Sindrome de La Vaca Gorda
Sindrome de La Vaca Gorda
Sindrome de La Vaca Gorda
También conocida como la enfermedad del hígado graso, esta es una afección de carácter
nutricional que padecen especialmente las vacas lecheras de alta producción. El desorden
metabólico tiende a desarrollarse al inicio de la lactancia.
Algunos de los signos que se pueden observar son la pérdida de peso corporal, la vaca se echa y se
vuelve a levantar, dolor abdominal, entre otros. El síndrome de hígado graso también puede estar
relacionado con otras enfermedades como cetosis, hipocalcemia, fiebre de leche, y algunas
alteraciones en la fertilidad.
Alonso Sánchez Dulcey, médico veterinario y zootecnista, indicó que el hígado graso es un problema
de déficit de energía por un mal manejo nutricional que está relacionado con la obesidad.
Indicó que esta enfermedad se presenta generalmente en vacas de lechería especializada cuando
son sobrealimentadas para obtener una mayor producción.
"Es recomendable que la condición corporal de una vaca de leche no esté por encima de 3.50
puntos, ya que un animal que se encuentre por encima de esa medida se podría considerar gordo",
expuso.
Señaló que se recomienda hacer esta evaluación al momento del secado, en el parto, en el pico de
lactancia, en la lactancia media y en la tardía.
Aristizábal sostuvo que todas las vacas después de parir pierden condición corporal. Lo ideal es que
es que el nivel de grasa del cuerpo durante el secado sea el mismo que el del parto, es decir, entre
3.25 y 3.50 puntos.
El experto manifestó que cuando una vaca está por encima de los 4 puntos, significa que el animal
está demasiado gordo y tiene un sobre acondicionamiento corporal, una situación que resulta
indeseable.
"Durante el parto, una vaca con esta condición va a mover una mayor cantidad de reservas
corporales y luego va a tardar en aumentar el consumo de materia seca voluntario posparto, cuando
en realidad lo que se necesita es que incremente esa ingesta para que supere el balance energético
negativo", detalló.
Agregó que como la vaca no va a aumentar el consumo de materia seca, el balance energético
negativo será mayor, y por ende va a haber una cantidad de grasa superior en circulación (ácidos
grasos no esterificados) que va a ir a parar en el hígado.
Los expertos recomiendan brindarles a los animales alimentos fibrosos y mantener el equilibrio
nutricional adecuado de acuerdo al nivel productivo, edad, número de partos, raza y otros para de
esa manera evitar la obesidad.
2.
Definición. Es una enfermedad metabólica que afecta a las vacas al inicio de la lactancia, debido a un
déficit de energía, que el organismo trata de compensar movilizando grasa de los depósitos; la
movilización excesiva produce infiltración de grasa en diferentes órganos y tejidos, alterando su
función (Contreras, 1990).
Presentación. Esta alteración comienza a desarrollarse poco antes del parto, pero su momento más
severo es al inicio de la lactancia (Gerlof y col., 1986; Cadórniga-Valiño, 1997). Se ha observado en
las vacas gordas, pero también en aquellas de condición corporal media, por ello la condición
corporal al parto es considerada sólo un factor predisponente. Reid (1980) ha podido comprobar
que existe una correlación positiva entre la pérdida de peso corporal postparto y la presentación del
síndrome, lo que explicaría la presentación en vacas gordas y también en vacas con un estado
nutricional medio que sufren un déficit de energía.
El proceso de movilización de grasas se inicia algunas semanas previas al parto, sin embargo, la
expresión patológica más severa se observa frecuentemente en la segunda semana de lactancia, en
donde la infiltración de grasa en el hígado puede ser de 20% o más (Skaar y col., 1989; Bestic y col.,
1993; Gruffat y col., 1997). Se acepta como fisiológicamente normal un porcentaje de infiltración
grasa de 12-13%, el que paulatinamente comienza a disminuir en la medida que progresa la lactancia
(Gerloff, 1986; Herdt, 1988).
La adaptación para que las vías glucogénicas puedan responder con eficiencia a las demandas de la
lactancia, se inicia al final de la gestación, con cambios hormonales que permiten almacenar una
adecuada cantidad de grasas, glucógeno hepático y reservas de aminoácidos, para que cuando
ocurra el parto estén disponibles y puedan satisfacer los requerimientos de la lactancia.
En esta condición, las hormonas lipolíticas determinan que la capacidad de movilización de grasas de
los tejidos de depósitos sea óptima, para lo cual provocan la activación, por fosforilación mediada
por AMPc, de una lipasa hormonosensible para triglicéridos, que se encuentra en el tejido graso, la
que paulatinamente los transforma en diglicéridos; posteriormente las hidrolasas específicas de
diglicéridos y monoglicéridos liberan ácidos grasos y glicerol. Los ácidos grasos son transportados en
el torrente sanguíneo unidos a albúminas específicas y el glicerol parece ser transportado tal cual, en
solución (MacGilvery, 1979)
La formación de AMPc en el tejido adiposo y muscular puede ser estimulada por adrenalina y
noradrenalina, por ello en el estrés se produce pérdida de peso y aumento de la concentración de
ácidos grasos en la sangre (MacGilvery, 1979).
La degradación de los ácidos grasos producidos es por ß-oxidación, dando origen a moléculas de
acetil CoA, las que incorporadas al ciclo de Krebs producen energía en forma de ATP. Esto ocurre
principalmente en el hígado, pero también en riñones y músculos. El glicerol dará origen a glucosa,
particularmente, en el hígado. Cuando la cantidad de grasa movilizada excede la capacidad de
oxidación del hígado, las moléculas de acetil CoA no ingresan al ciclo de Krebs, por insuficiencia de
oxalacetato, así, el acetil CoA excedente da origen a cuerpos cetónicos. En estas circunstancias el
exceso de ácidos grasos y de glicerol que ingresa al hepatocito no se oxida, se reesterifica, dando
origen a triglicéridos, ahora, dentro de la célula hepática (Herdt, 1988; Grummer, 1993).
La infiltración de triglicéridos altera las funciones del hígado; recientemente Cadórniga-Valiño y col.
(1997) sostienen que disminuye la capacidad de neoglucogénesis, limitando con ello la eficiencia de
los mecanismos compensatorios de la vaca para enfrentar el déficit de energía al inicio de la
lactancia. Reid (1980) señalaba que las lesiones observadas en el hígado son: aumento de volumen
del hepatocito, compresión de los sinusoides, disminución del retículo endoplásmico y daño en las
mitocondrias. Este proceso de infiltración de grasas que afecta al hígado, músculos, riñones,
adrenales y otros tejidos ayuda a entender las manifestaciones clínicas que son posibles de observar
en los rebaños lecheros.
3.
Enfermedad de la Vaca Gorda.Es una enfermedad metabólica que afecta a las vacas al inicio de la
lactancia, debido a un déficit de energía, que el organismo trata de compensar movilizando grasa de
los depósitos; la movilización excesiva produce infiltración de grasa en diferentes órganos y tejidos,
alterando su función.
Esta alteración comienza a desarrollarse poco antes del parto, pero su momento más severo es al
inicio de la lactancia. El proceso de movilización de grasas se inicia algunas semanas previas al parto,
sin embargo, la expresión patológica más severa se observa frecuentemente en la segunda semana
de lactancia, en donde la infiltración de grasa en el hígado puede ser de 20% o más).
La causa más frecuente de deficiencias de energía se encuentra asociada a una ingesta insuficiente
de alimentos, ya sea por falta de aporte o limitaciones del consumo voluntario.
Esta situación se puede presentar al emplear forrajes con escasa cantidad de materia seca, que
producen replesión ruminal, sin cubrir los requerimientos, trastornos digestivos que alteren la
absorción, disminución del apetito o alimentos de mala calidad, con escasa digestibilidad o mal
balanceados, también el estrés del parto, los desbalances hormonales y una combinación de estos
factores pueden provocar el déficit de energía.
Como consecuencia del déficit energético se produce una baja de la concentración sanguínea de
glucosa y consecuentemente de la producción de ATP, que estimula la movilización de las reservas
ubicadas en las grasas de depósito y músculos, lo que conduce a que el animal pierda peso y
condición corporal.
La movilización de las reservas involucra la liberación de ácidos grasos libres desde los depósitos de
grasas y de aminoácidos glucogénicos desde los músculos, elementos que son transportados por la
sangre a diferentes órganos, como adrenales, riñones, músculos y principalmente hígado para ser
metabolizados. Al ser mayor la cantidad de ácidos grasos libres movilizados que los oxidados, estos
se depositan intracelularmente en forma de grasas neutras o triglicéridos provocando una
infiltración grasa en los órganos antes mencionados.
Como consecuencia de la infiltración grasa se produce una alteración estructural y funcional de los
órganos comprometidos. El hígado desempeña un rol fundamental en el metabolismo animal, por lo
que sus alteraciones repercuten severamente en la salud y capacidad productiva del individuo, por
lo que no es de extrañar que se observe una mayor incidencia de trastornos metabólicos y una
menor fertilidad en los animales que cursan con esta patología.