Cuaderno Número 10 VA

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Cuadernos templarios

Valentia Mediaevalis

Titulcia y la Cueva de la
Luna.
Otra falsa atribución
templaria.
Álvaro Anula Pulido
Cuaderno número X – Noviembre de 2020

Publicación digital gratuita editada por Valentia Mediaevalis

ISSN:2603-8714
Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Cuaderno número 10

Noviembre de 2020
Álvaro Anula Pulido
(Colaboración y asesoramiento histórico: Santiago Soler Seguí)

[email protected]

Consejo de redacción

Manuel Ortuño Arregui (Doctor en Filología Latina)


Santiago Soler Seguí (Investigador Histórico)
Julián Darío Martos Carbonell (Arquitecto del Patrimonio)
Isabel Martínez Ponz (Historiadora del Arte)
Jose Luis Gómez Navarro (Ilustrador)
María Ángeles Buisán (Corrección de textos y articulista)
Verònica Jiménez Ferran (Doctora en Historia del Arte)

Publicación gratuita editada por Valentia Mediaevalis®.

Marca registrada en la Oficina Española de Patentes y Marcas con el N.º 4.006.100.

ISSN 2603-8714

Se autoriza la reproducción parcial o total de este trabajo siempre y cuando se


cite su fuente, autor y lugar de procedencia.

Todos los artículos publicados en Cuadernos templarios son únicamente propiedad del autor.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Álvaro Anula Pulido (Madrid, 1997).

Graduado en Periodismo
por la Universidad Rey Juan
Carlos. Siempre ha sido un
amante del folklore y las
tradiciones de España que, a
fin de cuentas, esconden la
verdadera esencia de un
pueblo.

Con tan solo 17 años ya


había participado en
múltiples programas de
radio de toda España y, a los
18, publicaba su primer libro
titulado Salamanca misteriosa.
Su última publicación lleva
el título de Un Madrid de
leyenda, un magnífico trabajo en el que se combina la historia, el ensayo, los
relatos y las leyendas de esta ciudad.

Es redactor del programa Más de Uno Madrid en Onda Cero y editor del diario
digital Blasting News. También tiene una sección cada viernes, bajo el nombre de
El viajero legendario, en el programa de radio El Caleidoscopio, en La Jungla
Radio de José Antonio Abellán.

Ha sido redactor del programa de radio musical Madrid con los cinco sentidos en
M21 Radio (Ayuntamiento de Madrid), con sección propia llamada El sexto
sentido, donde hablaba de la historia y leyendas de Madrid. Ha colaborado en
el portal digital Antrophistoria y actualmente lo hace en la revista MADRID
HISTÓRICO.

Además de impartir conferencias y charlas por toda la geografía española, es


uno de los guías de Rutas Misteriosas, empresa dedicada a recorrer la historia y
leyendas de 43 ciudades de España.

También es investigador de la Sociedad Española de Antropología y


Tradiciones Populares, donde se hace eco del folklore español, una de sus
grandes pasiones, tras las múltiples conferencias que he dado por todo el país.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

La cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria.

N
acieron de un ideal de conocimiento, alcanzaron cimas de saber y trataron de
emplear este saber en beneficio de un ideal del que llegaron a creerse únicos
poseedores. Su mismo conocimiento les destruyó...1

Con estas palabras, Juan García Atienza sentenciaba su obra La meta secreta de
los templarios (1979), libro en el que puso el foco de atención en los enigmas que
encerraba la Orden del Temple en España.

Para muchos, los templarios no fueron unos simples monjes-guerreros que en


una mano blandían una espada y en la otra portaban un crucifijo; y, desde
luego, tampoco representaban el estereotipo de caballeros nobles y
magnánimos que Hollywood nos ha hecho creer. La Orden del Temple, en
resumen, con el paso del tiempo, no solo fue protagonista del ámbito político y
religioso.

Más allá de ello, y cubiertos bajo un manto de rectitud, en lo más profundo de


sus bailías y encomiendas, los templarios debieron dar, sin duda, rienda suelta
al ansia de conocimiento. Un conocimiento que, al fin y al cabo, otorgaba poder.

Por fortuna, y con el paso del tiempo, la verdadera historia de la Orden del
Temple -la documentada- gana terreno a las elucubraciones místicas y
ocultistas; sin embargo, todavía hay quien asegura que, tal y como afirmaba
García Atienza en la citada obra, el Temple se convirtió rápidamente en una
compañía multinacional esotérica, que se extendió por todo el mundo conocido y
por conocer y que, de esta manera, se asentó en la Península Ibérica, donde
entraron en contacto con esos saberes provenientes de oriente y de viejos cultos
que el cristianismo había desterrado al ostracismo; y que, de esta manera, una
vez en la Península, echaron raíces en ella, creando un tallo firme que se
extendió como ramas que brotaban y brotaban sin parar.

Dentro de ese arraigo que pronto consiguió la Orden del Temple en todo el
territorio peninsular, se hace difícil pensar que no tuvieran presencia en la
Comunidad de Madrid, que siempre ha sido omitida dentro de los muchos
libros escritos sobre esta famosa y particular orden militar. Más si cabe con la
cercanía que tenía con puntos templarios clave, como Toledo o Montalbán, al
ser un enclave estratégico y un cruce de caminos.

La posible presencia templaria en la Comunidad de Madrid se podría analizar a


través de documentos inéditos, por templos que habrían podido ser construidos
por ellos y por leyendas y tradiciones que han pasado de boca en boca.

1
García Atienza, Juan. La meta secreta de los templarios, Ediciones Martínez Roca (2004).

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

En estos casos, los relatos legendarios -muy a pesar historiográfico- se toman,


en ocasiones, como verdaderas fuentes documentales que, entre elementos
fantásticos y de desbordada imaginación, quieren adentrarse en una realidad
más profunda con el fin de demostrar la existencia de vestigios templarios en la
Comunidad.

Se ha probado que, muchos de estos relatos, no fueron más que leyendas


románticas y que no se ajustaban de ninguna de las maneras a la realidad
histórica; pero hay otros que, en principio, parece estar sustentados en
documentos y, por ello, merecen ser, al menos, estudiados y divulgados.

No obstante, no podemos olvidar que el vacío documental en cuanto al Temple


en Madrid es prácticamente total y que, de haber existido algún tipo de
establecimiento, seguramente habría sido dependiente de alguna de las
encomiendas toledanas o guadalajareñas.

En el pueblo madrileño de Titulcia, situado a unos 45 kilómetros de la capital,


una cueva con túneles subterráneos, por la que se accede a través de un
restaurante, ha sido el foco de enigmas, misterios y, cómo no, templarios.

Algunos no dudan en destacar


la importancia energética que
desprende la denominada
como Cueva de la Luna; otros
atribuyen estas fuerzas a su
origen templario ya que, según
afirman los amigos de lo
esotérico, no situaban sus
enclaves de culto en lugares al
azar. Nada más lejos de la
realidad.

La Cueva de la Luna fue


descubierta en el año 1952, en
el lugar donde se encuentra el
restaurante que recibe el mismo
nombre, cuando dos vecinos de
Titulcia llamados Alfonso Rico
(copropietario del restaurante
junto a su hermano Armando Rico) y Ramos García, hallaban un hueco en la
pared en el que aparecieron unas escaleras que conducían a un lugar increíble:
una red de túneles subterráneos comunicados en forma de cuadrado cuyo
punto principal es una sala circular con una destacada cúpula. La sorpresa
inundó a sus descubridores al toparse con una serie de galerías desconocidas
para todo un pueblo.

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La noticia del descubrimiento de una enigmática cueva en Titulcia corrió como


la pólvora, por lo que se decidió contribuir a su restauración para saber más
sobre esa extraña cavidad. Para darle algún uso productivo a las galerías,
decidieron que estas fueran destinadas al cultivo del champiñón.

Al no dar grandes beneficios, la cueva fue cayendo de forma progresiva en el


abandono, hasta que una misteriosa familia alemana que tenía conocimiento
sobre ella entró en escena. Según contaba Armando Rico en el libro que escribió
para dar a conocer la cueva titulado Titulcia y la cueva de la Luna, este misterioso
matrimonio alemán acudió en 1974 a contemplar la red de galerías con una
clara idea de que, aquellos túneles, no eran unas simples oquedades…

Armando Rico apuntaba que la razón de ser de esta cueva fue el avistamiento
en la zona de Titulcia que tuvo el 28 de enero de 1509, de unas extrañas cruces
en el cielo ni más ni menos que el cardenal Cisneros, cuando se dirigía a una
campaña en Orán desde Alcalá de Henares.

Se sabe que, en aquella época, toda suerte de fenómenos prodigiosos eran


utilizados como señales divinas para aumentar la moral en una campaña militar
o como pretexto para construir cualquier ermita.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

De hecho, tras esta aparición de las cruces luminosas en el cielo, parece ser,
según afirma la tradición, que el cardenal Cisneros mandó edificar una ermita
dedicada a la Virgen de la Soledad en Titulcia. Si así fuera, no podríamos
descartar que las galerías subterráneas pertenecieran a esta desaparecida ermita
de la Virgen de la Soledad; pero, una vez más, este parece ser un hecho más
legendario que histórico.

En el año 1981 la Real Academia de Historia publicaba, en su boletín número


CLXXVIII la reseña que el historiador y arqueólogo Antonio Blanco Freijeiro
hacía sobre la población de Titulcia y la Cueva de la Luna...

Cueva de la Luna en Titulcia (Madrid). Declaración de Monumento


Histórico-Artístico.
Antonio Blanco Freijeiro

«Designado por la Real Academia para emitir informe sobre declaración de Monumento
Histórico-Artístico de interés provincial a favor de la Cueva de la Luna, de Titulcia
(Madrid), el Académico que suscribe tiene el honor de manifestar lo siguiente: La
población, denominada antaño Bayona de Tajuña, en la confluencia de los ríos Tajuña y
Jarama, pasó a denominarse Titulcia en 1814, por concesión de Fernando VII, a
solicitud del Marqués de Torrehermosa2. Las razones que para ello se aducían eran dos:
la primera, de orden erudito, y la segunda, del que hoy llamaríamos coyuntural. Aquélla
se remontaba, al parecer, a conjetura del doctor Aurelio de Frías, citado por Ambrosio de
Morales3, de que Bayona era la heredera de un importante nudo de comunicaciones en la
Carpetania de época romana, Titulcia o Titultia4, que nunca ha llegado a estar
localizada con seguridad, aun hallándose en las cercanías de Madrid. A. Blázquez, en
efecto, situaba a Titulcia en las proximidades de Aranjuez, en tanto que G. Arias la lleva
a Las Rozas5.

La segunda de las razones expresadas para el cambio oficial de denominación se expone


en el Diccionario de Miñano, publicado en fecha muy próxima a la de dicho cambio, con
estas palabras: 'Esta (Titulcia), que en lo antiguo fue ciudad con aquel nombre y
últimamente ha vuelto a recuperarle por concesión de S. M. a petición del conde de su
título, en ocasión de su feliz regreso de Francia, después de vengados los agravios que su
Real Persona y derechos habían recibido en Bayona de Francia6.' En otras palabras, el

2
Ortega Rubio, J. (1921) Historia de Madrid y de los pueblos de su provincia, 2 vols. II, pág. 183.
Madrid.
3
De Morales, A. (15759 Las antigüedades de las ciudades de España. Pág. 77. Alcalá de Henares.
4
It. Ant. 436,1; 438,8; 439,11-12; 446,1; Rav. IV, 44; Ptol. II, 6,56; Roldán, J. M. (1975) Itineraria
Hispana. Págs. 71; 84 y ss.; 92 y ss. Madrid; Blázquez, A. (1920) Memorias de la J. S. Exc., 24.
5
Arias. G. (1965) El miliario extravagante, 2. Pág. 29.
6
De Miñano, S. (1827) Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal, VIII. V. «Titulcia».

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

cambio fue debido al deseo de ahorrar a Fernando VII los malos recuerdos que el nombre
de Bayona había de despertar en su ánimo en sus frecuentes desplazamientos entre la
Corte y el Real Sitio de Aranjuez.

Durante el curso de 1977-78 el profesor D. José M. Blázquez, de la Universidad


Complutense, solicitó y obtuvo de la Excma. Diputación Provincial de Madrid una
consignación para realizar excavaciones arqueológicas en esta localidad, que
esporádicamente venía proporcionando antigüedades de distintos tipos. Los trabajos del
Sr. Blázquez no obtuvieron ningún dato positivo de valor; según su amable
comunicación verbal, se redujeron a una cata efectuada en las proximidades de la ermita
del cementerio, con resultados negativos, y a otra realizada a unos 300 metros de la
Cueva de la Luna, con resultados algo más expresivos: tiestos de cerámica romana de
fines del siglo I a. C. y comienzos del II, trozos o teselas de mosaicos también romanos, y
nada más digno de nota. Amén de estos hallazgos de escasa importancia hay constancia
de otros de la cultura celtibérica que sugieren la existencia de una población prerromana
en este lugar o en los alrededores del mismo, así como de hebillas y de cerámica,
posiblemente visigoda, que el culto vecino de la localidad D. Armando Rico se ha
preocupado de señalar y recoger.

El vestigio romano que a nuestro juicio encierra verdadera importancia y obliga a


prestar atención continua a Titulcia, son los restos de una inscripción monumental
romana, que examinamos en compañía del profesor Sebastián Mariné en la primavera de
1978, y que él tenía y tiene en estudio. Rescatados de las arenas que el dragado del río
proporciona, pudieran pertenecer a un monumento, probablemente funerario, situado en
lo alto del cerro en que el caserío de la actual Titulcia se levanta. Letras de gran tamaño
y de bellísima traza, parecen corresponder a uno o varios nombres de donantes o
posesores del monumento en cuestión.

Fuera de esto, no conocemos nada de orden monumental atribuible a las épocas romana
o visigoda, de manera que cualquier pretensión en este sentido resulta, a juicio del
Académico que suscribe, por demás aventurada. Otras referencias, más legendarias que
históricas, conciernen a una supuesta visión del Cardenal Cisneros y a la fundación de
una ermita por parte del mismo. Así, en el manuscrito de las relaciones del Obispo
Lorenzana sobre la diócesis de Alcalá de Henares, en la Casa de la Cultura de Toledo, se
dice: 'Bayona. Esta villa fue del estado de Chinchón hasta el año de mil seiscientos
noventa y cinco, que se desmembró de él con facultad R(ea)l y hoy es de señorío del
Exmo. Sr. Conde de Torre-hermosa; se compone de sesenta y cinco vecinos y tiene una
Iglesia Parroquial con la advocación de Sta. María Magdalena: Como a doscientos pasos
del pueblo hai una hermita dedicada a ntra. Sa. de la Soledad, la que antes fue
humilladero, que mandó construir el exmo. Sor Cardenal Cisneros, por habérsele
aparecido en aquel sitio una cruz en el aire, quando iba a la conquista de Oran...' (ms.
cit, fol. 389 r. y v.).

Esta noticia parece reflejar la del Padre Quintanilla: 'el año de 1509 por el mes de enero,
al pasar por la villa de Baiona, encima de aquella junta que hazen los rios Xarama y
Tajuña, se le apareció una cruz, estando detenido en el mismo lugar de Baiona, lugar de
este Arçobispado de Toledo, como a otro Constantino magno, que por algunos días fue

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vista de toda la gente, que le dezia que hiziese la guerra luego, y que tendría Vitoria...7.'
Con independencia de esa ermita existe en la parte llana del pueblo la llamada Cueva de
la Luna, a que se refiere particularmente la solicitud de declaración de Monumento de
Interés Provincial. Lo que hoy es visible en ella constituye poco más que un cuadrilátero
cubierto de armoniosas bóvedas de arista que, sin duda, se prolonga por otras unidades
hoy cegadas y tal vez simétricas con las existentes. El centro del dispositivo parece haber
sido una cámara de planta circular a la que se desciende por la escalera de acceso hasta
una profundidad de unos diez metros. A ambos lados de cada tramo de galería se abren
los amplios nichos que en su día habrán albergado los toneles, tinajas y demás útiles y
sistemas de almacenamiento. El estado en que los muros se hallan, recubiertos de un
enlucido grueso, no permite determinar la época de la edificación, pero no creemos sea
obra de muy alta antigüedad, sino de la misma época en que los conventos madrileños
solían tener en los alrededores de la capital casas de labor, como la que la Compañía de
Jesús poseyó en Torrejón de Ardoz, corno la llamada 'cartuja' de Talamanca, etc.,
centros de aprovisionamiento y de colaboración en su economía.

Dado que muchos de estos edificios han desaparecido o se han transformado,


consideramos que aun careciendo de méritos artísticos relevantes, la Cueva de la Luna,
de Titulcia, debiera ser protegida, como testigo de un sistema económico vigente en los
siglos pasados, y que para ello sería buena ayuda la de su declaración de Monumento de
Interés Provincial. De todos modos, la Academia tiene la última palabra y con su
superior criterio decidirá.»

(Aprobado en Junta de 23-XI-79.)

[Otra edición en: Boletín de la Real Academia de la Historia 178.2, 1981, 365-
368. Versión digital por cortesía de los herederos del autor, con cita de la
paginación original].

© Herederos de Antonio Blanco Freijeiro.


© De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la
Historia.

Armando Rico sostenía que, la Cueva de la Luna, la habría mandado construir


el cardenal Cisneros en Titulcia, según unos supuestos legajos que él mismo
había encontrado en los archivos de Toledo y que, a fecha de hoy y
curiosamente, nadie parece conocer.

A pesar de lo expuesto por Blanco Freijeiro, Armando Rico, en su libro, iba más
allá, enunciando una teoría -tan rebuscada como inverosímil- para dar más
sentido a la historia legendaria de la Cueva de la Luna y que atendía a una
supuesta equidistancia a través de una serie de cálculos complejos. El autor
de Titulcia y la cueva de la Luna argumentaba lo siguiente:
7
De Quintanilla, P. Vida y prodigios del Cardenal Cisneros, pág. 232.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

La primera observación práctica realizada fue comprobar que la distancia que hay entre
Alcalá de Henares, lugar de partida del cardenal Cisneros, y Toledo, su sede arzobispal,
es de 88’7 km. Multiplicando esta distancia por el Doble Pi 3’1416 nos da la distancia a
Orán, ciudad objeto de su conquista, de 555 km. Esta distancia es la existente entre
Titulcia y Orán. Volviendo a multiplicarla por el número Pi resulta el radio de la Luna,
que es de 1.743 km...

Rico, Armando (1984). Titulcia y la cueva de la Luna. Gráficas Lormo .

Armando Rico estaba convencido de que el emplazamiento de la Cueva de la


Luna -lugar donde, supuestamente, se aparecieron las luces al cardenal
Cisneros- tenía que ver con el número pi.

Algunas dimensiones.

La distancia entre Titulcia y un punto de la costa argelina es exactamente 35,40 veces


mayor que la que hay en la cueva entre el punto de confluencia de los brazos de la cruz
formada por la galeria maestra y el centro geométrico de la cúpula.

La distancia que hay entre la costa argelina y Oran es 35,40 veces mayor que la
comprendida en la cueva entre el eje central de la galería principal y la pared de la
galeria izquierda cercana a la cúpula.Las distancias entre Titulcia y Lisboa y entre
Titulcia y el Delta del Ebro son 35,40 veces mayor respectivamente que cada una de las
galerías que forman el brazo corto de la cruz.

Al dividir el diámetro de la tierra entre 360º nos da exactamente 35,35 cifra muy
próxima al 35,40 que resulta ser la constante descubierta por Armando. Esta constante
da pie a nuevos cálculos: La distancia entre Toledo y Alcalá de Henares (89,52)
multiplicada por la constante 35,40 nos da la distancia entre Titulcia y Oran.
Recordemos que Cisneros viajaba de Toledo a Alcalá según rezan los documentos
históricos cuando se le apareció la cruz en Titulcia.

El diámetro de la luna y el de la cúpula son proporcionales al diámetro de la tierra y la


longitud del brazo de la cruz. Este brazo largo representa la distancia Titulcia-Oran, la
constante en este caso es 6,78.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Si se multiplica la distancia entre Cartagena (ciudad donde embarcó Cisneros) y Mers-


El-Quivir (ciudad argelina donde desembarcó) 98 km por la constante 6,78 y se
multiplica de nuevo por 35,40 obtendremos la distancia entre la tierra y la luna es decir
358.860 Km...

Texto extraído de la página Web de la cueva de la Luna


www.cuevadelaluna.es

Como es lógico pensar, ni investigadores ni historiadores apoyaron ni apoyan


la teoría de Armando Rico ya que, entre otras cosas, la distancia entre Titulcia y
Orán es mucho más grande de la que intentaba demostrar el copropietario de la
Cueva de la Luna. Además, los cálculos son totalmente absurdos y sin sentido:
su teoría no se sostiene de ninguna de las maneras.

Pero, para terminar de rizar el rizo, Armando Rico lanzaba otro posible origen
de la Cueva que se contradecía totalmente con el inicialmente expuesto.

Si visitamos la Cueva de La Luna, podremos distinguir en el techo de una de las


galerías una cruz patada, símbolo representativo de la Orden del Temple, de los
conocidos como caballeros templarios.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Esta marca, que hacía referencia a los templarios, daría un vuelco a las hipótesis
sobre el origen de la Cueva de la Luna. Además, el origen templario era avalado
y justificado -nuevamente y como en otras ocasiones- por motivos que nada
tienen que ver ni con la historia ni con la documentación: la cantidad de
sensaciones extrañas que se perciben en ella, así como una alteración energética
que algunos atestiguan haber sentido, sobre todo en la sala principal (la de la
cúpula).

Para Armando Rico, la Cueva de la Luna parece ser que fue un punto de
reunión templario donde se realizaban todo tipo de rituales relacionados con el
ocultismo -incluido el ya tan famoso Baphomet- y cuyos signos dejaban
marcados en las paredes de la cavidad; signos que serían interpretados nada
más que por unos pocos iniciados que tendrían acceso a las galerías.

¿Un enclave templario?

Otra de las teorías que Armando Rico sostenía sobre La Cueva de la Luna es que se
trataba de un enclave templario. Según Armando: "De una manera u otra la Cruz
templaria aparece en la cueva de la Luna como la directriz de un mensaje ocultista, que
por algún motivo especial quisieron mantenerlo en la oscuridad de los tiempos. Hoy este
mensaje, solamente los iniciados, y el 20 por 100 de las personas que visitan esta cueva
especialmente mujeres, saben traducirlo, captando sus vibraciones, manifestaciones en
diversas formas espirituales y corporales, pasando del consciente al subconsciente y de la
materia al espíritu en un cambio de estado increíble... ".

«La Cueva de la Luna es una imagen de nuestro planeta y de nuestro satélite. Hecha a
escala por el aire en tamaño reducido. Por lo tanto no es un mito, sino todo un símbolo
en clave grabado en signos históricos, matemáticos, arqueológicos Y astronómicos, con
una resultante de fuerza transformadora hacia el hombre, manteniendo el amor y el
equilibrio. Es una constante con su cruz y su media luna por un mundo mejor».

Símbolo de la perfección humana, tiene depositados unos conocimientos esotéricos que


guardan paralelo con los de las pirámides de Keops y que irradian un mensaje a todo
aquel que no quiera ser sordo ni ciego.

Texto extraído de la página Web de la cueva de la Luna


www.cuevadelaluna.es

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Esta descabellada hipótesis sobre el origen templario no tiene ningún sentido


por varias razones: la primera de ellas la encontramos si atendemos a la
suposición inicial: la construcción de la Cueva de la Luna en tiempos del
cardenal Cisneros. Hay que recordar que la Orden del Temple fue disuelta en
el siglo XIV, esto es, doscientos años antes, por lo que él mismo se estaría
contradiciendo.

Para la segunda de ellas tan solo debemos leer el informe antes visto, emitido
por Antonio Blanco Freijeiro, donde ya tachaba de legendaria la visión del
cardenal Cisneros y databa la Cueva en «la misma época en que los conventos
madrileños solían tener en los alrededores de la capital casas de labor, como la
que la Compañía de Jesús en Torrejón de Ardoz». Además, resulta curioso que,
si ya existían esas marcas y cruces templarias, no se hiciera eco de ello en su
informe.

Y la tercera y última es más que evidente: la ya insistente y obstinada obsesión


de algunos por relacionar todo lo desconocido, lo misterioso y lo esotérico con
la Orden del Temple, sin ningún tipo de fundamento ni histórico ni
documental.
A todo ello, debemos añadir los múltiples ornamentos de simbología templaria
realizados en los últimos años con el único objetivo de que este sea un lugar de
reclamo y, de este modo, engordar el halo mágico y enigmático que posee.

Pero también hay quien asegura que, el origen de esta cruz templaria,
deberíamos buscarlo en el castillo de Santorcaz. En este pueblo madrileño, entre
sus angostas calles y recónditos rincones, se esconde el castillo de Torremocha,
más conocido como de Santorcaz. Los restos que quedan de él, que incluyen la
iglesia de San Torcuato en buen estado de conservación, son del siglo XIV pero
fueron edificados sobre un castillo que, presumiblemente, fue levantado en el
siglo XII.

Son varios los autores que han apuntado a que ese castillo primigenio
perteneció a la Orden del Temple. Isabel Montejano Montero, en su
obra Segunda crónica de los pueblos de Madrid (1989), mencionaba que, el primer
castillo de Santorcaz, pudo ser de origen templario y que su cometido no sería
otro que el de controlar el acceso a Alcalá de Henares y evitar posibles ataques a
este municipio. Además, atestiguaba que, la forma de triple recinto que habría
heredado el castillo de Santorcaz del antiguo, es una estructura que utilizaba la
Orden del Temple en sus construcciones.

Por otro lado, Juan García Atienza iba más allá. Aseguraba en Los enclaves
templarios (2002) que, en el antiguo castillo de Santorcaz, existía una bóveda de
15 metros de lado que representaba los cuerpos celestes de las constelaciones
conocidas en la época. Dicha representación, fue trasladada a la bóveda del
salón de Reyes del palacio de Laredo donde, actualmente, se puede admirar.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Atienza, a pesar de que era consciente de que esta prueba no era en absoluto
definitiva para demostrar la presencia templaria en Santorcaz, lo dejaba caer al
afirmar que, los constructores del castillo, tenían unos conocimientos
astronómicos avanzados; conocimientos que, a lo largo de su trabajo, siempre
ha relacionado con las principales preocupaciones de la Orden del Temple.

En otro de sus libros, Guía de los recintos sagrados españoles (1986), Atienza
también mencionaba el posible origen templario del castillo de Santorcaz. Y
para ello, esta vez recurría a un fresco que hay en la iglesia de San Torcuato,
situado en una capilla al lado del ábside central.

El fresco, plasma un rombo


tumbado con dos estrellas de
David (que han sido marcadas
en azul debido a que estaban
mal conservadas) y, en medio,
del rombo una abeja. Según
Atienza, estos símbolos
siempre han sido importantes
dentro de la iconografía
esotérica algo que, según el
investigador, tenía muy
presente el Temple en sus
iglesias y recintos. A pesar de
lo expuesto por Atienza, al ver el fresco, da más que pensar que se trate de un
añadido muy posterior o que, desde luego, las restauraciones no le han sentado
muy bien…

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Llama la atención que sea precisamente este fresco –el de la abeja- el que llame
la atención y no los restos pictóricos encontrados en el ábside, detrás del retablo
mayor: unas pinturas de estilo románico con los restos de un Pantocrátor8.

De todos modos, solo tenemos que consultar la documentación existente para


darnos cuenta que, al igual que Titulcia, en Santorcaz nunca hubo templarios.

La primera vez que esta villa aparece nombrada en la documentación –sanctum


torquatum- es el 4 de diciembre del año 1210, en un documento firmado por el
rey Alfonso VIII.

El arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada, en su Historia de los hechos de España,


narraba los hechos ocurridos el 2 de junio de 1213, cuando el rey y su familia
celebraban la fiesta de Pentecostés en Santorcaz: «Y regresando así a su tierra,
en acción de gracias (por el buen éxito de la expedición a Alcaraz acaecida el 22
de mayo) celebró con gran boato la festividad de Pentecostés en una villa de la
iglesia de Toledo que se llama Santorcaz...». Por lo tanto, en esta fecha (1213),
debía de pertenecía ya al arzobispado de Toledo9.

También en el Archivo Municipal de Santorcaz, existe un documento fechado el


7 de septiembre de 1295 que descartaría la posesión templara de esta villa. Se
trata de la confirmación de los fueros de Santorcaz dados en Brihuega por el
arzobispo don Gonzalo García Gudiel. Esta confirmación era una recopilación
de todos los privilegios concedidos por sus antecesores.

En el siglo XV, el castillo de Santorcaz dejaba de un lado su función militar y


pasaba a ser cárcel de clérigos. Sin lugar a dudas, uno de sus más ilustres
prisioneros fue el cardenal Cisneros. Para algunos, sería durante su
confinamiento cuando el cardenal pudo admirar las cruces del Temple en el
castillo de Torremocha, cruces que, después, plasmaría en la ermita de la
Soledad... Sin duda, la imaginación no tiene límites.

El investigador y escritor Jesús Callejo, al ser preguntado por los hechos que
rodean a la Cueva de la Luna, aseguraba encontrarnos ante un mito moderno y
ante un claro ejemplo de cómo se es capaz de generar un folklore alrededor de
una cueva que, en el pasado, no tuvo ningún misterio, pero que, gracias a su
redescubrimiento y a la publicación del libro de Armando Rico, se convertiría
en una leyenda urbana. Sentenciaba Callejo diciendo que «el problema surge
cuando, a una cueva de champiñones, como es la de Titulcia, en el momento en
el que le introducimos templarios, ovnis, fantasmas y espíritus de todo tipo,
generas un tipo de contubernio extraño donde es necesario analizar qué hay de
verdad y qué de mentira»10.

8
García Gutiérrez, Pedro; Martínez Carbajo, Agustín (1998) Iglesias de la Comunidad de Madrid.
9
Cardero Losada, Rosa (1998) «La iglesia parroquial de San Torcaz.» Anales de Historia del Arte.
10
Madrid Histórico. Cadena Ser. Radio Madrid. 10/09/2018.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Pero, además y para terminar de rematar las conjuras esotéricas, también hay
quien justifica la presencia templaria en Titulcia esgrimiendo como argumento
el nombre de su parroquia: Santa María Magdalena.

Nuevamente nos encontramos ante una peligrosa mezcla de supuestos, mitos y


elucubraciones que dan como resultado un peligroso coctel en el que se
combinan templarios, prioratos y otras hierbas. De hecho, todavía hoy en día,
hay quien cree que la novela de Dan Brown – El código da Vinci- es un auténtico
documento sobre la historia del Temple: «el conocimiento secreto que tenía el
Priorato referente al matrimonio de Jesús con María Magdalena permitió que
los Caballeros Templarios chantajearan a la Iglesia Católica...»

La construcción de la parroquia de Santa María Magdalena, se comenzó en el


siglo XVI y, durante la Guerra Civil, sufrió daños considerables, siendo rehecha
durante el año 1945. Por supuesto, la imagen de Santa María Magdalena que allí
se encuentra poco tiene de templaria: se trata de una escultura moderna.

En cuando a la historia de Titulcia, la documentada, es más bien escasa. Tras la


conquista de Toledo en el año 1085, Alfonso VI decidía iniciar una política de
repoblación y defensa de las villas y poblaciones reconquistadas para, de ese
modo, poder fortalecer y asegurar sus conquistas futuras. Así, se producía la
donación del término de Valdemoro a la Ciudad y Tierra de Segovia, en
agradecimiento al servicio que las milicias de esta ciudad le habían prestado.

Unos años más tarde, en 1139, se incorporaban también a la jurisdicción de esta


ciudad otros pueblos y términos municipales como Valdelaguna; Chinchón;
Villaconejos; Bayona de Tajuña (Titulcia); Ciempozuelos; Seseña o San Martín
de la Vega. En total, se anexaban diecinueve aldeas: trece poblados y seis
despoblados.

Este hecho hizo que, tanto Palencia como Madrid y Toledo, reclamaran para sí
estos territorios entrando en conflicto con Segovia, por lo que, en el año 1190, el
papa Clemente III tuvo que intervenir, ratificando la jurisdicción segoviana de
todas las aldeas. Aún así, los conflictos territoriales continuaban. Ante las
reclamaciones del obispo de Alcalá, en el año 1214, Alfonso VIII ordenaba a la
ciudad de Segovia la entrega de las aldeas de Arganda.

Unos años antes, en 1208, el rey había ratificado la donación de la villa de


Bayona de Tajuña (Titulcia) a la ciudad de Segovia, a la que perteneció hasta el
año 1480. Por lo tanto, nunca hubo templarios en Titulcia.

En el año 1310, se celebraban dos concilios -el de Salamanca y el de Alcalá de


Henares- en los que la Orden del Temple quedaba absuelta de todas las faltas,
siempre a expensas de lo que se decidiera en el concilio de Vienne.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Este segundo concilio -el de Alcalá de Henares- se celebró el 15 de julio de 1310


y, entre sus actas, encontramos un más que interesante documento, en el cual,
se informaba de las pesquisas realizadas sobre los posibles bienes templarios en
el arecedianato de Madrid; averiguaciones que se habían realizado en la iglesia
de San Ginés de Madrid el 28 de junio de ese mismo año.

Pesquisas sobre los bienes del Temple realizadas en el procedimiento contra


la Orden.
Iglesia de San Ginés de Madrid. 28 de junio de 1310.

Domingo, veynte é ocho dias de junio, Era de mil é CCC é quarenta é ocho años, este dia
en presençia de mi Vicente Peres escrivano de Gonçalo Ferrandes arcipreste de Madrit, é
de los testigos que aquen seran dichos, estando yuntados é Cabildo los clérigos de la villa
é del arraval de Madrit é del dicho arciprestadgo en la iglesia de sant Genés, Martin
Martines de Alfaro, canónigo de Toledo é procurador del onrrado varon Don Martin de
Agramont arçidiano de Madrit, fizo leer una carta del onrrado padre é sefior Don
Gongalo por la gracia de Dios argobispo de Toledo, primado de las Españias, legado de
la sancta eglesia de Roma, é chanceller de Castiella. En la qual carta del dicho señor
Arçobispo se contenie un traslado de una carta de nuestro señor el Papa; et entre todas
las otras razones que en el dicho traslado se contenien de la carta de Nuestro señor el
Papa, dice que fuesen recabdados todos los bienes assi muebles como rayces que fuesen
fallados de los freyres é de la orden del Tenple en el arçidianadgo de Madrit; et el dicho
Martin Martines que los pusiesse en recabdo por que el dicho señor Arçobispo pudiesse
conplir lo que nuestro señor el Papa le avie enviado mandar por su carta sobresta razon.
La qual carta del dicho senor Arçobispo, en que se contenie el dicho traslado de la carta
de nuestro señor el Papa, leyda: el dicho Martin Martines demandó é fizo afruenta de
parte del dicho señor Arçobispo al arçipreste é a toda la clerizia si sabien, ó eran çiertos
que oviesse bienes algunos, assi muebles como rayces de los freyres é de la dicha orden
en el dicho arçiprestadgo, ó que los oviesse alguno en guarda ó en fialdad ó en otra
manera qualquier. Et el dicho arçipreste é todos los clérigos é una voz dixieron que avie
bien seys meses, ó mas que avien leydo é publicado por sus eglesias cada domingo é cada
fiesta de guardar un traslado de la carta de nuestro señor el Papa que enbió sobresta
razon; et que non sabien bienes ningunos de los freyres nin dela dicha orden en el dicho
arçiprestadgo, nin avie ninguno confessado que sopiesse ende ninguna cosa en esta
razon fasta aqui; et que si daqui adelant alguna cossa ende sopiessen, que lo farien saber
al dicho Martin Martines por que él fiçiese-y aquello quel era mandado por el dicho
señor Arçobispo.

Et desto todo, en commo passo el dicho Martin Martines demandé é mi Vigente Peres
escrivano sobredicho, quel diesse ende un testimonio signado é testimoniado de los omes
buenos que estavan presentes.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Testigos que estavan presentes: Domingo Estevan de Baraxa, é Garsia Martin pellegero,
é Sancho Dias fijo de Gomes Garsia, é Lope Ivanes de Alcala, é Diago Peres fijo de
Diago Peres, é, Sancho Ximenes de Sotes.—

Yo Vicente Peres escrivano sobredicho fuy presente a todo esto que dicho es, é escribi
este testimonio; é en testimonio fiz aqui este signo +•

Archivo Toledano. X, 4.ª 2.º.7º.


Actas inéditas de siete concilios españoles. Fidel Fita y Colomé.

A pesar de todo lo expuesto, la Cueva de la Luna se ha convertido en un


atractivo, no solo para todos aquellos aficionados a la historia de esta orden
militar, sino para todo tipo de personas que siguen pensando que esoterismos,
misterios y ocultismos, prevalecen ante documentos, legajos y hechos y que,
efectivamente, esta cueva tiene un origen templario.

Tanto es así, que han sido dibujadas cruces templarias en las paredes de los
túneles subterráneos y se ha puesto la estatua de un guerrero cruzado en la sala
abovedada de la Cueva, para dar por ciertas las teorías de Armando Rico.
Como diría Demócrito de Abdera «la palabra es la sombra del hecho…»

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Otras falsas atribuciones madrileñas.

En la localidad madrileña de Pinto, un monumento recuerda el punto exacto


donde estaría el centro geográfico exacto de la Península Ibérica. Sin embargo,
en este mismo monumento, existe una placa cuyas palabras enorgullecen a
propios y asombran a extraños. Se trata de la Leyenda del Arca que reza lo
siguiente:

Cuenta la leyenda que en tiempos de moros y cristianos los hijos del Islam, midieron
estas tierras de parte a parte, situando en este punto el Centro Geográfico de la
Península Ibérica; y que justo aquí enterraron un arca con los instrumentos utilizados
en sus mediciones.

La leyenda, muy arraigada entre los viejos del lugar y desconocida por los más
jóvenes, se remonta a tiempos de la Reconquista. Cuenta que, hasta las tierras
donde se sitúa Pinto, llegaron unos sabios musulmanes con unos conocimientos
extraordinarios. Dichos sabios portaban unos enigmáticos e infalibles
instrumentos de medición, jamás vistos por aquellos lares, con los cuales
comenzaron a hacer todo tipo de cálculos.

Después de estudiar la zona, los sabios musulmanes dictaminaron que, aquel


lugar donde estaría Pinto, era el centro exacto de la Península Ibérica y lo
marcaron con una «X» en una piedra. La piedra comenzó a ser conocida como
la Piedra Xata, pues así era conocida la población por los musulmanes.

No obstante, según la leyenda, con el avance cristiano los sabios musulmanes


tuvieron que huir de esas tierras, no sin antes esconder esos instrumentos de
medición, cuya precisión les habían permitido determinar el centro peninsular.
Así, los objetos fueron metidos en un arca y escondida esta en una ubicación
que solo ellos conocían.

Después de la huida de los musulmanes, las tropas cristianas llegaron a Pinto.


Los que más interés pusieron en el territorio no fueron reyes ni nobles, sino
nada más y nada menos que los Caballeros Templarios, que decidieron
asentarse en la población. Y no se asentaron porque era una plaza estratégica,
sino por esos conocimientos que siempre habían perseguido, por muy
heterodoxos que fueran.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Los Templarios ansiaban encontrar ese arca con aquellos misteriosos


instrumentos. Para ellos, contenía un tesoro de incalculable valor que, de ser
hallado, los acercaría a un saber al que jamás habían tenido acceso. A pesar de
los esfuerzos que hicieron, jamás encontraron el arca.

Aun así, lo que parece una leyenda con más visos de fantasía e imaginación,
parece tener un mínimo fundamento histórico. Este se encuentra en un
incunable prácticamente inencontrable titulado Crónica e Historia de la fundación
y progreso de la provincia de Castilla de la Orden del bienaventurado padre san
Francisco, compuesta por el padre franciscano Pedro de Salazar, catedrático de
Teología y calificador del Consejo de la General Inquisición.

La mencionada obra, publicada en el año 1612 en Madrid, cuenta que, en la villa


de Pinto, había existido desde tiempos del rey Alfonso XI, un convento con
unos 30 frailes, que había pertenecido a los Templarios. Con la desaparición de
la Orden del Temple, el convento pasó a manos de los franciscanos, que
hicieron suyas las instalaciones que antaño habían servido a los monjes-
guerreros como centro de operaciones en la zona. El convento franciscano de Pinto
duró hasta el siglo XIX, cuando desapareció durante las desamortizaciones.

Los templarios nunca habrían podido culminar el verdadero motivo por el que
estaban en Pinto y jamás se halló el arca escondida por los sabios musulmanes.
Pero, la leyenda, caló hondo entre los vecinos del pueblo madrileño, que no
dudaron en llamar a la calle donde está el centro geográfico peninsular como la
calle del Arca. Con este nombre permaneció hasta el año 1935, en recuerdo de
una vieja leyenda que mezcla tesoros, saberes prohibidos y, cómo no,
templarios en busca de lo desconocido.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

Encaramada en lo alto del pueblo de Campo Real, la iglesia de Nuestra Señora


del Castillo otea el horizonte cual impasible vigía. Declarada Monumento
Histórico-Artístico en 1981, es una joya arquitectónica de la que se sienten
orgullosos los vecinos de este pueblo madrileño.

Lo que poca gente sabe es que, el nombre de la iglesia, viene de la fortaleza que,
supuestamente, habrían levantado los templarios en Campo Real durante el
siglo XII. En esta fortaleza, construyeron un castillo con un templo cristiano
dentro, desde donde vigilaban que los musulmanes no realizaran ningún
intento por recuperar aquellas tierras que les habían arrebatado los cristianos.

Pero no solo decidieron erigir su fortaleza defensiva en lo alto de Campo Real


por motivos estratégicos. Tuvieron en cuenta que, en ese enclave, había habido
años antes un recinto fortificado musulmán, con extraños pasadizos por el
subsuelo, donde podrían entrar en contacto con esos saberes orientales que
tanto obsesionaba a los famosos monjes-guerreros. Así, podrían aumentar sus
conocimientos sobre todos esos ámbitos que habían descubierto durante los
viajes a Jerusalén o Egipto que sus hermanos habían realizado desde Europa,
bajo la capa de las Cruzadas.

No se sabe qué realizaron los templarios durante su estancia en Campo Real.


Solo que, tras la desaparición del Temple, el complejo fue heredado por la
Orden Hospitalaria, como tantos otros lugares que pertenecieron a los
templarios. Los pocos restos que había de su paso por el pueblo madrileño
desaparecieron durante los saqueos que sufrió la iglesia de Nuestra Señora del
Castillo en la invasión napoleónica y en la Guerra Civil. El templo fue
prácticamente expoliado, a excepción del Cristo yacente que, si abriera la boca y
se dispusiera a hablar, contaría todo lo que esconde el templo del pueblo
madrileño.

Sin embargo, y a pesar de todo, la documentación histórica nos dice lo


contrario. En Campo Real tampoco hubieron templarios. Campo Real -conocida
como Almoacid en época árabe- fue tomada en el año 1047 por Pedro I el Grande.
Sin embargo, al año siguiente pasó de nuevo a manos musulmanas. No fue
hasta el año 1078 cuando Alfonso VI lo reconquistó de nuevo para la
cristiandad. En el año 1118, Campo Real era ya un Señorío Eclesiástico del
Arzobispo de Toledo. Unos años después, en 1190, el rey Alfonso VIII la cedía a
la ciudad de Segovia. A pesar de ello, Campo Real volvía a ser propiedad del
arzobispo de Toledo en el año 1214. En el año 1333 -21 años después de la
supresión de la Orden del Temple- Campo Real seguía en manos del
arzobispado toledano. Así lo demuestra el sínodo allí celebrado y al que
acudían nada menos que doce obispos.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

A pesar de existir historias y construcciones que podrían ser vinculadas al


Temple, también existen falsas leyendas que distorsionan la presencia de este
en la Comunidad de Madrid. Un ejemplo se encuentra en plena sierra de
Guadarrama, concretamente en los montes del Valsaín.

Aquí se encuentran las ruinas del convento de Casarás que, en realidad, era un
establecimiento creado para que el rey Felipe II descansara durante sus viajes
continuos entre Valladolid y Madrid. Aun así, el supuesto convento de Casarás
tiene tras de sí una leyenda que tiene que ver con las andanzas de un caballero
templario de nombre Hugo de Marignac, que habría sido tesorero de la Corona
de Castilla.

Según la leyenda, Hugo de Marignac habitaba el convento de Casarás y tenía


escondido un tesoro, que perteneció a los reyes castellanos, en alguna parte de
esos montes. Aunque pronto paró de dar importancia al tesoro que tenía
escondido, en el momento que conoció a una bella dama en el Palacio de
Valsaín. Al ver que el amor no era correspondido por ella, el caballero
templario le prometió a la doncella que, si se enamoraba de él, le revelaría el
escondite del tesoro.

Al ver que tampoco surtía efecto el trato, Marignac acudió a los servicios de un
hechicero, que prometió ayudarlo. Aseguró al templario que, si atravesaba con
su espada una figura antropomorfa hecha de trapo, conseguiría que la dama se
rindiera a su amor. Pero cuando Marignac atravesó con su espada aquel
muñeco de trapo, el hechicero hizo uno de sus conjuros y convirtió el trapo en
una persona humana: lo había transformado en la bella doncella de la cual el
caballero estaba enamorado.

Cuando Hugo de Marignac se dio cuenta de que había atravesado con su


espada a su amada, presa de la ira degolló de un mandoble al hechicero.
Después, se quitó la vida debido al profundo dolor que lo atormentaba. Se
contaba que su espíritu vagaba por el convento de Casarás y que aun lo hace,
lamentándose por las desdichas que le ocurrieron.

En realidad, se trata de una falsa leyenda. Hay que tener en cuenta que el
convento de Casarás nunca habría existido como templo, pero también es de
mencionar que el Palacio de Valsaín, como tal, no fue construido hasta
mediados del siglo XVI, cuando los templarios habían desaparecido hacía
siglos. También hay que prestar atención a que un caballero templario, debido a
las rígidas normas que tenía su orden militar, tenía prohibido cualquier
contacto con una mujer.

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Titulcia y la cueva de la Luna. Otra falsa atribución templaria Valentia Mediaevalis.

La historia del falso convento templario de Casarás pudo fraguarse en los siglos
XVIII y XIX, cuando los parajes de la sierra de Guadarrama se convierten en un
enclave a evitar debido a la presencia de bandoleros y malhechores que
asaltaban a los que se internaban por sus montañas. Asegurar que por allí había
un espíritu de un antiguo guerrero, hacía que la gente no se acercara por estos
lares, pues era una época en la que el vulgo todavía estaba sumido en la
superstición. Y no es raro que se recurriera a la figura del Temple que, por
aquellos años, comenzaba a resurgir de sus cenizas en la historia gracias a un
Romanticismo imperante que comenzó a preocuparse por los relatos de los
míticos monjes-guerreros.

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