Historia de La Filosofía - Unidad 2-1
Historia de La Filosofía - Unidad 2-1
Historia de La Filosofía - Unidad 2-1
UNIDAD 2
PLATÓN Y ARISTÓTELES
Presentación
“Se cuenta que Sócrates soñó tener sobre las rodillas un pequeño cisne que de improviso se
puso a volar y dulcemente cantó y que el día siguiente, presentándose a él Platón como
alumno, dijo que el pequeño cisne era él”.
DIÓGENES LAERCIO, Vidas, opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres, III, 5.
Este texto pone de manifiesto que la filosofía de Sócrates encontró en Platón su continuación
más lógica y, a la postre, más exitosa. Lo cual indica también que será Platón, el socrático por
excelencia, quien nos ayude a comprender mejor el propio Sócrates.
Así, se puede ver cómo Platón evolucionó desde posturas muy próximas a Sócrates hasta un
pensamiento original. Como buen discípulo, hizo suyas las doctrinas fundamentales de su
maestro, que pueden resumirse en éstas: el valor de una vida virtuosa, la importancia de la
educación, el método mayéutico, la inmutabilidad y necesidad del saber científico y el amor a la
sabiduría por encima de todo. Pero Platón no sólo fue un buen discípulo, sino, como indica el
texto, un discípulo destacado, que fue más allá de las enseñanzas de su maestro y buscó la
fundamentación ontológica del pensamiento socrático.
Si comparamos la especulación filosófica con un vieja en barco, podríamos decir que Platón
inició una “segunda navegación”, como nos cuenta en el Fedro. La “primera navegación”
filosófica la llevaron a cabo los presocráticos, pero tanto los sofistas como Sócrates la
abandonaron debido a la gran diversidad de opiniones. Platón, sin embargo, volvió a
enfrentarse con los problemas planteados por los presocráticos, sobre todo, por Heráclito y los
eleatas. La alternativa entre la vía de Heráclito y la de Parménides se había convertido en un
auténtico callejón sin salida que originó la actitud escéptica adoptada por los sofistas. Platón, a
pesar de este ambiente contrario, no naufragó, sino que vio en la “definición” socrática la tabla
de salvación donde asirse en el oleaje escéptico y el punto imprescindible para superar la
perplejidad originada por las aporías aparentemente insolubles de los primeros planteamientos.
Aristóteles, el discípulo de Platón (y, por tanto, “nieto” filosófico de Sócrates), también se nutrió
de las doctrinas de su maestro, pero no admitió el dualismo ontológico. Pensó que las ideas
correspondían a las esencias de las cosas y que no se encontraban en un mundo aparte, sino
en los mismos seres sensibles. Las construcciones teóricas de maestro y discípulo se han
considerado tradicionalmente como antagónicas, y la verdad es que, en los temas centrales, no
están de acuerdo. Esto no significa que Aristóteles pueda ser entendido sin Platón, sino que se
podría decir que la filosofía del discípulo es el “resultado lógico” de un estudio profundo de las
doctrinas del maestro. Así como Platón nos ayuda a conocer a Sócrates, Aristóteles nos ayuda
a entender mejor a Platón.
Información básica
PLATÓN
1. El fundador de la Academia
Su verdadero nombre era Aristocles, pero le apodaron Platón por sus anchas espaldas. Nació
en Atenas en el año 427 a.C. Su origen noble le permitió introducirse muy pronto en la vida
cultural y política de la ciudad. Vivió en la época de mayor florecimiento de la cultura ateniense
y recibió una refinada educación. Desde muy joven mostró interés por la política y la filosofía.
Aprendió de Crátilo, discípulo de Heráclito, la continua mutabilidad del mundo sensible y la
imposibilidad de tener sobre él un conocimiento verdadero, ideas que se reflejarán, como veras,
en su pensamiento.
Pero el acontecimiento más importante de su vida fue conocer a Sócrates cuando Platón
contaba con veinte años. La condena y muerte de su maestro le hicieron renunciar a su
proyecto político y dedicarse por entero a la filosofía, como búsqueda del bien y la verdad. La
misión que se propuso a partir de ese momento, fue educar a sus conciudadanos para que no
volviera a ocurrir una tragedia semejante. Tras la muerte de Sócrates, huyó a Megara. Regresó
a Atenas alrededor del 394 a.C. y tomó parte en la guerra del Peloponeso.
Entre el 390 y el 388 a.C. viajó por Egipto, Cirene y Tarento, donde conoció a Arquitas que le
introdujo en la corte del tirano de Siracusa. En esta época entro en contacto con las doctrinas
pitagóricas. Intentó contactar con el príncipe de Siracusa para poner por obra sus ideales
políticos, pero por intrigas de la corte acabó vendido como esclavo, aunque fue rescatado por
un socrático.
Vuelto a Atenas, fundó en el 387 a.C. la Academia, una auténtica universidad antigua. En ella
se estudiaba filosofía, matemáticas, astronomía y seguramente también zoología y botánica.
Junto a estas disciplinas se atendía a la formación humana de los alumnos y también,
lógicamente, a su formación política. Los jóvenes que formaban parte de ella no eran solo de
origen ateniense, sino también procedían de otras polis griegas.
Por segunda vez, partió hacia Sicilia para intentar poner en práctica su teoría política con la
colaboración de Dinisio II, pero también fracasó. Allí volvió por tercera vez, con la idea de
prestar servicios a su amigo Dión, que culminó con otro fracaso. A raíz de este hecho abandonó
definitivamente la vida política y reservó su vida a la investigación y la docencia en la Academia,
desde su regreso en el 360 hasta su muerte en el 347 a.C.
Platón dictaba lecciones en clase y los apuntes que los alumnos tomaban no se publicaron o,
por lo menos, no tenemos constancia de ello. En cambio, si que conservamos numerosos
Diálogos, dirigidos al gran público que son una autentica joya literaria.
Platón transmitió su pensamiento, como era costumbre en aquel momento, mediante diálogos.
Este género literario le sirvió para mantener el estilo socrático. En sus Diálogos pone en boca
de Sócrates su propio pensamiento lo cual debes tener en cuenta, ya que no podemos atribuir
al maestro de Atenas todo lo que le hace decir el discípulo. Sólo al principio parece que Platón
intenta únicamente exponer las doctrinas socráticas, pero después, aunque mantuvo a Sócrates
como interlocutor principal, es su propio pensamiento el que adquiere el protagonismo.
d) Obras de vejez. Platón refuerza y revisa sus teorías. Replantea la teoría de las Ideas y
profundiza en temas cosmológicos (aparece el demiurgo) influenciado por el pitagorismo.
Más realista que utópico en política. Se consideran de esta última época: Teeteto,
Parménides, Sofista, Político, Filebo, Timeo, Critias, Leyes y Epínomis.
Platón, como ya se ha dicho, elevó a categoría ontológica la definición buscada por Sócrates.
Para poder explicar un mundo cambiante, plural y contingente, postuló la existencia de una
realidad fija, estable y absoluta, compuesta por entidad eternas, divinas, simples, inmutables e
inopinables, que llama Ideas. Para saber lo que es la justicia (¿recuerdas?) Sócrates proponía
llegar a la definición mediante el diálogo, si llegamos a descubrir la definición de justicia, es
decir, “lo que es” la justicia, habremos alcanzado lo común y objetivo. Esa definición, pensaba
Sócrates, se encuentra de forma innata en el alma, pero ¿cómo ha llegado a estar en el alma?
A Platón se le ocurre la siguiente teoría: ha llegado al alma porque existe en un mundo aparte
sólo accesible a la inteligencia. Este mundo de las ideas se ordena jerárquicamente, a la
manera de una monarquía. Por encima de todas se encuentra la idea suprema de Bien, en la
que se condensa la plenitud de ser y de perfección. La idea de Bien es la idea de las ideas, la
causa, el fin y la razón última de la que participan las demás cosas. Platón la representa con la
imagen del Sol.
Platón aduce otros dos argumentos más en favor de la existencia del mundo suprasensible:
a) La perfección y belleza del mundo sensible reclama un modelo perfectísimo y de suma
belleza, así como una causa inteligente que lo haga a imagen y semejanza del modelo. Así,
una persona es bella en cuanto participa de la belleza, que no es sensible, sino que se
encuentra en el mundo de las ideas.
b) Para que los razonamientos científicos sean universales y necesarios, deben estar
apoyados en objetos igualmente universales y necesarios. Así, no podríamos hacer ciencia
de lo sensible en cuanto es cambiante y perecedero, sino en cuanto participa de algo
inmutable.
Quizá lo central del pensamiento platónico sea la separación entre lo sensible, inmanente,
imperfecto y mudable, y lo suprasensible, transcendente, perfecto e inmutable. Con este
dualismo sintetiza Platón a Heráclito y Parménides, pues el mundo suprasensible participa de
las características del ser de Parménides, mientras que el mundo sensible es perecedero y
cambiante, como el de Heráclito. Por tanto, ni solo lo sensible, ni solo lo inteligible; ambos
caminos por separados conducen a una perplejidad paralizante, como de hecho ocurrió. Entre
los dos ámbitos existe una relación que Platón trata de explicar alternativamente mediante la
participación y la imitación. Un hombre sensible participa en la idea de hombre y es hombre en
cuanto imita esa Idea.
El ámbito suprasensible es por esencia imparticipado, y sirve de modelo para que el demiurgo,
dios hacedor, plasme las Ideas en lo sensible, cuya esencia no consistirá sino en ser mera
imagen, copia, sombre e imitación de la verdadera realidad. El demiurgo es el postulado
platónico para explicar el origen del movimiento. Te lo puedes imaginar como un alfarero que
fabrica objetos de arcilla tomando como modelo objetos de metal. Todos los objetos que vaya
produciendo se asemejarán al modelo, pero nunca serán tan perfectos como él. Si, por ejemplo,
quiere hacer muchos muñecos, formará un modelo y con él creará todos los muñecos, iguales
al modelo, que quiera. Sin embargo, si te das cuenta, ninguno de ellos será tan perfecto como
el muñeco que ha servido de modelo, aunque todos tendrán en común la misma forma.
Según la teoría de las Ideas, la realidad quedaría dividida en dos grandes sectores: el ámbito
supraceleste, en el que se hallan las Ideas (y el muñeco de metal) y el ámbito cósmico, visible
(el de los muñecos de arcilla) en el cual se distinguen dos grandes secciones:
a) La región celeste: conjunto de once esferas superpuestas en las que están situados los
astros y los planetas, que es la morada de los dioses, de los “demonios” y de las almas
separadas.
b) El mundo físico terrestre: compuesto de seres sensibles, sujetos al cambio, a la generación
y a la corrupción.
4. El mito de la caverna
Para explicar su pensamiento, Platón ideó una alegoría, conocida como el mito de la caverna,
en el que compara a los hombres con prisioneros que nunca han visto la luz del sol y
permanecen encadenados en el fondo de una cueva, de espaldas a la única abertura que
comunica con el exterior. Los prisioneros tienen a su espalda un muro elevado y sólo pueden
oír las voces de los hombres que pasan tras él transportando diversos objetos en sus cabezas.
Estos objetos, gracias a un fuego que arde a la entada, proyectan sus sombras sobre la pared
del fondo de la cueva y los prisioneros sólo pueden ver esas sombras. En este estado
permanecen hasta que alguien les libre de las cadenas y les haga ver el engaño. Entonces
podrán contemplar los objetos reales (las Ideas) y salir hasta afuera, donde brilla el Sol (Idea de
Bien).
De forma similar vivimos los hombres. Mientras nos dejamos encadenar por nuestros sentidos,
solamente podemos ver las cosas sensibles, que no son sino imágenes o sombras de la
verdadera identidad. Pero gracias al ejercicio de la Dialéctica, del diálogo filosófico, somos
capaces de liberarnos de las cadenas y de contemplar el mundo verdaderamente real.
Imagínate que tú, junto a tus compañeros, te encontraras como estos prisioneros y alguien te
desatara y te ayudara a subir por el muro que tienen a la espalda. Cuando hubieras llegado
arriba y te asomaras a la luz para ver los objetos que causan las sombras, ¿qué te ocurriría?
Probablemente no verías nada, porque la luz dañaría tus ojos, hechos a la oscuridad y
desacostumbrados a la luz. Esto significa que lograr el conocimiento del mundo suprasensible
no es fácil, sino que requiere un gran sacrificio. Pero, al cabo del tiempo, tus ojos se irían
acostumbrando a la claridad y disfrutarían de los objetos mucho más que de sus sombras. Te
darías cuenta de que los objetos verdaderos tienen tres dimensiones y colores diversos. Pero,
después de esta excursión al mundo de las Ideas, tendrías que regresar a su sitio y volver a
contemplar las sombras. ¿Qué te ocurriría entonces? Pues que, como cuando entras a una
habitación en penumbras un día soleado, no verás apenas y juzgarás erróneamente sobre las
sombras de allá abajo. Y querrás avisar a tus compañeros del “engaño” e intentarás
convencerles de que lo que han visto desde siempre no es real, sino sombras de la verdadera
realidad. Pero, ¿qué pensarían ellos? ¿no creerían que no están bien de la cabeza?
Sin embargo, eso es lo que nos quiere decir Platón. Él enseña que no nos tenemos que
conformar con lo que captan nuestros sentidos, sino que debemos ir más allá hasta ver qué es
lo que hay tras las apariencias, hasta descubrir lo suprasensible que es la causa de lo sensible.
Los prisioneros que no logran desatarse y siguen pensando que lo real son las sombras no
pueden hacer ciencia, sólo pueden dar opiniones diversas. Ocurriría como si nos empeñáramos
en discutir sobre cuál es la sombra verdadera de un jugador de fútbol (ya sabes que las luces
de los estadios proyectan varias a la vez). Solo podremos decir algo científicamente consistente
si nos fijamos no en las sombras, sino en el jugador.
Conocemos las ideas gracias a que nuestra alma, antes de encarnarse en nuestro cuerpo,
contemplaba las Ideas del mundo suprasensible. Pero al entrar en el cuerpo, el alma olvida los
conocimientos innatos que poseía y lo que debe hacer en esta vida es recordar. Por eso, para
Platón conocer es recordar. Esta teoría se conoce con el nombre de reminiscencia, como
veremos en el apartado de Profundización.
Este esquema dualista lo aplica Platón a todos los ámbitos, incluido el hombre. Para Platón lo
más digno del hombre es el alma. El cuerpo pertenece al mundo sensible, es imperfecto y
obstaculiza el desarrollo del alma: como en Pitágoras, el cuerpo también es la “cárcel del alma”.
Entiende al hombre como alma accidentalmente unida al cuerpo. Ambos se distinguen como el
piloto y la nave, como el jinete y el caballo o como el conductor y el coche, pero también ambos
se necesitan. Para Platón es claro que el hombre es principalmente el alma, por eso, no es de
extrañar que defienda, en ocasiones, una moral de la renuncia y del desprecio por lo sensible
para alcanzar la katarsis o purificación del alma.
En el Fedro utiliza el mito del carro alado para mostrarnos la naturaleza tripartita del alma. El
alma, dice, es como un carro tirado por dos caballos, uno blanco y otro negro. El caballo blanco
representa las inclinaciones nobles, el negro los instintos más bajos y el auriga, la razón que
regula a ambos. El alma posee estos tres elementos: tiene una parte racional que desarrolla la
sabiduría, una parte irascible que debe lograr la fortaleza y una parte concupiscible cuya virtud
propia es la templanza. Platón las sitúa respectivamente en la cabeza, el pecho y el vientre.
Esta triple división le serviría posteriormente para configurar el orden social.
Ya hemos visto que los pitagóricos creían en la inmortalidad del alma, pero que no habían
aducido argumentos demostrativos. Platón, sin embargo, nos ha dejado en diversos Diálogos
cuatro pruebas de la inmortalidad del alma. Estos argumentos son:
a) Por la reminiscencia. Para recordar es preciso haber aprendido antes lo que se recuerda.
Como las cosas que recordamos no las hemos aprendido después de nacer, hay que
suponer que las hemos adquirido con anterioridad. Por lo tanto, el alma que ha preexistido
al cuerpo es natural que sobreviva después de la muerte.
b) Por la sucesión cíclica de las cosas contrarias. Los contrarios se suceden alternativamente.
Es claro que la vida y la muerte son cosas contrarias. Por lo tanto, si a la vida sigue la
muerte, es natural que a la muerte siga la vida.
c) Por la simplicidad del alma y su afinidad con las Ideas. Las cosas compuestas están sujetas
a cambio, mientras que las simples se mantienen inmutables. Aún cunado el alma está
unida al cuerpo tiende hacia las cosas eternas e inmutables. Esto indica que el alma
pertenece a esa clase de seres y, por tanto, es simple e inmortal.
d) Por la participación en la Idea de vida. Las cosas del mundo sensible tienen realidad en
cuanto participan de las Ideas. Pero una cosa no puede participar a la vez de Ideas
contrarias. Si el alma participa de la Idea de vida, necesariamente excluye su contraria, la
Idea de muerte. Por lo tanto, el alma es inmortal.
Hay que aclarar que la única parte inmortal del alma es la racional, pues, después de la muerte,
el alma carece de las funciones sensitivas y vegetativas que tiene cuando está unida al cuerpo.
6. La sociedad perfecta
Hemos dicho que el alma inmortal cae desde su morada celeste y se encierra en un cuerpo. El
cuerpo impide el conocimiento verdadero y el desarrollo perfecto del alma, por ello, bien se
puede decir que el cuerpo es la cárcel del alma y la raíz de todo mal. Según estas premisas, la
ética platónica consistirá en buscar la purificación (αá) de lo sensible. Así, el actuar moral
ha de ser un continuo refrenar las instancias corpóreas para conseguir la liberación del alma y
la felicidad, que consiste en el cultivo del alma racional. Los placeres sensibles son rechazados
y, si no anulados por completo, sí subordinados al Bien. Esta ética tiene un cercano parentesco
con la sabiduría práctica del pensamiento oriental.
Platón acepta en parte, la identificación socrática entre sabiduría, felicidad y virtud. Su ideal
ético es la vida contemplativa, porque el hombre virtuoso es sabio y prudente. En el Menón se
plantea si la virtud es enseñable, como pensaba Sócrates, y concluye que es autoaprendida y
nos es dada como un favor divino.
Se puede decir que el “principio motor” de la filosofía platónica fueron los problemas ético-
políticos. platón quería descubrir el sistema social perfecto que sirviera como modelo para los
gobernantes. Además, estaba convencido, como todos sus contemporáneos, que la felicidad
sólo se puede lograr en sociedad. Para encontrar la organización social perfecta, se le ocurrió
estructurarla del mismo modo a como lo está el alma humana, ya que la sociedad es como un
hombre en grande. Así, ya que el alma es tripartita, la sociedad ha de estar estructurada según
ese modelo. En ella, los filósofos desempeñarán la función de gobernar, desarrollando la
prudencia o sabiduría práctica como la virtud propia de la parte racional del alma (alma de oro).
Junto a ellos, los guardianes deberán ocuparse de la protección del orden social como reflejo
que son del valor del alma irascible (alma de plata). A su vez, los artesanos y labradores son los
que deberán mantenerla, pues son el espejo del alma templada en su parte concupiscible (alma
de hierro y bronce), ya que se encargan de procurar y distribuir los bienes materiales.
Del mismo modo que el hombre armónico debe integrar las tres funciones del alma, la sociedad
no sería perfecta sin la integración de las tres clases sociales. Pertenecer a una clase social o a
otra, no depende de las riquezas u otros motivos similares, sino de la naturaleza. Por ejemplo,
aquellos que, por naturaleza, desarrollan la parte racional más que las otras dos, serán los que
gobiernen. Lo mismo ocurre con los restantes. De lo que se trata fundamentalmente es de
colocar a cada individuo en el lugar que, por naturaleza, le corresponde, así como procurar que
no se mezclen las clases. De ello se ocupa la virtud social por antonomasia que es la justicia.
El cuidado por no mezclar las clases sociales le llevó a Platón a mantener lo que se ha dado en
llamar el comunismo” platónico. Piensa que los guardianes por su dedicación al orden social
debían vivir en comunidad, compartiéndolo todo, incluyendo a las mujeres. Si se lograra aplicar
a la práctica, este planteamiento destruiría totalmente la célula social que es la familia y, en
definitiva, haría imposible la sociedad. Parece, además, que la utopía platónica es tal que
resulta artificiosa y sólo tiene salida forzando las cosas. De hecho, los intentos por llevarla a la
práctica en Siracusa fracasaron.
Al final Platón se fue dando cuenta de que su proyecto político resultaba utópico, en el doble
sentido de ser ideal e irrealizable, y que lo que de hecho existe, son regímenes imperfectos,
más o menos próximos al Ideal. Es muy difícil que los gobernantes gobiernen por el placer de
desarrollar su alma racional, lo más normal es que unos busquen los honores (timocracia), otros
la riqueza (oligarquía), otros el placer (democracia). Este último régimen es el más inestable de
todos y da lugar a la anarquía, es decir, a una situación sin orden social. Pero esta situación
anárquica no puede durar mucho, ha de volver a ordenarse la sociedad mediante un tirano
(tiranía).
El “divino” Platón nos ha enseñado muchas cosas que nos pueden servir en la actualidad: nos
ha descubierto que hay algo detrás de las apariencias que debemos descubrir, aunque no sin
esfuerzo; nos ha asomado a la profundidad del ser humano, de su valor moral; nos ha dejado
una obra impresionante para que sigamos escudriñando su pensamiento y no nos olvidemos de
seguir haciéndonos preguntas. Quizás tenga razón Whitehead cuando afirma que la historia de
la filosofía no es otra cosa que un conjunto de notas a pie de página de los Diálogos de Platón.
ARISTÓTELES
1. El Estagirita
Aristóteles no era ateniense. Nació en el 384 a.C. en Estagira, pero muy pronto se trasladó a
Atenas donde ingresó en la Academia a la edad de diecisiete años. Después de veinte años
ininterrumpidos de estancia en la Academia la abandonó tras la muerte de Platón (347 a.C.). A
partir de este momento y coincidiendo con su establecimiento en la isla de Assos en Asia
Menor, se separó de los planteamientos platónicos y comenzó una filosofía propia.
En el 342 fue requerido por Filipo, rey de Macedonia, para ocuparse de la educación de su hijo
Alejandro Magno. Concluida su tarea de preceptor de la Alejandro, regresó a Atenas en el 335
donde fundó el Liceo. Los miembros del Liceo siempre hablaban y disertaban paseando por sus
jardines, razón por la que se les ha llamado peripatéticos (de íα peripatos, paseo).
2. La obra aristotélica
Tenemos constancia de que Aristóteles escribió “Diálogos” durante su período “platónico”, pero
de ellos apenas se conservan algunos textos (llamados escritos exotéricos). Esto es debido, sin
duda, a que no disponía de la habilidad literaria de su maestro. El espíritu sistemático y
ordenado de Aristóteles no dejaba mucho espacio libre a los artísticos bordados de la fantasía.
De lo que sí disponemos es de los apuntes y notas tomados por sus alumnos en las clases del
Liceo, que, lógicamente, tienen un estilo menos cuidado literariamente, pero más conciso y
directo (llamados escritos esotéricos). Es decir, de Platón conservamos los escritos exotéricos
(Diálogos), pero no los esotéricos; y de Aristóteles, nos han llegado los esotéricos (apuntes),
pero no los exotéricos.
Al conjunto de sus obras, ordenadas y publicadas por Andrónico de Rodas hacia el año 60 a.C.,
se conoce como Corpus Aristotelicum, y pueden clasificarse de la siguiente manera:
Escritos de lógica: Categorías, Primeros y Segundos analíticos, Perihermenias… agrupados
bajo el nombre de Orgnanon.
Escritos de física y biología: Física, Sobre el cielo, Sobre el alma, Historia de los animales.
Escrito sobre Filosofía Primera, los catorce libros de Metafísica.
Escritos de ética y política: Ética a Nicómaco, Ética a Eudemo, Gran Moral, Política …
Escritos de estética: Retórica, Poética, etc.
Como puedes ver, Aristóteles escribió sobre casi todo: en los tratados de muchas ciencias
aparece en la introducción Aristóteles como pionero.
3. La ciencia
Aristóteles descubrió las leyes de la lógica, las reglas que sigue el pensamiento. De esta forma
no sólo fue el primero y más grande lógico de la historia, sino que, lo que es más importante,
puso las bases de la ciencia tal y como se ha desarrollado hasta nuestros días. Se puede
afirmar, por tanto, que Aristóteles enseño a pensar a Occidente. La lógica establece el modo de
proceder del pensamiento humano en la actividad científica: el concepto, el juicio y raciocinio. El
estudio de los tipos de demostraciones lógicas (silogismos) salió perfecto y acabado de las
manos del estagirita.
Al igual que Platón, Aristóteles creyó que la ciencia debía versar sobre lo universal y necesario,
pero, a diferencia de su maestro, pensó que esa esencia universal se encuentra en las cosas y
que puede hallarse por inducción. El principio básico es que todo conocimiento procede de la
experiencia, de lo singular y concreto y, gracias a la capacidad de abstracción, llegamos a la
inteligencia de los primeros principios que, como tales, son evidentes e indemostrables, fuente y
fundamento de toda demostración científica.
Para Aristóteles, la ciencia es un conocimiento cierto por causas, un saber mediato, elaborado,
que parte de principios inmediatos, necesarios y universales, evidentes e indemostrables. La
ciencia consiste, por tanto, en el conjunto de conclusiones demostradas a partir de esos
principios. Según Aristóteles hay dos tipos de demostraciones científicas:
1. Deducción: parte de las causas para llegar a los efectos, de lo universal a lo particular. Es
propia de la Matemática. Si hallas el área de un estadio, estas deduciendo, porque aplicas
un principio (el área del rectángulo) a un caso concreto (el estadio).
2. Inducción: parte de los efectos para llegar a la causa, de lo particular a lo universal. Es
propia de las ciencias experimentales. Si concluyes que la mezcla del color azul y el amarillo
da como resultado el verde, estas induciendo, porque lo has experimentado en casos
concretos.
Por tanto, a diferencia de Platón, la ciencia versa sobre la realidad sensible, pero nunca tomada
individualmente, sino agrupada en géneros y especies. Así, la medicina estudia a los hombres
enfermos concretos, pero considerados en cuanto tienen en común una determinada
enfermedad. Según su finalidad las ciencias se pueden dividir en tres grandes ramas:
1. Las ciencias poiéticas o productivas: buscan el saber para producir cosas. La arquitectura,
la ingeniería, etc.
2. Las ciencias éticas: buscan el saber para obrar moralmente bien. La ética, la política, etc.
3. Las ciencias especulativas: buscan el saber por sí mismo. Según el grado de abstracción
que logren, se distinguen tres tipos:
Física: prescinde de las características individuales de los entes materiales que estudia
(primer grado)
Matemáticas: prescinde de las características individuales y de la materia, se queda
únicamente con lo puramente cuantitativo (segundo grado).
Filosofía primera: prescinde de todo y se queda con el ser (tercer grado).
4. La teoría hilemórfica
En todo cambio, se puede distinguir algo que cambia y algo que permanece, porque una
mutación en la que nada permaneciese no sería una mutación, sino una aniquilación. Ese “algo”
que cambia en el cambio sustancial es lo que Aristóteles llamó forma sustancial, que se puede
definir como el principio que le hace ser a algo una sustancia determinada (esencia). Así,
cuando hablamos de la esencia del caballo no nos referimos a lo que le hace ser veloz o
hermoso o negro, sino a lo que le hace ser caballo y no otro animal. Toda sustancia tiene unas
operaciones determinadas por su esencia, por ejemplo, es propio de un caballo correr, saltar y
relinchar. En ese sentido, Aristóteles llamó también naturaleza a la esencia. Así, cuando
decimos “la naturaleza del caballo” o que es fuete “por naturaleza”.
Pero en el cambio sustancial también hay algo que permanece, pues la nueva sustancia no
surge de la nada. A eso permanente le llamó Aristóteles materia primera. Esta materia
subyacente no es nada si no está unida a una forma sustancial que le hace ser, es común a
todas las cosas materiales y principio de individuación. Es decir, nada es sin una forma
determinada, para que la materia sea, debe estar formalizada (tener una forma); pero gracias a
la materia, la forma sustancial que es principio universal, se individualiza, se hace una sustancia
concreta. Si te fijas bien, la forma sustancial se asemeja a la Idea platónica, aunque aquella no
pertenece a un mundo separado del sensible. También para Aristóteles el molde del muñeco es
universal, pero sólo existe en cada muñeco de arcilla (aunque más adelante veremos que
puede existir como universal en el entendimiento).
El descubrimiento de estos dos principios del ser natural, a saber la materia (Űλή hýlel) y la
forma (ή morfé), se conoce con el nombre de teoría hilemórfica o hilemorfismo.
Si ahora analizamos el cambio accidental encontramos que lo que cambia son las cualidades
accidentales y permanece inmutable la sustancia. Cuando tú creces, se producen una serie de
cambios cuantitativos y cualitativos, pero no dejas de ser tú. En el análisis de este tipo de
cambios se pone de manifiesto que en todo ser natural podemos distinguir la sustancia y los
accidentes (cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, posición, posesión, acción y pasión) que
conforman lo que Aristóteles llamó categorías.
La sustancia es lo que es en sí, en cambio, los accidentes son siempre “en otro”, es decir, en
una sustancia. La blancura no es en sí, sino en una sustancia blanca, por ejemplo, un papel,
una camisa o un muñeco de nieve. Las categorías, es decir, la sustancia y los accidentes, son
géneros supremos del ser y del pensar. Del ser, porque toda la realidad o es sustancia o es
accidente. Del pensar, porque al pensar la realidad, así como al hablar, tenemos que utilizar
estas categorías que, de este modo, se convierten en categorías lógicas y gramaticales.
5. Potencia y acto
Aristóteles observó que la sustancia se comporta respecto a los accidentes de una doble
manera:
Los accidentes otorgan perfecciones singulares a la sustancia (la blancura hace que la
camisa sea blanca). En este sentido, se dice que la sustancia está en potencia respecto a
los accidentes (la camisa está en potencia de recibir una cualidad: ser blanca, verde, roja,
etc.).
La sustancia hace ser a los accidentes (ya hemos dicho que la blancura no existe si no se
da en un objeto blanco). Sin la sustancia los accidentes no serían nada, es decir, ella los
actualiza. En este sentido, los accidentes se encuentran en potencia respecto a la
sustancia.
Algo parecido ocurre con la materia y la forma. La primera es pura potencialidad y la segunda la
actualiza. La forma da el ser a las cosas, hace que cada cosa sea de una determinada manera.
Aristóteles advirtió que todo en el mundo física está compuesto por potencia y acto. La potencia
indica una cierta imperfección, o lo que es lo mismo, un ser en potencia es un ser perfectible, es
decir, que tiene la capacidad de recibir un acto. El niño es músico en potencia, significa que en
su esencia cabe la posibilidad real de llegar a ser músico, pero la potencia no debe ser
confundida con la mera posibilidad: un burro, por ejemplo, no está en potencia de ser músico. El
acto, en cambio, indica perfección, acabamiento. El músico es músico en acto en cuanto tiene
la perfección de la habilidad musical.
Teniendo esto en cuenta, Aristóteles definió el movimiento como “el acto de un ente en potencia
en cuanto está en potencia”. El trozo de mármol se puede convertir (movimiento) en escultura
“en cuanto está en potencia”, si se agotase la potencia, estaría en acto y ya no se movería.
En todo cambio hay un sujeto que sufre una mutación; ese sujeto es el que gana o pierde
ciertas determinaciones. En todo cambio hay una forma que se adquiere; una vez que se ha
adquirido la forma, el movimiento cesa (punto de llegada). En todo cambio, por último, el punto
de partida es una privación de forma; no es la pura nada, sino la carencia de una perfección
que el sujeto puede tener (potencia).
Por ejemplo, Juan (sujeto del cambio) parte de una privación (no sabe conducir), pero se
apunta a una autoescuela y aprende (adquiere una forma, ser conductor, que antes no tenía).
Según esto, nada llegar a ser si no es por algo que está en acto. Es decir, todo lo que se mueve
se mueve por otro que está en acto. Este principio da origen a la prueba física de la
demostración de Dios.
Aplicando ese principio nos vemos obligados a llegar a un primer motor inmóvil, pues no cabe
pensar en una serie infinita de motores. En consecuencia, este primer motor es acto puro, sin
mezcla alguna de potencialidad, que Aristóteles identificó con la divinidad.
Aristóteles sometió a dura crítica la doctrina central del pensamiento de su maestro: la teoría de
las Ideas. Esta crítica dio como resultado un pensamiento original, conocido en la historia de la
filosofía como realismo filosófico. Resumiendo, Aristóteles mantuvo contra Platón:
a) Las ideas universales no existen a parte de las cosas, no son transcendentes, sino
inmanentes a ellas. Esto significa que la bondad no está en un mundo aparte, sino en los
hombres buenos y en las buenas acciones; y la belleza no está sino en las cosas bellas.
b) Aristóteles pensó que si Platón tuviese razón debería haber Ideas subsistentes de las
negaciones y de las relaciones. Es decir, debería existir, por ejemplo, la idea de la ceguera
o de maldad, lo cual es absurdo.
c) Lo universal, entendido como Idea subsistente, no puede ser la esencia de las cosas
particulares, como mantiene Platón, porque lo universal es justamente común a muchos, no
propio de nadie. Según esto, las Ideas tendrían que ser individuales y universales a la vez:
la idea de hombre debería ser universal (propia de todos los hombres) y particular (propia
de cada hombre).
d) Aristóteles resume su crítica diciendo que el mundo de las Ideas no es otra cosa que una
reduplicación innecesaria del mundo sensible. A pesar de lo que pretende Platón, las ideas
no son la sustancia de las cosas, porque de lo contrario, estarían en ellas. Las cosas, si en
verdad fueran copias de las Ideas, tendrían que ser inmutables como éstas, o bien, las
Ideas, sensibles como las cosas. En definitiva, parece imposible que lo que le hace ser a la
sustancia exista separadamente.
Para entender la crítica de la teoría de las Ideas, podemos decir que Aristóteles bajó las ideas a
la tierra. Lo que significa que las esencias de las cosas no hay que ir a buscarlas a un mundo
suprasensible, a un mundo aparte, sino que se encuentran en la misma composición de las
sustancias sensibles. Lo suprasensible está unido a los sensible. No hace falta reduplicar la
realidad sin necesidad.
La crítica a la teoría de las Ideas sirvió al Estagirita para desarrollar su doctrina de la sustancia.
La sustancia es, en primer lugar, singular (sustancia primera): este hombre, ese caballo, aquel
árbol; y, solo en un sentido derivado, la sustancia es universal (sustancia segunda): la esencia
hombre, la esencia caballo, la esencia árbol. Las ideas, entonces, no tienen una realidad
extramental como pensaba Platón, sino sólo se dan en nuestro pensamiento. Por eso, podemos
resumir el pensamiento de Aristóteles sobre la sustancia con esta frase de un médico realista:
“no hay enfermedades, sino hombres enfermos”. La enfermedad es algo real, pero sólo en la
mente del médico, lo que existe en la realidad son hombres enfermos.
Ya hemos visto que para que una sustancia material llegue a ser, necesita una materia y una
forma. Esto significa que materia y forma son causas de la sustancia, es decir, que “influyen
real y positivamente en ella haciéndola depender de algún modo de “sí”. A partir de la
experiencia de la acción causal, el entendimiento puede llegar a descubrir el principio de
causalidad: “todo lo que llega a ser es por una causa”. Pero no solamente intervienen la materia
y la forma en la formación de la sustancia, sino también dos causas más: la eficiente y la final.
Esta última causa adquirió para Aristóteles una importancia capital y supuso una visión
finalística de la naturaleza, que no existía en la concepción atomista, por ejemplo. Es decir, para
el estagirita todo lo que ocurre en la naturaleza tiene un fin, lo que significa que existe una
causa ordenadora que hace que las piedras caigan y el fuego tienda hacia arriba. Dios como
Acto Puro mueve a todas las cosas hacia sí, como causa primera y final. Todo el movimiento
está ordenado por la atracción hacia el Primer Motor. Así Dios es, no solamente causa del
movimiento, sino también causa inteligente ordenadora. Al igual que lo que ocurría con la
causalidad, también el entendimiento descubre el principio de finalidad: “todo agente obra por
un fin”.
Estos principios, por ser primeros, no pueden ser demostrados, sino que están en la base de
cualquier demostración. Ello, sin embargo, no significa que no sean verdaderos; al contrario,
son evidentes. No pueden ser demostrados, pero sí mostrados: haciendo ver las
incongruencias a que nos abocaría su negación (reducción al absurdo).
Frente al monismo de Parménides, Aristóteles mantuvo que “el ser se dice de muchas
maneras”. Los eleatas daban al ser un sentido unívoco (se decía en un único sentido, por lo que
no existe la pluralidad), mientras que Heráclito lo entendía equívocamente (ningún sentido del
ser es igual, por eso nada permanece). Según Aristóteles, empero, el ser no es ni unívoco ni
equívoco, sino análogo. Así como “sano” se dice de una medicina, de la gimnasia o del color de
la cara de diverso modo, a saber, según restablezca la salud, la mantenga o sea signo de ella,
pero siempre haciendo referencia a la salud; del mismo modo, “es” se dice de diversa manera la
sustancia y de los accidentes, del acto o de la potencia; pero siempre en referencia al ser. Esto
significa que no es lo mismo ser sustancia que accidente, ni estar en potencia es igual que estar
en acto, sin embargo, todas estas formas son modos de ser.
8. Ética y política
Podemos considerar a Aristóteles como uno de los grandes teóricos de la ética. Definió esta
disciplina como el estudio de la conducta de los hombres en relación al bien. Para Aristóteles el
bien depende del ser, es “aquello hacia lo que todas las cosas tienden” y lo que perfecciona su
naturaleza. El bien supremo, del cual dependen todos los demás, es la felicidad (ύαíα
eudaimanía), que el hombre debe buscar en la vida intelectiva, propia y exclusiva de él. La
felicidad consistirá, entonces, en el ejercicio de la facultad suprema, la razón, y en llevar una
vida virtuosa prudentemente orientada.
Para conducirnos hacia el bien necesitamos las virtudes, que son hábitos operativos buenos
que se adquieren por repetición de actos. Aristóteles distinguió entre virtudes éticas y virtudes
dianoéticas. Las primeras perfeccionan la parte apetitiva del alma (templanza, fortaleza, justicia)
y las segundas la parte racional (ciencia, inteligencia, sabiduría, arte y prudencia). Estos hábitos
versan sobre el justo medio tal y como lo determina el buen juicio de un hombre prudente. Por
eso, para obrar bien es muy importante seguir el ejemplo de personas honestas y prudentes. El
justo medio excluye los extremos, que son viciosos ya que uno se pasa por exceso y el otro por
defecto. El justo medio no indica mediocridad, sino equilibrio y excelencia; por ello, la prudencia
es la virtud principal.
La concepción aristotélica del ser humano como unión sustancia de alma y cuerpo comporta
una ética radicalmente diferente a la platónica. Si Platón, por entender el hombre como una
alma que se une accidentalmente a un cuerpo, había despreciado todo lo sensible por
considerarlo negativo y había propuesto como única forma de liberación el desprecio de lo
corpóreo, la ética de su discípulo buscará el justo medio entre el hedonismo materialista y el
espiritualismo ascético. Aristóteles no rechaza el cuerpo como radicalmente malo, sino que le
otorga su justa importancia: el hombre que se deja llevar por las inclinaciones sensibles o
corpóreas, es decir, que no sabe dirigir sus pulsiones racionalmente, pierde el equilibrio ético.
Para Aristóteles, como Platón, el hombre es social por naturaleza (“animal político”). El hombre,
fuera de la sociedad, no puede alcanzar su perfección y su felicidad. El núcleo social elemental
es la familia, la agrupación de familias da lugar a la aldea y la agrupación de aldeas
organizadas “políticamente” da lugar a la polis o lo que podríamos llamar sociedad civil. La polis
es anterior, no temporalmente, sino en cuanto a la perfección, al individuo. El individuo está
ordenado al estado y cumple su fin en él. La polis es “la comunidad de hombres libres,
orientada al bien común”, es decir, a la felicidad.
Para lograr el bien común la sociedad se organiza de diferentes maneras. Aristóteles distinguió
tres formas buenas y tres malas:
Monarquía: gobierno de uno solo. Es la forma más perfecta, su contraria, la tiranía, resulta
la peor.
Aristocracia: gobierno de unos pocos, los mejores (ἅ áristoi). Su contraria es la
oligarquía: no ya el gobierno de los mejores, sino de los poderosos.
Democracia: gobierno de muchos. Su forma degenerada sería la demagogia.
Aristóteles, aunque consciente de que la forma más perfecta en la monarquía, creía que la
forma más duradera y estable y, por tanto, la más factible, sería un régimen intermedio
(políteia). Esta forma contraria con una clase media amplia que equilibraría los extremos y
facilitaría una mayor participación de los ciudadanos en el gobierno de la polis.
Recuerda
PLATÓN
Platón propuso algunos argumentos para demostrar la existencia del mundo de las Ideas.
Para poder explicar la realidad sensible, cambiante y plural, debe existir un mundo
compuesto por Ideas suprasensibles, eternas e inmutables.
La perfección y belleza
Dualismo ontológico significa que la realidad se divide en dos sectores: el ámbito
supraceleste (las Ideas) y el ámbito cósmico (el mundo sensible).
El demiurgo es el dios hacedor (ordenador) que tomando como modelo las Ideas forma el
mundo sensible.
Con el mito de la caverna explica Platón su visión del mundo y de la naturaleza humana.
Vemos la realidad como los prisioneros ven sombras proyectadas en el fondo de una cueva.
Con el mito del carro alado, explica que el cuerpo es la cárcel del alma y que esta tiene tres
partes: racional, irascible y concupiscible.
Platón fue el primer filosofo en demostrar la inmortalidad del alma, lo hizo mediante cuatro
argumentos:
Por la reminiscencia: recordamos lo que hemos aprendido en una vida anterior.
Por la sucesión cíclica de las cosas contrarias: a la vida sigue la muerte y a la muerte la
vida.
Por la simplicidad del alma: lo simple, como el alma, no se puede descomponer y, por lo
tanto, no puede morir.
Por la participación en la idea de vida: el alma participa de la idea de vida y no puede
participar de su contraria, la muerte.
Platón buscó un sistema de gobierno perfecto y lo encontró en la división de la sociedad en
tres grandes clases según desarrollarán más cada una de las partes del alma:
Los gobernantes, desarrollan el alma racional y son aptos para gobernar.
Los guardianes, desarrollan el alma irascible y son aptos para proteger la ciudad.
Los artesanos y agricultores, desarrollan el alma concupiscible y son aptos para producir
bienes materiales.
Cada hombre será feliz en la clase que le corresponde y hará que la sociedad funcione
perfectamente. La virtud de la justicia practicada por los gobernantes, tendrá como finalidad
que no se mezclen las clases sociales.
ARISTÓTELES
Contra Heráclito y Parménides, Aristóteles sostuvo que para poder explicar el cambio hay
que suponer que algo siempre permanece:
Lo que permanece en los cambios accidentales es la forma sustancial (categoría:
sustancia y accidentes).
Lo que permanece en los cambios sustanciales es la materia primera (teoría hilemórfica:
materia primera y forma sustancial).
El cambio es el paso de la potencia al acto. Un ser está en potencia cuando puede recibir
alguna perfección, cuando la ha alcanzado está en acto.
Aristóteles criticó la doctrina de las Ideas de Platón con cuatro argumentos:
Las ideas son inmanentes a las cosas.
Si Platón tuviera razón debería también haber ideas de las privaciones y negaciones, lo
cual es absurdo.
Las ideas, si son las esencias de las cosas, deberían ser universales e individuales a la
vez.
El mundo de las ideas no es sino una reduplicación innecesaria de la realidad.
Sustancia primera: la sustancia singular.
Sustancia segunda: el universal, el concepto, la idea.
Cuatro tipos de causas:
Causa material: aquello de lo que está hecho algo.
Causa formal: lo que hace que una cosa sea lo que es, la forma sustancial.
Causa eficiente: un ente en acto del que proviene el devenir, el agente.
Causa final: aquello en cuya dirección se realiza el cambio y que constituye la perfección
del ente.
Aristóteles tiene una visión finalista de la naturaleza.
Los primeros principios son:
No contradicción: es imposible ser y no ser a la vez y en el mismo sentido.
Identidad: el ser es y el no ser no es.
Causalidad: todo lo que se mueve es movido por otro.
Finalidad: todo lo que obra, obra por un fin.
El ser es análogo, es decir, se dice de muchas maneras.
La ética conduce a los hombres hacia el bien y la felicidad por medio el ejercicio de la virtud.
El ser humano es una unión sustancial de cuerpo y alma.
El hombre es social por naturaleza, por eso, la sociedad es anterior al individuo y éste se
ordena a aquella.
Formas de gobierno:
Monarquía-tiranía.
Aristocracia- oligarquía.
Democracia-demagogia.
Politeia: régimen intermedio.
Profundización
Una de las grandes cuestiones filosóficas a las que se enfrentaron Platón y Aristóteles fue a la
naturaleza del conocimiento. ¿En qué consiste conocer? ¿Cómo llegamos a conocer? ¿Cómo
puede nuestra mente pasar de un no saber a poseer conocimientos sobre la realidad? Los dos
grandes pensadores de la antigüedad dieron dos respuestas diferentes a estas preguntas.
Platón de la antigüedad dieron dos respuestas diferentes a estas preguntas. Platón mantuvo
que conocer no es otra cosa que captar las Ideas, que llegamos a conocer gracias a la
reminiscencia y que no partimos de un no saber absoluto, sino de un conocimiento innato.
Aristóteles, por su parte, entendió el conocimiento como la captación de una forma, pensó que
conocemos mediante un proceso de abstracción y también creyó que nuestro conocimiento no
surge de la nada, sino de las facultades cognoscitivas que van adquiriendo conocimientos
gracias a la experiencia.
1. Platón: la reminiscencia
Para Platón el conocimiento humano opera de modo intuitivo, es decir, no necesita un proceso
discursivo, sino que capta directamente las Ideas. El alma, que pertenece al mundo
suprasensible, pudo contemplar antes de encarnarse en un cuerpo las Ideas y conseguir así la
ciencia especulativa (ή epistéme), que ahora emerge por simple recuerdo (teoría de la
reminiscencia o anámnesis). Menón, en el diálogo que lleva su nombre, formula a Sócrates una
pregunta básica: “’Cómo investigar lo que no se sabe en absoluto?” (Menón, 80e). La respuesta
de Sócrates, es decir, de Platón, viene a decir que la pregunta está mal formulada porque de
entrada ya se sabe, aunque no se tenga conciencia de lo que se sabe.
Esto significa que Platón mantiene el innatismo de las ideas: el alma posee desde siempre las
Ideas de todas las cosas, sólo que las ha olvidado. Si te acuerdas, Sócrates también mantenía
que las ideas se encontraban en el alma, sin embargo, no elaboró una teoría para justificarlo.
Su discípulo, en cambio, justificó la existencia de Ideas innatas aplicando el dualismo,
ontológico al conocimiento: si existe un mundo suprasensible y nuestra alma, cuya actividad
propia es conocer lo inteligible de ese mundo, contemplaba las Ideas antes de caer en el
mundo sensible y olvidarlo todo, parece lógico mantener que las Ideas que parecemos aprender
son innatas, es decir, qué nacemos con ellas.
El alma no es una tabula rasa, como será para Aristóteles, donde no hay nada escrito, y que se
va llenado a medida que se van adquiriendo nuevos conocimientos. No, el alma, para Platón es,
más ben, una tabula plena, grabada con todos los conocimientos que le proporcionó su
existencia anterior. Lo que ocurre es que esa tabula está cubierta por el polvo del olvido y
parece que en ella no hay nada escrito. Conocer, entonces, sería quitar el polvo que cubre un
grabado insospechado para recuperarlo. Por lo tanto, para Platón no hay enseñanza, sino
recuerdo. El conocimiento no es un proceso de aprendizaje mediante el cual el alma vaya
adquiriendo nuevos conocimientos, sino que consiste en desvelar lo que en ella estaba oculto,
en despertar lo que permanecía dormido.
Platón admitió una gradación en las formas de conocimiento, desde el sensible hasta el racional
intuitivo. En la República utiliza la alegoría de la línea dividida para explicar los diversos grados
de conocimiento. Tomando como punto de partida la división entre lo visible y lo inteligible,
Sócrates indica a Glaucón que haga una línea y la divida en dos partes desiguales y que divida
a su vez cada parte en dos segmentos, según el siguiente gráfico:
A D C E B
(Resultado que A-D es a D-C lo que C-E es E-B y como A-C es a C-B)
La división principal (C) representa la división entre el mundo sensible y el mundo de las Ideas.
El punto más elevado es V, mientras que A es el más bajo. La línea se divide en dos segmentos
principales, que indican los dos grados de conocimiento:
La opinión (óα dóxa) corresponde al conocimiento sensible y ocupa el segmento A-C.
Dentro de la opinión se pueden destacar:
La imaginación y la conjetura (íαíα eikasía): los objetos del segmento A-D, que son
las imágenes y las sombras.
La creencia (í pístis): los del segmento D-C, donde se encuentran los objetos
materiales, sensibles y visibles.
2. Aristóteles: la abstracción
Para Aristóteles, a diferencia de Platón, nuestra mente es una tabula rasa en la que nada hay
escrito hasta que no se van grabando los conocimientos gracias a la experiencia. De este
modo, rechaza de raíz la existencia de ideas innatas. Suponer la existencia de tales ideas,
supondría mantener que existen objetos conocidos al margen del acto de conocer. Se entiende
que para Aristóteles sea importante la experiencia, ya que la única y verdadera realidad es la
realidad sensible. Por eso, no rechaza el conocimiento sensible, sino que es imprescindible
para elevarse hasta conocimientos superiores.
Como ya hemos visto, la realidad para Aristóteles tiene una composición hilemórfica: todo ser
material está compuesto por materia y forma. Si el mundo tiene esta estructura, el
entendimiento humano ha de ser capaz de abstraer las formas inteligibles de las cosas
prescindiendo de lo particular y sensible, que le presentan los sentidos. Esta abstracción
significa la separación de la forma inteligible. Aristóteles piensa que nuestra inteligencia
(intelecto agente) ilumina la imagen sensible (inteligible en potencia) y la actualiza, formando así
el concepto. El concepto ya no es particular ni sensible, sino universal y abstracto. El proceso
de abstracción sería el siguiente: primero nuestros sentidos externos perciben un árbol,
después la imaginación forma la imagen de árbol, hasta ahora el conocimiento que tenemos del
árbol es particular y sensible. Entonces el intelecto agente ilumina la imagen y extrae su forma
inteligible: tenemos ya el concepto “árbol”, universal y abstracto. Esto no significa que la
abstracción sea un simple generalización sino que se trata, más bien, de penetrar en el
fundamento de lo real, en la esencia de las cosas. Esta capacidad que tiene el intelecto agente
de crear los conceptos es lo que le hizo darse cuenta a Aristóteles de que el intelecto era
espiritual y por eso se expresó ambiguamente diciendo que “venía de fuera”, que era “casi
divino”.
Si te das cuenta, al igual que Platón, Aristóteles distingue el conocimiento sensible del
intelectual. La diferencia radica en que el maestro desprecia el primero, mientras que el
discípulo piensa que sin la ayuda de la experiencia no es posible ningún conocimiento
intelectual ulterior. Estamos, otra vez, ante el dilema que ya había aparecido en el pensamiento
presocrático, entre la experiencia y la razón. Platón tiene que rechazar la primera para poder
llegar a conocer las Ideas; Aristóteles, sin embargo, asume ambas y parece solucionar el
problema. Pero ya verás cómo a lo largo de la historia de la filosofía vuelve a surgir este mismo
tema.