Psicoterapia Ucdm

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PSICOTERAPIA - UCDM

INTRODUCCIÓN

• La psicoterapia es la única forma de terapia que existe. Puesto que la mente es


lo único que puede enfermar, es asimismo lo único que puede ser sanado.
Sólo la mente tiene necesidad de curación.
• La psicoterapia es necesaria para que el individuo comience a cuestionar la
realidad de las manifestaciones de este mundo.
• Es siempre algún cambio en su manera de percibir las relaciones
interpersonales lo que le permitirá al individuo abrir su mente.
• Al paciente se le debe ayudar a cambiar de parecer acerca de la “realidad” de
las ilusiones.

1. EL PROPÓSITO DE LA PSICOTERAPIA
• Dicho llanamente, el propósito de la psicoterapia es eliminar los obstáculos a la
verdad. Su finalidad es ayudar al paciente a abandonar el sistema fijo de
creencias ilusorias que alberga y a empezar a reconsiderar la falsa relación de
causa y efecto sobre la que descansa dicho sistema.
• Nadie en este mundo se escapa del miedo, pero todo el mundo puede
reconsiderar sus causas y aprender a evaluarlas correctamente.
• Dios ha dado a todos un Maestro.
• Él ofrece a ambos, paciente y psicoterapeuta Sus más preciados regalos.
• ¿Qué mejor propósito podría tener una relación que el de invitar al Espíritu
Santo a formar parte de ella?
• ¿Qué meta más elevada puede haber para cualquiera que aprender a invocar
a Dios y oír Su Respuesta?
• ¿Y qué objetivo más trascendente que el de evocar el Camino, la Verdad y la
Vida y recordar a Dios?
• La psicoterapia enseña lo que es el perdón y ayuda al paciente a reconocerlo y
a aceptarlo. Y en su curación, el terapeuta es perdonado junto con él.
• Todo aquel que necesita ayuda, sin importar la forma de su desasosiego, se
está atacando a sí mismo y, consecuentemente, su paz interior sufre.
• De lo que no se da cuenta, y necesita aprender, es que ese “yo” que puede
atacar y también ser atacado es un concepto que él mismo inventó.
• La psicoterapia, entonces, debe restablecer en su conciencia la capacidad de
poder tomar sus propias decisiones. Debe llegar a estar dispuesto a invertir su
manera de pensar y a entender que aquello que él creyó que proyectaba sus
efectos sobre él fue causado por sus propias proyecciones sobre el mundo.
• Hasta que no acepte esto, al menos en parte, el paciente no podrá
considerarse a sí mismo como verdaderamente capaz de tomar decisiones.
• El paciente no necesita creer que la verdad es Dios para avanzar en el camino
de la salvación. Pero debe comenzar a distinguir la verdad de la ilusión
• Su Maestro lo llevará tan lejos como él esté dispuesto a ir. La psicoterapia tan
sólo puede ahorrarle tiempo.
• Todos somos Sus psicoterapeutas, pues quiere que todos seamos sanados en
Él.

2. EL PROCESO DE LA PSICOTERAPIA
• La psicoterapia es un proceso que cambia la manera en que uno se ve a sí
mismo. En el mejor de los casos, este “nuevo” yo es un concepto más
benévolo de uno mismo.
• La única función del psicoterapeuta consiste en ayudar al paciente a lidiar con
un error fundamental: la creencia de que la ira le puede proporcionar algo que
él realmente desea y de que al justificar el ataque se está protegiendo a sí
mismo.
• Tales conceptos significan muy poco para los pacientes o no necesitarían
ayuda.
• Su meta es conservar el concepto que tienen de sí mismos intacto, pero sin el
sufrimiento que ello conlleva. Lo que andan buscando es magia.
• Al comienzo, pues, la meta del paciente y la del terapeuta son divergentes.
• El paciente espera aprender cómo lograr los cambios que desea, pero sin
alterar de manera significativa el concepto que tiene de sí mismo.
• El yo que ve es su dios, y lo único que procura es servirle.
• El terapeuta, no importa cuán sincero pueda ser, debe querer cambiar el
concepto que el paciente tiene de sí mismo de alguna manera que él considere
real.
• Ambos aprenderán a abandonar sus metas originales, pues sólo en las
relaciones puede encontrarse la salvación.
• La curación tan sólo puede tener lugar en la mente.
• Los retrocesos que se presenten son temporales. La dirección general es
siempre una de progreso hacia la verdad.
• La psicoterapia de por sí no puede ser creativa.
• Los cambios que el ego procura no son realmente cambios.
• La resistencia, como se define aquí, puede ser un rasgo típico tanto del
terapeuta como del paciente.
• Las resoluciones a las que arriben paciente y terapeuta con respecto a sus
propias metas divergentes, no podrán reconciliarse completamente cual uno
solo hasta que se unan a la meta del Espíritu Santo.
• La psicoterapia consiste en una serie de encuentros santos en los que dos
hermanos se encuentran para bendecirse y recibir la paz de Dios. Y llegará un
día en que esto sea así para todo “paciente” sobre la faz de la tierra, pues
¿quiénes sino pacientes podrían haber venido aquí?
• El terapeuta es sólo un maestro de Dios un poco más especializado. Aprende
enseñando.
• Sea cual sea la fase en la que el terapeuta se encuentre, habrá pacientes que
lo necesitarán tal como es.
• La religión institucionalizada no ocupa ningún lugar en la psicoterapia.
• Nadie que aprenda a perdonar puede dejar de recordar a Dios. El perdón,
pues, es todo lo que se necesita enseñar, ya que es todo lo que es necesario
aprender. Todos los obstáculos al recuerdo de Dios son formas de falta de
perdón.
• Creer en Dios no es realmente un concepto significativo, puesto que a Dios
sólo puede conocérsele.
• Sin conocimiento, uno sólo puede tener creencias.
• la unión de propósitos entre paciente y terapeuta restituye el lugar de Dios a un
primer plano, primero a través de la visión de Cristo y luego a través del
recuerdo de Dios Mismo. El proceso psicoterapéutico es el retorno a la
cordura.
• Nadie encuentra la cordura solo.
• Siempre que dos se unen, allí está Él.
• Ningún buen maestro utiliza el mismo enfoque con todos sus alumnos.
• ¿Qué debe hacer el terapeuta para que la curación se dé? Cada uno debe
compartir una meta con alguien más para de ese modo perder todo sentido de
intereses separados.
• El psicoterapeuta es un líder en el sentido de que camina ligeramente por
delante del paciente.
• Lo ideal es que también sea un seguidor, pues hay Uno que debe caminar
delante de él para proporcionarle la luz.
• La curación está restringida tanto por las limitaciones del psicoterapeuta como
por las del paciente. El objetivo del proceso es, por lo tanto, trascender esos
límites.
• Ninguno de los dos puede hacer esto por su cuenta, pero cuando se unen, se
les proporciona el potencial para trascender toda limitación.
• Es muy posible que la psicoterapia parezca fracasar. Incluso es posible que el
resultado parezca un retroceso. Pero al final siempre se produce algún grado
de éxito.
• Un terapeuta completamente desprovisto de ego podría curar al mundo sin una
sola palabra, simplemente por el hecho de estar ahí.
• El terapeuta ideal es uno con Cristo.
• El psicoterapeuta se convierte en el paciente, al trabajar a través de otros
pacientes.
• Toda enfermedad es enfermedad mental. Es un juicio acerca del Hijo de Dios.
• ¿Qué otra cosa, entonces, puede ser la enfermedad sino una expresión de
aflicción y culpa?
• Curar al enfermo no es sino ofrecerle este entendimiento.
• Una vez que al Hijo de Dios se le considera culpable, la enfermedad es
inevitable.
• La enfermedad no es más que la sombra de la culpa.
• No hay nada que un cambio de mentalidad no pueda hacer.
• Es posible que los “sanadores” del mundo lleguen a reconocer que la mente es
la fuente de la enfermedad. Pero su error estriba en la creencia de que la
mente puede sanarse a sí misma.
• Cualquier clase de enfermedad puede definirse como el resultado de verse uno
a sí mismo débil, vulnerable, malvado y en peligro y, por ende, en constante
necesidad de defensa.
• La enfermedad es, por lo tanto, un error que necesita corrección.
• Toda enfermedad es enfermedad mental, y en esto no hay grados. Una de las
ilusiones que hace que la enfermedad se perciba como real es la creencia de
que puede variar de intensidad.
• Un loco defiende sus ilusiones porque ve en ellas su salvación. Por lo tanto,
atacará a todo aquel que trate de salvarlo de ellas, al creer que está siendo
atacado por él. Este curioso círculo de ataque-defensa es uno de los
problemas más difíciles que debe enfrentar el psicoterapeuta. De hecho, ésa
es su tarea principal, la esencia de la psicoterapia.
• El psicoterapeuta, pues, tiene una enorme responsabilidad. Debe hacer frente
al ataque sin atacar y, por consiguiente, sin defenderse. Su tarea consiste en
demostrar que las defensas no son necesarias y que la indefensión es
fortaleza.
• La función del psicoterapeuta consiste en enseñar que la culpa, al ser irreal, no
tiene justificación.
• No se cura al cuerpo. Simplemente se le reconoce como lo que es. Si se
percibe correctamente, se puede entender su propósito. ¿Qué necesidad hay
entonces de enfermedad?
• Los que acuden a nosotros en busca de ayuda están severamente
atemorizados.
• Necesitan la lección de la indefensión para mostrarles lo que es la fortaleza.
• La curación es santa. No hay nada más santo en este mundo que ayudar a
alguien que pide ayuda.
• Lo que hacemos por él, se convierte en el regalo que le hacemos a Dios.
• Él enviará Su Respuesta a través del terapeuta que mejor pueda servir a Su
Hijo en su actual necesidad. Tal vez la respuesta no parezca ser un regalo del
Cielo. Puede incluso parecer un empeoramiento y no una ayuda. No obstante,
no seamos nosotros quienes juzguemos el resultado.
• La curación le dice, por medio de la Voz que habla por Dios, que todos sus
pecados le han sido perdonados.
• Donde dos se unen para lograr la curación, allí está Dios.
• Apoyémonos en una Fuerza que está más allá de nuestro limitado alcance con
respecto a qué debemos enseñar y a qué debemos aprender.
• El proceso de la psicoterapia se puede definir, entonces, simplemente como
perdón.
• La enfermedad adopta muchas formas, y lo mismo hace la falta de perdón.
• Sólo el perdón cura una falta de perdón y sólo una falta de perdón puede ser el
origen de cualquier clase de enfermedad.
• El terapeuta ve en el paciente todo aquello que él no se ha perdonado a sí
mismo.
• El paciente es la pantalla sobre la que el terapeuta proyecta sus pecados,
permitiéndole así deshacerse de ellos.
• Nadie se cura solo.
• ¿Quién es, entonces, el terapeuta y quién el paciente? Al final, todo el mundo
desempeña ambos papeles. Aquel que necesita curación debe curar.
• Cada paciente que acude a un terapeuta le ofrece a éste la oportunidad de
curarse a sí mismo.
• El proceso que realmente tiene lugar en esa relación es uno en el que el
terapeuta le dice a su paciente, de todo corazón, que todos sus pecados le han
sido perdonados junto con los suyos propios.
• Ningún sanador no sanado puede estar completamente cuerdo.
• El terapeuta avanzado en ningún caso puede dudar del poder que hay en él ni
tampoco de la Fuente de ese poder.
• El sanador no sanado no puede evitar sentir miedo de sus pacientes, y
sospecha de su lealtad por la traición que ve en sí mismo. Intenta curar, y en
ocasiones tal vez lo consiga. Pero su éxito será limitado y de corta duración.
No ve el Cristo en aquel que acude a él.

3. LA PRÁCTICA DE LA PSICOTERAPIA

• Todo aquel que se te envía es tu paciente.


• Sería un error, no obstante, presumir que sabes lo que debe ofrecérsele a todo
aquel que acude a ti. No es a ti a quien corresponde tomar esa decisión.
• Si escuchas, hay Algo en él que te lo dirá. Y ésa es la respuesta: escuchar.
• Tus pacientes no necesitan estar físicamente presentes para que les sirvas en
Nombre de Dios.
• Serán enviados en la manera que resulte más beneficiosa: un nombre, un
pensamiento, una imagen, una idea o tal vez simplemente una sensación de
que te conectas con alguien en alguna parte.
• El sanador no sanado puede ser arrogante, egoísta, indiferente e incluso
deshonesto. Puede no estar interesado en la curación como su meta principal.
Pero algo le sucedió, no importa cuán leve pudo haber sido—ni cuán
equivocada la dirección que pudo haber elegido—cuando decidió ser un
sanador. Ese “algo” es suficiente.
• Le ha pedido al Espíritu Santo que entre en la relación y la sane. Ha aceptado
la Expiación para sí mismo.
• Despierta y regocíjate, pues todos tus pecados te han sido perdonados. Éste
es el único mensaje que dos personas deberían siempre darse la una a la otra.
• En el instante en que el terapeuta se olvida de juzgar al paciente es cuando
tiene lugar la curación.
• Ningún paciente puede aceptar más de lo que está listo para recibir, y ningún
terapeuta puede ofrecer más de lo que cree tener.
• Una vez que el terapeuta profesional se ha dado cuenta de que las mentes
están unidas, puede también reconocer que el concepto de grados de dificultad
en la curación no tiene sentido.
• Para entender que no hay grados de dificultad en la curación, tiene que
reconocer también su igualdad con el paciente.
• El terapeuta que camina sin defensas dispone de la Fortaleza de Dios.
• Nadie puede pagar por la terapia, pues toda curación es de Dios y Él no pide
nada.
• Si necesita dinero, se le dará, no como pago, sino para ayudarlo a desempeñar
mejor su función dentro del plan.
• No se debe rechazar a nadie porque no pueda pagar.
• Médico, sanador, terapeuta, cúrate a ti mismo. Muchos vendrán a ti portando el
don de la curación, si ésta es tu elección.

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