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Sobre el lugar de la puesta en acto del inconsciente en la clínica

Autor:

Lic. Santiago Pereira

Teléfono: 0381-6003401

Dirección de e-mail: [email protected]

Grupo de Referencia: U.N.S.T.A.

Eje temático: Psicología Clínica

Palabras Claves: Transferencia - Agieren – Puesta en Acto – Inconsciente.

En el presente trabajo pretendo plantear una serie de inquietudes y


observaciones que fueron cambiando mi forma de ver la clínica. Todo ésto como
efecto de lo estudiado por un lado, lo vivenciado en análisis por otro, y lo
observado en nuestro medio profesional. Parto de la idea de redescubrir lo
inconsciente como base de la clínica. La aparente comprensión de este concepto
me llevó años de errores y cegueras respecto de nociones, como la la regla
fundamental de asociación libre- atención flotante, compulsión de repetición,
actuación, puesta en acto del inconsciente y la transferencia; conceptos todos que
solo pueden ser bien calibrados desde el hallazgo fundamental: el inconsciente.
Comenzaré con una viñeta clínica para luego exponer algunas ideas respecto a
estos conceptos.

Celeste llega a consulta porque se encuentra llena de conflictos: está


separada y no consigue la pensión por alimento mediante un acuerdo, su ex
pareja le dejó un auto viejo lleno de deudas y del que no sabe qué hacer, si
venderlo o ponerlo a trabajar como taxi, no puede terminar con su carrera
quedándole una sola materia. Trabaja pero no gana lo suficiente como para irse
de la casa de sus padres que, por cierto, le manejan sus hijas como propias; no
puede armar una relación estable y saludable con un hombre terminando siempre
en una posición donde la usan y, no puede dejar de producirse vómitos después
de comer…, todo ésto la pone muy ansiosa y la deja sumamente triste, buscando
rescatarse mediante salidas nocturnas con amistades.

Celeste ya realizó otros intentos de análisis en los que fracasó, nunca


obtenía respuestas ni cambios, sus síntomas persistían indefectiblemente. Ya
había hablado en ellos de su madre y su relación con el vómito etc, etc.

Desde el comienzo mostró su dificultad para entrar en asociación libre,


siempre que yo le señalaba un lapsus, un equívoco o le acercaba dos piezas de
su material de sesión; ella quedaba en blanco según sus palabras, nunca se le
ocurría nada. Sin embargo había un acelerado intento de llegar a sesión y
contarme todos sus problemas, uno tras otro, en un relato que trataba de ser
reflexivo pero que siempre quedaba circunscripto a la lógica del sentido común. Al
poco tiempo surgió en ella la idea de que en su casa, después de comer,
automáticamente iba al baño y se provocaba el vómito. Antes y después de su ida
al baño había registro de su accionar, pero durante el vómito se disminuía o se
suprimía su percepción consciente, apareciendo un blanco; posteriormente
sobrevenía una sensación de alivio. Conectamos sus blancos en la casa con los
blancos de la sesión, su cabeza llena de problemas con su estómago inflado de
comida, su apuro por vaciar los problemas en sesión con sus vómitos. Al fin de
cuentas, su dificultad para elaborar en sesión el material “puesto en la mesa” del
consultorio era su forma de contar su dificultad de digerir el material en su casa y
de su casa.

La paciente comenzó a pedir antes o después de sesión, pasar al baño. Al


marcarle este hecho significativo, nuevamente apareció un blanco a pesar de la
evidente conexión.
Un día llega enojada contando que fue a buscar a una de sus hijas al jardín
de infantes y se dio con que el padre la había retirado sin avisarle, se enfureció,
quiso hacer la denuncia policial y no pudo. Habló con el abogado y éste le indicó
que en cierta forma el padre estaba en su derecho y, como todavía no había
resolución judicial, no se podía hacer nada. Celeste le planteó que nunca se
llegaría a un acuerdo porque era tramposo. El abogado insistió en lo mismo.
Celeste pensó para sí que tenía que cambiar de abogado. Le marqué que cuando
me hablaba de esto tenía la impresión que me estaba graficando lo que sucedía
en una parte de su mundo interno, en el que la invadían los problemas llenándola,
y que ahora observaba que su modalidad de defensa no le estaba sirviendo, algo
tenía que hacer al respecto. Me agregó que a un compañero que le venía
insistiendo en comprarle el auto por el tercio de su valor, le había podido decir que
no (antes solo atinaba a decirle ideas confusas). Agregó que en esa semana había
disminuido su compulsión a ir al baño. Le sugerí que probablemente se estaba
dando cuenta como la invadían los problemas, teniendo que tragárselas junto a su
bronca sin poder defenderse adecuadamente, que lo que le quedaba era ponerse
confusa, en blanco, impotente, pero que había empezado a ver que podía cambiar
algo de eso. A propósito de que en sesión también se defendía como lo hacía en
su casa y en la vida, pero que algo empezaba a cambiar porque veía que en ella
empezaban a surgir asociaciones. La paciente agregó que hace unos días su
madre llego apurada de la calle al mediodía “envuelta en llamas”, se dispuso a
cocinar mientras hacía llamadas por temas urgentes de su trabajo. Su padre,
sentado en la mesa, le pedía insistentemente que le sirva la comida, mientras ella,
mi paciente, trataba de contarle sus problemas a la madre. Pronto vio que su
madre no la estaba escuchando, que estaba en otro lugar y que en un momento
ésta le preguntó que le estaba diciendo, que no le había entendido. Intervine
diciéndole que a veces su blanco es una forma de ponerse como su madre
envuelta en llamas que no puede escuchar nada y que probablemente en sesión a
veces ella era ella misma, pero que otras veces, yo ocupaba su lugar tratando de
decirle cosas y ella ocupaba el lugar de su madre que no podía entenderla. Me
mostraba en acto, poniéndome en su lugar, como se sentía impotente ante una
madre que no le ayudaba a metabolizar lo que le pasaba. Agregó que estaba
como su padre esperando que le solucionen sus problemas. Le interpuse que tal
vez a veces ella me podría sentir a mí como un padre que no le aporta nada. No
respondió nada.

Más adelante contó que se había peleado con su novio. Inmediatamente


después del hecho, salió con una amiga a un bar. Cuando fue al baño, vio el botón
de la cadena y le dio la impresión de que era parecido a un toma corrientes de
electricidad. Se rió. Asoció que en su trabajo hay un toma corrientes roto y que sus
compañeros pusieron un dibujo en hoja de toma en el hueco del mismo. Luego
advirtió que nuca se había percatado, hasta hace unos días, que en el baño de su
casa había estado siempre arriba del inodoro un toma corrientes. En ese momento
le recordé que el trabajo de su padre estaba directamente conectado con el tema
electricidad. Quedó sorprendida sin poder continuar sus asociaciones. Le agregué
que tal vez nunca se había percatado de que por arriba de su problemática con su
madre había un tema con su padre.

Podemos, desde la lectura del material ir haciendo un pasaje de


impresiones. Podemos empezar pensando en una paciente con pocos recursos
psíquicos para mentalizar su problemática, con tendencia a la actuación y que no
sería una paciente para analizar o de diván. Pero hacia el final del material nos va
dando la impresión de que hay algo que se puede hacer con esta paciente. Por lo
menos esa es mi impresión actualmente.

Tendríamos que poder ir zanjando la diferencia entre lo que sería, en la


clínica, una actuación y lo que sería una puesta en acto del inconsciente. En la
primera, “blanco” tiene el sentido de lo que no se puede representar y de lo que
pasa directamente desde el inconsciente al sistema motor sin mediación de
palabra y que nos llevaría a posicionarnos frente a Celeste en un lugar de apoyo
donde uno, como terapeuta, tendría que prestarle parte de su aparato psíquico
para parchar algo que no está. En la otra vereda, “blanco” tendría el sentido que
Freud le da a la actitud de su paciente en “Recuerdo, Repetición y Elaboración”
cuando dice “En especial, él empieza la cura con una repetición así. A menudo,
tras comunicar a cierto paciente de variada biografía y prolongado historial clínico
la regla fundamental del psicoanálisis, y exhortarlo luego a decir todo cuanto se le
ocurra, uno espera que sus comunicaciones afluyan en torrente, pero
experimenta, al principio, que no sabe decir palabra. Calla, y afirma que no se le
ocurre nada. Esta no es, desde luego, sino la repetición de una actitud
homosexual que se esfuerza hacia el primer plano como resistencia a todo
recordar. Y durante el lapso que permanezca en tratamiento no se liberará de esta
compulsión de repetición; uno comprende, al fin, que esta es su manera de
recordar. Por supuesto que lo que más nos interesa es la relación de esta
compulsión de repetir con la transferencia y la resistencia. Pronto advertimos que
la transferencia misma es una pieza de la repetición, y la repetición es la
transferencia del pasado olvidado.”(S. Freud 1914 ,152pg)

Siguiendo lo que el Dr. Héctor Krakov nos propone en su ponencia “Estudio


sobre el concepto de Agieren”, terminamos comprendiendo que habría una
peligrosa tendencia a pensar los actos motores de los pacientes como efecto de
una psique deficitaria y no como efecto de la represión, y su actuar en consultorio
como una actuación de la pulsión de muerte y no una repetición de algo que se
cuenta en acto, una forma recordar. (H. Krakov “Estudios sobre el Concepto de
Agieren”).

Desde la experiencia propia y, en consonancia con la historia de Freud,


vemos como armamos el dispositivo analítico para albergar la transferencia, pero
que, en vez de trabajar con ella, la evitamos, tomándola como algo que interfiere
en nuestro trabajo cómodo de interpretar, la que debería ser la pieza fundamental
para recordar y elaborar. Ubicar la transferencia en este lugar tiene un precio:
poner el cuerpo y la paciencia de ir pisando por donde pisa el paciente, en un
escenario que irá proponiendo éste a su tiempo. Digo poner el cuerpo, en el
sentido de poner el foco atencional en lo que va impactando de lo dicho y actuado
por el paciente, en nosotros como analistas (atención flotante). Tal vez, en los
tiempos en que predominan terapias donde se propone actuar desde la conciencia
del terapeuta sobre la otra conciencia del consultante, en un trabajo de yo a yo,
donde la atención ya no es “flotante”, sino centrada en el relato lógico del sentido
común, la propuesta analítica se vuelve nuevamente un desafío.

Es probable que Celeste haya recibido información correcta sobre su


sintomatología y su problemática en sus anteriores terapias pero, ¿por qué esto no
produjo modificaciones según nos informó? Por lo que observé, se tiende a
explicar a los pacientes lo que les pasa haciéndoles ingresar por el polo Pcc
aquello que tendría que salir desde el inconsciente del mismo; haciendo el
analista, con esta errónea forma de actuar, oídos sordos y vista ciega a lo que
pasa aquí y ahora en el consultorio. Lo cierto es, que al no hacernos cargo de la
transferencia que se instala en la sesión, volvemos inocuo el trabajo. Así aparecen
quejas que no nos sorprenden y de las que a veces no sabemos justificar como la
de mi paciente que nos informa que hizo terapias por muchos años y no vio ningún
cambio. Hay que hacernos cargo de la transferencia, pero no de cualquier modo,
no forzándola a que aparezca ni evitándola, sino dejando que ésta acontezca
según el ritmo proponga el paciente. Pero ésta se desplegará también a
consecuencia de nuestra actitud y de nuestras intervenciones e interpretaciones.
Estas últimas no pueden ser explicaciones magistrales de lo que le pasa como si
fuera una clase de facultad, esa no sería la forma de volver a un consultante en
paciente, de transformar su neurosis en una neurosis de transferencia, menos aún
la forma de elaborar sus conflictos. Es a partir de lo que nos cuenta el paciente en
sesión, junto a lo que hace en sesión y con las sesiones, usando las palabras del
paciente, y aquello que impacta en nosotros como analistas; pisando donde el
paciente pisa, viendo en las escenas que cuenta y que ejecuta con nosotros y lo
que hace con el espacio analítico; es que podrá el paciente explicarnos su locura
privada. De nada había valido en mi paciente la información de que su vómito
tenía que ver con su madre, pero toma otro peso cuando esto se lo dice desde sus
palabras y desde lo que sucede en sesión. Nuevamente, la tendencia a no ver lo
que despliega el paciente en sesión como una forma de contar lo que pasa en un
sector de su vida psíquica y no como un relato de un problema del mundo externo,
la tendencia del terapeuta o analistas incluso, a influir en el paciente desde la
conciencia aconsejando de yo a yo; es no haber hecho nosotros como analista el
hallazgo fundamental freudiano del inconsciente en nuestra historia personal.
Intuyo que parte de la causa que nos lleva a esta falla se encuentra en el hecho
sorprendente de ver una cantidad importante de profesionales que ejercen su
profesión sin haber pasado por un proceso de análisis personal, hecho que es
fundamental para realizar vivencialmente este hallazgo estructurante para nuestro
posicionamiento como analistas. El negar esta herida narcisista de sabernos
desterrados y descentrados de nosotros mismos, sería parte de la causa de por
qué habría un aparente fracaso del psicoanálisis.

Bibliografía

Freud, S. (1914). Obras Completas. En Recordar, repetir y elaborar (Nuevos


consejos sobre la técnica del psicoanálisis.
Freud, S. (1912). Obras Completas. En Dinámica d ela Transferencia (Vol. XII,
pág. 195). Buenos Aires, Londres: Amorrortu Editores y la Standard Edition.
Krakov, H. (s.f.). Estudio sobre el concepto de Agieren.

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