TAC Resumen
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PREFACIO:
La teoría de la acción comunicativa no es una metateoría (tiene como función fundamentar a las
ciencias. Resabio metafísico), sino el principio de una teoría de la sociedad que se esfuerza por dar
razón de los cánones críticos de que hace uso. Entiendo el análisis de las estructuras generales de la
acción orientada al entendimiento no como una continuación de la teoría del conocimiento con
otros medios.
En lo que se refiere a la actualidad, el motivo de esta obra salta a la vista desde los años 60, lo que
está en juego son los problemas de legitimación; se comienza a cuestionar las ideas que legitimaban
la interpretación del mundo.
Puede incluso decirse que el pensamiento filosófico nace de la reflexivización de la razón encarnada
en el conocimiento, en el habla y en las acciones. El tema fundamental de la filosofía es la razón.
Temas a considerar para formular la TAC: el interés se centra en las condiciones formales de la
racionalidad del conocimiento, del entendimiento lingüístico y de la acción.
Todos los intentos de fundamentación última en que perviven las intenciones de la Filosofía Clásica
han fracasado. En esta situación se pone en marcha una nueva constelación en las relaciones entre
filosofía y ciencia. Las teorías acerca de las ciencias experimentales modernas, ya se planteen en la
línea del positivismo lógico, del racionalismo crítico o del constructivismo metódico, presentan una
pretensión normativa y a la vez universalista, que ya no puede venir respaldada por supuestos
fundamentalistas de tipo ontológico o de tipo transcendental. (Líneas de pensamiento moderno y
clásico que es necesario revisar y superar).
Pues bien, dentro de las ciencias sociales es la Sociología la que mejor conecta en sus conceptos
básicos con la problemática de la racionalidad.
La Sociología, por el contrario, surge como una disciplina que se hace cargo de los problemas que la
Política y la Economía iban dejando de lado a medida que se convertían en ciencias especializadas. Su
tema son las transformaciones de la integración social provocadas en el armazón de las sociedades
vie-jo-europeas por el nacimiento del sistema de los Estados modernos y por la diferenciación de un
sistema económico que se autorregula por medio del mercado. La Sociología se convierte por
excelencia en una ciencia de la crisis, que se ocupa ante todo de los aspectos anómicos de la
disolución de los sistemas socia-les tradicionales y de la formación de los modernos
La Sociología ha sido la única ciencia social que ha mantenido su relación con los problemas de la
sociedad global. Ha sido siempre también teoría de la sociedad, y a diferencia de las otras ciencias
sociales, no ha podido deshacerse de los problemas de la racionalización, redefinirlos o reducirlos a
un formato más pequeño. (La sociología permite hacer un análisis del concepto de racionalidad
porque al estudiar los cambios en el proceso social permite realizar un estudio situado de la realidad)
Siempre que hacemos uso de la expresión «racional» suponemos una estrecha relación entre
racionalidad y saber.
La racionalidad tiene que ver con la forma en que los sujetos capaces de lenguaje y de acción hacen
uso del conocimiento. Más o menos racionales pueden serlo las personas, que disponen de saber, y
las manifestaciones simbólicas, las acciones lingüísticas o no lingüísticas, comunicativas o no
comunicativas, que encarnan un saber.
A una afirmación sólo se la puede llamar racional si el hablante cumple las condiciones que son
necesarias para la consecución del fin ilocucionario de entenderse sobre algo en el mundo al menos
con otro participante en la comunicación; y a una acción teleológica sólo se la puede llamar racional
si el actor cumple las condiciones que son necesarias para la realización de su designio de intervenir
eficazmente en el mundo.
Se distinguen por el tipo de utilización del saber preposicional. Bajo el primer aspecto es la
manipulación instrumental, bajo el segundo es el entendimiento comunicativo lo que aparece como
telos inmanente a la racionalidad.
Existen, en efecto, relaciones internas entre la capacidad de percepción descentrada (en el sentido de
Piaget) y la capacidad de manipular cosas y sucesos, por un lado, y la capacidad de entendimiento
intersubjetivo sobre cosas y sucesos, por otro. De ahí que Piaget escoja el modelo combinado que
representa la cooperación social, según el cual varios sujetos coordinan sus intervenciones en el
mundo por me-dio de la acción comunicativa.
En los contextos de acción comunicativa sólo puede ser considerado capaz de responder de sus actos
aquel que sea capaz, como miembro de una comunidad de comunicación, de orientar su acción por
pretensiones de validez intersubjetivamente reconocidas.
Un grado más alto de racionalidad comunicativa amplía, dentro de una comunidad de comunicación,
las posibilidades de coordinar las acciones sin recurrir a la coerción y de solventar consensualmente
los conflictos de acción (en la medida en que éstos se deban a disonancias cognitivas en sentido
estricto).
Las afirmaciones fundadas y las acciones eficientes son, sin duda, un signo de racionalidad, y a los
sujetos capaces de lenguaje y de acción que, en la medida de lo posible, no se equivocan sobre los
hechos ni sobre las relaciones fin/medio los llamamos, desde luego, racionales.
Podemos decir, en resumen, que las acciones reguladas por normas, las autopresentaciones
expresivas y las manifestaciones o emisiones evaluativas vienen a completar los actos de habla
constatativos para configurar una práctica comunicativa que sobre el trasfondo de un mundo de la
vida tiende a la consecución, mantenimiento y renovación de un consenso que descansa sobre el
reconocimiento intersubjetivo de pretensiones de validez susceptibles de crítica. La racionalidad
inmanente a esta práctica se pone de manifiesto en que el acuerdo alcanzado comunicativa-mente
ha de apoyarse en última instancia en razones Y la racionalidad de aquellos que participan en esta
práctica comunicativa se mide por su capacidad de fundamentar sus manifestaciones o emisiones en
las circunstancias apropiadas La racionalidad inmanente a la práctica comunicativa cotidiana remite,
pues, a la práctica de la argumentación como instancia de apelación que permite proseguir la acción
comunicativa con otros medios cuan-do se produce un desacuerdo que ya no puede ser absorbido
por las rutinas cotidianas y que, sin embargo, tampoco puede ser decidido por el empleo directo, o
por el uso estratégico, del poder. Por eso pienso que el concepto de racionalidad comunicativa, que
hace referencia a una conexión sistemática, hasta hoy toda-vía no aclarada, de pretensiones
universales de validez, tiene que ser adecuadamente desarrollado por medio de una teoría de la
argumentación.
Llamo argumentación al tipo de habla en que los participantes tematizan las pretensiones de validez
que se han vuelto dudosas y tratan de desempeñarlas o de recusarlas por medio de argumentos. Una
argumentación contiene razones que están conectadas de forma sistemática con la pretensión de
validez de la manifestación o emisión problematizadas. La fuerza de una argumentación se mide en
un contexto dado por la pertinencia de las razones. «Cualquiera que participe en una argumentación
demuestra su racionalidad o su falta de ella por la forma en que actúa y responde a las razones.
En el ámbito práctico-moral ocurre algo parejo. Llamamos racional a una persona que puede justificar
sus acciones recurriendo a las ordenaciones normativas vigentes. Pero sobre todo llamamos racional
a aquél que en un conflicto normativo actúa con lucidez, es decir, no dejándose llevar por sus
pasiones ni entregándose a sus intereses inmediatos, sino esforzándose por juzgar imparcialmente la
cuestión desde un punto de vista moral y por resolverla consensualmente.
Las normas de acción se presentan en su ámbito de validez con la pretensión de expresar, un interés
común a todos los afectados y de merecer por ello un reconocimiento general; de ahí que las normas
válidas, tienen en principio que poder encontrar también el asentimiento racionalmente motivado de
todos los afectados.
Llamamos racional a una persona que interpreta sus necesidades a la luz de los estándares de valor
aprendidos en su cultura; pero sobre todo, cuando es capaz de adoptar una actitud reflexiva frente a
los estándares de valor con que interpreta sus necesidades. Los valores culturales, a diferencia de las
normas de acción, no se presentan con una pretensión de universalidad.
En el habla argumentativa pueden distinguirse 3 aspectos:
Como proceso: Los participantes en la argumentación tienen todos que presuponer que la estructura
de su comunicación, en virtud de propiedades que pueden describirse de modo puramente formal,
excluye toda otra coacción, ya provenga de fuera de ese proceso de argumentación, ya nazca de ese
proceso mismo, que no sea la del mejor argumento (con lo cual queda neutralizado todo otro motivo
que no sea el de la búsqueda cooperativa de la verdad). Bajo este aspecto la argumentación puede
entenderse como una continuación con otros medios, ahora de tipo reflexivo, de la acción orientada
al entendimiento.
Como procedimiento
Como productora de argumentos pertinentes: Los argumentos son los medios con cuya ayuda puede
obtenerse un reconocimiento intersubjetivo para la pretensión de validez que el proponente plantea
por de pronto de forma hipo-tética, y con los que, por tanto, una opinión puede transformarse en
saber.
La lógica de la argumentación requiere un marco conceptual que permita dar razón del fenómeno de
la peculiar coacción sin coacciones que caracteriza al mejor argumento.
El tipo de pretensiones de validez con que se presentan los valores culturales no trasciende los lí-
mites locales de forma tan radical como las pretensiones de ver-dad y de justicia. Los valores
culturales no son válidos universalmente; se restringen, como su mismo nombre indica, al hori-zonte
de un determinado mundo de la vida. Tampoco se los puede hacer plausibles si no es en el contexto
de una forma de vida particular. (Distinto a lo que plantea Toulmin)
Podemos dar por sentado, por lo pronto, que el concepto de acción comunicativa ha de analizarse
siguiendo el hilo conductor del entendimiento lingüístico. El concepto de entendimiento
(Verständigung) remite a un acuerdo racional-mente motivado alcanzado entre los participantes, que
se mide por pretensiones de validez susceptibles de crítica.
Habermas adopta la pareja conceptual «mundo» y «mundo de la vida». Son los propios sujetos
socializados los que, cuando participan en procesos cooperativos de interpretación, hacen un uso
implícito del concepto de mundo.
La tradición cultural compartida por una comunidad es constitutiva del mundo de la vida que los
miembros individuales encuentran ya interpretado en lo que atañe a su contenido. Este mundo de la
vida intersubjetivamente compartido constituye el trasfondo de la acción comunicativa.
Los participantes en una comunicación, que se entienden entre sí sobre algo, no solamente entablan
una relación con el mundo objetivo, como sugiere el modelo precomunicativo imperante en el
empirismo. En modo alguno se refieren tan sólo a algo que tenga lugar o que pueda presentarse o ser
producido en el mundo objetivo, sino también a algo en el mundo social o en el mundo subjetivo.
De las relaciones con el mundo, que al elegir tal concepto, suponemos al actor, dependen a su vez los
aspectos de la posible racionalidad de su acción.
El concepto de acción teleológica ocupa desde Aristóteles el centro de la teoría filosófica de la acción.
El actor realiza un fin o hace que se produzca el estado de cosas deseado eligiendo en una situación
dada los medios más congruentes y aplicándolos de manera adecuada. El concepto central es el de
una decisión entre alternativas de acción, enderezada a la realización de un propósito, dirigida por
máximas y apoyada en una interpretación de la situación.
La acción teleológica se amplía y convierte en acción estratégica cuando en el cálculo que el agente
hace de su éxito inter-viene la expectativa de decisiones de a lo menos otro agente que también
actúa con vistas a la realización de sus propios propósitos. Este modelo de acción es interpretado a
menudo en términos utilitaristas; entonces se supone que el actor elige y calcula me dios y fines
desde el punto de vista de la maximización de utilidad o de expectativas de utilidad.
El concepto de acción regulada por normas se refiere no al comportamiento de un actor en principio
solitario que se topa en su entorno con otros actores, sino a los miembros de un grupo social que
orientan su acción por valores comunes. El actor particular observa una norma (o la viola) tan pronto
como en una situación dada se dan las condiciones a que la norma se aplica. Las normas expresan un
acuerdo existente en un grupo social. Todos los miembros de un grupo para los que rige una
determinada norma tienen derecho a esperar unos de otros que en determinadas situaciones se
ejecuten u omitan, respectivamente, las acciones obligatorias o prohibidas. Ei concepto central de
observancia de una norma significa el cumplimiento de una expectativa generalizada de
comportamiento.
Por el contrario, el concepto de acción regulada por normas presupone relaciones entre un actor y
exactamente dos mundos. Junto al mundo objetivo de estados de cosas existentes aparece el mundo
social a que pertenece lo mismo el actor en su calidad de sujeto portador de un rol que otros actores
que pueden iniciar entre sí interacciones normativamente reguladas. Un mundo social consta de un
contexto normativo que fija qué interacciones pertenecen a la totalidad de relaciones
interpersonales legítimas. Y todos los actores para quienes rigen las correspondientes normas (por
quienes éstas son aceptadas como válidas) pertenecen al mismo mundo social.
Una oración expresa una norma o un determinado mandato cuando se emite de forma adecuada con
la pretensión de rectitud normativa, es decir, cuando se emite de forma que pretenda ser válida para
un círculo de destinatarios. Y decimos que una norma goza de validez social o vigencia cuan-do la
norma es reconocida por los destinatarios como válida o justificada.
Los valores son candidatos a quedar encarnados en normas; pueden llegar a adquirir una fuerza
vinculan-te de carácter general en relación con materias necesitadas de regulación.
El concepto de acción dramatúrgica exige el ulterior presupuesto de un mundo subjetivo con que se
relaciona el actor.
En la acción dramatúrgica, al presentar ante los demás un determinado lado de sí mismo, el actor
tiene que relacionarse con su propio mundo subjetivo. He definido éste como la totalidad de
vivencias subjetivas a las que el agente tiene frente a los demás un acceso privilegiado.
Pues también el modelo de acción estratégica, puede formularse de modo que las acciones de los
participantes en la interacción, gobernadas a través de cálculos egocéntricos de utilidad y
coordinadas mediante intereses, vengan mediadas por actos de habla. En los casos de acción
regulada por normas y de acción dramatúrgica, incluso hay que suponer la formación de un consenso
entre los participantes en la comunicación, consenso que en principio es de naturaleza lingüística.
Pero en estos modelos de acción el lenguaje es concebido unilateralmente, al tenerse sólo en cuenta
en cada uno de ellos alguno de los aspectos que el lenguaje ofrece. (La acción comunicativa considera
todos los aspectos del lenguaje, mientras que las demás acciones tienen una mirada unilateral del
lenguaje al ser entendido como un medio como un fin específico)
El modelo teleológico de acción concibe el lenguaje como un medio más a través del cual los
hablantes, que se orientan hacia su propio éxito, pueden influir los unos sobre los otros con el fin de
mover al oponente a formarse las opiniones o a concebir las intenciones que les convienen para sus
propios propósitos.
El modelo normativo de acción concibe el lengua-je como un medio que transmite valores culturales
y que es portador de un consenso que simplemente queda ratificado con cada nuevo acto de
entendimiento.
El modelo de acción dramatúrgica presupone al lenguaje como medio para que el otro me escuche,
que sea mi público
Sólo el concepto de acción comunicativa presupone el lenguaje como un medio de entendimiento sin
más abreviaturas, en que hablantes y oyentes se refieren, desde el horizonte preinterpretado que su
mundo de la vida representa, simultáneamente a algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en
el mundo subjetivo, para negociar definiciones de la situación que puedan ser compartidas por todos.
El modelo comunicativo de acción tiene en cuenta todas las funciones del lenguaje. El peligro radica
en que la acción social se vea reducida a las operaciones interpretativas de los participantes en la
interacción, en que actuar se asimile a hablar e interacción a conversación. (La interacción es el
encuentro con el otro, es una acción consciente y voluntaria con otros. Su propósito no es
estratégico, sino el bien común, por eso tiene un sentido cooperativo)
Llamo acciones sólo a aquellas manifestaciones simbólicas en que el actor, como ocurre en los casos
hasta aquí estudiados de la acción teleológica, la acción regulada por normas y la acción
dramatúrgica, entra en relación al menos con un mundo (pero siempre también con el mundo
objetivo).
Para el modelo comunicativo de acción el lenguaje sólo es relevante desde el punto de vista
pragmático de que los hablantes, al hacer uso de oraciones orientándose al entendimiento, contraen
relaciones con el mundo, y ello no sólo directamente, como en la acción ideológica, en la acción
regida por normas o en la acción dramatúrgica, sino de un modo reflexivo. (El entendimiento
vinculado con la reflexión aporta el carácter de racional a la acción. La acción comunicativa entendida
como proceso de reflexión es lo que la diferencia de las otras acciones.)
Que el entendimiento funcione como mecanismo coordinador de la acción sólo puede significar que
los participantes en la interacción se ponen de acuerdo acerca de la validez (parámetros y criterios
para poder entendernos) que pretenden para sus emisiones o manifestaciones, es decir, que
reconocen intersubjetivamente (horizonte preinterpretado) las pretensiones de validez con que se
presentan unos frente a otros. (Previo a la acción reconocemos la necesidad de entendernos como
motor de lo que hagamos.)
El concepto de acción comunicativa presupone el lenguaje como un medio dentro del cual tiene lugar
un tipo de procesos de entendimiento en cuyo transcurso los participantes, al relacionarse con un
mundo, se presentan unos frente a otros con pretensiones de validez que pueden ser reconocidas o
puestas en cuestión.
Con este modelo de acción se presupone que los participantes en la interacción movilizan
expresamente el potencial de racionalidad que, de acuerdo con los análisis que hemos realizado
hasta aquí, encierran las tres relaciones del actor con el mundo, con el propósito, cooperativamente
seguido, de llegar a entenderse.
-de que el acto de habla es correcto en relación con el contexto normativo vigente
-de que la intención expresada por el hablante coincide realmente con lo que éste piensa.
Son los propios actores los que buscan un consenso y lo someten a criterios de verdad, de rectitud y
de veracidad, es decir, a criterios de ajuste o desajuste entre los actos de habla, por un lado, y los tres
mundos con que el actor contrae relaciones con su manifestación, por el otro. Esas relaciones son las
que se dan entre la manifestación y
— el mundo objetivo (como conjunto de todas las entidades sobre las que son posibles enunciados
verdaderos);
— el mundo social (como conjunto de todas las relaciones interpersonales legítimamente reguladas),
y
— el mundo subjetivo (como totalidad de las vivencias del hablante, a las que éste tiene un acceso
privilegiado).
Todo proceso de entendimiento tiene lugar sobre el trasfondo de una precomprensión imbuida
culturalmente. El saber de fon-do permanece aproblemático en su conjunto. Sólo la parte de ese
acervo de saber, que los participantes en la interacción utilizan y tematizan en cada caso para sus
interpretaciones, queda puesta a prueba. (Una situación o problema motiva la acción comunicativa.
La acción comunicativa se torna necesaria cuando algún sector del acervo cultural compartido se
vuelve relevante por algún impedimento, se torna problemático.)
En todos los casos se pre-supone la estructura teleologica de la acción, ya que se supone a los actores
la capacidad de proponerse fines y de actuar ideo-lógicamente y, por tanto, también un interés en la
ejecución de sus planes de acción.
SECCION 2:
RACIONALISMO OCCIDENTAL
Weber señala en una mi-rada retrospectiva el «problema de historia universal» a cuya elucidación
dedicó toda su vida; la cuestión de por qué fuera de Europa, ni la evolución científica, ni la artística, ni
la política, ni la económica se vieron encauzadas por aquellas vías de racionalización que resultaron
propias de Occidente.
Para obtener una primera visión de conjunto voy a elegir dos caminos distintos; el de la clasificación
por contenidos de Los fenómenos del racionalismo occidental.
Sociedad: Lo mismo que Marx, Max Weber entiende la modernización de la sociedad como el
proceso por el que emergen la empresa capitalista y el Estado moderno. Ambos se complementan en
sus funciones estabilizándose mutuamente. El núcleo organizativo de la economía capitalista lo
constituye la empresa capitalista, la cual hace un uso técnico de los conocimientos científicos.
El medio organizativo, así de la economía capitalista y del Estado moderno como de sus relaciones
mutuas, lo constituye el derecho formal, que descansa sobre el principio de positivización
{Satzungsprinzip). Son estos tres elementos, que Weber investiga sobre todo en Economía y
Sociedad, los que resultan fundamentales para la racionalización de la sociedad. Weber los considera
como expresión del racionalismo occidental.
En resumen, la racionalización cultural, de la que surgen las estructuras de conciencia típicas de las
sociedades modernas, se extiende a los componentes cognitivos, a los estético-expresivos y a los
moral-evaluativos de la tradición religiosa. Con la ciencia y la técnica, con el arte autónomo y los
valores relativos a la presentación expresiva que el sujeto hace de sí, con las ideas universalistas que
subyacen al derecho y a la moral, se produce una diferenciación de tres esferas de valor, cada una de
las cuales obedece a su propia lógica.
Hasta aquí me he limitado a ordenar, conforme a los planos que representan la sociedad, la cultura y
el estilo de vida personal, los fenómenos de racionalización que Weber enumera en el prólogo a sus
artículos de sociología de la religión, y a comentarlos. Antes de pasar a examinar en qué sentido cabe
hablar en todo ello de «racional» y de «racionalidad» voy a tratar de ex-poner esquemáticamente la
conexión empírica que Weber pre-sume entre los distintos fenómenos del racionalismo occidental.
Primero, esferas culturales de valor (ciencia y técnica, arte y literatura, derecho y moral), como
componentes de la cultura que con el tránsito a la modernidad se diferencian, a partir del acervo de
las imágenes religiosas y metafísicas del mundo, por la lí-nea de la tradición griega y, sobre todo, de
la tradición judeo-cristiana —un proceso que se inicia en el siglo xvi y que llega a su fin en el siglo
xviii.
Segundo, sistemas culturales de acción, en que se elaboran sistemáticamente las tradiciones bajo los
distintos aspectos de validez: organización del trabajo científico (universidades y academias),
organización del cultivo del arte (con la institucionalización de la producción, distribución y recepción
del arte, y de la instancia mediadora que representa la crítica de arte), el sistema jurídico (con la
formación de especialistas en derecho, la ciencia jurídica y la publicidad jurídica), y, finalmente, la
comunidad religiosa (en la que se enseña y se vive, esto es, es objeto de una materialización
institucional, una ética regida por principios, con las exigencias universalistas que comporta).
Tercero, los sistemas centrales de acción que fijan la estructura de la sociedad: la economía
capitalista, el Estado moderno, y la familia nuclear; y finalmente:
Cuarto, en el plano del sistema de la personalidad, las disposiciones para la acción y las orientaciones
valorativas típicas que subyacen al comportamiento metódico en la vida y a su alternativa
subjetivista.
Weber trata de explicar la economía y el instituto estatal moderno por medio de una teoría de la
racionalización social. Estos dos subsistemas solo en occidente llegan lo suficientemente lejos como
para que la modernización pueda desligarse de sus condiciones de partida y proseguir de forma
autoregulada. Weber describe a esta modernización como racionalización social, porque la empresa
capitalista está cortada a la medida de la acción económica racional, y el instituto estatal moderno a
la medida de la acción administrativa racional, ambos están cortados a la medida de acción racional
con arreglo a fines.
Voy a tratar de reconstruir en cinco pasos la forma en que Weber compone este complejo concepto
de racionalidad práctica:
Llama «técnica racional» al empleo de medios, «que se guía, de forma consciente y planificada, por
experiencias y por la reflexión sobre las mismas.
En este sentido podemos llamar «técnica» a toda regla o a todo sistema de reglas que permita la
reproducción fiable de una acción, ya sea ésta planificada o producto de la costumbre; que la haga
predecible por los participantes en la interacción, y previsible y calculable desde la perspectiva del
observador.
TAC TOMO 2
El potencial de racionalidad del entendimiento lingüístico tiene por fuerza que actualizarse a medida
que el contexto aproblemáticamente compartido del mundo de la vida en que la acción comunicativa
está inserta, pierde su carácter cuasi-natural e irreflexivo. Más con ello aumentan la necesidad de
entenderse.
El retorno a Marx, o, más exactamente, a una interpretación de Marx sugerida por la recepción de
Weber en el marxismo occidental, se impone por las siguientes razones. Por un lado, la dinámica de
tos enfrentamientos de clases podría explicar la dinámica inmanente a la burocratización, es decir,
ese crecimiento hipertrófico de los subsistemas regidos por medios que tiene como consecuencia
una penetración de los mecanismos de control monetarios y administrativos en el mundo de la vida.
El concepto de acción instrumental sugiere que la racionalidad de los sujetos agentes y cognoscentes
se amplía sistèmicamente constituyendo una «racionalidad con arreglo a fines» de orden superior.
De este modo, la racionalidad de los sistemas autorrcgulados, que se impone con sus imperativos por
encima de la conciencia de los miembros que los integran, aparece en forma de una racionalidad con
arreglo a fines totalizada. Esta confusión de racionalidad sistèmica y racionalidad de la acción impide
a Horkheimer y Adorno, como ya impidió a Weber, distinguir suficientemente entre la
racionalización de las orientaciones de acción en el marco de un mundo de la vida diferenciado
estructuralmente, de un lado, y la ampliación de la capacidad de control de los subsistemas sociales
diferenciados, de otro.
Horkheimer y Adorno ignoran la racionalidad comunicativa del mundo de la vida, cuyo desarrollo,
que es consecuencia de la racionalización de las imágenes del mundo, tuvo que producirse con
anterioridad a que pudieran formarse ámbitos de acción formalmente organizados, Y es esa
racionalidad comunicativa que queda reflejada en la autocomprensión de la modernidad, la que
presta a la resistencia contra la mediatización del mundo de la vida por la dinámica propia de los
sistemas autonomizados una lógica interna —y no solamente la furia impotente de una naturaleza
que se revuelve contra esa dinámica. Horkheimer y Adorno, ni pueden hacer suyo el contenido
sistemático del diagnóstico weberiano de nuestro tiempo, ni tampoco aprovecharlo en la perspectiva
de una ciencia social, porque: no toman suficientemente en serio las investigaciones de Weber sobre
la racionalización de las imágenes del mundo y sobre el sentido propio de la modernidad cultural, y
porque además se comportan acríticamente.
El compromiso que el Estado social representa transforma las condiciones de las cuatro relaciones de
intercambio que se dan entre sistema (Economía y Estado) y mundo de la vida (esfera de la vida
privada y esfera de la opinión pública), en torno a las cuales cristalizan los roles de trabajador y
consumidor, de cliente de las burocracias públicas y de ciudadano.
Las condiciones para una colonización del mundo de la vida: los imperativos de los sub-sistemas
autonomizados, en cuanto quedan despojados de su velo ideológico, penetran desde fuera en el
mundo de la vida —como señores coloniales en una sociedad tribal— e imponen la asimilación; y las
perspectivas dispersas de la cultura nativa no pueden coordinarse hasta un punto que permitiera
percibir y penetrar des-de la periferia el juego de las metrópolis y del mercado mundial.
— cuando las formas tradicionales de vida están ya tan desarticuladas que ha podido producirse una
profunda diferenciación de los componentes estructurales del mundo de la vida {cultura, sociedad y
personalidad);
— cuando las relaciones de intercambio entre subsistemas y mundo de la vida quedan reguladas a
través de roles diferenciados (relativos a la actividad laboral en puestos de trabajo organizados, a la
demanda de las economías domésticas, a las relaciones clientela con las burocracias públicas y a la
participación formal en los procesos de legitimación);
— cuando las abstracciones reales mediante las que la fuerza de trabajo de los empleados se torna
disponible y el voto de los electores movilizable, son aceptadas por los afectados a cambio de
compensaciones conformes al sistema;
— siendo financiadas tales compensaciones, de conformidad con las pautas propias del Estado social,
con los incrementos del crecimiento capitalista, y canalizadas a través de aquellos roles en que
primariamente quedan depositadas las esperanzas privatizadas de autorrealización y
autodeterminación retiradas del mundo del trabajo y del espacio público-político, esto es, a través de
los roles de consumidor y cliente.
de generalización. Como demuestra el caso del funcionalismo sis-témico, esto no tiene nada de
extraño en teoría de la sociedad.
Pero entonces esta clase de teoría, expuesta siempre al peligro de una supergeneralización, tiene por
lo menos que poder señalar cuál es el tipo de empiria que se le acomoda. Por eso voy a ilus-trar con
un ejemplo el tipo de evidencias con que cabría contrastar la tesis de la colonización interna, ejemplo
que va a ser el de la juridización (Verrechtlichung) de los ámbitos de acción estructurados
comunicativamente. Elijo este caso porque ni metodológicamente ni en lo que concierne a contenido
plantea problemas especialmente graves, la evolución del derecho es desde Durkheim y Weber una
de las áreas de investigación clásicas y menos polémicas de la Sociología.
Si es cierto que la reproducción simbólica del mundo de la vida no puede quedar asentada sobre los
fundamentos de la integración sistémica sin que se produzcan efectos laterales patológicos y si el
Estado social, cuando se implanta con éxito, no tiene más remedio que fomentar precisamente esa
tendencia, entonces en los ámbitos de la reproducción cultural, la integración social y la socialización
se producirá bajo las mencionadas condiciones una asimilación a ámbitos de acción formalmente
organizados. Ahora bien, llamamos formalmente organizados a aquellas relaciones sociales que sólo
se constituyen en las formas del derecho moderno. Cabe esperar, por tanto, que la sustitución de la
integración social por la integración sistémica adopte la forma de procesos de juridización. De modo
que los efectos cosificadores pronosticados tendrían que hacerse patentes también en este plano
analítico, y, por cierto, en forma de secuelas sintomáticas de un determinado tipo de juridización.
Voy a analizar esta juridización específica en el caso del de-recho de familia y del derecho escolar.
Este tipo específico de juridización no es sino el retoño tardío de una Juridización que ha
acompañado a la «sociedad civil» desde sus orígenes. La ex-presión «juridización» (Verrechtlichung) *
se refiere, dicho en términos muy generales, a la tendencia que se observa en las sociedades
modernas a un aumento del derecho escrito. En esta tendencia podemos distinguir entre la extensión
del derecho, es decir, la regulación jurídica de nuevos asuntos sociales regulados hasta el momento
de manera informal, y el adensamiento del derecho, es decir, la desmenuzación de una materia
jurídica global en varias materias particulares.
El Estado social desarrollado en el marco del Estado democrático de derecho, en cuya caracterización
no necesito entrar de nuevo, representa un ulterior desarrollo de esta juridización garantiza-dora de
la libertad. Pues, a todas luces, pone freno al subsistema económico de forma similar a como las dos
anteriores hornadas de juridización se lo pusieron al administrativo. Y, en todo caso, las conquistas
del Estado social se consiguieron o se otorgaron políticamente con la intención de garantizar la
libertad.
Y en efecto, el desarrollo que conduce al Estado social y democrático de derecho puede entenderse
como la constitucionalización de una relación de poder social anclada en la estructura de clases.
Ejemplos clásicos son la limitación del tiempo de trabajo, la libertad de organización sindical, el
derecho a forzar un determinado nivel de salarios, la protección contra el despido, la seguridad
social, etc. En estos casos se trata de procesos de juridización en un mundo del trabajo que
inicialmente había estado sometido al omnímodo poder de disposición y autoridad organizatoria de
los propietarios de los medios de producción. También aquí, a! igual que en el caso de las dos
hornadas de juridización anteriores, se trata de juridizaciones que representan un equilibrio de poder
dentro de un ámbito de acción ya constituido jurídicamente.
Las instituciones jurídicas pertenecen a los componentes sociales del mundo de la vida. Y al igual que
el resto de las normas de acción que tío vienen respaldadas por la sanción del Estado, pueden ser
moralizadas, es decir, abordadas en su constitutiva dimensión ética, cuando se presenta alguna
disonancia especial. El cambio de fundamentos legitimatorios no afecta, sin embargo, de forma
directa a todo el activo de normas jurídicas; pero puede representar un impulso para una
transformación legal (o revolucionaria en el caso límite) del derecho vigente.
Ahora bien, la política social del Estado sólo tiene en nuestro contexto un valor ilustrativo. La tesis de
la colonización in-terna afirma que los subsistemas Economía y Estado se hacen cada vez más
complejos a consecuencia del crecimiento capitalista y penetran cada vez más profundamente en la
reproducción simbólica del mundo de la vida.
Estos procesos de formación escolar y familiar, que discurren a través de la acción comunicativa,
tienen que poder funcionar con independencia de las regulaciones jurídicas. Pero cuando la
estructura de la juridización exige controles administrativos y judiciales que no sólo complementan
con instituciones jurídicas el contexto de acción integrado socialmente, sino que lo asientan sobre el
medio «derecho», no pueden menos de presentarse perturbaciones funcionales. Desde el punto de
vista de la teoría de la acción, ésta es la explicación de los efectos negativos de la juridización, sobre
los que tanto se insiste en las discusiones jurídicas y en las discusiones de sociología del derecho.
La subsunción de la educación bajo el medio «derecho» determina que «los implicados en el proceso
pedagógico queden abstractamente incluidos, en tanto que sujetos jurídicos individualizados, en un
sistema de competencia y rendimiento. La abstracción consiste en que las normas del derecho
escolar rigen sin hacer distinción entre las personas afectadas y sin tener en cuenta sus necesidades e
intereses, seccionando con ello sus experiencias y deshaciendo así tos contextos en que se
desarrollan sus vidas. Esto tiene que representar una amenaza para la libertad pedagógica y para la
iniciativa del profesor. La compulsión a un aseguramiento casi judicial de las calificaciones y la
superreglamentación de los curricula conducen a fenómenos como la despersonalización, la
inhibición de las innovaciones, la supresión de la responsabilidad, el inmovilismo, etc.
La escuela controlada por la justicia y la ad-ministración se convierte bajo mano en un «instituto» del
Estado benefactor, que organiza y distribuye la formación escolar como una prestación social más.
Desde el punto de vista de la política jurídica, la exigencia vuelve a ser aquí, pues, al igual que en el
caso de la familia, la de desjusticializar el proceso pedagógico y, sobre todo, la de desburocratizarlo.
El marco de un régimen escolar acorde con el Estado de derecho, que transforme de manera efectiva
lo que era «derecho privado del Estado en un derecho genuinamente político», no debería quedar
ocupado por el derecho como medio, sino por procedimientos consensúales de regulación de los
conflictos, por «procedimientos de decisión, pues, en que se considere a los implicados en el proceso
pedagógico libres y capaces de defender sus intereses y de regular sus propios asuntos.
2. DESACOPLAMIENTO DE SISTEMA Y MUNDO DE LA VIDA
Desde la perspectiva del participante, que es la que por fuerza han de adoptar los miembros de un
mundo de la vida, tiene que parecer como si la sociología introducida en términos de teoría de
sistemas sólo hiciera referencia a uno de los tres componentes estructurales, el sistema institucional,
para el que la cultura y la personalidad no constituirían sino entornos. Y a la inversa, desde la
perspectiva del observador, que es la que la teoría de sistemas adopta, tiene que parecer como si el
análisis del mundo de la vida se redujera al análisis de aquel subsistema social que se especializa en el
mantenimiento de patrones estructurales (pattern-maintenance) —desde esta perspectiva los
componentes del mundo de la vida no constituyen otra cosa que meras diferenciaciones internas de
ese subsistema social que es el encargado de definir el patrimonio o consistencia (Bestand)
sistèmica. Pero aunque sólo sea por razones metodológicas una teoría sistèmica de la sociedad no
puede ser autárquica. Dada su lógica específica, las estructuras del mundo de la vida, las cuales
someten a restricciones internas el mantenimiento del sistema, han menester de un planteamiento
desarrollado en términos de teoría de la comunicación que se haga cargo del saber preteórico de los
miembros. Pero aparte de eso, las condiciones objetivas que hacen necesaria una objetivación del
mundo de la vida en términos de teoría de sistemas sólo han surgido en el curso de la evolución. Y
este proceso exige un tipo de explicación que no se mueve sin más en el ámbito de la perspectiva
sistèmica.
El mundo de la vida, que al principio es coextensivo con un sistema social poco diferenciado, se va
viendo degradado progresivamente a un subsistema entre otros.
El desacoplamiento de sistema y mundo de la vida no podrá ser entendido como un proceso de
diferenciación de segundo orden mientras nos empecinemos, o bien en la perspectiva sistèmica, o
bien en la perspectiva mundo de la vida, en vez de buscar las relaciones de transformación entre
ambas. Por eso voy a tratar de analizar las conexiones que se dan entre el aumento de complejidad
del sistema y la racionalización de mundo de la vida.
Hasta aquí he tratado la evolución social desde el punto de vista del aumento de la complejidad
sistémica; pero la institucionalización de nuevos niveles de diferenciación sistémica es percibida
también desde la perspectiva interna de los mundos de la vida afectados. En las sociedades primitivas
la diferenciación sistémica conecta directamente, a través de los mecanismos que son el
intercambio de mujeres y la formación de prestigio, con las estructuras de interacción existentes; de
ahí que todavía no pueda hacer notar su presencia mediante injerencias en las estructuras del mundo
de la vida. Sobre este nivel de interacciones simples, en las sociedades de clase políticamente
estratificadas se erige con el Estado un nuevo nivel de plexos funcionales. Estos plexos funcionales,
desligados de contextos normativos, y que se independizan formando subsistemas, constituyen un
desafío para la capacidad de asimilación del mundo de la vida.
El nivel de posibles incrementos de la complejidad sólo puede elevarse, como hemos mostrado,
cuando se introduce un nuevo mecanismo sistémico; pero cada nuevo mecanismo de diferenciación
sistémica que consiga la primacía tiene que quedar anclado en el mundo de la vida, ha de quedar
institucionalizado a través del status, de la autoridad ligada al cargo o del derecho privado burgués.
La moral y el derecho tienen la función de encauzar de tal suerte los conflictos abiertos, que no sufra
quebranto el fundamento de la acción orientada al entendimiento, y con ello la integración social del
mundo de la vida. Garantizan un ulterior nivel de consenso, al que se puede recurrir cuando el
mecanismo del entendimiento ha fracasado en el ámbito de la regulación normativa de la
comunicación cotidiana, cuando, en consecuencia, la coordinación de las acciones prevista para el
caso normal no se produce y se torna actual la alternativa de un enfrentamiento violento.
La práctica comunicativa cotidiana está inserta, como hemos visto, en el contexto de un mundo de la
vida que viene definido por tradiciones culturales, órdenes legítimos e individuos socializados. Las
faenas interpretativas que se desarrollan en ese contexto se nutren del anticipo o adelanto de
consenso que el propio mundo de la vida supone. Ahora bien: a medida que progresa la
generalización de motivos y valores, el potencial de racionalidad del entendimiento lingüístico se
actualiza y se reducen las zonas de lo aproblemático. La creciente coerción a la racionalidad que el
mundo de la vida, cuando queda problema-tizado, ejerce sobre el mecanismo del entendimiento,
eleva la necesidad de entendimiento, con lo cual aumentan las expensas en interpretación y el riesgo
de disentimiento (potenciado éste ahora por la ejercitación de las capacidades de crítica).
Colonización de mundo de la vida: Para comprender la idea de colonización es crucial tener en cuenta
el hecho de que Habermas considera la sociedad como una entidad compuesta de ambos elementos:
el mundo de la vida y el sistema. Si bien en las sociedades arcaicas ambos estaban estrechamente
entretejidos, en la actualidad se aprecia una divergencia cada vez mayor entre ellos; se
ha "desacoplado". Aunque ambos han emprendido un proceso de racionalización, ese proceso ha
adoptado diferentes formas en los dos reinos. Habermas aprecia una relación dialéctica entre el
sistema y el mundo de la vida (ambos se limitan y se abren nuevas posibilidades nuevamente), por su
preocupación central es el modo en que en el mundo moderno el sistema controla el mundo de la
vida. En otras palabras, su interés central es la ruptura de la dialéctica entre el sistema y el mundo de
la vida y el creciente poder del primero sobre el segundo