El documento describe la vocación y misión del catequista, destacando que debe transmitir la fe con obras y palabras como discípulo convencido de Jesús. También enfatiza la importancia de la formación apostólica y pastoral continua del catequista para poder anunciar eficazmente a Jesucristo y dar a conocer su vida.
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El documento describe la vocación y misión del catequista, destacando que debe transmitir la fe con obras y palabras como discípulo convencido de Jesús. También enfatiza la importancia de la formación apostólica y pastoral continua del catequista para poder anunciar eficazmente a Jesucristo y dar a conocer su vida.
El documento describe la vocación y misión del catequista, destacando que debe transmitir la fe con obras y palabras como discípulo convencido de Jesús. También enfatiza la importancia de la formación apostólica y pastoral continua del catequista para poder anunciar eficazmente a Jesucristo y dar a conocer su vida.
El documento describe la vocación y misión del catequista, destacando que debe transmitir la fe con obras y palabras como discípulo convencido de Jesús. También enfatiza la importancia de la formación apostólica y pastoral continua del catequista para poder anunciar eficazmente a Jesucristo y dar a conocer su vida.
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EL CATEQUISTA: VOCACIÓN Y MISIÓN
La catequesis es lo que es el catequista. Es fruto de lo que el catequista vive y siente, de lo que cree y de lo que ama, de lo que busca y de lo que en su actuación encuentra. La catequesis es lo que bulle en la mente y en el corazón del catequista: - Si vive ilusionado con su fe, la catequesis es cauce de fe ; - Si ha descubierto el amor de Dios, es plataforma de amor. - Si vive el mensaje de Cristo, es comunicación de un anuncio de salvación. - Si sabe que es miembro de una comunidad de fe, construye la comunidad. - Si se siente portador del amor de Dios, es un regalo de amor del Señor. - Si sabe vivir la esperanza, es un camino hacia el encuentro con Dios - Si se halla dentro del Reino de Dios, la catequesis es ya el Reino de Dios. SERVIDOR DE LA PALABRA DE DIOS La palabra es el modo habitual de entrar en comunicación con los demás. Nada hay más personal que la palabra ya que ésta, si es sincera, expresa lo que hay en nosotros. Por esta razón, ante una palabra profundamente escuchada, nunca queda nadie indiferente: se la acoge o se la rechaza, se la goza o se la teme, se la espera o se la rehuye. La palabra suscita experiencias de cercanía, reacciones de gozo o de tristeza. La palabra deja una huella en los demás. Por eso el catequista debe preguntarse con frecuencia: ¿Cómo soy servidor fiel de la palabra? ¿Cuáles son los rasgos más significativos que me configuran? ¿En dónde se apoya la grandeza de mi calidad de mensajero divino? EL CATEQUISTA, DISCÍPULO DE JESÚS El Catequista es un discípulo convencido de Jesús, que quiere hacer llegar su mensaje a todos los que encuentra en su camino, de modo especial a aquellos con quienes establece un compromiso de amor y de fe. - Transmite su fe con obras y palabras. La importancia de su tarea Está en función de la misión evangelizadora que desempeña en la Iglesia. Su entrega no es una ocurrencia, sino un servicio eclesial. Sabe que es llamado por el mismo Jesús para hacer discípulos del misterio de un Dios encarnado. Esto implica un compromiso, pero sobre todo reclama una conciencia de la propia identidad. Por eso el catequista sabe, o debe saber: * Su misión es actuar en nombre de Jesús y de su Iglesia. * Su labor es transmitir la verdad divina, no su propia verdad. * Su objetivo es sembrar una vida conforme al estilo del Evangelio. * Su medio es hacer vivir la experiencia religiosa cristiana. * Su ambiente es el de sus catequizandos que son sus hermanos en la fe y en el amor al Señor. Formación apostólica y pastoral del catequista Es necesario estudiar, leer, vivir la Palabra de Dios; ya no es posible dar respuesta a esta necesidad en la Iglesia sólo con el curso que hiciste hace años o con la reflexión que se te da antes de tu clase, es necesario que como catequista decidas ser protagonista en la misión de la Iglesia, o ¿Qué harás cuando alguien te pregunte sobre un tema que no preparaste o estudiaste antes de la catequesis? ¿O de la confusión que se crea al no estar seguro de lo que se dice? La respuesta es formarte apostólica y pastoralmente para saber dar razón de tu esperanza y nunca desfallecer en ella. Todo catequista debe preocuparse por: La preparación y revisión de las sesiones de catequesis. Para esto, puedes preguntarte ¿Qué quiero lograr? ¿Qué medios voy a emplear?, ¿Cómo lo quiero lograr?, etc. La formación práctica, esto es, revisar los objetivos, los contenidos y el mensaje de los temas. Es importante fomentar los grupos de formación, las reuniones de catequistas, cursos parroquiales, etc. La formación permanente: ésta supone la formación catequética práctica y, como indica su nombre, practicada de manera periódica y constante. Reviste muchas modalidades (cursillos, encuentros, estudio personal…). Mediante ella, se puede ir profundizando, poco a poco, en la Finalidad y naturaleza de la formación. Lo que ésta persigue no es otra cosa que lograr que el catequista pueda animar eficazmente a la comunidad y lograr que: · Anuncie a Jesucristo · Dé a conocer su vida, Para responder a él se necesitan catequistas dotados de: Una fe profunda De una clara identidad cristiana y eclesial De una honda sensibilidad social. JESÚS: Vida de las obras del catequista · El apostolado del catequista difícilmente tendrá eficacia, si no está apoyado, centrado sólidamente, en una vida de continuo trato con el Señor. Ser catequista no es cualquier cosa: Tienes en tus manos lo más importante de la educación de los niños, pues lo que ellos aprenderán de ti no sólo les ayudará a conseguir una nota aprobatoria o un título universitario, sino que les ayudará a ser verdaderamente felices en esta vida y a conseguir la felicidad eterna. ¿Puede existir algo más importante? Ser catequista es un reto y una gran responsabilidad: Pues el mensaje que transmitirás a tus catequizandos es el mensaje de Jesucristo y estarás influyendo no sólo en su intelecto, sino que llegarás a su espíritu, a su corazón, a su alma y podrás colaborar de una manera eficaz con el Espíritu Santo en las transformación en Cristo y para Cristo del corazón de cada niño. Madurez espiritual, dominio de la fe y de la moral católicas y cultura general Una profunda vida interior Nadie da lo que no tiene. Para transmitir fielmente el mensaje de Dios debes llenarte de Dios, ser una persona con una profunda vida interior, que reconoce el valor de la oración y que ama profundamente a Jesucristo y a su Iglesia. Por esto, el catequista que la Iglesia necesita: Tiene una profunda vida de oración. Mantiene una relación personal con Jesucristo. Lo ama realmente. Reconoce la acción de Dios en su tarea de catequesis, lo deja actuar por medio del Espíritu Santo y recuerda siempre que El sólo es un instrumento para sembrar la semilla que Dios hará germinar. Valora la vida de Gracia y por ello se acerca frecuentemente a los sacramentos de la Penitencia y la Eucaristía. Sabe que si el sarmiento se separa de la vid, no podrá dar fruto. Ama a la Iglesia profundamente. Se alegra con sus triunfos y se entristece con sus fracasos. La defiende de los ataques de sus enemigos y trabaja por su extensión. Reconoce al Papa como la autoridad suprema de la Iglesia. Estudia su palabra y la toma como propia. Reconoce a María como su gran aliada en la tarea de la catequesis. Le tiene una gran devoción que la manifiesta con la imitación de sus virtudes. Su testimonio guía a los alumnos a preferir a Dios sobre todos los atractivos del mundo, es testigo del gran tesoro de la fe católica por el cual vale la pena luchar.