Hinrichs E Introducción A La Historia de La Edad Moderna
Hinrichs E Introducción A La Historia de La Edad Moderna
Hinrichs E Introducción A La Historia de La Edad Moderna
INTRODUCCIÓN
A LA HISTORIA
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el art. 270 dei Código Penal, podrán ser castigados con penas
de multa y privación de libertad quienes sin la preceptiva autorización
DE LA EDAD MODERN A
reproduzcan, plagien, distribuyan o comuniquen públicamente, en todo o en parte,
una obra literaria, artística o científica, fijada en cualquier tipo de soporte.
Reimpresión, 2012
Título original
Einji"ihrung in die Geschichte der Frühen Neuzeit
Sector Foresta, 1
28760 Tres Cantos
Madrid - Espana
www.akal.com
ISBN: 978-84-460-1570-3
Depósito legal: M-10.121-2001
A Dietrich Gerhard
1 Ilja MtECK, Europiiische Geschichte der Frühen Neuzeit. Eine Einfiihrung, 2 1977.
5
El presente volumen no pretende competir con las numerosas Hsl · giro hat:ia la hislmi<~ social wmo «historia de la sociedad»
descripciones sinópticas de este tipo alemanas e internacionalcs . ( llohshuwm ) \ todavfa promovido por el afortunado aprovechamien-
Parte de la idea de que uno se puede acercar a una época histórica lu tlc los métodos cuanlificadores para la ciencia histórica, fue acom-
no sólo desde la totalidad de sus fenómenos, estructuras y aconte- pat atlo de una profunda reflexión acerca de las teorías de las ciencias
cimientos históricos, sino desde los cuestionamientos y los proble- soeial es. Desde la discusión, llena de matices y en modo alguno basa-
mas que -como cuestionamientos y problemas de la materia en su da en la «pura Leoría», de! marxismo internacional hasta los debates
conjunto- se le plantean a la época objeto de estudio. En realidad, sohre la «modernización» y sobre el «cambio social»; desde la teoría
no se puede «introducir» hechos, sucesos, desarrollos cronológicos sistemática en sus diversas acufiaciones, pasando por el estructuralis-
ni supuestas relaciones causales desde el punto de vista de la his- mo, hasta llegar a los más recientes teoremas de procedencia neoevo-
toria estructural o de los acontecimientos; sólo se pueden describir lucionista, el espectro abarca muchas teorías sociológicas, todas las
y hacerlos comprensibles. Tomando literalmente en este sentido el cualcs albergan una interpretación específica del tiempo histórico, de
concepto de «introducción», este volumen escoge algunos puntos los procesos históricos y de la continuidad histórica. Siempre que la
esenciales que, con arreglo ai panorama de la actual investigación ciencia histórica es principalmente investigación histórica, se ha deja-
internacional, requieren una explicación conciliadora particular. El do influir en una medida considerable por las teorías de las ciencias
resultado no es ni una reconstrucción completa de este período sociales: en la formulación de los cuestionamientos, en la elección de
- como la que pretendeo hacer una y otra vez los manuales sobre la las hipótesis de trabajo, en la evaluación de las estrategias de investi-
época, por más que los autores lo rechacen precavidamente-, ni una gación, en los argumentos justificativos de las valoraciones. En la his-
descripción detallada de algunas fases evolutivas sectoriales de espe- loriografía, por el contrario, especialmente en la descripción de las
cial relieve. Antes bien, se aspira a realizar análisis orientados a la relaciones detalladas de una época, apenas han entrado hasta el momen-
investigación y a los problemas, que faciliten allector, del modo más to las teorías de las ciencias sociales. Las objeciones puestas recien-
abierto y discursivo posible, aproximarse un poco al actual estado temente por Jürgen Habermas contra una mezcla de historiografia y
de! conocimiento y del debate sobre la historia de la Edad Moderna, Leoría de la evolución, que basadas en la oposición entre la estructu-
que, le «introduzcan» y le «seduzcan» para continuar reflexionando ra narrativa como principio de la historiografía y la «lógica evoluti-
por su cuenta. va», que se puede describir de un modo no narrativo, de la teoría de
Si dicha selección puede parecer un tanto incompleta e insatisfac- la evolución 4 , es posible que finalmente tengan validez en la histo-
toria, ello no se debe a la casualidad. En los últimos anos, la ciencia riografía para la aplicación de cualquier teoría de las ciencias socia-
histórica, bajo la influencia de sus disciplinas hermanas -las ciencias les. Así pues, pronto se planteará la cuestión de cómo se podrá con-
sociales-, ha experimentado cambias considerables que se ponen de ciliar con la historiografía una investigación histórica orientada a las
manifiesto en la concepción de una «ciencia social histórica» y que ciencias sociales y que parta de premisas y teoremas sacio-científi-
se han plasmado en la investigación y en la teoría. Pese a que este tér- cos. ~Deberán ser negados por la historiografía proyectos de investi-
mino hasta ahora no es más que un cartel inacabado por cuya confi- gación, muy diferenciados y de gran valor teórico, después de haber
guración se pugna vehementemente desde posiciones bien diferentes, arrojado resultados equivalentes porque la estructura de la narración
existe, sin embargo, un consenso relativamente amplio en el sentido de no permite tenerlos en cuenta? ~0, por el contrario, danará o incluso
que la sociedad -los sistemas sociales en su compleja diferenciación- restará validez la investigación histórica a la estructura narrativa ai
ha de estar en el centro de los esfuerzos histórico-científicos. Para describir sus resultados, descripción que ya tiene algo de historiogra-
justificar este apreciable cambio paradigmático en la historia de la fía y, por tanto, adaptará una «forma rnixta» que, según Habermas, es
investigación, se han escrito ya muchas obras a las que aquí única- problemática?
mente podemos aludir 2 •
2
En lugar de citar ejemplos aislados, remi ti mos a dos obras recientes y a sus comple- 3 E. J. HOBSBAWM, <<Yon der Sozialgeschichte
zur Geschichte der Gesellschaft», en H.-U.
tas bibliografias. R. RüRUP (ed.), Historische Sozialwissenschaft. Beitriige zur Einjührung Wehler (ed.), Geschichte und Soziologie, 1972, pp. 331-353 .
in die Forschungspraxis, 1977.-J. KOCKA, Sozialgeschichte. Begrijf-Entwicklung-Probleme, 4 J. HABERMAS, <<Zum Thema:
Geschichte und Evolution», Geschichte und Gesells-
1977. chaft 2 (1976), pp. 3\0-357.
6 7
Si se echa una ojeada ai estado de la investigación sobre la histo- 11111 nada a la historiognd'fu por4uc rompen con sus convcnciom;s, o
ria europea de Ia Edad Moderna , estas cuestione s se plantean con n·qui ·n;n un nucvo mntlo de cscribi r la historia, en el que desaparezcan
cierta urgencia, especialm ente para quien intente hacer una «intro- 1nnto los tradicionales límites de una época como el principio «estruc-
ducción» a esta época. Una primera dificultad considera ble es la lllntl » de la narración 7 ?
cuestión de los límites de la época. Por último, un tercer problema que posiblem ente sea el más com-
;_, Qué es la Edad Moderna ? ;_, Cuándo empieza y cuándo termina? pli ·ado. Que los historiad ores realicen investiga ciones con Ia ayuda
Al igual que la práctica docente universitaria, en la que finalmen te, y dl: nuevas técnicas, nuevos materiale s y también una concepci ón
pese a los numeros os receios inicales, ha hallado cabida el concep- di !'crente de su propio entorno social, y, ai hacerlo, descubra n nuevos
to de «Edad Moderna », las exposicio nes sobre la época responde n a r ·nó menos en el sentido que acabamo s de plantear, se interpret a
estas preguntas casi siempre de una manera muy pragmáti ca. Titula- tmlavía como una consecue ncia inmanen te a un proceso de investi-
res de cátedra y -conform e a ellos- programa s editoriale s han lle- pación que nunca se detiene y que no excluye cambios paradigm á-
vado a delimitar la época entre la Reforma y la Revoluci ón Francesa . 1i ·os. ;_,Qué ocurre, sin embargo, cuando otros historiad ores
Pero ;_,es algo irrefutable? Cuando Erich Hassinge r 5 describió en 1966 dan un
paso de consecue ncias mucho más graves y abandona n los métodos
la Werden des neuzeitlichen Europa (Génesis de la Europa moderna) y sistemas de su disciplin a, de perfiles supuesta mente claros, sin
y comenza ba por el siglo XIV, aportaba numeroso s argument os a favor r ·nunciar por ello a su pretensió n de investiga r o escribir historia? AI
de que lo «modern o» estaba profunda mente asentado en la Plena y t ralar de la apertura de Ia actual ciencia histórica a las teorías de las
Ia Baja Edad Media. ;_,Y qué ocurre con el final de la época? ;_,Con- ~·icnc i as sociales ya hemos abordado un caso semejant e. Caso que
serva Ia Revoluci ón Francesa su posición de límite divisorio , si se dcbería completa rse teniendo en cuenta la creciente consider ación
piensa, por ejemplo, en los esfuerzos de Cobban 6 por mostrar que Ias que se hace de teorias, hallazgos empíricos y categorías heurísticas pro-
consecue ncias sociales de la Revoluci ón fueron mucho menos signi- cedentes de la economía , la psicologí a social, la antropolo gía social,
ficativas y profunda s de lo que sugieren los acontecim ientos políti- la etnología y el folclore. A este respecto, los nuevos princípio s que,
cos, sin duda revolucionarias? A la vista de las intensas investigaciones h<~jo la denomin ación de lo interdisci plinar, tienen cabida en la cien-
llevadas a cabo por la historia econômi ca en los últimos decenios , ·ia histórica, cuestionan las periodizaciones y estructuras tradicionales
;_,no deberíam os guiamos más por las propuest as de periodiza ción <.te la historiog rafía en mayor grado que las circunsta neias menciona -
que hace la historia de la econornía , concretam ente, el estudio de la das con anterioridad.
industria lización? Como ejemplo puede servir el ereciente interés de los historiado -
Surgen otros problemas. Mientras las visiones de conjunto y los res por el trabajo de los etnólogos y antropólo gos sobre las formas de
manuales siguen aferrándose con buenas razones a la periodización vida, producci ón y reproduc ción de los pueblos no europeos en el
convencional, en Ia investigación histórica se percibe un interés cada pasado y en el presente. Es cierto que todavía no se han encontrad o
vez menor por esta orientación. Las investigaciones de los últimos afios, métodos seguros de comparac ión, pero el hecho de interesars e por tra-
que trabajan con los métodos de la cuantificación, a menudo se oponen diciones desconoc idas y muy diferente s y la posibilid ad de poner de
por completo a las descripciones tradicionales de la época, sobre todo relieve estructur as similares entre civilizac iones muy alejadas en el
en los campos de la demografia histórica y de la historia social y eco- tiempo y el espacio supone un desplaza miento de los tradicion ales
nômica. Se descubren estructuras de larga y muy larga duración, se puntos de vista eurocént ricos tal que deberían de influir en la des-
establecen ciclos, se sacan a la luz tendencias seculares, se observan cripción de una época de la historia europea. Lo mismo ocurre con los
sistemas y sus diferenciaciones ... y todo ello sin que estos fenômenos análisis comparat ivos realizado s desde una perspecti va macroeco nô-
se dejen encajar en el armazón convencional de una época claramente mica. Seguram ente, la comparac ión de las economía s europeas de la
perfilada y narrativamente descriptible. Estas investigaciones, ;_,no apor- Edad Moderna con las de determin ados países en vías de desarroll o de
la actualidad puede inducir a error con facilidad; sin embargo, no cabe
5 E. HASSINGER,
Das Werden des neuzeitlichen Europa, 1300-1600, 2 1966. Véase sobre
todo la introducción , pp. XI-XVIII.
6
A. CoBBAN, The Sociallnterp retation of the French Revolution, 1964. Véase también 7 Sobre la <<estructura narrativa», véase en especial
la compilación de ensayos de A. COBBAN, Aspects ofthe French Revolution, 1968. H. M . BAUMGARTNER, Kontinuitdt
une/ Geschichte. Zur Kritik und Metakritik der historischen Vernunft, 1972.
8
9
duda de su valor heurístico, especialmente para la situac ión curopca. sol' inlcs nac.: ionales d<.: l c.:ontinentc dcsc mbocan cn esc estado tran si-
También debería ser mencionada la tendencia, cada vez mayor en los lorio <.: n el que sus cs tructuras ag rario-cstatales cmpiezan a di solvcr-
últimos tiempos, a tomarse en serio el hecho de que los Estados euro- t'. o <.: n e l que la producción agrícola se somete a la influencia de las
peos de la Edad Media y la Edad Moderna eran «Estados agrarios», nu ·vas condiciones económicas -coyuntura de exportación , forma-
es decir, territorios en los que el 90 por 100 o más de la población de- l'i(u1 de mercados nacionales e internacionales, cambias e n las for-
pendía directa o indirectamente de la producción agrícola. Esta ten- lll as de domínio, supresión de la división de! trabajo medieval por la
dencia se pone claramente de manifiesto al hablar de orden social proloindustrialización- , que hasta entonces le eran desconocidas. Si se
«preburgués», «preindustrial» o «agrario». La formación de estos con- observa la bibliografía de los últimos afios , este punto de vista parece
ceptos indica que se aspira a establecer una comparación o, mejor hahcr pasado hasta tal extremo a un primer plano, que centrarse en él
dicho, una clasificación dentro de un contexto superior que ya no esté s<.: ol'rece como tema constituyente de la «unidad» de la época moder-
constitui do por aspectos específicos de la traclición europea ( «orden na, siendo así que la propia naturaleza de este tema lleva a no seguir
social estamental», «sociedad nobiliaria», «sociedad temprano-burgue- l:nl cndiendo por «época» un período de tiempo limitado por dos fechas
sa», «sociedad feudal»), sino por las condiciones de la producción concretas.
agraria primitiva 8, condiciones muy diferentes según el tiempo y el EI marco discursivo de la presente «introducción» permite consi-
espacio, pero de hecho comparables. derar el estado de la investigación, sin que por ello se ponga en tela de
Aun cuando los historiadores lamentablemente dejan en manos de j ui cio Ia justiticación de las exposiciones tradicionales sobre la mate-
los sociólogos la discusión sobre cuestiones relativas a la teoría de la ria. La orientación prioritariamente sacio-histórica de la investigación
evolución, de lo dicho se desprende con claridad que en sus trabajos <.:s admitida siempre que se contemple la evolución de las estructuras
de investigación estas perspectivas teórico-evolutivas tienen un peso sociales de Europa bajo las condiciones de la «economía munclial
mucho mayor de lo que ellos mismos puedan reconocer. En especial ·uropea» 10 en desarrollo. En e! primer capítulo se verá que se trata de
la problemática de la «transición», de la sucesión de formaciones <es tructuras de larga duración»: un procedimiento sin duda problemá-
sociales específicas y diferentes según las condiciones de produc- 1ico, dado que dichas estructuras son precisamente objeto de procesos
ción, se reconoce incluso más allá de la discusión marxista. Planteada de cambio exógenos y endógenos, y su apariencia de resistencia y efi-
continuamente por la teoría de los sistemas, aunque no respondida, cacia duradera puede hacemos olvidar que ya en «nuestra>> época alber-
debido a la evidente imposibilidad de comprender desde el punto de gan los gérmenes de su transformación o, al menos, entran en contac-
vista de las ciencias sociales el problema de la muerte dei sistema, y lo con ellos.
declarada por la teoría de la evolución como insignificante para sus Por esta razón, con la subdivisión en «estática» y «cambio», se eli-
cometidos 9 , esta cuestión parece seguir siendo un ámbito genuíno dei gió un procedimiento que, en cierto modo, posibili ta recorrer dos
empirismo sacio-histórico. La época de la Edad Moderna europea, en veces la historia de la Edad Moderna. En primer lugar, hay que descri-
este sentido, puede considerarse un caso ejemplar dei problema de la bir algunos factores de la vida histórica que presentan a la Europa
transición. Y es que, en el transcurso de esta época, todos los sistemas moderna especialmente como «preindustrial», es decir, como un terri-
Lorio aún no tocado por la industrialización. Sin duda, este concepto
implica riesgos como e! de la teleología, la orientación de toda la des-
8
cripción hacia un factor futuro, en este caso, la industrialización. Sólo
Por ejemplo, se puede aludir a los recientes trabajos históricos, antropológicos y
etnológicos entorno ai fenómeno de la «peasant society». Véase, por ejemplo, E. R. WOLF, cl propio texto puede mostrar si su autor ha sucumbido a ese riesgo.
Peasants, 1966. Véanse también las importantes observaciones metodológicas de H. WuN- En cualquier caso, la presente exposición obedece a un uso ya muy
DER, <<"Agrargesellschaft" ais Grundbegriff der frühneuzeitlichen Sozialgeschichte», en F.
Kopitzsch et al. (eds.), Studien zur Sozialgeschichte des Mittelalters und der Frühen Neu-
zeit, 1977, pp. 1-13.
9
J. H ABERMAS, <<Zum Thema: Geschichte und Evolutiom>(vid. nota 4), pp. 354 y 355 :
<<Si aislamos estas estructuras de los sucesos con los que cambian los sustratos empíricos, comunicación lingüística, se transformá y se reorganizá. Tales estructuras básicas definen
no necesitamos aceptar ni la univocidad ni la continuidad ni la necesidad o irreversibilidad el espacio lógico en el que pueden consumarse formaciones estructurales más amplias. Que
dei desarrollo histórico. Contamos con estructuras generales, firmemente asentadas desde efectivamente lleguen a crearse, y cuándo, nuevas formaciones estructurales, depende, sin
el punto de vista antropológico, que se formaron en la fase de hominización y que estable- embargo, de circunstancias contingentes» .
cen el punto de partida de la evolución social. Estructuras que presumiblemente surgieron lo I. WALLERSTEIN, The Modem World-System. Capitalist Agriculture and the Origins
a medida que el potencial cognitivo y motivacional de los antropoides, en condiciones de ofth e European World- Economy in the Sixteenth Century, 1974.
10 11
arraigado sobre todo en Ia investigación anglosajona, donde parece li
que el concepto se utiliza a falta de uno mejor. El autor fue dolorosa-
mente consciente de que en esa primera parte, junto a los capítulos
sobre «población», «família>>, «econornía>> y «sociedad», hubiera corres-
pondido uno dedicado a las «mentalidades». Habiéndolo comenzado
varias veces, finalmente el autor decidió suprimido. Fue un sacrificio en LA ESTÁTICA DE EUROPA
aras del estado de la investigación, tan determinado por Francia y su EN LA ÉPOCA PREINDUST RIAL
histoire des mentalités, que dicho capítulo se hubiera convertido en un
estudio sobre el territorio francés, renunciando así a la perspectiva
comparativa dellibro.
En la segunda parte, nos ocupamos de los factores del cambio, no
dei provocado por la industrialización, sino dei cambio «en la transi-
ción», dei surgido a partir de la dinámica social, económica, cultural
y política de la vieja Europa, dei cambio que prepara la entrada de
ésta en la «sociedad burguesa».
En lo que atafíe ai espacio de esta Europa de la Edad Moderna, el
autor se ve obligado a confesar su pragmatismo. Empenado en salirse 1. POBLACIÓN
de los límites de las naciones, sin embargo no fue capaz de informar
sobre la Europa oriental más de lo que ya hacen otras sinopsis más Entre Ias conquistas más importantes de la ciencia histórica inter-
competentes. El hecho de que la investigación de los últimos decenios nacional , que en los últimos afíos abarca muchas direcciones, figura
haya abordado el estudio de numerosos sectores de la vida histórica, sin duda el gran número de nuevos conocimientos sobre la historia de
que presentan a la Europa central, occidental y, en cierto sentido, tam- la población en Ia era preestadística. Si la conocida frase dei historia-
bién septentrional como un espacio evolutivo muy diferenciado en sí dor francés Henri Sée, «Nous n'en savons rien et naus n'en pouvons
mismo, aunque en contraste con el de la Europa del Este, dei Sudeste ri cn savoir», pone de manitiesto hasta los afias sesenta un justificado
y, en parte también dei Sur, consigue dar a la delimitación elegida cier- ·scepticismo con respecto a las posibilidades de una demografía his-
ta legitimación objetiva. tórica para esos períodos de tiempo en los que no se comprobaron ni
Algunas partes de este libra han sido tema de conferencias y semi- se recopilaron, ai menos «oficialmente», los necesarios índices esta-
narios del autor en la universidad de Oldenburg. Sus alumnos merecen dísticos de la población, los datos, series de datas e incluso leyes y
el agradecimiento por sus estímulos y su crítica; agradecimiento unido relaciones sitemáticas de las poblaciones históricas sacados desde
al ruego perentorio a todos los lectores universitarios para que combi- cnlonces a la luz hacen posible y necesaria una revisión de ese juicio.
nen e! estudio de la historia de Europa con el de sus Ienguas. Algunos La demografia histórica 1, desarrollada en Francia y en los países anglo-
capítulos fueron leídos altruistamente por mis colegas Rainer Wohl-
feil/Hamburgo y Heide Wunder/Kassel. Agradezco asimismo la lectu-
ra dei manuscrito ai doctor W. Günther/Oldenburg y a los amigos y ex 1 Una breve e instructiva introducción
a la historia, los problemas y los métodos de la
colaboradores dei Instituto Max Planck de Historia, por su aliento y tk:rnografía histórica, puede encontrarse en la serie de la editorial Beck escrita por el principal
clc rnógrafo-historiador dei ámbito de habla alemana: A. E. IMHOF, Einführung in die Histori-
gran ayuda. E! libra está dedicado a un infatigable promotor y crítico ,·1·1le Demographie, 1977; una brillante sinopsis centrada en los problemas, con numerosos y
en cuestiones sobre la «vieja Europa». va liosos datos bibliográficos e indicaciones de las fuentes referidos a toda Europa. Véase
tumbién A. E. l.MHOF, <<Bevolkerungsgeschichte und Historische Demographie», en R. Rürup
(cd.), Historische Sozialwissenschaft, 1977, pp. 16-58. Lo mucho que ha prosperado la demo-
Oldenburg, septiembre de 1979.
grafía histórica, sobre todo en Francia, hasta convertirse en una disciplina sui gene ris, lo
ERNST HINRICHS dcmuestran numerosas introducciones y balances que se han publicado allí desde entonces.
Véase, entre otros, P. GUILLAUME y J.-P. Pousso u, Démographie historique, 1970.- J. DurÃ-
üU IER, lntroduction à la démographie historique, 1974. Un ejemplo de la revisión de cen-
~os históricos de la población, que como fuente son de un valor incalculable, nos lo ofrece
1. E. M OMSEN, Die allgemeinen Volksziihlungen in Schleswig-Holstein in diinischer Zeit
( 1769-1860). Geschichte ihrer Organisation und ihrer Dokumente, 1974.
12 13
sajones hasta constituir una disciplina especializada independientc 40 - PRANCIA
que cuenta con sus propios institutos, ha encontrado nuevas fuentes que - ALI!MAN IA
• - · GRAN BRETAf'lA
-siendo una premisa indispensable para la ciencia y la historia demo-
gráficas- hacen posible, ai menos para determinadas épocas y espa- 30
cios, la realización de una serie de afirmaciones bastante seguras basa-
das en datas cuantificados e ininterrumpidos durante un período de
tiempo más bien largo. 20
No es una casualidad que la Edad Moderna haya sacado especial
provecho de estas avances. Si bien nuestra época comparte con otras
más remotas e! «inconveniente» de pertenecer a! ámbito «preestadísti-
co» de la historia de la humanidad, la comprobación y recopilación de
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datas no le ha sido ajena en los países desarrollados de Europa, donde ~
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existen series de datas fragmentados incluso para la Plena Edad Media. ~ oL-------------------------------~--
En efecto, la paulatina difusión dei pensamiento y de los métodos 1000 1100 1200 1300 1400 1500 1600 1700 1800 1900
estadísticos es en realidad un procedimiento típico de Ia Edad Moder-
I. F.volución demográfica de algunos países europeos entre 1000 y 1800.
na, que va acompafíado de cambias en Ia economía, en el ejército y
en la administración estatal, pero también en e! control eclesiástico,
municipal y policial, formando parte de ese proceso moderno general n:los datas sean extremadamente fragmentarias y oscilen considera-
que desde Max Weber se denomina «racionalización». hh.:rnente según los distintos métodos de cálculo, no puede cuestionar
En lo que se refiere a la población, estas esfuerzos «protoestadísti- su valor principal: ofrecen una imagen suficientemente precisa dei
cos» se centraron en el recuento de los fuegos y, mucho más tarde, en crccirniento o dei descenso de numerosas poblaciones europeas en
el censo dei empadronamiento. Numerosos censos, que no pocas veces ·I transcurso de un largo período de tiempo. Conducen al demógrafo
abarcaban territorios enteros, se deben a evidentes necesidades estata- · hi storiador a ese fenómeno que !e interesa mucho más que los núme-
les, sobre todo en materia impositiva y militar. Como en tantos otros ros, desnudos y absolutos: las leyes dei movimiento demográfico
campos, también en éste se adelantó Italia. Venecia, Sicília y, rriás tarde, ·n c l espacio y en el tiempo, y el «destino colectivo» de las personas,
Florencia y Milán tienen ya para la Plena Edad Media, e! sigla XIV, oculto tras las listas de cifras y tras los diagramas de curvas.
y mucho más e! sigla xvr, una rica documentación demográfica. Les Las curvas reproducidas en Ia figura 1 nos muestran el cuadro de
siguieron Ias posteriores «grandes potencias». E! État de paroisses f'luctuaciones a largo plazo (trends) de algunas poblaciones europeas
et des feux de 1328, de Francia, y la Subsidy Rool inglesa, de 1377, son importantes entre 1100 y 1800. Por supuesto, se trata de un proce-
testimonios insustituibles dei sigla XIV. En el XVI destaca la serie de dimiento descriptivo muy rudimentario que, debido a sus grandes
censos castellanos, que en parte son auténticas consultas populares. intervalos, elimina prácticamente Ias oscilaciones a corto plazo. No
Este instrumento adquirió rasgos «modernos» con motivo de la prácti- obstante, o precisamente por ello, se pueden extraer de él numerosas
ca administrativa absolutista: en Francia desde Colbert, con su primera informaciones de interés. Las dos más llamativas, que se repiten en
gran iniciativa de 1664; en Brandemburgo-Prusia, desde e! sigla xvm; cada una de las curvas, en realidad, no pertenecen a nuestra época: la
en Suecia y Dinamarca, también desde la instauración de las monar- abrupta caída de las curvas a mediados dei sigla XIV -el descenso gene-
quías administrativas en estas territorios. ralizado de Ia población europea desde Ia peste, a partir de 1348- y e!
A los empadronamientos históricos, cuyas fuentes desgraciada- incremento de Ia población registrable en toda Europa, aunque con
mente no se han conservado en todos los casos, a otras informaciones bastantes diferencias, desde comienzos y mediados dei sigla xvnr
!iterarias, a los métodos y los resultados de la historia de la población hasta bien entrado el sigla xrx.
-especialmente a la investigación sobre la despoblación- y, final- Entre estas dos «acontecimientos» se halla comprendida Ia evo-
mente, también a los procedimientos de cálculo desarrollados por la lución de Ia población de la Edad Moderna europea. (,Cómo es dicha
demografía general, les debemos que hoy en día sea posible tener datas evolución? L,Qué la distingue de la de otras épocas? La diferencia
aproximados sobre la magnitud dei conjunto de las poblaciones de los esencial estriba en que, con la notable excepción de Ale mania después
diferentes países de Europa en diferentes épocas. El hecho de que de 1650, la evolución de la población transcorre «con tranquilidad»:
14 15
carece de fuertes incremento s, como los de los siglos xvm y XIX, pero 11111 , 111atrimonio y dc rum:ioncs de las parroquias ruralcs y urbanas
también de hundimien tos violentos ai estilo de los de! siglo XIV. AI t 1\ udtenhilcll er cn A lcmunia, reg istres paroissaux en Francia, parish
contrario, se ven mesetas, fases en las que la forma de la curva no pre- ,.·gislt•rs cn In glaterra). Comcnzad os y continuado s por los pastores
senta ninguna tendencia hacia arriba ni hacia abajo, períodos de d1 · las distintas comunidad es de tieles por diversos motivos y en
estancamie nto de la historia de la población: por ejemplo, en los dos llltllll ·ntos muy diferentes, !legados a nosotros en un estado lamenta-
primeros tercios de! siglo xv y, con especial claridad, en el XVII y a hk o rragmcntario debido a influencias externas, estos antecedent es de
cornienzos de! xvm. Naturalme nte, también es significativ o el hecho los ·mpadrona mientos civiles fueron utilizados en un principio sobre
de que desde 147011480 hasta 1620 haya una fase de incremento de 11ulo por los genealogis tas, antes de que la demografí a histórica fuera
larga duración, constante y, a finales de! siglo xvr, bastante fuerte, en t'II IHIZ de averiguar con su ayuda tantos misterios que hasta entonces
la que las pérdidas de! siglo XIV se recuperan en casi todos los países c 'tlnsiderab an irresoluble s 2 •
y que -otra vez con la excepción de! principal escenario de la Guerra 1\n cl centro de este trabajo, que tuvo que ser acometido con métodos
de los Treinta Anos, Alemania - ya no se ve amenazada por el siguien- l ' IH 1rmcmente laboriosos, lentos y costosos, se hallaba la difícil pregunta
te período de estancamie nto. qu · hemos insinuado más arriba: (.A qué factores hay que atribuir que la
Desde que este cuadro de la evolución de la población europea, l"Vo luc ión de las poblacione s europeas preindustr iales, tal y como las
basado en datos hallados y calculados para los respectivo s totales, vt·mos cn el diagrama de curvas de las tendencias a largo plazo, se desa-
se ha considerad o como seguro, los demógrafo s e historiado res no rro ll c de esta manera y no de otra? (.Fueron principalm ente, o incluso
han cesado de preocupar se por él. (. Cómo es que las poblacion es de ~-xc.:l u s ivamente, factores dei entorno social, económico , político, bioló-
Europa, tras las asoladoras consecuen cias de la peste de! siglo XIV, l'i ·o y ecológico los que determina ron esas tendencias ? (.Se hallaban
aumentan de nuevo tan lentamente , pese a que, desde la remisión de ('stas poblacione s, en lo relativo a las posibilidad es de reproducc ión,
esta epidemia, las condicion es externas fueron favorables para las t'Ompletamente a expensas dei clima, la guerra, el hambre, las epidemias
poblacion es -ahora considerab lemente reducidas -, en especial en lambién de las condicione s biológicas de su alimentació n y de las con-
lo que se refiere a participac ión por cabeza de la tierra disponible ? di ·iones económica s, sociales y políticas de su vida y trabajo diarios?
(.A qué se debe que el constante increment o de! «largo siglo XVI» El célebre economist a y teórico de la población inglés Malthus
(14701148 0-1620/163 0) fuera reemplaza do por una fase de estanca- ( 1766-1834 ), nacido al final de «nuestra» época y contempor áneo de
miento tan duradera? Por otra parte: (,qué factores provocarbn que a Lt industrializ ación en su país, ya halló respuestas a estas preguntas.
esta fase !e siguiera luego, en el siglo XVIII, un incremento como no Como partidario dei derecho natural, obstinado en el reconocirn iento
se conocía hasta entonces? y la formulació n de leyes naturales eternamen te vigentes, Malthus
Mirando solamente las cifras de! conjunto de la población, no se hu scó y encontrá algo similar para la evolución demográfic a: Toda
pueden contestar todas estas preguntas. Durante mucho tiempo se ha pohlación, sobre la base dei instinto natural de la procreació n, tiene
intentado dar como explicació n un sinnúmero de factores externos, tcndencia a crecer en progresión geométrica ; los recursos alimentari as
vinculando la evolución de la población a una dependenc ia casi abso- que están a su disposición , por el contrario, lo hacen sólo en progre-
luta de estos factores, como si dicha evolución hubiera transcurrid o sión aritmética. Por ese motivo, una población dada acabará llegando
de manera completam ente natural, sin mecanismo s de control inter-
no. Naturalme nte, se ha reconocido tanto la importanc ia de las gran-
des epidemias, que comenzaro n con la peste y no terminaron hasta el
2 Introduccione s clásicas a los métodos y técnicas de elaboración
siglo XVII, como la de las grandes guerras, y se ha calculado ajustada- de los registros
parroquiales: L. HENRY, Manuel de démographie historique, 1970 (2." ed.); M . FLEURY y
mente el papel que desempena ron en el desarrollo de la mortandad . L. HENRY, Nouveau manuel de dépouillement et d'exploitation de l'état civil ancien, 1970
Sólo los éxit9s de la nueva demografí a histórica lograron dar un (2 ." ed .). Para la confección de materiales alemanes hay numerosas referencias en A. E.
paso definitivo. Esta descubrió y renová una fuente que en origen no lmhof (ed.), Historische Demographie als Sozialgeschichte. Giessen und Umgebung vom
17. zum 19. Jahrhundert, 2 vols., 1975. Para la demografia histórica inglesa, es importan-
se había creado para tales fines, pero que se había ido desarrollan do 1<.: la obra colectiva E. A. Wrigley (ed.), An Jntroduction to English Demographie from
the
hasta convertirse en la principal fuente de la historia de la población Sixteenth to the Nineteenth Century, 1966. Sobre el trabajo de la genealogía social, entre
en la era preestadíst ica y que, al menos para espacios pequenos, posi- otros, W. ScHAUD, <<Sozialgenea logie-Problem e und Methoden», Bltitter jilr deutsche Lan-
desgeschichte 110 (1974). pp. 1-28. Sobre Th. Malthus, véase, entre otros, H. LINDE, <<Die
bilita la realización de investigaci ones que en los estudios demográ- Bcdeutung von Th. Robert Malthus für die Bevéilkerungssoziologie», en Zeitschrift für die
ficos referidos al presente se dan por supuestas: los libros de bautis- ~esamte Staatswissenschaji 118 (1962), pp. 705-720.
16 17
cone! paso del tiempo allímite de sus posibilidades de alimcntac ión; I ,a id ·a ·s que cu las socicdm.lcs ele la vicja Europa, en todos los
las catástrofes externas -denominadas por Malthus checks «represi- , tra tos sociulcs, hubfu procedimientos de adaptación de la conducta
vos» o «positivos»- destruyen una parte de la población y restablecen qtll ', hajo la presión dei a veces precario equilíbrio entre e! tamafio de la
el equilíbrio con respecto a los recursos alimentarias, siempre que p~thla ·i611 y los recursos alimentarias, relacionaban «sistémicamente»
antes -y esta es muy importante- no se hayan establecido determina- 1 ttll'l' sf los posibles impedimentos o libertades institucionales, econó-
dos preceptos reguladores del crecimiento (checks «preventivos») que tllicos y sociales, para la evolución de la población, de tal manera que
eviten el estallido de la catástrofe. lt1S l'liecks repres ivos, ai menos en la forma de muerte por hambre -por
Malthus, que fue cuestionado desde un principio y aún lo sigue IIIII Y horribles que resultaran para algunos grupos demográficos-, para
siendo en la actualidad, acertó sin duda en una cosa: En la historia de •·I conjunto de la población no tenían consecuencias negativas, sino
la población había y hay «leyes», y una de ellas es que las poblaciones tlll'luso positivas. Este «sistema autorregulador», al que E. A. Wrigley
(pese al «desenfrenado instinto de multiplicación» tan subrayado por lla111 6 también «sistema de realimentación negativa» y comparó por su
Malthus, probablemente de forma equivocada) son capaces de adaptar tiH lUO de funcionamiento con el principio psicológico de la adaptación
su propio crecimiento a las condiciones dei entorno. ·dHJmeostática» de los sistemas orgánicos, se basaba en los siguientes
Los actuales historiadores de la población, muchos de los cuales l'll·mentos, resumidos grosso modo:
son «malthusianos» de corazón, aunque en muchos aspectos ya no l•:n las poblaciones campesinas de la Edad Moderna, pero también
pueden seguir e! ejemplo de su argumentación, han buceado en los \' lllrc las clases artesanas urbanas , había una condición «férrea» para la
libras de bautismo, matrimonio y defunciones de numerosos municí- 111nJación de un hogar y de una familia y, por tanto, para la procreación
pios rurales europeos, llegando a resultados extremadamente diferen- 1\igftim a: entrar en el rriatrimonio teniendo un media de subsistencia
ciados para los territorios de la Europa «clásica», incluidas Inglaterra s11liciente para mantener a la futura familia ; es decir, una finca o una
y Escandinavia, pese a que en el mapa de la demografía histórica \'lllpresa artesanal. Por todo lo que sabemos hoy, parece seguro que esta
todavía sigue habiendo unos huecos enormes. Sus análisis sobre la r ·gla, a la que sólo podían sustraerse los estratos superiores nobles y
conducta generativa, sobre la estructura de las edades, sobre la fecun- h11rgueses, así como aquellos campesinos y artesanos acomodados que
didad de las sociedades agrarias de la vieja Europa, a pesar de la limi- podían comprar a sus hijos no herederos una plaza de oficial o similar,
tación geográfica, han prosperado tanto que incluso ya se ha aven- na de una eticacia extraordinaria. Quien no tenía acceso a un medi o de
turado una tesis resumida que afecta a la Europa «clásica>> y a la suhsistencia por herencia o por compra, carecía de la condición pre-
noroccidental: en el transcurso de toda la Edad Moderna - probable- via material para la procreación legítima (es decir, matrimonial).
mente desde el sigla XIV y con toda seguridad hasta finales del xvm- , Donde imperaba el derecho hereditario que favorecía sólo a un único
la evolución demográfica de las sociedades de la vieja Europa en rela- lt crcdero había que esperar la muerte o el retiro dei padre o de la
ción con las condiciones del entorno, es decir, especialmente con las 111 adre enviudada. Y en ese momento sólo el hijo mayor o el más joven,
posibilidades de alimentación y con el grado de desarrollo de la civili-
zación material, ha sido regulada por un sistema. Este sistema hizo
posible que las sociedades evitaran las repercusiones de los checks
1\. A. WRIGLEY, BevOlkerungsstruktur im Wandel. Methoden und Ergebnisse der Demo-
«represivos» y vi vir durante largos períodos de tiempo a una distancia 1/ mphie, 1969. En especial, pp. 108 ss. F. BRAUDEL, Die Geschichte der Zivilisation 15. bis
prudencial de lo que Malthus describe como e! abismo. Esta relación / li. Jahrhundert. 1971 , sobre todo el capítulo 1: P. CHAUNU: Histoire- Science sociale. La
funcional, definida por el teórico alemán de la población Mackenroth durée, l'espace et l'homme à l'époque moderne, 1974, parte III, pp. 293 y ss . G. MACKEN-
IHH'I I, Bevolkerungslehre, Theorie, Soziologie und Statistik der Bevolkerung, 1953 . 1. HAJ-
ya antes de! boom de la demografía histórica como «modo de pobla- NAI., <<European Marriage Pattern in Perspective», en D. V. Glass y D. E. C. Eversley (eds.),
ción preindustrial» y metafóricamente denominada por los franceses l'opu lation in History, 1965, pp. 10 1-143; El principal ensayo sobre la tardía edad de casa-
hasta hace poco ancien régime démographique, es calificada delibera- lllicnto en la Europa occidental. J. DUPÂQUIER, <<De !'animal à l'homme: le mécanisme
damente de «sistema» en el debate actuaP. uulorégulateur des populations traditionnelles>>, Revue de l'Institut de Sociologie, 45 (1972),
pp. 177-211. J. DUPÂQUIER, <<Les débuts de la grande aventure démographique>> , Prospecti-
ves, 3 (1975), pp. 7-38. R. SCHOF!ELD, <<The Relationships between Demographic Structure
nnd Environment in Preindustrial Westem Europe>>, en W. Conze (ed.), Sozialgeschichte der
Nunilie in der Neuzeit Europas, 1976. pp. 147-160. lnteresantes observaciones acerca de la
n.:lación entre desarrollo demográfico y farrúlia pueden hallarse en J.-L. FLANDIUN, Familles.
3
Trabajos importantes en los que -no sin controversia- se discute el carácter sistemá- Parenté, rnaison, sexualité dans l'ancienne société, 1976; sobre todo, la comparación entre
tico de la evolución demográfica de la Edad Moderna y a los que se refiere e! texto siguiente: l'rancia e Inglaterra.
18 19
según el caso, adquiría la posibilidad de fundar una familia, mientras Cu o ta en%
que los otros hijos tenían que procurarse el sustento fuera del ámbito 200
paterno. En zonas con libre reparto de las econornías campesinas
(«división real»), a la hora de la herencia había más libertad de movi- 180
miento, pero sólo hasta el"límite, en general rápidamente conseguido,
160 Hombres
en que el nuevo tamafío de la finca deja de cubrir las posibilidades de
subsistencia de una familia campesina.
Naturalmente había posibilidades de saltarse las normas en lo ••o Mujeres ----
20 21
índice de soltería del13 por 100, y contando con la mortalidad duran- 11 ,, ljlll' revela co n toua dariuatl el caráclcr sistemático de la historia
te el parto, los abortos, la esterilidad prematura y los riesgos de viude- 1 h IIHI)'.r:íl'iL'a de la Edad Modcrna 4 •
dad, la descendencia media de una mujer se redujo a cinco h~jos». Si a ,\I patriarca Je la dcmografía histórica francesa, Pierre Goubert, Ie
ello se afiaden las altas cotas de mortalidad infantil durante toda la d1 111 111os unos análisis, ya clásicos, sobre la crisis de mortalidad, a la
Edad Moderna, se com prenderá por qué el recuento de numerosos pue- 1 p11 • pn·t:isumcntc por haber estado provocada principalmente por fac-
blos campesinos franceses ha dado como resultado que en las zonas ''"'' · dimático-cconómico s en combinación con pestes epidérnicas,
rurales sólo tres o cuatro nifios alcanzasen la edad de veinticinco afios. drallltatilla «crisis demogrática dei tipo antiguo», relacionándola así
Tras el crudo lenguaje demográfico se ocultan, por tanto, unos 1 ll'l'l· ham cntc con la «crisis agraria dei tipo antiguo».
hechos histórico-sociales significativos. Las poblaciones rurales y Su mceanismo era tan sencillo como brutal. A intervalos regulares
urbanas de Europa, con la ayuda de la boda «aplazada», fomentaron d1 dil-t., quincc o veinte afios, en muchos municípios rurales y urbanos
considerablemente la planificación familiar. Es cierto que, una vez 1 11111p ·os, co mo consecuencia de los resultados catastróficos de la
casada, una mujer tenía, por regia general, un nifio cada dos afios, , 11 l'l' ha - lras una helada demasiado temprana o demasiado larga, tras
pero también lo es que no empezaba a tenerlos hasta que ya habían ll11vi11s cxccsivas en otofio o a cornienzos dei verano, después de una
pasado sus primeros siete o diez afios de fertilidad especialmente alta. l' ' "''i 't,atla, etc.-, los precios de los productos agrícolas básicos se dis-
Pierre Chaunu ha plasmado este hecho en una fórm ula que se ha con- p 1r dmn . Hasta finales dei siglo xvm no se pudo disponer de un susti-
vertido en un clásico: La práctica de Ia boda «aplazada», predominan- 111111 realmente útil como la patata; el trigo determinaba dictatorial-
te en la mayoría de Ias famí lias no excepcionalmente acaudaladas, IIH'IIIc lu situación alimentícia de la mayoría de la población. En afios
«fue en la Europa dei Ancien Régime la auténtica arma dei control de 1 1p 1 ·ia Imente críticos -Goubert, para su ámbito de investigación, el
la natalidad». lii'I IUVaisis dei norte de Francia, hace una y otra vez referencia a la
Dupâquier ha modificado esta fórmula con razones fundadas. En , ,,, · ·ha de 169311694-, los precios del trigo se triplicaban, cuadrupli-
su opinión, no es la «boda aplazada» el concepto apropiado, sino la 1 nha11 y quintuplicaban con respecto a su valor normal, valor que, por
«necesaria soltería temporal». Y es que, en la práctica, el matrimonio 1t' d ·más, volvían a alcanzar con asombrosa rapidez tras unos cuantos
tardío no era un acto fruto de la libre voluntad de las clases sociales 11 11 os bucnos. El afio de la crisis, sin embargo, causaba estragos la muer-
afectadas, sino una necesidad forzada por las condiciones externas; ,,. por hambre, potenciada por los agentes patógenos que acompafian a
necesidad que para las personas, aunque hubieran aceptadà, como l.t ~:scasez y que aprovechan el mal estado nutritivo. Y eso no sólo ocu-
cree Chaunu, el ascetismo sexual con la ayuda de la socialización 1da cn las ciudades y en los municípios rurales de cierto tamafio,
familiar y eclesiástica, supuso una verdadera maldición en unos afios , uyos habitantes no podían pasarse sin la compra o compra suplemen-
tan decisivos de su vida. Y ello no tanto por la fecha tardía de la boda, Liria de trigo y que , justamente en ese afio de altos precios en la
que incluso desde una perspectiva actual no parece demasiado anó- 11 1i mentación, no podían vender o malvendían sus productos artesana-
mala, como por la abstinencia sexual que la precedía, por el rígido 11-s, o bien se veían obligados a soportar reducciones salariales, sino
control familiar y social al que ésta estaba sometida, por las circuns- 1111ltbién en los propios pueblos campesinos, donde el rendimiento de
tancias a veces temporalmente humillantes de la larga espera de la
herencia y, finalmente, por la penosa búsqueda de «medi os de alimen-
tación» fuera de la herencia paterna. 1 La muerte en sus tres formas -hambre, epiderrúas y guerra- ha impulsado en los últi-
Naturalmente, el matrimonio tardío, tal y como se desprende de las IIHIS aftosa las ciencias sociales internacionales a realizar fascinantes y novedosas investi-
l'lll'ioncs. De entre la numerosa bibHografía escogemos sólo algunas referencias importan-
cifras, es un promedio estadístico calculado a partir de numerosos 11'' pura el texto: P. GOUBERT, Beauvais et te Beauvaisis de 1600 à 1730. Contribution à
datos para períodos de tiempo de larga duración. La cronología revela /'11/.,·foire sacia/e de la France du xvu' siecle, 2 vols. , 1960. Sobre la posible sobrevalora-
que la edad de matrimonio no permaneció constante en todas partes ni 1 11111 clcl hambre e infravaloración de las epidemias y la guerra, véase IMHOF, Einführung
en todas las épocas. La historia de la población europea de la Edad 1vl'usc n. I), pp. 46 ss. y 124 ss.-Sobre las causas agrícolas de las crisis de hambre, W. ABEL,
A111.1'.\'enarmu.t und Hungerkrisen im vorindustriellen Europa, 1974.- Sobre el fenómeno general
Moderna se caracterizá por unas crisis de mortalidad cíclica: el ham- d1· lu muerte, tres estudios franceses -que en la actualidad ya son clásicos- con interpreta-
bre, la epidemia y la guerra. Las crisis de mortalidad, sobre todo la l' llll lt.:s parcialmente contradictorias, en especial con respecto a la descristianización: PH. AruEs,
hambruna que seguía a una mala cosecha, repercutieron decisivamente I 'lunwne devant la mort, 1977. M. VovELLE, Piété baroque et déchristianisation en Provence
1111 X\1111 ' siecle. Les attitudes devant la mort d 'apres les clauses des testaments, 1973.
en las poblaciones europeas de la época comprendida entre 1600 y 1750 1'. C IIAUNU, La Mort à Paris, 16', 17', 18' siecles, 1978. Véase también PH. ARIÉS, Western
y, juntamente con la edad de matrimonio, pusieron en marcha un pro- \1/ilt!des towards Death, 1974.
22 23
la cosecha era bajo, de mala calidad, incluso perjudicial para la salud,
o nulo.
Algunas consecuencias demográficas de la crisis de la cosecha se
manifestaban inmediatamente. Junto con los precios, se disparaba la tasa
de mortalidad; al mismo "tiempo, el número de matrimonios se aproxi-
maba con frecuencia ai punto cero y descendía el número de bautizos y,
sobre todo, el de em barazos (concepci ones).
Así pues, el aspecto de la conducta generativa de una comunidad
campesina reflejaba de forma notable la penuria de su alimentación,
abastecimiento y salud durante una crisis de hambre. Moría gran parte
de la población; muchos proyectos de boda de frustraban, se anulaban
o se aplazaban; numerosos nifios morían con sus madres, ya fuera den-
tro dei seno materno, o bien durante o poco después dei nacimiento; se
IS
~
aplazaban conscientemente los nuevos embarazos (?), o caían víctimas
de la «amenorrea por hambre», una esterilidad temporal de las muje- lO
res insuficiente, mal o equivocadamente alimentadas.
5
Se puede partir dei hecho que la crisis demográfica, ai igual que la
crisis agraria dei «tipo antiguo», fue un fenómeno común a toda
1692 1693 1694 1695
Europa, si bien no en todas partes se di o con la misma fuerza y bruta-
lidad que describe Goubert para el Beauvaisis. Como es natural,
muchos factores dei entorno económico, social y ecológico determi-
naron el desarrollo de la crisis; incluso en el Beauvaisis, la diferencia
en la estructura productiva, adquisitiva y dei sue] o de cada zona moti-
varon un desarrollo muy diferente de la crisis. Allí donde había auto-
ridades municipales, comunidades de religiosos, terratenientes y
príncipes territoriales atentos y responsables, que sabían organizar la
«beneficiencia pública», las ciudades, sobre todo, podían librarse de
lo peor. Pero, en general, la muerte -sobre todo las crisis de mortali-
dad-, fue «omnipresente», «estructural» (Pierre Chaunu) en la Euro-
pa de la Edad Moderna.
Pero, (,Cuáles fueron las consecuencias a media y a largo plazo de
I I I I
la crisis demográfica dei «tipo antiguo»? (,Cómo repercutió és ta en el Bodas
«modo de población preindustrial»? (, Cómo fue conformada por el «sis-
tema autorregulador»? Está comprobado que en las sociedades prein- 10
dustriales los principales afectados por las crisis demográficas dei «tipo 5
antiguo» fueron dos grupos de edad: los lactantes, los nifios y los ado-
lescentes, por una parte, y las personas mayores, que ya no formaban 1692
parte dei proceso de reproducción demográfica, por otra parte. Por
muy cínico que pueda sonar, las altas tasas de mortalidad de la pobla- I. J.a crisis demográfica de 1693/1694 en el Beauvaisis.
ción mayor tenían consecuencias «beneficiosas» para el conjunto de l'tt etlle: P. GOUBERT, Cent milles provinciaux au xvnesiecle. Beauvais et le Beau-
un pueblo. Las fincas y las empresas artesanales se quedaban libres l'ttisis de 1600 à 1730, 1968, pp. 430 y 431.
antes de lo esperado: había espacio, incluso mucho espacio en las cri-
sis graves, para fundar nuevas famílias. De hecho, los historiadores,
sobre todo, franceses, han constatado unánimemente una serie de cam-
24 25
bios de ritmo en las poblaciones rurales después de crisis demográJi-
cas fuertes: en primer lugar, un ascenso de la fertilidad matrimonial de
50
este grupo de edad, como sefial de que la generación, inmersa en el
proceso laboral y productivo, también «se aprovechaba» a su manera de
la crisis; luego, una disminución de las cifras de soltería «definitiva»
-bastante alta en general, es decir, en tiempos «normales »-; por últi- 40
g"
c:
lo económico-social e interiorizados en forma de hábitos de conduc-
ta, fue un arma contra el crecimiento desenfrenado de la población, -~ tO
contra, como dicen los franceses, el «mundo lleno». Definido por Ia "c:
-o --- FRANCIA
·~ - ALEMAN IA
opinión unánime de la investigación como una conquista específica :Õ • - • ESPAiiA+PORTUG AL
de las civilizaciones «clásicas» de la Europa central, occidental y sep- ~ QL------ --------
1700 1800 1900
tentrional, no conocida por Ias civilizaciones anteriores ni por las
sociedades coetáneas de los ámbitos oriental y sudoriental, el sistema d, Crccimiento demográfico de algunos países europeos entre 1700 y 1900.
demográfico preindustrial guió el desarrollo contenido de la pobla-
ción europea desde el siglo xvr hasta el xvm. (,Durante cuánto tiem- rnl:dicinales (mejores fuentes, mejor agua, vacunas, etc.) mitigaron la
po permaneció vigente? Sobre todo: (,Seguía vigente cuando a media- rnorlalidad infantil, sobre todo en las ciudades. Ambas tesis tienen, sin
dos dei siglo XVIII comenzó en toda Europa el proceso de . rápido duda, algo de verdad, pero enseguida se plantea la cuestión de si son
crecimiento demográfico? Si es así, (,qué factores hicieron posible este una cxplicación suficiente o si valoran debidamente la relación entre
crecimiento que se había visto impedido durante más de dos siglas ·a usa y efecto.
bajo el signo del modo de población preindustrial? Si no es así, (,qué En lo que respecta a la provisión higiénico-medicinal, los investi-
factores abolieron este sistema «autorregulador»? •adores están de acuerdo en que, antes de 1800, sus modestos progresos
Puede parecer sorprendente, pero en la investigación -altamente no pudieron haber estimulado en lo esencial el aumento de Ia pobla-
diferencia da- sobre la demografía histórica todavía no hay respuestas ci6n, iniciado entorno e incluso con anterioridad a 1750. Los avances
concluyentes a esta pregunta. ·n la agricultur a dei siglo XVIII son incalculab les, aunque -con la
Durante mucho tiempo se ha intentado explicar este crecimien to excepción de Inglaterra - en ningún país adquirieron tal dimensión
como resultado de las mejoras prácticas en la alimentación, Ia ·o mo para que los historiadores hablen de una «revolución agrícola».
higiene y la provisión medicinal de las poblacion es europeas 5: gra- Sin embargo, el dictamen empírico muestra que dichos avances son
cias a las reformas de la economía agrícola, a la ampliación de la mucho más una consecuencia, es decir, el resultado dei aumento de la
producció n y a un aumento limitado de Ia productivi dad fue posible
alimentar a más personas que antes. Nuevas instalaciones higiénico-
dons les pays européens et méditerranéens, 2 vols. 1975-1977. H. ACKERKNECHT, Ge-
scliichte und Geographie der wich.tigsten Krankheiten, 1963. A. E. lMHOF (ed. y trad .), Bio-
/ogie des Mensch.en in der Geschich.te. Beitrage zur Sozialgeschichte der Neuzeit aus Frank-
5 Sobre
el problema dei aumento de la población desde el sigla xvm, ai que los histo- reich und Skandinavien, 1978. H.v. RUDLOFF, Die Schwankungen und Pendelungen des
riadores-demó grafos han dado en llamar <<transición demográfica» , véase lMHOF, Ein- Klimas in Europa seit Beginn der regelnzassigen lnstrumenten-Beobachtungen (I 670), 1967.
führung (n. 1), pp. 60 ss. Algunos trabajos importantes sobre la historia de las epide- E. LE Rov LADURIE, Histoire du clinzat depuis l'an mil, 1967. Como principal trabajo co-
mias, la medicina y el clima: E. WOEHLKENS, Pest und Ruhr im 16. und 17. Jahrh.undert. rrcctor de la vieja tesis de la <<revolución agraria>> en el sigla XVIII (para Francia), M. MORI-
Grundlagen einer statistisch.-topograph.isch.en Beschreibung der grossen Seuch.en, ins- N ~CAU, Les faux-semblants d'un démarrage économique: agriculture et démographie en
besondere in der Stadt Uelzen, 1954. J.-N. BrRABEN, Les h.omnzes et la peste en France et France au xvm• siecle, 1971.
26 27
poblacián provocado por la demanda y por la subida de los precios, .. ,, l'ltll mrgo , par··· más importante la «<.:asualid ad» de que a fin ales
que su causa. Los terratenie ntes, los campesin os hacendad os y los "' I •,i)' lo xv n tcrritorios como Prusia Oriental (1709-1711) y la
arrendatarios seguro que no administraban sus bienes con la vaga " '11111 de Marsc ll a ( 1720) constituyen una excepción- la peste sedes-
1
esperanz a de una posible ampliaci án de la demanda, sino que sálo se l'u lwm d · la hi stori a.
aventuraban a utilizar las innovaciones técnicas y la tierra sin cultivar , 'upunicnd o que los fuegos o el alimento, como base dei sustento de
cuando el mercado prometía a cambio un cuantioso beneficio. Basta tl ltll 11111, i1ia, pcrmanec ieran constantes, el sistema demográfico preindus-
con pensar en el famoso ejemplo de Montesq uieu, tilásofo francés y ltl.d 11 ndrfa que haber reaccionado a los cambios producidos en lamorta-
terrateniente producto r vinícola, que en torno a 1735, como cabildero lulul con otra restriccián de la fertilidad general- es decir, con un nuevo
de los productores y comerciantes de vino de Burdeos, abogá ante el '"'"'cnto de la edad dei matrimonio, con una ampliacián de la soltería
gobierno por la ampliaciá n dei cultivo de la vid a costa dei trigo, por- •ld initi va» o con una limitacián de la fecundidad matrimonial-, para así
que solamente el cultivo y la producci án (jléase exportacián!) de vino , vtl nr una cx plosián demográfica. El crecirniento de la poblacián desde
prometía en aquella época beneficios, pero no así Ia de trigo, que estaba uu•diados dei siglo xvrrr indica, sin embargo, que esto no ocurriá así o
sometida a un riguroso control de precios por parte dei absolutismo en 1] 111 ·, a I menos, no ocurriá de manera general. De ahí que,
en consecuen-
tanto que Estado proteccionista y social. ' 111, lt aya que examinar si en esta época no se aflojá el estrecho vínculo
Parece razonable que, para seguir buscando explicaciones, se con- , islonlc entre creacián de famílias y suficiencia de alimentos, al menos
temple el propio «sistema autorregulador» dei modo de poblacián , 11 ddcrminadas capas sociales, o si no se ampliá considera
blemente el
preindustrial. Porque si este modelo resulta tan convincente para los 111 1111 ·ro de fuegos existentes.
siglos anteriores como creen muchos historiadores, también tendrá 1)c hecho, algunas observaciones empíricas respaldan estas hipá-
que servir -al menos ex negativo - para el momento en que se inician 11' ·is. Los intentos aislados de una «política de poblacián » estatal-
los cambios. De hecho, hay algunas observaciones empíricas ai res- ll hsoluti sta debieron de desempe nar sálo un papel secundaria, que sin
pecto. El principal instrumento de control dei sistema demográfico dnd a posibilitaron la existencia de nuevas famílias , aunque en zonas
preindustrial era, como ya se ha dicho, el número limitado de alimen- ""'Y delimitadas. Mucho más relevante parece el proceso de expan-
tos disponibles. Las crisis agrícolas y el hambre y, en consecuencia, la • ití tt - rccientemente en el punto de mira- de los fabricantes rurales,
mortalidad se ocupaban de que de vez en cuando se crearan espacios 1' l l ll su i ndustria doméstic a que trasciend e las relacione s
y condiciones
libres sin que Ia consecue ncia fuera una explosián demográfica. Hay ·k producciá n campesin a 6 • La actividad doméstica «protoindustrial»,
muchas cosas que pareceo indicar que, con la gran hambrun a de 1·on su economía familiar de trabajo intensivo y orientada al dinero,
174011741 , en numerosos países de Europa se acabá el funcionamien- qtt l; ya existía en el siglo xvn, pero que en el XVIII experime ntá un
to combinad o -tan eticaz para provocar una crisis- de hambre y muer- 1111•c especial, no sálo posibilitá un matrimonio y una crianza de los
te. Es cierto que la crisis agraria dei «tipo antiguo» se mantuvo hasta !ti jos tcmpranos en comparac ián con la tradicián campesina, sino que
bien entrado el siglo XIX, y que tanto entorno a 177111772 como hacia l11s hi zo necesarios por motivos de organizacián laboral de la economía
1847 nos encontramos con dos nuevos y destacados ejemplos, que se 1'111Hiliar. Parece fuera de toda duda que el modo de poblacián pre-
pueden comprob ar por el índice de precios; pero también lo es que en ltldu strial , en regiones con una perceptible concentr acián de industria
ninguno de los dos casos si guiá una mortalidad tan generalizada como d1 unéstica rural, perdi á eficacia precisamente en aquellas clases socia-
la que caracteri zá los decenios precedentes. lcs que en los siglos anteriores se habían visto especialmente afectadas
l,Cámo se llegá a este cambio significativo en el terreno de la mor- pm la relacián funcional existente entre la fundacián de una família y
talidad? También en este aspecto carecen de seguridad las opiniones II II H suficient e capacida d adquisiti va agraria y artesano-
gremial: Ias
de los historiadores. Puede que las mencionadas mejoras higiénico- dascs de los pequenos campesinos, la servidumbre, los criados y cria-
medicinales hayan desempenado en esto un papel igual de limitado que das no independientes y no casados.
las -paulatin amente eficaces- reformas agrarias, Ias cuales, aunque al
principio se vieron estimuladas por el crecimien to de la poblacián , en
algún momento contribuyeron a la estabilizacián del mismo. Asimis-
mo, algunos historiadores han tenido en cuenta el clima -en general más " Sobre la industria doméstica, véase más adelante, p. 64 ss. Sobre la cuestión de los
benévolo, es decir, unos pocos grados más templado - que distingue la t'll lllbios de la situación demográfic a en el sigla xvm debidos a la protoindustrialización ,
v~ u nse los dos artículos de H. LINDE (pp. 32-52) y H. M EDIC K (pp. 254-282) en W. Conze,
época de la Ilustracián dei pequeno «período glacial» de Luis XIV.
.\'nzialgeschichte der Familie (como en la n. 3).
28 29
Pero también aquellas regiones que no conocían Ia concentración 11111 dt ln s pL·rsonas . Pu ·s sôlo la dcmostración de tales medios de sub-
protoindustrial parecen haber contribuído a la abolición dei antiguo I 1t tlllil daha lu gar, por regia general, a la fund ación de
una familia; y
sistema demográfico. Mientras que en el transcurso dei siglo XVlll el " l11t'tl In ramilia recafan las principales decisiones acerca de la futura
viejo pattern generador se reforzaba precisamente entre Ias clases bur- 1111111 lt11de la cvo lución demográfica.
guesas y nobles, en Ias dases hajas rurales y urbanas comenza ba un l<,·stilla fácil hacerse una idea dei enorme grado de dependencia
proceso de creciente actividad matrimonial y reproductora, proceso , htntlc ·ntre la fundación de una família -y, por tanto, Ia posibilidad
que -liberado de las crisis cíclicas de mortalid ad- ya no se veía frena- "' " 'IH'oducción de! género humano- y los medios de subsistencia, si
do ni siquiera por el precepto regulador de la suticiencia de «alimen- , d1 · rrihc esta relación con categorías político-económicas. Tanto en
tos». De los heuerlingen de la Alemania noroccidental, de los giirtner 111 tll'l'il'ullura como en la industria urbana, los medios de subsistencia
y hiiusler de Sajonia y Silesia, de los jornaleros, inwohner, einlieger, ol1 111 1;ra preindustrial eran fundamentalmente «bienes escasos». Su
manouvriers y cottagers de otros territorios a! emanes y europeos, sabe- 11111111'1'11 no se podía aumentar a voluntad ni tan deprisa como para
mos que se asentaban en Ia mitad, un cuarto o un octavo de miserables .111. l'uccr en todo momento Ia creciente demanda . En el campo,
«alimentaciones» y que, no obstante, fundaban familias y engendraban ellati-
ltnHii\1 tlcl Estado, el clero, la nobleza, la burguesía y los campesinos
hijos. Donde no se les ofrecía la solución protoindustrial, donde el ser- IIIIIIIHidados limitaba el número de medios de subsistencia agrícolas
vicio agrícola remunerado no Ies alcanzaba para vi vir, buscaban ingre- dt •. p1111ihles; las condiciones político-jurídico-seõoriales generales
sos adicionales trabajando de temporeros, itinerantes o alistándose en 11 pncutfan igual que el hecho de que para el sustento de una familia
la marina. La segunda mitad del siglo xvm es en toda Europa una época , 11111p ·sina se necesitaran tierras de un tamaõo mínimo determinado.
de crecimiento desmedido de estas clases hajas rurales y urbanas. AI l•11 lu industria urbana, la limitada demanda de bienes industriales era
abolir desde abajo el viejo sistema de población , amenazaban no sólo t• ponsable de Ia restricción en Ia misma medida que la rígida influen-
el precario equilíbrio demográfico de Europa, que había durado siglos, 1 i11 d · los gremios en Ia fundación de empresas, influencia que duran-
sino el conjunto dei entramado socio-estamental de Ia vieja Europa. En 11' l11da la época de Ia Edad Moderna puede calificarse de restrictiva.
otro lugar de este volumen habrá ocasión de examinar este aspecto con l'or otra parte, el trabajo agrícola y artesanal tambien dependía dei
más detalle. 111 lu de fundar una família. En Ia época preindust rial,
la família no
11lo era -y lo sigue siendo hasta hoy- la institució n esencial
de la
ll'producción biológica. AI mismo tiempo era -cosa que hoy ya no-
2. FAMILIA ' I lu gar principal de la producci ón y organizac ión dei trabajo. En este
w ttlido, los medios de subsisten cia no sólo eran la condició n previa
La idea de un «modo de población preindustrial», de un «sistema ptra la fundación de una família, sino ésta también la condició n pre-
autorregulador» que h a guiado la marcha de la historia demográ fica de viu para la subsistencia. En la época preindustrial, la mayor parte de
la Edad Moderna, sólo es capaz de convencer cuando se puede ilustrar l.ts personas trabajaba y producía donde vivía y moraba. Oficios que
con ejemplos su modo y sus mecanismos de funcionamiento. Ya se ha 1· pararan al hombre de su hogar y su família -ya fuera en la manu-
insistido en que Ia categoría «recursos alimentícios» no cumple ade- ltwlura, donde era regularm ente pagado por su trabajo, o en el «sector
cuadame nte este objetivo. Ciertamente, en los siglos xvr, xvu y xvm lnciario» , donde prestaba servicio como oficial del Estado, de la
Ia alimentación era limitada en todas las poblaciones europeas, pero es 1 ' 1·s ia o como emplead o de un terrateni ente- eran una rarísima
evidente que en los cortos y graves períodos de crisis ésta sufría una t•xçcpción. Incluso para el jornalero , el bracero o el oficial artesano,
merma considerable. Nada indica que en las restantes épocas «norma- ,ti que las estrictas y poco elásticas relaciones del orden social y econó-
les» no se pudiera alimentar a un número mucho mayor de personas, tllico preindustrial no le ofrecían ninguna perspectiva de poseer un
como de hecho ocurría. Las poblaciones europeas de los siglos xvr al 111 ·di o de subsistencia que bastara por sí solo, la relación con la famí-
xvm no se mantuvieron en las cantidades calculadas para estos siglos lia co mo lugar de producci ón tenía una gran importancia, tanto si per-
porque la fuente de alimentación no permiti era un mayor crecimiento; ll' llCCÍa a la familia y a la casa de un seõor en calidad de inquilino y
no aumentar on bruscam ente a partir de 1750 porque su estado de pmlía llegar a fundar su propia família con el consentim iento dei
nutrición y de abastecimiento sufriera de repente una decisiva mejora. s1·• or y en la casa de éste, como si ampliaba su insuficiente base de
En el campo, pero también en el comercio y en Ia industria, la oferta snbsi stencia mediante un pequeõo lote de tierra, casi siempre arren-
de medi os de subsistencia influyó mucho más en el proceso reproduc- dado, que cultivaba su propia y pequeõa familia.
30 31
Concepto s como «familia» y «fundación de una ramilia» se com- oi .. •. ~tt s ltcrmanos y sus hcrmanas . En algunas rcgioncs europeas, en las
prenden muy fácilmente porque en la actualidad van asociados a 1pH t· hahfa impucsto la Jivisión real de las poscsiones campesinas,
ideas jurídicas y sociales muy claras. Pero, ~qué era la família en cl 11 lqttll'fa ·spccial imporlancia cl criterio de sustento de los descendientes
pasado preindustrial de Europa y en qué se diferenci aba de la família oll li nhc:t.a Jc ramilia, incluso frente a la preocupación por el cuidado de
de! presente? 7 1111 11 poscsión y dcl correspondiente tamafío de la explotaci
ón. En Nor-
La diferenci a más significativa ya se ha descrito mediante alusio- 111 111d n, por cjemplo, cada hijo, a la muerte dei padre, recibía la parte de
nes. Como lugar principal de la reproducción, la producci ón y la orga- !.1111 tst:sión que Ie correspondía, «aunque hubiera abandonado afíos atrás
nización de! trabajo, la família en todo e! período de la Edad Moderna 11 11 fmnilia y aunque él rnismo hubiera renunciado formalmente
se caracteri zaba por una multip]jcidad de funciones que la convertían a su
I' ult· de la hcrencia» (Flandrin).
en e! elemento estructural central de! orden social preindustrial, frente <'orno cs natural, los inconvenientes de tal procedim iento sucesorio
ai cualla historia social de la família desde finales del sigla xvm hasta 1· 1kjarun sentir mucho en las zonas en las que se pract!caba :a di~isión
la actualidad es concebida, con razón, como un proceso de «pérdida 11 ti y tal como ilustra el ejemplo de Normandía, se mtento ataJar_los
1
de función» o, mejor dicho, de «descarga de función». A partir de esta 1111'dianlc acuerdos contrarias en interés de una unidad de explotacJón
circunsta ncia se desprend en importan tes conclusio nes para el análisis 1 11 11 capacidad de funcionar niento. De ahí
que en muchas regiones
histórico-social de la família. Estamos acostumb rados a contempl ar 1 llt'llpcas se impusiera , no por casualida
d, el derecho del heredero
una família como un sistema de relaciones de parentesco. En la época 1111i ·o, y aquí la forma social «família» hacía clara referend a a «la casa
preindustrial, sin embargo, la pertenenc ia a la família de un sefíor no la 11tlltplcja» como lugar de producción.
decidía la relación de parentesco, sino la función que desempefíaba un Parece obvio que los historiadores tengan sus dudas a la hora de
miembro de! hogar en e! marco de la organización dei trabajo. En este 1 tl ili car como família esa forma de estructura social de la época pre-
sentido, un siervo, una criada, un criado, un inquilino, pertenecí a a la llidllslrial. Según nuestra interpretación actual, ese concepto de família
família de! sefíor, pero no su hermano, que no había heredado y se había 111 1s resulta demasiado ajeno, ya que estamos muy influi dos por el
comprad o una finca en otro lugar o había emigrado a una ciudad. Los ltHH.lclo de Ia «pequena família» burguesa moderna, modelo que no
libras de almas austríacos del sigla xvn, por ejemplo, no muestran con 111vo vigencia general hasta que a finales de! sigla xvm se rompió el
claridad que los hijos de un «padre de família» inscritos en ellos fue- ~·s trccho vínculo entre familia y organización de! trabajo. Nuestro con-
ran efectivamente los suyos; pero sin duda pertenecí an a su «comuni- 1T plo moderno de familia, que eleva el parentesco a criterio dominante,
dad doméstic a», a la família. t' ha desarrollado a partir de esa época. Con anterioridad, «la totalidad
Por cierto, esto no significa que las relaciones de parentesco, dentro y dt· las personas que viven en una casa» era calificada de família; la
fuera de la casa, no fueran sentidas y ponderadas. Basta con remitir a las pul abra latinafam i/ia, cuyo significado esencial es «casa», expresaba,
grandes farni]jas de príncipes y nobles, a la política de casarnientos y al , ., 11110 pater y mater, «no una relación genealóg ica, sino una dependen
sistema de sus relaciones familiares extendidas por regiones enteras, -
incluso por continentes, para subrayar la relevancia que tenía también en
esta época un concepto de família basado en el parentesco. También las
•· lt.:cción. Estas exposiciones y ensayos contienen abundante bibliografía especializad
múltiples formas de! derecho sucesorio rural se encargaban de que, den- a, Y
1·o11viene sefíalar que, aunque la investigación se plantee cuestiones que abarquen el con-
tro de una comunidad doméstica, hubiera unas relaciones especiales -y, 1111110 de Europa, por e! momento aún sigue revisando ejemplos regionales y locales.
Una
naturalmente, también unos conflictos especiale s- entre parientes por vlsió n re presentativa , y todavía relativamente actual, de la investigación internacional
nos
consagui neidad, los cuales se abrían paso a través dei entramad o del lu proporcionan los dos volúmenes colectivos: H.-U. WEHLER (ed.), Historische Familien-
fursc ilun.g und Demographie. Geschichte und Gesellschaft I, núms. 2/3, 1975. W. CONZE
círculo de personas que participaban en la organización de! trabajo de «la (~·ti. ), Sozialgesclzichte der Familie in der Neuzeit Europas, 1976. Un buen examen de
la
casa compleja». Así, por ejemplo, el futuro heredero del cabeza de famí- 111Uy diferenciad a- investigación inglesa, en P. LASLETI Y R. WALL (eds.): Household and
lia -por regia general, su hijo mayor o menor- destacaba claramente con Joiuuily in Past Time, 1972. Sobre Inglaterra véase también L. STONE, The Family, Sex
111UI Marriage in En.gland 1500-1800, 1977. Una descripción
respecto a todos los demás rniembros de la comunidad doméstica, inclui- fácilmente accesible y, en
~ ·n1 ido positivo, científico-divulgativa en M. MITIERAUER Y R. SrEDER, Vom Patriarclzat
zur
/'ortnerschaft. Zur Strukturwandel der Familie, 1977. Una comparación entre Francia
e
In glaterra de un contenido muy valioso: J.-L. FLANDR!N, Familles. Paren.té, maison., sexua-
l i/é dans l'an.cienne société, 1976. Una buena sinopsis sobre los problemas y métodos
7
Sobre la historia de la forma social <<família>> ha habido en los últimos aíios una serie de
lu investigación histórica sobre la família en K. HAUSEN, <<Historische Familienfor schung>>,
de publicaciones fundamentales, de las que aquí sólo puede ser mencionada una pequena ·n R. Rürup
1 (ed.), Historische Sozialwissenschaft, 1977, pp. 59-95.
32
33
cia sefíorial» (Mitterauer). Así, también en la Edad Moderna podría .!111 11111· IIH JC ho li ·mpo. Si mucrc o si la cnfcrmcd ad y la dcbilidad senil
hablarse de «família» si se deja claro que con ello nos referimos ai 1. " hlt g11 n u r ·tirursc, inmcdiata mc ntc asciende su heredero. En efecto,
grupo de personas encabeza das por el pater familias que vivían juntas 1, 1111111 ipl ·s form as de retiro campesin o se han desarrollado principal-
en la misma casa para desempe nar una tarea de producció n agrícola o ,,~~ 1111· pmqu c c l hogar campesino debía tener en todo momento asegu-
artesanal y cuyos papeles individuales estaban determin ados principal- ' ul11 lnt·n ·rgfa de un presidente activo y capaz de llevar la economía , es
mente por este objetivo y no por las relaciones de parentesco. do , 11 , 110 de mas iado viejo.
Quien quiera evitar el dilema de elegir entre concepto s de família 1 l1n> pape l diferente , pero no menos importan te, es el de Ia sefiora
muy diferentes, que eche tranquila mente mano, para caracteri zar Ias ,1, lu 1·asa. Por supuesto, dicho papel se caracteriz a en parte por el cui-
relacione s preindust riales, del concepto de «casa» o de «hogar», que ohtdll y la crianza de sus propios hijos. Pero como directora de la casa
de hecho ilustra buena parte de lo que caracteri zaba a Ia família prein- , 11•.ll t.'onjunto !e correspon de también velar por el bienestar y la pros-
dustrial como lugar de trabajo. Por regia general, el que quería produ- 1" 11dad de todos los miembro s familiares que participen en el proceso
cir como campesin o o como artesano, necesitab a, en efecto una casa. "' pmducc ión. Tampoco su función admite una vacante. Si muere
Sólo la casa !e ofrecía Ia posibilid ad de casarse, de engendra r hijos, de llllllll o, por regia general es rápidame nte sustituida por una sucesora.
acoger criados; sólo quien disponía de una casa estaba verdader a- 1 11 lihros de almas de Ias más diversas regiones europeas dan testimo-
mente capacitad o en aquella época para fundar una família; es más, 11111 ckl gran número de hogares con segundos o terceros matrimonios
sólo Ia casa le daba - al menos en el campo- una reputació n duradera. " ' los cabezas de família. Naturalm ente, los hijos que la segunda o ter-
Que dicha casa abarcaba más de lo que da a entender nuestro restringi- ' 1'1'11 mujcr se Heve de un matrimonio anterior o los que traiga ai mundo
do concepto moderno de «hogar» es algo que han visto con claridad I li In nucva casa quedan incluídos en la família dei cabeza
de familia 9 •
W. H. Riehl y, tras é!, Otto Brunner, y por eso han acufiado e! concep- 1,ucgo vienen los nifíos. Como ya se ha dicho, no siempre está cla-
to de «casa compleja »: también éste es un procedim iento muy sugesti- lillli L\ntc demostra do si los hijos que nos encontram os en la familia-
vo, siempre que no se cometa el error de contempl ar esta casa «com- lt il) ' ll f preindustrial son efectivam ente descendie ntes naturales
dei padre
pleja» como una casa «grande» 8• d1· la casa. Dos funciones caracteriz ao de modo especial al grupo de
La variedad de funciones de una familia-h ogar agrícola o artesanal h IN h ij os. Por una parte, en él se recluta ai que posterior mente presidi-
destaca claramen te cuando se tiene presente la variedad de papeles ' " 1'1 hogar, ai heredero, al possesso r. En las zonas con heredero único,
que se desempe nao en ella. 1· !rata dei hijo menor o dei hijo mayor, posición que formalme nte
En primer lugar está el que preside el hogar, el pater familias. Sin 11lo afecta a un único hijo, pero que en realidad, dada la alta tasa de
duda, una parte de su papel está determin ada por los vínculos familia- 11 111r1 alidad infantil, a lo largo de un ciclo familiar puede ser importao -
res y por el parentesc o: es el marido y el verdader o padre. Pero cuan- li' pa ra cualquier hijo varón. Cuando faltan descendi entes varones,
la
do se trata de la producci ón y de la organizac ión del trabajo, es sobre 111 1da de una hija se convierte en un fenómeno de gran importan cia,
todo el duefio y sefíor, el director de la economí a, y este papel es tanto •Indo que así se ofrece Ia oportunid ad de meter en casa a un forastero
más importan te cuanto mayor sea Ia posesión o empresa y el hogar. ,,.ll udalado que presida el hogar. Por lo demás, a los nifíos hay que
Como duefío de su casa represent a este papel también hacia fuera: en vnlos sobre todo como mano de obra. Un hogar campesin o, pero tam-
la ciudad, entre las organizac iones gremiale s; en el campo, entre la hi ! n una empresa artesanal de cierto tamafío, necesita mucha mano de
comunid ad campesin a; en Ias conversa ciones, Ias negociac iones y las ••lm.t , y los nifíos y los adolescen tes desempef iaban un papel especial
querellas con el terratenie nte. La importan cia de su posición se hace 1'1\ esta función cuando no había medios suficientes para dotar a la
evidente por el hecho de que ésta nunca debe permanec er vacante l'lnprcsa «con arreglo al rango social», en este caso, de criados. Por
111ra parte, también puede ocurrir que haya demasiad os nifíos en casa,
q1tc no todos puedan ser alimentados. Entonces algunos abandona o el
8 Sobre
la temática de la <<casa compleja», véase O. BRUNNER, <<Das "ganze Haus" und ho •a r, se acomoda o en casas de parientes o vecinos, y entran así en
die alteuropaische "Okonomik"», en id., Neue Wege der Ve1jassungs- und Sozialgeschichte
, 11tras famílias u otras casas como criados y criadas.
2
1968, pp. 103-127. La obra en la que se acuiíó este concepto, merecedora aún de una lec-
tura como fuente de una concepción decimonónica de la familia idealizadora e ideologi-
zante es: W. H. RIEHL, Die Naturgeschichte des deutschen Volkes, resumida y editada
por
v. G. lpsen, 1935. Sobre el siglo XIX, véase también F. LE PLAY, L'organisation de lajami-
lle, 1871.
'1 Mitterauer y Sieder, Patriarchat, cit. (véase n. 7), p. 52.
34 35
Ya se ha insistido en que los criados y las criadas -la servidu mbre- t'IH't llllramo s muy a m~.: nudo viud as retiradas que, en lu gar de volver a
estaban ampliamente integrados en la «casa» dei sefior. Asimism o se , .ts1 1rs • y meter cn casa a un nucvo propietario, complic ando así
ha recalcado que a menudo hemos de ver en ellos a parientes -sobri- aún
lll ii S la situac ión famili ar interna, se ponen en manos de
nas, sobrinos y, con frecuencia, también hijastro s- del cabeza de fami- un hijo, mien-
l•us que los padres enviudados suelen elegir el camino de un nuevo
lia y de su mujer. Fundam entalme nte, el objetivo final de su vida es '' "la(.:· matrimonial, incluso a una edad avanzada.
bailar una colocación y una casa propias. En épocas de gran diferencia Si se acepta como un hecho consumado la unidad entre familia y
de salarios entre la ciudad y el campo, el éxodo rural seles presenta IHI •ar, y se ve su fuerza estructural en el hecho de que, para
como el inicio de un ascenso en la escala social. Cuando esto no es la mayoría
d1· las personas , dicha unidad era ai mismo tiempo lugar de vida, de tra-
posible o no lo consiguen, no es raro que permane zcan durante toda la h11 jo, de producción y de consumo, salta a la vista que todas Ias teorias
vida en casa del sefior sin casarse, o bien que funden con su permiso y l',spcculaciones realizadas hasta ahora sobre los tamafios y estructu
una família propia. ras
..( pi cos»de la casa-família preindustrial tuvieron que pasar por alto Ia
Entonce s se incorpo ran al grupo de difícil compre nsión de los ,,.tdidad histórica. Especialmente la teoría desarrollada en el siglo XIX
inwohne r, que aparecen una y otra vez en los libros de almas de las regio- pm G. Le Play y W. H. Riehl sobre la «gran familia» preindustrial ha
nes rurales de la antigua Europa. También su función se definirá en pri- ~ i d o sistemáticamente rebatida por la valoración estadística de los
mordial mente en esta época en relación con la casa y la empresa de! lihros de almas de los siglos XVI, XVII y xvm 10 . Innumerables premisas
sefior. El que muy a menudo tengan ese papel parientes del sefior de la j11rfdi cas, económicas, político-sociales y también histórico-demográ-
casa permite deducir el espinoso problema jurídico-social del sustento de li ·as decidían sobre el tamafio de una casa familiar tanto desde el punto
los hermanos no herederos. De la servidumbre se diferencian formal- dt.; vi sta numérico como en lo relativo al número de generaciones que
mente en que a ellos les está concedida la fundación de una família. Está ,.
l'l HWivían. No es sorprendente que en la nobleza, en Ias cortes reales,
comprobado que tales inwohne r, ya antes de la industrialización, consi- p ·ro también en casas de la alta burguesía, encontremos entre veinte y
guen en hogares urbanos cierta independencia que los convierte práctica- ~· u arenta de personas, aunque en ocasiones superasen las cien o incluso
mente en inquilin os, más aliá del vínculo familiar con el sefior de la :dcanzasen las doscientas. Para una historia de las clases altas o de Ias
casa. El hecho de que, como muy tarde en el siglo xvm, también se esté di stintas casas reales o principescas, que aseguraban y ampliaban su
dispuesto a conceder el status familiar a los inwohne r rurales parece indi- poder gracias a la formación familiar y la clientela, esto es una circuns-
car en este sector cambios sociales y económicos cuyo aspecto preciso lnncia significativa que formaba parte indisoluble de la estructura de Ia
sigue siendo un importante desidera tum de la investigación. antigua sociedad europea. Su extremo contrario eran Ias casas de una
Un grupo particular lo forman, finalmente, los campesi nos retira- so la persona y Ias familias conyugales puras que, en comparación con
dos. Por numerosas descripciones !iterarias sabemos la carga tan one- cl presente industrial, constituían, sin embargo, una quantité nég_ligea -
rosa que podía suponer el sustento de los padres o de los suegros en la lile. La gran mayoría de las comunidades domésticas campesm as e
empresa de un joven possess o r campesino. El retiro campesi no esta- industriales muestra, por el contrario, una extraordinaria multiplicidad
blece acuerdos contractuales precisos sobre prestaciones en efectivo y de tamafios y tipos, en Ia que estadísticamente só lo se puede introducir
pagos en especie, sobre la vivienda que Jes corresponde a los campesi- un poco de orden y de síntesis teniendo en cuenta los promedios numé-
nos retirados y sobre servicios que hay que prestarles. Cuando se dis- ricos y el reparto de la frecuencia. En lo que respecta al tamafio numéri-
pone de recursos abundantes puede ocurrir que los retirados perma- co de la casa, se ha comprobado que prácticamente en ninguna región,
nezcan considerablemente al margen de la familia del heredero, pero
por regia general también el campesino retirado quedará integrado en
la «casa compleja» como mano de obra para servicios sencillos en la casa '" Sobre la problemát ica dei tamaíio de la familia hay artículos en todas las
y en la finca. Sólo en hogares acomod ados se debe uno imagina r el obras cita-
das e n la n. I. Son especialm ente importante s los trabajos de M. Mitterauer,
que en la actua-
retiro campesi no como un proceso relativamente armónico de relevo li dad dirige un proyecto de investigación comparativ a sobre la estructura
eu~opea de la
generacional; en las casas de los pequenos y medianos labradores, por liunilia y sus cambios. M. MriTERAU ER <<Familieng riisse-Fam ilientypen -Famlhenz
yklus.
l'robleme quantitativer Auswertun g von iisterreichischem Quellenmaterial», en
el contrario, el retiro debió de generar tensiones considerables, sobre W~hler (ed.),
1/ist. Familienforschung (véase n. 7), pp. 226-255 . M. MITTERAU ER, <<Zur Fam1henst
ruktur
todo cuando las herman as sin medios de subsiste ncia del hereder o in landlichen Gebieten bsterreich s irn 17. Jahrhundert>>, en H. Helczmanovski
(ed.), Beitrdge
entraba n en el contrato , cosa que ocurría con frecuen cia. Probabl e- zur BevO!kerungs-und Sozialgeschichte Osterreichs, 1973, pp. 167-222. Donde más
se <<con-
tuba» era en Inglaterra. Véanse sobre todo los informes de Laslett en LASLETT
mente sea por esta misma razón por lo que en los libros de almas y WALL
(.:ds.), Household ... cit. (véase n. 7). pp. 125 ss.
36
37
en ningún país, domina ban Ias casas de grandes familias de las que había I .11 l"amili a de un nohlc rural ing lés supcrab a, cn cslc t:aso, a la de
partido Le Play. Para Ia exigenc ia de familias numéri cament e grandes 111 1 l11lrndor ri t:o t:n un 40 por I00 aproxim adamen te y a la de un
de diez o más persona s en Ia Europa preindu trial faltaban tanto las arlc-
pre- lllill' ll rn{ts de un 60 por I00. Tambié n es signific
misas demogr áficas como las jurídico -económ ico-soc iales. Un campe- ativo que, si se com-
I''" 111 las dos calcgor ías superiores , la diferen cia de magnit ud no tiene
sino media, por ejemplo , apenas tenía oportun idad de formar una llll' ill' l·n c l plano del número de hijos, sino en el de la servidu mbre.
gran
familia en el sentido de las teorías antigua s. Probab lement e no se hicie- I .u casa-fa milia preindu strial tampoc o era «grand e» en otro senti-
ra cargo de su finca de quince o veinte hectáre as hasta la muerte de d·•· parte de las casas de los grandes senores, en general era una
su
padre. A los veintiséis, veintio cho o incluso treinta anos se casaba , l'qH.: i6n que en una misma casa convivi eran más de dos generac
con io-
una mujer unos dos anos más joven, que, si estaba sana y perman tu .~. La «famili a nuclear », tal vez amplia da por la servidu mbre y
ecía los
con vida, hasta que cumplí a los cuarent a o quizá los cuarent a y cinco ltii i'Oitn er , domina ba en Ia Europa preindu strial ; frente a ella
anos traía entre seis y diez hijos al mundo. Si este campes ino vivía disminu -
con \'1 ru n las familia s de varias generac iones y las formas
su familia a finales dei sigla xvu, podemo s supone r que perdía de dos familia res com-
a pk jns que reunían varias familia s nuclear es. Tampo co esto era ningun
cuatro hijos por la mortali dad infantil ; si su tierra se veía afectad a
a por , .1s11 ulid ad. De repente , las condici ones demogr áficas básicas dificul-
las crisis cíclicas de la cosecha , podían ser más aún los que muriera 1 11'1111 la convive ncia de tres generac iones, que probab
n. lement e hubiera
Tal vez debamo s imagin ar viviend o en esta finca a un criado o a 11lu oportun a por razones de produc ción y de organiz ación dei traba-
una
criada o a un inwohn er, y probab lement e también a Ia madre enviuda !11. 1.a avanza da edad de matrim onio tuvo la misma repercu sión que
da la
dei campes ino, que vivía retirada. 11ll a mortali dad infantil , que en muchos casos se encarga ba de que
Este ejemplo hipotético puede ilustrar lo que Ia valoración cuantitati- un
p 1drc fuera ya bastant e mayor para cuando un hereder o alcanza ba
va de los libras de almas h a convertido en certeza en los últimos aii.os. la
En n lad adulta. En las numero sas regione s en Ias que el derecho del here-
la época preindustrial, el promed io dei tamano de un hogar de las regio- dn o único favorec ía al hijo menor, el derecho heredit ario tenía
nes agrícolas de la Europa central y occidental era de cuatro a seis persa- una
tl' pcrcusi ón similar. Las premis as de la historia de Ias coloniz aciones
nas, y en los hogares urbanos incluso inferior. És tos son valores que y de la propied ad han influido en una medida muy conside rable en
no se ~1
diferencian esencia lmente de los de Ia época posterio r a la industrializa- tt11nufío de Ias comuni dades domést icas preindu striales . En las colom-
ción. Los recuentos ingleses sobre todo han mostrad o que existía t.t• ·iones de fincas aisladas y muy separad as entre sí, tal como
una las encon-
clara correlac ión entre el status social dei padre de la casa y el tarhano lrn mos en las marism as costera s del norte de Aleman ia, las familia
de s
la familia: cuanto mayor era el status, mayor era la familia. El siguien ,·nm general mente más grande s que en las fincas del interior , cercana s
te
cuadro sinóptico docume nta gráficamente esta circunstancia. , los pueblos . Lo que más ha contrib uido a la diferen cia del tamano
de
li >S hogares entre estas dos regiones es el número de criados .
Goodnestone-next-Wingham, Kent, April, 1676 Si bien la familia nuclear pura o amplia da puede, por tanto, ser
calilica da en general como la forma de hogar predom inante, ello
Statusof Mean Range
no
Numbers Numbers Numbers Numbers signific a que faltaran excepc iones notable s. Como ya se ha mencio
household No. size of
na-
ofsizes ofpersons of children of servants ofkin do, las familia s de Ia alta burgue sía y de Ia nobleza casi siempr e supe-
house· rahan numéri cament e el hogar domina nte de cuatro a seis persona
hold
s.
·!1un bién en ellas eran una excepc ión Ias familias de varias generac iones
y las formas familia res comple jas. En el ámbito rural, por el contrar
Gentry 3 9.0 22,3,2
io,
27 7 15 la familia con campes inos retirado s ocupab a una posició n especia
Yeomen 26 5.8 12-2
l:
151 64 34 3 n..: unía bajo el mismo techo a tres generac iones, si bien casi siempre
Tradesmen 9 3.9
por
Laboure rs
8-1 35 16 2 o poco tiempo . Se trata, natural mente, de una amplia ción específ ica
de
12 3.2 6-2 38 15 o o un a familia nuclear , pero no de una forma primiti va de la gran cons-
PoorMe n 12 2.1 6-1 25 11 o tc lación de las familias genealó gicas, como las que se han docume
nta-
do e n regione s asiática s y dei este de Europa . A diferen cia de lo
Totais 62 4.45 22-1
que
276 113 51 5 ocurría en estas zonas, los abuelos , como campes inos retirado s, cedían
por comple to al hereder o su papel de máxim a autorid ad de la casa;
Fuente: P. LASLETI, The WorldWe Have Lost, 2 1971, p. 66. el
padre de Ia nueva familia nuclear asumía este papel con todas las com-
38
39
petencias jurídicas y econômicas; con la muerte de los retirados la II' Jit'iu i l t..:lla parece conslituir la úni ca alirmación general verdadera-
familia quedaba inmediatamente reducida al tipo predominante' de aprovcchablc 12 .
l ll t ' lll l"
familia nuclear pura o ampliada. Algunos principias razonables obedecen a un punto de vista histó-
Aquí no podemos abordar en detalle otras diferencias notables del lll ' l l soc ial só lo en la medida en que utilizan el contraste con el presen-
modelo predominante. A ellas se han referido especialmente los his- 11·. t·s Jccir, subrayan lo que nos resulta inusual, ajeno, diferente del
toriadores franceses. Al establecer comparaciones entre el norte y el p tsnc.lo preindustrial, para de este modo, pese a la diversidad regional,
sur de su país, se han encontrado en el norte, en general, con la casa- , 11 ptnr lo general, lo típico. Solamente en este sentido aventuraremos
família nuclear pura o ampliada como constelación dominante; sin "'I" al gunas observaciones.
~mbargo, en el sur del país aparecen tantas formas familiares comple- I .a vida cotidiana de una família preindustrial de campesinos o
.JaS que ya no se puede hablar de un domínio de la família nuclear. Se .111 ·sunos es, naturalmente, la unidad temporal y vital en la que más
ha comprobado la existencia, ante todo, de múltiples ampliaciones t lnramente se manitiesta la diversidad de funciones de la «casa com-
horizontales de la família nuclear; donde más claramente se percibe plt·ja». Desde la perspectiva del presente, de la família «descargada_ de
esto es en lafréreche, un hogar que constaba de dos o más hermanos l1111 ción», de la intimidad burguesa y de la seguridad dei Estado social,
con sus famílias que, evidentemente por razones tributarias, permane- dt:s laca la reunión en la «casa compleja» de unas personas que tienen
cían a perpetuidad bajo el mismo techo y administraban una finca 'I"· Ilevar a cabo la difícil y penosa tarea de la producción y reproduc-
única y no dividida. ,.i(Hl en unas condiciones completamente diferentes, más difíciles y
Los numerosos intentos llevados a cabo por los historiadores en los 111 s solapadas tanto desde el punto de vista climático como medicinal,
últimos tiempos para lograr una clasificación cuantitativa de los tama- jurfdico como político, econômico como social.
nos de los hogares y de los tipos familiares permiten hacer en la actua- Si voi vemos a tomar como modelo un hogar campesino, es eviden-
lidad afirmaciones en cierto modo seguras sobre este complejo tema. l l' que, en dicho hogar, todo lo que caracteriza la vida de una pequena
Los pocos comentarias que han podido bail ar cabida en el marco de
esta introducción no deberían hacer olvidar que la realidad histórica,
en un espacio geográfico tan grande, tue infinitamente más complica-
d~ ~más rica en facet~s. El historiador francés J.-L. Flandrin 1\ espe- 12
Una selección bibliográfica sobre el tema <<vida cotidiana>> resulta difícil de elabo-
cializado en el estudw de las famílias, ha acometido en un libro 111 1'por dos razones . Por una parte, hasta ahora faltaba una tematización precisa y, por otra,
1' 11 cualquier estudio histórico-social se comenta casi siempre algo sobre la historia de la
memorable, el intento de reunir y comparar los resultados de las inves- .. vídn cotidiana>>. Cualquier trabajo sobre las estructuras demográficas y familiares, por
tigaciones francesas e inglesas de los últimos anos. Ha llegado a con- 1'!.:n1plo, aunque carezca de una tematización explícita, dice algo ai respecto. De ahí que
clusiones y observaciones extremadamente diferenciadas, que permi- uns limitemos a dar algunas referendas sobre trabajos introductorios y centrados en los
pro ble mas, así como sobre algunos estudios ejemplares. Acerca de la relación del histo-
ten reconocer un entramado tan enmaranado de diferentes tradiciones 1 íudor con las ciencias sociales en lo relativo a la investigación histórica de la farrúlia, la
culturales, jurídicas, sociales y políticas en estos dos países, que su hi sto ria de la vida cotidiana, de la organización laboral, etc., resulta sugestivo: K. HAUSEN,
libro puede ser interpretado precisamente como un alegato encontra ul'r11nilie als Gegenstand Historischer Sozialwissenschaft», en Wehler (ed.), Historische
de una síntesis generalizadora. Y eso a pesar de que, en el campo de la t•luni!ienforschung (véase n. 1), pp. 171-225 , especialmente 190 ss. Una breve tematización
I'X plfcita de! campo de investigación <<vida cotidiana>> en D. SABEAN, <<lntensivierung der
investigación del tamano de los hogares y las famílias, el punto de Arhc it und Alltagserfahrung auf dem Lande. Ein Beispiel aus Württemburg», en Sozial-
vista cuantitativo le ha llevado a una considerable unificación de los wi.vsenschaftliche Informationen, 6 1977, pp . 148-152. Algunos trabajos ejemplares, escri-
principias de investigación. tos so bre todo por folcloristas, proporcionao un amplio matetial de fuentes para el estu-
dío de la vida cotidiana: R. BRAUN, Industrialisierung und Volksleben. Veranderungen der
Mucho más complicadas están las cosas si se acomete el intento de 1 .('/Jen~formen unter Einwirkung der verlagsindustriellen Heimarbeit in einem liindlichen
echar un vistazo a la vida cotidiana de la casa-família preindustrial tndustriegebiet vor 1800, 2 1979 . H. MüLLER, Die kleinbürgerliche Farnilie irn 18. Jahr-
más allá de las cifras. Hasta ahora, este tema ha sido despreciado por illlnde rt. Verhalten und Gruppenkultur, 1969. K.-S. i<RAMER, Volksleben im Hochstift Barn-
los historiadores, y, cuando hay investigaciones al respecto, la diversi- /ll'l'g und im Fürstentum Coburg (1500-1800), 1967. También es importante el volumen
l'luborado con motivo de! Congreso de Folclore Alemán de 1965: Arbeit und Volkslebe, 1967.
dad regional y local desempena un papel tan importante que la refe- ll ny que tener en cuenta que el concepto <<vida cotidiana odiaria», en el sentido aquí des-
~ rít o , también abarca el <<domingo» y, por tanto, la investigación histórica -últimamente
111u y desan·ollada- de las fiestas y sus usos y costumbres (tanto religiosos como profanos).
l)os destacados trabajos franceses: M. VovELLE, Les métamorphoses de la.fête en Proven-
11
t'l' de 1750 à 1820, 1976. Y.-M. BERCÉ, Fête et révolte. Des mentalités populaires du XVI '
FLANDRIN, Familles ... , cit. (véase n . 7), pp. 68-90. 11 11 xvm' siecle, 1976.
40 41
familia burguesa de los siglas XJX y xx-la esfera de lo íntimo, el con- ·~ 111 duda , eslo no cs aplicablc a la relación del padre de família con
tacto doméstico-familiar antes dei inicio y tras el final de la jornada de " ltljos y con los criados. Desde muy pequenos, los ninas eran ini-
trabajo, claramente delimitada, el tiempo de ocio de los domingos y 1ul m. t·u su papel de mano de obra. Con siete u acho afias ya eran úti-
los días festivos, las relaciones afectivas entre esposos y entre padres e l, , y n1ando a los once o doce abandonaban por algún tiempo la casa,
hijos-, no desempena ningún papei o sólo uno muy secundaria. Las ' 11 1'1 '11 ·ral conocían bastante bien su oficio.
exigencias de la organización dei trabajo determinaban el ritmo de 1\1 pnpcl desempenado por las relaciones afectivas -amor, compa-
vida campesino e incluso las relaciones interhumanas. Los aconteci- illn , t·arifío, instinto maternal, orgullo paterno- es un tema muy deba-
mientos familiares importantes, como una boda, la procreación y el ti di I t~ IIl re los historiadores. Flandrin ha de mostrado que los libras de
nacimiento, se articulaban estrictamente con arregio ai desarrollo del '''" trina ec lesiástica de la Edad Moderna ya se ocupaban de estas cues-
acontecer laboral; en todo el ámbito europeo se ha comprobado que lllllll'S más aliá dei mandamiento dei amor cristiano. Incluso daban
los meses de noviembre y febrero eran los meses preferidos para cele- ,, l'tunendaciones para la relación entre e! sefior y la servidumbre. Por
brar las bodas campesinas.
' '''' parte, según la investigaciones más recientes, hay que llegar hasta
Las relaciones afectivas entre los distintos miembros de la familia n111 y finales dei siglo xvrn para registrar sefiales verdaderamente cla-
están determinadas por la organización dei trabajo. No sólo los nifios y ' ·' de una sensibilización de las relaciones familiares internas que
los criados, sino también la campesina desempefian un papei destacado 1111liquen un cambio sustancial en las estructuras de la mentalidad pre-
como mano de obra. La campesina sólo depende dei sefior de la casa tlldustrial.
por una relación de división dei trabajo. Tal como consta en numerosas IIn general, las relaciones interhumanas de la família pequefio-bur-
descripciones históricas, es utilizada como mano de obra adicional en f',IH's a y, sobre todo, campesina de nuestra época estaban determinadas
la finca y en la tierra de labor, más aliá de su papei doméstico. En e! 111 1r la posición dominante dei sefior de ia casa. Era el amo de su casa,
marco dei reparto de papeles de ia «casa compleja», en general, parece di sl ribuía las tareas de trabajo, mantenía bajo su domínio a Ia sefiora de
haberle caído en suerte la parte más difícil. Se levantaba antes que su l.1easa, a los ninos, a la servidumbre y a los inwohner, era el propietario
marido, normalmente antes de las cinco, y por la noche era la última en , h· los bienes muebles e inmuebles; a la muerte de su mujer elegía rápi-
acostarse, después de las once. Preparaba las comidas para todos los dnmente para sus hijos -sin tener en cuenta sus deseos- una madras-
miembros de la família y ias servía sin sentarse a la mesa. Como una trH ; decidía sobre las bodas de sus hijos y de sus hijas, pese a que éstos
criada, se quedaba de pie detrás de la silla dei sefior esperando sus 1n1fan el derecho fundamental de consentimiento; establecía las condi-
órdenes, y sólo ai final de la comida podía pensar en sí misma. ··iones dei retiro y negociaba al respecto con los suegros de su hijo o de
Como es natural, la campesina, precisamente por la multiplicidad ,' 11 hija. En su «casa compleja» era un soberano por la gracia de Dios, y
de sus papeles, era insustituible, y parece que en los hogares rurales de t·iertamente no es casualidad que los teóricos dei Estado principesco,
la época preindustrial a menudo resultaba de ello cierta independen- d ·sele el siglo XVI, remitieran una y otra vez al poder -deseado por
cia de su posición con respecto al marido, independencia que no se Di os- de! patriarca doméstico, cuando describían la potentia absoluta
correspondía con la relación de autoridad. «La mujer que ha asumido dúl príncipe soberano. Y, a la inversa, e! «modelo monárquico» también
el mando en la casa», «la mujer que pega a su marido» ... : éstos eran nmtribuyó considerablemente al mantenimiento y reforzamiento dei
unos temas tan populares en las cencerradas de los vecinos de la socie- poder dei padre de familia en la sociedad de la vieja Europa.
dad preindustrial que no parece desacertado deducir frecuentes con- En e! siguiente capítulo abordaremos algunas cuestiones importan-
flictos de este tipo en el seno de la familia 13. tes sobre e! modo en que la comunidad doméstica preindustrial cum-
plió particularmente con su cometido principal: la producción agrícola
13 y artesanal. Lo que hizo y aportó en este terreno fue producto de supro-
Véase ai respecto, para Alemania, K.-S. KRAMER, Grundriss einer rechtlichen Volks-
kunde, 1974. p. 74. Como otras muchas cosas procedentes de las áreas de «antropología»
pi a decisión sólo en una medida muy limitada. Las regias de una agri-
y <<folclore», también la <<cencerrada>> ha entrado recientemente en el radio de acción de los ·ultura sometida a la obligación de cultivar los campos, al cultivo por
historiadores sociales. Un estudio piloto: E. P. THOMPSON, <<"Ro ugh Music": Le charivari ameigas trienales y a Ia dula, hacían los acuerdos comunales tan nece-
anglais>>, enAnnales ESC27 (1972), pp. 285-312. Un ejemplo aislado interesante de la Ale- sarios como los extendidos vasallajes de los sefiores feudales y eclesiás-
mania dei siglo xvm lo analiza M. SCHARFE, <<Zum Rügebrauch>>, en Hessische Bliitter jiir
Volkskunde 61 ( 1970), pp. 45-68. Sobre la tradición de la cencerrada, desde una perspecti- ticos; las diversas potestades de inspección de los gremios en la artesa-
va general histórico-social, se ha publicado un volumen colectivo de la <<Ecole des Hautes nía tampoco dejaban demasiado espacio para ia decisión individual dei
Etudes en Sciences Sociales>>/París. productor.
42
43
Lo contrario ocurría con Ia reproducción biológica, sobre la cual, 1111I•tl 11 ngrnrio. Sin cmhargo, cahc suponer que la situación genera
si l de
bien dependía en muchos aspectos de circunstancias externas, 11 tllltll'll tnl'i 111 empeo ró y, sohre todo , se volvió incompleta
recaían precisa-
todas Ias decisiones importantes de las comunidades domésticas "" ttltt·n d tran scur ·o de la Edad Moderna. Conoc emos mucho
parti- s reJa-
culares. Ya se han mencionado los requisitos demográficos que ,.,. 1,hrt· las oportunidades de ganancia de los artesanos asalari
llevaban ados
a la fundación de una farnilia; nada se ha dicho, sin embargo, ,1, I lf'hl xv, oportu nidade s que Ies depara ban un
sobre la menú comparativa-
manera en que las farnilias, tras su fundación, llevaban a efecto til' 1111· rit-o y variado . No hay duda de que en dicho menú la carne
la difícil entra-
y penosa tarea de su propia reproducción. Precisamente en este
terreno ''·' v 11i11s veccs por semana. En el siglo XVI, sin embar go, comen
hemos adquirido notables conoci miento s gracias a numer osos zóla
estu- , .tt tl11 d ·I salario real, y poco a poco el estándar de carne de
dios regionales realizados en los últimos anos. E. Shorter, por la Baja
ejem- 1 dud Medi a fue sustituido por el estánd ar de trigo de la Edad
plo, en un libro estimulante y discutido, ha analizado algunos Moder-
de estos 11•• Attnque el trigo alcanzaba para el pan de todos los días, a
estudi os y nos ha esboza do una image n extrem adame nte sombr la larga
ía dei , 1, l'l'a una alimentación incompleta que, pese a la costumbre,
proces o de reprod ucción biológ ica en la Edad Moder na 14• Sin daba
duda, 111 1·111' 11 manifestaciones carenciales.
tiene razón cuand o alude una y otra vez a las molest as y opreso 'I\1das estas condiciones generales de la vida familiar y de la repro-
ras
condic iones -por accesi bles a numer osas mirad as- en que .llln·i(HI cstán muy en la línea de la imagen sombría ofrecid a por
conviv ía Shor-
y tenía que regula r sus relacio nes íntima s una famíli a peque 11 1 1) · hecho, la mirada contrastada desde la moder nidad es
no- uno de
burgue sa o campe sina de los siglos xvn o xvm. Shorte r parte ttltt·stro s recursos esenciales para compr ender el pasado. Sólo
con que,
razón de las condic iones de la vivien da, que, cuanto más se I'" ''' ser imparciales, no debemos permitir que se introduzcan
descen - valora-
día en la escala social, ofrecía n tanto menos espaci o para la ' 11t11cs que no estén al servicio de dicha comprensión. El modo
convi- que
vencia íntima y la liberta d indivi dual. En la «casa compl 1u m· Shorter de ver la historia de las farnilias está basado en la
eja» dei pequena
mundo rural, las person as y el ganad o vivían bajo el mismo I ,,, 1iIia burguesa moderna o en modelos actuales de convi vencia
techo, y repro-
y si se tiene en cuenta el valor materi al de una vaca sana y que d11n:ió n más libres. Shorter no tiene en cuenta que las comun
diera idades
buena Ieche para el bienes tar y el futuro de un hogar peque 1h111 1ésticas preindustriales, si querían sobrevi vir y reproducirse, no
no-bur - tenían
guês, se compr enderá por qué Ias person as no podían plante ,, .· u tlisposición -ni tampoco les hubier a servido de nada- un
ar exi- modelo
gencia s despro porcio nadas de espaci o propio para sus necesi nncjan te. Sin duda, el carino y el amor individuales no eran un
dades impe-
individ uales. di li lento para el matrimonio, pero tampoco lo instituían. Aquí
También es cierto que el hombr e medio de las socied ades lo que
de Ia l'tllltaba era el sereno cálculo de los padres sobre la novia y el
vieja Europ a tenía que sacar adelan te su vida y sobrev ivir novio,
en unas , 1í l ·ulo ai que podem os seguir el rastro en las «instituciones matrim
condic iones higiên icas y sanitar ias un tanto críticas. Sobre o-
todo las llialcs» de los siglos xvn y XVIII incluso para la gente común.
ciudad es pequen as, que, por regia general, supera ron lentam Antes de la boda los adolescentes se enfrentaban con la espino
ente su sa
taman o medieval, acusab an graves «probl emas de medio ambie 1·uestión de si podían celebr aria sin la carga
nte» de la descen dencia prema-
y, sólo poco a poco y con esfuer zo, hallaro n los medio s y trimonial. Con arreglo a todo lo que sabemos hoy, los hijos ilegítim
las vías os
para supera dos. 11() formab an parte de la vida
cotidia na de las comun idades domésti-
No en último lugar debemos contem plar también los problemas ras preindustriales, ni tampo co el aborto, el abando no de los
de ninos o
alimentación. Ya se ha mencionado que el hambr e sólo se conver d infanticídio. Natura lmente , está compr obado que estas práctic
tía en as
una fuerza que amena zaba la existencia en épocas de crisis y rx istían, y precisamente el método cuantificador ha acostumbrad
de gue-
rra; pero esto no significa que en los anos «normales» todo el oa
mundo l()s hi storiadores a atender con mucho cuidado a las curvas ascend
tuviera de todo. Una historia precisa de la alimentación no debe en-
con- 1·s y descendentes que puedan proporcionar información sobre
formarse con afirrnaciones generales, sino que ha de escribirse posi-
basán- hlcs cambios, quizá coyunturales, quizá estructurales, de menta
dose estrictamente en la evolución de las crisis y Ias coyun lidad y
turas dei de conducta. Las postrimerías dei siglo XVIII, la fase final de
nuestra
<poca, ha resultado ser el período de tiempo en el que cornie
nzan a
1ransformarse numerosas estructuras de los siglos precedentes.
14
E. SHORTER, Die Geburt der modernen Familie , 1977. Shorter, Los hijos ilegíti mos iniciab an la vida con malas perspe ctivas,
por otra parte, ha tra-
bajado y publicado un material descriptivo muy amplio proceden
te de distintos países euro- mucho peores aún que en la actualidad. Para ellos era una suerte
peos, especial mente sobre los siglos xvm y XIX. que-
tlarse con su madre , que quizá fuera una criada o una emple ada
de la
44
45
casa; a menudo, sin embargo, iban a parar como expósitos a Ias inclu- 1h' lo quL: sf posccmos mcjorcs conoc imientos cn la actualidad es
sas y los asilos, calificados por un historiador inglés de «instituciones , ~, lus n; lacioncs matrimonialcs. Ya se ha dicho que, en la época prein-
extremadamente eficaces para el infanticídio». Desde el punto de vista olwtria l, a la parcja no lc espcraba cn general una larga vida marital.
numérico, eran muchos más los hijos concebidos antes dei matrimo- 1 ,, 11VHn1.ada edad de casamiento y la esperanza de vida relativa-
nio, los «anticipados», cuyos padres eran obligados con más o menos ''~~' 'il e corta cjcrcían una int1uencia restrictiva. El deseo de tener hijos
violencia por la Iglesia o por la vecindad a casarse y, por lo tanto, a • )I~~' sirvicran como herederos y mano de obra nos hace suponer que la
legitimar ai hijo. Formaban parte de la vida cotidiana de la vida rural y 11 11tyorfa de los padres, si conservaban la salud y no eran separados por
urbana de la época preindustrial, y algún material estadístico indica 1, ""'crtc, después dei largo período de abstinencia de su adolescen-
que también ellos tenían asegurado un futuro lleno de preocupaciones. 1'" · uprovcchaban ahora plenamente su fecundidad . El hecho de que
Y es que la anticipación no estaba prevista en el modo de población 1111 se conocieran métodos seguros de anticoncepción y de que las prác-
preindustrial como motivo de institución dei matrimonio; si faltaban ' II ' IIS scx uales sustitutorias fueran masivamente discririllnadas por
los medi os de subsistencia o si los existentes no eran suficientes, esto lu l)' k:sia desde el siglo XVI, invita a hacer suposiciones en una direc-
suponía la penuria económica para los anticipados y para sus hermanos 1 "'" similar. De hecho, en las estadísticas sobre la fecundidad matri-
posteriores. illll lli al encontramos para nuestra época, en espacios amplios y en
Todavía no hay muchas investigaciones regionales sobre los medi os pnfodos de tiempo prolongados, unas cifras de fertilidad tan alta, que
utilizados para combatir la ilegitimjdad y la anticipación, en especial d1 h ·mos contemplarias como uno de los pilares dei modo de pobla-
por parte de la Iglesia. En cualquier caso, está claro que los esfuerzos 1 lnn preindustrial. No obstante, estas mismas estadísticas desrillenten
de las dos grandes religiones cristianas ppr limitar la sexualidad a la , 1 "' toda Ia claridad deseable la idea de una fecundidad extremada-
vida matrimonial tuvieron, desde mediados dei siglo XVI, resultados '"'·nt c alta que aproveche plenamente las posibilidades biológicas. El
cada vez más afortunados. No es casual que el corillenzo de Ia clasifica- 11 •wimicnto (casi) anual, comprobado en unos pocos ambientes aristo-
ción sistemática de todos los acontecimientos farillliares en los regis- 1mti cos, no se daba en las capas amplias de Ia población; antes bien,
tros parroquiales tu viera lugar en esta época. lus ·ifras indican -tras el primer nacimiento aproximadamen~e un afio
Son escasos nuestros conocimientos sobre la vida sexual de los d1·s pués de Ia boda- un nuevo nacirillento cada dos anos. Estos son
adolescentes masculinos y femeninos, que con quince anos aproxi - .nl:tmente valores medios que no revelan nada acerca dei proceso de
madamente ya eran aptos para la procreación, pero que no se casa- 11'producción de una pareja concreta. Dicho proceso dependía sobre
ban hasta diez o quince anos después. Únicamente dan información 11 1dn de la edad a la que se hubiera casado la mujer; si era muy avanza-
ai respecto los rescriptos, tratados, libros de doctrina y visitas de la da, superior a los treinta anos, a la boda Je seguía con frecuencia, tal y
Iglesia, y sólo hay algunas informaciones seguras para Ia Francia de 1 , Hno ha de mostrado A. E. Imhof, una fase de fecundidad especial-
la Edad Moderna, si no me equivoco, gracias a Flandrin. También en llll' ntc alta que quizá alcanzara el «hijo anual». Da la impresión de que
este aspecto parece que las Iglesias, desde mediados dei siglo xv1, "":t mujer de estas características «se daba prisa en desarrollar su
aplicaron cada vez más la palanca de la represión. Ya antes dei Con- l'llpacidad de alumbramiento» (lmhof). Si Ia edad de matrimonio era
cilio de Trento (1545-1563) comienza en Francia la lucha contra los 11t11y baja, es decir, a los quince o dieciséis anos, cosa que no solía ser
burdeles y la prostitución, ai parecer con éxito, si bien también cabe 11i mucho menos Ia regia, entonces había ai principio una fase de fecun-
sospechar que lo que hasta entonces había disfrutado de un amplio didad reducida que sólo aumentaba considerablemente cuando la mujer
consentimiento, se vio reducido ahora a Ia clandestinidad. Como 1 ump lía los veinte anos.
demuestra Flandrin, los dictámenes eclesiásticos de los siglos xvn i. De qué dependían las oscilaciones de la fecundidad matrimonial?
y xvm, pese a sus redoblados esfuerzos por amonestar, vigilar y 1 ,Hu qué medida int1uían los factores dei entorno biológico, econórill-
limitar, siguen siendo ambivalentes cuando se trata de prácticas 1'11 y social? Y, sobre todo, L,eran deseadas estas oscilaciones, ai menos
sexuales sustitutorias. Pese a la condena oficial, apoyada en Ia Bíblia, p11rc ialmente? L,Las planeaban las personas?
dei coitus interruptus, Ia sodomía, la masturbación, etc., estas prác- Sobre las influencias no voluntarias -no controlables por el hom-
ticas estaban demasiado extendidas como para que la Iglesia empren- hr · o só lo controlables en parte- en los intervalos de los nacimien-
diera una Jucha sin esperanza. Así que reaccionó mediante la amones- IIIS , se pueden hacer afirmaciones hipotéticas, pero suficientemente
tación, la exaltación de la institución dei matrimonio y la advertencia plausibles. Los demógrafos-historiadores parten en general de que ,
contra el hábito. para la época preindustrial, hay que considerar como biológicamen-
46 47
te norm ales los inter valo s de nacim iento s
de entre 16,5 y 31 ,5 haslu
32,5 mese s 15 • Este amp lio marg en se Jleva ( /v '
a cabo afíad iendo a los
nuev e mese s de emba razo toda una serie de
valor es estad ístico s míni -
mos y máxi mos que han podi do contr ibuir
al orige n de un inter valo:
cuatr o a seis meses para la esterilidad de la muje
r -méd icam ente todavía
discu tida, pero estad ística ment e com prob
ada- dura nte el perío do de
lacta ncia (ame norre a por lacta ncia) , que
en époc as de alim entac ión
insuf icien te y mala podí a verse ampl iada
por la amen orrea por ham-
bre; dos a cuatr o o cinco mese s resul tante
s de los comp licad os cál-
culo s sobr e la relac ión entre la pred ispos
ición bioló gica de la muje r
para conc ebir y la frecu encia de las relac
ione s sexu ales; final ment e,
1 ,5 a 2,5 mese s com o valo r estad ístic o que
regis tra el tiem po perd ido
tras los abor tos.
Si se echa un vista zo a las nume rosas reconstruc
ciones familiares que
se han elabo rado en los últim os dece nios,
se verá clara ment e que en la
époc a preindustrial un alto porce ntaje de los
intervalos entre nacirnientos
se halla ba dentr o de este amplio margen. Pues
to que no cabe supo ner que
las cond icion es bioló gicas que debía n darse
para la «hip ótesi s corta »
(Cha unu) de 16,5 mese s conc urrie ran con espe
cial frecu encia , tenem os
que supo ner que intervalos de este tipo o más
breves eran desviaciones de
la norm a. En los ambientes aristocráticos y de
la gran burguesía, al meno s
en el siglo xvm , era una costu mbre muy exten
dida que a los nifíos no
los amam antar a su madr e, sino un ama de cría
en el camp o, de tal mod o
que en estos casos la amen orrea por lacta ncia
cesab a enseg uida. És ta era
la cara lumi nosa de los nacirnientos preindustr
iales. Su contr apun to som-
brío se mani fiest a en un ejem plo que hemo
s enco ntrad o en un regis tro
familiar de una parro quia dei norte deAl eman
ia (véase p. 50).
Nuev e de doce hijos de estos pequ enos camp
esino s muri eron durante
el parto o poco después. Los breví simo s inter
valos entre los nacim iento s
tras la muer te de cada lactante -inte rvalo s tan
corto s só lo posibles porq ue , J."acsímil del registro familiar de una pan·o
el perío do de lacta ncia no llegaba a cons umar quia del norte deAle mani a.
se- dan testimonio, o bien
dei deseo inque brant able de esa parej a de tener
más hijos, o bien de su
ampl ia incap acida d para ejerc er algun a influ
encia sobre el proc eso de , tHII cmpl ados como prue ba de una plani ficac
nacimiento. ión far~iliar con_sciente 16 •
Las cosas sond e otra mane ra cuan do la «hipó ll11nhién hay unan irnid ad acerc a de los méto
tesis larga» de 31,5 dos parci alme nte mse~uros
a 32,5 mese s era clara ment e supe rada. Todo .t1• anlic once pción en Ia époc a preindustr
s los histo riado res están de ial. Aquí hay qu~ mencwn~,
acue rdo en que tales inter valos entre los nacim 11l>rc todo, Ias práct icas sustitutorias a Ias que
iento s sólo pued en ser much as pareJas de matn -
llltlllios prob ablem ente se hubi eran acos tumb
rado y_a dura nte su l~rgo
pt\rfodo de solte ría (véas e supra, pp. 45 ss.).
En el s1glo xvrn, postble-
15
Disertaciones sobre estos complicados asunto
s en E. A . WRJGLEY, Bevolkerungs·
struktur im Wandel. Methoden und Ergebnisse
der Demographie, 1969, pp. 93 ss. En dis-
crepancia con lo anterior, véase P. CHAONU,
Histoire-Science Sociale. La durée, /'espace "' Sobre e! sugerente tema de la historia de
l'hom me à l'époc he moderne, 1974, pp. 340 et la planificación familiar, véanse todos los
ss. Véase tambi én A. E. IMHOF en los dos l•uhajos mencionados en las nn. I y 15. E! estudi
artícu los citados en la n. 1: <<Einführung», pp. o clásico , por otra parte, es de E. A. Wn.J-
tische Demographie», pp. 39 ss.
87 ss. <<Bevolkerungsgeschichte und Histo- tll ~-.v, <<Family Limitation in Pre-In
dustrial England>>, Economtc Htstory Revtew
( 11)66), pp. 82-109.
2, 19,
48
49
mente ya se conocieran formas primitivas de los modernos anticoncep- ""'' , 1111 su ayuda la vida económica de una c iudacl , de una región ,
tivos mecánicos; asimismo, había que contar tanto con la abstinencia I• 1111 ll"rritorio o de la g ran superficie de un Estado, ni que confec-
matrimonial como con los diferentes métodos del aborto provocado. ,, on.11 ' " ' esta dfsticas que posibilitaran decisiones económico-p olí-
Sólo hay desacuerdo acerca de la envergadura de la planificación 11• 1 punt estimular la demanda o para ampliar Ia oferta en determi-
familiar en la Europa de la época preindustrial. Chaunu, que -como ya 11 11 h I N tnrenos . Por otra parte, la importancia de los mecanismos
se ha dicho- sólo admite la avanzada edad de matrimonio como «arma 11 l,u umauos con la demanda, los precios y la oferta se conocían
muy
anticonceptiva» de la población europea, ai echar una ojeada al mate- 1·11 11 11 ('ua lqui era que supiera observar, la vida económica diaria le
rial francés existente hasta e! momento, no ve más que un 2 ó 3 por 100 I""IHirciona ba pruebas evidentes. Cuando en épocas de crisis agra-
de intervalos entre nacimientos especialmen te largos que indiquen una ,~,,, y de hambre, los productos textiles atravesaban de repente en la
planificación familiar. Para é!, la planificación familiar es un avance , t11 d11d y en el campo graves dificultades económicas, porque am-
del siglo XIX; en la «tradicional civilización cristiana» de los siglos xvu '"' '' · ca pas de Ia población tenían que dedicar todo su escaso poder
y xvm nove ningún motivo para e! «rechazo de la vida». Muchos de sus tdquisitivo a los alimentos básicos encarecidos , a nadie sele oculta-
colegas franceses, e! demógrafo inglés Wrigley y e! historiador alemán huu los mecanismos del mercado. Cuando, con motivo de tales cri-
A. E. Imhof, partiendo naturalmente de ejemplos regionales y locales, ' . ln s autoridades municipales , las instituciones eclesiásticas y las
llegan a conclusiones diferentes. Los franceses dan por hecho un aumen- , ,,, ll'S rea les compraban trigo en regiones lejanas para aliviar la si-
to de la planificación familiar en Francia con motivo de! crecimiento lll ltl'i6n precaria de la población o para asegurar el aprovisionam ien-
general de la población del siglo xvm; Wrigley, para e! município de 111 d1: un cjército permanente; cuando en épocas «normales», final-
Colyton, en e! sudoeste inglés, ha calculado que en el siglo XVII hubo 1111 ' 111 ·, aprendían a instalar depósitos que en caso de necesidad
un claro descenso de los nacimientos basado tanto en e! aumento de la I 'IH ll'laran una ayuda rápida y «no burocrática» , estaban demostran-
edad de matrimonio como en un incremento de los intervalos entre los d" çu n ello que conocían los sucesos coyunturales , en los que, con
nacimientos de las mujeres de treinta a cincuenta afios; Imhof, final - 11 111 ·scasos medios, como es natural, sólo podían int1uir de un modo
mente, ha constatado para el município de Heuchelheim bei Giessen, 111 ·ul'iciente.
en la época com prendida entre 1691 y 1900, un porcentaje inusualmen- Y aparte de las épocas de crisis, también hay numerosos ejemplos
te alto de intervalos intergenésicos especialmen te largos. ' I' tt· demuestran los crecientes conocimient os sobre la relación entre la
11i'nta y la demanda. Las regiones productoras preindustrial es, en el
h' tTeno agrícola y artesanal, no sólo se crearon porque lo posibilitaran
3. ECONOMÍA uuas condiciones climáticas, geográficas, sefíoriales y políticas espe-
l (ficas. Estos factores también desempefíaro n un papel esencial, por
Los dos capítulos anteriores han demostrado lo estrechamente vincu- ,·j ·mplo, en la creación de las grandes fincas productoras de trigo del
lados que están entre sí el sistema demográfico y el familiar. Asimismo ha 1'ste alemán y europeo; pero el enorme alcance de este proceso de cre-
quedado claro en muchos pasajes que ambos sistemas, a su vez, se hallan d miento sólo se comprende si se tiene en cuenta la creciente orienta-
en estrecha dependencia de! sistema económico e influyen en muchos ~ · i (ll1 al mercado de los latifundistas del este.
sentidos en su desarrollo. Este aspecto es el que abordaremos a continua- Las numerosas regiones montafíosas de la Europa central y occi-
ción en detalle. Para ello tomaremos también aquí e! arriesgado camino d ·ntal con industria doméstica deben el origen de ésta no sólo ai hecho
de no tener en cuenta la diversidad regional y nacional en beneficio de un de que sus suelos fueran de escaso valor y no pudieran competir con los
punto de vista que ponga e! acento en algunas «características» de! orden de las grandes zonas cerealistas. A ello se afíadía la «demanda» de la
económico preindustrial que sean esenciales y que, en lo fundamental, mano de obra de sus hombres por parte de los comerciantes urbanos, los
permanezcan constantes a lo largo de la época de la Edad Moderna. cuales, recurriendo ai campo, eludían e! difícil mercado de trabajo -por
hallarse controlado por los gremios- de! interior de la ciudad.
LA LIMITACIÓN DE LA OFERTA Y LA DEMANDA Veamos, finalmente, como último ejemplo, la viticultura. En la
eroca preindustrial y posteriormente, este cultivo especializado dependía
Sin duda, la oferta y la demanda son categorías lejanas a la teoría como ningún otro de las condiciones geomorfológ icas y climáticas.
económica y allenguaje de las fuentes históricas. Ni en la Edad Media Sin embargo, Burdeos no hubiera sido Burdeos sin el puerto, sin la
ni en e! siglo XVII había personas o instituciones que observaran y anali- exportación a Inglaterra, sin la perseverante orientación de generacio-
50 51
nes enteras de terratenientes productores de vi no a las co ndi ciones dri 1 1 ,,II ~ Hin·nhlüs t.:n la cstructura de la oferta y la demanda, tensiones
mercado.
I',, h d IMon su ·xprcsión cn elnivel creciente de los precios. Las evo-
Todo esto son pruebas banales de la vigencia en la época prein ''" 111111 ~ inrlacioni stas de éstos reflejan una demanda creciente que ya
dustrial de unos mecanismos de mercado que nos resultan familian.:s I · . l'l" dl' s~..:r ahsorbida por un aumento de la productividad. Dichas
desde la perspectiva actual. Carlo M. Cipolla no se da por satisfecho , "''I HHI ·s no signilican que en general la oferta ya no dé abasto a la
con el análisis de tales diferenciaciones coyunturales y regionales. 1, lll illidll . Quicn disponía de grandes fortunas o de buenos ingresos no
Agrupando los datos comprobados por la historia de la economía para 1 "' '' I li H' qu é padecer ninguna necesidad en la época preindustrial.
el desarrollo de la población, el nível de ingresos, los factores de pro- I'' 1'11 los h ienes y los ingresos estaban muy desigualmente reparti-
ducción (trabajo, capital, recursos naturales) y la productividad e inves- i· 1 ,l ;i, co mo se ha calculado, en la Lyon de mediados dei siglo XVI,
tigando s~ importancia para la posible demanda y la posible oferta, 'I'"' lllHidammente el10 por 100 de la población poseía el53 por 100
traza una 1magen del alcance estructural o, en su caso, de los límites 111 111 ~ hicnes, el 30 por 100 de la población el 26 por 100 y el 60
estructurales de la oferta y la demanda en la época preindustrial. Su ",, 1()()r ·stante sólo el21 por 100, nos bailamos ante un ejemplo claro
tesis es que estos lírnites -en comparación con la época posterior a la 'I'" 1 11 inc luso superaba en otras ciudades y regiones. Las capas
industrialización- no se han ampliado, o al menos no lo han hecho '"IJ dius de la población no poseían en general ninguna fortuna; sus
sensiblemente, desde la Plena Edad Media hasta comienzos o incluso '"'"''sos consistían en salarios que, no sólo en épocas de crisis, eran
mediados del siglo XVIll. AI igual que en el terreno de los sistemas I~ . q1 ~ l' ll rclación con los precios.
dem~gráfico y familiar, y, hasta cierto punto, de forma paralela a éstos, Iunto con la absoluta limitación de la demanda por el número de
tamb1én en el sistema económico se manifiesta una «estructura de larga li d•1tnntes, aparece por tanto otra restricción: la demanda (privada)
duración» que no perdió validez hasta la era de la industrialización y .!1 l.1 s masas en la época preindustrial no se orientaba, según nuestra
en relación con ella 17 • , 11 tlltllhre, a un gran número de bienes, sino a las tres necesidades
Veamos en primer lugar la demanda. Su alcance y sus límites vie- 1•11 1cns de Ia vida diaria: alimentación, ropa y vivienda. Para las masas
nen generalmente determinados por el tamafio de las poblaciones. Pese 11tl11tlliiS de Lyon, a mediados del sigla XVI, se ha calculado una distri~
a las etapas de considerable crecimiento de la Plena Edad Media el 11111 ic'!n de los gastos del80 por 100 para alimentación (de los que, cas1
siglo XVI y mediados del xvm, la demanda siguió siendo relati~a 1
/ I s~: dcstinaban al pan), 5 por 100 para ropa confeccionada y tejidos,
mente escasa en todas las sociedades preindustriales de nuestro ámbi- · I por 100 para alquileres, calefacción y luz; para laAmberes de fina-
to. Hubo incrementos coyunturales con motivo del aumento de la l. , ti ·I siglo XVI, Ia proporción calculada es de 79:10:11 por 100; para
población, que, aproximadamente a finales del sigla XVI y princípios l11 ltogares de trabajadores no agrícolas de la Inglaterra de finales del
del XVII, en el terreno de la alimentación básica, dieron lugar a tensio- l)•h> XV III, la relación es de 74:5:11 por 100.
~ i estas cálculos son correctos, muestran que en los dos primeros
1 1 11s prácticamente todos los medias disponibles se gastaban en ali-
17
Para lo siguiente es fundamental : C. M. CIPOLLA, Before the Industrial Revolution. llll' lltación, ropa y vivienda; sólo en el último ejemplo (tardío), queda un
European Society and Economy, 1000-1700, 1976. También es importante el artículo de Io por 100 dei presupuesto familiar para otras necesidades diferentes.
W. MINCHINTON, <<Pattems and Structure ofDemand 1500-1750», en C. M. CIPOLLA (ed.), The Como es natural, estas relaciones se modifican considerablemente
Fontana Economic History, vol. ll, 1974, cap. 2.". De un interés extraordinruio, F. BRAUDEL,
1 111111do se asciende en la escala social. Sólo en la magnitud dei presupues-
Die Geschichte der Zivilisation 15. bis 18. Jahrhundert, 1971. En especial, los capítulos
2." (<<E1 pan de cada día>>), 3." (<<Comida y bebida>>), 4." (<<Vivienda, ropa y moda>>) 111 para alimentación surgen enormes diferencias. Basándose en cálculos
5." (<<Energía y metalurgia>>). A. J. TAWNEY y R. H. TAWNEY, <<An Occupational Census of 11111dentes, Cipolla supone que en los siglas xvr y XVII «los ricos» sólo tení-
the Seventeenth Century>>, en The Economic History Review 1." ser., 5 (1934/1935), pp. 25-64. 1111 que dedicar a alimentos del15 al35 por 100 de sus gastos generales; las
Sobre Ia historia de la alimentación, que en Alemania fue estudiada a finales del sigla XIX
1 luscs medianamente o bien acomodadas (the well to do), del35 al50 por
por G. Schmoller y en la actualidad, entre otros, por W. Abel, hay dos dosieres más -que
esenc1almente hacen referencia a Francia- de los Annales ESC. Véanse el 24, n. 0 6 (1969) I00, y las clases bajas, sin embargo, dei 70 al80 por 100.
Yel ~0, n.o 3 (1975).-Sobre Ia historia de la vivienda y de los alquileres en Ia época prein- Los historiadores de la economía naturalmente están de acuerdo en
dustrial, los estudws -hasta ahora- más rigurosos también sw·gieron en Ia escuela de los
IJII ·, debido a la poderosa concentración de bienes e ingresos en manos
<<Annales>>. Véase, por ejemplo, E. LE Rov LADURJE y P. CourERJE, <<Le mouvement des
loyers parisiens de la fin du moyen âge au xvrn' siecle>>, en Annales ESC 25 (1970), 1k la nobleza y de las clases altas burguesas, no se introdujo ningún
pp. 1002-1023. Un estudio más descriptivo, pera también riguroso, es J.-P. BABELON, grnn movimiento en la estructura de la demanda de las sociedades
D~meures parisiennes sous Henri IV et Louis XIII, 1965.
prüi ndustriales. Gran parte de su presupuesto también se destinaba a
52 53
las tres necesidades básicas; eran especialmente considerable 1t 11 uhll- s l'u ·ran los principalcs instrumento s de
s los gastos pago. Cipolla aparta
para vivienda y ropa: para Ias clases sociales más altas de . 1 ttttpn·s io11antc ejcmp lo de un come rciant e italian o
los siglas XVI de Pavía que
y xvn, Cipol la ha calcul ado gastos de un 10 a un 30 por
100 sólo en " '' '''' , ctt 1445 dejando el siguiente patrimonio:
ropa y joyas. Apart e de eso, los gastos suntu osos de estas
grupo s re-
caí~n en e! terreno de la prestación de servi
cios. En la Europ a central y Valor en ducados de oro Porcentaje de la fortuna
occtdental, donde por lo general la servidumbre no era reclut
ada con-
forme ai sistema sefíorial, destinaban entre el2 y el10 por
100 de sus I h·,•tl vo 92.500 77,6
gastos al pago directo de los siervos, criados, criadas y otros
empleados looyll 2.225 1,9
cuyos costes reales eran aún más elevados. Los criados de
los médicos y ' " "' ~ l on es 150 0,1
de los juece s eran caros, mient ras que los de los profes ores,
músic os l' ·tpil 1.495 1,3
y artesanos eran relativamente econórnicos.
1 11 1' 1 •s dt.:l hogar 483 0,4
Indudablemente, con estas gastos no se agotaban los presup
uestos de 1 ol l ll l'i os 5.000 4,2
las clases ricas y acomodadas. Los burgueses ricos y los nobles
, e incluso l it'II IIS 12.300 10,3
los campesinos acomodados, se hallaban por lo general capaci
tados para l'o ·IIIIIN (valor capitalizado) 5.000 4,2
invertir recursos cuantiosos en otras necesidades, y siemp
re que había
estímulo y motivación económica así lo hacían. A través de
la historia de 119.153 100,00
los centros comerciales de la Edad Moderna conocemos
numerosos
ejemplos que ilustrao la voluntad de inversión de los comer
ciantes aco- f llt 'lllt• : C. M. CIPOLLA, Before the Industrial Revolution. 1000-1
700, 1976, p. 42.
modados, que equipaban barcos, hacían depósitos en socied
ades mer-
cantiles y suscribían empréstitos estatales; donde se fomen AI igual que los Estados industriales de la actualidad,
taba la moder- tambi~n las
nización agrícola, como en la Inglaterra de los enclos otl'i ·dades preind ustria les conoc ían proce dimie ntos y mecam
ures, en los smos
latifundios de Schleswig-Holstein y de Mecklemburgo, y put'a aliviar un poco las evidentes desigualdades en el repart
en las grandes o de la fo~
regiones vinícolas dei sudoeste francés, se puede supon ltlltll y de los ingresos. Naturalmente, la efectiv.id~d de es.to~
er igualmente proc~di
una considerable voluntad de inversión por parte de las clases "Ii ·ntos era por lo general escasa, ya que su pnnct pal obJeti
altas. vo -m en
Desde el punto de vista macro econó mico, sin embargo, 111udo alguno era ésa la intenc ión- no era la divers
esto eran ificación de la
excepciones. En todas las sociedades preindustriales faltab dt·tnanda ni el incremento del estándar de vida, sino
a una ancha asegurar los
banda de posib ilidad es de inversión; faltaban, ademá s, nwtlio s de subsistencia a las capas amplias de la población
institu cione s y, con ello,
que estuvieran capacitadas para dirigir las inversiones y para
mantener 1 vitar hambrunas, inquie tud y rebeld
bajo el riesgo. Los histor iadore s franceses parten de la base ía.
de que el lin comparación con el presente, correspondía un papel impor
fracaso de la famosa empre sa de John Law («La banca rrota tante
de Law», 11 lus transferencias voluntarias de
del 17 de julio de 1720) fue para las clases acomodadas bienes y de ingresos en forma de
de Franc ia un 111ntlaciones y de donaciones caritativas 18 • Con su ayuda
suces o traum ático que parali zó duran te gener acion es su se com~atió
volun tad de ,. ,,todas las sociedades preindustriales la pobreza, por la
inversión. que, en hem-
pus normales, se veían afectadas -si resumimos toscam
Así pues, no sorpre nde que en la época preindustrial se ente las pocas
les conce - vn loraciones dispon ibles- , del 6 al 8 ó 10 por 100 de las
diera una importancia extraordinaria al ahorro y al acaparamie
nto. Para ,·n los afíos bastante frecuentes de crisis de hambre por lasperson as y,
cosechas,
los siglas XVI y XVII, Cipolla cree poder demostrar unas tasas t'llire un 15 y un 20 por 100. Que las limosnas y los donati
naciona- vos de los
les de ahorro del2 al 15 por 100 de los ingres os generales. pnrti culares acomodados, de las instituciones eclesiástica
Éstos son s y estatales,
valores que no están muy por debajo de los de las socied p11 liaron un poco las consecuencias de la pobreza estruc
ades actuales, tural de la
natura lment e con la significativa difere ncia de que hoy
en día tienen
lugar con un estánd ar de vida considerablemente superior,
en general.
En la época preindustrial, sólo una pequefia parte dei ahorro
iba a parar
a instituciones que, como los bancos podrían haber hecho " No podemos citar en detalle la abundante bibliografia
sobre la pobreza y la cari~a~
inversiones
con él. Por regia general, el ahorro era equiv alente ai acapa 1
la Edad Moderna. Una sinopsis algo superficial y en exceso
•11
limitada a Francm, pero u.~l
ramie nto, por su intento de síntesis, en J.-P. GUTION , La société et les
procedimiento que se veía muy facilitado por el hecho de pauvres en Europe (xvi'-xvm' ste-
que los meta- o·ks). 1974.
54
55
Europa preindustrial es algo que no debe ponersc en dud a. Los pobres, 1 11111 I probl ema de los i111pucstos, la mirada pasa desde la demanda
los mendigos y los vagabundos no eran considerados como margina- 1 '" 1d1· ln s tli slinlu s capas de la población a la demanda «pública»
dos de la sociedad, sino que, en cierto modo, formaban parte de! entra- 11 1.11lo. No çs ncccsario dcscribir aquí detalladamente e! «carác-
macio social y, por tanto, podían confiar en e! funcionamiento de la , ,lt I I i ·tudo preindustrial. La alusión a la diferencia fundamental de
caridad. Para los que ·daban limosnas, la donación caritativa no sólo •. 1 ll' lllll polftico con respecto a los actuales está tan justificada
era un deber religioso, sino también una demostración social; e! agol - '"''I l11uw1H.: ión ai hccho de que en la Baja Edad Media y en la Edad
pamiento de mendigos en torno a su persona y a su casa no se conside- r. ,,!, 11111 st: introdujeron avances esenciales dei «Estado moderno».
raba una carga, sino la confirmación de su prestigio social. De este 1 1111• 1 lh1s destacao como principales la ampliación dei sistema fiscal y,
modo, no sorprende que en el ejemplo de algunos hogares particulares 111· IIH'Íl.lll con cllo, los primeros inicias de una separación entre actua-
ingleses de los siglos XVI y xvn se haya constatado una recaudación 1 111 flltlll~t: i çra «pública» y «privada». En la ciudad república de la Baja
fiscal de donativos caritativos dei 1 al 5 por 100 de sus ingresos tota- 1 ' ""f Ml·dia y cn el Estado absoluto de Ia Edad Moderna se crearon las
les. Se supone que los conventos ingleses de Ia Baja Edad Media des- •111 111 j,,nçs inslitucionales previas para que -tal y como se desprende
tinaban a tales fines entre e! 1 y e! 3 por 100 de sus ingresos. 1. llllol\ vn loraciones prudentes-entre eiS y el8 por 100 de los ingresos
Naturalmente, todo ello ha de ser contemplado teniendo en cuenta "" 11111 111 ·s rucran a parar, por vía impositiva, a manos dei Estado. Esto
el hecho de que de los fondos recaudados para fines caritativos sólo se I"'' , , ·n comparación con la actualidad, pero muchísimo si se tiene
empleaba una parte muy escasa y que las donaciones piadosas que 111 twnla que, en la teoría política de las sociedades preindustriales, los
se hacían a las institutiones eclesiásticas sólo recaían en los pobres en lll lfiiii' Nios se contemplaban en general como medidas de urgencia y no
una fracción insignificante. Si, incluso desde un punto de vista estricta- 11lll11 llll Ubase de financiación regular de las empresas estatales.
mente econômico, la caridad suponía una redistribución de los bienes e \ d mdc iban a parar estos recursos y cómo creaban demanda o qué
i~gresos desde las capas ricas bacia las capas más pobres de Ia población, , !.1 11' d ·demanda creaban es algo de lo que sólo se pueden indicar datos
sm embargo sólo era un modesto paliativo del que no cabía esperar, ni se 'I"'' ·~ iumdos. Los historiadores italianos han hecho una relación dei «pre-
esperaba, e! fin de la desigualdad en e! reparto de bienes e ingresos. llplleslo» dei reino de Nápoles para los afios 159111592. Los gastos para
En qué medida eran contemplados y utilizados los impuestos como , 1, 11:1' ·ito y la flota ocupan un lugar destacado y aislado con el55 por 100;
medi o de redistribución es una pregunta de difícil respuesta. M uchos 1llll ll'lta distancia Ie siguen el servi cio de deudas para los emprést1tos, con
teóricos políticos dei orden social no veían en la imposición de Ia 1111 , por 100, y los gastos para embajadas y servicios secretos, con un 9
población por parte dei Estado absoluto nada más que un robo. No obs-
1"" I00. Los gastos caritativos -sólo algo superiores a los utilizado~ para
tante, este recurso se convirtió precisamente en esta época en un ins- l11111ivcrsidad de Nápoles-sonde un alcance tan modesto, que e! calculo
trumento regular cuyo gravamen fue en aumento afio tras afio. E! hecho ,1, I porcentaje hade llevardosceros detrás de la coma: 0,0013 por 100.
de que una y otra vez se oyeran protestas contra los impuestos tanto por i'istc puede ser un ejemplo extremo. Pero lo que está claro es que e!
parte de los poseedores como de los desposeídos no ha de ser valorado 1· 1ado de Ia Edad Moderna, que era un Estado de poder y administra-
como testimonio de la insensatez de su utilización. Determinadas par- I 11111 militar hacía que sus recursos financieros fueran a parar sobre
tes del total de los impuestos fueron utilizadas en las sociedades prein- 1t 1do a la gu~rra, a la defensa, a la administración y a la amortización
dustriales de Europa para la asistencia de los pobres y para construir d1 · dcudas; en segundo lugar, hay que mencionar la vida cortesana y
hospitales, escuelas y carreteras, y lo fueron de un modo que ha de ser 1." licstas y, sólo en tercer lugar, los gastos públicos para escuelas,
contemplado como redistribución en e! sentido de la teoría econômica. hl)•içne pública, asistencia social y similares. .
Los privilegias tributarias -mantenidos a lo largo de toda la época- de Así pues, tampoco la demanda «pública» contribuía esenc1almente
las dos primeras clases sociales, que desde luego no han de ser inter- 1 una ampliación de la estructura de la demanda en la Europa de la
. pretados como una exención total de impuestos, ilustran ai mismo 1·:dad Moderna, si se prescinde de los elevados recursos que se emplea-
tiempo e! escaso alcance de tales medidas 19 . hn n cn el equipamiento de los ejércitos con armas, munición, barcos y
vc hfculos. Éstos redundaban en beneficio de los centros «industria-
l,·s» de Ia Europa preindustrial: las armerías y la industria productora
•
19
Discusiones fundamentales, aunque no siempre satisfactorias desde el punto de y Lransformadora dei hierro. .
VIStahtstónco, sobre el pnvilegio fiscal y los privilegiados, en G. ARDANT, Théorie socio- Só lo para completar, mencionemos también que en la demanda «pn-
logique de l'impôt, vol. 11, 1965, pp. 905 y ss. vnda» y estatal no quedan englobados todos los campos de la demanda
56
57
preind ustrial . Hay que hacer refere ncia a la Iglesia, la cual, 11 1111 1tkl trahajo inll:rmgional» no daban lugar a una reducc
antes de las 1 i ón dei
expro piacio nes dei sigla XVI, dispon ía de enorm es fortun h, l"'ill 'lllaj · <k ocupa ción en la agricultura: «For every ten who.
as e ingresos, <;
incluso después siguió teniendo una consid erable impor ate
tancia econó mi- ,1
1 1 , 1 wn or cighl had to produ ce wheat, and if these seven or e1ght
co-nacional. Natur almen te, las instituciones eclesiástica . area, they had to bem
s en la estructu- ,, 11111 nll iu onc geogr aphtc ' another>: 20:
ra de sus necesidades estaban tan unidas a su entorn o social
profano, que , " 1111 s · puede compr o bar con datas
generales las profeswn~~ Y
de ellas no partía ningú n impul so especi al de deman da ,, 1111 ltllt ·s cn que se repartían las restantes masas de
que se desvia se 1 la pob~acwn.
dei resto dei espectro. 1 1 111 y, 1'1 hi storiador inglés de la econornía, ha
Esto tambi én era aplica ble al come rcio intern acion aportado un eJemplo
al y, por lo .In ,,,, tivtl rcl'crido a la poblac ión mascu lina de veinte
a sesent a afíos dei
tanto, a la deman da «ajena », es decir, extran jera. En este
ocupa ban un prime r plano las grand es produ ccione s dei
caso tambi én .'"I''''" 1 de G louces tershir e en el afio 1608, ejemp
lo que es interesante
sector alimen - •l•1•· ltnlt> porque no só lo tiene en cuenta -<:om o suele ser
taria y textil. El volum en de movim ientos de impor tación muy fr~cuen-
y expor ta- 111 l.t s i'ucnles históricas con datas estadísticos sobre las
ción fue consi derab le a lo largo de toda la época y, profes wnes-
tal y como está 11 1 ttH indl:s, sino que abarca ai mismo tiemp o el campo
comp robad o en el ejemp lo de Inglat erra, presen taba notab y la ciudad.
les tasas de
crecim iento. Para otros países apena s se puede n aporta
les, ya que no consti tuían ámbít os econó micam ente cerrad
r datas gener a- I 1 o~,/t , 1 til'll de Las profesiones de los hombres de 20 a 60 anos en el condado de
os comp a- I /,'I" ,.,,.,,.,.sflire en 1608 (en porcentaje):
rables con Inglat erra.
Ciudades Campo Ciudad + campo
TRABA JO, CAPITAL Y RECURSOS NATURALES \f',lkullura 4 50 46 ,.
La depen dencia de las econo mías de la vieja Europ a respec 11 \ln1 ·ntación
to a las v hl'hidas 7 2 2
peculi aridad es de la deman da y dei repart o de bienes
e ingres os se 1\·jltlo y ropa 26 23 23
pone de manit iesto cuand o se descri ben en detalle los
factor es de pro- li l<1111lOele la
ducció n. Dirija mos prime ro la mirad a al factor «trabaj
o». l'tlllStrucción 2 2 2
Un porcen taje incom parablemen te alto de person as trabaj
aba en la '1\tl;tlcs parciales
agricultura, porqu e en todo mome nto la princi pal deman
da estaba drA+ B+C+ D (39) (77) (73)
orient ada a los bienes de consu mo de la alimen tación
diaria y porqu e, l!tduslria
hasta muy entrad o el sigla xvm, la produ ctivid ad de la
agricu ltura era dt:l hierro 6 3 3
escasa . Se necesi taban siete u ocho campe sinos para alimen
tar a dos o I 'f'ransfo rmación
tres person as. Así se compr ende que los cálcul os para
el conju nto dei dl' Ia madera 6 4 4
espac io de la Europ a central y occide ntal hayan dado
por resulta do un • i l'i •I 5 1
porcen taje de la poblac ión que trabaj aba en la agricu ltura
de entre el 65 11 Transporte 3 2 2
y el 90 por 100. Tal y como muest ra el ampli o marge
n entre ambos 1•rnresiones liberales
datas, había difere ncias region ales consid erable s. Las
region es y las y alta burguesía
ciudad es que tenían la ventaj a de estar situadas junto al
mar y que dis- ilustrada (gentry) 6 3 3
ponían de puerto s y flotas podían cubrir parcia lment e
sus necesi dades I l'crsonal
media nte impor tacion es y permi tir que grand es sector
es de su pobla- de servicio 3 7 7
ción trabaj ara en otros ramos. Venecia, que impor taba trigo
de Lomb ar- Varios 32 3 7
día, dei sur de Italia y de las regiones dei Mar Negro
, es un ejemp lo
famoso, como tambi én lo son las provín cias holandesas,
cuyos habi- 100 100 100
tantes, en el sigla xvrr, sólo debían trabaj abar en la agricu
ltura en un 50
por 100, mient ras que buena parte dei resto mucho s eran
comer ciante s t•'11 ,,nte: C. M. CIPOLLA, Before the Industrial Revolution. 1000-1 700,
que impor taban el trigo necesa rio de la zona de! Báltic o 1976, P· 77 ·
y lo vendían en
el país o inclus o obtení an apreci ables ganan cias con la
reexportación.
Natur almen te, desde una perspe ctiva macro econó mica,
tales forma s de 2° CIPOLLA, Before the Industrial Revolution... , cit., p. 75.
58
59
Resalta de nuevo con clarida d la estruct ura de la de manda ele lu 1 1 1• 11 p11r una ex ·csiva difcrcnciación social. Y, s.in embarg o, las
~
socieda des preindu striales : el 73 por 100 trabaja en la produc c ión 1111 111 l·spcdlk as de cada clase resal tan con clar1clad: sól? ~I 15
til'
los bienes básicos de la vida cotidian a. Llama la atenció n la alta parti , 11111 "' lt 1s hogarcs de comerc iantes no tiene personal de servi CIO, en
cipació n rural en la produc ción de tejidos y ropa, sefial de que ,,,, , t• n 111 ei3H por I 00 de los hogares de artesanos. En el caso
nos de los
hallam os ante una región con una industr ia domést ica rural concen
tra- , lllltl 11 p11rct:cn valores altos cuando se trata
de ~ersonal vincu~ado
da, asunto que aborda remos más adelant e en detalle. 1 . "11 111 , 111inttrus que cn los hogares de los comerc1antes predorr
Naturalmente, si quisiéramos registrar la multiplicidad de las formas unan
I , •l •llhtN li •ados ai hogar, en especial las criadas.
de ocupación preindustriales tendríamos que poner numero sos ejemplo
s
similares. Según la situación de la ciudad o región analizadas, nos encon- 11/,,, 1/•III' IIIIJ<U r) / 743
traríamos con diferencias notables, sobre todo en las categorías E a K.
En
ciudade s de cierto tamafio también tendrian un aspecto sustancialment Comerciantes Artesanos Sumas
c
distinto las categorias A a D. Por otra parte, la categorización de Tawney
no destaca con la suficiente claridad la gran medida en que la demand /Jogares Criados Rogares Criados Rogares Criados
a de
alimentación, ropa y vivienda, determ inaba la estructu ra de la ocupac
ión 12 63 75
preindustrial. En la categoría F (transformación de la madera) tendrem 60 60
os 17 17 43 43
que buscar a muchas persona s que contribuían a la construcción de casas; 21 42 41 82 62 124
e! que fabricaba piei (categoria G) proporc ionaba una importa nte materia 13 39 15 45 28 84
prima para la industria dei vestido; en la categoría K están incluídos todos 7 28 1 4 8 32
los comerc iantes ai detalle encargados de la venta de alimentos y ropa. 8 40 2 10 10 50
La clasitic ación porcent ual de estructu ras de ocupac ión regionales 2 12 2 12 4 24
1 7 1 7
no permite que destaqu e suficien temente la importa ncia cualitat iva
que 8 1 8
corresp ondía a las «profes iones liberales» en la época preindustrial.
En
este apartad o hay que mencio nar sobre todo a juristas , notario s y médi- 1111111 81 186 168 203 249 389
cos, que, desde la Plena Edad Media, alcanza ron en la Europa central
y
occiden tal un grado de profesi onalida d incomp arable con ningun a l'tlllilt'dio 2,3 1,2 1,6
civiliza ción del mundo y que, por la separac ión de su activid ad de
otra
la
---- ---- ---- ---- ---- ---- ---- ---
Iglesia, desarro llaron un prestigi o social propio basado en su profesi
ón.
El hecho de que sus servicio s fueran demand ados sobre todo por 1111/l'rll de criados (según el tipo) 1743
las
clases altas acauda ladas hizo que estas profesi ones entrara n en estre-
cho contact o con la nobleza y con la burgue sía comerc iante; y el hecho ,,,,, Comerciantes
Núm. Promedio %
Artesanos
Núm. Promedio %
Sumas
Núm. Promedio %
de que el Estado princip esco territorial necesit ara cada vez más juris-
tas, se convirtió en algunos países en el punto de partida de una especia
l tllit'ia lcs 11 0,1 5,9 80 0,5 39,4 91 0,4 23,4
configu ración «estam ental» de este grupo profesional. 0,3 29,1 89 0,4 22,9
\ ptl·ncl ices 30 0,4 16,1 59
El ejemplo de Tawney tampoc o permite reconoc er suficien temente 1 '•111dos 16 0,2 8,6 4 0,0 2,0 20 0,1 5,1
la importa ncia del persona l domést ico y de todas aquella s persona 1 'iludas 129 1,6 69,4 60 0,4 29,5 L89 0,8 48,6
s
que se hallaba n ai servicio de conven tos e iglesias . Un 7 por 100
de 1,2 389 1,6 100
persona l de servicio: se trata sin duda dellími te inferior de una valora- •;11 n1a 186 2,3 100 203 100
ción general que, al menos en las ciudade s, alcanza ría un valor medio
Nl').:OCioffaller 4l 0,5 22 l39 0,8 68,5 180 0,7 46,3
dei 10 por 100 de toda la población. E! modo en que se manife staba
la llnga r 145 1,8 78 64 0,4 31,5 209 0,8 53,7
demand a -especí fica de cada clase- de personal de servi cio de todo
tipo
en la estructura de ocupac ión de este grupo de la poblaci ón es algo
que
W. Schaub ha ilustrad o muy bien mediante una compar ación entre Fut•llte: W. SCHAUB, «SUidtische Familienformen in sozialgenealogis
los cher Sicht
comerc iantes y los artesanos de Oldenburg en el afio 1743. Las tablas (C>lclcnburg 1743/1870)», en W. Conze (ed.), Sozialgeschichte der Familie
describen la situación de una pequen a ciudad residencial que, sin duda, in der
Nt•uzeit Europas , 1976, p. 328.
60 61
Que los servicios eclesiásticos eran muy demanda dos en las socie- " 11 ltl<~yor purlc, c ultura que , si bien no se cerró a una dem?cra
ti-
dades preindustriales, no lo negará ni siquiera el que tome en seria la ' "'"tiL- la «lectura» , sí lo hizo , en cambio, a la de la «escntur a»,
crítica de Ia congestió n de los conventos y de la vida y ocupaciones I'" , .uwihi(, cn contraste con la «lectura» - como una amenaza radi-
inútiles de sus moradores en la época de la Reforma. En e! culto divi - .1 ,j, ~ ~~ poder, fundado en la narración y en la memoria colectiva. La
no, en la confesión y en la cura de almas, en las clases escolares y en la 1111 lt.t 1k ·sta cultura oral se dirigía contra esos tres agentes de la alfa-
higiene pública, los sacerdotes, las monjas y los manjes desempeiíaban i 11 · .11·i(H' que, por diferente s motivos y a partir de diferente s momen-
tareas muy variadas, y no sorprend e que el porcenta je de personal 1·• l•llll Cittarori la capacida d de lectura, escritura y cálculo de las
eclesiástico, al menos hasta mediados del sigla XVI, fuera relativamente I"'' dnl'ioncs curopeas: la Iglesia, la economí a y el Estado.
alto en todas las sociedad es europeas . Los cálculos exactos son, sin 'r 1uín hay otro punto de vista que no ha podido ser abordado en los
duda, difíciles y, en general, sólo existen para las ciudades de cierto . , '"pios de cifras preceden tes. En cualquie r població n imaginab
1 le
tamafio. Como es natural, son sobre todo los monasterios, los conven- "''I 1111u parte de las personas se halla dentro dei proceso laboral. Los
tos y las congrega ciones los que han !levado a que, en el conjunto de la . , 11llu111i stas actuales, por lo general, cuentan como població n «acti-
población , el personal eclesiástico tenga porcentaj es de un 5,3 por 100 ' , los que tienen entre quince y sesenta y cinco anos y, basándos e
(Bolonia, 1570), 5,5 por 100 (Besançon, entorno a 1600, y Roma, 1603) , ,, .lt·tallada s pirámide s de edad y de sexo de las poblacio nes exis-
y 5,7 por 100 (Bolonia, 1624). En Siena, en e! afio 1670, el10,9 por 100 1• tiii' S, obtienen valiosos conocim ientos sobre la relación entre
la
de todos los habitante s eran manjes o monjas; en Florencia , en e! , IIII l' lura de la població n y el factor de producci ón «trabajo» . En
afio 1622, el 7,5 por 100. Las valoraciones regionales, como es natu- , ,,.,,s ·xcepcionales, tales cálculos también son posibles para la época
ral, ofrecen un aspecto más modesto. Para el Gran Ducado de Tosca- I'" 111dustriai. Su comparación con ejemplos del presente ha dado por
na, en el afio 1745, se ha constatad o en tomo a un 3 por 100; para toda 11 .I! Il udo que la tasa de dependen cia entre la población
activa y la no
Italia, a mediados del sigla xvm, K. J. Beloch ha calculado un valor ,,, 1í va en la época preindustrial se correspon día más o menos con la
dei 2 por 100; para Polonia, entorno a 1500, se calcula un 0,5 por 100. d, 1presente. En la actualidad sólo ha aumentad o notablem ente el por-
Los datas preceden tes, debidos al exhaustiv o trabajo de investiga- ', nlaje de «ancianos» (es decir, hombres y mujeres mayores de ~esen
ción de los historiad ores de la economí a y de la población , no pueden '" ·inca afias) entre la población no activa, que en la época premdus-
ocultar la impresió n de lo fortuito. Una completa subdivisi ón de las 111111 constaba de un 90 por 100 (o más) de nifios menores de quince
poblacion es europeas, de acuerdo con su contribución al factor de pro- ,,,,,,s. Dada la escasa productiv idad de la economí a de la vieja Europa
ducción «trabajo» , no puede deducirs e de los escasos documen tos , ,, ·omparac ión con nuestros días, esta significa que ellímite de edad
legados. Además, las cifras no revelan nada acerca de la calidad del tra- dt· quince afias para la definició n de la població n «activa» aún no
bajo prestado ni del conocim iento técnico que éste presupon ía ni, por h' ll la su actual eticacia: el trabajo infantil, considera do a menudo con-
tanto, acerca de la formación, las posibilidades de instrucció n y las ins- ,·ruencia de la Revolución Industrial, era un fenómen o cotidiano al
tituciones culturales que lo hacían posible. Sabemos muchísim o sobre tm·nos en el sector agrícola de la época preindustrial; igualmen te lo
las universidades y aquellas escuelas e institucio nes de Ia época prein- ,.,.11 cl trabajo de la mujer en esos oficios físicamente agotadores que
dustrial en las que los hijos de la nobleza y de la burguesí a rica com- hPy en día son calificados de «masculinos».
pletaban su formación. Escasos son, en cambio, nuestros conocimi en- . .
También la estructur a y la importan cia en la Europa premdus tnal
tos acerca de las posibilid ades de formació n y el nivel cultural de las dl'l segundo factor de producción, el «capital», se compren den bien a
capas amplias de la población . Con un trabajo minucios o y detallado , p11rtir de la situación especial de la demanda . A los teóricos de la e~o
la investiga ción sobre la alfabetiz ación internaci onal está intentand o nomía con una tendencia a la tipologización formalista les gusta dife-
avanzar un paso en este sentido. Sus primeros resultados han sacado a l't'nciar el sistema económic o industrial del preindustrial aludiendo al
la luz un factor tan fundame ntal en la transform ación cultural de la di o porcentaj e de capital en circulació n entre todas las reservas de
sociedad de la vieja Europa, que de ello nos ocuparem os en detalle en ,·apitai de este último sistema. De hecho, la Europa de la ~dad Moder-
la segunda parte de este libro 21 . Dicha investigación traza la imagen de na ofrece pruebas evidentes al respecto. Desde finales de.l sigla XVI ~as ta
una cultura europea -hasta muy entrado e! sigla xvm- todavía «oral» 111cdiados del xvm se fija la «época del apogeo del capital comercia l»,
l' l cual-a diferenci a del capital industria l- se distinguí a en que, dentro
de la jerarquía de las esferas del capital, daba prioridad a la circulació n
21
Véase más adelante, pp. 113 y ss. frente a la producción.
62 63
Estas circunstancias se vuelven históricamente comprensibles cuan- , ti 111Jil . l'L'IIIHiurio <.:on un mfnimo de dotaci ón de capita l y un máxi-
do tenemos en cuenta la fuerte y rígida demanda de bienes básicos 111•, .J, 1f'llhnjo , sl: hallahan cas i sicmprc cn total dependencia de su «CO-
de consumo diario. Apenas había una región, y menos las que tenían " "" lo~IIIL' >) y dl: los intermediarias de és te. Dicho comerciante les
una considerable concentración urbana, que estuviera en condicio- 111111111 SI1'11ha la matc ria prima, prescribía el tipo y la calidad dei pro-
nes de autoabastecerse de modo suficiente y duradero. En el terreno de In. '" y In r •<.:ha en que debfa estar terminado, les compraba el produc-
la alimentación se transportaban grandes cantidades de trigo y ganado a 111 , llliiiHIIIut'acturado o manufacturado y él mismo fijaba el precio.
través de largas distancias; tanto los comerciantes como los consumido- 1h·hfnn cu mplirse numerosos requisitos para que el sistema de la
res particulares almacenaban considerables reservas de alimentos como l"''''111 ul11 s lri a 23 vinculada a la compraventa pudiera imponerse en
acopio de existencias. Surgieron divisiones interregionales dei traba- 1 ttl•'l'll · l .os f'actores imponderables dei abastecimiento en la zona
jo entre regiones productoras de cereales y ganado y regiones que surni- 111 1•111:1 llguraban también aquí entre los más importantes. Como ya se
nistraban productos industriales; se creó una amplia capa de comer- 11 .1dw h11, con motivo de las crisis periódicas de hambre causadas por la
ciantes e intermediarias que convirtió en su oficio el difícil y arriesgado ' J"h 111tura, existía siempre el peligro de que el poder adquisitivo de las
-pero también rentable- negocio dei comercio. Para sus empresas nece- 11111 ' il l-l Sl: <.:oncentrara exclusivamente en la provisión de alimentos.
sitaban, ciertamente, determinadas inversiones de capital fijo; tenían que 1 l•ll'I'H motivo suficiente para que todos los productores y comercian-
mandar construir barcos y vehículos, comprar animales de tiro, construir '' . 1k l Sl:ctor textil fueran precavidos y moderados con las inversiones
almacenes y equipar oficinas. Pero todo estaba ai servicio de un único 1 l1q•o p lazo en capital fijo. En las ciudades, los gremios llevaban
fin: la compra, el almacenarniento temporal y la venta dei producto. 111111 ho 1iempo practicando una política antiexpansiva y orientada a una
La llegada de trigo por los grandes puertos del Mar Báltico, desde ,dlilll:ntación» y un abastecimiento suficientes de sus miembros. Con
los campos de la Europa oriental en que se cultivaba, es un ejemplo , 11,, hloqueaban la posibilidad de una producción de artículos de vestir
notorio aplicable a otros muchos casos en el sector de la alimentación. 1••11 ll<>s , que hubiera podido satisfacer la demanda masiva. Así pues , el
Dicha llegada de trigo fue durante mucho tiempo la condición indis- , '"m· n.: iante se dirigía directamente al campo y visitaba al campesino
pensable para que las grandes regiones urbanas dei noroeste estuvie- 'I'~~' ll: nfa un trabajo secundaria y no pertenecía a ningún gremio. Si
ran abastecidas. Su apogeo coyuntural tuvo lugar a finales dei siglo dll'lll> campesino poseía y cultivaba un trozo de tierra, como mínimo
XVI y princípios dei xvn, pero en los siglas xvm y XIX todavía no había ••In· ·fa libre capacidad de trabajo temporal, y si pertenecía a la clase
perdido su importancia. En la Edad Moderna los intermediarias fue- l•11j11 dei campesinado obligaba a su mujer y a sus hijos al trabajo
ron sobre todo los holandeses, que con su actividad y sus ganancias "' Hnéstico. De este modo, la industria rural era muy econômica y poco
hicieron que Holanda conquistara la posición de primera potencia ,uri ·sgada para el comerciante. Si al mismo tiempo, como era frecuen-
comercial mundial de la época. Se ha calculado que en el afio 1666, lt ' ··n la Europa central y occidental, encontraba allí las áreas de cultivo
cuando el comercio dei Mar Báltico ya estaba afectado por las reper- ptt'a las plantaciones industriales necesarias, así como unos campesi-
cusiones de «la crisis dei siglo XVII», el 75 por 100 dei capital de la ti•• N acomodados que estuvieran dispuestos a integrarse en el sistema
Bolsa de Amsterdam aún estaba colocado en esta zona 22 • dl' compraventa y a actuar de intermediarias suyos con los producto-
Pero también el sector de la confección de tejidos y ropa, siempre ll' S, cntonces quedaban sentadas las bases para una expansión a largo
que estuviera orientado al abastecimiento masivo, se hallaba en la pln!'.o de la protoindustria.
Edad Moderna en gran parte en manos del capital en circulación. En Así pues, en dos de los principales terrenos de la demanda -la ali-
las grandes comarcas protoindustriales no predominaban formas de nl ·ntación y el vestido- de la época preindustrial vemos dadas las con-
producción que hubieran requerido un alto porcentaje de capital fijo. di, ·iones para un domínio estructural a largo plazo dei capital flotante.
La producción no la determinaban las manufacturas o formas de orga- Nnturalmente, sería impropio ver limitadas sus actividades e iniciativas
nización similares a una fábrica, sino la industria doméstica rural inte-
grada en el sistema de compraventa. Los pequenos y medianos produc-
tores campesinos, que fabricaban su mercancía -a menudo como 2• Debates esenciales sobre este tema, con un análisis detallado de la bibliografia teó-
1iro-cco nómica, histórico-económica, histórico-social y familiar, ahora, en P. KRIEDTKE,
11 . MiiDICK, J. SCHLUMDOHM, Jndustrialisierung vor der Industrialisierung. Gewerbliche
Worenproduktion aufdem Land in der Formationsperiode des Kapitalismus, 1977. En este
22
Debo esta referencia a un manuscrito de P. Kriedte (sin publicar en e! momento de vulumen, dos estudios casuísticos más antiguos de F. F. Mendels sobre Flandes en e!
la aparición de la edición original alemana). iglo xvm y de H. Kisch sobre Silesia y Renania.
64 65
exclusivamente a estos sectores. «Apogeo de! capital comercial» no 1 tiHrrrr rrll y dt.:si •u <limente re partidos. Los hi storiadores italianos han
significa que éste sólo lograra asegurar dos importantes áreas de abas- .1. rrl.11l11 que , 011 la Italia dei sig lo xvu, para la compre de una sola
tecimiento de las sociedades preindustriales. Aparte de eso, desarrolló ,, • I• 11111 qu0 aportarse el salario de cien jornadas de diez a doce
una dinâmica independiente que se orientaba a otros numerosos pro- f,,,, .r v. 11 cnm ienzos dei siglo XVIII, el producto de la venta de más de
duetos y a la ampliacióti de sus áreas comerciales a escala mundial. De "" 111 11111 litros de vino servía para la adquisición de un cerdo tlaco.
hecho, en economias nacionales avanzadas como la inglesa de! siglo I''''"' 11L: ·so, tanto los animales como las personas se veían amena-
xvm, el capital comercial invadió parcialmente la esfera de la produc- '"" pllr 0p idemi as periódicas de cuyos efectos desoladores todavía
ción. Sin embargo, la «excepción» del ejemplo inglés sólo confirma la ,,,, r 1'11 pr11ehas impresionantes las postrimerías dei siglo xvm.
tendencia dominante del resto de Europa. La escasa productividad de ~~~~ t•s r~t.H.I a sorprendente que la mayoría de los reformadores agra-
la agricultura, la falta de elasticidad de la demanda de alimentos bási- ' "• dt ·l siglo XV III dirigiera la mirada a la dotación de capital de la agri-
cos y los altos costes (y riesgos) del transporte y del almacenamiento '"'''' :r. Aum ento de la productividad mediante el incremento de las
en el terreno de la alimentación siguieron siendo los rasgos dominantes 111 , r ·i1111 ·s de capital fijo: he ahí, convertida en una fórmula, supro-
de la economía europea hasta finales del siglo xvm. Estos rasgos retu- '"'' · 111 d · so lución para el agravante problema del abastecimiento de
vieron altos porcentajes del capital en la esfera de la circulación, impi- Lo po1hl11l:iones europeas, que desde aproximadamente 1730/1740
diendo así su inversión en el âmbito industrial, en el que únicamente lltpu.:rron a crecer en una medida hasta entonces desconocida. Los
estaba en condiciones de producir para un consumo masivo el protégé 'I' lll t111111 0S y los teóricos de la temprana economía burguesa supieron
del capital comercial: la protoindustria, que no requeria inversiones y, ' r rnuy hien que tales propuestas removían los fundamentos dei orden
no obstante, prometía altos beneficios. I'" tlld11strial tanto en lo relativo a la economia como a la sociedad y al
El domínio de la esfera de la circulación frente a la esfera de la pro- 1" •rlr·t', orden que hasta entonces había concebido el capital só lo como
ducción no significa, naturalmente, que el capital fij o y las inversiones 1111 llts!rumento de expansión en el comercio, en la circulación, o bien
faltaran por completo. Ya se ha hablado de los gastos necesarios para , ''' ''P Llll medio para llevar un tren de vida opulento y para ostentar un
barcos, vehículos interurbanos, grúas, molinos, graneros, almacenes, , llll ',lllllO de lujo. De ahí que, con sus planes de reforma agraria, con
oficinas y similares, todo lo cual, lo mismo que los telares y los tomos " lt· tividades en los gobiernos y en las sociedades agrícolas, figuren
de hilar, se hallaba al servicio del capital en circulación y no tenía otro • 1111 ,. los agentes esenciales del cambio, que se inició con la «capitali-
cometido que asegurar la producción y la distribución de los bienes de 1' ltÍil agraria» dei siglo xvm y princípios del XIX y concluyó con la
consumo masivo. Una dimensión diferente adoptaba el capital fijo en ,, o lul: ión industrial 24 •
aquellos sectores industriales que servían a otras necesidades más I\11 períodos de crecimiento acelerado de las poblaciones europeas
especiales y que, por tanto, conocían ya formas de producción y orga- • 11 la primera mitad de! siglo XIV, a tinales del XVI y desde mediados
nización más diferenciadas: la industria «de extracción» (minas de carbón •Íl I x VIII-, se hizo regularmente perceptible otra limitación estructural de
y metales nobles), que con su demanda de bombas de agua, montacar- 1,,., ,. ·nnomías de la vieja Europa: la de los recursos naturales o, como
gas y similares requería inversiones considerables, así como la pro- lo • lmmulan los economistas, la del capital no reproducible. El factor
ducción de armas, los astilleros, la fabricación de seda, las manufactu- '" prod ucción más importante de este tipo era el campo. Su aprove-
ras de porcelana, etcétera. , h.11niento se hallaba especialmente bajo la influencia de los altibajos
En la agricultura, donde en opinión de los reformadores agrarios oi,· las ondas demográficas y del reparto desequilibrado de bienes e
dei siglo xvm se necesitaba muy especialmente capital fijo, se habían tt1)'1' ·sos. En etapas de fuertes caídas demográficas -en los siglos XIV y xv
puesto estrechos límites a su expansión. Las semillas, que con motivo tr.t s las grandes migraciones por la peste, en el siglo xvn tras la Guerra
de la escasa productividad eran un bien extremadamente valioso y th los TreintaAfíos-, grandes superficies hastaentonces aprovechadas
escaso, eran consumidas en afíos de crisis y de hambre con demasiada
frecuencia y, por tanto, privadas de su verdadero destino. Los caba-
llos, el ganado vacuno y las ovejas, que no sólo tenían una gran impor- "' Sobre el tema <<capitalización agraria» y sus protagonistas en e! siglo xvm, sigue sien-
tancia como suministradores de carne, sino también como animales de "" dt·t.:isivo M. BLOCH, <<La Jutte pour l'individualisme agraire dans la France du xvm' sie-
tiro y como productores de estiércol y de lana, representaban para las ' lt •.. , llnnales d'histoire économique et sociale 2 (1930), pp. 318-329 y 511-556. Un breve
lulo uiiiCsobre e! problema, con importantes datos bibliográficos acerca de Prusia: H. WuN-
economomías medias y pequenas valores altos, a menudo inalcanza- 111 11, «Agrarkapitalisierung (vorwiegend am Beispiel Preussens)», Sozialwissenschaftliche
bles, que dentro de la población agraria europea de la Edad Moderna 111/111'/1/otionen. .fiir Unterricht und Studium 3 (1974), pp. 12-16.
66 67
para Ia agricultura quedaron baldías, convertidas en «desierto» 2\ por- I' " dt l111jn d · los suclos hucnos cn cuanlo a produclividad . Sólo en
que no había suficientes personas para cultivarias o porque la deman- 1"" .t th· alta demanda y de buenos precios eran incluídos en la pro-
da de productos agrarios era demasiado escasa como para mantener ''" 111111 , si la coyuntura se debilitaba, eran los primeros en ser aban-
una producción provechosa en todas las superfícies cultivadas hasta l· lltoldnN d · nuevo. Como veremos más adelante, Ia Edad Moderna
entonces. 11 1" Pt 'll ~l· ci.mtclcrizaba en el campo por un proceso de diferenciación
Cuando Ias poblaciones volvían a aumentar, se iniciaba regularmen- 1 1111 i l'i ·ación en constante aumento entre Ias clases más bajas dei
te una reacción frente a Ia desertización dei campo. Pueblos y terrenos tl11pt·s inndo, las cuales -pese a la existencia en sí misma de superfi-
despoblados volvían a ocuparse; además, se explotaban suelos comple- , I· n d 1ivadas- no podían ser abastecidas con suficientes terrenos.
tamente nuevos que hasta entonces no habían sido aprovechados como I 1 , I dtahun los medios tanto para la compra o el arrendamiento de
ti erra de arado: se talaban montes, se desecaban pantanos, se cultivaban 111111111s suelos como para Ia explotación de los suelos marginales; sólo
terrenos cenagosos y eriales. . ll ltluln intervenía Ia ayuda de Ia política populista estatal se lograban
Y, ai mismo tiempo, surgían problemas econômicos y sociales de " 111 11> r ·sultados -como lo demuestran algunos ejemplos dei siglo XVII-,
gran envergadura. En una agricultura dependiente de fuertes movi- il" , t'll general, naturalmente eran modestos.
mientos seculares de precios son interesantes y codiciados aquellos \ s(, ai hacer e! análisis dei factor de producción «campo» en las
suelos y terrenos en cultivo que se hallen en una situación ventajosa 111 wdndes de la vieja Europa, nos encontramos con los mismos meca-
con respecto a los grandes mercados urbanos, que lleven cultivados I""'
li 1s «s istémicos» que tenían vigencia en la relación entre tamafío
mucho tiempo y que, de este modo, en épocas de buena demanda y do !.1 pohl ación y fuentes de alimentación o «alimentaciones». Desde
precios altos, posibiliten un aprovechamiento ganancioso de Ia situa- 1 I pllnlo de vista abstracto, para Ias personas que trabajaban en Ia eco-
ción favorable dei mercado. Estos terrenos, incluso en épocas de des- llllltlfn agrícola no había escasez de tierra. Una división numérieamen-
censo demográfico, permaneceo, por regia general, en cultivo, no caen " 1)1,\IUlitaria de todo el campo existente en porciones suficientes por
en Ia desertización. En los suelos de esta categoría se había centrado 1ot ht· t.H podría ilustrar semejante especulación. Desde el punto de vista
desde hacía tiempo el interés de Ias capas adineradas de Ia población, 11111l'1' 'lo, sin embargo, la escasa productividad de la agricultura, las
y con su ayuda se hicieron grandes fortunas. En Europa, en Ias zonas 11 lwiones de propiedad y de poder que habían ido surgiendo a lo largo
antiguas de asentamiento humano, pobladas ya desde Ia Plena y Ia d· la historia, los altibajos de las coyunturas agrarias, los altos costes
Baja Edad Media, encontramos una especial concentración de estos dt I iiprovechamiento de los suelos marginales y de la explotación de
suelos, que Ilevaban ya mucho tiempo en manos dei clero, de los prín- 11twvns tierras y Ia secular diferenciación entre suelos «buenos» y
cipes, de Ia nobleza y de los campesinos acomodados. En otras pala- to ii tl os» pusieron estrechos límites a un posible aprovechamiento
bras: esas superficies cultivadas Ilenas de ventajas eran precisamente • ll ltlpleto dei factor de producción «campo».
Ias que estaban más desigualmente repartidas y solían ser objeto per- I .os protagonistas de Ias reformas agrarias también ofrecen prue-
manente de disputa -entre Ia nobleza, Ia burguesía y los campesinos- " "~ ~.: videntes de este estado de cosas desde mediados dei siglo xvm.
por los derechos de propiedad, por Ias relaciones de arrendamiento y ·: 111 duda, depositaron gran parte de sus esperanzas en la ampliación
por Ia cuantía de los impuestos. Quien en épocas de buena coyuntura dl'l ·ampo cultivable, cuando en esta época aumentá Ia presión de Ia
agraria quería ampliar su empresa tenía que reunir recursos considera- 111 1hlación sobre los recursos agrarios. Las medidas de Ia política popu-
bles para convertirse en propietario o arrendatario de estos suelos, o lt ·,la hallaron su aprobación; ellos mismos escribieron Iibros sobre Ia
bien tenía que conformarse con los terrenos de menor calidad, que no I• t'nica de Ia desecación y dei desbroce, sobre la recuperación de los
habían sido cultivados con continuidad o que todavía estaban sin In rcnos desertizados. En Alemania, estos esfuerzos habían comenza-
explotar. Estos terrenos eran los «suelos marginales», que requerían ' h1 ya en e! siglo xvn, tras Ias pérdidas de población y Ias desertizacio-
cuantiosas inversiones de trabajo y capital y, no obstante, estaban muy III'S de la Guerra de los Treinta Anos, y habían dado sus frutos. AI
111i smo tiempo, sin embargo, estos autores veían que sólo con Ia exten-
•. i(Hl ele la agricultura no se ganaba nada. Las reformas no debían Iimi-
25
Sobre lo siguiente, la mejor visión general nos la proporciona la bibliografia que l.trsc ai campo no cultivado, sino que tenían que lograr también una
trata el problema de la desertización, en especial a lo largo de la crisis agraria de finales de la
Edad Media. Véase, por ejemplo, W. ABEL, Die Wüstungen des ausgehenden Mittelalters,
1111 cnsiticación, un mejor aprovechamiento de los suelos cultivados,
2
1955. Para Francia, véase J. F. PESEZ y E. LE Rov LADURIE, <<Les villages désettés en Fran- 1111 aumento de la productividad agrícola. También en este sentido sus
ce: vue d' ensemble>>, Annales ESC 20 (1965), pp. 257-290. ukas iban más aliá de «nuestra época».
68 69
Otros recursos naturales se hallaban a disposición de las socieda- . 11111111 çn la Edad Media y la Edad Moderna , uno podría
inclinarse a
des de la vieja Europa sólo en una medida muy limitada. Los bosques, '" "'"" lt>s ~.:s lrechos lfmites de la productividad a condicion es natu-
que con un aprovechamiento y cuidado sistemáticos eran parte, en el ' '" . , li f( ·iImente - o só lo después de unos avances tecnológicos muy
fondo, de! capital fijo y reproducible, se utilizaban por regla general " "' 1dos transl'ormables por e! hombre. De hecho, la
historia de la
para hacer talas indiscriminadas: proporcionaban madera para cons- , 111 111lura muestra, sobre todo , ai hombre en una dependen
cia extre-
truir casas, para la calefacción y para el tratamiento siderúrgico de las "'" d1 · la naturaleza, a la que sólo consiguió sustraers e muy lentamen -
menas de hierro. Cuando se exageraba la tala indiscriminada y final- ,. v •t>nunos costes enormes.
mente se agotaba esta fuente, no quedaba más remedio que buscar N11 obstante, la produetiv idad de la época preindus trial no repre-
otros recursos energéticos. E! carbón, sobre todo en Inglaterra, se con- ' 111 dw una constante férrea de la que dependie ran, a modo
de varia-
virtió en los siglas XVII y xvm en un sucedáneo importante. i,), •• lodos los de más procesos de la vida económi ca. Antes bien, con-
En el sector de la energía predominaban, por lo demás, formas de idl mbl es diferenci aciones regionale s en los rendimie ntos agrícolas
aprovechamiento tradicionales, «típicamente preindustriales». Ya se ,1, 11111 ·stran que también en este terreno influían las especiale s condi-
ha hablado dei alto valor y de la limitada difusión de! ganado de tiro y ' IIIIH'S de las relacione s preindus triales de consumo
y producci ón.
de los caballos; al igual que las plantas útiles generadoras de energía, 111• ht so sin los avances técnicos y organizativos de la agricultu
ra desde
dependían dei recurso «campo» y estaban sometidos a sus limitadas 1111 ' 11 iados de! sigla xvm, algunas regiones habían logrado
una aprecia-
posibilidades de desarrollo. No es sorprendente que en barcos, grúas li!,· v ·nlaja en la productiv idad con respecto a otras. Sin duda, aquí
y ante pequenos carros de tiro veamos «derrochada», no pocas veces, ti• l' tnpefíaban un papel importan te las condicion es geográficas y cli-
la energía humana. La rueda motriz de la «Gran Grúa» de Brujas era 111111 icas. Sin embargo, un sue lo apropiado para el cultivo de
trigo o cen-
accionada por hombres; los cortadores de corcho de los alrededores de '' 1111 se convertía en un suei o «bueno» porque permane
ntemente sele
Delmenhorst recogían su materia prima en carretillas en e! puerto de Bre- I"•'N iaha más atención y cuidado que a otros, ya que de la escasa canti-
men y la transportaban a lo largo de 5, 1Oó 15 km hasta sus casas. d.td disponible de abono animal siempre era el que más recibía. Y esto
Nuestros antepasados parecen haber sido, sin embargo, imaginati- '" ttrrfa sobre todo en aquellas regiones en las que la buena situación de
vos y ejemplares, incluso para el presente, en la utilización del viento 1,, 1 -rrenos cultivados respecto a los mercados completaba las ventajas
y dei agua como generadores de energía. El enorme rendimiento de la !'''''gráficas y climática s y, de este modo, en e! transcurs o dei tiempo ,
navegación a vela -indispen sable para el «auge del capital comer- ,,, nhaba dando lugar a una agricultura intensiva y, por tanto, productlva.
c~al»- es sólo una prueba de ello. Menos conocido s, pero igualmen Gracias a las investigaciones de B. H. Slicher van Bath y W. Abel Y
te
dignos de ser destacados, son la propagación y e! refinamiento técnico 11 s co laborado res, hoy en día disponem os de abundant es
datas sobre
de los molinos de viento y de agua, que en modo alguno se utilizaron I• •s rcndimientos de los cereales en la Edad Media y en la Edad Moder-
sólo en la elaboración dei trigo. Ilustraciones de los siglas XVI y XVII '"'- () ichas cifras muestran que, al menos desde el siglo XVI hasta
nos_ muestran cuántas máquinas de este tipo se colocaban en algunas tlwd iados dei XIX, había por lo general grandes, incluso extremas, dife-
regwnes en espacios mínimos. Su gran inconveniente -la localización ''' " ·ias regionales. De ahí que los promedio s calculado s para territo-
fija- contrastaba con la economía de sus fuentes de energía. 1tus nacionale s enteros hayan de ser tratados con mucha precaució n;
h1S referidos a todo e! ámbito europeo -que quizá para la Edad Media
SOBRE LA PRODUCTIVIDAD EN LAS SOCIEDADES PREINDUSTRIALES "u lavía tengan sentido ( «un grana sembrado producía tres granos cose-
' ltttdos» )-no dicen nada o incluso inducen a error. Si tomamos como
Ha llegado el momento de abordar ese factor dei orden económic o base las tablas de Slicher van Bath, se pueden hacer dos afirmaciones
preindustrial dei que hasta ahora se ha hablado implícitamente: la -en
comparación con e! presente - escasa productividad de la agricultura y
de la industria 26 • Si se echa un vistazo a las columnas de cifras, elabo-
rnn•o/' Westem Europe, A. D. 500-1850, 2 1966, pp. 280 ss. y pp. 328 ss. (cuadros sinóp-
radas por los historiadores de la agricultura, sobre la rentabilidad !l,·;>s). B. H. SLICHER VAN BATH, «Landwirts chaftliche Produktivitl it im vorindustrie llen
t·. urupa>>, en L. Kuchenbuch y B. Michael (eds.), Feudalismus-Materialien zur Theorie
urui
1:c.vrhichte, 1977, pp. 523-555. <<Le développement de la productivité des travaux agncoles»,
1
\ ,A.G.-Bijdragen 14 (1967), pp. 72-90. W. ABEL, Geschichte der deutschen Landwirtschaft
26
Para lo que sigue, aparte de Cn'OLLA, Before the Industrial Revolution, pp. 115 ss., ''""/ friihen Mittelalter bis zum 19. Jahrhunder t 2 1967, pp. 225 y 226,251 y 252 (donde
véanse los trabajos relativos a la agricultura: B. H. SLICHER VAN BATH, The Agrarian 111111hién puede encontrarse más bibliografía alemana).
His-
70 71
generales. En primer lugar, durante los siglas de la Edad Moderna, en llt ill lll mc ntc difere nciado en la agricultura de esta parte de Euro-
111
muchísimas regiones no hubo ningún avance perceptible con respecto 1 , \i A hei ha reunido «unos cuantos miJes de datos sobre la Prusia
a la Baja Edad Media. Suecia en el siglo XVI y Francia en el xvrrr están ' ,,,, 111. 11 y un as cifras suficientemente seguras sobre el âmbito de la
todavía por debajo dei estándar de la Baja Edad Media; lo mismo cabe 11 '11' Sajoni a» y, para estos suelos, que han de ser contemplados como
decir al menos de la producción danes a de centena en esta época. En "IH tltll'cs ai promedio, ha obtenido -para los siglas XVI y xvn- unas
numerosas comarcas a! emanas, las cifras de la Plena y de la Baja Edad 111 11 · d · rc ndimi ento dei centeno de entre 1:3,6 y 1:6,2. Según Abel,
Media conservaron probablemente su vali dez hasta el siglo XIX. Por I'"' 11 l' l sueio normal alemán de esta época habría que restar además,
otra parte, en la Edad Moderna se perfila una clara superioridad de las 'l''''ximadamente, un 20 por 100 como mínimo.
cifras de rendimiento inglesas, holandesas y flamencas con respecto a
las alemanas, francesas y escandinavas. Las investigaciones italianas
no só! o muestran que Italia, en este sentido, ha de ser incluída en el 4. SOCIEDAD
âmbito de la Europa central y septentrional, sino que además, tomando
como ejemplo el distrito que rodea ai pueblo de montafia de Montal- La clase social... no es más que la condición por la que una persona se
deo, ilustran sobre los valores asombrosamente bajos que durante lar- di l't; rcncia de las de más, y por tanto, atendiendo a esta diferencia, no todos
p11 ·Licn di sfrutar de los mismos derechos, sino unos más que otros. (Grosses
gos períodos de tiempo se alcanzaron en algunas regiones agrícola-
1•nl/stéindiges Universal-Lexikon, vol. XXIX, 1744)27 •
mente subdesarrolladas:
Rendimientos del trigo en el distrito de Montaldeo (Italia) entre I 560 y 1700 (\tela vez que los historiadores reflexionan sobre la estructura social
(Valores medias para una unidad de siembra de trigo) ,1, . l11s sociedades medievales y de la Edad Moderna, se encuentran con
ddi ·ultades a la hora de elegir conceptos y categorías apropiados. Ello
1560: 1677: 1,3 1692: 1,9 , triha sobre todo en que ellenguaje de las fuentes históricas, que en
1649: 1678: 3,5 1693: 2,5 wi ncipio allana el camino bacia una comprensión del «mundo que
1650: 1681: 1,8 1694: 2,6 l11· tttos perdido», dista mucho de aquél con cuya ayuda son analizadas
1664: 3 1683: 4 1695: los sociedades actuales. El historiador, sin embargo, no puede renunciar
1672: 2,3 1686: 2,5 1697: 11 ~~s tc lenguaje, el de la sociología, a sus modos de pensar y a sus ins-
1673: 1,3 1687: 3 1699: 2 llltmentos analíticos, si no quiere quedarse anelado en Ia mera descrip-
1674: 2,9 1688: 3,3 1700: 1,5 ··i(m o repetir únicamente los conceptos de sus fuentes.
Donde más claramente se ha manifestado esta dificultad es en el
Fuente: C. M. CIPOLLA, Before the Industrial Revolution, 1000-I700, 1976, p. 121. tnl cnto de hacer útil e! concepto sociológico de clase para el análisis de
los órdenes sociales preindustriales. ;,Era la sociedad de la Francia
Comparadas con la tabla anterior, las cifras holandesas parece que 11hsolutista una sociedad de clases? ;,Era la nobleza brandemburguesa
proceden de otro mundo. Para la localidad de Hitsum, en los afíos d ·I siglo xvn una clase? ;,Podrían considerarse luchas de clases los
1570-73, los rendimientos del trigo sonde 1:13,6; para Frisia -en el nm flictos entre conventos y campesinos en la Guerra de los Campesi-
afio 1765-, de 1:15 hasta 20. Naturalmente, Frisia es el ejemplo nos dei sudoeste alemán? A las intensas investigaciones y discusiones
opuesto a Montaldeo y, sin duda, e! más extremo que pueda ofrecer la de los últimos decenios les debemos cierta claridad al respecto y algu-
Edad Moderna europea. No sólo destaca en e! trigo, sino que, en gene- nos conocirnientos valiosos. Si se utiliza el concepto de clase como una
ral, sus cifras de rendimiento están por encima de las de las restantes lti pótesis de trabajo analítica que basa las diferencias de la estratifica-
regiones europeas: 1:20 hasta 30 en la cebada; 1:20 hasta 25 en el cen- ción social únicamente en diferencias de posesión y de fortuna, enton-
tena; 1:30 en la ave na (cifras relativas todas ellas al afio 1765). Como ·cs está fuera de toda duda que se puede hablar de clases siempre que
ejemplo ventajoso (conocido) procedente de Alemania, se puede aludir
a la comarca que rodea Dortmund, sobre la que nos informa J. N. Sch-
werz: 1:13,7 para el trigo; 1:11,6 para la cebada; 1:12,3 para el cente- 27 H.-U. W EHLER, «Vorüberlegungen zu einer modernen deutschen Gesellschaftsges-
na; 1:13,5 para la avena. Otros ejemplos ai emanes indican un nível chi chte>>, en Industrielle Gesellschaft und politisches System, 1978, pp. 3-20 (esta cita, en
muchísimo más bajo y demuestran con ello un estado de desarrollo p. 13).
72 73
tales diferencias sean evidentes, es decir, constatables con toda seguri- .lud n:tamcntal», société d ' ordres, corporate society , confrontándolo a
dad ya para el mundo de la Baja Edad Media, y para el de la Edad lt , ,, ·i ·dad de c Iases de los siglos XIX y xx. En Alemania, donde el fenó-
Moderna, en la que se deben establecer diferencias de propiedad muy 1111 110 dei Standschqft estuvo más intensamente vinculado, y durante
apreciables con la ayuda de registros de impuestos, listas de fortunas, "" ' ~ tic mpo que en otros países, al sistema estamental institucionaliza-
catastros, etc. Que naturalmente todavía no se trata de «clases propia- I h'· s1 · trabaja con el concepto de «constitución estamental», y en ocasio-
mente dichas» en el sentido marxista, de «unidades socio-económ icas 111 . s · habia también de la «esencia estamental», como indicando que
concretas con una gran identidad de intereses, homogeneid ad de expe- 1111 s(llo cl plano de la representación política, sino todos los ámbitos de
riencias y oportunidad es vitales, comunidad de objetivos de acción, In vida, cstuvieron impregnados por e1 principio común estamental.
etc.}}, es algo que los historiadores han ido reconociend o progresiva- I \stas denominacio nes ale manas se corresponde n más o menos
mente. Las clases y las situaciones de clase, en este sentido, no eran 1111 1 lo que los historiadores ingleses y franceses intentan abarcar con
todavía la regia en la Edad Moderna europea, sino que se fueron for- 1l t•onccpto de «sistema estamental preindustrial». Encontraste con las
mando paulatiname nte en la larga etapa de la transición; quizá pueda lli'ÍL:dades de clases plenamente desarrolladas de los siglos XIX y xx,
comprobars e su existencia embrionaria en las sociedades avanzadas l11'• sociedades europeas de la Edad Moderna «se caracterizaban [por]
del oeste (Holanda e Inglaterra) entorno a 1750. ''''sistema estamental de cuõo muy marcado, que trazaba firmes líneas
En los escritos de los filósofos políticos, teóricos dei Estado y eco- dr di l'c renciación entre las personas, asignando a algunas un alto rango,
nomistas de la Edad Moderna no aparece el concepto de clase social 11111tquc uno bajo a la mayoríiD} 30 • Este sistema estamental incluía en prin-
tal y como nosotros lo entendemos. Hasta muy entrado el siglo xvm, 11pio a todas las personas de un territorio determinado: a las pocas que
dichos escritos ven la realidad social marcada por las reuniones de , tltll capaces de establecerse en la cúspide de la jerarquía de los status,
estados (o «estamentos» ), es decir, por comunidades políticas y sociales n~ l ·o mo a las amplias masas de la población, que formaban los firmes
cuyos miembros no sólo se unían y se mantenían unidos sobre la base 11111icntos de dichajerarqu ía, incluso también ai gran número de pobres,
de la propiedad y la fortuna, sino por «la estima, la consideración y la ,,,,·11digos y vagabundos. Sólo no estaban integrados algunos grupos
dignidad [que les atribuía] la sociedad o sectores de la misma» 28 . "' ''rginales: los comediantes , por ejemplo, o los gitanos, que no eran
Los historiadore s actuales siguen en su mayoría esta denomi- l'tk:ntarios, sino que iban de un lugar a otro y no tenían derecho a una
nación29. AI orden social que se mantuvo en Europa hasta finales dei 1tlllsideración específica, al «honor» social.
siglo xvm, incluso hasta entrado el siglo XIX, les gusta llamarlo «socie- Poseemos numerosos testimonios de la época que nos ilustran sobre
1,, ·structura de status de la vieja Europa y que, por tanto, nos hacen
vn como algo razonable e1 pretencioso término de «sistema estamental
28
Véase P. CHAUNU, Europaische Kultur im Zeitalter des Barock, 1968, p. 464. pr ·industrial». Veamos dos ejemplos en detalle. El primero es el gran-
29
La bibliografia sobre las reuniones de estados y sobre la <<esencia estamentah> es dioso Traité des ordres et simples dignités dei jurista francés Charles
inmensa y resulta difícil hacer una selección satisfactoria. De ahí que mencionemos sólo l .oyseau , del aõo 1613. Con el Jenguaje de su época, principias del
algunas obras colectivas y algunos estudios representativos que contienen referencias a una
bibliografia más amplia. En general, remitimos a los «Etudes présentées à la Commission
ig lo xvu, y de su estamento, jurista y legislador, Loyseau describe.la
Internationale pour I'Histoire des Assamblées d'Etats», mencionados en la bibliografia, en r siructura social diferenciada de la sociedad francesa en el absolutls-
la p. 239. Esta Comisión organiza con regularidad sesiones en las que se discute, funda- '"o. El tosco criterio de diferenciación es el tradicional, el de los tres
mentalmente con una intención comparativa, la histeria de estas reuniones institucionali- ··stados: el clero, la nobleza y el tercer estado, que abarca al resto dei
zadas y la «esencia estamental >>. Sin embargo, a esta Comisión, que inició su trabajo en
los aõos treinta con criterios claramente histórico-institucionales, aún Ie cuesta trabajo dar
cabida a los problemas histórico-sociales e histórico-económicos, así como a los sacio-
científicos en general. Los siguientes volúmenes colectivos son determinantes para la his- .. 1·.~1a 111entos>> (ordres), «clases>>, etc., son tratados por él con todo detalle, aunque siempre
teria de los estados europeos: R . MousNIER (ed.), Problemes de stratification sociale. 1·11 11 un a intención normativa e histórico-conceptual. Una interesante compilación de fuen-
Actes du Colloque Internationale (1966), 1968. O. GERHARD (ed.), Standische Vertretungen h 'S nos la proporciona G. GRIFFITHS (ed.), Representative Govemment in Westem Europe
in Europa im 17. und 18. Jahrhundert, 1969. O. ROCHE (ed.), Ordres et classes, 1973. Pue- 111 r/te Sixteenth Century, 1968.
den encontrarse artículos importantes en las obras, citadas en la bibliografia, de O. Hintze •o P. LASLETI, The World We Have Lost, 2 1971, p. 23. Este libro es primordial para
(p. 235), 0. Brunner (p. 235), D. Gerhard (p. 237). Véase también H. G. KOENIGSIJERGER, I11Nsiguientes consideraciones ; véase además, L. STONE, <<Social Mobility in England
Estates and Revolutions. Essays in Early Modem European History, 1970. R. MousNIER, 11~00- 1700)», en D. K. Rowney y J. Q. Graham, Jr. (eds.), Quantitative History. Selected
La plume, la faucille et le marteau. Institutions et Société en France du Moyen Age à la Nt•rtdings in the Quantitative Analysis of Historical Data, 1969, pp. 238-271. Véase tam-
Révolution, 1970. Mousnier ha escrito una serie completa de importantes artículos acerca lti <n L. STONE y A. M. EvERETI, «Social Mobility in England (1500-1700)», Past and Pre-
de la estratificación social de Francia en e! Ancien Régime. Conceptos fundamentales como lr'lll 30 (1966) , pp. 16-73.
74 75
pueblo». Sin embargo, Loyseau explica que, ya en su época, esta divi - I d·h·vn elas i ricacioncs: «Los sirvicntcs junto con los criados de los
sión es una hipótesis de trabajo jurídica que puede tener su importancia 11to ,,11, ts ... rormahan cn general la clase baja superior, mientras que,
en el ámbito político, en el plano de las asambleas estamentales de París "'" los asa lariados, los oficiales de los comerciantes pertenecían
y de las províncias; pero ya no es un instrumento sociológico suficiente- .,, ,. hH·n 11 la clasc media inferior. Por debajo de los oficiales y de las
mente preciso, pues cada estado contiene a su vez una jerarquía social ,, 11l.ts (:s lahan los jornaleros, los obreros y las mujeres solteras, y, por
muy rarnificada que, ahora más que nunca, expresa el ansia de las socie- 1, lt 11' 1 d · cstos, los mendigos» 31.
dades europeas por una delirnitación y diferenciación dei status. Jo: l s ·guntlo ejemplo es una tabla de rangos y status que Peter Las-
Así pues, hay una diferencia enorme entre si se pertenece al primer lo 11 hn daborado a partir de unas fuentes coetáneas para la Inglaterra
estado como cardenal, como obispo, como miembro de una orden lo lw. 1\slu ardo (véase p. 79).
superior o inferior o como simple clérigo. En el estado de la nobleza 1>\·sdc cl punto de vista formal, esta tabla es diferente de la descrip-
todo depende de si se está directa o lejanamente emparentado con el ' 11 "' qtt ' hace Loyseau. Mientras el francés aún seguía rigurosamente
monarca, si se desciende de los «viejos linajes» o de si sólo se ha Lt lt.ulicional división entres estamentos y hacía que la línea divisoria
alcanzado la nobleza a través de cargos estatales o senoriales, si se es 111111 ' lrabajo manual y trabajo intelectual o no trabajo partiera en dos
duque, marqués, conde, barón o castellano o si, por el escudo de armas, . llt ·tn ;ro, la tabla de Laslett tiene en cuenta la situación de Inglaterra
sólo se pertenece al círculo de la baja nobleza. En la tabla de Loyseau, , 11 ,.1 siglo xv11, más avanzada tanto en la realidad social como en la
el más variado parece el tercer estado. Para empezar, destaca dei con- 1 1111ilación abstracta de dicha realidad. Quien en este país no necesi-
junto a un amplio grupo de profesiones caracterizadas por un trabajo 1 1h 1 desempenar ningún trabajo manual directo o era capaz de librarse
no manual, cuyos practicantes, por tanto, tienen derecho a ser llama- d, t· l ·n el transcurso de su vida, era formalmente incluído en e! gran
dos «hombres de honor» o «caballeros honorables» y poseen el dere- l' '''llll dei status nobiliario, era miembro de la gentry, esa amplia capa
cho de ciudadanía urbana. Aquí se encuentran los letrados en teología, '"·ittl di stinta de la alta aristocracia que originariamente estaba for-
jurisprudencia, medicina y artes liberales, así como los abogados, los llt .ld:t sobre todo por la nobleza rural media y baja, y que, a finales dei
financieros y los oficiales de la justicia de bajo escalafón, y, final- q· ltt xv1 y en e! xvn, a través de una simbiosis de la nobleza rural y las
mente, los hombres de negocios, los comerciantes y aquellos maestros , qttts superiores urbano-burguesas, se fue convirtiendo en una fuerza
artes anos (como orfebres y joyeros) que se ocupan más de la venta que 1tcittl nueva y extremadamente dinámica.
de la fabricación de su producto. Entre este grupo y los artesanos y I .as observaciones de Loyseau, sin embargo, son comparables con
campesinos está la línea divisoria decisiva, que separa a una pequena l.t l:tbla de Laslett en muchos aspectos. También las capas superiores
minoria dei 90 por 100 de la población restante, la cual-según Loyseau- 111 banas de Francia, es decir, todos aquellos grupos profesionales que
«se gana la vida más con el trabajo físico que con el comercio de mer- '')'tín Loyseau no eran calificables de «bajos», se hallaban, en cuanto
cancías o la creación intelectual». 11 1 status, a mayor distancia de los sectores rurales y urbanos de la
Loyseau no escatima en el uso de la palabra «bajo» cuando descri- IHthlación con un trabajo manual que de la nobleza. También los
be en su conjunto a este grupo de status inferior. Todos los que desem- ttli :mbros de estos grupos tenían derecho, como ya se ha dicho, a ser
penan un trabajo manual pertenecen a <<lo más bajo». Quien ejerza ll :11nados noble homme; también ellos, vistos desde «abajo», estaban
«las artes mecánicas» como artesano es -a diferencia de los rniembros 111 un nivel de status que prácticamente era comparable al de la
de «las artes liberales»- «común y bajo». «Los simples peones ... son titth lcza baja y media. El hecho de que formalmente no alcanzaran
los más bajos dei pueblo común.» Y, sin embargo, también en este · ·~ la posición y, por tanto, tuvieran que renunciar a los considerables
nível hay que hacer una diferenciación de status. El campesino está priv ilegias materiales de la nobleza, y el hecho de que por esta razón
por encima dei artes ano; el propietario rural que dispone de uno o más t' ll Francia no surgiera ninguna nueva capa social noble equivalente a
tiros, por encima dei enfiteuta o censatario; el artesano, naturalmente, l.t Rentry inglesa, tuvo una importancia decisiva en la evolución
por encima dei peón y dei jornalero, y éstos, por muy «bajos» que m:ial de ambos países; pero las causas no hay que buscarias en prin-
parezcan, por encima dei mendigo y dei vagabundo. Una declaración ,·ipios y criterios opuestos sobre la diferenciación dei status, sino en
de Edith Ennen sobre la situación en la ciudad europea de la Baja Edad
Media muestra lo muy diferenciado que estaba el sistema estamental
incluso en este nivel inferior, así como las dificultades que, en este 11 E. ENNEN, Die europiiische Stadt des Mittelalters 2
1975 pp. 211 y 212. Este libro ha
sentido, encuentra el historiador y su lenguaje conceptual a la hora de lt'tticlo una 3.• edición modificada y revisada (1979).
76 77
el distinto desarrollo de la historia social y política de estos dos paí-
1 111111 r~( l<a11k and Status Stuart England
ses, del que hablaremos en otro lugar.
Junto a la asombrosa variedad de planos de status, lo que más cla- Grade Title Formo! Status Ocupational
ramente destaca en ambos ejemplos es la importancia de esa línea Address Name Name
divisoria discrirninadoni que diferenciaba el trabajo manual dei trabajo
y la creación intelectual, y que adjudicaba a aquél la dimensión de I. Duke, Honourable
lo bajo, de lo común. La vigencia de esta barrera social era universal, Archbisho Right
pues existía un criterio que era fácilmente controlable por todos los que Honourable
2. Marquess TheLord
se ocupaban de clasificar ai hombre y asignarle una categoría determi-
3. Earl Lord, My Lord Noble- None
nada: quien dependiera de sus manos para trabajar, ya fuera obrero, Lady MyLady men
artesano, agricultor o pequeno comerciante, quedaba anelado en su 4. Viscount YourGrace
status y no tenía ninguna posibilidad de ascender en la escala social. (for Grade 1)
La movilidad social era posible dentro de! marco de los estamentos 5. Baron, Your Lordship
«bajos», «comunes», pero sin salirse de esa férrea línea divisaria, a no Bishop Your Ladyshi ,
ser que abandonaran esa característica dominante de! grupo de status etc.
li\
inferior y, de este modo, prepararan un paulatino ascenso de su farnilia
bacia los rangos superiores.
Naturalmente, e! sistema estamental de la viejaEuropa tampoco era
partidario de la movilidad en los otros planos. Es cierto que en todas
IJ t:·
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6.
7.
8.
Baronet
Knight } s;,
Dame*·
Esquire } Mr.
t
Tho Wo~hipfu}
Your
Worship
} [Prof«>ion<]
Gentle- Army Officer,
men Medicai
las sociedades europeas había movilidad social, y entre las tareas más
interesantes dei historiador figura la de investigar cómo, pese a los
:.-.! (J 9. Gentleman tMrs etc. Doctor,
Merchant,
etc.
límites fijos de! status, el ascenso social era algo que se planeaba y se
organizaba una y otra vez en todas partes. Sin embargo, e! sistema de Clergyman [tSir] [Your Reverence]
la vieja Europa estaba basado, por principio, en la inercia, la estabili-
dad y la inmutabilidad.
Ya la propia palabra, que aparece constantemente en las fuentes his- 10. Yrom•n } tGoodm'"} tWorthy Yeoman } Husbandman
tóricas, es la mejor prueba de ello. Status, state, estat, stato, Stand... : e! ll. Husbandman tGoodwife
carácter «estático» de! orden social preindustrial halla aquí su expre- (Goody)
12. Nameof
sión abstracta directa. La posición de! individuo en Jajerarquía social
}
Cmft>m•n )
Tradesman ) Name Craft
era algo previamente dado, algo asignado; su «estamento» estaba ya Artificer and Sur- (Carpenter,
determinado antes de que viniera al mundo, nacía ya dentro de é!. None name etc.)
Con razón se habla de la «asignación de! status» como dei principio 13. Labourer Only None Labourer
de orden decisivo de las sociedades preindustriales. E! estamento ai 14. Cottager
que pertenecía la familia era el criterio fundamental que predetermi-
naba la clasificación social de un individuo. E! descendiente de una
Pau per
} None
78 79
Para los coetáneos de los siglas XVI y xvn , e incluso también de! XVII I, "I" q H 111 i ·mio c n Loda sociedad. La estratificación por c Iases tiene
este orden universal de rangos y status era permanente, eternamenlc 1 nd• 11~· iu a dominar allí donde la eficacia dei mercado, es decir, de la
válido. El rango de una persona era la manifestación de un orden jerár- , 1tp11 ~ il'ión y distribución de bienes, es tan grande que a raíz de ella se
quico preconcebido cuyo carácter estático era el símbolo de los prin- ",,, p()sihlc la identificación social entre los distintos indivíduos de la
cípios permanentes e inmutables dei orden universal. Sin duda eran " ,, dud. «La evolución estamental» (Weber) tiene lugar cuando no
conscientes se daban cuenta de que el ascenso social y, sobre todo, el d11 l~ s la premisa, o no lo suficientemente; dicha evolución, con su
descenso social tenían lugar continuamente. Pero ambos seguían cami- ,, IH lt'lld a ai status cerrado, a la monopolización de los bienes materia-
nos trazados previamente con exactitud por el sempiterno orden de! l. , idça lcs, tiene siempre el efecto de frenar los posibles inicias de
status, y obedecían, por tanto, a regias que el propio orden había esta- ttllll lú rmación de clases. El «estamento» o «status» no es, por consi-
blecido y por las que éste no era vulnerado ni, mucho menos, abolido. , lllt 'ttlç, algo aparente que sólo oculta las verdaderas relaciones de
Desde una perspectiva actual, es decir, tras las experiencias de . 1,, ,. , que só lo Ias encubre ideológicamente con la referencia ai orden
finales dei sigla xvm y dei XIX, cuando este sistema se vi o perturbado, ttiiiVnsal divino y natural. Antes bien, es una unidad real de identifica-
el análisis dei rnismo es básicamente distinto. El historiador inglés ' 11111 soc ial en una comunidad de personas definida por lajerarquía, el
Lawrence Stone dijo en una ocasión que el sistema estamental prein- l1111111r y cl prestigio.
dustrial es el de un «orden social rural sencillo»; con ello dejaba claro 1Isto no quiere decir, en modo alguno, que el aspecto económico
que el orden de estamental de la vieja Europa, que parecía invariable y 1111 d ·scmpefie ningún papel en la formación y conservación dei sta-
eterno, respondía a un determinado nível de evolución de estas socie- /111 . No sólo «la posibilidad de un modo de vida estamental [suele
dades y, ai igual que todos los demás fenómenos históricos, estaba , 1111', co mo dice Weber] económicamente condicionada». También
sujeto al cambio y la transformación. Ante todo resulta interesante el l11 tl llllcrialización y e! afianzamiento de un orden estamental es algo
concepto «rural», pues de hecho eran los estamentos profesionales y tJIIl' no cabe imaginar sin la eficaz influencia que mana de las reJa-
sociales dei mundo rural y la sociedad agraria -entre los que, en este ' lll tiCS de propiedad e ingresos. E! origen de la constitución esta-
contexto, desde luego hay que contar las artesanías e industrias tra- IIII'IILal, tan característica de las relaciones alemanas, por ejemplo, es
dicionales urbanas- los que imponían su sello ai sistema estamental. 1111 proceso que hay que atribuir históricamente al privilegio -com-
Para comprender su lógica interna, basta con recordar algunos as untos pn>hable desde el siglo XIII- de esas meliores et maiores terrae a Ias
abordados en los capítulos anteriores. En un mundo en el que ai ahorro 11 11 ·, cn 1231, les fue concedido por decisión imperial de Enrique VII
y al atesorarniento seles concedía más importancia que a la inversión, 1111 tlcrecho de aprobación «estamental» de nuevos estatutos jurídi-
en el que el tamafio de la población y de la farnilia se adaptaba a las ' 11 s y leyes. La general superioridad europea del status de Ia nobleza
«alimentaciones» existentes, en el que la demanda de alimentos bási- t'do se pudo crear gracias a que este estamento, en e! transcurso de
cos dominaba y mantenía limitado el comportamiento dei mercado, en 11 diferenciación estamental, ai mismo tiempo se apoderá de la
el que la idea de consumo prevalecía sobre la de producción, en el que 111nyor parte de los terrenos disponibles.
la dinárnica y la movilidad eran categorías nueva e inusuales de la vida En la Edad Moderna, naturalmente, este proceso estaba tan avan-
y de la conducta ... en un mundo semejante, la formación de estamen- mdo -y, en cierto modo, concluído-, que tales formas originarias de
tos de perfil claro, cerrados en sí mismos, era en cierto modo el proce- dil'crenciación estamental ya no tenían lugar. Cuando algunos indiví-
dimiento adecuado desde el punto de vista evolutivo. Con sus breves duos, grupos profesionales o capas sociales, en virtud de coyunturas
comentarias sobre «clases, estamentos y partidos», Max Weber3 2 nos ,·conómicas o acontecirnientos políticos favorables, mejoraban de forma
ha ensefiado a comprender ajustadamente tales fenómenos de «man- nmsi derable su situación de propiedad e ingresos, dicha mejora no esta-
comunidad política». Weber no contempla la formación de clases y hu automáticamente vinculada con un ascenso de status. La jerarquía de
estamentos como evoluciones alternativas, sino como algo que se va los status dei «sencillo orden social rural» se hallaba firmemente esta-
hlccida. Sus valores y sus símbolos eran fijos y estaban sancionados por
la mayoría; quien ansiaba ascender de status tenía que aceptarlos, adap-
32
Iarse a ellos y, por tanto, demostrar que, más allá de la mejora de su
M. WEBER, Wirtschaft und Gesellschaft. Grundriss der verstehenden Soziologie
siluación material, era digno de un nuevo rango en la sociedad.
(numerosas ediciones). Véase, entre otros, cap. 8. 0 , «Politische Gemeinschaften>> (<<comu-
nidades políticas»), y cap. 9. 0 , apartado 4: <<Fe udalismus, "Standestaat" und Patrimonialis- De este modo, las sociedades de la vieja Europa se acreditaban de
mus» (<<Feudalismo, "Estado estamental" y patrimonialismo»). «cstamentales» precisamente porque el proceso de monopolización no
80 81
quedaba limitado a las «puras» y «desnudas» relaciones de propiedad y 11111 11 dn.:u los nobles, expresaban lo que para los sociólogos tan ela-
bienes, sino que iba mucho más allá y abarcaba toda una serie de «bienes ' 11111 111L' dil'erencia una sociedad estamental de una sociedad de clases:
y oportunidades ideales y materiales» (Weber) en los que, por primera 1 , , ··stamenlos se caracterizao menos por e! "tener" que por el "ser",
vez, se manifestaba de verdad el orden de rangos y la exclusividad esta- I• 11.11 no cs directamente derivable de su "tener". Están menos mar-
mentales. Como en cualquier orden estamental imaginable, eran los esta- "'''~' por la pura y simple posesión que por una determinada manera
mentes superiores, en especial la nobleza, los que más claramente desta- . 1. ultli zar estos bienes: El afán de distinción supone para los estamen-
caban. La exención de impuestos de la nobleza y su liberación del trabajo '", 1·n·ar una forma inimitable -por su rareza y afectación- de consu-
físico; el «bloqueo» de los bienes nobles para la libre circulación en el ''''' y, de este modo, proporcionar incluso al artículo de consumo más
mercado; la reserva de los cargos oficiales y prebendas militares, ecle- 11lr ar ·I aura de la exquisitez» 33 •
siásticos y, en gran abundancia, civiles para los rniembros -tanto por Alituiendo en especial a la nobleza francesa de los siglos xvu y xvm,
nacirniento como por el cargo desempenado- del estamento de la noble- lt1 1·nctáneos y, más tarde, los historiadores y los sociólogos han des-
za; Ia lirnitación de! Standschaft, en numerosas asambleas estamentales ' 11111 con todo detalle el tipo de vida ostentoso y demostrativo; y cier-
territoriales, a la nobleza como el único estamento rural con derecho al 1 llllt·nt e no es una casualidad su referencia a Francia, pues ninguno de
rnismo; el conubium noble, que lirnitaba las posibilidades de casarniento 1. ,. pri ncipales países de Ia Europa clásica había conocido desde Ia Plena
de los hijos e hijas nobles al propio estamento ... : todo ello eran manifes- 1··l1d Media semejante concentración de derechos nobles de do mini o
taciones de la monopolización material que se imponían y se mantení- ~ p11Scsión, ni en ningún otro país fue tan decididamente adoptado y
an en beneficio de la exclusividad estamental de Ia nobleza bien por ,, pr ·sentado el modo de vida noble por la realeza absoluta, la cual,
medi o de la convención o incluso por medi o dei precepto jurídico. I"'" su parte, procedía de la nobleza y, desde el punto de vista del sta-
Pero también los grupos de status inferior se caracterizaban por rn, , la superaba en un escalón. Las cortes reales, pero también las resi-
monopolizaciones de este tipo. La limitación de! derecho de posesión d, ·n ·ias urbanas y campestres, los hôtels y palais de la nobleza, eran
a los bienes nobles, como especialmente destacaba en el ámbito de las lit pares de comunicación, de representación, orientados hasta en el
tierras sefíoriales dei este dei Elba, se correspondía con el «bloqueo» ttliiH mínimo detalle arquitectónico a exhibir las ideas de valor y pres-
de las artesanías e industrias urbanas para rniembros de otros estamen- lt pio dei estamento. Estas casas formaban el espacio en e! que, en el
tos; la cualidad de «burguês» no se definía por el simple hecho de ser ir lo xvm, se desarrollaban y se exageraban todas aquellas formas de
habitante de una ciudad, sino que presuponía la adquisición de unas ,'llllducta, todo aquel refinarniento de las relaciones sociales, dellen-
características de status muy determinadas y la admisión formal en el /' lluje, de Ia vestimenta, dei gusto, de la conversación y dei buen tono
círculo de los burgueses. También el ámbito campesino estaba muy 1111c constituían la esencia de la «buena sociedad». Los hermanos Gon-
delimitado de los demás: el mundo campesino se diferenciaba riguro- ,·outt, ai contemplar el salón de la mariscala de Luxemburgo, descri-
samente del mundo noble; la cualidad estamental no sólo era algo per- i li ·ron estas formas de conducta dei siguiente modo: «La buena sociedad
sonal, sino objetivo, firmemente arraigado. t· ra una especie de agrupación de ambas generaciones cuyo objetivo
No menos significativo y realmente eficaz era el proceso de mono- na diferenciarse de Ia mala sociedad, de las agrupaciones vulgares, de
polización cuando abandonaba la esfera puramente material e invadía lu sociedad provinciana ... mediante el perfeccionamiento de las for-
el ámbito dei modo de vida, de los símbolos, signos y gestos. Los esta- tllaS elegantes, mediante la libertad, la amabilidad, los modales aten-
mentes se hacían y se hacen realidad por el «honor» que transmiten. tos , el arte de la consideración y dei savoir vivre ... E! aspecto exterior
Manifestar este honor es cuestión del modo de vida, el cual, en el y la conducta, los modales y la etiqueta fueron precisados con exacti-
marco de un orden social preponderantem ente estamental, tiene un iud por la "buena sociedad"» 34 •
peso extraordinario. Una vez más son los estamentos superiores los Un resultado directo de este estilo de vida determinado por el sta-
que más claramente lo manifiestan. El tipo de vida noble, el vivre llls, que dentro dei propio estamento se veía aún más intensificado por la
noblement, era en todas las sociedades de la vieja Europa, junto con los
privilegias jurídico-materiales, la prueba más evidente de la exclusivi-
dad de este estamento. La conducta consumista de la nobleza, que no 3' P. BOURDIEU, <<Kiassenstellung und Klassenlagen>>, en
id., Zur Soziologie der sym-
estaba orientada al sentido común econômico, sino ai honor estamen- holischen Formen , 1970, pp. 42-72 (esta cita, en las pp. 59 y 60); artículo de un autor que
tal, su derroche, su ostentación, su vestimenta, su lenguaje, sus moda- sigue las huellas de Weber y continúa sus principias.
' 4 Esta cita de los Goncourt en N. ELIAS, Die hOfische Gesellschaft. Untersuchungen
les y la complicadajera rquía de títulos y tratamientos que se maneja- zur Soziologie des Konigtums und der hO.fischen Aristokratie mit einer Einleitung: Soziolo-
82 83
competen cia de status entre cada uno de sus miembros, fue que la his- "" 11ohl -~ , se rcscrvaba un cspacio considera ble para el alojamienlo
1
toria de la nobleza europea está llena de noticias de endeudar nientos, .11 11rd · con cl status- de los comanda ntes.
empobrec irnientos y rui nas. Por encima de la línea divisaria que sepa- 1 'nrno ya se ha menciona do en varias ocasiones , e! ámbito de la
ra las profesion es «liberale s» y la nobleza de la gran mayoría de la qtwmaliz ación simbólica era, en su mayor parte, un monopol io dei
población que ejercía trabajos físicos, el modo de vida estament al no , t 11111 ·nlo superior, la nobleza. El principio de exclusivi dad estaba
estaba regido por ideas tales como la economí a y el ahorro. Cuando 11 111prc cstrecham ente vinculado al de antigüeda d; ni las farnilias de
todavía la Encyclopédie francesa de la Ilustració n prescribe para la lt~tlll ·va nobleza ni mucho menos las de la burguesí aconsegu íanjamás
construcc ión de las casas de las capas estament ales medias y hajas los t~lv11r dei todo la distancia que las separaba de la nobleza antigua, ni
princípio s de «simetría , solidez, comodid ad y ahorro», mientras que ai .1quil:ra aunque superaran a ésta con creces en riqueza e influenci a
examinar y analizar las residenci as nobles prescinde por completo de l"'lftica. No obstante, sería falso ver limitada la eficacia de la diferen-
estos criterios generaliz ados en e! posterior mundo burgués, en este ' tltl·i()n estamental sólo a la cúspide de la jerarquia de los status o
detalle se ve claramen te la naturalid ad con la que todavía a finales dei l•wtt , ai hacer un análisis de la jerarquía estament al, dejarse llevar úni-
siglo XVIII eran aceptada s las ideas dei status dei mundo estament al. 111 111 ·nle por los signos exteriores, los gestos y las acciones dei estilo
Es cierto que el estilo de vida de la nobleza determin ado por el status dt· vida. Sin duda, los grupos de status inferior, es decir, todas esas
no ha conducid o en ninguna época ni en ningún país a la ruina de todo , ''l"'s sociales que en Loyseau vemos agrupada s dentro dei «tercer
el estament o, pero sí al endeudam iento y empobre cimiento de genera- 1 ·tumento», no tenían ninguna diferenci ación simbólica comparab le a
ciones enteras, y también a la enorme presión que en todas partes ori- 111 de la nobleza que represent ar; sin duda sus posibilid ades de ascenso
ginaba la existenci a de la nobleza y que sobre todo notaban los campe- m·ial eran limitadas. Tanto en Loyseau como en la tabla de Laslett se
sinos y arrendata rios dependi entes de ella. v1· ·on claridad que en un determin ado nivel de status -en el ámbito de
La principal beneficia ria de esta situación, en el transcurs o de la 1.1 hurguesía media y de la artesanía - ya no se utilizaban en las fuentes
Edad Moderna , fue la burguesía europea, a no ser que utilizara la for- 11 i tftulos ni ninguna forma especial de tratamiento. Un análisis de las
tuna adquirida en el comercio y en la industria para ascender de status. lmmas de las casas y viviendas, como el que ha formulad o brillante-
Ciertame nte, también los burguese s y los campesin os ricos sentían la 111 ·nLe N. Elias para Francia, muestra con exactitud cómo disrninuían
necesidad de una represent ación acorde con el status: un simple vista- lu s necesidades de represent ación estament al a medida que se descen-
zo a las fachadas de las antiguas ciudades europeas y a los hastiales de d a cn la jerarquia de los status. «Las capas sociales inferiores no
las granjas de los campesin os acomoda dos lo demuestr a hasta la 11 ·ccsitan representar, no tienen verdadera s obligacio nes estament a-
saciedad. Sin embargo, precisam ente la burguesí a activó y cultivá en ks» (N. Elias). Y, sin embargo, ello no debería inducir a pensar que a
toda la Edad Moderna ese modo de vida orientado a la economia , al la «buena sociedad» diferenci ada sele oponía una masa, en gran parte,
ahorro y a la moderaci ón que tanto se oponia al tipo de vida noble y l's Lamentalmente indiferen ciada de trabajado res físicos. Dentro de un
que, desde finales dei siglo XVIII, fue ganando terreno. Lo que mejor 1mplísimo espectro de oficios, cada uno tenía sin lugar a dudas supro-
puede ilustrar este fenómen o es una observac ión irónica de un coetá- pio cuno estament al; las diferenci aciones profesion ales-estam entales
neo de finales dei siglo xvn que atribuía los asombros os éxitos dei formaban parte del sistema estament al en la misma medida que las
comercio holandés , en comparac ión con su rival francés, a que los l'Xcl usividades socio-est amentale s de la nobleza y de la alta burguesia ,
comercia ntes y construct ores navales holandes es aprovech aban sus y aunque el mundo de la artesanía y de la industria <~desde arr!ba»
buques mercante s hasta el último centímetr o cuadrado para la carga, parecía «común» y «bajo», sin subdivisi ones, en cambiO a los mtem-
rnientras que en los barcos de los franceses, a menudo capitanea dos hros de este mundo no les cabía la menor duda de que por debajo de
·!los continua ba la estructur a de status, de que no formaban una uni-
dad con las masas de las capas inferiores urbanas y rurales.
gie und Geschichtswissenschaft, 3 1977, pp. 97 y 98. Véase también N. ELIAS, Über den Pro- Desde el punto de vista histórico, la Edad Moderna era ya una época
zess der Zivilisation. Soziogenetische und psychogenetische Untersuchungen, 2 vols. 5 1978. tardía para el desarrollo estamental de Europa. Numeros os derechos
Junto con la Encyclopédie de Diderot, la principal fuente para e! estudio de la estructura especiales y exclusividades, en especial todos esos bienes ideales y mate-
y
los cambias en la sociedad cortesana es: Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon, Mémoi-
res. La última edición completa de este enorme libra de memorias de un par de Francia ri ales que la nobleza europea había monopolizado y cuyo origen no cabe
de
la época de Luis XIV y de la primera mitad dei sigla XVIII fue: BOISLISLE (ed.), Mémoires imaginar sino como un acto de apropiación y usurpación, habían pasado
de Saint-Simon, 41 vols. de texto y 2 vols. de lâminas, 1879-1928. a ser un componente fijo dei ordenarniento jurídico de cada uno de los
84 85
territorios. En garantes de este ordenamiento jurídico se habían converti- 11 11111 cstamcntal , pucsto a su servicio por la soberanía. Pero al mismo
do, en la mayoría de los territorios, los soberanos, los cuales, por este ,,,·,npo, por cl modo en que esto sucedía, se hacía evidente la especial
motivo, habían adquirido una influencia considerable en la existencia, el 1111 1vilidad y eticacia de dicho sistema, pues por muy libre y desconside-
desarrollo y los limites d~l entramado social estamental. Los tres siglas ' .H lu mente que actuaran los soberanos en muchos casos, sin embargo no
de la Edad Moderna constituyen, en aquellos territorios en los que la 11l1dfa n salirse de los caminos que les trazaba el sistema estamental. Nin-
soberanía se condensá en la monarquía absoluta, el espacio de tiempo 1' 1111 soberano podía crear para sus necesidades, junto a la jerarquía tra-
en el que los estamentos, es decir, especialmente la nobleza, tuvieron que dkional, una estructura de orden «advenediza». Si un príncipe quería
renunciar a sus derechos políticos y a sus pretensiones monopolizadoras 1n·ompensar a sus criados, únicamente tenía a su disposición los espe-
en beneficio de los soberanos. En otro lugar informaremos al respecto ' inlcs derechos estamentales que ofrecía el estamento de la nobleza. El
con detalle 35 • Con esta renuncia, la nobleza no perdió en general su espe- llltt<.: ionariado de la Edad Moderna, que en las grandes monarquías era
cial posición socio-estamental, pero casi ningún soberano absoluto de yr1un grupo destacado por unas ideas de valor especiales y por sus cua-
los siglas xvn y XVIIT se privó de adquirir influencia también en este sen- lidades técnico-profesionales y, en este sentido, un «estamento en sí»,
tido y de poner el principio de la delimüación y diferenciación de] status , i11 embargo, en ningún país llegó a ser un «estamento por sí solo», sino
al servicio de su soberanía y de sus pretensiones de poder. ljliC, como nobleza en virtud del cargo, fue absorbida por el estamento
Dos instrumentos especialmente eficaces se hallaban a su disposi- 11oble, donde, pese a todo el favor soberano, todo el poder político y la
ción. Por una parte, el hecho de que un soberano, en su función de l'u ' rza social, tuvo que habérselas y arreglárselas con la pretensión de
garante dei orden jurídico y social existente, poseía, como es natural, snpcrioridad de las «viejas estirpes».
la competencia y el poder político de velar por la estructura tradicional Un ejemplo especialmente ilustrativo al respecto lo ofrece Francia 36 •
de dicho orden y de protegeria todo lo posible de los fallos de funcio- Sobre la base de la corrupción y el comercio de cargos, se había desarro-
namiento que, en casos graves, pudieran dirigirse incluso contra la llado, con arreglo a la burocratización absolutista de los siglas XVI y xvn,
cúspide de lajerarquía de los status, los soberanos. A través de nume- una potente nobleza de cargo, la noblesse de robe, que ante todo poseía
rosos ordenamientos regionales, dominicales y estamentales de la su base institucional en los altos tribunales. Ya el concepto noblesse de
Edad Moderna, nos han llegado los esfuerzos de la soberanía por con- mbe, que en las fuentes contemporáneas a menudo aparece simplemen-
servar la estructura social estamental que se había desarrollado a lo r ~.: como la robe, remite a las específicas cualidades estamentales de este
largo de los siglos y que continuamente se veía amenazada por cam- •rupo, cuyos miembros originariamente procedían de la burguesía y, en
bias. En regulaciones detalladas sobre la vestimenta, por ejemplo, queda 11 ntigüedad, estaban muy por detrás de la vieja nobleza militar incluso
expresada esta pretensión, que alcanzaba hasta las apariencias, hasta <.: uando, en una época temprana, ya a finales del sigla xv o en el
el terreno de los símbolos y de los gestos. La historia francesa de las siglo xvr, habían alcanzado la nobleza hereditaria. Hasta muy entrado el
postrimerías dei sigla xvn se caracteriza por los rigurosos intentos de siglo xvnr, este grupo, jurídicamente dotado de todas las insígnias de la
la realeza absoluta de examinar la legitimidad de las pretensiones nobleza, políticamente mucho más poderoso que la vieja nobleza mili-
nobles de numerosas familias y, a ser posible, de rechazar su acceso al lar, socialmente una verdadera elite, tuvo que luchar por el reconoci-
privilegiado status de la nobleza. miento de su horror noble-estamental; sólo a mediados de siglo parece
Por otra parte, la soberanía aprovechaba la posibilidad de un ascenso que se fusionó definitivamente con la nobleza militar, si bien és ta todavía
demostrativo dei status para algunos súbditos en particular y sus fami - scguía sin asimilarlo mentalmente del todo. Teniendo esto como fondo,
lias. De acuerdo con el desarrollo constitucionalllevado a cabo desde la cs comprensible que, durante la reacción aristocrática dei siglo xvm,
Plena Edad Media, ai soberano le correspondía el derecho de distinción y precisamente los miembros de la nobleza de robe cultivaran con espe-
recompensa en este sentido. Cada vez que necesitaba recompensar por cial intensidad las tradicionales ideas de valor de la nobleza antigua, e
unos servicios, atender a las necesidades de unos criados fieles, vincular
súbditos destacados a su persona o mediatizar rivales políticos, utilizaba
este recurso, y con frecuencia a gran escala, sobre todo en épocas de 36 Para lo siguiente, véase el estudio
-superado en muchos aspectos particulares,
amenaza de su poder. Sin duda, esto era ya un signo de debilidad dei sis- pcro todavía importante por la temática- de F. L. FORD, Robe and Sword. The Regrouping
4 the Frenclz Aristocracy after Louis XIV, 2 1965. Véase más bibliografía en nn. 71 ss.
de la tercera parte dei presente libro. Sobre el problema de la venalidad de los cargos, el
lrabajo pionero para Francia es R. MousNIER, La vénalité des oftices sous Henri IV et
35 Véase más adelante, pp. 194 y ss. Louis XIII, 2 1971.
86 87
incluso que adoptaran elliderazgo ideológico y práctico-político en la J<'inalmente, queda e l oeste orientado ai mar, las províncias de los
lucha defensiva contra el «despotismo ministerial». l't tl s~s Bajos y, sobre todo, Inglaterra. Inglaterra 37 es el país que entre
El ejemplo de la noblesse de robe de Francia suscita de nuevo I dO y 1640 atravesó un siglo de mayor movilidad, como luego no
la cuestión de las posibilidades y los limites de la movilidad social en la ,., ilvió a conocer hasta princípios dei siglo xx. Mucha ti erra cambió en
Edad Moderna europea. El éxito de sus pretensiones de status, que como ' 111 éroca de propietario; los distintos estamentos y grupos profesio-
muy tarde se manifiesta con toda claridad a mediados dei siglo xvrn, fue llll lt:s variaron de cantidad numérica; la coincidencia de los intereses
el éxito de un grupo que había adquirido su identidad social sobre la 111 rul!.:s y urbanos en la producción y en la distribución de lana y paiíos
base de las peculiaridades profesionales-estamentales. El hecho de llt·vó a una aproximación de grupos sociales que, en otros países como
que este grupo, tras un ascenso de un siglo de duración, llegara en el I !ru nci a o B randemburgo-Prusia, todavía estaban ásperamente enfren-
siglo XVIII a la cúspide de la jerarquía de los status, puede ser valorado liidos . Pero no fue sólo el proceso de movilidad social -que también
como prueba de la apertura y movilidad dei sistema estamental prein- d1'S ·mpefíó un papel considerable en Franeia, concretamente en la
dustrial, capaz de desplazar la movilidad social hacia arriba y hacia 1 ptH.:a de las guerras civiles religiosas- el que determiná la peculiari-
abajo. Que ai mismo tiempo sus actividades y peculiaridades profe- dttd de la evolución inglesa. Ésta se manifiesta en las consecuencias de
sionales-estamentales perdieran cada vez más peso en beneficio de In tll ovi lidad para el sistema estamental. Aunque dicho sistema se man-
todos aquellos bienes materiales e ideales que los asemejaban más a la lttvo vigente en Inglaterra, sin embargo en él se operaron transforma-
nobleza; que los valores de la noblesse suplantaran cada vez más a los l'iunes tan diversas que adquirió una forma y una agilidad ajenas ai
de la robe en este estamento, demuestra por otra parte la enorme fuer- 1t•s lo de Europa. El ya mencionado ascenso de la gentry, con una fuer-
za normativa que, todavía en el siglo XVIII, emanaba dei orden de sta- '·11 integradora que aunaba ingeniosamente los intereses del dinero y
tus tradicional. dt· la tierra, es un resultado de esta evolución sobre el que entraremos
Esta fuerza, en todos los países europeos de la Edad Moderna que, t'll detalles en otro lugar. En el afio 1665, es decir, a finales de la época
en las relaciones de posesión e ingresos, conocían -y tenían que supe- d" la gran movilidad dei país, un autor inglés escribió un libro titulado
rar una y otra vez- cambios condicionados por las coyunturas econô- r :l'ntleman 's Monitor que llevaba este significativo subtítulo: A sobe r
micas y por la política, fue la que refrenó la dinámica de la movilidad l11spection into the Virtue, Vices and ordinary means of the rise and
social. Así, tanto de oeste a este como de norte a sur, surgió un desní- tft•cay of men and families. És te es, sin duda, un tema que se hallaba
vel que habría de tener una importancia considerable para la ulterior lu ·ra dei horizonte de todos aquellos autores continentales que, en la
revolución de Europa en la era de la «revolución democrática» (Pal- 11 1i sma época y aun mucho tiempo después, se esforzaron por hacer
mer). En el marco de este volumen, una comparación entre la situa- 1111a descripción esmerada sobre los límites dei status entre las perso-
ción del sur, del centro y dei oeste de Europa parece especialmente lltts. Además, Inglaterra era el único país en el que, ya a finales dei
instructiva. Los territorios de Italia, apartados desde finales del siglo XVI iglo XVI y princípios dei XVII, se pertilaba una tendencia clara a orga-
dei centro de las actividades econômicas de Europa y, por tanto, en ni~.a r, junto a la tradicional y «sencilla» jerarquía de status rural, una
gran parte, libres de los fenômenos europeo-occidentales de la acumu- Nt· •undajerarquía nueva y más moderna. Según Lawrence Stone, en la
lación del capital y de la movilidad social, eran los que más claramen- 111 rlaterra de] siglo XVII Se percibía, por parte de los estamentos que
te conservaban las características de la jerarquía de status. «Allí, la poseían tierras, una creciente conciencia de que los estamentos profe-
vieja sociedad estamental no fue seriamente amenazada por nada» sionales urbanos, en otros tiempo considerados «anômalos» -los comer-
(Chaunu). En la Europa central y occidental continental, en muchos ,·iantes, los juristas, los oficiales y los clérigos-, constituían jerarquías
aspectos beneficiaria dei desplazamiento dei peso econômico desde el d ·status «semiindependientes y paralelas», lo cual supone un cambio de
Meditarráneo hacia el Atlántico, había dinámica econômica, acumula- t'unciencia seguramente facilitado por el hecho de que muchos miem-
ción de capital y una apreciable movilidad social. Pero también estaba ltros de estos estamentos profesionales pertenecían a la gentry, es decir,
el sistema político de la monarquía absoluta, que hizo muchas cosas 11 csa capa social que tan claramente acortaba las distancias entre la
-y consiguió algunas- por controlar estos fenômenos. Ante todo declaró t'tíspide y la amplia base de la jerarquía de los status.
los valores y distintivos del status de la sociedad estamental como base
de su propio orden soberano y, de este modo, contribuyó esencialmen-
te a que dichos valores y distintivos pudieran mantenerse durante tanto 17
Véanse los trabajos de Laslett y Stone citados en la n. 30. Bibliografia sobre la
tiempo en la forma descrita. " f\Cntry>>:véase más adelante, en el epígrafe sobre la nobleza, p. 201, nota 91.
88 89
III
I"' d1· lu E<.lad Moderna y ha hallaclo su exprcsión en los trabajos de
1 li mudei, P. Chaunu, H. Trevor-Roper, D. Gerhard, E. J. Hobsbawm,
1 11 I i li iott, etcétera.
EL CAMBIO EN EUROPA
I . EL CAMBIO EN LA RELIGIÓN, EL PENSAMIENTO
ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII Y EL CONOCIMIENTO: TRES EJEMPLOS
1
IV..rde n des neuzeitliche n Europa, 1300-1600, 2 1966, sobre todo en los caps. li Y III.
E.W. ZEEDEN, Deutsche Kultur in der Frühen Neuzeit, 1968, p. 369. Tu mbién en R. ELTON, Europa im Zeitalter der Reformatio n, 2 vols., 1971. Un
2
La editorial Beck publicará en breve un volumen introductorio de R. Wohlfeil dedi - buen
1
·studio sumario sobre las tendencias y controversi as actuales de la investigació n, aten-
cado a la Reforma. E! presente texto se limita a una pequena parcela de! gran acontecimie dicndo de manera especial a la diferencia entre posturas <<burguesas» y «marxistas~>
de la Reforma: las manifestaciones de! cambio en la vida político-social de Europa
nto , en
en el IC WoHLFEIL (ed.), Reformation ode r frühbürgerliche Revolution?, 1972 (compilacw
sJg!o xv_I y e~ los inicios dei xvn. Las notas se ajustan a este marco. Para el proceso de n de
con- t· u ~a yos).
feswnah zacwn es fundamental , aunque demasiado centrado en Alemania: E . W. ZEEDEN, ' Una sinopsis concisa en Zeeden, Entstehung, cit. (véase n. 2), pp. l7 Y ~s . Sobre e!
Dte Entstehung der Konfessionen. Grundlagen und Formen der Konfessionsbildung protestantismo <<reformado», además: J. BOHATEC, Calvins Lehre von Staat und Ktrch~, 1937.
im
Zettalter der Glaubenskiimpfe, 1965. Una sinopsis concisa y muy precisa sobre la historia 11. WENDORF, <<Calvins Bedeutung für die protestantische Welt>>, Theologtsche Blatter
alemana de 1500 a 1551, con numerosos datos bibliográficos e indicaciones de fuentes 19
( 1940). J. T. MCNEILL, The History and Character ofCalvinism , l954. R. M. KINGDOM,
actualizados: R MOELLER, Deutschland im Zeitalter der Reformation, 1977. Este aconte- r :eneva and the Coming ofthe Wars of Religion in France, 1555-l563, 1956. J. DELUMEAU,
cJmJento, refendo a toda Europa, está sinópticame nte descrito en E. HASSINGER,
Das Na issance et affirmation de la réforme, 1965.
92 93
ristía, en la configuración de las costumbres eclesiásticas y, sobre todo, , ·. p ri lu y unas form as en la línea de la ortodoxia católica. Dicha Igle-
en Ia organización de la comunidad de fieles, Calvino fue mucho m á ~ '" 1u vo qu e res istir en los cien anos siguientes numerosos ataques
lejos que Lutero por el camino reformador, se alejó mucho más que éste •t' ll ·rados por las muchas comunidades de fieles e Iglesias protestantes
de las tradiciones de la vieja Iglesia papal. q 11 c irrumpieron en Inglaterra.
Ante todo destacao sus opiniones sobre la comunidad de fi eles. En De la esencia dei amplio movimiento reformador -que sobre todo
la antigua Iglesia, dicha comunidad estaba organizada de manera rigu- 11tra igó en las ciudades- formaba parte el hecho de que éste no sólo se
rosamente jerárquica; ninguno de los creyentes tenía influencia en Ia I'Ill'a uzara por el camino de las grandes formaciones eclesiásticas. La
ocupación de cargos ni en las decisiones de la jerarquía eclesiástica. ''''li gua Iglesia ya había conocido en los siglos precedentes numerosos
Como para Lutero la esencia de la Reforma no residía en lo «externo», IIHlVimientos heréticos y los había combatido con medidas de orden
en lo organizativo, sino en el dogma de fe, en la justificación por la 11111ftico-eclesiástico. Estas tradiciones renacieron en la época de la Refor-
fe, en la búsqueda del Dios justo, las cuestiones jurídico-constitucio- 111 11 , se establecieron de nuevo gracias al espíritu reformador, brotaron
nales nunca tuvieron en él un peso especial. En Ginebra, sin embargo, lit ·ralmente de él y, en los primeros afíos, cuando la Reforma todavía
Calvino partía esencialmente de la comunidad de fieles. «Ésta era t'l'tl algo abierto y aún no había creado sus propios papas, buscaron su
para élla institución creada por Dios, la sustentadora de Ia Iglesia. .ty uda 5 • Pero ésta les fue generalmente negada por los grandes refor-
Ella legitimaba los órganos a través de los cuales desempefiaba sus Ilta lores, pese a que sus cabecillas habían sido en otro tiempo amigos y
tareas eclesiásticas, así como los pastores, maestros, diáconos y ancia- t·ompafíeros de lucha. La actitud de Lutero con respecto a Karlstadt
nos» (Zeeden). Y de esta idea revolucionaria partió Ia masiva influen- y Münzer y el odio implacable de Calvino hacia Servet demuestran que
cia político-eclesiástica y general dei calvinismo en la Europa occi- lns grandes reformadores se familiarizaron enseguida con el hecho de
dental, int1uencia que se hizo perceptible entre 1550 y 1570 sobre todo ~~s tar creando un culto delimitador dei estado de posesión. En su argu-
en Francia y los Países Bajos, en una época, por tanto, en que ya iba IIICntación, naturalmente, ponían el acento en lo político-dogmático.
disminuyendo la fuerza de! luteranismo en Europa. 1in su opinión, su Reforma era la renovación de toda la Iglesia antigua;
La Reforma buscá en Inglaterra sus propios caminos. No es que no sus nuevas verdades sustituían a las antiguas, consideradas erróneamen-
se percibieran también aquí las inquietudes y los estímulos continenta- lc como tales. Así pues, junto a su doctrina no había sitio para otra, ni
les. Por ejemplo, en las universidades inglesas los luteranos no eran ·atólica, ni herética, ni cercanamente protestante. La tolerancia no se dio
ninguna rareza entorno a 1530; Ia genuína simpatía de los intelectua- olicialmente en el protestantismo; el reconocimiento de los otros gran-
les humanistas por Lutero y por los reformadores suizos también se des cultos era puramente político, obedecía a la fuerza de los hechos.
propagá en este país. Sin embargo, antes de que pudiera formarse un De este modo, a los numerosos movimientos sectarios seles pusie-
amplio movimiento reformador, la realeza inglesa, con Enrique VIII ron muy pronto las cosas difíciles en la Europa protestante. Las consi-
(1509-1547) ai frente, tomá la iniciativa y, por razones de carácter deradas sectas protestantes iban siempre mueho más aliá de Ias grandes
exclusivamente político-secular, renegá de la Iglesia papal centralista. confesiones protestantes en el terreno del culto y dei dogma de fe ,
Aquí, por tanto, la Reforma tuvo lugar desde arriba y desde fuera de Ia remitían a los textos bíblicos de forma aún más consecuente, acentua-
Iglesia, lo que significaba que no era una reforma en el sentido de Lute-
ro y de Calvino. Ciertamente, el rey y el parlamento suprimieron los
derechos dei Papa en Inglaterra, el monarca convirtió en súbdito dei
clero inglés, secularizá los bienes eclesiásticos y se nombró a sí mismo piación de los bienes eclesiásticos, véase R. B. SMITH, Land and Politics in the England of
1/enry Vlll, 1970.
cabeza de la Iglesia. Sin embargo, Ia constitución episcopal jerárquica, 5 También la investigación
sobre las herejías medievales y de la Edad Moderna ha
el antiguo dogma de fe, la liturgia y la práctica sacramental se mantu- cx petimentado en los últimos aiios un poderoso impulso. Se discute sobre todo su carácter
vieron iguales. Aquí fue la Iglesia anglicana la que poco a poco fue como movimientos <<Sociales>> . Aquí mencionaremos -sin pretensi ón alguna de una visión
adquiriendo forma\ y lo hizo con independencia de Roma, como sus de conjunto representativo- los dos trabajos recientes más importantes sobre el reino
baptista de Münster. O. RAMMSTEDT, Sekte und soziale Bewegung. Soziologische Analyse
equivalentes luteranos y calvinistas del continente, sólo que con un der Tiiufer in Münster (153411535), 1966. K. H . KIRCHHOFP, Die Tiiufer in Müns ter
153411535. Untersuchungen zum Umfang und zur Sozialstruktur der Bewegung, 1973.
En lugar de las investigaciones más antiguas, véase ahora un informe polémico que desta-
ca por su título: R. LANDFESTER, <<Frühneuzeitliche Hãresien und koloniale Protestkulte :
4
Sobre el anglicanismo y la Reforma inglesa en general, véase G. R. ELTON, England Miiglichkeiten eines historisch-komparativen Zugangs», Archiv for Reformationsgeschichte
under the Tudors, 1955. A. G. DICKENS, The English Reformation, 1964. Sobre la expro- 67 (1976), pp. 117-153.
94 95
ban más radicalmente el carácter simbólico de las acciones y los signos In IIHi ra l.«La dinámi ca del protestantismo pasó a la Iglesia católica»
externos, y aspiraban con mayor decisión a la desmaterialización y 1 .·n·d ·n). A I mismo tiempo, se desarrolló un instrumental político-
espiritualización de la práctica de la fe. Como consecuencia de esta acti - ', ln :i:istico para proteger a los países apenas afectados por el protes-
tud, planteaban, por ejemplo en el baptismo, exigencias de tipo socio- lil ltlismo, para detener el movimiento en los restantes países y, final-
revolucionario, y allí donde arraigaban (por ejemplo en Münster en llll' llle, para encauzar la reconquista dei terreno perdido. Se tomaron
1535/1536), se esforzaban por hacerlas realidad. El hecho de que lute- 1111'did as determinantes, en especial durante el pontificado dei papa
ranos y católicos participaran unidos en el derrocamiento dei «impe- ',. l'llrm ista Pablo III (1534-1549), se tomaron medidas determinantes.
rio bautismal» de Münster ilustra claramente lo que podían llegar a I,,, < 'o mpafíía de Jesús, fundada en 1534 por el noble vasco Igancio de
estrecharse unos abismos en otro tiempo considerados insalvables y, I .t•yo la, fue aprobada en 1540 por el papa Pablo y admitida como «orden
ai contrario, los insalvables abismos que separaban a personas que en tlt· ct~rácter especial» (W. Gobell) para luchar por la Iglesia pontificia
origen habían compartido, si no una misma fe, sí un mismo espíritu. ..1, ·I sentido de una nobleza cristiana. El Concilio de Trento celebraba
Por último, no habría que olvidar que, hacia 1560, la antigua Igle- l'H iones desde 1545 y, hasta 1653, decretó importantísimas medidas
sia, ahora denominada «católica», todavía seguía viva y estaba a punto t'l'ies iásticas reformistas y disciplinarias: la fijación de una edad míni-
de convertirse a su vez en una religión cristiana con capacidad de lll :t para los cargos eclesiásticos, la obligación de residencia de obis-
defensa6 • Después de 1520 había hecho débiles intentos de resistencia 1H 1s y clero, la prohibición de acumulación y la creación de seminarios
sólo en el Imperio Germánico, mientras que la pérdida de amplias t'll todas las diócesis. Todas estas resoluciones eran un claro eco de la
zonas dei norte, este y oeste la había contemplado con pasividad. En l' l'fli ca ejercida contra la Iglesia antes y a partir de Lutero.
tomo a 1560, ya tenía la certeza de que el sur no se iba a perder: Espana Había otras medidas de lucha y de reforma que existían de antema-
y Portugal habían permanecido prácticamente intactos y los pocos pro- lto o se afíadieron después. La Inquisición y la censura de libros, diri-
testantes italianos no representaban ningún problema. Fuera de Europa vitl as desde el Santo Oficio de Roma, se convirtieron en eficaces ins-
también era la única que tenía peso; tras el comienzo de la Reforma, f mmentos para la vigilancia de clérigos y fi eles y se acreditaron sobre
siguió evangelizando estas zonas con la misma aplicación e inexorabi- totlo en los países que no se habían desviado de la ortodoxia, pero
lidad que antes. lnmbién en el proceso de la reconquista de los territorios perdidos en
Por otra parte, el papado y, con él, sus numerosos colaboradores los siglos xvr y xvn, proceso al que se califica de «Contrarreforma» ; la
dei sur y el sudoeste dei continente comprendieron en los afíos turbu- catequización dei pueblo -prescindiendo de los cultos protestantes-,
lentos de la Reforma -entre 1520 y 1540- que no todo lo que se califi- revestida de una forma universal por el catecismo de 1566, se convir-
caba de escándalo en los breves y las bulas pontificias era tal. La idea lió, junto con los seminarios, en la base de la «Reforma católica», que
de una reforma, concebida ya antes de Lutero por numerosos clérigos luvo lugar paralelamente a la Contrarreforma en las regiones que habí-
y monjes, siguió teniendo vigencia cuando la Iglesia y la doctrina anti - an seguido siendo -o volvían a ser- católicas.
guas, en contra de su voluntad, quedaron reducidas desde fuera a un És ta era, a grandes rasgos, la imagen que ofrecía Europa hacia 1560
culto. En todos los sectores de lajerarquía eclesiástica se analizaron las çn el aspecto histórico-religioso. Tres grandes confesiones y una Igle-
nuevas ideas y formas de vida religioso-eclesiásticas, se examinó muy sia nacional insular se repartían la herencia legada por la antigua Iglesia.
minuciosamente el idearia de la Reforma, se revitalizaron las propias A excepción dei anglicanismo, todas ellas, como su predecesora, aspi-
instituciones y su personal con vistas a llevar a cabo reformas en la raban a la validez universal y, por tanto, se disputaban entre sí el derecho
constitución eclesiástica, en la vida de las órdenes, en la devoción y en a existir. Y fue precisamente esto, el hecho de que la idea de tolerancia
no tuviera cabida en sus dogmas ni en su política, el responsable de
que su idea original, o surgida a lo largo de esta época -la reforma total
de la antigua Iglesia, su restablecimiento conforme a las ideas origina-
6
Sobre la <<Reforma católica>> o <<Contrarreforma>> y e! Concilio de Trento, la exposi-
rias dei cristianismo primitivo-, no pudiera hacerse realidad. La exi-
ción clásica es H. JEDIN, Geschichte des Konzils von Trient, 4 vols. (vol. IV en 2 medios gencia de universalidad de cada una de las comunidades de fieles enterró
volúmenes), 1949-1975, vol. I, 2 1951. También es fundamental H. JEDIN, Katholische cl universalismo de la antigua Iglesia cristiana y convirtió a la Europa
Reformation oder Gegenreformation? Ein Versuch zur Klarung der Begriffe nebst einer de la Reforma en una Europa de Ias confesiones.
Jubilaumsbetrachtung über das Trienter Konzil, 1946. Dos buenas compi1aciones sobre la
Contrarreforma: E. W. ZEEDEN (ed.), Gegenreformation, 1973. E. W. ZEEDENY H. MouroR En 1560, éste era un hecho irrevocable; no lo eran, en cambio, los
(eds.), Die Visitation im Dienst der kirchlichen Reform, 2 1977. recursos precisos que le correspondían a cada confesión en Europa.
96 97
En este aspecto todavía había muchas cosas pendientes, y así perma- 1,Ps que más dificultadcs tenían eran los protestantes de credo cal-
n~~erían du~ante más de cien afios. Aunque e! proceso de configura ta , hicn sca porque su concepción de la comunidad de tieles se
- 1111
cton confeswnal había empezado mucho tiempo atrás, sin embargo, 1t dlltha muy alejada de un pacto con las fuerzas políticas existentes,
por su naturaleza, era tan complicado y tan dinámico que no se podía lt11 11 porque detestaban someterse a un régimen eclesiástico soberano,
contar con una pronta conclusión. En el Imperio Germánico, con Ia 1111 1111 c1 que llegó a producirse en gran parte de Ale mania, Inglaterra y
Paz de Augsburgo de 1555, hubo un primer gran acuerdo entre dos 1 l'll tlllinavia. Así pues, resultá que en el siglo XVI ningún país se hizo
confesiones, Ia católica y la luterana -o los adeptos de Ia «Confesión 111IVÍilÍSla en el sentido en que había, por ejemplo, territorios alemanes
deAugsburgo»-, pero sus resoluciones, deliberadas por las reuniones de 1ptv ·ran luteranos. Incluso los Países Bajos dei norte, cuya separación
los estados y decretadas por el emperador, resultaron tan precarias para 1lt· 1\s paíia -coronad a por el éxito- no hubiera sido posible sin el com-
ambas partes que, aunque la Confesión de Augsburgo fue capaz de I" 111 ·nte religioso, no se convirtiero~ en un Estado de ~ufi?, u~it~rio
asegurar la paz exterior en el Imperio hasta finales de siglo, no pudo 1.tl vinista. Grande fue, por el contrano , el grado de conv1ccion mtima
en ~a~bio evitar Ia lucha interna ni Ias peleas por alcanzar mejores q1w alcanzó el calvinismo en diversos países durante los siglos XVI y,
posiciOnes. De todos modos, la Paz puso claramente de manifiesto una ,,l,rc todo, XVII, debido a su concepción eminentemente política de la
c.o~a: la lucha ~orla Reforma, en la que en los afios veinte habían par- , olln unidad de fieles. En todas partes arraigá no como Iglesia territorial,
tiCipado amplias capas populare s en las ciudades y en el campo, se 11111 como comunid ad de fieles, y en ese sentido alcanzó
una repercu-
había convertido en un rígido proceso jurídico-político. En Augsburgo 11'111 que, a la larga, superó con creces a la dei luteranismo. Un ejemplo
só! o pudieron decidir a cuál de las dos confesiones querían pertenecer oll' cllo lo constituy en no sólo los baluartes calvinistas, regionalmen-
e~ el futuro los estados imperiale s partícipes, no sus respectivos súb- lt' limitados pero confesionalmente significativos, de la frontera occi-
ditos, que en este sentido tuvieron que adaptarse a la autoridad secular d,·ntal alemana (el Palatinado, el Bajo Rin, Frisia oriental, Bremen).
o bien abandonar su territorio tras la venta de todo cuanto poseían. Mayor peso tiene aún la diversas evolució n que se da a más lar~o
Con esto quedaba claro lo mucho que intervenían los poderes terrena- pluzo en los Países Bajos y en los movimiento.s puritanos de ~s,co~Ia
Ies en el proceso de confesionalización, lo fuerte que era su posición r Inglaterra. Dichos desarrollos ponen de mamfiesto que la dmarruca
respecto a una Iglesia que había perdido su unidad y vigor medievales política dei calvinismo seguía surtiendo efecto en una época en que el
y que: bajo I.a protección de los respectivos príncipes, había quedado l11lcranismo se había vuelto políticamente inmóvil y teológicamente
reductda a diferentes confesiones e Iglesias territoriales. mtodoxo.
_ , En modo alguno debe olvidarse el importante papel que desempe- Esta dinámica dei calvinismo en ninguna parte adquirió un carác-
no el Estado en el proceso de configur ación confesio nal de los 1 ·r tan ejemplar en el siglo XVI como en Francia, y en ningún otro país
x:r1
s~glos y XVII, ni el enorme fortalecimiento que experimentá gra- provocÓ tantos cont1ictos de princípios como aquí1. Fran~ia, ~n com-
Cias a dicho proceso. Esto ya se puso de manifies to a princípio s de paración con el Imperio Germánico, era ya un Estado umtano y, por
la Reforma , cuando algunos príncipes alemanes apoyaron a Lute- tanto, tras la penetración dei calvinismo, se vio enfr~n~ada com~ tal a
ro, la Iglesia papal halló refugio en el emperad or y la Iglesia anglicana la cuestión confesional; tanto más, cuanto que el calvimsmo no solo se
fue creada autocráticamente por el rey inglés. En el posterior trans- había introducido en la periferia, sino que abarcaba regiones enteras y
curso de esta confi.guración confesional, dicha tendencia se convirtió se había instalado en capas relativamente amplias de la sociedad. El
en dominante. Las distintas confesiones necesitaban Ia ayuda de los modelo de organización era en todas partes Ginebra; pero las persecu-
Estados; las luchas entre ellas se entremezclaban con los conflictos de ciones, que se iniciaron desde muy temprano y que fueron especi~l
las potencias; los bastiones de la fe se convertían a su vez en bastiones mente violentas con Enrique II (1547-1559), obligaron al protestantls-
de pret~n~iones hegemónicas político-profanas. Visto a escala europea,
el catolicismo halló apoyo en la gran monarquía espafiola, en el cierta-
mente débil Imperio Germánico y, a medida que avanzaba la Contra-
7 Para lo que sigue, entre otros, R. NüRNB ERGER, Die Politisierung des
rreforma, en los territorios laicos y eclesiásticos alemanes -sobre todo franzosischen
Protestantismus. Cal vin und die Anfiinge des protestantischen Radikalismus, 1948. R. SCHNUR,
en la Baviera de Alberto V-. En e! luteranismo, esta función Ia cum- Diefranzosischen Juristen im konfessione llen Bürgerkrieg des 16. Jahrhunderts. Ein Bei-
plieron las monarquías dei norte y numerosos Estados alemanes dei trag zur Entstehungsgeschichte des modernen Staates, 1962. R. M. KtNGDON, Geneva and
Imperio que, en un principio o de manera definitiva, permanecieron r/t e Consolidat ion ofthe French Protestant Movement. 1564-1572 , 1967. E. HtNRICHS,
Fürstenlehre und politisches Handeln im Frankreich Heinrichs IV Untersuchungen über
fi.eles a! luteranismo. die politischen Denk- und Handlungsformen im Sptithumanismus, 1969.
98 99
mo francés a la constitución de un ejército propio que, naturalmente, lllllil lmen te a término en el Edicto de Nantes (1598). A la tendencia
jamás fue concebido por sus jefes, en su mayoría nobles, como algo ai l'l tliruna del catolicismo le fue asegurada su posición como religión
margen de! Estado monárquico o enfrentado a él. , d 1l"ial de I Estado, mientras que a los protestantes se les concedi á un
Con ello quedaban sentadas las bases para la primera guerra civil d· ·n:dlO muy delimitado para la práctica de su culto en Francia. Sin
religiosa -masiva y encarnizada- de Europa. Comenzó en 1560 y fue , 111hargo, hubo otro aspecto más importante, puesto que seiíalaba al
creciendo en acritud y brutalidad después de que las fuerzas antagóni - 111 111 ro: el Estado, la monarquía francesa, sancionaba y garantizaba la
cas católicas, de orientación romana y dirigidas por miembros desta- p111. y, de esta manera, dejaba claro que los intereses de la política
cados de la alta nobleza, se organizaran como partido político y, hallán- I IUC habían originado dicha paz- se hallaban por encima de los de la
dose, al rnismo tiempo, en conflicto permanente con la monarquía, 1l'ligión y los cultos. «Il ne faut pas faire de distinction de catholiques
buscaran el apoyo de Espana. ,., u' huguenots; il fait que tous soient bons français ... »: así de clara-
De esta complicada situación surgieron las máximas de actuación 111 ·nte expresaba el asunto Enrique IV (1589-1610), el creador dei
para el Estado francés, que, influi das determinanteme nte por el propio Hd icto, en el afio 1599.
rey sólo con Francisco I y Enrique II, fueron form uladas en lo esenci al Primada de la soberanía política sobre las cuestiones religiosas:
en la subsiguiente crisis dinástica de los Valois por camarillas enfren- 1'ste fue sin duda el principal resultado de las luchas confesionales de
tadas entre sí. La situación francesa era digna de atención sobre todo 1\uropa en el siglo XVI. Con ello, la cuestión de la religión no dejó
porque el problema de los cultos en Francia influía más que en otros de estar a la orden dei día; ai contrario, cuanto más veían los Estados
Estados en la política y, por tanto, no podía ser abordado ni soluciona- l· uropeos en la religión -o, mejor dicho, en las situaciones de hecho
do desde puntos de vista puramente eclesiástico-religiosos. Es preci- de cada una de las confesiones- un motivo permanente para obrar,
samente por esta razón por lo que las soluciones que finalmente se lll ÚS actual se volvía. El siglo XVII volvi á a convertirse, sobre todo en
ensayaron, con éxito desigual, han tenido un carácter tan ejemplar d Imperio, en una época de violentos enfrentamiento s político-con-
para toda la historia europea. fcs ionales, que alcanzaron su atroz momento culminante en la Gue-
La monarquía francesa era católica, pero eso para ella no signifi- rra de los Treinta Afíos. Ésta, no obstante, fue una guerra que estuvo
caba someterse a la obediencia de Roma. En largos conflictos con el determinada por las necesidades de los Estados de Europa derivadas
Papado, conclui dos durante la Reforma, dicha monarquía había obte- ue su posición en el sistema de potencias europeo. Cuando en 1648
nido, entre otras cosas, el derecho a proveer los principales cargos se alcanzó la tan deseada paz, en la cuestión de los cultos se decidió
eclesiásticos, estableciendo así las bases para el desarrollo de una fundamentalme nte lo mismo que en la Paz de Augsburgo, cien afíos
especie de Iglesia territorial católica -el galicanismo- . El galicanis- atrás: e! principio de cuius regio, eius religio fue erigido de nuevo
mo era, en cierto modo, el correlato político-eclesiá stico de la políti- co mo norma. En su respectiva regio, la autoridad seglar ejercía, en
ca antiespafíola de la corona, así como una prernisa para que la cues- c.;onsecuencia, su soberanía eclesiástica y se ocupaba de que «los
tión protestante, entre 1560 y 1600, no sólo fuera abordada por la vía as untos eclesiásticos fueran tratados cada vez más desde un punto de
de la persecución y de la masacre, sino también bajo el signo de la vista político en lugar de religioso» (Zeeden). Esto era, sin duda, una
tolerancia, la transigencia e incluso la libertad de conciencia. A la coro- ventaja para la tranquilidad externa de los cultos y para la conserva-
na se le presentaba así una difícil situación. Si se hubiera querido c.; ión de su situación adquirida, pero no para su dinámica interna ni
resolver el problema de los cultos de manera consecuente desde el para su situación como movimiento espiritual y religioso. En este
punto de vista político-religio so, las consecuencias políticas resul- sentido, sobre todo en e! luteranismo, la pérdida de fuerza y el estan-
tantes habrían sido insostenibles: en caso de un amplio reconoci- camiento, unidos a la tutela soberana, se convirtieron en la tendencia
miento de las exigencias protestantes, la amenaza de la unidad nacio- dominante de! siglo XVII.
nal por parte de! «republicanism o» calvinista y el peligro de un Las distintas confesiones sólo se sustrajeron a esta consecuencia
estado permanente de guerra civil religiosa; en caso de una represión allí donde no habían conseguido éxitos externos tan notables como el
masiva y continuada de los protestantes, un fortalecimiento dei parti- luteranismo escandinavo y alemán, pero sí una impregnación interior
do proespafíol, «ultramontano» y no galicano, con una considerable de tipo religioso, espiritual y político, como calvinismo dei norte de
sumisión a los objetivos fijados por Espafía y Roma. Para escapar de los Países Bajos, Escocia e Inglaterra y, a partir de ahí, el Norteaméri-
ambos peligros, se acabá tomando un tercer camino específicamente ca. Aquí no podemos ocuparnos de los detalles de esta evolución,
«político» -ya calificado como tal en la época- , que se llevó provi- pero al menos hay que mencionar que ha sido motivo de una de las
100 101
controversias más interesantes de la hi storiografía europea. Partien- n.d l'a lvi ni sta y las cicncias exactas, y la misma que existe entre la
do de las afirmaciones religioso-sociológicas de Max Weber, que 1III Ininid ad de fieles calvinistas y la democracia moderna» 9 •
veía una fuerte relación entre «la ética protestante y el espíritu dei
capitalismo» 8 , la modernidad econômica de los Estados marítimos
/•) Li\ REVOLUCIÓN CTENTÍFICA EN EL SIGLO XVII
de! oeste de Europa y de Norteamérica, comerciantes y, en el caso
de Inglaterra, tempranamente industrializados, se ha atribuído a una La «relación entre la religiosidad racional-calvinista y las ciencias
especial influencia teológica y política del protestantismo en su forma , xn<.:tas», Jue Ia responsable dei gran acontecimiento científico de la
calvinista. En lo que respecta a la historia econômica en sentido más I •:dud Moderna, de la revolución científica dei siglo XVII, a saber, la des-
estricto, esta tesis ha quedado archivada. Se basaba en la acertada ob- ,,.,, ·c ión de! cosmos aristotélico? Algunos indicias hablan a favor
servación de que el peso econômico de Europa, en los siglos XVII d1· ·I lo. En el siglo XIX se sentía inclinación por cuantificar e! mundo
y xvm, se desplazó claramente del sur -el Mediterráneo, Baviera, , rudito internacional según su vinculación confesional y por relacio-
Austria y Suabia y los Países Bajos del sur- ai noroeste, es decir, a nllr los resultados con los porcentajes demográficos de los grandes
regiones en las que, en efecto, el calvinismo había penetrado con l'llllos. De las investigaciones se dedujo que, desde el siglo XVII, podía
fuerza. Prescindiendo de si este desplazamiento regional se puede huhlarse de un predomínio de! elemento protestante frente al católico
atribuir en lo fundamental a influencias histórico-religiosas y a una 1' ll las ciencias físicas y naturales. También la historia de los inventos y
evolución de la orientación econômica, no se tuvo, sin embargo, en d · los descubrimientos científicos apuntaba en esta dirección, pues
cuenta que, en las regiones dei sur, ya había habido previamente for- 1 ·sultó que también en este campo empezaba a dominar el noroeste de
mas muy diferenciadas de una economía capitalista a la que con razón l•:uropa desde el siglo XVII. Los grandes nombres de Holanda -Chris-
se calificó de protocapitalismo. En el noroeste, por tanto, no hubo un lian Huygens (1629-1695), para las matemáticas y la astronomía;
comienzo ex novo, sino precisamente un desplazamiento. Si los fac- ntony van Leeuwenhoek (1632-1723), para la microscopia y la tisio-
tores histórico-religiosos o confesionales desempefiaron un papel, logía; Hermannus Boerhaave (1668-1738), para la medicina y la botá-
habrá, pues, que preguntarse más por las influencias obstaculizantes ni t:a- ilustran esto del mismo modo que una selección de la serie de
y bloqueadoras de la Contrarreforma que por las particulares reper- 1·icntíficos ingleses significativos: el fisiólogo William Harvey (1578-
cusiones de la ética protestante. 1657), e! microbiólogo Robert Hooke ( 1635- 1703), «que habría sido
En un sentido más amplio, no específicamente histórico-econô- ·I inglés más importante de la época si no hubiera existido Newton»
mico, esta tesis de Weber es reconocida incluso por aquellos que no ( haunu), y e! propio Isaac Newton (1643-1727), matemático y físico.
quieren pariticipar en la búsqueda de máximas de fuerte carga capi- Pero a la hora de hacer semejantes cálculos comparativos, se debe
talista en e! sistema de Calvino (doctrina de la predestinación, san- tcner precaución. En primer lugar, a los holandeses e ingleses se les
ción de los intereses, etc.), como la emprendida con ceio por los pueden agregar, también en el siglo xvu, otros muchos nombres pro-
epígonos de Weber. A diferencia de! catolicismo, sobre todo en su cedentes de otros Estados. Italia, que en los siglos xv y XVI fue una
dureza y estrechez contrarreformistas, y a diferencia también de! •ran potencia en la repúbica de los sabios, destaca hasta muy entrado
luteranismo en su interiorización eclesiástico-territorial, lo propio d siglo XVII con Bruno (1548-1600), Galilei (1564-1642), Torricelli
de! calvinismo era una imagen de! hombre eminentemente política ( 1608-1647), el matemático y físico que tanto hizo por el desarrollo
que se caracterizaba por la libertad; la actividad y la responsabi- dcl telescopio, dei microscopia y del barômetro, y con la familia de
lidad personal, cuya influencia en los países del noroeste, muy matemáticos y astrônomos Cassini. En esta época, Francia se con-
imbuidos dei calvinismo, iba mucho más aliá de los adeptos propia- vierte, junto con Inglaterra, en el centro de la república de los sabios, y
mente dichos. «En cualquier caso, aquí, en liberar ai hombre de la naturalmente no son los hugonotes los que dominan en los salones cien-
sumisión espiritual y dei temor a los hombres , está la verdadera y tíficos y academias de París y Toulouse. René Descartes (1596-1650),
profunda relación entre el calvinismo y la sociedad econômica hijo de un noble de robe de la Turena, e! fundador filosófico de la revo-
moderna, la misma relación que existe entre la religiosidad racio- lución científica del siglo xvn, que veía formuladas las leyes de la
8 Una
referencia breve y precisa a los escritos de Weber y a los subsiguientes intentos 9 Una vez más, H. LüTHY: <<Calvinismus und
Kapitalismus>>, en R. Braun et ai. (eds.),
de verificación y controversias, en H. HASSINGER, Das Werden ... , cit. (véase n. 2), p. 454. Gesellschaft in der industr. Revolution, 1973. pp. 18-36 (esta cita, en la p. 32).
102 103
naturaleza en las matemáticas y en la geometría, fue durante toda su t•••• IIHJtorcs de las cicncias. Pcro en comparación con el resto de Euro-
vida un católico creyente. No sólo porque necesitaba una tranquilidad l''' ,.,, nin guna parte reinaba un ambiente tan liberal como en los Paí-
teológica para poder avanzar tanto más radicalmente en Ia tilosofía , ' ~ llajos y en Inglaterra. Aunque el calvinismo radical holandés era
sino también porque para élla inteligibilidad matemática del mundo '"ol 11 lo contrario de partidario de la ciencia, y aunque en el alto clero
iba acompanada de la ininteligibilidad de Di os como principio, punto llll'licano siguió habiendo hasta finales del siglo xvn muchas reservas
de vista que respondía a aquellas tendencias del catolicismo reformista , 1111r ·spccto a que las ciencias físicas y naturales se emanciparan de la
francés (y también dei jansenismo) que estaban decididamente orien- t• 111ogfa, de ello no resultó una consecuente represión eclesiástico-esta-
tadas contra toda antropoteología humanista. En lo que respecta a Ale- l i li. A I contrario: Para muchos exiliados eruditos procedentes de Italia,
mania y a los países escandinavos, en este campo predominaba clara- 1• p 111 a y de los Países Bajos del sur, estos países se convirtieron en su
mente el elemento protestante-luterano: Johannes Kepler (1571-1630), p 1tria provisional o duradera, igual que para los comerciantes, artesa-
Johannes Hevelius (1611-1687), el fabricante de cerveza y astrónomo 11•'~-' y fabricantes que eran perseguidos por razones religiosas y que
aficionado de Danzig, y también Otto von Guericke (1602-1686) y tolll cscncialmente promovieron con su talento el impulso econórnico
Leibniz (1646-1714) eran protestantes. Pero por muy significativa que ,h·l noroeste.
fuera la posición que ocupaba Leibniz en la vida científica del siglo xvn, i. En qué consistió la «revolución científica» del siglo XVII 10 ? La
por muy brillante que fuera e! trabajo de Kepler como sucesor de Tycho ,, ~ pucsta, que aquí sólo puede ser esbozada muy brevemente, tiene un
Brahe y de Galilei, en general la contribución de la Alemania luterana uNpccto cualitativo y otro cuantitativo. Entre 1623 y 1687, es decir,
a la revolución científica dei siglo XVII fue más bien modesta y, sobre 'hosdc los Saggiatori de Galilei, pasando por los Discours de la métho-
todo, no parece que tuviera su origen en impulsos específicos de reli - dt• de Descartes (1637), hasta los Philosophiae Naturalis Principia
giosidad luterana. Mothematica de Newton, se llevó a cabo en la Europa científica la
Hay otros argumentos más que inducen a la precaución. El hecho . 1natematización del mundo, Ia explosión del pequeno mundo cerrado
de que Holanda e Inglaterra destaquen desde el siglo xvu ante todo en 1' 11 sí mismo del pensamiento antiguo y medieval, Ia unificación radi-
el terreno de la invención y del desarrollo de aparatos e instrumentos ,·nl de un universo infinito y geométrico mediante la supresión de la
científicos, sin duda guarda relación con sus necesidades prácticas como
naciones marítimas. Tanto Huygens como Newton orientaron durante
toda su vida la mirada hacia el aprovechamient o técnico-práctico de oo Para lo siguiente, algunas referencias a exposiciones y sinopsis muy fácilmente
sus conocirnientos. En este sentido, la revolución científica del siglo XVII !11' ·csibles. Sigue siendo muy útil G . CLARK, The Seventeenth Centu1y, 1929, caps. xv YXVI.
fue un acontecimiento paralelo al desplazamiento dei peso económico l'nrn una información objetiva, es imprescindible el cap. li escrito por A. R. HALL en
li. ti. Rich y C. H . Wilson (eds.), The Cambridge Economic History of Europe, vol. IV,
desde el Mediterráneo hacia la costa dei Mar del Norte. Y de hecho los
11)67, pp. 96 ss. Véase también A. R. HALL, Die Geburt der naturwissenschaftli chen
físicos, los ópticos y los esmeriladores de lentes holandeses e ingleses Att•rlwde 1630-1720, 2 1965. Una descripción interesante y una documentación sugestiva
seguían una tradición que había comenzado en Italia en los siglos xv y XVI. ,.,, P. CHAUNU, Europi:iische Kultur im Zeitalter des Barock, 1968; cap. XII, <<La gran
Por otra parte, no se le puede negar a Ia Contrarreforma -y, con ol'vo lucióm>, con la tesis -probablemente demasiado enfatizada- de que no fue Copémi-
1·o, sino los filósofos y empiristas de comienzos del sigla xvu los que provocaron la
ella, a la ortodoxia aristotélica de las universidades antiguas (Padua, •<rcvo lucióm>. Chaunu extrajo esta tesis del importante libra de A. KOYRÉ, Von der ge-
París)- un efecto paralizador también en este terreno. Espana, que \t·il/ossenen Welt zum unendlichen Universum, 1969 . Se trata de una descripción del pen-
desde mediados del siglo XVI estaba en las garras de la poderosa y efi- Nnoniento filosófico y científico-natural que parte desde Nicolás de Cusa y llega hasta
caz Inquisición, llegó a percibirlo: en todo el siglo xvn, Ia voz de sus l.cibniz. Véase también A. KOYRÉ, Etudes Galiléennes, 1939 . Una sinopsis con abun-
duntes datos de un historiador de la ciencia, S . F. MASON, Geschichte der Naturwissens-
eruditos só! o se oyó débilmente en el resto de Europa. En Italia el con- t'iwfi in der Entwicklung ihrer Denkweise, 2 1974. Mason habla de la <<revolución de las
trol no funcionaba tan bien, pero las vidas de Giordano Bruno, Cam- l'icncias naturales en los siglas XVI y XVII>>. Para informarse acerca de los procesos evo-
panella y Galilei hablan por sí solas. También Francia se convirtió en lt•li vos inherentes a la física, véase la brillante obra de A. E!NSTEIN y L. INFELD, Die Evo-
/urion der Physik. Von Newton bis zur Quantentheorie, 1956. Sobre Copérnico es impor-
el siglo XVII en un país de estricta censura. La alta extracción social de
IHnle TH. S. KuHN, The Copemic Revolution, 1957. Con su teoría de las <<revoluciones
sus eruditos y fundadores de círculos fue, sin embargo, ai menos hasta ~ icntíficas>> y del <<cambio paradigmático», Kuhn ha suscitado un apasionante debate
mediados de siglo, una garantía para que la république des savants sob re los métodos de la historia científica. Véase TH. S. KUHN , Die Struktur der wis-
siguiera con vida. En el Imperio Germánico, en el este y en las monar- ·'·c·nschajilichen Revolutionen, 2 1973 . Un reflejo de este debate en Alemania: W. LEPENIES
(ed .), Die Wissenschajien und ihre Geschichte, 1978. (Tema principal del número IV de!
quías nórdicas predorninaban en general unas condiciones de censura 4.0 aiio de Geschichte und Gesellschaft.) Este debate merece gran atención por parte de
soportables, ya que muchos de los propios soberanos se erigían en la leoría y la investigación.
104 105
vieja oposición entre mundo sublunar y mundo estelar, el tin de la físi- fl •nfu un conocimicnto nuevo y que era concebido more geometrico,
ca cualitativa y Ia equiparación de la materia con la expansión espa- 1 111 precisamente la «prueba» de Ia existencia de Di os (Descartes): una
cial»11. Lo que ya se apuntaba, aunque de manera incompleta, en cl 'xis tcncia, sin embargo -a diferencia dei mundo-, no reconocible,
relativismo de Nicolás de Cusa (1401-1464); lo que ya había afirmado <n ·ulta, sólo manifestable en la Revelación.
el heliocentrismo de Nicolás Copémico (1473-1543) para el espacio Trcs métodos científicos abrieron nuevos caminos: la deducción
delimitado por las estrellas fijas, que era varias veces mayor que el I ti< ,só fi ca, practicada por Bruno y, con una claridad y sencillez cautiva-
aristotélico, pero todavía limitado y, en ese sentido, aristotélico; lo que d, ,ras, por Descartes; las matemáticas, en especial la geometría en su
Kepler, «en su concepción dei ser y dei movimiento, aunque no de la Inrma desarrollada por Euclides y sólo ahora aplicada al espacio infi-
ciencia: ai fin y al cabo, un aristotélico» (A. Koyré), no había sabido llito; y el experimento, Ia observación exacta -y perfeccionada por el
reconocer, se convirtió ahora en certidumbre: el mundo no era limita- <'ontinuo refinarniento de la precisión de los instrumentos- de lo gran-
do, sino infinito o ilimitado, y estaba repleto de materia. Esto, en el d · (as tronomía) y, más tarde, también de lo pequeno (microscopia,
fondo, no era una doctrina herética, porque, ~qué hombre tenía dere- lll icrobiología, tisiología). Aquí nos hallamos ya en medi o de las reper-
cho a afirmar que Dios, en su perfección, había creado algo finito e l'II siones, más bien cuantitativas, provocadas por la revolución científi-
imperfecto? Naturalmente, era una doctrina antiaristotélica, y por eso ,·a dei siglo XVII. Para la vida cotidiana de los intelectuales y de los que
fueron los aristotélicos ortodoxos de las universidades los que fomen- participaban en la vida científica, para la estructura de la república
taron las persecuciones y las quemas de filósofos y científicos. Así internacional de los sabios, que existía desde hacía más de cien anos y
pues, Copémico fue condenado en 1616 y Galilei en 1632, pero antes qu e hasta entonces había visto su campo de ocupación central en el
que ellos (en 1600), el genial filósofo italiano Giordano Bruno había l'studio humanista de la Antigüedad y en la teología, la nueva ciencia
sido quemado en la hoguera. Ya en 1584 había formulado la nueva suponía un enorme desafío cuyas dimensiones sólo son comparables
doctrina en lengua italiana: «Sólo así ensalzan los cielos la magnifi- con la evolución de la física a comienzos dei siglo xx, en la época de Ia
cencia de Dios, sólo así se manifiesta la grandeza de su reino. Su lcoría de Ia relatividad y de la teoría cuántica. De ello constituye una
majestad no resplandece en un trono, sino en innumerables tronos; no prueba concluyente la evolución de la técnica y dei experimento. Las
en una tierra, en un mundo, sino en diez veces cien mil, en innumera- nuevas cuestiones que se planteaban desde Copémico y que hallaron
bles. De ahí que no sea vanidosa la capacidad dei espíritu de anadir rcspuestas de gran alcance por parte de Giordano Bruno
siempre espacio al espacio, masa a la masa, unidad a la unidad, núme- y, más tarde, de Descartes en el procedimiento deductivo, exigían la
ro al número, con la ayuda de las ciencias, las cu ales nos liberan de las contirmación mediante el experimento, la observación científica preci-
cadenas de un domínio tan limitado y nos ascienden a ciudadanos sa y, en consecuencia, naturalmente, la publicación científica. Ambos
libres de un reino tan magnífico, nos salvan de una pobreza imaginaria terrenos, en el transcurso dei siglo XVII, evolucionaron de manera infla-
y nos agraciao con las incontables riquezas de este espacio inconmen- cionista. Mientras que el danés Tycho Brahe, a finales dei siglo xvr,
surable, de este paisaje soberbio, de tantos mundos habitados; de tal lodavía no podía prescindir en lo esencial de los viejos -aunque
modo que ni el enganoso horizonte dei ojo terrena! ni la fictícia esfera sumamente refinados- instrumentos ópticos y geométricos (ballestilla,
de la fantasía vuelvan a encarcelar nuestro espíritu en el paisaje etéreo, astrolabio, cuadrante), dos generaciones después, sus sucesores dispo-
bajo la vigilancia de Plutón y la indulgencia de Zeus. Estamos eman- nían ya dei telescopio, el microscopia y los conocimientos teóricos
cipados de la tutela de un poseedor muy rico que, sin embargo, es un para la construcción dei telescopio reflector. «En la revolución coper-
donante ronoso y mezquino» 12 • No era, pues, un mundo sin Di os el nicana, los nuevos instrumentos no desempenaron el más mínimo
que aquí se construía, sino -tanto en Bruno como en Galilei, tanto papel, pero, al fin y al cabo, és ta no fue una auténtica revolución. Por el
en Descartes como en Newton- un mundo con un Dios mucho más contrario, sin el telescopio sería completamente impensable una parte
perfecto que el que el hombre, en su obtuso y terrena! atrevimiento, de la obra de Newton, y sin el microscopio de los esmeril adores de len-
había imaginado hasta entonces. Es más, ese mundo, dei que ahora se tes holandeses ... Leeuwenhoek no habría podido realizar sus trabajos
pri mordiales, no se habría llegado -o al menos no tan pronto- a una
renovación de Ia biología» (Chaunu). No es una casualidad que la
11
CHAUNU, Europiiische Kultur (véase n. 10), p. 527.
astronomía dictara los acontecimientos. Si ya durante la época de
12
Extraído dei prólogo de G. Bruno para «De !'infinito universo», citado por Koyré, Copérnico una cuestión tan práctica como la reforma del calendario
Geschlossene Welt ... , cit. (véase n. 10), p. 49. había acarreado consecuencias científicas, ahora eran el comercio y la
106 107
navegación los que hacían avanzar el proceso inventiva (ai poco tiem- '11111 ·n.: io de libros y de las editoriales. Sobre todo en los dos Países
po, por cierto, más allá de sus necesidades). Los vidrieros y esmerila- llo~jlls se concentraron los poderosos libreros-editores cuyos nombres
dores de lentes italianos y holandeses tuvieron una coyuntura favorable t~ dllrnan casi todas las portadas de las grandes publicaciones de cien-
después de que, en torno a 161 O, se descubriera por casualidad el prin- ' 1:1s rfsicas y naturales, derecho público y filosofía entorno a 1600:
cipio del telescopio. Ya â finales de sigla, gracias a los esfuerzos de l'lanlino-Moretus en Amberes, Jansen y Wilhelm Blaeu en Amster-
Huygens y de su máquina esmeriladora de lentes, se estaba en condi- d,llll, Jean Maire en Leiden, Elzevier en Amsterdam, en Leiden y en
ciones de fabricar lentes con unas distancias focales enormes (un máxi- ••I ros lugares. La mayor ventaja la obtuvieron por el hecho de que las
mo de 210 pies). E! desarrollo de! microscopia tuvo lugar de forma knguas vernáculas iban ganando mucho terreno en las publicaciones
menos tempestuosa, pero similarmente productiva. l'it·ntfficas -significativamente no en Alemania, madre patria de la
Sin embargo, no só! o se observaba de una manera completamente l<t· rorma, donde durante todo e! sigla XVII siguieron aferrados allatín y
nueva, sino que también se empezó a medir el espacio y el tiempo de 11 In disputa erudito-escolástica-. Sin embargo, desde el sur, en Italia,
forma distinta. Los antiguos astrolabios y e! telescopio contrajeron, y d ·sde el oeste, en Francia y Holanda, las lenguas vernáculas avanza-
como ha dicho Chaunu, una alianza y permitieron a partir de ahora hnn de forma incontenible, no sólo en las ciencias físicas y naturales,
-eficazmente respaldados por la invención de los modestos tornillos •, i110 también en e! derecho público y en la política, así como en la lite-
micrométricos- procesos de medición en el campo de las grandes dis- l'lllura. En e! mercado aparecieron incluso libros de bolsillo. Se cree
tancias y los amplias espacios: de este modo, se posibilitaron los pri- 'i"·, entre 1592 y 1681, los Elzevier publicaron más de 1.600 volúme-
meros datas precisos acerca de las distancias interplanetarias, así como nes con las obras inglesas en verso y en prosa de! siglo xvn.
la agrimensura y e! progreso de la cartografía moderna. Lo que capaci- i.Quiénes y qué eran los grandes científicos de! siglo xvu? (.Qué
taba al científico para adentrarse con exactitud en el cosmos tenía a su 11spccto tenía la república internacional de los sabios en sus distintas
vez consecuencias prácticas para la navegación, e! comercio, e! Estado 11·laciones sociales y personales? 13 Disponemos de gran abundancia
y la administración. No menos importante fue, finalmente, que en e! dl' datos y detalles biográficos de importancia. Pero los historiadores
transcurso del sigla xvn e! calor y la presión atmosférica pudieran l1>davía no nos han proporcionado una histeria social completa sobre
medirse con mayor precisión que nunca hasta ese momento: tanto e! la crudición de! siglo XVII. Y eso que existen numerosas cartas e infor-
termómetro moderno como el barómetro se abrieron paso en el merca- lllCS acerca de reuniones, academias y círculos científicos. Es seguro
do y demostraron ser muy superiores a sus insuficientes predecesores que los científicos, para desempenar su trabajo, necesitaban tiempo
de! sigla XVI. lihre y que, en gran parte, disponían de é! o, en caso contrario, se las
Lo mismo cabe decir del reloj. Ciertamente, no era un invento de nrrcglaban para sacarlo. En otras palabras: en su mayoría procedían de
este sigla, sino que tenía detrás una historia de un mínimo de trescien- In hurguesía acomodada y, ocasionalmente, también de la nobleza; sus
tos anos. Sin embargo, en lo tocante a una medición precisa del tiempo, 1' lcvados gastos para lentes, libros y viajes, los cubrían con ingresos
e! significado dei montaje dei péndulo y dei resorte espiral con el tin de procedentes dei comercio, de las rentas agrarias y de las prebendas
regular la marcha, debido a Christian Huygens, es comúnmente descri- ••dministrativas y eclesiásticas. «Si só lo se tu viera en cuenta este aspec-
to por los historiadores de la técnica como una revolución; revolución
que no volvería a darse en la historia del reloj hasta la llegada de la
electrónica. Ahora e! tiempo ya no sólo se volvía comparable para 13
Véase ahora principalmente R. MANDROU, Des humanistes aux hommes de science,
todas las regiones de la Tierra, con condiciones climáticas muy dife- (XVI' et xvu• siecles), 1973, publicado como vol. III en una serie francesa sobre <<Histoi-
1\' de la pensée européenne>>. Por desgracia, con insuficiente bibliografia. Aquí debemos
rentes; no só! o se hacía «transportable» en forma de pequenos y mane- ll'IIUnciar a entrar en detalle sobre cada uno de los filósofos y científicos. Sobre e! mundo
jables relojes de pulsera, sino también «asequible» a capas de la pobla- t'llldilo de! siglo xvn, para Francia sigue siendo fundamental R. P!NTARD, Le libertinage éru-
ción cada vez más amplias. t!it dans la premiere moitié du xvne siecle, 2 vols., 1943. Para los Países Bajos, CH. WILSON,
llit• Früchte der Freiheit, Holland und die europiüsche Kultur des 17. Jahrhunderts, 1968,
La revolución científica del sigla xvn tuvo como consecuencia, o
rn p. VI. Para Inglaterra sigue siendo importante R. K. MERTON, <<Science, Technology and
como precedente o como acompafíamiento, cambias de tipo organiza- Society in 17'" Century England», Osiris 4 (1938). Para Alemania parece que falta una his-
tivo. Aunque el sigla XVI había sido una época de intensas disputas teo- loria social de la vida erudita del siglo xvu. Tiene abundante información H. SCHNEPPEN,
lógicas, y aunque la Reforma y la Guerra de los Campesinos ya habían Niederliindische Universitiiten und deutsches Geistesleben. Von der Gründung der Universitat
I.l'iden bis ins spiite 18. Jahrhundert, 1960. Existen muchas publicaciones sobre la historia
producido best-sellers en el ámbito de los tratados y los libelos, hasta nniversitaria y académica alemana. Véase la bibliografia en R. VIERHAUS, Deutschland im
finales de! siglo XVI y comienzos del XVII no comenzó el auge dei l.i•italter des Absolutismus, 1978, pp. 200 y 201.
108 109
to, podría decirse que la revolución científica fue la obra de un a bur I lnit·ll wno;~.ca la vida de Descartes, Newton y Leibniz, sabrá que
guesía que podía permitirse una vida aristocrática» (Chaunu). Esta ima- 11 p11l limicas, los celos mezquinos y las controversias entre escuelas
gen es especialmente apropiada para Francia. Peiresc, Fermat, Descar , ,,,11 1111 rcnómeno muy característico de! siglo xvn. No obstante, el
tes, Viête y también Mersenne y los hermanos Dupuy provenían de la "'" "do erudito del siglo xvn sorprende por la intensidad de! contacto,
nobleza de robe o se hallaban próximos a ella. Algo distintas eran las ,J, lanl crcambio y de la comunicación regular entre sus miembros. Las
cosas en Holanda e Inglaterra, donde a menudo encontramos un tipo I" , , l' ·uciones por parte de las Iglesias y las universidades eran un ele-
de erudito que todavía tenía una estrecha vinculación con el mundo de llll' tllll que mantenía unidos a muchos científicos. A ello se afiadía la
la artesanía o de! comercio y que utilizaba sus propias experiencias en , ''"ci ·ncia de haber conseguido al tin abrirse camino tras las largas
estos terrenos en interés y provecho de sus descubrimientos e inventos , ,,vi luciones entorno a Copérnico, lo cual hizo imprescindible, pese
científicos. Leeuwenhoek procedía de una família de fabricantes de d ad'(ln de protagonismo, el intercambio de ideas. El rápido progreso
panos, Lippershey y Jansen eran ópticos, y Huygens y Leeuwenhoek ,, , 11ico, en especial en el esmerilado de lentes, fue también un factor
aprendieron e! oficio de óptico. Muchos de los grandes inventores eran ,h ll~ rm inante. La república de los sabios del siglo xvn era un mundo
ya científicos de segunda o tercera generación y habían sido enviados ,h· visitas y viajes, de conferencias y, sobre todo, de publicaeiones,
por sus padres a las universidades. Así ocurrió «que, poco a poco, los ,,, :ulcmias y círculos científicos. También en este aspecto !lama la
artesanos que esmerilaban lentes para gafas y telescopios se convirtie- illl'llción el desplazamiento regional desde e! sur bacia el norte y el
ron en hombres de la ciencia aplicada que se ocupaban de solucionar IHH'ocste. Entorno a 1600, sin embargo, cuando quemaron a Bruno en
problemas prácticos de navegación y que, partiendo de esta ciencia apli- lu ltoguera, todavía era Roma la que ocupaba e! puesto más destacado.
cada, fueron ascendiendo a las más altas esferas de la ciencia pura» 14 • \ 11 f había, aparte de la universidad, una reunión regular, si bien infor-
Esta independencia material, que penetró en la república de los 111 :11 , de eruditos. De ahí surgió en 1609la famosa Accademia dei Lin-
sabios desde los países occidentales, era algo completamente nuevo e ' ,•i , riel a Galilei incluso tras la condena de éste en el afio 1632, a la
importante para el futuro de la actividad científica. Pues hasta princí- 'I" · sobrevivió poco tiempo. Aunque Florencia y Venecia asumieron
pios dei siglo xvn, sobre todo en Italia y Alemania, vemos que el pro- lu difícil tarea de hacer oír la voz de la ciencia en un país sometido a la
greso en el conocimiento de las ciencias flsicas y naturales todavía lr~qui s ición, sin embargo el centro de gravedad a partir de ahora ya no
está unido a la disposición de los mecenas principescos o municipales t•s laba en Italia. Francia, que no era ciertamente un país de amplia
para financiar los costosos experimentos de los eruditos. Tycho Brahe, lolcrancia y liberalidad pero que estaba protegida de los abusos «ultra-
Galilei y Kepler trabajaron bajo la protección y la liberalidad de prín- anontanos» por e! calvinismo, destaca por sus numerosos contactos y
5
cipes laicos, lo cual, pese a la descarga material y a la libertad perso- uv rupaciones de intelectuales, de carácter realmente internacionaJl •
nal, suponía, sin embargo, dependencia y control. Los franceses eran, I' ·i resc, consejero parlamentario y matemático de Aix, mantenía corres-
por el nivel social y el estilo de vida, los más aristocráticos entre los pondencia con unos 500 eruditos de todo el mundo; era «el buzón de
científicos europeos y, por tanto, al menos en el siglo xvn, no estaban l•:uropa», y su biblioteca y colección de curiosidades atraía a muchos
tan orientados bacia el experimento artesanal como bacia la filosofía visitantes. Resulta significativo que la república de los sabios contara
(Descartes, Pascal) o la organización social de la ciencia (Peiresc, ron semejante institución precisamente entorno a 1620/1630, cuando
Mersenne). Entre los holandeses e ingleses, por el contrario, la ciencia pub licaron sus obras Galilei y Descartes. En París floreció ai mismo
como profesión ocupaba e! primer plano, y no siempre con el fin de liempo la Académie putéane, una empresa «interdisciplinar» de los
asegurarse la existencia, ya que los bienes particulares procedentes ht:rmanos Dupuy no limitada a las ciencias físicas y naturales, con con-
de las fincas rurales y dei comercio posibilitaban en muchos casos la lactos y visitas de toda Europa, y coloquios diarios hasta muy entrada
vida de un erudito independiente. Pero en comparación con el erudito la década de 1650. De este círculo surgió la Academia de Paris, pro-
cortesano de los soberanos absolutos y con e! savant aristocrático de movida a partir de 1666 por Colbert, y, sobre todo, el Journal des Savants
Francia, és te era un tipo nuevo de científico que determinaría la evolu- (desde 1665), publicación científica de un nivel extraordinario.
ción de las ciencias físicas y naturales en los próximos siglos.
•s Véanse los trabajos antes mencionados (n. 13) de Mandrou y Pintard. También es
14
CH. WILSON, Die Früchte .. ., cit. (véase n. 13), pp. 100 y 101. importante H.-J. MARTIN, Livre. Pouvoir et société à Paris au XVII' siecle, 1969.
110 111
Alemania no tenía nada comparable que ofrecer, si bien en algunas '11 ,,t fli ·a cn este país, con varios centros de métodos científicos dife-
cortes principescas había una intensa vida ]iteraria y científica que no " 1111's ·n Cambridge, Oxford y Londres. En 1660 se fundó The Royal
estaba limitada a la teología. Las pequenas academias científicas - la ,,,, ll'ty (~f Londonfor lmproving Natural Knowledge, cuyo presidente
Societas Ereunetica, en Rostock (Joachim Jungius), el Collegium oh d1· 1703 fue Newton. Poco después, en 1666, aparecieron las Phi-
Curiosum sive Experimenta/e, en Altdorf (Christoph Sturm)- no dura- '"'" flhical Transactions que, junto con el Journal des Savants, es sin
ron mucho tiempo, hasta que más tarde, con la Leopoldinisch-Caroli- d11 dn lu publicación científica más importante de la Europa de los
nische Deutsche Akademie, en Schweinfurt (1652), y, sobre todo, con 'I lus XVII y XVIII.
la Preussische Akademie der Wissenschaften zu Berlin ( 1700), surgie-
ron centros de la ciencia que, en el siglo xvm, fueron capaces de asegu- • ) Á IYA BETI ZACIÓN EN LOS SIGLOS XVII Y XVIII
rar la conexión deAlemania con la vida científicainternacional 16 . Leib-
niz (1646-1716), el fundador de la Academia de Berlín -la única gran .lournal des Savants y Transactions ofthe Royal Society eran unas
aportación de Alemania a la república de los sabios desde Kepler-, Hlll fu.:cs empresas publicistas que se dirigían a los intelectuales de
junto con Newton, pero independientemente de éste, descobridor del I'li !'O pa. Tenían tiradas considerables porque Europa, ya en el siglo XVII,
cálculo diferencial e infinitesimal, además de erudito universal y publi- ~~~~ t Hl nfa de un número elevado de instituciones educativas para estos
cista de corte verdaderamente europeo, no era en modo alguno la punta ''''1·l ·ctuales y para sus hijos. La Reforma habíacontribuido a la amplia-
del iceberg de laAlemania científica, sino más bien un enorme y erráti- ' 11 u1 ue dicho número. Al remitir al sacerdocio personal y a la capa-
co pefiasco en un paisaje, por lo demás, llano o, en todo caso, cubierto ' td iiU de cada creyente para la interpretación crítica individual de las
de suaves colinas. 'inl' radas Escrituras, «democratizaba» la ensefianza y presuponía la
Cuanto más avanzaba el siglo y más intolerante y represivo se volvía , ~ ist<.; ncia de «no analfabetos», que no tenían por qué saber escribir,
por culpa de la Contrarreforma y del absolutismo, más destacaban los pno sí leer con fluidez y que, por tanto, estaban capacitados para un
Estados marítimos occidentales. Como ya se ha dicho, la que originó i !Hiocimiento individual de los textos religiosos, no transmitido por
esto seguramente no fue la «ética protestante», sino la organización 11111 •una autoridad eclesiástica superior.
política de estos países, marcada por un espíritu de tolerancia y de As í pues, de! protestantismo partieron fuertes impulsos por toda
serena orientación práctica. Los Países Bajos no destacaron por unas I111ropa en este aspecto, más que en el campo de la economía y de las
creaciones individuales comparables a las de la Academia romana o i k ncias físicas y naturales. La posición central que ocupaba la escritu-
parisina; «en vías de una plena expansión demográfica, económica e ' 1 ·n todas las confesiones y sectas de! protestantismo, la exigencia
intelectual», en este país, por el contrario, «cada ciudad, cada univer- i11manente a su doctrina- de sustituir la vieja «cultura [religiosa] de la
sidad renovada y cada famosa escuela ... [era] un foco de discusión y 1111agen» por una nueva «cultura de la palabra» fueron unos factores tan
de invención» (Mandrou). Hay que tratar de imaginar lo que pudo 1u1dcrosos de repercusión e influencia que, de aquí en adelante, la his-
suponer para los científicos extranjeros llegar de su mundo de secreteo IIII'i a de la educación europea estará profundamente marcada por ellos.
y camuflaje científico a este país -Descartes lo hacía una y otra vez- In ·lu so el catolicismo postridentino, que se aferraba a la educación
para discutir, intercambiar puntos de vista y negociar con los editores Il' li giosa mediante imágenes y visión intuitiva, no fue capaz de sustraer-
Boes, Maire o Elzevier la ansiada publicación de sus propias obras. 1' a estos factores y, como muy tarde, desde comienzos del siglo xvn ,
Queda, por último, Inglaterra 17 • Pese a Felix Gilbert y pese a Fran- l ucjó atrapar también en este terreno por la «dinâmica del protestao-
cis Bacon, no participó verdaderamente en el inicio de la revolución ' 1smo» (E. W. Zeeden). Pero ya en esa época -así lo supone la investi-
científica del siglo xvu, pero la coronó con la obra de Isaac Newton. gn~,; i ó n-, los países protestantes, en especial Inglaterra, los Países
Hasta entonces había habido una importante intensificación de la vida llujos y una serie de cantones suizos, habían conseguido una ventaja
1:111 grande con respecto a la Europa católica en la educación elemental
de sus súbditos, que tuvieron que pasar siglos antes de que los católicos
16
Véase, entre otros, F. HARTMANN y R. VIERHAUS (eds.), Der Akademiegedanke im ,. ~<.: upe rasen el terreno perdido.
17. und 18. Jahrhundert, 1977. A. HARNACK, Geschichte der koniglich preussischen Aka- Naturalmente, también en este aspecto hay que ser prudente y no
demie der Wissenschajien, 4 vols., 1900. L. HAMMERMAYER, Gründungs- und Friihges- ~ ncar conclusiones demasiado simples ni hacer afirmaciones preci-
chichte der Bayerischen Akademie der Wissenscha.ften, 1959.
17
Véase H . LYONS, The Royal Society, 1660- 1940, 1944. G. N. CLARK, Science and
pit adas. Ante todo y sobre todo: ~De dónde proviene nuestro cono-
Social We/j'are in the Age o.f Newton, 1937. ri mi ento sobre el estado de alfabetización de una población histórica?
112 113
(,Cómo podemos medirlo? Hasta ahora no disponemos de ninguna fucn- IH' IIIJH >, entre las acomodadas comunidades campesinas de la vecina
te que se encuentre en todas Ias regiones europeas y que nos dé ai rcs- 11111risrna costera, de orientación mercantil, se iniciá un movimiento que
pecto una información clara y, en la medida de lo posible, factible de 1111 s(>lo conte mplaba la Jectura, sino también la escritura y, más adelan-
cuantificación. Ni las cifras sobre ediciones de libras y produccioncs 11 . inclu so la aritmética, y que, ya a mediados dei siglo xvm, dio lugar a
editoriales, ni las cifras ·sobre la concentración de escuelas y otras ins- 1 11lt1s de alfabetización asombrosamente altas, que se pueden comparar
tituciones educativas son capaces de proporcionar dicha información. 1 ""las de Escocia, en aquellaépoca a la cabeza de Europa
19
• Con razón,
En cambio, hasta -como muy pronto- las postrimerias del siglo XVI II li 1 historiadores franceses deducen de tales observaciones diferenciadas
no existen datos acerca de la escolaridad de amplias capas de la pobla- q11r la alfabetización no debe ser entendida como un proceso homo-
ción que, sin duda, nos ayudarían muchísimo más. Para toda la época P•' II ·o y uniforme. La lectura, por una parte, y la escritura y la aritméti-
de la Edad Moderna dependemos, por tanto, de descubrimientos casua- ' 11, por otra, eran aptitudes cuyo fomento se debió a motivos culturales
les de fuentes con referencias directas a la capacidad de leer, escribir y 1 1uuplctamente distintos y que reflejan circunstancias culturales absolu-
hacer cuentas de pequenos grupos de población -como, por ejemplo, 111111 ·nte diferentes. En principio, la capacidad de lectura bien desarro-
las visitas de casas en Suecia y Alemania del Norte- , así como de las llllda sólo permite deducir una intensa instrucción religiosa, cosa que a
más diversas actas jurídicas eclesiásticas y laicas, que precisaban de la 11 vez la confirma el hecho de que, en aquellas regiones en las que exis-
firma de las partes interesadas y que, por tanto, según el número de 11' inrormación sobre dicha capacidad de lectura, la diferencia entre
cruces -trazadas con mayor o menor destreza- o de firmas, nos pro- li••111bres y mujeres no era ni aproximadamente tan grande como allí
porcionao una visión estadísticamente aprovechable sobre el estado 1h111Uc podemos observar el proceso de aprendizaje de la escritura y la
de alfabetización de una población determinada (como, por ejemplo, 111imética.
el registro de matrimonios en Inglaterra y, con una abundancia envi- ll stas últimas técnicas, por el contrario, avanzan perceptiblemente
diable, en Francia). 1' !1 su desarrollo en la Europa de la Edad Moderna sólo allí donde
Acto seguido se plantea una segunda e importante cuestión. (,A qué ,.•claman su utilización necesidades distintas de las religiosas: en las
nos referimos cuando hablamos de alfabetización? Se considera alfabe- prandes ciudades comerciales y administrativas, donde los comercian-
tizado al que domina las aptitudes elementales de leer, escribir y hacer h·s, los jueces, los oficiales y los eruditos convirtieron en «domi-
cuentas -las tres «R» de los ingleses- . Desde el movimiento ilustrado nunte» la cultura de la escritura y, al mismo tiempo, mostraron a las
del siglo xvm como muy tarde, las elites culturales guiaron en toda ' lascs medias y bajas urbanas un modelo educativo «contagioso»; en
Europa una evolución que erigió estas aptitudes elementales en norma las rcgiones económicamente avanzadas, donde el comercio, el tráfico
general, en norma de la cultura escrita universal. Pero (,Cuál había sido y la s relaciones de mercado hacían de la escritura y la aritmética
hasta entonces el panorama? AI protestantismo, y con él a los movi- 1111a condición para la posibilidad de un mayor progreso; finalmente,
mientos educativos seglares del Renacimiento y del Humanismo, lo que '' "l as comunidades de campesinos acomodados de las zonas de open
más les importaba era, como ya se h a dicho, la lectura. No parece que de fit'/d europeas, donde la orientación al mercado y la conciencia de
ellos partieran impulsos especiales orientados a la escritura o a la arit- prestigio de los campesinos propietarios de tierras iban asociadas a
mética. En las visitas suecas 18 de los siglas XVII y XVIII, los pastores lute- 1l'lividades educativas que no se detenían en la lectura, sino que con-
ranos anotaban escrupulosamente qué ovejas de su grey sabían leer. lnnp laban los gastos adicionales en clases de escritura y aritmética
Nada se dice de la escritura en una época en la que este país práctica- , 1 >mo inversiones no superfluas.
mente no contaba todavía con ninguna escuela elemental. En algunas Finalmente, una última observación que ilustra acerca de los pro-
comunidades campesinas del condado de Delmenhorst existen datos lllemas que se le plantean al investigador de la alfabetización. No
para la época comprendida entre 1662 y 1675, datos recogidos también pows historiadores contemplan el proceso de aprendizaje de la lectu-
por pastores luteranos y que, a su vez, sólo hacen referencia a la lectura, 1'11 y la escritura en las sociedades tradicionales europeas como si con
la cual, en algunos casos, no sólo era dominada por las clases campesi-
nas superiores, sino también por los criados y las criadas. AI mismo
''' Yéase W. NORDEN, <<Die Alphabetisierung in der oldenburgischen Küstenmarsch im
1/ . und 18. Jahrhundert», en E. Hinrichs y W. Norden, Regionalgeschichte-Probleme und
/l,·ispiele. Los datos mencionados sobre la capacidad de lectura en Delmenhorst se pueden
18 Yéase E. JOHANSSON, <<The History of
Literacy in Sweden in Comparison with some 1h·clucir de las visitas (registros de almas) de las parroquias de Altenesch, Bardewisch y
other Countries», Education Reports Umea 12 (1977). ~ 111hr de los aíios 1662 y 1675.
114 115
él hubiera comenzado una aculturación, como si la anterior situación ll1 gnu cit:rla conclu sión de! mi smo. Recientes investigaciones sobre
se hubiese caracerizado por una «incultura» y falta de civilización 1'lttttc ia c fnglaterra han demostrado ahora que no debemos conceder-
naturales, como si la «ignorancia» hubiera sido sustituida por cl '' ~ lodo · los laureies al siglo XIX y a sus considerables aportaciones
«conocimiento» gracias a la alfabetización. La situación del presente, , 11 11mlcria de introducción y difusión de la instrucción pública ele-
originada en el poderoso avance de la cultura escrita desde finales dei tttclltn l. Ya en los siglos xvn y XVIII aprendieron a leer y escribir en
siglo XVIII en la Europa occidental, es la que marca aquí el criterio y huropa grandes grupos de Ia población; la alfabetización fue en gran
arroja profundas sombras sobre la historia. Los anteriores comenta- p11r1 • un a conquista de la Edad Moderna. Entorno a 1750, en Francia
rios sobre la lectura, parcialmente difundida y completamente inde- 11hfa n leer y escribir al menos un tercio de los hombres adultos, en
pendiente de la escritura y la aritmética porque atendía a necesidades l11glatcrra más de la mitad, y en Escocia y las opulentas marismas
muy diferentes, demuestran ya que con unos esquemas tan simples no , oN it:ras dei norte de Alemania unos tres cuartos. Naturalmente, si se
se puede trabajar. Lo que está en debate no es el cambio de una etapa lll' lt e cn cuenta la variedad regional y la diferenciación social de la
cultural inferior a otra superior, sino Ia penetración de una cultura apo- t•:uropa de la Edad Moderna, tales promedios nacionales significao
yada en la escritura -y que aparta a los indivíduos de sus tradicionales po ·o. En Francia está comprobado que las «viejas elites» del Ancien
solidaridades colectivas- en los espacios de una cultura «oral». Ésta 1<, :1-(ime estaban completamente alfabetizadas ya en el siglo xvn y que
se basaba en la conversación directa, en la comunicación inmediata, y ~ 11 s lugares de residencia favoritos -los antiguos centros administra-
no fue esencialmente amenazada por la lectura, pero sí de manera fun- I i vos y judiciales regionales- todavía conservaban, en la primera
damental por la escritura. tnitad dei siglo XIX, una ventaja enorme con respecto a las florecien-
Si se echa un vistazo a la investigación sobre la alfabetización 20 , ll'S ci udades industriales y, sobre todo, a las atrasadas províncias agrí-
todavía escasa, pero en los últimos afíos practicada con verdadera ,·olas del centro, el oeste y el sudoeste. Se calcula que en el siglo xvm
pasión, se obtienen para la Europa central y occidental algunas afir- I•' rancia obtuvo «ganancias espectaculares» gracias a los comercian-
maciones que mereceo ser mencionadas incluso en un estudio intro- tc:s, los vendedores minoristas, los artesanos, los arrendatarios y los
ductorio sobre la historia europea de la Edad Moderna. Es sabido que ra mpesinos propietarios, es decir, todas aquellas capas sociales que
el proceso de alfabetización en muchos países europeos hizo progre- paul atinamente fueron englobadas por el proceso dinamizador de una
sos perceptibles en el transcurso del siglo XIX y que, bacia finales de 11conomía de mercado creciente. «La Francia» que ahora aprendió a
esta época - naturalmente, con grandes diferencias regionales-, se I ·cr era «la Francia del open-field, de la alta productividad agrícola,
de los pueblos y de las comunidades campesinas a los que [les iba]
20
Una sinopsis fundamental sobre esta problemática, incluyendo los resultados pro-
cedentes de Asia, África y Europa, nos la proporciona J. Gooov (ed.), Literacy in Traditio - lus citas en las que se menciona a Furet/Ozouf, han sido extraídos dei primer volumen. Inde-
nal Societies, 1968. Véase también id., The Domestication of the Savage Mind, 1977. Un p!!ndientemente de este grupo de investigación parisino, M. Vovelle ha suscitado y dirigido
primer intento de una sinopsis general, C. M . CIPOLLA, Literacy and Development in the numerosos estudios sobre el sudeste francés. Véase M. VovELLE, «Y a-t-il eu une révolution
West, 1969. Para Europa destacan ante todo los resultados referidos a Francia e Inglaterra. çulturelle au xvme siecle? À propos de l'éducation populaire en Provence», Revue d'histoire
La investigación francesa tiene que agradecer su actual ventaja a las numerosas indagacio- moderne etcontemporaine 22 (1975), pp. 89-141. Para Inglaterra, además de un artículo de
nes -de los afias posteriores a 1877- de! director de la Academia de Nancy, Louis Mag- R. Schofield en el volumen colectivo citado supra y editado por J. Goody (pp. 311-325), es
giolo, que obtuvo sus resultados mediante encuestas y similares. Su dosier sobre las firmas i111portante L. STONE, «The Educational Revolution in England 1560-1640>>, Past and Pre-
en las actas matrimoniales francesas de los siglos XVI, xvn y xvm es analizado por M . FLEURY -<1'11.142 (1964), pp. 41-80. id., «Literacy and Education in England 1640-1900>>, Past and
y P. VALMARY, <<Les progres de l'instruction élémentaire de Louis XIV à Napoléon III l'resent 42 (1969), pp. 69-139. Véase también TH. W. LAQUEUR Y M. SANDERSON, «Debate:
d'apres J'enquête de L. Maggiolo (1877/1879)>>, Population (1957), pp. 71-92. En estas I ,iteracy and Social Mobility in the Industrial Revolution>>, Past and Present 64 (1974). Para
fundamentales y detallados trabajos preliminares se basa un análisis más amplio que fue 1\ lemania faltan todavía investigaciones cuantitativas. Con respecto a una microrregión,
emprendido hace algunos afios bajo la dirección de F. Furet y J. Ozouf en el marco de la W. NORDEN (n. 19). El sugestivo libro de R. ENGELSING, Analphabetentum und Lektüre, 1973,
École des Hautes Études en Sciences Sociales. Hasta ahora, las publicaciones más impor- contiene estimaciones y suposiciones que están basadas en la producción de libros, la
tantes que han surgido de este proyecto de investigación organizado de modo ejemplar son: lcct.ura, las bibliotecas, etc. En él puede encontrarse también abundante bibliografia acerca
F. FURET Y M. SACHS, <<La croissance de l'alphabétisation en F rance>>, Annales ESC 29 (1974), de la historia general de la cultura y la educación en Alemania, sobre la que no se ha
pp. 714-737. F. FuRET y J. Ozour, Lire et écrire. L'alphabétisation des français de Calvin pod ido entrar en detalle dentro de! texto. Véase también P. LUNDGREEN, «Alphabetisie-
à Jules Ferry, 2 vols., 1977 (vol. 11 =reproducción de los estudios regionales confecciona- rung und Schulbildung im internationalen Industrialisierungsprozess», «Sozialwissen-
dos por otros colaboradores). Se trata de un voluminoso informe de investigación con bri- schaftliche Informationen für Unterricht und Studium>> 3 (1975), pp. 17-21. E. G. WEST,
llantes análisis histórico-sociales, amplia documentación y numerosos datos bibliográficos «Literacy and the Industrial Revolution>>, en The Economic History Review 2.' ser, 31
e indicaciones de fuentes. Los enunciados dei presente texto sobre Francia, así como todas ( 1978), pp. 369-383.
116 117
bien» (Furet/Ozouf). Sólo en el siglo XlX se anadieron los obreros 1\'f',illncs) . «La cscuela no era el corazón, sino la forma de la alfabeti-
asalariados dei campo y de la ciudad. , ,,dón» (Furet/Ozout). Como ya se ha recalcado en varias ocasiones,
Si en Francia, en el proceso de alfabetización, llaman la atención 111 ·I transcurso de la Edad Moderna, Ias escuelas apenas participaron ai
las desigualdades regionales que diferenciao al noreste -ya muy desa- pri nc ipi o en el proceso de aprendizaje de la lectura. Luego, cuando
rrollado en el siglo xvm-·de las grandes províncias situadas ai sur y ai 'dl• un as ciudades, regiones y comunidades, se permitieron el lujo de
suroeste de la línea Saint-Malo/Ginebra, y que a su vez reflejan consi- ll't: ibir clases de escritura y aritmética, sin duda la escuela elemental
derables desigualdades sociales, en Inglaterra -mucho peor investiga- 'llpuso el paso más importante hacia la satisfacción de esta necesidad,
da- se han comprobado sobre todo faltas de regularidad cronológicas. 11 :1 ·iti a de Ia situacián política y econômica general. Que las províncias
Entre 1530 y 1680 se incluyeron en el proceso de alfabetizacián no !I rasadas de por sí -en Francia, por ejemplo, el macizo central, Breta-
sólo las clases superiores nobles y burguesas, sino también los comer- 11:t y el suroeste- no colaboraran en el proceso ilustra suficientemente
ciantes y los artesanos, los grandes y pequenos agricultores (yeomen y I" poco que podemos contar en la Edad Moderna con una dinámica
husbandmen). A comienzos dei siglo xvm, es decir, al final de una 11116noma dei movimiento escolar. La evolucián de las condiciones
larga expansián educativa, que se acelerá en el curso de la great rebe- d ·I mercado y de la productividad agraria, así como de la relación
llion, todos ellos tenían un nivel de alfabetización de entre el 70 y el ~ · a mpo/ciudad, pusieron unos lírnites claros ai proceso de alfabetizacián.
100 por 100. Muy por debajo de ellos, pero alcanzando de todos modos Para Ia Edad Moderna hay que tener en cuenta sobre todo el contras-
un 45 por 100 aproximadamente, se hallaban los trabajadores y la ser- ! ~ campo/ciudad. Sin duda, es acertado hablar de la Iglesia, el Estado y
vidumbre. En todas las capas sociales -en sus distintos niveles de alfa- In cconomía como fuerzas interesadas en la alfabetizacián. No obstante,
betizacián, por lo general muy altos- tuvo lugar ahora, en el siglo xvm, s1í lo pudieron convertirse en fuerzas «motrices» cuando las «elites cul-
un estancamiento; incluso pueden verse claros retrocesos en los lllrales» de las ciudades ya habían hecho suyas las normas de la nueva
agricultores y en las clases bajas dependientes de un salario. Evi- n illura escrita y estaban dispuestas a divulgarias y transmitirias. En las
dentemente, la tan alabada «estabilidad política» de Inglaterra en el l'apitales francesas de província dei Ancien Régime se ha comprobado
siglo XVIII tuvo un efecto paralizador en el avance de la educación ele- 111inuciosamente que sus clases medias y parte de sus clases bajas, en el
mental y se ocupá de que la vecina Escocia pudiera obtener ahora su siglo xvm, estaban más alfabetizadas que los campesinos más acomo-
ventaja, notaria en tomo a 1800. Só! o a partir de 1780 se llegó también dados y los nobles rurales de regiones alejadas de las ciudades. Igual-
en Inglaterra, acuciada por la competencia entre la Iglesia estatal angli- mente significativa resulta la observación, estadístieamente comproba-
cana y los dissenters por controlar la educación de Ias personas, a un da en el caso de Caén, de que las ciudades dei Ancien Régime atraían e
nuevo outburst of activity (L. Stone) en Ia formación elemental y, con invitaban a la inrnigración sobre todo a aquellos campesinos dei entorno
ello, a la última etapa en el camino de la plena alfabetizacián. que ya habían recorrido una parte dei camino hacia la alfabetizacián.
En cuanto a cuáles fueron las fuerzas motrices interesadas en el <<L' alphabétisation est tout justement l'histoire de la pénétration d' un
desarrollo de la capacidad de lectura y escritura, digamos que, en prin- modele culturel élitiste dans la société» (Furet/Ozouf).
cipio, ya han sido mencionadas. La Iglesia, el Estado y la economía Que la implantacián de este modelo no se llevá a cabo mediante
pueden calificarse globalmente como tales: la Iglesia, porque trataba movimientos lineales e imposibles de detener a partir de un momento
de influir de forma activa en los fi eles por medi o de los catecismos, los determinado es algo que está demostrado con toda claridad por la
rescriptos y los textos de los sermones; el Estado, porque estaba inte- investigacián. Tal como ilustra el caso de Francia -y también podrían
resado en la obediencia de la ley y el orden; la economía, porque su hacerlo Italia, Espana y seguramente Alemania-, en la Edad Moderna
dinámica exigía gente que supiera leer, escribir y, no en último lugar, hay que contar con apreciables diferencias regionales. Y más teniendo
hacer cuentas. Menos claros, puesto que en cada región hay que averi- çn cuenta que no en todas las ciudades ni en todos los sectores de las
guados mediante meticulosos (y, desgraciadamente, no siempre posi - elites culturales existió una conciencia de la necesidad de ampliar la
bles) sondeos empíricos, son los caminos por los que se llevó a cabo el ctlucación elemental. La alfabetización de las clases bajas urbanas y
proceso de alfabetizacián. Como es natural, en este aspecto tiene una rurales y también la alfabetización de las mujeres podía interpretarse
gran importancia la historia escolar. Las investigaciones francesas como una amenaza, como un despertar de las necesidades emancipa-
muestran, naturalmente, que las ecuaciones demasiado sencillas no le rias , y de hecho así fue interpretado por doquier. La Ilustracián euro-
salen. La necesidad de una formacián creciente no la despertá, sino pea, que necesitaba la lectura y la escritura como ningún otro movirnien-
que la satisfizo, la escuela (de muy distintas maneras en unas y otras Lo cultural anterior, nos ha legado declaraciones un tanto despectivas
118 119
de grandes intelectuales sobre la necesidad y el valor de una educa 2. EL CAMBIO EN LA ECONOMÍA Y LA SOCIEDAD
ción popular amplia y general. El miedo a que los campesinos leyera11
panfletos políticos en lugar de cultivar el campo estaba muy difundi -
I) I •:IIROPA EX PLORA EL MUNDO
do, e incluso fue formulado. Además, hay que tener en cuenta que la
capacidad elemental para leer y escribir todavía no significaba «edu- ;, l'or qué hablar precisamente ahora, al estudiar los cambios históri-
cación», en el sentido en el que la definían las elites culturales, sino ' 11 t•t·onómicos e histórico-sociales de Europa, de los «descubrirnien-
que sólo abría una primera puerta. En este sentido, los historiadores 1•, ... Jt; la exploración dei mundo por Europa? z,Acaso no se contradice
franceses insisten con razón en que los sencillos párrocos rurales cató- , 1111 toda buena tradición, como la que se cultiva desde hace tiempo en los
licos hicieron en el siglo xvm un trabajo más decisivo y duro que los Illllllllalcs y libros escolares? z,No se comete de este modo una injusticia
famosos miembros de la high enlightenment o que algunos intenden- 1 11111 ra Colón, Magallanes, Bartolomé Díaz y todos sus antecesores y
tes ilustrados. A éstos les gustaba -en parte, con preocupación y, en lh 't' sorcs que, ya en el siglo xv, y más aún y de forma incontenible en
parte, con burla- aludir a los altos índices de analfabetismo de sus paí- 1 I ' VI , salieron en gran número de las cortes y los centros comerciales
ses. Sus propios escritos, sin embargo, sólo contribuyeron ai proceso III't1pcos bacia el este y el oeste para poner el mundo a disposición de
de alfabetización en la medida en que presuponían dicha alfabetiza- 1'11ropa? z,No se merece el descubrimiento de América y de una vía
ción y surtían a las elites culturales de ideas e informaciones que, ,,,. navcgación bacia las Indias Orientales un lugar más apropiado en una
debido a su propia dinámica -ai contrario de lo que sucedía en la 111lroducción como la presente? AI fin y al cabo se trata de los aconteci-
época dei humanismo-, ya no quedaban reducidas ai acervo cultural li li ·ntos a los queAdam Srnith calificó en 1776 como «los dos más gran-
de pequenos círculos elitistas. ' b c importantes que se han registrado en la historia de la humanidad».
En general, ai movimiento de la Ilustración europea hay que reco- No cabe duda de que la exploración europea dei resto dei mundo
nocerle, pues, una contribución importante a la alfabetización, aunque tbdc las postrimerías dei siglo xv fue infinitamente más importante
de una eficacia más bien indirecta. Produjo «obra escrita» en unas pro- t]UC la mera apertura de nuevas vías comerciales, de nuevas posibilida-
porciones hasta entonces desconocidas. «Democratizá» Ia cultura, tb de importación y de mercados de exportación. Habiendo entrado
pese a que nada se hallaba más lejos de su arrogancia. No sólo hubo t'l1 la Edad Media en contacto realmente provechoso sólo con el mundo
high, sino también low enlightenment 21 , un movimiento de escritorzue- islámico y bizantino, ahora la civilización europea, por primera vez,
los y panfletistas cuyas innumerables obras fueron escritas, imprimi- · salió claramente de sus límites, dominó bacia el oeste el Océano
das, vendidas y, probablemente, aquí o aliá, incluso leídas. Nutrió a los Atlántico, explorá bacia el sur las costas dei misterioso continente
gobiemos europeos de «personal administrativo ilustrado» que sabía 11 i'ricano, evitá bacia el sudeste la fatigosa y a menudo bloqueada ruta
apreciar la importancia de Ia Iectura y de Ia escritura para la racionali- por tierra, encontrá la anhelada ruta marítima y la convirtió durante
zación dei arte de gobernar y comprendía que la alfabetización no só! o siglos en la vía de circulación cotidiana en busca de las codiciadas fru-
podía suponer emancipación política, sino también integración social, la s y especias exóticas. AI mismo tiempo, hizo experiencias, entabló
acercamiento dei súbdito más lejano y obstinado a la sabiduría de las relaciones, acumulá conocimientos y ensayó formas de organización
leyes y de los decretos. Dirigió, en resumidas cuentas, una poderosa que iban mucho más aliá de todos los horizontes conocidos hasta el
campana en favor de la cultura escrita universal e hizo retroceder a Ia momento. Los observadores europeos reconocieron todo esto mucho
cultura «oral» como ningún otro movimiento cultural anterior 22 . il ntes que Adam Smith y lo formularon por escrito en informes unas
vcces exagerados y otras sensatos.
A más de uno de estos observadores, naturalmente, no sele escapá
d hecho de que muchos europeos tendían a interpretar el aconteci-
21
Véase ai respecto R. DARNTON, <<The High Enlightenment and the Low-Life of Lite- miento histórico-universal de los descubrimientos de forma un tanto
rature in Pre-Revolutionary France>>, Past and Present 51 (1971), pp. 8 1-115.
22
En este contexto hay que remitir a los numerosos proyectos de investigación y estu· parcial: en beneficio y en provecho de Europa. iAI fin y ai cabo, las
dios sobre la relación entre «<lustracióm> y lectura, educación escolar, educación popular, islas y los continentes de América habían sido descubiertos por Euro-
clubes de lectores, bibliotecas, etc. Para Alemania, proporciona una buena panorámica gene- pa, y no Europa por unos atrevidos navegantes aztecas, incas o mayas!
ral el volumen colectivo de F. KOPITZSCH (ed.), Aujkliirung, Absolutismus und Bürgertum in
Deutschland, 1976 (en especial, el detallado informe sobre la investigación y la bibliogra·
z, Qué otra cosa podía ser más natural, sino que Europa explicara a los
fía de F. Kopitzsch, pp. 11 ss. y 98 ss.). Entre la amplia bibliografía sobre Francia destaca pueblos dei oeste y dei este los valores y las bendiciones de la civiliza-
F. FURET et al. (eds.), Livre et société dans la France du xvm• siecle, 2 vols ., 1965-1970. ción europea y que, por así decirlo, ensanchara las fronteras del propio
120 121
continente con los espacios recién descubiertos ? Y sobre todo: ~No era I '/ f'I'OCeso y los métodos de la colonización
comprensible y estaba justificado que los europeos sacaran el mayor
provecho material posible de su hazafía, que sólo ellos habían sido 1\1 dcsarrollo tan extraordinariamente rápido y coronado de éxito
capaces de emprender, guiados por su fe y por su Dios, de los cuales ,lt·l imperio colonial espafíol en el oeste ha desfigurado un poco el
en el Nuevo Mundo no se tenía la menor noción? ~ Y acaso no estaban ht'd 10 de que, en lo relativo a la planificación y las intenciones origi-
obligados los pueblos de ese Nuevo Mundo a hacer sacrificios, no se ll ; d ·s, los portugueses fueron entre 1500 y 1650 la potencia colonial
les podía incluso someter al robo y al pillaje, puesto que a cambio iban ,111 · más éxitos cosechó de toda Europa. La mirada de todos los Esta-
a entrar en posesión de la única religión verdadera? dPs marineros y comerciantes europeos estaba exclusivamente dirigi-
Que, en el transcurso de la Edad Moderna, tales posturas y puntos de du hacia oriente. Lo que Colón encontrá en el oeste y lo que tratá de
vista fueran ocasionalmente desaprobados -e incluso condenados, con la , 11pcrar hasta el final de su último viaje (1502-1504) para así llegar,
mirada puesta en el aspecto humano y moral de los descubrirnientos- por por !'in, por el oeste al codiciado objetivo de Oriente, fue contemplado
los comentaristas críticos, forma parte, sin duda, de los «activos» de la l' l>mo un contratiempo. Los portugueses, por el contrario, alcanzaron
superación dei proceso por parte de los europeos. Pero la historia del 11 objetivo de forma metódica y ordenada. Tras la minuciosa explora-
encuentro mutuo entre el Viejo y el Nuevo Mundo no se vio esencial- r i(m de la costa occidental africana, la circunnavegación dei Cabo de
mente influida por ello. Para los pocos europeos, una minoria, que fueron lluena Esperanza y la travesía dei Océano Indico (en 1488, por Vasco
conscientes de esta exploración dei mundo por parte de Europa y tuvie- d · Gama), se daban ya todos los requisitos para la realización de un
ron algo que ver con ella como descubridores, comerciantes, rnisioneros propósito largo tiempo planeado: la sustitución de la vía terrestre por
o oficiales, el aprovechamiento -y la interpretación- parcial de este pro- 1111a ruta marítima rápida y segura, que además ofrecía la inestimable
ceso se di o siempre por descontado. Con gran energía intelectual y física, w nlaja de que los portugueses entraban por primera vez en relaciones
con mucho talento organizativo y una apreciable capacidad de aprendi- comerciales con los pueblos de la India y el Asia oriental. El famoso
zaje, con coraje personal y una alta disposición al riesgo, pero también •< modelo» portugués de la colonización respondía a los pragmáticos
con arrogancia, brutalidad y desconsideración, dicho encuentro se puso objetivos político-comerciales de sus viajes de exploración: en ambas
en marcha desde comienzos dei siglo XVI, con el fin de cosechar los fru- ·os tas africanas, en las de la India e Indochina, en las costas de! archi-
tos tanto tiempo anhelados, además de otros muchos imprevistos. piélago indio y, finalmente, en las de China, se estableció en la prime-
Cinco naciones destacaron en el transcurso de la Edad Moderna ra mitad dei siglo XVI una cadena de bases comerciales y navales que
como potencias colonizadoras. Cuatro de ellas -los portugueses, los dieron por resultado una vía comercial directa desde Lisboa hasta
espafíoles, los holandeses y los franceses- se aferraron siempre a una .I apón. A partir de ella se organizá entonces el comercio de drogas y
única cuestión: cómo extraer dei acontecirniento el máximo provecho ~;s pecias, y se hizo de forma muy consecuente y a un ritmo considera-
posible para la patria. Unicamente los ingleses en el Norteamérica, que ble, lo que sólo se explica si se tiene en cuenta que los portugueses no
no les depará la mano de obra ni las riquezas dei subsuelo esperadas, crearon nada nuevo, sino que vinieron a sustituir a los árabes, que
afrontaron cuestiones de más amplio alcance, cuestiones que se salían hasta entonces habían sido los socios comerciales de los pueblos asiá-
dei ámbito europeo. No obstante, las otras cuatro grandes potencias, que ti cos. No se conquistaron grandes territorios ni se tocaron los sistemas
en muchos lugares allanaron el carnino al posterior imperio universal políticos y sociales existentes; como ha dicho Chaunu, aquí la con-
inglés, utilizaron también formas y métodos muy diferentes de conquis- quista no afectó a la tierra, sino ai mar; no a las personas, sino a las
ta y colonización de los espacios recién descubiertos. Una breve ojeada relaciones entre ellas. Si en e! ámbito asiático se percibió alguna vez el
a estas formas y métodos y, por tanto, al desarrollo de los primeros domínio portugués, fue sólo en las mencionadas bases navales de las
siglos de la historia colonial europea 23 parece indispensable, si se quie- costas, donde e! imperio colonial portugués mantuvo su capital en
ren comprender sus repercusiones sobre Europa. Goa y su emporio comercial en Malacca. La única dominación territo-
rial extensa que se estableció en e! ámbito asiático -la de las Filipinas-
no fue obra de los portugueses, sino de los espafíoles, que de este
23
Una excelente sinopsis sobre el estado de la cuestión, así como sobre las preguntas modo, pese ai Convenio de Zaragoza (1529), habían conseguido esta-
que actualmente se plantea la investigación, nos la proporcionan los tres volúmenes de la
serie <<Nouvelle Clio», P. CHAUNU, L'expansion européenne du XJIIE au XVE siécle, 1969;
blecerse en la zona de influencia colonial de Portugal.
P. CHAUNU, Conquête et exploitation des nouveaux mondes (xvf' siixle), 2 1977 y F. MAURO, Por e! contrario, la imagen que ofrece el oeste es completamente
L'expansion européenne (1600-1870), 21967. distinta. El descubrimiento «casual» de las costas brasilefías por Cabral
122 123
(1500) originô que Brasil se convirtiera en una «intromisiôn» portu- , ,,,,wntc poco atractivas. Hasta finales de! siglo XVII, los apreciables
guesa dentro de un mundo colonial, por lo demás, de cuno marcada \ IH"imicntos de metales preciosos permanecieron ocultos; y a la pobla-
mente espano!. Cuando los espanoles reconocieron el valor de sus colo- ' 11111 autóctona brasilena no se la podía utilizar para trabajos agrícolas
nias americanas y, de este modo, olvidaron su decepciôn inicial por cl 11 f' lllarcs. De este modo, resulta comprensibl e que, a los ojos de los
desenlace de los descubrimientos, emprendieron de forma consecuen- l"lrtugueses, Brasil siguiera siendo hasta 1530 exclusivamente un fac-
te y con unos claros objetivos comerciales y político-econômicos la li H' Jc scguridad en el comercio con las Indias Orientales. E incluso los
tarea de la colonizaciôn . Mostraron a Europa «cômo podía fundarse ai 111 illlcros pasos bacia una colonización seria dei país, después de 1530,
otro lado dei Atlántico una poderosa colonia europea; cômo un impe- 11h ·Jccían todavía muy claramente a este punto de vista. Sólo en el
rio de estas características podía ser dominado y producir considerables Ir tnscurso dei siglo XVI, las distintas maderas colorantes dei Brasil se
beneficios econômicos y financieros» 24 • Durante la conquista fueron ,·vidcnciaron como un factor de utilidad considerable , a! que pronto
recorridos y, en parte, some tidos el grupo de islas de América Central lt• superá en importancia e! cultivo sistemático de cana de azúcar. Y
y la gigantesca zona terrestre situada entre Nuevo México, ai norte, y , 1111 la cana de azúcar se creó la gran peculiaridad de la colonización
Chile, ai sur. Para asegurar esta empresa se utilizaron procedimientos
111 Htuguesa en América. La cana de azúcar no era una planta oriunda de
que con razôn han sido caliticados de «modelo espano!» de coloniza- 1\mérica, sino que fue introducida en el Brasil y en el grupo insular
ciôn. Allí donde se hallaban riquezas en el subsuelo, en especial meta- ''s pafí ol desde el Mediterráneo , desde las Azares y desde Madeira. Para
les preciosos, los espanoles ponían en marcha una corriente de inmi- ~ ~~ cultivo productivo en grandes plantaciones sí había terrenos sufi-
graciôn procedente de la madre patria. Favorecidos por la transigencia t·icntes a disposición, pero no mano de obra, tal y como se comprobó
de la poblaciôn indígena, los aztecas y los incas, que aceptaron el poder Iras realizar unos breves y penosos experimentos con los índios. Para
extranjero y tampoco se opusieron a una paulatina asimilaciôn, Méxi- 1111a inmigración masiva desde Portugal, la capacidad generativa de la
co (Nueva Espana) y Perú llegaron a tener una capa alta de espanoles madre patria no era suficiente. Así que los portugueses se acordaron de
relativamente densa y, con ella, numerosas instituciones y formas de ·us posesiones africanas, hasta entonces poco provechosas, introduje-
vida hispanas. AI contrario que los portugueses en las bases comercia- ron mano de obra negra en el Brasil y, de este modo, instauraron en
les de la India, que en su mayoría vivían provisionalmente en las colo- lodo el continente el problema de la esclavitud, que aún sigue teniendo
nias, en el oeste los inmigrantes espanoles pronto se convirtieron en vigencia en Ia actualidad.
una poblaciôn neohispana permanentemente asentada. Estos «criollos» La colonización portuguesa y espano la presentaban rasgos comu-
siguieron siendo política, econômica y administrativamente dependien- ncs que diferenciaba n el modo de proceder de estas potencias dei de
tes por completo de Espana, mientras la madre patria estuvo en condi- sus sucesoras europeas: el Estado, las monarquías absolutas ibéricas,
ciones de mantener bajo control el proceso de colonizaciôn . no sólo organizaba los viajes de los descubrimientos, sino que trasla-
En los restantes territorios de la conquista espanola -en el grupo de daba también su poder absoluto y centralista a los imperios coloniales
islas, en Nuevo México, Texas, Califomia, Florida, Chile, Paraguay y que iban surgiendo. Esto se hizo especialmen te perceptible en las
el sur dei Perú- el modo de proceder espano!, ai principio, fue com- extensas colonias de los espafíoles, que desde Madrid eran tratadas
pletamente distinto. El valor de estas colonias, en las que no se encon- t:omo «reinos hermanos» (Fieldhouse) de Castilla. Una casa comercial
traron metales preciosos, les pareciô escaso a los espanoles; Ias condi- fundada en Sevilla, la Casa de Contratación -basada en modelos portu-
ciones climáticas resultaron duras; y allí donde la explotaciôn de Ias gueses-, acogía a los comerciante s interesados en el comercio colo-
riquezas en el subsuelo parecía tener buenas perspectivas, faltaba la nial, ejercía el monopolio, estaba obligada a entregar la quinta parte
mano de obra indígena necesaria. Espana, ai principio, poblô escasa- de los beneficios comerei ales a la corona espanola y, al menos en el
mente estos territorios; la poblaciôn autôctona índia quedô, en gran siglo xvr, dominó ilimitadamente el «Atlántico de Sevilla» (Chaunu).
parte, abandonada a sí misma; la influencia espanola sôlo prevaleciô EI monopolio sevillano satisfacía los deseos tanto de la carona como
en una serie de bases militares y, sobre todo, en las numerosas rnisiones. de los grandes comerciante s. Con su ayuda se controlaban todos los
La colonizaciôn dei Brasil por Portugal fue equivalente en la pri - procesos de las Indias Occidentales, que se desarrollaron rápidamente.
mera fase ai procedirniento de los espanoles en sus colonias econômi- Los convoyes de buques se organizaban con eficacia, se refrenaba la
influencias de los extranjeros interesados , se mantenía bajo control
la piratería y se imponían directamente los intereses financieros de la
24 D. K. F'IELDHOUSE, Die Kolonialreiche seit dem 18. Jahrhundert, 1965, p. 19. corona. Desde la década de 1520 en adelante, la Casa de Contratación
124 125
fue, naturalmente, secundada por otra institución: el Real y Supremo '''''qut.: nunca dei todo importancia económica y financiem. En cual-
Consejo de las Indias, una sección especial dei Consejo Real. Consta •lill l' r caso, desde comienzos dei siglo XVII, las tres potencias navales
que su creación (1524) se debió a la necesidad de la corona de supervi · .1, la Europa occidental estaban preparadas para entrar en el proceso de
sar las actividades de la Casa de la Contratación. A lo largo del siglo xv1, , .doni zación y, de paso, poco a poco, contener la influencia de las
en el Real y Supremo Consejo de las Indias adquirió importancia el 111•111arquías ibéricas. Pese a que, en la era dei mercantilismo, en los tres
grupo de los letrados -oficiales de formación jurista procedentes de la p lf scs existía un considerable interés estatal por la expansión colonial,
baja nobleza y de la burguesía, cuyo ascenso social fue contemplado .111 ·mbargo, las instituciones estatales no adquirieron ni hicieron valer
con odio y celos por la aristocracia espafiola de los grandes-, que en , 1111inguna parte tanto predominio universal en laexplotación dei Nuevo
reali~ad constituía un contrapeso de los monopolistas de Sevilla y que, Mundo como el que habían conseguido en Portugal y, sobre todo, en
por eJemplo, se encargó de que la voz del padre las Casas no pasara 1\s pafía. La penetración de los franceses, holandeses e ingleses en el
desapercibida. N1 utcamérica· la colonización francesa de algunas partes dei archipié-
En el propio oeste se crearon y utilizaron instituciones que, pese a li po de las Indias Occidentales, dei África septentrional y dei África
todas las tensiones y los antagonismos entre la madre patria y Ia pobla- N ·gra; y, finalmente, también el a~ance --que se iniciá en e~ siglo xvn-
ción criolla, aseguraron durante tres siglos el dominio de la adminis- d,· las tres potencias en el Océano Indico, se basaban esenc1almente en
tración de justicia y dei gobierno espanoles: un virreinato para Nueva 11 rl iv idades emprendidas por comerciantes y colonos particulares y,
Espana y otro para Perú, así como las Audiencias (1 O a finales de I I I'I IS los primeros éxitos, por grandes companías comerciales de las
siglo XVI, 13 a finales dei siglo xvm), comparables a los parlements l11dias Occidentales y Orientales. Estas chartered companies fueron la
franceses . lll'i ginal contribución de la Europa occidental al proceso de explo-
Para la explotación de sus colonias, Portugal también aplicó eon 111 ·ión y explotación dei mundo 25 • Fundadas en su mayor parte con el
decisión el principio dei monopolio y el control estatal directo. En ,·onsentimiento interesado de los Estados europeos, ai principio actua-
correspondencia con toda su organización en el ámbito asiático, Ia hnn con relativa independencia, con toda seguridad en Francia, que no
Casa da In dia portuguesa se había convertido tras el regreso de Vasco 1' 11 vano era una monarquía absoluta, y, sobre todo, en los Países Bajos,
de Gama en el órgano central para el comercio con África y Asia. donde los «Estados Generales» -no só! o en esta cuestión- no supieron
Pero, dado que la idea de domínio sobre los países coloniales nunca ul canzar una int1uencia eficaz que hiciera retroceder a las poderosas
adquirió para Portugal un peso tan grande como para Espana, la evo- províncias particulares. Y, no obstante, los privilegias y los monopo-
lución de la colonización portuguesa en los siglos siguientes no es dei lios desempefiaron en Ia historia de las companías comerciales un
todo comparable a la espano la. Tanto en Asia como en el Brasil, las papel decisivo: cuanto más aumentaban, mayores eran los espacios que
ganancias económicas y financieras eran el principal objeto de interés dominaban; cuanto más amplio era el volumen comercial al que tenían
de los portugueses; en comparación con ello, ni la cuestión de la colo- que dar abasto, más facilitaban su existencia y su política las institu-
nización ni la de la creación de instituciones administrativas y jurídi- l' iones y los intereses estatales.
cas adquirieron un peso especial. Los rasgos esenciales de la adminis- La lista de Ias companías comerciales con cierta estabilidad de la
t~ac~ón colo~ial portuguesa eran más sencillos que los de la espanola, 1\uropa occidental es larga e impresionante: en 1600, la Companía
s~ b1en los v1rreyes portugueses de Goa y Brasil también dependían luglesa de las Indias Orientales; en 1602, la Companía Holandesa de las
dtrectamente de la corona. Allí donde los colonos portugueses llega- Indias Orientales; en 1606, la Companía Inglesa de Virgínia; en 1614,
ron a establecerse, especialmente en el Brasil, pronto adquirieron una la Compafiía Holandesa dei Norte; en 1621, la Companía Holandesa de
mayor independencia de la madre patria que los criollos; tampoco el las Indias Occidentales; en 1635, la Companía Francesa de las Islas
monopolio comercial portugués funcionó nunca de manera tan per- de América; en 1642, la Companía Francesa dei Oriente; en 1664, la
fecta como el espano!, de tal modo que hubo comerciantes de la Euro- ( 'ompafiía Francesa de la India; en 166911670, la Compafiía Francesa
pa occidental que lograron infiltrarse en las relaciones comerciales
portuguesas.
Éste no es e! lugar apropiado para analizar por qué razones los rei - 25 Una selección entre Ia abundante bibliografia seria una pura arbitrariedad. Véase,
nos coloniales ibéricos, que en el siglo XVI y a princípios dei xvu ilus- por tanto, E. H. RICH y C. H. WILSON (eds.), The Cambridge Economic History of Europe,
vo l. IV, 1967, pp . 223 ss., y 597 ss . (bibliografía). En esta obra la smops1s sobre las
tran de forma tan expresiva la exploración dei mundo por Europa, fueron «chartered companies>> es más sistemática y detallada que en el resto de los proyectos
perdiendo desde mediados dei siglo XVII esplendor y fuerza política, co mparables.
126 127
dei Norte; en 1672, la Compafiía Inglesa de África. Los comerciantes dl· la hi stori a europea moderna al descubrimiento de América» 26 . No
holandeses que no tenían la suerte de ser aceptados en una de las com - r s una casualidad que precisamente en Ia fase inicial de la Revolución
pafiías que había en su país se desplegaron por toda Europa y contribu- I :ra ncesa empezaran a hacerse investigaciones serias sobre la cuestión
yeron, por ejemplo, a queen Suecia y en Brandemburgo se fundaran 1lc si el descubrimiento de las Indias Occidentales había aportado prove-
compafiías de las Indias Orientales. Prescindiendo de la diferente l'i10 o pe~juicio a la humanidad. Un autor que h a permanecido en e! ano-
intensidad de la influencia de cada Estado, las compafiías comerei ales nimato respondió a dicho interrogante, planteado en un concurso de
nacionales eran muy similares entre sí en cuanto a objetivos y forma de la Académie Française en e! afio 1788, con -entre otras cosas- esta
organización. Su fundación , en principio, obedecía al objetivo de aca- prcgunta provocadora: «Si esos europeos que consagraron su vida ai
bar con la competencia entre los comerciantes de la propia madre d ·sarrollo de las fuentes de América, se hubieran dedicado en Europa a
patria. Esta voluntad se puso claramente de manifiesto sobre todo en 11dar montes y a construir carreteras, puentes y canales, {,acaso enton-
las tres grandes compafiías de las Indias Orientales, con su orientación rcs no habria encontrado Europa en su propio seno las principales cosas
bacia los atractivos mercados orientales. Lo principal no era la adquisi- que importó de América, o algo comparable? l, Y qué cantidad inmen-
ción de ti erras, sino las ganancias de capital; para ello servía de instru- sa de productos no habría dado el suelo de Europa, si hubiera sido lle-
mento el monopolio comercial entre las posesiones asiáticas y la vado a ese estado de cultivo para el que tiene capacidad?»
madre patria. Especialmente en Holanda e Inglaterra, el capital de las Estas preguntas constituían en torno a 1788 un interesante contra-
compafiías procedía en gran parte de particulares; por el contrario, la punto a las afirmaciones optimistas de, por ejemplo, Adam Smith. Poní-
Compafiía Francesa de 1664, sugerida y fomentada por Colbert, nn de manifiesto la visión escéptica de un europeo completamente vol-
dependió desde un principio de considerables subvenciones dei Esta- ·ado bacia el continente que no quería confiar en que las leyes
do. Los comerciantes de los grandes centros comerciales dei continen- ·conómicas abstractas, por sí solas, pudieran provocar ese cambio
te europeo fueron, naturalmente, promotores y organizadores activos qu e necesitaba Europa; un europeo que más bien pensaba en la aplica-
de las compafiías; pero en e! círculo más amplio de los soei os pasivos ·ión concreta de la mano de obra humana, de la cual dependería la evo-
encontramos también nobles que invertían en ellas una parte de sus lución dei viejo continente. El hecho de que con su tratado ganara e!
rentas dei suei o, oticiales de las cortes reales e incluso maestros artesa- premio de laAcadémie Française demuestra que no era el único que
nos y otros habitantes de las ciudades. sostenía esa opinión . No obstante, parece dudoso que sus preguntas
Esta institución determinó la segunda fase de la exploración dei cscépticas, por cuanto únicamente hacían referencia ai beneficio mate-
mundo por parte de Europa, fase que también podría denominarse ri al de los descubrimientos para Europa, estuvieran realmente justifica-
postibérica. Con su ayuda , los holandeses y los ingleses hicieron Jas. Todavía hoy, después de que los análisis de los historiadores hayan
retroceder a los portugueses dei ámbito asiático; es más, incluso abandonado cierto europeísmo exagerado y de que a menudo se perciba
ampliaron las zonas de influencia que hasta entonces tenían los portu- 11 n sentimiento de duda y de culpa por la conducta de los europeos en las
gueses; debido a ello, el hecho colonial, con la excepción dei movi- co lonias, se subraya casi unánimemente el significativo carácter diná-
miento colonizador inglés en Norteamérica, adquirió hasta la Guerra mi co dei descubrimiento y de la colonización incluso para el propio
de los Siete Anos (1756-1763) su carácter predominantemente mer- ·ontinente europeo. Naturalmente, sigue sin saberse cómo repercutió en
cantil y político-comercial. Ahora es cuando las colonias, en cuya concreto ese dinamismo, qué dirección tomó, si en lo esencial surgió
administración y explotación empezaron a intervenir cada vez más los cn las colonias y desde allí influyó en Europa, o si ambos mundos man-
propios Estados, se convirtieron en objeto de grandes ambiciones lu vieron ai respecto una relación mutua ~e dar y tomar.
políticas, y es en el siglo XIX cuando fueron organizadas e integradas La mayor coincidencia de criterios se da al considerar las consecuen-
en los acontecimientos políticos europeos de tal manera, que la explo- cias hi stórico-comerciales en el sentido más estricto 27 • Ciertamente, las
ración mundo por parte de Europa pasó a ser el dominio dei mundo co lonias contribuyeron poco ai progreso de esas circunstancias internas
por parte de Europa.
26
J. H. ELLiarr, The Old World and the New, 1492-1650, 1972, p. 2. En este excelen-
Las repercusiones en Europa lc bosquejo interpretativo de Elliott, se hallan también las siguientes citas sobre e l debate
«colonial» de Francia en 1788.
Ya a finales dei siglo xvm, los críticos contemporáneos advirtieron 27
Para lo siguiente, aparte de las obras mencionadas hasta ahora, véanse, entre otros, F.
a los europeos dei peligro de «atribuir todos los cambias importantes IIRAUDEL, La méditerranée et le monde méditerranéen à l'époche de Philippe //, vol. 1.,
128 129
de Europa que le interesaban al anónimo francés ganador del premio de la Pcro c uando se habla dei oeste, de su i mportancia para la econornía
Academia de 1788; sin embargo, había otros sectores que él no vi o o no , 11n >pca de la Edad Moderna, la plata mexicana y peruana eclipsa a todos
quiso ver. Con la ayuda de la exploración dei mundo por parte de Europa, h1S <.lcmás productos. z,Sólo la plata? No, desde luego, pues a cornien-
el capital comercial europeo consiguió en el siglo XVI, pero sobre todo en t.• 1s <.lei sigla xvr se trajo de Santo Domingo una cantidad de oro nada
los siglos xvn y comienzos del xvm, ese campo de actuación universal ,,,significante, y Ia importación de perlas fue asimismo un ramo digno
que tanto necesitaba para su pleno desarrollo y que, como se demostró, , il' mcnción del t1oreciente comercio espafíol con el Atlántico. Pero si
tan bien supo cultivar técnica y organizativamente. En el intercambio 1· ~.:onsidera e! siglo xv1 en su conjunto, Ia plata constituía el 78-80
comercial directo con los pueblos asiáticos fue desarrollando el comercio pm 100, e! oro e! 17-19 por 100 y las perlas sólo el1-2 por 100 en Ia
de Ias especias -que no só lo abarcaba Ia pirnienta como conservante, sino 1rfada de las importaciones espafíolas de metales preciosos, razón sufi-
también el jengibre, la canela, Ia nuez mascada y el clava- hasta conver- l'Ít:ntc para hablar aquí únicamente de la plata.
tido en uno de los principales ramos del negocio de la importación. Si Después de que se encontraran Ias minas en e! Potosí peruano (1545)
entre 1500 y 1520 ei volumen de intercambio de esos productos ascendía y ·n el Zacatecas mexicano (1548), transcurrió todavía un tiempo antes de
ya de 9.500 a 10.500 toneladas anuales, cien afíos después, según cálculos que sus tesoros llegaran regularmente a Europa. Hubo que resolver pro-
que parecen fiables, había aumentado de 18.300 a 19.000. Además de Ias h! ·mas extremadamente difíciles de técnica y de organización en e! traba-
especias estaban las drogas -alrnizcle, opio, azafrán y áloe-, que en Euro- jo antes de que, por ejemplo, se estuviera en condiciones de explotar la
pa eran muy solicitadas, pero que naturalmente iban detrás de las especias 111ina de Potosí, situada a más decuatro mil metros de altura. «En la déca-
en volumen. De México, de Ias Antillas y, sobre todo, del Brasil se traían da de 1580, e! flujo de plata se convirtió en un raudal que posibilitó a Feli-
Ias maderas colorantes, base para una industria textil europea cada vez 11C U derrochar unas cantidades de dinero que en afíos anteriores hubieran
más diferenciada en el colorido. Las Antillas proporcionaban en el siglo sido inimaginables» (Elliott). Tras los magníficos trabajos de E. J. Hamil-
xv1 cantidades nada despreciables de cobre. Sin embargo, las maderas y ton, estamos en condiciones de clasificar con exactitud Ia magnitud de las
el cobre eran para el Brasil y para el archipiélago neohispano sólo un pro- importaciones de plata que pasaron por e! registro de la Casa de Contrata-
dueto intermedio en el carnino hacia su artículo de exportación por exce- r ión de Sevilla. Para Ia época comprendida entre 1503 y 1660, Hamilton
lencia: el azúcar. «La curva de crecirniento de] Brasil se mezcla con la de] ha calculado 16.886 t, 815 kg, 300 g de plata y 181 t, 333 kg, 81 gr de
azúcar>> (Chaunu). Hacia 1570 había en el Brasil60 trapiches; hacia 1585, oro 28 • Sobre e! aumento de Ias importaciones de plata hacia finales dei
unos 130; 346 había en 1629 y 528 en e! afio 1710. Y el azúcar acarreó ... siglo XVI nos proporciona información una tabla de Elliott, que ha con-
jel tráfico de esclavos! También éste se convirtió, ya desde el primer ter- vertido los datos de Hamilton en ducados espafíoles:
cio dei siglo XVI, en un objetivo preferente de las potencias comerei ales
europeas. En África, área de inf1uencia exclusivamente portuguesa, e! trá- El aumento de las importaciones europeas de plata entre 1556 y 1600
fico de esclavos había sido cedido como monopolio a intermediarias
blancos, los contradatores; la entrada en e! Brasil, por el momento, seguía Período Carona Individuas Total
siendo libre, mientras los espafíoles trabajaban en las lndias Occidentales espano/a privados
cone! desacreditado sistema de «asiento», un tratado de monopolio ducados ducados ducados
comercial que, desde finales dei sigla xvn, habían firmado principalmen-
te con portugueses, holandeses , franceses e ingleses. Las cifras alcan- 1556-1560 1.882.195 7.716.604 9.598.798
zadas están cuestionadas, y probablemente lo sigan estando durante un 1561-1565 2.183.440 11.265.603 13.449.043
tiempo. En lo que respecta ai Brasil, se habla de 3.500.000 hasta 1566-1570 4.541.692 12.427.767 16.969.459
3.600. 000 esclavos negros in troduci dos entre 1500 y 1851, cifra que arro- 1571-1575 3.958.393 10.329.538 14.287.931
ja un promedio anual de unos 10.150. 1576-1580 7.979.614 12.722.715 20.702.329
1581-1585 9.060.725 26.188.810 35.249.534
1586-1590 9.651.855 18.947.302 28.599.157
2
1966, 2.' patte, caps. 1-lV. H. y P. CHAUNU, Séville et l'Atlantique, 8 vols. (incluídos volú- 1591-1595 12.028.018 30.193.817 42.221.835
menes parciales = 11 vols.), 1955/1959. Descripción e interpretación, sobre todo, en los
1596-1600 13.169.182 28.145 .019 41.314.201
vo lúmenes parciales VIII,l; VIII,2,1 y Vlll ,2,2. Si además se tienen en cuenta los otros
libros -verdaderamente numerosos- que le debemos a P. Chaunu acerca de casi todos los pro-
blemas de la histmiografía actual, la productividad de este científico resulta increíble. Fuente: J. H. ELLIOTI, Europe Divided. 1559-1598, 4 1971 , p. 61.
130 131
Estas cifras muestran gráticamente la coyuntura de las exportacio- , 111 1·s <.le los príncipes y de los nobles y en las casas de los burgueses
nes de plata de las Indias Occidentales; pero (,qué valores reales reprc 11\'os. Sin duda, la plata americana contribuyó a apoyar la subida de
sentan? Chaunu ha intentado averiguarlo estableciendo una compara- pll'cios europea; pero que la plata fuera la única causa, que, por así
ción con la producción de cereales de la región mediterránea. Si se d~ · ~· ir l o , la mera existeneia de una cantidad bastante grande de mone-
parte de la relación de precios de los afíos 1550 entre la plata y el trigo d.•s Jc plata acarreara una reacción automática de los precios ... , es una
del Mediterráneo (50 g de plata por un hl de trigo), se puede calcular 1111 ·rrrctación que, consumira puesta en un único factor «monetario»,
que la plata de las Indias Occidentales y la producción de trigo meditc- "''Y<.lía no sostiene nadie. Dicha interpretación debe ir acompafíada, o
rráneo se hallaban en una relación de 1:35, cifras que, pese a toda la I IH: luso precedida, de otras muchísimas explicaciones «monetarias» y
problemática que encierra una comparación semejante, son apropiadas .. 1· ·ales»: las numerosas variaciones en la relación oro/plata, la políti-
para advertir acerca de una estimación exagerada de las magnitudes. ··u t'in anciera de Espana y de Francia, con sus manipulaciones de la
Por otra parte, sin embargo, si se comparan los valores de exportación 111oneda y sus bancarrotas del Estado, las catástrofes de las cosechas
alcanzados por ambos sectores, entonces la relación se modifica sus- 1'1m sus crisis de encarecimiento y, no en último lugar, el continuo
tancialmente. Las exportaciones de los metales preciosos americanos numcnto de la población en el siglo XVI.
superaron en valor real a las dei trigo mediterráneo, en e! siglo XVI, en La denominada revolución de los precios y sus causas son un
aproximadamente un 100 por 100. ~· j c mplo típico de los diferentes juicios que han emitido y siguen emi-
De hecho, en eso estribaba la auténtica importancia de la plata i i ·ndo hoy los historiadores sobre la influencia de América en la eco-
americana. Pese ai contrabando y a las múltiples formas de acapara- llomía europea. (,Fue e! descubrimiento de América y de sus tesoros de
miento en las propias Indias Occidentales, la plata fue transportada en pl ata un «golpe de fortuna» que determinó toda Ia posterior historia
grandes lotes a Europa, donde fue introducida en el ciclo económico. de Europa? (,Impulsó tan fundamentalmente la evolución de la econo-
Ya los contemporáneos del siglo XVI notaron y describieron su efecto lllfa europea y, al mismo tiempo, le hizo dar tal giro que ésta, sin el
estimulante en la economia europea; historiadores posteriores han dcscubrimiento de América, hubiera sido completamente distinta, es
seguido su criterio y han dibujado la imagen de una dinámica econo- dccir, menos dinámica? (,Debe, por tanto, una historia económica de
mia europea completamente dependiente de los metales preciosos I \uropa en la Edad Moderna ser escrita principalmente desde el punto
americanos. Sobre todo la famosa inflación de precios del siglo XVI, de vista dei mundo colonial? (,Pasan entonces a un segundo plano los
ocasionalmente dramatizada como «revolución de los precios», ha sido t'actores «domésticos», genuinamente europeos?
atribui da a los metales preciosos de la América espafiola 29 • Entretanto, Es muy difícil encontrar respuestas a esta pregunta, sobre todo por-
se han escrito bibliotecas enteras para criticar esta tesis. Lo cierto es que Europa, en la Edad Moderna, no era ni política ni económicamen-
que la secular subida de precios del siglo XVI en el sur de Europa tc una unidad que reaccionara en conjunto al desafio planteado por el
empezó mucho antes del descubrimiento de Potosi y Zacatecas. Gran- Nuevo Mundo. Los enormes territorios de! Imperio Germánico no
des cantidades de la plata y del oro que venian de allí rozaron la eco- participaron en el siglo xvr ni en el proceso de los descubrimientos ni
nomia europea sólo superficialmente, ya que eran transportadas de cn Ia explotación económica de las Indias Occidentales. Las potencias
inmediato hacia Oriente para financiar las importaciones de especias. dei Mediterráneo italiano, que, bajo la dirección de Venecia, se halla-
Partes considerables no eran monetarizadas, sino acumuladas en las ban hasta entonces en el centro dei comercio con Levante, no partici-
paron en las nuevas actividades. Tuvieron que contemplar cómo el
peso económico de Europa, hacia finales del siglo XVI , poco a poco se
trasladaba dei Mediterráneo a la zona atlántica, pese a que Venecia, en
28 E. J. HAMILTON, American Treasure and the Price Revolution in Spain, 1501-1650, co mpetencia con Portugal, también supo conservar en esa época una
1934, p. 42. Sobre la evaluación de la cantidad de metales preciosos que no pasaron por Sevi- posición considerable en el comercio de las especias asiáticas (en la
lla, incluido e! considerable contrabando, CHAUNU, Conquête ... , cit. (véase n. 23), pp. 298 ss.
29 El punto de partida dei debate fue la obra de Hamilton citada
en la n. 28. Aparte de
ruta por tierra) y, con ayuda de una industria textil recién creada, supo
Espana, incluso independientemente de la afluencia de metales preciosos procedentes de Amé- compensar las pérdidas de otros sectores. Los espafioles, por el contra-
rica, desempena un papel destacado en este debate Inglaterra. Véase e! breve informe de rio, desde mediados dei siglo XVI, tuvieron que verse como unos afortu~
investigación (con referencia a la principal bibliografía) de R. B. ÜUTHWAJTE, Injlation in nados cuyas posibilidades económicas eran favorecidas de manera
Tudo r and Early Stuart England, 2 1970, P. H. RAMSEY (ed.), The Price Revolution in Six-
teenth-Century England, 1971. Un examen muy equilibrado dei problema en Elliott, The extrema por el Nuevo Mundo. El nerviosismo con el que cada afio se
Old World ... , cit., (véase n. 26), pp. 60 ss. csperaba en la Casa de Contratación de Sevilla y en El Escorialla pun-
132 133
tual arribada de la flota de la plata reJleja lo mucho que este Estado y v a. El mundo colonial ya no fue contemplado sólo como suministra-
su economía dependían dei Nuevo Mundo. H. y P. Chaunu han demos- dor, sino también como mercado; un mercado tanto para el consumo
trado estadísticamente esta dependencia en una obra monumental suntuario de las clases altas criollas como para el consumo masivo de
acerca dei comercio de Sevilla con el Atlántico y, de paso, han intenta- los esclavos negros dei Brasil, de las Indias Occidentales y, más tarde,
do esbozar una historia de las coyunturas europeas a partir de los de Norteamérica. Y en el Oriente, cuando las especias sólo podían
libras dei puerto de Sevilla y de los registros de la Casa de Contrata- ·onseguirse a cambio de la plata y el oro cada vez más escasos, vemos
ción. i_,A quién le extrana que atribuyan la disminución dei volumen y ·ómo en el sigla XVI los comerciantes ingleses y holandeses se intro-
de las actividades comerciales europeas, desde aproximadamente 1620 ducen en el sigla XVII de forma progresiva en el comercio dei Asia
-la famosa «crisis del sigla XVII»-, al hecho de que en esa época 'entrai, mientras el tráfico de esclavos desde África hacia el oeste, a
empezaba a agotarse la mina de plata de Potosí? Muchos otros histo- partir de finales dei sigla XVII, se va convirtiendo para ingleses, holan-
riadores, sin embargo, no han compartido su criterio, a pesar de su ucses y franceses en un negocio cada vez más lucrativo.
material estadístico de pruebas contundentes. AI igual que la inJlación Sin embargo, tampoco la nueva época de la colonización acunada
de precios dei sigla XVI, tampoco la crisis dei sigla xvn puede expli- por holandeses, ingleses y franceses debe ser contemplada como un
carse con la mirada puesta en la curva gráfica de las importaciones acontecimiento que transformó de golpe el semblante de la economía
espanolas de metales preciosos. También esta crisis, incluso en Espafia, curopea. La bancarrota de algunas companías comerciales; los esca-
estaba determinada en gran medida por factores europeos internos: el sos dividendos que, si acaso, repartían otras; el clamor por la subven-
descenso con respecto al aumento general de la población europea; las ción y la participación estatales demuestran con toda claridad que en
repercusiones de la Guerra de los Treinta Anos, perceptibles en un cl los no hemos de ver, como tampoco en Ia plata espafiola, un motor
amplio radio de acción; el estancamiento dei comercio en el Mediterrá- de cambio repentino ni de acumulación imprevista de capital. Sin duda,
neo y en la región báltica; y, por último, esa mentalidad difícilmente produce asombro que la Companía Holandesa de las Indias Orienta-
comprensible -vigente en países como Espana, Francia o el Imperio les, a tinales dei sigla xvu, diera empleo en ocasiones a 12.000 persa-
Germánico- de las clases altas europeas, que no se comportaban como nas. Desde luego, merece Ia pena prestar atención ai hecho de que
verdaderos capitalistas y, por tanto, invertían constantemente sus gana- alguna que otra companía comercial, desde mediados de sigla, hiciera
das comerciales, sino que se retiraban al campo o se acogían a cómo- saltar en pedazos el tradicional marco de la empresa familiar reunida
das canonjías oficiales y, de este modo, cometían la «traición de la bur- cn «toda la casa» y, con la creación de reservas permanentes de capi-
guesía» (Braudel). tal, di era el primer paso hacia el futuro de la organización empresarial
Para países como Inglaterra o los Países Bajos, por otra parte, la capitalista. Sin embargo, las empresas coloniales, por más que progre-
«crisis dei sigla XVII» no fue sólo «crisis», sino también «adaptación», saran inconteniblemente, no dejaron de estar en ningún momento lle-
«reorientación» y «concentración». Como ya se ha mencionado, desde nas de riesgos, de los que fue víctima más de una empresa temeraria;
comienzos dei sigla florecieron las compafiias comerciales en Ia Euro- cl viejo continente, y con él grandes sectores de la burguesía europea,
pa occidental. No sólo exploraron nuevos espacios que habían perma- siguieron aferrados en todo el sigla XVII e incluso en el XVIII ai lento
necido desconocidos para los espafioles y los portugueses, sino que ritmo de la economía preindustrial. Y también lo estaban las potencias
desarrollaron nuevas formas de comercio, nuevas técnicas de pago y políticas que velaban por las actividades de las companías y defendían
nuevos métodos, sobre todo «privados», de negocio. El hasta entonces sus objetivos, hasta muy entrado el sigla xvnr, con la mirada puesta
idolatrado valor de los metales preciosos se relativizó a la vista de las únicamente en la competencia entre ellas. «Although the activities of
nuevas posibilidades de pago, como, por ejemplo, la letra de cambio. the joint stock companies may have been very important in the deve-
A diferencia de los comerciantes sevillanos, sobre los que pesaba la lopment of Europe's economy, their form and their methods of opera-
mano codiciosa de oro y plata de sus monarcas, los comerciantes tion were probably less an expression of developing capitalism than
holandeses e ingleses reconocieron y desarrollaron la gran variedad de the result of pragmatic efforts to bind trading energies to the political
productos comerciales y las posibilidades dei comercio intermediaria. strategies of the state» 30 •
Y sobre todo: mientras los espanoles dei sigla XVI concebían las rela-
ciones comerciales con el Nuevo Mundo como una vía de dirección
única por la que llegaban ai país oro, plata y perlas, los comerciantes
de la Europa occidental reconocieron el valor y la utilidad de la doble Jo J. DE VRIES, The Economy of Europe in an Age of Crisis, 1600-1750, 1976, p. 134.
134 135
Así pues, la nueva época de la colonización europea en e! siglo XVII dt· sus posiciones adquiridas. De este modo, Hamburgo, por ejemplo,
se caracteriza no tanto por el cambio directo que ésta introdujo en , L' wnvirtió en un «emporio alternativo» (J. de Vries) que, a finales de!
Europa, como por las insospechadas posibilidades de cambio que creó. siglo xvH, se fue quedando poco a poco con el comercio de! azúcar
Tras la fase «extractiva», qe cufio ibérico, dei sigla XVI, se organizó un /\ msterdam y se convirtió en el siglo XVIII en su competidor permanente.
sistema de comercio internacional iniciado por Europa 31 en e! que ya Por último, Holanda es también una prueba de lo poco «automáti-
no marcaban la pauta los burócratas y aristócratas castellanos, sino los l'a mente» que la dinámica de! comercio -generada por los descubri-
vivaces y agresivos comerciantes de la Europa occidental. El siglo xvu llli cntos y la colonización- daba lugar a los correspondientes cambias
fue la época en la que éstos, en fuerte competencia entre sí, expulsaron S()(:iales duraderos en la madre patria. Sin duda, los comerciantes holan-
a los portugueses y a los espafioles de numerosas posiciones legalmen- d<.:ses de! siglo XVII, con su orientación al sistema de comercio interna-
te adquiridas. Fue un sigla marcado por los holandeses, cuya capital l' ional y a los «modernos» métodos de organización empresarial y de las
Amsterdam, como sucesora de Venecia, Sevilla y Amberes, pasó a ser relaciones comerciales, lograron un perfil de grupo que apuntaba bacia
el emporio de Europa y la metrópoli del comercio mundial. Pero ni los d futuro. Pero sería por completo equivocado imaginados como un
propios holandeses aprovecharon las nuevas posibilidades y oportuni- •rupo preocupado constantemente por la modernización y por la bús-
dades de forma tan decisiva y generalizada como para que la conse- t 1ueda del futuro burgués-capitalista, tal y como sugiere la vieja tesis del
cuencia necesaria de su exploración bacia el exterior fuera un cambio <<ascenso de la burguesía». Todo lo contrario: los grandes comerciantes
acelerado en el interior. En este sentido, una potencia comercial «moder- holandeses de! siglo xvn también vivían, como sus contemporáneos
na» permaneció anelada en un orden social y estatal «arcaico». Además, l'ranceses y alemanes, en un entorno de cufio aristocrático; también ellos
en toda la Edad Moderna, junto con Portugal, no hubo ningún otro país scntían la fascinación de! vivre noblement; tampoco ellos estaban ai
que percibiera tan rápida e inmediatamente los costes de una explora- abri go de la «traición de la burguesía». Está comprobado que las activi-
ción forzada del mundo extraeuropeo como la República de las Provín- dades holandesas decayeron a finales de! siglo xvn; que muchos comer-
cias Unidas. Su población ascendía en el siglo XVII, como mucho, a dos <.: iantes, una vez acomodados, se retiraron de! estrés de la competencia
millones de habitantes. De ellos, un porcentaje inusualmente alto -en <.:o mercial; que «los principales inventores en el campo de la cons-
comparación con otros países- ya no trabajaba en la agricultura (véase lrucción naval, la navegación y la cartografia [fueron sustituidos] por
supra p. 58) y, por tanto, estaba disponible para realizar tareas en la 'Cnte con una excesiva veneración por los éxitos pasados» (De Vries).
construcción naval, en el comercio, en Ias oficinas de la madre patria y Así ocurrió que Amsterdam perdió su condición de metrópoli y, en
en la administración de las colonias. Pero los holandeses, famosos por <.:I siglo XVIII, sólo conservó una importancia destacada en el ramo de
sus métodos comerciales y mercantiles «agresivos», habían forjado en la banca. El sistema comercial internacional, centrado hasta entonces
la lucha y la competencia su brillante posición y no podían esperar que cn Amsterdam, se diferenciá de nuevo y dispuso una serie de subcen-
sus vecinos europeos les permitieran disfrutar tranquilamente de ella. lros regionales. Hamburgo ya ha sido mencionado; Lisboa, en ascenso
Las guerras de Inglaterra y Francia contra los Países Bajos en la segun- desde finales del siglo XVII por los hallazgos de oro brasilefio, entró de
da mitad dei siglo xvu fueron guerras económicas en Ias que este país nuevo en el juego; los puertos franceses, sobre todo Nantes y Burdeos,
supo mantenerse aceptablemente firme, pero sólo a cambio de unos cos- luvieron su época de esplendor. La nueva metrópoli y, por consiguien-
tes personales elevados y poniendo en peligro, o, a veces, descuidando, lc, la verdadera sucesora de Amsterdam fue, sin embargo, Londres. Y
sus relaciones comerei ales. Un emporio internacionalmente apreciado, desde Londres e Inglaterra, la tercera y última fase -durante la Edad
que se iba desplazando cada vez más bacia el centro de los aconteci- Moderna- de las repercusiones de la colonización intluyó en el resto
mientos bélicos, perdía rápidamente su atractivo y tenía que ceder a de Europa.
otras ciudades -primero temporalmente y luego para siempre- algunas De Inglaterra se ha afirmado que su evolución en los siglas XVII
y xvm es la prueba más clara de los cambias fundamentales que la
cxploración del mundo por parte de Europa causó en el viejo conti-
nente. No pocos historiadores establecen incluso una relación directa
31 Véase V. BARBOUR, Capitalism of Amsterdam in the Seventeenth Century, 1950. entre la manifiesta condición de líder de Inglaterra en e! sistema comer-
Sobre los múltiples aspectos dei <<Sistema mundial>> organizado desde Europa, véase el cial internacional desde finales de! siglo XVll y el temprano inicio de la
amplio trabajo, aunque muchos especialistas lo consideran superado, de I. WALLERSTEJN,
The Modem World-System. Capitalist Agriculture and the Origins ofthe European World-
industrialización en este país. Indudablemente, esta tesis, en cuanto que
Economy in the Sixteenth Century, 1974. crige la expansión colonial en única causa de la industrialización en
136 137
Inglaterra, debería ser contemplada con gran escepticismo. De todos mmcrcialcs, multiplicación de las vías comerciales- bajo la direccián
modos, no hay que olvidar la gran contribucián de! sistema comercial dGla metrápoli inglesa. Tras los metales preciosos, las maderas coloran-
mundial, recién creado y controlado desde Inglaterra, al proceso de lt·s, c1 azúcar y e! algodón, el oeste aportá finalmente e! tabaco y el café;
transformacián de la madre patria, que desembocá en la industrializa- dl"i ámbito asiático llegaron, asimismo, e! café, los tejidos y, no en últi-
cián. «Al conseguir Inglaterra eliminar a sus competidores europeos y, IIH> lugar, el té, que en e! marco de las importaciones inglesas de Asia
de este modo, procurarse una especie de situacián de monopolio dentro pronto ascendi á de11, 1 al44 por 100. Con el consentimiento de Inglate-
de este sistema, resolviá en su favor la cuestián de qué país sería el pri - II 'H, los franceses y, en la nueva coyuntura dei siglo XVIII, también los
mero en entrar en el proceso de la industrializacián capitalista» 32 • t•spaíioles y los portugueses siguieron en e! negocio. «Los hilos del sis-
El punto de partida de esta evolucián fue la decisián de! Estado t ·ma econômico mundial de! siglo xvm se juntaron en Europa; fueron
comercial de Inglaterra, en el siglo XVII, de aceptar el desafío plantea- 11nudados por los capitales comerei ales europeos y extendidos alrededor
do por los holandeses. Estado y nacián comercial, que tras el fin de la d · la Tierra. El mundo ultramarino quedá englobado en un sistema de
revolucián de los aõos 1640, mantenían una relacián sostenida por in te- uttcrcambio cuyas leyes dictaba Europa. Éstas eran la discriminación,
reses paralelos, utilizaron sin miramientos e! recurso de la guerra para una división imperial de! trabajo, subordinada a las necesidades de la
obtener la soberanía marítima y para crear un amplio monopolio comer- 1nctrópoli y una explotación sin rodeos. El dominio dei mercado mun-
cial inglés. Para ello fueron combatidas y limitadas en su poder, pri- dial posibilitó a Europa revolucionar sus métodos de producción, pero
mero, Holanda y, a principias de! siglo XVIII, Francia. Y los imperios trajo ai mundo subdesarrollado estancamiento y retroceso. La economía
coloniales ibéricos, que políticamente seguían dependiendo de sus res- política de la dependencia, que siguió consolidándose con la entrada de
pectivas madres patrias, también sucumbieron cada vez más al control la revolución industrial en Europa, determiná en adelante las relaciones
de! capital comercial inglés. ·ntre las metrópolis europeas y los territorios dependientes de ellas» 33 •
Especial importancia adquiriá para Inglaterra el tráfico de esclavos Que esta situación no sólo fue causada por la colonización, sino que al
y, unida a é! y a la produccián de algodán, la industria textil nacional. mi smo tiempo era el resultado de un cambio estructural econômico de la
Con los ingleses, como herederos de! antafío sistema espafíol de «asien- propia Europa es algo que hemos subrayado en varias ocasiones. De ahí
to», se llevá un gran número de esclavos de! oeste africano a las Indias que a continuación abordemos este aspecto más detalladamente.
Occidentales y, desde tinales de! siglo xvn, a los Estados norteamerica-
~os de! Sur, donde, además de azúcar, producían sobre todo algodán.
h) EL CAMBIO ESTRUCTURAL ECO NÓ MICO
Esta fue la nueva materia prima básica para la industria textil inglesa, la
ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII
cu a!, junto con los artículos domésticos y de ferretería, contribuyó al
rápido aumento de las cifras de exportacián inglesa en el siglo xvm y, Las cuestiones de periodización son a menudo difíciles y enojosas:
al mismo tiempo, hallá mercados atractivos en los ámbitos coloniales, çn la historia econômica más aún que en la historia política y de las
donde lográ una demanda masiva en continuo ascenso. No só lo llama la ideas. Y es que la evolución de una economía obedece menos todavía
atencián que Inglaterra ampliara sus exportaciones, sino que, ya en que la de la política y las ideas a un desarrollo de acontecimientos que
la primera mitad de! siglo xvm, más de! 85 por 100 de lo que exporta- se pueda explicar con precisión y determinar median~e fechas .o lí~i
ba fueran bienes de fabricacián industrial. Así pues, Inglaterra se hallaba tcs seculares precisos siglas exactos. Si echamos un vtstazo a h1stonas
en el centro de un triángulo comercial internacional -productos manu- econômicas de Europa más antiguas, por ejemplo, a la magnífica obra
facturados de Europa, esclavos de África y metales preciosos, géneros de Josef Kulischer de 1929, se percibe el propósito de contemplar la
ultramarinos y materias primas de América- y, ai mismo tiempo, época de la Edad Moderna europea como una unidad que se expresa
introducía esos revolucionarias métodos de produccián local con los mediante un concepto general común -«economía comercial», «eco-
que di o comienzo la era de la industrialización. Naturalmente, no só lo e! nomía territorial» o «economía política»- que diferencia esta época
algodón desempená un papel fundamental, ni fue sólo un país el que se de la Edad Media 34• En el marco de una sinopsis general que abarca la
dedicá a producir y rendir. Antes bien, el siglo xvm continuá sistemáti-
camente e! camino trazado por el XVII -diversiticación de los productos
33 Véase n. 32.
34 J. KuusCHER, Allgemeine Wirtschaftsgeschichte des Mittelalters und der Neuzeit,
32
La cita procede de un trabajo de P. Kriedte. vol. li, 5 1976.
138 139
historia de la economía mundial, este método es sin duda legítimo; si11 , uadro de conjunto, que, como es natural, ha sido reconstruido a partir
embargo, para una introducción específica a la Edad Moderna, cs d,· promedios nacionales que exceden esos límites. No obstante, gra-
demasiado tosco e indiferenciado. Además, no tiene en cuenta multi- ,·ias a cllos cristalizaron conocimientos que hoy se considerao ciertos.
tud de conocimientos recientes de Ia historia económica. Numerosos , 'l' admite como causa de los movimientos de precios las fluctuacio-
estudios de detalle de ámbito regional y local de los últimos decenios lll'S cn la demanda de alimentos básicos, que, según un último análisis,
han dado como resultado una nueva imagen de la economía europea tlll 'den ser atribui das a la evolución de la población de Europa en la Edad
entre 1500 y 1800, que revela una extrema variedad y diferenciación Mmlcrna. De hecho, Ia demografía histórica, como ya se ha mencio-
regional y convierte la creación de tipos que excedan esos límites en nndo en otro lugar, ha constatado tres movimientos demográficos más
un acto desesperado y temerario. o menos sincrónicos: en primer lugar, un aumento de la población
En las coyunturas, Ia investigación reciente ha sacado a relucir un ~·uropea, que cornienza, asimismo, a finales dei siglo xv y llega hasta el
fenómeno que ha podido ser aplicado con gran éxito a la periodización , iglo xvrr; a este aumento le siguió, incluso en los países apenas afec-
de la historia económica 35 • En los tres siglas de la Edad Moderna, los tndos por la Guerra de los Treinta Afíos, una fase de moderación del
acontecimientos económicos europeos estuvieron determinados por tres crccimiento demográfico; en algunos países se llegó a un estanca-
largas fluctuaciones seculares que, en mayor o menor medida, se dejaron llliento, mientras que en los escenarios del contlicto bélico se produje-
notar en todas partes y que, en este sentido, no sólo sugieren una plausi- ron grandes pérdidas; también esta tendencia se invirtió tras el primer
ble división en épocas, sino que además permiten apreciar el cambio 1 ·reio dei siglo xvm e introdujo el-reciente y, en un desarrollo poste-
estructural que afectó a la econornía europea durante toda la época. ' ior, intenso- proceso de aumento demográfico dei siglo xvm.
Las coyunturas económicas, en la Edad Moderna, significao princi- Dado que en Europa, no sólo en el tráfico comercial internacional,
palmente coyunturas agrarias. Del siglo XVI ai XVIII, los precios de los sino también en los mercados nacionales y regionales y en algunos
alimentos básicos, el trigo y el centena, que eran los únicos permanen- locales, el dinero desempefíaba ya un papel destacado como medi o de
temente demandados y que, por tanto, pueden servimos como medida pago -que si bien no había suplantado al pago en especie, sí lo había
fiable de las coyunturas, oscilaron entre largas fluctuacione s. Desde nventajado-, la cuestión de la «financiación» dei incremento de los
finales dei siglo xv hasta mediados de! XVI aumentaron de manera con- precios en los siglos xvr y xvm se revelá como un problema complica-
tinua, luego experimentaron una fuerte alza, que ya hemos comentado a do. Se sabe que, desde mediados del siglo xvr, las minas continentales
propósito de la denominada «revolución de los precios», y descendie- de oro y plata, que como consecuenci a de la caída de los precios de la
ron de nuevo a partir de 163011650. A raíz de la historia de los precios se Baja Edad Media estaban prácticamente agotadas, adquirieron nueva
revela, pues, una época de Ia historia europea, de 1470 a 1620/30 apro- importancia. El oro africano también desempefíó un papel importante
ximadamente, que ha sido denominada con acierto «ellargo siglo XVI». cn esta época. Luego, a partir de 1560/1570, los hallazgos de las Indias
A ésta le siguió una larga fase de estancamien to -en algunos países Occidentales tuvieron enormes repercusiones; fueron los responsa-
afectados por la Guerra de los TreintaAfíos, de caída en picado- de los hles de que hubiera dinero para la creciente demanda de alimentos y
precios de los cereales desde 1630/1650 hasta aproximadamente 1730. seguramente también provocaron, en general, una intlación que afectó
En este período di o cornienzo una nueva fase de alza que, en su desarro- a la conducta de los precios. La disminución de dichos hallazgos en el
llo y en sus repercusiones, coincidía con la dei «largo siglo XVI», pero siglo XVII coincidió más o menos con el período de recesión coetáneo
que adoptó dimensiones aún mayores e introdujo paulatinamente a las cn el movimiento demográfico y de los precios; sin embargo, el para-
economías políticas europeas en el proceso de industrialización. lelismo de todos estos movimientos no discurrió de forma tan armo-
Sobre las causas y consecuencias de estas fluctuaciones seculares niosa como para que no surgieran problemas monetarios. El siglo XVII,
en el sector de los cereales, h a habido largas y controvertidas discusio- la época dei mercantilismo, se caracterizá por la escasez de metales
nes. Aún quedan aspectos por aclarar, dado que las peculiaridades preciosos. La lucha de los príncipes absolutistas por un trozo de la
regionales siempre han estado vigentes y han puesto en entredicho el tarta internacional del oro y la plata ilustra esta escasez de igual modo
que la importancia adquirida por el cobre, utilizado como media de
pago en aleación con la plata o incluso en estado puro. Hasta la fase
35
de auge dei siglo xvm no volvieron a entrar en juego los hallazgos
Para la periodización de las coyunturas me he basado en W. ABEL, Agrarkrisen und
Agrarlwnjunktur. Eine Geschichte der Land- und Erniihrungswirtschaft Mitteleuropas seit americanos: entonces fue sobre todo el oro brasilefío el que activó la
dem hohen Mittelalter, 21966. circulación de las economías políticas europeas.
140 141
No es necesario insistir demasiado en las grandes repercusiones qu,· I . El peso de la economía europea se trasladá -tanto en la produc-
tuvieron las f1uctuaciones seculares de las coyunturas agrarias en cl ' j,·m agrícola e industrial como en el comercio- desde sus «viejos cen-
desarrollo general de la historia económica europea de la Edad Moder- t ms» - la región mediterrânea, la Alta Alemania y los Países Bajos dei
na. La totalidad de los países afectados seguían siendo, durante todo el ur anexionados a Espana- hacia el norte, hacia la zona dei Mar dei
período, Estados agrícolas; su ritmo econórnico, tanto en la producción Norte y dei Atlântico. La Francia septentrional y occidental, los Países
como en la distribucián y el consumo, estaba dictado por las condicio- lia jos dei norte e Inglaterra se convirtieron en los nuevos centros.
nes básicas de las coyunturas dei âmbito agrario. Y si se tiene en cuenta · 2. En la produccián industrial, sobre todo en el sector textil, tuvo
en la medida en que las poblaciones europeas tenían que utiHzar sus lugar una transformación paulatina de los métodos productivos. Esta
ingresos para abastecerse de alimentos básicos, se podrá apreciar con 1ransformación puede contemplars e como respuesta a un aumento de
facilidad la importancia de los movimientos de precios. El hambre en la demanda masiva provocada por el aumento general de la población,
tiempos de encarecirniento extremo era tan frecuente como la repercu- y di o lugar a que productores y comerciantes dirigieran su la atención
sián directa de la coyuntura de los precios agrícolas en la producción hacia los productos baratos de consumo diario (producidos en grandes
industrial: a la compra de tejidos y otros artículos de uso corriente en la r antidades), atencián que hasta entonces había estado centrada en los
vida cotidiana se podía renunciar, y no quedaba más remedio que hacer- ,·aros productos de carácter suntuario.
lo, cuando las alzas de los precios a largo plazo o los encarecirnientos 3. El comercio y el capital comercial adquirieron una posición
temporales hacían que los presupuestos familiares tuvieran que dedicar- dL:stacada que dominaba el conjunto dei acontecer económico y que,
se por completo a la provisión de alimentos. Que el mercado de la renta como se ha descrito en el apartado anterior, crearon -como conse-
dei suelo y de la tierra dependía igualmente, en muchos aspectos, dei ·uencia de la colonización - un sistema de comercio mundial dirigido
comportamiento de los precios agrícolas es algo que ha sido claramente desde Europa.
demostrado para muchos países por la historia de la agricultura de los 4. La política económica, hasta entonces afincada en las pequenas
últimos decenios. Merece también ser mencionada la evolución en el y dinâmicas ciudades-estado de la Plena y la Baja Edad Media, se con-
terreno de los salarios. Numerosas investigaciones han deducido que en virtiá ahora en campo de acción dei Estado territorial. Este Estado,
«el largo siglo XVI» y en el siglo xvm, los salarios de la producción sobre todo cuando era un principado absolutista, intervenía con fines
industrial no estaban ni siquiera equiparados aproximadamente con la reguladores en beneficio o perjuicio de uno u otro sector econámico.
evolución de los precios de los alimentos básicos. Antes bien, entre los
precios y los salarios había un abismo; se habla de «la caída del salario Con ello, sin duda, quedan mencionadas todas las tendencias domi-
real de la Edad Moderna», la cual -solamente mitigada, pero no inte- nantes de la historia económica de Europa entre los siglos XVI y xvm.
rrumpida, por la fase de recesión y estancarniento dei siglo xvn- se Pero a partir de eilas se puede esbozar el cambio estructural económi-
mantuvo desde el siglo XVI hasta finales dei XVIII y no sálo contribuyó al co que tuvo lugar en e! transcurso de las tres épocas mencionadas.
empeoramiento dei estándar de alimentación de amplias capas de la
poblacián, sino que di o lugar a un proceso universal de empobrecimiento.
El problema dei pauperismo de finales dei siglo XVIII y principias dei XIX El «largo siglo XVI» 37
en todos los Estados tiene su origen en dicho proceso 36 • A finales dei siglo xv, la economía de Europa central y occidental
En estas coyunturas se enmarca el cambio estructural económico de se hallaba todavía en parte bajo el signo de la herencia que le habían
la Europa de nuestra época. Dicho cambio afectó a todos los sectores legado la Plena y la Baja Edad Media. Como consecuencia de la fase de
de las econornías políticas nacionales -la agricultura, el comercio, la desarrollo econámico de la Plena Edad Media habían surgido ya unas
industria y las finanzas- y abarcá todas aquellas regiones europeas que, activas condiciones de mercado que se organizaron en el marco de una
en la Plena y Baja Edad Media, se habían convertido en centros dei acon-
tecer econámico. En su transcurso se desarrollaron cuatro tendencias
generales significativas para el futuro de la economía europea: 37 No podemos documentar todos los sectores de la evolución económica dei siglo XVI.
Sobre la agricultura, véase la obra recién citada de W. Abel. Sobre la industria véase la sinopsis
de O. SELLA en C. M. C!POLLA (ed.), The Fontana Economic History ofEurope, vol. li,
pp. 354 ss. Sobre el comercio y las finanzas, aparte de los trabajos mencionados en el cap.
36
Sobre el problema dei pauperismo, con referencia a las principales fuentes y estu- anterior, véase R. EHRENBERG, Das Zeitalter der Fugger. Geldkapital und Creditverkehr im
dios esenciales, Abel, Agrarkrisen ... , (véase n. 35), pp. 226 ss. 16. Jahrhundert, 2 vols., 1896.
142 143
divisiôn general dei trabajo: la producciôn de alimentos se reali zahn Hn otras regiones dei continente europeo también había cultivos
en el campo; la sede de las industrias, siempre que no contribuyeran t·s pcc iales de gran eficacia. En todas partes ocupaba una posiciôn des-
directamente a la demanda de la agricultura, era la ciudad, que a su 111 ·ada la cría de ganado; también Ia viticultura, que a mediados del
vez acogía los mercados. En la larga fase de depresiôn de los siglos XIV .~ i g l o x v hallô su máxima expansiôn en la historia de Europa. Entorno
y xv - la crisis agraria de la Baja Edad Media-, este estado evolutivo 1 las ciudades de la Alta Alemania, en el noroeste dei continente, en
había estado amenazado, pero no se había interrumpido. Rcnania, en Flandes y Brabante y, finalmente, también en las comar-
La agricultura, en tomo a 1500, siguiô afectada por esta depresiôn. t'as ovinas de Espana, el cultivo intensivo y la especializaciôn configu-
Numerosos terrenos estaban sin cultivar; grandes sectores de la pobla- l'aron el rostro de la agricultura europea: una agricultura, no lo olvide-
ciôn rural se habían ido en los siglos anteriores a las ciudades y allf III OS, pobre en cereales.
habían encontrado unos ingresos en la artesanía, bien remunerada. Los En la producción industrial, entorno a 1500, todavía seguían en cabe-
altos salarios de las ciudades habían agravado una vez más la situaciôn /',a las clásicas «regiones industriales» europeas de los Países Bajos dei
del campo. Los productos industriales eran caros, a menudo demasia- sur, Lombardía y la zona de laAltaAlemania entorno a Nuremberg y
do caros, para la poblaciôn rural, que desde 1350 padecía la caída con- 1\ ugsburgo. Desde esta amplia zona situada entre Brujas y Florencia,
tinua de los precios de los productos agrícolas. No sôlo los campesi- Iiuropa era abastecida de «los pafíos más delicados, seda y lino de gran
nos propietarios, arrendatarios y pecheros vivían en una situaciôn de valor, cerámicas y cristales selectos, magníficos incunables e instrumen-
penuria, sino que también los monasterios con grandes presiones y la los musicales, pero también de fustán, artículos de ferretería, armas, cuero
baja y mediana nobleza tenían bastantes sus dificultades. y papel para escribir» (D. Sella). La explotaciôn minera, la metalurgia y la
Sin embargo, en tomo a 1500 había ya sefíales claras de cambio. Los siderurgia, que en los siglos siguientes iba a experimentar un auge tan
precios agrícolas llevaban quince o veinte afíos mostrando una tenden- grande en Inglaterra, tenía todavía en esta época su principal lugar de pro-
cia ai alza. Las poblaciones de Europa experimentaron un fuerte aumen- ducciôn europeo en el Alto Palatinado: circunstancia a la que Nuremberg
to, probablemente general; en el Imperio Germánico debieron quedarde dcbe su brillante posiciôn en la industria transformadora. A mediados dei
compensadas las pérdidas de la Baja Edad Media hacia mediados dei siglo XVI, Nuremberg era todavía «armería dei Imperio»; sus «artículos de
siglo XVI. La Guerra de los Campesinos alemana de 1524/ 1526, inter- hierro y latôn y sus aparatos de precisiôn mecánica llegaban al mundo
pretada por algunos historiadores como el resultado final de la crisis cntero; sus hebillas, botes, escudillas, clavos y ollas de latôn eran una
agraria de la Baja Edad Media, es considerada por otros como una reac- mercancía muy codiciada enÁfrica» (P. Kriedte). Cuando se habla dei
ciôn ante la nueva coyuntura agrícola. «The tide of agricultura] depres- «protocapitalismo» de finales dei siglo xv y princípios dei XVI, se piensa,
sion had long passed its lowest ebb, and the peasants were now in tolera- sobre todo, en las regiones de laAltaAiemania que rodean a Nuremberg
ble economic circumstances» 38 • y Augsburgo. También merece ser mencionada la producciôn de plata de
Como centros de producciôn agrícola desarrollados destacaban, natu- la Europa centro-oriental. Entorno a 1500, estaba concentrada enJoa-
ralmente, en el siglo xv aquellas regiones cuyos productos eran demanda- chimstal, Mansfeld, Schneeberg, Annaberg y Marienberg y, desde media-
dos pese a la depresiôn agraria y a la caída de los precios. Así pues, no eran dos dei siglo xv, había registrado un considerable incremento. También
los cereales los que marcaban la pauta, sino la cria de ganado y los cultivos esta producciôn de plata demuestra cômo ai inicio de nuestra época el
especiales tanto para paladares refinados como para el comercio y la pro- peso econômico de Europa recaía principalmente en sus zonas centrales.
ducciôn industrial. El norte de Italia, abundante en ciudades, prácticamen- Lo mismo cabe decir -y no en último lugar- dei comercio, que había
te no conociô la crisis de la Baja Edad Media y, en esta época, impulsô la creado su propio mundo en la regiôn mediterránea. Dentro de él, el
agricultura con criterios innovadores. Cría intensiva de ganado, incluso comercio paso de la civilizaciôn cristiana a la islámica; de él partían las
granjas de ganado lechero, cultivo de arroz, praticultura productiva con rutas en direcciôn al este, hacia los centros comerciales del Oriente, y en
siega entre seis y ocho veces al afío, cultivo de árboles frutales, verduras direcciôn ai norte, atravesando el mar, cruzando rios y destiladeros
selectas, moreras, maderas colorantes ... : esta panorámica permite vislum- hasta llegar al sur de Ale mania y los Países Bajos. Sabemos cuales fue-
brar la riqueza y la «modernidad» de Lombardía en el siglo xv. ron las fuerzas que se abrieron camino desde este espacio -grande, pero
Lodavía estrechamente cercado- para irrumpir en nuevos espacios con la
ayuda de nuevas rutas, nuevas técnicas y nuevas ideas.
38 H. SLICHER VAN BATH, The Agrarian History of Western Europe, A. D. 500-1850, En esta geografía econômica, de cufío todavía marcadamente
2
1966, p. 193. medieval, la nueva coyuntura del siglo XVI introdujo movimiento y
144 145
transformación, que -en el curso de los siguientes 150 anos- se hicic- la Europa central y occidental, los cereales habían vuelto a ganar terreno
ron extensivos a todos los sectores de Ia vida económica. Ya hemos y ·ran el alimento principal de amplias capas de la población. Para pro-
comentado algo acerca dei aumento demográfico de esta época; sin clucir la misma cantidad de calorías, el cereal sólo requería la décima
embargo, puede resultar útil ilustrar! o con algunas cifras, sin que ello parte dei suelo que había que emplear para cebar al ganado.
suponga atender a todos leis factores -la estructura de la población, la As í pues, mientras Europa se hallaba bajo el signo de una nueva
fluctuación geográfica y natural, la conducta generativa, etc.- de un •<ccrealización» de sus suelos, se era cada vez más consciente de que
crecimiento demográfico secular. Las curvas (véase p. 15, arriba) nos d ganado era e1 único y, por tanto, imprescindible suministrador de
dan una idea aproximada de Ias estimaciones nacionales. En el marco nhono dei que, a la larga, tampoco podrían prescindir sin perjuicio los
dei «sistema demográfico preindustrial», tal y como se ha descrito con 1 -rrenos de cereales. En numerosas regiones se operaron cambias en
anterioridad, el sigla XVI fue una época en la que los mecanismos de ·I régimen agrario que desembocaron en un desarrollo prudente o, inclu-
contrai estaban claramente vinculados al crecimiento demográfico. El so, en la supresión del cultivo por ameigas trienales. En esta época,
período de despoblación de la Baja Edad Media había dejado vacíos osas regiones establecieron los cimientos de su posterior ventaja evo-
tantos lugares, había dejado tanta tierra sin cultivar, que en el campo lutiva. Los cultivos alternos por períodos de varias anos entre cereales
se podía contraer matrimonio a una edad relativamente temprana. Unos y pastizales en Inglaterra; el cultivo alterno en Schleswig-Holstein;
pocos datas correspondientes a Francia demuestran, al menos, que en los cultivos alternos por períodos de varias afias entre cereales y pasti-
el sigla XVI las mujeres se casabanjóvenes, con 21 ó 22 anos. De hecho, zales, la rotación de cosechas y la explotación dei barbecho para plan-
numerosas fuentes narrativas dei sigla xvr aluden a un claro aumento tas forrajeras en los Países Bajos; todos estas sistemas iban encaminados
de las poblaciones rurales en la Europa central y occidental. Tasas de a regularizar la relación entre la agricultura y la cría de ganado. Que
crecimiento anuales dei 0,56 por 100,0,62 por 100 y 0,71 por 100 (la I ales tendencias, impulsadas también por una nobleza con un criterio
primera cifra para Noruega, las otras dos para Turingia) han sido com- cada vez más comercial, tuvieron graves consecuencias para las rela-
probadas para los decenios centrales dei sigla XVI, de lo cu a! se deduce ciones sociales y de poder en el campo, es algo que abordaremos de-
un crecimiento general dei 50 por 100 al60 por 100 en el transcurso lalladamente en el siguiente apartado. Prueba evidente de ello es sobre
de 70 a 80 anos. todo Inglaterra, con su estrecha relación entre la intensificación agra-
Las reacciones de la agricultura ante esta nueva situación de la ria y el movimiento de los «cercados» (enclosures): los enclosures no
demanda y la coyuntura fueron unívocas y, para comprenderlas, se pue- só lo significaban cercados en el sentido técnico, sino también privati-
den utilizar los conceptos de «desarrollo rural» e «intensificación y dife- í'.ación en el sentido económico, supresión de los pastos comunales,
renciación regional de la producción agrícola». Tras la fase de desarro- pérdida o eliminación de los antiquísimos derechos colectivos y, en
llo de la Plena Edad Media, el sigla XVI fue la segunda época en la que especial, pérdida dei barbecho 39 •
toda Europa se vio inundada por una fuerte oleada de desarrollo rural. Estas y otros procesos de modernización semejantes no sólo redun-
Ésta afectó, en primer lugar, a aquellas comarcas que llevaban mucho daron en provecho de la cría de ganado. En los Países Bajos y en las
tiempo desiertas y que ahora fueron pobladas de nuevo y preparadas tierras alemanas dei Rin progresó la especialización dei cultivo, que
para la explotación agrícola. Es célebre la información dada sobre algu- ya había comenzado en el sigla xv, y no permitió, por tanto, la «cerea-
nos pueblos suabos en la crónica de Zimmer de 1550: «Así que empeza- lización» del suelo constatable en amplias zonas de Europa. Los pro-
ron a roturar y a rodrigar nuevamente los viejos campos y praderas que, duetos hortofrutícolas y las flores desempenaban aquí un papel igual
muchos anos atrás, habían sido un pueblo, hasta que aquello empezó a de importante que las plantas comerciales e industriales. El agrónomo
parecerse otra vez a un pueblo». Cuanto más crecía la población, más alemán Johann Heinrich von Thünen (1783-1850) describe el origen
importancia adquiría la penetración dei hombre -practicada ya en la de las diferentes zonas agrícolas de Europa y lo atribuyó acertadamen-
Plena Edad Media- en espacios completamente nuevos que hasta te a las principales tendencias de la coyuntura agraria.
entonces habían estado despoblados y sin cultivar. Roturaciones, culti-
vos de terrenos pantanosos y baldíos, desecación de pantanos y construc-
ción de diques en las costas dei Mar dei Norte fueron las formas típicas
39
de la expansión agrícola en el sigla xvr. A diferencia de la tendencia de la Un breve y polémico informe (con mucha bibliografia interesante), con tendencia a
considerar las consecuencias sociales de los <<enclosures>> como algo menos graves de lo
Baja Edad Media, dichas formas de expansión agrícola tenían lugar a que suponía, sobre todo, la tradición marxista, en: G. E. MINGAY, Enclosure and the Small
costa de la viticultura y de la econornía pecuaria: en muchas regiones de I:Ormer in the Age of the Industrial Revolution, 1968.
146 147
En primer lugar, veía una zona agrícola de cultivo intensivo ai oeste , tndo los Pafses Bajos, fue capaz de impulsar el proceso de moderniza-
que incluía Inglaterra, los Países Bajos, Renania y algunas comarcas (k ' u'u1 tlc su economía política reduciendo constantemente el número de
la Baja Sajonia y de Schleswig-Holstein. Alrededor de ella, en forma ,,nsonas que trabajaban en Ia agricultura, introduciendo cultivos agrí-
de anillo, había una zona de cereales que, en lo esencial, seguía anelada cn t·nlas especiales y permitiendo Ia expansión dei comercio, la industria
el cultivo por ameigas trienales. A esta zona pertenecían las comarcas y ·I sector terciario. El este, por el contrario, bajo la presión dei nego-
cerealistas situadas al este del Elba -de gran expansión en el siglo xvt- . t•io tle la exportación y de los precios dictados por la Europa occiden-
que en Ia Edad Moderna soportaron e! peso principal dei abastecimien- tal, rue víctima de una gran dependencia dei oeste y orientó la agricul-
to dei noroeste europeo, abundante en ciudades, y que para cumplir esll" t11ra hacia el monocultivo dei cereal: ambos factores influirían durante
cometido tuvieron que sufrir una transformación fundamental de sus ·iglos en el desarrollo econômico y social de estas regiones. .
relaciones de producción. También el centro y e] sur de Alemania y las Nadie esperará que la industria, influida por una coyuntura agrana
comarcas cerealistas francesas pueden incluirse en esta zona. A conti- ,. ·calentada, presentara en el transcurso del «largo siglo XVI» unas mag-
nuación había otro anillo que abarcaba desde una zona de pastos en IIÍtudes de crecimiento comparables. No obstante, éste es el momento
Jutlandia, al norte, pasando por las comarcas de pastos rusas y ucrania- L~ n que el peso industrial de Europa se trasladó desde sus centros clásicos
nas, hasta llegar a Hungría. Abundantes hallazgos de archivos de los 1:11 los Países Bajos dei sur, Lombardía y el ámbito de laAltaAlemania
últimos decenios han demostrado la importancia de los grandes trans- hacia Inglaterra, Francia y los Países Bajos dei norte. Incluso Espana,
portes de ganado procedentes de estas comarcas bacia la Europa central que a comienzos dei siglo XVI todavía tenía centros de producción muy
y occidental. notables, no pudo conservados y se volvió cada vez más dependiente de
Los «anillos» de Thünen, como el propio autor reconocía con cla- las importaciones dei noroeste. .
ridad, no eran el resultado de las condiciones específicas de los espa- Donde esta se manifestó con mayor claridad y tuvo consecuenc1as
cios naturales. Antes bien, se fueron formando en el transcurso de las más graves fue en la industria textil. «Tanto por su contribución a la
coyunturas agrarias de la Edad Media, dei siglo XVI y dei xvm y, desde ·reación de riqueza político-econômica como por el número de traba-
el punto de vista funcional, servían para sumi nistrar cereales y carne jadores que empleaba» (P. Kriedte ), era el sector industrial más impor-
al oeste, con un alto índice de ciudades y en población. Hubo que sal- tante de la Europa de la Edad Moderna. Podemos suponer que, duran-
var enormes distancias para transportar grandes cantidades de cerea- te amplias períodos dei siglo XVI, la ropa de diario de largas capas de
les y bueyes desde el norte y el este bacia la Europa occidental. Las la población era producida, en un alto porcentaje, por la vía dei autoa-
nuevas prácticas dei comercio, utilizadas por los holandeses, los fran- hastecimiento. Por consiguiente, las grandes regiones textiles se orien-
ceses y los ingleses, hallaron aquí su primer campo lucrativo de activi- taban principalmente al consumo suntuario y fabricaban , mediante un
dades. A través de Danzig y de la zona dei Báltico llegaban al oeste largo proceso de trabajo intensivo, gruesos panos de estambre. En el
partes muy importantes de la producción de cereales germano-oriental transcurso dei siglo XVI, sin embargo, tuvo lugar una paulatina trans-
y, sobre todo, polaca. La exportación de cereales realizada a través de rormación. Productores y comerciantes reconocieron las perspectivas
Danzig aumentó de unas 10.000 toneladas anuales a finales dei siglo xv de una demanda creciente de ropa barata e intentaron responder a esas
a 116.000 en el primer tercio dei siglo XVII; entre el 15 por 100 y el 20 perspectivas mediante modificaciones en la producción. En especial
por 100 dei cereal polaco comercializado debió de exportarse en tomo fnglaterra, hasta entonces un país que exportaba lana y panos gruesos,
a 1560/1570. No menos impresionantes eran las exportaciones de bue- se dedicó a las telas más ligeras y baratas. Renunciaron a los costosos
yes de Rusia, Hungría y el ámbito danés. «Los bueyes desfilaban al procedimientos dei peinado y el batanado y se conformaron con el
compás de los precios» (W. Abel). En la aduana de Gottorp (Schleswig), hilo de Jana cardada. Con ello se insinuaba el cambio de «pafio» a
el paso de los bueyes aumentó de 20.000 reses anuales entre 1480 y «tela». Dicho cambio halló su continuación bacia finales dei siglo XVI
1500, a 55.000 o 60.000 ai afio entre 1600 y 1620. La aduana de Rends- y durante todo el xvn en el triunfo de los new draperies sobre los old
burg la cruzaron bacia 1565 unos 45.000 bueyes, y en el afio 16121le- draperies.
garon a cruzaria hasta 45.519 reses. El país de origen de esta nueva técnica fueron los Países Bajos del
Todas estas cifras reflejan una «división dei trabajo interregional» sur, es decir, una de las clásicas comarcas textiles europeas, cuyos
en la economía agraria europea que funcionaba bien y que trajo como panos gruesos tenían fama mundial. El cambio se inició bacia media-
consecuencia la formación de diferencias específicas en Ias relaciones dos dei siglo XVI, cuando se hizo evidente la crisis Ia antigua y costosa
sociales y de poder entre el oeste y el este de Europa. E! oeste, sobre producción de panos. Tras el cisma religioso del país, la nueva técnica
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llegó ai norte con los refugiados calvinistas y se asentó especi almcntr I luma la atención el aumento del volumen comercial a lo largo de esta
en la comarca entorno a Leiden. Numerosos holandeses, sin embargo. q1oca. Ya hemos hablado de la parte de culpa que tuvieron en esto los
hallaron en Inglaterra su segunda patria y llevaron la nueva técnica a la desc ubrimientos y la colonización . Las repercusione s dei naciente
isla en un momento en que el proceso de transformación ya estaba ali f l'IHncrcio internaciona l en Europa fueron significativa s, sobre todo
en plena marcha. pnrque, con las especias de Asia y los metales preciosos de América, se
No sólo las nuevas «telas» debían su auge a un cambio en la di sponía de bienes que permitían especulaciones exorbitantes. Cuando
demanda y el consumo, como el que tuvo lugar a finales dei siglo xv1 y lu pimienta, por ejemplo, se vendía en Europa, su precio de coste se
alcanzó su punto culminante en el transcurso dei siglo siguiente. Tam- quintuplicab a. Aquí había posibilidade s de acumulación de capital
bién los productos de lino cobraron nueva importancia; en especial, en monetario que favorecían la intensificación del intercambio comercial
las regiones en las que se cultivaba esta materia textil -Francia, Flan- cn todos los terrenos.
des y Alemania-, la producción de lino aumentó bruscamente y no En el comercio interior de Europa, que, naturalmente , no se podía
só lo cubrió la demanda regional y local, sino que acabó convirtiéndo- nislar del comercio internacional, sino que formaba con éste una sim-
se en un negocio de exportación lucrativo. hi osis indisoluble, empezaron a dominar en, el siglo XVI los bienes
El triunfo de estos productos y de los nuevos métodos de fabricación ng rarios e industriales de consumo masivo. Estos cambiaron la cara
es inimaginable sin el activo papel que desempenó en su imposición el tlcl comercio tradicional, practicado a través de la región mediterrá-
capital comercial europeo. Hacia finales dei siglo XVI, como muy tarde, nca, que en esencia se había conformado con intercambiar especias
llegaron los comerciantes de forma masiva al campo; este fenómeno se as iáticas por metales preciosos europeos (y, más tarde, americanos) .
di o en primer lugar en Inglaterra, pero después en todas las principales l)ebido a la división dei trabajo interregional, los cereales, el ganado,
regiones textiles dei continente. Allí buscaban, y encontraron, mano de las pieles y, en el caso de Hungría, el cobre llegaron desde la Europa
obra barata entre las capas bajas dei campesinado e iniciaron el secu- oriental bacia el oeste, donde eran consumidos o reexportados, mien-
lar proceso de inundar el campo con una industria doméstica, proceso tras Occidente, como contrapartida, exportaba bacia el este los pro-
que se mantuvo hasta la época de la industrializa ción y que configu- duetos de su industria textil en expansión. Los registros aduaneros dei
ró el semblante «industrial» de la Europa «preindustrial». Los gastos Sund nos ofrecen la posibilidad de ilustrar este proceso cuantitativa-
que se ahorraron con esta maniobra les proporcionaron considerables mente. La exportación polaca, por ejemplo, en el siglo XVI , constaba
ventajas con respecto a la competencia de los gremios urbanos, a Ia cn un 90 por 100 aproximadamente de cereales, ganado y pieles; las
que de todos modos superaban en el terreno de la venta, en especial importaciones polacas a través dei mar, entre 1565 y 1585, constaban
de la exportación. cn un 48 por 100 de tejidos.
Por lo demás, la industria textil era un sector cuantitativamente AI igual que en la agricultura y en la industria, los cambios estruc-
destacado, pero ni mucho menos el único, con el que trabajaban los turales dei comercio hallaron su expresión en una geografía comercial
comerciantes. Sin correr el riesgo que hubiera supuesto haberse encar- transformada. La gran época de Venecia -tradicional centro dei comer-
gado de todo el proceso de producción mediante elevadas inversiones cio de especias- tocó a su fin en el transcurso dei siglo XVI 40 . Como con-
en capital fijo, penetraron en muchas áreas industriales e hicieron secuencia de los descubrimientos espanoles, Sevilla alcanzó su céle-
depender en cierto modo de ellos a la -como consecuencia del aumen- bre y extraordinar io período de prosperidad. El comercio sevillano
to de la población- numerosa mano de obra rural. La fabricación de y la posición de Espana en el sistema comercial internacional conser-
cuchillos de Solingen, la industria de agujas de Schwabach, los relojes varon cierto equilíbrio mientras el país estuvo en disposición de com-
de la Selva Negra, la producción de hierro de Siegen y la industria de pensar las importaciones de metales preciosos con la exportación de
artículos de madera y joguetes de Meiningen son sólo algunos ejem- productos agrarios e industriales espanoles. A finales dei siglo xvi sur-
plos alemanes de la penetración de la «protoindustria» en terrenos aje- gieron problemas cuando Espana se fue convirtiendo cada vez más
nos a la producción textil. en un país de tránsito en ambas direcciones y no supo aprovechar su
Con ello, la mirada se dirige al comercio y lasfinanzas como el ter- favorable situación estratégica en el comercio mundial para modificar
cer sector dei cambio estructural económico en e! siglo XVI. Sin duda,
este siglo no fue todavía la «época de florecimiento dei capital comer-
cial», pero la preparó de un modo decisivo, tal y como lo demuestra la
40 Véase la interesante obra colectiva de B. P ULLAN (ed. ), Crisis and Change in the
ampliación cuantitativa dei sistema de compra-venta. En primer lugar, Venetian Economy in the 16'1' and 17'1' Centuries, 1968.
150 151
su estructura de producción. Naturalmente, con Amberes 4 1 y el capila l 1 1r sus habcrcs, hacer transfercnci as y emitir letras de cambio a sus
comercial de laAltaAlema nia concentrado en esta ciudad, Espafía dis , li ·ntcs, sin que fuera necesario un encuentro personal con éstos o con los
ponía en e! siglo XVI de otro centro comercial. Amberes aventajaba a 1wios. Las ciudades (y Estados) dei norte de ltalia se situaron también
Sevilla sobre todo porque no se limitá ai comercio con las Indias Occi , 11 ~.::s te aspecto a la cabeza; aseguraron los nuevos métodos poniendo
dentales, sino que supo ver1a diversidad de corri entes comerciales euro h1s bancos bajo la protección de los respectivos gobiernos, convirtién-
peas y, por ejemplo, reconoció la utilidad político-comercial de actuar dulos, por tanto, en cierto modo, en «públicos»: en 1584 surgió el
como intermediaria de los nuevos tejidos baratos para introducirlos cn Jlanco de Rialto en Venecia, en 1593 el «Banco di San Ambrogio» en
la región mediterránea. Pero Amberes fue pronto víctima de la política M i lán, en 1605 e! «Banco de] Spirito Santo» en Roma. Luego, en el
espafiola. Tras la separación de! norte de los Países Bajos de Espafía, norte, la apertura del banco de cambio de Amsterdam, el «Wiesel-
su papel lo ocuparon otras ciudades comerciales y portuarias europc- hank», e! afio de! armisticio de 1609, fue un gran acontecimiento signi-
as, a la cabeza de las cuales se situaba Amsterdam. Y con el auge de J'i ·ativo para todo e! siglo xvn. Sus actividades eran comparables a las
Amsterdam, a cuya sombra aún se mantenían puertos italianos como d · las ciudades italianas, sólo que además incluía también el cambio de
Génova y Livorno y fueron preparando su inminente grandeza puertos moneda y la compra-venta de metales preciosos y monedas extranjeras.
de! norte como Londres y Hamburgo, se llevó a cabo definitivamente Ni és te ni sus antecesores italianos prestaban dinero: todos ellos y sus
-bajo la influencia de! aumento demográfico y de la coyuntura agra- sucesores y competidore s en Middelburg (1616), Hamburgo (1619),
ria- el desplazamiento del peso de la economía europea. Pues a pesar Nuremberg y Delft (1621), Rotterdam (1635) y Estocolmo (1656) siguie-
de la diversidad de sus relaciones de intercambio y de! refinamiento de rnn siendo durante mucho tiempo puramente bancos de cambio y de
sus nuevas técnicas y prácticas en el comercio y la financiación, Ams- depósitos, clearing houses (bancos de compensació n) para regular y
terdam, al fin y al cabo, debía su esplendor a un factor que destacaba racionalizar el tráfico comercial internacional.
por encima de todo: el comercio de cereales con el este.
En el curso de! «largo siglo XVI» también cambiaron de semblante Otro cambio fundamental -junto con e! incremento de la deuda
la estructura y la geografía de las finanzas europeas. Donde más clara- estatal, sin duda el más importante de la historia financiera europea de
mente quedá esto reflejado fue en el paulatino, pero incontenible , la Edad Moderna- tuvo lugar en e! ámbito de la financiación de!
retroceso de las ferias medievales. Hasta muy entrado e! siglo XVI, las comercio. El comerciante que operaba apoyado en una econornía
ferias comerciales y de intercambio de Lyón, Amberes, Medina de! ramiliar fue pasando cada vez más a un segundo plano. Ya hemos
Campo, Francfort y las ciudades del norte de Italia representaba n las hablado en otro lugar de la actividad y de la importancia de las compa-
instituciones capitales para regular las operaciones de compensació n íiías de comercio. La apertura y explotación de nuevas áreas y nuevos
entre los comerciante s europeos. En esta época, el comercio seguía ramos comerciales fue una de sus hazafí.as. La otra fue la financiación
siendo, en su mayor parte, unas unto del comerciante y de su familia; la de tales empresas mediante una «organización social» en forma de
presencia personal de! comerciante en las ferias era, al mismo tiempo, acciones, préstamos y obligaciones. El apogeo de! mercado interna-
una ocasión para despachar sus obligaciones financieras. Sin embargo, cional de acciones es, en esencia, un acontecimiento de! siglo xvn,
a lo largo del siglo XVI, el comercio internaciona l se desligá de las pero los cimientos se pusieron en el siglo xvi: en una época en la que
fechas de las ferias. Se comerciaba durante todo el afio y se creaban cl comercio a grandes distancias empezaba a convertirse en un nego-
oficinas de comercio permanentes y almacenes en las principales cio cotidiano para muchos comerciantes, que estaban encantados de
metrópolis comerciales . Las bolsas de comercio, instaladas también compartir con otros -y, por tanto, reducir- el riesgo de tales proyectos.
con carácter permanente, asumieron las funciones de las antiguas
ferias: por ejemplo, en Amberes desde 1531, en Londres desde 1571,
en Sevilla desde 1583 y en Amsterdam desde 1611. La crisis dei sigla xvu 42
A la fundación de las bolsas de comercio le siguió la de los bancos La fase de prosperidad general en toda la Europa de! largo siglo XVI
de depósitos y de cambio. Aquí los comerciantes podían guardar y reti- fue sucumbiendo en el transcurso de la primera mitad del XVII. La vida
41 H. VAN
DER WEE, The Growth of the Antwerp Market and the European Economy, 42 La principal contribución, actualmente corregida en algunos
aspectos, sobre todo
3 vols., 1963. regionales, es: E. J. HOBSBAWM, <<The General Crisis of the European Economy in the
152 153
económica europea entró en un largo período caracterizado por con- pafladas de epidemias asoladoras y de repentinas catástrofes climáti-
tracciones, estancamientos y ctisis. Donde más notoriamente se mani - ·as. Pero ni en Italia ni en Espana causó estragos la Guerra de los Trein-
festó esto al principio, entre los anos 1618 y 1630, fue en la disminución 111 Afíos y, no obstante, las pérdidas fueron elevadas: Italia, entre 1600
dei volumen comercial. Las importaciones de metales preciosos pro- y 1650, disminuyó de 13 a 10 millones de habitantes; en el mismo perío-
cedentes de las Indi as Occidentales se redujeron considerableme nte; do de tiempo, Castilla se vio afectada por una serie de plagas y perdió
la decadencia -que se inició en el siglo XVI-del comercio mediterráneo aproximadamen te un cuarto de sus habitantes.
fue en aumento; incluso las exportaciones de cereales dei este europeu jNada de todo esto ocurría en el afortunado noroeste dei continente!
sufrieron, como lo demuestran los registros aduaneros dei Sund, pérdi- llasta la década de 1660, las poblaciones holandesas e inglesas siguie-
das elevadas. Naturalmente, el comercio no era la causa de la apatición de ron creciendo considerablemente; sólo a partir de entonces comenzó aquí
ctisis, cada vez más perceptibles en muchas regiones desde 163011?4"0, una moderación dei crecimiento que demuestra que estos países tam-
ni tampoco su principal foco de influencia. En el transcurso del s1glo, hi én se vieron afectados por un cambio de tendencia que, en e1 resto de
los holandeses fueron desarrollando su imperio comercial mundial; los l ~uropa, debido a la guerra y a las epidemias, había tenido lugar mucho
ingleses prepararon e! suyo y así mostraron al resto dei mun?o que ta:n- untes.
bién en tiempos de descenso o estancamiento de los precws agrarws Francia ocupaba una posición intermedia. Só! o su parte oriental fue
-o precisamente por ello- , el comercio ofrecía la posibilidad de hacer nl'cctada masivamente por las repercusiones de la gran guerra. Sin
inversiones y aspirar a obtener ganancias si se abandonaban las vías y ·mbargo, e! aumento de la población también se paralizó aquí en tomo
las zonas tradicionales y se aprovechaban sistemática y tenazmente las n 1630/1640; la imagen de los siguientes ochenta a cien anos es la dei
posibilidades dei recién nacido sistema comercial mundial. ·stancamiento, con un número de habitantes de entre 17 y 19 millones.
Las senales de estancamiento y de ctisis se manifestaron mucho Sigue sin haber unanimidad entre los historiadores acerca de las cau-
más en otros terrenos, y eso hasta bien entrado el siglo xvm. Desde el sas de esta notable inversión de la tendencia predominante desde hacía
ptimer tercio dei siglo xvn, se interrumpió el crecimiento demográfico unos 150 anos. Allí donde la guerra, y sus consecuencias, puede ser
dei período anterior, en especial en las regiones dei centro y dei sur de identificada como la causante, las cosas son relativamente sencillas.
Europa. Si tomamos como base los índices, la región mediterránea, ai Pero es indiscutible que, pese a su enorme envergadura, ésta sólo reper-
comparar los anos 1600, 1700 y 1800, muestra la serie 100, 96 y 114, y ·utió en algunas regiones. Resulta mucho más difícil averiguar si el
la Europa central la serie 100, 103 y 118. Só! o el norte y el. oeste (con ·xceso de población desempenó en esta algún papel y, por tanto, estaba
Inglaterra y los Países Bajos dei norte), que presentan la sene 100, 134 preparado el terreno para una crisis maltusiana. Peter Kriedte cree poder
y 153, parecen no haber sido afectados. Los índices para ~1 sur y el cen- aventurar tal afirmación basándose en el análisis de numerosos estudios
tro de Europa ilustran claramente el proceso de decadenc1a, pero no ~as rcgionales; Jan de Vries no la descarta para algunas regiones dei Medi-
catástrofes demográficas de las que iba acompanado en algunas regw- lcrráneo, pero porre en duda «whether a true Malthusian crisis domi-
nes. El norte de Pomerania y Mecklemburgo perdieron, sólo entre 1628 nated seventeenthcentury Europe». Desde luego, no fue una «verdadera
y 1638, el40 por 100 de su población; en todo el territorio del Imperio Tisis maltusiana», pero sin duda el crecimiento demográfico de Euro-
Germánico la población se redujo, en el mismo período de tiempo, en pa había adoptado a comienzos dei siglo xvn tales dimensiones que en
más de un cuarto. Para Polonia se fijan porcentajes similares; Dinamar- ·I transcurso de este siglo se hicieron necesatias regulaciones restricti-
ca, en el transcurso de la guerra entre suecos y daneses (1658-1660), vas como las que caracterizao a la población preindustrial. Y esto tam-
debió de perder el20 por 100 de sus habitantes. Que las guerras, sobre hién es aplicable a regiones en las que la guerra no contribuyó a dismi-
todo la Guerra de los Treinta Anos, provocaron grandes pérdidas en la Huir el elevado número de habitantes.
Europa central, es algo que está fuera de toda duda, sobre todo porque Así pues, está comprobado que en Inglaterra, a partir de mediados
en muchas regiones y durante largos períodos de tiempo fueron acom- de siglo, se practicó la planificación familiar. Las investigaciones de
E. A. Wrigley sobre e! pueblo de Colyton demuestran un aumento dei
11romedio de laedad de casamiento de la mujer de 27,0 anos (1560-1646)
Seventeenth Century>>, en Trevor Aston (ed.), Crisis in Europe, 1560-1660, 2 1967, pp. 5-62. a 29,6 anos (1647-1719), así como una reducción de la fecundidad
Véase una sinopsis muy equilibrada sobre la problemática en DE VRTES, Economy ofEuro- matrimonial específica de la edad. No obstante, hay que pensar que no
pe, pp. 21 ss. Es importantísimo también P. )EANIN, <<Les comptes du Sund comme sourcc
pour Ia construction d'indices généraux de l' activité économique en Europe (xvi•-xvm' s61o influía la necesidad de un equilíbrio entre «alimentación» y «fun-
siecles)», Revue Historique 231 (1964), pp. 55-102; pp. 307-340. dación de una família», sino también el deseo de los cabeza de familia
154 155
de conservar y mejorar -a partir de no incrementar e] número de miem- lado ai mercado. E l continuo avance de los enclosures en Inglaterra,
bros de la farnilia- un estándar de vida conseguido con mucho esfuerzo. que hacia 1700 ocupaban aproximadamente el 50 por 100 dei campo,
La situación de Francia no es tan favorable. Aquí sólo se han com- era , pese a sus significativos costes sociales, un camino que tenía en
probado claras tendencias.a la planificación familiar sólo a finales dcl l'ucnta estas exigencias. En muchos otros Estados, en especial en la
siglo XVII. En cambio, antes, en la época de Luis XIII y de Luis XIV, nmplia zona europea de cereales (el segundo «anillo» de Thünen), el
con su sombrío aspecto demográfico, los efectos reguladores partían <: a mino aún estaba cerrado por numerosos impedimentos sociales e
sobre todo -junto con la guerra y las epidemias- de esas breves pero institucionales. En consecuencia, la crisis dei siglo XVII tuvo aquí
intensas crisis de carestía y hambre que ha analizado Pierre Goubert a rcpercusiones mucho mayores.
través dei ejemplo dei Beauvaisis, al norte de Francia. De este modo, no sorprende que la diferenciación regional de las
AI igual que en las épocas precedentes de la historia económica ugriculturas europeas, introducida ya en el XVI, avanzara con fuerza en
europea, la evolución demográfica dei siglo xvn se hallaba directa- t; l siglo xvu: fenómeno que fue compensado por la capitalización agra-
mente relacionada con lo que ocurría en los restantes sectores. El nivel ria de tinales dei XVIII y dei XIX. «The interplay between changing poli-
de precios de los alimentos básicos descendió en todas partes; en algu- 1ical structures and changing market pressures created the condition
nos países y regiones las curvas de precios también demuestran en este where diverging paths were being followed in the agrarian life of the
punto una inversión de Ia tendencia. Mientras que en el sector indus- various European states -some for better, some for worse. 43 » Espana e
trial los salarios reales se recuperaron un poco y en algunas comarcas llalia se quedaron definitivamente atrás, y en las relaciones sociales
se despertaron recuerdos de la edad de oro dei siglo xv, cuando criadas rurales, que a princípios dei siglo XVI presentaban ya rasgos relativa-
y mensajeros podían plantear unas «atrevidas» exigencias salariales, el mente «modernos», desarrollaron de nuevo elementos claramente feu-
interés por la producción de cereales se redujo claramente. Numerosos dales. Grandes zonas de la Europa oriental, sobre las que aquí no
campos cultivados volvieron a ser prados y pastos; los eriales no sólo vamos a entrar en detalle, siguieron estando orientadas a la exportación
hicieron su aparición en las comarcas afectadas por la guerra; la recupe- cn el sector dei cereal; pero la estrechez de miras de esta continuidad
ración de tierras perdió peso tanto en las costas como en el interior. cn el contexto de unas estructuras sociales y constitucionales poco
Para la agricultura, sin embargo, Ia crisis de! siglo XVII no fue en desarrolladas y de una escasa urbanización di o origen a una refeudali-
modo alguno comparable con la crisis agraria de la Baja Edad Media. zación extrema de estas regiones. La «segunda esclavitud» en las tie-
Una disminución de la demanda no elástica de alimentos básicos coin- rras senoriales situadas al este dei Elba se convirtió en el equivalente
cidió con un aumento de la demanda elástica de productos agrícolas funcional de la disolución de las relaciones sociales medievales en el
especiales. Por tanto, aquellas regiones, que en los siglas anteriores ya noroeste, en sus muchas ciudades. En los territorios de las monarquías
habían orientado sus agriculturas al mercado, especialmente al merca- absolutas dei norte y dei centro de Europa -Suecia, Dinamarca, la ma-
do suprarregional, no sufrieron en realidad una crisis. La moderniza- yor parte de los territorios dei Imperio Germânico y Francia-, la agri-
ción de las agriculturas inglesa y holandesa marchaba también ahora a cultura, en el siglo XVII y a princípios dei XVIII, adoptó una posición
la cabeza; las «islas intensivas» europeas, situadas entorno a las gran- intermedia entre la economía rural medieval y la economía mercantil
des regiones urbanas, siguieron desarrollándose. Además, el Estado moderna. La lucha entre terratenientes, Iglesia, Estado y campesinos
compensó -h e aquí otra clara diferencia con respecto a la Baja Edad productores por el reparto de la plusvalía obtenida fue intensa y dura-
Media- una parte de los fenómenos de la crisis. Actuó como deman- dera, y no siempre se sostuvo con la mirada puesta en el progreso agrí-
dante masivo para la corte y el ejército, y lo hizo de un modo que, en cola. Sobre todo la nobleza continental, el mayor terrateniente en todas
muchos aspectos, exigía demasiado de la limitada peasant economy, partes, veía con demasiada frecuencia en los tributos campesinos una
vinculada a la respectiva localidad y bajo la influencia de la economía fuente para asegurar y representar su status; la elevada tributación esta-
colectiva de pastos comunes. Pues lo que les interesaba al Estado y a Lai de los campesinos puso muchos obstáculos a su progreso. Sólo
las clases altas dedicadas ai comercio no era el mercado local en torno donde las exigencias estatales, eclesiásticas y de los terratenientes
a las ciudades pequenas, sino el comportamiento dei mercado territo- guardaban cierto equilíbrio con las necesidades campesinas se desa-
rial y suprarregional. Quien queria responder a estas exigencias tenía rrollaron estructuras agrícolas satisfactorias. En este sentido habría que
que estar dispuesto a abandonar el régimen agrario y el sistema econó-
mico tradicionales; si era «campesino» tenía que hacerse «granjero» y
«arrendador», y, si propietario de un terreno, un «terrateniente» orien- 43
D E VIUES, Economy of Europe .. ., cit. (véase n. 30), p. 48.
156 157
mencionar la costa de laAlemania noroccidental , cuyos campesinos Sl' d · la cstructura social y económica rural, contra las que incluso había
beneficiaron de la escasa concentración de! dominio noble ; las reg io· mmbatid o con éxito durante la guerra civil hasta lograr arrinconarlas.
nes de la Meierverfassung dei norte de Alemania, en las que los dcrc- I ,a supresión de los viejos tributos feudales, así como de! mayorazgo
chos de propiedad campesinos, la exigencia impositiva estatal y la s sohrc los bienes nobles y la legalización de los enclosures, fueron los
cuotas contributivas sefioriales hallaron una coexistencia satisfactoria ; :tcontecimientos que allanaron el camino hacia la modernización de la
y, finalmente , las regiones cerealistas dei norte francés y de la Isla <k ngricultura inglesa. La famosa tríada dei terrateniente noble, el empre-
Francia, en las que desapareció la economía rural tradicional y fue sus- surio agrario arrendador y la mano de obra rurallibre fue el resultado
tituida por una econornía arrendaticia con vistas al mercado: proceso que de estas cambias a largo plazo. Sobre esta base se desarrolló una agri-
como en la Inglaterra de los enclosures, relego, sin duda, a los «campesi- l'U itura que, impulsada en esta dirección por la cría de ovejas dei
nos» que eran pequenos propietarios en favor delfermier que no posefa siglo xvr, ahora, una vez pasado e! boom de la lana, exploraba todos los
nada; pero que en el aspecto social tuvo repercusiones más «moder- scctores de la producción agraria. Si bien e! grado de especialización
nas» que el arcaico sistema de aparcería (métayage), que se impuso en 110 se podía comparar con los modelos holandeses , sin embargo, e!
amplias zonas dei resto de Francia bajo la influencia de una nobleza que impulso hacia la diversificación y, sobre todo, hacia la innovación téc-
pensaba y actuaba de manera comercial, pero no «moderna» •
44 nica iba mucho más aliá de dichos modelos: regiones de cria de gana-
Finalmente, queda la zona de cultivo intensivo dei oeste de Euro- do, zonas de cereales, comarcas con mixed husbandry y, en los alrededo-
pa, con los Países Bajos e Inglaterra en el centro y las «islas intensi - rcs de Londres, terrenos de horticultura especializada configuraban el
vas» renanas, la Baja Sajonia, Frisia oriental y Schleswig-Hols tein en rostro dei campo inglés; el cultivo de plantas forrajeras; el famoso sis-
la periferia. Aquí se continuó lo que se había comenzado en los siglas xv tema de Norfolk, una rotación de cosechas de cuatro afias de duración
y XVI, y se aprovecharon las posibilidades que toda crisis ofrece. Los a base de trigo, nabos, cebada y alfalfa; numerosas innovaciones en los
Países Bajos dei norte destacan por dos fenómenos fundamentales: la sistemas de cultivo; los water meadows y el drenaje son algunos ejem-
especialización y la comercializació n. Ambas fueron posibles porque, plos de la transformación técnica que tuvo lugar en Inglaterra.
tras la separación religiosa de Espana, la influencia de la nobleza dis- En general, tanto los Países Bajos de! norte como Inglaterra son
rninuyó y la agricultura entró en la esfera de intereses de una activa mer- prueba de la penetración dei capitalismo en la agricultura europea.
chant class. El queso, la mantequilla, los productos cárnicos, los tulipanes Só lo en estas países se redujo masivamente la peasant economy, sólo
y las plantas industriales eran los hits de los holandeses, demandados cn e! los gran parte de la agricultura cayó en el ámbito de la comerciali-
incluso en tiempos de depresión general. En lo que se retiere a la pro- /',ación, só! o allí fue en aumento la utilización de mano de obra libre en
visión de cereales, se servían de su entrepôt de Amsterdam, en el que la producción económica. Hasta el siglo XVIII y princípios dei XIX, los
el centena y el trigo procedentes del este de Europa se conseguían más restantes países europeos no tuvieron noticia de que en el oeste de
baratos que si hubieran sido cultivados en el propio país. Cuando, en Europa se había llevado a cabo una evolución modélica a cuyas reper-
el paso dei sigla xvn al XVIII, los Países Bajos percibieron los síntomas cusiones, lo quisieran o no, apenas podían ya sustraerse.
de la depresión agraria, se puso de manifiesto que se trataba de proce- En varias aspectos, el sector industrial dei sigla xvu estaba relacio-
sos irreversibles. nado con el comportamiento coyuntural del sector agrario. La desace-
En Inglaterra, más que en todos los demás Estados, la evolución de leración de la coyuntura cerealista, con sus precios de los alimentos
la agricultura en Inglaterra estaba vinculada a un cambio de las estruc- básicos periódicamente bajos, permitía destinar parte de los ingresos a
turas sociales generales. Tras una época de una movilidad social extrema los productos industriales. Aunque esta ventaja coyuntural de la pro-
y de una apresurada redistribución de la ti erra antes y durante la guerra ducción industrial fue posiblemente nivelada de nuevo por la recesión
civil del siglo xvn, la agricultura inglesa fue a parar, en gran medida, a de la evolución demográfica, sin embargo, en general, el efecto que la
manos de la nobleza terrateniente, en especial de la gentry. A diferen- coyuntura agraria declinante produjo en los ingresos, junto con lacre-
cia de la nobleza dei resto dei continente europeo, és ta se caracterizaba ciente actividad exportadora de los europeos en el sistema de comercio
por no estar interesada en las tradicionales obligaciones institucionales mundial, tu vo unas repercusiones tan estimulantes para la industria que
la principal característica de este sector a lo largo dei siglo XVII fue la
expansión. En especial la industria textil, con sus nuevos panos ligeras
44 Véase F. BRAUDEL Y E . LABROUSSE (eds.), Histoire économique et sociale de la y baratos para e! consumo masivo, avanzó ahora con resolución por los
France, Vol. 1/, 1660-1789, 1970, pp. 142 ss . caminos explorados en el siglo XVI y no só lo aprovechó las nuevas téc-
159
158
nicas de produccián, sino también los nuevos métodos de organización tanto en el ámbito técnico como en el organizativo, fue en las manufac-
laboral. Marcado por una coyuntura agraria en declive, el sector rura l lllras especializadas, que producían artículos de lujo y se encargaban
-más aún que antes- puso a su disposición mano de obra barata, pucs d ·equipar a los ejércitos con armas y otros pertrechos. Estas manufac-
las capas inferiores del campesinado, que en la época de los buenos turas , y con ellas Ia explotación y transformación dei mineral de hierro,
precios tal vez habían adquirido cierta cuota de mercado o, ai menos, s · hallaban también bajo la influencia -o lo fueron estando cada vez
habían encontrado un salario suficiente en la agricultura, se hallaban 111ás- dei capital comercial europeo, que en este caso, como en el sec-
ahora ante la nada, pues no estaban en condiciones de efectuar las diff- tor textil, estaba más interesado en aumentar la capacidad de produc-
ciles y costosas modificaciones encaminadas a una agricultura espe- ción que en cambiar las estructuras productivas. Un ejemplo famoso es
cializada y comercializada. li! industria del hierro sueca dei sigla xvn. Con motivo de la política
Así pues, vemos que en el sigla xvn la protoindustria 45 avanza a bélica continental cayó por completo bajo la influencia de los comer-
marchas forzadas en numerosas regiones europeas, y con ella, apoyán- ciantes holandeses. Louis de Geer, que no en vano era un emigrante de
dola y aprovechándola, el capital de los comerciantes, que supo emple- la región férrica que rodea a Lüttich, en el sur de los Países Bajos, no
ar en su propio beneficio el considerable ahorro de gastos de la produc- só lo se encargó con otros de la venta de toda la producción sueca, sino
cián industrial doméstica. Siguiendo este camino, muchas regiones se que también organizá con especialistas de Lüttich la extracción dei
convirtieron en nuevos centros de la producción industrial. La región hierro y la fabricacián de cafíones. Por esta vía, Suecia se convirtiá en
situada en torno a Leiden se convirtió en uno de los centros de Holan- ·I sigla xvn en el productor de hierro más importante de Europa; no
da, a pesar de no ser ésta un ejemplo especialmente típico de la nueva só lo el potencial armamentístico holandés, sino también el inglés, fue
evolución, ya que aquí las industrias se expandieron únicamente como cnteramente suministrado desde Suecia.
complemento dei comercio y, a Ia larga, sólo tuvieron éxito en el ámbi- Una vez más, y ahora de forma más pronunciada, se demuestra el
to de los caros y valiosos productos especiales. Extremadamente inten- peso que tuvo el comercio en el transcurso de toda la historia europea
so fue, por el contrario, el proceso de crecimiento de la industria textil de la Edad Moderna. Profundamente afectado -si bien de forma tem-
inglesa, el cual, tras la definitiva crisis de los pafíos gruesos en la déca- poral- por los fenómenos de crisis, no respetadas por la larga depresión
da de 1620, se apoyá primero en las new draperies, luego en los tejidos agraria de la segunda mitad dei siglo, pero masivamente estimulado
de lino y, finalmente, en el algodán. Pero siempre fue la industria por el auge de Europa en el mundo, el comercio europeo iniciá su gran
doméstica rural la que proporcioná a los comerciantes ingleses un época. En el sector de los productos agrícolas o industriales, en la pro-
importante ahorro en los gastos: el Ulster, West Riding, Cotswolds, clucción o en la distribucián, en la financiación o en el transporte ... ,
East Anglia y, para el algodán, Lancastershire son regiones textiles de en cualquier parte vemos trabajando a los comerciantes europeos del
Inglaterra con una gran concentración de industria doméstica. En Fran- sigla xvn. Algunas cifras aisladas de las que disponemos nos muestran
cia destacan Maine, Picardía y el Languedoc; en Alemania, Silesia, Ias las as de crecimiento considerables. La exportaciones de hierro suecas,
zonas que rodean a Osnabrück y a Minden-Ravensberg, Wurtemberg y por ejemplo, aumentaron bajo la influencia de los holandeses de 6.500 t
el sur de Sajonia. en 1620 a 17.000 ten 1650 y 30.000 t en 1700. La flota mercante holan-
Llevaría demasiado espacio enumerar aquí todos los sectores de Ia desa aumentá tanto a lo largo dei sigla XVII, que al final tenía más barcos
producción industrial de Europa atendiendo a sus cambias y transfor- que la de los ingleses, franceses y ai emanes juntos. Y eso a pesar de que
maciones esenciales. En comparación con el sector agrario, es intere- la tlota inglesa también había aumentado de forma constante: en 1572
sante que las innovaciones y modificaciones tecnológicas de los méto- su tonelaje era de 50.000 t, y en el afio 1686 ascendía a 340.000 t.
dos productivos, aunque naturalmente no faltaban, desempefíaran un En una visión histórica de conjunto no se puede proporcionar una
papel relativamente pequeno. Precisamente Ia industria doméstica, con clocumentación completa de las actividades del capital comercial euro-
su significativa expansión cuantitativa, frenaba en cierto modo los peo. Sin embargo, no debe faltar una breve mirada a los métodos dei
cambias cualitativos. Donde antes tuvieron lugar dichos cambias, tráfico comercial y la financiación, con cuya ayuda se lograron estas
asombrosos éxitos. Tanto los comerciantes holandeses como los ingle-
ses eran en el sigla xvn estrategas geniales de la reexportacián; aproxi-
45
madamente el 31 por 100 de las exportaciones inglesas hacia 1700 hay
Véase P. KRIEDTE, H. MEDICK y J. SCHLUMBOHM, lndustrialisierung vor der lndus-
trialisierung. Gewerbliche Warenproduktion auf dem Land in der Formationsperiode des
que atribuiria a esta actividad. Mientras que la exportación total del
Kapitalismus, 1977, especialmente pp. 61 ss. país entre 1663 y 1701 aumentá de 4.139 a 6.419 (promedios anuales
160 161
en unidades de millar), la reexportacián creciá en el mismo espacio <k l·a, cconámica, social y política, pudo resolver otros problemas com-
tiempo de 800 a 1.986. Los holandeses se revelaron como auténticos pa rables a los de los Estados continentales, no se abri á ai resto de paí-
maestros de la reduccián de costes: «The Dutch succeeded in selling ses de Ia Europa central y occidental una prometedora perspectiva
anything to anybody anywhere in the world because they sold at very hac ia la que, siguiendo e! ejemplo de Inglaterra, orientaron su propio
low prices, and their prices were competitively low because their costs dcsarrollo.
ofproduction were more compressed than elsewhere» 46 •
Ya se ha comentado algo acerca de la forma de organizacián de las /El auge de[ sigla XVIII
companías comerciales. Bajo su control arraigaron definitiva y masi -
vamente en Europa las acciones y, con eilas, la negociacián de valores Ese desarrollo significaba ... iindustrializacián! Antes de que és ta se
como complemento dei comercio de productos. La Bolsa de Amster- pu siera en marcha, faltaba por recorrer un buen trecho de camino, ai
dam se convirtiá en el centro de este ramo comercial y, a su sombra, se menos en e! continente. Europa estaba anelada todavía en una estructu-
desarrollá también la Banca de Amsterdam, por lo que los holandeses ra agraria nacida siglos atrás; las breves e intensas crisis agrícolas y las
pasaron a dominar también en este terreno, y eclipsando a las ferias de largas fluctuaciones de los precios dei cereal dominaban todavía el
intercambio genovesas, que hasta entonces habían desempenado un comportamiento econámico; la conducta demográfica se mantenía aún
papel prominente. dentro de los límites dei modo de poblacián preindustrial ; el sistema
Si hubiera que caracterizar la Europa econámica de! siglo XVIII con cstamental seguía siendo una pesada carga para los Estados europeos;
el nombre de una ciudad, nadie Je discutiría este honor aAmsterdam. aún se hallaba e! ritmo de Europa bajo el signo de la histoire immobile,
Amsterdam era puerto, bolsa, plaza bancaria, entrepôt, residencia de como formulá -con un poco de exageracián- E. Le Roy Ladurie refi- ,.
los comerciantes ricos, punto focal de las artes, centro de un mundo ri éndose a Francia 48 •
lleno de vida, palpitante y, en comparacián con el resto de Europa, des- En algún momento dei primer tercio dei siglo xvm cambiá de
tacado, aunque también algo artificial: artificial porque no representa- nuevo la tendencia de la coyuntura de los precios agrarios. A qué velo-
ba a Ia «auténtica» Europa, como lo hacían París, Nuremberg o Dan- cidad se produjo ese cambio, cuáles fueron las diferencias regionales,
zig. Era un mundo que, durante varias generaciones, sacá el mayor a qué productos en particular afectá ... , eso ya es más difícil de saber.
provecho material de Europa y sus colonias dei este y el oeste. Holan- Son impresionantes, sin embargo, las cifras que se alcanzaron entre el
da recompensá a Europa obsequiándole con una serie de brillantes cuarto decenio dei siglo xvrrr y e] primero dei XIX al comparar los precios
inventos y decubrimientos en el campo de la técnica, Ias ciencias, el ele! trigo y el centeno: en Inglaterra subieron un 250 por 100, en Alema-
pensamiento y el arte 47 • Sin embargo, no le indicá a esa Europa un nia un 210 por 100, en Lombardía un 205 por 100, en Francia un 163 por
camino viable hacia el futuro. La prosperidad dei país estaba demasia- I00, en Dinamarca un 283 por 100, en Suecia un 215 por 100, en los
do concebida para las necesidades y capacidades de una pequena Países Bajos y en Austria entorno a un 260 por 100. Y una vez más,
poblacián costera; apenas entraba en contacto con la vida cotidiana como en el siglo XVI, los salarios no se ajustaron a los precios. La caída
continental y distanciaba demasiado a los comerciantes holandeses de de! salario real de Ia Edad Moderna continuá y, sobre todo a finales dei
Ia mas a de campesinos, la nobleza, las cortes de los príncipes y sus pro- siglo xvm, adoptá una nueva dimensián. «Por encima de toda compa-
blemas diarios. Es más, e! auge y t1orecimiento de Amsterdam sálo racián, los precios de los cereales han subido desde hace unos quince
fueron posibles gracias a que la Europa continental si guiá siendo lo anos más que el precio medio dei trabajo», según informaba en 1799,
que era. Sá lo porque los demás países -pese a todos sus esfuerzos por desde Kõnigsberg, Ch. J. Kraus. Junto con los salarios, también se que-
!levar a cabo una política econámica mercantilista- no fueron capaces daron atrás los precios de los artículos industriales; en todas partes
de ponerse a su altura, se abrieron para los holandeses todas esas pers- vemos un movimiento coyuntural en beneficio de la agricultura, en
pectivas que con tanta maestría supieron aprovechar. Hasta que Ingla- especial, dei cultivo de cereales.
terra no alcanzá a Holanda y, debido a su diferente estructura geográfi- Y una vez más, la inversián de la tendencia de los precios guardaba
una estrecha relacián con la evolucián demográfica. Si a mediados dei
siglo xvm todos los ciudadanos vivían aún bajo la desconcertante
46 Cipolla, Before the Industrial Revolution ... , cit., pp. 253 y 254.
47 Para ello, en general, CH. WILSON, Die Früchte der Freiheit. Holland und die
48
europiiische Kultur des 17. Jahrhunderts, 1968. E. LE ROY LADUIUE, <<L'histoire irrunobile», Annales ESC 29 (I 974), pp. 673-692.
162 163
impresión de que Europa estaba amenazada de extinción, hacia finaks s11mo, para la evolución inglesa de finales dei siglo xvm, sin embargo
de siglo -como muy tarde- percibían ya con toda claridad la nueva teu· sigue siendo perfectamente válido para describir una tendencia: la agri-
dencia. Basta con echar una ojeada retrospectiva para obtener unos cu ltura europea, desde mediados dei siglo xvm, tomó un rumbo que
datos sorprendentes sobre bts tasas generales de crecimiento. El menos apuntaba bacia unos cambias estructurales revolucionarias, no sólo en
elaborado y más general permite concluir que la población europea se ·I âmbito de la técnica y los sistemas de cultivo, sino también en el
duplicó entre 1700 y 1800. Las estimaciones y los censos regionales ns pecto social e institucional. Por primera vez en la historia de Euro-
quedan, en parte, por debajo de esas tasas; pero, en parte, también las pa, el problema de la alimentación fue reconocido como algo que
superan. Prusia, en su situación territorial de 1740, creció entre 1740 11 rectaba a toda la sociedad; por primera vez las leyes dei rendimiento,
y 1805 más de un 100 por 100; Berlín pasó, en el siglo xvm, de 50.000 de los ingresos y de la evolución de los precios fueron objeto de una
a 170.000 habitantes; Francia, durante todo el Ancien Régime e! país profunda reflexión teórica; por primera vez se crearon en todos los
más poblado de Europa, partió de un nível alto -unos 19 millones de países asociaciones agrícolas que difundían los conocimientos teóri-
habitantes en el afio 1700- y, aun así, en 1789 alcanzó los 26 millones. ·os e intentaban llevarlos a la práctica política; por primera vez, la
Inglaterra todavía creció más: de 5 a 9,3 millones aproximadamente. agricultura se convirtió en una sección independiente de la adminis-
En e! sur, en Espana y en Italia, el movimiento demográfico fue mode- t ración estatal.
rado; en los Países Bajos dei sur, tuvo más fuerza, mientras que lo Lo que se consiguió se puede decribir con unos pocos comentarias
Países Bajos dei norte, sintomáticamente, se estancaron. sintéticos. Una vez más, los diferentes métodos de integración de la tie-
La tendencia ai crecimiento de las poblaciones europeas era hacia rra no explotada en el proceso de cultivo se revelaron sorprendente-
finales dei siglo xvm tan clara que incluso los propios observadores mente productivos. Las mejoras dei suelo en Brandemburgo-Prusia (el
coetâneos reconocieron la relación entre aumento de la población y Uano dei Oder y dei Warta, Havelland), los cultivos impulsados desde
subida de los precios dei cereal, y valoraron más el efecto de la deman- la corte en las turberas y las )andas dei noroeste de Alemania, la
da que la explicación «monetaria»: «Aquí hay quejas casi generaliza- ampliación de las zonas de huerta y vid en el sudoeste alemán, las dese-
das por e! desmesurado encarecimiento de los alimentos. En lo relativo caciones en Catalufía y Francia, la desecación de terrenos pantanosos
a sus causas, los políticos lo atribuyen casi por entero al aumento de la ganados al mar para dedicados ai cultivo en los Países Bajos, el asa! to
cantidad de metales preciosos. Dicho aumento, sin embargo, contribu- - común a toda Europa- de las «tierras comunales», la extensión del
ye muy poco a ello. Mucho más lo hace el incremento de la pobla- movimiento de desconcentración poblacional... son sólo algunos ejem-
ción», decía Chr. v. Schli:izer en el afio 180749 • La «ley de rendimiento plos tomados al azar que documentan un amplio proceso general. E1
decreciente dei suelo» fue formulada en esta época a través de una movimiento de los enclosures en Inglaterra cobra nuevos ímpetus,
serie de princípios. Dicha ley enunciaba que, tanto en los suelos margi- reflejando el codicioso afán de los terratenientes, interesados en
nales como en la tierra de cultivo ya explotada, el rendimiento de! aumentar sus rentas; fue impulsado por la vía dei acuerdo «libre» y por
sue! o no se puede aumentar en la misma medida en que aumentan los actas dei parlamento inglés.
gastos y que, en consecuencia, los crecientes costes de producción, a Con más fuerza aún que el cultivo extensivo, se propagó el proceso
partir de un momento determinado, sólo se pueden compensar subien- de cultivo intensivo. Al principio también se limitó a continuar lo que
do los precios. se había comenzado en el siglo XVI y había paralizado la crisis dei xvn.
La historia de la agricultura europea dei siglo xvm ilustra lo ante- Su forma más simple -la transformación de pastos y prados en tierras
rior con claridad. En todas partes volvieron a arraigar esos proyectos de labor- fue practicada hasta tal extremo que perjudicó la satisfactoria
que ya conocemos por las etapas de expansión de Plena Edad Media y relación entre agricultura y cría de ganado, e hizo que el solicitado
dei siglo xvr. Es más, en comparación con dichas épocas, el movi- abono animal se convirtiera en muchas regiones en un bien muy esca-
miento dei cultivo extensivo e intensivo de la economía agraria se pro- so. En las regiones turbosas del norte de Ale mania se echó mano dei
pagó de tal modo que incluso se h a recurrido al concepto de «revolu- abono de hierba seca, pero, en general, la productividad del suelo
ción agraria». Aunque hoy en día dicho concepto sólo se acepta, a lo sufrió la impetuosa coyuntura cerealista dei siglo.
En la arcaica estructura agraria de la vieja Europa arraigaron pro-
rundamente otros procesos de intensificación: el cultivo por períodos
49 Esta cita y la anterior de Kraus, así como algunas observaciones acerca dei <<ren- de varios afíos con una alternancia regular entre cereales y pastizales
dimiento decreciente dei suei o>>, en Abel, Agrarkrisen ... , cit. (35), pp. I 86 ss. (=cultivo alternado), adaptado de Mecklemburgo, se impuso en Bran-
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demburgo; la rotación de cosechas adquirió en sus países de ori gc n zac ión agraria», la mayoría de los Estados europeos llevaron a efecto
-Inglaterra y los Países Bajos- nuevos adeptos y se extendió por varios ·sa revolución de su agricultura que venía anunciándose desde media-
puntos dei continente. Allí donde se practicaba -con su alternancia dos dei siglo xvm. Dicha revolución cambió radicalmente la cara
regular de cereales y plantas forrajeras-, se convirtió en un garanlc social y ecológica de Europa; ai mismo tiempo, fue una condición pre-
contra la cerealización y, por tanto, depauperación del suelo. La rota- via para que su población, en continuo aumento hasta el sigla xx, deja-
ción de cosechas, más que ningún otro sistema de cultivo, presuponía ra de pasar hambre (o al menos no padeci era esas hambrunas tan bruta-
el concepto «moderno» e individual de propiedad, con la renuncia ai lcs y abrumadoramente familiares para los habitantes europeos).
cultivo simultáneo de diferentes plantas en un terreno y a la obligación E n la economía industrial, en e! comercio y en las finanzas e!
de cultivar los campos, con el cercado, con el arrinconamiento de la siglo xvm continuó lo que se había iniciado en el XVII con motivo de la
dula ... y, con todo, pese a determinados avances, a la Europa continen- rcestructuración general de las economías políticas europeas. Si la his-
tal no le iba muy bien. Aunque el clamor por realizar reformas era toria política de Europa, a más tardar desde la Guerra de los SieteAnos
general, la realidad, hasta finales dei siglo xvm, siguió estando deter- ( 1756- 1763), ya no se entiende sin la inclusión imperialista dei mundo
minada en la Europa central y occidental-a excepción de sus «islas colonial en el acontecer europeo, esta tiene aún más vali dez para la eco-
intensivas»- por el senorío, la propiedad comuna! campesina, Ia obli- nomía. A las importantes tasas de crecimiento en el terreno de la
gación de cultivar los campos y el cultivo por ameigas trienales. Su producción y la exportación alcanzadas en el transcurso dei sigla xvm
supresión 50 no era sólo un proceso técnico que pudiera ser introducido contribuyó considerablemente, además de la creciente demanda inte-
sin dificultades o estimulado mediante decretos, sino que afectaba a rior debida al aumento demográfico, la masiva demanda dei mundo
derechos fundamentales como, por ejemplo, los tributos que cobraban cxtraeuropeo. Un historiador inglés ha senalado las cifras de produc-
por sus fincas los terratenientes nobles y burgueses, que durante siglos ción dei sigla XVIII y, para los anos 1700, 1750, 1780 y 1800 ha obteni-
se habían acostumbrado a vi vir cómodamente de las rentas. Además, <.lo una se ri e de 100, 176, 246 y 544 en las industrias con vistas a la
amenazaba especialmente la subsistencia de aquellas familias dei bajo cxportación, mientras que para las industrias interiores la serie obteni-
campesinado que participaban en la dula o se beneficiaban dei derecho cla es mucho menos impresionante: 100, 107, 123 y 152. Esta estadísti-
al pastoreo o a la recolección de espigas. ca no só lo ilustra el rápido ascenso de las cifras absolutas de las opera-
A pesar de todos los avances -que no pueden ser descritos aquí en ciones de exportación inglesas, sino también el éxito de su política
detalle-, Ia agricultura europea no solucionó con ello su problema más imperialista, que, primero en lucha con los holandeses y luego con los
grave: alimentar a las masas humanas que desde mediados de siglo franceses, se constituyó en una especie de soberanía marítima a escala
habían aumentado bruscamente. Siguió habiendo hambrunas; se exten- mundial. Tanto en e! lucrativo tráfico de esclavos, que en los primeros
dió la pobreza; a pesar de (o debido a) la concentración generalizada en clecenios dei sigla XVIII fue uno de los vectores de desarrollo par exce-
el cereal, ni siquiera se pudo mantener el porcentaje estándar de cerea- llence, como en el suministro de artículos de exportación a Espana y
les en la alimentación de las poblaciones europeas. Hubo que recurrir a Portugal-a cambio de los cu ales el oro brasileno iba a parar a las arcas
la patata, importada de América y plenamente integrada en Europa inglesas-, y, finalmente, en las postrimerías dei sigla xvm, en el inter-
desde mediados dei siglo xvrn; en las turberas y !andas del norte de cambio comercial directo con las colonias norteamericanas, Inglaterra
Alemania, mucha gente vivía dei alforfón. Lo que el siglo xvm trans- supo conquistar un liderazgo que, en una visión de conjunto, ha de
mitió a las siguientes generaciones, sin embargo, fue el conocimiento aparecer como el principal acontecimiento histórico-económico dei
exacto de los caminos que había que recorrer. Las revoluciones políti- sigla xvm 51 • Tanto más cuanto que los ingleses, en el transcurso de esta
cas y los movimientos de reforma de las postrimerías del siglo xvm y cxpansión, fueron cambiando progresivamente los principias de su
de comienzos del XIX derribaron los obstáculos institucionales que cconomía: el primer plano ya no lo ocupaba la reexportación -que para
impedían hacer realidad estos planes; dentro dei proceso de «capitali- los holandeses e ingleses todavía era el nervus rerum de Ia política
comercial en e! sigla xvn, así como la base dei entrepôt de Amster-
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dam-, sino la venta de artículos producidos en Ia madre patria, qul' jan, para fin ales de i siglo xvm, un promedio de veinte; en el siglo XVIII
eran objeto de gran demanda en el mundo colonial. A este respeclo y la prime ra mitad dei xrx, las fuentes ya llaman «fábrica» a esas em-
debe tenerse en cuenta que, en los decenios anteriores a la Revolución . presas, que comprendían un «fabricante» y cuatro o cinco obreros.
Francia, el mayor competidor comercial de Inglaterra en el siglo XVIII , No o bstante, también hay datos sorprendentes para finales dei
tenía una mayor tasa de crecimiento en el comercio exterior que Inglu- siglo x vm , y no es casualidad que se vuelvan a encontrar en Inglaterra,
terra. Los franceses permanecieron mucho más aferrados a los productos as f como en las grandes manufacturas textiles dei continente. Hacia
comerciales tradicionales -por ejemplo, el vi no- que los ingleses, pero rin ales dei siglo XVIII, una manufactura textil francesa, en Abbeville,
en Francia el comercio estimuló mucho menos la industria nacional. di o empleo hacia tinales dei siglo xvm a 1.800 obreros y a otros 10.000
Naturalmente, otros centros comerciales y otras regiones industria- l: n la industria doméstica; una manufactura de algodón bohemia llegó
les no inglesas se beneficiamo también de las actividades de los britá- a dar trabajo, en la misma época, a 9.325 obreros, de los cuales sólo
nicos y de la ampliación de las relaciones comerciales europeas a esca- 55 3 trabajaban en Ia manufactura central. El trabajo verdaderamente
la mundial. Ya hemos hablado dei auge que experimentá Hamburgo en ·cntralizado se di o sobre todo en las manufacturas especializadas que
el siglo xvm; las regiones textiles alemanas de Westfalia, Silesia y la 11 0 eran del sector textil: en la producción de vidrio y porcelana, y tam-
Alemania Central trabajaron en una proporción considerable para hi én en alguna que otra industria relojera y tabaquera, aunque por lo
la exportación. También el cereal continental conoció una reducción a general éstas siguieron siendo actividades especialmente típicas de la
nivel mundial, desde finales dei siglo XVIII incluso en Inglaterra, que industria doméstica comercializada.
para entonces, debido a sus cambios estructurales a largo plazo, se A partir de Carlos Marx, ha habido en la investigación de la historia
había convertido en un país importador de cereales. Sin e mbargo, la econômica diversos debates acerca de la transición de la manufactura
Europa continental siguió igual de vinculada que siempre a su sistema a la fábrica. Es indiscutible que con la manufactura, en el siglo XVIII,
econômico tradicional. Una verdadera expansión sólo se produjo en el llegó a Europa una nueva calidad de organización industrial que sefía-
sistema de compraventa y en la industria doméstica, y ambos siguieron laba más allá de la época preindustrial. Pero ni toda la Edad Moderna
produciendo hasta muy entrado el siglo xrx en las mismas condiciones se caracterizá por Ia manufactura, oi de ella derivó directamente la
en las que habían empezado. La artesanía urbana, por el contrario, organización fabril. «En la inmensa mayoría de los casos .. . la transi-
entró en una larga crisis como consecuencia de la aceleración de Ia ción de la industria doméstica a la fábrica (que aparece desde finales
coyuntura agraria; su orientación -determinada por los gremios- hacia dei siglo xvrn) ha tenido lugar directamente, sin pasar por la manufac-
un nível suficiente de «subsistencia» puso graves impedimentos a todo lura»52. Y en Inglaterra, el único país en el que encontramos auténticas
tipo de expansión. Cada vez se vio más amenazada por la artesanía fábricas en esta época, esa forma de organización surgió precisamente
rural y por las manufacturas, que paulatinamente iban ganando terreno. a partir dei sector de la producción industrial que había sido el domínio
Con la manufactura se aborda uno de los cambios cualitativos esen- clásico de la industria doméstica: la industria textil.
ciales de las economías en Ia Edad Moderna. Ya era conocida en los En lo que se refiere a la tinanciación dei comercio y de la industria y,
siglas xvr y XVII y, en esta época, se puede demostrar sin duda la exis- por tanto, a la evolución dei sistema financiem en general, el siglo xvrn
tencia de lugares de producción industrial importantes, en los que no estuvo determinado por novedades sustanciales, pero sí por un
todas las operaciones necesarias para la fabricación dei producto eran considerable desarrollo cuantitativo de los métodos, que ya eran cono-
ejecutadas por obreros que ya no trabajaban en casa. También se ha cidos desde mucho tiempo atrás. Como consecuencia de la expansión
comprobado la existencia de formas mixtas entre manufactura e industria dei comercio en el ámbito mundial, el abandono de las formas arcaicas
doméstica comercializada. Sin embargo, hasta princípios dei siglo XIX, de pago se convirtió en imprescindible. Es cierto que los metales pre-
la manufactura todavía no se había convertido en ningún país en la ciosos no habían terminado, oi mucho menos, de desempenar un papel,
forma de organización industrial predominante; ciertas concentracio- pero en las relaciones comerciales directas la letra de cambio adquirió
nes sólo se formao en Inglaterra y en aquellas ciudades y regiones con- ahora una importancia definitiva. Además, el comercio y la industria
tinentales en Ias que el Estado absolutista, bajo la influencia de la polí- incipiente necesitaban cada vez más para sus arriesgadas empresas ins-
tica econômica mercantilista, había creado grandes manufacturas para Lituciones con cuya ayuda se pudiera obtener rápidamente y sin com-
la industria de artículos de lujo y la industria bélica. De todos modos,
no se debe sobrevalorar el número de empleados en tales empresas.
Los cálculos realizados para amplias zonas de la Alta Alemania arro- 52 J. Kuu SCHER, Allgemeine Wirtschaftsgeschichte, vol. II, pp. 162 y 163.
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plicaciones capital flotante y hacer inversiones a largo pl azo. E n la ~ unle sí la misma situación que un antepasado suyo del afio 1500. Por
fundaciones de grandes bancos estatales del sigla xvm, así como cn l'l doquier veía manifestaciones dei cambio que proclamaban una trans-
nacimiento de una tupida red de bancos municipales y privados, hemos rormación fundamental de las estructuras sociales. Ya desde mediados
de ver la respuesta de los países europeos a este deseo. Sin embargo. dcl sigla xvm, en muchos países se habían tambaleado los férreos prin-
tampoco en este caso debemos sobrevalorar el ritmo de este movi ,·ipios de! sistema estamental de la vieja Europa. En Inglaterra, por
miento. Las correspondientes iniciativas y necesidades partieron (k ·jcmplo, el país económicamente más desarrollado dei momento, la
aquellas zonas de Europa abiertas al mar, al comercio y al mundo quç. untiguapeasant society había sido sustituida sin gran alboroto político
ya desde el sigla xvn, en comparación con la tradicional Europa por una sociedad nueva, más moderna, que se disponía a introducir al
agrario-estamental, formaban «una Europa diferente» y que en c l país en el proceso de industrialización. En Francia, en el verano de 1789
sigla XVIII, bajo elliderazgo de Inglaterra, avanzaron con decisión por se había despedido formalmente al viejo orden social, al que -de forma
este camino. El resto de Europa no se dejó arrastrar fácilmente; las lan polémica como imprecisa- se denominaba «feudal», para así docu-
limitaciones estructurales de sus economías, que ya han sido descritas mentar cuánto más moderno iba a ser lo que venía a continuación. AI
en otro lugar, se mantuvieron en buena parte en el sigla xvm. Esto es váli- res to de Europa, por el momento, aún le costaba trabajo emprender
do, en especial, para todos los intereses en los que el capital desempa- ucciones políticas de ese tipo , de modo que las dejó para el sigla XIX;
fiaba algún papel. Europa, como ya hemos visto, no padecía realmente pero, sin duda, en todas partes había procesos en marcha que apunta-
escasez de capital ni falta de posibilidades de inversión, sino, tal y ban algo similar.
como lo ha formulado J. de Vries, una «inversión equivocada y una Aquí no nos vamos a ocupar del conflicto político que se !e planteó
disipación» dei capital 53• Esta situación tampoco varió de forma repen- a Europa en el sigla xvm con las nuevas circunstancias y los nuevos
tina a finales dei sigla xvm. Es más, con las condiciones de la nueva problemas. Pero sí de los cambias sociales a largo plazo que lo provo-
coyuntura de los precios agrícolas, resultaron ser lucrativas aquellas caron . Desde un punto de vista puramente cuantitativo, llaman la aten-
conductas que se oponían directamente a un aumento dei capital pro- ción dos hechos que influyeron decisivamente en el aspecto social de
ductivo. Es famoso el ejemplo de la réaction seigneuriale francesa en Europa a finales de nuestra época: primero, la masiva ampliación de la
la segunda mitad dei sigla xvm. Se la considera como e) intento de una base social de las sociedades europeas -resultado de las fluctuaciones
amplia capa de sefi ores y terratenientes que, con la ayuda de unos dere- demográficas de los siglas XVI y xvm, que habían favorecido principal-
chos de propiedad tradicionales y «anticuados», procuraron asegurar mente el crecimiento de las clases bajas urbanas y del campesinado
su participación en el boom de los cereales. con poca ti erra o sin ella-; luego, el pertil vertical de la pirámide social,
Con ello nos hallamos ante la cuestión de cuáles fueron las fuerzas mucho más acusado que en los siglas anteriores. Tanto desde la pers-
que trajeron el cambio a la economía y la sociedad de Europa desde el pectiva de los bienes como de las actividades profesionales, en dicha
sigla XVI hasta tinales dei xvm, y cuáles las qué fuerzas lo impidieron. pirámide se habían establecido numerosas clases y grupos nuevos :
Un equivalente histórico-social de los mencionados procesos de cam- basta con pensar en las múltiples formas de servicio público asalariado
bio de las economías nacionales europeas permitirá dar alguna res- que se desarrollaron en nuestra época.
puesta. Ambos procesos supusieron una eminente amenaza para el sistema
estamental de la vieja Europa. Dicho sistema, a pesar de su movilidad,
C) LOS PROCESOS DE DIFERENCIACIÓN SOCIAL estaba orientado a la duración y la inercia; era capaz de reaccionar ante
Y LOS CONFLICTOS SOCIALES
los cambias cualitativos, pero no ante los masivamente cuantitativos. A
la larga, uno de los principales problemas tuvo que ser la ampliación de
Como consecuencia de las seculares fluctuaciones de la población su base, ya que por naturaleza estaba basada en una articulación social
y de los precios desde el sigla XVI hasta tinales dei xvm, el rastro social hecha «desde arriba», en sutilísimas gradaciones de los pocos potenta-
de Europa se transformó. Quien hacia el afio 1800 contemplaba este dos, en la «ponderación» dei honor y la estima, pero no en el domínio y
mundo e intentaba analizar a las personas que vivían en él ya no tenía la integración de las masas.
Cómo se llevó a cabo ese cambio, qué repercusiones tuvo y cómo
reaccionaron ante éllas sociedades afectadas es algo que aquí sólo
vamos a documentar mediante unos pocos ejemplos escogidos. Una
53 En DE VRJES, The Economy of Europe ... , cit. (véase n. 30), los importantes caps. 6 y 7. vez más, es la investigación internacional la que, con los cruciales
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planteamientos de los últimos anos , muestra eJ camino a seguir. Es11 pL~qucfi as fincas; a pesar de la considerable carga que suponían los ser-
investigación, por sorprendente que pueda parecer, se ha ocupado vic ios y tributos senoriales, las familias de pequenos campesinos halla-
mucho más de las relaciones sociales y de poder ruraJes que de los mn la oportunidad de crearse una posición segura.
habitantes de las ciudades y de la burguesía, de cuyo irresistihk La depresión agraria de la Baja Edad Media repercutió no só lo en
ascenso, en otro tiempo; se estaba convencido. Y lo ha hecho co11 todos los productores agrarios, sino también en los grupos de campesi-
razón. Europa cambió de aspecto social entre los siglos XVI y XVIII no nos medi os y pequenos, aunque quizá no con la misma intensidad. Los
tanto porque la ciudad y la burguesía alcanzaran especial importanci11 pequenos campesinos, en esta época de salarios altos, eran una mano
y poder, o porque las manufacturas y las fábricas empezaran a modi fi de obra muy solicitada en la ciudad y en e! campo; de este modo logra-
car e! rostro dei continente. Esto sólo ocurrió a finales de nueslra l'on que sus condiciones de vida fueran tolerables. Los campesinos
época, y de manera claramente visible sólo allí donde -como en ·I ntedios, cuando dependían del mercado, tenían mayores dificultades;
caso de Inglaterra- ya se habían creado las condiciones para ello sin embargo, la intensidad salarial relativamente haja de sus econorní-
desde el siglo xvn. En el resto de Europa, el peso de los cambios IIS les salvó de lo peor; el escaso interés general por la producción y
estructurales sociales recayó por completo en el campo, y afectaron a l~ xpansión agrícolas al menos mantuvo intactas sus propiedades y, en
los dos estamentos que llevaban siglos enfrentados: la nobleza y cl ulgunos si tios, di o lugar también a una moderación de sus obligaciones
campesinado. De ahí que en las siguientes páginas nos ocupemos más y tributos senoriales.
detalladamente de ellos y de su evolución a lo largo de los tres siglos Precisamente en este aspecto, el siglo XVI introdujo cambias que,
de la Edad Moderna. ·n e! transcurso de la Edad Moderna, se revelaron irreversibles. Las
l'luctuaciones de ia población y de los precios de los siglos XVI y XVIII
La población rural europea desde e! sigla XVI
rc forzaron la presión sobre e! campo en una medida hasta entonces ini-
hastafinales de! XVIII maginable y dieron lugar a que la imagen -hasta ahora relativamente
homogénea- de la sociedad rural europea adquiriera una variada dife-
Apenas hay un grupo de la población que, en el transcurso de la rcnciación. En especial, cambió considerablemente la proporción
Edad Moderna, se haya visto afectado por un cambio más importante numérica entre las diferentes capas del campesinado. Si en la Baja
que e! de quienes vivían y trabajaban en e! campo. Una utilización Edad Media el tipo que predominaba por todas partes era todavía el
poco precisa dei idioma ha hecho que a la población rural no religiosa campesino medi o y pequeno, ahora el aumento de los estratos campe-
ni noble la denominemos «campesina», lo cual supone una simplifica- sinos inferiores se convirtió en un fenômeno generaJ5 5. Ciertamente,
ción inadmisible, pues incluso en la Edad Media ya había artesanos los soldner, kOtter, kossiiten y giirtner Gardineros), como se denorninaban
que vivían en el campo, así como indivíduos y grupos que no se carac- las capas que poseían muy poca ti erra en algunas regiones a! emanas,
terizaban por la propiedad rural o por una economía propiamente cam- no eran desconocidos en la Edad Media; sin embargo, originariamente
pesina. De todos modos, ai comienzo de nuestra época es verdad que la cran colonos campesinos que, a lo largo de la colonización, habían
imagen de la agricultura europea estuvo esencialmente marcada por un podido crear fincas de cierta importancia, pero no habían logrado
tipo de campesino al que podría calificarse -como lo hace W. Abel- de adquirir los rnismos derechos que los campesinos más acomodados en
«campesino medi o». «No era independi ente de la mano de obra ajena, las marcas comunales. Su porcentaje dentro de la población rural expe-
pero tampoco se resentía de la carga de los salarios como los grandes rimentá un aumento continuo a partir del siglo XVI , y tras su denornina-
campesinos. Los precios no carecían de importancia para él, pero la ción se ocultaban unas realidades sociales y econômicas que ya no eran
finca, junto con la ayuda de los vecinos propietarios, satisfacía las co mparables a las de la época de la colonización medieval. Además,
necesidades primordiales» 54 • Junto a él, a los pocos grandes campesi- entre ellos fue surgiendo otro estrato social: por seguir con los ejem-
nos y a los terratenientes nobles, también desempefiaba un papel plos alemanes, el grupo de los hiiusler, büdner, heuerlinge, brinksitzer
importante el «pequeno campesino», sobre todo en aquellas zonas que c insten, un escalón realmente bajo dei camyesinado, caracterizado tan
habían sido colonizadas a lo largo de la fase de desarrollo de la Plena só lo por la posesión de una casa pequena. Estos, aunque general mente
Edad Media. La coyuntura favorable había posibilitado la creación de
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poseían un huerto o una pequena plantación de berzas y llevaban algu prcindustrial», con sus mecanismos reguladores, lo guiá en cierto
na que otra res a los pastos comunales, ya no eran «campesinos >· 111odo hasta entrado el siglo xvm, pero luego sele fue cada vez más de
Vivían del servicio asalariado en las fincas de los campesinos y de lo~ las manos. Sus manifestaciones regionales y locales dependían esen-
nobles; dependían de las diversas formas de ingresos eventuales nu l' ialmente de las circunstancias políticas, econômicas y jurídicas rei-
procedentes de Ia agricultura. Aunque por desgracia no es posible ofn· nantes. En este sentido, sele atribuye una importancia especial al dere-
cer datos numéricos sobre la proporcián entre unas y otras capas rurales, r ho de sucesián campesino 58 • Pues, sin duda, los miembros de las
sin embargo, algo se puede extraer de las visiones de conjunto clásicas 11uevas capas del campesinado inferior se reclutaban principalmente
(P. Kriedte, W. Zorn). En Silesia, por ejemplo, los pequenos giirtner y ~.: ntre la descendencia de aquellas familias campesinas que tenían una
hiiusler, entorno a 1577, constituían ya el42 por 100 de la población l'inca indivisa. Donde el derecho sucesorio -como en Francia y en
rural; en Sajonia, objeto de una extraordinaria investigacián por parte amplias zonas del sudoeste alemán- permitía una divisiôn de esas fin-
de K. H. Blaschke 56 , los giirtner, hiiuslere inwohner, hacia 1550, cons- cas, vemos en marcha, desde el siglo XVI hasta finales del XVIII, un
tituían un 26 por 100, pero después su número se incrementá brusca proceso continuo de diferenciaciôn y parcelaciôn excesiva de las pro-
mente. En el principado de Schweidnitz-Jauer, a principias del siglo XVII, piedades, cuyas desventajosas consecuencias econômicas sôlo se com-
había aproximadamente un 20 por 100 de campesinos acomodados pensaron un poco cuando se crearon los cultivos agrarios especiales en
junto a un 70 por 100 de giirtner, hiiusler y einlieger. Una estimación régimen intensivo.
general para Inglaterra entorno a 1600 revela que la clase campesina En este aspecto tenemos que agradecer las ejemplares investigacio-
inferior ascendía ya a un 25 por 100 o 30 por 100. Jtcs de E. Le Roy acerca del Languedoc 59 • Le Roy describe minuciosa-
Más impresionantes aún son las cifras procedentes del siglo XVIII. mente cámo, ya en el transcurso del siglo XVI, el campesinado medi o
En 1767 había en la Silesia prusiana sálo un 24,2 por 100 de «campesi- hasta entonces predominante- del Languedoc se fue extinguiendo por
nos», frente a un 47,8 por 100 de giirtner y un 28 por 100 de hiiusler; ·ausa de este proceso. Como consecuencia de la coyuntura agraria, los
en Westfalia, en la misma época, había un 20-25 por 100 de campesinos tamanos de las propiedades se fueron reduciendo cada vez más debido
y meier independientes, y todos los demás pertenecían a los estratos a la particiôn de la herencia; en lugar del amplio estrato de campesinos
campesinos inferiores que dependían de los ingresos eventuales. En medi os con capacidad de subsistencia, ahora surgieron, por una parte,
Sajonia el porcentaje del clero, la nobleza, el campesinado acomoda- las numerosas fincas rurales de pequeno tamano que configurarían la
do y la burguesía descendiá entre 1550 y 1750 dei 77,7 por 100 a143,3 imagen futura del Languedoc y, por otra, unas pocas fincas grandes.
por 100; en la Pomerania sueca el descenso debiá de ser aún más acu- En las regiones en las que estaba vigente el derecho del heredero
sado. Los restantes países europeos también ofrecen ejemplos ilustra- único, como hemos encontrado sobre todo en el norte y noroeste ale-
tivos al respecto 57 • En el sur de Espana, la poblacián rural de finales de! mán, pero también en Renania y en los Países Bajos, las propiedades
siglo xvm se componía de un 80 por 100 de jornalecos; la comunidad se mantuvieron en general mucho mejor conservadas. Pero al mismo
rural francesa de la época prerrevolucionaria estaba configurada por 1iempo, se planteaba de forma más acuciante el problema del susten-
los manouvriers y su oposicián social a los pocos «mandamases» aco- to de la descendencia que no heredaba. Originariamente, aquí tam-
modados -los laboureurs-. Inglaterra, finalmente, destaca por el bién tuvo que haber muchas particiones, incluso en el siglo xvr. A
aumento de sus cottagers y braceros, que no sálo experimentaron un
brusco ascenso, sino que, como consecuencia de los enclosures, tam-
bién vieron amenazados sus escasos derechos agrícolas. 58 Sobre el derecho sucesorio campesino
como uno de los factores que determinaron la
Qué fuerzas impulsaron este poderoso proceso, que no ha de ser cstructura de los nuevos estratos sociales que iban surgiendo, existen numerosas investigacio-
sobrevalorado en cuanto a su significacián general, es algo que no ncs, pero ninguna exposición de carácter sintético. De ahí que sólo rernitamos a algunos
vamos a exponer aquí en detalle. Sabemos que el «modo de poblacián 1mbajos importantes desde el punto de vista metódico: L. K. BERKNER, <<Rural Family Organi-
zation in Europe: A Problem in Comparative History>>, Peasant Studies Newsletters I (1972),
pp. 145-156. J. GOODY, E. P. THOMPSON y J. THIRSK (eds.), Family and lnheritance, 1976.
L. BERKNER y FR. MENDELS, <<lnheritance Systems, Family Structure, and Demographic Patterns
56
K. H. BLASCHKE, Bevolkerungsgeschichte von Sachsen bis zur industriellen Revolu- in Western Europe 1700-1900>>, en Ch. Tilly (ed.), Historical Studies ofChanging Fertility,
tion, 1967, pp. 145 ss. 1978, pp. 209-223. E. LE Rov LADUR!E, <<Structures familiales et coutumes d' histoire en France
57
Una sinopsis sobre la situación dei campesinado europeo y de la agricultura antes au xv1 ' siecle: Systemede lacoutume>>,Annales ESC27 (1972), pp. 825-846.
de las reformas dei siglo xvm nos la ofrece J. BLUM, The End of the Old Orden in Rural 59 E. LE RoY LADURIE, Les paysans de
Languedoc, 2 vo1s., 2 1966, especialmente vol. I,
Europe, 1978. Aquí interesa sobre todo el cap. 5, pp. 95 ss. pp. 257 ss.
174 175
ello hacen alusián algunas denominaciones de fincas como «mcdill I c tributos y servicios, a manos de terratenientes nobles o de otras clases
meier», «medio bau» o «Un cuarto de bau» que apareceo en los libros sociales 61 • Si esta situacián ya era suficientemente grave para muchas
de almas dei norte de Alemania. Además, en estas zonas hubo, incluso cconomías campesinas, aún lo fue más por el hecho de que en numero-
en la Edad Moderna, frecuentes asentamientos en los terrenos situados sas regiones agrícolas europeas de la Edad Moderna no podemos contar
fuera de los campos comunales. En otras partes, sin embargo, con c l con el tipo de nobleza alejada de la tierra y únicamente interesada en el
grupo de los no herederos se incrementá el gran número de inwohner; arrendamiento de su sefíorío. AI contrario: como consecuencia de las
hiiuslinge e insten, tal y como hemos visto en los ejemplos ilustrados coyunturas de los precios de los siglos XVI y xvm, nos encontramos una
por cifras. El noroeste alemán, además, se caracterizaba por los heuer- y otra vez con terratenientes que sabían incrementar su parte dei rendi-
linge60, que muy a menudo tampoco heredaban y trabajaban en la finca miento campesino: o bien aumentando los viejos tributos, que entretan-
dei padre o de otros parientes recibiendo a cambio una casa o una to, debido a la inflacián, habían perdido valor; o bien reclamando dere-
vivienda en la finca. chos nuevos, supuestamente «olvidados»; o bien convirtiendo los
Sin duda, no siempre coincidían exactamente la situacián jurídica y Lradicionales contratos de arrendamiento a largo plazo o «eternos» -que
la situacián econámica de un «campesino» . Sabemos, por ejemplo, de sus antepasados habían aprobado de buen grado durante la depresián
soldner dei sur de Ale mania y de heuerleute dei norte que se hicieron agraria- en modernos arrendamientos a corto plazo fijo. Comentaremos
ricos y transformaron o tuvieron que tranformar sus fincas. Como en sálo marginalmente qué cambios se produjeron como consecuencia dei
todo el sistema estamental, tenemos que contar entre la poblacián rural endeudamiento campesino. El movimiento inglés dei enclosure, que,
con un constante ascenso y descenso de status, con procesos de movili- sobre todo en el siglo xvn, estuvo acompafíado por una masiva crisis de
dad social que, en pocas generaciones, cambiaban decisivamente el ros- endeudamiento de los campesinos, en el fondo fue un poderoso proceso
tro de una comunidad campesina. En general, fue la comunidad campe- de desplazamiento social, a lo largo dei cual prácticamente «desapare-
sina, junto con la fainilia, la institucián más permanentemente afectada ci á» el campesino inglés dependiente pero autánomo 62 • La expansián
y alterada por estos procesos. En ambas se percibieron las nuevas ten- del sistema de métayage en algunas regiones francesas y en otras del
siones sociales entre herederos y no herederos, entre derecho-habientes sur de Europa fue obra de una nobleza que estaba interesada en la eco-
y los que carecían de derechos, entre inmigrantes y asentados; ambas nomía autánoma y que, de este modo, recuperá en magníficas condicio-
tuvieron que encarar directamente las repercusiones masivas de este nes la ti erra repartida en tiempos pasados.
cambio social: la pobreza, la mendicidad y el vagabundeo. En la Europa central y occidental, la presián sefíorial sobre los rendi-
La presián sobre la poblacián rural aumentá también desde otra mientos campesinos halló su limite allí donde e] Estado intercedía como
direccián. Ya hemos visto que en toda la Europa de la Edad Moderna se protector de los campesinos. Esta proteccián, sin embargo, era para el
conservá, en lo esencial, la estructura sefíorial. Constituían excepciones campesino un arma de doble filo. Por una parte, le liberaba de hecho de la
significativas, y completamente opuestas entre sí, las regiones cerealis- opresiva proximidad de su sefíor inmediato; por otra parte, le hacía cargar
tas situadas al este del Elba, en las que se desarrollá la economía de con todo el peso de un sefíor nuevo que hacia finales de la Edad Media
explotacián rural y, con ella, la obligación de prestar servicios y el vín- Lodavía no existía: e] Estado principesco de la Edad Moderna, que veía en
culo con la gleba, e Inglaterra, donde desde los siglos xvr y XVII fueron el campesinado su única fuente accesible de imposicián directa. AI menos
abolidas las viejas prerrogativas sefíoriales. Algunas regiones, como las
marismas costeras alemanas y de los Países Bajos, estaban «libres de
sefíorío», pero, por lo demás, la carga sefíorial, más allá de su compo- 61
Véase F.-W. HENNING, Das vorindustrielle Deutschland. 800-1800, 1974, p. 255.
nente político, social y jurídico, era un factor econámico absoluta- Buenos estudios regionales en su Bauernwirtschaft und Bauerneinkommen im Fiirstentum
mente real. Las estimaciones generales para distintas regiones europeas Paderborn im 18. Jahrhundert, 1970.ld., Dienste undAbgaben des Bauern im 18. Jahrhun-
permiten conjeturar que -pese a las considerables diferencias regiona- dert, 1969. Un intento de cálculo de las cargas campesinas en la Francia prerrevoluciona-
les- hasta el40 por 100 del rendimiento campesino iba a parar, median- ria, en A. SoBOUL, <<La Révolution française et la "féodalité". Notes pour le prélevement
l"éodal», Revue historique 240 (1968), pp. 33-56.
62
Esta tesis, considerada por algunos histmiadores ingleses como exagerada, pero que
sin duda describe acertadamente una tendencia, en H. J. HABAKKUK, <<La disparition du
paysan anglais», Annales ESC 20 (1965), pp. 649-663. Sobre el sistema francés dei <<méta-
60 Véase A. WRASMANN, <<Das Heuerlingswesen
im Fürstentum Osnabrück», Mit- yage», que todavía no está bien investigado en su conjunto, véase como ejemplo regional
teilungen des Vereinsfür Geschichte und Landeskunde von Osnabrück 42 (1919), pp. 53-71, L. MERLE, La métairie et l'évolution agraire de la Gâtine poitevine de la.fin du moyen âge
y 44 (1921), pp. 1-154. à la révolution, 1958.
176 177
en Ia época de crisis dei sigla XVII, la presián fiscal de este Estado absolu ,)'uhlevacion.es y guerras campesinas en. Europa
tis ta sobre la poblacián campesina parece haber sido insoportablc: cn desde el sigla XVI hastafinales del XVIII
Francia, por ejemplo, el recaudador de impuestos real fue, mucho m{ls
que e] senor, el blanco de las revueltas campesinas. Hay que tener también Apenas existe un indicador mejor de la situacián dei campesinado
en cuenta que el Estado, c·on su gente nueva, sus nuevos métodos y su ·uropeo, así como de toda la poblacián rural de nuestra época, que sus
nuevo Ienguaje administrativo, se convirtiá en una eminente amenaza numerosas sublevaciones, que los convirtieron en una fuerza político-
para las comunidades campesinas tradicionales. Sus «viejos y buenos» militar. Para ilustrarias, existe una bibliografía abundante y un amplio
derechos parecían o estaban realmente amenazados. En el siglo xvm, las çspectro de interpretaciones que no podemos exponer aquí en detalle.
relaciones entre el estado absolutista y los campesinos se distendieron Entre ellas está la tesis según la cual se trataría de las primeras formas
notablemente 63 . La política fiscal del Estado estaba ahora esencialmentr modernas de lucha de clases contra Ias relaciones de explotacián pro-
orientada a un aumento de los impuestos indirectos; la agricultura y la tocapitalistas o contra e! sistema dei Estado feudal absolutista, lo mismo
sociedad rural se fueron convirtiendo cada vez más en objeto de la admi - que la idea de que la lucha política de los campesinos fue la expresián
nistracián estatal. El campo, en algunos aspectos, no fue el último en de su permanente y desesperado esfuerzo por defender su peculiar
beneficiarse de las muchas -a menudo sálo fragmentarias- reformas qu · mundo y esfera vital, su organizacián y su cultura, frente a la irrupcián
se llevaron a cabo bajo el signo dei despotismo ilustrado. de nuevas fuerzas y nuevas formas de vida. Lamentablemente, hasta
Además, podemos conjeturar que en el sigla xvm se iniciá una pau- a hora los historiadores se han abstenido de analizar desde este punto de
latina transformacián en la situacián cultural dei campesinado euro- vista, relacionándolos entre sí, los distintos movimientos insurreccio-
peo. En los siglas XVI y XVII, el pequeno y medi o campesino y, sobre nales ocurridos en diferentes territorios durante la Edad Moderna. La
todo, los estratos inferiores dei campesinado seguían estando comple- G uerra de los Campesinos alemana de 1524/ 1526, por ejemplo, siem-
tamente alejados de todos los valores y logros intelectuales de la pobla- pre ha sido contemplada como continuacián de su precursora de Ia
cián urbana de clase media y alta y de Ia nobleza. Sálo los grandes Baja Edad Media, pero nunca en relacián con las posteriores revueltas
campesinos acomodados sabían leer y escribir y se ocupaban de pro- acaecidas en e! Imperio Germânico o en territorios no alemanes.
porcionar una educacián adecuada a sus hijos. Basándonos en Ias Está fuera de toda cuestián que las condiciones regionales y la
investigaciones francesas, desde mediados dei sigla xvm hubo tímidos situacián política general fomentaron en igual medida el origen de Ias
avances en este sentido. Habiendo sido hasta entonces objeto de burla revueltas campesinas. Es significativo, por ejemplo, que la Guerra de
de las clases altas y prototipo del ser «inferior», condenado al trabajo los Campesinos a! emana tu viera lugar en regiones que ya habían cano-
manual, el campesinado, ai menos el que tenía propiedades, adquiri á c ido movimientos similares en el siglo xv, a las que ahora se anadieron
ahora cierta consideracián social y, de este modo, se redujo un poco el dos nuevas: Franconia y Turingia. Francia tenía en Guyena, Périgord y
enorme desnível cultural entre Ia ciudad y el campo. El realzado cam- Lemosín unas províncias especialmente «susceptibles». El aconteci-
pesinado, que en su calidad de propietario rural se beneficiá de Ia miento político-intelectual de la Reforma intluyá en la Guerra de los
coyuntura agraria favorable, adquiri á independencia de sus tres supe- Campesinos alemana de tal manera, que con razán se puede uno pre-
riores -el Estado, la Iglesia y, sobre todo, el senor-, y se hizo más guntar si la guerra hubiera tenido lugar sin la Reforma, sin sus armas
mávil y probablemente también «más político». Incluso entre las cla- argumentativas y sin sus estimulantes impulsos intelectuales. Las enor-
ses rurales inferiores, que no sálo vivían de la agricultura, sino también mes cargas financiero-militares dei absolutismo francés en la época de
-y, a menudo, principalmente- de ingresos eventuales procedentes de la Guerra de los Treinta Anos provocaron directamente los movimien-
Ia industria doméstica, podemos suponer que en el sigla XVIII hubo tos de los croquants (en el centro y el sur de Francia, entre 1624 y 1643)
ciertos avances en este sentido 64 • y de los nu-pieds (en Normandía, en 1639); asimismo, la revuelta de
los camisards (en Cévennes, entre 1702 y 1704) tampoco es imagina-
ble sin e! rigor de la política religiosa de Luis XIV.
63 Véase al respecto, a través del ejemplo de Francia, E. LE ROY LADUR.lE, <<Révoltes Los pocos ejemplos citados demuestran que las revueltas y Ias gue-
et contestations rurales en France de 1675 à 1788>>, Annales ESC 29 (1974), pp. 6-22. rras campesinas, en cierto modo, eran endémicas a las sociedades agra-
64 Véase el sugestivo artículo, con variedad de perspectivas, de H. MEDICK, <<Zur struk-
turellen Funktion von Haushalt und Familie im Übergang von der traditionellen Agrarge- rias de la Europa de la Edad Moderna: más o menos comparables a los
sellschaft zum Industriekapitalismus: die proto-industrielle Familienwirtschafu>, en W. Conze contlictos laborales y a los disturbios urbanos de la etapa industrial de
(ed.), Sozialgeschichte der Familie in der Neuzeit Europas, 1976, pp. 254-282. nuestro continente. En parte, estuvieron coronadas por el éxito, ya que
178 179
nunca fueron sostenidas únicamente por campesinos, sino que hallaron Desde allí fue extendiéndo se por otras comarcas -Alsacia, Wurtem-
el apoyo de las clases hajas urbanas, de Ia burguesía e incluso de la hcrg, Franconia y Turingia-, y sus efectos se dejaron sentir hasta en las
nobleza descontenta. En especial, el apoyo propagandístico que se dis- /',onas meridionales de lo que más tarde sería la Baja Sajonia. Su impe-
pensá a los campesinos alemanes analfabetos entorno a 1525 es impen- tuosa fuerza a corto plazo, su repercusión propagandística y la agitación
sable sin una ayuda civil y religiosa concreta. Que los campesinos política general, que afectó a amplias capas sociales, permiten deducir
supieran organizarse militarmente y manejar las armas se debía a qu · qu e tienen razón los historiadore s que contemplan la Guerra de los
muchos de ellos habían servido en ejércitos y a que, en ocasiones, fue- Campesinos como la manifestación específicamente campesina de una
ron respaldados por soldados desertores. conciencia de crisis general y de una sensibilidad a la crisis de toda la
A continuació n analizaremo s brevemente tres ejemplos con la sociedad ale mana de la época. Concuerda con esta tesis el hecho de que
mirada -muy limitada- puesta en la situación y las exigencias de los Lambién se vieran afectados territorios suizos y austríacos; y tampoco
campesinos y de la población rural a princípios, mediados y finales de puede haber sido una casualidad que, precisament e en esa época, la
nuestra época: la Guerra de los Campesinos alemana de bacia 1525 , Reforma estuviera en e! momento culminante de su primera fase -toda-
las revueltas francesas de alrededor de 1640 y los disturbios rurales en vía muy espontánea y capaz de derribar muchas barreras.
la época de la Revolución Francesa en Francia y en algunos territorios Hasta hoy, los historiadore s no se han puesto definitivame nte de
dei Imperio Germánico. A través dei análisis de estos tres movimien- acuerdo sobre qué fue esa crisis y cómo ha de ser interpretada . i,El
tos completame nte independien tes entre sí, parece posible seguir, en cnsayo de una «revolución protoburguesa», puesto que las acciones de
cierto modo, la pista a la historia social de la población rural europea los campesinos han de ser contemplada s en relación con los levanta-
en Ia Edad Moderna. mientos urbanos frente a la usura y los monopolios, cone! deseo gene-
De estos tres ejemplos, la Guerra de los Labradores alemana es, sin ralizado de una reforma eclesiástica y cone! movimiento político enca-
duda, el fenómeno más complejo y más complicado 65 • Comenzó, como minado a implantar una reforma imperial?: con todo lo que sabemos,
muchas revueltas e incluso revoluciones, por un motivo aparentemente cso sería ir demasiado lejos. l, Una lucha por recuperar el «bueno y viejo
insignificante y, sin embargo, cargado de simbolismo: la desmesurada y derecho», como se exigía en numerosos panfletos campesinos? : éste
hasta paradójica exigencia de servicios por parte de un sefiorío condal ha sido un argumento esencial, pera no el único ni el prevaleciente. Es
en e! sur de la Selva Negra. En un brevísimo plazo de tiempo, la guerra seguro que las protestas campesinas no se pueden interpretar en un
se convirtió en un gran movimiento cuyo centro se hallaba en la Alta único y claro sentido. Las circunstancias locales y regionales específi-
Suabia, al norte dei Lago de Constanza, en Algau y en la Seiva Negra. cas de las clases y los estamentos sociales dieron lugar a un programa
político extremadamente variado y no siempre coherente. Precisamen-
Le por ello, dicho programa retleja de manera muy gráfica la situación
65 La mejor información actual sobre el estado de la investigación acerca de la Guerra de social dei campesinado alemán, en especial dei sur y dei sudoeste de
los Campesinos en Alemania la proporcionan los volúmenes colectivos que surgieron en y Alemania, a comienzos de la primera fluctuación secular de la coyun-
después de 1975 con motivo de su aniversario . La revista histórica NF publicó el suplemento
4: P. BLICKLE (ed.) , Revolte und Revolution in Europa, 1975. La revista Geschichte und tura agraria en la Edad Moderna.
Gesellschafi dedicó a este tema su primer suplemento extraordinario. H.-U. WEHLER (ed .), La Guerra de los Campesinos iba dirigida contra sus superiores
Der deutsche Bauernkrieg, 1524-1526, 1975 . R. WOHLFEIL (ed.), Der Bauemkrieg 1524-1526, inmediatos, por cuanto aquéllos articularon su voluntad de modificar,
Bauernkrieg und Reforrnation, 1975. B. MOELLER (ed.): Bauernkriegs-S tudien, 1975. respecto a la tradición, el entramado de las relaciones económicas y
H. A. ÜBERMAN (ed.), Deutscher Bauernkrieg, 1525, Zeitschriftfür Kirchengeschichte 85
(1974), Núm. 2. Representativa dei debate en la antigua ROA es la obra de G. HEITZ (ed.), políticas entre e! sefiorío y el campesinado . Está de mostrado que nume-
Der Bauer irn Klassenkarnpf Studien zur Geschichte des deutschen Bauemkriegs und der rosos sefiores (nobles y monacales) de! sudoeste Jlevaban ya mucho
biiuerlichen Klassenkiirnpfe irn Sptitfeudalisrnus, 1975. Algunas de estas compilaciones tiempo intentando reactivar los abolidos derechos de la servidumbre de
incluyen investigaciones extremadament e detalladas. Yéanse, además de E. WOLGAST en
Bliitter für deutsche Landesgeschich te 112 (1976), pp. 424-440. V. PRESS en Nassauische
la gleba e imponer restricciones de usufructo en el marco de los dere-
Annalen 86 (1975), pp. 158-177. S. HOYER en Zeitschriftfiir Geschichtswisse nschaft 24 chos comunales cinegéticos, forestales y de la dula 66 • E! libelo más
(1976) , pp. 662-680. Para nuestro contexto, véanse importantes ex posiciones generales o
monografías: G. FRANZ, Der deutsche Bauemkrieg, 10 1975 . M . BENSING-HOYER , Der deut-
sche Bauernkrieg 1524-26, 2 1970. P. BLICKLE, Die Revolution von 1525, 1975 . H. BuszELLO,
Der deutsche Bauernkrieg von 1525 ais politische Bewegung, 1969. D. SABEAN, Landbesitz 66 Sobre este aspecto es fundamental BLICKLE, Revolution ... , (véase n. 65), pp. 3 1 ss .
und Gesellschaft am Vorabend des deutschen Bauernkriegs. Eine Studie der sozialen Var- Véase también SAARBRÜCKER ARBEITSGRUPPE, <<Die spatmittelalterliche Leibe igenschaft in
hiiltnisse im siidlichen Oberschwaben in den Jahren vor 1525, 1972. Oberschwaben>>, Zeitschriftjiir Agrargeschichte und Agrarsoziologie 22 (1 974), pp. 9-33.
180 181
famoso de la Guerra de los Campesinos, los «Doce Artículos», de la pri 1ic.:rras, y probablemente este grupo debía ser excluído de todo disfru-
mavera de 1525, destaca con claridad la oposición de los campesinos a 1<.: de la dula» 68 •
esta evolución. Cu ando, a consecuencia de esta política, los sefíores lra- Como ya se ha dicho, es posible que todo esta no se hubiera mani-
taron de desenmarafíar la complicada relación de los derechos sefíoria rc.:stado en una época tan temprana si la Reforma no hubiera acrecenta-
les, superpuestos entre sí, y de convertir a los distintos sefíores en, por do tan repentinamente la disposición general a la acción política.
así decido, un único sefíor de los Jabradores afectados -mediante la uni - La Guerra de los Campesinos en modo alguno se limitó a la articular
ficación de los derechos sefíoriales, serviles y jurisdiccionales-, la políticamente estas exigencias y reclamaciones, tan significativas en
población rural se vi o enfrentada al grave hecho económico y político 11uestro contexto. En numerosas regiones se convirtió en un amplio
dei nacimiento de una soberanía territorial-estatal. En ella no sólo se.: movimiento que abarcaba las pequenas ciudades agrícolas de provín-
concentraban -prácticamente sin competencia-Ios derechos en otro cias y proclamaba los derechos dei «hombre común» (tanto rural como
tiempo separados, sino que, además, amenazaba las funciones hasla urbano); tras dicho movimiento, además de las reclamaciones concre-
entonces autónomas de Ia comunidad rural. tas, se hallaban programas político-constitucionales mucho más gene-
Pero el sefíorío y el Estado no eran los únicos ri vales de los cam- rales. Por otra parte, había varias asociaciones suprarregionales de gru-
pesinos; su Jucha también tenía una perspectiva interna centrada en la pos de campesinos que aumentaron considerablemente la capacidad de
estructura de las poblaciones. En las investigaciones sobre Ia Guerra acción del campesinado. Como guerra o incluso como revolución, este
de los Campesinos se h a hablado mucho de que el movimiento, al fin movimiento fracasó estrepitosamente. En sus repercusiones a largo
y ai cabo, fue liderado por campesinos relativamente acomodados , plazo, sin embargo, no parece haber sido tan infructuoso como creían
propietarios y privilegiados dentro de la comunidad 67 • Visto en su antes los historiadores 69 • Hoy se contempla como un efecto verdadera-
conjunto, esto es sin duda falso; pero está comprobado que este estra- mente duradero de la guera el hecho, sobre todo, de que los campesinos,
to social -al igual que ocurrió en el movimiento campesino de la en algunos territorios, pudieran abandonar los estrechos límites polí-
Revolución Francesa- no se mantuvo al margen, sino que fue un ele- ticos de su pueblo y hacer frente a los poderes sefíoriales mediante aso-
mento impulsor. Su situación económica estaba amenazada por las ciaciones representativas de mayor envergadura. AI menos hasta el
nuevas exigencias sefíoriales y estatales; era la posición de quienes momento en que el absolutismo arraigó firmemente en Alemania, a
gozaban de privilegias políticos la que estaba en tela de juicio. Pero !inales dei sigla xvn, en muchas regiones vinculadas a la Guerra de los
también eran éstos los que se hallaban sometidos a una presión Campesinos se fue formando algo similar a un Estado de organización
«desde abajo», debido al aumento de los estratos rurales inferiores. «comarcal», en el que estaban representados los campesinos de toda
Es probable que en el sudoeste alemán, por ejemplo, la fluctuación la comarca: en el Tirol incluso como una auténtica clase social, con sus
demográfica del siglo XVI ya produjera en época tan temprana sus correspondientes derechos a votar y administrar los impuestos, así como
primeras repercusiones masivas y, junto con las nuevas cargas «desde a aprobar los estatutos de defensa nacional.
arriba», aumentara la presión sobre los limitados recursos de los pue-
blos campesinos de la región. AI menos, un experto americano en la Si partimos sólo de los sucesos coyunturales, vemos que las
Guerra de los Campesinos no tiene ninguna duda: «Con toda seguri- revueltas y los disturbios campesinos de tinales dei sigla XVI y del pri-
dad se puede decir que los Doce Artículos y otras reclamaciones mer tercio dei sigla XVII eran mucho más «lógicos» que los de cien
suprarregionales procedentes de la Alta Suabia eran el programa de anos antes. De hecho, esta época ha de ser contemplada como el
los campesinos, es decir, de los vecinos de los pueblos con derecho a período culminante de las sublevaciones campesinas en la historia
votar, o sea, de aquellos que poseían una finca propia. Querían con- europea. No sólo destaca la bien investigada Francia, sino que tam-
trolar ellos solos el acceso ai bosque, a los caladeros y a las aguas; bién se ha comprobado la existencia de revueltas campesinas en otros
querían elegir a los párrocos, pagarles con parte dei diezmo y admi- países (Bohemia, Nápoles, Sicília e Inglaterra).
nistrar el resto como ayuda para los pobres del pueblo. Ninguna ti erra
comunal debía ser cedida al estrato creciente de los que carecían de
68 D. SABEAN, <<Probleme der deutschen Agrarverfassung zu Beginn des 16. Jahrhunderts.
Oberschwaben ais Beispiel», en BLICKLE (ed.), Revolte und Revolution ... , cit. (véase n. 65),
67 Este aspecto se halla especialmente recalcado en FRANZ, Bauernkrieg ... , cit. (véase pp. 132-150; esta cita en la p. 139.
69
n. 65), passim. Véase al respecto BucKLE, Revolution (n. 65), pp. 241 y ss.
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Algunos territorios alemanes también se vieron afectados: en espe- les (s i bien en principio no tenían por qué ser antinobles), las subleva-
cial, el ducado de Baviera, que, habiendo sido respetado por la Guerra ·iones no iban contra los que estaban autorizados a recibir servicios y
de los Campesinos, ahora, con Maximiliano I, se abría enérgicamentc tributos en cada localidad. Sólo en el norte de Francia, en el movimien-
paso hacia el absolutismo. En la época de la abdicación dei duque Gui - to de los denominados lustrucus dei Boulonnais, de 1662, e! impulso
llermo, en los afios noventa dei siglo XVI, «los campesinos de diversa~ anti fiscal se convirtió imperceptiblemente en un impulso tan masiva-
localidades se mostraban rebeldes y levantiscos»; la rebelión dei afio mente antisefíorial y antinobiliar, que en esta rebelión se puede vislum-
1633/1634, «sangrientamente sofocada», coincidió «de manera signili - brar el prototipo de las revoluciones que se iban a desarrollar con pos-
cativa» con los conflictos entre Maximiliano I y los representantes terioridad.
comarcales de Baviera70 • Por lo demás, los campesinos arremetieron contra el único, aun-
Pero la «furia campesina» (R. Mousnier) fue incomparablementc que poderoso, enemigo que conocían: el Estado absolutista, que esta-
violenta en el sur, sudoeste y oeste de Francia. Si se tienen en cuenta ha a punto de iniciar «la mayor ofensiva fiscal de la historia de Fran-
todos los movimientos que hubo entre 1624 y 1643, entonces no pare- <.: ia» (Y.-M. Bercé). Los croquants de Lemosín y dei Périgord, y los
ce exagerada la afirmación de que también este país vivió su propia nu-pieds de Normandía atacaron con una vehemente desesperación a
71
Guerra de los Campesinos en la Edad Moderna • Sin embargo, esta los recaudadores reales, arrojaron a las cunetas carros cargados de
guerra no se hall aba bajo los mismos auspícios que los acontecimien- ce reales requisados , volcaron en descampados arcas que contenían
tos alemanes de cien afios atrás. Los motivos reli giosos y político-reli- los fondos recaudados; su grito de guerra, Vive le Roi sans la gabelle,
giosos no desempefiaron en ella ningún papel; la lucha defensiva de los tenía ciertos ecos de estereotipo, especialmente en aquellas regiones
hugonotes contra e! poder central no la afectó. De ahí que, en compara- en Ias que los artistas financieros de Richelieu, con sus numerosas
ción con Ale mania, apenas se percibiera e! fru to publicista de estos di s- tretas, habían ordenado la sujeción ai impuesto estatal sobre la sal
turbios, y que también fuera relativamente esc asa la participación inte- (gabelle), en sustitución de las viejas libertades provinciales. El
resada de ciudadanos cultos y eruditos. La dirección político-militar deseo, no obstante, de que el rey «vi viera», pero no sus subordinados,
dei movimiento fue también distinto al de Alemania. Con la excepción sus representantes locales, ilustra a la perfección las características
de Bretafía, que en 1675 se vi o afectada por la rebelión de los bonnets- de la mayoría de estas acciones: su impulso político, en el fondo, era
rouges y, por tanto, tuvo que escuchar gritos de guerra anti-seigneuria- «conservador», no «revolucionaria»; no pretendía cambiar nada, sino
evitar los cambios.
Aquí no podemos abordar en detalle el tema de la envergadura de
este movimiento ni la evolución de sus peculiaridades. A modo
70 Véase ai respecto H . DOLLINGER, Studien zur Finanzreform Maximilians I, von
de ejemplo para toda la Europa de la Edad Moderna, comentaremos la
Bayern in den Jahren 1598-1618. Ein Beitrag zur Geschichte des Frühabsolutismus, 1968,
pp. 95-96 y 352, especialmente su bibliografía.
lucha defensiva dei campesinado europeo contra uno de sus principales
71 Este tema fue acaloradamente discutido en Francia en los afios cincuenta y sesenta, adversarios, el Estado absolutista, el cual -aunque en ninguna parte de
sobre todo desde el punto de vista de las concepciones <<marx ista>> y <<burguesa» de la manera tan brutal como en Francia antes de su entrada en la Guerra
estructura social dei siglo xvn. Aquí mencionaremos sólo algunas obras fundamentales con- de los TreintaAfíos- no sólo apretó el tornillo de los impuestos y se
cernientes ai problema, pero no los numerosos y detallados análisis regionales. El punto de
partida del debate fue el libra, publicado en I 953 en lengua alemana, dei marxista ruso excedió en sus experimentos fiscales, sino que además, y en relación
B. PoRSCHNEV, Die Volksaufstdnde in Frankreich vor der Fronde 1623-1648, I 954. La prin- con ello, disolvió los viejos derechos y .solidaridades de la comunidad
cipal respuesta <<burguesa» a este libra fue: R. MOUSNTER, <<Recherches sur les souleve- rural. No hace falta tener mucha imaginación para calcular cómo
ments populaires en France avant la Fronde», en id., La plume, la faucille et !e marteau.
Jnstitutions et société en France du Moyen Age à la Révolution, 1970, pp. 335-368 . Véase
aumentaron las tensiones en el seno de esta comunidad, si se tiene en
además R. MANDROU, Classes et luttes des classes en France au début du XVII' siecle, 1965. cuenta que el impuesto campesino por excelencia, el taille , era un
i Muy importante en lo que se refiere a los conceptos uti lizados y a la perspectiva socioló- «impuesto de distribución» cuyo reparto estaba en manos de miembros
gica! R. MouSNTER, Fu.reurs paysannes. Les paysans dans les révoltes du XVII ' siecle (Fran- notables de cada una de las comunidades rurales. Está de mostrado que
ce, Russie, Chine), 1967; una comparación algo superficial. Y.-M. BERCÉ, Histoire des
Croquants. Etude des soulevements populaires au xvu' siecle dans le Sud-Ou.est de la los terratenientes nobles, en especial los pequefíosjunker, profunda-
France, 2 vols., 1974; el estudio más importante, y en muchos aspectos concluyente, sobre mente ligados a la ti erra y a sus «solidaridades», participaban con cier-
el sudoeste; jcon muchos datos bibliográficos e indicaciones de fuentes! Véase también ta frecuencia en las rebeliones, garantizaban la protección a sus cam-
Y.-M. BERCÉ, Croquants et Nu -Pieds. Les soulevements paysans en France du XVI' au XIX'
siecle, 1974; recopilación de fuentes comentadas. Además el artículo deLe Roy Ladurie
pesinos o incluso eran elegidos como cabecillas, lo cual ilustra con
citado en n. 63. claridad el carácter de las sublevaciones en época de Richelieu. Es evi-
184 185
dente que, bajo estas auspicios, el contraste entre «pobre» y «rico» Las revueltas campesinas antisefíoriales de Francia a finales dei
adquirió mayor relieve y que, en general, por efecto de la lucha, los sigla xvm 72 fueron un elemento muy importante de los movimientos
procesos de diferenciación social se volvieron más palpables y eviden- sociales de la Revolución Francesa. Iban dirigidas contra laféodalité,
tes. Algunos intendentes burgueses de terratenientes nobles y algunas término con el que los campesinos, así como aquellos sectores de la
clases altas de ciudades de provincias situadas en territorio rebeld~.: burguesía que explotaban políticamente su irritación, no sólo entendían
también Jlegaron a percibirlos. las cargas dei sistema sefíorial, sino también los diezmos eclesiásticos.
En lo que respecta a la unificación suprarregional y a la imposición No pocos campesinos creían, además, que con la convocatoria de los
de objetivos político-constitucionales, es evidente que los campesinos Estados Generales se producirían situaciones paradisíacas en su país, y
franceses de la época de Richelieu lograron mucho menos que los cam- vivían con la esperanza de que se pusiera fin a toda carga, incluso fis-
pesinos a! emanes dei sigla XVI. La formación dei Estado absolutista en cal, en el campo. En este sentido, muy pronto fueron conscientes de
Francia había avanzado ya demasiado, con lo que las posibilidades de que, después de 1792, lo único que ocurrió es que un Estado diferente
la represión estatal eran demasiado eficaces. Las fuentes no hablan ni - republicano, pero no por ello menos exigente- había sustituido al
de «agrupaciones cristianas» ni de un aumento de los derechos «comar- viejo Estado monárquico. Y así encontramos ai campesinado francés,
cales» de los campesinos.,;,Cómo iban a hablar de ello en una época en no só lo como una fuerza revolucionaria que entre 1789 y 1793 con-
la que el frío glacial dei absolutismo, en este aspecto, azotaba incluso quista el objetivo de su lucha -la liberación dei feudalismo-, sino pron-
el rastro de las clases altas de la sociedad? No obstante, la comunidad to también en el bando de los adversarios de la Revolución, como base
rural francesa en general parece haber opuesto resistencia. Con Luis XIV social de una amplia oposición royalist en el oeste del país, sobre todo
hubo todavía repetidas sublevaciones campesinas (Bretafia, Boulon- en la Vendée 73 •
nais, Angoumois, Las Landas, Vi varais), antes de que en el sigla xv111 Francia es, en e! fondo, el único país en el que el campesinado de la
Jlegara la calma, que más tarde, bajo otros auspicios, fue de nuevo inte- Edad Moderna se liberó por su propia fuerza e iniciativa de las cadenas
rrumpida: a partir de 1735/1640, en algunas provincias aisladas como y las cargas económicas, jurídicas y sociales de una estructura agrícola
Borgofia; a partir de 1750, en más territorios, y a partir de 1780, en secular; entiéndase bien: nos referimos al campesinado propietario,
amplias zonas de! país. que en comparación con las capas rurales inferiores gozaba de una
Estas nuevos auspicios eran los dei «ilustrado» sigla xvm. Un situación relativamente acomodada. En el resto de la Europa continen-
campesinado algo más culto, un Estado que moderó su política fis- tal, al campesinado no le fue nada bien con esta iniciativa propia, lo
cal (Francia) o que tomó más en seria la protección de los campesi- cual no só lo es síntoma de la complicada situación político-estatal,
nos (Brandemburgo-Prusia), y una burguesía que con su propagan- opuesta a un movimiento revolucionaria de los campesinos, sino tam-
da en favor de la «libertad» proporcioná argumentos también a los bién de la menor politización y mayor vinculación de los campesinos
campesinos, fueron las premisas para que ahora, en muchos luga- con el vigente sistema estatal de organización feudo-sefíorial. No obs-
res, las cargas económico-sefioriales de! campesinado se convirtie- tante, en el sigla xvm hubo similares disturbios campesinos y subleva-
ran en el principal motivo de sus acciones políticas. Y es que la situa- ciones de las clases rurales inferiores, por ejemplo, en algunos territorios
ción de la Europa rural, bajo el signo de la coyuntura agraria de!
sigla xvm, no se caracterizaba en todas partes, ni mucho menos, por
72
la existencia de unos campesinos enfrentados a un sefiorío retrógra- Una magnífica sinopsis, ahora, en R. REICHARDT, <<Bevolkerung und Gesellschaft
do que reclamaba derechos y tributos. En las comarcas francesas Frankreichs im 18. Jahrhundert: Neue Wege und Ergebnisse der sozialhistorischen Fors-
chung 1950-1976>>, Zeitschrijr für Historische Forschung 4 (1977), pp. 154-222. Aquí inte-
con cultivo intensivo de cereales, por ejemplo en la cuenca pari sina, resan pp. 183 ss. Donde mejor descrita está la posición fundamental marxista es en el
el sefiorío «se modernizá» y transformá su economía independiente artículo de Saboul citado en n. 61. Uno de los mejores estudios regionales: J. BASTJER, La
en una empresa económica dinámica y capitalista que era explotada féodalité au siecle des Lumieres dans la région de Toulouse, 1975. Yéanse algunas sinopsis
cn lengua alemana en E. HINRICHS, «Die Ablosung von Eigentumsrechten. Zur Diskussion
por arrendatarios campesinos o burgueses, ai estilo dei modelo iiber die "droits féodaux" in Frankreich am Ende des Ancien Régime und in der Revolu-
inglés. Se convirtió así en un poderoso competidor de la pequena y Iiom>, en R. Vierhaus (ed.) , Eigentum und Verfassung , 1972, pp. 112-178; y en F. FuRET,
mediana empresa campesina, suscitando entre los campesinos y las «Der revolutioniire Katechismus>>, en E. Schmitt (ed.), Die Franzosische Revolution, 1976,
clases rurales inferiores la misma indignación que el sefior que pp. 46-88.
73
Sobre Sarthe, véase el famoso libro de P. BOIS, Les paysans de l'Ouest. Des struc-
vivía de las rentas y, mediante los tributos, intentaba sacar provecho lures économiques et sociales aux options politiques depuis l'époche révolutionnaire dans
de la coyuntura agrícola. lu Sarthe, 1960. Sobre Ia Vendée, CH. T!LLY, The Vendée , 1964.
186 187
dei Imperio Germ ánico 74 • A princípios dei siglo XVIII se produjcron sentir caJl adamente ellímite que le ha sido trazado. No debe preguntar: «j,Qué
revueltas con final sangriento en la Baja y Alta Baviera, en 1714/1715 eres?>>, sino sólo: <<z,Qué tienes?», qué talento, qué conocimientos, qué facul-
en Turingia, en 1716 en laAltaAustria, entre 1727 y 1745 en el sur de tades, cuánta fortuna. Si el noble lo da todo a través de la representación de su
persona, el burgués no da, ni debe dar, nada a través de su personalidad. Aquél
la Selva Negra, en 1767 en la Silesia austríaca, en 1775 en la Moravia
puede y debe aparentar; éste solamente debe ser, y lo que qui era aparentar
bohemia; más tarde también en la Silesia prusiana y, finalmente, entre resulta ridículo o insulso. Aquél debe hacer y obrar; és te debe cumplir y traba-
1790 y 1794, en Sajonia -el movimiento solidario más importante de jar, tiene que desarrollar aJgunas facultades para volverse útil, y se da por supues-
Alemania-. Todas ellas se caracterizaban por unas reclamaciones anti - to que en su manera de ser no hay, ni debe haber, ninguna armonía, porque, para
sefíoriales específicas, pero, a diferencia de la gran Guerra de los Cam- volverse útil en algún aspecto, tiene que desatender todo lo demás.
pesinos, quedaron limitadas a zonas y regiones comparativamente De esta diferencia no tiene la culpa la arrogancia de los nobles ni la docili-
pequenas. Por el contrario, en las grandes comarcas sefioriales situadas dad de los burgueses, sino la pro pia organización de la sociedad.
al este dei Elba no hubo ningún disturbio - sobre todo porque, según la
tesis todavía válida de Tocqueville, la propia iniciativa político-revo- En algún momento entre 1777 y 1794, Goethe hizo que el más
lucionaria de! campesinado presupone, como demuestra el ejemplo grande de sus personajes de novela, Wilhelm Meister, escribiera estas
francés, cierto grado de libertad y movilidad que no cabe esperar de un frases en una carta dirigida a su cufíado. Wilhelm Meister no estaba
campesinado muy vinculado al sefíorío, con grandes cargas económi- muy seguro de que su imagen ideal de la nobleza tu viera vali dez fuera
cas y socialmente oprimido y dependi ente 75 . En e! este alemán, así de Alemania, ya que unos párrafos antes había dicho: «No sé cómo
como en la mayoría de las províncias de! oeste, la fase premoderna y será la cosa en los países extranjeros .. .». También le «preocupaba»
preindustrial de la historia europea no terminá, por tanto, hasta el pro- poco «si algún día cambiará algo y qué es lo que cambiará». Sin
ceso de liberación campesina de la primera mitad de! siglo XIX. Dicho embargo, el hecho de que concluyese no intentar el ascenso a la noble-
proceso no fue el resultado de un a lucha y un esfuerzo hechos desde za -que Ie parecía imposible-, ni abrazar la profesión burguesa que Ie
abajo, sino que lo administrá el Estado, y no resolvió ni mucho menos había sido designada, sino hacerse actor -miembro dei grupo de pobla-
los enormes problemas que habían surgido en las ciudades y en el ción más despreciado, al que incluso sele negaba la condición de clase
campo con el aumento de la población. En cualquier caso, con la libe- social-, es un indicio significativo de los cambios que se estaban ope-
ración y consolidación de un campesinado medio, eximido de lascar- rando en la sociedad alemana dei siglo xvnr.
gas y de los vínculos sefíoriales, este proceso estableció las premisas No obstante, Wilhelm, tal y como Goethe le hace pensar y hablar
para Ia entrada de Europa en una nueva etapa de su historia que, tanto en esa etapa de su evolución, seguía estando firmemente convencido
en el campo como en la ciudad, se fue caracterizando progresivamente de la exclusividad social de la nobleza. En una época en la que en
por el fenómeno de la industrialización. Francia se ponían en tela de juicio desde abajo y de un modo masivo
las formas de la vida nobiliar, y el «aristócrata» era ya contemplado
La nobleza, dei sigla XVI al xvm como una imagen hostil frente a la que se aunaban las restantes cla-
ses sociales, en Alemania el mundo estamental todavía parecía incó-
Si el noble no conoce límites en la vida diaria, si de él pueden surgir reyes lume e intacto.
o personajes similares a los reyes, entonces podrá presentarse en todo momen-
Si echamos un vistazo al conjunto del siglo xvm, sin duda Goethe
to ante sus semejantes con la conciencia tranquila, podrá abrirse camino en
todas partes; mientras que al burgués no le queda más remedio que limitarse a tenía razón. Europa todavía seguía sorprendentemente marcada por la
nobleza; ninguno de los demás siglos de la Edad Moderna tuvo un
carácter tan aristocrático; en ninguna época, entre la Reforma y la
Revolución Francesa, desempefíó la nobleza un papel tan destacado en
74 Falta una exposición
sinóptica. Véanse importantes observaciones en J. SCHLUM- la política, la economía, la sociedad y la cultura. Y esto no sólo se per-
BOHM, Freiheit-Die Anfiinge der bürgerlichen Emantipatiosbewegung in Deutschland im
Spiegel ihres Leitwortes (ca. 1760-ca. 1800), 1975, pp. 97 ss. También H. AUBIN y W. ZORN cibió en las cortes principescas y en el campo, o en los alrededores de
(eds.), Handbuch der deutschen Wirschafts- und Sozialgeschichte, vol.l, 1971 , pp. 596 y 597. las grandes y medianas residencias nobiliarias. Hasta las grandes ciu-
Sobre Sajonia es importante: H. SCHMIDT, <<Die sachsischen Bauernunruhen des Jahres dades, incluídas las animadas metrópolis comerciales «burguesas» dei
1790>>, Mitteilungen des Vereinsfür Geschichte der Stadt Meissen 7 (1907), pp. 261-427.
P. STULZ y A. ÜPITZ, Volksbewegungen in Kursachsen zur Zeit der Franzosischen Revolu- continente, estaban fascinadas por el estilo de vida noble; más de un
tion, 1956. patrício burgués se esforzaba por adoptar sus gestos y actitudes, y ni
75 A. DE TOCQUEVJLLE, Der a/te Staat und die Revolution, Libro li, cap. I. siquiera resultaba «ridículo o insulso», como afirma Wilhelm Meister.
188 189
Pero, (,Cá mo era esa nobleza y en qué se diferenciaba de la de los i Y no só lo eso! Como ya se ha dicho en otro lugar, en el siglo XVIII
siglos XVI y xvu? (,Acaso se diferenciaba? El concepto de «feudal » ha scguía funcionando el sistema senorial, que aseguraba a los terratc-
causado mucho dano en la historiografia de los últimos decenios 71 '. nicntes nobles, aunque también a los numerosos burgueses que adquirían
Desde la Plena Edad Media hasta la Revolucián Francesa, Europa un senorío, los servicios y los tributos de los campesinos que vivían a
estuvo marcada por el feudalismo; los «senores feudales» constituí em su alrededor y dependían de ellos. Los publicistas franceses, que antes
la clase dirigente: eso es lo que pone en numerosos manuales y textos dcl inicio de la Revolución alzaron sus voces airadas contra los aristó-
escolares. La palabra latinafeudum significa «vasallaje» e ilustra la cratas y Ia Iglesia, también lo calificaron de «feudal», acunando así una
dependencia personal de un hombre con respecto a un senor, el cual , cxpresión que todavía hoy sigue vigente en la concepcián marxista dei
con el fin de imponer y asegurar su senorío, le enfeuda propiedades y feudalismo. Este término es aceptable si se aclara que no se trataba de
derechos y lo mantiene vinculado a él mediante un compromiso de dcpendencias jurídico-feudales, y que el «senorío» y el «sistema feu-
lealtad personal. En la Edad Media, la administracián y el poder políti - dal» eran fenámenos independientes en la Edad Media y lo siguieron
cos se organizaban de esta manera, y en cada territorio surgi á una sóli- siendo en la Edad Moderna.
da -y muy ramificada- cadena de relaciones vasalláticas. Pero, una vez más, (,Cá mo era la nobleza en el siglo xvm y cá mo
Ya en la Edad Media, aunque más en la Edad Moderna, decliná esta había sido su evolucián en los siglos anteriores? Expresiones generales
forma de organizacián del poder político; tras un proceso de intensos como «los senores feudales» o «la clase dominante» provocan tanto
conflictos de muy larga duracián, se formá el «Estado moderno», que cscepticismo justificado porque convierten una imagen social extre-
despojá ai sistema feudal medieval de su contenido político. No obs- madamente diferenciada en un concepto homogéneo y nivelador. Y
tante, se conservaron sus formas jurídicas y protocolarias, y, en este precisamente en este aspecto, la nobleza superá incluso al campesina-
sentido, la nobleza dei siglo xvm en la práctica si guiá siendo «feudal» do y, en todo caso, sálo fue superada por las múltiples ramificaciones
en muchos territorios: los príncipes alemanes, soberanos en su país y dei «tercer estado».
todo lo «absolutistas» que cabe imaginar, mantenían todavía las viejas Tomemos de nuevo como ejemplo Ale mania 77 • Aquí, Ia cúspide dei
relaciones vasalláticas con respecto ai emperador; el propio rey danés cstamento nobiliar Ia formaban aquellos reyes, príncipes, duques y
se hallaba en la misma situacián -con la que se mostrá conforme- príncipes-obispos cuyas dinastías, en el transcurso de Ia formacián dei
como duque de Holstein. La nobleza alemana súbdita de algún prínci- Estado absolutista, enfrentándose a los competidores de su misma
pe también si guiá observando lajerarquía feudal. Aunque no dependía clase, habían conseguido el máximo poder en un territorio, así como
de forma inmediata del Imperio y, por tanto, no tenía una relacián representar ai Estado. Eran los príncipes imperiales. Aunque por enci-
directa con el emperador, sin embargo, como vasalla de su príncipe, ma de ellos estaba el emperador, en sus Estados no tenían competencia.
formaba parte de la «cadena feudal». Como tal, no obstante, ya no Debido a la constitucián estamental de algunos territorios alemanes, se
tenía ningún peso político especial: de las tareas administrativas se hallaban coartados en el ejercicio de su poder político; pero náda ponía
encargaba directamente el príncipe, y las enfeudaciones encaminadas cn duda su máxima posicián social. A continuacián venía el amplio
al traspaso de las competencias de poder dejaron de existir. estrato de la nobleza rural, landsiissig (súbdita de un príncipe), que de
No: e1 peso social de la nobleza ya no procedía de su pasado feudal, si un territorio a otro presentaba notables diferencias en cuanto a su fuer-
bien todavía tenía en él algunas raíces. Antes bien, derivaba dei simplc za, importancia política y estratificación social. En general, destacaba
hecho de ser, prácticamente en todos los territorios de la Edad Moderna, por ser «vieja nobleza». Cultivaba la conciencia que tenía de ello y cui-
ei mayor terrateniente con diferencia: un hecho nada insignificante dentro daba celosamente de que los numerosos indicadores jurídicos y proto-
de un orden social al que denominamos agrario y en el que, como ya se ha colados de su rancio abolengo no cayeran en el olvido. Para salvaguar-
dicho, casi todo giraba en torno a la agricultura y a la propiedad rural. En
comparacián cone] resto de la poblacián, la nobleza era en todas partes
una pequena minoría en vías de desaparicián; sin embargo, junto con la 77
Una breve sinopsis basada en las investigaciones más recientes , en R. VrERHAUS,
Iglesia y los príncipes, en todas partes poseía los mejores terrenos. Deutschland im Zeitalter des Absolutismus, 1978, pp. 59 ss. Véanse los artículos concer-
nientes a Alemania en los volúmenes colectivos: A. GooowrN (ed.) , The European Nobi-
liry in the Eighteenth Century. Studies of the Major European States in the Pre-Reform
Era, 1953. R. VrERHAUS (ed.), Der Adel vor der Revolution, 1971. También H. RüSSLER y
76 Véase ai respecto, en general, el libro de H. WUNDER (ed.): Feudalismus, Zehn G. FRANZ (eds.), Deutscher Adel 1555-1740, 1966. J. MEYER, Noblesses et Pouvoirs dans
Aufsiitze, 1974. I'Europe d'Ancien Régime, 1973.
190 191
dar este exclusivismo servía, en especial, el acceso a los parla men - y, más tarde, Berlín se desarrolló algo aproximadamente similar. Por lo
tos, que en muchos territorios alemanes quedaba restringido a tlemás, la situación de la nobleza alemana dei sigla XVIII refleja algu-
los caballeros de los estados provinciales o bien (en territorios ecle- nos rasgos típicos de la historia de la nobleza europea, cuyas peculiari-
siásticos) al cabildo noble católico: la posesión de una tierra sefíorial dades sólo se ponen verdaderamente de manifiesto si contemplamos
era una prueba igual de necesaria que la de contar con ocho antepa- los tres siglas de la Edad Moderna en su conjunto79 •
sados nobles en el árbol genealógico. Y, sin embargo, la vieja nobleza El comienzo y, con frecuencia también, todo el transcurso de la
estaba amenazada desde abajo. AI igual que sus vecinos de la Europa Edad Moderna suele aparecer descrito como una época de crisis para
occidental, los príncipes imperiales alemanes manejaban el instrumen- la nobleza europea. Pero, (,de qué clase de crisis se trataba?Y dicha crisis
to de la concesión de la nobleza con virtuosismo y soberanía: «Pese a (,afectó en su totalidad a este estamento social tan diferenciado? El
la resistencia de la nobleza más antigua, no pocas veces se concedió ámbito de la economía ofrece algunos argumentos. La nobleza terrate-
este estatuto a oficiales, comerciantes, proveedores de suministros de niente había padecido las consecuencias de la depresión agraria de la
guerra, empresarios y eruditos, y desde luego no siempre se exigía la Baja Edad Media como apenas ningún otro estamento. Los precios de!
condición de que tuvieran ti erras y llevaran un estilo de vida noble» 78 . cereal eran bajos; se vendía mal y, en ocasiones, ni siquiera se vendía;
Otras muchas personas de la clase burguesa compraban las condicio- y la nobleza no estaba acostumbrada a desempenar otras actividades, o,
nes previas necesarias para el ingreso en la nobleza - sobre todo, ti erras en consideración a su status, no tenía acceso a ellas. La coyuntura favo-
sefíoriales- y luego esperaban la confirmación legal de su ascenso por rable dei sigla XVI di o lugar a un cambio que, sin embargo, no se encontró
parte de sus príncipes o dei emperador. Está comprobado que, tanto en en todas partes con una nobleza en buena posición de partida. Para
los principados alemanes como en Francia, los oficiales de la nueva obtener mano de obra, había repartido mucha tierra en unas condicio-
nobleza fueron los que más aventajaron a los antiguos y venerables nes muy favorables y a largo plazo, las cuales ahora, con motivo de la
nobles en la lucha por obtener prebendas y cargos políticos en la corte. subida inflacionista de los precios, beneficiaron aun más a los campe-
No obstante, en modo alguno se acabó con la vieja nobleza. Precisa- sinos asentados. Sin embargo, esta tendencia no era general en el sigla XVI,
mente en Francia conservó el acceso a los principales cargos de la corte como antes se creía. La nobleza, con el sefíorío y los derechos jurisdic-
y, de este modo, se ocupó, por ejemplo, de que la diplomacia y la polí- cionales de los que a menudo iba acompafíado, tenía a su disposición
tica internacional de la Europa dei sigla xvm siguieran siendo, en esen- poderosos instrumentos para sal ir victoriosa en una nueva <ducha de
cia, sus domínios. reparto» con los campesinos. F. Braudel, refiriéndose a amplias zonas
Dentro de este cuadro social tan diferenciado, los miembros de las de la región mediterránea, habla de una réaction seigneuriale en el
órdenes militares y los caballeros imperiales resultaban un tanto exóti- sigla xvi 80 • Ya hemos comentado tendencias similares en el sudoeste
cos. Desde el punto de vista jurídico, todavía constituían una singulari- alemán en la época de la Guerra de los Campesinos. También Francia,
dad, pues eran «directamente dependi entes dei Imperio» y, por tanto, no con la Gâtine poitevine, el Haut-Poiteau, el Jura y la Provenza, ofrece
estaban sometidos a nadie más que al emperador. Política y socialmen- importantes regiones en las que se llevó a cabo la modernización agrí-
te, a menudo iban muy por detrás de la nobleza súbdita de los príncipes, cola dei sigla XVI bajo la eficaz dirección de la nobleza sefíorial. En la
aunque les quedaba cierta capacidad de acción, sobre todo en el servi- Mesta espafíola, un grupo de presión para el fomento de la cría de
cio administrativo imperial, y a veces también en e! de los príncipes. ganado lanar en todo e! campo, los terratenientes y los grandes desem-
Vista desde una perspectiva jurídica, la nobleza a! emana dei sigla xvm, pefíaron un papel nada insignificante 81 • Por no hablar de Inglaterra,
debido a las peculiaridades de la constitución imperial, era, sin duda, donde los enclosures comenzaron ya en el sigla XVI bajo la dirección
más diferenciada que la de los restantes Estados de la Europa central y
occidental. También el hecho de que Alemania careci era de una gran
79
corte central que hubiera podido dar origen a la formación de una aris- Aparte de los volúmenes colectivos o monografías, citados en n. 77, de Goodwin,
tocracia cortesana especial, como la que nos encontramos en Versalles Vierhaus y Meyer, véase N . ELIAS, Die hofische Gesellschaft. Untersuchungen zur Sozio-
logie des Konigtums und der hOfischen Aristokratie mit einer Einleitung: Soziologie und
en los siglas xvn y xvrn, ha de ser tenido en cuenta a la hora de estable- Geschichtswissenschaft, 3 1977. F. REDLICH, European Aristocracy and Economic Develop-
cer una comparación. Sólo en los grandes centros como Viena, Múnich ment in Entrepreneurial History 6 (1953), pp . 78-91.
80
F. BRAUDEL, La méditerranée (véase n. 27), vol. li, pp. 50 ss.
81
Véase al respecto e! que sig ue siendo e! mejor estudio: J. KLEIN, The Mesta: A Study
in Spanish Economic History, 1273-1836, 1920. [ed. cast.: KLEIN, J. La Mesta. Estudio de
78 VIERHAUS, Deutschland ... , cit. (véase n. 77), p. 61. la historia económica espatiola 1273- 1836, Madrid, Alianza Universidad, 1981.]
192 193
de la nobleza rural. La situación sólo fue menos favorable allí donde In hlc cn representación de su sefíor feudal. A ello se afíadía el que a fina-
nobleza había renunciado prácticamente por completo a su economfa lcs del sigla XVI las enormes exigencias de status de este estamento
independiente y, como ocurrió en el sudoeste alemán, se había retirad<, s uperaban ampliamente sus posibilidades financieras. F. Braudel, con
a la cômoda pero arriesgada. posición de «rentista». la mirada puesta en la nobleza espaõola, lo ha formulado de manera
Así pues, la nobleza europea estaba, en general, muy presente en lu c lásica: «11 y a contradiction à vouloir, et en même temps ne pas pou-
agricultura, y siguió estándolo en toda la Edad Moderna, aunque nadir voir vivre noblement, faute de cet argent qui justitie à peu pres tout» 83 •
tuvo en ninguna parte tanto poder como la nobleza terrateniente dcl La alta aristocracia inglesa, la alta nobleza espafíola, la nobleza militar
este dei Elba, que a cambio demostró mucha más comprensión y apcr- francesa envuelta en las guerras de religión ... , todas ellas padecieron en
tura bacia las cuestiones de modernización y mucho más sentido y esta época graves crisis de endeudamiento y, de este modo, acrecenta-
tacto para las actividades no agrícolas. Recientemente, un estudio sobn; ron precisamente aquellas dependencias que pretendían evitar: con res-
Francia 82 ha puesto de relieve lo comprometida que estaba la nobleza pecto al Estado, por arriba; y con respecto a miembros más adinerados
francesa, sobre todo en el transcurso dei sigla xvm, en diversos ramos de clases inferiores, por abajo.
comerciales e industriales, desde la siderurgia y la industria dei vidrio En la práctica, el Estado de los príncipes obtuvo, en conjunto, un
hasta la banca, pasando por la participación en grandes compafíías gran beneficio de esta situación. Procedentes asimismo dei mundo de
comerciales: una prueba que echa por tierra la tesis -que tan familiar la nobleza y representantes, por así decirlo, de su cúspide jerárquica
nos resulta por los manuales- sobre la estrechez de miras y la cerrazón superior, las dinastías europeas reinantes de los Habsburgo, los Valois,
de la «casta feudal». los Borbones, los Tudor y los Estuardo no estaban interesadas en una
6Una crisis de la posición y de la conciencia políticas? Aquí sí vie- climinación social de la vieja nobleza, pero sí en una reducción de sus
nen al caso reflexiones más detalladas. Desde cornienzos de la Edad ambiciones «feudales», en su integración en el nuevo mundo de la
Moderna, en la Europa central y occidentalla edad de oro de la autole- corte y dei Estado. Dejando a la nobleza el sefíorío como base de sus
gitimidad sefíorial por parte de la nobleza había llegado prácticamente ingresos y dei estilo de vida noble, y abriéndole el acceso a cargos y
a su fin. En el curso de la formación territorial dei Estado, unas pocas prebendas en la corte, en la Iglesia, en e] ejército, en la diplomacia y en
famílias y dinastías escogidas lograron apropiarse de más poder sefío- determinados sectores de la administración, los príncipes la fueron
rial que sus competidores y, finalmente, convertirse en el único, máxi- introduciendo poco a poco en la nueva realidad dei Estado moderno.
mo y soberano poder estatal. Este proceso no siempre era irreversible; Por parte de los príncipes, esta presuponía una afinada técnica de poder
la dinastía reinante no tenía su situación asegurada para siempre. Las y una permanente disposición a privilegiar socialmente a la nobleza sin
intrincadas vías de la transmisión hereditaria y, en algunos teritorios, cederle las riendas políticas. La debilitada monarquía espafíola no lo con-
también las eventualidades de una elección daban lugar a que ocasio- siguió en e] sigla xvn, tras la muerte dei rey Felipe II: en esta época nos
nalmente se produjera un cambio. Por lo demás, el acceso ai máximo encontramos aEspafía de nuevo en manos de la alta nobleza; los «gran-
poder estatal permaneció cerrado en adelante para la vieja nobleza des» feudales se apoderaron de la política dei país. Tampoco los peque-
europea. Hasta bien entrado el sigla xvn, ésta reaccionó en muchos fios Estados de Italia, gobernados por potentados locales o por virreyes
Estados con acciones separatistas, insubordinación, revueltas, grupos de los Habsburgo, supieron resolver e! problema. En el Nápoles, el
antigubernamentales, intentos de golpe de Estado, atentados y procedi- Milán, la Toscana, la Génova, la Venecia y la Roma dei sigla xvu, las
mientos formales. La historia de Francia y de Espana en los siglas XVI aristocracias locales eran las que llevaban las riendas; no ya las viejas
y XVII está llena de luchas entre las dinastías reinantes y los mécontents famílias, que se habían arruinado en las luchas de los siglas xv y XVI ,
de la vieja nobleza, los cuales, con cierta frecuencia, como en la Fran- sino nuevos barones y seõores cuya política ha sido calificada por un
cia de Richelieu, tenían un parentesco más o menos cercano con el rey. historiador de Nápoles simple y llanamente de «refeudalización» 84 •
És tos eran, sin duda, síntomas de una profunda crisis de conciencia Por el contrario, tanto Francia en el sigla xvn como Brandembur-
de la vieja nobleza, que había perdido dos pilares de su existencia go-Prusia en el xvm constituyen ejemplos coronados por el éxito.
social: la soberaníajurídico-feudal y el servicio militar autorresponsa-
194 195
Desde mediados dei siglo XVII, la nobleza francesa «se tranqui lizó», s1· oficiales a la nobleza nativa y, al mismo tiempo, satisfacer así sus par-
conformá con lo que sele ofrecía y se adaptó a su nueva posición y ticulares ambiciones de status. En contrapartida, la corona exigía e!
función. Versalles, donde la nobleza al principio divertía y luego Sl' servicio incondicional en el país, la renuncia a salir al extranjero y
aburría, cuando Mme. de Maintenon fue dominando cada vez más t.:l e! sometimiento a la ética del Estado. Al principio hubo que recurrir a la
ritmo de la corte y el estado de ánimo del monarca, se convirtió cn fuerza con bastante frecuencia; sólo con Federico 11 surgió una autén-
el principal punto de referencia de su vida. Versalles había sido cons- tica relación de lealtad, sin la cual no podría entenderse el despliegue
truido para la nobleza francesa, que estaba obligada a prestar sus servi - de fuerzas militares que llevó a cabo este Estado en el siglo xvm.
cios en el ritual monárquico. En Versalles halló un sucedáneo de su z,Hubo también una crisis formativa de la nobleza europea en la
perdido esplendor y de la grandeza y eminencia social de su pasado; Edad Moderna? En el marco de una introducción como ésta, no se
mediante el puntual y correcto cumplimiento de sus servicios ai sefíor, puede apuntar una respuesta satisfactoria; pero al menos debe hacerse
obtuvo la recompensa de los honorarios, Ias pensiones, los cargos y las mención de ese ejemplo que -para e! siglo XVI- gusta citar la biblio-
prebendas que tan apremiantemente necesitaba para sus hijas e hijos grafía. Se trata de la caballería imperial, sobre todo, de los territorios
segundones. Se ha observado que el sistema cortesano de Luis XIV, dei sudoeste alemán, «la capa más desesperada» de toda la nobleza,
que alcanzó su punto culminante después de 1683 con la edificación y «que no se adaptó al cambio que se había operado en las condiciones
las continuas ampliaciones de Versalles, perdió su int1uencia en el generales de vida en la Baja Edad Media» 86 • Compafíeros suyos de
mundo de los artistas y los eruditos a partir de 1690. Con los sucesores infortunio era, sin duda, los hidalgos espafíoles y los hobéreaux fran-
de Luis XIV, el sistema cortesano también fue perdiendo fuerza inte- ceses; sin embargo, una comparación entre los confusos, y también
gradora para la vieja nobleza, convirtiéndose cada vez más en un tendenciosos, informes de Ias crónicas dei siglo XVI podría demostrar
baluarte dei despotismo ministerial, tan temido -y luego vehemente- que la situación de los caballeros alemanes era especialmente triste. En
mente combatido- por la nobleza. Sin embargo, e! largo reinado de la Edad Media habían sido más guerreros que cualquier otro miembro
Luis XIV y su increíble perseverancia en la implantación y conserva- de su estamento; ni entendían de agricultura ni aprendieron -como los
ción del ceremonial, que asignaba a cada uno de los nobles asistentes terratenientes dei este del Elba- a manejarse con ella. Su «profesión»,
su función, centrada en la persona y la dinastía del monarca, y que en la transición del siglo xv al XVI, acabó siendo la de salteadores.
hacía que todos los nobles que habían permanecido en el campo estu- «Venidos a menos y convertidos en una farsa de la ufana hidalguía de
viesen deseosos de participar en él, fueron en la Europa de aquel enton- otros tiempos, estos bandidos, a menudo rodeados de gente sospecho-
ces un ejemplo único del sometimiento y la domesticación de un esta- sa, constituyeron una base, no dei todo inofensiva pero también lamen-
menta al que, durante los cien -o más- anos anteriores, no se hubiera table, de la burguesía urbana en ascenso» 87 •
podido amansar. Pero el motivo de crisis más importante se ocultaba en esa evolución
En Brandemburgo-Prusia, el aplacamiento de la nobleza, sobre de la que ya se ha hablado al estudiar el campesinado. También la nobleza
todo de la nobleza terrateniente de la Marca dei Electorado, transcurrió tuvo que lidiar durante toda la Edad Moderna cone] problema dei cambio
por otras vías 85 • En el siglo xvn ya no se puede hablar de un sistema radical en la apariencia dei estamento, tanto en el aspecto cuantitativo
«feudo-absolutista»; la nobleza estaba distanciada del nuevo poder, al como en el cualitativo. Hasta ahora sólo hemos hablado de la «vieja»
que incluso rechazaba; prefería ponerse al servicio de sefíores extran- nobleza, la nobleza militar, descendi entes de famílias antiquísimas que ya
jeros. No existía una corte que hubiera podido asumir la función de existían en la Edad Media. Seguramente habían visto ascender a otras
Versalles. Aquí el factor esencial de integración fue el ejército. Con familias competidoras; incluso es posible que hasta el siglo XIV o xv no
Federico Guillermo I se inició la tradición de reservar los puestos de alcanzaran e lias e] honor de pertenecer a este estamento. Pero e] hecho de
que ahora insistieran cada vez más en su antigüedad, reclamaran títulos
nobiliarios para acceder a su curia en las reuniones de los estados territo-
85 La situación de la nobleza en los <<países prusianos>> ha sido motivo de muchas y riales, y defendieran el principio de antigüedad para ocupar altos cargos
profundas investigaciones. Algunos estudios importantes: O. HINTZE, <<Die Hohenzollern en la corte, demuestra lo amenazadas que se sentían por abajo.
und der Adel>>, en id., Regierung und Verwaltung. Gesammelte Abhandlungen, vol. Ill,
2 1967, pp. 30-55. F. MARTINY, Die Adelsfrage in Preussen vor 1806 ais politisches und
196 197
De hecho, la ampliación de la nobleza con gente nueva procedcnl · A e llo se anadía el que los principales sectores de la nueva estatali-
de estamentos inferiores en todos los territorios de la Edad Moderna dad principesca -la administración y el ejército- se vieran completa-
europea figura entre los acontecirnientos histórico-sociales más impor- mente involucrados en este proceso. Las grandes superficies de los
tantes. Desde el punto de vjsta formal, dicha ampliación se llevó a cabo Estados de la Edad Moderna necesitaban muchos, muchísimos oficia-
por procedimientos estrictamente reglamentados. El príncipe soberano les para imponer su poder. Que a finales de los siglos XVI y xvn siem-
era la única instancia que poseía el derecho a conceder la nobleza. Los pre hubiera candidatos, y que en países como Francia y Espana
nuevos altos dignatarios eran admitidos por autoridades especiales; sus se pegasen literalmente por obtener un cargo en la administración de
títulos, propiedades, privilegias y su status preciso eran registrados, y justicia y de hacienda 88 , no se debía precisamente a las espléndidas
su disposición para llevar una vida noble era atentamente vigilada. ofertas de sueldo y pensiones por parte del Estado. Al contrario: todo
Pero en la práctica se trataba de un proceso que discurría de un modo aspirante sabía que e! príncipe nunca !e pagaría adecuadamente por su
relativamente caótico y descontrolado . Quien tuviera una voluntad actividad. Sin embargo, ofrecía otras cosas: ponía e! puesto a la venta y
firme y los medi os necesarios para abandonar su estamento burgués, a dotaba a numerosos altos cargos de la expectativa futura de conseguir
finales del siglo XV I y durante todo el siglo XVII, conseguía la nobleza la nobleza personal y a veces incluso la hereditaria. Junto con la venta
casi siempre, unas veces de forma in medi ata y otras después de una directa de feudos, senoríos, derechos, privilegias y títulos, el sistema
tenaz espera y mediante la clara demostración de estar dispuesto a no de venalidad de cargos se convirtió en un instrumento más de la políti-
reparar engastos. Pues el Estado de los príncipes, que todavía tenía una ca financiera y nobiliaria de los príncipes. Un instrumento extremada-
situación econórnico-fi nanciera arcaica, se interesaba sobre todo por el mente eficaz y virtuosamente tocado, si damos crédito ai ejemplo mejor
dinero y aprovechó virtuosamente la concesión de la nobleza como un investigado, el francés. Lafolie des offices dominó en Francia 89 -tras
recurso para la creación de dinero y créditos. un temprano comienzo en los siglos xv y XVI- durante los siglos XVII
Esta práctica era conocida en todos los países. Espana destacá espe- y xvm, y no sólo di o lugar a que el presupuesto real, sobre todo en épo-
cialmente. Se dice que fue ella quien la inventá y, en el siglo XVI, la cas de escasez, pudiera ser ampliado con rapidez y de forma relativa-
convirtió en un artículo de exportación: como sus metales preciosos, su mente «no burocrática» , sino también a que a la monarquía de los Bor-
moda, sus «guantes perfumados y los temas de sus comedias» (F. Brau- bones le brotara, por debajo de la vieja nobleza, un amplio sector
del). Francia, en sus grandes capitales de provincias, con una burguesía compuesto por la nobleza nueva, que, aun no siendo leal y sumisa en
rica y consciente de su ascenso, no le iba a la zaga. Se ha comprobado el sentido dei funcionariado moderno, sí estaba sometida a dependen-
que un comerciante italiano establecido en Lyon tenía, bacia 1560, cia por la compra y la propiedad privada del cargo. La noblesse de
veinte senoríos entre Borgona y el Languedoc. Inglaterra, en la transi- robe, con la ayuda de la compra de cargos, organizá su fascinante
ción del siglo XVI ai XVII, vivió una auténtica «inflación de honores»; ascenso social y, hasta muy entrado e! siglo xvm, fue una colaborado-
no sólo aumentaron los rangos inferiores de la gentry, sino también los ra conflictiva, pero en general fiel, de la monarquía absoluta. De este
altos peers, y entre ambos estratos se creó con los baronets un «esta- modo, ambas se vieron involucradas en unas unto nefasto para la eco-
menta dentro de un estamento» completamente nuevo. En Ale mania e l nomía financiera, catastrófico desde el punto de vista de la economía
ejemplo más famoso, pero ni mucho menos el único, fueron los Fugger. nacional y que políticamente era un arma de doble filo, algo que las
La escasez de dinero de los príncipes fue sin duda la causa más dos percibieron en toda su intensidad durante la crisis del Ancien
importante de esta evolución, pero también hubo otros motivos. La Régime. Hasta entonces , sin embargo, el absolutismo francés había
ampliación cuantitativa de un estamento va siempre asociada a cierta obtenido de ese procedimiento un beneficio financiero, político y
disrninución de su importancia social, a una nivelación de sus ambicio- social muy considerable.
nes exclusivistas. Es un hecho comprobado que este cálculo entraba en
la política de concesión de la nobleza por parte de los príncipes. Si
tomamos como testimonio las numerosas pruebas de la indignación ss Véase ai respecto e! fundamental artículo de H. TREVOR-ROPER, <<Die allgemeine Kti-
que provocaba a la vieja nobleza la afluencia sin trabas de gente nueva sis des 17. Jahrhunderts», en id., Religion, Reformation und sozialer Umbruch. Die Krisis
e inferior a su estamento, se ve claramente el éxito de esta política. Lo des 17. Jahrhunderts, 1970, pp. 53-94; aquí, pp. 68 ss.
89
cual no impedía que la propia nobleza antigua estuviera más que dis- Esencial para Francia: R. MouSNIER, La vénalité des ojjices sous Henri IV et Louis Xlll,
2
1971 . También sigue siendo importante M. G OHRING, Die Amterkiiujlichkeit im Ancien Régi-
puesta a aliviar un poco sus deudas mediante la boda de una hija preci- me, 1938. La venalidad de los cargos como un problema extendido por toda Europa es tra-
samente con uno de esos advenedizos. tada por K. W. SWART, Sale of Ojjices in the Seventeenth Century, 1949.
198 199
En el siglo xvm, la diversificación de la nobleza europea era c11 cl siglo xvr- con respecto ai mundo de los eruditos, los artistas y los
muchos países unfait accompli social. Los oficiales ennoblecid<'s grandes comerciantes cosmopolitas, y que ahora participaban decisiva-
en especial, pero también muchos antiguos grandes comerciantus , mente en el desarrollo de la Ilustración. En los siglas anteriores, este
podían evocar con orgullo un proceso de ascenso en ocasiones largo, cstamento había sido, en parte, mimado y acariciado por la monarquía
pero a menu do rápido y repentino. Naturalmente, hacían todo lo posibk y, en parte, también rudamente zarandeado. No resulta, pues, casual que
por representar tan codiciado estado conforme a todas las regias de! ark abarcara no só lo ai hidalgo rural y retrógrado que en su vida había esta-
de la apariencia. Por este motivo, fueron ellos precisamente los quo do en Versalles ni en París y que só lo sofíaba con gastarse tranquilamen-
hicieron que el sistema estamental de la vieja Europa experimentara du te su modesta y, a veces, exigua «renta feudal», sino también al galante
nuevo una significativa revalorización en una época en la que sus bases noble cortesano, al noble commerçant cosmopolita y ai noble de pro-
ya se tambaleaban en muchos aspectos. Se necesita una gran capacidad vincias anglófilo, que se burlaba de lo estéril que se había vuelto la vida
de observación para identificar, por ejemplo, a un miembro de la alta cortesana, consideraba imprescindible laféodalité e injusta la exención
aristocracia parlamentaria pari sina como un antiguo vil bourgeois. En tributaria, y que, sobre todo, utilizaba argumentos liberales, aborrecía la
la segunda mitad del siglo XVIII, hubo en Francia una última y poderosa monarchie administrative y nada deseaba más ardientemente que susti-
avalancha de nuevos miembros de la nobleza: a ello contribuyeron la tuirla por un sistema constitucional de cufío inglés.
favorable coyuntura económica y la inalterada escasez de dinero dcl Hasta ahora hemos hablado poco de la nobleza inglesa, y ello por una
Estado. En esta época, la vieja nobleza, que llevaba mucho tiempo pre- buena razón. Como en tantos otros terrenos, también en és te tuvo Ingla-
senciando lo que ocurría, empezó a protestar de nuevo; a veces, con una terra una evolución especial 91 • Y, una vez más, dicha evolución apuntaba
rabia sorda al estilo mordaz del marqués de Saint-Simon; otras, sin nin- en una dirección «moderna» y de gran porvenir. En el siglo XVIII, Ingla-
gún interés, como esos grandes terratenientes nobles ilustrados que terra poseía la sociedad más moderna de Europa, pero también la más
supieron ver el signo de los nuevos tiempos y obtuvieron ganancias en aristocrática. Para obtener una imagen gráfica de ella, naturalmente no se
e! comercio, la agricultura y la industria; por último, con la conciencia debe mirar sólo a Londres y a la corte real inglesa. Ni siquiera un análisis de
dividida, como todas esas farnilias antiguas que, aunque todavía conce- las H ouses ofParliament, en Westrninster, proporciona una imagen acer-
dían un gran valor a su status, habían trabado relaciones con esos nue- tada de su estructura social. La Inglaterra aristocrática de los siglas xvn
vos nobles a través de una política matrimonial. Los sefíores nobles y XVIll se desarrolló en el campo, donde entorno a 1700 vivían unas tres
«reaccionaron» empleando todo el poder que les quedaba para evitar cuartas partes de los ingleses. AI margen de Londres, Inglaterra no tenía,
que accedieran «desde abajo» a su último bastión: los altos oficiales del ni siquiera aproximadamente, tantas ciudades grandes como Francia, y, lo
ejército. De la burguesía, en cambio, no tenían ningún rniedo, cuando en que es más importante, dos tercios de la población rural vivía en pueblos
1781 forzaron la publicación dei famoso edicto de Ségur, que exigía de menos de 500 vecinos. Y aquí, en las inmediaciones y en contacto con
pruebas de nobleza especialmente estrictas para acceder a las carreras estas comunidades rurales, vivía la nobleza. No sólo la escasa rninoría de
rnilitares 90 • La burguesía, de todos modos, no tenía ninguna oportunidad la greater nobility, los dukes, marquesses, viscounts y barons, los lords
en el ejército, ni tampoco la buscaba. Pero sí esos advenedizos proce- que se sentaban en la Cámara de los Lares y que, dentro del complicado
dentes dei mundo financiero que ya había invertido su riqueza en la sistema constitucional de Inglaterra, habían adquirido un papel de inter-
obtención de un título nobiliario y ahora codiciaban el ascenso a la exclu- mediarias entre la corona y la Cámara de los Comunes. También, y sobre
siva esfera profesional de la vieja nobleza militar. És ta es la razón por la
que últimamente los historiadores vuelven a esforzarse tanto en com-
prender e! papel que desempefíó la nobleza en e! estallido de la Revolu-
ción Francesa. No era un grupo homogéneo de reaccionarios feudales. 91 Sobre la acalorada discusión acerca de la nobleza inglesa, bastan algunas referen-
Era un estamento extremadamente diferenciado cuyas familias más cias generales. Sobre la crisis de la vieja y alta aristocracia en el siglo XVI y a comienzos
del xvn, L. STONE, The Crisis of the Aristocracy, 1558-1641, 1965 (ed. abrev., 1967).
destacadas habían compensado el atraso cultural-quizá existente ya en Con respecto a la controversia sobre la <<gentry>>, que partió de un escrito de R. H. Tawney
(1941), véase la sinopsis (así como los pormenorizados datos bibliográficos) de L. STONE,
<<The Social Origins ofthe English Revolution>>, en id., The Causes ofthe English Revolu -
tion. 1529-1642, 1972, pp . 26-43. Una imagen general de la población rural inglesa, con
90
Esta tesis la desarrolla de forma detallada y convincente D. D. BIEN, <<La réaction valiosos análisis sobre la nobleza y, en especial, sobre la <<gentry>>: G. E. MINGAY, En.glish
aristocratique avant 1789: l'exemple de l'armée>>, Annales ESC 29 (1974), pp. 23-48 Lan.ded Society in the 18'1' Century, 1963 . Son especialmente importantes los caps. 2, 3,
y 505-534. 6, 7 y, sobre todo, el 8 de P. LASLETT, The World We Have Lost, 2 1971.
200 201
todo, la lesser nobility, los baronets, knights, esquires y simples gentlc· En algunos aspectos, la gentry ingl es a es comparablc a aquellas
men, la gentry, que abarcaba tan sólo un 5 por L00 aproxi madamcnlt: dt· capas de la nobleza continental que, como ella, se fueron estableciendo
la población inglesa, pero que, a cambio, tenía representación en dos lt;J a lo largo de la Edad Moderna como una fuerza nueva por debajo de Ia
cios dei campo. Desde e! punto de vista jurídico, estos sefíores eran co111 vieja nobleza 93 . Sólo que ella adquirió un perfil mucho más autônomo
mons y, en consecuencia, estaban en la Câmara de los Comunes. Si11 y relativamente independiente del sistema estamental reinante. Le inte-
embargo, la diferencia de status con respecto a la alta aristocraci a st· rcsaba la política y la int1uencia, pero no por la vía de la corte y de los
hallaba perfectamente compensada por la influencia política y el pOul'l parasitarias cargos cortesanos. Lo suyo era el campo, donde ejercía el
que se acumulaban en manos de la gentry. No sólo por pertenecer a li1 poder político y la int1uencia social y donde residían sus intereses eco-
Câmara de los Comunes, donde se hacía política de gran importancia y, nômicos. Concedía gran valor a los títulos, tratamientos, residencias
sobre todo, se decidía acerca de los impuestos y de las deudas. Con11• veraniegas, jardines y grandes mansiones, y utilizaba estos distintivos
representantes de los countys, la gentry dominaba prácticamente po• de magnitud noble para salvaguardar su influencia política. Pero no era
completo dicha Câmara. Pero no constituían una casta cerrada, pucs noble en e! mismo sentido que lo eran y querían serlo los grupos conti-
mantenían estrechas relaciones con la Câmara de los Lores; muchos gen nentales comparables -la noblesse de robe en Francia, el alto funcio-
tlemen dependían social y políticamente de los lords. También «bacia nariado en Alemania-.
abajo» mantenía la gentry una actitud sorprendentemente abierta; sus Contemplando, pues, toda nuestra época y este estamento en su
estrechos vínculos familiares con la merchant class londinense fueron conjunto destaca una imagen bastante clara de la evolución de la noble-
una de las bases de su poder social. za europea, que no por casualidad muestra cierta coincidencia con
La alta nobleza y la gentry tenían en la administración local cl otros fenômenos descritos a lo largo de este libro. El aspecto social de la
segundo puntal de su poder político. Aquí dominaban, en el sentido nobleza se fue diversificando en la misma medida en que el peso de
más literal de la palabra, y no con la ayuda de antiquísimos derechos Europa en la agricultura, el comercio y la industria se fue trasladando
jurisdiccionales y judiciales de carácter «feudal» o sefíorial, que, en desde el sur, la región mediterrânea, bacia el norte y el noroeste. El sur,
Inglaterra, a diferencia del contiente, hacía tiempo que habían sido que en el siglo xv estaba abarrotado de poderosos centros urbanos y
abolidos. A ±inales del siglo xv y en e! XVI, en Inglaterra ya habían per- burgueses, se rearistocratizó de tal modo que ni siquiera la fuerza dinâ-
dido poder las antiguas instituciones judiciales feudales; el sherijffuc mica del Estado principesco fue capaz de imponerse como contrapeso
sustituido por eljustice ofpeace, eljuez de paz local, que trabajaba sin frente a la nobleza local y regional. En el centro, en el Imperio Germâ-
retribución, que debíajuzgar conforme a la common law, y cuyo nom - nico y en Francia sobre todo, la nobleza se vio afectada por impulsos
bramiento tenía que ser renovado cada afio por la corona. Y en el trans- evolutivos internos y externos mucho más fuertes, a los que, no sin
curso de la Edad Moderna, esta institución, tan característica de Ingla- esfuerzo, acabó adaptándose con éxito. Pero esto no lo consiguió por
terra, había ido a parar completamente a manos de la alta nobleza, los su propia fuerza. El Estado principesco absolutista se convirtió en el
altos dignatarios de la Iglesia anglicana y, sobre todo, la gentry. No era principal punto de referencia de la nobleza; de su capacidad de integra-
sólo un tribunal, sino también un amplio órgano policial y administra- ción y legitimación dependían sus propias posibilidades de evolución.
tivo local: controlaba los salarios y los precios, las industrias estaban En el oeste, finalmente, nos encontramos con la imagen de una noble-
sometidas a él, y organizaba y vigilaba la asistencia social. za ~~en vías de emancipación» que, por este motivo, ocupó un puesto
De este modo, la gentry se convirtió, por así decirlo, en la represen- destacado hasta muy entrado el siglo xrx. No estamos hablando de los
tante natural de los condados: indiscutida en su posición social, incues- Países Bajos, donde el elemento noble decreció ya en el siglo xvu y
tionada en su influencia política. Representaba a los distritos rurales en la únicamente halló cierto equilíbrio porque en e! siglo XVIII los grandes
Câmara de los Comunes, y, lo que es más, incluso los propios boroughs, comerciantes de la República, que se habían vuelto ricos y perezosos,
las circunscripciones electorales de las ciudades (con la salvedad de se comportaban de un modo más aristocrático de lo que les correspon-
Londres y de Ias 25 cities más grandes), se acostumbraron con el tiempo día por estamento y profesión. Nos referimos, sobre todo, a Inglaterra,
a elegir a sus representantes parlamentarios entre la vecina gentry 92 • el país de los peers y los esquires, que tenían ai Estado en sus manos y,
92 93
Las repercusiones sociales de esta situación están muy realzadas por LASLETI, The Sobre la <<noblesse de robe>> de Francia, véase G. HUPPERT, Les Bourgeois Gentils-
World .. ., cit., passim. hommes, 1977.
202 203
ai mismo tiempo, supieron darle una apariencia moderna como no dad-Estado medieval siguió existiendo, sobre todo en el sur dei conti-
podrían habérsela dado en esta época ni en el centro ni en el sur dcl nente. Aunque no estuviera gobernada, como Venecia, por una oligar-
continente. quía noble y solidaria, sino, como Florencia desde 1530, por un pode-
roso soberano, que, si bien no suprimió las antiguas instituciones
urbanas, sí las debilitá mediante Ia organización de una administración
3. EL DESARROLLO DE LOS SISTEMAS municipal propia; la ciudad-Estado no evolucionó bacia un Estado de
POLÍTICO-ADMINISTRATIVOS cufio absolutista como el que nos encontramos en el norte y en el oeste
dei continente. En Ginebra, la ciudad-Estado adquirió una nueva
a) EL NACIMIENTO DEL ESTADO MODERNO dimensión bajo la influencia dei protestantismo, convirtiéndose en los
siglas siguientes en un equivalente muy apreciado dei Estado princi-
Finalmente, el Estado, otro elemento significativo que provocó -y pesco territorial. El resto de ciudades y cantones suizos, que hasta 1648
en el que se manifestá- un cambio en la Edad Moderna. Formas de pertenecían formalmente al Imperio Germánico, permanecieron libres
organización político-estatales las había habido también en la Edacl de toda autoridad principesca; en muchos territorios dei Imperio Germá-
Media, pero eran tan distintas de lo que se desarrolló en los siglas XVI nico, las reuniones de estados conservaron o adquirieron tanto peso
y xvn, y están tan alejadas de la idea moderna de «Estado» y «estatali - político, que sus príncipes, pese a sus denodados esfuerzos, nunca lle-
dad», que ellímite entre la Edad Media y la Edad Moderna, según la garon a ser auténticos príncipes absolutistas. En el oeste dei continente,
opinión de muchos historiadores, salvo los de Ia lglesia, en ningun a en los Países Bajos dei norte y en Inglaterra, surgieron formas de Estado
parte destaca con tanta claridad como en este terreno. Entre mediados que pueden ser consideradas como alternativas al absolutismo. Ambos
dei siglo xv y tinales dei xvn nació el Estado «moderno», y ni siquiera países conocieron en los siglas xvr y XVII las exigencias y la arrogancia
la observación de que el Estado principesco de la época barroca es de los gobernantes; de estos largos enfrentamientos surgieron, sin embar-
completamente distinto dei actual Estado institucional ha llevado a go, ordenamientos políticos que no se correspondían con el modelo
renunciar al uso de este concepto. En el ámbito lingüístico alemán, sin continental, pero que no por ello eran menos «modernos».
embargo, se han generalizado expresiones como vormodern (premo- Así pues, no fue única y principalmente en el poder absoluto de los
demo) ojrühmodern (temprano-moderno), que no ponen en duda la príncipes donde se manifestá la nueva estatalidad de Ia Edad Moderna.
«modernidad» de la recién surgida estatalidad, pero sí la delimitan con Dicha novedad residía mucho más en las crecientes tareas y competen-
respecto a posteriores evoluciones 94 • cias que ahora se le asignaban a la idea abstracta de «Estado». No
Esta nueva estatalidad, que empezamos a ver en las grandes monar- resulta casual que el concepto de «Estado» (estat; stato; state) apare-
quías dei oeste -en Espana, Francia, Borgofia e Inglaterra- ya desde ciera cada vez más a menudo en las filosofias políticas de los siglos XVI
mediados dei sigla xv, y en el resto de Europa en los siglas XVI y xvn, y xvn, ni que se convirtiera en objeto de debate acalorado y en algo
no di o lugar a la formación de un orden político homogéneo que poda- considerado independiente de la respectiva autoridad estatal. La sobe-
mos hallarlo en todas partes. Incluso la «monarquía absoluta», Ia ranía en el exterior y en el interior; el arrinconamiento de la autolegi-
forma de Estado dominante en la Europa central, occidental y septen- timidad sefiorial; la definición de un territorio -junto con todos los
trional de la Edad Moderna, presentaba notables diferencias en cada «súbditos» residentes en él- perteneciente a un «Estado» y, por tanto,
uno de los países. Además, había Estados que no estuvieron domina- sometido a su soberanía; el atender a una serie de tareas centrales inde-
dos -o só lo lo estuvieron transitoriamente- por la ilimitada potestas de pendientemente de la competencia de las autoridades estamentales de
una dinastía de príncipes legitimada por el derecho sucesorio. La ciu- ese territorio y ese grupo de súbditos; la organización de instituciones
judiciales, financieras y, en general, administrativas para el cumpli-
miento de estas tareas; la creación de un ejército y de las correspon-
94
La mejor visión general sobre las etapas esenciales dei <<nacimiento dei Estado dientes entidades administrativas para la defensa o ampliación de
moderno», en forma resumida, en E. HASSINGER, Das Werden des neuzeitlichen Europa. dicho territorio; el control de la situación de la Iglesia hasta el estable-
1300-/600, 21966. Véanse en especial los caps. 1,5 y III.-Interesantes controversias desde el cimiento de un régimen eclesiástico estatal; la creciente influenci a en
punto de vista de la historia intelectual, constitucional y social en O. BRUNNER, Land und
Herrschaji. Grundfragen der territorialen Verfassungsgeschichte Osterreichs im Mittelal-
la vida econômica del territorio con el fio de aprovechar su riqueza ... :
ter, 2 1965. Una obra monográfica sobre los orígenes medievales dei <<Estado moderno>> en todo ello se convirtió en el distintivo dei Estado moderno en general,
1. R. STRAYER, Die mittelalterlichen Grundlagen des modemen Staates, 1975. no sólo dei Estado absolutista de los príncipes. Sin duda, donde más
204 205
claramente se manifestó esto fue en la actividad gubernativa de un dili - ell as sobre su conducta con respecto ai príncipe: unas veces para dejar-
gente autócrata del siglo xvu. De ahi que no pocos de sus teóricos sos- se regatear el solicitado «consejo y ayuda» y, de paso, tal vez concertar
tuvieran la opinión de que únicament e la monarquia absoluta estaba un acuerdo de domínio; otras, para optar por la resistencia.
capacitada para desempenar con eficacia semejante conjunto de tareas El enfrentamiento dei nuevo poder estatal con las reuniones de esta-
estatales . Sin embargo, la evolución de Inglaterra y los Paises Bajos dos comenzó mucho antes de la Edad Moderna, y en el siglo XVII toda-
demuestra que estaban en un error. También estos Estados concedían via no había concluído en todas partes. Desde el punto de vista social,
valor a su soberanía interior y exterior, también ellos reclamaban nue- dicho enfrentam iento era la expresión de la grave crisis en la que
vas competenc ias para sí, y también ellos se proveían de los atributos había entrado la nobleza europea en Ia Baja Edad Media. Económic a-
del nuevo orden, si bien dentro de las nuevas actividade s estatales mente debilitada por Ias repercusiones de la depresión agraria; politi-
repartían el peso de manera distinta a como lo hacían Ias monarquia s camente unida por la lucha permanen te por conseguir opciones de
absolutas. domínio y de poder, exenciones, derechos y privilegias; culturalmen-
Aqui sólo podemos senalar brevemente cómo llegó a formarse en te insegura por la pérdida de una posición en otro tiempo brillante e
un territorio este nuevo poder, máximo e ilimitado. El Estado «moder- incuestion ada; y socialmen te irritada por la quiebra y decadenci a de
no» de los siglos XVI y XVII presuponía históricamente otras formas de muchos miembros de su clase y por la incesante proliferación de nue-
organización política; aunque éstas siempre habían desempenado una vas capas dentro dei estamento , la nobleza europea no consiguió en
parte de Ias tareas posteriorm ente reclamada s por el «Estado», sin muchos países defender la autolegitimidad feudal como un principio
embargo nunca habían perseguido ni logrado unas competenc ias tan de organización política frente al nuevo poder de un Estado territorial.
amplias. El autolegitimado senor feudal, por ejemplo, a quien el Esta- Naturalme nte, esto no significa que la nobleza como estamento per-
do moderno suplantó definitivamente, ejercía, como senor jurisdiccio- diera su importancia política. Según una vieja tesis, el nacimiento dei
nal, funciones enteramente «estatales». Pero no por ello representaba a Estado moderno, sobre todo en forma de monarquia absoluta, estuvo
una instancia superior cuyo mandatario era él, sino que hacía valer un estrecham ente vinculado con e! ascenso de la burguesia y su conver-
derecho propio que emanaba de sus posesiones. Sus inmunidad es no sión en una fuerza política dominante 95 • Conforme a las investigacio-
formaban parte de un orden estatal superior, sino que eran un derecho nes más recientes, esta tesis ha de ser considerada absolutamente falsa.
de propiedad «privado». Cuando se reunía con otros autolegitimados Es cierto que el Estado de los príncipes, en especial en el siglo XVI, uti-
para defender sus intereses estamentales frente a las exigencias de un lizó en todas partes personal burgués para que ocupara los puestos de la
poder principesco que se salía dei contexto estamental, no representa- administra ción cortesana, judicial y financiera ; es cierto que estaba
ba otra cosa que sus propiedades y sus derechos. El Estado de los prín- interesado en la riqueza de las grandes ciudades comerciales y de sus
cipes irrumpió, sobre todo en Francia, en el mundo de la autolegitimi- ciudadanos, así como dispuesto a recompensar con numerosos conte-
dad feudal desde el siglo XIV y, al principio, sólo lo hizo como nidos su acomodación a la política principesca. Pero de ahí no nació un
competido r de los poderes más antiguos. Empezó a «roer las inmuni- favor político consciente a todo el estamento, una coalición social entre
dades de todo tipo» (E. Hassinger ) y para ello se valió con notable el Estado de los príncipes y Ia burguesia. Al contrario: donde la bur-
éxito de aquellos argumentos que procedían del propio mundo antiguo: guesia había conseguid o desempen ar un papel dominante en la Edad
la superioridad feudal y la especial solemnidad de la realeza francesa, Media -en las ciudades-E stado de la región mediterrán ea y en la Alta
que hacían de ésta algo más que un mero primus inter pares. Poco a Alemania- , fue decreciendo su importancia desde finales dei siglo xv
poco fue cristalizando un concepto -nunca incuestionable ni tampoco y, frente al nuevo Estado territorial de grandes dimensiones, no pudo
irrevocabl e por mucho tiempo- basado en las nuevas ideas jurídicas mantener su orden político basado en la ciudad y en un pequeno terri-
extraídas dei ius romanum, para designar ese nuevo poder del Estado torio circundan te. Además, a los príncipes de la Edad Moderna les
ajeno a la esencia dei mundo feudal. El príncipe pasó a convertirse de resultaba completamente ajena cualquier política estamental antinobi-
suzerain en souverain; su administración nacional y local, al principio liaria. Procedentes ellos mismos de la nobleza y convertidos en prínci-
sólo competido ra, se convirtió en una nueva forma de organizaci ón pes en competencia con ella -a menu do por acontecimientos dinásticos
politica que, a medida que se fue imponiendo, fue reclamando cada vez
más un compromiso y una universalidad que desbordaban el mundo de
la autolegitimidad. Los antiguos poderes se defendieron ampliando sus
95 Esta tesis se encuentra ejemplarment
delegaciones estamentales territoriales y regionales, y deliberando en e formulada, por ejemplo, en M. DRAHT, voz
«Staat», en Evangelisches Staatslexikon, 1966, cols. 2119 y 2 120.
206 207
verdad eramen te fortuito s- , no ponían en duda la viej a divi sión esta- ru-rebatar su principal logro: la intervención estatal en el nombrami cn-
mental , sino sólo los derecho s político s que la noblez a deducí a de to de los numerosos cargos eclesiásticos.
su
autocon ciencia estamental. Al mismo tiempo, eran lo suficientement El siglo XVI se reveló como una época favorable para el desarroll o
e
oportunistas como para aprovechar en su favor los conf1ictos estame de los nuevos órdene s estatale s tambié n en otro aspecto. La penetra
n- -
tales: por ejemplo, en la Castilla dei siglo XVI, bajo el reinado de Carlos ción de Europa en el mundo extraeu ropeo sólo en sus inícios fue obra
V
sólo fueron convocados a las Cortes representantes de las ciudades. de los descubridores, que además actuaban por encargo de los monarc
O bien porque la noblez a no poseía ningun a compe tencia para as
ibéricos. Pronto les siguieron los «burócratas y misioneros» (J. H. Elliotl).
desemp enar las nuevas tareas en la administración judicia l y financi El afianzamiento, la exploración y la explotación del Nuevo Mundo
e- se
ra, o bien porque les negaba sus servi cios a los príncipes, se emprendió pudiero n llevar a efecto, tal y como se practic ó en Améric a, só lo gra-
con especial empeno el nombra miento de consejeros burgueses inclu- cias a los crecientes recursos dei Estado. Los territorios extraeuropeos
so en el siglo XVI. Pero una vez que éstos ocupar on la nueva posició se convirtieron en un campo de experimentación de esta nueva fuerza,
n,
no destaca ron precisa mente por sus especia les cualida des estame nta- que pudo desarro llarse aquí con relativa libertad respect o a las tradi-
les. Antes bien, el servi cio al Estado era para ellos un incómo do cami- ciones, ataduras y resistencias nacionales. Por otra parte, los territorios
no para salir de su viejo estame nto. Los príncip es foment aron dicho de nueva adquisi ción foment aron desde mediad os del siglo XVI
servici o conced iéndole s la noblez a a sus nuevos colabo radores la
, expansión estatal en Europa. Ya se sabe el beneficio que ex trajo Felipe
hacién doles nobles en virtud dei cargo y coloca ndo, de este modo, II
de los metales preciosos americanos. Las restantes potencias europea
junto a la vieja nobleza a un compet idor procedente de abajo: un c_om- s,
al princip io, no tuviero n más remedi o que ceder esa ventaja a las
petidor y, al mismo tiempo , un guía que orienta ra a la nueva reahda monarquías ibéricas. Pero en la reanimación de Ia coyunt ura del «largo
d
dei servi cio a los príncipes. siglo XVI» hallaron un equivalente satisfactorio, y eso fue mucho antes
Pero el auge dei Estado no fue só lo el resultado de la crisis social de de que los tesoros americanos llegaran a Sevilla con regularidad. Femand
los que habían ostenta do el poder en la Edad Media. Que los Estado Braudel, en su libro sobre el Mediterráneo, ha descrito magistralment
s e
territoriales de grandes superficies determ inarían el orden político de la influencia de la coyunt ura económ ica en las coyunturas de la forma-
Europa es algo que ya estaba claro bacia mediad os de! siglo xv. P~ro ción estatal. Advierte contra una valoración exagerada de la plata ame-
hasta el siglo siguien te no se supo cuánto s podere s y compet enc1as ricana, y ve una sintonía entre el crecimiento económico y la expansión
llegarían a asumir. A la crisis de los a~tiguos poderes senorial_es se afia- dei Estado principesco ya desde mediados dei siglo xv, desde la inver-
día ahora la crisis de la vieja Iglesia. Esta y la Reform a que vmo a con- sión de la tendencia que tuvo lugar en la Baja Edad Media. La Francia
tinuaci ón contrib uyeron esencia lmente a que la princip al pretens ión de Luis XI, la Inglate rra de Enriqu e VII, el Aragón de Juan, pero tam-
de! Estado, postula da desde hacía tiempo -la soberanía interior y exte- bién el Imperi o Otoma no de Moham ed II, fueron el primer resulta do
rior- se hiciera realidad también en el ámbito eclesiástico-religioso. El de esta coyuntura; a continuación, en el siglo XVI, vinieron los grandes
galic~nismo de Francia, la Iglesia estatal de Inglaterra y el régimen teo- Imperios de Carlos V, Solimá n 11 y Felipe II, así como los grandes sue-
crático de los príncip es protestantes de Aleman ia, por citar só! o algu- fios imperiales de Francia bajo Carlos VIII y Francis co I.
nos ejempl os sobre el aument o de la inf1uencia de! Estado respecto Ya Ranke 97 describió minuciosamente cómo, en e! siglo XVI, la evo-
ai
poder papal, fueron el punto final de una evolución que, aunque había Iución de los Estados de Europa estuvo muy inf1uida por estas tenden-
comen zado mucho antes de la Reform a y había afectad o incluso a un cias a la formación de un gran Imperio. En compar ación con el sistema
país al margen de la Reform a como Espana, sin embarg o fue decisiv de potenc ias europe o de épocas posteri ores, aquello era exaltac ión,
a-
mente estimul ada por ella 96 • Si, a partir de ahora, en los países protes- anacro nismo y orienta ción bacia ideas mediev ales tradicio nales. En
tantes ya no quedab a absolutamente ningún poder espiritual que actua- pleno siglo XVI, sin embargo, encajaba perfectamente con una época de
ra al margen dei Estado , tampoc o los Estado s católic os se dejaron crecim iento genera l. La imagen de los príncip es de! Renaci miento
reforzaba el afán de expansión territorial; mostraba a un príncipe libre,
208
209
improvisador y apasionado que -costara lo que costara- se proponfa idea de Ia soberanía de un Estado -idea recién adquirida tanto en la
llevar a cabo grandes proyectos. Dicha imagen todavía no sabía nada vida estatal como en la teoría política de los últimos siglos-, la defi.nió
dei posterior ideal dei príncipe del siglo xvn, inalcanzable en su ma}es- como el «máximo poder, emancipado de las leyes, con respecto a los
tas, pero al mismo tiempo terrena], diligente y «burocrático», que no ciudadanos y súbditos». Una fórmula rotunda, pero no dei todo com-
buscaba tanto la expansión ·como la consolidación, que orientaba los pleta. Quien queria ser «soberano» en un Estado, tenía que demostrar que
recursos gubernamental es, los títulos legales y las concepciones del su actuación política estaba libre de determinadas lirnitaciones: ni los súb-
poder -recién adquiridos- hacia sus posesiones conquistadas, procu- ditos -las reuniones de los estados, las cofradías, los gremios, las cor-
rando imponerse en ellas y conservar su posición en el marco dei siste- poraciones, las instituciones municipales, los oticiales, los pacientes dei
ma europeo de potencias. En ese sentido parece justificado que los his- rey y la alta nobleza- ni las leyes dictadas por él o por sus antecesores
toriadores, que con una precisión extremada han remontado los debían servirle de obstáculo a la hora de ejercer su poder ilimitado.
orígenes de las nuevas doctrinas estatales y de los nuevos recursos de Únicamente tenían validez las leyes «positivas», pues incluso el sobe-
poder hasta comienzos dei siglo XIV, no fijen el estadio de su aplicación rano de Bodin y de todos los teóricos de la soberanía estaba some tido a
sistemática hasta el siglo XVII. un derecho superior, la ley de Di os y de la naturaleza, que le prohibía,
Sólo entonces empezaron a pertenecer al pasado, en la Europa cen- por ejemplo, apoderarse de la propiedad privada de sus súbditos.
tral y occidental, los ambiciosos grandes Imperios dei Renacimiento (y En realidad, esta exigencia no era nueva aliá por 1576. Al propio
todas Ias ideas y los suefíos a ellos encaminados); só lo entonces se creó Bodin Ie gustaba dirigir la mirada ai pasado, cuando buscaba modelos de
el sistema de Estados territoriales de mediano tamafío que, mediante la potestas absoluta. El rey francés Francisco I (1515-1547), por ejem-
una incesante lucha por la preponderancia y el equilíbrio, determinarí- plo, fue descrito varias veces por él como poseedor de tal poder; y
an el destino político de Europa hasta el siglo xx; sólo entonces la idea tendencias absolutistas había también en muchos otros príncipes euro-
de Estado nacida en el otofío de la Edad Media halló el camino hacia la peos dei siglo XVI e incluso de los siglos xv y XIV. Por otra parte, cuando
realidad abstracta y práctica de la política 98 . escribía Bodin, la dinastía francesa reinante de los Valois se hallaba en
una grave crisis política, social y dinástica; su conducta era vacilante,
b) LA MONARQUÍA ABSOLUTA insegura, estaba muy influída por las camarillas de la alta nobleza y no
revelaba nada de lo que, según Bodin, constituía la soberanía. La suntuo-
Esta realidad era sobre todo la de la «monarquía absoluta». En ella sa y tradicional monarquía de Francia era tan débil bajo los últimos
halló un primer punto culminante la evolución secular de las estructu- Valois, que sus adversarios le negaban incluso el derecho de soberanía,
ras estatales de Europa 99 . Ya los contemporáneo s de los siglas XVI y no había ninguna seguridad de que la nueva fuerza estatal centraliza-
y xvn conocían el término «absoluto»; no hablaban dei «absolutismo», dera pudiera imponerse por mucho tiempo en Francia. Precisamente
pero sí del poder «absoluto», «emancipado». Cu ando el jurista francés por eso escribió Bodin su gran obra De la République, y precisamente por
Jean Bodin acometi á en el afio 1576 elloable intento de comprender la eso este partidario y ferviente admirador de la monarquía francesa
se esforzó por ser muy claro e insistente al describir su situación 100 •
jQué distinta la imagen de Francia unos cien afíos más tarde! jSe
acabó la crisis dinástica! Los antiguos adversarios de la monarquía,
98
gobernadores de la alta nobleza en las províncias, hermanos y primos
En esta idea insisten mucho todos los autores que se dedican a la época de crisis
comprendida entre !560 y 1660 y a sus transformaciones sociales y económicas. Véanse,
entre otros, las contribuciones de E. HoBSBAWM y H. TREVOR-ROPER en T. Aston (ed.), Crisis
in Europe. 1560-1660, 2 1967.
99 Tampoco
podemos dar una selección suficientemente satisfactoria de la biblio- absolutismo: R. VIERHAUS, <<Absolutismus», en Sowjetsystem und Demokratische Gesell-
grafía sobre el absolutismo . Junto con todas las historias de Europa citadas en la bi- schaft, vol. I, 1966, cols. 17-37. Dos importantes compilaciones que reflejan la antigua tra-
bliografía general, merecen especial mención los artículos de los diccionarios, las obras dición investigadora alemana: W. HUBATSCH (ed.), Absolutismus, 1973. H. H . HOFMANN
colectivas y las investigaciones, ya que a través de e! los se puede acceder fácilmente a una (ed.), Die Entstehung des modernen souveri:inen Staates , 1967. Una nueva sinopsis con artí-
amplia bibliografia. De entrada, sigue siendo importante el polémico artículo -fundamen- culos sobre Inglaterra, Francia, Rusia y Prusia: H. PATZE (ed.), Aspekte des europi:iischen
tal en la época de su redacción- de F. HARTUNG y R. MousNJER, <<Quelques problemes con- Absolutismus, 1979. Significativamente, no hay interpretaciones de conjunto del absolutis-
cernant la monarchie absolue», en X Congresso lnternazionale di Szience Storique 1955. Rela- mo. Una excepción la constituye la obra de un marxista inglés: P. ANDERSON, Lineages of
zioni, vol. IV, s/a. (1955), pp. 1-55. Sobre estos problemas y sobre bibliografia, véase el amplio the Absolutist State, 1974.
informe que compara la investigación marxista con la investigación burguesa en torno ai 100
J. BODIN, Les six livres de la république, 1576.
210 211
rebeldes de! rey, censores de la monarquía, miembros destacados ti ·I que se diferenciaba mucho de las levas feudales y que, sobre todo, era
Consejo real, los líderes del partido protestante (también e! los miem- «permanente» y, en consecuencia, podía ser utilizado en todo momen-
bras casi siempre de la alta nobleza), las regiones y grandes ciudadcs to, tanto en épocas de paz como de guerra; además, un pequeno grupo
del sur y del sudoeste que en.otro tiempo habían pertenecido a la opo- de oficiales directamente dependientes del rey como representantes del
sición ... : todos ellos se sometieron ahora al poder y a la voluntad de monarca en las províncias, unos treinta commissaires départis o inten-
domínio del rey Luis XIV; todos ellos abandonaron su resistencia, o dentes, a cada uno de los cuales sele adjudicaba como distrito una grau
bien opusieron una tan débil que el rey acabó con ella sin el menor província, donde vigilaban no sólo a los antiguos gobernadores, que
esfuerzo y sin renunciar a las grandes operaciones de política exterior. habían perdido poder pera no habían sido destitui dos del cargo, sino
;, Qué había ocurrido en esos cien anos? también a los cuerpos reales de la adrninistración financiera, judicial y
Cuando Jean Bodin escribió en 1576 su teoría sobre la soberanía policial; y, finalmente, un sistema cortes ano central que estaba hecho a
estaba formulando una reivindicación, no describiendo una realidad la medida de la persona de! monarca absoluto que representaba ai Esta-
política y jurídico-constitucional existente. Cuando Luis XIV escribió do.
por primera vez unas memorias, en tomo a 1670, remontándose a los éxi- En el palacio de! Louvre de París y, más tarde (a partir de 1682), en
tos de su autocracia desde 1661, hizo lo rnismo, sólo que además pudo Versalles, fue donde el absolutismo de Luis XIV halló su expresión más
remitirse a toda una serie de decisiones, gracias a las cuales dicha reivin- consecuente. Siguió existiendo e! Consejo de! Rey con sus diferentes
dicación se había convertido en realidad política. Apoyándose en e! tra- secciones, pero a partir de 1661, cuando Luis XIV sometió ai conseil
bajo preliminar de Enrique IV ( 1589-161 0), de los cardenales Richelieu d' en haut a una depuración radical, todas las decisiones importantes ya
(1624-1643) y Mazarino (1643-1661) -los dirigentes políticos de Fran- só lo se tomaban en los citados lugares, tras una serie de deliberaciones
cia en el reinado de su padre y en la época de su propia rninoría de edad-, de! rey con un pequeno círculo de personas fi eles elegidas consciente-
Luis XIV erigió el absolutismo de Francia en sistema político 101• Los mente entre el estamento burgués inferior. El resto de la corte, en cam-
antiguos gobemadores autócratas de las províncias, todos ellos más o bio, pasó a depender por completo de! monarca absoluto. La corte se
menos partidarios todavía de la autolegitimidad feudal, perdieron su convirtió en el centro político y social de! nuevo sistema; el rey francés,
poder y su influencia. Las instituciones estamentales quedaron muy des- que en otro tiempo había viajado por todo el país, se estableció aquí y
plazadas de la vida política; los cuerpos renitentes de! sistema financiero mandó llamar a los representantes más destacados (sobre todo nobles) de
y judicial fueron sometidos a obediencia. Las alcaldías municipales, en Francia para que, en el cumplimiento de un nuevo ritual monárquico,
otro tiempo símbolo de la libertad e independencia de las ciudades, fue- hallaran el sentido de su propia existencia.
ron convirtiéndose cada vez más en objeto de la política real de cargos. Algunos historiadores dei absolutismo europeo han tenido que
Finalmente, Los protestantes, que bacia 1600 todavía vivían con la espe- soportar el reproche de que, cuando hablaban de «absolutismo», sólo
ranza de cierta autonomía corporativa dentro del Estado, enseguida se se referían a Luis XIV. Hay algo de cierto en ello. Como todos los reyes
dieron cuenta de que el absolutismo, tal y como lo entendía este rey, sig- y príncipes europeos de la época, también los historiadores estuvieron
nificaba la negación de su derecho a existir en Francia. mucho tiempo tan fascinados por el modelo francés del absolutismo
Todo esta lo pudo imponer el monarca porque tenía a su disposi- que en el resto de Europa só lo veían imitación, un intento por conse-
ción los recursos de poder que habían adquirido sus antecesores y él guir algo similar, pero, según ellos, ningún logro comparable. Entre-
mismo con gran perseverancia y mucha dureza e intransigencia: un tanto, una investigación diferenciada sobre el absolutismo ha cambia-
ejército, surgido principalmente en la Guerra de los Treinta Anos, que do esta imagen y se ha esforzado por poner de relieve evoluciones y
sin duda no constituía todavía un ejército disciplinado moderno, pera creaciones independientes.
En lo que se refiere ai sistema cortesano y a la técnica gubernamen-
tal, el absolutismo tuvo lugar en Espana cien anos antes que en Fran-
101
De la abundante bibliografía sobre el absolutismo francés sólo citaremos tres
cia 102 • Cuando Felipe 11 (1556-1598) se estableció en 1561 en Madrid,
trabajos fácilmente accesibles y con tendencia a una valoración de conjunto: P. GouBERT, en el corazón de Castilla, y, con ello, abandonó su tradicional recorrido
Ludwig XIV. und zwanzig Millionen Franzosen, 1974; mucho más que una biografia: un
análisis sobre la organización estatal, social y económica; por desgracia, deficientemente
traducido. D. RICHET, La France moderne: L'Esprit des institutions, 1973. E. HINRICHS,
102
<<Absolute Monarchie in Frankreich. Strukturprobleme eines politischen Systems», en Patze Para Espana, véanse sobre todo los trabajos de J. H. Elliott. Principalmente hacen
(ed.), Aspekte .. ., cit. (véase n. 99), pp. 23-41. referencia a las postrimerías del siglo XVI y la primera mitad dei siglo XV II , y examinan las
212 213
por los reinos de su corona, dio un paso al que no renunció ningún tantismo secularizaron los bienes eclesiásticos, fomentaron un régimen
soberano absolutista posterior y que, por tanto, puede ser contemplado teocrático principesco y, de este modo, reforzaron su poder estatal. Por
como algo constitutivo de la práctica de! poder absolutista. De Carlos V e! contrario, los soberanos que siguieron fi eles a la ortodoxia, pusieron
adoptó el ceremonial cortesano borgonón y lo convirtió en un sistema dicho poder ai servi cio de la Contrarreforma y, a cambio, se dejaron
cortesano independi ente que pronto fue aceptado por la nobleza caste- recompensar con una creciente influencia en la situación eclesiástico-
llana. Mediante la concesión formal de cargos cortesanos, vinculá la territorial. El absolutismo en los países hereditarios de los habsburgo
nobleza a la corte y, de este modo, la resarció de las posiciones perdi- austríacos y en e! ducado y posterior Electorado de Baviera 103 -las for-
das. En los principales cargos estatales, sin embargo, colocá a juristas maciones estatales absolutistas más importantes de! ámbito católico
y teólogos de origen burgués, los letrados, que, dentro del mundo cas- de! sur de Alemania- siguió, por ejemplo, la segunda vía. Así, Fernan-
tellano de! siglo XVI marcado por los grandes y los hidalgos, encarna- do li (1619-1637), en los primeros anos de la Guerra de los Treinta
ban el elemento dinâmico tanto en lo social como en lo político. Anos, no só lo privá de! poder a los Estados bohemios, sino también a
Pero, en otro aspecto, el Imperio de Felipe li difícil mente se puede los caballeros y a las ciudades -en gran parte protestantes- de su país
encuadrar dentro de! tipo de monarquía absoluta común a toda Europa. de origen. AI igual que Felipe li, también Fernando supo reorganizar
Si su técnica gubernamental iba más aliá del siglo XVI y apuntaba bacia -es decir, ampliar- su administración central, de lo que da testimonio
la práctica francesa de Enrique IV, Richelieu y Luis XIV, su obra en el ordenarniento de los Estados Imperiales de 1627. Y ai igual que él,
general permaneci á aferrada a la situación de la monarquía renacentis- también Fernando y sus sucesores tuvieron que luchar con la despro-
ta europea. Pese a la división del Imperio universal de los Habsburgo, porción de su territorio. En el siglo xvn, el absolutismo aún no se abrió
en una parte austríaca y otra hispano-borgonona tras la abdicación de paso entre las autoridades medias e inferiores de los territorios de los
Carlos V (1555), Felipe todavía tenía que administrar un heterogéneo Habsburgo, donde las reuniones de estados conservaron amplias com-
conglomerado de países que no se correspondía en absoluto con el tipo petencias en la recaudación y administración de impuestos.
de! posterior Estado absolutista de tamano mediano. Castilla sola, y De forma original y sorprendente discurrió la evolución de la poste-
posiblemente también los Países Bajos, habrían sido territorios apro- rior potencia líder protestante del norte, Brandeburgo-Prusia 104 • Sor-
piados para la formación de un Estado absolutista, pero no ese «impo- prendente porque, todavía a finales del siglo XVI, pocas cosas hacían
sible Imperio gigantesco» (Chaunu) heredado de Carlos V. Felipe li no suponer que la Marca de Brandemburgo -un territorio relativamente
pudo evitar que con los Países Bajos del norte se perdiera una parte
importante del Imperio; sus sucesores tuvieron que contemplar cómo
103
el propio centro del Imperio -Castilla- sufrió desde finales de! siglo XVI Sobre Austria, véase H. STURMBERGER, Kaiser Ferdinand 11. und das Problem des
un grave descenso económico que, finalmente, dejó paralizada la dinâ- Absolutismus, 1957. ld., Aufstand in Bdhmen. Der Beginn des Dreissigjtihrigen Krieges,
1959. Sobre Baviera, H. DOLLINGER: Stu.dien zur Finanzre.form Maximilians I. von Bayem
mica estatal-característica de los otros Estados europeos- del absolu- in den Jahren 1598-1618. Ein Beitrag zur Geschichte des Frühabsolutismus, 1968. R. BIRELEY,
tismo en Espana. Maximilian von Bayem, Adam Contzen S. 1. und die Gegenre.formation in Deutschland
Junto con Francia y Espana, la monarquía absoluta se desarrolló 1624-1635, 1975. W. QuTNT, Souvertinittitsbegriff und Souvertinittitspolitik in Bayern. Von
der Mitte des 17. bis zur ersten Htiljte des 19. Jahrhunderts, 1971.
sobre todo en los territorios del/mperium Romanum y en los países 104
La evolución de Brandemburgo-Prusia, que ha vuelto a estar en e! punto de mira
escandinavos. En ellos la monarquía también enlazaba con las evolu- de la ciencia histórica, está relativamente bien investigada desde finales dei siglo XIX.
ciones territorio-estatales y dinásticas de los siglos xv y XVI. A diferen- Ello se debe a que la historiografía ai emana dei XIX y comienzos dei xx se centrá en cues-
cia de Espana, único país europeo que ya había arreglado su situación tiones de historia estatal, constitucional y administrativa. En lo que respecta a Prusia,
esto halló su expresión en la edición de dos grandes recopilaciones de fuentes -el «Acta
eclesiástico-nacional antes de la reforma y, por tanto, estaba, en cierto Brandemburgica» (a partir de I 864) y el <<Acta Borussica>> (a partir de I892)-. A ello se
modo, inmunizado, aquí se anadía el problema de! protestantismo aiíadía el permanente interés histórico-político de la historiografía alemana por el <<pro-
como elemento impulsor esencial. Los príncipes convertidos al protes- blema de Prusia>>. Aquí mencionaremos sólo algunas descripciones sinópticas centradas
esencialmente en el siglo XVII. O. HINTZE, Die Hohenzollem und ihr Werk. 500 Jahre vater-
ltindische Geschichte, 2 1915. F. L. CARSTEN, Die Entstehung Preussens, 1968. R. DIE-
TRICH (ed.) , Preussen-Epochen und Probleme seiner Geschichte, 1964. H. ROSENBERG,
Bureaucracy, Aristocracy and Autocracy. The Prussian Experience 1600-1815, 2 1968.
causas sociales y econômicas de la decadencia de! Imperio universal espafiol. J. H. ELLIOTI, Importantes compilaciones de historiadores germano-prusianos, en las que se refleja una
<<The Decline of Spain>>, Pastand Present20 (1961), pp. 52-75./d., The Revolt ofthe Cata- gran parte de las actividades de investigación e interpretación de los cien últimos aiíos,
lallS. A Study in the Decline ofSpain (1598-1640), 1963.-Véase también su Imperial Spain son: O. HINTZE, Regierung und Verwaltung. Gesammelte Abhandlungen zur Staats-,
1469-1716, 1965 [ed. cast.: La Espana imperial, 1469-1716, Barcelona, Vicens-Vives, 1965 ss.] Rechts- und Verfassungsgeschichte Preussens (= Gesammelte Abhandlungen, vol. III),
214 215
pequeno y no muy densamente poblado, situado ai margen de los acon los príncipes absolutistas y, en pro de ello, renunciaron ai esp lendor de
tecimientos imperiales, concentrados en el centro y en el sur- acabada la corte, y que -con una destreza y un éxito prolongados- pusieron en
convirtiéndose en una formación estatal coronada por el éxito. Desde práctica las teorias de Maquiavelo y de sus muchos imitadores aplicán-
1415los Hohenzollern poseían el Electorado como margraves de Bran dolas tanto a las potencias extranjeras como a sus propios súbditos.
denburgo, lo cual, dada la cómpetencia entre los estados de I imperio por Hay que mencionar especialmente dos detalles de la evolución pru-
los títulos y las perspectivas de poder, era una ventaja nada insignifican- siano-brandemburguesa. Como la Sajonia de Alberto ya en 1499 y
te que, en el siglo xvn, seguían afanandose por conseguir tenaz y obsti - Baviera en 1506, y como otras numerosas dinastías alemanas mucho
nadamente los duques de Baviera y de Brunswick-Luneburgo. En cl más tarde (Hannover en 1692) -aunque algunas nunca-, Brandembur-
transcurso del siglo xvn, el derecho hereditario hizo que el destino obra- go esclareció a finales del siglo XVI las bases del derecho hereditario y
ra, reiteradas veces, en favor de los senores de la Marca. Lo que a1 prin- familiar de su futura unidad. En e] convenio de Gera de 1599, la Marca
cipio fueron expectativas y luego sucesiones hereditarias li evadas efecti- Electoral y todas las comarcas pertenecientes a ella, así como todas las
vamente a cabo e impuestas a través de múltiples conflictos con otros futuras expectativas -Prusia era ya objeto de discusión-, fueron decla-
pretendientes, depararon a los Hohenzollern el domínio sobre los conda- radas dominio indivisible y hereditario en línea directa de varones de la
dos westfalianos de Cléveris y Mark (definitivamente reglamentados dinastía del Electorado. Una decisión significativa para la continuidad
en 1666) y la soberanía sobre el ducado de Prusia (1660), situado fuera del Estado, como fácilmente podría ilustrar una historia de las regla-
de los Iímites dei Imperio y hasta entonces concedido en feudo por e] rey mentaciones sucesorias y de las primogenituras en Europa. En Francia,
polaco: así fue como se formó, en sus fronteras occidental y oriental, un por ejemplo, bacia 1590, en los conflictos de la Liga, todavía habría
futuro Estado poderoso. En las largas conversaciones de paz sostenidas sido posible una evolución política federativa y corporativo-estatal de
en Münster y Osnabrück se obtuvieron los obispados de Magdeburgo y no ser porque los juristas franceses de Ia corona, desde la Edad Media,
Halberstadt -ambicionados desde mucho tiempo atrás-, así como la habían cultivado con carino la valiosa planta de Ia ley sálica y la habían
Pomerania Ulterior, en recompensa por la habilidosa y transigente forma elevado previsoramente a la categoría de una lexfundamentalis.
de pactar, y otro punto de apoyo en Westfalia: el principado-obispado de El otro detalle: la peculiar política religiosa de los Hohenzollem 105 • La
Minden, ai que en 1666 se afiadió el condado de Ravensberg. inmensa mayoría de sus súbditos, en el transcurso de la Reforma, se
Lo que se perfiló aquí entorno a 1640/1660, fue, en principio, todo había convertido alluteranismo. Sobre todo los habitantes de Prusia,
lo contrario de un Estado territorial unitario como el que -en compara- liderados por sus estamentos superiores. Su príncipe, sin embargo,
ción- representaba casi por completo Francia. Y ello no só lo en un sen- desde el segundo decenio dei siglo XVII, ya no era luterano; desde que
tido geográfico. No había unidad ni en la estructura económica ni en Ia el príncipe elector Juan Segismundo decidió convertirse por motivos
estructura estamental general, ni tampoco en el de la nobleza. Así pues, tanto religiosos como políticos (1613), fue calvinista, aunque sin exigir
la unificación en todos estos ámbitos, que en el resto de Europa había en ningún momento a sus súbditos que dieran el mismo paso. El gran
-cu ando menos- comenzado mucho antes del inicio de la formación principio de compromiso de la Paz deAugsburgo y de la Paz de West-
de los Estados absolutistas, se 1e planteó a la dinastía brandenburguesa falia -cuius regio, eius religio- ya no tenía validez para los territorios
como una tarea urgente. Esta tarea fue acometida con decisión y tena- de los Hohenzollern. Esto tuvo dos consecuencias importantes: por una
cidad en los cien anos comprendidos entre 1660 y 1760; en ella se parte, tal y como afirmao con razón los historiadores dei Estado pru-
avanzó considerablemente gracias a Ia nueva concepción del Estado y siano-brandemburgués, la dinastía extrajo de su conversión al calvinis-
a las nuevas instituciones, y bajo elliderazgo de cuatro príncipes que mo una concepción dei Estado y de la política completamente ajena a
adoptaron como ninguna otra dinastía europea la idea estoico-romana los príncipes luteranos; «calvinismo» y «razón de Estado» contrajeron
del deber -resurgida en torno a 1660-, que además interiorizaron como una alianza muy original y prometedora. Por otra parte, la tolerancia,
en ninguna otra parte la ética del trabajo divulgada por la doctrina de especialmente en relación con los cultos protestantes, se convirtió en
21967. F. MEHRING, <<Die Lessinglegende>>, en Gesammelte Schriften, vol. IX, 1975; po1é- ' 05 A este respecto es fundamental O. HINTZE, <<Kalvinismus und Staatsrtison in Branden-
mica y brillante confrontación de un marxista prusiano con la imagen idealista y naciona- burg zu Beginn des 17. Jahrhunderts»; en la compilación citada en n. 104, pp. 255-312.
lista de Lessing y, ai mismo tiempo, con la Prusia dei siglo XJX. F. HARTUNG, Staatsbildende Véase además G. ÜESTREICH, Politischer Neostoizismus und Niederltindische Bewegung in
Krtifte der Neuzeit, 1961. C. HINRJCHS, Preussen ais historisches Problem. Gesammelte Europa und besonders in Brandenburg-Preussen, en id., Geist und Gestalt des frühmo-
Abhandlungen, 1964. dernen Staates. Ausgewiihlte Aufstitze, 1969, pp. 101-156.
216 217
un principio político-estatal. És te surtió su efecto cu ando, a finalcs dcl una autoridad tinanciera, pero que, debido a la política de arrendamiento
siglo xvn, los protestantes franceses fueron expulsados de su país y, de los impuestos indirectos básicos, derechos de aduana y similares, no
además de en Holanda e Inglaterra, hallaron una nueva patria en Bran- tenía ninguna influencia en el cobro de esos fondos, además de que, en
demburgo-Prusia. otro sentido, fue siempre una institución bastante mal organizada.
Si se echa un vistazo a las obras y a los logros políticos de la monar- En el sistema fiscal y financiero, el objetivo final de todas las
quía absoluta en general, hay tres ámbitos que mereceu ser brevemen- monarquías absolutas era siempre el rnismo: aumentar los ingresos fis-
te destacados y comparados: la concentración de las estructuras adminis- cales o e! potencial financiero dei Estado en interés de sus tareas recién
trativas, la ampliación dei sistema fiscal y financiero y la organización definidas, sóbre todo en el sector militar. Donde los estados habían
de un ejército «siempre a punto», con las correspondientes institucio- conseguido proteger províncias enteras o sefioríos nobles contra la
nes y medios materiales de logística, fortificaciones, municiones, etc. intervención directa de la administración fiscal estatal-eu los países
Naturalmente, los tres ámbitos estaban estrechamente vinculados entre austríacos, en los pays d 'états franceses, en los latifundios de Bran-
sí, como lo demuestra con claridad el ejemplo de Brandemburgo-Pru- demburgo-Prusia-, las aportaciones fiscales se seguían fijando a través
sia. El miles perpetuus, tras varios decenios de negociaciones, fuc de negociaciones entre ellos y las autoridades principescas. En este
reclutado entre los estamentos económicamente fuertes, en especial caso, incluso en la época de! absolutismo coexistieron -con interferen-
entre la nobleza de la Marca Electoral y de Prusia. Y logró que su pre- cias mutuas-los elementos de! Estado centralista y los dei Estado esta-
disposicion a aceptar el nuevo ejército y para costearia mediante la mental que caracterizao la evolución estatal europea de la Edad
aprobación de impuestos, se viera recompensada por una serie de Moderna. Por lo demás, la monarquía absoluta se reveló como extra-
importantes privilegias, entre los que figuran el indigenato -es decir, la ordinariamente inventiva en el sector financiero, aunque no siempre
obligación del monarca de cubrir los cargos de oficiales de! país só! o especialmente metódica o previsora. Las fuentes de financiación se
con aquellos que hubieran nacido en él- y la confirmación de su aprovechaban donde brotaban, o bien se las hacía brotar bajo la presión
posición sefiorial en sus latifundios. Pero ahora el Estado tenía su ejér- de la administración fiscal. Los impuestos directos -que, según la teo-
cito y lo desarrolló hasta convertirlo en el motor de una organización ría política tradicional, son siempre un recurso para una situación
administrativa independiente de los estados y que poco a poco fue excepcional- fueron regularizados allí donde los estados habían perdi-
impregnando también las esferas civiles. Tanto los comisarios de gue- do su influencia y, al menos en el transcurso de todo el siglo XVII, fue-
rra como los oficiales fijos se ocupaban en todas las províncias de las ron considerablemente elevados. Los ingresos de los dominios públi-
tareas necesarias para el desarrollo dei ejército permanente, y como cos aumentaron especialmente en los Estados prusianos gracias al
esto no se podía llevar a cabo sin tener en cuenta la situación econó- incremento de la intervención estatal. Los impuestos indirectos se con-
mica y financiera general dei Estado, el «comisariato» -comparable virtieron en todos los Estados en un recurso de financiación cuidadosa-
a la intendencia en Francia, con sus commissaires départis- se abrió mente cultivado, aunque, desde el punto de vista económico, no siem-
paso en todas las competencias administrativas. Desde 1660 hubo pre razonablemente aprovechado. Finalmente, se recurrió a miles de
un comisario general para todo el Estado: todos los ingresos recau- maquinaciones para reunir fondos: los banqueros europeos siguieron
dados en el país a través de la imposición directa iban a parar a la concediendo préstamos; la venalidad de los cargos, en Francia por
caja dei ejército de la que él se ocupaba. AI principio, siguió siendo ejemplo, se practicó a gran escala; a corto plazo, la emisión de títulos
una administración financiera en interés de! ejército, pero en 1723 se estatales de renta fija proporcioná a los príncipes las anheladas rique-
agrupó junto con las autoridades financieras civiles ya existentes, más zas de sus súbditos adinerados; a largo plazo, sin embargo, di o lugar a
sometidas aún a la influencia estamental, hasta formar una autoridad un nuevo aumento de su ya enorme endeudamiento, que finalmente
suprema central más amplia -el General-Ober-Finanz-Kriegs- und acarrearía la extinción de la monarquía absoluta francesa.
Domiinendirektorium-. Este ceremonioso título jerárquico pone clara- Francia, la mayor y más populosa monarquía absoluta de Europa,
mente de manifiesto el aumento dei poder estatal centralista: todos tenía al mismo tiempo el sistema financiero menos transparente y más
los asuntos bélico-financieros, así como la administración de! consi- complicado, en el que ni siquiera fue capaz de poner orden la nueva
derable dominio de los sefiores electores o de su Estado pasaron a ser administración de los intendentes. Un historiador canadiense lo descri-
competencia del directorio general. Ninguna otra autoridad suprema bió hace algunos afios y demostró cuánta capacidad de acción puede
europea logró una centralización comparable de sus competencias: ni perder una monarquía absoluta centralista que, si bien privó de! poder
si qui era el contrôle général francés, que, en esencia, era principalmente y arrinconó a los viejos colegios financieros estamentales o a los suyos
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propios refeudalizados, no realizó ningún avance encaminado a csta- ladas e irracionales. Luis XIV, con sus campanas militares concchidas
blecer en el futuro un consenso entre el Estado y los súbditos acaudala- únicamente para la gloire dei príncipe, pus o una y otra vez en duda las
dos acerca dei importe de la deuda nacionaP 06 : el Estado y su monar- medidas «político-reglamentarias» de su ministro Colbert; hasta c l
ca se comportaron de la manera más «absolutista» posible, como en la final de su vida no revelá que, además de esa fuerza motriz de su con-
época de Luis XIV, pero a 1a larga acabaron envueltos en un complejo ducta, hubo otras -como por ejemplo, el «bienestar dei pueblo» o la
entramado de intereses financieros privados, capaz de poner límites «riqueza del país»- que desempeíi.aron un papel especialmente impor-
efectivas a cualquier tipo de absolutismo. tante. En cambio, en Brandemburgo-Prusia, si bien faltaron esas exal-
Hagamos mención especial de los componentes histórico-econô- taciones dei egocentrismo principesco, el desarrollo dei Estado, hasta
micos y político-econômicos en la evolución de la monarquía absoluta muy entrado el sigla xvm, estuvo tan claramente marcado por el obje-
europea. En los últimos anos se ha convertido en algo habitual estable- tivo de la seguridad militar del territorio y de las fronteras, que las
cer un estrecho vínculo entre el auge de este sistema y la situación eco- reformas sólo tenían una razón de ser a partir de ese objetivo. Só lo más
nômica de Europa en el sigla xvn 107 • En ello hay mucho de verdad, si tarde, bajo el signo dei «absolutismo ilustrado», se introdujeron tími -
no se comete el errar de olvidar otras muchas «causas», especialmente dos cambias.
las político-religiosas. Con este telón de fondo han de ser valorados también los resultados
En efecto, llama Ia atención que las monarquías absolutas ganaran político-econômicos dei absolutismo. Es indudable que, también en
fuerza cu ando Europa, tras ellargo período de prosperidad dei sigla este aspecto, con las burocracias de la monarquía absoluta encamina-
XVI, entró en la crisis secular del sigla xvn. Las viejas fuentes de recur- das a ordenar, planificar y calcular, entraron nuevos aires en el mundo
sos se habían agotado, y las poblaciones se enfrentaban a límites de estatal europeo. La orientación hacia lo militar, las grandes cargas que
crecimiento y de ocupación; los metales preciosos procedentes dei un ejército permanente traía consigo para el país eran motivo suficien-
Nuevo Mundo empezaban a escasear; el comercio internacional expe- te para preocuparse por cuestiones de aprovisionamiento, por la pro-
rimentá un retroceso; las burocracias estatales y las cortes de los prín- ducción de armas, uniformes, munición, etc. Las grandes guerras de la
cipes improvisadores y deseosos de expansión dei sigla XVI cayeron época barroca, durante las cuales Europa se vi o zarandeada de acá para
como una losa sobre los pueblos y amenazaron con asfixiados. Espana allá entre las pretensiones hegemónicas de las grandes potencias -la
o, mejor dicho, Castilla - ya se ha hablado de ello- estuvo a punto de Espana de los Habsburgo y Francia- y un equilíbrio de fuerzas que se
sucumbir por esta razón. La monarquía absoluta se enfrentá a estas fue creando paulatinamente incrementaron esa necesidad y, por
problemas en países como Francia, Baviera y, más tarde, también supuesto, fueron perjudiciales para establecer un orden y una planifi-
Brandemburgo-Prusia, Dinamarca y Suecia, y, a través de reformas en cación a largo plazo. A ello se anadía, en estrecha relación con los
la administración, las finanzas y la economía, acabó, por una parte, con acontecimientos bélicos, la recesión coyuntural del sigla XVII, y con
los viejos abusos y, por otra, buscó nuevas fuentes de recursos. Podría ella la escasez de metales preciosos: premisas ambas para una mayor
incluso atirmarse que la monarquía absoluta, con su clara orientación actividad administrativa, para reformas, experimentos y búsqueda de
hacia el orden, la administración y Ia planificación, resultá eficaz en un nuevos caminos. También la expansión colonial obligó a aumentar la
momento en que en Europa lo más urgente era «arreglar los desperfec- actividad estatal, si bien en este aspecto la monarquía absoluta navegaba
tos». Pero la abstracción no debe llevarse demasiado lejos. Las monar- significativamente a remolque de las potencias comerei ales marítimas.
quías absolutas se materializaban principalmente en monarcas absolu- En tiempos de guerra, sobre todo durante la Guerra de los Treinta
tistas. Éstos extrajeron de la nueva doctrina principesca dei Estado la Anos, el aumento de Ia presión fiscal fue casi la única medida en la que
legitimidad para toda clase de actuaciones, incluídas las más incontro- se manifestá Ia creciente intervención de Ias reuniones de los estados
en Ia economía de sus países. Uno no se atreve a hablar de política eco-
nômica ai contemplar las brutales medidas coercitivas de Richelieu,
106 J. F. BOSHER, French Finances.
From Capitalism to Bureaucracy, 1972. Véase tam-
Mazarino y sus recaudadores de impuestos en las províncias. jDe un
bién D. D. BIEN, <<The secrétaires du Roi: Absolutism, Corps and Privilege under the Ancien 6,2 por 100 a un 13 por 100 de los ingresos brutos procedentes
Régime», en E. Hinrichs et ai. (eds.), Vom Ancien Régime zur Franzosischen Revolution. de las fincas rústicas aumentaron los impuestos directos en Francia
Forschungen und Perspektiven, 1978, pp. 153-168.
107 Donde más claramente se aprecia entre 1624 y 1661! Las numerosas paces firmadas en el siglo supusie-
esto es en e1 artículo, repetidas veces citado, de
E. J. HoBSBAWM, <<The Crisis ofthe Seventeenth Century», en T. Aston (ed.), Crisis in Euro- ron un alivio que proporcioná tiempo para el rétablissement. Se reunió
pe, 1560-1660, 2 1967, pp. 5-62. información sobre el estado y la situación de la población, se examina-
220 221
ron sus posibilidades econômicas y se introdujeron medidas de ayuda productos acabados, protección dei propio espacio productivo median-
a las provincias devastadas. En todos los países, los Estados fundarem te derechos de aduana y otras restricciones a Ia importación. Estas
manufacturas para los pertrechos de guerra y e! consumo de artículos medidas no eran en modo alguno nuevas, ni se habían dejado de practi-
de lujo; se fomentaron las compafiías comerciales; se supervisá y se car hasta entonces, sino que procedían dei arsenal político-econômico
mejoró el abastecirillento de i os ejércitos y de la población. Se contro- de la ciudad-Estado medieval. Sólo que ahora se aplicaron con cierta
lá la circulación de los metales preciosos, que fueron temporalmente perseverancia y algún éxito temporal en los Estados territoriales de
acaparados; la política monetaria fue adaptada a la situación de esca- grandes superfícies.
sez. Todo un ramillete de medidas normalizadoras, reguladoras y «Sobre e! papel», e! mercantilismo no tuvo en ningún país tanto éxito
reglamentadoras, fue discutido en teoría y ensayado en la práctica, como en Francia. Durante mucho tiempo, los historiadores devotos de
hasta llegar a fijar por escrito los procedimientos legales, tal y como los documentos dieron crédito a los escritos de Colbert y contemplaron
puede verse, por ejemplo, en las codificaciones de Colbert (sobre todo llenos de admiración los resultados dei «colbertismo». Pero han surgido
en las tarifas aduaneras de 1664 y 1667, en la ordonnance sur les eaux muchas dudas al respecto. Colbert era ante todo experto en administra-
etforêts de 1669 y en la ordonnance de commerce de 1673). ción, burócrata, producto y protagonista de Ia embrionaria «monarquía
La teoría y la práctica de la política econômica absolutista han baila- administrativa». Su vida no estuvo al servicio dei comercio, sino del rey.
do una designación general bajo el concepto de «mercantilismo» 108 ; por És te se interesaba poco por cuestiones de economía, a no ser que ofre-
otra parte, «absolutismo» es un término que no se acufió hasta finales cieran posibilidades de financiación dei ejército y de la corte. Cuando, en
de la Edad Moderna. AI igual que éste, posiblemente «mercantilismo» torno a 166011670, la pequena Holanda se reveló como una potencia
sea demasiado abstracto, pues va asociado a un «sistema», como anhe- comercial muy superior a Francia, esto supuso para los franceses un
laban los teóricos de la política econômica, aunque que en la realidad motivo de reflexión -aunque sólo en un segundo o tercer plano- acerca
histórica nunca se llevó a efecto de forma plenamente consecuente. En de los métodos utilizados por los holandeses para alcanzar esa posición.
especial, la doctrina más importante de! mercanti lismo -en una época Por lo pronto, y en reiteradas ocasiones, se utilizá el recurso de la guerra
de creciente escasez de metales preciosos, los Estados deberían ocu- para quitarse de en medi o a los molestos competidores.
parse de que entrara en el país y se quedara en él el mayor porcentaje Por otra parte, la variante ale mana de! mercantilismo, e! cameralis-
posible de oro y plata- no fue seguida con firmeza y perseverancia en mo 109 , ha experimentado en los últimos afios cierta revalorización en e!
ninguna parte, ni siquiera en la Francia dei doctrinario Colbert. Por el criterio de los historiadores. Nacido en la difícil etapa de reconstruc-
contrario, Una segunda teoría -la aspiración de los Estados a un balan- ción tras las devastaciones de la Guerra de los TreintaAfios, en esencia
ce comercial positivo- , concebida también por teóricos mercantilistas, fue un fenômeno de despachos y tribunales de cuentas, es decir, de la
sobre todo por el inglés Thomas Mun, respondía con bastante exactitud administración estatal de los príncipes. Como tal influyó eficazmente
a lo que necesitaba el Estado europeo dei siglo xvn con motivo de! cre- en Ias diversas operaciones de reconstrucción que se llevaron a cabo
ciente intercambio -y competencia- comercial y de! establecimiento hasta la época posterior a la Guerra de los Siete Afios, y, aparte de eso,
de un sistema comercial internacional. También en este aspecto, e! aportá iniciativas tanto en e! sector industrial como en el agrícola. Su
Estado comercial de Inglaterra fue el que, a finales dei siglo xvn, teoría llegó incluso a convertirse en una especie de ciencia de la econo-
alcanzó una mayor ventaja sobre el resto de Estados. mía política, cuya aplicación, sin embargo, aún no tenía cabida en el
Por lo demás, los teóricos dei mercantilismo se limitaban a reco- desmembrado ambito territorial dei antiguo Imperio Germánico. De
mendar «lo natural» en una época de recesión y de rétablissement todos modos, repercuti á en ese mundo como factor de modernización,
duradero: fomento dei comercio mediante ayudas estatales, transfor- sobre todo en los territorios prusianos. Aquí, como en todas Ias monar-
mación de las materias primas en el propio país, exportación de los quías continentales en las que faltaba el contrapeso de una burguesía
poderosa, e! Estado era la única fuerza capaz de asurillr ese tipo de tareas.
108
El estudio clásico sobre el mercantilismo como problema europeo es de E. F HECK-
SCHER, Der Merkantilismus, 2 vols. 1932. Una importante compilación: D. C. CoLEMAN
(ed.), Revisions in Mercantilism, 1969. Véase también P. DEYON: Le mercantilisme, 109 Véase ai respecto
la breve sinopsis sobre el estado de la cuestión de E. DnTRICH,
1969. F BLAJCH, Die Epoche des Merkantilismus, 1973. E. ScHULJN, Handelsstaat Die deutschen und osterreichischen Kameralisten, 1974. Véase también J. BRüCKNER,
England. Das politische Interesse der Nation am Aussenhandel vom 16. bis ins frühe 18. Staatswissenschaften, Kameralismus und Naturrecht. Ein Beitrag zur Geschichte der
Jahrhundert, 1969. Politischen Wissenschaft im Deutschland des spdten 17. undfrühen 18. Jahrhunderts, 1977.
222 223
Todos los monarcas absolutistas practicaron el mercantilismo cn mercantilismo 111 • Aquí no podemos entrar en de tal! e en estos aspec-
los siglos xvn y xvm; a diferencia de! ejército permanente y de la tos, pero sí hacer referenda a ellos.
administración central de los príncipes, este conglomerado de dogmas Dichos aspectos demuestran lo poco «sencillo» que era e! sistema
y prácticas económico-políticas no era un domínio público específico político de! absolutismo y lo mucho que dependía de la sociedad, a la
del Estado principesco, sino que, como ya se ha dicho, en una época de que intentaba hacer gobernable y dominable. Sobre todo las nuevas
recesión económica y de coyuntura bélica, era «lo natural». Lo que en ideas y corrientes de la tilosofía que, procedentes dei oeste de Europa,
el área del comercio, la industria y la agricultura era «lo natural» se infiltraron en el continente con anterioridad a 1700 y que pueden cali-
en esta época, nadie lo sabía mejor que los holandeses, que se convirtie- ticarse como la prehistoria de la Ilustración, se revelaron como una cre-
ron en los mercantilistas más eficientes del siglo XVII. De ellos aprendió ciente amenaza para el absolutismo. Incluso aunque no fueran una críti-
Inglaterra, que en el primer terei o de! xvn, en comparación con los res- ca directa de los gobiernos y de la práctica gubernamental. La crítica
tantes países europeos, era todavía una potencia económica relativa- religiosa, por ejemplo, afectó a largo plazo también ai poder monárqui-
mente atrasada y poco desarrollada, pero que luego, en el siglo xvm, co, pues éste no se basaba en legitimaciones de orden «racional», sino
llegó a ocupar la posición de líder, debido en gran parte a una aplica- religioso-sagradas 112 • Los monarcas absolutistas se consideraban vica-
ción sensata y previsora, desde el punto de vista económico, de las teo- rios de Di os, y, según los teóricos y los propagandistas de la monarquía
rías mercantilistas. absoluta, de hecho lo eran. La teoría ilustrada del derecho, así como la
Como todo «ismo», también el «absolutismo» suscita la idea de un creación de un nuevo derecho natural como contraposición y crítica ai
sistema amplio y homogéneo. De hecho existi á como tal, pero sólo en derecho consuetudinario tradicional, también plantearon cuestiones
las memorias de los ministros, en los tratados de los filósofos o en los peligrosas para el régimen principesco. Pues la legitimación jurídica de
testamentos políticos de los príncipes. Es decir, allí donde más lo dicho régimen tampoco era «racional», concebible mediante las catego-
buscá la anterior generación de historiadores. En la realidad histórica, rías de un derecho natural abstracto, sino «tradicional», basada en la
sin embargo, se encontrá con numerosas barreras que no fue capaz de costumbre.
superar, y generó una oposición y una resistencia que combatió y Naturalmente, transcurrió bastante tiempo hasta que, a partir de
reprimi á, pero que rara vez acalló de forma duradera. En los últimos estos principias, la crítica se convirtió en un verdadero cuestionamien-
decénios, una investigación internacional de amplio alcance ha estu- to de la práctica gubernamental y de la forma de poder absolutistas.
diado las instituciones, los derechos de participación y los privilegias Además, en el siglo xvm este sistema se revelá como relativamente
del sistema estamental todavía vigentes, que -en parte basados en acuer- flexible y transformable; bajo el signo dei «despotismo ilustrado» intro-
dos de dominio- fueron utilizados y, en muchos aspectos, también dujo parte de las nuevas ideas en su propia estructura de legitimación.
funcionalizados, pero no eliminados por el absolutismo 110 • Además De este modo, en la monarquía absoluta del siglo xvm se percibió el
han sido examinadas en profundidad las numerosas y variadas accio- propósito de romper el estrecho marco de una política dinástica y hacer
nes directas y corrientes político-religiosas encontra de! absolutismo que el poder principesco fuera algo más que una mera preocupación
de los siglos xvn y xvm: acciones directas en forma de desobediencia por el bienestar de la propia dinastía y por la seguridad y la ampliación de!
estamental, separatismo, intentos de golpes de Estado y levantamien- propio territorio. La administración adoptó ahora un nuevo sentido
tos populares en la primera mitad del siglo xvu, cuando aumentá la que iba más allá de los in te reses del príncipe, una nueva dimensión que
presión fiscal y cuando el poder administrativo y militar absolutista tenía más en cuenta las condiciones sociales, jurídicas y económicas de
todavía no tenía su posición firmemente asegurada; crítica indirecta, los territorios. Las «reformas» pasaron a ser contempladas como obje-
más tarde, desde finales del siglo XVII, en forma de creación de círcu-
los «intelectuales» como los que surgieron, sobre todo en Francia, en
torno a la cuestión de! jansenismo y de la crítica de la religión y de! 111
Remitimos a la bibliografia, mencionada en n. 71, sobre los levantamientos popula-
res franceses del siglo xvn. Para el conjunto de la situación europea en el sigla xvu es impor-
tante: J. H. ELLIOIT, <<Revolution and Continuity in Early Modem Europe», Past and Present 42
11 0 Este aspecto destaca con especial claridad en los numerosos trabajos de Dietrich (1969), pp. 35-56. Un breve resumen sobre las conientes intelectuales contra el absolutismo
Gerhard sobre el sistema estamental y el regionalismo de la vieja Europa, que reflejan la en Francia nos lo proporciona RICHET, La France ..., cit. (véase n. 101), pp. 142 ss.
11 2
diligente y fructuosa tradición investigadora de los últimos afias. Véanse dos compilacio- Existe ai respecto un brillante ensayo de O. BRUNNER, <<Vom Gottesgnadentum zum
nes: D. GERHARD, Alte und neue Welt in vergleichender Geschichtsbetrachtung, 1962. id. , monarchischen Prinzip. Der Weg der europãischen Monarchie seit dem hohen Mittelalter>>,
Gesammelte Aufsatze, 1977. en id.. , Neue Wege der Verfassungs- und Sozialgeschichte, 2 1968, pp. 160-186.
224 225
tivo final de las acciones administrativas emprendidas por las burocra- supo, como ningún otro monarca de! siglo XVII I, apoyar su conductacn
cias principescas, las cuales, influidas por los oficiales cultos e «ilus- argumentos tilosóficos basados en las nuevas ideas. Su propia concep-
trados», a menudo se las tomaron más en serio y más al pie de Ja letra ción de soberano como «primer siervo del Estado», su capacidad para
de lo que deseaban algunos príncipes. manifestarse sobre Di os, la política, la administración, el derecho y la
El despotismo ilustrado del siglo xvm ejerció un impulso esencial , cultura al estilo y a la altura del grado intelectual de su época, fascina-
sobre todo en el sistema jurídico 113 . Aquí habría que mencionar los ron por un tiempo a las clases cultas europeas y dieron lugar a numero-
movimientos de reforma dei código que tuvieron lugar en Prusia, Aus- sos elogios sobre el «gran» Federico que, en su mayoría, sin embargo,
tria, Francia y Espana, así como los intentos por desenmarafiar las pasaban por alto las intenciones y los logros reates. Francia, que en el
complicadas relaciones sefíoriales y jurídicas del campo -el sistema de siglo xvm era junto con Inglaterra el país que tenía un movimiento
dependencia de amplios sectores de la población campesina respecto a ilustrado más amplio y más profundo, no conoció un «despotismo ilus-
sefíores nobles o burgueses, sistema que había sido muy consciente- trado» al estilo de Austria y Prusia. Y ello se debe sobre todo a que
mente mantenido y fomentado por la monarquía absoluta dei siglo XVII aquí, en mayor medida que en el resto de la Europa absolutista, había
para asegurar su poder- y, al menos en las ti erras de dominio público entre la corte de Versalles y la masa de la población urbana y rural una
donde el propio príncipe era el sefior, los intentos por liberar al campo de amplia elite social-no sólo «burgueses en ascenso», sino un conglo-
sus tradicionales vínculos y cargas, perjudiciales tanto para la produc- merado compuesto por la alta y media nobleza, comerciantes, intelec-
tividad agrícola como para la situación social de los campesinos y las tuales «liberales» y oticiales de nivel alto, medi o y bajo-- que hizo de Ja
capas rurales inferiores. Ilustración un asunto propio, obligando a la corte a ponerse a la defen-
El despotismo ilustrado 114 ha sido identificado por los investiga- siva. La realeza, a diferencia de lo que ocurría en Prusia, rehuía preca-
dores como el sistema gubernamental, en especial, de aquellos países vida y temerosamente la avalancha de nuevas ideas y propuestas
que en el siglo xvn, en comparación con Francia, estaban «atrasados» de reforma. Aunque la -muy desarrollada- burocracia francesa, sobre todo
y todavía no podían implantar en sus territorios el mismo grado de la intendencia, era la más ilustrada de Europa a mediados del siglo xvm,
estatalización que los franceses. En Austria, por ejemplo, la adminis- y aunque fue e lia la que iniciá numerosas reformas como en Austria y
tración estatal centralizada no se impuso hasta el reinado de María Prusia, rara vez -y, si acaso, só lo por un breve espacio de tiempo- con-
Teresa (1740-1790) y José 11 (1765-1790), y lo hizo extendiéndose desde siguió establecer un consenso, por una parte, con el rey y, por otra,
el centro hacia las áreas regionales y locales. Espana, que desde la crisis con los protagonistas de las elites ilustradas, divididas entre sí. Mien-
dei Imperio universal, a mediados dei siglo xvn había perdido la cone- tras Prusia desarrollaba, en el siglo XVIII, la capacidad de iniciativa para
xión con el desarrollo dei resto de Europa, se abrió cautelosamente en organizar su situación interna - al fin y al cabo, la base de legitimación
el XVIII a las nuevas ideas, y puso en marcha unas reformas económicas más eficaz dei absolutismo--, Francia perdía entonces esa peculiaridad
y administrativas que, hasta hoy, injustificadamente, han sido poco estu- esencial que caracterizaba la política de Richelieu, Colbert y Luis XIV.
diadas por la investigación. Finalmente, Prusia, que tras el «robo» de Con la Ilustración, el mundo de los Estados europeos entrá en una
Silesia (1740-1745) llegó al final de su consolidación territorial, intro- época nueva que, en cierto modo, se salía de la Edad Moderna. Inglate-
dujo con Federico Guillermo I (1713-1740) y Federico 11 (1740-1786) rra, desde finales dei siglo xvm, estaba muy «industrializada»; en el
reformas en el sistema jurídico y en la administración de los dominios continente, con motivo de la reanimada coyuntura económica, del
públicos y, de este modo, se convirtió en el prototipo dei «despotismo aumento de la población y dei repentino crecimiento de las clases bajas
ilustrado». Pero esta fama la alcanzó, sobre todo, porque Federico 11 rurales y urbanas, se planteó con cierta urgencia el problema de la
«modernización» de las condiciones económicas, sociales, jurídicas,
culturales y políticas tradicionales. El sistema político dei absolutismo,
11 3 En lugar de remitir a cada una
bajo el signo de la Ilustración, contribuyó algo a la superación de este
de las publicaciones, baste con mencionar dos títulos
en los que se trata comparativamente el problema de la codificación. F. WIEACKER, <<A uf- problema, pero en general no acabá con él. Dicho sistema había surgido
stieg, Blüte und Krisis der Kodifikationsidee», Festschrift für G. Bohmer, 1954, pp. 34-50, y a finales dei siglo XVI y en el xvn, y se había instalado -a una distancia
M. RAEFF, <<The Well-Ordered Police-State and the Development of Modemity in Seven- enorme de los súbditos- como «absolutismo dinástico» (H. Rosen-
teenth- and Eighteenth-Century Europe: An Attempt at a Comparative Approach», The
berg). La modernización en el siglo XVIII ya no implicaba sólo una
American Historical Review 80 (1975), pp. 1221 -1 243, especialmente pp. 1240 ss.
114 Sobre este
fenómeno, véase K. O. v. ARETIN (ed.), Der Auf"gekldrte Absolutismus, 1974, organización estatal, sino la inclusión de los súbditos, la participación
con abundante bibliografia. de las clases sociales econórnicamente activas en la toma de decisiones
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políticas, lo que, en último término, no significaba otra cosa que la lución nueva y dinâmica. Cada una de las províncias y sus tradiciona-
renuncia a las técnicas y a los mecanismos específicos de la política y Jes instituciones y elites estamentales, que desde finales de! siglo XVI
la administración absolutistas. En Francia, esta renuncia se logró a par- estaban amenazadas por el absolutismo espano! y se alzaron contra él
tir de 1789 por la vía revolucionaria; en el resto de Europa, mediante un por motivos muy diferentes, determinaron la extensión y las fronteras
largo proceso que oscilaba entre la reforma y la restauración, y en cuyo dei Estado y de su constitución, y detinieron ésta con la mirada puesta
desarrollo los países afectados ingresaron de muy diversas maneras en mucho más en sus libertades y privilegias del pasado que en la con-
el actual mundo de la «Sociedad burguesa». ciencia de una estatalidad nueva y de gran porvenir. No llegó a crearse,
o só lo lo hizo debilmente, un sistema político propio, con sus institu-
c) ALTERNATIVAS AL ABSOLUTISMO
ciones, oticiales, procedimientos y secretos diferenciados del resto de
la sociedad; así pues, una potencia comercial moderna, que exploraba
Una vez más, la mirada se dirige al oeste cuando se trata de descri- África y Asia, permaneció anelada en una organización arcaica.
bir una evolución básica diferente a la del resto dei continente. Los Paí- Aparte de eso, en el áspecto político y religioso este pequeno Esta-
ses Bajos dei norte e Inglaterra -aquellos países, por tanto, a los que se do siguió estando dividido durante todo el siglo XVII. Es cierto que el
desplazó el peso económico de Europa desde el siglo XVII, que adopta- calvinismo había arraigado aquí como en ningún otro país y se había
ron los elementos dinâmicos y genuinamente políticos dei protestan- convertido en fermento de la separación de Espana. Y, sin embargo, no
tismo, que en el transcurso del siglo xvu se convirtieron en el centro de llegó a ser un vínculo unificador de todas las personas ... , ni siquiera de
la república de los sabios, y que, seguramente conocieron los porcenta- sus adeptos. Los ricos burgueses de las ciudades comerciales holande-
jes más altos de alfabetización dei continente- también se diferencia- sas aborrecían el radicalismo protestante de las amplias capas urbanas
ron del resto de Europa en el desarrollo de sus sistemas políticos. Sin medias y bajas. Querían practicar el comercio, no sostener guerras reli-
embargo, en este caso, no es fácil saber cuál es Ia causa y cuál el efec- giosas, y para ello necesitaban el grado de independencia y Estado que
to: extraer de Ia diferente organización social y económica de estos paí- se habían alcanzado en la época dei armísticio con Espana (1609). De
ses unas conclusiones demasiado «mecânicas» sobre las formas de su ahí que, a partir de ahora, su objetivo fuera la moderación religiosa, el
organización estatal induce a error. armísticio con Espana y la paz interior y exterior. Se defendían, ante
En este sentido, los Países Bajos dan mucho que pensar, pues esta todo, de cualquier evolución que diera lugar a más Estado dei que les
agrupación de províncias que , desde las postrimerías del siglo XVI, bajo parecía necesario. Las ambiciones de la casa de Orange, encaminadas
la dirección de Holanda, se había separado dei Imperio universal espa- a Ia unión de las províncias bajo un régimen principesco fuerte y ávido
no] con un supremo esfuerzo, ciertamente poseía en el siglo XVII una de «soberanía», les resultaban odiosas.
economía moderna, la más moderna dei mundo, pero no un Estado Así fue como en el siglo XVII, cuando estaba convirtiéndose en la
propiamente moderno 115 • La unificación de las siete provindas del principal potencia comercial de Europa, la «República de las Provín-
norte hasta formar un Estado independiente y soberano fue revolucio- cias Unidas» se hallaba dividida en el interior por una escisión políti-
naria en la medida en que iba dirigida contra la monarquía absoluta de ca permanente que dificultaba un eficaz desarrollo ulterior de las
Espana. En su interior, sin embargo, no actuó como motor de una evo- estructuras administrativas estatales. Por un lado, un partido republica-
no, dominado por la província de Holanda y Amsterdam e interesado
en Ia conservación de la constitución de los Estados Provinciales y
115 La investigación sobre
los Países Bajos se ha centrado, comprensiblemente, en el
Generales: un partido que veía en Ia fuerza de cada una de las provín-
transcurso de la <<revolución>>de finales del siglo XV I. Para los lectores alemanes es impor- cias y en la debilidad de los -superiores- Estados Generales y de los
tante el capítulo de J. 1. WOLTJER que abarca hasta 1648, en Handbuch der Europaischen estatuders de Orange la condición previa para la supremacía dei ele-
Geschichte, vol. III, 1971, pp. 664-690. La descripción básica de esta revolución sigue sien- mento holandés-burgués-mercantil. Por otro lado, un partido orangis-
do de P. GEYL, The Revolt ofthe Netherlands, 1555-1609, 4 1970. Véase la sugerente sinop-
sis sobre el más reciente estado de la cuestión en H. ScHELLING, «Der Aufstand der ta, tras el cual estaban «la Iglesia calvinista, sus pastores y sus adeptos
Niederlande. Bürgerliche Revolution oder Elitenkonflikt?>>, en H.-U. Wehler (ed.), 200 más fanáticos, reclutados en gran parte entre las clases sociales inferio-
Jahre amerikanische Revolution und moderne Revolutionsforschung, de Geschichte und res» (C. Wilson). En estas condiciones, en el siglo XVII no se Iogró ni la
Gesellschaji (1976), pp . 177-231. Para la posterior evolución del siglo XVII son funda-
mentales P. GEYL, The Netherlands in the Seventeenth Century, 2 vols., 1961/1963, y
implantación de un régimen republicano fuerte que abarcara todas las
C . WILSON, Di e Früchte der Freiheit. Holland und die europiiische Kultur des 17. Jahr- províncias, ni la integración de Ias províncias bajo un poder principes-
hunderts, 1968. co. Durante todo el siglo hubo tendencias en ambas direcciones, pero
228 229
permanecieron enfrentadas en un conflicto que tampoco se resolvió que VII (1485-1509), de la casa Tudor, fundara una tradición dinástico-
con la inclusión de Holanda en la lucha de las «grandes potencias». monárquica de larga duración. En los más de cien anos de régimen
Es cierto que cuando la presión de Luis XN sobre los envidiados com- estable de los Tudor, el âmbito insular -todavía sin Escoei a y con una
petidores comerciales fue dominada, ambos partidos formaron una Irlanda sometida, pero no eficazmente integrada- se reunificá hasta
coalición transitaria y superficial. Pero dicha coalición sirvió para formar un Estado relativamente homogéneo que, incluso desde el
defenderse del peligro exterior, no para llevar a cabo una integración punto de vista lingüístico-cultural, halló una fisonomía propia e inde-
interna. Y cuando con la Paz de Nimega (1678), hubo pasado momen- pendiente de Francia.
táneamente ese peligro, volvió a perderse la unidad interna. Así se Junto con Espana y Francia, Inglaterra constituía la tercera gran
formó en los Países Bajos de! norte una «alternativa al absolutismo», monarquía de la Europa occidental. Sus príncipes, comprometidos como
pero no una alternativa de verdadero porvenir que sirviera de ejemplo a muchos de sus pares continentales con la imagen principesca del Rena-
los restantes países europeos. cimiento, conocían las ventajas de un régimen personal fuerte, conocían
En este sentido, la evolución inglesa merece mucha más importan- y combatían los peligros de la tradicional descentralización medieval,
cia116. Inglaterra había pasado la primera fase de la formación estatal, pero al mismo tiempo se aprovechaban dei importante hecbo «de que el
en muchos aspectos, de una manera comparable a la de los Estados feudalismo, en la esfera de domínio anglo-normanda, en ningún lugar se
continentales. La transformación del Estado medieval-caracterizado habra tenido un desarrollo más autocrático que en la Francia medie-
por e! vínculo personal- en un Estado territorial había ido acompanada val» 117 • En un aspecto sobre todo eran más previsores que los monarcas
de una reducción de las posesiones territoriales en la mayor parte dei dei continente, o bien fueron las circunstancias las que provocaron ese
reino insular. Desde 1453, con el final de los cien anos de conflicto carácter previsor tras el fin de la Guerra de los Cien Anos: los grandes o
entre el vasallo inglés y su senor feudal francés, estaba claro que el gigantescos imperios al estilo de Carlos V o Espana estaban fuera de sus
futuro de Inglaterra se hallaba en la isla, no en el continente. Después, planes y suenos, a pesar de que a Enrique Vill y a algún otro les asaltaba
el país fue desmembrado durante otros treinta anos por las revueltas una y otra vez, más que fugazmente, el recuerdo de las antiguas posesio-
internas de la Guerra de las Dos Rosas (1455-1485), antes de que Enri- nes en tierra firme.
Así pues, en el siglo XVI se daban en Inglaterra, más que en ningún
otro Estado, las condiciones previas para endurecer el poder estatal
y orientar! o hacia una monarquía absoluta. Además de una dinastía
116
Sobre el tema, además de las obras de carácter general recogidas en Ia bibliografía, fuerte, apenas amenazada ni desde el interior ni desde e! exterior, había
nos limitaremos a citar algunos trabajos y monografias concluyentes para nuestro texto. Para un territorio «mediano», abarcable y que, desde Ia Guerra de Ias Dos
los lectores alemanes es interesante como introducción: K. KLuxEN, Geschichte Englands.
Von den Anfiingen bis zur Gegenwart, 2 1979. El problema central sobre el 01igen dei par-
Rosas y la -a veces- brutal política de pacificación de Enrique VII, dis-
lamentarismo inglés está admirablemente explicado por K. LOEWENSTEIN, Der britische frutaba en su mayor parte de una situación tranquila. Y en é! aquí no se
Parlamentarismus. Entstehung und Gestalt, 1964. Para Ia política de los Tudor son funda- impuso el absolutismo, que siguió siendo un «fenómeno histórico ine-
mentales, aunque discutibles por sus tesis centradas en demostrar la existencia de un «des- xistente» (E. Wolgast). Sobre esta cuestión se ha escrito y especulado
potismo Tudor>>, los dos trabajos de G. R. ELTON, The Tudor Revolution in Government, 1952,
e id., England under the Tudors. 1955. Las dos revoluciones inglesas dei siglo xv11-objeto muchísimo. Los intentos por hallar una respuesta son, ai mismo tiem-
de interés historiográfico permanente- no aparecen detalladamente descritas en nuestro po, formas de describir Ia evolución constitucional y social típicamen-
texto. De ahí que sólo indiquemos dos obras extensas de suma importancia para el siglo XVI: te inglesa, diferenciada de Ia norma continental, durante los siglas xvr
L. STONE, The Causes of the English Revolution, 1529-1642, 1972, y CH. HlLL, Von der
Reformation zur Industriellen Revolution. Sozial- und Wirtschaftsgeschichte Englands
yxvn.
1530-1780, 1977. Sobre la <<Glorious Revolution>> de 168811689 y Ia subsiguiente evolución Un elemento fundamental dentro dei espectro de posibles res-
constitucional, véase, entre otros, J. H. PLUMB, The Growth of Political Stability in England, puestas se desprende de lo anteriormente dicho. E! absolutismo con-
1675-1725, 1967. J. R. JoNES, The Revolution ofl688 in England, 1973. Sobre Ia particula- tinental, en su forma histórica -no adquirida definitivamente hasta e!
ridad dei absolutismo, es decir, sobre la peculiar evolución de Inglaten·a con respecto ai con-
tinente, véase, entre otros, 1. P. COOPER, <<Differences between English and Continental siglo xvn-, fue, por ejemplo en Francia, una reacción ante las oposiciones
Government in the Early Seventeenth Century>>, en J. S. Bromley y E. H . Kossman (eds.), feudo-federativo-estamentales, un intento de solución de Ia cuestión reli-
Britain and Netherlands, vol. I, 1960, pp. 62-90. E. WOLGAST, <<Absolutismus in England>>, giosa, un empeno de concentración en el âmbito económico y, no en últi-
en H. Patze (ed.), Aspekte des Europiiischen Absolutismus, 1979, pp. I -22. R. ECCLESHALL,
Order and Reason in Politics: Theories ofAbsolute and Limited Monarchy in Early Modem
England, 1978. J. DALY, <<The Idea of Absolute Monarchy in 17th Century England>>, The
Historical Journal, 21 (1978), pp. 227-250. 11 7 E. Hassinger, Das Werden des neuzeitlichen Europa ... , cit. (véase n. 94), p. 75.
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mo lugar, una ampliación dei poder con vistas a la Jucha hegemónica uc unos problemas que a las monarquías continentales les resultaban
las potencias europeas. No se trataba, sin duda, de ninguna «dictadura familiares, pero que los Tudor no habían conocido o habían consegui-
por un estado de necesidad», como se ha afirmado recientemente reto- do eliminar. Inglaterra se vio muy afectada por la crisis dei comercio
mando las arriesgadas tesis de Carl Schmitt 118 , pero sí de un sistema de princípios de los afíos veinte; debido a los vínculos dinásticos con
de permanente ampliación de las competencias estatales para dominar príncipes continentales (Francia, el Palatinado), se involucró más que
estas complejas tareas. Si ahora dirigimos la mirada a la Inglaterra de antes en el conflicto de las potencias europeas; tinalemente, como con-
bacia 1600, resulta fácil comprobar que todos los problemas mencio- secuencia de la problemática situación de los católicos y las minorías
nados no desempefíaron ningún papel-si acaso uno muy pequeno- en protestantes no anglicanas en el propio país, se encontraron con un pro-
este país, por lo que no había ninguna necesidad real de implantar un blema religioso de dimensiones considerables. Sin embargo, los dos
absolutismo ai estilo continental. Desde el finde la Guerra de las Dos primeros Estuardo hicieron todo lo posible para que estos problemas
Rosas y del declive de numerosas famílias antiguas de la alta nobleza, urgentes -que ai principio no requeríeran el uso de la fuerza para su
no existía un centrifugalismo feudal. El problema religioso fue aborda- resolución- se convirtieran en grandes acciones de Estado ... con la
do a tiempo por la propia corona y, coincidiendo ampliamente con las intención, sin duda, de obligar al Estado insular a transformarse en una
elites dei país representadas en el parlamento, fue llevado a un punto a monarquía absoluta. Jacobo I, estadista poco inteligente, pero un
partir del cual ya no podía alcanzar el grado de evolución típico dei experto escritor experto teórico, desarrolló en varias obras dignas de
continente. En el terreno económico, Inglaterra, como todos los países leerse una teoría propia sobre ellegitimismo y la monarquía absoluta y,
europeos, es cierto que se hallaba bajo el signo de la coyuntura común de este modo, reclamó la atención de la opinión pública política de su
a toda la Europa de comienzos dei siglo XVII, por lo que también se le país; Carlos I entró en un conflicto permanente con las dos cámaras dei
presentaron dificultades comparables. Sin embargo, éstas no estaban parlamento y, en consecuencia, con las clases políticas dirigentes, cuya
tan estrechamente vinculadas a las guerras civiles internas ni a los adhesión a la política de los Thdor tanto había contribuído a la estabili-
esfuerzos hegemónicos externos como para que la necessitas de un dad de la monarquía en el siglo XVI. De este conflicto surgió la revolu-
régimen monárquico fuerte se erigiera en el único argumento de la con- ción, y con ella llegó -empezando por la decapitación de Carlos I
ducta política. Al menos mientras los Tudor estuvieron en el poder en 1649 y terminando con la Glorious Revolution de 168811689-la
(hasta 1603), a la propia dinastía reinante Je parecía una norma de pru- transformación dei régimen monárquico de Inglaterra en una «monar-
dencia que, en su relación con la representación estamental del país, el quía constitucional». A diferencia de cualquier otro Estado de Europa,
parlamento, y con el conjunto de la sociedad, no debían aumentar las la vida político-estatal de Inglaterra o Gran Bretafía, en adelante, ya no
prerrogativas reales más aliá de lo que consideraban necesario para estuvo determinada sólo -y ni siquiera principalmente- por la realeza,
imponer su política los -personalmente fuertes, pero pragmáticos- sino por los dos cámaras dei parlamento, por los representantes de los
reyes Tudor Enrique VII, Enrique Vlll e Isabel. súbditos, en especial por los representantes de las ciudades y del
Esta situación cambió algo cuando a partir de 1603, con los Estuar- campo en la Cámara de los Comunes.
do, llegó al poder una nueva dinastía. Vistos desde fuera, Jacobo I A menudo se ha descrito la cantidad de derechos personales y par-
(1603-1625) y su hijo Carlos I (1625-1649) eran, en principio, unos lamentario-institucionales -incomparablemente progresistas- que
monarcas que poseían menos talento político que sus antecesores los conquistaron los miembros de ambas cámaras para sí mismos y para
Tudor y que, sin embargo, intentaron reforzar la prerrogativa real. sus compatriotas en el transcurso de este proceso revolucionaria. La Glo-
Ambos orientaron la política de la corona claramente bacia la teoría y rious Revolution fue el punto de partida de tres amplias actas legislativas
la práctica de la monarquía absoluta -propagadas también en Inglate- por las que ya se había luchado en repetidas ocasiones con anterio-
rra desde el continente- e introdujeron un cambio de estilo político que ridad, pero que ahora quedaron definitivamente institucionalizadas,
Enrique VIII e Isabel habían evitado cuidadosamente. Por qué lo hicie- constituyendo, en el futuro, la base dei parlamentarismo inglés. En la
ron es una pregunta de difícil respuesta; una respuesta precisa debería Bill ofRights del22 de diciembre de 1689 se declararon ilegales proce-
tener en cuenta tanto el carácter de ambos reyes como el hecho de que dimientos dei antiguo régimen como la promulgación y la derogación
Inglaterra, en la primera mitad dei siglo XVII, entró más en contacto con de leyes sin la aprobación parlamentaria, la recaudación de impuestos
sin la conformidad dei parlamento y el no seguimiento de las leyes
generales en casos particulares. Al mismo tiempo, la ley establecía
118 E. Wolgast, Absolutismus in England... , cit. (véase n. 116), p. 1. como inviolables los «ancient, true and indubitable rights of the people
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of the realm»: el derecho de petición, el derecho a la tenencia de armas, que en Espana, Austria, Baviera y, finalmente, Francia habían sal ido
elecciones libres, un debate parlamentario libre, frecuentes reunioncs triunfantes. Evitar ese triunfo en Inglaterra era el cometido esencial de
dei parlamento, la prohibición de crear un ejército permanente sin la la revolución mientras fue puritana, y lo fue profundamente durante la
aprobación dei parlamento y de decretar el estado de excepción en larga época de las guerras civiles y de la república de Cromwell.
tiempos de paz. Luego, en el afio 1694, se regularizóla cuestión -por la Pero la situación inglesa de mediados del siglo xvn sólo puede
que tanto tiempo llevaban luchando- de la convocatoria parlamentaria explicar por qué la revolución llegó a ser inevitable, no por qué estuvo
mediante un Triennal Act; finalmente, el Act of Settlement, de 1700, coro nada por el éxito y logró impedir un absolutismo inglés y una Igle-
aseguraba la independencia de los jueces y «erigía la judicatura en e! sia nacional uniforme. Por más que obedeciera a leyes propias y pese a
tercer poder de la trinidad anglosajona» (Loewenstein). su dinámica inesperada, toda revolución necesita instituciones políti-
Si se echa un vistazo a la política del parlamento inglés a lo largo de cas, un concurso de circunstancias sociales y disposiciones ideológicas
todo el siglo xvrr sorprende la cantidad de éxitos conseguidos en discre- con cuya ayuda pueda llevar a la práctica, si no un amplio y detallado
pancia con la carona. Una sociedad que bajo los Tudor había soportado programa establecido de antemano, sí ai menos el principal objetivo de
el «despotismo» de tres poderosos príncipes renacentistas, y que inclu- su lucha: en el caso de Inglaterra, evitar un régimen absolutista y la pre-
so había llegado a un consenso con ellos, aprovechó las tendencias tendida uniformidad religiosa. Si tenemos en cuenta la historia y
absolutistas de sus sucesores, los Estuardo, para soportar revoluciones, la constitución de Inglaterra anteriores a la revolución, vemos que el
para destronar primero y luego ejecutar a un rey legítimo, así como para país, en este sentido, estaba mucho mejor preparado que todas las
trastocar por completo la constitución del país. En Francia, sin embar- demás monarquías europeas, y que su historia, ya antes de la opción
go, donde, entre 1648 y 1652, la Fronde - tanto los nobles como los jue- absolutista de los Estuardo, sólo estaba relativamente abierta a una
ces- sostuvo luchas defensivas igualmente encamizadas contra el abso- evolución semejante.
lutismo en expansión, nunca se sometieron a debate decisiones de Por encima de todo hay que hacer mención aquí al Parlamento, la
similar importancia (por no hablar de los restantes Estados principescos variante inglesa de las reuniones de Estados, repartidas por toda Europa.
continentales, a los que en generalles bastaba con el arsenal de la polí- Con unas competencias puramente administrativas estaba peor dotado
tica maquiavélica para reprimir las resistencias estamentales ). que muchas de sus instituciones paralelas europeas, pero a cambio dis-
j,Cuáles fueron las razones de esa tenaz singularidad de la evolu- ponía desde la Plena y la Baja Edad Media de dos derechos esenciales,
ción inglesa? Muchos historiadores han intentado hallar la respuesta a que no se habían desarrollado en ningún otro lugar o que a la larga no se
esta pregunta en el acontecimiento de su propia revolución. Y tienen habían conservado: el derecho a la votación regular de los impuestos,
razón en la medida en que la revolución inglesa, como toda revolución, que en cualquier caso podía repetirse, con lo cual se evitaba la creación
tu vo su propia dinámica y sus propias regias y di o lugar a unos resulta- de una burocracia financiera real independiente dei contrai de los esta-
dos inesperados que no habían sido previstos en ningún programa y dos; y el derecho a participar en la legislación dei reino, que aunque for-
que ningún reformador de la primera mitad del siglo xvn había presa- malmente se consideraba parte de la prerrogativa real, sin embargo se
giado con antelación. También hay que tener en cuenta el hecho de que llevaba a efecto mediante el acuerdo dei rey con los representantes parla-
en los once largos afios del régimen personal de Carlos I, en la época mentarias (King in Parliament). Aparte de esto, el parlamento inglés dis-
sin parlamento comprendida entre 1629 y 1640, el problema religioso ponía de una técnica de representación muy desarrollada en compara-
de Inglaterra, debido a la política del rey y de su consejero eclesiástico- ción con los Estados continentales, debido sobre todo a la división
político William Laud, alcanzó un rigor extremo. El deseo de Carlos I -existente ya desde el siglo XIV- en dos cámaras, una de las cu ales esta-
y Laud de dotar de uniformidad religiosa a Inglaterra y a Escocia ba reservada a los barones y ai alto clero y la otra a la baja nobleza rural y
mediante un reforzamiento de la Iglesia y la jerarquía episcopal angli- a las ciudades. En especial la house ofcommons, la representación de los
canas deparó al país por primera vez en su historia la dureza y la impla- burgueses y los caballeros, desarrolló ya en el siglo XIV, a través de sus
cabilidad de una guerra de religión. En este sentido, Inglaterra había continuas discrepancias con las necesidades financieras de la carona,
llegado en torno a 1640 a un punto que Francia ya había alcanzado y una marcada autoconciencia política. Dentro de esta cámara no surgie-
superado medio siglo antes. Aunque no se tratara del catolicismo ni dei ron conflictos estamentales, o bien fueron tan limitados que a la carona
papado, la política de Carlos I y de Laud surgió del espíritu de la Con- no le quedó ninguna posibilidad de practicar el divide et impera.
trarreforma: en dicha política se aliaron el absolutismo y la Iglesia Lo cierto es que el papel político dei parlamento hasta comienzos
nacional jerárquico-episcopal hasta constituir un poder y una ideología dei siglo xvn no ha de ser sobrevalorado. Su convocatoria y disolución,
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al igual que en el continente, quedaba a merced de! rey, y los m.onarcas ~co n ó ~i cos y políticos, pero tambi én guardianes y protectores de! par-
fuertes de los siglas xv y XVI supieron interpretar si empre vtrtuosa ltculan smo local y de la common law, así como enemigos de esa racio-
mente este poder discrecional. De ahí que a los histori adores de la polf nali zación y centralizacián dei sistema judicial y administrativo que, en
tica de los Tudor les guste contar el número de sesiones dei parl amento el continente, como consecuencia de la adopcián dei derecho romano,
y sacar de ahí conclusiones sobre su relativa falta de ~mportan~ia. Peru iba ganando cada vez más terreno en esa rnisma época.
cuando se plantea la cuestián de por qué el absolutismo no ht zo pro- Así pues, vemos con claridad lo distinto qué era el sistema político
gresos en Inglaterra, la comparacián con el continente es lo que ma~cu que, en comparació n con Francia, se había instalado en Inglaterra
la pauta. Y comparadas con los Estados Generales fran~eses, las sesto- cuando, a principias del siglo xvn, concluyó la política de los Tudor:
nes dei parlamento inglés acreditao a éste, ya en los stglos xv y XVI , por una parte, una realeza fuerte -sin burocracia, sin ejército perma-
como una institucián política firmemente establecida. nente, sin impuestos directos o indirectos propios e independientes de
A de más, la relacián entre la carona y el parlamento, durante toda la la aprobacián del parlamento- ; por otra, un parlamento acomodatici o
época de los Tudor estuvo en gran parte determinada por el consenso. en materia de gran política, pero intlexible en e i local government y en
Lares y comunes sancionaban la política de los reyes, ~un cuando ello la salvaguardia de sus derechos legislativos, un parlamento que se apo-
diera lugar a un reforzamiento temporal de la prerrogativa real; la coro- yaba en una amplia elite desligada de las tradiciones «feudales» y
na, a su vez, respetaba los derechos adquiridos dei parlamento, aceptaha defensora dei bienestar urbano y rural. Ciertamente , nada inducía a
conscientemente la teoría dei King in Parliament, sacaba provecho de suponer un contlicto revolucionaria entre estas dos paios de la consti-
la aprobacián estamental y, en agradecimiento, renunciaba a fi.) ar con tución inglesa cuando los Estuardo y sus imprudentes consejeros se
exactitud jurídica los derechos y deberes de ambas partes. Un eJemplo decidieron por la defensa de la opción absolutista. Pero el hecho de
famoso de esta labor de conjunto lo constituye la introduccián de la que, en e! fondo, fuera la carona la que buscara el contlicto, y que los
Reforma en la década de 1530. Enrique Vlll, decidido a proceder con- reyes y los teóricos de la monarquía propagaran ideas sobre la «sobera-
tra el papado para esclarecer sus problemas dinásticos, convocá un nía», la potestas absoluta y e! Divine Right of Kings, cambiá rápida y
«parlamento reformista» y, en consenso con él, llevá a cabo la :eforma profundamente la situación política dei país.
eclesiástica y el acceso -beneficioso para ambas partes- a los btenes d · Para el parlamento, las discrepancia s con Jacobo I y, sobre todo,
la Iglesia. . ,. con Carlos I supusieron un largo y fructífero proceso de aprendizaje.
Sin embargo, la impresián de libertad e independenc1a de la pohttca Conocía las prácticas dei absolutismo continental y sus peligros, y per-
real con respecto al parlamento, interpretadas por muchos historiador~s severá en sus viejos derechos legalmente adquiridos, afíadiendo a los
de la época tudor como debilidad de la institucián estamental, hace olvi- tradicionale s nuevas exigencias y reclamacion es. Los intentos de Ia
dar el alto precio que a la larga tuvo que pagar por ello la carona. A I carona de recaudar impuestos, sobre todo indirectos (Tonnage and
mismo tiempo que ésta utilizaba, manipulaba y, durante u? largo perí~ Poundage, en 1625; Ship Monney, en 1634), durante más tiempo dei
do, dorninaba e] parlamento, lo estaba manteniendo con vt?a, lo ~stabt · aprobado por el parlamento, fueron respondidos por és te alegando la
Jizaba. La propia necesidad de convocado por razones fmancteras o costumbre y acortando de nuevo el plazo de duracián de lo aprobado:
legislativas creá costumbres fijas. Además, de ~ste modo, se reforz~ una un recurso muy útil para, a través de aprobaciones más frecuentes, lle-
tendencia que había dado ya comienzo en los stglos xrv y xv. La dtspo- gar a una especie de permanencia en la convocatoria de sesiones. En
sicián dei parlamento a financiar la política real redujo el n~e~o po?cr ellas se desarrollá la política dei Triennal Act, con la que, en 1641, se
dei Estado al centro, pero no le permiti á internarse en la admtmstrac16n di o la alarma al absolutismo de los Estuardo: reelecciones, como muy
regional y local. Precisament e en la época de la introducci.ón de la tarde, tres anos después de la disolucián dei último parlamento; cin-
Reforma, los últimos magnates «feudales» de Inglaterra se rettraron de cuenta días de duración mínima de cada sesión y, para casos de emer-
la escena de la administraci án local y cedieron sus puestos a aquellos gencia, un autoderecho de reunián de! parlamento: las resoluciones de
burgueses acomodados de las ciudades o miembros de.la nobleza rural 1641 demuestran que e! parlamento se había aprendido a fondo la lec-
que, desde hacía mucho tiempo, había~ entrado COJ?O JUeces de pa~ cn cián. La lucha de! congreso contra las detenciones arbitrarias por parte
e! local government y, al final del gobterno de Ennque VIII, pract1ca dei rey es otro ejemplo ilustrativo. El rey había empleado este recurso
mente tenían en sus manos toda lajurisdicciá n y administración local : contra aquellos ciudadanos que se oponían al pago, no aprobado, dei
no eran oficiales dei rey con un sueldo ni burácratas, sino jueces indc- Tonnage and Poundage. En la Petition of Rights de 1628, la prohibi-
pendientes, defensores activos -sin duda- de sus propios interescs cián de detenciones arbitrarias no autorizadas por la common law figu-
236 237
ra entre las exigencias del parlamento y, tras el finde la revolución , BIBLIOGRAFÍA
entre las conquistas fundamentales de la nueva constitución inglesa.
Podrían afíadirse otros muchos ejemplos, pero no podemos dete-
nernos en ellos, como tampoco en la histeria de la revolución inglesa ni
en la posterior evolución con·s titucional. Gracias a las discrepancias
entre el parlamento y el régimen de los Estuardo, Inglaterra evitó el
camino que llevaba al absolutismo, siendo el único Estado de gran
tamafío de la Europa central y occidental que entorno a 1600 ya había
conseguido una amplia unidad territorial. Muchos diputados parla-
mentarios, durante los conflictos con Carlos Estuardo, tenían siempre
presentes los acontecimientos continentales; así, por ejemplo, sir
Robert Phellips exclamó en 1628 en la Cámara de los Comunes: «We
are the last monarchy in Christendom, that yet retain our ancient rights
and liberties». Que a finales dei siglo xvn no só lo permaneciesen incó-
lumes esos «viejos derechos y libertades», sino que estuviesen nacien-
do un sistema constitucional completamente nuevo -con las cámaras
dei parlamento en el centro dei poder, con los jueces en su recién La siguiente bibliografia ha de servir como complemento a las notas.
adquirida independencia y con una realeza limitada que se hallaba, «no Mientras que éstas remiten a las publicaciones sobre las distintas materias y
por encima, sino en medi o dei paisaje político» (Kluxen)- fue para los los distintos problemas de la investigación tratados con detenimiento en el
ingleses razón suficiente para no seguir temiendo las ideas ni los mode- texto, la bibliografia recoge algunos instrumentos fundamentales para inves-
los procedentes de los Estados continentales. AI contrario: cuanto más tigar la historia de la Edad Moderna. La primera parte abarca introducciones,
se acreditaban las conquistas constitucionales de Inglaterra, más clara- manuales, libros de documentación y visiones de conjunto; la segunda, com-
mente veía el resto de Europa la relación entre división de! poder, desa- pilaciones de ensayos de tipo general que son importantes para e! estudio de
rrollo social, modernización económica y estabilidad política, y más la historia europea de la Edad Moderna. AI igual que e! texto, la bibliografía
fascinada se sentía por la alternativa ai absolutismo que se había logra- también está centrada en la Europa central y occidental; de ahí que sólo se
do en Inglaterra. La evolución de Inglaterra no sólo int1uyó en muchos mencionen exposiciones y compilaciones de carácter general, no de historias
aspectos en Norteamérica, cuando las colonias se separaron de su nacionales. Por lo demás, recoge las principales obras en lengua alemana,
metrópoli 119 ; también el pensamiento constitucional progresista y libe- inglesa y francesa. No se indican introducciones a los métodos, ni enciclo-
ral de! continente europeo cayó bajo su influencia en el transcurso del pedias universales, ni atlas, ni obras de consulta biográfica, ni repertorios
siglo xvm, como lo demuestran con toda claridad, incluso antes de bibliográficos. Para e! presente volumen se pueden utilizar también los datos
mediados de siglo, las obras de Montesquieu, que a su vez, en el afio de H. BooCKMANN, Einführung in die Geschichte des Mittelalters, 1978.
1789, contribuyeron directamente al findei absolutismo francés.
HISTORIA GENERAL
MIECK, 1., Europiiische Geschichte der Frühen Neuzeit. Eine Einführung,
2
1977. ELZE, R. y REPGEN, K. (eds.), Studienbuch Geschichte, 1974 (aquí
véase E. W. ZEEDEN y H. HüRTEN, «DritterTeil. Frühe Neuzeit» ). E. BussEM y
119
M. NEHER, Arbeitsbuch Geschichte. Neuzeit /, 3 1976.
Aparte dellibro citado en la n. 116 de K. Loewnstein, véase H. CHR. SCHRÓDER,
<<Die amerikanische und die englische Revolution in vergleichender Perspektive», en H.-U. A continuación se mencionao las grandes historias nacionales de Europa
Wehler (ed.), 200 Jahre amerikanische Revolution ... , cit. (véase n. 115), pp. 9-37. que, si bien algunas han sido publicadas hace ya tiempo, constituyen una
238 239
ayuda imprescindible para estudiar en profundidad la historia de la Edad STOYE, J., Europe Unfolding 1648- 1688, 1969 [ed. cast.: El despliegue de
Moderna. Si se han editado con frecuencia como libros de bolsillo o en rús- Europa, 1648-1688, Madrid, Siglo XXI, 1974]. ÜGG, D., Europe ofth.e Ancien
tica, únicamente se remi tirá a la primera edición. Régime 1715-1783, I 965 [ed. cast.: La Europa dei antiguo régimen, Madrid,
Alemania: RITIER, G. (ed.), Geschichte der Neuzeit (véase aquí E. HASSIN- Siglo XXI, 1987]). BARRACLOUGH, G. (ed.), Library of European Civilisation
GER, Das Werden des neuzeitlichen Europa, 1300-1600, 2 1966; W. HUBATSCH, (véase DrcKENS, A. G., Reformation and Society in Sixteenth-Century Europe,
Das ZeitalterdesAbsolutismus, 4 1975. G. MANN yNITSCHCKE,A. (eds.), Pro- 1966. HATTON, R., Europe in theAge ofLouis XIV, 1969. CBABEHRENS, Th e
pyltien Weltgeschichte (véanse aquí los vols. VI, 1964, y VII, 1964, obras Ancien Régime, 1967.) GILBERT, F. (ed.), History of Modem Europe (véase:
colectivas sin un director específico). F. VAUAVEC (ed.), Historia Mundi RICE, E. F., Jr., The Foundations of Early Modem Europe, 1460-1559, 1970.
(véanse los volúmenes VII, 1957; VIII, 1959; y IX, 1960, obras colectivas sin DuNN, R. S., TheAge ofReligious Wars, 1559-1689, 1970. KRIEGER, L., Kings
un director específico). Saeculum Weltgeschichte (véanse vols. V, 1970, y VI, and Philosophers, 1689-1789, 1970).
1971, obras colecti vas sin un director de cada volumen ni de la se ri e). Schie- Francia: CROUZET, M. (ed.), Histoire Générale des civilisations (véase vol. IV:
der, Th. (ed.), Handbuch der europiiischen Geschichte (véanse vol. III, 1971, R. MOUSNIER, Les XVI" et XVII" siec/es, 3 1961 [ed. cast.: Los siglas XVI y XVII, e/
dirigido por J. Engel, y vol. IV, 1968, dirigido por F. Wagner). Propyliien progreso de la civilización europea y la decadencia de Oriente ( 1492-171 5),
Geschichte Europas (véanse vol. I, Diwald, H., Anspruch auf Mündigkeit, um Barcelona, Destino, 1981]; vol. V: MOUSNlER, R. y LABROUSSE, R., Le XVIII"
1400-1555, 1975; vol. 11, ZEEDEN, E. W., Hegemonialkriege und Glauben- siecle, 4 1963 [ed. cast.: El siglo xvm: revolución intelectual, técnica y política
skiimpfe, 1556-1648, 1977; vol. III, MANDROU, R., Staatsriison und Vernunft, (1715-1815), Barcelona, Destino, 1981]. Sigue siendo importante la serie de
1649-1775, 1976; vol. IV, WE!S, E ., Der Durchbruch des Bürgertums, 1776- los editores HALPHEN, L. y SAGNAC, Ph., «Peuples et Civilisation» (véanse los
1847, 1978). Fischer Weltgeschichte. Además de los volúmenes dedicados a vols. VIII-XII. Acaba de publicarse el vol. X: MANDROU, R., Louis XIV en son
Ia Edad Moderna, véanse el vol. XII: ROMANO, R. y TENENTI, A., Die Grund- temps, 1973). DELUMEAU, J., y LEMERLE, P. (eds.), Nouvelle Clio. L'histoire et
legung der modernen Welt. Spiitmittelalter, Renaissance, Reformation, 1967; ses problemes. Excelentes libros de trabajo centrados en el estado y las cues-
vol. XXVI: BERGERON, L., FURET, F. y KOSELLECK, R., Das Zeitalter der europiii- tiones de la investigación, aunque, por desgracia, los temas no están reparti-
schen Revolutionen, 1780-1848, 1969. dos de forma equilibrada. Para la Edad Moderna son relevantes los volúme-
Inglaterra y EE.UU.: Junto a la clásica «New Cambridge Modem History», nes XXVI-XXXVI, que, sin embargo, no constituyen una historia homogénea
cuyos volúmenes I- VII son aquí de interés, hay una serie de colecciones de de Europa.
Iibros de bolsillo, algunos de los cuales están magníficamente trabajados. Recientes y destacadas visiones parciales de la Edad Moderna, dedicadas
LANGER, W. L. (ed.), The Rise of Modem Europe (véase GlLMORE, M. P., The al conjunto de Europa o, ai menos, con una perspectiva global: F. BRAUDEL,
WorldofHumanism, 1453-1517,1952. O'CONNELL, M. R., The CounterRefor- La méditerranée et le monde méditerranéen à l'époche de Philippe /I, 2 vols,
2
mation, 1560-1610, 1974. FRIEDRICH, C. J., TheAgeofthe Baroque, 1610-1660, 1966 [ed. cast.: El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de
1952. NussBAUM, F. L., The Triumpf of Science and Reason, 1660-1685, 1953. Felipe//, México, FCE, 1980]; obra estándar para la historia social, económica
WOLF, J. B., The Emergence ofthe Great Powers, 1685-1715, 1951. ROBERTS, y política dei siglo xvr, especialmente de la región mediterránea. F. BRAUDEL,
P., The Questfor Security, 1715-1740, 1947. DORN, W. L., Competition Di e Geschich.te der Zivilisation, 15, bis 18. Jahrhundert, 1971; traducción
for Empire, 1740-1763, 1940. ÜERSHOY, L., From Despotism to Revolution, alemana de una obra en dos volúmenes que trata el problema de la «Civilisation
1763-1789, 1944. BRJNTON, C., A Decade of Revolution, 1789-1799, 1934). metérielle». TREVOR-ROPER, H., Religion, Reformation und sozialer Umbruch.
Hay, D. (ed.), A General History of Europe (véase H. G . KOENIGSBERGER y Die Krisis des 17. Jahrhunderts, 1970; traducción alemana de una compi-
MossE, G. L., Europe in the Sixteenth Century, 1968 [ed. cast.: Europa en el lación de ensayos frecuentemente editada, con artículos, entre otros, sobre la
siglo XVI, Madrid, Aguilar, 1974]. D. H. PENNINGTON, Seventeenth Century historia social religiosa. KAMEN, H., The Iron Century. Social Ch.ange inEurope
Europe, 1970 [ed. cast.: Europa en el siglo XVII, Madrid, Aguilar, 1973]. M. S. 1550-1660, 1972 [ed. cast.: El siglo de hierro: cambio social en Europa,
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na History of Europe (véase RALE, J. R., Renaissance Europe, 1480-1520, Zeitalter des Barock, 1968; obra estándar de uno de los principales historia-
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Reforma, Madrid, Siglo XXI, 1984]. ELLIOIT, J. H., Europe Divided, 1559-1598, toria de las ideas. G. RUDE, N., Europe in the Eighteenth Century. Aristocracy
1
1968 [ed. cast.: La Europa dividida, 1559-1598, Madrid, Siglo XXI, 1988]. and the Bourgeois Ch.allenge, 1962 [ed. cast.: Europa en el sigla xvm: la
240 24 1
aristocracia y el desafío burguês, Madrid, Alianza, 1981]. W. DOYLE, The rrollo económico de la Europa continental ( 1500-1700), Madrid, Siglo XXI,
Old European Order 1660-1800, 1978. 1977] . Aquí, como en otros muchos lugares, ha de mencionarse la obra de
M. WEBER, Wirtschaft und Gesellschaft. Grundriss der verstehenden Soziologie,
2 vols., (numerosas ediciones) [ed. cast.: Economía y sociedad, México,
HISTORIA DEMOGRÁFICA
FCE, 1993].
MACKENROTH, G., Bevolkerungslehre. Theorie, Soziologie und Statistik Sectores parciales de la historia económica desde una perspectiva general
der Bevolkerung, 1953. REINHARD, M., ARMENGAUD, A., DUPAQUIER, J., Histoire europea: SLICHER VAN BATH, B. A., The Agrarian History ofWestern Europe,
générale de la population mondiale, 3 1968; en preparación una cuarta edición A. D. 500-1850, 1963. ABEL, W., Agrarkrisen undAgrarkonjunktur. Eine Ge-
muy revisada de esta obra clásica. WRIGLEY, E. A., Bevolkerungsstruktur im schichte der Land- und Erniihrungswirtschaft seit dem hohen Mittelalter,
3
Wandel. Methoden und Ergebnisse der Demographie, 1969. CJPOLLA, C. M., y 1978. R. EHRENBERG, Das Zeitalterder Fugger. Geldkapital und Creditverkehr
BORCHARDT, K., Bevolkerungsgeschichte Europas. Mittelalter bis Neuzeit, 1971. im 16. Jahrhundert, 2 vols, 1896. No existen sinopsis semejantes de otros
Sonde la mayor importancia para la historia demográfica numerosas compi- sectores industriales. Véanse, no obstante, los importantes volúmenes colectivos:
laciones de ensayos, de las que mencionaremos tres. «Historical Population KELLENBENZ, H. (ed.), Schwerpunkte der Eisengewinnung und Eisenverarbei-
Studies», en Daedalus, primavera de 1968. GLASS, D . V. y EVERSLEY, D. E. C. tung in Europa 1500-1650, 1974.1d. (ed.), Schwerpunkte der Kupferproduktion
(eds.), Population in History, 1965. WEHLER, H.-U. (ed.), Historische Familien- und des Kupferhandels in Europa 1500-1650, 1977./d. (ed.), Wirtschaftliches
forschung und Demographie, Geschichte und Gesellschaft I, 213 (1975). Una Wachstum, Energie und Verkehr vom Mittelalter bis ins 19. Jahrhundert, 1978.
visión general sumamente útil con fechas, gráficos, cuadros sinópticos, etc.: Monografías histórico-económicas particularmente interesantes, que no
McEVEDY, C. y JONES, R., Atlas of World Population History, 1978. están centradas tanto en los hechos como en la exposición de tesis e hipótesis
específicas: DOBB, M., Die Entwicklung des Kapitalismus. Vom Spiitfeudalismus
bis zur Gegenwart, 21972 [1. 3 ed. inglesa, 1946]; exposición clásica de un marxi-
HISTORIA ECONÓMICA
sta inglés, que dio lugar a la acalorada discusión sobre e! feudalismo y el capita-
Las mejores colecciones sobre la historia económica europea y universal lismo de los afios cincuenta y sesenta. Sobre e! estado dei debate en torno ai feu-
están escritas principalmente en lengua inglesa. PosTAN, M. y HABAKKUK, H . J. dalismo, véanse dos trabajos con ejemplos regionales, pero hipótesis globales:
(eds.), The Cambridge Economic HistoryofEurope - véase vo!IV: RrcH, E. E. y KULA, W., Théorie économique du systeme féodal: pour un modele de l 'économie
WILSON, C. H . (drs.), The Economy of Expanding Europe in the Sixteenth and polonaise, xvf au XVIJf siecles, 1970; Bois, G., Crise duféodalisme. Economie
Seventeenth Centuries, 1967; vol. V, E. E. Rich y C . H. Wilson (drs.), The rurale et démographie en Normandie orientale du début du XIV" au milieu du xvf
Economic Organization of Early Modem Europe, 1977. CIPOLLA, C . M. siecle, 1976. Una interpretación neoliberal de la historia económica y constitu-
(ed.), The Fontana Economic History of Europe (véanse los volúmenes cional europea, que insiste mucho en la evolución de los «property rights», en
-escritos cada uno por varios autores diferentes- Il, 1974, y III, 1973). Tam- NORTH, D. C. y THOMAS, R. P., The Rise ofthe Western World. A New Economic
bién es interesante la sinopsis de CJPOLLA, C. M., Before the Industrial Revo- History, 1973. Véase también DAVIES, R., The Rise of the Atlantic Economies,
lution. European Society and Economy 1000-1700, 1976 (por cierto, con 1973. Una brillante sinopsis sobre la situación de crisis dei siglo xvn, ende VRrES,
muy poca información sobre la «society» ). Una excelente sinopsis concebi- J., The Economy ofEuropa in anAge ofCrisis, 1600-1750, 1976 [ed. cast.: La
da desde una perspectiva económico-universal y basada en la investigación economía de Europa en un período de crisis, 1600-1750, Madrid, Cátedra, 1979].
más reciente, principalmente francesa: LÉON, P. (ed.), Histoire économique Sobre la relación entre la agricultura europea y la colonización extraeuropea,
et sociale du monde, vols. I-III, 197711978.-Una importante compilación de véase una descripción fundamental, aunque no imparcial y, por tanto, criticada
ensayos concernientes a la Edad Moderna europea: EARLE, P. (ed. ), Essays in por sus colegas, en W ALLERSTEIN, I., The Modem World-System. CapitalistAgri-
EuropeanHistory, 1500-1800, 1974. culture and the O rigins of the European World-Economy in the Sixteenth Cen-
El proyecto alemán dei Handbuch der europiiischen Wirtschaftsgeschichte tury, 1974 [ed. cast.: El moderno sistema mundial: la agricultura capitalista y los
aún no se ha publicado. De ahí que sigan siendo imprescindibles las síntesis orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI, Madrid, Siglo XXI,
escritas en alemán: KuuscHER, J., Allgemeine Wirtschaftsgeschichte des 1979]. Sobre el problema de la protoindustrialización europea, objeto última-
Mittelalters und der Neuzeit, 2 vols, 5 1976 [1.• ed.: 1928]. HAUSHERR, H., mente de un amplio análisis, véase KRlEDTE, P., MEDICK, H ., y SCHLUMBOHM, J.,
Wirtschaftsgeschichte der Neuzeit, 3 1960. Véase también KELLENBENZ, H., lndustrialisierung vorder lndustrialisierung. Gewerbliche Warenproduktion auf
The Rise of the European Economy. An Economic History of Continental dem Land in der Formationsperiode des Kapitalismus, 1977 [ed. cast.: lndustria-
Europefrom the Fifteenth to the Eighteenth Century, 1976. [ed. cast.: El desa- lización antes de la industrialización, Barcelona, Crítica, 1986].
242 243
HJSTORIA SOCIAL bién interesa para la Edad Moderna BRUNNER, 0., Neue Wege der Verfas-
sun.gs- und Sozialgeschichte, 2 1968. Para la historia de la constitución estatal
AI contrario de lo que sucede con la historia económica, apenas existcn
europea sigue siendo imprescindib le HINTZE, 0., Staat und Verfassung.
sinopsis generales de historia social referidas a toda Europa. Sin embargo, cn
GesammelteAbhandlungen, vol. I, 3 1970. Con muchaerudici ón, no sólo sobre
las obras anteriormente mencionadas sobre historia general y sobre historia
Alemania: OESTREICH, G., Geist und Gestalt des frühmodernen Staates. Aus-
económica pueden encontrarse también muchos datos sobre historia social. Por
gewtihlte Aufsatze, 1969. Para la historia social y constituciona l de! sistema
lo demás, prevalecen las monografías y las obras colectivas regionales y supra-
estamental de la vieja Europa, resultan sumamente eficaces los «Etudes pré-
rregionales sobre los distintos grupos, estratos, estamentos o clases sociales. A
sentées à la Commission Internationale pour I' Histoire des Assemblées d 'E-
estos títulos se remi te en las notas. Aquí mencionaremos, por tanto, sólo unas
tats», publicados a intervalos irregulares, en parte como monografías y en
pocas monografías destacadas. Es de primordial importancia también para la
parte como volúmenes colectivos, a partir de 1937. Un intento interesante-
historia de la Edad Moderna M. BLOCH, La sociétéféodale. Laformation des
aunque por desgracia demasiado limitado a Francia- de una teoría sobre e!
liens de dépendance. Les classes et le gouvernement des hommes, 1938 (nume- sistema fiscal derivada de la historia: ARDANT, G., Théorie sociologique de
rosas ediciones) [ed. cast.: La sociedadfeudal, Madrid, Ak.al, 1987]. Debido a l'impôt, 2 vols, 1965. Nuevas ideas sobre una historia de la evolución estatal
lo novedoso de su punto de vista, es digno de mención ellibro, referido sólo que abarca e! Estado, la economía y la sociedad, en TILLY, Ch. (ed.), The For-
a Inglaterra, de LASLETT, P., The World We H ave Lost, 2 1971. Un intento de mation ofNational States in Western Europe, 1975. Sobre historiajurídi ca
interpretación detallada de la «historia social de! hombre» en la Edad Moderna, destacan tres obras más antiguas: P. KoscHAKER, Europa und das romische
brillantemente escrito y con una -en ocasiones desbordante- formulación de Recht, 3 1958 [ed. cast.: Europa y el Derecho romano, Madrid, Revista de
hipótesis, en CHAUNU, P. , Histoire-Scie nce Sociale. La durée, ['espace et Derecho Privado, 1955]. WrEACKER, F., Privatrechtsgeschichte der Neuzeit,
l 'homme à l'époque moderne, 1974 [ed. cast.: Historia, ciencia social: 2 1967. VILLEY, M., Laformation
de la penséejuridiq ue moderne, 1968.
la duración, el espacio y el hombre en la época moderna, Madrid, Encuen- La historia de las ideas políticas, que antes era uno de los campos de
tro, 1986]. Un recorrido un tanto impulsivo a través de la historia social de actividad preferentes de los historiadores , ha pasado hoy a un segundo
Europa, un tanto impulsivo, pero interesante y muy discutido, en B. MooRE, Jr., plano. AI menos, escasean las visiones de conjunto sintéticas que abarquen
Soziale Ursprünge von Diktatur und Demokratie. Die Rolle der Grundbesitzer todo e! ámbito europeo, toda la Edad Moderna, o siglos o épocas concretas.
und Bauern bei der Entstehung der modernen Welt, 1969 [ed. cast.: Los oríge- Constituye una excepción alentadora SKINNER, Q., The Foundations of
nes sociales de la dictadura y de la democracia: el sefior y el campesino en la Modem Political Thought. The Renaissance, 2 vols., 1978. Para e! siglo xvr,
formación del mundo moderno, Barcelona, Península, 1991]. P. Kriedte es res- siguen siendo dignas de mención dos obras clásicas : MESNARD, P., L'Essor
ponsable de un novedoso intento de establecer un paralelismo entre la historia de la philosophie politique au XV/e siecle, 2 1951 [ed. cast.: El desarrollo de la
económica y la historia social de los siglos XVI ai xvrn, cuyo primer manuscrito filosofía política en el sigla XVI, Río Piedras, Universidad de Puerto Rico,
examinó con gran provecho y agradecimiento e! autor dei presente libro. 1956]. J. W. ALLEN, A History of Political Thought in the Sixteenth Century,
2 1957. Para la investigación alemana
era y sigue siendo fundamental la obra
HISTORIA DE LAS IDEAS CONSTITUCIONALES, JURÍDICAS Y POLÍTICAS publicada en 1924 de MEINECKE, F., Die ldee der Staatsrtison in der neueren
Geschichte (que desde la publicación de las obras de Meinecke -vol. I, editado
Por una parte, la bibliografia es abundantísima y, por otra, faltan manuales porW. Hofer-, ha llegado a la 4." edición en 1976) [ed. cast.: La idea de la
y compendios sistemáticos sobre la época que nos concieme. De ahí que remi- razón de estado en la edad moderna, Madrid, Centro de Estudios Políticos y
tamos únicamente a algunas obras estándar en las que se abordan los principa- Constitucion ales, 1997]. De entre la extensa bibliografía relacionada con
les problemas. Sobre los conceptos básicos de la vida y e! pensamiento político esta obra y con su tema, véase, entre otros, QUARITSCH, H., Staat und Sou-
y social es fundamental: BRUNNER, 0., CüNZE, W. y KOSELLECK, R. (eds.), vertinittit, vol. I (Die Grundlagen), 1970. SCHNUR, R. (ed.), Staatsrtison.. Stu-
Geschichtliche Grundbegriffe. Historisches Lexikon zur politisch-sozi alen dien. zur Geschichte e ines politischen Begriffs, 1975. Sigue mereciendo la
Sprache in Deutschland. Hasta ahora se han publicado los volúmenes I (A-D), pena leer dos obras clásicas que no están especialmente centradas en el pensa-
1972, 11 (E-G), 1975, y IV (Mi.-Pre), 1978. A pesar de limitarse a conceptos miento político, pero que lo incluyen en un análisis general de! pensamiento
alemanes, esta obra es de importancia general, sobre todo en lo que se refiere a europeo de los siglos xvn y xvm: HAZARD, P., Die Krise des europaischen
la historia conceptual. Es fundamental también para la Edad Moderna y para los Geistes, 1680-1715, 1939 [ed. cast.: La crisis de la con.cien.cia europea,
territorios no austríacos BRUNNER, 0., Land und Herrschaft. Grundfragen der Madrid, Alianza, 1988]. Id., Die Herrschaft der Vernunft. Das europtiische
territorialen Veifassungsgeschichte Osterreichs im Mittelalter, 5 1965. Tam- Den.ken. im 18. Jahrhundert, 1949.
244 245
2. COMPILACION ES DE ENSAYOS SOBRE DIVERSOS ASPECTOS Mo usnier, etc. CüLEMAN, D. C. (ed.), Revisions inMercantilism, 1969; la com-
DE LA HISTORIA EUROPEA EN LA EDAD MODERNA pilación más importante sobre el tema. CüNZE, W. (ed.), Sozialgeschich.te der
Familie in der Neuzeit Europas, 1976. Volumen editado con motivo de un con-
Los volúmenes colectivos, las compilaciones de ensayos, las miscelâneas greso, con artículos intemacionales de perspectivas muy variaaas. WUNDER,
escritas con motivo de algún homenaje, etc., han adquirido en los últimos G., (ed.), Feudalismus. ZehnAufsiitze, 1974. KUCHENBUCH, L. (ed., en colabo-
decenios un valor muy especial en la investigación y la teoría. En ellos suei e ración con B. Michael), Feudalismus-Materialien zur Theorie und Geschich-
reflejarse mejor que en los manuales el estado de la investigación. Por tanto, te, 1977; compilación sobre el tema con muchas e importantes referencias
remi tiremos a ellos con cierto detalle. En primer lugar, una referencia general bibliográficas. GERHARD, D., (ed.), Stiindische Vertretungen in Europa im 17.
a cuatro importantes series editoriales alemanas que publican compilaciones und 18. Jahrhundert, 1969; la mejor compilación sobre el tema escrita en
temáticas con artículos extranjeros traducidos parcialmente al alemán. alemán, con artículos referentes aAlemania, Suecia, Austria, Hungría, Polonia
1. Wissenschaftliche Buchgesellschaft, serie «Wege der Forschung» (des- e Inglaterra. VIERHAUS, R. (ed.), Eigentum und Verfassung. Zur Eigentumsdis-
graciadamente, mal traducida). 2. (Antes) Verlag Kiepenheuer u. Witsch, kussion im ausgehenden 18. Jahrhundert, 1972; con artículos sobre Alemania,
(actualmente) Verlagsgruppe Athenaum Hain Scriptor Hanstein, serie «Neue Suecia, EE.UU. y Francia. ENGEL-JANOSl, F., et al. (eds.), Fürst, Bürger,
Wissenschaftlich e Bibliothek»; Ia sección de Historia Ia lleva H.-U. Wehler Mensch. Untersuchungen zu politischen und soziokulturellen Wandlungspro-
(para los historiadores también son importantes otras secciones como las de zessen im vorrevolutioniiren Europa, 1975. KOSELLECK, R., (ed.), Studien zu
Sociología y Economía) 3. Nymphenburger Verlagshandlung , serie «Nym- Beginn der modernen Welt, 1977. PARKER, G., y SMITH, L. M. (eds.), The
phenburgerTexte zurWissenschaft ». 4. Verlag Frommann-Holz boog, serie General Crisis of the Seventeenth Century, 1978; otra compilación de ensayos
«Kultur und Gesellschaft», editada por R. van Dülmen. También merece ser sobre la muy discutida crisis dei siglo xvn, más centrada en la historia econó-
mencionada Ia nueva serie creada por la Wissenschaftliche Buchgesellschaft mica que la editada porT. Aston.
«Ertrage der Forschung», con ex posiciones sinópticas sobre el estado de la Compilaciones de ensayos escritos por destacados historiadores de la Edad
investigación. Moderna (o miscelâneas publicadas como homenaje), dedicadas al conjunto
También parece oportuno hacer una referencia general a las revistas nacio- de Europa y que no han sido mencionadas en otro lugar: F. Braudel, Ecrits sur
nales que publican con regularidad números sobre temas concretos. Alemania: l'histoire, 1969 [ed. cast.: Escritos sobre la historia, Madrid, Alianza, 1991].
Geschichte und Gesellschaft; por ejemplo, «Historische Familienforschu ng Mélanges en l'honneurde FemandBraudel, 2 vols., 1973. Bog, I. yFRANZ, G.
und Demographie» I, núms. 2/3, 1975; «Evolution und Geschichte» II, núm. 3, (eds. ), Wirtschaftliche und soziale SÚukturen im siikularen Wandel. Festschrift
1976; «Sozialgeschichtliche Aspekte europaischer Revolutionen» IV, núm. 3, für WilhelmAbel zum 70. Geburtstag, 3 vols., 1974. Alteuropa und die moder-
1978; «200 Jahre amerikanische Revolution und moderne Revolutionsfor- ne Gesellschaft. Festschriftfür O. Brunner, 1963. GERHARD, D., A/te und Neue
schung». Núm. extraordinario 2, 1976; «Theorien in der Praxis des Histori- Welt in vergleichender Geschichtsbetrachtung, 1962. GERHARD, D., Gesam-
kers». Núm . extraordinario 3, 1976. Sería deseable que esta revista tu viera un melte Aufsiitze, 1977. LüTHY, H., In Gegenwart der Geschichte Historische
mayor compromiso con Ia Edad Moderna.-Franc ia: sonde especial impor- Essays, 1967. GEYL, P., Encounters in History, 1963. DICKMANN, F., Friedens-
tancia los Annales E. S. C., con los siguientes números extraordinarios: «Histoire recht und Friedenssicherung. Studien zum Friedensproblem in der Geschich-
biologique et société», 1969; «Histoire et urbanisation», 1970; «Histoire et te, 1971. KüENIGSB ERGER, H. G., Estafes and Revolutions. Essays in Early
structure», 1971; «Famille et société», 1972; «Histoire de la consommation», Modem European History, 1971.
1975. La principal revista histórico-social inglesa, Past and Present, no publi-
ca números dedicados a un tema concreto, pero recoge controversias y sus artícu-
los suscitan obras colectivas.
Algunas compilaciones de ensayos temáticamente limitadas, pero esen-
ciales para Ia interpretación de la historia general de la Edad Moderna: Trevor
Aston (ed.), Crisis in Europe, 1560-1660, 1965 [ed. cast.: Crisis en Europa,
1560-1660, Madrid, Alianza, 1983]; una buena compilación sobre el debate en
torno a Ia crisis, con ensayos procedentes de Past and Present de Trevor-
Roper, Hobsbawm, Elliott, Goubert, etc. FosTER, R. y GREEN, J. P. (eds.), Pre-
conditions of Revolution in Early Modem Europe, 1970; en especial, sobre la
historia social y constitucional dei siglo xvn, con ensayos de Stone, Elliott,
24'/
246
ÍNDICE b) El cambio estructural econômico
entre los siglos xvr y xvm .... .. .............. ........ ...... .. .. .. .. .. . I :-19
E! «largo sigla XVI», 143. La crisis de! sigla XVII, 153.
E! auge dei sigla xvm, 163.
c) Los procesos de diferenciación social
y los conflictos sociales .......... ......... ............. ........ ......... 170
La población rural europea desde e! sigla XVI hasta
finales de! xvm, 172. Sublevaciones y guerras campe-
sinas en Europa desde el sigla XVI hasta finales dei
xvm, 179. La nobleza, de! sigla XVI al xvm, 188.
3. EL DESARROLLO DE LOS SISTEMAS POLÍTICO-ADMINISTRATIVOS. 204
a) El nacirniento del Estado moderno............................... . 204
b) La monarquía absoluta................................................... 21 O
c) Alternativas al absolutismo............................................ 228
I. Prólogo ........... ........................ ..... .. ...... ........ .. .. ......................... ... . 5
Bibliografía 239
li. LA ESTÁTICA DE EUROPA EN LA ÉPOCA PREJNDUSTRIAL .................. . 13
1. Población............. .. ..... .. ...... ..... .......... ..... .. ..... ...... ....... .. ... .... . 13
2. Família .. .... .. .. .... .. .. .. .. ... ... .. .. .. .. .. ... .. .... .. .... .. .... .. .. ..... ... ... .. .. ... 30
3. Economia............................................................... ... ........... 50
La limitación de la oferta y la demanda, 50. Trabajo, capi-
tal y recursos naturales, 58. Sobre la productividad en las
sociedades preindustriales, 70.
4. Sociedad ............... ...... ............ ..................... .. .. ... .... ... ...... ..... 73
111. EL CAMBIO EN EUROPA ENTRE LOS SIGLOS XVI Y XVIII ...... ......... ... 90
248 249