Cindy Sherman
Cindy Sherman
Cindy Sherman
Ella misma, una cámara fotográfica y algo de atrezo es la materia prima que Cindy Sherman ha
necesitado para añadir su nombre al elenco de los grandes fotógrafos de la segunda mitad del
siglo XX, aunque ella, más que fotógrafa, se considere una artista visual que utiliza la
fotografía.
El mérito de esta artista no ha sido solo captar una imagen más o menos impactante u original
con su cámara, sino utilizarse a sí misma en sus representaciones y ser capaz de materializar el
mensaje que quería transmitir.
Las imágenes de sus comienzos, quizá las más representativas de su obra, pronto llamaron la
atención del público. Entre 1977 y 1980 realiza la serie Untitled Film Stills en la que se retrata a
sí misma adoptando multitud de clichés femeninos típicos de la sociedad machista (prostituta,
ama de casa, drogadicta, despechada, bailarina). Sus imágenes, realizadas en blanco y negro,
se asemejan a fotogramas de películas de los años 40-50. Al verlas, no es posible dejar de
recordar a Hitchcock, Visconti o Truffaut, de pensar en lo familiares que resultan, si no estarán
sacadas de algún filme de cine negro o del hiperrealismo italiano. Desde un principio, no ha
querido dar título a sus obras, que son conocidas por su número de inventario… es el
espectador a quien corresponde atribuir un significado a la imagen.
La artista no duda en recurrir al artificio, en la expresión y en la preparación, para narrar una
historia valiéndose de una sola imagen, para incitar a la imaginación a que invente la historia
que hay detrás. Y, al parecer, todo comenzó por la afición a disfrazarse que tenía desde que
era niña; reconoce que no sabe si por aburrimiento, como terapia o por su fascinación por el
maquillaje. El caso es que comenzó jugando con disfraces y maquillaje en la intimidad de su
casa, pero, alentada por Robert Longo, a quien conoció en la universidad, se decidió a
inmortalizar sus “performances” ante la cámara.
Sin considerar que su trabajo sea feminista, en todas las series que ha realizado a los largo de
sus casi 40 años de trabajo ha explorado los innumerables estereotipos de la mujer. Con el
inicio de la década de los 80 quiso llamar la atención hacia su utilización como símbolo sexual
que fomentan las revistas y la televisión, y realizó la serie Centerfolds, representándose como
las modelos de los desplegables en las revistas masculinas.
Todos sus trabajos esconden un mensaje, aunque tenga que recurrir a imágenes que son como
un puñetazo en el estómago… Disasters, Fairy Tales y Disgust pictures son trabajos en los que,
por medio de lo abyecto, representando vísceras, vómitos, mutaciones y personajes de terror,
alerta del cambio que está sufriendo la sociedad, cayendo en un consumismo feroz.
Sherman aparece en la mayoría de sus obras porque le gusta trabajar sola y hacer todo por sí
misma, a lo que se une que contratar modelos puede ser una ardua tarea… lo intentó una vez
y no le gustó la experiencia. Ella afirma que es por la libertad que supone trabajar sola, pero
quizá sea también por timidez: disfrazarse puede resultar muy liberador y, aunque preste su
imagen, su intención no es dejar su esencia, por eso deshecha las imágenes cuando se parecen
demasiado a ella. Ha experimentado también con naturalezas muertas en las que no se
muestra, pero carecen de la fuerza de sus demás trabajos. Y lo cierto es que los coleccionistas
que quieren una obra de Sherman, la quieren con ella y pueden llegar a pagar sumas
exorbitantes: su Untitled #96 se subastó en 2011 en Christies de Nueva York por casi cuatro
millones de dólares.
La mujer de las mil identidades se ve a sí misma como un lienzo en blanco en el que plasmar
diferentes iconografías de mujer y el resultado es, en palabras de Eva Respini, la conservadora
que organizó la retrospectiva en el MoMA en 2013, «una enciclopedia de estereotipos
femeninos». Sus fotografías no son autobiográficas pero, en ocasiones, por medio de la
artificiosidad, parecen plasmar la cruda realidad.
Con el cambio de siglo, empieza a recurrir al tratamiento digital de las imágenes, lo que le
permite crear escenas cromáticamente chillonas y montajes de numerosos caracteres, como
en la serie Clowns, donde no queda muy claro si se trata de una parodia de sí misma.
Enmarcada en opulentos escenarios, los personajes que encarna en sus Society Portraits sin
título no representan personas reales, sin embargo, la artista las ha hecho parecer familiares
en su lucha contra los estándares de belleza que predominan en nuestra sociedad obsesionada
por la juventud y la belleza.
Cindy Sherman, una de las figuras más influyentes del arte contemporáneo para algunos,
también ha sido tachada de egocéntrica o cursi, y de su trabajo hay quien dice que es una
tomadura de pelo, pero para otros rezuma empatía. Solo hay que ver que en la mayoría de sus
retratos mantiene la mirada del espectador parta darse cuenta de la sinceridad de su
representación ¿o será un desafío? La respuesta emocional que a cada uno inspire, tendrá la
última palabra.