Astronáutica
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Índice
1Historia
o 1.1Cronología
2Diseño de vehículos espaciales
o 2.1Clasificación de los vehículos espaciales
o 2.2Materiales de fabricación
o 2.3Morfología de las naves espaciales
o 2.4Sistemas operativos
o 2.5Comunicaciones
3Propulsión espacial
4Velocidades y trayectorias
o 4.1Velocidades cósmicas
o 4.2Navegación
o 4.3Técnicas de lanzamiento
o 4.4Reentrada
5Exploración tripulada
o 5.1Despegue
o 5.2Entorno espacial
5.2.1Efectos de la ingravidez
5.2.2Radiaciones nocivas
5.2.3Micrometeoritos y basura espacial
o 5.3Sistemas de soporte vital
5.3.1Aire y agua
5.3.2Temperatura ambiental
5.3.3Trajes espaciales
o 5.4Estabilidad mental
6Exploración y colonización espacial
7La investigación espacial en el mundo
o 7.1Países de cultura hispana
7.1.1México
7.1.2España
7.1.3Argentina
7.1.4Uruguay
o 7.2Agencias espaciales
8Véase también
9Referencias
10Bibliografía
11Enlaces externos
Historia[editar]
Robert Goddard con uno de sus cohetes (1926).
El satélite Sputnik 1, en 1957.
A finales del siglo XIX, una serie de ingenieros y científicos en distintas partes del
mundo centraron sus esfuerzos en diseñar ingenios propulsivos, estableciendo las
bases teóricas y prácticas de la astronáutica actual. Entre ellos destacan el
ingeniero peruano Pedro Paulet (1874-1945), el científico ruso Konstantín
Tsiolkovski (1857-1935), el ingeniero norteamericano Robert Goddard (1882-1945)
y el físico rumano Hermann Oberth (1894-1989).
En el año 1927 se fundó en la ciudad polaca de Breslavia la Sociedad
Astronáutica, que fue frecuentada por Hermann Oberth y Werner von Braun, entre
otros. Un salto significativo en el desarrollo de la Astronáutica fue la fabricación y
utilización para fines militares, por obra de los nazis, de los cohetes V2, que serían
el modelo tecnológico que usarían los rusos y los estadounidenses para sus
propios ingenios espaciales en la década siguiente, después de la Segunda
Guerra Mundial.2Durante la década de 1950, Estados Unidos y la Unión
Soviética compitieron por poner en órbita el primer satélite artificial. El 4 de octubre
de 1957, los soviéticos lanzaron el Sputnik 1, hito que marca el comienzo de la
astronáutica práctica.3 La carrera espacial desencadenada entre las
dos superpotencias propugnó otros hitos relevantes como la llegada del ser
humano al espacio, lograda por el cosmonauta soviético Yuri Gagarin en 1961, o
la llegada del ser humano a la Luna, conseguida por los astronautas
estadounidenses de la misión Apolo 11 Neil Armstrong y Buzz Aldrin, en 1969.4
Cronología[editar]
Artículo principal: Anexo:Cronología de la Astronáutica
Unión
4 de octubre de 1957 Cohete R-7, con el lanzamiento del Sputnik 1.
Soviética
Estados
31 de enero de 1958 Cohete Jupiter C, con el lanzamiento del Explorer 1.
Unidos
26 de noviembre de
Francia Cohete Diamant, con el lanzamiento del Asterix A1.
1965
Velocidades y trayectorias[editar]
Artículo principal: Astrodinámica
Este tema tiene relación con las velocidades de escape que deben alcanzar los
ingenios espaciales al momento de despegar de la Tierra o de otro cuerpo celeste,
las velocidades mínimas que deben adquirir para sostener una órbita segura en
torno a la Tierra y los otros cuerpos, la velocidad mínima que deben adquirir para
alcanzar estos o abandonar el Sistema Solar. El tema incluye el cálculo, la
ejecución y seguimiento de los movimientos orbitales de las naves en torno a los
cuerpos celestes, las diferentes alturas a alcanzar en la realización de las órbitas,
la determinación de las trayectorias más eficientes en términos de gasto de
combustible y tiempo de aquellas naves que pretenden alcanzar los mundos del
Sistema Solar, tanto interiores como exteriores; así mismo, se aborda el cálculo de
las trayectorias de reentrada de las naves a la atmósfera de la Tierra.
Velocidades cósmicas[editar]
Respecto a las velocidades que deben alcanzar las naves, existe una primera
llamada de satelización (7,9 km/s), que es la velocidad mínima que les permite
sostener una órbita circular sin caer a la Tierra. Al aumentar la velocidad, las
órbitas serán cada vez más elípticas. Al alcanzar los 11,2 km/seg
(velocidad parabólica) la nave se libera de la atracción gravitatoria de la Tierra y
entra en la del Sol a la manera de un pequeño asteroide. Al alcanzar los 42 km/s
(velocidad hiperbólica) la nave es capaz de liberarse de la atracción del Sol, y
escapar del sistema solar.4
Cuanto más cerca se encuentre una nave orbitando la Tierra, más rápido deberá
moverse para sostener su órbita; de lo contrario, caerá en las capas altas de la
atmósfera. Por lo tanto, el período de vida orbital de toda nave dependerá de la
altura que hayan alcanzado (p. ej. el satélite Explorer I tenía una velocidad de
28 000 km/h para alcanzar un apogeo de 2475 km a partir de la superficie). La
duración de la órbita de una nave dependerá de la distancia en altura que haya
alcanzado.
Las órbitas satelitales pueden ser descritas en cualquier sentido en relación
al Ecuador terrestre, aunque se prefieren trayectorias predeterminadas que
permitan un seguro rastreo por parte de las estaciones de Tierra.
En cuanto a las trayectorias y velocidades requeridas para la exploración de
la Luna, las naves deben alcanzar el punto de equilibrio entre la atracción terrestre
y la lunar. La velocidad establecida para alcanzar este punto es de 10,9 km/s, lo
que permite a los artefactos orbitar la Luna sin el peligro de estrellarse en su
superficie o pasar de largo. Debido a que la Luna tiene una fuerza de gravedad
inferior a la de la Tierra, su velocidad de escape es de 2.3 km/s.6
Las velocidades y trayectorias elípticas, que llevan a las naves a la exploración del
resto de los cuerpos celestes del Sistema Solar, plantea condiciones de cálculo de
trayectorias y velocidades más difíciles, pues se deben tomar en cuenta una serie
de factores: movimiento de la Tierra, atracción gravitatoria del Sol y de los
planetas, cercanía o lejanía del cuerpo a explorar, velocidad de dichos cuerpos,
capacidad de combustible y empuje desarrollados por la nave. En términos
generales, resulta más fácil para los científicos y controladores la exploración de
los mundos interiores del Sistema Solar que los mundos exteriores; en el primer
caso las naves aprovechan la fuerza gravitatoria del Sol, mientras que en el
segundo deben vencer dicha fuerza, y la de los otros cuerpos mediante un mayor
gasto de combustible, y efectuando complejos cálculos de trayectorias que las
hagan alcanzar su objetivo. En este último caso, las trayectorias elegidas suelen
ser las más largas, pero las más económicas en términos de gasto de
combustible. Básicamente, las naves destinadas a los mundos exteriores,
lanzadas en dirección al Este, deben aprovechar la fuerza inercial que les otorga
el movimiento de rotación de la Tierra(unos 1.670 km/h), a lo que suman su propio
impulso proporcionado por los cohetes.
Previamente a la realización del viaje a lo largo de la trayectoria elegida, las naves
deben ser colocadas en una órbita terrestre llamada de aparcamiento.
El mejor momento para iniciar el viaje a los planetas interiores(como es el caso
de Venus) es cuando estos se encuentran en conjunción, es decir, entre la Tierra y
el Sol. En cambio, para iniciar el viaje a los planetas exteriores(como es el caso de
Marte) se debe esperar el momento en que estos se encuentran en oposición, es
decir, de la parte opuesta del Sol respecto a la Tierra. 4
Navegación[editar]
Durante la navegación espacial, las naves deben ir controlando permanentemente
su ruta mediante la guía de poderosas computadoras, tanto a bordo como
ubicadas en Tierra. Sorprenden los extraordinarios logros alcanzados en materia
del cálculo y control en la época previa a la invención de los microprocesadores,
con limitadas velocidades de procesamiento y de memoria por parte de los
ordenadores. En órbita en torno a la Tierra, el horizonte del planeta es una
referencia válida para la orientación de las naves. Durante la navegación profunda,
la computadora interna de la nave suele guiarla usando una serie de referencias
estelares. La estrella Canopus es la más usada como guía.
En toda navegación, e incluso en el despegue y en el aterrizaje, juega un
importante papel el sistema de alarma.1 Este sistema tiene como finalidad avisar a
los tripulantes y/o a las computadoras a bordo, merced a las órdenes de Tierra,
que se deben corregir situaciones de posición, trayectoria, impulso, movimiento, u
otros, o bien activar protocolos de misión, o detectar fallos en los sistemas, o, en el
peor de los casos, avisar de un peligro real. Tanto el sistema de alarma del control
en Tierra como el de la propia nave están interconectados, aunque en la medida
en que estas se alejen de aquel en dirección a los astros el sistema interno de la
nave pasa a desempeñar un papel más autónomo.
Técnicas de lanzamiento[editar]
Las técnicas de lanzamiento contemplan cuidadosos controles internos de los
sistemas de la nave, regidos por una cuenta regresiva, y un cuidadoso control de
las condiciones del tiempo atmosférico. Una vez terminada la cuenta comienza
la ignición de la fase inicial del sistema de cohetes. Este momento reviste especial
dramatismo, en especial para las tripulaciones que pueden encontrarse a bordo.
La nave acelera con constantes impulsos para alcanzar la velocidad requerida.
Las fuertes tensiones, el ruido y los movimientos que genera el empuje, pone a
prueba la resistencia de los materiales y el entrenamiento de los astronautas. Una
vez alcanzadas las capas superiores de la atmósfera el rozamiento de la nave
disminuye, así como el ruido y el movimiento. Las diversas secciones de la nave
se van desprendiendo una a una y la nave entra en la órbita asignada.
Otras técnicas de lanzamiento están en fase de propuesta teórica: Catapulta
electromagnética proporcionarían la aceleración de las naves mediante largas
rampas de lanzamiento, aplicando el principio del electromagnetismo, a modo de
un "cañón espacial". También se ha pensado en la construcción de un ascensor
espacial, mediante un sistema de anclaje puesto en órbita. La propuesta más
factible, es la construcción de una lanzadera que despegue a manera de un avión
convencional, o que sea lanzada a una órbita baja por un transporte aéreo de gran
altura.
Reentrada[editar]
Artículo principal: Reentrada atmosférica
La fase de descenso a la Tierra genera otra serie de inconvenientes que deben
ser resueltos. En primer lugar, determinar y acertar el ángulo correcto de reentrada
a la atmósfera, un verdadero "corredor" de ingreso. El ángulo no puede ser ni muy
oblicuo ni muy vertical. Un ángulo muy vertical provocaría que la nave se
estrellase prácticamente con la capa de aire, aumentando fuertemente la fricción y
el calor, lo que ocasionaría su destrucción. Por el contrario, un ángulo demasiado
oblicuo y a mucha velocidad hará que la nave rebote en las capas superiores,
describiendo una parábola y pasando de largo; a menor velocidad la nave
rebotará, pero ingresará en la atmósfera más allá del punto fijado como óptimo. 1
En un ángulo correcto y a la velocidad correcta, la nave cortará progresivamente
las capas atmosféricas superiores, disminuirá su velocidad, y reducirá los niveles
de roce y calor. Previamente al re-ingreso, la nave enciende sus cohetes de
frenado, disminuyendo drásticamente su velocidad y perdiendo altura; durante el
proceso la nave debe ser girada en tal forma que ofrezca su flanco más resistente
a la zona de fricción. Afortunadamente, las naves poseen un eficiente escudo
térmico que disipa el calor.
Hasta el momento dos han sido los métodos de aterrizaje usados en las naves, en
particular las tripuladas: el empleo de paracaídas, a partir de unos 15 km de altura,
seguido por un amerizaje (técnica empleada por EE. UU.), o por un descenso
directo en tierra (técnica empleada por la ex Unión Soviética), o bien el empleo del
método aeronáutico de planeo (transbordadores de EE. UU.) seguido de
un aterrizaje en una pista convencional.
Un momento de gran incertidumbre durante el re-ingreso, lo constituye el paso de
las naves por la llamada franja de silencio, que dura unos cinco minutos,
produciéndose en cierta región de la atmósfera, y que supone la interrupción
completa de las comunicaciones radiales con el control de tierra.
Exploración tripulada[editar]
El objetivo esencial de toda misión tripulada consiste en llevar al espacio en forma
segura a los seres humanos, permitirles su navegación y trabajo, y traerlos vivos y
en las mejores condiciones de salud de vuelta a la Tierra. La supervivencia
humana en el espacio está en función de la habilitación de un medio ambiente
seguro, sea en el interior de las naves, en el exterior, al momento del despegue,
en la navegación, en la exploración directa de los cuerpos celestes(ej: en
el alunizaje), en el trabajo exterior, y en el re-ingreso y aterrizaje de las naves. El
diseño de este medio debe recrear al máximo posible las condiciones que el
organismo humano encuentra en la superficie terrestre, vale decir, de presión,
temperatura, humedad, respiración, procesos alimenticios, aseo, desechos
orgánicos, ejercicio, descanso y sueño. Para lograr esto, la bioingeniería debe
tomar en cuenta los factores hostiles que presenta el espacio al cuerpo humano y
que no suelen encontrarse en la Tierra: el vacío espacial y la carencia absoluta de
aire, las violentas oscilaciones térmicas, la acción del viento solar y los rayos
cósmicos, la presencia de los micrometeoritos, la ausencia de gravedad, el
rompimiento de los patrones de día y noche, etc; a esto se suma el espacio
reducido en que deben trabajar los astronautas en el interior de sus naves y la
obligada convivencia entre ellos. Un factor clave en la supervivencia humana, es el
diseño interior y exterior de las astronaves y estaciones espaciales, así como el
diseño de los trajes espaciales.
Para enfrentar las difíciles condiciones del despegue, del espacio y el re-ingreso,
los astronautas se someten a programas de riguroso entrenamiento que intentan
simular las diversas situaciones: respuesta frente a la aceleración extrema, a la
ingravidez, a la navegación, al confinamiento, a la convivencia, al trabajo, a la
manutención, a enfrentar situaciones imprevistas, al re-ingreso en la atmósfera.
Solo los sujetos más aptos psicológica y físicamente serán los seleccionados para
las misiones.
Despegue[editar]
El primer problema que plantea el viaje espacial es el despegue mismo. Mientras
no se descubra o invente algo totalmente distinto, la aplicación de fuerza bruta
seguirá siendo la forma más eficaz de elevar una nave al espacio, por lo que los
astronautas deberán seguir soportando las fuertes tensiones que genera una
aceleración violenta. En esta fase es fundamental la utilización de los trajes y
asientos especialmente acondicionados para aminorar sus efectos.
Entorno espacial[editar]
Efectos de la ingravidez[editar]