Derechos Del Lector Daniel Pennac
Derechos Del Lector Daniel Pennac
Derechos Del Lector Daniel Pennac
recriminó a los adultos que buscan iniciar a los jóvenes en la lectura que les negaran los derechos
que precisamente les harían amar la literatura.
“Es más importante entusiasmar al alumno para que comience a leer por puro placer, que pasarse
todo un curso machacándolo con lecturas obligatorias o tildándoles de buen o mal estudiante”
El derecho a no leer nos permite períodos de descanso, durante los cuales no tenemos ningún
libro en nuestras manos, ya sea porque existen otras obligaciones, otros entretenimientos u otros
intereses que ocupan nuestro tiempo, sin dejar por ello de seguir siendo lectores.
El derecho a saltarse páginas nos brinda la libertad de leer, con una cierta rapidez, textos
extensos cuyo contenido no es de nuestro interés en su totalidad y, aunque se tratara de una novela,
nos permite seguir el hilo de la acción y obviar largas descripciones o reflexiones del autor, que
irrumpen en medio de la trama.
El derecho a releer desarrolla un buen hábito ya que no siempre podemos comprender un escrito
a partir de una primera lectura. Con respecto a las obras literarias, más de una vez descubrimos
nuevos mensajes después de la relectura de una novela o de un cuento, hecho que se acentúa con la
poesía, cuya relectura no solo nos permite descifrar un significado sino que, muchas veces, nos
deleita al volver a recorrer sus versos con la vista.
El derecho a leer cualquier cosa hace que, más de una vez, empecemos por la lectura de “malas
novelas” -especialmente durante la adolescencia- para acceder después, a las “buenas lecturas”.
Según Pennac, “una de las grandes alegrías del pedagogo es -cuando está autorizada cualquier
lectura- ver a un alumno cerrar solo la puerta de la fábrica best-seller para subir a respirar donde el
amigo Balzac.”
6.- El derecho a leer lo que me gusta.
Nuestras primeras emociones como lectores, nuestros recuerdos de lecturas adolescentes y esa
siempre válida postura de lector ingenuo, nos harán disfrutar siempre de la lectura.
El derecho a leer en cualquier parte es aprobado y compartido tanto por ávidos lectores como por
quienes se acercan muy de vez en cuando a la lectura. No importa dónde, lo importante es “leer”,
hasta tal punto que, más de una vez, la concentración y abstracción del mundo real al que nos lleva
la lectura, hace que olvidemos bajar de un autobús o de cumplir con la hora de alguna actividad
planeada previamente.
El derecho a picotear está estrechamente relacionado con la falta de tiempo para leer en forma
completa un libro, pero nos permite abrirlo en cualquier página y descubrir allí el comienzo de una
posterior lectura o simplemente la posibilidad de trasladarnos por unos minutos, a otro mundo o
lugar. Muchas veces volvemos a una lectura ya hecha en busca de un dato determinado o de una
frase recordada a medias.
El derecho a leer en voz alta permite dar vida al texto y compartirlo con el grupo. Pennac
sostiene con certeza que “quien lee de viva voz […], si lee de verdad […], si su lectura es un acto
de simpatía con el auditorio tanto como con el texto y su autor, si logra que se oiga la necesidad de
escribir y despierta nuestra más oscura necesidad de comprender, entonces los libros se abren de
par en par, y la muchedumbre de aquellos que se creían excluidos de la lectura se precipitan en ella
tras él.”
Finalmente, en el derecho a callarnos, aparece una vez más, el acto de leer como un momento
de intimidad del que nadie debe dar explicaciones a nadie. “Nuestras razones para leer son tan
extrañas como nuestras razones para vivir. Y a nadie se le ha otorgado poder para reclamarnos
cuentas sobre esta intimidad.”
EXTRAÍDO DE:
https://elrincondelalengua2016.wordpress.com/la-locura-de-leer/los-derechos-
del-lector/