The Sinister Silhouette
The Sinister Silhouette
The Sinister Silhouette
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Traducción
OnlyNess
Sand
Diana
Se lo dedico a mi papá. Puedes haberte ido de esta tierra, pero nunca
serás olvidado. Te amo papi.
“Luca…”
Hasta ahora…
1
Jab- cross : golpes clásicos y principales del boxeo.
golpe mientras la visión de ellos dos juntos llena mi cabeza, lo que sólo
hace que mi rabia se intensifique.
No tengo derecho a sentirme posesivo con una mujer que pertenece
a otra persona. De todos modos, todo es en vano, porque está en coma, y
si no ha despertado en siete años, las posibilidades de que despierte
ahora son prácticamente nulas.
Cuando recuerdo el miedo y el dolor en los ojos de Jules, un rugido
resuena en mi pecho, y tiro todo mi peso en el siguiente golpe y ataco la
bolsa como si mi vida dependiera de ello. No hay peor sentimiento que la
impotencia.
No sé cuánto tiempo permanezco ahí dándole una paliza a la bolsa,
pero termino con los brazos ligeramente envueltos alrededor de ella,
apoyando mi peso. El pecho me duele por el esfuerzo, y el sudor se desliza
por mi sien y espalda. Me duelen los músculos y el agudo dolor en la parte
baja de la espalda me hace sentir bien.
Un silbido bajo que viene detrás de mí me hace enderezar y darme
la vuelta. Abe está recostado en uno de los ring, con sus enormes brazos
cruzados sobre el pecho. Es negro como la medianoche, grande como un
jugador de fútbol americano y fuerte como un buey, a pesar de tener más
de sesenta años. Tampoco teme decirte las cosas sin rodeos, no es un
mentiroso, y si entras a su gimnasio, lo respetas a él y a su equipo, o no
dudará en patearte el trasero hasta la acera.
—¿Que te tiene tan alterado? —Pregunta, alejándose del ring. Me
lanza una botella con agua cuando está lo suficientemente cerca, y la
atrapo. La destapo, bebo la mitad de la botella antes de acercarme y
agarrar mi camiseta para secarme el sudor del rostro.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Pregunto, en vez de responder.
Sus ojos me evalúan críticamente, aceptando mi evasión por el
momento. No durará mucho tiempo.
—La maldita artritis me despertó. Oí tus gruñidos y quejidos desde
arriba y decidí revisar las cosas.
Gruño y termino de beber el agua. Abe es el dueño de todo el
edificio, incluyendo el apartamento de arriba, que es donde vive.
—Lo siento —murmuro.
Después de un momento de silencio, mi breve indulto termina.
—¿Vas a decirme qué te preocupa, muchacho? Y ni siquiera intentes
negarlo, porque esa paliza que le diste a la bolsa iba dirigida a alguien.
Aplasto la botella, me acerco a la papelera y la arrojo. Me dirijo a
un banco, me siento a horcajadas antes de mirar a Abe.
—Soy un imbécil, eso es lo que soy.
Levanta una de sus cejas con gesto divertido.
—Esa mierda no es nada nuevo, pero ¿qué te hace ser un imbécil
esta vez?
Cierro los ojos, apoyo la cabeza contra la pared a mi espalda, el
cansancio me golpea de repente.
—Theo está casado. Lo ha estado por años.
—¿Qué carajos? —Pregunta incrédulo.
Asiento.
—Sí. No lo supe hasta hace un par de días. —Me quedo callado un
momento, antes de admitir—. Hace años que sueño con ella, y no sé por
qué. Esta noche, soñé con ellos juntos, y quise matar a Theo por tocarla.
El silbido bajo de Abe suena de nuevo, y abro los ojos. Ambas cejas
están alzadas.
—Maldita sea, muchacho. Eso sí que es una jodida mierda.
Reprimiendo el gruñido que quiero dejar salir, dejo caer mi cabeza
contra la pared.
—Sí.
Abe suspira.
—Luca. —Levanto la cabeza de nuevo ante su irritado uso de mi
nombre—. No te castigues por esa mierda. Los sentimientos son algo
sobre lo que no tenemos control. Es obvio que no quieres sentirlos, y
mientras no actúes sobre ellos, no tienes nada de qué preocuparte.
Una desagradable risa se escapa de mis labios.
—Incluso si quisiera actuar sobre ellos, lo que nunca le haría a Theo,
no podría. Ella ha estado en coma por siete años.
—¿Qué dices? —Pregunta incrédulo.
—Aparentemente, se conocieron e iban a huir juntos, pero alguien
la atacó. Nadie sabía de ella. Lo descubrí porque la vi en la habitación del
hospital y la reconocí por mis sueños.
—Espera, ¿cómo has estado soñando con ella si la conociste hace
poco?
Dejo salir un suspiro cansado.
—Joder, si lo sé.
—Eso es raro y antinatural.
—Dímelo a mí. —Coincido.
Se queda en silencio después de eso. El ventilador de la calefacción
hace click y el aire que me golpea desde arriba aún no ha tenido l
oportunidad de calentarse. Se siente bien contra mi sudoroso pecho.
Me quito los guantes y me pongo de pie. Me coloco la camiseta y me
enfrento a Abe.
—Ya me voy. Gracias por dejarme usar el gimnasio.
—Cuando quieras. Para eso tienes las llaves.
Me giro para irme, pero me llama y me hace darme la vuelta otra
vez.
—Duerme un poco, Luca. Te ves como la mierda.
—Vete a la mierda, Abe —digo por encima del hombro.
Su profunda risa me sigue hasta la puerta.
y media. Pasé diez días sin ver a Jules,
porque no tengo derecho a querer hacerlo. Diez malditos días que casi
me vuelven loco. Nueve noches tumbado en la cama, deseando que viniera
a mí en sueños, aunque querer eso me convierte en un bastardo de la peor
clase, egoístamente no me importa. Si no puedo verla en persona, al
menos quiero alguna forma de ella, aunque siempre aparezca asustada o
adolorida y me ruegue por algo que aún no entiendo.
Diez días en los que fui a trabajar y traté de no pensar en ella. Diez
días en los que al salir del trabajo tuve que forzarme a girar a la derecha
por la calle 10 hacia mi casa en lugar de girar a la izquierda hacia el
hospital. Sólo dos de las nueve noches me visitó en sueños, pero las veces
que no lo hizo, desperté sintiéndome exhausto y agotado. Dormí inquieto
y no pude evitar sentirme decepcionado por el resto del día, lo que me
puso de muy mal humor. Las personas se dieron cuenta, especialmente
Ella.
—¡¿Cuál es tu puto problema?! —Gritó al octavo día, después de
entrar a mi oficina y cerrar la puerta de golpe.
—Déjame en paz, Ella —gruñí mientras me paraba detrás de mi
escritorio y empujaba mierda buscando un lápiz de dibujo en específico.
Puso las manos en la superficie de madera dura y se inclinó, en voz
baja, pero no menos áspera dijo:
—Has sido un imbécil durante días, Luca. O arreglas lo que te
molesta o quédate en tu maldita oficina y deja que Jazz y yo nos
ocupemos de tus clientes. Estoy cansada de ver a esas personas
caminando sobre cáscaras de huevo a tu alrededor.
Me estiré en toda mi altura y la miré con el ceño fruncido.
—Dije, déjame en paz.
Mostrándome los dientes, gruñó:
—Qué lástima, carajo. Eres mi hermano y trabajo para ti, así que
cuando algo te molesta, me molesta a mí. O lo superas o me dices qué
demonios está pasando.
Antes de que me diera la oportunidad de responder, salió de la
habitación, golpeando la puerta contra la pared. Tiene razón. Estoy siendo
un gilipollas, y esa mierda tiene que parar.
Intenté apartar la necesidad de ver a Jules, pero nada funcionó.
Así que ahora, dos días después, estoy caminando por el pasillo
hacia su habitación, sin importarme más si debería estar aquí o no. Desde
mi punto de vista, Theo no la visita tan a menudo como debería, algo que
todavía me molesta, y una persona no debería estar sola todo el tiempo,
aunque no se dé cuenta que lo está. También me enfurece que Theo
todavía no le haya contado a nadie sobre Jules, algo por lo que planeo
enfrentarme a él pronto.
Cuando ingreso a su habitación, el aroma a flores silvestres calma
algo en mi interior. El desolador sentimiento que me ha estado acosando
desaparece instantáneamente. Mis músculos se relajan por primera vez
en días. Por más jodido que suene, siento que aquí es donde pertenezco.
Camino hacia la cama, me siento en la silla y miro a la mujer que
ha estado asechando mis sueños durante años y consumiendo mis
pensamientos por semanas. Está hermosa, como siempre. Su cabello
nuevamente está trenzado y descansa en la almohada alrededor de su
cabeza. Está boca arriba, pero con la cabeza inclinada a un lado, así puedo
ver su hermoso rostro. Levanto la mano y toco el extremo de su trenza.
—Theo me habló de ti —digo en voz baja. Ya no me preocupa que
me echen si me atrapan. Theo es mi hermano, y yo no debería estar aquí,
pero me dará permiso si no está dispuesto a estar aquí.
—No tengo derecho a estar aquí, pero siento que debería. —Respiro
profundamente antes de dejar salir el aire lentamente. La mayoría de las
personas se sentirían extrañas hablando con alguien que probablemente
no puede oírlas, pero no con Jules. Se siente bien hablar con ella. —Theo
es un imbécil por dejarte aquí sola todo el tiempo. Dudo que puedas
oírme, pero sí de alguna manera puedes, te pido disculpas en su nombre.
Suelto su cabello y me recuesto en la silla, entrelazando los dedos sobre
mi estómago. Estiro las piernas y mis rodillas caen a los lados, poniéndose
cómodas. Estoy cansado y hambriento, pero levantarme y marcharme no
es una opción en este momento. Dejando caer la barbilla contra mi pecho,
decido cerrar los ojos un momento.
:¿
Theo: En casa de mamá, ¿por qué? ¿Qué está pasando?
En vez de contestar, tiro el teléfono al portavasos, enciendo la
camioneta y salgo del estacionamiento del hospital.
No tengo idea de lo que planeo hacer una vez vea a Theo; todo lo
que sé es que Jules no me conoce, así que su reacción hacia mí sólo puede
significar que pensó que yo era Theo. Lo que significa que él es a quien
teme. Mientras ese pensamiento calma algo en mi alma, todavía envía un
lento ardor de ira por mis venas.
¿Por qué coño Jules tiene miedo de Theo? ¿Qué pudo haber hecho
para causar ese terror que vi en sus ojos?
Mis nudillos duelen alrededor del volante mientras recorro las
calles hasta la casa de mis padres. Obligo a aflojarse a mis dedos y trato
de calmar mi ira. Por mucho que me moleste, necesito darle a Theo la
oportunidad de explicarme primero.
Unos minutos después, me detengo detrás del auto de Theo
estacionado en la acera frente a la casa de nuestros padres. Me tomo un
momento para tomar un par de respiraciones profundas hasta que me
siento bajo control de nuevo. Salgo de la camioneta, subo por la entrada,
y sin molestarme en golpear, entro. Mamá siempre ha insistido en que su
casa está abierta para sus hijos, y si nos oye tocar, nos pateará el trasero.
Me encuentro a mamá, papá, Theo y Aria en la cocina sentados en
la mesa terminando de cenar. En cuanto mis ojos se encuentran con los
de Theo, el enojo que intenté calmar en mi viaje regresa.
—¡Hoooola, tío Luca! —Aria dice en voz alta, agitando la mano que
sostiene una galleta.
—Hey, boo. —A través de mi enojo, consigo darle una sonrisa
genuina. Aria saca lo mejor de las personas.
—Luca, cariño, trae una silla y te prepararé un plato.
Cuando mamá se levanta de la mesa, levanto la mano.
—No estoy aquí para cenar, mamá —digo, manteniendo la voz
equilibrada. Ella todavía siente mi confusión y se gira para acercarse a mí.
—¿Está todo bien?
—Sí. —Mantengo la voz baja, para que Aria no oiga—. Hazme un
favor y lleva a Aria al patio trasero.
Frunce el ceño; mira a papá, luego a Theo, antes de volver a mis
ojos.
—¿Qué está pasando?
Agarro la mano que posó en mi brazo y le doy un suave apretón.
—Por favor, mamá. Hablaremos más tarde. Necesito hablar con
Theo.
Después de buscar en mis ojos un momento, asiente
silenciosamente con la cabeza y camina alrededor de la mesa hacia Aria.
—Hey, pequeñita. Ven a ayudar a la abuela a recoger unas flores
para la mesa. Estas se ven un poco viejas.
Extiende la mano para que Aria la tome. Después de meterse el último
bocado de su galleta en la boca, toma la mano de mamá, salta de la silla
y ambas salen por la puerta trasera hacia el patio vallado.
En cuanto la puerta se cierra, papá dice:
—¿Qué pasa?
No lo miro; mis ojos están fijos en Theo mientras me mira con los
labios apretados y el ceño fruncido.
—Ella está despierta —digo sin rodeos.
Salta de su silla y golpea la mesa con el muslo sacudiendo los
platos.
—¡¿Qué?! —Grita.
—¿Quién está despierta? —Papá pregunta, sonando confundido y
poniéndose de pie más despacio que Theo.
—Baja la voz —le gruño a Theo.
—No puede estar despierta —dice más tranquilo, pero no menos
asombrado.
—¿Alguien puede decirme qué demonios está pasando?
El tono irritado de papá me hace mirarlo. Es alto, no es delgado,
pero tampoco voluminoso. Está a finales de los cincuenta, con la mitad
de su cuerpo cubierto de tatuajes, barba y bigote, puede ser intimidante.
Cuando era niño, era nuestro héroe, el hombre más inteligente que
conocíamos, y daba mucho miedo cuando estaba furioso. No es que nos
haya levantado la mano, pero era estricto, exigiendo el respeto que se le
debía a él y a nuestra madre, y no aguantaba ninguna mierda de nosotros.
Lo respeto muchísimo, y él y mamá tienen derecho a saber que
tienen una nuera de la que se han perdido durante siete años.
Llevo mis ojos de vuelta a Theo.
—O se lo dices tú o lo haré yo.
Entrecierra los ojos formando rendijas, y por un minuto creo que
va a tirar de mi mano. Theo puede ser un amante de la diversión, el
despreocupado de la familia, pero también es una mierda y a veces puede
ser tan terco como Ella.
La indignación oscurece sus ojos antes de girarse hacia papá.
—Estoy casado. —Papá respira profundamente, pero antes de que
pueda decir algo, Theo continúa—. La conocí hace años, nos enamoramos,
nos casamos e íbamos a dejar la ciudad debido a la diferencia de nuestros
orígenes. Antes de que pudiéramos hacerlo, fue atacada. Ha estado en
coma desde entonces.
—Espera —ladra papá—. Disminuye la maldita velocidad, Theo,
¿cómo diablos tu madre y yo no sabemos esto?
La vergüenza parpadea en su rostro antes de tensar la mandíbula.
—Íbamos a contárselo a todo antes de irnos. Ya sabes cómo son las
cosas por aquí, papá. No quería que Jules formara parte de esto. No quería
que esto manchara su vida.
—Así que, ¿qué se joda tu familia? ¿Qué demonios crees que eso le
habría hecho a tu madre?
—No habría podido darle todo lo que se merecía si nos hubiéramos
quedado aquí —dice Theo en voz baja. Se vuelve hacia mí y sus ojos se
vuelven cautelosos—. ¿Está realmente despierta?
Sacudo la cabeza asintiendo.
—¿Ella… eh…? —Se pone nervioso y de repente parece temeroso—
. ¿Dijo algo?
—Sí.
La nuez en su garganta se balancea mientras traga.
—¿Qué dijo?
—No. —Da un paso atrás golpeando la silla que está detrás de él.
Doy un paso adelante—. Cuando me vio, gritó “no” una y otra vez. Estaba
jodidamente asustada. Dime, Theo. —Me acerco a él, inclino la cabeza
mientras retrocede un paso más—. Si no tiene idea de quién soy, tuvo que
haber pensado que yo era tú, ¿por qué demonios le teme a un rostro que
tú y yo compartimos?
Se detiene, y la mirada temerosa en su rostro se transforma en algo
siniestro. Aparecen líneas al lado de sus ojos mientras me mira fijamente.
Sus labios forman una línea firme y el pulso en su sien palpita.
Su enojo me detiene brevemente, sorprendido por el repentino cambio.
—Ella te conoce —dice amenazadoramente.
Me balanceo sobre mis pies.
—¿Qué?
Ahora es él quien viene hacia mí.
—Fuiste tú. —Escupe la última palabra.
—Eso no tiene jodido sentido, Theo —digo.
Frunce los labios con una mueca de desprecio.
—Tú fuiste la persona que la atacó —gruñe, con los ojos
enloquecidos.
—¿De qué demonios estás hablando? —Pregunto, con los nudillos
picando por aterrizar contra el rostro del maldito. Realmente no me gusta
lo que está insinuando.
—Hijo de puta —murmura la palabra, se da la vuelta y se frota el
rostro con las manos antes de darse la vuelta nuevamente—. La viste un
día, un par de semanas antes de casarnos. La viste y la quisiste para ti.
Fuiste tan lejos como para intentar seducirla y alejarla de mí. Mi propio
maldito hermano. No funcionó. Ella vino a mí y me contó lo que pasó. Me
enfrenté a ti, y peleamos. No tengo idea qué estaba pasando por tu cabeza,
pero el día que nos casamos, te diste cuenta y se activó un oscuro
interruptor dentro de ti. Enloqueciste.
Levanto la mano para detenerlo, porque todavía no tiene sentido.
—Nunca he visto a esa chica en mi vida, excepto por algunos
extraños sueños que he tenido durante años y las pocas veces que la he
visitado recientemente.
—Espera —interrumpe, frunciendo el ceño—. ¿Todavía sigues
visitándola?
—Eso no importa ahora —gruño—. Ahora explícame cómo podría
intentar quitarte a una chica cuando nunca antes la he visto. Y añádele a
eso que no hay manera de que te haga eso en primer lugar.
Sus manos agarran mechones de su cabello y tira de el mientras
mira hacia el techo, deja salir un gutural gruñido de sus labios.
Está escondiendo algo, y mi temperamento está precariamente
cerca del límite.
Sus ojos parpadean hacia papá antes de volver a mí.
—¿Recuerdas el accidente de auto que tuviste hace siete años? —
Con mi asentimiento, continúa—. Jules estaba en casa ese día empacando
porque nos iríamos esa noche después de contarle a la familia sobre
nosotros. Yo estaba en el trabajo reuniendo algunas cosas. Llegaste y te
dije que nos casamos. Destrozaste la oficina y te fuiste furioso, pero no
me di cuenta que habías perdido completamente la jodida cabeza y que
fuiste directo a casa de Jules. Llegué una hora más tarde y encontré a
Jules en el suelo, con sangre saliendo de su sien. Supe que fuiste tú quien
lo hizo. Llevé a Jules al hospital y fui a buscarte. Un par de horas después,
mamá llamó y dijo que tuviste un accidente automovilístico.
—¡Qué carajos, Theo! —Papá estalla—. Espera un…
—¡Perdiste la cabeza! —Me inclino hacia él, levantando la voz—. No
hay forma de que esa mierda haya pasado, ¡porque lo recordaría!
—Perdiste seis semanas de tu memoria, ¿recuerdas? Por cierto,
cinco semanas antes conocí a Jules, y tres semanas antes, la conociste.
Estuviste inconsciente dos días antes de despertar. Ella todavía no lo ha
hecho. O no hasta hoy.
Me tambaleo un paso atrás, algo puntiagudo y caliente punza en mi
pecho. Está mintiendo. Tiene que estar mintiendo. De ninguna manera
hice las cosas que dice que hice. Recuerdo cuando desperté en el hospital
y el lapso en mi memoria. Han pasado siete años, así que está borroso,
pero recuerdo estar desorientado por la pérdida de memoria. Recuerdo el
dolor en mi cráneo y un dolor sordo en el pecho. Recuerdo que sentí que
me faltaba una parte de mi cuerpo y eso me llevó a perder seis semanas
de memoria. Recuerdo la mirada preocupada en el rostro de mis padres y
la rabia en los ojos de Theo. Theo no estuvo mucho esas primeras
semanas, y cuando lo vi, parecía enojado. Eventualmente, regresó a su
estado relajado.
Me dejo caer en una silla de la cocina, mi cabeza cae en mis manos
para luego agarrar mi cabello. Oigo a papá diciéndome algo, pero estoy
tan concentrado intentando recordar el rostro de Jules que no puedo
entender lo que está diciendo.
Trato de recordarla siete años atrás, o cualquier cosa que haya
sucedido en esas seis semanas. He tratado antes de activar ese corto plazo
de tiempo, pero nunca he trabajado demasiado duro en ello.
Sólo fueron seis semanas, y no le vi sentido a agotarme por eso. Es
un puto desorden, pero todo lo que puedo ver son mis sueños y las veces
que la visité en el hospital. Nada del pasado. Ni siquiera una maldita pista.
Levanto la cabeza y sé que mis ojos deben parecer salvajes o algo
así. Siento que me estoy volviendo loco.
—¡¿Por qué nunca me lo dijiste?! —Grito a través de la garganta
seca. Agua. Necesito un poco de agua. Al ver la botella de cerveza de papá
en la mesa, la cojo y me la llevo a la boca hasta que no queda nada para
beber.
—Mamá y papá no sabían lo de Jules. Nadie lo sabía excepto tú y
yo. Pensé que les haría daño si lo sabían, y no es como si Jules estuviera
ahí. —Me estremezco ante sus duras palabras, pero él continúa—. Cuando
despertaste y no la recordaste, no le vil sentido a decírtelo. Tu pérdida de
memoria resolvió el problema de tu fijación con ella. La llevé a propósito
al Memorial para que no estuvieras cerca de ella. Prefería que la olvidaras.
Mis ojos vuelan hacia papá, necesitándolo para confirmar que lo
que dice Theo es verdad. Al menos la parte que conoce. La culpa estropea
su rostro, y obtengo mi respuesta.
—No teníamos ni puta idea, Luca —dice papá.
—¡¿Por qué carajos no llamaste a la policía y me hiciste arrestar?!
—Le grito a Theo.
Sus ojos brillan y su mandíbula se tensa.
—Porque quería enfrentarme a ti primero. Quería mirarte a los ojos
cuando me dijeras que la habías atacado. Sabes que a la policía no le
importa una mierda lo que pasa por aquí, así que las posibilidades de que
pagaras por lo que hiciste sólo era del cincuenta por ciento. Planeé exigir
mi propio castigo. No tuvo, sentido ya que cuando despertaste no
recordabas nada.
Me siento mal del estómago, pero empujo la necesidad de vomitar.
El odio en sus ojos es asombroso e inconfundible. No lo culpo. Tiene todo
el derecho a odiarme y querer clavar mi culo en la pared.
Todavía es difícil creer que lo que me está diciendo es verdad, pero
algo en mi interior sabe que tiene que serlo.
No hay razón para que él mienta. Siempre he tenido un
temperamento volátil. Muchas veces eso me ha salvado, pero también me
ha causado muchos problemas. Aún así, la idea de lastimar a una mujer,
a la mujer de Theo, es demasiado para que mi mente lo procese. No es
algo que pueda comprender.
Me viene a la mente la imagen de Cora con mi mano alrededor de
su cuello, y la bilis se eleva de nuevo, ¿soy capaz de hacerle daño a una
mujer? Que yo recuerde, nunca me he sentido tentado hasta que Cora
hizo lo que hizo. Pero incluso entonces, fue fácil dejar de lado ese impulso
porque es una mujer, y yo no soy ese tipo de hombre. O eso pensaba yo.
Me paso las manos por el rostro y froto mis ojos. Mi visión es
borrosa cuando lo miro de nuevo.
—Theo. —Me detengo, porque no sé qué decir, ¿cómo diablos me
disculpo con mi hermano gemelo por hacer algo tan atroz, lo recuerde o
no? No hay palabras para compensar lo que hice.
—Lo siento. —Termino diciendo con voz ronca.
—Solo aléjate de ella —gruñe acaloradamente.
Físicamente me duele pensar en no ver más a Jules, pero asiento de
todos modos. No tengo derecho a estar cerca de ella. Soy un maldito
peligro para ella. Theo tiene todo el derecho a darme una paliza, y si lo
intentara, me quedaría ahí parado y recibiría todos los golpes. Aún así no
sería suficiente. Me sorprende que no lo haya hecho ya. Sé que si la
situación fuera al revés, nada me impediría matarlo.
Theo me mira con ojos recelosos cuando me levanto de la silla. No
digo nada mientras camino hacia la puerta de la cocina.
—Hijo —llama papá, y me detengo para mirarlo. Sus ojos parecen
adoloridos—. No te vayas. Quédate y habla con tu mamá y conmigo.
Sacudo la cabeza.
—Necesito tiempo. Dile a mamá que la llamaré en unos días.
Puedo decir que quiere insistir, pero me hace un pequeño
comprendiendo. Me cuesta sostener los ojos de Theo cuando lo miro.
—No tengo idea de qué me llevó a hacer lo que le hice a ti y a ella,
pero jodidamente me destroza haberlo hecho. No sé en qué estaba
pensando en ese momento, pero ahora mismo, lo siento mucho, Theo.
Todo empeora porque no puedo recordarlo. Merezco que esos recuerdos
me persigan por siempre. Me merezco el dolor que sé que causé.
Y con eso, salgo de la casa, cierro la puerta principal
silenciosamente detrás de mí, subo a mi camioneta y me voy.
habitación oscura con las brillantes luces
flotantes. Giro en el lugar, buscando a través de las pequeñas motas,
buscando la más brillante de todas. Todas se ven igual, no importa cuánto
cueste que mis ojos me digan lo contrario.
—No tienes que hacer esto. —Ahora solloza con hipo, y es igual de
aplastante—. No, no. No lo hagas. No lo hagas. ¡Por favor! oh, Dios, Luca
¡por favor!
Jules no está conmigo ahora mismo, pero los recuerdos de ese día
sí. El dolor por el que pasó, el terror de lo desconocido y la desesperación
de estar sola. Toda esa angustia por mi culpa. Yo la hice pasar por esas
cosas. La hice sentir indefensa y asustada.
Puede que no tenga acceso a mis propios recuerdos de ese día, pero
tener los de Jules es suficiente para saber que me perseguirán por el resto
de mi vida.
Según el médico y mis últimos recuerdos, eso fue hace casi ocho
años, y siete de esos años estuve en coma. No recuerdo los cinco meses
anteriores al accidente. Tengo pequeños destellos, pero son demasiado
débiles para que pueda entender el significado.
No sé si es porque no son realmente recuerdos, o si lo son, ha
pasado tanto tiempo desde que ocurrieron que se están desvaneciendo.
Estoy demasiado asustada para desear que regresen, pero también siento
curiosidad.
El doctor me informó que tal vez nunca recuerde, o que todos esos
recuerdos pueden volver en cualquier momento. No estoy segura de cuál
de las dos opciones es la que más quiero que ocurra.
Grité y grité hasta que mi voz estuvo ronca y el médico inyectó algo
en la intravenosa que me dio sueño. Lo necesitaba lejos de mí. Necesitaba
sentirme segura de nuevo, y él era cualquier cosa, menos seguro. Estaba
confundida, pero sabía que ese hombre iba a lastimarme.
Cuando abrió la boca para hablar, yo abrí la mía lista para gritar, y
luego la cerré de golpe cuando dijo en voz baja la palabra “Jules” con
reverencia. Conocía el nombre. Era mi nombre. Fue entonces cuando los
recuerdos del pasado comenzaron a filtrarse en mi mente. No mi pasado
con el hombre, sino antes de él.
Negué.
—Soy tu esposo.
—¡No! —Grité.
Eso fue hace tres días, y cada día vuelve. Me cuenta cosas que
hicimos en el poco tiempo que estuvimos juntos. También habló del
ataque que causó mi coma debido a una lesión cerebral.
Todavía tengo miedo a estar cerca de él, aunque ha sido muy
amable y comprensivo con mi vacilación hacia él, pero estoy trabajando
lentamente en acostumbrarme a él. Tengo curiosidad por el otro hombre,
que Theo dice es su gemelo. No me dijo su nombre, pero hubo fuego en
sus ojos cuando pregunté por él. Fuego, ira y miedo. La combinación me
hizo encoger y arrepentirme de haber preguntado.
Él asiente.
—Gra-Gracias.
Cierro los ojos cuando me viene a la mente una imagen del otro
hombre. Es confuso al estar desorientada, pero lo recuerdo lo
suficientemente claro como para saber que es más grande que Theo,
como si hiciera ejercicio o fuera más activo.
Una vez más, veo la lucha con la indecisión en sus ojos, pero un
momento después, asiente. Juega con el delgado dispositivo, luego se
levanta de la silla y se acerca a la cama lentamente. Aprecio su renuencia
a asustarme.
—Jules —susurra.
Ella gime de nuevo, y suena dolida. Me clavo las puntas rotas de las
uñas en las palmas de las manos, con la esperanza de que el dolor
enmascare la punzada en el pecho que causa sus gemidos.
Afortunadamente, se tranquiliza después de un momento, y puedo
relajarme de nuevo. No pienso quedarme mucho tiempo. No he soñado
con ella desde la última vez que obtuve sus recuerdos de hace siete años.
Si soy honesto, trato de evitar dormir lo más que puedo, porque ese sueño
me jodió totalmente. Me aterroriza que ese sueño vuelva. Deseo
desesperadamente volver a ver a Jules, aunque sólo sea en sueños, pero
no soporto oír sus súplicas y sollozos de nuevo.
—¿Qué diablos hacen las dos aquí tan tarde? —Pregunto, dejando
las llaves en la mesa de café, y luego camino hacia la nevera para agarrar
una cerveza.
Ella entrecierra los ojos aún más, pero no dice nada. Saco el teléfono
del bolsillo y lo dejo caer en la encimera.
—Sí.
—En mis sueños, ella siempre está herida o triste. Me pide ayuda,
como si tuviera miedo de algo, pero nunca entendí por qué.
—Entonces, ¿por qué visitarla? Eso sigue sin explicar por qué
piensas que no está bien.
Cierro los ojos, pero horas más tarde, me despierto de nuevo con
el sonido de las súplicas de Jules resonando en mi cabeza.
Se ve mejor que la última vez que la vi. Más saludable. Sus mejillas
no están tan hundidas, y su cabello luce más vibrante. Mis ojos se posan
en la mano izquierda que está sobre su estómago y noto la ausencia de
sus anillos. No los llevaba puestos cuando estaba en coma, estoy seguro
que los médicos no querían arriesgarse a que le cortaran la piel si se le
hinchaban las manos, pero pensé que eso cambiaría cuando se enterara
de que ella y Theo están casados.
—Espera.
Curiosamente, le pregunto:
—¿Rara cómo?
—Me voy a ir. —En lugar de retroceder hacia la puerta, mis pies se
mueven hacia adelante, acercándome más a ella—. Deberías descansar.
—No lo entiendo. —La confusión hace que relaje las cejas— ¿Qué
cosas?
Otro paso atrás. Un paso más lejos de ella.
—¡Espera!
Sería mucho más fácil si pudiera recordarlo, pero incluso con ese
pensamiento, todavía no estoy segura si quiero recuperar esos recuerdos.
Hay algo en mi mente que me advierte que debo ser cautelosa.
—¿Estás lista para dejar esta fría habitación? —Pregunta Theo con
una sonrisa, y se detiene al pie de la cama.
Aunque estoy más que lista para dejar el hospital, no estoy lista
para ir con Theo. Sin embargo, al no tener otra opción, asiento.
Sonrío.
—¿Estás bien?
—Estaré bien.
Nos detenemos en una luz roja, y por el rabillo del ojo, veo a Theo
removerse en su asiento, incómodo. Responde un minuto después.
Aparto la mirada y miro por la ventana. Los edificios por los que
pasamos no son como los edificios donde crecí. Estos son viejos y
destartalados, muchos parecen como si se fueran a desplomarse con un
fuerte viento.
Sabía que este lado de la ciudad era duro, pero no tenía idea de
cuánto. Mientras crecía, mis padres nunca vinieron al lado sur, diciendo
que no era un lugar para que personas como nosotros lo visitáramos. Una
vez obtuve mi licencia, vine a este lado de la ciudad unas cuantas veces,
sólo porque podía. Obviamente, mi limitado conocimiento del lado sur era
más restringido de lo que pensaba, ¿cómo puede la ciudad dejar que este
lugar se deteriore? Sé que las acciones de las personas causaron mucha
destrucción, pero tiene que haber algo que el gobernador pueda hacer.
—Mis padres están aquí —dice mientras subimos los tres escalones
hasta la puerta. En vez de entrar, se detiene y me mira.
—Les dije que te dieran unos días antes de venir, pero mamá ha
estado deseando conocerte durante semanas. Ya no había forma de
retenerla.
Pero no puedo. Esta es mi vida ahora. Tengo que ponerme las bragas
de niña grande y acostumbrarme.
—Bien. —Su cabeza vuelve a la nevera—. Ahora, ¿qué hay del tomate
y el queso, Jules?
—Lo siento —dice Theo en voz baja, inclinándose hacia mí para que
su madre no oiga.
—¿Quién es Aria?
—¡Papá! —Grita—. ¡Tengo algo para ti! —Se desliza hasta detenerse
frente a Theo, luego ve a Wyatt, grita y salta a su regazo—. ¡No sabía que
tú y la abuela vendrían hoy!
Wyatt se ríe y agarra sus dos coletas para jalar su rostro hacia él.
—Puedes apostarlo.
—Papá dijo que está casado, ¿eso significa que ahora tengo mamá?
La otra se fue y no me quiso.
Vuelvo la vista hacia Theo, que parece estar luchando tanto como
yo con la forma de manejar la pregunta. Por suerte, Helen viene a
rescatarnos, aunque su respuesta me asusta.
Ser una esposa es una cosa, pero ser la madre de una niña que
nunca antes he visto es algo completamente distinto.
—¡Está bien!
Sus ojos dejan los míos para ir a los de Wyatt. En cuanto lo hace,
pierde el disgusto y se ablanda.
La pequeña transformación hace que Ella se vea aún más bonita.
—¿Esta es tu ropa?
—Sí.
Siento curiosidad por su comentario sobre que hay cosas que no sé.
Cuando pronunció esas palabras, su rostro evidenció dolor. Quiero
preguntarle a Theo, pero algo me dice que no debería.
Aria se mueve a mi lado sobre sus rodillas. Miro hacia abajo y veo
que sostiene a Molly de nuevo y retuerce el cabello de la muñeca con sus
dedos. Se bañó antes y las gotas de agua de las puntas de su cabello
empapan la parte posterior de su pijama. Es un lío enredado, y sé que
será peor por la mañana.
—Por supuesto que seré amable contigo, Aria —digo en voz baja.
Sus palabras duelen, pero no porque Theo haya estado con otras
mujeres. No puedo culparlo. Ha estado casado con una mujer que estuvo
en coma siete años. No esperaría que me fuera fiel por tanto tiempo. No,
mi incomodidad es por Aria y el dolor que debe haber soportado por parte
de otras mujeres. No entiendo cómo alguien puede ser malo con una niña
tan dulce.
—No. Sólo dicen cosas malas a veces cuando papá no está cerca.
—Sí, pero sólo dice que no lo dicen en serio. —Se inclina hacia
adelante con la nariz arrugada y habla en voz baja—. A veces los oigo en
su habitación. Cree que estoy dormida, pero a veces oigo a las mujeres
gritar o llorar.
—Sí.
Se pone de pie.
—Traeré el cepillo.
—Sip.
Ella salta hacia Theo, que la recoge en sus brazos. Aunque Theo ha
puesto a Aria en situaciones en las que no debería estar, veo el amor que
siente por su hija brillar en sus ojos.
—¿Qué?
—Vas a dormir con papá esta noche en su gran cama.
—¡Yah! —Chilla y sus ojos se iluminan—. ¿Pero por qué tengo que
dormir en tu cama?
Por encima del hombro de Aria, sus ojos se mueven hacia los míos
un momento antes de regresar a los de ella.
—No —dice Theo con firmeza—. Estará bien en mi cama unos días,
¿verdad, enana? —Ella se ríe cuando él le hace cosquillas. El sonido hace
que mis labios tiemblen.
—Te traeré otra del armario. Hay una bolsa en el pasillo que
contiene más ropa que Ella trajo. Hay algo para dormir ahí adentro.
Cuando me paguen este fin de semana, podemos ir de compras y
conseguirte algo de ropa. —Sus manos aprietan la manta.
— Desafortunadamente, no puedo permitirme la ropa cara a la que estás
acostumbrada.
—Está bien, Theo. Estoy segura que cualquier cosa que consigamos
estará bien.
Sus ojos ya abiertos de par en par se abren aún más. Viajan de Theo
a mí y de regreso a su padre, antes de girarse y correr a la otra habitación,
cerrando la puerta detrás de ella.
—Retrocede.
—Joder —murmura, dejando caer la manta y frotándose el costado.
Entrecierra los ojos, y su mirada me produce escalofríos en el cuello—.
¿Por qué mierda hiciste eso?
—Tu hija estaba en el pasillo. No necesitaba ver eso. No te movías, así que
hice que lo hicieras.
—Sí lo hicimos.
—Lo siento.
—Esto es muy duro para mí, Jules. Te perdí por años, y no pensé
que te recuperaría. Me está matando no tocarte.
—De acuerdo.
Cuando mamá me llamó hace unos días diciéndome que quería que
fuera a cenar a casa de Theo para darle la bienvenida oficial a Jules a
nuestra familia, me negué rotundamente. Necesito estar lo más lejos
posible de ella. Pero mamá, siendo mamá y queriendo una familia unida,
insistió, diciendo que sabe que nunca volveré a hacer algo así de nuevo.
Desearía tener su fe, porque no quiero nada más que robar a Jules de
Theo y quedármela para mí. Theo tampoco está de acuerdo con esto, pero
cuando mamá da órdenes, la seguimos. Estoy seguro que abrió camino
con una excavadora para conseguir que Theo aceptara.
Mis ojos recorren la sala de estar. Papá está sentado en el sofá con
Vicki, y discuten ida y vuelta sobre el partido de baloncesto que está en
la televisión. Theo está parado justo afuera de la puerta de la cocina, y
cuando me ve, la ira se enciende en sus ojos. Sí, no me quiere aquí. No
puedo decir que lo culpo. Pero no es culpa mía. Puede hablar de eso con
mamá.
—Yo también te extraño. Tal vez una noche puedas venir a casa y
volver a hacer noche de películas.
—No fue gracioso. —Su labio sobresale—. Casi me toca con eso.
Me río.
—La cena está lista. —Cuando me ve, sonríe—. Luca, cariño. Estoy
tan contenta de que hayas venido.
—Entonces, comamos.
Papá silba.
Él asiente.
—Bien jugado.
—Idiota —murmura.
Puede ser por la mirada que vi en sus ojos cuando nos vio
mirándonos en la sala de estar, como si nos maldijera a los dos.
Lo miro fijamente.
—De todos modos —digo—. Puedo cubrirlo hasta que las cosas se
resuelvan. Las nuevas clases comienzan pronto, y es mejor que empiece
desde el principio.
Me doy cuenta que Theo no quiere darse por vencido. Nunca antes
le ha costado aceptar ofertas, así que sé que es a mí a quien no quiere
decirle sí. Su mandíbula tiene un tic, y la mano que sostiene el tenedor
está apretada. Lo espero, sabiendo que eventualmente cederá. Demuestro
tener razón un momento después.
Asiento.
—Gracias. Lo haré.
Sus mejillas se sonrojan y aparta sus ojos de los míos. Algo me dice
que tampoco me van a gustar estos sueños.
—Me voy.
Suspiro pesadamente.
—Retrocede —gruño. Puede que tenga ese derecho, pero aún así no
me gusta que esté tan cerca de mi rostro—. Te lo dije, no pasará nada.
—Sí.
—No, no, nena. Quiero que mantengas tus bonitos ojos abiertos en
mí.
Ella los abre, pero sólo a medias, y sé que es porque está relajada y
medio enloquecida por el deseo.
La follo sólo con la punta con varias estocadas, y ella hace todo lo
posible para hacerme bajar, así que ahora estoy totalmente dentro de ella.
Mirándola a los ojos, veo desesperación y descarado deseo.
—¡Theo!
Maldita sea, era mi cuerpo el que estaba encima de ella. Fueron mis
labios los que la besaron, y mi polla la que penetró su estrecho canal. Soy
un maldito tonto, pero maldigo a todo el infierno si deseara que no fuera
cierto.
2
Príncipe Alberto nombre de uno de los piercings más comunes en genitales masculinos
Fragmentos del sueño de anoche han pasado hoy por mi cabeza una
y otra vez. Masturbarme con esas imágenes no hizo nada, sólo despertó
el deseo, haciéndolo más fuerte. Debería arrastrar a Whitney de vuelta a
mi casa y usar su cuerpo para olvidar esas imágenes, y esperar que este
enamoramiento desaparezca.
Pero por más dura que esté mi polla ahora mismo con la boca de
Whit a unos centímetros, no la quiero. No es a ella a quien deseo desnudar
y tomar. No son sus ojos verdes los que quiero que me miren, rogándome
en silencio que le dé placer. Y no es a Whit a quien quiero retener después,
yaciendo en la cama durante el resplandor.
—Por muy tentador que sea, voy a pasar. —Intento suavizar el golpe
dándole algo de la verdad—. No he estado durmiendo bien últimamente,
y estoy agotado. No sería bueno para ti esta noche.
Ella sonríe, pero todavía veo decepción en sus ojos. Sus manos se
alejan de mi polla y busca su camisa. Subo la cremallera y me abrocho el
pantalón.
—Parece que necesitaré muchas horas extras para pagar por el bebé
que me va a dar. Anoche me enteré que está embarazada.
Llevan años intentando tener un bebé sin éxito. Jazz puede ser duro
y bruto, pero no me cabe duda que adorará a su bebé tanto como a su
esposa. Es un maldito blandengue cuando se trata de ella.
—Bueno, hola, cariño. Vine aquí para ver a este feo cabrón. —Me
señala con la barbilla—. Pero verte aquí lo hace mucho mejor.
—No puedo decir que seas más guapo que Luca, pero
definitivamente no eres difícil de ver.
Jazz y yo nos reímos de la mirada herida en su rostro.
—Whitney —respondo.
—Hazlo.
Sacude la cabeza.
—Ni idea, pero ella estaba ahí cuando lo visité después de que se
metió con Ella.
—Joder, Beck. —Me paso los dedos por el cabello—. Tienes que
tener cuidado con esa mierda. Si su padre lo relaciona contigo, sabes que
usará todo lo que pueda para ponerte tras las rejas.
Miro el reloj en la pared y veo que tengo diez minutos antes de que
llegue mi próximo cliente. Me recuesto contra el mostrador.
—¿Diferente cómo?
Rechino los dientes y cierro los ojos, una vez más intento recordar
ese día. He intentado tantas veces en las últimas semanas, y siempre me
quedo en blanco. Los únicos recuerdos que tengo de Jules son de ella en
mis sueños.
—No hay razón para que no lo haga. He estado soñando con ella
durante años, y siempre está sufriendo o triste y suplicándome algo. Es
lógico que me rogará que no le hiciera daño. No sé qué le hice en el poco
tiempo que estuve ahí. Y esa mierda me jode la cabeza.
Mientras preparo las cosas para mi próxima sesión, las palabras que
le dije a Beck se repiten en mi cabeza. No me permití reconocerlo hasta
que se lo dije, pero lo que le dije fue la verdad.
Luca
la puerta, me subo a la camioneta.
3Narguile: Pipa de origen oriental que se usa para fumar un tipo especial de tabaco que viene en diferentes sabores
está compuesta por el recipiente en que se quema el tabaco y un largo tubo flexible que se conecta a un vaso lleno
de agua perfumada por el que se filtra el humo que se aspira.
—Whoa, whoa. —Levanto la mano—. ¿La nueva? —Pregunto,
confundida. Miro a Luca—. ¿Rehicieron Alicia en el país de las maravillas?
Pero es un clásico. No puedes rehacer un clásico.
Se ríe mientras termina de limpiar el tatuaje y luego comienza a
aplicar una pomada.
—La mayoría de las veces no pueden, pero creo que hicieron un
buen trabajo con ésta. Johnny Depp hizo un trabajo estupendo
interpretando al Sombrerero Loco.
—¿Johnny Depp interpretó al Sombrerero Loco? —Pienso por un
momento—. Ya veo cómo él puede ser un buen loco. —Admito a
regañadientes.
—Tengo la nueva en DVD para Aria. La veremos algún día.
—No estoy segura de querer hacerlo. No quiero empañar una de mis
películas favoritas de la infancia viendo una nueva versión.
Se levanta del taburete, se quita los guantes y los tira a la basura.
Se gira hacia mí, sus labios se inclinaban arriba en las esquinas.
—Confía en mí, querrás hacerlo. —Mira al hombre que aún está
acostado—. Ve a echar un vistazo, Garrett, y dime qué piensas.
Garrett se levanta de la silla y se acerca al espejo, le da la espalda y
mira por encima del hombro.
—Joder, hombre. Esta mierda es genial —dice Garrett, quien parece
muy contento con el diseño final. Vuelve a la silla y agarra su camisa—.
Voy a tratar de convencer a Mitzy para que me deje hacer el conejo en
unos meses —dice mientras se cubre la cabeza con la camisa, teniendo
cuidado de no arrastrar el material sobre su nuevo tatuaje.
—Buena suerte con eso —gruñe Luca riendo.
—Sí. Dios sabe que debo amar a esa mujer para aguantarla todos
estos años. Me pondré en contacto contigo cuando pueda. —Me mira—.
Fue un placer conocerte, Jules.
Le sonrío amablemente.
—También fue un placer conocerte, Garrett.
—Ella se ocupará de ti al frente.
Con un movimiento de cabeza, Garrett sale de la habitación. No
queriendo salir todavía, retomo mi lugar en el taburete y miro a Luca
mientras ordena la habitación y limpia sus herramientas.
Recorro con mis ojos la colorida tinta en sus brazos.
—¿Quién hizo tus tatuajes? —Pregunto.
Su mano se detiene antes de guardar una botella con tinta y me
mira antes de continuar.
—La mayoría los hizo mi padre. Ella también ha hecho unos
cuantos.
—Tu padre era el dueño de la tienda antes que tú, ¿verdad?
Comienza a desmantelar la máquina de tatuajes mientras responde.
—Sí. La abrió hace 28 años. Siempre supe al crecer que algún día
esto sería mío.
—¿Sabías que Aria quiere trabajar aquí cuando crezca?
Una sonrisa toca sus labios mientras pone todas las piezas de su
máquina de tatuajes en el esterilizador.
—Sí, ella me lo dijo.
—Es muy buena dibujando.
Sé que estoy divagando y probablemente debería callarme, pero me
gusta estar con Luca y escucharlo hablar.
—Siempre lo ha sido. Eso suele hacer enojar a Theo —comenta.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué lo enoja que ella sea buena dibujando?
Se encoge de hombros y luego se sienta en su taburete, comienza a
sacar objetos y a colocarlos en la parte superior de la caja de herramientas
que utiliza para guardar todos sus suministros.
—No lo sé. Quizás porque se parece a mí, a Ella y a nuestro padre,
y él no sabe dibujar nada. Es algo que los cuatro tenemos en común y que
él no tiene.
—Debería estar orgulloso de ella —digo acaloradamente, enojada
en nombre de Aria, ¿qué clase de padre se pone celoso de sus hijos? —.
Por eso no cuelga sus dibujos en la nevera.
No fue una pregunta, más bien una afirmación, pero Luca asiente
de todos modos.
—También es por eso que mi nevera, la de Ella y la de mis padres
están cubiertas de ellos. Aria necesita darse cuenta que su talento para
dibujar es un regalo del que debe estar orgullosa.
Me retuerzo de un lado a otro en mi silla y observo cómo saca una
botella con tinta oscura y arroja un poco en una taza pequeña. Luego saca
otra máquina de tatuaje, abre un paquete de agujas y las coloca en la
máquina. Todo es tan natural, que estoy segura que él puede hacerlo con
los ojos cerrados.
Mi mirada se desliza por su rostro. Todavía no se ha afeitado, así
que su rostro se ve un poco distinto. Normalmente no me gusta el aspecto
rudo, pero en Luca, es muy atractivo. La perforación en su ceja es una
simple bola de plata a ambos lados. Los expansores en sus orejas no son
muy grandes, probablemente del tamaño de la goma de borrar de un
lápiz. También he visto una bola de plata asomándose en su lengua a
veces cuando habla. Sus brazos están cubiertos de tatuajes, y sé que su
torso debe llevar algunos también por el color que se ve justo por encima
del cuello de su camisa. Los tatuajes y los piercings nunca han sido
realmente atractivos para mí, no es que los encuentre repulsivos,
simplemente nunca me volví loca por ellos como lo hacen muchas chicas.
En Luca, sin embargo, es atractivo, incluso casi seductor. No puedo
imaginármelo sin todas las modificaciones corporales, y no quiero
hacerlo, aunque pudiera.
—Sabes… —Comienzo. Él levanta la vista de lo que está haciendo
cuando hago una pausa. Me aclaro la garganta y continúo—. Con sólo
mirarte, no te habría imaginado como un buen hombre.
Levanta las cejas, y me doy cuenta, demasiado tarde, cómo sonó mi
declaración. El calor sube por mis mejillas.
—No… no lo dije en serio. —Me encojo de hombros; me siento como
una idiota—. Sólo quise decir que emites esta vibración que dice “no me
jodas”, no el hombre cariñoso que aparentemente eres.
Su sonrisa se ve demasiado bien en su rostro, y ya hice el tonto, así
que es hora de que me vaya.
Me levanto, moviendo el pulgar sobre el hombro.
—Voy a volver al frente.
Su sonrisa se convierte en una mueca. Antes de que me dé la vuelta,
da unas palmaditas en la silla que tiene frente a él—. Ven y siéntate.
No estoy segura de qué está tramando, camino lentamente hacia él.
Él empuja su taburete hacia atrás para que pueda caber entre él y la silla.
Cuando me siento, él mueve su taburete hacia adelante otra vez y
manipula su máquina de tatuajes. Todavía estoy frente a él con mis pies
colgando justo sobre el suelo.
—¿Qué estás haciendo? —Pregunto con curiosidad.
Me mira por el rabillo de sus ojos.
—No estoy haciendo nada. Tú lo harás.
Frunzo las cejas confundida. Saca un par de guantes de una caja y
los tira en mi regazo.
—Hay un par de lugares en mi brazo que necesito retocar. Lo vas a
hacer por mí.
Mis ojos se abren de par en par.
—¿Qué? —Prácticamente grito—. ¡ Yo-yo-yo no puedo hacer eso!
Su risa es profunda y la luz en sus ya brillantes ojos es
sorprendente. Ignoro el aleteo que la mirada envía a mi estómago.
—Sólo son un par de líneas, yo nunca me tatúo a mí mismo.
Observo con cautela como se coloca un par de guantes y luego
sumerge la punta de la máquina de tatuajes en la tinta negra y presiona
el pedal para encender la máquina.
—Entonces haz que Ella lo haga —digo—. No puedo tatuarte, Luca.
Lo arruinaré totalmente.
—No, no lo harás. Yo te ayudaré. Ahora ponte los guantes.
Dudando, levanto los guantes, miro el látex con cuidado, como si
mordiera, y luego me los pongo.
Una vez están en su lugar, Luca se acerca a mí con su silla hasta
que su pecho se encuentra con mis rodillas. Levanta la mirada, y sin que
me lo pida, sé lo que quiere. Mi ritmo cardíaco se acelera a medida que
abro las piernas y él se mueve hacia adelante hasta que mis muslos se
encuentran a sus costados. Su mirada se mantiene en la mía, y sé que se
está asegurando de que estoy bien con esta posición tan íntima.
Una vez ve que estoy bien, estira el brazo izquierdo y lo coloca
sobre mi muslo hasta que la mayor parte de su brazo está detrás de mí.
La curva de su codo está en la parte superior de mi muslo. Su otra mano
sostiene la máquina de tatuajes y descansa en mi otra pierna, justo
encima de mi rodilla. Con él entre mis piernas y su brazo descansando en
mi muslo, me siento rodeada por él. Casi me marea.
—No sé si puedo hacer esto —susurro. Cuando toma el significado
detrás de mis palabras de manera incorrecta y comienza a quitar el brazo,
agarro su bíceps—. Me preocupa hacerlo mal o arruinar algo por
completo.
Su sonrisa es suave y cálida, pero hay tensión subyacente en sus
rasgos. Puedo sentirlo también donde mis muslos están presionados
contra sus costados.
—Mira hacia abajo —dice con la voz más ronca de lo normal.
Los ojos de Luca se oscurecen a medida que sigue el movimiento
cuando lamo mis labios, luego los froto juntos antes de mirar su brazo.
Levanta la manga de su camisa más allá del hombro.
—¿Ves la línea negra que sigue a lo largo del borde exterior del pico
del águila? —Cuando asiento, continúa—. Todo lo que quiero que hagas
es que repases esa línea. Se ha desvanecido un poco y sólo necesita un
retoque. Lo mismo con la línea que corre a lo largo de la parte inferior del
ala del ángel en el lado izquierdo.
No parece demasiado difícil, sólo son líneas rectas, pero aún así
estoy nerviosa. Aunque la idea de marcarlo de forma permanente me
emociona. Será como si formara parte de él.
Tomo una profunda y alentadora respiración y asiento.
—De acuerdo.
—Esa es mi chica —murmura, y eso también me emociona.
Me entrega la máquina de tatuar y me muestra la forma correcta de
sostenerla. En voz baja me explica.
—Voy a pisar el pedal. Sólo tienes que sostenerla contra mi piel, yo
ayudaré a guiarte.
Coloca un par de servilletas en la silla a mi lado, pone la pequeña
taza de tinta encima, luego arranca un par de servilletas más y las dobla
dos veces. Mira al suelo y mueve el pedal para que sea más fácil
alcanzarlo.
—¿Estás lista?
—No —digo honestamente y vuelve a sonreír. Respiro
profundamente otra vez—. Sí. Pero… —advierto—. si después se ve como
la mierda, es culpa tuya.
—No estoy preocupado.
—Me alegra que al menos uno de nosotros no lo esté. —Me quejo.
De repente, la máquina en mi mano empieza a vibrar y se oye un
ligero zumbido. Me sobresalto ante el inesperado sonido, y luego me
quedo boquiabierta ante su risa. La vibración se detiene.
—Sumerge la punta en la tinta —murmura. Lo hago y la vibración y
el zumbido comienzan de nuevo, y luego se detienen segundos después.
Levanto la máquina y su cálida mano agarra la mía y la guía para que la
punta esté justo encima del área en la que quiere trabajar. Cuando siente
el temblor en mi mano, murmura—. Relájate.
Mi pecho se expande a medida que expulso aire por la nariz y trato
de calmar mis nervios. Siento sus ojos en mí, así que hago un gesto con
la cabeza. La máquina vibra y zumba de nuevo, luego él presiona
suavemente hacia abajo. En el momento en que la aguja toca su piel, una
gota de tinta negra aparece sobre la parte ya coloreada. Una extraña
sensación de emoción me llena mientras Luca y yo movemos la máquina
por su piel, dejando una línea negra más oscura.
Él levanta la máquina y deja que mi mano tome una de las
servilletas para limpiar el exceso de tinta. La línea que se revela se ve muy
bien, si se me permite decirlo. No puedo evitar enviarle una sonrisa.
—Lo hiciste bien. —Me felicita—. ¿Quieres hacer el siguiente tú
sola?
—Umm… ¿realmente confías en mí para no arruinarlo?
Una esquina de su boca se inclina hacia arriba.
—No hay mucho que puedas hacer para arruinarlo, Jules. Haz lo
que acabas de hacer. Muévete despacio y mantente en la línea que ya está
ahí.
Muevo mis labios a un lado, ansiosa y emocionada de hacerlo sin
su ayuda.
—De acuerdo.
El área que necesita ser retocada está más en su hombro que en su
brazo. Luca acerca más su silla a mí, y me quedo sin aliento cuando mis
piernas se abren más para acomodarlo. Su pecho está a sólo centímetros
de presionarse contra mi centro, y su rostro está a la altura de mis senos.
Su otro antebrazo yace contra mi otro muslo, y su mano descansa en la
silla que está a mi lado.
—Necesitas más tinta —dice con voz ronca.
Me toma un momento registrar lo que dijo, luego sumerjo la punta
de la aguja en la tinta y él presiona el pedal. Tenerlo tan cerca
definitivamente no ayuda a mis nervios, pero alejo los nervios y llevo la
máquina a la parte inferior del ala del ángel. La máquina se enciende y yo
la presiono contra su piel, concentrándome en mantener la mano firme.
Cuando termino, alejo la máquina y él suelta el pedal. Me quita la
máquina de la mano y la coloca de nuevo en la caja de herramientas, luego
toma la servilleta y limpia el exceso de tinta. Una sensación de orgullo me
golpea cuando miro hacia abajo y veo que hice un buen trabajo al
mantener la línea recta.
—Nada mal para ser tu primera vez —dice Luca, mirando las líneas.
Miro su cabeza inclinada. Tiene el cabello más largo, recogido con
una banda para evitar que se caiga a su rostro mientras trabaja. Tengo un
repentino deseo de quitarle la banda del cabello y pasar mis dedos para
sentir lo suave que es.
Como si sintiera mis ojos y pensamientos en él, levanta la cabeza.
No sé qué ve en mi expresión, pero sus ojos se vuelven intensos. He visto
el deseo reflejado en el rostro de los hombres antes, y lo que veo en Luca
no se puede interpretar como otra cosa más que eso. Tiene mis muslos
presionados contra sus costados. Su brazo se envuelve alrededor de mi
cintura hasta que su mano toca mi costado y sus dedos se clavan en mi
piel. Pone su otra mano en mi trasero y me desliza hacia adelante hasta
que estoy al ras contra él. Respiro bruscamente ante el íntimo contacto y
mis manos vuelan a sus anchos hombros. No para alejarlo, sino para
aferrarme a él y no caer en la poderosa avalancha de necesidad que siento.
Me mira fijamente, con los ojos llenos de profunda necesidad y un
feroz anhelo. Su voz es un susurro torturado cuando habla.
—Sé que probablemente iré al infierno por esto, pero maldita sea,
Jules, te deseo jodidamente tanto. Me duele cada vez que estoy cerca de
ti, y me siento jodidamente miserable cuando no lo estoy.
Mi corazón se contrae ante su admisión. Está muy mal de mi parte,
pero siento lo mismo. Incluso después de la primera vez que lo vi cuando
me desperté del coma y me asusté, él ha estado en mi mente. No sé qué
tiene, pero me intriga. Hay… algo en él que me atrae y no me deja ir.
Quiero conocerlo. Por completo.
—Luca…
Sus ojos brillan y sus manos se contraen sobre mí cuando susurro
su nombre. Mis dedos agarran sus hombros con más fuerza. Observo
cómo su manzana de Adán se balancea y los músculos en su mandíbula
se contraen. Está luchando tanto como yo contra estos desconocidos
sentimientos.
Jadeo cuando su cabeza cae en mi regazo, su frente aterriza justo
debajo de mi área privada. Ráfagas de aire caliente atraviesan mis jeans
mientras él toma varias respiraciones profundas. Me da vergüenza
cuando pienso en él tan cerca de mi coño, porque sé que estoy mojada y
me pregunto si puede olerlo. El ronco gruñido que sale de sus labios me
hace pensar que puede.
Por su propia voluntad, mis manos se mueven de sus hombros a su
espalda. Se siente duro bajo mis dedos, y sólo me hace querer levantarle
la camisa y explorar su piel desnuda. Su gemido se hace más profundo y
su cabeza se presiona más contra mi regazo. Apenas reprimo mi gemido
cuando su nariz empuja mis jeans, justo sobre el punto húmedo que sé
que tienen mis bragas.
Mi mirada una vez más aterriza en la banda en su cabello.
Sintiéndome audaz, cuidadosamente suelto su cabello para luego pasar
mis dedos a través de las suaves hebras.
Levanta la cabeza y sus brazos se aflojan a mi alrededor, pero sus
manos se deslizan bajo la parte inferior de mi camisa, tocando mi piel
desnuda. Sus ojos se ven salvajes y hermosos mientras me mira fijamente.
—Esto está mal —dice en voz baja y ronca.
—Lo sé —digo, silenciosamente.
—No debería desearte.
Aunque sus palabras hieren una parte de mí, sé por qué se siente
así. Soy la esposa de su hermano y apenas nos conocemos. Me sorprende
que ni siquiera se me ocurre pensar en nuestro pasado.
Asiento.
Sus dedos pellizcan mi piel. No dolorosamente, sino eróticamente.
—Debería ser sacrificado por las cosas que quiero hacerte.
En ese momento, sacudo la cabeza y entierro mis dedos en su
cabello. Puede que sea un error de nuestra parte compartir estos
sentimientos, pero no están ahí porque queremos que estén. No podemos
evitar lo que sentimos.
—No —digo y deslizo mis manos desde su cabello hasta su cuello—
. Porque yo me siento de la misma manera.
Su mandíbula se tensa y sus manos se contraen contra mis
costados, como si luchara por algún tipo de control.
—¿Por qué se siente tan bien cuando está tan mal?
Su pregunta es retórica, por no hablar de cliché, pero se ajusta a
nuestra situación, porque lo que estamos sintiendo está mal, pero se
siente tan bien al mismo tiempo, ¿por qué tiene que ser tan difícil? ¿Por
qué siento una conexión tan fuerte con él? ¿Y por qué no pude haber
estado con él hace siete años en vez de con Theo?
Fuertes voces vienen del frente de la tienda y eso rompe el hechizo
entre nosotros. Con una última mirada de nostalgia, se aleja de mí y se
pone de pie.
Parpadeo varias veces para alejar la neblina de deseo que aún me
recorre. Mis ojos evitan los suyos mientras me pongo de pie.
Silenciosamente, salgo de la habitación y vuelvo al frente. Mis
piernas se tambalean y mis manos tiemblan, pero no me he sentido tan
viva en mucho tiempo.
las manos cruzadas detrás de la cabeza,
mirando el oscuro techo. Mi mente reproduce los últimos días desde que
Jules está aquí, y mi cuerpo se tensa con la necesidad. Ignoro el deseo de
envolver mis manos alrededor de mi polla. Todavía me siento como un
maldito bastardo por pensar en ella de una manera carnal, pero cada vez
es más difícil resistirme. Ella es tan condenadamente dulce y tentadora.
Ha ido a trabajar conmigo los últimos tres días porque me niego a
dejarla sola en la casa, pero desde el primer día después de que Garrett
dejó la habitación, no hemos estado solos ahí. No sé si es a propósito o
por coincidencia, sólo sé que es mejor así. Cuanto más cerca estoy de ella,
más la deseo. Y no estoy hablando sólo de su cuerpo. Deseo todo de ella.
Ese día en la habitación después de que retocó mi tinta fue uno de
los días más difíciles de toda mi puta vida. Estar tan cerca de ella, tocarla,
respirar su aroma, especialmente su excitación, también hizo que fuera
uno de los mejores días de mi vida. Tomó cada gramo de mi fuerza, y un
poco más, evitar deslizar su camisa y lamer su piel o tirar de ella hacia
adelante y moler su coño contra mi pecho. O joder, desnudarla y darme
un festín con cada centímetro de ella. Me sorprendió como la mierda
darme cuenta que ella también me desea. Pude oler su esencia cuando mi
cabeza estaba en su regazo y eso me volvió jodidamente loco.
Es difícil creer que ella esté aquí, bajo mi techo, durmiendo a tan
sólo unos metros de mí. A pesar de que las circunstancias por las que está
aquí todavía envían fuego por mis venas, no puedo evitarlo, me gusta
tenerla tan cerca.
Sí, soy un maldito bastardo.
Giro la cabeza hacia la puerta abierta de mi dormitorio cuando oigo
un ruido. Me siento y escucho atentamente. Hay un gemido, luego un
pequeño llanto. Mis pies ya están en el suelo cuando aparto las sábanas.
No me tomo el tiempo para ponerme camisa o sudadera, sólo en
calzoncillos, cruzo rápidamente la habitación, salgo al pasillo y me
detengo en la puerta cerrada de Jules. Mantengo la puerta de mi
habitación abierta desde que ella empezó a quedarse aquí, pero siempre
me aseguro que la suya esté cerrada cuando paso por ahí. Sé que la
tentación de entrar sería demasiado si la dejara abierta.
Otro pequeño llanto viene de su habitación, giro el picaporte y abro
la puerta. No me preocupa que haya un intruso en la casa. Conozco este
llanto de dolor. Lo he oído las últimas tres noches. Ella está en medio de
una pesadilla. La primera noche que sucedió, pensé que le dolía algo o
que alguien había entrado a la fuerza y la estaba lastimando. Cuando
irrumpí en la habitación, ella se revolvía en la cama. No era alguien
atacándola, sino su mente. Cualquiera que fuera la pesadilla, tenía sus
garras clavadas en ella profundamente. Fue doloroso presenciarlo. Cada
noche es doloroso verla, porque por alguna razón sé que sus pesadillas
tienen que ver conmigo y con lo que le hice. Por eso estoy aquí,
obligándome a observar cómo lucha, aunque me esté muriendo por
dentro. Este es mi castigo.
He aprendido que Jules es una persona difícil de despertar. Las dos
noches anteriores tuve que llamarla varias veces y pasar suavemente mi
mano por su frente y mejilla para despertarla. Ella nunca se despierta por
completo, pero se acomoda, y su rostro una vez más se relaja mientras
duerme. Siempre la cuido hasta que sé que la pesadilla ha aflojado su
riguroso control sobre ella. No sé si se acuerda de mí sacándola de su
sueño en las mañanas. Nunca lo menciona.
Miro fijamente su rostro contraído, y su cabeza agitándose sobre la
almohada, es demasiado para mí, verla así. Me pongo de rodillas junto a
la cama y extiendo la mano hacia su rostro.
—Jules —digo suavemente, mi voz sale ronca. Paso mis dedos por
las arrugas en su frente—. Shhh…
Tan pronto como mis dedos tocan su piel, su llanto se convierte en
gemidos. Gira su cabeza hacia mí, y la luz en el pasillo ilumina su hermoso
rostro. Su piel parece de alabastro4. Sus gruesas pestañas descansan en
sus mejillas y sus carnosos labios son de un rosa suave.
4
Alabastro: Piedra blanca y translúcida, parecida al mármol, que se trabaja fácilmente y se usa en escultura y
decoración.
Daría lo que fuera por tener el derecho de presionar mis labios
contra los de ella, para calmar sus pesadillas haciéndola olvidar con mi
cuerpo.
Cuando paso los dedos por su mejilla, deja escapar un suspiro, sus
labios permanecen separados. Me quedo así, de rodillas, con los dedos
acariciando su suave piel, no sé por cuánto tiempo. Aunque estoy aquí
para calmarla, estar aquí también calma algo dentro de mí.
Me empiezan a doler las rodillas, así que quito la mano y me pongo
de pie. Ella no ha hecho más ruidos desde hace tiempo, así que sé que la
pesadilla la abandonó y es hora de que vuelva a la cama. Cuando me doy
la vuelta, me sorprende ser detenido por una mano en mi muñeca.
—No te vayas. —Su suave voz llega a mis oídos. Cuando me doy la
vuelta, sus ojos están abiertos y ella me mira fijamente—. No quiero estar
sola ahora mismo.
Lucho conmigo mismo, porque esta mierda es peligrosa. Estar cerca
de ella a la luz del día es una cosa, puedo controlar mis impulsos. Pero
aquí en la oscuridad, no estoy tan seguro.
—Por favor. —Su súplica es suave y rota, y sé que no hay forma de
que pueda negarme.
Cuando hago un movimiento para volver a recostarme en el suelo,
sus débiles palabras me detienen.
—¿Te… te acuestas conmigo?
Un gemido casi escapa de mi garganta. Ella no tiene ni puta idea de
lo que me está pidiendo.
Miro la pequeña cama doble. No hay manera en el infierno de que
ambos encajemos ahí. Tomo una decisión, una que espero no sea un gran
error, me inclino y la alzo en mis brazos. Ella toma una respiración
entrecortada pero se relaja contra mí mientras la saco de la habitación.
Sus cálidas manos rodean mi cuello con un brazo y coloca la otra mano
sobre mi hombro desnudo.
—No cabemos los dos en esa cama. —Explico y la llevo a mi
habitación.
Mi cama es mucho más grande. La llevo a mi lado y la bajo
suavemente. Me mira fijamente mientras contemplo la posibilidad de
ponerme al menos una camiseta. Al final, sus tristes ojos me hacen
instarla a moverse y meterme en la cama junto a ella. Pongo la manta
encima de los dos. Ella se aleja de mí y antes de que pueda pensarlo mejor,
moldeo mi pecho a su espalda y espero que esté de acuerdo con esto.
Mantengo mis caderas lejos de su culo, porque mi estúpida y jodida polla
se dio cuenta del cuerpo caliente contra mí y decidió que también quiere
acurrucarse.
Coloco un brazo alrededor de su cintura y otro debajo de la
almohada detrás de la cabeza, y juro que es una de las mejores
sensaciones del mundo. Es mucho mejor de lo que imaginé que sería. Sus
manos agarran mi brazo, como si estuviera tratando de apretar mi agarre
a su alrededor. Sin vergüenza, entierro mi rostro en su cabello y respiro
profundamente. Incluso su cabello huele a flores silvestres.
Alejo mi rostro para que pueda escucharme.
—¿Esto está bien para ti?
Le toma un momento responder, y estoy a punto de alejarme de ella
cuando me contesta.
—Sí. —Luego agrega—. Gracias.
Utilizo mi barbilla para apartar su cabello que está adherido a mi
rostro causando picazón. Por mucho que no quiera oírla confirmar que
sus pesadillas son sobre mí atacándola, aún así pregunto.
—Tus sueños… ¿quieres hablar de ellos?
Sus dedos se clavan en mis antebrazos un momento antes de
relajarse.
—No hay mucho de qué hablar. —Se detiene y respira, sus costillas
se expanden contra mi brazo—. No recuerdo qué pasó en mi sueño,
excepto estar asustada y herida.
El doloroso sonido en su voz hace que cierre mis ojos, y en silencio
me maldigo. No entiendo por qué yace aquí, dejando voluntariamente que
su verdugo la abrace. Debería estar aterrorizada. Ella debería estar
pateando y gritando para que la deje ir. Debería estar corriendo asustada
y rezando para no volver a verme el rostro. Pero no lo hace. Ella está aquí
con sus brazos presionados contra los míos, abrazándome tan fuerte
como yo a ella.
Lo siento —murmuro. Sé que lo he dicho antes, pero no importa
cuántas veces esas palabras salgan de mis labios, nunca serán suficientes.
No hay nada que pueda hacer para compensar lo que hice.
Ella está tranquila después de eso, así que yo también me quedo
tranquilo. Después de un tiempo, su respiración se estabiliza y sé que está
dormida. Dormir no es algo que conseguiré esta noche. No sólo porque
literalmente tengo a la chica de mis sueños en mis brazos, sino también
por la miseria que hay dentro de mí. Después de todos estos años
soñando con esta mujer, viendo el dolor destellar en sus ojos y escuchar
sus gritos de agonía, de estar enojado porque se apoderaba de mis sueños
y me dejaba con más preguntas que respuestas, y después descubrir que
yo soy la razón por la que estuvo en coma debido a esta extraña obsesión,
finalmente sé qué se siente tener algo tan precioso por lo que daría mi
vida.
Y que Dios me ayude, porque no estoy seguro de que pueda dejarla
ir.