De Cádiz A Querétaro

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debe a las miradas contradictorias y antojadizas de los observadores,


sino que verdaderamente el cambio del siglo xviii al xix coincide con
un periodo de aceleración de transformaciones culturales y movimien-
tos migratorios que van definiendo un paisaje etnográfico de la Pampa,
Patagonia y Piedemonte andino adyacente muy diferente al que pudo
ser observado por los primeros conquistadores y exploradores euro-
peos. Se observa ya una predominancia de la lengua mapuche como
lengua franca y la constitución de agrupaciones mixtas sobre la base de
diferentes filiaciones étnicas en torno a lo que podríamos denominar
el complejo ecuestre.
La importancia del trabajo archivístico realizado, la calidad de los
análisis producidos, así como el marco teórico en el cual se inscribe la
obra que comentamos y los debates en que participa hacen muy reco-
mendable su lectura tanto para el público iniciado como para quienes
quieren introducirse en el estudio de esta gran área cultural e histórica
del Cono Sur pues encontrarán en ella una síntesis actualizada y una
profundización analítica del periodo tardocolonial.

José Manuel Zavala Cepeda


U n i v e r s i d a d C a t ó l i c a d e Te m u c o /
Universidad de Chile

Catherine Andrews, De Cádiz a Querétaro. Historiografía y biblio-


grafía del constitucionalismo mexicano, México, Fondo de Cultura
Económica, Centro de Investigación y Docencia Económicas, 2017,
193 pp. ISBN 978-607-16-4472-5 y 978-607-9367-98-5

Decía José María Luis Mora que sin instrucción era difícil conseguir
todos los bienes que prometía el gobierno republicano. Que para
entender las leyes y la Constitución, era indispensable la educación
pública. Que si la razón ilustrada constituía el freno a las pasiones
individuales, también era el camino hacia el bien comunal y el gobier-
no popular. Es éste, sin duda, un pensamiento inspirador que parece
recorrer el ensayo escrito por Catherine Andrews, pues tal y como
afirma la autora en su introducción, el objetivo del libro no es otro que
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ofrecer de manera didáctica un punto de partida para todos aquellos


interesados en el estudio de las constituciones mexicanas.
En este sentido, la historia constitucional puede abordarse desde
distintas perspectivas, tales como la histórica, la jurídica o la politoló-
gica. Cabe, sin embargo, precisar terminológicamente que para consi-
derarla como tal, es imprescindible que cumpla con los requisitos de la
historia como disciplina. Andrews pretende, así, señalar la importancia
del contexto y del cambio como algo básico para comprender el cons-
titucionalismo mexicano. De este modo, para facilitar esta compren-
sión, la aproximación a la historia constitucional de México se realiza
en dos partes. La primera desde un análisis historiográfico de lo que ha
sido la historia de las constituciones mexicanas, tanto desde el punto
de vista de la narrativa histórica como de la historiografía actual. La
segunda a partir de un recorrido sincrónico por la bibliografía funda-
mental de los textos que se han escrito sobre el constitucionalismo en
México. El conjunto se completa con una utilísima bibliografía —ane-
xada en CD-Rom— que incluye no sólo libros sino también artículos
de revista y folletos acerca de la historia constitucional mexicana desde
1812 hasta el presente. Este compendio reúne cientos de obras selec-
cionadas por la autora y ordenadas temáticamente en diez apartados
que facilitan su consulta de forma diacrónica y sincrónica. Con ello se
completa el objetivo original de acercar la historia constitucional de
México a todos aquellos investigadores que se inicien en su estudio,
principalmente a los jóvenes estudiantes que abordan esta temática por
primera vez. Es, sin duda, uno de los grandes valores del trabajo reali-
zado por Andrews.
El ensayo historiográfico consta de tres capítulos y un epílogo que
trazan los hilos conductores por los que transita el análisis de la his-
toria constitucional mexicana. El primero de ellos busca presentar los
orígenes historiográficos de este constitucionalismo en torno a cuatro
enfoques: el origen extranjero, el mexicano, la pervivencia del mode-
lo colonial y la contextualización en la monarquía hispánica. El segun-
do capítulo recorre las distintas interpretaciones sobre las constituciones
mexicanas de manera cronológica desde la antigua Constitución hasta
la de 1917; mientras el tercero examina la producción historiográfica
contemporánea a partir de ejes temáticos como la cuestión federal,
la división de poderes, la ciudadanía y las elecciones, etcétera.
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En el capítulo primero se rastrean los orígenes historiográficos del


constitucionalismo gaditano divididos en cuatro apartados que son,
a su vez, temáticos y cronológicos. Los autores vinculados al primer
enfoque son aquellos que consideraron los orígenes constitucionales
como parte de la fundación de la nación y que, frecuentemente, afir-
maron la imitación de modelos foráneos en la configuración de las
primeras instituciones mexicanas. Al respecto se reseña la producción
de Zavala, Mora, Alamán y Bustamante (entre otros) y las críticas que
en diferentes momentos de sus carreras políticas vertieron sobre la
debilidad, inexperiencia o exotismo del constitucionalismo mexicano.
Este relato, basado en la importación de modelos extranjeros, se man-
tuvo hasta la Constitución de 1857 asentando la caracterización del
constitucionalismo como algo extraño y, por ello, inestable en México.
Sin embargo, a partir de la Revolución de 1917 la historiografía busca
alejarse de la imitación del modelo estadounidense reivindicando una
historia propia que nacionaliza la vieja narrativa del constitucionalis-
mo. Así, autores como López Cámara, Villoro, Cosío Villegas, Mi-
randa o Reyes Heroles encuadran sus interpretaciones en el rechazo
a las influencias foráneas y la afirmación de un pensamiento liberal y
democrático anclado en la insurgencia y vivo a lo largo del siglo xix
hasta la Revolución. Este enfoque nacionalista fue enriquecido –y
cuestionado– con los planteamientos de Hale y Benson (y quienes les
siguieron) que vinieron a demostrar las variadas fuentes del primer
constitucionalismo mexicano. Con ello, a partir de la década de 1960
se pusieron en duda algunas de estas perspectivas sobre los orígenes
del constitucionalismo mexicano, haciendo hincapié en la importan-
cia de la legislación colonial y de la herencia jurídica novohispana para
la conformación de las normas constitucionales. El último enfoque
que señala la autora es el abordado a partir de la década de los ochenta
y cuyos autores plantean el contexto de la crisis y disolución de la
monarquía hispánica como momento fundacional del primer constitu-
cionalismo y liberalismo hispanos. En éste se destaca la consideración
de la monarquía como imperio, el abandono del enfoque nacionalista
y, consecuentemente, la visión atlántica que recorre la producción
historiográfica encuadrada en él.
Realizar una división por interpretaciones acerca de un mismo
problema historiográfico es, sin duda, complejo, pues generalmente
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las fronteras entre ellas son difusas y se corre el riesgo de encuadrar


autores u obras en apartados que pueden interpretarse como opuestos
cuando no lo son. Por el contrario, los autores reseñados dentro de
un mismo enfoque a menudo presentan diferencias o matices entre
ellos, tal vez poco evidentes para los legos pero muy importantes para
los especialistas en el tema (y los propios autores, dicho sea de paso).
Por ello, la tarea a la que se ha enfrentado Andrews es, cuando menos,
arriesgada, pero resuelta —a mi modo de ver— con bastante solvencia
si tenemos en cuenta las dimensiones poliédricas y las complejidades
espaciales, temporales y de volumen que se manejan. El esfuerzo por
señalar los puntos de convergencia o distanciamiento entre autores
considerados dentro del mismo enfoque es apreciable, aunque hubiera
sido deseable una mayor concreción en la contextualización histórica
de la producción historiográfica, sobre todo de los autores coetáneos
a los orígenes del constitucionalismo. Es en ellos donde se pueden
evidenciar opiniones contrapuestas en distintos momentos de su
propia obra, sin duda fruto de los vaivenes a los que estuvo sometida
su vida política y que, tal vez, sean menos apreciables para los jóvenes
estudiantes a los que va dirigido este trabajo.
El segundo capítulo está dedicado a la construcción de las primeras
historias constitucionales en México, y en él se condensa la narrativa
sobre las mismas desde los primeros debates en torno a la existencia
de una antigua Constitución histórica hasta los mantenidos en la for-
mación de la de 1917. Sin embargo, han sido las constituciones de 1824
y 1857 las que han centrado la mayor parte de la atención de la histo-
riografía durante el siglo xix y, por ello, las discusiones en torno a las
mismas, bien desde la visión liberal o desde la conservadora, son las que
han generado más debate. En el libro Andrews muestra cómo las crí-
ticas a la primera Constitución federal no tardaron en aparecer, sobre
todo por parte de Alamán y Mora, que no se sentían cómodos con las
amplias competencias soberanas que los estados habían adquirido con
la misma. Las experiencias centralistas que siguieron obligaron, en la
década de 1840, a adoptar de nuevo la Constitución de 1824 pero con
reformas. La autora expone los enfrentamientos entre los enfoques de
los liberales y los de los conservadores respecto a los distintos textos
constitucionales que jalonaron la centuria y señala con acierto las del-
gadas líneas que separaban a liberales moderados de conservadores en
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sus críticas al texto de 1857. La división de poderes fue, sin duda,


uno de los caballos de batalla que enfrentó a unos y otros en su afán
por desterrar la crónica ingobernabilidad del México decimonónico. A
ella se sumaron las críticas del positivismo de fin de siglo que tachaba el
texto de 1857 de “utopía liberal” y hacía recaer sobre el mismo las cau-
sas históricas del fracaso de la democracia en México. Este recorrido
necesariamente breve que traza Andrews es fundamental para explicar
las razones de los revolucionarios de 1917 a la hora de conformar una
narrativa liberal, democrática y patriótica que buscara sus raíces en el
Plan de Ayutla y la insurgencia de 1810.
Finalmente, el capítulo tercero aborda de manera temática el con-
junto de constituciones mexicanas que se analizan en el resto del
libro. Ello obedece al planteamiento —acertado en mi opinión— de
la autora, de que la historia constitucional no es la suma de la historia
de cada una de las constituciones sino la totalidad de experiencias
que formaron parte de cada momento constitucional. De este modo,
Andrews se centra en la historiografía contemporánea, que desde 1970
ha aportado alguna interpretación en torno a temas constitucionales y
analiza éstos según una clasificación que incluye hasta nueve apartados
que van desde el pensamiento político, pasando por la relación entre
Iglesia y Estado, hasta la configuración del poder judicial, por nombrar
sólo unos pocos. El libro se completa con un epílogo sobre las obras
que se han ocupado en discutir e interpretar la historia reciente de la
Constitución de 1917 y ofrece al lector una senda por la que adentrarse
en el actual debate constitucional en México.
En definitiva, el trabajo realizado por Andrews resulta de gran uti-
lidad al trazar descriptivamente diferentes líneas desde las que abordar
el estudio y análisis de la historia constitucional mexicana. Con ello
cumple con el objetivo descrito al inicio del libro y ayuda a acercar
una temática tan compleja —en volumen y en contenido— a todos
aquellos que deseen adentrarse en la investigación del constituciona-
lismo en México.

Ivana Frasquet
U n i v e r s i t a t d e Va l è n c i a

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