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Un misterio que cayó del cielo
Otro caso del Pipa González
Juan Pedro Mc Loughlin Coordinadora de Literatura: Karina Echevarría Editora: Pilar Muñoz Lascano Autora de secciones especiales: Pilar Muñoz Lascano Corrector: Mariano Sanz Coordinadora de Arte: Natalia Otranto Diagramación: Karina Dominguez Ilustraciones de reloj: Pablo Gamba Ilustraciones de interior y tapa: Eugenia Nobati
Mc Loughlin, Juan Pedro
Un misterio que cayó del cielo : Otro caso del Pipa González / Juan Pedro Mc Loughlin ; ilustrado por Eugenia Nobati. - 1a ed . - Boulogne : Cántaro, 2017. 168 p. : il. ; 14 x 20 cm. - (Hora de lectura ; 48)
ISBN 978-950-753-462-1
1. Literatura. I. Nobati, Eugenia, ilus. II. Título.
Editorial Puerto de Palos S. A. forma parte del Grupo Macmillan Avda. Blanco Encalada 104, San Isidro, provincia de Buenos Aires, Argentina Internet: www.puertodepalos.com.ar Queda hecho el depósito que dispone la Ley 11.723. Impreso en la Argentina / Printed in Argentina ISBN 978-950-753-462-1
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión
o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización y otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446. Libros para leer en buena hora ¡Qué placer, leer! ¡Qué placer, leer un libro, interesante, ocurrente, emocionante! ¡Qué placer serio, ir pasando las páginas de un cuento de misterio! ¡Qué diversión, descubrir cómo bailan las palabras de una adivinanza y dejar que vengan los chisporro- teos de los trabalenguas! Hora de Lectura es una colección para leer en buena hora. Para que disfrutes de autores argentinos contem- poráneos y descubras el universo literario. Para que salgan los libros de los rincones polvo- rientos y olvidados, y se vuelvan protagonistas de un placer compartido. Los libros de la colección Hora de Lectura están estructurados en jugosas secciones que posibilitan un mejor acceso a la literatura. La obra presenta cuentos, poesías, colmos, adivi- nanzas y trabalenguas, que conforman el multifacé- tico rostro de la literatura para los chicos de hoy. Las ilustraciones colaboran con la construcción del sen- tido de los textos y refuerzan el valor estético de la palabra. En Apunten… ¡juego!, encontramos consignas de comprensión, producción y narración oral que nos permiten generar un espacio de placer compartido en el aula y hacer de la lectura y de la escritura activida- des comunitarias. En la sección Aquí me pongo a contar, los auto- res hablan acerca de su vida y de su trabajo, en res- puesta a una entrevista que muestra los entretelones y la cocina del oficio de escribir. En Las mil y una hojas, te brindamos datos cu- riosos vinculados con los textos. Para que abras así algunas de las tantas puertas al mundo que la litera- tura ofrece. ¡Sean todos bienvenidos a esta propuesta para dis- frutar de la buena literatura en una profunda y crea- tiva Hora de Lectura! Un misterio que cayó del cielo Otro caso del Pipa González Juan Pedro Mc Loughlin Capítulo 1 Tarde. Muy tarde para andar por las despobladas calles de Palermo Viejo. Medianoche. Las solitarias baldosas de esa cuadra sumida en las penumbras van sintiendo el peso de unos borceguíes que se deslizan sobre ellas. Una furtiva figura avanza oculta entre los árboles. Ahora sí, al detenerse bajo uno de los focos del alumbrado es iluminada por un tenue haz de luz que se abre paso entre los insectos que se adhieren al farol. Un grueso piloto abotonado desde las rodillas hasta el cuello contradice la tibia noche poblada de estrellas. Entre las solapas levantadas emerge una ca- beza cubierta por una gorra mientras la cara se oculta tras unos gruesos bigotes y un par de anteojos oscu- ros. Una pipa, apagada, es sujetada entre los dientes del misterioso personaje que parece haberse quedado petrificado en el lugar. 8 Juan Pedro Mc Loughlin
Un coro de gatos maullando rompe el silencio de
la noche. Se diría que lo están saludando. Se diría que lo han reconocido. Un perro callejero abandona la tibieza de la bol- sa de basura sobre la cual dormía y trota por los ado- quines agitando su cola. Va en dirección de la figura y olfatea los enormes zapatos. Y sí… aún en medio de tanta oscuridad su estampa es inconfundible. Es él que está de vuelta. Una amplia sonrisa se dibuja debajo de los bigotes del individuo que por primera vez quita sus manos de los bolsillos y poniéndose en cuclillas acaricia la cabeza y el lomo del animal mien- tras le dice con su inigualable voz gruesa: —Sí, Calamidad, soy yo… He vuelto. Sí… el ins- pector Pipa González ha regresado. Capítulo 2 Mientras Calamidad devora unos turrones que el Pipa le había obsequiado, el detective sigue su cami- no por el centro de la calle. De pronto, al mirar hacia arriba, vuelve a quedar paralizado, pero esta vez con un gesto de asombro dibujado en el rostro. Es que allí, frente a él, en el se- gundo piso, una ventana abierta arroja un chorro de luz sobre la mancha negra de la noche. Y es la única ventana iluminada en el edificio. Y es la ventana de su propia oficina. Rápidamente sale del centro de la calle y se desliza hasta la puerta de entrada. La doble vuelta de llave le indica que estaba cerrada. No enciende la luz del pasillo para no avisar de su presencia y, linterna en mano, comienza a subir las escaleras, único acceso en aquel edificio sin ascensor. 10 Juan Pedro Mc Loughlin
En el primer descanso desliza la luz de su linterna
por todo el piso. Nadie. Solo el silencio. Hace bastan- te que no viene por aquí. Es que después de tanto tra- bajo duro pensó en alejarse un tiempo de su labor de detective. Aunque siempre parece imperturbable, la tensión de estar constantemente detrás de una pista lo había afectado seriamente. Así que decidió cambiar de actividad por cuatro meses. Y ni siquiera visitó su oficina en ese lapso. Y ahora que regresa la encuen- tra usurpada. Al subir el segundo tramo de escalones le parece percibir un leve ruido, como un crujido de maderas. Ya está en el pasillo siguiendo el sonido que lo lleva directamente hasta el frente de una puerta identifi- cada con la letra A, bajo la cual una placa de bronce anuncia: Inspector Pipa González El detective de los niños (adultos abstenerse)
Ahora el crujido es perfectamente audible. El Pipa
ya no tiene dudas de su origen. Es su silla-hamaca la que está balanceándose. No solo han invadido su lu- gar de trabajo sino que también han completado su Un misterio que cayó del cielo 11
atropello usando la silla que el inspector tiene para
“ventilar” sus ideas cuando analiza un caso. Siente que es demasiado. El Pipa González pierde su habi- tual sangre fría y sin pensar que la prudencia aconseja lo contrario derriba la puerta de su propio departa- mento, atraviesa como una flecha la sala de espera y se precipita en su oficina con el rostro desencajado. De espaldas, y frente a la ventana abierta, la mece- dora se balancea suavemente. El detective se arroja sobre ella y la hace girar sobre sí misma. Y queda in- móvil, con la sangre latiéndole en las sienes. 12 Juan Pedro Mc Loughlin
—¿El inspector Pipa González? —pregunta “una
simpática vocecita”. El Pipa retrocede dos pasos aún dominado por una tremenda agitación. Se quita los lentes y se frota los párpados. Mira bien. Y ve “un hombrecito extraordi- nario que lo examina gravemente”. —¿El inspector Pipa González? —vuelve a pregun- tar aquel niño de “cabellos de oro” que sigue balan- ceándose en la silla-hamaca. El detective ha recuperado el aliento pero sigue con los ojos redondos por el asombro. Se sienta en el lugar reservado a sus clientes y recorre con la mirada aquella diminuta persona que tiene frente a él. Sobre todo ob- serva su indumentaria. Un sacón grande, ensanchado al llegar a los pies, sin botones, que deja ver un panta- lón y una camisa de color blanco con una faja amarilla en la cintura. Los hombros culminan con dos estrelli- tas doradas, y unas enormes botas le llegan hasta las rodillas. Un gran moño reemplaza la corbata. El pelo revuelto, rubio, la mirada profunda y una expresión melancólica completan la figura que el Pipa González no confundiría ni entre un millón de personas. El detective, que ya ha vuelto a ser dueño de sí mismo, casi de un salto se para junto a la biblioteca