Somos Charrúas
Somos Charrúas
Somos Charrúas
Editor
EL PENSAMIENTO Y LA LUCHA
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Pedro Canales Tapia, editor
EL PENSAMIENTO Y LA LUCHA
Los pueblos indígenas en América Latina:
organización y discusiones con trascendencia
ISBN: 978-956-8416-60-7
Primera edición, mayo 2018
Saniago de Chile
Producción editorial
Ariadna Ediciones
www.ariadnaediciones.cl
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“(…) para que me recuerdes
que sólo quiero vivir
para ser libre”
A 10 años de su asesinato
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INDICE
Introducción, p. 9
Pedro Canales Tapia
Primera Parte
Memoria, emergencias y pueblos indígenas
Segunda Parte
Debates, organizaciones indígenas y querellas históricas
Autores/autoras, p. 174
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Introducción
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impronta y eje en los centros del primer mundo, industrial,
tecnologizado, global en términos concretos? Sin duda una pregunta
compleja de abordar, pues se puede caer en esencialismos nativistas y/o
en el rechazo y negación del pensamiento indígea en su conjunto. Para
evitar este impasse, es necesario recurrir al debate actual en torno a este
punto. En primer término, es pertienente constatar que existe entre los
propios indígenas un rechazo o reparo a la hora de ser etiquetados como
intelectuales, que piensan, escriben e investigan acerca de sus propios
pueblos y nacionalidades4. Ariruma Kowii, poeta y dirigente Kichua
Otavalo de Ecuador, sostiene que este construco académico-occidental
no considera la elaboración de conocimiento de corte comunitario,
situado y marcado por las formas propias de entender el mundo. Según
Kowii, el conocimiento entre los indígenas no es de una persona sino de
un colectivo -como ya indicamos- y la forma de captar y sistematizar la
información no es necesariamente desde el prisma occidental5. En
segundo lugar, y parafraseando a Silvia Rivera Cusicanqui 6, los pueblos
orpimidos pero no vencidos han dialogado con la otredad y desde ahí
han proyectado su permanencia como pueblo; asi surgió el indigenismo,
el indioanismo, los movimientos indígenas recientes. Por último, en
tercer lugar, sostenemos que el pensamiento indígena es un pensamiento
global que se relaciona fuertemente con ideas y proyectos del
altermundismo, grupos radicales, ambientalistas y autonomistas, lo que
hace de este un espacio de convidencia, pluralidad y debate constante.
A los autores y autoras de este libro, desde Guatemala a la
Patagonia, pasando porParaguay, Bolivia, Uruguay y Argentina, muchas
gracias por aceptar esta invitación, y a la vez desafío, de pensar y
reflexionar acerca y desde del pensamiento indígena en América Latina,
más aún cuando hoy se ha instalado poco a poco en foros internacionales
la concepción de descolonización como agente relevate a la hora de
debatir sobres los pueblos, su pasado, su hoy y su futuro. Creemos que
tenemos una responsabilidad social y política, ética por lo demás, a la
hora de situarnos, congregarnos y pordser presentar este trabajo a a
nustros pueblos y sociedades. No somos indiferentes a la situación que
viven los pueblos, las lenguas y culturas, los saberes y las nuevas
generaciones indígenas. Por eso escribimos, por eso nos atrevimos.
Esperamos aportar, desde la lectura, la reflexión y la acción, con este
documento.
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Quisieramos agradecer por el resplado en la concreción de este
libro al Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago
de Chile; a los miembros del Grupo de Trabajo Intelectualidades
Emergentes; del Grupo de Trabajo Kuifike; al profesor Eduardo Devés, y
a la estudianta de historia Marie Juliette Urrutia Leiva por la labor de
revisión y prediagramación del texto final.
Queremos prestar El pensamiento y La Lucha como expresión
de un momento de la historia del pensamiento Latinoamericano en el
cual las emerencias indígenas son una realidad, y un continuo que no
dejo de existir a lo largo de estos dos siglos de vida republicana en la
región. Esto hace de este libro un esfuerzo colectivo, multidiciplinario,
bilingüe y abierto al dialogo permanente y sostenidos entre hombres y
mujres, indígenas y no indígenas que aspeiran a la construcción de
sociedades plurinacionales, libres y dispuestas a hilvanar sueños de
autodeterminación.
Mayo de 2018.-
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Somos Charrúas, un pueblo que sigue en pie:
invisibilizaciones y procesos de reemergencia
indígena en Uruguay
I. Introducción
80 Guyana, sin embargo, sí reconoce a los indígenas a través de una ley especial
llamada Amerindian Act, del año 2006.
41
ciencia— que niegan la continuidad étnica y cultural de los pueblos
preexistentes, entre los cuales se encuentran también los guaraníes y los
guenoas o minuanes.
Un sector importante de la sociedad, por otra parte, suele tildar de
“falsos indios”, de “ventajeros” movilizados por intereses
instrumentalistas y pragmáticos, e incluso de “locos y desquiciados”, a
quienes se identifican como charrúas. Gustavo Verdesio (2012)81 sostiene
que la sociedad rechaza el pasado que le recuerda raíces no europeas y,
de ahí, la falta de interés en los estudios de la época colonial. Retomando
a Veracini (2010)82, señala que Uruguay es un caso de “colonialismo de
colonos”, junto con Argentina, Estados Unidos, Canadá, Australia y
Nueva Zelandia. Este tipo de colonialismo, centrado en la apropiación
del territorio (más que de la mano de obra), es acompañado por políticas
de eliminación, desplazamiento forzado y asimilación de los indígenas.
Así, las narrativas fundacionales de la nación uruguaya construyen la
imagen de un país “blanco” que, no sólo silencia a las memorias
indígenas y a la historia previa a la República, sino también las masacres
sobre las que se constituyó y a la continuidad de los legados coloniales.
Más precisamente, las narrativas nacionales silencian que la República se
estableció sobre el genocidio del Pueblo Charrúa, perpetrado por el
primer gobierno constitucional (1830-1834). Los sobrevivientes de la
emboscada de Salsipuedes (1831) fueron trasladados forzadamente a los
centros urbanos, donde fueron repartidos, desmembrando a las familias
y utilizando a las mujeres y los niños como servidumbre en las estancias.
Las consecuencias de este tipo de colonialismo aún perduran.
Entre ellas se encuentran la concentración de la población en espacios
urbanos como consecuencia de la enajenación de sus territorios, la
negación por parte de muchas personas a autoadcribirse como indígenas
en el espacio público, la dispersión y ruptura de los vínculos
comunitarios y familiares, las interrupciones en los procesos de
trasmisión intergeneracional de conocimientos, memorias, historicidades
y de la historia propia, así como también sentimientos de humillación,
vergüenza y ocultamiento de los ancestros y de las trayectorias
familiares.
Debido a que el colonialismo de colonos borra sus huellas, la
ciudadanía no percibe que hubiera existido ningún colonialismo y se
imagina como “blanca”, europeizada y homogénea. La efectividad del
silenciamiento de la violencia estatal contra los pueblos indígenas y la
naturalización temprana de la ideología de la “extinción”, explican la
desconfianza hacia los procesos de reemergencia por parte de sectores
autoidentificados como “progresistas”. Reemerger no implica que de
2010.
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pronto surjan indígenas donde antes no los había. Al contrario, significa
que tales adscripciones fueron subalternizadas e invisibilizadas como
resultado de dispositivos de poder y saber que involucraron al Estado y
a la ciencia.
El proceso de organización del Pueblo Charrúa en Uruguay se
remonta a veinticinco años atrás. Sin embargo, en los últimos cuatro o
cinco años los procesos de concientización y visilibilización se fueron
acelerando. En este contexto, en el diálogo entre algunos miembros del
CONACHA y un puñado de investigadores que acompañamos sus
luchas surgieron discusiones sobre cómo referir al proceso en el que se
posicionaron como actores sociales y comenzaron a participar en el
espacio público, como sujetos que han ido reflexionando sobre
experiencias que dejaron huellas afectivas y, también, como agentes que
emprendieron acciones estratégicas para volverse visibles y salir del
silencio.
Frecuentemente nos preguntamos cómo deberíamos referir a estos
procesos. Tal como veremos en el próximo apartado sobre la
construcción de Uruguay como un país “excepcional”, la discusión
involucra diversos términos que comparten un mismo campo semántico,
entre los que se encuentran “reemergencia”, “resurgimiento”,
“emergencia” y “etnogénesis”. La pregunta por los conceptos no es
menor dado que —como se suele decir en la jerga futbolística— “marca
la cancha” y establece parámetros comunes para saber si estamos
comunicándonos con los mismos códigos y refiriendo a los mismos
procesos o no y, en dicho caso, permite precisar las diferencias.
En el segundo apartado, sintetizaremos el proceso de
reorganización del Pueblo Charrúa, que comenzó en las ciudades y fue
expandiéndose hacia las zonas rurales. Las reflexiones sobre la
trayectoria de Mónica Michelena —coautora de este ensayo— operarán
como hilo conductor del diálogo que da forma al capítulo. Mónica fue
delegada del CONACHA entre 2010 y 2014 e integra la comunidad
Basquadé Inchalá de Montevideo83.
En la tercera sección nos interrogamos por las herramientas y
estrategias a las que recurrió el movimiento charrúa en Uruguay para
derribar las narrativas hegemónicas que los invisibilizó, construidas a
partir de dispositivos culturalistas y raciales enraizados en las
instituciones estatales legitimados, a su vez, por los discursos científicos
-o pseudo científicos en algunos casos. La pregunta por las adscripciones
-¿Quiénes son charrúas? ¿Cuáles son los criterios utilizados? ¿Quiénes
definen o imponen tales criterios? etc.- nos permite analizar el pasaje
desde “descendientes” a “indígenas” y compartir algunas inquietudes,
reflexiones y paradojas en torno a los estudios de ADN.
Argentina. Conversaciones del Cono Sur 3 (1). Mariela Eva Rodríguez (ed.), 2017.
En línea
https://conosurconversaciones.files.wordpress.com/2017/09/conversaciones-
del-conosur-3-1-rodriguez.pdf. En esta compilación publicamos las ponencias
(ampliadas y revisadas) presentadas en el II Simposio Sección de Estudios del Cono
Sur, Latin American Studies Association (LASA): Modernidades (In)Dependencias
(Neo)Colonialismos, Montevideo, Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
de la República (UdelaR), 19-22 de julio de 2017.
89 José Bengoa, La emergencia indígena en América Latina, Ciudad de México,
Dossier Reemergencia indígena en los países del Plata: Los casos de Uruguay y de
Argentina, Mariela Eva Rodríguez (ed.), Conversaciones del Cono Sur 3 (1), 2017. En
línea
https://conosurconversaciones.files.wordpress.com/2017/09/conversaciones-
del-conosur-3-1-rodriguez.pdf.
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En síntesis, preferimos hablar de “reemergencia” en lugar de
“etnogénesis” porque este último término -que incluye casos de
diferentes épocas y lugares- resulta demasiado amplio. De acuerdo con
una de las autoras de este trabajo (Rodríguez op. cit), en los años
noventa Jonathan Hill (1996)93 actualizó las discusiones sobre sobre los
procesos de etnogénesis que habían tenido lugar tres décadas antes y los
definió como una síntesis de las “luchas culturales y políticas de los
pueblos para existir, así como también la conciencia histórica de esas
luchas” (p. 2, nuestra traducción) en su intento de ajustarse a órdenes
impuestos durante la expansión de los Estados coloniales o republicanos
en América. Este autor precisa el término en un doble sentido: como
rótulo o etiqueta -“para describir procesos de emergencia histórica de
pueblos que se definen a sí mismos en relación a su herencia lingüística
y sociocultural” (p. 1)- y como concepto. Es decir, como una herramienta
para analizar conflictos y luchas culturales y políticas implicadas en la
creación de identidades permanentes, en contextos de dominación
caracterizados por discontinuidades y cambios violentos. Retomando
este debate, Guillame Boccara (2002)94 sostuvo que “etnogénesis” se
relaciona dialécticamente con el concepto de “etnificación” y vincula al
primero con la agencia -proceso interno de transformación e
incorporación del otro en uno mismo- y a la etnificación con la
estructura -proceso de reificación de entidades por presión externa de
dispositivos coloniales políticos, económicos y taxonómicos (p. 56-57).
“Resurgimiento” (o “resurgencia”), por otra parte, suele referir a
procesos de resistencia, en los que colectivos indígenas se movilizan
políticamente en la arena pública reclamando derechos particulares, tal
como sostiene Stephen Cornell (1988)95. Bengoa (op. cit.), en cambio,
refiere a dichas movilizaciones políticas indígenas con el término
“emergencia” y, en diálogo con Christian Gros que enuncia desde una
perspectiva instrumentalista, considera a la etnicidad como un “recurso”
para la integración en la sociedad mayor (p. 181). Señala entonces que las
políticas de reconocimiento de la diferencia étnica y cultural hicieron
posibles los procesos de etnogénesis a los que identifica como el “renacer
de la conciencia étnica” (p. 69) por parte de grupos generalmente
aislados que, ocultos en el mestizaje, habían dejado de adscribirse como
indígenas y que buscan “en sus raíces su nueva identidad” (p. 69).
Los dispositivos de saber-poder que sentenciaron la “extinción de
algunos pueblos indígenas no operaron de un modo homogéneo, sino
93 Jonathan Hill (ed.), History, Power, and Identity: Ethnogenesis in the Americas,
1492-1992, Iowa City, University of Iowa Press, 1996.
94 Guillaume Boccara (ed.), Colonización, resistencia y mestizaje en las Américas
97 http://consejonacioncharrua.blogspot.com.ar/
98 El CONACHA está integrado por la comunidad Basquadé Inchalá de
Montevideo, la comunidad Guyunusa de Tacuarembó, la comunidad
Agrupación Queguay Charrúa (AQUECHA) de Paysandú, la comunidad Betum
de Salto y la Unión de Mujeres del Pueblo Charrúa (UMPCHA), que está
conformada por las mujeres de todas las comunidades.
99 Este es un organismo multilateral de cooperación internacional creado en 1992,
50
Mónica: Nuestro movimiento surgió en una ciudad del interior
llamada Trinidad, que se encuentra a unas dos horas de Montevideo
(195 km), pero fue en la capital del país donde se comienza a visibilizar
nuestra existencia. Es decir, el movimiento charrúa es esencialmente un
movimiento urbano, que después de quince años comenzó a expandirse
a las ciudades del interior del país, pero no iba más allá. Fue un logro del
CONACHA hacer que este movimiento se extendiera hacia el medio
rural. El disparador fue nuestra participación en los homenajes a
nuestros ancestros en Salsipuedes, lugar de la masacre de 1831 donde se
perpetró el genocidio. De todos modos, cuesta mucho que se sostengan
las comunidades en las zonas rurales. Es por este motivo que elegimos a
Elvira, para que desde su liderazgo pueda consolidar un movimiento
charrúa rural.
Ana Maria: Desde que comencé mi etnografía con CONACHA,
hace tres años, fui prestando atención a los relatos sobre las trayectorias
de sus miembros y a sus procesos de autoadscripción. En distintas
conversaciones, escuché a varias personas mencionar que las
generaciones que les precedieron ocultaron sus ancestros charrúas, que
hubo quiebres en la transmisión y recordaron también algún momento
particular en el que “se dieron cuenta” de que muchas prácticas —
realizadas generalmente por sus madres y abuelas, de manera
silenciosa— tenían origen indígena. Este “darse cuenta” les permitió
iniciar un proceso de reflexión sobre sus sentidos de pertenencia que los
llevó a sentir que había algo distinto, que se sentían diferentes a los
demás uruguayos, lo cual los impulsó a su vez a realizar investigaciones
sobre sus propias familias recurriendo para ello a las memorias, a las
crónicas y a los archivos y registros oficiales. Es decir, las inquietudes
sobre los saberes que hoy los charrúas pretenden recuperar y reconstruir
colectivamente comenzaron -generalmente- con una búsqueda personal
a nivel familiar.
Me gustaría compartir la historia de Lilia Castro, que ilustra este
punto. Ella nació en Paysandú hace 76 años y es una de las mujeres
charrúas más ancianas del movimiento, fue presidente del CONACHA y
actualmente es vocal. Lilia tiene una historia de lucha y de resistencia
que incluye haber sido presa política y haber tenido que exiliarse en
varios países (Chile, Argentina, Cuba y Brasil). Recuerda que desde muy
chica se sentía discriminada por el color de su piel, pero que fue recién
en el año 2006 que se enteró de su ascendencia charrúa. En aquél
momento, mientras trabajaba en una feria en Montevideo, se acercaron
unas mujeres -que posteriormente se enteró de que eran de ADENCH-
que estaban realizando una investigación, en la que buscaban evidencias
y otros rasgos fisionómicos. Le dijeron que ella encajaba perfectamente y
la llevaron a otra parte para sacarle fotos, midieron su estatura, su
cráneo, sus pómulos, etc.
Lilia comenta que luego de este episodio al que sintió como algo
violento y, especialmente dos años más tarde, cuando hizo su primer
51
viaje a Salsipuedes, “se dio cuenta” de que ese origen indígena era lo que
siempre había buscado. Así fue que comenzó a entender varias cosas de
su vida y también otras cuestiones vinculadas a su mamá, como por
ejemplo que solía “cortar la tormenta” con un hacha y que tenía un
amplio conocimiento sobre los yuyos (hierbas). Ella cuenta que en el
viaje a Salsipuedes conoció a Mónica y a otros compañeros de Basquadé
Inchalá, comunidad de la que hoy es miembro. A pesar de los problemas
de salud derivados de su edad y de la violencia que sufrió a lo largo de
su vida, Lilia tiene una participación activa en el movimiento, viaja a la
mayoría de los encuentros y realiza distintas actividades. Actualmente
lleva adelante un trabajo de concientización en una escuela de su barrio,
en el departamento de Canelones, en la que difunde y visibiliza las
memorias y las prácticas culturales charrúas. También incentiva a los
niños a que pregunten por los indígenas en el ámbito de sus familias,
particularmente a sus abuelos, porque la memoria se transmitió
oralmente -suele explicar- ya que en aquel entonces no había mucha
escritura. Ella apunta a las nuevas generaciones y a la educación como
herramienta para cambiar tanto a las mentalidades como a la historia
oficial, cuyas distorsiones hacen que los charrúas aún no sean
reconocidos por la sociedad.
Mónica: la historia de Lilia es la de muchos de nosotros y, luego
de casi veinticinco años, podemos decir que la energía que pusimos para
aumentar la visibilización de nuestro pueblo y el autorreconocimiento
por parte de quienes tienen ancestros indígenas está dando frutos. Por
ejemplo, en el 2009 logramos que la legislatura promulgara la Ley
Nacional 18.589, que declara el 11 de abril como el “Día de la Nación
Charrúa y de la identidad indígena”. Dos años más tarde, en el 2011,
conseguimos que el Censo Nacional incluyera preguntas sobre
ancestralidad. La inclusión fue un hito importante, ya que desde
mediados del siglo XIX solo hubo tres instancias en las que el Estado
empleó instrumentos estadísticos para conocer la composición étnica de
la población. Mientras que en el caso de los inmigrantes —especialmente
de los europeos— se precisó su lugar de origen, la presencia indígena y
afrodescendiente no fue prácticamente registrada. Esta ausencia en las
estadísticas oficiales fue funcional a las políticas de asimilación que
legitimaron las narrativas hegemónicas de la nación blanca, homogénea.
Con la intención de aumentar el número de personas que se
autoidentifican como indígenas, desde el CONACHA realizamos una
campaña de sensibilización que resultó exitosa: de acuerdo con el Censo
Nacional del 2011, el 4,9% de la población reconoce tener algún ancestro
indígena, en tanto que el 2,4% contestó que su principal ascendencia es
indígena100. Los departamentos con mayor población indígena son
Tacuarembó (con 8%) y Salto (con 6%). Teniendo en cuenta estas cifras,
2011, en línea
http://www.fondodeculturaeconomica.com/Editorial/Prensa/Detalle.aspx?sec
cion=Detalle&id_desplegado=45850.
105 Daniel Vidart, “No hay indios en el Uruguay contemporáneo”. Anuario de
publicó una nota en la revista Lento, a la que le siguió una de Vidart, otra de
Guigou y una respuesta de Mazzucchelli a Verdesio, que le contestó vía La
Diaria. En el 2015, este periódico publicó otras dos notas —la del sociólogo
Arocena y de la Sans, que replantearon el estatus de los grupos reemergentes
apartándose, así, de la actitud hostil predominante en la academia hasta el 2012.
111 En el foro participaron funcionarios de derechos humanos de Uruguay y de
62
Autores y autoras
174
Marta Quintiliano. Mestranda em Antropologia Sicial na UFg, formada
em comunicação mesma instituição. É a segunda liderança quilombola a
fazer o mestrado na instituição. E mail: [email protected]
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Consejo Evaluador Ariadna Ediciones
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