The Sinister Silhouette

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Traducción

OnlyNess

Corrección y lectura final

Sand
Diana
Se lo dedico a mi papá. Puedes haberte ido de esta tierra, pero nunca
serás olvidado. Te amo papi.
“Luca…”

Ella susurra mi nombre en la noche, llenando mis sueños con su


inquietante belleza. Sus atormentados ojos ambarinos me ruegan por
algo que no entiendo, y su agonizante dolor se vuelve mío.

Durante años, ha venido a mí, diciendo mi nombre.

Durante años, nunca he sabido quien es ella.

Hasta ahora…

Nota: No apto para menores de 18 años debido a su fuerte contenido


sexual y lenguaje explícito.
— “ …”
Una elegante voz femenina viene detrás de mí. Poco a poco me giro,
primero la cabeza, luego el resto del cuerpo y busco la fuente. Oscuridad.
Pura y absoluta. Eso es todo lo que veo. Excepto por las diminutas luces
titilantes. Hay una puta tonelada de ellas. Me recuerda las veces que pasé
los veranos con mi tía y mi tío en el campo. Cuando era niño, siempre me
escapaba por la noche y me tumbaba en el techo cuando el cielo estaba
despejado y la luna no era visible. Era mi época favorita del mes, porque
todo estaba muy oscuro, excepto las estrellas. Me quedaba ahí afuera por
horas y sólo las veía brillar, cada tanto atrapaba una que se elevaba a
través del cielo negro.
Estas no son estrellas, no es un cielo sin luna, y no me gusta esta
mierda. Estos pequeños destellos de luz flotan justo frente a mí, a mi
alrededor, casi como brillantes motas de polvo.
—“Luccaaaa…”.
Un aire caliente susurra a través de mi oído, y me giro, esperando
encontrar a alguien detrás de mí, pero todavía no veo nada más que esas
malditas manchas de luz. Entrecerrando los ojos, intento mirar a través
de ellas y de la oscuridad para distinguir algo. Cualquier maldita cosa.
La frustración crece en mi estómago cuando nada aparece.
—¿Quién demonios eres? —Grito, con ira, profundizando mi voz
con un gruñido.
Fuerzo mis oídos mientras escucho atentamente. Todo lo que oigo
es mi propia respiración y la leve palpitación de los latidos de mi corazón
en mis oídos. El ritmo sólo se hace más fuerte con mi creciente
exasperación.
—“Luca…”.
Esta vez, la voz suena precipitada. Todavía sigue siendo susurrada
suavemente, pero no es el lento llamado de las otras dos veces. Es urgente.
También hay un eco. Viene detrás de mí, pero el eco fluye a mi alrededor
desde todas las direcciones.
Inclino la cabeza hacia atrás y gruño al… ¿techo? ¿El cielo? No tengo
ni puta idea.
—¿Qué demonios quieres de mí?
No espero una respuesta, ya que no obtuve una en mi pregunta
anterior, pero me sorprende cuando la voz se escucha otra vez. Está cerca.
Tan cerca, pareciera que las palabras no son pronunciadas en voz alta,
pero de alguna manera están en mi cabeza.
—“Te necesito”.
Frunzo las cejas. Hay dolor en sus suaves palabras, y por alguna razón no
me gusta la emoción que emana de su voz. Algo punzante perfora mi
pecho y siento como si una hoja afilada se hundiera lentamente en mi
esternón y me quita el aliento. Froto el lugar, sin entender por qué hay
dolor, pero sé que es causado por la agonía en la voz de la mujer.
—¿Dónde estás? —Mi tono es brusco por el dolor punzante.
—“Aquí”—susurra ella.
Me giro y sigo viendo nada más que luces titilantes. Extiendo la
mano con la esperanza de que, aunque no pueda ver nada, pueda sentir
algo. Está tan oscuro que ni siquiera puedo ver mi mano delante de mí,
sólo las diminutas luces que flotan en una carrera por mi movimiento
brusco.
Hay una en la distancia que capta mi atención, a unos cinco metros
de mí y me enfoco en ella. Es un poco más grande que el resto. Doy un
paso adelante, luego me detengo cuando empieza a crecer. No se vuelve
más brillante; La luminosidad se mantiene igual
Sólo el tamaño cambia. En realidad, parece que la luz se atenúa
cuanto más grande se vuelve. Como si ya no fuera una luz, sino una
sustancia parecida a la niebla.
Se extiende hacia los caminos y cada vez se hace más y más grande.
Empiezo a moverme hacia ella, pero no importa cuántos pasos de, la
misma distancia se mantiene entre ella y yo.
Algo comienza a formarse en la bruma. Entrecierro los ojos, no muy
seguro de que sea, porque ahora es casi transparente. Todavía está
creciendo, pero cuanto más grande se vuelve, más pierde su solidez.
Un rostro.
Apenas puedo ver a través de la bruma, pero es una mujer. Sus
rasgos se vuelven más claros, pero cuanto más se forma el rostro, más se
desvanece también.
Doy un par de pasos hacia adelante, luego me detengo bruscamente
cuando recuerdo que no sirve de nada.
—Joder —murmuro.
¿Qué demonios es esta mierda?
—“Lucaaaa…”.
La voz vuelve a susurrar, y sé que proviene de la visión translúcida,
pero sus labios no se mueven.
El rostro se vuelve rostro y hombros, luego rostro, hombros, brazos
y torso. Su cabello fluye a su alrededor, ondeando lentamente, como si
flotara en el agua.
Ella me mira, y el intenso dolor en sus ojos casi me hace
retroceder con fuerza.
Realmente no me gusta esa mirada. Y realmente no sé por qué.
Nunca antes he visto a esta mujer. Ella ni siquiera me parece vagamente
familiar, ¿Por qué diablos su dolor sería mi dolor?
—¿Quién eres? —Exijo.
Una vez más, sus labios no se mueven, pero todavía escucho la voz
dentro de mi cabeza.
—"Ven conmigo, Luca. Te necesito".
Antes de que tenga la oportunidad de reaccionar a sus palabras,
algo sucede. Me tenso mientras las luces brillantes se acercan y rodean la
niebla blanca de la mujer.
Su aspecto cristalino comienza a solidificarse. Su rostro y la mitad
superior de su cuerpo se hace visible. Su cabello, que hasta ese momento
era incoloro, ahora es de un profundo marrón intenso. Es largo y fluye
hacia la mitad de su espalda. Sus ojos son de un color marrón claro, pero
no un marrón común. Son de un inusual ámbar dorado. No estoy seguro
si es debido a su apariencia no corporal o si ese es su color natural, pero
parecen brillar.
Más motas de polvo penetran en la forma de la mujer, y cuanto más
se precipita, más brillante se pone.
Ella extiende su brazo, como si quisiera tocarme, y antes de que
registre lo que estoy haciendo, me estoy acercando.
Cuando doy un paso más cerca, la luz que la rodea brilla más. Esta
vez puedo reducir la brecha entre nosotros. Doy un paso más, y parece
brillar aún más. Soy alto, así que cuando doy el siguiente paso, sólo nos
separan unos pocos metros. Pero el brillo ahora es casi demasiado para
soportar. Tengo que entrecerrar los ojos por la brillantez.
Ahora sólo hay unos centímetros entre las puntas de sus dedos y
los míos. El dolor que descansa en mi pecho se intensifica cuanto más me
acerco, es como si hubiera una fuerza que me empujara hacia ella. Como
si en caso de que no lo hiciera, el dolor sería mil veces peor. No sé por
qué, pero algo dentro de mí me dice que debo ir con ella.
Contengo la respiración mientras la punta de mi dedo medio toca
la punta brillante del suyo. Varias cosas pasan a la vez. Un gruñido bajo
resuena profundamente desde mi garganta, aprieto los dedos en un puño
y mi brazo cae a mi costado, el intenso dolor que he estado
experimentando en mi pecho se vuelve tan insoportable que juraría que
mi corazón se está derramando en el piso a mis pies.
Tengo el triple de sensaciones porque en el instante en que mis
dedos tocan a la mujer, su forma se desintegra. Los miles de pedazos de
polvo que conforman su forma caen al espacio, dejándome una vez más
en completa oscuridad.
Inclino la cabeza hacia atrás y un furioso rugido lleno de dolor sale
de mis labios ante la pérdida de algo tan importante.
en la puerta trasera de Ink Me y la empujo. La
puerta golpea el gabinete que hay detrás y algo se estrella contra el piso,
molestándome aún más de lo que ya estoy. Enciendo el interruptor de la
luz, miro a mi alrededor y encuentro cristales destrozados de color rosa
en el suelo. Miro con furia los fragmentos y maldigo silenciosamente a
mi hermana por dejar su mierda en la encimera después de que le dijera
varias veces que la guarde.
Después de patear la puerta y cerrarla con mi bota, me quito la
chaqueta empapada, luego tomo una toalla de mano de un gabinete y la
paso por encima de mi cabeza un par de veces para absorber algo del
agua de la lluvia torrencial del exterior. Dejando las llaves en la encimera,
me dirijo a la cafetera. Una vez la máquina comienza a gorgotear, agarro
la escoba y recojo los cristales rotos del piso, luego apoyo mi peso contra
la encimera. Me tomo un minuto para frotarme la sien, el martilleo en mi
cabeza de hace un momento finalmente poco a poco van convirtiéndose
en un dolor sordo.
Esos malditos sueños.
Me hacen esto cada vez que los tengo. Pensé que se habían ido, pero
aparentemente eso fue una ilusión.
Durante seis años, he soñado con una mujer en la oscuridad. Con
una mujer que nunca antes he visto, con brillantes ojos color ámbar. Al
principio, sólo tuve un pequeño vistazo de ella, y los sueños eran tan poco
frecuentes que no pensé nada sobre ellos.
Ella nunca me hablaba, sólo me miraba con sus ojos atormentados.
Hace dos años, se detuvieron, y se mudaron al fondo de mi mente. Hace
un par de meses, regresaron, esta vez con más fuerza.
Ella es más clara y ahora habla. No es que realmente pueda entender
lo que está diciendo. Me pide ayuda para que acuda a ella, pero no tengo
ni puta idea de quién es, dónde está, o cómo quiere que la ayude. Ni
siquiera sé si esta persona es real, y si lo es, por qué eligió invadir mis
sueños.
Me frustra muchísimo porque, aunque no sé quién es, me siento
atraído por ella, como si alguna fuerza invisible me atara a ella. Puedo
sentir físicamente su dolor como si fuera mío. Sin embargo, cada vez que
me acerco, ella desaparece, simplemente se evapora en el aire, dejando
atrás su agonía fusionada con la mía. Es entonces cuando me despierto
con el dolor del sueño sosteniéndome en su férreo control. Nunca me
vuelvo a dormir, porque el dolor es demasiado grande. Por lo general,
toma horas aliviar el dolor en mi pecho y el palpitar en mi cabeza. Por eso
estoy aquí en Ink Me tres horas antes. Para intentar alejar mi mente de mi
extraño sueño.
Preparo una taza de café y la llevo a la pequeña oficina al final del
pasillo donde hago la mayoría de mis dibujos. Sentado en la vieja y
agrietada silla de oficina, pero aún así cómoda, saco un bloc del cajón del
escritorio y miro hacia abajo a la imagen en la que he estado trabajando
por meses. Todavía no sé cuál será la imagen completa. Es una visión que
tuve un día. De vez en cuando, pequeñas cosas van apareciendo en mi
cabeza y las añado. En este momento, es sólo un árbol de glicinia con las
ramas extendidas, caídas y llenas de hojas y flores de color púrpura. Hay
una niña sentada debajo con las rodillas contra su pecho, y los brazos
envueltos a su alrededor, un pájaro en la rama más baja la observa. Las
ramas cuelgan tan bajo que casi protegen a la niña del mundo exterior.
Lo último que agregué a la imagen fue la silueta de alguien parado frente
a la chica, y no he recibido ningún incentivo para dibujar más.
Paso la página a una nueva y tomo un lápiz. Un cliente vino hace
unas noches queriendo un tatuaje de una mujer que es mitad ángel, mitad
demonio. ¿Original? No. Pero dibujo lo que el cliente quiere que haga, y
trato de agregarle algo único.
Ink Me solía ser el negocio de mi papá. Al crecer, venía aquí todos
los días después de la escuela y lo veía trabajar. Mamá lo odiaba porque
la mayoría de la clientela que frecuentaba en aquel entonces no era gente
con la que quisieras que estuvieran tus hijos.
No porque tenga algo en contra de las personas que tienen tatuajes
o piercings, mi papá está cubierto de tatuajes y hasta el día de hoy, ella
aún dice que su cuerpo es una obra de arte, sino porque la mitad estaban
relacionados con pandillas o eran personas muy drogadictas, o alguna
otra mala mierda que afecta las calles en este barrio. Silver Hill se divide
justo en medio con la proverbial vía férrea que separa la mitad rica y la
mitad sucia. Siendo Ink Me el único lugar de tatuajes, aquí era donde las
personas venían cuando querían tinta o piercings.
Antes de que tuviera la edad suficiente para entender realmente lo
qué era un tatuaje, supe que quería trabajar aquí. Conseguí mi primera
máquina de tatuar cuando tenía doce años y practiqué con frutas. A los
dieciséis años, fui aprendiz de mi padre, él me enseñó todo lo que
necesitaba saber para tener algún día mi propio negocio. Lo compré hace
cinco años, y desde entonces, he limpiado el lugar, no es que haya sido
basura antes, pero un buen trabajo de pintura por dentro y por fuera,
nuevos mostradores, equipamiento y muebles, hacen maravillas, y me
negué a soportar la mierda de los fracasados que vienen aquí. Papá no era
un hombre fácil de convencer cuando era dueño del lugar, él era bastante
duro, pero también tenía una esposa y tres hijos que alimentar, por lo que
no podía ser tan selectivo con sus clientes.
¿Yo? Si vienes aquí drogado, si ocasionas algún problema, o llegas
con alguna actitud agresiva, puedes llevar tu culo de regreso por la puerta.
La única cosa que a mamá le gustaba de mí estando tanto tiempo en Ink
de niño era que eso significaba que no estaba en las calles metiéndome
en problemas o saliendo con la gente equivocada. Aun así, tuve que
aprender a defenderme o me aplastarían. Cuanto más viejo me hice y más
mierda vi en este lado del camino, más duro me volví. Nunca quise ser
uno de esos tipos que se ven obligados a cumplir órdenes de algún matón
que piensa que gobierna las calles. Y tampoco quería ser el que gobernaba
las calles. Sólo quería que no me molestaran. Entonces, me aseguré de que
así fuera. No busco confrontación, pero estoy seguro de que no me echaré
atrás si me provocaban. Desde mi adolescencia en adelante, mi reputación
es, no me jodas, no joderé contigo. Pero si me jodes, vas a pasarlo muy
mal.
Otro negocio en este lado del camino es el Abe’s Gym, un lugar
donde aprendí kickboxing y Krav Maga. Fueron las enseñanzas de Abe las
que me ayudaron a construir mi estatus de ser alguien a quien no deberías
fastidiar.
Mi reputación se ha trasladado a Ink Me, y con eso, la clientela ha
cambiado drásticamente para bien. Con el lugar limpio, los imbéciles ya
no entran, y agréguenle a eso que soy un excelente artista y tatuador, el
negocio es tres veces más de lo que solía ser. Llega gente de los condados
circundantes y tengo reservas con semanas de anticipación.
Drenando lo último de mi café, me pongo a trabajar en el dibujo del
ángel/demonio. El tiempo se detiene para mí cuando dibujo o estoy
marcando la piel de otra persona. Es relajante y es la única vez que siento
verdadera paz. Incluso siendo niño, era bueno haciendo que una imagen
cobrara vida en el papel. Había ocasiones en las que estaba en nuestra
destartalada mesa de la cocina con mis manos sucias con lápiz y mis
padres prácticamente tenían que quitarme el lápiz y el papel de las manos
para llamar mi atención. Era la única cosa en la que era bueno. Algo de lo
que estaba orgulloso.
No sé cuánto tiempo pasó antes de escuchar la puerta trasera
abrirse. Dejo caer el lápiz sobre el escritorio y me paso la palma de las
manos por mis ojos, intentando borrar la sensación de no haber dormido
lo suficiente la noche anterior. Por suerte, mi dolor de cabeza se ha
convertido en un dolor sordo.
Mirando hacia abajo al papel frente a mí, me sorprende ver que casi
está terminado. Sólo unos cuantos ajustes aquí y allá, y luego puedo
llamar al cliente y programar una hora para que lo revise.
Cuando escucho gabinetes cerrándose de golpe en la habitación
trasera, giro el cuello de lado a lado para aliviar la sensación de estar
sentado en una misma posición durante tanto tiempo, luego me levanto
y me estiro. Después, camino por el pasillo y encuentro a mi hermana
murmurando para sí misma mientras busca algo.
—Está roto —digo, apoyado contra la puerta.
Ella se gira, agarrándose el pecho dramáticamente.
—Santa mierda Luca. Me diste un susto del demonio. —Le doy un
minuto antes de que estreche los ojos—. ¿Qué quieres decir con que está
roto?
Señalo con mi barbilla la papelera y ella se acerca para mirar
adentro.
—Lo dejaste en la encimera, y cuando entré se cayó.
Un ceño fruncido se forma en su rostro cuando mira los restos de
su taza de café favorita, haciendo que sus cejas formen una profunda V.
Eleva sus ojos hacia los míos y frunce los labios. La señalo con el
dedo antes de que tenga la oportunidad de abrir la boca y escupir
cualquier mierda que esté pensando.
—Ahórratelo. Te he dicho que guardes tu mierda y no me escuchas.
Ella resopla, pero se queda callada, sabiendo que tengo razón. He
lidiado con esto desde que tengo memoria. Mientras crecía, ella siempre
dejaba su mierda alrededor de la casa. Mamá solía amenazar con tirar sus
cosas si no aprendía a guardarlas. Por supuesto, mamá nunca lo hizo. Lo
que significa que Ella sabía que podía salirse con la suya, y eso lo traslado
a su adultez.
Ella patea traseros tatuando, es tan buena como yo, y la amo, pero
me vuelve loco cuando deja su mierda por todos lados. Afortunadamente,
mantiene su estación de trabajo limpia y libre de desorden porque sabe
que eso es algo que no toleraré. Trabajamos con personas y agujas
durante todo el día y entiende la importancia de la limpieza cuando se
trata de eso. He aprendido a escoger mis batallas donde puedo.
Con una mirada lúgubre al bote de basura, se gira sobre sus talones
y se acerca al armario que contiene algunas tazas de plástico y saca una
de la pila.
—Recuerdas que tengo que irme a las cuatro hoy, ¿verdad? —
Pregunta por encima del hombro—. Vicki tiene esa cita a la que quiero ir
con ella.
—Sí. —Cruzo los brazos sobre mi pecho y la miro—. Sabes que todo
irá bien, ¿verdad? No importa lo que muestren los resultados de las
pruebas.
Sus hombros se levantan cuando inspira profundamente. Un
momento después, se gira con ambas manos envueltas alrededor de su
café. Se apoya contra la encimera, lleva la taza a sus labios y sopla el
líquido caliente. Sus ojos se ven abatidos, pero aún veo persistir la
preocupación en sus profundidades.
Mi hermana es tan dura como una piedra y luchadora. Como mi
hermano Theo y yo, ella es así por el tipo de vecindario en el que crecimos.
También es una niña mimada, cortesía de mi madre que la adora porque
es la menor y su única niña, y a mi padre que la trata como a una princesa.
Su personalidad frente a mis padres es completamente un giro de
180 grados en comparación a cómo actúa cuando no está con ellos. No es
por ser mentirosa, sino porque no quiere que nuestros padres vean su
lado más oscuro, el cual surgió al crecer en nuestro vecindario.
Sin embargo, cuando se trata de su pareja, Vicki, es completamente
una blandengue. Se conocieron en la escuela secundaria cuando Ella
luchaba contra sentirse atraída por otras chicas. La familia de Vicki se
mudó desde el otro lado de las vías a este lado, cuando la planta textil
local cerró y su padre perdió su trabajo. En el momento en que Ella la vio,
se volvió loca y su lucha terminó. Ella se lanzó de cabeza para dejarle
saber a Vicki que estaba interesada en ella, sin importarle ni una mierda
lo que alguien más pensara. Quería a Vicki, y como siempre, Ella consiguió
lo que quería. Afortunadamente, el sentimiento fue mutuo. Han estado
juntas seis años.
—Oye. —La llamo cuando parece no escuchar mis palabras. Cierra
los ojos un momento, antes de inspirar y luego los abre—. Corta esa
mierda, Ella. —La regaño con seriedad—. Aún no sabes nada, así que no
pienses lo peor.
Su garganta se mueve cuando traga. Asiente, echando los hombros
hacia atrás y convirtiéndose en la mujer dura que sé que es.
—Tienes razón.
Ella lo dice, pero la duda sigue ahí. Hace unas semanas, encontró
un bulto en uno de los pechos de Vicki y hoy obtienen los resultados para
saber a qué se enfrentan. Podría ser simplemente una inofensiva masa,
pero los médicos, siendo cautelosos, dijeron que podría ser cancerígeno.
Me alejo de la puerta y me acerco a ella. Tomando la taza de sus
temblorosas manos, la coloco en la encimera y luego la tomo entre mis
brazos. Su peso se hunde contra mí como si no pudiera sostenerse más.
Le froto la espalda y le ofrezco el consuelo que puedo.
Con su rostro enterrado en mi pecho, su respiración se dificulta
cuando dice entre lágrimas.
—No puedo perderla, Luca. No... no sé qué haré si algo le sucede.
—No la perderás, Ella. Sabes que es demasiado obstinada como para
que le pase algo. Además, perderla significa que ella te perderá a ti, y
sabes muy bien que no va a permitir que eso suceda. La mujer está
demasiado loca por ti como para ir a cualquier parte.
Ella se ríe, y aunque está llorosa, lo acepta.
—Bueno, soy un buen partido, así que realmente no puedo culparla.
Cuando retrocede, toco sus mejillas y limpio sus lágrimas con mis
pulgares.
—¿Por qué no te tomas el día libre? Llamaré a tus citas y las
reprogramaré. Jazz estará aquí en un par de horas, y estaremos bien sólo
nosotros dos.
Ella sacude la cabeza antes de que termine mi sugerencia.
—No. Necesito estar aquí. Vicki trabaja hasta las tres y lo último
que necesito es estar sola en casa pensando en las posibilidades. Tienes
razón, no debo asumir lo peor, y si estoy en casa, lo haré. Trabajar me
ayudará a no pensar en eso.
Levanto mi barbilla.
—Bueno. Pero la oferta sigue en pie.
Con una sonrisa, se inclina y besa mi mejilla.
—Gracias, hermano mayor —dice en mi oído.
La dejo y me dirijo al frente. Un vistazo a mi teléfono me indica que
tenemos treinta minutos antes de abrir las puertas, decido preparar las
cosas para mi primer cliente. Agarro un papel de transferencia y un
bolígrafo. Sentado en la pequeña mesa de mi estación, me pongo a
trabajar para transferir el diseño en un papel. Es un diseño simple, un
reloj de arena. En lugar de caer arena, gotea sangre, que representa la vida
y cómo al final todos nos quedamos sin ella.
Veinte minutos más tarde, me pongo un par de guantes y busco
todos los materiales que necesito. Escucho a Ella moverse en la parte
delantera y sé que está preparando el registro para el día. El sonido de la
puerta de entrada indica que ya abrió el negocio y que ese probablemente
es mi cliente.
Quitándome los guantes, los tiro a la basura y salgo de la pequeña
habitación y me dirijo al mostrador.
Ella está entregándole a Kyle un portapapeles con nuestro
formulario estándar de seguridad y permiso que debe completar antes de
realizar todo el trabajo.
—¿Estás listo para mí? —Pregunta Kyle cuando me ve entrar.
—Sí. Apenas termines con eso, revisas el diseño y luego
comenzamos.
Mientras completa el papeleo, Ella hace una copia de su
identificación. Sólo le toma un minuto devolverle el portapapeles a Ella y
guardar su identificación en su billetera. Me sigue por el corto pasillo
hasta mi área de trabajo, donde le entrego el diseño.
He hecho varios diseños para él, por lo que sabe lo que puedo hacer.
No estoy siendo arrogante pero no me sorprende cuando silba con
apreciación. Sólo conozco mis habilidades.
—¡Maldita sea Luca, esta mierda es fantástica! —Comenta, sin dejar
de mirar el dibujo.
—Gracias. —Me giro y saco otro par de guantes—. Espera a que lo
veas hecho. El efecto 3D que planeé para las manchas de sangre se verá
increíble.
Después de quitarse la camisa por encima de la cabeza, Kyle se
sienta en la silla. Antes de tomar asiento, selecciono una lista de
reproducción en mi teléfono y lo conecto en el estéreo bluetooth que
tengo en el mostrador detrás de mí. Linkin Park comienza a sonar, y ahora
siento que realmente puedo ponerme a trabajar.
Me siento en mi taburete junto a Kyle y me pongo los guantes. Todo
lo que necesito está en un carrito a mi lado. Rompo un paquete de agujas
e inserto una a través del tubo en la máquina de tatuajes, luego envuelvo
un par de bandas de goma alrededor del marco y la aguja para mantenerla
segura y estable mientras trabajo. Dejo la máquina y agarro la maquinilla
de afeitar desechable. Kyle, conociendo el procedimiento, levanta el brazo
y yo paso la navaja por sus costillas, donde irá el tatuaje, eliminando todo
el vello, luego rocío la piel con solución de jabón verde para limpiar el
área a fondo.
—Levántate —instruyo, y él lo hace.
Agarrando el papel de transferencia con el diseño, presiono la parte
superior del papel contra la parte superior de sus costillas y lentamente
aliso mi mano en el centro de la hoja. Comenzando en el medio y
trabajando hacia afuera, me aseguro de que no se arrugue. Retiro el papel
de la piel, dejando atrás un diseño de rayas azules, y maldición si no
recibo una descarga de adrenalina sabiendo que estaré entintando
permanentemente esto en Kyle. Esta parte de él siempre será mía. Con
cada tatuaje que hago, tengo que dejar mi marca atrás. Es una sensación
embriagadora saber que todos los que salen de aquí con tinta nueva
siempre se llevarán un pedazo de mí con ellos.
—¿Qué te parece? —Le pregunto a Kyle para asegurarme que todo
está a su gusto.
Se gira frente a un gran espejo, levanta el brazo e inspecciona el
diseño. Una lenta sonrisa se forma en su rostro, y sus ojos se encuentran
con los míos en el espejo.
—¡Se ve jodidamente genial!
Se sienta y nos ponemos manos a la obra. Como siempre, cada vez
que cojo una máquina de tatuajes, mi mente se queda en blanco respecto
a todo lo demás, excepto por el diseño que tengo al frente. Me
enorgullezco de mis manos firmes y la pulcritud de mis líneas. Cómo
fluye cada sección de la imagen a la siguiente, como si no se tratara de
piezas que juntamos, sino que naturalmente forman parte de un todo.
Pasa una hora, y termino el esquema, me preparo para tomar un breve
descanso, cuando unas voces en alto llegan desde el frente. Bajo la
máquina, me quito los guantes y pauso la música.
—Tómate diez minutos —le digo a Kyle—. Toma un trago, fuma,
usa el baño, lo que sea. Vuelvo enseguida. —Antes de que tenga
oportunidad de contestar, salgo de la habitación y me dirijo al frente
donde escucho a Ella gritarle a alguien. Avanzo dos pasos por el pasillo
cuando otra voz comienza a gritar. Aprieto los dientes cuando me doy
cuenta quién es.
Camino por detrás de Ella, que está de pie al final del mostrador
que está abierto para permitir que la gente camine detrás de él, justo a
tiempo para escucharla decir.
—Vete, perra, antes de que te arrastre del cabello.
Ella en su mejor momento decide ser un culo duro.
Actuando como si no hubiera escuchado su amenaza, los ojos de
Cora se posan en mí y me da lo que la mayoría de los hombres
considerarían una sonrisa sexy. En su momento, pensé lo mismo. Cora y
yo dormimos juntos un total de tres veces, aunque es buena, no es lo
suficientemente buena como para que pase por alto la mierda blanca que
vi bajo su nariz una vez que salí del baño después de limpiarme la última
vez que estuvimos juntos. O el hecho de que vende su cuerpo a cualquier
persona que le provea drogas.
No consumo drogas, y estoy seguro que no estaré con nadie que las
consuma. He visto la mierda que puede hacerle a una persona. Mi mejor
amigo en la secundaria, tuvo una sobredosis de heroína hace diez años.
Lo vi consumirse hasta que no quedó nada, excepto un caparazón de su
antiguo yo. Derek era uno de los hombres más fuertes que conocí, y nos
juramos que al crecer no seríamos como la mitad de las personas de la
zona. No permitiríamos que la dura realidad de la vida nos afectara.
Éramos mejores que eso y queríamos que siguiera siendo así. Luego la
mierda empeoró con su padre, quien lo golpeaba a él, a su hermana y a
su madre. Una noche, encontró a su padre violando a su hermana menor
mientras su madre estaba en el trabajo. Cuando intentó separarlo, su
padre sacó un arma y la sostuvo contra la cabeza de la niña. Derek fue
obligado a mirar mientras él continuaba violándola. Cuando terminó,
apretó el gatillo, luego giró el arma sobre sí mismo. Derek nunca fue el
mismo después de eso.
Envuelvo mi brazo alrededor del estómago de Ella cuando se mueve
hacia Cora.
—¿Qué estás haciendo aquí, Cora? —Pregunto, sin molestarme en
ocultar mi disgusto por tener que mirarla.
Cora posa sus manos en la vitrina frente a ella, sin duda dejando las
huellas de sus aceitosas manos. Inclinándose sobre los dedos de los pies
presionando sus tetas a propósito contra sus brazos, sabiendo que se
saldrán de su apretado top. Ni siquiera estoy tentado a mirar hacia abajo
para ver si estoy en lo cierto.
—Vine a verte, Luca, bebé —ronronea—. Para ultimar nuestros
planes para esta noche.
—¿Planes? —Gruñe mi hermana, retorciéndose en mis brazos para
fulminarme con la mirada—. ¿De qué demonios está hablando?
Debo mencionar que Ella no soporta la presencia de Cora y
probablemente le arrancaría todos los pelos de la cabeza si tuviera la
oportunidad. Eso sucede cuando atrapas a una persona inclinada sobre el
colchón siendo follada por el novio de tu mejor amiga, en su propia cama
de mierda. No sabía eso cuando me metí con Cora. Si lo hubiera sabido,
no lo habría hecho.
Casi ni miro a Ella, antes de mirar a Cora, ella debería conocerme
mejor que eso.
—No tenemos planes. Querías que nos viéramos y te dije que te
fueras a la mierda. Ahora es momento de que te vayas y no vuelvas.
Sus labios sobresalen en un puchero, y eso sólo la hace ver ridícula,
no seductora como pretende ser.
—Vamos, Luca. Sabes que quieres jugar conmigo —se queja.
En realidad, el pensamiento me pone enfermo. Antes de que tenga
oportunidad de decírselo, Ella, quien es mucho más fuerte de lo que su
pequeño cuerpo sugiere, empuja mi brazo a un lado y salta hacia ella.
Agarra un puñado del cabello rubio blanquecino de Cora y tira hacia
abajo, obligando a la mujer a inclinarse o a tener el cabello arrancado. La
mujer grita y comienza a tironear el puño de Ella.
—¡Perra! —Grita—. ¡Suéltame!
—Te soltaré cuando salgas por la puta puerta. —Escupe Ella, se
inclina y se sitúa frente al rostro de Cora—. Luca dijo que te fueras, ¿Eres
una maldita sorda o simplemente estás tan desesperada que te niegas a
escuchar?
—¡Vete a la mierda, perra!
—Ni siquiera en tus sueños, mujerzuela.
Le doy a Ella su momento de diversión, pero luego, sintiendo la
furia que emana de su cuerpo, me acerco a las mujeres antes de que esto
vaya demasiado lejos. No soy el único en mi familia que tomó clases en
Abe’s.
—Déjala ir, Ella —exijo.
—No —gruñe sin mirarme.
Como Theo y yo, Ella protege a su familia, incluso aunque no sea
necesario.
—Ella. —Le advierto y agarro su mano. Finalmente levanta la cabeza
y me mira, mostrando la ira en sus ojos—. Déjala ir. Cora ya se va.
Ella muestra los dientes, pero finalmente desenvuelve los dedos del
cabello de Cora, y luego empuja su cabeza lejos. Cora da un paso atrás y
se endereza. Parece que está lista para ir tras Ella, así que me interpongo
entre ellas. Esta mierda termina ahora.
Señalo con el dedo a Cora.
—Te lo he dicho una docena de veces, terminamos. Si te veo aquí
nuevamente Cora, no terminará bien para ti. Ahora vete. O te sacaré yo
mismo.
Cora arroja su cabello ahora desaliñado sobre su hombro y frunce
sus labios pintados de rojo.
—Te arrepentirás de esto, Luca.
—Lo dudo —digo inexpresivamente.
Ella suelta una carcajada y los ojos de Cora se mueven hacia ella.
—Cuida tu espalda, perra.
Y con eso, sale pisoteando por la puerta, la abre con tanta fuerza
que golpea contra la pared y sale sin cerrarla detrás de ella.
—Nunca sabré qué demonios viste en ella —murmura Ella.
Le lanzo una mirada.
—No empieces.
Camino hacia la puerta, y miro afuera asegurándome que Cora se
fue antes de cerrarla.
—Tienes que aprender a controlar tu temperamento. —Paso junto
a ella y me dirijo al pasillo—. Eso te meterá en problemas algún día.
Ella se burla.
—Mi temperamento está bien cuando se trata de esa mujer.
La ignoro, porque sé que de todos modos no me escuchará, vuelvo
a la habitación donde está Kyle. Él está nuevamente en la silla haciendo
algo en su teléfono.
—¿Todo bien?
Su pregunta no me sorprende. Tampoco el hecho de que no salió a
investigar qué estaba pasando. Viviendo en este lado de las vías, esperas
que algo así suceda. Es nuestra vida cotidiana normal.
—Sí —gruño, agarrando mi teléfono para encender la música de
nuevo.
—Era Cora, ¿verdad?
Inclino mi barbilla como respuesta.
—Será mejor que te cuides. Está jodidamente loca. Le dio una buena
paliza a mi hermano cuando se negó a dejar que se la chupara. Terminó
en la sala de emergencias asegurándose que no causara daños
permanentes.
—Tengo los ojos bien abiertos.
No me preocupo por mí. Estoy preocupado por Ella. Es fuerte y
puede cuidarse, pero no se sabe qué hará esa perra loca.
Hago una nota mental para hacer correr la voz en la calle, que, si
alguien se mete con Ella, las consecuencias serán duras. La gente ya
conoce mi reputación y eso se extiende a mi familia, pero si emito una
advertencia dirigida específicamente a Cora o a cualquiera que se
relacione con ella, la noticia se difundirá rápidamente y sé que ella la
escuchará. Sólo espero que sea lo suficientemente inteligente como para
prestarle atención.
Selecciono mi playlist y pulso play, tomo un par de guantes nuevos
y vuelvo a trabajar en el tatuaje de Kyle.
lugares a los que vengo cuando necesito un
descanso de la mierda diaria de mi vida. Me siento en el borde del
acantilado, una rodilla doblada con mi brazo sobre ella y mi otra pierna
colgando por el costado. Miro hacia el otro lado del abismo ante mí y veo
todo lo que es Silver Hill. Es increíble la diferencia entre la izquierda y la
derecha. Un lado contiene las riquezas de Silver Hill, mientras que el otro
contiene a los pobres y desesperados. Literalmente se divide por la mitad.
Cuando me siento en el acantilado, parece que estoy en equilibrio entre
los dos. No lo estoy, y nunca lo estaré. Siempre perteneceré al lado estéril
y miserable, incluso si Ink Me lo está haciendo lo suficiente bien, como
para permitirme las mejores cosas de la vida.
Me recuesto contra la dura grava y miro el brillante cielo, poniendo
las manos detrás de la cabeza. Silver Landing, es el nombre que los
habitantes de Silver Hill utilizaron para bautizar el faro, es el único lugar
donde los dos lados vienen a socializar. Tanto los adolescentes ricos
como los pobres vienen los fines de semana a satisfacer su retorcida
necesidad de mezclarse con los demás. Vine por curiosidad, unas cuantas
veces durante las reuniones nocturnas, pero nunca fue lo mío. En cambio,
siempre he preferido venir durante el día cuando no hay nadie que me
moleste.
Cierro los ojos y disfruto del aire fresco que pasa por mis
pulmones. Frunzo el ceño cuando algo dulce se mezcla con el olor a
madera.
Flores silvestres.
Es la única palabra que viene a mi mente por el aroma. No debería
estar aquí porque aquí no hay flores silvestres. Todo lo que hay en este
lugar es grava, tierra y parches de hierba seca.
El olor es delicioso, en contraste con lo que me rodea.
La brillante luz del sol que se refleja en mis ojos cerrados se
oscurece, y lentamente los abro. Agrando los ojos cuando veo algo sobre
mí. No algo, sino alguien. Una mujer. Una mujer con cabello castaño
flotando a su alrededor. Sus ojos, de color ámbar brillante, me miran con
tristeza.
Está como un metro y medio por encima de mí, con su cuerpo a lo
largo coincidiendo con mi posición horizontal. Ella parece tener una
forma espectral. Está frente a mí, pero no del todo. Su vestido blanco sin
mangas se desliza alrededor de sus piernas.
Es bonita. No, no es bonita. Es devastadoramente hermosa.
Sin entender por qué lo hago, le sonrío perezosamente. Ella me
devuelve la sonrisa, pero se desvanece segundos después, y sus ojos se
ven muertos. La primera y aguda punzada perfora mi pecho, y respiro
profundamente por el repentino dolor.
—¿Dónde estás, Luca? —Susurra la mujer, sus labios apenas se
mueven—. Te estoy esperando.
Extiende la mano hacia mí y la desesperada súplica en sus ojos me
paraliza. Quiero alcanzarla y agarrarla, tirar de ella hacia mí y exigirle que
me diga qué es lo que está mal, pero por alguna razón no puedo. Estoy
congelado; la única parte de mi cuerpo que se mueve es mi pecho
mientras respiro pesadamente.
Aprieto la mandíbula a medida que fuerzo los músculos,
intentando que se muevan, pero no importa lo mucho que me esfuerce
internamente, no pasa nada.
¿Qué demonios es esto?
—Dime tu nombre. —Me obligo a decir entre dientes. Incluso mover
los labios es agotador, pero algo me dice que necesito saber su nombre.
En vez de responder, su brazo vuelve a caer a su lado. Las lágrimas
brillan en sus ojos y su expresión se vuelve triste una vez más.
Un segundo dolor punzante atraviesa mi pecho y me estremezco.
—Te necesito. Por favor, por favor, ayúdame.
Intento levantar el brazo de nuevo, pero no llego a ninguna parte.
—No lo entiendo. —Las palabras gruñidas retumban en mi garganta
cerrada—. ¿Cómo puedo ayudarte?
Permanece callada mientras me mira con sus solemnes ojos
dorados.
Acerca más su cuerpo a mí, y sé que, si extendiera la mano ahora,
podría tocarme. Desearía que lo hiciera. No entiendo por qué tengo esta
necesidad, pero hay un fuerte deseo que alguna parte de ella toque alguna
parte de mí.
Todo lo que puedo hacer es permanecer acostado aquí y mirarla
mientras se acerca más y más. Su apariencia de espectro me permite ver
los árboles sobre nosotros a través de su cuerpo, pero a medida que se
acerca, sus rasgos se vuelven más claros. Tiene pequeñas pecas dispersas
en sus mejillas. Una en particular se destaca más que las otras porque es
más grande y está justo debajo de la esquina de su ojo derecho. También
veo el comienzo de pequeñas marcas en las mejillas que sugieren
hoyuelos si sonriera.
Mi cuerpo se tensa aún más cuando no se detiene y sigue flotando
hacia mí. Su enfoque no cambia y no intenta tocarme. Ella está a sólo unos
centímetros de mí ahora, y mi pecho se contrae cuanto más se acerca.
Está tan cerca que puedo ver manchas negras en sus ojos
mezclándose con el bonito ámbar dorado.
Una respiración dolorosa sale de mis pulmones cuando de repente
cierra los ojos y un grito agonizante escapa de sus labios. Ni un segundo
más tarde, estalla en mil destellos de luz brillante, su grito sigue haciendo
eco a mi alrededor. Los pequeños fragmentos caen, y es como si alguna
fuerza magnética dentro de mí los estuviera atrayendo hacia mi cuerpo.
Cada pieza que penetra mi cuerpo es más insoportable que la anterior.
golpe, con los ojos bien abiertos mientras me
siento en la cama. Me agarro el pecho mientras un dolor abrasador aplasta
mis pulmones.
Respiro profundamente, tratando de alejar la incomodidad. Son
fragmentos falsos que sobran del dolor de mi sueño. Tiene que serlo.
Tiro las sábanas a un lado y me levanto de la cama. Caminando
hacia el baño, tropiezo unos cuantos pasos perdiendo el equilibrio.
—Demonios —murmuro mientras la brillante luz del baño apuñala
mi adolorida cabeza.
Camino al fregadero, abro el grifo y salpico mi rostro con agua fría.
Levanto la cabeza y miro mi reflejo en el espejo. Ojos inyectados en
sangre me miran fijamente. Tengo círculos bajo los ojos, y mi cabello
negro se ve jodidamente salvaje.
Cierro fuertemente los ojos y los recuerdos del sueño se precipitan
detrás de mis párpados cerrados.
Cuando los sueños volvieron a empezar hace un par de meses, eran
diferentes a los que tenía antes. La mujer siempre es la misma y también
lo es el oscuro escenario con los pequeños destellos de luz. Pero antes,
nunca hablaba, aunque siempre sentía sus ojos en mí.
Sin embargo, este sueño es aún más diferente. Estaba afuera a plena
luz del día. En un lugar que conozco bien. No tengo idea de lo que eso
significa. Sólo dese0 que se detengan.
Solía tener uno cada dos meses, pero desde que regresaron, los
tengo varias veces a la semana. Antes de esta noche, la última fue hace
dos noches. Está jodiendo con mi sueño, es decir, no estoy durmiendo
mucho y me molesta.
¿Por qué no puede decirme qué coño quiere de mí? Incluso si sólo
necesita ayuda en mi sueño y no está ahí afuera en algún lugar impotente
y en extrema necesidad, al menos debería decirme qué demonios necesita
que haga.
Me alejo del lavabo, enciendo la ducha y no espero a que se caliente
el rocío antes de entrar.
El agua fría golpea mi sudoroso cuerpo. Inclino la cabeza, paso por
debajo de la ducha hasta que el agua se encuentra con mis hombros. El
frío me distrae de los ojos ambarinos y mis preguntas sin respuesta.
Una vez el agua se calienta, muevo los hombros varias veces y giro
la cabeza de un lado a otro para aflojar los músculos tensos. Me quedo
así por un tiempo, hasta que el latido en mi cabeza disminuye. El dolor
en mi pecho sigue ahí, pero eso también ha disminuido ligeramente.
Cierro la ducha, salgo y agarro una toalla. La envuelvo alrededor de
mi cintura sin secarme, salgo del baño y voy a mi armario, donde
encuentro un pantalón para correr. Después de ponérmelos, me dirijo a
la cocina y a la cafetera en la encimera, sabiendo que ya no podré dormir.
Me acerco a la ventana con mi taza de café en la mano y miro hacia
la oscuridad. Las farolas de un par de casas más abajo dan suficiente luz
para ver patios llenos de maleza y demasiado grandes. Las casas no están
mucho mejores con su pintura descascarada, los porches destartalados y
las ventanas agrietadas.
Giro la cabeza a un lado y miro la estantería que tiene mi colección
de libros y CDs. Más a la izquierda está mi televisor pantalla plana. No es
enorme, pero tampoco es pequeño según los estándares. Debajo está mi
consola y juegos de Xbox. Detrás de mí, está mi sofá de gamuza marrón
y un sofá de dos plazas, con un sillón reclinable entre los dos. Hay una
mesa frente al sofá de dos plazas y el sillón. No es un mobiliario lujoso,
pero aún así es bonito. Mi cocina tiene platos, ollas y sartenes a juego que
compré en una tienda. Los muebles en mi dormitorio también hacen
juego, pero de nuevo, es otra compra en una tienda en el centro comercial,
nada del otro mundo.
Me he dejado el culo trabajando para poder remodelar esta casa de
un vertedero de dos dormitorios y dos baños a un hogar decente. Mi
jardín tiene césped verde, y lo corto semanalmente. El exterior fue
pintado hace dos años, y mi porche está nivelado.
Mis padres trabajaron duro toda la vida para asegurarse que mi
hermano, mi hermana y yo tuviéramos todo lo que necesitábamos. Puede
que no hayamos conseguido lo que queríamos, pero siempre teníamos
comida en la mesa y ropa limpia en la espalda. Como adulto, puede que
no tenga las mejores cosas de la vida, pero vivo cómodamente, incluso si
estoy rodeado de mierda turbia todo el día.
Soy feliz donde estoy, y soy feliz sabiendo que estoy en una
situación en la que, si mi familia necesita algo, es más que probable que
pueda proporcionárselos.
Me alejo de la ventana y me bebo el resto del café antes de poner la
taza en el fregadero. Salgo de la cocina, me dirijo al garaje donde tengo
un banco de pesas. Me recuesto y agarro la barra, respiro y empujo hacia
arriba. El esfuerzo no ayuda a mi cabeza, pero se siente muy bien en mis
músculos.
También aleja la visión de una mujer con dolor en sus ojos
ambarinos.

mis jeans y cuando tomo las llaves de la


barra llaman a mi puerta. La irritación me invade cuando abro la puerta.
Tan pronto veo a la pequeña persona al otro lado, mis gruñidos mueren
en mi garganta y algo caliente se dispersa en mi pecho.
—Hola, tío Luca —Aria, mi sobrina de seis años, chilla cuando pasa
junto a mí hacia la sala de estar. Me giro y la observo mientras se dirige a
la cocina, donde sé que saqueará mis gabinetes en busca de cualquier
dulce.
Me giro hacia la puerta justo cuando mi hermano gemelo toca la
parte baja de la escalera.
—¿Qué haces aquí, Theo? —Miro el teléfono en mi mano—. La
tienda abre en treinta minutos.
Respira profundamente mientras da el último par de pasos.
—Lo sé —responde—. No tardaremos mucho. No he tenido
oportunidad de ir a la tienda de comestibles esta última semana, y se nos
acabó el pan para su almuerzo de hoy.
Aprieto la mandíbula y contengo la necesidad de gruñir.
No es la primera vez que viene a mi casa, a la de Ella o a la de
nuestros padres a buscar comida para Aria. Theo lo intenta, pero nunca
ha sido un buen padre soltero. Claro que ama a Aria; puedes verlo en sus
ojos cuando la mira, pero cuando se trata de cuidarla y de proporcionarle
las cosas que necesita, hace un trabajo de mierda. No puedo contar
cuántas veces hemos tenido que comprar comestibles para ellos o
comprarle ropa que le quede bien. Dios sabe qué le pasaría a esa chica si
no estuviéramos cerca.
—Bien —gruño y luego me doy la vuelta para asegurarme que Aria
agarra algo saludable.
—¿Por qué no está en la escuela? —Pregunto por encima del
hombro—. Comenzó hace un par de horas.
—Su alarma no sonó. —Aria contesta antes de que Theo pueda
hacerlo.
De nuevo, tengo que contener un comentario desagradable. He
tenido muchas conversaciones con Theo sobre el terrible trabajo que está
haciendo criando a su hija, pero me niego a hacerlo frente a Aria.
Me acerco y tomo una barra de pan y la mantequilla de maní antes
de ir a la nevera por jalea. Me detengo al lado de Aria en la encimera para
hacer su sándwich mientras saca las uvas de sus viñas y las mete en una
bolsa; cada pocas veces se pone una en la boca. Con un padre como Theo,
se ha visto obligada a crecer más rápido a sus casi siete años.
—Dame —digo, y me inclino con la boca abierta.
Su sonrisa es grande cuando me lanza una uva en la boca y luego
se ríe cuando la atrapo y muerdo.
—Escucha —dice Theo, apoyándose en la encimera y sin intentar
siquiera ayudar a su hija a preparar su almuerzo—. Necesito que cuides a
Aria por mí este fin de semana. Le diría a mamá, pero ella la cuidó el fin
de semana pasado.
—¿Por qué?
Mueve las cejas.
—Tengo una cita caliente.
—Sí, una cita caliente con una puta —murmura Aria en voz
baja a mi lado.
Golpeo con mi codo a Aria.
—Cuida tu lenguaje.
Otra cosa sobre Theo es que es un hombre de putas, y a veces lleva
a sus mujeres a su casa. Afortunadamente, espera hasta que Aria está en
la cama antes de follar con ellas, o le pide a alguien de la familia que la
cuide. No estoy en contra de que salga con alguien, pero tenerlas cerca de
Aria, incluso si es inocente frente a ella, aún así me molesta. La madre de
Aria desapareció días después de que naciera. Theo dice que su relación
no era seria, por lo que nunca la llevó a casa de mis padres para que la
conociéramos. Tener tantas mujeres en la casa tiene que ser confuso para
Aria.
—¿Qué noche? —Gruño la pregunta.
—Viernes. Ya hablé con Ella y dijo que sales a las siete. Estuve
pensando que podría dejarla en la tienda a las seis y ella podría ir a casa
contigo.
Y a la mierda todo si hubiera tenido planes esa noche. Como jefe,
no tengo muchas noches libres los viernes. Theo y yo podemos ser
gemelos, pero no podríamos ser más diferentes. Mientras yo prefiero ser
más selectivo en cuanto a quién llevo a la cama, excluyendo a Cora y mi
mayor error de juicio, a Theo le encanta la atención y la tomará de
cualquier mujer. Pasé por una corta etapa de fiestas a principios de mis
veinte años, pero Theo todavía está en la mitad de la suya, a pesar de
tener una hija de la que es responsable. Nuestro aspecto también es
diferente. Mantengo mi cuerpo en forma corriendo, haciendo ejercicio y
visitando regularmente el gimnasio de Abe. El cuerpo de Theo es firme,
con músculos, pero es más delgado. Su entrenamiento viene de follar
mujeres. Hasta hace unos años, los dos teníamos el mismo corte de
cabello, lo suficiente largo como para que tocara nuestros hombros.
Ahora el mío está corto a los lados, pero aún largo en la parte superior.
Más de la mitad de mi cuerpo está cubierto de tatuajes, y tengo
perforaciones en la ceja izquierda, la lengua, los pezones, la polla y
expansores en mis orejas. Aparte de un par de pequeños tatuajes, el
cuerpo de Theo está limpio y sin perforaciones.
Nuestros ojos son del mismo color. Azul eléctrico, o eso me han
dicho. Por alguna razón las mujeres se vuelven jodidamente locas con
ellos. Theo también es el encantador de los dos. Siempre está de buen
humor. Siempre he tenido un temperamento corto y volátil.
—¡Por favor, por favor, tío Luca! —Aria ruega, recordándome la
pregunta de Theo—. No quiero estar atrapada en la casa con ellos. Puedo
ayudar a hacer la cena.
La miro a los ojos. Ojos que obtuvo de Theo. Es diferente ver el
color en ella. Cuando me miro en el espejo, todo lo que veo es un azul,
pero en ella, parecen más brillantes, más explosivos. Se le ven increíbles.
No hay una maldita manera de que se quede en casa con Theo y una de
sus mujeres.
Le doy un tirón a una de sus coletas, que sé que ella misma se las
hizo porque su padre ni siquiera intenta peinarla.
—Puedes quedarte conmigo el viernes en la noche —digo. Ella grita
y salta arriba y abajo, tirando varias uvas al suelo.
—¿Puedo traer a Goodie conmigo?
Cierro mi mano en un puño, sintiendo un reflejo de dolor entre el
pulgar y el dedo índice. Goodie es el hámster de Aria, y su mordedura
duele como una perra. Ella se lo compró cuando Aria tenía tres años
porque ella tenía uno cuando era pequeña y ahora piensa que todos los
niños deberían tener uno. En el momento en que Aria lo vio, aplaudió y
gritó: “Goodie”. La palabra se mantuvo y se convirtió en su nombre. Nunca
ha mordido a Aria, pero si alguien más le acerca la mano, lo muerde. Creo
que todavía tengo una cicatriz de cuando el pequeño cabrón me quitó un
pedazo.
—Sí. —Antes de que se excite demasiado, digo—. Pero duerme en la
sala.
Ya tengo suficientes problemas para dormir; de ninguna manera
voy a dejar que un roedor al que le gusta masticar su jaula por la noche
interrumpa aún más mi sueño. La pequeña mierda se va lo más lejos
posible de mi dormitorio.
—Está bien —dice con una gran sonrisa.
Terminamos su almuerzo, y para cuando cierro la, sé que voy a
llegar tarde a abrir la tienda. Observando a Aria, con la bolsa de almuerzo
marrón en la mano, saltar al coche de Theo en su burbujeante forma de
niña, sé que vale la pena.
de las puertas corredizas de vidrio y me dirijo
directamente al escritorio donde está sentada una mujer mayor. Ella sigue
haciendo clic en su teclado como si yo no estuviera parado a un metro de
ella. Estoy a punto de golpear con el puño la madera para llamar su
atención, cuando mira hacia arriba y me da una sonrisa falsa.
Aparentemente, a alguien no le gusta su trabajo.
—¿Puedo ayudarle? —Pregunta en un tono agradablemente falso.
—Sí. —Eleva las cejas debajo de su flequillo al notar mi áspero tono,
y me da una mirada nerviosa—. Puedes decirme dónde está mi hermana.
Lamiéndose los labios color melocotón, mira hacia abajo al teclado
y pasa los dedos por encima de las teclas.
—¿Cómo se llama?
—Ella Hendrix —contesto brevemente—. La trajeron hace un rato.
Ella escribe algo, y un minuto después, me indica el número de una
habitación. Justo cuando me doy vuelta, dice:
—Ya no la tienen en la sala de emergencias. La llevaron arriba a la
UCI.
Gruño mi agradecimiento y me dirijo al ascensor. Silver Hill General
es el más pequeño de los dos hospitales de Silver Hill. Ha estado en pie
desde los años cincuenta y definitivamente necesita algunas reformas.
Silver United Memorial fue construido cuando yo era niño y es el lugar a
donde van todos los ricos.
Salgo del ascensor en el tercer piso, giro a la derecha y empiezo a
mirar los números de las habitaciones. Cuando encuentro el número
treinta y seis, me tomo un momento para calmar mi acelerado ritmo
cardíaco.
Durante todo el camino hasta aquí, he intentado bloquear las
imágenes que se forman en mi cabeza con lo que estoy a punto de ver.
Cuando mamá llamó hace una hora para decirme que Ella fue
atacada, casi me vuelvo loco. Lo único que me mantuvo estable fue el
chico que estaba en la tienda con su padre mientras le hacía un tatuaje.
Mamá dijo que la condición de Ella no es crítica; sólo algunos golpes,
rasguños, moretones y una posible conmoción cerebral, así que terminé
los diez minutos que quedaban de la tinta del chico, esperé otros quince
para que Jazz llegara ahí y luego me fui.
Me duele la mandíbula por apretarla tan fuerte, así que la trabajo
en círculos para aflojarla. Cuando cruzo la puerta y entro a la habitación,
veo a mamá de pie junto a la cama, a papá al pie y a mi hermano sentado
en una de las sillas.
Sintiendo mi presencia, mamá levanta la vista y me ve. Sus ojos
parecen adoloridos, y apesta ver esa mirada en su rostro. Helen Hendrix
es una de las mujeres más fuertes que conozco, pero cuando se trata de
sus hijos, cada vez que uno de nosotros sufre, ella sufre con nosotros.
Trata de poner rostro valiente, pero todos vemos más allá.
Mi madre extiende la mano y yo me acerco para agarrarla. Me
conduce a la vista de Ella y la ira se apodera de mí al ver el daño en su
rostro. Su ojo izquierdo está hinchado y medio cerrado con moretones
violáceos y azules a su alrededor. Hay un vendaje mariposa sobre su ceja
izquierda que cubre una herida y tiene rasguños en el pómulo y en la
comisura de la boca. Su barbilla está raspada hasta el infierno y tiene
marcas púrpuras en el cuello. Miro el vendaje que envuelve su mano hasta
el codo.
Intenta sonreír, pero se estremece.
—Oye, hermano mayor —dice con voz ronca—. ¿Te gusta mi nuevo
look?
—¿Quién? —Exijo con voz grave, ignorando su mala sincronización
al intentar hacer una broma.
—Luca…
Me inclino y pongo mi rostro frente al suyo.
—Dime quién carajos te hizo esto, Ella.
Se estremece ante mi tono brusco, y mamá trata de calmarme
frotándome la espalda.
—No —dice Ella, sus ojos se endurecen.
—¿Por qué carajos no? —Gruño.
—Porque no quiero que salgas y mates a alguien, por eso —anuncia
obstinada.
Mi presión arterial sube, causando que el pulso en mi garganta
golpee alocadamente. Mis fosas nasales se ensanchan mientras respiro
profundamente y trato de controlar mi temperamento. Esta gente me
conoce mejor que nadie. Saben que haré lo que sea por proteger a la gente
que amo. Soy lo suficientemente inteligente como para darme cuenta que
mis padres probablemente han oído rumores de la mierda que he hecho.
Al menos una parte. Que nunca se haya planteado entre nosotros no
significa que no tengan ni idea. No son estúpidos y saben cómo son las
cosas por aquí. Puede que no trabaje en las calles, pero mi nombre es
conocido en ellas.
—Hijo. —La voz de mi padre suena a mi lado—. Necesitas calmarte.
—¡No, maldita sea! —Gruño y lo miro—. ¡Va a decirme quién le hizo
esto! —Me giro hacia Ella—. ¿Fue Cora?
Una risa brota de sus labios antes de que pueda detenerla, y el
sonido termina en un gemido. Cierra los ojos un momento, antes de
abrirlos y atraparme en su acalorada mirada.
—Esa perra no sabría cómo matar a una mosca si tuviera un
matamoscas en la mano, y mucho menos se me echaría encima.
—Ella — advierto, pero antes de que pueda decir más, una voz dura
me detiene.
—Chase Leeway. —Me giro hacia Vicki, quien acaba de entrar a la
habitación con una taza de café—. Ese es el bastardo que le hizo esto.
Me muerdo el labio para contener el rugido que quiero emitir. Chase
jodido Leeway. Debería haber sido mi primera suposición. El bastardo lo
ha tenido difícil con Ella desde que llegó con sus amigos ricos para que le
hiciera un poco de tinta. Por razones obvias, ella lo rechazaba cada vez
que él la invitaba a salir.
La última vez que pasó, él se fue enojado. Trató de enmascararlo
con una encantadora sonrisa, pero vi la mirada oscura en sus ojos cuando
salió por la puerta. Eso fue hace meses, y no lo hemos visto desde
entonces. Ambos asumimos que había perdido el interés en ella.
Claramente, estábamos equivocados.
El maldito bastardo va a pagar.
Vicki entra más en la habitación y deposita su taza en la bandeja
junto a la cama antes de inclinarse hacia abajo y darle a Ella un suave
beso en la frente. Afortunadamente, el bulto encontrado en su seno era
benigno. Es una chica muy guapa. De cabello negro corto, rostro redondo
y pequeño, con amplios ojos verdes y hoyuelos en las mejillas. Es bajita,
pero de huesos grandes, y no acepta la mierda de nadie, especialmente
cuando se trata de proteger a su chica.
Cruza los brazos por encima de sus pequeños pechos y me mira
fijamente.
—¿Qué vas a hacer al respecto?
Su tono no me molesta. Es lo que espero de Vicki, y me alegra que
Ella tenga a alguien tan protector. No tengo ninguna duda que, si Chase
entrara a esta habitación ahora mismo, Vicki no se detendría ante nada
para hacer que se vea diez veces peor que Ella. Es decir, si queda algo
después de que termine con él.
—Espera un maldito minuto. —Interviene papá, en tono áspero—.
Nadie va a hacer nada. La policía ya interrogó a Ella y se ocupará de eso.
No permitiré que arresten a ninguno de mis hijos por asalto. —Señala con
el dedo a Vicki—. Eso te incluye a ti.
Ignorando a mi padre, mantengo mis ojos en Vicki.
—Me encargaré de esto.
—Hijo de puta —murmura papá, sabiendo que tomé mi decisión y
que no hay nada que nadie pueda decir o hacer para cambiarla.
Mamá, por otro lado, me agarra del brazo y trata de girarme hacia
ella.
—Luca, por favor.
Sostengo la mirada de Vicki un momento más, diciéndole en
silencio que habrá un infierno por pagar por lo que Chase le hizo a Ella,
antes de que me gire y suavemente le retire las manos a mamá de mi
antebrazo. Cuando la miro, su rostro está llena de preocupación.
—Mamá, sabes que tengo que hacer esto.
Mantengo la voz tan suave como puedo dadas las circunstancias y
contengo la ira que recorre mi cuerpo.
—Ya sabes cómo es ahí afuera. La única manera de proteger a mi
familia en un lugar como éste es demostrando que no estoy dispuesto a
ceder ni un ápice. Chase no sólo recorrió ese centímetro, sino que también
recorrió un kilómetro. Que me condenen si alguien más cree que puede
hacer lo mismo.
Mamá se muerde el labio y mira la mano que sostiene la suya. Ella
sabe que tengo razón, incluso si la consume por dentro, que a su familia
no se le debe hacer una mierda como ésta. Mi infancia y la de mis
hermanos no fue mala, pero no pudo ser tan buena en este tipo de
vecindario.
Ella retira su mano de mi agarre y la coloca sobre mi pecho, donde
mi corazón late bajo su mano. Clava los dedos en el hueso y el músculo.
—Sólo prométeme que tendrás cuidado. No quiero que te lastimes,
ni que vayas a la cárcel —dice las palabras en voz baja.
Pongo mi mano sobre la suya.
—Lo haré.
Después de sostener sus ojos un momento más, miro a Theo, quien
hasta ahora ha estado callado. Ha estado observando atentamente el
intercambio entre mamá y yo. Se inclina apoyando los codos en las
rodillas. Parece nervioso y agitado, pero sus ojos me preguntan en silencio
si necesito ayuda, todo lo que tengo que hacer es pedirla. No lo haré. Theo
es un amante, no un luchador. No dudo que pueda aguantar, pero no
quiero que sus manos se ensucien como las mías.
Me giro hacia Ella, que no parece muy feliz.
—¿Cuánto tiempo te retendrán aquí?
—Sólo hasta mañana. La mayoría de mis lesiones son superficiales,
pero mi conmoción cerebral es un poco preocupante y quieren
controlarme durante la noche.
Rechino los dientes y le hago un pequeño asentimiento con la
cabeza. Esperaré hasta que esté en casa y cómoda para cazar al imbécil y
asegurarme de que se arrepienta de haber mirado a Ella. Chase Leeway
deseará estar muerto para cuando acabe con él.

, estoy caminando por el pasillo, después de


haber dejado a Vicki y a mis padres en la habitación de Ella.
Theo se fue antes, para recoger a Aria del programa extraescolar al
que asiste a veces. El médico pasó a ver cómo estaba, y lo interrogué para
asegurarme que sus heridas realmente son superficiales. Parecía asustado
por mi tono duro y la mirada medio enloquecida en mis ojos, pero nos
aseguró a todos que ella estará bien y que quedarse a dormir es sólo por
precaución. La noticia me hizo sentir un poco mejor. Ella no debería estar
donde está ahora, y me aseguraré de que nunca vuelva a estarlo.
Mis botas chocan contra el suelo mientras me dirijo al ascensor.
Justo antes de llegar al final del pasillo, algo me hace detener. Volteo hacia
la habitación a mi derecha, lentamente doy un paso adelante, luego otro
y otro hasta que estoy adentro.
Hay una mujer en una cama. O asumo que es una mujer. La persona
está de lado, lejos de mí, lo suficiente para ocultar su rostro, sin embargo,
una larga trenza de cabello castaño descansa sobre la almohada.
Antes de que pueda detenerme, camino más adentro de la
habitación, suavizando mis pasos para no molestarla, hasta que estoy de
pie al otro lado de la cama. En mi primer vistazo al rostro dormido de la
mujer, respiro profundamente. No necesito ver sus ojos para saber que
son de un ámbar dorado brillante y que el hundimiento en su mejilla es
el comienzo de un hoyuelo.
Me quedo en silencio, atónito, mirando a la mujer con la que he
estado soñando durante casi seis años. Una mujer que es una completa
extraña para mí. Una que ni siquiera estaba seguro de que existiera hasta
este momento.
Es hermosa. Por la razón que sea mis sueños la conjuraron, pero no
le hicieron justicia. Su piel es impecable, y con los mechones de cabello
castaño que se desprenden de su trenza y rodean su rostro con
delicadeza, se ve angelical y pura.
Siento el repentino impulso de recorrer con mis dedos las hebras
de cabello para ver si es tan suave como parece, pero cierro las manos en
puños para contener la necesidad.
Mis ojos recorren el resto de ella. No lleva el atuendo habitual que
lleva un paciente en el hospital. En lugar del vestido verde estándar, lleva
uno azul claro que alguien tuvo que haberle traído. Las sábanas están
hasta su cintura, con un brazo reposando en la cama contra su cuerpo y
el otro descansando en su estómago.
En el brazo que está sobre la cama tiene una intravenosa. Sigo la
línea para verla enganchada a dos bolsas. Mis ojos se fijan en la máquina
que está junto a la cama. Suena un pitido constante.
Vuelvo a mirar el rostro de la mujer y me pregunto quién es. No
sólo porque su rostro ha perseguido mis sueños durante tanto tiempo,
aunque está en primer lugar en mi mente, sino también porque se ve tan
tranquila en un lugar donde no hay mucha paz que encontrar.
Sacudo la cabeza cuando una enfermera entra a la habitación. Se
detiene con una mirada de sorpresa en su rostro antes de que me dé una
suave sonrisa.
—Hola —dice, deteniéndose al final de la cama acomodando las
mantas que cubren los pies de la mujer.
—Hola. —Gruño mi saludo.
Camina hacia donde estoy parado y me veo obligado a retroceder
para que pueda llegar a la máquina.
—Soy nueva por aquí y no he tenido la oportunidad de conocer a
todos los miembros de la familia de nuestros pacientes a largo plazo. —
Se gira hacia la mujer en la cama y toca la intravenosa antes de girarse a
mirarme—. Soy la enfermera Edith.
—Luca —respondo.
—Encantada de conocerte, Luca. —Mirando a la mujer, una tierna
expresión aparece en sus ojos—. Es bueno ver que alguien la visita. Eres
el primero que veo desde que estoy aquí, ¿Eres su marido?
—No.
Ella voltea a mirarme.
—¿Hermano?
—No. No estoy relacionado con ella
Frunce el ceño y mira a la mujer.
—¿Estás en su lista de visitas aprobadas? Si no, no deberías estar
aquí. Sólo los familiares o personas autorizadas pueden estar en las
habitaciones de los pacientes.
Ignorando eso, le pregunto
—¿Cómo se llama?
Edith me devuelve la mirada, con una expresión indecisa en su
rostro.
Dando un paso más cerca de ella, le doy una sonrisa que
normalmente odio usar porque detesto la manipulación. Pero en tiempos
desesperados y toda esa mierda, realmente necesito saber el nombre de
esta mujer.
—Edith —digo, usando un tono ronco—. Prometo no hacerle daño
a esta mujer. Me gustaría saber su nombre. Haces que suene como si rara
vez recibiera visitas, así que yo visitándola es algo bueno, ¿verdad?
Significa que no está sola.
Se muerde el labio, y puedo ver las ruedas girando en su cabeza
sobre si debe decírmelo o no. Sé que estoy siendo un idiota por tratar de
persuadirla de que rompa las reglas. Podría ser despedida si el hospital
se entera de que voluntariamente dio información confidencial sobre un
paciente. Pero es sólo un nombre.
Mantengo mi sonrisa mientras ella lucha contra su elección.
Afortunadamente, después de un minuto toma la decisión a mi favor.
—Jules —responde amablemente.
Sin apellido. Puedo trabajar con eso.
Miro a Edith y a la mujer en la cama.
—Jules —murmuro en voz baja.
El nombre es hermoso, y le queda bien. Ella parece una joya tendida
en una cama de seda. Excepto que esta cama de seda es en realidad de
algodón.
Manteniendo mis ojos en ella, le pregunto a Edith:
—¿Qué está mal con ella?
Se mueve al otro lado de la cama y ajusta las sábanas.
—Coma.
Sacudo la cabeza en su dirección.
—¿Disculpe?
Sacude la cabeza y sonríe con tristeza.
—Herida en la cabeza. Ha estado en coma durante siete años. Hay
actividad cerebral, así que no es vegetativa. Su cuerpo se niega a
despertar.
Joder, me maldigo en silencio. Siete malditos años. Es mucho
tiempo para estar en coma.
Unos minutos más tarde, Edith sale de la habitación, advirtiéndome
que no me quede mucho tiempo, ya que técnicamente no debería estar
aquí.
Miro hacia abajo la mano que descansa sobre su cadera. Sus dedos
son delgados y delicados. Extendiendo la mano, coloco las puntas de mis
dedos en el dorso de su mano. He intentado tantas veces tocarla en mis
sueños, pero algo siempre me detiene. En el momento en que mis dedos
rozan su piel, un rayo de electricidad me golpea. No sé si es estática o
algún otro tipo de fuerza extraña. Mis ojos saltan a su rostro, medio
esperando que se despierte a causa del impacto de sensibilidad. Pero sus
ojos siguen cerrados, y parece que simplemente está durmiendo.
—¿Quién eres? —Hago la pregunta que he hecho tantas veces en
mis sueños.
Y como todas las veces, recibo la misma respuesta a cambio.
Silencio.
escalones del porche hacia la casa blanca de aspecto
caro y me detengo en la puerta principal. Golpes vienen del interior de un
sistema estéreo. Levantando la mano, uso el lado del puño para golpear
con fuerza la puerta negra.
Tan pronto como se abre la puerta me revela a la persona que estoy
buscando, extiendo la mano y la envuelvo alrededor de su garganta. Sus
ojos vidriosos se abren de par en par. Lo empujo adentro y cierro la puerta
de una patada detrás de mí. Mantengo el impulso hacia adelante hasta
que lo golpeo contra la pared. Él agarra mi muñeca e intenta apartar mi
mano. Sólo me molesta aún más, así que aprieto un poco más fuerte. Su
rostro se vuelve rojo y sus gruñidos de angustia llenan mis oídos.
Un puto sonido mágico.
—Cometiste un gran jodido error con mi hermana Chase —gruño
en su rostro.
Ensancha los ojos, por miedo, y tiene la frente perlada de sudor.
Siento que su garganta se mueve mientras trata de tragar bajo mi palma.
Mi reputación no solo se conoce en mi lado de las vías. Es conocido
en este lado también. Que pensara que podría salirse con la suya con lo
que le hizo a mi hermana lo hace más estúpido de lo que parece.
Cuando su rostro se torna púrpura y sus ojos empiezan a irritarse,
aflojo mi agarre lo suficiente para que pueda respirar con dificultad.
—N-no sé de qué e-estás h-hablando. —Se las arregla para decir a
través de su vía respiratoria restringida.
Le enseño los dientes y pongo más presión alrededor de su
garganta.
—¿Estás llamando mentirosa a mi hermana?
—No —murmura.
Mi puño aterriza en sus costillas y la fuerza del puñetazo hace que
su cuerpo intente doblarse, pero mi mano alrededor de su garganta lo
mantiene contra la pared.
—¿Realmente pensaste que podías tocar a mi hermana y salirte con
la tuya? —La fuerza del golpe hace que levante los pies del suelo y cuando
vuelve a bajar, cae de rodillas. Retiro el cabello que se ha caído en mi
rostro y miro al pedazo de mierda.
Le quito los ojos de encima cuando veo un destello amarillo en mi
visión periférica.
No le doy la oportunidad de responder, incluso si pudiera, lo agarro
del hombro, lo tiro hacia abajo y clavo mi rodilla en su estómago.
—Debería haberlo sabido —declaro venenosamente. Señalando con
el dedo a una temblorosa Cora, digo—: Quédate ahí, puta.
Ella se congela en el lugar, y yo miro a Chase. Está de costado,
agarrándose el estómago y mirándome con odio en los ojos.
—Estás muy desesperado como para ir en busca de una perra como
Cora, Chase.
—Fue ella —dice entre dientes apretados—. Ella quería que lo
hiciera.
—Oh, no lo dudo, porque eso es algo que la perra más insignificante
y sucia haría.
Ignoro la fuerte respiración de Cora y me pongo de cuclillas junto
a Chase.
—Vas a escuchar y vas a hacer exactamente lo que yo diga. —Me
inclino más abajo—. No te acerques a Ella. Si la ves, corre hacia el otro
lado. Si oyes su voz, es mejor que te escondas como si tu vida dependiera
de ello. Porque lo hace. No digas su nombre. Ni siquiera pienses en ella.
Si me entero que has hecho alguna de esas cosas, vendré por ti, y para
cuando termine, ni siquiera tu papá te reconocerá, ¿lo entiendes?
Sintiendo que no entiende la importancia de lo que acabo de decir
cuando no responde de inmediato, alcanzo el cuello de su polo rojo, lo
levanto y golpeo mi puño en su mandíbula. La sangre brota de su boca y
salpica el suelo.
Como no estoy satisfecho, lo atraigo de nuevo hacia mí y lanzo otro
puñetazo.
La tercera vez que lo jalo hacia mí, se estremece. Acercando su
rostro al mío, enuncio cada palabra lentamente.
—¿Lo. Has. Jodidamente. Entendido?
La sangre cubre sus labios y gotea por su barbilla mientras
murmura.
—Sí.
—Bien.
Sólo por si acaso, y porque golpeó no sólo a una mujer, sino a una
mujer que es mi hermana, golpeo a ese bastardo de nuevo, hasta que cae
sin fuerzas al suelo. Me giro hacia Cora, a quien he estado observando por
el rabillo del ojo.
Lentamente me acerco a ella. Parece aterrorizada. Justo como
debería estar. Retrocede hasta que choca contra la pared. Alarga la mano
para detenerme y empieza a suplicar.
—Por favor, Luca. Estoy tan…
Sus palabras terminan en un chillido cuando aparto su mano.
Usando la misma mano que usé con Chase, le agarro la garganta con
fuerza. Nunca he golpeado a una mujer en mi vida, pero ahora mismo
necesito todo lo que hay en mí para no golpear a Cora.
—Sería prudente que te quedaras de este lado de las vías de ahora
en adelante. Si te vuelvo a ver, oír u oler tu podrido hedor, haré de tu vida
un infierno. No soy de los que le pegan a una mujer, pero conozco a
muchas mujeres que lo harían por mí.
Apretando un poco más fuerte, la jalo hacia mí, y luego la golpeo
contra la pared. Sus manos tiemblan al agarrar mi brazo.
—¿Me entiendes, Cora?
Aflojo mi agarre para darle la posibilidad de responder.
—S-Si —tartamudea.
La libero y le doy otra mirada desagradable antes girar sobre mis
talones. Ni siquiera le doy una mirada a Chase cuando paso junto a él.
Estoy en la puerta cuando su rasposa y patética voz llega a mis oídos.
—No te saldrás con la tuya. Mi padre hará…
Lo interrumpo.
—Tu padre puede ser tan sucio como tú e incluso puede que te haya
incentivado a atacar a Ella. —Me doy la vuelta y me lo enfrento—. Pero yo
también tengo contactos, ¿realmente quieres ponerme a prueba en eso?
Han pasado dos días desde que Ella volvió a casa del hospital, y un
día desde que Chase fue absuelto de los cargos por asalto y liberado de
la cárcel. Sé que su padre, Spencer Leeway, tuvo algo que ver. Es un
importante abogado defensor que trabaja en la ciudad. No fue ninguna
sorpresa cuando el fiscal dijo que Chase estaba limpio porque tenía una
coartada. Estoy seguro que su coartada fue convenientemente una de las
amigas igualmente ricas de Chase.
Tomo su silencio como respuesta y me giro hacia la puerta,
abriéndola fuertemente para que se golpee contra la pared y sacuda
algunas fotos. Subo a mi camioneta y me alejo de la acera, levantando
polvo a mi paso.

al hospital después de dejar a Chase en el piso


de su casa. No me preocupa que llame a su papi y me haga arrestar.
Aunque haya pensado que no iría a buscarlo después de lo que hizo, él
no es estúpido. Con un padre como él y toda la mierda torcida que ha
hecho, sabe que hay maneras de hacer las cosas sin que lo atrapen. El
mismo Chase lo hizo cuando logró que sus amigos falsificaran su
coartada.
Estoy sentado en mi camioneta en el estacionamiento luchando
contra dos impulsos. Uno es volver y terminar de pulverizar a Chase, pero
hay otro tirón que es más fuerte. Visitar a Jules de nuevo.
Es tarde, después de medianoche, así sé que puedo entrar
fácilmente a su habitación sin que me noten. No tengo por qué verla, pero
mi curiosidad por la mujer en coma me devora.
¿Qué le pasó? ¿De dónde es? ¿Por qué no tiene familia que la visite?
¿Por qué ha estado acudiendo a mí en mis sueños durante años? ¿Y por
qué sigue pidiéndome ayuda?
Es posible que las dos últimas preguntas nunca reciban respuestas,
y eso me frustra muchísimo.
Abro la puerta, salgo de mi camioneta y meto las llaves en el
bolsillo. Hay una brisa fresca afuera mientras camino por el
estacionamiento.
Una mujer se encuentra sentada detrás del mostrador delantero
cuando entro por las puertas corredizas de cristal. No la miro cuando
paso. La clave para parecer discreto es actuar como si pertenecieras al
lugar. Ella levanta la cabeza un momento, pero luego la deja caer de nuevo
en el monitor de su computador.
Entro al ascensor, subo tres pisos y luego salgo. Las luces en el
pasillo parecen ser más tenues de lo que son durante el día, y la mayoría
de las habitaciones de los pacientes están oscuras. Afortunadamente, no
tengo que pasar por el puesto de enfermeras cuando me dirijo a la
habitación de Jules. La puerta está abierta completamente y una mirada
al interior muestra que la habitación está vacía, excepto por la mujer en
la cama.
Entro y un olor dulce y familiar me golpea. Flores silvestres. El
mismo aroma que olí en mi sueño en Silver Landing, lo que me dice que
no es un olor artificial, sino el natural de Jules. Esta vez, está tumbada de
espaldas. Es evidente que las enfermeras vienen y la mueven para evitar
que se formen úlceras por presión.
La habitación está oscura, excepto por una luz tenue que está sobre la
cama. Me acerco y miro a la hermosa mujer. Sus pestañas marrones
descansan sobre sus suaves mejillas y la gruesa trenza yace sobre la
almohada junto a su cabeza. Con las manos apoyadas en el estómago,
casi parece una niña durmiendo tranquilamente.
Pura inocencia. Eso es lo que ella retrata.
Extiendo la mano y toco el extremo suelto de su trenza. No he vuelto
a soñar con ella desde la primera noche que entré a su habitación, y por
primera vez desde que empecé a tenerlos, siento la pérdida, su ausencia.
Ahora que sé que es real, quiero saber qué significan los sueños.
Levanto la punta de su trenza y me la llevo a la nariz. Cierro los
ojos e inhalo. Me sorprendo cuando olfateo algo afrutado en lugar del
olor antiséptico del shampoo que normalmente usan en los hospitales.
Veo una silla al otro lado del monitor de signos vitales, dejo su
trenza sobre la almohada, voy hacia la silla y la agarro. La coloco junto a
la cama desde donde tengo una vista clara de la puerta, para poder ver si
alguien entra.
Tomo asiento, me recuesto en la silla con los codos en los
apoyabrazos, entrelazo los dedos, y apoyo mi barbilla en ellos. Miro a la
mujer durante un largo tiempo, pensando en el enigma de su papel en
mis sueños. Con la hora tardía y la descarga de adrenalina de mi visita a
Chase, mis ojos se irritan a causa del sueño.
Levanto la cabeza cuando oigo un ruido en la puerta. Algo negro
destella en la puerta y me levanto para ver qué es. Cuando miro hacia el
pasillo, no hay nada ahí. La inquietud me recorre la columna vertebral.
Obviamente, era alguien que, como yo, se supone no debe estar aquí, que
no quiere que yo sepa que estuvo aquí, o que no quiere visitarla mientras
alguien más está con ella.
Fijo mis ojos en la enfermera Edith, que está de pie junto a un
estante con suministros, mirándome. Asiento, esperando que no me
obligue a irme. Una mirada suave se registra en sus ojos y sonríe
suavemente antes de darse la vuelta y alejarse.
Con una última mirada arriba y abajo del pasillo, vuelvo a la
habitación y vuelvo a tomar asiento, mi cansancio de hace un momento
se ha esfumado. Mantengo la puerta en mi visión periférica, vuelvo a
posar los ojos en la mujer y simplemente la observo.
y encuentro oscuridad. No la oscuridad del
sueño del que acabo de despertar, si no la habitual oscuridad de la noche
en mi habitación. Miro el techo mientras mi acelerado corazón tiene la
oportunidad de calmarse.
En mi sueño, estaba de regreso en la oscuridad, rodeado de esos
pequeños destellos de luz. Esta vez, cuando apareció, la llamé por su
nombre. La mirada triste en sus ojos desapareció por una fracción de
segundo y algo ligero y hermoso iluminó su rostro. Fue la primera vez
que vi algo más que oscuridad en su expresión. Ella hermosa, pero cuando
la miseria no está presente, es absolutamente impresionante.
Me sorprendí cuando me acerqué y su forma translúcida
permaneció en su lugar. Sus ojos ámbar me observaron mientras di los
pasos que nos separaban. Su olor a flores silvestres me asaltó cuando me
detuve a centímetros de ella.
No habló, no necesitaba hacerlo. El tormento siempre presente en
sus ojos hablaba por ella. Contaba historias de dolor tácito y tristeza
insoportable. La necesidad de acercarme a ella, abrazarla y cuidarla me
paralizó. En el momento en que levanté la mano y traté de agarrar la suya,
mi mano se deslizó a través de la suya dejando un escalofrío que recorrió
todo mi cuerpo y un dolor tan agudo en mi pecho me sisear nuevamente.
—Jules. —Mi voz se rompió pronunciando su nombre.
Cerró los ojos como si disfrutara el sonido de mi voz diciendo su
nombre. Cuando los abrió un momento después, se abrieron de par en
par, justo antes de arrojar la cabeza atrás y gritar tan fuerte que me
perforó los oídos.
Su espalda se arqueó hacia atrás, sus brazos permanecieron a los
lados. Me sentí jodidamente indefenso cuando la agonía la atravesó.
Casi tan rápido como empezaron, los gritos cesaron, y ella estalló
en mil pedazos. Me dejó sintiéndome destrozado igual que ella.
De vuelta en mi habitación, la oscuridad da paso al sol que sale
lentamente. Me froto el pecho, en el lugar donde duele y respiro
profundamente.
Anoche en el hospital, me quedé horas cuidándola, hasta que supe
que tenía que irme antes de que otra enfermera entrara a la habitación.
Puede que no estén dispuestas a tenerme ahí, y preferiría que no me
atraparan porque no estoy dispuesto a dejar de visitar a Jules. Necesito
mantenerme fuera del radar.
Paso las manos por mi rostro, me levanto de la cama y me pongo
un pantalón para correr y una camiseta blanca antes de ir al baño.
Después de orinar, cepillarme los dientes y salpicarme el rostro con agua
fría, tomo el teléfono de la mesita de noche y me dirijo a la puerta
principal.
Mi rutina matutina suele consistir en una sesión de ejercicio, pero
hoy necesito aire fresco, así que opto por salir a correr.
Mis pies golpean el asfalto mientras tomo las calles rotas y
descuidadas del lado sur de Silver Hills.
Gotas de sudor caen por mi frente y se deslizan por mi mejilla, le
doy la bienvenida al nuevo dolor que se forma en mi pecho. Este dolor
ardiente que puedo manejar, incluso es bienvenido.
Paso frente a viejos edificios abandonados que apenas se
mantienen en pie, junto con algunas tiendas que todavía se las arreglan
para permanecer abiertas.
La lamentable estructura de la escuela primaria que la ciudad se
niega a remodelar pasa volando. Hay un par de autos en el
estacionamiento vacío. Sin duda, traficantes de drogas haciendo un trato,
de ventana a ventana. La escuela no empieza hasta dentro de una hora,
así que no hay niños presentes, pero la vista me da asco.
Doblo una esquina y las vías que separan un lado de la ciudad del
otro se ciernen sobre mí.
Cuando estoy a unos pocos metros de ellas, me detengo. Me inclino,
apoyo las manos en mis rodillas para darme unos minutos para recuperar
el aliento.
Cuando me levanto, uso la parte inferior de mi camiseta para
limpiar el sudor que cubre mi rostro. Miro más allá de las vías del tren
hacia el lado norte y noto la diferencia. El otro lado tiene caminos sólidos
sin grietas ni baches. No tiene basura tirada en el suelo. Incluso la maldita
hierba es más verde al otro lado. Pongo los ojos en blanco ante el estúpido
juego de palabras. Es como si el ayuntamiento hubiera olvidado que esta
parte de la ciudad existe.
No estoy amargado por el lugar donde vivo o por cómo crecí. Mamá
y papá hicieron lo mejor que pudieron con lo que tenían. Lo que me
molesta es que hay buenas familias viviendo en el lado sur. Buenas
familias a las que les pasan mierdas malas por la forma tan pobre en que
la ciudad se ocupa de este lado.
Me pongo en marcha para regresar a casa. Ocho kilómetros parecen
un largo camino, especialmente después de correr la misma distancia,
pero la tensión en mis músculos y la punzada en mis costillas se siente
bien. Mejor que el dolor que siento cada vez que despierto de un sueño.
Estoy a medio camino de casa cuando veo un auto familiar que
viene hacia mí. Se detiene en el lado opuesto de la carretera y me acerco.
Beck, un buen amigo mío, saca el puño por la ventana y yo golpeo el mío
contra el suyo.
—Hey, hombre, ¿cómo va todo?
—La misma mierda —gruño.
Saca un paquete de cigarrillos del bolsillo de su camisa, se mete un
cigarrillo en la boca y luego lo enciende. A través de una bocanada de
humo, pregunta:
—¿Cómo está Ella?
Mi mandíbula se tensa ante la mención de mi hermana.
—Está bien. Los moretones y rasguños estarán ahí un tiempo, y está
adolorida, pero ya sabes lo dura que es.
—Lo sé —dice asintiendo.
En nuestra adolescencia, Beck estaba mucho en casa. Theo y yo no
éramos como la mayoría de los adolescentes con hermanos menores.
Nunca nos importó si Ella estaba cerca cuando los amigos llegaban.
Nuestra forma de pensar era que mejor estuviera con nosotros que en la
calle con sus propios amigos. Con Theo y yo alrededor, sabíamos que
estaba protegida. Eso incluye la protección de Beck. Él es uno de los
buenos.
—¿Te encargaste de Chase?
Le doy una mirada que plasma mi respuesta.
—Ni siquiera debería haber preguntado —murmura.
—Necesito que me hagas un favor. Si ves a Cora o a Chase en el lado
sur, llámame. y transmite esa mierda por ahí.
—Lo tienes. Pero tienes que prometerme que, si vas tras él otra vez,
voy contigo. Es una mierda que no me llamaras cuando te ocupaste de él
la primera vez. —Me mira fijamente.
Hay una razón por la que no lo llamé. Beck puede ser un buen tipo,
pero también es muy impulsivo. Cuando lo provocan, no sabe controlar
su temperamento. No sé si se desconecta y no se da cuenta de lo que está
haciendo, o si simplemente apesta a la hora de encerrar su mierda, pero,
de cualquier manera, no estoy seguro de que Chase hubiera sobrevivido
a nuestra visita si Beck hubiera estado ahí. No me importaría una mierda
si Chase recibiera una bala, pero no voy a tomar esa ruta en mi vida a
menos que me obliguen a hacerlo. Escapar después de sacarle la mierda
a un tipo es más fácil que escapar de un asesinato. Y sin duda Spencer
trabajaría hasta su último aliento buscando a la persona que acabó con
su hijo.
Aún así, si Chase vuelve a aparecer por aquí, o si me da la impresión
de que desobedece lo que le dije, que Dios lo ayude. No dudaré en llamar
a Beck y ambos iremos a hacerle otra visita. Una de la que no saldrá
respirando.
Tenso la barbilla.
—Hecho.
Toma otra calada de su cigarrillo antes de arrojarlo.
—Estaré aquí la semana que viene para que termines el dragón.
—Suena bien.
Beck es una de las pocas personas que puede entrar a la tienda sin
cita previa. Después de todo, está casi cubierto de pies a cabeza con tinta
y Ink Me las ha hecho todas.
Nos separamos unos minutos después, él conduciendo en una
dirección y yo corriendo en la otra. De vuelta en casa, me doy una ducha,
tomo un café y me siento en la encimera a dibujar un par de horas antes
de dirigirme a la tienda.

—¿ tus cosas? —Le pregunto a Aria después de


entrar a la sala de descanso de Ink Me.
—¡Sí! —grita. Salta de la silla frente a la mesa y empieza a meter el
dibujo que estaba haciendo en su mochila. Lo vislumbro y siento que el
orgullo se asienta en mis huesos. Las habilidades de dibujo de Theo no
son malas, pero Ella y yo le ganamos en esa área. El talento de Theo es la
mierda informática. Aria obviamente heredó la habilidad natural de
dibujar de papá, Ella y yo.
Él la dejó hace una hora mientras yo estaba poniendo una vid de
flores muertas en la espalda de una mujer. Teniendo en cuenta que Ella
fue golpeada hasta quedar hecha una masa sangrienta hace cinco días,
iba a cancelar el trabajo de niñera para cubrir sus turnos, pero Ella, siendo
la mujer obstinada que es, insistió en venir a trabajar. Es su primer día de
regreso, y la única razón por la que acepté irme y seguir con el plan es
porque Jazz está viniendo. Terminé el tatuaje hace quince minutos, diez
minutos después de que apareciera Jazz. Ella amenazó con patearme el
trasero si no me iba. Tiene la estúpida idea de sentirse culpable ya que he
estado trabajando trece horas diarias durante los últimos cuatro días para
cubrir sus turnos.
No es como si hubiera pedido que esa mierda le pasara. Además, lo
he hecho muchas veces antes. Pero su mandíbula esta tensionada, y sé
que no va a cambiar de opinión. Es muy tenaz cuando quiere serlo, y como
la bebé de la familia se sale con la suya la mayor parte del tiempo.
Con Ella justo frente a mí, llamé a Vicki, quien dijo que ya había
planeado venir a la tienda después del trabajo para asegurarse de que Ella
no trabajara demasiado. Me valió un murmullo “vete a la mierda” y el
dedo medio mientras se alejaba. Vicki es enfermera en una clínica de
bajos recursos, así que sé que Ella estará bien atendida.
Le quito la mochila a Aria.
—¿Por qué no nos despedimos de la tía Ella? —Antes de que salga
corriendo de la habitación, digo—. En silencio. Está con un cliente ahora
mismo.
Se gira en la puerta y dice:
—¡No te olvides de Goodie! —Miro la jaula que contiene a la pequeña
mierda, y siento la tentación de olvidarlo, y juro que él me sonríe con
suficiencia.
—Será mejor que guardes los dientes esta vez o serás un roedor
muerto —murmuro, y luego agarro el mango.
Sigo a Aria, que se desliza dramáticamente por el pasillo. Me río
mientras sus brazos suben y bajan con cada paso, como si tratara de
acercarse sigilosamente a alguien. El zumbido de la máquina de tatuajes
de Ella se detiene cuando Aria dobla la esquina hacia su estación.
Ella se está quitando los guantes cuando miro adentro.
Normalmente no la dejaría entrar a una habitación mientras alguien está
trabajando, pero Miles es un cliente habitual y tiene sus propios hijos.
Aria ha estado en su casa jugando con ellos.
—Oye, Ree Ree, ¿te vas? —Pregunta Ella, tirando de Aria en un
abrazo.
—¡Sí! ¡Vamos a comer espaguetis y a ver películas toda la noche!
Ella sonríe ante su emoción.
—Será mejor que te asegures de que Luca se detenga camino a casa
y compre tu helado favorito. No puedes ver una película sin helado.
Se inclina hacia adelante como si fuera a contarle un secreto, pero
cuando habla, no es muy silenciosa.
—Iba a decirle eso cuando nos fuéramos.
Me doy cuenta de la mueca de dolor de Ella cuando Aria arroja sus
brazos alrededor de su cuello y aprieta con fuerza. Los moretones en su
rostro han pasado de un tono violáceo profundo a un feo marrón y verde.
Tiene un par de pequeñas vendas en el rostro, pero por suerte la
hinchazón en su ojo ya no está. Todavía tiene la muñeca y el brazo
envueltos en gasa, pero sé que es para fines sanitarios, ya que hay
arañazos abiertos. Estoy a punto de quitar a Aria de Ella cuando me lanza
una mirada de advertencia y se recompone.
—Sé buena con el tío Luca, ¿de acuerdo?
Ella asiente.
—Lo haré. —Inclinándose hacia adelante, Aria coloca un suave beso
en la mejilla de Ella donde aún hay una zona con piel magullada.
—Te quiero, tía Ella.
Los ojos de Ella se suavizan.
—Yo también te quiero, Ree Ree.
—¡Adiós, Miles!
—Hasta luego, Aria —responde Miles y le extiende la mano para
chocar los cinco.
Nos vamos y veinte minutos más tarde, estoy llegando a casa, con
un bote de helado sabor a pastel de cumpleaños y observo el pequeño
Toyota de mamá estacionado en la entrada. Aunque no la esperaba, no
me sorprende que haya venido. Sé por qué está aquí, y lo confirmó cuando
abro la puerta principal.
—Hola, pequeñita —canturrea mamá, colocando una toalla de mano
sobre su hombro mientras sale de la cocina—. Ven a darle un abrazo y un
beso a la abuela.
Aria corre por la habitación y se lanza a los brazos de mamá. No sé
por qué Theo me pidió que la cuidara, no es que me esté quejando, todos
sabemos que mamá aprovecharía cualquier oportunidad para pasar
tiempo con su nieta.
—¿Viniste a ver películas con nosotros, abuela? —Pregunta Aria
cuando se retira—. Luca y yo vamos a ver a Willy Wonka.
Cada vez que Aria está en casa, vemos películas clásicas para niños.
Mamá sonríe, empujando atrás el flequillo que ha caído en sus ojos.
—Esta noche no, pequeñita. Tu abuelo me va a llevar a una cita esta
noche.
Levanto las cejas ante la mirada ansiosa en sus ojos. Mamá siempre
ha sido de las que se niega a salir a comer afuera, incluso en las raras
ocasiones en que podemos permitírnoslo. Ella dice que su familia siempre
tendrá comida casera saludable en la mesa cada noche. Su labio se tuerce
con desdén cuando piensa en un extraño cocinando para su familia.
Cocinar es algo que le gusta hacer. Es sólo otra forma de demostrarnos
su amor.
—Tu padre puede ser muy persuasivo —dice encogiéndose de
hombros con un brillo en sus ojos.
Mis labios se curvan. Conozco la forma persuasiva a la que se
refiere. Mamá y papá siempre han sido muy cariñosos. No de una manera
inapropiada frente a nosotros de niños, pero muchas veces cuando papá
caminaba detrás de ella, le besaba el cuello mientras nosotros hacíamos
la tarea en la mesa. Las paredes de nuestra casa eran delgadas, así que las
risitas de mamá viajaban de su habitación a la mía y a la de Theo. Por
suerte, eran más tranquilos cuando hacían… otras cosas.
Me estremezco al pensar en lo que son esas “otras cosas”.
Mamá se ríe, sabiendo exactamente adónde fue mi mente.
—De todos modos. —Ella mira hacia abajo a Aria—- Pasé por aquí
para cocinar los espaguetis para tu tío. —Pellizca una de sus mejillas.
—Y para ver a mi hermosa Aria unos minutos.
Dejo la jaula de Goodie en la mesa de café, luego voy a la cocina y
dejo el helado en el congelador.
—¿Tienes tiempo para vigilarla mientras me doy una ducha rápida?
—Claro, cariño. Adelante. Mientras tanto, Aria puede mostrarme su
último dibujo.
Las dejo a las dos en la pequeña mesa de la cocina, Aria está
parloteando sobre una nueva amiga que hizo en la escuela, mientras yo
camino por un corto pasillo hacia mi habitación.
Diez minutos después, estoy de vuelta en la sala de estar justo a
tiempo para ver a mamá dejando un tazón de fideos con salsa en la mesa
frente a Aria. Ella besa la cima de su cabeza, luego se da la vuelta y agarra
otro plato lleno de espaguetis de la encimera, poniéndolo sobre la mesa
junto con un plato de pan de ajo.
—Mamá, no es necesario que me prepares un plato. Tengo treinta y
dos años. Creo que puedo arreglármelas.
Ella se mofa y me mira como si hubiera perdido la cabeza.
—Trabajaste todo el día, Luca. Si estoy aquí después de que trabajes
todo el día y hay comida, por supuesto que prepararé tu plato. Ahora,
siéntate. Tengo que irme corriendo o tu padre vendrá a buscarme.
Le doy una mirada que dice que ella es quien perdió la cabeza.
—Te acompañaré a la salida. Luego regreso a comer.
Sabiendo que no tiene sentido discutir, porque de ninguna manera
dejaré que mamá camine sola hasta su auto cuando oscurece en este
vecindario, ella se inclina para darle otro beso en la cabeza a Aria.
—Dile a tu padre que te lleve este fin de semana, ¿de acuerdo, Aria?
Después de sorber un fideo, Aria asiente.
—De acuerdo, abuela. Te quiero.
—Yo también te quiero, cariño.
Agarra su bolso del sofá y se dirige a su auto. Abro la puerta y ella
deja el bolso en el asiento del pasajero antes de girarse hacia mí.
—¿Vas a cerrar la tienda en Acción de Gracias? —Pregunta.
—¿Me dejarás mantenerla abierta?
Sus ojos brillan mientras se ríe.
—Siempre y cuando no te importe que la tienda sea invadida con
comida y familia, entonces seguro que puedes mantenerla abierta.
Pongo mi mano en el techo de su coche.
—Entonces, ¿por qué preguntas?
—Porque sé lo mucho que significa ese lugar para ti, así que
deberías tener esa opción.
Gruño. No hay mucha elección. No tengo ninguna duda de que
mamá pasaría toda la comida a los recipientes Tupperware, los llevaría
hasta la tienda y exigiría que comiéramos ahí. Lo que frustraría el
propósito de mantener las puertas abiertas. Yo no haría una mierda.
Me inclino y beso su mejilla, luego me alejo del auto.
—Ya sabes mi respuesta, mamá. Conduce con cuidado a casa y
diviértete en tu cita.
Me da una sonrisa descarada.
—Sólo me aseguraba.
Espero a que se aleje de la casa antes de volver a entrar. Para cuando
tomo asiento, Aria ya ha terminado la mitad de su comida, mitad que
parece estar en su rostro.
—¿Bueno? —Pregunto, recogiendo mi tenedor.
—¡Lo mejor! —Responde con la boca llena.
Me rio entre dientes y comienzo a comer. La comida que preparo
no está mal, pero la de mamá es la mejor. Ha tenido muchos años para
perfeccionarla. A su propia madre le gustaba mucho la cocina, y se lo pasó
a su hija.
Cuando terminamos, cargo el lavavajillas mientras Aria toma un
baño. Escuchar sus risitas a través de la puerta parcialmente abierta
mientras juega con sus Barbies me hace sonreír. Siempre disfruto el
tiempo que paso con ella. Solía querer tener hijos cuando era más joven,
pero cuanto más grande me hago, más me doy cuenta que no quiero traer
un hijo al mundo en el que vivo. Demasiadas cosas malas pasan a diario.
—¿Ya casi terminas ahí? —Grito cuando los platos se terminan de
lavar.
—¡Sí!
Agarro el helado de Aria, una cuchara, y pongo ambas cosas en la
mesa de café. Aria sale minutos después con su largo camisón rosa, con
el cabello goteando y empapando el material. Pongo nuestra película para
la noche en el reproductor DVD y luego me siento. Ella me da la toalla y
el cepillo antes de girar y saltar a mi regazo. Siempre es lo mismo cuando
pasa la noche aquí. Se baña, luego yo me encargo de su cabello.
Después de cubrirle la cabeza con la toalla, froto vigorosamente.
Aria se ríe y tararea, haciendo que el sonido salga distorsionado. Me río
por su comportamiento infantil. Una vez su cabello está lo más seco
posible, paso el cepillo por los enredos, empezando por las puntas y
subiendo. La trenza es lo siguiente, y la ato con una banda al finalizar.
—Gracias, tío Luca.
Salta de mi regazo, agarra su helado y vuelve a subir a mi lado.
Coloco los pies en la mesa de café y me pongo cómodo.
—No olvides la manta. Sabes que el helado te enfriará.
Quita la manta del extremo del sofá y comienza a arreglarla a su
alrededor. Mi corazón se calienta cuando cubre una parte de mi regazo
hasta mis rodillas.
—Tú también tienes que tener algo.
Aunque no lo necesito, la dejo hacer lo suyo. Aria es una niña muy
cariñosa, y no hay manera de que pueda alterar ese rasgo diciéndole que
estoy bien sin eso.
Espero pacientemente hasta que termina y se acomoda contra mi
costado antes de dejar caer mi brazo sobre sus hombros y tirar de ella
más cerca. Abre el bote de helado y coloca la tapa sobre la manta a su
lado.
—Bien, estoy lista.
Agarro el control remoto del brazo del sofá, presiono play y me
acomodo para una noche de gente anaranjada, niños malcriados y ríos de
chocolate.
ascensor y doy un pequeño paseo hasta la habitación
de Jules. Es más temprano de lo que suele ser cuando vengo de visita,
pero tengo que estar en mi turno en un par de horas, y sentí una repentina
necesidad de verla después del sueño que tuve anoche. Terminó con ella
gritando de nuevo, y desgarró mis entrañas escucharlo.
Entro a la tranquila habitación y encuentro a Jules parcialmente a
su derecha, mirando hacia la puerta. En lugar de su común cabello
trenzado, la masa gruesa está suelta y descansa sobre la almohada.
Alguien se tomó el tiempo para cepillarlo.
Mis ojos escudriñan la habitación mientras camino hacia la cama y
me siento en la silla que está cerca de ella. Su camisón es diferente al de
la última vez que estuve aquí. Ahora es de un suave color melocotón con
volantes en las mangas y encaje en el cuello.
Observo la mano que no tiene el catéter cerca de su costado, con la
palma hacia arriba, me inclino hacia adelante y trazo el interior de sus
dedos. Una vez más, me encuentro con un golpe de sensibilización.
Levanto mis ojos y miro los suyos cerrados.
—Hola, Jules —digo en voz baja, y observo cualquier señal de que
me haya oído. Cuando no hay ni un movimiento en sus pestañas,
continúo—. Soy Luca. No me conoces, pero has estado viniendo a mí en
mis sueños durante años, y no sé por qué.
Respiro profundamente y exhalo. Es la primera vez que hablo con
ella. O, mejor dicho, la primera vez que hablo con ella mientras estoy
despierto. Sé que mis sueños no son reales, pero esto aquí sí lo es. Es tan
real que puedo tocarla y olerla.
—Siempre me preguntas dónde estoy para ayudarte, pero no sé qué
quieres que haga, ¿cómo se supone que voy a ayudarte? ¿Y por qué me
visitas en sueños?
Miro hacia abajo a la mano que todavía estoy trazando y veo el
contraste entre la suya y la mía. Mientras la de ella es pálida y suave, la
mía es bronceada y áspera. Mi mano engulliría la suya si alguna vez nos
cogiéramos de la mano. No dudo que un simple apretón de mi parte
aplastaría sus dedos.
—Cuando gritas, como si te doliera, lo siento. Lo siento todo, Jules,
como si tu dolor fuera mío, ¿por qué pasa eso? Nunca antes te había visto.
—Levanto mis ojos hacia ella—. Solía estar tan enfadado por los sueños,
porque me mantenían despierto por la noche, todo por alguien que no
sabía que existía. Ahora, sin embargo, les doy la bienvenida, porque
puedo verte. Ahora que sé que eres real, me siento atraído por ti. Quiero
verte, tocarte y respirar tu olor a flores silvestres. Quiero que abras los
ojos para ver si son del mismo ámbar brillante que en mis sueños.
Giro su mano y trazo las líneas azules de sus venas que apenas se
ven bajo su piel. Mi mente deambula a lugares a los que no tiene derecho
a deambular. Como qué sentiría si sus manos tocaran mis manos. O cómo
se sentiría su aliento contra mi cuello. Y si su cuerpo se moldeará al mío
si la envolviera en mis brazos. Cosas que me hacen sentir como un
maldito pervertido, porque la mujer está en coma.
Asqueado con mi línea de pensamiento, bajo su mano y me reclino
en la silla. El cajón de la mesita de noche llama mi atención. Lo abro y
encuentro una pequeña bolsa adentro. No tengo por qué husmear, pero
lo hago de todos modos. Saco la bolsa, miro el contenido a través del
plástico. Parece un collar.
Al abrir la bolsa, vuelco el contenido en mi mano. Una delicada
cadena de oro y un medallón caen en mi palma, junto con un anillo.
Cuando abro el medallón, hay una foto de Jules y un niño a su lado. Jules
es más joven de lo que es ahora, adolescente tal vez, y por primera vez
desde que comenzó a aparecer en mis sueños, tiene una sonrisa en el
rostro, con profundos hoyuelos en cada mejilla. La imagen es pequeña,
pero su sonrisa es grande y natural. De aspecto cálido, como si hubiera
estado feliz cuando se tomó la foto.
El niño, o niña, parece tener tres o cuatro años y comparte la sonrisa
de Jules. Se parecen mucho, ¿una hermana, tal vez? El otro lado está vacío.
Recojo la cadena en mi puño, miro el anillo a continuación. Es
plateado y se ve simple y barato, pero aún así es hermoso. La parte de
adelante es un hilo trenzado y entretejido con un pequeño diamante que
sobresale. La parte de atrás es sólo una banda.
Al darle la vuelta, miro el interior y veo una inscripción.
Infinito.
Parece un anillo de boda.
Lo deslizo en mi meñique, sintiendo el frío del metal contra mi piel.
Sólo llega hasta mi primer nudillo, lo que demuestra lo pequeños que son
sus dedos en comparación con los míos. Miro a Jules y me pregunto por
centésima vez quién es. Si este anillo y collar estaban en su bolsa de
artículos personales, entonces eso significa que debe haberlos estado
usando cuando la trajeron al hospital. Lo que indica que está casada.
¿Dónde está su marido? ¿Se dio por vencido con Jules en su estado
comatoso? ¿Ya siguió adelante?
La idea de que su marido la dejara aquí sola, ya sea que ella se dé
cuenta o no, provoca una ira candente que recorre mis venas. Me da ganas
de cazar al bastardo y darle una paliza. No importa cuántos años pasen,
si mi esposa aún respirara, yo nunca la dejaría. Tomaría muy en serio mis
votos de seguir con ella a través de la enfermedad y la salud. Eso es lo
que haces cuando te casas. Es un contrato legalmente vinculante, pero
también es un contrato emocional.
Me quito el anillo del dedo y lo vuelvo a meter en la bolsa junto con
el collar, asegurándome de cerrar bien la bolsa antes de ponerla en el
cajón. Estoy sentado en mi silla cuando el chirrido de unos zapatos me
hace girar el cabeza justo cuando una enfermera entra a la habitación.
Cuando me ve ahí sentado, una sonrisa se dibuja en sus labios.
Entonces me confunde completamente.
—Hola, Sr. Hendrix. No esperaba verlo hoy. Y, oh Dios, se cortó el
cabello.
Frunzo el ceño.
—¿Disculpe?
—¿No viene normalmente el primer martes de cada mes? —
Pregunta, confusa—. O tal vez son los miércoles. Este cerebro ya no es tan
joven como antes. —Termina riendo y se acerca al monitor junto a la
cama.
Me levanto de la silla, sorprendido por cómo sabe mi nombre y
porque cree que la he visitado esos días. Lo hace sonar como si lo hubiera
estado haciendo por un tiempo.
—¿Quién crees que soy? —Le pregunto mientras cambia una de las
bolsas vacías de un gancho en la cabecera de la cama. No me contesta
hasta que cuelga una nueva.
Se gira y me mira como si hubiera perdido la cabeza.
—Su esposo, por supuesto.
Doy un paso atrás bruscamente.
¿Qué mierda dice?
—Lo siento, señora —digo bruscamente, aún conmocionado, de que
piense que soy el esposo de Jules—. Pero debe haberme confundido con
otra persona.
Ella frunce el ceño.
—No lo entiendo.
Apunto con el dedo a Jules.
—Conocí a esta mujer hace sólo unos días.
Sacude la cabeza antes de que termine la frase e insiste.
—Eso no puede ser verdad. Es tu esposa y la has visitado desde que
la trasladaste aquí hace meses.
Da un paso más cerca de mí al final de la cama con una mirada de
preocupación en su rostro.
—¿Se siente bien, Sr. Hendrix?
¿Cómo diablos sabe mi apellido?
—Espera. —Entrecierro los ojos cuando un pensamiento me
golpea—. ¿Cuál es el nombre de pila de su esposo?
Aprieta los labios mientras piensa unos minutos antes de decir el
nombre que sospecho dirá.
—Theo.
—Joder —siseo, pasando una mano por mi cabello y giro sobre mis
talones. Me agarro el cuello y aprieto con fuerza—. Maldita sea.
—Realmente no entiendo qué está pasando, pero si usted no es el
Sr. Hendrix…
Me doy la vuelta.
—Oh, soy el Sr. Hendrix, pero no Theo. Él es mi gemelo. Me llamo
Luca.
Abre los ojos de par en par conmocionada. Sí, únase al maldito club,
señora. ¿A qué demonios está jugando Theo? ¿Qué clase de juego es este?
¿Una maldita esposa?
—¿Cuánto tiempo lleva aquí? —La pregunta sale más dura de lo que
pretendo, así que trato de suavizar mi expresión. Es una molestia que
tiene que ver con mi estado de ánimo actual, pero no es culpa de esta
enfermera que mi hermano sea un imbécil reservado.
—Umm… —Cierra los ojos pensando y luego los abre de nuevo—.
Unos seis meses más o menos. Fue traída aquí desde Silver United
Memorial. El Sr. Hendrix dijo que la quería más cerca de él.
—¿Qué le pasó?
Se muerde el labio, parece indecisa.
—Se supone que no debo dar esa información… —Su voz se apaga.
Le doy un breve asentimiento antes de mirar a Jules un momento,
y luego me doy la vuelta para irme. Obtendré mis respuestas de la maldita
fuente en persona. Y más le vale que esté dispuesto a hablar.
llego a casa de Theo. Tuve que pasar
por la tienda y preguntarle a Jazz si podía quedarse hasta más tarde, lo
que afortunadamente aceptó.
Apago la camioneta, salgo y cierro la puerta detrás de mí. Mi cuerpo
está tenso cuando subo los cortos escalones hasta su puerta. Sin llamar,
irrumpo y me detengo ante lo que veo.
—¿Hablas en serio, Theo? —Agradezco que la chica que está en su
regazo levante la cabeza y deje de chupar. Theo me mira por encima del
hombro y pone a la chica de pie. Sus tetas rebotan mientras cuelgan de
su top y sujetador.
—Oh, hay dos de ustedes. —La chica prácticamente se desmaya.
Ambos la ignoramos.
—¿Qué haces aquí? —Pregunta mientras se acomoda la polla en sus
pantalones.
—Tenemos que hablar. —señalo con mi barbilla a la chica—. Y ella
tiene que irse.
Sintiendo la seriedad en mi voz, Theo ayuda a la chica a acomodarse
la camiseta y la lleva a la puerta. Mi enojo se intensifica cuando la besa
antes de dejarla ir.
Se gira hacia mí.
—¿De qué se trata esto, Luca?
—¿Realmente te estás besando con una chica en tu sofá con tu hija
dormida al final del pasillo?
—Palabra clave. Está dormida —murmura.
—¿Eso quiere decir que no se despertará y saldrá de su habitación?
No seas tan estúpido, Theo. Es jodidamente enfermizo que te arriesgues
sabiendo que podría entrar en cualquier momento y ver esa mierda. Al
menos llévalo al dormitorio donde puedes cerrar la maldita puerta.
En realidad, no debería estar follando con ninguna mujer,
considerando que está casado. Mis manos se convierten en puños.
Al menos tiene la decencia de parecer culpable. Lástima que no sea
por las razones que debería.
—¿Puedes dejar de tocarme las pelotas y decirme por qué estás
aquí?
Me toma un momento calmar el furioso incendio en mi estómago.
No quiero nada más que darle un puñetazo en su mentiroso rostro
y preguntarle después, pero es mi hermano, así que debo darle la
oportunidad de explicarse. Realmente no veo cómo puede justificar sus
acciones, pero tal vez hay una explicación razonable detrás de sus
secretos.
—¿Quién es Jules? —Pregunto, directo al grano.
Su rostro palidece y da un paso atrás hasta que se apoya contra la
pared. Veo que le tiemblan las manos antes de meterlas en los bolsillos
del pantalón. El movimiento en su garganta delata su nerviosismo, y sólo
despierta mi ira.
Se lame los labios antes de responder en voz baja.
—Es mi esposa.
—Sí, una puta broma —gruño—. La enfermera de guardia entró a la
habitación cuando estaba allí. Pensó que yo era tú.
Si es posible, su rostro pierde aún más color.
—¿Por qué la visitabas?
—Eso es irrelevante en este momento, ¿por qué no le contaste a
nadie sobre ella? ¿Y cuánto tiempo llevas casado?
Respira profundamente y mira a sus zapatos, provocando aún más
mi enojo.
—Theo… —Comienzo, pero me interrumpe.
—Siete años. Nos casamos el día que quedó en coma.
Sus ojos se ven preocupados y desesperados. Cuento hasta veinte
en mi cabeza intentado calmar mi ira.
—¿Llevas casado siete malditos años y nunca se te ocurrió decírselo
a tu familia? ¿Por qué, Theo? ¿Y qué diablos haces durmiendo con otras
mujeres mientras tu esposa yace indefensa en un hospital?
Está callado un momento antes de suspirar.
—Traeré unas cervezas y luego te lo explicaré todo.
No quiero una puta cerveza. Quiero que me diga qué demonios está
pasando. Aún así, le doy un breve asentimiento, camino alrededor del sofá
y me siento en el extremo opuesto, de donde Theo acaba de tener a una
chica en su regazo.
Vuelve a la habitación y me da una cerveza antes de sentarse en el
sillón. Inclinándose hacia adelante, pone los codos en sus rodillas y agarra
la cerveza en una mano. Sus rodillas rebotan, recordándome el día que
Ella estuvo en el hospital. Pensé que estaba ansioso por lo que le pasó a
Ella y posiblemente porque iba tras Chase. Pero estaba ansioso, porque
sabía que Jules estaba al final del pasillo y que él o yo podíamos ser
reconocidos en cualquier momento. En realidad, me sorprende, ahora que
lo pienso, que ninguna de las enfermeras me llamara por su nombre.
Me siento y espero, cada vez más impaciente cuando permanece
callado. Por suerte, se da cuenta de mi estado de ánimo y empieza a
hablar.
—Jules y yo nos conocimos cuando trajo su auto al taller. El
mecánico del lado norte no podía atenderla sino unos días después y ella
necesitaba que le arreglaran el auto inmediatamente. Vivía en el lado
norte, pero era dulce, amable y muy bonita. Sabiendo de dónde venimos,
nunca pensé que tuviera una oportunidad con alguien como ella, pero la
invité a salir de todos modos. Me tomó completamente por sorpresa
cuando aceptó.
Sus ojos se vuelven vidriosos mientras mira a la distancia.
—Sabes cuánta mierda hay por aquí, y cuando encuentras a alguien
bueno, no quieres que formen parte de eso. No quieres que nada ni nadie
los toque. Quería mantener a Jules lo más lejos posible. Me enamoré de
ella y supe que era la indicada. Teníamos planes. Íbamos a irnos de aquí
y empezar una nueva vida. Yo quería esperar a casarnos hasta que nos
fuéramos, pero ella no quería esperar tanto.
—Entonces, ¿qué? ¿Ibas a irte? ¿Desaparecer en el hermoso puto
atardecer y no decírnoslo nunca?
Mira hacia abajo a la botella que tiene en la mano antes de tomar
una profunda respiración, luego levanta la cabeza. No estoy seguro de lo
que hay en sus ojos, pero la mirada es oscura y llena de dolor. También
hay un poco de miedo, lo que me parece extraño, ¿a qué le teme?
—Íbamos a decírselo a todos antes de irnos. El día que nos casamos,
fue el día que íbamos a contarles a todos, pero algo pasó.
—¿Qué? —Pregunto cuando no continúa.
Su mirada se pierde en la distancia.
—Alguien la atacó.
—¡Joder! —Maldigo, y me inclino hacia adelante, imitando su
posición al apoyar mis codos sobre mis rodillas. Tomo la cerveza, la abro
y bebo la mitad de la botella.
Lo observo con los ojos entrecerrados.
—¿Por qué te acuestas con todas esas mujeres cuando tienes una
esposa en coma en el hospital? No parece que fuera la indicada si no
tienes problemas en romper tus votos.
Todavía no me mira cuando responde.
—Porque ya no está aquí.
—Y una mierda que no lo está, Theo. Sólo está a unos kilómetros
de distancia.
Su mirada regresa a la mía y parece despiadada, como si no sintiera
ni un ápice de culpa por engañar a su esposa durante años mientras ella
yace indefensa en el hospital. Tan pronto como aparece la mirada,
desaparece.
—Un hombre tiene necesidades, Luca. —Me informa en voz baja,
como si no lo supiera.
Asiento, luego me inclino.
—Un hombre con una esposa en el hospital se familiariza con su
mano. O por más jodido que parezca, se divorcia. Lo que no hace es
romper sus votos repetida y desvergonzadamente prostituyéndose con
otras mujeres.
Se estremece. Sé que estoy siendo un imbécil. No puede ser fácil
para él tener una esposa a la que no puede tocar, pero joder, no me parece
bien que la engañe tan fácilmente. Nunca estaré de acuerdo con nadie que
engañe bajo ninguna circunstancia. Y no es como si hubiera resistido
mucho tiempo. Lo ha estado haciendo por años. Siempre ha sido un
hombre de putas. Ahora que lo pienso, no recuerdo un largo período de
tiempo en el que no haya tenido una mujer cerca.
Ignorando eso por ahora, digo algo que me ha estado molestando.
—He estado soñando con ella. —Sus ojos se encuentran con los
míos—. Durante años. Si nunca supe de ella, ¿por qué está en mis sueños?
¿Y por qué siempre está tan triste y me pide ayuda?
Sus nudillos se vuelven blancos a medida que aprieta la botella de
cerveza. Líneas aparecen alrededor de su boca cuando aprieta los labios
enojado.
—Ni idea. No hay razón para que eso suceda.
Vigilo sus ojos por si reflejan engaño. Odio pensar que mi hermano
me miente, pero ya lo hizo al omitir la verdad sobre Jules.
Afortunadamente, no hay nada nefasto en su expresión.
Aria llama a su padre desde su habitación, y Theo se levanta para
ver cómo está. Veo que desaparece por el pasillo. La sospecha se forma
en mi mente mientras espero a que reaparezca. Cuando lo hace, mis ojos
se fijan en él mientras vuelve a sentarse.
—Aria. —Él frunce el ceño al escuchar su nombre—. ¿Es de Jules?
—No —gruñe—. Jules y yo sólo estuvimos juntos unas pocas
semanas. Es de una mujer que conocí un año antes de conocer a Jules.
Apareció en mi puerta semanas después del accidente y dejó a Aria para
que yo la criara. Desapareció, y no la he visto desde entonces.
Asiento.
—La enfermera hizo que pareciera que Jules no recibe visitas, ¿no
tiene familia?
Bebe un trago de su cerveza antes de limpiarse la boca con el dorso
de la mano.
—Tiene, pero son unos idiotas. Se dieron cuenta de nuestra relación
y le exigieron que no tuviera nada que ver conmigo. Cuando se negó, la
echaron de la casa y la repudiaron. Esa es la otra razón por la que nos
íbamos. Queríamos empezar de nuevo en un lugar donde nadie nos
conociera ni supiera de nuestros antecedentes.
Aunque todavía es jodido que nos haya ocultado a Jules, no puedo
decir que culpe a Theo. Especialmente por la enorme brecha social y
educativa entre él y Jules. El mundo es un lugar cruel, y algunas personas
que viven en él lo son aún más.
—¿Saben que está en coma? ¿No han intentado visitarla?
Se mueve hacia atrás en su asiento, poniéndose cómodo lanzando
un tobillo sobre su rodilla.
—Los llamé la noche del accidente, pero no contestaron. Les dejé
un mensaje en el buzón de voz. Nunca volvieron a llamar o intentaron
visitarla. Tiene una hermana mucho más joven. Creo que tenía cinco o
seis años en ese entonces. Sabe Dios qué le han dicho de Jules.
Aprieto los dientes ante la idea de que le hayan hablado mal de
Jules a su hermana pequeña, ¿qué carajos le pasa a la gente?
—Tienes que contarle a mamá y papá sobre ella.
Observa su regazo, y luego me mira a los ojos, con resolución en su
mirada.
—Lo haré.
Veo la hora en el decodificador del tv y me pongo de pie.
—Tengo que irme. Jazz se quedó hasta tarde por mí, así que tengo
que ir a la tienda.
Theo también se pone de pie, dejando la botella en la mesa auxiliar.
Me sigue hasta la puerta y me giro hacia él.
—Siento lo que le pasó a Jules. —Pongo mi mano en su hombro
cuando su mandíbula empieza a moverse—. ¿Encontraron a la persona
que la atacó?
—No —gruñe misteriosamente.
—Joder, hombre. Lo siento.
Asiente rígidamente.
—Gracias.
Lo dejo en la puerta, mi ira aún sigue presente, pero no tan
candente como cuando llegué.
Mientras camino hacia la camioneta, mi mente regresa a la pregunta
que aún persiste; ¿por qué he estado soñando con Jules y por qué sigue
pidiéndome ayuda?
otra vez, pero este es muy diferente a todos los
demás. Hay risas. Hay amor, hay felicidad, y cosas buenas están
sucediendo. Y parece tan real. No una mierda extraña que se me ocurrió.
Aún así, como en todos mis sueños con Jules, tengo un dolor insoportable
en el pecho. Un dolor que casi me pone de rodillas con su intensa fuerza.
Estoy en algún tipo de campo. Mirando a mi alrededor, veo un árbol
de glicinia. El mismo de la foto que he estado dibujando durante meses.
Excepto que no hay ninguna chica sentada bajo sus ramas colgantes.
El viento sopla, y con él me llega el ahora familiar olor a flores
silvestres. Segundos después, oigo risas de nuevo. El sonido es dulce, y
alivia el dolor en mi pecho.
Descubro el origen del mágico sonido a unos diez metros de
distancia. Es Jules, lleva puesto un vestido amarillo suave con una larga
falda ondeando en el viento, está de pie rodeada de flores silvestres. Su
cabeza está inclinada hacia atrás y se está riendo mirando el cielo. Su
precioso cabello castaño está suelto y cae por su espalda, brilla a la luz
del sol. Sus mejillas están rosadas, y la sonrisa en su rostro es fascinante.
Es el espectáculo más hermoso que he visto en mi vida. Por primera
vez, está en forma muy sólida y no dudo que podría tocarla. Mis labios se
convierten en una sonrisa, y estoy a punto de llamarla por su nombre
cuando aparece otra persona.
El dolor regresa con toda su fuerza cuando Theo camina hacia ella.
Ella baja la cabeza, y su sonrisa se ensancha cuando lo ve.
Una ira celosa, feroz y cegadora, me golpea el estómago cuando él
se acerca a ella y la envuelve en sus brazos. Sus labios se unen, y quiero
romperle el rostro y romperle todos los dedos.
Es mi hermano y Jules es suya, pero joder, si ese pensamiento no
hace que mi sangre hierva.
Me quedo ahí parado, rígido como una maldita tabla, y veo cómo
Jules se ríe de algo que dice Theo. Puedo sentir la euforia que rezuma la
pareja, y se me revuelve el estómago. Es una contradicción a cómo me
hace sentir su risa. Por un lado, el sonido es tan fascinante que quiero
escucharlo durante días, pero por otro, hace que mis oídos quieran
sangrar, porque la razón detrás del sonido es otro hombre.
Los ojos de Jules se apartan de Theo, y mi respiración se entrecorta
cuando se bloquean con los míos. Sus cejas forman una V mientras frunce
el ceño. La repentina tristeza que irradia es tan espesa que es casi
tangible.
Nubes oscuras y espeluznantes se mueven por encima, mucho más
rápido de lo normal, alejando la alegre luz del sol. Un trueno retumba en
la distancia, siniestro, como si algo maligno se acercara, y envía
escalofríos por mi espina dorsal.
Cuando los ojos ambarinos de Jules se vuelven espantosos, doy un
paso adelante. Levanto mi mano y la alcanzo.
—Jules —digo, no me importa si Theo me oye. No lo hace, sólo sigue
mirándola con el amor que brilla en sus ojos, como si yo no estuviera ahí.
Ella abre los ojos de par en par con dolor y terror cuando otra ronda
de truenos golpea, el sonido se escucha tan cerca que sacude el suelo. Mi
estómago se contrae brutalmente cuando los rayos caen al suelo a sólo
unos centímetros de ella y Theo. Theo no parece ver la tormenta que los
rodea. Él sigue mirándola fijamente como si fuera lo único que importa.
—¡NO!
El gutural rugido sale de mis labios cuando la forma de Jules
comienza a desvanecerse. Intento correr hacia ella, pero mis piernas no
se mueven. Los músculos de mis muslos tiemblan cuando trato en vano
de hacer que funcionen.
Indefenso. Tan jodidamente indefenso.
—¡Maldita sea! —Grito mientras me veo obligado a ver cómo Jules
y Theo se vuelven más y más transparentes a cada segundo.
Para cuando sus formas se han ido, siento un enorme agujero en el
pecho donde mi corazón solía residir.

un gruñido y desenrollo las sábanas de


mis piernas antes de arrojarlas. El enojo hace temblar mis manos
mientras balanceo las piernas a un lado de la cama y planto mis pies en
el duro piso de madera, encorvándome con los codos apoyados en las
rodillas. Mi cabeza cuelga, y el disgusto conmigo mismo retuerce mi
estómago.
Nunca me he sentido posesivo con una mujer, y esta es la primera
vez que lo siento por Jules después de todos los sueños que he tenido de
ella o las pocas veces que la he visitado en el hospital. Sentirme así por
una mujer que no conozco, una mujer que es la esposa de mi hermano
me hace una persona jodida, y un hermano aún peor. Pero verlo con sus
brazos envueltos alrededor de ella, olerla, tocar sus labios con los de ella,
provocó una rabia que nunca antes había sentido. Incluso la mirada en
sus ojos, la que dice que ella lo es todo para él, no amortigua esa ira.
Debería alegrarme que Theo haya encontrado a alguien que lo hace sentir
así, pero mi mente sigue gritando, ¡mía!
Al ver el vaso medio vacío en la mesita de noche, lo agarro y lo lanzo
a través de la habitación con un rugido. El vidrio se rompe contra la pared
y el agua salpica por todas partes.
Usando el borde de mi mano, me golpeo el costado de la cabeza,
necesitando que esos pensamientos posesivos desaparezcan. Todo lo que
consigo hacer es empeorar los golpes en mi cabeza.
Frustrado, me levanto, voy al baño, dejo varios analgésicos en mi
mano y me los trago en seco. Después de ponerme un pantalón corto y
una camiseta, me pongo los calcetines y mi calzado deportivo.
Salgo a la sala de estar, tomo las llaves de la encimera y salgo de
golpe por la puerta principal.
Hay una forma segura de liberar el creciente enojo que se apodera
de mí, y resulta que tengo las llaves.
Afuera hace frío y está oscuro, mientras me dirijo a mi camioneta,
pero me gusta el frío. El trayecto es corto y las calles están desiertas,
excepto por uno pocos sospechosos que caminan por las calles. Me
detengo en un callejón oscuro en medio de la ciudad y apago el motor.
Abro la guantera, agarro los guantes antes de volver a cerrarla de un golpe
y luego reviso mi alrededor antes de salir. No importa lo fuerte que sea o
cuánto entrenamiento haya tenido, si una bala llega a mi camino, voy a
caer. Me mantengo inteligente y atento, especialmente de noche en un
callejón oscuro.
Camino hacia la gran puerta metálica, observo brevemente las
descoloridas palabras del gimnasio de Abe mientras lo abro. Abe me dio
un juego de llaves de este lugar hace un par de años, porque sabía que
había momentos en los que tenía que eliminar mi ira. En lugar de darle
una paliza a la gente, dijo que era mejor hacerlo contra una bolsa de
arena. Abe no sólo ha sido un buen entrenador a lo largo de los años, sino
también un buen amigo. Es mayor de edad, pero sigue siendo duro como
el acero, y no duda en subirse al ring con nadie.
Cierro y bloqueo la puerta con llave. La energía no gastada tensa
mis músculos mientras me dirijo a la gran sala de entrenamiento. Hay un
ring a la derecha y otro a la izquierda con una gran área enmarañada entre
ellos. Varios bancos de pesas y otros aparatos de entrenamiento se
alinean en las paredes.
Sin detenerme, extiendo la mano detrás de la cabeza, me quito la
camiseta y la tiro a un banco mientras paso. Me pongo los guantes que
agarre de la guantera. La pesada bolsa negra se cierne sobre mí, dando la
bienvenida a la paliza que mis puños están deseando darle.
Sin invitación, una imagen de Theo abrazando a Jules aparece en
mi cabeza. Mis muelas se rozan entre sí y con un gruñido, lanzo un jab a
la bolsa. El repentino contacto empuja mi brazo y el dolor irradia hasta
mi hombro. Acojo con satisfacción la incomodidad, queriendo más. Otra
imagen de los labios de Theo deslizándose sobre los de Jules mientras
recorre su lengua contra la de ella. Lanzo otro jab seguido de un cross1.
Theo besando el cuello de Jules mientras inclina la cabeza a un lado.
Un gancho, con un cross inmediato detrás. Lanzo golpe tras

1
Jab- cross : golpes clásicos y principales del boxeo.
golpe mientras la visión de ellos dos juntos llena mi cabeza, lo que sólo
hace que mi rabia se intensifique.
No tengo derecho a sentirme posesivo con una mujer que pertenece
a otra persona. De todos modos, todo es en vano, porque está en coma, y
si no ha despertado en siete años, las posibilidades de que despierte
ahora son prácticamente nulas.
Cuando recuerdo el miedo y el dolor en los ojos de Jules, un rugido
resuena en mi pecho, y tiro todo mi peso en el siguiente golpe y ataco la
bolsa como si mi vida dependiera de ello. No hay peor sentimiento que la
impotencia.
No sé cuánto tiempo permanezco ahí dándole una paliza a la bolsa,
pero termino con los brazos ligeramente envueltos alrededor de ella,
apoyando mi peso. El pecho me duele por el esfuerzo, y el sudor se desliza
por mi sien y espalda. Me duelen los músculos y el agudo dolor en la parte
baja de la espalda me hace sentir bien.
Un silbido bajo que viene detrás de mí me hace enderezar y darme
la vuelta. Abe está recostado en uno de los ring, con sus enormes brazos
cruzados sobre el pecho. Es negro como la medianoche, grande como un
jugador de fútbol americano y fuerte como un buey, a pesar de tener más
de sesenta años. Tampoco teme decirte las cosas sin rodeos, no es un
mentiroso, y si entras a su gimnasio, lo respetas a él y a su equipo, o no
dudará en patearte el trasero hasta la acera.
—¿Que te tiene tan alterado? —Pregunta, alejándose del ring. Me
lanza una botella con agua cuando está lo suficientemente cerca, y la
atrapo. La destapo, bebo la mitad de la botella antes de acercarme y
agarrar mi camiseta para secarme el sudor del rostro.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Pregunto, en vez de responder.
Sus ojos me evalúan críticamente, aceptando mi evasión por el
momento. No durará mucho tiempo.
—La maldita artritis me despertó. Oí tus gruñidos y quejidos desde
arriba y decidí revisar las cosas.
Gruño y termino de beber el agua. Abe es el dueño de todo el
edificio, incluyendo el apartamento de arriba, que es donde vive.
—Lo siento —murmuro.
Después de un momento de silencio, mi breve indulto termina.
—¿Vas a decirme qué te preocupa, muchacho? Y ni siquiera intentes
negarlo, porque esa paliza que le diste a la bolsa iba dirigida a alguien.
Aplasto la botella, me acerco a la papelera y la arrojo. Me dirijo a
un banco, me siento a horcajadas antes de mirar a Abe.
—Soy un imbécil, eso es lo que soy.
Levanta una de sus cejas con gesto divertido.
—Esa mierda no es nada nuevo, pero ¿qué te hace ser un imbécil
esta vez?
Cierro los ojos, apoyo la cabeza contra la pared a mi espalda, el
cansancio me golpea de repente.
—Theo está casado. Lo ha estado por años.
—¿Qué carajos? —Pregunta incrédulo.
Asiento.
—Sí. No lo supe hasta hace un par de días. —Me quedo callado un
momento, antes de admitir—. Hace años que sueño con ella, y no sé por
qué. Esta noche, soñé con ellos juntos, y quise matar a Theo por tocarla.
El silbido bajo de Abe suena de nuevo, y abro los ojos. Ambas cejas
están alzadas.
—Maldita sea, muchacho. Eso sí que es una jodida mierda.
Reprimiendo el gruñido que quiero dejar salir, dejo caer mi cabeza
contra la pared.
—Sí.
Abe suspira.
—Luca. —Levanto la cabeza de nuevo ante su irritado uso de mi
nombre—. No te castigues por esa mierda. Los sentimientos son algo
sobre lo que no tenemos control. Es obvio que no quieres sentirlos, y
mientras no actúes sobre ellos, no tienes nada de qué preocuparte.
Una desagradable risa se escapa de mis labios.
—Incluso si quisiera actuar sobre ellos, lo que nunca le haría a Theo,
no podría. Ella ha estado en coma por siete años.
—¿Qué dices? —Pregunta incrédulo.
—Aparentemente, se conocieron e iban a huir juntos, pero alguien
la atacó. Nadie sabía de ella. Lo descubrí porque la vi en la habitación del
hospital y la reconocí por mis sueños.
—Espera, ¿cómo has estado soñando con ella si la conociste hace
poco?
Dejo salir un suspiro cansado.
—Joder, si lo sé.
—Eso es raro y antinatural.
—Dímelo a mí. —Coincido.
Se queda en silencio después de eso. El ventilador de la calefacción
hace click y el aire que me golpea desde arriba aún no ha tenido l
oportunidad de calentarse. Se siente bien contra mi sudoroso pecho.
Me quito los guantes y me pongo de pie. Me coloco la camiseta y me
enfrento a Abe.
—Ya me voy. Gracias por dejarme usar el gimnasio.
—Cuando quieras. Para eso tienes las llaves.
Me giro para irme, pero me llama y me hace darme la vuelta otra
vez.
—Duerme un poco, Luca. Te ves como la mierda.
—Vete a la mierda, Abe —digo por encima del hombro.
Su profunda risa me sigue hasta la puerta.
y media. Pasé diez días sin ver a Jules,
porque no tengo derecho a querer hacerlo. Diez malditos días que casi
me vuelven loco. Nueve noches tumbado en la cama, deseando que viniera
a mí en sueños, aunque querer eso me convierte en un bastardo de la peor
clase, egoístamente no me importa. Si no puedo verla en persona, al
menos quiero alguna forma de ella, aunque siempre aparezca asustada o
adolorida y me ruegue por algo que aún no entiendo.
Diez días en los que fui a trabajar y traté de no pensar en ella. Diez
días en los que al salir del trabajo tuve que forzarme a girar a la derecha
por la calle 10 hacia mi casa en lugar de girar a la izquierda hacia el
hospital. Sólo dos de las nueve noches me visitó en sueños, pero las veces
que no lo hizo, desperté sintiéndome exhausto y agotado. Dormí inquieto
y no pude evitar sentirme decepcionado por el resto del día, lo que me
puso de muy mal humor. Las personas se dieron cuenta, especialmente
Ella.
—¡¿Cuál es tu puto problema?! —Gritó al octavo día, después de
entrar a mi oficina y cerrar la puerta de golpe.
—Déjame en paz, Ella —gruñí mientras me paraba detrás de mi
escritorio y empujaba mierda buscando un lápiz de dibujo en específico.
Puso las manos en la superficie de madera dura y se inclinó, en voz
baja, pero no menos áspera dijo:
—Has sido un imbécil durante días, Luca. O arreglas lo que te
molesta o quédate en tu maldita oficina y deja que Jazz y yo nos
ocupemos de tus clientes. Estoy cansada de ver a esas personas
caminando sobre cáscaras de huevo a tu alrededor.
Me estiré en toda mi altura y la miré con el ceño fruncido.
—Dije, déjame en paz.
Mostrándome los dientes, gruñó:
—Qué lástima, carajo. Eres mi hermano y trabajo para ti, así que
cuando algo te molesta, me molesta a mí. O lo superas o me dices qué
demonios está pasando.
Antes de que me diera la oportunidad de responder, salió de la
habitación, golpeando la puerta contra la pared. Tiene razón. Estoy siendo
un gilipollas, y esa mierda tiene que parar.
Intenté apartar la necesidad de ver a Jules, pero nada funcionó.
Así que ahora, dos días después, estoy caminando por el pasillo
hacia su habitación, sin importarme más si debería estar aquí o no. Desde
mi punto de vista, Theo no la visita tan a menudo como debería, algo que
todavía me molesta, y una persona no debería estar sola todo el tiempo,
aunque no se dé cuenta que lo está. También me enfurece que Theo
todavía no le haya contado a nadie sobre Jules, algo por lo que planeo
enfrentarme a él pronto.
Cuando ingreso a su habitación, el aroma a flores silvestres calma
algo en mi interior. El desolador sentimiento que me ha estado acosando
desaparece instantáneamente. Mis músculos se relajan por primera vez
en días. Por más jodido que suene, siento que aquí es donde pertenezco.
Camino hacia la cama, me siento en la silla y miro a la mujer que
ha estado asechando mis sueños durante años y consumiendo mis
pensamientos por semanas. Está hermosa, como siempre. Su cabello
nuevamente está trenzado y descansa en la almohada alrededor de su
cabeza. Está boca arriba, pero con la cabeza inclinada a un lado, así puedo
ver su hermoso rostro. Levanto la mano y toco el extremo de su trenza.
—Theo me habló de ti —digo en voz baja. Ya no me preocupa que
me echen si me atrapan. Theo es mi hermano, y yo no debería estar aquí,
pero me dará permiso si no está dispuesto a estar aquí.
—No tengo derecho a estar aquí, pero siento que debería. —Respiro
profundamente antes de dejar salir el aire lentamente. La mayoría de las
personas se sentirían extrañas hablando con alguien que probablemente
no puede oírlas, pero no con Jules. Se siente bien hablar con ella. —Theo
es un imbécil por dejarte aquí sola todo el tiempo. Dudo que puedas
oírme, pero sí de alguna manera puedes, te pido disculpas en su nombre.
Suelto su cabello y me recuesto en la silla, entrelazando los dedos sobre
mi estómago. Estiro las piernas y mis rodillas caen a los lados, poniéndose
cómodas. Estoy cansado y hambriento, pero levantarme y marcharme no
es una opción en este momento. Dejando caer la barbilla contra mi pecho,
decido cerrar los ojos un momento.

cuando oigo un ruido. Lo primero


que veo son mis manos entrelazadas sobre mi estómago. Cuando levanto
la cabeza, un dolor sordo resuena en mi cuello al permanecer en la misma
posición tanto tiempo. Cierro los ojos, inclino la cabeza atrás y la giro de
un lado a otro, aflojando los músculos.
Cuando vuelvo a acomodar mi trasero en la silla, me doy cuenta que
el mando a distancia de la enfermera ha caído al suelo. Lo recojo y luego
me paro para enrollarlo alrededor de uno de los rieles para evitar que se
resbale de nuevo.
Mi cuerpo se bloquea y mi maldita mandíbula casi cae al suelo
cuando miro a Jules. Está tumbada ahí con los ojos bien abiertos mirando
al techo. Lo primero que noto es el brillante color de sus ojos. Como en
mis sueños, son de un ámbar dorado brillante. Parpadea lentamente un
par de veces. No debe verme, porque sigue mirando al techo como si fuera
lo más fascinante que ha visto en su vida.
Me quedo quieto, sin querer asustarla, pero también deseando
desesperadamente que sus ojos se encuentren con los míos.
Trago para mojar mi repentina seca garganta, murmuro
suavemente:
—Jules.
Separa los labios. Parpadea un par de veces más antes de girar
lentamente la cabeza en mi dirección. En cuanto sus ojos se encuentran
con los míos, una ráfaga de aire sale de mis pulmones. Mierda, son
sorprendentes.
No tengo la oportunidad de disfrutar de sus ojos en los míos antes
de que se llenen de miedo. Frunzo el ceño, confundido por el terror que
se está dibujando en su rostro. Tiendo la mano para intentar aplacar el
miedo, pero la dejo caer cuando sus labios tiemblan.
Agarra su cabeza mientras abre la boca y emite un espantoso grito.
Me tropiezo dando un paso atrás y golpeo la silla, aturdido por su
comportamiento histérico. Comienza a golpear la cama, sus piernas
patean la manta mientras se presiona lo más cerca posible a la barandilla
para alejarse de mí. Todo el tiempo, sus grandes y asombrados ojos
permanecen conectados con los míos, como si estuviera acusándome de
algo.
Una enfermera se apresura, y me hago a un lado para darle espacio.
Otra se precipita un segundo más tarde con un médico siguiéndola de
cerca. Ambos van al otro lado de la cama.
—¡NO! —Grita Jules una y otra vez, agarrándose la cabeza—.
¡NONONO!
El dolor en el pecho que siempre está presente en mis sueños ha
vuelto, excepto que esta vez es diez veces peor. El dolor que siento al
verla sufrir en carne y hueso hace que el dolor de verla sufrir en mis
sueños se sienta como un puto corte de papel. Es agonizante y agotador,
me deja sin aliento.
No quiero nada más que acercarme a ella, tenerla contra mí,
abrazarla y hacer que todos sus temores desaparezcan, pero es a mí a
quien teme, y ese pensamiento me desgarra.
—Sr. Hendrix, voy a tener que pedirle que se vaya.
Ignoro a la enfermera que intenta sacarme de la habitación. No
puedo dejar de mirar a Jules mientras lucha con el médico y las
enfermeras. Se gritan entre ellos mientras tratan de calmarla. Me enojo
cuando la sujetan y ponen una aguja en su intravenosa. Obligo a mis
piernas a mantenerse inmóviles, en lugar de apresurarme a acercarme y
arrancarla. Sé que son profesionales y sólo tratan de ayudarla, pero aún
así no me gusta.
—Sr. Hendrix. —La enfermera lo intenta de nuevo, agarrándome del
brazo—. ¡Theo!
El uso del nombre de mi hermano me hace arrastrar los ojos de la
chica angustiada en la cama. Miro fijamente a la enfermera, y sus ojos se
suavizan con simpatía.
—Por favor, espere afuera hasta que el doctor calme a su esposa y
la evalúe. Él irá a hablar con usted tan pronto como pueda.
No la corrijo por su error de pensar que soy mi hermano. Sólo
sacudo la cabeza antes de volver a mirar a Jules una vez más. Ya no grita
debido a la medicina que corre por sus venas, pero sus ojos siguen fijos
en los míos. Lágrimas caen de ellos, empapando la almohada bajo su
cabeza, y me dan ganas de caer de rodillas y gritar.
En cambio, con una última mirada y el pecho sintiéndose vacío, me
pongo en marcha y salgo de la habitación.

:¿
Theo: En casa de mamá, ¿por qué? ¿Qué está pasando?
En vez de contestar, tiro el teléfono al portavasos, enciendo la
camioneta y salgo del estacionamiento del hospital.
No tengo idea de lo que planeo hacer una vez vea a Theo; todo lo
que sé es que Jules no me conoce, así que su reacción hacia mí sólo puede
significar que pensó que yo era Theo. Lo que significa que él es a quien
teme. Mientras ese pensamiento calma algo en mi alma, todavía envía un
lento ardor de ira por mis venas.
¿Por qué coño Jules tiene miedo de Theo? ¿Qué pudo haber hecho
para causar ese terror que vi en sus ojos?
Mis nudillos duelen alrededor del volante mientras recorro las
calles hasta la casa de mis padres. Obligo a aflojarse a mis dedos y trato
de calmar mi ira. Por mucho que me moleste, necesito darle a Theo la
oportunidad de explicarme primero.
Unos minutos después, me detengo detrás del auto de Theo
estacionado en la acera frente a la casa de nuestros padres. Me tomo un
momento para tomar un par de respiraciones profundas hasta que me
siento bajo control de nuevo. Salgo de la camioneta, subo por la entrada,
y sin molestarme en golpear, entro. Mamá siempre ha insistido en que su
casa está abierta para sus hijos, y si nos oye tocar, nos pateará el trasero.
Me encuentro a mamá, papá, Theo y Aria en la cocina sentados en
la mesa terminando de cenar. En cuanto mis ojos se encuentran con los
de Theo, el enojo que intenté calmar en mi viaje regresa.
—¡Hoooola, tío Luca! —Aria dice en voz alta, agitando la mano que
sostiene una galleta.
—Hey, boo. —A través de mi enojo, consigo darle una sonrisa
genuina. Aria saca lo mejor de las personas.
—Luca, cariño, trae una silla y te prepararé un plato.
Cuando mamá se levanta de la mesa, levanto la mano.
—No estoy aquí para cenar, mamá —digo, manteniendo la voz
equilibrada. Ella todavía siente mi confusión y se gira para acercarse a mí.
—¿Está todo bien?
—Sí. —Mantengo la voz baja, para que Aria no oiga—. Hazme un
favor y lleva a Aria al patio trasero.
Frunce el ceño; mira a papá, luego a Theo, antes de volver a mis
ojos.
—¿Qué está pasando?
Agarro la mano que posó en mi brazo y le doy un suave apretón.
—Por favor, mamá. Hablaremos más tarde. Necesito hablar con
Theo.
Después de buscar en mis ojos un momento, asiente
silenciosamente con la cabeza y camina alrededor de la mesa hacia Aria.
—Hey, pequeñita. Ven a ayudar a la abuela a recoger unas flores
para la mesa. Estas se ven un poco viejas.
Extiende la mano para que Aria la tome. Después de meterse el último
bocado de su galleta en la boca, toma la mano de mamá, salta de la silla
y ambas salen por la puerta trasera hacia el patio vallado.
En cuanto la puerta se cierra, papá dice:
—¿Qué pasa?
No lo miro; mis ojos están fijos en Theo mientras me mira con los
labios apretados y el ceño fruncido.
—Ella está despierta —digo sin rodeos.
Salta de su silla y golpea la mesa con el muslo sacudiendo los
platos.
—¡¿Qué?! —Grita.
—¿Quién está despierta? —Papá pregunta, sonando confundido y
poniéndose de pie más despacio que Theo.
—Baja la voz —le gruño a Theo.
—No puede estar despierta —dice más tranquilo, pero no menos
asombrado.
—¿Alguien puede decirme qué demonios está pasando?
El tono irritado de papá me hace mirarlo. Es alto, no es delgado,
pero tampoco voluminoso. Está a finales de los cincuenta, con la mitad
de su cuerpo cubierto de tatuajes, barba y bigote, puede ser intimidante.
Cuando era niño, era nuestro héroe, el hombre más inteligente que
conocíamos, y daba mucho miedo cuando estaba furioso. No es que nos
haya levantado la mano, pero era estricto, exigiendo el respeto que se le
debía a él y a nuestra madre, y no aguantaba ninguna mierda de nosotros.
Lo respeto muchísimo, y él y mamá tienen derecho a saber que
tienen una nuera de la que se han perdido durante siete años.
Llevo mis ojos de vuelta a Theo.
—O se lo dices tú o lo haré yo.
Entrecierra los ojos formando rendijas, y por un minuto creo que
va a tirar de mi mano. Theo puede ser un amante de la diversión, el
despreocupado de la familia, pero también es una mierda y a veces puede
ser tan terco como Ella.
La indignación oscurece sus ojos antes de girarse hacia papá.
—Estoy casado. —Papá respira profundamente, pero antes de que
pueda decir algo, Theo continúa—. La conocí hace años, nos enamoramos,
nos casamos e íbamos a dejar la ciudad debido a la diferencia de nuestros
orígenes. Antes de que pudiéramos hacerlo, fue atacada. Ha estado en
coma desde entonces.
—Espera —ladra papá—. Disminuye la maldita velocidad, Theo,
¿cómo diablos tu madre y yo no sabemos esto?
La vergüenza parpadea en su rostro antes de tensar la mandíbula.
—Íbamos a contárselo a todo antes de irnos. Ya sabes cómo son las
cosas por aquí, papá. No quería que Jules formara parte de esto. No quería
que esto manchara su vida.
—Así que, ¿qué se joda tu familia? ¿Qué demonios crees que eso le
habría hecho a tu madre?
—No habría podido darle todo lo que se merecía si nos hubiéramos
quedado aquí —dice Theo en voz baja. Se vuelve hacia mí y sus ojos se
vuelven cautelosos—. ¿Está realmente despierta?
Sacudo la cabeza asintiendo.
—¿Ella… eh…? —Se pone nervioso y de repente parece temeroso—
. ¿Dijo algo?
—Sí.
La nuez en su garganta se balancea mientras traga.
—¿Qué dijo?
—No. —Da un paso atrás golpeando la silla que está detrás de él.
Doy un paso adelante—. Cuando me vio, gritó “no” una y otra vez. Estaba
jodidamente asustada. Dime, Theo. —Me acerco a él, inclino la cabeza
mientras retrocede un paso más—. Si no tiene idea de quién soy, tuvo que
haber pensado que yo era tú, ¿por qué demonios le teme a un rostro que
tú y yo compartimos?
Se detiene, y la mirada temerosa en su rostro se transforma en algo
siniestro. Aparecen líneas al lado de sus ojos mientras me mira fijamente.
Sus labios forman una línea firme y el pulso en su sien palpita.
Su enojo me detiene brevemente, sorprendido por el repentino cambio.
—Ella te conoce —dice amenazadoramente.
Me balanceo sobre mis pies.
—¿Qué?
Ahora es él quien viene hacia mí.
—Fuiste tú. —Escupe la última palabra.
—Eso no tiene jodido sentido, Theo —digo.
Frunce los labios con una mueca de desprecio.
—Tú fuiste la persona que la atacó —gruñe, con los ojos
enloquecidos.
—¿De qué demonios estás hablando? —Pregunto, con los nudillos
picando por aterrizar contra el rostro del maldito. Realmente no me gusta
lo que está insinuando.
—Hijo de puta —murmura la palabra, se da la vuelta y se frota el
rostro con las manos antes de darse la vuelta nuevamente—. La viste un
día, un par de semanas antes de casarnos. La viste y la quisiste para ti.
Fuiste tan lejos como para intentar seducirla y alejarla de mí. Mi propio
maldito hermano. No funcionó. Ella vino a mí y me contó lo que pasó. Me
enfrenté a ti, y peleamos. No tengo idea qué estaba pasando por tu cabeza,
pero el día que nos casamos, te diste cuenta y se activó un oscuro
interruptor dentro de ti. Enloqueciste.
Levanto la mano para detenerlo, porque todavía no tiene sentido.
—Nunca he visto a esa chica en mi vida, excepto por algunos
extraños sueños que he tenido durante años y las pocas veces que la he
visitado recientemente.
—Espera —interrumpe, frunciendo el ceño—. ¿Todavía sigues
visitándola?
—Eso no importa ahora —gruño—. Ahora explícame cómo podría
intentar quitarte a una chica cuando nunca antes la he visto. Y añádele a
eso que no hay manera de que te haga eso en primer lugar.
Sus manos agarran mechones de su cabello y tira de el mientras
mira hacia el techo, deja salir un gutural gruñido de sus labios.
Está escondiendo algo, y mi temperamento está precariamente
cerca del límite.
Sus ojos parpadean hacia papá antes de volver a mí.
—¿Recuerdas el accidente de auto que tuviste hace siete años? —
Con mi asentimiento, continúa—. Jules estaba en casa ese día empacando
porque nos iríamos esa noche después de contarle a la familia sobre
nosotros. Yo estaba en el trabajo reuniendo algunas cosas. Llegaste y te
dije que nos casamos. Destrozaste la oficina y te fuiste furioso, pero no
me di cuenta que habías perdido completamente la jodida cabeza y que
fuiste directo a casa de Jules. Llegué una hora más tarde y encontré a
Jules en el suelo, con sangre saliendo de su sien. Supe que fuiste tú quien
lo hizo. Llevé a Jules al hospital y fui a buscarte. Un par de horas después,
mamá llamó y dijo que tuviste un accidente automovilístico.
—¡Qué carajos, Theo! —Papá estalla—. Espera un…
—¡Perdiste la cabeza! —Me inclino hacia él, levantando la voz—. No
hay forma de que esa mierda haya pasado, ¡porque lo recordaría!
—Perdiste seis semanas de tu memoria, ¿recuerdas? Por cierto,
cinco semanas antes conocí a Jules, y tres semanas antes, la conociste.
Estuviste inconsciente dos días antes de despertar. Ella todavía no lo ha
hecho. O no hasta hoy.
Me tambaleo un paso atrás, algo puntiagudo y caliente punza en mi
pecho. Está mintiendo. Tiene que estar mintiendo. De ninguna manera
hice las cosas que dice que hice. Recuerdo cuando desperté en el hospital
y el lapso en mi memoria. Han pasado siete años, así que está borroso,
pero recuerdo estar desorientado por la pérdida de memoria. Recuerdo el
dolor en mi cráneo y un dolor sordo en el pecho. Recuerdo que sentí que
me faltaba una parte de mi cuerpo y eso me llevó a perder seis semanas
de memoria. Recuerdo la mirada preocupada en el rostro de mis padres y
la rabia en los ojos de Theo. Theo no estuvo mucho esas primeras
semanas, y cuando lo vi, parecía enojado. Eventualmente, regresó a su
estado relajado.
Me dejo caer en una silla de la cocina, mi cabeza cae en mis manos
para luego agarrar mi cabello. Oigo a papá diciéndome algo, pero estoy
tan concentrado intentando recordar el rostro de Jules que no puedo
entender lo que está diciendo.
Trato de recordarla siete años atrás, o cualquier cosa que haya
sucedido en esas seis semanas. He tratado antes de activar ese corto plazo
de tiempo, pero nunca he trabajado demasiado duro en ello.
Sólo fueron seis semanas, y no le vi sentido a agotarme por eso. Es
un puto desorden, pero todo lo que puedo ver son mis sueños y las veces
que la visité en el hospital. Nada del pasado. Ni siquiera una maldita pista.
Levanto la cabeza y sé que mis ojos deben parecer salvajes o algo
así. Siento que me estoy volviendo loco.
—¡¿Por qué nunca me lo dijiste?! —Grito a través de la garganta
seca. Agua. Necesito un poco de agua. Al ver la botella de cerveza de papá
en la mesa, la cojo y me la llevo a la boca hasta que no queda nada para
beber.
—Mamá y papá no sabían lo de Jules. Nadie lo sabía excepto tú y
yo. Pensé que les haría daño si lo sabían, y no es como si Jules estuviera
ahí. —Me estremezco ante sus duras palabras, pero él continúa—. Cuando
despertaste y no la recordaste, no le vil sentido a decírtelo. Tu pérdida de
memoria resolvió el problema de tu fijación con ella. La llevé a propósito
al Memorial para que no estuvieras cerca de ella. Prefería que la olvidaras.
Mis ojos vuelan hacia papá, necesitándolo para confirmar que lo
que dice Theo es verdad. Al menos la parte que conoce. La culpa estropea
su rostro, y obtengo mi respuesta.
—No teníamos ni puta idea, Luca —dice papá.
—¡¿Por qué carajos no llamaste a la policía y me hiciste arrestar?!
—Le grito a Theo.
Sus ojos brillan y su mandíbula se tensa.
—Porque quería enfrentarme a ti primero. Quería mirarte a los ojos
cuando me dijeras que la habías atacado. Sabes que a la policía no le
importa una mierda lo que pasa por aquí, así que las posibilidades de que
pagaras por lo que hiciste sólo era del cincuenta por ciento. Planeé exigir
mi propio castigo. No tuvo, sentido ya que cuando despertaste no
recordabas nada.
Me siento mal del estómago, pero empujo la necesidad de vomitar.
El odio en sus ojos es asombroso e inconfundible. No lo culpo. Tiene todo
el derecho a odiarme y querer clavar mi culo en la pared.
Todavía es difícil creer que lo que me está diciendo es verdad, pero
algo en mi interior sabe que tiene que serlo.
No hay razón para que él mienta. Siempre he tenido un
temperamento volátil. Muchas veces eso me ha salvado, pero también me
ha causado muchos problemas. Aún así, la idea de lastimar a una mujer,
a la mujer de Theo, es demasiado para que mi mente lo procese. No es
algo que pueda comprender.
Me viene a la mente la imagen de Cora con mi mano alrededor de
su cuello, y la bilis se eleva de nuevo, ¿soy capaz de hacerle daño a una
mujer? Que yo recuerde, nunca me he sentido tentado hasta que Cora
hizo lo que hizo. Pero incluso entonces, fue fácil dejar de lado ese impulso
porque es una mujer, y yo no soy ese tipo de hombre. O eso pensaba yo.
Me paso las manos por el rostro y froto mis ojos. Mi visión es
borrosa cuando lo miro de nuevo.
—Theo. —Me detengo, porque no sé qué decir, ¿cómo diablos me
disculpo con mi hermano gemelo por hacer algo tan atroz, lo recuerde o
no? No hay palabras para compensar lo que hice.
—Lo siento. —Termino diciendo con voz ronca.
—Solo aléjate de ella —gruñe acaloradamente.
Físicamente me duele pensar en no ver más a Jules, pero asiento de
todos modos. No tengo derecho a estar cerca de ella. Soy un maldito
peligro para ella. Theo tiene todo el derecho a darme una paliza, y si lo
intentara, me quedaría ahí parado y recibiría todos los golpes. Aún así no
sería suficiente. Me sorprende que no lo haya hecho ya. Sé que si la
situación fuera al revés, nada me impediría matarlo.
Theo me mira con ojos recelosos cuando me levanto de la silla. No
digo nada mientras camino hacia la puerta de la cocina.
—Hijo —llama papá, y me detengo para mirarlo. Sus ojos parecen
adoloridos—. No te vayas. Quédate y habla con tu mamá y conmigo.
Sacudo la cabeza.
—Necesito tiempo. Dile a mamá que la llamaré en unos días.
Puedo decir que quiere insistir, pero me hace un pequeño
comprendiendo. Me cuesta sostener los ojos de Theo cuando lo miro.
—No tengo idea de qué me llevó a hacer lo que le hice a ti y a ella,
pero jodidamente me destroza haberlo hecho. No sé en qué estaba
pensando en ese momento, pero ahora mismo, lo siento mucho, Theo.
Todo empeora porque no puedo recordarlo. Merezco que esos recuerdos
me persigan por siempre. Me merezco el dolor que sé que causé.
Y con eso, salgo de la casa, cierro la puerta principal
silenciosamente detrás de mí, subo a mi camioneta y me voy.
habitación oscura con las brillantes luces
flotantes. Giro en el lugar, buscando a través de las pequeñas motas,
buscando la más brillante de todas. Todas se ven igual, no importa cuánto
cueste que mis ojos me digan lo contrario.

De repente se forma un hueco en mi pecho cuando me doy cuenta


que no está aquí conmigo. Siento como si me hubieran robado todo el aire
de mis pulmones. Mi pulso late fuertemente a un lado de mi cuello y mi
estómago se retuerce en nudos.

Pérdida, inequívoca e indiscutible. Eso es lo que siento. Jules nunca


fue mía, pero sigo sintiendo su pérdida como si lo fuera.

—¡NOOOOO! —Escucho un grito torturado, y reconozco que es ella.

—¡Jules! —Me doy la vuelta buscándola y no veo nada más que


espacio negro y pequeños destellos.

—Oh, Dios, ¡no por favor! —Solloza desgarrada.

Me giro hacia el otro lado, sigo mirando a través de la oscuridad, y


no veo una maldita cosa, ¿dónde coño está?

—¡Jules! ¿Dónde estás?

—Ayúdame —grita—. ¡Por favor, que alguien me ayude!

Un rugido deja mis labios ante sus agonizantes gritos. No tengo ni


puta idea adónde voy, pero empiezo a correr, gritando el nombre de Jules
una y otra vez.
—¡Luca! ¡No! Oh, Dios, ¡por favor, no me hagas daño! NOO! ¡Luca!

—¡Maldita sea! —grito—. ¡Dime dónde estás!

—No tienes que hacer esto. —Ahora solloza con hipo, y es igual de
aplastante—. No, no. No lo hagas. No lo hagas. ¡Por favor! oh, Dios, Luca
¡por favor!

Sus súplicas perforan mis oídos y atraviesan mi corazón, dejando


muerto el órgano que da vida. Aún late, pero no tiene sentido. Me detengo
y me arrodillo cuando me doy cuenta que Jules no está gritando para que
la salve, está llorando para que no la lastime.

El dolor es brutal e implacable, me hace caer en mis manos. El


remordimiento, la vergüenza, la culpa y el dolor me paralizan en mi
posición encorvada.

Jules no está conmigo ahora mismo, pero los recuerdos de ese día
sí. El dolor por el que pasó, el terror de lo desconocido y la desesperación
de estar sola. Toda esa angustia por mi culpa. Yo la hice pasar por esas
cosas. La hice sentir indefensa y asustada.

Puede que no tenga acceso a mis propios recuerdos de ese día, pero
tener los de Jules es suficiente para saber que me perseguirán por el resto
de mi vida.

—Lo siento mucho maldita sea — le susurro a nadie.


cama de hospital, arrastro la manta
por debajo de mi barbilla, y observo cuidadosamente al hombre sentado
en una silla cerca de mí. Sus ojos son igual de cautelosos. Mi cuerpo está
preparado y listo para saltar de la cama si me siento amenazada. Todavía
estoy debatiendo si ya me siento amenazada. Sus ojos se vuelven
examinantes, como si tratara de meterse en mi mente para ver qué hay
adentro. No encontraría mucho, ya que sólo hay un montón de oscuridad,
excepto por unos pocos clips borrosos que ni siquiera estoy segura de
que sean reales.

No sé quién es este hombre, excepto lo que me ha dicho. Dice que


estamos casados, que nos conocimos hace más de siete años, que nos
enamoramos y que nos casamos semanas después. No sé qué creer. No lo
conozco, pero aún así, me resulta familiar.

Mi cerebro es un desastre. Recuerdo a mis padres y a mi hermana


menor. Recuerdo mi infancia y mi adolescencia. Era una niña solitaria. No
porque mis padres me mantuvieran protegida, sino porque era muy
tímida. Conocí a mi mejor y única amiga cuando tenía ocho años.
Recuerdo que murió a los 15 años en un accidente de auto, junto con sus
padres. Después de que Melanie murió, nunca hice más amigos. Para
entonces, mi hermana, Teresa, tenía cuatro años, y fue con ella con quien
opté por jugar, a pesar de que sólo era una niña pequeña. Recuerdo
haberme graduado de la escuela secundaria y estar emocionada por ir a
Westerly a obtener mi título en diseño de interiores, algo con lo que soñé
por años.

Según el médico y mis últimos recuerdos, eso fue hace casi ocho
años, y siete de esos años estuve en coma. No recuerdo los cinco meses
anteriores al accidente. Tengo pequeños destellos, pero son demasiado
débiles para que pueda entender el significado.
No sé si es porque no son realmente recuerdos, o si lo son, ha
pasado tanto tiempo desde que ocurrieron que se están desvaneciendo.
Estoy demasiado asustada para desear que regresen, pero también siento
curiosidad.

El doctor me informó que tal vez nunca recuerde, o que todos esos
recuerdos pueden volver en cualquier momento. No estoy segura de cuál
de las dos opciones es la que más quiero que ocurra.

Recuerdo cuando me desperté hace una semana. Al principio,


estaba tan desorientada que todo lo que podía hacer era concentrarme en
el techo blanco. No tenía ni idea de quién era ni dónde estaba. Mi mente
estaba completamente en blanco. No sé cuánto tiempo miré al techo, pero
algo llamó mi atención. Cuando miré a mi alrededor y vi a un hombre de
pie junto a mi cama, un miedo insuperable se apoderó de mí. No entendí
por qué, pero el extraño hombre junto a mi cama, quien me observaba
sorprendido, me aterrorizaba.

Grité y grité hasta que mi voz estuvo ronca y el médico inyectó algo
en la intravenosa que me dio sueño. Lo necesitaba lejos de mí. Necesitaba
sentirme segura de nuevo, y él era cualquier cosa, menos seguro. Estaba
confundida, pero sabía que ese hombre iba a lastimarme.

El médico dijo que dormí treinta y seis horas después de eso, y


cuando me desperté, el hombre se había ido. Un día después, estaba de
vuelta, excepto que se veía diferente. O, mejor dicho, su cabello era
diferente. Todavía sentía miedo, pero no era el mismo de antes. Ese miedo
era por lo desconocido. No lo conocía, pero sentía que debía conocerlo.

Él también parecía asustado mientras me miraba con sus extraños


ojos azules. Son de un azul claro y brillante, con un anillo azul más oscuro
alrededor de los bordes exteriores. Me observaba como si estuviera
esperando algo. Como si temiera algo.

Cuando abrió la boca para hablar, yo abrí la mía lista para gritar, y
luego la cerré de golpe cuando dijo en voz baja la palabra “Jules” con
reverencia. Conocía el nombre. Era mi nombre. Fue entonces cuando los
recuerdos del pasado comenzaron a filtrarse en mi mente. No mi pasado
con el hombre, sino antes de él.

Se puso de pie y me miró fijamente mientras procesaba los


recuerdos que me inundaban.
Cuando mis ojos se volvieron a centrar en los suyos, noté que una
enfermera estaba de pie a su lado, mirándome con preocupación.

El hombre se aclaró la garganta. Mi cuerpo se puso tenso y me


preguntó con voz ronca.

—¿Sabes quién soy?

Me devané el cerebro, buscando entre todos los recuerdos que se


amontonaban dentro de mí, pero por mucho que los escaneaba, no tenía
ninguno.

Negué.

Algo oscureció los ojos del hombre, y su mirada me hizo sentir un


escalofrío que recorrió mi columna vertebral. Antes de que pudiera
mostrar mi miedo, la enfermera caminó hacia mí para revisar mis signos
vitales. Al hacerlo, el hombre se presentó como Theo.

—Soy tu esposo.

Esas palabras enloquecieron el monitor porque me asusté. No había


manera de que este hombre, un hombre que al que nunca antes he visto,
fuera mi esposo. No había forma de que olvidara algo así.

—¡No! —Grité.

El dolor atravesó mi sien y grité con la fuerza del mismo. Quería


que se fuera, así que le grité que lo hiciera. Afortunadamente lo hizo, pero
vi la confusión en su rostro antes de que se diera la vuelta.

Un día después, regresó con un certificado de matrimonio con


nuestros nombres. Por alguna razón, ver esos nombres en ese papel,
uniéndonos legalmente, no me pareció correcto. Me dolió verlo. Me sentí
tan perdida y sola, a pesar de que aparentemente estaba casada, y mi
esposo estaba justo a mi lado, mirándome con una emoción que no pude
reconocer.

Eso fue hace tres días, y cada día vuelve. Me cuenta cosas que
hicimos en el poco tiempo que estuvimos juntos. También habló del
ataque que causó mi coma debido a una lesión cerebral.
Todavía tengo miedo a estar cerca de él, aunque ha sido muy
amable y comprensivo con mi vacilación hacia él, pero estoy trabajando
lentamente en acostumbrarme a él. Tengo curiosidad por el otro hombre,
que Theo dice es su gemelo. No me dijo su nombre, pero hubo fuego en
sus ojos cuando pregunté por él. Fuego, ira y miedo. La combinación me
hizo encoger y arrepentirme de haber preguntado.

Theo se mueve en su silla, pero sus ojos azul eléctrico no


abandonan los míos.

—¿Cómo te sientes hoy? —Pregunta, manteniendo su tono suave.

Paso la lengua por mis labios secos y realmente pienso en mis


palabras antes de responder. Después de estar en coma tanto tiempo, a
veces me cuesta un poco tratar de formar palabras y salen lentas y
forzadas.

—Estoy… bien. El dolor de cabeza no es tan fuerte, y mi… energía


está… regresando más y más.

Él asiente.

—Eso es bueno. Realmente bueno, ¿qué dice tu fisioterapeuta?

—E-Ella dijo que está… sorprendida de que lo esté haciendo tan


bien.

Respiro profundo, ya sin aliento sólo al decir unas pocas palabras.


Me han dicho que voy mejor de lo que los médicos esperaban después de
haber estado en coma durante tanto tiempo. Ellos esperaban que mis
funciones motoras, y mi capacidad para hablar y pensar normalmente se
verían disminuidas drásticamente, y lo están hasta cierto punto, pero la
mayoría de las personas en casos como el mío están en peor situación.
Algunos no se recuperan completamente y otros sólo hacen muy pocas
mejoras. El Dr. Kline, el médico que me atendió, se sorprendió de que me
despertara, y dijo que, con la velocidad de mi progreso hasta ahora, hay
una buena posibilidad de que me recupere completamente.

—¿Cómo va la caminata? —Pregunta Theo con curiosidad.

Llevo mis rodillas a mi pecho y envuelvo los brazos a mi alrededor.


Él observa el movimiento, luego levanta sus ojos hacia mí.
Cuando trato de hablar de nuevo, sale roto, lo que me hace toser.
Theo salta y agarra la taza de agua, y el repentino movimiento me pone
tensa. Al sentirlo, se congela en su lugar un momento, antes de reducir
los pasos hacia la cama, y me acerca la taza. No lo quiero tan cerca de mí,
pero me obligo a alejar la necesidad de ir al otro lado de la cama. Este
hombre es mi esposo, y aunque no lo recuerdo, necesito tratar de superar
mi temor hacia él.

Me trago el nudo de miedo, y tímidamente estiro la mano hacia la


taza, luego murmuro:

—Gra-Gracias.

Su sonrisa parece genuina y arruga las esquinas de sus ojos.


Después de llevar la taza de vuelta a la bandeja junto a la cama, vuelve a
su asiento.

Su teléfono suena un minuto después, y mientras mira la pantalla,


me tomo un minuto para observarlo. Es un hombre apuesto. Sé que me
habría sentido atraída por él antes de mi accidente. Su largo cabello
castaño llega hasta sus hombros, y he notado que, estos últimos días,
siempre lo acomoda detrás de las orejas. Su piel está bronceada, pero se
ve natural, no por estar al sol, sino por un rasgo familiar. Su rostro está
limpiamente afeitado, con apenas una pizca de sombra, como si se
hubiera afeitado esta mañana, y la barba ya estuviera empezando a crecer.
No he estado de pie a su lado, pero al verlo desde mi cama, puedo ver que
es alto. Mi percepción puede estar fuera de lugar, pero calculo que puede
tener 1,90 m. A través de la camiseta, es evidente que es musculoso, no
tan voluminoso, más bien con la constitución de un nadador.

Cierro los ojos cuando me viene a la mente una imagen del otro
hombre. Es confuso al estar desorientada, pero lo recuerdo lo
suficientemente claro como para saber que es más grande que Theo,
como si hiciera ejercicio o fuera más activo.

Abro los ojos y encuentro a Theo mirándome de nuevo. Siempre me


hace sentir rara cuando hace eso. Aparto la mirada hacia la puerta del
baño y me recuerda su pregunta anterior.

—Puedo caminar al… baño con el… andador.

No dice nada durante varios segundos, así que lo miro.


Tiene el codo apoyado en el reposabrazos, la barbilla apoyada en la
mano y con su pulgar frota el labio inferior. La mirada en sus ojos me
inquieta y aprieto las rodillas contra mi pecho.

—¿Los…llamaste de nuevo? —Mi pregunta sale adolorida y rígida.

Theo frunce el ceño y su mano cae de su barbilla, luego toma ambas


manos y se las pasa por el cabello. De repente parece agitado mientras
suelta un audible suspiro.

—Sí —gruñe—. No contestan. Dejé un mensaje…otra vez.

Me dan calambres en el estómago y no puedo evitar que el dolor


que siento se refleje en mi rostro. Las lágrimas brotan de mis ojos, y trato
de empujarlas atrás, pero de todos modos llegan, cayendo sobre la manta
que cubre mis rodillas. Giro la cabeza y miro fijamente la pared, con la
barbilla apoyada en mis rodillas.

—Jules —dice, pero no lo miro—. Lo siento.

No lo siente tanto como yo. Lo último que recuerdo de mi familia


es que éramos felices. Siempre fueron arrogantes, pensando que las
personas que no eran de su misma clase social, estaban por debajo de
ellos, pero siempre ignoré sus creencias. No había nada que pudiera decir
para hacerlos cambiar de opinión, así que aprendí a vivir con eso, aunque
nunca me sentí de la misma manera. Lo que Theo dijo sobre ellos
exigiendo que no lo viera no me sorprende, pero repudiarme y no
preocuparse lo suficiente como para visitarme mientras estaba en
coma…Simplemente no puedo imaginarlos haciendo algo tan atroz. Tan
odioso. Y ahora que estoy despierta, todavía se niegan a reconocerme.

Me duele tanto que me abandonaran, que siento como si tuviera


una herida física en el pecho. Como si al mirar hacia abajo, hubiera un
gran lío de sangre cubriendo mi camisón sobre mi corazón. Echo de
menos a mis padres, pero a quien más extraño es a Teresa. Ella fue mi
mejor amiga por años después de la muerte de Melanie.

Una vez más, me siento perdida y sola.

Reuniendo mi fuerza y coraje interior, limpio mis ojos y le devuelvo


la mirada a Theo.
—¿Puedo…? —Miro el teléfono en su regazo—. ¿Puedo usarlo…
para llamarlos yo misma?

Mira el teléfono un momento, parece indeciso. Mi corazón se


desploma ante el rechazo de mi petición. Puedo pedirle a una de las
enfermeras utilizar el teléfono de la habitación, pero no tengo el número
de mis padres.

Cuando levanta la cabeza, su mandíbula se tensa, y hay una tristeza


subyacente en sus ojos.

—No quiero que te hagan daño si no te contestan o se niegan a


hablar contigo.

Sus palabras envían un fragmento de dolor a mí ya maltratado


corazón. Me armo de valor. Esto es algo que necesito hacer.

—Lo sé. —Aspiro—. Y… gracias. Pero q-quiero intentarlo una vez.


Tal vez… —Cierro los ojos y trago espesamente—. Tal vez si escuchan mi
v-voz, quieran… hablar.

Una vez más, veo la lucha con la indecisión en sus ojos, pero un
momento después, asiente. Juega con el delgado dispositivo, luego se
levanta de la silla y se acerca a la cama lentamente. Aprecio su renuencia
a asustarme.

Sosteniendo el teléfono, señala la pantalla.

—Presiona ese botón y te conectará.

Lo agarro con una mano temblorosa y miro hacia abajo a la pantalla.

Rozero muestra la pantalla con un número abajo. Repito el número


en mi cabeza varias veces, esperando memorizarlo después.

Hago una silenciosa oración, rogando a Dios que les permita


contestar, luego presiono el ícono verde del teléfono y lo acerco a mi oído.
Suena una, dos, tres veces. Una y otra vez, y cada vez que lo hace, mis
esperanzas mueren un poco más, y se siente como si una parte de mí
muriera con ellas.
Una voz electrónica se escucha en la línea y dice que la persona no
está disponible. Repite el número de teléfono, luego una voz humana dice
Rozero. Cierro los ojos porque la voz es masculina y sé que es la de mi
padre. Una lágrima se filtra por mi mejilla cuando suena el pitido,
indicando que es hora de dejar un mensaje. Pasan varios segundos antes
de que abra la boca para hablar.

—¿Mamá, papá? —Chillo porque sigo llorando. Me aclaro la


garganta y vuelvo a intentarlo—. Soy yo. Jules. —Aspiro y me limpio la
nariz con la mano—. Los extraño a los dos. —Un sollozo ahogado deja mis
labios—. P-Por favor, por favor, llámenme. Mi número es... —Miro a Theo
y él recita un número. Después de repetirlo, susurro en voz baja—. Los
amo.

Alejo el teléfono de mi oreja y me acuesto de nuevo en la cama,


extendiendo la mano ciegamente para devolvérselo a Theo. Él lo toma,
pero no se aleja. Puedo verlo por el rabillo del ojo mientras más lágrimas
silenciosas se deslizan por mi rostro. Lo miro y veo tristeza en sus ojos.
Mi espalda se pone rígida, y todo mi cuerpo se pone rígido cuando su
mano se acerca a mi rostro.

—Jules —susurra.

Su dedo se desliza a lo largo de mi mejilla y limpia mis lágrimas.


No quiero que me toque, pero estoy demasiado desconsolada y cansada
para moverme. Cierro los ojos y con mi mente pido que se detenga, pero
él se queda ahí, limpiando lentamente mis lágrimas hasta que me duermo
de tanto llorar.
acosador espeluznante, pero es la única
manera. Soy un bastardo egoísta, y lo sé. Deberían colgarme de los dedos
de los pies, azotarme repetidamente, y luego verterme lejía en las heridas
abiertas. Una maldita locura, ¿verdad? Lo que estoy haciendo es una
locura, así que creo que encaja.

Sin embargo, esos pensamientos no me detienen. Esperé dos


semanas antes de que mi voluntad se desmoronara. Dos semanas de darle
una paliza a la mierda de la bolsa. Dos semanas de correr hasta que me
salieron jodidas ampollas. Dos semanas de autodesprecio que no
sirvieron de nada.

Esas dos semanas fueron una absoluta tortura de la peor clase, y


no pude soportarlo más.

Así que aquí estoy, caminando espeluznantemente por los pasillos


del General.

Me detengo cuando llego al cuarto de Jules. Respiro hondo, miro


alrededor del marco de la puerta, la suave luz en su cama, me muestra
que está dormida, tal como lo esperaba. Por eso esperé hasta la
medianoche para venir. No quería arriesgarme a que me volviera a ver,
porque la última vez no fue tan bien, y con razón. Si no fuera por el hecho
de que no quiero que me vea una de las enfermeras, me molestaría que
su personal de medianoche fuera tan flojo. Sólo Dios sabe qué imbécil
podría entrar aquí y lastimar a los pacientes. Frunzo los labios cuando me
incluyo en esa categoría.

Me detengo ingresando unos pocos pasos dentro de la puerta y


apoyo mi hombro contra la pared, opto por mantener la distancia en caso
de que se despierte, y poder salir de la habitación antes de que me vea.
Después de evitar a mis padres por una semana, mamá finalmente
me atrapó en casa. Sus ojos estaban tristes cuando me miró, y eso hizo
trizas mi corazón. La vergüenza me devora cada vez que la miro, porque
sé que papá le dijo lo que Theo dijo que hice. No veo cómo puede mirarme
sin sentir repugnancia. Joder, lo sé, me repugno yo mismo, ¿cómo diablos
pude hacerle eso a Theo? Aún más importante, ¿cómo diablos pude
lastimar a Jules? Mi temperamento puede ser explosivo y volátil a veces,
y lo he usado contra la gente, pero siempre merecieron mi ira. Lo hago
para proteger a mi familia, a alguien que me importa o a mí mismo. La ira
nunca me ha controlado. Siempre la he controlado.

A través de mamá, sé que Jules no recuerda su tiempo con Theo ni


que yo la atacara. Mamá ofreció esa información por su cuenta, sin que
yo se lo pidiera. No sé por qué me lo dijo; tal vez vio que la culpa me
carcome. A pesar de todo, estoy seguro como la mierda que no merezco
ninguna actualización, pero aún así estoy lo suficientemente jodido de la
cabeza como para agradecer que me la haya dado.

Aunque Jules no se acuerda de mí ni de lo que hice, su mente


obviamente sabe lo suficiente como para advertirle que se aleje de mí.
Autopreservación en su máxima expresión. Me alegra que su
subconsciente le indique que soy un peligro. Después de lo que hice,
debería tener miedo. No es como si ahora la fuera a lastimar, incluso el
pensamiento trae bilis a mi garganta y me hace querer chocar la cabeza
contra una pared de ladrillo. Aún así, si fui capaz de hacerlo antes, no hay
razón para que ella piense que no lo haré de nuevo.

Mamá también me informó que a Jules le está yendo bien. Mejor de


lo que los médicos esperaban después de estar en coma tanto tiempo. Se
irá a casa pronto. A la casa de Theo, claro.

Me pongo rígido cuando Jules se mueve. Al principio, creo que se


está despertando, pero cuando gime mientras duerme, sé que sólo está
soñando. Tengo que obligarme a permanecer contra la pared en lugar de
ir hacia ella. Desearía jodidamente tanto poder borrar la arruga que sé
que está entre sus ojos. O susurrar palabras tranquilizantes. O
arrastrarme a esa estrecha cama y sostenerla en mis brazos.

Ella gime de nuevo, y suena dolida. Me clavo las puntas rotas de las
uñas en las palmas de las manos, con la esperanza de que el dolor
enmascare la punzada en el pecho que causa sus gemidos.
Afortunadamente, se tranquiliza después de un momento, y puedo
relajarme de nuevo. No pienso quedarme mucho tiempo. No he soñado
con ella desde la última vez que obtuve sus recuerdos de hace siete años.
Si soy honesto, trato de evitar dormir lo más que puedo, porque ese sueño
me jodió totalmente. Me aterroriza que ese sueño vuelva. Deseo
desesperadamente volver a ver a Jules, aunque sólo sea en sueños, pero
no soporto oír sus súplicas y sollozos de nuevo.

Soy un hombre adulto que no le teme a casi nada, pero estoy


petrificado de quedarme dormido.

Me quedo ahí otros quince minutos antes de salir silenciosamente


de la habitación. Si tuviera derecho, nunca me iría, excepto a trabajar, e
incluso entonces, sería a regañadientes.

Me sorprende ver el auto de mi hermana en la entrada cuando llego


a casa. Salí del trabajo a medianoche y fui directo al hospital, así que no
hay forma de saber cuánto tiempo lleva aquí. Estaba libre hoy, y me dijo
que ella y Vicki pasarían todo el día juntas.

Cuando entro por la puerta, encuentro a Ella en la mesa con una


taza de café y un libro. Al principio, no veo a Vicki, y me sorprende que
haya dejado salir a Ella sola a estas horas de la noche, pero luego aparece
en el pasillo que va al baño.

—¿Qué diablos hacen las dos aquí tan tarde? —Pregunto, dejando
las llaves en la mesa de café, y luego camino hacia la nevera para agarrar
una cerveza.

Ella se pone de pie, y noto líneas de preocupación en su frente. Otra


cosa que me convierte en un imbécil.

—Estaba preocupada por ti —dice Ella, recogiendo la taza y


llevándola a la cocina—. Se supone que vendrías a desayunar esta mañana
antes de ir a trabajar.

—Lo siento —murmuro y luego bebo un trago de cerveza—. Pero


podrías haber llamado, Ella. No hay necesidad de que salgas tan tarde.

—Llamé. Tu teléfono fue directo al buzón de voz. Y cuando llamé a


la tienda, Jazz dijo que estuviste ocupado con un cliente todo el día.
Quería pasar por la tienda, pero Vicki no me dejó.
Sus ojos se ven amenazantes mientras los dirige hacia Vicki.

—No me mires así, nena. Tienes que dejar en paz a tu hermano.


Entre tú y tus padres, estoy segura que no puede respirar. La única razón
por la que estamos aquí ahora es porque me amenazaste con algo que no
estoy dispuesta a perder.

Ella entrecierra los ojos aún más, pero no dice nada. Saco el teléfono
del bolsillo y lo dejo caer en la encimera.

—Mi teléfono murió, y mi cargador está en casa. Siento lo de esta


mañana. Tuve una mala noche y me desperté tarde.

Vicki entra a la cocina y toma la taza de Ella, la enjuaga y la deposita


en el fregadero.

—¿De dónde acabas de regresar? —Pregunta Ella, inclinando la


cabeza a un lado con curiosidad.

Bebo un trago de cerveza antes de responder.

—De ningún lugar por el que tengas que preocuparte.

Cruza los brazos en el pecho y levanta la barbilla. Es lo que siempre


hace cuando está a punto de mostrar su lado obstinado. Vicki también lo
nota. Me mira, ve mi mandíbula tensa y luego vuelve a Ella.

—Ella, nena, tal vez deberíamos…

—Fuiste a verla, ¿no? —Pregunta Ella, ignorando a Vicki.

No tiene sentido negarlo, así que ni siquiera lo intento.

—Sí.

Sus ojos se suavizan y sus brazos caen a los lados.

—¿Estás seguro de que es una buena idea, Luca?

—Probablemente no, pero de todos modos lo hice. Quería ver por


mí mismo que está bien.
Tomo el teléfono y lo conecto al cargador. Después de terminar mi
cerveza, tiro la botella a la basura y luego vuelvo hacia donde está Ella. Su
expresión es confusa.

—¿Por qué no iba a estar bien?

Suspirando, presiono las manos contra la encimera y bajo la cabeza.


Nunca le he contado a nadie sobre mis sueños, excepto a Theo, y eso
únicamente fue porque tuve que hacerlo. No hay ninguna razón por la
que nunca se lo dije a mi familia, sólo que nunca sentí la necesidad de
hacerlo. Al descubrir lo que hice y ser la causa de la angustia de Jules
durante los sueños, tal vez sea el momento de decírselo a alguien. Ellos
ya saben lo que hice; no tiene sentido ocultarles esto.

Levanto la cabeza y llevo la mirada a los ojos de Ella.

—He estado soñando con Jules durante años.

La cabeza de Ella se sacude hacia atrás y sus ojos se abren de par


en par. Algo se contrae en mi pecho por mi próxima confesión.

—En mis sueños, ella siempre está herida o triste. Me pide ayuda,
como si tuviera miedo de algo, pero nunca entendí por qué.

—Pero pensé que no te acordabas de Jules.

Aparto los ojos de mi hermana y observo que Vicki viene a pararse


a su lado, entrelazando sus dedos.

—No lo hago. Aunque sueño con ella, no la reconozco. No fue hasta


que la vi en el hospital el día que te atacaron que supe que era real.

—No entiendo —comenta Ella, frunciendo el ceño—. ¿Por qué


sueñas con ella si fuiste tú el que…?

Se aleja y sus ojos miran a otro lado. Sé que intenta no lastimarme.


Puede ser una perra terca a veces, pero tiene el mismo rasgo que todos
los miembros de mi familia. Odia ver a uno de nosotros herido.

—… la razón por la que estuvo en coma? —Termino por ella. No


tiene sentido endulzarlo. Hay un gesto de dolor en su rostro cuando me
mira. Después de un momento, asiente una vez—. No tengo ni puta idea.
—Dejo escapar un suspiro—. Mi única suposición es que mi cabeza
intenta decirme algo que no puedo recordar.

—Entonces, ¿por qué visitarla? Eso sigue sin explicar por qué
piensas que no está bien.

Me demoro un momento en formular mi respuesta. Mis


sentimientos hacia Jules son peligrosos y estúpidos teniendo en cuenta
lo que hice hace siete años, pero ahí están, y no sé cómo apagarlos. No sé
qué sucedió para que enloqueciera como lo hice, pero espero que esa
mierda ya no esté en mí.

—No sé por qué, pero después de verla en mis sueños, sentir el


dolor y el terror por el que pasó, sentí la necesidad de ver por mí mismo
que está bien.

Me mira inquisitivamente unos instantes.

—Simplemente no puedo… —Se aleja y sacude la cabeza—. Todavía


me cuesta creer que fuiste capaz de hacer lo que dice Theo. Te conozco,
Luca. Tienes mal carácter cuando es justificado, ¿pero herir a una mujer?
Esa mierda es demasiado para creer.

También es demasiado para mí creerlo, pero la evidencia está ahí,


y la gente hace mierdas locas y actúa fuera de lo normal todo el tiempo.
Por mucho que no quiera creer lo que dijo Theo, no tengo razón para no
creerle.

Suspiro y froto una mano por mi rostro, el cansancio se desliza


hasta los huesos.

— Yo tampoco quiero creerlo, pero joder, Ella, conoces a Theo tan


bien como me conoces a mí. No mentiría sobre algo así.

Ella asiente, sabiendo que es verdad.

—Sí. —Me clava una mirada severa—. Sólo ten cuidado.

Acepto sus palabras con un movimiento de cabeza. No necesita


entrar en detalles para saber lo que me está diciendo. No quiere que se
repita el pasado.
—¿Estás lista? Luca parece que necesita dormir.

Ella se adelanta, y la envuelvo en mis brazos. Aprieta más de lo


normal antes de retroceder.

—Te quiero, hermano mayor —dice, sonriéndome.

—Yo también te quiero, hermanita.

Minutos después, las dos se van, y estoy en la ducha, quitándome


de encima el día. Las palabras de Ella vuelven a mí mientras estoy bajo el
rocío caliente.

No sé cuáles son mis sentimientos, sólo sé que necesito


mantenerlos bajo control. Me siento responsable por Jules porque soy la
razón por la que se perdió siete años de su vida.

Después de secarme, me meto a la cama. Mi estómago ruge, pero lo


ignoro. Sólo comí la mitad de un sándwich más temprano, pero estoy
demasiado cansado para levantarme y hacer algo. Me acuesto en la cama
con las manos detrás de la cabeza, temiendo dormir, pero sabiendo que
necesito hacerlo al menos un par de horas.

Cierro los ojos, pero horas más tarde, me despierto de nuevo con
el sonido de las súplicas de Jules resonando en mi cabeza.

desde que empecé a volver al hospital.


Cada noche, me prometo que será la última, pero a la noche siguiente
termino aquí. Sé que estoy buscando problemas, pero eso no me detiene.
O una de las enfermeras me ve y me echa, o Theo se entera y se vuelve
loco. Ninguna de esas cosas me mantiene alejado.

Cada noche, mantengo mi lugar justo al lado de la puerta.

Hasta esta noche.


Cuando entré a la habitación, el olor a flores silvestres de Jules me
golpeó fuerte, y mis pies me llevaron a ella antes de que me diera cuenta.
Ahora estoy al pie de la cama viéndola por primera vez de cerca en
semanas, y siento que finalmente puedo respirar de nuevo.

Silenciosamente, me siento en la silla en la que estoy seguro que


Theo se ha sentado varias veces recientemente. Él tiene todo el derecho a
sentarse en esta silla, pero joder, si no me gusta. Incluso la idea de que
esté cerca de ella me pone furioso y mis puños duelen por las ganas de
darle una paliza.

Hago a un lado esos pensamientos antes de que me meta en


problemas.

Se ve mejor que la última vez que la vi. Más saludable. Sus mejillas
no están tan hundidas, y su cabello luce más vibrante. Mis ojos se posan
en la mano izquierda que está sobre su estómago y noto la ausencia de
sus anillos. No los llevaba puestos cuando estaba en coma, estoy seguro
que los médicos no querían arriesgarse a que le cortaran la piel si se le
hinchaban las manos, pero pensé que eso cambiaría cuando se enterara
de que ella y Theo están casados.

Abro el cajón que tengo a mi lado lo suficiente para ver la bolsa


todavía adentro, luego frunzo el ceño cuando solo veo el relicario y no el
anillo.

Empujo el cajón para cerrarlo y miro a Jules. Silenciosamente


maldigo cuando veo sus ojos abiertos, observándome. Sentado
rígidamente, espero a que grite. La mirada en sus ojos dice que está
pensando en hacer precisamente eso.

Espero no estar cometiendo un error, levanto la mano frente a mí y


digo en voz baja:

—Lo siento. Me iré.

Mantengo mis ojos en ella y lentamente, para no asustarla, me


pongo de pie. Sus asustados ojos permanecen pegados a los míos
mientras doy un paso atrás. Odio haber puesto esa mirada en sus ojos. Y
soy un verdadero imbécil al estar aquí, sabiendo que existía la posibilidad
de que esto sucediera.
Justo antes de girar en mis talones, su suave pero urgente voz me
detiene.

—Espera.

Me detengo en seco y cierro los ojos, amando el sonido de su voz.


Los abro un momento después y la encuentro mirándome con cautela.

—¿Cómo te llamas? —Pregunta. Todavía está rígida, y puedo decir


por la forma en que agarra la manta contra su pecho que los gritos siguen
siendo una opción para ella.

—Luca —respondo suavemente.

—Luca —murmura. Siento el sonido de su voz diciendo mi nombre


en cada parte de mi cuerpo. Me encanta que salga de sus labios, y en
secreto me gustaría que lo dijera de nuevo.

—Has estado viniendo aquí durante las últimas… varias noches,


¿no?

Su pregunta me desconcierta. Nunca se ha despertado durante mis


cortas visitas, así que el hecho de que sepa que vengo aquí por la noche,
me sorprende.

No quiero mentirle, pero tampoco quiero que enloquezca. Sin


embargo, ella merece saber la verdad. De nuevo, espero no estar
cometiendo un error, respondo honestamente:

—Sí, ¿cómo lo sabes?

Sus manos aflojan la manta, no completamente, pero sus nudillos


ya no están blancos por el mortal agarre que tenía antes. Me complace
notar que la tensión en su cuerpo también ha disminuido.

—No lo supe con seguridad hasta que me lo dijiste. Sentía algo


cuando dormía. Una… presencia.

—Podría haber sido Theo —sugiero.

Ella sacude la cabeza.


—No, no es él. Sólo me visita en el día. Y su presencia es… diferente
a la tuya. Desde que desperté, he estado… asustada, pero… —Se queda
en silencio varios segundos antes de admitir en voz baja—. Las últimas
noches no he tenido miedo.

Su admisión me sorprende, porque soy la última persona con la que


debería sentirse segura. Es obvio que Theo no le ha contado mi papel en
su vida, y me pregunto por qué. Puede que ella todavía desconfíe de mí
ahora mismo, pero si supiera la verdad, estaría gritando como loca. Eso
es algo que no puedo manejar ahora mismo, así que agradezco que no lo
sepa.

Curiosamente, le pregunto:

—¿Theo no te hace sentir segura?

No responde de inmediato. Mira más allá de mí, arruga las cejas


cuando frunce el ceño.

—No es que me haga sentir… insegura —dice en voz baja—. Es sólo


que… —Sus ojos vuelven a los míos y se encoge de hombros—. No sé qué
palabra usar para lo que me hace sentir, ¿rara, tal vez?

Ahora es mi turno para fruncir el ceño. Me mira con cautela


mientras doy un paso adelante.

—¿Rara cómo?

Se muerde el labio inferior antes de soltarlo.

—No estoy muy segura. Incómoda de alguna manera.

No tengo por qué pregunto, pero mis instintos protectores gritan,


así que lo hago de todos modos.

—¿Te hizo algo?

Desafortunadamente, mi tono sale más fuerte de lo que pretendo,


y ella se pone rígida. Murmuro una maldición en voz baja, lo
suficientemente baja como para que no la oiga.

Se relaja de nuevo después de varios segundos de tensión.


—No —responde ella—. Ha sido muy amable conmigo.

Mis manos se relajan, abro los puños que no me di cuenta había


cerrado, y los latidos en mis oídos se ralentizan. Debería saber mejor que
nadie que Theo no haría algo para herir a Jules.

Ella no solo es su esposa y, obviamente, estuvieron enamorados


alguna vez, sino que también es el más relajado entre los dos. Sólo es duro
cuando necesita serlo, y aún así, evita los altercados y enfrentamientos a
toda costa.

Esta situación con Jules está jodiendo mi cabeza.

Ella bosteza y me recuerda lo tarde que es.

—Me voy a ir. —En lugar de retroceder hacia la puerta, mis pies se
mueven hacia adelante, acercándome más a ella—. Deberías descansar.

Mete parte de la manta bajo su mejilla y sus ojos ámbar se


concentran más intensamente en mí.

—¿Volverás mañana en la noche?

Tengo tantas malditas ganas de hacerlo.

—No —respondo en su lugar.

Frunce los labios.

—¿Por qué no?

—Porque no debería estar aquí.

Frunce esta vez el ceño.

—¿Por qué no? —repite.

Esta vez, doy un paso atrás, y un agudo dolor apuñala mi pecho.

—Hay cosas que no sabes. Si lo hicieras, no me querrías aquí.

—No lo entiendo. —La confusión hace que relaje las cejas— ¿Qué
cosas?
Otro paso atrás. Un paso más lejos de ella.

—No puedo decírtelo. No soy el más indicado para hacerlo. —Y


estoy jodidamente aterrorizado de que lo sepa.

Doy dos pasos más atrás antes de que su voz me detenga.

—¡Espera!

Me detengo. Su lengua lame sus labios, y eso prueba que soy un


jodido bastardo cuando siento que mi polla se contrae en mis pantalones.

—Encantada de conocerte, Luca.

Escuchar mi nombre salir de sus labios otra vez no ayuda a mi


jodida situación. Theo debería patearme el culo, y luego hacerlo de nuevo.
Una y otra vez. Especialmente ahora que Jules y yo nos conocemos, y no
hay forma de que diga que es agradable conocerme si tuviera alguna idea
de lo que hice.

—Es un placer conocerte a ti también —murmuro.

Antes de que pueda decir algo más, o yo haga algo estúpido, me


doy la vuelta y me alejo de la habitación.

Cuando salgo del hospital, la verdad me golpea. Jules es parte de la


vida de Theo, lo que significa que será parte de la mía.

Lo que también significa que necesito tener mi mierda bajo control


antes de volverme jodidamente loco.
nerviosamente en mi regazo mientras me
siento en la cama del hospital con las piernas cruzadas al estilo indio. Mi
espalda está rígida, duele por estar tan recta, y el interior de mi labio
inferior está en carne viva por morderlo tanto. Estoy tan nerviosa mientras
espero a que Theo vuelva a la habitación.

Hoy es el día que me voy a casa. O, mejor dicho, a la casa de Theo.


No tuve más remedio que ir a casa con él, ya que mis padres todavía no
me han devuelto la llamada. Saber eso todavía arde profundamente, pero
también me enfurece, ¿quién demonios ignora a su hija que ha estado en
coma por siete años? ¿Cómo pueden ser tan despiadados? ¿Tan crueles?

Alejo los pensamientos sobre mis padres. Ya tengo bastante de que


preocuparme ahora mismo sin añadir eso a la mezcla. Como preguntarme
qué espera Theo de mí. Estamos casados, pero no lo recuerdo. No sé cómo
ser una esposa. Mis últimos recuerdos son de haberme graduado de la
secundaria unos meses antes. Estaba entrando a la edad adulta. Trabajé
a tiempo parcial durante la escuela secundaria porque quería esa
experiencia y la oportunidad de ganar dinero por mi cuenta. Sé lo básico
de la cocina, porque la mayoría de las noches salíamos a comer afuera.
Teníamos un ama de llaves que venía un par de veces a la semana y
mantenía la casa impecable y ordenada. Sé limpiar, pero no sé dirigir una
casa.

Realmente no es el lado doméstico del matrimonio lo que me


preocupa. Eso lo puedo aprender sobre la marcha. Es la parte física. Más
específicamente, el aspecto sexual, ¿Theo espera que me acueste con él?
¿Tener sexo con él? No ha sido más que un caballero las últimas semanas,
pero he visto la forma en que sus ojos se posan en mí cuando piensa que
estoy dormida o no lo veo. El deseo en sus profundidades me asusta.
Lo último que recuerdo es que era virgen. Estamos casados, y Theo
no parece ser del tipo que espera al matrimonio para tener sexo. Sé que
debemos haber dormido juntos, lo que significa que debo haber confiado
en él. Ojalá no espere eso de mí todavía.

Sería mucho más fácil si pudiera recordarlo, pero incluso con ese
pensamiento, todavía no estoy segura si quiero recuperar esos recuerdos.
Hay algo en mi mente que me advierte que debo ser cautelosa.

El sonido de pasos me hace levantar la vista de mi regazo y veo a


Theo entrar a la habitación con una enfermera empujando una silla de
ruedas.

—¿Estás lista para dejar esta fría habitación? —Pregunta Theo con
una sonrisa, y se detiene al pie de la cama.

Aunque estoy más que lista para dejar el hospital, no estoy lista
para ir con Theo. Sin embargo, al no tener otra opción, asiento.

Mi ansiedad disminuye ante su encantadora y juvenil sonrisa, pero


sigue ahí, devorando mis nervios. Ignoro su mano extendida para
ayudarme a levantarme de la cama, fingiendo que no la veo, y me bajo en
el lado opuesto a donde está parado. Deslizo mis pies en los zapatos
planos gris oscuro que me trajo, tomo una pequeña bolsa que contiene
algunas cosas, y camino hacia la enfermera. Ella me da instrucciones para
mis cuidados en el hogar, me entrega un papel con mi próxima cita de
terapia física, y me advierte que aunque estoy lo suficientemente bien
como para ir a casa, aún así debo tomármelo con calma por un tiempo.

La fuerza en mis piernas ha mejorado, y puedo caminar por mi


cuenta con un mínimo de problemas, pero según la política del hospital,
es requisito que me acompañen a la salida en silla de ruedas. Me siento
como una inválida mientras recorremos los pasillos.

Cuando salimos por las puertas, hay un auto azul oscuro


estacionado junto a la acera. Theo se adelanta y tira de la puerta del lado
del pasajero, y hace una reverencia.

—Su carroza espera, mi señora.

Me río por su tonto comportamiento, y más tensión desaparece.


Él debe sentir mi confusión y está intentando aliviar mi estrés, algo
que agradezco.

Cuando extiende la mano para ayudarme a levantarme de la silla,


tomo la decisión en fracción de segundos y deposito mi mano en la suya.
Tan pronto como nuestras manos se tocan, lo lamento. Chispas suben por
mi brazo, provocando piel de gallina, y una extraña sensación se instala
en mi estómago. La mirada acalorada en los ojos de Theo indica que él
también sintió algo. Algo que aún no estoy lista para reconocer.

Ignoro el deseo de apartar la mano y dejo que me guíe hasta el auto.


Theo es mi esposo, así que debo acostumbrarme a su tacto, incluso a
simples toques como tomarse de las manos.

—Cuídese, señorita Rozero —dice la enfermera cuando estoy


sentada a salvo en el auto.

Sonrío.

—Gracias por todo, Mary.

Se da la vuelta, y ella junto con la silla de ruedas vuelven a


desaparecer adentro. Theo cierra la puerta del auto y mientras deja mi
bolso en el asiento trasero y camina hacia su lado, me abrocho el cinturón
de seguridad.

Viendo mi fuerte agarre en la correa del cinturón de seguridad,


Theo se acerca y coloca su mano encima de una de las mías. Sé que sólo
trata de calmar mis nervios, pero hace justo lo contrario.

—¿Estás bien?

Me estremezco ante el sonido de su voz, y luego me siento como


una idiota por hacerlo. Respiro profundamente, suelto el aire, y pego una
sonrisa en mi rostro que no siento, y lo miro.

—Estaré bien.

Sus ojos observan mi rostro un momento antes de que una pequeña


sonrisa se dibuje en sus labios. Su mano aleja la mía del cinturón de
seguridad y se la lleva a los labios. Mi corazón tiembla en mi pecho al
sentir sus labios y su aliento caliente contra mi piel.
—Sí, vas a estar bien —murmura contra la palma de mi mano.

Afortunadamente, después de eso libera mi mano, y nos alejamos


del hospital. Los primeros minutos son tranquilos, entonces un
pensamiento viene a mi mente. Algo que ha estado ahí hace días.

—¿Por qué todos me llaman Srta. Rozero cuando estamos casados?


Pensé que ahora llevaría tu apellido.

Nos detenemos en una luz roja, y por el rabillo del ojo, veo a Theo
removerse en su asiento, incómodo. Responde un minuto después.

—Porque nunca tuvimos oportunidad de hacer un cambio de


nombre oficial. A los ojos de la ley, sigues siendo Jules Rozero, aunque
nuestro certificado de matrimonio diga lo contrario.

—Oh. Eso tiene sentido.

Theo suelta el freno y pasamos a través de la luz.

—Podemos cambiarlo lo antes posible.

—Oh, no hay prisa —digo rápidamente, y luego me estremezco. No


quiero cambiar mi apellido. Quizás lo haga en el futuro, cuando esté más
acostumbrada a la idea de estar casada. No me siento casada en este
momento, así que la idea de cambiar mi apellido no me parece bien.

Theo no dice nada ante mi apresurada respuesta, así que le echo un


vistazo. Su aspecto exterior parece tranquilo, pero veo el pequeño tic en
su mandíbula y la forma en que agarra el volante con fuerza. Un escalofrío
me atraviesa.

Aparto la mirada y miro por la ventana. Los edificios por los que
pasamos no son como los edificios donde crecí. Estos son viejos y
destartalados, muchos parecen como si se fueran a desplomarse con un
fuerte viento.

Cuando llegamos a un vecindario, las casas no se ven mucho mejor.


Los patios desbordados con maleza seca están repletos de basura y
juguetes para niños. Pasamos por unas cuantas casas con personas en el
porche o en el patio. La compasión me golpea al ver los rostros abatidos
y demacrados.
Nos detenemos en una señal de alto y el miedo reemplaza la
compasión cuando un hombre en la esquina, justo fuera de mi ventana,
me mira. Su sonrisa desdentada y la forma en que agarra sus partes
privadas provoca una repulsión que me da calambres en el estómago.
Aparto la mirada y me aseguro discretamente que mi puerta esté
bloqueada mientras observo a través del parabrisas.

Sabía que este lado de la ciudad era duro, pero no tenía idea de
cuánto. Mientras crecía, mis padres nunca vinieron al lado sur, diciendo
que no era un lugar para que personas como nosotros lo visitáramos. Una
vez obtuve mi licencia, vine a este lado de la ciudad unas cuantas veces,
sólo porque podía. Obviamente, mi limitado conocimiento del lado sur era
más restringido de lo que pensaba, ¿cómo puede la ciudad dejar que este
lugar se deteriore? Sé que las acciones de las personas causaron mucha
destrucción, pero tiene que haber algo que el gobernador pueda hacer.

Minutos después, llegamos a una casa con revestimiento blanco. O


lo que solía ser blanco. Ahora es de un gris sucio. Esta casa no está tan
mal como las otras en el vecindario, pero aún así no sería considerada
agradable comparada con lo que estoy acostumbrada. Hay otro auto en el
camino de entrada y estacionamos junto a él.

—Hogar dulce hogar —dice Theo, apagando el auto.

Aparto la mirada de mi nuevo hogar y lo miro. La incertidumbre en


sus ojos me dice que mis propios sentimientos deben reflejarse en mi
rostro. Sintiéndome como una perra desagradecida cuando no ha sido
nada más que amable conmigo, fuerzo una sonrisa.

—No es mucho, pero estarás cómoda aquí, Jules. Te lo prometo —


dice con voz grave.

—Estoy segura de que lo estaré —expreso, con la esperanza de


poder engañarlo no sólo a él, sino también a mí misma.

—Ven. Vamos adentro.

Ambos salimos del auto, y mis nervios empiezan a sacar lo peor de


mí otra vez.
Después de agarrar mi bolso, Theo camina a mi lado, colocando una
mano en la parte baja de mi espalda para guiarme hacia adelante. Trato
de caminar más rápido para alejarme de su mano, pero mis malditas
piernas tiemblan, haciéndolo difícil.

—Mis padres están aquí —dice mientras subimos los tres escalones
hasta la puerta. En vez de entrar, se detiene y me mira.

—Les dije que te dieran unos días antes de venir, pero mamá ha
estado deseando conocerte durante semanas. Ya no había forma de
retenerla.

Mis pulmones se congelan y mis rodillas se sienten débiles. No


estoy lista para conocer a sus padres. No estoy lista para mudarme a la
casa de Theo. Suena infantil, pero quiero irme a casa. A casa de mis padres
y rodearme de cosas familiares.

Pero no puedo. Esta es mi vida ahora. Tengo que ponerme las bragas
de niña grande y acostumbrarme.

Respiro profundamente para darme ánimo y miento


descaradamente.

—Estoy ansiosa por conocerlos.

Sonríe y luego agarra mi mano. Rechino los dientes ante el contacto.


Después de abrir la puerta, me arrastra adentro con él. No tengo
oportunidad de mirar a mi alrededor antes de que una bonita mujer de
mediana edad se acerque a nosotros.

—Hola, querida Jules. Es genial conocerte al fin. —Su voz es suave


y la sonrisa que invade su rostro es contagiosa. Instantáneamente me
siento a gusto con ella.

Extiendo la mano tímidamente.

—Encantada de conocerla, Sra. Hendrix.

En vez de tomar mi mano, se adelanta y me abraza. El calor de su


abrazo hace que me ardan los ojos. Lo que daría por tener los brazos de
mi propia madre a mi alrededor.
Sin querer avergonzarme ni hacer que nadie se sienta incómodo,
aparto las lágrimas. Cuando da un paso atrás, sus manos acunan mis
mejillas.

—¿Cómo te sientes? ¿Tienes hambre? ¿Quieres algo de beber?

—Basta, Helen. La chica acaba de entrar por la puerta. Dale unos


minutos para que se recomponga.

Un hombre mayor y algo brusco se acerca a la mamá de Theo y me


ofrece una sonrisa compasiva.

—Lo siento, cariño. Ella hace de madre para todos. —Extiende la


mano—. Soy Wyatt.

Le doy la mano y la suya engulle la mía. Me siento pequeña


comparada con su alto y musculoso cuerpo. Su cabello es más largo de lo
socialmente aceptado, y su barba le da una apariencia fuerte. Los tatuajes
que se asoman por las mangas de su camisa lo hacen ver abrumador. Pero
sus ojos, que son del mismo azul cristalino que los de Theo, parecen
amables. Los ojos no son lo único que Theo obtuvo de él. Theo parece ser
una versión más joven de su padre.

Me río a carcajadas cuando la madre de Theo le da un codazo y


vuelve a ocupar su lugar frente a mí.

—Cállate —le dice a Wyatt. Me agarra de la mano—. Tú y Theo


vengan. Déjenme prepararles el almuerzo. Y por favor, llámame Helen.

Asiento y la sigo. No es como si tuviera otra opción con su mano


todavía sosteniendo la mía. Mis ojos se desvían a un lado, tratando de
asimilar todo lo que puedo. Sólo veo un viejo sofá, un par de mesas
auxiliares rayadas y un pequeño televisor pantalla plana antes de entrar
a la cocina. La decoración de esta habitación no es mucho mejor con sus
electrodomésticos antiguos, armarios viejos y suelos de linóleo antiguos.
Es pequeño, pero lo suficientemente grande para moverse. Trato de
imaginarme aquí preparando la cena, pero no puedo. Según Theo, yo tenía
mi propio lugar cuando nos conocimos, así que no es de extrañar que no
pueda verme aquí.

Helen me lleva a una pequeña mesa con cuatro sillas que se


encuentra en la esquina de la habitación.
—Ustedes tres, siéntense y prepararé unos sándwiches. Jules, ¿te
gusta el jamón? —Pregunta, pero se da la vuelta antes de que pueda
responder.

—Sí, por favor —digo cuando empieza a sacar cosas de la nevera.

Ella levanta la cabeza y mira a Theo.

—Tienes que ir de compras, hijo. No tienes casi nada aquí.

—Lo sé, mamá —suspira—. Planeo ir mañana.

—Bien. —Su cabeza vuelve a la nevera—. Ahora, ¿qué hay del tomate
y el queso, Jules?

—Elegiré los dos, gracias.

—Lo siento —dice Theo en voz baja, inclinándose hacia mí para que
su madre no oiga.

Aparto los ojos de la mujer que tararea y lo miro.

—Está bien —digo la verdad. Sus mimos deberían molestarme, ya


que sólo la conozco desde hace unos minutos, pero es extrañamente
reconfortante.

—¿Dónde está Aria? —Pregunta Theo.

Es Wyatt quien responde.

—Con Ella. Regresarán en cualquier momento.

—¿Quién es Aria?

La expresión de Theo se vuelve cautelosa ante mi pregunta y sus


ojos evitan los míos. Helen mira a Wyatt, luego a Theo, antes de mirarme
a mí. Yo, a su vez, los miro a los tres, esperando que alguien me ilumine.
Una sensación de hundimiento se forma en la boca de mi estómago.

Wyatt abre la boca, pero antes de que pueda hablar, la puerta


principal se abre de golpe y se oye un pequeño golpeteo que se dirige
hacia la cocina. Un momento después, me sorprende ver a una niña de
cabello largo y castaño oscuro entrar a la habitación.

—¡Papá! —Grita—. ¡Tengo algo para ti! —Se desliza hasta detenerse
frente a Theo, luego ve a Wyatt, grita y salta a su regazo—. ¡No sabía que
tú y la abuela vendrían hoy!

Wyatt se ríe y agarra sus dos coletas para jalar su rostro hacia él.

—¿No viste el auto estacionado en la entrada? —Antes de que pueda


responderle, él le pide—: Dame azúcar.

Riendo, la niña planta un beso en los labios de Wyatt. Luego salta y


corre hacia Helen, quien la recoge y le da el mismo trato.

—Llegas justo a tiempo, pequeñita. Estoy haciendo sándwiches.

—¡Yupi! —Grita la niña—. ¿Puedes ponerle miel extra al mío?

Helen besa la nariz de la niña, antes de alejarse y sonreírle.

—Puedes apostarlo.

Después de bajar de los brazos de su abuela, la niña vuelve con


Theo. Me quedo ahí sentada en shock, porque no hay ninguna duda en mi
mente de quién es esta niña. Es exactamente igual a su padre, incluso
tienen los mismos hermosos ojos azules. Las semanas que Theo me visitó
en el hospital, nunca mencionó que tuviera una hija. No tengo idea cómo
me siento con este nuevo acontecimiento.

No es hasta entonces cuando la niña se da cuenta que estoy ahí


sentada. Abre los ojos de par en par cuando me mira.

—¿Eres mi nueva mamá? —Pregunta, su voz suena como si eso


fuera algo maravilloso.

Me ahogo y luego empiezo a toser. Me lloran los ojos y me inclino


para tratar de recuperar el aliento. Unas manos frotan mi espalda, y
después de unos segundos me las arreglo para controlarme. Con gratitud
tomo el vaso de agua que Helen me ofrece, y bebo varios tragos grandes
del líquido frío.
—Debería habértelo dicho antes de venir aquí, pero no sabía cómo
—dice Theo, con remordimiento. La niña ahora está sentada en su regazo,
mirándome con preocupación.

—¿Estás bien? —Pregunta la niña, mordiéndose la uña.

Hago todo lo que puedo para poner un rostro valiente, pero no


estoy segura de lograrlo.

—Estoy bien. Sólo fue un pequeño hormigueo en la garganta.

Se relaja contra el pecho de Theo, aparentemente satisfecha con mi


respuesta.

—Jules. —Comienza Theo—. Me gustaría presentarte a mi hija, Aria.


Aria, ella es Jules.

—Hola —dice en voz baja, balanceando sus piernas entre las de


Theo.

Me lleva un momento recomponerme lo suficiente para responder


de la misma manera. Todavía estoy tambaleándome por el shock de que
Theo tiene una hija, lo que la convierte en mi hijastra.

—Hola, Aria. Tienes un nombre muy bonito.

Ella sonríe, revelando un diente faltante.

—Era el nombre de mi bisabuela. —Su sonrisa se convierte en un ceño


fruncido—. Murió antes de que yo naciera.

—Siento mucho oír eso.

Inclina la cabeza a un lado.

—Papá dijo que está casado, ¿eso significa que ahora tengo mamá?
La otra se fue y no me quiso.

Vuelvo la vista hacia Theo, que parece estar luchando tanto como
yo con la forma de manejar la pregunta. Por suerte, Helen viene a
rescatarnos, aunque su respuesta me asusta.
Ser una esposa es una cosa, pero ser la madre de una niña que
nunca antes he visto es algo completamente distinto.

—Ella es tu madrastra, Aria—. Proporciona gentilmente. Extiende la


mano y continúa—: ¿Por qué no me ayudas con los sándwiches? Incluso
dejaré que pongas la miel en el tuyo.

Salta del regazo de Theo, claramente superando su curiosidad.

—¡Está bien!

Observo, totalmente cautivada a Aria, mientras ayuda a Helen con


los sándwiches. Es una niña hermosa, y por la forma en que se comunica
con Helen, obviamente es muy inteligente y madura para su edad,
supongo que tiene unos seis o siete años.

Algo aleja mi atención de ellas, y miro hacia arriba para encontrar


a otra mujer de pie en la puerta de la cocina. Sólo por su aspecto, sé quién
es. Es increíble cómo todos los hermanos en esta familia se parecen tanto
a su padre.

Los ojos de la mujer me inmovilizan en el lugar, y no estoy segura


si es algo bueno o malo. Su expresión es cerrada, así que no tengo idea en
qué está pensando. Su mirada deja la mía lo suficiente para mirar a todos
los demás en la habitación antes de volver a mí.

—Entra, Ella, y conoce a tu cuñada—. Reprende Helen sin dejar de


hacer los sándwiches.

Ella espera un momento más antes de entrar a la cocina. Se detiene


junto a su mamá y Aria y se inclina hacia atrás contra la encimera, su
mirada sigue centrada en mí. Cruza los brazos sobre el pecho y
entrecierra los ojos.

—Basta, Ella —ladra Theo.

Ignorándolo, frunce los labios.

—Ella Renee, acaba con esa mierda ahora.

Sus ojos dejan los míos para ir a los de Wyatt. En cuanto lo hace,
pierde el disgusto y se ablanda.
La pequeña transformación hace que Ella se vea aún más bonita.

Presiono la espalda contra la silla y me tenso cuando se aleja de la


encimera y acorta la distancia entre nosotras. Su expresión es impasible
cuando se detiene frente a mí.

—Soy Ella. —Se presenta, extendiendo la mano.

Vacilante, agarro su mano con la mía y luego me estremezco cuando


aprieta demasiado fuerte. Pensé que sólo los hombres hacían eso.
Aparentemente, estaba equivocada.

—Soy Jules. Encantada de conocerte.

—Ya sé quién eres —afirma rotundamente después de soltar mi


mano.

—Sé amable —sisea Theo a mi lado.

Sin mirarlo, pone la mano frente a su estómago, fuera de la vista de


sus padres, y levanta el dedo medio hacia él.

No puedo evitar soltar la pequeña risa que sale de mis labios, y me


sorprende cuando sus labios se contraen con una pequeña sonrisa. Froto
mis labios con nerviosismo y toco la parte inferior de mi camisa.

—¿Esta es tu ropa?

Sus ojos recorren brevemente mi camisa.

—Sí.

—Gracias por prestármela.

Ella sacude la cabeza, el movimiento se asemeja a un asentimiento,


luego gira sobre sus talones para ayudar a su mamá a terminar los
sándwiches.

Respiro profundamente y estabilizo mi acelerado corazón. Esto es


demasiado para asimilarlo todo a la vez, y ahora me siento
emocionalmente agotada. Miro a Theo cuando agarra mi mano y me
sonríe.
Mis ojos se mueven a los de Wyatt, él también me devuelve la
mirada. Mientras miro alrededor de la cocina, mi cocina, no puedo evitar
desear que haya alguien más aquí. Alguien que extrañamente me hace
sentir segura sólo estando en la misma habitación.

medio del dormitorio de la pequeña Aria mientras


me muestra con entusiasmo todos sus juguetes. La niña es bulliciosa y
bastante inquieta, pero es increíblemente adorable. Estas últimas horas,
no he podido mantener mis ojos lejos de ella. Es muy habladora,
extrovertida y tiene un carácter muy dulce, pero también es sincera, y no
teme expresar lo que pasa por su mente. La mayoría de los niños de su
edad son tímidos con los extraños, pero Aria no. Theo me informó que
cumple siete años en unos meses. También me dijo que le explicó sobre
mi pérdida de memoria al pequeño tornado. Pero eso no le impidió hacer
preguntas. Me sentí impotente cuando no pude responder algunas.

Me deshago de mis pensamientos cuando Aria me agarra la mano.

—Ven a ver la casa de Molly.

Nos detenemos frente a una gran casa de muñecas. Es una hermosa


estructura que tiene un frente terminado con la parte trasera abierta, lo
que le permite a Aria mover sus muñecas. Mirando adentro, veo que está
llena de todos los muebles imaginables.

—Vaya. Esto es realmente genial —digo, y luego me pongo sobre


mis rodillas a su lado.

Ella deja a Molly en la pequeña mesa de la cocina, y luego coloca un


pequeño plato al frente.

—Mi tío Luca la hizo para mí —informa.

—¿La hizo? —Pregunto sorprendida. Debe haberle llevado mucho


tiempo terminarla.
—Sí. La hizo para mi cumpleaños el año pasado. Le pedí una a papá,
pero dijo que no podíamos permitírnoslo, así que Luca me la construyó.

Cuando menciona su nombre, mi corazón se acelera. No lo he visto


en más de una semana, y cada noche que no aparece, me despierto
asustada. No entiendo por qué pone mis temores a descansar, pero echo
de menos el alivio.

Siento curiosidad por su comentario sobre que hay cosas que no sé.
Cuando pronunció esas palabras, su rostro evidenció dolor. Quiero
preguntarle a Theo, pero algo me dice que no debería.

Aria se mueve a mi lado sobre sus rodillas. Miro hacia abajo y veo
que sostiene a Molly de nuevo y retuerce el cabello de la muñeca con sus
dedos. Se bañó antes y las gotas de agua de las puntas de su cabello
empapan la parte posterior de su pijama. Es un lío enredado, y sé que
será peor por la mañana.

—¿Vas a ser amable conmigo? —Su voz suena temblorosa mientras


hace la pregunta.

Estoy momentáneamente aturdida, pero me recupero rápidamente,


queriendo tranquilizarla inmediatamente.

—Por supuesto que seré amable contigo, Aria —digo en voz baja.

Cuando posa sus ojos en mí, parecen enojados. La mirada es


impactante viniendo de una niña de su edad.

—Porque a veces papá trae chicas a casa que no son muy


agradables.

Sus palabras duelen, pero no porque Theo haya estado con otras
mujeres. No puedo culparlo. Ha estado casado con una mujer que estuvo
en coma siete años. No esperaría que me fuera fiel por tanto tiempo. No,
mi incomodidad es por Aria y el dolor que debe haber soportado por parte
de otras mujeres. No entiendo cómo alguien puede ser malo con una niña
tan dulce.

—¿Alguna de ellas… te ha hecho daño? —Pregunto vacilante—. ¿Te


han puesto las manos encima?
Aguanto la respiración y espero su respuesta.

El agua se desliza de su cabello y cae en mi mano cuando sacude la


cabeza.

—No. Sólo dicen cosas malas a veces cuando papá no está cerca.

—¿Se lo dijiste a tu padre?

Agarra un cepillo de la casa de muñecas y empieza a pasárselo por


el cabello a Molly.

—Sí, pero sólo dice que no lo dicen en serio. —Se inclina hacia
adelante con la nariz arrugada y habla en voz baja—. A veces los oigo en
su habitación. Cree que estoy dormida, pero a veces oigo a las mujeres
gritar o llorar.

La repulsión me retuerce el estómago. Quiero alcanzarla y tirar de


ella a mis brazos. No hay duda que el “llanto” y los “gritos” son de Theo
teniendo sexo con cualquier mujer. Ningún niño debería escuchar eso de
los adultos, especialmente de sus padres, ¿cómo puede ser tan
descuidado?

El enojo con Theo hace que mis manos se conviertan en puños en


mi regazo.

—¿Vas a gritar o llorar cuando te acuestes con papá?

—No. —Mi respuesta es inmediata. Alargo la mano y empujo un


mechón de cabello mojado fuera de su frente. Suavizo mi voz y repito—.
No. Ya no tienes que preocuparte por eso, Aria.

—Bien. Porque no me gusta. Por eso me gusta quedarme con la


abuela, el abuelo, el tío Luca o la tía Ella.

Mira hacia abajo a Molly e intenta trenzar su cabello rubio. Sólo


divide el cabello en dos partes, así que es más un giro que una trenza.

—¿Quieres que te peine y te trence el cabello?

—¿Puedes peinar a Molly también, para que nos parezcamos?


Sonrío ante su mirada esperanzada.

—Sí.

Se pone de pie.

—Traeré el cepillo.

Mientras se aleja, me pongo de pie y camino hacia la cama, tomando


asiento en el borde. Cuando regresa, tiene un cepillo con un par de bandas
alrededor del mango. Camina hacia mí, me pasa el cepillo y se pone de
espalda frente a mí.

Empiezo a desenredarla desde las puntas, y mientras subo


lentamente por su cabello, una punzada me golpea el pecho. Solía hacer
esto con Teresa todas las noches después de su baño. Me pregunto cómo
será ahora, y si se olvidó de mí.

Una vez termino de trenzar su cabello, ato el extremo. Aria se gira


y sostiene a Molly.

—Yo la sostendré mientras tú le trenzas el cabello.

Estoy terminando la trenza de Molly cuando oigo una garganta


aclararse. Miro hacia la puerta y veo a Theo apoyado en el marco
observándonos a Aria y a mí. Cuando sus ojos se encuentran con los míos,
algo destella en ellos. Antes de que pueda entender qué significa la
mirada, observo a Aria, recordándome sus palabras de hace unos
minutos. Me obligo a fruncir el ceño.

—¿Estás lista para ir a la cama, Aria?

—Sip.

Ella salta hacia Theo, que la recoge en sus brazos. Aunque Theo ha
puesto a Aria en situaciones en las que no debería estar, veo el amor que
siente por su hija brillar en sus ojos.

—¿Adivina qué? —Pregunta.

—¿Qué?
—Vas a dormir con papá esta noche en su gran cama.

—¡Yah! —Chilla y sus ojos se iluminan—. ¿Pero por qué tengo que
dormir en tu cama?

Por encima del hombro de Aria, sus ojos se mueven hacia los míos
un momento antes de regresar a los de ella.

—Porque vamos a dejar que Jules duerma en tu cama por ahora. —


Explica.

Ella frunce el ceño.

—¿Pero por qué no duerme contigo?

Cuando Theo me mira, bajo la mirada. Odio saber que le estoy


quitando la cama a Aria, pero la idea de compartir cama con Theo hace
que mi estómago se revuelva de nervios.

—Puedo dormir en el sofá. —Ofrezco.

—No —dice Theo con firmeza—. Estará bien en mi cama unos días,
¿verdad, enana? —Ella se ríe cuando él le hace cosquillas. El sonido hace
que mis labios tiemblen.

—Sip. —Girando la cabeza, dice—. Hasta puedes dormir con el Sr.


Waffles.

Señala una jirafa de peluche recostada sobre su almohada. Sonrío y


le guiño a ambos.

Theo baja de sus brazos a Aria.

—Ve a lavarte los dientes y métete a la cama. Tomaré tu manta y


estaré ahí en unos minutos para arroparte.

Corre hacia la puerta, luego se detiene y se gira para mirarme con


sus hermosos ojos.

—Buenas noches, Jules.

Mi corazón se derrite ante su infantil y dulce voz.


—Buenas noches, Aria.

Se da la vuelta y desaparece de la habitación. A regañadientes, miro


a Theo. Está de pie con las manos en los bolsillos, con una pequeña
sonrisa en los labios.

—¿Te está yendo bien?

Me levanto de la cama y camino hacia él, deteniéndome en la


entrada a varios centímetros de distancia.

—Sí. Odio quitarle la cama a Aria. Realmente no me importaría


dormir en el sofá.

Extiende la mano y fuerzo a mis rodillas a mantenerse en su lugar


cuando empuja un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—No vas a dormir en el sofá. Es la cama de Aria o la mía.

Trago y alejo mis ojos de su intensa mirada. Theo me intimida


muchísimo, especialmente cuando me mira con una expresión que dice
que oculta algo. Esa expresión se ha hecho más y más fuerte durante las
últimas semanas.

—Dormiré en la cama de Aria —murmuro.

Levanto los ojos cuando se ríe.

—De acuerdo. Te daré unos días y veremos cómo te sientes


mudándote a mi cama.

Asiento, pero dentro de mí sé que pasarán más de unos días antes


de que me sienta lo suficientemente cómoda para compartir su cama.

Pasa junto a mí hacia la cama de Aria y recoge la manta rosada con


dibujos de pasteles de fresa.

—Te traeré otra del armario. Hay una bolsa en el pasillo que
contiene más ropa que Ella trajo. Hay algo para dormir ahí adentro.
Cuando me paguen este fin de semana, podemos ir de compras y
conseguirte algo de ropa. —Sus manos aprietan la manta.
— Desafortunadamente, no puedo permitirme la ropa cara a la que estás
acostumbrada.
—Está bien, Theo. Estoy segura que cualquier cosa que consigamos
estará bien.

Viene hacia mí y se detiene demasiado cerca. La manta frente a él


roza mi estómago, y los nudillos de la mano que la sostiene me tocan
justo debajo de mis pechos. No sé si es intencional, pero aún así no me
gusta.

Doy un paso atrás y me sobresalto cuando me encuentro con el


marco de la puerta. Él ve el movimiento y frunce el ceño.

—Jules —murmura, volviendo a cerrar la corta distancia entre nosotros—


. No hay razón para que tengas miedo de mí.

Sujeto con fuerza la parte inferior de la camisa y asiento. Me


congelo de miedo cuando se inclina hacia mí, como si fuera a besarme.
No entiendo este miedo irracional que me infunde.

Cierro los ojos cuando siento que su aliento roza mi boca.

Mi cabeza golpea la madera detrás de mí y levanto mis manos


automáticamente para alejarlo. Afortunadamente, la manta sigue estando
entre nosotros, separando su cuerpo del mío. Aún así, no quiero siquiera
que sus labios me toquen.

Sé que simplemente puedo girar la cabeza para evitar que me bese,


pero algo me impide hacerlo. Es como si estuviera congelada en el lugar,
incapaz de moverme. Aunque no quiero que me bese, tengo miedo de lo
que hará si lo rechazo.

Cuando sus labios finalmente tocan los míos, me aseguro de que


los míos estén bien cerrados, diciéndole sin palabras que no me siento
cómoda con el beso. Sus labios están húmedos mientras los deja caer
sobre los míos. Me hace sentir sucia y equivocada.

Cuando su lengua recorre la comisura de mis labios, no puedo


soportarlo más, y giro la cabeza. Su cabeza aterriza a un lado de la mía.
Sentir su pesado y caliente aliento extendiéndose por mi cuello provoca
una oleada de náuseas en mi estómago.

—Te eché tanto de menos —gruñe en mi oreja—. Nunca te haría


daño, Jules. Ojalá me dieras una maldita oportunidad.
Me estremezco ante sus duras palabras y trato de retroceder más
hacia la pared. Un sollozo trata de subir por mi pecho. Ese es el problema,
no sé si me haría daño o no, porque no lo conozco. Pero la idea de que lo
haga me asusta más que nada. No por el dolor real que infligiría, sino
porque eso significa que mi juicio sobre él estaba tan mal hace siete años.
Sé en mi corazón que no me habría casado con él si no lo amara, así que
descubrir que ese amor es erróneo sería devastador.

Abro los ojos y veo a Aria de pie en la puerta que lleva a la


habitación de Theo. Sus ojos están muy abiertos y no hay forma de
enmascarar el dolor y la confusión en su rosto.

Presiono la manta, tratando de empujar a Theo atrás, pero no se


mueve.

—Por favor, Jules —susurra—. Haría cualquier cosa por ti.

Giro un poco la cabeza y mantengo la voz baja cuando digo:

—Por favor, retrocede, Theo. Aria está en el pasillo mirando.

Prácticamente puedo oír sus dientes rechinar mientras aprieta la


mandíbula. Me sorprende ver la ira que recorre su rostro. Me sorprende
aún más el tono en su voz.

—Aria —dice con dureza—. Te dije que te acostaras. Estaré ahí en


unos minutos.

Sus ojos ya abiertos de par en par se abren aún más. Viajan de Theo
a mí y de regreso a su padre, antes de girarse y correr a la otra habitación,
cerrando la puerta detrás de ella.

La ira se apodera de mí por la forma en que acaba de hablar con


Aria. Me arde el estómago porque sé que ella duda de mí, y Theo hizo que
esa incertidumbre creciera.

Cuando lo empujo de nuevo y todavía no se mueve, sé que me


arriesgo mucho cuando agarro su costado y lo pellizco. Mi valentía crece
mientras siseo:

—Retrocede.
—Joder —murmura, dejando caer la manta y frotándose el costado.
Entrecierra los ojos, y su mirada me produce escalofríos en el cuello—.
¿Por qué mierda hiciste eso?

Empujo atrás el pánico que produce mi movimiento audaz y digo


con frialdad.

—Tu hija estaba en el pasillo. No necesitaba ver eso. No te movías, así que
hice que lo hicieras.

—Sí, y yo le dije que fuera a la habitación. No habíamos terminado.

—Sí lo hicimos.

Algo oscuro y ominoso entra a sus ojos un segundo antes de que


desaparezca. Su rostro se suaviza, y su mirada se ve arrepentida.

—Lo siento.

Permanezco tensa, pero le doy un breve asentimiento. Cuando da


un paso hacia mí, me pongo más rígida, y esta vez se detiene.

—Esto es muy duro para mí, Jules. Te perdí por años, y no pensé
que te recuperaría. Me está matando no tocarte.

La culpa me inunda, porque sé que esto no es fácil para él. Tiene


muchos recuerdos de nuestro tiempo juntos. Recuerda todos los toques,
miradas y palabras suaves. Fue él quien pasó por el dolor emocional del
accidente, estoy segura de que lo dejó indefenso porque no había nada
que pudiera hacer.

—Lo siento —balbuceo con lágrimas obstruyendo mi garganta.

—No te disculpes. Todo lo que pido es que me des una oportunidad.


Sé que puedo hacer que me vuelvas a amar.

—De acuerdo.

Permanecemos ahí en silencio un momento con varios centímetros


separándonos, antes de que se agache a agarrar la manta.
—Te veré en la mañana, Jules —afirma—. Si necesitas algo, ya sabes
dónde estoy.

—Buenas noches, Theo.

Roza con su mano mi mejilla. Me mantengo quieta y espero a que


se aleje antes de soltar una dolorosa respiración.

No sé cómo voy a lograrlo, pero estoy decidida a hacer lo que me


pidió y darle la oportunidad que se merece. Se lo debo a él y a mí misma.

Después de ponerme un pantalón corto negro y una camiseta verde


claro para dormir, vuelvo a la habitación de Aria y veo una manta marrón,
doblada, en la cama de Aria que Theo debe haber traído mientras me
cambiaba. Desdoblo la manta, la extiendo y me meto en la cama, luego
tomo el teléfono que Theo dejó para mí en la mesita de noche. No parece
tan complicado como el de Theo, así que sólo me lleva unos minutos
descubrir cómo funciona. Cierro los ojos y trato de recordar el número
que había en el teléfono de Theo cuando traté de llamar a mis padres el
otro día en el hospital.

Abro los ojos cuando recuerdo el número, y lo marco en el teléfono.


Contengo la respiración mientras suena, rogando silenciosamente que
respondan.

La decepción y el dolor hacen que mi estómago se contraiga cuando


la voz electrónica se escucha a través de la línea. Tomo una respiración
temblorosa antes de hablar.

—Soy yo otra vez. —Me aclaro la garganta, pero todavía se quiebra


cuando hablo de nuevo—. Lo siento mucho por todo. —Me detengo, antes
de rogar—. Por favor, llámame. —Dejo mi número.

Siento presión en el pecho y es difícil tragar a través del nudo que


tengo en mi garganta cuando cuelgo y vuelvo a poner el teléfono en la
mesita de noche. Me recuesto de lado e ignoro las silenciosas lágrimas que
salen de mis ojos y caen a la almohada.
y un profundo gruñido sale de mi garganta. Miro
la casa en la que estoy estacionado y maldigo en silencio a mamá, Theo y
a Dios por la situación de mierda en la que me encuentro.

Lo he hecho bien desde la última vez que visité a Jules en el


hospital. Le dije que no iba a volver, y no lo hice, pero que me jodan si no
es difícil mantenerme alejado. Sé que estoy mostrando tendencias
obsesivas, la misma mierda que hice cuando ella y Theo se conocieron.
Por eso estoy partiéndome el culo tratando de alejar mi deseo de verla.
Puede que no pueda imaginarme haciendo las cosas que hice en el pasado,
pero las hice, así que es razonable decir que soy capaz de hacerlas de
nuevo.

Cuando mamá me llamó hace unos días diciéndome que quería que
fuera a cenar a casa de Theo para darle la bienvenida oficial a Jules a
nuestra familia, me negué rotundamente. Necesito estar lo más lejos
posible de ella. Pero mamá, siendo mamá y queriendo una familia unida,
insistió, diciendo que sabe que nunca volveré a hacer algo así de nuevo.
Desearía tener su fe, porque no quiero nada más que robar a Jules de
Theo y quedármela para mí. Theo tampoco está de acuerdo con esto, pero
cuando mamá da órdenes, la seguimos. Estoy seguro que abrió camino
con una excavadora para conseguir que Theo aceptara.

—Maldita sea —gruño, y empujo la puerta para abrirla, luego la


cierro dando un portazo detrás de mí.

Mientras camino hacia la puerta, espero que la mierda se me pase


rápido. No importa. Sólo me quedaré hasta que termine la cena, luego
sacaré mi trasero de ahí.

Después de golpear dos veces mis nudillos contra la puerta, se abre


y Ella aparece al otro lado.
—Hola. Mamá estaba empezando a preocuparse de que no fueras a
aparecer.

Ella se aleja de la puerta y entro. No está a la vista, pero la huelo.


Mi mandíbula se tensa, y trato de no respirar, pero tengo que hacerlo
porque necesito aire.

—¿Estás bien? —Pregunta Ella, parándose a mi lado.

—Sí —digo con firmeza.

Mis ojos recorren la sala de estar. Papá está sentado en el sofá con
Vicki, y discuten ida y vuelta sobre el partido de baloncesto que está en
la televisión. Theo está parado justo afuera de la puerta de la cocina, y
cuando me ve, la ira se enciende en sus ojos. Sí, no me quiere aquí. No
puedo decir que lo culpo. Pero no es culpa mía. Puede hablar de eso con
mamá.

La cabeza de Aria se asoma por la puerta de la cocina, y su


recepción hacia mí es completamente diferente a la de su padre. Su
sonrisa es grande mientras grita mi nombre y corre hacia mí. Me agacho
y la recojo. Hace días que no la veo y la echo de menos. Me abraza por el
cuello y me aprieta lo más fuerte que puede.

—Hola, boo, ¿cómo has estado?

Retrocede y me da un beso fuerte.

—Estoy bien, tío Luca, pero te echo de menos. —Hace pucheros y es


tan linda.

—Yo también te extraño. Tal vez una noche puedas venir a casa y
volver a hacer noche de películas.

—¡Sí! —Grita, maldición casi me revienta los tímpanos. Girando la


cabeza, vuelve a gritar—. ¡Papá! ¿Puedo quedarme con el tío Luca una
noche?

Los ojos de Theo se encuentran con los míos, y veo indecisión. Me


molesta porque sabe que amo a esta niña como si fuera mía. Me odia por
mis errores del pasado, pero no puede castigar a un niño por ellos.
Después de un minuto, cede.

—Sí. Hablaremos más tarde.

Aria parlotea emocionada sobre las cosas de la escuela y sobre una


obra de teatro de la que va a formar parte. La escucho hablar y me río
cuando me cuenta de un niño que juega con una rana en el patio de recreo.

—No fue gracioso. —Su labio sobresale—. Casi me toca con eso.

—Estoy seguro que estarás bien si una rana te toca.

—Nuh-uh —responde ella, moviendo la cabeza enfáticamente—. Mi


amiga Missy dijo que, si te orinan, te salen verrugas.

Me río.

—Eso sólo es un mito. Si fuera verdad, mis manos y las de tu papá


estarían cubiertas de verrugas, porque solíamos jugar con ranas todo el
tiempo.

Ella arruga su pequeña y coqueta nariz.

—Por si acaso, no quiero que ninguna rana me orine.

—Bueno, te estás perdiendo una increíble diversión. Las ranas son


geniales.

—Las ranas son desagradables —replica.

La pongo sobre sus pies y luego levanto la cabeza cuando la siento


entrar a la habitación. Es como si una fuerza magnética hiciera que mis
ojos la encontraran automáticamente. Ella sale de la cocina y mira hacia
mí, y yo me quedo inmóvil cuando sus ojos se encuentran con los míos.
Mi cuerpo reacciona al de ella por instinto. Necesito todo lo que hay en mí
para no atravesar la habitación sólo para estar más cerca de ella. Cada vez
que la veo, la atracción se vuelve más fuerte. Lo que hace esto más difícil
es la curiosidad abierta que veo en su mirada cuando me observa. Es aún
más hermosa de lo que la recordaba.

Theo nota mi atención en ella y su boca se contrae. Se acerca a Jules,


y lucho contra la necesidad de romperle el maldito brazo cuando rodea
su cintura y la acerca a su lado. Me doy cuenta que Jules apenas puede
ocultar estremecerse cuando la toca.

Mamá sale de la cocina y aplaude.

—La cena está lista. —Cuando me ve, sonríe—. Luca, cariño. Estoy
tan contenta de que hayas venido.

Aparto la mirada de Theo y Jules y miro a mamá.

—No puedo quedarme mucho tiempo. Le dije a Jazz que regresaría


pronto esta noche para que pudiera ir a casa temprano. Su esposa está
enferma.

—Entonces, comamos.

Me quedo afuera de la cocina con papá y Vicki mientras los demás


están en la pequeña habitación preparando los platos. Desde donde estoy
parado, puedo ver a Jules parada a un lado junto a Aria. La niña salta
mientras habla animadamente con Jules, que la mira con una sonrisa.
Verlas juntas me provoca una extraña sensación en el pecho.

Sintiendo mis ojos en ella, Jules mira hacia arriba. Mi maldito


corazón se detiene, como cada vez que nuestros ojos se encuentran.
Rechino los dientes y aparto la mirada, la tentación se está volviendo
jodidamente fuerte y difícil de resistir.

Miro a papá y lo encuentro observándome, parece pensativo. Ignoro


las preguntas que acechan en su mirada.

—¿Cómo va la tienda? —Pregunta, agradezco que se haya guardado


todo lo que pensaba para sí mismo.

—Bien —gruño mi respuesta—. Tan bien, que estoy pensando en


abrir una tienda en Winchester.

Winchester es la ciudad vecina. Es más grande, aproximadamente


el doble del tamaño de Silver Hill, y recibimos muchos clientes de ahí. Hay
una tienda en la ciudad, pero la calidad es una mierda.

—¿Alguna idea de la ubicación?


—Estaba pensando en la esquina de Bennaview y Rosen o en Wilson.

Papá silba.

—Esos son lugares de primera.

—Se está volviendo arrogante —dice Vicki.

Le muestro mi dedo medio, y ella me muestra el suyo a cambio.

—Es de primera, y se encuentra en el centro de la ciudad, así atraerá


clientes de todas las secciones. No quiero eliminar totalmente a Majic Ink,
pero es más fácil de encontrar para los clientes.

Él asiente.

—Bien jugado.

Mamá sale cargando dos platos y le da uno a papá. Se inclina para


besarlo y luego ambos caminan hacia el sofá. La mesa de la cocina de Theo
es demasiado pequeña para que todos nos sentemos en ella, así que
algunos emigramos a la sala de estar. Ella sale con su plato y Vicki y yo
nos movemos a la cocina.

Aria, Theo y Jules están en la mesa comiendo. Tomo un plato y


empiezo a llenarlo con comida.

—Deja algo para mí, ¿quieres? —Gruñe Vicky con sarcasmo.

Para hacerla enojar, tomo otro huevo relleno y me lo meto a la boca.

—Idiota —murmura.

Sonrío y luego y pongo dos trozos de pollo en mi plato. Siento ojos


observándome, pero los ignoro. Agarro una cerveza de la nevera, estoy a
punto de salir de la cocina para comer, pero decido torturarme y actuar
como un bastardo quedándome en la cocina.

Dejo la cerveza, me giro con el plato en la mano y me apoyo en la


encimera. Tomo un par de bocados antes de levantar los ojos hacia los
ocupantes de la mesa, que están callados desde que entré a la habitación.
Aria, ajena a la tensión, se atiborra de comida. Theo no está comiendo, e
está mirando fijamente, mientras Jules está ahí sentada, mirando entre
Theo y yo.

El hijo de puta que soy disfruta la rigidez del cuerpo de Theo. Sé


que en silencio desea que me vaya al infierno, y no sé por qué lo provoco.
Tal vez es por la forma en que está sentado muy cerca de Jules. O tal vez
es por la forma en que su brazo descansa posesivamente en el respaldo
de su silla, aunque evidentemente la hace sentir incómoda.

Puede ser por la mirada que vi en sus ojos cuando nos vio
mirándonos en la sala de estar, como si nos maldijera a los dos.

O puede ser por mi enfermizo enamoramiento con ella.

No importa la razón, ahora que estoy aquí, y vi a Jules de nuevo,


maldita sea si mi voraz hambre de estar cerca de ella no se ha vuelto más
fuerte. De ninguna manera voy a abandonar el lugar cuando ella está
cerca.

Tomo otro bocado, luego pongo mi tenedor en mi plato y miro a


Theo.

—Abe quiere saber si todavía estás interesado en clases de


kickboxing para Aria—. Le informo.

Sus ojos me siguen disparando dagas, pero afortunadamente se


reclina en su silla, lo que lo obliga a soltar el brazo de Jules. Sus hombros
caen con el espacio extra.

—No estoy seguro si podré permitírmelo ahora. Necesito ver mis


finanzas primero.

— ¡Oh, vamos, papá! —Aria se queja—. ¡Quiero aprender a patear


culos!

Jules inspira ruidosamente ante el lenguaje de Aria. Tenso la


mandíbula porque sé que la única razón por la que conoce la palabra es
porque Theo la usa mucho frente a ella, incluso después de que nuestros
padres insistieran que Ella y yo cuidáramos nuestro lenguaje.

Lo juro, el resto de la familia y yo hemos sido más padres de Aria


que Theo.
—Aria —digo su nombre con firmeza. Me mira y se muerde el labio,
sabe lo que hizo mal—. Sabes que no debes decir esa palabra.

—Mantente al margen, Luca. Ella no es tu hija —gruñe.

Lo miro fijamente.

—Entonces críala mejor, Theo —respondo.

—Lo siento —murmura Aria con sus pequeñas piernas


balanceándose bajo la silla.

—De todos modos —digo—. Puedo cubrirlo hasta que las cosas se
resuelvan. Las nuevas clases comienzan pronto, y es mejor que empiece
desde el principio.

—Por favor, papi —ruega Aria, ya repuesta de su reprimenda. Esta


niña puede recuperarse de cualquier cosa.

Me doy cuenta que Theo no quiere darse por vencido. Nunca antes
le ha costado aceptar ofertas, así que sé que es a mí a quien no quiere
decirle sí. Su mandíbula tiene un tic, y la mano que sostiene el tenedor
está apretada. Lo espero, sabiendo que eventualmente cederá. Demuestro
tener razón un momento después.

—Bien. —Acepta a regañadientes.

—¡Yupi! —Grita Aria.

Tomo mi tenedor y continúo comiendo. Theo y Jules hacen lo


mismo. Mis ojos siguen desviándose hacia ella, no importa cuánto intente
no mirarla. Cada vez que lo hago, siento el calor de la mirada de Theo en
mí. La sala está silenciosa, excepto por el tintineo de los cubiertos en la
porcelana.

—Terminé, ¿ahora si puedo ir a jugar con el abuelo?

Theo aparta los ojos de mí y mira a su hija.

—Sí, pero pon tu plato en el fregadero primero.


Ella salta de la silla, lleva su plato al fregadero donde suena dentro
y luego sale corriendo. Tomo mi cerveza y bebo. El ambiente se vuelve
silencioso de nuevo.

—Oye, hijo, tienes un paquete que tienes que firmar en la puerta —


dice papá, metiendo la cabeza en la cocina.

—Puedes firmarlo por mí.

—El tipo dijo que tienes que ser tú.

Ensancha las fosas nasales cuando se levanta de la mesa y sale de


la cocina, sin querer dejarme solo con Jules.

Justo antes de salir por la puerta, me lanza una mirada de


advertencia. Mantengo mi pasividad y bebo un trago de cerveza. Tan
pronto como está fuera de la vista, dirijo mis ojos hacia Jules. Ella también
me está observando. Sus dedos giran su tenedor una y otra vez, delatando
su nerviosismo.

—¿Cómo has estado? —Pregunto.

Coloca el tenedor en su plato y toma su vaso de agua, pero no bebe.


Mira el líquido un momento antes de volver a dejarlo.

—Bien. Es agradable estar fuera del hospital.

—¿Te estás adaptando bien aquí?

Duda un segundo antes de asentir.

—Sí. Theo es genial. Y es maravilloso estar con la pequeña Aria.

Sus palabras dicen una cosa, pero el pequeño destello de aprensión


que veo destellar en sus ojos antes de que tuviera la oportunidad de
darme una sonrisa falsa dice otra. Aprendí desde muy temprana edad a
leer a la gente, y esa inquietud hace sonar las alarmas.

Enderezo la espalda contra la encimera.


—Jules. —Ella levanta la vista de la servilleta que está destrozando
ante mi tono firme—. Si pasa algo que te hace sentir incómoda, sabes que
puedes llamar a cualquiera de nosotros, ¿tienes los números de mamá,
papá y Ella?

Omito mi nombre a propósito. No creo que Theo esté de acuerdo


en que mi número esté en su teléfono.

—Sí. Theo me dio un teléfono y tu madre agendó sus números.

Asiento.

—Si necesitas algo, no dudes en llamar a uno de ellos.

—Gracias. Lo haré.

Me acercó a la basura con mi plato y tiro las sobras, luego lo llevo


al fregadero, enjuagando el mío y el de Aria y poniéndolos en el lavaplatos
de aspecto decrépito. La cosa necesita ser retirada y reemplazada.

—¿Has tenido algún recuerdo? —Pregunto apenas regreso a mi sitio


en la encimera.

—No. —Mira hacia abajo a su regazo antes de levantar la cabeza de


nuevo—. Pero he estado teniendo unos sueños extraños.

Cruzo los brazos en mi pecho.

—¿Qué clase de sueños?

—Umm ... —Comienza, frunce los labios y luego continúa—. A veces


son diferentes, pero los más frecuentes son en los que estoy en una
habitación negra. Está tan oscuro que no puedo ver nada. Siento que estoy
buscando algo, pero estoy perdida y no conozco el camino.

Sus palabras congelan el aire en mis pulmones. Estoy inmóvil,


excepto por el rápido latido en mi pecho.

—Trato de gritar pidiendo ayuda, pero es como si estuviera


paralizada y no puedo moverme o hablar. Siento una presencia, y me
asusta. Es siniestra, como si quisiera hacerme daño. —El miedo brilla en
sus ojos, y su voz apenas es audible—. A veces hay la silueta de un
hombre. No sé quién es, pero siento que la amenaza irradia de él.

Deja de hablar, pero sus ojos mantienen la consternación, como si


quisiera que le explicara sus sueños. Me quedo sin palabras, porque no
tengo ni puta idea de qué decir. Yo también estoy confundido. Puede ser
coincidencia que ambos soñemos con un espacio negro, pero lo dudo
mucho. Es demasiado raro, mierda. No, ambos hemos soñado con ese
lugar por una razón, y realmente no quiero pensar en esa razón ahora
mismo. Haré esa mierda más tarde cuando esté lejos de ella y pueda
pensar con claridad.

Me aclaro la garganta e ignoro la mala sensación que se forma en


mis entrañas.

—¿Qué hay de tus otros sueños?

Sus mejillas se sonrojan y aparta sus ojos de los míos. Algo me dice
que tampoco me van a gustar estos sueños.

—Son de Theo y yo y… Estamos… tocándonos y… —Ella se detiene


y empuja un mechón de cabello detrás de su oreja, pareciendo
avergonzada y confundida—. Haciendo el amor.

Un dolor punzante se clava en mis costillas, amenazando con perforar mi


corazón. A esto le sigue una irrazonable cantidad de enojo. No hay razón
para que me moleste o me duela tanto saber que Jules ha estado soñando
con Theo en esa situación, pero maldición, sin duda lo hace. Ella es su
maldita esposa, por amor a Dios, y yo sólo soy el bastardo que está
enamorado de ella. Ella no es mía, y nunca lo será.

La observo, removiéndose torpemente en su asiento mientras sus


ojos evitan los míos, sé que capta mis inquietantes pensamientos. Intento
frenarlos, al menos lo suficiente para que no los note. Por fuera, suavizo
los rasgos en mi rostro, mientras por dentro mi sangre se calienta a
niveles de ebullición.

—Está bien tener esos sueños, Jules —digo a través de mi gruesa


garganta—. Tal vez no sólo son sueños, tal vez son recuerdos.

—Tal vez sí —responde en voz baja.


Theo vuelve a la cocina y mira a Jules, luego a mí y de vuelta a Jules.
Su mandíbula se tensa cuando ve el rubor en el rostro de Jules que aún
no se ha ido. Tomo mi cerveza, bebo lo que queda y tiro la botella a la
basura.

—Me voy.

No me pierdo la mirada de alivio en el rostro de Theo, o el ceño


fruncido que tira abajo los labios de Jules. No le dirijo la palabra a ninguno
de los dos cuando salgo de la cocina. Me detengo en la sala de estar para
despedirme de los demás.

—Ojalá pudieras quedarte más tiempo. Ni siquiera te he visto. —Se


queja mamá.

—Me ves casi todos los días, mamá.

—No tanto últimamente.

—Helen, deja ir al chico.

Miro a papá y veo que se da cuenta de mucho más de lo que yo


quisiera.

Me inclino y beso la mejilla de mamá.

—Pasaré en un día o dos a cenar.

—Más te vale —reprende.

Después de despedirme de Ella, Vicki y papá, y de recibir un beso


de Aria, me voy. Estoy a mitad de camino hacia mi camioneta cuando oigo
pasos detrás de mí. Me doy la vuelta y encuentro a Theo viniendo hacia
mí.

—Ahora no, Theo. —Me anticipo a lo que sé que va a decir.

—Quiero que te alejes de ella —dice enfadado.

—Eso es difícil de hacer cuando es parte de la familia, ¿esperas que


no vaya a ninguna reunión familiar? Sabes muy bien que mamá nunca
dejará que eso pase.
Se detiene a varios metros de distancia con su cuerpo rígido por la
tensión. Se pasa las manos por su largo cabello y luego se agarra el cuello.

—Tú sabes a qué mierda me refiero, Luca —gruñe.

Sus ojos parecen enloquecidos, y la culpa una vez más me azota.


No tengo ninguna duda de que esto lo está volviendo loco, y hacer la
mierda que hice en la cocina no lo hizo más fácil. Él tiene todo el derecho
a echarme, aquí y ahora, y mirando sus puños apretados, sé que está
contemplando hacer justamente eso.

Suspiro pesadamente.

—No voy a hacer nada, Theo. No tienes nada de qué preocuparte.

—Yo pensé lo mismo la última vez y mira cómo resultó —gruñe


entre dientes.

—Te juro que no lo haré. No sé qué demonios pasó hace tantos


años, pero sea lo que sea, esa mierda no está en mí. No siento nada por
Jules. —La mentira escapa fácilmente. Siento algo por ella. Simplemente
no sé qué es.

Se acerca un par de pasos, su expresión se endurece. No se detiene


hasta que está en mi rostro.

—Bien, porque las cosas no van a pasar como la última vez. Si la


tocas, te mato.

Si otro hombre que no fuera Theo me amenazara así, estaría en el


piso más rápido de lo que una puta deja caer sus bragas cuando ve un
billete de cien dólares. Tiene todo el derecho a estar enfadado y
preocupado. La amenaza en su voz asustaría a la mayoría de los hombres,
pero es mi gemelo, y sé de lo que es capaz. Patearme el trasero o
romperme un hueso o dos, sí, pero no matarme.

—Retrocede —gruño. Puede que tenga ese derecho, pero aún así no
me gusta que esté tan cerca de mi rostro—. Te lo dije, no pasará nada.

Después de un momento de silencio en el que ambos nos miramos


fijamente, él da un paso atrás.
—Asegúrate de que no vuelva a ocurrir.

Se da la vuelta y atraviesa el patio, sube las escaleras y desaparece


dentro de su casa. Me tomo un momento para respirar profundamente
varias veces, antes de caminar la distancia restante hasta mi camioneta.
Después de entrar, me alejo de la acera.

Mientras conduzco hacia la tienda, pienso en el sueño de Jules. No


en el que ella y Theo están teniendo sexo, aunque trata de abrirse paso
adentro, sino en la habitación negra y la siniestra silueta que menciona.

Algo me dice que soy esa silueta.


huelo el dulce aroma a flores silvestres, y luego
entierro mi rostro en el grueso y delicioso cabello frente a mí. Mis labios
se abren sobre su delicada carne, y lamo a lo largo de la suave piel, dando
pequeños mordiscos mientras me dirijo a su oreja. Sonrío cuando oigo
sus pequeños gemidos.

Sus uñas se clavan en mis hombros y sus rodillas aprietan mis


costillas mientras levanta sus caderas presionando su centro más cerca
de mi polla. Le doy lo que quiere frotándome contra ella. Siento el calor
de su coño a través de sus bragas y mis jeans, y eso me vuelve loco.

—Por favor —lloriquea—. Te necesito.

Me siento sobre mis talones y la miro. Sus hermosos ojos ámbar


están vidriosos por la lujuria, y el rubor en sus mejillas revela lo mucho
que me necesita.

Extiende las piernas a mi alrededor con la parte de atrás de sus


muslos descansando en la parte superior de los míos. Coloco mis manos
en sus rodillas, y lentamente las subo por sus piernas. Ella mordisquea su
labio inferior y sus pechos se sacuden cuando jadea pesadamente.

—¿Me necesitas? —Pregunto con voz ronca.

—Sí.

Sonrío nuevamente cuando la palabra sale como un gemido.

Cuando mis manos alcanzan el ápice de sus muslos, sus ojos se


cierran.

—No, no, nena. Quiero que mantengas tus bonitos ojos abiertos en
mí.
Ella los abre, pero sólo a medias, y sé que es porque está relajada y
medio enloquecida por el deseo.

Dejo que mis pulgares rocen ligeramente la mancha húmeda en sus


bragas, y su aliento se entrecorta. Cuando sus caderas se levantan
bruscamente, aprovecho y deslizo mis dedos debajo de la cintura y
empujo el material por sus piernas. Ver su coño brillando con su
excitación hace que mi polla llore y ruegue por alivio.

Levanto sus caderas y la deslizo hacia mí para que su trasero


descanse en mis muslos extendidos. Paso la punta de un dedo por su
hendidura hasta que alcanzo el pequeño botón de su clítoris. Ruedo la
protuberancia entre mis dedos. Su boca se abre en un silencioso grito de
placer.

Alcanzando mis jeans, suelto el botón y abro la cremallera. Ella


mira, y cuando ve mi polla, sus ojos brillan de hambre y se lame los labios.
Juro que siento el toque de su lengua contra mi eje. Una gota de líquido
preseminal se desliza por la punta, la atrapo con mi dedo y luego la unto
alrededor de su clítoris.

—Oh, Dios, eso se siente tan bien. No te detengas.

Aplico más presión y sus gemidos se vuelven guturales.

Me inclino hacia abajo, así estoy sobre ella, descansando mi peso


en un puño al lado de su cabeza. Miro su rostro mientras agarro la base
de mi polla y froto la cabeza contra su coño. Cuando levanta las caderas,
tratando de meterme dentro de ella, retrocedo.

—Paciencia, bebé —canturreo—. Déjame jugar un minuto.

Se muerde el labio de nuevo, como si no supiera si exigirme que le


haga el amor ahora o que continúe con la tortura sexual que está
recibiendo. Sonrío y golpeo la parte inferior de mi eje contra su clítoris.
Se estremece, y mi polla se engrosa.

Me inclino y paso mis labios por los de ella. Su lengua se encuentra


con la mía en un dulce y caliente beso como el infierno.

—Jules —susurro su nombre bruscamente.


Siento sus piernas temblar mientras las presiona a mi alrededor.
Muevo la punta de mi polla en su apertura, pero sólo deslizo la cabeza
adentro. Quiero que esto dure el mayor tiempo posible, y sé que, si la
tomo completamente en este momento, terminará demasiado pronto.

La follo sólo con la punta con varias estocadas, y ella hace todo lo
posible para hacerme bajar, así que ahora estoy totalmente dentro de ella.
Mirándola a los ojos, veo desesperación y descarado deseo.

Me preparo y alejo mis caderas, haciendo una pausa lo suficiente


larga para que sus ojos se encuentren con los míos, antes de empujar
hacia adelante, dándole todo lo que tengo para ofrecer.

Cuando grita en éxtasis, me destruye completa y absolutamente.

—¡Theo!

un gruñido en los labios. La ira, el


dolor y la lujuria alimentan el fuego que arde en mis venas. Restos del
sueño destellan repetidamente en mi mente. Se sintió tan jodidamente
real. Tan real, que todavía puedo sentir las marcas de sus uñas en mis
hombros. Incluso con ella gritando el nombre de Theo al final, mi polla
está dura como el acero bajo las sábanas.

Maldita sea, era mi cuerpo el que estaba encima de ella. Fueron mis
labios los que la besaron, y mi polla la que penetró su estrecho canal. Soy
un maldito tonto, pero maldigo a todo el infierno si deseara que no fuera
cierto.

Siendo el bastardo enfermo que soy, agarro mi polla y la sujeto con


fuerza.

El placer me golpea instantáneamente mientras deslizo lentamente


mi puño arriba y abajo. Cierro los ojos y recuerdo la parte del sueño que
hizo que mi polla se endureciera en primer lugar. Jules, vestida sólo con
un par de bragas blancas y una camiseta sin mangas, mirándome con ojos
hambrientos. Me está mirando a mí, no a él.

Mi mano se mueve más rápido mientras me imagino su lujuriosa


mirada y mi nombre saliendo de sus labios. Es perverso fantasear, pero
estoy muy lejos para que me importe una mierda. Mi imaginación tiene
mente propia, y exige esta jodida fantasía.

Me imagino a Jules aquí conmigo ahora mismo. Detrás de mis


párpados, la veo en mi cama y siento sus manos recorriendo mi cuerpo.
Sus labios y su lengua se deslizan por mi pecho, me da pequeños
mordiscos lo suficientemente fuertes como para dejar una marca. Mis
manos exploran cada centímetro de su cuerpo que puedo tocar. Ella gime
y lloriquea, me ruega por más.

Mis bolas se llenan con mi inminente liberación, mucho más rápido


de lo que esperaba. Mantengo mi imaginación en marcha, necesitando
tanto esta liberación.

Me imagino acostado de espaldas con Jules montando mi polla. Sus


uñas clavándose en mi pecho a medida que sus movimientos se vuelven
frenéticos, tratando de encontrar su liberación. Su cabello cae a nuestro
alrededor cuando se inclina y coloca sus labios contra los míos. Agarro
sus caderas y la sostengo en su lugar mientras me muevo en una serie de
empujes rápidos y cortos. Me trago sus gemidos. Cuando se sienta y
muele su clítoris contra mi hueso pélvico, sus paredes me aprietan fuerte.
Sus gritos son fuertes y desenfrenados, y es mi nombre el que cae de sus
labios.

Gruño y muevo las caderas, mi orgasmo me golpea fuerte y


repentinamente. Cálidos chorros de semen aterrizan en mi estómago.
Aprieto mi eje y ordeño hasta la última gota de mi liberación tanto como
puedo.

Caigo contra las sábanas y respiro hondo. Debería sentir


remordimiento y vergüenza por masturbarme pensando en la esposa de
mi hermano, pero estoy demasiado agotado como para que eso me
preocupe. Alcanzando el suelo, deslizo la camisa que tiré ahí antes y
limpio la prueba de mi depravación.

Dejo caer la camisa al suelo y me acomodo contra la almohada.


Cerrando los ojos, trato de encontrar el sueño de nuevo, no estoy en
contra de tener otro sueño como el del que acabo de despertar, incluso si
el resultado final del sueño me hace querer mutilar permanentemente a
mi hermano y reclamar a su esposa como si fuera mía.

Una vez mi cuerpo se relaja y mi mente tiene tiempo para vagar,


espero de nuevo que el remordimiento me golpee. Me sorprende cuando
no lo hace. Sólo una profunda necesidad arraigada echa raíces. Una
necesidad que no tengo más remedio que rechazar antes de convertirme
en el hombre que toma algo que no es suyo.

finales del tatuaje de una mariposa que le estoy


haciendo a un cliente. Retrocedo unos centímetros en mi taburete y le doy
una mirada crítica, asegurándome que el diseño queda tal como lo
imaginé. Satisfecho, dejo mi máquina en el carrito y tomo una servilleta
limpia. Una vez la doblo, le pongo solución limpiadora y limpio el tatuaje.
La tiro a la basura y tomo una segunda servilleta y lo hago de nuevo.

—Está terminado —le digo a Whitney, retrocedo un poco dándole


espacio para que se levante—. Ve a comprobarlo y hazme saber qué
piensas.

Se levanta y se acerca al espejo grande. Se para de lado y sonríe


mientras mira el diseño.

—Wow, Luca. Ya no debería asombrarme, pero cada vez me


sorprendes más, ¡Me encanta, maldita sea!
Cuando se gira para mirarme, sus tetas desnudas se sacuden. Soy
un hombre, así que me doy cuenta, pero me doy la vuelta después de un
momento. Whitney es un cliente habitual desde hace un par de años y no
teme tatuar ninguna parte de su cuerpo.

Este en particular está al costado de su pecho izquierdo. La mayoría


de las mujeres elegirían exponer sólo esa parte de su cuerpo. Pero no
Whitney. Cuando llegó el momento de empezar, se quitó la camisa sin
vergüenza. Vino preparada porque su sostén estaba ausente.

Conociendo el proceso, Whitney se sienta y levanta el brazo. Aplico


una fina capa de ungüento natural y me quito los guantes. Como hago
con todo mi trabajo, agarro mi teléfono y tomo una foto.

—Estás lista para irte. Dame unos minutos y te veré en la puerta.

Me levanto y comienzo a alejarme, pero la mano de Whitney se


extiende y se engancha en la cintura de mi pantalón. Miro hacia abajo su
mano, y luego a ella con las cejas levantadas.

—Sabes, Luca —ronronea, pasa su mano por debajo de mi camisa y


por encima de mis abdominales—. Ha pasado un tiempo desde la última
vez que estuvimos juntos, ¿qué tal si nos vemos aquí después de que
cierres la tienda y vamos a mi casa?

Sin esperar mi respuesta, me agarra la mano y la coloca en su teta


derecha. Amaso su suave montículo, luego pellizco el pezón. Su espalda
se arquea y lanza un gemido bajo. Whitney es una mujer hermosa, y
hemos follado un par de veces. Nuestra relación funciona perfectamente
porque ambos sabemos que el otro no está buscando nada serio.

Esta noche, sin embargo, estoy cansado como la mierda y sólo


quiero ir a casa y caer en la cama.

—No esta noche, Whit. —Suelto su pezón—. Tal vez en otro


momento.

Sus bonitos labios forman un puchero y mueve las piernas a un


lado. Sus pies golpean el suelo a ambos lados de los míos. Su mano se
mueve hacia el botón en mi pantalón y lo desabrocha.

—¿Seguro que no puedo hacerte cambiar de opinión? —Dice


seductoramente.

Ella desliza lentamente la cremallera hasta que mi dura polla se


libera. Sus uñas corren a lo largo antes de centrarse en mi piercing
Príncipe Alberto2. Aprieto los dientes para contener un gemido.

Si fuera un hombre inteligente, aceptaría su oferta.

2
Príncipe Alberto nombre de uno de los piercings más comunes en genitales masculinos
Fragmentos del sueño de anoche han pasado hoy por mi cabeza una
y otra vez. Masturbarme con esas imágenes no hizo nada, sólo despertó
el deseo, haciéndolo más fuerte. Debería arrastrar a Whitney de vuelta a
mi casa y usar su cuerpo para olvidar esas imágenes, y esperar que este
enamoramiento desaparezca.

Pero por más dura que esté mi polla ahora mismo con la boca de
Whit a unos centímetros, no la quiero. No es a ella a quien deseo desnudar
y tomar. No son sus ojos verdes los que quiero que me miren, rogándome
en silencio que le dé placer. Y no es a Whit a quien quiero retener después,
yaciendo en la cama durante el resplandor.

Sintiendo su caliente aliento en mi polla, enredo mis dedos en el


cabello de Whitney y alejo su cabeza. Ella frunce el ceño, así que me
inclino y le doy un beso en los labios. Permanezco ahí un momento antes
de alejarme.

—Por muy tentador que sea, voy a pasar. —Intento suavizar el golpe
dándole algo de la verdad—. No he estado durmiendo bien últimamente,
y estoy agotado. No sería bueno para ti esta noche.

Ella sonríe, pero todavía veo decepción en sus ojos. Sus manos se
alejan de mi polla y busca su camisa. Subo la cremallera y me abrocho el
pantalón.

—Bien. Estaré sola esta noche así que, si cambias de opinión,


llámame.

Eso es lo que me encanta de Whitney. No deja que mi rechazo la


moleste.

Un momento después, sale de la habitación, y recojo mis


herramientas y las dejo en el esterilizador para que se desinfecten
mientras le cobro a Whitney. Después de lavarme las manos, camino hacia
el frente. Whitney está inclinada sobre el mostrador, con los codos en el
cristal, hablando con Jazz. Jazz es un hombre grande, realmente grande.
Mide más de 1,80 m y pesa cerca de 130 kilos, todo músculo puro. Lleva
una barba de chivo larga que trenza mientras trabaja.

Su cabeza está completamente rapada, pero cubierta de tatuajes.


No cualquier tatuaje, sin embargo, el loco hijo de puta tiene el nombre de
su esposa tatuado en múltiples fuentes, tamaños y colores. Decir que está
loco por ella es quedarse corto.

—Pensé que no vendrías hoy con Naomi enferma —comento


mientras termino de atender a Whitney.

Una gran sonrisa divide su rostro mientras juega con su barba de


chivo trenzada.

—Parece que necesitaré muchas horas extras para pagar por el bebé
que me va a dar. Anoche me enteré que está embarazada.

—¡Eso es tan emocionante! —Chilla Whitney, y camina alrededor del


mostrador para abrazar a Jazz. Whitney se convirtió en un miembro de la
familia de la tienda, por la cantidad de veces que ha venido por algún
trabajo. Naomi vino un par de veces mientras Jazz la tatuaba, y se llevan
bien.

—Dile a esa chica que me llame mañana. Quiero llevarla a almorzar


para celebrarlo.

—Lo haré, Whit.

—Felicitaciones, hombre. —Le doy la mano—. Me alegro por ti.

—Gracias. Llevamos mucho tiempo esperando.

Llevan años intentando tener un bebé sin éxito. Jazz puede ser duro
y bruto, pero no me cabe duda que adorará a su bebé tanto como a su
esposa. Es un maldito blandengue cuando se trata de ella.

La campana en la puerta suena y Beck entra. Sus ojos


inmediatamente van a Whitney, y su evidente aprecio resplandece en
ellos.

—Bueno, hola, cariño. Vine aquí para ver a este feo cabrón. —Me
señala con la barbilla—. Pero verte aquí lo hace mucho mejor.

Se ríe y levanta la cadera a un lado.

—No puedo decir que seas más guapo que Luca, pero
definitivamente no eres difícil de ver.
Jazz y yo nos reímos de la mirada herida en su rostro.

—Ouch. —Se toca el pecho—. Eso no dice mucho de mi aspecto. Qué


manera de lastimar a un chico.

Sus ojos lo recorren acaloradamente.

—Estoy segura de que estarás bien. —Sigue sonriendo cuando se


gira hacia mí y Jazz—. Gracias por la tinta, Luca. Y enhorabuena por las
noticias, Jazz. Los veré más tarde, chicos.

Con un saludo, y un silencioso recordatorio en sus ojos para que la


llame si quiero compañía esta noche, se da la vuelta y se pavonea por toda
la habitación. Golpea a Beck en el pecho al pasar junto a él.

—Hasta luego, guapo.

Beck se da la vuelta y mira su culo desfilando por la tienda antes de


volver a nosotros.

—¿Quién demonios es esa? —Pregunta, acercándose.

—Whitney —respondo.

—Maldita sea. Quizás debería venir más a menudo si eso es parte


de tu clientela.

—Le diré que estás interesado.

—Hazlo.

La campana suena de nuevo, y el cliente de Jazz entra. Lo lleva a la


parte de atrás, dejándonos solos a Beck y a mí.

—¿Estás aquí por más tinta?

No queda mucho en el cuerpo de Beck que no esté cubierto de tinta.

Sacude la cabeza.

—No. Vine a decirte con quién me encontré en Bangers el otro día.


Bangers es un bar que está justo en el borde del lado norte. Una
cuadra más y estarás en el sur.

Es un lugar que ambos lados frecuentan. Yo también he estado ahí


varias veces, pero eso fue hace mucho tiempo.

—¿Quién? —Pregunto, con la sensación de ya saberlo.

—Chase y Cora —responde Beck—. ¿Desde cuándo esa perra y ese


imbécil están juntos?

—Ni idea, pero ella estaba ahí cuando lo visité después de que se
metió con Ella.

Sus labios hacen una mueca de asco.

—No sé por cuál sentir más lástima.

No podría estar más de acuerdo con él.

—No me importa si ambos follan, siempre y cuando lo hagan de su


lado.

Un gesto de burla se dibuja en los labios de Beck. Es una sonrisa


que he visto cuando hace algo malicioso.

—Noté que su rostro estaba curado después que lo golpeaste, así


que puede que haya solucionado ese pequeño problema. Estoy seguro que
Cora está enojada, porque pasará un tiempo antes de que Chase pueda
levantar su polla. —Sus ojos se vuelven pensativos—. Pero de nuevo,
estamos hablando de Cora, así que estoy seguro que encontrará otro
perdedor con quien follar hasta entonces.

—Joder, Beck. —Me paso los dedos por el cabello—. Tienes que
tener cuidado con esa mierda. Si su padre lo relaciona contigo, sabes que
usará todo lo que pueda para ponerte tras las rejas.

Se ríe y se sienta en el sofá de cuero, recostándose y poniéndose


cómodo.

—Su padre no se enterará. Chase ni siquiera sabe quién lo jodió.


Asiento, confiando en que lo que Beck dice es cierto. El hombre es
muy impulsivo, pero también es inteligente y astuto como el infierno. Ha
habido muchas veces que ha jodido a alguien y ha cubierto bien sus
huellas. Si dice que Spencer no se enterará, entonces no lo hará.

—¿Qué es esa mierda que oí de que Theo se casó? —Pregunta.

Miro el reloj en la pared y veo que tengo diez minutos antes de que
llegue mi próximo cliente. Me recuesto contra el mostrador.

—¿Recuerdas el accidente de auto que tuve hace años?

Entrecierra los ojos un momento, luego asiente.

—Sí. Estuviste inconsciente un par de días, ¿verdad?

—Sí. —Cruzo los brazos—. ¿Te acuerdas de mí actuando diferente


antes del accidente?

—¿Diferente cómo?

—Como errático o distraído por algo.

Piensa en mi pregunta. Han pasado años, así que puede que no


recuerde una mierda.

—No lo sé, hombre. Tal vez. Recuerdo que desaparecías mucho en


esa época.

Rechino los dientes y cierro los ojos, una vez más intento recordar
ese día. He intentado tantas veces en las últimas semanas, y siempre me
quedo en blanco. Los únicos recuerdos que tengo de Jules son de ella en
mis sueños.

—¿Qué está pasando, Luca? —Pregunta Beck.

Abro los ojos y lo miro, enojado porque mi cerebro no funciona.

—Aparentemente, Theo conoció a una mujer semanas antes de mi


accidente. Se lo ocultó a todo el mundo, pero lo descubrí y me obsesioné
con ella. La ataqué un día para evitar que se fueran de la ciudad. Estuvo
en coma hasta hace poco. Ella tampoco se acuerda, y no estoy seguro si
eso es bueno o malo.
—Santa mierrrrda.

—Sí. Jodida mierda. No la recuerdo a ella ni lo que pasó.

—¿Le crees a Theo?

—No hay razón para que no lo haga. He estado soñando con ella
durante años, y siempre está sufriendo o triste y suplicándome algo. Es
lógico que me rogará que no le hiciera daño. No sé qué le hice en el poco
tiempo que estuve ahí. Y esa mierda me jode la cabeza.

—Maldita sea. —Beck silba bajo—. ¿Qué vas a hacer?

—Mantenerme lo más lejos posible de ella.

—Probablemente sea una buena idea.

La puerta se abre, interrumpiendo nuestra conversación, y entra mi


cliente. Beck se va minutos más tarde, después de avisarme que estará
aquí próximamente para entintar uno de los pocos lugares vacíos que
queda en su cuerpo.

Mientras preparo las cosas para mi próxima sesión, las palabras que
le dije a Beck se repiten en mi cabeza. No me permití reconocerlo hasta
que se lo dije, pero lo que le dije fue la verdad.

Desde el sueño que tuve con Jules llorando y rogándome que


parara, es evidente que algo sucedió entre el momento en que llegué a su
casa y el momento en que me fui.

La pregunta es, ¿qué pasó exactamente? Por alguna razón, siento


que la respuesta a esa pregunta me cambiará para siempre.
— acompañarme hoy, Ella.

Ella se detiene en el borde de la acera frente a mi casa y apaga su


auto.
—Realmente no fue un problema. Necesitaba pasar por la tienda de
todos modos, así que dos pájaros... —Termina con una sonrisa y un
encogimiento de hombros.

—¿Quieres pasar unos minutos? —Pregunto, alcanzando la manija


de la puerta.

—Claro —Mira su teléfono—. Vicki no regresará a casa hasta dentro


de un par de horas.

Salimos y caminamos a la casa. Toco mis bolsillos buscando la llave


de la casa que Theo me dio esta mañana y hago un gesto de dolor cuando
no la encuentro.
—Mierda —murmuro, luego miro a Ella con timidez—. Estamos
jodidas. Debo haber dejado la llave de la casa en la encimera de la cocina.
Ella se ríe, da palmaditas en mi hombro y luego camina hacia los
escalones de concretos. Después de mover las hojas secas a un lado, se
levanta con una gran sonrisa en su rostro y extiende la mano,
mostrándome una llave.
—No estamos jodidas. Sé dónde guarda mi hermano su llave de
repuesto.
—Gracias a Dios —respondo con una sonrisa de alivio.
Ella abre la puerta y luego vuelve a poner la llave en el lugar donde
la obtuvo y nos abrimos paso adentro.
Después de la cautela inicial de Ella hacia mí el primer día que nos
conocimos, nos hicimos amigas. Una mañana, mientras Theo se afeitaba,
sonó su teléfono. Se lo alcancé, pero me dijo que contestara porque estaba
ocupado. La conversación fue rígida al principio, pero después de un
tiempo, las cosas se volvieron más relajadas. Me ha llamado por teléfono
varias veces desde entonces. Cuando Theo le sugirió a Ella que me llevara
a mi próxima cita con el médico, me resistí a pedírselo, pero lo hice de
todos modos. No me di cuenta hasta que aceptó lo agradecida que estaba.
Significaba que Theo no tenía que llevarme.
—¿Quieres algo de beber? —Tiro mi teléfono en la encimera al lado
de la llave de la casa y voy a la nevera. Mi estómago ruge, recordándome
que no comí hoy. Miro a Ella por encima del hombro—. ¿Y tal vez algo de
comer? —Añado con humor.
—Agua está bien, pero nada de comer para mí. Pero parece que tú
si lo necesitas.
Asintiendo, tomo un vaso, lo lleno de agua y se lo doy antes de ir a
la nevera y tomar los ingredientes para preparar una ensalada. Hoy ha
sido un buen día. Mi cita con el médico fue bien y tener a Ella por aquí es
genial. La única comunicación real que he tenido desde que me dieron de
alta del hospital, además de hablar con Ella o Helen por teléfono, ha sido
con Aria y Theo. Me encanta estar con Aria, siempre encuentra la manera
de hacerme sonreír, pero estar con Theo es estresante. Siempre me
preocupa lo que haga después. Y hay veces que me mira con una
expresión que me asusta.
Hoy aprendí mucho de Ella. Me contó cómo se conocieron ella y
Vicki y la lucha por la que pasó antes de llegar a su vida. También habló
de Theo, explicando el tipo de persona que normalmente es. Es extraño
pensar en él relajado y bromeando. Es una parte de él que aún no he visto.
Siempre parece estar muy tenso a mi alrededor, pero lo atribuyo a que su
vida dio un giro de 180 grados desde que desperté. Las cosas no sólo
cambiaron drásticamente para mí, sino también para él.
Cuando Luca entró en la conversación, no pude evitar la sensación
de calor que golpeó mi pecho. Escuché con avidez cuando me dijo que
trabajaba con él en su tienda, la que le compró a su padre hace años.
Quería hacer tantas preguntas, pero me contuve. No es asunto mío
saber más sobre Luca a parte de lo que ella me contó por su cuenta.
—¿Cómo van las cosas entre tú y Theo?
Su pregunta me hace volver a la cocina. Continúo cortando tomates
mientras contesto encogiéndome de hombros.
—Están bien. Ha sido paciente conmigo. Todavía es raro pensar que
estoy casada. Lo último que recuerdo es que acababa de graduarme de la
secundaria.
Pongo el tomate en el bol y empiezo con el pepino.
—No puedo imaginarme despertar y descubrir que mi vida cambió
totalmente.
—Da miedo —admito.
—¿Y tus padres todavía no te hablan?
Mi mano aprieta el cuchillo mientras el dolor me atraviesa.
—No —respondo en voz baja.
Pasan varios segundos antes de que la dura voz de Ella se escuche.
—Lo siento, Jules. Sé que los amas, pero son unos imbéciles por
ignorarte.
Asiento, porque tiene razón. Mis sentimientos hacia mis padres se
alternan entre el dolor y la ira. De ninguna manera yo abandonaría un
hijo.
Miro hacia la puerta principal cuando oigo que se abre y se cierra.
Un momento después, Theo aparece en la cocina.
—Hola. —Me doy la vuelta desde la encimera—. Llegas temprano a
casa.
—Estaba en el vecindario, dejando un auto, y decidí detenerme y
tomar algo para almorzar. —Mira a Ella—. Hola.
—¿Qué hay, hermano? —Saluda.
Theo se mueve hacia mí, y me tenso. No importa lo duro que trabaje
en eso, siempre me pone nerviosa cuando está cerca.
—¿Quieres guardar eso? —Dice, señalando con la barbilla mi mano.
Miro hacia abajo y sólo entonces me doy cuenta que aún estoy
sosteniendo el cuchillo.
—Lo siento —murmuro y lo pongo en la encimera—. ¿Quieres que
te haga un sándwich?
Se acerca, deteniéndose a centímetros de mí, mis ojos vuelan hacia
Ella. No nos presta atención mientras mira su teléfono.
Aguanto la respiración mientras su cabeza baja a la mía. Presiona
sus labios contra los míos. Se sienten fríos y secos. Cuando su mano se
posa en el costado de mis costillas, justo debajo de mi pecho, apenas
puedo contener la necesidad de empujarlo lejos de mí.
Afortunadamente, el contacto es breve. Se retira, y algo destella en
sus ojos. ¿Ira? ¿Molestia? ¿Disgusto? Cualquier cosa que sea esa mirada,
me deja temblando, y no en el buen sentido.
—Voy a conseguir algo en el camino de regreso al trabajo —dice,
alejándose de mí.
—¿Estás seguro?
—Sí. Te veo esta noche.
—Está bien. Nos vemos esta noche.
Me giro hacia la encimera y comienzo a trabajar en mi ensalada de
nuevo.
—Nos vemos, hermanita —dice después de un momento.
—Adiós.
Cuando oigo que sus botas se mueven por el suelo, me doy la vuelta
con mi ensalada y voy a la mesa. Ella está mirando a Theo mientras se
aleja, con expresión confusa. Cuando se gira hacia mí, la mirada se ha ido,
pero todavía veo algo persistiendo en sus ojos.
Duda.
de un salto con un silencioso grito en mis labios por
el sueño que acabo de tener. La oscura silueta de un hombre estaba ahí, y
venía hacia mí. Intenté moverme, pero mi cuerpo estaba estático en su
lugar. Cuando abrí la boca para gritar, no salió nada.
Por suerte, algo, no estoy segura qué, me sacó del sueño. Me vuelvo
a acostar, intentando que mi respiración vuelva a la normalidad, cuando
un escalofrío recorre mi columna vertebral. Una sensación, que no me
gusta, un tipo diferente de miedo se asienta en mi estómago. Me siento y
miro alrededor de la oscura habitación y veo movimiento en la esquina
junto a la puerta cerrada de mi habitación. Un gemido sale de mis labios
cuando la sombra se mueve, recordándome la oscura figura de mis
sueños. Recuerdo que ya no estoy en mi sueño y por lo tanto puedo gritar,
abro la boca para hacer precisamente eso, cuando una voz me detiene.
—Jules —dice en voz baja—. Sólo soy yo.
Me toma un momento darme cuenta que es Theo, y apoyo mi
espalda contra la cabecera.
—Me diste un susto de muerte, Theo.
Respiro aliviada. Entonces, un nuevo tipo de miedo trata de tomar
el control. A ciegas, me acerco y enciendo la pequeña lámpara de
unicornio. La lámpara no emite mucha iluminación, y la que proporciona
le da a Theo un aspecto ominoso, que no ayuda a los escalofríos que
corren por mis brazos.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Pregunto con cautela, y aferro la
sábana y la manta más cerca de mí.
Se acerca más a la luz, y me doy cuenta que sólo lleva puesto un
chándal, dejando su musculoso cuerpo desnudo. Levanto mis ojos a su
rostro y veo su ceño fruncido. Parece preocupado.
—Estabas llorando mientras dormías. Cuando entré a verte, estabas
agitándote y haciendo más ruido. Cerré la puerta para que no despertaras
a Aria.
—Oh. —Miro mis manos y aflojo el agarre en las mantas,
sintiéndome tonta por sospechar de él.
—¿Estás bien?
Recojo mi cabello en mi mano y lo dejo sobre mi hombro para
retirarlo de mi cuello, sintiéndome repentinamente acalorada.
—Sí —respondo.
Me tenso cuando se acerca y se sienta a un lado de la cama junto a
mi cadera. Extiende la mano y toca con sus dedos las puntas de mi cabello.
Cuando sus nudillos apenas rozan mi pezón, no sé si es a propósito o por
accidente. De cualquier manera, no me gusta, así que reajusto las mantas
en mi regazo, asegurándome que mi brazo presione contra su muñeca
para alejarla. Él tensa su mandíbula, pero afortunadamente deja caer la
mano en su regazo.
—¿Qué estabas soñando?
Cierro la boca, sin querer recordar mi sueño. Ya es lo
suficientemente malo tenerlos; una vez me despierto, todo lo que quiero
hacer es olvidarme de ellos.
Theo permanece sentado pacientemente esperando que responda.
—No me acuerdo.
Me mira incrédulo, y yo me retuerzo bajo su escrutinio. Ojalá se
vaya para que pueda volver a estar sola. No me veo volviéndome a dormir,
pero prefiero estar sola que tenerlo aquí conmigo. Todavía me hace sentir
incómoda.
—¿Quizás fue un recuerdo? —Sugiere, obviamente no está listo para
dejarlo ir.
—No lo sé. Tal vez.
Cuando se acerca y toma mi mano, tengo que obligarme a no
alejarla. Parece que le gusta tocarme y siempre encuentra alguna excusa
para hacerlo. Mientras me acostumbro a sus pequeños toques, sigo
respirando con más facilidad cuando finaliza el contacto.
—Sabes, Jules, si tienes recuerdos, puedes decírmelo.
Le doy una pequeña sonrisa.
—Lo sé.
—Ojalá hubiera alguna manera de ayudarte a recordar —dice,
mirando nuestras manos unidas, con una expresión sombría en su rostro.
Le doy un apretón a sus dedos, sintiéndome egoísta. Esta situación
no sólo me afecta a mí, sino también a Theo, y sé que no ha sido fácil para
él.
—Lo siento —digo en voz baja.
La mirada sombría desaparece y sonríe.
—No te disculpes por algo que no puedes controlar.
Asiento y luego me pongo un poco rígida cuando levanta mi mano
y se la lleva a los labios. Su aliento es cálido mientras la besa. Sus labios
permanecen en mi piel varios minutos antes de bajar la mano y levantarse
de la cama. Doy un silencioso suspiro de alivio.
—Te dejaré volver a dormir, ¿necesitas algo antes de que me vaya?
—No, gracias.
Se queda ahí parado un momento más, sus ojos se oscurecen
mientras me mira. Cuando de repente se da la vuelta y cruza la habitación,
me relajo por primera vez desde que me desperté y lo encontré en el
rincón.
Se detiene en la puerta y se da la vuelta.
—Si alguna vez te asustas, siempre puedes venir a mi habitación.
Estoy seguro que a Aria no le importará tener su cama de regreso.
Mi estómago se revuelve ante la idea de dormir con él. Entonces la
culpa me invade, porque no he hecho prácticamente nada para tratar de
cerrar la brecha entre nosotros. Theo ha sido muy paciente y comprensivo
conmigo, y todo lo que he hecho es sentir lástima por mí y distanciarme
de él lo más posible. Estoy empeorando la situación al no tratar de crear
un vínculo con él.
Tragando, digo:
—Tal vez podamos intentarlo pronto.
La expresión que invade su rostro no puede ser interpretada como
algo más que pura felicidad.
—Buenas noches, Jules. Te veré mañana.
—Buenas noches, Theo.
Abre la puerta y la cierra silenciosamente detrás de él. Me deslizo
abajo hasta que estoy acostada en la cama. Apago la luz y miro el techo
oscuro. Mientras pienso en la posibilidad de dormir en la misma cama que
Theo, subconscientemente limpio la residual sensación de sus labios en
el dorso de mi mano.

mesa de la cocina comiendo lo que sobra de la


sopa casera de pollo con fideos. Aria, que ya terminó de cenar, está en la
silla de al lado, dibujando. Es sorprendentemente buena para una chica
de su edad. Cuando me mostró por primera vez uno de sus dibujos, pensé
que lo había dibujado un adulto. Me sorprendió cuando dijo que fue ella.
Me gusta verla dibujar. La niña puede ser hiperactiva a veces, pero cuando
dibuja, está tranquila y concentrada. De alguna manera me tranquiliza
verla en su elemento.
Veo la hora en la cocina y empiezo a preocuparme. Theo debería
haber estado aquí hace 30 minutos para despedirse de Aria cuando Luca
venga a recogerla. No es la primera vez que llega tarde. Dice que es porque
ha estado trabajando hasta tarde en un par de autos para unos clientes
que quieren que los reparen lo antes posible. He olido indicios de perfume
en él y he visto manchas rojas de lápiz labial en su cuello que no fue capaz
de limpiar por completo.
No me sorprende que Theo esté viendo a otras mujeres. Tiene que
ser difícil vivir con alguien que te atrae sexualmente, y sé que lo atraigo
sexualmente por las muchas miradas acaloradas que me da, y no ser
capaz de actuar con base a esa atracción.
Lo que me sorprende es la falta de celos o ira de mi parte, sabiendo
que ha estado con otras mujeres. En realidad, es un alivio que esté
gastando esa clase de energía con otra persona. Pero sé que eso va
cambiar. Sé que una vez vuelvan mis recuerdos, y recuerde los
sentimientos que una vez tuve por Theo, ese alivio se convertirá en dolor.
Me levanto y llevo mi tazón vacío al fregadero, donde lo enjuago y
lo pongo en el escurridor de platos. Y vuelvo a sentarme en la mesa.
—¿Estás emocionada por ir a la casa de tu tío? —Le pregunto a Aria.
—Uh-huh —responde sin mirar hacia arriba—. Siempre me divierto
en casa del tío Luca.
Ella saca la lengua por un lado de su boca mientras termina su
dibujo. No puedo evitar sonreír ante lo linda que se ve.
—¿Vas mucho ahí?
—A veces. A veces voy a la casa de mi abuela y mi abuelo o a la casa
de mi tía Ella y mi tía Vicki.
Sólo he visto a Vicki una vez y no he hablado con ella, pero Theo
me dijo que ella y Ella están juntas desde la secundaria. He visto algunas
fotos de ellas juntas, y no hay duda de que están enamoradas. Ese amor
brilla intensamente en sus ojos.
Aria baja el lápiz y recoge el dibujo. Después de mirarlo, lo voltea
para mostrármelo.
—¿Te gusta?
Le quito el dibujo y le echo un vistazo más de cerca. Es un pajarito
sentado en un nido, sus alas se ensanchan mientras protege los huevos
bajo ella. El intrincado diseño del nido es impresionante, las líneas son
casi perfectas. Seguramente no parece que lo hubiera dibujado un niño.
Me asombra cómo una niña tan joven tiene una mano tan firme.
Miro nuevamente a Aria y la veo mirándome, con las cejas
fruncidas, como si le preocupara que no me guste el dibujo.
Pongo todo el entusiasmo que siento en mi voz y sonrío.
—Esto es absolutamente precioso, Aria. Me encanta cómo la mamá
pájaro protege los huevos bebé. Eres extremadamente talentosa.
Ella me sonríe tan brillantemente, que juro que siento rayos de calor
saliendo de ella.
—Gracias. El tío Luca dijo que me parezco a él, a la tía Ella y al
abuelo. Quiero trabajar en su tienda de tatuajes cuando tenga edad
suficiente.
Retengo mi sorpresa ante las palabras de Aria, incapaz de
imaginarme a una niña tan dulce trabajando en un lugar como una tienda
de tatuajes. Y la convicción en su tono dice que es perfectamente seria.
Me pregunto qué opina Theo sobre el tema.
—Quiero que lo tengas —dice Aria, alejándome de mis
pensamientos.
La miro sorprendida.
—¿Estás segura? ¿No quieres dárselo a tu papá o a tu tío Luca?
—No. Papá simplemente los pone en una caja en un armario —
murmura—. Y el tío Luca ya tiene muchos.
Mi corazón se rompe por la tristeza en su voz cuando menciona lo
que Theo hace con sus dibujos. Miro la nevera y no veo ni un dibujo
colgado. Uno pensaría que Theo estaría orgulloso de ella y querría
mostrar su talento. Cada hogar que tiene un niño viviendo en el, debe
tener un dibujo que haya plasmado colgado en la nevera. Una punzada de
dolor me golpea en el pecho cuando recuerdo los dibujos de Teresa en la
nevera de mi familia. No eran tan buenos como los de Aria, pero eran
igual de especiales.
Respiro profundamente para despejar la opresión en mi garganta.
—Gracias, ¿te importa si lo cuelgo en la nevera?
Su sonrisa como respuesta dice que tomé la decisión correcta. Me
acerco a la nevera, cojo el imán del tamaño de una tarjeta de visita y
deslizo el dibujo por debajo, asegurándome que el imán no cubra nada
del dibujo.
—¿Qué te parece? —Me giro hacia Aria.
—Gracias, Jules —dice Aria, viéndose muy feliz.
Un golpe en la sala de estar nos hace mirar por la puerta de la
cocina.
—Ese debe ser tu tío, ¿por qué no recoges tus cosas de dibujo
mientras lo dejo entrar?
—Está bien.
Dejo a Aria en la cocina y cruzo el pequeño salón. Cuando estoy
parada frente a la puerta, miro por la mirilla. Theo me advirtió un par de
veces que nunca abra la puerta sin ver quién es. Incluso sin la advertencia,
no lo habría hecho. He vivido aquí poco tiempo, pero incluso yo sé que no
vivimos en una buena parte de la ciudad.
Cuando veo a Luca de pie al otro lado de la puerta, doy un paso
atrás, pero antes de abrir la puerta, respiro profundamente. Luca me hace
sentir cosas que nunca antes he sentido. No de una mala manera; sólo me
hace más consciente de mí misma. Las dos veces que vi, sentí sus ojos en
mí. Tengo curiosidad por él, y por las miradas que me da, él también tiene
curiosidad por mí. También me hace sentir segura y protegida. De todos
los que conozco desde que desperté del coma, es Luca con quien me
siento más cómoda.
Cierro los ojos y hago caso omiso a la voz dentro de mi cabeza que
dice que me hace sentir más que cómoda. El calor arde en mis mejillas, y
dejo salir un fuerte suspiro, tratando de alejar esa sensación. Lo último
que quiero es que Luca me vea con las mejillas sonrojadas cuando abra la
puerta.
Cuando vuelve a llamar, sé que se me acabó el tiempo.
Deslizo la cadena y desbloqueo la cerradura, antes de abrir la
puerta. Tan pronto como lo veo en carne y hueso, el maldito calor vuelve.
Por suerte, la luz del porche es mala, así que espero que no se dé cuenta.
—Hola, Luca.
—Jules. —Su profunda voz retumba. Ignoro el revoloteo en mi
estómago que causa la aspereza en su voz.
Retrocediendo, le ofrezco que entre.
—Aria está guardando sus cosas de dibujo. Su bolso está ahí. —
Señalo la mochila My Little Pony que está junto a la puerta.
—¿Dónde está Theo?
Me adentro más en la sala de estar antes de girarme para
enfrentarme a él.
—Umm… No lo sé. Se supone que estaría aquí hace 40 minutos. Ha
estado trabajando hasta tarde los últimos días para un cliente que
necesita que le arreglen el auto rápido.
Sé dónde está, y aunque lo que está haciendo no me molesta, lo que
sí me molesta es lo que se está perdiendo. Debería estar aquí para
despedirse de su hija.
Un músculo en la mandíbula de Luca se contrae, y entrecierra los
ojos. La ira marca su rostro, y me pregunto qué está pensando, ¿sabe lo
que Theo está haciendo ahora mismo?
—¡Hola, tío Luca! —Aria corre por la habitación y se lanza contra
las piernas de Luca. Su rostro se suaviza mientras se inclina y la recoge.
—¿Estás lista para El Mago de Oz?
—Sip, y esta vez tengo palomitas de maíz. Papá nos llevó a mí y a
Jules a comprar comida, y me aseguré que las compráramos.
—Suena bien, pero primero tenemos que cenar o se estropeará. —
advierte Luca con una sonrisa. Su ya de por sí guapo rostro se vuelve
llamativo cuando sonríe, y no puedo evitar mirarlo.
—Ya cené —informa Aria a Luca, balanceando sus piernas a sus
lados.
Parece sorprendido por un momento, y luego mueve su mirada
hacia mí.
—¿Le diste de comer? —Pregunta, arqueando las cejas.
Su pregunta y la expresión de sorpresa me confunden, ¿por qué
piensa que no le daría de comer?
—Sí. Teníamos sobras de la sopa de pollo que hice anoche.
Él asiente + y mira de nuevo a Aria.
—¿Nos llevamos a Goodie esta noche?
—Nop. Jules dijo que lo alimentará y lo sostendrá por mí.
Él sonríe.
—Tal vez ella debería alimentarlo, y tú puedes sostenerlo cuando
regreses a casa —sugiere.
—Pero tío Luca él se sentirá solo. —Se queja con una mueca.
Luca se ríe, y no puedo evitar reírme con él. La mirada en sus ojos
cuando ella pensó que su hámster se sentiría solo fue adorable.
—Está bien. No me importa sostenerlo.
Sus ojos brillan y una sonrisa juega en sus labios mientras pone a
Aria a sus pies.
—Sólo asegúrate de lavarte las manos antes de sostenerlo. Le gusta
la sal de tus manos y te arranca la piel de un mordisco si no te las lavas
primero.
—Oh, está bien. —Me froto los dedos, sin deseos de que una
pequeña criatura me muerda.
—Ve y dile adiós a Goodie. —Él despeina su cabello antes de que
ella tenga oportunidad de escapar.
Él da un paso más cerca de mí una vez ella está fuera de la
habitación y una cálida esencia especiada flota a mi alrededor. El olor me
resulta familiar de una manera extraña. Respiro profundamente, me gusta
el olor y quiero más, luego siento que el calor sube por mis mejillas
cuando la boca de Luca se inclina hacia arriba en una esquina,
atrapándome totalmente tratando de olerlo de nuevo. Afortunadamente,
no me dice nada por eso.
—Theo normalmente no se molesta en alimentarla las noches que
se queda conmigo. —Eso explica su sorpresa de hace un momento.
Frunzo el ceño.
—¿Pero por qué?
Algo destella en sus ojos antes de que la mirada se desvanezca.
—La cosa con Theo es que quiere mucho a Aria. Él simplemente no
sabe realmente cuidarla como debería, y sabe que será alimentada en la
casa de quien sea que se esté quedando. Por eso mamá, papá, Ella y yo
siempre estamos cerca para llevarla cuando nos necesita.
La compasión me golpea con esa noticia. He visto la forma en que
Theo es con Aria, y puedo ver definitivamente el amor que siente por ella,
pero también a veces veo la negligencia. Por ejemplo, olvida recordarle
que se lave los dientes antes de acostarse, no cepilla su cabello después
de bañarse, deja que se prepare su propio almuerzo por la mañana antes
de la escuela o que coma dulces justo antes de la cena.
No sé si es intencional o no, pero el hecho de que esté ahí es triste.
También he notado su falta de paciencia con ella, a veces quiero
hablar con él. Pero no lo hago, porque ella no es mi hija y no tengo derecho
a decirle cómo criarla. Todavía soy una extraña. Mientras él nunca le
ponga la mano encima, mantendré la boca cerrada y haré lo que pueda a
sus espaldas para asegurarme que reciba lo que necesita.
—Gracias por cuidarla. Algo me dice que estará mejor contigo aquí.
Mi corazón da un vuelco dentro de mi pecho y algo caliente se
asienta en mi estómago. Las palabras de Luca significan mucho. He estado
tan inquieta últimamente por no recordar una parte de mi pasado. Me
deja sintiéndome perdida y sola. Si bien el mundo de Theo cambió desde
que desperté, al menos tiene cosas y personas a su alrededor que siempre
han estado ahí. Conmigo, nada es lo mismo. Es bueno saber que aunque
no me gusta mi situación en este momento, alguien más se está
beneficiando de ella.
Sonrío y miro a Aria cuando regresa a la sala de estar.
—Ella es especial —digo en voz baja, y lo digo en serio.
—Eso es lo que es.
—¡Estoy lista, tío Luca! —dice en voz alta, cogiendo su mochila y
poniéndola en sus hombros.
Una vez termina, camina hacia mí y envuelve sus brazos alrededor
de mis piernas. Estoy impresionada por un momento. Mi preocupación
por su desconfianza hacia mí desde la noche en que nos vio a Theo y a
mí en su habitación era infundada. Al día siguiente, estaba muy abierta y
habladora, como si hubiéramos sido amigas durante años. Y la conexión
sólo ha ido creciendo desde entonces, ya que pasamos mucho tiempo
juntas. Pero aún me sorprende su muestra de cariño.
Me alejo de ella y miro hacia abajo.
—¿Qué tal si te doy un abrazo de verdad?
Me agacho, y sus brazos vuelven a mi alrededor, su cabello golpea
mi rostro. Su olor de niña pequeña hace que me estremezca y las
emociones me obstruyen la garganta. Hubo un tiempo en el que quise
tener mis propios hijos. Todavía lo hago, pero parece tan inalcanzable
ahora mismo.
No me imagino teniendo un bebé con Theo, especialmente después
de lo que Luca dijo acerca de que no cuida a Aria como debería.
Miro por encima del hombro de Aria y mis ojos se encuentran con
los de Luca. Aunque son suaves mientras observa el intercambio, hay algo
oscuro en su mirada azul cristalina, como un reflejo de una aguda
sensación de tristeza.
Antes de que tenga la oportunidad de preguntarle por la
conmovedora mirada, Aria retira sus brazos y me da un beso en la mejilla.
La niña no podría ser más dulce, aunque lo intentara.
—Te veré cuando vuelvas.
—Está bien —dice.
Cuando abro la puerta y los dos salen, noto que Luca agarra
firmemente la mano de Aria, no dejándola alejarse sin él. Una breve
mirada a las casas vecinas, y entiendo por qué.
—Dile a Theo que la traeré de vuelta mañana a las tres.
—Se lo haré saber.
—Cierra la puerta cuando nos vayamos.
Asiento.
—Está bien.
Luca me mira un momento más, con una extraña mirada, antes de
girarse con Aria y caminar por la acera. Me paro en la puerta observando
mientras él sujeta a Aria en su asiento en el auto, y luego camina hacia el
lado del conductor. En vez de abrir la puerta, se queda ahí parado y me
mira fijamente. Me lleva un minuto darme cuenta de lo que quiere. Lo
saludo moviendo la mano y cierro la puerta, asegurándome de bloquear
con ambas cerraduras.
Me recuesto contra la madera, mis rodillas se sienten
inesperadamente débiles de repente. Después de que me calmo lo
suficiente como para no caerme de bruces, me alejo de la puerta. Mientras
camino por la sala de estar de regreso a la cocina para ordenar, una cálida
esencia especiada me golpea de nuevo, y me pregunto una vez más por
qué me resulta familiar. Otro pensamiento se filtra.
¿Por qué el olor me hace querer correr a su procedencia y lanzarme
a su cálido abrazo?

Luca
la puerta, me subo a la camioneta.

—¿Estás lista para salir a la carretera? —Le pregunto a Aria.


—¡Sí! —Grita, haciéndome reír.
Antes de salir de la entrada, tomo mi teléfono de la consola central.
Una sonrisa irónica se dibuja en mis labios mientras escribo un mensaje
de texto.
Yo: Acabo de recoger a Aria. Quizás quieras estar ahí la próxima
vez para despedirte de tu hija. Por cierto, Jules se ve bien.
Dejo caer el teléfono en el portavaso, sabiendo muy bien que el
mensaje que le envié lo va a cabrear. Eso es lo que le pasa al imbécil por
no estar en casa cuando sabía que iba a ir. No sé con seguridad dónde
está, pero tengo mis sospechas. Es habitual que Theo salga de putas los
viernes, y no veo que esta vez vaya a ser diferente. Son casi las siete de la
noche y él sale a las cuatro y media, si es que aguanta tanto tiempo. La
excusa de Jules de que está trabajando hasta tarde casi me hace reír, pero
mi enojo lo anuló. Theo nunca trabaja hasta tarde.
Mi teléfono suena en la consola. Salgo de la entrada antes de
recogerlo y mirar la pantalla. Es la respuesta de Theo. No miro el mensaje,
no necesito ver la diatriba que estoy seguro que escribió.
Al diablo Theo. Su trasero debería saberlo mejor.
Una cosa es acostarse con mujeres mientras Jules estaba en coma,
pero otra muy diferente es ahora que está despierta y viviendo con él. El
pensamiento me hace querer envolver mis manos alrededor de su
garganta y apretar.
Tiene mucha suerte de que su hija estuviera ahí, porque no estoy
seguro que hubiera podido contenerme de tomar a Jules en mis brazos.
Tenía tantas ganas de tocarla. Mis emociones están por todas partes con
respecto a ella. No debería quererla, pero la quiero. No debería tener
sentimientos por ella, pero los tengo. Sé que está mal que quiera tocarla,
considerando que es mi cuñada, jodidamente lo sé. Quiero que ella sea
mía, no de Theo. Él no se la merece. Y lo que hace más difícil contener
estos sentimientos es que ella es dulce, cariñosa y tímida. Y obviamente
adora a Aria.
—¿Puedes encender la música? —Aria pide, irrumpiendo en mis
pensamientos.
—Claro que sí, enana.
Giro la perilla para que el estéreo suene a través de los altavoces.
Mientras transito por las calles de Silver Hills, me aplaudo en silencio por
no haber cedido a la tentación mientras estaba en presencia de Jules.
No estoy seguro cuánto tiempo más podré durar.
sofá, mirando el cuarto dedo de mi mano
izquierda cuando se abre la puerta principal. Nerviosamente me
incorporo y me doy la vuelta para ver a Theo entrando por la puerta. Es
la primera vez que estamos solos en casa.
Me paso el pulgar por encima del dedo desnudo. Theo parece
enfadado por algo y eso aumenta mi ansiedad. Me sobresalto cuando tira
las llaves en la mesita junto al sofá y se deslizan al otro lado. Me agacho,
levanto las llaves y las pongo de nuevo en la mesa. Theo entra a la cocina
y regresa un minuto después con una cerveza en la mano. Cuando se
sienta en la silla al lado del sofá y se pasa las manos por el cabello con
agitación, sé que algo está mal.
Antes de que tenga oportunidad de decir lo que sea que obviamente
quiere, decido preguntar algo que me tiene curiosa. Respiro
profundamente para tener valor y giro la cabeza hacia él.
—¿Dónde está mi anillo de bodas? —Mi voz sale más chillona de lo
que hubiera deseado, delatando lo nerviosa que estoy.
Theo bebe un trago de su cerveza, y luego inclina los codos en sus
rodillas.
—Decidimos casarnos sobre la marcha, y fuiste atacada justo
después. Nunca tuvimos la oportunidad de conseguirte uno. Íbamos a ir
juntos a buscar el anillo de compromiso y el anillo de boda.
Asiento, aceptando su explicación. Sabía que nos casamos a último
momento y que el ataque ocurrió justo después. Sólo asumí que Theo ya
había comprado el anillo.
—Quiero que te mantengas alejada de Luca.
Dirijo mi mirada a la suya ante su contundente tono. Su expresión
es fría cuando me mira.
—¿Disculpa? —Pregunto, no estoy segura de haberlo oído bien.
—Aléjate de Luca. Si viene a casa, no le abras la puerta. Puede
esperar hasta que yo esté aquí.
Antes de que pueda impedir que mi boca forme las palabras, se me
escapan.
—Se supone que estarías aquí, pero no lo estabas.
Entrecierra los ojos y su boca forma una línea firme antes de gruñir.
—Te dije que estaba trabajando.
Su enojo me sorprende y me asusta, y me vuelvo a hundir en el sofá.
No tengo dudas de que sus palabras son mentiras, especialmente porque
no trae la misma ropa que llevaba cuando se fue esta mañana a trabajar.
Estoy segura de que guarda una muda de ropa en su auto, porque no
puede recoger a una mujer con grasa en sus jeans.
Theo nota mi estado de temor y la mirada dura en sus ojos se
suaviza. Su cabeza cae entre sus hombros, y observo cómo respira varias
veces antes de mirarme nuevamente. La ira desaparece y es reemplazada
por preocupación y cautela.
—Por favor, haz lo que te pido, Jules.
—¿Pero por qué, Theo? Es tu hermano.
Sus fosas nasales se ensanchan, y sé que está trabajando para
mantener su temperamento bajo control de nuevo.
—Hay cosas que pasaron antes de que entraras en coma que no
sabes.
Las palabras de Luca en la última visita al hospital regresan a mí.
“Hay cosas que no sabes. Si las supieras, no me querrías aquí”
Esas palabras me dejaron curiosa, pero no conocía a Luca lo
suficiente como para exigirle que me dijera lo que quería decir.
Obviamente hay algo que me estoy perdiendo, y tiene que ver conmigo.
Ya es hora de saber qué es.
Enderezo mis hombros y miro a Theo directamente a los ojos,
dejando que la resolución se refleje en mi rostro.
—Dime —ordeno con voz firme. Estoy orgullosa porque
normalmente soy dócil y tímida, pero esta mierda se está volviendo una
costumbre. He visto la forma en que los hermanos se miran, como si
quisieran hacerse daño el uno al otro. Asumí que fue por algo que ocurrió
entre ellos hace años, pero no tenía idea que tenía algo que ver conmigo.
Cuando mantengo los ojos fijos en Theo, diciéndole en silencio que
no retrocederé, exhala pesadamente. Deja la cerveza y viene a sentarse a
mi lado en el sofá, un poco demasiado cerca para mi comodidad, pero no
dejo que eso me moleste.
—Hace siete años. —Empieza lentamente—. Fue Luca quien te
atacó.
—¿Qué? —Digo con incredulidad. Debo haber oído mal—. Pero
pensé que habías dicho que nunca nos habíamos visto, que nadie sabía
que estábamos juntos.
—Él era el único, y fue por accidente. En realidad, no estoy seguro
cómo se enteró de lo nuestro.
Me retuerzo las manos.
—No lo entiendo, ¿por qué actuaba como si no me conociera hasta
que me vio en el hospital? Además, ¿por qué me atacaría?
El músculo en su mandíbula se contrae y las manos que cuelgan
entre sus rodillas se convierten en puños.
—Porque se enteró de ti y te quería para él. Está obsesionado, Jules,
y no está bien de la cabeza. Cuando supo que estábamos casados y que
nos íbamos de la ciudad, fue a tu apartamento y te atacó. Para cuando te
encontré, ya estabas en el suelo golpeada y con una herida en la cabeza.
Él tuvo un accidente después de dejarte y perdió las últimas seis semanas
de su memoria. Por eso no se acuerda.
Un fuerte latido comienza a golpear mi cabeza y se extiende por mi
columna vertebral. Jadeo y mi corazón se acelera. Mi respiración se vuelve
pesada, pero no importa cuánto aire aspire, no parece ser suficiente.
Parpadeo rápidamente cuando mi visión se vuelve borrosa.
Tiemblo cuando el frío se filtra en mis huesos, pero al mismo
tiempo siento calor. Algo feroz late en mi cráneo, como si tratara de salir.
De repente, me impulso hacia adelante hasta que mi cabeza está
entre mis rodillas.
—Respira, Jules. Toma una buena bocanada de aire.
Trato de concentrarme en la persuasiva voz de Theo en vez de en
las duras palabras que dijo hace un momento. Cierro los ojos y quiero
que el pánico desaparezca. Aspiro una bocanada de aire y la dejo salir
lentamente mientras las manos de Theo frotan arriba y abajo por mi
espalda. Repito el ejercicio una y otra vez, hasta que el mareo y la visión
borrosa desaparece.
Moviéndome lentamente, me siento. Mi cabeza sigue latiendo, pero
no está tan mal. Mi boca se siente como si estuviera llena de algodón, así
que tomo la cerveza de Theo de la mesa frente a nosotros y bebo, luego
casi me atraganto con el sabor amargo.
—Dios, ¿cómo tu estómago soporta esto? —Me quejo, limpiándome
la boca con el dorso de la mano y devolviéndole la botella.
Se levanta y regresa un momento después con un vaso de agua.
Agarro el vaso con gratitud y bebo varios tragos. Nos quedamos en
silencio unos instantes antes de que lo rompa.
—No puedo creer que hiciera algo así —digo sin aliento.
Envuelvo mis brazos alrededor de mi cintura cuando se forma un
nuevo dolor en mi pecho. Es difícil creer que Luca sea capaz de hacer algo
tan atroz. No lo conozco tan bien, pero nunca he recibido una vibra
siniestra de él las pocas veces que he estado en su presencia. Intenso sí,
pero no dañino. Siempre me he sentido más segura con él que con
cualquier otra persona, como si me protegiera, sin importar el costo. Me
duele físicamente pensar que me hizo daño a propósito.
—Sí. Yo tampoco lo creía —dice Theo de manera sombría.
Lo miro y veo ira en sus ojos. Me estremezco, no estoy segura si es
por su mirada oscura o por los efectos secundarios de mi ataque de
pánico.
—¿Ahora entiendes por qué quiero que te alejes de él? No sé de lo
que es capaz.
Asiento, pero no digo nada. Todavía estoy tratando de entender lo
que me dijo.
—Voy a darme una ducha e irme a la cama. Me duele la cabeza —
digo, y me levanto del sofá—. Necesito estar sola.
—Jules —dice sujetando mi mano. Miro hacia abajo—. Quiero que
duermas en mi cama esta noche.
Mi primera reacción es decirle no, que no estoy lista, pero luego
pienso en mi previa decisión de intentar que las cosas funcionen entre
nosotros. Tengo el deber de intentarlo.
Me obligo a sonreír.
—De acuerdo.
Algo ardiente pasa por sus ojos, y me abstengo de retractarme de
mi acuerdo. Levanta mi mano y se la lleva a la boca. Me trago el mal sabor
de mi garganta cuando sus labios tocan mi piel. Una vez suelta mi mano,
camino rápidamente por el corto pasillo hasta la habitación de Aria y
tomo mi ropa de dormir.
Al entrar al baño, caigo en el inodoro y agacho la cabeza. Mi pecho
se siente hueco mientras pienso que Luca es la causa de mi coma. Siempre
sentí que había algún tipo de conexión entre nosotros, pero nunca me
hubiera imaginado que es porque es el causante de todas mis desgracias.
Froto mi pecho sobre mi corazón cuando ese pensamiento me hace
sentir vacía.

mi espalda y algo me toca ligeramente a lo largo


de mi costado justo encima de mi cadera. Mis músculos se tensan cuando
me doy cuenta que debe ser Theo. Anteriormente, cuando me metí a la
cama, permanecí rígida como una tabla, esperando a que entrara a la
habitación.
Debo haber permanecido acostada de esa manera por más de una
hora antes de que mi cuerpo se relajara y pudiera dormirme. Puede que
haya dicho que dormiría en su cama, pero todavía temo algo más que eso
sucediendo.
Ráfagas de aliento caliente chocan contra la parte posterior de mi
cuello, y obligo a mi cuerpo a no alejarse de él.
—Recuerdo cuando te hiciste este tatuaje —susurra trazando con
sus dedos el pequeño tatuaje justo encima de mi cadera—. Lo tienes como
símbolo de nuestro amor.
Cierro los ojos con fuerza cuando su mano se mueve de mi cadera
a mi estómago desnudo. La mantiene ahí, y frota con su pulgar de un lado
a otro. Sus manos son tan grandes que cada vez que su dedo se desliza
en mi piel, está a sólo centímetros de la parte inferior de mi pecho.
Cuando su pecho se encuentra con mi espalda, lo que finalmente
pone su dureza contra mi trasero, no puedo contener mi gemido. Toma
el sonido como un signo de estímulo en lugar de la angustia que estaba
destinado a ser.
—Dios, Jules —gime contra mi hombro mientras pone sus labios
ahí, dejando que su lengua corra a lo largo de mi piel—. Echo de menos
tocarte. He esperado años para esto.
Cuando mueve sus dedos hacia arriba por mi estómago y las puntas
rozan la parte inferior de mis pechos, me quedo quieta cuando todo lo
que quiero hacer es apartar sus manos de mí. Mis manos golpean la
almohada con el puño, y silenciosamente le suplico a Dios que pueda
superar este encuentro sin enfermarme. No entiendo por qué sus manos
y su boca me parecen tan repugnantes cuando hemos hecho el amor en
el pasado.
Con los ojos aún cerrados, trato de concentrarme sólo en la
sensación de sus manos tocando mis pechos y pellizcando mis pezones
y no en quién lo está haciendo. Es un error, porque sin imaginar que es
Theo, alguien más toma su lugar. Theo y Luca son gemelos, así que por
supuesto que se parecen, y es fácil poner a Luca en lugar de Theo.
Abro los ojos de par en par. No debería estar pensando en Luca en
esta situación. No debería estar pensando en él en absoluto.
Decidida a empujarlo fuera de mi cabeza, me giro sobre mi espalda
para poder ver el rostro de mi esposo. La luna llena brinda la suficiente
luz a través de las cortinas parcialmente abiertas para ver la sorpresa en
su expresión antes de que una sonrisa sensual se dibuje en sus labios.
—Eres tan jodidamente hermosa.
Me obligo a sonreírle. Él inclina la cabeza hasta que sus labios
descansan sobre los míos. Cuando su lengua toca mis labios, abro la boca
y le concedo acceso. Él aprovecha y mete la lengua adentro, presionando
nuestras bocas juntas con tanta fuerza que mis dientes cortan mi labio.
Me quejo por el ligero escozor, y de nuevo lo confunde con pasión.
Sus manos dejan mis pechos y viajan por mi estómago hasta llegar
a la cintura de mis pantalones cortos. Me pongo rígida y mi mano se cierra
alrededor de su muñeca. Levanta la cabeza y me mira con el ceño
fruncido.
—Yo no… —Sacudo la cabeza y vuelvo a intentarlo—. No sé si estoy
lista para llegar hasta el final.
—No lo haremos —dice suavemente—. Sólo quiero hacerte sentir
bien, Jules. Nos detendremos antes de que vaya demasiado lejos.
No le digo que lo que está haciendo ahora mismo ya está yendo
demasiado lejos. Soy yo, lo sé. No es nada que él haya hecho. Es mi
estúpida cabeza y las cosas locas que la atraviesan. Es mi mente la que no
me permite disfrutarlo y no está dispuesta a darle una oportunidad a
Theo.
Respiro profundamente y fortalezco mi determinación. Después de
asentir, respondo dócilmente:
—Está bien.
Su cabeza cae en mi cuello, donde inhala profundamente. Después
de varios minutos con su mano en mis pantalones cortos, lentamente
desliza el material por mis piernas. Una vez están fuera, permanezco
tensa. Su mano acaricia mis piernas hasta que alcanza el vértice de mis
muslos. Sin darme cuenta de lo que estoy haciendo, mis piernas se
presionan juntas con fuerza, inconscientemente, tratando de mantenerlo
alejado.
—Abre las piernas, Jules. Prometo hacerlo bueno para ti.
Miro fijamente al techo mientras abro las piernas, incapaz de
mirarlo. Mi cuerpo responderá, para dar el más mínimo indicio de que lo
que está haciendo se siente bien.
La decepción y la miseria me golpea cuando no siento nada. Tal vez
estoy rota y soy incapaz de sentir deseo.
Deseo desesperadamente creer eso, pero cuando el rostro de Luca
viene a mi mente de nuevo, sé que no es verdad.
Mi mandíbula se tensa cuando Theo se levanta sobre mí,
ubicándose entre mis piernas. Afortunadamente, todavía lleva puesto su
chándal. Sus dedos rozan mi abertura y me obligo a relajarme contra la
almohada. Antes de que tenga tiempo de prepararme, mete los dedos
adentro. No estoy acostumbrada a la intrusión, así que duele. Agarro su
muñeca de nuevo, tratando de apartar su mano. No me deja, pero
tampoco empuja sus dedos más profundo.
—Shhh… Lo siento —murmura, besando suavemente a lo largo de
mi mandíbula—. Seré más gentil. Me emocioné demasiado. Por favor,
Jules. Déjame hacer esto.
Mis dedos aprietan su muñeca, antes de soltarla. Las lágrimas
rebosan mis ojos ante el dolor de su poderosa invasión a mi cuerpo, pero
trato de relajarme.
Sus dedos se mueven lentamente adentro y afuera. Estoy seca, lo
que hace que la acción sea aún peor. Cuando su pulgar se mueve sobre
mi clítoris, siento un pequeño hormigueo, y la esperanza se apodera de
mí. Tal vez la pérdida del recuerdo de perder la virginidad con él me
impide disfrutar lo que está sucediendo, porque no he tenido tiempo de
formar un vínculo con él. Tal vez mi cuerpo sólo necesita calentarse.
Sus movimientos se vuelven más rápidos, y el hormigueo que sentí
hace un momento desaparece. El pánico comienza a surgir.
¡No! ¡No! ¡No! ¡Esto no está bien! Grita mi mente.
—Theo… —Empiezo, pero él acerca sus labios a los míos,
impidiendo mis esfuerzos por detenerlo.
Sus dedos se vuelven más ásperos mientras empuja otro dentro de
mí. Arde tanto que trato de gritar, pero con la boca de Theo en la mía hace
que salga como un gemido.
Intento girar la cabeza, pero él pone demasiada presión contra mis
labios para hacerlo. El escozor empeora, y juro que se siente como si
estuviera empujando toda la mano adentro.
Agarro su muñeca, pero él domina mis esfuerzos para alejar su
mano al empujar con más fuerza sus dedos dentro de mí. Sacudo las
piernas, intentando poner mis pies en sus caderas para apartarlo de mí,
pero de nuevo, él es demasiado fuerte.
El terror me golpea cuando sus dedos se alejan, y lo siento a tientas
con su chándal. La punta de su polla toca mi entrada, y doblo mis
esfuerzos para detenerlo. Me las arreglo para morderle la lengua, él sisea
y retrocede.
—Por favor, Theo. —Lloro—. Duele. Prometiste que no llegaríamos
hasta el final.
Su pecho sube y baja agitado, y sus ojos parecen salvajes mientras
me mira fijamente. Aguanto la respiración, esperando que entre en razón
y se dé cuenta que lo que está haciendo está mal.
Después de un momento, murmura amargamente:
—Lo siento. Iba a parar.
No sé qué decir, porque lo que estaba haciendo no está bien. Ni
siquiera parece arrepentido. Y no tengo duda de que no se habría
detenido. Estaba demasiado lejos en su cabeza. Su necesidad lo dominaba.
Su cabeza cae en mi hombro y su aliento caliente choca contra mi
piel, enviando repulsión a través de mí. Mis piernas aún están abiertas
con él entre ellas, y me gustaría que se moviera.
Estoy sorprendida y disgustada cuando mueve las caderas y su eje
entra en contacto con mis labios inferiores.
Su gemido suena adolorido.
—Dios, Jules. Necesito venirme tan desesperadamente. Sólo déjame
frotar mi polla contra tu coño. Prometo que no la meteré.
Jadeo y empujo sus hombros, hundiendo mis talones en el colchón
y levantándome de la cama. Su cabeza se ve forzada a alejarse de mi
cuello.
—¡Estás jodidamente enfermo, Theo! —Grito—. Casi me violas, ¿y
ahora me preguntas si puedes venirte frotando tu polla contra mí? ¿Qué
demonios te pasa?
Sus cejas caen y el ceño fruncido en su rostro debería asustarme,
pero por ahora estoy más allá de eso. No puedo creer que me preguntara
eso después de lo que hizo.
Me arrastro hacia atrás hasta que estoy contra la cabecera. Tiro mis
rodillas contra mi pecho, envuelvo mis brazos alrededor de mis piernas,
abrazándolas con fuerza.
—No iba a violarte —dice acaloradamente, poniéndose de rodillas.
Su polla todavía cuelga de su chándal. Todavía está duro. Vuelvo a poner
mis ojos en los suyos, incapaz de digerir la imagen—. Te dije que iba a
parar.
—Me cuesta creerlo cuando estabas metiendo tus dedos y traté de
rogarte que te detuvieras. Eso dolió, Theo.
Se lo mete dentro del pantalón y se levanta de la cama. Enojado, se
retira el cabello del rostro.
—Seguro que no sonaba como si te doliera cuando gemías en mi
boca.
Me muerdo el interior de la mejilla para no gritarle. Las lágrimas
arden en mis ojos cuando recuerdo el dolor de su tacto y el terror de
pensar que no se detendría.
Mi voz se quiebra cuando vuelvo a hablar.
—No gemía porque se sintiera bien. Lloriqueaba por el dolor,
imbécil.
Por primera vez, hay una pizca de remordimiento en su rostro. Sus
ojos se apartan de los míos y se aleja, dándome la espalda. Sus hombros
suben y bajan mientras permanece de pie varios segundos. Cuando se da
la vuelta, el dolor en sus ojos es evidente.
—Lo siento.
Esta vez le creo, pero eso no significa que esté bien. En lugar de
contestar a su disculpa, la acepto con un movimiento de cabeza. Su
mirada pasa por encima de mi cuerpo acurrucado contra la cabecera antes
de agacharse y agarrar su camisa del suelo.
—Voy a salir. Volveré más tarde.
No me molesto en preguntar adónde va, no me importa mucho. Sólo
quiero que me deje sola. Un momento después, sale del dormitorio,
dejando la puerta abierta para que la luz del pasillo se filtre. No es hasta
que escucho la puerta principal abrirse y cerrarse que respiro fácilmente
otra vez.
Cuando cierro los ojos, las lágrimas se deslizan por las esquinas y
corren por mis mejillas, salpicando mis rodillas. Abro los ojos y algo
llama mi atención. Bilis se eleva en mi garganta cuando me doy cuenta
que es sangre.
Salgo corriendo de la cama, de repente me siento sucia y usada.
Corro hacia el baño, enciendo la ducha y me desvisto rápidamente. El agua
aún no se ha calentado cuando entro a través de la frágil cortina de
plástico, pero el frío no se nota. Sólo necesito quitarme la suciedad.
Agarro la esponja, echo un chorro de agua sobre un montón de
jabón líquido, aplasto el material hasta que hace buena espuma y froto
mi piel. Empiezo entre las piernas y hago una mueca de dolor. Cuando
veo que el agua jabonosa que corre por mis piernas tiene un tinte rojo,
me atraganto. Cierro los ojos y termino de lavarme mientras las lágrimas
caen mezclándose con el agua.
No sé por cuánto tiempo me froto entre las piernas, pero lo hago
tanto que el dolor se vuelve insoportable. Termino de lavar el resto de mi
cuerpo, luego apoyo mi espalda contra la pared de la ducha deslizándome
hasta el piso, dejo caer la esponja a mi lado. Me quedo ahí hasta que el
agua se enfría y me veo obligada a salir.
Agarro la toalla del estante que está junto a la ducha, me seco, y me
paro frente al espejo. Mis ojos se mueven inmediatamente a la piel en
carne viva de la parte superior de mis muslos, donde traté de lavar la
sensación de Theo entre ellas. Rápidamente aparto la mirada, sin querer
creer que me habría violado, pero sabiendo en el fondo que lo habría
hecho, si no le hubiera mordido la lengua. La desesperación me hace
respirar con dificultad cuando me doy cuenta que estoy atrapada aquí.
Con mis padres todavía sin contestar mis llamadas telefónicas y sin
dinero, no tengo a dónde ir. No sé qué hacer.
El rostro de Luca vuelve a entrar en mi mente, pero entonces
recuerdo que no puedo pedirle ayuda. No después de lo que sé sobre él.
Dejando eso a un lado, por el momento, mis ojos viajan al tatuaje
al costado de mi cadera. No recuerdo habérmelo mandado a hacer.
Siempre quise tener uno, pero nunca pensé que sería lo suficientemente
valiente para hacerlo. Girando a un lado para verlo mejor, me doy cuenta
que la obra de arte es realmente hermosa. Es un corazón, tiene un lado
negro y el otro púrpura. Está cosido por el medio. La mitad superior del
corazón parece ser vieja con grietas, pero más abajo las grietas parecen
enmendarse y el corazón parece volver a curarse y quedar como nuevo.
Theo dijo que lo conseguí como símbolo de nuestro amor. Mis
labios se tensan. Puede que lo haya amado antes, pero obviamente ahora
no es el mismo hombre del que me enamoré hace tantos años.
Me doy la vuelta para mirarme al espejo y mis ojos caen en una
cicatriz. Recorro con mis dedos la línea de piel que mide
aproximadamente diez centímetros de largo en la parte inferior de mi
estómago. Theo dijo que me corté con un pedazo de vidrio cuando me
atacaron y que necesité diecisiete puntos de sutura. El dolor se graba en
mi pecho al pensar que Luca es el responsable de mi cicatriz.
Me aparto del espejo y envuelvo la toalla a mi alrededor, esperando
que Theo no haya vuelto todavía. Al abrir la puerta, me asomo y no oigo
ningún sonido proveniente del dormitorio o del resto de la casa. Soltando
un suspiro de alivio, salgo del baño y voy al dormitorio de Aria.
Silenciosamente le agradezco a Dios que no estuviera aquí esta noche.
Tomando una pijama limpia, me la pongo, luego vuelvo por la que dejé
en el baño. La arrojo al bote de la basura que está en la cocina, sabiendo
que no podré volver a usarla por la sangre que ahora mancha el material.
Con el cabello todavía mojado y enredado, lo sujeto en una cola de
caballo, evitando pensar en el desastre que será mañana, pero estoy
demasiada cansada para peinarlo esta noche.
No hay manera de que vaya a dormir a la cama de Theo esta noche,
así que vuelvo a la habitación de Aria y me meto en su cama doble. El olor
de Aria me golpea, y un dolor se instala dentro de mí.
No quiero quedarme más aquí, pero tampoco quiero dejar a Aria.
He llegado a amarla en el poco tiempo que llevo aquí.
Sintiéndome impotente sobre qué hacer, decido pensar en ello
mañana. Mis ojos se sienten pesados, así que los cierro, dejando que el
sueño me quite los problemas de la noche.
detrás de una vieja y oxidada
camioneta Astro dos casas más abajo de la que estoy viendo, mi pulgar
golpea con impaciencia el volante. Echo un vistazo a mi teléfono para
comprobar la hora y luego miro hacia arriba justo cuando Theo sale por
la puerta principal hacia su auto. Sale de la entrada, y se dirige en
dirección opuesta a donde estoy estacionado. Espero diez minutos antes
de alejarme de la acera y estacionar frente a la casa de ladrillo.
A medida que me acerco a la puerta principal, me doy cuenta que
hay que cortar el césped. No está tan mal como la mayoría de los patios
en el vecindario, pero aún así está descuidando. Típico de Theo. No lo
corta hasta que se ve obligado a hacerlo.
Golpeo la puerta y me alejo, esperando que Jules conteste. No me
preocupa que Aria esté en casa, la vi subirse al autobús en la esquina hace
una hora. Sé que no debería estar aquí, pero Ella me llamó ayer y me dijo
que cuando habló con Jules por teléfono sonaba rara. Me alegra saber que
las dos han formado una amistad. Ella tiene un gran corazón cuando
quiere y cuando descubrió que los padres de Jules la abandonaron y que
no tiene a nadie más, se ablandó rápidamente con ella. No sé con qué
frecuencia hablan, pero sí sé que Ella ha venido a la casa un par de veces
a pasar el rato e incluso llevó a Jules a una de sus citas médicas.
Oyendo pasos al otro lado de la puerta, me preparo para volver a
ver a Jules. Siempre me sorprende después de días de no verla. La mujer
es hermosa, y cada vez que mis ojos se posan en ella, parece que su
belleza crece. Pero no es su aspecto lo que me sorprende, sino la
hiperconsciencia que siento cada vez que estoy a su alrededor. Como si
hubiera un cable conectándonos y cuando estamos en la misma
habitación envía una ola de electricidad. Y la posesividad casi borra toda
mi razón.
Cuando la puerta no se abre, levanto la mano para golpear de
nuevo, pensando que tal vez no fueron pasos los que escuché. El
movimiento a un lado me hace mirar hacia la ventana y ver la cortina
moviéndose.
—¿Quién es? —La voz de Jules llega a través de la puerta.
Levanto las cejas.
—Abre la puerta, Jules. Te vi mirando por la ventana. Ya sabes quién
es.
—¿Qué quieres, Luca?
Frunzo el ceño. Algo no está bien aquí.
—Quiero que abras la puerta.
—Yo ... no puedo —dice con voz apagada y vacilante.
—¿Qué demonios quieres decir con que no puedes? ¿Estás bien?
Le toma un momento responder, y cuando lo hace, escucho el
temblor en su voz.
—Porque no quiero.
Doy un paso atrás y miro la puerta, sin entender qué quiere decir.
¿Por qué mierda no quiere abrir la puerta? Está claro que es a mí a quien
no quiere enfrentar.
El entendimiento se asoma y mi estómago se contrae.
—Recuerdas —digo con voz ronca.
—No. —Su tono no es mucho más fuerte que el mío. La respuesta
sale adolorida, enviando una afilada puñalada a mi pecho—. Theo me lo
dijo.
Meto las manos en mis bolsillos para no golpear el ladrillo al lado
de la puerta. No sé qué me molesta más; Theo diciéndole a Jules lo que
hice o yo haciendo lo que hice. Debería haber sabido que Theo se lo diría
si no lo recordaba por su cuenta. Me sorprende que no lo haya hecho
antes. Jules tiene derecho a saberlo, y Theo tenía derecho a decírselo, pero
maldición si no duele. No quiero que ella piense en mí con miedo o
disgusto.
Saco las manos de los bolsillos, las pongo sobre la puerta y dejo
caer mi cabeza avergonzado.
—Lo siento —murmuro, pero sé que ella me escucha. La puerta es
una mierda delgada.
No espero su respuesta, pero aún así me revuelve las tripas que se
quede callada.
—No sé qué decir, Jules. Todo lo que sé es que nunca quise hacerte
daño.
Al escuchar su lloriqueo al otro lado de la puerta, mi corazón se
hunde en mi estómago.
—¿De verdad no te acuerdas?
—No. —Dejo salir una risa amarga—. Supongo que ambos tenemos
problemas para recordar las partes más oscuras de nuestras vidas. No sé
si eso es una bendición o una maldición.
Pongo mi frente contra la puerta, y juro que siento el calor de ella
haciendo lo mismo.
—No quiero recordar —dice en voz baja—. No quiero imaginar que
me haces daño.
—Jules… —Me detengo, incapaz de formar las palabras que quiero.
¿Cómo te disculpas por algo que no recuerdas haber hecho? Tengo
remordimiento, pero la disculpa parece deshonesta porque no sé por qué
me estoy disculpando.
En vez de eso, pienso en la razón por la que estoy aquí en primer
lugar, o en la excusa que me di para volver a verla.
Me aclaro la garganta y pregunto:
—¿Estás bien? Ella dijo que te llamó y que sonabas rara, ¿está todo
bien con Theo?
—S-sí.
Su tartamudeo en la respuesta me convence que está mintiendo.
Rechino los dientes mientras pienso en Theo hiriéndola.
—¿Qué pasó? —Pregunto, haciéndole saber que no le creo.
Se vuelve a quedar en silencio y eso pone mis nervios de punta y
calienta mi sangre.
Después de un momento, responde, su tono más firme que hace
unos segundos. Pero todavía no me engaña.
—Todo está bien, Luca. Sólo intento adaptarme a la vida
matrimonial y eso lleva tiempo. Por favor, dile a Ella que siento haberla
preocupado, pero que no hay nada de qué preocuparse. La llamaré más
tarde.
—Por favor, abre la puerta, Jules, y déjame verte. Te prometo que
no entraré a la casa. Incluso puedes mantener la cadena puesta. Sólo
necesito verte, no sólo por el bien de Ella, sino también por el mío.
Suena un golpe en la puerta, y la oigo esnifar de nuevo antes de
escuchar que desbloquea la cerradura. La puerta se abre parcialmente,
pero la cadena sigue en su sitio, lo que impide que la puerta se abra por
completo.
Me complace y me provoca otro dolor punzante en el pecho verlo,
aunque yo lo haya sugerido. Debería cuidar su seguridad, simplemente
odio que sea de mí.
Cuando mira a través del pequeño hueco, me esfuerzo contra la
necesidad de patear la puerta para poder verla mejor. Aún así, hay
suficiente espacio para que pueda ver que ha perdido peso. Jules ya es
una mujer pequeña; no puede permitirse perder más. Su cabello está
amontonado arriba en su cabeza, y sus pómulos están muy pronunciados
por la delgadez. Hay un ceño fruncido en su rostro reflejando dolor.
—¿Ves? —Dice en voz baja—. Estoy bien.
Ella jodidamente no está bien, y ese hecho me enfurece, ¿qué
demonios pasa entre ella y Theo como para que pierda peso y parezca
como si alguien hubiera matado a su perro de la infancia? Tiene que ser
algo más que ella descubriendo mi papel en su accidente. Yo no importo
tanto como para tenga tal reacción.
Recorro con mis ojos la piel expuesta de sus piernas, brazos, cuello
y rostro, no veo ninguna marca visible. Me regaño porque es una mierda
que piense que Theo es capaz de hacerle daño físicamente. Sólo es una
excusa que se me ocurrió para justificar el por qué él no es adecuado para
ella.
Levanto la cabeza en señal de aceptación y doy un paso atrás
alejándome de la puerta, siento la urgencia de mi cuerpo exigiéndome que
atraviese la pequeña brecha y la toque. Mis ojos se posan en su mano
envuelta alrededor de la puerta, sus nudillos están blancos, y espero que
esté luchando de la misma manera que yo.
—Cuídate, Jules.
No estoy seguro si es mi mente la que me engaña o si es una ilusión,
pero creo ver llorosos sus ojos.
Soy un maldito tonto cuando se trata de esta mujer.
—Tú también, Luca —susurra.
Recorro con mis ojos su rostro una vez más, captando cada
hermoso detalle, grabándolo en mi memoria, antes de darme la vuelta y
alejarme. Como su cuñado, me veré obligado a verla de vez en cuando,
pero me juro dejarla en paz y dejarla tener la vida que debería haber
tenido todos estos años. Una vida con mi hermano.
Incluso si eso significa que mi propia vida será una tortura tras otra.

después de dejar la casa de Theo.


Prometí que le dejaría saber cómo está Jules después de que la viera. Hay
un agudo dolor en mi pecho donde mi corazón reside mientras me acerco
a la casa de Vicki. Puedo sentir el latido de mi corazón, pero son golpes
sordos contra mi esternón, sin la sensación de vida.
Ella sabe de inmediato que algo está mal por la expresión en mi
rostro, e inmediatamente llega a la conclusión equivocada.
—¿Qué demonios pasó? ¿Theo le hizo algo a Jules? —Pregunta
exigiendo respuestas mientras cruzo la puerta.
Es curioso cómo ambos asumimos que fue Theo quien hizo algo.
También es curioso cómo Ella parece haber desarrollado un sentido de
protección sobre Jules.
—No. —Gruño mi respuesta. Mientras camino hacia la cocina
buscando la cerveza que tan jodidamente necesito. Muevo mis hombros
mientras Ella me sigue—. ¿De verdad crees que Theo lastimaría a Jules?
Espero que la respuesta de Ella sea negativa inmediatamente, así
que me sorprendo cuando me doy la vuelta y veo la vacilación en su
rostro. Destapo la botella y bebo un trago, luego levanto las cejas
cuestionándola. Ella se sienta a la mesa y se retuerce las manos mientras
sus ojos evitan los míos.
—¿Qué mierda, Ella? —Gruño.
—Realmente, no sé si le haría daño o no. Quiero decir que no, Luca,
y me duele mucho pensar que hay una posibilidad. Pero, el otro día,
cuando estuve ahí, actuó muy extraño. La forma en la que la miraba fue
espeluznante. No sé qué le pasa, pero no es él mismo. Hubo un par de
veces que lo pillé observándola cuando pensaba que yo no estaba
mirando. —La ira hace que Ella apriete firme los labios—. La mirada no era
saludable. Parecía que estaba a punto de arrancarle la ropa y tomarla
frente a mí. —Ella se estremece—. No fue sólo eso, fue muy extraño ver
esa mirada en mi hermano. También fue la amenaza absoluta en sus ojos.
Esa mierda incluso me asustó. Luego cuando le pregunté a Jules si todo
estaba bien entre ellos, dijo que estaban bien, pero aún así vi algo
profundo en sus ojos. Miedo.
Frustrado, lanzo la tapa de mi botella al bote de la basura al mismo
tiempo que digo con enojo:
—Estamos hablando de nuestro hermano aquí.
—¡Lo sé, maldita sea! —Ella grita, enojándose con ella misma.
—Estoy seguro que lo que viste no fue lo que pensaste que era.
Ella se levanta de la silla y se acerca a la nevera, abre bruscamente
la puerta, luego la cierra de un golpe después de tomar su propia cerveza.
Gruñe irritada cuando no puede abrir la botella, así que se la quito y la
abro antes de devolvérsela. Ella toma un largo trago, luego se limpia la
boca con la palma de la mano. Se apoya contra la encimera a mi lado, y
deja escapar un fuerte suspiro.
—Tienes razón. Sé que tienes razón. —Ella exhala una bocanada de
aire cansada—. Y yo pensando que teníamos que preocuparnos por ti
—murmura.
Agarro la cerveza con más fuerza, sus palabras suenan bien. La
parte jodida es que aún tenemos que preocuparnos por mí.
—Parece que te preocupas mucho por ella —afirmo, y me llevo la
botella de cerveza a los labios.
Ella cruza los brazos sobre su pecho y me mira por el rabillo del
ojo.
—Hay algo en ella que atrae, ¿sabes? La mirada perdida en sus ojos,
la melancolía que la rodea. No puedo imaginar lo que está pasando sin
poder recordar a Theo. Y que sus padres le den la espalda… —Se calla, y
yo la miro. Ira ardiente descansa en sus ojos—. Algo como eso te hace
querer encontrar a sus padres y abofetearlos, ¿no?
Gruño coincidiendo con ella. Haría mucho más que abofetear a esos
bastardos.
—Tengo que ir a la tienda.
Termino la cerveza y tiro la botella a la basura. Me detengo junto a
Ella y beso su frente antes de irme. Estoy en la puerta de la cocina cuando
sus palabras me detienen.
—¿Por qué te preocupas tanto por ella, Luca? —Su tono no es
acusatorio, sólo curioso.
No me giro a mirarla, sabiendo que ella verá el dolor y el anhelo en
mis ojos si lo hago. En vez de eso, sigo avanzando, con mis botas
golpeando el linóleo barato, y digo por encima de mi hombro:
—Ojalá jodidamente lo supiera.
—¿ una trenza francesa, Jules? — Pregunta Aria
sentada frente a mí mientras peino su largo y húmedo cabello.
—Puedo —respondo—. Si quieres, puedo hacer una a cada lado de
tu cabeza. Como coletas, excepto que serán trenzas francesas.
Sus piernas patalean, haciendo que rebote en el sofá.
—¡Sí, por favor!
Me río de su grito emocionado. Al dividir su cabello en dos
secciones, observo sobre su hombro que peina el cabello de su muñeca
con un pequeño cepillo de plástico. Se esfuerza mucho para hacerle una
trenza, pero le sale muy torcida. Lo cepilla otra vez y lo intenta de nuevo.
—¿Quieres peine a tu muñeca luego?
—Uh-huh.
Una vez termino ambos peinados, ella se levanta, corre al baño, y
luego vuelve a salir corriendo un momento después.
—¡Es tan genial! —dice excitada—. ¿Tendré el pelo rizado por la
mañana?
Sonrío.
—Así es.
—¡Siii!
—¿Por qué no te cepillas los dientes y nos vemos en tu habitación
para arroparte?
—Pero, ¿qué hay de papá? Aún no ha llegado. —La decepción brilla
en sus ojos.
Le doy golpecitos en la punta de la nariz y me levanto del sofá.
—Haré que pase por tu habitación para darte las buenas noches
cuando llegue.
—De acuerdo.
Cuando se da la vuelta y abandona la sala de estar, la demostración
de entusiasmo de hace un momento se ha ido, la ira y el dolor se
encienden en mi interior. Esta es la tercera noche esta semana que Theo
llega a casa después de la hora de acostarse de Aria, y cada vez hay un
toque de perfume de mujer en él. No me importa que se acueste con otras
mujeres. Tampoco me molesta que sepa que lo sé. Lo que me molesta es
su falta de atención hacia Aria, y el hecho de que extraña a su papá y a él
parece no importarle.
Cuando oigo que el grifo del baño se cierra, me tranquilizo y me
dirijo al dormitorio de Aria. Ella ha vuelto a dormir en su propia cama,
mientras yo comparto la de Theo. Afortunadamente, sólo un par de veces
ha intentado tocarme, y lo he rechazado las dos veces. Me di cuenta que
se enojó cuando lo hice, pero no me presionó. No sé si es porque Aria está
aquí o si se detiene por alguna otra razón. Me alegra que no haya causado
ningún problema. Todavía. No veo a Theo soportando mucho más, y no
estoy segura de querer que las cosas funcionen entre nosotros.
Aparto esos pensamientos en el momento en que Aria corre junto
a mí y salta en la cama. Se ríe cuando rebota dos veces y cae de espaldas.
Mi oscuro humor se aclara más, y no puedo evitar reírme por su
comportamiento infantil. La niña sabe qué hacer para alegrar mi estado
de ánimo.
Una vez se sitúa bajo las sábanas con el Sr. Waffles a su lado,
empiezo a meterlas por los lados, haciéndole cosquillas
“accidentalmente” cuando paso por sus costillas. Ella se ríe y chilla, y es
un maravilloso sonido para escuchar. Puede que no sea la madre de esta
niña, pero no hay forma de que pueda amarla más si lo fuera. Es imposible
no enamorarse de ella. Me entristece pensar que su verdadera madre
desperdició la oportunidad de ver crecer a su hija. Me duele que Aria
nunca haya tenido la oportunidad de compartir ese lazo especial que sólo
una madre y su hija pueden tener.
—¿Puedo preguntarte algo, Jules? —Pregunta Aria.
Me siento a su lado en la cama y aparto el flequillo de su frente.
—Claro, bebé.
Sus labios tiemblan y las lágrimas se acumulan en sus ojos.
—¿Papá está enojado conmigo?
Respiro profundamente, con un dolor punzante en el pecho. Hago
retroceder la humedad que quiere acumularse en mis ojos, y le pregunto
a Aria con voz tensa
—¿Por qué piensas eso, Aria?
Sus ojos caen a sus manos que agarran fuertemente al Sr. Waffles.
—Porque no vuelve a casa hasta después de que me acuesto.
—Oh, cariño. No tiene nada que ver contigo. —Mi corazón se astilla
ante la angustia en su rostro mientras limpio las lágrimas que caen por
sus mejillas—. Él solamente ha estado trabajando hasta tarde.
Eso es mentira, y odio mentirle a Aria, pero a veces es mejor no
decir la verdad, especialmente a la edad de Aria. Theo y yo tendremos una
larga charla esta noche cuando llegue a casa. Eso es, si no llega demasiado
tarde, como anoche.
Sus ojos se encuentran con los míos y el dolor en ellos me desgarra.
—¿Lo prometes? —Pregunta con lágrimas en los ojos.
Me inclino y beso su frente, deseo tanto poder borrar cualquier
duda de su mente.
—Te lo prometo, cariño. Tu papá te quiere mucho y te extraña tanto
como tú a él.
Ella asiente, y envuelve sus pequeños brazos alrededor de mi cuello.
—Te amo, Jules —susurra contra mi oído. Mi garganta se obstruye
ante sus dulces palabras, y cierro los ojos con fuerza, esperando como el
infierno poder controlar mis emociones hasta que salga de su habitación.
Respiro con calma, beso su suave mejilla y retrocedo.
—Yo también te amo, Aria. —Y lo hago. Amo tanto a esta niña.
La expresión de desesperanza desaparece, y una sonrisa la
reemplaza, trayendo de vuelta a la hermosa querubín de antes.
Sonrío, contenta de ver su tristeza olvidada por el momento.
—Buenas noches, bebé. Te veré mañana.
—Buenas noches.
Beso su mejilla una vez más antes de levantarme de la cama. Dejo
la luz encendida en su armario, cierro la puerta hasta que sólo queda
abierta un par de centímetros, tal como a ella le gusta. Salgo de su
habitación con mis emociones a flor de piel, y voy a la sala de estar. Tomo
asiento en el sofá, y espero a que Theo llegue a casa.
Espero, y espero.
Después de tres horas, sé que será otra larga noche. Me levanto del
sofá con un suspiro de irritación, voy al dormitorio a prepararme para ir
a la cama. Después de que Aria se vaya a la escuela mañana, tendré una
charla con él. Necesita saber que su hija se siente descuidada, y juro por
Dios que será mejor que haga algo para arreglarlo. Ningún niño debería
sentirse así. Los ojos de ningún niño deberían tener esa mirada desolada.
Me subo a la cama y mis ojos se cierran antes de que mi cabeza
toque la almohada.

sonrío cuando siento un cálido aliento


en mi cuello y un cuerpo duro en mi espalda. Un pesado brazo reposa
sobre mi costado mientras los dedos me hacen cosquillas en la parte
inferior del estómago, lo que provoca que se me ponga la piel de gallina.
—Mmm… eso se siente bien —susurro, y arqueo la espalda,
queriendo más de esos ligeros toques como plumas.
—Claro que sí. —Una voz profunda gruñe en mi oído. Sus caderas
se presionan contra mi trasero y siento la dureza de su polla.
Cuando la mano que tiene en mi estómago viaja al sur, mariposas
revolotean en mi vientre por la anticipación. El primer toque de su dedo
en mi clítoris hinchado me hace jadear ante la felicidad que otorga a mi
cuerpo.
Aprieto las piernas juntas, tratando de capturar su mano. Se ríe a
mis espaldas y su aliento choca contra mi febril piel.
—Tan impaciente —ruge.
—Por favor —ruego, moviendo las caderas—. Necesito más.
—Sé lo que necesitas, nena, y te lo daré.
Sus dedos se alejan de mi clítoris, y gimo ante la pérdida. Mi gemido
se convierte en jadeo cuando levanta mi pierna, y coloca mi pie detrás de
su pantorrilla, acomodando su muslo entre mis piernas, expone mi coño
a sus codiciosas manos.
Clavo las uñas en sus antebrazos cuando su dedo roza mi
hendidura. Su polla se desliza entre mis nalgas y se frota contra mí.
—Joder. —Respira—. Estás tan mojada para mí, Jules. Sólo para mí.
—Sólo para ti —repito.
Él separa mis labios inferiores, volviéndome loca, antes de deslizar
un dedo adentro. Su boca en mi hombro chupa mi piel, luego gime cuando
aprieto a propósito mis músculos internos alrededor de su dedo.
—Zorra —gruñe, y agrega otro dedo, justo como sabía que lo haría.
Me río, pero rápidamente mi risa se convierte en un grito suave
cuando su pulgar se encuentra con mi clítoris.
—Dos pueden jugar este juego.
Su mano libre se mueve hacia uno de mis pechos y tira del pezón
antes de ponerlo en su mano. Mueve las caderas hacia atrás, y un segundo
después, siento su polla deslizándose contra mi resbaladizo coño. Mi
desenfrenada necesidad hace que extienda la mano entre mis piernas
para agarrar su dura longitud. Quiero colocarlo en mi entrada y que
empuje dentro de mí, pero sus dedos están en el camino, y parece que
aún no ha terminado de jugar.
Le daré unos minutos más, mientras tanto, lo presionaré contra mí
lo más cerca posible. Está resbaladizo por mis jugos, así que mi mano se
desliza fácilmente a lo largo de su firme eje.
—Di mi nombre —gruñe contra mi oreja, empujando otro dedo
dentro de mí—. Quiero oírte decir mi nombre.
Los músculos de mis muslos se tensan y me muerdo el labio para
no gritar. Estoy tan cerca. Sólo necesito un poco más…
—Luca. —El nombre sale en un suspiro.
—No —gruñe, luego mete sus dedos en mí con más fuerza, su
empuje es muy fuerte, sus nudillos golpean mi hueso púbico, causando
que haga una mueca de dolor—. Di mí nombre.
Frunzo el ceño y mi mano en su eje deja de moverse. No entiendo
lo que dice. Acabo de decir su nombre.
—Luca, ¿qué estás…?
Cuando trato de girarme y mirarlo, me detiene colocando su brazo
alrededor de mi pecho. Su otra mano todavía está en mi coño.
—Theo —ladra, apretándome más fuerte con su brazo—. Ese es mi
puto nombre…

, y sé inmediatamente que mi sueño es


mucho más que un sueño, es mi realidad. Estoy desnuda de la cintura
para abajo, y no tengo idea cómo sucedió. Siento la mano de Theo entre
mis piernas, sus dedos se deslizan brutalmente dentro de mí a través de
mis pliegues húmedos. Abro la boca para gritar, luego recuerdo que Aria
está al final del pasillo, y esto es lo último que necesita presenciar.
—Por favor, no lo hagas —ruego en voz baja y trato de apartar su
mano.
Levanto mi pierna de encima de la suya para poder alejarme, pero
él simplemente envuelve la suya a mi alrededor. Esto cierra mis piernas,
pero no lo detiene. Estoy tan resbaladiza por mi sueño que deja mis
muslos mojados y le da la humedad suficiente para que aún pueda meter
sus dedos dentro de mí.
—Eres una maldita provocadora y lo sabes, Jules —gruñe en mi
oído—. Quiero oírte decir mi nombre. No el de él. Eres mía, no de él.
Digo su nombre, pero no en el sentido em que quiere que lo haga.
—Theo, no hagas esto. Aria está justo al final del pasillo.
Lágrimas se deslizan por mi mejilla, humedeciendo la funda de la
almohada en la que estoy acostada.
—Ya esperé bastante, Jules. Ahora es mi turno, así que te sugiero
que cierres la boca para que no despiertes a mi hija.
Cuando sus dedos dejan mi coño, rápidamente trato de alejar mi
mitad inferior de él. Clavo mis uñas en el brazo que atraviesa mi pecho
desgarrando la piel, pero ni así cede en su firme agarre.
Soy empujada sobre mi estómago y antes de que pueda moverme,
él está encima de mí, en mi espalda. Me quedo sin respiración por un
momento, pero el aire vuelve a entrar cuando lo siento empujar su polla
entre mis muslos.
—No, no, no, no —susurro gritando. Empujo con mis manos contra
el colchón para quitármelo de encima, pero su cuerpo es demasiado
pesado para que lo levante. Las piernas de Theo están tensas a ambos
lados de mis piernas cerradas, así que no hay mucho que pueda hacer con
ellas.
—Deja de luchar, Jules —dice—. Sabes que lo quieres. Lo estabas
pidiendo a gritos hace un minuto.
No le digo que eso fue porque pensé que era Luca, aunque
aparentemente ya sabe debido a su exigencia de que lo llamara por su
nombre en vez de el de su hermano. No quiero imaginarme lo que haría
si se lo recordara.
—No quiero esto, Theo. —Ahogo un sollozo y trato de hundir mis
caderas en el colchón para alejarme de él. Su polla se desliza entre mis
muslos y él empuja varias veces. Me atraganto cuando choca contra mi
entrada, y luego doy gracias a Dios cuando no entra.
Él gruñe y gime mientras se folla a sí mismo entre mis muslos
apretados. Siento el sabor de la sangre en mi boca al morder mis labios
con fuerza para evitar liberar mis gritos. Cierro con fuerza los ojos y
agarro las sábanas, rezo para que no empuje dentro de mí. Esto ya es
bastante malo, pero me resignaré si me penetra.
Sus dedos se hunden en mi cintura, y sé que habrá un moretón ahí
mañana. El sudor gotea en mi espalda, luego su cabeza cae en mi cuello a
medida que sus gemidos se vuelven más profundos y sus empujes más
erráticos. Cuando su mano se desliza bajo mi cabeza y sobre mi boca, sé
que está a punto de empeorar. Intento morderle la mano, pero está
demasiado apretada contra mi boca. Lloriqueo y sacudo mis caderas, hago
lo mejor que puedo para clavar mis manos en el colchón para alejarme de
él cuando siento su mano en mi trasero para alinearse con mi entrada.
—¿Papi? —dice una vocecita.
Estoy agradecida cuando se congela encima de mí, pero luego el
vómito sube por mi garganta al pensar que Aria pudo haber visto a su
papá violándome. Está oscuro y no hay luna esta noche, pero no sé si está
lo suficientemente oscuro.
—Papi, ¿eres tú?
Theo gruñe y se desliza fuera de mí. Ruedo hacia mi lado y doblo
las piernas contra mi pecho. Respiro con lentitud, a pesar de que deseo
desesperadamente inhalar grandes bocanadas de aire. No quiero alertar a
Aria de que algo va mal.
—Es papi, vuelve a la cama, Aria.
—Pero no viniste a darme las buenas noches —dice en voz baja y
triste. Eso también me hace querer darle una paliza a Theo.
Oigo su suspiro frustrado y aprovecho la oportunidad para escapar,
tiro de la sábana y me sumerjo en la oscuridad hasta que encuentro mi
bata en el extremo de la cama. Por suerte, Theo no intenta detenerme.
Meto los brazos dentro de la bata y ato el cinturón alrededor de mi
cintura mientras le digo a Aria:
—Tu papá no se siente bien esta noche, Aria. ¿por qué no vuelvo a
meterte en la cama? Puedes ver a tu padre en la mañana.
Estoy orgullosa cuando logro mantener mis atemorizadas
emociones fuera de mi voz.
—De acuerdo —dice abatida.
Siento los ojos de Theo en mí en la oscuridad mientras camino hacia
la puerta donde Aria está parada.
—Buenas noches papi. Te amo.
Al principio no dice nada, y mi ira aumenta. Justo cuando llego a
ella y le agarro la mano, él dice en voz baja:
—Buenas noches. Te amo.
Puedo escuchar el enojo en su voz, y agradezco que Aria no se dé
cuenta.
Me limpio los ojos mientras la llevo de vuelta a su habitación.
Cuando se arrastra en la cama, tomo una decisión en fracción de
segundos y me deslizo a su lado. No estoy usando a Aria como escudo
sabiendo que Theo no vendrá aquí. Sólo necesito tiempo para esconderme
antes de ir al sofá en la sala de estar. No hay forma de que vuelva a
meterme en esa cama con él.
—¿Estás de acuerdo con esto? —Le pregunto a Aria.
Cuando se acurruca contra mí, sé que lo está.
—Uh-huh —murmura somnolienta, volviéndose a quedar dormida.
La rodeo con mis brazos y acerco su pequeño cuerpo al mío. Beso
la parte superior de su cabeza, cierro los ojos y respiro profundamente.
Me acuesto y pienso en qué debo hacer, en el fondo sé que no hay forma
de que me quede aquí, pero también sé que mis opciones son muy
limitadas.
Sólo quiero quedarme unos minutos, lo suficiente para calmar mis
nervios, pero no pasa mucho tiempo antes de que el sueño se apodere de
mí.
después de acompañar a Aria a la
parada de autobús, algo que he hecho desde mi primera semana viviendo
aquí, veo a Theo de pie cerca del sofá. Sus ojos están cargados de
remordimiento y vergüenza. Pero ya no me importa su culpa. Es un
hombre adulto y sabía que lo que estaba haciendo anoche estaba mal.
Evito sus ojos y voy a la cocina. Mis manos tiemblan mientras lleno
una taza con el café que Theo debe haber hecho mientras estaba afuera.
El miedo se desliza por mi columna vertebral cuando lo siento entrar a la
habitación. Me asusta, y estar a solas con él lo empeora.
Sintiendo su calor en mi espalda, me pongo rígida y me alejo.
—Lo siento, Jules —dice en voz baja.
Lo ignoro y pongo un poco de azúcar en el café, luego la crema,
antes de revolver el contenido. Al oír su suspiro, me doy la vuelta para
enfrentarlo. Me reclino en la encimera, cruzo los brazos y apoyo la taza
en el brazo, dejando que el calor de la taza caliente mi mano fría.
Él está parado a unos metros de mí. Percibiendo mi estado de
ánimo, mantiene la distancia entre nosotros. Veo que tiene las manos
cerradas en puños a los costados y la mandíbula tensa.
—No sé qué me pasó anoche. Cuando empezaste a gemir mientras
dormías, pensé que querías que te tocara. —Mantiene la voz baja—. Nunca
quise hacerte daño, Jules. Nunca quise lastimarte.
La culpa trata de abrirse paso dentro de mí, porque estaba gimiendo
en mi sueño, así que para él, yo lo estaba disfrutando. Pero en el momento
en que dije no, debería haberse detenido. No importa si mi cuerpo
respondió al suyo mientras dormía. El punto es que no lo disfruté cuando
desperté, y él continuó de todos modos.
Ni siquiera estaba pensando en él en mi sueño, y ese pensamiento
me produce otra ronda de culpa, aunque no tuviera control sobre eso.
—Te dije que pararas. —Le recuerdo temblorosamente.
—Lo sé. —Su cabeza cae, y observo que respira profundamente
antes de volver a mirarme—. Debería haberme detenido cuando me di
cuenta que no estabas en ello. Mi única excusa es que estaba abrumado
por la necesidad.
—Eso no es excusa, Theo.
—¡Lo sé, maldita sea! —grita, pasándose las manos por el cabello.
Me estremezco ante su arrebato y me presiono más contra la encimera—
. Pero yo sólo... no pude. Te deseaba tan jodidamente mal.
Nos miramos el uno al otro, sus ojos destellan numerosas
emociones tan rápido que no tengo tiempo para identificar cada una antes
de decidirse por la irritación.
—Dije que lo siento, ¿de acuerdo?
—De acuerdo. —Asiento dejando mi expresión en blanco,
esperando que eso lo apacigüe. Un minuto después, me devuelve el
asentimiento.
Cuando camina hacia mí, no puedo evitar encogerme. No se detiene
hasta que está en mi rostro, con el pecho en contacto con mis brazos. Me
mira a los ojos, buscando mi mirada.
—Prometo que lo haré mejor, Jules. Te juro que no volverá a pasar.
Puedo esperar hasta que estés lista.
Nunca estaré lista para que me toque, no después de haber
intentado forzarme dos veces, pero no lo digo. En vez de eso, vuelvo a
asentir.
Se inclina, y cuando sus labios presionan los míos, agarro mi taza
con más fuerza. No respondo al beso, pero tampoco lo alejo. Me preocupa
pensar qué hará si lo alejo.
—Te veré esta noche —murmura contra mis labios—. Hoy no
trabajaré hasta tarde.
Casi me río, porque no ha trabajado hasta tarde ninguno de los días
que ha dicho que lo ha hecho. Me pregunto si realmente cree que soy tan
ingenua para creerle. Se echa para atrás, gira sobre sus talones y sale de
la cocina.
Cuando oigo que la puerta principal se cierra, suelto en un doloroso
silbido, el aire que he estado conteniendo.

contra mi oído y espero a que suene. Cierro los


ojos y mi barbilla cae a mi pecho cuando suena seis veces antes de ir al
correo de voz. El odio hacia mí parece que sigue ahí, y no sé por qué
todavía lo sigo intentando.
Aún así, hablo con ellos.
—¿Mamá? ¿Papá? —Mi voz se resquebraja. Sigo en un doloroso
susurro—. Los extraño a ambos.
Envuelvo mi brazo alrededor de mis rodillas y me balanceo de un
lado a otro en el sofá.
—Y-yo no sé qué hacer. Estoy en problemas y n-no tengo a nadie
más a quien llamar.
Lágrimas se filtran por mis mejillas. Un par de ellas golpean mis
labios, así que lamo la salinidad.
—Tengo miedo.
Mis labios tiemblan mientras un fuerte dolor se apodera de mi
pecho y me veo obligada a frotar el lugar para tratar de aliviar el dolor.
Eso no ayuda.
—Quiero volver a casa. Por favor, mamá y papá. Sólo quiero volver
a casa. —Un sollozo con hipo sale de mi garganta—. Lo siento por todo.
Retiro el teléfono, finalizo la llamada y lo tiro en el sofá a mi lado.
Apretándome las piernas con los dos brazos, pongo la mejilla contra las
rodillas. La impotencia y la desesperación me quitan el aliento mientras
observo perdidamente la pantalla del televisor.
Ha pasado un par de horas desde que Theo se fue, y todo en lo que
he pensado es en lo que debo hacer para salir de esta situación.
No se me ha ocurrido nada. Llamar a mis padres, incluso sabiendo
que no responderían, era mi única opción. Estoy sola. Aparte de mis
padres y mi hermana, no tengo más familia. Ni siquiera tenía amigos antes
del coma, sólo unos pocos conocidos del trabajo y la escuela, y una chica
llamada Nicole con la que salía de vez en cuando. Estoy segura que ya se
habrán olvidado de mí. Podría llamar a Ella o a Helen y Wyatt, pero,
¿realmente creerían que Theo es capaz de las cosas que ha hecho? Me
conocen hace unas semanas; no tienen motivos para creer nada de lo que
diga.
Podría llamar a la policía, pero es algo que no quiero hacer. Sé que
estoy siendo estúpida, pero no sé si tengo la capacidad emocional para
lidiar con todo lo que conlleva involucrar a la policía. Sólo quiero estar
lejos de aquí, lejos de Theo, y eso es todo.
Otro nombre aparece en mi mente, y sacudo la cabeza para tratar
de alejar esa idea. Tampoco hay razón para que él me crea. Es el gemelo
de Theo, por el amor a Dios. Muchos gemelos tienen lazos
inquebrantables.
Recuerdo cuando vino a casa hace unos días. La preocupación en
su voz cuando pensó que algo estaba mal. El dolor en sus palabras cuando
se dio cuenta que Theo me dijo lo que hizo. La devastación en su rostro
cuando abrí la puerta. También recuerdo la mirada que le dio a Theo el
día que su familia vino a casa para darme la bienvenida. Me tomó por
sorpresa, porque había algo en sus ojos, una mirada que silenciosamente
le decía a Theo que era mejor que vigilara sus pasos. Como si fuera a
protegerme incluso de su hermano si tuviera que hacerlo. He sentido esa
cálida sensación irradiando de él también. No lo entendí entonces,
especialmente viniendo de alguien que nunca he visto. Todavía no lo
entiendo completamente, pero tal vez pueda usarlo a mi favor.
Las palabras de Theo del otro día resuenan en mi cabeza, pero las
alejo. No tengo otra alternativa. No tengo a nadie más a quien recurrir.
Luca es mi única opción, y espero que sea la correcta. No puedo seguir
aquí, porque no tengo ninguna duda que Theo no se detendrá la próxima
vez.
Dejo salir una temblorosa respiración y levanto mi teléfono. Helen
me dio los números de todos para que los agendara, incluyendo el de
Luca. Al encontrar su nombre, pulso el símbolo verde del teléfono.
Suena tres veces antes de que una profunda voz responda.
—¿Hola?
Cierro los ojos cuando oigo su voz y me toma un momento
responder. Antes de hacerlo, hago una silenciosa oración para que esta
sea la decisión correcta.
Fortalezco mi tono cuando todo lo que quiero hacer es llorar.
—¿Luca? Soy yo, Jules. —Abro los ojos—. Necesito tu ayuda.
la mitad inferior de la imagen en la que estoy
trabajando, dándole una apariencia borrosa, y luego dejo caer el lápiz.
Masajeo la parte posterior de mi cabeza, miro el dibujo en el que he
estado trabajando durante meses. Esta mañana me llegó otra visión y sé
que no habría podido concentrarme hasta que la añadiera al resto.
Todavía no sé qué significa todo esto, pero el sueño que tuve de ella y
Theo en el campo sugiere que tiene algo que ver con Jules.
Mi teléfono vibra a mi lado un segundo antes de que la pantalla se
ilumine con un número desconocido. Deslizo mi dedo manchado de
carbón a través de la pantalla y lo llevo a mi oído.
—¿Hola?
Oigo la respiración al otro lado de la línea, y estoy a punto de
colgarle a quienquiera que sea el imbécil, cuando una suave voz habla.
—¿Luca? —Sé de inmediato quién es antes de que me lo diga—. Soy
yo, Jules. —Otra pausa, y lo que jode con mi cabeza es el conflicto en su
voz—. Necesito tu ayuda.
Mi silla cruje cuando me siento derecho.
—¿Qué está mal? —Exijo.
—N-no puedo decírtelo por teléfono. —Deja salir una profunda
exhalación de aire en el altavoz—. ¿Puedes venir a la casa de Theo?
—¿Estás bien, Jules? —Gruño la pregunta, necesitando saber la
respuesta antes de hacer cualquier otra cosa.
—S-sí —dice con voz ronca. Ella no parece estar bien, joder—. Pero
necesito verte. Por favor. Ahora mismo.
La urgencia en su voz me hace levantar de la silla.
—Estoy en camino. Estaré ahí en cinco minutos.
—Gracias —dice exhalando un fuerte suspiro.
La sangre se me sube a la cabeza cuando me enojo porque no
entiendo lo que fluye a través de mí, ¿qué demonios está pasando? ¿Por
qué está tan asustada?
—Me estoy subiendo a la camioneta ahora mismo, Jules.
Encuéntrame en la puerta principal, ¿de acuerdo?
Recibo su confirmación y finalizo la llamada, enciendo la camioneta
y muevo mi culo cinco kilómetros hasta la casa de Theo. Cuando subo los
escalones de la entrada, la cortina se mueve y veo a Jules asomada en la
ventana. Un momento después, oigo que la cerradura se desbloquea y ella
abre la puerta. En cuanto la veo, sé que algo importante está mal. Sus ojos
están ligeramente hinchados y rojos por el llanto, sus mejillas están
pálidas e incluso más hundidas que el otro día. Cuando me ve, su cuerpo
se relaja visiblemente, como si se sintiera aliviada porque yo esté aquí.
No me detengo hasta que estoy dentro de la casa, forzándola a
retroceder o de contrario le pisaré los pies con mis botas. Empujo la
puerta detrás de mí con más fuerza de la que pretendo y ella salta cuando
se cierra de golpe.
—G-gra-c-cias —tartamudea. Respira hondo y vuelve a intentarlo—
. Gracias por venir.
—Dime qué pasó —ordeno.
Entrelaza los dedos frente a ella, y noto el blanco en sus nudillos.
—¿Quieres algo de beber? —Mira nerviosamente a su alrededor
antes de volver a encontrarse con mi mirada—. Puedo conseguirte algo de
beber primero.
—Jules —ladro cuando se da la vuelta para ir a la cocina antes de
esperar mi respuesta—. ¿Por qué estoy aquí?
Su cabeza cae, aún dándome la espalda. Espero y un segundo
después, se da la vuelta. Su voz tiembla mientras señala hacia la sala de
estar.
—¿Podemos sentarnos?
Sacudo la cabeza y la sigo al sofá. Es evidente que algo anda mal, y
debe estar preocupándola mucho como para que me llame. Debería ser la
última persona en su corta lista de nombres a quien pedir ayuda.
Ella se sienta en un extremo del sofá, y yo me siento en el medio.
Debería haber tomado el extremo opuesto, pero algo me dice que necesito
estar cerca de ella. Sus manos suben y bajan por sus piernas cubiertas por
jeans y su pecho bombea demasiado rápido para ser una respiración
normal.
—Jules.
Cuando digo nuevamente su nombre, su rostro se contrae. El miedo
y la incertidumbre se mezclan en sus ojos. Algo se rompe dentro de mí, y
me pregunto si esas emociones están dirigidas a mí. Pero entonces, ¿por
qué me llamaría si me tiene tanto miedo?
Antes de que pueda detenerme, me acerco y pongo mi mano sobre
la suya antes de que haga un agujero en sus malditos pantalones. Ella
mira mi mano, frunce el ceño, pero no la alejo.
—Lo siento. —Empieza—. No sabía a quién más llamar, y no sé qué
hacer.
—Sólo dime qué está pasando, ¿tiene algo que ver con Theo?
Obtengo mi respuesta cuando el miedo en sus ojos se triplica. Ira
candente corre por mis venas. Me duele la mandíbula por apretar los
dientes tan fuerte. Antes de que ella tenga la oportunidad de responder,
gruño:
—¿Qué mierda hizo él?
Sus labios se retuercen, y siento su mano bajo la mía clavarse en
sus muslos. Aleja sus ojos de los míos y los posa en algo al otro lado de
la habitación.
—Él uh… —Frunce las cejas. Aprieto su mano, diciéndole sin
palabras que continúe. Sus ojos se deslizan hacia los míos y tanto dolor
se refleja en ellos que casi me deja sin aliento—. Casi me viola anoche. —
Termina de decir en un distorsionado susurro.
El rojo nubla mi visión mientras sus palabras resuenan una y otra
vez en mi cabeza. Mi cuerpo vibra cuando una furia violenta me invade.
—¿Puedes repetir eso? —Digo en una mortal y tranquila voz.
Necesito asegurarme que la oí bien.
Jules se estremece a mi lado, pero abre la boca y repite las palabras
que envían mi sangre de ebullición a erupción volcánica.
—Theo casi me viola anoche. —Su voz se quiebra—. Estaba soñando
y cuando desperté, él me estaba tocando. Quería que se detuviera, le
rogué que se detuviera, pero no lo hizo.
—Tú dijiste casi. —Trato de mantener mi voz calmada a través de
la viciosa furia que hierve a fuego lento en mi sistema—. ¿Qué significa
eso?
Se lame los labios y sus ojos se llenan de lágrimas, lo que hace que
mi enojo aumente más.
—É-él no tuvo tiempo de… empujarse dentro de mí porque Aria
entró a la habitación. No creo que ella se diera cuenta de lo que él estaba
haciendo. —La mano que tengo en mi muslo se encalambra por apretarla
con tanta fuerza—. No sé si se hubiera detenido o no, pero no es la
primera vez que casi pierde el control de esa manera.
—¡Joder! —Grito y me levanto del sofá. Pateo la mesa del café
enviándola al otro lado de la habitación. La pequeña lámpara en la mesa
junto al sofá es lo siguiente, ya que choca contra la pared. Jules grita, pero
estoy más allá de furioso para comprenderlo.
Mi hermano. Mi puto hermano. Atravieso la habitación, hundiendo
los dedos en mi cabello. Nunca habría pensado que mi tranquilo y
relajado hermano fuera capaz de hacer algo tan violento. Y que se lo
hiciera a su esposa… dos veces. Una esposa a la que dice amar tanto.
Pero, de nuevo, su comportamiento ha cambiado drásticamente
desde que Jules volvió a entrar en escena. Se ha vuelto amargado, irritable,
y ha sido un completo imbécil últimamente. Incluso nuestros padres han
comentado su actitud.
La mirada salvaje y posesiva en sus ojos desde el primer día se me
viene a la mente. Esa mirada y el contraste en su temperamento
últimamente es lo que me hace creerle tan fácilmente a Jules. Un gruñido
trata de liberarse cuando pienso en él tocándola sin su permiso. Incluso
un solo toque es demasiado cuando la persona no lo quiere.
Me doy la vuelta y me enfrento a Jules, sin duda alguna mis ojos
tienen una mirada salvaje.
—¿Por qué diablos lo dices ahora? —Grito la pregunta—. ¿Por qué
diablos no dijiste algo la primera vez? A cualquier miembro de la familia.
Su rostro está rojo, y tiembla como una maldita hoja mientras se
para al final del sofá, lejos de mí. Pongo las manos en las caderas y bajo
la cabeza, respirando hondo, tratando de calmar el furioso fuego que arde
en mí. Ella ya está bastante asustada, lo último que quiero hacer es
asustarla más, especialmente dada nuestra historia.
—Porque estaba asustada. Porque dijo que lo sentía y le creí. Porque
sé que esto tampoco es fácil para él. Sus recuerdos sobre mí están
intactos. Recuerda todo lo que compartimos. Recuerda el amor que nos
tuvimos y los momentos en los que estuvimos juntos… íntimamente. No
puedo imaginar lo que siente al vivir con alguien que desea, sabiendo que
la tuvo antes, y que esa persona no se acuerda de ti. Me esforcé mucho
para que funcionara esto entre nosotros por el pasado que compartimos.
Le estaba dando una oportunidad.
Cuando deja de hablar, su pecho esta agitado, sus brazos están
envueltos fuertemente sobre su estómago como si estuviera
protegiéndose.
—Ninguna de esas razones le da derecho a ponerte un dedo encima
cuando tú no quieres que lo haga —siseo.
—Lo sé —dice en voz baja—. Pero es tu familia. No sabía si tú, tu
hermana o tus padres me creerían.
—¿Por qué no llamaste a la policía?
—Sólo quiero estar lejos de él. Eso es todo lo que quiero. No
puedo… —Cierra los ojos un breve segundo antes de abrirlos
nuevamente—. No quiero involucrar a la policía. Sólo quiero que él
desaparezca.
Inclino la cabeza hacia atrás y cierro los ojos un momento, luego
tomo una decisión.
—Recoge tu mierda. Vienes a casa conmigo.
Abre los ojos de par en par, y luego se vuelven vacilantes.
—No quiero dejar a Aria aquí.
—Él no lastimará a Aria —digo y es la verdad. A veces puede ser un
padre de mierda, pero ama a su hija y es ferozmente protector con ella
cuando es necesario.
Ella sacude la cabeza.
—Aún así no quiero dejarla.
La miro fijamente.
—¿Y qué? ¿Vas a quedarte aquí y dejar que continúe la próxima
vez?
Ella retrocede como si la hubiera abofeteado, pero joder, necesita
entender que esto es algo que me niego a permitir que suceda. Ella no va
a quedarse aquí otro segundo. La sacaré de la casa y la arrojaré a mi
camioneta si es necesario, y no sentiré ni un ápice de culpa.
Inhalo profundamente, luego suelto el aire lentamente, haciendo
retroceder esos pensamientos oscuros.
—Yo tampoco quiero que Aria se quede aquí, Jules, pero no puedo
llevármela, especialmente cuando Theo se entere que lo dejaste. Sin duda
tomará represalias por haberte llevado, llamando a la policía y alegando
secuestro. Te lo juro, él no la lastimará. Necesito tiempo para pensar qué
hacer.
Ella vacila, y después de un momento, hunde sus hombros. Asiente,
pero puedo decir que está de acuerdo a regañadientes. Mientras va a
recoger sus cosas, me paro en medio de la sala de estar, apenas
conteniendo la necesidad de buscar a Theo y golpear la mierda fuera de
él. Las palabras de Ella del otro día resuenan en mi cabeza. Sé de la mirada
de enojo de la que habló. La vi en sus ojos el día que toda la familia se
reunió. Asumí que la mirada sólo estaba dirigida a mí por lo que hice, pero
ahora me pregunto si es por algo más. No entiendo por qué, ¿por qué está
enfadado con Jules? ¿Qué diablos hizo ella para conseguir tanta
animosidad de parte de él?
Me prometo, de pie en su sala de estar mientras espero a Jules, que
habrá un infierno por pagar, y Theo será el que cobre su boleto.
camino a mi casa, lo cual no es realmente
sorprendente ya que sólo vivo a unos pocos kilómetros de distancia. Sin
embargo, su silencio dice mucho. Muestra su inquietud por la situación
en la que está a punto de entrar, vivir conmigo, su miedo por lo que acaba
de abandonar y su inquietud por dejar atrás a Aria. Por el primero no la
culpo, dadas las circunstancias pasadas. El segundo lo estoy tratando de
empujar a la parte de atrás de mi mente por el momento, así no voy a
saltar por las paredes y reajustar el puto rostro de Theo. El tercero tiene
mi pecho expandiéndose, pero de nuevo no me sorprende. Aria es una
chica fácil de amar. Ella envuelve a cada persona que encuentra en sus
pequeños dedos, y Jules, al parecer, no es inmune a sus dulces e inocentes
encantos, incluso está dispuesta a llegar tan lejos como quedarse con ella
en una situación peligrosa.
Entro en el camino de entrada, luego me acerco y tomo su pequeño
bolso antes de abrir la puerta. Estoy a mitad de camino alrededor de la
camioneta cuando Jules se baja. La observo atentamente y noto que se
frota los labios, lo que revela su nerviosismo.
Me enfurece que esté aquí por la razón por la que está, pero no
puedo evitar la adrenalina que se apodera de mí al tenerla en mi casa, tan
cerca de mí. Mi obsesión por ella no ha disminuido en lo más mínimo, y
la idea de tenerla tan cerca a diario realmente jode mi cabeza y mi cuerpo.
La guío adentro y dejo caer su bolso en el sofá antes de girarme
hacia ella. Ella se detiene en medio de la sala de estar, con los brazos
cruzados sobre el pecho, mirando a su alrededor. No tengo mucho, pero
me he partido el culo por lo que tengo. Sin duda alguna todo lo que tengo
es mucho menos de lo que tenía ella cuando era niña. Cuando se gira hacia
mí para mirarme, sus ojos tienen una mirada sombría.
—Gracias —dice en voz baja.
Camino hacia ella lentamente hasta que estoy a medio metro de
distancia. Su cabeza se ve forzada a levantarse cuando me mira.
—No me lo agradezcas, Jules. Esa mierda no debería haber pasado
nunca, y siento que el imbécil de mi hermano pensara que tiene derecho
a hacer lo que hizo.
Ella asiente y agacha la cabeza, su espeso cabello cae sobre sus
hombros, ocultando su rostro. Extiendo la mano y agarro suavemente su
barbilla para levantar su cabeza.
—Estarás a salvo aquí conmigo —digo. Necesita entender que el
hecho de que le haya tirado mi mierda hace años, no significa que volverá
a pasar. Prefiero arrancarme los brazos antes que hacer algo que la
lastime—. Lo juro, Jules. De mí nada tienes que temer.
Su pequeña sonrisa es triste, y hace un agujero en mi corazón, pero
cuando ella susurra—: Lo sé. —Parece realmente creerlo, y se recupera.
Joder, si esta mujer no causa estragos en mis emociones.
—¿Te gustaría algo de comer o beber?
Ella sacude la cabeza.
—No, gracias.
Parece cansada y todo su cuerpo se hunde, como si el peso de mil
toneladas descansara sobre sus hombros. Mi ira hacia Theo se fortalece.
Agarro su bolso del sofá y señalo hacia el pasillo.
—Estarás en la habitación que mantengo para Aria cuando viene
aquí. Pareces agotada, ¿por qué no descansas un rato?
Ella asiente y luego me sigue por el pasillo hasta la pequeña
habitación que tiene una cama doble cubierta con una manta púrpura
brillante. Dejo caer su bolso en el extremo de la habitación y me doy la
vuelta. Jules está al lado de la cama, desliza suavemente sus dedos a lo
largo de la manta, una suave sonrisa juega en sus labios, haciendo que
luzca aún más hermosa.
—Esta es la segunda cama en la que duermo que pertenece a Aria.
No sé por qué me agrada saber eso, pero lo hace. Supuse que dormía
en la cama de Theo desde el principio. Cada vez que ese pensamiento se
cruzó por mi mente durante las últimas semanas, la ira apenas contenida
recorría mi cuerpo.
—No le importará. —Le informo.
—Lo sé. Ella es una niña muy dulce.
Me acerco y, antes de que se me ocurra algo mejor, me inclino y le
doy un beso en la parte superior de la cabeza. Se pone un poco rígida,
pero no trata de alejarse.
Retrocediendo, la miro.
—Duerme un poco. Voy a hacerle una llamada a mis padres.
Ella asiente, pero luego se muerde el labio preocupada.
—¿Crees… crees que me odiarán?
Pongo un mechon de cabello detrás de su oreja, necesitando
tocarla, aunque sea brevemente.
—No planeo decirles los detalles todavía. Sólo quiero advertirles en
caso de que Theo vaya. Y no, no te odiarán. Estarán conmocionados,
enojados y heridos en tu nombre, pero no te odiarán.
Baja la cabeza aceptando mis palabras, con alivio esperanzado
brillando en sus ojos.
—De acuerdo.
La dejo en la habitación y salgo a la sala de estar, la rabia una vez
más calienta mi sangre ahora que no estoy en su presencia. Mis pies
golpean el piso al salir por la puerta trasera hacia el patio. La hierba se
aplana bajo mis decididas zancadas. No me detengo hasta que estoy
detrás del pequeño cobertizo de madera en el rincón más alejado de mi
propiedad. Es ahí donde me detengo, inclino la cabeza hacia atrás y dejo
salir un grito hacia el cielo azul. Mi puño vuela hacia adelante y aterriza
con fuerza contra la estructura, astillándola lo suficiente como para dejar
fragmentos de madera incrustados en mis nudillos cuando tiro hacia
atrás. El escozor en mi mano solo amplía mi necesidad de repasar mi puño
a través de la mandíbula de Theo. Con otro grito, repito el movimiento
una y otra vez, hasta que mi mano está hecha un desastre sangriento y
hay un agujero del tamaño de un balón de fútbol en la pared.
No hace nada para aplacar mi furia, pero al menos ahora puedo
pensar más allá de la cegadora ira.
cuando un fuerte golpe me despierta.
Parpadeo rápidamente, confundida cuando no reconozco
inmediatamente lo que me rodea. Miro la manta púrpura que me cubre y
luego miro la habitación. Los recuerdos me inundan cuando recuerdo que
esta es la habitación de Aria, y estoy en la casa de Luca porque él fue y
me sacó de la casa de Theo.
Me froto los ojos cansados, tratando de limpiar la sensación de
arenilla en ellos al despertarme. Debo haber dormido más de lo previsto,
porque el sol ya se está poniendo.
Otro fuerte golpe y un grito ahogado me hace saltar de la cama.
Vuelo hacia el pasillo, justo cuando veo a Luca, abrir la puerta principal,
usando una camisa azul marino, jeans y el cabello mojado. Me preparo
cuando Theo entra a la casa.
—¿Dónde diablos está ella? —Gruñe, acercando su rostro al de Luca.
—¿Dónde está Aria? —Contesta Luca sin retroceder, mientras mira
por encima del hombro de Theo hacia su auto.
—Con mamá y papá, ¿por qué diablos estás tan interesado en Aria
todo el tiempo? Ella es mi puta hija, no la tuya, Luca. ¡Ahora, dime dónde
diablos está Jules! —Termina con un rugido.
Las palabras apenas salen de su boca antes de que Luca golpee su
puño contra la mandíbula de Theo. Suelta un grito. Es como si todo lo que
Luca estuviera esperando era asegurarse que Aria no viera lo que
planeaba hacer. Theo retrocede y golpea la pared junto a la puerta. Luca
se adelanta y le da otro brutal golpe en la mejilla. La sangre gotea por la
comisura de la boca de Theo. Usando el dorso de su mano, se limpia, luego
mira la sangrienta mancha. Mi mano tiembla cuando la levanto para cubrir
mi boca.
Los ojos de Theo parpadean hacia mí, y tanto odio se refleja en ellos
que retrocedo un paso.
Luca se ubica frente a él, bloqueando su visión de mí.
—Ya no puedes mirarla nunca más —gruñe Luca.
—Ella es mi maldita esposa. Puedo hacer lo que se me dé la gana
—dice Theo.
—¿Incluso violarla? —La pregunta sale con un gutural gruñido.
Theo no dice nada por un momento, pero puedo oír la pesada
respiración en ambos hombres.
—No iba a violarla —sisea.
— Deberías haberte detenido en el momento en que te dijo que lo
hicieras.
—Vete a la mierda, Luca. No sabes qué pasó. Tú no estabas ahí.
Cuando Theo intenta dar un paso alrededor de Luca, él lo empuja
atrás con una mano en el pecho y lo golpea contra la pared.
—No necesité estar ahí para saber que está jodidamente muerta de
miedo de estar cerca de ti.
Por la forma tensa en que Luca sostiene su cuerpo y la hostilidad
en su tono, sé que apenas se está conteniendo de lastimar aún más a Theo.
Odio la violencia y trato de evitarla a toda costa. Por mucho que no quiera
enfrentarme a Theo, sé que necesito hacerlo, para que se vaya. Me adentro
en la sala de estar, y me ubico a propósito en la línea de visión de Theo.
Sus ojos se mueven hacia mí, y un montón de emociones cruzan su rostro.
—Por favor, vete, Theo —digo, poniendo un poco de fuerza en mi
voz.
—No me iré de aquí sin ti —dice con dureza.
—Ella no irá a ninguna parte contigo.
Los ojos de Theo se deslizan de los míos a los de su gemelo. Su risa
es cruel cuando mira a Luca con desprecio.
—Siempre quisiste esto, ¿no? Esperaste el momento perfecto para
arrebatármela, como lo hiciste hace años. Porque la quieres toda para ti.
Tomo una profunda inhalación. Luca extiende la mano, agarra a
Theo por el cuello de su camisa y lo atrae hacia él. Trata de ocultarlo, pero
puedo ver el dolor que causaron sus palabras. No tengo idea de lo que
Luca siente por mí ni de lo que lo llevó a atacarme años atrás, pero sé que
siente una insuperable cantidad de culpa por ello. Lo vi en sus ojos
cuando abrí la puerta el día que vino a ver cómo estaba.
—Eres un maldito bastardo, Theo, por tratar de darle la vuelta a
esta mierda, ¿la quiero? Claro que sí, mierda. Pero estoy seguro que no le
pondría una mano encima.
—Pero jodidamente lo hiciste —ruge Theo.
—No de la forma en que tú lo hiciste.
Algo siniestro aparece en los ojos de Theo. Me mira y luego de
nuevo a Luca.
—Pero jodidamente lo hiciste —repite, en un tono bajo y con una
enfermiza sensación de satisfacción.
El shock me golpea, y un dolor agudo absorbe todo el aire de mis
pulmones y lágrimas caen por mis ojos. Me acerco a la pared que está a
mi lado, temiendo que mis piernas fallen en cualquier momento.
Mis ojos se dirigen a Luca para ver cómo la mano que sigue
agarrando el cuello de la camisa de Theo comienza a temblar. Su rostro
está blanco como un fantasma. Suelta a Theo y da un paso atrás, sus ojos
nunca dejan al hombre frente a él. La incredulidad y la agonía cruzan su
rostro.
—¡Estás jodidamente mintiendo! —La devastación absoluta encaja
con la voz de Luca.
Theo se endereza la camisa y luego frunce los labios con una mueca
de desprecio.
—¿Lo hago? ¿Crees que eres mejor que yo? Pero, ¿adivina qué? Tú
eres peor. La tuve hace años porque ella me quería a mí, no a ti. No puedes
decir la misma mierda. La única vez que la tuviste fue cuando tomaste lo
que no era tuyo. Al menos ella quería que yo la follara en algún momento
de su vida. Ella nunca ha querido eso de ti.
Una sensación de ardor se enciende en la parte inferior de mi
estómago.
Cuanto más habla Theo, más calor hace y más alto sube por mi
pecho hasta que parece que mi torso está envuelto en llamas.
Lo que está diciendo no puede ser verdad. Recordaría haber sido
violada tan terriblemente. La bilis se eleva por mi garganta cuando algo
destella en mi cabeza. Un doloroso recuerdo. El sentimiento de que algo
me fue robado.
Ropa desgarrada.
Ser sujetada.
Un dolor insoportable.
Un miedo aterrador.
Y total desesperación.
Mis ojos regresan a Luca, cuyo pecho sube y baja mientras inhala y
exhala fuertemente. Su cuerpo está tenso y sus manos se aprietan y
aflojan a los costados, y sé la lucha interna que debe estar librando.
—Vamos, Jules, nos vamos a casa —ladra Theo.
Abro la boca para hablar, pero Luca me gana.
—No —gruñe. Sus ojos hacen retroceder a Theo de nuevo a su lugar
cuando intenta moverse hacia mí—. No irá a ninguna parte contigo.
Llamaré a mamá y papá para que vengan a buscarla y se quede con ellos.
—Qué mierda dices. Ella está viniendo…
—Vete, Theo. —Reuniendo coraje, entro más a la habitación hasta
que sólo estoy a unos metros de ambos hombres—. No voy a ir a casa
contigo.
Su ceño fruncido transforma su guapo rostro en algo aterrador.
Odio. Puro y absoluto. La mirada me da escalofríos que recorren mi
espalda. Tengo que obligar a mis piernas a permanecer quietas en lugar
de moverme para alejarme de él.
Él no dice nada. Sólo le da a Luca una mirada de desprecio antes de
darse la vuelta y atravesar la puerta principal. Su partida es estrepitosa,
dejando tras de sí una triste quietud.
Luca sigue mirando hacia adelante, a la puerta cerrada, el músculo
en su mandíbula trabaja arduamente.
Todo lo que puedo hacer es quedarme ahí parada y mirarlo
fijamente. Me quedo sin saber qué decir, hacer o sentir.
Se aclara la garganta, pero cuando habla su voz sale áspera.
—Voy a llamar a mamá para que te recoja.
Antes de que dé dos pasos, estiro la mano y agarro su brazo. Se
estremece y luego mira mi mano, así que lo suelto.
—No —suplico en voz baja.
Sus ojos se dirigen a los míos y frunce el ceño.
—¿Por qué?
—Porque quiero quedarme aquí.
Sus labios se tensan a medida que profundiza su ceño.
—¿Por qué?
Esa es la pregunta del millón. No sé por qué quiero quedarme.
Debería estar petrificada por estar cerca de él, especialmente sola, y una
pequeña parte de mí lo está. Mi cerebro dice que me aleje lo más posible
de él, pero mis instintos dicen que estoy más segura aquí que en cualquier
otro lugar. Me desconcierta, porque el miedo que debo sentir hacia Luca
no está ahí. Todavía siento que es mi refugio seguro. Es algo estúpido y
loco, lo sé, pero parece que aquí es donde se supone que debo estar.
—No lo sé —digo honestamente—. Yo sólo… me siento segura aquí.
Mi respuesta lo sorprende. Me doy cuenta porque ancha los ojos y
tensa su cuerpo.
—¿Estás segura?
No necesito pensar en mi respuesta.
—Sí.
Después de un momento, asiente bruscamente.
—Gracias.
Sacude la cabeza antes de alejarse de mí. Ambas manos recorren
agitadamente su cabello.
Algo en la parte de atrás de su brazo llama mi atención, y lo miro
más de cerca. Ciertamente no es la primera vez que me doy cuenta de los
tatuajes de Luca, sus brazos están cubiertos de ellos, así que no hay
manera de que no pueda verlos, pero nunca antes he visto este. Es un
diente de león en forma de corazón. Las semillas vuelan con en el viento,
cada una de un color diferente. Las palabras l'amour est gratuit, el amor
es gratis, está escrito a lo largo del tallo. Es una hermosa obra de arte, y
me pregunto qué significado tiene.
Cuando me enfrenta de nuevo, mi estómago se revuelve ante el
crudo dolor en sus ojos. Dejando a un lado mi propio dolor, no puedo
imaginar por lo que está pasando Luca. Ser acusado de atacar, violar y
causar que alguien esté en coma por siete años y no recordar ni un minuto
de eso es algo que la mayoría de la gente no sería capaz de manejar.
—Voy a salir un rato. Hay chili en la estufa. Deberías comer.
Y con eso, se va, dejándome sola en más de un sentido.

regresa. Fui a la cocina cuando se fue, me preparé


un tazón de chili y me lo comí en la mesa de la cocina. Sin saber qué hacer
cuando terminé, me fui a la sala de estar, donde me puse cómoda en el
sofá y esperé a que volviera. Sé que tiene cosas que resolver en su cabeza,
pero odio que me deje sola. Odio aún más que esté en algún lugar,
haciendo lo que sea que esté haciendo, solo. Estoy segura que su
conciencia se lo está comiendo vivo.
Eso fue hace horas. Todavía estoy sentada en el sofá, con una manta
en mi regazo, la única iluminación es la luz que proviene de la cocina.
Luca inmediatamente se fija en mí cuando entra por la puerta
trasera.
—¿Qué haces sentada en la oscuridad? —Pregunta bruscamente.
Me encojo de hombros y paso mis manos sobre la pequeña manta.
—No sabía qué más hacer.
La culpa invade su rostro y eso es lo último que quiero que sienta.
Sé que ya carga suficiente. No importa lo que haya ocurrido en el pasado,
él vino a rescatarme hoy, y por eso, estoy agradecida.
Deslizo mis pies al suelo y me levanto.
—¿Quieres que te prepare un tazón de chili? —Me siento inquieta y
necesito hacer algo.
—No —gruñe.
—De acuerdo. —Miro mis manos entrelazadas, sintiéndome
estúpidamente rechazada por su respuesta. Es sólo un maldito tazón de
chili.
—Jules, yo…
Muevo la cabeza bruscamente cuando empieza a hablar, sabiendo
lo que va a decir, levanto la mano para detenerlo.
—Por favor. —Mi voz se quiebra—. Simplemente no lo hagas. Yo no
lo recuerdo y tú tampoco. Prefiero fingir que Theo nunca dijo lo que
hiciste.
—¿Cómo puedes simplemente ignorar lo que dijo? Lo que hice… —
Se calla, mostrando los dientes—. Eso no es algo que debes ignorar, ¿cómo
mierda soportas estar cerca de mí? ¿Por qué diablos no huyes gritando?
Joder, Jules, te vi…
—¡Detente! —Grito y levanto la mano. No estoy segura de que pueda
soportar que repita lo que Theo nos lanzó antes—. Por favor, detente, ¿de
acuerdo? —Ruego en voz baja.
Su expresión se torna torturada, y prácticamente puedo sentir el
dolor irradiando de su cuerpo al mío. Su angustia se convierte en mía, y
me deja aún más confusa que antes. Tal vez no tengo el miedo y el dolor
que debería sentir porque no recuerdo el evento, aunque algo en la parte
posterior de mi cabeza me molesta. O tal vez es porque no quiero creerlo.
No importa la razón, es evidente que Luca está luchando más que yo, y
saber eso me molesta más de lo que se lo acusa en primer lugar.
Sus ojos me siguen mientras camino hacia él y su mandíbula se
tensa cuando más me acerco.
Inclino la cabeza atrás una vez estoy parada frente a él. Su especiado y
único aroma se desliza a mi alrededor, calentándome de adentro hacia
afuera. Ha sido así desde que me di cuenta que era él quien me visitaba
por las noches en el hospital mientras dormía. La luz de la cocina está
detrás de él, por lo que queda en las sombras, pero todavía veo lo
suficientemente bien como para notar la oscura barba que cubre su
rostro.
Hay un hormigueo en mi vientre, debería estar disgustada y
avergonzada cuando, no por primera vez, siento un vínculo erótico entre
nosotros. He visto la forma en que me mira, así que sé que él siente lo
mismo. Desearía tener la valentía de extender la mano y deslizar las
yemas de los dedos por la ligera barba en su rostro, sólo para ver cómo
se siente.
Hay tantas circunstancias que deberían impedirme sentir algo más
que odio hacia Luca, pero eso es lo último que siento.
—Quiero agradecerte por defenderme de Theo. Sé que no es fácil
porque es tu hermano.
Así de cerca, incluso con la tenue luz, veo que el iris en sus ojos
azul eléctrico se traga las pupilas negras, haciendo que sus ojos se vean
aún más impresionantes.
—Mi hermano es un jodido idiota —murmura suavemente.
Asiento, mostrándome de acuerdo.
Nos quedamos ahí parados, mirándonos fijamente el uno al otro,
los dos perdidos en lo más profundo de nuestros pensamientos. Rompo
nuestra mirada, incapaz de soportar ver su remordimiento por más
tiempo. Es entonces cuando veo la sangre seca en su mano. Una fuerte
respiración sale de mis labios y lágrimas pinchan en mis ojos cuando
alcanzo su mano y la acerco a mi rostro.
—¿Qué hiciste? —Pregunto, incapaz de contener la preocupación en
mi voz.
—No es nada —murmura.
Con poca luz, no puedo ver el daño total, así que agarro su muñeca
y lo arrastro a la cocina y al fregadero. Cuando veo bien, se me rompe el
corazón por el desastre en sus nudillos.
—¿Dónde está el botiquín de primeros auxilios?
Cuando no responde de inmediato, miro hacia arriba. Sus ojos
observan los míos, algo oscuro toca los bordes.
—¿Luca?
Se aclara la garganta.
—En el baño, debajo del armario de los medicamentos.
Lo dejo ahí, para poder buscar el botiquín, lo traigo junto con una
toalla limpia que encontré en el pequeño armario en el baño. Pongo el
botiquín sobre la encimera, saco gasa, peróxido, ungüento, cinta
quirúrgica y los coloco a su lado. Se apoya en la encimera, con sus ojos
fijos en mí todo el tiempo, convirtiéndome en un desastre nervioso.
Abro el grifo, tomo su mano y la coloco bajo el torrente de agua.
Parte de la sangre se lava, pero otra parte ya se ha secado y está pegada
a la piel lastimada.
—No te hiciste esto sólo golpeando a Theo —digo sin mirarlo.
—No.
Lo miro y todavía encuentro sus ojos mirándome. Miro hacia abajo,
mojo el paño y lo froto suavemente sobre los cortes.
—¿Cómo?
—Eso no importa.
Sí importa, porque sé que lo que pasó, pasó por mi culpa. Es por mi
culpa que se lastimó. Un dolor punzante golpea mi pecho, pero alejo la
incomodidad a la fuerza.
Una vez que la mayor parte de la sangre se ha ido, vierto peróxido
sobre las heridas, el líquido hace espuma. Vierto otra cantidad generosa.
—Lo siento —digo en voz baja. No soporto la idea de causarle dolor.
Una mano aparece en mi visión un segundo antes de que acune mi
mejilla y levante mi rostro hacia el suyo. Parpadeo rápidamente alejando
las lágrimas que se formaron en mis ojos.
Su voz es profunda, pero inflexible cuando habla.
—Nunca te disculpes por nada que tenga que ver con esta situación.
Eres la única inocente aquí. No tienes nada que lamentar.
Asiento y cierro los ojos. Inconscientemente, mi cabeza se inclina
hacia un lado, disfrutando la rudeza de su mano en mi rostro. No sé de
dónde vienen todos estos sentimientos por Luca, pero en las pocas horas
que llevo aquí, mi sensibilidad hacia él se ha intensificado. Es como si me
sintiera libre cuando él está cerca.
—Jules. —El susurro de Luca me hace abrir los ojos.
—¿Qué? —Susurro en respuesta.
Su garganta se mueve, y el tormento se refleja en su rostro, junto
con algunas otras emociones, estoy demasiado positiva como para
nombrarlas.
—Deberíamos ir a la cama.
Ancho los ojos y siento aleteos en mi estómago. El pensamiento de
que no temo tanto ir a la cama con Luca como con Theo, se filtra a través
de mi mente. La idea de acostarme en la cama con los brazos de Luca
envueltos a mi alrededor en realidad suena muy atractivo.
Percibiendo mis pensamientos, una de las comisuras de su boca se
inclina hacia arriba.
—Me refería a ti en tu cama y a mí en la mía.
Una risa nerviosa se escapa de mis labios. Miro hacia abajo y
termino con su mano. Una vez está limpia y vendada, tiro la gasa usada y
pongo todo de nuevo en el botiquín.
—Gracias.
Me giro hacia él, ofreciéndole una pequeña sonrisa.
—De nada.
Después de un momento de silencio, se aleja de mí.
—Te veré por la mañana. Si necesitas algo, búscame.
No quiero que se acabe la noche, pero sé que ambos estamos
exhaustos por los acontecimientos del día. Además, lo veré por la
mañana, como él dijo.
—De acuerdo —respondo débilmente.
—Buenas noches, Jules.
—Buenas noches, Luca.
Me voy, dejándolo en la cocina. Hasta ahora, desde que desperté del
coma, y excepto por ver a Aria, he temido lo que me deparará el día
siguiente. Pero ahora, no puedo esperar el mañana.
, permanezco como una maldita tabla, por
más de una hora. Mi mente está en todas partes, pero una cosa sigue
estando presente en primer plano.
Violación.
Cierro los ojos y aprieto la mandíbula.
Violé a Jules. O según Theo lo hice. Mi peor pesadilla. Lo único que
me negué a pensar mientras trataba de recordar lo que pasó ese día hace
más de siete años. Eso es lo que más me atormenta, porque si alguien
tiene la mente retorcida y jodida, lo suficiente como para obsesionarse
con una mujer y atacarla, entonces es capaz de cometer actos aún más
atroces. Como una maldita violación.
Miles de helados fragmentos de dolor apuñalan mi pecho cuando
pienso en lastimar a Jules de esa manera, ¿cómo mierda pude hacer algo
tan violento? Siempre he tenido un temperamento volátil, y he hecho
algunas cosas bastante jodidas en mi vida, pero eso, es algo que nunca
hubiera pensado que podía hacer.
Todavía no estoy seguro de creerle a Theo, pero no puedo imaginar
que mienta sobre algo tan vil y repulsivo. Sin embargo, incluso la idea de
que sea una posibilidad me hace querer sumergir mi cabeza en ácido para
deshacerme de las imágenes que conjuran mi mente.
Lo que no entiendo es la total falta de miedo de Jules hacia mí.
Claro, vi el shock inicial y el dolor en su rostro después de que Theo
escupiera esas odiosas y condenatorias palabras, pero una vez se fue, ese
dolor desapareció y no hubo miedo. Lo que más me sorprendió fue que
ella quisiera quedarse. Esperaba que se fuera con Theo. Pero, de nuevo,
sus recuerdos de mí supuestamente violándola están ausentes. El intento
de violación de Theo es reciente. Por supuesto, ella escogió el menor de
los dos males. Pero cuando mencioné que se quedara con mis padres, un
lugar donde estaría completamente a salvo de los dos, se negó. Y esa
mierda no la entiendo.
También pienso en la mirada que vi en sus ojos cuando estaba
curando mi mano. Sentí sus temblores nerviosos, pero también vi una
profundamente necesidad arraigada. Una necesidad que me llamó, a pesar
del horror de lo que se me acusa. El disgusto se desliza en mi estómago
cuando recuerdo el deseo que me atravesó, que todavía sigue
atravesándome, y no importa cuánto trate de alejarlo, jodidamente sigue
ahí.
Voy a arder en el infierno y me merezco cada minuto por querer
algo que nunca debería querer. Por tomar algo que nunca estuvo
destinado a ser mío. Y voy a asegurarme que Theo también esté ahí
conmigo.
Mis uñas rotas se clavan en las palmas de mis manos mientras
pienso en el daño que quise infligirle a su maldito rostro. Esperé hasta
que supe que Aria no estaba con él antes de darle dos buenos golpes, pero
no fue suficiente. Lo único que me impidió obtener venganza en nombre
de Jules fue sentir su cercanía detrás de mí. No quería que viera ese lado
mío, porque dudé seriamente de mi capacidad para detenerme una vez
realmente comenzara. Imágenes de él encima de Jules, forzándose en ella,
pasaron una y otra vez por mi cabeza hasta que casi me cegó de rabia.
Alejando esos pensamientos de mi mente, me levanto de la cama.
Sintiéndome como un imbécil pervertido, salgo de mi habitación y me
detengo en la puerta parcialmente abierta junto a la mía. No me hubiera
sorprendido encontrar la puerta cerrada y bloqueada. Sé que no debería
hacer lo que estoy a punto de hacer, pero de ninguna manera voy a dormir
esta noche sin asegurarme que ella está bien.
Empujo suavemente la puerta el resto del camino para abrirla y mis
ojos se posan en su forma dormida. Incluso en la oscuridad, su hermoso,
grueso y castaño cabello brilla, tentándome a pasar los dedos a través de
las suaves hebras. Su espalda está frente a mí mientras camino
lentamente hacia la cama. Extraño sentarme frente a ella mientras
duerme. Echo de menos ver la subida y caída de su pecho. Echo de menos
recorrer con mis ojos su delicada piel, sin miedo a asustarla. Podría
mirarla todo el puto día y no sería suficiente.
Me duele la necesidad de arrastrarme a la cama con ella. No de una
manera carnal, aunque eso es algo que estoy tratando de ignorar lo mejor
que puedo, sino simplemente para abrazarla. Sólo para tener su espalda
presionada contra mi pecho, mis brazos alrededor de su cintura, y mi
rostro enterrado en su cabello, respirándola.
Cuando suelta un suspiro y sus piernas se mueven mientras
duerme, me congelo en el lugar. Lo último que debe pasar es que ella me
descubra observándola mientras duerme. Respiro profundamente, cierro
los ojos cuando su aroma a flores silvestres me asalta, luego doy varios
pasos atrás hasta que me encuentro en la puerta. La observo un par de
minutos más antes de alcanzar el picaporte y cerrar la puerta para volver
a donde estaba antes.
En vez de volver a la cama, me dirijo a la cocina y agarro la botella
de whisky barato que tengo en el armario encima de la nevera. Renuncio
a usar un vaso y me acerco la botella a los labios. Aprieto los dientes
cuando el líquido quema mi garganta. Se mezcla con el ardor en el pecho
que he sentido estas últimas horas.
La habitación de Jules se desvanece ligeramente. Mis pasos son
medidos, y no miro a propósito la puerta al lado de la mía cuando paso
junto a ella. Me quito la camiseta mientras voy a la cama. Me pongo un
chándal por si Jules me necesita durante la noche y me arrastro a la cama.

delantero de Ink Me mirando el libro de


citas. Dale, uno de los artistas que trabaja para papá y amigo suyo desde
hace mucho tiempo, está hablando con Jerry en el otro mostrador sobre
cómo terminar el gran tatuaje del cráneo que le cubrirá toda la espalda.
Miro hacia arriba cuando la campana de la puerta suena, pensando que
es mi próximo cliente. Una morena bajita, vestida con jeans de diseñador
y un suéter sin mangas entra, tiene un aspecto demasiado juvenil e
inocente para estar en un lugar como éste. La emoción invade su bonito
rostro y sus ojos se iluminan inmediatamente al ver la pared llena de
bocetos que mi padre y yo hemos hecho.
Sacudo la cabeza. La chica probablemente se volvió legal hoy y está
en lo más alto queriendo hacerse un tatuaje. No porque tenga sentido,
sino para sembrar una extraña semilla salvaje.
Miro hacia abajo al libro de citas, decido dejar que Dale se encargue
de la chica. Cuando vuelvo a levantar la cabeza otra chica entra, y me
siento como un puto maricón porque lo juro por Dios, el tiempo se
detiene y mi corazón deja de latir. Simplemente yace ahí en mi pecho,
sintiéndose como un peso muerto durante cinco segundos antes de que
empiece a golpear contra mi esternón.
Santo maldito infierno.
Ella es absolutamente hermosa, con el cabello castaño largo y
grueso, rostro redondo, tez oliva, y unos brillantes ojos ámbar. Lleva unos
leggins negros que se ajusta a su bien formado cuerpo y una camisa
manga larga color crema, los puños cubren parte de las palmas de sus
manos. Es evidente que está nerviosa de estar aquí por la forma en que
sus ojos se mueven de un lado a otro por la habitación y se muerde el
labio inferior.
Parece tan joven como su amiga, pero eso no impide que mi polla
se convierta en granito. Sólo espero no estar deseando a una menor,
especialmente una que parece no pertenecer a este lado de la ciudad.
Mis ojos siguen fijos en la morena, que está ocupada mirando la
sección dedicada a las rosas, cuando su amiga se acerca parándose frente
a mí al otro lado del mostrador.
—¡Hola! —dice en voz alta.
A regañadientes, aparto los ojos de la morena y la miro.
—Hola, ¿estás buscando algo de tinta?
Ella muestra una sonrisa y sus dientes son tan blancos que casi me
ciegan.
—Sí. Mi amiga y yo iremos a la universidad en unas semanas y lo
celebraremos con tatuajes.
Apenas me contengo de poner los ojos en blanco.
—¿Sabes lo que quieres? —Pregunto.
Muevo la cabeza nerviosamente ante la necesidad de mirar atrás
hacia la morena mientras aún camina mirando la pared más cerca del
mostrador.
—En realidad no. Sólo algo bonito. —Ella se gira hacia su hermosa
amiga—. Oye, Jules, ven aquí.
Jules. El nombre no podría haber sido más perfecto.
Cuando Jules se gira hacia su amiga, su expresión parece nerviosa.
Sus dedos agarran los extremos de sus mangas mientras se acerca.
—No estoy segura de esto, Nicole…
Sus palabras se desvanecen cuando sus ojos se encuentran con los
míos. Siento como si alguien me hubiera golpeado y robado todo el aire
de mis pulmones. Verla desde el otro lado de la habitación no es nada
comparado con verla de cerca. Dejo que mi mirada revele mi apreciación
y sus ojos se abren de par en par. Su rostro, naturalmente hermoso y con
un mínimo de maquillaje, se ruboriza ante mi evidente interés.
Su lengua sale para lamer sus labios, y yo daría mi bola izquierda
por lamer la humedad que dejó atrás. Demonios, estoy dispuesto a dar
las dos bolas. He tenido muchas mujeres desde la primera vez que tuve
sexo a los catorce años, pero nunca antes una ha llamado tanto mi
atención.
Una vez está de pie junto a su amiga, sus ojos abandonan los míos.
—No creo que pueda hacer esto, Nicole —dice en voz baja. Incluso
el sonido de su suave voz envía sangre bombeando a mi polla.
—Vamos, Jules. No puede ser tan malo. —Se queja Nicole.
Los ojos de Jules se deslizan hacia mí, pero apuntan a mi pecho y
no a mis ojos, donde los quiero. Yo mantengo los mío clavados en ella.
—Tal vez consiga uno la próxima vez. —Le dice a su amiga—. Pero
me quedaré aquí contigo mientras consigues uno.
—Bien —gruñe.
Dale se acerca en ese momento.
—Buenas tardes, señoritas, ¿alguna de ustedes quiere hacerse un
tatuaje?
Nicole le da la espalda a Jules.
—Yo. —Señala con el pulgar a su lado—. Ella se acobardó.
No puedo verlo, porque todavía estoy mirando a Jules, pero oigo la
sonrisa en la voz de Dale.
—Está bien. Haré que se ocupen.
—Lo tengo, Dale.
—¿No tienes un cli…?
Lo interrumpo.
—Yo me encargo de esto. Toma mi cita.
Miro a Dale y le dejo ver que no me estoy moviendo. Nunca he usado
mi estatus del hijo del jefe, pero en este caso estoy seguro que lo haré.
Sus ojos dejan los míos el tiempo suficiente para mirar a Jules antes de
volver a los míos. Entendiendo la idea, eleva una esquina de su boca.
—Lo tienes.
Cuando me giro hacia las chicas, veo que Jules rápidamente aparta
sus ojos de los míos. Mientras mira un cuaderno de bocetos en el
mostrador, su rostro vuelve a enrojecerse.
Mientras tomo la identificación de Nicole y le pido que complete un
formulario de consentimiento, un pensamiento sigue invadiendo mi
mente.
Esta chica será mía, no importa lo que tenga que hacer.

a tocino y café. Mi estómago ruge,


recordándome que nunca comí anoche. Theo apareció justo cuando la
comida estaba lista, y mi estómago estaba en demasiados nudos después
de que se fue.
Me levanto de la cama, me pongo una camisa y voy al baño.
Después, con los pies descalzos, salgo a la sala de estar. Sobre la encimera,
veo a Jules de pie frente a la estufa. Camino hasta el bar y me apoyo en
el, mientras la observo unos minutos.
Mientras estoy ahí, recuerdo el sueño de anoche. No, fue más que
un sueño, fue un recuerdo. Todavía no la recuerdo a ella ni esas seis
semanas que perdí, pero no hay ninguna duda en mi mente que lo que
pasó en mi sueño fue real. Puede que no la recuerde, pero conozco el
sentimiento que tuve en ese sueño. Es uno que he tenido desde la primera
vez que la vi en el hospital. Ojalá supiera qué pasó después. Eso debió ser
justo antes de que ella y Theo empezaran a salir, o me habría reconocido.
Especialmente en ese entonces cuando él y yo nos parecíamos más,
llevábamos el cabello de la misma manera, ¿fue en ese entonces cuando
comenzó mi obsesión por ella o sucedió algo más que la desencadenara?
De cualquier manera, es evidente que me sentí atraído por ella y la quise
desde ese momento en adelante, pero todavía me cuesta creer que fuera
lo suficientemente maníaco como para atacarla y luego violarla cuando
descubrí que se casaron. Esa mierda es jodidamente demasiado para que
mi cerebro la comprenda. O tal vez es porque no quiero creerlo.
Sintiendo mi presencia, ella mira por encima de su hombro.
Girándose parcialmente hacia mí, con un par de pinzas en la mano, me
ofrece una sonrisa vacilante. Odiando su incertidumbre, le devuelvo la
sonrisa.
—Buenos días —saluda.
—Buenos días. —Apoyo los codos sobre la encimera—. ¿Dormiste
bien?
Ella asiente y luego se gira hacia la estufa para voltear el tocino
antes de mirarme de nuevo.
—Dormí mejor de lo que he dormido en mucho tiempo.
Algo oscuro golpea mi estómago. No tengo duda que el estrés de
vivir con alguien que no recuerda es lo suficientemente difícil de manejar.
Estoy seguro que el hecho de que él haya destruido una confianza ya
precaria, atacándola, hizo que fuera casi insoportable.
Quiero golpear mi puño contra el rostro de Theo de nuevo al
pensarlo. No hice suficiente daño como quería.
Jules aclarándose la garganta me trae de vuelta al momento.
—¿Cómo fue la conversación con tus padres ayer?
Camino hacia la cafetera, me sirvo una taza y me siento en uno de
los taburetes antes de contestar.
—Saben que algo está pasando, pero no presionaron sobre el tema
después de que les dije que todavía no podía explicarlo.
Se da la vuelta, pero la veo preocupada mordiéndose el labio
inferior. Abre un gabinete, mira adentro, sin encontrar lo que busca, y lo
cierra de nuevo.
—Segundo gabinete a la derecha de la estufa —digo.
Mirándome con gratitud, se traslada al armario correcto y saca dos
platos. Después de poner varios pedazos de tocino, dos cucharadas de
huevos y dos pedazos de pan tostado, deja el plato frente a mí. Tomando
la mantequilla y la jalea de la nevera, las deposita junto a mi plato.
—No estoy segura cómo te gustan tus tostadas, así que las dejé sin
untar.
—Gracias.
En lugar de comer, miro cómo prepara su propio plato. Su cabello
está trenzado sobre un hombro, y me recuerda las veces que la vi cuando
aún estaba en coma. Trato de no dejar que mis ojos se desvíen, pero lo
hacen por su propia voluntad. Lleva un pantalón de algodón verde menta
y una camiseta negra con cuello en V. Mis estúpidos y jodidos ojos se fijan
en el escote que muestra su camiseta. Miro mi café y me regaño en
silencio.
Una vez termina, toma su plato, junto con su café, y se sienta en el
taburete al lado mío y comemos en silencio. Se siente bien hacer algo tan
simple como compartir una comida con ella.
Dejo mi tenedor y termino el resto del café.
—Tengo que ir a trabajar en un par de horas. —Veo que sus
hombros se tensan—. Me gustaría que vinieras conmigo.
Cuando levanta la cabeza, el alivio es evidente en su rostro.
—Me gustaría eso.
Me alegra que aceptara, porque no quiero que Theo venga y trate
de convencerla de que vuelva a casa con él. Me levanto del taburete, agarro
nuestros platos vacíos y los llevo al fregadero.
—Puedo lavar los platos. —Ofrece detrás de mí.
—Tú cocinaste, yo limpio.
—De acuerdo. —Duda un momento antes de preguntar.— ¿Te
importa si me doy una ducha?
Me dirijo a ella.
—Mientras te quedes aquí, quiero que consideres esta casa como si
fuera tuya, ¿de acuerdo?
Una sonrisa se dibuja en sus labios.
—De acuerdo. Gracias.
Me giro hacia el fregadero, respiro con fuerza y pongo agua caliente
y jabonosa en el lavabo. Estoy nervioso y ansioso por ver su reacción una
vez esté en Ink Me, me pregunto si eso la hará recordar algo.
trasera de Ink Me, y entro. Mirando alrededor,
tomo esto como una pequeña área de descanso. A un lado hay una mesa
para dos personas contra la pared. Frente a ella, en la otra pared, hay una
nevera y una encimera con armarios superiores e inferiores. Sobre la
encimera hay un microondas, una cafetera y algunas otras cosas.
Me giro hacia Luca cuando oigo cerrar la puerta. Cuando mencionó
esta mañana que tenía que ir a trabajar, la ansiedad fue mi primera
reacción. No quería que me dejara sola, preocupándome todo el tiempo si
Theo aparecería. Tampoco quería estar sola, punto. Pero era más que eso.
Quería estar donde estuviera Luca. No sólo me hace sentir segura, sino
mucho más. Me siento cómoda a su alrededor, cálida y deseada, como una
mujer debería sentirse. No de la espeluznante manera que me produce
aterradores escalofríos en el cuerpo. No de la forma en que Theo me hace
sentir. Vacilo con mis pensamientos, no quiero adelantarme ni darme
falsas esperanzas, pero Luca me hace sentir amada. No hay razón ni rima
en ello, pero está ahí de todos modos.
—Puedes dejar tu bolso ahí. —Señala la mesa—. Nadie ingresa aquí
excepto los empleados, y sólo seremos nosotros y Ella más tarde.
Asiento y dejo mi bolso. Él sale de la habitación, y yo lo sigo a través
de un pasillo. Hay varias puertas a cada lado del pasillo. Miro dentro de
cada una y noto que son las habitaciones donde tatúan. Hay bancos de
trabajo y esas grandes cajas de herramientas metálicas rojas y sillas
parecidas a las que se ven en el consultorio del dentista.
Cuando entramos en un área abierta con dos mostradores largos,
un par de sofás, sillas de cuero, y paredes llenas de dibujos de tatuajes,
me detengo.
Un mareo me atrapa, y me veo obligada a agarrarme a la pared para
mantenerme en pie. Cierro los ojos y tomo grandes bocanadas de aire,
tratando de alejar el mareo.
—¿Jules? —La preocupada voz de Luca me hace abrir los ojos. Está
parado frente a mí, inclinado sobre sus rodillas para estar a la altura de
mis ojos, sus hermosos ojos azules me miran preocupados—. ¿Estás bien?
Trago, mi boca de repente se siente como si hubiera tragado bolas
de algodón.
—Sí. —Mi voz sale ronca—. Un mareo me golpeó.
Su expresión se vuelve preocupada.
—Vamos. Necesitas sentarte.
Cuando me agarra de la mano para llevarme a uno de los sofás, una
descarga eléctrica me golpea. Siento su vacilación, y sé que él también la
sintió. Justo cuando salimos de detrás del mostrador, lo detengo.
—Espera —digo, él se gira hacia mí—. Ya estoy bien.
Sus ojos buscan los míos.
—¿Estás segura?
—Sí.
Cuando me suelta quiero que su mano vuelva a la mía, pero me
abstengo de hacerlo. Él camina hacia un lado, pero todavía siento sus ojos
en mí mientras miro alrededor de la habitación. Me muevo a la izquierda
y miro dentro de la vitrina.
—¿También colocas piercings? —Pregunto mientras miro las
diferentes clases de joyas.
— Yo no, pero Ella sí.
—Oh.
Me muevo a lo largo del mostrador hasta que llego al final, luego
empiezo a mirar los marcos en la pared. Algunas imágenes son de tatuajes
reales y otras son dibujos. Sabía que Luca debía ser bueno debido a su
profesión, pero no me di cuenta de lo bueno que es.
Me detengo cuando me golpea una fuerte sensación de déjà vu.
Tardo un minuto en recuperar la respiración porque la sensación es muy
fuerte.
—Siento como si hubiera estado aquí antes —murmuro con el ceño
fruncido. Me giro hacia el mostrador, esperando ver a Luca todavía detrás
de el, pero me sorprende verlo parado sólo a unos metros de mí,
mirándome fijamente—. Ya he estado aquí antes. —De alguna manera, sé
que es verdad.
—Sí.
Frunzo las cejas aún más.
—¿Cómo lo sabes?
Se mete las manos en los bolsillos, con el ceño fruncido.
—No lo supe hasta anoche. Soñé que venías a la tienda, pero no
estaba seguro que fuera real o fuera mi imaginación, así que cuando
dijiste que sentías que ya habías estado aquí, al igual que en mi sueño,
diría que probablemente es verdad.
Asiento y estoy de acuerdo con él.
—¿Y no te acuerdas?
—No. —Puedo notar que quiere decir más—. Estabas con una chica
llamada Nicole. Ambas vinieron a hacerse un tatuaje. Era un regalo de
graduación. Sólo tu amiga terminó haciéndose uno. O eso supongo. Me
desperté de mi sueño demasiado pronto para saberlo con seguridad. Tuvo
que ser antes de que conocieras a Theo porque no me reconociste, y nos
parecíamos más en ese entonces que ahora. Pero no pudo haber sido
demasiado antes porque sólo perdí seis semanas de mi memoria.
Al mencionar a Nicole, se me viene a la mente la imagen de una
chica rubia, bajita, de la escuela. Salimos unas cuantas veces, aunque no
muy a menudo. Ella era un poco más salvaje, yo era tímida. Recuerdo
brevemente que una vez hablamos de hacernos tatuajes. Cuando le
mencioné que siempre había querido conseguir uno, se sorprendió,
diciendo que debía tener un niño salvaje dentro de mí que quería salir.
El tatuaje en mi costado pica. Frunzo los labios, una posibilidad
viene a mi mente.
Los ojos de Luca nunca se alejan de los míos cuando me giro hacia
un lado y levanto mi camisa justo debajo de mis pechos. El calor sube por
mis mejillas, pero decididamente no dejo que eso me detenga.
—¿Te resulta familiar?
Siento un hormigueo cuando sus ojos se deslizan sobre mí, como
una suave caricia. Cuando su mirada se posa en mi tatuaje, se estrechan.
Me sorprende cuando cae de rodillas a mi lado y luego aspira con fuerza
cuando las puntas de sus dedos rozan mi piel. Sus ojos parpadean
brevemente sobre los míos antes de volver al tatuaje.
—Es un trabajo hermoso —comenta. Piel de gallina aparece cuando
no aleja los dedos y continúa examinando el corazón. Está tan cerca que
siento el calor de su aliento—. No sé si es mío o no, pero lo he visto antes.
—Cuando me devuelve la mirada, hay un pliegue en su frente—. He tenido
visiones de el. La imagen completa no llegó hasta hace un par de noches.
—No entiendo, ¿qué podría significar todo esto? Theo dijo que lo
conseguí como símbolo de nuestro amor.
Su mandíbula tiene un tic ante esa revelación. No sé si se da cuenta
de lo que está haciendo, pero su pulgar frota de un lado a otro justo
encima de mi tatuaje. Escalofríos suben por mi columna vertebral cuando
lo mira y sus ojos se oscurecen. Sentimientos que nunca antes he sentido
me asaltan, y no sé qué hacer con ellos. Hace años, antes del coma, sólo
sentí una leve curiosidad por el sexo, estaba más centrada en la escuela
que en buscar cualquier tipo de relación sexual. Besé chicos antes, incluso
con uno de ellos llegué a segunda base, pero nunca me sentí tentada a
llegar hasta el final.
Ahora, sin embargo, con Luca arrodillado a mi lado, con sus manos
a los lados, siento más de lo que nunca antes sentí. Quiero sus manos en
mí. Quiero que sus manos vaguen y exploren más de mí.
Demasiado pronto, quita la camisa de mi mano y la vuelve a bajar.
Inmediatamente echo de menos su calor. La desilusión se desvanece
cuando se acerca. Ahora es su olor el que me rodea. Sus impresionantes
ojos azules me miran fijamente, y sé que muy fácilmente, podría
perderme en ellos.
—No sé qué significa —dice en voz baja—. Pero algo me dice que
hay más de lo que ambos pensamos.
Me toma un momento entender completamente lo que está
diciendo. Todo en lo que puedo pensar es en inesperada forma en que me
hace sentir. Parpadeo varias veces y alejo la neblina de estar tan cerca de
él.
Abro la boca para preguntarle qué quiere decir, pero un ruido
detrás de él me interrumpe. Luca se gira y ambos miramos hacia el pasillo
viendo a Ella dirigiéndose hacia nosotros, con la cabeza agachada
mirando su teléfono.
Sin levantar la vista, dice:
—Luca, mamá quiere que tú… —Se detiene cuando nos ve a Luca y
a mí parados en medio de la sala de espera—. Oh, hola, Jules.
Mi estómago sigue revoloteando alocadamente, pero me las arreglo
para sonreír.
—Hola.
Hay preguntas en sus ojos cuando los dirige a Luca.
—¿Qué haces aquí tan temprano? Se supone que no estarías aquí
hasta las dos —pregunta Luca, alejándose de mí.
Ella me mira y luego a Luca antes de responder.
—Sam llamó y me pidió que le hiciera un hueco hoy. Le dije que
vendría un par de horas antes.
—Apuesto que a Vicki no le gustó mucho —comenta, con una
sonrisa en sus labios.
Pone los ojos en blanco.
—Apuestas bien. Ella odia renunciar a cualquiera de nuestras horas
el fin de semana.
Se vuelve silencioso, y me muevo incómodamente sobre mis pies.
Los ojos de Ella siguen volviendo a mí, y cada vez que lo hace, quiero
moverme. Sé que debe estar preguntándose por qué estoy aquí. No sé si
Luca la llamó ayer cuando llamó a sus padres, y si lo hizo, qué le dijo.
—Jules va a pasar el rato aquí hoy —dice Luca, rompiendo el
incómodo silencio.
—De acuerdo —dice Ella con un destello en sus ojos—. Puedes
vernos a Luca y a mí pateando traseros con la aguja.
Me río, contenta de que el incómodo momento haya terminado.
Estoy deseando ver los pormenores del tatuaje. Estoy especialmente
ansiosa por observar a Luca mientras trabaja.
Ella mira a Luca.
—Mamá quiere que la llames. Dijo que necesitaba hablar contigo
sobre el Día de Acción de Gracias.
— Iré a hacer eso ahora.
Mientras se aleja, dejándonos solas a Ella y a mí, ella se acerca, la
preocupación brilla en sus ojos.
—¿Todo está bien? ¿Estás bien?
No sé si estoy lista para decirle lo que hizo Theo. La idea de que ella
no me crea o me eche la culpa me hace desconfiar de ser completamente
sincera. No la culparía si lo hiciera. Ella no me conoce tan bien. ¿Por qué
me creería a mí antes que a su hermano? Todavía me sorprende que Luca
me creyera. Sin embargo, no puedo mentirle. Ya sea que Ella me mire o
no como una amiga, pienso en ella como tal, y realmente no quiero
mentirle.
—Estoy bien. —Miro hacia abajo y me fuerzo a dejar que mis dedos
se retuerzan. Levanto la cabeza, y le digo lo que puedo en este momento.
— Theo y yo tuvimos una discusión, y necesitaba alejarme.
Entrecierra los ojos, y no dudo que sabe que hay algo más en la
historia. Por suerte, no me presiona, sólo dice:
—Si necesitas hablar, espero que sepas que puedes llamarme.
Sonrío, agradecida con su oferta. Mis recuerdos de antes del coma
consisten en una familia con la que podía contar cuando los necesitaba.
Puede que no fueran la familia perfecta, pero eran la mía. Me desperté del
coma sin nadie más que un extraño hombre que dice ser mi marido y
quien ha intentado abusar de mí dos veces. Me he sentido asustada y
perdida las últimas semanas. Mi única salvación han sido Aria y Ella, las
dos veces que ha ido a verme o me ha llevado a la cita médica. Y ahora
Luca.
Con ese pensamiento en mente y las tranquilizadoras palabras de
Ella, creo que… tal vez no estoy tan sola como pensé.

máquina de tatuar es más silencioso y más


relajante de lo que pensé que sería. Pero es la completa y total
concentración en el rostro de Luca cuando tatúa al tipo frente a él,
llamado Garrett lo que me cautiva. No sabía que ver a alguien trabajar
podía ser tan fascinante. Este es Luca en su elemento. No tengo que
conocerlo tan bien para sentirlo. Le encanta lo que hace. Se puede ver en
la atención que presta al diseño en el que está trabajando.
Hay música baja de fondo, y me pregunto si eso ayuda a su
concentración. Él y el tipo hablan periódicamente, pero aún así, puedo
decir que su enfoque está meticulosamente en su trabajo.
La tienda lleva abierta varias horas, pero es la primera vez que veo
trabajar a Luca. Me senté con Ella con su primer cliente. Sus habilidades
son casi tan buenas como las de Luca, pero ella conversa más mientras
tatúa, opta por bromear y reírse con su cliente o cantar con la música que
tiene de fondo.
Mientras Ella terminaba con su cliente, Luca ordenó pizza para el
almuerzo. Los tres nos sentamos a almorzar en los sofás de la sala de
espera, Ella dijo que estaríamos más cómodos ahí que en las sillas de la
sala de descanso. Varias personas vinieron a preguntar por tatuajes y se
turnaron para contestar preguntas o concertar citas. Noté que el teléfono
sonaba bastante, así que después del almuerzo, me ofrecí a hacer de
secretaria por un tiempo. Cuando uno de los clientes habituales de Luca
llegó, él me preguntó si quería ir a la parte de atrás a mirar. Aproveché la
oportunidad, estaba ansiosa por verlo trabajar.
El zumbido se detiene, y después de limpiar el diseño con una
servilleta que ya está medio saturada de tinta, se incorpora de su posición
encorvada. Sus dos manos están en el aire mientras observa el arte que
creó.
Me siento más derecha en el taburete en el que estoy para poder ver
mejor. Los ojos de Luca se elevan a los míos.
—Ven a mirar.
Me levanto del taburete y camino hasta que estoy a su lado. El
hombre tumbado en la silla que está prevista como una cama tiene la
cabeza girada hacia Luca, y sus ojos se elevan hacia los míos. Ha estado
tan callado los últimos treinta minutos que pensé que se había quedado
dormido. Aunque no veo cómo alguien puede quedarse dormido mientras
una aguja lo pincha repetidamente. Aunque, mirando al tipo y viendo que
la mayor parte de su espalda está cubierta, estoy segura que está
acostumbrado al pinchazo de la aguja.
—¿Qué te parece? —Pregunta Luca. Lo miro y luego regreso al
tatuaje.
—Creo que se ve increíble. —Y digo la verdad.
El tipo obviamente está siguiendo el tema de Alicia en el País de las
Maravillas. Tiene el gato de Cheshire, la oruga fumadora de narguile3, un
frasco con la palabra “Bébeme” escrita en una etiqueta, Alicia, y la Reina
de Corazones. Luca acaba de añadir un reloj de bolsillo con el frente
agrietado y las palabras “Hora del té”
Estoy contenta cuando veo a Luca sonriéndome, como si estuviera
complacido por mi elogio. Por alguna razón, me alegra que mi opinión
parezca importarle. Tira la servilleta usada a la basura y toma una nueva,
luego rocía algo sobre el diseño y comienza a limpiarlo nuevamente.
Miro hacia abajo al tipo, que parece tener unos cuarenta y tantos
años.
—¿Qué es lo siguiente?
—El conejo. Después viene el Sombrerero Loco.
—Supongo que te gusta Alicia en el País de las Maravillas —afirmo
con una sonrisa.
—A mi hijo le gusta. Tiene 20 años, pero le encanta la película. La
nueva más que la vieja. He estado trabajando en cubrir mi espalda durante
cinco años. Mi esposa solo me deja conseguir uno o dos al año.

3Narguile: Pipa de origen oriental que se usa para fumar un tipo especial de tabaco que viene en diferentes sabores
está compuesta por el recipiente en que se quema el tabaco y un largo tubo flexible que se conecta a un vaso lleno
de agua perfumada por el que se filtra el humo que se aspira.
—Whoa, whoa. —Levanto la mano—. ¿La nueva? —Pregunto,
confundida. Miro a Luca—. ¿Rehicieron Alicia en el país de las maravillas?
Pero es un clásico. No puedes rehacer un clásico.
Se ríe mientras termina de limpiar el tatuaje y luego comienza a
aplicar una pomada.
—La mayoría de las veces no pueden, pero creo que hicieron un
buen trabajo con ésta. Johnny Depp hizo un trabajo estupendo
interpretando al Sombrerero Loco.
—¿Johnny Depp interpretó al Sombrerero Loco? —Pienso por un
momento—. Ya veo cómo él puede ser un buen loco. —Admito a
regañadientes.
—Tengo la nueva en DVD para Aria. La veremos algún día.
—No estoy segura de querer hacerlo. No quiero empañar una de mis
películas favoritas de la infancia viendo una nueva versión.
Se levanta del taburete, se quita los guantes y los tira a la basura.
Se gira hacia mí, sus labios se inclinaban arriba en las esquinas.
—Confía en mí, querrás hacerlo. —Mira al hombre que aún está
acostado—. Ve a echar un vistazo, Garrett, y dime qué piensas.
Garrett se levanta de la silla y se acerca al espejo, le da la espalda y
mira por encima del hombro.
—Joder, hombre. Esta mierda es genial —dice Garrett, quien parece
muy contento con el diseño final. Vuelve a la silla y agarra su camisa—.
Voy a tratar de convencer a Mitzy para que me deje hacer el conejo en
unos meses —dice mientras se cubre la cabeza con la camisa, teniendo
cuidado de no arrastrar el material sobre su nuevo tatuaje.
—Buena suerte con eso —gruñe Luca riendo.
—Sí. Dios sabe que debo amar a esa mujer para aguantarla todos
estos años. Me pondré en contacto contigo cuando pueda. —Me mira—.
Fue un placer conocerte, Jules.
Le sonrío amablemente.
—También fue un placer conocerte, Garrett.
—Ella se ocupará de ti al frente.
Con un movimiento de cabeza, Garrett sale de la habitación. No
queriendo salir todavía, retomo mi lugar en el taburete y miro a Luca
mientras ordena la habitación y limpia sus herramientas.
Recorro con mis ojos la colorida tinta en sus brazos.
—¿Quién hizo tus tatuajes? —Pregunto.
Su mano se detiene antes de guardar una botella con tinta y me
mira antes de continuar.
—La mayoría los hizo mi padre. Ella también ha hecho unos
cuantos.
—Tu padre era el dueño de la tienda antes que tú, ¿verdad?
Comienza a desmantelar la máquina de tatuajes mientras responde.
—Sí. La abrió hace 28 años. Siempre supe al crecer que algún día
esto sería mío.
—¿Sabías que Aria quiere trabajar aquí cuando crezca?
Una sonrisa toca sus labios mientras pone todas las piezas de su
máquina de tatuajes en el esterilizador.
—Sí, ella me lo dijo.
—Es muy buena dibujando.
Sé que estoy divagando y probablemente debería callarme, pero me
gusta estar con Luca y escucharlo hablar.
—Siempre lo ha sido. Eso suele hacer enojar a Theo —comenta.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué lo enoja que ella sea buena dibujando?
Se encoge de hombros y luego se sienta en su taburete, comienza a
sacar objetos y a colocarlos en la parte superior de la caja de herramientas
que utiliza para guardar todos sus suministros.
—No lo sé. Quizás porque se parece a mí, a Ella y a nuestro padre,
y él no sabe dibujar nada. Es algo que los cuatro tenemos en común y que
él no tiene.
—Debería estar orgulloso de ella —digo acaloradamente, enojada
en nombre de Aria, ¿qué clase de padre se pone celoso de sus hijos? —.
Por eso no cuelga sus dibujos en la nevera.
No fue una pregunta, más bien una afirmación, pero Luca asiente
de todos modos.
—También es por eso que mi nevera, la de Ella y la de mis padres
están cubiertas de ellos. Aria necesita darse cuenta que su talento para
dibujar es un regalo del que debe estar orgullosa.
Me retuerzo de un lado a otro en mi silla y observo cómo saca una
botella con tinta oscura y arroja un poco en una taza pequeña. Luego saca
otra máquina de tatuaje, abre un paquete de agujas y las coloca en la
máquina. Todo es tan natural, que estoy segura que él puede hacerlo con
los ojos cerrados.
Mi mirada se desliza por su rostro. Todavía no se ha afeitado, así
que su rostro se ve un poco distinto. Normalmente no me gusta el aspecto
rudo, pero en Luca, es muy atractivo. La perforación en su ceja es una
simple bola de plata a ambos lados. Los expansores en sus orejas no son
muy grandes, probablemente del tamaño de la goma de borrar de un
lápiz. También he visto una bola de plata asomándose en su lengua a
veces cuando habla. Sus brazos están cubiertos de tatuajes, y sé que su
torso debe llevar algunos también por el color que se ve justo por encima
del cuello de su camisa. Los tatuajes y los piercings nunca han sido
realmente atractivos para mí, no es que los encuentre repulsivos,
simplemente nunca me volví loca por ellos como lo hacen muchas chicas.
En Luca, sin embargo, es atractivo, incluso casi seductor. No puedo
imaginármelo sin todas las modificaciones corporales, y no quiero
hacerlo, aunque pudiera.
—Sabes… —Comienzo. Él levanta la vista de lo que está haciendo
cuando hago una pausa. Me aclaro la garganta y continúo—. Con sólo
mirarte, no te habría imaginado como un buen hombre.
Levanta las cejas, y me doy cuenta, demasiado tarde, cómo sonó mi
declaración. El calor sube por mis mejillas.
—No… no lo dije en serio. —Me encojo de hombros; me siento como
una idiota—. Sólo quise decir que emites esta vibración que dice “no me
jodas”, no el hombre cariñoso que aparentemente eres.
Su sonrisa se ve demasiado bien en su rostro, y ya hice el tonto, así
que es hora de que me vaya.
Me levanto, moviendo el pulgar sobre el hombro.
—Voy a volver al frente.
Su sonrisa se convierte en una mueca. Antes de que me dé la vuelta,
da unas palmaditas en la silla que tiene frente a él—. Ven y siéntate.
No estoy segura de qué está tramando, camino lentamente hacia él.
Él empuja su taburete hacia atrás para que pueda caber entre él y la silla.
Cuando me siento, él mueve su taburete hacia adelante otra vez y
manipula su máquina de tatuajes. Todavía estoy frente a él con mis pies
colgando justo sobre el suelo.
—¿Qué estás haciendo? —Pregunto con curiosidad.
Me mira por el rabillo de sus ojos.
—No estoy haciendo nada. Tú lo harás.
Frunzo las cejas confundida. Saca un par de guantes de una caja y
los tira en mi regazo.
—Hay un par de lugares en mi brazo que necesito retocar. Lo vas a
hacer por mí.
Mis ojos se abren de par en par.
—¿Qué? —Prácticamente grito—. ¡ Yo-yo-yo no puedo hacer eso!
Su risa es profunda y la luz en sus ya brillantes ojos es
sorprendente. Ignoro el aleteo que la mirada envía a mi estómago.
—Sólo son un par de líneas, yo nunca me tatúo a mí mismo.
Observo con cautela como se coloca un par de guantes y luego
sumerge la punta de la máquina de tatuajes en la tinta negra y presiona
el pedal para encender la máquina.
—Entonces haz que Ella lo haga —digo—. No puedo tatuarte, Luca.
Lo arruinaré totalmente.
—No, no lo harás. Yo te ayudaré. Ahora ponte los guantes.
Dudando, levanto los guantes, miro el látex con cuidado, como si
mordiera, y luego me los pongo.
Una vez están en su lugar, Luca se acerca a mí con su silla hasta
que su pecho se encuentra con mis rodillas. Levanta la mirada, y sin que
me lo pida, sé lo que quiere. Mi ritmo cardíaco se acelera a medida que
abro las piernas y él se mueve hacia adelante hasta que mis muslos se
encuentran a sus costados. Su mirada se mantiene en la mía, y sé que se
está asegurando de que estoy bien con esta posición tan íntima.
Una vez ve que estoy bien, estira el brazo izquierdo y lo coloca
sobre mi muslo hasta que la mayor parte de su brazo está detrás de mí.
La curva de su codo está en la parte superior de mi muslo. Su otra mano
sostiene la máquina de tatuajes y descansa en mi otra pierna, justo
encima de mi rodilla. Con él entre mis piernas y su brazo descansando en
mi muslo, me siento rodeada por él. Casi me marea.
—No sé si puedo hacer esto —susurro. Cuando toma el significado
detrás de mis palabras de manera incorrecta y comienza a quitar el brazo,
agarro su bíceps—. Me preocupa hacerlo mal o arruinar algo por
completo.
Su sonrisa es suave y cálida, pero hay tensión subyacente en sus
rasgos. Puedo sentirlo también donde mis muslos están presionados
contra sus costados.
—Mira hacia abajo —dice con la voz más ronca de lo normal.
Los ojos de Luca se oscurecen a medida que sigue el movimiento
cuando lamo mis labios, luego los froto juntos antes de mirar su brazo.
Levanta la manga de su camisa más allá del hombro.
—¿Ves la línea negra que sigue a lo largo del borde exterior del pico
del águila? —Cuando asiento, continúa—. Todo lo que quiero que hagas
es que repases esa línea. Se ha desvanecido un poco y sólo necesita un
retoque. Lo mismo con la línea que corre a lo largo de la parte inferior del
ala del ángel en el lado izquierdo.
No parece demasiado difícil, sólo son líneas rectas, pero aún así
estoy nerviosa. Aunque la idea de marcarlo de forma permanente me
emociona. Será como si formara parte de él.
Tomo una profunda y alentadora respiración y asiento.
—De acuerdo.
—Esa es mi chica —murmura, y eso también me emociona.
Me entrega la máquina de tatuar y me muestra la forma correcta de
sostenerla. En voz baja me explica.
—Voy a pisar el pedal. Sólo tienes que sostenerla contra mi piel, yo
ayudaré a guiarte.
Coloca un par de servilletas en la silla a mi lado, pone la pequeña
taza de tinta encima, luego arranca un par de servilletas más y las dobla
dos veces. Mira al suelo y mueve el pedal para que sea más fácil
alcanzarlo.
—¿Estás lista?
—No —digo honestamente y vuelve a sonreír. Respiro
profundamente otra vez—. Sí. Pero… —advierto—. si después se ve como
la mierda, es culpa tuya.
—No estoy preocupado.
—Me alegra que al menos uno de nosotros no lo esté. —Me quejo.
De repente, la máquina en mi mano empieza a vibrar y se oye un
ligero zumbido. Me sobresalto ante el inesperado sonido, y luego me
quedo boquiabierta ante su risa. La vibración se detiene.
—Sumerge la punta en la tinta —murmura. Lo hago y la vibración y
el zumbido comienzan de nuevo, y luego se detienen segundos después.
Levanto la máquina y su cálida mano agarra la mía y la guía para que la
punta esté justo encima del área en la que quiere trabajar. Cuando siente
el temblor en mi mano, murmura—. Relájate.
Mi pecho se expande a medida que expulso aire por la nariz y trato
de calmar mis nervios. Siento sus ojos en mí, así que hago un gesto con
la cabeza. La máquina vibra y zumba de nuevo, luego él presiona
suavemente hacia abajo. En el momento en que la aguja toca su piel, una
gota de tinta negra aparece sobre la parte ya coloreada. Una extraña
sensación de emoción me llena mientras Luca y yo movemos la máquina
por su piel, dejando una línea negra más oscura.
Él levanta la máquina y deja que mi mano tome una de las
servilletas para limpiar el exceso de tinta. La línea que se revela se ve muy
bien, si se me permite decirlo. No puedo evitar enviarle una sonrisa.
—Lo hiciste bien. —Me felicita—. ¿Quieres hacer el siguiente tú
sola?
—Umm… ¿realmente confías en mí para no arruinarlo?
Una esquina de su boca se inclina hacia arriba.
—No hay mucho que puedas hacer para arruinarlo, Jules. Haz lo
que acabas de hacer. Muévete despacio y mantente en la línea que ya está
ahí.
Muevo mis labios a un lado, ansiosa y emocionada de hacerlo sin
su ayuda.
—De acuerdo.
El área que necesita ser retocada está más en su hombro que en su
brazo. Luca acerca más su silla a mí, y me quedo sin aliento cuando mis
piernas se abren más para acomodarlo. Su pecho está a sólo centímetros
de presionarse contra mi centro, y su rostro está a la altura de mis senos.
Su otro antebrazo yace contra mi otro muslo, y su mano descansa en la
silla que está a mi lado.
—Necesitas más tinta —dice con voz ronca.
Me toma un momento registrar lo que dijo, luego sumerjo la punta
de la aguja en la tinta y él presiona el pedal. Tenerlo tan cerca
definitivamente no ayuda a mis nervios, pero alejo los nervios y llevo la
máquina a la parte inferior del ala del ángel. La máquina se enciende y yo
la presiono contra su piel, concentrándome en mantener la mano firme.
Cuando termino, alejo la máquina y él suelta el pedal. Me quita la
máquina de la mano y la coloca de nuevo en la caja de herramientas, luego
toma la servilleta y limpia el exceso de tinta. Una sensación de orgullo me
golpea cuando miro hacia abajo y veo que hice un buen trabajo al
mantener la línea recta.
—Nada mal para ser tu primera vez —dice Luca, mirando las líneas.
Miro su cabeza inclinada. Tiene el cabello más largo, recogido con
una banda para evitar que se caiga a su rostro mientras trabaja. Tengo un
repentino deseo de quitarle la banda del cabello y pasar mis dedos para
sentir lo suave que es.
Como si sintiera mis ojos y pensamientos en él, levanta la cabeza.
No sé qué ve en mi expresión, pero sus ojos se vuelven intensos. He visto
el deseo reflejado en el rostro de los hombres antes, y lo que veo en Luca
no se puede interpretar como otra cosa más que eso. Tiene mis muslos
presionados contra sus costados. Su brazo se envuelve alrededor de mi
cintura hasta que su mano toca mi costado y sus dedos se clavan en mi
piel. Pone su otra mano en mi trasero y me desliza hacia adelante hasta
que estoy al ras contra él. Respiro bruscamente ante el íntimo contacto y
mis manos vuelan a sus anchos hombros. No para alejarlo, sino para
aferrarme a él y no caer en la poderosa avalancha de necesidad que siento.
Me mira fijamente, con los ojos llenos de profunda necesidad y un
feroz anhelo. Su voz es un susurro torturado cuando habla.
—Sé que probablemente iré al infierno por esto, pero maldita sea,
Jules, te deseo jodidamente tanto. Me duele cada vez que estoy cerca de
ti, y me siento jodidamente miserable cuando no lo estoy.
Mi corazón se contrae ante su admisión. Está muy mal de mi parte,
pero siento lo mismo. Incluso después de la primera vez que lo vi cuando
me desperté del coma y me asusté, él ha estado en mi mente. No sé qué
tiene, pero me intriga. Hay… algo en él que me atrae y no me deja ir.
Quiero conocerlo. Por completo.
—Luca…
Sus ojos brillan y sus manos se contraen sobre mí cuando susurro
su nombre. Mis dedos agarran sus hombros con más fuerza. Observo
cómo su manzana de Adán se balancea y los músculos en su mandíbula
se contraen. Está luchando tanto como yo contra estos desconocidos
sentimientos.
Jadeo cuando su cabeza cae en mi regazo, su frente aterriza justo
debajo de mi área privada. Ráfagas de aire caliente atraviesan mis jeans
mientras él toma varias respiraciones profundas. Me da vergüenza
cuando pienso en él tan cerca de mi coño, porque sé que estoy mojada y
me pregunto si puede olerlo. El ronco gruñido que sale de sus labios me
hace pensar que puede.
Por su propia voluntad, mis manos se mueven de sus hombros a su
espalda. Se siente duro bajo mis dedos, y sólo me hace querer levantarle
la camisa y explorar su piel desnuda. Su gemido se hace más profundo y
su cabeza se presiona más contra mi regazo. Apenas reprimo mi gemido
cuando su nariz empuja mis jeans, justo sobre el punto húmedo que sé
que tienen mis bragas.
Mi mirada una vez más aterriza en la banda en su cabello.
Sintiéndome audaz, cuidadosamente suelto su cabello para luego pasar
mis dedos a través de las suaves hebras.
Levanta la cabeza y sus brazos se aflojan a mi alrededor, pero sus
manos se deslizan bajo la parte inferior de mi camisa, tocando mi piel
desnuda. Sus ojos se ven salvajes y hermosos mientras me mira fijamente.
—Esto está mal —dice en voz baja y ronca.
—Lo sé —digo, silenciosamente.
—No debería desearte.
Aunque sus palabras hieren una parte de mí, sé por qué se siente
así. Soy la esposa de su hermano y apenas nos conocemos. Me sorprende
que ni siquiera se me ocurre pensar en nuestro pasado.
Asiento.
Sus dedos pellizcan mi piel. No dolorosamente, sino eróticamente.
—Debería ser sacrificado por las cosas que quiero hacerte.
En ese momento, sacudo la cabeza y entierro mis dedos en su
cabello. Puede que sea un error de nuestra parte compartir estos
sentimientos, pero no están ahí porque queremos que estén. No podemos
evitar lo que sentimos.
—No —digo y deslizo mis manos desde su cabello hasta su cuello—
. Porque yo me siento de la misma manera.
Su mandíbula se tensa y sus manos se contraen contra mis
costados, como si luchara por algún tipo de control.
—¿Por qué se siente tan bien cuando está tan mal?
Su pregunta es retórica, por no hablar de cliché, pero se ajusta a
nuestra situación, porque lo que estamos sintiendo está mal, pero se
siente tan bien al mismo tiempo, ¿por qué tiene que ser tan difícil? ¿Por
qué siento una conexión tan fuerte con él? ¿Y por qué no pude haber
estado con él hace siete años en vez de con Theo?
Fuertes voces vienen del frente de la tienda y eso rompe el hechizo
entre nosotros. Con una última mirada de nostalgia, se aleja de mí y se
pone de pie.
Parpadeo varias veces para alejar la neblina de deseo que aún me
recorre. Mis ojos evitan los suyos mientras me pongo de pie.
Silenciosamente, salgo de la habitación y vuelvo al frente. Mis
piernas se tambalean y mis manos tiemblan, pero no me he sentido tan
viva en mucho tiempo.
las manos cruzadas detrás de la cabeza,
mirando el oscuro techo. Mi mente reproduce los últimos días desde que
Jules está aquí, y mi cuerpo se tensa con la necesidad. Ignoro el deseo de
envolver mis manos alrededor de mi polla. Todavía me siento como un
maldito bastardo por pensar en ella de una manera carnal, pero cada vez
es más difícil resistirme. Ella es tan condenadamente dulce y tentadora.
Ha ido a trabajar conmigo los últimos tres días porque me niego a
dejarla sola en la casa, pero desde el primer día después de que Garrett
dejó la habitación, no hemos estado solos ahí. No sé si es a propósito o
por coincidencia, sólo sé que es mejor así. Cuanto más cerca estoy de ella,
más la deseo. Y no estoy hablando sólo de su cuerpo. Deseo todo de ella.
Ese día en la habitación después de que retocó mi tinta fue uno de
los días más difíciles de toda mi puta vida. Estar tan cerca de ella, tocarla,
respirar su aroma, especialmente su excitación, también hizo que fuera
uno de los mejores días de mi vida. Tomó cada gramo de mi fuerza, y un
poco más, evitar deslizar su camisa y lamer su piel o tirar de ella hacia
adelante y moler su coño contra mi pecho. O joder, desnudarla y darme
un festín con cada centímetro de ella. Me sorprendió como la mierda
darme cuenta que ella también me desea. Pude oler su esencia cuando mi
cabeza estaba en su regazo y eso me volvió jodidamente loco.
Es difícil creer que ella esté aquí, bajo mi techo, durmiendo a tan
sólo unos metros de mí. A pesar de que las circunstancias por las que está
aquí todavía envían fuego por mis venas, no puedo evitarlo, me gusta
tenerla tan cerca.
Sí, soy un maldito bastardo.
Giro la cabeza hacia la puerta abierta de mi dormitorio cuando oigo
un ruido. Me siento y escucho atentamente. Hay un gemido, luego un
pequeño llanto. Mis pies ya están en el suelo cuando aparto las sábanas.
No me tomo el tiempo para ponerme camisa o sudadera, sólo en
calzoncillos, cruzo rápidamente la habitación, salgo al pasillo y me
detengo en la puerta cerrada de Jules. Mantengo la puerta de mi
habitación abierta desde que ella empezó a quedarse aquí, pero siempre
me aseguro que la suya esté cerrada cuando paso por ahí. Sé que la
tentación de entrar sería demasiado si la dejara abierta.
Otro pequeño llanto viene de su habitación, giro el picaporte y abro
la puerta. No me preocupa que haya un intruso en la casa. Conozco este
llanto de dolor. Lo he oído las últimas tres noches. Ella está en medio de
una pesadilla. La primera noche que sucedió, pensé que le dolía algo o
que alguien había entrado a la fuerza y la estaba lastimando. Cuando
irrumpí en la habitación, ella se revolvía en la cama. No era alguien
atacándola, sino su mente. Cualquiera que fuera la pesadilla, tenía sus
garras clavadas en ella profundamente. Fue doloroso presenciarlo. Cada
noche es doloroso verla, porque por alguna razón sé que sus pesadillas
tienen que ver conmigo y con lo que le hice. Por eso estoy aquí,
obligándome a observar cómo lucha, aunque me esté muriendo por
dentro. Este es mi castigo.
He aprendido que Jules es una persona difícil de despertar. Las dos
noches anteriores tuve que llamarla varias veces y pasar suavemente mi
mano por su frente y mejilla para despertarla. Ella nunca se despierta por
completo, pero se acomoda, y su rostro una vez más se relaja mientras
duerme. Siempre la cuido hasta que sé que la pesadilla ha aflojado su
riguroso control sobre ella. No sé si se acuerda de mí sacándola de su
sueño en las mañanas. Nunca lo menciona.
Miro fijamente su rostro contraído, y su cabeza agitándose sobre la
almohada, es demasiado para mí, verla así. Me pongo de rodillas junto a
la cama y extiendo la mano hacia su rostro.
—Jules —digo suavemente, mi voz sale ronca. Paso mis dedos por
las arrugas en su frente—. Shhh…
Tan pronto como mis dedos tocan su piel, su llanto se convierte en
gemidos. Gira su cabeza hacia mí, y la luz en el pasillo ilumina su hermoso
rostro. Su piel parece de alabastro4. Sus gruesas pestañas descansan en
sus mejillas y sus carnosos labios son de un rosa suave.

4
Alabastro: Piedra blanca y translúcida, parecida al mármol, que se trabaja fácilmente y se usa en escultura y
decoración.
Daría lo que fuera por tener el derecho de presionar mis labios
contra los de ella, para calmar sus pesadillas haciéndola olvidar con mi
cuerpo.
Cuando paso los dedos por su mejilla, deja escapar un suspiro, sus
labios permanecen separados. Me quedo así, de rodillas, con los dedos
acariciando su suave piel, no sé por cuánto tiempo. Aunque estoy aquí
para calmarla, estar aquí también calma algo dentro de mí.
Me empiezan a doler las rodillas, así que quito la mano y me pongo
de pie. Ella no ha hecho más ruidos desde hace tiempo, así que sé que la
pesadilla la abandonó y es hora de que vuelva a la cama. Cuando me doy
la vuelta, me sorprende ser detenido por una mano en mi muñeca.
—No te vayas. —Su suave voz llega a mis oídos. Cuando me doy la
vuelta, sus ojos están abiertos y ella me mira fijamente—. No quiero estar
sola ahora mismo.
Lucho conmigo mismo, porque esta mierda es peligrosa. Estar cerca
de ella a la luz del día es una cosa, puedo controlar mis impulsos. Pero
aquí en la oscuridad, no estoy tan seguro.
—Por favor. —Su súplica es suave y rota, y sé que no hay forma de
que pueda negarme.
Cuando hago un movimiento para volver a recostarme en el suelo,
sus débiles palabras me detienen.
—¿Te… te acuestas conmigo?
Un gemido casi escapa de mi garganta. Ella no tiene ni puta idea de
lo que me está pidiendo.
Miro la pequeña cama doble. No hay manera en el infierno de que
ambos encajemos ahí. Tomo una decisión, una que espero no sea un gran
error, me inclino y la alzo en mis brazos. Ella toma una respiración
entrecortada pero se relaja contra mí mientras la saco de la habitación.
Sus cálidas manos rodean mi cuello con un brazo y coloca la otra mano
sobre mi hombro desnudo.
—No cabemos los dos en esa cama. —Explico y la llevo a mi
habitación.
Mi cama es mucho más grande. La llevo a mi lado y la bajo
suavemente. Me mira fijamente mientras contemplo la posibilidad de
ponerme al menos una camiseta. Al final, sus tristes ojos me hacen
instarla a moverse y meterme en la cama junto a ella. Pongo la manta
encima de los dos. Ella se aleja de mí y antes de que pueda pensarlo mejor,
moldeo mi pecho a su espalda y espero que esté de acuerdo con esto.
Mantengo mis caderas lejos de su culo, porque mi estúpida y jodida polla
se dio cuenta del cuerpo caliente contra mí y decidió que también quiere
acurrucarse.
Coloco un brazo alrededor de su cintura y otro debajo de la
almohada detrás de la cabeza, y juro que es una de las mejores
sensaciones del mundo. Es mucho mejor de lo que imaginé que sería. Sus
manos agarran mi brazo, como si estuviera tratando de apretar mi agarre
a su alrededor. Sin vergüenza, entierro mi rostro en su cabello y respiro
profundamente. Incluso su cabello huele a flores silvestres.
Alejo mi rostro para que pueda escucharme.
—¿Esto está bien para ti?
Le toma un momento responder, y estoy a punto de alejarme de ella
cuando me contesta.
—Sí. —Luego agrega—. Gracias.
Utilizo mi barbilla para apartar su cabello que está adherido a mi
rostro causando picazón. Por mucho que no quiera oírla confirmar que
sus pesadillas son sobre mí atacándola, aún así pregunto.
—Tus sueños… ¿quieres hablar de ellos?
Sus dedos se clavan en mis antebrazos un momento antes de
relajarse.
—No hay mucho de qué hablar. —Se detiene y respira, sus costillas
se expanden contra mi brazo—. No recuerdo qué pasó en mi sueño,
excepto estar asustada y herida.
El doloroso sonido en su voz hace que cierre mis ojos, y en silencio
me maldigo. No entiendo por qué yace aquí, dejando voluntariamente que
su verdugo la abrace. Debería estar aterrorizada. Ella debería estar
pateando y gritando para que la deje ir. Debería estar corriendo asustada
y rezando para no volver a verme el rostro. Pero no lo hace. Ella está aquí
con sus brazos presionados contra los míos, abrazándome tan fuerte
como yo a ella.
Lo siento —murmuro. Sé que lo he dicho antes, pero no importa
cuántas veces esas palabras salgan de mis labios, nunca serán suficientes.
No hay nada que pueda hacer para compensar lo que hice.
Ella está tranquila después de eso, así que yo también me quedo
tranquilo. Después de un tiempo, su respiración se estabiliza y sé que está
dormida. Dormir no es algo que conseguiré esta noche. No sólo porque
literalmente tengo a la chica de mis sueños en mis brazos, sino también
por la miseria que hay dentro de mí. Después de todos estos años
soñando con esta mujer, viendo el dolor destellar en sus ojos y escuchar
sus gritos de agonía, de estar enojado porque se apoderaba de mis sueños
y me dejaba con más preguntas que respuestas, y después descubrir que
yo soy la razón por la que estuvo en coma debido a esta extraña obsesión,
finalmente sé qué se siente tener algo tan precioso por lo que daría mi
vida.
Y que Dios me ayude, porque no estoy seguro de que pueda dejarla
ir.

sentir un aliento caliente en mi pecho y un brazo


delgado sobre mi estómago. Mirando hacia abajo, hay una cabeza con
espeso cabello castaño que se extiende a través de mi pecho y sobre la
almohada. Recuerdos de la noche anterior pasan por mi cabeza.
Mi brazo todavía está alrededor de su cintura, pero la palma de mi
mano está justo por encima de su trasero. Mi otra mano está encima de la
suya, sobre la parte baja de mi estómago. Mi polla está tan dura como el
acero. Culpo a la natural erección matutina, pero eso es una puta mentira.
Es a causa de la mujer que consume rápidamente todos mis
pensamientos.
Ella se mueve mientras duerme y una cálida ráfaga de aire golpea
mi piel, causando la aparición de piel de gallina. Nunca una mujer me ha
afectado tan rápido.
Sé que acaba de despertarse porque su pecho deja de subir y bajar.
Me quedo quieto, no estoy seguro cómo va a tomar estar con mis
brazos envueltos a su alrededor. Anoche, sus emociones estaban
alteradas por sus pesadillas. Esta mañana no hay excusa para nuestra
acogedora posición. Debería haberla llevado de vuelta a su cama una vez
se durmió, sabía que su pesadilla no regresaría, pero soy un bastardo
egoísta y quería disfrutar teniéndola en mi cama.
Después de unos momentos de tensión, su cabeza se mueve, y ella
levanta sus ojos a los míos. La incertidumbre le hace fruncir el ceño.
—Buenos días —digo, con la esperanza de que se sienta a gusto.
Se lame los labios y murmura suavemente.
—Buenos días.
Paso mis dedos a través de su largo cabello.
—¿Cómo dormiste?
—Mejor una vez estuve aquí. —Un bonito rosa tiñe sus mejillas ante
su confesión. Me hace sentir a tres metros de altura, saber que soy yo la
razón por la que se sintió mejor, incluso si también fui la razón de su
angustia.
—¿Tienes hambre?
Su respuesta es un asentimiento, y luego susurra:
—Sí.
Espero que se aleje, pero me sorprende cuando en vez de eso,
vuelve a recostar la cabeza en mi pecho. Lo que me sorprende aún más, y
envía sangre furiosa a mí ya rígida polla, es cuando la punta de su dedo
roza una de las argollas en mi pezón.
Dejo salir un suspiro y sus dedos se detienen. Cierro los ojos, hago
que mi cuerpo se tranquilice.
—¿Te… uh… te dolió cuando perforaron tus pezones? —Pregunta
indecisa.
—Sí —respondo—. Como una perra.
Su respiración choca contra mi pecho cuando se ríe.
—¿Por qué hacerlo entonces? —Su dedo roza la bola de acero en
uno antes de moverse al otro y hacer lo mismo.
—Porque se siente jodidamente bien cuando juegan con ellos.
Sus dedos se detienen de nuevo y le toma un momento asimilar las
palabras, pero luego deja escapar un suspiro.
—Oh.
Sonrío, porque sé que sus mejillas probablemente están ardiendo
ahora mismo.
Cuando se aleja hacia la almohada que está a nuestro lado, me
levanto sobre un codo y la miro. Incapaz de ayudarme a mí mismo,
entrelazo nuestros dedos y beso el dorso de su mano. El deseo se acumula
en sus ojos, y su mirada aumenta mi necesidad. Pongo nuestras manos
junto a su cabeza.
Sus ojos ámbar son suaves al despertar, pero aún así tienen el
mismo calor que siento corriendo a través de mí.
Cuando su mano libre se posa en mis pectorales, una de las cuerdas
alrededor de mi control se rompe. Mantengo mis ojos en los suyos
mientras bajo lentamente la cabeza. Sus ojos están muy abiertos, pero no
hay miedo en ellos, así que cierro la distancia entre nuestras bocas.
He fantaseado con qué sabor tendría durante semanas, pero ni en
mis sueños más salvajes mi imaginación le hizo justicia. Incluso, sólo sus
labios tienen un sabor celestial. Un gemido retumba en mi pecho. Mi
lengua se asoma y corre a lo largo de la comisura de su boca.
Esto es un maldito error, pero por el momento no tengo la fuerza
de voluntad para detenerme. La necesidad de saber cómo es besarla es
demasiado grande.
Cuando ella separa sus labios, mi lengua se sumerge adentro. Mi
polla late en mis calzoncillos cuando su lengua se encuentra con la mía.
Sus dedos se clavan en mis hombros.
Joder, podría besarla todo el día y no me detendría nunca. Esta
mujer es mi adicción, mi obsesión, y fácilmente puedo perderme en ella
y nunca encontrar la salida.
Con una voluntad de hierro, levanto la cabeza, sin querer asustarla
ni presionarla. Sus ojos están vidriosos por la lujuria.
—Tú vístete y yo preparo el desayuno.
—De acuerdo —dice sin aliento.
Por muy enfermo que parezca, me pregunto si ella le respondió a
Theo todos esos años atrás de la misma manera que lo hizo conmigo.
Sacudo la cabeza, porque sólo pensar en las manos de Theo en ella me
molesta.
Con una sonrisa y un pequeño beso en la nariz, me levanto de la
cama. Su fuerte ingesta de aire me alerta que vio la erección que tengo y
el piercing en la punta de mi polla. Le doy la espalda y me pongo un
chándal antes de agarrar una camisa.
Todavía tiene su atenta mirada en mí cuando salgo de la habitación.
Me ocupo de mis asuntos en el baño y luego salgo. Doy una rápida mirada
dentro de mi habitación mientras paso, todavía está en la cama. Quiero
regresar y unirme a ella, pero apenas pude mantener el control hace unos
minutos. No quiero poner a prueba mi autocontrol.
Enciendo la cafetera, y luego saco los ingredientes para hacer
tortillas. Estoy en la estufa, volteando los huevos, cuando la siento entrar
a la habitación. Dejo la espátula y me doy la vuelta. Ella está parada justo
en el umbral de la puerta, su expresión es incierta, pero no menos bella.
Se cambió a un jean ajustado y una camisa turquesa. Su cabello cae suelto
alrededor de los hombros. Sus pies están descalzos, y se ven tan sexys
como la mierda con su esmalte azul pálido. Aria me dijo el otro día que
se hicieron la manicura y pedicura.
Inclino la barbilla hacia la barra.
—Toma asiento. Estos están casi listos.
Mientras se sienta, le sirvo un poco de café en una taza, lo preparo
como a ella le gusta, y luego se lo llevo. Me pican las manos por agarrarla
y besarla, pero no quiero asustarla. Ella ha estado de acuerdo con nuestros
toqueteos hasta este punto, pero no sé cuál es mi límite. Necesito tener
cuidado con ella.
Mientras estoy ahí parado y la veo beber un sorbo de café, me doy
cuenta que mis pensamientos se refieren a cuando la toco, y no a la
insistencia de abstenerme de hacerlo. Ella siempre ha estado fuera de los
límites para mí por múltiples razones, pero esas razones se están
volviendo insignificantes. En mi mente, ella ya no es más de Theo. Ahora
es mía.
—Debes haber recordado cómo tomo mi café. Está justo como me
gusta —comenta después de su primer sorbo.
Su sonrisa es dulce, y realmente tienta mi jodida determinación de
mantener mis manos lejos de ella.
Me inclino hacia ella y bajo la voz.
—No hay nada que pueda olvidar de ti.
Me doy cuenta tan pronto como las palabras salen de mi boca que
es una estúpida declaración por hacer, porque me olvidé de ella. Aunque
ella ha invadido mis sueños durante años, y en cierto modo, siento que la
conozco, y técnicamente nos conocimos hace más de siete años, todavía
siento que sólo nos conocemos desde hace semanas.
Vuelvo a la estufa y termino las tortillas. Preparo una para ella y
otra para mí. Nos sentamos uno al lado del otro y comemos, y una vez
más tengo la sensación de que esto está bien. Que así es exactamente
como se supone que deberíamos estar.
Una vez terminamos, menciono un tema que he estado evitando.
—El Día de Acción de Gracias es en un par de días.
Unos cautelosos ojos ambarinos se giran hacia mí, y odio haber
puesto esa mirada ahí. Por mucho que deteste sacar el tema, es inevitable.
Necesita estar preparada. Como mamá no sabe lo que Theo le hizo a Jules,
no hay manera de que ella acepte que él no esté en la cena familiar. Si
fuera por mí, se lo diría a todo el mundo. Theo magníficamente jodió mi
lealtad hacia él, así que no siento remordimientos en delatar su
personalidad a los ojos de nuestros padres. Pero sé que Jules no quiere
que lo sepan. Aunque no se puede mantener en secreto para siempre. El
resto de la familia necesita saber lo que él hizo.
—De acuerdo —dice con cautela.
Me giro en mi asiento para enfrentarla.
—Theo va a estar ahí. —Mi voz es plana, a pesar del mal gusto que
tengo en la boca al decir esas palabras.
El miedo destella en sus ojos, y aprieto los dientes. Prometo
asegurarme que no tenga nada que temer nunca más.
Agarro la mano de su regazo, extiendo los dedos que están
envueltos en un apretado puño, aliviándolos de su férreo control. Mis ojos
caen en las marcas que dejaron sus uñas en la palma. Suavizo con mis
dedos las marcas y luego la miro.
—No pasará nada. Él es lo suficientemente inteligente como para
saber que no puede hacer nada mientras todos están ahí.
Algo parecido al orgullo llena mi pecho cuando la veo enderezar su
postura y su expresión cambia de recelosa a decidida. No debería tener
que preocuparse por Theo, pero jodidamente me complace como la
mierda que ella sea lo suficientemente fuerte como para asumir la tarea.
—Estaré bien —dice, con voz firme.
Puede que se sienta así, pero quiero que sepa que la protegeré si es
necesario.
Entrelazo mis dedos con los suyos y aprieto.
—No te quedarás sola con él.
—De acuerdo.
Cuando lame sus labios, mis ojos se centran en el brillo húmedo
que dejó atrás. Apoyo nuestras manos entrelazadas en su regazo y me
inclino hacia adelante, mi otra mano va a la parte de atrás en su taburete.
Cierra los ojos mientras inclino la cabeza hacia la suya. Tan pronto como
mis labios hacen contacto, ella deja escapar un pequeño suspiro. Ese
pequeño sonido va directo a mi polla.
Sin romper nuestro beso, me paro y cierro la brecha entre nosotros.
Mis abdominales golpean sus rodillas. No espero que las abra, pero
cuando lo hace, me coloco entre ellas. Nuestra posición me recuerda al
día de la tienda, lo que desesperadamente quería hacerle, y lo difícil que
fue alejarme.
Coloco la palma de mi mano en su mejilla y mis dedos se van
deslizando por su cabello para acunar la parte de atrás de su cabeza.
Muevo nuestros dedos entrelazados a la parte baja de su espalda y su
mano libre presiona mi costado. Un gemido torturado se me escapa.
Usando nuestras manos en su espalda, la jalo hacia mí hasta que su
trasero está en el borde del asiento. El calor de su centro me quema hasta
la maldita médula. Nuestras lenguas se unen y no puedo obtener
suficiente de su sabor.
Cuando su mano se desliza debajo de mi camisa, casi me salgo de
la maldita piel. Incapaz de contener la necesidad, muelo mi polla contra
ella, jodidamente casi exploto en mis pantalones por tanto placer. Cuando
ella gime bellamente contra mi boca y sus uñas raspan mi piel, sé que
estoy en un gran problema.
Alejo mi boca de la suya antes de que esto vaya demasiado lejos.
Mi cabello cae hacia adelante cuando agacho la cabeza y respiro hondo
varias veces, tratando como la mierda de recuperarme.
—Luca —susurra. Sus manos se mueven a mi cabello, empujando
los mechones hacia atrás. Cierro los ojos por un momento y disfruto de
sus dedos jugando con mi cabello y mi nombre saliendo de sus labios de
una manera tan suave.
Cuando abro los ojos de nuevo, ella me está mirando, con sus
mejillas sonrojadas y sus labios hinchados por mis besos. Descanso mi
frente contra la de ella.
—Eres demasiado hermosa y dulce —digo con voz ronca.
Ella frunce las cejas y se mordisquea el labio inferior antes de
murmurar:
—Umm ... ¿lo siento?
Una risita retumba en mi pecho ante su desconcertada respuesta,
pero luego se desvanece.
—Soy yo quien debería sentirlo, bebé. No tú.
—¿Por qué? —Pregunta, con el ceño aún fruncido.
Separo mi frente de la suya, pero mantengo mi rostro cerca
mientras mi pulgar frota su mejilla.
—Porque no debo estar haciendo esto contigo. Debo mantener mis
manos quietas. —Mi mandíbula se tensa—. Hace tantos años, te lastimé.
Hice… —Soy un maldito cobarde porque no puedo obligarme a decirlo—.
Hice esas cosas. Soy un maldito bastardo por tocarte ahora.
—Luca, no. —Sus ojos, tan tristes y desgarradores, suplican—. Si
desearme te convierte en un maldito bastardo, ¿en qué me convierte a mi
desearte tanto como tú a mí? —Su cabeza cae un par de centímetros y sus
ojos se mueven hacia mi barbilla. Levanto su cabeza con mi pulgar y abro
la boca para hablar, pero ella me gana—. Sé que puede estar mal que
deseemos… lo que sea que esté pasando entre nosotros. Sé que debería
tenerte miedo, que no debería querer tener nada que ver contigo, pero no
lo tengo y no lo hago. Me haces sentir segura en un mundo que ya no
conozco. Si está mal, no me importa. Prefiero estar mal contigo que con
cualquier otro.
Lágrimas brillan en sus ojos, y no puedo quitarle esa maldita
mirada. Esa mirada y sus palabras me destruyen completamente. Mi
corazón está fracturado a la mitad desde que todo esto comenzó, una
mitad es de ella, la otra mitad es mía, y ambos lados comienzan a tejer su
camino para volver a ser uno.
Cierro los ojos y dejo que mi frente caiga sobre la de ella.
—He intentado con todas mis fuerzas alejarme de ti, mantener mis
manos y mis sentimientos bajo control, pero tú lo haces imposible, Jules.
—Entonces no lo hagas.
Abro los ojos para ver sus preciosos ojos ámbar mirarme,
pidiéndome cosas que quiero darle tan malditamente mal.
Mientras la miro, sé una cosa con absoluta certeza. Cuando se trata
de esta mujer, estoy completa y verdaderamente jodido.
más tarde, es el Día de Acción de Gracias y
estamos todos en la casa de los padres de Luca. He ignorado a Theo todo
lo que he podido sin ser grosera con el resto de la familia. Me preparé
mentalmente para volver a verlo, pero no ha sido fácil evitar su presencia.
No cuando constantemente siento la malicia pura irradiando de él o el
perturbador calor de su deseo. Me enferma el estómago.
Ojalá pudiera fingir que no está aquí, pero me niego a ser descortés
frente al resto de la familia a la que estoy aprendiendo a apreciar. Sólo he
tenido un par de oportunidades para estar con Helen y Wyatt, pero desde
el principio me aceptaron y me dieron la bienvenida a su familia sin
dudarlo. Y Ella, se ha convertido en una amiga. Vicki sigue siendo una
desconocida, ya que sólo la he visto un par de veces y siempre está
callada. Sus ojos estuvieron atentos cuando nos presentaron, y siempre
tuvo su brazo enrollado posesivamente alrededor de la cintura de Ella. Sé
que su desconfianza deriva de su amor por Ella y su familia, pero espero
que con el tiempo le agrade.
Aria. Mi corazón se expande cada vez que pienso en esa dulce niña.
Me recuerda mucho a mi hermanita. Me hace miserable no tener a Teresa
en mi vida, pero Aria hace que ese dolor no sea tan pronunciado. Lleva
poco tiempo en mi vida y apenas la conozco, pero ya empecé a quererla
como si fuera mía. La he extrañado tanto estos últimos días.
Y Luca. Mis ojos atraviesan el patio para encontrarlo de pie junto a
su padre. Tiene los brazos cruzados sobre el pecho y sus ojos están en mí
mientras habla con su padre. Nunca hubiera pensado que era posible para
mí querer a alguien que me causó tanto dolor en el pasado. Me alegra no
recordar lo que pasó hace tantos años. Por un lado, me aterroriza que, si
lo recuerdo, estropee lo que siento por Luca. Por otro lado, me pregunto
si eso marcaría la diferencia. No quiero correr el riesgo.
Luca ha permanecido a mi lado o ha puesto sus ojos en mí desde
que llegamos. Con el clima tan hermoso que hace hoy, Helen quiso que
todos comiéramos afuera en el patio que Wyatt le compró hace un par de
meses. Luca y yo hemos actuado de manera muy platónica, sin querer que
su familia piense que algo pasa entre nosotros. Aún así, sé que sus padres
y Ella saben que algo está pasando. Luca no ha sido realmente reservado
con su animosidad hacia Theo, aunque no ha dicho nada abiertamente.
No soy la única a la que Theo dispara dagas con sus ojos. Cada vez que
Luca está cerca de mí, alterna las miradas de odio entre Luca y yo. Las
miradas de preocupación de Helen y Wyatt no se me escapan, pero estoy
agradecida de que no hayan dicho nada. Todavía.
Un pequeño tirón en mi mano despeja mi mente y me hace mirar
hacia abajo a un hermosos par de ojos azules.
—Hola, Aria. —Le sonrío.
Sus sombríos ojos, son demasiado sombríos para ella, para una
niña de su edad, y me duele el corazón.
—¿Por qué ya no vives más conmigo y con papi?
He estado esperando esta pregunta y he intentado prepararme para
ella, pero no lo estoy.
Me agacho para estar a su nivel, manteniendo su pequeña palma en
mi mano, y hago todo lo que puedo para explicar mi razonamiento de una
manera que ella pueda comprender.
—Me encanta vivir contigo, pero tu papá y yo ... —Me tomo un
momento para encontrar las palabras correctas—. Lo mejor para tu padre
y para mí es no vivir juntos.
Junta las cejas en un ceño fruncido y su barbilla tiene pliegues
mientras piensa en mi respuesta.
—¿Es porque te lastimó? —Me sorprende su temblorosa pregunta,
aunque no ha terminado. Ella se acerca a mí, con los ojos llenos de
lágrimas—. Vi a papá esa noche. Lo vi haciéndote daño, ¿por qué te hizo
eso, Jules?
Me arde la nariz y me duele la garganta mientras lucho contra un
silencioso sollozo.
Esta preciosa niña nunca debería haber sido testigo de algo tan vil,
me enferma físicamente y me enfurece enormemente lo que él hizo. Pensé
que no había visto lo que su padre estaba haciendo, porque nunca
preguntó sobre eso, pero aparentemente, me equivoqué. En silencio,
maldigo a Theo.
Cuando su barbilla tiembla, aplasta mi alma, y la jalo contra mi
pecho. Sus pequeños brazos me rodean el cuello y me abraza tan fuerte
como yo la abrazo a ella. Elevo los ojos y son atrapados por los
preocupados ojos de Luca. Cuando parece que va a venir, niego sutilmente
con la cabeza, haciéndole saber que estoy bien. Lo último que debe pasar
ahora mismo es que se entere que Aria vio lo que Theo hizo. No tengo
ninguna duda de que Luca perderá la cabeza e irá tras Theo, y Aria
ciertamente no necesita ver eso. Sus inocentes ojos ya han visto
suficiente.
Me alejo y limpio las lágrimas de Aria. Acuno sus mejillas y me
aseguro que sus ojos estén en los míos.
—Estoy bien, cariño. A veces pasan cosas que hacen que las
personas hagan cosas que normalmente no harían. Pero eso no los
convierte en malas personas. —Me niego a dañar aún más la imagen de
Theo a los ojos de Aria—. Sé que él lamenta haberme hecho daño.
Fruncen los labios, pero por suerte las lágrimas cesaron.
—No me gustó que te hiciera eso a ti.
—Sé que no te gustó y que no deberías haberlo visto. Te prometo
que no lo volverá a hacer.
—¿Porque no vas a volver?
Su pregunta envía fragmentos de dolor a través de mí, porque
puedo ver en la esperanzada expresión de sus ojos que desea que lo haga.
—No, nena —digo suavemente—. No voy a volver. Pero, aunque lo
hiciera, sé que él no lo volvería a hacer. —Cuando su expresión se vuelve
triste de nuevo, no puedo evitar añadir—. Me estoy quedando con tu tío
Luca. Tal vez puedas venir a pasar la noche alguna vez.
Sus ojos se iluminan, pero se oscurecen un momento después.
—Papá no me deja —dice con tristeza—. Dice que ya no puedo
quedarme más con el tío Luca.
Eso me enoja otra vez. Le prohibió visitar a Luca porque está
enojado con él y conmigo. Luca ama a Aria hasta los huesos, y Aria lo ama
a él de la misma manera. Su castigo hacia Luca también afecta a su hija.
—Veremos qué pasa —digo.
Ella asiente tristemente.
—De acuerdo. Papá no ha sido muy agradable últimamente, por lo
que no me ha dejado quedarme mucho con la abuela y el abuelo.
Mi garganta se cierra, pero de alguna manera fuerzo las palabras.
—¿Te… te ha hecho daño?
Sus ojos caen, y murmura sus palabras tan bajo que casi no las
escucho.
—No. Sólo dice cosas malas a veces.
Mi ritmo cardíaco se estabiliza parcialmente. Aunque el abuso
verbal ya es bastante malo, me alivia saber que no la lastima físicamente.
En ese caso, Theo no tendría que preocuparse por Luca yendo por él,
porque yo misma lo haría. Soy dócil y callada la mayor parte del tiempo,
pero la idea de Theo dañando a Aria hace que la ira corra por mis venas.
—¿Recuerdas cuando dije que la gente hace cosas que normalmente
no haría? —Al asentir, continúo—. A veces, esas cosas molestan tanto a
las personas, que son malas con las personas que les importan. Para
algunos, esa es la única manera que tienen de deshacerse de los
sentimientos feos que hay dentro de ellos. Pero eso no significa que no
amen a los que lastiman. Sé que tu papá no quiere herir tus sentimientos.
Puedo decir que no cree plenamente en mis palabras por la forma
en que se muerde el labio, y eso me hace preguntar exactamente qué es
lo que le ha estado diciendo. Esto es algo más de lo que hablaré con Luca.
No me gusta saber que Aria vive en un lugar que la hace sentir incómoda,
pero no estoy segura de que se pueda hacer algo. Tal vez pueda hablar
con sus padres para que hablen con Theo. Dejando de lado los
sentimientos, él necesita saber cuánto daño le está haciendo a su hija.
Miro las manos de Aria que están juntas frente a ella. Algo cálido
invade mi pecho al ver sus uñas de colores. Coinciden con las mías. Al ver
que algo del color se desprendió y queriendo devolver la sonrisa a su
rostro, tomo su mano en la mía.
—Veo que necesitas un retoque. Tengo esmalte en mi bolso,
¿quieres que volvamos a pintarnos las uñas mientras esperamos que el
pavo termine de cocinarse?
Tal como lo esperaba, los labios de Aria dibujan la sonrisa más
hermosa que he visto en mi vida.
—¡Sí! —Exclama con entusiasmo.
Me paro y miro a Luca. Sus ojos siguen fijos en nosotras, pero la
preocupación se desvanece al ver la sonrisa en los rostros de Aria y en el
mío. Sus labios se inclinan y dibujan esa media sonrisa que me gusta ver
en él. Muevo la cabeza señalando hacia la casa para hacerle saber que Aria
y yo vamos a entrar. Sus ojos se mueven alrededor del patio, y los sigo
hasta que se detienen en Theo, quien está sentado en una silla de jardín
con Helen. Cuando los ojos de Luca vuelven a mí, hace un gesto con la
barbilla indicándome que vaya.
Llevo a Aria a la casa mientras balbucea sobre la película que ella y
su papá fueron a ver hace un par de días. Después de sacar el esmalte de
uñas de mi bolso, ambas nos sentamos a la mesa de la cocina. Ella me
pinta las uñas primero, y es tan lindo verla porque saca la lengua por un
lado de la boca concentrada, tal como lo hace cuando dibuja. No me
importa las manchas que deja en mis cutículas. Ella se ríe mientras sacudo
las manos al aire para secarlas. A continuación, pinto las suyas, y me río
de ella cuando hace lo mismo que yo.
—Te echo mucho de menos, Jules —dice después de guardar el
esmalte.
La arrastro a mis brazos.
—Yo también te echo mucho de menos, Aria. —Me alejo y la miro
fijamente—. Te prometo que pasaremos más tiempo juntas.
Es una promesa que planeo cumplir, de una forma u otra.
—Tengo que ir al baño. Vuelve afuera y yo estaré ahí en un minuto.
Ella se aleja, y me alegra que su estado de ánimo sea más ligero de
que antes. Ella merece ser feliz todo el tiempo.
Voy al baño, pero no por la razón que le di a Aria. Necesito un
momento a solas para controlar mis emociones. Ver a Aria, pasar tiempo
con ella y descubrir que vio lo que Theo casi me hizo me puso nerviosa.
Le pido a Dios que ella no sepa exactamente que estaba haciendo Theo.
La repulsión me revuelve el estómago ante ese pensamiento.
Salpico agua fría en mi rostro para devolverle un poco de color a
mis pálidas mejillas. Mis ojos están un poco rojos, espero que nadie se dé
cuenta. Mentalmente me preparo para volver a salir, respiro
profundamente varias veces antes de agarrar la manija de la puerta. Tan
pronto como abro la puerta, soy empujada a la fuerza adentro y la cierran
nuevamente. Mi espalda golpea el lavabo y un agudo dolor se irradia por
mi espalda. El miedo me invade cuando Theo me atrapa con su mirada
llena de odio. Su espalda está contra la puerta, y prácticamente puedo ver
la rabia palpitando en sus tensos músculos.
—¿Q-qué estás haciendo, Theo? —Trato de poner tanta fuerza en
mi voz como sea posible, pero aún así sale temblorosa.
—¿Ya te folló? —Sisea con los dientes apretados.
Mis ojos se abren de par en par.
—¿Qué? ¡No!
El miedo se filtra en mis huesos cuando se aleja de la puerta y
acecha en mi camino. Intento presionarme más cerca del lavabo, pero ya
estoy prácticamente encima del el. Mis ojos se mueven alrededor de la
habitación, buscando algo para usar como arma, pero no hay nada. Y la
habitación es demasiado pequeña para que pueda pasar por su lado. Estoy
atrapada sin ninguna manera de salir. Me inclino hacia atrás hasta que mi
cabeza golpea el espejo.
—Eres una maldita mentirosa. —No se detiene hasta que está
parado frente a mí—. Puedo olerlo en ti.
Agarra mi cabello y jala mi cabeza con impaciencia. Su rostro va a
mi cuello donde huele a lo largo de mi piel. Presiono mis manos contra su
estómago y trato de alejarlo, pero no se mueve.
—Theo, por favor. Déjame ir —ruego con voz ronca.
Aparta su rostro de mi cuello y la mirada en sus ojos es salvaje.
Hace que mi miedo se dispare. Algo está muy mal con él.
—¿Dejarte ir? —Pregunta. La risa que suelta suena demente. Se
acerca más a mí y salpica saliva en mis labios cuando gruñe—. Nunca te
dejaré ir. Siempre has sido mía, Jules. No de él, no jodidamente de él.
Trato de apartar la cabeza, pero me sujeta por el cabello. Su agarre
es tan fuerte que siento como si arrancara hebras. Cuando empiezo a
luchar contra él y le clavo las uñas en los costados tratando
continuamente de alejarlo, un aterrador gruñido sale de sus labios.
Abro la boca para gritar, pero me quedo momentáneamente en
silencio, conmocionada, cuando me gira rápidamente frente al espejo. Mi
pelvis golpea el lavabo cuando Theo presiona sus caderas contra las mías.
Grito por el dolor en el hueso de mi cadera. Bloqueo mis ojos con los
suyos a través del espejo, y veo su intención. Antes de que pueda pedir
ayuda a gritos, el dolor explota en mi cabeza cuando me golpea la frente
contra el espejo. Mi visión se vuelve borrosa y estoy aturdida, pero siento
un hilo de líquido caliente bajando por mi rostro.
—Theo … —Mi voz es débil, y me desvanezco cuando otra ola de
mareo me golpea. Trato de mantenerme en pie poniendo las manos en el
lavabo, pero las sujeta por detrás.
—Pronto aprenderás a quién perteneces —gruñe—. Ahora tengo
que follarte para quitar su olor de ti. —Termina murmurando.
Mis leggins y bragas son arrastradas por mis caderas hasta mis
rodillas. Algo de mi fuerza regresa, y trato de apartar mis manos de las
de él, pero su agarre es demasiado fuerte. Me sacudo, jalo y lucho hasta
que otra ola de mareos me golpea, y mi visión se nubla.
Miro hacia el frente a través de mi brumosa niebla, veo que el cristal
del espejo está roto, pero aún así consigo ver a Theo en los fragmentos
rotos. Parece desquiciado mientras trabaja en desabrocharse el pantalón
con una sola mano.
Mi cabeza estalla y lágrimas escapan de mis ojos, mezclándose con
la sangre que aún corre por mi rostro. Sus dedos sondean mi abertura,
luego el dolor se dispara a través de mí cuando empuja uno adentro.
—Oh, Dios, Theo. Tienes que parar. Por favor, no hagas esto.
—Vete a la mierda, puta. Traté de darte tiempo, pero estabas tan
jodidamente en contra de tener algo que ver conmigo. Es hora de que haga
lo que debería haber hecho desde el principio.
Cuando siento su polla tratando de meterse en mi interior, lloro.
Lloro tanto que sé que mi alma se está fracturando en pequeños pedacitos
y sé que será imposible volver a unirlos. Lloro hasta que mi corazón se
divide y comienza a llorar, desangrándose, justo como la sangre que fluye
constantemente de mi rostro y cae en la porcelana blanca del lavabo.
y espero que papá termine de mostrarme
la motocicleta usada que le compró a un amigo y que va a reconstruir. Mi
paciencia se está agotando, pero odio reventar su burbuja emocionada.
Lleva años deseando una motocicleta.
Estamos en el garaje, lo que significa que no estamos en el patio
trasero donde puedo vigilar a Jules y Theo. Cuando vi a Jules hablando
con Aria y la expresión en sus rostros, supe que algo andaba mal. Quise
ir con ellas, pero el pequeño movimiento de cabeza de Jules me dijo que
lo tenía bajo control y no me necesitaba. Aun así mantuve mis ojos en
ellas, así note el cambio en su estado de ánimo y me sentí aliviado cuando
ambas entraron a la casa con sonrisas en sus rostros.
Mis ojos inmediatamente rastrearon a Theo tan pronto como se
fueron, asegurándome que su trasero permaneciera afuera y no cerca de
la casa. Vi la forma en la que el hijo de puta la ha estado mirando. Como
si quisiera lastimarla tanto como quiere follársela. Y dice que yo fui el que
me volví loco hace años cuando ataqué a Jules. Ese puede ser el caso, pero
las miradas que nos ha estado dando me hacen dudar seriamente de su
cordura. No quiero nada más que golpear su puto rostro contra el asfalto,
pero he mantenido la calma por el bien de todos aquí.
El aire ha estado tenso, y sé que mis padres, Ella y Vicki lo sienten.
Saben que algo pasó entre Jules y Theo, sólo no saben qué. Ella tiene más
indicios que los otros, pero ninguno de ellos ha dicho nada todavía. He
mantenido mi distancia de Jules tanto como he podido para no alertar a
nadie, pero joder, ha sido duro. Puedo sentir las vibraciones de ansiedad
saliendo de ella, y odio no poder tranquilizarla.
—Papá —llamo, interrumpiendo su charla sobre el motor que
planea comprar a continuación—. Voy a ver si mamá necesita ayuda. El
pavo debería estar listo pronto.
—Sí, sí. Supongo que tienes razón —murmura, y luego cubre la
motocicleta con una lona.
Cuando volvemos por la puerta que conduce al patio trasero, mis
ojos escanean alrededor buscando a Jules. Veo a Aria hablando con Ella y
Vicki, pero a ella no la veo. Cuando tampoco encuentro a Theo, campanas
de advertencia empiezan a sonar en mi cabeza y mi sangre se congela.
—¿Dónde está Theo? —Le grito a mamá mientras pone un rollo de
toallas de papel sobre la mesa en el patio.
—Entró hace unos minutos a revisar el pavo. —Ella frunce el ceño—
. ¿Por qué? ¿Qué está mal?
No le contesto porque estoy subiendo los escalones de la puerta
trasera. No está en la cocina ni en la sala de estar cuando miro, y tampoco
está Jules. Sacudo la cabeza cuando oigo un ruido en la parte de atrás de
la casa. Mis pies se mueven en esa dirección cuando oigo a mi padre decir
mi nombre. Ignorándolo, camino por el pasillo hacia el baño donde una
luz sale por debajo de la puerta. Intento con la manija, pero está
bloqueada. Estoy a punto de golpear cuando oigo un gemido y luego un
débil gruñido.
Rabia, pura y sin restricciones, llena mi sistema cuando me doy
cuenta que Theo está ahí adentro haciendo Dios sabe qué. Retrocedo, y
sin previo aviso, golpeo mi hombro contra la puerta. Se abre y lo que veo
hace que mi sangre corra tan jodidamente caliente con una violenta
necesidad de asesinar a mi propio hermano.
Él tiene a Jules clavada contra el lavabo, con los brazos detrás de
su espalda. Sangre corre por su pálido rostro, apenas puede mantenerse
en pie. Él tiene su puta jodida polla en su mano tratando de empujarla
dentro de ella. El espejo frente a ella está destrozado, y veo manchas de
sangre en los fragmentos.
El shock no ha abandonado su rostro al verme romper la puerta
antes de que un rugido animal salga de mis labios, agarro al bastardo por
detrás de la camisa, alejándolo de un tirón. Mi puño conecta con su nariz
y sangre caliente inmediatamente comienza a salir.
Oigo gritos detrás de mí, pero no presto atención mientras lanzo
otro puñetazo en el estómago de Theo. Él trata de doblarse del dolor, pero
lo sostengo sujetándolo por el cuello. Cuando lo tengo nuevamente de
pie, lo miro a los ojos y le muestro con los míos que cometió un gran
error. Sangre gotea por la comisura de su boca y su rostro está fruncido
por el dolor. Cuando mi rostro entra en su línea de visión, muestra sus
dientes cubiertos de sangre.
—Voy a jodidamente matarte. —Lo observo y aprieto más su
garganta, cortándole el oxígeno.
El maldito imbécil sonríe.
—Haz lo mejor que puedas hacer, pero eso nunca cambiará el hecho
de que ya la tuve —dice con dificultad.
Llevo mi puño atrás, y golpeo un lado en su burlón rostro. Hay más
gritos detrás de mí, y siento un brazo tratando de tirar de mí hacia atrás,
pero estoy tan furioso que me libero y golpeo mi puño una y otra vez en
el rostro de Theo. No importa cuántas veces lo golpee, la necesidad de
hacerle más daño crece. Lo quiero muerto a mis pies. Es mi hermano
gemelo, pero lo quiero jodidamente sin vida por tocar a Jules.
Su cuerpo cae, se golpea la cabeza contra la bañera y yo lo sigo al
suelo. Brazos alrededor de mi pecho tratan de tirar de mí hacia atrás.
Gruño y lucho contra ellos, pero esta vez logran sostenerme.
Me impulso hacia adelante y rechino los dientes cuando mi bota
conecta con sus costillas. Pero no es malditamente suficiente. Quiero más.
—Déjame ir —gruño a quien me sujeta y sé que es papá cuando veo
su brazo tatuado.
Me saca del baño y me empuja contra la pared.
—¡Maldita sea, Luca! ¡Basta! —Grita, con el rostro rojo y las venas
en su sien hinchadas.
—Él la tocó, joder. La lastimó. La iba a violar.
—Y está pagando por eso. —Vuelve a gruñir.
—No. Es. Jodidamente. Suficiente. —Pronuncio cada palabra
lentamente. Estoy nervioso como el infierno y mi pecho sube y baja
mientras miro a papá.
—Esto ya no se trata de ti o de Theo. Se trata de Jules.
Es su nombre lo que me hace cerrar los ojos y tratar de frenar mi
furiosa necesidad de volver ahí y terminar lo que empecé, pero cuando
vuelvo, me detengo en la puerta, todo lo que veo es su rostro. La sangre,
el miedo, el dolor, y la puta mirada indefensa en sus ojos. Sacudo la
cabeza, cierro los ojos y alejo las imágenes antes de que la ira se apodere
de mí. Respiro profundamente, abro los ojos y me encuentro con la
indignada mirada de papá. Vicki está a su lado ahora y su expresión no
es menos iracunda que la de papá.
—Tienes que sacar a Theo de aquí. —Ella le dice a papá. Sus ojos se
mueven hacia mí—. Yo me encargo.
Bajo otras circunstancias, su declaración sería graciosa. Ella y yo
sabemos que si quisiera entrar al baño, nada, y menos ella, me detendría.
Lo único que me detiene es saber que Jules también está ahí dentro.
Con una última mirada, papá se aleja y entra al baño. Me pone los
nervios de punta oír a papá moverse en la pequeña habitación y oír sus
murmullos mientras habla con Theo. Un minuto después, papá sale
primero, con la mirada clavada en mí, antes de que Theo salga cojeando.
Papá trata de bloquear mi vista de él, pero veo al bastardo de todos
modos. Está de espaldas a mí, pero todavía sigo mostrando los dientes y
un gruñido sale de mi garganta. Cuando Theo se detiene en el pasillo, lo
reto en silencio a que se dé la vuelta.
Papá lo empuja hacia adelante.
—Sigue moviéndote, chico —gruñe.
Mi mirada se queda clavada en su espalda mientras camina, hasta
que está fuera de mi vista. Miro a Vicki.
—No sale de esta casa con Aria, ¿entendido?
Sólo le toma un segundo asentir antes de dirigirse por el pasillo en
dirección a donde fueron papá y Theo. Giro la cabeza de lado a lado para
ayudar a aliviar algo de la tensión en los músculos, respiro
profundamente de nuevo y entro al baño. Lo que me recibe hace que mi
estómago se sienta como si estuviera lleno de hojas de afeitar. Mi hermana
está en la bañera, con las piernas abiertas mientras sostiene a Jules en
sus protectores brazos. El rostro de Jules está en el cuello de Ella,
con las rodillas apoyadas en su pecho, y tiene un agarre mortal en la
camisa de Ella. Puedo ver sangre en la camisa de Ella debido a los cortes
que Jules tiene en el rostro.
Nunca en mi puta vida algo me ha dolido tanto como ver a Jules
aferrada a Ella. Mi pecho se siente como si alguien hubiera hecho un
agujero y me estuviera arrancando el corazón con una afilada hoja.
Los ojos de Ella se encuentran con los míos y el fuego que hay en
ellos hace que los orbes azules brillen, pero debajo de la ira hay un innato
sentimiento de dolor. Está enfadada pero también sufre por lo que Theo
le hizo a Jules.
Jules saca su cabeza del cuello de Ella y sus ojos encuentran los
míos. Su rostro está cubierto de sangre y más empieza a filtrarse de uno
de los cortes justo encima de su ceja izquierda. Aprieto los dientes para
contener el agonizante ruido que quiere liberarse de mi garganta.
—Nena —susurro roncamente. El dolor y las lágrimas en sus ojos
me destrozan por dentro.
Antes de que esté a mitad de camino de la bañera, ella ya está
levantando los brazos. Mi hermana observa cómo me agacho y
cuidadosamente recojo a Jules. Sus brazos se envuelven en mis hombros
y me agarra con fuerza, hundiendo su rostro en mi cuello. Está temblando
como una maldita hoja.
—Lo siento mucho, maldita sea —gruño contra su cabello.
Tengo que llevarla al hospital para que le revisen la cabeza, pero
hay algo más de lo que tengo que ocuparme primero. Me alejo de la bañera
para permitir que Ella salga.
—Agarra gasa y peróxido —digo, y ella asiente.
Odio hacer lo que estoy a punto de hacer, pero no hay forma de
evitarlo. No voy a perderla de vista.
Saco a Jules del baño, y la llevo por el pasillo hacia la sala de estar.
Ira fresca brota en mi sangre cuando veo a Theo sentado en una silla con
un trapo en su rostro empapado de sangre. Vicki está de pie con los
brazos cruzados detrás de la silla, su expresión oscura. Papá está parado
unos metros frente a él, con una mirada glacial mientras observa a su hijo.
Tanto mamá como Aria no se encuentran en ninguna parte, y
agradezco que ella haya llevado a Aria a algún lugar donde no pueda
presenciar lo que está pasando.
Pongo a Jules en el sofá y me agacho a su lado. Acuno sus mejillas
para que me mire. Sus enrojecidos ojos me apuñalan justo en el maldito
esternón.
—Ya casi termina, pero hay algo que debo hacer primero, ¿puedes
aguantar unos minutos más?
Ella lame sus temblorosos labios y asiente.
—Buena chica —murmuro, luego beso el lado ileso en su frente. Mi
hermana regresa a la habitación con los artículos que le pedí y se sienta
al lado de Jules.
Me pongo de pie y me giro para enfrentar a Theo, asegurándome
estar frente a Jules para que no tenga que mirarlo o él a ella. Sólo mi
voluntad de hierro y la mujer detrás de mí me impiden atacarlo de nuevo.
Sus ojos están fijos en mí, y la siniestra ira que siente es palpable.
—Vicki, llama a la policía —digo sin apartar los ojos de Theo. Ella
saca su teléfono para hacer lo que le pedí.
—Dime, hermano. —Se mofa Theo burlonamente—. ¿Su coño es tan
bueno como lo recuerdas? ¿O sólo fue bueno cuando tuviste que forzarla?
Estás tan jodido como yo.
Ignoro sus pinchazos para provocarme. Jules es más importante
que seguir golpeando su rostro.
Mi voz es tranquila a pesar del fuego que recorre mi cuerpo.
—Si la vuelves a tocar, recuerda mis palabras, Theo, no habrá nada
en la faz de la tierra que me impida matarte.
Tira el trapo sobre la mesa del café y se pone de pie. Su gesto de
dolor me satisface, pero no lo suficiente. Una maligna sonrisa se extiende
por su rostro y sus dientes brillan con sangre.
—Crees que ganaste, pero no tienes ni puta idea.
Ignoro su provocación y cruzo los brazos sobre mi pecho.
—Aria —grita.
—Ella no se va a ir contigo.
—Vete a la mierda, Luca. Es mi hija, y la llevaré conmigo o haré que
te arresten por secuestro.
—Inténtalo, hijo de puta. Podemos quedarnos aquí hasta que la
policía llegue y dejar que ellos decidan, pero sabes muy bien que no
permitirán que esa niña se vaya contigo después de ver lo que le hiciste a
Jules.
Cierra las manos en puños a sus costados. Está enojado porque
sabe que tengo razón. Ningún policía en su sano juicio, ya sea de este lado
de la vía o del otro, permitirá que una niña se vaya con alguien capaz de
hacer las cosas que ha hecho.
Sus ojos me disparan dagas. Cuando se mueven detrás de mí en el
sofá, doy un paso adelante, mis brazos caen a los costados preparados
para derribarlo si es necesario.
Nos miramos el uno al otro con odio durante varios tensos
segundos, hasta que una pequeña voz capta la atención de todos.
—¿Papi? —Dice Aria con voz ronca. Miro hacia la puerta trasera y
veo a Aria de pie en la entrada con los ojos llenos de lágrimas y su rostro
arrugado por el dolor. Mamá está de pie detrás de ella con una mano en
su hombro, su propio dolor es evidente en su rostro mientras sus ojos se
mueven de mí a Theo. Cuando aterrizan en Jules, su mano vuela a su boca
con horror y sus ojos brillan.
Theo ignora completamente a su hija, ni siquiera le echa un vistazo.
Después de retorcer su labio en una mueca de desprecio, se da la vuelta
y acecha hacia la puerta. Una vez la abre, se da la vuelta.
—Esto no ha terminado —dice con veneno. La puerta se cierra de
golpe detrás de él.
Deslizo los ojos hacia papá para verlo con la mandíbula tensa
mientras mira la puerta cerrada. Me doy la vuelta y me pongo de rodillas
frente a Jules. Mi hermana está limpiando suavemente los cortes en su
rostro.
Suavemente, agarro su barbilla.
—Déjame ver —murmuro.
Hay varios cortes pequeños en su frente, uno en el puente de su
nariz, y varios más en su mejilla y barbilla. El daño se ve peor de lo que
realmente es porque las heridas en la cabeza tienden a sangrar como una
perra.
—Después de que la policía se vaya, te llevaré al hospital —le digo
a Jules.
Ella sacude la cabeza y luego hace una mueca de dolor por el
movimiento. Ya no llora, pero sus ojos están hinchados y rojos.
—No.
—¿Qué quieres decir con “no”? Nena, necesitamos que te miren la
cabeza.
—No quiero volver ahí. —Su voz se quiebra—. Por favor, Luca. No
quiero volver ahí. —Agarra mi mano y si fuera un hombre débil, me
estremecería ante el aplastante apretón que ejerce sobre ella. Sus ojos
están muy abiertos y ansiosos mientras suplica.
Desenvuelvo sus dedos de los míos y me llevo las puntas a la boca
donde les doy un beso.
—Dejaremos que Vicki te revise y veremos qué piensa. —Alivio
invade su rostro. Odio que la mirada se desvanezca, cuando agrego—.
Pero, si ella cree que tienes que ir, te llevaré. —Mi voz es severa, pero aún
suave.
Después de un momento, asiente.
Ella se aparta para que Vicki pueda sentarse al lado de Jules. Se
encarga de limpiar la sangre y los cortes, observando cada uno
cuidadosamente para asegurarse que no hay vidrios incrustados en las
heridas. Mantengo la mano de Jules en la mía y cada pocos segundos me
aprieta los dedos ante el dolor punzante.
—Ella debería estar bien —dice Vicki mientras aplica ungüento en
cada herida—. Son superficiales, así que ninguna necesita puntos de
sutura. Sólo vigílala esta noche. Si muestra signos de lentitud o
desorientación, llévala a urgencias.
—Gracias. —Le dice Jules a Vicki.
Los ojos de Vicki se vuelven duros por un breve instante antes de
suavizarse.
—De nada. —Se inclina más cerca y baja la voz—. Debería haber
pagado más por lo que te hizo.
Antes de que Jules tenga la oportunidad de responder, Vicki se
levanta, recoge la basura y se va. No podría estar más de acuerdo con su
valoración.
—No quiero presentar cargos —dice Jules en voz baja.
Ella, que se ha movido a su lado, se congela al mismo tiempo que
mi cuerpo se pone rígido.
—¿Por qué? —Pregunto a través del nudo en mi garganta.
Su mirada se mantiene firme en la mía.
—Porque es tu hermano. —Sus ojos miran a Ella—. Y es tu hermano.
—Ella me mira a mí—. Y es su hijo. —Su voz baja aún más—. Él es su
padre.
—Jules…
—No, Luca. —Interrumpe—. No puedo hacerle eso. —Lágrimas
llenan sus ojos y una se desliza por su mejilla, colándose entre uno de los
vendajes—. No estoy diciendo que Aria debería volver con él. No creo que
deba hacerlo, pero no seré yo la razón por la que ella pierda a su padre.
Todo en mí dice que ella está equivocada. Theo tiene que pagar por
lo que le hizo a Jules, y si yo no puedo imponer ese castigo, entonces la
ley debería hacerlo, pero la angustia en sus ojos, la miseria en Aria al ya
no tener a su padre en su vida… No puedo obligarla a presentar cargos,
aunque mi mente grita que debería hacerlo.
Con la mandíbula tensa, le doy un solo asentimiento y ella se relaja
de nuevo contra el sofá.
—¡Por favor, abuela! ¡Quiero ver a Jules! —Aria llora al otro lado de
la habitación. Levanto los ojos sobre el sofá y la veo tratando de separarse
de mamá con lágrimas corriendo por sus rojas mejillas.
Miro a mamá y asiento.
—Ven aquí, Aria.
Mamá la suelta y ella corre hacia mí. Permanece parada a mi lado
observando a Jules, envuelvo un brazo alrededor de sus piernas. Su
pequeña barbilla tiembla mientras mira el rostro de Jules.
—¿Qué te pasó en el rostro, Jules?
Jules se inclina hacia adelante y sonríe, pero puedo ver que le duele
por la leve mueca que intenta ocultar. Cubre con su mano un lado del
rostro de Aria.
—Acabo de tener un accidente con el espejo del baño, pero ya estoy
bien.
Puedo sentir el cuerpo de Aria temblando a mi lado mientras trata
de ser fuerte. Aprieto mi brazo alrededor de ella, ofreciéndole el consuelo
que tan desesperadamente necesita.
—Fue mi papá, ¿verdad?
Su pregunta afecta a todas las personas en la habitación. Aria sabe
demasiado para una niña de su edad, y me molesta que a Theo no parezca
importarle que esté dañando la imagen que su hija tiene de él. Cada
persona ha sido impactada por sus acciones, y Jules y Aria se llevan la
peor parte.
Puedo decir que a Jules le cuesta responder a la pregunta de Aria.
Ella al parecer, no quiere mentirle, pero ¿qué otra cosa puede decir? La
verdad sería demasiado para que Aria pueda manejarlo.
Giro a Aria hacia mí y me aseguro de que me mire. Sus pequeñas
manos agarran mis bíceps.
—Necesito que me hagas un gran favor, boo. —Ella acepta con un
movimiento de cabeza—. ¿Puedes ir a la habitación de los abuelos un rato
a ver dibujos animados? Sé que es un momento aterrador y tú estás
preocupada, pero necesito hablar con los adultos. Sólo por unos minutos,
¿puedes hacer eso por mí?
Más lágrimas se filtran por sus mejillas, y las seco con mis pulgares.
Aria tuvo que crecer demasiado rápido, y lo demuestra cuando se limpia
la nariz con el dorso de la mano y endereza la espalda.
—De acuerdo.
Sonrío y luego acerco su rostro hacia mí y beso su frente.
—Esa es mi niña grande.
Miro a mamá y veo que ya está avanzando hacia nosotros.
—Vamos, pequeñita. Pondremos “Los Goonies” para ti.
Ellas se alejan, y yo me pongo de pie.
—Enseguida vuelvo.
Camino hacia la cocina, tomo un par de vasos del gabinete y busco
el whisky barato que papá siempre guarda. Después de verter un par de
centímetros en uno de los vasos, me lo bebo de un trago, siseando cuando
me quema al bajar por la garganta. Lo hago de nuevo, luego vierto sólo
un centímetro y lleno el otro vaso con agua. Llevo los dos a la sala de
estar.
Mamá ha vuelto y está de pie junto a papá, quien tiene el brazo a
su alrededor. Ella sigue en el sofá con Jules y Vicki está en la silla en la
que estaba Theo. Todo el mundo hace silencio mientras me acerco a Jules
y le doy el vaso con whisky. Ella mira el contenido, lo huele, y luego me
mira con la nariz arrugada. Si la situación no fuera tan grave, me reiría
con su cómico aspecto.
—Tranquilizará tus nervios —digo.
Ella mira el vaso dudosa, pero se lo lleva a los labios. Como era de
esperarse, tose después de beber el contenido. Le doy el vaso con agua y
bebe varios tragos grandes. Se limpia la boca con el dorso de la mano.
—Esa cosa es horrible. —Se queja.
Le quito el vaso de agua y lo pongo en la mesa al lado del sofá antes
de agacharme y alzarla en mis brazos, me siento y la coloco en mi regazo.
—¿Vas a decirnos qué está pasando, hijo? —Pregunta papá una vez
nos sentamos—. Hay más cosas ocurriendo a parte de lo que pasó hoy.
Los cautelosos ojos de Jules me miran. Sé que ella no quería que
mis padres supieran todavía lo que Theo hizo antes de venir a vivir
conmigo, pero ellos se merecen la historia completa, especialmente
después de lo que él hizo hoy en su propia casa.
Aprieto su mano para animarla, y recibo un asentimiento a cambio.
Miro a mis padres nuevamente.
—Hoy no fue la primera vez que Theo intentó forzar a Jules.
—Mamá jadea y agarra la camisa de papá, sus ojos vuelan hacia Jules—.
Ya lo hizo dos veces antes. Antes de hoy, la última vez, Aria lo
interrumpió.
—Oh, Dios. —Exhala mamá.
—Hijo de perra —maldice papá suavemente. Gira a mamá en sus
brazos hasta que su rostro está enterrado en su pecho.
—Por eso ella se está quedando conmigo —digo.
—Aria lo sabe —dice Jules en voz baja a la habitación—. No creo
que sepa exactamente qué estaba haciendo. Sólo que estaba haciendo algo
que no está bien. Ella me preguntó sobre eso hoy.
—Joder —siseo, mi estómago se tensa dolorosamente. Desearía que
Theo siguiera aquí para poder dejarlo inconsciente en nombre de Aria.
—Querido Señor —dice mamá con lágrimas en los ojos—. ¿Qué
demonios está pasando con mi hijo?
—Me importa una mierda. No se acercará a Jules ni a Aria de nuevo.
—No entiendo por qué se comporta de esta manera —comenta
mamá—. Siempre ha sido tan tranquilo y sereno, ¿qué lo hizo reaccionar
así?
Jules se mueve en mi regazo, y la miro. La culpa acribilla su rostro,
y decido apagar esa mierda ahora mismo porque estaré condenado si ella
piensa que es la culpable.
—Esto no es tu culpa, Jules —digo acaloradamente—. Tú no lo
obligaste a hacer esas cosas, así que quítate esa mierda de la cabeza.
—Pero él estaba bien antes de que yo despertara, ¿verdad?
Ella responde antes que yo.
—Lo estaba, pero no hay excusa para sus acciones. No hay nada que
una mujer haga que le dé a un hombre el derecho a forzarla. Theo puede
estar actuando fuera de lo común, pero sigue tomando esas decisiones
por su cuenta.
—Ella tiene razón. —Añade papá—. El hombre fue puesto en esta
tierra para amar y apreciar a la mujer, no para destruirla y herirla. No te
culpes. Él es un adulto. Sabe lo que está bien y lo que está mal.
Ella mira a cada persona en la habitación y todos tienen la misma
mirada en sus rostros: convicción.
—¿Qué haremos? Él es tu familia. No espero que lo abandonen por
mi culpa. Y luego está Aria.
Sé lo que me gustaría hacer, pero en lugar de expresar mi opinión,
digo:
—Tengo un amigo que tiene un tío que es abogado. Planeo llamarlo
el lunes. Hasta entonces, Aria se quedará con uno de nosotros —
informo—. En cuanto a que es mi familia, mi hermano murió cuando trató
de violarte. Las dos primeras veces fueron suficientes, y maldición, sabe
que quise matarlo entonces, pero después de ver de lo que es capaz, el
bastardo puede pudrirse en el infierno en lo que a mí respecta.
—No lo veo quedándose mucho tiempo aquí después de lo que hizo.
Estará demasiado preocupado de que la policía vaya tras él.
Miro a Vicki. La mujer se ha calmado un poco, pero aún veo ira
acechando en sus ojos.
—Si es jodidamente inteligente, se esconderá para que nunca más
tenga que ver su rostro de nuevo.
—Sé que todos dicen que no es mi culpa, pero aún así lo siento
mucho.
Aprieto más a Jules contra mi pecho.
Mamá se separa de papá y se acerca a nosotros. Su expresión es
angustiada mientras recorre con sus ojos los múltiples vendajes que
cubren el rostro de Jules antes de posarse en sus ojos.
—No te disculpes por las cosas que Theo te hizo. Nosotros somos
los que deberíamos disculparnos. —Cuando Jules abre la boca para
interrumpir, mamá se adelanta—. Sé que tampoco es culpa nuestra, pero
ahora eres parte de esta familia, y nosotros cuidamos de nuestra familia,
no los lastimamos.
Jules extiende la mano y agarra la de mamá.
—Gracias. A pesar de las acciones de Theo, estoy agradecida de ser
parte de tu hermosa familia.
Mamá sonríe, y me enorgullece saber que mi familia apoya a Jules.
No es que haya dudado de ellos. Theo puede ser de la familia, pero nunca
estarían de acuerdo con lo que hizo. Es abominable, repugnante y
jodidamente cruel.
Después de eso, todo vuelve a la calma, cada uno está envuelto en
sus propios pensamientos mientras esperamos que llegue la policía. Estoy
rígido mientras sigo sosteniendo a Jules, necesitándola en mis brazos
tanto como ella necesita estar ahí.
Espero como la mierda que Vicki tenga razón y Theo se vaya o se
mantenga alejado de mí, porque si alguna vez lo vuelvo a ver, no habrá
forma de detener la ira que le caerá encima.
cuarenta y cinco minutos que la policía apareciera
en casa de mis padres.
Jodidamente típico.
No porque fuera día festivo o porque les falte personal. No importa
qué día del año sea, cuántos oficiales tengan a su servicio, o si la llamada
de Vicki es la única que reciben ese día. A la ciudad no le importa lo
suficiente esta parte del pueblo como para mover el culo. Estoy seguro
que los dos idiotas que aparecieron disfrazados con sus uniformes y su
lema de servir y proteger a los ciudadanos estaban en el estacionamiento
de la tienda local de donas cuando llegó la llamada del despacho y
terminaron de atiborrarse antes de venir aquí. El abuso doméstico y el
intento de violación es lo habitual en este lado de la ciudad, así que para
ellos, no es gran cosa.
Tuve que controlarme y escuchar las tranquilizadoras palabras de
papá recordándome que Jules estaba cerca, para no golpear a uno de los
oficiales cuando sus ojos se deslizaron sobre ella de una manera sórdida.
Al final, la visita fue inútil. Aunque Jules quisiera presentar cargos, dudo
mucho que los policías lo hubieran perseguido. Los pequeños cabrones
no parecían interesados en lo que le pasó a Jules y ni siquiera trataron de
convencerla de que presentara cargos. Sólo estuvieron ahí durante veinte
minutos, y me alegré mucho de verlos irse.
Ahora estamos entrando por la puerta principal de mi casa. Cuando
veo a Jules tambalearse sobre sus pies mientras tira su bolso en el sofá,
voy hacia ella. Todavía desearía que me hubiera dejado llevarla al hospital,
pero entiendo por qué no quiso hacerlo. Estuvo ahí durante siete años, y
estoy seguro que volver la asusta.
Agarrando sus caderas , la giro para que me mire y luego la
envuelvo en mis brazos. Me mira con ojos tristes y cansados.
—¿Ducha o cama? —Pregunto.
Un escalofrío la atraviesa y responde:
—Ducha.
Cuando hace un movimiento para alejarse de mí, la levanto. Sé que
es capaz de caminar, pero no sólo quiero hacérselo más fácil, sino que
necesito sentirla en mis brazos. Racionalmente, sé que está bien, pero eso
me hace sentir mejor.
Como si también necesitara la cercanía, no dice nada cuando
camino hacia el baño, sus brazos se envuelven alrededor de mi cuello y
su cabeza descansa en mi hombro. La dejo de pie junto al lavabo y voy a
la ducha. Me aseguro de que el agua esté tibia antes de dirigirme hacia
Jules y encuentro sus ojos fijos en mí.
Paso mis dedos por su cabello y beso sus labios suavemente.
—Estaré afuera por si me necesitas —murmuro contra sus labios.
Ella me agarra de las muñecas.
—No te vayas.
Busco en sus ojos y veo a una mujer preocupada, adolorida y rota
frente a mí. Me rompe el corazón verla tan abatida. Ira seguida de tristeza
es lo que siento ante la razón detrás de su mirada. Pero ahora no es el
momento para eso. Jules me necesita, y que me parta un rayo si la
decepciono.
—¿Estás segura?
—Sí —responde a través de su garganta irritada.
Asiento y el alivio invade su rostro. Retrocediendo, agarro la parte
de atrás de mi camisa y la tiro sobre mi cabeza. Le doy un momento
cuando sus ojos se mueven por mi pecho, y se deslizan sobre mis
marcados músculos cubiertos de tinta y las dos argollas en mis pezones.
Cuando sus ojos vuelven a los míos, veo aprecio, y joder si eso no me
hace sentir bien.
Me acerco a ella cuando sus manos se mueven a la parte inferior de
su camisa.
—Déjame hacerlo —digo en voz baja.
Sus manos caen a los lados. Mantengo mis ojos en ella mientras
subo lentamente su camisa. Esta fue su idea, pero quiero asegurarme que
está conmigo en cada paso del camino. Es sólo una ducha, una manera
para hacerle saber que no está sola, para ayudarla a lidiar con lo que pasó
hoy, pero es mucho más. Es confianza, y me siento honrado de que me la
esté dando.
Ella levanta los brazos cuando la camisa llega justo debajo de sus
pechos. Estiro el cuello de la camisa para asegurarme que no roce ninguna
de sus heridas. Su cabello cae alrededor de sus hombros una vez el
material pasa sobre su cabeza. Alcanzo el broche en la parte posterior de
su sostén y sus manos frías caen sobre mis bíceps. Ignoro la eléctrica
sensación de placer al tener sus manos en mí. Bajo las correas por sus
brazos y dejo caer el sujetador sobre la camisa desechada. Sus hermosas
tetas con sus pequeños pezones melocotón están expuestos frente a mí,
pero mantengo mi expresión tan neutra como puedo y deseo que mi
cuerpo se tranquilice. No se trata de lo increíblemente sexy que la
encuentro o de lo mucho que ansío tenerla. Se trata de darle la comodidad
que necesita en este momento.
Cuando noto las oscuras marcas alrededor de sus muñecas por el
agarre de Theo en ella, hago retroceder la ira que quiere surgir. Levanto
una muñeca y la llevo a mis labios, besando la tierna piel antes de levantar
la siguiente y hacer lo mismo.
Me pongo de rodillas frente a ella y agarro los bordes de sus leggins
para bajarlos cuando veo más marcas en la piel de su cadera.
—Joder —siseo, y cierro los ojos.
Dedos corren a través de mi cabello y levanto la cabeza.
—Luca… —susurra con tristeza.
Abro los ojos y sé que brillan con furia.
—Debí haberlo matado —gruño salvajemente.
Ella no se estremece ante mi áspero tono. Tampoco dice nada. Sólo
sigue mirándome con sus tristes ojos ámbar, acariciando con sus dedos
suavemente mi cuero cabelludo.
Dejo caer la frente en la parte inferior de su estómago e inhalo
varias respiraciones profundas, luchando contra la tormenta que se
desata en mi cabeza.
Una vez tengo mis emociones bajo control, aparto la cabeza y beso
suavemente esos moretones también. Detecto una cicatriz en la parte
inferior de su estómago, siento curiosidad por conocer su origen, pero no
pregunto nada y presiono mis labios ahí también. Su respiración se
entrecorta ante el contacto, pero finjo que no me doy cuenta mientras
bajo lentamente su leggins y bragas por sus piernas, asegurándome de no
mirar los escasos rizos que ocultan su coño. Aprieto los dientes cuando
encuentro más moretones en el interior de sus muslos. No los beso, a
pesar de que quiero hacerlo desesperadamente.
Me pongo de pie cuando está completamente desnuda y doy un
paso atrás. Es una puta tortura hacerlo, pero mantengo mis ojos fijos en
su rostro. Actualmente sus mejillas son de un color rosa brillante, y puedo
decir que está obligando a sus brazos a permanecer a los lados y no
esconderse de mí. Quiero decirle que no tiene nada de qué avergonzarse,
que su cuerpo es asombrosamente impresionante, pero me preocupa que
eso empeore su tensión.
—Métete a la ducha, nena. Estoy justo detrás de ti.
Ella asiente, y agradezco que lo acepte tan fácilmente, porque
necesito un minuto para mí.
Después de que está segura detrás de la puerta de cristal de la
ducha, pongo las manos en mis caderas y bajo la mirada al bulto en mis
jeans. El maldito estúpido escoge el peor momento para estar atento.
Cierro los ojos y trato de pensar en cosas que deshinchen mi polla. Traigo
una imagen mental de mamá en traje de baño y luego pienso en la vez
que Ella vomitó en mi pecho cuando se emborrachó por primera vez. Me
estremezco cuando incluso recuerdo la vez que encontré a mis padres
follando en la lavadora cuando se suponía que todos nosotros, los niños,
pasaríamos la noche en la casa de un amigo.
Mi polla baja, pero no lo suficiente, porque todavía puedo ver a
Jules en el fondo de cualquier imagen que se me ocurre. Ella está en todos
mis malditos pensamientos, y no hay una maldita cosa que pueda hacer
para que eso desaparezca.
Soltando un suspiro, me quito los jeans y rezo como la mierda, no
asustar a Jules cuando me meta en la ducha con una erección. Deslizo la
puerta de vidrio abriéndola lo suficientemente para poder entrar y la
cierro detrás de mí. Sus ojos se abren de par en par al observar mi cuerpo
desnudo y maldita sea si mi polla no vuelve a estar completamente dura
en segundos.
Cuando sus ojos se posan en mi dura polla y en el piercing en la
punta, eleva las cejas, y su boca forma una O antes de chillar.
—¡Oh!
—Bebé —llamo—. Ojos aquí arriba.
Su mirada se detiene por un momento, pero cuando mi polla salta
por sí sola al tener sus ojos en ella, esa misma mirada vuela hacia mi
rostro. El rosa en sus mejillas se oscurece, dándole una mirada dulce e
inocente que no puedo evitar amar.
—Es inevitable en esta situación —digo algo que ella ya debe saber,
pero siento la necesidad de decirlo.
—Lo sé.
Su sonrisa es suave, pero apesta porque no alcanza completamente
sus ojos. Ella se aleja de mí y agarra la esponja y el jabón líquido. Cuando
veo que le tiemblan las manos mientras intenta abrir la botella, me acerco
y le quito las dos cosas.
Ella me mira por encima de su hombro mientras vierto jabón
líquido con aroma a pepino y melón sobre la esponja. Cuando coloco la
botella en el estante frente a ella, mira hacia adelante otra vez. Sin que me
lo diga, sé que quiere que la bañe.
Recojo su cabello en mi mano y lo pongo sobre su hombro,
empezando por su cuello, froto la esponja en círculos. Trabajo con sus
brazos hasta las yemas de sus dedos y luego me muevo hacia su espalda.
En cuclillas, muevo la esponja por su culo y bajo por sus piernas. Lo
mantengo platónico.
Me pongo de pie, y me preparo para darle la esponja para que pueda
limpiar la parte del frente, pero ella se gira en su lugar, manteniendo los
brazos a los lados, silenciosamente dándome permiso para hacerlo por
ella.
Nuestros ojos se encuentran cuando llevo la esponja a su clavícula
y lentamente me abro camino a través la parte superior de su pecho y
luego bajo por encima de sus senos. Su respiración se entrecorta y sus
pupilas se dilatan cuando paso la esponja por sus pezones. Mi polla se
sacude en reacción a su pequeña muestra de placer.
Me muevo por su estómago, su cintura, y luego suavemente sobre
sus caderas. Me pongo de rodillas y me abro paso por sus muslos. Con
ella justo frente a mí, me debilito y mis ojos se concentran en los morenos
rizos que tengo frente a mí. Sus piernas están cerradas, pero hay un
espacio entre sus muslos, y veo los rosados labios de su sexo
asomándose. Sintiéndome como un bastardo, dejo caer mis ojos de la
tentadora vista.
Cuando llevo la esponja de nuevo a sus piernas, evito su coño, sin
querer torturarme y pienso que ella puede ocuparse de esa parte, pero su
mano me detiene. Dirijo mi mirada hacia ella para verla mordiéndose el
labio otra vez, con incertidumbre y pura desesperación en sus ojos.
—Por favor —susurra rota—. Necesito lavar su toque de mí.
Hay indecisión y lucha interna en mí. Esto está mal. No me parece
bien hacer lo que me pide, no debería tocarla después de lo que Theo le
hizo, pero entiendo su necesidad de deshacerse de todos los recuerdos
de él.
Cuando una sola lágrima se desliza por su mejilla y abre sus piernas
unos centímetros, no puedo no hacer lo que me pide. Tomo una bocanada
de aire y la suelto apresuradamente.
Miro hacia abajo y muevo la esponja entre sus piernas. Su cuerpo
se sacude una vez, pero aparte de eso se mantiene quieta. Su mano
todavía está en la mía, ayudándome a guiar, y me hace sentir un poco
mejor saber que no estoy haciendo esto solo. Me aseguro que sólo la
esponja la toque y no mis dedos. Esto es sólo para limpiarla, nada más.
Su mano libre agarra mi hombro mientras su otra mano ejerce
presión sobre la mía. Mueve la esponja adelante y atrás sobre su sensible
piel con movimientos casi frenéticos. Aplica aún más presión, y frunzo el
ceño, porque sé que no puede ser agradable. Ella hace un ruido en la parte
posterior de su garganta, y al principio creo que está disfrutando
la fricción y está gimiendo de placer, pero cuando miro su rostro, sus ojos
están cerrados, y su expresión se retuerce en una máscara de dolor.
Cuando trato de quitar la esponja, su agarre en mi mano se aprieta
y sus movimientos se vuelven frenéticos.
—Jules —digo su nombre, se me cierra la garganta al ver su
angustia. Sus ojos permanecen cerrados, así que la llamo de nuevo y
detengo nuestras manos—. Jules. Mírame. —Refuerzo mi voz.
Abre los ojos y la desesperación en sus profundidades me pondría
de rodillas si no estuviera ya sobre ellas.
—Sólo necesito que desaparezca —llora, y trata de forzar mi mano
para que se mueva de nuevo.
Me levanto y le quito la esponja dejándola caer al suelo de la ducha.
—Basta, bebé. Jodidamente me estás matando aquí. —Y lo hace. No
soporto que se lastime tratando de deshacerse de la sensación de sus
manos en ella. Me hace querer matarlo, encontrar a Theo y darle una
paliza hasta que no haya una parte de él reconocible.
Acuno sus mejillas y atraigo su rostro hacia mí, planto un suave
beso contra sus temblorosos labios.
—Él nunca te tocará de nuevo. No volverá a acercarse a ti nunca
más. —Me alejo para que pueda ver la verdad en mi rostro—. Lo juro,
Jules. Jodidamente nunca más.
Envuelve los brazos alrededor de mi cuello y coloca su pecho contra
el mío. Mis brazos rodean su delgada cintura y la acerco aún más. Puedo
sentir sus erráticos latidos contra mi pecho y los ligeros temblores en su
cuerpo. Su silencioso llanto destroza pedazos de mi alma.
No sé por cuánto tiempo la sostengo. Lo único que me importa es
hacerla sentir segura de nuevo y quitarle el dolor y la angustia. Haría
cualquier cosa por tomar su angustia y hacerla mía. Intento por todos los
medios absorber esa angustia en mi cuerpo y darle mi calor y mi fuerza.
Su llanto se convierte en gemidos y después de un rato se aleja.
Ninguno de los dos habla mientras tomo el shampoo y lavo su cabello.
La muevo suavemente a un lado y me coloco bajo el agua tibia.
Después de llenar la esponja con más jabón líquido, me apresuro a
pasarla por todo mi cuerpo. Ella cruza los brazos sobre su pecho mientras
me mira. No sé si es para cubrirse o si tiene frío al no estar bajo el agua
caliente. Vierto shampoo en la palma de mi mano y lo paso rápidamente
por mi cabello. Cierro los ojos e inclino la cabeza atrás para enjuagarme.
Cuando levanto la cabeza de nuevo y abro los ojos, me sorprende
ver que Jules está cerca de mí. Su mirada no está en mi rostro, sino en mi
polla. Se deshincho al ver a Jules en su frenética necesidad de lavarse
entre las piernas, pero ahora, con sus ojos fijos en esa dirección,
sintiéndola como una suave caricia, mi polla vuelve a la vida. Y la bastarda
salta cuando ella se lame los labios.
Hijo de puta.
—Jules…
Mis palabras mueren cuando ella levanta la cabeza y cierra la brecha
entre nosotros. Envuelve sus brazos alrededor de mi cuello y tira mi
cabeza hacia abajo, sellando nuestros labios. Mi reacción inicial es gemir,
porque ella sabe jodidamente tan bien. Acerco las manos a sus caderas
para alejarla, lo último que necesita es esto, pero cuando su gemido se
filtra a mi boca, termino acercándola más. Mi cuerpo actúa por propia
voluntad. Enredo una mano en su cabello, mientras con el otro brazo
rodeo su espalda. Sus tetas, con sus duros pezones, chocan contra mi
pecho y estoy en el cielo. Ella es suave y dulce y se siente tan perfecta en
mis brazos.
Mi polla, presionada contra su estómago, duele mucho. He estado
duro durante semanas por esta mujer, y no importa cuántas veces me he
masturbado con su imagen, nunca es suficiente.
Pero no importa cuánto la desee, no importa cuánto grite mi cuerpo
por el alivio que sé que sólo ella puede darle, ahora no es el momento.
Acaba de pasar por una traumática experiencia a manos de mi hermano
gemelo. Francamente, me sorprende que soporte mirarme. Dejando de
lado todo lo que hice en el pasado, las acciones de Theo, él y yo
compartiendo en mismo rostro… ¿Cómo puede mirarme y no verlo a él?
Con renuencia, alejo mis labios de los de ella.
—Bebé, no podemos hacer esto.
Ella frunce el ceño y la pequeña arruga entre sus ojos me atormenta.
Quiero darle todo lo que me pida, pero sé que ahora no está pensando
con claridad. La primera vez que la haga mía quiero que se concentre sólo
en mí, no en mi hermano o en lo que le hizo.
—Pero quiero hacerlo, Luca. —Ella se inclina y besa mi pecho,
serpentea su mano entre nosotros para agarrar mi polla.
—Joder —siseo, y arrojo la cabeza hacia atrás.
El placer es demasiado grande, y por un segundo estoy
momentáneamente congelado mientras ella desliza suavemente la mano
arriba y abajo por mi eje unas cuantas veces. En contra de todos mis
instintos básicos, agarro su mano y la hago detenerse, llevo la palma de
su mano a mi pecho.
—No sabes lo que estás pidiendo, Jules —digo toscamente—. Estás
asustada y vulnerable ahora mismo, y no estás preparada para esto.
Retuerce sus dedos en mi pecho y me mira con ojos suplicantes.
—Sé lo que estoy pidiendo. Te estoy pidiendo que me hagas el amor.
Sí, tengo miedo, y puedo estar vulnerable ahora mismo, y puedo estar
vulnerable ahora mismo, pero estoy un cien por ciento segura que te
deseo.
Cierro los ojos y apoyo mi cabeza contra la suya, mi resolución se
resquebraja lentamente, pero sé que será un error del que ambos nos
arrepentiremos si me rindo.
—No puedo… —Me detengo y respiro hondo. Abro los ojos—. No
puedo tomar esta oportunidad contigo. Jodidamente me romperá si te
arrepientes más tarde. —Termino diciendo con voz ronca.
Ella acuna mi rostro y lo atrae hacia el suyo, luego coloca un suave
beso en mis labios antes de retroceder. Nos miramos profundamente a
los ojos.
—Voy a decirte algo, y quiero que me escuches atentamente. Lo que
Theo me hizo fue horrible, y sí, me doy cuenta que quiero usarte para que
me ayudes a olvidar lo que él me hizo. Para quitar su toque y reemplazarlo
por el tuyo. Por eso… —Sus ojos caen por un momento antes de volver a
mí—. Me avergüenzo de mí misma, y lo siento.
Abro la boca para silenciar esa mierda, pero ella niega con la
cabeza—. Esa no es la única razón, Luca. Ni siquiera es una gran parte del
por qué quiero que me hagas el amor. Quiero hacerlo porque eres tú. Te
deseo desde antes de hoy. Te deseo desde antes de ayer. Te desearé igual
mañana y al día siguiente y la semana siguiente. Lo que Theo hizo no
cambia y nunca cambiará eso.
Mierda.
Estoy tan jodidamente acabado. Sus sinceras palabras me hacen
pedazos y luego me vuelven a rearmar. Cómo demonios esta mujer puede
desearme después de todo lo que hice, es algo que nunca entenderé, pero
maldita sea si alguna vez podré dejarla ir ahora.
Bajo la cabeza y la beso. Pongo todo lo que tengo en el beso, porque
ella está dando mucho de sí misma. Su confianza, su cuerpo, su mente, y
espero que su jodido corazón también, porque estoy seguro como el
infierno que ella tiene el mío.
Ella sabe cómo al cielo, felicidad, libertad y todo lo que es bueno en
la vida. Me inclino un poco, la envuelvo con fuerza entre mis brazos, y me
levanto en toda mí altura, dejando que sus piernas cuelguen. No cuelgan
por mucho tiempo, porque ella las envuelve alrededor de mi cintura. Mi
polla dolorosamente dura queda atrapada una vez más entre nosotros, y
gimo en su boca ante el contacto. Sus manos se enredan en mi cabello, y
me encanta que su control sea tan precario como el mío. Esta mujer me
vuelve loco. Es justo que haga lo mismo con ella.
Separo mis labios de los suyos y los arrastro a través de su mejilla
y cuello.
—No tengo ni puta idea de por qué confías en mí —susurro en su
oído, necesito que sepa lo importante que es este momento para mí. Lo
honrado que estoy de tenerla en mi vida. Me alejo y la miro—. Joder, sé
que no te merezco. Pero te lo juro por Cristo, que no te arrepentirás, Jules.
—Lo sé.
De nuevo, sus palabras me matan.
Me inclino hacia atrás, cierro la llave del agua y salgo de la ducha
con ella todavía envuelta a mi alrededor. Agarro una toalla, y con su
ayuda, la coloco sobre sus hombros.
Salgo del baño y entro a mi habitación, dejando la luz del pasillo
encendida. La bajo al pie de la cama y luego la seco con la toalla. A
continuación, froto la toalla por todo mi cuerpo antes de arrojarla al
suelo.
Me tomo un minuto antes de finalmente darme permiso para ver su
cuerpo. Ella es preciosa. No, ella es más que eso. Es absoluta-jodidamente
impresionante. Su cabello castaño cae en cascada por su espalda con
algunas hebras mojadas adheridas a su piel por encima de sus tetas. Su
cuello es delgado y elegante, y la hinchazón en sus tetas es asombrosa.
Su cintura es delgada, pero no demasiado, y sus caderas redondeadas. No
es tan delgada como tantas mujeres que se esfuerzan por lograrlo. Es
curvilínea en el sentido perfecto. Los rizos marrones entre sus piernas,
ocultan su sagrado pasaje y me tientan más allá de toda medida. Quiero
pasar mis dedos por ahí y encontrar las delicias en su coño. Sus piernas
son delgadas y largas, y no puedo esperar para sentirlas alrededor de mi
cintura mientras la tomo.
Levanto mis ojos hacia ella y la encuentro mirándome también. Sus
ojos bailan sobre mí de una parte a otra. Descansan en mi polla y hace
que mi eje salte. Sus ojos vuelan a los míos, y sus mejillas se tiñen de rosa
otra vez.
—Es… —tartamudea. Sus ojos vuelven a mi polla y luego descansan
de nuevo en mi rostro—. ¿Eso dolerá al entrar en mí?
Me río y empujo un mechón detrás de su oreja.
—No, nena. No te dolerá. De hecho, se sentirá muy bien.
Su rostro se relaja un poco.
—No digo que quiera echarme para atrás, pero estoy nerviosa. —
Ella traga—. No recuerdo ninguna de las veces anteriores. Todavía era
virgen la última vez que recuerdo.
—Nos lo tomaremos con calma. —Le aseguro—. Y si en algún
momento quieres parar, lo haremos. Inmediatamente.
—Confío en ti —reafirma, y envía jodidas mariposas a mi estómago.
Me adelanto y pongo una mano detrás de su cabeza, mientras bajo
mis labios sobre los de ella. Podría besarla durante horas y aún así querer
hacerlo más.
Sus manos agarran mis hombros y las mías se mueven a la parte
baja de su espalda. Nos besamos un rato más, y siento que más tensión
abandona su cuerpo.
Muevo nuestros cuerpos hacia atrás hasta que sus piernas golpean
el colchón. Retiro mis labios y la empujo hacia abajo sobre la cama.
—Acomódate más arriba —murmuro.
Ella se desliza hacia atrás sobre el colchón hasta que se acuesta en
el medio. Me observa todavía parado al final de la cama. Sus brazos están
a los lados y sus piernas están cerradas, pero las abre cuando me arrodillo
a sus pies, dándome espacio y en silencio permiso. Me inclino sobre ella,
con las manos sobre el colchón a cada lado de su cabeza. Mi cabello cae
entre nosotros y ella lo aparta.
La beso de nuevo, deslizo mi lengua contra la suya antes de
moverme a su cuello. Ella tiembla y gime, y casi pierdo la cabeza cuando
pone una pierna sobre mi cadera y levanta su culo del colchón, rozando
mi polla con su caliente coño.
Dejo su cuello y me abro camino a través de su clavícula, muerdo
suavemente y chupo su piel con mi boca, dejando atrás marcas de amor,
luego me muevo a sus hermosas tetas. Giro mi lengua sobre uno de sus
pezones y levanto mis ojos hacia los de ella.
—Me encantan —digo con voz ronca, luego muerdo suavemente la
punta.
Sus manos se enredan en mi cabello, empujando mi cabeza más
cerca de ella. Juego con su pezón en mi boca y al mismo tiempo lo limpio
con la lengua.
—Eso se siente tan bien, Luca —gime.
Suelto su pezón con un chasquido y paso al otro, ahueco su suave
hinchazón en mi mano antes de chupar tanto como puedo de su teta en
mi boca.
Bajo mis labios por su suave estómago, sumerjo mi lengua en su
ombligo. Sus gemidos llenan mis oídos, me estimulan. Puedo oler su
excitación antes de verla, y mi polla palpita y se sacude con impaciente
necesidad.
Sus muslos están empapados con sus jugos, y los moretones que
antes pasé por alto brillan por la humedad. La rabia no tiene cabida en
esta cama, así que destierro esos oscuros pensamientos de mi cabeza y
me concentro en adorar tiernamente con la lengua la piel adolorida. Me
deleito con su exquisitez antes de pasar a su coño. Empujo sus piernas
separadas para exponerla completamente a mí. Su esencia gotea de ella y
mi boca se hace agua ante la vista.
Miro hacia arriba y veo sus ojos cerrados y su boca abierta mientras
jadea.
—Abre los ojos, nena. —Ella obedece, sus ojos ámbar brillan en la
habitación parcialmente iluminada—. Mantenlos abiertos y mira cómo te
devoro.
No sólo quiero que me mire para que su mente no divague, sino que
me gusta tener sus ojos en mí. Me gusta ver su rostro lleno de deseo y
necesidad.
El primer golpe de mi lengua a través de su coño me tiene gimiendo
y a ella gritando mi nombre. Ella es lo mejor que he tenido en mi boca. El
segundo golpe tiene a sus piernas temblando y sus ojos parpadean
rápidamente. Está luchando, pero los mantiene abiertos y fijos en mí. El
tercer golpe tiene a mi autocontrol derrumbándose, chupo su clítoris en
mi boca.
—¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! —Grita. Sus dedos se clavan en mi cuero
cabelludo.
Suavemente muerdo el sensible manojo de nervios y sacude las
caderas levantándolas de la cama al mismo tiempo que fuerza mi rostro
más cerca de su coño.
Ella es tan jodidamente receptiva. Mi polla pide atención, pero por
el momento la ignoro.
Coloco el dedo medio en su abertura y empujo sólo la punta
adentro. Espero un momento para ver si todavía está conmigo. Sus ojos
se iluminan con el calor y su mano se aprieta en mi cabello, dándome una
respuesta sin palabras. Deslizo mi dedo adentro y chupo con avidez su
clítoris, moviendo mi lengua contra ella para obtener un efecto adicional.
Sus paredes internas aprisionan mi dedo. Está deliciosamente
apretada, y sé que me costará mucho no venirme en cuanto la penetre con
mi polla.
Chupo, lamo y muerdo su tierna carne, y soy recompensado cuando
grita su liberación, sus piernas se tensan alrededor de mi cabeza y su
coño estrangula mi dedo.
Me arrastro sobre su cuerpo una vez se recupera y reclamo sus
labios. Mi polla se mete entre nosotros y choca contra su coño. Levanto la
cabeza y le pregunto una vez más.
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres?
No hay ninguna duda en su cabeza.
—Sí. Hazme el amor, Luca. Hazme tuya. —No hay dudas ni temor
en su tono.
Me acerco a la mesita de noche, abro el cajón y saco un condón.
Cuando me siento para abrir el paquete, sus manos se me adelantan. Ella
se muerde el labio con la vista puesta en el condón.
—¿Podríamos… umm…? —Su voz se va apagando y arruga su
pequeña nariz.
Le sonrío tiernamente y beso su nariz.
—¿No quieres que use condón?
Sus ojos se mueven hacia los míos. Duda por un momento, pero
luego responde.
—No. Mientras estaba en el hospital, me pusieron la inyección. Yo
sólo… sólo quiero sentir todo de ti, ¿está bien eso?
—Joder, sí, está bien —gruño—. Siempre he tenido cuidado, así que
no hay de qué preocuparse. Pero, ¿estás segura?
—Completamente.
Esta mujer está jodidamente matándome. Con un gemido, presiono
mis labios contra los suyos. Su otra pierna rodea mi cintura y dejo caer
parte de mi peso. Cuando la punta de mi polla golpea su mojado centro,
casi enloquezco.
Mis brazos comienzan a temblar y sudor brota en mi frente. Nunca
antes he sentido miedo de tomar a una mujer, pero estoy aterrorizado de
hacer algo mal con Jules. Quiero que esto sea lo más perfecto posible para
ella.
Pongo la palma de mi mano en la base de su cuello y deslizo
ligeramente mis dedos por su pecho, encima del estómago y a través de
la piel en su cadera. Cierra los ojos y gime suavemente. Piel de gallina se
extiende por su cuerpo, y sus pequeños pezones se vuelven más
apretados. Deslizo mis dedos a través de sus rizos y me inclino hacia
abajo para tomar uno de sus pezones en mi boca, giro mi lengua
alrededor del apretado brote.
Cuando mis dedos se encuentran con su tierno clítoris, abre los ojos
y los fija en mí. Mantengo mi mirada en la suya, observando su reacción
mientras muevo mis dedos a cada lado hasta que llego a su abertura. Está
tan jodidamente empapada que fácilmente deslizo uno de mis dedos
dentro de ella. Su apretado calor estrangula mi dedo, haciendo que mi
polla palpite con necesidad contra su muslo, presiono mis caderas contra
ella, y siento la humedad que se escapa por la punta y la froto contra su
piel. Lentamente meto y saco mi dedo y luego añado un segundo dedo
mientras froto mi pulgar contra su clítoris.
Sus dedos corren a través de mi cabello, peinándolo hacia atrás y
sostiene un puñado para que no caiga en mi rostro. Sus piernas se mueven
sin descanso contra mis caderas.
—Por favor, Luca —gime—. Te necesito. —La lujuria espesa su voz.
Retiro mis dedos de su estrecho canal y los llevo a mi boca. Sus ojos
se oscurecen al verme lamer sus dulces jugos de mis dedos.
—Te tengo, bebé. Pero júrame, Jules, que me dirás que pare si no te
sientes cómoda.
Ella asiente.
—Lo haré.
Agarro mi polla con la mano y miro hacia abajo mientras la guío a
su húmedo calor. Presiono la cabeza con la bola de metal en la punta
contra su clítoris y la deslizo adelante y atrás unas cuantas veces antes
de detenerme en su abertura.
La observo y veo sus ojos atraídos por lo que hace mi mano, su boca
está abierta mientras respira entrecortadamente. Cuando muevo mis
caderas y un centímetro de mi polla se desliza adentro, sus ojos se
encuentran con los míos. Se lame los labios, y bajo la cabeza para robarle
un beso. Con mis labios apretados contra los de ella y nuestras lenguas
enredadas, me deslizo lenta y tortuosamente dentro de su cuerpo
centímetro a centímetro. Me detengo cuando estoy a mitad de camino, no
sólo para darle tiempo para adaptarse, sino también porque estoy
precariamente cerca de perder mi mierda y terminar demasiado pronto.
Está tan apretada y caliente, mucho mejor de lo que mi mente pudo
imaginar.
Sé que es hora de moverse cuando sus talones se clavan en mi
trasero. Para una mujer que no recuerda haber tenido relaciones sexuales,
sabe cómo mostrarle a un hombre lo que quiere.
—¿Estás bien? —Pregunto, una vez estoy completamente adentro.
—Sí —responde sin aliento.
Me retiro y me deslizo lánguidamente hacia adentro nuevamente.
Clava las uñas en mis bíceps e inclina la cabeza hacia atrás, cerrando los
ojos en éxtasis. Mi mirada se posa en su delgado cuello. Dejo caer mi boca
y chupo la piel expuesta. Es primitivo lo sé, pero tengo toda la intención
de dejar mi marca en ella.
Mantengo mis empujes lentos, pero constantes. El ritmo es una
maldita tortura para mis adoloridas bolas, pero estoy decidido a hacer
esto bien para ella. Aparentemente, lento y constante no es bueno, porque
tiene los ojos abiertos y me dirige una mirada suplicante.
—Más —gime—. Necesito más.
Tomando su pierna, la levanto por encima de mi cadera y acelero el
ritmo. Sus paredes se tensan a mi alrededor y sus gritos de placer me
alertan que está cerca. Mi polla se hincha y mis bolas tiemblan
preparándose para mi propia liberación. Descanso mi peso en un brazo,
serpenteo mi otra mano entre nuestros cuerpos y juego con su clítoris.
Sus uñas se clavan en mis hombros, esa pizca de dolor es placentera y
hace que un silbido salga de mis labios.
Muevo mi mano de su entrepierna a su trasero para levantar sus
caderas. Con cada golpe que doy, muelo mi pelvis contra la suya, y
de esa manera estimular su clítoris. Pinchazos de electricidad lamen mi
columna vertebral, y no sé cuánto tiempo más duraré. Cuando ella suelta
un fuerte grito su rostro se enrojece con el rojo más bonito que he visto
en mi vida. Una de sus manos agarra el músculo de mi hombro mientras
la otra vuela sobre su cabeza y empuña la manta.
Nunca antes en mi puta vida había visto algo tan hermoso.
Mi liberación llega sólo segundos después y es tan fuerte que veo
estrellas.
Ella abre sus hermosos ojos color ámbar brillante y me mira con
asombro. Yo soy el que está asombrado. No hay nada en ella que no sea
perfecto, y soy un bastardo afortunado por haber sido testigo de la
maravilla que es Jules cuando pierde el control.
Me inclino y coloco un perezoso beso en sus labios. Después, salgo
de ella, la maniobra causa un pinchazo de sensibilidad en mi polla, me
muevo y me acuesto a su lado. La enfrento, y ella imita mi posición.
Levanto su pierna sobre mi cadera y coloco mi brazo alrededor de su
cintura, acercándola a mí lo más que puedo.
—Eso fue hermoso —susurra, con su aliento caliente chocando
contra mi pecho.
—Sí, lo fue.
Necesito levantarme y agarrar un paño para limpiarla, pero quiero
quedarme como estoy unos minutos más.
—Y tenías razón.
Subo y bajo mi mano ligeramente por su espalda.
—¿Sobre qué?
Sus labios se inclinan contra mi pecho.
—Me sentí bien.
Me río y beso la parte superior de su cabeza.
Cuando me acomodo con ella envuelta en mis brazos, mi mente
divaga hacia lugares donde no debería. Tres pensamientos se repiten una
y otra vez en mi cabeza.
¿Fue así para ella cuando estuvo con Theo hace tantos años?
¿Fue así para él?
¿Y cómo diablos pude vivir conmigo mismo después de haber
forzado a esta hermosa mujer?
. Ingrávida en el espacio negro. No
siento mis manos, piernas, rostro o cualquier otra parte de mi cuerpo. Es
como si no estuvieran ahí. Yo existo, pero no existo. Trato de pensar y no
hay pensamientos en mi cabeza. Sin imágenes, sin emociones, sin
recuerdos. Nada. Llevo la mano a mi rostro y no veo nada. Intento tocar
mi brazo y no siento nada. Aspiro y no huelo nada. Escucho y escucho...
un zumbido. Cuando me doy la vuelta para encontrar la fuente del ruido,
mi cabeza u ojos o lo que sea que soy, va en cámara lenta. Demasiado
lento para el movimiento que intento hacer.
De repente, las cosas cambian. El espacio negro se vuelve
cegadoramente blanco. Tan brillante que me veo obligada a cerrar los
ojos. Ya no me siento ingrávida, sino pesada, como si mis venas estuvieran
llenas de denso mercurio. Millones de recuerdos destellan en mi cabeza a
la vez. Se mueven de uno a otro tan rápido que no puedo distinguirlos.
Las emociones me golpean. Felicidad, amor, alegría, dolor, pérdida, miedo,
angustia, ansiedad, horror, tristeza, impotencia. Todos se filtran una y
otra vez hasta que mi mente es un desastre y mi cabeza parece que va a
explotar.
Cuando abro los ojos de nuevo, la brillante luz desaparece. Miro a
mi alrededor e inmediatamente reconozco lo que me rodea. Estoy en el
apartamento que mis padres alquilaron para mí justo después de
graduarme de la secundaria. Es un apartamento pequeño de un sólo
dormitorio que alquilan por mes. Tuve que rogarle a mis padres que me
dejaran alquilarlo. Pensaron que no tenía sentido ya que me iba al año
siguiente a la universidad. Después de que les expliqué mi razonamiento
de querer un período de prueba para vivir por mi cuenta mientras aún
estaba cerca de ellos, ellos de mala gana cedieron.
El apartamento es justo como lo recuerdo. Con un sofá de cuero
color crema con mesas auxiliares caoba, un televisor mediano sobre un
soporte color caoba con el equipo de música a su lado, junto con mi
colección de DVDs y CDs. Fotos de mi familia se encuentran en las
estanterías mientras otras están colgadas en la pared. No estuve mucho
tiempo ahí, pero recuerdo que estaba tan feliz de tener mi propio lugar
que desempaque y terminé de decorar la primera semana.
Me doy la vuelta cuando algo llama mi atención. Me veo saliendo
del pasillo con una maleta. Pongo la maleta al lado del sofá y me muevo
hacia las fotos que están en la estantería.
—¿Hola? —digo vacilantemente, mi voz suena extraña mientras
resuena por toda la sala.
Mi otro yo no me responde, toma las fotos, las envuelve en papel
de burbujas y las coloca dentro de una caja. Camino más en la habitación
hasta que estoy a su lado. Cuando me acerco a tocarla, me sorprende que
mis dedos atraviesen su brazo. Miro mi mano y flexiono los dedos. Puedo
ver la alfombra beige a través de ellos.
Miro a mi otro yo, todavía empacando marcos de fotos y la veo
sonriendo. Me sorprende lo feliz y hermosa que se ve mientras tararea
una melodía que me suena familiar. Escucho atentamente y la reconozco:
“It Feels Like the First Time” de Foreigner.
Una vez todas las fotos están empacadas, ella toma la caja y la lleva
a la pequeña mesa del comedor, donde la cierra con cinta adhesiva.
Suena el timbre y ambas miramos la puerta. Me giro hacia ella y veo
que su sonrisa crece hasta abarcar todo su rostro. Tengo una sensación
de inquietud en la parte posterior de mi cabeza, y quiero alcanzarla y
agarrarla mientras se dirige a la puerta. Algo no está bien. Lo que sea que
haya al otro lado de esa puerta es malvado.
—¡Jules! —grito—. ¡NOOOO!
Ella no me oye. Al pasar por mi lado, trato de agarrar su brazo, pero
de nuevo, mi mano se desliza a través de ella. El tiempo parece
ralentizarse cuando llega a la puerta. La observo tensamente mientras
desbloquea la cerradura. Su sonrisa todavía está en su lugar, ella agarra
el pomo de la puerta y gira. Miedo y una sensación de malestar se asienta
en mi estómago cuando abre la puerta y una sombra cae sobre ella.
—Llegas temprano —dice en voz baja y sus ojos se iluminan aún
más.
Desde donde estoy parada, la puerta bloquea mi visión de quién
está al otro lado, pero sé que algo está terriblemente mal cuando la
sonrisa desaparece de su rostro y el miedo la reemplaza.
Da un paso atrás y su voz tiembla cuando susurra:
—¿Q-qué estás haciendo aquí?
La sombra se acerca, y yo contengo la respiración, esperando ver
quién es. Terror congela mi forma etérea cuando no es una persona lo que
aparece, o mejor dicho, no es una persona sólida. Es una silueta, una tan
oscura y grande que hace que el aire se congele y que su sombra se
proyecte sobre todo lo que hay en la habitación. La misma silueta que me
persigue en sueños.
Él patea la puerta cerrándola y luego se acerca más a Jules, o a mi
otro yo que estoy mirando, mientras ella retrocede hasta golpear el sofá.
—Vine a reclamar lo que me pertenece —gruñe la silueta. La voz es
espeluznante y malévola, envía escalofríos por mi columna vertebral—.
Ambos cometieron un muy grave error, Jules. Él no puede tenerte.
Shock, miedo y orgullo me llenan cuando Jules endereza su postura
y dice desafiantemente:
—Ya soy suya, así que vete a la mierda. Lo amo. Y siempre lo amaré,
sólo a él. Tienes que dejar este enamoramiento antes de que te haga daño.
—Levanta el brazo para señalar la puerta y veo el temblor que intenta
ocultar—. ¡Quiero que te vayas! ¡Ahora!
Antes de que diga la última palabra, él está sobre ella y tiene una
mano alrededor de su garganta. Un grito sale de mis labios ante su rápido
movimiento, pero se corta rápidamente. Una opresión agarra mi cuello, y
no puedo aspirar aire. Un dolor que nunca antes he sentido me hace
arañar mi garganta. Estrellas destellan en mis ojos y parpadeo varias
veces para tratar de aclarar mi visión. La silueta inclina a Jules sobre la
parte trasera del sofá, y me doy cuenta que es su dolor lo que siento
cuando su mano se aprieta alrededor de su cuello al mismo tiempo que
se aprieta a mi alrededor.
Su voz es pura maldad cuando habla a continuación, y suena como
si en realidad me lo estuviera susurrando al oído.
—Oh, me voy, pero tú vendrás conmigo... después de que haya
tenido mi turno.
Entonces gira la cabeza y vislumbro sus ojos.
Sus eléctricos ojos azules…

llenando mis oídos. Me levanto de un salto


y me doy cuenta que el horrible ruido viene de mí. Siento la garganta en
carne viva y la boca seca. El terror me invade, y mis manos se mueven
automáticamente a mi garganta, sintiendo los efectos secundarios de ser
estrangulada. Manos calientes y ásperas agarran las mías y mis ojos se
deslizan hacia Luca. Mi miedo se duplica un momento antes de volver a
sentirme aliviada.
—Jesús, jodido Cristo, Jules —dice con voz ronca—. Me diste un
susto de muerte. Estabas gritando y no pude hacer que te detuvieras.
Lo miro de cerca y veo ansiedad y preocupación en sus ojos. Ojos
que coinciden con los de mi sueño. Pero estos no son malvados. No son
fríos ni están enojados. Irradian ternura y seguridad. También me dejan
confundida.
—Lo siento —murmuro.
—Joder —gruñe y me arrastra a sus brazos. Su cálido abrazo me
tranquiliza. Su olor me rodea y calma mis temblorosos nervios. Descanso
mi mano en su pecho desnudo y siento sus erráticos latidos. Me acerco
más a él y uso ese ritmo para ralentizar mi respiración.
Eventualmente, ambos nos calmamos. Luca retrocede y me mira con
el ceño fruncido.
—¿Qué demonios fue eso?
Me estremezco al recordar la oscura presencia y lo que le hizo a la
Jules que vi. No recuerdo que sucediera, pero sé que no solo fue un sueño.
Fue un recuerdo. Mis manos tiemblan mientras agarro la manta en mi
regazo y sudor brota en mi frente.
Interpretando erróneamente mi escalofrío como si tuviera frío, Luca
pone la manta sobre mis hombros.
—Jules, bebé… ¿qué está mal?
—Yo-yo-yo vi... —tartamudeo. Me aclaro la garganta y vuelvo a
intentarlo—. El día que me hirieron daño. Vi lo que pasó. Estaba ahí, pero
no lo estaba. Me vi abriendo la puerta y una oscura presencia entró a la
habitación. Dijo que me quería. Me agarró por el cuello y dijo que me
llevaría con él, pero no antes de que tuviera su turno.
Lágrimas se filtran de mis ojos y bilis se eleva en mi garganta al
saber el significado de lo que la oscura presencia quiso decir con tomar
su turno.
—Maldito hijo de puta —gruñe Luca. Se quita las sábanas y empiezo
a sentir pánico cuando se levanta de la cama.
—¡No! —Grito y sujeto su brazo—. Por favor, no te vayas. —Mi voz
se quiebra.
No se gira hacia mí, pero tampoco se aleja. Se queda ahí de pie junto
a la cama, con el pecho agitado cada vez que respira con aspereza. Mi
corazón se rompe por los dos. Sé que el pensamiento de él haciéndome
daño rompe algo vital dentro de él, y me mata porque también sé que no
hay nada que pueda decir para arreglar esa parte rota.
Se sienta en la cama. Sus hombros caen mientras descansa los
codos sobre sus rodillas y deja caer la cabeza entre sus manos. El agarre
que tiene en su cabello tiene que doler, pero creo que quiere el dolor. Su
espalda está rígida, y puedo ver temblores en su bíceps mientras controla
sus emociones.
Con cuidado, me acerco más a él. Pongo una pierna a cada lado de
sus caderas y me deslizo hacia adelante hasta que mis piernas acunan las
suyas. Mi pecho se une con su espalda y mis brazos se envuelven
alrededor de su estómago. Pongo mi cabeza contra su espalda. Sus latidos
son tan erráticos como antes.
Una de sus manos agarra la mía, y al principio, creo que me va a
apartar, pero no lo hace. En vez de eso, la levanta y la coloca sobre su
corazón.
Su voz es áspera cuando habla.
—Debería ser yo quien te consuele. Soy un bastardo enfermo por lo
que te hice. Debería estar pudriéndome en el infierno ahora mismo, no
siendo consolado por la persona a la que lastimé.
—Luca…
—Aunque no recuerdes lo que hice, no deberías querer tener nada
que ver conmigo. Mi toque debería causarte repugnancia y asustarte.
Jodidamente me repugno y me asusta, porque si te herí en el pasado, soy
capaz de hacerlo de nuevo.
—¡Detente! —Exijo. Trato de liberar mis brazos para poder
moverme a su alrededor y ver su rostro, pero él me mantiene en su lugar.
—Es verdad, Jules —dice con seriedad—. ¿Y si el interruptor que se
activó hace siete años se vuelve a encender? No sobreviviría si te volviera
a hacer daño.
Esta vez lo obligo a que me deje ir. Con un beso en el centro de su
espalda, me levanto de la cama. Enciendo la lámpara de la mesita al lado
de la cama y me meto entre sus piernas antes de ponerme de rodillas y
sentarme sobre mis talones. Su cabeza ya no está entre sus manos, pero
todavía cuelga, su cabello cae hacia adelante y bloqueando mi vista de su
rostro.
Cuando levanta la cabeza y veo bien sus ojos, el dolor que veo en
ellos hace que mi corazón se sienta como si alguien hubiera pasado por
encima de él con un remolque. El dolor es aplastante y me deja sin aliento.
Este hombre no sólo siente lástima de sí mismo. La culpa lo
consume todo y lo destruye lentamente.
Agarro su mano y la pongo contra mi mejilla.
—¿Sabes por qué tu tacto no me repugna ni me asusta? —Pregunto
en voz baja. Él sacude la cabeza—. Porque es amable y suave. Me hace
sentir segura y protegida. No toma ni fuerza, sino que da y calma. No es
frío e implacable. Es cálido y suave. Ese primer día, a pesar del ataque
de pánico que tuve, sentí una conexión contigo. Una que, después de
calmarme, me intrigó. Una de la que quería más. Esas pocas veces que me
visitaste mientras dormía, mis sueños no me atormentaban. Aunque no
lo supieras, espantabas mis pesadillas. Eres un buen hombre, Luca.
Cuidas de la gente que amas. Los proteges y los aprecias. Aria te adora.
No recuerdo qué pasó antes, pero lo que había en ti entonces, no lo está
ahora. No tengo ninguna duda de que nunca me harás daño.
Su expresión es dolorosa mientras me escucha, pero sus ojos nunca
dejan los míos. Una vez termino, él desliza su mano a la parte posterior
de mi cabeza y me empuja hacia adelante hasta que nuestras frentes se
encuentran.
—Me sobrevaloras jodidamente mucho, Jules —murmura
bruscamente.
—¿Sientes que podrías volver a hacerme daño, Luca?
—No. —Su respuesta llega inmediatamente y sin reservas.
—Entonces escucha a tu corazón —respondo.
Cierra los ojos por un momento, y me pregunto qué está pasando
por su mente. Cuando los abre de nuevo, parte de la duda desaparece.
Deslizo mis manos por sus muslos desnudos hasta que mis manos se
encuentran con sus calzoncillos. Inclina la cabeza hacia la mía y me da el
más suave de los besos. Mis manos continúan su camino por su cuerpo y
alrededor de su cintura. Él me envuelve entre sus brazos y me hace sentir
como lo dije: cálida y segura.
El beso se hace más profundo y un gemido retumba de su garganta,
haciendo que mi propio gemido se deslice más allá de mis labios.
Nuestras lenguas se exploran la una a la otra, probando, acariciando y
mordisqueando.
Sus brazos se tensan alrededor de mi cintura y me levanta sin
esfuerzo a su regazo. Pongo mis piernas alrededor de su cintura y mi
trasero descansa en la parte superior de sus muslos. Su duro eje choca
contra mi centro húmedo y se forman pequeños choques de placer en la
parte inferior de mi estómago que se extienden por todo mi cuerpo. Sus
manos se deslizan bajo mi camiseta, y lentamente empuja el material
hacia arriba. Nuestros labios se separan y pasa la camiseta sobre mi
cabeza. El aire fresco se encuentra con mi piel caliente y mis pezones se
ponen duros.
Luca recoge mi cabello en una mano y lo tira sobre uno de mis
hombros, luego deja caer su boca sobre la piel expuesta. La raspadura de
su barba se siente bien y envía escalofríos por mi columna vertebral. Sus
labios se mueven a través de mi clavícula y hacia abajo hasta la parte
superior de mis pechos.
Levanta la cabeza y me mira.
—Eres tan jodidamente hermosa que me duele el pecho.
Ahueca uno de mis pechos y con su otro brazo presiona mi espalda,
haciendo que me arquee y mi pecho sobresalga. Me devora con su caliente
boca, y yo echo la cabeza hacia atrás y gimo fuerte. No sabía que el placer
de tener a un hombre chupándome los pezones podía ser tan intenso. No
cualquier hombre, sino Luca. Él es el único que puede hacerme sentir así.
Una de mis manos va a su cabello, y lo recojo entre mis dedos. Me
encanta el tacto de su cabello. Es suave y grueso y se siente bien contra
mis dedos.
Su boca abandona mi pecho y hace lo mismo con el otro. Cuando
se aleja, presiono mi boca contra la suya, necesitando más de su sabor.
Colocando sus manos en mi trasero, me mece contra su dureza. Mis
bragas están empapadas, y por un momento la vergüenza me golpea
porque sé que debe estar filtrándose a través de sus calzoncillos, pero
cuando siento que la bola de metal de su piercing empuja contra mi
clítoris, toda la vergüenza se desvanece cuando el placer me consume.
Cuando sus manos se deslizan dentro de mis bragas y sus palmas
están en mis nalgas desnudas, maldigo el material y deseo que se vaya.
Como si sintiera mis pensamientos, murmura contra mis labios.
—¿Te gustan especialmente estas bragas?
—No realmente.
Jadeo con asombro y placer cuando oigo la rasgadura del material
y lo siento caer lejos. Más humedad corre a mi centro, y sé que
definitivamente debo estar goteando sobre él ahora.
—Lo siento, cariño. No quería que te bajaras de mi regazo el tiempo
suficiente para quitártelas —explica.
—Está bien —suspiro.
Sus labios se transforman en una sexy sonrisa que no hace
absolutamente nada para ayudar a mis preocupaciones por empapar sus
calzoncillos.
—¿Deseas esto? —La sonrisa se desvanece de su rostro y se vuelve
serio.
—Más de lo que nunca he deseado nada.
Sus ojos brillan ante mi respuesta, el azul se oscurece más por la
expansión de sus pupilas. Sus labios se unen hambrientos con los míos y
nos devoramos el uno al otro. Un grito sube por mi garganta cuando sus
dedos se deslizan a través de mis resbaladizos pliegues y luego empuja
dos adentro.
—Fóllame. Estas tan malditamente mojada —gime.
Alejo la mirada, de repente sintiéndome tímida. Sus dedos dejan de
moverse adentro de mí.
—Jules, bebé, mírame.
Deslizo mi mirada hacia él.
—Jodidamente me encanta que te mojes tanto. No hay mejor
sensación que hacer que mi mujer reaccione a mi tacto de la manera en
que tú lo haces.
Sonrío.
—Me gusta eso. Que me llames tu mujer.
—Mientras me tengas, siempre serás mi mujer.
Lo miro a través de mis pestañas y pregunto nerviosamente
—¿Para siempre?
Algo cruza por su rostro. Alegría, maravilla, felicidad… ¿tal vez
amor? Sea lo que sea, se ajusta a mis propios sentimientos y es
positivamente hermoso.
—Para siempre —confirma seriamente.
No puedo evitar sonreír, su respuesta me llena de tanta felicidad
que puedo sentirla en mis huesos. Avanzando, presiono mis labios contra
los suyos.
—Te necesito, Luca. Hazme el amor.
Gime y saca sus dedos. Me inclina hacia atrás y mirando hacia abajo,
lo veo empujar su ropa interior hacia abajo lo suficiente para liberar su
eje. La bola de metal brilla con la luz de la lámpara y una gota de humedad
se filtra por la punta.
Hipnotizada y sintiéndome valiente, me coloco entre nosotros y
paso la punta de mi dedo por la gota de líquido preseminal. Él sisea, y
luego gruñe cuando llevo mi dedo a mis labios, probando su esencia.
—Maldito infierno —gruñe y el calor en su tono me hace temblar.
Se agarra la base de su polla—. Levántate.
Lo hago, y coloca la punta en mi abertura. Nos miramos a los ojos
mientras bajo lentamente. Luca es grande, así que me siento
increíblemente llena cuando está a mitad de camino dentro de mí. Detiene
mis movimientos agarrándome de las caderas, luego me levanta, sólo para
volver a bajarme. Lo hace varias veces, y cada vez que me deslizo por su
eje, se desliza un poco más adentro.
Una vez está completamente adentro, me siento sobre sus muslos
y suavemente balanceo mis caderas adelante y atrás. Esta posición se
siente increíblemente bien porque mi clítoris roza el hueso de su pelvis
con cada movimiento hacia adelante. Gemidos salen de mis labios cuando
las chispas comienzan a encenderse en mi estómago. Mis piernas se
tensan a su alrededor, y me muevo más rápido, persiguiendo la dicha
erótica que sé que me espera.
Luca agarra mis caderas y empieza a levantarme arriba y abajo.
Envolviendo mis brazos alrededor de su cuello, me aferro mientras él usa
mi cuerpo maravillosamente para llevarnos a ambos al precipicio del
éxtasis. Mi liberación comienza en mi clítoris y mágicamente se abre
camino a través de cada parte de mi cuerpo. Escalofríos, hormigueos y
temblores me invaden, haciendo que mis extremidades se sientan débiles.
Luca gime profundamente en su garganta y su cuerpo se tensa
cuando su propia liberación lo golpea unos segundos después de la mía.
Descanso mi cabeza en la curva de su cuello, exhausta y agotada, pero de
una manera muy exquisita. Sus manos calientes suben y bajan por mi
espalda, lo que me relaja aún más.
Después de varios momentos, una vez nuestros corazones se
calman y nuestra respiración vuelve a la normalidad, Luca se pone de pie.
Instintivamente, mis piernas se tensan alrededor de su cintura, pero no
hay necesidad porque él me sostiene fácilmente levantando mi trasero.
Aún así, me deslizo una fracción sobre su eje, lo que provoca que un
gemido salga de mi boca. Su risa ronca golpea mi oreja.
—¿Adónde vamos? —Murmuro somnolienta, mi cabeza se siente
demasiado pesada para levantarla de su cuello.
—Ducha —gruñe.
—Estoy demasiado cansada para ducharme.
—Está bien, bebé, te sostendré y te bañaré.
Sonrío contra su cuello, me gusta su respuesta. Y hace exactamente
lo que dice. Conmigo todavía en sus brazos, enciende la ducha, entra, y
me deja apoyar todo mi peso sobre él mientras nos limpia y nos lleva de
vuelta a la cama.
Me acurruco en los brazos de Luca y me quedo dormida
sintiéndome muy querida.
—¿ trozo, Jules? —Pregunta Aria después de
lamer su tenedor limpiando cualquier resto de chocolate que haya
quedado.
—Absolutamente puedes, cariño, ¿te gustaría un poco más de leche
también?
—No, gracias.
Jules agarra los platos y se levanta de la mesa. Sus ojos se mueven
a mí justo cuando llevo a mi boca el último bocado de la deliciosa torta
de chocolate que hizo.
Su sonrisa es brillante mientras pregunta:
—¿Quieres otra rebanada?
—Estoy bien, pero gracias.
Deja los platos sobre el mío y luego los recoge antes de ir a la
cocina. Mis ojos siguen el movimiento de su trasero hasta que se pierde
de vista. Cuando miro a Aria, sé que fui atrapado por la gran sonrisa
cubierta de chocolate en su rostro.
—¡Jules! —grita—. ¡El tío Luca te estaba mirando el trasero!
Miro a Aria estrechando los ojos. La chica es demasiado perceptiva
para su edad.
—Mocosa —murmuro.
—¡Y me acaba de llamar mocosa!
Oigo el ruido de los platos en el fregadero y miro a Jules. Su rostro
está arrugado como si estuviera conteniendo una carcajada.
Mis labios tiemblan divertidos. Aria se ríe y el sonido es mágico. No
ha estado riendo mucho últimamente, según mamá. Ha tomado muy mal
la desaparición de Theo, lo que es de esperarse. Ha pasado una semana y
no hay noticias suyas. No regresó a casa, ni se presentó a trabajar. No
deseo ver a mi hermano, pero me molesta que ni siquiera llame a Aria. Le
ha hecho mucho daño a esta familia.
Jules trae el plato de Aria y lo coloca frente a ella antes de recuperar
su asiento.
—Gracias —dice Aria antes de meterse un gran bocado en la boca.
Permanezco sentado en mi silla y observo a Jules mientras ella mira
a Aria. Los cortes a causa del ataque de Theo desaparecieron. Excepto por
el más profundo en su frente, que tiene costras, las otras son sólo débiles
marcas rosadas. Los moretones en sus muñecas y muslos también se
desvanecieron.
Mis ojos se mueven a Aria. Es la primera noche que está aquí desde
que pasó todo eso con Theo. Puedo decir que Jules echó de menos verla
tanto como yo. Todos pensamos que era mejor que Aria se quedara con
mis padres, así Theo no se irritaría si iba a verla. Como no ha hecho
contacto hasta ahora, Jules y yo decidimos traerla por una noche para
darle un respiro a mamá y papá. Aria estaba extasiada, por no decir más.
No es que no le guste estar con su abuela y su abuelo, sólo que está
acostumbrada a verme más de lo que me ha visto últimamente. Siempre
hemos sido cercanos y normalmente está en mi casa al menos una vez a
la semana. Calienta mi corazón que ella también me haya extrañado.
—Terminé —anuncia Aria, soltando el tenedor en su plato—.
¿Puedo dejar que Goodie ruede en su bola por un rato?
—Claro —respondo—. Pero no por mucho tiempo. Necesitas un
baño antes de ir a la cama.
—De acuerdo.
Se levanta de su silla y se va a su habitación. Jules se levanta y
recoge el vaso y el plato de Aria para llevarlo a la cocina. La sigo y la
abrazo por detrás presionándola contra la encimera mientras lava los
platos.
—Mmm… —murmuro mientras mordisqueo su cuello.
Ella inclina la cabeza a un lado, dándome acceso a una parte
particularmente sensible.
—No podemos hacer esto —exhala pesadamente—. Aria puede
entrar en cualquier momento.
—Sólo necesito una probada —gruño, sacando la lengua y lamiendo
su hombro—. Aria está ocupada por el momento.
Satisface a una primitiva parte de mí, escuchar que contiene la
respiración y ver que sus manos agarran el borde de la encimera. Presiono
mi dura polla contra su trasero, mostrándole lo loco que me vuelve. Esta
noche, me vi obligado a dormir en el sofá porque Aria no necesita saber
que dormimos juntos. Jules y yo estuvimos de acuerdo en que es mejor
así, sobre todo porque Theo siempre tenía una mujer en casa. Por
supuesto, Jules trató categóricamente de reclamar el sofá, pero yo
también me negué categóricamente. No hay manera de que la haga dormir
en el maldito sofá, incluso sabiendo que mis pies colgarán por el borde y
que mi espalda estará tan rígida como una tabla mañana. Mi chica estará
cómoda pase lo que pase.
Sin embargo, no tengo muchas ganas de dormir solo, después de
saber lo que es dormir con ella en mis brazos.
Giro a Jules y coloco mis manos sobre la encimera a cada lado de
ella, encerrándola. Sus manos presionan la parte inferior de mi estómago
y me mira a través de sus gruesas pestañas, con una sonrisa suave en los
labios. Voy a tener que hacer bajar mi polla antes de que rompa mis
malditos jeans. La mujer es letal para mi cuerpo.
Después de explorar completamente su boca con la mía, le pregunto
algo que he estado pensando últimamente.
—¿Por qué no has probado la terapia para recuperar la memoria?
La sonrisa se desvanece de su rostro y sus ojos caen a mi pecho. Se
ve contemplativa varios minutos mientras inclina la cabeza ligeramente a
un lado y aparecen líneas de expresión entre sus ojos. Pasan varios
minutos más antes de que me devuelva su mirada preocupada y
responda.
—No lo sé con seguridad. El médico lo sugirió junto con la terapia
regular. Me dio la tarjeta de un lugar al que debo llamar pero dijo que
había una posibilidad de que no funcionara. Nunca la usé. —Su ceño
fruncido se vuelve más profundo, y baja la voz cuando continúa—. Tal
vez una parte de mí no quería recordar y no quería correr el riesgo de que
funcionara. Tal vez una parte de mí todavía no quiere hacerlo.
Sus palabras me golpean duro, porque una egoísta parte de mí
tampoco quiere que ella recuerde, y me mata que haya una posibilidad de
que todavía pueda hacerlo. Me aterroriza pensar que recuerde una parte
tan oscura de mí, una parte que sé que cambiará su opinión sobre mí. Mi
estómago se retuerce ante el pensamiento de que ella pueda odiarme,
especialmente después de haber estado con ella la semana pasada. No
tiene idea de lo fácil que sería aniquilarme si recordara y su pasión y
ternura se convirtieran en miedo y repugnancia.
También me petrifica pensar en mí recordando ese lado de mí
mismo. Cada vez que la idea de lastimar a Jules entra en mi mente, quiero
clavarme clavos en mis putos oídos y atravesar una pared de ladrillo con
mi cabeza hasta que desaparezcan.
Soy un imbécil, pero tampoco quiero que recuerde su vida con Theo.
Incluso si ahora es un maldito bastardo retorcido, en un momento dado
en su pasado, Jules debió haberlo amado. No quiero que recuerde la vida
que compartieron ni el amor que sentía por él. Me revuelve el estómago
pensar que ella lo extraña o que desea que las cosas vuelvan a ser como
antes.
Por otro lado, que te quiten una parte de tu vida es una tortura.
Jules y yo compartimos esa dificultad. A los dos nos faltan partes de
nuestras vidas. Por mucho que no quiera recordar, siento que debería
hacerlo, ya que ha tenido un gran impacto en muchas personas. La culpa
y el dolor de esos recuerdos serían aplastantes, pero no sería menos de
lo que me merezco. Ver a Jules pasar por su propio dolor al recuperar
esos recuerdos sería insoportable. Ver miedo en sus ojos mientras me
mira sería agonizante, pero pasaría por todo eso si finalmente la lleva a
estar en paz.
Jules me mira con recelo, como si tuviera que preocuparse por
sentir lo que siente por no querer recordar. La envuelvo en mis brazos y
la atraigo hacia mí.
—Está bien sentirse así —digo—. Estoy seguro que es normal tener
miedo a recordar lo desconocido. —Me aclaro la garganta y fuerzo las
siguientes palabras a través de mi densa garganta—. Pero si quieres
probar ir a terapia, quiero que sepas que te apoyaré. Y si prefieres que no
esté ahí, pero te gustaría tener a alguien, siempre puedes preguntarle a
Ella o a mamá.
Su cabeza golpea mi pecho y se acurruca contra mí. Absorbo la
sensación y espero que siempre lo tenga, no importa lo que ella decida.
—Gracias —susurra contra mi pecho.
—¿Estás segura que no quieres que vaya contigo a tu cita de
mañana? No me gusta que vayas sola.
Ella sacude la cabeza.
—No. Últimamente has perdido demasiados trabajos por mí. Estaré
bien.
Inclino su barbilla arriba hasta que me mira.
—Si en algún momento cambias de opinión, llámame.
—Lo haré.
Nos quedamos ahí varios minutos, sólo abrazándonos, cuando algo
golpea mi bota. Mirando hacia abajo, veo la pelota de Goodie. Me alejo de
Jules frunciendo el ceño y miro hacia la sala de estar, esperando ver a Aria
cerca. Cuando no lo hago, me agacho y recojo la pelota. Jules y yo
compartimos una mirada cuando salimos de la cocina. Escuchando los
sollozos que vienen del pasillo, me dirijo a la habitación de Aria con Jules
siguiéndome. Lo que veo hace que mi estómago se retuerza
dolorosamente.
Aria está en su cama, acurrucada en una bola con un animal de
peluche agarrado fuertemente a sus manos, llorando. Una rápida mirada
a Jules dice que la imagen no es más fácil para ella. Le paso la pelota de
Goodie, sabiendo que ella la pondrá de nuevo en su jaula. Camino hacia
Aria y sin decir una palabra la levanto y la deposito en mi regazo, luego
me recuesto contra la cabecera de la cama. Sus sollozos y su hipo me
destruyen completamente por dentro. Esta preciosa niña siempre ha
tenido la habilidad de sacar mis emociones. Ya sea amor, alegría, gozo,
sorpresa, angustia o miedo. Tiene un corazón de oro, es divertida,
extremadamente inteligente y amable. Verla con tanto dolor renueva mi
enojo hacia Theo a categoría lava.
—Shhh… —Froto la espalda de Aria y hago todo lo que puedo para
aliviar su dolor, pero todavía me siento tan jodidamente impotente.
Al sentir la cama hundiéndose, miro por encima de la cabeza de
Aria y veo a Jules sentada a nuestro lado, con sus ojos llorosos
parpadeando de ida y vuelta entre Aria y yo.
—Echo de menos a papá. —Aria llora suavemente.
—Sé que sí, cariño —digo con voz ronca.
—¿P-por qué no viene a verme? ¿Él n-no me echa de menos a mí t-
también? No entiendo p-porque sólo fue. Él n-ni siquiera me dijo a-adiós.
—Cuanto más habla, más fuerte se vuelve el llanto.
La acerco más a mí y beso la parte superior de su cabeza.
—Él te extraña, Aria. Demasiado. Pero tiene algunos problemas que
debe resolver en este momento. Estoy seguro que te llamará o vendrá a
verte pronto.
Defender a Theo me pone los nervios de punta, pero ésta es su hija
de seis años, y maldición, haré lo que sea para consolarla y tranquilizarla.
—Lo odio —pronuncia las palabras tan bajo que me toma un
momento darme cuenta de lo que dice—. Lo odio por lo que le hizo a Jules.
Pero también lo amo y lo extraño. —Levanta la cabeza de mi pecho y me
mira con los ojos rojos e hinchados. Mi corazón se siente como si tuviera
una mordaza y me duele respirar—. ¿Soy mala por odiarlo?
Coloco su cabello húmedo por las lágrimas detrás de sus orejas y
limpio sus mejillas.
—Primero, no lo odias —digo en voz baja—. Sólo estás enojada. Y
no eres mala por estar enojada. Es normal.
Ella asiente, y luego sus ojos se mueven a Jules. Se mueve de mi
regazo hacia el suyo, rodea a Jules con sus brazos y entierra el rostro
contra su pecho. Afortunadamente su llanto cesa y se redujo a suaves
sollozos. Cuando la mirada de Jules se encuentra con la mía, silenciosas
lágrimas caen por su rostro. Puedo ver temblores recorriendo su cuerpo
y sé que está luchando por no derrumbarse como lo hizo Aria, ella se está
conteniendo por el bien de mi sobrina.
—Ojalá tú y Jules fueran mi mamá y mi papá —murmura Aria.
El pecho de Jules se desinfla, y cierra los ojos. Aparto la mirada de
ella y miro a Aria. Su cabeza está girada hacia mí. Usando el dorso de su
mano, se limpia la nariz mientras me mira con ojos tristes.
—No lo dices en serio, cariño. Estás confundida ahora mismo. Las
cosas mejorarán en unos días.
Espero como el infierno no estar mintiéndole.
Ella atrae a su oso de peluche más cerca de su pecho.
—No tengo al Sr. Waffles. Lo dejé en casa.
El Sr. Waffles es la jirafa de peluche que Theo le compró a Aria hace
unos años. Ella solía llevarlo a todas partes. Mamá tuvo que volver a
coserle la cabeza un par de veces porque ella lo llevaba por el cuello y se
ha quedado enganchado en cosas.
—¿Qué tal si paso mañana por ahí y lo traigo para ti?
Ella asiente y después de eso se queda en silencio un rato, excepto
por un ocasional sollozo.
—Estoy cansada, ¿puedo bañarme ahora y acostarme?
Me inclino y beso la parte superior de su cabeza.
—Iré a preparar el agua para ti.
Estoy por levantarme de la cama, pero me detengo cuando Aria dice
en voz baja:
—Te quiero, tío Luca.
Cierro los ojos por un segundo antes de volver a ella.
—Yo también te quiero, Aria. Nunca olvides eso, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Me levanto. Al pasar por el umbral, oigo a Aria decir en voz baja:
—Te quiero, Jules.
Entonces la respuesta de Jules es igual de suave.
—Yo también te quiero.
Mis extremidades se sienten como si de ellas colgaran pesas de diez
toneladas y mi cabeza palpita como si un juego de tambores se hubiera
asentado dentro de mi cráneo. Alejo la sensación de incomodidad y
preparo el baño para Aria, añadiendo una tonelada de burbujas de
mierda, con la esperanza de que alivie su espíritu.
Cuando vuelvo a su habitación, tanto la mujer como la niña están
dormidas.

en el sofá y miro mi teléfono. Me duele


la mandíbula por apretar los dientes tan fuerte. Joder, odio lo que me
estoy preparando para hacer, pero sé que hay que hacerlo. Sólo hago esto
por Aria porque ella se lo merece.
Enciendo la pantalla de mi teléfono y busco el nombre de Theo. No
confío en mí mismo para hablar con él, así que es nuestra cadena de
textos lo que aparece en mi pantalla.
«Yo: Tu hija te extraña. Deja de ser un imbécil y llámala.»
Eso es todo. Es todo lo que puedo hacer. Se me pasa por la cabeza
tantas cosas que quiero vomitarle, pero no lo hago. Aria no necesita ser
castigada más de lo que ha sido por la desaparición de Theo, y me
preocupa que si le digo lo que realmente quiero decirle, eso lo mantendrá
más lejos de ella.
Tomo mi cerveza del borde de la mesa y la pongo en mi rodilla. Si
fuera por mí, Theo no volvería a ver a Aria. Ha sido un padre de mierda,
y después de lo que hizo el otro día, eso solidifica mi creencia de que no
la merece. Lucharé con uñas y dientes para quitarle la custodia, y sé que
mis padres también lo harán. Ya me contacté con un abogado y tengo una
cita programada la próxima semana. Sin embargo, por el bien de Aria, no
lo echaré de su vida por completo. Ella ama a su padre, y yo nunca le
quitaría eso, no importa cuánto lo desee.
Miro hacia arriba cuando veo a Jules por el rabillo del ojo. Sonrío
cuando veo su adormilada expresión. La dejé en la habitación de Aria hace
una hora, sin querer molestarla mientras se veía tan tranquila.
—Oye —dice con un bostezo.
Palmeo mi regazo y ella se acerca. Una vez está lo suficientemente
cerca, la empujo hacia abajo para que se siente en mis piernas con su
espalda contra el brazo del sofá y mi mano apoyada en su muslo.
—¿Ella sigue durmiendo? —Pregunto.
—Sí.
—¿Cómo estás?
Ella piensa por un momento, frunciendo los labios.
—Quiero mutilar a Theo por lo que le está haciendo pasar a Aria,
pero aparte de eso, estoy bien.
—Le envié un mensaje —digo en voz baja, y observo su expresión.
Sus ojos se mueven a los míos, pero no revelan cómo se siente—. Por
mucho que odie a ese bastardo, Aria lo necesita.
Ella sonríe amargamente.
—Lo sé.
—Pero nunca dejaré que se acerque a ti de nuevo. Ni siquiera quiero
sus ojos en ti. —Necesito que ella sepa que sólo porque Theo estará en la
vida de Aria, y más que probablemente en la mía, él no estará en la de
ella.
Su sonrisa se suaviza y se relaja más contra mí.
—Eso también lo sé.
Agarro su cabello y lo paso por encima de su hombro, lo acerco a
mi rostro y respiro profundamente.
Una sonrisa se dibuja en sus labios cuando jalo su cabello.
—¿Acabas de olfatear mi cabello? —Pregunta juguetonamente.
Me río.
—Me encanta el olor de tu cabello. Me encanta tu olor.
Es jodidamente tan adorable cuando arruga la nariz.
—¿A qué huelo?
—A un campo de flores silvestres y a sol.
Su boca se abre con una rápida inhalación de aire. La sonrisa que
me da es impresionante. Es demasiado hermosa para resistirse, así que
me inclino hacia adelante y coloco mis labios sobre los de ella. Su boca es
tan dulce como el resto de ella.
Se mueve en mi regazo y una de sus manos agarra mi camisa, como
si tratara de acercarnos más. Mi polla se pone dura en mis jeans, y no
tengo ninguna duda de que ella puede sentirla. Mi mano viaja bajo su
camisa hasta que llego a su pecho cubierto de seda. Pellizco su pezón a
través de la suave tela y trago sus gemidos.
Nos besamos un rato antes de separar mi boca de la suya. Quiero
devorarla entera, pero sé que eso no está en las cartas esta noche. No me
arriesgaré a que Aria se despierte y nos encuentre en una situación que
no debería.
Descanso mi frente en la curva de su cuello, haciendo todo lo
posible para calmar la apremiante necesidad de mi cuerpo. Por el rápido
latido del pulso en su cuello, sé que Jules está luchando contra la misma
necesidad. Sonrío, complacido como un maldito puñetazo al saber que
ella me desea con la misma fuerza.
Después de un momento, ambas respiraciones vuelven a la
normalidad. Mi polla sigue siendo un poste de acero en mis jeans, y sé
que me masturbaré en la ducha más tarde, pero mis hormonas ahora
están bajo control.
Cuando retrocedo y la miro a los ojos, mi resolución casi se
desvanece.
—Será mejor que vayas a la cama antes de que no me importe una
mierda nada más excepto tomarte.
La sonrisa está de vuelta, y Jesús jodido Cristo, no hace nada para
ayudar a mi situación actual.
—Buenas noches —susurra antes de sumergirme en otro beso, este
no tan apasionado, pero igual de bueno.
—Buenas noches.
—Te veré por la mañana. —Otro tortuoso beso.
—Mmm… hmm —murmuro contra sus labios.
—Dulces sueños.
Se lame los labios a sólo centímetros de los míos, y un gruñido sale
de mi garganta.
—Dulces sueños.
—Ojalá estuvieras durmiendo conmigo.
Joder, también me gustaría.
Mueve más su trasero sobre mi regazo, yo gimo profundamente.
—Jules… —Mi tono es de advertencia.
Se ríe y se levanta de mi regazo.
—Me voy. Me voy. —Antes de irse, se inclina por un beso más, y mi
voluntad jodidamente se quiebra. La alcanzo, pero ella es demasiado
rápida y está fuera de mi alcance en un instante.
Su risa es suave, pero la oigo por todo el pasillo. Pongo la cabeza
contra el sofá y cierro los ojos.
El término “ella me vuelve loco” ni siquiera se acerca a lo que Jules
me hace. Ella me desarma por completo, pero al mismo tiempo me hace
sentir más hombre de lo que nunca antes me he sentido.
de la oficina del doctor dentro de
la camioneta de Luca, después de terminar mi cita. Dejó que la usara
mientras él conducía su motocicleta. Había visto la lona que cubría un
gran montículo en el rincón más alejado del garaje, pero nunca me di de
que se trataba de una motocicleta. Ahora que vi la gran máquina negra,
me imagino montada en ella. Planeo pedirle que me lleve a dar un paseo
este fin de semana.
El Dr. Leverton dijo que todo está bien, aunque dijo que le gustaría
que reconsiderara la terapia. Al igual que el médico del hospital, se
aseguró de avisarme de las posibilidades de que no funcionara, pero
parece muy optimista. Le di una respuesta sin compromiso y sólo dije que
lo pensaría. Como le dije a Luca anoche, no estoy tan segura de querer
recuperar esos recuerdos. Quiero, pero a la vez no. Tengo miedo de lo que
me harán.
Mi decisión sobre si probar o no la terapia se ve invadida por otra
decisión que debo tomar. Me muerdo la uña del pulgar y doy golpecitos
con el pie en el piso mientras contemplo lo que debo hacer.
Luca llevó a Aria a la escuela esta mañana y se fue a trabajar
después del almuerzo. Tener a Aria alrededor hizo que el dolor de no ver
a mi hermana sea más pronunciado. Cada día es peor sin ver a mi familia,
pero más sin ver a Teresa.
Con una gran necesidad, busqué el relicario que tiene su foto en
uno de los lados. El otro lado está en blanco, aunque parece que debería
haber algo ahí. Después de registrar todas mis maletas sin éxito, recordé
habérmelo quitado un par de noches antes de que Luca fuera a buscarme,
pero no recuerdo dónde lo dejé.
Y ahí está mi dilema, ¿debería ir a buscar el relicario?
Luca dijo que pasaría después del trabajo a buscar al Sr. Waffles,
pero no quiero pedirle que busque el relicario cuando no recuerdo dónde
está. Si voy a buscarlo, puedo recoger al Sr. Waffles y tenerlo conmigo
cuando vaya por Aria a la escuela. Sé que la jirafa de peluche es una de
sus favoritas y le levantará el ánimo.
No tengo ninguna duda de que Luca se negará rotundamente a que
vaya sola a casa de Theo, y no quiero ir sola, pero ya estoy afuera, y sé
que él estará cansado después de trabajar hasta tan tarde. Si esperáramos
a que Luca busque al Sr. Waffles, significa que Aria no lo tendrá hasta
mañana porque estará en la cama cuando él llegue a casa. Luca ya hizo
mucho por mí. Si puedo aligerar su carga, aunque sea un poco, quiero
hacerlo. Además, uno de los vecinos de Theo, del que Luca es amigo, dijo
que no ha estado en casa desde la pelea. Las posibilidades de que esté ahí
hoy son bastante escasas, y yo sólo estaré ahí cinco minutos como
máximo.
Tomando mi decisión, le envío un mensaje a Luca para avisarle.
Probablemente se enojará conmigo, pero, bueno, tendrá que superarlo.
Ver el rostro de Aria cuando vea al Sr. Waffles valdrá la pena su disgusto.
No conozco muy bien la zona, pero gracias a Dios, Luca me enseñó
a usar la aplicación de mapas en mi teléfono. Una vez tengo la dirección
de Theo ingresada en la aplicación, aparecen las instrucciones, pongo en
marcha la camioneta y salgo del estacionamiento.
No pasa mucho tiempo antes de detenerme en su camino de
entrada. Apago la camioneta y me quedo sentada un par de minutos,
tratando de calmar mis nervios. A pesar de que no está aquí, la ansiedad
todavía me invade al entrar.
Sólo la fuerte necesidad de ver el rostro de mi hermana y saber lo
feliz que será Aria me da el valor para abrir la puerta de la camioneta.
Miro las casas vecinas mientras camino por el pasillo que lleva al porche.
Mis manos tiemblan mientras limpio las hojas en la roca falsa que oculta
la llave de repuesto.
Mis pasos crujen al caminar y no ayudan en nada a aliviar mis
nervios. Siento que no debería estar aquí, como si estuviera haciendo algo
malo al entrar a su casa. Supongo que según la ley, técnicamente es
parcialmente mía, pero todavía no se siente bien después de todo lo que
pasó.
La casa está silenciosa cuando entro por la puerta. No un silencio
normal, sino el espeluznante que envía escalofríos por la columna
vertebral y que hace que el miedo corra por tus venas.
Ignorando la extraña sensación, cierro la puerta detrás de mí. Me
tomo un momento para mirar a mi alrededor, y abro los ojos de par en
par ante la destrucción en la sala de estar. Parece que un loco estuvo aquí.
Los cojines del sofá están destrozados y tirados por toda la habitación, la
mesa de noche está derribada con la lámpara rota a su lado, la pantalla
del televisor está rota y hay basura por todo el suelo. Una mirada a la
cocina muestra que no está en mejores condiciones.
De repente, siento que esto es un error, salgo rápidamente de la
habitación y camino por el pasillo. Veo al Sr. Waffles en la cama de Aria y
lo agarro antes de ir al baño. El relicario no está en el lavabo ni en el
armario.
La habitación de Theo es lo siguiente. Nunca me he sentido
realmente cómoda en esta casa. Estar cerca de Aria era el único momento
en el que me sentía serena. Pero esta habitación… la habitación de Theo,
la odio. Es en la que más temía encontrarme. Y ese sentimiento no se ha
desvanecido con la ausencia. En todo caso, es mucho peor. Un frío recorre
mis venas y me estremezco.
Inmediatamente me dirijo a la cómoda y reviso la superficie. Muevo
cosas y aún así no lo encuentro. A continuación, me muevo a mi lado de
la cama y reviso la mesita de noche. No hay ningún medallón. Abro el
cajón, y mis hombros se hunden cuando no está adentro tampoco. Me
muevo hacia el lado de Theo, sin esperar realmente encontrarlo, pero aún
así me decepciona cuando no lo hago.
Miro hacia abajo, y en un desesperado esfuerzo decido revisar
debajo de la cama y envío una silenciosa oración. Al caer de rodillas,
pongo al Sr. Waffles a mi lado y luego enciendo la aplicación de la linterna
en mi teléfono, otra ingeniosa pieza de tecnología que Luca me mostró.
Ilumino debajo de la cama. Encuentro un par de zapatos de Aria, un par
de cintas de cabello, unos cuantos papeles revueltos y una caja. Es la caja
lo que llama mi atención. O más bien, la cadena de oro que sobresale
parcialmente de ella.
Se encuentra muy por debajo de la cama, contra la pared donde está
el cabecero, así que caigo sobre mi estómago y me arrastro hasta que
mis dedos la alcanzan. Salgo de debajo de la cama, arrastrando la caja
conmigo, luego me pongo de rodillas dejando caer el teléfono a mi lado.
Con mis dedos toco la cadena, sabiendo ya que es a la que está unida mi
medallón.
¿Cómo terminó en la caja? Theo debe haberlo puesto ahí. Pero, ¿por
qué? Sabe lo mucho que significa para mí, así que ¿por qué esconderlo?
Quito la tapa de la caja y frunzo el ceño ante el contenido. Fotos.
Un montón. Un teléfono, un sobre de manila, el relicario y otros papeles.
Primero saco la pila de fotos y respiro profundamente cuando miro
más de cerca y veo que soy yo. Es una imagen mía tomada de lejos, estoy
de pie frente a una casa familiar. Me lleva un momento darme cuenta que
es la casa de Luca. Se ve diferente, la casa ahora ha sido repintada y el
porche detrás de mí ahora está renovado.
Miro la siguiente imagen y es otra mía. Esta fue tomada desde afuera
de una ventana que muestra el interior. Las cortinas transparentes están
parcialmente abiertas, pero todavía es fácil verme parada frente a un
espejo. A través del reflejo del espejo, puedo ver la sonrisa en mi rostro,
mis ojos fijos en algo detrás de mí que está fuera de la vista de la cámara.
Sólo llevo puesto una camiseta negra con cuello en V que llega hasta la
mitad de mis muslos. Dado el tamaño de la camisa, obviamente no es mía.
La bilis se eleva por mi garganta cuando miro la siguiente imagen.
Es otra toma dese afuera de la ventana, pero en un ángulo diferente. La
calidad no es tan buena, pero es fácil ver que estoy acostada en una cama,
desnuda, con un hombre de rodillas entre mis piernas. Al principio, creo
que es Theo, pero luego un grito de sorpresa sale de mis labios cuando
me doy cuenta que es Luca. Es difícil de ver, pero no se puede confundir
el expansor en su oreja. Los tatuajes, no tantos como los que tiene ahora,
son otro regalo.
La sorpresa de estar desnuda en una foto es empujada al fondo de
mi mente, aunque eso es un shock. Lo más importante es el hecho de que
estoy en la cama con Luca, ¿qué demonios está pasando? ¿Por qué estoy
en la cama con Luca? A través de la imagen borrosa, puedo decir por la
mirada en mi rostro y la forma en que mi cuerpo se relaja que quería estar
ahí. No me están obligando.
Por el momento, dejo ese pensamiento a un lado, porque me
confunde totalmente, y miro la siguiente imagen.
Esta es una que he visto antes. O mejor dicho, creo que sí. Se parece
exactamente a una fotografía que Theo me mostró, pero con unas
pequeñas diferencias. Es un primer plano de Theo y yo, excepto que en
este hay un expansor en su oreja y un piercing en su ceja. Theo no tiene
ninguno de esos. Tengo mi rostro hacia él, y estoy besando su mejilla,
mientras sus labios sonríen. Su brazo está sobre mis hombros como si me
estuviera acercando a él. Obviamente él está tomando la foto. Su camisa
no tiene mangas, y veo el tatuaje de un águila en la parte superior de su
brazo. La misma que retoqué para Luca.
Un sonido estrangulado sale de mi garganta.
Paso a la siguiente foto, es otra de nosotros. Y también la siguiente,
y la siguiente. Todas son fotos mías y de Luca o sólo mías.
Una sensación de hundimiento se forma en la boca de mi estómago
mientras miro cada imagen. Me doy cuenta, pero tengo miedo de creerlo.
Quiero creerlo, quiero que sea verdad, pero si lo es, significa que Theo es
un bastardo enfermo, más de lo que todos pensamos.
Dejo las fotos en el piso, mi cuerpo comienza a temblar cuando
tomo el teléfono de la caja. Doy vida a la pantalla y veo cinco llamadas
perdidas, junto con el icono del correo de voz. Me sacudo cuando me doy
cuenta que las llamadas perdidas son de mi número de teléfono. Presiono
el icono del buzón de voz y, con la mano temblorosa, acerco el teléfono a
mi oreja. La voz electrónica dice que hay cinco mensajes, y presiono el
número uno para escuchar el primero.
Me pongo la mano en la boca y se me escapa un sollozo cuando mi
voz llega a la línea.
“¿Mamá, papá?” Mi voz suena débil. “Soy yo. Jules.” Hay un sollozo.
“Los extraño a los dos.” Me oigo a mi misma llorar. “P- por favor, por favor,
llámame. Mi número es…” Hay una pausa, y sé que es cuando miré a Theo
para que me dijera el número de teléfono del que estaba llamando, y luego
lo repito. Finalizo con “Te amo “antes de que la línea muera.
Lágrimas corren por mi rostro y mi corazón se siente como si
estuviera siendo golpeado por un ariete. Voy al siguiente mensaje en el
buzón de voz, sabiendo ya lo que dirá.
“Soy yo otra vez.” Me aclaro la garganta por encima de la línea, pero
todavía se quiebra cuando hablo de nuevo. “Lo siento mucho por todo.”
Una pausa, luego escucho un susurro. “Por favor, llámame.” Les doy mi
número de teléfono antes de colgar.
Me muevo al siguiente y es otro mensaje de voz de mi parte a mis
padres. Los cinco lo son. Nunca los recibieron. Ni siquiera los estaba
llamando. Estaba llamando a un número de teléfono al azar, a un teléfono
que estaba escondido en una caja debajo de una cama.
No sé qué duele más. Ser engañado por alguien que supuestamente
me amó en algún momento de su vida, mi esposo, o saber que mis padres
nunca recibieron esos mensajes. En realidad, sé lo que más me duele.
Desde el momento en que desperté del coma, sentí un profundo dolor
ante la ausencia de mis padres. Lloré por ellos, los echo de menos, los
necesito, y desee que estuvieran ahí para poder hablar con ellos y que me
consolaran. Y si soy sincera, me resentí con ellos por ignorarme. Pero no
fueron ellos los que me ignoraron. Fue la retorcida mente de un hombre
haciendo cosas malas.
Mi odio por Theo crece hasta casi asfixiarme. Mi sangre corre tanto
fría como caliente, enfriándome, pero también dejándome febril. El
teléfono lastima mis manos mientras lo sujeto con fuerza. Obligo a mis
dedos a relajarse y lo pongo de nuevo en la caja antes de sacar el sobre
de manila. Después de tirar de las lengüetas de metal hacia arriba y abrir
la solapa, meto mi mano en el interior y saco un documento.
Es un certificado de matrimonio. Cuando veo los nombres impresos
en él y las firmas en la parte inferior, todo mi mundo se balancea en su
eje. La sangre llega a mis oídos y mi visión se vuelve borrosa. Cierro los
ojos y respiro profundamente varias veces. Tiene que ser un error. Tiene
que serlo. No hay forma de que alguien pueda ser tan cruel.
Me digo eso, pero sé que no es cierto. La verdad es tan cegadora en
mi rostro ahora después de ver todas esas fotos. Mi garganta se siente
cerrada, como si alguien me estuviera asfixiando, y me duele tomar aire.
Intento respirar tranquilamente, pero no funciona. Cada respiración es
más dolorosa que la anterior.
Abro los ojos y miro los nombres.
Luca Daylen Hendrix y Jules Nora Rozero. Casados el 10 de agosto
de 2011.
El papel cae a mi regazo mientras agarro mi estómago. Estoy casada
con Luca. No con Theo.
Estoy casada con Luca. No con Theo.
¿Cómo es eso posible? Theo me mostró su certificado de
matrimonio y el mío mientras estaba en el hospital. Me mostró fotos de
él y de mí juntos. Los pequeños fragmentos de recuerdos que he tenido
en sueños nunca sugirieron que él estuviera mintiendo.
Miro el papel que yace sobre mis piernas y paso un dedo sobre el
sello en relieve. Podría ser falso, uno de ellos tiene que serlo, pero algo
me dice que éste es real, ¿pero por qué falsificar un certificado de
matrimonio? ¿Qué ganó Theo al hacerlo?
Me inclino y agarro mi estómago, la repentina urgencia de vomitar
se eleva en mi garganta.
Oh, Dios mío, gimo en mi cabeza, incapaz de creer que alguien sea
capaz de hacer algo tan siniestro.
—Veo que encontraste mi pequeño secreto.
Miro hacia la oscura voz y me congelo cuando veo a Theo de pie en
la esquina de la cama. Se ve terrible. Tiene el cabello despeinado y sucio,
los ojos rojos, el rostro pálido y es evidente que no se ha afeitado en días.
Miro rápidamente sus manos antes de volver a poner mis ojos en su
rostro. Hay un pequeño tic en la esquina de su ojo izquierdo.
—¿Q-qué estás haciendo aquí? —Mi voz suena ronca y quebrada por
el llanto.
Una lenta sonrisa aparece en su rostro y me asusta mucho, porque
no es una buena sonrisa. Está llena de amenazas.
—He estado esperando que aparecieras por aquí. He estado al otro
lado de la calle en casa de un amigo, observando en silencio.
Agarro el papel de mi regazo y lo sostengo.
—¿Cómo es esto posible? —Pregunto temblorosamente.
Echa hacia atrás la cabeza y se ríe maníacamente. Cuando me mira,
su rostro está rojo por la diversión.
—En realidad fue fácil. —Da un paso adelante, y yo me arrastro
hasta chocar contra la mesita de noche detrás de mí—. Puedes encontrar
casi cualquier documento en línea si buscas lo suficiente.
—Pero me mostraste fotos de nosotros juntos. Fotos que son las
mismas que están en esa caja, pero diferentes.
Su sonrisa crece, revelando sus dientes.
—Luca es bueno dibujando y tatuando. Yo soy bueno con los
computadores. —Se encoge de hombros—. Fue sencillo alterar esas
imágenes para mostrártelas. Tú conmigo, en vez de él. —Escupe la última
palabra con odio.
Trago más allá del nudo en mi garganta.
—¿Pero por qué?
La sonrisa se desvanece de su rostro y sus ojos se vuelven duros,
crueles y malvados.
—Porque yo te vi primero. Eres mía. Pero tuviste que entrar a esa
puta tienda de tatuajes y arruinarlo todo.
Recuerdo que Luca me contó sobre su sueño de Nicole y yo
entrando en la tienda de tatuajes. La repentina imagen de un par de ojos
azul claro me viene a la mente y la sensación de estar hipnotizada por
ellos. Sólo veo los ojos, pero de alguna manera, sé que son los de Luca y
no los de Theo.
Miro de nuevo a Theo y veo que se acerca aún más. El miedo hace
que mis músculos se contraigan.
—No lo entiendo, ¿por qué ir a su tienda de tatuajes lo arruinó todo?
—Porque el bastardo te vió y te quiso para él —escupe—. ¿Tanto
quieres la verdad? Déjame contarte una pequeña historia.
Prácticamente puedo ver la rabia irradiando de él y me pone muy
nerviosa. He sentido lo que Theo puede hacer cuando está enojado, pero
algo me dice que no he sentido lo peor de lo que es capaz.
—Es cierto que entraste a mi taller cuando los que están al otro lado
de la ciudad no tenían turno para arreglar tu auto. No fui yo quien habló
contigo. Fue Ernie, mi jefe. Yo estaba atendiendo a un cliente cuando
entraste y te fuiste antes de que tuviera la oportunidad de conocerte.
Planeé invitarte a salir cuando regresaras a buscar tu auto, pero al día
siguiente, conociste a Luca. Un par de días después, él vino contigo a
buscar tu auto al taller, y así fue como vi. Colgando del puto brazo de
Luca. Ustedes dos sólo se conocían desde hacía dos malditos días y tú ya
estabas efusiva encima de él. Me hizo sentir jodidamente enfermo ver eso.
Eras mía, maldita sea.
Me estremezco ante su tono áspero. Él se da cuenta, y la
espeluznante sonrisa vuelve cuando continúa.
—Intenté seducirte para que te alejaras de él, pero estabas tan
colgada de Luca que no podías ver más allá de él. Fuiste con él, irrumpió
en mi casa y me dio una paliza. A su propio gemelo, por una maldita chica.
Pero eso no me detuvo. Aún eras mía, sólo que aún no la habías aceptado,
pero sabía que eventualmente lo harías. Te seguí. Tomé fotos de ti. Cada
vez que los veía juntos, quería matarlo.
Sus ojos se vuelven furiosos y mi miedo se transforma en terror,
porque sé que este encuentro no va a terminar bien para mí. El hombre
está claramente trastornado.
—Luego me enteré que tú y él se casaron y planeaban dejar Silver
Hill. No podía dejar que eso pasara. Te encontré empacando, esperando
que él viniera a buscarte. Ya que no me darías lo que quería… —Se inclina
por la cintura y grita sus siguientes palabras—. Jodidamente lo tomé.
Las náuseas ruedan violentamente por mi estómago, y tengo
arcadas. Por suerte, no surge nada. El par de ojos malvados de mi sueño
de la otra noche brillan en mi mente, y retrocedo. El dolor y el miedo que
sentí en mi propio sueño me rodea. No sé cuánto más podré soportar lo
que Theo me está diciendo antes de perder la mente.
Desafortunadamente, no ha terminado.
—Mmm… —gime—. Aunque él te tuvo antes que yo, se sintió tan
jodidamente bien tener finalmente tu apretado coño alrededor de mi
polla. Fue lo mejor que he tenido. Tenía toda la intención de llevarte
conmigo, pero finalmente saber lo que sentías solidificó mi decisión. —
Su cabeza se inclina hacia un lado cuando me mira.— ¿Recuerdas
que metí mi polla dentro de ti, Jules? ¿Cuánto te dolió? ¿Recuerdas haber
peleado conmigo, sólo para que te sujetara y te obligara a tomar cada
centímetro? Me reí en tu rostro cuando me rogaste que me detuviera y
luego comenzaste a llorar pidiendo que mi hermano te salvara. Fue mi
castigo para ti por elegirlo a él antes que a mí. Habría sido gentil contigo,
te habría adorado, te habría dado mucho más de lo que él nunca podría,
pero lo arruinaste la primera vez que dejaste que Luca te tocara. Quería
que te doliera y me aseguré de eso.
Esta vez no puedo evitar que el vómito salga de mis labios. Me
inclino a un lado y expulso la comida de mi estómago. Vomito y vomito y
vomito hasta que no queda nada. Mi garganta está en carne viva, y
lágrimas corren por mi rostro. Siento que mi cabeza va a explotar en
cualquier momento.
—Eso es jodidamente repugnante —gruñe.
Me limpio la boca con el dorso de la mano y arrastro mi mirada de
vuelta a él, mi respiración sale en pesadas bocanadas. Su expresión
muestra repugnancia, como si vomitar en su piso fuera mucho peor que
lo que nos hizo a Luca y a mí.
—¿Qué diablos está mal contigo? —Lloro—. ¿Qué tipo de persona
enferma le hace eso a los demás?
Se encoge de hombros.
—El tipo que va tras lo que quiere y no deja que nada se interponga
en su camino.
—¿Por qué mis médicos no me hablaron del ataque cuando me
desperté? Tiene que estar en mi historial médico.
Una espeluznante sonrisa se desliza por sus labios.
—Les dije que no te lo dijeran. Quería ser yo quien lo hiciera porque
sabía que te trastornaría. El médico estuvo de acuerdo en que podía ser
demasiado para ti, y que deberíamos dejar que los recuerdos volvieran
por sí solos, o te lo diría en privado más adelante. Sólo otra pieza del
rompecabezas que funcionó a mi favor.
—¿Y mis padres? —Pregunto con voz ronca—. Nunca supieron que
estaba en coma, ¿verdad?
Otra enloquecida risa sale de sus labios.
—Jodidamente increíble, ¿verdad? Te echaron a la calle cuando les
dijiste que Luca y tú se habían casado, ajustándose perfectamente a mis
planes. Pensaron que tú y Luca se habían ido cuando les dijiste que lo
harías, así que nunca te buscaron. Los pobres malditos ricos bastardos
nunca supieron que estabas a tan solo veinte kilómetros de ellos todo el
tiempo.
Me duele el estómago.
—¿Por qué me diste un número falso?
—Era otra forma de castigarte. Ver el dolor en tu rostro cuando
pensaste que te estaban rechazando no tuvo precio.
—Cómo ... —Comienzo y luego me detengo cuando la palabra sale
en un graznido. Me aclaro la garganta irritada. No sé por qué sigo
haciendo preguntas. Sé todo lo que necesito saber. Sé que mi vida durante
más de siete años ha sido una enfermiza mentira. Sé que Luca, sin saberlo,
ha sufrido tanto como yo. Y sé que el hombre que está frente a mí no se
detendrá ante nada hasta conseguir lo que quiere, incluso sin que sus
palabras de hace un momento me lo hayan dicho. Lágrimas corren por
mis mejillas cuando lo miro—. ¿Cómo puedes odiarme tanto? ¿Cómo
puedes odiar tanto a tu hermano? Es tu familia.
Él rechina los dientes y un espeluznante sonido sale de su garganta.
—Porque ambos arruinaron mis planes. Tú y yo seríamos los que
nos casaríamos. Tú y yo nos mudaríamos de esta ciudad de mierda. Tú y
yo tendríamos hijos. Me lo quitó todo y tú se lo permitiste.
—Te odio. —Ahora es mi turno de enseñarle los dientes. Mi voz es
fría como el hielo—. Te odio, y espero que te pudras en el infierno. Y que
sea Luca quien te ponga ahí.
Justo cuando digo la última palabra, mi teléfono empieza a sonar.
Lo miro en el suelo a mi lado y luego lo busco frenéticamente. Justo
cuando mi mano lo toca, la bota de Theo cae sobre mis dedos. Grito ante
el dolor punzante y retiro la mano.
Sostengo mi mano contra mi pecho mientras él pisa el pequeño
dispositivo hasta que está en pedazos. Mis esperanzas se desmoronan.
Esa era mi única forma de pedir ayuda. Tengo el otro teléfono, pero
no memoricé el número de nadie. Podría llamar a la policía, pero por
experiencia, sé que no llegarán a tiempo. Mi única esperanza es que Luca
vea mi mensaje y venga por mí. No dudo que lo hará, pero no sé si lo
logrará antes de que sea demasiado tarde.
¡Luca, por favor, ayúdame! Grito en silencio.
Cuando termina de romper el teléfono, se agacha y me agarra del
cabello. Grito cuando da un tirón.
—Cállate, perra —gruñe amenazadoramente.
—¿Qué vas a hacer? —Grito.
Pone su rostro tan cerca del mío que escupe saliva y aterriza en mi
mejilla cuando ladra:
—Vamos a tener una pequeña reunión.
Empiezo a luchar contra él, arañando la mano que sostiene mi
cabello y pateando sus pies. Me las arreglo para golpear su espinilla y él
sisea una maldición. El golpe de revés que me da me hace ver estrellas.
Por un momento, estoy desorientada, pero no pasa mucho tiempo antes
de que esté luchando una vez más. Me tira a la cama y antes de que tenga
la oportunidad de escapar, está sentado en la parte baja de mi estómago.
Agarra mis muñecas y luego las manipula en una de sus manos. Se inclina
hasta que nuestras narices se tocan.
—Esto es lo que hiciste la primera vez que te tomé, Jules. —Se burla,
luego lame mi mejilla. Lucho contra la bilis que sube por mi garganta—.
Si te hace sentir mejor, te resististe, pero no fuiste lo suficientemente
fuerte.
Entierra el rostro en mi cuello y chupa un pedazo de mi piel dentro
de su boca.
—Sabes tan jodidamente bien. Mejor de lo que recuerdo —
murmura. Se inclina hacia atrás y mira la marca en mi cuello en el lugar
donde estaban sus labios—. Mi marca se ve tan bien en ti. Justo como se
supone que debe ser, y como siempre será.
La ira, candente y feroz, me da valor, levanto la cabeza y escupo en
su rostro.
—Nunca seré tuya. —Estallo.
Su represalia a mi reclamo es arrancarme la camisa.
—Eso ya lo veremos. —Me agarra el pecho a través del sostén y lo
retuerce con fuerza.
Ignorando el dolor, muevo mis caderas e intento con todas mis
fuerzas liberar mis manos. Los huesos en mi muñeca protestan de dolor
mientras aprieta más la mano. Cuando baja la cabeza y muerde mi pezón,
gimoteo de dolor. Sin querer rendirme, levanto la cabeza y agarro su oreja
con mis dientes. Muerdo lo más fuerte que puedo, y mi boca se llena de
sangre. Le doy un tirón fuerte y una parte de su oreja se desprende con
mis dientes. Escupo el trozo de oreja y luego me atraganto con el sabor
de la sangre.
—Hija de puta —grita y cae de costado, agarrándose la oreja
desgarrada.
Ruedo varias veces, tratando de llegar al otro lado de la cama. Sus
dedos rozan mi pie justo cuando llego al borde. Me pongo de espaldas y
comienzo a patear con todas las fuerzas que hay en mí. Mi pie golpea su
pecho y él vuela hacia atrás. Desafortunadamente, mi impulso es
demasiado grande, y me envía al otro lado. Mi cabeza explota de dolor
cuando golpeo mi sien contra la esquina de la mesita de noche.
La oscuridad desciende, pero no dura mucho. Visiones, unas tras
otras, me asaltan.
Entrando a la tienda de tatuajes y viendo a Luca por primera vez.
La instantánea atracción que sentí por él.
Él acorralándome en la tienda de tatuajes antes de que Nicole y yo
nos fuéramos, exigiendo que le diera mi número de teléfono, y él
dándome el beso más apasionado de mi vida.
Nuestra primera conversación por teléfono esa misma noche.
Fueron dos horas. Lo sé, porque estaba tan mareada que lo cronometré.
Nuestra primera cita.
Nuestro segundo, tercer y cuarto beso, y todos los que vinieron
después.
La fuerte conexión que sentí con él.
El momento en que supe que lo amaba.
La primera vez que se lo dije y la hermosa forma en que lo repitió.
La noche que hicimos el amor por primera vez.
De pie frente al juez en el juzgado. La felicidad y el sentimiento de
rectitud cuando nos anunció como marido y mujer.
Cada día que pasamos juntos. Cada momento de las cinco semanas
que pasamos juntos.
También recuerdo a Theo tratando de obligarme a dejar a Luca. Su
insistencia en que él y yo éramos el uno para el otro. Él forzando sus
labios contra los míos. La sensación de malestar que dejó en mi estómago.
La ira que Luca reflejó cuando le conté lo que hizo su hermano. La
preocupación que sentí cuando salió furioso de la casa para enfrentarse
a Theo, y el alivio cuando regresó a casa.
Luego vienen los recuerdos de la noche después de casarnos y
nuestros planes de dejar la ciudad. Luca se negó a que renunciara a mi
sueño de obtener un título en diseño de interiores, así que nos
mudaríamos a Westerly hasta que obtuviera mi título, y luego nos
mudaríamos más cerca de casa para que él pudiera hacerse cargo de la
tienda de su papá.
Estaba esperando a Luca, quien iba a recogerme más tarde esa
noche. Cuando abrí la puerta, pensé que Luca había llegado temprano.
Sólo me tomó unos segundos darme cuenta que no era él, sino su
hermano. Terror paralizante. Esa es la única manera de describir lo que
sentí cuando lo vi parado ahí. El dolor, oh Dios, el dolor de lo que Theo
me hizo fue insoportable.
Me violó brutalmente en mi propia casa. Fue tan malo y odioso con
sus acciones que debo haberme desmayado. Cuando desperté, nunca
había sentido tanto dolor en mi vida. Pensé que se había ido porque no
estaba en ninguna parte. Me levanté, pero cuando encontré mi teléfono,
él salió del pasillo. El golpe que me dio en la cabeza me tiró hacia atrás y
golpeé mi cabeza con algo duro. Después de eso, todo es negro. Hasta el
día en que desperté en el hospital hace unas semanas.
Volviendo al presente, parpadeo mirando el techo. Mi cabeza
palpita y mi visión está distorsionada por los bordes. Siento que estoy
flotando en el aire. No puedo moverme, pero sé que debería. Necesito
alejarme lo más rápido que pueda, pero mis extremidades no funcionan.
Un rostro se cierne sobre mí y sangre gotea de su oreja a mi pecho.
Las gotas hierven y queman como si fueran ácido en mi sensible piel.
—Te arrepentirás por haber hecho esto, Jules —sisea Theo, y se
acerca a mí.
Grito. Grito tan fuerte que perfora mis oídos y mi garganta se siente
como si estuviera en llamas. Otro agudo dolor perfora mi cabeza cuando
su puño aterriza contra ella.
Estrellas blancas y negras invaden mi visión. Mientras estoy
recostada en la cama, y mi mente se queda en blanco de todo lo que está
sucediendo, sólo aparece un último recuerdo.
Lo que descubrí el día que Luca y yo nos casamos. La noticia que no
podía esperar para compartir con él.
segunda vez en cuestión de minutos.
Normalmente, ignoro las llamadas mientras entinto a un cliente hasta que
llego a un punto de descanso, pero algo me está molestando y necesito
contestar. Dejo la máquina en la mesa, agarro una toalla de papel y rocío
un poco de limpiador en el diseño con el que estoy a medio terminar.
—Tómate cinco minutos. Necesito atender esta llamada. —Le digo
a Thomas.
—De todos modos, necesito ir al baño —responde, levantándose de
la silla.
Me quito los guantes y tomo el teléfono. Dos llamadas perdidas de
Kale, el tipo que vigila la casa de Theo. La inquietud se instala en mis
entrañas.
También hay un mensaje de texto de Jules del que no recuerdo
haber escuchado la notificación. Abro primero su mensaje antes de llamar
a Kale.
«Jules: Terminé con mi cita. No te enfades, pero voy a la casa de
Theo. Dejé ahí mi relicario con la foto de mi hermana. Recogeré al Sr.
Waffles mientras estoy ahí.»
Miro su mensaje con el ceño fruncido y noto que llegó hace veinte
minutos, ¿en qué diablos está pensando ella? Sí, Theo no ha estado ahí,
pero eso no significa que no pueda presentarse en cualquier momento. El
pensamiento de que ella esté ahí y que él regrese a la casa me hace sentir
miedo. Mis dedos vuelan a través de la pantalla para buscar el número de
Kale. Algo no está bien, y las llamadas perdidas de Kale sólo empeoran la
sensación.
Suena cinco veces antes de que suene el buzón de voz. Lo intento
de nuevo y obtengo lo mismo. Cuelgo y luego marco el número de Jules.
Sólo suena dos veces antes de que salte al buzón de voz.
—¡Joder! —Grito y lanzo todo lo que hay en mi mesa de trabajo al
otro lado de la habitación. La mierda vuela por todas partes, pero la
ignoro cuando salgo corriendo de la habitación. Realmente no me gusta
esto.
—¡Ella! —Grito el nombre de mi hermana.
—¿Qué está pasando?
Ella ya está detrás de mí, siguiéndome al cuarto trasero. Abro la
puerta que lleva hacia un callejón donde mi motocicleta está estacionada.
—Jules está en casa de Theo y no contesta el teléfono. Dile a
Thomas que vuelva la semana que viene para terminar su tinta. Va por
cuenta de la casa.
—¡Espera! —Grita Ella cuando empiezo a cerrar la puerta—. ¿Qué
vas a hacer?
—Lo que debería haber hecho la primera vez que la tocó sin su
permiso.
Lo dejo así, cierro la puerta y corro hacia mi motocicleta. Rompo
todas las leyes de tránsito mientras me dirijo hacia Jules, con las manos
apretando el manillar. Rezo oración tras oración para que ella esté bien, y
para que tenga la voluntad de no matar al bastardo una vez le ponga las
manos encima.
Durante todo el camino, sigo llamando a los números de Jules y
Kale, no me importa lo peligroso que sea. Sé que no debo usar el teléfono
mientras conduzco, pero mi necesidad de escuchar su voz es más que
abrumadora y cada vez que no responden mi enojo y preocupación se
agudiza.
Justo cuando estoy llegando a la calle de Theo, Kale finalmente
contesta su teléfono.
—¿Dónde estás? —Pregunta, sonando sin aliento.
—Tirando de los jinetes del infierno, ¿qué mierda está pasando?
—Amigo, ven aquí rápido. Creo que acabo de oír a tu chica gritando
dentro de la casa de Theo.
Un dolor abrasador se instala en mi estómago, seguido de cerca por
una profunda rabia, tan consumidora que no puedo ver con claridad.
—¡Hijo de puta! —Grito y acelero con más fuerza hasta detenerme
segundos después frente a la casa de Theo.
Justo cuando lanzo mi pierna sobre el tanque y aterrizo con los dos
pies firmemente en el asfalto, veo a Kale corriendo por el patio. Golpeo
con mis botas los escalones del porche. No me detengo, sólo uso mi
impulso hacia adelante y mi hombro para abrir la puerta. Sólo me lleva
unos segundos ver la destrucción en la sala de estar y la ausencia de Jules.
—El grito vino de la parte de atrás de la casa —dice Kale, pero ya
estoy corriendo por el pasillo.
Mi cuerpo se convulsiona ante lo que veo. Mi gemelo, el muy hijo
de puta, se cierne sobre Jules, sangre gotea de su jodida oreja y cae sobre
su pecho desnudo mientras intenta frenéticamente bajarle los
pantalones.
Ella no se está moviendo. Ni sus brazos, ni sus piernas, ni siquiera
su maldito pecho. Está ahí tirada, flácida. Mi maldito corazón se detiene
y mis pulmones se desinflan dolorosamente.
Ella no puede haberse ido.
Maldito infierno, ella no puede haberse ido.
Pierdo la cabeza completamente. Theo se gira hacia mí cuando
escucha mi rugido animal. Al ver la mirada maníaca en mis ojos, se aleja
hacia el otro lado de la cama. Ya estoy ahí cuando sus pies tocan el suelo
y mi puño se estrella contra un lado de su rostro. Lo sigo hasta abajo,
contento de ver que le falta un trozo de oreja. Mi chica se resistió. Lo
terminaré por ella.
Él levanta un brazo, tratando de cubrirse el rostro mientras lanza
salvajemente el otro brazo intentando débilmente golpearme. Lo bloqueo
fácilmente y le doy un golpe en la mandíbula. La sangre sale de su boca y
sólo me hace querer ver más. Quiero que se desangre debajo de mí. Puede
que sea mi sangre, mi gemelo, pero ya está muerto para mí, y quiero
hacerlo realidad. No merece vivir. Es un pedazo de basura.
Gruño y grito mientras golpeo su rostro hasta que está hecho un
sangriento desastre. Huesos crujen bajo mis dedos, sus dientes golpean
mis nudillos, la sangre salpica mi rostro y pecho, y ya no se mueve. No es
suficiente. Si Jules se fue, nunca será suficiente. No hay nada que pueda
hacer con Theo que alivie el dolor de perderla.
Alguien grita mi nombre, pero estoy demasiado furioso para
prestarle atención. No me detengo. No puedo parar. Es como si estuviera
poseído y no hubiera posibilidad de detener lo que sea que se apodera de
mí.
Un grito roto, un sollozo desesperado y el olor a flores silvestres
hace que mis movimientos se ralenticen. Miro hacia la cama y veo el rostro
de Jules. Al principio, creo que sólo es una visión, como uno de mis
sueños, y mi ira se multiplica. Es la sangre en su rostro mezclada con
lágrimas lo que rompe mi estado de locura. Ella tiene un moretón en la
sien, una mancha de sangre en su rostro y la mejilla hinchada, con un
rasguño, pero está viva. Ella tiene que estarlo porque me está mirando
por encima del borde de la cama. Una persona muerta no puede hacer eso.
Estoy sentado sobre Theo un segundo y al siguiente estoy en la
cama con Jules. Ella está de rodillas, y rápidamente me arrastro hacia ella.
No me detengo hasta que mis piernas están a cada lado de las suyas y mis
brazos están alrededor de su cintura. La levanto y caigo sobre mi trasero
con ella en mi regazo. Mi cuerpo se encorva sobre ella, y la acuno en mis
brazos. No me detengo a pensar en cómo debo verme y en su posible
reacción a la violencia que todavía irradio, pero afortunadamente, ella no
parece estar perpleja. Ella se está aferrando a mí tanto como yo a ella, y
eso se siente jodidamente increíble. La necesito en mis brazos. No estoy
seguro que hubiera podido manejarlo si ella me hubiera alejado.
—Joder, Jules. Tuve tanto miedo de perderte. —Mi voz se oye cruda
incluso para mis propios oídos.
La acuno suavemente de un lado a otro mientras llora en mis
brazos. Soy lo suficientemente hombre para admitir que mis propias
lágrimas gotean por mis mejillas. La idea de perderla es paralizante.
Cierro los ojos y alejo ese pensamiento. Ella no se ha ido. Aún respira y
está aquí conmigo.
Cuando abro los ojos de nuevo, encuentro a Kale en su teléfono,
cerniéndose sobre Theo, seguramente se está asegurando que no se
levante. Si todavía está vivo. Ni una pizca de arrepentimiento me golpea
cuando pienso en mi hermano muerto. Tal vez debería, especialmente
porque lo que Theo hizo está tan fuera de lugar para él, pero no hay nada.
Le echo un vistazo. Su rostro está cubierto de carne y sangre. Miro su
pecho y lo veo subir y bajar.
Vuelvo a mirar a Kale y lo veo guardar su teléfono en el bolsillo.
—La policía está en camino —dice, sus ojos parpadean hacia Jules—
. También está llegando una ambulancia. Llamé a un amigo que tiene un
tío que es policía. Lo está llamando para que no tarden una eternidad en
llegar.
—Gracias —gruño bruscamente.
Mi atención vuelve de nuevo a Jules. Ella está temblando, pero
afortunadamente ya no está sollozando, sólo está llorando en silencio.
Enredo mis dedos en su cabello y suavemente tiro su cabeza hacia atrás.
Necesito ver su rostro, no sólo para evaluar el daño, sino también para
asegurarme de que está viva.
Antes de que tenga la oportunidad de echarle un buen vistazo, ella
me dice con voz quebrada:
—Por favor, sácame de aquí. No soporto estar en esta habitación.
Moviéndome con cuidado, me deslizo hacia el lado de la cama
donde Theo no está y me paro con ella todavía en mis brazos. Acuno la
parte posterior de su cabeza y la pongo contra mi pecho, teniendo
cuidando del moretón en su sien, antes de girarme hacia Kale.
—Asegúrate de que se quede ahí hasta que llegue la policía.
—Ya estoy en ello. —Sus ojos son duros cuando los mueve
fijamente al cuerpo de Theo.
Salgo a la sala de estar y me siento con cuidado en el sofá.
—Mírame, nena. Déjame ver tu rostro.
Ella levanta la cabeza de mi cuello y el daño hecho en su rostro me
rompe el maldito corazón. Le prometí que Theo no la volvería a tocar. Esa
promesa se rompió. Saber que ella vino aquí por su cuenta no importa.
Theo nunca debería haber podido llegar a ella, y el hecho de que no
estuviera aquí para protegerla vivirá dentro de mí para siempre.
—Tu rostro —siseo con fuerza—. Lo siento muchísimo.
—No lo hagas —dice con voz ronca—. Vine aquí sabiendo el riesgo
que estaba corriendo.
Eso no ayuda. Todavía me siento como un bastardo inútil.
Cuando se estremece, me recuerda que su camisa está rota por el
medio, dejando su pecho expuesto, excepto por su sostén. Me quito la
camisa, quedándome con una camiseta sin mangas, y la ayudo a
ponérsela.
Quito el cabello de su rostro, teniendo en cuenta el moretón y el
rasguño en su mejilla. Afortunadamente, el daño no parece ser tan grave,
pero aún así quiero que la vea un médico. Esta vez no le voy a dar opción.
—La policía está en camino —digo—. Quiero que lo arresten. —
Fortalezco mi voz para hacerle saber que esta vez no tiene más remedio
que presentar cargos. A continuación, le digo la pura verdad—. Si no está
en la cárcel, lo cazaré y lo mataré.
No digo eso por asustarla, sino para hacerle saber que hablo
jodidamente en serio. Y es verdad. Lo único que me detuvo hoy fue mi
necesidad de asegurarme de que estaba bien. Si ella se hubiera ido o no
me hubiera detenido, me habría quedado sobre Theo hasta que alguien
me sacara de él.
—De acuerdo —responde débilmente.
Cierra los ojos, y se dispara una alarma en mi cabeza. El moretón
en su sien está empezando a hincharse y a ponerse morado.
—Jules, bebé, abre los ojos por mí.
Sus ojos se agitan y puedo decir que está luchando. No soy médico,
ni siquiera estoy cerca de ser uno, pero sé que no es seguro que una
persona con una lesión en la cabeza caiga inconsciente.
Le sacudo cuando los cierra de nuevo.
—No te duermas. Necesitas mantener los ojos abiertos. —No puedo
evitar el pánico en mi voz.
—Estoy tan cansada —murmura—. Sólo quiero dormir un rato.
Su cuerpo se relaja en mis brazos y el miedo se apodera de mi
sistema. La sacudo y maldigo en silencio cuando gime de dolor. Escucho
sirenas de fondo y gracias a Dios, la ayuda está casi aquí.
Inesperadamente, Jules abre los ojos y los orbes ámbar me miran
fijamente.
Su voz es baja cuando murmura:
—Hay algo que tengo que decirte. —Tengo que agachar la cabeza
para poder oír sus palabras mal articuladas—. Theo no está… no
estamos… casados. —Frunzo el ceño y la miro fijamente. Sus ojos apenas
están abiertos—. Nosotros… estamos casados.
Cierra nuevamente los ojos después de eso, dejando mi mundo al
revés, patas arriba y de repente muy confundido.
Segundos después, es como si sus palabras rompieran una presa, y
soy inundado recuerdo tras recuerdo.
La primera vez que la vi. Sucedió como en mi sueño.
Mi incontrolable necesidad por probar su sabor y su gemido cuando
la besé en el pasillo de Ink Me.
Hablando por teléfono con ella esa misma noche y pasando
nuestros días juntos tanto como podíamos.
Cómo se sintió cuando me dio su cuerpo por primera vez.
Mi propuesta de matrimonio no planeada en la parte trasera de Ink
Me.
Lo que no recuerdo, y ahora sé que es una maldita mentira, es que
yo no la violé. O la ataqué. Él era el que intentaba quitármela. El día de mi
accidente fue el día que Jules y yo le contaríamos a mis padres sobre
nosotros. Yo hice el depósito para una casa en Westerly, el pueblo donde
Jules quería ir a la universidad. Íbamos a vivir ahí hasta que obtuviera su
título, luego regresaríamos a vivir en Braedon, el pueblo vecino, lo cual
habría funcionado perfectamente porque papá querría retirarse de la
tienda para entonces, y yo le compraría su parte. Jules estaba en casa
haciendo las maletas mientras yo me ocupaba de los recados de última
hora. Un auto se desvió hacia mi carril y no tuve tiempo de esquivarlo.
Miro a Jules y veo su pecho moviéndose, aún conmocionado por la
revelación, pero muy extasiado. Ella es mi esposa. Estamos jodidamente
casados. No ella y Theo, sino ella y yo. Fue de mí de quien se enamoró. Es
conmigo con quien planeó pasar el resto de su vida. Ella y yo hablamos
de tener bebés algún día. Los dos queríamos al menos tres.
Jules se convirtió rápidamente en mi vida, y sé que yo me convertí
en la suya. El amor que sentía por ella, que todavía siento por ella, es
dinámico, explosivo e innegable. Fue fuerte y rápido. Me golpeó en el
rostro y me dejó en una eufórica neblina. Una en la que quiero quedarme
para siempre.
La furia tiene a mi temperamento ardiendo y mi cuerpo se pone
tenso. Theo jodidamente mintió una y otra vez. Lo tergiversó todo y me
hizo parecer el lunático que puso a Jules en coma. Me hizo creer que fui
yo quien la violó, cuando no tengo ninguna duda de que fue él. Todo este
tiempo me odié, estaba disgustado por ser capaz de tales actos tan
violentos. Le creí tan fácilmente, porque ¿por qué diablos mi propio
hermano nos haría eso a Jules y a mí? Yo sé por qué. Fue por su loca y
psicótica obsesión con ella. No fui yo quien se descarriló, sino él.
Voces llegan desde la puerta principal, alejándome de mi volátil
necesidad de volver al dormitorio y terminar con Theo. Un momento
después, un policía entra por la puerta rota, seguido de dos más y un
paramédico. Inmediatamente me ven en el sofá, los paramédicos se
apresuran a venir. Su gafete dice Brantley.
—Se desmayó hace unos minutos —informo, preocupado
nuevamente por la condición de Jules—. Creo que se golpeó la cabeza. —
Mientras el paramédico deja el bolso y empieza a sacar mierdas, miro a
los policías—. El hombre que le hizo esto está en el dormitorio. Kale, un
amigo mío, se está asegurando de que se queda ahí. Su nombre es Theo.
Dos de ellos caminan por el pasillo, mientras el tercero se queda
atrás.
—Señor, necesito que la deje en el sofá, por favor —dice Brantley.
Realmente no me gusta la idea de renunciar a mi control sobre
Jules, pero sé que debo hacerlo para que él pueda evaluarla. Con cuidado,
me levanto y la acuesto suavemente en el sofá. Otro paramédico se acerca,
y ambos empiezan a trabajar en ella.
Se forma un nudo en mi garganta mientras los observo. No parecen
estar realmente preocupados por el hecho de que ella está inconsciente,
ya que trabajan lentamente a su alrededor. No estoy seguro si es por la
forma en que se atiende a la gente de este lado de la ciudad o si es porque
su condición no pone en peligro su vida. Por su bien, más vale que sea lo
último, porque si algo pasa y fue por su descuido, les daré una paliza y
me importará una mierda las consecuencias.
—Señor, necesito que venga por aquí para tomarle su declaración.
Me giro hacia la voz y frunzo el ceño, ¿espera que me aleje de Jules?
De ninguna puta manera.
—No voy a dejarla —digo con fuerza. Me acerco a la parte de atrás
del sofá donde todavía puedo ver a Jules—. Podemos hablar aquí.
Es evidente que no le gusta que le digan lo que tiene que hacer por
como estrecha su mirada, pero a mí me importa un bledo. Por suerte,
después de un momento, sigue mis pasos hasta que está a mi lado, con
su pequeña libreta en la mano.
Durante los siguientes quince minutos, mi atención se divide entre
ver a Jules, los paramédicos, y responder las preguntas del policía. Le digo
todo lo que sé, incluyendo mi creencia en que él fue el que lastimó a Jules
hace siete años, lo que ocasionó su coma. También le hablo del engaño y
de las otras tres veces que ha intentado forzar a Jules. No oculto ni un
detalle. Si Theo respira, quiero que lo acusen de todos los delitos que
cometió.
Cuando los paramédicos empiezan a cargar a Jules en la camilla, el
policía intenta impedir que la siga. Apenas me abstengo del “vete a la
mierda” que quiero pronunciar. Sin embargo, por la mirada oscura en mis
ojos, él acepta mi respuesta cuando le digo que estaré en casa mañana si
hay algo más que necesite.
Mi estómago está en nudos mientras camino detrás de los
paramédicos. Jules todavía no se despierta, y no me gusta. Subo a la parte
trasera de la ambulancia y tomo asiento junto a la camilla. Una sensación
de vacío se forma en mi garganta cuando la miro. Lleva un collarín con
una máscara de oxígeno en su rostro. Tomo su mano, y me siento
ligeramente mejor cuando siento el pulso en su muñeca.
Me inclino hasta que mi boca está en su oído.
—Aguanta por mí, nena —suplico con la voz quebrada—. Por favor,
jodidamente aguanta.
alrededor de mi cabeza y hace que el dolor en
mi sien empeore. Trato de levantar la mano para frotar el punto adolorido,
pero mi brazo se siente demasiado pesado para levantarlo. Frunzo el ceño
cuando me doy cuenta que tengo el cuello rígido y que algo me cubre el
rostro. No me gusta y quiero que se vaya. Entrecierro los ojos para abrirlos
y la luz no ayuda al dolor en mi cabeza. Un gemido deja mis labios, pero
obligo a mis ojos a permanecer abiertos. Todo está borroso y trato de
concentrarme. Necesito encontrar a Luca. Necesito decirle algo. Es
importante. Demasiado importante para esperar.
Abro la boca para preguntar por él y luego me doy cuenta que tengo
una máscara en el rostro. Mi cuerpo grita cuando levanto el brazo para
quitármela, pero maldición, necesito a Luca. Una mano intenta detenerme,
pero soy demasiado rápida.
—Luca… —Mi voz suena áspera y frágil, así que me aclaro la
garganta y vuelvo a intentarlo—. Necesito a Luca.
—Está bien, señorita —dice una tranquila voz justo antes de que
aparezca un rostro sobre el mío—. Los paramédicos la acaban de traer a
la sala de emergencias. Tan pronto como evaluemos sus lesiones,
contactaremos a quien sea que necesites.
—¡No! —Me sorprende lo fuerte que sale mi voz—. ¡Necesito ver a
Luca ahora!
El pánico me tiene tratando de sentarme en la cama. Ellos no lo
entienden. Necesito llegar a él. Tiene que saber la verdad.
La enfermera trata de empujarme hacia abajo.
—Por favor, señora, déjenos asegurarnos de que está bien, ab ...
—¡Luca! —Grito y empiezo a sacudirme en la cama—. ¡Luca!
Mi cabeza duele de forma intermitente, pero ignoro el dolor y trato
de levantarme de la cama. Aparecen más manos al lado de las de la
enfermera mientras luchan para que vuelva a acostarme.
—Señora —dice una voz masculina—. Si no se tranquiliza,
tendremos que darle un sedante.
Da igual, porque mis fuerzas están agotadas, y mi visión se está
volviendo borrosa de nuevo. Una vez me obligan a volver a la cama, miro
suplicante a la enfermera.
—Por favor. —Mi voz se quiebra.
Ella me mira con simpatía y empuja un mechón de cabello fuera de
mi rostro.
—Lo siento, cariño. Deja que los médicos te revisen y prometo que
encontraré a Luca.
Mi nariz arde y lágrimas caen de mis ojos. Sé que estoy siendo
irracional. Puedo hablar con Luca cuando los médicos hayan terminado,
pero no quiero esperar. Él necesita saberlo ahora. Merece saberlo ahora
mismo.
Mis párpados se sienten como si hubiera pesas colgando de ellos.
Demasiado pesados para mantenerlos abiertos. No es un cansancio
natural, y sé que deben haberme inyectado algo en la intravenosa. Una
sensación de calor comienza en mi pecho y se abre camino a través del
resto de mi cuerpo. Mis ojos se cierran, pero lentamente los vuelvo a abrir
cuando oigo que gritan mi nombre. El grito está amortiguado y suena
como si viniera a través de un largo túnel. Mi cabeza cae de lado y a través
de mi visión borrosa, veo a Luca. Tres guardias de seguridad lo tienen
clavado contra la pared al otro lado del pasillo de la habitación en la que
estoy. Su pecho sube y baja rápidamente. Frunzo el ceño, confundida al
ver que él está luchando contra ellos. Sus ojos están sobre los míos, y la
torturada mirada en ellos hace que mi estómago se hunda. Trato de
levantar mi brazo para alcanzarlo, pero está demasiado pesado. Lo llamo
por su nombre, pero la máscara está de vuelta en mi rostro y amortigua
mi débil grito.
Mis ojos se cierran, y esta vez, no se vuelven a abrir.
me despierta. Mantengo los ojos cerrados por
un momento cuando un agudo dolor se arrastra por mi frente. Una vez se
vuelve soportable, abro los ojos. Afortunadamente, las luces están bajas.
Parpadeo varias veces hasta que mi visión se aclara. Con cautela, miro
alrededor de la habitación, me doy cuenta de las paredes estériles, la
televisión frente a mí, y la incómoda cama en la que estoy acostada, estoy
en el hospital. Cierro los ojos, tratando de recordar por qué estoy aquí, y
sólo me toma unos segundos recordar ir a casa de Theo, encontrar la caja,
él apareciendo y la avalancha de recuerdos.
Mis ojos se abren de golpe, y miro frenéticamente alrededor de la
habitación. Una ola de dolor y mareo me golpea por el repentino
movimiento, me agarro la cabeza y mis ojos se cierran por su propia
cuenta.
—Tómalo con calma, nena —dice suavemente una profunda voz.
Calor se envuelve alrededor de mi mano cuando es apretada con fuerza.
—Luca —susurro su nombre. Su voz calma sólo una parte de la
confusión que me atraviesa.
—Estoy aquí.
Abro los ojos y caen directamente sobre él mientras se cierne sobre
mí, sus cejas se fruncen con preocupación. Me muevo hacia él, lo necesito
más cerca de mí. Un sollozo escapa de mi garganta apretada. Él baja la
barandilla y se sube a la cama conmigo. Está de costado frente a mí, con
uno de sus brazos en mi cintura y su rostro a sólo centímetros del mío.
Aún no está lo suficientemente cerca. Procedo a subirme encima de él,
pero mi estúpida vía intravenosa lo hace difícil. Gruño de frustración y
trato de tirar de la cuerda.
—Oye, oye —dice, deteniendo mis movimientos sentándome y
agarrando la mano que tiene la intravenosa. Me detengo, y otro patético
sollozo se libera. Le hace algo a la cama levantando la parte de atrás y
luego manipula la vía intravenosa hasta que se desenreda alrededor de
mi brazo. Me levanta suavemente sobre su regazo y se desplaza al centro
de la cama—. ¿Mejor?
Asiento contra su pecho, levanto mis rodillas, y lo envuelvo con mi
brazo hasta que está metido entre su espalda y la cama. No sé por qué
estoy siendo tan pegajosa. Sólo lo necesito lo más cerca posible.
Mi cabeza descansa contra su pecho, y oigo el fuerte latido de su
corazón. Lágrimas se deslizan por mis mejillas, empapando su camisa.
Noto brevemente que la camisa está áspera y abro los ojos para ver que
es una camisa azul claro. Cierro los ojos de nuevo y respiro su familiar
olor. Su mano sube y baja por mi espalda, murmurando suaves palabras
en mi oído, y utilizo su voz y su toque relajante para calmar el alboroto
en las emociones que corren a través de mí.
Después de varios minutos, levanto la cabeza, y sólo entonces noto
la demacrada mirada en su rostro. Sus ojos están atormentados y el dolor
en su rostro me deja sin respiración y me causa un insoportable dolor en
el pecho.
—Lo siento —digo con voz ronca.
Se inclina hacia adelante y coloca un suave beso en mi frente.
—Utilizas mucho esas palabras cuando no las necesitas. —Sus ojos
recorren mi rostro, con preocupación en sus rasgos—. ¿Por qué demonios
te estás disculpando?
—Por ser tan estúpida. Por ir a casa de Theo sin ti.
Él tensa la mandíbula, pero su mano es suave cuando la extiende y
pasa un dedo por encima de mi mejilla. Cierro los ojos y me acurruco en
su tacto.
—No fuiste estúpida —dice en voz baja—. Fuiste imprudente.
Trago saliva y abro los ojos.
—¿Cómo te sientes?
Levanto la mano y paso los dedos por mi sien.
—Me duele la cabeza. —Mis dedos se mueven hacia el vendaje en
mi mejilla antes de caer en su pecho. No le menciono los dolores en el
resto de mi cuerpo, me preocupa que se levante.
—El doctor dice que los golpes en tu cabeza no son nada serio.
Tendrás dolor de cabeza por un tiempo, pero desaparecerá. —Los
músculos en su cuello se tensan y sus ojos se vuelven duros.— No hay
lesiones graves, sólo dolor muscular y algunos moretones. —Se detiene y
toma un poco de aire—. Me diste un susto de muerte, Jules —murmura
con voz ronca.
Mis ojos pasan por encima de sus facciones de nuevo. Yo lo asusté.
Está escrito en todo su rostro, y odio la mirada adolorida en sus ojos y la
tensión en su cuerpo. Dice que no fui estúpida, pero no estoy de acuerdo.
Debería haberlo pensado mejor. Nunca debería haber ido por mi cuenta.
—Lo recuerdo todo. —Trago—. Todo, Luca. Recuerdo qué me llevó
al coma. No fuiste tú. Fue Theo. Llegó a casa y me atacó. Él fue el que me
violó. —Luca se tensa, con rabia brillando en sus ojos. Profundizo más en
el tema—. Y… no estoy casada con él. —Mi voz se quiebra. Antes de que
pueda continuar, Luca lo hace por mí.
—Estás casada conmigo.
Viene a mi mente el recuerdo de estar sentada en el regazo de Luca
en el sofá, diciéndole que estamos casados antes de desmayarme. Trago
y asiento.
—Yo también lo recuerdo —susurra.
Más lágrimas se acumulan en mis ojos y caen por mis mejillas.
—¿Lo haces?
La sonrisa que me da levanta mi ánimo mejor que cualquier otra
cosa. Saber que él también recuerda me hace increíblemente feliz. Lo hace
más real, cuando antes era casi demasiado bueno para ser verdad.
La buena sensación no dura mucho cuando recuerdo otra cosa. Algo
que él podría no saber.
Mi cabeza está comenzando a palpitar más fuerte al mantenerla en
alto, así que me levanto de su regazo, pero me quedo cerca de él. Cuando
se levanta de la cama, tomo su mano.
—¡No! —Respiro con dificultad, tratando de controlar mi pánico
ante la idea de que se vaya, y bajo la voz—. Por favor, quédate.
Sus comprensivos ojos se encuentran con los míos, pero no vuelve
a la cama. En lugar de eso, engancha una silla con su pie y la arrastra hasta
que está justo al lado de la cama antes de sentarse.
—No voy a ninguna parte, excepto aquí mismo, pero necesitas más
espacio.
No me gusta esto. Realmente no me gusta, pero mientras tenga una
conexión con él a través de nuestras manos, me las arreglaré. Después de
estar con él tan poco tiempo hace siete años, la fuerte conexión
instantánea que compartimos, el sentimiento de rectitud, de pertenencia,
de que nos la arrebataran, tanto por las acciones de Theo como por la
pérdida de memoria de Luca y la mía, la idea de no tocarlo me asusta. No,
me aterroriza. Acabamos de encontrarnos de nuevo, y tengo tanto miedo
de que todo esto sea un sueño, de despertarme y que él no esté.
Asiento a regañadientes, pero aprieto su mano. Está tan cerca de la
cama que su duro pecho se presiona contra el borde, como si supiera que
estoy al borde de la histeria se mantiene tan cerca de mí como puede. Sus
brazos descansan a lo largo de mi costado y cadera, y levanto mis rodillas
hasta que tocan sus costillas. Parte de la ansiedad disminuye cuando él
levanta mi mano, besa la palma, y apoya nuestras manos en su corazón.
La acción hace que sea más fácil sacar lo que digo a continuación.
—Hay algo más que necesito decirte. El día que Theo fue a la casa…
—Me detengo y respiro con dolor al recordar—. Iba a decírtelo cuando
fueras a buscarme. —Sostengo sus ojos, mi dolor sin duda se nota a través
de ellos—. Estaba embarazada.
Su cuerpo se sacude y cierra los ojos. La agonía estropea sus rasgos
y hace que mi propia angustia se duplique. El día que me enteré que
estaba embarazada, ese mismo día, fue el mejor de mi vida, con el día que
nos casamos en un segundo lugar muy cercano. Habíamos hablado de
tener hijos, habíamos planeado esperar hasta después de graduarme de
la universidad y de mudarnos de nuevo aquí, pero no tengo ninguna duda
de que habría estado tan delirantemente feliz como yo. Estábamos tan
enamorados.
No podía esperar a decírselo y ver la felicidad en sus ojos. Ese
momento nos fue robado. Robado de la manera más brutal. Nunca antes
he deseado que alguien muera, y puede que me convierta en una mala
persona por desearlo ahora, pero lo hago. Deseo que Theo se hunda en
las entrañas más profundas y oscuras del infierno.
—Lo siento mucho, Jules. Lo siento muchísimo —dice roncamente—
. Si hubiera…
—No —lloro—. Por favor, no lo hagas. —Abre los ojos. Sacudo mi
cabeza y muevo nuestras manos unidas desde su corazón hasta
colocarlas sobre mi otra mano—. No tenías forma de saberlo. No te
atrevas a culparte por algo que él hizo.
Asiente, pero todavía veo que lucha con la culpa. Me enfurece tanto
que Theo nos haya quitado tanto. Demasiado tiempo y nos causó tanto
dolor.
Luca se inclina hacia atrás para sacar algo de su bolsillo trasero. Lo
pone al lado de nuestras manos unidas. Un inmenso dolor se asienta en
mi pecho y mi mano vuela a mi boca para sofocar mi jadeo cuando miro
hacia abajo, el ultrasonido. Mis ojos se dirigen a los suyos y veo su dolor
reflejando el mío. Mi mano tiembla al recoger la imagen. Lo conseguí el
día que supe que estaba embarazada. Sólo tenía unas semanas de
embarazo, así que tuvieron que hacer un ultrasonido interno. La foto sólo
muestra un pequeño destello de algo, pero sigue siendo la primera
imagen de nuestro bebé, así que la valoré. Pasaron tantas cosas ese día. A
los dos nos dieron tanto, sólo para que nos lo quitaran.
—Estaba tan emocionada por mostrarte esto —digo con voz
entrecortada—. ¿Dó-donde lo encontraste?
—Kale. Lo encontró junto a los papeles en el piso del dormitorio en
la casa de Theo. Pensó que yo podría quererlo, así que me lo trajo.
—Este era nuestro bebé. —Seco desesperadamente la lágrima que
cae sobre el delicado papel. Me lo llevo a los labios y beso el lugar donde
descansa el pequeño frijolito.
Me toma un momento recomponerme antes de volver a mirarlo. La
ansiedad, el miedo y la esperanza me ponen nerviosa.
—Quiero que mi médico revise mi historial médico.
Levanta las cejas y dice lentamente:
—Está bien… —Sintiendo el temblor en mi mano, aprieta sus dedos
alrededor de los míos y continúa—. ¿En qué estás pensando?
Lamo mis labios resecos y hablo.
—Aria. —Su nombre sale silenciosamente de mis labios, es lo único
que digo.
Esta vez, frunce las cejas profundamente. Sé que reconoce
inmediatamente lo que sugiero, pero necesita una confirmación. Esto es
enorme. Algo que tiene el potencial de sacudir completamente la vida de
una niña, sin mencionar la mía y la de Luca. Aunque detesto la idea de
que Aria tenga que pasar por el dolor de que le mientan y pierda al único
padre que ha conocido, no puedo evitarlo, en secreto espero que ella sea
nuestro bebé. La otra alternativa significaría que se fue, y eso es
demasiado doloroso incluso de contemplar. También colmaría el
devastador dolor que se ha formado en mi estómago desde que llegué a
esa conclusión.
—¿Realmente crees que ella podría ser nuestra? ¿Cómo es posible?
Estabas en coma.
—Aún así, las mujeres pueden tener un bebé mientras están en
coma. Sólo que sería por cesárea. —Levanto la bata de hospital y le
muestro la cicatriz en la parte inferior de mi estómago—. Cuando le
pregunté a Theo de dónde provenía esta cicatriz, me dijo que la había
obtenido por un trozo de vidrio el día que me atacaste. Siempre tuve la
sensación de que estaba mintiendo. —Cierro los ojos un minuto y respiro
profundamente. Sentir el dedo de Luca recorriendo suavemente a través
de la cicatriz hace que abra nuevamente los ojos—. También noté algo.
No me di cuenta en ese momento porque nunca se me pasó por la cabeza
que Aria podría ser nuestra, pero tiene un par de rasgos iguales a los de
mi hermana. Como orejas separadas. —Ante su mirada confusa, explico—
. La parte inferior del lóbulo de la oreja no está unido a la cabeza. Es como
si colgara libre. Aria también tiene hoyuelos en los hombros, que son
raros y hereditarios. Teresa los tiene.
Le doy a Luca unos minutos para procesar lo que digo. Varias
emociones cruzan por su rostro mientras absorbe mis palabras.
—Ella tiene una marca de nacimiento en la parte posterior de su
rodilla derecha —murmura. No estoy segura si está hablando consigo
mismo o me lo está diciendo a mí—. Es idéntica a la que tengo en la parte
superior de mi brazo.
Levanta la manga de su camisa y revela un grupo de pecas con la
forma de la letra w.
—Puto infierno —murmura y su humor se oscurece cuanto más
piensa en la posibilidad. Sus ojos se mueven a los míos—. Aria podría ser
nuestra —dice con asombro.
Su cuerpo comienza a vibrar. Puedo sentir los temblores en su
mano. Su rostro se llena de color y en su mandíbula aparece un tic.
Cuando sus fosas nasales se abren con su pesada respiración, sé que está
trabajando duro para controlar el enojo que llena sus entrañas. No lo
culpo. Estoy igual de enojada.
Le toma varios minutos, pero observo como la furia se filtra
lentamente de su cuerpo. Sus músculos se relajan fracción por fracción y
la mortal mirada en sus ojos disminuye.
Su frente cae en la cama, y paso mis dedos por su cabello,
esperando que mi toque lo calme tanto como él me calma a mí.
Cuando levanta la cabeza unos minutos más tarde, mi corazón se
rompe de nuevo cuando me mira con ojos vidriosos. Sus lágrimas no caen,
sólo porque no lo permite. Sé que se está controlándose por mí.
—Pase lo que pase, vamos a superar esto juntos —afirma, y yo le
creo, porque después de todos estos años y a través de tanto dolor,
finalmente nos encontramos de nuevo.
Jules en la cama del hospital mientras
esperamos a que su médico venga y le dé la autorización para irse a casa.
A pesar de que la lesión en su cabeza, lo peor del daño hecho a su cuerpo,
no era grave, todavía quería que pasara la noche en el hospital,
especialmente considerando que estuvo en un coma durante siete años
debido a una lesión en la cabeza y que no hace mucho tiempo despertó.
Aprieto mi brazo alrededor de su cintura y le agradezco a Dios creo
que por milésima vez, que ella está bien desde que despertó ayer. Le dije
que me dio un susto de muerte. Ese tiene que ser el mayor eufemismo en
la historia de los eufemismos. Estaba fuera de mis cabales, enloqueciendo
de preocupación. Y cuando estaba en la estación de enfermeras exigiendo
una actualización, aún sabiendo que era demasiado pronto para una, y la
escuché gritar mi nombre, mi miedo se disparó.
Hicieron falta tres guardias de seguridad para detenerme, pero
todavía luchaba. Quería a Jules. Necesitaba estar con ella. Sus
desgarradores gritos fueron una tortura. Fue la amenaza de echarme del
hospital de uno de los guardias lo que hizo finalizar mi batalla para llegar
a ella. Cuando sus ojos, tan perdidos y llenos de agonía, se encontraron
con los míos en la distancia que nos separaba, me desplomé, mi fuerza
desapareció por completo. Me llevaron a la sala de espera, donde
afortunadamente sólo tuve que esperar una hora antes de que el médico
viniera y me dijera que ella estaba bien. Fue la hora más larga de mi vida.
Dejé a mis padres en la sala de espera y seguí al médico hasta llegar a
Jules. Ella se despertó después de otra tortuosa hora. Su frenética
necesidad de estar lo más cerca posible de mí, evidente por la forma en
que prácticamente se metió en mi regazo y casi se arrancó la vía
intravenosa, alivió algo de mi preocupación.
Han pasado veinte horas desde que me dijo que cree que Aria
podría ser nuestra. Cuando Kale dejó el ultrasonido, que tomó de la
escena del crimen porque sabía que lo querría, no dejé que mi mente
vagara ante lo que podría significar. Mi único enfoque era Jules y cómo
estaba ella. Pero cuando me habló de Aria, me costó todo lo que me
quedaba de fuerza, y algo más, para frenar la ira que corría por mis venas.
Theo nos jodió más de lo que pensábamos. Mi mente ha estado
consumida con las posibilidades desde entonces. Y de preguntas sin
respuesta. Tantas malditas preguntas sin respuesta.
—¿Qué pasó con Theo? —La silenciosa pregunta de Jules me saca
de mis pensamientos.
Casi gruño mi respuesta, pero apenas consigo mantener mi tono y
evitar gruñir.
—Su rostro está jodido. Huesos rotos y fracturados. —No siento ni
una pizca de remordimiento—. Pero los médicos dicen que estará bien.
Irá a la cárcel en cuanto pueda salir del hospital.
—Bien. Es donde se merece estar.
No estoy de acuerdo, pero me guardo mi opinión. Si hubiera
dependido de mí, lo habrían sacado de su casa en una bolsa para
cadáveres. Ahí es donde se merece estar, ¿dura manera de pensar en mi
hermano? Mi hermano murió cuando lastimó a Jules por primera vez y
trató de llevársela.
La puerta se abre ruidosamente y el médico diciendo el nombre de
Jules nos hace levantar de la cama.
—¿Cómo está tu cabeza? —Pregunta el Dr. Leverton.
—Los tambores se detuvieron. Ahora sólo son palpitaciones
ligeramente molestas.
Su sonrisa es fácil.
—Eso es de esperar. Dale otro día y el dolor de cabeza desaparecerá.
También te enviaremos a casa con una receta. La buena noticia es que
recuperaste la memoria.
Es bueno que haya recuperado la memoria. Es una mierda lo que
tuvo que pasar para llegar ahí.
Una sonrisa se dibuja en el rostro del Dr. Leverton mientras saca
una carpeta de su portapapeles.
—Tengo tu historial médico aquí.
Jules y yo nos ponemos rígidos. Miro la gruesa pila de papeles en la
carpeta color crema y me pregunto si lo que hay ahí adentro cambiará
nuestras vidas. Mi boca saliva y mi garganta se convierte en papel lija.
Estoy ansioso y asustado, y sé que Jules siente lo mismo.
Ya está pegada a mi lado, pero la atraigo aún más cerca hasta que
se ve forzada a girar hacia mí. Por la mirada en el rostro del doctor, algo
me dice que ambos necesitaremos el apoyo adicional del otro.
—¿Te gustaría sentarte?
Su pregunta está dirigida a Jules, y me recuerda que necesito ser el
fuerte aquí. Ella acaba de pasar por una experiencia traumática, y yo debo
ser un jodido hombre y dejar de ser un marica. Pero no me jodas, la idea
de ser padre, de una niña que conozco desde que tenía sólo unos días, me
asusta mucho. También me hace increíblemente feliz.
—No —responde Jules, con la voz quebrada—. Por favor, sólo dinos.
Él asiente, abre la carpeta y mira hacia abajo.
—Cuando fuiste admitida en Silver United Memorial en mayo de
2010, estabas embarazada de cuatro semanas. El 1 de febrero de 2011 a
las treinta y ocho semanas, diste a luz, por cesárea, a una niña saludable.
Ella pesó dos kilos novecientos, y midió cuarenta y cinco centímetros y
medio de largo.
—Oh, Dios —susurra Jules, sus piernas ceden. La atrapo antes de
que toque el suelo, pero mis piernas están demasiado débiles para
sostenernos. Me las arreglo para que podamos sentarnos en el piso con
su trasero en mi regazo. Ella solloza, aferrada a mis hombros, con la
cabeza enterrada en mi cuello.
Me dije que sería fuerte sin importar qué pasara, pero eso salió por
la ventana con las palabras del doctor. Soy jodidamente padre. La fecha
que el doctor nos acaba de dar es el cumpleaños de Aria.
Que me jodan.
Soy padre. Mi sobrina es realmente mi bebé.
Lágrimas se acumulan en mis ojos y caen por mis mejillas,
aterrizando en el cabello de Jules. Tantas emociones me atraviesan, una
tras otra, pero hay dos que se destacan más; odio puro y sin adulterar
hacia mi hermano y amor absoluto hacia… mi hija. Siempre he sentido un
fuerte vínculo con Aria, siempre he contenido una insuperable cantidad
de amor por ella, pero ese amor se ha multiplicado mil veces. Es infinito,
no tiene principio ni fin, y es sin reservas.
—Tiene que ser ella —Jules llora en mi hombro. Levanta la cabeza
y me mira con los ojos rojos—. Tiene que ser ella, ¿verdad?
Mi corazón se estruja en mi pecho, porque ella tiene razón, no tengo
ninguna duda en mi mente, Aria es la bebé perdida que creamos juntos.
—Dejé una copia del certificado de nacimiento en la carpeta que
preparé para ti —dice el médico en voz baja—. Tu nombre y el de
Theodore Hendrix están en el certificado. Tus registros muestran que
sufriste una agresión sexual cuando fuiste admitida. No sé por qué nunca
se notificó a la policía. Sin embargo, si lo que me dijiste es cierto y el Sr.
Hendrix fue el que te atacó, no hay forma de que pueda ser el padre, ya
que ya estabas embarazada.
Ella solloza hipando.
—¿Cómo pudo hacernos esto a nosotros? —Grita ella.
—No lo sé, nena. —Beso su frente y vuelvo a poner su rostro en mi
cuello.
Planeo visitar a Theo en la cárcel para obtener algunas respuestas.
Sólo espero que haya un cristal entre nosotros, porque si es accesible para
mí, no hay nada que me impida exigir una retribución.
—¿Es posible realizar una prueba de ADN para saber con seguridad
si Luca es el padre de Aria? —Pregunta Jules al médico.
—Desafortunadamente, dado que son gemelos, su ADN coincidirá,
por lo que la prueba no sería concluyente.
Jules asiente y se acurruca más contra mí.
—Dejo tus registros en la cama. Una enfermera vendrá en unos
minutos con los papeles de salida. Sé que esto debe ser duro para ambos,
así que tómense todo el tiempo que necesiten.
Con una mirada de simpatía hacia la cabeza inclinada de Jules, nos
deja solos. No sé cuánto tiempo nos quedamos en el piso, pero es tiempo
de que nos pongamos de pie. La acuno contra mí y me siento en la cama.
No tengo idea qué hacer excepto sentarme ahí y sostenerla, mi propia
mente está llena de pensamientos.
—Quiero tanto que ella sea nuestra —dice Jules, luego levanta la
cabeza para mirarme—. Sé que le va a doler, pero Dios, Luca, quiero que
ella nos pertenezca.
—Yo también.
—¿Sí? —Pregunta con una mirada de sorpresa en su rostro.
—Sí. Siempre he amado a Aria como si fuera mi hija, así que, si lo
es, me hará jodidamente muy feliz.
Por primera vez hoy, Jules sonríe. Es una sonrisa que mantendré
como una de mis favoritas por el resto de mi vida.

en casa cuando entramos en el


camino de entrada. Quería esperar para contarles las noticias sobre Aria
hasta que hayamos tenido más tiempo de procesarlas, pero Jules quiere
decirles lo antes posible. Ella necesita descansar, no más estrés, pero se
mantuvo firme.
También vamos a contarles sobre el engaño de Theo. Ayer en la sala
de espera no estaba en condiciones de explicarles lo que había pasado.
Todo lo que saben es que él la atacó de nuevo, y yo le di una paliza. Esto
malditamente va a matarlos, especialmente a mamá.
No esperaba ver a Ella y Vicki cuando entramos por la puerta.
No es como si planeara ocultárselo, sólo asumí que Ella estaría en
la tienda y que vendría o llamaría más tarde.
—Jazz está vigilando la tienda —explica cuando la miro con ojos
inquisitivos.
A decir verdad, no la habría culpado si hubiera cerrado Ink Me por
un día. Sabe que algo grande pasó entre Jules, Theo y yo y quiere saber
las noticias.
Mamá viene corriendo por la esquina de la cocina y luego se detiene
en seco, sus manos vuelan a su boca y lágrimas saltan de sus ojos cuando
ve el rostro de Jules. Un suave sollozo escapa de su boca, el sonido es
silenciado por sus temblorosas manos. Papá sale por detrás de mamá, y
coloca las manos en sus hombros. Su rostro se vuelve salvaje cuando ve
la apariencia de Jules.
—Oh, Dios —susurra mamá con la voz quebrada. Lentamente se
acerca a nosotros y agarra una de las manos de Jules—. Pobre, bebé.
—Estoy bien —dice Jules y la emoción distorsiona su voz.
—Gracias a Dios por eso. —Mamá da un paso adelante—. Quiero
abrazarte, pero no quiero hacerte daño.
Puedo sentir más que ver a Jules sonriéndole mientras le dice a
mamá:
—Sólo tengo un pequeño dolor de cabeza, pero ciertamente me
vendría bien un abrazo.
Es mentira. Sé que está sufriendo más de lo que dice, pero intenta
ser fuerte. No tiene por qué serlo. Yo seré fuerte por los dos.
Los ojos de mamá encuentran los míos sobre el hombro de Jules
una vez la tiene envuelta en sus brazos. La profunda tristeza hace que el
verde en sus ojos brille más de lo normal. Siempre he odiado cuando
mamá está triste. Este dolor en particular es peor, porque involucra a sus
hijos.
Mis ojos se alejan de los de mamá y encuentran los de papá. El tic
en su mandíbula que siempre indica que está molesto o enojado por algo
corre un kilómetro por minuto.
—¿Cómo estás? —Pregunta con voz profunda.
Un gruñido es toda la respuesta que doy. Físicamente, estoy bien,
pero mis emociones son un puto desastre. Papá me da una mirada
comprensiva. Lo sabe, aunque aún no tiene la historia completa.
Mamá da un paso atrás, se limpia las lágrimas de los ojos y se aparta
a un lado. Papá se adelanta y besa la mejilla de Jules que no tiene un
moretón. Ella cierra los ojos brevemente y vuelve a abrirlos cuando él
retrocede. Él se queda cerca y mantiene la voz baja.
—¿Estás bien?
Ella asiente.
—Sí.
—Bien.
Ella prácticamente empuja a papá para llegar a Jules. Está tan
enojada como papá, puedo verlo en sus ojos, pero se las arregla para
ocultarlo.
—Ese bastardo —susurra Ella antes de abrazar a Jules.
Jodidamente amo a estas personas. Jules llegó a ellos como una
extraña. Fue impuesta en esta familia como un nuevo miembro y la
acogieron sin reservas. Con mamá y papá, eso no fue una sorpresa, son el
tipo de personas que son. Pero en cierto modo, sigue siendo sorprendente,
por la forma en que hemos tenido que ser cautelosos debido a la zona en
la que vivimos. Sin embargo, Ella es más reservada; no obstante, ella tomó
a Jules bajo su ala inmediatamente.
Veo a Vicki parada a un lado. Incluso puedo ver las emociones
arremolinándose en sus ojos. Ira y simpatía.
—¿Dónde está Aria? —Pregunta Jules una vez Ella la libera.
—En la escuela —responde mamá—. Pensamos que sería mejor que
ella no estuviera aquí.
—Eso es bueno. —Señalo la sala de estar con mi barbilla—. Hay
cosas que necesitamos decirles a todos.
Siento los ojos de Jules en mí, y la miro. Se está mordiendo el labio
nerviosamente, así que agarro su mano y le doy un tranquilizador
apretón. Sé que esto va a ser duro para ella. Diablos, también es brutal
para mí.
—¿Alguien quiere comer algo primero? ¿Quizás un sándwich o
sopa? —Mamá, la siempre presente anfitriona, aunque esta no es su casa,
trata de cuidar de todos.
Todos negamos y nos dirigimos a la sala de estar. Papá hace una
parada en la nevera y agarra varias cervezas y botellas de agua. Le doy
agua a Jules, me sonríe agradecida. Le quito la tapa a la cerveza y bebo
varios tragos.
—Cuéntanos qué pasó —exige Ella.
Cuando siento a Jules temblando a mi lado, la levanto y la coloco
sobre mi regazo, asegurándome que puede verlos a todos, luego agarro la
manta de la parte trasera del sofá y la coloco sobre sus piernas. Los
temblores no son de frío, pero espero que el calor añadido junto con mi
cercanía la ayude a aliviar los nervios.
Una vez se siente cómoda, me dirijo a los demás. Se necesitan
cuarenta minutos para contarles lo que pasó. Empiezo desde el principio,
cuando Jules y yo nos conocimos, todo lo que la llevó al coma, el
enfermizo papel de Theo en nuestras vidas, el ataque de ayer en su casa
y terminó con Jules y yo recordando nuestro pasado.
Jules agrega partes del ataque de Theo hace siete años y luego lo
que encontró ayer en la caja, junto con el último ataque. Me preparo para
escuchar los detalles de nuevo. Me lo contó en el hospital, pero aún así es
difícil de oír. Papá y Ella nos detienen periódicamente para hacernos
preguntas.
Para cuando termino, Jules prácticamente está rebotando en mi
regazo porque sus temblores son muy fuertes, y mi brazo está mojado
por las lágrimas que caen de sus ojos. Si nunca veo otra lágrima caer de
ella en mi vida, esto seguirá siendo demasiado.
Mamá también llora en silencio mientras papá la abraza. Mi
hermana se ve lívida, pero incluso sus ojos están vidriosos con lágrimas
retenidas. Vicki tiene el brazo alrededor de sus hombros, ofreciendo
consuelo.
—No puedo creer que haya hecho algo así —grita mamá en voz
baja—. ¿En qué diablos se convirtió mi hijo?
Tenso la mandíbula. Hay tantos nombres con los que puedo
llamarlo, pero me niego a hacerlo frente a mamá. Todo esto ya es
bastante duro para ella. No puedo imaginarme perdiendo a un hijo
porque se convertió en un bastardo psicótico. Me alegra no haberle
contado todo en la sala de espera. Sé que ella y papá lo visitaron en el
hospital, y como ella no conocía la magnitud de sus crímenes, tuvo la
oportunidad de verlo sin todo ese peso extra mezclado.
Odio hacerlo, pero todo el mundo necesita saberlo.
—Va a ir a la cárcel después de que salga del hospital, presentamos
cargos en su contra.
Mamá asiente, pero el dolor es evidente en su rostro. Lo entiende,
pero es comprensible que aún esté molesta.
—Por supuesto —dice papá tristemente, sus ojos parpadean hacia
Jules comprendiendo.
Atraigo a Jules más cerca de mí.
—Maldito infierno —murmura papá—. Nos engañó a todos.
—Siempre fue bueno con la mierda de los computadores —dice
mamá con lágrimas en los ojos—. Incluso desde niño. Esperábamos que
hiciera algo con eso, pero nunca pensamos que haría algo así.
—Hay más —digo al grupo y espero a que todos me miren—. Jules
estaba embarazada de mi bebé cuando cayó en coma. Planeaba decírmelo
el día que Theo la atacó, pero obviamente nunca tuvo la oportunidad. —
Me detengo un momento, y la habitación se vuelve espeluznantemente
silenciosa, estropeando los rasgos de todos—. Ella dio a luz a nuestro
bebé por cesárea. El bebé nació el 1 de febrero de 2011.
—¡Espera! ¿Qué? —Dice Ella en voz alta, alejándose de Vicki—. Ese
es el cumpleaños de Aria —continúa lentamente—. Estas diciendo…
—Sí —respondo antes de que termine—. El certificado de
nacimiento de Aria muestra a Jules como la madre. No hay forma de
saberlo con seguridad, pero parece que yo soy su padre ya que Jules ya
estaba embarazada cuando Theo la violó.
—Santa mierda —murmura Vicki.
—Esperaremos unos días para decírselo —añade Jules con
cuidado—. Pensamos darle más tiempo, pero esperamos que con Theo
estando en la cárcel, le ayude saber que todavía tiene padres.
Sé que le va a doler, pero esperamos aliviar un poco su dolor.
Mamá y papá has estado callados, así que los miro. Los ojos de
mamá están secos, y me sorprende ver la flagrante ira que manifiesta su
mirada verde. Nunca antes he visto esa mirada en sus ojos. Papá no se ve
mucho mejor.
Cierro los ojos y pienso en todos los sueños que he tenido a lo largo
de los años. La silueta que no pude distinguir, excepto sus ojos color
ámbar. Su voz diciendo mi nombre, suplicándome que la salvara.
Empezaron un año después de que Jules entrara en coma y me volviera
loco. No lo admití en su momento, pero en cuanto se detuvieron
abruptamente, una pequeña parte de mí los extrañó. Cuando volvieron a
empezar hace seis meses, ella estaba más viva. En realidad, podía
distinguir su rostro. Todavía no tenía idea quién era, pero la atormentada
mirada en sus ojos me llamó la atención. Ahora sé que era porque mi
corazón y mi subconsciente la conocían, aunque yo no la recordara.
Pienso en el sueño en el campo. Jules sonriendo tan alegremente
cuando Theo se acercó. Pero no era él, era yo. Y eso no fue sólo un sueño,
esa escena realmente sucedió. Fue el día que le pedí a Jules que se casara
conmigo. Creí tanto en la historia de mi hermano que me metí en los
bordes exteriores del sueño y puse a Theo en mi lugar. Por eso me
enfurecí cuando los vi juntos, porque no era así como debía ser.
Me viene otro a la mente. En el que me suplicaba que no la lastimara.
Excepto que ese no era el caso. Era ella rogándole a Theo que no la
lastimara y que yo la salvara. En mi mente, fueron mis acciones las que la
pusieron en coma, fui yo quien la hirió hace tantos años atrás, así que de
nuevo, me puse en los zapatos de Theo y a él en los míos. Jodidamente
me quema por dentro el hecho de que dejé que nos engañara tan
fácilmente. Nunca lo cuestioné. Ni una sola puta vez. Me siento como un
tonto incompetente.
Siempre asumí que la silueta en el sueño de Jules era yo. Dijo que
era siniestro, malvado. Lo que le pasó fue definitivamente siniestro y
malvado. En mis sueños, ella era mi silueta. Siempre triste y herida. Ahora
me doy cuenta que trataba de advertirme del mal que la rodeaba.
Rogándome que la protegiera. Que la recordara.
Jules se mueve en mi regazo, y me doy cuenta que mi agarre en su
cintura es apretado. Aflojo los dedos y murmuro:
—Lo siento, bebé.
Mamá se levanta del sofá y veo que se recupera visiblemente.
—Nos iremos y los dejaremos descansar. —Ella agarra la mano de
papá cuando él se pone de pie a su lado—. Traje algo de comida, así que
ninguno tiene que preocuparse por cocinar. Está en la nevera.
—Gracias, Mamá.
—Siempre, cariño. Recogeremos a Aria de la escuela y la cuidaremos
unos días.
Asiento, sabiendo que es lo mejor.
—Iremos a verla y podremos contarle entre todos sobre Theo.
—Creo que es una buena idea. Ella nos va a necesitar a todos.
Seguimos a mis padres a Ella y Vicki hasta la puerta. Donde después
de derramar más lágrimas, todos se despiden, y cierro la puerta tras ellos.
Inmediatamente envuelvo en mis brazos a Jules, y la atraigo a mi pecho,
donde se acurruca contra mí. Se siente tan bien tenerla ahí. La he abrazado
varias veces desde que vino a quedarse conmigo, cada vez es más perfecta
que la anterior, pero ahora es diferente. No hay nada que retenga nuestros
sentimientos. Sin vergüenza, sin remordimiento, sin culpa, sin duda y sin
incertidumbre. Es puro, real y precioso y no tiene nada de malo. He amado
a esta mujer durante años. Puede que lo hayamos olvidado por un tiempo,
pero incluso antes de que recuperáramos nuestros recuerdos, lo sentí, y
sé que ella también lo hizo. Por eso, ahora es más fuerte que nunca.
—¿Cansada? —Pregunto, mirando al par de ojos que me capturaron
desde el primer momento en que los vi y un sinnúmero de veces mientras
dormía.
Ella suelta un suspiro, y tengo mi respuesta antes de que hable.
—Exhausta.
—Vamos. Te llevaré a la cama.
Me inclino y la levanto en mis brazos. Estoy en el cielo cuando rodea
mis hombros y se acurruca. Ella bosteza y luego besa mi cuello.
Llegamos al dormitorio y la dejo suavemente sobre la cama. Ambos
necesitamos ducharnos, pero eso tendrá que venir más tarde. El cuerpo
de Jules necesita descansar en este momento más de lo que necesita estar
limpio.
La ayudo a quitarse la ropa y ella me ayuda a quitarme la mía. Saco
algo del bolsillo antes de que mis pantalones caigan al suelo. No está en
las posibilidades ahora, pero no quiero nada más que hacerle el amor a
Jules… mi esposa. Joder, me encanta cómo suena eso.
Tan pronto como mi cuerpo se acomoda contra las sábanas y antes
de que tenga la oportunidad de alcanzarla, Jules está sobre mí. Nos
acostamos uno frente al otro con los brazos envueltos alrededor del otro,
los pechos aplastados y las piernas enredadas. No cabe ni un pedazo de
papel entre nosotros. Justo como me gusta.
—Mi esposa —susurro, y veo a Jules cerrar los ojos. Cuando los abre
a continuación, la felicidad brilla en sus hermosos orbes.
—Mi esposo —susurra con la misma suavidad. Esas dos palabras
me centran. Le dan sentido a mi vida. Nunca tuvimos la oportunidad de
vivir como marido y mujer antes de que nos destrozaran cruelmente.
Ahora, sin embargo, tenemos todo el tiempo del mundo, y planeo apreciar
cada segundo de él.
—Hay algo más que Kale encontró en el piso del dormitorio de Theo
y me lo dio.
Levanta las cejas.
—¿No es ilegal sacar cosas de la escena del crimen?
—Lo es, pero estoy seguro que hay suficientes pruebas contra Theo
y no necesitarán esto o el ultrasonido. —De todos modos, de ninguna
jodida manera los entregaría. No hay forma de saber si los recuperaría, y
no iba a correr ese riesgo.
—¿Qué es?
Tiro de mi brazo por detrás de su espalda, vuelvo y me inclino hacia
atrás lo suficiente para que mi mano quede entre nosotros. Abro la palma
de mi mano. Cuando ve lo que descansa ahí, jadea y se le llenan los ojos
de lágrimas. Ellas caen junto con las mías con esperanza.
—¿Eso es…?
Asiento y sonrío.
—Tu anillo de bodas. —El mismo que estaba en la bolsa en el
hospital dentro del cajón de la mesita de noche. Theo debe haberla
encontrado después de la primera vez que la vi y la puso en su maldita
caja de mentiras.
—Oh, Dios mío. —Respira profundamente.
Sin avisar, extiende la mano, y deslizo el sencillo anillo de
diamantes entretejidos en su dedo. Es barato, ciertamente se merece más,
pero es el que le di cuando nos casamos, y tiene la palabra “infinito”
inscrita en el interior. Por la mirada amorosa en sus ojos mientras lo
observa, sé que el valor no tiene sentido para ella. Es lo que representa.
—No sé qué le pasó al mío. —El pensamiento me entristece.
Algo de su felicidad se apaga, así que la beso dulcemente, queriendo
recuperar esa euforia.
—Conseguiremos otro para mí. Quiero volver a casarme contigo.
Esta vez tendremos a nuestra familia ahí.
Ella sonríe, y una vez más mi mundo es perfecto.
—Me salvaste. Nos salvaste.
—Siempre. No importa qué.
—Te amo.
Sus palabras son música para mis oídos y mi corazón estalla de
felicidad.
—Te amo, Jules.
Ha pasado demasiado tiempo desde que nos dijimos esas palabras,
y me prometo decirlas al menos cien veces al día hasta que respire por
última vez.
No sé si fue Dios quien me hizo tener esos sueños para mantener a
Jules viva en mi cabeza o si fue mi mente la que no quiso dejarla ir, pero
agradezco lo que fuera. Puede que haya estado fuera de mi vida durante
siete años, pero nunca estuvo realmente lejos. Siempre estuvo conmigo,
como siempre lo estará.
. Mis rodillas rebotan arriba y
abajo y mis palmas sudan. Náuseas se arremolinan en mi estómago tanto
que siento que voy a vomitar.
¡Mierda!
No sabía que esto sería tan difícil. Pensé que estaba preparado, pero
me equivoqué. Creo que nada me hubiera preparado.
Jules se sienta a mi lado en el sofá, sus nervios no son mejores que
los míos. Agarro su mano en la mía y la encuentro igual de húmeda.
Reúno todas mis fuerzas y junto mi mierda. Preocuparse no nos
ayudará a ninguno de los dos. Han pasado dos semanas desde que nos
dimos cuenta que Aria es nuestra hija. Esas dos semanas se han sentido
como dos años.
Me convertí en un maldito cobarde, ¿y si Aria se niega a creer que
somos sus padres? ¿Y si no quiere que seamos sus padres?
Rechino los dientes y resoplo con fuerza.
—¿Estás lista? —Pregunto en voz baja.
Jules exhala una respiración profunda.
—Sí.
Mamá y papá llegarán en cualquier momento. Es hora de que Aria
sepa la verdad. Todavía no puedo creerlo. Ella es nuestra preciosa niña.
Me arrodillo frente a Jules, separando sus piernas abriéndome paso
entre ellas. Acuno con mis palmas sus mejillas y entrelazo mis dedos en
su cabello, levanto su cabeza para poder ver su rostro.
Lágrimas corren como un río por sus mejillas, pero puedo ver la
inconfundible alegría en sus ojos.
—Ella es nuestra, nena —jadeo y luego lo repito de nuevo—. Ella es
nuestra.
—Todavía no puedo creerlo —dice en voz baja después de varios
minutos—. Estoy tan asustada de que esto sólo sea un sueño, de despertar
y no tener nada de esto.
Ella se lanza hacia mí, y yo caigo sobre mis talones con fuerza.
Ambos reímos y lloramos, somos un maldito desastre lloroso, pero
delirantemente felices. Me alejo y la beso una y otra vez. Besos simples,
pero que significan mucho.
La miro fijamente a los ojos.
—Créelo, Jules. Cree cada minuto de esto. Este es nuestro tiempo,
y nada puede quitárnoslo. Tú, Aria y yo… nada ni nadie cambiará eso.
Llaman a la puerta y los dos nos tensamos. Ayudo a Jules a ponerse
de pie y voy a abrir la puerta.
Aria carga una bolsa de zanahorias mientras se pavonea por la casa.
—¡Hey, tío Luca, Jules! —Mamá y papá se ven sombríos mientras la
siguen.
Me tomo un momento para mirar a Aria. Para mirarla de verdad.
Siempre pensé que se parecía mucho a Theo, pero no es a él a quien se
parece, sino a mí. Ella se parece a mí. Tiene mis ojos, mi nariz y mis
pómulos altos. La miro más de cerca, y aunque Aria definitivamente me
favorece más, también veo a Jules en ella. Sus cejas se arquean igual, y
Aria tiene los labios llenos de Jules. Incluso tienen la misma sonrisa.
Ahora que lo veo, es una maravilla que nunca antes había notado, pero sé
que es porque no tenía ninguna razón para buscar un parecido.
—Tío Luca, ¿estás bien? ¿Por qué tú y Jules me miran raro?
Nos reímos; también lo hacen mamá y papá. Sé que debe dolerles
saber que Theo mintió sobre tantas cosas, pero al final, Aria sigue siendo
su nieta.
—Ven, siéntate con Jules y conmigo, boo. Tenemos algunas noticias
que compartir contigo.
Se encoge de hombros y muerde un pedacito de zanahoria mientras
entra a la sala de estar.
Jules y yo estuvimos ahí cuando mamá y papá le contaron a Aria
las noticias sobre Theo un par de días después de que ella regresara del
hospital. Ella se lo tomó sorprendentemente bien. Estaba molesta y triste,
pero creo que de alguna manera sabía que Theo no volvería a casa incluso
antes de que mamá se lo dijera. Ella y Theo nunca han tenido una relación
muy estrecha. En cierto modo, creo que Theo ama a Aria, pero también
creo que se mantuvo distante porque no es suya. También creo que le
guarda rencor por quienes son sus verdaderos padres. Aria es un
constante recordatorio de lo que siempre quiso pero nunca pudo tener.
Él se preocupaba por ella, pero nunca fue el mejor padre. Aria siempre ha
sido más cercana a mis padres, Ella, y a mí que de él.
Sólo espero que la noticia que estamos a punto de darle sea algo
que pueda aceptar. Mamá y papá permanecen callados mientras se sientan
en el sofá para dos personas, pero siento su ansiedad. Doy una palmadita
al cojín entre Jules y yo, Aria se acerca y se sienta. Su cabeza gira de un
lado a otro, mirándonos con curiosidad. Alcanzando detrás de la espalda
de Aria, agarro la mano de Jules. Parte de la tensión disminuye en su
rostro. Está nerviosa, y maldito sea el infierno, yo también.
Miro a Aria.
—Hay algo que tenemos que decirte y será confuso y puede que
duela, pero haremos todo lo posible por explicártelo.
—De acuerdo. —Ella frunce el ceño, y me recuerda tanto a Jules.
Me aclaro la garganta para desatascar el bulto que se forma.
—Jules y yo nos enteramos de algunas noticias el otro día. Es una
gran noticia, ¿recuerdas cuando la abuela te explicó que Jules y yo
estamos casados? ¿Que lo hicimos hace años, pero ambos lo olvidamos?
Ella se muerde el labio inferior.
—Sí. La abuela dijo que la cabeza de papá estaba enferma y le hizo
decir algunas mentiras.
Asiento.
—Sí. Así es. Bueno, descubrimos que dijo otra mentira.
Su labio comienza a temblar y sus ojos se vuelven vidriosos por las
lágrimas.
Mierda, esto es tan difícil.
Con su mano libre, Jules agarra una de las de Aria.
—Está bien llorar —dice con ternura.
Aria toma una respiración, y estoy tan orgulloso de ella cuando
empuja la necesidad de llorar. Esta niña actúa como alguien mucho mayor
a sus casi siete años.
—Soy una chica grande —dice obstinadamente con la barbilla en
alto—. Dime sobre qué mintió papá.
—¿Sabes que Jules durmió muchos años? —Ella asiente. Miro a Jules
por un breve momento y luego regreso a Aria—. Bueno, Jules tuvo un bebé
mientras dormía. El bebé era mío y de ella.
Abre los ojos de par en par.
—Pero, ¿cómo tuvo un bebé? ¿No tienes que estar despierto para
tener un bebé?
Aria mira a Jules esperando una respuesta.
—La mayoría de las veces es así, pero por el tipo de sueño en el que
estaba, no podía despertarme. Mi cerebro no me dejaba. —Ella suelta mi
mano y levanta la parte inferior de su camisa hasta que revela la cicatriz
en la parte inferior de su estómago—. ¿Ves esta línea aquí? —Ella señala
la línea casi blanca de diez centímetros y Aria asiente—. Para sacar al
bebé, tuvieron que abrirme el estómago.
Su boca se abre.
—¿No te dolió?
Jules sonríe y baja su camisa.
—No, cariño. No sentí nada porque estaba dormida. Pero, aunque
estuviera despierta, te dan medicinas para que no sientas nada. Te
adormecen.
—Oh. Eso es bueno. —Se estremece y sus ojos son curiosos—.
¿Tuviste una niña o un niño?
—Una pequeña niña. —La voz de Jules se quiebra, y yo vuelvo a
tomar su mano por detrás de la espalda de Aria.
—Oh, wow. —El asombrado rostro de Aria se ilumina un millón de
vatios—. ¿Puedo conocerla? —Pregunta emocionada—. ¿Cuántos años
tiene? ¡Quizás podamos ser amigas!
—Aria, ya la conoces. —Sus ojos vuelven a los míos.
—¿Lo hago?
—Sí, ¿quieres adivinar quién es?
Fruncen los labios, otra de las expresiones de Jules, mientras piensa
en las posibilidades.
—No lo sé.
Vuelvo a poner mis ojos en Jules una vez más. Amor y afecto brillan
en sus ojos mientras mira a Aria, nuestra hija. Como si sintiera mi mirada,
levanta la suya para encontrarse con la mía. Me sonríe nerviosamente y
yo le devuelvo la sonrisa.
Miro nuevamente a Aria.
—Eres tú.
Aria se endereza con sus ojos azules abiertos como platillos y
llenos de confusión.
—¿Yo? —Chilla.
—Sí. Tú.
Miro y espero mientras su pequeño e inocente cerebro piensa en lo
que le acabo de decir. Sé que está perpleja, cualquiera lo estaría, pero más
ella porque es muy joven. Sus ojos dejan los míos para mirar a través de
la sala de estar, mirando a la nada. Quiero agarrarla y arrastrarla a mis
brazos, pero rechazo el impulso.
Lo que parece ser una eternidad después, pero que no pudo haber
sido más que unos cuantos minutos, ella me mira.
—¿Eso significa que tú y Jules son mi mamá y mi papá?
—Así es.
Ella frunce el ceño otra vez.
—Pero, ¿qué pasa con mi papá? ¿Ya no es más mi papá?
Esta es la parte que más temía, porque no importa cuánto odie a
Theo, no le haré daño a Aria diciéndole que Theo no es su padre.
—Theo siempre será lo que tú quieras que sea. Si todavía quieres
pensar en él como tu papá, entonces siempre será tu papá. Pero Jules y
yo te creamos con nuestro amor, así que yo también soy tu papá y Jules
es tu mamá.
Ella reflexiona sobre eso un momento.
—Pero todo el mundo dice que me parezco a él.
—Eso es porque Theo y yo somos gemelos. Nos parecemos entre
nosotros, es por lo que las personas dicen que te pareces a él. Aunque
Theo no te haya creado, todavía tienes algo de su sangre en ti. Para todos
los demás, él es tu tío.
—Entonces, ¿él todavía es mi familia?
Infiernos no. Una parte de su sangre puede correr por sus venas,
pero nunca volveré a considerarlo familia.
Me lo guardo para mí, y en su lugar digo:
—Sí.
Ella mira a Jules a continuación.
—¿Ahora tengo una mamá? ¿Una verdadera mamá? ¿Ya no eres mi
madrastra?
La mano de Jules se sacude en la mía, así que la aprieto. Su rostro
se pone rojo, y sé que está luchando contra sus lágrimas.
—Sí —dice Jules con voz ronca—. Tienes una mamá. Yo soy tu
mamá. Si quieres que lo sea.
Cierra los ojos con dolor cuando Aria mira a otro lado, hacia mamá
y papá.
—¿Y ustedes siguen siendo mi abuela y abuelo?
—Siempre seremos tu abuela y abuelo —responde mamá
inmediatamente.
La incertidumbre y el miedo son los que más me afectan. Eso y la
silenciosa lucha de Jules al otro lado de Aria. Las necesito a las dos más
cerca.
Levanto a Aria y la pongo en mi regazo y luego me muevo para
poder acercar a Jules a mi lado. Esta es mi familia, y las amo con cada
centímetro de mi corazón, con cada respiración que tomo, y cada parte
de mi alma.
Los apretados hilos alrededor de mi corazón se aflojan cuando Aria
pone sus brazos alrededor de mi cuello y me abraza fuerte. Su inocente
aroma a niña me rodea, y lo respiro profundamente, amando el olor.
Aria retrocede, y vuelve a morderse el labio. Lo suelta y dice en voz
baja:
—Te amo… papi.
Tengo que inclinar la cabeza atrás y parpadear para apartar las
lágrimas. Ella jodidamente me aplastó, totalmente me desarmó con esa
palabra.
Papi.
Ella no sabe, no puede entender lo que me acaba de dar. Ella me dio
todo el maldito mundo con una simple palabra.
La miro y me acerco a ella con una enorme sonrisa.
—Yo también te amo, bebita.
Sus propios labios dibujan una gran sonrisa antes de girarse hacia
Jules. Se arrastra desde mi regazo al suyo, dándole el mismo abrazo fuerte
que me acaba de dar a mí.
—Quiero que seas mi mamá.
Un sollozo con hipo abandona los labios de Jules.
—Bien, porque tengo muchas ganas de ser tu mamá.
—Te amo... mamá.
Lágrimas se deslizan por las mejillas de Jules, pero su sonrisa es de
megavatios e impresionante. Otra de mis favoritas.
—Yo también te amo, Aria.
Levanto a mis dos chicas sobre mi regazo y las sostengo. Tengo a
mi familia cerca de mi corazón, sé que la vida no puede ser mejor que
esto. Tuvimos un camino muy accidentado, y estoy seguro que
encontraremos más baches a lo largo del camino, pero por ahora, en este
mismo momento, mi vida está completa.
No puede haber nada mejor que esto.
Repito las palabras una y
otra vez en mi cabeza mientras retuerzo furiosamente el material de mi
falda. Estoy aterrorizada, esperanzada y ansiosa al mismo tiempo, y no
hay esperanza de que el trío de sentimientos desaparezca pronto. Sólo ha
habido otras dos veces en las que he estado tan nerviosa: cuando nos
enteramos que Aria era nuestra hija y cuando se lo dijimos. Hemos estado
estacionados frente a la casa de ladrillo de dos pisos con persianas negras
por al menos cinco minutos mientras trato de armarme de valor para abrir
la puerta. Luca ha sido increíblemente paciente conmigo, y por eso, estoy
muy agradecida.
—Oye. —Me llama, y arrastro mis ojos lejos de la casa que conozco
como la palma de mi mano y lo miro. Siempre he encontrado a Luca
increíblemente guapo. La primera vez que lo vi, me dejó muda con su
mirada e intensidad. Él no es el guapo tradicional, no con los expansores
en sus orejas, el piercing en la ceja y los tatuajes que cubren la mitad de
su cuerpo. Su aspecto es más bien del tipo rudo, fuerte, y
apasionadamente hermoso.
Su mano ahueca mi mejilla.
—Podemos hacer esto otro día. No tienes que presionarte ni sentirte
incómoda.
Sacudo la cabeza contra su palma.
—No. Quiero hacerlo ahora. He esperado suficiente por mi miedo.
Además… —Miro hacia atrás a Aria, que está sentada tranquilamente en
su asiento escuchándonos. Ella está emocionada y eso calienta mi
corazón—. Es hora de que conozcan a su nieta.
Su sonrisa calma un poco mis nervios. Cuando se inclina hacia
adelante y presiona sus labios contra los míos, mis nervios incluso
desaparecen.
Respiro profundamente y agarro la manija de mi puerta.
—Estoy lista. —Miro hacia atrás a Aria—. ¿Estás lista?
—¡Sí! —chilla, y con su entusiasta respuesta, me doy cuenta de algo.
Aunque esto no salga bien, voy a estar bien. Todos vamos a estar bien,
porque nos tendremos el uno al otro, incluida la familia de Luca.
Luca y yo abrimos las puertas al mismo tiempo y salimos. Él ayuda
a salir a Aria del asiento de atrás y todos nos encontramos en la parte
delantera del auto. Todavía tengo los nervios deshechos, pero no tanto.
Cuando mis recuerdos sobre Luca volvieron, vinieron los de la
última vez que vi a mis padres. Hubo una cosa sobre la que Theo no
mintió. No estoy segura si fue porque lo sabía o porque hizo una alocada
suposición, pero mis padres me repudiaron. Ellos odiaron la idea de que
me casara con alguien a quien creían inferior a mí. Luca se encontró con
ellos dos veces y en ambas no tuvieron reparos en demostrarle su
desagrado. La última vez que los vi, les dije que nos íbamos a casar. Me
dieron un ultimátum, y cuando elegí a Luca, me dijeron que me fuera y
que nunca más volviera. Dolió, realmente dolió, pero pensé que con el
tiempo superarían sus prejuicios y verían cuan feliz me hacía Luca.
Desafortunadamente, tuve que esperar siete años para ver si mi
evaluación se hará realidad.
Espero de todo corazón que acepten a Luca y a Aria, porque pensar
en la alternativa me hace pedazos. Ellos son y siempre serán las dos
personas más importantes de mi vida.
Subimos por el camino de entrada con Aria entre nosotros, cada
una de sus manos envuelta en una de las nuestras. Ya pasaron seis
semanas desde que le dijimos que es nuestra hija, y le ha gustado mucho
la idea, pero sé que todavía extraña a Theo. A veces veo tristeza en sus
ojos, y sé que ella está pensando en él. Fue su padre durante casi siete
años; nunca esperaría que ella simplemente dejara de amarlo.
Su cumpleaños es la próxima semana, así que la sacaremos de la
escuela unos días y nos iremos de vacaciones a la playa. Ella nunca
ha ido, y estoy muy emocionada por estar ahí la primera vez que vea el
océano. Me he perdido tantas primeras veces, y me niego a perderme más.
Lamo mis labios secos cuando la gran puerta roja se cierne sobre
nosotros. Tenía dieciocho años la última vez que vi esta puerta, pero
todavía parece más grande de lo que la recuerdo.
Aria aprieta mi mano temblorosa, y la miro.
—Todo va a estar bien, mamá. Sé que van a estar felices de verte de
nuevo.
Apenas puedo contener las lágrimas que amenazan con formarse.
Soy el adulto. Soy quien se supone que debe ofrecerle consuelo, no al
revés. Le ocultamos a Aria todo lo que pudimos, no queriendo estropear
por completo su percepción de Theo. El hecho de que Theo mantuvo a mi
familia alejada es una de las cosas que ella no necesita saber, por lo que
sólo le dijimos que no he visto a mi familia desde que estaba
“durmiendo”.
—Gracias, bebé. Espero que tengas razón.
—La tengo. Ya lo verás.
Miro a Luca cuando se ríe y le sonrío suavemente. No sabía que
podía amar a alguien tan ferozmente como a estas dos personas. Mi
esposo y mi hija. Mi sonrisa se ensancha cuando esas dos etiquetas entran
en mi mente. Todavía es difícil de creer a veces.
Subimos los escalones y nos detenemos frente a la puerta. Me toma
un momento reunir el coraje para levantar la mano y golpear. Antes de
que mis nudillos golpeen la madera, la puerta se abre.
Todo el aire en mis pulmones se desvanece con un suspiro
agonizante y mi cuerpo se congela mientras miro fijamente al familiar par
de ojos ámbar que tanto he extrañado. La parte de mi corazón que reservo
sólo para mis padres se rompió cuando me desperté y descubrí que mi
familia no me quería. Ahora, mientras miro a mi madre, notando las líneas
de edad al lado de sus ojos y la abundancia de canas en su cabello castaño,
mi corazón finalmente se rompe, provocando un insoportable dolor que
me atraviesa.
—Jules —susurra, sus ojos se llenan instantáneamente de
lágrimas—. ¿Realmente eres tú?
—Mamá. —Mi voz suena ronca y llena de tanto dolor que no hay
esperanza de que pueda enmascararlo.
Sus manos vuelan a su boca y sus hombros tiemblan con sus
silenciosos sollozos. Me quedo donde estoy, deseando desesperadamente
ir con ella, pero no sé si debería. Sólo tarda unos segundos en mostrarme
dónde debo estar: envuelta en sus brazos.
Ella se precipita, y nos abrazamos sollozando. Cierro los ojos y
entierro mi rostro en el hombro de mamá y respiro su familiar aroma. Es
el mismo que recuerdo, y eso me hace increíblemente feliz.
Después de unos instantes, se retira y con sus manos cubre mis
mejillas. Sus ojos recorren todo mi rostro.
—Mi dulce niña, ¿dónde has estado? —Pregunta en voz baja, sus
palabras se rompen.
—Hay tanto que necesito decirte —respondo entrecortadamente.
—¿Quién está en la puerta, Ivy? —Dice una profunda y resonante
voz segundos antes de que mi padre aparezca.
Lágrimas frescas se forman en mis ojos y se deslizan
silenciosamente por mis mejillas. Todavía se parece a mi padre, pero
puedo ver que está envejecido. Alto, de hombros anchos y guapo, pero
está más delgado de lo que lo recuerdo, y su cabello está completamente
plateado.
Cuando me ve al lado de mamá, sus pasos vacilan. Sólo dura un
momento antes de caminar hacia mí rápidamente. Mi padre siempre ha
sido duro, así que cuando veo la montaña de emociones en sus ojos,
dolor, angustia y lágrimas, cuando se detiene frente a mí y me jala a sus
brazos, mi corazón se contrae. Sus brazos se aprietan a mi alrededor.
—Oh, papi. —Sollozo en su pecho—. Te eché mucho de menos. —
Miro a mamá y la veo llorando—. Los eché de menos a los dos.
Papá se echa hacia atrás, poniendo sus grandes manos sobre mis
hombros, y hace lo mismo que mamá hizo: simplemente me mira. Lo dejo
porque eso me da la oportunidad de mirarlo.
—Todavía sigues siendo mi hermosa niña —murmura.
—Siempre quiero ser tu niña —digo en voz baja.
Pasan varios minutos antes de que mis padres se den cuenta que
no estoy sola. Papá es el primero en ver a Luca parado varios metros
detrás de mí. Él mira sobre mi cabeza, y entonces doy un paso atrás y sus
manos caen de mis hombros. Sé el momento exacto en que mamá ve a
Aria. Su boca se abre, y una intensa agonía cruza por su rostro. Su acuosa
mirada se eleva a la mía con interrogantes antes de volver a Aria.
—Mamá, papá, ¿recuerdan a Luca?
Luca se adelanta y extiende su mano. Me quedo quieta con mi
cuerpo tenso, mientras espero su reacción. Finalmente, quitando los ojos
de Aria, mamá se adelanta primero y pone su mano en la de Luca.
—Es bueno verte de nuevo, Luca —dice, y puedo ver en sus ojos,
que lo dice en serio. Le sonrío con gratitud.
—Es un placer verla a usted también, señora Rozero —saluda Luca
con voz profunda.
—Por favor, llámame Ivy. —Ella sonríe más allá de sus lágrimas.
Luca asiente.
Mis ojos se mueven a papá, y envío una silenciosa oración. Una
ráfaga de aire sale de mis labios cuando le ofrece a Luca su mano.
—Luca —dice bruscamente—. Me alegra verte. —Papá es más
reservado, pero definitivamente da un paso en la dirección correcta. Sé
que con el tiempo lo aceptará completamente.
—Igualmente, Sr. Rozero.
—Como mi esposa, llámame William.
Otro asentimiento de Luca.
—Y qui… —Mamá se detiene un momento—. ¿Quién es esta
hermosa niña?
Luca toma a Aria en sus brazos y se enfrenta a mamá y papá.
—Ella es Aria —digo—. Nuestra hija.
Mis padres no son estúpidos, ya lo sabían desde el momento en que
la vieron, ¿por qué si no iba a traer a una niña para que los conociera en
nuestra visita? Pero la confirmación sigue siendo un shock. Papá lo oculta
bien, pero mamá comienza a romperse de nuevo. Sólo el reconfortante
brazo de papá alrededor de su cintura la mantiene unida.
Papá se aclara la garganta.
—Eres tan hermosa como tu madre.
Aria sonríe con orgullo.
—Lo sé. Y también soy guapo como mi papá.
Todos nos reímos y algo de tensión abandona el ambiente.
—Las chicas no son guapos, boo —explica Luca—. Son bonitas,
hermosas, maravillosas o impresionantes.
Ella hace sobresalir sus labios, pensando.
—Bueno, eres guapo, y yo me parezco a ti, así que eso debe
significar que yo también soy guapo.
—¿O tal vez papá es simplemente hermoso? —Sugiero con una
sonrisa.
Papá y Luca gruñen ante eso. Miro a mamá y las dos nos reímos.
Mamá se acerca y pasa una temblorosa mano por la parte posterior
del cabello de Aria.
—Tienes lo mejor de tus padres y eso te hace ver perfectamente
hermosa.
Aria la mira, frunciendo el ceño.
—Usted es mi abuela y él mi abuelo, ¿verdad?
Mamá cierra los ojos un breve momento con dolor reflejado en su
rostro, antes de volver a abrirlos.
—Sí, lo somos, cariño.
—¿Y extrañaste a mamá mientras dormía?
Los ojos de mamá saltan a los míos con el ceño fruncido.
—Te lo explicaré más tarde —digo.
Ella mira nuevamente a Aria y responde.
—La extrañamos mucho.
—¿Y puedo venir a quedarme contigo a veces?
Su barbilla tiembla, pero sus labios dibujan una sonrisa.
—Nos encantaría eso.
—¿Puedo traer a Goodie conmigo?
Una vez más, hay otra pregunta en sus ojos cuando mi madre me
mira.
—No creo que…
Interrumpo a Luca.
—Es su mascota, un hámster. —Les contaré más tarde sobre los
peligrosos mordiscos de Goodie.
—Definitivamente puede venir contigo —responde papá.
—¿Y puedo llamarlos abuelo y abuela?
Esta vez es papá quien sonríe.
—Por supuesto.
—De acuerdo —Ella les sonríe, y observo cómo se derriten los
corazones de mis padres, tal como sabía que ocurriría.
Ellos giran hacia la casa y mamá hace un gesto para que los sigamos.
—Por favor, pasen. Hay tanto que queremos saber.
Miro a Luca con una sonrisa, y él me la devuelve. El alivio me invade;
estoy eternamente agradecida de que esta visita vaya por el camino que
esperaba.
Entramos y me envuelven los recuerdos de mi infancia. Me alegra
ver que no ha cambiado mucho desde que me fui. Sólo hay una cosa que
haría este día perfecto.
—¿Dónde está Teresa? —Le pregunto ansiosamente a mamá, y
luego la busco.
—Está en la práctica de tenis. —Mira el reloj de oro en su muñeca.
— Debería estar de vuelta pronto. —Sonríe con tristeza—. Ella estará tan
feliz de verte.
Me duele el pecho, porque por mucho que extrañé a mis padres,
extrañé más a Teresa. No sólo es mi hermana, sino que también era mi
mejor amiga.
Mamá nos lleva a la cocina y revolotea por la habitación, pregunta
si queremos algo para beber o comer. Luca y yo rechazamos la oferta de
comida, pero aceptamos un vaso con limonada. Aria toma un vaso de jugo
de manzana y felizmente acepta el tazón de arándanos que mamá le
ofrece.
—Eran los favoritos de tu mamá cuando era pequeña —dice mamá
con voz melancólica.
—¿De verdad? —Pregunta Aria, con interés iluminando sus ojos.
Mamá se ríe.
—Sí. Teníamos que escondérselos o se los comería todos de una
sola vez.
Aria se ríe y se mete uno en la boca.
Nos sentamos un rato y hablamos. Termino llevando a Aria a la sala
de estar para que vea una de las viejas películas de Disney de Teresa, así
todos podemos hablar sin que ella nos escuche. Mamá y papá reconocen
las limitaciones de lo que podemos decir con Aria en la habitación.
Cuando les cuento lo que hizo Theo y lo que provocó mi coma, mamá se
desmorona por completo. Inmediatamente la silencié cuando trató de
culpar a papá y a ella misma. Puede haber sido su decisión alejarme
cuando les dije que Luca y yo casaríamos, pero lo que hizo Theo no fue
en absoluto su culpa. Luego comenzaron a culparse por no haberme
buscado lo suficiente. También alejé de sus cabezas ese pensamiento. Lo
último que supieron fue que Luca y yo nos iríamos de la ciudad. No tenían
motivos para buscarme en los hospitales locales.
Puedo ver la ira en el rostro de papá aumentando con cada nueva
revelación sobre el engaño de Theo. Me preocupa que le eche la culpa a
Luca porque es su hermano, así que me sorprende cuando le agradece a
Luca.
—Salvaste a nuestra chica y nos la trajiste de vuelta —dice
bruscamente.
Luca mira a papá directamente a los ojos y dice con convicción:
—Siempre la salvaré, señor. La amo con cada parte de mí ser.
La última de las reservas de papá para con Luca se va. Lo veo cruzar
la mesa y ofrecerle la mano a Luca otra vez, y lo reafirma cuando
murmura:
—Bienvenido a la familia.
Me convierto en un desastre lloroso otra vez. Abrazo a papá y le
doy las gracias al oído. Sus ojos se llenan de lágrimas cuando me aparto.
Estoy a punto de levantarme para ir a ver a Aria cuando oigo un
portazo. Mi corazón se acelera porque sé que sólo puede ser una persona.
—¡Mamá, papá! —Cierro los ojos cuando oigo su musical voz—.
¿Saben que hay una niña en la sala de estar viendo tv?
Estoy dándole la espalda a la puerta, pero sé que ahora ella está en
la habitación. Abro los ojos y veo a Luca. Él sabe cuánto echo de menos a
mi hermana.
Respiro profundamente, y con el corazón en la garganta, me levanto
y me doy la vuelta.
Ella es absolutamente hermosa y se parece a mí cuando tenía su
edad. La última vez que la vi tenía siete años, un poco más que Aria. Ya
tiene catorce años, es casi una mujer adulta.
Sus ojos se encuentran con los míos y frunce el ceño confundida.
No le lleva mucho tiempo reconocerme.
—¿Jules? —Susurra—. ¿Eres tú de verdad?
Asiento, porque es todo lo que puedo hacer. Mi boca está
demasiado seca y mi garganta demasiado apretada para formular
palabras.
Un segundo ella está a centímetros de mí y al siguiente se arroja a
mis brazos. Las dos caemos al suelo. Su cuerpo tiembla en mis brazos
mientras presiona su rostro contra mi pecho. Sus manos agarran la parte
de atrás de mi camisa, como si temiera que me alejara.
Ella no debería temer. No voy a ir a ninguna parte. No hay nada que
pueda alejarme de mi hermanita.
—¡Tú desapareciste! —Gime—. ¡Un momento estabas ahí, y luego no
lo estabas! ¿Por qué nunca regresaste?
—Shhh… —Arrullo, paso mi mano arriba y abajo por su espalda. Su
dolor me está destrozando. Soy su hermana mayor, me admiraba y no
estuve ahí para ella—. No pude. Algo pasó y me mantuvo alejada, pero ya
estoy de vuelta, y juro que no te dejaré nunca más.
Ella se aleja de mí y me mira.
—¿Qué pasó?
Me deshago de sus lágrimas, ignorando las mías.
—Te lo explicaré más tarde.
Ella respira y se limpia la nariz con el dorso de la mano.
—¿Prometes no volver a desaparecer?
—Lo prometo —digo con fuerza.
—Te extrañé tanto, Jules.
Mi estómago duele.
—También te extrañé.
Ella se muerde el labio, mira a mamá, a papá y luego a Luca.
—¿Quién es él?
Nos levantamos y agarro su mano.
—Él es Luca, mi esposo. Luca, te presento a mi hermana menor,
Teresa.
Eleva las cejas y abre la boca al mirarlo. Tiene que ser al menos
cincuenta centímetros más alto que ella.
—Es un placer conocerte finalmente, Teresa —dice Luca,
extendiendo su mano—. Jules me ha hablado mucho de ti.
—¿Lo ha hecho?
Luca sonríe.
—Sí.
Teresa se gira hacia mí y baja la voz.
—Es lindo.
Luca la oye y se ríe. Papá gruñe, y mamá y yo nos reímos.
—Lo sé.
Ella frunce el ceño otra vez, y sus ojos parpadean hacia Luca antes
de mirarme a mí.
—La niña pequeña… Es tu hija, ¿verdad?
—Lo es —Confirmo.
—Wow. —Suspira—. Eso me convierte en tía.
Rodeo sus hombros con mí brazo.
—Así es, ¿te gustaría conocerla?
—Sí —responde inmediatamente.
La acerco a mis brazos una vez más, necesitando sentirla ahí para
saber que esto es real. Mis ojos se encuentran con los de Luca de nuevo,
y brillan con amor mientras él me mira con una expresión suave.
Mientras llevo a mi hermana a la sala de estar a conocer a Aria, y
mis padres y Luca nos siguen, pienso en lo afortunada que soy.
Hace más de siete años, tuve la suerte de encontrar al único hombre
con el que debía pasar el resto de mi vida. Lo supe en cuanto lo conocí.
Sólo tuvimos semanas antes de que nuestra felicidad fuera arrancada. Los
años que estuve en coma, me perdí, flotando en el espacio, ni aquí ni allá.
La primera persona que vi después de salir del coma fue de nuevo al
hombre de mis sueños, a la otra mitad de mi alma, pero todavía estaba
perdida. Incluso antes de recuperar la memoria, mi alma reconoció a Luca
por lo que era, y poco a poco empecé a sentirme completa de nuevo, como
si perteneciera y estuviera exactamente donde se suponía que debía estar.
Con Luca y nuestra hija.
Ahora tengo a mi hermana y a mis padres de vuelta, y sé que pase
lo que pase, no importa lo que pase, no importa lo que la vida nos depare,
nunca será destruido el sentimiento pleno que llevo en mi corazón.
Presento a mi hermana a Aria, y ella la acepta como una flor al sol.
Nos quedamos a cenar y Teresa me cuenta todo lo que me he perdido en
los últimos siete años. Absorbo cada palabra, me enorgullezco de volver
a oír su voz y de ver la emoción en sus ojos.
Está oscuro para cuando nos vamos. Todos intercambiamos
números, y le prometo a Teresa y a mis padres que volveré en un par de
días a visitarlos otra vez.
Mientras Luca conduce por las calles del lado norte de la ciudad
hacia el lado sur, con mi mano en la suya sobre su muslo, no puedo evitar
la sonrisa que se queda pegada en mi rostro. Lo miro cuando siento sus
ojos en mí.
—Te amo —dice en voz baja, y luego lleva el dorso de mi mano a
sus labios.
—Yo también te amo.
Él mira de nuevo la carretera, pero veo la sonrisa extendiéndose por
sus labios. Miro al asiento trasero de la camioneta y encuentro a Aria
durmiendo tranquilamente.
Un solo pensamiento viene a mi mente y mi sonrisa se ensancha.
Mi vida no podría ser más perfecta de lo que es en este momento.
Luca
pesadamente contra el duro piso de linóleo
mientras sigo al guardia a una habitación llena de pequeñas divisiones.
Cada división tiene un cristal antibalas y un teléfono a ambos lados. Tomo
el asiento que me indica el guardia y espero. Gotas de sudor se forman en
mi frente. No porque esté nervioso. Es por la feroz ira que me recorre. Ha
pasado un año desde que Theo fue sentenciado a cadena perpetua por
todos los crímenes que cometió. A los cincuenta años, estará en libertad
condicional, pero para entonces, sólo será un frágil anciano. Agresión
sexual, agresión física, violación, violencia doméstica y dos cargos por
intento de asesinato. Esos sólo fueron los peores cargos por los que fue
condenado. Hay varios más. El jurado sólo estuvo afuera diez minutos
antes de regresar con su decisión.
Estoy apoyado contra mi asiento, con el tobillo en la rodilla, cuando
veo a un guardia guiando a Theo hacia mí. Mi mandíbula se tensa al verlo
por primera vez desde el día que fue sentenciado a cadena perpetua. La
ira que sentía hacia él sigue siendo tan fuerte como el día que lo encontré
cerniéndose sobre Jules, preparándose para violarla por segunda vez.
Me fulmina con la mirada cuando toma asiento, tira del auricular
del teléfono y luego lo lleva a su oreja. Yo no tomo el mío enseguida, opto
por mirarlo fijamente. Odio que seamos idénticos.
Dejo caer mi bota al suelo y levanto el teléfono.
La voz de Theo suena insignificante cuando gruñe.
—¿Qué quieres?
—Respuestas —gruño acaloradamente.
Él ladra una carcajada y me pone los nervios de punta.
Originalmente, no iba a esperar tanto para visitarlo, pero sabía que
necesitaba tener la cabeza fría cuando viniera, y me ha llevado bastante
tiempo conseguirlo.
—¿Por qué te diría algo? —Pregunta.
—Porque no tienes nada que perder, y porque jodidamente estas en
deuda con Jules y conmigo.
Acaricia la barba en su rostro y no dice nada durante varios
minutos. Finalmente, asiente y voy directo al grano. Quiero que esto
termine lo antes posible.
—¿Por qué?
—Porque la quería para mí —responde escuetamente, como si fuera
perfectamente normal que alguien hiciera la mierda que él hizo.
El abogado de Theo trató de jugar la carta de la locura, pero el
abogado de la fiscalía tiró esa mierda fuera del juego malditamente
rápido. Mi hermano no está loco, es muy inteligente y determinado.
Paso a la siguiente pregunta.
—¿Por qué llevaste a Jules al hospital después de haberla atacado?
¿Y por qué no me culpaste e hiciste que me arrestaran cuando me
desperté sin memoria? Vieron el daño que le hicieron. Alguien debió ser
culpado por eso.
Se encoge de hombros.
—Me asusté cuando la perra se golpeó la cabeza y no despertó. La
llevé al hospital y les dije que alguien irrumpió en su casa.
Mi mandíbula se tensa, pero reprimo mi gruñido mientras él
continúa.
—Y que tú no la recordaras fue poético. Se querían tanto, y fue
perfecto cuando no la recordaste, ¿por qué arriesgarme a quedar atrapado
en una mentira cuando yo podía ocupar tu lugar? No te iba a dar la
posibilidad de recordar.
Daría cualquier cosa por poder alcanzarlo a través del cristal y
poner mis manos alrededor de cuello del presumido bastardo.
Nada sería más satisfactorio que ver cómo se escapa la vida de sus
ojos.
—Una vez ella despertó, debiste haberte preocupado de que uno de
nosotros recordara —declaro a través de mis dientes apretados.
Se recuesta en la silla, cruza un brazo por su pecho y apoya el otro
codo sobre él.
—Era un riesgo que estaba dispuesto a correr. Y fue tan
jodidamente satisfactorio tenerla tan cerca de mí frente a tus propias
narices.
—¿Qué demonios te hice para que me odies tanto como para que
me jodieras la vida como lo hiciste? A tu propio maldito hermano.
Suspira y frota una mano por su rostro.
—No fuiste tú, Luca. Fue ella. Cuando te vi entrar con ella ese día a
recoger su auto, todo mi jodido mundo se detuvo. Yo la vi primero, se
suponía que siempre sería mía. Tú jodiste mi vida.
Le muestro los dientes.
—Si tanto te preocupabas por ella, ¿por qué no le dijiste sobre Aria
cuando despertó?
Enojo aparece en sus ojos y se sienta más recto en su silla.
—Porque se suponía que ella también era mía. Sólo fue otra forma
de castigarla por haberte elegido a ti en vez de a mí.
—¿Por qué la trasladaste desde el otro lado de la ciudad hasta
nuestro hospital?
Su labio se crispa en una mueca de desprecio ante eso.
—Pasaron años y ella aún no despertaba, y tú nunca recuperaste la
memoria. Pensé que era seguro que nunca saldría del coma. Al principio,
quería mantenerla lo más lejos posible de ti. El Hospital United fue la
apuesta más segura. Fue mi culpa moverla al General. Debería haber
sabido que al final te encontrarías con ella.
Fue una puta intervención divina que él la haya trasladado. Nunca
fui al United, así que no tengo ninguna duda de que, si no la hubiera
movido, nunca la habría vuelto a ver.
Me pregunto si ella se habría despertado si yo no hubiera
encontrado el camino hacia su habitación. Me gusta pensar que fue mi
presencia lo que la devolvió a la vida. Que ella estaba esperando a que yo
encontrara el camino de regreso a ella.
Hago una última pregunta. La respuesta no importa, pero aún así
quiero saber.
—¿Te arrepientes?
Su respuesta es inmediata y la siniestra mirada en sus ojos es
maníaca.
Se inclina hacia adelante hasta que su nariz prácticamente toca el
cristal.
—Lo haría de nuevo en un abrir y cerrar de ojos. Una y otra vez.
Puede que la tengas ahora, hermano, pero nunca olvides que yo también
la tuve. Ella nunca debió ser tuya.
Sus palabras rompen el último hilo de sentimiento que tenía por mi
hermano. No me di cuenta hasta ahora que aún quedaba algún
sentimiento, pero ahora jodidamente se ha ido.
Mi voz está vacía de emoción cuando le digo.
—Mi hermano murió el día que violó a mi esposa e intentó
robármela. Te equivocas, Theo. Jules nunca fue tuya. Puede que la hayas
ocultado durante años, pero habríamos encontrado el camino de vuelta
al otro. No hay nada que pudieras haber hecho para cambiar eso.
Sostengo sus ojos, que parecen idénticos a los míos, durante unos
instantes antes de decidir que terminé. Realmente no aprendí nada nuevo
del bastardo; la mayor parte ya me la había imaginado.
Retiro el teléfono de mi oreja, listo para colgarlo, cuando Theo dice
mi nombre. Sus ojos parecen desesperados y desanimados mientras se
acerca al cristal. Me llevo el teléfono a la oreja. No porque sienta pena por
él, ese barco zarpó hace mucho tiempo, sino porque tengo curiosidad por
saber si me dirá algo más.
—¿Cómo está…? —Baja la mirada a su regazo y luego me mira de
nuevo través del cristal—. ¿Cómo está Aria?
Su desesperanza hace que mi sangre se congele. No se merece
ninguna respuesta de mi parte. Jugó con la vida de Aria tanto como con
la mía y la de Jules. Si fuera por él, yo nunca habría sabido lo de Aria.
Le doy lo único que puedo, y sólo porque sé que le dolerá. Aún así,
su dolor nunca podría compararse con el de mi familia.
—Mi hija está bien. Adiós, Theo. —Vuelvo a colocar el teléfono en
el soporte y me pongo de pie, sin preocuparme por la expresión de dolor
en su rostro. Le echo un último vistazo, sabiendo que será el último, antes
de girarme y alejarme.
Salgo de la prisión, subo a mi camioneta y regreso con mi familia.

, con las piernas, el pecho y los brazos


acunándola, miro por encima de su hombro y la ayudo mientras desliza
suavemente la máquina de tatuajes sobre la piel falsa que tiene al frente.
No es que realmente necesite ayuda. Tiene un puto talento innato. Nuestra
respiración es uniforme, y nuestros corazones laten al mismo tiempo,
nuestras manos están firmes.
Le compré un pequeño kit de tatuajes con piel falsa para ayudarla
a practicar. La niña todavía tiene en mente que quiere trabajar en Ink Me
cuando tenga edad suficiente. Quiero mucho más para ella. Quiero que
vaya a la universidad, se gradúe y se convierta en algo grande. Para que
pueda dejar este pueblo de mierda atrás. Sólo tiene nueve, diez años en
unos pocos meses, así que podría cambiar fácilmente de opinión, pero
algo me dice que es demasiado parecida a mí para que eso suceda, y en
cierto modo, eso me hace sentir malditamente muy orgulloso. Me siento
muy honrado de que quiera parecerse a su padre. Una vez que sea lo
suficientemente mayor, y si sus opciones de vida siguen siendo las
mismas, me comprometeré con ella. Ella puede ser mi aprendiz, pero
quiero que al menos vaya a la universidad local al mismo tiempo y
obtenga un título que le sea útil en caso de que cambie de opinión.
Ella retira la máquina y suelta el pedal.
—¿Cómo está esto, papá? —Pregunta, mirándome por encima del
hombro.
—Realmente muy bien, boo. Casi perfecto.
Ella me sonríe y llena mi corazón de tanto amor que puedo sentir
las costuras estirándose para acomodarlo todo.
La beso en la mejilla y me pongo de pie. Mis ojos se posan en el
dibujo que cuelga sobre nuestro televisor. Es en el que estuve trabajando
cuando Jules volvió a mi vida. Un árbol de glicinia con ramas bajas. Una
chica debajo de las ramas. Tuve que volver a dibujarlo porque la silueta
frente a ella era la mía. En ese momento, mi mente no mostraba mi rostro
porque no tenía recuerdos de ella. La visión completa llegó a mí poco
después de que mis recuerdos regresaran. Añadí dientes de león porque
el campo estaba lleno de ellos cuando le pedí que se casara conmigo. Los
recuerdo volando a nuestro alrededor como copos de nieve. Me di cuenta
mientras redibujaba la imagen que las pequeñas luces en mis sueños eran
las semillas de los dientes de león. El tatuaje en mi brazo, el de los dientes
de león, que me hice hace cuatro años. Un día me desperté con la visión
en mi cabeza y una incontrolable necesidad de tatuarlos en mí, junto con
las palabras “l'amour est gratuit, love is free”. Fue lo que Jules me dijo
después de que le pedí que se casara conmigo. Era otra forma en la que
mi mente y mi corazón no la dejaban ir.
Levanto la mirada cuando el suelo cruje, y veo a Jules de pie en la
puerta, apoyada contra el marco. Su sonrisa es vibrante y malditamente
hermosa.
—¡Hola mamá! —Llama Aria—. Ven, mira lo que hice.
Jules se acerca y mira el corazón envuelto en hiedra. Sus dedos se
mueven naturalmente a través del cabello de Aria sin pensarlo mientras
mira cuidadosamente el diseño.
—Es hermoso, Aria. Tus líneas están mejorando mucho.
—Gracias —dice orgullosa. Sus ojos se mueven a los míos—.
¿Podemos hacer otro?
—¿Qué tal si haces el siguiente por tu cuenta? Muéstrame lo que
puedes hacer.
—De acuerdo. —Se gira hacia la mesa y toma otro trozo de piel
falsa.
Me dirijo hacia mi esposa y la acerco a mí. Su redondeado estómago
me impide acercarme demasiado. Ella está embarazada de ocho meses, y
no puedo esperar a tener a nuestro bebé en mis brazos.
Como si estuviera de acuerdo conmigo, un suave empujón golpea
mi abdomen inferior, seguido rápidamente por otro.
—Junior está inquieto —murmuro, y paso mis manos por el
estómago de Jules.
Me sonríe y desliza las manos por mi pecho hacia mis pectorales,
su anillo de diamantes brilla con la luz.
—Tiene hambre.
—Bueno, entonces será mejor que lo alimentemos. —Pellizco la
punta de su nariz.
Ella gime y planta su rostro contra mi esternón.
—Estoy cansada de comer. Parece que es todo lo que hago hoy en
día. Voy a estar tan grande como una casa para cuando él llegue aquí.
Me rio entre dientes por sus palabras murmuradas, luego me
agacho y la tomo en mis brazos.
—No me importaría —digo—. Oye, boo. Voy a alimentar a mamá y a
Junior. Volveré para ver cómo estás en unos minutos.
Ni siquiera hay indicio de que me haya oído, su mente está centrada
en el nuevo diseño. Aria se parece a mí de muchas maneras, una de ellas
es su completa dedicación al arte, ya sea dibujando, pintando, haciendo
bocetos o trabajando con la máquina de tatuajes.
Llevo a Jules a la cocina y la pongo sobre la encimera junto a la
nevera. Cuando hace un movimiento para bajarse, la señalo con el dedo y
ordeno:
—Quédate ahí.
Ella pone mala cara y dice:
—Puedo hacer mi propia comida, ¿sabes? No soy una inválida. Sólo
estoy embarazada.
Abro la nevera y saco una lata de piña en rodajas, un frasco de
mayonesa y un paquete de tocino. Sí, mi esposa tiene unos raros antojos
como la mierda. Sándwiches de tocino, mayonesa y piña. Eso me revuelve
el estómago, pero si eso la satisface a ella y a Junior, es lo único que
importa.
Deposito los artículos en la encimera al lado de su cadera y abro la
lata de piña antes de meterme entre sus piernas. Agarro una rebanada de
piña con mis dedos, muerdo la mitad para que no sea demasiado grande
y quepa en su boca, y le ofrezco el resto a Jules. Sus labios se deslizan
entre mis dedos y envían ondas de choque directamente a mi polla. Su
gemido cuando muerde la jugosa fruta no ayuda a mi creciente erección.
Incapaz de ayudarme a mí mismo, lamo el residuo de jugo de sus labios.
—Sabes que cuidarte es una de mis cosas favoritas.
Engancha las piernas alrededor de mi cintura y sus tacones se
clavan en mi trasero acercándome más.
—Lo sé. Es una de las muchas cosas que amo de ti.
Este embarazo es muy especial para Jules y para mí. Ninguno de los
dos fuimos testigos o parte del primero, así que ambos estamos
disfrutando la experiencia al máximo. Parte de eso para mí está en sujetar
su mano y cuidar sus pies, ¿y qué si a veces voy demasiado lejos?
Tomo otra rebanada de piña, muerdo una porción y le doy el resto.
—¿Estás lista para tus exámenes?
Ella suspira, sus dedos trazan las líneas en mi camisa. Ha estado
tomando cursos en línea para obtener su título en diseño de interiores y
ya está casi terminando. Dejé que decidiera si quería asistir a una
universidad de manera presencial, pero dijo que prefería hacerlo desde
casa, donde puede estar con su familia todo el tiempo. Hemos estado
trabajando en un plan de negocios para que pueda empezar su propia
compañía una vez obtenga su título.
—No. Sí. —Se ríe—. No lo sé.
—Lo vas a hacer genial. —Aprieto su cadera para tranquilizarla.
Sus labios se retuercen a un lado.
—Me alegra que confíes en mí.
Acuno con una mano su mejilla y levanto su rostro.
—Lo voy a hacer genial —repito—. Dilo.
Ella sonríe y asiente.
—Lo voy a hacer genial.
—¿Cómo le fue a Teresa en su examen de conducción? —Pregunto
una vez termina de masticar.
Su mano se mueve hacia el relicario alrededor de su cuello, otra
pieza de evidencia que Kale tomó por mí. Theo quitó la foto de Jules y
mía cuando encontró el relicario. Ahora lleva la de Teresa a un lado y una
foto de Jules, Aria y yo al otro.
—Lo aprobó y ahora piensa que es la abeja reina. —Jules se ríe
poniendo los ojos en blanco.
—A tus padres les va a costar mucho controlarla.
Arrastra los dedos por mi estómago, las puntas rozan los piercings
en mis pezones, sacándome un silbido.
—Sólo espera a que Aria llegue a esa edad.
Yo frunzo el ceño.
—Ella ya conoce la regla de ningún chico hasta que cumpla los
treinta.
Ella se ríe a carcajadas y sus piernas se tensan a mi alrededor. No
puedo evitar sonreírle, aunque no me crea. Lo que dije es evangelio, la
pura verdad, quieran creerlo o no.
—Estás delirando, Luca. —Me informa con una risita.
—No lo estoy. Mi chica no va a salir con nadie hasta que yo lo diga.
—¿Y hasta cuándo será eso?
—Cuarenta —respondo con rostro serio.
Ella se ríe de nuevo.
—Pero acabas de decir hasta los treinta.
—Cambié de opinión.
Ella sacude la cabeza.
—Hombre tonto. Nuestra hija te tiene envuelto en su meñique. Todo
lo que tiene que hacer es darte sus grandes ojos azules y te conviertes en
masilla. Usará esos ojos para salirse con la suya con los chicos también.
—Mentiras. Todo mentiras. Mi chica es dulce e inocente. Ella nunca
me manipularía así —declaro. Pero en parte tiene razón. Aria me tiene
envuelto alrededor de su dedo, más ahora que es mi hija y no mi sobrina.
Jules resopla.
—Te lo recordaré en un par de años. —Sus manos agarran mi
camisa—. Ahora Bésame.
Una vez terminada la discusión, me acerco lo más que puedo y poso
mis labios contra los suyos. Sabe a Jules y piña, una de las muchas
combinaciones que se han convertido en mis favoritas. Mis manos
serpentean por sus muslos bajo su falda, no me detengo hasta que llego
a la unión en sus muslos.
Nuestro beso es perezoso, pero no menos apasionado. El embarazo
nos ha vuelto voraces a ambos, algo de lo que nos aprovechamos tan a
menudo como podemos.
Deslizo mi pulgar por debajo del borde de sus bragas y lo rozo
contra su clítoris. Está empapada, como siempre lo está para mí.
Ella lanza un gemido bajo, y yo me trago el sonido, sin querer que
pequeños oídos escuchen y vengan a investigar. Sé que no podemos ir
más allá de lo que estamos haciendo ahora, pero aún no he terminado
con ella. Escucho y sigo oyendo el zumbido de la máquina de tatuajes y
sé que seguimos siendo buenos.
Sus codos van a mis hombros y ella rodea la parte posterior de mi
cabeza con sus brazos, enjaulándome efectivamente.
Joder, esta mujer me vuelve completamente loco.
Quito mi mano de sus bragas, agarro su trasero para tirar de ella
hacia el borde de la encimera, y trato de moler mi polla contra ella.
Su vientre está entre nosotros, y me da ganas de llorar.
Afortunadamente, ella libera el agarre enjaulado que tiene en mi cabeza
y se inclina hacia atrás, moviendo a Junior fuera del camino.
Justo ahí, joder. Eso es lo que necesitaba. Con sus manos en la
encimera detrás de ella, sus ojos ámbar entrecerrados mirándome y
mordiéndose el labio, me balanceo contra ella. Su falda está levantada; lo
único que hay entre nosotros son sus bragas y mis jeans, así es como
siento su calor. Está muy cerca de quemarme.
Un empujón a la izquierda, un pinchazo a la derecha, y Junior hace
notar su presencia una vez más, recordándonos que está a la espera de
ser alimentado. Miro hacia abajo y frunzo el ceño mirando su estómago,
Jules se ríe con voz ronca.
—Paciencia, hombrecito. —Me quejo. Todo es una fachada. Amo
cada uno de sus empujones.
Me agacho y beso el lugar donde Junior acaba de patear. Levanto su
camisa un poco más, viendo el tatuaje del corazón. El que le hice dos
semanas después de conocernos. Theo dijo que lo consiguió como
símbolo de su amor, pero en realidad era nuestro amor lo que
representaba. Es su luz y mi oscuridad. Dos mitades de un corazón
reparándose en uno. Beso la hermosa pieza de arte antes de bajar su
camisa.
—El deber me llama. —Le digo a Jules una vez me incorporo y me
paro derecho.
—Oye. —Ella me acerca de nuevo jalándome del bolsillo de mis
jeans antes de que pueda alejarme para comenzar a preparar el tocino.
Sus dedos se deslizan a través de mi cabello—. ¿Te he dicho hoy cuánto
te amo?
Recojo su cabello en una mano y lo coloco sobre su hombro y
sonrío.
—Sí, pero dímelo de todos modos.
Cuando sonríe, casi me caigo de culo.
—Infinitamente. No hay principio ni fin. Por siempre y para
siempre.
Eso es lo que siempre dice, desde la primera vez que me dijo que
me amaba, y cada vez que lo hace, agradezco a mis estrellas de la suerte.
Muchos hombres lo han pensado, pero sé hasta el fondo de mi alma que
soy el hombre vivo más afortunado por haber encontrado a la mujer que
tengo en mis brazos, por tener a nuestro hijo en su vientre y a la hija que
me dio en la habitación de al lado.
—Eterno, perpetuo e inagotable —repito lo que siempre le digo a
ella.
Ella sonríe, yo sonrío, y ambos somos recompensados con otra
patada de Junior. Nos reímos uno en la boca del otro, y luego me dispongo
a alimentar a mi mujer y a mi bebé.
Alex Grayson es el autor más vendido de novelas
románticas contemporáneas de gran impacto
emocional, incluyendo la serie Jaded, la serie
Consumed y dos novelas independientes. Su pasión
por los libros fue reavivada por un regalo de su
cuñada. Después de pasar varios años como lectora
y blogger, Alex decidió escribir y publicar su
primera novela de forma independiente en 2014 (un
esfuerzo que le llevó un poco más de lo esperado).
El resto, como dicen, es historia.
Originalmente una niña del sur, Alex ahora vive en Ohio con su esposo, dos
hijos, dos gatos y un perro. Le encanta el color azul, la lasaña casera, navegar
casualmente por bienes raíces e interactuar con sus lectores.

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