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Los Enemigos del Alma son los que nos llevan a desobedecer a Dios, y se llaman

mundo,demonio y carne. (CEC. No 256)

1- Mundo:

Se vence aprendiendo a valorar las cosas como las valora Dios y los santos, no como
lo hace la gente sin fe que tiene un modo de pensar completamente materializado,
restándole importancia a Dios y a sus mandamientos. Esto es a lo que llamamos
secularismo, es decir, obrar de acuerdo a las costumbres, modas o ideas de la gente
sin fe, sin moral y sin Dios, organizando la vida como si Él no existiera dándole
importancia solamente a lo que le guste a nuestro cuerpo, al orgullo, a la avaricia, el
mundo nos ofrece tantas alternativas atractivas que están fuera de la voluntad de
Dios( los vicios,las diversiones incorrectas ,estilos de vida desordenados).

Los cristianos estamos en el mundo, pero no somos del mundo, como nos dice Cristo
en las sagradas Escrituras "vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo,"
(Jn 8,23) " Yo he vencido al mundo" (Jn 16,33). Según esto los cristianos estamos en
el mundo, pero no somos del mundo (Jn 15,18; 17,14-16) si fuésemos del mundo, el
mundo nos amaría como cosa suya; pero no somos del mundo ,sino del Reino de
Dios, por eso el mundo nos aborrece. Obviamente seguir la escala de valores de Dios
nos dan paz en esta vida y premio eterno en el cielo, mientras que la del mundo sólo
trae angustias, miedos, preocupaciones y el peligro de condenarse eternamente.

2- El Demonio

El demonio es un ángel creado por Dios en el cielo, que por haberse revelado contra
el mismo Dios, le precipitó en los infiernos con otros muchos compañeros de su
maldad, que llamamos demonios. La Tradición de la Iglesia habla de un ángel caído
llamado satán o diablo: “una voz seductora, opuesta a Dios que nos hace caer en el
mal”. Catecismo de la
Iglesia Católica No 391.

El Diablo acosa, acusa, tienta, engaña y miente en su lucha contra el cristiano. El


trabaja a través de sus aliados, el mundo y la carne. El Diablo usa el mundo y la carne
para causar el mayor daño al pueblo de Dios, para entorpecer el progreso de lo
correcto, para acobardar a los cristianos, parar la proclamación del evangelio y
debilitar la ofensiva del cristiano para
favorecer el Reino de Dios. La única forma de vencerlo es con oración, con fe, con
sacrificios y rechazando todo lo malo. Pero sobre todo al demonio se le vence con la
humildad. Como él es tan soberbio, huye de los humildes. Es por esto que detesta a
la Virgen Maria, porque además de ser la Madre de Dios, ella se sometió
completamente al Señor siendo el ejemplo perfecto de humildad.
De hecho, siempre se ha presentado la vida espiritual como un combate. Culturas y
épocas marcan este combate con su particularidad: san Antonio en el desierto frente
a máscaras que hacen muecas; san Benito contra un diablillo con pezuñas como pies;
el cura de Ars enfrentándose a espíritus que le golpean… sin olvidar al arcángel
Miguel, que combate en los cielos contra los ejércitos demoníacos. Este combate
espiritual, que se nutre de las fragilidades psicológicas o de los defectos del santo en
cuestión, contribuye a su humanidad.

3- Carne.

Se llama "la carne" a las tentaciones impuras que produce nuestro cuerpo ( Nuevo
Catecismo de la Iglesia Católica No 260). Jesús dijo: "El espíritu; está pronto,pero la
carne es débil " ( MT 26,41). Y San Pablo afirma: " los deseos de la carne son
contrarios a los deseos del espíritu. Los deseos de la carne son: fornicación,
impurezas, inmoralidades sexuales, vicios ,borracheras, comer de gula.y los que se
dedican a estos no heredarán el Reino de Dios" ( Gálatas 5,18-21).

La forma de vencerla es no dando consentimiento a las tentaciones impuras que


produce nuestro cuerpo. No es pecado tener tentaciones, el pecado radica en
consentirlas. Dios las permite para darnos ocasión de aumentar nuestros méritos y
premio en el cielo al luchar contra ellas para demostrarle a Dios que lo amamos a Él
antes que nada.

Dios colocó cierto placer en las cosas para el disfrute de los seres humanos, como
placer el comer para no morir de hambre, en el dormir para que el cuerpo descanse,
y placer en el sexo, para que podamos procrear. El placer es solamente un estímulo,
no es el fin, el problema está en que perseguimos es estímulo en las cosas y no el
fin.

Decía San Agustín “yo no le tengo tanto miedo al demonio, al mundo le tengo más
miedo, pero nuestro peor enemigo es nuestra propia Carne”.

Para no caer en la tentación la Iglesia nos recomienda confesarse, comulgar, asistir


a la Santa Misa, evitar las ocasiones de pecar, evitar las amistades peligrosas, pensar
en el Juicio y la Eternidad que nos esperan, y hacer sacrificios.

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