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TAC TOMO 1:

PREFACIO:

La teoría de la acción comunicativa no es una metateoría (tiene como función fundamentar a las
ciencias. Resabio metafísico), sino el principio de una teoría de la sociedad que se esfuerza por dar
razón de los cánones críticos de que hace uso. Entiendo el análisis de las estructuras generales de la
acción orientada al entendimiento no como una continuación de la teoría del conocimiento con
otros medios.

La categoría de acción comunicativa la desarrollo en el Interludio Primero. Permite acceder a tres


complejos temáticos que se ensamblan entre sí: se trata en primer lugar de un concepto de
racionalidad comunicativa, que he desarrollado con el suficiente escepticismo, pero que es capaz de
hacer frente a las reducciones cognitivo-instrumentales que se hacen de la razón; en segundo lugar,
de un concepto de sociedad articulado en dos niveles, que asocia los paradigmas de mundo de la vida
(la sociedad es un plexo de interacciones mediadas lingüísticamente) y sistema(dos núcleos
funcionales: estado y economía), y no sólo de forma retórica. Y finalmente, de una teoría de la
modernidad que explica el tipo de patologías sociales que hoy se tornan cada vez más visibles,
mediante la hipótesis de que los ámbitos de acción comunicativa-mente estructurados quedan
sometidos a los imperativos de sistemas de acción organizados formalmente que se han vuelto
autónomos. Es decir, que la teoría de la acción comunicativa nos permite una categorización del
plexo de la vida social, con la que se puede dar razón de las paradojas de la modernidad.

-Concepto de racionalidad (que naturalmente será siempre un concepto cargado de contenido


normativo).

En lo que se refiere a la actualidad, el motivo de esta obra salta a la vista desde los años 60, lo que
está en juego son los problemas de legitimación; se comienza a cuestionar las ideas que legitimaban
la interpretación del mundo.

Los neoconservadores quieren atenerse a cualquier precio al modelo de la modernización económica


y social capitalista. Contra las consecuencias social-mente desintegradoras de este crecimiento,
buscan refugio en las tradiciones.

INTRODUCCION: ACCESOS A LA PROBLEMÁTICA DE LA RACIONALIDAD

Puede incluso decirse que el pensamiento filosófico nace de la reflexivización de la razón encarnada
en el conocimiento, en el habla y en las acciones. El tema fundamental de la filosofía es la razón.

La filosofía ya no puede referirse hoy al conjunto del mundo, de la naturaleza, de la historia y de la


sociedad, en el sentido de un saber totalizante. Los sucedáneos teóricos de las imágenes del mundo
han quedado devaluados no solamente por el progreso fáctico de las ciencias empíricas, sino
también, y más aún, por la conciencia reflexiva que ha acompañado a ese progreso.

Temas a considerar para formular la TAC: el interés se centra en las condiciones formales de la
racionalidad del conocimiento, del entendimiento lingüístico y de la acción.

El caso es que el pensamiento, al abandonar su referencia a la totalidad, pierde también su autarquía


(capacidad de determinarse a si mismo, establecer sus propios canones). La filosofía se mueve con
cánones que no eligió, que le son externos, que provienen de las ciencias. La TAC se mueve con los
canones de la Teoria Social o la Sociología.

Todos los intentos de fundamentación última en que perviven las intenciones de la Filosofía Clásica
han fracasado. En esta situación se pone en marcha una nueva constelación en las relaciones entre
filosofía y ciencia. Las teorías acerca de las ciencias experimentales modernas, ya se planteen en la
línea del positivismo lógico, del racionalismo crítico o del constructivismo metódico, presentan una
pretensión normativa y a la vez universalista, que ya no puede venir respaldada por supuestos
fundamentalistas de tipo ontológico o de tipo transcendental. (Líneas de pensamiento moderno y
clásico que es necesario revisar y superar).

Pues bien, dentro de las ciencias sociales es la Sociología la que mejor conecta en sus conceptos
básicos con la problemática de la racionalidad.

La Sociología, por el contrario, surge como una disciplina que se hace cargo de los problemas que la
Política y la Economía iban dejando de lado a medida que se convertían en ciencias especializadas. Su
tema son las transformaciones de la integración social provocadas en el armazón de las sociedades
vie-jo-europeas por el nacimiento del sistema de los Estados modernos y por la diferenciación de un
sistema económico que se autorregula por medio del mercado. La Sociología se convierte por
excelencia en una ciencia de la crisis, que se ocupa ante todo de los aspectos anómicos de la
disolución de los sistemas socia-les tradicionales y de la formación de los modernos

La Sociología ha sido la única ciencia social que ha mantenido su relación con los problemas de la
sociedad global. Ha sido siempre también teoría de la sociedad, y a diferencia de las otras ciencias
sociales, no ha podido deshacerse de los problemas de la racionalización, redefinirlos o reducirlos a
un formato más pequeño. (La sociología permite hacer un análisis del concepto de racionalidad
porque al estudiar los cambios en el proceso social permite realizar un estudio situado de la realidad)

1. «RACIONALIDAD»: UNA DETERMINACIÓN PRELIMINAR DEL CONCEPTO

Siempre que hacemos uso de la expresión «racional» suponemos una estrecha relación entre
racionalidad y saber.
La racionalidad tiene que ver con la forma en que los sujetos capaces de lenguaje y de acción hacen
uso del conocimiento. Más o menos racionales pueden serlo las personas, que disponen de saber, y
las manifestaciones simbólicas, las acciones lingüísticas o no lingüísticas, comunicativas o no
comunicativas, que encarnan un saber.

Como la verdad se refiere a la existencia de estados de cosas en el mundo, la eficacia se refiere a


intervenciones en el mundo con ayuda de las cuales pueden producirse los estados de cosas
deseados. (dos cuestiones de validez que puedo someter a critica, la verdad – mundo objetivo- ; la
eficacia – uso eficaz del conocimiento que dispongo-)

Si partimos de la utilización no comunicativa de un saber preposicional en acciones ideológicas,


estamos tomando una pre-decisión en favor de ese concepto de racionalidad cognitivo instrumental
que a través del empirismo ha dejado una profunda impronta en la autocomprensión de la
modernidad. (conocer para tomar decisiones y cosificar)

Si partimos, por el contrario, de la utilización comunicativa de saber proposicional en actos de habla,


es-tamos tomando una predecisión en favor de un concepto de racionalidad más amplio que enlaza
con la vieja idea de logos. Este concepto de racionalidad comunicativa posee connotaciones que en
última instancia se remontan a la experiencia central de la capacidad de aunar sin coacciones y de
generar consenso que tiene un habla argumentativa en que diversos participantes superan la
subjetividad inicial de sus respectivos puntos de vista y merced a una comunidad de convicciones
racionalmente motivada se aseguran a la vez de la unidad del mundo objetivo y de la
intersubjetividad del contexto en que desarrollan sus vidas

A una afirmación sólo se la puede llamar racional si el hablante cumple las condiciones que son
necesarias para la consecución del fin ilocucionario de entenderse sobre algo en el mundo al menos
con otro participante en la comunicación; y a una acción teleológica sólo se la puede llamar racional
si el actor cumple las condiciones que son necesarias para la realización de su designio de intervenir
eficazmente en el mundo.

Se distinguen por el tipo de utilización del saber preposicional. Bajo el primer aspecto es la
manipulación instrumental, bajo el segundo es el entendimiento comunicativo lo que aparece como
telos inmanente a la racionalidad.

Existen, en efecto, relaciones internas entre la capacidad de percepción descentrada (en el sentido de
Piaget) y la capacidad de manipular cosas y sucesos, por un lado, y la capacidad de entendimiento
intersubjetivo sobre cosas y sucesos, por otro. De ahí que Piaget escoja el modelo combinado que
representa la cooperación social, según el cual varios sujetos coordinan sus intervenciones en el
mundo por me-dio de la acción comunicativa.
En los contextos de acción comunicativa sólo puede ser considerado capaz de responder de sus actos
aquel que sea capaz, como miembro de una comunidad de comunicación, de orientar su acción por
pretensiones de validez intersubjetivamente reconocidas.

Un grado más alto de racionalidad comunicativa amplía, dentro de una comunidad de comunicación,
las posibilidades de coordinar las acciones sin recurrir a la coerción y de solventar consensualmente
los conflictos de acción (en la medida en que éstos se deban a disonancias cognitivas en sentido
estricto).

Las afirmaciones fundadas y las acciones eficientes son, sin duda, un signo de racionalidad, y a los
sujetos capaces de lenguaje y de acción que, en la medida de lo posible, no se equivocan sobre los
hechos ni sobre las relaciones fin/medio los llamamos, desde luego, racionales.

Las emisiones o manifestaciones que llevan asociadas pretensiones de rectitud normativa o de


veracidad subjetiva, de forma similar a como otros actos llevan asociada una pretensión de verdad
proposicional o de eficiencia, satisfacen el requisito esencial para la racionalidad: son susceptibles de
fundamentación y de crítica.

Podemos decir, en resumen, que las acciones reguladas por normas, las autopresentaciones
expresivas y las manifestaciones o emisiones evaluativas vienen a completar los actos de habla
constatativos para configurar una práctica comunicativa que sobre el trasfondo de un mundo de la
vida tiende a la consecución, mantenimiento y renovación de un consenso que descansa sobre el
reconocimiento intersubjetivo de pretensiones de validez susceptibles de crítica. La racionalidad
inmanente a esta práctica se pone de manifiesto en que el acuerdo alcanzado comunicativa-mente
ha de apoyarse en última instancia en razones Y la racionalidad de aquellos que participan en esta
práctica comunicativa se mide por su capacidad de fundamentar sus manifestaciones o emisiones en
las circunstancias apropiadas La racionalidad inmanente a la práctica comunicativa cotidiana remite,
pues, a la práctica de la argumentación como instancia de apelación que permite proseguir la acción
comunicativa con otros medios cuan-do se produce un desacuerdo que ya no puede ser absorbido
por las rutinas cotidianas y que, sin embargo, tampoco puede ser decidido por el empleo directo, o
por el uso estratégico, del poder. Por eso pienso que el concepto de racionalidad comunicativa, que
hace referencia a una conexión sistemática, hasta hoy toda-vía no aclarada, de pretensiones
universales de validez, tiene que ser adecuadamente desarrollado por medio de una teoría de la
argumentación.

Llamo argumentación al tipo de habla en que los participantes tematizan las pretensiones de validez
que se han vuelto dudosas y tratan de desempeñarlas o de recusarlas por medio de argumentos. Una
argumentación contiene razones que están conectadas de forma sistemática con la pretensión de
validez de la manifestación o emisión problematizadas. La fuerza de una argumentación se mide en
un contexto dado por la pertinencia de las razones. «Cualquiera que participe en una argumentación
demuestra su racionalidad o su falta de ella por la forma en que actúa y responde a las razones.

El concepto de fundamentación va íntimamente unido al de aprendizaje. También en los procesos de


aprendizaje juega la argumentación un papel importante. Llamamos, ciertamente, racional a una
persona que en el ámbito de lo cognitivo-instrumental expresa opiniones fundadas y actúa con
eficiencia; sólo que esa racionalidad permanece contingente si no va a su vez conectada a la
capacidad de aprender de los desaciertos, de la refutación de hipótesis y del fracaso de las
intervenciones en el mundo.

En el ámbito práctico-moral ocurre algo parejo. Llamamos racional a una persona que puede justificar
sus acciones recurriendo a las ordenaciones normativas vigentes. Pero sobre todo llamamos racional
a aquél que en un conflicto normativo actúa con lucidez, es decir, no dejándose llevar por sus
pasiones ni entregándose a sus intereses inmediatos, sino esforzándose por juzgar imparcialmente la
cuestión desde un punto de vista moral y por resolverla consensualmente.

Las normas de acción se presentan en su ámbito de validez con la pretensión de expresar, un interés
común a todos los afectados y de merecer por ello un reconocimiento general; de ahí que las normas
válidas, tienen en principio que poder encontrar también el asentimiento racionalmente motivado de
todos los afectados.

Llamamos racional a una persona que interpreta sus necesidades a la luz de los estándares de valor
aprendidos en su cultura; pero sobre todo, cuando es capaz de adoptar una actitud reflexiva frente a
los estándares de valor con que interpreta sus necesidades. Los valores culturales, a diferencia de las
normas de acción, no se presentan con una pretensión de universalidad.
En el habla argumentativa pueden distinguirse 3 aspectos:

Como proceso: Los participantes en la argumentación tienen todos que presuponer que la estructura
de su comunicación, en virtud de propiedades que pueden describirse de modo puramente formal,
excluye toda otra coacción, ya provenga de fuera de ese proceso de argumentación, ya nazca de ese
proceso mismo, que no sea la del mejor argumento (con lo cual queda neutralizado todo otro motivo
que no sea el de la búsqueda cooperativa de la verdad). Bajo este aspecto la argumentación puede
entenderse como una continuación con otros medios, ahora de tipo reflexivo, de la acción orientada
al entendimiento.

Como procedimiento

Como productora de argumentos pertinentes: Los argumentos son los medios con cuya ayuda puede
obtenerse un reconocimiento intersubjetivo para la pretensión de validez que el proponente plantea
por de pronto de forma hipo-tética, y con los que, por tanto, una opinión puede transformarse en
saber.

La lógica de la argumentación requiere un marco conceptual que permita dar razón del fenómeno de
la peculiar coacción sin coacciones que caracteriza al mejor argumento.
El tipo de pretensiones de validez con que se presentan los valores culturales no trasciende los lí-
mites locales de forma tan radical como las pretensiones de ver-dad y de justicia. Los valores
culturales no son válidos universalmente; se restringen, como su mismo nombre indica, al hori-zonte
de un determinado mundo de la vida. Tampoco se los puede hacer plausibles si no es en el contexto
de una forma de vida particular. (Distinto a lo que plantea Toulmin)

CAP 3: RELACIONES CON EL MUNDO Y ASPECTOS DE LA RACIONALIDAD DE LA ACCIÓN EN CUATRO


CONCEPTOS SOCIOLÓGICOS DE ACCIÓN.

Podemos dar por sentado, por lo pronto, que el concepto de acción comunicativa ha de analizarse
siguiendo el hilo conductor del entendimiento lingüístico. El concepto de entendimiento
(Verständigung) remite a un acuerdo racional-mente motivado alcanzado entre los participantes, que
se mide por pretensiones de validez susceptibles de crítica.

Habermas adopta la pareja conceptual «mundo» y «mundo de la vida». Son los propios sujetos
socializados los que, cuando participan en procesos cooperativos de interpretación, hacen un uso
implícito del concepto de mundo.

La tradición cultural compartida por una comunidad es constitutiva del mundo de la vida que los
miembros individuales encuentran ya interpretado en lo que atañe a su contenido. Este mundo de la
vida intersubjetivamente compartido constituye el trasfondo de la acción comunicativa.

Los participantes en una comunicación, que se entienden entre sí sobre algo, no solamente entablan
una relación con el mundo objetivo, como sugiere el modelo precomunicativo imperante en el
empirismo. En modo alguno se refieren tan sólo a algo que tenga lugar o que pueda presentarse o ser
producido en el mundo objetivo, sino también a algo en el mundo social o en el mundo subjetivo.

De las relaciones con el mundo, que al elegir tal concepto, suponemos al actor, dependen a su vez los
aspectos de la posible racionalidad de su acción.

El concepto de acción teleológica ocupa desde Aristóteles el centro de la teoría filosófica de la acción.
El actor realiza un fin o hace que se produzca el estado de cosas deseado eligiendo en una situación
dada los medios más congruentes y aplicándolos de manera adecuada. El concepto central es el de
una decisión entre alternativas de acción, enderezada a la realización de un propósito, dirigida por
máximas y apoyada en una interpretación de la situación.

La acción teleológica se amplía y convierte en acción estratégica cuando en el cálculo que el agente
hace de su éxito inter-viene la expectativa de decisiones de a lo menos otro agente que también
actúa con vistas a la realización de sus propios propósitos. Este modelo de acción es interpretado a
menudo en términos utilitaristas; entonces se supone que el actor elige y calcula me dios y fines
desde el punto de vista de la maximización de utilidad o de expectativas de utilidad.
El concepto de acción regulada por normas se refiere no al comportamiento de un actor en principio
solitario que se topa en su entorno con otros actores, sino a los miembros de un grupo social que
orientan su acción por valores comunes. El actor particular observa una norma (o la viola) tan pronto
como en una situación dada se dan las condiciones a que la norma se aplica. Las normas expresan un
acuerdo existente en un grupo social. Todos los miembros de un grupo para los que rige una
determinada norma tienen derecho a esperar unos de otros que en determinadas situaciones se
ejecuten u omitan, respectivamente, las acciones obligatorias o prohibidas. Ei concepto central de
observancia de una norma significa el cumplimiento de una expectativa generalizada de
comportamiento.

El concepto de acción dramatúrgica no hace referencia primariamente ni a un actor solitario ni al


miembro de un grupo social, sino a participantes en una interacción que constituyen los unos para los
otros un público ante el cual se ponen a sí mismos en escena. El actor suscita en su público una
determina-da imagen, una determinada impresión de sí mismo, al develar más o menos de propósito
su propia subjetividad.

En la acción dramatúrgica, los implicados aprovechan esta circunstancia y gobiernan su interacción


regulando el recíproco acceso a la propia subjetividad, la cual es siempre exclusiva de cada uno.

Finalmente, el concepto de acción comunicativa se refiere a la interacción de a lo menos dos sujetos


capaces de lenguaje y de acción que (ya sea con medios verbales o con medios extra-verbales)
entablan una relación interpersonal. Los actores buscan entenderse sobre una situación de acción
para poder así coordinar de común acuerdo sus planes de acción y con ello sus acciones. El concepto
aquí central, el de interpretación, se refiere primordialmente a la negociación de definiciones de la
situación susceptibles de consenso. En este modelo de acción el lenguaje ocupa, como veremos, un
puesto prominente.

El concepto de acción teleológica presupone relaciones entre un actor y un mundo de estados de


cosas existentes. Este mundo objetivo está definido como totalidad de los estados de cosas que
existen o que pueden presentarse o ser producidos mediante una adecuada intervención en el
mundo.

En lo que atañe a presupuestos ontológicos podemos clasificar la acción teleológica como un


concepto que presupone un solo mundo, que en este caso es el mundo objetivo. Otro tanto ocurre
con el concepto de acción estratégica. En este caso partimos de a lo menos dos sujetos que actúan
con vistas a la obtención de un fin, y que realizan sus propósitos orientándose por, e influyendo
sobre, las decisiones de otros actores. (La acción estratégica no exige más que un solo mundo)

Por el contrario, el concepto de acción regulada por normas presupone relaciones entre un actor y
exactamente dos mundos. Junto al mundo objetivo de estados de cosas existentes aparece el mundo
social a que pertenece lo mismo el actor en su calidad de sujeto portador de un rol que otros actores
que pueden iniciar entre sí interacciones normativamente reguladas. Un mundo social consta de un
contexto normativo que fija qué interacciones pertenecen a la totalidad de relaciones
interpersonales legítimas. Y todos los actores para quienes rigen las correspondientes normas (por
quienes éstas son aceptadas como válidas) pertenecen al mismo mundo social.

Una oración expresa una norma o un determinado mandato cuando se emite de forma adecuada con
la pretensión de rectitud normativa, es decir, cuando se emite de forma que pretenda ser válida para
un círculo de destinatarios. Y decimos que una norma goza de validez social o vigencia cuan-do la
norma es reconocida por los destinatarios como válida o justificada.

Los valores son candidatos a quedar encarnados en normas; pueden llegar a adquirir una fuerza
vinculan-te de carácter general en relación con materias necesitadas de regulación.

El concepto de acción dramatúrgica exige el ulterior presupuesto de un mundo subjetivo con que se
relaciona el actor.

En la acción dramatúrgica, al presentar ante los demás un determinado lado de sí mismo, el actor
tiene que relacionarse con su propio mundo subjetivo. He definido éste como la totalidad de
vivencias subjetivas a las que el agente tiene frente a los demás un acceso privilegiado.

Con el concepto de acción comunicativa empieza a operar un supuesto más: el de un medio


lingüístico en que se reflejan como tales las relaciones del actor con el mundo. Alcanzado este nivel
de la formación de conceptos, la problemática de la racionalidad, que hasta aquí sólo se planteaba al
científico social, cae ahora dentro de la perspectiva del agente mismo. Tenemos que aclarar en qué
sentido queda con ello introducido el entendimiento lingüístico como un mecanismo de coordinación
de la acción. (Para la modernidad la racionalidad es un tema importante. A partir de este planteo –
TAC o giro lingüístico- la racionalidad deja de ser interés del científico social y pasa a ser una cuestión
del propio hablante, de los que ejercen la acción. La búsqueda del entendimiento lingüístico dirige y
esquematiza la acción; la acción se va a pensar en función del objetivo: el entendimiento lingüístico.
La búsqueda de entendimiento lingüístico tiene la intención de superar una problemática común a
ser resuelta)

Pues también el modelo de acción estratégica, puede formularse de modo que las acciones de los
participantes en la interacción, gobernadas a través de cálculos egocéntricos de utilidad y
coordinadas mediante intereses, vengan mediadas por actos de habla. En los casos de acción
regulada por normas y de acción dramatúrgica, incluso hay que suponer la formación de un consenso
entre los participantes en la comunicación, consenso que en principio es de naturaleza lingüística.
Pero en estos modelos de acción el lenguaje es concebido unilateralmente, al tenerse sólo en cuenta
en cada uno de ellos alguno de los aspectos que el lenguaje ofrece. (La acción comunicativa considera
todos los aspectos del lenguaje, mientras que las demás acciones tienen una mirada unilateral del
lenguaje al ser entendido como un medio como un fin específico)
El modelo teleológico de acción concibe el lenguaje como un medio más a través del cual los
hablantes, que se orientan hacia su propio éxito, pueden influir los unos sobre los otros con el fin de
mover al oponente a formarse las opiniones o a concebir las intenciones que les convienen para sus
propios propósitos.

El modelo normativo de acción concibe el lengua-je como un medio que transmite valores culturales
y que es portador de un consenso que simplemente queda ratificado con cada nuevo acto de
entendimiento.

El modelo de acción dramatúrgica presupone al lenguaje como medio para que el otro me escuche,
que sea mi público

Sólo el concepto de acción comunicativa presupone el lenguaje como un medio de entendimiento sin
más abreviaturas, en que hablantes y oyentes se refieren, desde el horizonte preinterpretado que su
mundo de la vida representa, simultáneamente a algo en el mundo objetivo, en el mundo social y en
el mundo subjetivo, para negociar definiciones de la situación que puedan ser compartidas por todos.

El modelo comunicativo de acción tiene en cuenta todas las funciones del lenguaje. El peligro radica
en que la acción social se vea reducida a las operaciones interpretativas de los participantes en la
interacción, en que actuar se asimile a hablar e interacción a conversación. (La interacción es el
encuentro con el otro, es una acción consciente y voluntaria con otros. Su propósito no es
estratégico, sino el bien común, por eso tiene un sentido cooperativo)

Llamo acciones sólo a aquellas manifestaciones simbólicas en que el actor, como ocurre en los casos
hasta aquí estudiados de la acción teleológica, la acción regulada por normas y la acción
dramatúrgica, entra en relación al menos con un mundo (pero siempre también con el mundo
objetivo).

Para el modelo comunicativo de acción el lenguaje sólo es relevante desde el punto de vista
pragmático de que los hablantes, al hacer uso de oraciones orientándose al entendimiento, contraen
relaciones con el mundo, y ello no sólo directamente, como en la acción ideológica, en la acción
regida por normas o en la acción dramatúrgica, sino de un modo reflexivo. (El entendimiento
vinculado con la reflexión aporta el carácter de racional a la acción. La acción comunicativa entendida
como proceso de reflexión es lo que la diferencia de las otras acciones.)

Que el entendimiento funcione como mecanismo coordinador de la acción sólo puede significar que
los participantes en la interacción se ponen de acuerdo acerca de la validez (parámetros y criterios
para poder entendernos) que pretenden para sus emisiones o manifestaciones, es decir, que
reconocen intersubjetivamente (horizonte preinterpretado) las pretensiones de validez con que se
presentan unos frente a otros. (Previo a la acción reconocemos la necesidad de entendernos como
motor de lo que hagamos.)
El concepto de acción comunicativa presupone el lenguaje como un medio dentro del cual tiene lugar
un tipo de procesos de entendimiento en cuyo transcurso los participantes, al relacionarse con un
mundo, se presentan unos frente a otros con pretensiones de validez que pueden ser reconocidas o
puestas en cuestión.

Con este modelo de acción se presupone que los participantes en la interacción movilizan
expresamente el potencial de racionalidad que, de acuerdo con los análisis que hemos realizado
hasta aquí, encierran las tres relaciones del actor con el mundo, con el propósito, cooperativamente
seguido, de llegar a entenderse.

Si prescindimos de la corrección formal de la expresión simbólica utilizada, el actor que en el sentido


indicado se oriente al entendimiento, tiene que plantear explícitamente con su manifestación tres
pretensiones de validez, a saber: la pretensión

-de que el enunciado que hace es verdadero

-de que el acto de habla es correcto en relación con el contexto normativo vigente

-de que la intención expresada por el hablante coincide realmente con lo que éste piensa.

Son los propios actores los que buscan un consenso y lo someten a criterios de verdad, de rectitud y
de veracidad, es decir, a criterios de ajuste o desajuste entre los actos de habla, por un lado, y los tres
mundos con que el actor contrae relaciones con su manifestación, por el otro. Esas relaciones son las
que se dan entre la manifestación y

— el mundo objetivo (como conjunto de todas las entidades sobre las que son posibles enunciados
verdaderos);

— el mundo social (como conjunto de todas las relaciones interpersonales legítimamente reguladas),
y

— el mundo subjetivo (como totalidad de las vivencias del hablante, a las que éste tiene un acceso
privilegiado).

Todo proceso de entendimiento tiene lugar sobre el trasfondo de una precomprensión imbuida
culturalmente. El saber de fon-do permanece aproblemático en su conjunto. Sólo la parte de ese
acervo de saber, que los participantes en la interacción utilizan y tematizan en cada caso para sus
interpretaciones, queda puesta a prueba. (Una situación o problema motiva la acción comunicativa.
La acción comunicativa se torna necesaria cuando algún sector del acervo cultural compartido se
vuelve relevante por algún impedimento, se torna problemático.)

En los procesos cooperativos de interpretación ninguno de los implicados tiene un monopolio


interpretativo. Para ambas partes la tarea de interpretación consiste en incluir en la propia
interpretación la interpretación que de la situación hace el otro, de suerte que en la versión revisada
«su» mundo ex-terno y «mi» mundo externo, sobre el trasfondo de «nuestro» mundo de la vida,
queden relativizados en función de «el mundo» y las definiciones de la situación antes dispares se
puedan hacer coincidir suficientemente.

En todos los casos se pre-supone la estructura teleologica de la acción, ya que se supone a los actores
la capacidad de proponerse fines y de actuar ideo-lógicamente y, por tanto, también un interés en la
ejecución de sus planes de acción.

SECCION 2:

RACIONALISMO OCCIDENTAL

Weber señala en una mi-rada retrospectiva el «problema de historia universal» a cuya elucidación
dedicó toda su vida; la cuestión de por qué fuera de Europa, ni la evolución científica, ni la artística, ni
la política, ni la económica se vieron encauzadas por aquellas vías de racionalización que resultaron
propias de Occidente.

Para obtener una primera visión de conjunto voy a elegir dos caminos distintos; el de la clasificación
por contenidos de Los fenómenos del racionalismo occidental.

Sociedad: Lo mismo que Marx, Max Weber entiende la modernización de la sociedad como el
proceso por el que emergen la empresa capitalista y el Estado moderno. Ambos se complementan en
sus funciones estabilizándose mutuamente. El núcleo organizativo de la economía capitalista lo
constituye la empresa capitalista, la cual hace un uso técnico de los conocimientos científicos.

El medio organizativo, así de la economía capitalista y del Estado moderno como de sus relaciones
mutuas, lo constituye el derecho formal, que descansa sobre el principio de positivización
{Satzungsprinzip). Son estos tres elementos, que Weber investiga sobre todo en Economía y
Sociedad, los que resultan fundamentales para la racionalización de la sociedad. Weber los considera
como expresión del racionalismo occidental.

Cultura: La racionalización cultural la lee Weber en la ciencia y en la técnica moderna, en el arte


autónomo y en una ética regida por principios y anclada en la religión. Weber llama racionalización a
toda ampliación del saber empírico, de la capacidad de predicción, y del dominio instrumental y
organizativo sobre procesos empíricos.

En resumen, la racionalización cultural, de la que surgen las estructuras de conciencia típicas de las
sociedades modernas, se extiende a los componentes cognitivos, a los estético-expresivos y a los
moral-evaluativos de la tradición religiosa. Con la ciencia y la técnica, con el arte autónomo y los
valores relativos a la presentación expresiva que el sujeto hace de sí, con las ideas universalistas que
subyacen al derecho y a la moral, se produce una diferenciación de tres esferas de valor, cada una de
las cuales obedece a su propia lógica.

Hasta aquí me he limitado a ordenar, conforme a los planos que representan la sociedad, la cultura y
el estilo de vida personal, los fenómenos de racionalización que Weber enumera en el prólogo a sus
artículos de sociología de la religión, y a comentarlos. Antes de pasar a examinar en qué sentido cabe
hablar en todo ello de «racional» y de «racionalidad» voy a tratar de ex-poner esquemáticamente la
conexión empírica que Weber pre-sume entre los distintos fenómenos del racionalismo occidental.

Con este fin voy a distinguir entre:

Primero, esferas culturales de valor (ciencia y técnica, arte y literatura, derecho y moral), como
componentes de la cultura que con el tránsito a la modernidad se diferencian, a partir del acervo de
las imágenes religiosas y metafísicas del mundo, por la lí-nea de la tradición griega y, sobre todo, de
la tradición judeo-cristiana —un proceso que se inicia en el siglo xvi y que llega a su fin en el siglo
xviii.

Segundo, sistemas culturales de acción, en que se elaboran sistemáticamente las tradiciones bajo los
distintos aspectos de validez: organización del trabajo científico (universidades y academias),
organización del cultivo del arte (con la institucionalización de la producción, distribución y recepción
del arte, y de la instancia mediadora que representa la crítica de arte), el sistema jurídico (con la
formación de especialistas en derecho, la ciencia jurídica y la publicidad jurídica), y, finalmente, la
comunidad religiosa (en la que se enseña y se vive, esto es, es objeto de una materialización
institucional, una ética regida por principios, con las exigencias universalistas que comporta).

Tercero, los sistemas centrales de acción que fijan la estructura de la sociedad: la economía
capitalista, el Estado moderno, y la familia nuclear; y finalmente:

Cuarto, en el plano del sistema de la personalidad, las disposiciones para la acción y las orientaciones
valorativas típicas que subyacen al comportamiento metódico en la vida y a su alternativa
subjetivista.

Weber trata de explicar la economía y el instituto estatal moderno por medio de una teoría de la
racionalización social. Estos dos subsistemas solo en occidente llegan lo suficientemente lejos como
para que la modernización pueda desligarse de sus condiciones de partida y proseguir de forma
autoregulada. Weber describe a esta modernización como racionalización social, porque la empresa
capitalista está cortada a la medida de la acción económica racional, y el instituto estatal moderno a
la medida de la acción administrativa racional, ambos están cortados a la medida de acción racional
con arreglo a fines.

Lo que primordialmente le interesa a Weber es la racionalidad práctica en el sentido de los criterios


conforme a los que los sujetos aprenden a controlar su entorno: «Actúa de forma racional con
arreglo a fines quien se guía en su acción por los fines, los medios y las consecuencias que su acción
pueda tener, sopesando los medios con los fines, los fines con las consecuencias laterales y los
distintos fines posibles entre sí, y en todo caso, pues, quien no actúa pasionalmente ni guiándose por
la tradición

Voy a tratar de reconstruir en cinco pasos la forma en que Weber compone este complejo concepto
de racionalidad práctica:

Llama «técnica racional» al empleo de medios, «que se guía, de forma consciente y planificada, por
experiencias y por la reflexión sobre las mismas.

En este sentido podemos llamar «técnica» a toda regla o a todo sistema de reglas que permita la
reproducción fiable de una acción, ya sea ésta planificada o producto de la costumbre; que la haga
predecible por los participantes en la interacción, y previsible y calculable desde la perspectiva del
observador.

TAC TOMO 2

V II TALCOTT PARSONS: PROBLEMAS D E CONSTRUCCIO N DE LA TEORIA DE LA SOCIEDAD

2. DESARROLLO DEL PLANTEAMIENTO SISTEMICO

Ya hemos explicado al hablar de la interdependencia de mundo de la vida y acción comunicativa qué


significa que los componentes del mundo de la vida intervengan «directamente» en la producción del
entrelazamiento comunicativo de las interacciones. La acción comunicativa no solamente depende
del saber cultural, de los órdenes legítimos y de las competencias desarrolladas en el proceso de
socialización, no solamente se nutre de los recursos del mundo de la vida, sino que representa a su
vez el medio a través del cual se reproducen las estructuras simbólicas de ese mundo.

Parsons había tomado inicialmente el concepto de lenguaje en el sentido en que lo emplea la


Antropología Cultural, es decir, en el sentido de un medio que hace posible la intersubjetividad y que
sirve de soporte al consenso valorativo relevante para los órdenes normativos. Utilizaba el modelo
del lenguaje para explicar qué significa que los actores compartan orientaciones valorativas. La
participación comunicativa en contenidos semánticos idénticos, el consenso de una comunidad de
lenguaje, le ser-vía de modelo para explicar la posesión en común de valores culturales y la
obligatoriedad que un orden normativo entraña para un colectivo: «El concepto de una base
compartida de orden normativo es básicamente el mismo que el de una cultura común o el de un
sistema simbólico común.
Las estructuras simbólicas del mundo de la vida sólo pueden reproducirse a través del medio básico
que representa la acción orientada al entendimiento; los sistemas de acción, al depender de la
reproducción cultural, de la integración social y de la socialización, permanecen ligados a las
estructuras del mundo de la vida y de la acción comunicativa.

La necesidad de entenderse y el riesgo de disentimiento aumentan por unidad de acción a medida


que los agentes comunicativos ya no pueden recurrir al anticipo de consenso que ese mundo de la
vida entraña. Cuanto más dependen de sus propias aportaciones interpretativas, tanto más se desata
el potencial de racionalidad del entendimiento lingüístico, potencial que se expresa en que el
acuerdo alcanzado comunicativamente (y el disentimiento comunicativamente regulado) dependen
del reconocimiento intersubjetivo de pretensiones de validez susceptibles de crítica.

El potencial de racionalidad del entendimiento lingüístico tiene por fuerza que actualizarse a medida
que el contexto aproblemáticamente compartido del mundo de la vida en que la acción comunicativa
está inserta, pierde su carácter cuasi-natural e irreflexivo. Más con ello aumentan la necesidad de
entenderse.

VIII. CONSIDERACIONES FINALES DE PARSONS A MARX A TRAVÉS DE WEBER

2. MARX Y LA TESIS DE LA COLONIZACIÓN INTERNA

El retorno a Marx, o, más exactamente, a una interpretación de Marx sugerida por la recepción de
Weber en el marxismo occidental, se impone por las siguientes razones. Por un lado, la dinámica de
tos enfrentamientos de clases podría explicar la dinámica inmanente a la burocratización, es decir,
ese crecimiento hipertrófico de los subsistemas regidos por medios que tiene como consecuencia
una penetración de los mecanismos de control monetarios y administrativos en el mundo de la vida.

Horkheimer y a Adorno a abandonaron la teoría de la conciencia de clase. Ambos autores tratan de


resolver el problema de la conexión entre Weber y Marx arrimándose aún más claramente a Weber.
Si, como hace Max Weber, se entiende la racionalización de las esferas de la vida como
institucionalización de la acción racional con arreglo a fines, resulta natural el intento de generalizar
la cosificación de la conciencia entendiéndola como expresión de la razón instrumental; y si, lo mismo
que él, se ve a los subsistemas de acción racional con arreglo a fines coagularse de manera irresistible
formando un «férreo estuche», sólo hay un paso de la teoría de la cosificación de Lukács a la crítica
de la razón instrumental, es decir, a la visión de un mundo administrado, totalmente cosificado, en
que se fusionan racionalidad con arreglo a fines y dominación.

El concepto de acción instrumental sugiere que la racionalidad de los sujetos agentes y cognoscentes
se amplía sistèmicamente constituyendo una «racionalidad con arreglo a fines» de orden superior.
De este modo, la racionalidad de los sistemas autorrcgulados, que se impone con sus imperativos por
encima de la conciencia de los miembros que los integran, aparece en forma de una racionalidad con
arreglo a fines totalizada. Esta confusión de racionalidad sistèmica y racionalidad de la acción impide
a Horkheimer y Adorno, como ya impidió a Weber, distinguir suficientemente entre la
racionalización de las orientaciones de acción en el marco de un mundo de la vida diferenciado
estructuralmente, de un lado, y la ampliación de la capacidad de control de los subsistemas sociales
diferenciados, de otro.

Horkheimer y Adorno ignoran la racionalidad comunicativa del mundo de la vida, cuyo desarrollo,
que es consecuencia de la racionalización de las imágenes del mundo, tuvo que producirse con
anterioridad a que pudieran formarse ámbitos de acción formalmente organizados, Y es esa
racionalidad comunicativa que queda reflejada en la autocomprensión de la modernidad, la que
presta a la resistencia contra la mediatización del mundo de la vida por la dinámica propia de los
sistemas autonomizados una lógica interna —y no solamente la furia impotente de una naturaleza
que se revuelve contra esa dinámica. Horkheimer y Adorno, ni pueden hacer suyo el contenido
sistemático del diagnóstico weberiano de nuestro tiempo, ni tampoco aprovecharlo en la perspectiva
de una ciencia social, porque: no toman suficientemente en serio las investigaciones de Weber sobre
la racionalización de las imágenes del mundo y sobre el sentido propio de la modernidad cultural, y
porque además se comportan acríticamente.

El compromiso que el Estado social representa transforma las condiciones de las cuatro relaciones de
intercambio que se dan entre sistema (Economía y Estado) y mundo de la vida (esfera de la vida
privada y esfera de la opinión pública), en torno a las cuales cristalizan los roles de trabajador y
consumidor, de cliente de las burocracias públicas y de ciudadano.

Las condiciones para una colonización del mundo de la vida: los imperativos de los sub-sistemas
autonomizados, en cuanto quedan despojados de su velo ideológico, penetran desde fuera en el
mundo de la vida —como señores coloniales en una sociedad tribal— e imponen la asimilación; y las
perspectivas dispersas de la cultura nativa no pueden coordinarse hasta un punto que permitiera
percibir y penetrar des-de la periferia el juego de las metrópolis y del mercado mundial.

Tendencias a la ¡uridización.—Los síntomas de cosificación que se presentan en las sociedades


capitalistas desarrolladas los he explicado suponiendo que los subsistemas regidos por medios, es
decir, la Economía y el Estado, penetran con medios monetarios y burocráticos en la reproducción
simbólica del mundo de la vida. Ahora bien, según nuestra hipótesis, una «colonización del mundo de
la vida» sólo puede producirse:

— cuando las formas tradicionales de vida están ya tan desarticuladas que ha podido producirse una
profunda diferenciación de los componentes estructurales del mundo de la vida {cultura, sociedad y
personalidad);

— cuando las relaciones de intercambio entre subsistemas y mundo de la vida quedan reguladas a
través de roles diferenciados (relativos a la actividad laboral en puestos de trabajo organizados, a la
demanda de las economías domésticas, a las relaciones clientela con las burocracias públicas y a la
participación formal en los procesos de legitimación);

— cuando las abstracciones reales mediante las que la fuerza de trabajo de los empleados se torna
disponible y el voto de los electores movilizable, son aceptadas por los afectados a cambio de
compensaciones conformes al sistema;

— siendo financiadas tales compensaciones, de conformidad con las pautas propias del Estado social,
con los incrementos del crecimiento capitalista, y canalizadas a través de aquellos roles en que
primariamente quedan depositadas las esperanzas privatizadas de autorrealización y
autodeterminación retiradas del mundo del trabajo y del espacio público-político, esto es, a través de
los roles de consumidor y cliente.

Ahora bien, los enunciados sobre una colonización interna

del mundo de la vida se mueven en un nivel relativamente alto

de generalización. Como demuestra el caso del funcionalismo sis-témico, esto no tiene nada de
extraño en teoría de la sociedad.

Pero entonces esta clase de teoría, expuesta siempre al peligro de una supergeneralización, tiene por
lo menos que poder señalar cuál es el tipo de empiria que se le acomoda. Por eso voy a ilus-trar con
un ejemplo el tipo de evidencias con que cabría contrastar la tesis de la colonización interna, ejemplo
que va a ser el de la juridización (Verrechtlichung) de los ámbitos de acción estructurados
comunicativamente. Elijo este caso porque ni metodológicamente ni en lo que concierne a contenido
plantea problemas especialmente graves, la evolución del derecho es desde Durkheim y Weber una
de las áreas de investigación clásicas y menos polémicas de la Sociología.

Si es cierto que la reproducción simbólica del mundo de la vida no puede quedar asentada sobre los
fundamentos de la integración sistémica sin que se produzcan efectos laterales patológicos y si el
Estado social, cuando se implanta con éxito, no tiene más remedio que fomentar precisamente esa
tendencia, entonces en los ámbitos de la reproducción cultural, la integración social y la socialización
se producirá bajo las mencionadas condiciones una asimilación a ámbitos de acción formalmente
organizados. Ahora bien, llamamos formalmente organizados a aquellas relaciones sociales que sólo
se constituyen en las formas del derecho moderno. Cabe esperar, por tanto, que la sustitución de la
integración social por la integración sistémica adopte la forma de procesos de juridización. De modo
que los efectos cosificadores pronosticados tendrían que hacerse patentes también en este plano
analítico, y, por cierto, en forma de secuelas sintomáticas de un determinado tipo de juridización.

Voy a analizar esta juridización específica en el caso del de-recho de familia y del derecho escolar.
Este tipo específico de juridización no es sino el retoño tardío de una Juridización que ha
acompañado a la «sociedad civil» desde sus orígenes. La ex-presión «juridización» (Verrechtlichung) *
se refiere, dicho en términos muy generales, a la tendencia que se observa en las sociedades
modernas a un aumento del derecho escrito. En esta tendencia podemos distinguir entre la extensión
del derecho, es decir, la regulación jurídica de nuevos asuntos sociales regulados hasta el momento
de manera informal, y el adensamiento del derecho, es decir, la desmenuzación de una materia
jurídica global en varias materias particulares.

El Estado social desarrollado en el marco del Estado democrático de derecho, en cuya caracterización
no necesito entrar de nuevo, representa un ulterior desarrollo de esta juridización garantiza-dora de
la libertad. Pues, a todas luces, pone freno al subsistema económico de forma similar a como las dos
anteriores hornadas de juridización se lo pusieron al administrativo. Y, en todo caso, las conquistas
del Estado social se consiguieron o se otorgaron políticamente con la intención de garantizar la
libertad.

Y en efecto, el desarrollo que conduce al Estado social y democrático de derecho puede entenderse
como la constitucionalización de una relación de poder social anclada en la estructura de clases.
Ejemplos clásicos son la limitación del tiempo de trabajo, la libertad de organización sindical, el
derecho a forzar un determinado nivel de salarios, la protección contra el despido, la seguridad
social, etc. En estos casos se trata de procesos de juridización en un mundo del trabajo que
inicialmente había estado sometido al omnímodo poder de disposición y autoridad organizatoria de
los propietarios de los medios de producción. También aquí, a! igual que en el caso de las dos
hornadas de juridización anteriores, se trata de juridizaciones que representan un equilibrio de poder
dentro de un ámbito de acción ya constituido jurídicamente.

Las instituciones jurídicas pertenecen a los componentes sociales del mundo de la vida. Y al igual que
el resto de las normas de acción que tío vienen respaldadas por la sanción del Estado, pueden ser
moralizadas, es decir, abordadas en su constitutiva dimensión ética, cuando se presenta alguna
disonancia especial. El cambio de fundamentos legitimatorios no afecta, sin embargo, de forma
directa a todo el activo de normas jurídicas; pero puede representar un impulso para una
transformación legal (o revolucionaria en el caso límite) del derecho vigente.

Ahora bien, la política social del Estado sólo tiene en nuestro contexto un valor ilustrativo. La tesis de
la colonización in-terna afirma que los subsistemas Economía y Estado se hacen cada vez más
complejos a consecuencia del crecimiento capitalista y penetran cada vez más profundamente en la
reproducción simbólica del mundo de la vida.

En el derecho escolar y en el derecho de familia, la estructura de la juridización se caracteriza por


ambivalencias similares a las del ámbito de la legislación social. En relación con algunos aspectos de
la evolución del derecho escolar y del derecho de familia en la República Federal Alemana se han
subrayado ya problemas, que son problemas que dominan también la discusión de los políticos del
derecho. En ambos casos la juridización significa por de pronto la implantación de los principios del
Estado de derecho: la atención a los derechos fundamentales del niño frente a sus padres, de la
mujer frente al marido, del alumno frente a la escuela, y de los padres, profesores y alumnos frente a
las autoridades educativas del Estado. Bajo los lemas «igualdad de derechos» y «bienestar del niño»,
la posición autoritaria del cabeza de familia, jurídicamente sancionada todavía por el código de
derecho civil en todo lo concerniente, por ejemplo, al régimen de bienes de familia, es sustituida por
una distribución más equilibrada de competencias y títulos entre todos los miembros de ella. A la
juridificacíón de esta relación cuasi-natural de poder patriarcal en la familia, una relación de origen
económico, responde, por el lado de la escuela, la constitucionalización de la particular relación de
poder que se dio hasta bien entrados los años cincuenta entre la burocracia estatal y la escuela.

Estos procesos de formación escolar y familiar, que discurren a través de la acción comunicativa,
tienen que poder funcionar con independencia de las regulaciones jurídicas. Pero cuando la
estructura de la juridización exige controles administrativos y judiciales que no sólo complementan
con instituciones jurídicas el contexto de acción integrado socialmente, sino que lo asientan sobre el
medio «derecho», no pueden menos de presentarse perturbaciones funcionales. Desde el punto de
vista de la teoría de la acción, ésta es la explicación de los efectos negativos de la juridización, sobre
los que tanto se insiste en las discusiones jurídicas y en las discusiones de sociología del derecho.

La subsunción de la educación bajo el medio «derecho» determina que «los implicados en el proceso
pedagógico queden abstractamente incluidos, en tanto que sujetos jurídicos individualizados, en un
sistema de competencia y rendimiento. La abstracción consiste en que las normas del derecho
escolar rigen sin hacer distinción entre las personas afectadas y sin tener en cuenta sus necesidades e
intereses, seccionando con ello sus experiencias y deshaciendo así tos contextos en que se
desarrollan sus vidas. Esto tiene que representar una amenaza para la libertad pedagógica y para la
iniciativa del profesor. La compulsión a un aseguramiento casi judicial de las calificaciones y la
superreglamentación de los curricula conducen a fenómenos como la despersonalización, la
inhibición de las innovaciones, la supresión de la responsabilidad, el inmovilismo, etc.

La escuela controlada por la justicia y la ad-ministración se convierte bajo mano en un «instituto» del
Estado benefactor, que organiza y distribuye la formación escolar como una prestación social más.
Desde el punto de vista de la política jurídica, la exigencia vuelve a ser aquí, pues, al igual que en el
caso de la familia, la de desjusticializar el proceso pedagógico y, sobre todo, la de desburocratizarlo.
El marco de un régimen escolar acorde con el Estado de derecho, que transforme de manera efectiva
lo que era «derecho privado del Estado en un derecho genuinamente político», no debería quedar
ocupado por el derecho como medio, sino por procedimientos consensúales de regulación de los
conflictos, por «procedimientos de decisión, pues, en que se considere a los implicados en el proceso
pedagógico libres y capaces de defender sus intereses y de regular sus propios asuntos.
2. DESACOPLAMIENTO DE SISTEMA Y MUNDO DE LA VIDA

El concepto provisional de sociedad que propongo difiere radicalmente del de Parsons en un


aspecto. El Parsons maduro redefine los componentes estructurales del mundo de la vida, es decir,
la cultura, la personalidad y la sociedad transformándolos en sistemas de acción que constituyen
entornos los unos para los otros. De este modo el concepto de mundo de la vida obtenido desde la
perspectiva conceptual de la teoría de la acción es subsumido sin más por Parsons bajo categorías
propias de la teoría de sistemas: los componentes estructurales del mundo de la vida, como aun
tendremos ocasión de ver detenidamente, se transforman en subsistemas de un «sistema general
de la acción», en el que, con el «sistema comportamental», queda integrado también el sustrato
físico del mundo de la vida. Por el contrario, con mi propuesta trato de dar razón de la diferencia
metodológica entre perspectiva interna y perspectiva externa, que esas dos estrategias conceptuales
comportan.

Desde la perspectiva del participante, que es la que por fuerza han de adoptar los miembros de un
mundo de la vida, tiene que parecer como si la sociología introducida en términos de teoría de
sistemas sólo hiciera referencia a uno de los tres componentes estructurales, el sistema institucional,
para el que la cultura y la personalidad no constituirían sino entornos. Y a la inversa, desde la
perspectiva del observador, que es la que la teoría de sistemas adopta, tiene que parecer como si el
análisis del mundo de la vida se redujera al análisis de aquel subsistema social que se especializa en el
mantenimiento de patrones estructurales (pattern-maintenance) —desde esta perspectiva los
componentes del mundo de la vida no constituyen otra cosa que meras diferenciaciones internas de
ese subsistema social que es el encargado de definir el patrimonio o consistencia (Bestand)
sistèmica. Pero aunque sólo sea por razones metodológicas una teoría sistèmica de la sociedad no
puede ser autárquica. Dada su lógica específica, las estructuras del mundo de la vida, las cuales
someten a restricciones internas el mantenimiento del sistema, han menester de un planteamiento
desarrollado en términos de teoría de la comunicación que se haga cargo del saber preteórico de los
miembros. Pero aparte de eso, las condiciones objetivas que hacen necesaria una objetivación del
mundo de la vida en términos de teoría de sistemas sólo han surgido en el curso de la evolución. Y
este proceso exige un tipo de explicación que no se mueve sin más en el ámbito de la perspectiva
sistèmica.

Entiendo la evolución social como un proceso de diferenciación de segundo orden: al aumentar la


complejidad del uno y la racionalidad del otro, sistema y mundo de la vida no sólo se diferencian
internamente como sistema y mundo de la vida, sino que también se diferencian simultáneamente el
uno del otro.

El mundo de la vida, que al principio es coextensivo con un sistema social poco diferenciado, se va
viendo degradado progresivamente a un subsistema entre otros.
El desacoplamiento de sistema y mundo de la vida no podrá ser entendido como un proceso de
diferenciación de segundo orden mientras nos empecinemos, o bien en la perspectiva sistèmica, o
bien en la perspectiva mundo de la vida, en vez de buscar las relaciones de transformación entre
ambas. Por eso voy a tratar de analizar las conexiones que se dan entre el aumento de complejidad
del sistema y la racionalización de mundo de la vida.

Si esta tendencia evolutiva hacia el desacoplamiento de sistema y mundo de la vida se la proyecta


sobre el plano de una historia sistémica de las formas de entendimiento, queda de manifiesto la
incontenible ironía del proceso histórico universal de Ilustración: la racionalización de! mundo de la
vida hace posible un aumento de la complejidad sistémica, complejidad que se hipertrofia hasta el
punto de que los imperativos sistémicos, ya sin freno alguno, desbordan la capacidad de absorción
del mundo de la vida, el cual queda instrumentalizado por ellos.

Hasta aquí he tratado la evolución social desde el punto de vista del aumento de la complejidad
sistémica; pero la institucionalización de nuevos niveles de diferenciación sistémica es percibida
también desde la perspectiva interna de los mundos de la vida afectados. En las sociedades primitivas
la diferenciación sistémica conecta directamente, a través de los mecanismos que son el
intercambio de mujeres y la formación de prestigio, con las estructuras de interacción existentes; de
ahí que todavía no pueda hacer notar su presencia mediante injerencias en las estructuras del mundo
de la vida. Sobre este nivel de interacciones simples, en las sociedades de clase políticamente
estratificadas se erige con el Estado un nuevo nivel de plexos funcionales. Estos plexos funcionales,
desligados de contextos normativos, y que se independizan formando subsistemas, constituyen un
desafío para la capacidad de asimilación del mundo de la vida.

El desacoplamiento de sistema y mundo de la vida se refleja en el seno de los mundos de la vida


modernos, por de pronto, como objetivación (Versachlichung): el sistema social rompe
definitivamente el horizonte del mundo de la vida, se sustrae a la pre comprensión de la práctica
comunicativa cotidiana y sólo resulta ya accesible al saber contraintuitivo de las ciencias sociales que
empiezan a emerger desde el siglo XIX.

En un sistema social diferenciado, el mundo de la vida se encoge y se convierte en un subsistema


más. Ciertamente que de este enunciado no se puede hacer una lectura causal, como si las
estructuras del mundo de la vida dependieran en sus mutaciones de los incrementos de la
complejidad del sistema. Al contrario: los aumentos de complejidad dependen por su parte de la
diferenciación estructural del mundo de la vida. Y este cambio estructural, cualquiera que sea la
forma en que se explique su dinámica, está a su vez sujeto a la lógica propia de una racionalización
que es racionalización comunicativa.

El nivel de posibles incrementos de la complejidad sólo puede elevarse, como hemos mostrado,
cuando se introduce un nuevo mecanismo sistémico; pero cada nuevo mecanismo de diferenciación
sistémica que consiga la primacía tiene que quedar anclado en el mundo de la vida, ha de quedar
institucionalizado a través del status, de la autoridad ligada al cargo o del derecho privado burgués.

La moral y el derecho tienen la función de encauzar de tal suerte los conflictos abiertos, que no sufra
quebranto el fundamento de la acción orientada al entendimiento, y con ello la integración social del
mundo de la vida. Garantizan un ulterior nivel de consenso, al que se puede recurrir cuando el
mecanismo del entendimiento ha fracasado en el ámbito de la regulación normativa de la
comunicación cotidiana, cuando, en consecuencia, la coordinación de las acciones prevista para el
caso normal no se produce y se torna actual la alternativa de un enfrentamiento violento.

El desacoplamiento de integración sistémica e integración social. Este desacoplamiento presupone en


el piano de la interacción una diferenciación no sólo entre acción orientada al éxito y orientada al
entendimiento, sino también entre los correspondientes mecanismos de coordinación de la acción.

La práctica comunicativa cotidiana está inserta, como hemos visto, en el contexto de un mundo de la
vida que viene definido por tradiciones culturales, órdenes legítimos e individuos socializados. Las
faenas interpretativas que se desarrollan en ese contexto se nutren del anticipo o adelanto de
consenso que el propio mundo de la vida supone. Ahora bien: a medida que progresa la
generalización de motivos y valores, el potencial de racionalidad del entendimiento lingüístico se
actualiza y se reducen las zonas de lo aproblemático. La creciente coerción a la racionalidad que el
mundo de la vida, cuando queda problema-tizado, ejerce sobre el mecanismo del entendimiento,
eleva la necesidad de entendimiento, con lo cual aumentan las expensas en interpretación y el riesgo
de disentimiento (potenciado éste ahora por la ejercitación de las capacidades de crítica).

La teoría de sistemas trata la integración social y la integración sistèmica como equivalentes


funcionales, renunciando así al criterio de la racionalidad comunicativa.

La actividad teleológica, en cambio, se lìbera de contextos normativos en un sentido mucho más


radical. Hasta ahora la acción orientada al éxito en el marco de una cooperación social organizada en
vista del cumplimiento de tareas específicas permanecía ligada a normas de acción e inserta en la
acción comunicativa. Pero con la institucionalización jurídica del medio dinero, la acción orientada al
éxito, regida ahora a través del cálculo egocéntrico de utilidades, pierde su conexión con la acción
orientada al entendimiento. Esta acción estratégica, descolgada del mecanismo del entendimiento, y
que exige una actitud objetivante incluso frente a las relaciones interpersonales, se convierte en
dechado del trato y comercio metódicos con una naturaleza objetivada ahora en términos de ciencia.
También en el ámbito de lo instrumental la actividad teleológica se desliga de restricciones
normativas a medida que queda retroalimentativamente conectada con los flujos de información
provenientes del sistema de la ciencia.

Desacoplamiento de sistema y mundo de vida:


 Al aumentar la complejidad del sistema y la racionalidad del mundo de la vida ambas
instancias se diferencian internamente y se distancian una de otra
 Sistema  subsistemas de acción racional con arreglo a fines / MV  subsistemas de
acción racional orientada al entendimiento
 Mv al principio es coextensivo con sistema social poco diferenciado  luego se ve
degradado a un sistema entre otros  los mecanismos sistémicos se desligan de las estructuras
sociales por las cuales se cumple la integración social  los mecanismos sistémicos controlan un
comercio social descolgado de normas y valores
 Mv define la existencia de todo el sistema social  los mecanismos sistémicos tienen
necesidad de anclaje en el mundo de la vida (tienen que ser institucionalizados)  “cada nivel de
diferenciación sistémica requiere de una transformación de la base institucional y en esa
transformación es la evolución del derecho y de la moral la que hace de guía”

Codeterminación de sistema y mundo de vida

 La diferenciación de sistemas funcionales se coagulan en una segunda naturaleza, en


una sociedad vacía de contenido normativo  cuanto más complejos se vuelven los sistemas
sociales, más provincianos son los mv y se convierten en un subsistema más.
 Esto no se debe entender unilateralmente: “los aumentos de complejidad dependen por
su parte de la diferenciación estructural del mundo de la vida. Y este cambio estructural (…) está a su
vez sujeto a la lógica propia de una racionalización que es racionalización comunicativa”
 Cada nuevo mecanismo de diferenciación debe ser institucionalizado en el mv (las
instituciones del cuadro)  estas instituciones sólo pueden producirse si el mv ha sido
suficientemente racionalizado, si sobretodo moral y derecho han alcanzado un nivel evolutivo
correspondiente
 La institucionalización de un nuevo nivel de diferenciación exige transformaciones en el
núcleo institucional de la reglamentación jurídico-moral, esto es, consensual de los conflictos de
acción  moral y derecho se especializan en la aminoración de conflictos abiertos de manera tal que
el fundamento de la acción orientada al entendimiento y con ello la integración social del mv no
sucumba  garantizan un nivel de consenso posterior al que se puede recurrir cuando el mecanismo
del entendimiento ha fracasado en el ámbito de la regulación normativa de la comunicación cotidiana
 las normas morales y jurídicas son normas de acción de segundo orden que permiten estudiar de
buena manera la estructura de las formas de integración social.
 Por lo anterior en la evolución social no pueden establecerse niveles de integración
social más altos mientras no se formen instituciones jurídicas que encarnen una conciencia moral de
nivel convencional o postconvencional
 La positivización del derecho, es decir, que la legalidad de las decisiones se mida por la
observancia de procedimientos formales descarga al sistema jurídico de la problemática de la
fundamentación  por otro lado la problemática se agudiza en un nivel postconvencional al requerir
justificación y crítica  hay un principio de positividad y uno de fundamentación  las instituciones
para el segundo son: los derechos fundamentales y la soberanía popular

Colonización de mundo de la vida: Para comprender la idea de colonización es crucial tener en cuenta
el hecho de que Habermas considera la sociedad como una entidad compuesta de ambos elementos:
el mundo de la vida y el sistema. Si bien en las sociedades arcaicas ambos estaban estrechamente
entretejidos, en la actualidad se aprecia una divergencia cada vez mayor entre ellos; se
ha "desacoplado". Aunque ambos han emprendido un proceso de racionalización, ese proceso ha
adoptado diferentes formas en los dos reinos. Habermas aprecia una relación dialéctica entre el
sistema y el mundo de la vida (ambos se limitan y se abren nuevas posibilidades nuevamente), por su
preocupación central es el modo en que en el mundo moderno el sistema controla el mundo de la
vida. En otras palabras, su interés central es la ruptura de la dialéctica entre el sistema y el mundo de
la vida y el creciente poder del primero sobre el segundo

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