Resumen de Los 4 Acuerdos

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Facultad de Economía

Escuela de Turismo

Estudiante:
Addy Escarly Pujols
Matricula:
100532566
Materia:
Formul Y Adm Proyectos Turist
Sección:
ADM3250-1
Profesor:
Máximo Antonio Castillo Rodríguez
Trabajo sobre:
Los 4 Acuerdos
La domesticación y el sueño del planeta:
Soñar es la función principal de la mente, y la mente sueña veinticuatro horas al día.
Sueña cuando el cerebro está despierto y también cuando está dormido. La diferencia
estriba en que, cuando el cerebro está despierto, hay un marco material que nos hace
percibir las cosas de una forma lineal. Cuando dormimos no tenemos ese marco, y el
sueño tiende a cambiar constantemente.

Nacemos con la capacidad de aprender a soñar, y los seres humanos que nos preceden
nos enseñan a soñar de la forma en que lo hace la sociedad. El sueño externo tiene tantas
reglas que, cuando nace un niño, captamos su atención para introducir estas reglas en su
mente. El sueño externo utiliza a mamá y papá, la escuela y la religión para enseñarnos a
soñar. Los adultos que nos rodeaban captaron nuestra atención y, por medio de la
repetición, introdujeron información en nuestra mente. Así es como aprendimos todo lo
que sabemos. Aprendimos cómo comportarnos en sociedad: qué creer y qué no creer; qué
es aceptable y qué no lo es; qué es bueno y qué es malo; qué es bello y qué es feo; qué es
correcto y qué es incorrecto. Ya estaba todo allí. Todo el conocimiento, todos los
conceptos y todas las reglas sobre la manera de comportarse en el mundo.

Los niños compiten por la atención de sus padres, sus profesores, sus amigos: “Mírame!
¡Mira lo que hago! ¡Eh, que estoy aquí!”. La necesidad de atención se vuelve muy fuerte
y continúa en la edad adulta. El sueño externo capta nuestra atención y nos enseña qué
creer, empezando por la lengua que hablamos. El lenguaje es el código que utilizamos los
seres humanos para comprendernos y comunicarnos. Cada letra, cada palabra de cada
lengua, es un acuerdo. De niños no tuvimos la oportunidad de escoger nuestras creencias,
pero estuvimos de acuerdo con la información que otros seres humanos nos transmitieron
del sueño del planeta. La única forma de almacenar información es por acuerdo.

Llamo a este proceso “la domesticación de los seres humanos”. A través de esta
domesticación aprendemos a vivir y a soñar. En la domesticación humana, la información
del sueño externo se transfiere al sueño interno y crea todo nuestro sistema de creencias.
Domesticamos a los niños de la misma manera en que domesticamos a un perro, un gato
o cualquier otro animal. Para enseñar a un perro, lo castigamos y lo recompensamos.
En el proceso de domesticación, perdimos todas nuestras tendencias naturales. Y cuando
fuimos lo bastante mayores para que nuestra mente lo comprendiera, aprendimos a decir
que no. El adulto decía: “No hagas esto y no hagas lo otro si”. Nosotros nos rebelábamos
y respondíamos: “iNo!”. Nos rebelábamos para defender nuestra libertad. Queríamos ser
nosotros mismos, pero éramos muy pequeños y los adultos eran grandes y fuertes.
Después de cierto tiempo, empezamos a sentir miedo porque sabíamos que cada vez que
hiciéramos algo incorrecto recibiríamos un castigo. Estamos tan bien entrenados que
somos nuestro propio domador. Somos un animal autodomesticado.

El Juez interior utiliza lo que está en nuestro Libro de la Ley para juzgar todo lo que
hacemos y dejamos de hacer, todo lo que pensamos y no pensamos, todo lo que sentimos
y no sentimos. Cada vez que hacemos algo que va contra el Libro de la Ley, el Juez dice
que somos culpables, que necesitamos un castigo, que debemos sentirnos avergonzados.
Esto ocurre muchas veces al día, día tras día, durante todos los años de nuestra vida. Por
este motivo, necesitamos una gran valentía para desafiar nuestras propias creencias;
porque, aunque sepamos que no las escogimos, también es cierto que las aceptamos. El
acuerdo es tan fuerte, que incluso cuando sabemos que el concepto es erróneo, sentimos
la culpa, el reproche y la vergüenza que aparecen cuando actuamos en contra de esas
reglas.

Si comparamos el sueño de la sociedad humana con la descripción del infierno que las
distintas religiones de todo el mundo han divulgado, descubrimos que son exactamente
iguales. Las religiones dicen que el infierno es un lugar de castigo, de miedo, de dolor y
de sufrimiento, un lugar donde el fuego te quema. Cada vez que sentimos emociones
como la cólera, los celos, la envidia o el odio, experimentamos un fuego que arde en
nuestro interior. Vivimos en el sueño del infierno. Toda la humanidad busca la verdad, la
justicia y la belleza. Estamos inmersos en una búsqueda eterna de la verdad porque sólo
creemos en las mentiras que hemos almacenado en nuestra mente. Buscamos la justicia
porque en el sistema de creencias que tenemos no existe.

Pero nadie nos maltrata más que nosotros mismos; el Juez, la Víctima y el sistema de
creencias son los que nos llevan a hacerlo. Es cierto que algunas personas dicen que su
marido o su mujer, su madre o su padre las maltrató, pero sabemos que nosotros nos
maltratamos todavía más. Necesitamos que los demás nos acepten y nos amen, pero nos
resulta imposible aceptarnos y amarnos a nosotros mismos. Cuanta más autoestima
tenemos, menos nos maltratamos. El abuso de uno mismo nace del autorrechazo, y éste
de la imagen que tenemos de lo que significa ser perfecto y de la imposibilidad de alcanzar
ese ideal. Nuestra imagen de perfección es la razón por la cual nos rechazamos; es el
motivo por el cual no nos aceptamos a nosotros mismos tal como somos y no aceptamos
a los demás tal como son.

El preludio de un nuevo sueño


Has establecido millares de acuerdos contigo mismo, con otras personas, con el sueño
que es tu vida, con Dios, con la sociedad, con tus padres, con tu pareja, con tus hijos; pero
los acuerdos más importantes son los que has hecho contigo mismo. En esos acuerdos te
has dicho quién eres, qué sientes, qué crees y cómo debes comportarte. El resultado es lo
que llamas tu personalidad. En esos acuerdos dices: “Esto es lo que soy. Esto es lo que
creo. Soy capaz de hacer ciertas cosas y hay otras que no puedo hacer. Esto es real y lo
otro es fantasía; esto es posible y aquello es imposible”.

¿Cómo podemos cambiar todo el sueño de nuestra vida cuando ni siquiera tenemos poder
para cambiar hasta el acuerdo más insignificante? Cuando finalmente estemos dispuestos
a cambiarlos, habrá cuatro acuerdos muy poderosos que nos ayudarán a romper aquellos
otros que surgen del miedo y agotan nuestra energía. Cada vez que rompes un acuerdo,
todo el poder que utilizaste para crearlo vuelve a ti. Si los adoptas, estos cuatro acuerdos
crearán el poder personal necesario para que cambies todo tu antiguo sistema de acuerdos.
Necesitas una gran voluntad para adoptar los Cuatro Acuerdos, pero si eres capaz de
empezar a vivir con ellos, tu vida se transformará de una manera asombrosa. Verás cómo
el drama del infierno desaparece delante de tus mismos ojos. En lugar de vivir en el sueño
del infierno, crearás un nuevo sueño: tu sueño personal del cielo.

Resumen de Los 4 Acuerdos


1. EL PRIMER ACUERDO
Sé impecable con tus palabras.
El Primer Acuerdo es el más importante y también el más difícil de cumplir. Es tan
importante que sólo con él ya serás capaz de alcanzar el nivel de existencia que yo
denomino “el cielo en la tierra”. El Primer Acuerdo consiste en ser impecable con tus
palabras. Parece muy simple, pero es sumamente poderoso.
Las palabras son la herramienta más poderosa que tienes como ser humano, el
instrumento de la magia. Pero son como una espada de doble filo: pueden crear el sueño
más bello o destruir todo lo que te rodea. Según cómo las utilices, las palabras te liberarán
o te esclavizarán aún más de lo que imaginas. Toda la magia que posees se basa en tus
palabras. Las palabras captan nuestra atención, entran en nuestra mente y cambian por
entero, para bien o para mal, nuestras creencias. La mente se mueve en cientos de
direcciones diferentes y podríamos pasarnos días enteros atrapados únicamente por la
creencia en nuestra propia estupidez.

Si me amo a mí mismo, expresaré ese amor en mis relaciones contigo y seré impecable
con mis palabras, porque la acción provoca una reacción semejante. Si te amo, tú me
amarás. Si te insulto, me insultarás. Si siento gratitud por ti, tu la sentirás por mí. Si soy
egoísta contigo, tú lo serás conmigo. Si utilizo mis palabras para hechizarte, tú emplearás
las tuyas para hechizarme a mí.

Los hechizos de este tipo son difíciles de romper. La única manera de deshacer un hechizo
es llegar a un nuevo acuerdo que se base en la verdad. La verdad es el aspecto más
importante del hecho de ser impecable con tus palabras. La espada tiene dos filos: en uno
están las mentiras que crean la magia negra, y en el otro, está la verdad que tiene el poder
de deshacer los hechizos. Sólo la verdad nos hará libres. Si adoptamos el Primer Acuerdo
y somos impecables con nuestras palabras, cualquier veneno emocional acabará por
desaparecer de nuestra mente y dejaremos de transmitirlo en nuestras relaciones
personales, incluso con nuestro perro 0 nuestro gato. La impecabilidad de tus palabras
también te proporcionará inmunidad frente a cualquier persona que te lance un hechizo.
Solamente recibirás una idea negativa si tu mente es un campo fértil para ella.

Sé impecable con tus palabras. Este es el primer acuerdo al que debes llegar si quieres ser
libre, ser feliz y trascender el nivel de existencia del infierno. Es muy poderoso. Utiliza
tus palabras apropiadamente. Imagínate lo que es posible crear sólo con la impecabilidad
de las palabras. Trascenderás el sueño del miedo y llevarás una vida diferente. Podrás
vivir en el cielo en medio de miles de personas que viven en el infierno, porque serás
inmune a él. Alcanzarás el reino de los cielos con este acuerdo: Sé impecable con tus
palabras.
2. EL SEGUNDO ACUERDO
No te tomes nada personalmente.
Suceda lo que suceda a tu alrededor, no te lo tomes personalmente. Utilizando un ejemplo
anterior, si te encuentro en la calle y te digo: “¡Eh, eres un estúpido!”, sin conocerte, no
me refiero a ti, sino a mí. Si te lo tomas personalmente, tal vez te creas que eres un
estúpido. Quizá te digas a ti mismo: “¿Cómo lo sabe? ¿Acaso es clarividente o es que
todos pueden ver lo estúpido que soy?”.

Te lo tomas personalmente porque estás de acuerdo con cualquier cosa que se diga. Y tan
pronto como estás de acuerdo, el veneno te recorre y te encuentras atrapado en el sueño
del infierno. El motivo de que estés atrapado es lo que llamamos “la importancia
personal”. La importancia personal, o el tomarse las cosas personalmente, es la expresión
máxima del egoísmo, porque consideramos que todo gira a nuestro alrededor. Durante el
periodo de nuestra educación (o de nuestra domesticación), aprendimos a tomarnos todas
las cosas de forma personal. Creemos que somos responsables de todo. iYo, yo, yo y
siempre yo!

Si alguien te da su opinión y te dice: “¡Oye, estás muy gordo!”, no te lo tomes


personalmente, porque la verdad es que se refiere a sus propios sentimientos, creencias y
opiniones. Esa persona intentó enviarte su veneno, y si te lo tomas personalmente, lo
recoges y se convierte en tuyo. Cuando te tomas las cosas personalmente, te sientes
ofendido y reaccionas defendiendo tus creencias y creando conflictos. Haces una montaña
de un grano de arena porque sientes la necesidad de tener razón y de que los demás estén
equivocados. También te esfuerzas en demostrarles que tienes razón dando tus propias
opiniones. No, no me lo tomo personalmente. Pienses lo que pienses, sientas lo que
sientas, sé que se trata de tu problema y no del mío. Es tu manera de ver el mundo. No
me lo tomo de un modo personal porque te refieres a ti mismo y no a mí. Los demás
tienen sus propias opiniones según su sistema de creencias, de modo que nada de lo que
piensen de mí estará realmente relacionado conmigo, sino con ellos.

Tú sabes que eres maravilloso. No es necesario que otras personas te lo digan para creerlo.
No te tomes nada personalmente. Aun cuando alguien agarrase una pistola y te disparase
en la cabeza, no sería nada personal. Incluso hasta ese extremo.
Ni siquiera las opiniones que tienes sobre ti mismo son necesariamente verdad; por
consiguiente, no tienes la menor necesidad de tomarte cualquier cosa que oigas en tu
propia mente personalmente. La mente tiene la capacidad de hablarse a sí misma, pero
también tiene la capacidad de escuchar la información que está disponible de otras
esferas. Quizás a veces, cuando oyes una voz en tu mente, te preguntes de dónde proviene.
Es posible que esta voz provenga de otra realidad en la que existan seres vivos con una
mente muy similar a la humana. Vayas donde vayas, encontrarás a gente que te mentirá,
pero a medida que tu conciencia se expanda, descubrirás que té también te mientes a ti
mismo. No esperes que los demás te digan la verdad, porque ellos también se mienten a
sí mismos. Tienes que confiar en ti y decidir si crees o no lo que alguien te dice.

Cuando realmente vemos a los demás tal como son sin tomárnoslo personalmente, lo que
hagan o digan no nos dañará. Aunque los demás te mientan, no importa. Te mienten
porque tienen miedo. Tienen miedo de que descubras que no son perfectos. Quitarse la
máscara social resulta doloroso. Si los demás dicen una cosa, pero hacen otra y tú no
prestas atención a sus actos, te mientes a ti mismo. Pero si eres veraz contigo mismo, te
ahorrarás mucho dolor emocional. Decirte la verdad quizá resulte doloroso, pero no
necesitas aferrarte al dolor. La curación está en camino; que las cosas te vayan mejor es
sólo cuestión de tiempo.

Cuando te acostumbres a no tomarte nada personalmente, no necesitarás depositar tu


confianza en lo que hagan o digan los demás. Bastará con que confíes en ti mismo para
elegir con responsabilidad. Nunca eres responsable de los actos de los demás; sólo eres
responsable de ti mismo. Cuando comprendas esto, de verdad, y te niegues a tomarte las
cosas personalmente, será muy difícil que los comentarios insensibles o los actos
negligentes de los demás te hieran.

Si mantienes este acuerdo, viajarás por todo el mundo con el corazón abierto por completo
y nadie te herirá. Dirás: “Te amo”, sin miedo a que te rechacen o te ridiculicen. Pedirás
lo que necesites. Dirás sí o dirás no lo que tú decidas sin culparte ni juzgarte. Siempre
puedes seguir a tu corazón. Si lo haces, aunque estés en medio del infierno,
experimentarás felicidad y paz interior. Permanecerás en tu estado de dicha y el infierno
no te afectará en absoluto.
3. EL TERCER ACUERDO
No hagas suposiciones.
Tendemos a hacer suposiciones sobre todo. El problema es que, al hacerlo, creemos que
lo que suponemos es cierto. Juraríamos que es real. Hacemos suposiciones sobre lo que
los demás hacen o piensan -nos lo tomamos personalmente-, y después, los culpamos y
reaccionamos enviando veneno emocional con nuestras palabras. Este es el motivo por el
cual siempre que hacemos suposiciones, nos buscamos problemas. Hacemos una
suposición, comprendemos las cosas mal, nos lo tomamos personalmente y acabamos
haciendo un gran drama de nada.

Producimos mucho veneno emocional haciendo suposiciones y tomándonoslas


personalmente, porque, por lo general, empezamos a chismorrear a partir de nuestras
suposiciones. Recuerda que chismorrear es nuestra forma de comunicarnos y enviarnos
veneno los unos a los otros en el sueño del infierno. Como tenemos miedo de pedir una
aclaración, hacemos suposiciones y creemos que son ciertas; después, las defendemos e
intentamos que sea otro el que no tenga razón. Siempre es mejor preguntar que hacer una
suposición, porque las suposiciones crean sufrimiento. Hacer suposiciones en nuestras
relaciones significa buscarse problemas. A menudo, suponemos que nuestra pareja sabe
lo que pensamos y que no es necesario que le digamos lo que queremos. Suponemos que
hará lo que queremos porque nos conoce muy bien. Si no hace lo que creemos que debería
hacer, nos sentimos realmente heridos y decimos: “Deberías haberlo sabido”.

El funcionamiento de la mente humana es muy interesante. Necesitamos justificarlo,


explicarlo y comprenderlo todo para sentirnos seguros. Tenemos millones de preguntas
que precisan respuesta porque hay muchas cosas que la mente racional es incapaz de
explicar. No importa si la respuesta es correcta o no; por sí sola, bastará para que nos
sintamos seguros. Esta es la razón por la cual hacemos suposiciones. Si los demás nos
dicen algo, hacemos suposiciones, y si no nos dicen nada, también las hacemos para
satisfacer nuestra necesidad de saber y reemplazar la necesidad de comunicarnos. Incluso
si oímos algo y no lo entendemos, hacemos suposiciones sobre lo que significa, y después,
creemos en ellas. Hacemos todo tipo de suposiciones porque no tenemos el valor de
preguntar. Suponemos que todo el mundo ve la vida del mismo modo que nosotros.
Suponemos que los demás piensan, sienten, juzgan y maltratan como nosotros lo
hacemos.
También hacemos suposiciones sobre nosotros mismos, y esto crea muchos conflictos
internos. Por ejemplo, supones que eres capaz de hacer algo, y después descubres que no
lo eres. Te sobrestimas o te subestimas a ti mismo porque no te has tomado el tiempo
necesario para hacerte preguntas y contestártelas. Tal vez necesites más datos sobre una
situación en particular. O quizá necesites dejar de mentirte a ti mismo sobre lo que
verdaderamente quieres. Debemos ser quienes somos, de modo que no tenemos que
presentar una falsa imagen. Si me amas tal como soy, muy bien, tómame. Si no me amas
tal como soy, muy bien, adiós. Búscate a otro. Quizá suene duro, pero este tipo de
comunicación significa que los acuerdos personales que establecemos con los demás son
claros e impecables. Si no entiendes algo, en lugar de hacer una suposición, es mejor que
preguntes y que seas claro. El día que dejes de hacer suposiciones, te comunicarás con
habilidad y claridad, libre de veneno emocional. Cuando ya no hagas suposiciones, tus
palabras se volverán impecables.

Con una comunicación clara, todas tus relaciones cambiarán, no sólo la que tienes con tu
pareja, sino también todas las demás. No será necesario que hagas suposiciones porque
todo se volverá muy claro. Esto es lo que yo quiero, y esto es lo que tú quieres. Si nos
comunicamos de esta manera, nuestras palabras se volverán impecables. Si todos los seres
humanos fuésemos capaces de comunicarnos de esta manera, con la impecabilidad de
nuestras palabras, no habría guerras, ni violencia ni disputas. Sólo con que fuésemos
capaces de tener una comunicación buena y clara, todos nuestros problemas se
resolverían. No hagas suposiciones. Decirlo es fácil, pero comprendo que hacerlo es
difícil. Lo es porque, muy a menudo, hacemos exactamente lo contrario. Tenemos todos
esos hábitos y rutinas de los que ni tan siquiera somos conscientes. Tomar conciencia de
esos hábitos y comprender la importancia de este acuerdo es el primer paso, pero no es
suficiente. La idea o la información es sólo una semilla en la mente. Lo que realmente
hará que las cosas cambien es la acción. Actuar una y otra vez fortalece tu voluntad, nutre
la semilla y establece una base sólida para que el nuevo hábito se desarrolle.

Cuando transformas todo tu sueño, la magia aparece en tu vida. Lo que necesitas te llega
con gran facilidad porque el espíritu se mueve libremente en ti. Esta es la maestría del
intento, del espíritu, del amor, de la gratitud y de la vida. Este es el objetivo del tolteca.
Este es el camino hacia la libertad personal.
4. EL CUARTO ACUERDO
Haz siempre lo máximo que puedas.
Bajo cualquier circunstancia, haz siempre lo máximo que puedas, ni más ni menos. Pero
piensa que eso va a variar de un momento a otro. Todas las cosas están vivas y cambian
continuamente, de modo que, en ocasiones, lo máximo que podrás hacer tendrá una gran
calidad, y en otras no será tan bueno. Cuando te despiertas renovado y lleno de vigor por
la mañana, tu rendimiento es mejor que por la noche cuando estás agotado. Lo máximo
que puedas hacer será distinto cuando estés sano que cuando estés enfermo, o cuando
estés sobrio que cuando hayas bebido. Tu rendimiento dependerá de que te sientas de
maravilla y feliz o disgustado, enfadado o celoso.

Independientemente del resultado, sigue haciendo siempre lo máximo que puedas, ni más
ni menos. Si intentas esforzarte demasiado para hacer más de lo que puedes, gastarás más
energía de la necesaria, y al final tu rendimiento no será suficiente. Cuando te excedes,
agotas tu cuerpo y vas contra ti, y por consiguiente te resulta más difícil alcanzar tus
objetivos. Por otro lado, si haces menos de lo que puedes hacer, te sometes a ti mismo a
frustraciones, juicios, culpas y reproches. Serás productivo, y serás bueno contigo mismo
porque te entregarás a tu familia, a tu comunidad, a todo. Pero la acción es lo que te hará
sentir inmensamente feliz. Siempre que haces lo máximo que puedes, actúas. Hacer lo
máximo que puedas significa actuar porque amas hacerlo, no porque esperas una
recompensa. La mayor parte de las personas hacen exactamente lo contrario: sólo
emprenden la acción cuando esperan una recompensa, y no disfrutan de ella. Y ese es el
motivo por el que no hacen lo máximo que pueden.

Trabajan muy duramente durante toda la semana, soportan el trabajo, soportan la acción,
no porque les guste, sino porque sienten que es lo que deben hacer. Tienen que trabajar
porque han de pagar el alquiler y mantener a su familia. Son hombres frustrados, y cuando
reciben su paga, no se sienten felices. Tienen dos días para descansar, para hacer lo que
les apetezca, ¿y qué es lo que hacen? Intentan escaparse. Se emborrachan porque no se
gustan a sí mismos. No les gusta su vida. Cuando no nos gusta cómo somos, nos herimos
de muy diversas maneras.

Sin embargo, si emprendes la acción por el puro placer de hacerlo, sin esperar una
recompensa, descubrirás que disfrutas de cada cosa que llevas a cabo.
Cuando haces lo máximo que puedes, no le das al Juez la oportunidad de que dicte
sentencia y te considere culpable. Si has hecho lo máximo que podías y el Juez intenta
juzgarte basándose en tu Libro de la Ley, tú tienes la respuesta: “Hice lo máximo que
podía”. No hay reproches. Esta es la razón por la cual siempre hacemos lo máximo que
podemos.

Cuando haces lo máximo que puedes, aprendes a aceptarte a ti mismo, pero tienes que ser
consciente y aprender de tus errores. Eso significa practicar, comprobar los resultados
con honestidad y continuar practicando. Así se expande la conciencia. Si emprendes la
acción porque te sientes obligado, entonces, de ninguna manera harás lo máximo que
puedas. En ese caso, es mejor no hacerlo. Cuando haces lo máximo que puedes, siempre
te sientes muy feliz, por eso lo haces. Cuando haces lo máximo que puedes por el mero
placer de hacerlo, emprendes la acción porque disfrutas de ella.

Expresar lo que eres es emprender la acción. Puede que tengas grandes ideas en la cabeza,
pero lo que importa es la acción. Una idea, si no se lleva a cabo, no producirá ninguna
manifestación, ni resultados ni recompensas.

Naciste con el derecho de ser feliz. Naciste con el derecho de amar, de disfrutar y de
compartir tu amor. Estás vivo, así que toma tu vida y disfrútala. No te resistas a que la
vida pase por ti, porque es Dios que pasa a través de ti. Tu existencia prueba, por sí sola,
la existencia de Dios. Tu existencia prueba la existencia de la vida y la energía.

Establece hoy este acuerdo: “Elijo respetar los Cuatro Acuerdos”. Son tan sencillos y
lógicos que incluso un niño puede entenderlos. Pero para mantenerlos, necesitas una
voluntad fuerte, una voluntad muy fuerte. ¿Por qué? Porque vayamos donde vayamos
descubrimos que nuestro camino está lleno de obstáculos. Todo el mundo intenta sabotear
nuestro compromiso con estos nuevos acuerdos, y todo lo que nos rodea está estructurado
para que los rompamos. El problema reside en los otros acuerdos que forman parte del
sueño del planeta. Están vivos y son muy fuertes.

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