]

MAS SI UNA BRISA DE ESPERANZA CORRE


Al Dr. Don Carlos de la Peña Díaz
Bajo a mis pozos de dolor y escucho:
lo único vivo es el silencio.
Apenas si de tanta dicha
columnas yacen, y el recuerdo.
No es uno el mismo entre los suyos
que cuando solo flota inmerso
en densa sombra, e inexistentes seres
demasiado vado acusan dentro.
Porque hay que vivir vuelvo con pena
hacia la superficie y hacia el tiempo.
70
Del seno de mi madre —tan amada—
acaso sea yo el último entierro...
No es la luz nuestro signo,
aunque a ella tendemos sin remedio.
Mas si una brisa de esperanza corre,
algo distrae el corazón de nuevo.
{Bendita de este mundo, que aún te sobra
piedad bastante para darnos sueños).

SOLO TU LUZ EN LA NOCHE ARDÍA


(A Séneca)
Es tierna cualquier memoria, cualquier
presencia, cualquier forma de compañía.
fosé GABCÍA NIETO
Séneca, buen amigo, ¿pensaste en los días
en que habrías de ser sabia lección de fortaleza?
Como sucede a muchos, de un hondo mal moría;
de esa cosa sin nombre que le llaman Tristeza.
¿Cómo?, ni siquiera soñar, que sólo tú serías
—después de tantos siglos— quien nos diera tal fuerza.
Oh sabio cordobés, amigo más que muchos,
capaz de levantarnos sacudiendo la pena
cuando yace en nosotros como punto final,
cuando hundidos, sin gestos, ya no cabe vencerla.
Oh sabio cordobés más que muchos amigo.
Así, bajo este prisma, cómo fluye el recuerdo;
cómo roe, crece dentro sin querer, honda queja.
Más que algunos que trato. Más que algunos... tan cerca.

71
COTIDIANAMENTE
A Manuel Padrón Quevedo

Venimos de la noche; diariamente venimos.


—Buenos días— saludos al pasar
contestamos.
Nos avisan esquelas, si el periódico abrimos.
(Lo estupendo del caso es que no tropezamos
con la que, a los amigos
sorprendiendo,
\no será ya posible con uno...
el comentario\)
Mientras tanto la vida —granjera extraordinaria—
a todos, bueno o malo,
va entregando su grano.
¿Ligero de moneda?
No es tanto lo que importa.
(Eri las grandes fortunas de algo se carece...).
Buscando el equilibrio nada es malo del todo.
Busquemos y busquemos
yendo un poco más alto...
Fabriquemos la miel a los grandes reveses.
Los santos son ejemplo:
en el martirio crecen.
Nada, es negro del todo una vez adaptados.
Siquiera una hora al día
sintamos la belleza.
El amor bendigamos por sernos conocido.
{Aunque ya no recuerde \cuánto lo hemos querido\).
Nada es negro del todo sabiéndonos hermanos.
Habrá nuevas estrellas si todos nos amamos.
Cada pecho en la noche,
un brillo de centella.
Cada uno una luz de resplandor extraño.
Cada uno el origen:
Lo que fue santo y seña.

72
EN MEDIO DEL CAMINO
A Anita y Tomás
Por más que ande, él mundo, son unas pocas gentes;
aquella que ya cuenta entre los años idos.
Aunque deambulamos con la inmensa corriente
ellas son: constituyen los eternos amigos.

Sí que los días nos traen diversas cosas, ecos


que al principio nos ganan, pero es sólo apariencia.
lAy, juventud que en todo creías plenamente,
y el sueño más remoto cabía en ti, conciencia!
¿De dónde harás ahora brotar el manantío,
el que fluía siempre junto con la mañana,
y en cada amanecer crecía como un río
en la alegría aquella que todo lo inundaba?
Árbol exhausto, hoy sin ramas y sin luna,
signadas ves tus horas de un prolongado duelo.
Hermosos años jóvenes de fantasía infinita,
¿por qué no serán todos como vosotros: ciegos?
Años que son un éxtasis que a la memoria cabe.
Cual un niño perdido, memoria, a ti me entrego.
Como brazos de madre, ¡cuántos seres cobijas\
No todo se ha perdido, prodigable sosiego.
No todo se ha perdido, que voy contigo ahora
y oigo las mismas voces de los tiempos felices;
de las sombras se alza la casa en que he soñado,
que por ti todo vuelve —atalaya del hombre—,
todo vuelve a endulzarme las nuevas cicatrices.

73
CLARIDAD IMPOSIBLE
A Femando González
¡Isla de gracia, de frescura y de dicha,
edad de oro de los niños; siempre te
halle yo en mi vida, mar de duelo!
JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

¿Dónde, dónde encontrarte, carnación de mi infancia?


Claridad imposible, que por ti voy sombría.
Claridad de otro tiempo. Luz de brillo joyante.
En ti todo era gracia. Todo me sonreía.
Bella, dulce inocencia, cada vez más distante.
Toda la dicha eras, sin saberlo crecía.
Está todo lo hermoso de la vida en la infancia.
Nada hay comparable a su clara alegría.
Hasta la adolescencia navegó su constancia.
Sus blancos calcetines. La gracia de sus lazos.
Sus pequeños zapatos a mis pies se ceñían.
Sin que cuenta me diera aceleraba el paso.
¿Dónde, dónde estarás, extraña y silenciosa?
Extraña cual si nunca jamás me conocieras.
Hundida por los años, muda coma una estatua.
¿En qué fondo íú yaces, germen de primavera?
Te escucho. No, no suenas en esta voz de ahora.
La tuya, cantarína, fue tornándose grave.
No es posible, no vuelves ni aún llamándote a gritos.
El tiempo es férrea puerta sin resquicios ni llave.

¿Dónde, dónde encontrarte, si hasta el recuerdo huye?


Hay un duro oleaje para lo delicado.
Hoy acaso te he visto: fue en una alegre niña...
En una alegre niña tú pasaste a mi lado.

74
EL POBRE DE LA PLAZUELA
A Carlos Ramírez Suárez
Para calar naciste la más negra miseria.
De las renunciaciones quizá sabio en el fondo.
Atenazada vida —piel y huesos y hambre—,
que hasta en la sombra palpas harapos para el sueño.
Para ti todo traje sabe ya de otro cuerpo -.
nada es expresamente medido para el tuyo.
\0h pobre cuerpo-andamio en que se depositan
los desechos de aquellos a los cuales sonríesl
Pobre, pobre del todo que a mi paso tropiezo.
Siempre que en ella estás más clara es la plazuela.
Acaso de este andar traspuestos ya los límites,
tengas esa sonrisa que aquí pocos disfrutan.
Pobre, pobre del todo, como un aura te luce,
la miseria te envuelve y extraño te destaca.
¿Qué bosque de ternuras te brinda sus panales?
Qué apacible mirada y dé mieles la tuya.
Ay, cómo me sugieres del Maestro la huella.
No, no es preciso que digas la lección: de aprendida
no precisa palabras; de los ojos te mana.
Oh cuan dulces, cuan dulces. Ni siquiera curiosos.
Por mirar lo que llevo ni siquiera resbalan...

UNIFORMADA SERIEDAD
Al Dr. D. Francisco González Medina
Como el árbol; igual que el árbol
el tiempo lo madura {Ley de imposible tregua).
Mas la virtud de renovarse es suya.
No así el hombre nació
para tal prueba.
Por él —¡si será penal —
perdida para siempre,
75
aún sin moverse de donde fue nacido,
ve
su figura pequeña.
Y sus juguetes —aquel mundo de múltiples
colores alegres— a sus manos
nada dirán, crecidas ya
y para el trabajo serias.
(Por más que los recuerde la memoria
de la infantil pasión,
nada le queda).
Día tras día e inconscientemente,
—hay sabias inconsciencias—
madurándolo va.
iQué dolor, qué enorme dolor no sería
si de pronto, crecido,
desnudo de inocencia se viera
y con la cara hecha a una costumbre
y cada vez más quieta I
De mayores —penosa actitud esta—,
sin más que ese silencio con que transita,
del que se siente envuelto,
juzgado es de persona seria.
(Administrada seriedad, tal un impuesto,
sin más pensar, si alguien,
por otra seriedad,
es su contento y más luz en sus pupilas lleva).
A veces, una sonrisa al paso una palabra amiga
le recuerda
que un corazón tiene
capaz de dialogar con la menuda hierba
y que, como todos, tuvo
esa graciosa cara de los niños.
Ya tan lejos, tanto...
Allá, donde todo era azul
como la infancia era.
¡Áridos caminos los de los años]
¡Qué uniforme seriedad guardanl
Por creer estoy que de un modo vago
y por ella,
todos un poco a disgusto vamos.
¡Oh aquella libertad pequeñal
76
OTRA POSIBLE EN TI
(Carta que quizás no leas...)
Sé que pudiste ser otra. Tu espíritu
desencantado, silencioso ya,
nacía espera, nada desea.
(¡Tanto fue el rigor dispuesto para tí,
contrario a tu enorme temural)
¿Qué podría hacerse?
(¡A mucha pena te tocó vivir\)
Sé que hubieses sido otra sin
esa carga.
Otra posible en ti hubiesen conocido
los tuyos, los demás.
Sé que a veces hablas a solas y protestas
y gimes
por verte inlítil a ti misma,
doliéndote de tu auténtico ser,
exiliado del tiempo,
hundido en ese mar terrible del que
no se vuelve, del que nadie regresa...
Sí,
fantasma de él has sido,
de la tú imposible.
Sé que por eso mismo
la arropaste en lo más íntimo tuyo,
en tu yo infranqueable,
y por tan oculta en ti
crees que nadie sospecha su existencia.
Aun con todo la aman,
porque sin darte cuenta transparentas
la otra,
la que nadie ha visto y sin embargo
por esa intuición que descubre
el trasfondo de tanta apariencia,
la piensan,
ven tras de ti,
conocen.
Incontables veces he pensado en tu yo,
sin tiempo;
en los que, como tú, sin el suyo pasaron.
Consuélate.
Apenas hay quien diga: "yo vivo
plenamente". Sí, apenas quien
pueda decirlo. Quien lo diga...

A LOS PIES, ETERNOS SERVIDORES


A Juanito Vemetta Sarmiento
Con qué solicitud, qué voluntad
siempre a toda dirección y a todo paso.
Oh, pies, cuánto siento
no haber dedicado mi atención
a vuestra eterna condición humilde.
Quizá no sabréis tanto
de otra cosa como de este involuntario
olvido.
Oh vuestros pasos primeros,
tambaleantes, delicados y mínimos,
de los padres alegría;
en cuánta circunstancia
la generosa ayuda,
hasta llegar a los exhaustivos, tardos,
últimos,
en que acaso nadie nos espere...
Oh alegría de incontables veces que un día
dejarás de ser alegría mía
porque ya, quietos,
prohibido me será todo camino: límite
infranqueable, triste límite,
para quien ambicionó andar, andar
tanta tierra
como capaz es de poseer el mundo.
Oh, pies,
con apenas prestaros atención
\qué cálido homenaje merecéisl
\qué forma vuestra en gigantesca
talla] (Imponderables trazadores
de Senderos.

78
Descubridores de Islas, Continentes
y razas.
En cualquier piedra, seguro os daña
lo mismo,
por seros todas ellas conocidas,
y ser todo contacto entre vosotros
humilde,
a fuerza de saberos barro.
Acaso aún es tiempo: esperad,
—ya que de paciencia sabéis tanto—
que quizá no esté lejos
el día que un soñador jus-ticia
os haga,
levantándoos monumento altísimo.
Acaso aún es tiempo y han de veros
dándoos el sol de cualquier clima,
pulidos,
de tantos siglos de olvido, limpio
el polvo, ya
entre la fila de los erigidos.
Porque todo es posible en la Esperanza,
acaso aún sea tiempo. Sí:
alguien vendrá que vea vuestra importancia.

Y SIEMPRE SERA ASI

A Blanca y Domingo

Cuanto llevo vivido creció en mí la tristeza


—acaso no es más que eso para todos la vida—.
Un Mayor y un Diario más o menos penoso,
anhelar imposibles y restañarse heridas.

El hombre como el año tiene su primavera


y un verano de frutos frescos y sazonados,
ligereza en el pie por trasponer fronteras,
y en h frente un palacio de sueños intocados.

Mas es un privilegio que de seguro acaba


y no es posible entonces ver con igual medida.
Si a escalar se decide no es la cota marcada,
y todo se le hace un poco cuesta arriba.

79
Y será siempre ad tras esas estaciones.
Otoño e invierno bajan sus nieblas hasta el alma.
Imposible el impulso, las mismas ilusiones,
ni el ánimo ni el fuego de la pasión que abrasa.
Con el ímpetu fueron quemándose los oros
—lo mismo le sucede al sol en el ocaso—.
No volverá a sentirse aquel canto sonoro.
Y se cumple la ley que nos da igual abrazo.

El pájaro es posible que vuelva en una rosa.


El gusano con alas transita en el verano.
Mas tenemos a Dios. Su presencia gloriosa,
siempre que hayamos sido buenos con nuestro hermano.

La esperanza es sin duda nuestro mayor tesoro.


No lo olvidéis, hermanos, a través de la vida.
En las noches oscuras, tristes o abandonados,
como un gigante faro, hasta la muerte, gira.

A UN BOLSO DE PIEL
Todas mis galas, todos mis objetos
quedarán un día fatalmente abandonados;
y teniendo que amoldarse
a distinto trato, a aquellos que han de
darle un nuevo orden,
o acaso distribuidos entre nuevos dueños,
ajenos a mis cuidados,
no podrán por menos de sentirse
extraños.
{\Cómo crece el tierno, amable afecto
que ha ido creando el uso
bajo este ánimo vistos]).
Seguro tampoco oirán las palabras
que ellos me inspiran
ya al cogerlos, ya al guardarlos de nuevo.
Ahora mismo, mi enorme
bolso de piel blanca, sobre el tocador,
me ha parecido
como si sintiera, como si le doliera
80
mi ausencia en una tarde última
en la que ya a mis manos
les fuera imposible asirlo,
y más blanca que nunca
me ha parecido su piel; como si hubiera
muerto en él
la vida que le he dado en este ir y venir
en el que a veces
ha sido mi única compañía.
Sí, por parecerme más blanca
que nunca su blancura
un vago y extraño temor me ha incitado
a acariciarlo:
No parece sino que supiera la dulce
embriaguez de la costumbre...
¡Y quién sabe, quién sabe que vida resta
a lo que un día
llevó dentro el latir de un corazón;
de irracional criatura
sí, pero al fin soplo de Dios,
a la que un día cualquiera privan
de su gran derecho; arrebatan
el incomparable gozo de vivir I

CAMBIARTE ESE VIVIR SIN ALEGRÍA


Romper la oscuridad, porque
la noche rodea y ciega siempre
al hombre solo.
LEOPOLDO DE LUIS

Me duele verte indiferente y fría


y sin que te hable el alma de las cosas,
porque sé lo que es eso, amiga mía.

Y lo que más me duele y acongoja


es no tener argumento, aunque me empeño
y hacerte voluntad para que escojas.

¡Cómo quisiera ver que respondías


a cualquier llamamiento presurosa;
cambiarte ese vivir sin alegríal

81
Rescatarte; sacarte de ese duelo
que no trajo el amor ni nadie trajo
y te anubla y me tiene en desconsuelo.

Mira, atiende a esa fiesta de rosales


que en tu jardín cultiva el jardinero,
por si sus rosas animarte saben.

Algo busca que te atraiga y centre:


aquella llama que a veces te encendía
y hoy parece desligada, ausente.

¿Dónde aquella tu gracia y alegría


comunicando contagioso encanto?
¿Dónde aquel entusiasmo que solías?

La vida aún es en ti joven y bella;


de frente has de mirarla todavía;
no tienes que hacer más que ir con ella.

Rompe esa oscuridad, por demás fría;


esa invisible sombra, ese cerrojo,
y vuelve, regresa, amiga mía.

(Cuanto hago me parece vano).


Libérate. Entre las dos había
la confraternidad de los hermanos.

Memoria haz de aquellos claros días;


acuérdate, regresa, amiga mía.
(¡Ay!, cuánto duele el corazón, .n humano).

SOLO ASI DESDE SIEMPRE...

A Luis Benítez Inglott

Tu esencial alimento soñado es. Amor.


Tu comunicación siempre es intento,
e inalcanzable tu ambición,
tu diálogo.

82
No obstante, cuánta felicidad brota de ti.
(También la angustia del imposible
de ti surge, potente).
Común a todos los climas de la tierra,
tu llama, tu calor.
Tú, la gran fuente de la dicha.
(También en ti los oscuros pozos del dolor).
Tú, el árbol sombroso e inmarchitable
a través de todos los tiempos.
A veces,
defectuoso manantial,
raquítica planta sin arraigo ni flor...
Tú, la inescrutable selva de cada ser.
de cada alma
él abismo insondable...
Elegir es tu necesidad;
siendo en parte el elegido
un nuevo ser por ti creado.
Y aunque sales afuera,
buscas tu imagen,
sólo vas en quien te siente
y como un dios,
aún en el fracaso centelleas
y en nada pierde tu virtud.

II

Aún ignoro tu urdimbre,


tu combustión;
él por qué te produces
y tu aparente muerte:
ya que sólo es lapso o transmutación

III

Sólo aé, te veo. Amor.


Arf tu signo personal;
tu capacidad de dios, manifestándose;
tu presencia tangible y tu victoria.
Sólo así.
Sólo ad desde siempre. Amor.

83
COMO MUÑECOS...
A Luis Doreste Silva
Como muñecos, en sus cajas de cartón
a la ajena contemplación expuestos,
se es la opinión que quiera emitir
quien sea.
A veces, el corazón exprimió el jugo
de su palabra porque lo consolaran.
Nadie lo oyó. Nadie fue capaz.
Ya solo —inescapablemente solo—
se da cuenta, al volver,
que sigue en pie la ingente muralla de su soledad...
Aú como permanece soterrada la raíz
del árbol, sin que le sea posible ver el fruto
del que es origen y causa, así la verdad de cada uno,
ya que nadie quiere saber de nadie.
Ver transcurrir los días y en uno cualquiera
marcharse como lo habían hecho vivir,
acaso sea la más tremenda de las amarguras.
I Cuántas conquistas por los caminos del mal!
Uno piensa si habrá que suplir con otro vocablo
el dulce y entrañable de hermano.
Por el constante suceder, desde todos
los tiempos, no parece sino que el más estrecho
y cumplido pacto entre los hombres
sea el de no amarse.

La mayor de las cegueras, las más grandes


catástrofes son hijas del desamor.
Toda la angustia, todo el dolorido clamor
actual a la falta de amor es debido.
Mas de un alba nueva hablan
los incontaminados, los humildes de corazón.

84
CUANTA NOCHE
A Ignacio Quintana Marrero
j Cuánta noche, mi Dios, ay, cuánta noche
sepultamos con sueño en la almohada]
Cuánta vida se queda sepultada
sin memoria, sin tiempo: negro velo.
Cuánta vigilia también, cuánta vigilia
tan sin notarse, gris, amontonada,
sin un hito, un perfil que las destaque:
de una en otra igual, cuánta jomada.

Casi dormido el gozo. Viva pena


por todas las desgracias que nos caben.
Nada nos pertenece. El tiempo vuela,
oscuro y transitorio, como un ave.
En sombras alumbrados. Acabados.
Indiferentes días cierran sumas...
¡Por cuánta bruma andando, cuánta brumal
No me olvides, mi Dios, en esta nada.
Mota de polvo, leve criatura
que hasta Ti pretende ser alzada.
¡Hasta Ti, mi Señor, y por sí sola
no puede, no, llegar a tanta altural

TRASFONDO
A Gala de Reschko de Gómez
Llama de eternidad quisiera para ti,
verso mío. La rama de la carne es quebradiza
y al menor soplo la nada está esperando
algo que sabe bien le pertenece.
Ambición de permanencia,
¿por qué tan en mi raíz y más allá,
profunda?

85
Acaso antes que naciera
(Tal es el tiempo en que me pierdo
si he de ahondar en su latido).

¿Por qué esta sed?


¡Qué acuciante dolor de transitoriedad
en todo cuanto siento y miro, poseo y toco!

DESDE LAS MISMAS COSAS

A Mercedes G. de Linares

Por la amistad del que la suya


con mi amistad ha compartido.
Por él calor que me prodigan
de corazón los encendidos.
Porque no vino la miseria
a hacerme el cuerpo desvalido.
Porque no sé de la tristeza
del que llamando no fue oído.
Porque la tierra aún me espera
—ella me sabe barro erguido—.

(¡Oh la alfarera, la incansable,


la de las rosas y los nidos!).
Por todas esas turbias cosas
que no rozaron mis vestidos.
Porque no fue porción amarga
la destinada a ser mi espíritu.
Por esa luz —mi guiadora—.
Por este sano cuerpo mío.
Porque no sé lo que se esconde
tras la muralla del olvido.
Desde ellas mismas, [cuántas gracias]
[Y ahora. Señor, que las escríbol

86
LA CARTA SEMANAL
A mis hermanos Quela y Gregorio

Justamente es el día,
pero bien sé que el cartero
no hará sonar el timbre tres veces
—la consigna—,
para volar más que correr
la enorme galería.
{\0h caña en tantos años
por la que Madrid
paréceme, tras cada esquina, al paso a cualquier hora).

II
Qué prisa porque acaben vuestros pasos
franceses e italianos,
de ruinas, museos y catedrales.
Qué lejos, qué lejos vuestros pasos
de hoteles de turismo y de fronteras.
Vuestro andar
viniendo en telegramas:
Noticias en cobre,
sugeridas preguntas
en espera.

Sin ti, carta,


qué sombra sin estadios de luz
y sin perfiles;
sólo sombra;
en tantos días niebla.

Tal si de un clavo
pesadamente suspendida,
cada momento sueño erguirme
al toque del cartero.
\0h la primera carta tras el viaje \
Reestrenaré algo mío que naufraga.
-VV.- .,87
^
\
sacado a flote por ese sobre blanco.
Oh letra amada,
¡letra entrañable]
Volveré a ser la que era
y esperando va por mis rincones.
i Oh la carta primera tras el viaje!
{¡Valdrá toda esta angustia esa alegríal

DESPUÉS DE TODO EN TU VIVIR PENSANDO...


Al Dr. Don Rafael O'Shanahan,
por su caridad hacia las clases humildes
Por esa común razón de haber nacido,
de todos la razón más verdadera,
bien pudo ser para ti un palacio,
un palacio cualquiera,
que a tu espíritu,
nobleza sobra para honrar blasones:
los que fueran.
Pero había de ser tu casa choza humilde
de barro y tosca piedra,
y el remiendo y el pan,
duramente ganados a la tierra.
Después de todo, en tu vivir pensando,
¡quién sabe dónde la paz
más duradera\...
No, tú no puedes saberlo: con el mucho dinero
las cabezas se enervan.
Y tremenda es la inquietud del rico:
la que le trae su hacienda.
Mientras que tú, Juan,
con tu choza,
tus remiendos —que es una libertad
como otra cualquiera—, tienes esa sonrisa
que apenas si se nubla a la escasez del agua
o la cosecha de "otro", que de "otro" es,
laboras esa tierra.
Aun con todo de solaz disfrutas.
De tiempo (que para ellos quisieran)
88
Tú al menos sabes
qué noche hay más estrellas,
que, a las nubes mirando, comprendes
y predices sus vueltas.
Y tranquilo te tiendes a una sombra cualquiera,
y allí
tus pocas cabalas
dejan que en paz te duermas.
Al menos tú te enteras del pulso de la tierra,
—de asfaltos y cementos libre,
de multitudinarias urbes,
de edificios-colmenas,
y, amigo de los pájaros,
de tus hombros se adueñan cual si de un nuevo
"mínimo Francisco" se tratara
de esa escondida aldea.
Valorar tú no puedes todo esto
de sentirlo tan cerca.
De llevarlo tan dentro.
De ser tu propia entraña candorosa
naturalmente buena.
Tú no te lo imaginas y no puedes saberlo:
ricos hay, afanosos
de más y más riqueza,
para quizás un día morirse
de tristeza, sin saber, sin haberse enterado
de tu ciencia: tan sencilla y tan honda,
tan alta y verdadera,
que iban a aprender mucho
de oírte
con que sólo se allegasen
a tu aldea.
Qué sosiego en tu vida. Qué parsimonia
en todas tus maneras.
Qué extensos horizontes te circundan. Qué alegres
tus veredas.
Y cómo es de directa para ti la vida
en su fuente más fresca.
¡ Cómo está Dios contigo y en tu choza y en cuanto
te rodea!
No, tú no lo sabes, Juan, ni sabrás nunca
lo inmensa que es tu hacienda.
¿QUE TIENE AMERICA?...

A Luis Jorge Ramírez

Quedaste en escribirme.
i Cuánto decir, cuánto influir, cuánto
con los tuyos
porque tus sueños realizables fueranl
No quiero creer que lo olvidaste todo
como tantos y tantos... {¿Qué tiene América?...)
Al menos dime si he contribuido
a desplegar tus alas, y esa tierra
brillante, fabulosa, de holgado espacio,
al contacto real no ha deshecho la sutil trama
que los sueños crean.
Al menos que yo sepa de tu asombro
ante esos caminos broncos de ingente
cordillera.
Paréceme verte los atónitos ojos contemplando
vastedad tan enorme. (¡Aquí todo es tan cercad...).
ilOh prometedora tierra que haces fácil
el oro,
y acaso ha hecho fácil tu quimera!).

¡Cuánta española huella habrás notado\...


En cada rincón suyo, el rostro de ella.
(La que acogió del visionario un día
la genial, la portentosa idea y no dudó
en trocar joyas reales por esas otras
de fulgor de estrellas).
\ Si habrás colmado tus deseos, muchacho
de saber escaso e ilusión tremenda!
Hijo de poca tierra y mucho mar —tanto,
que casi sólo de mar tienes idea—, bello debe
parecerte donde hay ríos, y de ellos uso poder
hacer un día cualquiera.
Seguro que a sus distintas márgenes saltando
por fáciles, cercanas sus riberas,
sus aguas te habrán parecido puentes sólidos,
duros puentes de piedra.

(El que casi sólo es hijo del mar —como


nosotros—; de una isla pequeña,
por una vecina tierra es su nostalgia: esa

90
menuda lluvia de tristeza
que un día y otro va calando el alma
y por fin la hace parecer eterna).
Acaso ya de ti no sabré nunca, muchacho
de ilusión tremenda...
Mas acompáñete Dios. Si bien te hice, es la carta mejor
—aunque sin letras—.
Como a nuestro mar, a tu ancho olvido nada cabe oponerle,
¡y bien quisieral
Duele pensarlo. Qué remedio. A veces,
aunque duela pensarlo,
así es América.

¿QUIEN RECONOCER PUEDE?...

En esta que ahora eres desde tus noventa


años, desde tu prolongado sueño
del que a veces despiertas y nos hablas;
inexpresivo, ya quieto el dulce rostro,
¿quién de reconocer capaz
es, la que conocí yo en ti y aún brillaba?

En tantas noches de teatro y salones


en fiesta, qué esbelta tu figura destacaba.
Gracia e ingenio eras, ¿dónde ahora?
¿Adonde van, oh Dios, el alto pensamiento,
el vigor de los cuerpos y la gracia?
¿Hacia dónde para siempre huyen?...

De cuántas bellas cosas tú el motivo.


De mis adolescentes años tú el recuerdo.
Cuánta juventud compartí contigo.

Sólo unas tardes hace, acariciando


tu fina mano ya seca,
todo un pasado se agolpó en mi frente;
un pasado largo, en el que apenas
un débil asidero —tu mano— le bastaba.

Cuánto no haría por así conservarte


de delicada, así de tibia, así de frágil,
casi sólo respiro, punto de luz, casi sombra ya.

91
De nuestra sangre —la tuya de la mía
no demasiado lejos— ya que sólo tú, dulce
Virginia, quedas, una generación desaparece...
Quiera Dios por aquí tenerte, y en otras
muchas tardes más y otras aún lejanas,
de nuevo pueda recibir de ti tanto recuerdo,
tanta vida; la que sólo tú, así de delicada,
así de tibia, así de frágil, casi sólo respiro,
punto de luz, casi sombra ya..., darme puedes.

ALMAS EN PENA DE LA LUZ DEL DÍA


A Amparo Teresa y
Juan Armando.
Pobres hermanos, que hacia fuera
privados os veis de proyectar el alma.
Sin esa claridad de las pupilas,
cuánto os costarán a veces las palabras.
Ciegas pupilas para siempre en sombras.
Cárcel sin posibles ventanas...
Almas en pena de la luz del día;
en la tarde deslumbrante llama,
liberándonos de esa pesadumbre
que en vosotros no acaba...

Oh comunicación por excelencia.


—Cuánto en nosotros es la mirada—.
Vemos el alma en ella: Ni la estatura
ni el color, ni nada.
Sólo los ojos revelan lo que somos.
Por ellos cruza nuestro hontanar, sus aguas.

(Oh si de ellas, de las pupilas muertas,


compasiva la luz un día irradiara).

92
A JESÚS ARENCIBIA
¿De qué atormentada fuente tus santos y penitentes?
¿De qué atmósferas celestiales, de qué éxtasis divinos
tus ángeles imperiales?
¡ Oh qué enormes Nazarenos los tuyos,
por todos, por ti y por mí su sangre trocando en miel,
esta hieh
¿De dónde esta visión de espíritus exaltados,
transfigurados, de camales tentaciones huidos?
\ Oh tu hierático San Bruno a través del simbólico
marfil a Dios viendo \
Por el silencio creciendo, trascendido de vida perecedera,
para sus tan altos fines ya diluida, sin palabras:
apenas las del ritual... y de todos, de todos: "Ya lo sabemos".
¡ Qué intenso y trágico aliento el tuyo, Jesús
tú, el predestinado apenas mirado,
de tan responsable nombre bautizado]
No hay figura del bien o el mal, creada por ti, Jesús,
que el corazón no taladre...
(Fantasmal tranquilidad, acaso, esta que sentimos.
¡Ay, pecado original: lamentación, penitencial).
Exposición de enorme meditación...
Capítulo trascendente para el que quiera pensar.
Y pesar de no saber si el bien o el mal hicimos
eternamente agobiando el corazón mientras vivimos.

93
A JANE MILLARES

¿Por ensalmo te fueron otorgadas


las misteriosas fuerzas que han obrado
la dulce técnica por ti lograda?

A tus lienzos, ¿cómo tus pinceladas


llevar pudieron tan tierna la ternura?
Ante tus cuadros la emoción perdura
palpitante, aguda y renovada.

¿Quién puede explicarse, sí, quién puede


mensaje tan perfecto y tan humano
surgiendo del trabajo cotidiano,
tan ahondado en el alma, sí, quién puede?

Jane, como quien dice has empezado


y ya un carácter pesa, una manera
de pintar que es, y será mañana:
Que así es el Arte, si su gracia agrega
a quien da en elegir y el designado
pone su voluntad y bien se entrega.

Feliz la Isla, que le cupo en suerte


de ti se enamorara él más alto señor
de la belleza; el gran descubridor
de los caminos que jamás se agotan;
el Peregrino mientras el mundo sea,
y tal beso te dio ya para siempre.
(¡Que para siglos es, cuando así se besal).

A MIS GRANDES AMIGOS LOS POETAS

A Pedro Lezcano

Vivís de sueños. Enormes ríos


de belleza a los demás lleváis devueltos.
Vivís de un mundo escamoteado:
Del que en verdad nos dieron,
y no de este otro, en que el hombre se ha empeñado:
Duro mundo de acero.

94
Sólo vosotros de él daréis noticia
—siempre os cabe componerlo—.
A vosotros, que dais cauce a tanta cosa
hermosa —que sólo en el espíritu tendremos-
y testimonio sois ya para siempre
de aquel otro... \tan bueno]

Oh amigos, entrañables amigos


que hablando vais en vuestros libros
de un mundo que no vemos,
y nos acompañáis cuando nadie...
y por solos que estemos.

Acaso sois los que en verdad vivís


y de vosotros aprender debemos. Porque
vivir ¡quién sabel Acaso no es más que eso.
Imágenes, imágenes; soñar mucho
y tal si fuera la verdad, creérselo.

95
CANCIONES BREVES Y OTRAS CANCIONES
Una canción es una herida de amor
que nos abrieron las cosas.
GABRIELA. MISTRAL

CANCIONES BREVES

A María Victoria de Lara, en


su Universidad de Liverpool.
1
Alma: expandida claridad;
cuánto imantando va tu luz;
qué numerosa en tu unidad.
¡Oh claridad blanca y azul,
signo de Dios, tu claridad]

II
Aunque gravita sin cesar
poco advertimos de su acción:
El tiempo fluye al esperar.
(Tazón inmenso el corazón
donde he sentido su manar).
El tiempo es "algo" a interpretar.
III
¡Cuánta belleza « ilusiónl
Ella nos hace cada vez.
Ella es el único timón.

96
IV
Es toda vida (¡ ay cuánto albur!'
hilo invisible a devanar.
Por él se fue mi juventud
como ha de irse este soñar.
{Todo se va..., llega y se va).

Por dulce y bello recordado


el primer brote del Amor.
Qué bello y dulce recordarlo:
dejó un regusto de candor

VI
Qué difícil traducir
en palabras un gran dolor;
como un perfume de sutil
escapa al tacto de la voz.
VII
Surgió él puerto donde anclar,
reinaba calma y suave luz,
reparé el agua y era azul.
{Aun sin querer hemos de andar.
Nada es estable en la quietud.
Ella nos mueve a caminar).

VIII
Aun quedándonos aquí y allí,
tiene su encanto este cambiar.
{¡ Aun miro al tiempo en que te vi!
¡En el eterno deambular
aún miro al tiempo, y era abril...!)

IX
Ya llegará el de descansar.
Y seré poca la salud.

97
Como un dolor será el cantar.
Quizá no acierte a sonreír.
{Aún es tiempo de soñar).
X
Y vendrá el de descansar,
en que sólo cuenta la virtud.
Donde no cuenta este contar.
Donde ya nada es la salud.
(Todo está antes de llegar).

CANCIÓN DE LO NO DICHO
A Juan Rodríguez Doreste

Algo que jamás he dicho.


Siempre queriendo decir
algo que jamás he dicho.
A veces, balbuceando,
me creo tenerlo ya,
y ya se me está escapando.
Me duele como una pena
de la que quiero librarme.
Pesa como una cadena.
Por eso acaso este andar
emborronando cuartillas
que empiezo por no acabar.
Por eso acaso también
cuando no escribo ninguna
este no sentirme bien.
Algo que jamás he dicho.
Siempre queriendo decir
algo que jamás he dicho.
Por más vueltas que le dé,
ninguna tiene su forma.
Quizá nunca lo diré.
Y quizá siga callada
hasta ese punto final
en que no decimos nada...

98
CANCIONCILLA A DOS MIRADAS

A María Rosa Alonso, en su


Universidad de Mérida (Venezuela).

Con bien poco le dijo


que la quería.
Tan sólo con mirarla:
cómo serta.

En sus columpios
todas holgaban
—falta no hacían—
soñando las palabras
que se aburrían.

El poder de sus ojos


él lo sabía:
tan sólo con mirarla
la turbaría.
Toda encamada.
Un rojo de amapola
la arrebolaba.
II
Ay ojos de ella.
Quién lo diría.
Cuando Amor la miraba
se entristecían.

Como llorosos
—¿por qué sería ?—
Nadie se enteró nunca
qué le ocurría.

Lo que pensaba.
Qué tormento tenía.
Por qué lloraba.
{En lo profundo
—hincada lanza—
acaso le dolía
honda añoranza).
Casi no hablaba.
Nada decía.
Cuando Amor la miraba
se entristecía.
{Siempre que se encontraban
oscurecía).

CANCIONCILLA DE SOLEDAD
A Sebastián de la Nuez Caballero
Soledad:
Aun a aquel que te temió
acompañándole vas.
Sol-edad:
{El único a cierta edad).
Sentido de una verdad
descubierto en un guión;
por un guión nada más.

Qué brevedad,
qué simple asi,
y qué verdad.
Y todo por un guión.
Todo y nada: soledad.

100
CANCIÓN DE VIGILIA Y SUEÑO
A Lolita Salí de Millares
y Juan Millares Carió.
Me voy a dormir.
¿Cómo no me asusta?
Dormir es morir...
Al quedar dormida
cuando ya despierto,
sólo sé que he vuelto
de nuevo a la vida.
Y qué ágil el cuerpo.
Y qué paz el alma.
Acaso la muerte sea eso:
la calma, fluyendo,
fluyendo, fluyendo del alma..

CANCIONCILLA A UN POETA
Un verso es la sorpresa,
lo más inesperado.
ÁNGEL CBE.SPO

A Antonia Brito Pérez


Fruta es el poeta
que Dios exprime
por medio de la pena
para sus fines.
Con penas y alegrías
—con penas, todos—
hace que luzcan, brillen
de cien mil modos.

No, no te quejes,
que al hacerte poeta
tuviste suerte.

101
Que tras mañana,
acaso no seas polvo en el polvo,
ceniza y nada.

Y, en tu canto,
hecho luz quedes,
tarde, flor, llanto...

Y aún en siglos
al niño arrullen, duerman,
con tu cariño.

No, no te quejes,
que es de quedarte un modo,
cuando ya ceses.

CANCIÓN DE LOS SUEÑOS

Al Dr. Don Manuel Parada Farinós

Soñando sueños: soñados,


en un volar impreciso
dejo que suban, se pierdan
sin raíz,
sin peso:
hechizo.

Lo bello es para soñado y nada más,


como el humo,
como el humo del cigarro,
bello,
azul,
pero
humo,
humo...

Bien sé de mis pies en tierra,


sin alas, barco varado,
de mi imposible espiral.
(Por más que quiera contarlo
cenizas me contarán).

102
Igual que tú,
humo,
igual.

Dejo que suban, se pierdan,


como el aire del suspiro,
como el humo del cigarro,
como el nardo hecho perfume,
hecho perfume,
en el tarro.

Lo bello es para soñado y nada más,


como el humo,
como el humo del cigarro,
bello,
azul,
pero
humo,
humo...

CANCIÓN DE LOS DÍAS LARGOS

A E. Gutiérrez Arbelo

Días largos, añorantes largos días


hotidos, de melancolía.
Cortos los felices allá en lo oscuro del tiempo.
Al pensamiento vuelve la hora,
el timbre sonando;
en la puerta la alegría,
el por qué de la inquietud del corazón,
pleno contento.
iEl\
¡El mundo en el pensamiento]...

Como rueda y se para una moneda,


así el mundo se paró en mí.
(Parado, aunque no sea ad).
De mitades vamos hechos;
al perderse una mitad alguien dirá
qué más da

103
Pero ya va uno deshecho:
deshecho de su mitad como no hecho en verdad.

La luna en cuarto menguante es


y no es luna plena:
La luz es la que la llena.

Cangilones ú vados...
qué poco es el cangilón.
Agua ha de llevar el rio para que suene,
sea TÍO,
guijos, si seco
camino al paso,
caminos son.

Al corazón justifícalo amoroso contenido-,


si vacío,
viscera que nos mantiene,
latir desasosegado,
aliento desalentado,
•soplo vital que va y viene,
que va y viene,
que va y viene,
que va y viene...

104
ELEGÍAS

SOLO DE TIERRA

A vosotros.

Porque nada es estable y á huidizo,


aun en sus instantes y presencias
lo porvenir tal sí pasado pienso.

No es este el modo, lo sé, de ilusionarse.


Pero ¿qué hacer porque no fuera tanto?
Mirando hacia la vida y hacia dentro
a este triste horizonte me adelanto.

Porque no podéis ser mi compañía


este triste horizonte fue creciendo por vosotros,
amigos, y ensanchando.

Porque no podéis ser mi compañía.


Por no poder hablaros ya, ni veros.
Por separarnos la tierra en que yacéis
y ser ¡sólo de tierra, compañeros\...

A MI MADRE EN EL DÉCIMO ANIVERSARIO DE SU MUERTE

Aun en esa ausencia sin fin ya de los huesos


tu presencia qué clara se levanta
desde mi corazón cuando regreso —no sé por qué—
de algo, de con alguien hablar, y a verte
vuelvo en aquella galería de nuestra casa.

105
Amargo espejismo es y con exceso
ya que sólo memoria es tu regazo,
y triste de nuevo vuelvo a verte lejos...

Al choque me deshago en pena y llanto


por no poder besarte a cualquier hora
cualquier hora, como tú lo hacías—.

Porque al llamarte ya nadie responde.


Por tenerme que hacer a esta agonía
de que ya no me hables ni me nombres.

Ay, cuántas veces ya. Ay, cuántas, cuántas


teniéndome que hacer a esta porfía.

II

Cómo destroza el ánimo esta orilla,


este batir de viento huracanado.
Cómo siento él corazón helado
por esta soledad que me acribilla.

Ya para siempre asi. Así: lo mismo


y en la misma revuelta del camino
que el caso es que ya por nada espero.
Porque ya todo fue —que es lo más triste—.

Cuando ya espejo somos de ese abismo


en que nos vemos sin amor ni apego
nada más doloroso que uno mismo.

Ay, del nacido para soledades.


Qué áridos caminos transitando,
viviendo —si es que vive—. Héroe
de perdida batalla. El lo sabe.

106
TU YA UNO MAS
(A mi hermano Gregorio Pérez Conesa,
que tanto quería, muerto inesperadamente).

Porque has muerto en el preciso instante


de cerrar este libro a la labor más mía;
el que ya apartándose de mí ha de ir lejos
—como el hijo que emigra—,
he podido decir en él mi pena al súbito apagarse
de tu vida;
mi lacerante angustia al dejar de batir
tu corazón la sangre
en un respiro hondo, inesperado.
Bien sé que no podría hacerlo ahora, que decir
no sabría
cuánta fue tu virtud; en cuánta religiosa fe
ardías
y como tu conducirte transparentaba a Dios:
esa divina luz por la que el hombre
llegar puede a ser santo.
Oh soledad de muertos en tantos años
y única compañía mía, ¿Con qué palabras
decir esta otra?
Tú ya uno más... Yo, cada vez más pretexto
de presencias sin cuerpos
—ahora también la tuya—. Tú también ahora
en esa infranqueable distancia
que sólo a la muerte le es dable, entre los que
quedamos y ella arrebata.
Cada vez más pretexto de esas voces —también
la tuya ahora—,
las que me son audibles, cerrando fuertemente
los ojos
—por más claras—, al surgir de sus ecos: los que
para siempre quedaron en mi alma.
Al mirar tu letra estampada en este retrato
tuyo
que sobre la mesa descansa,
me ha traído tu mano —inconfundible
al saludo—,
en la que tu generoso corazón prolongaba su latido
humanísimo.
Ahora tú, uno más... Yo, desde hace años, esta cosa
que soy, vestida de luto,
de luto siempre...
107
COMO AHORA, ERA MAYO...

¿Qué pudiste hacerle para que en veinte días


te hiciera abandonar tus juguetes, tus fuertes zapatitos
que siempre reclamabas para salir al jardín
muy de mañana, y tu fiel perro, el más paciente
de todos tus amigos?
(Acaso por tan fina belleza de ti se enamorara...
[Oh tus adorables cuatro añosl).

Por eternamente ciega —jamás verá—


no valoró, no supo valorar
el inmenso mar que en tu derredor crecía
cada año
con más hinchadas olas de esperanzas
sobre tu futuro —todo tu futuro aún—, con muchos amaneceres
todavía sólo soñados y por abrir,
tal una descomunal flor,
en el corazón de la madre más madre del mundo.
(Sólo madre tenías ya y hermanos).

¿Dónde aquel tu inquirir en que ya se advertía


la promesa de un claro cerebro,
de un natural delicadísimo?

¡Qué brusco y doloroso aquel partirl


¡Qué inconsolable desaparición la tuya)
(En medio de ellas tus amigas, las rosas,
seguro que de verte tan quieto se dolían).

Niños mayores pero niños aún


se empeñaron —tanto te querían—
en que no fueras llevado por carroza alguna,
y nunca más apenada la ternura de sus cortos años
que esa tarde,
en que iban despacio, acompasando sus pasos
a un mismo ritmo,
para que en tu sueño —indespertable ya,
pero para ellos no tan trágicamente cierto—,
un brusco e inesperado tropiezo
no te hiciera abrir los dulces ojos,
y adviertieras tan total oscuridad;
ya que por su inocencia
no cuanto dejabas por estrenar: la vida toda.

108
Tu perro, como un niño más,
ajustando su paso a los de ellos,
silencioso, tristes las oscuras pupilas,
no miraba ni atendía a otra cosa
que a tu pequeña cajita cuajada de rosas
deslumbradoramente blancas, alguna que otra
rosa-cobre, amarillo-oro.
Como ahora, era Mayo, y el recuerdo de tu almita bella,
de tu querida e inolvidable figurita,
sus rosas hace más intenso...

TRISTE HASTA QUE ME MUERA

A ti, a través del tiempo...

Honda pena incurable que agoniza y no muere


en esta tarde gris tiene cumplido acento.
Al mar,
hinchado de oleaje,
azota un fuerte viento,
y a su invisible mano
van cayendo las rosas que aquí en mi isla
duran más allá del verano.

Todo suena:
rumores se hacen los silencios
de apenas una hora.
La lluvia va vertiéndose recia
sobre el paisaje.

Extendida,
calándome así el ser, esta pena
desde que tú partiste,
desde la tarde aquella...
hacia la otra ribera.

Es por lo que estoy triste


sin poder más de tanto.
Es por lo que estoy triste
y esta sal de mi llanto.
Es por lo que estoy triste,
triste, hasta que me muera...

109
EL MARCADO...
I
Como todos,
apostaste a la eterna jugada
que la vida supone: azar y acontecer.
Yo sé que para muchos
"Ella" es pródiga y buena,
que en cuanto apostaron
hubo ganancia plena.
A ti sé como nadie
que te tocó perder.
Y si unas bellas rosas
te prodigó el destino,
si hasta ti llegó un halago
tan fino,
fue
cuando ya su hermosura
te era imposible ver.
II
¿De esta vida
el sufrir recuerdas?
{Mi fe ha desbordado tu partida).
En un goce sin fin
y ya sin fechas
tengo esperanzas.
Yo he de verte un día,
trascendido del acuciante anhelo
terrenal.
Ahí —bien lo presiento— ya,
todo alma,
cesa la angustia y el dolor termina...

110
HASTA A L L Í N O FUE NADIE...
A Juan Sosa Suárez
I
¿No sabes? —dijeron—
el tonto ha muerto
sólo
en unos días;
como era tonto nada decía,
nada sabía el médico...
II
Hasta allí no fue nadie.
Pero aquel día —ya
sin su voz,
sin el paso tardo de sus rotos caminos
de sonámbulo eterno—
le dio importancia el pueblo.
De él
se ocupó la tertulia del casino,
los de la plaza,
el barrio nuevo;
de pronto el pueblo
descubrió en su perfil de tonto
algo serio,
con carácter;
un no sabía qué
de elemento representativo:
como si en parte fuera el Ayuntamiento.
Y pensaron
con ligero sentimiento
en el hueco que dejaba su ausencia...
jamás sospechado
fuera así de notable...

III
Uno, de mezquina cabeza,
forastero,
no se sabe de dónde recién llegado,
como si de una rara planta

111
se tratara, dijo: —"Ahora
a esperar que nazca otro
I quién sabe el tiempo \..."

IV

Siempre que el pobre tonto


pasaba por mi calle
—hoy triste—,
¡ con cuánta piedad miraba
su enorme invalidez!;
y una densa sombra (como la que
proyectan los árboles
de la vuelta del Molino)
oscurecía mi corazón
acongojado por su pena.
Por su pena..., que él no comprendía;
que él... no podía comprender.

LA VOZ CON QUE NOS HABLA EL CORAZÓN QUISIERA

A Carmen Conde

Corren los días


y es doloroso su estar.
Náufrago de dolor
el derrumbado ser.
Por rehacerse,
un titánico esfuerzo
intentando salir de tan postrante actitud.
Lámpara que
haciendo por dar su llama
va hundiéndose cada vez más
en su agonía
por no acabarse.
(Tanto se llevó la trágica tempestad,
tanto le arrebató,
que hubo de hundirse
junto con los desaparecidos
su propio corazón).

112
n
A la deriva
un fino objeto
en la inconmensurable soledad
del mar
donde flota sin destino.
Nadie hace por rescatarlo
ya que parece una pequeña armazón
inútil;
una roja mancha, a veces;
algo que desaparece
y reiteradamente vuelve,
tal una visión alucinante;
algo
que no parece de este mundo...

EL ULTIMO COLOR

A Manuel González Sosa


I
En mi paseo
caíste a mis pies
pequeña,
muerta.
Al recogerte te acaricié.
¡Qué lejosl
Estando viva no pensaste,
no pudiste pensar
que yo,
al paso preciso por tu árbol,
había de recogerte,
de besarte;
habría de guardarte tiernamente
para darte una vida de recuerdo
en que más larga tu existencia fuera.
Pobre pequeña hoja errante
ya sin nadie tan niña;
ya reseca, desnuda

113
de tus graciosos verdes;
exáhusta por el sol —tan riguroso—,
a tu asomada vida
apenas hoja,
casi germen, casi
tierra y agua aún
a donde ibas a perderte aquella tarde
irremisiblemente.
¿Qué pensaste al sentirme,
que al tocarte mi mano protectora?
¿Habrá una segunda
conciencia entre tus oros
a tu destino último
de pájaro caldo de su rama?
¿Acaso me llamaste
con la voz sin palabras del misterio?
Algo pasó por ti,
por mi,
—que no es decible—
salvando tu cadáver
del viento que azotaba.
II
Aquella tarde
tu dorada mortaja me dio pena infinita:
tanta era
que revistieron mis ojos pensativos
del último color...
cuanto miraron.
Símbolo de los niños muertos,
por ti nacida,
una inmensa amargura
vino a mi corazón estremecido:
Por sus frentes de nardo marchitado.
Por sus frentes doblemente blancas.
Por sus frentes para siempre frías.
Y las lágrimas —rio de las madres—,
y sus brazos vacíos...
]Por el trágico viento huracanado
que sopla para ellos
tan despiadadamente
la sin labios]

114
INTIMIDAD
Cuando alguien es una pura herida,
curarlo es matarlo.
HEBBEL

POR QUE, SEÑOR


I
¡ Muertos, Señor, muertos, muertos!
Si ellos,
mis amores,
si ellos,
cuanto tenía,
¿para dónde mirar que no los vea?
¿Por qué. Señor, por qué
tanto despojo?
Dame el sentido,
al menos que yo sepa
por qué ese viento fatal sobre los míos.
Ellos te amaron. Señor,
¡ profundamente I
Y a juzgar por sus años
¡cuánto fraterno amor,
cuánta jomada por hacer todavía!
¿Por qué ese duro sueño indespertable?
Algunos,
como un río naciente
y la mañana
y todo lo que empieza
eran alegres.
Toda cordialidad de ellos partía...

II
No me dejes cuajar en desaliento,
no lo permitas. Señor,
ya que tu ley
contra toda borrasca
dice "Espera".
Líbrame de flotar en la laguna
en que yacen aquellos:
los que huyeron por la puerta de la desesperanza.

115
Sin que Tú los llamaras,
por no querer más tiempo
tu gloria así perdieron...
Mas no quiero creer
que eternamente,
y un día han de llegar
a tu ribera.
Tenga a bien tu mano defenderme
si el ave de la sombra
ha de rondarme...
Tú bien lo sabes. Señor,
•su aliento
avienta cuerpos cual si fueran paja.
Sus negras alas, Señor,
toda luz ciega

DE DONDE

A María Teresa Prats de Laplace

Yo soy de los tristes.


Yo vengo de ellos.
Rama de un gran árbol
profuso y fatal.
Somos una Raza.
No hay fuerza posible
que pueda empujar
trayendo hacia afuera
tan hondas raíces.
Los que nacen tristes
tristes morirán.

Yo soy como ellos: tristeza expectante.


Cual agua-océano
fluyendo constante.
¿De dónde, de dónde, milenaria agua?
¿De dónde, de dónde?
Mas nunca responde...
De dónde,
de dónde,
de dónde vendrá...

116
SI NADA PUEDO HACERLES

A María Luisa Cabrera Córdoba


de Enriquez

Oh, conmovido, oh intenso amor


que en mí creces y creces.
Nada escapa a tu impulso arrollador.
Mas de angustia en mi interior floreces.
Dame alivio, Señor, que otra cosa no sé
ni a otra yo me inclino.
Que más dulce me sea posible hacer
él precepto divino.
Yo bien sé que sin amor nadie es nada
ni la vida merece.
Mas esta llaga de piedad: mi llaga
alivia Sí es posble. Mas no cierres.
Que yo ame de otro modo. Señor.
Que ame tranquilamente.
Sepa yo de sosiego, de otra actitud sepa,
de horas indiferentes.
Tú bien sabes que este sentir en mi
en un desequilibrio rompe a veces.
Y que una vez roto. Señor, atormentándome
eterno me parece.
Dame paz. Tan caudaloso rio
tu poderosa mano me represe.
Tú, que de amor sabes más que nadie
y sabes como hiere.
Dame otro modo de ver. Que vea yo de otro modo
a los humanos seres.
El árbol. La bestia —eternos prisioneros—
porque siempre me duelen.
Otro modo de ver a los que sufren
si nada puedo hacerles...

117
INTIMO DOLOR

A María Sanginés Fumero

Se muere uno tantas veces


por más que siga así viviendo.
Bajo lágrimas derrumbada,
¡oh cuántas veces hemos muerto]
Cuántas también en la amargura
que da esa pena de sabemos
ligera rama quebradiza
en unos pobres tristes huesos.
Por fraternales, nos morirnos
con todo aquel que va muriendo.

Pero seguimos, caminamos


por no ser sombra ni tropiezo
a los que quedan y van con uno.
Por los que quedan, cuánto afecto.
Y una piedad que acrecentaron
negada gracia y duros tiempos.

Vendrá por fin esa postura.


Esa postura de otros —yerta.
Esa que dice a los demás:
—"Fijaos, no hay duda que se ha muerto"
(Y ha muerto uno tantas veces,
por más que siga así, viviendo.
¡Ha muerto uno tantas veces\...)

PERO ERES SIEMPRE IGUAL

¿Por qué, mármol, a tu frío contacto


resurgen las frentes de los muertos míos?
No te puedo mirar, ay, mármol frío
que me traes dolor {¡cuánto quebrantol).

Tú, palacio. Tú, estatua proclamando


ya merecidas glorias o virtudes.
Mas todo tú en mí sólo respondes
al intenso dolor que me consume.

118
Si entibiar tu materia consiguieras.
Si un día al contacto con mi mano
la fatal impresión se redujera...
Pero eres siempre igual: De ti me alejo
como quien ve de nuevo lo que dejo
—\a mi pesar \— tras la losa inerte.
Bien es verdad que te eligió la muerte
para nombrar a los que no responden...,
siendo tú, mármol, su único exponente...

AUN
Aún andan mis muertos,
van de aquí para allí,
aún hablan,
aún ríen,
aún lloran,
tienen sueños y esperanzas,
gozan
y proyectan mañanas.
Puede decirse que la muerte
no les ha destruido el andamiaje del cuerpo,
no les ha paralizado el noble corazón
mientras yo sea respetada por ella.

Cuando ya me lleve,
ese día moriremos todos:
ellos y yo.
Mi memoria no los albergará más,
mi quieto corazón no los hará andar,
ir de aquí para allí,
reir y llorar,
tener sueños y esperanzas,
gozar
y proyectar mañanas.
Cuando ella me lleve,
ese día moriremos todos
y seré yo la única que lleven a enterrar...

119
cuántas cosas,
cuántas como si fuera la más rigurosa realidad.
Ningún indicio,
nada ha de dar idea de todos los muertos
que irán conmigo;
yo la única a pesar de todos los que conmigo
irán como yo...,
conmigo,
muertos para siempre ya...

CUAL SI ME DESPIDIERA LO HA AGITADO


A Pantaleón Quevedo Franchy
Ya, murmullos de la calle, no sois míos.
Todo el árbol que fui se ha desgajado.
Fluye en mi derredor intenso frió...
Atravesó la angustia mi costado.
Apenas si mayo, irrumpió diciembre.
(¡ Qué pronto se secaron las rosas en mi huerto!).
iQué sola el alma en esta noche oscura\
¡ Qué desierto tan vasto este desierto!
Nada a cambiar acusa viento alguno.
La dicha sus peldaños me ha negado.
En su dintel prendiendo un paño oscuro
tal si me despidiera lo ha agitado.

¡Cuánta angustia, mi Dios, manando angustial


¿Soy algo más que un pensamiento herido,
que esa perenne brecha en el costado?
Qué desolado erial lo que fue huerto
de amor y de armonía.
\Ay, cuando quedo a solas, qué agonía
estallando en profundo sentimiento,
ahogando todo lo que fue alegría\...

120
LA VOZ QUE ME DESVELA
A ti. Poesía; la voz que me desvela;
la de las mil resonancias;
la eterna.
CHONA MADERA

"Tú le quitas al trabajo, el afán,


su gran color de pena".
PEDRO SAUNAS

ALGO NUESTRO SOBRE LA TIERRA FLOTA...

A José Gerardo Manrique de Lara

COMO no va un mundo distinto


a este que vivimos, transitamos.
Con el que nos va por dentro
el de fuera impulsamos.

Incontaminados, puros,
cada vez más hacia dentro vamos.
Recuerdo nos será siempre ese otro:
luminoso, nuestro, inalcanzado.

A veces nos parece cñr su agua


que viene, presurosa,
a saciar nuestra sed, nuestros deseos,
la sed de tantas cosas.

Y de pronto, nada: Inútil vemos


el tiempo transcurrido.
Y volveríamos a ser, si atrás cediera,
a ser... el que hemos sido.

Algo nuestro sobre la tierra flota,


algo a ella no prendido.
Niebla, inacabado sueño somos
en el tiempo, perdidos...

123
Y no sé por qué clesignio
una eterna espera hacia un mañana.
Y pasarán los días y nuestra frente
jamás sentirá el roce... de su ala.

COMO UNA DULCE NIEBLA

A Agustín de la Hoz

ALBA, que eternamente vuelves,


que has de volver mañana.

Para los que tanto hemos perdido,


¿traerás algo al fin, que no se vaya?

(De cómo has de ser para nosotros


nada sabemos alba).

Avivar toda ilusión nos urge


mientras la fuente de la vida mane.

(Este dulce modo reforcemos


que acaso otra luz ella nos traiga).

Todo es duro... ¿Por qué no acostumbramos?


¿Por qué este no querer ver claramente?

{Si en ello está, estriba todo encanto,


esta ceguera sea eternamente).

Ay cuando vimos; cuando al mirar vimos


sin la eficacia de esta miopía.

Yo os suplico. Señor, no vean más claro


estos ojos, que vieron claro un día.

Sea siempre así. Como una dulce niebla


sea, aristas velándome, contomos.

Señor, yo necesito así ver cuanto miro.


Tú bien lo sabes..., por saberlo todo.

124
COMO AQUEL JAMAS VISTO

A la pintora Yolanda Graziani, en


quien admiro su aliento creador y la
que sin duda transita también por
esta otra tierra...

OH tierra: la más mía


por el milagro del ensueño.
La de mimas larga andadura
y mi mayor empeño.

Donde lo mío
mejor
germina.

Y en lo más enraizado, en lo más cierto,


inconcretas formas
bullen por ser,
se precipitan {de mí
lo más auténtico).

No. No se elige la esencia (de


la que estamos hechos).
Sólo nos es dable
ponerla
frente al medio.

Y si difiere en parte, en parte


o por entero,
erguirse cabe en sombra
del que sentimos,
somos,
llevamos en silencio...

(A veces,
como surgiendo de otra orilla
opuesta a esta en que pisamos,
en la que saludamos,
nos sabemos,
y venimos y vamos,
como ante aquel jamás visto,
extraño... nos miramos).

125
OH ESTA ILUSIÓN AMIGOS
A Demetrio Castro Villacañas.
"La lengua en corazón tengo bañada"
MIGUEL HERNÁNDEZ

CUANTAS veces, cuartilla, tú y yo a solas,


blanca cuartilla, en voluntad de entrega.

En ti el corazón —qué duda cabe—


puede tener presencia.
Por ti, plasmados para siempre
los más profundos pensamientos quedan.
Donde a esa hora en la que el corazón
es el que dicta,
volcando voy lo que en mí es esencia
y un destino fatal de soledad, de soledad
tremenda:
de la que colmada llevo el alma,
aunque siempre se entrega. (Oh radical soledad del hombre,
que dice el gran Ortega).

El día que involuntariamente me haya ido


(involuntaria ha de ser mi ausencia
porque profundamente amo la vida
a pesar de sufrirse tanto en ella),
quizá por ti, cuartilla, sea volumen,
alineado nombre sea
de biblioteca.

Oh, esta ilusión, amigos,


que de tan tenaz modo persevera
por un eterno sentirme entre vosotros.
(Y ya sabéis como yo
de ausencias).
¿Quién lo duda?
En ese enorme libro de registro
de vida y muerte cierta,
un día, por ser misión,
nos borrarán •
sin que remedio quepa.

126
Pero dulce me es soñar en que he de hablaros,
aunque polvo en el polvo ya,
con propia lengua.
Que el corazón aún tendré de la emoción cautivo,
y aunque de un modo distinto,
se es presencia.
Amigos:
pasado ya es-te puente —el más temido—
y para esta ilusión que a nada cede,
que eterna amistad sueña,
hermoso he de estimar ese otro trato
en el silencio augusto de las bibliotecas.

HASTA QUE TU NO ERES POCO SOMOS


A Ventura Doreste
OH tú, dimensión —la más trascendente— que
nos desbordas
una vez conocido el rumoroso ser,
que "Amor" se llama.
Que apenas si soñada, si presentida
a pesar de ir tan dentro,
surgiendo al nuevo "conocimiento"
sin posible medida, inmensa ya, incalculable.
Que tan sólo te basta el feliz "encuentro"
para que empecemos a crecer, a revelamos
el que hasta allí no fuimos.
Mas el que por tus espacios
{insospechada inmensidad) llegue o ascender,
a remontar sus alas
una vez liberado,
rotos por ti sus menguados límites y de pronto,
descender se sienta (imprivisible es su ley),
inútil le serán las fuerzas de su espíritu
a sostenerle,
ya que a su corporal pequenez
se precipita.

127
Pero bástele haber llegado a tan diáfana altura,
que si breve en el tiempo
y aunque regresado y ya su pecho
sepultura se sepa
de esa muerte,
el "Amor" —la máxima ventura—
le fue dable.

Que aquí, ser despertado {por esta condición


de eternos Lázaros,
la plenitud
lograda es sólo
en la pareja)
pronunciando palabras nuevas, distintas,
alumbradas desde lo más profundo;
desde el más entrañado "yo"
hasta allí aprisionado
como jamás pudo cárcel alguna,
ya
nada más alto,
aunque la vida dure, y el corazón a sus mil cosas
nos convoque.

A VECES...

"Mientras yo te sienta, tú me
serás, dolor, la prueba de otra
vida en que no me dolías".

PEDRO SALINAS

A veces esa luz última


del atardecer,
nos trae aquella —ya lejana—
en que descubrimos que éramos otros.

Para conocernos habría de pasar tiempo,


un tiempo largo-,
habríamos de encontramos
en aquellas crepusculares horas
de nuestra juventud —ya por casi apurada
más trascendente alta y verdadera—.

128
Como la hoguera, que da su máxima llama
a punto de extinguirse,
así brotó de nuestras almas —como nunca
vivieron—
todo lo que de ternura, de amor
eran capaces,
desde lo alto de sus cimas
ya en sus últimas cotas
coronadas.
Habría de bastarnos tal revelación,
ya que morir uno de los dos...
parecía ser el precio.
(Como ninguna otra estación,
breve es la de la dicha).
Llorémosla como al amado
que un día se nos llevó la muerte.
Como a un tierno niño
que se nos perdiera para siempre en la noche.
Pero con llanto sereno, sosegado,
ya que nos cabe volver;
el inmenso consuelo de volver
a donde ella —como todo aquéllo
que se nos fue —nos está esperando...
(Triste andadura es la de la nostalgia).
Pero oh volver,
volver de algún modo —del ya
posible— cuantas veces queramos,
nos acucie el deseo.
Aquel que la dicha elevó hasta su trato,
embriagó con su vino,
que sintió henchírsele el corazón de una dulce
substancia —inequívocamente suya, única,
inigualable—,
aún poniendo su más esforzado empeño
sabe
que jamás
lograda es por mucho tiempo...
(Por una u otra causa,
como ninguna otra estación
breve es la de la dicha).

129
NADIE HA PODIDO OTRA COSA...
A Lázaro Santana
EN su casa, en su propia casa un muerto,
cómo parece de pronto
dolorosamente nuevo;
el transeúnte de urgencia con apenas horas,
tiempo.
El callado: ya sin reclamaciones de esto
o aquello.
M margen de todo; ni llaves ni monedero
le hacen jaita.
Sus amores,
la profesión,
el dinero {cuanto nos mueve y conmueve,
cero).
De pronto, el "otro" que todos llevamos dentro.
El medicamento arrumbado;
las ropas;
los zapatos vacíos, huecos.
(Ya ni su sombra por los espejos).
Y porque nada se puede...,
al dolor se ha de echar tiempo {cirineo
de esa cruz ya por siempre: su recuerdo).
Ya, transeúnte de urgencia...
No. Nadie ha podido verlo
{por más que quiera)
más allá de ese plazo —que traemos—.

Aquel que lo vio, lo tuvo en su casa, que agotó


apurando hasta el último momento,
sabe bien —mejor que nadie— como es cierto.

No. Nadie {cómo lo sé...) retener puede su muerto.

130
NO, NO SEAS DE CENIZA...
"Tú no lo puedes ver; yo sí"
PKDRO SALINAS

NO. Aguarda:
ya que nada se puede..., no; no seas de ceniza.
No te aferres al muerto.
No seas de ceniza como yo, antes de tiempo...
Aunque tu gran amor llévalo dentro. Si quieres
como una enorme herida
en la carne, inefable, de misterio;
en esa donde siempre brota i
y nadie sabe como le fue surgiendo. j
(Aunque tu gran amor y te parezca |
que con él se ha ido; rebrota; rebrota I
en otro cuerpo). 8

Vuelve: una y otra vez he de decirte, |


ama, 1
vuelve de nuevo a llenarte el corazón de amor f
por otro amor viviendo; que un día cualquiera |
y como él —pobre corazón ya ajado— %
ni siquiera que hemos sido... sabremos. I
Peor para ti, á, que has conocido i
ese terrible, desmesurado hueco, |
que deja, §
el que el amor así se Ueva
dejándonos —tan sólo en la memoria— aquel que fuimos
(por el amor, inmensos) ya para siempre
en el vacío más hondo,
en el más seco barro aprisionado y yermo...
{¿Quién, si no es con otro
llenar puede su hueco?).
Al menos él en ti sus días prolonga como una marca a fuego...
(Esa es la ventaja —trágica, negativa ventaja del que
se va primero—. Por más que ya se sabe: no en todos

131
tan profundo es su aliento: a veces
sólo comparable al mar
en su batir eterno).
Aún así, mira hacia delante. No.
No te aferres al muerto.
Enormemente triste es ser ceniza; ceniza antes de tiempo.
Sólo una vez se vive y vivir tiene mucho de juego.
A veces como este: heroico {cuanto por una u otra causa
apostando o perdiendo).
Sí. Sólo una vez pasamos; pasamos por su puente: de
siempre ya se sabe: quebradizo.
A veces
en el mejor momento,
hundiendo cuanto habíamos confiado
seríamos,
soñábamos despiertos.
No. No seas como he sido. Mírate en mí: oscura
en tanto tiempo.
No. Oye. No .ñgas, {igual es a estar muerto).

SU BUTACA
OH, el orden de las cosas: Una vez asignado,
tal un nuevo lenguaje —entre ellas desusado—
nos hablan; nos hablan, haciéndose más vivo, si ausentes,
alejados.
Hasiéndose más vivo si vueltos, regresados
después de todo un día
acaso de inquietud.
Qué sonoro silencvio por vosotras, oh
cosas.
Qué sonoro silencio al eterno fervor; a tantas
soledades..., que casi sois sujetos
a los que comunico
si una nueva pena el alma me ha rozado.
A los que comunico mi silencio mejor.

132
Oh, vuestros sitios
de imposible traslado,
fijos ya,
bienamados "centinelas de puesto",
{del que habéis hecho honor).
Y aunque las circunstancias nos sean otras,
distintas, de vosotras nos lleven {nada sabemos ya),
nos volveréis a un mundo que vivimos y amamos {toda
nuestra ventura es un tiempo pasado.
Toda nuestra ventura es pura evocación.
Cómo es de expresivo este vuestro lenguaje. No. No se
os hace preciso él timbre de la voz.
Su butaca de siempre,...
entre todo, destaca. Y en ella,
recostada «u señorial cabeza —ligeramente altiva—,
corónala esa infundente plata
que los años nos dan.
Oh su hermosa cabeza: jamás vimos un canon
de más pura belleza.
Un canon de belleza tan puro y superior.
Su butaca:
aún sueña y reza en ella, cómoda,
entre sus brazos.
Pero algo nos dice: "Sólo está en tu regazo".
Y así hemos ya de verla, {sólo en el corazón...).

UNO NO ES MAS QUE UNA COSTUMBRE


(POEMA RURAL)
A Sebastián de la Nuez Caballero
DESDE esta ventana que cae hacia poniente,
que invita a ver la tarde, me digo:
este es él campo; en esa hora
en que regresan —puro músculo y fibra—
sus hombres del trabajo, por él sol
curtidos, por el viento —esa descomunal terrible mano—.
133
En los anchos hombros los aperos
y en los ojos, bien metido el horizonte,
que nadie como ellos avizora
en él sí habrá bonanza
o malo será el tiempo.
Este es el campo, me digo:
Estos son stis hombres; en su eterno afán entre surco y simiente;
la que no siempre el surco
en lozano fruto le devuelve.
Al paso los observo: restos de hierbas
traen sus trajes (un olor a establo el viento).
En sus labios, el húmedo cigarro .le mueve, cabecea
entre palabras despaciosas.
Jamás parecen tener prisa
y todo lo hacen a -m hora.
Después de tanta vida urbana
nueva es para mi esta otra.
Como un nuevo nacimiento
si el pensamiento poco ahonda.
Por más que extraña la .sentimos, que aunque queramos
no se asocia
ala de siempre
y como extraña,
en la de siempre, nos rebota.
Uno al fin no es más que una costumbre. Un producto
de esa circunstancia que lo forma.
Nunca podremos evadirnos, nunca.
Que aunque pretendamos ser distintos
y por más empeño que uno ponga
imposible cambiar.
No cambiaremos.
Jamás podremos ya ser otra cosa...

134
¿ESTA TU GOZO EN ESA FUERZA OSCURA?

"¿La luz no es quien lo puso todo


en su tentativa de armonía?"
JORGE GumJÉN

OH, brazo de la envidia; tenso el arco,


cómo haces llegar tu flecha a lo más hondo.
¿Por qué no un sitio oculto, de ti, libre,
al corazón dolido, niño, puro?

i Cómo duelen tus flechas.


Con sólo una arrecian vendavales]

{Qué enorme es el rumor que das al viento


hundiendo a veces sueños, torres, glorias
que bajo dulces lámparas surgieron...).

Tú siempre tan temido impulso oscuro


sólo detiene el tiempo de la muerte
{en su grave presencia ¿quién se atreve?).
Durando más que todo
cuanto nos oscureces... ella aclara.

¿Quién de ti no fue victima?


Porque muchos van tristes de tu herida
decirles quiero que no mereces tanto.

De no ser tú, qué hermosos paraisos.


Pero eres mal que ataca hasta la rosa
y a nadie eres extraña entre los vivos.

TIEMPO DE CAZA
A Luis Dores Silva

PEQUEÑAS, graciosas criaturas


desde los siglos todos, indefensas.
iCómo es dolor veros abatidas,
desprendidas del reino del espacio,
el que GOZOSOS
surcáis a cualquier hora

135
sin daros cuenta que es un riesgo
cada nueva ascensiónl
Sólo la noche —oscura madre amparadora-
os libra del acecho,
del ruin plomo,
de tan tremendo desamor...
Cuántas veces desde los arbotantes,
ios cornisas,
desde los alambres del telégrafo
nos habéis sido alas al alma,
evasión del tiempo,
de cuanto pesa aquí
y es atadura y hiél.
(Qué duro es el contraste que ofrecéis
si ya vuestra ágil gracia derrotada
en una muda, quieta pesantez...).
Por qué os verían desde ese ángulo
islas del aire,
de candor,
de miel.
(Como tantos otros males
sin remedio,
apenas si os han visto,
si os verán ya con otros ojos...).

136
CANCIÓN DE LA VIDA ANDADA
A Femando Ramírez

"Duele vivir. Pero yo canto


como el que espera que el
amor le salve".
RAFAEL MONTESINO

YA la vida andada,
ya la espalda vuelta,
los "tiros", si vienen,
ya no nos importa
de donde provienen.

(Y es a^ mejor.
más conforme a Dios).

Yfl la vida andada,


ya la espalda vuelta,
aún nos suena el niño
{él niño que fuimos).
Aquel tierno acento
con que la Uamaha.
Su nombre —el más dulce—
nos late en la frente
tal que un corazón:
como cuando niños.

(Y es así mejor.
Más conforme a Dios).

Ya la vida andada,
ya la espalda vuelta,
una gran ternura
nos invade el pecho,
forja una gran puerta
abriéndose a todo,
a todos abierta.
Y entran los que hirieron.
Y los que quisieron
el daño causar.
Y los que ignorándolo,
nos hicieron mal...

137
(Y es así mejor.
Más conforme a Dios).

Ya la vida andada,
ya la espalda vuelta,
el rezo es más hondo.
Dios vemos más cerca.
Y es perdón el ruego
de toda oración: Por
todos los males.
Por esa gran sombra
que es toda ambición.
Por nosotros y ellos.
Por el desamor: que
somos hermanos.
Por la incomprensión
de siempre. De todos.
De todos, de todos,
pedimos perdón.

(Ya la vida andada,


se es amor... o nada).

138
LOS CONTADOS INSTANTES
A ti, amistad: donde quiera que te des,
inmenso bien.
Al pobre "TRAPO", ya muerto...,
con razón llamado "el mejor amigo
del hombre".

"El secreto está en sentir dentro de


nosotros mismos quemando un fuego".
CoNsuEi^ TRIGO
"No quiero que te vayas dolor
última forma de amar".
PEDRO SALINAS

MAS... LOS SUEÑOS AHÍ ESTÁN...

EL recuerdo: todo es distinto, al volver...


Hay como una confusión oscureciendo el ayer,
los instantes de los ya pasados días,
que crece, crece y se expande.
Sí, que fue mío: yo en él.
Pero en un "yo"
ya no mío.
Todo es distinto, al volver...

Lo presente, ya se sabe: como todo, metal al rojo


fundido (que nos quema),
que el tiempo lo va enfriando, y
sólo nos van quedando, "memorias"
(que ya no queman).

Mas..., los sueños, ahí están...


librándole la batalla, al que llegue
a descubrir el clima (en que ellos se dan).

141
Verá que no hay tiempo en él.
Que, en él, no tiene cabida.

Pero sí en mirarse da, A hacia dentro da,


en mirarse, qué ancha, qué honda la herida
que advierte lleva en él pecho
por cosas y cosas idas... Por dichas
que para siempre se fueron. [Nostalgias mana
la herida. Sobre todo, ay, sobre todo
si es "cuenta larga" la vida...)

SEÑOR ¿POR QUE TRAS TANTOS SIGLOS TODAVÍA...?

"Un poco de esperanza, que ya empieza


a doler, tan sostenida".
L U I S LÓPEZ ANCLADA

¿Por qué, Señor, por qué en la tierra el odio


desde que el hombre fue, posó su planta?
A veces oscura luz habítale los ojos,
y como ves, no es como esperabas.

(Gravitóme en él alma honda tristeza,


acaso de otro mundo enamorada...)

Sólo el mal parece a su voluntad sujeto


que el bien, echa en olvido.
¿Por qué mirarse en tal rencor erguidos
y ese no poder verse, como hermanos?
Si levantada ciudad, ya destruida
por ese eterno Caín: bíblico hermano.

Hermano en quien nació, brotó la envidia.


(Oh la terrible simiente, vengadora
de un mal, que sólo en ella fructifica
y hoy como ayer, el pecho le devora).

Qué, con la misma mirada fugitiva


que huye a la luz —que avieso lo delata—,
no advierte que la sangre fratricida,
el sol —más que él, compasivo—, la seca a besos:
que de piedad, en besos se desata.

142
(Jamás me libraré de esta tristeza,
que un día y otro en mí, va renovada.
Señor, ¿poi qué tras tantos siglos, todavía...?
Dales la facultad de ver más claro.
Recuérdales tu Ley —Ley sin querellas—,
que nada como el amor centra la vida
ni más triste, que el despojo... de ella.

HASTA EL LOBO ERA HERMANO...


COTSl esa luz, que aún no alcanza él suelo,
que aún por él 'Naciente se derrama,
habrían de establecer un paralelo
los que saben {porque bien lo saben),
que alguien espera que, alguna vez, que, alguna vez
siquiera le hablen con dulzura: tal esa luz,
que alumbra, mas, no quema.
De ser como la piedra (así, de duros,
por falta de ternura, lo que atestigua
espiritual pobreza),
mejor, mucho mejor vuestro silencio
a la palabra dura,
ya que a mayores males encadena,
acreciendo la orilla,
de la pena.
Siempre es posible vestirla de esperanzas.
No hagáis daño a aquel
que de vosotros necesita;
al que por el dolor fue maltratado.
Que, si con él, la vida ha sido dura,
si con él, inclemente,
de vosotros tal juicio no formule
e igual crea, a las gentes...
Miremos tal lo hada el "mínimo Francisco", que,
hasta al lobo, teníalo por hermano.
Sí curar podéis una herida,
no escondáis la mano.
{Bien lo sabéis: Del sin igual Francisco^
hasta el lobo era hermano...)

r43
AL FIN Y AL CABO EL ALMA
"Siento mía tu sangre acelerada
por la urgente impaciencia de lo
justo".
J. G. MANRIQUE DE LARA

CADA uno es su "yo" al fin y al cabo, el alma,


que a la mente da, su propio discurrir.
No pretendáis que cambie el que distinto os sea
y por distinto acaso extraño a vuestro sentir.

Cual extranjera lengua, comprensión,


tú, el obstáculo
a que él hombre se entienda con clara intelección,
en esas horas que juntos a veces, mal lo pasan.
{De ti sólo ha obtenido tu enorme negación.)
Cuan difícil le eres; cuan difícil de siempre...
Por ti, oh cuántos males aún sin redención.
Por descubrir está casi el mayor secreto.
Dónde estarán sus "mandos"; el resorte concreto
que a cada uno haga delimitar su ámbito;
fijar en su conciencia, con máximo respeto,
lo eternamente único, radical y completo
que, tal que un sello imprime, su carácter al "yo".
(De no ser él, ¿qué izada bandera nos proteje?).

144
ASPECTOS

PARA ELLA Y TODOS LOS QUE COMO ELLA CAMINAN..

CON qué recelo en los ojos, al pasar,


miraba. Bien elocuentemente se advertía,
que ya de antemano ella esperaba
el gesto que su extraña cojera, producía.
En la terraza de un café, sentada,
cómo cuidaba de cordialidad llenar los míos...
(Aunque a su andar veía
que, una de sus piernas —por la "polio", desecha—,
bruscamente le hurtaba la cadera,
y, al tiempo que tiraba, de ella,
ya parecía torcida..., ya derecha...
Menos mal si la filosofía: esa de cada uno;
esa de andar por casa, para bien de alivios
de físicos y morales padeceres,
triunfante una vez más, ha hecho
que lo torcido aprecie
tal apreciarse puede, lo derecho.
—No os lastiméis, no os doláis, vosotros:
los de alterado paso, porque alguno vuelva la cabeza
y con sorprendido gesto os mire. Que, quizá
más; más que vosotros —aún más tullido, acaso—,
(aunque no tan visible, no tan como vosotros,
a la mano,
no os fiéis.)
Que, aunque de un rítmico andar presuma —porque
de ninguna de las dos, renquea—,
cualquiera sabe..., de que pie "cojea"

145
SEGURO ÚNICO DUEÑO...

YA vencida la última luz de la tarde


me las encontré.
Eran, sí; eran ellas, las dos.
Pero distintas.
En el acto comprendí que habían cambiado
totalmente;
como si por ellas hubiesen pasado muchos años.

Al mirarlas detenidamente, pude ver que, un cansarwio


de modas y afeites, les dominaba.
Que un fingir que aún les quedaba "abril",
les había agotado.
Y que, rotas ya las infinitas tramas
de los sueños,
habían gastado la última ilusión
de una juventud, harto prolongada
y ya>
sólo en la memoria de los que en aquellos años
les conocieron.
Pero que, ellas, inmersas en ilusorios
prometerse
no daban aún por cancelada.

Iban como al margen de si mismas; de aquellas


que habían sido, sí, pero fingidas,
disfrazadas por una extrema presunción
y pacientes horas de modistas.
Por recomendadas milagrosas cremas faciales,
y ese sol de playa de uno y otro año
acumulado sobre la piel
al máximo bronceada.
Hasta allí fueron la negación de un tiempo
ya transcurrido,
el que, por sus aspectos,
era evidente una rectificación
ya llevada a cabo.

(Qué difícil les debió ser la aceptación


de un "otoño" hasta allí obstinadamente reusado.
Qué piadosa había de ser la sonrisa
para hacerles creer, que eran las mismas.)
146
No parecía sino que hubiesen vivido una tragedia.
(Qué voluntariosa, qué firme resolución
la de sus "yos"
para que ni siquiera una pequeña huella
del aire de sus "anteriores"
fuera posible.)

Iban como si no hubiesen conocido aquellos años


de obstinado forcejeo entre ellas y el tiempo...

Ya eran totalmente ellas;


asomadas ya a su "hora" sin mistificaciones
ni artificios.
Abandonadas a sí mismas, sin ilusorios
"renuevos".
Liberadas de todo adorno.
Reconciliadas con el tiempo.
Amigas ya sin dolor ni recelos...
—Cómo las dejó hacer cuanto quisieron.
Fingiéndolo. Disfrazándolo. De él, evadiéndose.

Oh el fundamentalmente seguro. El absoluto —a pesar


de esas "acotaciones", de esas "fechas" con que el hombre
le condecora el apacible, el sereno pecho—.
(Oh, el de "él" —mientras Dios, lo permita—, único dueño.)

A TI LUMINOSA TIERRA MÍA CANARIA


QUE eterno afán de retomo eres en mí.
Qué inmensa eres desde mi aquí.
Qué vastísimo continente es éste peregrinarte
en que vivo
en un anhelar sin término.

Aún reconociendo el encanto de ésta


en que me encuentro;
la suavidad de su clima;
sus bellos jardines: frescos siempre
sus brillantes verdes,
por una agua fácil.
147
—No así la tuya,
por el esfuerzo de tus hombres
en mucha parte, alumbrada,
y, acaso por ello mismo,
más valorados cuantos verdes, bellísimos y por
doquier, en ti nos sonríen—.
No en balde fue tu luz
la que a mis ojos —mis apenas abiertos ojos—
dijo,
que yo sabría de tus límpidas mañanas,
de tus atardeceres y ocasos,
de tu deslumbrante mediodía,
y de las incontables formas que pueblan el mundo
No en balde en ti fui niña —vivísima
y reflexiva a la vez—.
No en balde en ti aprendí a hablar
y desperté a los nobles afectos de la amistad
y del amor.
A amar a los pobres, fraternalmente,
con humildad;
la que analizada no es otra
que esa que va implícita
en todo amor.
A mirar a los seres irracionales, con ternura
—a esas criaturas de Dios,
a las que tanto afecto debo—.
Sobre todo al cariñoso "Calle" y a la vivaz "Chispa".
"Calle"; nombre que él mismo sugirió le fuera impuesto
por haber sido en ella encontrado.
"Calle": el perro afectuosísimo, de mirada casi
humana. Y "Chispa": la expresiva pajarita
que una mañana fue dolor en mí
porque al ir a saludarla
la encontré muerta...
A querer a las fuentes de tus parques y jardines
—remanso del espíritu, cansado del asfalto y los
edificios colmenas,
agobiantes, en sus alturas de pájaros,
que jamás sabrán de alas y vuelos—.
A las de tus hontanares: deleite de paladares
y panacea de físicos padeceres.

148
Mis ojos, huérfanos de la luz de tus cielos,
de tus paisajes,
de tus bellísimas playas doradas,
sienten la desolación que
el niño de Inclusa debe sentir
por la ausencia de la madre auténtica;
pues no en balde
tú has sido el verdadero regazo de mi formación
ambiental;
el único regazo ya,
desde que me faltó aquel, que,
por gracia de Dios —inmensa gracia—
disfruté
hasta el día aquel..., en que la perdí para siempre ya...
En ti, luminosa tierra, de clima dulcísimo,
de entrañables gentes de suave palabra
pronunciada en un diapasón de acariciantes tonos,
¡qué dulce es vivir\
¡Qué dulce es en ti ese soñar despierto
que hace ver mejor y mejor vemos
dentro de nosotros mismos]
En ti
todo trasciende paz; como si desde tus más hondas raíces
te viniera, se impusiera,
a pesar de tu total incorporación —como no
podía ser menos por tu privilegiada latitud—
a la actual hora del mundo.
A pesar de tu incorporación, a esa prisa,
que no se sabe de donde viene, de donde sopla
su terrible viento, pero
que todo lo impulsa de un modo inconcebible,
casi fantasmático.
A pesar de esta hora —a todos incómoda—,
apenas dejado el quehacer, la ocupación
habitual,
por poca sensibilidad que se tenga,
se deja sentir, se percibe esa paz, esa calma: tan
tuya, tan tuya de siempre...

149
(Acaso porque un día —lejanísimo ya—
fuiste paraíso, la originaria tierra
de una estirpe
toda nobleza,
a la que no movían
afanes de ambiciosas luchas
ni egemonías más o menos dolorosas.)
—Los que, como yo, hayan disfrutado largamente
del inefable encanto de tus campos;
de los atardeceres de tus playas bellísimas,
donde a la hora de sus ocasos,
los anaranjados y violetas, los rosas,
los grises y azules y oros purísimos,
desde los apenas perceptibles,
a los más calientes tonos,
en un despliegue inenarrable,
hayan podido admirarlos,
pueden decir que han contemplado
las mes bellas "marinas" del mundo.
(Gracias a ti, Tomás Gómez Bosch —pintor
de lo extraordinario, Tomás amigo—,
las más sorprendentes horas del sol,
hacen "colgadas" en los museos;
en las más importantes pinacotecas del mundo.)
—Por cuanto eres en mí, tierra de Isla,
tierra mía.
Por cuanto eres desde ti misma,
\qué eterno afán de retorno]
¡Qué vastísimo continente en este peregrinarte
en que vivo!
Por ti,
en una inmensa nostalgia mis días se consumen.

Málaga, 1967

150
ELEGÍAS

La Elegía es un modo del persistente amor


hacia los que entre nosotros fueron...

EN MADRID DONDE TANTO SOÑASTE


EN UN NOVIEMBRE TU ULTIMO SUEÑO

COMO era resplandor de alma, tu mirada.


—un especial encanto ella tenía—.
Y, porque a tus ojos, se asomaba, tu rostro,
iluminado parecía.

Por aquella cordialidad, aquél gracejo, que


te destacaba, que tu trato distinguía,
todo un mundo de afectos despertabas
en quien te conocía.

Mas, inesperadamente, tal la hoguera, se extingue,


así de pronto, como ella,
como ella de pronto te extinguías...

Poco habías de vivir... Acaso por eso,


por toda "alma". Dios, en ti se complada.
Y por no esperar más, por no esperar más
tu compañía
hizo partieras en plena primavera;
y, en un noviembre (en una tarde gélida,
morías...)

Como quien a su patria se volvía, tu pensamiento,


en Dios se refugiaba (aunque inmenso el amor que nos
tenías, porque sólo eso eras.)
151
Lo demás: pasiones y egoísmos,
por bondad, por fina elegancia espiritual
de ti, quedaban fuera.
—Muchos son los años que han pasado. En ellos,
sólo dolor he sido;
que desde que te fuiste, triste vivo.
Y si feliz, hermana, fui contigo, como un ala
me falta sin tu aliento.
{Sin aquella animación, a veces siento
como si a parárseme fuera, el corazón.)

A DELI GESSMANN DE CALLEJA ILUSTRE AUSTRÍACA


CON EL DOLOR QUE SUPONE LA ULTIMA PRESENCIA
COMO me duele verte tan callada;
en tan quieta actitud ya para siempre...
Tú, que eras palpitante ala; ala del aire
que las artes mueve.
Fulgurante llama. De la alta música,
feliz, genial intérprete.
¿Cómo es posible tal silencio, amiga,
en tu pensadora rumorosa frente?
Aquella tu pasión nos convocaba.
Poniendo el alma, cómo deleitabas
ya con el gran Beethoven o el "poeta del piano".
(Cuántos interpretados fueron por tus manos.)
Duele tu Madio —Cola, ya para ellas
tristemente cerrado —en reposo ya, manos inertes—.
Al mirarlas, la emoción nos sube pensando en que jamás
han de moverse;
pensando en tu saludo, en tu sonrisa;
en aquel tu corazón, dulce y potente,
donde —centro de Dios— iba El, tan claro,
que iluminaba de bondad, tu frente.
Querida Deli amiga, amiga mía: tan sólo me consuela
la que "hiere";
el verte así, metida ya en tu muerte, que,
"ella", a todos por igual nos trata.
y, quién sabe...; en otra luz, acaso...
En otra luz, acaso vuelva a verte...
152
TRÍPTICO A TRES GRANDES
A DON ANTONIO MACHADO
SI éste mi sentir valiera.
Ay cuántos inviernos ya...
Y qué larga soledad se nos va haciendo,
la espera.
Mi don Antonio Machado —el de la espina
dorada—.
Quién pudiera aún oír aquel razonar
tus sueños —tan profundamente humanos—,
y aquel tu mirar lejano
sobre mis ojos, sentir.

Oh si aún por Soria fueras de aquel amor


abrasado: luz que aún más luz te diera:
Aquella niña enfermiza, dulce, sencilla, sumisa,
Musa de tu corazón.

(Si éste mi sentir valiera y a la Patria


te volviera.)
Aunque de un distinto modo, con tus sueños
y quimeras.
Porque seguro aún tendrás.
Porque seguro aún te van, por la noble, calavera.

A MIGUEL HERNÁNDEZ
EL golpe de tu sangre contra la mía siento:
resuena en tus palabras, retumba en tus acentos,
como pudiera un potente volcán, en erupción.

Oh tu infinita sed quemándote la entraña


en éstos versos tuyos, profundamente líricos;
profundamente humanos, que,
al ser por ti ordenados, con sabia arquitectura,
añadiste una nueva, una inmensa hermosura,
con su lenguaje hondo: de ciclón.
153
Por ellos sabemos que conociste el hambre-,
que a tu casa, de la miseria, el perro,
muchas rioches aulló;
que tu niño, encantado, no pasó de la cuna...;
y su madre, cuando nada tenía...,
le daba a beber luna,
y como tú querías, ni la miseria ni el hambre,
conoció...

—MIGUEL:
Por tus divinas "NANAS" y por todos tus versos,
gracias.
Ellos, como la vida misma,
tienen gozo y tormento.
{Míos pasan a ser todos tus sufrimientos.)
Mas tu inmortal herencia, inconfundible, lleva,
él privativo sello que a estas cosas se agrega.
El privativo sello, con que las signa. Dios.

A FEDERICO GARCÍA LORCA


QUE joya de poeta nos dio
Granada.
Si la roza el orgullo.
I qué bien fundadal

Como él, nacido,


tan sólo "uno".
No, no hay quien cante
con la gracia y el brío
de su talante.

Y aunque se fue...
con nosotros quedaron
todas sus lumbres.
(Cómo espejean, relumbran:
de sus relumbres.)

Ay, quién pudiera


que aún fuera entre nosotros;
cantando aún fuera...

154
Porque Federico se ha ido
el cante, se ha puesto luto.
Y aunque por él sigue
cantando, por la garganta
le va y le viene un hipo,
siempre que canta.

Cada uno da el alma


con su materia.
Como la suya,
no, no hay ninguna.
Habría de volver:
como la primavera,
como la luna.

Qué dramática fuerza


en sus "Bodas de Sangre",
en su "Bernarda".
Ay, cuánto "duende" en todo:
en su verso, en su prosa,
en cuanto hacía.
{Federico García horca:
¡qué fantasía])

Como él no hay quien cante


juncos y olivos.
Ni quien haga romances
con tan gracioso encanto,
talento y bríos.

No, no hay quien le iguale.


Y, aún más digo: porque se
entere y, desde allí,
sepa que, por echarlo de
menos,
hasta de menos lo echa
el alhelí.

—Porque ésto —que de él habla-


no sea penoso
al que lo lea,
este aire ligero,
del abanico.

155
Que todos saben,
que luto se pusieron,
hasta las aves...
Y hasta las flores,
que en ese día,
vistieron de morado,
por su agonía...

—Porque ésto —que de él habla-


no sea penoso
al que lo lea,
este aire ligero,
del abanico.
Que, aunque el tiempo
pasa
tal no pasara,
siento las penas.
(iDe qué me habrá hecho
Dios...!
¡ De qué "madera"! '

156
TRES CANCIONES

CANCIÓN A LA MEMORIA DEBIDA


POñ cualquier nimia cosa:
ya sea un leve perfume-,
el roce de una llave
que franquea una puerta;
en la noche
apenas si unas notas
—en la noche desierta—.
Por cualquier nimia cosa
un algo, de repente,
tal si fuera un relámpago,
en la mente fulgura.
Destaca una figura.

Brilla. A veces se detiene


por sólo unos momentos.
Si es "pasado"
su delicia y frescura,
cómo vuelve a nosotros
en plena donosura.

Tal que del arca antigua


las inservibles ropas,
al airearlas, surgen
primaveras hermosas.
Devuelven la medida
de la grácil cirtíura,
y, aquel bello pañuelo
de iniciales bordado,
que quizás sin quererlo
obró el "acercamiento".
{Acaso no intervino la mano
y fuera el viento
que así es de buena a veces
la de los "elementos".)

157
Y de nuevo, los viajes,
y los años floridos...,
e ilusiones doradas.
Y por ellas, castillos.
(Por ellas y por nada.)

Cuánto puede en el tiempo


perderse en lozanía.
{\0h aquella piel de raso:
que raso parecíal)

Cuánto por ti, memoria,


con su brillo y hechura.
Cómo es por ti de nuevo
la pasada ventura.
(¡Oh aquel reir por nada
de la alegría pural)

Cuántas, cuántas cosas


en el arca olvidadas.
Cuánto beso y saludo
de manos enguantadas.
Un abanico un verso
tiene en su varillaje
en extranjera lengua.
Es un verso galante
de un marino. Termina asi:
"A Vd., desde mi Nave".

Cuántas, cuántas cosas


sacadas del olvido.

Por cuanto me has devuelto


—y espero me devuelvas—,
memoria, te bendigo.

(¡Sobre todo..., recuérdame


que mucho me han querido\)

158
MOTIVADA CANCIÓN POR UNA FLORECITA DE JAZMÍN
AL PASO RECOGIDA DEL SUELO
SOLO una: cinco hojitas
albas, finas, pequeñitas,
en mi mano: frágil flor.
Tan humilde y tan bonita.
De perfume delicado: fino olor.
Sólo una: cinco hojitas
puede un mundo, todo un mundo
ya olvidado, con sus hojas diminutas
de jazmín; pues han devuelto a mi
memoria aquel árbol de sus flores,
florecido, y la casa, y el jardín.
(Oh, á aún savia en sus raíces,
sí aún la flor;
sientan ellas de mi mano
la caricia que solía,
cuando al paso, por su lado,
refrenando la carrera
ante él me detenía.
Como cuando yo a su lado,
florecía.)
Florecita diminuta: si es posible
por tu parte, fíngeme por unas
horas, aquellas, sin experiencia,
que viví: inocentes, dulces horas,
horas puras, blancas horas,
todas blancas, como tú, y las de aquel
árbol...
(¡Oh si fuera ad de fácil
cual vosotras, renovarse
y de nuevo, en nosotros,
fuera ABRIL...]

159
CANCIÓN DEL REGRESO
A ti Isla de Gran Canaria en
esta ausencia física ya que en
espíritu de ti jamás partí.

I
y o volveré a tus playas,
tus calles y tus campos.
Visitaré tus cuevas —tan
ricas de aventuras—,
donde tus aborígenes
convocaban sus "Guáires",
dictaban sus pragmáticas
—tan sabias en mesura—.
y sin ser instruidos,
ya el alma valoraban
(por nobleza intuíanla,
rozaban su verdad.)

II
(¿Por qué. Señor, la sangre
ha de ser la primera
señal de una Bandera?)
Sangre de mis mayores:
Al fin, él sacrificio
se os transformaba en flores
de una rara beldad: la Cruz
y la Bandera,
que enviadas os fueran
por la reina Isabela:
la reina que sabía
de justicia y de pan.)
III
yo volveré a tus playas,
tus calles y tus campos.
(La tierra en que se nace,
por más que se esté ausente,
160
será siempre la única,
la eternamente única
prendida al corazón.)
Siempre será un misterio:
Donde abrimos los ojos,
allí quieren cerrarse.
Únicamente allí,
tal si una bendición.
IV
Como el niño —al fin,
un niño grande— que al dormir,
el regazo de su madre
reclama, el hombre
—si por la edad, vencido—,
en lo más hondo siente
que su tierra lo llama;
y es su mayor deseo
que ella sea quien lo acoja
y lo arrope en su seno.
Que hay un NUNCA {que aguarda)
y, desde ese triste día,
sobre su haz, despierto,
no ha de verse jamás...
{\Por estar para siempre
donde se duerme tanto... \)

Málaga, 1967.

161
CONTINUADA SEÑAL
A la memoria de mi madre,
en quien el espíritu anegaba la materia.

He expresado lo expresable de mi alma


y he querido penetrar en el alma de los
demás.
RUBÉN DABÍO

Sólo hay un instante cenital para cada


pensamiento. Fijemos nuestro sentir en
ese punto preciso y fugitivo...
GREGORIO MARAÑÓN

165
CONTINUADA señal, que aún estoy viva,
este sentir que aún late el Universo;
que el corazón me acuse en otros versos, de nuevo,
el desaliento, él gozo, acaso una honda herida,
o bien nueva tristaeza: que todo ello supone;
ello es la vida.

No. No otra cosa es. Y por mi parte,


no conoce que la espalda le haya vuelto,
que bien sé —ya que a su pulso atenta— mi alegría,
irremediablemente, no, no volverá,
ni por mi corazón ni por mi puerta...

Cuánto, cuánto la defendí: Una mañana,


al querer despertarla, no, no era que durmiera: era
un seguir quieta y sin hacerme caso (j ha sido
tanto, tanto\)
Al fin me convencí que estaba yerta;
que sobre él pecho la llevaba muerta:
Jamás alegrará los pasos rrúos.
(Todo esfuerzo, lo sé: será ya en vano...)

167
DIVERSO SENTIR

CUANDO DEJE DE SER...


CUANDO deje de ser, esta necesidad por
la que escribo; este escribir —por el que plenamente
el alma siento—,
sólo seré ya la que va y viene...
Aunque siempre irá conmigo la que se detiene
cuando al paso le sale, la belleza.
Cuanta en el mundo es —como nada ambiciono
en exclusiva—,
la conceptúo mío; me pertenece,
por ese amor que puse en toda cosa
y en continuado desvelo crece y crece.
Con qué total entrega, con qué encanto
devuelve con la misma moneda
esta apreciación que de ella hago.
Hasta la hierba, no parece,
sino que quiere saludar
cuando él viento o la brisa, la estremece.
—Oh aliento de Dios: sí habré llegado
a ver todo cual es y por mi .merte
que amor y sólo amor yo lo imagino.

¿No fue por él, por lo que tu Hijo vino?


Minándolo todo con amor acaso
cambiando fuera el mortal Destino;
viendo ya tu presencia en el camino:
tu Presencia real, antes de verte...

168
COMO LAS OLAS DEL OCÉANO...
A José Gerardo Manrique de Lara.
CONSUMIMOS la vida por espacios; por espacios
de ojos abiertos.
De niebla y sombra son los otros, que,
de siempm sabemos
hundidos, desde el primer hombre,
hundidos en el sueño.
{¿Qué, a esta mía traeréis que recio aún su latido
siento?)

La imaginación —la creadora, de largos fantasmáticos


cruceros—,
un algo impreciso hace bullir
en nuestro mar interno. Un algo,
para un después de "ahora", que
sólo sabe Dios si lo veremos...
Frágiles de siempre, sus sillares, castillos
levantamos en silencio-,
castillos que, por soñados,
dados son a edificar "moradas",
donde tal vez únicamente somos, y seguiremos
siendo...
Cansados de soñar, de soñar tanto,
si tristes decaemos,
de nuevo nos alza la esperanza {esa voz
que llevamos dentro).
Mas apenas si nos dura el optimismo, que demasiado
pesa,
el manto que llevamos,
por cubrir viejas, antiguas cicatrices,
y heridas
de este tiempo.
Y aunque jamás de olvido hemos sabido
{somos todo recuerdo)
esta llaga de dolor —desde hace tanto—

169
dejaría de sangrar si una sonrisa
en mi interior brillara
por un tiempo.
Tan sólo por, un tiempo, y, acaso, tendríamos
olvido
para tanto dolor. Desechos sueños;
abatidos,
como abatirse vemos las olas,
una y otra vez;
las olas del Océano...

YO SE QUE HAY OTROS COMO YO...


A José García Nieto.
PERDONADME: Naufragaría del todo
si no hablara con los que un día fueron;
con los que conocí la amistad, el amor, y hoy,
sólo el silencio...
Perdonadme los que aún nada sabéis
de estas conversaciones con los muertos;
los que la vida empezáis y aún sólo os es fiesta
y dulces sueños.

Mas yo sé que hay otros que, como yo,


de otro tiempo saben y conmigo se entienden,
(aunque la palabra nunca hemos cruzado
y su decir jamás nos llegue).
Una misma nostalgia nos domina,
nos fluye, alma adentro.
Bien podemos decir que ya no somos
aunque nos vean en pie y caminemos.
Tal éramos, jamás nos sabrá nadie
—sólo ellos en verdad nos conocieron—.
Nos hemos quedado atrás, fuimos:
hemos de volver la cabeza para vemos.
(En nuestro fondo, truncados —desde hace tanto—
sólo somos silencio...)

170
LAS CALLES DE VEGUETA
A María del Carmen de la Peña Velázquez,
que por vivir en ella, sabe de su paz.
OH las tranquilas calles: las calles de Vegueta,
por las que mi niñez anduvo jubilosa.
Oh mirada, que a un tiempo infantil me devuelves,
donde sólo lo hermoso conocía, de las cosas.
Tal eran en ti, siguen las casas señoriales.
Tal sigues, como cuando a saltos, te recorría.
Yo era una niña alegre, de charla rumorosa.
Ninguna me ganaba a cuentos y fantasía.

Oh el vaporoso traje por el salto impulsado,


que inquieta mariposa, por mi andar, parecía.
Y ya era azul, ya blanca, ya lila, o verde, o rosa:
según era mi traje, así la mariposa,
que por tus calles, Vegueta, a diario discurría.
Por ellas hoy he vuelto. Sin duda estoy segura:
no me han reconocido, y es mejor que así sea;
que una angustia yo siento por esta que ya soy:
Tan distinta, tan otra, tan triste y tan serena.

Sin el ímpetu aquel: tal el viento que hincha


la poderosa ola. Qué remedio, si es ley, si la vida declina.
El tiempo, aunque invisible, nuestras ramas "abona".
No. No es ente que olvide, ni, indulgente, perdone.

Mejor que entre "ellas" digan: Qué será de la niña


que apenas nos tocaba, que andaba a saltos leves.
Jamás fueron sus pasos, sobre nosotras, duros.
Jamás los de las otras, que sin querer nos hieren.

Para ellas, acaso, sea yo una niña muerta,


allá: cuando de pronto dejé de transitarlas,
y fue un largo silencio mi repentina ausencia.

Cuando de ellas me fui, aún niñez tenía,


el pie tenía pequeño, y al viento la melena.
Pero había de irme así..., porque en mi casa
alguien, una mañana, dijo que habríamos de vivir
lejos de ti, Vegueta...

171
o acaso aún recuerden la alegría de mi cara; mis ojos,
que, aunque de natural, de un suave tono oscuro,
daban una luz clara: tal si ellos lo fueran.
Tal la del alba, la de ellos, transparencia pura.

Prefiero que imaginen a una desconocida


en esta que hoy pasa, sobm ellas camina.
Una turista de esas; de las que andan en busca
de antiguos monumentos, famosas catedrales,
o esas que coleccionan artísticos objetos.

Un día, encontrándome ante su fina fuente


desde donde hasta tres, de sus calles, veía,
de pronto, de la niña —para ellas, acaso ya olvidada,
o ya cual si no cierta—, sus ojos, sus dulces ojos, vi...
Y qué intensa, qué honda la ternura que en su mirada había
{Acariciar tus calles, Vegueta, parecía...)

—Calles de mi niñez—mi más dulce recuerdo—,


con qué añorante amor, al paso, os he minado,
has demás que transito, me son indiferentes:
sombras, tan sólo sombras... Pretexto para andaros...

POR TI EL HOGAR RETORNA

El dolor es el fruto de los años, la


forma con qué pasa el tiempo por
nosotros.
JOSÉ MARÍA VALVEIUJE

COMO va en el corazón anclado, aquel hogar,


en que nuestra madre,
bella, extraordinariamente bella,
nos llamaba niños,
y una común atmósfera, envolviéndonos,
gozosos respirábamos.

Aunque los más, ya idos —tan sólo tú me quedas—


{"dónde el pañuelo de enjugar el llanto").
172
por ti el hogar retoma,
y de ellos
sus voces oigo y sus gestos veo.

Por ti ellos vuelven con sus camcteres


y aquella alegría jubilosa
de sus almas,
tan jóvenes —oh la contagiante
alegría de la cordial Fernanda—
que ignoraban,
que con el tiempo fuera la tristeza
como el pan en la mesa: cada día...

Sobre todas, por ti,


su voz —inconfundible voz— de nuevo
suena,
llamando a cada uno tiernamente,
con esa inflección que a toda mujer nace,
y nunca de ella supo antes del hijo.

Oh su exquisito espíritu, de natural dulce


y voluntad potente:
en el dolor y el sacrificio, grande;
inexpugnable "fuerte".

(Como el soldado —raíz de toda patria—


en heroico puesto hasta la muerte,
aM, eJla: madre amor,
inmensa madre).

Transvasada en parte la sangre de sus venas,


más allá de su final pervive {pues que en nosotros
—entrañable depósito, honda huella— su sangre
va,
aún alienta. Aún en nosotros va.
Aún late...)

173
TAN SOLO ESO...
Al poeta y escritor José Jurado Morales
EL recuerdo hacia el muerto es "su presencia".
Es su lenguaje. Seguir su palabra oyendo.
Su misma voz.
El calor de sus besos.
Es "verlo".
Es verlo sentado a nuestro lado, contándonos
lo por él visto.
La relación haciéndonos,
del proyecto, del todo no cumplido
por esa falta que en todo viaje, es el tiempo.
{Por reparar en él más que en ocasión alguna
en su fugacidad, acaso alcanzó a verlo).
Es oírle una y otra vez que, como la propia tierra,
jamás otra hallaremos.
Y si de ella, alejados,
el comzón, tristísimo, de nostalgias
inevitablemente se ve preso.
Y el alma... Oh, el alma: como una soledad él alma siente
tan sólo con que distinto, sea el acento...

A mi espíritu —lo mismo, igual diciendo— le van las mismas


cosas; pues aunque mis pensamientos
por otros caminos me lleven, sin remedio,
al fijarme en lo que me rodee,
deseo que nada me sea extraño, ajeno.
Amo todo lo que sea costumbre:
de ahí por las mismas calles, este apego.
(Y le volvemos a ver triste la sonrisa
por las tantas heridas que le trajo el tiempo...)
El recuerdo hada el muerto es "su presencia".
Es su lenguaje. Seguir su palabra oyendo.
Su misma voz.
Escucharle, ningún misterio implica:
Tan sólo un poco de amor.
Tan sólo eso...

174
SOBRE TODO POR ELLAS, HONDA PENA ME NACE...

A Loli Carvayo
EL derredor, en que nos movemos, cómo nos mediatiza
la palabra.
Por él, nuestro sentir, va poco menos
que asfixiado.
A veces, desde nuestro fondo, nos sube como un sordo
gemido,
por el que de nuestra personalidad,
vagamente si nos enteramos...
O bien, por ese moral dolor que sentimos
nos acusa el costado,
donde nos va el corazón y su razón alega
sin que le hagamos caso, por esa otra
imperativamente impuesta (hacer posible,
nos llevarían de la mano).
Cuando no, por esas lágrimas —que jamás afloraron—;
esas, que nuestro espíritu, van impregnando.
Aunque a veces, de tanta acomodación, revelándose,
salta, nos argumenta, el "levántate y anda",
recordándonos,
el que ha veinte siglos
el Divino Maestro,
dijo a Lázaro.
{El caso es que, aun contando con nuestra rebeldia,
le sometemos nuestros pasos).
—Al pensar en esas otras vidas
que, por los pequeños pueblos. Dios, va sembrando;
por esos, de las grandes ciudades
alejados,
en que sus "naturales", lo padecen
por más estrechos hábitos,
cómo me duele que en tan estrechos "moldes", vivan.
Cómo me nace honda pena, el pensarlo...
{Oh la fosca mirada de la envidia,
en esos "lugares". La gran disimuladora,
creyendo que nadie es capaz de verla,
fatal veneno esparce).

175
—Vírgenes, Patronos amadas, de esos pueblos.
Santos Patronos, por ellos venerados,
qué bien de exvotos veis que os llenan vuestros muros,
y de vuestras hornacinas veis colgados,
de tan terrible mal,
líbrenlos vuestros poderes santos.
Oh el temido "barro",
que en sus bocas lamentos pone
y arruina sus hogares.
Sus mejillas marchita, e ilusiones destruye
(cuanto de estímulo ellas traen).
Tal las alas del cuervo, sin claridad posible,
lo mueve: negro barro, que arde.
Negro: como su corazón, como su sangre...

Oh la fosca mirada de la envidia,


en esos "lugares",
que en pernicioso afán el cerco estrecha,
y aún rnás grave lo hace.
Cómo me duele, que en tan estrechos "moldes" vivan.
Sobre todo ellas —las eternas sumisas—,
honda pena me nace...

NO LLEGUE A CONOCERLE, NI SIQUIERA SU NOMBRE...


A Orlando Hernández
NO llegué a conocerle, ni siquiera su nombre...
e, inevitablemente, la circunstancia quiso, que
conociera su casa, que yo su interior viera,
cuando hacía ya tiempo que reclamada fuera...
(La muerte es el más trágico y grave compromiso).

De los pocos objetos que podían evocarla


—ya que la casa era de pobre campesina—,
ninguno dejó en mí la huella que dejara
la sartén renegrida que había en su coocina.

176
Acaso, en su día último ella misma colgara,
y, por ello, como ningún otro objeto, pareáa
un ojo entristecido que sin cesar lloraba,
que de tanto esperar la mano se dolía.

Fuertemente sentía que la impresión me daba


de la mano ya muerta: la que su mango asía.
Y, tras la mano, la figura de la dueña se alzaba
por mi piedad; la dueña que jamás volvería...

De estas casas humildes donde apenas si hay algo,


i cómo un detalle puede conmover nuestra vida!
(Oh el poder y la fuerza de un uso cotidiano
cuando ya falta aquel que a diario lo ejercía...)

Por siempre esa cocina, de una pobreza extrema,


como la mano que la sartén aún asir parecía,
como en aquel día triste {sólo deja de ser
dolor lo que se ignora), sigue siendo una pena,
una pena que vive, palpita entre las mías...
(A veces me parece una amiga que llora).

HASTA DONDE LOS OJOS DEL ESPÍRITU ALCANZAN...


A María Rosa Alonso
HASTA donde los ojos del espíritu alcanzan...,
precisamente allí..., empieza su ceguera.
No es que no sea verdad lo que ellos digan
—la verdad a su manera—,
que desde sus atisbos opinando
la han dicho, tal la vieran.

Más tarde o más temprano, ha de venir aquel


que componerle el gesto quiera,
a el que por distintas opiniones conformado
apenas si de él sabe, o mal se entera.

Pero inevitablemente pasa el tiempo —ese crisol


que todo lo depura, porque mirando viene,
desde lejos—. Y ya, bien; colocando "peanas"
177
o quitando, jija, asegura valores
que, por "la opinión",
andaban aún dispersos.
Oh, cuando en nobles letras —aún en siglos—,
(el hombre..., sólo por sus obras cuenta en ellos...)
qué fieles amicales compañías
a la luz de la lámpara, surgiendo;
sintiendo que el corazón aún les late;
tal si vivo, él cerebro.
{A veces, filosóficos.
A veces, profundamente doloridos).
Mas, siempre bellas cosas, altos pensamientos diciéndonos,
donde un profundo saber nos han dejado,
porque hoy,
de ello, participemos.

Bien sé que no me habéis conocido (qué corta andadura,


para cada uno, el tiempo),
a pesar de estar en tantas horas, juntos;
de casi el respirar sobre el papel, sintiéndoos,
donde habéis dejado casi el alma,
vuestros "yos", más auténticos.
Cuántos por vuestros libros, se ven acompañados...
(Aún en la alta noche,
como una claridad me viene de ellos,
ahuyentando esta tristeza mía.
Este dolor eterno...)

Amigos, de todas las horas y de siempre, amigos,


gran fortuna es esta de teneros.

178
ALGUIEN CON UNO VA...

OH esa voz: "A dónde vas —nos dijo—.


¿No sabes que yo trazo los caminos?
En vano se apartan los rebeldes,
que han de volver, seguro, a el que les fijo.
No. No quieras uno más ser entre ellos.
Déjate conducir. Está ya escrito".
Y enmudeció...

Convencida más que por lo que dijo


quedé,
por lo que a los demás en contar...
Por lo que os pudiera contar
de mí yo mismo.
y regresé

No. Ya ninguno nuevo he de emprender.


¿Para qué?
Sucedería lo mismo. Comprobado lo tengo.
Ella es quien manda.
Cuánta verdad nos dijo.
Cuánta verdad. Imposible haciéndonos fue
cuanto quisimos.

En su dominio: que tanto nos maltrata


\qué poco de nosotros m.ismos\
Ni un leve perfil, ni siquiera una sombra
de este deseo vivo.
Nada de este sentir que, de tan hondo,
a veces nos morimos...

Voz, mar en el que naufragamos.


Nadie podrá contar su arribo,
en el que un día yacemos en su fondo,
ya para siempre hundidos.

Apenas si un poco de tiempo, sólo un poco


y nada. ¿Dónde él que padeció, aquél que fuimos?
Unos huesos anónimos, una forma más, donde asentarse
el limo...
{Mientras "ella", inflexible,
eternamente ordena...)

179
A TI QUE ASI TE QUEJAS...

¡Ay de quien no esté herido,


de quien jamás se siente!

MIGUEL HERNÁNDEZ

CUESTAN tanto, amiga, las renunciaciones...


Tú que tanto has sufrido, ¿cómo es que no lloras?
No comprendes, que a vivir he aprendido...
De nada me sirviera, si llorara a estas horas...

El que mucho ha llorado, ¿no te diría lo mismo?


El dolor es al fin, la gran asignatura.
¿No ves cuántos amigos faltan, cuántos se nos han ido?
Blanco de una flecha somos, de una gran flecha oscura.
Elemento, de una gran aventura,
sufrimiento y gozo, a un mismo tiempo somos.

Mantente siempre alerta. Vivir, ya de por ú es un


milagro: Como lo es la rosa.
Pensándolo bien, cada día, con sólo ver la luz
sería, como para que fuéramos dichosos.

El tiempo es un modo de conocer la pena.


Mas nunca te detengas a explicarte el porqué.
La débil arquitectura que somos, nos sostiene,
acaso es que no puede resistir nuestra sed...

Amiga: Aún perdiendo: como hemos perdido


[remedio es resignarse, aparte que un deber),
vivir, ya es don precioso: Aún para nosotras que
en sufrimientos, nada nos queda ya por aprender...

180
ETERNAMENTE NIÑO...

Sólo vivo del todo


cuando vuelvo a ser niño.
JOSÉ MAJRÍA VALVERDE

NIÑO. Niño siempre.


Pura inocencia
sin la espera y el ansia de una mañana.
De los tristes caminos
inconsciente.
Nada imposible aún.
Niño siempre, entre ellos mis hermanos
niños —niños fuegos y años: dulce mundo—.
Eternamente niño,
trocando en sonrisa el frágil llanto,
el milagro mil veces comprobado:
el amante cobijo de sus brazos.

Niño en su madre totalmente inmerso


—inmensurable apoyo y pupila
por la que el mundo ve—.
(No. No es posible tan prodigioso encanto).
Unos, ya en diferentes climas,
nueva siembra de seres, de inquietudes.
Otros, sólo de flores...,
en ese aparte donde acaban los pasos
y una helada soledad los vive...
Hasta esa quietud úUima,
esta nostalgia,
que la dimensión que tan frágil cuerpecito
alcanza,
por otra
escatimada le es ya para siempre...
Mas, al amparo de los párpados y el sueño
¡cuánta ventura si niños, si entre ellos, niño,
nos volvemos a ver... I

181
NO; NO LO SABREMOS NUNCA...
CUANTO llevo pensando cómo sería mi madre,
con sus doradas trenzas, atadas fuertemente;
si saltaría a la comba y leería a Calleja
y le impresionaría "Caperucita Roja".

Cómo en ella sería, aquella su ternura,


mimando a sus muñecas, ordenando juguetes;
o acaso, preocupada por olvidar las clases
ante sus profesores: El último repaso...
Cuánto, cuánto he pensado: Sería el más bello rostro
entre sus amiguitas: su rostro extraordinario;
y ya, de vuelta a casa —por ser ella, hija única—,
si una soledad niña, le invadiría él ánimo...

—Oh sí de aquella infancia, vivo testigo, un día.


Qué completa mi madre. Qué completo recuerdo.
Qué total y completa... Toda ella sería...
Mas no, no lo sabremos nunca (las conocemos ya altas).

...SIQUIERA CONOCERTE

"¿Es siempre, siempre la vida


un muro?"
MI circunstancia es cárcel,
camino sin andar, en mi deseo,
latente.

Siempre otro viento, otro mar


llevóme en su corriente.
Por tarde no espero nada ya:
{todo es cuestión de suerte).
El mío yo quise navegar
prácticamente.

182
Siempre por estrenar
y he de decirle adiós
sin conocerle.

Nadie su Destino eligió.


Despedirse
tiene un dejo de muerte.
—Adiós. Adiós, mar mió,
que jamás he de verte.
Ni de ti ni de mí supe:
{secreta en tu corriente).
Adiós. Adiós. Fantasma
de otra vida,
la mUi: desde siempre.
Adiós. De mí sólo he sabido
la pena de perderte.
Adiós. Adiós. No me dejó la vida
siquiera conocerte...

Y, ACASO..., EN EL MAS ALTO...


A Rosario Fuentes de González
AUNQUE ha sido aá de siempre,
cómo me duele la vida
{por lo que tiene de muerte).
Por un sendero de sombras
marcha invisible, cubierta.
{Ay si me recuerda y nombra...)

Ya no podría librar
de su visita, aunque quiera
aquel que me quiera más.
Cómo me gusta la vida
{que es de lo que "ella" no entiende
ni entenderá mientras viva).
183
No quiero que se entretenga
con otros, porque me olvide.
Pero á que se detenga.

Por más que sé que algún día


por lejos que esté, vendrá;
matará mi fantasía...

Que más que nadie yo sé


que sólo vivo de sueños:
{la realidad de mi ser).

Y, acaso, en el más alto,


sin esperarla, me encuentre.
(Por algo vivo soñando...)

PORQUE ETERNAMENTE EN GUERRA...


Al Dr. Don Miguel de Linares Pezzi.

¿NO llegaréis jamás a veros tal si hermanos?


Por fin, ¿no llegaréis a un trato más humano?
La vida la he sentido como una enorme llaga,
por tanta incomprensión, por veros desunidos.
De espaldas hacia el Bien, el Mal os ha vencido...

Cuando ya esté dormida, dormida para siempre


(¡ qué diferentes cosas sin pasar por mi frente!)
Creo que despertaría si a entenderos llegarais;
si apaciguado el odio con amor os tratarais.

Vuestro amor desvanezca lo hondo de mi pena,


y el amargo dolor de veros distanciados.
(¡ Qué distintos los sueños, que las madres, un día,
por vosotros, por todos, con amor amasaron!)

La vida la he sentido, como deuda impagada,


por vuestro desamor. Y aun después de muerta,
persistiré en mi empeño, llamaré a vuestras puertas,
por si tal actitud, depuesta y ya en olvido,
os amáis: tal las madres soñaron...
(Tal yo os he querido).

184
II

¿Por qué la alegría inalcanzable hacéis,


en este acontecer, en que vivimos?
De muertos, más que nunca, van creciendo las sumas:
Que muertos, más que nunca, vais sumando...

La inocencia, de siempre, ha sido pura.


Siquiera, rememorad que la encamasteis un día,
e iluminad vuestra parte oscura...

Cese tan fatal ambición: —ya es más que hora


después de tanto muerto—.
Dejad a cada uno, llegar hasta su ocaso.
(Sólo Dios cs el dueño, de desatar el lazo...)

TIEMPO PRESENTE

QUIEN fuera brisa, o árbol fuera. Sin esta constante angustia.


Sin este frecuente derrumbamiento de ánimo.

Demasiado porosa
la retícula
de nuestra sensibilidad,
impregnando va nuestro espíritu,
de la que hoy azota el mundo.

¿Por qué tanto buscado dolor?


¿Tanto destruirse los unos a los otros,
en este breve respiro que la vida es,
que somos?

¿Volverá el hombre a saber del inmenso bien


que supone la paz?

(Lejos de su fundamental origen,


ha olvidado que es el amor el que lo hace nacer).
Jamás se valoró menos.

185
]amás la vida, tan fuera de su órbita; con apenas afectivas
raíces;
con tanta inquietud,
ha atravesad/) continentes enteros.
Ha cruzado tantos mares.
Ha cargado con tan terrible dolor
las ondas del espacio.
("Y tu angustia, que me importa tanto").

HE DE DEJAR DE VERTE...
A Luis Doreste Silva.
HE de dejar de verte..., mar {en tus múltiples facetas por mí
tan contemplado).
Hija de Isla,
como si de algo de mi ser, formaras parte,
te he mirado;
te he visto, desde siempre, desde mi infancia; desde cuando
ignoraba tu fabulosa utilidad
y para mí sólo eras una inmensa puerta,
por donde los legendarios Reyes, a la Isla tenían acceso,
con su dulce y esperada carga de juguetes.
Más tarde, maravillosos acuarios me hablaron de tu incomparable
seno, donde incalculable variedad de formas y colores
e inveroúmiles mínimos peces, así como una flora de
extraordinaria belleza,
de asombro me llenaron.

Cuando ya no me sea posible verte, sin penas ya;


en huesos liberada
de cuanto aquí sucede —que así de insensibles
llegan a ser los huesos—,
"mar de mi infancia, mar mío",
por este amor,
recuérdame...
Mas ante que eso sea, he de decirte, mar,
mi agradecimiento,
por el alborozo con que me llenaste el corazón
186
en tantas veces,
al regreso de mis hermanos, después de la obligada ausencia,
en la que iban creciendo en años y saberes.
Antes que esa sea, también he de decirte, mar,
que en muchas veces te he visto
como promesa de un viaje fabuloso. Acaso
irrealizable y sólo por mi frente-,
que si algunos, hechos, jamás ese...

Cuánto te he amado, mar de mi infancia, mar de siempre.


Mar que un día dejaré de verte,
y tú ni siquiera sabrás que he sido...
{Aunque este amor me hace decirte que me recuerdes...)

LA CASA DEJADA
A José Luis Estrada y Segalerva.
SE que otros son los cuadros. Que otros son los óleos.
Por tus paredes, las fisonomías, de cuando, con los míos,
te habitaba. Paraíso que fuiste (hoy, de melancolía).
Los objetos, las cosas, ya sólo en la memoria se mantienen
donde siempre estuvieron.
Tan sólo en la memoria —inmensa mano—:
De ella no sostenerlas donde estaban...,
para siempre perdidas...
Sé que la prueba que he sufrido, muchos la han resistido,
¿quién lo duda?
Me citarían mil casos: que llena está la historia: la historia
y nuestros días...
Pero tan amarga circunstancia, a mi alma —por demás sensible—
enfermó de silencios, de tristeza, de soledad tan honda,
que apenas si podía...
Fue duro el vendaval. Me alejó de ella —qué triste la partida—.
Sé que me recordará. Tantos años, no es fácil olvidar
por otras vidas.
187
Sí: enfermé de pena. De casi ser yo la única viva.
De nostalgia, hasta el punto de no poder vería —con
lo que la quería—.
(Cuántas vueltas por no tropezármela, aún si tenía
prisa).

—Casa de mí, hoy, anclada lejos: allá donde mi isla.


Distante y cerca a un tiempo: en esa llama
que el corazón aviva.

Espacio de mi frente, que no sabe de olvido, siquiera por un poco


olvídala. Tan sólo por un poco; porque ésta que hoy me tiene, quiera,
me sea más amiga.

188
HOMENAJE A FERNANDO GONZÁLEZ

A FERNANDO GONZÁLEZ, EL POETA


DE LA VOZ DE CORAZÓN, PURÍSIMA

FERNANDO: En estas tardes, oyéndote parece


que la vida es más pura, más amplio el horizonte,
que hay bien, mucho más bien,
que éste que respiramos flota, se hace evidencia
en la diaria tarea, ha tiempo oscurecida
a fuerza de terribles, de fríos logaritmos
y un lamentable tono de un minoso desdén.

Qué gran lección debemos a tu melancolía,


a tu inmensa ternura, a la filosofía
de tu mundo interior;
en la que bien se ve
que se puede ser bueno;
en la que a poco que hacia ella
los ojos entornemos,
tal un potente faro,
destaca luminosa, pura, maravillosa,
la ley que te ha regido y rige el corazón.

Oh rara claridad la tuya: lección como ninguna


que, pocos, como tú nos la podrían dar.
Qué pocos tienen esa enorme gran fortuna
que tú, querido, admirado Femando.
Y ese acento, tan tuyo, tan tuyo y tan verdad,
que a su calor nos unes, y en tus libros ya es fama.
A ti sin duda alguna. Dios te dio claridad.
En ti se ha complacido sin duda y te bendice
por esa tu lección de amor y humanidad.

(En estas tardes puras, profundas de emoción,


qué lejos las oscuras luchas y la ambición).

189
SEMBREMOS DE ESTATUARIA LOS CAMINOS

A Fernando González, con motivo


de su busto.

OH la gracia de plazas y jardines


al milagro del busto, o el monumento.
Sembremos de estatuaria los caminos
por el bien de todos, del que pasa:
—sea de fuera, o de casa—.

Aunque en límites pequeño un pueblo sea,


con su pequeña fuente,
un elemento de arte la decore,
la bondad del arte represente;
esa serena gracia inconfundible
desde su piedra, aliente.

En esas áridas zonas


de edificios en bloques levantados
premiosamente urgentes,
hiriendo su adustez nuestra mirada,
sin la sombra de un árbol
ni el frescor de una fuente;
un busto siquiera allí plantemos
porque evoque lo bello entre las gentes
y, al paso,
mejor nos encontremos.

El estatuario arte, donde sea,


entre el bronce y la piedra repartido,
en esa eternidad que aquí ha cabido
perpetuando ya un pasado, ya una idea.

Porque más familiar tal goce sea


sembremos de estatuaria los caminos.
Olvidemos por ella lo mezquino
disfrutando tan excelente bien.
{"Meleficó toda acritud el arte" :
que dice el gran Rubén).

190
EN CUALQUIER LATITUD, EN CUALQUIER VIENTO...
A Femando González, a su
paso por Málaga.
CUANDO alejados del sitio en que nacidos
¡cuánto en el pronunciar puede el acentol
Y cómo perdura y cómo suena,
haciendo que el amigo allí nacido
nos parezca inmensamente bueno.
Si alejados de la niñez
fue ya la juventud, fue ya la pena,
al encontramos
con el que ese tiempo compartimos, |
tal si no lleváramos el corazón dolido, |
al común acento se alboroza y canta. |
(Qué arraigados, profundos sentimientos I
se perfilan creciendo en la garganta). |
i
Cuántas veces. Señor, este regusto, %
esta inefable miel al labio fuera, I
que entre avión y avión fuimos la "espera", |
el recuerdo de los alejados |
desde esta otra ribera. |
b
Tales encuentros séanme frecuentes, |
que de los más hondo de mi ser yo siento |
surgir por ellos, mi mar, sus arrecifes, I
la bella isla que nacer me viera. |
—Paradisiaca tierra que nos diera §
este sereno pronunciar, henchido
de un entrañable musical acento—.
(Dulce consigna unificadora
en cualquier latitud. En cualquier viento...)
Málaga, febrero 1969.

191
FERVOR

A NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD DE LA PORTERÍA


VENERADISIMA IMAGEN EN MI ISLA: LAS PALMAS DE
GRAN CANARIA

QUE cuajado dolor va por tus ojos,


por tu frente, por tu rostro, todo adolorido.
Madre de soledades, que has venido
a llorar por el Hijo Omnipotente.

Porque parte soy de esa simiente,


mírame el corazón; cómo me aflijo
por tan amarga fuente abrir al Hijo
de tu amor y mi amor, de penitente.

Verdón por esas sales de tu llanto.


Perdón por producirte tal quebranto.
Por ser parte, en tu pena y en su muerte:
ya que de una cruz su amor pendiendo,

irá en cuantos siglos queden, sean,


a estos sus pobres hijos redimiendo.
A estos también tus hijos: que El te diera
en una triste y transcendente hora...

{En hora sin igual: postrera hora,


en la que manó sangre —de ti, llanto—;
en la que enlutando el aire su agonía,
inútil fue la lanza a su quebranto...)

—Qué crecidas, qué enormes soledades


las tuyas; cómo las siento yo y tus bondades,
Madre de todos los que la han perdido.
Que si el corazón me siento derrumbado,
192
me siento derrumbado y sin sentido
porque su amor me fuera ya amputado;
fundido veo en tu rostro, si te miro,
refugio del amor desamparado...

Virgen la toda herida, sin puñales;


perdone tu piedad tantos rigores;
los que sufriste e inconscientes, dimos.
Perdón por cuantos dolores te inferimos.
Madre de las más solas soledades...

HABLANDO CON EL PADRE

PADRE: Por la corporal salud, que tienes a bien, darme


(en nuestra vida, los años son ya los menos recios),
hacia Ti, encendida en fervores,
infinita me siento;
que no sé dónde empiezo ni acabo
en este darte gracias
y en mí misma, me pierdo.
De tanto como crezco en ese instante
no parece, sino que de mí salgo a tu encuentro.
Y como si de un mundo distinto regresara,
de pronto,
tal la llama que brillantez perdiera,
con menos luz me siento.

No es que claramente alcance a verte, que tal visión


sólo a los santos cabe, roce sus puras frentes.
Mas un algo se produce, que a Ti me acerca:
Un algo diferente.
[Como el relámpago,
en la tormentosa noche, brilla,
así este raro encuentro).

Sé que ha de llegar el tiempo, en que de herirme


y cercarme el corazón, acaben.
Y sin vendas ya, como un sano corazón cualquiera,
de tanto moral dolor
sana me halle.

193
Porque olvido será toda memoria triste, en tu gloria,
en eüa, descansaré
como en su nido, el ave.
De no ser a^, mi vida, como la de tantos,
no sabría explicarme.
Cuánta maldad. Cuánta acechanza en esta andadura
cabe.
Pero al final, yo sé que Tú me esperas —después de tartta amarga
oscura calle—.
Y todo será amor: Que tal es tu promesa,
mi dulce amado Padre.

POR LOS PULSOS ME VA, POR EL COSTADO.


Siquiera un rumor siquiera
que me hable.
JOSÉ GERABDO MANWQUE
DE LABA

SEÑOR: Sí no creyera en Ti, ¿en qué creyera,


si nada es estable, permanente?
Acábase la vida. La flor
en la estación nacida. £ incesante
vemos huir él agua en su corriente.
Todo tiende a no ser, tarde o temprano.
Sólo Tú y tu cruz, siglos merecen,
que ceniza es al fin, amor humano,
y la más ardida pasión se desvanece...

Sola estoy ya, cual el desierto


que ni siquiera la hierba lo ha habitado
(que todo cuanto tenía, se me ha muerto...)
Sin sitio ya pava una nueva herida,
mírame él corazón —ya casi yerto—.
Mírame: que tengo el pecho desvelado
por tantos años dn amor vividos.
Tú, que tal capacidad de amor me has dado...;

194
que a veces, cual si de mi verdadera Patria
desterrada,
apenas si el deseo de haber nacido,
por los pulsos me va. Por el costado.

MAS..., TAMBIÉN RECUERDO, SEÑOR


La luz de lo gozado y lo sufrido
atrás, se nos revela transparente.
PEDRO SAUNAS

MAS..., también recuerdo. Señor, tengo memoria,


de cuanto bueno me diste y alegró mi pecho.
Que a veces la ilusión —de siempre generosa—
hace que lo viva de nuevo,
con la misma fuerza que la realidad imprime
y deslumhrada quedo,
como cuando a oscuras de pronto una luz brtUa
en medio de la sombra en que nos vemos...
Gracias, Señor, por esta gracia.
Todo quedó allá, lejos, tan lejos...,
que del tiempo la niebla, horrando ha ido
lugares, contomos, dulces hechos.
Gracia, Señor, por tan grande gracia.
¿De dónde su misterio?
No. No quiero hacerte tal pregunta.
Bástame con sentirlo. Volver a verme
en aquel tiempo...

195
QUIEN SI NO TU EL MEJOR..
GRAN devoción y un "creo",
de mi esjÁritu siento
que hacia Ti van, Señor.
No permitas me aparte
de tal suerte,
que abandonadas deje
creencia y oración.
Que aún más encendida,
yo cruce por la vida
con mi fe.
y paro mi alma sea,
como una panacea,
este profundo amor
con que te ve.
No permitas jamás
sea menos, y sí, más,
para vencer
la varia tentación.
Son tantos los caminos
—ya sean llanos o pinos—
que ignoramos
cuál nos será el mejor.

De Ti espero me orientes
en esta incertidumbre
e imperfección.
Tú bien sabes que somos
aquí unos pobres ciegos;
que en esta noche oscura
buscamos asidero...

¡Quién si no Tú, el mejor... \

196
ELEGÍAS
¿Más es que acaso somos si vivimos
y ya no son aquéllos que vivieron?
ToRCüATO LUGA DE TENA

A SU PERENNE RECUERDO
ESE dolor que, en mucho, va marcando el paso
de los días
y su amargor nos hiere;
aún con todo,
no ha podido aquietar nuestra sangre,
él ímpetu que trajo,
dormir nuestra oüegáa.
Pues aún con ser tanto...,
por esta alma de niña,
(que ella,
quiso tanto)
cuánto entusiasmo a su ánimo
infundía.
Cuánta alegría, cuánta
le fui dando.
Sólo por esa gracia, que por ti,
alegría,
me cupo prodigarle,
como en los aliares venéranse
los santos,
cabria venerarte.
Eüa, era el sol que yo recuerdo;
el sol, allá en mi infancia.
En las noches,
era esa dulce luz
que difunde la lámpara
19J
Desde el fondo del tiempo en el que en su ayer
yace,
este mi gran amor, mi inmenso amor
ha de sentir
rozándole.

Y, aunque no le veo, yo sé
que ella me oye
que la heso y la nombro,
que la beso y la canto.

(De ti, madre,


es lo único con que he de conformarme
de tu ya para siempre lejanía...).

^SIGUES TAL ERAS Y VAS EN MI RECUERDO?

ERAMOS como corriente de agua pura


rumorosa de alma, de alegría.
Coincidiendo en todo, a igual altura,
dos almas gemslas se advertían.

Y éramos —bien lo decían—


(dgo así como un extraño caso,
por repartimos cuanto poseamos
—nada era de unas solas manos—.
Y en aquel deslizarse de las horas,
enredadas en charla inacabable,
que al mirar el reloj nos daba asombro
por ser ya para el paseo tarde...

Y siempre la alegría de estar juntas.


Y al pasar de lo que fuera, al verso,
tu hermosa voz —que recitar solías—,
¿para qué más encanto al que te oía,
rnás alta brisa al verso?

196
HERMANA:
Todo ha de volver al corazón, herido
por tanto tiempo sin tu amor cercano;
sin el calor de tu palabra amiga,
del corazón hermano.
Yo espero, sí, que ha de llegar un día
en que el tiempo, que sin vemos, llevamos,
como un sueño, será desde esa tierra
que, para siempre..., te compró él hermano.

Sí; yo espero, sí, que ha de llegar el día.


Y aunque oculto y bajo tierra sea,
reanudaremos para siempre él diálogo...
Sí: No sé. No puedo desechar la idea.

JAMAS PODRA NINGUNA NI SIQUIERA PARECERSELE...


No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
MIGUEL HERNANDEZ

QUE distinta las seis de la tárele


a las demás horas...
(Jamás podrá ninguna ni siquiera parecérsele).
Tú la fuiste aislando de las demás;
haciendo que sólo ella tuviese perfil y sentido
en mi siempre especiante corazón
por ti, en una constante espera, ya que
aún teniéndote ante mi
persistía en la misma actitud
que en tu ausencia —no otra cosa es el vivir
desde que algo nos desvela.
Esa era la hora de tu llegada;
la de oír tu voz, plena de cálidos acentos,
de las matizaciones que hadan adivinar
el eterno soñador que habla en ti;
él que rigiendo tu sentir y pensar —aparte
que por el amor— hada que te viese distinto,
te diferenciara de los dernás.
199
Toda la casa no parecía sino que se vestía de fiesta
a tu llegada, a tu llamada:
la que hacías por medio de ese timbre
expresamente colocado
para bien de ser franqueadas las puertas de nuestros
hogares;
el que al ser pulsado por ti, con el ritmo convenido,
yo te supiera llegado.
(El —el dueño del mejor bien—,
por medio de su inmenso poder, hizo que conociéramos
la máxima vibración del alma;
el que un día cualquiera,
haciéndonos señas desde otros ojos —con su inconfundible
fulgor—,
nos deja como heridos
de esa su característica e insustituible felicidad).
Pero había de llegar el día..., en que,
a esa hora (la que tú fuiste aislando de las demás,
haciendo que sólo ella
tuviese perfil y sentido en mi siempre espectante
corazón)
me quedara esperándote...,
sólo en el recuerdo.
Ya que la que jamás sabrá dónde anida la dicha,
dónde la felicidad.
Que tanto es capaz de hacer cesar un tormento
como de destruir el mayor de los bienes,
una tarde, una de esas tardes,
de la más bella de las estaciones,
con su acostumbrada impiedad,
te arrebató de mi vivir;

me quedara esperándote,
como cuando llegabas y sentándote ante mí,
los "tres", éramos uno...

200
A TI, INMENSAMENTE BUENA
EN tu serena frente —doblemente serena
por ya hundida en la muerte—,
se produjo eterna quietud; el no pensar;
tal si la piedad, de ti compadecida,
hubiese extendido su brazo ordenando cesara tu sufrir.
Por tu gran mansedumbre y tu profunda religiosidad,
tus días de dolor se deslizaban resignadamente,
en una suave conformidad,
en los que, por la fuerza de tu juventud
—como no podia ser menos—,
reías fácilmente por cualquier cosa;
a lo que contribuía tu dulce carácter:
eminentemente amable, cordial.
{Acaso, también, por ser tan limpia de corazón).
Tu juventud: juventud de una gran belleza;
de una extraordinaria belleza deslumbrante;
coronada —tal una de esas madonas italianas,
eternas joyas de museo—, por una abundante cabellera
de oro purisimo,
daba a tu rostro
algo asi como una celestial claridad.
No menos hermosa tu gentil figura,
invariablemente hacía recordar
la clásica escultura griega:
—tal era el encanto de sus proporciones—.
Ya, sin que posible sea cambio alguno,
eternamente joven,
irás en cuantos te amaron,
te conocieron.
Parada para siempre ya en tu juventud,
jamás podrás ser otra
que aquella María Luisa que fuiste.
Así como, tampoco, nadie podrá decir jamás
que ajada vio tu hermosura.

201
{Una pena puede ser enormemente desoladora,
pero tan desoladora como bella,
por depender, en parte,
de la imagen que la ha producido...)
La que tú has dejado en cuantos te amaron,
te conocieron,
por faltar —en tu caso— ese enorme y convincente
razonamiento de lo ya marchito;
de lo ya en su último ciclo, apurado,
no podrá por menos —aunque inmensa e irreparable-
de ser asociada a una gran belleza: tu belleza.
Tus ojos —tan puros en su mirar—,
podrán ya ver a Dios, sin deslumhrarse,
pues ahí cobran su máxima visión,
desapareciendo esta niebla que, desde aquí,
nos impide ver su Divino Rostro.

Ya para tu espíritu,
convertida en luz,
te habrá dejado contemplarlo.
Tú, que tanto lo amaste;
que con tanto amor esperabas a las mañanas
que se abrieran las puertas de sus templos
para albergarlo en tu noble coraTuin.
Por haberte reconocido,
confio en que ya te encuentres en la paz sin término
de su gloria...

2m
HUMANAMENTE VIÉNDOTE...

A Luis Benítez Inglott que tanto


admiraba y quería.

NO. No pude imaginarte amortajado


el día que me dijeron de tu muerte,
ocurrida ahí, en nuestra isla.

No. No pude y aún es y sigo viéndote, saliendo


del "Madrid" (hotel que me hospedaba) hacia el
Gabinete Literario, después de tu habitual tumo de Audiencia,
de tu diario quehacer con la Justicia.
El abogado que fuiste, que en ti había —el más temido
acaso— como hacía brillar (oh aquel tu verbo), tal esos
faros que acusando están con su luz, Puerto,
del litigio en cuestión, a cuanto argumentaban,
la más diáfana luz, lo más humano.

Justicia en verdad, administrada desde tu corazón,


desde tu mente clara, de un derecho de herencia
bien cumplido.
Que si norte fue de tus mayores,
al tocarte en esencia, tal legado,
con verdadero amor
tú lo acreciste.

—Al regresar por nuestro mar {que tú tanto quisiste),


ya que he de volver, que pensar lo contrario,
no resisto; aquellas conferencias —que amé tanto—,
donde tu corazón y mente ardían,
y tu voz; tu voz de tonos graves —maravillosa voz grave
y amiga—,
he de volver a oír...
También en los periódicos locales, tus artículos
—como cuando escribías...—
De no ser porque amigos se empeñaron
publicaras tus versos, de tus líricos versos
apenas se sabría).

203
Y es que asi eras, Luis: Así tu gran espíritu
en el que acaso iba, una total desilusión;
una larga amargura, de sabe Dios de cuándo,
y más que de realidades puras,
empañada quizá de tu personal filosofía: Tuya
y un poco, la de todos,
cuando han sido muchos los caminos y se tiene —como tú tenias—,
ingénita elegancia, profunda observación,
para esta vida de ahora,
por demás amarga...
A mi regreso, camino de Vegueta, o bien del hotel al Gabinete
y a punto de una conferencia, he de verte, como antes,
Luis.
No. No me es posible pensarte de otro modo.
A mi corazón, por tantos sufrimientos agobiado
dar tengo tal ficción...
Porque no puede, no, con que se mueran
amigos como tú.
{[Y el caso es que te has muerto])

II
Acaso más ventura que aquí gozaste, tengas.
"Hay que dejar la tierra, la casa y él amor".
Así dijiste un día, amigo —de los vastos saberes—.
Totalmente se ha dado, en ti, tal reflexión.

Tu cuerpo, ya sin sombra, de otra se ha revestido:


de esa que la luz jamás reducirá.
Y aunque aún va en nosotros, tal era tu figura,
el tiempo —esa mano invisible, pero firme, segura—,
como a todos, un día cualquiera, un día borrará.
Ya no podrán decir: "aquel es Luis, lo llamo; hemos quedado
en vernos: como anteayer; con él estuve hablando de m.uchas cosas
bellas; qué cerebro tan lúcido, qué erudición tan vasta,
cómo me gusta oírlo: oírlo es aprender".
No; ya eres todo misterio. Ya eres todo silencio.
Si pudieras decirnos algo de lo de ahí...
{Cuánto apego a la vida y pánico a la muerte).
204
Si memoria tuviéramos de que hemos sido aquí.
Si este amor a los nuestros aún ahí perdurara (bien supiste
cuanto él mitigaba ese desaliento, que inevitablemente
el alma ha de sufrir...)
Amor, tal lo sabemos, Señor; amor, amor de aquí.
Algo de lo que somos Contigo, recordemos.
Un indicio siquiera. Desasidos de todo,
tendremos, porque nunca ni éstos que aquí, fuimos, ni este amor
que sentimos, ni nada, jamás, fue...
"Hay que dejar la tierra, la casa y el amor".
Acaso más ventura que aquí gozaste, tengas.
Si decimos pudieras algo, de lo de ahí...
No; no es posible que se pierda tanto amor, cuanto somos.
No; no es posible que se pierda, cuanto somos aquí.

205
A ESPERANZA VERNETTA
A quien tanto quería, hoy.
en el recuerdo...
DEL árbol de la amistad, tú..., ahora.
Hermanos de elección, son los amigos
—como bien dijo la genial polaca—.
Tal si una hermana fueras, me has dolido...
¿Por qué habías de irte, dulce amiga?
¿No he de volver nunca más a verte?
Aún suena tu voz en mis oídos
como una clara fuente,
de donde sabias cosas han salido
con natural decir: del que se entiende,
vienen de un corazón, profundamente humano;
de una esclarecida noble frente.
¿Cómo se va a poder ir, a donde íú ibas?
¿Cómo la isla sin ti, sin tu presencia
podrá llenar el hueco que has dejado?
(Más extenso que tú —a quien tanto amaba— isla,
era su corazón, para el afecto).
A veces no me es posible el ver claro
que ya te hayas ido para siempre...
La distancia que media del que fue tu nido
con el que hoy, me tiene,
hace que a veces no me parezca cierto...
Y otras, el llanto me dice que te has muerto
y hasta el alma me duele...
Desde Málaga, febrero, 1970.

206
A MIS AMIGOS ARTISTAS Y DOS MOTIVOS MAS.

AL PINTOR F. MORENO NAVARRO, PAISAJISTA,


GLORIA DE LA PINTURA ESPAÑOLA

OH la fuerza, el brio de tu pintura


desde donde la fuente del arte caudalosa, mana,
sorprendiendo en pueblos y humildes caseríos,
extensas parameras y anchos ríos
nuestras ásperas tierras castellanas.

Oh el color. Oh esa luz, que asoma


tras montañas, serranías y collados:
Dulce, si en la inefable alba la elaboras.
Brillante, si en los días del estío.
O fina y delgada, si en la primavera.
O bien, esa del pleno mediodía
donde todo se "acorta", por ceguera.
Tú como nadie su secreto sabes:
que, al tamizarla en nubes, no parece,
sino que se mueven, cambian, crecen —tal
es la vitalidad que las anima,
que imprimes al paisaje. A veces, tan seretxo,
como esos oasis que en él desierto asoman.
(Que así es de tierna España, de austera y señorona).
Qué nueva y qué inmensa la belleza
que a describir acertaste —por humano—
en los humildes paisajes castellanos.

El que a contemplar llegue tu pintura,


ya para siempre sabe la hermosura
que lo sencillo y lo humilde esconde.
(Sabia lección de amor y arquitectura
de un gran pintor que, al mismo tiempo, es hombre).

207
AL PINTOR SUBMARINISTA A. DOMÍNGUEZ DE HARO,
IMPRESIÓN
ESTE estupendo pintor, para quien el fondo
del mar no es un secreto,
poeta del pincel, del color dueño,
que los cambiantes de la luz adora,
no bastándole la tierra en superficie,
a la profundidad del mar, él se incorpora.
Vaya mi felicitación más fervorosa
por los peces y rosas de la mar, amigo.
Vaya Dios y el éxito contigo
por tan noble quehacer, por tu paleta.

Por esa irisación de los paisajes


(tan distintos a los que transitamos).
Por tantas y tantas bellas cosas
a las abismales aguas sustraídas
en tus largas "estadas", silenciosas.

Por todo lo logrado.


Por la deliciosa belleza
que hoy mis ojos sorprendidos, miran.
Por la rosa y el pez: tan conseguidos,
que él, no parece,
sino que en tus lienzos, nada, serpentea.
A la vez que se advierte, "ella" se mece
(sin duda embriagada de saberse rosa).
Málaga, enero, 1968.

208
AL ESCULTOR NORTEAMERICANO H. REED ARMSTRONG
EN QUIEN EL ESPÍRITU HA ENCONTRADO SU MÁXIMO
EXPONENTE
CUANTAS veces la física belleza,
deslumhrándonos,
apenas si nos dejó ver la del espíritu
que la animaba.
Mas tú, Reed Armstrong,
con qué maestría le restaste sus galas
—apenas si por ti precario vaso—,
en esas tus ascéticas figuras,
donde "la forma queda <m mortificada"
por tu genial modo de intuirlo,
para bien de dárnoslo en su máximo profundo |
en tus bronces y barros. |
Oh tu "Madonna y niño", surgiendo, transpareciendo I
divinidad, desde el barro j
sabiamente dispuesto por ti, en pequeños trozos; g
apenas si a veces unidos entre sí; §
a veces dejando anchos ángulos y huecos I
por rellenar, |
sin que por parte del contemplador i
requiera esfuerzo alguno j
para ver completas las figuras. f
Oh tu "Ángel San Gabriel", de imponentes alas, i
donde lo ultraterreno alienta I
con fuerza arrolladura y más allá de las dimensiones
en que el artista lo contuvo, S
vemos...
{Acaso por lo transcendental
del sin igual mensaje...)
¿Qué decir de tu obra, toda ella sorprendente?
¿Qué decir de tu incomparable "Lázaro"?
Jamás nadie nos diera una plástica versión
sobre esta doliente bíblica figura
que tanta emoción nos produjera.

209
No: nadie lo ha plasmado como tú, en su lento incorporarse
desde el enorme peso de la muerte-, desde su penoso
irse desembarazando de su mortaja —toda vendas—,
al piadoso mandato del Divino Maestro.
(He ahí, en esas concepciones, en ese tu modo de ver
—donde el espíritu atestigua su grandeza—,
lo fundamental de tu obra incomparable).
Siglo tras siglo sonará tu nombre.
Mas sus generaciones echarán de ver
que algo le falta; "algo",
que ya late en la mente de cuantos tu obra conocen
y, que ya, hecho "voz", y completándolo, de un modo espontáneo,
será para siempre, ya, el que siempre "has sido",
"H. Reed Armstrong, el divino".
Málaga, año 1969.

210
A MARÍA REVENGA, POR SU EXPOSICIÓN EN EL MUSEO
PROVINCIAL DE BELLAS ARTES DE MALAGA, EN ABRIL
DEL AÑO 1970

ADMIRADA Marta: Qué inmensa es tu paleta.


Qué impulso de pinceles guiados por tu mano,
donde el color palpita, bajo un aliento humano,
a la naturaleza dando auténtica vida; ya
en ingentes picachos, ya en nieblas, o ya en nubes,
atmósferas de altura, o límpidos azules.

Oh los árboles gigantes. Y cascadas. Y rios


de agua en movimiento (siempre, siempre constante
y nunca el mismo río...)

¿Y cómo ponderar esas bellas "marinas",


escollos, bajamares y olas que en la playa
sin remedio, se afinan?

¿Y los extensos páramos de la vieja Castilla,


que a meditar nos lleva, sobre su alma de arcilla...?
Jamás he contemplado fuerzas tan poderosas,
de pronto adelgazarse, hasta dar con la rosa.
(Oh milagro de un alma potente, dulce y fina,
donde Dios derramara, sumas gracias divinas).

Por ti crestas y llanos de nuestra grande España,


por siglos, en museos; por siglos quedarán.
y tu nombre, por medio de tus lienzos y sin posible
olvido: tal que ahora, María extraordinaria, nuevas generaciones,
tras las unas las otras, por siempre, admirarán.

211
A LA PINTORA YOLANDA GRAZIANI
COMO todos los genios, llegaste sorprendiendo.
De siempre, lo nuevo desconcierta (que ha sido y será asi
la humana condición).
Mas lo que tú has hecho. De pronto, has revelado,
fue fácil a tu encuentro
por lo privilegiado de tu imaginación.

Por preguntarte estoy, como ha sido posible


ese tan vasto mundo. Tanta rara expresión.
Tus planetas —aún no catalogados—.
Esos galácticos caminos —tan sólo por ti andados—.
Tus celestes jardines,
en los que nos perdemos en su contemplación, tal
la fantasmática isla que, desapareciendo
una y otra vez vuelve
llenándonos el alma
de una extraña emoción.

Jamás la palabra podna ser bastante


a expresar tal misterio; la honda vibración
de ese mundo: tan vasto fabuloso y profundo que,
sin duda,
por tu ascendencia
mucho tiene oe Italia.
Mucho en tu arte cuenta
la savia de los tuyu¡>.
{De la inmensa cadena somos un eslabón).
En ti, la Italia de los genios, acaso reverdece,
y de ahí tu obra; esa tu sorprendiente creación.

212
AL ESCULTOR ANTONIO LEIVA
AUNQUE pequeño es tu estudio, Antonio Leiva, pequeño y grande
es a la vez.
Pues que un auténtico artista, lo habita,
grande es.
Cuántas veces poetas ellos y ellas,
y pintores y artistas de un distinto quehacer,
en él, se dieron cita por hacer más amable
el inevitable padecer...
En él, las altas cualidades brillan. Las que en el hombre implican
el plano superior: El arte y la amistad: parentescos, sin dude,
de un fraternal amor.
Allí transformas el barro en escultura
y Grecia vuelve a ser.
Con la misma emoción, la forma pura, el que llegue
ha de ver.
Sea clásico o moderno, haces surgir del barro,
en perfección,
ya el fiel retrato, o la original forma,
nacida de tu imaginación.

Y de nuevo un "Pensactor" allí vemos —homónimo


del de Rodín—.
En una de sus manos apoyado él mentón, acaso
esté pensando, "qué es vivir..."
Pequeño y grande es tu estudio. Pequeño y grande
a la vez.
Dignidad y decoro en él, el arte tiene: trasciende
todo él.
Gracias por tu cordialidad —siempre despierta—.
Por tu arte damos a conocer.
Por esas puertas de tu estudio,
eternamente abiertas.
Porque apartados de la vulgaridad nos vemos,
cuando entramos en él.
Málaga, septiembre, 1969.

213
AL PINTOR PEPE BORNOY
QUE límpidos colores a tus lienzos, dan tonos.
Qué bellos claroscuros, les dan profundidad.
Un misterioso encanto sin duda, ellos ejercen.
Una y otra vez vistos, vuélvense a contemplar.

Qué luces y qué sombras, de siempre, sorprendentes:


que un algo insospechado, despierta en nuestra
frerae,
su palpitante fuerza,
en pugna,
con el sol.

(El auténtico artista,


acaso un dios protege;
acaso, uno de aquellos de la mitología,
que en pasadas centurias,
dicen, los protegían).
Va hacia ti, mi saludo,
donde mi admiración, va a la par de mi mano,
que ha de estrechar la tuya: toda luz y color.
Mas no sé si es posible nos sigas sorprendiendo.
(Por más que ese es el arte: sorpresa y emoción).

AL PINTOR DÍAZ OLIVA


MAGNIFICA pintura la tuya, Díaz Oliva;
resuelta en bellas luces, donde tu alma aflora.
El don del arte, siempre, pura emoción lia sido.
Por ti y en tu homenaje, a tus cuadros se asoma.
El verde tierno, preferido destaca,
dentro de los colores sabiamente elegidos.
El sueño de tu frente: color, luces y sombras,
noblemente plasmado, en su verdad has vivido.

214
Los que están por llegar, los venideros,
tu nombre, acaso vean que es el primero
entre los de tu hora, Díaz Oliva.
y, por ser altamente juzgado,
con la belleza, seas condecorado:
{Con la más bella flor: la sin espinas).

A PAQUITO CARVAYO, POETA AMIGO, EN LA IMPRENTA DE


SU PADRE DONDE SE ESTA IMPRIMIENDO ESTE LIBRO
TE daré un largo abrazo porque en él, me recuerdes.
Mas no lo fíes al tiempo, que en él todo se pierde.
Porque he de irme, amigo, —cada uno, a su parte—
sí algún día he de verte, mi suerte, es encontrarte.

Recuérdame tal soy: Un alma estremecida que, casi siempre


la aprisionó la pena.
Un alma dolorida, que apenas si vivió lo sentido y, para todos
fue, naturalmente buena.
Que tuvo (acaso por destino) que cruzar altas mares
en días de tormenta.
Que llegó a pensar si sería toda abismo
Ella: que tenía por instirtto, las alas,
eternamente abiertas...
Que nada sucedió tal ella quiso y no pare<Aa
sino que había nacido en tierra extraña
(que otra era, la que había intuido). Y sin remedio,
la habían engañado, como a un niño,
se engaña.
Te daré un largo abrazo: —Este trabajo, selle.
Cuando de aquí me aleje, tenme un poco de pena.
Los que como yo, han nacido, como yo, han sentido, casi
pueden decir que han sido, los que no han conocido
otra ternura, que la que ellos trajeron...
(Como un destino que no tiene cuándo,
tal que un rio, discurre por mis venas...)

215
DE UN TIEMPO PASADO...
A Antonia Brito, que hizo posible este
poemilla y, como él, ya sólo en mi re-
cuerdo...
QUE salto en el tiempo por tu voz,
amiga.
Como una fresca brisa me ha llegado.
La tarde fuiste llenando del pasado.
(Bendita virtud: la recordación).
En ella, la lejana primavera,
los metódicos paseos de Alameda,
las entrenadas sonrisas al amor.
Y de nuevo, aquel chico, tan apuesto,
el primer traje largo, el baile,
y el saludo —aprendido saludo
que habíamos de hacer,
al anfitrión—.
Después..., el familiarizarse y la tristeza
que va trayendo todo lo que empieza
y pierde, con el uso,
la emoción...

SI LA ROSA ES MAS ROSA..


A Verónica Sarmiento, para que me
recuerde desde su América del Sur.
SI la rosa es más rosa...,
con un poco de ensueño.

Y la vida es más duhe


y el amor es más cierto.
No te enrede en las mallas
de la duda el escéptico.
Todo es más hermoso
de él transpareciendo...

216
CON DISTINTO HILO
Al Norteamericano Mister F. J.,
este Cancionero, para su repertorio
de "flamenco", como le prometí, y
y que incluyo en este libro.)

NINGUNA COMO LA MÍA...

DICEN que hay penas gigantes,


de una constante agonía.
Dicen que hay penas gigantes...
Ninguna como la mía.
Cual la rosa de los vientos,
sus cuadrantes no me ignoran.
Ay cómo soplan sus vientos:
De huracán sus mxwimientos
para mí, hora tras hora.
Ay por qué la conod,
que tengo que consentir
el imperio de su aliento.
(1 Por qué habrías de ser así,
rosa de espina y tormento\)
II

De lejos venía la voz,


los cuatro vientos batían.
Era como una tormenta
a lo largo de una vida.
No pude, por más que quise,
saber, de la voz, él dueño.
Pero cómo me dolía
aquél cantar: lo sentía,
tal que si mi pena juera,
que de mi boca salía...

217
A QUIEN SE LE OCURRIRÍA..
MARÍA Fandango, te dicen
—y no sé por qué Fandango—,
si sólo te oyen cantar
Fados tristes, tristes Tangos.
¿Qué es lo que pasa contigo,
María dolida, bonita?
Acaso por esos ojos
que al mirar, las penas quitan.
Estatua de fino bronce,
qué cosas tiene la vida-
Con lo que retas entonces...
Apenas si h creerían.
Qué poco debe de ver,
el que así ve, así bautiza.
Mas yo sí que me doy cuenta
que un algo te martiriza.
Deja que no vean tus penas
y produzcas alegría.
María Fandango, te dicen...
¡A quién se le ocurrirtal

POR QUE TE C O N O C Í YO.

ME dijo el ciego del barrio


que penas por un querer.
Grande debe ser tu pena
cuando los ciegos la ven.
Gabriela López Montoya,
¿quién esa pena te dio?
Quien te dio pena tan honda
jamás tuvo corazón.

Por qué no quererme, di;


si por ti hace mucho tiempo
que mi vivir no es vivir.

218
Ay qué perro avecindado
cerca de mi corazón
siento por tú no quererme,
aullando sin compasión.
Gabriela López Montoya,
¿por qué te conocí yo...?

No creo que haya tormento


más grande que esta pasión,
que día y noche me tiene
sin una consolación.
Ay, que sólo me das la espalda
por toda contestación.

Al menos, si ves mi entierro,


rezarás una oración,
por el que tanto te quiso
y mató tu desamor...

Ay qué visión, por las noches:


Cuatro faroles destacan
dentro de mi habitación,
y en medio de ellos, de cal
y ceniza me veo yo.
Gabriela López Montoya,
¡por qué te conocí yo...\

SI SUPIERA DE QUE EL ANSIA.

QUE fervor, sólo soñado,


allá, en el fondo del alma,
que a veces se le derrumba,
y, a veces, se le agiganta.
Y siempre, como un deseo,
como un dolor, como un ansia
de no sabe de qué cosa
—Sí supieras de qué, el ansia—,
desvelándole las sienes,
en sí misma, la confianza.

219
Ay qué agarrotantes hielos.
Ay qué liga por sus alas
impidiéndole ese vuelo
de alturas, sólo soñadas...,
que a veces se le derrumba,
y a veces se le agiganta.
De tanto esperar, su vida
dando está por malograda.
{Sueño sin forma posible
que le fije cuerpo y cara).
Ay sueño tan sólo sueño
—que no sabe de esperanzas—,
y a .santos comprometiste
con tanta, cera gastada,
sin que el milagro .se viera
{fantasma, sólo fantasma).

—Allá, en ese término, en que


Dios a la criatura emplaza,
bien podía ser su epitafio:
"Aquí yace quien vivió
—si vivir es sólo un ansia—,
sin jamás hallar la forma
del sueño que le embargaba.
Se llamó Consolación,
y jamás se consolara".

MAS FUERTE QUE EN EL OTRO, MADRE...


Í'JATURALEZA y alma tenía dormidas.
Pero una noche,
el "duende" del Amor
brilló en sus ojos, dejóme herida.
—Más fuerte que en el "otro", madre,
vino a mi vida.

No. No es posible, que más se sienta,


que me doy cuenta,
que no hay nada ni nadie
que me detenga.
220
Que tal que impetuoso TÍO
al fluir del suyo,
corre sin freno.
Cuando así se quiere, madre,
nadie en el mundo es nadie,
que desviarme pueda
hacia otros bienes.
Que el más dulce legislador
fue desde siempre.
y tal fortuna,
sólo es del que lo siente,
y como ninguna.
Nada le iguala: que
es la sangre del alma
la que lo enciende,
quien le da alas.
(Qué herida tan profunda).
Y yo creía,
que estaba muerta,
desde aquel día,
en que el "otro" marchara
a extranjería: que, como sabes,
de su vuelo no supe:
como las aves, madre, como las aves.
El "duende" del Amor
me buscó el alma.
(Qué herida tan profunda, profunda
y ancha).
Madre, bien sé que ya no soy,
Lola, la que decían,
"esa mujer se muere
de fantasía".

221
Y PENSAR QUE ME GUSTABA...

Y pensar que me gustaba


desde que casi era niña...
La de los ojos de mar
y trenzas como la endrina.

Que espigarse prometía,


en un no sé qué de alado
que en los andares tenia.
Que a la par que iría creciendo
sólo sabría de mentiras:
a fuerza de serlo tanto-,
de la verdad no sentirla...
Y pensar que me gustaba
desde que casi era niña...

Nada como andar despacio


los caminos de la vida,
madurar en reflexiones,
y en amor no tener prisa...

Otras tierras me halagaron


y a ellas me fui, con la prisa,
que en la mocedad se siente
cuando es amor quien la empuja,
como a las barcas, la brisa.
Y todo porque soñaba
con que algún día fuera mía,
y gastara los dineros:
—que por ella, los haría—.

Un hombre como el que soy


entre falsedad y mentira...
Y pensar que me gustaba
desde que casi era niña...

Nada como andar despacio


los caminos de la vida,
madurar en reflexiones,
y en amor no tener prisa...

222
A LA MEMORIA DE JUAN BREVA, CELEBRE CANTADOR DE
FLAMENCO MALAGUEÑO, QUE LE CUPO EL HONOR,
DEBIDO A SU PRODIGIOSA VOZ, DE SER INVITADO POR
DON ALFONSO XII A CANTAR EN SU PALACIO
COMO suena aún tu "Cante", Juan.
Tu inimitable "decirlo", cómo aún suena:
Aunque ya no van entre nosotros, tu guitarra,
tu voz, ni tu presencia...
Cómo sentimos tu "paladearlo",
al que nadie jamás llegar pudiera:
Tan de tu alma nacido. Tan de tu hondo, Juan.
Tan el "Cante" de veras.

La mejor "grabación" es la memoria que un pueblo


guarda, que en su tierra queda,
del hijo artista que le naciera un día
y en el cielo del arte prendió,
tal isi una estrella.
Cómo te serviría de íntimo aliento
lo que un día el gran Gayarre, te dijera:
"Tú en lo tuyo y yo en lo mío,
somos los reyes". {Qué verdad tan cierta).
Sé, que muchos fueron los avalares que
en tu andar, saliéronte al encuentro.
Artista y feliz, no lo permite Dios:
Según Manuel Machado, dice, en unos versos.
Mas, se salvó tu "esencia". De la vida,
ella es lo que importa.
Lo que nos hace eternos...
—Ruiseñor del "Cante": Acaso sepas que,
en Málaga—la que tanto quisiste y te quiere—,
en una de sus típicas calles, una "Peña",
a tu nombre consagra sus quehaceres,
y es "Juan Breva", su nombre;
el rótulo que campea en sus dinteles.
(Ruiseñor del "Cante", quién pudiera oírte:
que esa pena nos tiene).

223
MI OTRA PALABRA
Antes de inne, todavía dándome el
sol, a ti Montiano, en la eterna sombra,
por quien todo lo tuve y todo lo perdí.

Nunca dije una palabra de amor que no fuera


sincera ni hubiera podido escribir un verso
sin verdad.
PABLO NEBUDA

Creo en la luz y el amor. No importa


que viva sin amor, solo, en la sombra
RicABDO MOLINA

227
MI OTRA PALABRA
El verso: Mi otra palabra. De siempre,
el lenguaje de mis inquietudes.
De mi íntimo sentir, palabra.
De mis luchas y resignaciones.
De mis batallas.
Gracias a ella paliando he ido lo difícil
de las épocas amargas.
(Casi no me es posible el recuerdo
de las felices, las de las horas
claras.)

El tiempo siempre ha sido como un sueño, sueño


que pasa,
mar de fatiga y mano
en constante amenaza,
dejándonos tan, sólo,
como un poco de luz, por la que vislumbramos,
vemos que fuimos
de una dulce juventud fragante,
que viva llama de amor fuimos,
e inmenso pozo de esperanzas...
El, todo lo toca con su aliento: tal
si tórrido clima fuera
todo agosta y arrasa.
—Señor: mucho te agradezco
que me hayas dado tal palabra,
por la que toda cosa cobra altura
y una luz más diáfana.

Por haberla hecho nacer en mi hondura,


sin obstáculo alguno,
libre,
totalmente mía,
gracias,
infinitas gracias.

228
PERSISTENCIA
"Puedo escribir los versos más tristes esta noche y
éstos sean los últimos versos que yo le escriba"
PABLO NERUDA

"No volverá mi amor a lo que amaba"


JOSÉ GARCÍA NIETO

LA herida, aunque los años


la han cerrado,
me duele más la cicatriz
si cabe,
que cuando abierta estuvo
en mi costado).

Tanta fue la dimensión que hube


de darle
que aún, rescoldo es su brasa,
va en mi pecho.
Y nada concibo, si desecho
esta mi voluntad
con que lo abrigo.
En mí va, como en la historia,
el "hecho".

No, no hay quien distancie ni distraiga


este mi pensamiento
en que él habita {que de un modo
su silencio me habla).

Y aunque han rociado tantos, tantos


años,
en ellos,
sin la dolida angustia que él,
ha sido,
a mí misma habriame preguntado:
¿Dónde has estado?
¿De qué tiempo regresas?

229
Mas Dios sabe
que parada quedé en aquel,
que él fuera.
El dernás ha sido triste, triste.
Y aún como una sombra pasa
por mi pena y en el río del Uanto
desemboco.
{"Hasta que estos ojos que tengo
se me llenen de tierra").

TODO CERCANDO FUE


Aunque siento que crezco en él silencio
y más horizonte añado al pensamiento mío,
cómo duele un corazón vacío;
cómo duele este obstinado frío
que un tiempo amargo trajo
y helado fue su empeño y mi (dbedrío.

Y todo pudiendo ser: tal que la oh,


así de natural, sin extravíos
ni torcidos senderos ignorados
donde pudiera perderse el ángel rrUo.
Mas todo cercando) fue inconmovible.
Todo cercando fue de una gran pena.
Todo cercando fue tal á imposible.
Y ya sólo el silencio en tantos días
en que mis lágrimas corrían hasta mi boca
y sola y sin más este desierto: mi pena
más recóndita.

Y seguirá el silencio: no aá el llanto, sólo


él capaz fue de tal ternura,
pues nadie como él me dijo tanto.
{Oh, tú mi corazón solo y vado de aquella luz,
donde pusiste tanto).

230
"LOS SUEÑOS DEL ALMA NO SE ALEJAN
NI UN MINUTO SIQUIERA DE NOSOTROS*

Jamás os conocí (sólo en anhelos)


y, sin embargo, añoro vuestra vida.
"No: nada he conseguido en tanta espera,
¿En qué terreno anidan?

Cuántos negados, imposibles fueron


por este mar que Uamamcs Vida
(acaso sea lo que más amamos,
pues sentimos su herida).
Qué larga, qué sumamente larga
la experiencia: lo único mío
que me acompaña.
No, no hay contramar posible;
contramar dulce y clara.

No, no hay quien nos salve;


temor eterno son sus olas altas.
Un día y otro contumaces, duras
son sus borrascas.

II
Líbrame de sus turbiones, tú
—sólo sueño y distancia...—
Tú que de mi verdad y mi ternura
sabes,
líbrame de sus aguas.
Tú un día y otro mi ansia infinita
—espera que socava—.
Mi mundo cierto tú, por el que a veces
me adentro y alivio siente el alma.
{"[Todo en mí fue naufragio]")

231
ASPECTOS DIVERSOS

VEO QUE POR TAN BREVE TIEMPO ES POCA COSA

A mi entrañable amiga la escritora Josefina Mujica

A veces vuelvo a verme, en aquellos días,


llenos de entusiasmos puros, de vivencias
de halagadora juventud, su esencia
y aquella alegría clara, rumorosa.

Suelo volver a las pasadas cosas;


a esta mi figura, a la otra comparando.
Y cuan poco de aquella su hermosura, cuan poco
de la anterior figura va quedando...

Oh el temido e inevitable ocaso


que llega a todo ser, a cierta altura,
y la desesperanza: que ella dura y ya
ni él probable "mañana" ni aquel "cuando".

Volver. Volver... Ay, quién pudiera y cual


las Estaciones se suceden, fueran de nuevo
tanto los triunfos como los fracasos
(que unos y otros de vivir nos vienen).

—Oh, Dios: Ser por tan breve tiempo es gran tristeza,


que he de dejar de ver tanta hermosura,
tanta divina cosa, tanta hechura.
Vuélveme hacer oh Dios, como a la rosa.

Como a la rosa, sí, como a la rosa.


Como el árbol: que vuelve a su espesura.
Como el pan en la artesa, oh. Dios, mi hechura.
Pues veo que ser por tan breve tiempo es poca cosa...

232
AUNQUE EL SILENCIO INSISTA
A Femando Aullé y Morer

(Y pensar que ha de cesar este ánimo


como cesa una fuente...)
Los que, como yo, eternamente sueñan,
desde esa torre miran,
la gracia de un instante
logra horrarle a veces
esa sombra
en que todo termina...
{Oh, los siempre amables pájaros llenando
el gran vado,
la soledad llenándome,
de cuanto no fue mío...)
En verdad, en principio,
sólo hemos sido sueño.
¿Qué es nuestra levadura sino un sueño de Dios?
Ellos, los bienamados, alivio, calma, tregua
a tanto amargo tiempo,
dulces aclaradores de tormentosas nieblas;
las que a veces
¡tanto daño nos hizo al corazón]
Bien sé que ha de llegar el día que, como todo,
acabe.
Que la palabra, a falta ya del aire,
quedará detenida,
sin que posible sea de nuevo su sonora,
peculiar vibración.
Y pensar que ha de acabarse todo.
Que tanta inquietud acaba.
No, no concibo ese estar..., aunque el silencio
insista.
Aunque helada la frente.
Aunque ya no sonría...
(A veces, esperanza,
qué extraña tu voz suena.
Qué hondo e insondable abismo a veces,
implica tu decir...)
233
CONFESIÓN EN LA ESTACIÓN DE VUELTA
A la escritora Concepción Palacín
Palacios por su prosa y su verso.
I
El Tiempo: Caricia aborrecida, desde este ángulo
en que hoy, lo mira.
Qué premuras —decía— por verlo crecer
allá, en su infancia.
Desde ella, no podía comprender que,
los años.
El, iría forzando,
y que un gran cansancio le traería para siempre,
al ánimo.
Que la frente —Torre de la idea—
a su paso,
parte de su luz pierde {Comprobación inútil
pretender
que brille nuevamente.)
Duélele el mozo aquel que fue: el que el tiempo,
transformando ha ido
en este que hoy habita —mal le pese—,
pues de todo lo gozado
apenas si huellas
permanecen.
Cuántos años vados,
cortados a cercén, cada día le fueron (ya sabemos
de su filo perenne.)

Quén se lo había de decir —pensaba— que,


al fin, todo sería tal la nube,
que a inasible distancia se mantiene.
Y que su ilusión: que a puerto llegar creía,
sólo verdad seria
tras el infranqueable muro de su frente.

234
II
Con la herida de su anhelo mal cerrada,
hoy, vagar le vemos
por los ofrecidos caminos {los por El, ofrecidos)
triste siempre.
Mas en su recuerdo, ve, que no siempre
fue aá;
en su recuerdo, ve, que apasionadamente
esperaba su "mañana".

CARTA DE UN AMIGO A OTRO


A Sebastián de la Nuez
Porque en verdad somos amigos —empieza—
más allá del adiós y las palabras,
te recuerdo, aunque hoy, tan lejos-,
te recuerda mi alma.
El mismo calor al recordarte siento
que en tu compañía sentía, me prodigabas,
abrigando mi soledad, aterida
de desamparo; de desamparo de alma.
Siempre te consideraré amigo: tanto,
como cuando de mí cerca te hallabas
en aquellos lejanos días de un verano
en que aquel chico inglés se nos juntaba
y nos deda vemos casi iguales
por "el fuego español", de la mirada.

Cuántos años han pasado de cuando estudiantes,


la florida andanza;
de cuando tú y yo, de nuestra primavera
éramos flor de exhuberante rama.
Cuéntame que haces hoy en ese pueblo
después de los lejanos días pasados
en mi casa —para ti siempre abierta—.

235
Esperándote llevo no sé el tiempo
viendo de los árboles una y otra vez
perder sus galas.
Sabes que como siempre, aquí me tienes.
Creo que me recordarás, a pesar del blancor
de estas mis canas. A pesar de lo enjuto
de mis carnes, hoy, y esta pereza que apenas
si me deja andar las galerías de la casa.

Y nada más. Acaso tú recuerdas


aquel José: derecho como palma,
el que si ayer con la cabeza erguida,
hoy, hacia un lado verías inclinada.

Pero no te perderías por eso. Por si vienes


sepas que habito en la misma casa.
(Y vuelve el nombre de José a repetirse
con largos apellidos de raíz vasca.)

—Oh, carta de José, carta infinita, por


otros, cuántas veces escrita, cuántas, cuántas..

QUE REMEDIO, PEOR SI NO ACEPTABA


A Merche Hortelano en su Valladolid
Apenas si había comprensión, afinidad
entre ellos: lo que era inevitable
en un mundo social, que no era el suyo.
Mas había de acostumbrarse.

Constantemente se veía obligado a deponer


su personalidad {por fuerte, indeclinable).
Cuántos esfuerzos por no desentonar
entre las nuevas, ocasionales amistades.
Defraudado, en su conversación apenas
si era él, si su yo recordaba.
Todo su empeño estaba en parecérsele,
en que la diferencia no notaran.
236
No podía soportar el verse solo por haber
perdido viejos amigos, amados familiares.
Tanta había sido la soledad vivida,
que sólo de pensarlo, le dolía hasta el aire.

Preferible le era estar entre ellos,


aunque de tono vulgar, insustanciales,
Apenas si sensibles, si atendían a otra cosa
que no fuera a sus deportes y sus viajes.
Silencio y sombra de sí mismo aquella soledad
{jamás creyó que tanto le costara).
Verse solo o anulado, era el preño.
Qué remedio. Peor si no aceptaba...

QUE SERA DE AQUEL HOMBRE EN TANTO TIEMPO...

Hoy he de dejar anclado su recuerdo

A la poeta Julia Romero


A veces se preguntaba a sí mismo, quién era.
De dónde había venido tan ajeno
a la dura lucha cotidiana.
¿Quién, posible?
¿Por qué aquella tristeza
que siempre le iba por el alma?

No. Aquel hombre en verdad no había vivido


de tan a sus sueños entregado.
Mucho le preguntó a la vida,
a los hombres. Jamás
le hicieron caso.
Por sí mismo no sabía explicarse
tantos odios;
tanto sostenido conflicto
hambre y dolor sembrando.
Cómo le dolía el mundo,
no poder remediarlo.

237
A veces la duda pretendía alcanzarle.
Pero siempre fue en vano,
por ser sus convicciones
profundas,
como raíz de árbol. Tal
las del que crecía
dando sombra a su patio.
(A su cobijo le nacían los sueños
como las hojas al árbol.)

Al parecer —decía a veces—


marcado vine
por un destino extraño;
como inútil
para tanta lucha. Oh, el mundo y sus hombres: mis
hermanos.
—Fiel a sus convicciones— que él crda posibles—
¿seguirá aún soñancb?
{"Oh, esta piedad del hombre ante su especie".
Aún en medio de tiempo tan amargo,
hombres asi,
jamás se les cansa la esperanza.)

AL NIÑO GUSTAVO CABRERA EN SUS OCHO MESES


En estos ocho meses que llevas de existencia,
cómo en tus bellos ojos el perfil se adivina
que informado has venido de un alma
noble y fina,
pues ya, Gustavo hermoso,
a tus ojos se asoma.

Bendiga Dios tu vida: aún tan pequeña üama


{que no veré crecer).
Pero sí que presiento
por esa luz,
el hombre de talento,
del que ya eres semilla
que ha de granar mañana.
—Oh, niño claro: Qué bella es tu alborada.
238
M mirarte las sombras huy&n hacia la nada.
Tu rostro tiene toda
la dulzura
que existe.
Con algo nuevo, acaso,
a sorprender viniste...

A PESAR DE TANTA RECIEDUMBRE

A José García Nieto

Justo honor el monumento al héroe;


que hasta la piedra {que alguien dijo:
"esa ya ru) siente")
bloque a bloque lo unifica y canta,
que aunque polvo en el polvo...,
eüa, por más fuerte,
por siglos lo levanta.
De tal suerte cuentan: ya el guerrero;
ya el descubridor: si justo en Fueros.
O bien el místico: si proclamado santo.
Y ad y de la vulgar muerte liberados,
en plazas y jardines edojados
bien podernos tenerlos por amigos.
{Jamás capaces son —por caballeros—
de faltar a la cita concertada,
por entre ellos él honor ser lo primero).

Los circundantes árboles


que a sus mxmumentos dan abrigo,
orgullosos se sienten.
Aunque los entre ellos erigidos,
jamás el silencio interrumpieron,
contando
por qué tales alturas merecieron.
Mas una tarde, lo rompió el guerrero,
{espada y armadura en imitado acero
que de tal metal la piedra, idea daba)
el que, a pesar de tarda reciedumbre,
239
con quejumbrosa voz, casi inaudible,
oír me pareció, tal si soñara: "Qué amarga
misión la del guerrero: siempre sangre
y dolor en sus senderos y sin posible
solución alguna que igual que pasados
siglos se combate".

Y ardientes lágrimas,
sus mejillas surcando,
iban cayendo al suelo,
calcinando la hierba que al monumento
ornato daba,
y orilla al recinto, en que lo pusieron.
Y aunque de reda armadura va cubierto
(y, acaso también, el corazón de acero
que vida tan esforzada a tanto obliga)
EL "AMAOS LOS UNOS A LOS OTROS",
serena ya la frente y la pasión tranquila,
meditando ya en plena calma,
más que en su carne mortal ha comprendido
que desde inmemorial tiempo,
en tan trascendental solución
el hombre, ha errado.
—De ahí las lágrimas que, a veces,
un misterioso fluir, brotar hacen
y sus pétreas mejülas
siente que le bañan.
(Y qué enorme desconsuelo en sus entrañas...}

240
DOS ELEGÍAS Y CANCIONES ULTIMAS

LOS DE MI MAYOR NOSTALGIA


HOMENAJE

Mi hogar, mi primigenio hogar, apenas si por nueve meses fue


por mí habitado. |
Y si de él, hube de irme, si hube de dejarlo, fue j
tan sólo, porque madre naturaleza —como I
hace con todos— observándome día por día, f
en uno de ellos, j
en su sabiduría g
me dio por terminada. §
I
Cuántas, cuantísimas sucedentes madres, I
hasta llegar a esta generación, de la que soy hija. I
Cómo serían. Mas ¿quién es capaz de preguntarle al tiempo j
por las incontables madres por mí ignoradas? f
Apenas si soporta el corazón tanta inquietud; i
el doloroso anónimo; |
tantos siglos |
sin noticia ni rastro. g
Tal vez, siguiendo el orden de la vida,
apenas si de tres o cuatro, el nombre.

Sin que lo sepáis —o acaso sí— sucedentes madres,


os abrazo intensamente; pero con tristeza;
con esa tristeza que nos causa este desconocimiento.
Pero aun con todo, por esa fuerza que supone
tan trascendente deseo,
aun sin conoceros, os amo.

241
Sombras, dulces sombras, oídme, oíd a esta vuestra hija,
la que involuntariamente cancela vuestra sucedente labor
de madres, en tantos siglos, en los de los tiempos todos.
Mas sin quererlo y sí, tan sólo, por destino,
{ese eterno dictador de nuestras vidas,
por él, siempre en juego).

Pero nada más poderoso que el pensamiento


para acercamos
aun, en siglos.

Escuchad, escuchad mis besos;


los que estampando voy en vuestros rostros.
{Oh, inconcretas formas; rostros por mí no conocidos
y por ello,
los de mi mayor nostalgia...

QUE PREMATURA MUERTE TE HA VENCIDO.

Porque yaces ya tras una losa, María


Teresa —la dulce bienamada—,
triste estoy de los pies a la cabeza.

Porque te fuiste de pronto, como el ave,


que no avisa, al emprender el vuelo,
que así te fuiste tú, cual parte el ave.
Tu sonrisa tu rostro ilumiruxba.
En tu carita bella, la sonrisa,
jamás pudo ver nadie que faltara.

Cuánta felicidad, que hubiera sido,


se ha malogrado así, sin tu presencia.
Qué prematura muerte te ha vencido.

Porque lo que ha ocurrido, en mí no fuera,


otra quisiera ser, otra haber sido.
Ay, cómo siente el corazón herido.

242
este fatal lamento, este quejido.
Este dolor por no estar más contigo.
Este dolor llegándome hasta el fondo.

{"Oh, el impubo de amor que te llevaba


como el viento a las hojas").

CANCIÓN DE LA MOLINERA DEL MEJOR TRIGO


Al escritor Rafael Franqiielo

Cómo lloraba la moza aquella,


la molinera del mejor trigo.
Más le valiera no haber nacido,
que el más ruin mozo conocería,
que el más ruin mozo mal la trataba,
mal la quería.
(Qué daño hiciste Amor, qué daño,
cómo la heriste.)

Cómo lloraba la moza aquella, flor


sin espinas, pura inocencia
que de las cumbres bajara un día,
donde las nubes de puro limpias
nos dan lecciones: esas que entre las
gentes han de aprenderse
porque sean tanto, defensa y guía.
(Qué daño hiciste Amor, qué daño,
cómo la heriste.)

Jamás creyera que lo contara,


que ya el secreto no es tal secreto,
porque el mal mozo le puso alas
porque la miren y la señalen,
porque en el pueblo haya quien diga,
que ya no vale...

243
{Qué daño hiciste Amor, qué daño,
cómo la heriste.)
(Ay, no sabemos por dónde andamos,
que somos ciegos, que somos ciegos
y mucho erramos,)

Aquel camino, aquel camino,


haberlo andado la obsesionaba-
Cómo lloraba la moza aquella,
cómo lloraba.
—De su molino desde la aurora muele que muele,
qué dulce el trigo, qué bien olía.
ilQué amarga el agua que lo movía...!)

CANCIÓN DE LA VOZ AL ECO DEBIDA


A la poeta Elvira Martín
"Tú no me quisiste
con esta ternura.
Tú nunca la viste.
Mas al final de aquélla
tu vida, qué cuenta
te diste.
Qué pena, qué pena,
que nunca me viste".
Jamás supo nadie
—ni el eco siquiera—,
de donde partía
voz tan lastimera.
Por oHÍ pasaba.
La voz de la queja
el eco copiaba.
(Qué pena me daba).

Aún lejos, muy lejos,


la queja se da:

244
"Tú no me quisiste
con esta ternura".
{El eco reTMndo
la pena, seguía).

De lejos que iba


ya casi no oía.
Por aquel paraje,
el que transitaba,
la voz percibía.
{Aquel que la oyera,
nunca olvidaría).

YA PENA M Í A . . .
Al impresor Manolo Andrades
Si de AMOR supiera...
Si de esa miel ella
la colmenera.
Sus huidizos ojos
apenas si miraban
por atento que fuera
el que le hablara.
Pobre demente,
que jamás la luz fuera
tras de su frente.
En el pueblo, los hombres,
tal si alimaña fuera
la maltrataban.
Los mozalbetes
por total inconsciencia
la perseguían.
{Pobre demente.
Cómo querría
que como yo te vieran.
Ya pena mía...)
245
POBRE DE B A S T Í A N
POEMA RURAL

Al poeta y escritor
Francisco Peralto
Tan cerca, verla tan cerca,
y serle desconocido.
Ay madre, míreme madre,
cómo me tiene cautivo,
sin que ella sepa, que es ella,
la que nunca, me ha querido.
Quejábase así. Bastión,
cada vez, más dolorido.

En la taberna, en el pueblo,
rehuyendo va a los amigos.
Entre sus conocimientos
comento es, de corrillos.
—Bastían, pobre de Bastían,
cada vez más amarillo,
cada vez más inclinado
como la espiga del trigo.
Laberintos de su pena
medio tienen, consumido.
Mucho alzó Bastían, los ojos,
(sin querer se le han subido).
Ella, de largas riquezas
y aún más largo señorío.
El, el mozo de su cuadra,
por ella, inadvertido.

Por fin, se casó Bastían


(más muerto andaba que vivo)
nacióle un hijo a Bastión,
al año, nacióle un hijo.
—Qué pena, no fueras tú,
de la que nunca me quiso.
Mas no estaba en mi faltar
a la tierra, darle un hijo,
como le doy mis sudores.

246
como quiero que hagas, hijo.
Qué pena no jueras tú,
de la que nunca me quiso.
Dicen que a su casa-puerta
fue a morir, de hondo suspiro,
no sin que antes se le oyera
—la que nunca me ha querido.

Sí, que vio a un hombre, caer,


tal si falto de sentido,
lo miró: la única vez.
{el hombre había fenecido.)
Ay Bastián, que cerca y lejos
de tu amor desconocido.
Joven aún murió Bastián,
no su queja, hecha canto
va de comarca en comarca,
de hijos a nietos de hijos.
Y es consejo de los viejos:
no alcéis los ojos, mis hijos.

247
FINAL
Sin duda eres en mí,
tal un descanso,
porque al lograrte,
la angustia,
de nú se ha retirado.
Mas sé, que ha de volver,
por su costumbre
de ir, donde me halle.

249
ÍNDICE
Prólogo 7
El Volcado Silencio 11
Mi presencia más clara 49
Las estancias vacías 67
La voz que me desvela 121
Los contados instantes 139
Continuada Señal 163
Mi otra palabra 225
Final 248
(Viene de la otra solapa)
Chona Madera, de "su modo poético"
calificándola "de rara claridad y vita-
lismo".
En la prensa madrileña "Informacio-
nes" "Madrid" y "ABC", publicaron ha-
lagadoras críticas de sus poesías. Y en
el diario "Arriba", el conocido escritor
y biógrafo Miguel Pérez Perrero dijo
de la poesía de Chona Madera, "que no
era una obra del momento producto de
una moda o de un modo deerminado,
sino obra que por ser poesía honda y
auténtica jamás pasa".

NOTA BIBLIOGRÁFICA

"El Volcado Silencio" (Las Palmas de


Gran Canaria, 1944 y Madrid 1947).
"Mi Presencia más Clara" (Madrid,
1956).
"Las Estancias Vacías" (Las Palmas
de Gran Canaria, 1961).
"La Voz que me Desvela" (Las Pal-
mas de Gran Canaria, 1965).
"Los Contados Instantes" (Tercer Pre-
mio Tomás Morales, 1967).
"Continuada Señal" (Málaga, 1970),
"Mi Otra Palabra" (Málaga, 1977).

ULPGC.Biblioteca Universitaria

*697537*
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