Ensayo Filosofia

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 5

𝐸𝓁 𝑒𝑔𝑜𝒾𝓈𝓂𝑜 𝒸𝑜𝓂𝑜 𝓅𝓇𝑜𝒷𝓁𝑒𝓂𝒶 𝒻𝒾𝓁𝑜𝓈𝑜𝒻𝒾𝒸𝑜

El egoísmo es una doctrina ético filosófica que afirma que las personas deben tener
la norma social-ética de obrar por su propio interés.

Ahora bien, ¿Por qué es un problema filosófico?


Es un problema filosófico porque el “¿qué es el egoísmo?” o si “¿ el egoísmo es un
comportamiento natural para el hombre?” surge de la curiosidad humana, además
nos estamos preguntando sobre algo ético, por cuestiones del bien, el mal, los
valores y virtudes. Es una pregunta significativa para la humanidad, esta pregunta
está dentro de la rama de la filosofía de la ética ya que abarca el estudio de la
moral.

El egoísmo según Nietzsche, para ver el punto de vista del filósofo Nietzsche
citaré lo siguiente:

«¡Cómo pudo enseñarse a despreciar los instintos primordiales de la vida e


inventarse un alma, un espíritu, para ultrajar el cuerpo! ¡Cómo puede
enseñarse a concebir la premisa de la vida, la sexualidad, como algo impuro!
¡Cómo puede buscarse en la más profunda necesidad vital, en el egoísmo
estricto, el principio del mal y, a la inversa, exaltarse el síntoma típico de
decadencia, de contradicción de los instintos –el altruismo y el amor al
prójimo (alterismo)–, como el valor superior!».

Ecce homo

Egoísmo es una palabra maldita aún hoy. Parece que nada peor puede hacer
una persona que ser egoísta. Nietzsche califica de necio tales pensamientos.
El hombre es naturalmente egoísta, y está bien que lo sea. Es su vida de la
que ha de hacerse responsable, no pedir a los demás que vivan para él. Es él
mismo quien ha de solucionar sus problemas y alcanzar sus sueños, sin
lloriquear. Todo lo que nace de la naturaleza del hombre es bueno, y nada de
lo que defiende el código impuesto podrá cambiar la realidad. Nietzsche odia
el altruismo, la obligación moral de que uno sólo es bueno si renuncia a su
propia vida para vivir para los demás. Un invento de los débiles para poder
vivir a costa de los fuertes y brillantes.

El punto de vista del filósofo Thomas Hoobes es el siguiente:

Para Hobbes actuamos efectivamente a partir de nuestros motivos, que surgen de lo


que nos parece beneficioso. La naturaleza humana es egocéntrica y auto motivada.

Hobbes sostiene que "nadie da sino con intención de hacerse bien a sí mismo,
porque la donación es voluntaria y el objeto de todos los actos voluntarios es, para
cualquier hombre, su propio bien" (Hobbes 2014:124). Una versión fuerte diría que
las personas siempre actúan en interés propio, aunque puedan ocultar su
motivación bajo el ropaje de la ayuda a otros o con el cumplimiento de un deber.
En la obra de Hobbes, se destacan aquellas interpretaciones que abordan las
diferencias existentes entre el estado de naturaleza y la sociedad política. En esta
última, por medio de un pacto, se reconocen los intereses de los demás como parte
de una estrategia que protege los intereses propios. Es posible voluntariamente
proteger el bienestar de los demás, incluso sin tener ningún interés en ello. Surge la
reciprocidad y la cooperación en procesos adaptativos que establecen reglas que
pueden representar estados ideales del mundo y que maximizan el interés propio y
general.(Como un egoísmo “indirecto”)

Observemos el punto de vista de Immanuel Kant:

«Desde el día en que el hombre empieza a expresarse diciendo yo, saca a relucir su
querido sí mismo allí donde se le permite, y el egoísmo progresa inconteniblemente;
si bien no de modo patente (pues entonces se le opone el egoísmo de otros), al
menos encubierto bajo una simulada negación de sí mismo y una pretendida
modestia, para hacerse valer de preferencia con tanto mayor seguridad en el juicio
ajeno.

El egoísmo puede encerrar tres clases de arrogancia: la del entendimiento, la del


gusto y la del interés práctico.

El egoísta lógico tiene por innecesario verificar el propio juicio con el entendimiento
de los demás, como si no necesitase para nada de esta piedra de toque (criterium
veritatis externum). Pero es tan cierto que no podemos prescindir de este medio
para asegurarnos de la verdad de nuestro propio juicio, que acaso es ésta la razón
más importante por la que el público docto clama tan insistentemente por la libertad
de imprenta; porque cuando no se concede ésta, se nos sustrae a la par un gran
medio de contrastar la rectitud de nuestros propios juicios, y quedamos entregados
al error. No se diga que al menos la matemática tiene el privilegio de sentenciar por
su propia autoridad soberana; porque si no hubiese precedido la universal
concordancia percibida de los juicios del matemático con el juicio de todos los
demás que se han dedicado con talento y solicitud a esa disciplina, no se habría
sustraído esta misma a la inquietud de incurrir en algún punto en el error. — Pues
hay incluso casos en que no confiamos en el juicio aislado de nuestros propios
sentidos, por ejemplo, cuando dudamos si un tintineo existe meramente en nuestros
oídos o es la audición de campanas tocadas en realidad, sino que encontramos
necesario preguntar, además, a otras personas si no les parece también así. Y si
bien al filosofar no debemos precisamente apelar al juicio de los demás en
confirmación del propio, como hacen los juristas con los juicios de los peritos en
Derecho, todo escritor que no encontrase partidarios y se quedase solo con su
opinión públicamente declarada (de importancia, en otros casos) vendría a ser
sospechoso de error por este mero hecho.

Justamente por esto es un atrevimiento hacer en público una afirmación que pugne
con la opinión general, incluso de los inteligentes. Esta apariencia del egoísmo es lo
que se llama la paradoja. No es una audacia osar algo con peligro de que no sea
verdadero, sino sólo con el de que pudiera encontrar acogida por parte de pocos. —
La predilección por lo paradójico es la obstinación lógica de no querer ser imitador
de los demás, sino de aparecer como un hombre extraordinario, aunque en lugar de
esto sólo se hace, con frecuencia, el extravagante. Pero, dado que cada cual ha de

𝓟𝓸𝓻: 𝓛𝓾𝓬𝒾́𝓪 𝓢𝓲𝓵𝓿𝓮𝓻𝓪


tener y sostener su propio parecer (si omnes patres sic, at ego non sic, Abelardo), el
reproche de paradoja, cuando ésta no se funda en la vanidad de querer meramente
diferenciarse, no implica nada malo. — A lo paradójico se opone lo cotidiano, que
tiene a su lado la opinión general. Pero en lo cotidiano hay tan poca seguridad como
en lo paradójico, si no todavía menos, porque adormece, mientras que la paradoja
despierta el ánimo y lo hace atender e indagar, lo cual conduce frecuentemente a
descubrimientos.

El egoísta estético es aquel al que le basta su propio gusto, por malo que los
demás puedan encontrarlo o por mucho que puedan censurar o hasta burlarse de
sus versos, cuadros, música, etc. Este egoísta se priva a sí mismo de progresar y
mejorar aislándose con su propio juicio, aplaudiéndose a sí mismo y buscando sólo
en sí la piedra de toque de lo bello en el arte.

Finalmente, el egoísta moral es aquel que reduce todos los fines a sí mismo, que
no ve más utilidad que la que hay en lo que le es útil, y que incluso como
eudemonista pone meramente en la utilidad y en la propia felicidad, no en la
representación del deber, el supremo fundamento determinante de su voluntad.
Pues como cada hombre se hace conceptos distintos de lo que incluye en la
felicidad, es justamente el egoísmo quien llega a no tener ninguna piedra de toque
del verdadero concepto del deber, el cual ha de ser absolutamente un principio de
validez universal. Todos los eudemonistas son, por ende, egoístas prácticos. Al
egoísmo sólo puede oponérsele el pluralismo, esto es, aquel modo de pensar que
consiste en no considerarse ni conducirse como encerrando en el propio sí mismo el
mundo entero, sino como un simple ciudadano del mundo.

Esto es lo que pertenece sobre este asunto a la antropología. Pues por lo que
concierne a esta distinción desde el punto de vista de los conceptos metafísicos,
cae totalmente fuera del campo de la ciencia a tratar aquí. Si la cuestión fuese
meramente de si yo, como ser pensante, tengo motivos para admitir, además de mi
existencia, la de un todo de seres distintos de mí que se hallan en relación de
comunidad conmigo (un todo llamado mundo), no se trataría de una cuestión
antropológica, sino puramente metafísica».

(Fuente: Antropología en sentido pragmático, Immanuel Kant, FCE)

Vemos que, éste, a diferencia de los otros filósofos sostiene que hay distintas
formas de egoísmo las cuales son el lógico, el estético y el moral. pero nunca
menciona que una persona no sea egoista, solo que ésta elige de alguna manera
qué tipo de egoísta ser.

Luego tenemos también un pequeño resumen de la postura de Jean-Jacques


Rousseau y Karl Marx que dice lo siguiente:

𝓟𝓸𝓻: 𝓛𝓾𝓬𝒾́𝓪 𝓢𝓲𝓵𝓿𝓮𝓻𝓪


Jean-Jacques Rousseau pensaba que “el hombre es bueno por naturaleza” y que es
la sociedad la que lo corrompe. Una sociedad, principalmente capitalista, en la que
cada individuo lucha por mantener sus privilegios y posesiones. Se trata de una
sociedad en la que se enseña a las personas desde muy pequeñas a competir para
obtener lo máximo posible, sin un objetivo claro más que el de acumular riquezas y
privilegios. Rousseau establece el principio de esta sociedad cuando a un hombre
se le ocurrió cercar un terreno y decir que era suyo. Establece pues, que el afán de
poseer propiedades privadas y delimitar las posesiones de cada uno son elementos
claves en la degeneración del hombre en un ser egoísta.

También Karl Marx afirmaba que la forma de pensar del ser humano estaba
determinada por factores externos, factores de la sociedad que determinaban la
conciencia de las personas y en cuya base sitúa este filósofo a la economía. Como
el propio Marx afirmaba: “la esencia humana es, en su realidad, el conjunto de
relaciones sociales”.

Podemos decir pues que la principal causante del egoísmo humano no es su


naturaleza, sino más bien la sociedad capitalista. Esta sociedad que supuestamente
premia a los que se esfuerzan y castiga con dureza a los que no, lo único que hace
es crear cada vez más desigualdades y hace mucho más difícil la igualdad de
oportunidades, provocando de esta manera el odio y el resentimiento de aquellos
que menos tienen y la avaricia de aquellos que más tienen, que hacen lo que
pueden para preservar sus privilegios.

Éstos, a diferencia de los otros filósofos, mantienen que el hombre se vuelve egoísta
porque la sociedad lo corrompe.

En este ensayo hemos visto distintos puntos de vista, de éste modo, personalmente
he llegado a la conclusión de que toda persona nace con un cierto grado de
egoísmo que le ayuda a desarrollarse correctamente, sin depender de nadie,
actuando por sí mismo para obtener lo que quiere. En otras palabras, un poco de
egoísmo no hace mal, y ayuda a que seamos más independientes y fuertes.

𝓜𝓾𝓬𝓱𝓪𝓼 𝓰𝓻𝓪𝓬𝓲𝓪𝓼…

𝓟𝓸𝓻: 𝓛𝓾𝓬𝒾́𝓪 𝓢𝓲𝓵𝓿𝓮𝓻𝓪


Bibliografía:

- Filosofía & co.


- www.marxists.org
- scielo.org
- dialnet.uniroja.es
- polikracia.com

𝓟𝓸𝓻: 𝓛𝓾𝓬𝒾́𝓪 𝓢𝓲𝓵𝓿𝓮𝓻𝓪

También podría gustarte