Tectonica

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Alumno :Daniel lacruz 28395398

PRIMERA PARTE:

1) INTRODUCCIÓN: GEOLOGÍA GLOBAL Una Revolución en las ideas Geológicas

Deben investigar lo siguiente:

1) Geología Global y de donde surgen las evidencias para esta nueva teoría.

En el interior de la tierra se producen corrientes de calor que desplazan materiales del centro de
la misma. Estos movimientos provocan, desde siempre, cambios en la forma de los continentes y
esos cambios se manifiestan través de terremotos y erupciones volcánicas.

El aspecto de la superficie terrestre no siempre fue igual, sino que fue cambiando y siguió
modificándose constantemente. Los estudios geológicos demostraron que la cara externa de a tierra
se encuentra formada por siete fragmentos curvados, que se encastran perfectamente. Estos trozos
se denominan placas litosféricas o tectónicas y, según sus movimientos, originaron los cambios en la
corteza terrestre, que dieron lugar a la formación de los continentes.

El interior de la tierra se halla sometido a elevadas temperaturas y, a partir de su constitución


inestable, genera corrientes de calor. Estas hacen que los materiales líquidos del centro se
desplacen desde el exterior del núcleo hasta la parte superior del manto. A pesar de que no llegan a
alcanzarla, estos movimientos tienen consecuencias en la corteza terrestre.

Las placas tectónicas que conforman la corteza terrestre están asentadas sobre la zona del manto
llamada astenosfera. Esta tiene una alta temperatura por la cual pertenece en constante estado de
fluidez. Por lo tanto, los bloques tectónicos flotan sobre esta capa, que se desplaza debido a las
corrientes de convección, producto de energía calórica del interior.

El desplazamiento de esta zona del manto hace que los continentes (zonas de la corteza) se
muevan unos centímetros por año.

Hace unos 300 millones de años, hubo una sola placa tectónica, cercana al polo norte. Esta dio
origen a una masa continental única llamada Pangea, qué estaba rodeada de un mar de agua
denominado Panthalassa. A partir de los desplazamientos producidos por corrientes de convección
en el manto líquido, este super continente se fragmentó, dividiéndose en dos partes: Laurasia, que
comprendía Eurasia y el norte de América, y Gondwana, formada por América del sur, África, india,
Australia y la Antártida. Estos bloques continuaron sometidos a procesos similares. Posteriormente,
las dos placas volvieron a dividirse, hasta nuestros días. Hoy podemos hallar siete placas tectónicas
que poseen una parte continental y otra oceánica, que se desplazan hacia diferentes direcciones.

2)Evolución de las Ideas que originaron la Teoría de la Tectónica de Placas. Estadios en el Desarrollo
de la Revolución.

En esta parte la historia de:

* En 1.912 Alfredo Wegener.

* En 1.950 despertar del debate, causado por las.nuebas evidencias.


* M. Ewing y B. C. Heezen y en 1.960-1961 H. H. Hess y R. S. Dietz.

* En 1960-1968, la Deriva Continental y Expansión del Fondo Oceánico.

* De 1.963 - 1.966, F.J. Vine, D.H. Matthew y J. J. Wilson

* De 1.966 -1.968 B. Isacks, J. Oliver y L. R. Sykes

La idea de una deriva continental fue postulada por Alfred Wegener y recogida en 1915 en su obra
El origen de los continentes y los océanos. Aunque existían algunos indicios a su favor, en un
principio la mayoría de los geólogos se mostraron escépticos, ya que no se conocía ningún
mecanismo plausible que explicase el movimiento de grandes masas de tierra a través del océano.

El concepto moderno de placas tectónicas móviles fue propuesto en 1962 por Harry H. Hess, de la
Universidad de Princeton. Hess había sido capitán de un carguero militar estadounidense durante la
Segunda Guerra Mundial; durante sus viajes, había utilizado el sónar del barco para elaborar un
mapa del fondo del Pacífico. Defendió la hipótesis de que la totalidad de la corteza terrestre, tanto
la oceánica como la continental, se desplazaba sobre el manto como consecuencia de la convección
en éste. La corteza se formaría en las dorsales oceánicas, lugares en los que emerge y solidifica el
magma, y la corteza ya existente se hundiría en las fosas oceánicas en los procesos conocidos como
subducción de placas.

Las ideas de Hess fueron aceptadas por la comunidad científica después de que algunos estudios
hallasen que el magnetismo de las rocas del fondo marino se ajustaba a sus predicciones: el campo
magnético terrestre, cuya polaridad se invierte cada ciento de miles de años, deja su huella en la
roca a medida que ésta solidifica, lo que provoca la formación de bandas magnéticas alternas y
paralelas a las dorsales oceánicas.

Así pues, la deriva continental tiene como origen las altas temperaturas del interior de la Tierra.
Ese calor procede en parte de las desintegraciones radioactivas en su interior, pero también es un
remanente de la formación del planeta. De hecho, se estima que, hace unos 3000 millones de años,
el calor emergente debía ser el doble que en la actualidad. Ello ocasionaba numerosas erupciones
de magma y fragmentaba la litosfera primitiva en múltiples placas de pequeño tamaño. Puede que
los primeros continentes no fuesen mucho mayores que Islandia. Probablemente, también se
pareciesen a la isla en otros aspectos: a lo largo de unos 16 millones de años, Islandia (abajo) se ha
ido formando sobre uno de los puntos de acumulación de magma de la dorsal meso atlántica.

-En 1.912 Alfredo Wegener.

hubiera un “parte geográfico”, análogo a las predicciones de los meteorólogos, mostraría cómo en
los próximos 100 millones de años el océano Atlántico seguirá expandiéndose, hasta ser mucho
mayor que el Pacífico. Y también cómo África se unirá a Europa, desapareciendo el Mediterráneo y
surgiendo en su lugar una cordillera que le hará la competencia al Himalaya —aunque allí el Everest
y sus montañas vecinas todavía seguirán creciendo. Si esto hoy resulta chocante, habría que
ponerse en la piel de los geólogos, que se quedaron mucho más descolocados cuando en 1912 un
meteorólogo alemán de 32 años, Alfred Wegener, lanzó su teoría de la deriva continental. Gracias a
ella, hoy en día cualquier niño sabe que los continentes se mueven y estuvieron unidos en la época
en que aparecieron los dinosaurios.
- En 1.950 despertar del debate, causado por las. nuevas evidencias.

Desde que Wegener postuló su teoría de la deriva de los continentes pasaron muchos años antes de
que existieran datos científicos que pudieran comprobar los postulados de la misma. Recién a
comienzos de 1950 emergieron evidencias que permitieron revivir el debate acerca de las
revolucionarias ideas del meteorólogo alemán. Agrupados en tres aspectos estas evidencias
científicas constituyen los pilares en los que sustenta la teoría de la tectónica de placas, los que
corresponden a:

1) Mapeo del fondo oceánico Aproximadamente dos tercios de la superficie de la tierra se


encuentra ocupada por océanos. Antes del siglo XIX las profundidades de los océanos era
materia de especulación y discusión. La mayoría de las personas pensaban que el fondo de los
océanos era plano y carente de rasgos morfológicos relevantes. Sin embargo, exploraciones
oceánicas realizadas durante los tiempos siguientes mejoraron profundamente nuestro
conocimiento sobre esta parte del paisaje marino, revelando que la mayoría de los procesos
geológicos que ocurren en la tierra están ligados, directa e indirectamente, a la dinámica de los
fondos oceánicos. El mayor avance del conocimiento del fondo oceánico se logró en el siglo XIX
con las primeras cartas batimétricas del Atlántico y el Caribe, realizadas por el Servicio Naval de
Estados Unidos en 1855. Estas cartas revelaron las primeras evidencias de una cadena
montañosa submarina en el océano Atlántico (denominada cordillera mesoatlántical.
Posteriormente, sismólogos marinos descubrieron una capa de sedimentos cuyo espesor era
mucho más fino de lo que se pensaba. Como por aquella época algunos científicos creían que los
océanos tenían una edad de 4 billones de años, era de esperar que el espesor de esta capa fuera
mucho más gruesa; la gran interrogante entonces era que había ocurrido con el material
supuestamente depositado. La respuesta llegaría con las investigaciones futuras que serían la
clave de la teoría de la tectónica de placas. En el siglo XX la exploración del fondo oceánico se
expandió considerablemente revelando que las cadenas montañosas no eran exclusivas del
océano Atlántico, sino que se extendían por el resto del fondo oceánico. Estas inmensas cadenas
montañosas submarinas se distribuyen en forma zigzagueante entre los continentes, con más de
800 km de ancho y 50.000 km de largo.
2) Fajas magnéticas y polaridad inversa Las exploraciones oceánicas no sólo contemplaron el
mapeo del fondo oceánico a través de cartas batimétricas, sino que también se realizaron
medidas del magnetismo de las rocas. Estos estudios comenzaron a revelar variaciones
magnéticas a través de los fondos oceánicos. Este descubrimiento, hasta ese momento
inesperado, no fue del todo sorprendente ya que se sabía que el basalt07 contiene un mineral
fuertemente magnético y que localmente distorsiona la medida de una brújula. El conocimiento
de las propiedades magnéticas de estas rocas permitió generar mapas de anomalías magnéticas
de los fondos oceánicos de los que se desprendió que estas variaciones magnéticas no eran
aleatorias, sino que obedecían a patrones determinados. Cuando estos patrones magnéticos
forman trazados sobre grandes regiones, el fondo oceánico presenta un patrón de tipo listado
de las diferentes bandas magnéticas (Fig.66.) en el que curiosamente existía una alternancia de
bandas de diferente polaridad magnética. Bandas de polaridad magnética normal, es decir,
rocas que presentan la misma polaridad magnética que el campo magnético actual de la Tierra,
se disponen en las crestas de las dorsales mesoceánicas y bandas de polaridad magnética
inversas, es decir, rocas que presentan distinta polaridad magnética que el campo magnético
actual de la Tierra se dispone a ambos flancos de la cresta de las dorsales mesoceánicas. La
explicación para tan curioso patrón magnético sólo puede encontrarse en la idea de que las
dorsales mesoceánicas son los lugares donde se crea corteza oceánica nueva. En efecto, las
crestas de estas dorsales no son otra cosa que grandes fracturas del fondo oceánico por donde
asciende magma, el que al enfriarse forman rocas volcánicas sólidas cuyos minerales reflejan el
campo magnético imperante. Este proceso ha estado operando durante millones de años
generando, en cada evento, corteza oceánica nueva. Las evidencias que confirman esta
hipótesis pueden ser resumidas sobre la base de tres aspectos fundamentales: a) Las rocas más
nuevas se presentan en las crestas de las cordilleras mesoceánicas haciéndose progresivamente
más antiguas hacia los flancos de las mismas, b) las rocas más nuevas tienen siempre una
polaridad normal, y c) las rocas de las crestas de estas cordilleras presentan polaridad normal,
en tanto que las franjas paralelas de los flancos presentan una alternancia de polaridad (normal-
inversa-normal), sugiriendo que el campo magnético de la tierra se invirtió muchas veces.

3) Movimiento del fondo oceánico y reciclaje de la corteza oceánica Una consecuencia directa del
descubrimiento de las franjas de polaridad magnética es el hecho de que, si se genera corteza
nueva en las crestas de las cordilleras mesoceánicas, implicaría que el fondo oceánico se estaría
moviendo. Lo anterior llevó a los científicos a introducir el término "expansión del fondo
oceánico". A pesar de que la teoría de la expansión del fondo oceánico explicaba
satisfactoriamente la ocurrencia de las franjas magnéticas, otra interrogante comenzó a rondar
en el mundo científico y era que, si en las cordilleras mesoceánicas se generaba corteza nueva,
¿por qué la Tierra no aumentaba de tamaño desde su formación? Intuitivamente se dio
respuesta a esta interrogante postulando que, si la corteza oceánica se expandía a lo largo de las
crestas de las cordilleras mesoceánicas, necesariamente tenía que ser consumida en otros
lugares de la Tierra. Aquellos lugares donde la corteza es consumida fueron definidos como
fosas marinas y que de acuerdo a Harry Hess9 corresponderían a grandes y profundos cañones
submarinos dispuestos paralelamente al borde de la cuenca del Océano Pacífico. Como la
corteza oceánica antigua se consumía bajo estas fosas, nuevos magmas eran generados y
eruptados a través de las crestas de las cordilleras mesoceánicas generando un ciclo de
"reciclaje", con la creación de nueva corteza oceánica y la destrucción simultánea de corteza
oceánica antigua. Paralelamente, estudios sismológicos revelarían que los terremotos tendían a
concentrarse en ciertas áreas, específicamente en las fosas y en las cordilleras mesoceánicas en
expansión.

LAS TRANSFORMACIONES que ocurren constantemente en la superficie terrestre son, en


muchos casos, vividas por el hombre. El volcán Paricutín, en el estado de Michoacán, pudo ser
observado desde su nacimiento, en febrero de 1943, hasta su aparente culminación, en 1952.
Poderosas corrientes de lodo cubrieron los poblados de Yungay, Perú, en 1970, y Armero,
Colombia, en 1985. Unas semanas o minutos fueron suficientes para que cambiara una porción
del relieve terrestre.
Pero no todos los fenómenos que contribuyen a la modificación de la superficie de la Tierra son
de esta naturaleza. Hay movimientos cuyos efectos son apreciables después de decenas de
años, de miles de años, de cientos de miles y de millones de años. Hemos tardado mucho en
entender esto. Las observaciones directas con fines científicos se comenzaron a realizar hace
200 años, pero con precisión, con el uso de instrumentos, hace apenas medio siglo.
Para poder verificar muchas hipótesis sobre la dinámica del relieve terrestre necesitaríamos una
información acumulada durante pocos miles de años; tan sólo de los últimos quince mil ya sería
de mucha utilidad. Este breve retroceso en el tiempo nos conduciría a otros paisajes: las
márgenes de los glaciares actuales se encontraban en una posición más baja, cubriendo una
superficie mayor de Eurasia y América; una buena cantidad de volcanes, incluso de México, no
existían, otros eran de menor altitud; las líneas de costa, aunque en general semejantes a las
actuales, ocupaban una posición distinta, hacia el continente o hacia el océano.
Hoy día sabemos que el nivel de la tierra firme cambia constantemente con respecto al nivel del
mar. Se han medido velocidades que no imaginaron los científicos más radicales de fines del
siglo pasado y principios del actual. Sin embargo, el conocimiento de estos fenómenos no se
resuelve con la obtención de datos precisos de los últimos 30-50 años. No sabemos cómo se
comportan estos movimientos en el transcurso del tiempo. ¿Predominan los de un mismo signo
y velocidad durante un lapso prolongado? ¿Se alternan movimientos de distinto signo (elevación
y descenso) de la superficie terrestre?
La información obtenida en medio siglo no es extrapolable para los últimos milenios. En otro
caso, para poder explicar cómo se formaron los grande sistemas montañosos (Andes, Himalaya,
etc.), necesitaríamos que las observaciones hubieran durado por lo menos dos millones de años.
Así, sucesivamente, podríamos continuar y remontarnos a 4 500 millones de años para conocer
la historia de nuestro planeta.
Con el fortalecimiento de la geología moderna, en el último tercio del siglo XIX, se fue aclarando
que la superficie terrestre es producto de transformaciones sustanciales permanentes, pero no
era entonces posible comprender la magnitud de los movimientos, ni su duración en el tiempo.
Hoy día, esto es mejor conocido y se apoya fundamentalmente en lo tratado en el capitulo
anterior sobre la actividad en el manto y núcleo terrestres.
LAS PLACAS LITOSFÉRICAS
Hacia la mitad del siglo XX ya se tenía la concepción de que la superficie terrestre es muy activa,
incluso con procesos actuales de formación de montañas en algunas regiones del planeta. Esto
se reforzó al surgir, a fines de la década de los años sesenta,la nueva teoría de la tectónica
global o de las placas litosféricas.
Hoy día sabemos que los movimientos que modifican la superficie terrestre son de varios tipos:
los horizontales, que incluyen los desplazamientos permanentes de los continentes y, en
estrecha relación, los movimientos verticales de levantamiento y hundimiento.
La litosfera —capa rígida— está dividida en seis fragmentos mayores, de tal manera que un
mapamundi se asemeja a un rompecabezas, donde las piezas están en movimiento, separadas
por líneas que son las zonas de mayor actividad sísmica y, en ocasiones, volcánica.
Fue a principios de los años sesenta del siglo XX cuando los estudios del fondo oceánico
empezaron a aportar nuevos datos que renovaron la vieja hipótesis conocida en español como
la deriva de los continentes (Kontinentverschiebungen), elaborada por el germano Alfred
Wegener en 1912.
La teoría de la tectónica de placas representa una de las revoluciones más importantes en la
historia de la geología. Durante más de 100 años predominó la teoría del geosinclinal; dio
explicación al origen de los continentes y océanos a partir de movimientos principalmente
verticales. Se basa en el hecho de que en determinadas porciones de los fondos oceánicos se
produce acumulación de sedimentos a lo largo de muchos millones de años, acompañada de un
hundimiento, lo que permite que el proceso tenga continuidad. Así, se alcanzan grosores del
orden de 5-20 km. Posteriormente cesa el hundimiento, el fondo marino se transforma en tierra
firme y la masa gigantesca de sedimentos puede convertirse en un sistema montañoso, es decir,
la orogénesis u orogenia.
A lo largo del tiempo geológico, el proceso de movimiento de los continentes se produce en
forma cíclica: se unen en una gran masa —el supercontinente—, misma que se fractura; bloques
gigantescos —los continentes— se separan y desplazan alejándose uno de otro para después
volver a unirse: es el ciclo de Wilson, llamado así en honor del científico estadounidense que
hizo grandes aportes a la nueva concepción de la Tierra.
La teoría del geosinclinal, elaborada originalmente por J. Hall en 1859, constituyó los cimientos
de la geología. Supone una fosa oceánica en hundimiento que se acompaña de sedimentación; J.
D. Dana enriqueció el concepto y fue quien propuso el término geosinclinal en 1873. La teoría —
a manera de un proceso continuo de acumulación de sedimentos— fue creciendo durante más
de 100 años, producto de los nuevos conocimientos que aportaban los estudios geológicos en
todo el mundo y, por lo mismo, fue de enorme utilidad para el desarrollo de la nueva teoría de
la tectónica global. A diferencia de ésta, aquélla es una explicación más compleja y, aunque está
basada en principios bien fundamentados, no era posible su comprobación.
En la década de los años sesenta hubo descubrimientos notables en diversas disciplinas de las
geociencias; por ejemplo, los primeros mapas del relieve del fondo oceánico, el cambio del polo
magnético terrestre a través del tiempo, un mejor conocimiento de los tipos de rocas, sus
grosores y edades de las zonas más profundas de los océanos, así como nueva información
sobre el interior de la Tierra. Todo esto entró en contradicción con los conceptos de la posición
fija de los continentes y las cuencas oceánicas. Los especialistas propusieron otros mecanismos
de la formación de los sistemas montañosos y las cuencas oceánicas: fue la formulación de la
teoría de las placas litosféricas la que convirtió al planeta Tierra, en todo su interior y en su
superficie, en un elemento mucho más vigoroso y activo —tendencia general a lo largo de los
últimos 500 años—. Además, representa una explicación mucho más accesible y lógica.
Las razones de que en un momento determinado cesa un proceso de hundimiento, o se produce
una inversión del fondo oceánico u ocurre una orogenia, es algo que no tuvo una explicación
suficiente en la teoría del geosinclinal, pero fue aceptado porque en más de un siglo no hubo
otra explicación alternativa más convincente —algunas tuvieron corta duración.
Un principio fundamental para entender los movimientos horizontales es el de los límites de
placas de tres tipos: divergente, convergente y transformante (Figura 4). En los divergentes, dos
placas se separan a lo largo de una gran zona de fractura que permite el ascenso de magma
hasta la superficie y se crea corteza oceánica; en los transformantes, se produce un
desplazamiento lateral sin creación de nueva corteza, y en los convergentes, sistemas más
complejos que originan corteza continental, una de las placas se sumerge en el manto, es decir;
que una placa de corteza oceánica se hunde bajo otra continental. En este proceso, materiales
del lecho oceánico (sedimentos y rocas magmáticas) son transportados hacia el manto y el
material fundido se eleva intrusionando las rocas superiores, formando masas de rocas
intrusivas o dando lugar a erupciones volcánicas. Los materiales se hunden a centenares de
kilómetros de profundidad en las zonas de subducción.
Figura 4. Tipos de límites de las placas litosféricas.

La teoría de la tectónica de placas se inició con la publicación de resultados de investigaciones,


de R. S. Dietz en 1961 y Harry Hess en 1962, de las dorsales oceánicas (límites divergentes). En
1963, F. Vine y D. H. Matthews reforzaron esta idea al analizar el paleomagnetismo del fondo
oceánico. A. R. Ringwood y D. H. Green, en 1966, relacionaron los procesos de diferenciación de
la sustancia del manto terrestre con la expansión del fondo oceánico.
El término tectónica global fue utilizado originalmente por B. Isacks, J. E. Oliver y L. R. Sykes en
1968. En el mismo año, el francés Xavier Le Pichon propuso que la corteza terrestre consiste en
seis placas principales (Figura 5) y, junto con Jason Morgan y Dan McKenzie, aplicaron el
término tectónica de placas, mismo que se popularizó y fue aceptado en todo el mundo.
Figura 5. Las placas litosféricas principales.

John Tuzo Wilson elaboró la teoría de las fallas transformantes y los puntos calientes. Esta
última fue desarrollada posteriormente por J. Morgan. 1 Los estadounidenses B. Isacks, J.
Oliver y J. Sykes consideraron el movimiento de las placas en todo el globo, con creación y
destrucción de corteza terrestre. En los años posteriores, este concepto se ha enriquecido: J.
Dewey reconoció 28 placas. En realidad, las seis placas originales se subdividieron en otras y se
identificaron algunas comparativamente muy pequeñas, como la de Rivera en el territorio
oceánico mexicano.

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