Astronáutica

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Astronáutica

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Módulo lunar de la misión Apolo 11, en su trayectoria hacia el alunizaje (1969)

La astronáutica es la teoría y práctica de la navegación más allá de la atmósfera


terrestre por parte de objetos artificiales, ya sean tripulados o no. Se fundamenta
en el estudio de las trayectorias, navegación, exploración y supervivencia
humana en el espacio exterior. Abarca el diseño y construcción de los vehículos
espaciales y los lanzadores que habrán de ponerlos en órbita, o llevarlos hasta
otros planetas, satélites naturales, asteroides, cometas u otros lugares
del cosmos.
Se trata de una rama amplia y de gran complejidad, debido a las condiciones
difíciles bajo las que deben funcionar los aparatos que se diseñen. En la
astronáutica colaboran diversas especialidades científicas y tecnológicas, como
la astronomía, matemáticas, física, cohetería, robótica, electrónica, computación, b
ioingeniería, medicina o ciencia de materiales. La astronáutica, en combinación
con la astronomía y la astrofísica, ha originado e impulsado nuevas disciplinas
científicas como la astrodinámica, la astrogeofísica o la astroquímica.1

Índice
 1Historia
o 1.1Cronología
 2Diseño de vehículos espaciales
o 2.1Clasificación de los vehículos espaciales
o 2.2Materiales de fabricación
o 2.3Morfología de las naves espaciales
o 2.4Sistemas operativos
o 2.5Comunicaciones
 3Propulsión espacial
 4Velocidades y trayectorias
o 4.1Velocidades cósmicas
o 4.2Navegación
o 4.3Técnicas de lanzamiento
o 4.4Reentrada
 5Exploración tripulada
o 5.1Despegue
o 5.2Entorno espacial
 5.2.1Efectos de la ingravidez
 5.2.2Radiaciones nocivas
 5.2.3Micrometeoritos y basura espacial
o 5.3Sistemas de soporte vital
 5.3.1Aire y agua
 5.3.2Temperatura ambiental
 5.3.3Trajes espaciales
o 5.4Estabilidad mental
 6Exploración y colonización espacial
 7La investigación espacial en el mundo
o 7.1Países de cultura hispana
 7.1.1México
 7.1.2España
 7.1.3Argentina
 7.1.4Uruguay
o 7.2Agencias espaciales
 8Véase también
 9Referencias
 10Bibliografía
 11Enlaces externos

Historia[editar]
Robert Goddard con uno de sus cohetes (1926).

La primera mención de un vuelo de tipo astronáutico está consignado en el mito


griego de Ícaro, cuyo padre Dédalo le fabricó unas alas de plumas unidas por cera
para escapar de Creta. Ícaro tuvo la temeridad de volar en dirección al Sol,
pagando con su vida la extrema curiosidad, al derretirse la cera que unía sus
alas. Cyrano de Bergerac en su Historia cómica de un viaje a la Luna (1650)
describe por primera vez el uso de un sistema compuesto de cohetes de pólvora
capaz de elevar una nave en dirección a la Luna. La Astronáutica recibió un nuevo
impulso con la obra de Julio Verne De la Tierra a la Luna (1866) en que el autor
describe, con poco rigor científico, un viaje a la Luna mediante un sistema
balístico. La obra de Verne estimuló el interés por la Astronáutica y dio origen al
prolífico género literario de la ciencia ficción, la cual tiene en los viajes
astronáuticos una inagotable fuente de inspiración.

El satélite Sputnik 1, en 1957.

A finales del siglo XIX, una serie de ingenieros y científicos en distintas partes del
mundo centraron sus esfuerzos en diseñar ingenios propulsivos, estableciendo las
bases teóricas y prácticas de la astronáutica actual. Entre ellos destacan el
ingeniero peruano Pedro Paulet (1874-1945), el científico ruso Konstantín
Tsiolkovski (1857-1935), el ingeniero norteamericano Robert Goddard (1882-1945)
y el físico rumano Hermann Oberth (1894-1989).
En el año 1927 se fundó en la ciudad polaca de Breslavia la Sociedad
Astronáutica, que fue frecuentada por Hermann Oberth y Werner von Braun, entre
otros. Un salto significativo en el desarrollo de la Astronáutica fue la fabricación y
utilización para fines militares, por obra de los nazis, de los cohetes V2, que serían
el modelo tecnológico que usarían los rusos y los estadounidenses para sus
propios ingenios espaciales en la década siguiente, después de la Segunda
Guerra Mundial.2Durante la década de 1950, Estados Unidos y la Unión
Soviética compitieron por poner en órbita el primer satélite artificial. El 4 de octubre
de 1957, los soviéticos lanzaron el Sputnik 1, hito que marca el comienzo de la
astronáutica práctica.3 La carrera espacial desencadenada entre las
dos superpotencias propugnó otros hitos relevantes como la llegada del ser
humano al espacio, lograda por el cosmonauta soviético Yuri Gagarin en 1961, o
la llegada del ser humano a la Luna, conseguida por los astronautas
estadounidenses de la misión Apolo 11 Neil Armstrong y Buzz Aldrin, en 1969.4
Cronología[editar]
Artículo principal: Anexo:Cronología de la Astronáutica

Primeros lanzamientos, por país

País Fecha Hito

Cohete V2, realizando el primer vuelo suborbital de la


 Alemania 20 de junio de 1944
Historia.

 Unión
4 de octubre de 1957 Cohete R-7, con el lanzamiento del Sputnik 1.
Soviética

 Estados
31 de enero de 1958 Cohete Jupiter C, con el lanzamiento del Explorer 1.
Unidos

26 de noviembre de
 Francia Cohete Diamant, con el lanzamiento del Asterix A1.
1965

 España 19 de julio de 1969 Cohete INTA-255, en un vuelo suborbital.

 Japón 11 de febrero de 1970 Cohete L-4S, con el lanzamiento del Ohsumi.


 China 24 de abril de 1970 Cohete Larga Marcha 1, con el lanzamiento del DFH 1.

Cohete Black Arrow, con el lanzamiento del Prospero


 Reino Unido 28 de octubre de 1971
X-3.

 India 18 de julio de 1980 Cohete SLV, con el lanzamiento del Rohini RS-1.

 Brasil 02 de abril de 1993 Cohete VS-40, en un vuelo suborbital.

 Ucrania 21 de abril de 1999 Cohete Dnepr-1, con el lanzamiento de UoSAT-12.

Cohete Tronador I, en un vuelo suborbital de


 Argentina 6 de junio de 2007
demostración.

Diseño de vehículos espaciales[editar]


Todo diseño de un ingenio espacial debe tomar en cuenta el medio en que se
desplaza, ya sea la atmósfera o el vacío del espacio exterior; el fin para el que se
diseña, bien sea transporte de carga o seres humanos, investigación científica,
comunicaciones, militar; el sistema de propulsión ideado junto con
los propelentes empleados; y las fuerzas gravitatorias que rigen las trayectorias
orbitales.
Clasificación de los vehículos espaciales[editar]
En cuanto al segundo aspecto (utilidad) los ingenios espaciales suelen clasificarse
en satélites artificiales, cuando orbitan la Tierra en función de alguna utilidad
específica, como fue por ejemplo el satélite ruso Sputnik I, primer objeto orbital
puesto por el hombre en el espacio, en astronaves, cuando están tripuladas por al
menos una persona y disponen de propulsante propio que les permite maniobrar
en el espacio y/o en la atmósfera, como por ejemplo los trasbordadores, o como
fueron los módulos del programa norteamericano Apolo, sondas espaciales,
cuando las naves están destinadas a la investigación en dirección al espacio
profundo, sea en demanda de los cuerpos celestes del Sistema Solar o fuera de
él, como por ejemplo las sondas del programa Viking, de la NASA, destinadas a
explorar Marte, y las estaciones espaciales, complejos orbitales en torno a la
Tierra que pueden albergar un número mayor de ocupantes y con medios de
supervivencia que les permitan largas estadías, como por ejemplo la estación
soviética Salyut 1.5
Materiales de fabricación[editar]
Escudo térmico del Mars Science Laboratory (2011)

El diseño debe contemplar una estructura capaz de resistir las aceleraciones, el


impacto de los micrometeoritos y la acción de los vientos solares, fuerzas capaces
de desestabilizar cualquiera de los sistemas de las naves, inclusive de provocar su
inutilización parcial o destrucción total. Esta estructura está conformada por ciertos
materiales dotados de propiedades que le permite enfrentar los rigores del
despegue, la navegación y el reingreso. Mediante avanzados programas
informáticos, los diseñadores suelen simular las condiciones y tensiones que
deberán soportar los materiales y elementos que conformarán los diversos
aparatos espaciales.
Los materiales cumplen con elevados estándares de resistencia al impacto
de micrometeoritos, de gran capacidad refractaria del calor, capaces de resistir las
enormes presiones y vibraciones que significa el despegue, la aceleración o el
frenado, absorbentes al máximo posible de las mortales radiaciones espaciales,
pero a la vez capaces de captar la energía lumínica mediante su aplicación en
los paneles solares. Sin embargo, los materiales deben cumplir con la limitación
que impone el uso de los combustibles químicos tradicionales, que exigen naves
con la menor masa posible: a menor masa de la nave, menor gasto de
combustible y mayores posibilidades de realizar viajes largos con retorno incluido
(el caso de las astronaves); a mayor masa, mayores gastos y menores
posibilidades de realizar lo anterior. Por ejemplo, la gran masa de los
transbordadores de la NASA les impide realizar vuelos extraorbitales (p.ej.
de exploración lunar) dado que sus reservas de combustible son limitadas. Por lo
tanto, el ideal es que los materiales utilizados procuren el máximo de resistencia,
solidez estructural y funcionalidad, pero con ahorro en todo lo posible de masa. El
diseño de las naves que deben trabajar en ambientes muy hostiles, con
condiciones extremas de calor, frío o presión, deben contar con una tecnología
que las haga soportarlas. Por ejemplo, las sondas espaciales soviéticas de
nombre Venera, que exploraron Venus a partir de 1961, contemplaban en su
diseño materiales capaces de resistir temperaturas que derretían el plomo,
pudiendo operar por algunas horas en la superficie venusiana.
Morfología de las naves espaciales[editar]
Las naves espaciales atraviesan el medio atmosférico tanto en
el lanzamiento como en la reentrada, siempre que el astro en cuestión esté dotado
de atmósfera. Para lograrlo, han adoptar una forma favorable a la aerodinámica de
uno y otro evento. Los estabilizadores, superficies de mando, escudos
térmicos y sistemas de frenado por paracaídas son utilizados para la orientación
en un medio gaseoso y para preservar la integridad de la nave a altas velocidades.
Si las naves han de desplazarse solamente en el espacio exterior, su forma no
tiene la obligación de adoptar elementos aerodinámicos, pues en ausencia de aire
esos elementos son inútiles. Para reorientar y redirigir los aparatos, se
emplean sistemas de control de reacción, motores cohete optimizados para el
vacío y maniobras de asistencia gravitatoria, utilizando a los propios astros.
Las estaciones espaciales constituyen un buen ejemplo de la variedad de formas
en los ingenios espaciales, ya que prescinden totalmente de elementos
aerodinámicos, pues su función no es navegar en la atmósfera, sino
exclusivamente en el espacio.
Por otra parte, la utilidad que se le asigne a una nave espacial condicionará su
morfología, su masa y su tamaño. Por ejemplo, la variación en las formas, masa y
tamaños que tienen los satélites es enorme, abarcando desde la forma
absolutamente esférica (como el satélite norteamericano Explorer IX, lanzado en
febrero de 1961 y de solo 6 kg de masa) hasta formas cilíndricas, cónicas,
estrelladas, etc. Más condicionada puede resultar la morfología de los diversos
tipos de sondas, astronaves y estaciones espaciales, en que dominan ciertas
estructuras características: paneles solares, antenas, cohetes, tanques de
combustible, bodegas de carga y alas (como es el caso de
los transbordadores), módulos de servicio (como es el caso de las astronaves de
exploración lunar), secciones modulares de construcción (como es el caso de las
actuales estaciones espaciales), etc.
En cuanto a los sistemas de propulsión y la gravedad a vencer, la nave destinada
a operar a partir de un despegue directo de la superficie terrestre, deberá ser
diseñada para soportar las fuertes tensiones que significa el funcionamiento de los
cohetes por un determinado espacio de tiempo. Así mismo, deberá contar con el
volumen suficiente de almacenamiento de combustible, dependiendo de la misión
que emprenda. Una nave tripulada destinada a la exploración de un cuerpo
celeste, tiene por lo general estructuras de almacenamiento de mayor tamaño que
una no tripulada, pues tiene contemplado el regreso a la Tierra en el más breve
lapso de tiempo, mientras que las no tripuladas cuentan con márgenes mayores
de tiempo, suelen aprovechar con eficiencia los impulsos gravitatorios y son en su
mayoría desechables. El diseño deberá tener en cuenta el tipo de carburante
o propulsante; hasta hoy los carburantes usados son de tipo químico, y ocupan un
cierto volumen.
La cantidad y la calidad del combustible inicial, así como el sistema de propulsión,
estarán en función de la masa total de la nave. A mayor masa a elevar, mayor
será el gasto de combustible a utilizar, por lo que el diseño de la nave deberá
contemplar las medidas de volumen y los materiales de fabricación adecuados,
para sostener una estructura capaz de soportar la fuerza necesaria que la llevará
al espacio, o la hará navegar en él.
Sistemas operativos[editar]
Toda nave espacial, independientemente de la utilidad que tenga, está
estructurada sobre la base de los siguientes sistemas operativos
básicos: propulsión, navegación, energético de alimentación (almacenamiento,
acumulación y distribución de la energía eléctrica) y comunicación. La propulsión
suele lograrse mediante el empleo de los sistemas de cohetes; la navegación
mediante el empleo de sofisticados sistemas computacionales, giroscópicos y
direccionales y de alarma; la administración de la electricidad mediante
baterías, paneles solares, transformadores, etc; la comunicación, mediante un
sistema de radio y antenas especialmente orientadas.
Especial cuidado tiene el diseño de las naves tripuladas; fuera de todos los
sistemas antedichos, las naves tripuladas, y en particular las destinadas al
reingreso, cuentan con otra serie de sistemas adicionales: sistema de control de la
temperatura y humedad interna, presión y provisión de aire, alimentos y líquidos,
un volumen interior mínimo que permita el trabajo y el descanso de
los astronautas, uno de acceso y salida de la nave por parte de sus ocupantes, un
sistema de acople que permita a los astronautas acceder a otro vehículo en el
espacio, en fin, todos los sistemas necesarios para la supervivencia humana.
Además, cuentan con un eficiente sistema de aterrizaje, constituido por
paracaídas, o por alas y trenes de aterrizaje de carácter aeronáutico, o
especialmente diseñados para el descenso en otros cuerpos celestes.
Comunicaciones[editar]
La comunicación espacial tiene como objetivo la transmisión de información desde
y hacia la Tierra o entre naves que se encuentren operando en un determinado
sector del espacio. La necesidad de comunicación ha dado origen a la telemetría
espacial, la que tiene por finalidad el llevar el rastreo del movimiento de las naves,
así como la predicción de sus posiciones en el espacio y la transmisión de datos.
Un papel fundamental de la comunicación espacial, tanto entre las naves y la
Tierra, como entre las mismas naves, lo juega, sin duda, el empleo de las ondas
de radio, en su diversas gamas y frecuencias, y en menor medida, el empleo de
medios ópticos y lumínicos. La comunicación radial debe tomar en cuenta, en
primer lugar, la distancia entre las fuentes emisoras y receptoras, que determinará
el tiempo transcurrido entre la emisión y la recepción de los mensajes: poco en las
inmediaciones de la Tierra,y mucho, en términos relativos, para las naves que se
encuentran en el espacio profundo y que establecen contacto con nuestro planeta.
Este último aspecto ha estimulado, en el desarrollo de las misiones de exploración
a los mundos lejanos, la utilización de sistemas computacionales y robóticos cada
vez con mayores grados de autonomía; de esta manera se suple en parte la
lentitud de las comunicaciones.
Véanse también: Nave espacial,  Cohete espacial,  Sonda espacial  y  Satélite artificial.
Propulsión espacial[editar]

Motor cohete SuperDraco de la compañía SpaceX en un banco de pruebas (2014)

Artículo principal: Propulsión espacial


El medio esencial de propulsión que tienen las naves espaciales, especialmente
en su etapa de despegue, es el uso del sistema de cohetes alimentado
por propergoles especiales; también son usados para su evolución orbital o para la
navegación profunda. Una vez en órbita las naves pueden aprovechar el impulso
inercial -a la manera de un proyectil lanzado por una honda- que les comunica
movimiento propio en torno a la Tierra, para impulsarse en dirección al espacio
profundo, sea en dirección a la Luna, los otros planetas o fuera del Sistema Solar.
En su forma básica, los cohetes destinados a la astronáutica responden al
siguiente diseño: una forma más o menos cilíndrica que tiene en su interior, por
regla general, dos contenedores en que se encuentran los propergoles a
reaccionar: el de combustible (p.ej: hidrógeno líquido) y el
de comburente (p.ej: oxígeno líquido). Ambos se ponen en contacto en el
momento del encendido en una cámara de ignición inferior; los gases producidos
en la combustión son eyectados al exterior través de una tobera. Gracias
al principio de acción y reacción la eyección del gas en un sentido provoca el
movimiento de la nave en el sentido opuesto. La velocidad de la nave, si solo se
toma en cuenta la fuerza de empuje proporcionada por los cohetes, dependerá de
la velocidad de eyección de los gases, y esta aumentará en la medida en que se
calienten y disminuyan su densidad.
Los combustibles más usados son la hidrazina, el queroseno, el hidrógeno
líquido y el amoniaco líquido. Los oxidantes más usados son el oxígeno líquido, el
peróxido de nitrógeno y el peróxido de hidrógeno.
Las técnicas de lanzamiento suponen, dada la casi imposibilidad de obtener el
empuje a partir de un único sistema de cohetes, la aplicación de un sistema
compuesto, es decir, un vehículo en varias etapas o secciones dotadas de
carburante propio, que se van desprendiendo en la medida en que lo van
agotando, Los vehículos conocidos se trasladan a velocidad más o menos
constante. El cohete lo hace acelerando fuertemente al iniciar su marcha al mismo
tiempo que disminuye notablemente su masa. Esta gran aceleración contribuye a
disminuir notablemente la pérdida por gravitación. Este diseño llegó al extremo
con los gigantescos y poderosos cohetes Saturno V (de tres fases) capaces de
elevar 130 toneladas a una órbita baja y lanzar 45 toneladas en dirección a
la Luna; un nuevo avance lo constituyó el sistema compuesto de los
transbordadores espaciales, estructurado sobre la base de dos cohetes laterales y
un gran contenedor central que alimenta el motor de las lanzaderas.
El tipo de propulsante que utilizan las astronaves en la actualidad, tanto para
despegar como para navegar en el espacio, es el constituido por los combustibles
químicos, ya sean en estado líquido o sólido, aunque tienen el inconveniente que
sirven solo para cortos períodos de aceleración, ya que se agotan rápidamente
una vez producida la ignición. Un futuro prometedor tiene la aplicación
de propulsión iónica, la cual permite largos períodos de aceleración en viajes de
mayor distancia, con un costo relativamente bajo y con la posibilidad teórica de
alcanzar grandes velocidades.
Otros sistemas de propulsión propuestos se encuentran en etapa de investigación
teórica. Ejemplos son: la propulsión lumínica (la aceleración se obtendría mediante
la proyección de rayos luminosos); la propulsión mediante velas solares (la
aceleración se obtendría mediante la captación del viento solar); la propulsión
nuclear (la aceleración se obtendría mediante una serie de explosiones nucleares
controladas). Esta última ha sido prohibida por tratados internacionales, poniendo
fin a antiguos proyectos, como el Orión, consistente en una nave
interestelar capaz de alcanzar, teóricamente, velocidades prácticamente
lumínicas. Todos estos proyectos tienen como dificultad práctica el que las
aceleraciones obtenidas son muy progresivas, lo que implica dificultad en su
aplicación en los espacios cercanos a la Tierra, estando más bien diseñados para
vuelos en el espacio profundo.
Mientras no se descubra algún principio de propulsión totalmente ajeno a la
ciencia y tecnología actuales, seguirá siendo la propulsión convencional mediante
cohetes, a partir de la ignición de combustibles químicos, el principal medio de
obtener una aceleración rápida de las naves espaciales.
Véanse también: Motor cohete,  Sistema de control de reacción  y  Propulsante.

Velocidades y trayectorias[editar]
Artículo principal: Astrodinámica

Este tema tiene relación con las velocidades de escape que deben alcanzar los
ingenios espaciales al momento de despegar de la Tierra o de otro cuerpo celeste,
las velocidades mínimas que deben adquirir para sostener una órbita segura en
torno a la Tierra y los otros cuerpos, la velocidad mínima que deben adquirir para
alcanzar estos o abandonar el Sistema Solar. El tema incluye el cálculo, la
ejecución y seguimiento de los movimientos orbitales de las naves en torno a los
cuerpos celestes, las diferentes alturas a alcanzar en la realización de las órbitas,
la determinación de las trayectorias más eficientes en términos de gasto de
combustible y tiempo de aquellas naves que pretenden alcanzar los mundos del
Sistema Solar, tanto interiores como exteriores; así mismo, se aborda el cálculo de
las trayectorias de reentrada de las naves a la atmósfera de la Tierra.
Velocidades cósmicas[editar]
Respecto a las velocidades que deben alcanzar las naves, existe una primera
llamada de satelización (7,9 km/s), que es la velocidad mínima que les permite
sostener una órbita circular sin caer a la Tierra. Al aumentar la velocidad, las
órbitas serán cada vez más elípticas. Al alcanzar los 11,2 km/seg
(velocidad parabólica) la nave se libera de la atracción gravitatoria de la Tierra y
entra en la del Sol a la manera de un pequeño asteroide. Al alcanzar los 42 km/s
(velocidad hiperbólica) la nave es capaz de liberarse de la atracción del Sol, y
escapar del sistema solar.4
Cuanto más cerca se encuentre una nave orbitando la Tierra, más rápido deberá
moverse para sostener su órbita; de lo contrario, caerá en las capas altas de la
atmósfera. Por lo tanto, el período de vida orbital de toda nave dependerá de la
altura que hayan alcanzado (p. ej. el satélite Explorer I tenía una velocidad de
28 000 km/h para alcanzar un apogeo de 2475 km a partir de la superficie). La
duración de la órbita de una nave dependerá de la distancia en altura que haya
alcanzado.
Las órbitas satelitales pueden ser descritas en cualquier sentido en relación
al Ecuador terrestre, aunque se prefieren trayectorias predeterminadas que
permitan un seguro rastreo por parte de las estaciones de Tierra.
En cuanto a las trayectorias y velocidades requeridas para la exploración de
la Luna, las naves deben alcanzar el punto de equilibrio entre la atracción terrestre
y la lunar. La velocidad establecida para alcanzar este punto es de 10,9 km/s, lo
que permite a los artefactos orbitar la Luna sin el peligro de estrellarse en su
superficie o pasar de largo. Debido a que la Luna tiene una fuerza de gravedad
inferior a la de la Tierra, su velocidad de escape es de 2.3 km/s.6
Las velocidades y trayectorias elípticas, que llevan a las naves a la exploración del
resto de los cuerpos celestes del Sistema Solar, plantea condiciones de cálculo de
trayectorias y velocidades más difíciles, pues se deben tomar en cuenta una serie
de factores: movimiento de la Tierra, atracción gravitatoria del Sol y de los
planetas, cercanía o lejanía del cuerpo a explorar, velocidad de dichos cuerpos,
capacidad de combustible y empuje desarrollados por la nave. En términos
generales, resulta más fácil para los científicos y controladores la exploración de
los mundos interiores del Sistema Solar que los mundos exteriores; en el primer
caso las naves aprovechan la fuerza gravitatoria del Sol, mientras que en el
segundo deben vencer dicha fuerza, y la de los otros cuerpos mediante un mayor
gasto de combustible, y efectuando complejos cálculos de trayectorias que las
hagan alcanzar su objetivo. En este último caso, las trayectorias elegidas suelen
ser las más largas, pero las más económicas en términos de gasto de
combustible. Básicamente, las naves destinadas a los mundos exteriores,
lanzadas en dirección al Este, deben aprovechar la fuerza inercial que les otorga
el movimiento de rotación de la Tierra(unos 1.670 km/h), a lo que suman su propio
impulso proporcionado por los cohetes.
Previamente a la realización del viaje a lo largo de la trayectoria elegida, las naves
deben ser colocadas en una órbita terrestre llamada de aparcamiento.
El mejor momento para iniciar el viaje a los planetas interiores(como es el caso
de Venus) es cuando estos se encuentran en conjunción, es decir, entre la Tierra y
el Sol. En cambio, para iniciar el viaje a los planetas exteriores(como es el caso de
Marte) se debe esperar el momento en que estos se encuentran en oposición, es
decir, de la parte opuesta del Sol respecto a la Tierra. 4
Navegación[editar]
Durante la navegación espacial, las naves deben ir controlando permanentemente
su ruta mediante la guía de poderosas computadoras, tanto a bordo como
ubicadas en Tierra. Sorprenden los extraordinarios logros alcanzados en materia
del cálculo y control en la época previa a la invención de los microprocesadores,
con limitadas velocidades de procesamiento y de memoria por parte de los
ordenadores. En órbita en torno a la Tierra, el horizonte del planeta es una
referencia válida para la orientación de las naves. Durante la navegación profunda,
la computadora interna de la nave suele guiarla usando una serie de referencias
estelares. La estrella Canopus es la más usada como guía.
En toda navegación, e incluso en el despegue y en el aterrizaje, juega un
importante papel el sistema de alarma.1 Este sistema tiene como finalidad avisar a
los tripulantes y/o a las computadoras a bordo, merced a las órdenes de Tierra,
que se deben corregir situaciones de posición, trayectoria, impulso, movimiento, u
otros, o bien activar protocolos de misión, o detectar fallos en los sistemas, o, en el
peor de los casos, avisar de un peligro real. Tanto el sistema de alarma del control
en Tierra como el de la propia nave están interconectados, aunque en la medida
en que estas se alejen de aquel en dirección a los astros el sistema interno de la
nave pasa a desempeñar un papel más autónomo.
Técnicas de lanzamiento[editar]
Las técnicas de lanzamiento contemplan cuidadosos controles internos de los
sistemas de la nave, regidos por una cuenta regresiva, y un cuidadoso control de
las condiciones del tiempo atmosférico. Una vez terminada la cuenta comienza
la ignición de la fase inicial del sistema de cohetes. Este momento reviste especial
dramatismo, en especial para las tripulaciones que pueden encontrarse a bordo.
La nave acelera con constantes impulsos para alcanzar la velocidad requerida.
Las fuertes tensiones, el ruido y los movimientos que genera el empuje, pone a
prueba la resistencia de los materiales y el entrenamiento de los astronautas. Una
vez alcanzadas las capas superiores de la atmósfera el rozamiento de la nave
disminuye, así como el ruido y el movimiento. Las diversas secciones de la nave
se van desprendiendo una a una y la nave entra en la órbita asignada.
Otras técnicas de lanzamiento están en fase de propuesta teórica: Catapulta
electromagnética proporcionarían la aceleración de las naves mediante largas
rampas de lanzamiento, aplicando el principio del electromagnetismo, a modo de
un "cañón espacial". También se ha pensado en la construcción de un ascensor
espacial, mediante un sistema de anclaje puesto en órbita. La propuesta más
factible, es la construcción de una lanzadera que despegue a manera de un avión
convencional, o que sea lanzada a una órbita baja por un transporte aéreo de gran
altura.
Reentrada[editar]
Artículo principal: Reentrada atmosférica
La fase de descenso a la Tierra genera otra serie de inconvenientes que deben
ser resueltos. En primer lugar, determinar y acertar el ángulo correcto de reentrada
a la atmósfera, un verdadero "corredor" de ingreso. El ángulo no puede ser ni muy
oblicuo ni muy vertical. Un ángulo muy vertical provocaría que la nave se
estrellase prácticamente con la capa de aire, aumentando fuertemente la fricción y
el calor, lo que ocasionaría su destrucción. Por el contrario, un ángulo demasiado
oblicuo y a mucha velocidad hará que la nave rebote en las capas superiores,
describiendo una parábola y pasando de largo; a menor velocidad la nave
rebotará, pero ingresará en la atmósfera más allá del punto fijado como óptimo. 1
En un ángulo correcto y a la velocidad correcta, la nave cortará progresivamente
las capas atmosféricas superiores, disminuirá su velocidad, y reducirá los niveles
de roce y calor. Previamente al re-ingreso, la nave enciende sus cohetes de
frenado, disminuyendo drásticamente su velocidad y perdiendo altura; durante el
proceso la nave debe ser girada en tal forma que ofrezca su flanco más resistente
a la zona de fricción. Afortunadamente, las naves poseen un eficiente escudo
térmico que disipa el calor.
Hasta el momento dos han sido los métodos de aterrizaje usados en las naves, en
particular las tripuladas: el empleo de paracaídas, a partir de unos 15 km de altura,
seguido por un amerizaje (técnica empleada por EE. UU.), o por un descenso
directo en tierra (técnica empleada por la ex Unión Soviética), o bien el empleo del
método aeronáutico de planeo (transbordadores de EE. UU.) seguido de
un aterrizaje en una pista convencional.
Un momento de gran incertidumbre durante el re-ingreso, lo constituye el paso de
las naves por la llamada franja de silencio, que dura unos cinco minutos,
produciéndose en cierta región de la atmósfera, y que supone la interrupción
completa de las comunicaciones radiales con el control de tierra.

Exploración tripulada[editar]
El objetivo esencial de toda misión tripulada consiste en llevar al espacio en forma
segura a los seres humanos, permitirles su navegación y trabajo, y traerlos vivos y
en las mejores condiciones de salud de vuelta a la Tierra. La supervivencia
humana en el espacio está en función de la habilitación de un medio ambiente
seguro, sea en el interior de las naves, en el exterior, al momento del despegue,
en la navegación, en la exploración directa de los cuerpos celestes(ej: en
el alunizaje), en el trabajo exterior, y en el re-ingreso y aterrizaje de las naves. El
diseño de este medio debe recrear al máximo posible las condiciones que el
organismo humano encuentra en la superficie terrestre, vale decir, de presión,
temperatura, humedad, respiración, procesos alimenticios, aseo, desechos
orgánicos, ejercicio, descanso y sueño. Para lograr esto, la bioingeniería debe
tomar en cuenta los factores hostiles que presenta el espacio al cuerpo humano y
que no suelen encontrarse en la Tierra: el vacío espacial y la carencia absoluta de
aire, las violentas oscilaciones térmicas, la acción del viento solar y los rayos
cósmicos, la presencia de los micrometeoritos, la ausencia de gravedad, el
rompimiento de los patrones de día y noche, etc; a esto se suma el espacio
reducido en que deben trabajar los astronautas en el interior de sus naves y la
obligada convivencia entre ellos. Un factor clave en la supervivencia humana, es el
diseño interior y exterior de las astronaves y estaciones espaciales, así como el
diseño de los trajes espaciales.
Para enfrentar las difíciles condiciones del despegue, del espacio y el re-ingreso,
los astronautas se someten a programas de riguroso entrenamiento que intentan
simular las diversas situaciones: respuesta frente a la aceleración extrema, a la
ingravidez, a la navegación, al confinamiento, a la convivencia, al trabajo, a la
manutención, a enfrentar situaciones imprevistas, al re-ingreso en la atmósfera.
Solo los sujetos más aptos psicológica y físicamente serán los seleccionados para
las misiones.
Despegue[editar]
El primer problema que plantea el viaje espacial es el despegue mismo. Mientras
no se descubra o invente algo totalmente distinto, la aplicación de fuerza bruta
seguirá siendo la forma más eficaz de elevar una nave al espacio, por lo que los
astronautas deberán seguir soportando las fuertes tensiones que genera una
aceleración violenta. En esta fase es fundamental la utilización de los trajes y
asientos especialmente acondicionados para aminorar sus efectos.
Entorno espacial[editar]
Efectos de la ingravidez[editar]

Aterrizaje de la nave Soyuz con la Expedición 61 a bordo (2020).

En segundo lugar está el problema de la ingravidez. La ingravidez obliga al cuerpo


humano a re-acondicionar todos sus sistemas, en especial, el cardiovascular, el
óseo y el muscular. La ingravidez provoca, durante los trayectos largos, la pérdida
de tejido óseo y muscular, lo que afecta incluso al corazón. Estos efectos
negativos son combatidos mediante rigurosas rutinas de ejercicio, lo que
contrarresta, en parte, la pérdida de tejido.
La ingravidez ocasiona que las funciones más básicas, como alimentarse y beber
líquidos, sean experiencias complejas; las partículas y los líquidos tienden a flotar
libremente por el interior de la nave, lo que puede ocasionar desperfectos;
alimentos y líquidos son llevados especialmente preparados(compactos,
herméticamente sellados). Otro problema es la evacuación de los desechos
orgánicos del cuerpo, los cuales suelen ser procesados, almacenados y sellados
para un posterior análisis.
La ingravidez presenta especiales problemas al trabajo extra-vehicular de los
astronautas, que resulta muy complejo en gravedad cero, pues existe la
posibilidad de alejarse accidentalmente en el espacio, el cuerpo tiende a girar al
realizar movimientos al trabajar con llaves de apriete, los medios de locomoción
son limitados, etc; y a todo esto se suma la rigidez del traje espacial.
Pero los astronautas no solo deben sobrevivir a la misión misma, sino que también
a su readaptación a las condiciones de la Tierra. Para esto tienen que seguir
rigurosos programas médicos de apoyo para que los cuerpos recuperen sus
plenas capacidades en proceso de atrofia durante la misión.
Radiaciones nocivas[editar]
Otra preocupación es la acción de las radiaciones solares y cósmicas, que son
nocivas para la salud. Aun disponiendo de los mejores revestimientos
absorbentes, tanto en el exterior como en el interior de las naves, y en los trajes
espaciales, el cuerpo humano está sometido a mayores niveles de radiación que
en la superficie de la Tierra, con consecuencias a largo plazo imprevisibles.
Micrometeoritos y basura espacial[editar]
Otro motivo de preocupación es el impacto de los micrometeoritos, los cuales
pueden perforar el casco de las nave o estropear el instrumental. Frente a esto,
las paredes de las naves ofrecen una cierta protección, aunque no por cierto frente
a objetos de mayor tamaño, los cuales podrían impactar a decenas de miles de
km/h. Afortunadamente, la probabilidad de ser impactado por un meteorito de
mayor tamaño es ínfima, dada la extensión del espacio. Mayor peligro revisten los
desechos espaciales, es decir, las miríadas de objetos que orbitan la Tierra y que
constituyen los restos de anteriores misiones: la “chatarra espacial”, que está
formada por objetos que pueden ser de dimensiones minúsculas (p.ej: una tuerca
desprendida accidentalmente) o del tamaño de un autobús (p.ej: antiguos satélites
en desuso). Aunque no se hayan reportado accidentes graves, estos no se
pueden descartar. A pesar de que las principales agencias llevan un cuidadoso
rastreo de los objetos de mayor tamaño en desuso, existen miles que no son
detectados, y aunque la mayoría de ellos termina por caer tarde o temprano en la
atmósfera, existen otros tantos que se mantendrán en órbita por miles de años. La
basura espacial, en progresivo aumento, constituye, de no tomarse medidas de
contención radicales, una serie amenaza para la navegación orbital futura.
Sistemas de soporte vital[editar]
Artículo principal: Sistema de soporte vital
Aire y agua[editar]
Dada la ausencia total de atmósfera en el espacio, todo el aire respirable, así
como los líquidos, deben ser llevados íntegramente de la Tierra. Es tarea esencial
de los sensores a bordo el monitoreo constante de los niveles de oxígeno y de
dióxido de carbono, así como de la presión. El dióxido de carbono sobrante es
absorbido por materiales adecuados. Por otra parte, técnicas de generación del
oxígeno a partir de un ciclo natural, con la presencia de algas resistentes a los
rayos cósmicos, se han ensayado desde la década de 1960. En este sentido el
alga chlorella es muy fácil de cultivar, se reproduce rápido y hasta se puede
comer. Por su parte, el reciclaje del agua usada está dentro de las funciones de
las misiones.
Temperatura ambiental[editar]
Es necesaria la manutención de la temperatura ambiente en torno a unos 20 °C. El
sistema eléctrico juega un papel capital en la calefacción o en la extracción del
calor interno. Las violentas oscilaciones térmicas externas obligan al uso de
materiales de revestimiento exterior (refractarios al calor durante la exposición al
Sol) e interior (que impide la disipación del calor interior). Es conveniente que las
naves giren lentamente sobre sí mismas para evitar recalentamientos; también se
puede revestir el vehículo, entre las paredes exteriores e interiores, de una capa
de fluidos destinados a absorber el calor. Además, las naves cuentan con
mecanismos de absorción de energía solar y transmisión al interior para su
aprovechamiento en los momentos en que orbitan el lado oscuro de la Tierra.
Inclusive en el interior de naves no tripuladas, se debe mantener una temperatura
adecuada y una atmósfera de aire para evitar el mal funcionamiento de los
instrumentos.
Trajes espaciales[editar]
Artículo principal: Traje espacial
Como se ha dicho anteriormente, el traje espacial reviste capital importancia para
la supervivencia humana. Básicamente, el traje está formado por cuatro unidades
esenciales: el casco, el cuerpo del traje, los guantes y el sistema de supervivencia
(reservas de aire, batería, sistema de comunicación, etc.), adosado en su mayor
parte en la espalda del astronauta a modo de una mochila. El traje es fabricado
con una serie de materiales, dispuestos en sucesivas capas de menor o mayor
densidad, que le permite mantener la presión de aire, la temperatura interna,
controlar la humedad, absorber hasta cierto punto las radiaciones nocivas,
defender al astronauta del impacto de ciertos micrometeoritos, y hasta, en
ocasiones, recoger los desechos orgánicos. No obstante, el traje solo permite una
movilidad más bien reducida, dada su rigidez. La utilización del traje permite
soportar mejor las tensiones del despegue y del aterrizaje, del trabajo en el
espacio extravehicular (manutención, experimentación, implementación de
equipos) o en la exploración del suelo lunar. Además, es la mejor garantía de
supervivencia en caso de darse una situación extrema.
Estabilidad mental[editar]
Los astronautas deben adaptarse a trabajar en espacios más bien pequeños. Al
principio de la exploración espacial la movilidad era muy reducida. Con el
programa Apolo aumentó un tanto el espacio disponible; pero fue gracias a la
implementación de las estaciones espaciales y los transbordadores que los
astronautas encontraron mayores disponibilidades de espacio, lo que les ha
permitido un trabajo más holgado, algo de privacidad, y la realización de ejercicios.
Aun así, los espacios habitables siguen siendo reducidos.
La presencia de los compañeros ayuda al astronauta disipar el fuerte sentimiento
de soledad y lejanía que se experimenta en el espacio, pero a la vez obliga a
convivir y a soportar caracteres que pueden mostrarse disímiles. Solo la selección
de equipos de trabajo muy afianzados, con una mentalidad muy profesional, ayuda
a enfrentar los posibles problemas de convivencia, en especial si las misiones son
de largo aliento. La estabilidad psicológica de los astronautas es uno de los
objetivos esenciales del programa de supervivencia espacial, permitiéndoseles
cultivar sus espacios recreativos, de ocio y comunicación con sus familiares en
Tierra.
La supervivencia humana precisa una buena dosis de iniciativa y trabajo en equipo
en caso de situaciones imprevistas o, peor aún, peligro extremo, como fue el
accidentado viaje del Apolo XIII, astronave que en misión a la Luna, sufrió graves
desperfectos, obligando a su tripulación a desplegar toda su inteligencia para
volver sana y salva a la Tierra. Los astronautas tienen plena conciencia de que se
encuentran solos, y que las soluciones prácticas de las contingencias depende
solo de ellos. También es difícil la adaptación de los astronautas a sus nuevos
patrones de vigilia y sueño, dado que el ciclo natural diurno y nocturno se rompe.
En la medida de lo posible, se trata de mantener los ciclos de 24 h, estableciendo
horarios de descanso, trabajo y recreación.

Exploración y colonización espacial[editar]


Artículo principal: Colonización del espacio
La colonización del espacio se plantea a largo plazo como remedio para evitar el
estancamiento y retroceso de la civilización, así como su extinción fortuita o
autodestrucción. El físico Stephen Hawking ha reafirmado esta tesis, alertando de
la necesidad urgente de colonizar el espacio como un medio de evitar la extinción.
[cita  requerida]
 En el corto plazo, la colonización del espacio ha reportado dividendos
tecnológicos, en investigación, desarrollo de nueva tecnología espacial y
productos derivados que son usados de forma masiva. [cita  requerida] Una limitante que
pesa en la opinión pública es su alto coste económico, a pesar de que en la
práctica y a más largo plazo, la actividad astronáutica se torna rentable. [cita  requerida]
Las acciones tendentes a la exploración y la ocupación progresiva del espacio
cercano han estado dictadas por múltiples intereses: prestigio político, fines
militares, demandas tecnológicas de sectores industriales, comunicaciones,
observación geográfica o del clima, o el conocimiento científico en sí mismo.
[cita  requerida]
 Tales intereses se han concretado en las siguientes acciones generales
de exploración y colonización:

1. Una verdadera "carrera espacial " entre EE.UU y la U.R.S.S durante


la década de los 60 para adjudicarse los logros de ser los primeros
en los sucesivos hitos: el primer objeto en órbita, el primer hombre
en el espacio, la primera caminata espacial, el primer objeto en ser
lanzado a otro cuerpo celeste, etc. Notables fueron las naves de los
programas soviéticos Vostok , Vosjod y Soyuz , y las
estadounidenses Mercury , Gémini y Apolo .
2. La creación de una densa red de satélites que orbitan el globo con
múltiples finalidades: militares (Samos, Vela, etc.), de
telecomunicaciones (p.ej., Telstar , Eco ), de navegación aérea
(p.ej, Transit ), de observación geodésica, geográfica y climática
(p.ej., Nimbus , Tiros ), de experimentación biológica (p.ej., Bios,
Cosmos), astronómicos (p.ej., Explorer ), etc.
3. La efectiva exploración de la Luna por parte de un programa
tripulado (Apolo) y la exploración de los otros cuerpos del Sistema
Solar por misiones no tripuladas, como fueron, por ejemplo, las
sondas Lunar
Orbiter (EE.UU), Luna (URSS), Mariner (EE.UU), Mars (URSS), Pion
eer (EE.UU); se deben destacar las naves Voyager 1 y Voyager
2 (EE.UU), los objetos artificiales más alejados de la Tierra, en los
límites del Sistema Solar y ya convertidas en sondas interestelares.
4. La puesta en órbita de observatorios espaciales destinados a la
investigación astronómica y astrofísica (p. ej: el telescopio espacial
Hubble ).
5. La experimentación con nuevas sustancias y materiales, y con seres
vivos, con o sin aplicación industrial.
6. La realización de múltiples experimentos científicos en diferentes
campos y que solo se pueden hacer en microgravedad o gravedad
cero .
7. La investigación acerca del comportamiento humano en el espacio
por largo períodos de tiempo.
8. Investigación y puesta en marcha de una serie de astronaves que
han permitido un acceso más expedito al espacio:
los transbordadores espaciales
9. La difusión del conocimiento obtenido por las agencias, y la
aplicación por la industria de los subproductos tecnológicos que ha
generado la actividad astronáutica, que son de uso masivo en la
actualidad. La difusión del conocimiento ha hecho que varios países
y agencias realicen actividades colaborativas, ahorrándose costos
económicos.
10. Preparación de planes de re-exploración de la Luna con vuelos
tripulados, instalación de una base permanente en ella, la
exploración directa de Marte por una misión tripulada, etc.,
juntamente con la correspondiente investigación de las posibilidades
económicas que ofrece la exploración y colonización del espacio.
11. Creación de las estaciones espaciales, que son un paso clave en la
colonización, ya que significan la presencia permanente del ser
humano en el espacio. Desde la década de 1970, se ha venido
desarrollando un progresivo esfuerzo por crear y mantener una serie
de estaciones espaciales que orbitan la Tierra, así como un intenso
programa de investigación acerca de la supervivencia humana por
largos períodos de tiempo en el ambiente espacial. A finales de la
década de 1960, los soviéticos iniciaron los primeros tanteos en la
dirección de construir verdaderas estaciones espaciales, al acoplar
con éxito sus satélites Cosmos. Pero fue a comienzos de los 70
cuando lograron implementar una estación verdadera: la Salyut 1 . A
esta siguieron varias más hasta completar siete. Posteriormente, los
rusos diseñaron la estación MIR , una avanzada nave que prestó
fructíferos servicios. Por su parte, los norteamericanos respondieron
con la estación Skylab , aunque luego se dedicaron al diseño del
programa de transbordadores. A partir de 1998, las principales
agencias espaciales decidieron unir sus esfuerzos en la
implementación de la actual Estación Espacial Internacional .
Las estaciones han posibilitado la creación de ambientes más amplios y
acogedores para los astronautas, la posibilidad de realizar experimentos
científicos sin los acotados límites de tiempo con que cuentan las astronaves; las
estaciones son puntos de observación directa de las condiciones climáticas y otra
índole que se dan en la Tierra, la estadía en las estaciones ha permitido estudiar
en detalle el comportamiento psicológico y fisiológico de los humanos, ya sea en
soledad o en compañía. En ciernes está la posibilidad de usar las estaciones
como puertos de embarque hacia otros mundos del Sistema Solar.
La presencia humana en el espacio, esta vez de manera permanente, plantea
nuevos desafíos e interrogantes acerca de los costos y beneficios que supone la
colonización, acerca del comportamiento de la fisiología humana y sus
posibilidades de adaptación al entorno espacial y de otros mundos, de las
posibilidades efectivas de ocupar los mundos cercanos, vale decir, la Luna y
Marte, y de las posibilidades futuras de autosustentación de la colonización.

La investigación espacial en el mundo[editar]


Despegue de un cohete Ariane.

Además de los programas espaciales bien consolidados de Estados Unidos,


la URSS, Japón y Europa (a través de la Agencia Espacial Europea), se ha
producido el florecimiento a partir de los años 1980 de programas espaciales en
países en vías de desarrollo, ya sea en naciones con cierta tradición
como China (tercera agencia espacial que ha llevado a cabo misiones tripuladas,
después de Estados Unidos y Rusia) o la India (que posee lanzadores de satélites
propios) como en otras que han empezado recientemente. Son destacables los
programas espaciales de Brasil, México, Chile y Argentina.
Para algunos países en vías de desarrollo, los satélites artificiales han supuesto la
forma más fácil de mejorar sus redes internas de telecomunicaciones, en especial
en aquellos cuya orografía u otras causas hacen difíciles los medios de
comunicación tradicionales. Tal es el caso de los satélites domésticos que
emplea Indonesia, o la serie de satélites compartidos por las naciones árabes
( Arabsat).7
Países de cultura hispana[editar]
México[editar]
Artículo principal: Agencia Espacial Mexicana
Existe antecedentes de avances en la materia a en la segunda mitad del siglo XX
cuando el presidente Adolfo López Mateos emitió un decreto en el Diario Oficial de
la Federación del 31 de agosto de 1962 que creó la Comisión Nacional del
Espacio Exterior (CONEE), adscrita a la Secretaría de Comunicaciones y
Transportes con el fin de fomentar la investigación, explotación y utilización
pacífica del espacio exterior; Comisión que continuó con los trabajos de cohetería,
telecomunicaciones y estudios atmosféricos en el país.
México cuenta actualmente con ocho satélites y con la empresa ex
profeso Satmex. La Agencia Espacial Mexicana (AEM) es una agencia creada en
31 de julio de 2010 encargada de asuntos espaciales. Este proyecto pretende
agrupar y coordinar los trabajos de México en actividades espaciales.

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