Mentiras Científicas
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DOI: 10.22201/iifs.18704905e.2019.05
critica / C151res / 1
118 NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
¿Existe una justificación científica que explique por qué hay pocas
mujeres que se dediquen a las ciencias? Para aquellxs interesados,
García Dauder y Pérez Sedeño nos dan una respuesta rotunda alu-
diendo los últimos estudios en ciencia cognitiva: no, no existe un
cerebro femenino menos apto para el razonamiento científico en los
infantes porque todos adquieren por igual las capacidades motrices
y matemáticas básicas; no, tampoco se trata de que a los chicos les
interese más la mecánica y a las chicas las muñecas; no, los estudios
de PISA tampoco demuestran diferencias significativas en los exá-
menes de aptitudes (de hecho, sólo es significativa la diversa puntua-
ción en comprensión lectora, donde las adolescentes obtienen mejores
notas). Con una demoledora comparación entre estudios estadísticos
(pp. 37–61), no sólo numérica, sino también de diseño experimental,
lxs autorxs llegan a la conclusión lógica de que las diferencias se
deben principalmente a los patrones de socialización de lxs chicxs y a
la “mochila de género” que empiezan a cargar desde muy temprana
edad.
La creencia popular, cercana a cierta versión del positivismo, da
por hecho casi acríticamente dos premisas sobre el estatus de la
ciencia: en la ciencia todo trata sobre “hechos brutos” y la verdad,
la razón es independiente de factores contextuales; asimismo para
progresar en la ciencia sólo hace falta talento, esfuerzo y un poco de
“suerte” de que la naturaleza “responda”. Llamemos a la primera,
la presunción de la neutralidad valorativa de la ciencia y, a la
segunda, la presunción de que el sistema de acceso a la élite científica
es meritocrático, ambas tesis se abordan en esta obra. Sería útil,
de todas formas, preguntarnos a qué desarrollo histórico y social
responde nuestra manera de entender lo que es “buena ciencia” y si
la ciencia que se está haciendo es capaz de satisfacer las demandas
que ésta misma proyecta. En este libro se ofrecen una serie de
valiosos ejemplos de cómo cuando creemos haber cerrado la puerta
a los valores en ciencia, éstos saben colarse por la ventana. Y casi
siempre dan el mismo resultado: cuando las cuestiones valorativas se
han mezclado con la ciencia, ha sido en detrimento de las mujeres,
de otras minorías marginalizadas (puesto que el feminismo que se
defiende aquí es interseccional) y, seguramente, en perjuicio de la
ciencia y de la verdad.
Lxs autorxs no tienen más que apelar al sentido común y al sig-
nificado del término “mentira” en el diccionario para explicar por
qué hay mentiras en la ciencia en lo concerniente a las mujeres. La
“mentira” implica tanto una intención clara de decir lo contrario de
Crítica, vol. 51, no. 151 (abril 2019) DOI:10.22201/iifs.18704905e.2019.05
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