Rescate: "Visión" de Delmira Agustini. Clase Preparada Por Idea Vilariño
Rescate: "Visión" de Delmira Agustini. Clase Preparada Por Idea Vilariño
Rescate: "Visión" de Delmira Agustini. Clase Preparada Por Idea Vilariño
VISIÓN
En la obra de D[elmira] A[gustini] aparece
reiteradamente el sueño. En el sent[ido] de dormir,
de soñar, de aspirar (los sueños de mi vida), de
imaginar, idear (debe ser vivo a fuerza de soñado),
de soñar despierto.
Título
Cuando se recuerda este poema hay cierta tenden-
cia a considerarlo como el planteo de una situación
onírica. Pero no. El título es preciso. No se trata 197
sino de una visión. Incluso vacila en los primeros
versos entre tres opciones: ¿Fue una ilusión, fue
obra del deseo, o fue divina y simplemente en vida?
Ninguna de ellas alude al sueño. Sin embargo los vio
“velar su sueño”. Seguro que podemos pensar que de
todo ello hay, pero debemos aceptar el título como
una calificación definitiva de esa experiencia. Por si
se necesitaran más certezas, emplea simplemente el
verbo ver; no sabe cómo, pero lo vio velar su sueño.
Organización
El poema tiene divisiones que en las diferentes
ediciones son diferentes y que seguramente no debemos
considerar estrofas en el sentido corriente del tér-
mino. Diríamos más bien que el texto está separado en
varias partes según las div[ersas] etapas del texto.
En la 1.ª parte revela, después de vacilar sobre su
propia percepción de lo ocurrido, cómo apareció él. Y
1. Transcribimos la preparación de una clase sobre Delmira Agustini que Vilariño dictó
en los cursos de Literatura uruguaya de la Facultad de Humanidades de la Universidad de la
República. Elegimos un poema, “Visión” que ocupa once folios mecanografiados con pocas
correcciones ológrafas de la autora en hojas de 14 x 22 cm en un bibliorato donde hay más
apuntes sobre Delmira Agustini y el modernismo (Colección i.v. Clases).
dónde. En la 2.ª él es el sujeto activo y se suceden
las dif[erentes] maneras de decir cómo se inclina.
Hasta aquí ella parece el objeto pasivo.
En la 3.ª se ocupa sobre todo de ella y de su deseo
pero ambos extreman sus […] hasta fundir sus vidas.
En la 4.ª espera del abrazo (ella y retroceso (él).
Versificación
De nuevo aparece su libertad en la ver[sificación]
de las estrofas, si las llamamos así, son las que
convienen a su escritura; los versos oscilan entre
diversas medidas según conviene a su expresión. No
está escribiendo en det[erminados] versos sino que
se está sirviendo de ellos. Pasa, con toda natura-
lidad, de los endecasílabos, que son mayoría, al
alejandrino o al heptasílabo.
Rimas
Podríamos decir que sólo hay algunas asonancias re-
198 lativamente alejadas. Pero obsérvese en la que sería
la 1.ª estrofa las asonancias de deseo-miedo-silen-
cio, pero dentro del v[erso]: espejo-sueño-muerto.
Las asonancias en i de tres finales vida-aparecis-
te-vivo. Ilusión- noche-alcoba-hongo rincones. Pero
creo que mayores son las que riman con esa a del
final: soledad. Las aes acentuadas vienen desde el 1.er
v[erso] acaso-marco; velar agrandada, lado, gigante,
brotado, engrasados, soledad.
200 Cada etapa está dada por una comparación, pero que
está además enriquecida por adverbios, por califi-
cativos y por otras figuras que se dan dentro de la
comparación, bordeando a menudo la imagen.
1.ra comp[aración]
En todos los casos lo comparado es la acción de
inclinarse. Como a un lago en el desierto. Pero ambos
elementos comparantes están enriquecidos: el lago se
identifica con una copa de cristal (metáfora), y el
desierto con un mantel de fuego. Otra metáf[ora].
Observar ese par copa-mantel, elem[ento] de la más
extrema cotidianeidad a que recurre a menudo pero
transmutándolos, en otra realidad que nada tiene de
cotidiano.
2.ª comp[aración]
Como un enfermo de la vida a la muerte. Pero de
nuevo enriquece uno de los elem[entos] de compara-
ción: a los opios infalibles de la Muerte, es decir,
infalibles porque de ese sueño no se despierta, esa
droga no falla. Y las vendas que curan de esa vi-
da-enfermedad son otra metáfora de las losas del
sepulcro que la clausuran para siempre.
3.ª comp[aración]
El creyente a la hostia. Pero la hostia es identi-
f[icada] con una oblea (de nuevo se recurre a una cosa
de extrema cotidianeidad para identificarla con algo
divino, a lo que (vuelve) revierte con el calificativo
“de cielo”. Pero, en este caso, tal vez atraída por
las posibilidades del elem[ento] de analogía, se
detiene con exceso, se diría un poco al margen de esa
vivencia que está, paso a paso, comunicando. Y se
detiene para insistir en la definición de la hostia,
para la que encuentra dos metáf[oras] de muy opuesto 201
signo [nieve o fuego]: en la primera es una gota de
nieve, algo concreto que tiene sabor, que alimenta
la carne, pero que, y así nos traslada al campo
espiritual, es un sabor de estrellas ¿metáf[ora]
dentro de la metáf[ora]? o ¿catacresis o sinestesia?
Y alimenta los lirios de la carne, lo que hay de más
puro o espiritual en ella. Y, a cont[inuación] pasa
a otra figura difícil de especificar: chispa de Dios;
como si D[ios] fuera algo concreto, una cosa que
puede despedir chispas. Se diría que, de nuevo, está
empleando a Dios como objeto poético. [Sin embargo?]
esa chispa produce un efecto espiritual; puebla los
espíritus de luces celestiales o divinas. Metáf[ora].
4.ª comp[aración]
Como la melancolía al silencio. De nuevo no se
queda en esas dos denotaciones: es el gran sauce de
la Melancolía (Metáfora. ¿Imagen?), que se inclina a
las hondas lagunas del silencio. El sauce de la Me-
lanc[olía] es una figura bastante obvia; esas hondas
lagunas dan, en cambio, al silencio, que es algo
inmaterial (negativo) la consistencia, la densidad
del agua.
5.ª comp[aración]
Como la torre del orgullo a su sombra. Aquí hay de
nuevo dentro de la comp[aración] una figura diferen-
te. La torre de mármol del orgullo está aludiendo a
lo inmutable, lo rígido, lo insensible del orgullo,
pero esa torre aparece minada por la tristeza, como
si hubiera en el orgullo algo endeble, que permite
que sea socavado, minado. Acaso así se está personi-
ficando el orgullo; pero también la tristeza, que se
pers[onifica] en un monstruo. Personificado, además,
porque se inclina hacia su hermana la sombra, también
personif[icada].
6.ª comp[aración]
Por primera vez cosifica, no se inclina como a sino
202 como si fuera… (No como algo o alguien, como él).
También por primera vez ella es otra cosa que es ese
mí que la aludía cada vez y que era sin duda su ser,
pero que podía ser ella toda, o su espíritu. Aquí se
revela su cuerpo como el supremo punto de atracción.
Se, no aparece éste como un objeto erótico sino como
algo trascendente de lo que se puede esperar una
revelación. Metáfora sostenida: la inicial sobre la
página del lecho. ([O cosif[icada]).
7.ª comp[aración]
Culmina (?) la serie de comparaciones con una más
breve, en que el elem[ento] comparante es menos de-
sarrollado pero, sin duda, más trascendente. Como a
una ventana. Pero como el milagro de una ventana,
porque es una ventana metafísica, diríamos. Como si,
sediento de conocimiento, se inclinara a un resquicio
que le diera acceso a lo incognoscible, al más allá.
La últ[ima] parte
En la últ[ima] parte del poema, como vimos, se
dan la espera extremada, anhelante del abrazo y la
negación, el alejamiento. Ella está entera en la
espera, anhelando suspensa “el abrazo magnífico” que,
por otra parte, todo el poema hacía esperar. Desde
el 1.er verso de esta última parte comienza la iden-
tificación de los brazos con alas, del abrazo con
un aletazo, con un vuelo. Será un abrazo glorioso,
afiebrado, milagroso, creador. Los 4 brazos pueden
ser las raíces de una raza nueva (tal vez, la de otra
estirpe). Legido, que interpreta Lo inefable como
una manifestación del deseo de maternidad vería en
estas alusiones a una nueva raza, otras manifesta-
ciones del mismo sentimiento. Pero tal vez esa idea
204 de la gestación de una nueva estirpe no sea más que
otra manifestación del carácter excepcional de esa
fusión, de la potencia creadora más que humana del
abrazo.
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Julio Herrera
y Reissig,
retrato
de Carlos
Federico Sáez.
Colección
Constantini.
Museo Malba,
Buenos Aires.