Las Universidades Medievales

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Las universidades medievales

El origen medieval de las


universidades europeas nace
desde las instituciones
educativas de la cristiandad
latina en la baja Edad Media,
que sustituyeron a las escuelas
palatinas, monásticas y
episcopales existentes desde la
Alta Edad Media. Surgen en
distintas ciudades de Europa
Occidental a partir, de 1150, en
el contexto del Renacimiento
del siglo XII.

Estas instituciones establecieron un modelo de enseñanza superior que se prolongó en el tiempo,


determinando la estructura y funcionamiento de las universidades de la época moderna y
contemporánea. Las universidades medievales eran comunidades de maestros y estudiantes que,
aunque tenían como principal función la enseñanza, también se dedicaban a la investigación y a la
producción del saber, generando vigorosos debates y polémicas. Esto se vio reflejado en las crisis
en que estuvieron envueltas y en las intervenciones que sufrieron por parte de ambos poderes: el
político de reyes y emperadores y el eclesiástico de órdenes religiosas.

Las primeras universidades de la Europa cristiana fueron fundadas en Italia, en Inglaterra, España y
Francia para el estudio del derecho, medicina y teología. La parte central de la enseñanza
implicaba el estudio de las artes preparatorias, o artes liberales: El trívium: gramática, retórica y
lógica. El quadrivium: aritmética, geometría, música, y astronomía.

Después, el alumno entraría en contacto con estudios más profundos denominados,


genéricamente filosofía y que incluían todo tipo de ciencias. Los estudios históricos sobre la Baja
Edad Media permiten conocer la importancia de un incipiente “renacimiento” entre los siglos X y
XIII, periodo en el que se produjo una renovación
del pensamiento y la sensibilidad,
estableciéndose la reflexión basada en la
argumentación y la razón lógica.

Se enseñaba que las virtudes fundamentales para


la vida eran la fe, el valor y la ciega lealtad al igual
o al superior. Para quienes no respetaban estos
principios, los castigos eran el aislamiento y el
rechazo; la derrota se decidía en el campo de
batalla o en los eventos o torneos. A los
vencedores se les concedida el reconocimiento
de Honor y Bravura.

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