La Poesía de Paul Éluard A Través de Tres Expresiones Líricas Relevantes

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La poesía de Paul Éluard

a través de tres expresiones líricas


relevantes

Dr. Luis Quintana Tejera


Universidad Autónoma del Estado de México
[email protected]
Paul Éluard nació en Saint-Denis el 14 de diciembre de 1895.
Murió bruscamente de angina de pecho el 18 de noviembre de 1952.
Su verdadero nombre era Eugène Grindel. Éluard era su apellido
materno.

A los dieciséis años y después de estar internado casi dos años en


un sanatorio de Suiza conoce a la multicitada Gala con quien habría
de casarse y que lo abandonaría después para convertirse en la
mujer de Salvador Dalí. Fundó en 1920 la revista Proverbe en la que
colaboraron los dadaístas. Formó parte del equipo de la revista
Littérature y se adhirió con sus amigos al dadaísmo. Al separarse
éstos los acompañó para fundar el movimiento surrealista del cual
sería uno de los más importantes seguidores1.

Permaneció en París durante la ocupación alemana convirtiéndose


en uno de los escritores de la Resistencia. Puede considerarse que
en 1938 comienza a alejarse del surrealismo, alejamiento que se
convierte en definitiva separación al adherirse en 1942 al partido
comunista en la clandestinidad2.

El nombre de Paul Éluard aparece incluido por Breton en su


manifiesto de 19243 y es considerado por éste como uno de los
poetas franceses dignos de llamarse surrealistas.

Precisamente, la extensa producción poética de Éluard se relaciona


con el surrealismo, pero quizás no de la forma que lo hubiera
esperado Breton. Consideraremos el análisis literario de algunos
poemas y comenzaremos con: "Pour vivre ici" que corresponde al
año 1918, es por tanto anterior al manifiesto y presenta
características simbolistas, sin embargo ya apuntan elementos que
serán después bastión surrealista. Vayamos a su análisis.
"Pour vivre ici"

Je fis un feu, l'azur m'ayant abandonné,


Un feu pour être son ami,
Un feu pour m'introduire dans la nuit d'hiver,
Un feu pour vivre mieux.
Je lui donnai ce que le jour m'avait donné:
Les forêts, les buissons, les champs de blé,les vignes,
Les nids et leurs oiseaux, les maisons et leurs clés,
Les insectes, les fleurs, les fourrures, les fêtes.
Je vécus au seul bruit des flammes crépitantes,
Au seul parfum de leur chaleur;
J'étais comme un bateau coulant dans l'eau fermée,
Comme un mort je n'avais qu'un unique élément.4
(1918)

El hombre necesita expresar sus necesidades más profundas y esto


sucede, fundamentalmente, cuando el entorno individual se ve
alterado de una manera tal que es preciso un gran esfuerzo para
recobrar el equilibrio perdido.

En "Pour vivre ici" (1918) es muy importante considerar la actitud


poética ante un mundo que ha cambiado. Nuestro escrito no pretende
encontrar en este poema un planteamiento claramente surrealista -
como ya quedó expresado- sino subrayar algunos aspectos que
pueden constituir la antesala del movimiento encabezado por André
Breton a partir de 1924.

Queremos analizar los principales elementos que se integran en la


composición -tanto formales como conceptuales- y manejar la teoría
de que el presente poema es un fragmento de la totalidad de la obra
de Éluard, fragmento de gran valor en la medida en que refleja
aspectos sustanciales del sentimiento, personal e intransferible, de
quien actúa como sujeto lírico.
El título, "Pour vivre ici", refleja el objetivo prioritario que se ubica en
la intencionalidad creadora. El deíctico "ici" hunde sus raíces en el
lugar de residencia de la voz poética, un "aquí" que puede ser todos
los sitios o que muy bien puede no ser ninguno. Lo único cierto -lo
notamos desde el inicio- es que se requiere re analizar las
situaciones y arribar a conclusiones significativas.

El primer verso se inicia con un acto de creación que puede ser


valorado en dos direcciones: 1. El fuego creado por el sujeto lírico
manifiesta su decisión de actuar más allá de la inercia que podemos
descubrir en el mundo que lo rodea.

2. El fuego encendido es el primer indicio de algo que comienza, de


algo que irrumpe en medio de la soledad.

Resulta claro también que la actitud inicial es una respuesta a una


situación de abandono, según queda dicho en la segunda parte del
primer verso. Hay algo que ha dejado de ser y es imprescindible
sustituirlo para seguir viviendo. En síntesis, si el “azur” lo ha
abandonado, el fuego ocupará su lugar.

El fuego es un símbolo. Como un nuevo Prometeo, el sujeto lírico se


dispone a enfrentar la crueldad del invierno que se avecina, haciendo
gala de un don de dominio y de arraigo que es otorgado por ese
mismo fuego.

Concluido el primer verso, el fuego se adueña, estilísticamente


hablando, del cuarteto inicial. Por esa causa, la anáfora de la
expresión "Un feu" se reviste de una significación preponderante. El
sujeto lírico repite para confirmar su deseo de permanente unión con
ese nuevo amigo que es el fuego; reitera para que se entienda el
íntimo acercamiento dado entre él y esa potencia natural; insiste para
subrayar la convicción, la certeza, más necesaria aún, porque se vive
en la inestabilidad de un presente.
Ahora bien, tres instancias fundamentales permiten que el sujeto
lírico se funda con ese fuego y es, precisamente, la anáfora la que
nos guía al encuentro de esas significaciones, a saber:

a. El fuego será su inseparable amigo.

b. Le permitirá aventurarse en la noche invernal.

c. Le proporcionará una vida mejor.

En fin, a modo de síntesis para el primer cuarteto, la idea de


abandono representada por el “azur” se pierde completamente en la
noción de triunfo que sustenta el fuego.

El segundo cuarteto reviste un carácter explicativo. La voz poética


quiere decirnos cómo ha volcado todo su amor en la obtención de
ese fuego. Al igual que en la estrofa anterior, el pronombre personal
de primera persona, encabeza los enunciados. Es ese mismo "yo",
rebelde y ansioso, quien se ha preocupado por integrar en la inmensa
hoguera cada trozo de pasado, cada momento vivido.

La enumeración ocupa un lugar importante en este cuarteto; está


marcada a partir de los dos puntos. Esta figura reviste un carácter
arbitrario; los elementos que la integran no emergen de una
elaborada recreación, sino de una actitud espontánea que pretende
descubrir en sí misma la causa de su propia irracionalidad. El fuego,
lejos de consumir y acabar los bosques, las zarzas... etc., logrará una
recreación sustancial de todos y cada uno de los elementos que
conforman la mencionada enumeración.

Paralelamente podemos observar que existen lazos entre los


aspectos mencionados y que prepondera la noción de arraigo a
través de la imagen de los "nidos y sus pájaros" y de "las casas, sus
llaves". Hay presencias impuestas más por la voz surrealista, como
diría Breton, que por la razón. Me refiero al último verso de este
cuarteto, donde "los insectos, las flores, las pieles, las fiestas", son
elementos vitales de la naturaleza que aportarán a ese fuego un vigor
salvaje, una proyección extraña, pero sustancial.

El sujeto lírico integra en su enumeración una gradación: los


elementos desglosados ocupan dos dominios distintos unidos en la
concepción del poeta, quien indica en forma casi imperceptible el
tránsito de un extremo del continuum al otro; extremos que van desde
lo minúsculo de los insectos hasta lo pomposo de las fiestas; de lo
estrechamente relacionado con la naturaleza, con poco o nulo
contacto humano, como los insectos, a la naturalidad estética de las
flores (intervención de la percepción humana, e incluso de su
actividad floricultora), la ambigüedad natural-social de las pieles
(como parte inherente de los mamíferos o como elemento de abrigo,
ornato y prestigio en la sociedad) hasta llegar a “las fiestas”, de
carácter claramente social.

Debe destacarse que la gradación señalada actúa como la


serpiente que se muerde la cola: de acuerdo con la perspectiva
adoptada, los elementos que la constituyen pueden identificarse
indistintamente como miembros de la naturaleza o de la sociedad, el
conjunto es un continuum, los límites están impuestos por la
percepción.

Paralelamente, en lugar del orden presentado por el poeta,


proponemos un orden relacionante de esos mismos aspectos.
Tenemos así:

a) Elementos de la naturaleza en los cuales no ha intervenido el


hombre: bosques, nidos, pájaros, insectos, flores. Éstos
recuerdan al sujeto lírico que no está solo en este universo y
que, observando a su alrededor, puede descubrir un mundo que
tiende hacia lo infinito.
b) La naturaleza regida por el hombre: zarzas, campos de trigo,
viñas. Predomina la noción de trabajo y la febril creación del
individuo en abierto contacto con esa misma naturaleza.

c) Aspectos que pueden considerarse como ornato, que sustentan


un carácter predominantemente estético: las flores, las pieles,
las fiestas. El ser humano ha tomado de la natura todo aquello
que le permite sentirse mejor: la hermosura de las flores, la
protección que brindan las pieles, la alegría de pertenecer a ese
entorno.

La última estrofa ubica una situación mucho más personal que las
anteriores. Ahora se trata de decir cómo se sintió el sujeto lírico en
ese encuentro con el fuego. En medio del silencio universal, sólo se
oían las llamas crepitantes: dato sinestésico5 senso-auditivo y de
gran valor plástico en este mismo sentido.

La expresión "perfume de su calor" es otra sinestesia. Se reúnen


dos datos sensoriales diferentes: olfativo y térmico, los cuales
resultan identificados en ese hermoso fuego.

Dos comparaciones son utilizadas para llevar al poema hasta su


conclusión. En las dos, el elemento real es el sujeto lírico. En la
primera de ellas, la voz poética se expresa diciendo: "j'étais comme
un bateau coulant dans l'eau fermée" El elemento evocado es "un
barco corriendo en agua cerrada"; este barco bien puede representar
el desarrollo de la existencia individual de la voz poética, a partir de la
presencia del fuego; dicha embarcación navega en agua cerrada, es
decir, avanza hacia un puerto seguro sin detenerse a contemplar la
asqueante realidad que la circunda.

En la segunda, "Comme un mort je n'avais qu'un unique élément", el


sujeto lírico se identifica con un muerto, pero lo hace a la manera
surrealista, porque sólo se detiene a contemplar un aspecto de la
relación que lo une al individuo muerto: la tierra es al muerto como el
fuego es a la voz poética. Ha logrado así su objetivo; en una plena
identificación con el fuego recupera la fe perdida y se siente ya en
condiciones de volver a triunfar.

El poema analizado constituye un modelo estilístico de comprensión


que nos permite entender un ejemplo de lírica contemporánea en
cercanía con el surrealismo bretoniano y nos muestra además una
línea de trabajo que halla su propia justificación en esa necesidad por
parte del sujeto lírico de búsqueda constante, búsqueda que arraiga
en los elementos representativos de un paisaje en acción creciente.

Si nos detenemos a continuación en un poema de la etapa


surrealista podremos constatar algunos de los elementos reclamados
por Breton en el marco de su estética. Se trata de la composición
titulada “La enamorada” y que pertenece al libro La capital del dolor
(1926).

La enamorada

Está de pie sobre mis párpados


y su cabello está en los nuestros,
tiene la forma de mis manos,
tiene el color de mis ojos,
se absorbe en mi sombra
como una piedra sobre el cielo.

Tiene siempre los ojos abiertos


y no me deja dormir.
Sus sueños en plena luz
hacen evaporarse los soles
me hacen reír, llorar y reír,
hablar sin tener nada que decir.

El poema se caracteriza por la llana expresión del sentimiento y por


un lirismo tranquilo que manifiesta la intensidad simple de ese amor.
Desde el comienzo la voz que habla advierte la presencia de la mujer
amada quien, dice: “Está de pie sobre mis párpados”. Ése “estar ahí”
involucra no sólo la significación del encuentro, sino también el valor
trascendente que el sujeto lírico otorga a la presencia impostergable
de aquella a quien ama. La metáfora empleada en este primer verso
nos conduce al territorio de la imagen surrealista caracterizada
precisamente por esa posibilidad de encender la mecha de la
comprensión sin recurrir para ello a los esquemas tradicionales de las
figuras retóricas del pasado. “Estar de pie sobre mis párpados” puede
ser interpretado con el carácter impositivo de una presencia que se
observa desde el marco de quien ofrece estos acontecimientos
íntimos. Ella está allí y él la mira desde sus párpados que no pueden
ocultar la satisfacción que les confiere esa cercanía.

Además, la identificación -dejemos de lado los pronombres “Él” y “


Ella”- entre ese “tú” y ese “yo” no tarda en producirse; porque el “tú”,
ese “tú” impostergable que grita su presencia, su “estar ahí”, se
parece de una manera infinita al “yo” que observa y que al mismo
tiempo que lo hace es observado también. Manos y ojos representan
el matiz que el primer acercamiento entre ambos nos proporciona.
Los datos sinestésicos de diferente valor son empleados aquí con
alcance tradicional para autorizar así la mejor elaboración de la
imagen moderna total. “Forma” “color” “sombra” aluden
inequívocamente a elementos visuales que en el acto de aproximarse
comienzan a identificarse. Hay más todavía: “Se absorbe en mi
sombra/ como una piedra en el cielo.” Toda sombra requiere de la
presencia del sol para producirse; pero ésta succiona casi a la otra
sombra inevitable del ser amado; y todo sucede en la relación “luz-
sombra” que acude de manera inevitable cuando existe un
acercamiento de dos seres que se aman. En el marco de la
comparación utilizada también el cielo absorbe a la piedra o quizás a
la inversa, la piedra absorbe al cielo. Este fluir lúdico del verso de
Éluard tiene como finalidad poner en acción a todos los elementos de
una naturaleza que se presta para revertir el símbolo y demostrar así
-en términos del manifiesto bretoniano de 1924- que la naturaleza del
hombre se asocia de una forma tan extravagante a los
acontecimientos líricos que no sólo el individuo se ve proyectado
como ser humano en esa misma naturaleza, sino que además se
siente parte inequívocamente arbitraria de ella. Si el poeta -según lo
expresado en el mismo manifiesto del 24- es “aparato registrador que
no queda hipnotizado por aquello que registra” aquí debe
comportarse como tal para lograr la imagen adecuada que proyecte
la intimidad de ese encuentro.

En el marco de la segunda estrofa los símbolos entronizados en la


primera regresan. El enamorado inevitablemente ama. Ese amor no
lo deja dormir. Los ojos abiertos de la amada son en verdad los ojos
abiertos del “yo”. Los sueños evaporan los soles y todo se mueve en
medio de una imagen onírica -tan cara a Breton y a los surrealistas-
en donde el sujeto lírico se complace en la contemplación hermosa
de sus recuerdos de amor.

Y entonces, lo esperado quizás por un lector comprometido en la


confidencia del poeta, se produce la expresión de dos sentimientos
contrarios: la risa y el llanto; risa y llanto provocados por una
situación que permanece de espaldas a la lógica y a la razón. Decía
Pascal: “El amor tiene razones que la razón no comprende” y es
precisamente apoyados en estas “razones” en donde podemos
encontrar la explicación a los hechos. Pero, más aún, la hallamos en
el interior conflictivo y bello de cada uno de nosotros, hombres igual
que el poeta, quienes al identificarnos con él sabemos de esa risa y
sabemos de ese llanto. El sujeto lírico ríe con la satisfacción que ese
amor sabe dar, pero llora, temeroso quizás, por todo lo que no puede
entender en la obscura lógica de ese mismo amor.

El último verso posee un carácter casi en la misma línea que


algunos sonetos de Lope de Vega en donde el amor hace hablar
aunque no haya nada que decir. Nuevamente la razón exige un
discurso apropiado y organizado; pero el discurso de los enamorados
permanece indiferente a esta ley. La enajenación de las palabras que
salen sin concierto expresa la enajenación del hombre enamorado.
Nada mejor que recordar aquellos versos del citado Lope los cuales
corresponden a una modalidad tradicional del discurso, pero no por
ello menos hermosa:

Soneto 14.

Ir y quedarse y con quedar partirse,


partir sin alma e ir con alma ajena,
oír la dulce voz de una sirena
y no poder del árbol desasirse;

arder como la vela y consumirse,


haciendo torres sobre tierna arena;
caer de un cielo y ser demonio en pena
y de serlo jamás arrepentirse,

hablar entre las mudas soledades,


pedir, pues resta sobre fe paciencia,
y lo que es temporal llamar eterno;

creer sospechas y negar verdades,


es lo que llaman en el mundo ausencia,
fuego en el alma y en la vida infierno.

Hallamos aquí también el verso enamorado; las contradicciones de


ese mismo amor y el hablar solo (entre las mudas soledades) nos
recuerda el “Hablar sin tener nada que decir”.

Finalmente, y a manera de un final apenas anunciado, nos


referiremos brevemente a otro poema, “Libertad” que corresponde al
libro Poesía y verdad del año 1942 como lo expresamos al comienzo
de este ensayo.

Sobre mis cuadernos de colegial


Sobre el pupitre y los árboles
Sobre la arena sobre la nieve
Escribo tu nombre

Sobre todas las páginas leídas


Sobre todas las páginas en blanco
Piedra, sangre, papel o ceniza
Escribo tu nombre

Sobre las imágenes doradas


Sobre las armas de los belicosos
Sobre la corona de reyes
Escribo tu nombre

Sobre la selva y el desierto


Sobre los nidos sobre las retamas
Sobre el eco de mi infancia
Escribo tu nombre

Sobre las maravillas de las noches


Sobre el pan blanco de los días
Sobre las temporadas desposadas
Escribo tu nombre

Sobre todos mis trapos de azul


Sobre el estanque sol enmohecido
Sobre el lago luna viva
Escribo tu nombre

Sobre los campos sobre el horizonte


Sobre las alas de los pájaros
Y sobre el molino de las sombras
Escribo tu nombre

Sobre cada soplo de aurora


Sobre el mar en los barcos
Sobre la montaña lunática
Escribo tu nombre

Sobre la espuma de las nubes


Sobre los sudores de la tormenta
Sobre la lluvia gruesa e insípida
Escribo tu nombre

Sobre las formas que centellean


Sobre las campanas de los colores
Sobre la verdad física
Escribo tu nombre

Sobre las sendas despertadas


Sobre las carreteras desplegadas
Sobre los lugares que desbordan
Escribo tu nombre

Sobre la lámpara que se enciende


Sobre la lámpara que se apaga
Sobre mis casas reunidas
Escribo tu nombre

Sobre el fruto cortado en dos


Espejo y mi habitación
Sobre mi cama vacía
Escribo tu nombre

Sobre mi perro codicioso y tierno


Sobre sus orejas elaboradas
Sobre su pierna torpe
Escribo tu nombre

Sobre el trampolín de mi puerta


Sobre los objetos familiares
Sobre el mar del fuego bendito
Escribo tu nombre

Sobre toda carne concedida


Sobre la frente de mis amigos
Sobre cada mano que se tiende
Escribo tu nombre

Sobre el cristal de las sorpresas


Sobre los labios atentos
Bien sobre el silencio
Escribo tu nombre

Sobre mis refugios destruidos


Sobre mis faros aplastados
Sobre las paredes de mi problema
Escribo tu nombre

Sobre la ausencia sin deseos


Sobre la soledad desnuda
Sobre las marchas de la muerte
Escribo tu nombre

Sobre la salud vuelta de nuevo


Sobre el riesgo desaparecido
Sobre la esperanza sin recuerdos
Escribo tu nombre
Y por el poder de una palabra
Reinicio mi vida
Nací para conocerte
Para nombrarte
Libertad

La magia expresiva de este poema se fundamenta en recursos tan


simples como el estribillo con que se cierra cada uno de los veinte
cuartetos con la excepción del último en donde el término “Libertad”
ocupa el lugar preferente. Además la repetición con carácter
anafórico de la preposición “sobre” circunda todo el poema del
principio al fin; la ausencia de signos de puntuación tradicionales
manifiesta otra necesidad del decir lírico en donde una coma tan sólo
hubiera significado entorpecimiento del inevitable fluir del sentimiento.

Sin ánimo de analizar todas y cada una de las categorías reseñadas


en donde todo recuerda a la libertad comprometida a cada paso y en
cada acción humana, podemos mencionar el carácter abiertamente
polifónico y politemático de la composición la cual evoluciona desde
la niñez del sujeto lírico hasta su madurez y pasa además por
episodios representativos de la existencia humana tales como la
selva y el desierto, las alas de los pájaros, la lámpara que se
enciende, la lámpara que se apaga y hasta su perro codicioso y
tierno.

Es así que las circunstancias poéticas de Éluard se nutren de todo


aquello que pueda ser representativo de su propio microcosmos
necesitado de paz y equilibrio en medio de un mundo en guerra y
lucha constante.

Además el verso anafórico “Escribo tu nombre” adopta un carácter


de alta trascendencia, porque el nombre que escribe es “Libertad” y
no sólo lo escribe, sino que además lo dimensiona y vive en cada
acto de existencia.

En conclusión, hemos analizado tres poemas de Paul Éluard que


corresponden a tres momentos diferentes de su producción. “Para
vivir aquí” nos ubica en la etapa anterior al surrealismo en donde la
modalidad simbolista se impone. “El enamorado” refleja esquemas
del surrealismo y nos permite conocer una forma de poesía que
quizás no sea el fiel modelo deseado por Breton, pero que sí expresa
con profunda elegancia y sentimiento matizado las vivencias de un
hombre enamorado. En fin, “Libertad” abre las perspectivas del
hombre político comprometido con la Resistencia Francesa en la
Segunda Guerra Mundial y luego con la causa del comunismo en la
última etapa de su vida.

La producción de Paul Éluard resulta enmarcada así en el terreno


de lo lírico en donde destacó por el alto poder del sentimiento
mostrado. Amor, vida y misterios están en él y justifican la
profundidad de su misma creación.

BIBLIOGRAFÍA

Breton, André. Antología (1913-1966), Selección y prólogo de


Marguerite Bonnet, trad. Tomás Segovia, México, Siglo XXI,
1973.

Del Prado, Javier (Coordinador). Historia de la literatura


francesa, Madrid, Cátedra, 1994.

Pellegrini, Aldo (Estudio preliminar, selección, nota y


traducciones). Antología de la poesía surrealista, Barcelona,
Argonauta, 1981.
Real Academia de la Lengua Española. Diccionario de la
lengua española, dos tomos, Madrid, Espasa Calpe, 2001.

NOTAS:

[1] Aspectos relevantes de su obra: “Su evolución puede percibirse


a partir de El deber y la inquietud (Le Devoir y l’Inquiétude),
1917 o Poemas para la paz (Poèmes pour la Paix), 1918, antes
de entrar en el período surrealista al que pertenecen Morir de
no morir, 1924; A falta de silencio, 1925; Capital del dolor, 1926;
El amor, la poesía, 1929; La vida inmediata, 1932; Los ojos
fértiles, 1936. Los mismos compromisos políticos y en la
Resistencia -en este sentido su “Himno a la libertad” con el que
comienza Poesía y verdad, 1942, se ha convertido en un
símbolo reconocido por varias generaciones, con un ritmo
íntimo y dinámico próximo a la letanía y una escritura depurada
en su simplicidad- le conducen a formas expresivas casi
cotidianas.

Otras obras que corresponden a la última etapa: Poemas


políticos, 1948; Poemas para todos, 1952; que sitúan un
compromiso político en paralelo a la permanente temática
amorosa.” (Javier del Prado, coordinador, Historia de la
literatura francesa, Madrid, Cátedra, 1994, pp. 1210-1211)

[2] Cfr. Aldo Pellegrini. Antología de la poesía surrealista,


Barcelona, Argonauta, 1981.

[3] PRIMER MANIFIESTO SURREALISTA

(Fragmento)

En homenaje a Guillermo Apollinaire, Soupault y yo dimos el


nombre SURREALISMO al nuevo modo de expresión que
teníamos a nuestro alcance y que deseábamos comunicar lo
antes posible, para su propio beneficio a todos nuestros
amigos.

Voy a definir de una vez para siempre la palabra surrealismo:

SURREALISMO: sustantivo, masculino. Automatismo psíquico


puro por cuyo medio se intenta expresar, verbalmente, por
escrito o por cualquier otro modo el funcionamiento real del
pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a
toda preocupación estética o moral.

ENCICLOPEDIA. Filosofía: el surrealismo se basa en la


creencia en la realidad superior de ciertas formas de asociación
desdeñadas desde la aparición del mismo, y en el mismo
ejercicio del pensamiento. Tiende a destruir definitivamente
todos los restantes mecanismos psíquicos, y a sustituirlos en la
resolución de los principales problemas de la vida. Han hecho
profesión de fe de surrealismo absoluto los siguientes señores:
Aragon, Baron, Boiffard, Breton, Garrive, Crevel, Delteil,
Desnos, Eluard, Gérard, Limbour, Malkine, Morise, Naville, Nell,
Péret, Picon, Soupault, Vitrac.

Por el momento parece que los antes mencionados forman la


lista completa de los surrealistas, y pocas dudas caben al
respecto...

...

Imágenes surrealistas.

No voy a ocultar que para mí la imagen más fuerte es aquélla


que contiene el más alto grado de arbitrariedad, aquélla que
más tiempo tardamos en traducir a lenguaje práctico, sea
debido a que lleva en sí una enorme dosis de contradicción, sea
a causa de que uno de sus términos está curiosamente oculto,
sea porque de ella se derive una justificación formal irrisoria,
sea porque pertenezca a la clase de imágenes alucinantes, sea
porque preste de un modo natural la máscara de lo abstracto a
lo que es concreto, sea por todo lo contrario, sea porque
implique la negación de alguna propiedad física elemental, sea
porque dé risa.

He aquí un ejemplo de imagen surrealista: "El color de las


medias de una mujer no es obligatoriamente la imagen de sus
ojos, lo cual ha inducido a decir a un filósofo, cuyo nombre es
inútil hacer constar: 'los cefalópodos tienen más razones para
odiar el progreso que los cuadrúpedos'" Max Morise.(André
Breton. Antología, trad. Tomás Segovia, México, Siglo XXI,
1973.)

[4] Para vivir aquí.

Yo hice un fuego, el azur me había abandonado,


un fuego para ser su amigo,
un fuego para introducirme en la noche invernal,
un fuego para vivir mejor;

Yo le di aquello que el día me había dado:


los bosques, las zarzas, los campos de trigo,las viñas,
los nidos y sus pájaros, las casas y sus llaves,
los insectos, las flores, las hormigas, las fiestas.

Yo viví al solo ruido de sus llamas crepitantes,


al perfume de su calor;
yo era como un barco navegando en un agua cerrada,
como un muerto yo no tenía más que un único
elemento.
[5] Sinestesia: Tropo que consiste en unir dos imágenes o
sensaciones procedentes de diferentes dominios sensoriales.
“Soledad suave” “Verde chillón” (Diccionario de la RAE, 2001, p.
2070).

© Luis Quintana Tejera 2002


Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de
Madrid

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