Caravias - Ee VC.4
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Caravias - Ee VC.4
EJERCICIOS
ESPIRITUALES
EN LA VIDA
Cuarta etapa:
1. En el Principio y Fundamento, Jesús no aparece explícitamente. Pienso que, sin embargo, Ignacio,
al describir el destino del hombre, su vocación de alabanza, servicio y reverencia; al trazar su actitud frente a
la creación, ha tenido sin duda presente a Jesucristo, cuya vida es prototipo y modelo de todo ser humano. Su
persona está implícita en el proyecto divino de hombre...
¿Por qué no aparece entonces, cuando hubiera podido hacerse una hermosa contemplación global de su
vida, para mostrar cómo debe el hombre glorificar, servir y reverenciar a Dios Padre; cómo relacionarse en
libertad con El, con los hombres, con la creación entera? Quizás por razones pedagógicas. En este primer
momento de los Ejercicios, el que los hace ha de concentrarse en tomar en serio su vida para aceptar su
creaturalidad y su necesidad de ordenar la propia vida integrándola en el proyecto de Dios.
2. En la Primera semana, aparece por primera vez Jesús, como Salvador, colgado en la cruz,
muriendo por mis pecados. Y aquí no se habla de imitar ni de seguir. Se busca que el ejercitante se
experimente abrumado por el amor salvador, y lleno de admiración y gratitud, se pregunte lo que debe hacer
en cambio para corresponder a tanto amor: ¿qué he hecho por Cristo, qué hago por Cristo, qué debo hacer por
Cristo? [53].
3. En la contemplación del llamamiento del Rey eternal, que da comienzo a la segunda semana, el
ejercitante se encuentra con Jesús resucitado, Señor de todas las cosas, que lo llama e invita a seguirlo y a
colaborar con él en la misión de llevar todas las cosas al Padre. Jesús convoca al seguimiento. El ejercitante
responde con el deseo y determinación de seguirlo, imitándolo en pasar todas injurias y todo vituperio y toda
pobreza... [98]. Es la primera opción: comprometerse con Jesucristo para la misión, conformando su vida con
la suya. Aunque se ignora aún la forma concreta de servicio a que el Señor lo llama.
Esta experiencia evoca la experiencia pospascual de los primeros discípulos, convocados por el
Resucitado para proseguir la misión. También en los Evangelios los relatos de la vida de Jesús son posteriores
a los de pasión y resurrección. Recuerda igualmente la experiencia de Pablo, alcanzado por Cristo en el camino
de Damasco, que se pone a correr detrás de él por ver si lo alcanza, solidarizándose con sus sufrimientos y su
muerte, para participar con él en la resurrección (ver Flp 3,10-12).
4. Toda la segunda semana, la más larga de las etapas, se emplea en la contemplación de los misterios
de la vida histórica de Jesús. Experiencia del amor solidario que, siendo rico, se empobreció por nosotros para
enriquecernos con su pobreza (2Cor 8,9). Ignacio propone una selección muy suya de los misterios de Jesús,
para contemplar durante doce días, aunque deja la opción para alargar o abreviar, según el ejercitante se vaya
sintiendo dirigido por el Espíritu, para lo cual deja al final una propuesta de los misterios de toda la vida de
Jesús, distribuida en puntos de contemplación.
Por la contemplación, el ejercitante “se hace presente” al misterio, viendo las personas, oyendo lo que
dicen, mirando lo que hacen. Este acto de presencia es básico en la contemplación. No se trata del esfuerzo
difícil de remontarse veinte siglos atrás para imaginar lo que entonces sucedió. Es que Jesús, mediante su
Espíritu, también me “hace presente” el misterio que contemplo, lo trae hasta mí.
Se pretende una triple actitud en el ejercitante: 1. Hacerse presente al acontecimiento que contempla; 2.
Querer (y pedir) imitar, seguir y servir al Señor que se ha hecho hombre por él; 3. “Afectarse” por la persona
de Jesús hasta el grado de desear intensamente identificarse y configurarse con él en la pobreza, la
humillación, el oprobio...
San Ignacio habla de imitación (término referido más a un modelo estático, del que se hace una copia),
de seguimiento (con referencia más a un líder en camino, cuyos pasos se siguen, reproduciendo su vida desde
las circunstancias propias), de servicio (que es dedicación a colaborar con Jesús en la misión recibida del
Padre)...
5. La tercera semana se centra en la contemplación de la pasión. El Cristo en cruz de la primera
semana, que muere “por mis pecados” se propone de nuevo al ejercitante, quien se pregunta de nuevo lo que
“debe hacer” por él, con un verbo más: “hacer y padecer”. Pero hay un cambio de perspectiva. Ahora la
contemplación se centra más en Jesús que muere, demostrándome su amor y que despierta sentimientos de
com-padecer con él. La petición es de dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado, lágrimas,
pena interna de tanta pena que Cristo pasó por mí [203]. Y el movimiento de las contemplaciones lleva a
considerar lo que Cristo nuestro Señor padece en la humanidad y a caminar paso a paso, con dolor,
sentimiento y confusión, al lado del Señor que va a la pasión por mí [193, 195]. La elección, probablemente ya
concluida en la segunda semana, se afianza en un movimiento de solidaridad e identificación con Jesús
humillado y lleno de oprobios...
6. La cuarta semana acentúa aún más está contemplación desinteresada del Señor Resucitado y
glorioso. El ejercitante, olvidado de sí mismo, pone sus ojos y sus sentimientos en lo que sucede a Jesús y
busca alegrarse y gozarse intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor [221]. La edición latina
sugiere en la petición que se suplique la gracia de participar del inmenso gozo de Cristo y de la madre.
7. En la contemplación para alcanzar amor, desaparece nuevamente la persona de Jesús, para
volverse a considerar el Amor de la Trinidad que se da, habita en nosotros, trabaja por nosotros y se
transparenta en todas las cosas. Pero no hay que olvidar que el ejercitante ha llegado a esta experiencia
conducido por la persona de Jesús, que mantiene aquí una presencia silenciosa: por él se accede a la
contemplación del Dios que nos ha manifestado con su vida y su mensaje. Cristo es la condición de posibilidad
de este diálogo de amor y de mutua entrega. Si esta contemplación pretende que el ejercitante “pueda en todo
amar y servir a su divina majestad” [223] hay que reconocer que es Cristo quien le devolvió al servicio y le hizo
apto para el amor.
EVC - IV 3
Jesús resucitado no oculta su divinidad como lo había hecho durante su vida mortal, sino que manifiesta sus cualidades
divinas para que sus amigos las vean y las experimenten. Se les muestra como un maestro cariñoso, amigo entrañable,
cuando más lo necesitan sus amigos, para animarles y consolarles.
Los discípulos se habían recluido tras cerrojos después de los trágicos acontecimientos del Calvario. Se sentían
rechazados y deprimidos. La presencia del Señor resucitado les comunicó una fe capaz de mover la roca que tapaba la
cueva de sus corazones. El Espíritu los llenó de valor para salir afuera y transformar el mundo. Reanimó sus espíritus
infundiendo en ellos una vida nueva de compromiso, de paz y gozo.
Cristo resucitado muestra profunda compasión e interés personal por sus discípulos. A una Magdalena entristecida:
“¿Mujer, por qué lloras?”. A unos desanimados discípulos: “Paz a ustedes”. A los pescadores fracasados: “¿Han
pescado algo?... Vengan a comer”. Ni una palabra acerca de su cobardía o de sus dudas. Sólo palabras de aliento y
muestras de ánimo, perdón y acogida. ¿Siento yo también este toque personal en mis relaciones con él?
La presencia de Jesús resucitado es siempre transformadora. La tristeza se torna en gozo. La noche en día. El corazón
se llena de amor... No se trata de un premio por la fidelidad y testimonio de los discípulos; ellos había huido. Se trata
de un amor totalmente gratuito.
En la Resurrección son las mujeres las primeras que anuncian la vida porque ellas son portadoras de vida. Entre ellas
Magdalena, la que sintió en sí misma el paso de la muerte a la vida. Ella da la noticia a los discípulos. Las mujeres que
le fueron fieles a Jesús al pie de su cruz son las primeras en conocer su resurrección.
Jesús sigue amando y dando responsabilidad a Pedro a pesar de la negación. Éste es roca de la Iglesia, no por la
fidelidad que tuvo a Jesús, sino por la fidelidad que Jesús tiene con él. No se nos pide el testimonio de nuestras
fidelidades al Señor, sino que seamos testigos de la fidelidad que el Señor tiene con nosotros.
Esta semana me esfuerzo en entregarme a la experiencia del gozo y de la paz, que son el fruto de la Resurrección de
Jesús. He de procurar darme cuenta de que el aire en torno mío está lleno del ambiente de Cristo, en una extraordinaria
atmósfera de paz. Como los de Emaús, hemos de pasar de la tristeza a la alegría, del ver material al espiritual, de la
alegría individual a la alegría comunitaria...
Pido a Dios la gracia de sentirme contento y de alegrarme intensamente porque Jesucristo resucitó con gran poder y
gloria y volvió junto a sus amigos para siempre.
Pasajes bíblicos sobre la resurrección de Cristo:
a. El Señor Resucitado se encuentra con su Madre
San Ignacio escribe: “Aparece primero a la Virgen María; aunque esto no está explícitamente mencionado en las
Escrituras, debemos considerarlo como un hecho, cuando las Escrituras dicen que él apareció a muchos otros. Pues
la Sagrada Escritura da por cierto que nosotros tenemos inteligencia” [299]. Imagina este encuentro. Escucha sus
palabras, mira sus reacciones, y deja que ellos compartan contigo lo que experimentan. ¿Cómo manifestó él su
divinidad a su Madre? ¿Cómo la consoló? Conversa con ellos...
b. Mc 16, 1-14; Lc 24, 1-12: Jesús se aparece a las mujeres y los hombres no las creen.
c. Jn 20, 19-29: Jesús se aparece a los apóstoles y les da su paz. Él los envía a consolar. Tomás, que no estuvo allá no
cree. Llega Jesús de nuevo y lo invita a tocarlo y a creer: "Señor mío y Dios mío".
d. Jn 21, 1-17: Jesús se aproxima a los apóstoles después que ellos han pasado una noche inútil intentando pescar.
Jesús les tiene preparado algo que comer y le encomienda a Pedro que apaciente sus ovejas.
e. Lc 24, 13-42: Dos discípulos se marchan desanimados. Jesús se une a ellos y los instruye sobre su misión. Ellos lo
reconocen en la fracción del pan y quedan entusiasmados.
• Orar la Biblia, 45: Alegrías desde Dios.
ORACIÓN RESUMEN
Padre Dios, vemos que muestras tu fidelidad a tu Hijo, no evitando que muera, sino haciéndolo vencer a la
muerte. ¡Bendito seas por esta gran esperanza!
Jesús, hermano, comparto contigo la alegría de mostrar a los pueblos la fidelidad que el Padre tiene contigo.
Estoy entusiasmado con tu Resurrección. ¡Has ganado, Señor! Quiero ser testigo de esta victoria
maravillosa.
Venciste todo el mal que podíamos hacer, cada uno de los males y todos juntos. Tu amor no falló en este
mundo de odio. Superaste el poder de la oscuridad y de la muerte, para caminar pacíficamente de nuevo
en tu propia carne, para siempre.
Mi espíritu brilla con tu resurrección. Me siento alegre junto con todos tus amigos. Siento una paz
profunda, y gran serenidad y certeza. ¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!
Con Pedro y como él, quiero proclamar que, aunque no siempre te he sido fiel, tú siempre lo has sido
conmigo.
Alabado seas por siempre, Señor. Digno eres de recibir el honor, la gloria y el poder. ¡Aleluya!
Evaluación:
- ¿Busco vivir estos días en un ambiente de celebración gozosa? ¿Tengo experiencias de alegría profunda?
- ¿He entendido a Jesús como consolador? ¿Me dejo consolar por él?
EVC - IV 4
- ¿Voy aprendiendo cómo es la acción del Espíritu de Dios, y cómo es la acción del espíritu que no es de Dios?
IV. 1 - Lecturas complementarias
La vía pascual
“El hombre halla en la resurrección una luz completamente nueva, que le ayuda a abrirse
camino a través de la densa oscuridad de las humillaciones, de las dudas, de la desesperación y
de la persecución…
El apóstol experimentó antes 'la fuerza de la resurrección' de Cristo en el camino de
Damasco, y sólo después, en esta luz pascual, llegó a la 'participación de sus padecimientos', de
la que habla, por ejemplo, en la carta a los Gálatas. La vía de Pablo es claramente pascual: la
participación en la cruz de Cristo se realiza a través de la experiencia del Resucitado, y por tanto
mediante una especial participación en la resurrección” (JP II, Salvifici Doloris, 20s).
Presencia del Señor sino que los proteges, como a Caín, de sus
Siento la voz divina de tu boca, vengadores.
acariciar mi oído tiernamente, Porque eres enteramente bueno
tu aliento embriagarme, y en mi frente haces salir el sol sobre justos y pecadores.
la mano que ilumina cuanto toca. Es que amas a cada uno
Mi antiguo corazón de amarga roca y no quieres la muerte del pecador
ha brotado divina, oculta fuente, sino que se convierta y viva.
y una armonía dulce y sorprendente A todos nos perdonas los pecados
a su celeste amor, fiel me convoca. y haces sentar a la misma mesa
al que llegó a última hora
La soledad, la noche en que vivía,
y al que trabajó desde el amanecer.
el hondo desamparo y desconsuelo,
Te damos gracias porque en todo esto te revelas
la triste esclavitud que me perdía,
como Enteramente Bueno.
son ahora, presencia, luz sin velo, Estás tan apartado del mal
son amor, son verdad, son alegría, estás tan ajeno a todos los mecanismos del mal
¡son libertad en ti, Señor, son cielo! que ni siquiera castigas a los transgresores
Bartolomé Llorens para no añadir violencia a nuestras violencias.
Tú no tienes el poder de matar
porque ese no es un poder divino.
Salmo al Dios enteramente bueno
Tu poder es amar sin medida,
Señor, Dios nuestro, te queremos dar gracias crear, sanar, perdonar
porque en Jesús te has revelado y hasta triunfar de la muerte.
como un Dios Enteramente Bueno. Tu justicia no es tasar y medir,
En esto no te pareces a nosotros; sino hacernos justos…
en esto te diferencias de todas las imágenes Dios nuestro, estamos contentos
que, sublimándonos, nos hacemos los hombres de ti. de que tú seas nuestro Padre,
Tú amas todo lo que has creado… y puesto que nos hiciste a tu medida
Por eso no te enfureces con nuestros pecados danos un corazón generoso como el tuyo.
ni tomas venganza de los que obran el mal;
Pedro Trigo sj.
no matas a los que matan
IV. 2 - JESÚS RESUCITADO ENVÍA SU ESPÍRITU
[307; 312]
Abre espacios y dedica tiempo para pensar seriamente qué vas a hacer para mantenerte en contacto
con Dios, tu Señor, después de que hayas terminado los Ejercicios Ignacianos.
Las apariciones del Señor resucitado acaban en la misión que les encomienda de proclamar su Buena Nueva del Reino
de Dios, de forma que podamos edificar un nuevo mundo en el que el amor, la libertad y la justicia prevalezcan en
todas partes y a todos los niveles. A las mujeres les encarga: “Vayan y díganle a mis hermanos...”. A los apóstoles: “Yo
les envío...”. Y a todos sus seguidores: “Vayan a todos los pueblos y háganles discípulos míos”. Todo el que se siente
transformado por el Resucitado se siente llamado a pasar esa gran alegría a sus hermanos.
Pero antes de mandarles a predicar, les promete una ayuda especial: el Espíritu Santo, que sigue hasta hoy haciendo
posible la misión del Resucitado. Su fuego quiere inflamar cada fibra de nuestro ser. Quiere entrar en todos los
aspectos de mi personalidad para convertirme en servidor de mis hermanos.
Debemos revivir, en Cristo resucitado, la experiencia de Pentecostés. Hagámonos conscientes de que la Persona del
Espíritu Santo está siempre presente en nuestras oraciones, pues sin él no podríamos orar como es debido. En él
podemos dirigirnos al Padre con afecto de hijos, unidos al Hijo (Rom 8,15; Gál 4,6).
En Pentecostés se plenifica el misterio trinitario. La relación Padre-Hijo es tan intensa y limpia que origina un ser
personal nuevo, como expresión del amor y la unión de los dos, su respeto y complementación mutuas. El único modo
de entrar en ese misterio es dejarnos inundar por su amor.
Esta semana trataremos de comprender lo que significa el mensaje de despedida de Jesús y la experiencia del Espíritu
que llena todo nuestro ser como lo hizo con los discípulos el día de Pentecostés.
La venida del Espíritu Santo es como una segunda creación. Transforma totalmente a Pedro, a Juan y a los demás
discípulos. Él le dio una nueva vida a aquellos hombres hundidos: quedaron llenos de sabiduría, inteligencia, consejo,
fortaleza, ciencia y piedad. Ruega al Espíritu que te transforme también a ti, que te vuelva a crear, con capacidad de
ayudar a que progrese la fe y la alegría de los hermanos (Flp 1,25).
Aprovecha el tema para reflexionar sobre cómo vivirás tu vida interior después de terminar los Ejercicios Ignacianos.
Mantén en mente que todo lo que haces tiene un gran significado, no sólo para ti, sino también para los que Dios te dio
para que los ames y seas amado por ellos. Cuenta con la ayuda segura del Espíritu...
Pido a Dios la gracia de vivir la alegría de Cristo Resucitado. Pido también el don de vivir agradecido por
todo lo que me es dado: el mundo, mi vida, mi vocación... Y pido el don más grande: su Espíritu, que me haga
capaz de vivir y llevar la Buena Nueva a mis hermanos...
ORACIÓN SÍNTESIS
Alabado seas, Jesús, porque nos envías tu Espíritu para que participemos de tu alegría y tu fortaleza.
Concédeme la gracia de experimentar dentro de mí el poder del Espíritu inflamando mi corazón con su amor,
de forma que pueda lanzarme a difundir con valentía tu Buena Nueva.
Señor, ayúdame a difundir tu fragancia por dondequiera que vaya. Penetra y posee todo mi ser con tal
plenitud, que toda mi vida sea un reflejo de la tuya. Resplandece a través de mí, de manera que todos los
que me encuentren sientan tu presencia amorosa.
Que con la luz de tu Espíritu te alabe como a ti te gusta: iluminando y animando a los que me has dado.
Envíame a consolar a los que a mi alrededor están heridos.
Ven, Espíritu Santo, y envía una chispa de tu fuego. Ven, padre de los pobres, ven dador de todo bien, luz
del corazón, consolador profundo; ven, pacificador sereno, reposo en el cansancio, compañía en la
tristeza.
Luz purísima, ilumina por dentro el corazón de tus hijos; sin tu claridad todo en nosotros es noche y
mentira.
Lava lo que está manchado, humedece lo que está árido, sana lo que está enfermo, vuelve acogedor lo que
está cerrado, calienta lo que está frío, endereza lo que está torcido.
Danos la Vida plena, danos Alegría sin crepúsculo, danos tu eterna Paz. Amén.
Evaluación:
- ¿Hasta dónde dejo yo actuar en mí el Espíritu de Cristo? ¿Puede él contar totalmente conmigo?
- ¿Estoy listo para terminar los Ejercicios? ¿Podré poner en práctica mi elección vocacional? Recordar que el Espíritu
me quiere ayudar a través de mi familia, mi comunidad, mis amigos, mi parroquia...
IV. 2 - Lecturas
complementarias
Estás llegando al final de los Ejercicios. Ellos han sido una preparación cualificada para poder seguir de cerca a Cristo
durante todo el resto de tu vida. Estás suficientemente preparado para militar bajo la bandera de Jesús dentro de su
Iglesia. Has sentido la experiencia transformadora de Jesús. Ahora él te llama para que transmitas tu experiencia vivifi-
cadora a tus hermanos.
Jesús se preocupó de preparar lentamente a sus discípulos para que fueran capaces de proseguir su obra. Hizo con ellos
algo así como unos Ejercicios Espirituales en la vida corriente. Fue como un noviciado. Pero al final de aquella
excepcional preparación, les encomendó que siguieran la obra comenzada, apacentando a sus ovejas.
Ya durante su vida mortal Jesús encomendó con frecuencia a sus discípulos que predicaran su Buena Noticia de un
Dios enteramente bueno para con todos sus hijos, y muy especialmente para con los despreciados y disminuidos. Pero
llama la atención cómo después de su resurrección insiste de nuevo en su envío.
Nosotros también nos hemos sentido llamados y enviados por Jesús. Por largo tiempo hemos discernido cuál es la
misión a la que nos llama él. Ahora, al final de estos Ejercicios, llega la hora en la que debemos llevarla a la práctica de
una forma enteramente responsable.
El sentimiento de sentirnos enviados por Jesús mismo en persona es de suma importancia para todo bautizado. Hay que
insistir mucho en ello, revalorizando siempre el bautismo como el sacramento fuente de todos los demás.
Durante esta semana procure el ejercitante actualizar las meditaciones sobre el discernimiento vocacional. Y realice
una o varias repeticiones de las oraciones que más le han movido a través de este año sobre la llamada personal que le
realiza Jesús.
Después medite algunos trozos evangélicos sobre el envío que realiza Jesús resucitado. Podría terminar la semana
meditando algún trozo sobre la misión a la que se siente llamado Pablo.
ORACIÓN SÍNTESIS
Señor Jesús, hace tiempo que sentí tu mirada posada en mí, invitándome a seguirte.
He vivido junto a ti momentos maravillosos de intimidad, de paz y de plenitud.
Me he sentido perdonado, comprendido, llamado y enviado.
Siento que me necesitas. Así me lo has hecho comprender. Parece mentira, pero es así.
Me siento llamado a pasar a los demás esta alegría de tu Buena Nueva que me embarga.
Quisiera poder transmitir a mis familiares y amigos tu fuerza personalizante.
Quiero testimoniar que contigo es posible la felicidad en medio del dolor, la austeridad y la incomprensión.
Siento especialmente tu invitación a llevar tu Buena Nueva a los marginados, los despreciados y
acomplejados, a los agnósticos y los descreídos, en mi casa y en el trabajo...
Quiero ser testimonio viviente de que Papá-Dios es siempre y en todo enteramente bueno.
Quiero demostrar que la fe en ti y la lucha por un mundo nuevo caminan indisolublemente unidas.
Quiero ser luz para los que tantean en la oscuridad, ánimo para los hundidos, estima para los acomplejados,
amor grande y desinteresado para con todos.
Me siento llamado, como nuestro padre Ignacio a “en todo amarte y servirte”.
Todo contigo, por ti y caminando hacia ti. Que así sea.
Evaluación:
- ¿He sido diligente en repasar las meditaciones sobre mi vocación? ¿Cuáles son las constantes?
- ¿Voy planificando cómo voy a seguir haciendo oración cuando acaben los Ejercicios?
La Iglesia no está plenamente formada ni es señal perfecta de Cristo mientras no existe un laicado
propiamente dicho. Porque el Evangelio no puede penetrar profundamente en las conciencias, en la vida y en
el trabajo de un pueblo sin la presencia activa de los seglares. Siembren los laicos la fe entre sus
compañeros de trabajo, ya que muchos no pueden oír el Evangelio ni a Cristo sino por sus vecinos laicos
(Conc. Vaticano II, Ad Gentes 21).
Los pastores reconozcan y promuevan la dignidad y responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Recurran
gustosamente a su prudente consejo, encomiéndenles con confianza cargos en servicio de la Iglesia y denles
libertad y oportunidad para actuar. Más aún, anímenles incluso a emprender obras por propia iniciativa. Los
pastores acatarán la justa libertad que a todos corresponde en la sociedad civil
(Conc. Vaticano II, Lumen Gentium 37).
IV. 3 - Lecturas
complementarias
Comunidades en misión
Ser cristiano supone ser discípulo, y por tanto haber recibido la misión profética, una misión que tendrá muchas
facetas. Tal vez la más importante sea la de comunicar esperanza y sentido del vivir a los hombres y mujeres de
nuestro mundo. Sin duda, en muchos casos supondrá denunciar y hablar con dureza como consagrados en la
verdad. Ello supone una manera de vivir, un estilo, un modo de enfrentarse a los retos de la vida en los distintos
ámbitos familiares, sociales, políticos, profesionales, etc. Pero no basta estar en ellos, hay que estar como profetas,
para anunciar con gesto y con palabra la presencia del Reinado de Dios (Nuestro Carisma CVX, 88).
De acuerdo con la orientación del Vaticano II, la misión del laico no se interpreta restrictivamente ni estableciendo
dicotomías. El campo de misión es ilimitado. Se extiende a la Iglesia y al mundo, al servicio de las personas y de la
sociedad, buscando llegar al corazón de la persona y luchando por cambiar las estructuras injustas, para hacer
presente el Evangelio de salvación a todos y en todas las situaciones y circunstancias (Id. 91).
Al que sigue a Cristo le es necesario aceptar con claridad el hecho de que vive en una Iglesia concreta, que
lucha, que sufre cambios históricos, que vive debilidades, derrotas, victorias y alegrías...
La Iglesia es un misterio de fe. “Creemos que entre Cristo nuestro Señor, esposo, y la Iglesia su esposa, es el
mismo Espíritu el que nos gobierna y rige para la salud de nuestras almas”. Por tanto, si el ejercitante ha sacado de los
Ejercicios un amor decidido a Jesucristo, éste tiene que proyectarse necesariamente dentro de la Iglesia.
El misterio de Cristo es previo y fundante con respecto al misterio de la Iglesia; pero al misterio de la Iglesia se
accede a través de la experiencia personal de Cristo vivo (ver 1Jn 1,1-4); y esa experiencia se adquiere o se aumenta en
los Ejercicios, conociéndolo, amándolo y siguiéndolo de cerca. La misma dinámica de fe que nos hace responder al
Rey Eternal, nos lleva a una generosa disponibilidad para la construcción del Reino dentro de la Iglesia actual.
Pertenecemos al Cuerpo de Cristo actual que es la Iglesia concreta de hoy.
Este Cuerpo de Cristo está formado por la Jerarquía y el Laicado. Por eso la unidad que hay que defender y la
fidelidad que hay que vivir se refiere a Cristo-Jerarquía-Pueblo. Defensa de lo genuino de Cristo, de lo genuino de la
Jerarquía y de lo genuino de los Laicos. Esta postura de pertenencia, de defensa, y de obediencia produce a veces ten-
siones que pueden llevar a sufrimientos grandes o a la tentación de romper con alguna de las tres realidades: Cristo-Je-
rarquía-Laicos; o al menos a serles infiel.
Para esto, las “Reglas para sentir con la Iglesia” al final de los Ejercicios enseñan que debemos ser prácticos, te-
niendo siempre una actitud constructiva, cediendo parte de lo propio (ideas, proyectos, conductas...) que pueda dañar
de alguna manera la fidelidad y la unidad con Cristo, con la Jerarquía y con el Laicado. Todo ello con cariño crítico
constructivo. Y teniendo clara la meta de una Iglesia-Comunidad, en la que todos nos sentimos implicados.
IV. 4 - Lecturas
complementarias
Amor a la Iglesia
En algunos países se vacila o no se atreven a dar a conocer las reglas para el sentido verdadero que
debemos tener en la Iglesia militante. Aparentemente hay una especie de abismo entre la contemplación
para alcanzar amor y lo que parece una obediencia ciega a la Iglesia y a las cosas de la Iglesia. Corremos el
riesgo de olvidar que durante la prolongación de la cuarta semana, Ignacio debía proponer una
disponibilidad de corazón para servir a la Iglesia, puesto que todas las apariciones del Resucitado tenían
como fin edificar la Iglesia de los apóstoles…
Con su habitual sobriedad Ignacio hace sentir que hace falta el lenguaje del amor para vivir el
misterio de una institución que con sus debilidades y sus límites, sigue siendo la esposa de Cristo, quien no
cesa de consolarla… En la prolongación del amor del Resucitado por su Iglesia naciente, Ignacio jamás ve
alguna contradicción entre las reglas del “sentir con la Iglesia” y la contemplación para alcanzar amor.
Ciertamente que no es casualidad que toda la cuarta semana esté inspirada por el encuentro del Resucitado
con su Madre. Como lo subrayan los Principios Generales, Nuestra Señora es como el modelo de nuestra
propia colaboración con la misión de Cristo, precisamente porque el amor que muestra su “sí” no es
conservado celosamente en su corazón, sino que conduce a un “sentir con” la joven Iglesia de los apóstoles,
en medio de la cual ella comunica de lo alto su amor por la Iglesia…
Más tarde, cuando Ignacio recuerda que la Iglesia le ha impedido trabajar en Tierra Santa, no puede
sino alabar el amor de Dios que por esa dolorosa medida disciplinaria ha hecho posible un servicio mayor.
Sin ese rechazo, ni la CVX ni la Compañía de Jesús estarían trabajando en el corazón de la Iglesia. Por
consiguiente, si nuestro discernimiento, nuestros sueños y deseos apostólicos, se estrellan contra la
realidad de la Iglesia, o contra las orientaciones pastorales de las Iglesias locales, o nos llevan a combatir
con movimientos eclesiales nuevos, o a la desunión que puede romper la comunidad eclesial, o a uno u otro
escándalo entre hombres de Iglesia, entonces Ignacio nos incita a mantener un lenguaje de amor —se trata
de nuestra madre—, lo que ciertamente no excluye la verdad, toda la verdad. En cualquier caso, por amor a
la Iglesia —una Iglesia tan diferente a la que conoció Ignacio— la CVX y la Compañía de Jesús deberán
discernir lo que será concretamente el servicio que el Señor les confía de lo alto. Estoy contento de que la
CVX y los jesuitas hayan retomado el desafío de la misión, discerniendo cómo ser aquí y ahora servidores y
siervos de la misión de Cristo (Peter Hans Kolvenbach sj., Itaici 98).
La resurrección de Jesús no es sólo un acontecimiento del pasado. Es una realidad del presente y del futuro. Él está
vivo hoy en todas partes. Enseña, libera, humaniza y fortalece. Ejerce una poderosa influencia sobre muchísimos
corazones. Sentimos en nuestra vida momentos de resurrección cuando hallamos un amor verdadero, cuando somos
aceptados, cuando nos sentimos comprendidos o perdonados, cuando nos vuelve la esperanza, cuando salimos de la
tumba y se nos abre un nuevo horizonte.
La resurrección de Jesús se completará en el futuro absoluto, pero empieza ya a realizarse en el presente histórico. Su
resurrección no le separa de la historia, sino que le introduce en ella de una nueva forma; y los creyentes en el
Resucitado debemos vivir ya en proceso de resurrección.
San Pablo repite con frecuencia que la resurrección de Jesús lleva a nuestra propia transformación, a partir de esta
misma vida. "Murió por todos para que los que viven ya no vivan más para sí mismos, sino para el que murió y
resucitó por ellos" (2Cor 5,15).
Cuando se trata de Cristo, Pablo habla ordinariamente de resurrección, e igualmente cuando habla de la vida futura.
Pero para el creyente que vive en este mundo Pablo habla de "hombre nuevo". El no insiste tanto en que el bautizado
ha de "resucitar", sino en que ha de "vivir una nueva vida".
La nueva vida del creyente es la vida de Cristo. Por eso Pablo puede decir: "Vivo, pero no yo, sino que es Cristo el que
vive en mí" (Gál 2,20). En cierto sentido, Pablo es Cristo viviente. Se siente a sí mismo en relación íntima con Cristo,
de quien depende enteramente, sin el cual vivir ya no es vivir, y con el que todo se vuelve amor.
Pero este amor es un amor crucificado. Pablo anuncia siempre juntas la cruz y la resurrección de Cristo. Pues para
anunciar la cruz como acontecimiento de salvación, es preciso que la Resurrección haya tenido lugar y dé sentido a la
cruz. Sin el activo y eficaz recuerdo del Crucificado, el ideal del hombre nuevo toma un rumbo peligroso, como lo
prueban los que miran la historia de arriba hacia abajo tratando de someterla a la fuerza. El camino hacia el "hombre
nuevo" no puede ser otro que el camino sufriente de Jesús hacia su resurrección.
Es un grave error pensar que sólo para Jesús fue necesaria la dureza de una vida de compromiso. Sería como pretender
llegar a la resurrección de Jesús, sin recorrer las mismas etapas históricas que recorrió él, desde el pesebre y la cruz
hasta la resurrección.
Se trata, siguiendo sus huellas, de "hacerse hijos en el Hijo", que vino "a servir y a dar la vida" (Mt 20,28). El Reino de
Cristo se hace real en la medida en que hay servidores a su estilo. El hombre nuevo cree en verdad que más feliz es el
que da que el que recibe (Hch 20,35) y que es más grande el que más se abaja para servir mejor (Mt 20,26).
La resurrección se presenta en medio de nosotros como "el paso de condiciones inhumanas a condiciones más
humanas". Cualquier adelanto fraterno en una comunidad es ese paso, en pequeño, de la muerte a la vida. Avanzar en
ser más personas, más unidos, más libres, es un caminar hacia la resurrección, junto con Cristo resucitado. Hacer ver al
ciego, ayudar a dialogar a una pareja, superar una crisis, madurar en la fe... Todo trabajo profesional de servicio bien
realizado, todo nuevo paso en la construcción de la verdad, la justicia y la libertad, todo amor auténtico, constituyen el
camino hacia la plenitud de la resurrección.
La resurrección entendida así no tiene nada de pasividad. Bajo ningún concepto puede ser alienante. Es una negativa a
detenerse, a vivir marginados y explotados; es una negativa a dejarse morir. Es paso de formas de muerte a formas de
vida. Es luchar por hombres nuevos y un mundo nuevo, con renovadas esperanzas, a pesar de las dificultades, pues el
fin de toda esclavitud está ya decretado por Dios en la resurrección de Cristo. Por ello Pablo repite exultante que
ninguna criatura podrá apartarnos de ese amor de Dios, presente en Cristo Jesús, Señor nuestro" (Rom 8,39).
ORACIÓN
Aumenta mi fe, Señor, para que sepa verte resucitando en el mundo de hoy. Y dame fortaleza para
proclamar esta Buena Nueva a todos mis hermanos, especialmente a los desanimados.
Señor Jesús, que el poder de tu resurrección toque todo lo que está en nosotros muerto, y lo devuelva a la
vida. Que el esplendor de tu resurrección ilumine el mundo entero, ahuyentando las sombras de la
muerte y ayudando a los hijos del Padre a caminar en la luz de la esperanza, hacia el Reino que ya llega.
Me alegro, Jesús, de que estés vivo para siempre y me hayas llenado con tu espíritu de vida. Gracias porque
estarás para siempre con nosotros.
Aumenta mi convencimiento de que estás vivo en la vida de todos nosotros, actuando mucho más allá de lo
que podemos pensar o pedir.
A la luz de tu resurrección, ayúdame a confeccionar una nueva perspectiva de la realidad que me rodea. Haz
que te sepa reconocer presente en todos los que, por amor, luchan por la verdad, la justicia y la libertad
auténticas…
Desde los primeros tiempos los cristianos experimentaron y vibraron enaltecidos con el triunfo y la gloria de Cristo
resucitado. Dios Padre había resucitado a Jesús como prueba de que su predicación y su vida eran auténticas. Y la
fuerza del Resucitado la sintieron viva dentro de ellos. Ya no eran los mismos de antes. Sentían a Jesús actuando dentro
de ellos. Éste era el núcleo de su predicación y de sus himnos de alabanza.
Proponemos para su meditación citas de las primeras predicaciones de los apóstoles e himnos cantados en las primeras
comunidades. Después proponemos la contemplación de unos cuadros del Cristo del Apocalipsis.
El Apocalipsis es como el resumen y culminación de la Biblia. En él Cristo resucitado es el eje alrededor del cual gira
todo. En la década del 90, durante la cruel persecución de Domiciano, los cristianos eran aniquilados de forma
sistemática. En aquellas circunstancias se escribió el Apocalipsis para traer consuelo y esperanza a los perseguidos.
El autor del libro va presentando a Cristo triunfante a través de una serie de cuadros que hoy podríamos llamar
surrealistas, llenos de fuerza y colorido. En todos ellos armoniza cualidades aparentemente contradictorias: presenta a
Jesús a la vez grandioso y cercano, terrible y cariñoso, vencedor de sus enemigos y premio maravilloso de sus
seguidores: Señor absoluto de la creación y de la Historia. Son como piezas orquestales, que se inician suavemente,
poco a poco ascienden hasta una cumbre grandiosa, pero de repente se vuelven de nuevo suaves y entrañables. La
experiencia palpitante es que ese Jesús, tan lindo, tan magnífico y poderoso, es nuestro amigo entrañable.
Parecería que este Cristo tan maravilloso debería estar instalado ya muy lejos de la pobre humanidad sufriente,
simbolizada en la figura de Juan caído en el suelo como muerto (Ap 1,17). Pero esa figura maravillosa sale de sí
misma, se empequeñece y toca cariñosamente con la mano al pobre Juan caído en tierra: "No temas nada, soy Yo...
Estuve muerto y de nuevo soy el que vive por los siglos de los siglos" (1,17s). Son palabras inspiradas por el mismo
Cristo resucitado, presentándose a sí mismo como consolador a aquellas comunidades, tan doloridas que parecen ya
como muertas. Les dice que les comprende porque él también estuvo muerto como ellos; pero ahora vive para siempre
y podrá conseguir que ellos venzan también a la muerte y al infierno igual que él. El dolor del Crucificado es consuelo
para los crucificados de este mundo; pero el consuelo se convierte en esperanza cuando nos damos cuenta de que ése
que sufrió junto a nosotros ahora es todopoderoso, y en su poder no se ha olvidado de nosotros, pues "nos ama" de
veras (1,5).
Todo el Apocalipsis está jalonado de cuadros maravillosos del Cristo triunfante. Por eso rezuma consuelo y esperanza
para los que intentan de veras seguir a Jesús. El horror del Apocalipsis queda sólo para sus enemigos...
El capítulo 5 presenta a Jesús como Señor de la Historia. Sólo él es capaz de abrir el misterio del dolor humano y darle
sentido. En él las comunidades perseguidas a muerte, representadas de nuevo por Juan, lloran sin consuelo ante la
sinrazón de la historia, pero un resucitado (un anciano) les dice que no se pasen la vida lamentándose, sino que
aprendan a ver la obra del Resucitado (tan poderoso como un León y tan tierno como un Brote) en todo lo que vive a su
alrededor. La visión acaba en una explosión de cánticos de alabanza.
En los capítulos 19 y 20 se presenta la figura de un Cristo fuerte y poderoso, vencedor de sus enemigos: la opresión
organizada, la idolatría, el mal y la muerte, que quedarán aniquilados para siempre.
Pido al Padre la gracia de alegrarme con el triunfo de Cristo. Que sepa ver su presencia resucitadora en la
marcha de mi vida y de toda la Historia.
ORACIÓN
Bendito seas, Jesús, porque Dios te ha glorificado y te ha exaltado hasta la cumbre de su gloria. Todo lo ha
hecho por medio de ti y para ti. Eres el primero en todo.
Enséñame a ver tu presencia triunfante en la marcha de la Historia. Sólo tú eres digno de tomar el libro y
de abrir sus sellos, porque fuiste degollado y con tu sangre compraste para Dios hombres de toda
raza, lengua, pueblo y nación.
Digno eres, Cordero degollado, de recibir poder y riqueza, sabiduría y fuerza, honor, gloria y alabanza.
Te damos gracias porque has empezado ya a reinar, valiéndote de tu poder invencible.
Nos alegramos de que ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios, y la soberanía de su
Cristo.
¡Aleluya! ¿Quién salva y quién tiene gloria y poder sino nuestro Dios?
Evaluación:
- ¿He sido perseverante en mi hora de oración diaria? ¿La he preparado debidamente?
- ¿Me he esforzado suficientemente para ver los triunfos de Cristo en el mundo que me rodea?
IV. 6 - Lectura
complementaria
Desde que Jesús nació, desde que terminó de crecer, desde que murió, todo ha seguido
moviéndose, porque Cristo no ha terminado de formarse. No ha atraído hacia sí los últimos
pliegues de su Vestido de carne y de amor que constituyen sus fieles. El Cristo místico no ha
alcanzado su pleno crecimiento, ni, por tanto, el Cristo cósmico. Uno y otro, al mismo tiempo,
son y están siendo, y en la prolongación de este engendrar está situado el resorte último de toda
actividad creada. Cristo es el Término de la Evolución, incluso natural, de los seres; la Evolución
es santa…
Cuando se me fue dado ver hacia dónde tendía el deslumbrador reguero de las hermosuras
individuales y de las armonías parciales, descubrí que todo eso volvía a centrarse en un solo
Punto, en una Persona, ¡la tuya…, Jesús…! Toda presencia me hace sentir que Tú estás cerca de
mí; todo contacto es el de tu mano; toda necesidad me transmite una pulsación de tu Voluntad…
Tu humanidad palestiniana se ha ido extendiendo poco a poco por todas partes, como un
arco iris innumerable en el que tu Presencia, sin destruir nada, penetraba, superanimándola,
cualquier otra presencia a mi alrededor… ¡En un Universo que se me descubría en estado de
emergencia, Tú has ocupado, por derecho de Resurrección, el punto clave del Centro total en el
que todo se concentra!
Tú eres, Jesús, el resumen y la cima de toda perfección humana y cósmica. No hay una
brizna de hermosura, ni un encanto de bondad, ni un elemento de fuerza que no encuentre en Ti
su expresión más pura y su coronación…
¡Oh Cristo Jesús!, en tu benignidad y en tu Humanidad sustentas verdaderamente toda la
implacable grandeza del Mundo. Y es en virtud… de esa inefable síntesis, realizada en Ti… que
mi corazón, enamorado de las realidades cósmicas, se entrega apasionadamente a Ti.
Te amo, Jesús, por la Multitud que se refugia en Ti y a la que se oye bullir, orar, llorar
juntamente con todos los demás seres…, cuando uno se aprieta contra Ti.
Te amo por la trascendente e inexorable fijeza de tus designios…
Te amo por la Fuente, el Medio activo y vivificante, el Término y la Solución del Mundo,
incluso natural, y de su Porvenir.
Centro en donde todo se encuentra y que se extiende a todas las cosas para atraerlas hacia
sí, te amo por las prolongaciones de tu Cuerpo y de tu Alma en toda la Creación, por medio de la
Gracia, de la Vida, de la Materia.
Jesús, dulce como un Corazón, ardiente como una Fuerza, íntimo como una Vida; Jesús,
en quien puedo fundirme, con quien debo dominar y liberarme, te amo como un Mundo, como el
Mundo que me ha seducido, y eres Tú, ahora me doy cuenta de ello, a quien los hombres, mis
hermanos, incluso los que no creen, sienten y persiguen a través de la magia del gran Cosmos.
Jesús, centro hacia el que todo se mueve, dígnate disponernos, a todos, si es posible, un
lugar entre las mónadas elegidas y santas que, desprendidas una a una del caos actual por tu
gran solicitud, se suman lentamente a Ti en la unidad de la Tierra Nueva…
Cristo glorioso, Influencia secretamente difundida en el seno de la Materia y Centro
deslumbrador en el que se centran las innumerables fibras de lo Múltiple; Potencia implacable
como el Mundo y cálida como la Vida; Tú en quien la frente es de nieve, los ojos de fuego, y los
pies son más centelleantes que el oro en fusión; Tú, cuyas manos aprisionan las estrellas; Tú que
eres el primero y el último, el vivo, el muerto y el resucitado; Tú que concentras en tu unidad
exuberante todos los encantos, todos los gustos, todas las fuerzas, todos los estados; a Ti era a
quien llamaba mi ser con una ansia tan amplia como el Universo: ¡Tú eres realmente mi Señor y
mi Dios! ¡Escóndeme en Ti, Señor!…
En la Vida que brota en mí, en esta Materia que me sostiene, hallo algo todavía mejor que
tus dones: te hallo a Ti mismo; a Ti, que me haces participar de tu Ser y que me moldeas…
Ahora que ya te poseo, Consistencia suprema, y que me siento llevado por Ti, me doy
cuenta de que el fondo secreto de mis deseos no era abrazar, sino ser poseído.
No es como el rayo, ni como una sutil materia, sino como Fuego, como yo te deseo, y como
te he adivinado, en la intuición del primer encuentro. No encontraré reposo, me doy perfecta
cuenta de ello, más que si una influencia activa procedente de Ti cae sobre mí para
transformarme…
No seáis para mí, Jesús, tan solo un hermano, ¡sed también un Dios! Ahora, revestido de la
potencia formidable de selección que os sitúa en la cima del Mundo como el principio de
atracción universal y de universal repulsión, me aparecéis, en verdad, como la Fuerza inmensa y
viviente que buscaba por todas partes, para poder adorarlas…
Mi amado para mí
Ya toda me entregué y di en los brazos del amor Hirióme con una flecha
y de tal suerte he trocado mi alma quedó rendida, enherbolada de amor
que mi Amado es para mí y cobrando nueva vida y mi alma quedó hecha
y yo soy para mi Amado. de tal manera he trocado una con su Criador;
Cuando el dulce Cazador que mi Amado es para mí ya yo no quiero otro amor,
me tiró y dejó herida y yo soy para mi Amado. pues a mi Dios me he
entregado,
y mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado. Santa Teresa
IV. 7 - RESUCITAREMOS CON CRISTO
Cuando muere alguien, se le desea piadosamente que “descanse en paz”, como si después de esta vida viniera algo con
una calidad de existencia casi soñolienta, sin la alegría y la creatividad de la vida actual. Nos imaginamos a las “almas”
medio pasivas y aburridas, contemplando a Dios, sin tener nada importante que hacer…
San Pablo aclara a los corintios, que ponían en duda la resurrección, que nuestra propia resurrección está
indisolublemente unida a la resurrección de Cristo. De modo que si nosotros no resucitáramos, ni el mismo Cristo
resucitó tampoco. La resurrección de Cristo implica la resurrección de todos los que creen en él (1Cor 15,21-23).
Pero Pablo nunca dice, como los griegos, que el ser humano es un compuesto de cuerpo y alma. Lo que Pablo entiende
por “cuerpo” es un concepto muy distinto de lo que Aristóteles, y nosotros también, entendemos por “cuerpo”. El
distingue entre carne, cuerpo y espíritu.
En el ser humano, la “carne”, según él, es lo meramente biológico de los órganos y los sentidos; es nuestra dimensión
espacio-temporal, que nos limita como seres pequeños y frágiles, sujetos a sufrimientos, desgastes y muerte.
El “cuerpo”, en cambio, designa al hombre entero en cuanto persona-en-comunión-con-los-otros. Quizás el concepto
paulino de “cuerpo” podríamos traducirlo hoy por “personalidad”. Se trata de la persona humana con todas sus
cualidades y potencialidades: su capacidad de amar y de entender; las habilidades y características propias de su modo
de ser, su masculinidad o feminidad, su red de relaciones sociales... No se puede hablar de supervivencia del ser
humano sin incluir al cuerpo, o sea, sin crecimiento de las cualidades y el relacionamiento con los demás.
Cuando Pablo habla del “espíritu” en el ser humano no se refiere al “alma”, concepto extraño para él, sino al hombre-
cuerpo en la medida en que su existencia se abre hacia Dios y los valores absolutos. Por eso dice él que el resucitado
tiene un “cuerpo espiritual” (1Cor 15,44). Por la resurrección, el hombre-carne (limitado y frágil) se transfigura en
hombre-cuerpo-espiritual, o sea, llega a la plenitud de todas sus semejanzas con Dios.
En esta mentalidad no encaja la definición clásica de muerte como separación del alma y del cuerpo. Se trata más bien
del paso de un tipo de corporeidad limitado, biológico y restringido, hacia otro tipo de corporeidad ilimitado, de
amplios horizontes. El hombre/mujer-cuerpo al morir a este estado de su vida, puede finalmente realizar la totalidad de
su ser. No abandona la materia, sino que la penetra mucho más profundamente.
La llamada “muerte” no es sino un “segundo nacimiento”. El niño en el seno de su madre, a los nueve meses, necesita
“morir” a su primer estado de vida, para poder así seguir desarrollándose. Quedarse por más tiempo en el seno materno
sería realmente mortal. En este estado de vida actual necesitamos también nosotros romper la matriz de la historia
espacio-temporal para poder llegar a la plenitud del crecimiento. En los dos senos maternos, la criatura se ve empujada
hacia fuera, al otro lado de ese pasaje estrecho, doloroso y sangriento, hacia horizontes nuevos, con insospechados
desarrollos.
A este lado la puerta de la muerte se nos presenta fea, sucia y repelente; pero al otro lado, la misma puerta es limpia y
hermosa, pues tras ella se llega a la plenitud del amor, de la conciencia y la fraternidad, siempre buscadas con afán en
esta vida, pero nunca alcanzadas del todo. Por eso la muerte es el nacimiento al querer verdadero y pleno. La conquista
definitiva de la libertad, sin ningún tipo de restricciones. La sensibilidad humana, limitada acá por el tiempo y el
espacio, se libera de esas trabas, y puede abrirse a una capacidad inimaginable de percepciones. El amor y la
inteligencia podrán por fin desplegarse totalmente, en la más pura creatividad.
Desde el momento en que se traspasa el umbral de la muerte, cada persona entra en un modo de ser nuevo que implica
la abolición de las coordenadas de tiempo y espacio, pasando a la atmósfera de Dios, que es la eternidad. Se acaba la
espera. Todo cuanto cada uno alimentó e intentó desarrollar en esta vida, como un regalo de Dios, llega entonces a su
plenitud. Cada uno tendrá el cuerpo correspondiente a su personalidad, capaz de expresarla total y adecuadamente.
Cada persona quedará plenamente realizada y llena de Dios. Entonces Cristo habrá conseguido que Dios sea todo en
todas las cosas (Col 3,11; 1Cor 15,28).
Profundicemos el mensaje de la resurrección:
a. Jn 5,21-29; 11,23-27: Jesús resucitará a todo el que crea en él.
b. 1Cor 15,35-58: Con qué cuerpo vamos a resucitar.
c. 2Cor 4,14 - 5,10: Iremos a vivir a la casa del Señor.
d. Ap 21,1-7.22-27; 22: Gozaremos del banquete de bodas de Jesús, en el que todo será felicidad.
e. Rom 8,18-25; 2Pe 3,13: Esperamos la renovación total, un mundo en el que reinará la justicia.
• Orar la Biblia, 49: Llegar a la plenitud.
ORACIÓN RESUMEN
Creo que nuestra propia resurrección está indisolublemente unida a tu resurrección, Señor Jesús. El que te
resucitó a ti me resucitará también a mí, junto contigo y con muchos otros hermanos.
Sé, Jesús, que el que cree en ti, aunque muera, vivirá para siempre. Gracias a ti, mi cuerpo mortal y
corruptible se revestirá de la vida que no sabe de muerte ni de corrupción.
Me siento seguro de que, pase lo que pase, llegará el momento en que pueda ir a vivir para siempre junto a
ti. Sé que tú me estás preparando un lugar para que esté siempre a tu lado, disfrutando de tu gloria.
Tú serás para siempre nuestra luz. Veremos tu rostro y llevaremos tu nombre sobre nuestras frentes. Ya
no será más posible el llanto, ni existirá más la muerte. Seremos de veras tu pueblo y tú serás todo en
todos.
En ti esperamos cielos nuevo y tierra nueva, un mundo en el que reinará la justicia.
Evaluación de la semana:
¿He tenido consolaciones o desolaciones? ¿Qué efectos han producido en mí?
¿Soy una persona de esperanza? ¿Se me ve así? ¿Cómo mejorar en este aspecto?
IV. 7 - Lecturas
complementarias
Los que nos han dejado Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
no están ausentes y las estrellas claras que tu poder creó,
sino invisibles. tan limpias, tan hermosas,
tan vivas como son,
Tienen sus ojos y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
llenos de gloria
Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
fijos en los nuestros que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
llenos de lágrimas Por el hermano fuego,
San Agustín que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi Señor!
Más allá de las cosas Y por la hermana tierra que es toda bendición;
la hermana madre tierra
Quiero romper toda noche, Señor,
que da en toda ocasión
que me impida ver la aurora.
las hierbas y los frutos, y flores de color,
Me resisto a quedar atrapado
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
en el espacio ni en el tiempo
y vivir tan solo “acá y ahora”. Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación:
No soporto la tiniebla.
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
Busco la luz y el horizonte.
porque les llega el tiempo de la consolación!
Y sin embargo,
cuando toco algo con la punta de los dedos ¡Dichosos los que cumplen
o aprisiono a alguien con mis manos, la voluntad de Dios!
o logro la ilusión de algo apetecido, ¡No probarán la muerte de la condenación!
hay algo que no toco, que no alcanzo, no consigo; Servidle con ternura y humilde corazón.
hay algo que intuyo en lo profundo y que no veo, Agradeced sus dones, cantad su creación.
hay algo más allá de las montañas y el mar, Las criaturas todas, load a mi Señor. Amén
hay algo más por encima del cielo y las estrellas,
hay algo más allá de mi frágil e inquieto caminar. Señora de la Muerte y de la Vida,
puerta grande del Cielo,
Cuando lucho por algo y lo alcanzo, algo se acaba. ¡vida, dulzura y esperanza nuestra!
Cuando deseo y lo poseo, algo termina. Cuando nos llegue aquella hora oscura
Cuando sueño y lo hago realidad, algo se escapa. de caer, con los muertos, en la fila implacable;
Cuando creo, se me asoma la duda. cuando busquemos, al caer, desnudos de todo,
Cuando espero, se me aleja la utopía. Su mirada...
Cuando amo, se me achica la entrega. ¡vuelve a nosotros esos ojos tuyos,
¡Señor de la Vida! Quiero vivir como una luz templada y a la espera,
sin sufrir de que se termine. igual que una caricia
sobre el rostro salvado para siempre,
¡Señor del amor! Quiero amar sin definir los límites.
como el beso de Dios, por fin logrado...
¡Señor de lo grande! Quiero en plenitud ser libre.
¡Señor de lo absoluto! Quiero llegar. Pedro Casaldáliga
¡Señor de la esperanza! Quiero vivir en casa, en paz.
Acá estoy, en busca de una entrega sin facturas, La alegría como signo
resistiéndome a “morir por morir”, Que tu alegría, Jesús brille en nuestros rostros.
porque tú me invitas a vivir para siempre. Enséñanos a ser alegres como tú…
Quiero vivir en verdad, camino hacia la luz: Alegres porque has venido,
vivir disponible, mi libre libertad; has compartido nuestras penas,
vivir tu justicia que iguala a desiguales; y nos has dado la mayor prueba de amistad.
vivir tu esperanza, que oxigena la vida; Alegres porque siempre estás con nosotros,
vivir de tu amor, que crea Resurrección. presente en nuestra historia.
Alegres porque nos estás preparando un lugar
en el que podamos compartir plenamente tu gozo.
Cántico de San Francisco Concédenos la felicidad de los pobres con Espíritu,
Omnipotente, altísimo, bondadoso, Señor, con hambre y sed de justicia.
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor. Danos esa felicidad que sólo tú sabes dar en medio
Tan sólo Tú eres digno de toda bendición, de incomprensiones y persecución.
y nunca es digno el hombre de hacer de Ti mención. Tú nos haces entrever perspectivas de gozo eterno.
Loado seas por toda criatura, mi Señor, Sabemos que cuando nos encontremos cara a cara,
y en especial loado por el hermano sol, nuestro corazón se llenará de un gozo inenarrable,
que alumbra, y abre el día, que nadie podrá ya sacarnos jamás.
y es bello en su esplendor Sabemos que en todo triunfaremos
y lleva por los cielos noticias de su autor. gracias a la fuerza de tu Amor.
Caravias.EE VC.5.doc