Beaufre
Beaufre
Beaufre
1
“El arte de emplear la fuerza o la violencia para alcanzar los objetivos fijados por la política” y “el arte de la dialéctica de las
voluntades que emplean la fuerza para resolver su conflicto”.
2
Ob. Cit., pág.59.
461
Bien sé que esta franqueza espanta a algunos de nuestros diplomáticos. ¿Introduciendo abiertamente
los métodos de la Estrategia en el campo tradicionalmente político, no se va dar a las Relaciones Internacionales
un aspecto “totalitario”, un giro brutal y coercitivo, renunciar a las combinaciones habituales y dar el carácter de
conflicto a lo que no son más que diferendos constantes y menores? Además, ¿dónde comenzará el conflicto y
finalizará el simple diferendo? ¿Se hará “Estrategia” entre aliados? etc. Pienso que esta crítica es importante y
requiere una puesta a punto, tanto más que mi cualidad militar puede a justo título, prestarse a confusión y que
ciertos abusos recientes de los análisis técnicos, en los Estados Unidos de América, pueden sembrar la duda
sobre la posibilidad de tratar racionalmente problemas tan complejos como aquellos de las Relaciones
Internacionales.
Creo que se puede hacer tres categorías de respuestas a esta objeción.
La primera es, que en todo el sistema de pensamiento marxista-leninista, no existe ninguna distinción
entre el campo político y el de la estrategia total. Con razón o sin ella, los soviéticos han realizado
una síntesis completa entre esos dos campos, mucho más completa que la que yo preconizo porque
ellos no distinguen el nivel superior de la “gran política”, que elige los fines a alcanzar, del nivel
subordinado de la estrategia total que elige los medios susceptibles de alcanzar esos fines. Es, por lo
tanto, indispensable que nosotros conozcamos ese sistema de pensamiento, con el cual estamos
confrontados, como lo fuimos con el de la estrategia extendida hitleriana.
El segundo orden de respuesta atiende al hecho que los métodos de la estrategia total no provocan
necesariamente una extensión, a los diferendos de los procedimientos aplicables a los conflictos. Al
contrario, el estudio sistemático de los procedimientos denominados “políticos” puede en el mejor de
los casos, indicar soluciones mucho más sutiles que el recurso a la Fuerza militar, que frecuentemente
ha reemplazado la ausencia de conceptos políticos convenientes. La experiencia reciente de Vietnam,
después de tantos otros ha indicado que nada es más peligroso que un análisis político insuficiente,
que se busca paliar mediante “el llamado al soldado”. Me esforzaré en mostrar, que los problemas
llamados “políticos”, notablemente aquellos que interesan al nivel de las decisiones políticas, son
susceptibles de una disección que abre posibilidades, extremadamente interesantes de acción no
violenta. Esto parece situarse muy exactamente en la línea de la evolución actual, que tiende a limitar
el empleo de la Fuerza a lo estrictamente indispensable.
El tercer orden de respuesta responde al hecho que buscamos descifrar en un campo todavía muy mal
explorado y que no pretendo en el estadio actual, hacer otra cosa que la descubierta. Sería lamentable,
en esta aventura intelectual dejarse detener por las palabras y los prejuicios, antes que se haya podido
probar que la dirección de investigación elegida desemboca en un callejón sin salida.
Por todas estas razones, estimo que el concepto de estrategia total debe ser profundizado, en todas sus
consecuencias hasta que se tenga una noción clara de las posibilidades que ofrece, sin preocuparse demasiado
por lo que antes haya podido ser entendido bajo el vocablo “política”. Además, creo que uno de los resultados
de este estudio será clarificar y clasificar el extraordinario desorden de ideas y de procedimientos que ha sido
amontonado bajo la denominación vaga de política. Nos importará muy poco entonces, y puede ser que sea
necesario adoptar un nuevo nombre que no será ni “política” ni “estrategia” (Raymond Aron ya ha propuesto
“Praxeología”.....)3 lo que puede que permita apaciguar ciertos tenaces perjuicios.....
Una sugerencia interesante fue presentada durante el desarrollo de nuestra conferencia estratégica de
mayo de 1965: “la estrategia se relacionaría con la resolución de los problemas internacionales, en los que
exista un objetivo netamente prioritario y claramente concebido, generalmente la supervivencia nacional, a la
cual todos los otros objetivos pueden serle subordinados; al contrario cuando hubiese varios objetivos de
similar prioridad y variables se volvería al dominio de la política”.
Se verá, la importancia esencial del nivel de las “decisiones políticas”, que es, a mi juicio, el nivel
político por excelencia y que comanda toda la Estrategia de aplicación. Pero temo que querer limitar esta
Estrategia a los casos en los que exista un objetivo netamente prioritario, sólo conduzca a limitar la estrategia a
los conflictos del tipo de las grandes Guerras Mundiales, a los cuales corresponda el paroxismo del
desencadenamiento de las Fuerzas militares. Así, tangencialmente, se vuelve a una Estrategia Total que sería casi
esencialmente militar. Por otra parte y fundamentalmente creo que solamente por una aberración
pseudoclausewitziana es que se ha podido creer que existan casos en los que uno de los objetivos domine
netamente a los otros. “Ganar la guerra” no es un objetivo político, porque como muy bien lo ha demostrado
Liddell Hart, es el género de paz que sigue a la guerra, el verdadero objetivo político. “Ganar la guerra” no
quiere decir nada, si no se expresan “los objetivos de la guerra” correspondientes. Por lo tanto, siempre hay, aún
en la lucha militar más intensa, la preocupación por objetivos bastante complejos cuya prioridad puede variar
constantemente, porque la historia marcha rápido en el curso de los conflictos; recordando los ejemplos
ofrecidos por Francia, Polonia o Italia desde 1939 hasta 1945, para no tomar más que los más característicos, se
reconocerá que los esquemas británicos y estadounidenses de la época se adaptan mal a ella. Es imposible
encerrar la Estrategia Total en límites tan estrechos.
Otra sugerencia más sutil, también fue presentada: la Estrategia se relacionaría con el aspecto
propiamente coercitivo de las Relaciones Internacionales, su intervención sólo sería intermitente, cuando la
3
Cf.: Aut. Cit., Paz y guerra entre las Naciones, Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1963
462
Política decida tener que recurrir a una acción coercitiva. El pasaje de la Política a la Estrategia constituiría, así,
el primer peldaño de la escalada y, fuera de los períodos cuando tales acciones fueran emprendidas, la Estrategia
estaría adormecida y las relaciones serían únicamente “políticas”. Como se verá más adelante, una tal
concepción se adapta mal a las realidades contemporáneas, en las que los fenómenos son muy variados y
comportan una imbricación constante de relaciones propiamente políticas y de preocupaciones de seguridad y
aún de coerción. Al querer separar demasiado los géneros, se arriesga caer en un grave contrasentido sobre la
naturaleza misma de las Relaciones Internacionales. Pero las conclusiones sobre el particular son aún prematuras
en este estadio del análisis de la Estrategia de la acción. Primero es necesario penetrar más profundamente en ese
difícil asunto.
Para concluir: yo creo que el concepto de estrategia total, definida como la elección de los medios
tendientes a alcanzar los objetivos fijados por la política, representa una hipótesis de trabajo que tiene interés en
ser llevada hasta sus consecuencias extremas, a fin de ver en qué medida los Métodos del Análisis Estratégico se
prestan al estudio de los problemas en cuestión. Se estará entonces, en condiciones de juzgar sobre las
subdivisiones que parezcan necesarias entre la Política y la Estrategia.
Definición de la acción
Antes de entrar en el estudio de los mecanismos de la acción, es necesario primeramente, dar cuenta
de lo que es el fenómeno de la acción. Ciertamente que una definición precisa es necesaria pero no es suficiente,
cualquiera que sea el rigor con el que se formule. Es preciso, también reconocer los caracteres esenciales de la
acción, así como sus relaciones con la coyuntura. Se mencionará también, cuán rico es el asunto y difícil es
aprender los principales aspectos indispensables para llegar al meollo del problema y razonar sobre ellos.
En el curso de esta investigación, se verá bosquejar progresivamente, primero la silueta de la acción,
después una serie de ojeadas logradas desde diferentes ángulos, las que poco a poco, permitirán comprender
mejor que las cosas no son tan simples como más o menos conscientemente, teníamos el hábito de considerarlas.
Acción coercitiva, ¿dónde comienza la coerción?, no es un fenómeno limitado y aislado en el tiempo, pero
constituye una intervención particular en medio de un fenómeno general y continuo que es el de la Historia en
curso de elaboración. De este hecho, la acción toma dimensiones y una complejidad que es necesario apreciar
claramente desde el comienzo.
463
1. La acción coercitiva: es frecuentemente, asimilada a la acción militar y ha juzgado, la más de las
veces, un rol capital. La acción coercitiva se identificaba entonces con la guerra. Sin embargo, como
lo he señalado en Introducción a la Estrategia, la guerra nunca es un fenómeno puramente militar,
siempre es un fenómeno de carácter total en el que se combinan e interfieren la Política Interna, la
Política Exterior, la Economía y las Operaciones Militares.
Desde la antigüedad, la guerra militar ha estado rodeada de combinaciones bastante complicadas, para
adquirir el apoyo de aliados, la neutralidad de tribus o de terceros Estados.
Asimismo, la conducción de la guerra entonces tan cruel, sabía matizar sus métodos para debilitar las
resistencias: Cartago fue destruida hasta los cimientos, pero Atenas fue salvaguardada y aún, alguna
Villa Etrusca como Tarquinia, recibió un estatuto de ciudad bajo el protectorado de Roma. Aún las
invasiones más brutales, que la leyenda presenta como los golpes de marea de las hordas bárbaras de
los Hunos por ejemplo, comportaban un juego diplomático muy sutil: en la batalla de los Campos
Cataláunicos4, Atila comandaba una coalición de ejércitos, en la que los Hunos no eran mayoría.
Frente a él, Aecio, el general “romano”, estaba en una situación análoga. ¡Ya la O.T.A.N. y el Pacto
de Varsovia!. César en la conquista de las Galias operó constantemente con el apoyo de tribus galas
aliadas. El terrible Genguis Kan mismo, que empleaba una Estrategia de terror masacrando sin piedad
todo lo que se le resistía, sabía lisonjear y tomar bajo su tutela a las poblaciones que se sometían sin
combatir, lo que le permitió establecer un enorme imperio en algunos años.
Ese carácter total se encuentra a todo lo largo de la Historia, desde las Cruzadas a la guerra de los
Cien años, desde las Guerras de Religión hasta las Guerras llamadas “de mordiscos” del siglo XVII y
siglo XVIII, desde Napoleón hasta la Guerra de Secesión y hasta los dos grandes Conflictos
Mundiales del siglo XX, y las diversas campañas que jalonan la descolonización. Solamente por una
aberración nacida en el siglo XIX, de la conjunción de las teorías extremistas neoclausewitzianas del
Estado Mayor prusiano sobre la guerra y las concepciones democráticas y burguesas de un “poder
civil” distinto del “poder militar”, es que se ha podido olvidar esta constante verdad.
Si la guerra es siempre “total”, es decir, conducida en todos los campos de la acción ¿es que el factor
militar no ha jugado siempre el papel central y decisivo?. Aunque estamos obligados a reconocer que
si bien en la mayoría de los casos, las Fuerzas Armadas han constituido el elemento principal de las
guerras, existen numerosos ejemplos de guerras en los que son otros los factores los que han sido
decisivos: el bloqueo, la revolución interna, por ejemplo. Pero, aún cuando la victoria militar ha
señalado el fin de un conflicto, Waterloo por ejemplo, esta victoria ha sido frecuentemente, debida a
resultados adquiridos anteriormente por la acción diplomática que ha tenido éxito en constituir las
coaliciones, sin las cuales no se habría podido alterar el balance de Fuerzas. Como lo he señalado en
Introducción a la Estrategia5, solamente en las fases en que la acción militar permitía alcanzar una
decisión rápida, el factor militar ha sido verdaderamente preponderante. Por lo tanto, la acción total
por medio de la guerra no está siempre dominada por el factor militar.
Pero ¿es qué la misma acción coercitiva debe necesariamente ser asimilada a la guerra?. Ciertamente
que no. A medida que las sociedades se complican, ellas devienen más sensibles a las presiones
económicas y a las influencias políticas. Frecuentemente, la amenaza militar, acompañando a las
acciones realizadas en otros campos, son suficientes para lograr la decisión: la Estrategia hitleriana
entre 1936 y 1939 por ejemplo, lo demuestra claramente y ella permitió alcanzar objetivos políticos
mayores. Más aún, para las apuestas menos vitales, la amenaza militar puede no ser empleada.
Así, la acción coercitiva aparece como un fenómeno total, que comprende desde la simple presión
hasta la guerra en sus diversos grados de intensidad.
2. Por lo mismo que es un fenómeno total, la acción está estrechamente ligada al cuadro social en el que
ella se ejerce.
Es fundamentalmente por la influencia de las técnicas, resultantes del Estado social que la civilización
considera, que las formas de la acción son influenciadas. Cuanto más compleja es la sociedad
adversaria tantos más recursos dispondrá la acción; cuanto más avanzada es la sociedad propia, de
tanto más medios potentes y diferenciados se dispondrá. Por la influencia de las técnicas, no
solamente las luchas armadas, sino también los enfrentamientos políticos, revisten caracteres y
provocan interdependencias muy diferentes. Naturalmente, los conflictos entre potencias industriales
revisten caracteres absolutamente diferentes de aquellos que oponen a potencias comerciales o
agrícolas; los primeros explotan fundamentalmente la capacidad de producción industrial y los
progresos técnicos; los segundos recurren principalmente, a los medios de controlar los espacios
marítimos; los terceros tienen comúnmente que hacer reposar sus acciones sobre más o menos
grandes ejércitos terrestres, poniendo en juego su capital en hombres y caballos. Aún las técnicas
4
El 20 de setiembre del año 451 de. C., cerca de Troyes (Francia). Aecio, general romano de origen bárbaro, comandando un ejército
constituido por romanos, "federados" (francos, alanos, sajones, armoricanos, sármatas, borgoñeses y otros) y visigodos, venció a Atila,
rey de los Hunos que contaba entres sus fuerzas con una apreciable cantidad de guerreros germánicos orientales (ostrogodos, gépidos,
hérulos, etc.) y escitas. Esta victoria salvó al occidente de Europa de las hordas orientales y fue el comienzo de su fin.
5
En el capítulo relativo a la estrategia militar
464
propiamente sicológicas y económicas resultan estrechamente ligadas al estado social. Sus influencias
recíprocas en la acción son esencialmente variables, según la situación considerada.
3. La acción siempre encara un resultado que es apreciado como una ganancia, un beneficio positivo o
negativo, según se lo quiera tomar, o bien si se quiere defender lo que se tiene. Este aspecto que es
frecuentemente, de orden económico, trasciende a menudo en ganancias menos materiales,
primeramente en ventajas políticas consideradas como suficientes, finalmente en ventajas morales a
los valores del momento.
La esperanza de esa ganancia, que constituye la apuesta, es siempre balanceada por la apreciación del
riesgo presentado por las consecuencias de la acción. Primeramente porque ésta puede fracasar y aún
si no fracasa puede acarrear consecuencias de todo orden, que deben ser comparadas con la apuesta.
Por consiguiente la acción, en su definición más simple, reposa siempre sobre una dialéctica entre la
ganancia y la pérdida posible, un balance entre la esperanza de éxito y el temor a los riesgos que se
encararán.
4. La previsión que se halla en la base de la acción, entraña en consecuencia, dar una considerable
importancia a los móviles de la acción. Estos no pueden dejar de estar profundamente influenciados,
como se ha expresado por la escala de valores correspondiente.
Pero estos móviles del conductor que tendrá que tomar la decisión de actuar. No son los mismos de
aquellos a quienes él deberá recurrir para realizar su empresa y obtener la aceptación por el
adversario, de los términos que él quiere imponerle. Si en cierta medida, la decisión del conductor
puede reposar sobre un cálculo que haga intervenir, de manera más o menos racional, los factores
materiales y los factores subjetivos, la acción que emprenderá y que deberá acarrear la adhesión de su
ejército y de su pueblo, debe estar fundada sobre otros recursos. Se sabe, desde hace mucho tiempo,
que la Fuerza de los ejércitos reposa sobre la disciplina, la confianza en los jefes, el sentido del honor
y de solidaridad de los combatientes, el sentimiento de ser los defensores del país y de estar unidos a
él por lazos profundos, así como sobre la esperanza de justas recompensas. La cohesión de un país es
más difícil de definir, porque ella está manifestada por formas muy diferentes. La adhesión que un
país da a una acción de su gobierno, hasta soportar a veces los más grandes sacrificios, proviene
algunas veces de las esperanzas de provecho material; pero, más frecuentemente, son reflejos
pasionales los que juegan: la fidelidad al clan, a la tribu, a la Nación, a la religión, a las ideologías.
5. Por ello, los factores pasionales deben ser considerados como medios de acción particularmente
importantes. Los factores pasionales, que todo el mundo conoce superficialmente, merecen ser
examinados objetivamente, con el fin de reconocer sus aspectos y sus lazos. Esta base política es
indispensable al estratega.
No es posible aquí, emprender un examen sistemático de esos factores que resultan esencialmente de
un estudio sociológico. Pero no deja de ser interesante tratar de situar las grandes Fuerzas que la
Estrategia debe explotar, a fin de reconocer su potencia y el punto de aplicación.
a) Incontestablemente, el nacionalismo es la más importante de esas Fuerzas. Es un fenómeno de los
tiempos modernos, resultante de una transferencia y de una extensión de los sentimientos
particularistas. El progreso de las técnicas, del desarrollo de la escuela, de la prensa del servicio
militar y las legislaciones económicas y sociales más recientemente, han dado a las Naciones un
carácter cada vez más específico.
Esta tendencia a conducir a una balcanización creciente del mundo ¡más de cien Naciones
actualmente!6 se opone radicalmente a la noción de Imperio. En un primer análisis, parece que una
de las razones de ese desarrollo del nacionalismo, muy aparente en la descolonización, resulta de
la voluntad de las “elites” nacionales de acceder al Poder, en tanto que el imperio impone siempre
de una manera o de otra, la dominación de “elites” extranjeras. Por otra parte, existe el deseo de
libertad Nacional, una compensación a las humillaciones sufridas durante el período “imperial”.
Cuando esos dos sentimientos se reúnen, hay unión de las “elites” y de la masa en la lucha por la
independencia. Si no, como frecuentemente se ha observado, el movimiento nacionalista resulta
completamente de las “elites”.
No se sabría reconocer demasiado la importancia del nacionalismo, pese a ciertas regresiones
recientes. Es necesario ver que la Estrategia, cuyo campo de acción es el de las Relaciones
Internacionales bajo su forma dura, es un juego en que los peones son las Naciones. La Nación
constituye el elemento principal de la Estrategia, aún si otras Fuerzas se ordenan según
categorías diferentes de la Nación.
b) Otro motor importante de la acción es la búsqueda del bienestar.
La noción de justicia social ha dado nacimiento al socialismo, que reposa sobre la redistribución
de los provechos del capitalismo y al comunismo que encara el desarrollo colectivo de la
economía. Estas teorías, que pretenderían operar en provecho de las clases sociales desfavorecidas,
han adquirido una resonancia que desborda los límites de los Estados y unido, hasta cierto punto a
6
En febrero de 1972: 128 pertenecen a la O.N.U.
465
los proletariados de diversas Naciones. De hecho, este es un recurso revolucionario, tanto más
potente cuánto las masas son menos felices, tanto más débil cuanto más general es la prosperidad.
Por otra parte, los progresos recientes y notables de la economía, gracias a los nuevos métodos
industriales, han conducido a crear una fe creciente en el desarrollo de la producción. El
productivismo, concebido como un medio de elevar indefinidamente el nivel de vida de las
poblaciones, tiende a convertirse en un ídolo moderno que también sobrepasa el cuadro Nacional.
Si una parte de los intervinientes, sobre todo en el Tercer Mundo, se une a una fórmula
productivista del tipo marxista, numerosas son las “elites” que, según un esquema que recuerda el
credo sansimoniano7 del siglo XIX, ven el desarrollo del productivismo por la creación de vastas
entidades económicas, mejor adaptada a la producción en masa que el Estado-Nación según la
escala europea.
Así, el mundo actual, en toda su complejidad, combina y a veces, opone las tendencias del
nacionalismo y la del bienestar. Estas dos tendencias se apoyan en las acciones, encarando la
prosperidad en el cuadro Nacional. Ellas se combaten cuando la prosperidad parece requerir una
regresión de la independencia de las Naciones, en provecho de entidades supraracionales o de
solidaridades internacionales de clase. Este es uno de los grandes dilemas que se presentan a la
Europa balcanizada y dividida.
7
Se refiere a las concepciones de Claude Henri de Rouvroy, conde de Saint-Simon (1760-1825). Ex - oficial francés que combatió por la
independencia de los Estados Unidos; partidario ideológico de la Revolución Francesa no participó en ella por escrúpulo de su origen
aristocrático. Pasó varias veces de la opulencia a la miseria. Tuvo como secretarios a Agustín Thierry y a Augusto Comte, quienes,
posteriormente, propugnaron muchas ideas saint-simonianas. Publicó numerosas obras sobre temas científicos, de filosofía general y
político-sociales. Se le considera el fundador del socialismo. A él de se debe la conocida expresión " la explotación del hombre por el
hombre". En anti-Dühring, Engels reconoce, en Saint-Simon, "la amplia percepción genial que descubre los gérmenes de todas las ideas
no estrictamente económicas de los socialistas que le han sucedido" (Cf.: Ob. Cit., Ed. Claridad, Bs. As., 1967, pág. 266)
466
recurrido a las teorías aún reconociéndole su carácter conjetural e incompleto y aunque se admita que ellas no
constituyen más que aproximaciones insuficientes, a veces simples hipótesis.
Conclusiones
Del conjunto de las consideraciones que preceden puede, ahora hacerse una idea de la complejidad de
los fenómenos en los cuales la acción deberá intervenir. Es en medio de esa complejidad, acrecentada por el
número cada vez mayor de Naciones soberanas, que se debe desarrollar nuestra acción, aprovechando las
corrientes favorables, evadiendo los obstáculos y haciendo recaer el esfuerzo sobre los puntos realmente
decisivos de la coyuntura. Es decir, que es necesaria una información muy completa, una comprensión muy
objetiva y profunda de la situación y un método muy seguro.
Progresismo y Estrategia
De esta excursión, en el dominio superior del concepto de la acción, se puede deducir ciertas
conclusiones prácticas para la elaboración del método de la Estrategia de la Acción.
El elemento clave de la acción es primeramente, la voluntad de aquel que actúa y es seguidamente, la
voluntad de aquellos que podrían oponerse a esa acción. Aquí intervienen los móviles humanos y por lo tanto,
las ideologías. Los medios materiales por sí mismos, sólo sirven para explotar esas ideologías. Se ha visto la
importancia de las ideologías en la “corriente de la Historia” y su rol creciente en la evolución de las formas de
8
Ed. Revista de Occidente, Madrid, 1963
467
la acción. Es evidente que hoy, con el desarrollo de la información por la prensa, la radio y la televisión, el
dominio sicológico, deviene una zona de acción esencial y decisiva.
Nosotros en Occidente estamos condicionados por los hábitos de pensamiento político y estratégico
que manejan sobre todo procedimientos esencialmente materialistas. Estamos aptos para calcular toneladas de
materias primas y en dólares, efectivos, número de tanques y megatones, ideas, propagandas y contraseñas. La
razón es que en el Oeste nuestras revoluciones son muy viejas y nosotros hemos perdido el manejo de esas
técnicas, en las que éramos antes excelentes, cuando Rusia y China se encharcaban todavía en el oscurantismo.
Por cierto que yo no discuto aquí la cuestión de saber si las ideas son o no el producto de factores materiales,
porque ese debate nos conduciría a un campo filosófico, que excede mis propósitos actuales. Pero las ideas,
procedan o no de una concepción materialista, son las que mandan.
Es por esto, que la acción más fácil y la más eficaz es la que explota mejor las ideologías corrientes y
es por lo que los Soviéticos y los Chinos disponiendo de una “artillería revolucionaria” más reciente que la
nuestra, tienen la facultad de jugar esa ventaja como ellos lo saben.
No querría excederme aquí sobre la política, porque no encaro en este libro, más que examinar cómo
se puede realizar en la mejor forma los objetivos fijados por la política cualquiera que ella sea, progresista o
conservadora. Por lo tanto, me limitaré aquí a examinar con objetividad el problema sólo desde ese punto de
vista.
Se es conducido entonces, a realizar dos órdenes de conclusiones.
1. Primeramente se debe reconocer que, en el dominio de la ideología, no se puede combatir eficazmente
una corriente de ideas progresistas sino por otra corriente de ideas de valor dinámico comparable.
2. Otra conclusión importante es que la acción cualquiera que sea las filosofías, los móviles políticos o
las tácticas, solamente se puede ejercer en el sentido progresista. Por otra parte, “progresista” no
quiere decir nada, sin la expresión no se aplica a una filosofía bien definida.
Progreso quiere decir cambio, pero todos los cambios no son progreso. Hay “progreso” cuando hay
un objetivo. Además el lazo entre el progreso y una medida es, frecuentemente indiscernible: una
política de bienestar puede ser “conservadora” o “progresista”, según el caso, mientras que una
política de privaciones puede ser “progresista” o “conservadora”. Aún en una intención final
progresista, se puede provocar el retardo a algunas evoluciones.
La política puede ser progresista o conservadora, según las ideas que la animan. La Estrategia no
puede ser ni lo uno ni lo otro; pues debe ser guiada únicamente por la preocupación de emplear los medios más
eficaces, ofrecidos por la coyuntura, con vistas al objetivo político que le ha sido fijado.
Conclusiones
El concepto de la acción acaba de ser discutido bajo sus diferentes aspectos. En él se ha reconocido el
carácter total resultante, según las épocas de los procedimientos que corresponden a las ideas, a las
estructuras sociales y económicas y las posibilidades de la acción militar de momento. Se ha
examinado los caracteres de la coyuntura actual, en la que interfieren los factores de estabilidad y de
inestabilidad inherentes a los diferentes dominios sicológicos, político, económico y militar. Se ha
puesto en evidencia la importancia del factor sicológico, palanca principal de la evolución, por lo
tanto, de la acción y de la necesidad de realizar, sobre los acontecimientos contemporáneos, un
diagnóstico político que permita reconocer el sentido de ellos.
Esta noción de evolución ha conducido a examinar objetivamente, si la acción no debía confirmarse
en la explotación del “sentido de la Historia”. La matizada conclusión que se ha inferido, es que esa
corriente, que está actualmente librada a Fuerzas espontáneas que parecen irresistibles, porque se deja
actuar al azar, puede, en cierta medida, ser encauzada por previsiones convenientemente tomadas a
tiempo.
En esas condiciones generales la Estrategia que es neutra, no se puede identificar ni con el
Progresismo, ni con el conservatismo, nociones de orden esencialmente político. Sin embargo, es
evidente que la acción es más fácil cuando ella se ejerce en el sentido de las grandes Fuerzas que
presiden la evolución de las sociedades.
Pero esas grandes Fuerzas no son todas benéficas, lejos de ello, algunas son infinitamente peligrosas.
La acción debe, por lo tanto repartirse juiciosamente entre la ayuda para alcanzarla o el apoyo a dar a
las tendencias favorables y la resistencia a oponer a las tendencias que se juzgan nefastas.
Así la acción es un fenómeno complejo, en el que interfieren la Gran Política y la Estrategia Total,
porque ella pretende influir sobre el gran fenómeno general y continuo de la Historia. Desde ahora, la
Gran Política y la Estrategia Total aparecen como dos dominios distintos.
La Estrategia Total es un método específico de la coerción y a tal título, su empleo activo será
generalmente intermitente. Por el contrario, el hecho que el fenómeno histórico sea constante, impone
una preocupación estratégica siempre presente en la vigilancia de la evolución.
Digamos, para concluir, que el método estratégico que se había elaborado en el medio militar a causa
de los peligros considerables y urgentes a los cuales debían enfrentar, encuentra ahora, por la
Estrategia Total, un campo de aplicación en la Política y en provecho de la Política, desde que ésta
468
debe operar conscientemente, en medio de los peligros acrecentados por los Poderes que el hombre ha
sabido arrogarse sobre la naturaleza.
9
Es la concepción estratégica militar desarrollada y propugnada por el extinto Capitán sir Basil Liddell Hart, principalmente en su obra
Estrategia-La aproximación indirecta (Cir. Mil. Bibl. Of. Vol. 500/501, Bs. As., 1960. La diferencia entre el "modo indirecto" en la
concepción del general Beaufre y de la "estrategia de aproximación indirecta" de Lidell Hart, ha sido tratada por Beaufre en
Introducción a la estrategia, págs. 125/128.
469
por ejemplo), cuya importancia política, económica o psicológica es grande o bien asegurarse una prenda
territorial juzgada suficiente o aún, simplemente ganar tiempo por una demostración de Fuerza.
Del objetivo elegido se puede deducir los medios militares a emplear. En el detalle, es un problema de
Estrategia militar que no quiero tratar aquí. Pero las características generales de la maniobra de la Estrategia
Total, imponen a la Estrategia militar un cuadro que es muy importante definir claramente: ¿la acción debe ser
rápida o no, y en cuánto tiempo? ¿Cuáles son los niveles de acción militar que son políticamente aceptables?
Todas estas cuestiones son muy importantes, pero la última es capital: ¿es necesario cuidar la población o no?,
¿En qué medida la aviación o el bloqueo pueden ser empleados? ¿Hay armas (napalm, por ejemplo) cuyo uso
sería políticamente nefasto? ¿Hay zonas geográficas en las que se arriesga inquietar a otras potencias?.
En este cuadro, la Estrategia General militar busca la mejor solución, teniendo en cuenta los medios
que ella dispone y los del adversario. Es un problema operacional normal. Sin embargo, en este estado de la
elaboración, frecuentemente se concluirá que el cuadro aparece demasiado estrecho y que en esas condiciones la
acción militar no podría alcanzar sus objetivos. Entonces, será necesario ampliar el cuadro, en detrimento de
ciertos inconvenientes políticos, o bien buscar si el resultado militar encarado no es demasiado ambicioso, o si el
resultado político no puede ser alcanzado mejor por otros medios no militares, es decir, por una maniobra de
Estrategia Indirecta.
Naturalmente la cuestión central, que habrá debido ser examinada desde el análisis del nivel de las
decisiones políticas, es aquella de saber si las condiciones del momento de la Estrategia Operacional militar dan,
a tal o cual forma de acción militar, una eficacia decisiva suficiente. En ese campo, es necesario desconfiar de las
modas y de las ideas basadas sobre el “poder aéreo”, el “poder naval”, la “supremacía del tanque” o la eficacia
de los aerotransportados. Las experiencias anteriores deben ser pasadas por la criba de un análisis objetivo, en las
condiciones particulares de la operación encarada. El conjunto de esas consideraciones conduce a fijar las
grandes líneas de la concepción militar, en relación con la cual será preciso concebir la maniobra de la Estrategia
Total.
470
favorables de la operación militar deben ser plenamente explotados, para buscar, producir en el campo
psicológico, un fenómeno de avalancha que descorazone las resistencias y aúne las buenas voluntades.
Pero, no se ha tenido en cuenta más que las hipótesis favorables. Es necesario prever también las
reacciones adversarias y aún, el caso de un fracaso. El enemigo tratará de restablecerse militarmente y asegurarse
apoyos. ¿Con cuáles apoyos puede él jugar, sobre todo si el éxito se demora? ¿Cuáles serán las consecuencias
políticas de un fracaso y las de la intervención masiva de terceros Estados? ¿Qué paradas se pueden prever en
esas hipótesis? ¿Qué cambios serán necesarios encarar en nuestros móviles políticos para asegurarse el máximo
de apoyos? etc. Resultarán planes de acción, reservas a constituir, tanto económicas cuanto militares, jalones
políticos a ubicar sobre el tablero internacional.
Si el éxito militar corona nuestros esfuerzos, todavía falta ganar la fase de explotación, aquella en la
que será alcanzada la decisión buscada. Es en el curso de esta fase, que es necesario referirse exactamente al
objetivo político encarado y no dejarse desviar, ni por los compromisos, ni por la embriaguez de la victoria. Las
condiciones impuestas ganarán más frecuentemente, siendo moderadas y no creando heridas que serán la fuente
de otros conflictos. Seguramente que la acción política y psicológica debe proseguir activamente para
beneficiarse con todos los apoyos posibles. Además esta victoria modificará el equilibrio político. ¿Cuáles serán
las consecuencias? ¿Qué nueva actitud, qué nuevos móviles se deberán tener? ¿Qué medidas corresponderán a
estos cambios?
Finalmente, una vez más es necesario examinar las posibilidades de maniobra del adversario para no
concluir, para durar. Esta es la reacción normal de aquel que se encuentra en situación de inferioridad. Por otra
parte, si el enemigo está vencido en la Estrategia Total en el modo directo, es posible que él busque desquitarse
por los medios de la Estrategia Total en el modo indirecto: la resistencia, la guerrilla, el llamado a la conciencia
internacional, la división de nuestra propia opinión pública, la intervención de las potencias con cuya solidaridad
él se beneficia. ¿Cuáles serán entonces, las paradas en los diversos campos? Todavía resultan necesarias nuevas
previsiones, nuevas variantes.
El conjunto de todas esas previsiones y de todas estas variantes constituye el “plan de la estrategia
total”, apuntando a valorizar y explotar la acción militar principal.
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La acción de la Estrategia Total en el modo Indirecto
La acción por la estrategia total en el modo indirecto, es aquella en la que el resultado deseado debe
ser alcanzado esencialmente, por los medios no militares, y en la que por lo tanto, los medios militares solo
juegan un papel contribuyente.
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Es probable que, en 1972, el autor señalase, como más característico, al conflicto de Vietnam
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Cf., T.E. Lawrence, Los siete pilares de la sabiduría, Ed. Sur, Bs.As., 1955
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Cf., T.E. Lawrence, Los siete pilares de la sabiduría, Ed. Sur, Bs.As., 1955
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cuestionado, parece poder reemplazar hoy en día a los cañones del último siglo, para dar “golpes de represión”,
destinados a hacer tomar en consideración las reclamaciones presentadas.
En estas condiciones, conforme al esquema de Mao Tse Tung, es posible que después de un largo
período de desgaste moral y material, la balanza de las Fuerzas termine por dar allí una gran superioridad a uno
de los partidos. Entonces, las condiciones de una decisión militar del tipo de la Estrategia Directa están dadas. La
solución, hasta ese instante imposible, puede ser negociada bajo la amenaza de un hundimiento completo.
La negociación
Pero normalmente, la lucha se eterniza con diversas peripecias. Aparece la lasitud tanto más rápida
cuando más grande y prolongado haya sido el esfuerzo, aparentemente desproporcionado con la apuesta política
y cuando más intensa haya sido la acción sicológica. Entonces nace la hora de la negociación con vistas a un
compromiso.
Es necesario notar que en este género de conflictos, uno de los beligerantes, aquél que ha
desencadenado la guerrilla, tiene todo por perder porque la apuesta es para él total, lo que raramente es el caso
del adversario. La parte moral no es, por lo tanto, igual. Por otra parte, todo depende de la importancia de la
apuesta. Si se plantean exigencias a primera vista inadmisibles; pero sobre las cuales se rehusa discutir, se
necesitará ir muy lejos en el proceso de lasitud y en consecuencia, estar seguro de subsistir. Si al contrario, no se
encara más que llevar al adversario a aceptar el comienzo de negociaciones sin condiciones previas, se puede
negociar más temprano; pero con el riesgo de tener que retomar la lucha si el adversario no está suficientemente
fatigado. Sin embargo, a partir de la etapa de “prenegociación”, se dispone de una importante palanca sicológica
para influir directamente sobre la voluntad de los dirigentes adversarios.
Esta fase de negociaciones, en la que se mezclan las declaraciones públicas, las conversaciones
laterales, los “buenos oficios” y las diversas presiones, frecuentemente comienza muy temprano y constituye
una fase capital de la acción por la Estrategia Total en el modo indirecto. Es necesario armarse de paciencia y
tanto la tozudez como la precipitación son, en general, malas consejeras. Su éxito parece reposar
fundamentalmente sobre las posibilidades de presión que se ha sabido guardar en reserva y que sitúan al
adversario en presencia de una elección.
Igualmente, es necesario guardarse de parecer cediendo al espíritu de abandono y a una fe ingenua en
la reconciliación. En este caso no se haría más que deslizarse sobre una pendiente fatal, transformando el
compromiso en una verdadera capitulación.
naturalmente, el reglamento del conflicto no depende únicamente de la apuesta particular en cuestión.
El ambiente internacional y las perspectivas a largo plazo, constituyen los elementos esenciales de la decisión
afectando los términos del compromiso.
Conclusiones
La descripción que acabo de dar de la Estrategia Total en el modo Indirecto se relaciona
evidentemente con numerosos ejemplos históricos recientes. No constituye, por lo tanto, más que una imagen,
relativamente particular, correspondiente a las condiciones presentes y a la moda expandida por las técnicas
soviéticas y chinas. La fórmula general, aplicable a todos los conflictos conducidos en el modo de la Estrategia
Indirecta, es susceptible de tomar aspectos muy diferentes.
Lo que es necesario retener de carácter general, es que pese al desarrollo que ha debido dar a la lucha
en la “zona de acción local”, esta no tiene más que un valor episódico y que lo esencial se juega en el plano de
la ación sicológica y, más particularmente, en el nivel de las decisiones de los gobernantes. Es por ello y en
relación con ello, que la acción debe ser conducida. Esto significa la importancia primordial de las
consideraciones realizadas sobre las políticas internas amigas-enemigas y exterior, porque son ellas, en
definitiva, quienes determinan la libertad de acción de los dirigentes.
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ataque eficaz de sus puntos sensibles requiere tiempo. La defensiva, entonces, tendrá sentido procurando ese
tiempo necesario. Al contrario, una defensiva que no es conducida con vistas a la contraofensiva no tiene valor.
Esta consideración conduce a concebir la defensiva en la Estrategia Indirecta en tres fases: primero
durar, después responder con una acción contraofensiva y, finalmente, negociar, si es posible amenazando con
el desencadenamiento de una nueva acción ofensiva.
Así, cualquiera que sea la actitud de conjunto que se observe y aún cualquiera que sea la neutralidad
que se entiende guardar, se ve que es indispensable poseer en reserva los argumentos ofensivos que permitirían
parar una iniciativa adversaria. Esto es porque una Estrategia avisada debe prospectar constantemente las
posibilidades de acción, ofrecidas por los eventuales adversarios, a fin de estar en capacidad de jugar su juego en
el momento oportuno, puesto que no hay verdadero juego que no sea ofensivo.
Esta noción capital ha sido, hasta el presente, generalmente menospreciada en Occidente, en parte por
pasividad; pero sobre todo, porque los fenómenos de la Estrategia Indirecta eran mal conocidos. No se ha sabido
jamás por cuál objetivo analizar esos problemas y, a menudo, se ha concluido, sin razón, que no se podía más
que sufrir o empeñarse en aventuras militares. Yo mucho anhelo que el presente estudio pueda contribuir a hacer
comprender mejor los caracteres esenciales de las formas de lucha contemporánea.
La salvaguardia del equilibrio del mundo tiene ese precio.
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Conclusiones
Como ya lo he dicho anteriormente, las experiencias recientes me han conducido ha describir la
Estrategia Total en el modo Indirecto, bajo la forma que ella ha tomado en los diversos conflictos de
descolonización. Estos esquemas que son el producto de condiciones particulares, no deberían a llevar a
menospreciar el carácter general de la Estrategia Indirecta y las posibilidades de aplicación que ella presenta,
cualquiera sea la forma de acción.
Es cierto que la moda actual de la Estrategia Indirecta responde, en parte, a la disuasión nuclear que
reduce las posibilidades, de la Estrategia Directa y, por otra, a las condiciones sicológicas de un mundo
desequilibrado por el desplazamiento de Europa, la descolonización y el alumbramiento de una nueva
civilización técnica. Pero la Estrategia de modo Indirecto corresponde también, a una evolución profunda de los
sentimientos modernos respecto a la violencia sin duda, como consecuencia, de las grandes guerras absurdas que
acabamos vivir. Cuando el hombre deviene de más en más poderoso, tiende a recursar el empleo paroxísmico de
la Fuerza. Si esta tendencia se mantiene, mientras que la potencia se ejerce en beneficio de la disuasión la acción
deberá, cada vez más, confinarse en la utilización de la Estrategia de modo Indirecto, porque sólo ella permite
alcanzar resultados importantes, mediante el empleo paulatinamente más mesurado de la Fuerza hasta limitarse a
maniobras abstractas, realizadas únicamente en el nivel de las decisiones políticas.
La Estrategia Total, en el modo Indirecto es verdaderamente la Estrategia del porvenir.
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