En el presente trabajo pretendo plantear una serie de inquietudes y
observaciones que fueron cambiando mi forma de ver la clínica. Todo ésto como efecto de lo estudiado por un lado, lo vivenciado en análisis por otro, y lo observado en nuestro medio profesional. Parto de la idea de redescubrir lo inconsciente como base de la clínica. La aparente comprensión de este concepto me llevó años de errores y cegueras respecto de nociones, como la la regla fundamental de asociación libre- atención flotante, compulsión de repetición, actuación, puesta en acto del inconsciente y la transferencia; conceptos todos que solo pueden ser bien calibrados desde el hallazgo fundamental: el inconsciente. Comenzaré con una viñeta clínica para luego exponer algunas ideas respecto a estos conceptos.
Celeste llega a consulta porque se encuentra llena de conflictos: está
separada y no consigue la pensión por alimento mediante un acuerdo, su ex pareja le dejó un auto viejo lleno de deudas y del que no sabe qué hacer, si venderlo o ponerlo a trabajar como taxi, no puede terminar con su carrera quedándole una sola materia. Trabaja pero no gana lo suficiente como para irse de la casa de sus padres que, por cierto, le manejan sus hijas como propias; no puede armar una relación estable y saludable con un hombre terminando siempre en una posición donde la usan y, no puede dejar de producirse vómitos después de comer…, todo ésto la pone muy ansiosa y la deja sumamente triste, buscando rescatarse mediante salidas nocturnas con amistades.
Celeste ya realizó otros intentos de análisis en los que fracasó, nunca
obtenía respuestas ni cambios, sus síntomas persistían indefectiblemente. Ya había hablado en ellos de su madre y su relación con el vómito etc, etc.
Desde el comienzo mostró su dificultad para entrar en asociación libre,
siempre que yo le señalaba un lapsus, un equívoco o le acercaba dos piezas de su material de sesión; ella quedaba en blanco según sus palabras, nunca se le ocurría nada. Sin embargo había un acelerado intento de llegar a sesión y contarme todos sus problemas, uno tras otro, en un relato que trataba de ser reflexivo pero que siempre quedaba circunscripto a la lógica del sentido común. Al poco tiempo surgió en ella la idea de que en su casa, después de comer, automáticamente iba al baño y se provocaba el vómito. Antes y después de su ida al baño había registro de su accionar, pero durante el vómito se disminuía o se suprimía su percepción consciente, apareciendo un blanco; posteriormente sobrevenía una sensación de alivio. Conectamos sus blancos en la casa con los blancos de la sesión, su cabeza llena de problemas con su estómago inflado de comida, su apuro por vaciar los problemas en sesión con sus vómitos. Al fin de cuentas, su dificultad para elaborar en sesión el material “puesto en la mesa” del consultorio era su forma de contar su dificultad de digerir el material en su casa y de su casa.
La paciente comenzó a pedir antes o después de sesión, pasar al baño. Al
marcarle este hecho significativo, nuevamente apareció un blanco a pesar de la evidente conexión. Un día llega enojada contando que fue a buscar a una de sus hijas al jardín de infantes y se dio con que el padre la había retirado sin avisarle, se enfureció, quiso hacer la denuncia policial y no pudo. Habló con el abogado y éste le indicó que en cierta forma el padre estaba en su derecho y, como todavía no había resolución judicial, no se podía hacer nada. Celeste le planteó que nunca se llegaría a un acuerdo porque era tramposo. El abogado insistió en lo mismo. Celeste pensó para sí que tenía que cambiar de abogado. Le marqué que cuando me hablaba de esto tenía la impresión que me estaba graficando lo que sucedía en una parte de su mundo interno, en el que la invadían los problemas llenándola, y que ahora observaba que su modalidad de defensa no le estaba sirviendo, algo tenía que hacer al respecto. Me agregó que a un compañero que le venía insistiendo en comprarle el auto por el tercio de su valor, le había podido decir que no (antes solo atinaba a decirle ideas confusas). Agregó que en esa semana había disminuido su compulsión a ir al baño. Le sugerí que probablemente se estaba dando cuenta como la invadían los problemas, teniendo que tragárselas junto a su bronca sin poder defenderse adecuadamente, que lo que le quedaba era ponerse confusa, en blanco, impotente, pero que había empezado a ver que podía cambiar algo de eso. A propósito de que en sesión también se defendía como lo hacía en su casa y en la vida, pero que algo empezaba a cambiar porque veía que en ella empezaban a surgir asociaciones. La paciente agregó que hace unos días su madre llego apurada de la calle al mediodía “envuelta en llamas”, se dispuso a cocinar mientras hacía llamadas por temas urgentes de su trabajo. Su padre, sentado en la mesa, le pedía insistentemente que le sirva la comida, mientras ella, mi paciente, trataba de contarle sus problemas a la madre. Pronto vio que su madre no la estaba escuchando, que estaba en otro lugar y que en un momento ésta le preguntó que le estaba diciendo, que no le había entendido. Intervine diciéndole que a veces su blanco es una forma de ponerse como su madre envuelta en llamas que no puede escuchar nada y que probablemente en sesión a veces ella era ella misma, pero que otras veces, yo ocupaba su lugar tratando de decirle cosas y ella ocupaba el lugar de su madre que no podía entenderla. Me mostraba en acto, poniéndome en su lugar, como se sentía impotente ante una madre que no le ayudaba a metabolizar lo que le pasaba. Agregó que estaba como su padre esperando que le solucionen sus problemas. Le interpuse que tal vez a veces ella me podría sentir a mí como un padre que no le aporta nada. No respondió nada.
Más adelante contó que se había peleado con su novio. Inmediatamente
después del hecho, salió con una amiga a un bar. Cuando fue al baño, vio el botón de la cadena y le dio la impresión de que era parecido a un toma corrientes de electricidad. Se rió. Asoció que en su trabajo hay un toma corrientes roto y que sus compañeros pusieron un dibujo en hoja de toma en el hueco del mismo. Luego advirtió que nuca se había percatado, hasta hace unos días, que en el baño de su casa había estado siempre arriba del inodoro un toma corrientes. En ese momento le recordé que el trabajo de su padre estaba directamente conectado con el tema electricidad. Quedó sorprendida sin poder continuar sus asociaciones. Le agregué que tal vez nunca se había percatado de que por arriba de su problemática con su madre había un tema con su padre.
Podemos, desde la lectura del material ir haciendo un pasaje de
impresiones. Podemos empezar pensando en una paciente con pocos recursos psíquicos para mentalizar su problemática, con tendencia a la actuación y que no sería una paciente para analizar o de diván. Pero hacia el final del material nos va dando la impresión de que hay algo que se puede hacer con esta paciente. Por lo menos esa es mi impresión actualmente.
Tendríamos que poder ir zanjando la diferencia entre lo que sería, en la
clínica, una actuación y lo que sería una puesta en acto del inconsciente. En la primera, “blanco” tiene el sentido de lo que no se puede representar y de lo que pasa directamente desde el inconsciente al sistema motor sin mediación de palabra y que nos llevaría a posicionarnos frente a Celeste en un lugar de apoyo donde uno, como terapeuta, tendría que prestarle parte de su aparato psíquico para parchar algo que no está. En la otra vereda, “blanco” tendría el sentido que Freud le da a la actitud de su paciente en “Recuerdo, Repetición y Elaboración” cuando dice “En especial, él empieza la cura con una repetición así. A menudo, tras comunicar a cierto paciente de variada biografía y prolongado historial clínico la regla fundamental del psicoanálisis, y exhortarlo luego a decir todo cuanto se le ocurra, uno espera que sus comunicaciones afluyan en torrente, pero experimenta, al principio, que no sabe decir palabra. Calla, y afirma que no se le ocurre nada. Esta no es, desde luego, sino la repetición de una actitud homosexual que se esfuerza hacia el primer plano como resistencia a todo recordar. Y durante el lapso que permanezca en tratamiento no se liberará de esta compulsión de repetición; uno comprende, al fin, que esta es su manera de recordar. Por supuesto que lo que más nos interesa es la relación de esta compulsión de repetir con la transferencia y la resistencia. Pronto advertimos que la transferencia misma es una pieza de la repetición, y la repetición es la transferencia del pasado olvidado.”(S. Freud 1914 ,152pg)
Siguiendo lo que el Dr. Héctor Krakov nos propone en su ponencia “Estudio
sobre el concepto de Agieren”, terminamos comprendiendo que habría una peligrosa tendencia a pensar los actos motores de los pacientes como efecto de una psique deficitaria y no como efecto de la represión, y su actuar en consultorio como una actuación de la pulsión de muerte y no una repetición de algo que se cuenta en acto, una forma recordar. (H. Krakov “Estudios sobre el Concepto de Agieren”).
Desde la experiencia propia y, en consonancia con la historia de Freud,
vemos como armamos el dispositivo analítico para albergar la transferencia, pero que, en vez de trabajar con ella, la evitamos, tomándola como algo que interfiere en nuestro trabajo cómodo de interpretar, la que debería ser la pieza fundamental para recordar y elaborar. Ubicar la transferencia en este lugar tiene un precio: poner el cuerpo y la paciencia de ir pisando por donde pisa el paciente, en un escenario que irá proponiendo éste a su tiempo. Digo poner el cuerpo, en el sentido de poner el foco atencional en lo que va impactando de lo dicho y actuado por el paciente, en nosotros como analistas (atención flotante). Tal vez, en los tiempos en que predominan terapias donde se propone actuar desde la conciencia del terapeuta sobre la otra conciencia del consultante, en un trabajo de yo a yo, donde la atención ya no es “flotante”, sino centrada en el relato lógico del sentido común, la propuesta analítica se vuelve nuevamente un desafío.
Es probable que Celeste haya recibido información correcta sobre su
sintomatología y su problemática en sus anteriores terapias pero, ¿por qué esto no produjo modificaciones según nos informó? Por lo que observé, se tiende a explicar a los pacientes lo que les pasa haciéndoles ingresar por el polo Pcc aquello que tendría que salir desde el inconsciente del mismo; haciendo el analista, con esta errónea forma de actuar, oídos sordos y vista ciega a lo que pasa aquí y ahora en el consultorio. Lo cierto es, que al no hacernos cargo de la transferencia que se instala en la sesión, volvemos inocuo el trabajo. Así aparecen quejas que no nos sorprenden y de las que a veces no sabemos justificar como la de mi paciente que nos informa que hizo terapias por muchos años y no vio ningún cambio. Hay que hacernos cargo de la transferencia, pero no de cualquier modo, no forzándola a que aparezca ni evitándola, sino dejando que ésta acontezca según el ritmo proponga el paciente. Pero ésta se desplegará también a consecuencia de nuestra actitud y de nuestras intervenciones e interpretaciones. Estas últimas no pueden ser explicaciones magistrales de lo que le pasa como si fuera una clase de facultad, esa no sería la forma de volver a un consultante en paciente, de transformar su neurosis en una neurosis de transferencia, menos aún la forma de elaborar sus conflictos. Es a partir de lo que nos cuenta el paciente en sesión, junto a lo que hace en sesión y con las sesiones, usando las palabras del paciente, y aquello que impacta en nosotros como analistas; pisando donde el paciente pisa, viendo en las escenas que cuenta y que ejecuta con nosotros y lo que hace con el espacio analítico; es que podrá el paciente explicarnos su locura privada. De nada había valido en mi paciente la información de que su vómito tenía que ver con su madre, pero toma otro peso cuando esto se lo dice desde sus palabras y desde lo que sucede en sesión. Nuevamente, la tendencia a no ver lo que despliega el paciente en sesión como una forma de contar lo que pasa en un sector de su vida psíquica y no como un relato de un problema del mundo externo, la tendencia del terapeuta o analistas incluso, a influir en el paciente desde la conciencia aconsejando de yo a yo; es no haber hecho nosotros como analista el hallazgo fundamental freudiano del inconsciente en nuestra historia personal. Intuyo que parte de la causa que nos lleva a esta falla se encuentra en el hecho sorprendente de ver una cantidad importante de profesionales que ejercen su profesión sin haber pasado por un proceso de análisis personal, hecho que es fundamental para realizar vivencialmente este hallazgo estructurante para nuestro posicionamiento como analistas. El negar esta herida narcisista de sabernos desterrados y descentrados de nosotros mismos, sería parte de la causa de por qué habría un aparente fracaso del psicoanálisis.
Bibliografía
Freud, S. (1914). Obras Completas. En Recordar, repetir y elaborar (Nuevos
consejos sobre la técnica del psicoanálisis. Freud, S. (1912). Obras Completas. En Dinámica d ela Transferencia (Vol. XII, pág. 195). Buenos Aires, Londres: Amorrortu Editores y la Standard Edition. Krakov, H. (s.f.). Estudio sobre el concepto de Agieren.