Bicentenario (s…) latinoamericanos: Actuel Marx Nº 10
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Bicentenario (s…) latinoamericanos - María Emilia Tijoux (editora)
Actuel Marx Intervenciones
Bicentenario[s…]
latinoamericanos
LOM PALABRA DE LA LENGUA YÁMANA QUE SIGNIFICA SOL
© LOM Ediciones
Primera edición, 2010
ISBN Impreso: 978-956-00-0232-7
ISBN Digital: 978-956-00-0903-6
Diseño, Composición y Diagramación
LOM Ediciones. Concha y Toro 23, Santiago
Fono: (56-2) 688 52 73 • Fax: (56-2) 696 63 88
www.lom.cl
Presentación
Una cuestión fundamental e invariable en la celebración de los bicentenario(s)… latinoamericanos ha sido la de inmunizar¹ el presente vivo de cualquier posible e incipiente desgarro revolucionario. Para ello, los actuales gobiernos del capital han insistido en reconstruir unos fundamentos histórico-trascendentales ante la emergencia, aún tenue, de una diferencia política que solicita la infundabilidad jurídica de lo social. Sin embargo, tal diferencia tiende a sucumbir ante la implementación de nuevos marcadores de certezas ahí donde la actitud neoliberal implica, por una parte, esquivar las miserias del pasado que podrían contaminar política, económica y culturalmente la escritura y aperturas del porvenir y, por otra, fortalecer las miserias actuales como experiencias potenciales de un nuevo comienzo de lo que, solo excepcionalmente, llegará a ser. En suma, lo que en la actualidad se ha celebrado no son simplemente las supuestas glorias independentistas, los progresos económicos y las grandezas republicanas, sino, por sobre todo esto, ha sido la posibilidad de otorgarle a la historia, al menos por unos cien años más, el sentido de un futuro acabado desde su comienzo. De ahí que los conmemoradores oficiales hayan organizado memorializaciones tanto más sobre el presente vivo que sobre el pasado, especialmente sobre el ahora-actual que duda en su futuro y que tiene vergüenza de su pasado fáctico. Se exaltan, como señala E. Dussel, los héroes pasados sepultando bajo tierra a los héroes del presente
². Desde los discursos oficialistas, entonces, no habría otra oportunidad³, otra fuente y otro destino, para la historia, puesto que el origen ya habría predeterminado lógicamente su después. Sin embargo, en su involuntaria ligadura con lo peor, las huellas, miserias y/o ruinas de la historia escaparían, de tanto en tanto, de la lógica de este pensamiento del inicio en la que prevalecería el ser sobre el devenir y la raíz sobre el recorrido⁴.
En consecuencia, si con los bicentenario(s)… latinoamericanos se ha celebrado la historia del continente en nombre de su reificación, lo que en el presente número de Actuel Marx / Intervenciones tendrá lugar, bajo el signo de cierto pesimismo productivo, podrá entenderse como tachadura del origen. Se trata, de uno u otro modo, de hacer evidente lo que con W. Benjamin sería el carácter dinámico del origen⁵. En esta perspectiva, la historia existiría, en palabras de H. Arendt, como una narración que tiene muchos comienzos pero ningún final
⁶. Resistir la tendencia reificante, desplegada por tales celebraciones patrióticas
, pasa por interrogar la ilegibilidad de los orígenes, abriendo con ello el telos oficial de la historia con el que se suelen justificar ciertas lecturas del pasado como conciencia de un fundamento venidero. Se trata de poner en juego una diferencia política como aquello que haría posible una condivisión del origen. En tal sentido, los tres primeros textos se organizan en un hilván donde se unen y separan, por ejemplo, en una virtud cívica, el origen de la independencia con el retorno de instituciones clásicas (Octavio Avendaño), o bien, donde la intelligentsia progresista se (con)funde, en la violencia fundacional del derecho, con el carácter contra-revolucionario diseñado a través del poema de la ley (Sergio Villalobos), o trátese, finalmente, de aquella relación paradójica entre el hombre contemporáneo y su todavía-no-ser (Willin Buitrago). A partir de estos tres textos, se instala en el centro de la reflexión política una transición que –recorriendo la historia, lo jurídico y la cotidianidad– anuda, por una parte, la idea de república con el diseño jurídico de la comunidad y que, por otra, muy a pesar suyo, procura, producto del carácter inconcluso del mundo, un conocimiento de la espera y una patria de la identidad siempre latente y tendiente. En el caso de Octavio Avendaño, a través de una lectura sociológica de la historia, se presenta cómo el pensamiento político de la Roma clásica se constituyó en una fuente de inspiración en el proceso de disolución del orden colonial, instalando con ello la tradición jurídica romana (protección de la propiedad, la familia y el individuo) como uno de los pilares fundamentales, hasta la actualidad, de las repúblicas hispanoamericanas. El texto de Sergio Villalobos, a propósito de este nuevo orden juristocrático, interpela al lector a pensar la vida más allá del derecho y a la política como vida en común, para de este modo enfrentar las exclusiones, realizadas en nombre de la construcción republicana, de los sectores populares. Esto presupone, por cierto, desmontar la inmunidad comunitaria impuesta por medio del derecho fundacional a través de una política orientada por el desacuerdo y la ley heteróclita del poema. En ese preciso sentido, el texto propone una simple pero imprescindible pregunta: ¿Puede la forma histórica de la ley coincidir con las formas históricas y heteróclitas de la imaginación social?
. Desde la filosofía de Bloch, el texto de Willin Buitrago abriría un espacio desde el cual, tentativamente, las formas históricas y heteróclitas de la imaginación social podrían darse a la construcción de su horizonte emancipador, esa patria que buscamos, puesto que la ontología del aún no ser se encontraría en la oscuridad del momento vivido. La utopía estaría en espera
, señala Buitrago, así también lo estaría un materialismo por inventar que se desprende como corolario del libro "La plasticidad en espera" de la filósofa francesa Catherine Malabou, publicado por Editorial Palinodia en Santiago de Chile y reseñado, al final de este número, por Cristóbal Durán.
Bajo el subtítulo Pulsiones deletéreas y resistencia de la herencia se agrupan tres textos que, desde diversos momentos estructurales
de nuestra historia política, se organizan contra la invisibilización y aniquilamiento de la otredad. Dicho borramiento estaría orquestado por las ambiciones y ribetes fundacionales de las clases dominantes (Carlos Ruiz), ya sea inmovilizando y sustrayendo los componentes políticos del pueblo (Guillermo Espinoza), o bien, a partir de un proceso de doble negación de la diferencia, especialmente en el caso del conflicto chileno contra el pueblo mapuche (Tito Tricot). En consecuencia, siguiendo el análisis de G. Espinoza, el republicanismo promovería unas pulsiones deletéreas cuya principal función sería invisibilizar y distorsionar aquellas herencias que, subterráneamente, pondrían en entredicho la verdad oficial. Así como el ideario dominante reduciría la figura de Francisco Bilbao, por ejemplo, a la de un romántico viajero, obviando así su devoción por la emancipación e insurrección popular, los despotismos constitucionales, a través de un proceso de endocolonización, tal y como es señalado por T. Tricot, excluirían del presente la diversidad y el derecho de autodeterminación del pueblo mapuche. Distorsionar las herencias, o más bien, los modos de apropiación crítica de esta, se ha vuelto, para los dominantes, una necesidad política orientada a mantener la desarticulación política de lo social. Tal autonomización de la política, en palabras de Carlos Ruiz, fraguaría un sordo conservadurismo burocrático que, junto al auto-desarme político de la izquierda, potenciaría la pérdida de soberanía sobre los conflictos sociales. En síntesis, estos tres textos evidencian cómo, a pesar de efectivas diferencias epocales, las estrategias de homogeneización de los territorios geo-subjetivos son resistidas por unas herencias que, insistentemente, se asoman desde los intersticios de la historia.
Retroactivamente, podría decirse que estos seis primeros textos se engarzan en el continuum político de la lucha de clases. Tanto la virtud cívica como la juristocracia y la ciencia del olvido (que por cierto configuran lo cotidiano) darían cuenta de un origen que, si bien en su naturaleza nunca coincide consigo y por tanto es siempre múltiple, origina una serie de efectos deletéreos en la formación social de nuestro tiempo. No obstante, cada uno de los artículos consignados hace parte, a su vez, de unas resistencias clandestinas que dan a heredar suficiente material para implantar una idea (inception), o tal vez, un desacuerdo, en el origen mismo de nuestro porvenir.
En la tercera y última parte de este dossier, bajo el subtítulo Crisis y síntomas de la refundación económica, se dan cita tres artículos que, más allá del contexto alegórico y festivo de la celebración de los bicentenarios, analizan la actual crisis del capital y los cambios acaecidos en el patrón de acumulación del capitalismo tardío. Estos textos, cada uno a su manera, evidencian una serie de síntomas que fustigarían la estructura incólume del capital y que, a partir de ello, permitirían hacer cada vez más visibles los antagonismos de clase. En tal sentido, Andrés Piqueras realiza un detallado análisis de la caída tendencial de la tasa de ganancia
y cómo esto provocaría un debilitamiento progresivo de las posibilidades de reformas internas al devenir-del-capital
. A raíz de esta situación, ciertamente desfavorable para el capital en tanto clase, se anexaría una creciente imposibilidad política de frenar la subjetivación de la objetividad antagónica
. Por su parte, Juan Santarcángelo, analizando las crisis y el cambio del patrón de acumulación argentino, observa que la disputa por la distribución del excedente no es reversible mediante la actual dinámica de acumulación
. Esta favorable situación para los trabajadores requiere esfuerzos superlativos que, más allá de las actuales demandas reivindicativas que se puedan formular ante el Estado, permitan a la izquierda avanzar en la apropiación y colectivización de los excedentes y la consiguiente destrucción del libre mercado. Finalmente, Alejandra Olmos, analizando la estratificación social en Chile, da cuenta de lo que sería un cierto fracaso económico, político y culturalmente planificado
de las políticas públicas, específicamente a partir del programa Jóvenes Bicentenarios, para corregir el problema del desempleo y la precarización del trabajo juvenil en Chile.
A cargo de Alexis Meza, en las postrimerías de este número dedicado a los Bicentenario(s)… latinoamericanos, se rinde un sentido homenaje a un hombre que, a pesar de fallecer la madrugada del 27 de junio de 2010, no ha querido abandonar la historia. Podrá desaparecer su cuerpo, sin embargo, el nombre de Luis Vitale quedará inscrito entre nosotros en lo que se nos presentaría como una memoria para la acción.
Finalmente, presentamos en este número un último documento. Se trata de una entrevista titulada "Una fenomenología de lo cotidiano" realizada al profesor, Doctor en Filosofía, Sr. Bruce Bégout. En ella, el profesor Bégout presenta algunas de las tesis que recorren su obra, interrogando, a partir de una fenomenología práctica especulativa, relaciones posibles entre la cuestión del lugar y la cuestión antropológica. Pensar lo oculto de lo cotidiano sería, entre otras tareas, algo que esta entrevista nos lega ante la indeterminación del mundo.
Gustavo Bustos Gajardo
1 Para un desarrollo pormenorizado de esta noción ver Esposito, Roberto. Inmunitas. Protección y negación de la vida. Amorrortu editores, Buenos Aires, 2005.
2 Dussel, Enrique. Hacia el 2010: a dos siglos del proceso de la emancipación. ¿Un nuevo encubrimiento del otro?
en Biagini, Hugo y Roig, Arturo (comp). América Latina hacia su segunda independencia. Memoria y autoafirmación. Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara, Buenos Aires, 2007.
3 Derrida, Jacques. Demeure, Athènes. Edition Galilée, Paris, 2009.
4 Cf. Esposito, Roberto. Categorías de lo impolítico. Katz editores, Madrid, 2006, p. 115, n. 61.
5 Cf. Benjamin, Walter. El drama barroco alemán. Taurus, Madrid, 1990.
6 Arendt, Hannah. Comprensión y política (Las dificultades de la comprensión)
. En De la historia a la acción. Paidós, I.C.E./U.A.B, Barcelona, 1995.
La condivisión del origen
Transición, virtud cívica y desarrollo institucional. Ideas e instituciones políticas romanas en la formación de las repúblicas hispanoamericanas
Octavio Avendaño¹
"Considerad ahora qué prudentemente está dispuesto lo demás a favor de la comunidad de vida feliz y honrada de los ciudadanos, pues ésta es la causa principal de la sociedad y lo que la república debe procurar a los hombres, en parte con la educación, y en parte con las leyes…" (Cicerón: Sobre la república, Biblioteca Clásica Gredos, Madrid, 2000, p. 142).
"La libertad, esta producción sublime del ánimo fuerte y poderoso, semejante a Minerva, que salió de la cabeza de Júpiter, mandó al pueblo que resistiese, que intentase grandes cosas (…) Recordará en el nuevo hemisferio las maravillas de la antigua Roma por su amor a la libertad y a las virtudes, por su magnanimidad y su poder" (Aurora de Chile, julio 9 de 1812).
Resumen
El presente artículo analiza la influencia de las ideas e instituciones políticas romanas en las revoluciones independentistas y en la construcción de las repúblicas que surgieron tras la disolución del sistema colonial. Para tal efecto, se toma como referencia la experiencia de las provincias y los territorios que formaron parte de los antiguos virreinatos del Perú y del Río de la Plata, y que derivaron en la construcción de estados nacionales que se consolidaron a partir de la década de 1830. Como hipótesis general, se plantea que hubo una fuerte influencia del pensamiento político de la Roma clásica, expresado a través de las instituciones que reemplazaron la organización política del orden colonial, así como en el tipo de prácticas promovidas en el momento que se establecieron las nuevas repúblicas. Adicionalmente, se plantea que la influencia de las ideas y concepciones políticas de la Roma clásica fue mayor a la del pensamiento de la Revolución francesa y a la del liberalismo en ese momento aún en ciernes. Esto último permite distinguir con claridad la diferencia entre liberalismo y republicanismo, que suelen ser presentados como sinónimos, dificultando con ello el reconocimiento de la influencia del mundo clásico en la nueva concepción de Estado y, sobre todo, en lo que se refiere al funcionamiento de las instituciones representativas.
Palabras clave: Pensamiento político clásico – Independencia – instituciones políticas romanas – repúblicas latinoamericanas
Abstract
The present article analyzes the influence that Roman ideas and political institutions had on the independence revolutions and the construction of republics which emerged after the dissolution of the colonial system. In order to do so, the experience of the provinces and territories that were part of the old Peru and Rio de la Plata viceroyalties –which ended up in the formation of national states whose consolidation started in the 1830s– is taken as a reference. As a general hypothesis is stated that classical Rome’s political thought exerted a strong influence –expressed through institutions which replaced the colonial order’s political organization–, as well as the practices promoted at the very moment new republics were being established. Additionally, it is stated that the influence of classical Rome’s political ideas was stronger than that of the French Revolution’s thought as well of that of the at-that-moment rising liberalism. The latter permits to clearly distinguish between liberalism and republicanism, notions which tend to be presented as equals making difficult to recognize the classical world’s influence on the new conception of state and, above all, on what concerns to the functioning of representative institutions.
Keywords: Classical political thought - Independence - Roman political institutions - Latin-American republics
Presentación
Durante varias décadas el debate historiográfico acerca de las ideas políticas que llevaron al desarrollo de la independencia giró en torno a dos grandes corrientes interpretativas. La primera tendió a resaltar el peso que tuvo la concepción de la soberanía y de la autoridad derivada del pensamiento político configurado en el medioevo, especialmente del medioevo español. La segunda, que devino predominante, destacó la influencia del pensamiento de la Ilustración y del ideario libertario de la Revolución francesa. A diferencia de la corriente anterior, la influencia ilustrada y revolucionaria francesa fue asumida por un conjunto mucho más amplio de interpretaciones, que comprendieron desde las vertientes liberales hasta las visiones más críticas que surgieron a nivel de la historiografía social y económica. Por cierto, las explicaciones y discusiones sobre las causas de la independencia no se agotan en estas dos corrientes. Además, su inicio no puede ser asumido únicamente en función de las ideas políticas, por más que se haya producido un cuestionamiento al régimen monárquico –por parte de algunos sectores de la sociedad–, o a la forma en que la dinastía borbónica administraba el poder en las colonias americanas.
Son diversos los factores y las explicaciones que han predominado en los principales estudios acerca de la independencia, hasta llegar a asumir una perspectiva de tipo multicausal. Entre los factores más determinantes se han destacado aquellos de tipo económico, o que hicieron hincapié en la libertad de comercio, no obstante el contrabando que existía entre los habitantes de las colonias con navieros franceses e ingleses². Otras explicaciones han sido de tipo políticas, como la propagación de movimientos juntistas que sucedieron a la invasión francesa en España, o la pugna entre las elites de origen hispano y criollo. Incluso, algunas interpretaciones han insistido en el carácter estrictamente político y separatista
de los movimientos independentistas hispanoamericanos. A diferencia de otras experiencias revolucionarias que se dieron en Europa, entre fines del siglo XVIII y mediados del siglo XIX, se sostiene que en los países de la región no se vieron alteradas las principales formas de organización social y productivas derivadas del pasado colonial³. Contrariando esta visión, la propia historiografía ha demostrado que en Hispanoamérica las revoluciones independentistas tuvieron una direccionalidad múltiple, y al mismo tiempo lograron involucrar a diversos segmentos de la población, incluyendo a los sectores populares. No fueron solo pugnas entre sectores oligárquicos, o entre aquellos segmentos que conformaban la cúspide social. En ocasiones, esos mismos sectores establecieron alianzas con pequeños comerciantes o pequeños productores independientes, así como con representantes de las demás clases subordinadas⁴. En otras, en cambio, fueron los propios sectores populares quienes contribuyeron a profundizar y consolidar el proceso independentista, respecto de España y de otros centros hegemónicos derivados de los antiguos virreinatos. Ciertamente, hubo también ocasiones en las cuales los sectores populares fueron usados, por las fuerzas realistas, en contra del proceso independentista⁵.
Por otra parte, también han sido destacadas las situaciones de continuidad y cambio respecto del pasado colonial. Estas situaciones se reconocen con facilidad en determinados patrones culturales, que se fueron arraigando en los diferentes sectores de la sociedad latinoamericana, producto del peso del catolicismo, el verticalismo y la centralización del poder predominantes en el mundo hispano⁶. Del mismo modo, también se ha destacado la persistencia de determinadas instituciones, en especial de aquellas que han facilitado la proyección de ciertas relaciones de poder y dominación, como ocurrió con la hacienda en la mayoría de los países de la región.
Lejos de pretender plantear una interpretación alternativa a los debates existentes sobre el origen de la independencia, el presente artículo intenta analizar la influencia del pensamiento político clásico, cultivado en la Roma republicana, durante la disolución del orden colonial y en la fase de organización de los Estados nacionales. Tomando principalmente el plano de las ideas, el artículo pone énfasis en la importancia que tuvieron diversas concepciones vigentes en la Roma republicana, en la mayoría de los países que formaron parte de los antiguos virreinatos del Río de la Plata y del Perú. Sin desconocer el aporte del iluminismo y del liberalismo, lo que acá se plantea es que gran parte de ese ideario fue asumido en función de lo que ofrecía el modelo romano republicano. Los criollos tomaron ese modelo por considerarlo la alternativa más viable, y sobre la cual se manejaban mayores antecedentes, frente a la posibilidad de restablecer las instituciones coloniales o bien ante el polémico ejemplo de la experiencia revolucionaria francesa.
En base a lo anterior, se plantea en este trabajo que no es posible entender el establecimiento de los sistemas republicanos en el continente sin considerar el aporte del pensamiento político clásico, y sus intérpretes modernos, que pondrán en tela de juicio las concepciones de la autoridad y de la soberanía por mucho tiempo promovidas por la tradición jurídica y política española. La crítica a esa concepción de autoridad redunda en la asimilación de una nueva forma de representación presente desde la tradición política clásica. Por otra parte, es posible también asumir que el liberalismo y las instituciones de inspiración liberal se lograron imponer posteriormente tras la promoción de una serie de valores republicanos, asociado de la idea de virtud cívica, que ya existían en la política romana republicana.
I. La revolución independentista:
significado y direccionalidad
Los movimientos independentistas se inician en el continente con la declaración haitiana de 1804, que deriva de una auténtica revolución por parte de la población –de origen africano– sometida a condiciones de esclavitud. Sin embargo, los procesos independentistas adquieren un cariz absolutamente distinto con los movimientos juntistas que comienzan seis años después en la zona del Río de la Plata, y que luego se propagan hacia el Virreinato del Perú. La insurrección y posterior independencia haitiana serán consecuencia directa de la Revolución Francesa, y en particular de la radicalidad promovida por los jacobinos. Incluso, durante la primera fase de la Revolución francesa hubo participación de delegados haitianos al interior de la Asamblea Constituyente.
La insurrección de los esclavos negros en Haití se produjo en los momentos en que se iniciaba la Revolución francesa, debido a la negativa de los esclavistas residentes –de origen francés– de acatar la abolición de la esclavitud, tal como lo había establecido el gobierno revolucionario. Ante esa negativa estalló una de las mayores insurrecciones del continente, la que intentó ser aplacada con el auxilio solicitado por los esclavistas franceses a su principal potencia adversaria: Inglaterra. Los esclavos actuaron siguiendo la línea de las propuestas más radicales surgidas en Europa, y por lo mismo en defensa de las posiciones francesas en esta parte del continente americano. Por tanto, los esclavos haitianos se vieron obligados a enfrentar primero a los esclavistas de origen francés, luego a los ingleses y, años más tarde, a las tropas de Napoleón cuando éste ordenó restablecer la esclavitud, en 1802. A partir de ese momento, comenzaría la segunda fase de la revolución negra, que no se haría más en nombre de Francia sino de la liberalización de Haití
⁷. De los 43 mil soldados enviados por Napoleón, solo 8 mil volvieron a Francia. En octubre de 1803 Haití consiguió independizarse del dominio francés, cuya acta fue firmada en enero de 1804⁸. Por tanto, la independencia haitiana fue una consecuencia no esperada de la Revolución francesa, provocando una gran inquietud en el resto del continente, especialmente en aquellos sectores que tras el movimiento juntista iniciado en la zona del Río de la Plata, en mayo de 1810, mantuvieron su adhesión y reconocimiento a la autoridad del monarca Fernando VII.
La lealtad hacia el monarca quedó claramente demostrada a partir de 1807, tras la frustrada invasión inglesa en las provincias del Río de la Plata. Dicha invasión provocó una abierta y rápida reacción por parte de la población de Buenos Aires, que emprendió una serie de iniciativas de autodefensa luego de que los ingleses ocuparan Montevideo. Como recuerda Lynch, los hispanoamericanos no tenían ganas de cambiar a un amo imperial por otro
. Además, agrega Lynch, la invasión y la defensa realizada por la población permitió identificar los flancos débiles de la administración española, especialmente su política de defensa, en esta parte del continente. Por ende: Fueron sus habitantes, no España, quienes lo defendieron. Los criollos le tomaron gusto al poder (…) Y el poder una vez adquirido, no iba a ser abandonado…
⁹. En efecto, las milicias formadas por los criollos fueron alcanzando un importante poder frente a las debilitadas autoridades hispánicas, fenómeno que se fue acrecentando con la invasión napoleónica en España. Cuando en julio de 1808 llegaron las noticas a Buenos Aires de la invasión francesa, los intendentes en cada provincia volvieron a reafirmar la lealtad al rey; sin embargo, semejante actitud era poco realista. Fernando estaba bajo custodia y en realidad no gobernaba España
¹⁰.
La invasión francesa tendió a acentuar el debilitamiento de las autoridades españolas entre los habitantes del Río de la Plata, y paulatinamente a erosionar el sentido de la autoridad del rey. Esto último ha sido reconocido posteriormente a través de la orientación asumida por el movimiento juntista de Buenos Aires, no obstante su carácter patricio y aristocrático. El movimiento fue liderado por una minoría aristocrática que consiguió movilizar a otros sectores, proclamando la conformación de un nuevo gobierno que fue definido de carácter temporal y a la usanza de las juntas españolas. En efecto, se llevó a cabo en nombre del rey Fernando VII, pero adaptando la doctrina de la Soberanía
a la realidad colonial y criolla. De manera que el reconocimiento de la autoridad del rey terminó siendo una hábil maniobra política por parte de los principales líderes del movimiento juntista porteño. Como ha señalado Lynch: La defensa formal hacia Fernando era un instrumento conveniente, una táctica temporal. Asumiendo ‘la máscara de Fernando’ los patriotas esperaban capitalizar los restos de los sentimientos realistas en el pueblo del Río de la Plata, impedir una contrarrevolución española y asegurarse el apoyo de Gran Bretaña, la poderosa aliada de España
¹¹.
El movimiento juntista de Buenos Aires, cuyas repercusiones se dejaron sentir en las otras provincias del Río de la Plata, dio inicio a un proceso cuya culminación fue la disolución del Virreinato de igual nombre, además de provocar al mismo tiempo un efecto dominó
hacia las zonas controladas por el Virreinato del Perú. En el plazo de una década, toda la estructura colonial del Imperio Español se vio afectada, al menos en el área correspondiente al hemisferio sur del continente. En el caso particular de las provincias de la