Malnutricion en El Mexicano
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Resumen
En las últimas tres décadas, México ha experimentado un ascenso vertiginoso en los niveles de las
patologías derivadas de la malnutrición. La problemática que implica la malnutrición así como sus
causas, por lo general, se ha abordado a partir del campo de estudio de las Ciencias de la Salud, es
por ello que el objetivo de este trabajo, mediante una revisión bibliográfica y empírica alrededor de
la malnutrición, es identificar los factores económicos que inciden en las decisiones de consumo
de los mexicanos. El resultado fue de que la elección de consumo de los mexicanos se ve afectada
por la pérdida del poder adquisitivo de sus ingresos, el aumento en el precio de la comida sana y
la mayor disponibilidad de alimentos preparados.
Palabras clave: Nutrición, Salud pública, Pobreza, Nivel de precios, Efecto de liberalización
económica
Clasificación JEL: I12, I18, I3, E31
Abstract
In the last three decades, Mexico has experienced a vertiginous rise in the levels of pathologies
derived from malnutrition. The problem that malnutrition implies as well as its causes, in general,
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has been addressed from the field of study of Health that is why the objective of this work, through
a literature and empirical review around malnutrition, it is to identify the economic factors that
influence the decisions of Mexican consumption. The result was that the choice of consumption of
Mexicans is affected by the loss of the purchasing power of their income, the increase in the price
of healthy food and the greater availability of prepared foods.
Keywords: Nutrition, public health, poverty, price level and effect of economic liberalization
JEL Classification: I12, I18, I3, E31
Introducción
La malnutrición, en todas sus formas, afecta todas las regiones del mundo. Se calcula que
en 2016, 155 millones de niños menores de 5 años manifestaban desnutrición crónica mientras
50
que 41 millones presentaban sobrepeso. Ante la magnitud de este problema, se estableció
2016-2025 como el decenio de las Naciones Unidas de Acción sobre la Nutrición (OMS, 2018).
En el caso de México, se estima que 7 de cada 10 hogares se ven limitados o no son capaces
de adquirir alimentos nutricionalmente adecuados (Shamah, Mundo, Rivera, 2014). Por otro
lado, el porcentaje de mexicanos mayores de 20 años con obesidad pasó del 36% en 1980 al
72% en 2016 (Wiggins y Keats, 2015; ENASUT MC, 2016). Los niños que padecen obesidad
y sobrepeso, ocasionados por una nutrición deficiente, tienden a presentar deficiencias en su
desarrollo cognitivo en el corto y largo plazo (BUAP, 2016; Olvera 2016); mientras que los
aumentos en los niveles de obesidad y sobrepeso entre los trabajadores están acompañados
de pérdidas en su productividad (Goettler, et. al, 2017).
A su vez, la obesidad es el principal factor de riesgo para el desarrollo de enfermedades
crónicas como la diabetes mellitus. Esta enfermedad fue en 2015, en México, la principal
causa de mortalidad. De acuerdo a cifras del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO,
2015), los costos sociales1 que genera la diabetes mellitus es de más de 85 mil millones de
pesos al año, lo que representó el 75% del presupuesto de salud en 2012.2
Por tanto, dichas patologías producidas por una malnutrición no solo impactan negati-
vamente en la calidad de vida de las personas, sino que además resultan contraproducentes
para las finanzas públicas y la productividad de los individuos, en otras palabras, una correcta
1
El costo social incluye el costo del tratamiento médico y las pérdidas del ingreso por mortalidad y
morbilidad (IMCO, 2017).
2
En 2012 el presupuesto para el sector Salud fue de $113, 479, 679,217 de pesos. En 2017 aumentó a
$121, 817, 532,748 de pesos. Suponiendo que los costos sociales se mantuvieran constantes, estos aún
representarían el 70% del presupuesto en salud (DOF, 2016).
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nutrición es indispensable tanto para la salud de los individuos como para la de la economía
de un país.
Ante el incremento preocupante en los fenómenos de desnutrición, obesidad y sobrepeso,
los especialistas de la salud se basan en la teoría del balance energético para explicar dichos
fenómenos. Esta teoría explica que, ante una ingesta de calorías superior al gasto total de
energía, la consecuencia será un incremento en el porcentaje de grasa corporal; a su vez,
una ingesta excesivamente por debajo del gasto total derivará en problemas de desnutrición.
Entonces, las patologías anteriormente señaladas son creadas por un desbalance energético
provocado por una malnutrición, la cual, desde este enfoque se presenta como una mala
decisión de consumo por parte del individuo. El problema es que este enfoque no esclarece
los factores estructurales que infieren en la toma de decisiones de consumo de alimentos de los
individuos. Bajo esta perspectiva, la cual es el predominante, se implementan políticas públicas
encaminadas a combatir dichas patologías. Por ejemplo, una de las recientes estrategias del
51
Gobierno Federal mexicano ha sido la implementación de la campaña “Chécate, Mídete,
Muévete” cuya finalidad es que las personas le den seguimiento a su peso corporal, midan
su consumo de grasas, azúcares y sales, y, que además practiquen actividad física.
El inconveniente de estas estrategias, cuyo enfoque está basado exclusivamente en las
Ciencias de la Salud, es que descartando por completo otros factores que pueden influir en
las decisiones de consumo de los individuos. Es por ello que surge la necesidad de analizar
las causas de la malnutrición a través del lente de la economía. Por tanto, la pregunta de in-
vestigación que surge ante dicho contexto es ¿cuáles son los factores económicos que inciden
en las decisiones de consumo de los individuos y que han derivado en la malnutrición de los
mexicanos? La hipótesis de este trabajo es que los ingresos de las personas, los precios de
los productos así como la disponibilidad de los alimentos (entorno alimentario), son factores
económicos que inciden en las decisiones de consumo.
Siendo así, en la primera parte de este trabajo se hace una breve introducción al concepto
de la malnutrición y lo que sería una buena nutrición. Entendido esto, en el siguiente apartado
se establece la relación entre pobreza y malnutrición. Posteriormente se examina el costo de
los alimentos saludables en comparación de los alimentos procesados en nuestro país y su
modificación en el entorno alimentario. Con ello se dará paso a las conclusiones y algunas
sugerencias para combatir la malnutrición de una forma integral.
1. ¿Qué es la malnutrición?
Para entender lo que es una malnutrición, primero es importante definir lo que es una
correcta nutrición. Desde la década de 1910, se han diseñado distintas herramientas conoci-
das como guías alimentarias basadas en alimentos (GABA’S), a fin de educar a la población
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sobre los alimentos que deben integrar una buena alimentación (Welsh y Davis, 1992). Las
cuales han ido modificándose y adaptándose a los países en cuestión: el plato del buen co-
mer de México, la olla familiar de Guatemala, el trompo de los alimentos en Venezuela etc.
(Molina, 2014). No obstante, la GABA más reciente y más fácil de entender fue la diseñada
en 2011 por la Escuela de Salud Pública de Harvard: El Plato del Comer Saludable, el cual
surgió al detectar las deficiencias en la última guía alimenticia creada por el Departamento
de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) conocida como Myplate. Entonces, en el Plato
del Comer Saludable se indican las porciones que se deben consumir de micro (vitaminas
y minerales) y macro nutrientes (proteínas, hidratos de carbono y aceites saludables) para
lograr una comida balanceada nutricionalmente, es decir, una buena nutrición. En este plato
se prioriza a los micronutrientes con un 50% del plato y con un 25% tanto para las proteínas
como para los hidratos de carbono, mientras que se recomienda la ingesta moderada de aceites
saludables (Healthy Eating Plate & Healthy Eating Pyramid, 2011).
52
Dado lo anterior, es posible esbozar que una malnutrición proviene de la falta o el exceso
en alguno de los nutrientes previamente señalados. Siguiendo esta línea, la Organización
de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) (2014, p.1) define a la
malnutrición como “una condición fisiológica anormal causada por un consumo insuficiente,
desequilibrado o excesivo de los macronutrientes que aportan energía alimentaria (hidratos
de carbono, proteínas y grasas) y los micronutrientes (vitaminas y minerales) que son esen-
ciales para el crecimiento y el desarrollo físico y cognitivo.” Entonces, la malnutrición tiene
distintas manifestaciones, desde la desnutrición causada por una falta de nutrientes para
cubrir las necesidades energéticas; hasta el sobre peso y la obesidad, derivadas del exceso
en la ingesta de alguno de los macronutrientes (Ibídem, 2014).
Lo anterior desde la perspectiva de las Ciencias de la Salud. Este enfoque es útil para
entender el concepto y consecuencias de la malnutrición en la salud de los individuos. Sin
embargo, es insuficiente para desarrollar los determinantes de las decisiones de consumo de
los individuos, que están determinadas por factores materiales, los cuales se abordarán en
los siguientes apartados.
2. Pobreza y malnutrición
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los salarios mínimos y posteriormente el de la pobreza en México para así vislumbrar las
oportunidades de los mexicanos para adquirir una dieta equilibrada.
En México, la instauración de una política de fijación de topes salariales, a finales de la
década de 1970; junto con la determinación de los aumentos a los salarios mínimos en función
de la inflación ex ante (esperada) a finales de la década de 1980; provocaron una sinergia tal
que el salario real comenzara una caída (ver gráfica 1). Con ello, al 2017 el salario mínimo ha
perdido alrededor del 70% de su poder adquisitivo con relación a su punto más alto en 1976.
Gráfico 1
México: Salario mínimo real, 1970-2018 (Pesos diarios a precios de 2010)
250
53
200
150
100
50
0
1972
1980
1992
1970
1974
1976
1978
1982
1984
1986
1996
1998
2000
2002
2004
2006
2008
2010
2012
2014
2016
1988
1990
1994
2018
La disminución en los niveles del salario mínimo real antes señalados, ha repercutido en
que el número de horas, que necesitan los trabajadores mexicanos para adquirir una canasta
básica3, hayan aumentado. En 1987 eran necesarias 5 horas de trabajo para adquirir la canasta
básica; en 2006 el número de horas aumento a 13: seis años después se añadieron 7 horas
para adquirir dicha canasta con el salario mínimo; en 2015 se llegó a 23 horas de trabajo y
3
La canasta básica a la cual se refiere el estudio de la UNAM es la Canasta Alimenticia Recomendable,
constituida exclusivamente por 40 alimentos y diseñada para una familia mexicana con 2 adultos y un (a)
joven y un (a) niño (a). Esta canasta se basa en aspectos nutricionales, de tradición y hábitos culturales.
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para 2018 se alcanzaron las 24 horas (UNAM, 2018). Esto representa para los trabajadores,
un redoble de esfuerzos, en el mejor de los casos, para poder satisfacer sus necesidades
nutricionales y las de los integrantes de su familia. De acuerdo a la ENASUT 2016, cerca del
60% de los encuestados declaró que la falta de dinero fue la principal razón para no comprar
frutas y verduras.
Lo anterior referente a la evolución de los salarios mínimos y el poder adquisitivo.
Ahora bien, en cuanto a pobreza, las cifras oficiales reportadas por el Consejo Nacional
de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), con base en la información
recabada por la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares (ENIGH), señalan
que 4 de cada 10 mexicanos en 2016 se encuentra en situación de pobreza4, esto representa
a más de 50 millones de personas; en tanto que los mexicanos en pobreza extrema5 alcanzan
los 9 millones. Pero, si se incluye en el cálculo a las personas que CONEVAL cataloga como
“vulnerable por carencias sociales y por ingresos” el resultado es similar a la metodología
54
alternativa utiliza por Boltvinik (2015), la cual arroja que 8 de cada 10 mexicanos viven en
pobreza (véase cuadro 1).
De esta forma, y considerando que tanto los conceptos de pobreza moderada, pobreza
extrema, población vulnerable por carencias sociales y vulnerable por ingresos; engloban
la incapacidad de las personas para adquirir la canasta básica alimentaria6, la cual, en el caso
del CONEVAL está definida como el conjunto de alimentos que satisfacen los requerimientos
energéticos y nutricionales de un grupo de personas; se puede inferir que la mayoría de la
4
El CONEVAL define pobreza como “al menos una carencia social (en los seis indicadores de rezago
educativo, acceso a servicios de salud, acceso a seguridad social, calidad y espacios de la vivienda,
servicios básicos en la vivienda y acceso a la alimentación) y su ingreso es suficiente para adquirir los
bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias”.
5
Una persona se encuentra en situación de pobreza extrema cuando tiene tres o más carencias, de seis
posibles, dentro del Índice de Privación Social y que, además, se encuentra por debajo de la línea de
bienestar mínimo. Las personas en esta situación disponen de un ingreso tan bajo que, aun si lo dedicase
por completo a la adquisición de alimentos, no podría adquirir los nutrientes necesarios para tener una
vida sana.
6
En este caso, la canasta alimentaria a la cual nos referimos es la definida por el CONEVAL. Este organismo
define a la canasta alimentaria como el “conjunto de alimentos cuyo valor sirve para construir la línea
de bienestar mínima. Esto se determinan de acuerdo con el patrón de consumo de un grupo de personas
que satisfacen con ellos sus requerimientos de energía y nutrientes. Esta institución usa dos tipos de
canastas: la rural y la urbana. En general, ambas están constituidas por cereales (maíz, pan, arroz,
avena); alimentos de origen animal (carne de res, cerdo, procesadas y de pollo, pescado, huevo); lácteos
(leche de vaca y sus derivados, queso fresco); verduras (cebolla, chile y jitomate), frutas (limón, manzana,
naranja, plátano); azucares; alimentos preparados (pollo rostizado); bebidas no alcohólicas (refresco
de cocal, jugos y néctares envasados y agua embotellada) y alimentos y bebidas consumidas fuera del
hogar así como alimentos preparados”.
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Cuadro 1
México: Porcentaje de personas en pobreza y vulnerables, 2008-2016
Los ingresos y la malnutrición tienen una relación inversa. Por ejemplo, desde una pers-
pectiva macroeconómica, se sabe que los países con peores resultados sanitarios y malas
prácticas dietéticas son aquellos con niveles bajos de ingreso a comparación de los países
con ingresos más elevados; mientras que desde un aspecto micro, las personas con menores
ingresos no son capaces de adquirir alimentos ricos en nutrientes capaces de satisfacer sus
necesidades nutricionales, por lo que se ven incentivados a adquirir alimentos con una alta
densidad calórica pero pobres en nutrientes (Wagstaff, 2002; Martínez & Lila, 2017; oms,
2017).
De esta manera, la disminución en el poder adquisitivo de los mexicanos dificulta
a los hogares adquirir una alimentación variada que les permita cubrir sus necesidades
nutricionales, lo que deriva en una malnutrición la cual, por sus características, provoca una
serie de patologías graves; las cuales de acuerdo a la FAO (2017) condicionan el desarrollo
cognitivo, especialmente en los niños esto conlleva a que las personas vean limitado su
desarrollo académico y con ello a mermar sus oportunidades de inserción a puestos de trabajo
bien remunerados. Además, si se consideran los elevados gastos en atención sanitaria, estos
provocan una disminución en el ingreso real disponible; siendo así, lo anterior deriva en
bajos ingresos, y de esta manera, se forma un círculo vicioso el cual es muy difícil de romper
(Wagstaff, 2002).
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Alrededor del mundo, tanto en economías emergentes como en las de altos ingresos, los
incrementos en los precios de la comida saludable (cereales, frutas y verduras, alimentos de
origen animal) han sido mayores que los aumentos de los alimentos con baja calidad nutricional
(alimentos procesados). Por ejemplo, en Estados Unidos, los granos refinados, los azucares
y grasas añadidas son más baratas en comparación con los alimentos de mayor densidad
nutricional como el pescado, frutas y vegetales (Drewnowski y Darmon, 2005); otro estudio
para el mismo país publicado en la revista Archives of internal medicine realizó un estudio
longitudinal, el cual concluyó que el precio real de los refrescos y la pizza decrecieron con
el tiempo, en tanto el precio de la leche entera se incrementó (Duffey, Gordon-Larsen, et.
al., 2010). La subida en el precio de los vegetales, cereales y alimentos de origen animal a la
par de la disminución en los precios de los alimentos procesados es un fenómeno presente
56
en Reino Unido, China, Brasil y República de Corea (Wiggings, Keats, Han, Shimokawa,
Hernández y Moreira Claro, 2015)
Para el caso de México, este trabajo se basa en los datos del estudio realizado por el Over-
seas Development Institute (Ibídem, 2015), el cual siguió la evolución del costo en México
de los cereales, las frutas y vegetales, carnes, azucares y grasas y los alimentos procesados
de un periodo que abarca desde 1980 hasta 2014. Debido a la volatilidad de los precios, y
para tener una mejor referencia de la variación de estos, dicho estudio empleo el promedio
de los precios de 1980 a 1982 como base para la elaboración de un Índice (ver gráfico 2).
Gráfico 2
México: Promedio del Índice de Precios de 2012-2014 de cereales, frutas, vegetales,
carne, grasas, azúcar y alimentos procesados
1980-1982=100
rt
as
a
f
uc
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De acuerdo al gráfico 2, es posible observar como en México los precios de los alimen-
tos sanos en 2012- 2014 (tortilla, pan, naranja, jitomate, vegetales frescos, leche fresca y
procesada) se incrementaron, o por lo menos, mantuvieron sus niveles con respecto a sus
precios en 1980-1982. Mientras que los alimentos preparados se abarataron un 13% respecto
al mismo periodo. Inclusive, los aumentos en los precios de los helados y el azúcar (21 y
17% respectivamente) fueron menores que los incrementos en los precios de los alimentos
sanos como la tortilla (100%), jitomate (30%), naranja (22%) o los vegetales frescos (17%).
Esto significa que, ante el contexto de la pérdida del poder adquisitivo del salario de los
trabajadores, estos tienen mayores incentivos para adquirir alimentos más asequibles como
las comidas preparadas, por ejemplo una pizza, en vez de optar por vegetales frescos o fruta,
aunque esto represente un menor aporte nutricional; en especial si el incremento de los precios
de los productos sanos esto se mantiene en el largo plazo.
El optar por alimentos baratos a pesar de su baja calidad nutricional está sustentado, en
57
que uno de los postulados de la teoría de la demanda y de la elección del consumidor, es que
las decisiones de consumo de los individuos se ven afectadas por los cambios en los precios
de los bienes (Samuelson y Nordhaus, 2010). Cuando los bienes son sustitutos, como es el
caso de los alimentos saludables y los procesados, el incremento en el precio de uno lleva al
aumento en la demanda del otro (Mankiw, 2009).
La evidencia empírica sustenta lo anterior. El cambio en los precios de los alimentos sanos
y los procesados modificó el patrón de demanda y oferta de alimentos en México. Esto se
puede apreciar en el cuadro 3, en donde para analizar los cambios en la demanda, se utilizó
la estructura del gasto monetario corriente total trimestral de los hogares en alimentos; el
resultado fue que el consumo de alimentos sanos dentro del hogar como lo son las verduras,
frutas y carnes han disminuido en comparación a la proporción que guardaban en 1989. En
contraste, el consumo de alimentos preparados, azúcar, aceite y grasas ha experimentado un
aumento en su demanda.
Cuadro 2
México: Estructura porcentual del gasto monetario total, 1989-2016
1989 1992 1998 2004 2010 2016
Consumidos dentro del hogar 86.2 84.2 88.0 70.5 70.5 77.6
Cereales 12.6 13.4 15.0 12.4 12.4 13.9
Carnes 26.3 23.1 21.4 15.7 15.7 18.0
Pescados y mariscos 2.9 2.0 1.8 1.8 1.8 1.9
Leche y sus derivados 11.0 10.2 11.5 9.1 9.1 8.4
Huevo 3.2 3.2 3.1 2.2 2.2 0.3
Aceites y grasas 2.5 1.8 2.0 1.1 1.1 1.0
Continúa
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Gráfico 4
Estados Unidos: Inversión directa en alimentos procesados de EE. UU. en México,
1982-1998 (Millones de dólares)
5000
4500
4000
3500
3000
2500
2000
1500
59
1000
500
0
1982
1983
1984
1984
1985
1986
1988
1989
1990
1991
1992
1993
1994
1995
1996
1997
1998
Fuente: Elaboración propia a través de datos del Bureau of Economic Analysis (BEA).
Cuadro 3
Estados Unidos: Proporción de la inversión directa en alimentos procesados de
Estados Unidos en México con respecto a América Latina, 1982-1998
1982 19%
1983 16%
1984 21%
1985 22%
1986 17%
1987 11%
1988 14%
1989 26%
1990 37%
1991 39%
Continúa...
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1992 34%
1993 42%
1994 44%
1995 41%
1996 41%
1997 49%
1998 48%
Fuente: Elaboración propia con datos tomados del Bureau of Economic Analysis (BEA).
Como podemos observar a través de este artículo, existen factores económicos que
inciden en las decisiones de consumo de los mexicanos, las cuales derivan en problemas
de nutrición. La pérdida del poder adquisitivo junto con la pobreza que viven 8 de cada 10
mexicanos, provoca que las personas no puedan cubrir sus necesidades nutricionales en
tanto que quienes pueden hacerlo, dado el deterioro salarial, se vean incentivadas a adquirir
alimentos procesados; este aumento en la demanda posibilitó el incremento en las ventas del
sector de alimentos procesados, lo que aunado a la apertura comercial incentivó la IED de las
empresas estadounidenses en el procesamiento de alimentos en México, haciéndolos más
baratos y perpetuando un entorno alimentario de baja calidad nutricional.
Siendo así, una estrategia para combatir el sobrepeso y la obesidad, sin analizar los fac-
tores económicos que inciden en la malnutrición y dirigida exclusivamente al consumidor,
está destinada al fracaso. Es necesario un esfuerzo en conjunto, entre gobierno, empresas
y ciudadanos para poder resolver la epidemia de patologías derivadas de la malnutrición.
De esta forma, siguiendo las hipótesis de este trabajo las recomendaciones para combatir
la malnutrición de una manera integral son: para la cuestión de los ingresos es necesario
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incrementar el salario de los mexicanos a través del aumento por parte de la Comisión Na-
cional de Salarios Mínimos (CONASAMI) de los salarios mínimos en función de la inflación
observada y no de la esperada (como actualmente se hace), o bien, mediante la eliminación
del Impuesto sobre la Renta (ISR) para cierto estrato de la población mexicana; con respecto a
los precios y disponibilidad de los alimentos procesados, el fomento un programa nacional de
comedores escolares cuyo abasto serían productores locales, así como el fomento de mercados
vecinales, son de suma importancia para revertir el entorno alimentario actual que fomenta
el consumo de productos altos en calorías. También es necesario que el Gobierno Federal
impulse la implementación de un nuevo etiquetado frontal de alimentos claro y conciso, para
que la mayoría de personas sea capaz de evaluar de manera rápida la calidad nutricional de
los alimentos procesados, este debe de estar basado en criterios científicos como los señala-
dos, ya en varias ocasiones, por la OMS o por el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP);
un ejemplo sería el etiquetado frontal que se utiliza en Chile. De esta manera, y junto con
61
las actuales estrategias como el impuesto a las bebidas azucaradas y el programa “Chécate,
Mueve y Elije”, se puede sentar las bases materiales para que los mexicanos mejoren sus
decisiones de consumo, de tal forma que opten por una alimentación más equilibrada.
5. Bibliografía
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DANIEL CHICHO ENTZANA
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Tiempo Económico / Universidad Autónoma Metropolitana / vol. XII / Núm. 37 / septiembre-diciembre de 2017 / pp. 49-63 / ISSN 1870-1434
CAUSAS DE LA MALNUTRICIÓN DEL MEXICANO...
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