El Derecho de Sucesiones

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Sumario │

6
UNIDAD
DIDÁCTICA

EL DERECHO
DE SUCESIONES

OBJETIVOS DE LA UNIDAD

1. El fenómeno sucesorio y el Derecho que lo disciplina


2. Fundamentos del Derecho de sucesiones
3. Tipos básicos de sucesión en el marco de nuestro sistema positivo
4. El objeto de la sucesión mortis causa: la herencia
5. Clases de sucesores: heredero versus legatario
5.1. Criterios básicos de clasificación
5.2. Determinación del título, universal o particular, de la sucesión

6. La dinámica del proceso sucesorio


6.1. La apertura de la sucesión
6.2. Vocación y delación hereditarias
6.3. El derecho de adir la herencia (ius delationis)

7. Capacidad para suceder


7.1. Principios generales del Código Civil
7.2. Incapacidades absolutas

8. Prohibiciones para suceder

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

9. La indignidad sucesoria
9.1. Concepto
9.2. Naturaleza
9.3. Fundamento
9.4. Causas
9.5. Momento en que ha de darse
9.6. Efectos
9.7. Rehabilitación del indigno

10. El derecho de representación


10.1. Concepto
10.2. Casos en que procede
10.3. Efectos de la representación
10.4. El derecho de representación en la sucesión testada y forzosa

11. El derecho de acrecer


11.1. Concepto
11.2. Presupuestos
11.3. Efectos
11.4. El derecho de acrecer en la sucesión intestada y forzosa

CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER

ACTIVIDADES DE AUTOCOMPROBACIÓN

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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 OBJETIVOS DE LA UNIDAD
Se inicia con esta Unidad didáctica la segunda parte de nuestra asignatura, dedica-
da al Derecho de sucesiones. Lo primero que debemos advertir es su plena imbricación,
en cuanto rama del conocimiento, con las cuestiones vistas hasta aquí, pues es el núcleo
familiar si no el fundamento primario, sí una de las claves elementales para comprender
el ordenamiento sucesorio. La transmisión sucesoria como fenómeno de imprescindible
valoración en el contexto de cualquier sistema positivo nos obligará a ir desgranando
conceptos sustanciales que constituyen la que se antoja una especie de parte general, que
se verá completada con el contenido de la Unidad siguiente.

Propiamente, en esta Unidad corresponde analizar los principios que informan el


Derecho sucesorio así como las variadas formas, tipos, de sucesión por causa de muer-
te (testada, intestada, legitimaria), con especial énfasis en el objeto diferenciado que
presenta –plasmado en la noción más que básica de herencia– y las distintas clases de
sucesores –heredero frente a legatario– sin obviar todo lo relativo a su capacidad y «dig-
nidad» al efecto.

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

1. EL FENÓMENO SUCESORIO Y EL DERECHO QUE LO DISCIPLINA

En un sentido técnico, toda sucesión implica sustitución en la titularidad de los de-


rechos o en las relaciones o situaciones jurídicas; se trataría de todo cambio subjetivo
respecto de una relación de Derecho, patrimonial o no. Mas no todos los derechos la ad-
miten. Los derechos de la personalidad y los de familia son, por regla general, intrans-
misibles, y también lo son algunos derechos patrimoniales (reales o de obligación), en
cuanto sean vitalicios o se hayan convenido por razón o en favor de una determinada
persona (por ejemplo, servidumbres personales así constituidas, usufructo). Limitada,
pues, a los derechos transmisibles, puede definirse la sucesión como la sustitución de
una persona en los derechos transmisibles de otra.

Pero la sucesión en el anterior sentido amplio, o sea, como sinónima de transmisión,


puede ser ínter vivos o mortis causa. La primera en nuestro Derecho es comúnmente a
título particular, en cuanto tiene de ordinario lugar en las adquisiciones a título derivati-
vo (por compra, permuta, cesión, donación, etc.), que implican sustitución en una rela-
ción jurídica singular y determinada; en el ámbito societario, en cambio, es propiamente
donde podríamos encontrar la sucesión de una persona jurídica respecto del patrimonio
de otra o una tercera en la que ambas se fusionaran.

La sucesión mortis causa, por su parte, es la sucesión más típica y la que recibe por
antonomasia el nombre de tal, pudiendo ser a título universal (el heredero sucede en la
herencia) o particular (el legatario sucede en uno o varios bienes integrantes de la he-
rencia, pero no en ella en cuanto objeto específico).

Es así que, en general, podemos conceptuar la sucesión mortis causa como la subro-
gación de una persona en los bienes y derechos transmisibles, dejados a su muerte por
otra, así como en las deudas vinculadas, y esto último en función del título concreto en
el que haya operado la delación, a saber, el llamamiento efectivo de la persona corres-
pondiente a la herencia o bienes de que se trate.

Precisiones

En la sucesión mortis causa, podemos distinguir, siempre a título introductorio,


entre elementos personales, reales y formales.
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Los elementos subjetivos de la sucesión mortis causa son: el difunto, «aquel de


cuya sucesión se trata» (de cuius successione agitur), llamado por eso también
causante, que con su muerte da lugar a la sucesión; deberá tener capacidad
jurídica, aunque para hacer testamento deberá tener capacidad de obrar para
ello, que es más amplia que la general de obrar; el sucesor, que sucede o he-
reda al anterior, con requisitos específicos de capacidad de suceder, así como
la capacidad para aceptar o repudiar la herencia.
Los elementos reales hacen referencia al conjunto de relaciones jurídicas que
constituyen el contenido de la herencia en las que sucede el heredero y de las
que era sujeto el causante; más correctamente, a la herencia como instituto
objeto de esta clase principalísima de sucesión.
Finalmente, en su aspecto formal, la sucesión remite al título, al concepto
de la delación, del concreto llamamiento, en alusión a la voluntad del cau-
sante (volcada en la clase de testamento que sea) o la ley, e incluyendo
todo el régimen de adquisición –y vinculada– responsabilidad de herede-
ros y legatarios.

Siendo así, el Derecho de sucesiones, Derecho sucesorio o hereditario –aunque este


último término sea entre nosotros menos correcto en cuanto existen sucesores, véase le-
gatarios, que adquiriendo bienes de la herencia no adquieren, como los herederos, pro-
piamente esta como objeto–, sería el conjunto de normas que, formando parte sustancial
del Derecho civil –aunque con marcada proyección a otras ramas del ordenamiento–, re-
gula la sucesión mortis causa, al objeto de determinar sobre quién y de qué manera van
a continuar en el caso de muerte de una persona las situaciones jurídicas que lo hubieran
tenido hasta ese momento como titular, regulando, pues, la transmisión por el causante
y la adquisición por el causahabiente de tales relaciones.

Precisiones

El Código Civil español a la hora de situar sistemáticamente el Derecho de


sucesiones, ha seguido el plan de Gayo o romano-francés, encuadrando la
materia en el Libro III «De los diferentes modos de adquirir la propiedad»,
Título III «De las sucesiones», artículo 657 y siguientes.

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El concepto genérico brindado es válido, por ello mismo, para cualquier ordena-
miento jurídico. Puntualmente, respecto al español, el Derecho sucesorio –o lo que es
lo mismo, el tratamiento jurídico del fenómeno sucesorio por excelencia en cuanto a su
problemática– se cimienta en los siguientes principios inspiradores o, mejor, orientacio-
nes, aglutinando cuanto la mejor doctrina expone al respecto (Albaladejo García, Díez-
Picazo y Gullón Ballesteros, Sánchez Calero):

• La legislación reconoce, en primer lugar, el derecho a una parte de la he-


rencia de los familiares más próximos; exactamente, de los parientes en
línea recta (descendientes o ascendientes), así como del cónyuge en el caso
de que el matrimonio del fallecido este al tiempo vigente (no estuvieran
separados siquiera de hecho). Toda la sucesión intestada se basa en ello,
propósito que se logra en la testada a través del establecimiento de un sis-
tema normalmente excluyente (si aceptan los descendientes no heredarán
los ascendientes, aunque sí el cónyuge supérstite) aunque variable según
la categoría (descendiente, ascendiente o cónyuge) de legítimas a favor de
estas personas.
• Este derecho de los familiares convive en la legislación con el amplio ám-
bito que se reconoce, asimismo, a la autonomía de la voluntad, de ma-
nera que toda persona puede disponer de una parte de sus bienes –de su
herencia futura– para el caso de fallecimiento, recudiéndose tal anticipada
disposición en la medida en que la cuota legitimaria a su través no llegue a
respetarse. El instrumento básico de tal disposición se llama testamento y
encuentra su particular fundamento en la autonomía de voluntad.
• Junto a la libertad de testar y el necesario respeto a la cuota legitimaria al
que se condiciona en su alcance o ejercicio, el ordenamiento prevé un
orden de sucesión para el caso de que no se disponga de tal modo, esto
es, por vía testamentaria. La sucesión intestada o abintestato, por tanto,
actúa supletoriamente como bóveda de todo el sistema, guiándose asimismo
–como no puede ser de otro modo– por el criterio de proximidad familiar.
• Y es que, por el principalísimo fundamento del Derecho sucesorio que,
como veremos a continuación, reside en el principio de seguridad jurídi-
ca, de mantenimiento de las relaciones jurídicas, haya o no testamento, no
cabe sucesión sin llamamiento hereditario en sentido estricto. En otras
palabras: todo el sistema sucesorio propende a proveer la continuación de
esas relaciones en una o varias personas que asumirán, con cargo mínimo
a los activos de la herencia, las deudas dejadas por el causante.

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• Finalmente, sea la sucesión testada o sea intestada, está previsto que una
parte de los bienes del difunto pasen a la comunidad a través del pertinen-
te impuesto, que mitiga, por razón o función social, entonces el lucro exa-
gerado que podría llegar a darse con motivo de este tipo de transmisiones.
Supone una concesión, nada más, a las corrientes negadoras que vieran en
toda sucesión un enriquecimiento injusto, inmotivado, en consonancia con
las tesis negativas acerca de la propiedad privada. Cada comunidad autó-
noma es la que decide si el impuesto habrá de gravar en todo caso las ad-
quisiciones hereditarias, habiendo algunas que con acierto eximen de él a
los descendientes respecto a la herencia de padres y abuelos.

2. FUNDAMENTOS DEL DERECHO DE SUCESIONES

En nuestro Derecho, la sucesión mortis causa se reconoce por principio respecto de


toda clase de bienes, salvo que su no transmisibilidad se encuentre convenientemente
justificada. Tal reconocimiento –o tal principio, si se prefiere– surge del artículo 33 de
la Constitución por el que «se reconoce el derecho a la propiedad privada y a la he-
rencia», quedando ambos derechos supeditados a la función social como patrón, criterio
básico delimitador de su contenido.

Por lógica, pues, la herencia, el derecho a la herencia desde la concepción que emana
del precepto constitucional más bien, encontraría su fundamento en el derecho de pro-
piedad privada, que razonablemente no podría quedar cercenado a la muerte del titular
de los bienes que fueran. No habría derecho de propiedad allí donde el total de las titu-
laridades patrimoniales quedará sometido a vital caducidad. En esta dirección, el dere-
cho a la propiedad privada se plasmaría en una segunda consecuencia: la necesidad de
dotar al interesado de un conveniente ámbito de libertad dispositiva con eficacia llegado
su fallecimiento. Así se legitimaría el bloque del Derecho testamentario dentro del Dere-
cho sucesorio, más allá de la cuestión de clara política legislativa acerca de las legítimas,
acerca de a cuánto debe ascender la cuota legitimaria en cada caso, y aun si deben existir.

Precisiones

Hoy en día, puede decirse que es este el punto trascendental sobre el que giran
todas las críticas a nuestro Derecho sucesorio codificado. Las legítimas se criti-
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can por su falta de actualización en un contexto social y económico muy distinto


a aquel que las contemplara en origen. Su fundamento basado en principios de
solidaridad familiar se sostiene «difícil de mantener en un tiempo en que, como
regla general, habiendo aumentado la esperanza de vida, los progenitores fa-
llecen cuando sus hijos se encuentran en su mejor situación económica» (por
todos, Anderson). Esta consideración, si no totalmente contraria, sí es reviso-
ra del sistema legitimario en cuanto no se trataría la legitima de una institución
a la postre de orden público, latiría en el planteamiento que aquí se sigue en
cuanto al principal fundamento de cualquier Derecho sucesorio que se precie.

Pero, siendo elemental, como aquí se viene considerando, no es la propiedad priva-


da el primero de los fundamentos del Derecho sucesorio, en contra de lo que puede pen-
sarse. Antes debemos hablar del principio de seguridad jurídica, de seguridad en las
relaciones jurídicas. Ubicado como principio informador de todo el sistema jurídico a
su vez en el artículo 9.3 de la Constitución, el de seguridad jurídica se encuentra vigente
cualquiera que sea la clase de ordenamiento ante el que estemos –incluso, aquel que por
claramente intervencionista niegue todo espacio a una libertad, a una voluntad disposi-
tiva de los particulares antes de su muerte–, pues no puede llamarse ordenamiento aquel
cuya normativa no propenda a tan básico principio. Hasta en los países colectivistas, la
extrema e hipotética norma que dijera que los bienes de uso personal pasaran al Estado
al fallecimiento de su titular –algo que de forma absoluta no se observa ni siquiera en
los pocos que quedan–, cumpliría las veces de nuestro «civilizado» Derecho sucesorio.

En efecto, como dice Ruggiero en su clásica aproximación en la materia:

«La exigencia sentida de que las relaciones jurídicas de una persona no se


extingan con su muerte, sino que se transmitan a otros que subentran así en el
lugar del difunto, halla cumplida satisfacción en la institución de la herencia.
En todo otro campo que no sea el del Derecho puede ser cierto el dicho mors
omnia solvit, pero en la esfera jurídica, exigencias no solamente morales y es-
pirituales, sino sociales y políticas y, sobre todo, económicas, imponen que,
para seguridad del crédito, para conservación e incremento de la riqueza, las
relaciones de una persona sobrevivan a su muerte».

De modo que el Derecho hereditario, o sea el conjunto de normas que regulan la trans-
misión de bienes del difunto a la persona que le sucede, hallaría su fundamento más básico

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«en la necesidad de que la muerte no rompa las relaciones de quien cesa de existir, ya que
la interrupción de tales relaciones repercutiría perjudicialmente en la economía general».

Aun graduados entre sí en función de su atendida distinta relevancia, el principio de


seguridad jurídica y el derecho a la propiedad privada constituirían, por tanto, las dos aristas
fundamentales del Derecho sucesorio moderno. A través de uno y otro, pero de consuno,
se protegerían los intereses de quienes se encontraran en relaciones jurídicas contraídas
por el causante al tiempo de su fallecimiento y, muy especialmente, de aquellos frente a
quien resultara obligado al momento –en los límites que veremos en la Unidad siguiente al
tratar de la adquisición de la herencia y de sus efectos, se acepte por los herederos pura o
simplemente o a beneficio de inventario–, y los de los familiares más próximos que dejara.

3. T
 IPOS BÁSICOS DE SUCESIÓN EN EL MARCO DE NUESTRO
SISTEMA POSITIVO

La sucesión en general, o mejor, la sucesión a título universal (sucesión heredita-


ria, a título de heredero), se divide, por razón de su origen, en las categorías que resul-
tan del siguiente cuadro:

Unilateral (sucesión testamentaria)


Por declaración de voluntad
(sucesión voluntaria)
Bilateral (sucesión contractual)
Sucesión
Necesaria (sucesión forzosa, legitimaria)
Por ministerio de la ley
(sucesión legal)
Supletoria (sucesión intestada, legítima)

Esta es la clasificación teórica y sistemática que puede hacerse de la sucesión he-


reditaria. Pero el Código Civil rechaza, cuando menos en tesis general, la sucesión con-
tractual y formula una clasificación más simple en el artículo 658 del Código Civil, el
cual dice así:

«La sucesión se defiere por la voluntad del hombre manifestada en tes-


tamento y, a falta de este, por disposición de la ley. La primera se llama tes-
tamentaria y la segunda, legítima. Podrá también deferirse en una parte por
voluntad del hombre, y en otra por disposición de la ley».

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

Precisiones

Por la sucesión contractual se prevé la transmisión de derechos y obligaciones


para el caso de muerte de una o más de las partes que realizan un contrato al
respecto; ya con carácter exclusivo en cuanto a lo sucesorio, ya como cláusula
de un negocio jurídico más amplio. Es algo perfectamente admitido en el seno
de las otrora legislaciones forales, hoy, por su desarrollo, Derechos civiles en
estado puro, pero no en el Derecho común.
En efecto, en el Código Civil existe una acendrada a la sucesión contractual.
Así lo determina la prohibición de contratar sobre la herencia futura, sin más
excepción que la de practicar el testador en vida la partición de sus bienes
(arts. 1.256 y 1.271), aunque también resulta condenatorio de esta posibi-
lidad el transcrito artículo 658, que no cita sino el testamento (acto unilate-
ral) y la ley (norma supletoria forzosa) para deferir la sucesión. Ratifica esa
tendencia el artículo 991, que no admite aceptación ni repudiación válida de
herencia hasta estar seguro de la muerte de la persona a quien se haya de
suceder y del propio derecho a la herencia, y, concretado a los herederos
forzosos, el artículo 816, cuando veda toda renuncia o transacción sobre la
legítima futura.
Con todo, y por vía de excepción, la posibilidad contractual sucesoria se abre
con la donación mortis causa. Es así que, por la donación, como contrato entre
vivos, el donante puede mejorar a sus hijos u otros descendientes si declara
de manera expresa su voluntad de mejorar (art. 825). Con mayor claridad se
manifiesta que:

«La promesa de mejorar o no mejorar, hecha por escritura pública


en capitulaciones matrimoniales, será válida. La disposición del testador
contraria a la promesa no surtirá efecto» (art. 826).

La mejora es irrevocable cuando se hace entre vivos, con entrega de bienes,


y consta en capitulaciones matrimoniales o en contrato oneroso con un terce-
ro (art. 827).
Asimismo, antes del matrimonio pueden los contrayentes donarse, solo para el
caso de muerte, en capitulaciones bienes futuros, siempre en la medida marca-
da por las disposiciones referentes a la sucesión testada (art. 1.341); es decir,
supeditando tal disposición así prevista a que se cumpla con las legítimas que
se determinen y calculen en su momento, debiendo ser preciso reducirse aque-
lla en la medida que resulte necesaria.

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En presencia de este precepto, y de los demás del Código Civil, podemos considerar
como clasificación legal de la sucesión la que aparece en el siguiente cuadro:

Libre: cuando no hay herederos forzosos, legitimarios


Sucesión testamentaria
Limitada: cuando existen herederos forzosos

Sucesión legítima intestada o abintestato Cuando no hay testamento válido o totalmente eficaz

Cuando, habiendo testamento, no se dispone en él de


Sucesión mixta todos los bienes, y en otros casos como veremos en la
Unidad 10

4. EL OBJETO DE LA SUCESIÓN MORTIS CAUSA: LA HERENCIA

Con respecto al concepto básico de herencia son dos las dimensiones actuales frente
a las que nos podemos encontrar. En una primera, llamada subjetiva, se habla de heren-
cia solo en relación con un conjunto de bienes en cuya titularidad se ha de suceder, con
respecto a un título concreto que legitima –y modula en todo su régimen–, la sucesión.
Desde esta perspectiva, la herencia se conecta con un sucesor universal en el patrimonio
dejado por el causante, al cual necesita desde los propios fundamentos que hemos asig-
nado al Derecho sucesorio.

Desde una dimensión mucho más correcta, la herencia debe limitarse a una noción
puramente objetiva. Es a ella a la que se refiere el artículo 659 del Código Civil cuan-
do establece que «la herencia comprende todos los bienes, derechos y obligaciones de
una persona, que no se extingan con su muerte». La idea esencial en este sentido refiere,
pues, al contenido de la herencia, como universalidad formada por el conjunto de rela-
ciones jurídicas activas y pasivas de las que era titular el de cuius.

En su apreciación objetiva, serían componentes elementales, por tanto, cualesquie-


ra derechos de naturaleza –o alcance– patrimonial que no hayan de extinguirse con la
persona del causante, con el que hasta el fallecimiento de este fuera su titular. Pero,
también, huyendo de una connotación neta de la herencia, las cargas hereditarias, a
saber: las deudas dejadas igualmente por el causante, así como las deudas de la propia
herencia (por ejemplo, los legados) y las que genere la administración, liquidación o
partición de la misma.

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

Precisiones

Así las cosas, la herencia la componen elementos patrimoniales, casi siempre


con superávit, pero cabe que el pasivo supere al activo, por las obligaciones y
deudas pendientes. De no incurrir el heredero en inadvertencia o ser muy sor-
prendido, una renuncia total a la sucesión o la cautela de aceptar a beneficio
de inventario pone a cubierto que el eventual aumento patrimonial que toda he-
rencia configura a priori se convierta en el peor de los negocios.

Con respecto al apartado de exclusiones, no forman parte de la herencia aquellos


derechos que, aun no siendo extinguibles y teniendo sustrato patrimonial, sigan un régi-
men especial en cuanto a su transmisión por causa de muerte, por más que la legislación
sectorial pueda remitirse a la designación civil de sucesores, de herederos, para deter-
minar quién ha de suceder en tal caso al fallecido titular; pero ello no es imprescindible,
pues en tal sede bien puede determinarse particularmente quienes habrían de suceder en
estos derechos excluidos. La sucesión especial –o extraordinaria, en cuanto difiere de
la ordinaria, la común prevista en el Código Civil para la herencia, para el conjunto de
los bienes dejados por el causante– en el derecho de arrendamiento es uno de los casos
prototípicos, al igual que ocurre con el que surge a favor de los beneficiarios en su día
designados del seguro de vida.

Precisiones

Particularmente, en cuanto a la que puede denominarse, por tanto, sucesión


arrendaticia, en la Ley de Arrendamientos Rústicos de 2003, la relación se ex-
tingue por muerte del arrendatario, aunque se declare a salvo el derecho de sus
sucesores legítimos. En tal caso, a falta de designación expresa efectuada por
el testador, tendrá preferencia el que tenga la condición de joven agricultor, y si
hubiera varios, será preferente el más antiguo. Si ninguno la tuviera, los suce-
sores tendrán que escoger entre ellos, por mayoría, al que se subrogará en las
condiciones y derechos del arrendatario fallecido. Si se da esta última circuns-
tancia, será necesaria la correspondiente notificación por escrito al arrendador,
en el plazo de un año desde el fallecimiento [art. 24, letra e)].
Por lo que se refiere a los arrendamientos urbanos, el artículo 16 de Ley de 1994
en la materia prevé en caso de muerte del arrendatario que puedan subrogarse,
más que en el derecho, en el contrato las siguientes personas:
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a) El cónyuge del arrendatario que al tiempo del fallecimiento conviviera


con él.
b) La persona que hubiera venido conviviendo con el arrendatario de forma
permanente en análoga relación de afectividad a la de cónyuge, con in-
dependencia de su orientación sexual, durante, al menos, los dos años
anteriores al tiempo del fallecimiento, salvo que hubieran tenido descen-
dencia en común, en cuyo caso bastará la mera convivencia.
c) Los descendientes del arrendatario que en el momento de su fallecimien-
to estuvieran sujetos a su patria potestad o tutela, o hubiesen convivido
habitualmente con él durante los dos años precedentes.
d) Los ascendientes del arrendatario que hubieran convivido habitualmen-
te con él durante los dos años precedentes a su fallecimiento.
e) Los hermanos del arrendatario en quienes concurra la circunstancia pre-
vista en la letra anterior.
f) Las personas distintas de las mencionadas en las letras anteriores que
sufran una minusvalía igual o superior al 65 por 100, siempre que ten-
gan una relación de parentesco hasta el tercer grado colateral con el
arrendatario y hayan convivido con este durante los dos años anteriores
al fallecimiento.

De modo que, si al tiempo del fallecimiento del arrendatario no existiera ningu-


na de estas personas, el arrendamiento quedará extinguido. Pero, si existieran
varias de esas personas interesadas, a falta de acuerdo unánime entre ellas,
regirá el orden de prelación en que se han mencionado, a salvo de que los pa-
dres septuagenarios serán preferidos a los descendientes. Entre los descen-
dientes y entre los ascendientes, tendrá preferencia el más próximo en grado,
y entre los hermanos, el de doble vínculo sobre el medio hermano. Los casos
de igualdad se resolverán en favor de quien tuviera una minusvalía igual o su-
perior al 65 por 100; en defecto de esta situación, de quien tuviera mayores
cargas familiares y, en última instancia, en favor del descendiente de menor
edad, el ascendiente de mayor edad o el hermano más joven.
Pasando al seguro de vida, el artículo 84 de la Ley de 1980 sobre el Contrato
de Seguro comienza disponiendo que «si en el momento del fallecimiento del
asegurado no hubiere beneficiario concretamente designado, ni reglas para su
determinación, el capital formará parte del patrimonio del tomador». El artículo
siguiente establece, por su parte, que «en caso de designación genérica de los
hijos de una persona como beneficiarios, se entenderán como hijos todos sus
descendientes con derecho a herencia. Si la designación se hace en favor de
los herederos del tomador, del asegurado o de otra persona, se considerarán
como tales los que tengan dicha condición en el momento del fallecimiento del

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asegurado. Si la designación se hace en favor de los herederos sin mayor es-


pecificación, se considerarán como tales los del tomador del seguro que tengan
dicha condición en el momento del fallecimiento del asegurado. La designación
del cónyuge como beneficiario atribuirá tal condición igualmente al que lo sea
en el momento del fallecimiento del asegurado. Los beneficiarios que sean he-
rederos conservarán dicha condición aunque renuncien a la herencia». Para
el caso de pluralidad de beneficiarios, el artículo 86 expresa que «si la desig-
nación se hace en favor de varios beneficiarios, la prestación convenida se
distribuirá, salvo estipulación en contrario, por partes iguales. Cuando se haga
en favor de los herederos, la distribución tendrá lugar en proporción a la cuota
hereditaria, salvo pacto en contrario. La parte no adquirida por un beneficiario
acrecerá a los demás». En todo caso, el tomador del seguro podrá «revocar la
designación del beneficiario en cualquier momento, mientras no haya renun-
ciado expresamente y por escrito a tal facultad», termina de disponer –por lo
que aquí nos interesa– el artículo 87 de la ley.

Precisiones

A la luz de ambos ejemplos, por tanto, puede concebirse la sucesión especial,


anómala, irregular o extraordinaria como la que determina para ciertos bienes
un régimen sucesorio totalmente excepcional; en cierto modo, cual si se trata-
ra de un patrimonio específico con total independencia con respecto al común
o general. Como otra importante manifestación, al lado de los supuestos men-
cionados, cabe citar también, tocando su desarrollo en la Unidad 10, el dere-
cho de reversión, la llamada reversión sucesoria, que, por imperio de la ley,
corresponde a los ascendientes sobre lo donado por ellos a los descendientes
premuertos, cuando estos carecen de descendencia ulterior (art. 812 del CC).
A ella se equipara la cláusula que el donante puede establecer para que revier-
ta lo donado en el supuesto de premorir el donatario.

Como se ha expresado, la herencia es una noción patrimonial, afirmación que obli-


ga a preguntarnos sobre la inclusión en ella de ciertos poderes extrapatrimoniales, con
interés especial por el derecho moral de autor y las acciones de filiación que en deter-
minadas hipótesis permite la ley ejercitar a los herederos del interesado. Pese a ello, re-
cuerda con tino Albaladejo Gacía, en primer lugar, por lo que respecta al derecho moral
de autor, que el autor bien puede conceder a quien le plazca el poder de defenderlo para

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cuando muera en los aspectos en que le sobreviva (ex arts. 14 y 15 del Texto Refundido
de la Ley de Propiedad Intelectual). De la misma manera, puede admitirse:

«Que confíe las acciones de filiación a un no heredero (si, por ejemplo,


la heredera única es su mujer), como que excluya de ellas a alguno de sus he-
rederos (por ejemplo, instituyó herederos a sus hijos y juntamente con ellos a
un pariente más lejano al que excluye de la acción), como que la entregue en
manos solo de algún heredero, con exclusión de los demás (como si las deja a
lo que decida el único hermano que le hereda, y priva de ellas a los sobrinos
que también le heredan juntamente con él), como que declare que la posible
acción en cuestión no desea que puedan interponerla sus herederos».

Dicho todo ello, no debe extrañar que se haya evitado aquí entrar en el debate sobre
la concreta naturaleza jurídica de la herencia, por su alto componente dogmático, aunque
un planteamiento unitario de las distintas relaciones implicadas sea lo más conveniente.
Eso sí, conviene tener desde este momento en claro que la herencia no coincide con el
patrimonio que fuera en vida del causante. Son, según se ha dicho, conceptos diferen-
ciados pues forman parte de la herencia relaciones jurídicas nuevas que se constituirán
precisamente con motivo de la sucesión abierta, como son las deudas hereditarias y las
que se vinculen con la administración de los bienes.

5. CLASES DE SUCESORES: HEREDERO VERSUS LEGATARIO

5.1. CRITERIOS BÁSICOS DE CLASIFICACIÓN

Por el título de atribución, por el concepto en que tiene lugar la delación o lla-
mamiento, los sucesores pueden tenerse, en primer lugar, por testamentario o legal. No
hay mayor especificidad en esta clasificación que aplicar, en su vis subjetiva entonces,
las clases de sucesión que veíamos en el primer epígrafe de esta Unidad, no obviando,
eso sí, entre los sucesores legales hablar de aquellos que conviven con los testamentarios
y que el ordenamiento protege frente a una absoluta libertad de testar del causante, que
a través de su reconocimiento legal como se dice no reconoce, y con base fundamental
en el vínculo familiar o de parentesco.

En segundo lugar, por el contenido, el alcance del llamamiento en relación con


el conjunto de los bienes de la herencia, cabe distinguir el sucesor a título universal o

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heredero, del sucesor a título particular o legatario. Mientras que el heredero es tal por
ser llamado, por ley o testamento, a todo o a una parte de la herencia de manera genéri-
ca o determinada, el legatario es llamado a bienes o derechos determinados, cambiando
todo el régimen de la sucesión se trate de uno u otro, siendo el quid de la cuestión, de
la distinción la responsabilidad que por las deudas, las cargas de la herencia recae sobre
el heredero por su sola condición, y aunque pueda eximir a su propio patrimonio de tal
responsabilidad si acepta a beneficio de inventario.

En tercer y último lugar, en la selección de criterios que aquí se pretende aportar, en


función del número de sucesores, puede ser una sola persona (indefectiblemente herede-
ro; la ley, a salvo de lo que digamos en su lugar, no se sirve de la institución de legata-
rio para la derivación de la herencia) o varias (coherederos, distintos legatarios, etc.) las
llamadas a la herencia. Si el llamamiento es plural, tal pluralidad puede ser simultánea
(todos los herederos son llamados para que lo sean al mismo tiempo) o sucesiva (unos
después de otros). El llamamiento sucesivo puede ser, a su vez, excluyente [de manera
que si el primero sucede o hereda efectivamente, ya no lo podrán hacer los otros, como
ocurre en la sustitución vulgar (véase Unidad 8), o puede verse también en el orden de
herederos que establece el Código si falta testamento (véase Unidad 10)], o temporal
[donde el primer sucesor será relevado por el siguiente, como sucede con las sustitucio-
nes hereditarias (véase Unidad 8)].

5.2. D
 ETERMINACIÓN DEL TÍTULO, UNIVERSAL O PARTICULAR,
DE LA SUCESIÓN

De los tres criterios, sin duda, el que distingue entre heredero y legatario como clases
de sucesores es el más relevante en el esquema panorámico de nuestro Derecho sucesorio.

Del Código, como brevemente se ha introducido, resulta la identificación entre


heredero y sucesor universal, por un lado, y legatario y sucesorio a título particular, de
otro (art. 660). Efectivamente, el heredero es sucesor en la universalidad de relaciones
jurídicas (herencia) del difunto o en una cuota de ese conjunto, siquiera esa universa-
lidad haya de ser entendida en un sentido de relación o cualidad y no cuantitativo. El
legatario, en cambio, es sucesor en bienes, derechos o valores patrimoniales determi-
nados. Cabría decir, para aclarar el concepto, que en la herencia no hay más determi-
nación que la que resulta de la relación entre la fracción (cuota o parte alícuota) y la
universalidad de los bienes; mientras que en el legado la determinación es propia y di-
recta, sin relación con la suma total de la herencia, aunque puede serlo con relación a
un grupo de cosas concretas.

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Como justa derivación de lo anterior, el heredero sucede en los derechos y en las


obligaciones (art. 661), respondiendo de estas últimas ilimitadamente e incluso con sus
propios bienes (art. 1.002) , mientras que el legatario solo sucede en la parte activa del
patrimonio y no responde, por regla general, de las deudas y cargas de la herencia.

Es verdad que esta última diferencia tiene excepciones:

• Para el heredero, en el caso de la aceptación a beneficio de inventario.


• Para el legatario, cuando las obligaciones del causante se le imponen ex-
presamente como cargas (arts. 797 y 858) y cuando toda la herencia se dis-
tribuye en legados (art. 891). Pero adviértase:

– Que las prestaciones que se imponen al legatario (obligaciones o car-


gas establecidas por el testador o responsabilidades derivadas de los
mismos bienes que se le adjudican) pueden considerarse como con-
dición o accesión de su cualidad de dueño o adjudicatario de aquellos
bienes o derechos de que es sucesor a título singular.
– Que el caudal hereditario que se reparte en legados está en realidad
limitado al líquido que resulta después de deducido el pasivo cons-
tituido por las deudas que afectan a la totalidad de los bienes y dere-
chos inventariados.
– Que, por lo demás, aun en esta hipótesis de distribuir toda la heren-
cia en legados, nunca está el legatario obligado más allá de donde
alcance el valor de su legado.

Así delimitados, en cuanto a su alcance y efectos, la institución de heredero y la de


legatario, en los hechos no es ello suficiente. Interesa, además, diferenciarlos en cuanto
a la forma de su determinación para saber cómo se apreciará en los casos concretos la
naturaleza o título –universal o singular, de herencia o de legado– que revista una dispo-
sición testamentaria (testamentaria por aquello de que del legado, como ya se ha dicho,
la ley no hace uso para la distribución intestada de la herencia).

Precisiones

No existen legatarios forzosos ni legales; su nombramiento o institución requie-


re testamento, aun cuando sea nulo en cuanto al heredero designado, por la
desheredación sin expresar causa o con causa falsa (art. 851 del CC).

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Existen a este respecto dos sistemas contrapuestos: el romano, de matiz subjetivo,


que considera heredero a aquel sucesor a quien el testador designe como tal, indepen-
dientemente, en principio, de que le instituya en toda la herencia, en una parte alícuota
de ella o en una cosa cierta y determinada; y el llamado germánico o moderno, de signo
objetivo, que conceptúa como heredero a quien sea llamado por el difunto a adquirir la
totalidad o universalidad de las relaciones jurídicas objeto de la transmisión, o una parte
alícuota del caudal, haya sido o no designado como heredero. Se trata, como vemos, de
una cuestión de pura interpretación en cada caso, pero de enorme relevancia práctica
por los efectos asignados a que la disposición, la institución de turno como heredero o
legatario se califique en verdad de una u otra manera.

Consecuencia lógica del punto de vista subjetivo es que puede existir el legado de
parte alícuota (o, lo que es igual, que el legatario de parte alícuota es simplemente un
legatario) y que, por el contrario, la institutio ex re certa es, en principio, una verdadera
institución de heredero. Dentro del punto de vista objetivo, hay que llegar lógicamen-
te a la conclusión contraria de que no son admisibles la figura del legado parciario ni la
del heredero ex re certa.

En nuestra doctrina las aguas están ciertamente divididas, aunque hay que reco-
nocer que el criterio subjetivo ha tenido extraordinaria difusión en los últimos tiempos.
Frente a él, los principales argumentos que se invocan en favor del sistema objetivo son
los siguientes:

• El sistema de que se trata, que liga la cualidad de heredero a la asignación de


la universalidad del patrimonio o de una cuota, es el aceptado por la gene-
ralidad de los Códigos Civiles que precedieron al español y, especialmente,
el italiano de 1865, que en materia de sucesiones influyó considerablemente
sobre el nuestro.
• Los civilistas españoles anteriores y contemporáneos del Código, lo mismo
que la mayoría de los pandectistas y civilistas extranjeros del siglo XIX,
hablan de la herencia como sucesión a título universal y dan a esta un sen-
tido fijo, basado en el objeto del llamamiento o disposición, aunque enten-
dido no cuantitativa, sino cualitativamente, atendiendo al modo y forma de
la adquisición.
• En general, del texto del Código Civil se desprende el principio de que el
heredero es aquel que, independientemente de la fórmula empleada por el
testador, es llamado efectivamente como sucesor a título universal o, lo
que es igual, en la universalidad del patrimonio o en una cuota abstracta

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de esa totalidad. Así resulta, sobre todo, del transcrito artículo 660, que
parece querer decir que el carácter de heredero se deriva del llamamien-
to a una universalidad de bienes, mientras que el legatario es el llamado a
bienes singulares, y del 768, que rechaza la posibilidad de que la institu-
ción en cosa cierta valga como llamamiento a la herencia, no obstante la
aparente voluntad del testador de designar como heredero al instituido en
esta forma.

A su vez, como argumentos en favor del criterio subjetivo, se aducen, principal-


mente, los que siguen:

• Los precedentes históricos, representativos de la tradición castellana, que


se supone consagraba el mismo criterio subjetivo del Derecho romano.
• La tendencia eminentemente voluntarista de nuestro Derecho de sucesio-
nes histórico y actual, representada ahora en los artículos 675 y 668 del
Código Civil, que imprimen a la intención del causante el rango de ley de
la sucesión.
• La congruencia que guarda el sistema subjetivo de designación de heredero,
de origen romano, con el régimen, también romano, de la responsabilidad
ilimitada del heredero.
• Las ventajas prácticas que acompañan al criterio subjetivo, en contraste con
los inconvenientes que presenta, en el orden práctico, el sistema objetivo.
• Sobre todo, el texto –que se estima a estos efectos determinante– del artículo
668 del Código Civil, párrafo segundo, a cuyo tenor «en la duda, aunque
el testador no haya usado materialmente la palabra heredero, si su voluntad
está clara acerca de este concepto, valdrá la disposición como hecha a títu-
lo universal o de herencia».
• En último término, la supuesta admisión en nuestro Derecho del legado de
parte alícuota, aludido indirectamente en el artículo 655 del Código Civil,
y que parece incompatible con el sistema objetivo, ya que, con arreglo a
este, el legatario de parte alícuota sería heredero.

Precisamente, serían estos últimos algunos de los argumentos en que se basa la po-
sición del Tribunal Supremo en la materia, que parecería inclinar la balanza, por tanto,
en favor de por la tesis subjetiva, reconociendo tanto la posibilidad del legado de parte
alícuota como del heredero ex re certa.

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Precisiones

El legado de parte alícuota sería el consistente en una cuota o parte divisi-


ble de la herencia, como la mitad, el tercio, la cuarta parte, el quinto u otra. El
Código Civil no lo menciona expresamente, aunque parece encontrar una cier-
ta admisión en el artículo 655, relativo a la reducción de las donaciones, que
pueden pedirla solo «aquellos que tengan derecho a la legítima o a una parte
alícuota de la herencia, y sus herederos y causahabientes»; aunque quizás sea
igualmente concluyente el artículo 891, cuando prevé que la herencia pueda
quedar totalmente distribuida en legados.
Sea como fuere, el legatario de parte alícuota tiene de heredero mucho más
que de legatario, por la fluctuación de su haber según la importancia de la he-
rencia, característica de los herederos; si bien pueden carecer del derecho de
acrecer. Es así que, si el testador designa, por ejemplo, a tres legatarios su-
cesores exclusivos de su herencia y carece de sucesor forzoso, es muy difícil
negarles la calidad de herederos, teniendo en cuenta que el propio legislador
pone en guardia, al decir que «en la duda» de si la institución es a título de he-
rencia o de legado, «aunque el testador no haya usado materialmente la palabra
heredero, si su voluntad está clara acerca de este concepto, valdrá la sucesión
como hecha a título universal o de herencia» (art. 668 del CC). De no ser el
caso, y siempre ante el silencio del Código, es conveniente citar aquí la clásica
Sentencia de 11 de febrero de 1903 en la que el Supremo hubo de reconocer
como legado este de parte alícuota. En el supuesto se le había planteado una
cláusula testamentaria por la cual se legara al marido el tercio de todos los bie-
nes, derechos y acciones, resultando que en la siguiente se hacía la institución
de herederos, contexto del que surgía que aquella primera institución era, en-
tonces, a título de legado.
En cuanto al heredero en cosa cierta, debe comenzarse advirtiendo con
Albaladejo García, que si el testador quiso dejar solo un bien determinado al
sucesor, este no recibirá su herencia en general, no siendo por tanto más que
legatario, sucesor particular de lo que toma. Pero, dicho ello:

«¿Es posible que el instituido en cosa cierta sea querido como he-
redero? Para que se considere como tal, solo caben dos posibilidades:
una, que la ley haga caso omiso de que se le dejó únicamente el bien
en que se le constituyó, y lo llame, a pesar de todo, a suceder en la ge-
neralidad de la herencia; otra, que lo mismo que se puede instituir suce-
sor en la generalidad de la herencia, y luego adjudicar un bien concreto,
o varios, en pago de la parte de la herencia que le correspondería, que
lo mismo que eso –dice nuestro autor– el causante quiera al sucesor
como partícipe en la generalidad de su sucesión, cuya participación ge-
neral en esta se satisface con el bien concreto o los bienes que le deja».

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Tal sería la única posible institución de heredero ex re certa. El problema, pues,


se hallaría en averiguar cuándo el causante habría querido, dejándole uno o
varios bienes en concreto, que fuera heredero, debiendo estar al artículo 768
del Código Civil en cuanto por él se viene a presumir que el instituido en cosa
cierta, mientras no se exprese o demuestre que la voluntad del causante fuera
otra, será legatario. Pero, no haya dudas, todo ello no significa que exista un
heredero en nuestro ordenamiento a título particular, por fuera del régimen que
por tal condición de suyo le corresponde.

6. LA DINÁMICA DEL PROCESO SUCESORIO

6.1. LA APERTURA DE LA SUCESIÓN

La sucesión, la transmisión hereditaria –con atención a que opera en favor de los


herederos, única que como hemos visto se torna sustancial para que cumpla su función
toda la normativa sucesoria– supone varios hechos o jalones, íntimamente relacionados,
que pueden acaecer al mismo tiempo o en momentos sucesivos y a través de largos in-
tervalos, a saber:

• La apertura de la sucesión, que se produce en el mismo momento de fa-


llecer el causante «y por ello mismo» (art. 657 del CC).
• La delación de la herencia, que es el efectivo y concreto llamamiento de
determinadas personas a recoger la herencia causada.
Hay, fundamentalmente, en nuestro Derecho, tres modos o clases de dela-
ción, por cuanto el llamamiento o designación del sucesor o sucesores pue-
den provenir de la voluntad objetiva de la ley (sucesión legal), de la voluntad
del causante manifestada en testamento y objetivada como última volun-
tad en el momento de su muerte (sucesión testamentaria) o, a la vez, en sus
partes respectivas, por la disposición testamentaria y la de la ley. Así lo in-
dica el ya transcrito en estas páginas capital artículo 658 del Código Civil.
• La opción o decisión del heredero, que si es favorable se traduce en la acep-
tación de la herencia. De la forma que acepte, se derivará un muy distinto ré-
gimen en cuanto a la responsabilidad con respecto a las deudas de la herencia.

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• La adquisición de la herencia, que es la asunción por el sucesor de las


titularidades del difunto, ya se refunden en el patrimonio de aquel, ya se
mantengan separadas mientras se practican las operaciones particionales
o la oportuna liquidación. En nuestro Derecho, como veremos, la adqui-
sición de la herencia necesita de un acto –aun presunto– de aceptación,
aunque extiende, por ministerio legal, sus efectos retroactivamente al
mismo momento del fallecimiento del causante, sin mayor solución de
continuidad.
• La partición o liquidación del haber hereditario. La partición procede
cuando son varios los herederos llamados y aceptan dos o más. La liquida-
ción, en puridad, cuando solo hay uno, consistiendo primero en el pago de
las deudas y cargas hereditarias para así formalizar la adquisición no ya de
la herencia sino de los bienes que resten tras el pago o reducción si al efec-
to procediera. La máxima en uno u otro es siempre la misma: «pagar antes
que heredar».

Dejando para la Unidad siguiente los enjundiosos aspectos relativos a la acepta-


ción y adjudicación final de los bienes hereditarios, haya partición o liquidación, en esta
Unidad es imprescindible señalar sobre los dos primeros puntos que la sucesión queda
abierta por la simple coyuntura del fallecimiento del causante (arts. 657, 661, 758, etc.
del CC) y únicamente por este hecho, pues en el Derecho moderno no pueden antici-
parla ni la incapacitación, ni la profesión religiosa, ni la condena penal, ni, en suma, la
antigua muerte civil. Pero en algunas legislaciones, como la nuestra, se admite la aper-
tura de la sucesión no solo en el caso de muerte probada, sino en el de muerte presunta y
consiguiente declaración de fallecimiento (art. 196, párrafo 1.º), si bien la fecha de esta
apertura hay que referirla a aquella en que se entienda ocurrida la muerte del causante y
que la declaración judicial debe expresar (art. 195, párrafos 1.º y 2.º).

6.2. VOCACIÓN Y DELACIÓN HEREDITARIAS

Es la delación de la herencia el llamamiento efectivo hecho a la persona del su-


cesor para que, mediante la aceptación, pueda adquirir la herencia. Como expresaba el
Digesto, se entiende deferida la herencia cuando puede ser conseguida por virtud de la
aceptación.

Se usan a veces, como términos sinónimos, los de delación de la herencia y voca-


ción hereditaria, y ello no es incorrecto mientras se tenga en cuenta el rigor técnico de

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cada palabra en Derecho y no se haga, por tanto, con más intención que la simplificado-
ra. Y es que la vocación supone sencillamente un llamamiento, de suyo genérico, a la
herencia, mientras que la delación significa un llamamiento efectivo. Por eso, como dice
la doctrina, «la delación no presupone solo la vocación de una determinada persona a la
herencia, sino también su capacidad para suceder». La vocación se trataría de un prius
lógico, anterior al momento del fallecimiento, por el cual estarían implicados todos los
que por distintos motivos (testamentario, legitimario o intestado) estén llamados, gené-
ricamente repito, a la herencia de una persona. En general, podría decirse que es todo
pariente que estuviera en el elenco de llamados por orden intestado, y hasta el Estado
que culmina, como veremos en la Unidad 10, el elenco con alcance residual; y cualquier
otro, pariente o no, que estuviera llamado por voluntad de quien sería futuro causante
–o lo hubiera estado en testamento anterior– a los bienes que viniera a dejar. Mientras
que por esa genérica expectativa la vocación hereditaria no implicaría derecho alguno
a favor del que por ella hubiera de resultar finalmente favorecido, la delación sería la
concreción del llamado, cuya actualidad genera un verdadero derecho subjetivo cifrado
en el ius delationis como de inmediato se tratará, que se reconoce por esa su condición,
aunque con matices, transmisible.

Precisiones

En la vocación se ve el título o fundamento jurídico del llamamiento a la


sucesión, en tanto que delación concreta la efectividad de esa posibilidad,
pendiente ya tan solo de una declaración afirmativa de la voluntad del lla-
mado (Betti).

Siendo tal su consideración se mostrarían presupuestos o requisitos de la delación


hereditaria:

• Que la sucesión esté abierta.


• Que exista una designación o llamamiento para suceder, hecha en el título
jurídico (testamento o ley), siendo indispensable que el llamado esté deter-
minado o, cuando menos, sea determinable.
• Que el llamado sobreviva al difunto.
• Que el llamado a la sucesión tenga aptitud y capacidad.

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

6.3. EL DERECHO DE ADIR LA HERENCIA (IUS DELATIONIS)

El más característico de los efectos de la delación de la herencia –que en sí no es


más que un hecho– es hacer surgir en el heredero el derecho de aceptar o repudiar la he-
rencia (ius delationis).

Sobre la cuestión de si el derecho de aceptar o renunciar la herencia es o no transmisi-


ble a los herederos del heredero, cuando este muere antes de manifestar su voluntad acep-
tando o repudiando la herencia, en el Derecho moderno, a diferencia de lo que ocurría en
un principio en el romano, suele aceptarse la transmisibilidad del ius delationis para el caso.

Nuestro Código Civil vendría a establecerlo, como regla general, en el artículo 1.006,
cuando dice que «por muerte del heredero sin aceptar ni repudiar la herencia, pasará a los
suyos el mismo derecho que él tenía». Mas, por excepción, no tiene lugar la transmisión
del ius delationis en los casos de incapacidad del heredero o de renuncia por él a la heren-
cia (art. 766 del CC), salvo en favor de los descendientes del incapaz o desheredado por
la porción legitimaria (arts. 761 y 857 del CC). La cuestión se relaciona íntimamente, por
ser uno de sus efectos, con la operatoria del derecho de representación, que se desarrollará
en esta misma Unidad más adelante, en cuanto por lo que opera es una delación indirecta:
los descendientes del llamado son los que «en su lugar» podrán aceptar, adir la herencia.

Precisiones

En su mentada especialidad, el ius delationis solo puede transmitirse mortis


causa y, en cuanto a unos beneficiarios en concreto, quienes sean herederos
del llamado, a su vez, y ello por virtud de la ley.

7. CAPACIDAD PARA SUCEDER

7.1. PRINCIPIOS GENERALES DEL CÓDIGO CIVIL

La capacidad para suceder, en clásica expresión capacidad testamentaria pasi-


va, ha evolucionado atenuando el rigor con que fue regulada esta materia en las legis-
laciones antiguas.

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Sumario │

G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

En el Derecho histórico español, las Partidas, siguiendo las huellas del Derecho ro-
mano, incapacitaron a los deportados y condenados a trabajos perpetuos, y a los here-
jes, apóstatas y rebautizados; pero estas exclusiones fueron derogadas por las Leyes de
Toro y por leyes modernas.

En el Derecho inmediatamente anterior al Código Civil existían como incapacida-


des absolutas la de las corporaciones ilícitas y, según los autores, la de los monasterios
y conventos y religiosos profesos, y como incapacidades relativas la de los hijos natura-
les, espúreos, sacrílegos o de dañado y punible ayuntamiento, y la del confesor del tes-
tador en su última enfermedad.

Hoy en día, la tendencia del Derecho moderno, aceptada por el Código Civil, es
admitir solo incapacidades relativas, reduciendo las absolutas a las que se derivan de la
inexistencia de la persona, natural o jurídica, ante la ley civil.

En esta dirección, establece el Código un supuesto o presunción de capacidad (pa-


ralelo al que formula a propósito de la testamentifacción activa el art. 662) declarando
en el artículo 744 que pueden suceder por testamento o abintestato los que no están in-
capacitados por la ley. Ello implica que so se requiere para ser sucesor mortis causa la
capacidad de obrar o de ejercicio, aunque sí se exige dicha capacidad o que se supla su
defecto por los medios legales para que se consuma la sucesión mediante la aceptación
expresa o tácita del sucesor.

Precisiones

Debe, en este punto, anticipar la distinción entre la capacidad genérica para


suceder y la capacidad para aceptar a título de heredero o legatario, que sí
vincula cuestiones referentes a la capacidad de obrar y desde ahí ha de ex-
plicarse. Sobre la capacidad para aceptar –o repudiar, véase la Unidad si-
guiente–.
Asimismo, en el texto hemos empleado el romanismo «testamentifacción», con-
servado y aun resucitado con vigor, para calificar la facultad de testar que, como
derecho, tenía el ciudadano de Roma. A los iura commercii, honorum, suffra-
gii y connubbi, sumaba este otro del ius testamentifactionis. Se distinguía y se
distingue entre testamentifacción activa, facultad para disponer de los propios
derechos para después de la muerte, y testamentifacción pasiva, aptitud jurídica
para suceder a otra persona en sus bienes y en sus derechos. Corresponden
a la capacidad para testar y a la capacidad para suceder.

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

Gozan de capacidad para suceder, así, no solo las personas físicas o naturales sino
también las jurídicas. Respecto de estas últimas, indica el Código que:

«Las iglesias y cabildos eclesiásticos, las diputaciones provinciales y las


provincias, los ayuntamientos y municipios, los establecimientos de hospitali-
dad, beneficencia e instrucción pública, las asociaciones autorizadas o recono-
cidas por la ley y las demás personas jurídicas pueden adquirir por testamento,
con sujeción a lo dispuesto en el artículo 38» (art. 746).

En cuanto a los establecimientos públicos, existe la especialidad de que la institu-


ción hecha a favor de los mismos bajo condición o imponiéndoles un gravamen, necesita
para su eficacia la aprobación del Gobierno (art. 748, completado por art. 994).

Por supuesto, la determinación o calificación de la capacidad para suceder ha de ser


hecha atendiendo al tiempo de la muerte de la persona de cuya sucesión se trate (art. 758,
párrafo 1.º, congruente con los preceptos de los arts. 657, 666 y 766); pero se exceptúa
el caso de la institución de heredero o el legado condicionales (cuando la condición sea
suspensiva), en el cual es preciso que el sucesor tenga capacidad legal al tiempo de rea-
lizarse la condición impuesta (art. 758, párrafo 3.º).

7.2. INCAPACIDADES ABSOLUTAS

Se llaman así a las que privan de suceder en toda herencia o legado, cualquiera que
sea la persona del causante. Quedan en la actualidad como únicas incapacidades abso-
lutas las siguientes, fundadas en la falta de existencia y personalidad jurídica, según el
artículo 745 del Código Civil:

• Las criaturas abortivas, entendiéndose tales las que reúnan las circunstan-
cias expresadas en el artículo 30.
• Las asociaciones o corporaciones no permitidas por la ley.

El precepto no establece la incapacidad sucesoria de determinadas personas físicas,


las abortivas, y de ciertas personas jurídicas ilegales, sino que excluye de sucesión a tales
entes por no ser personas. Desde tal perspectiva, en el Derecho español se requiere la
existencia simultánea de causante y heredero para que este suceda a aquel. Esta exigen-
cia tiene dos aspectos: uno que el heredero exista todavía cuando muera el causante, y
otro más controvertido, la precisión de que exista ya.

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G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

La supervivencia al causante viene impuesta por los artículos 33, 190, 758 y por el
760 del Código Civil, presupuesto básico que obliga, sin embargo, a contemplar tres su-
puestos de raíz más que elemental:

• El del concepturus, el del ni siquiera concebido.


• El del nasciturus, el del concebido pero no nacido.
• Y, ya en distinto ámbito, el de las organizaciones que aún no hayan alcan-
zado la personalidad jurídica.

En relación con el concepturus, el Código no exige directamente que el causa-


habiente viva ya al morir el causante, pero si el nacimiento determina la personali-
dad (art. 29) y para calificar la capacidad del heredero o legatario se ha de atender al
tiempo de la muerte de la persona de cuya sucesión se trate (art. 758), parece que al no
tener el no concebido existencia alguna, menos todavía puede hablarse de su capacidad
para suceder. Sin embargo, la opinión consolidada en doctrina y jurisprudencia entien-
de, pese a todo, que la institución de heredero o el llamamiento como legatario de esta
«persona futura» sería válido, aunque quedando sometido a la condición suspensiva de
que el no concebido llegara a existir. Por lo que, hasta que la efectiva sucesión pueda
tener lugar en su virtud, la herencia habrá de quedar o bien sujeta a la administración
de otro, o bien en manos de otro, no en concepto de administrador, sino como usufruc-
tuario, por ejemplo.

Uno de los más firmes argumentos en esta línea es la admisión por el Código de tal
posibilidad al regular las sustituciones fideicomisarias (véase Unidad 9, epígrafe 10.4),
en el que un heredero, llamado fiduciario, recibe la sucesión y la transfiere después a un
segundo heredero, llamado fideicomisario, que no tenía que existir cuando el causante
murió.

En conclusión, en el Derecho común el sucesor no hace falta que viva ni que esté
concebido al abrirse la sucesión, si fuera el caso mencionado.

En cuanto al derecho de suceder del nasciturus, en virtud del artículo 29 del Código
Civil es capaz de suceder siendo que, en cuanto nazca cumpliendo las condiciones lega-
les (ex art. 30 del CC), consolidará su derecho a la herencia. Mientras no nazca y viva
24 horas enteramente desprendido de la madre, se produce una situación de pendencia
que, si el concebido llega a ser persona, se resuelve a su favor como si lo hubiese sido
desde que fue engendrado; en tanto que, de no llegar a serlo, se resuelve como si nunca
hubiese sido concebido, por lo que su llamamiento a la sucesión resultaría ineficaz desde
un principio por falta de sujeto que lo hubiese recibido.

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

Por ser así, cuando al morir el causante exista la certeza de la existencia de un con-
cebido que tendrá derecho a sucederle, proceden ciertas precauciones tendentes tanto a
proteger sus derechos como de los sucesores en defecto del mismo. Son las siguientes:

• Suspender la partición de la herencia, proveyendo entre tanto a su adminis-


tración, hasta que nazca o se frustre el sucesor (art. 965 y ss. del CC).
• Adopción de medidas adecuadas para evitar fraudes en el nacimiento, en
perjuicio de quienes heredarían en defecto del concebido.
• Dar alimentos a la embarazada, a costa de la parte de herencia que corres-
pondería al concebido.

En tercer lugar, en lo que respecta a las personas jurídicas en vías de formación,


la sucesión queda sometida al evento de que el ente alcance personalidad jurídica, mo-
mento en el que se producirá la sucesión. En efecto, la institución hereditaria a favor de
un grupo bien diferenciado, carente de personalidad jurídica pero en trance de conse-
guirla, es válida y determina la reserva del caudal hasta la válida constitución del ente.

Particularmente interesante en este punto es el supuesto en el que se dota testamen-


tariamente a una fundación que por el mismo testamento se crea, por lo que constituida
por vía testamentaria, nace sin más al fallecer el testador, y por este puede serle atribui-
da una herencia o un legado.

Finalmente, para concluir con este epígrafe, algunos autores consideran también como
incapacidad absoluta, dentro del Código, la de las personas inciertas, basándose en que el
artículo 750, incluido dentro de la Sección referente a la capacidad para suceder, establece
que «toda disposición en favor de persona incierta será nula, al menos que por algún evento
pueda resultar cierta». Pero en realidad la incertidumbre es cosa distinta de la incapacidad,
aunque una y otra produzcan en cierto modo el mismo resultado. Por otra parte el Códi-
go admite excepciones al principio de nulidad de los llamamientos de persona incierta, en
algunos casos en que la ley misma hace la determinación de la persona o personas desig-
nadas indeterminadamente por el testador. Tal sucede en los de instituciones en favor del
alma (art. 747), de los pobres en general (art. 749) o de los parientes del testador (art. 751).

Precisiones

En general, sobre estas instituciones hereditarias de orden genérico, véase el


epígrafe 8 de la Unidad 8.

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G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

8. PROHIBICIONES PARA SUCEDER

También llamadas incapacidades relativas, las prohibiciones para suceder son aque-
llas que solo privan de la aptitud para suceder con relación a ciertas personas y en deter-
minadas circunstancias; a saber, siendo genéricamente apta para suceder, siendo válido
su llamamiento en cualquier otro caso, la persona en cuestión no puede suceder –siquie-
ra como legatario– respecto de una concreta herencia. De las dos, por tanto, la denomi-
nación más apropiada sería la de «prohibiciones de suceder», puesto que en su virtud
no hay restricción alguna de capacidad propiamente dicha, sino tan solo exclusión del
derecho a suceder una determinada persona a otra persona también determinada, por ra-
zones extrínsecas a la persona en sí (Hernández Gil).

En el Código Civil se registran las siguientes aplicables, aunque solo a la sucesión tes-
tamentaria, y es que a su través se trata de evitar la captación de la voluntad del testador, la
violación del deber de independencia, de neutralidad de quienes participen en el otorgamien-
to en el acto formal del testamento o, finalmente, que hereden lo que, por tal concepto, algu-
nos de los llamados a ejercer un cargo por el mismo testamento se nieguen a su desempeño:

• El sacerdote que hubiere confesado al testador durante su última enferme-


dad; los parientes de aquel dentro del cuarto grado, y su iglesia, cabildo,
comunidad o instituto (art. 752 del CC).
Esta prohibición, informada de pleno sentido común, tiene por objeto evi-
tar toda sospecha de influjos o sugestiones sobre el ánimo del testador. Su
aplicación requiere la concurrencia de las siguientes circunstancias:

– Que el testamento resultare otorgado durante su última enfermedad,


pues, si es anterior, falta la razón de la incapacidad.
– Que el testador muera de aquella enfermedad en que tuvo lugar la
confesión, aunque medie tiempo desde la confesión hasta la muerte,
y que esta sea causada por un accidente que se ignore si procede o
no de dicha enfermedad.
– Que se trate de una disposición establecida en provecho del sacerdo-
te o sus parientes o su iglesia.

• El tutor o curador que sea ascendiente, descendiente, hermano, hermana


o cónyuge del testador, respecto del testamento otorgado antes de haberse
aprobado la cuenta definitiva de la tutela, aunque el testador muera después
de su aprobación (art. 753 del CC).

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│ Sumario

DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

Tiene el mismo fundamento que la anterior e igual que la anterior de inter-


pretación restrictiva, como toda disposición prohibitiva.
• El Notario autorizante del testamento, y el cónyuge, parientes o afines del
mismo, dentro del cuarto grado, excepción hecha de los casos del legado de
algún objeto mueble o cantidad de poca importancia, con relación al caudal
hereditario (art. 754, párrafo 1.°, del CC).
Discute la doctrina si la incapacidad se extiende a los testamentos cerra-
dos y abiertos, o solo a estos últimos. Unos entienden que la prohibición es
general, ya que la ley no distingue cuándo podía haber hecho esa salvedad
al igual que sucede en el artículo 754 para los testigos. Otros consideran
inaplicable la prohibición al testamento cerrado, por tratarse de un testa-
mento hecho anticipadamente no siendo posible por tanto la presunción de
sugestiones.
• Los testigos del testamento abierto, otorgado con o sin Notario, y los
testigos y personas ante quienes se otorguen los testamentos especiales
(art. 754, párrafos 2.º y 3.º, del CC).
• El tutor designado en testamento que se excuse de la tutela al tiempo de la
delación perderá lo que en consideración al nombramiento le hubiere deja-
do el testador (art. 257 del CC).
• El albacea que no acepte el cargo o lo renuncie sin justa causa perderá lo
que le hubiere dejado el testador, salvo siempre el derecho que tuviese a la
legítima (art. 900 del CC).

En cuanto a los efectos de las prohibiciones de suceder, cabe señalar los siguientes:

• Antes que nada producen, como no puede ser de otro modo, la nulidad de
la disposición, sea a título de heredero o legado, ordenada a favor de inca-
paz, quedando subsistente lo demás que contenga el mismo testamento. El
artículo 755 del Código Civil dice, en tal sentido, que «será nula la disposi-
ción testamentaria a favor de un incapaz, aunque se la disfrace bajo la forma
de contrato oneroso o se haga a nombre de persona interpuesta». La acción
para pedir la declaración de incapacidad prescribe a los cinco años, contados
desde que el incapaz esté en posesión de la herencia o legado (art. 762).
La acción podrá ser ejercitada por los llamados en defecto del incapaz, y
los acreedores en el caso del artículo 1.111 del Código Civil, y corresponde
igualmente frente al tercero que, según se demuestre, se haya interpuesto
para evitar la sanción.

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G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

• Como consecuencia de la declaración de nulidad, el incapaz tendrá obliga-


ción de restituir los bienes hereditarios cuya posesión hubiere tenido, con sus
accesiones y con todos los frutos y rentas que hubiere percibido (art. 760),
con lo que el Código vendría a considerarlo como poseedor de mala fe.
• Si el excluido de la herencia por cualquiera de los motivos referidos fuere
hijo o descendiente del testador, y tuviere hijos o descendientes, adquiri-
rán estos su derecho a la legítima; pero el excluido no tendrá el usufructo y
administración de los bienes que por esta causa hereden sus hijos (art. 761
del CC). En los demás casos, la herencia seguirá el curso que por Derecho
corresponda pasando al sustituto, si lo hubiere, o a los herederos con dere-
cho de acrecer, o dando lugar en último término a la apertura de la sucesión
abintestato.

9. LA INDIGNIDAD SUCESORIA

9.1. CONCEPTO

En el Derecho romano clásico se establecieron diversas causas en virtud de las cua-


les la ley privaba de obtener y conservar las ventajas de la herencia y del legado a aque-
llas personas que, no obstante ser capaces de suceder, podían reputarse de reprobable
conducta, especialmente en sus relaciones con el difunto. Así nació la institución de la
indignidad para suceder, que ha pasado a los Códigos modernos.

La indignidad puede ser definida como:

«La tacha con que la ley marca a las personas que han cometido deter-
minados actos especialmente reprensibles, en virtud de la que su autor queda
inhabilitado para suceder al causante que los padeció, a menos que este lo re-
habilite» (Albaladejo García).

Supone, pues, una mala acción u omisión –pasividad– grave que imposibilita o im-
pide a quien en ella incurre para heredar al ofendido.

La indignidad para suceder debe diferenciarse además de la desheredación, coin-


cidente con ella en privar al heredero de la herencia. En la Unidad 9 cuenta el alumno
con una completa tabla de motivos para su distinción. En esta Unidad, toca simplemente

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│ Sumario

DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

advertir que la desheredación solo puede proclamarla el testador, documental, formal-


mente, y no comprende sino a los herederos forzosos (o legitimarios). Por el contrario,
la indignidad la establece la ley y alcanza no solo a los herederos forzosos y a los testa-
mentarios, sino a los que lo fueren abintestato, concepto más extenso que el de legitima-
rios, por tanto. En todo caso, «si el excluido de la herencia por incapacidad fuera hijo o
descendiente del testador y tuviere hijos o descendientes, adquirirán estos su derecho a
la legítima», como bien dispone el artículo 761 del Código Civil.

9.2. NATURALEZA

Doctrinalmente se discute si la indignidad es una forma de incapacidad relativa o


una institución distinta que supone exclusión de la herencia.

El Código Civil parece aceptar la primera posición, pues habla en el artículo 756
de «incapaces de suceder por causas de indignidad». No obstante, conviene señalar la
diferencia entre incapacidad en sentido estricto y la indignidad; en este sentido, se man-
tiene, la incapacidad viene a establecerse por razones generales independientes del mé-
rito de la persona, mientras que la indignidad se pronuncia a título de pena, por razón
de faltas graves cometidas por el causante de la herencia o su memoria. Como en esta
línea se sostiene, la incapacidad del indigno dimana de que, aun gozando de personali-
dad al tiempo de morir el causante, es inepto para recibir titularidades del de cuius por
vía hereditaria. La indignidad implica un veto que el Derecho impone y que impide la
aceptación y adquisición de la herencia por la persona frente a la que se alza dicho veto,
con lo que se excluiría, por tanto, la delación. Tal veto tiene carácter punitivo y dimana
de la conducta gravemente reprochable observada por el indigno respecto del causante.
Solo el perdón otorgado por el causante, mediante la rehabilitación, puede restituir al
culpable la aptitud para suceder al ofendido.

9.3. FUNDAMENTO

Se pueden distinguir dos posiciones doctrinales en torno a esta cuestión. La primera


visión o subjetiva encuentra la razón de ser de la indignidad sucesoria en la suposición
de que si el de cuius hubiera previsto el hecho del indigno, lo habría excluido él mismo
de la herencia. La posición objetiva, por su parte, ubica su fundamento en razones de
moralidad, que obligan al legislador a privar de la herencia a aquellas personas que por
un hecho contrastado y de suficiente calado no se hacen merecedoras de suceder, según
la común apreciación social.

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Sumario │

G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

Entre quienes la defienden, Barassi estima preferible la fundamentación objetiva,


pues el concepto de una voluntad presunta puede ser incierto y arbitrario. La prueba es
que la indignidad puede producir sus efectos, aun contra la voluntad del causante, en la
hipótesis de que este haya perdonado la causa de indignidad de forma distinta a la legal.

Expuesto ello, debe tenerse en cuenta que la indignidad es aplicable tanto a la su-
cesión testamentaria como a la legítima, teniendo todas sus causas carácter relativo,
inhabilitando nada más para adquirir por sucesión los bienes o derechos de la persona
contra quien se cometan los actos ofensivos; la indignidad es, pues, una institución sig-
nada por su relatividad.

Precisiones

Al excluir en principio la ley de suceder por indignidad, se está articulando una


institución similar, pero aquí en cuanto a la transmisión de los bienes, a la in-
gratitud que permite revocar las donaciones (art. 648 y ss. del CC). En uno y
otro caso, por lógica jurídica, se resuelve que no quiere o no merece lo ajeno
quien agravia u ofende a su titular.

9.4. CAUSAS

El Código Civil, fundamentalmente en el artículo 756, incorpora una serie de causas


de indignidad, con carácter de numerus clausus y, por su función, de consecuente inter-
pretación restrictiva, que pueden ser clasificadas de la siguiente manera:

• Por razones de moralidad. Artículo 756.1.º: «los padres que abandonaren,


prostituyeren o corrompieren a sus hijos».
El padre o la madre cometen este atentado físico o moral contra su propio
hijo, independientemente de que la relación paterno-filial sea matrimonial,
extramatrimonial o adoptiva. La reparación del hecho no incide en el man-
tenimiento de la causa citada, por tanto, aunque recoja al hijo abandonado
o impida que su hijo continúe en prostitución o corrupción, la causa de in-
dignidad se mantiene.
• Por razón de la comisión de un delito contra el causante o sus parientes:

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– Artículo 756.2.º: «el que fuere condenado en juicio por haber aten-
tado contra la vida del testador, de su cónyuge, descendientes o as-
cendientes».
La condena en juicio supone la existencia de una sentencia condena-
toria firme dictada en proceso penal, se haya cumplido o no la sen-
tencia por el condenado indigno.
El atentado contra la vida comprende cualquier delito contra la vida
(homicidio, asesinato) u otro delito en el que se produzca la muerte,
sin que tenga incidencia, en cuanto a la existencia de la causa de indig-
nidad, la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsa-
bilidad, el grado de participación (autor o cómplice) o de consumación
(consumado o intentado). La expresión atentar presupone la existen-
cia de dolo, por tanto no se incluye en esta causa la imprudencia.
– Artículo 756.3.º: «el que hubiese acusado al testador de delito al que
la ley señale pena no inferior a la de presidio o prisión mayor, cuan-
do la acusación sea declarada calumniosa».
Al igual que la anterior, esta causa precisa para su concurrencia sen-
tencia firme condenatoria dictada en la presente causa penal, por de-
lito de calumnia por acusación realizada por el indigno de cualquier
delito con pena no inferior a presidio o prisión mayor, realizada for-
malmente mediante denuncia o querella. La distinción entre presidio
y prisión ha desaparecido del presente Código Penal e igualmente la
pena de prisión mayor.
Respecto del falso testimonio, se ha planteado la doctrina si cons-
tituye un caso de acusación calumniosa a los efectos del precepto,
inclinándose la doctrina mayoritaria, entre otros Albaladejo García,
por una respuesta negativa dado el carácter restrictivo que en tema
de incapacidad debe tener la interpretación de la norma, así como la
circunstancia de que hay otras conductas repugnantes y equivalentes
a esta u otras causas de indignidad, que sin embargo no es posible
englobar dentro de ellas desde el punto de vista del Derecho positi-
vo, aunque moralmente lo merezcan.
– Artículo 756.4.º: «el heredero mayor de edad que, sabedor de la muer-
te violenta del testador, no la hubiese denunciado dentro de un mes
a la justicia, cuando esta no hubiera procedido ya de oficio. Cesará
esta prohibición en los casos en que, según la ley, no hay la obliga-
ción de acusar».

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Sumario │

G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

Se aplica solo al heredero mayor de edad, por lo que queda excluido


el menor emancipado, aunque la palabra heredero debe interpretarse
en el sentido de comprender también al legatario. La palabra testa-
dor comprende todo causante.
La expresión ser sabedor significa tener conocimiento suficientemen-
te seguro, no meras sospechas o suposiciones imprecisas o insegu-
ras. Muerte violenta es entendida por la doctrina como toda muerte
no natural, provocada por una persona, a la que le es imputable pe-
nalmente. La denuncia puede hacerse directamente ante cualquier
Juzgado o a los órganos adecuados de la policía judicial para recibir
una denuncia. El mes de plazo para interponer la denuncia empezará
a contar desde que el indigno conozca el hecho de la muerte violenta
del causante. No se producirá esta causa de indignidad, si el Juzgado
actúa de oficio o por denuncia de otra persona o por atestado policial,
aunque el heredero no haya denunciado, ni tampoco en los casos en
que no está obligado a acusar.

• Por razón de ser atentatorios a la libertad de testar:

– Artículo 756.5.º: «el que con amenaza, fraude o violencia, obligare


al testador a hacer testamento o a cambiarlo».
– Artículo 756.6.º: «el que por iguales medios (amenaza, fraude o vio-
lencia) impidiere a otro hacer testamento, o revocar el que tuviese
hecho, o suplantare, ocultare o alterare otro posterior».
Ambos supuestos constituyen actos contrarios a la libertad de testar
del causante salvo el inciso final del número 6.º, que constituye un
caso de falsedad por suplantación, ocultación o alteración.
Los actos contrarios a la libertad de testar, se prevé que se realicen
mediante amenaza, fraude o violencia, que coinciden en lo sustancial
con los que enumera el artículo 673 para declarar nulo el testamento:
violencia, dolo o fraude. La violencia o el fraude son causas de nuli-
dad y de indignidad. La doctrina considera que el fraude comprende
el dolo y que violencia y amenaza son lo mismo.
La causa de indignidad se produce por el empleo del fraude, la ame-
naza o la violencia, aunque el indigno no consiga su propósito de que
el causante modifique o revoque el testamento.

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

• Por falta de atenciones debidas al causante con discapacidad. Se entienden por


tales la obligación de prestar alimentos, aunque el causahabiente no fuera una
de las personas obligadas a prestarlos. Así lo determina el apartado 7.º del ar-
tículo 756, añadido por la Ley 41/2003, de 18 de noviembre, al establecer:

«Tratándose de la sucesión de una persona con discapacidad, las


personas con derecho a la herencia que no le hubieren prestado las
atenciones debidas, entendiendo por tales las reguladas en los artícu-
los 142 y 146 del Código Civil».

• Caso especial de testamento cerrado. Debe agregarse a la lista del artículo


756, asimismo, el supuesto del artículo 713 del Código Civil por el cual:

«El que con dolo deje de presentar el testamento cerrado que


obre en su poder dentro del plazo fijado... y el que sustrajere dolo-
samente el testamento cerrado del domicilio del testador o de la per-
sona que lo tenga en guarda o depósito, y el que lo oculte, rompa o
inutilice de otro modo».

Es un caso de mala fe que evita la sucesión testamentaria contenida en tes-


tamento cerrado.
Albaladejo García estima que el precepto es aplicable al caso del testamen-
to ológrafo.
• Finalmente, la doctrina (Lacruz Berdejo y Sancho Rebullida) estima el su-
puesto previsto en el artículo 111 del Código Civil, según el cual el proge-
nitor respecto de sus hijos o descendientes quedará excluido de la sucesión,
cuando haya sido condenado a causa de las relaciones a que obedezca la
generación, según sentencia penal firme, o bien cuando la filiación haya
sido judicialmente determinada contra su oposición; se trataría de un caso
de exclusión de la herencia legal del hijo o descendiente por causa de in-
dignidad, que debe interpretarse restrictivamente, no alcanzando, pues, a la
sucesión voluntaria.

9.5. MOMENTO EN QUE HA DE DARSE

El artículo 758 del Código Civil dispone lo siguiente:

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G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

«Para calificar la capacidad del heredero o legatario se atenderá al tiempo


de la muerte de la persona de cuya sucesión se trate.
En los casos 2.º y 3.º del artículo 756 se esperará a que se dicte la senten-
cia firme, y en el número 4.º a que transcurra el mes señalado para la denuncia.
Si la institución o legado fuere condicional, se atenderá además al tiempo
en que se cumpla la condición».

El precepto hay que entenderlo en el sentido de que en tal momento el indigno haya
ejecutado ya la conducta prevista como causa de indignidad, pero con la salvedad de que,
como en algunos supuestos puede ser imposible, establece criterios especiales para los
números 2.º, 3.º y 4.º del artículo 756 del Código Civil.

El momento para la causa de indignidad del artículo 713 del Código Civil no resul-
ta contemplado, aunque será el momento en que se dé la conducta descrita para el tes-
tamento cerrado, aun después de la muerte del causante, siempre con el límite de cinco
años fijado por el artículo 762 del Código Civil para el ejercicio de la acción.

9.6. EFECTOS

La indignidad inhabilita al indigno para suceder; el indigno como persona hábil


para suceder, no recibe la delación hereditaria, no sucede al causante. Esta posición goza
de arraigado asidero doctrinal y jurisprudencial, al amparo fundamental de los artículos
713 y 760 del Código Civil. Lacruz Berdejo por el contrario dice que los efectos de la
indignidad no afectan a la delación; el indigno sucede al causante, pero su sucesión es
impugnable por razón de indignidad.

Si el indigno, pese a serlo, ejercita el ius delationis, acepta la herencia o adquiere


el legado y hace suyos la herencia o el legado, o bien la causa de indignidad consta des-
pués de su adquisición de la herencia o el legado, o según el Código el indigno hubiere
entrado en la posesión de los bienes hereditarios, estará obligado a restituirlos con las
accesiones y con todos los frutos y rentas que haya percibido (art. 760 del CC).

Debe tenerse claro que los efectos de la indignidad tienen lugar por haber incurrido
en la causa de la misma sin que sea preciso una sentencia que declare expresamente la
indignidad. Si el indigno niega la causa u ocupa los bienes, será necesario acudir a la vía
judicial para que por sentencia judicial se declare la indignidad discutida; sentencia decla-
rativa que declarará que el sucesor es indigno porque cometió el hecho determinante de

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

la indignidad. La acción deberá ejercitarse en el plazo de cinco años desde que el incapaz
esté en posesión de la herencia o legado de acuerdo con el artículo 762 del Código Civil.

La indignidad que comprende de suyo cualquier atribución en favor del indigno


sea a título universal (como heredero) o particular (como legatario), alcanza a la suce-
sión testada, intestada y hasta legítima, legítima que no recibirá el indigno legitimario,
aunque si es hijo o descendiente del causante se dará, respecto de la misma, el derecho
de representación a favor de los hijos o descendientes del indigno como dispone el ar-
tículo 761 del Código Civil.

9.7. REHABILITACIÓN DEL INDIGNO

La indignidad en cuanto sanción civil puede ser evitada mediante la rehabilitación


del indigno, que supone el levantamiento del castigo por parte del causante, en aras al
principio de la soberanía de la voluntad del causante, básico en la sucesión mortis causa.
La rehabilitación puede ser expresa o tácita, y se ha de entender –aunque en esto no hay
unanimidad– irrevocable (por considerarse que ciertamente repugnaría a la moral el arre-
pentimiento en el brindado perdón de la ofensa).

Cuando el causante instituye heredero o legatario conociendo la causa de indigni-


dad que concurre en el mismo, hay que entender que no quiere que tal causa se tome en
cuenta, y por eso la ley establece que no lo sea, dando por borrada la indignidad proce-
dente de ella. Así, el artículo 757 del Código Civil dispone que «las causas de indigni-
dad dejan de surtir efecto si el testador las conocía al tiempo de hacer testamento»; en
tal caso nos encontraremos ante una rehabilitación tácita.

El inciso segundo del artículo citado anteriormente establece que «... o si habién-
dolas sabido después, las remitiere en documento público»; es la rehabilitación expresa
que se debe hacer en documento público o, también, en testamento, sea este hecho en
documento público (testamento abierto o cerrado) o privado (comunes, extraordinarios
o especiales o el ológrafo) que, al protocolizarse posteriormente deviene público.

La doctrina no entiende como rehabilitación el perdón moral o la reconciliación


humana que puede darse entre indigno y causante que a efectos legales es irrelevante,
además de poder ser en muchos casos normalmente indemostrable.

El efecto de la rehabilitación es, pues, a tenor de lo dispuesto en el artículo 757,


que la indignidad deja de surtir efectos, pudiendo suceder con normalidad el «indigno»
al causante.

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10. EL DERECHO DE REPRESENTACIÓN

10.1. CONCEPTO

Con arreglo al artículo 924 del Código Civil, «llámase derecho de representación
el que tienen los parientes de una persona para sucederle en todos los derechos que ten-
dría si viviera o hubiera podido heredar».

EJEMPLO 1

Si fallece «B» antes que su padre «A», a quien, al tiempo de su propio fallecimiento, le so-
breviven sus otros dos hijos «C» y «D», pero también los hijos de «B», a su herencia intes-
tada o la parte legitimaria de ella en caso de haber testamento, la ley conviene en llamar a
partes iguales a «C», «D», y a todos los hijos de «B» en justa representación de su padre.

La definición legal se critica –en la síntesis ofrecida por Díez-Picazo y Gullón Ba-
llesteros– porque, en primer lugar, no son los parientes de una persona los que suceden
por derecho de representación, sino mucho más concretamente, dentro de ellos, solo los
descendientes del premuerto. En segundo lugar, porque el representante no ejerce ningún
derecho por el representado que nada ha podido adquirir por haber premuerto o por su
incapacidad para aceptar. Y en tercer lugar, porque el Código dice que los representan-
tes suceden al representado, siendo así que a quien suceden es al causante de la sucesión
siendo frente a él, al momento del fallecimiento de este, que han de tener los requisitos
de capacidad sucesoria. Por eso dice el artículo 928 del Código Civil que no se pierde
el derecho de representar a una persona por el hecho de haber renunciado a su herencia.

La mejor llamada, entonces, representación hereditaria supone al menos tres perso-


nas, unidas entre sí por vínculos de parentesco: causante, representado y representante.
Esto lo garantiza el Código, a través de las líneas y grados de parentescos, como es ló-
gico, estableciendo los siguientes criterios:

• En la línea recta ascendente no se reconoce nunca el derecho de represen-


tación; así lo establece claramente el artículo 925 del Código Civil, en su
párrafo 1.º.

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

• En la línea descendente, en cambio, se admite en todo caso y sin limitación


de grado el derecho de representación: así resulta del artículo 925, párrafo
primero, antes citado, y así se deduce también del artículo 933 del Código
Civil.
• En la línea colateral se prevé aunque de una manera restringida, pues solo
se concede a los hijos de hermanos o de medio hermanos, bien lo sean de
doble vínculo o de un solo lado. Así lo establece el artículo 925 del Código
Civil, párrafo segundo, lo que se completa con lo que dispone el artículo
927, según el cual:

«Quedando hijos de uno o más hermanos del difunto, heredarán


a este por representación si concurren con sus tíos. Pero si concurren
solos, heredarán por partes iguales».

Asimismo, debemos tener clara la distinción del derecho que aquí se define
y la transmisión del derecho de aceptar o no la herencia, a saber, el ius delationis
(art. 1.006 del CC). Y es que en el caso del derecho de representación no es que haya
fallecido la persona que genera la transmisión antes de haber podido aceptar, sino que
la persona es incapaz para suceder.

Precisiones

Tal como ya señalara Escriche, conviene no confundir la representación con


la transmisión stricto sensu hereditaria. La transmisión se verifica cuando
una persona, al morir, pasa a sus herederos los derechos que ya han des-
cansado –digámoslo así– sobre su cabeza aunque no sea más que un mo-
mento, sin haber hecho por otra parte ningún acto de heredero con respecto
a ellos. La representación se verifica cuando los descendientes de una per-
sona muerta vienen a tomar en una sucesión los derechos que esta persona
no ha tenido jamás; pero que hubiera tenido, si no hubiese fallecido antes
que la persona a quien hereda. La representación tiene lugar hasta el infi-
nito en la línea recta descendente, mientras que esta no tiene lugar a favor
de los ascendientes. El representante tiene su llamamiento a la sucesión
exclusivamente en la ley, y no del representado; y para que tenga lugar la
representación es necesario que el representante mismo sea hábil para su-
ceder a aquel de cuya sucesión se trata. Cabe representar a una persona
cuya sucesión se ha renunciado.

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G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

10.2. CASOS EN QUE PROCEDE

Introducido como antecede, para que se pueda dar el derecho de representación es


preciso que la persona «intermedia» haya dejado de adquirir el derecho a la herencia, o
la herencia misma por razones independientes de su voluntad. Así deriva del artículo 929
del Código Civil, al disponer que «no podrá representarse a una persona viva, sino en los
casos de desheredación e incapacidad». De todos modos, a la muerte hay que equiparar la
declaración de fallecimiento, si bien con las limitaciones contenidas en los artículos 190
y 191 del Código Civil. Por otra parte, cuando el Código habla aquí de «incapacidad»,
se entiende que no se trata de la incapacidad relativa, solo propia de la sucesión testa-
mentaria, ni de la absoluta, que equivale a inexistencia, sino únicamente de indignidad.

En cambio, no se da la representación en el caso de repudiación o renuncia, como


lo demuestra el artículo 923 del Código Civil, al declarar que:

«Repudiando la herencia el pariente más próximo, si es solo, o si fuesen


varios, todos los parientes más próximos llamados por la ley, heredarán los
del grado siguiente por su propio derecho y sin que puedan representar al re-
pudiante».

10.3. EFECTOS DE LA REPRESENTACIÓN

Cuando se sucede por derecho de representación, la herencia se distribuye no por


cabezas sino por estirpes, o sea, por grupos o series de parientes, cada uno de los cuales
percibe en conjunto la porción que hubiese correspondido a su causante si hubiese vivido
y podido heredar. «Siempre –dice el Código– que se herede por representación, la divi-
sión de la herencia se hará por estirpes, de modo que el representante o representantes no
hereden más de lo que heredaría su representado si viviera» (art. 926). Una comprobación
de este criterio se encuentra en el artículo 1.038 del Código Civil, establecido a propó-
sito de la colación de los nietos en la herencia del abuelo en representación de su padre.

10.4. E
 L DERECHO DE REPRESENTACIÓN EN LA SUCESIÓN TESTA-
DA Y FORZOSA

Por excelencia, como ya acredita la ubicación de su normativa en el Código, el de-


recho de representación está llamado a operar en la sucesión intestada. La doctrina lo

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

excluye en la testada dado al origen voluntario de esta y su carácter personalísimo, aun-


que se sostenga la posibilidad de su aplicación común de ser o demostrarse tal la volun-
tad del testador.

En la sucesión forzosa, sin embargo lo reconoce el Código atribuyendo, en su


virtud, la condición de legitimarios a los hijos del legitimario premuerto (art. 814,
párrafo 3.º), desheredado (art. 857) o indigno (art. 761), interpretación, por tanto,
de la que surgiría que su título para suceder sería propio, no por operar a su favor el
derecho de representación; pero, entiéndase bien, solo sobre la porción legítima que
a aquel le hubiera correspondido, discutiéndose de ser el caso en la doctrina si debe
o no comprenderse en ella, y a tales efectos, al tercio de mejora, aunque la opinión
parece mayoritariamente favorable por no discriminar ninguno de tales preceptos
al respecto y gozar la mejora, como veremos en la Unidad 9, de la propia naturale-
za legitimaria.

Precisiones

Fuera del caso, no habría derecho de representación por ministerio legal.

«Luego, falta el que la ley establece para la sucesión intestada a


favor de los hijos de hermanos del difunto. Lo que da lugar a resultados
injustos con toda probabilidad».

Piénsese en el caso, por ejemplo, en que:

«Una persona sin descendientes ni ascendientes teste, nombran-


do herederos a sus hermanos, y de que no sucediendo uno de estos,
como sus hijos, sobrinos del testador, no le representan, su parte la
acrecen los hermanos que sí heredan, con perjuicio de los hijos del
hermano no sucesor (generalmente por haber premuerto el causan-
te), y sin que tal sea la voluntad verdadera del tío, que solamente ha
muerto bajo tal disposición por olvido (de advertir que si uno de sus
hermanos no le hereda, quiere que su parte la tomen sus hijos), por
ignorancia (pues no sabe que a falta de su hermano no heredan sus
hijos) o por dejadez (cuando murió su hermano se propuso modificar
el testamento a favor de sus hijos, pero le sorprendió la muerte sin ha-
berlo hecho» (Albaladejo García).

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11. EL DERECHO DE ACRECER

11.1. CONCEPTO

El derecho de acrecer –más antiguamente, de acrecencia o acrecimiento– es el que


tiene el llamado a la parte alícuota de una herencia, o aquel a quien se ha legado parte de
una cosa o de un conjunto de cosas, de recibir también la cuota que no se le atribuya en la
misma herencia o en la misma cosa, si tal cosa no tiene un titular que pueda o quiera reci-
birla (si está o queda vacante), con preferencia a los sucesores abintestato (Lacruz Berdejo).

EJEMPLO 2

Si en su testamento «A», viuda sin hijos, designa herederos universales de sus bienes a sus
sobrinos «B», «C» y «D», sin mayores concreciones, la falta de aceptación de cualquiera
de ellos beneficiará a los otros dos quienes verán, por tanto, incrementada su cuota de un
tercio a un medio de la herencia.

Como veremos, el derecho de acrecer no solo se manifiesta respecto de la herencia,


o mejor dicho, en favor de quienes a ella sean llamados a título universal, sino también
en relación con los legados cuando se disponen, obviamente, en favor de varias perso-
nas (art. 987 del CC); y dentro de la herencia es de aplicación, tanto en la herencia tes-
tamentaria, como en la intestada. Incluso fuera de la sucesión mortis causa, se refiere el
Código al derecho de acrecer. Así, por ejemplo, en el caso del usufructo constituido en
provecho de varias personas, (art. 521) o también de donaciones conjuntas en favor de
ambos cónyuges (art. 637, párrafo 2.º).

11.2. PRESUPUESTOS

El artículo 982 del Código Civil dice que para que en la sucesión testamentaria se
produzca el derecho de acrecer se requerirá:

• Que dos o más sean llamados a una misma herencia, o a una misma porción
o parte alícuota de la misma, sin especial designación de partes: se precisa,

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

pues, un llamamiento solidario sin mayor concreción entre los beneficiarios


respecto del objeto, derecho o parte dejada.
• Que uno de los llamados muera antes que el testador, o que renuncie a la
herencia, o sea incapaz de recibirla: la porción vacante por premoriencia,
renuncia o indignidad de alguno de los llamados será el segundo de sus re-
quisitos.

En la interpretación de tales requisitos el primero es el que más debate ha suscitado


en la interpretación de doctrina y Tribunales. El llamamiento conjunto ha de serlo «sin
especial designación de parte», por lo que el problema consiste en saber cuándo existe
especial designación de parte. A resolver esta cuestión dedica el Código el artículo 983,
según el cual «se entenderá hecha designación de partes solo en el caso de que el testa-
dor haya determinado expresamente una cuota por cada heredero».

De no darse el derecho de acrecer por no concurrir los requisitos citados –o, dán-
dose, por haberla excluido el causante en su testamento–, la porción vacante la adquiri-
rá el sustituto vulgar o en su defecto los herederos abintestato, según el artículo 986 del
Código Civil.

EJEMPLO 3

Alventosa del Río nos propone el siguiente supuesto práctico:


Antonio, soltero, careciendo de ascendientes y descendientes, y teniendo un hermano vivo,
Juan, también soltero, designa en testamento notarial herederos a sus sobrinos Salvador,
Tomás, Benito y Carlos, hijos de otro hermano suyo, Andrés, ya fallecido, estableciendo
que el primero de ellos –Salvador– «reciba doble porción que los otros tres».
En tales circunstancias fallece el testador, habiéndole premuerto su sobrino Carlos, y as-
cendiendo el patrimonio hereditario –más allá ahora, y para lo que aquí nos interesa, de
las operaciones necesarias para llegar a tal cantidad– a 12 millones de euros.
Así las cosas, ¿procederá el derecho de acrecer en el caso?
Para la respuesta a la pregunta, la autora expone las tres tesis habidas en cuanto al requisi-
to del llamamiento conjunto de dos o más personas a una misma herencia o a una misma
porción o parte alícuota de ella, sin especial designación de partes.

• En primer lugar, algún autor (De Buen), siguiendo una interpretación literal del ar-
tículo 983 del Código Civil, sostendría que el derecho de acrecer quedaría excluido
.../...

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siempre que se emplease cualquiera expresión que fijare partes alícuotas numéricas
o cuerpos de bienes separados.
• Frente a la visión anterior, se objeta que su mantenimiento llevaría al absurdo de
que la mención innecesaria de una cuota numérica igual para todos los llamados
conduciría a eliminar una conjunción realmente querida por el testador y, además,
a una contradicción interna en el artículo 983, párrafo 2.°, pues expresiones tan co-
munes en los testamentos como «por mitad» o «por partes iguales» no solo designa-
rían parte alícuota sino que fijaría numéricamente. La doctrina mayoritaria estima,
por tanto, que las atribuciones numéricas que equivalen a partes iguales (literal de-
signación de herederos «por mitad» o «por partes iguales») debe interpretarse en
el sentido de que el testador habría dispuesto un llamamiento conjunto sin especial
designación de partes, por lo que en estos casos se habría de entender que proceder
el derecho de acrecer. Por el contrario, la asignación de partes o cuotas desiguales
o la atribución de cuerpos separados o concretos establecerían atribuciones propias
y específicas a cada heredero, es decir, una especial designación de partes, y, por
tanto, excluiría el acrecimiento.
• En tercer lugar, cabe referir la particular posición de Albaladejo García, quien consi-
dera que en la interpretación del artículo 983 del Código Civil debe prescindirse como
causa de exclusión del derecho de acrecer de la fijación numérica de la cuota que viene
a ser un lapsus del legislador. De tal manera, que la exclusión solo procedería cuando
hubiera «cuerpo de bienes separado» para cada heredero, y no cuando las cuotas seña-
ladas a cada uno fueran distintas. Así, si como ocurre en nuestro supuesto el testador
instituye a dos llamados en cuotas desiguales, asignando una cuota mayor a uno de
ellos, si fallece el que tiene asignada una cuota menor, habría más razones para supo-
ner que se habría querido que operase el derecho de acrecer en favor del primero antes
que invocara las reglas de la sucesión intestada en la porción vacante. Y creo que esta se
antoja la posición más convincente, más lógica, menos conceptual en la materia, siem-
pre, claro está, que no surgiera que la voluntad del testador habría querido ser otra.

En el caso, por tanto, habría de operar el acrecimiento en proporción a la cuota inicialmen-


te designada. Más exactamente, los herederos serían Salvador, Tomás y Benito, puesto que
Carlos habría premuerto al testador. Si este no hubiera fallecido, la cuota de cada uno de
los llamados habrían consistido en una cuarta parte de los 12 millones, aunque teniendo en
cuenta que Salvador estaría llamado al doble, a este le habrían, en tal caso, correspondido
4.800.000 euros, mientras que a cada uno de los otros tres sobrinos 2.400.000.
Pero como Carlos ha premuerto y su cuota quedado vacante, dicha cuota, por aplicación
del derecho de acrecer, debe repartirse entre los otros llamados, respetando también al
efecto la doble asignación efectuada a favor de Salvador, por lo que la cuota vacante se
distribuiría de la siguiente manera: 1.200.000 para Salvador, y 600.000 para Tomás y Beni-
to. De tal manera que definitivamente al primero le corresponderían 6 millones de euros
y a los segundos 3 millones para cada uno.

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11.3. EFECTOS

El efecto esencial del acrecimiento es la automática adquisición por el coheredero


(o colegatario) que acrece de la cuota hereditaria vacante (o en el derecho legado), es
decir, de todos los derechos y obligaciones inherentes a dicha cuota, y, por tanto, con
todas las cargas correspondientes a la misma (art. 984 del CC). Claro es que, como dice
Roca Sastre, si se tratase de cargas impuestas de modo personalísimo al heredero que
originó la porción vacante, no pasarán tales cargas al que acrece.

El acrecimiento opera, como se dice, automáticamente, en cuanto sus presupuestos


concurran, y proporcionalmente a la respectiva cuota inicial del beneficiado.

Por otro lado, caso de morir el sucesor con derecho de acrecer, sin haber aceptado
o repudiado su cuota, transmitirá, con arreglo al artículo 1.006 del Código Civil, a sus
propios herederos aquella cuota con el acrecimiento incorporado.

11.4. E
 L DERECHO DE ACRECER EN LA SUCESIÓN INTESTADA Y
FORZOSA

Mientras que el derecho de representación se aplicaría por antonomasia en el ám-


bito de la sucesión intestada, el de acrecer, inversamente, se trata de una institución del
Derecho testamentario, típica de la testada.

En efecto, por lo que respecta a la sucesión intestada, en la misma no se da el dere-


cho de acrecer. Es verdad que el artículo 981 del Código Civil dice que «en las sucesio-
nes legítimas la parte del que repudia acrecerá siempre a los coherederos». Sin embargo,
más que por derecho de acrecer, se produce una adquisición «por derecho propio» de
la herencia, ese derecho que por ley ya tienen reconocidos los herederos según el orden
abintestato.

En cuanto a la sucesión forzosa, cuya problemática integra, como sabemos, en cuan-


to condicionante, la libertad testamentaria –entiéndaseme bien–, el artículo 985 del Có-
digo Civil dice que entre los herederos forzosos el derecho de acrecer solo tendrá lugar
cuando la parte de libre disposición se deje a dos o más de ellos, o a alguno de ellos y
a un extraño. Si la parte repudiada fuere la legítima, sucederán en ellos los coherederos
«por su derecho propio» y no por derecho de acrecer.

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G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

Por tanto, la parte de libre disposición seguirá las reglas del derecho de acrecer, mien-
tras que respecto a la cuota legitimaria se rechaza que se aplique. En todo caso, respecto
de la legítima de los descendientes, únicos que pueden ser mejorados, cabe aún plantear-
se el derecho de acrecer respecto del tercio de mejora, cuando el causante, obviamente,
deja una parte expresamente como mejora a varios legitimarios conjuntamente. Siendo
así, entre ellos se dará el derecho de acrecer, si concurren los requisitos generales del
mismo, mientras que, si no se dieran, la parte de turno se refundiría en la legítima, que
como tal se repartiría entre los legitimarios «y por su derecho propio».

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 CONCEPTOS BÁSICOS A RETENER


• El Derecho de sucesiones, Derecho sucesorio o hereditario regula la su-
cesión mortis causa, al objeto de determinar sobre quién y de qué manera
van a continuar en el caso de muerte de una persona las situaciones jurídicas
que lo hubieran tenido hasta ese momento como titular, regulando, pues, la
transmisión por el causante y la adquisición por el causahabiente de tales
relaciones.
• El principio de seguridad jurídica y el derecho a la propiedad privada
constituirían las dos aristas fundamentales del Derecho sucesorio moder-
no. A través de uno y otro, pero de consuno, se protegerían los intereses
de quienes se encontraran en relaciones jurídicas contraídas por el causan-
te al tiempo de su fallecimiento, y, muy especialmente, de aquellos frente
a quien resultara obligado al momento –en los límites que veremos en la
Unidad siguiente–, y los de los familiares más próximos que dejara.
• En la legislación existirían tres tipos, formas de sucesión relevantes: la suce-
sión testamentaria, la sucesión forzosa, necesaria o legitimaria y la suce-
sión intestada, de modo que cuando no hubiera herederos forzosos, llamados
legitimarios, se podría disponer libremente de nuestros bienes. La sucesión
podría ser mixta, testada e intestada conjuntamente, que es lo que sucede
cuando por testamento no se dispone sobre la totalidad de los bienes o alguna
cláusula dispositiva quedara ineficaz sin que pudiera suplirse por la voluntad
–aun implícita– manifestada en el cuerpo del testamento por el causante.
• La herencia sería el objeto de la sucesion mortis causa como fenómeno
digno de especial tratamiento. De ella serían componentes elementales cua-
lesquiera derechos de naturaleza patrimonial que no hayan de extinguirse
con la persona del causante, con el que hasta el fallecimiento de este fuera
su titular. Pero, también, huyendo de una connotación neta de la herencia,
las cargas hereditarias; a saber, las deudas dejadas igualmente por el cau-
sante, así como las deudas de la propia herencia (por ejemplo, los legados)
y las que genere la administración, liquidación o partición de la misma.
• En cuanto a sus elementos personales, dejando a un lado la persona del cau-
sante, pues toda persona física por el hecho de su fallecimiento, por pobre
que sea, puede generar la apertura de la oportuna sucesión, por el conteni-
do, el alcance del llamamiento en relación con el conjunto de los bienes de

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la herencia, cabe distinguir el sucesor a título universal o heredero del su-


cesor a título particular o legatario. Mientras que el heredero es tal por ser
llamado, por ley o testamento, a todo o a una parte de la herencia de manera
genérica o determinada, el legatario es llamado a bienes o derechos deter-
minados, cambiando todo el régimen de la sucesión se trate de uno u otro,
siendo el quid de la cuestión, de la distinción la responsabilidad que por las
deudas, las cargas de la herencia recae sobre el heredero por su sola condi-
ción, y aunque pueda eximir a su propio patrimonio de tal responsabilidad
aceptando a beneficio de inventario.
• La sucesión, la transmisión hereditaria –con atención a que opera en favor
de los herederos, única que se torna sustancial para que cumpla su función
toda la normativa sucesoria– supone varios hechos o jalones, íntimamente
relacionados, que pueden acaecer al mismo tiempo o en momentos sucesi-
vos y a través de largos intervalos, a saber:

– La apertura de la sucesión, que se produce desde el mismo momen-


to en que fallece el causante y por ello mismo.
– La delación de la herencia, que es el efectivo y concreto llamamien-
to de determinadas personas a recoger la herencia causada.
Habría, fundamentalmente, en Derecho común, tres modos o clases
de delación, por cuanto el llamamiento o designación del sucesor o
sucesores pueden provenir de la voluntad objetiva de la ley (sucesión
legal), de la voluntad del causante manifestada en testamento y obje-
tivada como última voluntad en el momento de su muerte (sucesión
testamentaria) o, a la vez, en sus partes respectivas, por la disposi-
ción testamentaria y la de la ley.
– La opción o decisión del heredero, que si es favorable se traduce
en la aceptación de la herencia. De la forma que acepte, se derivará
un muy distinto régimen en cuanto a la responsabilidad con respecto
a las deudas de la herencia.
– La adquisición de la herencia, que es la asunción por el sucesor de
las titularidades del difunto, ya se refundan en el patrimonio de aquel,
ya se mantengan separadas mientras se practican las operaciones par-
ticionales o la oportuna liquidación. En nuestro Derecho, la adquisi-
ción de la herencia necesita de un acto –aun presunto– de aceptación,
aunque extiende, por ministerio legal, sus efectos retroactivamente al
mismo momento del fallecimiento del causante, sin mayor solución
de continuidad.

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

– La partición o liquidación del haber hereditario. La partición pro-


cede cuando son varios los herederos llamados y aceptan dos o más.
La liquidación, en puridad, cuando solo hay uno, consistiendo prime-
ro en el pago de las deudas y cargas hereditarias para así formalizar
la adquisición no ya de la herencia sino de los bienes que resten tras
el pago o reducción si al efecto procediera. La máxima en uno u otro
es siempre la misma: «pagar antes que heredar».

• Puede heredar, en principio, toda persona, sea física o jurídica, con expre-
sa exclusión de las criaturas abortivas y las asociaciones o corporaciones no
permitidas por la ley. Pero, siendo genéricamente capaces, se consideran
indignos de suceder respecto de la herencia particular de que se trate:

– Los padres que abandonen a sus hijos o los prostituyan o atenten con-
tra su pudor.
– Los que atenten contra la vida del testador, de su cónyuge y de los
ascendientes o descendientes de aquel.
– El que acuse calumniosamente al testador de un grave delito.
– El mayor de edad que no denuncie, en plazo breve, la muerte violen-
ta del causante, siempre que tenga noticia del hecho.
– El condenado por adulterio con el cónyuge del testador.
– El que obligue a hacer testamento o a cambiarlo por amenaza, vio-
lencia o fraude.
– Quien por iguales medios impida testar o revocar testamento o lo
oculte, suplante o altere.

Asimismo, para evitar captaciones, presiones o falsedades, se prohíbe la su-


cesión al confesor del causante en su última enfermedad y a los parientes
cercanos de tal sacerdote; al Notario, esposa y parientes; a los testigos de
los testamentos abiertos y al tutor que no haya rendido cuentas.
• La representación hereditaria o derecho de representación es aquel que
corresponde a los hijos (o a los nietos) para ser colocados en el lugar que
ocupara su padre o madre (o abuelo) en la familia del difunto, con el fin de
suceder en la parte de herencia que habría tocado al ascendiente de haber
podido y querido heredar. En el caso principal de premoriencia, su funda-
mental razón jurídica y social se encuentra en que los nietos o descendien-

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Sumario │

G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

tes ulteriores no se vean privados de la legítima filial, en caso de premorir


el hijo al causante.
La representación produce como principal efecto el de hacer entrar a los re-
presentantes en los derechos que el representado hubiere tenido en la suce-
sión si viviera, sea para concurrir con los otros parientes, sea para excluirlos.
• El derecho de acrecer es, por su parte, el de reunir o agregar a la porción
propia la parte de quien no quiere o no puede recibir la suya, estando re-
conocido en sede fundamental del Derecho testamentario en favor de uno
o varios coherederos o colegatarios sobre las partes que sin estar especial-
mente designadas (precisamente al repudiante o incapaz) queden vacantes
por repudiación de alguno de los otros concurrentes llamados o por su falta
de capacidad sucesoria (véase «indignidad»).
Entre herederos forzosos, el derecho de acrecer solo tiene lugar en cuanto
a la parte de libre disposición; pues, si lo repudiado a vacante fuere la legí-
tima, se sucede por derecho propio, y no por el de acrecer. En la sucesión
testamentaria, de no corresponder este derecho, la parte vacante de los bie-
nes pasará a los herederos legítimos, esto es, a los herederos según el orden
intestado, y por ello en virtud de su propio derecho, no por el de acrecer.

 ACTIVIDADES DE AUTOCOMPROBACIÓN
A partir del contenido de la presente Unidad didáctica, se propone la realización
de las siguientes actividades de autocomprobación por parte del alumno, como ejerci-
cio general de repaso y asimilación de la información básica proporcionada por el texto.

Enunciado 1

El ofrecimiento de la herencia, la atribución actual del derecho a convertirse en he-


redero mediante la aceptación de la herencia, excluyendo así a los demás convocados
genéricamente para suceder, se trata de la:

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a) Vocación a la sucesión.
b) Delación de la herencia.
c) Adquisición de la herencia.
d) Liquidación o partición de la herencia, según la que corresponda.

Enunciado 2

La herencia comprende:

a) Solo los bienes y derechos dejados por el causante, en caso de ser aceptada
por los herederos a beneficio de inventario.
b) Todos los bienes, derechos y obligaciones, incluso los que deberían extin-
guirse por la muerte del causante.
c) Todos los bienes, derechos y obligaciones que no se extingan por la muerte
del causante.
d) Solo la parte activa del caudal relicto pero no la pasiva, ya que las obliga-
ciones de la persona quedan extinguidas con la muerte.

Enunciado 3

Es institución propia únicamente del Derecho testamentario:

a) El derecho de representación.
b) La indignidad sucesoria.
c) La desheredación.
d) La partición o liquidación de la herencia, según corresponda.

Enunciado 4

Andrés Álvarez, viudo, tenía cinco hijos: Benito, Carlos, Dolores, Eduardo y Felipe.

• Benito tenía dos hijos: Blanca y Bosco.

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Sumario │

G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

• Carlos tenía tres hijos: Clara, César y Cecilia. Clara y César eran matrimo-
niales y Cecilia era no matrimonial.
• Dolores tenía dos hijos: Delia y Demetrio.
• Eduardo, que era soltero, tenía dos hijos: Elena y Enrique.
• Felipe tenía dos hijos: Francisco y Felisa.

Sucede que:

• Andrés fallece el día 2 de enero de 2008, sin haber otorgado testamento,


dejando un patrimonio hereditario neto de 10 millones de euros.
• Benito falleció antes que su padre, el día 20 de mayo de 2003. En su día,
Blanca repudió la herencia de su padre Benito.
• Carlos sobrevivió a su padre, pero murió el día 6 de enero de 2008, sin acep-
tar ni repudiar la herencia de Andrés. Carlos había otorgado testamento ins-
tituyendo herederos a sus tres hijos y a su amigo Marcos.
• Clara repudió la herencia de su padre Carlos.
• Dolores sobrevivió a su padre pero repudió la herencia de este.

Expuesto así el caso, se pregunta: ¿quién puede aceptar la herencia de Andrés y en


virtud de qué derecho (a saber: por derecho propio, por derecho de representación o por
derecho de transmisión –ius transmissionis–)?

Enunciado 5

Si Juan, quien tiene cuatro hijos, es declarado indigno respecto de la sucesión de su


padre, Alberto, que antes de morir había testado a favor de Juan y de su hermano José
a partes iguales:

a) No tendrán los hijos de Juan derecho alguno a la sucesión de Alberto.


b) Los hijos de Juan podrán heredar a Alberto pero solo en el caso de que este
lo haya dispuesto en el testamento.
c) Los hijos de Juan lo representarán en la sucesión de Alberto sin mayores
especialidades, de modo que tendrán derecho a la mitad de la herencia.
d) Los hijos de Juan habrán de representarlo pero solo en cuanto a su derecho
a la legítima, acreciendo el derecho de José por el resto.

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DERECHO CIVIL. DERECHO DE FAMILIA Y SUCESIONES

Enunciado 6

Son incapaces para suceder por causa de indignidad:

a) Quienes se encuentren imputados por un delito contra la vida del causante.


b) Quienes hubieran obligado al causante a hacer testamento a su favor, exis-
tiendo libre remisión pública por parte del testador más tarde.
c) El que hubiera impedido al causante revocar el testamento en que figurase
como heredero respecto de la mitad de sus bienes.
d) Los menores, respecto de la herencia del padre, que, sabiendo que su madre
lo había matado, no la hubieran denunciado siempre, claro está, que tuvie-
ran edad legal para denunciar.

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G. de Reina Tartière El Derecho de sucesiones

Solución 1

b) Delación de la herencia.

Solución 2

c) Todos los bienes, derechos y obligaciones que no se extingan por la muerte


del causante.

Solución 3

c) La desheredación.

Solución 4

El supuesto, de gran interés para asimilar y relacionar muchos de los conceptos vol-
cados en esta Unidad, es propuesto por López Beltrán de Heredia siendo la abreviada
solución que ofrece la siguiente:

• Con respecto a la herencia de Andrés, en primer lugar, Benito premuere a


su padre; entonces, sus hijos, que son nietos del causante, ocuparán su lugar
por derecho de representación y, en consecuencia, por estirpes. Es así que
Blanca y Bosco podrán aceptar la herencia de Andrés por derecho de repre-
sentación, sin importar que Blanca hubiera repudiado la herencia de su padre
Benito (art. 928 del CC), porque son herederos directos de su abuelo.
• En segundo lugar, Carlos sobrevivió a su padre, por lo que ingresó en su
patrimonio el ius delationis, que es el derecho a aceptar o repudiar la heren-
cia. Como muere antes de ejercitarlo lo transmite a sus herederos, fueran,
como es el caso, parientes o no del causante (ex art. 1.006 del CC).
Así, tanto César y Cecilia como su amigo Marcos pueden aceptar la heren-
cia de Andrés por transmisión de la delación operada en favor de Carlos.
Pero Clara no puede hacerlo porque habrá repudiado la herencia de Carlos.
• En cuarto lugar, Dolores ha repudiado y el que repudia lo hace por sí y por
su estirpe. Sus hijos, por tanto, no podrán aceptar la herencia de Andrés.

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• Finalmente, Eduardo y Felipe heredarán por derecho propio, una cuota, una
parte cada uno de las cuatro en que por todo lo visto se habrá de distribuir la
herencia, si es que, claro está, todos los mentados aceptaran efectivamente.

Solución 5

d) Los hijos de Juan habrán de representarlo pero solo en cuanto a su derecho


a la legítima, acreciendo el derecho de José por el resto.

Solución 6

c) El que hubiera impedido al causante revocar el testamento en que figurase


como heredero respecto de la mitad de sus bienes.

 REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Básica

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MANRESA y NAVARRO, J.M.: Comentarios al Código Civil, tomos V a VII, 4.ª ed., íntegramente dispo-
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Avanzada

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