Clark Carrados-Sel Terror 488-El Fantasma y Miss Pitt (1982)

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EL FANTASMA Y MISS PITT

CLARK CARRADOS
CAP�TULO PRIMERO
Canturreaba entre dientes una vieja melod�a, porque se sent�a muy contento. La vida
se abr�a ante �l con espl�ndidas perspectivas y, aunque ya hab�a pasado de los
cincuenta a�os, ten�a una salud de hierro y no le faltaba ning�n diente. Lo �nico
que velaba un tanto su j�bilo era el pensamiento de lo que le podr�a pasar a miss
Pitt cuando todo hubiese terminado, pero, al fin de cuentas, se dijo, �qu�
importaba ya aquella vieja que ten�a un pie en la tumba?
�Para qu� quer�a Arabella Pitt ciertos bienes materiales que no podr�a llevarse
consigo al otro mundo? �Que los aprovechen los vivos, s�, se�or�, pens� Henry
Robinson, mientras acompa�aba el ritmo de la canci�n con el tamborileo de los dedos
sobre el volante de su coche.
La carretera era angosta, pero se hallaba en buenas condiciones. Abundaba la
vegetaci�n a ambos lados del camino y se divisaban numerosos �rboles a�osos, que ya
hab�an alcanzado su pleno desarrollo cu�ndo �l no hab�a nacido siquiera.
Por si fuese poco, luc�a un sol radiante y la primavera se inundaba espl�ndida, aun
en aquel rinc�n de Inglaterra, donde contemplar el cielo despejado era casi tan
raro como ver i un esquimal cazando focas en una playa del mediterr�neo. S�, la
vida era estupenda.
El coche acometi� de pronto una curva no demasiado ce�ida, a la que segu�a una
larga recta. De pronto, Robinson oy� una voz:
�Sigue usted la ruta equivocada.
El hombre se sobresalt�.
��Eh? �Qu�? �C�mo dice?
�Digo que sigue el camino equivocado.
Robinson se volvi� un instante. No hab�a nadie en el asiento posterior. Por un
momento, hab�a pensado en un posible poliz�n, pero desech� la idea al comprobar
que, efectivamente, viajaba solo en el coche.
�No quiere hacerme caso �son� la voz de nuevo�. Ese camino est� equivocado.
Robinson parpade� varias veces. Hab�a dormido perfectamente, ocho horas de un
tir�n, la digesti�n se hab�a desarrollado sin inconvenientes y s�lo hab�a tomado
una modesta jarra de cerveza. Por tanto, no cab�a achacar aquel fen�meno a
disturbios org�nicos, que no sent�a en absoluto.
A lo mejor, pens�, el tipo estaba en el techo del autom�vil, y no pod�a verlo.
�Perdone, amigo, pero hace muchos arios que viajo por esta carretera y conozco cada
detalle de su trazado...
�Si sigue el camino de la derecha, llegar� mucho antes al final de su viaje.
Enormemente sobresaltado, Robinson vio ante �l una desviaci�n de la carretera.
Jam�s la hab�a contemplado antes, pero le pareci� que, efectivamente, acortar�a el
viaje de manera considerable.
La curva del desv�o era muy suave y no tuvo necesidad de reducir la velocidad, que
en aquellos momentos alcanzaba ya los noventa kil�metros por hora. Entonces, la
nueva carretera desapareci� y se encontr� frente a un roble cuyo tronco no med�a
menos de un metro de di�metro.
En una fracci�n de segundo comprendi� el significado de la �ltima frase. S�, hab�a
llegado mucho antes al final de su viaje... por la vida.
Perdi� el sentido despu�s del choque. Mucho m�s tarde lo recobr�, en medio de
horribles dolores. Vagamente se dio cuenta de que estaba aprisionado por los restos
del coche y que no podr�a salir. Ten�a el pecho hundido y notaba que la sangre le
corr�a por el ment�n.
A trav�s de una niebla rojiza divis� varios rostros que le contemplaban con morbosa
curiosidad. Quiso pedir ayuda, pero las palabras no pod�an salir a trav�s de una
garganta gravemente lesionada.
En cambio, s� pod�a o�r los comentarios que hac�an los espectadores de su drama.
�No, si es que van como locos...
�Yo no lo comprendo. En este lugar, donde un ni�o de teta podr�a conducir un coche,
salirse de la carretera es incomprensible.
�Estar�a borracho.
�Deber�amos hacer algo por �l, �no les parece?
�Ya lo intent� yo antes, pero no pude sacarle. Tiene medio cuerpo aprisionado por
los restos del coche. Habr� que aguardar a los bomberos, para que vengan a cortar
los metales con sopletes...
��Alguno de ustedes lo conoce?
�Claro que s�. Es Henry Robinson, el colono de Orpington Lodge.
�Pobre hombre. Su viuda...
�No estaba casado.
�Ten�a que ir disparado para llegar a un estado semejante...
Las voces empezaron a alejarse y los rostros se difuminaron gradualmente, detr�s de
un velo de niebla que se hac�a m�s oscuro por momentos. En el �ltimo instante de su
vida, Robinson se pregunt� qui�n le hab�a hecho ver un camino que no exist�a.
�Alg�n amigo de miss Pitt?
Pero nadie pod�a aclararle aquel enigma, Dej� de respirar y se qued� quieto para
siempre.
* * *
El hombre era alto, fornido, ancho de hombros, de pelo negro y semblante agradable,
a pesar de que no pose�a los rasgos de un dios pagano. Estaba en pie y soportaba
estoicamente el escrutinio que hac�a de �l Arabella Pitt, a trav�s de los
impertinentes con montura de oro y mango de marfil, que sosten�a con la arrugada
mano derecha.
Miss Pitt parec�a muy anciana, aunque, sorprendentemente, se advert�a en ella una
vitalidad poco com�n en las personas de su edad. El pelo, completamente canoso,
parec�a hecho de hilos de nieve y los ojos, azules como lagos de monta�a, no hab�an
perdido apenas el brillo de la juventud.
El vestido era negro, con cuello y pu�os blancos de valiosos encajes de Bruselas.
Pendiente de una cinta de seda amarilla, llevaba un valioso camafeo de marfil, con
montura de oro y piedras preciosas. En el marfil, el artista hab�a tallado dos
cabezas juntas, hombre y mujer, en claro s�mbolo de enamoramiento.
En la mano izquierda llevaba un valioso anillo, con un rub� del tama�o de un
garbanzo. Los l�bulos de las orejas estaban adornados con unos peque�os pendientes
de perlas. El conjunto resultaba agradable, aunque la mirada de miss Pitt, en
ocasiones, resultaba inc�moda.
�As� que usted es el nuevo mayordomo que me ha enviado la agencia �dijo ella, tras
un largo per�odo de silencio.
�Si, se�ora, yo soy �contest� el hombre.
Arabella ten�a unos papeles al lado y tom� uno de ellos.
�Seg�n los informes, usted se llama Austin Barnes y tiene veintinueve a�os de edad.
�No le parece que es demasiado joven para desempe�ar este puesto?
�Dentro de dos meses cumplir� los treinta a�os, se�ora �sonri� Barnes.
��Hum! �Hum! �dijo ella�. A pesar de todo... �Tir� el papel sobre la mesa�. Todos
los mayordomos que yo he conocido eran siempre viejos o, por lo menos, de edad
madura.
�Los mayordomos ancianos o, por lo demos, de edad madura, fueron j�venes en alg�n
tiempo, se�ora.
�No es mala respuesta �convino Arabella. Volvi� la cabeza un poco�. �Qu�, lo
admitimos, Francis?
Barnes contuvo un respingo. �A qui�n se hab�a dirigido miss Pitt, si estaban los
dos solos en el gran sal�n de la casa?
Ella se puso una mano en la oreja, como si quisiera o�r mejor.
�Habla m�s alto, que no te oigo, Francis... Ah, te parece bien, �verdad? Al menos,
no le falta buena planta y si sabe comportarse como debe hacerlo un mayordomo...
�Que est�s seguro de que lo har� bien? De acuerdo. No se hable m�s.
Arabella se volvi� hacia el joven.
�Queda usted admitido. A partir de ahora, le llamar� por su nombre, si no tiene
inconveniente, Austin.
�Ser� un placer, se�ora �se inclin� Barnes.
�A Francis le ha gustado usted mucho y yo s�lo deseo complacer a Francis. Bien,
puede retirarse, Austin. Vaya a la cocina y empiece a ponerse al corriente de,
todo. Otra cosa, la cena a las siete y media y con dos cubiertos.
�S�, se�ora.
�A prop�sito, supongo que tendr� usted la indumentaria apropiada a su cargo.
�La tengo, se�ora. Lo primero que har� ser� mudarme de ropa...
Arabella agit� una mano.
�Eso es todo, Austin.
Barnes hizo una profunda inclinaci�n. Cuando ya se dispon�a a salir, miss Pitt
pronunci� de nuevo su nombre.
El joven se volvi�.
�Se�ora...
�Olvidaba decirle una cosa. Tambi�n he contratado una nueva doncella. Seguramente,
llegar� hoy. Haga el favor de examinarla y darme su opini�n antes de admitirla
definitivamente.
�S�, se�ora, as� lo har�.
* * *
Tina Jackson, la rolliza cocinera, se puso un �ndice en la sien y lo movi� varias
veces como si quisiera barrenarse el cr�neo.
�La pobre se�ora no est� bien del coco �dijo�. Pero es muy buena y, aunque tiene
sus cosillas, aqu� se vive estupendamente.
�Hablaba con un tal Francis �observ� Barnes, que ya se hab�a presentado a la
cocinera�. Pero no hab�a nadie con ella.;.
�Es su novio. Muri� hace la friolera de sesenta a�os, en la v�spera de la boda.
Miss Pitt ya no volvi� a enamorarse de otro hombre y se qued� soltera para siempre.

�Y ahora cree que lo tiene a su lado...


�Pobre mujer �suspir� Tina�. Ya no vivir� mucho. Un a�o, dos todo lo m�s. Entonces,
�por qu� no dejarla que termine en paz su existencia?
�Diriase que alguien quiere darle un disgusto, �no es as�?
Una mujer entr� de pronto en la cocina. Era joven, de formas opulentas y cabello
rabiosamente amarillo. Con gesto displicente, empez� a quitarse los guantes que
llevaba puestos.
�Llegas tarde, Lul� �dijo la cocinera.
�Ten�a el d�a libre �se defendi� la otra�. Y a�n no se ha hecho de noche... Eh,
�qui�n es este buen mozo? �exclam� de repente.
�Lul�, te presento al se�or Austin Barnes, el nuevo mayordomo. Se�or Barnes, .�sta
es Lul� Ealen, la doncella.
��C�mo est�? �salud� Barnes cort�smente.
�Sin respiraci�n �dijo Lul�. Esto es un mayordomo y no los que nos serv�an la sopa
en mi casa, cuando yo era peque�a...
�Se�orita, modere su lenguaje �dijo Barnes con severidad�. Esta es una casa seria
y, sin ofender a sus padres, es preciso mantener en ella el tono de respeto y
dignidad que se merece la propietaria. �Me ha comprendido?
Lul� se qued� cortada. Tina solt� una risita.
�Ha llegado quien te va a meter en cintura �dijo la segunda.
�Usted c�llese...
Barnes hizo un leve gesto con el �ndice.
Recoja sus cosas y vaya a cambiarse de ropa. P�ngase el uniforme apropiado y
recuerde que la mesa debe estar dispuesta a las siete y media. Con dos cubiertos.
��Pero si nadie cena nunca con la se�ora! �protest� Lul�.
�Ella lo ordena y eso, para usted, debe ser m�s que suficiente.
�Est� bien, est� bien... Vine a parar a una casa de orates, pero, a fin de cuentas,
el sueldo es bueno...
�Dejar� usted de cobrarlo, si no sabe comportarse como es debido �cort� Barnes.
Lul� se volvi� hacia la cocinera.
��Qu� es esto: un mayordomo o un dictador?
�Hijita, en tu lugar, yo andar�a con pies de plomo... si no quieres que te salgan
alas y vueles muy lejos de Hookey Cottage �respondi� Tina gr�ficamente.
Lul� se volvi� hacia el joven y vio en su rostro que no pod�a esperar compasi�n si
comet�a un desliz. De pronto, se sinti� muy impresionada y suaviz� su expresi�n.
�S�, se�or, me comportar� como es debido �dijo humildemente..
�As� est� mejor �sonri� Barnes.
�Es buena chica aunque un poco desenvuelta �coment� Tina, cuando la doncella se
hubo marchado�. Claro que es cosa de la educaci�n actual; no se les ense�a a
respetar a los mayores y de ah� vienen todos los males que nos afligen hoy d�a.
�Muy cierto, se�ora Jackson-admiti� Barnes.
Y, en aquel momento, son� el timbre de la puerta.
�Ah� est� la nueva doncella, seguro �dijo Tina.
CAP�TULO II
La nueva doncella era una muchacha de poco m�s de veinte a�os, de buena estatura,
delgada y de rostro gracioso y atractivo, a lo que contribu�an algunas pecas en sus
tersas mejillas. Llevaba un sombrerito redondo de fieltro, debajo del cual se
escapaban algunos rizos de un color casta�o dorado. Vest�a un abrigo ligero, de
entretiempo, prenda que no imped�a suponer una figura de contornos llenos de
encanto juvenil. Los zapatos eran de medio tac�n y, con las manos enguantadas
sosten�a una peque�a maleta de cuero artificial, barata, pero bien cuidada.
La muchacha entr� con cierta medrosidad en la vasta cocina. Sonre�a suavemente.
�Me llamo Joyce St. Swithin �se present�. He sido contratada como sirvienta...
��Trae usted referencias? �pregunt� Barnes.
�S�, se�or.
Joyce se descarg� de la maleta y abri� el bolso que tambi�n tra�a consigo. Barnes
hoje� los papeles que ella le hab�a entregado y luego se los devolvi�.
�Soy Austin Barnes, mayordomo. Le presento a la se�ora Jackson, cocinera. Falta la
otra doncella, Lul�, que est� cambi�ndose de ropa.
�Encantada �dijo Joyce�. Supongo que ahora habr� de presentarme ante la due�a de la
casa...
�Yo le informar� �dijo Barnes�. Sin embargo, antes querr�a conocer la opini�n de la
se�ora Jackson.
�Agradable �dijo la cocinera escuetamente�. �Son buenos los informes, se�or Barnes?

�Inmejorables, se�ora Jackson.


�Entonces, creo que deber�a dar un informe favorable �dijo Tina.
�Muchas gracias, se�ora �dijo Joyce.
�Ir� a hablar ahora mismo con miss Pitt �manifest� el joven�. Una cosa, Joyce. Si
es admitida, como as� espero, debe tener muy en cuenta que no deber� asombrarse por
nada de lo que suceda en esta casa. Y, por supuesto, deber� abstenerse de cualquier
comentario con respecto a la due�a, miss Pitt. �Est� claro?
�S�, se�or.
Barnes se volvi� hacia la cocinera.
�A�n no me he impuesto bien de la casa �declar�. Supongo que en alguna parte debe
haber uniformes para el servicio. Yo he tra�do mi propia ropa y no necesito nada,
pero esta se�orita deber� ponerse las prendas adecuadas, apenas tenga el
consentimiento de la se�ora.
�Hay un armario ropero al otro lado de la despensa �contest� Tina.
�Muy bien, aguarde aqu�, se�orita.
Lul� entr� en aquel momento y vio a la reci�n llegada.
�Hola, camarada �salud� desenvueltamente�. �C�mo te llamas?
�St. Swithin, Joyce St. Swithin...
��Caramba, eso parece de sangre azul! �exclam� Lul� sin poder contenerse.
�No somos nobles en mi casa �contest� Joyce.
La voz del mayordomo son� tensa, en�rgica:
��Lul�!
La doncella se encogi�.
�S�, se�or. Perd�neme, se�or...
�Su porvenir en esta casa se oscurecer�, si no sabe observar un comportamiento
irreprochable �dijo Barnes con sequedad.
Y sali� de la cocina, para regresar un cuarto de hora m�s tarde.
�Queda admitida, Joyce.
�Gracias, se�or Barnes.
�Se�ora Jackson, usted le ense�ar� su habitaci�n y le proporcionar� la ropa
adecuada.
�Desde luego �accedi� la cocinera.
�Joyce, hoy servir� la cena bajo mi supervisi�n. Quiero comprobar que no me he
equivocado al informar favorablemente sobre usted.
�No le dar� motivos de queja, se�or Barnes �contest� Joyce.
�As� lo espero �dijo el joven majestuosamente.
* * *
Miss Pitt com�a menos que un p�jaro inapetente, pens� Barnes, mientras ataviado con
frac, aunque con lazo negro, observaba atentamente los menores movimientos de la
nueva doncella.
Joyce actuaba con desenvoltura, evidentemente habituada a aquel trabajo. Pero,
observ� Barnes, era una desenvoltura cort�s, atenta, llena de eficiencia y sin el
menor desparpajo ni irrespetuosidad, como, seguramente, habr�a sucedido de ser Lul�
la encargada de servir la mesa. Tomar�a buena cuenta del detalle, se propuso.
�La sopa est� deliciosa, �no es as�, Francis? �dijo miss Pitt al terminar el primer
plato�. Felicite en mi nombre a Tina, Austin.
Barnes se inclin�.
�Lo har� como usted manda, se�ora.
Joyce se sobresalt� ligeramente. Barnes le dirigi� una severa mirada, a la vez que
levantaba el ment�n. Ella se puso colorada.
Al terminar la cena, Arabella dijo:
�Austin, a Francis le agrada una copita de co�ac y un cigarro. S�rvaselos, �quiere?

�S�, se�ora.
Con toda seriedad, Barnes eligi� un cigarro de una caja que hab�a en una consola.
Luego puso dos dedos de co�ac en una gran copa globular y lo llev� todo a la mesa.
�Una cena deliciosa, Francis, si me permites el comentario �dijo Arabella�. La
nueva doncella se desenvuelve a la perfecci�n y el mayordomo es una joya, a pesar
de su juventud. Cuando tenga unos a�os m�s, lo contratar�n en Buckingham Palace.
Claro que para entonces, Carlos ya ser� rey, como es de suponer.
Joyce se hab�a marchado. Barnes aguardaba en pie, cerca de la mesa, mientras
Arabella manten�a un animado soliloquio con su invisible compa�ero de mesa. Al cabo
de unos momentos, la anciana se volvi� hacia Barnes.
�Austin, me siento muy cansada �manifest�. �Quiere llamar a la nueva sirvienta,
para que me ayude a acostarme?
�Inmediatamente, se�ora.
Joyce compareci� a los pocos minutos. Arabella se hab�a puesto en pie y estaba
apoyada en un bast�n de �bano, con empu�adura de marfil.
�Dame tu brazo, muchacha �solicit�. No me gusta pedir ayuda, pero, a veces, lo
necesito. Oh, la juventud... No sab�is el tesoro que ten�is a estas edades...
Buenas noches, Francis querido. Que descanses bien y tengas felices sue�os.
Cuando ya estaba en la puerta se volvi� sonriendo hacia Barnes.
�Y a usted tambi�n, buenas noches, Barnes.
El joven se inclin�.
�Mil gracias, se�ora. Buenas noches, se�ora.
Lul� vino a recoger la mesa. Se mov�a con gestos provocativos, que Barnes ignor�
por completo. Al fin, la doncella se march�, no sin poner cara de disgusto al ver
que sus dengues y mohines no hab�an tenido el menor �xito con el estirado
mayordomo.
Cuando estaba a punto de terminar, apareci� Joyce.
�Miss Pitt descansa �inform�.
�Gracias. Por mi parte, puede retirarse, Joyce.
�S�, se�or. Se�or Barnes...
Las cejas del joven se alzaron.
��Diga...?
�Yo... Bueno, no s� c�mo decirlo, pero me parece todo tan extra�o...
��A qu� se refiere, si puede saberse?
�Es... Bien, dos cubiertos, ella habla constantemente con alguien que no est�...
�No le parece que miss Pitt...?
�No me parece nada, Joyce, y la se�ora tiene todo el derecho de hacer lo que le d�
la gana, puesto que est� en su casa, y usted tiene el deber, si quiere conservar el
puesto, de hacer cuanto le ordenen y de abstenerse de comentarios de cualquier
clase. �Est� claro?
�S�, se�or. Por supuesto, no quise...
�Eso es todo, puede retirarse.
Joyce hizo una ligera genuflexi�n y se march�. Al quedarse solo, Barnes sonri�.
Luego fue a la puerta del comedor, la cerr� con llave y, a continuaci�n, se sent�
en un sill�n, con la copa de co�ac en una mano y el cigarro que Francis no hab�a
consumido en la otra.
�Todo se aclarar� al final �murmur�.
* * *
Cuando son� la campanilla de la puerta, al d�a siguiente por la ma�ana, Barnes se
arregl� maquinalmente el traje y fue a abrir. En el umbral de la puerta divis� a
una hermosa mujer, de unos treinta y cinco a�os, rubia y de aire desenvuelto, en
cuyo rostro apareci� una enorme sorpresa al ver a un desconocido en la entrada de
la casa.
�Usted es nuevo aqu� �exclam�.
�En efecto, se�ora. Soy Austin, el mayordomo �contest� Barnes�. �Puedo preguntarle
qu� es lo que desea la se�ora?
�Soy Ali�e MacBride, de North C�rner. Deseo hablar con miss Pitt.
�Ir� a ver si la se�ora desea recibirla, se�ora, MacBride...
�D�gale que he venido a pagar la renta anual. Eso la estimular�, seguramente.
�Bien, se�ora.
Barnes se alej�, para volver a los pocos momentos.
�Miss Pitt la aguarda, se�ora �inform�.
�Gracias, Austin. �Ali�e silb� desenvueltamente�. �Vaya planta de mayordomo!
�exclam�, �De qu� pel�cula ha salido usted?
�No he sido en mi vida actor de cine, se�ora �contest� Barnes.
�Pues si yo fuese productor de cine...
Ali�e cruz� el vest�bulo con fuerte taconeo. Cuando ya llegaba a la puerta del
saloncito �ntimo donde se hallaba Arabella, se volvi� hacia el joven.
�Austin, �contin�a todav�a con su chifladura, esa que le hace hablar continuamente
con su fantasma?
�Yo no lo llamar�a chifladura, se�ora �dijo Barnes.
�Claro, usted es sirviente y lo m�s que puede decir es extravagancia. Pero... �Anne
se toc� la sien con el �ndice derecho�. Deber�an internarla en un manicomio,
cr�ame.
�Eso no es de mi incumbencia, se�ora.
Ali�e asinti� y empuj� la puerta. Barnes cerr�, se march� y fue a la cocina, en
donde tom� una taza de t� que le sirvi� Tina. La cocinera, le vio preocupada, pero
no se atrevi� a decirle nada. Quiero es que venga a verme. �Lo har�?
�Al menos, lo intentar�.
�Tengo tel�fono. Av�seme con anticipaci�n, la v�spera, por ejemplo.
�Muy bien, se�ora.
Ali�e se subi� la falda del vestido como si quisiera estar m�s c�moda. Barnes no
dej� de apreciar el gesto, que tend�a a mostrarle las medias, con ligas de estilo
anticuado, que hac�an el espect�culo mucho m�s interesante. Ella le dirigi� una
sonrisa provocativa y luego arranc� hacia la salida del enorme jard�n que rodeaba
la mansi�n.
Barnes se acarici� la mand�bula pensativamente. Alina se habr�a sorprendido
enormemente de haber podido escuchar su comentario, nada favorable y menos a�n
expresado con palabras impropias de un mayordomo que parec�a el �summun� de la
cortes�a y la mesura:
��Qu� diablos querr� esa p�jara?
CAP�TULO III
El coche rodaba a buena velocidad en direcci�n a Hookey Cottage cuando, de pronto,
su conductor vio otro autom�vil atravesado en la carretera. Marcus Davidson
Cranshaw tuvo el tiempo justo de frenar, para evitar la colisi�n y el morro de su
coche qued� a un palmo escaso del costado izquierdo del que un imprudente hab�a
dejado abandonado all� de tan mala manera. Pero antes de que pudiera lanzar un par
de maldiciones para desahogarse, un nombre surgi� de la espesura vecina y se le
acerc� con un rev�lver en la mano.
�Usted es el abogado Crasnhaw �dijo.
El viajero le mir� serenamente.
��Qu� quiere? �Dinero? Llevo s�lo lo suficiente para peque�os gastos, una docena de
libras, a lo sumo. Ordinariamente, me arreglo con cheques o tarjetas de cr�dito...
�No quiero dinero �contest� el individuo�. Soy Ben Hwillings. Ha o�do hablar de m�,
sin duda.
�En efecto. Es usted el arrendatario de una de las parcelas de Oaks Meadows, la
denominada Green Puffin. Por cierto, tambi�n s� que es usted uno de los m�s
aficionados a demorarse en el pago de la renta.
�Los negocios andan mal �gru�� Hwillings.
�En todo el mundo andan mal, pero eso no es motivo para dejar de cumplir los
compromisos contra�dos �contest� fr�amente el abogado�. Y por otra parte, �era
necesario hacerme ese comentario detr�s de un revolver?
Los ojos de Hwillings despidieron rayos de ira.
�Voy a decirle una cosa, abogado �exclam�. Ahora va a visitar a la bruja de Hookey
Cottage. Conv�nzala para que me venda Green Puffin. Eso es todo lo que le pido.
�Primero, miss Pitt no quiere vender una sola hect�rea de su propiedad. Segundo,
para hablar de venta, lo primero que tiene que hacer usted es ponerse al corriente
de las deudas. Tercero �c�mo osa exigir que le vendan, si no tiene dinero para
pagar la renta? Y cuarto y �ltimo, yo aconsejo siempre a mis clientes, pero son
ellos los que toman la decisi�n.
�Usted haga lo que le pido y no se preocupe de m�s. La vieja conf�a mucho en usted
y sigue siempre sus consejos. D�gale que me venda Green Puffin, eso es todo.
��Y si no quiere?
Hwillings sonri� torvamente.
�Voy a apartar el coche. Ser� mejor que haga lo que le pido �contest�.
Hwillings dio unos pasos en sentido lateral y se dispuso a entrar en su autom�vil.
De pronto, oy� una voz:
�No est� bien eso que has hecho, Ben.
El sujeto se sobresalt� enormemente.
��Eh? �Qui�n es usted? �Qu� es lo que dice? n �Bien, ha llegado tu hora. Tienes un
rev�lver. Util�zalo contra la persona que realmente debe morir en estos momentos.
Cranshaw se sent�a enormemente asombrado al ver que Hwillings hablaba con alguien a
quien �l no pod�a ver. De pronto, aterrado, vio que Hwillings levantaba la mano
armada y se aplicaba a la sien el ca��n de su rev�lver.
��Alto! �grit�. �No sea loco! �No cometa tonter�as...!
El tiro salt� y Hwillings cay� fulminado. Cranshaw se sinti� anonadado.
�Dios m�o, �tendr� yo la culpa...?
Hwillings yac�a en el centro del camino, boca abajo, sangrando por el agujero que
la bala hab�a abierto en su sien. De repente, Cranshaw oy� ruido de ramajes.
Un hombre salt� a la carretera.
�Lo he visto todo, caballero �dijo�. Ha sido espantoso... Pero no entiendo qu�
motivos pod�a tener Ben para saltarse la tapa de los sesos...
Cranshaw empez� a recobrarse.
�Dice que lo ha visto todo, se�or...
�Alien, Jack Alien. Vi y escuch� todo lo que dec�an los dos, y usted no pudo
comportarse mejor con ese desdichado. Realmente, ha sido algo lamentable, aunque
deba a�adir que Hwillings no gozaba de demasiadas simpat�as en la regi�n.
�Bien, Hwillings ya no tendr� que preocuparse en lo sucesivo por la simpat�a o el
desd�n de sus convecinos. Se�or Alien, soy Cranshaw, abogado de miss Pitt. �Tendr�
la bondad de ir a la ciudad e informar a la Polic�a de lo sucedido? Si sabe
conducir, puede utilizar mi propio coche.
�Ser�a mejor que me llevara el de Ben, se�or Cranshaw.
�Como quiera. Yo esperar� aqu�, se�or Alien.
Cranshaw empezaba a reponerse del choque sufrido. Se pregunt� qu� le hab�a
impulsado a Hwillings al suicidio, cuando en ning�n momento hab�a mostrado la menor
intenci�n de poner fin a su vida. Antes al contrario, le hab�a amenazado y...
Tendr�a que examinar el expediente de Hwillings, se dijo. Si no ten�a herederos, el
contrato de arrendamiento quedaba resuelto con su muerte y Green Puffin quedar�a
libre nuevamente.
* * *
�Horrible, ha sido verdaderamente horrible �dijo Cranshaw m�s tarde, cuando ya se
encontraba en presencia de Arabella�. Nunca pude imaginarme que Hwillings...
Joyce serv�a el t�, discreta, silenciosa y eficiente, mientras la due�a de la casa
charlaba con el visitante. Arabella mene� la cabeza.
�Hwillings ha terminado como deb�a acabar �dijo fr�amente.
�Pero no ten�a motivos para suicidarse.
�O s�. �No es verdad, Francis?
Joyce se sobresalt� ligeramente, aunque no era la primera vez que o�a a la dama
hablar con aquel personaje invisible, cuya identidad no hab�a conseguido todav�a
averiguar. La muchacha pregunt� por qu� Arabella no estaba encerrada en una casa de
orates.
�Deje a Francis en paz, miss Pitt �dijo Cranshaw desabridamente�. �Cu�ndo se va a
convencer de que muri� hace sesenta a�os?
�Para m� no ha muerto. Sigue vivo y seguir� viviendo hasta que yo muera. Francis,
�has o�do lo que dice este est�pido abogado? Se�or Cranshaw, me dan ganas de
destituirle... Pida excusas a Francis inmediatamente, se lo ordeno.
Cranshaw elev� los ojos al cielo y suspir�.
�S�, miss Pitt. �La locura de la anciana, a fin de cuentas, era inofensiva y no
val�a la pena amargarle la vida tratando de hacerle ver algo que su mente se negaba
desesperadamente a admitir como real�. Francis, le ruego me perdone.
�Est� perdonado �dijo Arabella�. Marcus, �le han hecho m�s proposiciones de compra
de Oaks Meadow?
�Han vuelto a insistir, miss Pitt.
��Qui�n?
�El mismo de la otra vez, Brook Stoneles.
�Representa a mis sobrinos.
�S�, se�ora.
�No vendo ni vender� jam�s �dijo la anciana firmemente�. Comun�queselo as� al se�or
Stoneles.
�Convendr�a tambi�n dec�rselo a sus sobrinos...
�Eso lo har� yo en persona, cuando vengan a pasar el pr�ximo fin de semana en esta
casa. �Algo m�s, abogado?
�He tra�do unos documentos para que los firme, si no tiene inconveniente.
�Ninguno, Marcus. Joyce, muchacha, tr�igame una pluma.
�S�, se�ora �contest� la aludida.
�Tengo yo �rezong� Cranshaw.
Arabella solt� una risita.
�Es verdad, lo hab�a olvidado. Un abogado sin pluma es como un ciclista sin
bicicleta.
Joyce estuvo a punto de soltar el trapo de la risa y tuvo que taparse la boca con
ambas manos. Arabella volvi� la cabeza y, con gran sorpresa por su parte, Joyce vio
que le gui�aba un ojo.
�Puede retirar el servicio, muchacha �orden� la anciana.
�S�, se�ora.
Joyce se llev� la mesita con ruedas. Cuando sal�a, vio a Barnes a poca distancia de
la puerta.
El mayordomo silbaba tenuemente, mientras limpiaba con el plumero el polvo de un
jarr�n situado encima de una consola. Joyce estaba segura de que Barnes hab�a
pegado el o�do a la puerta, pero simul� no haberse dado cuenta de nada y continu�
su camino hacia la cocina.
* * *
�De modo que Francis muri� hace sesenta a�os �dijo Joyce.
Tina pelaba unas patatas.
�Exactamente, en mil novecientos veintiuno �contest�.
�Pens� que habr�a muerto en la Primera Guerra Mundial.
�No, aunque quiz� su muerte sea debido al mal estado de salud en que qued� despu�s
de la guerra. El caso es que miss Pitt no ha olvidado al �nico amor de su vida.
�Est� loca de remate, y no lo digo porque se pase el tiempo hablando con un
fantasma �dijo Lul�, con las manos en alto, atus�ndose el pelo estridentemente
te�ido de amarillo�. Yo no me habr�a pasado tanto tiempo sin un hombre al lado.
�T� no eres miss Pitt �contest� la cocinera�. Hay cosas que no comprendes, ni
comprender�as aunque vivieses mil a�os.
�Tampoco me interesa comprenderlo �respondi� la doncella despectivamente�. A ti,
�qu� te parece, novata?
��No comment� �respondi� Joyce�.Y no soy tan novata; he servido en otras casas...
Lul� la mir� de arriba abajo.
��T� has servido en otras casas? No s�, puede que sea cierto, pero tienes un
aspecto demasiado distinguido... A veces pienso que has nacido en muy buena cuna...

�Lo cual no significa que sea rica ni noble �contest� Joyce�. Pero est�s
equivocada. Soy una chica que tiene que trabajar para ganarse la vida, exactamente
lo mismo que t� y que la se�ora Jackson.
�Todos tenemos que trabajar para vivir �suspir� Tina.
Joyce estaba limpiando unos cubiertos de plata. Lul� se puso un cigarrillo en los
labios pintados y se dispuso a encenderlo. En el mismo instante, entr� Barnes.
Lul� se quit� el pitillo de la boca instant�neamente. Barnes simul� no haberlo
visto, pero se acerc� a la rubia, con la mano derecha levantada, ense�ando bien a
las claras la yema del �ndice, manchada de una sustancia de color gris y de
procedencia f�cil de identificar.
�Lul�, �cu�les son las �rdenes que le di esta ma�ana, despu�s del desayuno?
�pregunt� Barnes, impasible.
�Ya lo hice, se�or; limpi� el comedor de gala...
�Han pasado escasamente ocho horas. �Cree que en tan poco tiempo ha podido
acumularse sobre los muebles una tan espesa capa de polvo?
Lul� enrojeci� violentamente.
�Volver� a limpiarlo, se�or Barnes �dijo, avergonzada. Y sali�.
�A esa chica hay que atarla corto. Y conste que no me gusta hablar mal de nadie,
pero es que hay cosas que claman al cielo.
�Un poco de polvo no es causa de solicitar la intervenci�n de la Divina Providencia
�sonri� el joven�. �Hay t� por alguna parte?
Joyce se levant� vivamente y dej� a un lado los utensilios de limpieza.
�Yo se lo servir�, se�or Barnes �dijo presurosamente.
�Gracias. Se�ora Jackson, miss Pitt me ha anunciado la visita de sus sobrinos para
el pr�ximo fin de semana.
��Cuervos! �gru�� Tina.
��Dec�a, se�ora Jackson...?
�Son unos cuervos. S�lo vienen aqu�, para ver si la se�ora est� a punto de
�di�arla�... Oh, perd�n, se�or Barnes; se me fue la lengua sin querer.
Barnes ocult� una sonrisa. Joyce le tendi� la taza con su plato.
�He puesto un terr�n de az�car y unas gotas de leche, se�or Barnes �dijo.
�Gracias, se�orita. Se�ora Jackson, usted conoce a esos sobrinos...
�S�, son hijos de la otra hermana de miss Pitt, la que muri� hace cinco a�os. Era
mucho m�s joven que miss Pitt y ya ve usted, se march� antes que ella... Pero
estaba muy gastada; creo que hab�a llevado una vida de disipaci�n realmente
horrible. Por eso, cuando muri�, estaba completamente arruinada..
�No es el primer caso �dijo Barnes.
�Los sobrinos son dos: Gordon Dormond y Dolly Faversham. La se�ora Faversham es
divorciada. El se�or Dormond es soltero.
�Su apellido, supongo, ser� el del cu�ado de miss Pitt.
�S�, pero �se muri� hace a�n m�s a�os. Los dos sobrinos son la �nica familia que le
queda a miss Pitt, aunque hay quien dice que tiene m�s parientes. Sin embargo,
nadie lo sabe a ciencia cierta y ella no lo ha afirmado ni negado jam�s.
Simplemente, se ha negado a mencionar nada sobre el asunto.
�Comprendo.
�Aunque quiz� haya un pariente... Tal vez aquel muchacho que pas� unos d�as en el
Cottage, har� unos cinco a�os. Era alto, apuesto, muy agradable... Miss Pitt
parec�a embobada con �l... �Oiga, se�or Barnes, yo dir�a que usted se parece
bastante a aquel joven...!
�Ser� pura casualidad �contest� el joven sonriendo�. �De modo que usted cree que
puede haber otro pariente?
�Ya le digo que no s� nada a ciencia cierta. Pero aquel muchacho...
��Se march�?
�Si. Un d�a, cuando nos levantamos, ya no estaba... Por cierto, miss Pitt pas� unos
d�as fatales... Cualquiera dir�a que se le Hab�a muerto un hijo. Pero luego se
recuper� y...
�Ya, el joven se fue y ella lo echaba de menos. Se�ora Jackson, �sabe c�mo se
llamaba aquel supuesto pariente de miss Pitt?
�S�, desde luego. Jerry, o Gerald, como prefiera. Gerald McDuff, se�or Barnes.
�Muchas gracias, se�ora Jackson.
Joyce observaba atentamente a Barnes y le pareci� que el joven se hab�a puesto
p�lido de repente. Si su vista no le enga�aba, �porqu� palidec�a?, se pregunt�.
CAP�TULO IV
Abri� la puerta y por una rendija escuch�, atentamente. Al cabo de unos momentos,
entr� en la habitaci�n, pisando de puntillas.
Lul� llevaba en la mano una linterna tan delgada c�mo un l�piz. En l�nea recta, se
dirigi� hacia una consola muy antigua y empez� a hurgar en los cajones.
Sus manos, enguantadas, se mov�an sin causar el menor ruido. Encontr� un joyero y
lo ilumin� con la linterna. Los ojos se le desorbitaron al contemplar la
resplandeciente colecci�n de joyas que hab�a en aquella caja forrada de terciopelo
negro.
Estaban revueltas, arrojadas all� de cualquier forma. Lul� suspir� en silencio. �Lo
que es tener dinero de sobra�, pens�.
Tras algunos titubeos, decidi� guardarse un par de pendientes de oro, adornados con
una docena de rub�es y esmeraldas y con un enorme diamante en el centro. �Por
ahora, ya tengo bastante�, se dijo.
Pero, de pronto, vio asomar unos billetes debajo de otra caja plana y alargada y no
pudo evitar la tentaci�n de apoderarse de unos cuantos. Hab�a al menos cincuenta y
todos eran de cien libras. Cogi� diez y se los meti� en el escote.
La caja negra y larga llam� su atenci�n. Al abrirla, crey� que se quedaba sin aire.

��Dios m�o, qu� belleza!�


El collar de perlas de tres vueltas refulg�a como algo imincomparablemente hermoso,
una joya que no ten�a igual y cuyo valor alcanzaba a una cifra que no se atrev�a
siquiera a imaginar. Despu�s da un rato de contemplaci�n, cerr� la caja y se
dispuso a abandonar su dormitorio.
Miss Pitt carraspe� en aquel instante. Lul� apag� la linterna en el acto y aguard�,
con los nervios en suspenso. Al cabo de unos minutos, oy� a la anciana respirar
sosegadamente y emprendi� la retirada.
Lleg� a su habitaci�n sin inconvenientes. Encendi� la luz y, entonces, una mano de
dedos de hierro se cerr� sobre su mu�eca.
�No grites �dijo Barnes.
Lul� se puso a temblar.
��Qu�... qu� es lo que quiere de m�?
�Demasiado lo sabes.
La doncella empez� a recuperarse y sonri�.
�Ari, bueno... Ya entiendo. Le he gustado, �verdad?
�Lul�, eres muy guapa, pero no me acostar�a contigo ni por todo el oro del mundo.
Dame lo que has robado de la habitaci�n de miss Pitt.
�Pero, �qu� demonios est� diciendo...?
Barnes acentu� la presi�n de su mano.
��Quieres que te rompa el brazo, Lul� la Fina?
Ella se qued� helada.
�Usted sabe,...
�Tambi�n s� que Roy Martin el Silbador est� aguardando en el jard�n a que le
entregues el bot�n. Mejor dicho, estaba aguardando, porque yo le he hecho levantar
el campo y no volver� por aqu�.
�No... no entiendo c�mo lo ha sabido usted...
�Lul�, vamos a hacer un trato. Puedo enviarte a la c�rcel por unos cuantos a�os y
t� lo sabes muy bien. Pero lo olvidar� todo, si me prometes solemnemente dos cosas.

�D�game, por favor �contest� ella ansiosamente.


�Primero, olvidarte en absoluto de las joyas de miss Pitt. Son... Bueno, como dice
la Biblia, �no se hizo la miel para la boca del asno�.
�Vaya una manera de se�alar �se ofendi� Lul�.
�Es para que lo entiendas �dijo Barnes, impasible�. Segundo, quiero que vigiles
cada uno de los pasos que den los sobrinos de miss Pitt durante su pr�ximo fin de
semana en esta casa y que me cuentes todo lo que veas y oigas. �Lo has entendido?
�En resumen, quiere que sea su �soplona�.
�Si lo prefieres as�... �sonri� el joven.
�Est� bien, supongo que no deja otra salida, se�or Barnes.
�No, no te la dejo, Fina. Anda, dame las joyas.
Lul� suspir� resignadamente y sac� los pendientes del bolsillo de la bata.
�No he cogido m�s �declar�.
Barnes sonri�. De pronto, meti� la mano en el escote, de la rubia y rescat� los
billetes.
�As� est� mejor �dijo�. Lul�, p�rtate bien. El trabajo no es excesivo, puedes comer
lo que te apetezca, cobras un buen sueldo... Compara esto con la c�rcel y elige t�
misma.
�S�, se�or.
Barnes se encamin� hacia la puerta.
�Oiga, �es usted polic�a? �pregunt� Lul� s�bitamente.
�Eso no te importa �contest� �l.
�Dispense... �Se�or Barnes!
El joven se volvi�! Lul� se hab�a abierto la bata provocativamente. Su cuerpo
estaba cubierto solamente con una camisita muy corta y transparente, �nica prenda
que llevaba puesta debajo de la bata.
�Si le apetece...
�Negativo �dijo �l, escueto.
Abri� la puerta y sali� al corredor. Despu�s de cerrar, avanz� unos pasos.
��Tiene fuego, se�or?
Barnes se s�bresete. Joyce estaba en el umbral de su dormitorio, en bata, con un
cigarrillo en los labios y la mano izquierda en la cadera.
��Va a fumar ahora, Joyce?
�Estoy un poco desvelada...
�Entonces, vaya a la cocina y t�mese un vaso de leche caliente. Buenas noches.
Barnes sigui� su camino. Se pregunt� si Joyce habr�a escuchado detr�s de la puerta
del cuarto de Lul�, pero no era cosa que le importase demasiado. Estaba seguro de
que no hab�a podido o�r nada, porque ya se hab�a cuidado de no levantar la voz en
ning�n momento.
Por la ma�ana, despu�s del desayuno, hizo una petici�n a la due�a de la casa.
�Necesito salir unas horas, se�ora �manifest�. Asuntos personales, claro, pero
estar� de vuelta antes de la cena y me cuidar� de que todo est� preparado para la
llegada de sus sobrinos.
�Por m� no hay inconveniente �dijo Arabella�. �Qu� dices t�, Francis? Escuch� unos
momentos y luego mir� al joven sonriendo�. Francis dice que puede irse.
�Gracias, se�ora.
�Ah, Austin, una cosa. �No le han dicho nunca que se parece a un tal Jerry McDuff?
�No conozco a ese caballero, miss Pitt.
�Lo tuve de hu�sped har� unos cinco a�os. Era un muchacho encantador y se march�...
La voz de la anciana se quebr� s�bitamente.
��Vayase, Austin, vayase! �exclam� de pronto con ins�lita aspereza�. Por favor,
d�jeme sola...
�Si, se�ora, como usted mande.
Antes de salir, Barnes volvi� la cabeza un instante. Arabella ten�a la cara entre
las manos y sollozaba silenciosamente.
* * *
Llam� a la puerta y aguard�, unos momentos. Ali�e MacBride abri� y parpade�
asombrada al ver a su visitante, con un aspecto radicalmente distinto del que
ofrec�a en Hookey Cottage. Barnes llevaba ahora una chaqueta a cuadros y la camisa
estaba abierta por el cuello.
��Cielos, qu� visi�n! �dijo Ali�e, poniendo los ojos en blanco�. Oiga, �sabe que es
usted totalmente diferente del estirado mayordomo que me recibi� el otro d�a?
�Bueno, ahora visto de paisano �ri� �l�. Estoy libre y me dije que aceptar�a con
gusto una copa en su casa, si usted se olvida de mi empleo.
�Nadie me dijo nunca que fuese usted un sirviente �contest� Ali�e maliciosamente�.
Entre, Austin.
�Gracias, se�ora...
�Oiga, al menos, mientras est� aqu�, de �paisano�, ll�meme por mi nombre.
�Entendido?
�S�, se�ora... Perd�n, Ali�e.
�As� est� mejor. Austin, �qu� prefiere para beber?
�Dos dedos de escoc�s, por favor.
�S�. Vamos, si�ntese en ese div�n y p�ngase c�modo.
Barnes obedeci�. Ella le entreg� un vaso de grandes dimensiones y se sent�
enfrente, en una silla de respaldo recto, con las piernas cruzadas. La falda era
muy ajustada y Barnes volvi� a ver las ligas de estilo antiguo, pero indudablemente
con un fuerte atractivo er�tico.
Barnes carraspe�.
�Ejem... Se�ora, tengo entendido que quer�a decirme algo...
�S�, Austin, usted lleva muy poco tiempo en el Cottage, pero he podido darme cuenta
de su enorme atractivo. Estoy segura de que miss Pitt se siente muy contenta de
usted.
�Hasta ahora, no tengo queja sobre el particular.
Ali�e descruz� y volvi� a cruzar sus piernas. Estaba haciendo una exhibici�n de sus
encantos, pens� Barnes.
�Se trata de la casa y el peque�o trozo que la rodea �dijo ella�. La tengo
arrendada, pero quiero comprarla. La vieja, sin embargo, no quiere vender a ning�n
precio.
�Tengo entendido que lo mismo pretend�an Robinson y Hwillings �contest� el joven.
�Es cierto. Somos un grupo de arrendatarios, relativamente numeroso, una docena o
m�s. Nuestras casas y tierras ocupan s�lo un tercio de la superficie total de Oaks
Meadow, que pertenece a miss Pitt. A ella le quitar�amos muchos quebraderos de
cabeza si consintiera en vender. Pero, por alguna raz�n que no conozco, se niega
rotundamente a realizar la operaci�n.
�Quiz� gana m�s con las rentas �supuso �l.
��Qu� pueden importarle unos cientos de libras m�s o menos al cabo del a�o? Pero,
de todos modos, podr�a invertir la suma total en buenas acciones y a�n ganar�a m�s
y sin preocupaciones de ninguna clase.
�Indudablemente, pero, �qu� puedo hacer yo? S�lo soy el mayordomo, Ali�e.
Ella le mir� a trav�s de los p�rpados entornados.
�Austin, si convenciera a miss Pitt... podr�a ganarse una buena recompensa...
��S�?
�Hasta dos mil quinientas libras...
��Me las pagar�a usted?
�Yo le dar�a el dinero �contest� ella intencionadamente.
�Alguien te lo dar� a ti, para que me lo entregues a m�, pens� Barnes.
�Ali�e, por el momento, no puedo comprometerme a nada �dijo, tras unos segundos de
reflexi�n�. Sin embargo, le prometo observar durante un tiempo y tantear el
terreno. Si veo que la operaci�n resulta favorable, se lo dir�.
�Usted podr�a conquistar muy bien a miss Pitt �ri� ella.
��Ali�e!
�Oh, no lo tome en sentido de iniciar un romance con ella. Adem�s de sus ochenta
a�os y pico, es una mujer sumamente puritana. Debi� de haber vivido en la �poca
victoriana; all� habr�a encajado perfectamente.
�S�, seguro.
�Yo lo dec�a en el sentido de ganarse su confianza... Vamos, ya me entiende,
Austin.
�Desde luego, pero no puedo comprometerme a hacer m�s de lo que le he dicho.
�Por ahora, me conformo con eso. �Ali�e se puso en pie y se pas� las manos por las
caderas, ce�idas estrechamente por un vestido que parec�a ir a reventar de un
momento a otro�. �No quiere otra copa? �sugiri�.
�Bien, pero me gustar�a que me contase algo que no he podido averiguar hasta ahora.

��De qu� se trata, Austin?


�De Francis, el fantasma de miss Pitt.
�Era su novio y muri� hace sesenta a�os.
�S�, eso ya lo s�. Pero, �qu� pas� exactamente?
Ali�e se ech� a re�r.
�Yo nac� treinta a�os despu�s de la muerte de Francis �contest�.
�Y, �no habr� alguien que viva todav�a, aparte de miss Pitt, naturalmente?
�Creo que en Hartwell vive un tal Duncan Fitzsimmons, que fue compa�ero de armas de
Francis durante la Primera Guerra Mundial. Pero no s� si �l sabr�...
�Ya le preguntar� en otro momento. Si he de convencer a miss Pitt para que venda,
debo conocer el mayor n�mero de detalles posibles.
�Muy l�gico. Ah� va la otra copa, Austin. Recuerde, son dos mil quinientas
libras... y algo m�s.
��Por ejemplo?
Ali�e inspir� profundamente. Ten�a un busto opulento, muy atractivo y Barnes
dispon�a a�n de unas cuantas horas.
Tom� un sorbo y dijo:
�Lo considerar� como un... un p�jaro en mano.
Ella solt� una risita.
�No echar� a volar �asegur�.
Mucho m�s tarde, cuando reposaban juntos en el lecho, Ali�e sufri� un brusco
estremecimiento y lanz� una sonora interjecci�n:
��Si no fuese por ese maldito fantasma...!
Barnes se incorpor� sobre un codo.
��Qu� pasa con el fantasma? �pregunt�.
�Robinson se estrell� contra un �rbol, sin raz�n aparente para que se matase de
forma tan est�pida, aunque algunos dicen que estaba borracho. Hwillings se levant�
la tapa de los sesos.
�Dos sucesos muy desagradables, aunque perfectamente naturales �opin� Barnes.
�S�, pero el fantasma...
Ali�e se pas� una mano por la frente.
�Todos conocemos la man�a de miss Pitt y, hasta hace poco tiempo, pens�bamos que
era s�lo una inofensiva chifladura �a�adi�. Pero ya hay quien opina que el fantasma
act�a por orden suya y para ejecutar la venganza.
��La venganza?. �De qu�?
�De la muerte de Francis McDuff �contest� Ali�e.
�Pero muri� a causa de su mala salud, por la guerra...
�Muri� asesinado �afirm� ella dram�ticamente.
CAP�TULO V
Con gran cuidado, levant� la tapa del escritorio de persiana y la enroll�, hasta
que la mesa qued� al descubierto. Hab�a una carpeta con algunos documentos y alz�
la tapa, para examinarlos.
�Le falta una c�mara fotogr�fica en miniatura �son� de pronto una voz a sus
espaldas.
Joyce se sobresalt� terriblemente. Al volverse, vio a Barnes frente a ella,
mir�ndole fijamente, con los brazos cruzados sobre el pecho.
�S�... s�lo quer�a... limpiar el polvo... �tartamude� la muchacha.
��Con las manos desnudas? �O pensaba soplar? �dijo �l ir�nicamente.
�Bueno, el escritorio est� limpio, de modo que no hace falta que vaya a buscar el
plumero.
�Claro, buscaba otra cosa, �verdad?
�Estoy dici�ndole lo que pensaba hacer...
�El escritorio estaba cerrado con llave. Usted lo ha descerrajado con una lima para
las u�as.
��Estaba abierto!
�Como quiera, no vamos a discutir por este asunto. Joyce, por ser la primera vez,
lo pasar� por alto, pero no quiero verla metiendo su linda nariz en lugares que no
le importan en absoluto. �Est� claro?
��Puede usted tirar la primera piedra?
�Y un pedrusco as� de grande �contest� Barnes, separando las manos casi un metro.
�Sin duda, lo tir� en el dormitorio de Lul�, �eh?
�Es muy guapa �sonri� el joven.
�Una lagarta �calific� Joyce despreciativamente.
�Usted, presume de honesto, severo y mesurado... y se va a visitar a las criadas...

�Los mayordomos siempre tienen ciertos privilegios, Joyce.


�No trate de emplearlos conmigo. A partir de ahora, cerrar� mi puerta con doble
vuelta de llave.
�Y si le parece poco, yo le llevar� ladrillos y morteros, para que se emparede.
�Una buena llave ser� suficiente �contest� Joyce, con la barbilla muy levantada�.
�Tiene m�s que mandarme, se�or. Barnes?
�Los sobrinos de miss Pitt est�n al llegar. Prep�rese para recibirlos
adecuadamente.
�S�, se�or.
Joyce tacone� hacia la puerta del gabinete. Cuando iba a salir, Barnes dijo:
�Su apellido es St. Swithin... el mismo, curiosamente, que el de la St. Swithin's
Works Tools, una poderosa empresa de fabricaci�n de herramientas, de prestigio y
solvencia internacionales.
Ella se volvi� en redondo.
Pertenezco a la rama pobre de la familia. Mi padre es primo segundo del St. Swthin
propietario de la empresa, y �ambas ramas se separaron hace much�simos a�os y no
tienen relaciones en la actualidad.
�Gracias por su aclaraci�n, Joyce.
Unos nudillos sonaron en la puerta. Lul� asom� la cabeza.
�Dispensen si interrumpo. Se�or Barnes, le llama miss Pitt.
�Voy al momento �contest� el joven.
Arabella estaba en su saloncito, sentada, con un libro en las manos. Al ver a
Barnes, se quit� los lentes y le dirigi� una curiosa mirada.
�Hoy ha estado usted en casa de la se�ora MacBride.
Barnes se qued� sin respiraci�n. Ella solt� una risita.
�No, si no me importa. A fin de cuentas, usted es joven... Y yo s� lo que pretende
esa zorra.
�Se�ora...
�Austin, conf�o en usted. Con eso es m�s que suficiente. �Entendido?
Barnes hizo una profunda reverencia.
�Agradezco infinito su comprensi�n, se�ora.
�Mis sobrinos no tardar�n en llegar. Deben ser tratados con toda cortes�a, pero sin
olvidar en ning�n momento que son mis hu�spedes y no los due�os de Hookey Cottage.
Si ve algo que no le agrada, no dude en enfrentarse con ellos.
�Tendr� su orden presente en todo momento, se�ora.
�Gracias, Austin. Ahora d�jeme sola, por favor:
* * *
La bocina del coche son� ante la puerta y Barnes cruz� el vest�bulo con largas
zancadas. Joyce y Lul� salieron tras �l a recibir a los reci�n llegados.
Gordon Dormond fue el primero en apearse. Era un hombre pr�ximo a los cincuenta,
grueso, de p�rpados ca�dos y ment�n rebosante de grasa. Daba la impresi�n de ser un
tipo ab�lico y sin voluntad, pero Barnes apreci� muy pronto que aquella apariencia
era solamente la m�scara tras la cual se ocultaba una rara astucia y una voluntad
de hierro.
Dolly Faversham era m�s joven, a pesar de lo cual hab�a rebasado ya la frontera de
los cuarenta a�os. Su lucha contra el peso era evidente y se apreciaba sobre todo
en lo ajustado del vestido, que parec�a ir a estallar por las costuras en cualquier
momento. Ten�a el pelo pajizo artificialmente y le sobraba maquillaje por la cara.
Arreglada con un poco m�s de discreci�n, podr�a haber resultado m�s atractiva. Pese
a todo, Barnes apreci� que Dolly ten�a una figura que pod�a agradar indudablemente
a determinada clase de hombres.
�Y, en �ltimo caso, en una isla desierta y sin otra cosa a mano...�, pens�
sard�nicamente.
Dolly se qued� parada ante �l, mir�ndole fijamente.
�El nuevo mayordomo, supongo �dijo.
Barnes se inclin�.
�A sus �rdenes, se�ora. Austin es mi nombre, para lo que guste mandarme.
�Celebro conocerle, Austin, aunque es la primera vez que veo un mayordomo tan
joven. �De d�nde ha salido usted? �No se dedicaba antes, por casualidad, a exhibir
ropa de caballero como modelo masculino?
�La se�ora tiene un humor excelente �dijo Barnes�. Agradezco infinito la buena
opini�n que tiene de m�, pero no, no he sido nunca modelo masculino.
�Pues si de m� dependiera... �Eh, tambi�n hay una doncella nueva!
�Joyce es su nombre, se�ora.
�En esta casa, parece como si los mejores artistas de cine se hubieran dado cita
como sirvientes �coment� Dolly ir�nicamente�. �Qu� te parece, hermano? �pregunt�,
volvi�ndose hacia el hombre.
�Hablas demasiado �gru�� Dormond�. Austin, oc�pese de los equipajes.
�S�, se�or.
Barnes fue a la zaga del coche y abri� el maletero. Joyce y Lul� se encargaron de
transportar las maletas a las habitaciones que ya hab�an sido asignadas a los
reci�n llegados.
�Queremos ver a nuestra t�a, Austin �dijo Dormond.
�Hace tiempo que no venimos por aqu�. Se alegrar� de vernos �a�adi� Dolly.
�Ir� a avisarla inmediatamente �manifest� el joven.
Barnes se dio cuenta de que Dormond hab�a tra�do consigo una carpeta de negocios,
de la cual no se separaba un solo momento. Se pregunt� qu� documentos tan
importantes pod�a contener aquel portafolios negro, de barata calidad, por otra
parte. Lo averiguar�a, se propuso.
Entr� en el saloncito y anunci� a Arabella la llegada de sus sobrinos. La anciana
dio permiso para que entraran a visitarla.
Barnes regres� al vest�bulo.
�Miss Pitt les recibir� de inmediato �inform�.
�Muy bien �contest� Dormond�. Ah, Austin, estamos esperando la llegada del doctor
Sharkey. Haga el favor de avisarnos inmediatamente apenas se presente.
�Bien, se�or. �Debo deducir que el doctor Sharkey va a ser hu�sped de la casa
tambi�n, en este fin de semana?
�Desde luego �contest� Dormond.
�La se�ora no me inform�...
�Nosotros se lo diremos ahora �cort� Dolly secamente.
�Bien, se�ora �dijo Barnes sin inmutarse.
Dormond y su hermana caminaron hacia el saloncito donde se hallaba la due�a de la
casa. Barnes qued� en el vest�bulo, acarici�ndose pensativamente el ment�n.
Lul� baj� primero del piso superior.
�Han llegado los cuervos �coment� burlonamente.
�Lul�, no se olvide de lo que le dije. Quiero saber hasta los menores detalles de
lo que hagan esas dos personas.
�S�, se�or Barnes.
�Y un consejo, gratuito y desinteresado. En el fondo, usted no es mala chica. Deje
al Silbador o acabar� muy mal. Aqu�, pese a todo, tiene mucho porvenir.
�El porvenir de una criada �rezong� Lul�.
�Es infinitamente mejor que el porvenir de una presidiaria.
Lul� se alej�, taconeando vivamente. Joyce baj� momentos despu�s.
�Todo en orden, se�or Barnes �inform�.
�Lo celebro. Joyce, usted servir� la cena esta noche.
�S�, se�or.
�Vigile a los hu�spedes.
��C�mo...?
�Ya lo ha o�do. Vigile el menor movimiento que hagan en la mesa. No deje que sus
manos se acerquen siquiera a las copas o a los platos de miss Pitt. �Ha
comprendido?
��Teme algo...?
�Usted lim�tese a obedecer. No haga preguntas: Por otra parte, yo tambi�n estar�
presente, pero cuatro ojos ven siempre el doble que dos.
�Muy bien, se�or Barnes. �Desea algo m�s?
�Eso es todo, por ahora.
Joyce se march�. Barnes consult� la hora. Si se daba un poco de prisa, todav�a
podr�a...
Con paso ligero y el�stico, cruz� el vest�bulo y llam� a la puerta del saloncito.
Arabella dio permiso en el acto.
�Perd�n, se�ora �dijo el joven desde la puerta�; Resulta que faltan algunas cosas
para la despensa y Tina me ha rogado que vaya al pueblo a comprarlas. Ella est�
ocupada con la cena y... Bien, ser�a cosa de un par de horas solamente y las
doncellas pueden atenderla a usted y a sus hu�spedes...
�Muy bien, vaya, Austin �accedi� miss Pitt.
�Estar� de vuelta para la cena. Gracias, se�ora.
Barnes cerr� la puerta y se encamin� hacia el garaje. Hab�a un �Rolls Royce� de
veinte a�os atr�s, pero a�n en magn�fico estado de funcionamiento. Arabella lo
usaba muy raramente, ya que apenas sal�a de la casa. Pero en aquellos momentos, era
para Barnes una especie de tabla de salvaci�n, que iba a utilizar inmediatamente.
Apenas hab�a dejado el �Rolls� en el garaje, vio que llegaba otro coche a la casa.
Sin perder tiempo, fue a atender al reci�n llegado, que ya se apenaba en aquellos
instantes. Era un hombre bajito, con lentes de cerco de oro y un bigotito estilo
Charlot, lo que le confer�a un aire de apacibilidad, a la vez que inspiraba
confianza a cuantos le ve�an por primera vez. El reci�n llegado vio a Barnes y
sonri�.
�El nuevo mayordomo, �verdad? Soy el doctor Sharkey...
Barnes ignor� la mano que Sharkey le tend�a, contra todas las reglas de urbanidad
en un caso semejante.
�Patrick Sharkey, supuesto doctor en medicina; Henry A. Wilcox, ingeniero nuclear;
Peter Tracy, agente de cambio... �Sigo con los personajes que desempe�as
habitualmente, Johnny Jenkins, alias �El Cien Caras�?
El otro se puso p�lido.
�Oiga, no s� de qu� me est� hablando...
�Johnny, atr�vete a entrar en esta casa, y antes de que tengas tiempo de decir
�buenas tardes�, caer� sobre ti un alud de polic�as, con un mont�n de acusaciones,
de las que no te librar�s en veinte a�os. Vuelve al coche y ahueca el ala, r�pido.
�Pe... pero... �qui�n es usted? �pregunt� el reci�n llegado, entre indignado y
asustado.
�Eso no te importa, Johnny. Anda, l�rgate.
�Me est�n esperando...
�Yo me disculpar� en tu nombre, no te preocupes.
Los labios del sujeto se contrajeron.
�A usted no debiera importarle...
�Eso no es cuenta tuya, Johnny. �Te vas o te echo?
Jenkins mir� de abajo arriba al hombre que ten�a frente a s� y opt� por emprender
una prudente retirada. Pod�a competir, tal vez, en astucia, cosa no demasiado
segura, pero no en fuerza f�sica.
�El mejor negocio de mi vida �se lament�, cuando ya estaba sentado al frente del
volante.
�El mejor negocio de tu vida es evitar la c�rcel �dijo Barnes severamente.
Jenkins se march�. Barnes fue a cambiarse de ropa, acudi� luego a la cocina y,
cuando todo estuvo dispuesto, se dirigi� al sal�n.
�La se�ora est� servida �anunci� con gran prosopopeya.
Arabella agarr� su bast�n.
�Gordon, dame tu brazo �pidi�.
�S�, t�a, con mucho gusto.
�Perdonen un momento �dijo Barnes�. Tengo algo que comunicarles a los sobrinos de
la se�ora. El doctor Sharkey ha estado unos instantes, pero s�lo para disculparse
por no poderse quedar este fin de semana en la casa. El doctor manifest� que hab�a
sido requerido para un caso de verdadera urgencia y que no sabe cu�ndo, podr�
venir, por lo que ruega se sirvan dispensarles.
Dormond abri� una boca de palmo.
�Entonces...�no se queda aqu�...?
�Lo siento, se�or; es todo lo que puedo decirles �contest� el joven.
�Bueno, nos pasaremos sin �l �dijo Dolly con aire resignado.
��Qui�n era ese matasanos? Si lo hab�ais hecho venir para m�, tengo mi m�dico
particular �exclam� Arabella.
��Por Dios, t�a! �contest� Dormond�. Es s�lo un buen amigo nuestro, que ha estado
tratando a Dolly de ciertos trastornos sin demasiada importancia. Por eso le
dijimos que... Bien, Austin, muchas gracias, de todos modos.
Barnes se apart� aun lado. El lunes, se propuso, ir�a al pueblo con m�s tiempo.
Ten�a que hablar con Duncan Fitzsimmons acerca del difunto Francis McDudd, el
hombre al que Arabella Pitt no hab�a podido olvidar en sesenta a�os.
CAP�TULO VI
�Creo que un poco de vino te sentar�a bien, t�a �dijo Dormond, a la vez que
acercaba una copa a la anciana.
�Quiz�s tengas raz�n, sobrino �sonri� Arabella.
Barnes se acerc� a la mesa.
�La se�ora, sin duda, querr� un poco m�s de este excelente pescado �dijo.
�Pues, s�, est� muy bueno... �verdad, Francis?
Dormond y su hermana cambiaron una mirada. De pronto, Barnes lanz� una exclamaci�n:

��Se�orita Joyce, est� distra�da! Haga el favor de atender a la mesa como es


debido. �Qu� clase de sirvienta es usted, que est� aqu� como si fuera la mism�sima
due�a de la casa?
La atenci�n de los sobrinos se distrajo un momento. Joyce se hallaba al otro lado
de la larga mesa y Dormon y su hermana volvieron la cabeza unos instantes. Arabella
levant� una mano.
�Austin, no sea tan r�gido. Esa chica se hab�a descuidado un poco, eso es todo.
�Perd�n, se�ora, pero hay ciertas cosas que no se deben pasar por alto �contest� el
joven r�gidamente.
�Francis, este mayordomo es una joya �sonri� Arabella�. �No os parece, sobrinos?
�Seg�n para qu� �dijo Dolly, mirando desvergonzadamente a Barnes.
En aquellos ojos hab�a una llamada que Barnes no pod�a ignorar. Le habr�a gustado
contestar de viva voz en aquellos momentos y a Dolly no le hubiera gustado su
respuesta.
Al terminar la cena, Dormond dio unos golpecitos en la boca con la mano.
�Dios, qu� sue�o...
�Ser�a mejor que te fueses a dormir �aconsej� Arabella ir�nicamente�. Le has dado
demasiado a la botella, Gordon.
�S�lo dos copas de m�s, t�a �se defendi� Dormond�. Pero, con tu permiso...
Dormond se levant� pesadamente y camin� hacia la puerta. Arabella, como de
costumbre, requiri� los servicios de Joyce para ir a su dormitorio.
Dolly qued� unos momentos en el comedor. Lul� recog�a el servicio, ayudada por
Barnes. La doncella se march� a poco.
�Austin �dijo Dolly de pronto.
��Se�ora...?
��Se encuentra a gusto en esta casa?
�No tengo la menor queja de miss Pitt, se�ora.
�Pero el sueldo no es muy elevado. Podr�a ganar m�s.
�No veo c�mo, se�ora.
Dolly sonri� maliciosamente.
�Hablaremos de ese asunto en otro momento. Mientras tanto, piense que yo puedo
proporcionarle ese empleo, con un salario muy superior. Y tal vez, algo m�s...
Dolly se alej� con gran contoneo de sus pomposas caderas. Barnes sonre�a
maliciosamente. �Te cal�, p�jara�, pens�.
Joyce vino un poco m�s tarde. Parec�a muy furiosa.
�Se�or Barnes, quiero hablar con usted muy seriamente �manifest�.
�Soy todo o�dos, se�orita St. Swithin �dijo el joven pl�cidamente.
�Me ha reprendido groseramente durante la cena. Ha dicho cosas de m� que son
absolutamente inciertas...
�Por todo lo cual, le presento mis m�s humildes disculpas, haci�ndole saber, de
paso, que era absolutamente necesario y que s�lo se trataba de una comedia.
Joyce se qued� at�nita.
�No entiendo...
Barnes suspir�.
�Ten�a que distraer la atenci�n de los comensales �explic�. El se�or Dormond puso
algo en el vino de miss Pitt, un narc�tico, con toda seguridad. �No ha notado que
el se�or Dormond ten�a mucho sue�o apenas termin� de cenar?
�Pero si el narc�tico estaba en la copa de miss Pitt...
�Cuando yo la abronqu� a usted, los dem�s se distrajeron. Entonces hice el cambio
de copas.
�Pod�a haberse tratado de un veneno �se estremeci� Joyce.
�En tal caso, Gordon, habr�a sido cazado en su propia trampa, cosa que, de todos
modos, ha sucedido.
�S�, ya veo. Pero, �por qu�...?
�Eso es todo, Joyce. �Buenas noches!
Ella le mir� con curiosidad. Ard�a en deseos de formularle infinidad de preguntas,
pero no se atrevi� a a�adir una sola palabra. Sonri� ligeramente, dobl� un poco las
rodillas y se march�.
* * *
En la casa reinaba un silencio absoluto. Barnes abri� la puerta de su habitaci�n,
escuch� unos momentos y luego, con gran sigilo, se encamin� al piso superior,
llevando algo en sus manos.
Cuando lleg� a la puerta del cuarto de Dormond, tante� el picaporte. Por fortuna,
no estaba cerrada con llave.
Abri� muy despacio. Dormond estaba sumido en un sue�o profund�simo. Barnes sonri�
para s�. �Te cac�, p�jaro�, pens�, mientras avanzaba hacia la silla sobre la que se
ve�a el portafolios de cuero negro.
Era de un tipo muy corriente y barato. Barnes se apoder� de la cartera y dej� otra
id�ntica sobre la silla. La segunda cartera hab�a sido adquirida aquella tarde en
el pueblo.
Con el mismo cuidado que a la ida, emprendi� �� retirada. Lleg� a su habitaci�n,
entr� y cerr� la puerta, sin percatarse de que unos ojos le hab�an vigilado desde
un lugar relativamente cercano.
��Se ha vuelto un ladr�n? �murmur� Joyce, pensativamente, mientras volv�a a la
cama.
Se hab�a desvelado y tard� bastante en conciliar el sueno, porque estaba un tanto
nerviosa. Al fin, logr� relajarse.
Una vez crey� o�r ruidos en el exterior, pero pens� que habr�a sido una ilusi�n de
sus sentidos. Poco a poco, sinti� que se hund�a en la dulce inconsciencia del
sue�o.
* * *
El hombre reneg�, mientras se frotaba la rodilla con la que hab�a tropezado contra
un obst�culo invisible en la oscuridad. MacKinley Smuffs pens� que no eran horas de
entrevistas, pero tampoco le quedaba otra opci�n, se dijo, mientras contemplaba la
oscura silueta de la casa.
Alguien le hab�a dicho que un cord�n colgar�a en el exterior, para que pudiera
tirar y despertar as� a la persona que quer�a hablar con �l a una hora tan avanzada
y con el m�ximo de discreci�n. Se acerc� al edificio y empez� a buscar el cordel.
No aparec�a por ninguna parte. De pronto, oy� una voz susurrante:
�Est� ah�, a tu derecha.
�Gracias �contest� Smuffs maquinalmente.
�Vaya humedad, �eh?
�S�, hay mucho relente. Pero eso pasa aqu� constantemente. Oiga, no veo el
cordel...
�Un poco m�s a la derecha... �Ah�, hombre!
Smuffs divis� el cordel. De pronto, se dio cuenta de que hab�a estado hablando con
un desconocido.
�Eh, oiga, �qui�n es usted?
Pero el otro no le contest�. Smuffs se tap� la boca con una mano, como
reprendi�ndose a s� mismo por haber alzado el tono de voz m�s de lo conveniente en
aquellas circunstancias.
Smuffs vio que estaba solo. Quiz�s el desconocido le hab�a hecho aquella indicaci�n
para que pudiera hablar a satisfacci�n con la persona que le hab�a citado all�.
Alarg� la mano y asi� el cord�n.
En el mismo instante, se sinti� envuelto en un dolor horrible, a la vez que cre�a
arder de los pies a la cabeza. Todo su cuerpo se estremeci� espantosamente. Vio
saltar chispas azuladas del cord�n que ten�a en la mano, pero fue una visi�n que
dur� menos de un segundo, aunque s� le qued� tiempo para lanzar un espeluznante
chillido.
Sus ropas empezaron a humear y crey� que los sesos le herv�an dentro del cr�neo.
Luego cay� hecho un ovillo al pie de la pared, todav�a agarrado al cord�n. Estaba
muerto, pero su cuerpo segu�a agit�ndose con horrendos espasmos.
El grito despert� a todos los habitantes de la casa, menos a dos.
Uno de ellos estaba despierto. Barnes escuch� aquel toso aullido y guard�
precipitadamente en la cartera los documentos que estaba examinando. Cerr� la
cartera, la dej� debajo de la cama y corri� a la ventana.
A poca distancia, divis� un bulto que se mov�a lentamente y del que, en ocasiones,
se desprend�an chispas, que estallaban con secos chasquidos. Inmediatamente
comprendi� lo que suced�a.
Tina sali� corriendo al jard�n.
��No toque a ese hombre! �rugi� Barnes�. Est� unido a un cable el�ctrico y usted
puede morir tambi�n si intenta soltarlo.
La se�ora Jackson retrocedi� como si hubiese visto ante ella una fiera monstruosa.
Barnes salt� por la ventana. Lul� y Joyce estaban asomadas a las de sus respectivos
dormitorios.
��Qu� pasa? �pregunt� Lul�.
�Qu�dense ah� �respondi� el joven�. Parece que un ladr�n quiso entrar en la casa...

�Eso se podr�a haber evitado con un par de mastines, pero miss Pitt no puede
soportar a los perros �dijo Tina.
�Ahora ya no importa �dijo Barnes�. Voy a...
Dolly asom� por una ventana del piso superior.
��Se puede saber qu� es ese esc�ndalo? �pregunt�. Vaya un fin de semana apacible...

�Se�ora, alguien ha sufrido un grave accidente �contest� Barnes serenamente�.


�Joyce!
�S�, se�or Barnes �contest� la muchacha. �Suba a la habitaci�n de �mis� Pitt y
h�gale compa��a. �S�, se�or.
Barnes se acerc� al cad�ver, del que se desprend�a un horrible olor a carne
abrasada. Por el cuerpo de aquel desgraciado, que ya no sent�a nada, continuaba
circulando la electricidad.
Al cabo de unos segundos, se volvi� hacia la cocinera, que permanec�a a unos pasos
de distancia.
�Creo que he visto una cizalla en el garaje �manifest�. Aislar� los mangos y
cortar� el cable. Cuando lo haya hecho, avise a la compa��a de suministro el�ctrico
y a la Polic�a.
�S�, se�or.
Lul� se acerc� temerosamente, con una linterna en la mano que enfoc� sobre el
rostro del muerto, que aparec�a completamente rojo, como si lo hubiera sumergido en
agua caliente.
�Menos mal �murmur�. No es el Silbador...
In�s vino poco despu�s con las cizallas. Para mayor seguridad, se hab�a puesto unos
guantes de goma y tra�a tambi�n un taburete de madera, sobre el que se puso, para
conseguir mejor aislamiento. Cort� el cable a dos metros del suelo y el cad�ver
dej� de moverse.
Se pregunt� c�mo pod�a haberse electrocutado aquel infeliz. La tensi�n era normal,
pero hab�a bastante humedad en el ambiente y, observ�, el calzado del muerto era de
cuero, lo que no proporcionaba aislamiento de ninguna clase en una noche h�meda y
con el suelo cubierto de roc�o. Como fuera, si hab�a ido a Hookey Cottage con �nimo
de robar, hab�a cometido el mayor error de su vida.
�El �ltimo �finaliz� as� sus poco agradables reflexiones.
CAP�TULO VII
Los sanitarios se llevaron el cad�ver. El forense hab�a declarado que har�a la
autopsia, aunque las causas de la muerte estaban muy claras. Dentro de la casa, el
sargento Hancock, de la polic�a local, interrogaba a la servidumbre.
Barnes se hab�a enterado ya de la identidad del muerto. Era MacKinley Smuffs y
ten�a arrendado un trozo de terreno, Rodney Place, a miss Pitt. El sargento
Hancokck hizo un fruncimiento de cejas.
�Es curioso. Tres colonos han muerto ya y los tres de sendos accidentes, sobre los
cuales no cabe la menor duda. De lo contrario, habr�a motivos m�s que suficientes
para sospechar de un asesino.
�A m� no me mire as�, David Hancock �contest� la anciana desabridamente�. Le
conozco a usted desde que era un arrapiezo al que limpi� las narices en m�s de una
ocasi�n. Y usted me conoce tambi�n bastante a m�.
�S�, se�ora, es verdad �admiti� el polic�a.
�Los tres muertos quer�an comprarme las tierras que ten�an en arrendamiento. A m�
no me conven�a venderles, eso es todo.
��No habr�a ganado m�s vendiendo, se�ora?
�Tal vez, pero prefiero que las cosas sigan tal como est�n... por lo menos,
mientras yo viva. Despu�s...
�Si no tiene herederos... Bueno, sus sobrinos, los hijos de su difunta hermana.
�Ellos no heredar�n Hookey Cottage, t�ngalo por seguro, David. Pero eso es algo que
todav�a queda muy lejos.
�As� lo deseo de coraz�n, se�ora �contest� Hancock, a la vez que cerraba su libreta
de notas�. Ahora hablar� con los empleados de la compa��a el�ctrica; es preciso
averiguar por qu� se solt� ese cable.
�Estar�a en malas condiciones, supongo. Ya me dir� algo luego, David.
�S�, se�ora.
Cuando Hancock sal�a, Arabella sonri� burlonamente.
�Lo est�s haciendo muy bien, Francis �dijo�. Pero a�n no hemos terminado la
tarea...
��Dec�a, se�ora?
Arabella se sobresalt�.
�Austin, no ha llamado a la puerta �dijo �speramente.
�Perd�n, se�ora; quiz� lo hice con mucha suavidad y no me oy� �se disculp� el
mayordomo�..S�lo Ven�a para saber si desea alguna cosa...
�No, gracias... Bueno, si, haga que me traigan una taza de t�. Una ma�ana muy
movida, �verdad, Austin?
�Bastante, se�ora. Siento lo que ha ocurrido...
�Eso no debe quitarle el sue�o �dijo miss Pitt�. Ande, env�eme pronto esa taza de
t�.
�Ahora mismo, se�ora.
Hancock estaba hablando en i aquellos instantes, con Joyce, por lo que orden� a
Lul� cumplimentase el encargo de Arabella. Los dos sobrinos bajaban en aquel
momento del primer piso.
Dormond parec�a hallarse en malas condiciones;
�No s� qu� me ha pasado... Tengo la lengua: reseca...
�Anoche le diste de firm� a la botella, hermano �dijo Dolly burlonamente.
�Eso no es verdad. Tom� un par de copas dem�s, pero no abus� como piensas.
�El caso es que has dormido como un tronco... Supongo que ya sabes lo que ha pasado
esta noche, Gordon.
�Calla, seguiremos hablando m�s tarde �ataj� Dormond�. Ahora tenemos que declarar
ante el sargento. Sabes lo que tienes que decir, espero.
�Descuida �contest� Dolly.
Hancock dej� libre a Dolly y se acerc� a los dos hermanos.
�Perdonen, pero tengo que interrogarles...
�Estamos a su entera disposici�n, sargento �asegur� Dolly con la mejor de sus
sonrisas.
* * *
Separ� con gran cuidado uno de los paneles de madera de la pared y meti� la cartera
en el hueco que hab�a al otro lado. Luego puso el panel nuevamente en su sitio. En
el mismo instante, sonaron unos nudillos en la puerta.
Barnes se volvi� r�pidamente, a la vez que se limpiaba las manos con gesto
maquinal.
��Adelante!
Joyce entr�, cerr� y se qued� apoyada en la puerta.
�Deseo hablar con usted, se�or Barnes �expres�.
Barnes hizo un amplio adem�n.
�Estoy a su disposici�n, se�orita St. Swithin �accedi�.
�Gracias. Ser� sincera, no me gustan los rodeos, �entendido?
�Ya est� dando rodeos �sonri� �l�. �Por qu� no empieza de una vez?
Joyce se puso colorada.
�A veces, resulta usted odioso... Se lo digo, aunque me cueste el empleo...
�Descuide, no la despedir�. Pero contin�a dando rodeos.
�Primero, usted no es quien aparenta.
Barnes se palp� el cuerpo con gestos de fingido asombro.
��Yo no soy yo? �Qui�n soy yo? �Yo o mi suplantador? �Me han capturado el cerebro
sin que me d� cuenta?
�D�jese de bromas est�pidas. Usted sabe bien a qu� me refiero.
�Puede que lo sepa, pero, en todo caso, no lo admitir�. �Qu� m�s?
��Es cierto que los sobrinos de miss Pitt quer�an narcotizarla?
�Absolutamente cierto �confirm� �l con toda seriedad�. �No ha visto a Dormond?
Parec�a como si hubiese salido de una espantosa borrachera...
�Entonces, se tom� el vino que deb�a haberse bebido miss Pitt.
�Ya se lo dije, Joyce.
�S�, pero, �que pretend�an?
�Eso ya no es de su incumbencia, se�orita.
��Usted cree?
��Por qu� hab�a de interesarle algo que, repito, no le concierne en absoluto?
�Quiz� s�, se�or Barnes �dijo ella.
�Muy bien, expl�quese.
�Este no es el momento. En cambio, usted...
��Soy yo o soy otro? �pregunt� el joven burlonamente.
�Quiz�s lo averig�e m�s pronto de lo que se imagina. Y me gustar�a saber tambi�n
por qu� rob� el portafolios del se�or Dormond.
��Se lo va a decir?
�Usted se merecer�a que les informase...
�Pero no lo har�, �verdad?
��C�mo lo sabe?
�Joyce, en la familia St. Swithin no hay una rama pobre.
Ella apret� los labios.
�Le aseguro que...
Barnes cruz� el dormitorio y puso una mano sobre el picaporte.
�Ande, vaya a hacer su trabajo �dijo persuasivamente�. Es muy probable, casi
seguro, que ambos estemos embarcados en el mismo bote.
��Usted cree?
�S�, pero lo malo es que, me parece, remamos en direcciones opuestas.
Joyce resping� ligeramente, pero el joven hab�a abierto ya la puerta y no le qued�
otro, remedio que salir. Al quedarse solo, Barnes inspeccion� el panel de madera,
encontr� satisfactoria su situaci�n y sali� hacia la cocina.
Cuando lleg�, Tina se�al� el cuadro de llamadas.
�Es la se�ora Faversham �dijo.
�Bien, ir� a ver qu� me quiere �contest� Barnes.
* * *
Dolly estaba sentada frente al tocador, cubierta con un peinador con cuello de
plumas y las piernas cruzadas. Llevaba portaligas negras, observ� Barnes.
�Se�ora... �dijo desde la puerta.
�Entre, Austin � orden�; Dolly�. Quiero hablar con usted.
�S�, se�ora.
Barnes cerr� la puerta. Ella continu� poni�ndose polvos en la cara.
�Ayer le habl� de un nuevo empleo �dijo.
�Lo recuerdo, se�ora.
��Ha pensado algo sobre el particular?
�La se�ora no me dio detalles sobre ese nuevo emple� �contest� �l.
�De momento, el sueldo ser�a un cincuenta por ciento superior al que le paga mi
t�a.
�La oferta es interesante. Falta saber de qu� clase de trabajo me ofrece.
�Por ahora, puede seguir como mayordomo. Ya le dir�amos cu�ndo debe empezar su
nuevo empleo.
�Por ahora, seguir� como estoy, se�ora.
�Gracias, Austin.
Ella no hab�a captado el sentido de la respuesta, pens� Barnes.
��Nada m�s, se�ora? �pregunt� cort�smente.
Dolly solt� la borla de polvos y se puso en pie. Lentamente, se volvi� hacia e!
joven y se quit� el peinador.
�Austin, �quiere ajustarme las presillas del sujetador? Temo que se me suelten en
cualquier momento...
�Con mucho gusto, se�ora.
Ella se hab�a quedado solamente con el sost�n y las bragas. �Para cierta clase de
tipos o en caso de apuro, no est�s mal�, pens� Barnes. Pero hab�a sobra de rollos
de grasa en la cintura.
�Ya est�, se�ora.
Dolly solt� una risita.
�No se ha inmutado, Austin �dijo.
El joven se encamin� hacia la puerta.
��Pensaba acaso la, se�ora que ten�a que alterarme?
�Hombre, no estoy tan mal, me parece. No soy una jovencita, pero, vamos...
Barnes puso la mano en el pomo.
�No es el primer sost�n al que ajusto las presillas �contest� maliciosamente�. Con
su permiso, se�ora.
Dolly torci� la boca al quedarse sola. Con gesto de c�lera, se puso el peinador,
mientras maldec�a entre dientes.
Dormond entr� momentos despu�s, con el portafolios en la mano.
�Lo siento, no ha picado �dijo ella�. Aunque todo es cuesti�n de paciencia...
�Ese mayordomo es m�s listo de lo que parece-rezong� Dormond�. Y puede que ni
siquiera sea un aut�ntico mayordomo.
��Por qu� dices eso?
Dormond abri� el portafolios y extrajo un pu�ado de peri�dicos viejos.
��Mira! �exclam�.
��Qu� diablos es eso, Dormond?
�Pero, �es que no lo ves? Alguien se ha llevado los documentos del portafolios,
dej�ndome en su lugar este mont�n de peri�dicos atrasados.
Dolly se qued� estupefacta.
��Por todos los diablos! �jur�. �Qui�n ha podido ser?
�Dolly, yo he dormido como un tronco, ni siquiera me he enterado de lo que le pas�
al idiota de Smuffs.
�Yo tir� el cord�n por mi ventana, tal como hab�amos acordado, pero el muy est�pido
agarr� el cable el�ctrico. Gritaba como un cerdo as�ndose vivo. �Por qu� no lo
o�ste?
�Te lo dir�: yo puse el narc�tico en la copa de t�a Arabella, pero alguien me dio
el cambiazo y me beb� ese vino.
��Seguro, Gordon?
��Infiernos! �Es que no viste que casi me quedaba dormido en la mesa?
Dolly asinti�, moviendo la cabeza varias veces.
�S�, tuvo que ser �l... y precisamente cuando empez� a reprender a la criada, lo
que desvi� nuestra atenci�n unos instantes. Entonces, fue �l quien se llev� los
documentos y te dej� los peri�dicos viejos.
�No pudo ser otro, Dolly, tenemos que espabilarnos o perderemos una fortuna.
�Est� bien, �qu� quieres que haga?
�Te lo dir� ahora mismo. Austin, es obvio, tiene los documentos. Los ha debido
esconder en su habitaci�n. Yo ir� a registrarla, �comprendes?
��Y si te sorprende?
�No me sorprender�. Primero ir� al garaje y har� cualquier cosa en el coche. Luego
vas t�, pruebas y cuando veas que no arranca, b�scalo y p�dele que trate de
arreglarlo. Con un cuarto de hora tendr� m�s que suficiente.
�Muy bien, pero supongamos que no consigue repararlo...
�Bueno, entonces le dices que ten�as que ir a Hartwell y que quieres que te lleve
en el coche de t�a Arabella. As� dispondr�, incluso, de m�s tiempo.
�Conforme. �Dolly se�al� la puerta�. Ve al garaje; yo me cambiar� de ropa mientras
tanto.
�Celebro que lo hayas comprendido �sonri� Dormond.
Y ech� a andar hacia la puerta, pero ella lo llam� en el acto.
�Gordon...
��S�?
��Qu� pasa aqu�? �dijo ella, repentinamente aprensiva�. Han muerto Robinson,
Hwillings y Smuffs...
�Robinson y Smuffs, por accidentes casuales. En cuanto a Hwillings, se suicid� en
presencia de testigos.
�Gordon, a veces siento p�nico. �Y si fuese verdad lo del fantasma de t�a Arabella?

Dormond solt� un resoplido despectivo.


��Tonter�as! �Los fantasmas no existen! �Hizo un amplio adem�n circular con el
brazo�. Lo �nico que existe es todo esto... y podemos perderlo como no hagamos las
cosas en debida forma.
�Si ese maldito doctor Sharkey no se hubiese �rajado� �dijo Dolly, furiosa.
�No s� qu� demonios le pas�, pero me va a o�r en cuanto le eche la vista encima
�aseguro Dormond.
Abri� la puerta y sali�. Barnes estaba en la habitaci�n contigua, pegado al
tabique, en el que hab�a adosado un aparatito semejante al estetoscopio los m�dicos
y que le hab�a permitido o�r el di�logo habido entre los dos hermanos. Guard� el
aparato y se dispuso a continuar con su trabajo.
En cuanto a la cartera, desafiaba a Dormond a que la encontrase en su dormitorio.
CAP�TULO VIII
Pisando de puntillas, Joyce recorri� el pasillo que permit�a el acceso a las
habitaciones de la servidumbre y lleg� ante la puerta del dormitorio de Barnes.
Mir� a derecha e izquierda, se cercior� de que estaba sola y luego abri�.
Una vez al otro lado, corri� un pestillo que aseguraba la puerta por dentro. Luego
pase� la mirada por el interior de la estancia.
Dado que estaba destinada al mayordomo, era m�s grande y estaba mejor decorada que
las del resto de la servidumbre. Incluso dispon�a de ba�o individual.
Joyce torci� el gesto. �Y yo tengo que compartirlo con Lul�...�, pens�, enojada.
Acerc�ndose al ropero, empez� a examinar el vestuario del joven. Encontr� una
billetera y estudi� su contenido a fondo. Una ligera sonrisa apareci� poco despu�s
en sus labios..
�Ya me las entender� m�s tarde contigo, Austin Barnes �murmur�.
Luego se pregunt� d�nde podr�a encontrar el portafolios. Mir� por todas partes,
pero no encontr� el menor rastro. Incluso se asom� a la cisterna del inodoro, pero
all� no hab�a nada.
Desanimada, se dispon�a a salir de la habitaci�n, cuando, de pronto, repar� en la
decoraci�n de las paredes, forradas de paneles de madera hasta dos metros del
suelo. Los paneles eran grandes, con molduras sencillas, pero bastante salientes.
Empez� a golpear con los nudillos, lenta, paciente, met�dicamente. De pronto, capt�
un sonido distinto.
Repiti� los toques. S�, all�, al otro lado, hab�a algo.
Estaba prevenida. Meti� la mano en el bolsillo de su uniforme, sac� un cuchillito e
insert� la punta en la ranura existente entre dos paneles. Al cabo de unos
instantes, oy� un chasquido.
El panel salt� y casi se le cay� al suelo. La cartera apareci� a la vista.
Joyce sac� el portafolios y lo abri�. Para no perder m�s tiempo, decidi� que
examinar�a los documentos otro rato:. Tras unos segundos de indecisi�n, acab� por
guardarlos debajo de la ropa, sujet�ndolos con las gomas tensoras del sost�n y de
los pantalones de encaje. Afloj� un poco el uniforme y se sinti� satisfecha al ver
que no se notaba nadar
Pero la cartera hab�a quedado vac�a. Pens� unos instantes y acab� metiendo una
camisa doblada y unos cuantos pa�uelos. Luego dej� todo tal como lo hab�a
encontrado.
Cuando se asom� al pasillo, no hab�a nadie. Sali�, cerr� la puerta y anduvo con
toda naturalidad hacia su habitaci�n.
Apenas un par de minutos m�s tarde, Gordon Dormond se asom� al corredor y, al
observar que estaba desierto, camin� r�pidamente hasta la habitaci�n del mayordomo.

Estaba seguro de que su hermana entretendr�a a Austin sobradamente, de modo que se


tom� las cosas con tranquilidad. Al fin, encontr� la cartera de mano.
Sonri� complacido. S�, era su portafolios; all� estaba el peque�o ara�azo en una de
las esquinas, detalle que s�lo se pod�a apreciar por el que lo conoc�a previamente.
Austin se dijo, hab�a sido muy listo, pero �l lo era m�s. Siempre acababa siendo el
m�s listo, pens�, rebosante de satisfacci�n.
Hab�a preparado algo como desquite. Cuando el mayordomo abriese la cartera con los
peri�dicos viejos, encontrar�a una cuartilla con un dibujo en silueta, de una cara,
con una mano con los dedos extendidos y el pulgar apoyado en la nariz. Comprender�a
el mensaje, claro.
Para no entretenerse m�s, hizo el cambio de carteras y dej� la pared como estaba.
Luego, sali� del dormitorio y se encamin� a su habitaci�n.
Abri� la ventana. Desde all� pod�a escuchar las voces provenientes del garaje.
�Ya est�, se�ora; era una aver�a sin importancia.
�Para m�, ten�a mucha, puesto que me imped�a poner en marcha el coche �dijo Dolly.
�Naturalmente, se�ora. �Desea algo m�s de m�?
�Eso es todo, muchas gracias, Austin. Salvo que debe seguir pensando en la oferta
que le hice.
�S�, se�ora. Con su permiso...
Dolly subi� al primer piso momentos despu�s. Su hermano le ense�� la cartera con
aire de triunfo.
�Recuperada �dijo.
�No ha estado mal, pero estar�a much�simo mejor si el maldito doctor Sharkey
estuviese aqu� �contest� Dolly.
�Luego ir� a Hartwell y tratar� de localizarle por tel�fono. Sabes que tengo medios
sobrados para hacerle volver aqu�.
�S�, pero, �querr� venir? A m� se me antoja muy sospechoso que, habiendo llegado
hasta el Cottage, se marchase sin querer pasar de la puerta y sin hablar con alguno
de los dos. No s�, no lo encuentro natural, Gordon.
�Bueno, ya me dir� �l algo por tel�fono, aunque sea con frases de segunda
intenci�n. De momento, hemos recuperado la cartera, que no es poco.
��Y si ese maldito mayordomo ha examinado los papeles? Ahora sabe lo que hab�a,
Gordon.
�Eso no importa, porque no podr� probar nada. �Dormond empez� a soltar la presilla
que aseguraba la tapa de la cartera�. Con los documentos de nuevo en nuestro poder,
lo �nico que sucede es que tenemos que empezar otra vez.
De pronto se call�.
Dolly observ� que se hab�a vuelto l�vido. Antes de que pudiera preguntarse la causa
de su cambio de expresi�n, lo vio sacar de la cartera una camisa y unos cuantos
pa�uelos.
Al cabo de unos segundos, Dormond solt� una espantosa blasfemia.
�Te aseguro que me entran ganas de ir en busca de ese hijo de perra y decirle unas
cuantas cosas...
Dolly extendi� la mano vivamente.
�No lo hagas �prohibi�. Yo me encargar� de eso.
��Cu�ndo? �pregunt� Dormond.
�Buscar� la ocasi�n propicia, es todo lo que puedo decirte. Mientras, t� podr�as
encargarte de hablar con Ed Foley, el de Soutwest Wood Farm. Es obvio que te diga
que no querr� venir al Cottage por nada del mundo...
�Est� bien, ir� ma�ana al mediod�a.
�Hoy, Gordon-dijo ella firmemente.
Dormond tir� la cartera a un rinc�n; con gest� mal humorado.
�Hoy �cedi� de mala gana.
* * *
Cuando ya finalizaba la cena, Dolly hizo una pregunta a la due�a de la casa.
�T�a, �por qu� crees que Francis est� aqu�, contigo?
Arabella la mir� pensativamente durante unos instantes. Barnes y Joyce estaban
presentes en el comedor y aguardaron expectantes la respuesta de la anciana,
mientras Dormond parec�a concentrarse en el co�ac de su copa.
�No lo creo �dijo Arabella al cabo�. Est� aqu�, conmigo, y me protege contra todos
los qu� quieren hacerme da�o. �No es cierto que t� me proteges, Francis querido?
�se dirigi� a la silla vac�a que, inevitablemente, hab�a siempre en la mesa.
Dolly se mordi� los labios.
�Entonces, Francis es tu fantasma �dijo.
�Los incr�dulos nunca ven cosas que s�lo los verdaderos creyentes pueden ver
�respondi� Arabella sibilinamente�. Joyce, muchacha, �quieres acompa�arme a mi
habitaci�n!
�Si, se�ora.
Arabella y Joyce desaparecieron. Barnes, impasible, puso m�s co�ac en la copa de
Gordon. Dolly se reclin� en el respaldo de su asiento y mir� de hito en hito al
mayordomo!
�Austin, usted, �qu� opina? �inquiri�.
�S�lo soy un sirviente, se�ora.
�Pero usted puede tener formada una opini�n...
�La tengo, en efecto.
�Y, �cu�l es?
�El respeto que debo a miss Pitt me impide expresa: la, se�ora. �Desean algo m�s
los se�ores?
�No, gracias �contest� Dolly, chasqueada por la �in permeabilidad� de Barnes�.
Gordon, no me has dicho a�n qu� tal te ha ido en tu entrevista con el se�or Foley.
�No ha habido entrevista. Foley no estaba, pero he acordado con su mujer que ir� a
verle ma�ana a mediod�a, tal como te dije antes.
Al cabo de un rato, el comedor qued� vac�o. Cuando todo estuvo en orden, la casa
qued� silenciosa. Barnes hizo un �ltimo recorrido, se cercior� de que puertas y
ventanas estuviesen bien cerradas, apag� la mayor�a de las luces, dejando s�lo un
par de l�mparas en el vest�bulo, y se retir� a su habitaci�n.
Se desvisti�, poni�ndose el pijama y luego la bata. A continuaci�n, se sirvi� una
copa de co�ac y se sent� en un butaca a leer un rato. Su mirada, sin embargo,
resbalaba pe las p�ginas del libro, ocupada su mente en profundas reflexiones.
Ten�a muchas cosas que hacer, pero no quer�a dar u paso sin haber hablado antes con
Fitzsimmons, cuyas informaciones juzgaba serian de m�ximo inter�s.
De repente, llamaron a la puerta.
Los golpes eran muy suaves, apenas perceptibles. Era evidente que la persona que
llamaba no quer�a atraer la atenci�n sobre s� misma.
Barnes se levant� y abri�. La silueta de Lul� se recort� en el umbral.
�Quiero hablar con usted �murmur� la sirvienta.
Barnes se apart� a un lado. Lul� estaba en bata y camis�n, pero las zapatillas eran
de tac�n alto, detalle que el joven no dej� de apreciar.
�Estuve escuchando una conversaci�n a los dos hermanos �inform� Lul�. Fue despu�s
de que usted le arreglase el coche a ella...
Barnes hizo un adem�n, invit�ndola a continuar. Lul� relat� cuando recordaba del
di�logo habido entre los dos hermanos.
�Pero no he podido averiguar de qu� documentos se trata ni d�nde est�n ahora
�finaliz� su narraci�n.
Barnes frunci� el ce�o.
��Has dicho que �l sac� de la cartera una camisa y unos pa�uelos? �pregunt�.
�Al menos, eso es lo que escuch�...
�Gracias, Lul�.
Se�or Barnes...
�Dime �contest� �l.
Lul� sonri� de un modo especial. Luego se quit� el cintur�n y abri� la bata. El
camis�n era corto y transparente y no hab�a m�s prenda de ropa sobre el cuerpo de
contornos exuberantes.
�Vamos, hombre, an�mese; no estoy tan mal �dijo con toda frescura.
��Qu� dir�a el Silbador si lo supiese? �sonri� Barnes.
�Usted no se lo va a decir, �verdad?
�Lul�, hijita, est�s como para comerte viva, pero yo no quiero compromisos. Y no me
alegues que nadie se va a enterar, porque, primero, eso no es seguro y, segundo, no
vas a conseguir que te mire de otra manera por ese procedimiento. Sabes lo que
tienes que hacer, si quieres que cambi� de opini�n respecto a ti.
Ella se mordi� los labios, despechada.
�Porque una haya pecado una vez, no significa que...
�Lul�, conozco muy bien tu historial y es m�s negro que el interior de un t�nel, a
la medianoche y sin luna. Pero puedes blanquearlo, y eso es cosa tuya; desde luego,
sin necesidad de buscarme... las cosquillas.
��Es usted polic�a? �pregunt� la joven de sopet�n.
�Eso no te importa �dijo�. Anda, vete a dormir.
Lul� se march�, chasqueada y furiosa en parte. Luego reflexion� fr�amente y, empez�
a pensar que, a lo mejor, Barnes ten�a raz�n y era hora de que dejase a el
Silbador, cuya compa��a le hab�a proporcionado m�s disgustos que beneficios. La
�nica cualidad buena que ten�a el Silbador era su prodigiosa resistencia en la
cama, pero eso no iba a durar toda la vida. Y, �de qu� le servir�a un hombre
apasionado, si luego acababan los dos en la c�rcel?
Mientras, Barnes, preocupado por los informes que acababa de recibir, se dispuso a
arrancar el panel donde hab�a ocultado la cartera de mano. En el mismo instante,
volvieron a llamar a la puerta.
CAP�TULO IX
La aparici�n de Joyce en el umbral no le caus� apenas sorpresa. Sonriendo, se
apart� a un lado y dej� que ella entrase en la habitaci�n.
�Esta es mi noche de suerte �coment�.
Joyce aspir� el aire con fuerza.
�Es perfume de zorra �dijo.
�La palabra zorra, �es empleada en sentido literal o lo ha dicho como una met�fora?

�Lo segundo, claro.


�Eso significa que tiene usted mucha experiencia en los perfumes que usan las
zorras.
Atrapada en su propia trampa, Joyce se puso colorada hasta las orejas.
�Dej�monos de rodeos. Es lo que usted dice siempre, �no?
�La mejor pol�tica es hablar claro desde el principio, pero le recuerdo que ha sido
usted la que ha venido a mi habitaci�n y no yo a la suya. Por tanto, el inter�s en
la conversaci�n es suyo, se�orita St. Swithin.
�Est� bien. S�, soy la hija de Ernest Frederick St.Swithin. �Adivina por qu� estoy
aqu�?
Barnes sonri�.
�No. D�gamelo usted, por favor.
�Mi padre... bueno, la empresa de la que es presidente y accionista mayoritario,
tiene inter�s en las tierras de Oaks Meadow. Est� dispuesto a mejorar cualquier
oferta que se haga a la propietaria, �comprende?
�Miss Pitt no quiere vender.
�Lo s�. Sin embargo, usted tiene cierto ascendiente sobre ella...
�Lo dudo mucho. Vinimos al Cottage a al mismo tiempo. Lo que usted pueda pensar
acerca de esa pretendida influencia con miss Pitt no deja de ser una fantas�a sin
fundamento alguno.
�Entonces, �por qu� se interesa usted tanto por los asuntos de la se�ora? �Qu�
todas esas idas y venidas, los cuchicheos misteriosos, los registros de
habitaciones, los aparatos para escuchar conversaciones ajenas, y, en fin, mil
cosas m�s, que le convierten a usted en un tipo muy sospechoso?
��Sospechoso de asesinato?
��No, por Dios! �exclam� Joyce�. En todo caso, sospechoso de... pertenecer a la
competencia.
�Ah, usted teme que yo influya en miss Pitt para que no venda a determinadas
personas y s� a las que yo le indique.
�Exacto. Por eso he pensado, quiz�, que podr�amos arreglarnos...
�Joyce, sobre el asunto de Oaks Meadow no hay ni podr� haber arreglo jam�s �dijo �l
solemnemente.
Ella pareci� quedarse desconcertada y le mir� fijamente durante unos segundos.
�Se�or Barnes; �qui�n es usted?
�El mayordomo, naturalmente.
�Eso no cuela �dijo la muchacha�. Usted es...
�A usted no le importa en absoluto mi personalidad. Y puesto que ha puesto sus
cartas boca arriba, le anuncio que ma�ana informar� a miss Pitt que la he
despedido.
Joyce se puso p�lida.
�Usted no puede hacer eso...
��De veras? �Barnes sonre�a tranquilamente�. �Qu� piensa que dir� miss Pitt cuando
conozca su verdadera personalidad?
Hubo un momento de silencio. Luego, ella le apunt� con el �ndice.
�Voy a decirle una cosa. Si me despide, no le dir� algo muy importante que he
averiguado respecto a los sobrinos de miss Pitt. En ese caso, la se�ora puede verse
en un grav�simo apuro y usted tendr� la culpa.
Barnes reflexion� unos instantes. De pronto, record� la camisa y los pa�uelos que
Dormond hab�a encontrado en el portafolios y dedujo qui�n era el autor del
cambiazo. Sonriendo, contest�:
�La sentencia queda en suspenso, Joyce.
�Gracias. Ahora, esc�cheme bien...
Barnes la empuj� hacia la puerta.
�S� lo que me va a decir relativo a una declaraci�n de presunta incapacidad legal
por demencia senil, y tambi�n s� algo de unos documentos concediendo plenos poderes
a los sobrinos de miss Pitt para administrar los bienes de la se�ora. Pero eso es
todo, por ahora.
�Oiga, yo...
�Basta, Joyce �dijo �l, tratando de ser paciente�. No insista m�s, se lo ruego.
�Por favor, s�lo un segundo...
�Est� bien, hable pronto. Ya tengo sue�o, �comprende?
��No habr�a forma de llegar a un arreglo satisfactorio para todos?
��Por qu� no vino su padre a tratar directamente del asunto?
Joyce suspir�.
�Ha estado aqu� nada menos que tres veces y siempre se fue con las manos en la
cabeza. Ya no sab�a qu� hacer y por eso se me ocurri� a m� emplearme como doncella,
para averiguar de una vez por todas lo que sucede y tratar de entender la posici�n
de miss Pitt. Si se conoce el pensamiento del adversario, se le puede combatir
mejor... � retirarse, al ver que no se le puede derrotar.
�Una argumentaci�n llena de l�gica �calific� Barnes�. Pero es preciso esperar.
��Esperar... a qu�?
�Hay algunas cosas que permanecen en el misterio y necesitan ser aclaradas. Pero
ello no podr� ser sino hasta el lunes, cuando yo haya hablado con cierta persona
que, espero, me dar� valiosos informes sobre miss Pitt y sus ideas acerca de Oaks
Meadow. Por el momento, no puedo decirle m�s, pero tendr� que conformarse con lo
que ha o�do. Si quiere seguir aqu�, naturalmente.
��Claro que quiero! �Hasta el fin! �exclam� Joyce apasionadamente�. Gracias por no
despedirme, se�or Barnes. Le aseguro que, pase lo que pase, sabr� agradecerle esta
decisi�n. Incluso cerrar� los ojos a cierta visita que le han hecho hace muy
poco...
�No sea mal pensada. Lul� vino s�lo a informarme.
��De verdad?
�Joyce, si Lul� hubiese venido por otros motivos, �habr�a encontrado usted esa cama
vac�a?
Barnes se�alaba su lecho, que aparec�a intacto. Joyce comprendi� y se puso colorada
hasta las orejas.
�Lo siento...
�Ha difamado a una compa�era. Eso no est� bien. Si ella supiese que est� aqu�
ahora, conmigo, podr�a pensar lo mismo, �no cree?
�Pero yo...
��Es distinta a las dem�s mujeres?
�A veces, resulta usted odioso, Austin.
��Se�or� Barnes �corrigi� �l autoritariamente.
Joyce abri� la boca para decir algo, pero no pudo hablar, porque, en aquel mismo
instante, se oy� en el piso superior un estridente alarido.
Era un grito de una persona acometida por una insuperable crisis de p�nico. Barnes
y Joyce se miraron un segundo, luego, ambos a una, echaron a correr hacia la
puerta.
* * *
Dolly se arregl� el rostro cuidadosamente, contempl� su peinado, vio que el pelo
estaba perfectamente y, para finalizar su tarea, se dio unos toques de perfume
detr�s de las orejas. En cuanto a la indumentaria, no pod�a ser m�s atractiva:
encajes negros, debajo de un peinador con muchos metros de tejido transparente.
�Si esta vez no cae, tendr� que pensar que es... de la otra orilla�, se dijo,
mientras lanzaba la �ltima mirada al espejo que reflejaba por completo su figura.
Torres m�s altas hab�an ca�do, se dijo, y el mayordomo no pod�a ser una excepci�n.
Barnes acabar�a por sucumbir y entonces, ella le sacar�a cuanto sab�a... y tambi�n
le har�a decir d�nde estaban aquellos documentos que les compromet�an enormemente y
que, adem�s, por si fuese poco, ahora no les serv�an de nada.
Tacone� suavemente hacia la puerta. Abri� y escuch� unos instantes. No se percib�a
el menor sonido.
Luego dio un par de pasos fuera del dormitorio.
�Vuelve a tu habitaci�n, Dolly.
�Gordon, quedamos de acuerdo en que lo har�a �contest� ella, sin volver la cabeza.
�No te conviene, Dolly.
�Por todos los diablos...
�Deja a miss Pitt en paz, antes de que te ocurra algo peor.
�Dolly se volvi�. Entonces, at�nita, se dio cuenta de que no hab�a estado hablando
con su hermano.
Delante de ella, divis� una vaga silueta, como si la figura humana estuviese hecha
de niebla, a trav�s de la cual pod�a ver los objetos que hab�a al otro lado. Era un
ser incorp�reo, adivin� en el acto, y al mismo tiempo, comprendi� de qui�n se
trataba.
La figura vaporosa movi� un brazo. Dolly no pudo contenerse y lanz� un estent�reo
chillido de p�nico.
Algo muy fr�o roz� su mejilla. Volvi� a gritar, aullando literalmente y, de pronto,
sinti� que todo le daba vueltas alrededor y cay� al suelo sin conocimiento.
En la casa se produjo inmediatamente una enorme conmoci�n. Los habitantes del
Cottage empezaron a salir de sus habitaciones.
��Qu� ha pasado?
��Qui�n chilla de esa manera?
��A qui�n han degollado?
Lul� vio juntos a Barnes y Joyce y abri� la boca, pero no pudo decir nada, porque
ya el joven corr�a escaleras arriba. Cuando lleg� al primer piso, Barnes vio a
Dormond arrodillado al lado del cuerpo tendido de su hermana.
�Est� muerta �declar� el hombre dram�ticamente.
Barnes se sobresalt�. La cocinera oy� aquellas dos palabras y lanz� un agudo
chillido de terror.
Lul� hizo la se�al de la cruz maquinalmente. Joyce procur� dominar el temblor de
sus miembros.
Barnes, m�s pr�ctico, se arrodill� junto a la mujer. Toc� su mu�eca y observ�
durante unos instantes. Luego mene� la cabeza.
�Ha sufrido un desvanecimiento �dijo�. Lul�, entre en el ba�o y vea si hay un
frasco de sales. En caso contrario, traiga un vaso de agua.
�S�, se�or.
�Mi hermana desmayada... pero, �por qu�? �balbuce� Dormond.
�Habr� visto al diablo �refunfu�� la cocinera.
Barnes levant� en brazos a Dolly y pas� al dormitorio. Dormond le sigui� y Joyce
entr� tras �l.
Dolly qued� sobre la cama. Barnes se volvi� hacia la muchacha.
�Joyce, as�mese a la habitaci�n de miss Pitt �orden�. Los gritos de la se�ora
Faversham la habr�n despertado, seguramente. Procure tranquilizarla y d�gale que no
ocurre nada grave.
�Bien, se�or Barnes.
Lul� vino con un frasco de sales y un vaso de agua. Barnes se ocup� de hacer que
Dolly recobrase el conocimiento. Mientras, Joyce se asomaba al dormitorio de
Arabella.
La anciana dorm�a pl�cidamente. Joyce observ� su respiraci�n tranquila y sosegada,
pero tambi�n vio que una suave sonrisa luc�a en su rostro.
Era mejor no despertarla. Si no hab�a o�do nada, no hab�a motivos para alarmarla,
por lo que emprendi� una silenciosa retirada.
Sin embargo, cuando llegaba a la puerta, oy� la voz de Arabella, que parec�a un
suave susurro:
�Gracias, Francis... Has hecho, simplemente, lo que deb�as...
Joyce se detuvo un momento, con la mano en el picaporte. Escuch� un poco m�s, pero
Arabella ya no a�adi� una sola palabra.
Estaba so�ando con el hombre muerto sesenta a�os antes y cuyo recuerdo no se hab�a
borrado a�n de su mente. Joyce compadeci� �ntimamente a la anciana. Hab�a podido
disfrutar de una existencia feliz, junto al hombre amado, pero la muerte hab�a
cortado en flor sus ilusiones, dej�ndola solamente el melanc�lico recuerdo de unos
pocos momentos de felicidad.
Casi se ech� a llorar. Procurando esforzarse, consigui� calmarse, recobrar la
serenidad, abandonando el dormitorio a continuaci�n.
Dolly recobraba el conocimiento en aquel instante. Abri� los ojos y lanz� un
chillido.
��El fantasma! �He visto el fantasma!
Dormond resping�.
�Dolly, por favor...
�Te juro que es verdad... Lo he visto, me habl�...
��Si? �intervino Barnes�. Y �qu� le dijo?
Dolly se incorpor� sobre un codo y le mir� con ojos casi fuera de las �rbitas.
�Austin...
Pero, de pronto, se dej� caer de nuevo sobre las almohadas y mene� la cabeza.
�No puedo repetir lo que me ha dicho. Es... algo muy personal...
Lul� se acerc� entonces a una consola, en donde hab�a un par de botellas y algunos
vasos. En uno de los vasos hab�a restos de licor todav�a. Una de las botellas
aparec�a mediada, con el tap�n a un lado.
Barnes mir� en aquella direcci�n. En el rostro de Lul� hab�a una expresi�n
inconfundible.
Dormond lo advirti� y lanz� un reniego.
�S� te fue la mano en la botella, maldita sea, Dolly �gru��.
��No es verdad! �protest� la mujer.
�No es ning�n pecado tomarse un traguito de cuando en cuando �dijo Barnes,
apaciguador�. Sin duda, la se�ora se durmi�, sufri� una pesadilla y sali� del
dormitorio en estado de sonambulismo. Cay� al suelo y... creo que ya est� bien y lo
�nico que le conviene es volver a dormirse. Se�or Dormond, procure que su hermana
tome un sedante; ma�ana por la ma�ana, se encontrar� completamente bien.
Dormond asinti�. Barnes agit� los brazos y sac� de la habitaci�n a las restantes
mujeres.
�Vamos, acu�stense; las pesadillas de la se�ora Faversham no deben impedir que nos
levantemos ma�ana temprano-dijo.
Cuando sal�an, a�n tuvieron ocasi�n de o�r la voz de Dolly, que protestaba
estridentemente:
�Te lo juro, Gordon. Ni he bebido ni tuve ninguna pesadilla. Vi al fantasma, tan
bien como, te estoy viendo a ti...
Lul� volvi� a santiguarse.
��Jes�s, un fantasma en esta casa! �Lo que nos faltaba! �exclam�.
�Los borrachos siempre ven cosas raras �dijo Tina sentenciosamente�. Y, al menos en
esta ocasi�n y sin que pretenda criticarla, la se�ora Faversham se le fue la mano
en la botella. Tal vez no se dio cuenta; a veces pasa...
�Usted tiene mucha experiencia, �eh, se�ora Jackson? �dijo Lul� con c�ustico
acento.
Joyce se encar� con el joven.
�Se�or Barnes, �cree posible que la se�ora Faversham haya visto un fantasma?
�S�, seguramente, s�; el fantasma de su mala conciencia �contest� Barnes con grave
acento.
CAP�TULO X
�Me pareci� haber o�do gritos esta noche �dijo Arabella, a la ma�ana siguiente.
�La se�ora Faversham tuvo una pesadilla y crey� que hab�a visto algo real �inform�
Joyce, mientras serv�a el desayuno�. Grit� mucho y eso nos sobresalt� a todos,
pero, afortunadamente, no fue nada.
�Vaya, mi sobrina con pesadillas �dijo la anciana burlonamente�. Con lo pr�ctica
que es, enemiga de todo lo que no pueda ver y tocar...
�Al menos, eso es lo que dijo, se�ora �contest� la muchacha.
Barnes entr� en el comedor en aquel momento.
�Buenos d�as, se�ora. �Ha descansado bien la se�ora?
�Perfectamente, gracias, Austin. Pero Joyce me estaba informando sobre cierto
incidentes que han ocurrido durante la noche.
�No han tenido ninguna importancia, se�ora. La se�ora Faversham...
�S�, s�, ya lo s� �cort� Arabella�. Tuvo una pesadilla. Seguramente, producto de
una mala digesti�n o... �lanz� una risita�, de su mala conciencia.
Joyce se sobresalt� ligeramente. Miss Pitt coincid�a con el, mayordomo. Al mirar a
Barnes, le vio impasible, inexpresivo.
Dolly entr� en aquel momento. Estaba p�lida, ojerosa.
�Buenos d�as �salud� cort�smente�. T�a, perd�name el retraso, pero he pasado una
noche infernal.
�Viste al fantasma, �no?
Barnes frunci� el ce�o. El fantasma no hab�a sido mencionado en ning�n instante y,
sin embargo, Arabella lo sab�a.
Joyce no se sent�a menos sorprendida. Dolly se sent� a la mesa y trat� de sonre�r.
�Ahora me doy cuenta de que tuvo que ser una alucinaci�n �dijo�. Pero anoche, cre�a
firmemente...
�S�lo las personas con la conciencia sucia ven cosas desagradables, como fantasmas,
espectros y cosas por el estilo �contest� Arabella sentenciosamente�. �No es
cierto, Francis?
Una vez m�s, la anciana volv�a a hablar con aquel invisible personaje, cuya
presencia flotaba impalpable y constantemente en aquel ambiente. Barnes comprendi�
que los sobrinos de Arabella quisieran obtener una declaraci�n de incapacidad
legal, por demencia senil o cualquier otra causa relacionada con el estado de su
mente.
�Por cierto �pregunt� Arabella de sopet�n�, �d�nde est� tu hermano, Dolly?
�Sali� muy temprano de casa. Ten�a que hacer una visita. Asuntos de negocios, t�a.
�Asuntos de negocios, en domingo, el d�a del Se�or �resopl� la anciana�. �Es que
Gordon no sabe que trabajar en domingo es pecado?
�Claro que lo sabe, pero ten�a que hacer esa visita... No est� d�ndole al pico y a
la pala o conduciendo un cami�n de carga...
�Has dicho una visita de negocios, �verdad?
�S�, t�a �contest� Dolly con gesto hastiado.
�Y los negocios implican dinero, y el dinero s�lo se gana trabajando, ergo... est�
cometiendo pecado.
Dolly apret� los labios. Estuvo a punto de dar una respuesta desabrida, pero logr�
contenerse y se concentr� en el plato. Barnes y Joyce cambiaron una mirada, serios,
pero ri�ndose por dentro.
Sin embargo, Barnes se sent�a preocupado, porque no sab�a qu� clase de negocios
pod�an atraer la atenci�n de Dormond en aquellos momentos y, menos a�n ignoraba el
nombre de la persona con la que hab�a ido a encontrarse en aquella ma�ana de
domingo.
* * *
Se llamaba Ed Foley y estaba muy ocupado en el cobertizo, tapando todas las
posibles grietas y junturas con masilla, mientras hablaba con el hombre que hab�a
ido a visitarlo.
�Hago todo lo que puedo �dijo Foley desabridamente�. �O acaso piensa que voy a
ponerle una pistola en el pecho a la vieja, para que consienta en vender este trozo
de terreno?
�Se le hizo un importante pr�stamo, se�or Foley �manifest� Dormond�.Es decir, si lo
recuerda...
�Lo recuerdo, lo recuerdo, como que no se me quita de la cabeza ni de noche ni de
d�a. Pero hay veces en que pienso que no deber�a considerarlo como un pr�stamo,
sino como una gratificaci�n. Y usted conoce muy bien los motivos, �verdad?
El rostro de Dormond se atirant�.
�Ustedes no se lo pensaron mucho, cuando les fue propuesto �respondi�.
�A uno le gusta siempre ser due�o de la tierra que trabaja. Por eso lo hicimos,
confiando en que un d�a la vieja acabar�a por ceder, pero se mantiene firme como
una roca. No s� c�mo podremos convencerla... ni siquiera si lo conseguiremos alg�n
d�a.
Foley puso un poco m�s de masilla en una ranura y a�adi�:
�Me siento aprensivo, maldita sea. A veces pienso si esa historia del fantasma ser�
real... Robinson, Hwillings y Smuffs Han muerto ya... y s�lo quedo yo...
�Fueron accidentes y un suicidio. Usted es un hombre cuidadoso y ni tiene
intenciones de suicidarse ni dejar� que se produzca ning�n accidente.
�Eso espero �contest� Foley�. Pero si usted, que es el sobrino, no hace un poco
m�s... A fin de cuentas, nosotros hicimos lo m�s duro. �O no, se�or Dormond?
�Lo reconozco, pero tambi�n tiene que admitir que recibieron lo suyo. Y todav�a
tendr�n m�s, cuando ella haya vendido. La verdad es que ten�amos un buen plan, que
no pod�a fallar, pero un maldito entrometido lo ech� todo a rodar.
�Entonces, el plan fall� �respondi� Foley c�usticamente.
�Bueno, volveremos a intentarlo. Es cuesti�n de un poco de paciencia, pero usted
tambi�n, debe poner algo de su parte. �Cu�ndo ir� a verla?
��Le parece bien ma�ana?
�Estupendo.
Dormond sac� un paquete de tabaco, pero Foley hizo un vivo adem�n.
�No fume aqu� �exclam�.
�Esto es s�lo un cobertizo vac�o �se extra�� Dormond.
�Lo s�, y antes fue un gallinero, pero los animales murieron de la peste aviar. Voy
a fumigarlo con cianh�drico, para que qued� completamente desinfectado.
�Diablos, el gas de la c�mara de ejecuciones...
�Eso mata a todo bicho viviente �ri� Foley.
Dormond volvi� a guardar el tabaco.
�Bueno, ya hemos hablado bastante. Espero verle ma�ana en Hookey Cottage �se
despidi�.
Asi� el pomo de la puerta, abri� y volvi� a cerrar despu�s de salir. Fue un golpe
relativamente violento y una aldabilla met�lica que hab�a en el exterior, para
asegurar la puerta, cay� y se ajust� por s� sola.
La m�quina que iba a producir el gas estaba ya preparada. S�lo hac�a falta tocar un
interruptor para que empezase a funcionar. Foley comprob� todo y luego baj� el
interruptor.
Inmediatamente, corri� hacia la puerta, conteniendo la respiraci�n. El gas que
sal�a con cierta potencia, convertido en un vapor blanquecino, se expand�a con
rapidez. Foley oy� aquel siniestro siseo y movi� el pomo.
La puerta no se abri�. Foley maldijo entre dientes.
Volvi� a insistir. Era una puerta s�lida y, por alguna raz�n que desconoc�a, no se
pod�a abrir.
Contuvo la respiraci�n, mientras repet�a los esfuerzos. El gas inundaba r�pidamente
el cobertizo, se dio cuenta repentinamente, lleno de p�nico.
Era preciso contener la respiraci�n, pero hab�a hecho antes ciertos esfuerzos y
necesitaba aire. Sac� un pa�uelo y se lo puso ante la nariz. En todo caso, romper�a
el cristal de alguna ventana...
Una vaharada de gas le envolvi� pronto, retorci�ndose en torno a su cuerpo como si
fuera una serpiente de enormes dimensiones. En aquel instante, Foley crey� ver
aparecer un rostro entre las volutas de gas letal.
El sobresalto le hizo abrir la boca. Pese a la protecci�n del pa�uelo, un golpe de
gas penetr� hasta sus pulmones. La cabeza empez� a darle vueltas.
La m�quina, impasible, inhumana, continuaba vomitando chorros de cianh�drico. Foley
se dijo por qu� no hab�a tratado de desinfectar el gallinero por un procedimiento
menos virulento. Una vez m�s intent� contener la respiraci�n, pero el gas empezaba
ya a hacer sus efectos.
Desesperadamente, trat� de abrir. Los vidrios estaban relativamente altos. Al ver
que no pod�a salir por la puerta, camin� hacia una de las ventanas. Pero su paso
era ya inseguro y el cianh�drico actuaba con mort�fera rapidez.
De pronto, le fallaron las fuerzas y cay� al pie de la ventana. Vio un viejo
ladrillo a poca distancia y alarg� el brazo. Si pudiera lanzarlo contra los
cristales...
Sus dedos rozaron el ladrillo y eso fue todo lo que pudo hacer. Ya ten�a los
pulmones llenos de gas.
* * *
Era terriblemente viejo y parec�a que iba a cumplir doscientos a�os al d�a
siguiente. Sin embargo, ofrec�a un aspecto notablemente despejado y sus ojos a�n
brillaban detr�s de los lentes que la edad hab�a hecho indispensables para su
visi�n.
Duncan Fitzsimmons estaba sentado en un sill�n, no lejos de una chimenea con el
fuego encendido.
�Ya no soy un jovencito �se lament�. En mis buenos tiempos, apenas si se encend�a
la chimenea en casa, salvo en la �poca m�s dura... Pero los a�os no perdonan,
muchacho.
�Usted se conserva a�n en buena forma �sonri� Barnes�. Ya me gustar�a a m� verme
como usted, cuando tenga sus a�os.
�No me adule, joven. La verdad es que estoy hecho un cascajo y... Mira que
prohibirme hasta el licor. Se�or, pero si no tomaba m�s que una copita de cuando en
cuando... Y menos mal que el m�dico me permite una pipa o dos al d�a...
Fitzsimmons empez� a cargar la pipa, que parec�a haber sido comprada el mismo d�a
de su nacimiento. Barnes mir� a derecha e izquierda y luego sac� algo de su
bolsillo.
�Los m�dicos no saben qu� hacer para amargarnos la vida �dijo�. �Qu� le parecer�a
si tomamos un traguito juntos, se�or Fitzsimmons?
Los ojos del anciano chispearon.
�Se�or Barnes...
�Austin, por favor.
�Bueno, Austin, suele decirse que los �ngeles no tienen sexo, pero en estos
momentos estoy viendo delante de m� a un �ngel var�n �dijo Fiztsimmons con una
risita maliciosa�. �C�mo has sabido que me gustar�a...?
�Lo supuse, simplemente. Aunque el m�dico no se lo hubiese prohibido, una acci�n
m�s bien indigna, si me permite decirlo as�, al menos sab�a que le gustar�a tomar
unos sorbos de buen brandy. Ande, beba un poquito y al�grese la vida.
Fitzsimmons hizo chasquear la lengua varias veces. Despu�s, encendi� la pipa y se
arrellan� en el sill�n.
�Y ahora, muchacho, su�ltalo de una vez �sonri�, sujetando la pipa con los
dientes�. �Qu� es lo que quieres que t� diga?
�Todo. Usted conoci� a Francis McDuff y sabe lo que ocurri� hace sesenta a�os.
El anciano suspir�.
�Lo s� muy bien y la verdad es que yo tambi�n anduve cortejando a Arabella. Pero
gan� Francis.
�Y muri� muy joven.
�Hombre, ya ten�a veintis�is a�os... Es una historia que ahora resulta conmovedora,
pero entonces fue algo tr�gico... �Sab�as que el padre de Arabella se opon�a
rotundamente a las relaciones de la muchacha con Francis?
�No, no lo sab�a. Pero, �por qu� se opon�a?
�Sencillamente, Francis era pobre como las ratas. Adem�s, estaba delicado de salud,
a causa de los padecimientos sufridos durante la guerra. Pero hubiera podido
recuperarse, si no hubiera sido por la terrible paliza que le propin� el padre de
Arabella. Le rompi� varias costillas y una roz� el pulm�n m�s enfermo. Eso result�
definitivo.
��Lo supo ella?
�Se enter� despu�s, cuando ya Francis hab�a muerto. Pero entonces se enter� tambi�n
de otra cosa.
��Qu�, se�or Fitzsimmons?
�Iba a tener, un ni�o. �Se imagina lo que hubiese hecho el padre de Arabella de
haberlo sabido?
�Habr�a sido capaz de matarla �supuso Barnes.
�S�, desde luego. Pero entonces, Arabella, quiz� por primera vez en su vida, sac� a
relucir su genio y se march� del Cottage durante una temporada. Volvi� sola, sin el
chico, que hab�a dejado al cuidado de personas de su confianza. Entonces, le cont�
todo a su padre y hasta le desafi� a que le echase de casa, si se atrev�a. El se�or
Pitt se acobard� tambi�n por primera vez y no se atrevi� a decirle nada.
�Creo que el viejo se hab�a dado cuenta ya de la enormidad cometida y empezaba a
arrepentirse, pero Arabella, a fin de cuentas, tambi�n ten�a su genio y despu�s de
contarle lo del ni�o, le hizo una promesa. Y la cumpli�.
��Qu� promesa? �inquiri� Barnes.
�Dijo a su padre que jam�s volver�a a dirigirle la palabra mientras viviese. Y as�
sucedi�, y a�n m�s: cuando el se�or Pitt muri�, ella ni siquiera fue al entierro ni
a los funerales.
�En tal caso, se puede deducir que el padre de Arabella mat� a Francis.
�Para m�, no hay duda alguna al respecto �contest� Fitzsimmons.
�Muy bien. �Qu� fue del ni�o despu�s?
El anciano sonri�.
�A ti te interesa mucho saber el resto de la historia, �verdad?
�As� es, se�or �admiti� Barnes.
�Y yo conozco los motivos.
��C�mo?
Fitzsimmons suspir� otra vez.
�Hijo, los a�os, si quitan salud, dan experiencia y supe qui�n eras apenas te vi
entrar por la puerta �respondi�.
CAP�TULO XI
Cuando sali� de la casa del anciano, Barnes ten�a la mente llena de mil ideas
contradictorias. Pero, en el fondo, todo empezaba a tener un aspecto mucho m�s
l�gico.
�Excepto por una cosa �murmur�:
��Dec�a...?
Barnes se sobresalt�. La voz de Joyce acababa de sonar a su lado, sin que se
hubiera dado cuenta de la presencia de la muchacha, hasta que la oy� preguntarle lo
que estaba diciendo. Entonces advirti� tambi�n que hab�a estado hablando en voz
alta.
��Qu� hace usted en el pueblo?�pregunt�.
�Hab�a poco trabajo. Ped� permiso para asistir a los oficios del domingo.
�Yo dir�a mejor que trat� de seguirme �rezong� �l, con el ce�o fruncido.
�No es un pecado, que yo sepa �contest� ella desenvueltamente.
�Es una falta, que puede tener su castigo, Joyce.
�Muy bien, aceptar� ese castigo, pero usted ha de contarme lo que ha estado
haciendo en casa del se�or. Fitzsimmons.
Barnes hab�a caminado unos pasos, a fin de acercarse al coche en que hab�a viajado
hasta Hartwell. De pronto, se detuvo y volvi� la cabeza para contemplar a la
muchacha.
Joyce llevaba la misma indumentaria que el d�a de su llegada, incluido el
sombrerito redondo. Ofrec�a un aspecto gracioso, lleno de juventud y frescura.
��Y bien, se�or Barnes?
�Joyce, �se da cuenta de su posici�n?
Ella se puso las manos en las caderas.
�Se�or Barnes, �por qu� no destapamos las cartas de una vez? Usted sabe
perfectamente qui�n soy yo y qu� hago en el Cottage. �Por qu� no se explica usted
con toda claridad?
�La envi� su padre, para explorar el terreno y conocer las razones por las cuales
miss Pitt se niega a vender Oaks Meadow, �no es cierto?
�Ahora ya no tengo motivos para negarlo. S�, es cierto, pero, d�game, �qui�n es
usted realmente?
�Por el momento, me niego a contestar esa pregunta. Sin embargo, acceder� a
explicarle parte de la conversaci�n que he tenido con el se�or Fiztsimmons.
��Y por qu� no toda?
�Porque no me conviene, y usted deber� conformarse con lo que yo le diga o
resignarse a que me calle. Elija.
Joyce suspir�.
�Est� bien, hable �accedi�.
Barnes le hizo un sucinto relato de lo que le hab�a contado el anciano,
absteni�ndose de contar algunos detalles qu�, por el momento, le interesaba
mantener en secreto. Cuando termin�, Joyce se sent�a asombrada y, al mismo tiempo,
muy impresionada.
�Una historia realmente emocionante �coment�. Yo cre� que esas cosas ya no
suced�an...
�Algunas sucedieron hace nada menos que sesenta a�os.
�En la inmensidad c�smica, menos que una millon�sima de millon�sima de segundo. En
nuestras medidas, toda una vida-dijo ella melanc�licamente.
�As� es, aunque todav�a ignora usted la raz�n fundamental por la cual miss Pitt no
quiere vender.
�Usted me lo va a decir ahora, �verdad?
Barnes sonri�.
�Con mucho gusto �dijo, a la vez que abr�a la portezuela del coche�. Suba, por
favor.
Ella entr� en el coche. Barnes se acomod� tras el volante y dio el contacto. En el
momento de arrancar, Joyce hizo una observaci�n:
�Se�or Barnes, cuando sal�a de la casa de Fiztsimmons, usted dijo, sin darse cuenta
de que hablaba en voz alta, algo sobre �excepto una cosa�. �A qu� se refer�a?
El motor se puso en marcha. Barnes embrag� y movi� la palanca de cambios.
�Quer�a decir que el asunto empezaba a tomar un aspecto verdaderamente l�gico,
salvo por una cosa: el fantasma.
��Cree usted en el fantasma, se�or Barnes?
��Y usted?
�A veces pienso que s�... Dolly Faversham dijo haberlo visto...
�Joyce, hay cosas que no tienen ni tendr�n jam�s explicaci�n. Yo no creo en los
fantasmas, pero existen, �me entiende usted?
�S�, completamente �sonri� la muchacha�. Pero la pobre miss Pitt, hablando
constantemente con Francis...
�Es una man�a inofensiva, como habr� podido comprobar, sobre todo, ahora que usted
tiene en su poder los documentos que hab�a en el portafolios de Dormond.
��C�mo sabe que los tengo yo?
�Compr� una cartera igual, la llen� con peri�dicos viejos y le di el cambiazo a
Dormond. Luego, �ste y su hermana idearon el truco del coche averiado, para tener
el campo libre y registrar mi habitaci�n. Encontr� mi cartera con una camisa y unos
pa�uelos.
�Los pondr�an ellos...
�No, fue usted. Dormond advirti� el truco y baj� a mi habitaci�n con la cartera que
yo hab�a. comprado. Encontr� la suya, pero los documentos no estaban, cosa que
advertir�a en su habitaci�n. A m� me faltaban una camisa y unos pa�uelos, por lo
que es f�cil deducir qui�n los puso de relleno. Dormond dej� mi cartera, con
peri�dicos, y una cuartilla con un dibujo que representa un hombre haciendo un
gesto de burla con la mano.
�Eso no es una prueba...
�Usted se perfuma demasiado. Percib� ese perfume al regresar a mi habitaci�n.
�Lo tendr� en cuenta para la pr�xima ocasi�n que registre su dormitorio �dijo la
muchacha alegremente.
��Ha escondido bien los documentos?
�Est�n en un lugar mucho m�s seguro que el que usted ide�.
�Muy bien, siga guard�ndolos. As� habr� comprendido cu�les eran las intenciones de
los sobrinos de miss Pitt, �verdad?
�Cierto �admiti� Joyce�. Oiga, el m�dico al que aguardaban, �era el que iba a
certificar su debilidad mental?
�Era un impostor. Yo lo ech� del Cottage.
��C�mo sab�a que era un impostor?
Barnes detuvo de pronto el coche. Hab�an llegado a un punto relativamente elevado
del camino, desde el que se divisaba una gran extensi�n de terreno.
�B�jese �orden�.
Joyce obedeci�. Barnes la agarr� por un brazo y la llev� al borde del camino. Ella
contempl� la suave llanura, con una leve concavidad en el centro, rebosante de
verdor y con infinidad de �rboles, en la que se advert�an aqu� y all�, las manchas
blancas de algunas casas, muy separadas sin embargo.
�Joyce, destruir esto para montar una factor�a de la empresa de su padre ser�a un
sacrilegio, una blasfemia contra la naturaleza �dijo �l gravemente�. Por eso no
permitir� que nadie cause el menor da�o a miss Pitt y estar� a su lado en este
asunto, aunque llegue a costarme la vida.
Ella se volvi� y le dirigi� una mirada escrutadora.
�Se�or Barnes, de una vez por todas, d�game: �qui�n es usted? �pregunt�.
�El nieto de miss Pitt �respondi� �l solemnemente.
* * *
Durante unos segundos, Joyce permaneci� en silencio, estupefacta por la revelaci�n
que acababa de escuchar. Pero antes de que pudiera decir algo, se oy� a lo lejos el
sonido met�lico de la sirena de un coche policial.
Barnes se volvi�. El coche apareci� a la salida de una curva, a unos doscientos
metros de distancia. Sobre el techo se ve�an los destellos de luz azul.
El joven hizo senas con la mano y el coche se par� junto a ellos.
��Sucede algo grave? �pregunt�.
�En el Cottage, no, se�or �contest� el sargento Hancock�. Ha ocurrido en Soutthwest
Farm. El colono, Ed Foley, ha muerto, parece que asfixiado por una grave
imprudencia, al intentar desinfectar con cianh�drico un gallinero afectado por la
peste aviar. Dispensen, tenemos prisa...
El autom�vil policial reanud� su marcha. Joyce se volvi� hacia el joven y apreci�
una honda arruga en su frente.
�Foley �dijo Barnes�. El cuarto miembro del clan... Aunque hab�a un quinto que, si
bien suministr� la idea, no intervino directamente en el asunto.
��Qu� asunto, Austin? �pregunt� Joyce, terriblemente intrigada.
�La muerte de Jerry McDuff, mi hermano.
�Entonces, usted se llama Barnes...
�Es mi apellido materno y usted seguir� us�ndolo, hasta que yo se lo indique,
�estamos?
�S�, se�or, como usted ordene.
�Bien, volvamos al Cottage. Presiento que los acontecimientos se van a precipitar.
Antes de que termine el d�a, puede que todo haya quedado resuelto.
El autom�vil se puso nuevamente en marcha. Joyce se sent�a abrumada por la
revelaci�n de que hab�a sido objeto, aunque present�a que todav�a le faltaban
detalles por conocer. Pero la declaraci�n de Barnes la hab�a dejado en un estado
pr�ximo a la estupefacci�n y casi sin capacidad de reacci�n.
De pronto, hizo una pregunta:
�Se�or Barnes, �d�nde est� su padre? .
�Muri� el a�o pasado. Viv�a en Australia, con nosotros. Nunca pudo rehacerse de la
p�rdida de Jerry. Yo segu� all�, hasta que, una vez muerto mi padre, vi que nada me
reten�a, liquid� los negocios y decid� venir a establecerme a Inglaterra. Pero
antes de hacer nada, quise averiguar qu� le hab�a pasado a mi hermano.
�Y ha estado investigando durante todo este tiempo.
�As� es: personalmente y tambi�n por medio de una reputada agencia de detectives,
que me ha proporcionado valiosa informaci�n sobre los sobrinos de miss Pitt y
asimismo sobre el resto de la servidumbre.
�Y ahora, �qu� har�, Austin?
�Desenmascarar a los culpables y finalizar el caso. �Barnes hizo un gesto con la
cabeza�. Es curioso; a veces pienso que el fantasma de mi abuelo Francis ha tenido
una notoria intervenci�n en el asunto.
��Por qu� lo dice, si no cree en fantasmas?
�Porque ya han muerto los cuatro hombres que se conjuraron para asesinar a Jerry
�contest� �l sombr�amente�. Y, repito, yo no creo en fantasmas, pero parece como si
el fantasma de Francis hubiese tenido alguna intervenci�n en esas muertes.
�Es posible �murmur� Joyce, muy impresionada�. Cuesta mucho creer en fantasmas,
pero cuando se producen ciertos hechos inexplicables... entonces se llega a dudar
y... �Qu� es lo que piensa hacer ahora, Austin?
�Voy a tender una trampa a los culpables, porque si bien esos cuatro desgraciados
fueron los autores materiales del crimen, otra persona, por lo menos, fue la autora
de la idea y debe pagar como si realmente hubiese apu�alado a mi hermano �dijo
Barnes con acento lleno de resoluci�n.
CAP�TULO XII
Llegaron a la casa y se cambiaron de ropas. Luego actuaron como si nada hubiera
ocurrido y sirvieron el almuerzo, que se desarroll� en cierta atm�sfera de tensi�n,
que no pod�a pasar inadvertida. Miss Pitt parec�a la �nica persona tranquila de
toda la casa y, cuando termin�, dijo que iba a echarse su acostumbrada siestecita
en el saloncito particular.
Joyce acompa�� a la anciana. Dormond y su hermana quedaron en el comedor, haciendo
la sobremesa. Barnes les sirvi� el caf� y los licores y luego se retir�
discretamente. Pero, sin que se dieran cuenta, dej� entreabierta la puerta del
comedor.
La muchacha regres� poco despu�s. Barnes le hizo una se�al y ella se acerc�.
�Ya tengo todo listo, Joyce.
��S�, se�or Barnes?
�En efecto. He conseguido averiguar d�nde est� enterrado el pobre Jerry. Esta noche
ir� all� para extraer la prueba de la culpabilidad de ciertas personas que, aunque
no tomaron parte directa en el asesinato, fueron las que lo idearon y empujaron a
otras a cometer ese repugnante crimen.
��Asombroso! �exclam� la muchacha�. �Puede decirme de qu� prueba se trata, se�or
Barnes?
�No hay inconveniente. Poco antes de morir, Jerry me escribi�, dici�ndome que hab�a
descubierto una conjura para asesinarlo y me daba los nombres de todos los
complicados en el asunto. Tambi�n me dec�a que se guardaba una copia de la carta y
que la llevar�a en el forro de la ropa constantemente, incluso cada vez que se
cambiase de traje. Eso lo hac�a para el caso de que yo no llegase a tiempo,
�comprende?
�Entonces, esa copia de la carta fue enterrada con Jerry.
�As� es, y esta noche, cuando todos duerman, ir� a buscar la carta.
��Quiere que le acompa�e, se�or Barnes?
��No le asustar� verme cavar una tumba a medianoche?
�Procurar� esforzarme para no impresionarme demasiado.
�Muy bien, de acuerdo. Ahora siga trabajando y act�e como si todo funcionase
normalmente. �Me ha comprendido?
�S�, se�or Barnes.
De pronto, Joyce se dio cuenta de que la puerta del comedor estaba entreabierta y
alarg� la mano para cerrarla, pero el joven fue m�s r�pido y agarr� su mu�eca, a la
vez que pon�a el �ndice sobre los labios, como recomend�ndole silencio. Ella
comprendi� entonces y movi� la cabeza en se�al de aquiescencia.
Joyce se retir� a la cocina. Barnes se march� a su habitaci�n. En el comedor,
Dormond estaba terriblemente p�lido. Dolly no aparec�a menos preocupada.
��Has o�do, Dolly?
�S�. Ese tipo no me enga�� nunca... Se parece demasiado a Jerry. Pero; �qu� vas a
hacer ahora, Gordon?
�Te lo dir� ahora mismo: desenterrar a Jerry, buscar la carta y quemarla. Ir� en
cuanto se haga de noche, no quiero que ese maldito mayordomo se me anticipe,
�comprendes?
�Eso quiere decir que t� sabes d�nde est� la tumba de Jerry.
�S�, me lo dijo Foley hace unas cuantas semanas. No te preocupes, no encontrar�n
nada. Puede que perdamos un magn�fico negocio, pero salvamos el pellejo.
�Lo salvas t�; a m� no me pasar�a nada...
�Si apareciese esa carta, sufrir�as muchas molestias. Mejor que la destruyamos,
�comprendes?
�Muy bien. Entonces, te acompa�ar�, si no tienes inconveniente.
�Ser� una tarea desagradable, Dolly.
�Es peor ir a la c�rcel para unos cuantos a�os-contest� ella fr�amente.
* * *
Los hermanos no asistieron aquella noche a la cena. Dormond dio la excusa de un
fuerte dolor de est�mago. Dolly dijo que ten�a jaqueca. Barnes no se dej� enga�ar y
llam� a Lul�.
�T� servir�s la cena a miss Pitt. No te separes de ella para nada, �entendido?
�No entiendo nada, pero har� lo que usted me mande �contest� la doncella.
�Gracias. �Joyce?
�Estoy dispuesta, Austin.
Lul� parpade� al apreciar el tratamiento que se daban el mayordomo y la otra
criada, pero presinti� que ten�an graves motivos para actuar de aquella manera y
decidi� abstenerse de hacer comentarios. Los argumentos de Barnes hab�an empezado a
hacer mella en su �nimo y estaba pensando en romper para siempre con el Silbador.
El empleo de doncella no era el que m�s le gustaba, pero hab�a otros peores, mucho
menos seguros y con una forma de trabajo infinitamente m�s desagradable. Se
quedar�a en el Cottage, decidi� finalmente.
Barnes y Joyce salieron poco despu�s de la casa, vestidos con ropas apropiadas. El
joven conoc�a aproximadamente la direcci�n que hab�an llevado los dos hermanos y
camin� con seguridad a trav�s de los campos. Media hora m�s tarde, oy� el ruido de
unas herramientas que golpeaban en el suelo.
�Silencio, Joyce...
Dormond y su hermana estaban al otro lado de un alto seto. Barnes dio la vuelta y
vio un farol en el suelo. Dormond, en mangas de camisa, cavaba furiosamente.
Barnes se sinti� acometido por una oleada de c�lera. All� hab�a sido enterrado su
hermano, asesinado por cuatro sujetos ambiciosos, pero que, sin embargo, hab�an
sido meros juguetes en las manos de una pareja de desaprensivos. No obstante, hizo
un esfuerzo y consigui� dominarse.
Avanz� un par de pasos.
�No se moleste en seguir cavando, Gordon. La carta no existe �dijo.
Dormond tir� el pico y se volvi�, a la vez que lanzaba un rugido de ira. Dolly
lanz� un grito.
��Qu� est� diciendo, Barnes? Pero, sobre todo, �qu� hace aqu�, fuera de la casa...?
�aull� Dormond.
�D�jese de comedias, Gordon. Usted sabe de sobra qui�n soy yo. No lo sab�a cuando
vino a esta casa, dispuesto a concluir el plan que no pudo ejecutar hace cinco
a�os. Tengo los documentos que usted hab�a preparado, incluso los falsos
certificados que deb�a firmar el impostor que se hace pasar por el doctor Sharkey,
a fin de internar a miss Pitt en una casa de salud mental. Y tambi�n los documentos
que les conceder�an a ustedes plenos poderes sobre los bienes de Arabella, a fin de
poder vender cuanto quisieran y cuando les apeteciera, pero muy en especial, Oaks
Meadow. �Van a negarlo ahora, despu�s de lo que estoy viendo?
�As� que usted es hermano de Jerry �dijo Dolly, que ya se hab�a recuperado en parte
de la sorpresa inicial.
�Y nieto, por tanto, de miss Pitt. En un principio, ustedes creyeron que podr�an
heredarla, como �nicos parientes, hijos de su hermana, pero esas ilusiones se
desvanecieron cuando apareci� un nieto, heredero en l�nea directa de la due�a de
Oaks Meadow. La �nica soluci�n estribaba en quitarlo de en medio y usted supo
convencer a cuatro est�pidos para que cometieran, el crimen, seduci�ndolos con la
idea de que podr�an comprar sus tierras a miss Pitt y luego revender con un enorme
beneficio. Pero ignoraban que Jerry ten�a un hermano...
Dormond sac� una pistola.
�Terminar� de cavar la tumba y usted se reunir� con Jerry.�dijo�. El mayordomo
Barnes desaparecer� y nadie sabr� jam�s qu� fue de �l. Miss Pitt se quedar� sin
herederos directos y mi hermana y yo ya nos arreglaremos para conseguir ser sus
herederos efectivos.
Barnes no se inmut�.
��Otro asesinato, Gordon?
Dolly lanz� una exclamaci�n de rabia.
��M�talo, Gordon, m�talo! �aull�. Estamos lejos de la casa y nadie oir� las
detonaciones...
De pronto, una especie de niebla, muy poco densa, form� remolinos en aquel lugar.
Dormond apret� el gatillo, pero el tiro no sali�.
�Maldita sea, �qu� diablos le pasa a esta pistola?
Barnes salt� sobre �l y lo derrib� de un pu�etazo. La pistola vol� por los aires y
cay� a unos metros de distancia.
Dormond reaccion� y, levant�ndose, agarr� una pala y se dispuso a descargarla sobre
la cabeza del joven. En aquel instante, son� una voz:
��Det�ngase! �Alto a la Polic�a!
Barnes se qued� estupefacto. Dormond se inmoviliz�, con la pala en alto. El
sargento Hancock y un par de agentes m�s surgieron del otro lado del seto.
�Se�or Dormond, queda arrestado bajo la acusaci�n de homicidio, cometido en la
persona de Ed Foley �anunci� solemnemente�. Puede permanecer callado, pero si
habla, lo que diga puede ser utilizado contra usted en el juicio.
Dormond ten�a la boca abierta.
�Dej� a Foley con vida... �dijo aturdidamente.
�Es posible, pero tambi�n cerr� la puerta por fuera, para que no pudiera salir,
despu�s de haber puesto en funcionamiento la m�quina que produc�a el gas
cianh�drico.
��Yo no lo hice! �aull� Dormond.
�Sus huellas aparecen en distintos puntos del cobertizo, pero, sobre todo, en los
dos pomos de la puerta, el interior y el exterior �dijo Hancock sin inmutarse.
El asombro de Barnes no era menor. Entonces, se dijo, la muerte de Foley no hab�a
sido un accidente...
Repentinamente, Dormond pareci� perder la raz�n. Arroj� la pala contra el sargento,
quien tuvo que echarse a un lado, para evitar recibir da�os, y luego se abalanz�
sobre su pistola.
��Deje el arma! �grit� uno de los polic�as.
Dormond estaba como loco. Agarr� el arma y se volvi�.
�No me detendr�n... �babe�.
Apret� el gatillo y, en el mismo instante, Hancock us� su rev�lver.
* * *
Los otros dos polic�as se hab�an llevado a Dolly, que se hallaba en un estado de
estupor absoluto, ajena por completo a cuanto suced�a a su alrededor. Hancock se
puso unos guantes y examin� la pistola con gesto de preocupaci�n.
�No tiene puesto el seguro y los cartuchos se hallan en perfectas condiciones
�murmur�. Entonces, �por qu� no salieron las balas?
Barnes sinti� en aquel momento el contacto de una mano en la suya. Apret�
suavemente la mano de Joyce y luego hizo una pregunta al polic�a:
�Sargento, me devora la curiosidad �manifest�. �C�mo han llegado ustedes tan
oportunamente?
Hancock se quit� la gorra para rascarse la cabeza.
�Alguien nos avis� de que usted corr�a grave peligro �respondi�. Incluso nos indic�
el lugar donde podr�amos encontrarle, junto a la tumba del joven Jerry McDuff, a
quien siempre hab�amos dado por desaparecido...
��Qui�n fue esa persona, sargento?
�Pues... no lo hab�a visto nunca, ni tampoco dio su nombre. Era un hombre joven, de
unos treinta a�os, alto, muy delgado, con rostro enfermizo... Por cierto, vest�a
unas ropas enteramente pasadas de moda, de los a�os veinte, para ser m�s exactos.
Ten�a la cara muy p�lida, tanto que coment� con uno de mis subordinados que parec�a
un difunto... Barnes se volvi� hacia la muchacha. Joyce sinti� un escalofr�o.
�Gracias, sargento �dijo el joven�. Estaremos en el Cottage, por si nos necesita.
Ma�ana ir� a ver al juez, para que nos permita exhumar los restos de Jerry y
trasladarlos a una digna sepultura.
�S�, se�or, es una buena idea �aprob� Hancock.
Barnes y la muchacha emprendieron el regreso, con las manos unidas.
�Joyce, �has o�do al sargento? �dijo �l, pasado un buen rato.
�S�, Austin. Y estoy pensando... seguramente, en lo mismo que piensas t�.
�Exacto. Fue Francis el que avis� a Hancock de algo que no hab�a sucedido, pero que
pod�a suceder y que �l sab�a ocurrir�a, en parte, naturalmente. Y tambi�n fue
Francis el que agarrot� los mecanismos de la pistola, impidiendo as� que salieran
los disparos.
�Ya no me cabe la menor duda, Austin. �Fue tambi�n Francis el que caus� las otras
muertes?
��Puedes dudarlo, despu�s de todo lo que hemos visto y o�do?
Ella suspir�.
�No, no lo dudo, pero no lo comentar� jam�s con nadie, porque no me creer�an.
�Es lo mejor que puedes hacer �convino �l.
De pronto, se ech� a re�r.
�Joyce, ni t� eres una criada ni yo soy el mayordomo. �Qu� piensas hacer ahora?
�En primer lugar, dir� a mi padre que se olvide de Oaks Meadow. Despu�s, me
despedir� de miss Pitt, con harto sentimiento, porque he llagado a quererla
much�simo. Y en tercer lugar... bueno, t� tambi�n tienes algo que decir, me parece.

�S�, pero lo sabr�s cuando estemos junto a miss Pitt.


* * *
�Te cal� en seguida, Austin �dijo la anciana�. No puedes negar el parecido de
familia y aunque no eres gemelo del pobre Jerry, la semejanza es asombrosa.
�Sin embargo, no dijo nada.
�Esperar y ver, la t�ctica peculiar brit�nica �contest� Arabella maliciosamente�.
Todo est� resuelto ya, supongo.
�S�, se�ora, excepto una cosa. Joyce no es una sirvienta, sino la hija de un
importante hombre de negocios, que quer�a comprar Oaks Meadow. Pero no habr� tal
venta; la propiedad seguir� as� siempre.
�No pod�a permitir que una horrible f�brica manchara este maravilloso paisaje. �Lo
has comprendido, Joyce?
�S�, se�ora.
�Ll�mame abuela, muchacha.
Joyce resping�.
�Se�ora...
�Te vas a casar con mi nieto Austin, �verdad?
�El no me lo ha pedido todav�a se�ora.
��Austin? �dijo Arabella.
�Pienso hacerlo en seguida �sonri� el joven.
�Me gusta mi futura nieta �manifest� miss Pitt�. Supongo, muchacha, que tu padre no
pondr� objeciones a que te cases con el hijo del hijo de una soltera, �verdad?
�A m� no me importa en absoluto ese detalle �contest� Joyce.
Arabella se recost� en el sill�n y se puso una mano sobre los ojos.
�Empiezo a sentirme cansada �murmur�. Presiento que pronto me reunir� con
Francis... aunque no ser� hoy, desde luego. A Francis no le importar� esperar un
poco m�s, sobre todo, ahora que sabe que las cosas han cambiado radicalmente y que
puedo dormir tranquila.
De pronto, mir� a los dos j�venes y sonri�.
�Vosotros no cre�is en Francis, �verdad?
Joyce se inclin� y tom� una de las manos de la anciana.
�Miss Pitt, todo se lo debemos a Francis �dijo, conmovida.
Arabella sonri� ligeramente.
�No s� por qu�, pero me siento joven, como cuando Francis y yo pase�bamos por el
campo, con las manos juntas... Os veo a vosotros y me parece revivir aquella �poca
maravillosa...
Hubo un momento de silencio. Luego, de pronto, Lul� toc� con los nudillos en la
puerta y apareci� en el umbral:
�Miss Pitt, el antiguo mayordomo y la otra doncella aguardan en el vest�bulo. Dicen
que ya les permiten volver...
Arabella alz� las cejas, sorprendida.
�Se despidieron poco, menos que ignominiosamente �exclam�.
Barnes sonri�.
�Fui yo �dijo�. Les convenc� para que dejaran el puesto libre alg�n tiempo,
pag�ndoles el salario, por supuesto. As�, no te qued� otro remedio que poner un
anuncio en los peri�dicos.
�Y t� viniste a ocupar el lugar del otro mayordomo.
�Ten�a que hacerlo �contest� el joven.
�Pero no sab�as qui�n ocupar�a el lugar de la otra doncella.
Barnes mir� a la muchacha. Joyce se puso colorada.
�Yo tambi�n le� el anuncio, pero ignoraba...
�Abuela, si s�lo se hubiera despedido el mayordomo, t�, quiz�s, no habr�as puesto
el anuncio. Pero perd�as a la mitad de la servidumbre y necesitabas que los puestos
fuesen ocupados lo antes posible.
�S�, lo hiciste bien. �Arabella agit� una mano�. Lul�, d�gales que ya pueden
empezar a trabajar.
Lul� hizo una genuflexi�n.
�S�, se�ora.
Miss Pitt se volvi� luego hacia los dos j�venes.
��Qu� hac�is aqu� parados? �exclam� con fingida aspereza-�El tiempo es estupendo...
�Por qu� no vais a dar un paseo?.
Barnes se volvi� hacia Joyce y sonri�.
�Es una idea excelente, �no te parece? Y, adem�s, podemos hablar de muchas cosas,
entre ellas, del disgusto que se va a llevar el se�or St.Swithin, cuando sepa que
no puede comprar Oaks Meadow.
�Ese mismo disgusto quedar� compensado por otra noticia, Austin �contest� Joyce
maliciosamente.
Unieron las manos y salieron de la estancia. Detr�s de ellos, son� la voz de miss
Pitt:
�Una pareja estupenda, �verdad, Francis?
FIN

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