Retiro de Cuaresma

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RETIRO DE CUARESMA 2018

1. INTRODUCCIÓN.
Para nosotros, el Misterio Pascual es la participación en la muerte, resurrección y
ascensión de Cristo. Se trata de que también nosotros pasemos, que nos
incorporemos al tránsito pascual de Cristo. Cada año más profundamente.
Este es el eje de toda la historia de la salvación:
que lo que se ha cumplido en Cristo-Cabeza se cumpla en todos sus miembros.
Cristo dio el gran Paso. Cumplió en Sí la Pascua. Ahora el Cristo total, la Iglesia,
prolonga y perfecciona esta Pascua del Cristo físico a lo largo de la historia,
pasando continuamente de la muerte del pecado a la vida nueva y fructífera de la
gracia, camino de la salvación total y definitiva:
para que la nueva vida que nace de estos sacramentos pascuales
sea, por tu gracia, prenda de vida eterna (noche de Pascua).
No se trata de “instruirnos” sobre la Pascua, sino de “iniciarnos” en su Misterio.
La atención y las fuerzas nos deben acompañar “in crescendo” a lo largo de los
noventa días: los cuarenta de preparación y los cincuenta de celebración.
Con la cumbre de la Noche Pascual, meta y fuente de nuestra reforma de
resucitados con Cristo, y la plenitud del Espíritu en Pentecostés.
Noventa días de “tiempo fuerte”. Primavera espiritual de la Iglesia y de cada
cristiano, que se renueva en su vida de gracia, en su “historia de la salvación”, en su
incorporación al Cristo que muere y resucita.
(Sentido teológico-bíblico de la muerte: Dt: pongo ante ti vida y muerte; Lc: tu
hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida.)
El término griego que traducimos por conversión es meta-noia, y significa
cambiar nuestra forma de pensar, nuestra forma de ver, nuestra perspectiva que,
mirándonos en el espejo de Cristo, conlleva ponernos en la piel del otro, de los
demás. En hebreo el término es más significativo (sub) y significa volver, siempre
referido a volver, nuestra mirada, hacia Dios, vivir con el corazón vuelto al Señor
(1R 22,19); y así ir por la vida, viendo en el otro la imagen de Dios, pues a su
semejanza fuimos creados, y todo lo que hagamos, o dejemos de hacer al otro, ya
sabemos que es como si a Jesús lo tuviéramos presente, ante nosotros.

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Si entendemos la “penitencia cuaresmal” como un pequeño ayuno, que no nos
cuesta gran cosa, y no nos transforma interiormente, poco habremos conseguido de
la Cuaresma. Y mal podremos tocar las campanas de Pascua:
Rasgad los corazones, no las vestiduras,
convertíos al Señor Dios vuestro (miércoles de ceniza).
Es adentro donde tiene que bajar la conversión, y no quedarse en la superficie.
Cambiar nuestra actitud, se reflejará en nuestros actos, en nuestro estar con los
demás. Celebrar la Cuaresma es mirarse sin ningún miedo en el espejo de Cristo.
Para dejar que Él, a través de su Palabra y su Espíritu convierta nuestro corazón,
para que lata en cada momento al compás Suyo: Seréis santos porque yo, el Señor
vuestro Dios, soy santo (lunes primera semana).

2. EL RITMO CUARESMAL
El ciclo litúrgico de Cuaresma es el más rico, y su Leccionario condensa el
mensaje central de la llamada que Dios nos hace, para que aprendamos cómo hacer
Dios reine en nuestro mundo. Es decir, que habite entre nosotros... Él, es decir, la
paz, el bienestar, y una sana y esperanzada felicidad.
En sus orígenes era un tiempo especialmente dedicado a preparar a los
catecúmenos que se bautizarían en Pascua; además de ser también el tiempo previo
de preparación para que los que habían sido excomulgados de la eucaristía, por
algún pecado grave, pudieran volver a la comunidad tras haber mostrado
públicamente, por un tiempo, su arrepentimiento, y cambio de actitud.
Para el resto de cristianos sería un tiempo de preparación para la celebración del
misterio principal de nuestra fe. La Pascua de Jesucristo: una Vida entregada, hasta
el extremo, y que de ese modo nos brindó el fruto, no solo de la vida eterna, sino de
una vida plena, junto a Él.
Tú quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre y muriese en la cruz,para
mostrar al género humano el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad (Domingo
de Ramos).

3. EL PAN DE LA PALABRA
Para entrar más a fondo en el conocimiento de los planes de Dios y su misterio de
salvación. Para conocer mejor el dinamismo del Cristo que nos redime en un nuevo
Éxodo Pascual. Cuaresma, tiempo de meditación en la Escritura. Contemplación de

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la historia de la salvación: el que medita la ley del Señor día y noche, da fruto a su
debido tiempo (miércoles de ceniza).
La verdadera imagen de la Iglesia en Cuaresma no es solamente la de un pueblo
que ayuna y llora, vestido de saco y cilicio, sino sobre todo la de una comunidad
que se recoge en escucha orante de la Palabra de su Señor.
Cada día tiene su formulario de lecturas propio. Tenemos que valorar estas
lecturas, su proclamación, la trasmisión de su mensaje: así será mi palabra: no
volverá a mí vacía (martes 1º).
Qué bien estaría que cada día hubiera una pequeña homilía, recalcando
precisamente este progreso hacia la Pascua. En estas lecturas se encuentra una
pedagogía estupenda que prepara gradualmente a la Pascua. No hace falta ir a
buscar temas para la catequesis o la meditación.
La Iglesia, consciente de que la Pascua es obra de Dios, se pone en actitud de
oración, pidiendo la salvación pascual para la comunidad entera y para cada uno de
sus miembros. Y por eso nos postramos en oración: pedid y se os dará, buscad y
encontraréis (jueves 1º).
“Encarézcase la oración por los pecadores”, recomienda la Constitución de
Liturgia (SC 109) en el tiempo de Cuaresma. En esta categoría entramos todos,
necesitados de renovada conversión. Toda la comunidad se reconoce pecadora y se
hace penitente, implorando de Dios el perdón y los dones de su gracia para la
conversión.

4. CUARESMA DE CARIDAD (Oración, ayuno y limosna)


La oración marca nuestra referencialidad y principio, que es Dios, el ayuno hace
que seamos más conscientes de nosotros mismos, de nuestros impulsos, que no
siempre resultan beneficiosos, si no sabemos controlarnos. Y por último, la limosna
nos llama a estar al tanto de que no vivimos por nosotros mismos, y de que
necesitamos de los demás, por tanto, debemos cuidar del otro, más que nada, si
queremos que cuiden también de nosotros.
Una de las señales de la recta inteligencia del ayuno es que termine en la caridad.
Ayunar, para dar al prójimo.
Este es el sentido de las campañas que en varias naciones y comunidades se
llevan a cabo durante la Cuaresma para ayudar a países o instituciones pobres. El
ayuno cuaresmal no es meramente negativo, sino que es renuncia a nuestras
apetencias, para abrir las puertas a Dios (oración, lectura) y al prójimo (caridad).
Las dimensiones del más auténtico cristianismo: dejar libres a los oprimidos, partir

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tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo... el ayuno que yo quiero
es éste (viernes de ceniza); misericordia quiero y no sacrificios (sábado 3º).
En definitiva, que podamos realizarnos como personas, como seres humanos.
Dios se encarnó, para mostrarnos, en Jesucristo, cuál es nuestro fin, nuestra meta
nuestra realización, el sentido de nuestro existir.
De modo que podamos los cristianos seguir afirmando que los valores más
importantes no son el tener y sino el caminar por este mundo como hermanos,
pudiendo sentir el gozo de poder compartir nuestro ser, como don dado por Dios
para que a su vez nos podamos dar. Para que podamos seguir diciendo, en
definitiva, que el valor más importante nos lo da Dios, que como dijo San Juan, es
el más puro amor.

5. EL LECCIONARIO DOMINICAL
Las lecturas de los domingos de Cuaresma tienen una organización muy precisa,
que hay que tener en cuenta. Sus criterios básicos son los siguientes:
* La primera lectura, a diferencia de los domingos del tiempo ordinario, no está
seleccionada como preparación del evangelio, sino que sigue una línea propia.
Concretamente, presenta los grandes momentos de la historia de la salvación,
siguiendo un esquema similar (inicios, Abrahán, Éxodo, la tierra de Israel, los
profetas) pero con escenas distintas en cada ciclo, y que conducen, el domingo de
Ramos, a un único texto para los tres ciclos: el anuncio de la pasión de Jesucristo, el
Siervo de Yahvé.
* Los evangelios están distribuidos del modo siguiente: los dos primeros
domingos se leen los relatos de las tentaciones y la transfiguración, en cada ciclo
según el sinóptico correspondiente; los tres domingos siguientes se leen catequesis
sobre un tema pascual (en el A, las catequesis bautismales tradicionales; en el B,
tres textos centrados en la muerte y resurrección de Jesús; y en el C, tres textos
sobre nuestra conversión y la misericordia de Dios); y finalmente, el último, el
domingo de Ramos, se lee la narración de la pasión según el sinóptico
correspondiente.
* Y finalmente, la segunda lectura está seleccionada como complemento, o
bien de la primera lectura o bien del evangelio.
EL CICLO B
En los tres ciclos, las lecturas del Antiguo Testamento presentan las grandes
etapas de la Historia de la Salvación entendidas como distintos momentos de la
intervención de Dios en la historia que culmina con la intervención definitiva en el
misterio pascual de Jesucristo.
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En el ciclo B, las lecturas veterotestamentarias tienen en general, como tema de
fondo, la alianza de Dios con los hombres: la alianza que empieza con el mundo
entero, el mundo del hombre, la alianza que se concreta, o parte, con el pueblo de
Israel, la alianza que se convierte en anuncio de renovación universal, la alianza
que se realiza en una persona, Jesucristo, el Siervo de Dios. Los pasos son éstos:

En el primer domingo se nos narra la alianza con Noé. Las catástrofes, como las
inundaciones de entonces, eran consideradas un castigo divino, pero el relato nos
muestra que el Dios de Noé se duele por nuestras desgracias y hace alianza con su
pueblo prometiéndole su protección, mediante el signo del arco iris. Pero finálmente
será Cristo en la cruz el símbolo del perdón, de la nueva alianza de Dios con su
pueblo. Él no pidió venganza, sino el perdón, para nosotros. El inocente murió por
los culpables (dirá Pedro en la 2ª lec.) para conducirnos a Dios.
En el evangelio, los cuarenta días de Jesús en el desierto nos pone también a
nosotros frente al desierto cuaresmal, el retiro, los ejercicios espirituales, con el que
nos preparamos cada año para la Semana Santa, pero también para vivir todo el año,
con el todo nuestro ser, cuerpo, mente y corazón, con los ojos vueltos hacia el
Señor.
El nos ha mostrado, venciendo humanamente las tentaciones, no dejándose
embaucar por los engaños del Maligno, que tenemos capacidad suficiente para
cumplir la voluntad de Dios. Y al igual que los ángeles servían a Jesús en el
desierto, también a nosotros nos prestan su ayuda, los mensajeros del Señor.

En el segundo domingo se nos presenta el sacrifico de Isaac. Para un judío


significa reconocer que todo nos los da Dios, y que a Él le pertenecemos, que
estamos en sus manos, y por eso, debemos estar seguros, aunque a veces cueste.
Para un cristiano tiene otro significado, y San Pablo en la segunda lectura lo expresa
diciendo: Dios no se reservó, no escatimó, (por nosotros) a su propio hijo... Y Él
mismo, libremente, Jesús, se entregó a nosotros. En el relato evangélico de la
transfiguración ocurre la teofanía donde Dios Padre dice: Éste es mi Hijo, el
Amado, escuchadle. Amado se puede traducir por el unigénito (recordando a Isaac);
el escuchadle alude a la promesa hecha al pueblo por parte de Moisés para que les
enviara otro profeta (Dt 18,18) (al que tenían que escuchar), y nombrándolo como
su hijo significa la superioridad que tiene sobre todos los profetas anteriores. Y todo
este conjunto abarcaba las expectativas mesiánicas. Aunque Jesús tiene que decirles
que no digan nada, pues la salvación mesiánica que Jesús les traía no era como la
que ellos esperaban. Moisés y Elías hablaban de lo que le iba a pasar a Jesús, pero
Pedro no entendía: quería levantar tres chozas para los tres profetas, porque él
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entendía el mesianismo de Jesús con las categorías del AT: Moisés (liberación de
Israel con la muerte de los enemigos), y de Elías (celo reformador y violento).

El tercer domingo arranca con un texto central del AT. Las Alianzas por aquel
tiempo consistían en que uno que recibía un favor (liberación de la esclavitud) tenía
que comprometerse y corresponder al liberador (Dios le da la ley, condensada en el
decálogo) unas normas de vida que les beneficiaran como grupo pero que también
habían de mostrar la gloria (la importancia positiva y necesaria) de su Dios, no solo
como creador, sino también como guía de su pueblo. Porque no solo de pan vive el
hombre. Pero poco a poco la ley se institucionalizo en estructuras como el
sacerdocio y el templo, que en vez de expandir, cerraban la religión a otros pueblos.
La escena de la purificación del templo en muy gráficas. Marcos lo explica mejor:
"Mi casa es casa de oración para todos los pueblos" (Is 57,7) Pero vosotros la habéis
convertido en una cueva de bandidos (Jer 7,11).
El templo dejaría de cumplir su función , a partir de ahora Jesús es la mediación
definitiva para encontrar el verdadero rostro de Dios, mostrándolo como un Padre...

En el cuarto domingo el libro de las Crónicas hace una síntesis sobre lo que
supuso la experiencia del exilio para el pueblo hebreo. Fueron castigados por su
infidelidad a la alianza pero el Señor se volvió a apiadar de ellos. En la segunda
lectura Pablo nos recuerda que todo es gracia, que no hay nada que hayamos
recibido de modo inmerecido. Y San Juan lo concreta diciendo: Dios no mandó a su
hijo a condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de Él. Cuantas
veces se nos olvida esto y, condenamos, en cierto modo a las personas. No nos
confundamos: Cristo condenó el pecado.... para salvar al pecador.

El domingo quinto el profeta Jeremías anuncia de parte de Dios una nueva


alianza, por la cual meterá su ley en nuestro interior, la grabará en nuestros
corazones, para que nosotros seamos su pueblo (mostrándolo a los otros pueblos), y
el sea nuestro Dios (reinando en nuestro corazón). Jesús será quien promueva esto,
pero para ello tenemos que entender una paradoja: Si el grano de trigo no cae en
tierra, no puede dar fruto. La oración atribuida a San Francisco lo desarrolla así:
porque es dando como se recibe (mas alegría en dar que en recibir), olvidándose de
uno mismo como se encuentra uno a sí mismo, perdonando como uno es perdonado,
y "muriendo" en cierto modo, es como uno resucita a una vida nueva... plena ...
eterna.

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El último domingo de Cuaresma, el domingo de Ramos, tras la entrada en
Jerusalén como Rey, a la antigua usanza; se centra todo él en la pasión según
Marcos, el relato más ágil y básico, quizás el más primitivo de los que la
comunidad cristiana oyó y escribió sobre el Acontecimiento que le había dado
origen: Jesús, el hombre, vive todo el dolor humano de la muerte. Y, en la muerte,
la profesión de fe de los paganos: “Realmente este hombre era Hijo de Dios”. La
segunda lectura, el conocido himno de Filipenses, será una meditación-
proclamación sobre esta profesión de fe. "Cristo a pesar de su condición divina..."

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