Nacimiento Mitico Linaje

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ESPACIO,

TIEMPO AÑO 2016


ISSN 1130-1082
E-ISSN 2340-1370

Y FORMA 29
SERIE II HISTORIA ANTIGUA
REVISTA DE LA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA
ESPACIO,
TIEMPO AÑO 2016
ISSN 1130-1082
E-ISSN 2340-1370

Y FORMA 29
SERIE II HISTORIA ANTIGUA
REVISTA DE LA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA

http://dx.doi.org/10.5944/etfii.29.2016

UNIVERSIDAD NACIONAL DE EDUCACIÓN A DISTANCIA


La revista Espacio, Tiempo y Forma (siglas recomendadas: ETF), de la Facultad de Geografía e
Historia de la UNED, que inició su publicación el año 1988, está organizada de la siguiente forma:

SERIE I — Prehistoria y Arqueología


SERIE II — Historia Antigua
SERIE III — Historia Medieval
SERIE IV — Historia Moderna
SERIE V — Historia Contemporánea
SERIE VI — Geografía
SERIE VII — Historia del Arte

Excepcionalmente, algunos volúmenes del año 1988 atienden a la siguiente numeración:

N.º 1 — Historia Contemporánea


N.º 2 — Historia del Arte
N.º 3 — Geografía
N.º 4 — Historia Moderna

ETF no se solidariza necesariamente con las opiniones expresadas por los autores.

Espacio, Tiempo y Forma, Serie II está registrada e indexada, entre otros, por los siguientes
Repertorios Bibliográficos y Bases de Datos: dice, ISOC (cindoc), resh, in-rech, Dialnet,
e-spacio, uned, circ, miar, francis, pio, Ulrich’s, sudoc, 2db, erih (esf).

Universidad Nacional de Educación a Distancia


Madrid, 2016

SERIE II · Historia antigua N.º 29, 2016

ISSN 1130-1082 · e-issn 2340-1370

Depósito legal
M-21.037-1988

URL
ETF II · HIstoria antigua · http://revistas.uned.es/index.php/ETFII

composición
Carmen Chincoa · http://www.laurisilva.net/cch

Impreso en España · Printed in Spain

Esta obra está bajo una licencia Creative Commons


Reconocimiento-NoComercial 4.0 Internacional.
¿EL NACIMIENTO MÍTICO DE UN LINAJE?
UNA NUEVA PROPUESTA INTERPRETATIVA
DE LA «DIOSA DE LOS LOBOS» (UMBRÍA DE
SALCHITE, MORATALLA, MURCIA)

MYTHICAL BIRTH OF A LINEAGE? A NEW


INTERPRETATIVE PROPOSAL FOR THE «GODDESS
OF THE WOLVES» (UMBRÍA DE SALCHITE,
MORATALLA, MURCIA)

María Elena Sánchez Moral1

Recibido: 02/05/2016 · Aceptado: 21/09/2016


DOI: http://dx.doi.org/10.5944/etfii.29.2016.16447

Resumen
En este trabajo presentamos una nueva lectura de la iconografía plasmada en la
denominada «diosa de los lobos» de la cueva de La Nariz (Umbría de Salchite, Mo-
ratalla, Murcia). Plantearemos que en este fragmento se representó una escena de
carácter mítico vinculada con la transmisión del linaje. Esta narración permitiría
tanto la cohesión como la diferenciación identitaria de las comunidades que fre-
cuentaban esta cueva-santuario entre los siglos III-II a. n. e. Memoria mítica que
sería custodiada, ritualizada y reinterpretada desde el propio espacio sacro de La
Nariz hasta que el santuario fue abandonado y su culto totalmente olvidado.

Palabras clave
Cultura ibérica; género; memoria; ideología; linaje; cueva-santuario; ritual;
nacimiento.

Abstract
This paper presents a new Reading of the iconography displayed by the name of
«godess of the wolves» (Umbría de Salchite, Moratalla, Murcia) in La Nariz cavern.
Recent studies about the political territory and also the results of the containt of
the cave have been taken in to consideration in this research. The mythical birth
of a lineage is the main justification of this work. This representation would allow
to see the cohesion and differentation between communities in this area in the

1.  Doctoranda (RD 99/2011). UNED. Correo electrónico: [email protected]


Me gustaría expresar mi más sincero agradecimiento a la Dra. Lourdes Prados Torreira por el ánimo y las valiosas
recomendaciones hechas al presente artículo.

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III-II b. p. centuries. This manifistations of mythical memory of the cave would be


keep, ritualized and reinterpreted until the place was abandoned and the cult was
forgotten.

Keywords
Iberian culture; gender; memory; ideology; lineage; cave-shrine; ritual; childbirth.

1. INTRODUCCIÓN

Desde los primeros estudios de Lillo2, quien hizo el descubrimiento de este espa-
cio cultual y de los únicos materiales conocidos desde finales del pasado siglo hasta
el año 2011 -cuando la cueva-santuario comenzó a ser objeto de diferentes trabajos
arqueológicos- es el fragmento conocido como «diosa de los lobos» el elemento
más representativo de este espacio cultual. Hasta fechas relativamente recientes,
cualquier aproximación a la cueva de La Nariz se reducía a las propuestas interpre-
tativas acerca del fragmento objeto de nuestro trabajo.
Lillo3, en el año 1983, interpretó esta figura como una divinidad femenina de
carácter ctónico, quizá una hipóstasis de Ártemis-Hécate. Esta interpretación fue
recogida por Almagro Gorbea4, en una publicación de 1996 donde vuelve a incidir
en la asociación de esta figura con una divinidad infernal que el autor relaciona
con los ritos de paso. Por su parte, González Alcalde y Chapa5 en un artículo pu-
blicado en 1993, plantean una nueva interpretación: la figura femenina, divina o
humana, estaría participando en un ritual iniciático sobre las ascuas de un brasero,
como también se ha atestiguado en ámbito romano. González Alcalde, en un tra-
bajo de 20066, propone que la figura femenina podría tratarse de una sacerdotisa
que guiaría a los futuros iniciados a través del ritual. Este planteamiento lo recoge
posteriormente7 en 2011, matizando la importancia de este sacerdocio en los ritos
de paso de edad.
Como argumentaremos a lo largo de este trabajo, nuestra propuesta plantea
que la «diosa de los lobos» representa una escena de carácter mítico vinculada con
la transmisión del linaje masculino. La narración plasmada en este vaso cerámico

2.  Lillo Carpio, P.: El poblamiento ibérico en Murcia. Universidad de Murcia, 1981. Lillo Carpio, P.: «Una
aportación al estudio de la religión ibérica: la diosa de los lobos de la Umbría de Salchite, Moratalla (Murcia)», Actas
del XVI Congreso Nacional de Arqueología (Murcia, 1981), Zaragoza, pp. 69-788, Murcia, 1983.
3.  Lillo Carpio, P.: «Una aportación al…» pp. 69-788.
4.  Almagro Gorbea, M.: «Lobo y ritos de iniciación en Iberia». Olmos y Santos (eds.) Iconografía Ibérica e
Iconografía Itálica: presupuestos de interpretación y lectura (Roma, 1993). Serie Varia, 3. CSIC. Madrid, 1997, 103-126.
5.  González Alcalde, J. y Chapa, T.: «‘Meterse en la boca del lobo’. Una aproximación a la figura del ‘carnassier’
en la religión ibérica», Complutum, 4, 1993, 169-174.
6.  González Alcalde, J.: «Totemismo del lobo, rituales de iniciación y cuevas-santuario mediterráneas e
ibéricas», Quaderns de Prehistòria i Arqueologia de Castelló, 25, 2006, 250-269.
7.  González Alcalde, J.: «Una reflexión genérica sobre el sacerdocio ibérico en el contexto de las cuevas-
santuario», Recerques del Museu d’Alcoi, Nº 20, 2011, págs. 137-150.

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

permitiría la cohesión del grupo que frecuentaba este santuario, como uno de los
relatos identitarios de este territorio cuya trasmisión, ritualización y reinterpre-
tación a lo largo del tiempo sería orquestada desde la propia cueva de La Nariz
mientras el santuario permaneció en activo.
Con esta propuesta pretendemos aportar nuestra reflexión a la discusión sobre
la iconografía plasmada en este fragmento cerámico y a través de éste aproximar-
nos a ciertos aspectos de género en ámbito ibérico. No pretendemos que nuestra
argumentación se entienda como una lectura cerrada sino como un planteamiento
abierto, dispuesto a enriquecerse con otros interrogantes, desde otras miradas…

2. LA CUEVA DE LA NARIZ:
ESPACIO SAGRADO, VERTEBRADOR TERRITORIAL.

La cueva de la Nariz se encuentra dentro del Campo de San Juan, en las estriba-
ciones de la sierra de la Capilla, concretamente en el paraje denominado Umbría de
Salchite en un cantil de difícil acceso, en el que se abre una pequeña antesala desde
la cual se accede a cuatro cavidades, cuya profundidad máxima llega a alcanzar apro-
ximadamente 15 metros8. Esta cueva-santuario presenta una amplia secuencia de
uso que abarca desde el bronce final hasta época ibero romana (siglo III-II a. n. e.).
Una de las características de este santuario es el aspecto que presenta al exte-
rior; su acceso parece conformar un rostro9 –muy esquemático- que destaca en la
pared rocosa de la Umbría. Esta peculiaridad, claramente visible desde el territorio
circundante, pudo haber sido percibido como un hito en el paisaje desde épocas
tempranas10 tal como parecen testimoniar tanto los materiales del bronce final do-
cumentados en su interior, como la estación de arte rupestre y los asentamientos
de La Risca11 y de la cima del Calar de la Cueva de la Capilla12, todos ellos datados
en la edad del bronce y situados en las proximidades del santuario.
Esta entrada al santuario presenta otro par de singularidades, las últimas exca-
vaciones han descubierto por un lado, que el acceso se debía realizar mediante una
pequeña senda en recodo –oculta en el paisaje- que por el gran desgaste que pre-
sentaba la roca debió de ser empleada de una forma continuada en el tiempo por
una gran afluencia de gente. Y por otro lado, que las paredes de la cavidad fueron
modificadas antrópicamente para permitir que en el ocaso del solsticio de invierno

8.  Ocharan Ibarra, J. y Alfaro, C.: «Fragmento de tejido ibérico (s. II a. C.) del santuario de La Nariz
(Moratalla, Murcia)». Treballs del Museu arqueologic d´Eivissa e Formentera, 72, 2014, pp. 35-51.
9.  Este tipo de «rostro» es observable también en la entrada a la cueva de La Lobera (Castellar de Santiesteban,
Jaén) y sobre la cubeta del Abrigo de Castellar de Meca (Ayora, Valencia), entre otros ejemplos.
10.  González Reyero, S. et al.: «Procesos de apropiación y memoria en el sureste peninsular durante la
segunda edad del hierro: Molinicos y la Umbría de Salchite en la construcción de un territorio político». Zephyrus,
73, 2014, pp. 149-170. p. 152.
11.  López García, P. (ed.): El cambio cultural del IV al II milenio a. C. en la comarca noroeste de Murcia. CSIC,
Madrid, 1991.
12.  Medina, A. J.: «La edad del bronce en el campo de San Juan (Moratalla)». Revista de la sociedad de Estudios
Historiológicos y Etnográficos de las Tierras Altas del argos, Quípar y Alharábe, 5, 2013, pp. 4-11.

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el último rayo de sol penetrase en el santuario e iluminase la pileta de agua situada


al fondo de la cueva13.
La cueva de La Nariz se encuentra además estrechamente vinculada al agua,
tanto en el exterior: donde brota una corriente de agua en la ladera adyacente y en
el entrante a la cueva, cuyo escarpe, facilita el fluir del agua14; como en su interior,
donde se han documentado varias piletas excavadas en la roca para recoger el agua
en el espacio sagrado15.
Frente a la interpretación que se venía ofreciendo sobre su carácter supraterri-
torial prácticamente desvinculado del poblamiento de la zona, recientemente ha
sido planteada su conexión con el territorio -y la memoria- de las comunidades
asentadas en el área del llano de Moratalla-Calasparra, entre otras razones, preci-
samente por ser un punto de referencia visual para éstas y por el agua que discurre
tanto en su interior como su exterior, aspectos que singularizan al espacio sagrado
dentro del paisaje16.
La elección de los lugares sagrados donde se llevó a cabo la praxis ritual ibérica
no obedece al azar; distintas investigaciones17 ponen de relieve la gran importancia
conjunta que presenta la interrelación de aspectos estratégicos y simbólicos, tanto
en la ubicación como en la funcionalidad del espacio cultual.
Aunque no pretendemos analizar con detenimiento estos aspectos, son de obli-
gada referencia para la comprensión de nuestra propuesta trabajos como el de Bux-
ton18; que para el ámbito griego denomina a estos espacios: Oros; lugar -montañoso
y liminal- que se encuentra fuera del espacio cultivado y habitado, y que además
de ser considerado un lugar iniciático por excelencia en Grecia19 -puesto que es el
espacio donde se sitúan y rememoran los mitos20 - también es un espacio que se
emplea tanto para la caza como para que las mujeres den a luz, para esta última ta-
rea, la vegetación ayudaba en el trabajo de parto y permitía la exposición del recién
nacido si éste no era querido21. Este abandono de bebés en ciertos espacios sacros de
carácter liminal también es recogido por Van Gennep22, que lo documenta en dife-
rentes ámbitos culturales. Algunos de estos planteamientos acerca de los espacios
liminales y su relación con el ámbito simbólico son similares a los que proponen

13.  Ocharan Ibarra, J.: «Santuarios rupestres ibéricos de la región de Murcia». Verdolay, 14, 2015, pp. 103-142.
14.  González Reyero, S. et al.: op. cita, p. 156.
15.  Ocharan Ibarra, J. A.: op. cita, p. 297.
16.  González Reyero, S. et al.: ídem.
17.  Grau Mira, I.: «Límite, confín, margen, frontera... Conceptos y nociones en la Antigua Iberia», En: Prados,
F; García I, y Gladys, B.: Confines: los límites del mundo durante la Antigüedad, Alicante, 2012, pp. 23-48. Grau Mira,
I. y Amorós López, I.: «La delimitación de los espacios territoriales ibéricos: el culto en el confín y las cuevas-santuario».
En Actas del Congreso Internacional: El Santuario de la cueva de la Lobera, Castellar (Jaén) 1912-2012. Castellar de
Santiesteban (Jaén) del 4 al 6 octubre de 2012, CSIC, Castellar de Santiesteban, 2013, pp. 341-384.
18.  Buxton, R. G. A.: «Montagnes mythiques, montagnes tragiques». Nature et Paysage dans la pensée et le
environnement des civilisations antiques: Actes du Colloque de Strasbourg 11-12 juin 1992, París, Boccard, 1992, pp. 59-68.
19.  Vidal-Naquet, P.: Le chasseur noir: formes de pensée et formes de société dans le monde grec. La Découverte,
1991.
20.  Buxton, R. G. A.: El imaginario griego. Los contextos de la mitología. Cambridge University Press, 2000.
21.  Buxton, R. G. A.: op. cita, pp: 60.
22.  Van Gennep, A.: Los ritos de paso. Reedición Alianza editorial, 2008, Madrid: pp. 245.

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

diferentes autores para el caso ibérico23, considerándose éstos igualmente, espacios


iniciáticos donde posiblemente se celebrasen los diferentes ritos de paso de edad
para ambos géneros24.

3. «LA DIOSA DE LOS LOBOS» ¿REPRESENTACIÓN DE UN MITO?

La imagen que nos ocupa forma parte de la decoración figurada de un fragmento


cerámico que pudo pertenecer a una urna ovoide25 o a la parte central superior de
un kalathos de borde estrangulado26 (Figura 1). El fragmento presenta unas dimen-
siones de 256 mm de longitud y 125 mm de anchura máxima. En uno de sus laterales
se observan las marcas de, al menos, un lañado que indica que la pieza fue reparada
en algún momento; por lo que la escena representada en este vaso -no el contene-
dor en si- debió de tener una significación especial para el grupo que frecuentaba
el santuario. La lectura que a continuación
proponemos pretende ser una reflexión sobre
esta iconografía a la luz de los nuevos estudios
que se han ido realizando en los últimos años.
Somos conscientes que nos encontramos con
dos condicionantes que limitan nuestro pro-
pósito: por un lado no conocemos el resto
de la narración que se plasmó en este vaso y
por otro lado, la decoración fue realizada en
tinta plana lo que dificulta en cierto modo la
identificación de algunos de los elementos
representados, que constituyen –con seguri-
dad– un pequeño inciso dentro de la historia
que debía contarse a través de esta pieza allá
por el siglo II a. n. e.
El personaje femenino fue representado
de forma frontal –a excepción de sus piernas–
con una máscara que remata en una diadema
con intricada cornamenta. Aparece además
Figura 1. «la diosa de los lobos». Museo A. Murcia.

23.  González Alcalde, J. y Chapa Brunet, T.: «‘Meterse en la boca del lobo’. Una aproximación a la figura del
‘Carnassier’ en la religión ibérica», Complutum, 4 (1993), Madrid, pp. 169-174. p. 174.
Moneo, T.: Religio Iberica. Santuarios, ritos y divinidades (siglos VII-I a. n. e.). RAH. Madrid, 2003, P. 300. Grau
Mira, I. y Amorós López, I.: ídem, p. 201.
24.  Prados Torreira, L.: «Imagen, religión y sociedad en la toréutica ibérica», en Olmos, R. (Editor): Al otro
lado del espejo: Aproximación a la imagen ibérica. Colección Lynx. La arqueología de la mirada. Vol. 1, Madrid, 1996,
pp. 145-163.
25.  Lillo Carpio, P. A. (1983): «Una aportación al estudio…», p. 23.
26.  Ocharan Ibarra, J. A. y Lucas, P.: «Propuesta de reconstrucción tipológica mediante anastilosis virtual del
fragmento conocido como «La Diosa de Salchite»», Orígenes y Raíces. Revista de la sociedad de Estudios Historiológicos
y Etnográficos de las tierras altas del Argos, Quípar y Alhárabe. Nº 6, 2014, pp. 8-12.

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en una proporción mayor en comparación al resto de elementos que la acompa-


ñan, centrando de este modo la atención en ella. Sus caderas se han remarcado y
se acentúa este hecho
por la representación del velo que la cubre –hasta las rodillas– mediante líneas
en su contorno, permitiendo ver las caderas engrosadas y unas líneas que remarcan
de igual modo la cruz inguinal27 y el triángulo del pubis, en la parte inmediatamente
superior a éste se puede observar un cinturón, que ciñe las vestiduras de nuestra
protagonista. En el centro de su pecho destaca el trazo esquematizado de una ro-
seta28. Si no fuese por la representación del cinturón, la roseta, la diadema y el velo
que rompen con la tinta plana característica de esta imagen, bien podríamos pensar
que la figura se presenta sin vestiduras, pues su indumentaria –un tejido que da la
sensación de ligereza, dejando entrever perfectamente la silueta femenina como
si estuviese desnuda– se aleja bastante de los ropajes con largas faldas acampana-
das frecuentes en las mujeres –y también dista de las pesadas túnicas que portan
las divinidades– que aparecen en las decoraciones figuradas de las cerámicas ibé-
ricas del Sureste, aunque sí coincide con algunos exvotos en bronce femeninos de
Collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén) que parecen abrir su manto dejando al
descubierto el cuerpo desnudo.
En la parte superior de su hombro derecho se ha representado una antorcha.
Sus brazos se encuentran levantados y sus manos se han metamorfoseado en pro-
tomos de lobo. Inmediatamente a su lado derecho se identifica un árbol. A sus pies
aparecen una parrilla y dos aves.
Al lado del árbol aparece un motivo serpentiforme entre líneas paralelas que
delimita verticalmente el espacio de la figura femenina que ocupan dos carnívoros
que se encuentran asimismo separados horizontalmente por otras dos franjas pa-
ralelas; uno situado encima del otro como si se encontrasen en espacios diferentes
o fuesen especies diferentes. Teniendo en cuenta la simetría que presenta esta es-
cena, estamos de acuerdo con la propuesta de reconstrucción de Lillo29, por la que
se repetiría al otro lado de la figura femenina la misma composición: una antorcha
sobre su hombro y dos carniceros flanqueando a nuestra protagonista –de nuevo–
tras el motivo serpentiforme vertical.
Consideramos al igual que Lillo30 que todo lo representado –así como lo que
parece vislumbrarse– en esta escena tiene su especial significación por lo que se
hace obligado detenernos en cada uno de los diferentes detalles que componen
esta iconografía.

27.  Según Lillo (2007:776) esto evidencia una prenda a modo de braga que aparece también en algunos exvotos
de bronce íberos.
28.  Olmos, R.: Los iberos y sus imágenes {recurso electrónico-CD}. Madrid: CSIC-Micronet, 1999.
29.  Lillo Carpio, P. A.: «Una aportación al estudio...», p. 774.
30.  Lillo Carpio, P. A.: ídem, p 776.

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

3.1. EL ÁRBOL

Al igual que las diferentes propuestas que se han realizado sobre esta pieza, con-
sideramos que el árbol está marcando el espacio en donde se desarrolla la historia
aunque si profundizamos un poco más sobre el significado de éste a lo largo del
mediterráneo antiguo encontramos que además, su representación puede ser una
de las claves para comprender nuestra propuesta (Figura 2).

Figura 2. El árbol. Elaboración propia.

Iconográficamente hablando los árboles han sido asociados con la fecundidad y


la fertilidad desde la antigüedad. Además del sentido amplio vinculado con la ferti-
lidad del «árbol de la vida», también algunas imágenes de árboles se han asociado
directamente al parto –sobre todo al buen final de éste– con una amplia difusión
–tanto geográfica como cronológica– que quizá puede deberse al hecho práctico de
la postura que se adquiere al asirse a éstos durante el trance del alumbramiento.
O a la pervivencia de ciertas supersticiones, documentadas también etnográfica-
mente, que confían en la influencia benéfica del numen de los árboles en los partos
y en la posterior cura de hernias o problemas derivados de éste31.

31.  Frazer, J. G.: La rama dorada. Magia y Religión. Fondo de Cultura Económica. 6ª Edición. México, 2006,
pp. 35-36. Fernández Ardanaz, S.: «Etnografía del campo de la cueva negra de Fortuna (Murcia): Simbología del
nacimiento, asociación, curación y muerte». La cultura latina en la cueva negra. En agradecimiento y homenaje a los
prof. A. Stylow, M. Mayer e I. Velázquez. Antig. Crist. XX (2003), Murcia, pp. 197-209. Jordán Montes, J. F. y Molina
Gómez, J. A.: «Partos milagrosos en la Cueva Negra de Fortuna: La nostalgia de un recuerdo histórico. Análisis
etnográfico y mitológico», en La cultura latina en la cueva negra, En agradecimiento y homenaje a los prof. A. Stilow,
M. Mayer e I. Velázquez, Antig. Crist. XX, Murcia, 2003, pp. 183-195.

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María Elena Sánchez Moral

La iconografía arbórea –en concre-


to la palmera– presenta un importante
simbolismo relacionado con la fecundi-
dad para el mundo púnico; en Mesopo-
tamia se vincula de igual modo con estos
aspectos, documentándose numerosos
materiales votivos en los que se repre-
senta como el «árbol de la vida» y se aso-
cia a representaciones de parturientas32.
En ámbito griego, aparece en los himnos
homéricos como el árbol al que se aga-
rra Leto para ayudarse en el difícil parto
de los dioses Apolo y Ártemis33. Reflejo
de la importancia de este hecho míti-
co son los exvotos documentados en
el santuario de Delos, dedicado a Árte-
mis Ilitía, donde aparecen representadas
parturientas que se apoyan en palmeras
para solicitar un buen parto, emulando
de esta forma el alumbramiento divino
de Leto34. La presencia vegetal en este
trance se observa también en Tarqui-
Figura 3: Parto de Poggia Colla, siglo VII a. n. e. (Etruria). nia y en el santuario etrusco de Poggio
35

Fuente. Proyecto Arqueológico Valle de Mugello. Colla36 (Figura 3), dónde se recuperó un
bucchero estampillado con una escena
de parto en la que la mujer –en cuclillas– se agarra con los brazos levantados a dos
árboles muy esquematizados, esta pieza ha sido fechada aproximadamente en el
siglo VII a. n. e.
De la existencia de árboles en los santuarios y cuevas-santuario íberas no tene-
mos constancia arqueológica, aunque la ubicación de estos espacios cultuales en un
entorno escasamente alterado antrópicamente, nos hace pensar en la posibilidad de
que formasen parte del paisaje sacro. Por otra parte, en prácticamente la totalidad
del ámbito ibérico peninsular encontramos diferentes imágenes plasmadas sobre
distintos soportes. La palmera aparece representada en el broche de cinturón de El
Amarejo37, también en Osuna, en una estela ibero-púnica en la que se representa a

32.  Danthine, H.: Le palmier-dattier et les arbres sacrés dans l’iconographie l’asie occidentale ancienne. París, 1937.
33.  Bernabé Pajares, A.: «Introducción, Traducción y Notas». En: Himnos Homéricos La «Batracomiomaquia».
Ed.Gredos, Madrid, 1988, pp. 116-118.
34.  Valtierra Lacalle, A.: La palmera en el imaginario griego de la antigüedad: iconografía en Delos (VI-IV a.C.).
Tesis doctoral inédita. UAM. Madrid, 2011.
35.  Gleba, M. y Becker, H. (2009): Votives, Places, and Rituals in Etruscan Religion: Studies in Honor Of Jean
MacIntosh Turfa. Brill Academic Pub, Vol. 166, 2009.
36.  Perkins, P.: «The Bucchero Childbirth Stamp on a Late Orientalizing Period Shard from Poggio Colla».
Etruscan Studies, 15(2), 2012, pp. 146-201.
37.  Broncano Rodríguez, S.: El depósito votivo de El Amarejo, Bonete (Albacete). Excavaciones arqueológicas
en España. Ministerio de Cultura, 1989.

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

una cierva comiendo dátiles de una palmera mientras que su cría se amamanta, una
escena de marcado carácter curótrofo que se encuentra vinculada en cierto modo
con nuestra propuesta38, en acuñaciones monetales de origen o influencia cartagi-
nesa, como algunas de Baria39. Y en la cerámica figurada ibérica, en la cerámica de
Azaila y de Elche40, donde aparecen asociados a las aves –animales especialmente
vinculados con la diosa–, símbolos de la fecundidad41.
Sin embargo no queremos decir con esto que todos los «árboles de la vida» pre-
senten esa vinculación con el trabajo de parto, simplemente que es un matiz más a
considerar dentro de los diferentes significados de este elemento iconográfico. Por
citar un ejemplo, en el caso de Pozo Moro42 donde aparece representado un «árbol
de la vida» –que es transportado por un personaje masculino–. Éste ha sido inter-
pretado como el trofeo que el héroe porta tras su viaje a un mundo fantástico. Todo
el conjunto parece obedecer a un deseo de legitimar y asentar en el poder a una
determinada dinastía descendiente del héroe representado43, que será la encargada
de gestionar la fecundidad –de los recursos naturales– ganada por el antepasado
y simbolizada mediante este árbol-trofeo.
Nuestro árbol44 –que se encuentra situado a la derecha de la figura femenina,
en una posición aparentemente secundaria– presenta ciertas similitudes morfoló-
gicas, a pesar del esquematismo de la representación, con el género abies; este gé-
nero comprende 55 especies que son conocidas, de forma coloquial, como abetos.
Debemos remarcar que –salvo el personaje central– es el único elemento en la
parte superior de esta escena que no guarda simetría, se representó un árbol en
lugar de dos –como cabría esperar dentro del ritmo compositivo–. Por lo que cabe
pensar que no sólo está haciendo referencia a un espacio dentro de un paisaje sino
a un elemento concreto definidor de ese espacio y, sobre todo, del acontecimien-
to que se narra en este fragmento donde, a nuestro parecer, encaja perfectamente
como «árbol de la vida» vinculado al alumbramiento.

3.2. LA ANTORCHA

En cada uno de los hombros de la figura femenina se representó una antorcha


(Figura 4), elemento que ya identificó Lillo45 aunque curiosamente no fue recogido

38.  Olmos, R.: «Diosas y animales que amamantan: La transmisión de la vida en la iconografía ibérica.»
Zephyrus 53-54, 2000-2001, Salamanca, pp. 353-378.
39.  Olmos, R.: «Viajes iniciáticos en Grecia y en Iberia: Un recorrido iconográfico hacia el reino de lo
desconocido», en Marco Simón, E. et al. (Coord.): Viajeros, peregrinos y aventureros en el mundo antiguo, Barcelona,
2010, pp. 115-146.
40.  Olmos, et al. (Eds.): La sociedad ibérica a través de la imagen. M. de Cultura, Madrid, 1992, p. 145.
41.  Olmos, R. et al.: «Los iberos y sus…»
42.  Olmos, R.: «Pozo Moro: ensayos de lectura de un programa escultórico en el temprano mundo ibérico»,
en: Al otro lado del espejo: aproximación a la imagen ibérica. Pórtico Librerías. 1996, pp. 99-114.
43.  García Cediel, J.: «Pozo Moro. La Construcción de una identidad en el mundo íbero», Arqueoweb. Revista
sobre arqueología en internet, 10, 2008.
44.  Aunque Brotons y Ramallo consideran que pueda tratarse de una espiguilla invertida (2010).
45.  Lillo Carpio, P. A.: «Una aportación al estudio…», p. 774.

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Figura 4. Antorchas. Elaboración propia.

en ninguna de las sucesivas lecturas posteriores. Las antorchas –en número par o
impar– son uno de los atributos mejor conocidos de la diosa Hécate, divinidad de
origen asiático, cuyo culto se extendió por toda Grecia y más tarde Roma. A pesar
de que esta diosa es bien conocida por su faceta ctónica, vinculada a los difuntos
y a la magia, encontramos varias fuentes que apuntan que estas funciones no
fueron las que en un primer momento se atribuían a esta divinidad46. Hesíodo en
su Teogonía incluyó el Himno a Hécate, que es considerado la primera mención
a esta diosa en suelo griego –fechado aproximadamente alrededor del siglo VIII
a. n. e.– en este texto Hécate aparece como una diosa benefactora, como una
Kourotrophos, protectora de los partos y de los niños47. En estos momentos suele

46.  Gracias al Himno homérico a Deméter, un texto posterior fechado hacia el 610 a. n. e., conocemos que fue
además la única diosa que ayudó a Deméter a encontrar a su hija Perséfone, recorriendo los parajes oscuros «con la
luz en la mano» –haciendo referencia a la antorcha, que pasará a ser un símbolo también en los cultos Eleusinos-;
no en vano a la diosa Hécate se la conocía por el epíteto Phosphoros. Gracias a esta intervención, Hécate pasará
a ser la escolta de Perséfone cada año cuando deba traspasar el límite del Hades para volver junto a Deméter y
viceversa; este carácter apotropaico de la diosa hace que posteriormente ostente el atributo de la llave, puesto
que éstas simbolizan el control sobre las vías de acceso, Hécate aparecerá entonces –sobre todo en época romana-
como la intermediaria entre dos espacios; protegiendo tanto el tránsito simbólico entre el ámbito de los vivos y los
antepasados, como el paso a través de los límites territoriales y además acabará por ser protectora del límite en
sí mismo. Con el paso del tiempo será reconocida plenamente como una divinidad ctónica asociada con la magia
-a partir del siglo I será ya representada de forma triforme, con los atributos de las antorchas -para guiar en el
camino hacia el inframundo-, la llave, el cinturón de serpiente, la daga, el látigo, los caballos y los cánidos- y alejada
irremisiblemente de su carácter como Kourotrophos (Romero Mayorga, 2011; Molina Martín, 2014).
47.  Romero Mayorga, C.: «Aproximación a la iconografía de Hécate: magia, superstición y muerte en la
sociedad romana», en Fernández Uriel, P. y Rodríguez López, I. (eds.): Iconografía y sociedad en el Mediterráneo
antiguo. Homenaje a la profesora Pilar González Serrano. Signífer libros, Madrid, 2011, pp. 15-28. Molina Martín, C.:
Hécate: paradigma de la relación entre la mujer, la luna y la magia. TFM UCM. Madrid, 2014, p. 19.

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aparecer representada con dos antorchas y bien una larga túnica que sujeta con
un cordón debajo del pecho o bien con una túnica corta y botas de caza muy
similar a la iconografía de la diosa Ártemis48, pues en la Grecia del siglo V a. n. e.
suelen identificarse debido al carácter nutricio de ambas. La diosa Hécate estaba
íntimamente ligada a las tierras salvajes, liminales y a los partos en su Caria natal49,
funciones que harán que sea desde un primer momento identificada con Ártemis
pues hay que recordar que en ámbito Griego, ésta era la encargada de la naturaleza
salvaje y custodiaba tanto la reproducción de las bestias como la de los humanos,
vigilando que los partos no tuviesen ninguna
complicación50. La antorcha fue uno de los atributos de las diosas tutelares del
parto encontrándolas también representadas en el santuario de Ártemis Ilitía de
Delos -del que hablamos anteriormente-, donde en la mayoría de los exvotos se
representan mujeres con antorchas sobre su hombro como símbolo de la llama de
la vida que llevan –o desean llevar– en su vientre51

3.3. LA DIADEMA, LA ROSETA Y EL CINTURÓN

Quizá el elemento que resulta más complicado de identificar sea la diadema que
porta la protagonista, coincidimos con Lillo en que la tiara presenta un curioso re-
mate en cornamenta que se confunde con el velo que cubre el cuerpo de la mujer
(Figuras 5 y 6).
Los tocados de cuernos presentan una clara raigambre oriental. Aunque no
hemos encontrado ningún paralelo de este tipo de tocado en nuestro ámbito de
estudio y cronología –vinculado con aspectos femeninos–52, Olmos53 apunta que
las cornamentas presentan un carácter sagrado y que en función de su tamaño
se consideraban un signo maravilloso: símbolo de la fecundidad de la naturaleza
salvaje54. Esta misma idea de abundancia y regeneración se encuentra simbolizada
asimismo en la roseta representada en su pecho55.

48.  Según Hesíodo, Ártemis y Apolo eran primos de Hécate ya que Leto, madre de los mellizos divinos, era la
hermana de Asteria, madre de Hécate. Bermejo Barrera, J. C.: «Hécate y Asteria: aspectos de la concepción del
espacio en la Teogonía hesiódica», en López Barja, P. y Reboreda Morillo, S. (eds.): Fronteras e identidad en el
mundo griego antiguo. III Reunión de Historiadores. Universidad de Santiago de Compostela. Universidad de Vigo. pp.
15-28, 2001, p. 16.
49.  Molina Martín, C.: op. cita, p. 16.
50.  Y es que Ártemis nacerá en primer lugar para ayudar a nacer a su mellizo Apolo en el difícil parto de Leto (H.
H. III, 116-118, trad. Bernabé, 1988), por ello es considerada una diosa protectora en el trance del parto.
51.  Demangel, R.: «Fouilles de Délos. Un santuaire d’Artemis-Eileithyia à l’Est du Cynthe». Bulletin de
Correspondance Hellénique, 46. Paris, 1922, pp. 58-93. Valtierra Lacalle, A.: ídem, p. 56.
52.  Hemos encontrado referencias en la cerámica edetana de la existencia de un personaje masculino con un
casco con antenas o cuernos que ha sido interpretado como el emblema de la familia a la que pertenece el individuo
(Martínez García, 2014)
53.  Olmos, R.: «Los grupos escultóricos del cerrillo blanco de Porcuna (Jaén). Un ensayo de lectura iconográfica
convergente», Archivo español de arqueología, 75(185-186), 2002, pp. 107-122.
54.  Aunque aparecen como parte del tocado de diosas como Hathor o Juno Sospita –siendo frecuente la
asimilación de la diosa Ártemis con la Juno romana– por citar algún ejemplo.
55.  Olmos, R. et al.: «Los iberos y sus…», p. 111. González Reyero, S. et al.: ibídem, p. 154. Sanz Gamo, R.:
«Cultura ibérica y romanización en tierras de Albacete: los siglos de transición». Albacete: instituto de Estudios

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Figura 5. Vestiduras, cinturón y roseta. Elaboración propia.

Figura 6. Diadema y cornamenta. Elaboración propia.

Albacetenses. 1997, p. 43. Brotons, F. y Yagüe, S.: «Ornamento y símbolo: las ofrendas de oro y plata en el santuario
ibérico del Cerro de la Ermita de la Encarnación de Caravaca». En: Tortosa, T., Celestino, S. y Cazorla, R. (eds.):
Debate en torno a la religiosidad protohistórica. Anejos de Archivo Español de Arqueología, 55. Madrid: CSIC, 2010,
pp. 123-168.

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Muy interesante es la representación del cinturón, que constituye un tipo de


ofrendas que debemos reconsiderar en el ámbito religioso ibérico56; los cinturones
que ciñen las vestiduras femeninas permiten la realización de un gesto concre-
to, pues como bien apunta Valtierra57: «en muchas culturas la mujer se desata el
cinturón en el instante en que el parto comienza, puesto que se busca eliminar la
presión en esa zona de su cuerpo». Esta gestualidad se encuentra bien atestigua-
da en los santuarios de la diosa Ártemis, donde los cinturones son consagrados a
esta divinidad por las jóvenes58. Por otra parte, algunas autoras59 han planteado la
importancia del cinturón –vinculado a las mujeres– como un emblema de poder,
que simbolizaría la legitimidad del linaje. En contexto cultual encontramos por un
lado exvotos ibéricos en bronce femeninos, y también masculinos, que aunque se
representan desnudos, en muchos casos sí se señala el cinturón. Y por otra parte
también aparecen depositadas hebillas de cinturón como ofrendas –la hebilla de-
positada en El Amarejo, por citar un ejemplo- que pudieron estar vinculados con
esta idea de legitimación del linaje.
Desafortunadamente no conocemos como continuaba la decoración de este
vaso, en el fragmento que nos ocupa, el cinturón continúa ciñendo la cintura del
personaje femenino aunque hay que resaltar la forma de plasmar su cuerpo bajo
el velo que constituye el centro de la composición; como si lo verdaderamente im-
portante residiese allí, oculto aún en su interior.

3.4. SERPIENTES, AVES Y LOBOS

El espacio donde se sitúa la mujer se encuen-


tra separado del que ocupan los carnívoros por
dos líneas paralelas y verticales en cuyo interior
parecen haberse representado sendas serpientes
(Figura 7). La serpiente es una vieja conocida
dentro de la iconografía ibérica en donde sus
representaciones se vinculan por un lado a as-
pectos salutíferos y por otro a la imagen o evo-
cación del antepasado mítico como es el caso
de la dama con serpiente del Cerrillo Blanco
de Porcuna60.

Figura 7: Serpientes. Elaboración propia.

56.  ¿Podría ser el motivo por el que se ofrendó el broche de cinturón documentado en el depósito votivo de
El Amarejo?.
57.  Valtierra Lacalle, A.: Ibídem, p. 376.
58.  Demangel, R.: op. cita. p. 88. Giuman, M.: La dea, la vergina, il sangue. Ed. Longanesi. Milan. 1999, p. 48.
59.  Risquez Cuenca, C. y García Luque, A.: «Mujeres en el origen de la aristocracia ibera: una lectura desde
la muerte», Complutum, 18, 2007, págs. 263-270.
60.  Negueruela, I.: Aspectos de la técnica escultórica ibérica en el siglo V a. C. Lucentum: anales de la
Universidad de Alicante. Prehistoria, arqueología e historia antigua, nº 9-10, 1990, pp. 77-84. Olmos, R.: «Los grupos
escultóricos…», p. 114.

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Figura 8. Aves. Elaboración propia.

En un sentido más práctico, Plinio61 refiere que la piel de muda de una serpiente
colocada bajo los riñones, facilitaba el parto. La relación de la serpiente con la ferti-
lidad femenina, se documenta en los templos de Esculapio, donde con intención de
tratar la esterilidad colocaban una serpiente sobre el abdomen de la mujer a la que
previamente habían inducido el trance mediante el consumo de algunas sustancias
enteógenas62. En la etnografía encontramos numerosas referencias que constatan
el uso de la «medicina» de serpiente en relación a las dismenorreas y el trabajo de
parto, donde se aplicaba la piel en infusión, ungüento63 o de forma similar a la que
menciona Plinio. Un dato muy interesante es la receta que se administraba hasta
1977 en la isla de Ons (Galicia) y que se ha documentado en otras regiones penin-
sulares, como en la cueva Negra de Fortuna64 e incluso en el sur de Francia: se infu-
sionaba una piel de serpiente junto con excrementos de gallinácea65. Aves (Figura
8) acompañan también a nuestra protagonista en su trance; aves como símbolo de

61.  Plinio (HN. XXX, 129-XLIV) recogido en: Plinio (El Viejo); Cantó, J.: Historia Natural. Ed. Cátedra, Madrid,
2007.
62.  Perea Yébenes, S.: Entre Occidente y Oriente. Temas de historia romana: aspectos religiosos. Signifer libros.
Madrid, 2001, p. 175.
63.  Fernández Ardanaz, S.: op. cita, p. 199.
64.  Fernández Ardanaz, S.: ídem, p. 197-209.
65.  Castroviejo Bolíbar, M y Alonso Romero, F.: «Antiguas prácticas tradicionales de la isla de Ons
relacionadas con el embarazo y el parto», Anuario Brigantino, 27, Betanzos, 2004, pp. 313-324..

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Figura 9. Lobos. Elaboración propia.

la divinidad que aparecen también en otros fragmentos del mismo santuario66 y


de las que contamos con múltiples ejemplos en la cerámica y la toréutica ibérica67.
Además encontramos otras referencias en Plinio68 acerca de la creencia en que
la grasa y la carne del animal simbólico y representativo por excelencia del ámbito
guerrero y heroizador el lobo, son especialmente beneficiosas para las parturientas.
La grasa empleada como linimento es un emoliente para la matriz de las mujeres
y su carne, según Plinio, facilitaba el trabajo de parto. Las manos de nuestra pro-
tagonista se han metamorfoseado en cabezas de animal, sean lobos69 o aves70, que
nos recuerda a las representaciones de la Potnia Theron, diosa de los animales y la
fecundidad, frecuente en todo el ámbito mediterráneo. Por nuestra parte, conside-
ramos que se trata de carniceros, esta metamorfosis pondría énfasis en las virtudes
de fuerza y ferocidad de este animal cuyo tótem bien mediante el consumo de su
carne o su grasa, bien por ser portadora del colgante de canino de lobo -localizado
en la misma cueva-santuario71 –acude a ayudar en el trance72 (Figura 9).

66.  González reyero, S. et al.: ibídem, p. 153.


67.  Un interesante recorrido por la iconografía de las aves en relación con las mujeres y la diosa: Olmos y
Tortosa, 2009:243-257. p. 251. Prados Torreira, L.: «Un viaje seguro: las representaciones de pies y aves en la
iconografía de época ibérica». Cuadernos de prehistoria y arqueología, 30, 2004, pp. 91-104.
68.  Plinio (HN XXVIII, 247) recogido en: Plinio (El Viejo); Cantó, J.: Historia Natural. Ed. Cátedra, Madrid, 2007.
69.  Lillo Carpio, P. A.: «Una aportación al estudio…», p. 776.
70.  Ocharan Ibarra, J. Á.: «Aproximación al estudio de los santuarios rupestres ibéricos de la región de
Murcia; La Nariz (Moratalla, Murcia)», en Actas del Congreso Internacional: El Santuario de la cueva de la Lobera,
Castellar (Jaén) 1912-2012. Castellar de Santiesteban (Jaén) del 4 al 6 octubre de 2012, CSIC, Castellar de Santiesteban,
2013, pp.289-307.
71.  Lillo carpio, P. A.: «El poblamiento ibérico…», p. 40.
72.  Esta ayuda no sería para nada despreciada teniendo en cuenta el alto grado de mortalidad femenina a causa
del parto y sus procesos (Campillo, 1995:317-340).

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Aunque recientemente se ha puesto en duda tanto la representación –de los


brazos de la figura– así como la pertenencia del canino a un lobo73, consideramos
evidente la asociación de la figura femenina tanto con lobos –la figura principal está
custodiada por estos animales, uno a cada lado– como con aves, manteniéndose, en
cualquier caso, el sentido en la lectura que proponemos. Por otro lado, sobre el hecho
de que el canino pertenezca a un lobo o a un lince –ambos animales depredadores
carnívoros– cabría reflexionar acerca de la construcción cultural que existe en el
mundo ibérico sobre cada uno de estos animales y la posibilidad, a nuestro parecer,
de que se vinculen a las mismas ideas y se asimilen ambos independientemente
de su especie, como parece suceder con el león y el lobo para este mismo periodo.
Con respecto a esta discusión, Lillo74 ya se planteó que en el fragmento se habían
representado dos lobos y dos carnívoros menos robustos que él interpreta como
zorros. En los estudios de zoología encontramos la existencia de una subespecie de
lobo denominado canis lupus deitanus; cuyos últimos especímenes procedentes de
Moratalla (Murcia) eran de «forma pequeña –la altura del tipo máximo75 hasta los
hombros es de 58 cm cuando en el caso del canis lupus signatus76 alcanza mínimo
los 70 cm–, de aspecto chacaloide y coloración más brillante que los del norte» en
palabras de Ángel Cabrera77 –el primer naturalista que determina esta subespecie–.
Una peculiaridad es que el autor sólo conoce esta forma en el Sudeste de España
entre la sierra de Taibilla y las Cabras, ámbito territorial en el que se inscribe la
cavidad objeto de nuestro estudio. Aunque el canis lupus deitanus se extinguió a
principios del siglo XX, se puede rastrear su existencia –y peculiar morfología78–
a través de diferentes fuentes recogidas por Caballero González79; consideramos
–aunque con lógica reserva– que el colmillo aparecido en la cueva-santuario y
los «zorros» representados en nuestro fragmento podrían corresponder a esta
subespecie de lobo, característico de este espacio del sudeste peninsular; y cuya
representación en el vaso acotaría el ámbito mítico a este territorio concreto.
Pero volvamos ahora a la mitología, no hay que olvidar que la propia diosa Leto,
a la que nos referíamos con anterioridad, según Aristóteles80 era una diosa de ca-
racterísticas lobunas; su hija, la diosa Ártemis también era denominada Lúkaina
–loba–, y tanto a Ártemis como a Apolo se les denominaba Lykegenés –nacidos de
loba–. Rómulo y Remo también tienen relación con una «madre-loba» que les
amamanta en este caso81.

73.  Ocharan Ibarra, J. A.: op. cita, p. 289-303.


74.  Lillo Carpio, P. A.: ídem.
75.  El ejemplar macho.
76.  Blanco, J.C.: Ecología, censos, percepción y evolución del lobo en España: análisis de un conflicto. SECEM,
2002.
77.  Cabrera, A.: «Los lobos en España». Bol. Real Soc. Esp. Hist. Nat., 7 (1907), 193-198.
78.  Al igual que algunas razas de perro como los mastines, el canis lupus deitanus presentaba espolones en sus
patas (Cabrera, 1907).
79.  Caballero González, M.: «Canis Lupus Deitanus». Revista Andelma. Boletín del centro de estudios Históricos
Fray Pasqual Salmerón, nº 13, 2006, pp. 8-14.
80.  Aris. VI, 580 a, 17 recogido por González Alcalde, J.: «Totemismo del lobo, rituales de iniciación y cuevas
santuario mediterráneas e ibéricas», Quad. Preh. Arq. Cast. 25, Castellón, 2006, pp. 249-269, p. 255.
81.  Blanco Freijeiro, A.: «El «carnassier» de Elche», en Homenaje a Alejandro Ramos Folqués. CAM, Elche, 1993, pp. 85-
97. p. 93. Ritcher, W.: «Wolf». Paulys Real-Enciclopädie der klassisches altertumwissenschaft, sup. 15, Berlin, 1978, pp. 959-994.

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

Esta asociación con los lobos también en el ámbito ibérico82 no parece obedecer
a la casualidad: el lobo es un símbolo de la naturaleza salvaje, es el monstruo venci-
do por el héroe, hazaña que aparece narrada en el grupo escultórico de El Pajarillo83
y en las representaciones figuradas sobre cerámica de la Alcudia de Elche84, entre
otros muchos ejemplos. Lobos y serpientes enlazan pues, nuestra escena, de una
forma simbólica con el antepasado heroizado –las aves con la diosa que protege
además de ser garante de fecundidad y regeneración del linaje y de su territorio–
todo ello nos lleva a pensar que nos encontramos frente a la representación de un
nacimiento, pero no se trata de cualquier alumbramiento, sino del nacimiento
del antepasado fundador del linaje que controla este territorio por eso se enmarca
en el espacio mítico con los símbolos garantes de su rango, esta idea parece refor-
zarse –como veremos– con el conocimiento de que la cueva además contenía un
enterramiento85.

3.5. EL FUEGO

Bajo los pies de la figura se puede observar la representación de un elemento que


tanto Lillo como Ruano identificaron como un escabel86, signo del carácter divino
de la protagonista de la escena.
Por nuestra parte, nos parece más acertada la propuesta de González Alcalde87
en cuanto a su identificación formal: una parrilla; aunque disentimos –en cierto
modo– con la función propuesta por este último autor.
Si bien es cierto que en contexto religioso es frecuente la aparición de braserillos,
quemaperfumes y parrillas que estarían relacionados tanto con rituales de comen-
salidad como con la presentación de ofrendas ante la divinidad; consideramos que
en este caso podría tener otra función alternativa, pues la figura femenina parece
situarse sobre una parrilla de la que asciende en nuestra opinión: vapor (Figura 10).
González Alcalde88 interpreta esta escena como la representación del transcurso
de un rito iniciático donde la figura –una sacerdotisa– se encuentra quizá saltando
sobre las brasas.

82.  La asociación entre el lobo y el espíritu de los antepasados ha sido puesta de relieve por Almagro y Lorrio
(2010; 2011).
83.  Molinos, M. et Al.: El santuario heroico de El Pajarillo. Huelma, Jaén. Universidad de Jaén. Excma. Diputación
Provincial. Consejería de Cultura de Andalucía, 1998.
84.  Ramos Fernández, R.: Simbología de la cerámica ibérica de La Alcudia de Elche. Elche. 1991.
85.  Ocharan Ibarra, J. y Alfaro, C.: op. cita, p. 38.
86.  Lillo Carpio, P. A. (1983): «Una aportación al estudio de la religión ibérica: la diosa de los lobos de la
Umbría de Salchite, Moratalla (Murcia)», en Crónica del XVI Congreso Arqueológico Nacional, pp. 769-788. Ruano,
E.: El Mueble Ibérico. Madrid (1992).
No estamos de acuerdo con esta interpretación, entre otros motivos, porque si se tratase de un escabel no
tendrían sentido los pequeños trazos paralelos representados en su parte superior, que interpretamos como vapor.
87.  González Alcalde, J.: op. cita, p. 252.
88.  González Alcalde, J.: idem. González Alcalde, J.: «Totemismo del lobo…» p. 268.

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Figura 10. Vapor y parrilla. Elaboración propia.

Sin embargo, siguiendo nuestra propuesta, el uso de baños de vapor local durante
los momentos previos al parto89 y en el postparto se encuentra bien documentado
por la antropología médica90, siendo muy beneficiosos para la mujer pues al ablandar
el periné facilita el trabajo de alumbramiento, evitando los desgarros y agilizando la
expulsión de la placenta91. También se atestigua el uso de diferentes plantas –poleo,
aligustre, ruda, artemisa, santolina, manzanilla, etc92 –cuyo sahumerio asociado al
vapor se ha empleado con fines medicinales en este tipo de trances a lo largo de la
historia hasta épocas recientes93. En ámbito peninsular encontramos paralelos en
las estructuras denominadas como «saunas castreñas» que han sido relacionadas
con rituales iniciáticos de carácter guerrero y también con iniciaciones femeninas,

89.  Encontramos una pervivencia muy interesante de prácticas similares a las que proponemos en ámbito
sudamericano, el denominado Temazcal, rito de purificación y terapéutico de origen prehispánico que se ha
empleado durante siglos en el embarazo, parto y postparto: Bourgey, A.: «Tituj: uso del baño de vapor por las
comadronas maya-k’iché del altiplano guatemalteco», en Memoria del 2º Foro Interamericano sobre Espiritualidad
Indígena, 2001, p. 211. Cosminsky, S.: «La atención del parto y la antropología médica», En Campos Navarro, R.
(Coord.): La antropología médica en México. México, DF: Instituto Mora/Universidad Autónoma Metropolitana, 2 (1992),
pp. 139-160. Mendoza González, Z.: «¿Dónde quedó el árbol de las placentas? Transformaciones en el saber acerca
del embarazo/parto/puerperio de dos generaciones de Triquis Migrantes a la Ciudad de México», Salud Colectiva,
Vol. 1, nº2, 2005, pp. 225-236.
90.  López Pérez, M.: «La transmisión a la Edad Media de la ciencia médica clásica.» Antigüedad y cristianismo:
Monografías históricas sobre la Antigüedad tardía 23, 2006, pp. 899-912. Simón, T.: op. cita, p. 257-278. Smith, C.
A. et al.: «Tratamientos complementarios y alternativos para el manejo del dolor durante el trabajo de parto». La
Biblioteca Cochrane Plus, 3 (2005), pp. 43 y ss.
91.  Actualmente encontramos testimonios orales como el de C. R. C. –octogenaria y natural de Jaén– que
cuenta como en uno de sus partos, en aquella época atendidos en su propia casa por una partera, ésta empleó vapor
local con los mismos objetivos que describe la antropología médica.
92.  Plantas endógenas que crecen habitualmente de forma silvestre y abundante en nuestros campos.
93.  Oliver Reche, M.I.: «Plantas y remedios usados tradicionalmente en la asistencia al parto». Matronas
Profesión, vol. I, 2000, pp. 32-41.

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

pues allí tenían lugar los ritos de purificación previos a la unión nupcial siendo
además, en algunas zonas94, el espacio donde las mujeres daban a luz95. Por lo que
consideramos que a la función ritual y simbólica de la parrilla se uniría posiblemente
un uso medicinal.

3.6. EL AGUA

El importante papel del agua en los rituales religiosos de los diferentes pue-
blos íberos no ofrece discusión aunque si matizaciones, en la cueva de La Nariz
la significación de este elemento está interrelacionado con varios hallazgos que
nos llevan a reflexionar sobre su papel en las prácticas cultuales realizadas en esta
cueva-santuario.
En primer lugar la existencia en esta cueva -como es el caso de otras muchas en
ámbito íbero- de al menos, un enterramiento anterior que al parecer era conocido
y respetado en época ibérica96. En segundo lugar la excavación de piletas con
sumideros para recoger tanto el agua del manantial como la que se infiltra –y
condensa– por las paredes de la cavidad, de esta forma el abastecimiento de agua
para los rituales quedaba asegurado. Y en tercer lugar la constatación de que las
paredes fueron modificadas antrópicamente para permitir que en el ocaso del
solsticio de invierno el último rayo de sol penetrase en el santuario e iluminase
la pileta de agua situada al fondo de la cueva97. Estas tres características confluyen
en una idea fundamental: el agua -que también presenta virtudes purificadoras,
salutíferas y regeneradoras- constituye una vía de contacto que pone en relación
la esfera humana con la sobrenatural en la que moran, además de las divinidades,
los ancestros98.
El momento del solsticio de invierno lo podemos vincular con una fase de recogi-
miento de la comunidad, época de racionamiento de los recursos recogidos durante
el verano y el otoño para sobrevivir al duro invierno. Y es también un período de
rememoración de los mitos al calor de la lumbre, en estos momentos la comunidad
recordaría al antepasado mítico en su faceta de Rex benéfico el que inició el tiempo

94.  Fundamentalmente de sustrato indoeuropeo (Barfield y Hodder, 1987).


95.  Barfield, L. y Hodder, M.: «Burnt mounds as saunas and the prehistory of bathing», Antiquity, 61: 370-379,
1987, p. 374. Almagro Gorbea, M., y Álvarez Sanchís, J. R.: «La «Sauna» de Ulaca: Saunas y baños iniciáticos en el
mundo céltico». Cuadernos de arqueología de la Universidad de navarra, nº 1, 1993, pp. 177-254. Almagro Gorbea, M.,
y Moltó, L.: «Saunas en la Hispania prerromana». Espacio Tiempo y Forma. Serie II, Historia Antigua, 1992, pp.63-76.
96.  Ocharan Ibarra, J. y Alfaro, C.: op. cita, p. 37.
97.  Ocharan Ibarra, J.: «Santuarios rupestres ibéricos…», p. 138-140.
Ocharan Ibarra, J. y Alfaro, C.: ídem, p. 40.
98.  Esta idea aparece en prácticamente todas las culturas antiguas; en Grecia, por citar algún ejemplo, los
sacrificios a los héroes se realizaban en las aguas de algunos ríos –como el Alfeo y el Aqueloo- con la creencia
que de esta forma la ofrenda era recibida directamente por el antepasado (recogido por Ekroth, 2000:266 y ss);
para ilustrar esta idea en el mundo ibérico contamos el bronce del sacrificador de Puerta del Segura que ha sido
interpretada en este mismo sentido (Almagro Gorbea y Lorrio Alvarado, 2010). En este mismo sentido han sido
interpretadas recientemente tanto el caso del santuario de El pajarillo, vinculado al río Jandulilla, como las ofrendas
efectuadas en los lagos naturales, piletas y gourgs de las cuevas- santuario, entre otros ejemplos (Sánchez Moral,
M. E.: Agua y culto en los santuarios ibéricos del ámbito meridional de la península ibérica (ss. V-I a. n. e.). Memoria DEA
inédita, UNED, Madrid, 2013).

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María Elena Sánchez Moral

mediante el calendario, enseñó a usar


el arado y fijó las leyes y ritos religio-
sos instituyendo el fuego del hogar y
el sacrificio a los antepasados a través
de las aguas99.
Aunque por el momento no te-
nemos forma de contrastar nuestros
interrogantes, esta reflexión anterior
nos lleva a preguntarnos: ¿durante este
solsticio de invierno se realizaría algún
tipo de sacrificio especial destinado al
antepasado a través de las aguas de la
pileta iluminada por el último rayo de
sol del primer día invernal? ¿Sería en
este momento cuando se hiciera visi-
ble alguna escena relacionada con la
hierofanía de la divinidad femenina al
igual que parece suceder en alguna de
Figura 11. Cueva de la Nariz durante el solsticio de Invierno.
las cuevas-santuario de la alta Anda-
Fuente: J. Ocharán, 2015 lucía100? lo que parece evidente es que
el mismo trabajo realizado en las pa-
redes de la cueva para permitir este acontecimiento solar ya es buen indicador de
que con ocasión de este suceso –que se repetiría de forma anual–, en el santuario y
a través de sus aguas debió realizarse algún ritual de especial significación para las
comunidades que frecuentaban la cueva-santuario (Figura 11).

4. LA MEMORIA EN SU ESPACIO TERRITORIAL

La memoria no es un proceso fijo e inamovible a lo largo del tiempo, más bien


al contrario, permite reinterpretaciones para amoldarse a los cambios sociopolí-
ticos que acontecen dentro del territorio de la comunidad que configura este re-
cuerdo101. Un ejemplo de este tipo de procesos lo podemos encontrar en nuestra
zona de estudio con el eje vertebrador del alumbramiento y su gestualidad que –
como proponemos en nuestro trabajo– se representó en «la diosa de los lobos» y
que posiblemente fue desarrollado a partir de una memoria anterior que perduró
transformándose a lo largo del tiempo.

99.  Almagro Gorbea, M. y Lorrio Alvarado, A.: «El heros ktistes y los símbolos de poder de la Hispania
prerromana». En F. Burillo (ed.), Ritos y Mitos. VI Simposio sobre los Celtíberos, (Daroca, 2008), Estudios Celtibéricos
nº 6, 2010, Zaragoza, pp. 157-181, p. 165.
100.  Esteban, C.; Rísquez, C. y Rueda, C.: «An evanescent vision of the divinity. The equinoctial sun at
the iberian sanctuary of Castellar», en: Malville, K.; Moussas, M.; y Rappenglueck, M. (Ed.): XXI SEAC 2013
International Conference: Astronomy Mother and Civilization and Guide to the Future. 2014.
101.  González Reyero, S. et al.: op. cita, p. 151.

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

Figura 13. Dama Velada en los Morillos del


Figura 12. Arte Rupestre de Las Bojadillas (Nerpio, poblado de Los Molinicos (Moratalla, Murcia).
Albacete). Fuente: Jordán Montes, 2006. Fuente: González Reyero et al., 2014.

Sin abandonar este territorio, en la zona de las Bojadillas (Nerpio, Albacete), en el


campo de San Juan (Moratalla, Murcia), donde se sitúa la cueva de La Nariz, se han
documentado una serie de pinturas rupestres que ilustran nuestra propuesta para
momentos previos al mundo ibérico102. Entre estas figuras nos llama la atención la
denominada figura 27 de Las Bojadillas I103 (Figura 12), en la que se ha representado
una mujer de forma naturalista, que se encuentra en posición de parto –con las
piernas flexionadas y abiertas de forma acuclillada– apoyándose en lo que parece
un árbol tan esquematizado que asemeja una columna o ¿una estalagmita?, motivo
que algunos investigadores han denominado significativamente: árbol del paraíso o
columna de la vida104. A su lado, la figura 28, asemeja un ave o gallinácea sin cabeza
que nos recuerda a las aves representadas bajo la parrilla de la cueva de La Nariz;
escena y acompañante llamativamente similares a la «diosa de los lobos».
En el poblado de Los Molinicos, vinculado con el santuario de La Nariz105–y cuya
cronología abarca desde el bronce final hasta el siglo IV a. n. e.– en el interior de una
estancia interpretada como espacio religioso donde además se localizaron varios
enterramientos de cronología anterior que habrían sido descubiertos y respetados

102.  Royo Guillén, J. I.: Arte rupestre de época ibérica. Grabados con representaciones ecuestres. Servei
d´investigacions Arquèologiques i prehistòriques. Castellón, 2004, pp. 120 y ss. Royo Guillén, J. I.: «Arte rupestre
de la edad del hierro en la península ibérica: tipos cronología y contexto». Fundhamentos. Congreso Internacional
IFRAO 2009; IX- Vol. IV (2009-2010), pp. 1193-1209.
103.  Jordán Montes, J.F.: «Arte rupestre en Las Bojadillas (Nerpio, Albacete) y en el Campo de San Juan
(Moratalla, Murcia) –mitos y ritos en el arte rupestre levantino–.» Quaderns de prehistòria i arqueologia de Castelló,
Nº. 25 (2006), pp. 21-52. p. 34-35.
104.  Jordán Montes, J. F.: «Árboles del Paraíso y columnas de la vida en el arte rupestre postpaleolítico de la
península ibérica». BARA: Boletín de arte rupestre de Aragón, Nº 4 (2001), págs. 87-112.
105.  González Reyero, S. et al.: op. cita.

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en época ibérica106, se documentaron una serie de morillos vinculados al fuego y al


culto a la memoria del antepasado mítico; en cuyos laterales se moldeó una figura
femenina con busto, velo y los brazos levantados, una gestualidad –y representación–
que González Reyero107 ha relacionado con la posterior figura femenina de la Umbría
de Salchite, datada en torno al siglo II a. n. e. (Figura 13).
Por otro lado, debemos recordar que este tipo de morillos han sido interpreta-
dos por diferentes autores108 como la base idónea para disponer asadores y formar
una parrilla; tipológicamente muy similar a la representada en el fragmento cerá-
mico que nos ocupa.

Figura 14. Columna estalagmítica en La Cueva Negra de Fortuna (Murcia). Fuente: Autora.
Además en la etnografía, en un momento posterior, encontramos diferentes
datos sobre prácticas similares a las que proponemos en este trabajo y que se rea-
lizaban en la Cueva Negra de Fortuna (Murcia) –que se sitúa no muy distante del
territorio de la cueva de la Nariz– hasta mediados del siglo XX. Un dato muy inte-
resante es que a la Cueva Negra de Fortuna acudían las mujeres a dar a luz109, algu-
nas agarradas del tilo110 que había en su entrada para que «les facilitara los partos
complicados»111 (Figura 14).

106.  Lillo, P.: El poblado ibérico fortificado de Los Molinicos. Moratalla (Murcia). Murcia, ed. Regional de Murcia,
1993, p. 214.
107.  González Reyero, S. et al.: ibídem, p. 158
108.  Armada, X. L.: «Asadores de la Península Ibérica y cuestión orientalizante: un ensayo de síntesis». AESPA,
35, 2005, pp. 1249-1268. Maluquer de Motes, J.: «Sobre el uso de morillos durante la Edad de hierro en la cuenca del
Ebro», Príncipe de Viana, 90-91, 1963, pp. 29-39. Maderuelo, M. y Pastor, M. J.: «Excavaciones en Reíllo, Cuenca».
Noticiario Arqueológico Hispánico, 12, 1981, pp. 159-185. Ruiz Zapatero, G.: «El Roquizal del Rullo: aproximación a la
secuencia cultural y cronológica de los campos de urnas del Bajo Aragón», en, Trabajos de Prehistoria, 36, 1979,
pp. 247-287.
109.  Jordán Montes, J. F. y Molina Gómez, J. A.: op. cita, p. 183-195.
110.  El tronco del tilo también se empleaba para sanar las hernias: antes se lavaba al enfermo con el agua de
la cueva y después se pasaba por el tronco hueco del árbol o por debajo; esto se hacía el último día del año por la
noche con un carácter claramente purificador además de salutífero (Fernández Ardanaz, 2003:197-209). Del tilo
no se conserva ningún resto, sin embargo encontramos que en la Cueva Negra de Fortuna existe una columna
estalagmítica que recuerda al tronco de un árbol.
111.  Fernández Ardanaz, S.: op. cita, p. 208.

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

Tras los nacimientos el agua de la cueva se empleaba para lavar al recién naci-
do y a la madre. Este primer baño con las aguas de la cueva era tan importante,
que los niños que no nacían allí eran llevados por sus padres desde las comarcas
cercanas para realizarlo. Entre los tituli picti de época romana documentados en la
cueva Negra de Fortuna podemos encontrar algunas referencias a rituales simila-
res a los que se constatan etnográficamente. Según Fernández Ardanaz112: «estos
aspectos probablemente se pueden considerar pervivencias culturales, por lo que
posiblemente prácticas y ritos similares se realizasen en época ibérica»113 (Figura 15).

Figura 15. Mapa de situación (1:500.000): 1. La Cueva de La Nariz (Umbría de Salchite, Moratalla,
Murcia); 2. Calar de la cueva de La Capilla (Umbría de Salchite, Moratalla, Murcia); 3. La Risca
(Moratalla, Murcia); 4. Los Molinicos (Moratalla, Murcia); 5. Las Bojadillas (Nerpio, albacete); 6.
Cueva Negra de Fortuna (Murcia). Fuente: Elaboración propia.

5. LA MUJER DETRÁS DE LA «MÁSCARA»

Para finalizar, aún nos falta detenernos en la protagonista de la escena: ¿Quién


pudo ser la figura femenina representada en la «diosa de los lobos»?.
Somos conscientes de la dificultad añadida que encierra este trabajo; la aproxi-
mación a ciertos aspectos de género continúa hoy siendo muy complicada debido
a la carencia de datos de que disponemos. El silencio sobre las mujeres a lo largo
de los siglos bien sea por un interés de mantenerlas en una posición secundaria o
bien por no considerar importantes sus aportaciones y procesos, ha ocasionado que
su visibilización y restitución en la historia constituya una tarea lenta y compleja
sobre todo en cronologías como la que nos ocupa, en la que además carecemos de
textos íberos que nos puedan ofrecer guía.
Entre muchas culturas antiguas del ámbito Mediterráneo, es posible documentar
que las iniciaciones femeninas presentan varios grados o niveles que comienzan con

112.  Fernández Ardanaz, S.: op. cita, p. 200.


113.  En la mitología, y no sólo en ámbito mediterráneo, se documentan múltiples ejemplos de partos y
nacimientos milagrosos en cuevas, para ampliar estos aspectos consultar: Jordán Montes, J. F. y Molina Gómez,
J. A.: «Partos milagrosos en …», pp. 183-195.

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la primera menstruación de la joven y culminan con el primer parto llevado a buen


término; trance que marca un hito en la vida de cualquier mujer y que podríamos
considerar un ritual iniciático en sí mismo. Esto parece constatarse en la Atenas del
siglo V a. n. e. donde se documentan diferentes instituciones –una de las mejores
estudiadas es el santuario de Brauron114 –destinadas a preparar a las jóvenes en
los procesos asociados a la entrada de la edad fértil, pues la mujer no accede a su
nuevo oikos hasta la llegada del primer hijo115. Para el caso romano, bien estudiado
por Torelli, encontramos asimismo este concepto, ya que hasta el nacimiento del
primogénito la mujer no adquiere el estatus de matrona y materfamilias116
En el mundo ibérico los ritos de paso femeninos se relacionan de igual modo
con el nuevo rol que la mujer va a desarrollar en la sociedad: la maternidad.117 Desde
el siglo IV a. n. e. y fundamentalmente durante el siglo III a. n. e. se comienzan a
documentar en los santuarios del ámbito ibérico –fundamentalmente en la alta
Andalucía– una serie de materiales votivos que inciden en aspectos vinculados
a la fecundidad humana: exvotos masculinos itifálicos, úteros, senos e incluso
el propio sexo femenino; junto a representaciones de parejas recuperadas en las
cuevas-santuario de Collado de los Jardines (Santa Elena, Jaén)118 (Figura 16), la
Lobera (Castellar de Santiesteban, Jaén) 119, el Santuario de La Luz (Murcia) 120 y en
La Algaida (Sanlúcar de Barrameda) 121.

114.  La diosa Ártemis «domestica» a las jóvenes para que asuman el rol de su futura vida.
Giuman, M.: op. cita. Gentili, B. y Perusino, F. (eds.): Le orse di Brauron: Un rituale di iniziazione femminile nel
santuario di Artemise, ETS, Pisa, 2002. Brelich, A.: Paides e parthenoi. Rome, 1969, pp. 152–153. Marinatos, N.: «The
Arkteia and the Gradual Transformation of the Maiden into a Woman», in Gentile, B. and Perusino, J. (Eds.): Le orse
di Brauron. Un rituale di iniziazione femminile nel santuario di Artemide, Pisa, 2002, pp. 29-42, p. 42.
115.  Brulé, P.: «La fille d’Athènes. La religion des filles à Athènes à l’époque classique. Mythes, cultes et
societé». Centre de Recherches d’Histoire Ancienne, 76. Paris, 1987, p. 406. Dowden, K.: Death and the Maiden: Girls’
Initiation Rites in Greek Mythology. Routledge: London and New York, 1989, p. 44. Vernant, J. P.: La muerte en los
ojos: figuras del otro en la antigua Grecia. Ed. Gedisa. Barcelona, 1986, pp. 25-29.
116.  Torelli, M.: Lavinio e Roma. Riti iniziatici e matrimonio tra archeologia e storia. Ed. Quasar, Roma, 1984, p.
71 y ss.
117.  Moneo, T.: ídem, p. 395. Grau Mira, I. y Amorós López, I.: «La delimitación de los espacios territoriales
ibéricos: el culto en el confín y las cuevas-santuario». En Actas del Congreso Internacional: El Santuario de la cueva
de la Lobera, Castellar (Jaén) 1912-2012. Castellar de Santiesteban (Jaén) del 4 al 6 octubre de 2012, CSIC, Castellar de
Santiesteban, 2013, pp. 341-384. Rueda, C.: «Ritos de paso de edad y ritos nupciales en la religiosidad ibera: algunos
casos de estudio», En Actas del Congreso Internacional: El Santuario de la cueva de la Lobera, Castellar (Jaén) 1912-2012,
Castellar de Santiesteban (Jaén) del 4 al 6 octubre de 2012, CSIC, Castellar de Santiesteban,, 2013, pp. 341-384.
118.  Nicolini, G.: Bronces ibéricos. Ed. G. Gili, 1977, Barcelona. Prados Torreira, L.: «Los ritos de paso y su
reflejo en la toréutica ibérica», en Iconografía ibérica, iconografía itálica: propuestas de interpretación y lectura (Roma
11-13, nov. 1993): coloquio internacional, Roma, 1997, pp. 273-282. Prados Torreira, L.: «Mujer y espacio sagrado:
Haciendo visibles a las mujeres en los lugares de culto de la época ibérica», Complutum, Vol. 18, 2007, Madrid, pp.
217-225. Prados Torreira, L.: «Y la mujer se hace visible: estudios de género en la arqueología ibérica», en Prados
Torreira, L. y López Ruíz, C. (Coords.): Arqueología del género: 1er encuentro internacional en la UAM, Madrid, 2008,
pp. 225-250.
119.  Pertenece a la colección privada de M. Horace Sandars (Sanjuán y Jiménez de Cisneros, 1916:195-197).
Nicolini, G. et al.: El santuario ibérico de Castellar, Jaén. Intervenciones arqueológicas 1966-1991, 2004, Sevilla.
120.  Lillo Carpio, P. A.: «Los exvotos de bronce del santuario ibérico de La Luz y su contexto arqueológico».
APAUM 7-8, 1991-2, pp. 107-142, p. 129.
121.  Corzo, R.: «El santuario de La Algaida y la formación de sus talleres artesanales», en Costa, J. y Fernández,
J. (Eds.): Santuarios fenicio-púnicos en Ibiza y su influencia en los cultos indígenas. XIV Jornadas de arqueología Fenicio-
Púnica. Eivissa 1999. Ibiza, 2000, pp. 147-184. Izquierdo, I. y Prados Torreira, L.: «Espacios funerarios y religiosos
en la Cultura ibérica: lecturas desde el género en arqueología», SPAL: Revista de prehistoria y arqueología de la
Universidad de Sevilla, 13, pp. 155-180, 2004, p. 171. Prados Torreira, L.: «Mujer y espacio sagrado…», pp. 217-225.
Prados Torreira, L.: «¿Por qué se ofrecían los exvotos de recién nacidos? Una aproximación a la presencia de

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

Más escasas son las representaciones de mujeres


embarazadas –por el momento tres en todo el ámbi-
to ibérico–, posiblemente por la consideración entre
los íberos del proceso de gestación como un rito de
separación.122 En la necrópolis de la Albufereta apa-
reció una representación de mujer encinta que porta
en su mano izquierda un ave123. Un caso especial se
recuperó en el santuario de Torreparedones, un ex-
voto pétreo que representa a una mujer en avanzado
estado de gestación y que presenta un importante
desgaste localizado en su vientre, lo que induce a
pensar que posiblemente se emplease en algún tipo
de ritual relacionado con la fecundidad124. También
se documentó un exvoto de bronce representando
a una mujer gestante –que sostiene en su mano una
granada mientras se acaricia el vientre– en Collado
de los Jardines. En este mismo santuario se ha re-
Figura 16. Mujer gestante (Collado de Los Jardines,
Santa Elena, Jaén). Fuente: Prados, 2013. cuperado un conjunto de exvotos que representan
niños recién nacidos, éstos podrían expresar una pe-
tición de fecundidad, buen parto, lactancia o un ritual de presentación del recién
nacido y de agradecimiento; sin embargo no se puede descartar su ofrecimiento
también en los casos de fallecimiento del infante o de la madre125. Por un lado en-
contramos materiales votivos ofrendados como petición o agradecimiento tras una
sanación, y por otro, exvotos que se depositaron tras la realización de un ritual
de paso; materiales que en conjunto permiten visibilizar a las mujeres dentro de la
sociedad ibérica del siglo III a. n. e.
La función de estos rituales de paso entre las mujeres pudo tener otra motiva-
ción subyacente –además de remarcar la llegada de éstas a la edad fértil–, pues tal y

«bebés enfajados» en el santuario ibérico de Collado de los Jardines (Sta. Elena, Jaén)», en Actas del Congreso
Internacional: El Santuario de la cueva de la Lobera, Castellar (Jaén) 1912-2012, Castellar de Santiesteban (Jaén) del 4 al
6 octubre de 2012, CSIC, Castellar de Santiesteban, 2013, pp. 325-341. Prados Torreira, L.: «Las representaciones de
grupos familiares en los santuarios de la cultura ibérica», en Homenaje a Ricardo Olmos. Per speculum in aenigmate.
Miradas sobre la antigüedad, Anejos de Erytheia, Estudios y Textos, 7, ACHH, Madrid, 2014a, pp. 400-406. Prados
Torreira, L.: «La participación de la comunidad, las unidades domésticas y los individuos en los rituales de los
santuarios de la cultura ibérica», en Reunión científica: Diálogo de identidades. Bajo el prima de las manifestaciones
religiosas en el ámbito mediterráneo (III a.C.-I d. C.). Mérida (Badajoz, España), 12-14 noviembre, 2012, 2014b.
122.  Rueda, C.: «Ritos de paso de edad…», p. 356. Prados Torreira, L.: «Mujer y espacio sagrado…», pp.
217-225. Prados Torreira, L.: «Por qué se ofrecían…», pp. 325-341. Prados Torreira, L.: «Las representaciones de
grupos…», pp. 231. Prados Torreira, L.: «La participación de la comunidad…», pp. 198.
123.  Olmos, R. et al.: «Los Iberos y sus imágenes…», pp. 59-8.
124.  Prados Torreira, L.: «¿Por qué se ofrecían …» p. 341. Rueda, C.: «Ritos de paso de edad y ritos nupciales
en la religiosidad ibera: algunos casos de estudio», En Actas del Congreso Internacional: El Santuario de la cueva de
la Lobera, Castellar (Jaén) 1912-2012, Castellar de Santiesteban (Jaén) del 4 al 6 octubre de 2012, CSIC, Castellar de
Santiesteban, 2013, pp. 341-384.Izquierdo, I. y Prados Torreira, L.: op. cita, pp. 155-180.
125.  Prados Torreira, L.: «Los santuarios de la Alta Andalucía en época ibérica: Origen e implantación
territorial». Papers from the EAA Third annual meeting at Ravena, 1997, Vol. I. BAR int. Ser. 717, Oxford, 1998, pp. 184-
186. p. 69. Prados Torreira, L.: «¿Por qué se ofrecían…», pp. 325-341.

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como los últimos estudios reflejan126 algunas mujeres ibéricas gozaron de una gran
consideración social por su papel como transmisoras del linaje masculino. Estos
linajes destacados de las élites íberas legitimarían su situación privilegiada frente
al resto de la comunidad mediante mitos que se plasmaron en la temática escultó-
rica y la cerámica figurada127.
La mujer representada en el fragmento de la «diosa de los lobos», como hemos
expuesto anteriormente, se encuentra acompañada por un importante símbolo: las
aves, atributo divino, que además vincula el espacio de los humanos con el de los
dioses128. La asociación entre aves, mujeres y diosas129 es una constante dentro de
la iconografía ibérica –y mediterránea–; la representación de estos animales mar-
ca la presencia divina en esta escena... pero, entonces ¿nos encontramos ante una
mujer o ante una diosa?
A nuestro parecer las aves deifican a la mortal a la que están acompañando. La
mujer ha sido representada con los símbolos de una diosa porque lo que se quiere
destacar es un hecho extraordinario: la mitificación de la fertilidad femenina. A
diferencia de las iniciaciones masculinas que requieren la realización de una hazaña
heroica para culminar el tránsito a la vida adulta, los ritos de paso femeninos implican
la presentación ante la sociedad de la –hasta ese momento– niña metamorfoseada
ya en mujer; y para ello se emplea el modelo divino junto con sus atributos130, pues
a partir de esa iniciación la mujer –mediante su fertilidad–, al igual que la diosa,
será garante de la renovación de la comunidad a la que pertenece.
Al hilo de lo planteado, encontramos una serie de referencias que nos dan una
pista sobre la consideración de las mujeres en las sociedades ibéricas dentro del
marco de la segunda guerra púnica. En este momento tenemos constancia de la
importancia que llegaban a tener las mujeres íberas de alto rango para la mate-
rialización de una política matrimonial muy bien calculada; quizá el ejemplo más
conocido sean los pactos matrimoniales de los Barca para sellar acuerdos de ca-
rácter político, esto es, adherir al bando cartaginés las tribus a las que pertenecían
sus esposas131. Mediante las alianzas matrimoniales las mujeres eran empleadas

126.  Chapa, T.: «Espacio vivido y espacio representado: las mujeres en la sociedad ibérica». En Morant, I. (Dir.):
Historia de las mujeres en España y América Latina. De la prehistoria a la edad media. Vol. I, ed. Cátedra, Madrid, pp. 117-
137, 2005, p. 117. Chapa, T. e Izquierdo, I.: «La dama de Baza en la historia de la investigación de la cultura ibérica»,
En Chapa, T. e Izquierdo, I. (coords.): Actas del Encuentro Internacional Museo Arqueológico Nacional: La Dama de
Baza: un viaje femenino al más allá, 2007, 2008, pp. 27-41. Falomir, F; et alii, (en prensa): «El área funeraria de Los
Cabañiles (Zucaina, Alto Mijares, Castellón). Agrupaciones tumulares, edificios y su articulación espacial (siglos VII-
VI a. C.).» En: Actas del coloquio «Arquitecturas funerarias y memoria: la gestión de las necrópolis en Europa Occidental
(ss. X-III a. C.). Casa de Velázquez, Madrid, 13 y 14 de marzo de 2014.
127.  Chapa, T.: «Espacio vivido…», p. 123.
128.  Olmos, R. y Tortosa, T.: «Aves, diosas y mujeres», en Chapa, T. e Izquierdo, I. (coords.): Actas del
Encuentro Internacional Museo Arqueológico Nacional: La Dama de Baza: un viaje femenino al más allá, 2007. Madrid,
2010, pp. 243-257.
129.  Olmos, R. y Tortosa, T.: «Aves, diosas…», pp. 243-257.
130.  Segarra Crespo, D.: «Aprehender la naturaleza recreándola: modelos cosmogónicos en el mundo ibérico»,
Saguntum, nº extra 1 (1998), pp. 217-224. Perea, A.: «Entre la metáfora y el mito. La representación simbólica de lo
femenino en la sociedad ibérica», MARQ: arqueología y Museos, 1, 2006, pp. 49-68.
131.  Sánchez Moreno, E.: «La mujer en las formas de relación entre núcleos y territorios de la Iberia
protohistórica I. Testimonios literarios.» Espacio, tiempo y forma. Serie II. Historia Antigua. T. 10 (1997), pp. 285-294.

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

como instrumentos de cohesión social132. Cabe suponer que estos pactos además
se legitimaban y/o se consolidaban fundamentalmente a través de la descendencia
que hubiera dentro de esa unión. Por este motivo se valoró tan positivamente el
respeto guardado por romanos y cartagineses hacia las mujeres íberas y celtíberas
entregadas como rehén. En diferentes fuentes encontramos sobrados ejemplos
sobre como el respeto a las mujeres motivó apoyos y la adhesión a un bando u otro
durante la segunda guerra púnica; siendo el caso del general Escipión uno de los
más destacables por el extremo cuidado y respeto con que guardaba a las mujeres
que tuvo como rehenes, lo que le valió numerosas alianzas con íberos y celtíberos133.
Pues respetando a las mujeres se respetaba implícitamente el sistema de intercam-
bios, pactos y alianzas matrimoniales en que seguramente se sustentase gran parte
de la diplomacia indígena.
A pesar de su utilización política las mujeres de las aristocracias locales íberas
no serían sólo una moneda de cambio, ostentarían un cierto poder dentro de su
sociedad, o al menos esto parece desprenderse de algunos hallazgos en necrópolis
donde las tumbas a partir de las que se redistribuye el espacio funerario son
precisamente túmulos donde se depositaron cremaciones que corresponden a
mujeres134. Otro ejemplo lo encontramos en tumbas como la de la Dama de Baza
acompañada por un ajuar compuesto, entre otros materiales, por cuatro panoplias
guerreras135 y una escultura que representa a una mujer con atributos de diosa –
trono alado y una pequeña ave en su mano izquierda– cuyos rasgos han buscado
reflejar a una mujer concreta: la antepasada. Aunque quizá el caso más llamativo
–pues aúna ambos aspectos– sea el del conjunto escultórico del Cerrillo Blanco de
Porcuna (Figura 17), donde aparece una pareja que ha sido identificada como los
antepasados. Sobre la espalda de la antepasada se desliza una serpiente que parece
proseguir camino hasta el pecho femenino136, otra mujer –que se ha vinculado
asimismo con esta pareja–parece sostener en una de sus manos un ave del que sólo
se conservan los trazos de sus plumas137. De nuevo aves y serpientes acompañan a
las mujeres, simbolizando tanto su rango como su identificación como antepasadas.
Estatus social que pudo ser contrastado tras la excavación de la necrópolis donde
apareció el conjunto escultórico: la tumba más antigua correspondía a una pareja,

132.  Lucas Pellicer, R.: «La mujer símbolo de fecundidad en la España prerromana», En Garrido, E. (Ed.): La
mujer en el mundo antiguo. Madrid, 1986, p. 351. Garrido, E.: Historia de las mujeres en España. Madrid, 1997, pp. 81-97.
133.  Recogidas en: Sánchez Moreno, E.: «La mujer en las formas de relación entre núcleos y territorios de
la Iberia protohistórica I. Testimonios literarios.», Espacio, tiempo y forma. Serie II. Historia Antigua. T. 10, 1997, pp.
285-294.
134.  Falomir, F; et alii: «El área funeraria de Los Cabañiles (Zucaina, Alto Mijares, Castellón). Agrupaciones
tumulares, edificios y su articulación espacial (siglos VII-VI a. C.).» En: Actas del coloquio «Arquitecturas funerarias y
memoria: la gestión de las necrópolis en Europa Occidental (ss. X-III a. C.). Casa de Velázquez, Madrid, 13 y 14 de marzo
de 2014, (en prensa). Risquez Cuenca, C. y García Luque, A.: «Mujeres en el origen de la aristocracia ibera: una
lectura desde la muerte». Complutum, 18, 2007, págs. 263-270.
135.  Quesada Sanz, F.: El armamento ibérico. Estudio tipológico, geográfico, funcional, social y simbólico de las
armas en la Cultura Ibérica (ss. VI-I a.C.). Monographies Instrumentum 3. 2 vols. Ed. Monique Mergoil. Montagnac,
1997, p. 637.
136.  Olmos, R. et al.: «Los grupos escultóricos…», p. 130.
137.  Olmos, R., y Tortosa, T.: «Aves, diosas y mujeres», en Chapa, T. e Izquierdo, I. (coords.): Actas del
Encuentro Internacional Museo Arqueológico Nacional: La Dama de Baza: un viaje femenino al más allá, 2007. Madrid,
2009, pp. 27-41.

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un hombre y una mujer, que han sido interpretados como la pareja fundadora del
linaje representada en las esculturas, fechadas doscientos años después de este
enterramiento138.
En nuestra opinión, la mujer representada en «la diosa de los lobos» pudo ser
la antepasada cuyo recuerdo se convertiría en uno de los signos identitarios de sus
descendientes y, por extensión, de la sociedad clientelar. Su memoria, como hemos

Figura 17. Antepasados del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén), en la escultura de la derecha
se observa la serpiente sobre el hombro de la antepasada. Fuente: Autora.

visto iconográficamente parece tener un amplio recorrido cronológico en este te-


rritorio del campo de San Juan, dotando de prestigio e identidad a estos grupos que
al celebrar sus rituales en este espacio sacro de La Nariz, continuarían honrando
–y reinterpretando– este recuerdo hasta convertirlo en un hecho mítico.

6. A MODO DE CONCLUSIONES

Por todo lo expuesto anteriormente, consideramos que en la «diosa de los lo-


bos» se plasmó una escena de nacimiento de un linaje con un marcado carácter
mítico. La antepasada fue representada participando en un ritual: la hierofanía de
una diosa cuyos atributos le protegen en el trance del alumbramiento y además
legitiman también mediante la rememoración que indica el lañado del vaso, el en-
terramiento y el acontecimiento astronómico documentado en el santuario de La
Nariz, representa el linaje excepcional del antepasado o antepasada139 de la élite
aristocrática que controla el territorio; cuya historia narrada a través de grandes

138.  Rueda, C. y González Reyero, S.: Imágenes de los iberos. Comunicar sin palabras en las sociedades de la
antigua Iberia. Ed. Catarata, Madrid, 2010, pp-47-48.
139.  No podemos dejar de plantear la posibilidad de que se trate de un enterramiento femenino a falta de los
estudios antropológicos que determinen su sexo.

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¿El nacimiento mítico de un linaje? 

vasos, como al que pertenecía el fragmento que nos ocupa, constituiría una de las
señas identitarias que cohesionaría también a su clientela en torno a una memoria
común frente a la realidad ineludible de la cada vez mayor presencia romana en el
Campo de San Juan hacia el siglo II a. n. e.
Por otro lado, en la cueva santuario de La Nariz recientemente se han docu-
mentado ofrendas que Ocharan interpreta: «con un marcado carácter femenino»
y las asocia al enterramiento realizado en la misma cavidad140. No podemos dejar de
plantear esta cuestión: ¿Podrían interpretarse estos materiales como ofrendas que
las propias mujeres depositaron como petición de fecundidad o agradecimiento tras
un buen parto, teniendo en cuenta la memoria que atesoraba este espacio cultual?
El templo de Ártemis Ilitía en Delos, del que hablamos anteriormente, guardaba
la memoria de otro suceso mítico: el parto de Leto del que nacieron los dioses Ár-
temis y Apolo. Debido al recuerdo de este acontecimiento extraordinario, las mu-
jeres acudían allí a solicitar fecundidad y un buen parto; y para ello depositaban
–entre otras ofrendas- exvotos pétreos en los que se representaban, como hemos
visto, de una forma muy similar a la escena de la «diosa de los lobos»: estante, con
el cinturón aun ciñendo sus vestiduras, con la antorcha sobre uno de sus hombros
y con una gestualidad idéntica: un brazo levantado, como si tocasen o se apoyasen
en un árbol -la palmera en el caso griego, el abeto en el ibérico- que ayudó a Leto
en su difícil parto divino (Figura 18).
Las similitudes que presenta esta escena de la Umbría de Salchite con las repre-
sentaciones documentadas en Delos –y en otras partes del mediterráneo antiguo,
como hemos visto son evidentes, no es éste el primer caso que encontramos en

Figura 18. Exvoto del Santuario de Artemis Ilitia en Delos (Grecia) s. IV a. n. e.


Fuente: Valtierra Lacalle, 2011.

140.  Ocharan Ibarra, J. y Alfaro, C.: ibídem, p. 39.

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nuestro ámbito de estudio, donde –en palabras de Grau y Rueda141–: «la imagen
griega es frecuentemente asimilada e integrada dentro de la iconografía ibérica,
añadiendo nuevos significados al sistema de creencias íbero».
Consideramos que esta memoria mítica pudo ser crucial en la construcción y
preservación de este territorio sociopolítico142. Este aspecto se remarcaría a través
del papel centralizador que tendría la cueva de La Nariz, tanto en la perpetuación
y conveniente transformación de este mito, como en su ubicación dentro de este
territorio; pues estamos ante un santuario comunitario liminal, desde donde,
además de cohesionar a las poblaciones que lo conforman, se ejerce un control
sobre el territorio y los accesos a éste. No hay que olvidar que los espacios liminales
son los lugares donde se sitúan y rememoran los mitos143. Por este motivo quizá
el hecho de solicitar y agradecer un buen parto –entre otros rituales– en este
espacio sacro implicaría, a parte del aspecto iniciático y apotropaico, un énfasis en
la pertenencia al grupo que controla ese territorio, descendiente del antepasado
o antepasada cuyo recuerdo atesora la cueva. En este tipo de gestos rituales las
mujeres de la aristocracia ibérica –garantes de la continuidad y la legitimación de
este linaje mítico144– serían las protagonistas.

141.  Grau, I. y Rueda, C.: «Memoria y tradición en la (re)creación de la identidad ibérica: reviviscencia de mitos
y ritos en época tardía (ss. II-I a. C.)», en Tortosa, T. (Ed.): Diálogo de identidades bajo el prisma de las manifestaciones
religiosas en el ámbito mediterráneo (s. III a.C. s. I d.C.). Anejos de Archivo Español de Arqueología, 2014, Madrid.
142.  González Reyero, S. et al.: ibídem, p. 117.
143.  Buxton, R. G. A.: op. cita, p. 93.
144.  Esperamos con gran interés las próximas publicaciones sobre la excavación y los diferentes trabajos
arqueológicos que se están llevando a cabo en la cueva-santuario de La Nariz que con seguridad nos ayudarán a
matizar y a ampliar algunos de los planteamientos sobre los que hemos reflexionado en estas líneas.

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ESPACIO,
TIEMPO
SERIE II HISTORIA ANTIGUA
REVISTA DE LA FACULTAD DE GEOGRAFÍA E HISTORIA Y FORMA

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