Derecho Prehispánico Maya
Derecho Prehispánico Maya
Derecho Prehispánico Maya
I. Introducción
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Director del Honors College Professor of Colonial Latin American History, Missouri
State University.
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Investigadores del Honors College Endowed Professor y directores del Latin Ameri-
can, Caribbean and Hispanic Studies Program, Missouri State University.
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Figura 1
Mapa de la división de señoríos mayas en el siglo XVI
Figura 2
Estructura de poder entre los mayas
Las relaciones que se pueden llamar civiles entre los indígenas, en el periodo
prehispánico estaban regidas por reglas de carácter religioso y de usos y cos-
tumbres. Esta regulaba el matrimonio, los contratos y obligaciones etc., y no
eran uniformes para los diferentes pueblos del antiguo México, aunque, sin
embargo, ofrecían algunos rasgos comunes.
sonalidad jurídica también era necesaria para ocupar “un puesto en algún
oficio y dignidad de república” (Álvarez, 1997).
Al individuo, así con personalidad jurídica para los mayas, “se le per-
mitirá hacer en cierto modo como obligación todo aquello que beneficie al
grupo, y por los medios que este establece: se le impedirá todo aquel con-
ducto que provoque desequilibrio y desajustes sociales” (Álvarez, 1997).
Basado en los datos de los diccionarios coloniales del idioma maya yu-
cateco, y de los documentos coloniales presentamos aquí una descripción
general de las relaciones humanas de la sociedad maya, y su sistema de
derecho.
Según el concepto maya, las leyes fueron y basaron en las llamadas leyes
establecidas, o en maya yucateco, halbil than (un término o concepto que nos
muestra que las leyes eran palabras verdaderas habladas--thanil) y también se
basaban en el uso o costumbre nap han be (el camino de la costumbre).
Las leyes según el concepto maya se dividían según los conceptos evi-
dentes en los diccionarios más tempranos en:
1) Leyes de naturaleza = ah ci habil than =
2) Leyes sociales o humanas, emitidas por el rey yalmah thanil ahau
3) Y las leyes divinas, espirituales, o de índole sacerdotales (regidas y
cuidadas por los sumos sacerdotes, Ahau Caan, y su sacerdocio, los Ah
Kinob).
Según estos conceptos mayas y la documentación colonial que ha sobre-
vivido, el individuo, “persona jurídica” o Uinic tenía la capacidad jurídica
de tener ciertos derechos y también de contraer obligaciones.
consideraron como objetos o cosas. Este nos explica mucho acerca del trato
observado por los españoles que los mayas daban a sus esclavos.
En sí, según la documentación existente y de acuerdo con la evidencia
lingüística, la esclavitud y el estatus de los esclavos como objetos o propie-
dad eran bien definidos. Los mayas consideraban que el esclavo era sujeto
en un cautiverio perpetuo, y como objeto estaba considerado como una
propiedad personal. Tan importante era el valor de la propiedad de escla-
vos, que, en 1549 los caciques y principales de Maní intentaron matar a dos
frailes franciscanos con la finalidad de liberar a sus esclavos porque como
argumentaban “eran su única riqueza y patrimonio de los señores (Lizana,
1893 [1633]).
A través de la evidencia colonial, y en los diccionarios, podemos perci-
bir un tipo de código maya sobre la esclavitud y el concepto del estatus de
los esclavos y las cosas asociados a ellos:
Según estos y otros ejemplos, la esclavitud era bien definida como con-
cepto legal con sus códigos y usos y costumbres que dictaba el estatus, obli-
gaciones, y situación de propiedad de los esclavos.
Los mayas yucatecos también tenían bien definido el concepto legal de ser
persona libre o persona social. Así, había una serie de derechos y obligaciones
vinculados al concepto de ser hijo o hija legítima, no solo en lo social, sino
también en lo económico como en las reglas de la herencia.
Para realizarse como un ser social, para los mayas era necesario que sus
padres hubiesen contraído matrimonio reconocido como tal por la sociedad
Maya, y haber nacido bajo de esta formal unión para ser considerado legí-
timo, o Al Mehen.
Solo personas legítimas jurídicamente hablando en el sistema maya po-
drían ocupar algún cargo civil o religioso.
Por eso, los mayas castigaban con mucho rigor a los adúlteros y los
amancebados, porque esta transgresión agrava la situación de los hijos legí-
timos y el traspaso o herencia de propiedad y bienes.
Dado que el matrimonio entre dos personas era un asunto que involucraba
los intereses de dos familias, y ayudaba en su producción y labores familiares
a toda la sociedad maya, así, el matrimonio se convertía en un asunto impor-
tante. Violar el estado de matrimonio con un acto de adulterio era una infrac-
ción, no solo a la parte o pareja afectada, sino que era considerada como una
afrenta a toda la sociedad maya.
De acuerdo con los testimonios de algunos encomenderos españoles de
Mérida, una de las tradiciones más notables de los mayas era que “castiga-
ban a los adúlteros y a ellas con pena de muerte” (Landa, 2017, p. 164). El
hombre o mujer que cometía adulterio, recibía la pena de muerte, la cual se
ejecutaba flechándolos o estacándolos, de acuerdo con los testimonios del
Doctor Pedro Sánchez de Aguilar. Por su parte Fray Diego López de Cogo-
lludo (1957) comentaba que:
Así se dice aborrecían mucho este pecado, contra quien hubo castigos señala-
dos en personas muy principales, porque no había perdón, para quien halla-
ban culpado, con que había mucha honestidad en los casados.
En esta provincia los caciques y principales de ella, y otras gentes de los na-
turales de esta dicha provincia se apoderan de indios e indias libres, pobres
y débiles huérfanos que quedan sin padres, y so color que son sus esclavos,
se sirven de ellos, y a veces los llevan a vender a otras partes (López Medel,
1993 [1552]).
Es costumbre entre los naturales de esta dicha provincia comprar las mujeres
con quien se han de casar de sus mismos padres, y darles alguna manera de
rescate, porque les den sus hijos para casarse con ellas, y aun muchas veces les
hacen a los yernos servir dos o tres años, y no les dejan muchas veces salir de
su casa, a vivir donde quieren.
También, entre los mayas era costumbre que los maridos vendieran a
su esposa si no le daba hijos, o cuando el suegro no le daba o negaba la dote
requerida (López de Cogolludo, 1957, p. 414).
acuerdo con este pensamiento, los delitos que rompían con la armonía na-
tural, divina y social eran severamente castigados.
Para oír los pleitos y demandas públicas tenía el señor un gobernador o una
persona principal el cual recibía a los negociantes, y entendía mayormente
si era negocio grave, lo trataba con el señor […] y había otros señalados que
servían de abogados y doctos y alguaciles que siempre asistían ante el juez.
Aunque había estos jueces menores, las leyes eran emitidas y custodiadas
por los gobernantes, Ahau o Halach Uinic. Tan directa era la responsabilidad
de los Halach Uinicob mayas en la impartición de justicia, que eran ellos quie-
nes emitían las sentencias y hacían cumplir las leyes civiles y criminales, pero
escuchaban personalmente solo los casos más graves o más importantes.
Había otros jueces y oficiales que escuchaban los casos de menor im-
portancia, pues este era todo un sistema jerárquico de juzgados y jueces que
existía bajo la figura del gobernante. Como observó el cronista Fray Jeróni-
mo Ramon y Zamora:
Los grandes señores del reino eran como del consejo real, los cuales se ayun-
taban juntamente con el Rey en el palacio real. Allí se trataba, cuanto á lo
primero, lo que hacía al culto divino, y después de la guerra y paz, y lo demás
tocante al buen gobierno de la República, tenían tan gran cuidado en que se
acertase en todo, que aun en las cosas pequeñas y de poca importancia en-
traban en consulta.
Cuando había asuntos más graves que necesitaban consulta para legis-
lar algún caso, los reyes mayas podrían convocar un consejo general, en que
varios representantes de los pueblos y sus barrios, llamados Ah Cuch Cabob, o
los más doctos y más antiguos, los sabios quienes se llamaban Ah Chun Tha-
nob, hablaban por el pueblo. Según los documentos, los cronistas comenta-
ban sobre estos consejos que:
Una cosa es digna que se sepa de esta gente, y es que cuando había algún caso
particular en el reino, en el cual iba mucho el acertar, convocaban las perso-
nas más doctas y de experiencia que se hallaba en aquel negocio, así como si
era cosa de religión ó guerra, llamaban al gran sacerdote y á los que en esto
eran más curiosos, ó á los que muchos años habían capitaneado grandes ejér-
citos, porque los tales, llenos de experiencia, daban consejo.
En los pueblos mayas había lugares específicos donde se realizaban estos jui-
cios, y el tribunal de averiguaciones se reunía previa demanda. Como los
cronistas nos explican sobre los mayas de las tierras bajas:
Tenía en cada pueblo grande sus cancillerías con sus oidores, pero no era muy
grande la comisión que tenían, porque de las cosas arduas, sólo el Rey con
aquel consejo que andaba en su corte conocía. Los oidores eran castigados
cruelmente, si eran hallados en faltas tocantes á sus oficios: donde no, siempre
perseveraban hasta la muerte en sus oficios, y cuando moría alguno de ellos,
se tenía cuenta que el que era más antiguo fuese de más autoridad, como se
hace en nuestra España.
El fraile también evidencia cómo era uno de estos típicos pleitos entre
partes ante un juez visitador maya:
Los señores podían recibir presentes de ambas partes, los cuales servían de
memorial, y escritura (no parece que estaba la justicia muy segura donde era
obligatoria esta costumbre) observándose de tal suerte, que para cualquiera
cosa que se ofreciese, pareciendo ante el señor, había de llevársele algún pre-
sente, y hoy día lo acostumbran (aunque es cosa de fruta, o semejante) cuando
van a hablar a quién reconocen superioridad alguna, y si no se les recibe, lo
sienten mucho, y se tienen por afrentados.
Así, de acuerdo con las evidencias, las partes involucradas en estos plei-
tos que no traían regalos o presentes podrían sufrir una decisión negativa,
como sugieren las fuentes coloniales. La existencia o falta de tales regalos,
especialmente en las negociaciones de compras y ventas, y de negociaciones
matrimoniales, podría influir en la decisión del juez o de la familia o com-
prador.
El Intérprete General indígena a finales del siglo XVI, Gaspar Antonio
Chi, siendo él mismo un miembro de la nobleza maya, escribió sobre la jus-
ticia prehispánica maya y la forma en la que se tenía acceso a ella:
Los documentos y las peticiones que los indios previamente dieron a funcio-
narios en su paganismo eran ciertos regalos y presentes y puesto que incluso
hasta ahora algunos jueces españoles los reciben, ellos continúan dándolos y
tienen así una frase que digan que “compré justicia contra tal fulano” o “tal
fulano compraba justicia contra tal y tal.
Durante estas visitas las tres partes hablaban y escuchaban con atención, de
acuerdo con el grado de cada persona con quienes ellos hablaban, entre todos
ellos se hablaban de ‘Vosotros’, durante la conversación el más humilde suele
repetir con mucho cuidado el título de nobleza o de dignidad de aquel que
estaba en una mejor posición.
El proceso jurídico entre los mayas se presentaba de forma oral, y estos plei-
tos verbales, según los observadores, no eran escritos. Aunque, cabe señalar
que Fray Bartolomé de Las Casas (1977 [1552]) señala que Jacobo de Testera
y otros observadores, mencionaron que en casos importantes los señores o
principales nobles podrían poner sus firmas o glifos personales como símbolo
de otorgar el poder de una tregua.
Algunos observadores coloniales como el franciscano fray Rodrigo de
Colonia, quien confiscó algunos códices de unos mayas de Motul y Yobain,
evidencia que algunos de estos libros “contenían sus historias, leyes, fabu-
las, y sus costumbres.” Desafortunadamente, fray Colonia mandó quemar
dos de estos códices, y uno más que no corrió la misma suerte, se encuentra
perdido.
Los conceptos legales en los diccionarios mayas nos muestran que después de
escuchar a las partes en sus pleitos y procesos legales, los jueces deliberaron y
Si alguna vez acontecía moverse pleito contra algún vasallo del señor el mis-
mo señor tomaba el tal pleito a cargo hasta concluirlo, defendiendo la causa
de sus vasallos y pagando por ellos si alguna pena pecuniaria merecía (Chi,
1986 [1582]).
Cada una de las partes involucradas en este tipo de pleitos podían con-
tratar o pagar a un oficial o representante llamado un Ah mahan tza = “El
alquilado,” también llamado “pleiteante” quien servía como abogado o so-
licitador en sus pleitos por el pago de cierta cantidad. Este solicitante, u otro
representante llamado un Ah okot ba, o intercesor, servía a las partes como un
intercesor o abogado ante el juzgado. Así, en estos juzgados mayas también
había ciertos medianeros u oficiales de arbitraje, llamados Ah Oczah Than, el
que mete palabra, que servían de medianeros entre discordes.
Castigaban los delitos de sus vasallos: a los homicidas daban la misma mane-
ra de muerte que ellos habían dado; a los adúlteros castigaban con pena de
muerte, a los cuales ponían en alto en parte pública donde pudiesen ser vistos
de todos; a los ladrones, si no tenían con qué pagar el hurto, los vendían por
esclavos y lo eran mientras no tenían posibilidad para pagar lo que habían
hurtado.
— Col ich = sacar ojo = sacar los ojos, antiguo castigo entre los indios
para los amancebados.
— Muluch tun = montón de piedra = castigo otro de incorregibles,
aplastándolos con piedras.
— Tab cal = ahorcarse
— Tab = soga, horca donde ahorcan a los malhechores
La prisión era atar a través de las espaldas las manos al delincuente, y ponerle
a la garganta una collera hecha de palos, y cordeles, y aun hoy día lo usan,
especialmente con los que sacan de los montes, habiendo estado fugitivos.
[De] esta forma eran llevados a unas jaulas de madera, que servían de cárcel,
y en ellas eran puestos los condenados a muerte, esclavos fugitivos, y los presos
en la guerra” Estos si eran pobres quedaban hechos esclavos; y si eran prin-
cipales, eran sacrificados a los ídolos, aunque algunos de ellos se rescataban.
XIX. Conclusión
XX. Bibliografía
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