Texto Semana 9

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Fuente: Florián, H., y Pérez, J. (2015).

¿Ética o cosmética de las


profesiones? Ética, profesión y problemas de la ética aplicada. Trujillo:
Heraldi impresores S.A. pp. 69-86.

CAPÍTULO II
TEORIA DE LOS VALORES
Hugo Florián Orchessi

1. La experiencia valorativa
Los valores están presentes en las más diversas manifestaciones de
nuestra vida cotidiana y constituyen los referentes que orientan y dan
sentido a nuestra existencia. Ya el filósofo alemán Federico Nietsczche
caracterizó al hombre como “el animal que valora”, y esta
caracterización parece ser un rasgo peculiar de la naturaleza humana.
Así, frente a las cosas que pueblan su entorno, el hombre no solo busca
conocerlo para comprenderlo y hacerlo objeto de su dominio; sino
también, lo hace objeto de su estima, es decir, asume una actitud de
aprecio o rechazo. A este tipo de experiencia se denomina experiencia
valorativa.
La verdad es que el hombre no se enfrenta solo
contemplativamente con la realidad. No sólo la ve, sino que
la valora y estima. El hombre siente la realidad como bella
o fea, como buena o mala, como agradable o penosa, como
noble o vil, como santa o no santa, etc. […]. De modo
general, nuestra vida está determinada por la valoración y
los valores. (Bochenski, 1971: 65)
El filósofo peruano Augusto Salazar Bondy en su libro “Para una
filosofía del valor” (2010) señala que en la experiencia valorativa, nuestra
conciencia no se comporta como una conciencia neutral respecto a las
cosas, sino que asume una actitud a favor o en contra, de aceptación o
rechazo. “Frente a la neutralidad de la conciencia constativa, en la
valorativa el sujeto está siempre a favor o en contra del objeto, se
inclina hacia él o lo rechaza” (2010: 30). Nuestra conciencia se
comporta, es este caso, como conciencia valorativa, y los actos que
realizamos son actos valorativos. Precisa que el acto valorativo (actos
de atribución de valor del objeto por parte del sujeto) implica una
polaridad de la dirección de la conciencia (cuando asumimos una
actitud de aceptación o rechazo, nuestra conciencia parece
proyectarnos a polos opuestos) y también de graduación (las
valoraciones no son siempre tajantes o extremas sino que pueden
matizarse, estableciendo grados de aceptación o rechazo). Además de
los actos de atribución del valor, el acto valorativo tiene la función
selectiva de preferir unos objetos valiosos a otros y de establecer —en
base a estas preferencias—, una jerarquía entre ellos.
Salazar Bondy sostiene además que, en los actos valorativos participan
factores afectivos, activos e intelectuales. En la vivencia del valor se da
siempre un fondo de afectividad o sentimiento por parte del sujeto, de
tal manera que éste se siente afectado o conmovido por las cosas que
no le son indiferentes. Para el sujeto, las cosas son más o menos
deseables o indeseables, según su valor. Los procesos intelectuales
también están presentes en los actos valorativos, en la medida en como
solemos respaldar y justificar nuestras valoraciones en razones que son
producto de una elaborada reflexión. Resumiendo su interpretación
sobre el acto valorativo, Salazar Bondy escribe lo siguiente:
Los actos valorativos son vivencias de naturaleza
compleja en las cuales se dan, íntimamente vinculados
entre sí, factores afectivos, activos e intelectuales. En
estos actos, el sujeto adopta una actitud a favor o en
contra del objeto, una actitud positiva de aceptación o
una actitud negativa de rechazo. Pero las actitudes pueden
variar según sea mayor o menor el grado de
reconocimiento en el objeto. Hay, además, actos de
preferencia o postergación, en virtud de los cuales el
sujeto compara dos o más objetos y establece entre ellos
un orden jerárquico o de rango. (1978: 69)
Como podemos comprender, no somos indiferentes a las cosas que
nos rodean, sino que tan pronto se incorpora en ellas un valor, estamos
asumiendo una actitud valorativa de aceptación o rechazo, de agrado o
desagrado. “No hay obra de arte que sea neutra, ni persona que se
mantenga indiferente al escuchar una sinfonía, leer un poema o ver un
cuadro” (Frondizi, 2005: 20).
Los valores le confieren sentido a las cosas con las que nos
relacionamos en nuestra vida o experiencia cotidiana y nos hacen ver
el mundo desde la perspectiva de los sentimientos y afectos. Es en
virtud de los valores que constantemente estamos tomando decisiones
de carácter moral, y en estas decisiones estamos prefiriendo realizar
determinados valores y postergando a otros. Antes de pasar a explicar
lo que los valores son, vamos a trazar brevemente el marco histórico
de la evolución de los valores para, a partir de ahí, comprender mejor
su naturaleza.
2. Historia de la axiología
Antes del advenimiento de la axiología como teoría de los valores, la
ética antigua y medieval estaba centrada en el conocimiento de las
virtudes que conducen a una vida feliz, a la excelencia del carácter, por
medio del cultivo de hábitos buenos. Pero con la modernidad, el
discurso de las virtudes fue desplazado por el de los valores, de tal
suerte que la Axiología como disciplina filosófica, es relativamente
reciente. Nació en Alemania a finales del siglo decimonónico. Se
desarrolló bajo el impulso de dos escuelas: La Escuela Austriaca y la
Escuela Neokantiana de Baden. A la escuela Austriaca pertenecieron
los subjetivistas axiológicos como Meinong, quien sostuvo que el valor
radica en el agrado o desagrado que nos produce una cosa, y Ehrenfels,
discípulo de Meinong, que identificó el valor al deseo despertado por
las cosas, siendo la intensidad del deseo la medida del valor. Ambos
filósofos —como veremos más adelante— protagonizaron una
histórica polémica en torno al problema de los valores, aunque ambos
se entroncan dentro de la corriente subjetivista de los valores.
La escuela Neokantiana de Baden separó las ciencias culturales de las
ciencias naturales; siendo las primeras las que dan lugar a los valores.
Para esta escuela los valores poseen un carácter normativo y absoluto;
y confieren al valor un carácter ideal, universal y absoluto
independiente de nuestra apreciación subjetiva. Representantes de esta
corriente son: Windelband y Rickert.
En los Estados Unidos la Axiología cobro importancia gracias a la obra
de Ralph Barton Perry que sostiene que el valor está relacionado con
los intereses subjetivos del individuo.
Por otro lado, el Empirismo Lógico sostiene una doctrina subjetiva y
emotiva sobre el valor. Para los representantes de esta tendencia
subjetiva y axiológica: B. Russell, R. Carnap y A. Ayer.
Por último, diremos que la escuela más divulgada en Alemania fue la
del Objetivismo Axiológico cuyos representantes, Max Scheler y
Nicolai Hartmann, defienden una posición objetivista de los valores
considerándolos como entidades objetivas, subsistentes, a priori e
inmutables que son independientes en su forma de existir del sujeto
y de los bienes materiales.
3. Definición del valor
No es sencillo arribar a una definición clara y precisa de lo que es el
valor, debido a la naturaleza peculiar de este. Es en torno al problema
de su esencia —¿Cuál es su modo de ser o forma de existir?— que se
ha generado todo un amplio y apasionado debate, que por cierto ha
permitido conocer mejor las posiciones teóricas que han polemizado
en torno a este difícil problema. Aquí vamos a inventariar algunas de
las definiciones que sobre el valor se han formulado.
Julián Marías (2000) señala que los orígenes de la axiología se remontan
al filósofo alemán del siglo XIX R. H. Lotze, para quien los valores
constituyen una región de objetos completamente distintos a los que
había establecido la ontología tradicional. Los valores no son
convenciones arbitrarias o simples preferencias subjetivas, sino que
son entidades válidas, universales y objetivas, reconocidas y
descubiertas por la conciencia (Lisón Buendía, 2000) Los valores —
dice Lotze— no son sino que “valen”. Esta definición, obviamente,
despierta cierta extrañeza; sin embargo, como afirma Lisón Buendía, lo
que el filósofo quería subrayar era que los valores constituyen un reino
absoluto, independiente del reino de lo real y de lo ideal.
Para los subjetivistas como R. B Perry, I. A. Richards, Charles
Stevenson y Alfred Ayer los valores son vivencias síquicas individuales.
En cambio para los objetivistas —como Max Scheler y Nicolai
Hartmann—, los valores son un tipo de entidades ideales. Son esencias
o cualidades a priori que tienen una existencia objetivas, es decir,
existen en sí mismos, independientemente de los objetos materiales y
del sujeto. Los valores son un tipo de entes ideales subsistentes, eternos
e inmutables.
Frondizi asume la posición intermedia entre el subjetivismo y
objetivismo axiológico, pretendiendo superar el carácter unilateral de
ambas corrientes. Para Frondizi (2005), los valores surgen de una
relación entre sujeto y objeto constituyendo una cualidad estructural
porque “está constituido por propiedades que no están en las partes
que forman un todo ni en la suma de ellas, siendo una unidad concreta
independiente de los miembros que la integran. Los miembros o partes
que componen la unidad estructural del valor son el objeto y el sujeto,
entre los cuales hay una relación compleja, por ser heterogéneos”.
Adolfo Sánchez Vásquez en su libro titulado Ética (1992) afirma que
los valores son creaciones humanas, y solo existen y se realizan en el
hombre y por el hombre. Los valores son objetivos, pero su objetividad
posee un carácter humano y social. Sostiene además que los valores no
constituyen un mundo de objetos ideales independientes de las cosas
reales, sino, que estos existen como propiedades valiosas de las cosas.
Pero para que el valor se dé en las cosas es necesario dos condiciones:
que el objeto material posea ciertas propiedades materiales, que van a
constituir el soporte de las cualidades valiosas; y también, un sujeto
que aprende el valor en las cosas reales de acuerdo con su necesidad,
agrado o interés.
El valor no lo poseen los objetos de por sí, sino que éstos
lo adquieren gracias a su relación con el hombre como ser
social. Pero los objetos, a su vez, sólo pueden ser valiosos
cuando están dotados efectivamente de ciertas propiedades
objetivas. (1992: 133)
José Antonio Marina define el valor de la siguiente manera: “El valor
es una cualidad que tienen las cosas, las personas y las acciones que las
hacen ser agradables o desagradables, atractivas o repugnantes, bellas
o feas, interesantes o aburridas, buenas o malas. Se perciben mediante
las experiencias afectivas, en particular los deseos y los sentimientos”
(2009: 18).
Por último, vamos a citar la definición de valor del filósofo español
Ortega y Gasset:
Los valores son un linaje peculiar de objetos “irreales” que
residen en los objetos reales o cosas, como cualidades sui
generis. No se ven con los ojos, como los colores, ni siquiera
se entienden como los números o los conceptos. La belleza
de una estatua, la justicia de un acto, la gracia de un perfil
femenino no son cosas que quepan entender: solo cabe
“sentirlas”, y mejor, estimarlas o desestimarlas. (2004: 303)
4. Características de los valores
a) Polaridad: el valor oscila dentro de una polaridad, entre un
polo negativo y otro positivo. Toda polaridad contiene dos
valores contrarios y mutuamente excluyentes. Lo distintivo de
la bipolaridad es que los valores se presentan desdoblados en
dos polos opuestos Así a la belleza se opone la fealdad, a la
justicia la injusticia, a la bondad, la maldad, etc. No se piense
—señala Frondizi— que el desvalor, o el valor negativo,
implica la mera ausencia del valor positivo. La “fealdad tiene
tanta presencia efectiva como la “belleza”. Lo mismo puede
decirse de los demás valores negativos como la injusticia, lo
desagradable, la deslealtad, etcétera” (Frondizi, 2005: 20).
b) Dependencia: Los valores no existen por sí mismos, no son
entidades subsistentes, sino que descansan en un bien que son
como sus depositarios o portadores físicos. Los valores para
poder ser necesitan de un depositario corporal para plasmarse
o actualizarse. En tanto, son “meras posibilidades” La belleza
no existe por sí misma, sino por ejemplo, en una dama, la
elegancia, en un vestido, la utilidad, en una herramienta, etc.
“La necesidad de un depositario en quien descansar, da al valor
un carácter peculiar, le condena a una vida “parasitaria”
(Frondizi 2005: 15).
c) Jerarquía: Una tercera característica de los valores es que
estos se presentan ordenados jerárquicamente, es decir,
presentan gradaciones que van de lo superior a los inferior. No
debe confundirse la ordenación jerárquica con su clasificación.
Esta última no implica una gradación jerárquica. Los valores
en cambio se dan en un orden jerárquico o tabla de valores.
Toda sociedad tiene su propia tabla de valores. En ella, unos
valores rigen y orientan las decisiones de las personas. Por lo
general, los hombres suelen elegir los valores de orden
superior, sin embargo, esto no siempre es así, ya que por
ciertas circunstancias, los hombres orientan sus preferencias
hacia valores de orden inferior. Esto es lo que viene
sucediendo en la sociedad actual:
Cuando se describe a la sociedad actual como “sociedad de
consumo”, se la está definiendo también según el rasgo
moral que manifiesta su opción básica y su escala de
valores: consumir es en ella el valor supremo al que se
ordenan las más poderosas instituciones (la producción, el
dinero, la publicidad, el trabajo mismo) y al que se
subordinan los demás posibles valores (v. gr., supeditando
la calidad de vida a la cantidad de bienes consumibles.)
(Armero y otros, 1977: 210)
5. Problema de la naturaleza del valor
En este problema, se trata de determinar si las cosas son valiosas
porque las deseamos, nos agradan o interesan, o por el contrario,
sentimos estas vivencias, porque las cosas tienen valor que es
independiente de nuestras apreciaciones o reacciones psicológicas u
orgánicas.
Existen en la historia de la axiología tres tendencias que tratan de
responder a este problema:

5.1. Subjetivismo axiológico.


Esta teoría axiológica sostiene que los valores tienen un componente
subjetivo y emotivo, pues son los estados subjetivos de deseo, agrado
o interés lo que realmente le confieren valor a las cosas. El valor se
reduce así, a la pura subjetividad ya que lo hace depender de la forma
como el sujeto es afectado por el objeto, es decir, de las reacciones
psicológicas que despierta el objeto en el sujeto. Los valores consisten
en que un objeto produzca una vivencia o reacción emotiva en el sujeto
y no en el hecho más significativo de que las reacciones psicológicas
deriven del carácter valioso que poseen las cosas. Esta tesis también
puede ser considerada como psicologismo axiológico, ya que reducen
el valor de un bien objetivo a una vivencia psíquica.
De acuerdo al subjetivismo axiológico, para que el valor se dé es
necesario que el objeto despierte en el sujeto una reacción de agrado,
interés o deseo. Por ejemplo, un objeto es bello cuando despierta en
mí una reacción placentera desinteresada. Aquí la belleza del objeto no
depende de ciertas propiedades físicas que son inherentes al objeto,
sino que la hace depender de los estados afectivos, emocionales que
experimente el sujeto. Cuando el subjetivismo sostiene que el valor
para darse necesita de la existencia de determinadas reacciones
psíquicas de un sujeto, esta afirmado que no hay valor sin sujeto.
Entre los representantes de esta teoría axiológica tenemos a Alexius
Meinong como uno de los primeros que aborda de manera sistemática
el problema del fundamento del valor. Su obra se titula Investigaciones
psicológico-éticas para una teoría del valor, y como podemos advertir en el
título, busca en la psicología la clave para responder al problema sobre
la naturaleza del valor. Como buen discípulo de Brentano, A. Meinong
señala que “una cosa es valiosa cuando nos agrada y en la medida en
que nos agrada”. (Frondizi, 2005: 52) Esta tesis presupone admitir que
es el sujeto el que le confiere valor a las cosas. Si las cosas no agradan,
entonces valen, si me desagradan o me son indiferentes, tendrán poco
o carecerán de valor. Esta tesis no es compartida por su discípulo
Christian von Ehrenfels, que sostendrá la tesis de que el valor no está
en el agrado sino en el deseo o apetito del hombre. Tanto maestro como
discípulo comparten la misma postura subjetivista, ya que ambos
estudian el problema del valor desde una perspectiva psicológica, en lo
que difieren es con respecto a decidir qué aspecto de la subjetividad es
lo que otorga valor a las cosas. Ambos filósofos austriacos
protagonizarán una polémica1 en la historia de la axiología, notable por
el respeto y espíritu crítico que se prodigan maestro y discípulo.
Otro destacado representante de la posición subjetivista del valor es el
filósofo norteamericano Richard Barton Perry. En su libro Teoría general
del valor, propone una interpretación subjetivista del valor, ya que busca
el fundamento del valor en el sujeto que valora. Sostiene que el hombre
siempre tiene actitudes de aceptación o rechazo, de agrado o desagrado
frente a los objetos. A tales actitudes, Perry llama interés. Así, el valor es
una propiedad que adquieren las cosas al ser objeto de interés. Es el
interés como actitud psicológica subjetiva, lo que le confiere valor a
las cosas. El interés al que se refiere Perry no tiene que ver con el
agrado o deseo como sostenían los filósofos anteriormente
mencionados. Frondizi explica lo que entiende R. B. Perry por interés
en los siguientes términos:
[El interés] No tiene, como señalamos el significado
habitual de curiosidad o de objeto capaz de provocar
curiosidad [interesante], sino que desea expresar una actitud
compleja de todo ser vivo de estar a favor o en contra de
ciertas cosas. Comprende por lo tanto, el deseo y la
aversión, la búsqueda y el rechazo, el agrado y el desagrado;
por otra parte, el interés no se refiere tan sólo al estado, sino
también al acto, disposición o actitud a favor o en contra
de algo, sea de parte del individuo o del organismo social.
(Frondizi, 2005: 66)
Los subjetivistas defienden su posición en base a los siguientes
argumentos:
a) En torno a los valores, no existen consensos, sino discrepancia.- Es la
discrepancia o desacuerdos que se genera en torno a ciertos
problemas de carácter éticos, estéticos, religiosos o políticos lo
que abona a favor del subjetivismo axiológico, pues si los

1
Sobre los argumentos y contraargumentos de esta edificante polémica, ver: R.
Frondizi. ¿Qué son los valores? México: FCE. 2005 paginas 53-57
valores fueran objetivos, no habría desacuerdos, puesto que
todos captarían y reconocerían el mismo valor en las cosas o
en los actos humanos. Es la imposibilidad de arribar a
acuerdos intersubjetivos cuando se discute de temas que
involucran valoraciones lo que corrobora la tesis que el valor
tiene un componente subjetivo.
b) Dependen de la constitución fisiológica y psicológica del individuo.- Las
condiciones biológicas y psicológicas en las que se encuentra
el sujeto modifican la captación de los valores. Si no
tuviéramos ojos u oídos ¿Qué sentido tendría hablar del valor
estético de una pintura o la música? “Si examinamos la relación
del objeto valioso con el sujeto que valora […], advertiremos
que el valor no puede existir sino en relación con un sujeto
que valora. ¿Qué sentido tendría el agrado de una comida, sin
un paladar capaz de “traducir” las propiedades físico-químicas
de la comida en vivencias de agrado” (Frondizi, 2005: 193)
c) El valor de las cosas está supeditado al interés que lo otorguemos.- Otro
argumento que demuestra la subjetividad de los valores —
señalan los subjetivistas—, es que una cosa adquiere valor en
la medida en que se le confiere un interés. Por ejemplo:
¿Dónde radica el valor de los sellos de correo? ¿Hay algo en la
calidad del papel o en la belleza del dibujo o en la impresión,
que explique el valor que se les otorga? Resulta claro que sin
el interés de los filatélicos, los sellos no tendrían ningún valor.
El deseo e interés de coleccionarlos es lo que les ha conferido
su valor. Si se pierde ese interés, el valor desaparece en el acto.
Podemos anotar dos observaciones críticas al subjetivismo axiológico:
Si bien es cierto que esta posición subjetiva acierta en señalar que no
hay valor sin sujeto, es decir, que no hay objetos valiosos de por sí,
independientemente del sujeto valorizante, se equivoca al prescindir de
las propiedades empíricas del objeto que pueden generar experiencias
valorativas en el sujeto. Por ejemplo, ¿Qué es lo que hace al vino
agradable? ¿El agrado que nos produce el vino no depende acaso de la
calidad de su consistencia, es decir de su composición físico-química?
Y si no depende de la calidad de su consistencia ¿Por qué la gente
encuentra más agradable cierta calidad de vinos con respecto a otros?
Resulta evidente que la existencia de cualidades distintas contribuye a
provocar reacciones distintas en los sujetos.
La segunda observación que podemos anotar radica en el hecho que
las valoraciones del sujeto no son exclusivamente individuales. En la
medida en que el sujeto es un ser social, sus apreciaciones o
estimaciones están socialmente condicionadas, es decir, responden a
pautas de valoración dictaminadas por la misma sociedad o comunidad
del cual forma parte el sujeto.
5.2. Objetivismo axiológico.
Esta corriente axiológica tiene antecedentes históricos de larga data
como la de Platón con su doctrina del mundo de las formas. Para esta
doctrina metafísica, los valores existen como entidades ideales, son
inmutables, absolutos y subsistentes, es decir, existen en sí y por sí
independientemente de las cosas y de los sujetos. De esta
interpretación del valor han formulado una versión muy elaborada los
filósofos alemanes Max Scheler y Nicolai Hartmann.
Max Scheler en su libro titulado El formalismo en la ética y la ética material
de valores, pretende lograr una fundamentación de la ética que constituya
una continuación de la ética de Kant, pero que al mismo tiempo corrija
los errores derivados del formalismo ético kantiano. Sus esfuerzos
están dirigidos a mostrar que hay por lo menos una ética material: la
ética material de los valores. Kant, había identificado lo a priori con lo
“formal” y lo “racional”; Scheler elabora una ética a priori, pero
material y emocional. Material porque tiene a los valores como sus
contenidos y emocional porque afirma que los valores se aprehenden
en actos intencionales emocionales. (Maliandi, 1992: 80; Frondizi,
2005: 113ss).
Nicolai Hartmann en un primer momento asimila la herencia kantiana
y luego asume la fenomenología, especialmente en el tratamiento de los
valores (Polo Santillán, 2006: 70).Coincide con Scheler de que hay que
procurar —como Kant—, una fundamentación apriorística de la ética
y al igual que Scheler considera que la ética tiene que ser “material” y
“emocional”. Tanto Scheler como Hartmann parten de la
fenomenología y de la necesidad de salvar la objetividad e
incondicionalidad de los valores frente al subjetivismo y relativismo y
ofrecen una teoría sobre la objetividad de los valores cuyos rasgos
fundamentales son los siguientes:
a) Los valores tienen una naturaleza ideal, es decir, son
cualidades ideales fuera del tiempo y del espacio que
constituyen un mundo ideal, subsistente. Como entidades
ideales son absolutos e inmutables. Para Scheler, los valores
son esencias, cualidades a priori que son accesibles sólo a los
sentimientos. No son cosas, ni cualidades de la cosas, como
tampoco son creaciones de la mente humana. Su modo de ser
es independiente, es decir, son entidades que existen en sí y
por sí.
los conceptos de valor no se abstraen […] de las cosas, los
hombres y las acciones empíricas y concretas, ni son
tampoco momentos “dependientes” y abstractos de tales
cosas, sino que son fenómenos “independientes. (Scheler,
1948: 43. Citado por Polo Santillán, 2006: 62)
La teoría de Hartmann sobre los valores puede ser considerada
como un “platonismo del valor” ya que expresamente señala
que los valores tienen la “manera de ser” de las “ideas
platónicas” y que pertenecen a otro reino espiritual,
físicamente invisible e inasible. Los valores son esencias.
en su modo de ser, los valores son ideas platónicas. Ellos
pertenecen a ese remoto reino del Ser que Platón descubrió
primero, el reino que nosotros podemos discernir
espiritualmente pero no puede ser visto o asido […] los
valores son esencias”. (Hartmann, 1932: 184-185. Citado
por Polo Santillán, 2006: 71)
b) Los valores son distintos de los bienes. Tanto Scheler como
Hartmann sostienen que los bienes son depositarios de los
valores pero no dependen de ellos ya que los valores tienen
una existencia absolutamente independiente de sus portadores
materiales. Por el contrario, los bienes dependen de los
valores, algo es un bien, en tanto plasma o encarna un valor.
Hartmann afirma que los valores son “condiciones de
posibilidad de los bienes” (Hartmann, 1962, citado por
Maliandi, 1992: 86-87). Es esta independencia de los valores
con respecto a los bienes, lo que constituye su objetividad
axiológica.
debemos distinguir entre los bienes, es decir, los “objetos
valiosos”, y los puros valores que las cosas “tienen”, o que
“pertenecen” a las cosas, es decir los “valores de la cosa”.
Los bienes no están fundados sobre las cosas, de modo que
algo hubiera de ser primeramente cosa, para poder ser
“bien”[…] En los bienes es donde únicamente los valores
se hacen “reales”. (Hartmann, 1932, citado por Polo
Santillán, 2006: 62)
c) Los valores, por su modo de ser ideal, son inmutables,
atemporales e inespaciales, es decir, no deviene en el tiempo
ni cambian de una sociedad a otra; a diferencia de los bienes,
que como depositarios de los valores, son objetos reales
cambian de una época a otra, son dependientes, variables y
relativos.
d) Los valores como entidades ideales existen en sí y no para el
hombre, es decir, no necesitan ser puestos en relación con el
hombre para poder existir.
La objetividad axiológica constituye en Hartmann, como en
Scheler, una suerte de “independencia”: los valores son
independientes no sólo de los sujetos, sino también de sus
“bienes” que son sus “portadores”. (Maliandi, 1992: 86)
e) La forma como el sujeto capta o aprehende el valor es
mediante la intuición emocional. Pero los sentimientos no
crean los valores, ya que estos existen con absoluta
independencia de los sentimientos de la persona.
Podemos anotar las siguientes observaciones críticas al objetivismo
axiológico:
La primera observación a esta teoría es la dificultad al momento de
explicar el disvalor, como anota Torralba (2009: 47)
La segunda observación a esta teoría que afirma que el valor es
absolutamente independiente de los bienes, a pesar de que los bienes o
cosas valiosas están fundados en los valores, es decir, participa de algún
tipo de valor. Pero, la existencia de un reino de valores
autosubsistentes, conduce a consecuencias absurdas. Sobre el carácter
absurdo de la tesis de la independencia de los valores con respecto a
los bienes o actos humanos, Sánchez Vásquez afirma lo siguiente:
¿Qué sentido tendría la solidaridad, la lealtad o la amistad
como valores si no existieran los sujetos humanos que
pueden ser solidarios, leales o amigos? ¿Qué solidaridad
podría existir —aunque fuera idealmente— si no existieran
los sujetos que han de practicarla y sus actos solidarios?
Algo semejante pudiéramos decir de la separación radical
entre la utilidad y las cosas útiles, la justicia y los hombres
justos, etc. Todos los valores que conocemos tienen —o
han tenido— sentido en relación con el hombre. (1992:
137)
6. Teorías integradoras de los valores
6.1. La objetividad de los valores
Sostiene Sánchez Vásquez que ni el objetivismo ni el subjetivismo son
posiciones unilaterales que no logran explicar satisfactoriamente el
modo de ser de los valores. Estos ni son subjetivos, es decir no se
reducen a las vivencias del sujeto que valora ni son objetivos, es decir
que existen en sí, como un mundo de entidades ideales independientes.
Dice: “Los valores existen para un sujeto, entendido este no en un
sentido puramente individual, sino como ser social; exigen, asimismo,
un sustrato material, sensible, separado del cual carece de sentido”.
(Sánchez Vásquez, 1992: 138)
Sánchez Vásquez concibe al valor en estos términos: “El valor no lo
poseen los objetos los objetos de por sí, sino que estos lo adquieren
gracias a su relación con el hombre como ser social. Pero los objetos,
a su vez, sólo pueden ser valiosos cuando están dotados efectivamente
de ciertas propiedades objetivas” (1992: 133).
Para este filósofo, los valores sólo existen en el hombre y por el
hombre (son creaciones humanas); pero su existencia es objetiva, pues
únicamente se da en un mundo social.
Es el hombre —como ser histórico-social, y con su
actividad práctica— el que crea los valores y los bienes en
que se encarnan, y al margen de los cuales solo existen
como proyectos u objetos ideales. Los valores son, pues,
creaciones humanas, y solo existen y se realizan en el
hombre y por el hombre […]. Así, pues, los valores poseen
una objetividad peculiar que se distingue de la objetividad
meramente natural o física de los objetos que existen o
pueden existir al margen del hombre, con anterioridad a —
o al margen de— la sociedad. La objetividad de los valores
no es, pues, ni de las ideas platónicas (seres ideales) ni la de
los objetos físicos (seres reales, sensibles). Es una
objetividad peculiar —humana, social—, que no puede
reducirse al acto psíquico de un sujeto individual ni
tampoco a las propiedades naturales de un objeto real. Se
trata de una objetividad que trasciende al marco de un
individuo o de un grupo social determinado, pero que no
rebasa el ámbito del hombre como ser histórico-social. Los
valores, en suma, no existen en sí y por si al margen de los
objetos reales —cuyas propiedades objetivas se dan
entonces como propiedades valiosas (es decir, humanas,
sociales)—, ni tampoco al margen de la relación con un
sujeto (el hombre social). Existen, pues, objetivamente, es
decir, con una objetividad social. Los valores, por ende,
únicamente se dan en un mundo social; es decir por y para
el hombre. (Sánchez Vásquez, 1992: 138,139)
6.2. El valor como cualidad estructural
El filósofo argentino Risieri Frondizi en su libro titulado ¿Qué son los
valores?, considera que tanto el objetivismo como el subjetivismo
axiológico son posiciones unilaterales. “El error inicial de ambas
doctrinas tiene su origen en el sofisma de falsa oposición. Si bien se
oponen diametralmente, ambas coinciden en la falsa creencia de que el
valor tiene que ser necesariamente subjetivo u objetivo” (2005: 190).
Sostiene que el valor surge de la relación entre el sujeto y el objeto y
que esa relación axiológica origina una cualidad estructural empírica,
que no se reduce a la suma de sus partes sino que es algo que sólo existe
a partir de esta suma pero que a la vez lo sobrepasa; así el valor sólo
existe si hay un objeto que valorar y un sujeto que lo valora (el valor
posee un carácter relacional entre un sujeto y un objeto que no son
homogéneos ni estables)pero además debe existir una situación
histórica y cultural que es particular para cada caso. En resumen, la
definición de Frondizi sobre el valor es una solución integradora de las
posturas subjetivistas y objetivistas que se combinan armoniosamente
en las propiedades concretas de cada situación:
El valor es, pues, una cualidad estructural que tiene
existencia y sentido en situaciones concretas. Se apoya
doblemente en la realidad, pues la estructura valiosa surge
de cualidades empíricas y el bien al que se incorpora se da
en situaciones reales. Pero el valor no se reduce a las
cualidades empíricas ni se agota en sus realizaciones
concretas, sino que deja abierta una ancha vía a la actividad
creadora del hombre. (Frondizi, 2005: 220-221)
7. El Problema de la jerarquía de los valores
Uno de los problemas más complejos y controversiales de la axiología
contemporánea es el problema dela escala de valores. Las preguntas
que aborda la axiología respecto a esta cuestión pueden formularse de
este modo: ¿Es posible establecer una tabla de valores que tenga validez
universal para todos los hombres o por el contrario, toda la tabla de
valores es relativa, es decir, varía necesariamente de acuerdo al sujeto
o de la sociedad? Si todos los valores compartes una esencia única o
poseen la misma naturaleza. ¿Qué sentido tiene discutir sobre las
distintas clases de valor y de un ordenamiento axiológico?
Existen diversas propuestas de jerarquización axiológica, pero sin duda
ha sido Max Scheler quien mejor ha plasmado el espíritu moderno en
los valores. Scheler propone una tabla de valores a priori que no puede
ser alterada por la experiencia. “Hay una forma de experiencia cuyos
objetos son completamente inaccesibles al entendimiento, que es ciego
respecto a ellos […]; pero esta forma de experiencia nos presenta
objetos auténticamente objetivos, dispuestos en un orden eterno y
jerárquico, que son los valore” (Scheler, 1926, citado por N.
Abbagnano, 1964: 467). Sostiene que conocemos los valores mediante
el acto de “preferir”.
Utilizando cinco criterios, construye una jerarquía de valores. Los
criterios para tal jerarquía son: durabilidad, divisibilidad, satisfacción
profunda, fundamentación y relatividad. La clasificación jerárquica de
los valores que va desde valores inferiores a superiores es la siguiente:
1) Valores de lo agradable y desagradable: goce y sufrimiento,
placer y dolor.
2) Valores vitales: lo noble y lo vulgar, salud y enfermedad, alegría
y aflicción, angustia, venganza, etc.
3) Valores espirituales: incluyen los valores estéticos (lo bello y lo
feo), los valores éticos (lo justo y lo injusto) y los valores
teóricos (la verdad).
4) Valores religiosos: lo santo y lo profano, la fe y la incredulidad,
etc.
Bibliografía

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Sánchez Vásquez, Adolfo (1992). Ética. Barcelona: Crítica.
Cuestionario
1. Proponer contraargumentos a las tesis del subjetivismo y
objetivismo axiológico, y ejemplificar.
2. Propón ejemplos en los que se deje ver la tendencia asumida
sobre la jerarquía de valores: monoteísmo axiológico,
politeísmo axiológico y pluralismo axiológico.

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